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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES IZTACALA PSICOLOGÍA LA PSICOMOTRICIDAD Y SU IMPORTANCIA Tlalnepantla de Baz, Edo. de Méx., a 08 de mayo del 2007. ÍNDICE I.− INTRODUCCIÓN II.− CONCEPTO DE PSICOMOTRICIDAD III.− EVOLUCIÓN DEL CONCEPTO IV.− PSICOMOTRICIDAD Y DESARROLLO DEL APRENDIZAJE V.− COMPONENTES DE LA PSICOMOTRICIDAD VI.− TRASTORNOS PSICOMOTORES VII.− COORDINACIÓN Y PSICOMOTRICIDAD VIII.− TRASTORNOS DE LA COORDINACIÓN IX.− CONCLUSIONES X.− BIBLIOGRAFÍA I.− INTRODUCCIÓN El cuerpo humano, genético, estructural y funcionalmente correcto, con la adecuada estimulación ambiental, posibilita el logro de las habilidades cognitivas, comunicativas, afectivas y conductuales que le son propias, es así que la psicomotricidad es de especial importancia en el ámbito de la educación especial, entendida como la atención a las personas con algún tipo de deficiencia, ya sea física, mental, y en especial sensorial, donde también pueden incluirse a los alumnos que presentan problemas de aprendizaje y/o problemas conductuales, ampliando la visión de acción de la materia no solo a instituciones de educación especial, sino también a los centros de educación ordinaria (Ortiz, 1995); dado que tiene como objetivo el facilitar el desarrollo de las posibilidades motrices, expresivas y creativas a partir del cuerpo, que mediante la actividad educativa o reeducativa de la misma puede lograr que el individuo llegué hasta la consecución de sus máximas posibilidades de desarrollo, o hacia la superación de los déficits o inadaptaciones que padezca. Es por ello que el presente trabajo tiene como objetivo el dar una visión general del concepto de psicomotricidad, las características de dicho concepto, la evolución que el mismo ha tenido con el paso del tiempo y finalmente se aterrizará con el concepto de coordinación y las implicaciones, relevancia e importancia que esta tiene sobre el desarrollo psicomotor desde un punto de vista neurológico y psicoanalítico. II.− CONCEPTO DE PSICOMOTRICIDAD 1
La psicomotricidad como mencionan García y Vidal (1999) puede entenderse como una interrelación entre las funciones neuromotrices y las funciones psíquicas, como la técnica o técnicas para estimular o modificar mediante la actividad corporal la relación entre el sujeto y su entorno. Puede ser entendida como una técnica cuya organización de actividades permite a la persona conocer de manera concreta su ser y su entorno inmediato para actuar de manera adaptada (De Lièvre y Staes en: Berruezo, 2000). Para Fernández (2005) la psicomotricidad es un método general de educación que utiliza el movimiento humano en todas sus formas encaminado a satisfacer las necesidades de los individuos, también señala que es un método de pedagogía activa, porque utiliza ejercicios progresivos para alcanzar un desarrollo significativo de las capacidades del niño, para este método todo lo que un niño puede aprender está determinado por sus experiencias vitales, ya que el niño establece relaciones entre ellas. Así pues, Berruezo (2000) señala que la psicomotricidad se ocupa de la comprensión del movimiento como factor de desarrollo y expresión del individuo en relación con su entorno, la considera como un área de conocimiento que se ocupa del estudio y comprensión de los fenómenos relacionados con el movimiento corporal y su desarrollo, así como que también se ocupa de la comprensión de las dificultades o trastornos que pueden aparecer como consecuencia de alteraciones en la adquisición de los patrones normales del movimiento. En este sentido, la psicomotricidad es un planteamiento de la intervención educativa o terapéutica cuyo objetivo es el desarrollo de las posibilidades motrices, expresivas y creativas a partir del cuerpo, lo que le lleva a centrar su actividad e interés en el movimiento y el acto, incluyendo todo lo que se deriva de ello: disfunciones, patologías, estimulación, aprendizaje, etcétera. En definitiva se puede decir que el concepto de psicomotricidad puede entenderse en dos vertientes, como teoría y como práctica. Es así que podríamos definirla como una disciplina educativa/reeducativa/terapéutica, concebida como diálogo, que considera al ser humano como una unidad psicosomática y que actúa sobre su totalidad por medio del cuerpo y del movimiento, en el ámbito de una relación cálida y descentrada, mediante métodos activos de mediación principalmente corporal, con el fin de contribuir a su desarrollo integral y a la comprensión de su ser y de el entorno en el que se desarrolla (Muniáin en: Berruezo, 2000). Dicha concepción se propone, como objetivo general, desarrollar o restablecer, mediante un abordaje corporal (a través del movimiento, la postura, la acción y el gesto), las capacidades del individuo, incluso pretende llegar por la vía corporal al desarrollo de las diferentes aptitudes y potencialidades del sujeto en todos sus aspectos: motor, afectivo−social, comunicativo−lingüístico, e intelectual−cognitivo. III.− EVOLUCIÓN DEL CONCEPTO Podemos establecer los orígenes de la psicomotricidad a principios del siglo XX, momento en que se da una situación propicia, como menciona Berruezo (2000), sobre la que convergen al menos tres corrientes científicas. Por una lado, la patología cerebral acepta la ruptura en la correspondencia entre la lesión y el síntoma, en donde se ha constatado la existencia de disfunciones graves sin la existencia de lesiones cerebrales localizadas. Por otro lado, la neurofisiología que empieza a preocuparse de las conductas de un individuo en relación con el medio, llegando a la conclusión de que cualquier movimiento tiene significación biológica. Y en tercer lugar, la neuropsiquiatría infantil que llega a la descripción del síndrome de debilidad motriz, que posteriormente se relacionaría con el de debilidad mental, y que abre la posibilidad de explicar trastornos motores causa de inmadurez, retraso o detención del desarrollo de un sistema, poniendo de relieve el paralelismo existente entre la actividad psíquica y la actividad motriz. Hay que hacer notar que sin duda es Wallon, la persona que dio auge a una línea clara de investigación y publicaciones sobre determinados aspectos de la psicomotricidad, ya que mediante su concepción psicobiológica señala que el psiquismo y la motricidad no constituyen dos dominios distintos, sino más bien que representan la expresión de las relaciones del ser y del medio, es así que antes de utilizar el lenguaje verbal para hacerse comprender, el niño hace uso en principio de los gestos, de movimientos en conexión con sus necesidades y situaciones surgidas de su relación con el medio (Maigre y Destrooper, 1986), así pues, para Berruezo (2005) el lenguaje es tributario de las adquisiciones motrices, apareciendo después de que el niño tiene experiencia concreta y manipulativa de las cosas, esto es, que primero percibimos, vemos y manipulamos, para después nombrar y representar. Este mismo autor establece que al principio la motricidad 2
está inducida por nuestra sensoriomotricidad, entendida como todas las sensaciones que experimenta el cuerpo, luego por nuestra organización de la realidad o perceptomotricidad, la cual se entiende como la toma de conciencia de los componentes del esquema corporal (tono, equilibrio, respiración, orientación del cuerpo, etc.), de adquirir y fijar los rasgos esenciales de los objetos y las relaciones espaciales y temporales entre ellos, y de la coordinación de los movimientos corporales con los elementos del mundo exterior con el fin de controlar el movimiento y ajustarlo al fin que se persigue. Y finalmente por nuestros deseos y pensamientos entendidos como ideomotricidad. Así pues, para Wallon, el movimiento prefigura las diferentes direcciones que podrá tomar la actividad psíquica y por tanto el desplazamiento en el espacio puede adoptar tres formas: pasivo o exógeno, activo o autógeno y referente a reacciones posturales. La primera haciendo referencia a los reflejos de equilibración; la segunda a los desplazamientos corporales en relación con el medio externo como la locomoción y la prehensión; y la tercera haciendo relación a los gestos, actitudes y a las mímicas (Maigre y Destrooper, 1986). También, en esos momentos cobrarían importancia los estudios de psicología del desarrollo que realizará Piaget, que como Wallon sostenía que mediante la actividad corporal el niño piensa, aprende, crea y afronta los problemas (Berruezo, 2005), así como establecería que la organización cognoscitiva se construiría en relación con la dinámica de la acción, que al repetirse, se generaliza y se asimilan los objetos nuevos (Maigre y Destrooper, 1986). Estos mismos autores señalan que el psicoanálisis también se haría eco de esta corriente y aceptaría que el cuerpo tiene, además de su existencia objetiva, una realidad fantasmática, donde los estudios de Spitz sobre las repercusiones psicológicas de las carencias afectivas en el primer año de vida, revelarían la importancia del cuerpo y de las precoces experiencias sensoriales y motrices en el desarrollo posterior del sujeto. Finalmente, la psicomotricidad se iría abriendo paso poco a poco, a partir de la segunda mitad de los años setenta, mediante la publicación de obras de autores franceses que empezaron a despertar interés. La psicomotricidad supuso inicialmente una bandera de cambio de estructuras antiguas sobretodo en el ámbito de la educación, lo que hizo que su desarrollo se orientara por ese camino principalmente Berruezo (2000). IV.− PSICOMOTRICIDAD Y DESARROLLO DEL APRENDIZAJE Durante el crecimiento del niño, el factor ambiental, entendido como el entorno afectivo, alimenticio, sanitario, espacial, material y objetal; va a jugar un papel muy importante en su desarrollo, es así que las demandas del crecimiento se van orientando a los objetos y al espacio circundante, las cuales van a ser integradas en percepciones e imágenes mentales, a las cuales los niños volcarán sus emociones (García y Vidal, 1999), es aquí donde estos autores señalan que va a ser requerida la motricidad para actuar sobre el medio externo, para explorarlo, conocerlo y modificarlo, señalan también que no hay aprendizaje sin acción, sin movimiento que lo integre y exprese. Por su parte, Berruezo (2005) señala que los reflejos, la tensión de los músculos, y los recursos sensoriales suponen el comienzo de un proceso individual de crecimiento, maduración y desarrollo, y que por tanto, el niño va organizando poco a poco el mundo a partir de su propio cuerpo, mediante el tacto, la visión y la locomoción, los cuales son utilizados para conocer, organizar, asimilar y representar el espacio. Ahora bien, García y Vidal (1999) mencionan que los objetos con sus cualidades diferenciadas, los seres vivios con sus modos de relación específicos, la cultura como producto del hacer humano, disponen de sus propias leyes para su desarrollo y crecimiento, por tanto, el integrar por medio del aprendizaje todos estos conocimientos es condición necesaria para la subsistencia y desarrollo del ser humano. Estos mismos autores establecen que en una primera fase, las conductas innatas en el individuo se van a mostrar como sistemas de comunicación con el medio, y como facilitadores del aprendizaje, posteriormente, sobre estos conocimientos innatos el ser humano debe incorporar otros conocimientos específicos, los cuales a diferencia de los anteriores, tienen su estímulo en el exterior, es decir, en el entorno, refiriéndose concretamente a los sistemas de comunicación como el lenguaje oral, la lectura, la escritura y el cálculo, los cuales tienen que ser transmitidos por una sociedad. 3
V.− COMPONENTES DE LA PSICOMOTRICIDAD Para alcanzar sus objetivos, la psicomotricidad se ha centrado tradicionalmente sobre unos contenidos concretos que deben formar parte del conocimiento de cualquier persona que quiera acercarse a este terreno, e igualmente han de ser tenidos en cuenta ante cualquier planteamiento de intervención, tanto educativo como terapéutico, además, los contenidos constituyen en cierta medida un proceso escalonado de adquisiciones que se van construyendo uno sobre la base del anterior por tanto dichos componentes son: la función tónica, la postura y el equilibrio, el esquema corporal, la organización espacio−temporal y la coordinación motriz (Berruezo, 2000). El mismo autor señala que, con respecto a la función tónica, esta es la base de la construcción corporal, es una actividad muscular sostenida que prepara para la actividad motriz, se trataría de algo parecido a un estado de atención del cuerpo que le mantiene preparado para la acción. Así pues, el tono se manifiesta por un estado de tensión muscular que puede ir desde una contracción exagerada (paratonía, catatonía) hasta una descontracción en estado de reposo (hipotonía) en donde casi no se percibe, aunque existe, la tensión muscular (Coste en: Berruezo, 2000). Ahora bien, hablar del tono es hablar de Wallon, pues él fue quien puso de relieve la enorme importancia del mismo en el desarrollo y en la actividad del individuo, ya que este considera que el movimiento en todas sus formas es consecuencia de la actividad muscular, la cual, a su vez, presenta dos aspectos: el clónico o cinético, que consiste en alargamientos o acortamientos de los músculos y el tónico que consiste en distintos estados o niveles de tensión muscular, es así que el tono aparece en relación con las actitudes y las posturas y gestos que se utilizan en el ámbito de la relación humana, el movimiento, en cambio, por su carácter cinético, se orienta principalmente hacia el mundo objetivo, El tono es, consecuentemente, la base con la que se forman las actitudes, las posturas y la mímica. de emociones y materia prima de reacciones posturales, el tono prepara la representación mental (Berruezo, 2000). Por tanto, podríamos señalar que la función tónica es la mediadora del desarrollo motor, puesto que organiza el todo corporal, el equilibrio, la posición y la postura que son las bases de la actuación y el movimiento dirigido e intencional, así como en esta se imprimen todas las cargas afectivo−emocionales del individuo: estados de tensión, de ansiedad, de alegría, motivación, deseo, repulsión, etcétera. Con respecto a la postura y el equilibrio, Berruezo (2000) señala que son las bases de la actividad motriz, sin las cuales no serían posibles la mayor parte de los movimientos que realizamos a lo largo de nuestra vida diaria. Quirós y Schrager citado en: Berruezo (2000) definen la postura como la actividad refleja del cuerpo con relación al espacio, mientras que el equilibrio es la interacción entre varias fuerzas, especialmente la de gravedad, y la fuerza motriz de los músculos esqueléticos. Señalan que un organismo alcanza el equilibrio cuando puede mantener y controlar posturas, posiciones y actitudes, donde la postura se basa en el tono muscular y el equilibrio se basa en la propioceptividad, la función vestibular y la visión, siendo el cerebelo el principal coordinador de esta información. Así pues, la postura se relaciona principalmente con el cuerpo, mientras que el equilibrio se relaciona principalmente con el espacio. Es así que, inicialmente, en el niño recién nacido existe un dominio interoceptivo (sensibilidad visceral); luego le sigue el dominio propioceptivo (equilibrio, posturas, actitudes y movimientos); y por fin le llega el dominio exteroceptivo (sensibilidad dirigida a excitaciones de origen exterior) (Fernández, 2005). Ahora bien, las situaciones de equilibración se producen tanto cuando el cuerpo se encuentra quieto como cuando está moviéndose, por ello hay quien distingue el equilibrio estático, que pone en juego el control motor, y el equilibrio dinámico, que se une a la coordinación de movimientos como un elemento más que se encarga de evitar la caída. Intentando abarcar ambos aspectos Coste citado en: Berruezo (2000) afirma que el equilibrio es un estado particular por el que un sujeto puede, a la vez, mantener una actividad o un gesto, quedar inmóvil o lanzar su cuerpo en el espacio (marcha, carrera, salto) utilizando la gravedad, o por el contrario, resistiéndola. En relación al esquema corporal, este puede entenderse como la organización de todas las sensaciones referentes al propio cuerpo (principalmente táctiles, visuales y propioceptivas) en relación con los datos del mundo exterior; es una intuición global o conocimiento 4
inmediato que nosotros tenemos de nuestro propio cuerpo, tanto en estado de reposo como en movimiento, en relación con sus diferentes partes y en relación con el espacio y con los objetos que nos rodean; es el resultado de la experiencia del cuerpo, de la que el individuo toma poco a poco conciencia, y la forma de relacionarse con el medio con sus propias posibilidades. (Fernández, 2005). El desarrollo del esquema corporal de acuerdo a Vayer citado en: Berruezo (2000), se ajusta a dos leyes psicofisiológicas, válidas antes y después del nacimiento: la ley céfalo−caudal, donde el desarrollo se extiende a través del cuerpo desde la cabeza a los pies, esto es, que los progresos en las estructuras y las funciones empiezan en la región de la cabeza, extendiéndose al tronco, para finalizar en las piernas; y la ley próximo−distal, en la cual el desarrollo procede del centro a la periferia, es decir, parte del eje central del cuerpo hasta los extremos de los miembros. Además, el esquema corporal puede considerarse la clave de la organización de la personalidad, manteniendo la conciencia, la relación entre los diferentes aspectos y niveles del yo. Con lo que se refiere a la organización espacio−temporal, el niño desarrolla su acción en un espacio que inicialmente se encuentra desorganizado, sus límites le son impuestos, que mediante el movimiento y la actuación, va formando su propio espacio, organizándolo según va ocupando lugares que referencia y orienta respecto a los objetos, es así que poco a poco el cuerpo va pasando a ser el lugar de referencia y la percepción visual posibilita la aprehensión de un campo cada vez mayor (Berruezo, 2000). Por su parte Fernández (2005) señala que el niño tiene que recurrir a personas u objetos para tener un punto de referencia y centrar su atención. Esta estructuración necesita de la presencia de la inteligencia analítica y de una buena estructuración espacio−temporal, para que nos proporcione un buen medio para educar la inteligencia. Así pues, este mismo autor señala una serie de etapas de percepción y estructuración del espacio: lateralización (4−5 años), orientación del cuerpo (6−7 años), reconocimiento de las posiciones derecha−izquierda, adelante−atrás (8 años), y estructuración del espacio de acción y orientación (8−12 años). Berruezo (2000), establece que la información que nuestro cuerpo recibe del espacio circundante la recoge a través de dos sistemas sensoriales: el visual y el táctilo−kinestésico, esto es, mediante los receptores visuales que están situados en la retina del ojo que nos proporcionan información acerca de las superficies de los objetos, principalmente de sus características de forma y tamaño, así como mediante los receptores dispersos por todo el cuerpo que facilitan información muy diversa acerca de la presión, el desplazamiento, la tensión, el tacto, la temperatura, la vibración, el peso, la resistencia, etcétera. Además, este mismo autor menciona que la noción del espacio se va elaborando y diversificando de modo progresivo a lo largo del desarrollo psicomotor y en un sentido que va de lo próximo a lo lejano y de lo interior a lo exterior, esto es, el primer paso sería la diferenciación del yo corporal con respecto al mundo físico exterior, para después desarrollarse de forma independiente el espacio interior en forma de esquema corporal, y el espacio exterior en forma de espacio circundante en el que se desarrolla la acción. Finalmente, la coordinación motriz es la posibilidad que tenemos de ejecutar acciones que implican una gama diversa de movimientos en los que interviene la actividad de determinados segmentos, órganos o grupos musculares y la inhibición de otras partes del cuerpo (Berruezo, 2000). Además, este mismo autor señala que la coordinación se construye sobre la base de una adecuada integración del esquema corporal fundamentalmente del control tónico−postural y su implicación en las reacciones de equilibración y la vivencia de las diferentes partes del cuerpo a través de su movilización, que a su vez provoca como resultado la estructuración temporal, puesto que los movimientos se producen en un espacio y un tiempo determinado, con determinado ritmo o secuenciación ordenada de los pequeños movimientos individuales que componen una acción. Este tema de la coordinación y su implicación en el desarrollo psicomotor se abordara con mayor precisión más adelante. VI.− TRASTORNOS PSICOMOTORES Ezquerra (2006) afirma que los trastornos del desarrollo psicomotor reflejan siempre alteraciones en las que se ven afectados varios aspectos del desarrollo del niño, es así que estos trastornos psicomotrices están muy ligados al mundo afectivo de la persona. Podemos dividir estos trastornos en: debilidad motriz, inestabilidad motriz, inhibición motriz, retraso en la maduración, disarmonías tónico−motoras, trastornos del esquema 5
corporal, apraxias y dispraxias infantiles. Este mismo autor señala en relación a los niños con debilidad motriz, estos suelen presentar torpeza de movimientos (movimientos pobres y dificultad en su realización), así como paratonía, entendida como cuando el niño no puede relajar el tono de sus músculos de forma voluntaria; incluso en vez de relajarlos, los contrae exageradamente, rasgo característico de este trastorno. También, indica que el niño con incapacidad motriz es incapaz de inhibir sus movimientos, así como la emotividad ligada a estos, es incapaz de mantener un esfuerzo de forma constante, se muestra muy disperso, suele predominar la hiperactividad y las alteraciones en los movimientos de coordinación motriz, y suele presenta problemas de atención, de memoria y comprensión, así como trastornos perceptivos y de lenguaje. En relación al niño inhibido motrizmente indica que suele mostrarse tenso y pasivo, muestra como un temor a la relación con el otro, a la desaprobación, y ello le hace no hacer (inhibir) amplios movimientos corporales que le harían demasiado visible. Con respecto a las desarmonías tónicas menciona que estas tienen que ver con las variaciones afectivas y con las emociones, entre las cuales se encuentran la paratonia (el individuo no puede relajarse y el pretenderlo aumenta más su rigidez) y las sincinesias (movimientos que se realizan de forma involuntaria, al contraerse un grupo de músculos cuando se realiza otro movimiento sobre el que centramos nuestra atención). En los trastornos del esquema corporal señala que se diferencian dos grupos, los referentes al conocimiento y representación mental del propio cuerpo o asomatognosia (el sujeto es incapaz de reconocer y nombrar en su cuerpo alguna de sus partes) y los trastornos referidos a la utilización del mismo (inadecuada utilización del mismo en su relación con el entorno). En relación a las apraxias, afirma que el niño conoce el movimiento que ha de hacer, pero no es capaz de realizarlo correctamente, realiza movimientos lentos, presenta falta de coordinación e incapacidad de copiar imágenes o figuras geométricas. Finalmente, señala que las dispraxias suelen confundirse con la debilidad motriz, no obstante, estas se caracterizan por que el niño tiene una falta de organización del movimiento, en donde la escritura es de las áreas más afectadas. Por su parte Mendiguchía (2006) señala que el aparato locomotor también puede producir síndromes patológicos diversos, más o menos importantes en los niños. Señala que el que aparece en la edad más temprana consiste en una conjunción de balanceo del cuerpo y golpes de la cabeza contra los barrotes de la cuna o contra las paredes y que desaparece a los tres o cuatro años como mucho; morderse las uñas, que se da en un 25% de la población infantil, entre los diez y los doce años, preferentemente en niñas; tirarse de los pelos hasta arrancárselos, que muchas veces coincide con estados depresivos o con conflictos familiares; y rechinar los dientes que en cierto modo, está relacionado con estados de nerviosidad. Además, establece que son de importancia los llamados tics entendidos como los movimientos bruscos, rápidos, involuntarios, de presentación irregular y sin finalidad alguna, entre los cuales están los: tics de cara (parpadeo, guiños, muecas, sacar la lengua) que son los más frecuentes; de cuello y cabeza (afirmación, negación, saludo); de hombros (encogerse de hombros); de tronco (inclinarse); respiratorios (hipos, tos); fonatorios (carraspeos, gruñidos) y verbales (repetición de sílabas, palabras y aun frases, con tendencia a la coprolalia). Dichos tics el autor señala que en unos casos aparecen durante una temporada y luego desaparecen, mientras que en otras ocasiones se cronifican y son muy difíciles de solucionar. Finalmente, afirma que el gran problema motórico es el que constituye las parálisis cerebrales o paresias que pueden afectar a uno o a varios miembros (monoplejías, hemiplejías, paraplejías) lo cual trae como consecuencia contracturas, rigidez, movimientos deficientes de los dedos de las manos, ataxia o falta de equilibrio y, algunas veces, temblores, que suelen ser acompañados de trastornos sensoriales como hipoacusia, trastornos del lenguaje del tipo de disartria por incoordinación bucolingual, etcétera. VII.− COORDINACIÓN Y PSICOMOTRICIDAD Como ya se menciono anteriormente en el apartado de los componentes de la psicomotricidad, un aspecto importante en esta es la coordinación la cual puede definirse como la actividad armoniosa y económica de músculos, nervios y sentidos con el fin de producir acciones cinéticas precisas y equilibradas (motricidad voluntaria) y reacciones rápidas y adaptadas a la situación (motricidad refleja), donde se hace uso de los músculos necesarios o agonistas, de sus colaboradores o sinergistas, sin que intervengan el la ejecución otros 6
músculos innecesarios o antagonistas (Khiphard, 1999). Por su parte Povea (2007), afirma que la coordinación es la cualidad que ordena, sincroniza y armoniza todas las fuerzas internas de la persona y las pone de acuerdo con las fuerzas externas para lograr una solución oportuna a un problema motriz, señala también que es un proceso que desemboca en la producción de un gesto estructurado en el espacio y el tiempo en diferentes fases sincronizadas que deben tener en cuenta todas las acciones musculares bien reguladas en su esfuerzo, su duración y velocidad, así como, puede integrarse con otros elementos como son, la inercia, el peso de los implementos, las resistencias exteriores y también la presencia de compañeros y adversarios. Berruezo (2000) afirma que tradicionalmente se distinguen dos grandes apartados en la coordinación motriz: · Coordinación global: Movimientos que ponen en juego la acción ajustada y recíproca de diversas partes del cuerpo y que en la mayoría de los casos implican locomoción, por ello, habitualmente, se le conoce con el nombre de coordinación dinámica general. · Coordinación segmentaria: Movimientos ajustados por mecanismos perceptivos, normalmente de carácter visual y la integración de los datos percibidos en la ejecución de los movimientos. Por esta razón se le denomina habitualmente coordinación visomotriz o coordinación óculo−segmentaria. Este mismo autor menciona que la educación de la coordinación global y segmentaria ofrece al niño la posibilidad de desarrollar sus potencialidades motrices: correr, saltar, trepar, rodar, arrastrarse, capturar, lanzar, etcétera; las cuales son funciones que surgen y refuerzan el esquema corporal, estructuran el equilibrio y contribuyen a la adquisición de capacidades psicofísicas como la velocidad, la precisión y la resistencia. Por su parte, Povea (2007) afirma que una buena coordinación de movimientos presenta las siguientes cualidades: 1) precisión del movimiento: dominio de la dimensión espacial, movimientos rectilíneos hacia el objetivo, equilibrio corporal seguro. 2) economía del movimiento: equilibrio en el gasto energético, magnitud de inervación moderada con impulsos adecuados a la situación. 3) fluidez del movimiento: equilibrio en la dimensión temporal, impulsos musculares adecuados (ni abruptos, ni retardados, cortados, pesados o lentos). 4) elasticidad del movimiento: equilibrio en la elasticidad muscular, aplicación eficaz y adaptada de la fuerza muscular, aplicación eficaz y adaptativa de la fuerza muscular de tensión y freno para absorber los impactos del cuerpo y los objetos, por ejemplo: en los saltos, en la recepción. 5) regularización de la tensión: equilibrio de la tensión muscular, relajación máxima de los músculos antagónicos, cambio rápido entre tensión y relajación. 6) aislamiento del movimiento: equilibrio de la elección de músculos, inervación de los grupos musculares necesarios con seguridad máxima del impulso (evita impulsos fallidos y movimientos superfluos). 7) adaptación del movimiento: reacción sensomotriz equilibrada, buena capacidad de adaptación y cambio según la situación del momento percibida por los sentidos. Así pues, señala que la mayoría de las perturbaciones coordinativas se presentan entre el nacimiento y el cuarto año de vida, que sin embargo, las mejoras coordinativas experimentan su mejor grado de crecimiento entre los 4 y 7 años, debido a las necesidades del niño de moverse, de su curiosidad, de los impulsos de jugar, así como del intentar las actividades. Al respecto Kiphard (1999) determina, con base anatómica, que para la comprensión de la coordinación deben considerarse la corteza cerebral y el tallo cerebral. La primera es considerada como la parte más joven y como origen de la motricidad de rendimiento, voluntaria y mental, con movimientos aislados y dirigidos, controlando y dirigiendo todos los movimientos sutiles, dferenciados y mayormente aislados de manos y dedos, así como, determina el que de la acción. Por su parte el tallo cerebral según el autor, es el origen de todas las manifestaciones cinéticas de motricidad espontánea (motricidad expresiva), se encarga de que la magnitud y graduación de la excitación sean adecuadas al movimiento, respondiendo al como de la acción. VIII.− TRASTORNOS DE LA COORDINACIÓN Por insuficiencias de coordinación se entiende a la inestabilidad motriz general, a los defectos de la conducción del movimiento atribuible a una imperfección de la estructura funcional senso−neuro−muscular 7
(Kiphard, 1999). Por su parte Kaplan (1999) señala que el trastorno del desarrollo de la coordinación es un síndrome caracterizado por unas habilidades motoras groseras, imprecisas y torpes, que suele presentar manifestaciones que varían en función de la edad y el estadio evolutivo del desarrollo, y se suele hallar comúnmente en asociación con muchos trastornos psiquiátricos, especialmente trastornos del aprendizaje, trastornos de la comunicación, conductas desorganizadas y trastornos por déficit de atención. Kiphard (1999) establece que las debilidades de coordinación se pueden clasificar en estáticas y dinámicas. La estática se refiere a una deficiente fijación de las articulaciones por los músculos que posibilitan la posición erguida, la falta de elasticidad en las caídas de los saltos en piso duro y en la exigencia más intensa. Con respecto a la insuficiencia dinámica, menciona que se encuentra una serie de anormalidades entre las que se destacan: deformaciones parciales o totales del cuerpo; movimientos arrítmicos, convulsivos o abruptos; falta de capacidad de equilibrio del cuerpo, entre otras características. Asimismo, se establece que son los 7 y 8 primeros años en los que los problemas de coordinación tienen su expresión, sin duda porque es el tramo de edad en el que el desarrollo motor infantil está en pleno apogeo y la necesidad de dominar todo un conjunto de habilidades para poderse desenvolver en el colegio y en los juegos y deportes es manifiesta (Ruiz, 2004). Ahora bien, básicamente se pueden mencionar cinco causas principales de las deficiencias de coordinación: evolutivas, ambientales, psíquicas, constitucionales y orgánico−cerebrales (Kiphard, 1999). Las evolutivas se refieren a transformaciones genéticas o disociaciones de maduración en donde podemos encontrar a niños o jóvenes con desarrollo asincrónico entendido como un marcado crecimiento de talla provocando que se produzcan una serie de alteraciones principalmente en los movimientos de los brazos y piernas. Las ambientales se refieren a los llamados daños de hospitalización debido a una falta de estimulación motriz, o también a la falta de ejercicio o de espacio, así como la exagerada protección y ansiedad de la madre. Los psíquicos hacen referencia a influencias negativas ambientales que provocan tanto inhibición del movimiento, que conlleva también a una desinhibición debido a la necesidad de funciones motrices provocando en el niño inquietud psicomotriz que con su desmesura, desorientación y vaguedad influyen en la disminución de la capacidad de concentración y de coordinación. Con respecto a las causas constitucionales el mismo autor menciona la tripartición: débil (debilidad de musculatura e impulsos, inestabilidad postural), rígido (fuerza de musculatura e impulsos, pero rígido o duro) y espasmódico (fuerza de musculatura e impulsos, pero acalambrado). El débil (endomorfo) padece un desarrollo motor retardado, le falta la capacidad de aislar y precisar sus impulsos, en él predominan movimientos masivos indiferentes, torpes y lentos, así pues posee una masa muscular excesiva por lo que suelen presentar tejido débil, esponjoso e incluso adiposo y suelen ser indiferentes y a veces depresivos, temerosos e inhibidos. El rígido (mesomorfo) es poco ágil y poco veloz en su motricidad gruesa, sus impulsos son desproporcionadamente fuertes, así como sus movimientos son duros, tiesos, sacudidos, con transiciones abruptas y suelen mostrar movimientos agregados torpes y salientes, suelen ser ruidosos, enérgicos, coléricos y agresivos. El tipo espasmódico (cerebrotónico) suele ser de impulsos motores fuertes, de reacción rápida y ágil, sin embargo, sus nervios y músculos reaccionan fuertemente hasta con estímulos débiles, le falta la capacidad de relajar sus músculos como condición previa de movimiento, sobre todo los de las manos y de los dedos, suelen ser inquietos, hacen pequeños movimientos agregados, sobrecontrolan su motricidad y poseen una grave inestabilidad afectiva. Mientras que entre las causas orgánico−cerebrales encontramos a los trastornos cerebrales leves que a menudo son consecuencia de un daño producido en el parto por falta de oxígeno que pueden llevar a afecciones más o menos graves de la coordinación del movimiento o ataxia. Así pues, las lesiones de la corteza cerebral influyen a menudo en el sector intelectual y emocional, así como una disminución en la fuerza acompañada de hiper o hipotonía. Mientras que las lesiones del tallo cerebral (subcorteza) ocasiona una disminución del movimiento en sentido de una incoordinación que de acuerdo a la región afectada los movimientos son restringidos y retardados (hipocinéticos) o aumentados y patológicamente alterados (hipercinéticos). Por otra parte, Ruiz (2004) considera que los escolares con problemas de coordinación no poseen un problema neuromuscular que les impida llevar a cabo habilidades motrices de carácter cultural y normativo con una eficacia aceptable, no obstante, señala que se han considerado aquéllas que tienen su origen en el periodo 8
prenatal (anoxia, infecciones víricas, incompatibilidad sanguínea, tabaquismo o drogadicción de la madre), las relacionadas con el momento del nacimiento (prematuridad, dificultades en el parto, anomalías en la presentación o el empleo de forceps) o postnatales (deficiencias vitamínicas), además, a estas posibles causas se añaden aquéllas relacionadas con los factores emocionales, la falta de conocimiento y falta manifiesta de experiencia motriz en la infancia. Además, todas las pautas de movimiento de que un niño de cierta edad dispone son el resultado de la interacción entre madurez cerebral y ejercicio, en donde la maduración neurológica recibe numerosos estímulos por la ejercitación de la motricidad, por tanto en los primeros años de vida pueden observarse algunos marcados desarrollos motores que se alcanzan a una determinada edad (funciones estáticas), no obstante, algunos de esos movimientos se alcanzan independientemente del efecto del ejercicio, simplemente a causa de la maduración funcional de pautas motrices heredadas (Kiphard, 1999). Así pues, el mismo autor menciona que los distintos rendimientos de coordinación de una persona dependen ampliamente del estado de ánimo y de las emociones, además las tensiones musculares llegan a afectar la coordinación, por tanto se puede aseverar que quienes sufren insuficiencias de coordinación suelen ser psíquicamente inestables. IX.− CONCLUSIONES En conclusión como se trato de desarrollar en el presente trabajo el desarrollo psicomotor juega un papel preponderante en la vida de todo individuo, teniendo como o aspecto esencial de dicho desarrollo a la coordinación, la cual es de importancia en el desarrollo tanto psicológico como físico, y por tanto se deben plantear una serie de actividades que faciliten dicho desarrollo. Como menciona Ruiz (2004), unos especialistas mencionan que se debe poner el énfasis en el desarrollo de las competencias perceptivo−cognitivas necesarias para poder aprender los deportes, para otros la clave es dotarles en primer lugar de las habilidades específicas que no dominan y que les impiden relacionarse en el campo de juegos con sus compañeros. No obstante, hay que resaltar que los escolares con problemas de coordinación motriz necesitan de una cierta base de seguridad que les permita contemplarse como escolares competentes, para progresivamente proponerles prácticas en las que lleven a cabo variaciones del mismo tema y en las que exploren las soluciones de la tarea propuesta, para ello podríamos planear que las actividades de enseñanza se lleven a cabo en una atmósfera de despreocupada alegría y contento donde los individuos con deficiencias psicomotoras se sientan animados, con mayor facilidad a emprender su participación, así como menciona Berruezo (2000), mediante el uso de un programa concreto, adecuado a las necesidades precisas de la persona a la que se pretende dar una respuesta educativa o terapéutica desde la actividad, utilizando como herramientas el movimiento y el juego, medios privilegiados sobre los que se apoya la intervención psicomotriz. X.− BIBLIOGRAFÍA Berruezo, P., P. (2000). El contenido de la psicomotricidad. En: Bottini, P. (ed.) Psicomotricidad: prácticas y conceptos. España: Miño y Dávila, pp. 43−99 Berruezo, P., P. (2005). El cuerpo, el desarrollo y la psicomotricidad. Revista de estudios experimentales, 49(1), pp. 15−26. Ezquerra, J., J. (2006). Psicomotricidad. Trastornos del desarrollo psicomotor. En: http://www.psicologoinfantil.com/trasdesapsicom.htm. Fernández, J., P. (2005). La importancia de la psicomotricidad en educación física. En: http://www.primaria.profes.net/archivo2.asp?id_contenido=45308. García, J. y Vidal, F. (1999). Juego y psicomotricidad. España: CEPE, pp. 13−23. Kiphard, E. (1999). Insuficiencias de movimiento y coordinación. Argentina: Kapelusz, Cap. 1, 2, 3, 4, 5, 8, 9, 9
10. Maigre, A. y Destrooper, J. (1986). La educación psicomotora. España: Morat, pp. 17−34. Mendiguchia, F., J. (2006). La motricidad y sus trastornos. En: http://www.interrogantes.net/includes/documento.php?IdDoc=2015&IdSec=225 Ortiz, G., M. (1995). Las personas con necesidades educativas especiales. En: Personas con discapacidad. Perspectiva psicopedagógica y rehabilitatoria. España: Siglo XXI. Povea, J., J. (2007). La coordinación. Revista educación física. En: http://www.atletasmaster.com.ar.
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