Prado Sacasa, Alicia. (1942). Balada del forastero. Repertorio Americano, 39(2), 44. Balada del forastero

Prado Sacasa, Alicia. (1942). Balada del forastero. Repertorio Americano, 39(2), 44. Balada del forastero Hoy como ayer y mañana, tendido sobre la ace

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Prado Sacasa, Alicia. (1942). Balada del forastero. Repertorio Americano, 39(2), 44. Balada del forastero Hoy como ayer y mañana, tendido sobre la acera recortándome los pasos con el filo de su pena

Y me interroga tan hondo su enorme pupila ciega, que pienso yo si en mis ojos van los ojos de una muerta...

Desde su boca de enfermo, la luz de su voz me llega con la dulce incertidumbre de una lamparita vieja.

En vano arrullo las calles con mis cantares de escuela; en vano se abre en dos alas mi corazón de maestra.

Quién habrá roto su anhelo? Quién desorientó su senda? Por qué no a mí, como a todas, me pedirá una moneda?...

He de encontrármelo siempre tendido sobre la acera, recortándome los pasos con el filo de su pena.

León de Nicaragua, enero, 1942.

Prado Sacasa, Alicia. (1944). Canción eterna. Repertorio Americano, 41(6), 92. Canción eterna Madre: yo sé que tú me amas mucho que tu amor es un río inagotable... Lo sé, pero urge a mi corazón que me lo digas, madre! Hoy como ayer, mi espíritu se arropa en tu palabra suave: el soplo de tu voz borra las sombras y matiza de luces el paisaje... Yo sé que en los senderos de tus brazos todos los cielos se abren... Y la Misericordia de Dios mismo dentro de tu pecho cabe! Lo sé, pero le urge a mi corazón que me lo digas, madre! El soplo de tu voz borra las sombras y matiza de luces el paisaje...

Prado Sacasa, Alicia. (1957). Canto de liberación. Repertorio Americano, 49(14), 221. Canto de liberación Como una golondrina estás ahí Muchacha, pequeñita y humilde, vencida por el hambre y por el frío... Un aro de curiosos te circunda y puebla de palabras el vacío, mientras se acerca el carro de la Cruz Verde o Roja que venga a recogerte como una cosa inútil... Mas todo será en vano: Bajo las siete mugres de tu rebozo triste veo crecer tus alas! tus alas de oro pálido las que te dió el arcángel que vino a defenderte de la miseria oscura... Y mientras llega el carro de la Cruz Verde o Roja y se puebla de voces el vacío, mi corazón te grita, para que tú lo escuches, lo escuches y sonrías. . . Muchacha, pequeñita y humilde: Contigo está el arcángel: no temas que te vuelvan a la miseria oscura, veo crecer tus alas. . . Estás salva Muchacha! Estás salva! Eres la nueva rosa del paraíso blanco. . .! México, D.F.1957.

Prado Sacasa, Alicia. (1943). Cruz roja. Repertorio Americano, 40(6), 85. Cruz Roja Procura dormirte..., ya todo ha pasado. Huyó desbandada la turba extranjera; y el beso del triunfo, Dios sea loado, se anida en las ondas de nuestra bandera. Sí, yo los sabía, mi bravo soldado: luchaste soberbio, con mano certera, y es noble el orgullo de hallarme a tu lado rizando la seda de tu cabellera. Pero no te muevas que sangra la herida, y ha sido un milagro salvarte la vida. Déjame enjugarte con mi delantal, y cierra los ojos, sumiso, risueño, que amorosamente velaré tu sueño diciendo muy quedo La Marcha Triunfal... León de Nicaragua,1942.

Prado Sacasa, Alicia. (1943). De la mano del río. Repertorio Americano, 40(18), 285. De la mano del río De la mano del río me pierdo en la montaña, por sombrías veredas y soleadas barrancas. El río y yo llevamos las almas anudadas en la madeja limpia de una sonrisa blanca. Sobre la mansedumbre de nuestras frentes anchas, la aurora despetala margaritas doradas. El viento niño juega soplándonos la cara, y el monte con un viejo cariño nos abraza. Volvemos con racimos de luz sobre la espalda, cuando la noche viene extendiendo sus alas. . . En un dulce silencio, mientras las nubes castas, con temblorosos dedos a la luna levanta. . . El río y yo traemos las manos apretadas; toda la paz del campo cobija nuestras almas!

Prado Sacasa, A. (1941). De vacaciones. Repertorio Americano, 38(22), 345. De vacaciones La alegría del campo me satura de un aroma celeste; mi corazón percibe en la dulzura agreste, un regocijo místico que brota al Norte, al Sur, al Este y al Oeste... A todos lados flota una sonriente claridad bendiciente que abre nardos de luz sobre mi frente; mis pies desnudos huellan los senderos revestidos de gala, los senderos avarientos de pétalos menudos, y gloriosos de pájaros parleros. Aquí y allá la gracia: el viento juega, el arroyuelo inventa un cuento musical, y embebido de cielo, en el sonoro cristal del arroyuelo, el sol revienta sus estrofas de oro. Qué bien me asienta el alborozo de la primavera que en cada rama encumbra su bandera de amor

y de esperanza; qué feliz soy ungida de esta fiesta de la montaña en flor que me convida a saborear su bienaventuranza. León, Nicaragua.

Prado Sacasa, Alicia. (1941). Domingo de ramos… … … … Repertorio Americano, 38(22), 345. Domingo de ramos... ... ... ... El pueblo, mi pueblo rebelde y creyente, agita mil palmas con aire triunfal; qué ensueños más dulces circundan mi frente, refugiada al atrio de mi Catedral. Me quema la lumbre de la dicha; siento que la tierra vibra bajo de mis pies; celebro el bullicio de la muchedumbre, y al viento celebro que lleva a la cumbre la voz del más bello paisaje leonés. Belleza sublime, se acerca al Rabino... La gente impaciente se estruja al redor del manso pollino guiado por dos lirios de tenue blancor. Se acerca... Nerviosas se agitan mis manos vacías, oh palmas de Engadi, rosas de Saharón; vacías se agitan estas manos mías, y trémulas gritan toda la alegría del huerto florido de mi corazón. Y pasa el Rabino con esa mirada de amor y tristeza que llueve bonanza; y mi primavera que cantando espera la dulce promesa del Cantor Divino, ensaya su nueva canción de esperanza...

Prado Sacasa, Alicia. (1942). El árbol caído en el camino. Repertorio Americano, 39(9), 143. El árbol caído en el camino Se agitaron sus ramas en un grito de auxilio: nadie oyó. Y en la angustia de un dolor sin alivio, cayó el árbol inmóvil a mitad del camino, implorando los brazos de los hombres amigos; los que bajo su fronda encontraron asilo, para quienes mil veces se pintó de racimos. Desfilaron los hombres y en un largo martirio, le pisaron las ramas sin oír sus gemidos. Y en la inmensa tristeza de un dolor sin alivio, quedó el árbol inmóvil a mitad del camino. —Se quebraba en las sombras el sollozo del río; divagaba en los aires la plegaria de un trino. . . .—

Prado Sacasa, Alicia. (1942). El romance de la hermanita muerta. Repertorio Americano, 39(10), 154. El romance de la hermanita muerta No hubo en todas las ciudades, ni en historias ni leyendas, una estampa de inocencia como mi hermanita buena.

Y soñé que la miraba tendida sobre la arena, cansada de haber saltado quince veces a la cuerda.

La dulzura de su gracia hiló doce primaveras en la rueca de la vida, con hilachitas de seda.

El viento la cobijaba con una manta de fiesta, ensayando notas vagas en su cabellera suelta.

En el campo de sus manos se abrían las azucenas, y en el río de sus ojos se bañaban las estrellas.

Y se mecían sus brazos queriendo asir las palmeras, y en el campo de sus manos reventaban azucenas.

Cuando se quedó dormida, dijo el sacerdote-poeta que en la nube sus hombros se escondían alas bellas.

Ella estaba engalanada con una alegría nueva: en el río de sus ojos se agrupaban las estrellas.

Y bajaron de los barcos los marinos, parar verla: estaba dentro la caja como una rosa de cera.

La llamé para que fuéramos en una lancha de pesca, a robarnos el tesoro de la tarde marinera.

Toda la canción del puerto se enmudeció junto a ella: blancos, negros, amarillos. . . , guardaron la misma pena.

Y la ví venir corriendo como siempre en la vereda, con el delantal cargado de manzanas y de almendras. . . *

Mi padre estaba sellado en una angustia de piedra: en vano imploré doliosa, para mi herida una venda. La noche venía entrando con una negrura inmensa, y se troncharon mis sienes sobre el pecho de la abuela.

Ah cuando el soplo del alba desbarató mi quimera. Ah cómo me eché de nuevo sobre el pecho de la abuela. León de Nicaragua, febrero, 1942.

Prado Sacasa, Alicia. (1943). El romance de la muñeca. Repertorio Americano, 40(18), 285. El romance de la muñeca Desde su cárcel de vidrio la muñequita de china, está tendiendo los brazos a todos los que la miran. . . Bajo las rubias pestañas los ojos se le iluminan, cuando al volver del colegio pasan corriendo las niñas. De dónde llegó a León la muñequita de china? llegaría por Honduras o llegó por Costa Rica? Nadie conoce su historia y ella se niega a decirla, sólo se sabe que es ella lo mejor de la Vitrina. . . Y aunque el sargento de plomo la mira como a un espía, el capitán de algodón le da una sonrisa amiga. . . “Espera dentro tu cárcel” dulce muñeca de china, dice una estrellita blanca, la Navidad se aproxima. El Niño Dios va de compras hoy por las jugueterías, y está soñando contigo la muchachita más linda.

Prado Sacasa, Alicia. (1941). El son de las campanas. Repertorio Americano, 38(22), 345. El son de las campanas El son, ese vibrante son de las campanas, se quiebran en el amante corazón de mi abuela... Una dulce ilusión riela en sus ojos, duerme el devocionario entre sus manos, y presa en el azur de sus arcanos refugia en el antiguo campanario su divina emoción de golondrina. Oh mi abuela, a sus pies vela el ramo de mis años en flor; amo por ella hasta el dolor, y pienso en su pensar con su pensar intenso. Quién sabe qué lejanas esperanzas acarician su amante corazón cuando percibe el son, ese vibrante son de las campanas.

Prado Sacasa, Alicia. (1942). Hilachas de luz. Repertorio Americano, 39(12), 183. Hilachas de luz Soy un hada pequeña, hermanita menor de los magos del verso: con hilachas de luz voy hilando mis horas en la rueca del tiempo... En la paz de mi reja, los jazmines sellaron el más dulce secreto del rocío fragante que cuajó en mis pestañas, al claror de un ensueño. Soy un hada pequeña, toda amor a los niños, como las de los cuentos: con hilachas de luz voy hilando mis horas en la rueca del tiempo.

Prado Sacasa, Alicia. (1942). La balada de un adiós... Repertorio Americano, 39(12), 298. La balada de un adiós. . . Al pie de mi ventana la guitarra del viento solloza una balada de amor...y tu recuerdo empinado en el tallo de los lirios abiertos agita la doliosa blancura de un pañuelo. . . Se me nublan los ojos y me tiemblan los dedos recogiendo en el aire tu perfume viajero. . . Se me nublan los ojos y me tiemblan los dedos y solloza, solloza. . . la guitarra del viento. . . León de Nicaragua, 1942

Prado Sacasa, Alicia. (1943). La hija del carbonero. Repertorio Americano, 40(18), 285 La hija del carbonero Rosa se llama la niña, la hija del carbonero; une a su gracia de rosa una gracia de lucero. Sobre los hombros dorados por los soles mañaneros, juegan los bucles ariscos como cabritos monteros. . . Y los piecesitos locos retozan sobre el sombrero del padre, arrancando sones rezongones de pandero. Rosa se llama la niña, la hija del carbonero; la carreta del carbón no envidia al mejor florero. Se siente un rico monarca el humilde carbonero mirando a su niña Rosa, su niña rosa-lucero. Desde la oscura carreta Rosa, ilumina el sendero... une a su gracia de rosa una gracia de lucero. Rosa se llama la niña la hija del carbonero; la carreta de carbón no envidia al mejor florero.

Prado Sacasa, Alicia. (1941). La maestra dice. Repertorio Americano, 38(22), 345. La maestra dice La clase es un precioso canastillo, do cada niña es una rosa leve: mi corazón se enjoya de rocío en pétalos de oro, azur y nieve. Y cuando el rubio sol como un ovillo desenrolla su luz y en él la llueve, avariento de gracia el canastillo es más azur y muy más oro y nieve. En mañanas y tardes jubilosas, yo recojo el aroma de sus rosas para el milagro de mis pebeteros; y en mis noches nostálgicas lo miro columpiándose en hilos de zafiro, en las ramas floridas de luceros.

Prado Sacasa, Alicia. (1942). La oración de enfermera voluntaria. Repertorio Americano, 39(12), 298. La oración de enfermera voluntaria Toma mis manos y úntalas de tu bondad, Señor: son demasiado leves, pero Tú eres inmenso. Dales la milagrosa piedad de tus ungüentos, para las almas mustias, para los mustios cuerpos. Quiero vendar heridas, quiero arrullar lamentos. . . Toma mis manos y úntalas de tu bondad, Señor: son demasiado leves, pero Tú eres inmenso. . .

Prado Sacasa, Alicia. (1943). La ronda. Repertorio Americano, 40(6), 85. La ronda Las manitas apretadas y los bracitos abiertos va la ronda de mis niñas girando bajo los cielos... Como la más pequeñita tiene un albor de lucero en su piececito blando se ha despertado el viento. Y no se mueven las ramas, todo se ha quedado quieto para que giren y giren los zapatitos viajeros. . . Flota una paz de banderas en los ricitos aéreos y hay una armada de fiesta en los ojos marineros. La mariposita tonta se alejó llena de miedo pero el surtidor amigo se declaró prisionero. Va la ronda de mis niñas girando bajo los cielos las manitas apretadas y los bracitos abiertos. . .

Prado Sacasa, Alicia. (1944). Labriego: Dios bendiga... Repertorio Americano, 41(6), 92. Labriego: Dios bendiga... Labriego: Dios bendiga tu casita de paja dormida en el lejano paisaje de la raza... Tu niño da su beso de miel a la mañana, y tu mujer sencilla como la fuente, canta! Flota un olor de espumas y por los vientos vaga húmedo de nostalgias el son de tu guitarra... Desde un horcón, alegre como bandera blanca saluda al campo libre tu camisa lavada. Tus manos generosas hacen la tierra magna; y tu huella se arraiga bajo el sol de la patria. Y para qué otro suelo y otra bandera extraña y otra mujer acaso ausente de tu alma? Tu mundo es el regazo feliz de la montaña... Labriego: Dios bendiga tu casita de paja. León de Nicaragua,1944.

Prado Sacasa, Alicia. (1945). Madre. Repertorio Americano, 41(13), 198. Madre Dejo mi corazón entre tus manos y abandono mi frente en tus rodillas, para escuchar la voz de tu cariño música de ternuras y de lágrimas... Desde los arbolitos de tus manos canta mi corazón —pájaro ciego— refugiado a la dulce mansedumbre de tu sencilla sencillez de alero. Madre, venda de tibios algodones, maravilloso vaso de agua límpida... ¿Con qué hilacha divina Dios anuda la corriente de luz de nuestras vidas?

Prado Sacasa, Alicia. (1942). Manos limpias. Repertorio Americano, 39(9), 143. Manos limpias Guarda tus manos limpias, obrero. Desde el lodo, dalas al viento, blancas como dos suaves lotos. La vida beba en ellas, diáfana, fresca, a sorbos, toda el alma fragante que canta en los arroyos. No las salpique el agua de la charca del oro; déjalas sueltas, francas bajo los soles torvos. Guarda tus manos limpias, que por tus dedos rotos, libre de sus cadenas ha de elevarse el globo.

Prado Sacasa, Alicia. (1944). Melodías del agua. Repertorio Americano, 41(6), 92. Melodías del agua Desde el jardín sonoro llega el grito de alarma: “Maestra: ya quebraron el tubo de la paja!” Ya quebraron el tubo, y el agua se derrama entre la hierba humilde bajo las rosas castas... Se oye un rumor de frondas —la voz el agua clara— que va pisando el patio con sandalia de plata. Los niños asombrados buscan la voz que pasa despetalando notas de una alegría santa entre la hierba humilde bajo las rosas castas... Se rompe en mi ternura su soberbia diáfana: “Maestra: dinos donde suena esa voz que canta?”

Prado Sacasa, Alicia. (1942). Mensaje al soldado ausente. Repertorio Americano, 39(12), 298. Mensaje al soldado ausente Amigo mío, grande amigo mío: es inefable este uniforme blanco; y esto de ir y venir junto al que sufre, quiebra la hondura del sentir, muy alto. En la corola de mi boca suave, se abre mi corazón iluminado por una luz que surge de las sombras, y se recata en la humedad del llanto. Cada palabra que mis labios untan a la desesperanza del soldado, es una margarita que me nace de tu recuerdo cada vez más ancho. Amigo mío, grande amigo mío: ayer vino a morir un avanzado; llevaba, como tú, bajo la fronda de las pestañas, dos enormes lagos. Nunca creí sentir tanta dulzura como al decir a mi contrario: “hermano”; y pensé en el horror de las batallas, y en el horror de hallarnos separados. Amigo mío, grande amigo mío: toda mi angustia a tu heroísmo abrazo, y sé que hay Una Mano que bendice nuestro infinito amor sacrificado. . .

Prado Sacasa, Alicia (1942). Mensaje de amor. Repertorio Americano, 39(12), 183. Mensaje de amor Niños! Maravillosa concepción de ternura, carne de esencias albas, miel de luceros altos: por vosotros al mundo llega un soplo de rosas, por vosotros la vida toma un suave descanso. Esta hora turbia, esta hora de rencores y agravios, hora de fratricidios, de olvidos y de espasmos, amenaza la aurora de vuestros ojos limpios con la noche terrible del dolor y el espanto. Niños! Turba inefable, deleitosa bandada, coro de voces frescas, salmo de paz: el charco de este momento rojo os niega la respuesta del porqué se arrebataban pan, abrigo y regazo. Y la tierra, la tierra que es de todos, debiera ser como Dios lo manda, patio soleado y ancho donde vosotros, riendo,¡oh niños fraternales!, juguéis siempre a la ronda, cogidos de la mano. Niños, niños de Europa, velloncitos de armiño, desnudos de caricias y sedientos de amparo, quiero vuestras caritas sobre mi pecho, quiero con mis labios piadosos apagar vuestro llanto. Niños, niños, sublime promesa del mañana, racimo de esperanzas, niños americanos!, mi corazón revienta en pétalos de arrullo para gritaros desde este mensaje: os amo! Os amo, os amo, os amo, niños del mundo todo. Gracia del universo, a vosotros mi canto: por sobre las murallas que levantan los odios, jugad siempre a la ronda cogidos de la mano. León de Nicaragua.

Prado Sacasa, Alicia. (1945). Mi madre reza siempre. Repertorio Americano, 41(13), 198. Mi madre reza siempre Mi madre reza siempre: con ternura infinita junta las dos manos leves y entorna las pupilas... La media luz enmarca en una paz divina su ingenuidad de estampa sencillamente linda A su lado, los muebles de la casa meditan… revestidos de una serenidad beatífica. Mi madre reza siempre: y ante su imagen mística el alma de las cosas se pone de rodillas... León, Nicaragua, noviembre de 1944.

Prado Sacasa, Alicia. (1943). Mira tu estrella. Repertorio Americano, 40(18), 285. Mira tu estrella Hombre que te agobias bajo la tristeza de no hallar ni un gajo de luz en tu senda,

Olvidando acaso que manos perfectas trazaron al rumbo de todas las sendas.

Cómo habrás de hallarlo si en la noche negra, tus ojos se ciegan sin mirar la Estrella.

Y en todas las sendas sonríe una Estrella. Hombre que te agobias bajo la tristeza. . .

Sonríe la gracia de luz en la senda; y tú vas rumiando tu dolor, sin verla.

Llénate de lumbre mirando tu estrella.

León de Nicaragua, agosto de 1943.

Prado Sacasa, Alicia. (1941). Mis pequeñas alumnas. Repertorio Americano, 38(22), 345. Mis pequeñas alumnas Vienen muy temprano, dan los buenos días con las manos juntas; qué bonitas son. Siento sus pisadas como de puntillas en la roja alfombra de mi corazón. Entran a la clase, rientes y sencillas, con sus trajecitos duros de almidón; y estudian en coro las mil maravillas de su catecismo, con un mismo son. Luego retozonas juegan: el recreo es un bello instante. Finjo que no veo todas sus diabluras... Después, al dulzón toque de salida, me abandonan éllas; y cierro los ojos buscando las huellas de sus piececitos en mi corazón...

Prado Sacasa, Alicia. (1945). Niña de mi escuela. Repertorio Americano, 41(13), 198. Niña de mi escuela Niña de mi escuela, ramito de nardos que te has arraigado tanto en mi ternura. Con la transparencia de tu voz en fiesta meces la madeja de mis horas rubias... Juegas en el patio con los tallos verdes, con las luces de oro, con las rosas nuevas; y mi amor te grita desde mi sonrisa; Manojito mío, juega, juega, juega... Niña de mi escuela, ramito de nardos que te has arraigado tanto en mi ternura... Qué fuera el paisaje simple de la vida sin tu delicioso corazón de azúcar.

Prado Sacasa, Alicia. (1945). Obrero. Repertorio Americano, 41(13), 198. Obrero Obrero, que te encumbras al techo de mi escuela ágil como un bejuco y alegre como un pájaro desafiando la ruda ráfaga de los vientos y el latigazo amargo de este sol de verano. Con la vieja y dulzona cadencia de la raza, tu voz caé en terrones de música en el patio... mientras tus manos rompen en la tarea firme sus límpidas y unciosas humildades de barro. Obrero, cuando vuelves a tu casa en la tarde, rumiando a la soledad faena del trabajo... ¿Verdad que el cielo inmenso cabe dentro tu pecho cuando tu niño lindo se te ovilla en los brazos?

Prado Sacasa, Alicia. (1943). Octubre, ¿dónde has ido?. Repertorio Americano, 40(6), 85. Octubre, ¿Dónde has ido? Octubre, ¿dónde has ido? ¿Cómo encontrar tus huellas? ¿Bajo qué barro arraigas, sobre qué nube vuelas? A tus vientos gitanos ataron la cadena del tiempo, y los llevaron a la danza de piedra. Cómo estará sonando tu música suprema en las notas sonoras de sus alas inmensas. . . Octubre,¿dónde has ido? ¿Cómo encontrar tus huellas?. . . Pienso yo que tus ojos copiaron la tristeza de mi canción errante por las rutas secretas, mientras Noviembre enflora tus dulces horas muertas. . . Octubre, ¿dónde has ido? ¿Cómo encontrar tus huellas? En tus soles lejanos mis lágrimas se queman.

Prado Sacasa, Alicia. (1957). Poema de esclavitud. Repertorio Americano, 49(14), 222. Poemas de esclavitud Con un rayo de luna estoy atada las manos y los pies: y no puedo esquivarme del suplicio de esta dulzura cruel, que mansamente me ha ceñido toda con un beso de miel. . . Estoy atada frente a los caminos florecidos de fe, y en el recodo del paisaje se alzan cuatro arboledas que me gritan: Ven! pero no puedo desatar el nudo de esta dulzura cruel. . . Y lloro largamente bajo el cielo, atadas las manos y los pies. . .! México, D.F.1957

Prado Sacasa, Alicia. (1943). Por ti. Repertorio Americano, 40(6), 85. Por ti Voy por el sendero deshojando rosas. . . A todos los vientos llevaré la unción de pétalos alb; a todas las cosas untaré de un suave soplo de Saharón. Florida en la dulce flor de tu Doctrina, ceñiré de rosas todos los senderos. Verás, aromada con mi fe, la espina besar la sandalia de tus Misioneros. Ceñiré de rosas todos los barrancos, todos los abismos, todos los pantanos. . . Todo el mundo tuyo vestirá de blancos pétalos llovidos por mis albas manos.

Prado Sacasa, Alicia. (1945). Salmo de fe. Repertorio Americano, 41(15), 232. Salmo de fe Madre...Novia...Hermana...Hija... Somos la dulcedumbre donde el Señor levanta su antorcha bendecida sobre la tierra triste. . . de Nosotros depende la gloriosa jornada! Dentro tu pecho humilde, se abre una rosa, Madre; corre un río de gracias desde tu brazo, Hermana; Novia, bajo tu sueño se cobija el milagro. Hija, tu mano leve enarbola esperanzas. . .! Sepamos darnos todas al motivo supremo situándonos al frente de nuestra misión alta y que comprenda el Mundo que nuestro labio sabe decir esta sublime palabra, camarada! Obrera. . . Campesina . . . somos un mismo barro; en Nosotros arrulla sus ideales la patria . . . Por los cuatro horizontes de la Fé y la ternura sienta crecer sus alas en Dios, la Democracia! León de Nicaragua, diciembre de 1944.

Prado Sacasa, Alicia. (1942). Temporal. Repertorio Americano, 39(2), 44. Temporal Bajo el cielo de Noviembre el sol y la lluvia juegan; cogidos van de la mano por el patio de la escuela. “Deben de gustarse mucho, deben amarse de veras, - murmuran los arbolitos-, porque mucho se pelean”. Ayer estaba la lluvia canturriando su tristeza, y en la torre de una nube el sol se reía de ella. Después bajó de puntillas, y le deshojó en la trenza

una margarita rubia con una gracia de seda. Y se buscaron los ojos y él se iluminó de verla con tanta ilusión soleada dentro la pupila negra Pero riñeron de nuevo, y el sol se perdió en la senda La lluvia quedó rimando la romanza de su pena. Juraron que terminaban para siempre su quimera, y ahora... van de la mano por el patio de la escuela.

León de Nicaragua, enero, 1942.

Prado Sacasa, Alicia. (1942). Tú y yo. Repertorio Americano, 39(9), 143. Tú y yo Somos dos niños castigados por la plana mal hecha de la hora. Desoímos la voz del uniforme: tú, amo y señor en ti; yo, soñadora. Figúrate qué absurdos en la escuela del convencionalismo de la vida: tú siempre, siempre en tu verdad despierto; yo cada vez más en mi yó dormida. Merecemos el látigo, confiesas?; incorregibles en la plana trunca. La sencilla lección de la careta, ni tú ni yo la aprenderemos nunca. León de Nicaragua, A.C.

Prado Sacasa, Alicia. (1946). Una estrella dormida... Repertorio Americano, 42(17), 269. Una estrella dormida Llevo dentro del pecho, una estrella dormida: una estrella dormida de fulgores sedeños...! y voy por el sendero, toda yo estremecida en un albor de ensueños...! Una estrella dormida, una estrella, una estrella! desborda su caricia de luz desde mi vida, hacia todas las vidas; y mi camino sella la inefable alegría de su paz bendecida. Hermanita: perdone tu serena indulgencia mi vagar por la senda, siempre así, sonreída... Siento en los hombros, breves alas de transparencia; llevo dentro del pecho, una estrella dormida! León, Nicaragua.

Prado Sacasa, Alicia1. (1941). Vocación. Repertorio Americano, 38(22), 345. Vocación Estoy de fiesta, siento que surge en mi interior el divino fulgor de un sentimiento bello: amor a la enseñanza..., amor que a un tiempo es Fe y es Caridad y es Esperanza. Bendigo esta misión que me satura de piadosa ternura. Se deslizan mis horas vaporosas con un ramo de niñas a mi lado, frente al patio bordado de azucenas y rosas, bajo el techo nevado de palomas: alas, risas, aromas... Felicidad suprema, todo un poema, sí, todo un poema para mi corazón apasionado por las diáfanas cosas. Estoy de fiesta; se abre una nueva flor es la floresta de mi vida: amor a la enseñanza, amor que es luz y es flor, amor que a un tiempo es Fe, y es Caridad y es Esperanza. 1 Así, a solas, con su nombre melodioso: Alicia, suscribe las poesías que le nacen, una maestra de León de Nicaragua: Alicia Prado Sacasa, de muy buena gente. Nos es grato y honroso presentarla a los lectores del Rep. Amer., como su amiga y colaboradora muy apreciable. En sí y de por sí, con los hondos y emotivos versos que hoy nos dice, ella se recomienda y se basta. Las manos juntas. Alicia!.

Prado Sacasa, A. (1941). Yo me voy. Y... Repertorio Americano, 38(22), 345. Yo me voy. Y... Tú me recordarás cuando el hastío muerda tu corazón aventurero; surgiré en tu memoria como un río cantarino cruzando tu sendero. Y bien lo sé, que cada verso mío, empapado de ti, será un lucero destrenzando su luz en el vacío, ah, de tu corazón aventurero. Yen las hondas nostalgias del ocaso, cuando empañe tus ojos el fracaso y se inclinen tus sienes abatidas, vagará en tus recuerdos mi leyenda, y me habrás de sentir como una venda toda unciosa de paz en tus heridas.

...............?

En el dulce mañana de mi sino, a la ventana abierta a la añoranza, qué serás tú? bahía, sol, camino? Anclarán mis nostalgias en la mansa agua de tus pupilas de esperanza? Se lloverán sobre mis huertos húmedos, los oros ciertos de tu palabra sana? O se desplegaran mis inquietudes en tu liberación de longitudes...? Qué serás tú en el mañana mío... Tú, que eres hoy el todo de mi vacío.

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