Por dentro. Por L. TRILLO

Por dentro Comedores singulares la importancia del dónde Por L. TRILLO El placer de comer es, y ha sido siempre, uno de los más apreciados por el se

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Por dentro

Comedores singulares la importancia del dónde Por L. TRILLO

El placer de comer es, y ha sido siempre, uno de los más apreciados por el ser humano. Ya en tiempos remotos, la hora de la comida se celebraba con su correspondiente ritual de agradecimiento que, en muchos casos, llega hasta nuestros días con diversas manifestaciones, religiosas o costumbristas. Y es que comer, en nuestro tiempo y en nuestra sociedad, ha dejado de ser solo ese acto destinado a saciar el apetito, y se ha convertido, quizás más que nunca, en un placer para todos los sentidos. Y para muestra, nada mejor que realizar un recorrido por algunos de los espacios destinados a la realización de este menester: los comedores

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Adolfo Enríquez

H

ay comedores en las casas particulares, en los edificios públicos, colegios, centros de trabajo y centros sanitarios. Por supuesto, en los restaurantes, y también en nuestros Pazos y Casas Grandes. Pero lo que aquí les proponemos es una visita a aquellos comedores diferentes a todos los demás, aquellos en los que el cuidado de la mesa y de los detalles se enmarca en un espacio con historia, con algo que contar, lugares en los que hasta las paredes tienen su propio encanto. Uno de ellos es el que se ha habilitado en la antigua cocina del Pazo de Lestrove, en Dodro, muy cercano a varias rutas del Camino de Santiago que durante este Año Santo ha atraído a Compostela a miles de peregrinos de diversas culturas y procedencias, anónimos, ilustres e Ilustrísimas inclusive. Este establecimiento, antiguo lugar de descanso de las altas instancias del clero compostelano, destaca entre otras cosas por su enorme lareira y su correspondiente chimenea de piedra, sin duda protagonistas del espacio hoy dedicado a la degustación de su selecta cocina de autor; innovadoras creaciones que, a su vez, encajan a la perfección dentro de la cocina tradicional. Magret de pato, arroz con bogavante o carpaccios de buey,

Pazo de Lestrove Antiguas cocinas

pulpo o bacalao, son algunas de las especialidades que se sirven al público que quiera degustarlas donde en tiempos se cocinaba sólo para la alta clerecía. Un lugar de lujo en el que aun se puede admirar el antiguo modelo de fogón de piedra y otros elementos originales del Pazo, que data del siglo XVI. Y si gustan del menú y deciden repetir, no tienen de qué preocuparse, ya que Lestrove cuenta con 50.000 metros cuadrados amurallados de bosques y jardines por los que pasear para asentar la comida y, a su vez, observar unas magníficas vistas del paisaje interior gallego. Otra opción sería la de caminar hasta Santiago, que se encuentra a unos 30 kilómetros de Lestrove, aprovechando las rutas Jacobeas, y una vez visitada la ciudad, proponemos parada en otro de nuestros establecimientos con encanto: la Casa Grande do Bachao, a sólo 15 kilómetros de la capital. Este complejo lo conforman dos espacios diferenciados: la antigua casa grande, y la de los caseros, que constituye prácticamente una réplica de la primera pero con menor tamaño. Así, O Bachao cuenta con dos comedores, uno en cada espacio. Sin embargo, al contrario de lo que pudiera parecer, es el de la que fuera vivienda de los caseros el más grande de los 27

Adolfo Enríquez

Casa Grande do Bachao Salones para pequeñas y grandes celebraciones

dos, con capacidad para más de 150 comensales y construido sobre la antigua eira de esta casa, un lugar exterior en el que se preparaban las cosechas para su almacenaje. Hoy conserva su apariencia exterior pues está rodeado de cristalera, desde la que se observan los jardines. Además, como elemento singular de decoración, los comensales comparten espacio con una vieja pianola que antiguamente se encontraba en el emblemático Café Ideal de O Barco de Valdeorras.

El comedor de menor tamaño -para unos 35 comensales- está habilitado en la antigua palleira de la casa grande, en la que todavía se observan los cargadeiros en los que las mujeres apoyaban las cestas llenas de grano que transportaban sobre la cabeza, muchas veces, a varios kilómetros de distancia. También se encuentra en el comedor el antiguo lavadero, y desde las ventanas se observa la enorme eira de la edificación principal. Y después de una cena en O Bachao, nada mejor que pasar a las copas en el bar de estilo inglés del establecimiento, en el que también se puede optar por una partida de billar, unas cartas, un ajedrez o un parchís antes de irse a la cama a disfrutar de otro de los placeres básicos del ser humano: el de dormir.

J. Salgado

Viejos espacios, nuevos usos

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Un pasillo que une el pazo a la capilla. Eso era lo que hoy se ha convertido en el comedor principal del Pazo de La Buzaca, en Moraña (Pontevedra). Una vía de escape hacia la oración, un camino de paso exclusivo para los señores, con galerías acristaladas a ambos lados, y vistas a la finca y a los jardines. ¿Qué mejor lugar para sentarse a la mesa y gozar tranquilamente de una buena comida? El carneiro ao espeto, plato típico de Moraña y protagonista de una fiesta declarada de interés turístico de Galicia, es también la estrella en el comedor de este establecimiento, en el que no faltan otras especialidades más sofisticadas como los rollitos de lenguado con calabacín o el solomillo de cerdo con patata confitada.

Adolfo Enríquez

Rectoral de Cobres Paneira reconvertida en salón

de trabajo o la compañía que más apetezca. Pero no sólo en La Buzaca es posible comer en un hórreo, puesto que también es este uno de los principales atractivos de la Rectoral de Cobres, en Vilaboa, a los pies de la Ría de Vigo. En esta antigua casa del párroco, el elemento más destacado es el enorme hórreo-panera levantado en el año 1772, con dos pisos de altura y que ronda los ciento cuarenta metros cuadrados de extensión. Todos los campesinos del lugar almacenaban su

Adolfo Enríquez

Además, La Buzaca cuenta con otro comedor situado también en un lugar peculiar: el antiguo hórreo de la casa. Como es sabido, los hórreos eran en su origen construcciones destinadas a almacenar y secar el grano recogido de las tierras lejos del alcance de roedores, esto es, alzados del suelo mediante apoyos verticales. Su tamaño varía enormemente y, por lo general, se corresponde con el número de hectáreas de labradío con que cuenta su propietario. Es decir, cuantas más tierras se posean, más grano se recoge y más espacio de almacenaje necesita. De ahí que sea en los pazos y casas grandes donde los hórreos suelen alcanzar mayor tamaño, lo cual hace posible que, en la actualidad, reciban usos como estos, tan alejados de la función para la que fueron concebidos. Comer con todo lujo de detalles en un hórreo rehabilitado es una experiencia de la que pocos pueden presumir, y sin duda una forma original de compartir mesa y mantel con la familia, los amigos, los compañeros

Pazo La Buzaca

Pazo La Buzaca

Pazo La Buzaca En el hórreo y la galería

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esta panera, bajo el nivel del suelo y coronada por grandes arcos, era en su día la bodega en la que se conservaba el producto de la cosecha vinícola. Hoy sirve también como comedor, para grupos más reducidos, y de sus paredes parecen emanar aún los aromas de los caldos que salían del enorme lagar que todavía preside este lugar; un espacio sin duda privilegiado para cualquier celebración. Todo esto, con impresionantes vistas al mar de Vigo, a sólo unos minutos de la ciudad y, a su vez, situada en un enclave rodeado de naturaleza y alejado de ruidos y avatares urbanos.

Casa Solariega de Cervantes

Casa Solariega de Cervantes

EN EL INTERIOR DE GALICIA

Casa Solariega de Cervantes Sala donde se almacenaba el cereal

grano en esta gran instalación, hoy estrella del establecimiento. Conserva intacta su estructura exterior de piedra que combina, en el interior, con una decoración acorde con la singularidad del espacio. Tiene capacidad para albergar cómodamente a algo más de 100 personas y, por lo tanto, es un espacio idóneo para la celebración de bodas íntimas, bautizos, primeras comuniones o reuniones de trabajo. Además la planta baja de 30

Y para los amantes de la nieve y de las montañas, nada mejor que una visita a la sierra de Os Ancares, en la zona más oriental de la provincia de Lugo, donde la biodiversidad es única y los paisajes no dejan a nadie indiferente. No en vano, junto con O Courel, está incluida en la Red Natura 2000 como Lugar de Interés Comunitario y ha sido recientemente declarada como Reserva de la Biosfera. Pequeños valles encajados entre picos que rondan los dos mil metros de altitud, con cumbres redondeadas y bañados por ríos que forman bosques en los que aún es posible que se deje ver algún ejemplar de urogallo, un lobo o incluso algún que otro oso pardo. Y como una visita a estos parajes da para mucho, la mejor opción es buscar un alojamiento adecuado para hacerla sin prisa y disfrutando de cada momento. En el pueblo de Cervantes, donde se pueden ver también las famosas pallozas - viviendas de planta circular con cubierta de paja-, se encuentra la Casa Solariega del lugar, en la que también el lugar para comer cuenta una larga historia elaborada a lo largo de los más de 400 años que han pasado desde su fundación. Se trata de una casona construida en el siglo XVI sobre roca viva de pizarra rebajada a cincel y que hoy conserva todo el encanto de haber sido siempre la casa más poderosa del pueblo. Sus bodegas daban cobijo a grandes cantidades de grano en cada cosecha, y son ellas las que hoy han cambiando su función de almacén de comida por la de comedor de lujo. Hasta cincuenta comensales pueden disfrutar cada día en la Casa Solariega de Cervantes de un menú típico de los montes lucenses, como la caza o el cocido de la montaña con androlla y botelo, y acompañarlo de un postre invernal y lugareño como el queso de O Cebreiro con dulce de membrillo y unos licores típicos para calentar el cuerpo. Todo esto, rodeados de paredes y vigas centenarias que han conservado kilos y kilos de grano de pan y han pasado ahora a resguardar el confort, la tranquilidad y el deleite de sus comensales. En definitiva, Galicia, como tierra afamada por su buen comer, no sólo ofrece una amplia variedad y calidad de menús, sino también un buen abanico de posibilidades para convertir ese acto en una acción no sólo realizada por el sentido del gusto, sino también por la vista, el olfato, el tacto y el oído.

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