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Fepal - XXVI Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis "El legado de Freud a 150 años de su nacimiento" Lima, Perú - Octubre 2006
PSICOANALISTAS TRAS EL ESPEJO: LA ENSEÑANZA CLÍNICA DEL PSICOANALISIS EN EL AMBITO DEL HOSPITAL UNIVERSITARIO Figueroa, J., Seeger, L., Jiménez, J.P., Buguñá, C., Duque, M., Feuerhake, O., Girardi, M., Guzmán, M., Maltrain, H., O Ryan, F., Ríos, G. Varela, P. * ** Resumen En este trabajo se expone el funcionamiento del Programa de Formación en Psicoterapia Focal Psicoanalítica de la Corporación Psicoterapéutica Salvador y el contexto en que éste se desarrolló. Se describe la evolución de un grupo de psicoanalistas, docentes del programa, en cuanto a la forma de abordar a los pacientes en relación al diagnóstico y la técnica psicoterapéutica, y el impacto que ha tenido en cada uno el observar y ser observado trabajando a través del espejo de visión unidireccional. * Psicoanalistas Asociación, Psicoanalítica Chilena ** Corporación Psicoterapéutica Salvador
Introducción
La Corporación Salvador se constituyó
con el objetivo de formalizar un
programa de formación de psicoterapeutas focales que se inició hace 15 años en el contexto del entrenamiento de alumnos practicantes de psicología y becados de psiquiatría en un hospital universitario. Este grupo docente está compuesto por 11 psicoanalistas
y el énfasis del programa está en las
actividades clínicas que se desarrollan tras el espejo de visión unidireccional, tales como primeras entrevistas y psicoterapia entre otras, lo que implica que la actividad docente incluye mostrar el propio trabajo clínico y exponerlo a la observación sistemática de alumnos y colegas. Ello nos ha influenciado de diversas formas que serán explicitadas en este trabajo.
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I - Historia y funcionamiento del Postitulo en psicoterapia Focal
Hace 16 años un grupo de psicoanalistas nos reunimos en el Servicio de Psiquiatría del Hospital del Salvador ubicado en Santiago de Chile y formamos la Unidad de Psicoterapia Psicoanalítica Breve. Nuestro objetivo era cumplir una labor asistencial ofreciendo psicoterapia a pacientes que acudían a éste Servicio en forma ambulatoria y, a la vez, capacitar psicólogos en práctica y médicos residentes de psiquiatría en el manejo de técnicas y habilidades psicoterapéuticas.
Al ser el Hospital del Salvador un hospital universitario la participación de los residentes de psiquiatría y de los psicólogos en práctica en las actividades de la Unidad estaba circunscrita a un año, lo que nos impulsó a trabajar con un modelo de psicoterapia de tiempo limitado. Otro factor fue las características de la población consultante que pertenecía a un nivel socioeconómico bajo cuyos motivos de consulta variaban entre cuadros depresivos, ansiosos, adaptativos y trastornos de personalidad que llegaban a consultar aquejados por intensa sintomatología e inadecuado ajuste psicosocial requiriendo entonces de intervenciones efectivas y eficientes en el corto plazo. Con el tiempo nos fuimos dando cuenta que en nuestro medio existía una creciente necesidad de programas de especialización para terapeutas que buscaban
un entrenamiento que los capacitara en el manejo de técnicas
focales e intervenciones breves. Es así como decidimos ampliar los objetivos de nuestra Unidad y
organizar un programa de entrenamiento formal de
Postítulo en Psicoterapia Focal Psicoanalítica. En el ínterin, por cambios en la política del Ministerio de Salud, sólo los pacientes más graves llegaban a nivel hospitalario, el resto de los casos se resolvían en los consultorios de atención primaria. Buscando pacientes más adecuados a nuestros fines docentes y
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asistenciales, hace tres años nos retiramos del hospital y constituimos la Corporación Psicoterapéutica Salvador con el propósito de poner en funcionamiento un consultorio de servicios psicoterapéuticos a bajo costo donde actualmente llevamos a cabo las actividades del postítulo y nuestros alumnos atienden a sus pacientes. Realizamos este programa en conjunto con el Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Chile., formando en psicoterapia psicoanalítica a sus residentes de psiquiatría.
Este programa de post-grado dura dos años y consiste en las siguientes actividades: clases y seminarios teóricos, observación y discusión de primeras entrevistas y de un proceso de psicoterapia completo
a través del espejo de
visión unidireccional, supervisiones individuales semanales y grupo de contratransferencia.
II.-Reflexiones en torno a la experiencia de enseñar clínicamente psicoanálisis en un hospital público universitario usando el espejo de visión unidireccional Pacientes “reales” abordados por psicoanalistas “reales”: hallazgos surgidos del trabajo “en vivo y en directo”
1-Los psicoanalistas “reales”.
Hace varios años, uno de nosotros bautizó al espejo como “el horno microondas”. Lo que se chamusca y lima dentro de él es la paranoia y el narcisismo. La situación de exposición, al principio muy temida, al realizarla dentro de un equipo afiatado y en actitud de colaboración nos ha llevado a una mayor apertura a mostrar el trabajo que se realiza y viceversa, el equipo se
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afiata más por esa exposición y la apertura que ello significa. Esto redunda en una búsqueda activa del intercambio con los pares para enriquecer nuestro trabajo, despertándose en nuestra práctica privada una cierta nostalgia de estar acompañados y recibir los aportes de colegas en el trabajo clínico, a pesar de que la situación de mostrarse no es sin dolor. El exponer el propio trabajo a la observación del grupo, distinto a lo que habitualmente ocurre en las instituciones psicoanalíticas en que son los candidatos los que se exponen ante didactas que permanecen más bien en la sombra (entendiendo que la formación psicoanalítica y los análisis didácticos imponen problemas extra que nosotros no tenemos), marca la diferencia entre “hablar acerca de” lo que hacemos en la intimidad de nuestras consultas versus exponer lo que hacemos a la observación del grupo. Tal como lo advierten todos los grandes autores en psicoanálisis, la soledad en el ejercicio de la psicoterapia o psicoanálisis en el aislamiento del feudoconsulta encierra el peligro de la megalomanía o la locura. Es saludable contar con la comunidad psicoanalítica, científica, presente en concreto y no sólo simbólicamente a través del encuadre para protegernos de estos peligros. El compartir con otros colegas las diversas experiencias subjetivas en torno al trabajo terapéutico ha permitido además un mayor goce en nuestro quehacer, hay menos sentimientos de soledad al comprobar a través de la observación de la terapia en espejo la coincidencia de las experiencias como terapeutas, llegando a ser nuestro encuadre, que incluye al grupo presente, un elemento que principalmente facilita y protege el trabajo terapéutico y en menor medida un depósito de elementos superyoicos primitivos.
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El espejo permite sortear ese obstáculo, tan conocido en psicoanálisis, de la dificultad para dar cuenta realmente de lo que hacemos. En reuniones científicas y publicaciones exhibimos generalmente
“in absentia” sesiones-
pimponeo de “asociación-interpretación” que no reflejan lo que verdaderamente ocurre en sesión. Así, nos hemos dado cuenta en vivo que los analistas hacemos muchas otras intervenciones que afianzan el vínculo, aparte de la labor interpretativa, y que en soledad son
generalmente sentidas
culposamente como “trabajo sucio”. Así, se reduce la idealización de la “pureza” de la técnica analítica dada por el uso exclusivo de la interpretación transferencial, reconociéndose la técnica como un espectro de intervenciones posibles, bajo el denominador común de lo psicoanalítico. Este sistema de trabajo ha traído consigo una democratización saludable para el grupo que ha redundado en que nuestro estilo de liderazgo sea no autoritario. Por último, el observar y ser observado en entrevistas en espejo permite adquirir mayor noción de elementos procedimentales por parte del analista, que antes permanecían desconocidos para cada uno, por lo que se incorporan y trabajan como parte de la técnica terapéutica. En el contraste con los distintos estilos de nuestros colegas se perfila más nítidamente la propia identidad y estilo
como
analistas,
ya
sea
haciendo
análisis
o
psicoterapia.
Simultáneamente con percibir las diferencias nos damos cuenta de las similitudes en la forma de trabajo que apuntan también a todo lo que poseemos en común que nos permite reconocernos como psicoanalistas y como grupo, algo ya señalado por Wallerstein (20) al referirse al “common ground” psicoanalítico ante la diversidad de teorías en nuestra disciplina. En nuestro
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caso compartimos un origen común. Nos formamos en la misma institución y ello, pese a las normales diferencias, confiere una homogeneidad al grupo que nos permite reconocer una identidad compartida.
2- Los pacientes “reales” Al observar cómo abordamos a nuestros pacientes, nos encontramos con reflexiones que consideramos de interés compartir.
2.1 El abordaje teórico frente a un paciente: mitos y realidades
Al cambiar el foco de atención desde el paciente concreto, su diagnóstico e indicación, y preguntarnos por el abordaje teórico que utilizamos para el análisis de cada caso, constatamos que contrariamente a lo que creíamos en abstracto, en la práctica utilizamos diferentes teorías dependiendo del paciente o de distintos momentos de las sesiones de un paciente determinado. Ello contradice la tradicional visión sostenida que lleva a afirmar aquello de “es o soy Kleiniano, Winnicottiano, Freudiano, etc”. Básicamente, nos aproximamos al análisis clínico, ya sea desde el modelo del conflicto
intrapsíquico
(modelo
del
impulso-defensa),
desde
modelos
relacionales, y dentro de éstos últimos, aquellos que abordan más el déficit que el conflicto
en pacientes que aparecen predominantemente deficitarios
(Winnicott, Kohut),(11,12,21). El enfoque de ciclo vital como un contexto general, ha resultado ser muy útil para ubicarse rápidamente en focos naturales de trabajo y de conflicto para
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cada grupo etario. Utilizamos también dimensiones de diferente nivel de abstracción como por ejemplo, el concepto de módulos de Bleichmar (2,3) y las dimensiones planteadas por Blatt (1) para la depresión que agrupa a los pacientes en introyectivos y anaclíticos, según si su preocupación básica tiene que ver con la auto-afirmación o con la relación. Así, distintas dimensiones del paciente son vistas desde diferentes modelos teóricos y ciertos tipos de pacientes son espontáneamente abordados desde uno de estos modelos. La primera impresión del grupo frente a este hecho que fue cierta preocupación acerca de estar siendo confusos e incoherentes. Nos propusimos entonces ahondar en el estudio de los distintos modelos en psicoanálisis en el grupo de estudios del staff, de manera de intentar explicitar con claridad en la discusión desde donde estábamos mirando a un determinado paciente, buscando la máxima coherencia dentro de un marco pluralista. Ello se ve favorecido, pues constituimos un grupo que comparte una cultura psicoanalítica, con lo cual no se ve amenazada su estructura. Actualmente, el grupo asume la diversidad de modelos en la mente del analista como una realidad que enriquece nuestras discusiones. Por otra parte, en el análisis de los casos se hizo progresivamente central la dimensión relacional, bajo la forma de la identificación de un patrón relacional a partir del análisis de la interacción con el entrevistador, buscando luego contrastar si ese patrón se puede identificar también en otras relaciones (presentes y pasadas) del paciente y en el motivo de consulta y así lograr una hipótesis psicodinámica “dura” que surge del consenso de un grupo de observadores entrenados y de la coherencia interna de la hipótesis.
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Hemos concedido importancia a la situación desencadenante del problema que el paciente trae, que pasa a formar parte de la hipótesis psicodinámica y foco, de manera de no alejarse a niveles teóricos metapsicológicos abstractos que separen demasiado el análisis del caso de la queja concreta que trae al paciente a consultar, es decir que alejen demasiado el conocimiento del analista del conocimiento del paciente. En la consulta hospitalaria los pacientes traen una demanda de ayuda habitualmente muy concreta con una situación de realidad apremiante, lo que obliga a “tomar más en serio” las quejas traídas por el paciente y considerarla en los objetivos terapéuticos. Lo anterior nos ha enfrentado, tal como lo plantea Fonagy (5), a la necesidad de definiciones operacionales en psicoanálisis, que tiendan un puente entre los altos niveles de abstracción de las teorías y las observaciones y el trabajo clínico concreto. La carencia de tales definiciones puede conducir a la fragmentación y oscurecer diferencias importantes entre los distintos enfoques teóricos. En altos niveles de abstracción, suele instalarse la sensación de que todos los pacientes terminan siendo semejantes y se pierde la especificidad de descripciones y explicaciones(5). Es claro que distintos autores se refieren al mismo fenómeno, pero lo denominan distinto, dificultando el acopio de conocimientos. Por ejemplo, lo que un Bioniano puede denominar “incapacidad del paciente para conocer la verdad de la experiencia emocional” es muy similar a lo que Britton denomina “psicofobia” y a lo que Fonagy (5), justamente intentando una definición operacional, llama “Patología de la función reflexiva”. En nuestras discusiones clínicas intentamos puntualizar estas coincidencias.
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Todo lo anterior nos acerca a la idea de un enfoque pluralista como lo plantea Jiménez (10), quien lo distingue del relativismo:”El pluralista (contrariamente al relativista) no plantea que la misma proposición pueda ser verdadera o falsa; supone en vez que ciertas teorías son inconmensurables, es decir no son comparables entre si. El hecho es que en la práctica, pareciera que utilizamos no sólo más de un marco teórico, sino también diferentes niveles de abstracción en el análisis de los casos”(10).
2.2 El vínculo como predictor de resultados en psicoterapia. En el curso de años de trabajo buscamos y utilizamos variados criterios de selección de pacientes aptos para psicoterapia breve, según las propuestas de diferentes autores (Sifneos, Malan,(14,17)). Muchos de estos criterios eran tan estrictos que nuestros pacientes de hospital público quedaban fuera en su mayoría. Estos criterios incluían motivación, capacidad de pensamiento psicológico, un foco Edípico, pacientes que tuvieran la capacidad de ligarse y separarse en sus relaciones, exclusión por diagnóstico (estructuras bajas no son aptas) etc. Sin embargo, luego de una larga historia de pruebas, observamos que un buen predictor de la adherencia a la psicoterapia era la calidad del vínculo (que también podría plantearse como efectividad de la pareja terapéutica) entre el entrevistador y el paciente, evolucionando así hacia una indicación adaptativa que amplía el rango de aplicación de la técnica psicoanalítica. La evaluación del vínculo se refiere esencialmente a las variaciones y evolución observadas en la relación terapéutica, durante la primera entrevista. Específicamente,
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observamos la evolución del nivel de intimidad en la dupla terapéutica en cuanto a: -Tránsito desde una desconfianza inicial a una apertura posterior; -Profundización de la narrativa del paciente en términos de ir desde contenidos superficiales a contenidos más profundos. Por ejemplo, “confesiones”:”…le voy a contar algo que nunca he contado”; -expresión de sentimientos conectados con los contenidos (la atmósfera de la entrevista se va impregnando con lo emocional); - consistencia de los puntos anteriores con el sentimiento contratransferencial de haberse acercado emocionalmente al paciente; - posibilidad de reparar las micro-rupturas en la alianza terapéutica que pudieran ocurrir en la entrevista, más que un vínculo linealmente positivo (8). Lo anterior es válido aún cuando, en la mayoría de los casos, el entrevistador no es el tratante del paciente. El vínculo como factor predictor es avalado por nuestra estadística (4) que exhibe una curva de adherencia al tratamiento mayor que la planteada por diversos estudios estadísticos (8,9) que muestran que cerca del 50% de los pacientes abandona el tratamiento después del primer contacto. En nuestro consultorio (estadística 2005 (4)), del 100% de pacientes entrevistados, el 3,5% abandona el tratamiento después del primer contacto; el 21% interrumpe el tratamiento (incluido el 3,5% que deserta después del primer contacto), y el 77% termina su tratamiento entre 7 meses y un año de duración, con una frecuencia de una vez por semana.
2.3 Aspectos técnicos.
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La metodología de trabajo utilizada se inscribe dentro de la psicoterapia focal con una duración del tratamiento limitada a un año y una frecuencia de una vez por semana, en la mayoría de los casos. La técnica en las entrevistas y psicoterapias realizadas tras el espejo ha ido evolucionando en forma natural hacia la interpretación frecuente de la interacción terapeuta-paciente en el aquí y ahora de la relación, contraviniendo quizás los planteamientos de varios autores en psicoterapia breve (7,14) que no recomiendan la interpretación de la transferencia, salvo cuando ésta deviene resistencia. En realidad, no consideramos que las interpretaciones de la interacción sean lo mismo que las interpretaciones de transferencia, pero tienen un parentesco. En estas últimas, el analista tiene en su mente una hipótesis de por qué está sucediendo una determinada interacción y qué fantasía inconsciente o relación transferencial se está actuando en ese momento. En la interpretación de la interacción, el analista no necesariamente “sabe” por qué está ocurriendo aquello, pero la señala y la presenta para la observación de la dupla. Esta dimensión de la técnica se acerca a los aportes del enfoque intersubjetivo en cuanto a traer a escena lo experiencial y la mirada fenomenológica. En este sentido, el terapeuta tiende a incorporar el “nosotros” a las intervenciones, traer al escenario aquello que está ocurriendo “entre nosotros”, agregando este tipo de intervención al enfoque más clásico de interpretación de la transferencia que tiende a ser verbalizado como “usted pone en mí…” o usted se siente perseguido cuando llega tarde porque imagina que yo, como su papá, lo está esperando con el cinturón…”. Pensamos que el aporte de la intervención técnica acerca de la interacción permite mostrar con
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más claridad el efecto que las actitudes u ofertas relacionales del paciente tienen en el otro señalando con viveza el patrón relacional disfuncional que ha traído al paciente a consultar. Por otra parte, ayuda a sortear defensas narcisísticas en el paciente al situar al terapeuta en una posición más cercana y menos omnisciente que el otro tipo de intervención. Se trata de momentos de énfasis en la fenomenología más que en la causa o explicación, técnica recomendada por diversos autores cuando se trata de develar el “enactment” (16) que está teniendo lugar en el aquí y ahora de la interacción (16). En este sentido, pareciera haberse incorporado, además del trabajo en el inconsciente dinámico (develar aquello que ha sido simbolizado previamente y luego reprimido), la intervención sobre el inconsciente “procedimental” que nunca ha sido simbolizado o “hecho conciente” y que se expresa en “modos automáticos de estar con el otro”. (18,2) Hemos evolucionado también desde una postura más condenatoria de los “enganches” que ocurren en sesión o entrevista (“Tu contractuaste”, “la identificación proyectiva del paciente no te permitió pensar”) que descansa, entre otras cosas, en una idealización de la neutralidad que es posible alcanzar, hacia la aceptación de la inevitabilidad del “enactment” (16) en la relación analítica y de su uso como valiosa fuente de información, pensando siempre la relación analítica resguardada por el encuadre. Es decir, nuestro concepto de neutralidad, considerando esta última como el intento de no tomar partido explícitamente en el conflicto intrapsíquico que el paciente trae, ha ido cambiando hacia admitir la imposibilidad de actuar como “pantalla en blanco” frente al paciente (19). Lo interesante de puntualizar es que esta evolución
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nace en nuestro grupo en forma implícita desde la práctica clínica y no desde discusiones teóricas sobre el punto. Por otra parte, esta idea de neutralidad permite que nuestras discusiones sobre lo que ocurrió entre analista y paciente sean menos persecutorias para el analista afectado en la medida que se contempla como inevitable la identificación proyectiva en acción, hay menos vivencia de “pecado”. Como analistas experimentados, también constatamos que en la gran mayoría de los casos logramos rescatarnos de esto enactments en el curso de una sesión o entrevista. Así, estos episodios son considerados como valiosas piezas de información. Nuestra impresión es que tales tipos de intervención descritos fortalecen el vínculo en la relación analítica. Nuestra postura acerca de factores curativos en psicoterapia analítica que tradicionalmente ha diferenciado entre interpretación y relación, nos acerca a la posición de Blatt (1), quien plantea que esta diferenciación “…parece en cierto modo artificial y arbitraria. Las interpretaciones sólo son efectivas en el contexto de una alianza terapéutica efectiva y la relación terapéutica emerge y se consolida a partir de que los pacientes se sienten comprendidos y apreciados, sentimientos experimentados con mayor efectividad gracias a las interpretaciones precisas por parte del analista” (1) En este sentido, la técnica psicoanalítica básica proporciona estas dos dimensiones fundamentales, la interpretación y la relación, como dos grupos de experiencias difíciles de separar.
2.4 Foco y metas terapéuticas
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Nuestra evolución ya descrita en cuanto a acercar las grandes abstracciones teóricas a las quejas concretas que traen nuestros pacientes ha sido a costa de un gran esfuerzo y trabajo disciplinado. Ello nos condujo a trabajar el concepto de foco y si bien denominamos nuestro programa “post título en psicoterapia focal”, dicho concepto resultó un enigma para todos nosotros y algo así como la búsqueda del santo grial para nuestros alumnos, la promesa del término de la incertidumbre. Haciendo historia, hemos oscilado desde una concepción de foco “a lo Malan”(14) que incluye el conflicto actual, nuclear y situación desencadenante, pasando por el CCRT (Core conflictual relationship theme) de Luborski (13), a una búsqueda de modelos más integrativos en que la base del foco sean los patrones relacionales que orientan el trabajo terapéutico, manteniendo en nuestras
discusiones
la
consideración
de
hipótesis
psicodinámicas
intrapsíquicas como un modo de profundizar nuestra mirada
y con fines
académicos para ilustrar diferencias de aproximación a los pacientes. Actualmente nos encontramos estudiando el OPD (diagnóstico psicoanalítico operacional-Ciospka et al, 2004) en que se incorporan en la construcción del foco ambas dimensiones: la relación y el conflicto. Así el concepto de foco no ha resultado un ente claramente definible que genera, como ya planteamos, una expectativa inalcanzable en nuestros alumnos y antitética con la esencia psicoanalítica: el final de la incertidumbre, sino ha sido más bien una acción de focalizar. Es decir, enseñamos a nuestros alumnos a distinguir entre un sinnúmero de teorías e hipótesis psicodinámicas
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de diferentes niveles de abstracción un común denominador que se expresa en un patrón relacional al cual estamos integrando un determinado conflicto consistente con aquél patrón. Es más importante el proceso de seleccionar, de fijar la mirada en un punto relevante repetido en la interacción presente con el terapeuta y en las relaciones presentes y pasadas, que la definición de foco a la que se llega. Debido a lo anterior, se ha hecho necesario agregar el concepto de meta terapéutica como un término más operacional y menos idealizado. Al decir de Hohage (6), “es imposible separar la motivación del paciente de la fijación de la meta terapéutica”.. El objetivo de las primeras entrevistas será justamente definir las metas terapéuticas, es decir, aquellos aspectos en que haya mayor acuerdo entre paciente y terapeuta sobre los cambios buscados. Este acuerdo surge como una proposición razonable desde ambos miembros de la díada terapéutica y no como una prescripción de parte del terapeuta, o un objetivo tal vez irrealista planteado por el paciente. Para ello es importante diferenciar entre metas terapéuticas y metas de vida, pues estas últimas van a orientarse a alcanzar utopías o ideales que exceden los campos de la psicoterapia (Ej. “Quiero ser amado”, “quiero ser libre”). Hohage (6) aclara que las metas terapéuticas de alguna manera tienen que relacionarse con las metas de vida, y que parte de las entrevistas puede ser ayudar al paciente a formular metas de vida y luego ver de qué manera estas metas generales se engarzan con metas terapéuticas alcanzables. Por ej. una meta razonable para un paciente específico puede ser poder establecer una relación de pareja más duradera ( en que se pueda satisfacer su deseo de ser
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amado) con un grado de dependencia relativa ( en que su deseo de ser libre se incluya, pero con la consideración de que si se quiere tener una relación más estable el individuo debe renunciar en parte a su utopía de libertad). El foco aquí será el conflicto que se plantea entre sus deseos de libertad y sus deseos de intimidad afectiva. Podemos decir, en palabras simples, que la meta terapéutica consiste en el lugar adonde queremos ir junto con nuestro paciente, y el foco aquel conflicto o patrón relacional que impide llegar a esa meta.
Conclusiones La evolución descrita ha tenido estrecha relación con la experiencia de verse y ver a otros analistas trabajando en vivo y con la enseñanza del psicoanálisis desde la práctica clínica.
Esta experiencia influye en nuestra noción de la
técnica psicoanalítica en su conjunto, siendo algunos de sus resultados la “desidealización” de la técnica, el pluralismo teórico y el respeto a los resultados de la investigación empírica. Consideramos que el valor de estas reflexiones yace en que hemos llegado a estas apreciaciones desde la experiencia clínica directa y desde la necesidad de nuestros pacientes (y nuestra, por ende,) y no desde la teoría. Así, nuestra aproximación a la enseñanza de la psicoterapia psicoanalítica ha evolucionado cada vez más desde lo clínico a lo teórico, intentando disciplinadamente acercar los niveles clínico y metapsicológico, por más tentador que resulte retirarse a la altura de la teoría o bien ahorrarse el esfuerzo y el conocimiento y dedicarse simplemente a utilizar “lo que funciona”
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en psicoterapia (5), que sería desconocer que en psicoanálisis, “lo que funciona” esta basado en la actitud analítica o encuadre mental del analista (incluida la interpretación) que es justamente aquello que nos hace compartir una identidad a pesar de la diversidad teórica: la consideración de lo inconsciente, la búsqueda de la comprensión, el trabajo “per via di levare”, la ampliación de la función reflexiva y la técnica con sus dos dimensiones básicas y, en nuestra opinión inseparables: la relación (via encuadre) y la interpretación como parte del encuadre. Por ello, en el presente trabajo hablamos de “analistas”, en tanto que éste es un programa en que enseñamos psicoterapia. Pensamos que nuestro encuadre mental nos hace analistas aunque enseñemos o hagamos psicoterapia. Hay diferencias entre el psicoanálisis y la psicoterapia como técnicas, pero también hay similitudes importantes como el encuadre mental o actitud analítica que subyace a todo aquello que el analista hace. Nuestros alumnos no tienen confusión al respecto y saben que se están formando como psicoterapeutas analíticos. Significa que en el título de este trabajo estamos aludiendo a una concepción amplia, pero que comparte principios básicos.
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