PRESENTACIÓN CATOLICAM ACTUOSITATEM

PRESENTACIÓN CATOLICAM ACTUOSITATEM Me ha pedido D. Rafael Serrano que presente el tema de reflexión que, en esta ocasión, se centra en el Decreto Apo

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APOSTOLICAM ACTUOSITATEM (Sobre el apostolado de los seglares)
“APOSTOLICAM ACTUOSITATEM” (Sobre el apostolado de los seglares) Introducción En la misión de la Iglesia, que es evangelizar y restaurar todo el orden

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PRESENTACIÓN CATOLICAM ACTUOSITATEM Me ha pedido D. Rafael Serrano que presente el tema de reflexión que, en esta ocasión, se centra en el Decreto Apostolicam Actuositatem, sobre el apostolado de los seglares. Nos encontramos en el Año de la Fe. El Papa ha querido inaugurarle precisamente el día en el que se cumplían los 50 años del inicio del Concilio Vaticano II (el día 11 de octubre de 1962). En la homilía que pronunció en la Eucaristía de la Apertura del Año de la Fe, después de recordar la “emocionante tensión” que se vivió en aquellas fechas históricas –las del Concilio-, nos dijo que deseaban que se reavivase en toda la Iglesia aquella tensión positiva y el anhelo de volver a anunciar a Cristo al hombre contemporáneo 1. También nos dijo que, para que el impulso de la Nueva Evangelización, en la que estamos inmersos, no se quede en un ideal o caiga en la confusión, es necesario apoyarse en los documentos del Vaticano II y precisó que se trataba de regresar “a la «letra» del Concilio, es decir a sus textos, para encontrar también en ellos su auténtico espíritu” En ese deseo de volver “a la «letra» del Concilio”, para encontrar su auténtico espíritu, hemos traído a este Pleno el Decreto sobre el Apostolado Seglar. Lo primero que hay que señalar es que la Apostólicam Actuositatem, aunque sea el Documento específico dedicado a los seglares por el Concilio Vaticano II, no es el único en el que se habla de ellos. De hecho, en las dos grandes constituciones, sobre todo en la Dogmática Lumen Gentium, sobre la Iglesia, que le dedica el Capítulo IV, pero también en la Pastoral Gaudium et Spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, se dedican párrafos luminosos al laicado. También, me gustaría recordar unas palabras de Henri de Lubac, en su obra “Meditación sobre la Iglesia”: “desde el día siguiente a la muerte de Jesús, existía y vivía una Iglesia, que era tal como Jesús la había hecho… una comunidad de discípulos, que desde el primer día constituyó un grupo bien determinado, social, organizado, con sus jefes, sus ritos, sus usos, y “Por esto mismo considero que lo más importante, especialmente en una efeméride tan significativa como la actual, e s que se reavive en toda la Iglesia aquella tensión positiva, aquel anhelo de volver a anunciar a Cristo al hombre contemporáneo. Pero, con el fin de que este impulso interior a la nueva evangelización no se quede solamente en un ideal, ni caiga en la confusión, es necesario que ella se apoye en una base concreta y precisa, que son los documentos del Concilio Vaticano II, en los cuales ha encontrado su expresión”. 1

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muy pronto con su legislación”. Esa Iglesia se expandió en los primeros tiempos gracias a que ese grupo constituido en su mayoría por gentes sencillas: soldados, comerciantes, hombres y mujeres de toda condición, unidas a sus pastores, se tomaron en serio la fe que profesaban; pero, poco a poco a lo largo de los siglos, muy en concreto en la Edad Media, se fue desdibujando el verdadero ser de la Iglesia y se fue clericalizando. En la primera mitad del siglo XX, en un mundo convulso y en continuo cambio, comenzó a gestarse un movimiento reivindicador del valor del laicado, que intentaba superar esa tendencia piramidal que situaba en la cúspide al clero y a los monjes y, el término Iglesia, se entendía como la jerarquía. Este movimiento se desarrolló sobre todo en el área cultural francesa, afianzándose una “teología del laicado". Entre los teólogos que se distinguieron en este terreno es preciso recordar a J. Maritain, Congar, G. Lazzati, E. Schillebeeckx, R. Spiazzi, G. Philips, H. U. von Balthasar y K. Rahner. Finalmente, fue precisamente el Concilio Vaticano II el que dibujó con recios trazos la figura del laico en sus aspectos teológicos, apostólicos y pastorales, sobre todo en los textos de la Lumen Gentium y del Decreto Apostolicam Actuositatem. Centrándonos ya en el Decreto Apostolicam Actuositatem. Lo primero señalar que su aprobación, como reconoció el relator, fue precedida por “un largo y tortuoso camino”. [Que se prolongó desde junio de 1962 hasta el 18 de noviembre de 1965 en que fue promulgada por Pablo VI]. Consta de un proemio y seis capítulos [Capítulo I. Vocación de los seglares al apostolado. Capítulo II. Fines que hay que lograr. Capítulo III. Los diversos campos del apostolado. Capítulo IV. Las diferentes formas de apostolado. Capítulo V. Orden que hay que observar. Capítulo VI Formación para el apostolado]. Más que sintetizar el contenido voy a centrarme en lo que considero sus aportaciones más novedosas. Para ello seguiré este esquema: Aspectos teológicos, aspectos apostólicos y aspectos pastorales, para concluir con una referencia a la espiritualidad laical y a la formación del laicado, trazados en el Decreto que nos ocupa. Como cuestión previa hay que señalar que, la Apostólicam Actuositatem se dirige “solícitamente a los cristianos seglares”, con el propósito de contribuir a la finalidad del Concilio de “intensificar más la Presentación Apostolican Actuositamen

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actividad apostólica del Pueblo de Dios”; y, en este orden de cosas, reconoce que el papel de los seglares es “propio y enteramente necesario en la misión de la Iglesia” y “nace de su vocación cristiana”. ASPECTOS TEOLÓGICOS Es muy importante comenzar destacando que el Concilio Vaticano II supone un verdadero redescubrimiento de la “vocación cristiana” de todos los miembros del Pueblo de Dios. El Concilio viene a recordar que a la Iglesia hay que comprenderla como un todo, es decir, como el Cuerpo de Cristo y Pueblo de Dios, con la consiguiente llamada de todos al apostolado y a la santidad. Por lo que se refiere a la vocación propia de los laicos y su posición peculiar en la estructura y en la misión de la Iglesia, lo presenta con verdadera originalidad; ya que no se plantea en relación con el ministerio sagrado ni con el estado religioso, sino desde la común dignidad de los hijos de Dios que el Señor da a todos los fieles por el Bautismo. El Decreto Apostolicam Actuositatem, que nos ocupa, reitera a lo largo de sus capítulos que la misión de los laicos brota de su Unión con Cristo cabeza; ya que “Insertos en el Bautismo en el Cuerpo Místico de Cristo, robustecidos por la Confirmación en la fortaleza del Espíritu Santo, son destinados al apostolado por el mismo Señor. Son consagrados como sacerdocio real y gente santa (Cf. 1 Pe, 2, 4-10) para ofrecer hostias espirituales por medio de todas sus obras y para dar testimonio de Cristo en todas las partes del mundo” 2. También es importante señalar que, en estrecha dependencia con ese principio, plantea la misión de los laicos desde una doble perspectiva, es decir, como un derecho y como una obligación, que han de ejercitar para bien de los hombres y edificación de la Iglesia. Se incide en el hecho de que los laicos, por el bautismo, participan del ministerio sacerdotal, profético y real de Cristo, y en que, su papel activo en la vida y acción de la Iglesia, nace de ese hecho.

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Apostolicam Actuositatem, sobre el Apostolado de los Laicos. 2.

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ASPECTOS APOSTÓLICOS La misión de la Iglesia es anunciar el mensaje de Cristo y su Gracia a los hombres (Apostolado de la evangelización y la santificación) e impregnar y perfeccionar todo el orden temporal con el espíritu evangélico (Instauración cristiana del orden temporal). Apostolado de la evangelización y la santificación. Se trataría de llevar a los no creyentes a la fe y a los fieles de instruirlos, confirmarlos y estimularlos. Para el ejercicio de este apostolado el laico tiene innumerables ocasiones tanto a través del testimonio como de las obras buenas, pero además, como verdadero apóstol, ha de buscar las ocasiones de anunciar a Cristo con la palabra. Instauración cristiana del orden temporal. La Iglesia, Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, tiene la obligación de trabajar para que los hombres se vuelvan capaces de restablecer rectamente el orden de los bienes temporales y ordenarlos hacia Dios por Jesucristo. Novedosa la afirmación: “Todo lo que constituye el orden temporal, a saber, los bienes de la vida y de la familia, la cultura, la economía, las artes y profesiones, las instituciones de la comunidad política, las relaciones internacionales, y otras cosas semejantes, y su evolución y progreso, no solamente son subsidios para el último fin del hombre, sino que tienen un valor propio, que Dios les ha dado, considerados en sí mismos, o como partes del orden temporal”. A los laicos les compete la obligación de restaurar el orden temporal, conducidos por la luz del Evangelio y por la mente de la Iglesia, y movidos por la caridad cristiana. Entre las obras de apostolado, destaca la acción social de los cristianos que ha de extenderse a todo el ámbito temporal y a la cultura. Siendo la caridad el distintivo de los discípulos de Cristo, se insta a los laicos a apreciar las obras de caridad y las organizaciones de asistencia social y a cooperar en este campo con todos los hombres de buena voluntad. Los diversos campos del apostolado de la Iglesia que recuerda la Apostolicam Actuositatem son: Las comunidades de la Iglesia, la familia, los jóvenes, el medio social y el orden nacional e internacional.

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Novedosa la llamada del Concilio a una mayor participación de las mujeres3 en estos campos. También importante la exhortación a no rehusar desempeñar cargos públicos. No puedo detenerme en el modo propio de actuar de los laicos en cada uno de ellos –seguro que saldrán a lo largo de vuestras intervenciones- pero sí quiero resaltar algunas ideas. Por lo que se refiere al apostolado en las Comunidades de la Iglesia (parroquia, diócesis…), me parece sumamente esclarecedora la cita que hace de los Hechos de los Apóstoles y de diversas cartas de San Pablo recordando a los hombres y mujeres que ayudaron a Pablo en la expansión del Evangelio. Muy significativa también la reivindicación del apostolado de la familia, afirmando que tiene una importancia trascendental tanto para la Iglesia como para la sociedad civil. Sugiere que para lograr más fácilmente los fines de su apostolado puede ser conveniente que las familias se reúnan por grupos. Especial mención quiero hacer al apostolado en el medio social, del que afirma que es el “esfuerzo por llenar de espíritu cristiano el pensamiento y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en que uno vive, hasta tal punto es deber y carga de los laicos, que nunca lo pueden realizar convenientemente otros”. Destaca que es un apostolado de igual a igual que se cumple con la coherencia de la vida que se convierte en luz del mundo. Preciosas las palabras finales de este punto: “Este apostolado debe abrazar a todos los que se encuentran junto a él, y no debe excluir ningún bien espiritual o material que pueda hacerles. Pero los verdaderos apóstoles, lejos de contentarse con esta actividad, ponen todo su empeño en anunciar a Cristo a sus prójimos, incluso de palabra. Porque muchos hombres no pueden escuchar el Evangelio ni conocer a Cristo más que por sus vecinos seglares”.4 Por lo que se refiere a las diversas formas en que los laicos pueden ejercitar su labor de apostolado, tanto como individuos como reunidos en diversas comunidades o asociaciones, hay que destacar la afirmación que hace al comienzo: “El apostolado que se desarrolla individualmente, y que 3 4

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fluye con abundancia de la fuente de la vida verdaderamente cristiana (Cf. Jn., 4,14), es el principio y fundamento de todo apostolado seglar, incluso el asociado, y nada puede sustituirle” 5. Después de volver a incidir en cómo deben ejercer el apostolado los seglares, se señala que el apostolado individual urge en las regiones que carecen de libertad religiosa. Precisa que este tipo de apostolado ha de apoyarse en pequeños grupos. Al referirse al Apostolado asociado, parte de que el hombre es social por naturaleza y agrada a Dios que los creyentes en Cristo se reúnan en pueblo de Dios, siendo expresión de la comunión y de la unidad de la Iglesia en Cristo. Destaca la necesidad de este apostolado en el momento actual y su eficacia, afirmando que solamente la estrecha unión de las fuerzas puede conseguir todos los fines del apostolado moderno y proteger eficazmente sus bienes. Entre las variadas formas de apostolado asociado, advierte que las asociaciones no se establecen para sí mismas sino que deben servir a la misión de la Iglesia, que deben guardar la sumisión debida a la autoridad eclesiástica y reconoce la facultad de los laicos de formarlas, aunque previene acerca de que es preciso evitar la dispersión de fuerzas y que no siempre es oportuno aplicar a otras naciones las formas que se establecen en alguna de ellas. Especial atención dedica a la Acción Católica6. Señala, también, cómo los laicos pueden ofrecerse o ser invitados a la acción y directa cooperación con el apostolados jerárquico. Importante también el reconocimiento que hace de los laicos que, con su pericia profesional, se entregan con título especial al servicio de la Iglesia y de sus obras. ASPECTOS PASTORALES Se recogen principalmente en el Capítulo V en el que se regulan las relaciones con la jerarquía.

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Se destaca que el elemento esencial del apostolado cristiano es la unión con quienes el Espíritu Santo puso para regir su Iglesia y señala la necesaria cooperación entre las variadas formas de apostolado, precisando que es la Jerarquía quien las ha de ordenar convenientemente. Si por una parte destaca las facultades de la Jerarquía, de cara al bien común de la Iglesia, de juzgar los carismas suscitados por el Espíritu Santo a favor de los fieles laicos, resalta que eso no priva a los laicos de su facultad de obrar espontáneamente. Muy interesante la llamada al mutuo aprecio de todas las formas de apostolado de la Iglesia y a la cooperación apostólica del clero secular y regular, de los religiosos y laicos. Dice expresamente: “Tengan presente los Obispos, los párrocos y demás sacerdotes de uno y otro clero que el derecho y la obligación de ejercer el apostolado es común a todos los fieles, sean clérigos o seglares, y que éstos tienen también su cometido en la edificación de la Iglesia. Trabajen, pues, fraternalmente con los laicos en la Iglesia y por la Iglesia y tengan especial cuidado de los laicos en sus obras apostólicas. Elíjanse cuidadosamente sacerdotes idóneos y bien formados para ayudar a las formas especiales del apostolado de los laicos”7. FORMACIÓN Se señala la necesidad de una “formación humana íntegra… porque el seglar, conociendo bien el mundo contemporáneo, debe ser un miembro acomodado a la sociedad de su tiempo y a la cultura de su condición”8. ESPIRITUALIDAD LAICAL La fecundidad del apostolado seglar, como toda fecundidad apostólica, depende de su unión vital con Cristo y se nutre de los auxilios espirituales de todos los fieles. Importante la precisión que hace el Decreto, al hablar de la llamada a los laicos a avanzar en la santidad, de cómo, la espiritualidad que les es propia, viene caracterizada por el propio estado de matrimonio y de familia, de soltería o de viudez; así como por la actividad profesional y 7 8

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social. Y cómo, las circunstancias ordinarias de la vida, al tiempo que se esfuerzan en crecen en virtudes sociales y pericia profesional, les han de servir para crecer en su unión con Cristo. Señala que, para ese crecimiento, reciben cualidades y dotes adecuados, junto a dones específicos del Espíritu Santo. Modo característico de la espiritualidad laical es actuar a modo de fermento. Por eso, escondidos con Cristo en Dios, han de entregarse a la expansión del reino de Dios y a informar y perfeccionar el orden de las cosas temporales. E impulsados por la caridad han de hacer el bien a todos, al tiempo que han de expresar en su vida el espíritu de las Bienaventuranzas. Luminosas, y síntesis de lo dicho, las palabras en las que propone a la Virgen María como modelo de espiritualidad laical: “El modelo perfecto de la vida espiritual y apostólica de los laicos es la Santísima Virgen María, Reina de los Apóstoles, la cual, mientras llevaba en este mundo una vida igual que la de los demás, llena de preocupaciones familiares y de trabajos, estaba constantemente unida con su Hijo, cooperó de un modo singularísimo a la obra del Salvador " Como conclusión, habría que señalar que la Apostolicam Actuositante, superando viejas ideas. Sitúa a los laicos en su verdadero lugar, pasando de considerarlos "colaboradores" del clero a reconocerlos realmente como "corresponsables" del ser y actuar de la Iglesia. Lo hace partiendo de la realidad ontológica: la unión de todos los cristianos y en concreto de los laicos con Cristo Cabeza, por el hecho de haber sido insertados en el cuerpo Místico de Cristo por el Bautismo; y reivindicando un hecho incontestable: que la Misión de la Iglesia de santificar el mundo, llenando de espíritu cristiano el pensamiento y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en que uno vive, sólo puede ser llevada a cabo por quienes están inmersos en él: por los laicos; eso sí, en comunión con sus pastores. Todo esto ha ayudado a ir, poco a poco, produciendo un cambio de mentalidad. Es el momento de volver a la letra de la Apostolicam Actuositatem para llenarnos de su espíritu y, con una fe renovada, ir consolidando un laicado maduro y comprometido, capaz de dar los mejores frutos en la Nueva Evangelización. Mª. Soledad Cosmen García 16 de febrero de 2013

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