PROPIEDAD E IGUALDAD EN LA TEORÍA POLÍTICA DE ROUSSEAU

CUADRANTE PHI N°28 2015, Bogotá, Colombia PROPIEDAD E IGUALDAD EN LA TEORÍA POLÍTICA DE ROUSSEAU Carlos Mario Portillo Hoyos Pregrado en filosofía U

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PROPIEDAD E IGUALDAD EN LA TEORÍA POLÍTICA DE ROUSSEAU

Carlos Mario Portillo Hoyos Pregrado en filosofía Universidad Nacional de Colombia Bogotá, Colombia [email protected]

Resumen: En este artículo analizamos la forma en la que la teoría política de Rousseau conjuga la defensa de la propiedad y la exigencia de igualdaden el establecimiento de la comunidad política. Para ello empezamos caracterizando la forma en la que se introduce la desigualdad entre los individuos y las formas que asume. Posteriormente exploramos la importancia de la propiedad en la constitución del pacto social ymostramos cómo la tensión entre la desigualdad introducida por la propiedad privada y la igualdad que requiere la comunidad política se resuelve en el modelo republicano. Palabras clave: Rousseau, propiedad, igualdad, libertad, sociedad, república, contrato.

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Abstract: In this paper we analyze the way in which Rousseau’s political theory combines the protection of property and the requirement of establishing equality in the political community. To do this we start by characterizing the way in which inequality between individuals and the forms it takes is introduced. Later we explore the importance of ownership in the constitution of the social pact and, finally, we show how the tension between inequality introduced by private property and the equality that requires the political community is resolved in the republican model. Keywords: Rousseau, property, equality, freedom, society, republic, social contract.

En este artículo nuestra atención estará dirigida a determinar el lugar que Rousseau le asigna a la propiedad y a la igualdad en su planteamiento político. Como es sabido, este aspecto del pensamiento de Rousseau ha dado lugar a numerosas interpretaciones y señal de ello es la diversidad de posturas políticas que lo reclaman como suyo. Nuestro interésaquí será dar una interpretación de la forma en la que se funden tanto la defensa de la propiedad privada como la defensa de la igualdad en la teoría política rousseauniana, para lo cual partiremosde los que se consideran sus trabajos políticos fundamentales: El contrato social y los Discursos.Veremos el lugar yla importancia de tales aspectos dentro de su concepción políticay las diferenciasque lo separan de otros teóricos modernos. Para ello empezaremos analizando la forma en la que surge la desigualdad tal como la explica Rousseau y veremos cómo es posible el establecimiento de las tres desigualdades fundamentales: moral, económica y política.Posteriormente exploraremos la importancia de la propiedad en la constitución del pacto socialpara luego mostrar cómo la tensión entre la desigualdad introducida por la propiedad privada y la igualdad que requiere (y a la que aspira) la comunidad política se resuelve en el modelo republicano. 1. Igualdad natural y el surgimiento de la desigualdad (I) La teoría política de Rousseau parte, como la mayoría de las de su tiempo, de una determinada postura acerca del estado de naturaleza. La importancia del 2

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establecimiento de este punto de partida era más o menos evidente: si se quiere establecer un orden político adecuado se debe empezar por conocer la naturaleza humana. Esta idea se halla presente en muchos de los autores de los siglos XVI y XVII: en Hobbes, con su detallado análisis de la constitución humana; las famosasdemandas de Spinoza y Maquiavelo de considerar a los hombres como realmente son; o Locke, que al principio del Segundo tratado afirmaba que “para entender el poder político correctamente, y para deducirlo de lo que fue su origen hemos de considerar cuál es el estado en el que los hombres se hallan por naturaleza” (Locke,1994: 36;secc. 4). Ahora bien, la concepción del estado de naturaleza enRousseau es significativamente distinta de las de los autores antes mencionados y basta con sólo leer las primeras páginas del Discurso sobre el origen de la desigualdad para darse cuenta de ello. La acusación fundamental, haber trasladado el estado de sociedad al estado de naturaleza: “los filósofos que han examinado los fundamentos de la sociedad han sentido la necesidad de remontarse hasta el estado de naturaleza, pero ninguno ha llegado hasta él. […] Hablaban del hombre salvaje y pintaban al hombre civil” (Rousseau, 1980: 206207). Así, frente a los modelos políticos dicotómicos de sus predecesores, Rousseau procederá a partir de una perspectiva tricotómica: estado de naturaleza, estado de sociedad y estado político,donde el estado de naturaleza se ubica en un estadio “previo” a los que habían planteado autores anteriores, lo cual explica en buena medida que, a diferencia de estos, para Rousseau el estado de naturaleza no sea un estado de caos sino que sea considerado como la edad dorada de la humanidad. En ese estado natural que presenta Rousseau la desigualdad se encuentra muy poco desarrollada, pues cuando la hay se refiere a meras características físicas sin mayor relevancia. Además, como el hombre natural no entra en relación con los demás, esas diferencias que les podrían llegar a poner en ventaja o en desventaja tienen muy poca importancia. De ahí la idea según la cual “la desigualdad es apenas sensible en el estado de naturaleza y su influencia es casi nula” (Rousseau, 1980: 247). No obstante, el autor tiene en mente mucho más que la igualdad física cuando habla sobre el tema, pues su análisis también implica que todos los hombres son naturalmente igual de ‘valiosos’. Para Rousseau los hombres participan en la misma medida de la naturaleza humana, por lo que tambiénse puede hablarde una cierta igualdad ‘moral’ natural. 3

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Ya en el siglo XVIII afirmar que los seres humanos son biológicamente iguales era un lugar común, lo verdaderamente interesante de la teoría de Rousseau es su postura frente a las desigualdades artificiales y la formaen que se crean. Además, característico de su punto de vista es su introducción de un componente ‘humano’ en su noción de igualdad. En el estado de naturaleza los hombres valen lo mismo y, aunque la palabra “valor” en cierto sentido implica una relación social, para Rousseau cada hombre tiene el mismo valordesde una perspectiva objetiva, independientemente de cualquier consideración social1. Esta idea es lo que fundamenta la indignación y el desprecio que siente Rousseau hacia la desigualdad que introduce la sociedad civil y cuya eliminación será uno de los objetivos fundamentales de la república. Ahora bien, con el aumento del número de habitantes los individuos se habrían visto obligados a formar comunidades permanentes para facilitar el desarrollo de sus actividades. Con esto sería posible el reconocimiento de las diferencias y, con ello, la comparación entre unos y otros. Es allí cuando las diferencias empiezan a ser importantes, pues se convertirán en los elementos determinantes para la formación de conceptos de superioridad, excelencia o preeminencia. Para decirlo con las palabras de Maurizio Viroli, “cuando el hombre deja la esfera de lo puramente natural entra a un mundo donde la comparación es norma” (2002:70)2. La identidad individual, que hasta el momento no existía, se empieza a formar a partir de las opiniones de los demás. 2. El surgimiento de la desigualdad Los individuos en sociedad empezaron a verse sometidos a una estratificación a partir de los atributos considerados socialmente más valiosos. Esta es la respuesta a la cuestión que se plantea desde el inicio del segundo Discurso. Pero para nuestro propósito lo que hay que retener de todo esto es que el tránsito de la igualdad moral a la más absoluta desigualdad es natural, si bien no existe por naturaleza. Es decir, la desigualdad no obedece a artificio alguno, sino que es consecuencia de las pasiones que el hombre posee naturalmente. Por esta razón no parecería errado decir que, desde una 1

Y no podía ser de otro modo, ya que los seres humanos en el estado de naturaleza “no conocían […] ni la vanidad, ni la consideración, ni la estima, ni el desprecio” (Rousseau, 1980: 240). Esta idea de conferir un elemento moral a los hombres en el estado de naturaleza, donde sólo son poco más que animales, no deja de ser desconcertante. Al respecto Bernhard Groethuysen afirma que la peculiaridad de este punto de vista se debe a que el hombre natural de Rousseau tiene lo que les falta a los otros hombres naturales: un alma (1985: 14). 2 Todas las traducciones son mías.

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perspectiva rousseauniana, la desigualdad es inherente a la sociedad humana. Esta primera forma de desigualdad se produce como consecuencia de un sentimiento que pertenece a todos los hombres: el deseo de distinguirse de los demás y de ser apreciado por ellos. Debemos ahora examinar el surgimiento de las desigualdades económica y política. La forma en la que Rousseau expone el surgimiento de la desigualdad económica resulta bastante elemental: algunas personas más hábiles sacaron mayor provecho a su labor, lo que les permitió ganar más que los demás, que seguían teniendo justo lo necesario para vivir. De esta manera, las diferencias naturales entre unos individuos y otros “se vuelven más sensibles, más permanentes en sus efectos, y comienzan a influir en igual proporción en el destino de los particulares” (Rousseau, 1980: 261). Así las cosas, la mayoría de individuos empezaron a depender de una pequeña minoría, a los que tuvieron que someterse para poder obtener su sustento. De ahí en adelante la riqueza se convertiría en otra característica fundamental dentro de esa estratificación de la que hablamos anteriormente3. Ahora bien, la desigualdad que introduce cada uno de estos dos tipos de considerandos es completamente diferente, pues mientras las características que dan lugar a la desigualdad moral están, en buena medida, al alcance de todos los individuos, indudablemente no sucede lo mismo con la riqueza. En este sentido, la desigualdad moral está más sujeta a modificaciones. Viroli expresa esto de una forma excelente: “mientras la [desigualdad moral] es fluida y está sujeta a variación, la desigualdad social toma la forma de una estructura permanente” (2002: 95). Por último, debemos resaltar que la desigualdad económica a la larga será el fundamento de todas las demás. Rousseau es claro al señalar que al ser las cualidades personales el origen de todas las demás desigualdades, “la riqueza es la última a la que se reducen a la postre, porque siendo la más inmediatamente útil al bienestar y la más fácil de comunicar, se sirven cómodamente de ella para comprar todo lo demás” (Rousseau, 1980: 281).

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No obstante, con respecto a esta situación Rousseau afirma que el “rango y la suerte de cada hombre” se establecerían “no sólo con arreglo a la cantidad de bienes y al poder de servir o perjudicar, sino con arreglo al espíritu, la belleza, la fuerza o la destreza” (Rousseau, 1980: 262).

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De acuerdo con Rousseau, el establecimiento de la desigualdad no podía tener como resultado sino el surgimiento de la insatisfacción entre la mayor parte de los individuos. Todo esto trajo como efecto inseguridad y violencia; en suma, “el más horrible estado de guerra” (Rousseau, 1980: 263). Fue entonces cuando el rico, “acuciado por la necesidad, concibió finalmente el proyecto más meditado que jamás haya entrado en mente humana: establecer el gobierno” (Rousseau, 1980: 265). En este acto encontramos la causa de la tercera forma de desigualdad a la que pone fin la república. En Rousseau, el pacto mediante el cual se establece el gobierno tiene poco en común con el de los demás contra actualistas. Para él, dicho pacto no responde a un interés común ni se lleva a cabo entre iguales. Desde el comienzo su institución estuvo a cargo de los ricos, quienes se veían más afectados en el estado de guerra. Como afirma John Plamenatz: “Rousseau está de acuerdo con Locke en que el gobierno se instituyó para proteger la propiedad privada, pero se aseguró de aclarar: especialmente para proteger la propiedad de los ricos” (Plamenatz, 1963, p. 369). Por otro lado, al contrario de lo que sucede en la teoría de Locke, donde el contrato que pone fin al estado de naturaleza se lleva a cabo entre individuos “libres, iguales e independientes” (Locke, 1994: 111; secc. 95).Para Rousseau el pacto social por medio del cual se pasa del estado de naturaleza a la sociedad civil organizada tiene lugar entre individuos desiguales, la mayoría de ellos dependientes de una minoría de ricos. Así, pues, el contrato no garantiza ni la vida, ni la libertad ni la propiedad de la totalidad de los individuos como creía Locke; para Rousseau el pacto social no es más que una artimaña mediante la cual se sometió, “para provecho de algunos ambiciosos, a todo el género humano al trabajo, a la servidumbre y la miseria” (Rousseau, 1980: 266). Cuando se ha establecido el gobierno se observa la tercera forma de desigualdad: la desigualdad política. La idea se comprende fácilmente a partir de lo que hemos dicho hasta el momento, por lo que no diremos más que unas pocas palabras sobre ello. Si la iniciativa de los ricos fue la que dio origen al gobierno y éste se instituyó para salvaguardar sus intereses, es evidente que serán ellos quienes tendrán mayor influencia en el campo político. Como el mismo Rousseau afirma en su escrito sobre Córcega, donde reina la desigualdad económica, si no son los ricos quienes gobiernan desde el principio, en algún momento comprarán la autoridad de los magistrados. De acuerdo 6

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con Rousseau, en el momento en que un individuo es sometido por otro que tiene más poder, la libertad desaparece por completo, pues la libertad es precisamente no estar sujeto a una voluntad ajena (Viroli, 2002: 178). Si un individuo, a causa de su pobreza, tiene que seguir los mandatos de alguien únicamente porque este es quien le provee sus medios de vida, se es sencillamente un esclavo. 3. La propiedad como fin Hasta este punto nos hemos concentrado en analizar los dos primeros estados en los que se desarrolla la teoría social de Rousseau y las tres formas de desigualdad que se introducen allí. Vimos también cómo desde el estado de naturaleza, donde el buen salvaje vive siendo exactamente igual a los demás, se llega a una sociedad donde los ricos ejercen su dominio absoluto sobre los desposeídos. El origen de esta situación, así como de la mayoría de los males de la humanidad, dirá Rousseau, es el establecimiento de la propiedad: “cuántos crímenes, guerras, asesinatos, miserias y horrores no habría ahorrado al género humano quien […] hubiera gritado a sus semejantes: ‘[…] estáis perdidos si olvidáis que los frutos son de todos y la tierra no es de nadie’” (1980: 248). Vamos ahora a detenernos en la forma en la que la república se propone remediar esos problemas. Desde las primeras líneas de El contrato social Rousseau afirma que su objetivo en el libro será determinar si hay alguna forma “legítima y segura” de establecer el orden social tal que tenga como punto de partida “a los hombres como son y a las leyes como pueden ser” (2010: 57;I, prefacio). ¿Y cómo son los hombres? Desiguales, esclavos los unos de los otros. La forma en la que Rousseau afirma que se puede solucionar esta situación, que es el tema de El contrato social, será crear una nueva forma de asociación que “defienda y proteja de toda la fuerza común a la persona y a los bienes de cada asociado, y en virtud de la cual, al unirse cada uno a todos, no obedezca más que a sí mismo y quede tan libre como antes” (Rousseau, 2010: 69; I, 6). En lo que sigue veremos en qué consiste el pacto que da origen a esa nueva asociación, qué lugar tiene en ella la propiedad y cómo, si la hubiese, se daría la desigualdad. La única forma de asociación que puede dar como resultado una sociedad justa será aquella en la que los individuos participen como iguales. Se observa así, desde el inicio, 7

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cuán distinto es el acuerdo que da origen al orden ideal de Rousseau, a la república, de aquel por el que se instituye la sociedad corrupta. Y la primera pregunta inmediata es, sin duda, cómo hacer que individuos desiguales queden ‘al mismo nivel’. La solución a esta dificultad se encuentra expresada en la única cláusula del contrato social: “la enajenación total de cada asociado con todos sus derechos a toda la comunidad” (Rousseau, 2010: 69; I, 6). Rousseau mismo explica las implicaciones de esta disposición: “al darse cada uno por entero, la condición es la misma para todos, y al ser la condición igual para todos, nadie tiene interés en hacerla gravosa a los demás” (ibíd.). Así, pues, si bien no es posible establecer una igualdad económica, el hecho de que se establezcan exactamente los mismos derechos y obligaciones, sin importar el rango social, debería servir como garante de igualdad. Despojándose los individuos de sus derechos particulares, o aun de los que creen tener, se establece de entrada una cierta igualdad. Pero esto es sólo lo referente a la igualdad previa al contrato, aún queda el asunto más importante: ¿cómo entra el asunto de la igualdad-desigualdad en la sociedad ideal descrita en El contrato social? Como señala claramente Rousseau, uno de los objetivos fundamentales del pacto social es la preservación de la propiedad de cada asociado. Y es que Rousseau, al igual que Locke, cree que los individuos entran en la comunidad política siendo propietarios y que el Estado debe garantizarles el derecho a disfrutar de sus propiedades. Para Locke, el objetivo fundamental de la sociedad civil era salvaguardar la propiedad, término bajo el cual él incluía la vida la libertad y las posesiones (Locke, 1994: 133; secc. 123); la preservación de esas tres cosas son también el objetivo al que tiende la república en Rousseau. Naturalmente, no deja de haber en la postura de Rousseau una cierta contradicción, toda vez que en el Discurso sobre el origen de la desigualdad por poco llega a maldecir la institución de la propiedad privada; sin embargo, en su planteamiento el derecho de propiedad será tan sagrado como para Locke. De hecho, en el Discurso sobre la economía política llega a afirmar que “el derecho de propiedad es el más sagrado de todos los derechos de los ciudadanos, e incluso más importante en ciertos aspectos que la libertad misma” (citado en Plamenatz, 1963:204). A partir de esto no queda sino preguntarnos por qué Rousseau le asignó tanta importancia a la propiedad, llegando a ponerla por encima de la libertad. 8

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4. Libertad e igualdad: la propiedad como medio Rousseau se inscribe en una concepción del Estado que tiene su origen en la cultura griega y que encuentra en la obra de Aristóteles su formulación teórica más importante. Lo que nos encontramos en El contrato social es la idea de que la vida en el Estado es la mejor forma de vida a la que pueden aspirar los individuos: El Estado como un medio para la buena vida, y la vida del ciudadano como una forma de esa vida buena: Rousseau revive estas ideas en El contrato social y hacen que el espíritu de su filosofía política sea bastante diferente del de las filosofías de Hobbes y Locke, a pesar de su enorme deuda hacia ellos. (Plamenatz, 2012, p. 166)

De ahí la importancia que Rousseau le asigna a la participación en los asuntos públicos. Nada sería más odioso para él que una forma de organización política donde los asuntos concernientes al pueblo fueran decididos por una minoría, incluso cuando esta haya sido elegida por la voluntad de todos. Rousseau enarbola la democracia participativa frente a la democracia representativa. Y es en este aspecto donde el planteamiento del ginebrino resulta más alejado de la mayor parte de la teoría política moderna –representada sin duda por el liberalismo–, que no vio en la vida bajo el Estado ni en la participación política privilegio u honor alguno. Desde este punto de vista, hacer parte activa de una comunidad política ni presuponía ni otorgaba una virtud especial. Por tanto, todo lo relacionado con la esfera pública podía dejarse en manos de cualquiera que cumpliera adecuadamente con el objetivo del Estado; en últimas, la política sería una obligación que hay que asumir únicamente en aras de salvaguardar las libertades individuales (Villaverde, 2008: 108). El Estado es la mejor forma de vida posible porque es la única forma de vida que hace posible la libertad. Desde la perspectiva rousseauniana se es verdaderamente libre cuando se es parte de un Estado, pues sólo dentro de este los individuos no se ven sometidos a la autoridad despótica de otro, sino que únicamente obedecen la ley: “llamo […] República a todo Estado regido por leyes, cualquiera que sea la forma de administración; porque sólo entonces gobierna el interés público” (Rousseau, 2010:93; II, 6).Las leyes son actos de la voluntad general y, en cuanto tal, son fruto de la deliberación pública en la que han participado todos los ciudadanos. Por supuesto, para que la ley sea expresión de la voluntad general no es necesario que todos los individuos 9

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hayan estado de acuerdo en cada punto, pues, como es bien sabido, en este caso se estaría hablando más bien de la voluntad de todos. Lo que hace que una ley sea expresión de la voluntad general es (1) que todos los ciudadanos hayan participado en su creación, y (2) que tienda hacia el bien público. De ahí la definición de Rousseau de la república como un “Estado regido por leyes, cualquiera que sea la forma de administración; porque sólo entonces gobierna el interés público, y la cosa pública es algo”; y a esto agrega más adelante que “el pueblo sometido a las leyes debe ser su autor” (Rousseau, 2010: 93; II, 6). Ahora bien, cuando existen grandes desigualdades económicas dentro del cuerpo político, la posibilidad de que sirva para ejercer y garantizar la libertad se va disminuyendo. A medida que aumenta la desigualdad en la sociedad y se hace mayor la brecha entre ricos y pobres, las posibilidades de ser independiente desaparecen. A partir de ese momento se vuelve a caer en la misma situación de la sociedad corrupta: los pobres tendrán que venderse a los ricos y en la asamblea del pueblo prevalecerán los intereses de estos; entonces la ley no será ya la expresión de la voluntad general orientada hacia el bien común sino la expresión de la voluntad de unos pocos que buscan sus propios intereses. Cuando esto sucede, no puede decirse que haya Estado o libertad: Cuando el nudo social empieza a aflojarse y el Estado a debilitarse, cuando los intereses particulares comienzan a dejarse sentir y las pequeñas sociedades a influir en la grande, el interés común se altera, y encuentra quienes se oponen a él; ya no reina unanimidad en las votaciones, la voluntad general no es ya la voluntad de todos, surgen contradicciones, debates, y la mejor opinión no se aprueba sin disputas. Finalmente, cuando el Estado, cerca de su ruina, no subsiste más que de una forma ilusoria e inútil, cuando el vinculo social se ha roto en todos los corazones, cuando el más vil interés se ampara descaradamente en el sagrado nombre del bien público, entonces la voluntad general enmudece y todos, guiados por motivos secretos, no opinan ya como ciudadanos, como si nunca hubiera existido el Estado, y se hace pasar falsamente bajo el nombre de ley decretos inicuos que no tienen otro fin que el interés particular. (Rousseau, 2010: 162; IV, 1)

¿Cuál debe ser, entonces, la relación de igualdad entre los ciudadanos para que la independencia de cada uno no se vea afectada? “Que ningún ciudadano sea lo bastante opulento para poder comprar a otro y ninguno lo bastante pobre para tenerse que vender” (Rousseau, 2010: 107; II, 11). 10

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De acuerdo con Rousseau, el fin al que debe estar orientado todo sistema de legislación debe ser preservar la libertad y la igualdad. La elección de la libertad se sigue de lo que hemos dicho hasta el momento: ella es el fin del Estado. Por su parte, la igualdad se presenta como la condición necesaria para alcanzar esa libertad. Como vimos, no debe haber diferencias de riqueza demasiado grandes, pero no por eso cada individuo debe tener la misma propiedad que los demás. Se trata sólo de que todos tengan lo suficiente para no perder su independencia. En este sentido, la propiedad es sólo un medio para la libertad, nunca un fin en sí mismo. A partir de lo anterior se hace claro el sentido de la citada afirmación de Rousseau según la cual el derecho a la propiedad llega a ser más importante que la libertad: si es más importante es sólo porque es una condición necesaria para la libertad, el objetivo último. Ahora bien, como vimos en la primera parte, la vida en comunidad siempre tiende a establecer y profundizar la desigualdad; en El contrato social el mismo Rousseau reconoce esto: “La fuerza de las cosas tiende a destruir la igualdad” (Rousseau, 2010: 11; II, 11). Por esa razón es tan importante que el Estado tome medidas políticas y económicas concretas para prevenir que esa desigualdad se vuelva destructiva. 5. Conclusión Nada más lejos de Rousseau que la idea marxista según la cual la comunidad verdadera, la que hace posible el pleno desarrollo de cada individuo, necesariamente prescindirá de la propiedad individual. La igualdad que propone Rousseau “no excluye la jerarquía ni requiere que ningún hombre sea más rico o más pobre que otro” (Plamenatz,1963, p. 424). Como hemos mostrado, Rousseau no deja de ser un defensor de la propiedad. El mismo Marx parece haber sido consciente de estas diferencias, pues cuando se refería a Rousseau generalmente lo consideraba como un teórico de la pequeña burguesía que no salió de las “robinsonadas” características del siglo XVIII. El igualitarismo radical de Rousseau está referido únicamente a la dimensión política y moral; en el plano económico únicamente se busca asegurar la independencia de cada individuo y con ello su libertad y sus derechos de participación política. Así, la republica que nos presenta Rousseau está sustentada en los dos pilares sobre los que 11

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osciló la mayor parte de la teoría política moderna: igualdad y propiedad, o, si se quiere, lo común y lo individual. Ambos elementos serán imprescindibles para la consecución del que hasta hace poco tiempo se consideraba el fin último de todo Estado: la libertad. Bibliografía: Della Volpe, G. (1969). Rousseau y Marx y otros escritos de crítica materialista. Barcelona, España: Ediciones Martínez Roca. Groethuysen, B. (1985). J.J. Rousseau. Trad. Aurelio Garzón Del Camino. México D.F., México: Fondo de Cultura Económica. Locke, J. (1994). Segundo tratado sobre el gobierno civil. Trad. Carlos Mellizo. Barcelona, España: Altaya. Macpherson, C.(2005). La teoría política del individualismo posesivo: de Hobbes a Locke. Trad. Juan-Ramón Capella. Madrid, España: Trotta. Marx, K. (1993). Manuscritos: economía y filosofía. Trad. Francisco Rubio Llorente. Barcelona, España: Altaya. Plamenatz, J. (1963). Man and Society (vol. I). London, England: Longmans. Plamenatz, J. (2012). Machiavelli, Hobbes and Rousseau. Edited by Mark Philip and Z. A. Pelczynski. Oxford, England: Oxford University Press. Rousseau, J.J. (1980). Del Contrato social, Discurso sobre las ciencias y las artes, Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres. Trad. Mauro Armiño. Madrid: alianza. Rousseau, J.J. (2010). El contrato social. Trad. Enrique López Castellón. Madrid, España: Edimat. Rubio J. (1990). ¿Democracia o representación? Poder y legitimidad en Rousseau. Madrid, España: Centro de Estudios Constitucionales. Villaverde M. (2008).La Ilusión republicana. Madrid, España: Tecnos.

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Viroli, M. (2002).Jean-Jacques Rousseau and the ‘well ordered society’. Translated by Derek Hanson. Cambridge, England: Cambridge University Press.

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