PUBLICACIONES DE SILVIA PEÑA-ALFARO Libros: Español (serie de tres libros) (en coautoría), México: FCE/SEP, 1987. Pido la palabra (nivel IV) (en coautoría), México: Centro de Enseñanza para Extranjeros de la Universidad Nacional Autónoma de México, 1991. Manual de publicaciones de la American Psychological Association (revisión técnica y adaptación lingüística), 3ª. edición en español, México: El Manual Moderno, 2010. Ortografía (autoría), México: Editorial Nuevo México, 2013.
ÍNDICE DE ARTÍCULOS
De la corrección a la ultracorrección……………………………………… En defensa del anglicismo………………………………………………….. ¿Defensa apasionada del español? ……………………………………… Cambio lingüístico y normatividad………………………………………… ¿Qué es Intrades?…………………………………………………………... ¿Es pecado emplear la voz pasiva en español?…………………………….. ¿Qué es la Academia Mexicana de la Lengua?: entrevista a José Moreno de Alba……………………………………………………………………… Hacia un español internacional: Proyecto DIES-M………………………... Geovariantes léxicas del español…………………………………………... Jornadas jenonimianas en Xalapa………………………………………….. Las variedades lingüísticas del español en la enseñanza de la traducción… Cómo traducir la voz pasiva al español……………………………………. Policías lingüísticos………………………………………………………… Duelo de pasivas……………………………………………………………. Coloquio de Terminología y Terminografía en Xalapa…………………… Valide su decisión: charla con Raúl Ávila………………………………… Coloquio normatividad y uso lingüístico…………………………………… Las nuevas academias de la lengua y la normatividad…………………….. Lenguas, medios, normas, hablantes……………………………………… ¿Un webster mexicano?: noticias sobre el DEM…………………………... Los fueros de los hablantes…………………………………………………. Deberes y derechos de los hablantes………………………………………..
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DE LA CORRECCIÓN A LA ULTRACORRECCIÓN
Por Silvia Peña-Alfaro Es claro que la filosofía de la calidad total de nuestro tiempo tiene una honda repercusión en el mercado. Los requerimientos de mejora continua han traído consigo una lucha cada vez más encarnizada entre los competidores, quienes se siente obligados a revisar uno por uno, todos los estándares de su quehacer profesional. En este contexto el mundo editorial se convulsiona también ante la necesidad de adecuarse a un público consumidor que día con día se percibe más demandante y crítico. Entre los retos que la industria editorial ha de enfrentar con mayor rigor se destaca el manejo del lenguaje, el cual es a todas luces la materia prima del trabajo diario del sector. En nuestra labor de divulgadores no podemos dejar de reconocer una cierta misión educadora y, por tanto, un grave y delicado compromiso ante nuestros receptores. Es indudable que el público lector no sólo recibe de nosotros un contenido informativo sino también modos de expresión, los cuales consciente o inconscientemente podrían ser tomados como modelos a seguir. Si bien el concepto de corrección o incorrección en la forma de expresarnos es una preocupación latente en todos los hablantes, en el mundo editorial debería ser una cuestión de primer orden. Al hablar de corrección idiomática lo primero que salta a la vista en México son los esfuerzos denodados de los usuarios de la lengua por velar por lo que consideran propio del "buen decir". Y no sólo esto sino que se advierte un prurito exacerbado por corregir a los demás, actitud que desgraciadamente adquiere las más de las veces posturas extremas: "¿Venías o vienes?" "¿Si dices que vas a levantar un acta, antes dime cuándo se te cayó? “¿Girar instrucciones? ¿A poco les vas a dar vueltas?" "¿Vaso de agua? Dirás:Vaso con agua. Ni modo que el vaso esté hecho de agua". En todos estos nobles intentos se advierte un desconocimiento acerca de cuestiones fundamentales del idioma. El copretérito, por ejemplo, empleado en vez del presente, en venía en lugar de vengo, en un caso como "Venía por unos documentos" tiene al menos en nuestro país una función muy clara: moderar el rigor de las peticiones. El doctor José Moreno de Alba en su obra Valores de las formas verbales en el español de México registra el "copretérito de cortesía" y expresa que es un uso que "sin duda se puede calificar de frecuente en el español coloquial mexicano". Con respecto a levantar en el caso de levantar un acta convendría reconocer con Ángel Rosenblat, ilustre filólogo venezolano, que "las cosas cambian y las palabras quedan". Llamamos pluma al objeto alargado que empleamos para escribir aun cuando nada tenga que ver ya con las plumas de las aves. A pesar de Copérnico seguimos diciendo: "El sol sale" y "el sol
Artículo publicado en el número 51 (abril-junio) de 1998 de la revista Libros de México de Cepromex (organismo de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana).
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se pone". "Nuestras lenguas son instrumentos anacrónicos —decía Ortega y Gasset. Al hablar somos humildes rehenes del pasado". Cabría preguntarnos aquí si "levantar" en este caso no procede también del hecho de elevar ante la autoridad un documento o una solicitud. Y si no fuera de esta manera, de todos modos habría que aceptar que se trata de una frase hecha, reconocida por todos y probablemente insustituible. ¿O acaso existe una fórmula más eficaz para expresar lo mismo? Y ¿qué decir de la frase girar instrucciones? Si bien puede parecernos muy trillada o característica del lenguaje burocrático, no porque no nos agrade podemos decir que es incorrecta. Y una vez más no debemos entender la frase conforme al sentido literal de cada una de sus palabras. En cuanto a vaso de agua, bastará con dar una ojeada a los usos de la preposición de para confirmar que esta partícula no sólo designa la materia de que está hecha una cosa sino también el contenido de algo. La lealtad lingüística en nuestro país se manifiesta muchas veces en un culto inexplicable a las formas aun en menoscabo de las ideas o de la naturalidad en la expresión. Se ha censurado, por ejemplo, el término operativo policiaco porque la palabra operativo es adjetivo y no sustantivo. Se propone, entonces, que se diga operación policiaca ya que operación sí es sustantivo. Aquí se observa la resistencia por admitir la movilidad de la lengua. Los vocablos sufren muchas veces desplazamientos semánticos o sintácticos y la misión de los diccionarios no es condenar esas modificaciones sino simplemente describirlas. Así, el Diccionario del español usual en México de El Colegio de México registra operativo como adjetivo en casos como sistema operativo, pero también consigna operativo como sustantivo y ofrece precisamente el caso de operativo policiaco. Por otro lado, hablar, por lo menos en México, de operación policiaca en vez de operativo policiaco, resultaría forzado e incluso podría hacer pensar que se trata de otro concepto. Domingo Faustino Sarmiento, tomando palabras de Larra, decía: "En ninguna parte hemos encontrado el pacto que ha hecho el hombre con la divinidad ni con la naturaleza de usar tal o cual combinación de sílabas para entenderse; desde el momento que por mutuo acuerdo una palabra se entiende, ya es buena". En cuanto a los anglicismos el asunto se vuelve más espinoso ya que muchas veces su uso se concibe en México como traición a la lengua, al país, o a la soberanía nacional. Comienzan a tolerarse ahora ciertos anglicismos "necesarios" e inevitables para la comunicación como es el caso de ciertos tecnicismos. Sin embargo, se fustigan los anglicismos "no necesarios": "¿Para qué decir gay, si tenemos la palabra homosexual?" "¿Para qué emplear stand, si ya existe el término puesto?" "¿Por qué referirnos al valet parking si podemos hablar del acomodador de coches?" Al respecto debemos considerar lo siguiente: Al parecer gay, además de encontrarse en un registro menos formal que homosexual, posee un cariz más amable. Entonces no podemos decir que son exactamente equivalentes. Ahora bien, ¿qué decir de stand? Sobre el tema Moreno de Alba en su obra Minucias del lenguaje apunta: "Lo que debe evitarse es el empleo de extranjerismos no necesarios, de anglicismos y galicismos superfluos. Muchas veces su empleo se explica porque los hablantes ignoran la voz castiza correspondiente; otras veces se debe
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simplemente al prurito de imitación, al conocido complejo de inferioridad, a la admiración que suele tenerse por lo extranjero, etc.". A pesar de esto, al llegar el momento de la decisión, los editores muchas veces se ven obligados a emplear términos como stand y valet parking, por ejemplo. La razón parece muy clara: La palabra puesto está muy relacionada con los puestos de fritangas u otros comercios propios de cierto sector económico. El término stand, en cambio, es propio de otro nivel socioeconómico y naturalmente alude a otra idea. Debemos recordar que no sólo se importan en un momento dado los vocablos sino también los conceptos. Ahora bien, en el caso de valet parking y acomodador de coches parece ser que se trata del mismo concepto. ¿Qué dicen, no los puristas, sino los que tienen la responsabilidad de optar entre los dos términos? Quienes trabajan para una publicación que está al servicio de determinado sector socioeconómico opinan que la expresión valet parking luce por lo menos para sus lectores más elegante que acomodador de coches. ¿Qué ocurre, entonces? Sucede simplemente que la lengua no es más que un reflejo de nuestra realidad. Mientras exista el afán de imitación, será inevitable la tentación de tomar prestados términos extranjeros. Será inútil desaconsejar el empleo de anglicismos "no necesarios" si las situaciones demandan lo contrario. Además el calificativo de "no necesarios" parece cuestionable. Por supuesto que son necesarios. Su función es transmitir una ideología aunque esa ideología revele una postura de admiración o de subordinación ante lo extranjero. No podemos perder de vista que la variedad lingüística elegida por el hablante constituye uno de los signos más insistentes de su posición social o de su deseo de pertenecer o identificarse con un núcleo socioeconómico. La adhesión a determinado sector no sólo obliga a un determinado estilo de vida sino también a un cierto comportamiento lingüístico. Para ejemplificar lo expuesto tomemos el caso de un término como implementar. Se objetó en principio —incluso entre personas cultas— que la palabra implementar era un anglicismo y que por esa razón no debía utilizarse. Con respecto a los préstamos lingüísticos afirma Gili y Gaya que no hay lengua que se desnaturalice por el hecho de incorporar palabras ajenas. El inglés, por ejemplo, no ha sufrido detrimento alguno a pesar de haber sumado a su acervo léxico palabras provenientes del latín, del francés o de otras lenguas. También se dijo que como implementar no estaba en el diccionario, no existía y que, por lo tanto, no debía utilizarse. Y he aquí, en principio, un error común: considerar que una palabra no existe y que no debe emplearse por el solo hecho de que los diccionarios no la hayan consignado. Por cierto, vale la pena señalar de paso que la voz implementar fue aceptada en 1992 por la Real Academia Española en la vigésima primera edición de su diccionario. Se recomendaba, entonces, reemplazar la voz implementar por términos "castizos" como instrumentar, ejecutar, realizar, cumplir e incluso implantar. Para empezar habría que detallar las diferencias semánticas entre todos estos verbos. No parece, por ejemplo, que implantar sea un equivalente de implementar. Ahora bien, en el caso de que la propuesta sea más o menos válida como en "Se instrumentaron los programas" en vez de "Se implementaron los programas" todavía valdría la pena identificar quiénes dicen instrumentar y quiénes implementar. Hasta hace algunos años parece que en el sector privado se tendía a decir implementar mientras que en
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el sector gobierno se conservaba instrumentar. No podemos dejar de advertir que hay palabras que "visten" por ser características de cierto sector. Esos vocablos funcionan en muchos casos como un índice clasificatorio, un factor de cohesión que mantiene el esprit de corps dentro de un grupo. La resistencia de los hablantes a sustituirlos por términos más castizos obedece al hecho de que al no utilizarlos sencillamente se deja de coquetear con el grupo que los emplea o se pierde el prestigio que confiere su uso. Del mismo modo, habrá que considerar que hay palabras características de determinadas jergas. Se critica el término promocionar argumentando que es un neologismo detestable que puede sustituirse por promover. Sin embargo, promocionar se aplica de manera más específica a artículos comerciales y alude a una acción característica del mundo de la mercadotecnia, igual que voces como posicionar o publicitar, las cuales podrían aceptarse como terminología propia de esta disciplina. Es importante considerar que las ciencias, las artes, las diversas ramas del saber requieren la existencia de léxicos especializados para nombrar conceptos específicos. La palabra globalización tan difundida y necesaria en medios económicos, no se puede, por ejemplo, condenar simplemente por no estar en los diccionarios generales o por no pertenecer a la lengua común. Finalmente lo que podemos observar es que todas estas manifestaciones de ultracorrección no dejan de mostrar la gran preocupación de los hablantes por convertirse en usuarios competentes de la lengua. ¿Que podemos hacer, entonces? En principio resulta un error fundamental creer que una corporación o los diccionarios o las gramáticas tienen autoridad para legislar sobre la lengua. Nadie ha de decirnos cómo debe ser la lengua, sino cómo es. La función de estas obras o instituciones es puramente informativa, no prescriptiva. Miguel de Unamuno decía: "El pueblo es el verdadero maestro de la lengua..., que no hay academias ni gramáticas ni erudición ni escuelas que valgan contra la ley de la vida." Si, como hemos dicho hasta aquí, la lengua es de todos, si ni academias, ni gramáticos, ni nadie la gobierna, ¿cómo podemos cuidarla? Es más, ¿debemos cuidarla? Los expertos en lingüística dicen que la lengua es un organismo autorregulado, es decir, que el instinto general por preservar el medio de comunicación con los demás, promueve los cambios necesarios y al mismo tiempo, frena las tendencias desintegradoras o las expresiones ajenas al molde del idioma. Por mencionar un caso, observamos que la palabra smog, de gran difusión en México hace varios años, ha sido prácticamente desplazada por el término contaminación. Decía Faustino Sarmiento: "Trato de alentar a los jóvenes a que se dejen de cepilleos y barnizadas de la superficie del lenguaje y se preocupen de decir cosas de sustancia y de gracia, a que no pierdan el tiempo en si tal o cual voz es genuina […] "Adquirid ideas, nutrid vuestro espíritu […] y escribid […] lo que se os antoje […]" Cabe preguntarse entonces: ¿Estamos preparados para esta libertad? ¿No hay peligro de relajamiento excesivo? ¿Podemos en nombre de esta libertad emplear toda suerte de neologismos o extranjerismos desaforados? ¿Podemos en aras de la originalidad violar las reglas gramaticales e incluso torturar la sintaxis? ¿Hasta dónde debe llegar nuestra creatividad lingüística, hasta qué punto nuestra moderación? Las palabras de Sarmiento indudablemente hacen referencia a que el capital intelectual va a dar como consecuencia una mayor competencia comunicativa. Gracias a ella el hablante tendrá la
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conciencia para optar entre las variedades, los registros y los recursos expresivos que la lengua pone a su disposición y responder exitosamente a las diversas necesidades comunicativas que se le presenten. Por lo que corresponde a la industria editorial comprendemos la necesidad de un manejo irreprochable del idioma, lo que inevitablemente exige un compromiso constante: ampliar nuestra cultura general, acrecentar nuestras destrezas como lectores, adentrarse en el estudio de la lengua y de la literatura. Mas esto no significa machacar información árida e improductiva y repasar las tediosas e inútiles lecciones de gramática que recibimos alguna vez. Es el momento de retomar la gramática como un instrumento práctico del idioma, como “una espléndida disciplina mental” —según nos dice Moreno de Alba—, como un juego de la inteligencia. Hay que volver los ojos a la literatura ya no sólo como una ocasión de placer estético, sino también como una fuente inagotable para nuestro crecimiento intelectual. Ahí encontraremos las verdaderas lecciones que nos permitirán analizar las producciones lingüísticas de los demás con mejores elementos y actuar nosotros mismo con mayor prudencia, flexibilidad y acierto.
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EN DEFENSA DEL ANGLICISMO Por Silvia Peña-Alfaro
Ante la irrupción de anglicismos en nuestra lengua es muy común percibir una honda preocupación —o más bien irritación, o incluso indignación— por parte de muchos hispanohablantes. En efecto, el ingreso constante a nuestra lengua de innumerables palabras en inglés parece representar a primera vista una verdadera amenaza a la pureza de nuestra orgullosa lengua castellana. Basta con observar los nombres de múltiples establecimientos (Mac Donald, Homemart, Block Buster, Burguer King) marcas comerciales (Vanity Fair, Dorian Gray, Calvin Klein), anuncios publicitarios (Professional AllWeather Hair Spray, fresh covermoisture response, 50% more free) y hasta nombres de personas (Irving Sánchez, Christopher Pérez, Bryan Domínguez), para dar algunos indicios muy reveladores del abrumador influjo del inglés. Por otra parte, es verdad que la investigación científica, la informática, la economía, la administración, la industria, el comercio, las relaciones internacionales, el ámbito de la política, el mundo del deporte, por no mencionar otros campos, todos se valen de una enorme cantidad de términos en inglés. El empleo insistente de anglicismos representa para muchos mexicanos un conflicto de lealtad lingüística. Se percibe en esto una especie de traición a la patria, algo así como si se pisoteara uno de los más altos valores de nuestra cultura. Se piensa que deberían imponerse medidas legislativas a fin de evitar que nuestro idioma terminara por corromperse. Las voces de alarma se escuchan una y otra vez. José Moreno de Alba después de realizar en México una encuesta sobre conciencia lingüística comenta: “...en la llamada opinión pública se expande cada vez más la idea de que la lengua española está siendo atacada con gran ferocidad por el anglicismo, especialmente el español de México...” (Ref. 1). En 1982, por decreto presidencial, se creó en México una Comisión de Defensa del Idioma que, por cierto, se disolvió a fines de ese mismo año en que celebró su magno simposio. En su bellísimo libro Los 1001 años de la lengua española (Ref. 2), Antonio Alatorre alude al lenguaje empleado en las comunicaciones del simposio y observa que los ponentes —que criticaban la utilización de anglicismos— incurrían en ellos y además en un estilo afectado, lo cual los descalificaba como detectores de anglicismos y también como defensores del idioma. Años después, se fundó una nueva comisión con fines semejantes nada menos que en la Cámara de Diputados. En un artículo titulado “No me defiendas, compadre” —publicado en Excélsior en 1987 (Ref. 3)—, Antonio Hass hace referencia a este segundo lamentable esfuerzo y citando a los nuevos “paladines” del idioma ofrece un puñado de ejemplos de su manejo del idioma que mueve a risa —o más bien a vergüenza. “Primero hay que defender al idioma de sus defensores”, decía y lamentaba que esas campañas, por consagrarse a la exterminación del anglicismo, perdieran de vista aspectos verdaderamente relevantes.
* Artículo publicado en el número 58 (julio-septiembre) de 2000 de la revista Libros de México de Cepromex (organismo de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana).
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En un manual para hablar bien y escribir mejor —de cuyo autor no quiero acordarme— leemos: “No necesitamos el auxilio de otras lenguas y, sin embargo, a diario nos invaden multitud de extranjerismos que ninguna falta nos hacen.” No obstante, voces autorizadas en la materia nos explican que la interpenetración entre las lenguas se puede observar en todo lugar en donde coexisten idiomas, ya sea en el mismo territorio o en territorios vecinos. Se considera que los préstamos en el ámbito del vocabulario son normales e inevitables en todos los idiomas. Afirma Gili Gaya que no hay lengua que se desnaturalice por el hecho de incorporar léxico ajeno (Ref. 4). Como ejemplo, podemos citar el caso del inglés con su asombrosa capacidad para reciclar todo el material léxico aprovechable. En verdad, la lengua inglesa tiene un alto porcentaje de voces extranjeras y no por ello se ha debilitado. Comenta Brian Foster (Ref. 5) que los anglohablantes parecen creer en una especie de libre comercio lingüístico y argumentan que si un término extranjero es necesario, debe ser empleado inmediatamente sin preocuparse por su origen. En cuanto al español, valdría la pena preguntarnos: ¿Qué quiere decir pureza castellana? Debemos recordar que el castellano no es sino un latín evolucionado que fue recogiendo elementos ibéricos, visigóticos, árabes, griegos, franceses, ingleses y hasta indígenas de América. Lo más parecido a la invasión actual de anglicismos —nos dice Antonio Alatorre— fue la irrupción de los arabismos durante los siglos en que se formó nuestra lengua “y el resultado es que los arabismos del español son una de sus bellezas” (Ref. 6). Sobre la llamada pureza, afirma Rosemblat: “… es en última instancia una especie de proteccionismo aduanero, de chauvinismo lingüístico, limitado, mezquino y empobrecedor” (Ref. 7). Sabemos que la impresionante revolución tecnológica de nuestros días trae consigo nuevos conceptos que exigen la creación de nuevas palabras. ¿Qué ocurre cuando no disponemos en español del vocablo para nombrar un nuevo concepto, un nuevo producto u objeto: pensemos en casos como jeans, casete, CD Rom, escáner, hardware, software? Entonces el préstamo resulta imprescindible. Por otra parte, si reconocemos que gran parte del desarrollo científico y tecnológico procede del extranjero, comprenderemos mejor la necesidad de valerse de terminología procedente del exterior. Además —como dice Antonio Alatorre—, a veces el anglicismo hace revivir palabras españolas que yacían en el sepulcro (Ref. 8). Como ejemplo tenemos el adjetivo sofisticado, que resucitó gracias a su análogo sophisticated del inglés. Sin embargo, no hay que olvidar que ambos proceden del latín medieval sophisticare. Rosenblat afirma: “Los préstamos son reflejo de la vida internacional y hay que verlos en principio como signo positivo (una comunidad que se encerrara en un purismo recalcitrante se estancaría y empequeñecería)” (Ref. 9). Por todo lo expuesto, parece razonable tolerar ciertos anglicismos “necesarios” e inevitables para la comunicación. Aun así, no falta quien censure los llamados anglicismos “innecesarios”. Al respecto, Moreno de Alba en su obra Minucias del lenguaje dice: “Lo que debe evitarse es el empleo de extranjerismos no necesarios, de anglicismos y galicismos superfluos. Muchas veces su empleo se explica porque los hablantes ignoran la voz castiza correspondiente; otras veces se debe simplemente al prurito de imitación, al conocido complejo de inferioridad, a la admiración que suele tenerse por lo extranjero” (Ref. 10). Pone, entre otros ejemplos, el empleo de bafle por bocina, doparse por drogarse, valet parking por acomodador de coches. En principio debemos entender que aunque aparentemente los términos españoles luzcan como equivalentes a sus
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correspondientes en inglés, quizás en cierto sentido no lo sean. Habría que preguntar a los ingenieros de sonido si es lo mismo una bocina que un bafle. También en cuanto a doparse, estamos de acuerdo en que no es lo mismo que Maradona se drogue en una fiesta a que se dope antes de un partido. El acomodador de coches probablemente alude al sujeto que, de manera independiente, presta su servicio en la calle por su cuenta sin el respaldo de ningún negocio y que recibe la propina que tenga a bien darle el cliente. El valet parking, por su parte, parece referirse más bien a un tipo uniformado que, bajo la supervisión de algún comercio, presta sus servicios por una cuota fija. Con respecto al desconocimiento de la voz castiza correspondiente, también habría que comentar que aunque a veces sí disponemos del equivalente en español (como es el caso de embrague para clutch, emparedado para sandwich), el anglicismo se ha difundido de tal modo que por hábito o para facilitar la comunicación o simplemente por naturalidad usamos la voz inglesa. Ésta es la situación de muchos anglicismos propios del mundo del deporte, los cuales resultan prácticamente insustituibles. Aun así, reconocemos también por parte de algunos —o de muchos hablantes— el empleo de anglicismos con el fin de obtener —según ellos— cierto estatus. Al respecto sabemos que la presión de los individuos por ascender en la escala social es un símbolo de las sociedades jerárquicamente estratificadas. Dice Rafael Ninyoles que “el exaltado ideal de saltar de un angustioso abajo a un anhelado arriba” (Ref. 11) impone la elección de un grupo dominante que sirva como patrón de referencia en cuanto a estilo de vida y dicte las pautas a seguir en relación con el vestido, los automóviles, la forma de recreo, la ubicación residencial y, por supuesto, el lenguaje. Dado que la variedad lingüística elegida por el hablante constituye uno de los signos más insistentes de su posición social, se entenderá que el deseo de estatus impone también un determinado comportamiento lingüístico. En nuestro país elevarse en la escala económica parece exigir el aprendizaje de un segundo idioma, o más concretamente el inglés. Manejar esta lengua —o demostrar que se maneja— constituye un elemento de distinción de clase. En una pequeña encuesta realizada en México entre un grupo de yuppies (Ref. 12), se puso de manifiesto que empleaban anglicismos con el objetivo de obtener prestigio. Cuando se les preguntó qué pensaban respecto de esta conducta, la mayoría contestó: “No debemos hacerlo.” A la pregunta “¿Por qué no?”, respondieron que percibían en esto una especie de agresión a la lengua castellana. Sin embargo, uno de los yuppies admitió: “A pesar de eso, todo el mundo los usa [los anglicismos innecesarios] y como todos lo hacen, inconscientemente —aunque no deberías— lo sigues haciendo.” Así, ante el opio del prestigio al alcance de su mano, los yuppies arrepentidos —como muchos otros mexicanos— olvidan su piadoso propósito de no volver a decir anglicismos “innecesarios”. Como se puede advertir, el adjetivo de “no necesario” parece cuestionable. Por supuesto que son necesarios. Su función es transmitir una ideología aunque ésta revele una postura de admiración o de subordinación ante lo extranjero. Si la lengua es un reflejo de la vida, si la lengua muestra la realidad tal cual es, ¿cómo puede, entonces, ocultar una verdad por más triste que nos parezca? ¿Y esta verdad es finalmente tan lamentable? En una investigación sobre anglicismos en la norma culta de México, realizada por Juan M. Lope Blanch (Ref. 13), nos encontramos que entre los varios miles de vocablos que se obtuvieron como respuesta a un cuestionario, apenas se registraron poco más de 60 anglicismos que merecen el calificativo de generales. Además debe
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tomarse en cuenta que probablemente muchos de estos vocablos no se dan en el habla de otros niveles socioculturales que no fueron considerados en este estudio. En otras investigaciones realizadas también en México por Raúl Ávila (Ref. 14), éste llega a la conclusión de que la influencia del inglés en nuestro país es limitada. Según sus datos, tomados de entrevistas grabadas con informantes de diferentes estratos sociales, los extranjerismos —no sólo anglicismos— fueron, en cuanto a frecuencias y ocurrencias de palabras, de 0.06% (es decir, menos de uno por mil). Lo anterior —concluye Ávila— nos demuestra que “salvo si vamos de compras [pero además en donde venden caro], los extranjerismos no deberían preocuparnos”. Por otro lado, hay que considerar que muchos de los anglicismos empleados son “tecnicismos” que, por ser propios de un lenguaje especializado, no alcanzan mucha difusión y, por lo tanto, no tienen gran injerencia en la lengua general. Si como hemos visto hasta aquí, el anglicismo no representa una verdadera amenaza para la estabilidad del español, ¿cuál ha sido la causa del repudio de que es objeto? Por diferentes vías hemos recibido de manera permanente mensajes tales como defiende tu lengua, lucha por tu identidad, los cuales han sido interpretados como el grito de guerra para emprender una patriótica cruzada contra lo extranjero, incluyendo, por supuesto, los anglicismos. En principio resulta pueril pensar que el amor a la patria o el rescate de nuestros valores van a darse simplemente por decreto, aunque no existan las condiciones para que esto suceda. Del mismo modo sería inútil prohibir o desaconsejar la utilización de anglicismos “innecesarios” mientras la gente siga viendo en ello un signo de prestigio. Por último, parece hasta cierto punto cómodo encontrar un chivo expiatorio para justificar el español deficiente que todo mundo dice advertir. Si lo pensamos bien, el mal no es el anglicismo. Éste ni siquiera tiene la culpa de ser invocado. La falla consiste en nuestra incapacidad para rechazarlo, adaptarlo o traducirlo, lo cual deriva, en principio, no sólo de nuestro desconocimiento del inglés sino, también de nuestro desconocimiento del español. Al respecto, para nuestra desgracia, sigue creyéndose que un buen español es aquel que se ciñe estrictamente al diccionario y rechaza todo término extranjero. Por todo lo expuesto, tal parece que más que escandalizarnos por la presencia del anglicismo, deberíamos alarmarnos por nuestra falta de cultura lingüística que nos impide observar los fenómenos de la lengua con mayor perspectiva. En una ponencia titulada El español es nuestro... y el inglés también (Ref. 15), Raúl Ávila comentó: “La identidad cultural de un pueblo es importante y uno de los factores básicos de esa identidad es la lengua. Pero ningún pueblo puede vivir aislado y de allí se desprende la necesidad de aprender un idioma internacional como es el inglés [...] Y si el inglés es una lingua franca, nada nos impide hacerlo nuestro, como es nuestro el español —también internacional, por cierto—”. Raúl Ávila expuso ahí la conveniencia de ver en el inglés una puerta de entrada hacia las palabras de origen germánico y hacia otro extenso universo conceptual. Ojalá todos pudiéramos ser bilingües, pero además disponer de una competencia lingüística como para comprender los sentidos y matices de las palabras en ambos idiomas y poder actuar con respeto a cada una de ellas. Entonces y sólo entonces dispondremos de los elementos para darle al anglicismo el lugar que se merece.
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Referencias: 1. Los resultados de esta encuesta fueron publicados en “Lengua española e identidad nacional” en la revista Este país, núm. 73, marzo de 1998. 2. Antonio Alatorre, Los 1,001 años de la lengua española, FCEEl Colegio de México, México,1989. 3. Hass, Antonio. “No me defiendas, compadre” en el periódico Excelsior, 5 de agosto de 1987. 4. Samuel Gili Gaya, “El lenguaje de la ciencia y de la técnica”, en Presente y futuro de la lengua española (Actas de la Asamblea de Filología del I Congreso de Instituciones Hispánicas), vol. 2, Madrid, 1964, pp. 269_276. 5. Brian Foster, The changing English language, Middlesex, Pelican, 1970, p. 76. 6. Alatorre, op. cit. 7. Ángel Rosenblat, Nuestra lengua en ambos mundos, Salvat Editores-Alianza Editorial, 1971 (Biblioteca General Salvat). 8. Alatorre, op. cit. 9. Rosenblat, op. cit. 10. José Moreno de Alba, Minucias del lenguaje, FCE, México, 1995. (Lengua y Estudios Literarios). 11. Rafael Ninyoles, Idioma y poder social, Tecnos, Madrid, 1980. 12. Encuesta realizada por Silvia PeñaAlfaro en 1997 con hablantes de la ciudad de México. 13. Juan M. Lope Blanch, “Anglicismos en la norma lingüística culta de México” en Investigaciones sobre dialectología mexicana, UNAM, México, 1979. 14. Raúl Ávila, “Lengua hablada y estrato social: un acercamiento lexicoestadístico”, Nueva Revista de Filología Hispánica, El Colegio de México, Tomo 36, 1988. 15. Ponencia leída en el Segundo Coloquio Fronterizo “Mujer y literatura mexicana y chicana: culturas en contacto”, realizado en 1988. Se publicó en Lengua y cultura de Raúl Ávila, Trillas, México, 1993.
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¿DEFENSA APASIONADA DEL ESPAÑOL? Por Silvia Peña-Alfaro Abstract: Sigue proliferando en nuestro medio la propuesta de emprender una cruzada contra “el deterioro de nuestra lengua” y contra el acoso constante del que es objeto por parte del inglés. Se dice que el mayor peligro que acecha al español contemporáneo es la abrumadora cantidad de anglicismos que “desvirtúan” el verdadero significado de los vocablos castizos. ¿Se puede hablar de pureza de la lengua, o desde qué perspectiva se juzgan las “impurezas nocivas”? Tratar a la lengua con amor entrañable no significa el culto a las formas en menoscabo de las necesidades expresivas de los hablantes. Es menester explorar este fenómeno a la luz de las investigaciones lingüísticas de nuestro tiempo.
Sigue proliferando en el mundo hispanohablante la propuesta de emprender una cruzada contra “el deterioro de nuestra lengua”. Académicos, periodistas e incluso aficionados levantan el dedo acusador para señalar lo que ellos conciben como errores que corrompen nuestra orgullosa lengua española. La idea de esta charla surgió el día que supe que saldría al mercado un libro titulado Defensa apasionada del idioma español (Ref. 1). Mi motivación aumentó tiempo después cuando leí en la revista Intercambios de la División de Español de nuestra asociación una nota en la que se recomendaba ampliamente este libro de Alex Grijelmo como “lectura obligada para traductores e intérpretes al castellano” (Ref. 2). No hay duda de que nos interesa ser usuarios conscientes de nuestra lengua. Sabemos que nuestro trabajo como profesionales del idioma español conlleva una cierta misión educadora que nos coloca en un plano de alta responsabilidad para con nuestros receptores. Por tanto, el libro de Grijelmo así como cualquier otra obra sobre el tema nos obliga a la reflexión. Dado que el tiempo es corto, quisiera aprovecharlo para poner a su consideración algunos puntos que me parecen relevantes. Para comenzar, el simple título del libro de Alex Grijelmo, Defensa apasionada del idioma español, ya abre para nosotros la primera interrogante pues más que con pasión, convendría preguntarse con verdaderos argumentos —como bien dice José Moreno de Alba en su obra Nuevas minucias del lenguaje— si la lengua española (o cualquier otra) es algo que deba o pueda defenderse (Ref. 3). Para adentrarnos en este punto habría que identificar cuáles son los males que supuestamente aquejan al español y en qué sentido se pretende tal defensa. Grijelmo titula su primer capítulo “Una lengua en deterioro”, lo cual también por el simple nombre conlleva la idea de que el español está en proceso de deterioro. Me parece en principio que ésta es una afirmación grave que no sólo debería estar sustentada en un puñado de ejemplos que pretenden ser ilustrativos, sino en argumentos sólidos fundamentados a la luz de las
Artículo publicado en Proceedings de la 44th Annual Conference de la American Translators Association (ATA), efectuada del 5 al 8 de noviembre de 2003 en Phoenix, Arizona.
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investigaciones lingüísticas de nuestro tiempo. Ocurre, sin embargo, que muchas manifestaciones del lenguaje que son producto de su naturaleza misma o de su natural evolución suelen interpretarse como signos de decadencia. Por ejemplo, no sólo Grijelmo sino muchas otras personas están visiblemente alarmados ante el influjo (Grijelmo lo llama “invasión”) del inglés en nuestra lengua. José Moreno de Alba después de realizar en México una encuesta sobre conciencia lingüística comenta: “...en la llamada opinión pública se expande cada vez más la idea de que la lengua española está siendo atacada con gran ferocidad por el anglicismo, especialmente el español de México...” (Ref. 4). Aunque Grijelmo leyó Los 1,001 años de la lengua española de Antonio Alatorre (Ref. 5) y entendió que los préstamos lingüísticos son legítimos, no comprendió del todo la lección de Alatorre. Comenta, escandalizado, que el inglés en apenas medio siglo ha colocado en nuestras bocas tantas palabras como el árabe en ocho centurias. Sabemos que la impresionante revolución tecnológica y científica de nuestro tiempo trae consigo nuevos conceptos que exigen la creación de nuevas palabras. Si, por otra parte, reconocemos que gran parte del desarrollo científico y tecnológico nos llega del extranjero, comprenderemos mejor la necesidad de valernos de terminología procedente del exterior. Afirma Gili Gaya que no hay lengua que se desnaturalice por el hecho de incorporar léxico ajeno (Ref. 6). Como ejemplo, podemos citar el caso del idioma inglés, el cual a pesar de haber incluido un alto porcentaje de voces extranjeras no se ha debilitado. No obstante, argumenta Alex Grijelmo que el anglicismo no sólo nos llega como un neologismo necesario, sino también como indicio de complejo de inferioridad: “La fuerza de Estados Unidos y su colonización mundial hace sucumbir a quienes admiran la potencia económica y científica de aquella sociedad. Por eso propalan palabras extrañas que les alivien el complejo de inferioridad de no haberlas inventado ellos, voces que les acerquen ficticiamente a una cultura que les superpone (sic)[...]. expresiones que puedan equipararlos con quienes hablan el idioma poderoso, más poderosos que ellos” (Ref. 7). A este respecto José Moreno de Alba en su obra Minucias del lenguaje dice: “Lo que debe evitarse es el empleo de extranjerismos no necesarios, de anglicismos y galicismos superfluos. Muchas veces su empleo se explica porque los hablantes ignoran la voz castiza correspondiente; otras veces se debe simplemente al prurito de imitación, al conocido complejo de inferioridad, a la admiración que suele tenerse por lo extranjero.”(Ref. 8). Pone, entre otros ejemplos, el empleo de valet parking por acomodador de coches, de doparse por drogarse, de stand por puesto. En principio debemos entender que aunque aparentemente los términos españoles luzcan como equivalentes a sus correspondientes en inglés, quizás en cierto sentido no lo sean. El acomodador de coches probablemente alude al sujeto que, de manera independiente, presta su servicio en la calle por su cuenta sin el respaldo de ningún negocio y que recibe la propina que tenga a bien darle el cliente. El valet parking, por su parte, parece referirse más bien a un tipo uniformado que, bajo la supervisión de algún comercio, presta sus servicios por una cuota estipulada. Por lo que toca a doparse, por ejemplo, estamos de acuerdo en que no es lo mismo que Maradona se drogue en una fiesta a que se dope antes de un partido. La palabra puesto, por lo menos en México, alude a un establecimiento propio de cierto sector económico muy diferente, por cierto, que el correspondiente a stand. Aun así, reconocemos por parte de algunos —o de muchos hablantes— el empleo de anglicismos con el fin de obtener —según ellos— cierto estatus. A este respecto sabemos que la
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presión de los individuos por ascender en la escala social es un símbolo de las sociedades jerárquicamente estratificadas. Dice Rafael Ninyoles que “el exaltado ideal de saltar de un angustioso abajo a un anhelado arriba” (Ref. 9) impone la elección de un grupo dominante que sirva como patrón de referencia en cuanto a estilo de vida y dicte las pautas a seguir en relación con el vestido, los automóviles, la forma de recreo, la ubicación residencial y, por supuesto, el lenguaje. Dado que la variedad lingüística elegida por el hablante constituye uno de los signos más insistentes de su posición social, se entenderá que el deseo de estatus impone también un determinado comportamiento lingüístico. En nuestro país elevarse en la escala económica parece exigir el aprendizaje de un segundo idioma, o más concretamente el inglés. Manejar esta lengua —o demostrar que se maneja— constituye un elemento de distinción de clase y prestigio. Por tanto, el adjetivo de “no necesario” parece cuestionable. Por supuesto que son necesarios. Su función es transmitir una ideología aunque ésta revele una postura de admiración o de subordinación ante lo extranjero. Si la lengua es un reflejo de la vida, si la lengua muestra la realidad tal cual es, ¿cómo puede, entonces, ocultar una verdad por más triste que nos parezca? ¿Y esta verdad es finalmente tan lamentable? En una investigación sobre anglicismos en la norma culta de México, realizada por Juan M. Lope Blanch (Ref. 10), nos encontramos que entre los varios miles de vocablos que se obtuvieron como respuesta a un cuestionario, apenas se registraron poco más de 60 anglicismos que merecen el calificativo de generales. Además debe tomarse en cuenta que probablemente muchos de estos vocablos no se dan en el habla de otros niveles socioculturales que no fueron considerados en este estudio. En otras investigaciones realizadas también en México por Raúl Ávila (Ref. 11), éste llega a la conclusión de que la influencia del inglés en nuestro país es limitada. Según sus datos, tomados de entrevistas grabadas con informantes de diferentes estratos sociales, los extranjerismos —no sólo anglicismos— fueron, en cuanto a frecuencias y ocurrencias de palabras, de 0.06% (es decir, menos de uno por mil). Lo anterior —concluye Ávila— nos demuestra que “salvo si vamos de compras (pero además en donde venden caro), los extranjerismos no deberían preocuparnos”. Por otro lado, hay que considerar que muchos de los anglicismos empleados son “tecnicismos” que, por ser propios de un lenguaje especializado, no alcanzan mucha difusión y, por lo tanto, no tienen gran injerencia en la lengua general. Reclama Grijelmo que el inglés haya introducido en el vocabulario del hispanohablante palabras de grafía extraña, inadaptadas a su nuevo entorno, impronunciables en la fonética y la prosodia del español. Afirma: “Habrá entrado el afrancesado jardín, pero todas sus letras y fonemas pertenecen ya al español. Ahora —continúa— se franquea el paso a una expresión como footing, con la doble o tan campante y una terminación que la mayoría de los hispanos no puede pronunciar.” (Ref. 12). Para empezar, es importante aclarar que si la palabra footing está consignada en el diccionario de la Real Academia Española es en calidad de extranjerismo. En segundo lugar, me pregunto cómo quiere Grijelmo que ingresen los extranjerismos: ¿ya adaptados al español? ¿Acaso la palabra jardín, así como standard o stress llegaron a nuestro idioma tal como las pronunciamos o las escribimos el día de hoy? ¿No es lo natural que la palabra ingrese como calco y con el paso del tiempo vaya adaptándose poco a poco a la escritura y a la fonética de la lengua receptora o que termine por ser sustituida por otra, o incluso desaparecer? ¿No acaso futbol, igual que footing, habrá ingresado a la lengua con la doble o? Para contestar estas preguntas, retomo al mismo Grijelmo: “El idioma sabe defenderse solo [entonces, ¿para qué la defensa apasionada?]. Únicamente necesita tiempo y que le dejen
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tranquilo” (Ref. 13). Más adelante Alex Grijelmo menciona que la mayoría de los anglicismos recogidos por Ralph Penny en su Gramática histórica del español –editada en 1933– han ido claudicando ante palabras equivalentes en español que ya se encuentran en uso (Ref. 14). Entonces, si es claro que la lengua tiene fuerzas conservadoras o de resistencia y que finalmente quedarán las palabras que mejor se adapten al llamado genio de la lengua o a las necesidades comunicativas de los hablantes, entonces, repito, ¿para qué tanto escándalo con la defensa apasionada? En su primer capítulo, que ya dijimos que se llama “Una lengua en deterioro”, Grijelmo comenta que los políticos inventan palabras ampulosas y vacías, abusando del instrumento de la comunicación (Ref. 15). Estamos de acuerdo en que el discurso político suele emplearse hasta el límite de manipular la conciencia del pueblo. No obstante, ¿es ésta una novedad o es un fenómeno privativo de nuestra lengua? Además, el hecho de que los políticos creen nuevas palabras ¿conlleva consecuentemente al deterioro del idioma? El que los políticos manejen el idioma con astucia o malicia no merece, a mi entender, una defensa apasionada del idioma español; más bien habría que hacer la defensa en otro sentido, como podría ser el derecho ciudadano a obtener de sus gobernantes información transparente. No debemos olvidar que la lengua no hace más que reflejar la realidad y servir a los hablantes para cumplir con sus propósitos en el campo de las interacciones sociales. Desde que leímos How to do things with words (Ref. 16) sabemos que cuando hablamos, hacemos algo más que hablar. El hecho de que las palabras se usen para bien o para mal no es, a mi juicio, competencia de la lingüística, sino de la moral. Entonces, este fenómeno no es síntoma de deterioro del lenguaje —como señala Grijelmo—, sino una manifestación de la función social del lenguaje en el ámbito de la comunicación de masas. Entonces para evaluar la aceptabilidad o inaceptabilidad de una determinada emisión, habrá que considerarla no sólo a la luz de la gramática o de la semántica, mucho menos conforme a nuestra moral; habrá que comprenderla también conforme a su función pragmática. Alex Grijelmo se queja también de que “los frecuentes calcos del inglés que esparcen los periodistas —y las malas traducciones palabra por palabra pero no idioma por idioma— conducen actualmente a expresiones antinaturales en español (Ref. 17)”. Como ejemplo, nos presenta los siguientes:
He llevado mi coche a lavar. (Según Grijelmo no debería ser “mi coche”, sino “el coche”.) El detergente X deja sus manos suaves. (Según Grijelmo no debería ser “sus manos”, sino “las manos”.) Compre su coche en nuestra red de distribución. (Según Grijelmo no debería ser “su coche”, sino “el coche”.)
Para defender su posición, comenta Grijelmo que el académico Emilio Lorenzo interpreta esta tendencia a emplear el posesivo como un indicio de que “ya nos ha invadido el mercado del consumo y de la individualidad”. Grijelmo añade: “Puede ser. Pero también parece posible que la imitación del habla inglesa nos esté cambiando la manera de sentir.” Y continúa: “Se puede apreciar muy bien [faltó el sujeto, Alex, pero supongo que te refieres al mismo tema] en la
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publicidad, cuyos profesionales tienen una peligrosa inclinación por los lenguajes subliminales que manipulan el inconsciente del consumidor.” (Ref. 18). El lenguaje de la publicidad, ya sea para orientar o desorientar al consumidor, responde a otra función social. Si la intención es convencer, seducir o engañar al gran público, las palabras tienen que responder a esos fines. Tampoco aquí cabe la defensa del idioma; en todo caso habría que enarbolar la defensa de los consumidores ante la manipulación o los engaños de la publicidad. Con respecto a este punto, surgen también otras reflexiones: ¿Es el lenguaje publicitario privativo de nuestra lengua? ¿Puede afirmarse que el lenguaje publicitario está deformando el idioma español o a cualquier otro? ¿El empleo del posesivo es exclusivo del inglés y no del español? ¿Cómo explica Grijelmo frases tan auténticas en el español mexicano popular (que también habrá muestras en el español peninsular) como: “Me duele mi cabeza” (que no surgió como traducción del inglés) y otras en donde se refuerza doblemente el sentido de pertenencia o involucramiento como: “Se me murió mi perro” o “A mi hijo me lo reprobaron”? Volviendo a los ejemplos de Grijelmo, me parecería muy desafortunado traducir: “El detergente X deja las manos suaves”, en vez de sus manos. Hay que considerar que el cambio de forma representa un cambio de significado. El empleo del artículo haría perder el sentido de involucramiento emocional que se espera en el consumidor. El posesivo es importantísimo aquí puesto que tiene la función de tocar al consumidor hasta las fibras más sensibles de su ser. Me pregunto por qué hemos de seguir ciertos cánones (por cierto, ¿de dónde saca Grijelmo que las frases mencionadas son antinaturales en español?) a costa de las auténticas necesidades comunicativas. Y si ya nos hubiera invadido el mercado de consumo o la mencionada individualidad a la que se refiere Emilio Lorenzo, ¿acaso se pretende que el lenguaje le dé la espalda a la realidad cuando que emana de ella? En otro capítulo titulado “Los clones del lenguaje” Grijelmo nos ofrece otras oportunidades de reflexión. Nos explica que dado que la palabra evento proviene del latín eventus significa, entonces, un acontecimiento imprevisto, inseguro, o un acaecimiento: algo que sobreviene sin estar programado. Por esta razón afirma, de manera categórica, que el uso de esta palabra con el sentido de “acontecimiento”, tal como se emplea en México y en otros países, es incorrecto (Ref. 19). Parece ignorar Grijelmo que las palabras pueden sufrir cambios semánticos. Pensemos en el caso del adjetivo álgido,-da. Durante muchos años los puristas del lenguaje insistieron en que dado que la palabra provenía del latín algidus, con el significado de “muy frío”, era incorrecto emplearla en su acepción de “periodo crítico o culminante”. No obstante, la palabra progresó con este nuevo sentido, el cual finalmente fue recogido por el diccionario. En una situación semejante se encuentra el adjetivo sofisticado, -da. Hay quienes todavía creen que por el hecho de que la palabra procede del latín sophisticare, que significaba “proceder con sofismas” ha de conservar obligatoriamente como único sentido el de “falso”. Sin embargo, la Academia nos ofrece las distintas acepciones de la palabra conforme a la lengua viva y así tenemos no sólo la de “falto de naturalidad” o “afectadamente refinado”, sino también la de “elegante”, “refinado” o incluso “complejo” referido a un mecanismo técnico. No sólo no tuvo Grijelmo esto en mente, sino que ni siquiera se tomó la molestia, por lo visto, de abrir el diccionario para comprobar que la Real Academia Española ya había consignado este nuevo sentido de evento.
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Así pues, la lista de observaciones y comentarios podría continuar. Independientemente de algunos aciertos que podríamos entresacar del libro, me parece que en términos generales esta obra rebela un desconocimiento en cuanto a múltiples aspectos lingüísticos. Si Grijelmo se queja de la falta de respeto a la lengua por parte de los hablantes, de su desprecio por el arte de la palabra, el día de hoy me quejo de la falta de respeto de Grijelmo hacia los lectores, de su desprecio por investigar temas básicos que eran obligados antes de sentarse a escribir su libro. Ahora me preocupa que un criterio tan estrecho sobre la lengua, como el que manifiesta en su obra, influya en las conciencias de miles de lectores. Cuánta razón tenía Antonio Hass (Ref. 20) cuando dijo que primero había que defender al idioma de sus defensores. Por lo tanto, para terminar esta apasionada defensa contra los defensores de la lengua no se me ocurre más que retomar la frase que dio nombre al artículo de Hass e indignada, exclamar: “No me defiendas, compadre.” Referencias: 1. Grijelmo, Alex. Defensa apasionada del idioma español, Taurus, México, 2002. 2. González, Gabriel. “Reseña de una apasionada defensa” en Intercambios, vol. 7, 2003. 3. Moreno de Alba, José. Nuevas minucias del lenguaje, Fondo de Cultura Económica, México, 1996, p. 333. 4. Moreno de Alba, José. “Lengua española e identidad nacional” en la revista Este país, núm. 73, 1998. 5. Alatorre, Antonio. Los 1,001 años de la lengua española, Fondo de Cultura Económica El Colegio de México, México, 1989. 6. Gili Gaya, Samuel. “El lenguaje de la ciencia y de la técnica” en Presente y futuro de la lengua española (Actas de la Asamblea de Filología del I Congreso de Instituciones Hispánicas), vol. 2, Madrid, 1964, pp. 269-276. 7. Grijelmo, op. cit. p. 132. 8. Moreno de Alba, José. Minucias del lenguaje, Fondo de Cultura Económica, México, 1995, p. 403. 9. Ninyoles, Rafael. Idioma y poder social, Tecnos, Madrid, 1980. 10. Lope Blanch, Juan M. “Anglicismos en la norma lingüística culta de México” en Investigaciones sobre dialectología mexicana, UNAM, México, 1979. 11. Ávila, Raúl. “Lengua hablada y estrato social: un acercamiento lexicoestadístico”, Nueva Revista de Filología Hispánica, El Colegio de México, Tomo 36, 1988. 12. Grijelmo, op. cit. p. 131. 13. Grijelmo, op. cit. p. 132. 14. Ibid. 15. Grijelmo, op. cit. p. 14. 16. Austin, J.L., How to do things with words, Oxford U.P., Londres, 1962. 17. Grijelmo, op. cit. p. 151. 18. Ibid. 19. Grijelmo, op. cit. p. 87. 20. Hass, Antonio. “No me defiendas, compadre” en el periódico Excélsior, 5 de agosto de 1987.
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CAMBIO LINGÜÍSTICO Y NORMATIVIDAD Por Silvia Peña-Alfaro Quienes trabajamos en la edición de textos, en el asesoramiento lingüístico a empresas, en el ámbito de la traducción o la interpretación, sabemos que nuestra labor como profesionales de la lengua española nos obliga constantemente a jugar el papel de jueces en relación con la propiedad o impropiedad de determinadas expresiones. Así, nos preguntamos, por ejemplo: “¿se debe decir ’el Internet’ o ‘la Internet’?”, “¿es correcto decir ‘consensar’ o lo correcto es ‘consensuar’?, “¿puedo violentar las normas gramaticales para facilitar la comunicación y decir, por ejemplo, ‘nos complace invitarle’ en vez de ‘invitarlo’ o ‘invitarla’?, “¿hasta dónde podemos, en aras de nuestras necesidades expresivas, valernos de ciertas concesiones?”, “¿hasta dónde llega nuestra libertad lingüística, hasta dónde nuestra agresión contra la lengua?” Sigue proliferando en el mundo hispanohablante la propuesta de emprender una cruzada contra “el deterioro de nuestra lengua”. Académicos, periodistas e incluso aficionados levantan el dedo acusador para señalar lo que ellos conciben como errores que corrompen nuestra orgullosa lengua española. Así, han surgido en el mercado obras diversas que pretenden orientar al lector para un manejo correcto del español. Desgraciadamente, algunas de ellas, con una postura eminentemente prescriptiva y aun autoritaria, dictan sentencias dogmáticas sobre el manejo de la lengua sin considerar las necesidades expresivas de los hablantes, la función social del lenguaje o el proceso natural de transformación que sufren las lenguas. No hay duda de que deseamos ser usuarios conscientes de la lengua, pero al mismo tiempo queremos ejercer nuestros derechos como seres libres y pensantes. Pretendemos elevar la calidad de nuestro trabajo como traductores, intérpretes, redactores, correctores de estilo, o periodistas, pero no estamos dispuestos a ceñirnos a criterios estrechos que nos digan cómo actuar sin ofrecernos argumentos razonables. De una u otra forma, comprendemos que más que obedecer imposiciones, debemos dotarnos de una preparación sólida como para ser capaces de formar nuestro propio criterio y tomar las decisiones que sólo a nosotros nos competen. Conscientes de esta necesidad imperiosa, festejamos la aparición de la obra Cambio lingüístico y normatividad, publicada en el 2003 por el Centro de Lingüística Hispánica de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México). Las coordinadoras de este libro, Fulvia Colombo y María Ángeles Soler, se dieron a la tarea de reunir diez artículos en los que se exponen las reflexiones de un grupo de distinguidos lingüistas sobre el tema. La finalidad de la obra no es dictar reglas, sino poner sobre la mesa los conflictos que siempre nos asaltan: ¿qué significa un manejo correcto del español?, ¿cuál es el buen uso? El uso de los buenos. ¿Y quiénes son los buenos?, ¿cómo resolver el dilema cuando hay una contradicción
Reseña publicada en Apuntes, boletín de IntradES, (Intérpretes y Traductores de Español), volumen 12, número 2, correspondiente a la primavera de 2004.
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entre formas empleadas de manera general por una comunidad y un criterio prescriptivo claramente opuesto a ellas? Como ejemplos de usos opuestos a la norma, las coordinadoras del libro mencionan los siguientes: neva (vs. nieva), emparentas, (vs. emparientas), forzo (vs. fuerzo), soldes (vs. sueldes), licúan (vs. licuan), satisfaciera (vs. satisficiera), recién que llegué (vs. recién llegado), hacen unos calores terribles (vs. hace unos calores terribles), la primer ministro (vs. la primera ministra), el postrero adiós (vs. el postrer adiós), el sueldo se los pagaré (vs. el sueldo se lo pagaré), le preguntó a los padres (vs. les preguntó a los padres), mismas que (vs. que/ las que/ las cuales), abre hasta las seis (vs. no abre hasta las seis). Ante estos usos, consignados en hablantes mexicanos cultos, las coordinadoras se preguntan si realmente se trata de errores o representan la instauración de una nueva norma. “Ciertamente —declaran— desde una perspectiva purista o prescriptiva debería considerárseles errores. Sin embargo, una visión más apegada a los hechos apunta hacia la otra interpretación. En efecto, se trata de usos que han desplazado a la norma académica; que tanto a nivel de lengua oral como escrita se han generalizado; y que incluso los hablantes reconocen como correctos frente a los fijados por la Academia”. Esta contradicción entre norma y usos nuevos, afirman las coordinadoras, no sólo crea inseguridad entre los hablantes, sino posturas muy diversas entre los especialistas. Por esta razón, comentan, si bien existe tanto entre los hablantes como entre los lingüistas una conciencia de normatividad, no hay consenso en lo que se refiere a su naturaleza o características. De ahí la diversidad de concepciones que se tienen de ella y también la dificultad para integrarla en la resolución de aspectos prácticos relacionados con el uso de la lengua. Los artículos del volumen están organizados a partir de tres ejes temáticos. Cada eje temático se estructura a partir de ciertas preguntas. En relación con el primer eje, las preguntas son: qué es el cambio lingüístico y qué factores lo determinan. De su análisis se encargan Concepción Company en “¿Qué es un cambio lingüístico?” y Pedro Martín Butragueño en “Los mecanismos sociales del cambio lingüístico”. En el segundo eje las preguntas son: qué es la normatividad lingüística y en qué criterios se fundamenta. Se ocupan de darles respuesta Juan M. Lope Blanch en “La norma en lingüística”, José G. Moreno de Alba en “Corrección y conciencia lingüística” y Cecilia Rojas Nieto en “Orígenes del discurso normativo y su reproducción social”. Por último, el tercer eje gira alrededor de la pregunta: qué política lingüística adoptar para conciliar cambio y normatividad en los distintos ámbitos del quehacer idiomático. Estos aspectos los atienden Alejandro de la Mora Ochoa en “La estandarización del español mexicano”, Rebeca Barriga Villanueva en “El deseo y la realidad: la enseñanza del español a los indígenas mexicanos”, Martha Jurado Salinas en “Hacia el desarrollo de una competencia binormativa”, Bulmaro Reyes Coria en “Lengua y trabajo editorial. Corrección ayer y hoy”, y Pilar Montes de Oca Sicilia en “Las subnormas cultas y las creencias sobre ellas”.
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De manera abierta y honesta, la obra nos ofrece un panorama de los problemas que nuestra realidad lingüística arroja. Por ejemplo, en este último artículo Pilar Montes de Oca manifiesta que numerosos términos considerados erróneos por la norma académica, se emplean de forma abierta en los diferentes idiolectos. De este modo, describe el conflicto que vivimos muchas veces con nuestros clientes, quienes argumentan: “así se dice”, “así decimos nosotros”, “en nuestro campo se dice así”, “si le cambias no le van a entender”. Comenta la situación de las distintas gremios, quienes tienen vocablos y expresiones con los que se sienten a gusto y que son difíciles de erradicar o de cambiar y que suelen justificarse con expresiones como: “Yo hablo español y entiendo español, por lo tanto sé lo que debo decir y lo que no”. De una u otra forma, estamos de acuerdo en que estos fenómenos nos conciernen y nos obligan a tener una comprensión más amplia de la problemática. En el artículo titulado “Desarrollo de una competencia binormativa” Martha Jurado hace hincapié en la necesidad de desarrollar otro tipo de estudios más exigentes y globales, que informen exactamente sobre las normas de nuestra lengua. Con toda razón califica de “modelo anticientífico“ y “purista decadente” al “gramático prescriptivista que se aferra dogmáticamente a unos juicios que le vienen dados por sus antecesores”. Esto significa que no podemos valernos ya de la gramática tradicional o de los manuales de estilo como único asidero; es preciso abrir los ojos ante el vasto paisaje disciplinar que nos ofrecen las investigaciones lingüísticas de nuestra época. Por ello la lectura de esta obra es en todos sentidos edificante y sin lugar a dudas nos abre las puertas a la reflexión. Una de las lecciones más estimulantes que nos deja es la certeza de que no debemos atrevernos a dictaminar sobre la corrección o la incorrección de una forma si no comprendemos primero aspectos fundamentales sobre lo que es el cambio lingüístico y el concepto de norma en lingüística. Finalmente, el objetivo del libro no es ofrecer respuestas, sino plantear la cuestión desde distintos ángulos con el fin de que la discusión se enriquezca con futuras aportaciones. La propuesta de las coordinadoras es propiciar el estudio del tema a fin de tratar de encontrar respuestas válidas tanto en el ámbito académico como en sus distintas aplicaciones en el trabajo habitual de maestros, editores, correctores, traductores y asesores lingüísticos en general.
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¿QUÉ ES IntradES? (Entrevista a Leticia Molinero) Por Silvia Peña-Alfaro InTradES-Apuntes, Inc. es el nuevo nombre societario que reemplaza a SpanSIG. Como recordarás, SpanSIG era el nombre del grupo de español del New York Circle of Translators. Ahora nos denominamos IntradES, Intérpretes y Traductores de Español, y somos una organización sin fines de lucro cuyo objeto es mejorar el nivel de nuestra profesión. Si ya existe la División de Español de la ATA, ¿cuál es la razón de ser de ustedes? Ocurre que nosotros existimos desde 1988, antes de que surgiera la División de Español de la ATA. Como sabes, el New York Circle of Translators es un capítulo de la ATA formado desde hace muchos años. Dada la importancia del español en este país como segunda lengua, dentro del New York Circle of Translators se fundó SpanSIG, que significaba Spanish Special Interest Group. ¿Por qué pasaron de SpanSIG a InTradES? En 2002 la presidenta del New York Circle of Translators nos dijo que habíamos crecido demasiado y que estábamos causando un problema administrativo ya que no contaban con recursos para mantenernos. Fue así como en mayo de 2003 nos constituimos como InTradESApuntes, Inc. y este nombre nos identifica con nuestra publicación, que es ampliamente conocida. ¿Cuál ha sido la historia de Apuntes? Unos años después de formado SpanSIG, se empezó a publicar un pequeño boletín llamado Apuntes. Yo soy directora de Apuntes desde 1994. Antes había estado Ronald Torres, quien le había dado un nivel interesante a la publicación. Después de su muerte, decidimos renovar SpanSIG y yo asumí la dirección de Apuntes. Entonces también le dimos un nuevo formato. Rosalie Wells diseñó el logo de dos caras frente a frente, lo cual significaba dos personas hablando, con el lema: “Apuntes es un diálogo”. Aunque ya para 1995 había en el ciberespacio foros de consulta entre traductores, considerábamos muy importante que el lector contara con una versión escrita, que le permitiera releer y revisar una y otra vez los temas consultados. Después de habernos constituido como InTradES, cambiamos nuevamente el formato de Apuntes. Ahora está disponible en internet para los socios. Cada artículo tiene enlaces a otros artículos, conferencias o sitios web a los cuales uno tiene acceso directo con tan sólo un clic, lo cual no se podía hacer con la versión impresa. De todos modos, mucha gente quiere recibir la revista en papel porque le gusta leerla en cualquier lado o llevarla de aquí para allá. Comprendemos que cada medio tiene su atractivo y tratamos de mantener las dos formas.
Entrevista publicada en Intercambios, boletín de la División de Español de la American Translators Association (ATA) en el volumen 8, número 3 de septiembre de 2004.
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¿Qué caracteriza a Apuntes? Abordamos temas de interés para los traductores, problemas que se les presentan, cómo resolverlos y siempre con la intención de establecer un diálogo con los lectores. También nos planteamos cuestiones de cómo traducir para los distintos grupos, para los distintos países y más específicamente cómo traducir al español de los Estados Unidos, ya que es diferente traducir para los Estados Unidos, que traducir para otros países. A mí personalmente me han invitado a varias conferencias internacionales, algunas de ellas aquí en Estados Unidos y otras en España, como por ejemplo en Valladolid en el 2001, en donde he abordado el tema de cuáles son las características y los problemas específicos que entraña traducir al español de los Estados Unidos. También se ha planteado el tema de cuáles son las características de los traductores que trabajamos en este país ¿Qué características especiales tienen los traductores de Estados Unidos? Aquí hay muchos traductores empíricos a diferencia de México, Argentina, España o Colombia. En estos países se puede estudiar la traducción como carrera. En Estados Unidos es diferente: la mayoría de los traductores provenimos de otras carreras: médicos, abogados, ingenieros, profesores de cualquier materia que terminan en la traducción. Aunque tienen una formación universitaria básica y además el aporte de su propia profesión, no han estudiado la traducción como disciplina en sí. En este país no hay un criterio uniforme con respecto a la profesión del traductor. En el caso de los intérpretes se cuenta con las habilitaciones de organismos estatales, lo cual implica aprobar exámenes muy rigurosos, pero para los traductores —como además cada estado tiene sus propias leyes— no hay algo uniforme. ¿Qué papel juega la ATA en cuanto a la validación o habilitación de los profesionales? La ATA y también NAJIT, están tratando, cada una por su parte, de establecer normas que permitan orientar al usuario para identificar qué es un traductor profesional. Como te podrás imaginar, en principio cualquier persona puede decir: “Yo soy traductor”. Entonces, si una persona tiene una capacidad de comercialización muy hábil puede venderle a otra el hecho de que es traductor o traductora y permanecer en el mercado igual que un verdadero profesional. No hay algo que prevenga al cliente de esta situación, como en Argentina en donde se cuenta con los “traductores jurados”. ¿Se reconoce la habilitación de la ATA? En varios estados, gracias a los esfuerzos de la ATA, algunas entidades públicas tienen listas de traductores que cuentan con la habilitación de la ATA y solamente admiten traductores que tienen esta habilitación. La ATA ha adoptado una política muy sana de pedir que para mantener la habilitación se demuestre que uno sigue capacitándose y hay que tener ciertas horas de capacitación profesional por año. ¿El cliente valora al profesional capacitado? Déjame decirte que después del impacto de la globalización en el año 2000 ocurrió un fenómeno increíble que ahora se está presentando en otros aspectos de la economía estadounidense y que se llama “outsourcing”. En el ámbito de la traducción esto se dio muy marcadamente en el sentido de que con el advenimiento de internet y la diferencia entre las economías, muchos traductores extranjeros tuvieron acceso al mercado de traducción estadounidense. Así, muchas agencias de
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traducción decidieron utilizar esos servicios que les costaban mucho menos que los de cualquier traductor local. Entonces, muchos traductores quedamos de golpe con muchísimos menos ingresos, lo cual es muy grave, considerando que somos profesionales independientes que tenemos que ganarnos la vida. ¿Qué hicieron para afrontar esta crisis? Comprendimos que a nosotros, grupo de traductores e intérpretes radicados en Estados Unidos, nos corresponde una misión muy particular, que es la de hacer entender al cliente la importancia de contratar profesionales que viven aquí y que entienden la cultura del país. Comenzamos a darle esa orientación a la revista, es decir, incluir siempre en el número de Apuntes el tema de cómo traducir para la población hispana de los Estados Unidos. También hacemos jornadas con el Instituto Cervantes y éste es un tema que atrae a mucha gente. De hecho, en las jornadas que celebrábamos en la vieja biblioteca del Cervantes, que no se compara con el auditorio que tienen ahora en la nueva sede, hemos tenido gente hasta en los pasillos porque todos quieren saber sobre este fenómeno específico del español de Estados Unidos, pero quieren conocerlo desde dentro y somos nosotros justamente quienes lo vivimos desde dentro y todos los días. ¿Qué otras acciones debe tomar InTradES-Apuntes? Debemos acercarnos a los medios de comunicación y establecer un mejor diálogo entre ellos y nosotros. Como comprenderás, toda la información oficial en este país se dicta en inglés. Entonces el periodista siempre está haciendo una labor de traducción e interpretación. Hay personas en los medios de comunicación totalmente capacitadas, conocen muy bien el idioma, pero siempre se les puede escapar algo a los periodistas o a los locutores por la celeridad con la que tienen que producir sus mensajes. Ahora The National Association of Hispanic Journalists acaba de publicar un manual de estilo y en el último número de Apuntes ya tenemos una primera reacción a ese manual. ¿Qué observaciones hace Apuntes a este manual de estilo de la National Association of Hispanic Journalists? Dado que ellos mismos piden que los usuarios les comuniquemos nuestra reacción, nosotros advertimos dos omisiones importantes: una es con respecto a la notación numérica y la otra en relación con la denominación de los cargos públicos. ¿Qué tienen que decir acerca de la notación? Los países hispanos con mayor representación en Estados Unidos, México, El Salvador y República Dominicana, además de Puerto Rico, emplean la notación numérica propia que es igual a la de Estados Unidos, esto es, un mil se representa como 1,000 (con coma). En cambio, acá los periódicos están usando una doble notación: si es para dinero, emplean 1,000 (con coma) pero si es para personas ponen 1.000 (con punto), lo cual nos parece un poco inexplicable. Por un lado, es confuso valerse de una doble notación y por otro, se hace caso omiso a la mayoría de los hispanos que ya viven en este país. Entonces, según nuestra visión, esta doble notación no corresponde con el uso general del español en este país. Pensamos que el “Manual de Estilo” de la National Association of Hispanic Journalists se basa más bien en el criterio de España y trata de generalidades del español, lo cual no deja de ser interesante, pero no aporta la información que se requiere para atender los problemas propios del español de Estados Unidos.
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Y con respecto a los cargos públicos, ¿qué observaciones hizo Apuntes? Tú sabes que en este país hay muchísimos cargos públicos que no existen en nuestros países. Aquí la burocracia gubernamental es más densa, compleja y amplia que en cualquier otro país nuestro y es más difícil traducir a veces esos términos porque no hay un equivalente. En esta ciudad de Nueva York, por ejemplo, diferentes diarios pueden dar distintas traducciones del mismo cargo. Entonces, esperábamos que el “Manual de Estilo” de la NAHJ trataría esto porque es algo característico del español de Estados Unidos y que requiere atención. Sin embargo, aunque aborda la cuestión de los anglicismos y del Spanglish, no amplía la información en puntos esenciales. Por ejemplo, hablando de los títulos, hay una parte del manual que dice cómo traducir ciertas partes de un título como “deputy”. Ésa sería una buena orientación general, pero habría que determinar los criterios para traducir títulos públicos. Nos preguntamos, por ejemplo, cuál el significado de “deputy”, cuál es el significado de “assistant”, cuál es el significado de “chancellor”. Acá el título de “school chancellor” se traduce como “canciller escolar”, lo cual es una traducción literal. En ninguno de nuestros países existe el cargo de canciller escolar. Tenemos el cargo de secretario de Educación, pero lo de “cancilller escolar” salió como una traducción literal, no porque no hubiera una mejor opción, sino porque algún periodista apurado lo tradujo así. Entonces, con respecto a estas cuestiones hay una tarea importante que hacer con los medios. Queremos establecer un diálogo para llegar a acuerdos más organizados, informados y pensados. ¿Pero esa inquietud también la está atendiendo InTradES o no precisamente? Una de las ponencias para nuestra jornada fue “Traducción de información pública para la comunidad hispana en el ámbito gubernamental local”. Esta ponencia de Alicia Agnese es muy específica. Ahí justamente ella explica y analiza los diversos aspectos, concesiones y reglas para las comunicaciones en Estados Unidos. Yo creo que en Apuntes estamos orientándonos a dar un cuerpo de información de referencia para traducir para este país. Por supuesto queremos mantener siempre la norma culta del español, la buena gramática, pero con ciertas adaptaciones, con ciertas concesiones. ¿Qué otros temas le preocupan a InTradES? Otro tema es cómo tratar al hispano que quiere leer en español. La gran mayoría, por más bien que maneje el inglés, prefiere escuchar las noticias en español. Como comprenderás, no es un problema de idioma. Yo, por ejemplo, veo los canales en español porque los noticieros y algunos programas van a tratar temas de mi país, noticias políticas y culturales de mi cultura que no van a abordarse en otro canal. Otro aspecto es tratar de resolver muchos problemas que se presentan en el español de este país. Por un lado están los servicios a gente pobre hispana que tiene un conocimiento bastante limitado del español y por otro lado, las comunicaciones hispanas de cualquier nivel educativo o de cualquier especialidad. Por ejemplo, una colega, socia y miembro de la Comisión Directiva de InTradES es María Cornelio, quien es especialista en todo lo que tenga que ver con la traducción de asistencia de salud. Ella es una profesional muy capaz, muy solicitada, que da conferencias y clases en distintas universidades del país y realmente las aportaciones que ella hace a través de Apuntes y de nuestras jornadas son primicias. Ella, como directora del Hispanic Research and Recruitment Center del Columbia-Presbyterian Medical-Center, en la ciudad de Nueva York, tiene un conocimiento muy directo de las dificultades para comunicarse con la
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población-cliente. Pensamos que ésta es una tarea que implica muchos aspectos que hay que analizar y resolver constantemente. ¿La ATA valida el trabajo de InTradES? Sí, la ATA determinó que nuestra jornada, por su nivel y por los temas que maneja, es valiosa para la educación continua de sus socios. Entonces, la asistencia a la jornada de IntTradES tuvo esta vez un valor de 6 puntos dentro del programa de educación continua de la ATA. El costo de la jornada fue de 60 dólares para los socios de InTradES, de 85 para los que no son socios y de 40 para los estudiantes. Por último, dinos si el lector de Intercambios puede ser miembro de InTradES o ¿que se requiere para ser miembro de InTradES ? Es muy fácil. Dado que sólo tenemos que generar los recursos para cubrir los gastos de impresión de Apuntes, los honorarios de la abogada y del contador, el pago de ponentes en las jornadas, etc., entonces sólo pedimos una cuota anual de 40 dólares, que realmente es mínima, que es mucho menos de lo que cuesta cualquier otra asociación. Si uno es estudiante y quiere ser socio de InTradES le cuesta 20 dólares por año. Como puedes ver, hay una voluntad clara de no lucrar, sino de educar.
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¿ES PECADO EMPLEAR LA VOZ PASIVA EN ESPAÑOL? Por Silvia Peña-Alfaro En múltiples manuales de estilo hemos leído una y otra vez la recomendación de emplear la voz activa en vez de la pasiva. Por ejemplo, en su libro El estilo del periodista Alex Grijelmo declara: “Activa mejor que pasiva” y argumenta: “El lenguaje periodístico debe deslizarse suavemente por la mente del lector. Las palabras y las construcciones han de adoptar, por tanto, formas naturales, fluyendo por el cauce sin atascos. Y la forma natural de la construcción sintáctica en castellano viene dada por la oración en activa. Además esta fórmula nos sirve para acercar más la acción, para otorgarle así sujeto y protagonista.” (Ref. 1) Coincido con Grijelmo en que el lenguaje debe fluir de manera natural y sin atascos, pero me pregunto a qué viene lo de los atascos cuando está abordando el tema de la pasiva. ¿Quizás para él la voz pasiva es un atasco? Parece que no sólo él, sino que hay mucha gente conspirando contra la voz pasiva, arguyendo que la pasiva es mucho menos frecuente que la activa en español. ¿Acaso, según ellos, el hecho de que sea menos frecuente la hace de menos calidad que la activa? Luego resulta que te concedan el empleo de la pasiva como indulgencia. El mismísimo Valentín García Yebra en Teoría y práctica de la traducción, nos dice: “El español, en efecto, tiende a evitar la pasiva, utilizándola casi exclusivamente cuando razones especiales, por ejemplo de claridad o de ritmo, desaconsejan el uso de la activa.” (Ref. 2) ¿Significará esto, estimados lectores, que sólo podemos llegar a la pasiva por la vía negativa? A continuación García Yebra nos instruye: “Por consiguiente, al traducir del inglés, del alemán o del francés al español conviene, en principio, sustituir la voz pasiva por la activa.” (Ref. 3) ¿Estamos dispuestos a aceptar resignadamente esta transacción sólo porque lo dice García Yebra? A veces se considera que las pasivas en español no hacen más que contaminar nuestra lengua y que en cuanto aparezca una, hay que hacerla desaparecer lo más pronto posible (no olviden lo del atasco). Entonces el espectáculo se vuelve tan divertido como cuando ves a un mago desapareciendo (no se asusten por el gerundio) una paloma. Si no me creen, miren por favor los malabarismos que hace García Yebra: “Si un guía inglés está explicando a un grupo de turistas un cuadro más interesante por lo que representa, que por su calidad, dirá espontáneamente: This picture was painted by X (pasiva), y no X painted this picture. […] En español cuyo orden de palabras es mucho menos rígido que el del inglés, para destacar que el cuadro interesa más que su autor no se necesita recurrir a la voz pasiva: basta poner el nombre del objeto al comienzo de la frase, resumiéndolo luego en un pronombre seguido del verbo activo: Este cuadro lo pinto X, sería mucho mejor solución (y, por tanto, mejor traducción de la frase inglesa que Este cuadro fue pintado por X.” (Ref. 4) ¿Por qué pensará García Yebra que es mejor solución no emplear la voz pasiva?
Artículo publicado en Intercambios, boletín de la División de Español de la American Translators Association (ATA), volumen 8, número 3, septiembre de 2004.
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Es verdad que en español la voz pasiva es menos frecuente que la activa. Es cierto que en español la voz pasiva es menos usual que en inglés y probablemente que en otras lenguas. Estoy de acuerdo en que muchas veces en la traducción del inglés al español habrá que transformar una oración pasiva a activa, pero para hacerlo, debemos actuar por convicción, y no por sumisión. La voz pasiva tiene su razón de ser. DeLancey comenta que estamos acostumbrados a pensar que una oración tiene que referir un evento o una situación desde un punto de vista externo y objetivo. Sin embargo —añade— del mismo modo que los novelistas o los directores de cine, los hablantes estamos conscientes de que una misma escena puede describirse desde múltiples puntos de vista. Afirma que algunos trabajos recientes han demostrado que las lenguas permiten —o requieren— que un hablante especifique cuál de los puntos de vista está tomando al reportar un evento. Esto representa para el hablante una selección mediante la cual tendrá que decidir qué aspecto del evento merece recibir una prominencia especial. (Ref. 5) En otras palabras, esto significa que a veces desearemos focalizar al agente y entonces diremos, por ejemplo, Rompí el vaso, pero si queremos darle otro enfoque, podemos decir: Se me rompió el vaso o El vaso se rompió, y cada una de estas oraciones responde a diferentes puntos de vista, todos ellos absolutamente válidos. Por tanto, la fórmula feliz que nos presentó Alex Grijelmo no funciona por la sencilla razón de no siempre el hablante querrá mencionar al sujeto o protagonista de la acción. Cuando traducimos tenemos la obligación de transportar el mismo mensaje con el mismo sentido de la lengua de partida. Si el autor le dio relevancia al objeto y no al agente, como en el caso de This picture was painted by X, tendremos que respetar el enfoque del autor y decir lo mismo en español. Si la pasiva Este cuadro fue pintado por X, resulta más adecuada que Este cuadro lo pintó X, hay que dejarla ser. Como conclusión, creo que emplear la pasiva en español no es un acto delictivo, tampoco es una licencia, no es un lujo, tampoco una debilidad o un descuido; es un derecho de los hablantes para responder a necesidades comunicativas legítimas. Referencias 1. Grijelmo, A. 2001. El estilo del periodista, Taurus, Madrid, p. 174. 2. García Yebra, V. 1997. Teoría y práctica de la traducción, Gredos, Madrid, p. 214. 3. Loc.cit. 4. Ibídem, p.218. 5. DeLancey, S. 1981. “An interpetation of Split Ergativity and Related Phenomena”, Language57. pp. 626-657.
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ENTREVISTA AL DIRECTOR DE LA ACADEMIA MEXICANA DE LA LENGUA, DOCTOR JOSÉ G. MORENO DE ALBA Por Silvia Peña-Alfaro
¿Podría decirme, doctor, qué es la Academia Mexicana de la Lengua? La Academia Mexicana de la Lengua es una asociación autónoma, libre, que no depende financieramente del Estado o del Gobierno. Somos un grupo de personas que tenemos una característica en común: escribimos, usamos la lengua y la apreciamos. Nos gusta el español, nos gusta trabajar por la unidad de la lengua española. ¿Quiénes conforman la Academia Mexicana de la Lengua? La Academia Mexicana está constituida por un grupo de académicos quienes, por cierto, son electos por los propios académicos, sin interferencia de nadie más. Estamos conformados por personas de diferentes disciplinas. Quizás haya más escritores, poetas, novelistas, ensayistas, filólogos, pero también tenemos filósofos, científicos, médicos, abogados, compañeros del área de las ciencias sociales. Ahora bien, todos tenemos libros, obra escrita, y no sólo eso, sino que —como ya dije— estamos interesados en la lengua española. ¿Cuál es la función de la Academia Mexicana de la Lengua? La función de la Academia Mexicana es la misma que la de las otras Academias. En primer lugar nos reunimos con el objetivo de conocer mejor nuestra lengua. En segundo lugar, ahora en la época moderna, no sólo la Academia Mexicana sino todas las Academias tienen un sentido de participación social. Ya no se trata de una reunión de exquisitos, como ocurría en el siglo XIX y a principios del XX, cuando los académicos se reunían a tomar una copa de oporto, a leer unos poemas, escuchar música y a hablar de la buena literatura. Hay que reconocer. Por cierto, que si bien no hacían mal alguno, tampoco incidían en la sociedad. A partir de la segunda mitad del siglo XX las Academias de la Lengua han cambiado sus objetivos de manera significativa. Ahora tratamos de ser útiles a la sociedad. Estamos trabajando y ya hemos tenido resultados en varios proyectos, que no son sólo de la Academia Mexicana, sino de la Asociación de Academias de la Lengua Española. ¿Cómo está constituida la Asociación de Academias de la Lengua Española y cuáles han sido sus logros? Son 22 Academias de la Lengua Española que tienen su Secretaría General en Madrid. Todas trabajamos de manera conjunta en un clima de respeto y afecto. Entre los logros recientes que podría destacar, están los siguientes: El primero lo constituye la Asociación misma, es decir, el hecho de haberse unido todas las Academias. Esto ocurrió a mediados del siglo pasado cuando el Presidente de México decidió invitar a las Academias para que tuvieran un congreso y que de ese congreso resultara una
Entrevista publicada en Apuntes, boletín de IntradES, (Intérpretes y Traductores de Español), volumen 12, número 3, correspondiente al verano de 2004.
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asociación que trabajara de manera más activa y útil para la lengua española. Ésta fue una idea mexicana que resultó muy exitosa ya que ahora contamos con una asociación muy sólida. Uno de los resultados de esta Asociación son los congresos. El primero, como ya dijimos, fue en México. Hasta la fecha hemos llevado a cabo más de 12 congresos en diferentes ciudades del mundo hispánico. ¿Qué actividades se realizan en los congresos de la Asociación de Academias de la Lengua Española? Se revisan nuestros reglamentos, se presentan ponencias que más bien son propuestas de modificaciones ortográficas o cambios al diccionario. De estos congresos también han resultado muchísimos proyectos de colaboración con la educación. ¿En qué han consistido estos proyectos de las Academias ligados con la educación? Las Academias —incluida la Mexicana, por supuesto— al referirse a su función social, consideran que la manera de incidir en la sociedad es mediante la educación. Esto dará como consecuencia un mejor conocimiento de la lengua española, lo cual tiene dos vertientes. Por un lado, procuramos que los hispanohablantes conozcamos mejor ese instrumento maravilloso de comunicación que es la lengua a fin de obtener de ella el mayor provecho. Por otro lado, tratamos de conservar la unidad de la lengua. ¿Qué relevancia tiene la unidad de la lengua? A pesar de que la lengua es un sistema perfecto, del cual podemos decir que no le sobra ni le falta nada, siempre corre riesgos. Y no nos referimos a la lengua española, sino a cualquier otra lengua. Imagínese usted —y no es el caso, sino todo lo contrario— que los dialectos del español comenzaran a diferenciarse al grado de que comenzáramos a tener dificultades para comunicarnos unos hispanohablantes con otros. Esto implicaría una debilidad para el grupo hispanohablante. Una división de esta magnitud representaría un deterioro para la lengua. Por lo tanto, tratar de conservar la unidad de la lengua no es solamente una idea romántica, sino una cuestión práctica y no sólo para los hispanohablantes, sino también para todos aquellos que quieran aprender español, pero un español que les sirva para comunicarse con todos los hispanohablantes del mundo. ¿De qué manera las Academias promueven la unidad de la lengua? Una de las más evidentes ventajas de contar con una normatividad lingüística, aceptada por todos, es la unidad del idioma. En cuanto a la ortografía, la Real Academia Española —junto con las academias hermanas— desempeña una verdadera acción normativa. Establece normas que, por su más que centenaria autoridad, son acatadas no sólo por personas físicas sino también por personas jurídicas que tienen que hacer uso de la lengua española, como son los medios de comunicación o las casas editoriales. La ortografía es un asunto que compete exclusivamente a las Academias, no a los secretarios o ministros de Educación, no a los hablantes. Hemos tenido la suerte, desde el siglo XVIII, de que la gente acate nuestros lineamientos. Si en un caso, por ejemplo, la Academia determina que una palabra lleve “h”, aunque parezca una decisión arbitraria, los hispanohablantes le ponen “h”. Entonces, esta actividad normativa de las Academias ayuda en forma consistente a la unidad de la lengua y con ello a una mejor intercomunicación entre todos los hispanohablantes.
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¿Qué opinión le merece la Ortografía de la lengua española? Este libro, publicado en 1999, es una obra colectiva de todas las Academias. Si bien pudiéramos encontrarle defectos, es, sin lugar a dudas, un instrumento muy útil ya que constituye una obra de referencia para los más de 400 millones de hispanohablantes. ¿Cuándo tendremos la siguiente edición del diccionario? En cuanto a los diccionarios generales, como usted sabe, vamos en la vigésima segunda edición, la del año 2001. Se trata también de una obra colectiva muy valiosa. Ahora estamos trabajando en la próxima edición. Vale la pena destacar que en cuanto sale una edición, al día siguiente ya estamos preparando la próxima. Estimo que la vigésima tercera edición saldrá a la luz en dos años más. ¿Qué otras obras están produciendo las Academias? También estamos preparando el Diccionario panhispánico de dudas. Llevamos varios años trabajando intensamente en él. Esta obra, que será también una aportación de todas las Academias, tendrá una gran relevancia por la siguiente razón: usted sabe que en cada editorial o en cada periódico importante tienen un manual de estilo, pero no siempre los manuales coinciden en sus lineamientos. Puede ser, por ejemplo, que el manual de estilo de El país diga una cosa y el manual del Fondo de Cultura Económica, otra. Todos pueden tener razón, pero lo que no hay es una autoridad que diga la última palabra. Y eso es lo que queremos hacer. Entonces, respetando, por supuesto, las diferencias locales, estamos procurando dar conceptos para todos. ¿Cuándo saldría a la luz el Diccionario panhispánico de dudas? Queremos presentar esta obra en el próximo Congreso —no de las Academias, sino en el Congreso de la Lengua Española— que se llevará a cabo este año en Argentina. ¿Hay alguna otra obra en proceso? El otro gran proyecto —que, por cierto, va a la mitad— es el de la nueva gran gramática de la lengua española. Hay que recordar que la última versión oficial es de 1931, habida cuenta de que el Esbozo, de 1973, se quedó en esbozo. Por lo tanto, ya le debemos a los estudiosos de la lengua una nueva gramática. Dado que la ciencia gramatical se ha venido modernizando o formalizando, en esta obra queremos incorporar aportaciones de los nuevos marcos conceptuales de la gramática. Considerando que hay novedades metodológicas efímeras, queremos actuar con discreción y cuidado. ¿Para cuándo tendríamos esta nueva gramática? Llevamos unos tres años trabajando. Yo creo que la gramática no saldrá antes de fines del 2006. Independientemente de esto, ¿cuales son, en su opinión, los problemas más candentes que se le plantean hoy en día a la lengua española y qué posibles soluciones prevén las Academias? Entre los problemas más serios está la diversificación lingüística en el ámbito de la lexicografía y particularmente en el campo de la ciencia o de la técnica. Los que nos dedicamos a estos temas, estamos preocupados porque desde hace mucho tiempo se nos está viniendo encima una serie de cambios en las tecnologías, necesarísimos, desde luego para el progreso, pero que traen consigo cambios en las palabras o bien, palabras nuevas procedentes muchas veces de otros
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idiomas. En estos casos las Academias pueden optar por aceptar el término crudo o adaptar la palabra al español. De una u otra forma, sigue preocupándonos que se dé la diversificación léxica, es decir, el hecho de que a un mismo concepto se le nombre con términos distintos, como lo podemos observar en el caso del concepto computadora, que mientras en México se denomina así, “computadora”, en España se le llama “ordenador”. Hay otro problema, no de orden técnico o tecnológico, y se trata de los anglicismos que yo llamo “superfluos” y reflejan un complejo de inferioridad. En México podemos observar comercios que expresan su razón social en inglés para atraer a los clientes. También hay publicistas que manejan palabras o de plano, frases completas en inglés para deslumbrar a los consumidores. Esto me parece lamentable pues refleja una inseguridad en nuestra propia cultura. No obstante, dado que se trata de rasgos ancestrales de los mexicanos, las Academias no podemos hacer nada al respecto. ¿Qué acciones realizan las Academias para evitar la diversificación léxica? Hay una comisión —no de las Academias, sino sólo de la Real Academia Española— dedicada exclusivamente a este aspecto. Esta comisión nos mantiene informados hasta donde es posible, de modo que podamos sugerir a los hablantes cómo nombrar tal o cual concepto. En el Diccionario panhispánico de dudas abordamos el tema de la castellanización de las palabras. Hablando de castellanización, ¿considera usted que este proceso se da de la misma manera en las diferentes latitudes? Definitivamente no. En México somos más reacios a castellanizar que en España. En España están acostumbrados a la castellanización y son muy dóciles a la Academia. Piense, por ejemplo, en el caso de “güisqui”, del inglés “whisky”, que en España algunos han aceptado así, con “g”. En cambio en México tenemos la tradición de respetar el anglicismo, de escribirlo y de pronunciarlo en inglés. ¿Convendría usted en que México es tal vez el país hispanohablante más influido por los Estados Unidos y por el inglés? No, estoy definitivamente en contra de ese lugar común, que siempre se dice y nadie demuestra. Suele decirse que, por el hecho de ser vecinos de Estados Unidos, en México hablamos muy mal español y que estamos plagados de anglicismos. Ésta es sólo una impresión que nadie corrige, pero que todo mundo repite. Considero que hacen falta estadísticas y además los pocos estudios que hay no llegan a esa conclusión. Creo que el anglicismo necesario y el anglicismo superfluo están en todas partes y no sólo en español sino en todas las lenguas del mundo. Pero, ¿qué ocurre con el español de Estados Unidos? El español de los Estados Unidos es un dialecto más del español, con sus características morfológicas y sintácticas propias. Por supuesto, al ser una lengua que convive con el inglés, tiene más anglicismos. Sin embargo, insisto, hay que verlo como un dialecto más, como puede haber otro en Argentina, en España, o en cualquier otro país de habla española. También debemos considerar que el español de Estados Unidos no es uno solo ya que se diversifica de acuerdo con el estrato social o la procedencia de los hablantes. Hay que recordar que no sólo hay hispanohablantes mexicanos, sino también cubanos, puertorriqueños, guatemaltecos, etc., En el caso de nuestros compatriotas, podemos afirmar también que están muy diversificados. Antes eran personas que llegaban del campo y sobre todo del norte de México, pero ahora hay
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mexicanos de muy diversos puntos de la República Mexicana y, al mismo tiempo, de todos los niveles socioculturales, aunque reconocemos que son más de índole popular que culto. ¿Acaso no sufre peligro el español por estar en contacto con el inglés? En ciudades de la frontera de nuestro país hay gente que habla inglés o español y hablan inglés porque deben atender a los turistas cuando tienen, digamos, un hotel o un restaurante, pero la otra gente habla español como usted o como yo. Obviamente el español de los Estados Unidos tendrá más anglicismos, como ya dijimos, pero esto no lo hace ni mejor ni peor que otros dialectos del español, ni tampoco significa el surgimiento de una nueva lengua, como alguien se está atreviendo a decir. Dado que ese español está conviviendo con el inglés, es explicable que tenga muchos anglicismos y sería absurdo tratar de quitárselos. Tampoco debería preocuparnos mucho el code-switching, mediante el cual los hablantes alternan frases enteras en español y en inglés. Esto de mezclar el español con el inglés -que suele también recriminársele al hablante de los Estados Unidos- debemos tomarlo con calma pues más que un defecto, podría ser una virtud, considerando que gracias a este recurso se establece con más efectividad o naturalidad la comunicación. Si lo pensamos bien, este hablante, además, está manejando tres gramáticas a la vez: la del español, la del inglés y la del code-switching, que es otra gramática con sus propias reglas porque el code-switching tampoco se hace de manera arbitraria. Entonces, ¿qué piensa usted del “espanglés” y del mexicano Ilán Stavans? El “Spanglish” o “espanglés” no existe. Lo que dice Stavans es anticientífico, y esta manera poco seria y poco técnica de proceder, sí daña a la lengua española. Las Academias están exactamente en el lado contrario de este señor; nosotros preferimos respetar las variedades lingüísticas, pero conocerlas para respetarlas. Insisto en que en los Estados Unidos hay varios dialectos del español, unos más cercanos al español tradicional que otros y unos con mayor acopio de anglicismos tanto léxicos como gramaticales, pero eso no quiere decir que sea otra lengua. Sigue siendo español, un español, repito, diferente. Al decir “Spanglish” o “espanglés” se pretende decir algo así como que ya nació la lengua del futuro, lo cual no sólo es falso sino también absurdo. El nacimiento de una nueva lengua sería grave, significaría partir el español en dos, lo cual estamos a años luz de que suceda. No cabe duda de que México se distingue en su habla coloquial de varios otros países hispanoamericanos, por ejemplo, Argentina o Chile, o de la misma España. ¿Qué impacto puede tener esto en la unidad de nuestro idioma común? No creo que ningún dialecto de la lengua española sea científicamente hablando, más o menos popular que otro. Simplemente hay un español al que suele llamársele español estándar y que es el que nos permite a todos los hispanohablantes comunicarnos, y luego hay un español no estándar, y no estándar en un cierto grado ya que es difícil identificar en qué punto exactamente ya deja de ser estándar. Esto, como sabemos, no sólo tiene relación con la geografía, sino también con las clases sociales y con la educación de los hablantes. No obstante, siempre ha sido así y siempre seguirá siendo así. Es evidente que ahora más que antes se tiende a la unidad. Actualmente, incluso en los lugares más apartados de nuestro país, por ejemplo, la gente tiene televisión o por lo menos radio. Con la comunicación propia de nuestro tiempo se han acabado ya los paraísos de los dialectólogos, es decir, esos lugares aislados en donde los estudiosos encontraban la oportunidad para analizar una lengua petrificada. Entonces, gracias a los medios
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de comunicación actuales, los dialectos tienden a acercarse más que a diferenciarse. Históricamente no es previsible un debilitamiento de la unidad de nuestra lengua. ¿Tiene la Academia Mexicana de la Lengua vínculos con investigaciones sobre lo que ha dado en llamarse el “español neutro”? Éste es un fenómeno muy interesante pero poco estudiado. Yo creo que podría analizarse muy fácilmente viendo el canal CNI en español u otro canales de los Estados Unidos en donde se nota una especie de asepsia, un esfuerzo para que no se advierta de dónde es el locutor. Creo que decir “español neutro” es una manera de decir “español estándar” porque también con el español estándar usted puede lograr ese mismo efecto de comunicación. ¿Al hablar del español estándar se está usted refiriendo al español culto? Sí. Por ejemplo, si alguien no sabe la nacionalidad de Octavio Paz, es muy difícil que al leer un ensayo de él, identifique que es mexicano puesto el texto está escrito en un español estándar. Como usted sabe, a nosotros nos interesa mucho el campo de la traducción. ¿En la Academia Mexicana de la Lengua atienden este rubro? Muy poco, en realidad, pero la Academia Norteamericana de la Lengua Española sí se ocupa de estos temas, precisamente por el lugar en donde se encuentra ubicada. Ellos publican un excelente cuadernillo que se llama Glosas. La Academia Norteamericana de la Lengua tiene varios traductores importantes que se han interesado en este asunto, principalmente en el ámbito de la medicina. ¿Cuál será la participación de la Academia Mexicana de la Lengua en el próximo congreso de la lengua española en Argentina? Debo aclarar que no es un Congreso de Academias, es un Congreso de Estados. Este Congreso lo organiza el Estado español en concordancia con el argentino, como fue en Zacatecas, como fue después en Valladolid. Son congresos de carácter político en donde la lengua se trata como una industria, como una potencia para una mejor comunicación y un mayor desarrollo. A esos congresos nos invitan más con carácter individual que como Academias porque, repito, no es una organización de las Academias. ¿Qué instituciones están organizando este Congreso? La Real Academia Española, el Instituto Cervantes y otra es el gobierno argentino. Hay que destacar que España siempre se ha preocupado mucho por el idioma español. La prueba de ello es que el Instituto Cervantes ha crecido y es ahora muy importante en todos los países. Por cierto, me dio mucho gusto oír que el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) firmó con el Instituto Cervantes un convenio para certificar el conocimiento de la lengua española en el mundo. La UNAM es la primera institución con la que el Instituto Cervantes comparte esta responsabilidad. Esperamos que este proyecto de certificación tan importante tenga mucho éxito.
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HACIA UN ESPAÑOL INTERNACIONAL: PROYECTO DIES-M Por Silvia Peña-Alfaro Los medios de comunicación —radio, televisión y prensa— requieren contar con un español inteligible para todos los hispanohablantes y que además fomente la difusión de un idioma común. Ante esta necesidad ha venido trabajando el proyecto denominado Difusión del español por los Medios de Comunicación Masiva (DIES-M). Este proyecto tiene como objetivo describir el uso de la lengua española en los medios orales (radio y televisión) e impresos (periódicos, revistas, libros e Internet) con el fin de contribuir a la identificación de la norma general hispánica. Con ello, se pretende dar sustento lingüístico objetivo a las industrias de la lengua (medios y edición de libros, traducciones, doblajes, enseñanza del español a extranjeros y a hablantes de lenguas indígenas) así como fomentar la unidad de la lengua. El DIES-M se vale de la recopilación de muestras estadísticamente confiables tomadas de diferentes clases de periódicos o de programas de radio y televisión producidos en los países hispanohablantes. Las muestras se procesan después mediante un programa informático que permite analizar textos y evaluar su nivel de comprensión en diferentes países y por diferentes auditorios. La coordinación general guardará copias de todos los materiales para facilitarlos a los investigadores o instituciones que los soliciten. Se pretende que los productos de esta investigación estén disponibles también para ser consultados en internet. Muchas universidades, instituciones y centros de investigación de todo el mundo han manifestado su interés en participar en este proyecto. Entre los países asociados al programa se encuentran: Suecia, Ciudad del Vaticano, Cuba, Argentina, Chile, España, Venezuela, Colombia, Costa Rica, Uruguay, Japón, Bolivia, Estados Unidos, Portugal, Ecuador y Paraguay. La coordinación general del DIES-M se lleva a cabo en el Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México, ubicado en la ciudad de México. El director del proyecto es Raúl Ávila (
[email protected]), doctor en lingüística, profesor e investigador de carrera de El Colegio de México y miembro del Sistema Nacional de Investigadores de México. Es miembro de varias asociaciones científicas y vicepresidente para Latinoamérica de la International Association for Research in Mother Tongue Education. Ha dictado cursos, cursillos y conferencias en diversas instituciones de México, así como en universidades en Norteamérica y Sudamérica, Europa, Asia y África. Ha presentado más de 90 ponencias en congresos y reuniones nacionales e internacionales, y sus artículos han aparecido en alrededor de 70 publicaciones. Ha diseñado como autor o coautor 8 programas de cómputo, y ha sido productor creativo de más de 50 programas de TV.
Nota publicada en Apuntes, boletín de IntradES, (Intérpretes y Traductores de Español), volumen 12, número. 3, correspondiente al verano de 2004.
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En nuestro próximo número daremos mayor información sobre el tema. Mientras tanto, se les invita a nuestros lectores a visitar el sitio en: http://www.colmex.mx/dies-m. Si tienen alguna pregunta, háganosla saber para intentar responderles en nuestro siguiente boletín.
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GEOVARIANTES LÉXICAS DEL ESPAÑOL Por Silvia Peña-Alfaro El 15 de octubre de 2004 se presentó en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México el seminario “Geovariantes léxicas del español”, a cargo del doctor Raúl Ávila, director de este proyecto y quien también es profesor e investigador del Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México. El objetivo del seminario fue dar a conocer un programa de cómputo mediante el cual se ofrecerá un repertorio léxico que permitirá al usuario conocer no sólo el sentido de los vocablos a lo largo de la amplia geografía dialectal del español, sino también el peso demográfico de cada palabra según el número de hablantes. Esto hará posible identificar, entre varios sinónimos geográficos, el término idóneo ya sea para un país en particular o el que convenga para un público internacional. Así, por ejemplo, ante una palabra como “foco” el programa mostrará los países en donde se emplea y además el término más usual para la mayoría de los hispanohablantes. Del mismo modo, se indicarán los casos en los que no haya una correspondencia semántica como es el caso del término “zumo” que tiene un sentido diferente en México que en España. Asimismo, sabremos que mientras en La Habana sólo se emplea el término “medias”, en México distinguimos entre “tobilleras”, “calcetas”, “medias”, “tobimedias”, “pantimedias”, etc. Raúl Ávila comenzó su presentación aclarando que el programa estaba inscrito en un marco ideológico explícito. Para abordar este punto expresó: “¿Por qué los diccionarios españoles proponen ‘patata’ como término más aceptable si 385 millones de hablantes decimos ‘papa’? Si yo estuviera en una empresa de televisión internacional o en una empresa de Internet, obviamente tendría que pensar en el gran público y por lo tanto, elegiría ‘papa’ y no ‘patata’, diría ‘encendedor’ y no ‘mechero’, ‘canotaje’ y no ‘piragüismo’, ‘friolento’ y no ‘friolero’ ”. El lingüista mexicano manifestó que todavía en bibliografía muy reciente, por ejemplo, en el Diccionario Clave, se habla del “español meridional” y que en la última edición del Diccionario de la Real Academia, la edición del 2001, se marcan “americanismos”: “¿Por qué no se señalan los ‘españolismos’?”, sentenció. A este respecto, argumentó que si se hablaba de “español meridional”, entonces, del mismo modo se podría hablar de “español septentrional”. Añadió que mientras el español septentrional tiene más o menos quince millones de hablantes, el español meridional tiene trescientos ochenta y cinco millones. Ávila propuso que para valorar la importancia de los distintos dialectos del español, se aplicaran los mismos criterios que se utilizan para definir las lenguas principales del mundo y que se tomaran en cuenta aspectos demográficos, políticos, económicos y culturales, cuál es el producto interno bruto donde se habla la lengua, cuántos periódicos, revistas, libros, incluso programas de televisión y doblajes se hacen en esa lengua. “La propuesta más equitativa para el español internacional —declaró— es frecuencia y dispersión”. Con ello indicó que el programa de
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cómputo se basaría en este criterio, considerando como peso demográfico, el número de hablantes y como dispersión, el número de países. “Así entre ‘banqueta’, ‘vereda’, ‘andén’ o ‘acera’ entonces yo escogería ésta última como la forma de estandarizar, porque responde a la audiencia, es una propuesta participativa, por no decir democrática”. Entonces, “¿cómo hacer un diccionario internacional?”, se preguntó el doctor Ávila y continuó: “Aquí tienen dos ejemplos de diccionarios que se han llamado internacionales: el clásico de la Real Academia y el Diccionario Clave. En cuanto al primero, ya lo dije desde 1998 en la Real Academia, que el corpus, el llamado Corpus de referencia del español actual (CREA), está sesgado puesto que 50% de los textos son de España y el otro 50% de América. Si se consideran 20 países hispanohablantes, entonces a España le correspondería sólo el 5%”. A propósito del Diccionario Clave aunque comentó que era bueno, lamentó que tuviera ese sesgo de mencionar lo relativo al español meridional “como si estuviera más a favor de la historia de la lengua que a favor de lo que está pasando ahora”. Con respecto a “Geovariantes léxicas”, el doctor Ávila declaró: “Equivale a un diccionario diferencial internacional, no nacional. Es confiable porque ofrece referencias bibliográficas para las variantes. Es amigable porque cuando el texto está terminado y el procesador de textos revisa tu texto y ve que pusiste ‘pollera’ o ‘saya’, te va a proponer ‘falda’ porque tiene mayor peso en el número de usuarios. De este modo —añadió— a la manera de un corrector ortográfico, podrá ayudar a tomar decisiones en cuanto al empleo de las variantes léxicas. Así, en lugar de consultar sinónimos, vamos a consultar variantes léxicas del español”. Raúl Ávila también comentó que “Geovariantes” apoya la diversidad lingüística y que sirve de base para que las empresas internacionales de cine, radio, televisión, internet puedan tomar decisiones sobre las variantes léxicas que deban emplear. Asimismo expuso se puede actualizar permanentemente. Además lo calificó como “divertido” ya que permite aprender y tener una visión más internacional de la lengua. El proyecto —según lo explicaron los colaboradores del doctor Ávila— se ha concebido en tres etapas: La primera, terminada, es la creación de la base de datos e interfase de administración del sistema. La segunda, que comenzará en breve, es la de análisis de textos. La tercera etapa, que se encuentra pendiente, es la integración de la aplicación en un procesador de textos. La alimentación de la base de datos del sistema se hizo mediante una base de datos relacional o banco terminológico. ¿Qué información se encuentra almacenada en dicho banco terminológico? La información es el concepto, que es una palabra o una idea. Si se busca, por ejemplo, la palabra “pendientes”, el programa muestra que está relacionada con el concepto aretes y además indica todos aquellos países en donde se emplea esta palabra. El concepto tiene relacionada una imagen y una lengua de control. En este caso se ofrece la imagen del objeto y también la palabra “earrings” ya que la lengua de control en esta etapa es el inglés. Junto con el concepto se muestran todas las variantes o sinónimos geográficos: zarcillos, argollas, pendientes, etc. En cuanto al término “zarcillos” se dice que se emplea en Venezuela; en el caso de “argollas”, en Cuba y Ecuador.
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La segunda etapa es el análisis de textos. Esto significa que el programa va a ser capaz de identificar todas aquellas palabras que tienen variantes asociadas e indicará mediante un código de colores las palabras que tienen mayor índice de frecuencia, las de menor uso y también las que tienen en algún país una connotación grosera. Por ejemplo, si la palabra “vestón” aparece en color gris, eso indicará que tiene un bajo índice de uso entre la mayoría de los hispanohablantes. Con sólo un clic, el programa dará el término “saco”, que es de uso generalizado. De este modo el usuario podrá elegir la palabra indicada, conforme al país o de acuerdo con la mayor frecuencia de uso si su mensaje va a dirigirse a un público mayor. La tercera etapa, que se realizará próximamente, tiene el objetivo de vincular esta aplicación en un procesador de textos, que en un principio será el de “word” por ser el más popular. Para concluir, el doctor Ávila enfatizó que, a diferencia de otros diccionarios, “Geovariantes léxicas del español” ofrecerá una representación equitativa. En este sentido comentó: “El Instituto Cervantes enseña español en el extranjero y, claro, lo que enseña básicamente es la normatividad del español llamado septentrional a pesar de todo lo que he dicho del peso demográfico de las otras variantes. Entonces México es el único país que puede ofrecer un contrapeso a España y el único que ha hecho diccionarios nacionales y el que va a hacer este programa de variación léxica equilibrada”.
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JORNADAS JERONIMIANAS EN XALAPA Por Silvia Peña-Alfaro
Del 30 de septiembre al 2 de octubre de 2004 se llevó a cabo en la ciudad de Xalapa, México, la tercera edición de las “Jornadas Jeronimianas Internacionales en torno a la Traducción”. Este evento, organizado por la Facultad de Idiomas de la Universidad Veracruzana, tuvo como propósito dar a conocer algunas propuestas teórico-prácticas sobre la traducción, además de informar sobre actividades diversas que se están llevando a cabo en este campo tanto en el ámbito nacional como internacional. El programa estuvo conformado por más de 25 presentaciones a cargo de especialistas procedentes de México y del extranjero. Se contó con dos conferencias magistrales: La primera, “Some Major Dates and Events in the History of Translation”, estuvo a cargo de Alex Gross, traductor e investigador independiente. La segunda, “Toward a Translation History of the United States”, fue impartida por Edwin Gentzler de la University of Massachussets-Amherst. Fue muy diversa la gama de temas abordados por los ponentes: herramientas de cómputo para el traductor, fuentes documentales y terminológicas, el por qué de un diccionario de colocaciones, la búsqueda de equivalencias en una lengua transnacional. También se desarrollaron aspectos ligados con la didáctica de la traducción: la variación regional del español en la enseñanza de la traducción, la forma de lograr un vínculo armonioso entre la teoría de la traducción y la enseñanza de la traducción, e incluso cómo aplicar la interpretación en las clases de idioma. Asimismo, hubo espacio para la traducción literaria, en donde se plantearon cuestiones relativas a la domesticación de los textos, así como a las limitaciones y libertades del traductor. Llamó la atención que hubiera varias ponencias sobre subtitulaje, con lo cual se puso de manifiesto el gran interés que esta área de la traducción también está despertando entre los profesionales. Se expusieron algunos problemas específicos del subtitulaje, además de presentar algunas normas empleadas en México. Cabe destacar la presencia de la OMT (Organización Mexicana de Traductores), la cual brindó información sobre los servicios que ofrece a sus miembros. También fue de gran relevancia la presentación de El Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México, por medio de la cual se anunció la apertura de una “Maestría en Traducción”. Los asistentes, en su mayoría, eran estudiantes de diversas universidades del país que cursan licenciaturas en lenguas inglesas o francesas y que tienen interés en la traducción, o bien el proyecto de dedicarse a esta profesión. Los organizadores expresaron que este evento pretende abrir puertas y ventanas a los estudiantes y a los traductores en México. Se trata no sólo de unir al gremio de traductores, sino también de elevar la calidad de su trabajo. Añadieron que es
Reseña publicada en Apuntes, boletín de IntradES, (Intérpretes y Traductores de Español), volumen 12, número 4, correspondiente al otoño de 2004.
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necesario que los profesionales adquieran mayor conciencia acerca del valor del trabajo del traductor y que los clientes reconozcan la importancia de emplear a alguien capacitado. ¿Y por qué en Xalapa? Los organizadores contestaron que aunque los recursos para estas jornadas son muy limitados, se hace el esfuerzo por dar esta oportunidad a quienes radican en la provincia, considerando que la traducción se encuentra muy centralizada en la capital del país. Además, cerca de Xalapa, se encuentra Coatepec, población en donde se venera a San Jerónimo, quien precisamente es el santo patrono de los traductores.
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LAS VARIEDADES LINGÜÍSTICAS DEL ESPAÑOL EN LA ENSEÑANZA DE LA TRADUCCIÓN Por Silvia Peña-Alfaro Hemos ofrecido en otra nota de esta misma publicación la reseña de las “Jornadas Jeronimianas Internacionales en torno a la Traducción”, realizadas en la ciudad de Xalapa, México, del 30 de septiembre al 2 de octubre de este año. Ahora nos ocuparemos de una ponencia en específico, titulada “Aproximación a la variación regional del español en la enseñanza de la traducción”, la cual fue presentada por Hope Doyle D'Ambrosio del Department of Language and Foreign Studies de la American University, ubicada en Washington, DC. El tema, enfocado desde la perspectiva de la traducción del español en Estados Unidos, puso de relieve un aspecto medular: el español de Estados Unidos no es uno, sino muchos. Las variedades lingüísticas del español en dicha nación representan las de casi todos los países del mundo hispanohablante. A este respecto, Doyle D'Ambrosio comentó que según los datos del censo del 2001 (US Bureau of the Census 2001) la población latina asciende a 35 millones y está conformada por hablantes diversos: la población mexicana es la más numerosa, con 20,6 millones. El segundo grupo latino está constituido por 3 millones de puertorriqueños. Hay 1,7 millones de centroamericanos y 1,4 millones de sudamericanos. La población cubana representa 1,2 millones y hay también 765,000 inmigrantes de la República Dominicana, 53% de los cuales viven en la ciudad de Nueva York. Ante esta diversidad —destacó la ponente— el concepto de "hablante nativo del español" pierde sentido ya que más que ser hablante nativo del español se es "hablante de un lugar en particular". “Incluso, —aclaró— si bien podríamos decir que por el simple número de hablantes predomina la modalidad lingüística mexicana, es necesario aceptar que ni siquiera en este caso podríamos referirnos a una sola variante del español”. Por lo que respecta al significado de las palabras, Doyle D'Ambrosio subrayó "la importancia de identificar al público receptor del texto traducido al español y el origen o paternidad literaria del texto traducido al inglés. De esta suerte —continuó— el significado de la palabra dependerá del sentido que le otorga la comunidad que le da su paternidad”. En relación con las empresas publicitarias la ponente expresó que están a la vanguardia en reconocer y emplear las variedades propias del español estadounidense: "Se han dado cuenta de que la población no es homogénea y que al hacer sus anuncios en español, rinde mayor fruto dirigirse a mercados particulares de latinos". Entre los premios otorgados por Hispanic Creative Advertising, mencionó la campaña publicitaria de radio para la cerveza de marca Heineken. En cada anuncio se escucha a un hombre empleando el vocabulario, pronunciación y espíritu de su dialecto nacional. De esta suerte, hubo anuncios argentinos, mexicanos, dominicanos y puertorriqueños. "La gracia de los anuncios —añadió—- se hace mayor empleando otra voz
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monótona que traduce la historia contada en un español neutro y por tanto soso, con lo que se le priva de lo pintoresco y lo coloquial, con lo que se le arrebata su historia". También la ponente puso de manifiesto errores en las campañas publicitarias. Comentó que en un artículo del American Marketing Association Marketing News (2003) se mencionó un anuncio de una compañía de líneas aéreas estadounidense. El mensaje en inglés decía: "Now all seats have been upgraded, so you will be flying in all leather seats." La frase "fly in leather seats" se tradujo al español como "vuele en cuero", lo que para muchos hispanohablantes parecía indicar “vuele desnudo”. La campaña en español fue un fracaso ya que el público receptor no entendió que podía volar "en asientos forrados de piel". El autor del artículo alerta a las casas publicitarias acerca del error común de pedirle a cualquiera que haga la traducción y no valerse de traductores profesionales. “Resulta prometedor —subrayó la ponente— que la American Marketing Association haya hecho hincapié en esto”. En cuanto a los medios de comunicación, Doyle D'Ambrosio mencionó el caso de la inauguración de un canal de noticias de Nueva York llamado "NY1 Noticias". El asunto del dialecto del español que debía emplearse, surgió como tema de debate, un tema lingüístico que al idear el programa ni siquiera se había tomado en cuenta. Finalmente no pudieron determinar un dialecto al agrado de todos porque "la misma ciudad era como un microcosmos, que evidenciaba la variación hispana presente en el resto del país". En el ámbito del derecho internacional, la ponente indicó que aunque se ha llegado en Estados Unidos a un cierto consenso en el lenguaje —la neutralidad es un rasgo positivo en este sentido—, no dejan de observarse dificultades en cuanto al manejo de los diferentes dialectos del español. Como ejemplo, expuso un caso reportado en The Washington Post el 2 de junio 2004. Se trataba de un conflicto en el que el abogado de la defensa, quien representaba a dos hispanohablantes en un triple homicidio, alegaba una mala traducción de la declaración de uno de ellos. El abogado sostenía que el problema había sido por "cuestión de dialectos." “Esto —señaló Doyle D'Ambrosio— demuestra el peso que puede tener la cuestión del dialecto aunque el texto haya sido traducido por un hablante nativo". La ponente también mencionó casos de variaciones del español en el derecho civil. Como ejemplo habló de un instructivo para el registro de votantes de lengua española en la Comisión de Elecciones Federales (FEC). Se trataba de un formulario mediante el cual el ciudadano podía registrarse por correo desde cualquier parte de los Estados Unidos. Pensaban poner la traducción en el sitio de la FEC. No obstante, la Comisión se encontró con varias trabas ya que se dificultaba producir una traducción al agrado de todas las comunidades hispanohablantes del país. Tal vez —subrayó la ponente— éste es el ejemplo más claro de que la supuesta comunidad hispanohablante no es sólo una. Comentó que el registro de votantes hispanohablantes a escala nacional no es el único problema. Los estados también tienen dificultades en este sentido. En Connecticut, por ejemplo, el estado ha tenido que enfrentar una queja formal por parte de la Comisión para Asuntos Puertorriqueños y Latinos a causa de los materiales que se han enviado a los votantes de lengua española. Entre la población de peruanos, puertorriqueños y centroamericanos, las divergencias dialectales o se perciben como errores, o de plano dificultan la comprensión de los mensajes. La obligación de
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los estados —según datos del sitio de la FEC— es asegurarse de que el dialecto empleado sea el adecuado para cada público en particular. D’Ambrosio manifestó que en las últimas campañas para elegir al Presidente de los Estados Unidos se puso mayor atención en la identidad de los hispanohablantes que en campañas previas: "Parece mentira que en años anteriores se haya ignorado por completo a quién se dirigían las comunicaciones en español. Ahora se va entendiendo —añadió— que para traducir los materiales hace falta contratar a personas que correspondan al sector receptor de los comunicados. Este año, la Nueva Red Democrática (New Democratic Network) ha empleado individuos pertenecientes a las comunidades en cuestión para crear los anuncios de las campañas de radio y televisión en Florida, Nevada, Nuevo Mexico y Arizona”. En cuanto a la enseñanza de la traducción, la ponente destacó que la variación regional, así como la variación social del español, siempre ha presentado retos para su traducción a (o de) cualquier lengua. Por ello, de la misma forma en que en el aula suele analizarse la lengua desde múltiples ámbitos —legal, médico, académico, diplomático, etc.— es urgente que se aborde el tema de la variedad dialectal: "No sirve de nada presentar sólo textos peninsulares a los alumnos estadounidenses. El curso debe ofrecer un surtido de variaciones. Ocurre a veces que el profesor identifica como errores, determinados rasgos morfológicos o fonéticos propios de otro dialecto ajeno al suyo, demostrando con esto falta de conocimiento o intolerancia hacia otras variedades del español”. Por último, la ponente destacó algunos puntos imprescindibles en la clase de traducción: 1. Contemplar que los materiales didácticos ofrezcan muestras de distintos dialectos del español 2. Valerse de diccionarios diversos o emplear la última tecnología, principalmente la Web, a fin de identificar el vocabulario empleado en los distintos países de habla española 3. Realizar ejercicios que conciban mensajes dirigidos a un público hispanohablante en específico.
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CÓMO TRADUCIR LA VOZ PASIVA AL ESPAÑOL Por Silvia Peña-Alfaro En mi colaboración anterior titulada “¿Es pecado emplear la voz pasiva en español?” (Ref. 1) defendí el empleo de la pasiva como un derecho legítimo de los hablantes. Ahora abordaré el tema desde la perspectiva de la traducción inglés-español. Sabemos que las pasivas en inglés o en español tienen la función pragmática de desfocalizar al agente de la acción. (Ref. 2) Esto significa que para las necesidades del discurso el agente ocupa un segundo plano o simplemente no se menciona. Entonces, si la oración en inglés tiene ese sentido, debemos respetarlo. Hemos dicho que cuando traducimos tenemos la obligación de transportar el mismo mensaje con el mismo enfoque de la lengua de partida. Si el autor le dio relevancia al objeto y no al agente, como en el caso de This mural was painted by Diego Rivera, tendremos que respetar el enfoque del autor y decir lo mismo en español: Este mural fue pintado por Diego Rivera. Por lo tanto, propongo que dejemos que el sentido del mensaje original se manifieste en la traducción de la manera más fiel y con la mayor naturalidad posible. Si esto es así, nos encontraremos con múltiples casos en los que a una oración pasiva en inglés, le conviene una oración pasiva en español, como lo vimos en el ejemplo anterior. Ahora bien, para emplear la pasiva en español hay que tener en cuenta algunas consideraciones (Ref. 3): 1. El sujeto (S) de la pasiva sólo podrá ser desempeñado por el objeto directo (O) de la voz activa. Voz activa: Ellos aprobaron su propuesta. O Voz pasiva: Su propuesta se aprobó. S Mientras en inglés podemos elevar al objeto indirecto (OI) o a otros elementos al rango de sujeto de la pasiva, no podemos hacer lo mismo en español: Voz activa: They gave Daniel a book. OI O Voz pasiva: Daniel was given a book. S En este caso en español no nos queda más recurso que emplear la voz activa y traducir: Le regalaron un libro a Daniel.
Artículo publicado en Intercambios, boletín de la División de Español de la American Translators Association (ATA), volumen 8, número 4, diciembre de 2004.
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Esto explica por qué podemos decir: El niño que ha sido golpeado, golpeará, mas no El niño que ha sido pegado, pegará. En el primer caso “el niño” es el OD del verbo “golpear”. Como prueba, podemos identificar en la voz activa el pronombre de objeto directo, “lo”: El padre lo golpeaba. En el segundo caso “el niño” es el OI del verbo “pegar”. Como prueba, podemos identificar en la voz activa el pronombre de objeto indirecto, “le”: El padre le pegaba. 2. Condición esencial para la pasiva en español es que el verbo sea de los llamados transitivos, como es el caso de los verbos anteriormente citados: pintar, aprobar, dar, golpear, etc. En el ejemplo que sigue, no es así: The policeman was laughed at (Ref. 4). Dado que “burlarse” aquí no está empleado en su forma transitiva, tendríamos que emplear la voz activa y traducir: Se burlaron del policía. 3. Cuando la voz pasiva en español no resulta la forma más natural, entonces no queda más alternativa que emplear la activa, como en el siguiente ejemplo: Parents are oriented during the enrollment process about the attendance policies. Si decimos Los padres son orientados durante el periodo de inscripción acerca de las reglas relativas a la asistencia, tendremos una oración poco natural en español. El calificativo de “poco natural” lo deducimos por intuición lingüística o, en su defecto, revisando en las gramáticas la información correspondiente a las restricciones de las pasivas. Por lo tanto, la traducción propuesta sería: Durante el periodo de inscripción se les informa a los padres acerca de las reglas relativas a la asistencia. 4. Siempre que nos veamos obligados a emplear una activa, debemos velar por que en la medida de lo posible se cumpla con la misión de la pasiva, que es la de desfocalizar al agente. Esto puede lograrse mediante varios recursos. Entre ellos ya vimos los siguientes: a) Omitir la mención del agente: Le regalaron un libro a Daniel. b) Emplear una oración impersonal: Durante el periodo de inscripción se les informa a los padres acerca de las reglas relativas a la asistencia. 5. Es verdad que en español la voz pasiva es menos frecuente que la activa. Es cierto que el español no soporta el alud de pasivas que puede permitir un párrafo en inglés. Por lo tanto, si un texto en inglés viene saturado de pasivas, tendremos que darle en español el tratamiento
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adecuado. En los siguientes párrafos hemos subrayado las pasivas a fin de mostrar cómo de cinco pasivas en inglés, hemos dejado una en español: It should be stressed that the structuralist approach was by no means confined to Boas and his successors in America. Similar views had been expressed by Wilhelm von Humboldt; and they have also been expressed by European contemporaries of Boas, who were experienced, as he was, in the description of “exotic” languages. (Ref. 5) Debe destacarse que el enfoque estructuralista no se restringía exclusivamente a Boas y a sus sucesores en Estados Unidos. Wilhelm von Humboldt ya había expresado puntos de vista similares al igual que otros contemporáneos europeos de Boas, quienes, como él, también tenían amplia experiencia en la descripción de lenguas “exóticas”. 6. En caso de optar por una pasiva, hay que determinar qué tipo de pasiva elegir ya que en español contamos con dos tipos: la pasiva perifrástica y la llamada pasiva refleja. ¿Qué resulta más correcto entre a y b? a) La integridad de la persona debe ser respetada en todo momento. b) La integridad de la persona debe respetarse en todo momento. La respuesta a esta pregunta aparentemente sencilla, requiere una explicación detallada. Por lo tanto, la diferenciación entre una pasiva y la otra será el tema de la segunda parte de esta serie. Referencias 1. El artículo citado fue publicado en Intercambios, volumen 8, número 3, septiembre de 2004. 2. Sobre la función pragmática de la pasiva y el concepto de desfocalización del agente, consultar a M. Shibatani en “Passives and Related Cosntructions: A Prototype Analysis”, en Language, Vol. 61, 1985, Núm. 4: 821-848. 3. Algunos de estos puntos se ofrecieron en el taller titulado “Retos y secretos de la voz pasiva”, impartido en el marco del congreso Spanish Division Conference, organizado por la American Translators Association del 23 al 25 de abril del 2004 en Jersey City, NJ. 4. Ejemplo tomado de Juan Gabriel López Guix y Jacqueline Minett Wilkinson en Manual de traducción Inglés/Castellano, Barcelona, Gedisa, 1997. 5. Texto tomado de John Lyons, Chomsky, Londres, Fontana/Collins, 1974, p. 29.
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POLICÍAS LINGÜÍSTICOS Por Silvia Peña-Alfaro Podríamos decir que en términos generales a todos nos interesa manejar nuestra lengua con propiedad. No obstante, a veces tengo la impresión de que la mayoría de las personas están más preocupadas por los errores de los demás que por los propios. El mensaje subliminal sería: «Si usted quiere liberarse de la culpa que le causa su propia ignorancia lingüística y sentir que por fin hace algo por su sacrosanta lengua española, dedíquese a corregir el lenguaje de los demás. No importa si repara en nimiedades o si habla sin bases. Diga cualquier cosa que luzca autorizada y con ello se ostentará como ‘ilustre defensor del idioma’”. De este modo, los hablantes suelen recibir las reprimendas de los policías lingüísticos, quienes a veces dan cátedras como las siguientes: Hablante: «Señorita, favor de traerme un vaso de agua.» Policía: «¿Vaso de agua? Dirás: Vaso con agua. Ni modo que el vaso esté hecho de agua.» Comentario: En cuanto al empleo de la preposición bastará con dar una ojeada a los usos de la preposición de para confirmar que esta partícula no sólo designa la materia de que está hecha una cosa sino también el contenido de algo. Por lo tanto, vaso de agua está perfectamente bien dicho. Hablante: «Venía por unos papeles.» Policía: «¿Venía o viene?» Comentario: El copretérito venía, empleado en vez del presente vengo, tiene en nuestro país una función muy clara: moderar el rigor de las peticiones. José Moreno de Alba en su obra Valores de las formas verbales en el español de México (Ref. 1) registra el «copretérito de cortesía» con valor de presente y expresa que es un uso que «sin duda se puede calificar de frecuente en el español coloquial mexicano». Hablante: «El evento se llevará a cabo en la sala Chopin.» Policía: «Un evento es un suceso imprevisto, casual, ocasional, algo que puede suceder o no. Por lo tanto, no puedes emplear el término evento para referirte a algo que se ha programado con antelación.»
Artículo publicado en Algarabía, número 17. año VIII, de enero-febrero de 2005.
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Comentario: A partir de la vigésima segunda edición el Diccionario de la Real Academia Española ya se registra una nueva acepción de evento: «suceso importante y programado, de índole social, académica, artística o deportiva.» Hablante: «Es una mujer sofisticada.» Policía: «Deberías saber que sofisticado proviene de sofisma. Por lo tanto, estás diciendo que ella es una mujer falsa.» Comentario: En el diccionario académico ya citado, el adjetivo sofisticado –da tiene entre sus acepciones la de «elegante, refinado». (Ref. 2) Hay que recordar que la lengua está en constante transformación y que con el tiempo las palabras no sólo pueden cambiar de forma sino también de sentido. Hablante: «No te preocupes. Ya lo agendé.» Policía: «El verbo agendar no está en el diccionario. Por lo tanto no debes emplearlo. Puedes, en su lugar, decir calendarizar o programar.» Comentario: Ni calendarizar ni programar responden al sentido de agendar, el cual parece expresar que el compromiso es seguro porque se ha anotado en la agenda. El que una palabra no esté en el diccionario no significa precisamente que no deba emplearse. Si es necesaria para expresar un concepto que ninguna otra palabra ofrece, los hablantes la seguirán utilizando y es muy probable que, con el tiempo, el diccionario acabe incluyéndola. Hablante: «Cóbrese la cuenta, joven.» Policía: «Definitivamente no sabes hablar español bien. Ni modo que el mesero se cobre la cuenta a sí mismo.» Comentario: La partícula se no sólo funciona como pronombre reflexivo; tiene otros muchos otros sentidos. Uno de ellos, según estudios recientes (Ref. 3), es el de indicar que la acción se ha realizado de manera completa o con mayor involucramiento, como cuando decimos: «Se tomó su medicina», en vez de «Tomó su medicina» o «Me desayuné unos huevos rancheros», en vez de «Desayuné unos huevos rancheros». Este matiz resulta imprescindible en muchas construcciones imperativas, como la del ejemplo presentado, ¿o acaso sería natural decir: «Cobre la cuenta, joven.»? Por todo lo expuesto, llego a la misma conclusión que Antonio Hass cuando decía que primero habría que defender al idioma de sus defensores. De esto modo, aconsejo precaución. Está visto que muchos policías lingüísticos andan sueltos por ahí.
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Referencias: 1. José Moreno de Alba, Valores de las formas verbales en el español de México, México, UNAM, 1978. 2. Sobre la evolución de la palabra sofisticado, -da ver: Antonio Alatorre, Los 1,001 años de la lengua española, México: F. C. E., 1993. p. 314. 3. Para mayor información sobre el tema, consultar: Ricardo Maldonado, A media voz, problemas conceptuales del clítico se, México: UNAM, 1999. y Cristina Sánchez López, Las construcciones con se, Madrid: Visor libros, 2002. 4. Antonio Hass, «No me defiendas, compadre», Excélsior, 5 de agosto de 1987.
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DUELO DE PASIVAS Por Silvia Peña-Alfaro Todo comenzó cuando un amigo mío me preguntó si era incorrecto decir: “La dignidad de la persona debe ser respetada en todo momento” o si más bien lo correcto era: “La dignidad de la persona debe respetarse en todo momento”. Esta pregunta tan delicada y legítima nos obliga a asomarnos a otro capítulo fascinante de la voz pasiva (Ref.1): cuándo emplear la llamada pasiva perifrástica y cuándo valernos de la pasiva refleja. Para empezar debemos recordar que la voz pasiva es un proceso mediante el cual una construcción transitiva deriva en una intransitiva con la función de desfocalizar al agente original (A) y focalizar al objeto original (O) (Ref. 2), ahora convertido en el nuevo sujeto. Veamos los siguientes ejemplos: Voz activa: construcción transitiva 1. Juan construyó la casa en 1954. A O Sujeto Voz pasiva: construcciones intransitivas 2. La casa fue construida por Juan en 1954. O A Nuevo sujeto 3. La casa fue construida en 1954. O Nuevo sujeto 4. La casa se construyó en 1954. O Nuevo sujeto Este proceso en español puede realizarse de dos maneras: mediante la pasiva perifrástica o mediante la pasiva refleja. Identificamos como “pasivas perifrásticas” (PP) a aquellas estructuras constituidas por una perífrasis verbal, como “fue construida”, (formada por participio pasado más un verbo auxiliar,
Artículo publicado en Intercambios, boletín de la División de Español de la American Translators Association (ATA), volumen 9, número 1 de marzo de 2005.
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generalmente el verbo ser) y un sujeto, como “este cuadro”, que era el O de la voz activa y ahora se constituye en el nuevo sujeto. El ejemplo 2 muestra que las PP tienen la posibilidad de expresar el A, el cual se ha desfocalizado por medio de un complemento agente, regido generalmente por la preposición por. No obstante, la desfocalización de A puede llegar al grado de que éste no se explicite, como lo apreciamos en el ejemplo 3. Llamamos “pasivas reflejas” o “pasivas con se” (PR) a las construcciones como las del ejemplo 4 que se caracterizan por contar con los siguientes elementos: el pronombre átono o clítico se y el verbo en voz activa en concordancia con el nuevo sujeto. Si tanto la PP como la PR tienen la estrategia de desfocalizar al agente, ¿cuál es la diferencia entre las dos? En principio tenemos que reconocer que, con el paso del tiempo, PR ha venido extendiéndose al grado de que supera en cuanto a índice de frecuencias a PP (Ref. 3). Incluso, algunas gramáticas abordan el tema de las restricciones de las PP (Ref. 4) . Para hablar de los rasgos diferenciadores entre ambas pasivas, comencemos por reconocer que mientras PP admite una frase agentiva con por, en la PR el A no puede normalmente aparecer especificado. Consideremos lo anómalo que resulta el siguiente ejemplo: 5. *La casa se construyó por Juan en 1954. O A Un planteamiento como éste podría hacer pensar que el asunto es sencillo y que debemos emplear una PP cuando el A se explicite y una PR cuando no haya mención al A. No obstante, las cuestiones de la lengua no suelen ser tan lineales. ¿Cuál es, entonces, la diferencia entre una pasiva y la otra? Aceptamos que prototípicamente hablando PP tiende a preservar al A, mientras que PR tiende a eliminarlo. Sin embargo, un estudio reciente (Ref. 5) reveló que más que una dicotomía en cuanto al factor “presencia o ausencia de A”, hay un continum de mayor a menor desfocalización de A. De este modo, el hablante selecciona una u otra construcción, dependiendo de varios factores, entre los cuales se encuentra precisamente el grado de desfocalización de A. Así pues, cuando el A está explícito, el hablante seleccionará una PP. No obstante, si el A no está explícito, el hablante determinará emplear PP o PR según el caso. Por ejemplo, si tiene la necesidad de revalidar de algún modo la presencia del A, dirá, por ejemplo, “La ropa fue secada” y con esta pasiva, sugiere que hubo un A en la escena, una persona que de manera volitiva realizó la acción de secar. En cambio, si el hablante desea minimizar la presencia del A, dirá: “La ropa se secó” (Ref. 6), indicando con esto que el A es menos prominente y pudiera ser no un humano, sino un factor como el sol o el viento. Todo esto explica frases como “Se rompió el vaso”, “Se quemaron los frijoles”, “Se derramó la leche”. El empleo de la PR desdibuja al A de tal modo que en la escena no parece haber un A responsable de la acción.
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¿Cuál será, entonces, la diferencia entre “La dignidad de la persona debe ser respetada en todo momento” y “La dignidad de la persona debe respetarse en todo momento”? En el primer caso, el empleo de la PP evoca con mayor vigor la presencia de un A que, aunque no está explícito, sigue presente en algún lugar de la conciencia. En el segundo caso, el uso de la PR tiende a desdibujar la presencia del A. Por tanto, le diría a mi amigo que las dos construcciones son válidas, dependiendo del grado de desfocalización que desee imprimirle al A. Como conclusión, puedo afirmar que aunque la PR tenga mayor índice de frecuencias que la PP, es verdad que ambas viven un duelo permanente y que los hablantes, aun sin saberlo, nos batimos con ellas en el campo de batalla. Referencias: 1. Se hace referencia a dos artículos previos publicados en Intercambios: “¿Es pecado emplear la voz pasiva en español?” (volumen 8, número 3, septiembre de 2004) y “Cómo traducir la voz pasiva al español” (volumen 8, número 4, diciembre de 2004). 2. Adopto estos términos, siguiendo a Dixon y Aikhenvald Changing Valency: Case Studies in Transitivity. R.M.W, editados por Dixon y Alexandra Aikevald, Cambridge: CUP, 2000 (Introduction: pp.1-29). 3. Amaya Mendikotexea sostiene que la mayoría de los autores consideran que el uso extendido de la pasiva con se está contribuyendo a la desaparición de la pasiva perifrástica. Ver el capítulo titulado “Construcciones con se: medias, pasivas e impersonales” en Gramática descriptiva de la lengua española, Vol. 2, dirigida por Ignacio Bosque y Violeta Demonte, Espasa Calpe, Madrid, 1999, p. 1669. 4. Consultar a Mendikotexea, Amaya en el capítulo titulado “Construcciones inacusativas y pasivas” en Gramática descriptiva de la lengua española, Vol. 2, dirigida por Ignacio Bosque y Violeta Demonte, Espasa Calpe, Madrid, 1999, p. 1616-1623. 5. Peña-Alfaro, Silvia, De cómo la pasiva perifrástica comenzó a ser reemplazada por la pasiva refleja en español, Tesis de maestría, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2003. 6. Recientemente oraciones como éstas han comenzado a tratarse como “inacusativas” (ver el capítulo ya mencionado de Mendikotexea, “Construcciones inacusativas y pasivas”, p. 1575-1629) o “anticausativas”. (ver Bogard, S. 1996-1997. “El sentido anticausativo y su formalización sintáctica en el español”, Revista Latina de Pensamiento y Lenguaje, Vol. 3, núm. 2B: 271-289).
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COLOQUIO DE TERMINOLOGÍA Y TERMINOGRAFÍA EN XALAPA Por Silvia Peña-Alfaro Los días 21 y 22 de enero de este año el Centro de Servicios Educativos Lingüísticos y de Investigación (CESELI), ubicado en Xalapa, Veracruz, organizó en esta ciudad su Segundo Coloquio Inter-universitario de Terminología y Terminografía. Dos fueron los objetivos de este evento: a) acercar a los alumnos a los principales investigadores y hacedores de este quehacer y b) difundir en el sureste del país el conocimiento y la práctica de la terminología. Para ello, y en el marco del Auditorio de Humanidades de la Universidad Veracruzana, se trabajó durante 15 horas bajo el formato de conferencias, pero al mismo tiempo con una fructífera retroalimentación entre ponentes y asistentes. Las intervenciones magistrales estuvieron a cargo de la doctora. María Pozzi Pardo, directora del Departamento de Terminología de El Colegio de México (en voz del doctor Gerardo Sierra), y el doctor Gerardo Sierra Martínez, director del Grupo de Ingeniería Lingüística (GIL) de la Universidad Nacional Autónoma de México. La presentación de la doctora Pozzi versó sobre el tema La teoría comunicativa de la terminología. El doctor Sierra expuso el tema Diccionarios onomasiológicos: desarrollos y perspectivas. La temática del evento abarcó tanto aspectos teóricos como prácticos de las disciplinas. Las ponencias presentadas durante el coloquio trataron fundamentalmente sobre proyectos terminológicos en el área de la medicina, análisis de la conceptualización en lengua natural, técnicas de análisis para la extracción conceptual, así como recursos computacionales para la creación de tesauros, ontologías y administración de bases de datos. Resultó por demás interesante la intervención del doctor Pedro Chavarría Xiconténcatl, director de la Facultad de Medicina de la Universidad Veracruzana, quien en su labor como patólogo y docente, siempre ha tenido la preocupación de que alumnos y colegas dispongan de instrumentos lexicológicos que los asistan en el manejo de la terminología de la patología. La ponencia del doctor Chavarría consistió en la presentación de una serie de necesidades y dificultades propias de la disciplina que subrayan la urgencia de crear un diccionario de tumores. Esto despertó el interés de expertos y alumnos por la oportunidad que esta propuesta representa para demostrar, una vez más, la aplicación concreta de la teoría terminológica y terminográfica en situaciones reales de trabajo. El maestro Scott Hadley Williams, docente de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, participó con la ponencia Copia verborum o cómo el latín puede incrementar su vocabulario en inglés y español, con la que mostró al público asistente la ventaja de contar con conocimientos de latín para un mejor desempeño profesional.
Reseña publicada en Apuntes, boletín de IntradES, (Intérpretes y Traductores de Español), volumen 13, número 1, correspondiente al invierno de 2005. El Centro de Servicios Educativos, Lingüísticos y de Investigación nace hace seis años en la ciudad de Xalapa, Veracruz, México, como una escuela de lenguas modernas. Actualmente, es también una agencia de servicios de mediación lingüística y servicios terminológicos.
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¿Alguna vez le ha asaltado al lector la pregunta de si todas las palabras son términos? Sobre este tema versó la ponencia De la palabra al término y del término a la palabra, el juego de la lengua, a cargo de licenciada Willelmira Castillejos de la Universidad Autónoma de Chapingo, quien es traductora y docente de la traducción. Una parte del programa del coloquio estuvo dedicada a que destacados alumnos de la Universidad Cristóbal Colón presentaran trabajos realizados en sus cursos de terminología a fin de que los investigadores les brindaran retroalimentación para la corrección y enriquecimiento de sus propuestas. Según palabras de Haroldo González Quiroz, Director General del CESELI, los resultados no pudieron ser mejores: intercambio académico entre CESELI y el Grupo de Ingeniería Lingüística; intercambio académico entre CESELI y el Instituto Tecnológico Superior de Xalapa y elaboración de un Glosario de Anatomía Patológica entre CESELI y el doctor. Pedro Chavarría. El público asistente estuvo constituido por alumnos y maestros provenientes de la Universidad Cristóbal Colón, de Veracruz, Ver.; del Instituto Superior de Intérpretes y Traductores (ISIT) de México, D.F.; del Centro de Idiomas-Xalapa de la Universidad Veracruzana; de la Universidad Mexicana (UNIMEX), plantel Veracruz, Ver.; de la Facultad de Idiomas de la Universidad Veracruzana, así como egresados de esta última. En próximas ediciones se pretende alcanzar a otras universidades del sur y sureste del país. Si el lector desea mayor informació
[email protected].
información
sobre
este
coloquio,
puede
escribir
a
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VALIDE SU DECISIÓN: CHARLA CON RAÚL ÁVILA Por Silvia Peña-Alfaro Después de haber publicado en nuestra revista los artículos “Hacia un español internacional: Proyecto DIES-M” (Ref. 1) y “Geovariantes léxicas del español” (Ref. 2), decidimos entrevistar al doctor Raúl Ávila, director de estos proyectos, para así ampliar la información y atender algunas dudas de nuestros lectores. Vale la pena recordar que la coordinación general del DIES-M se lleva a cabo en el Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México, ubicado en la ciudad de México. Raúl Ávila (
[email protected]) es doctor en lingüística, profesor e investigador de carrera de El Colegio de México y miembro del Sistema Nacional de Investigadores de México, así como de la Academia Mexicana de Ciencias. Ha dictado cursos, cursillos y conferencias en diversas instituciones de México, así como en universidades en Norteamérica y Sudamérica, Europa, Asia y África. Ha presentado más de 90 ponencias en congresos y reuniones nacionales e internacionales y tiene más de 120 publicaciones, entre libros y artículos. Sabemos del proyecto DIES-M, pero en su página web también aparece el proyecto DIESRTP. ¿Cuál es la diferencia entre ambos? El primero es una continuación del segundo, para no decir que son lo mismo. Sucede que el proyecto surgió como DIES-RTP, que significaba Difusión Internacional del Español por Radio, Televisión y Prensa, pero ahora lo manejamos como DIES-M, que significa Difusión del Español por los Medios. Cambiamos el nombre para poder incluir las investigaciones regionales, de las cuales ya se han hecho varias, por ejemplo, en España, Estados Unidos, Costa Rica, Colombia, Cuba, y México. ¿Se eliminó el ámbito internacional? No. Lo que sucede es que no todos los investigadores trabajan en ese espacio. Nosotros, por ejemplo, estamos analizando programas de difusión internacional, pero otros colegas estudian las producciones regionales e incluso locales. Sin embargo, aun este tipo de programas se inserta en lo internacional, pues se comparan con el uso del español en ese nivel. ¿Cuáles son los propósitos del DIES-M? El proyecto consiste en analizar el uso de la lengua española en los medios orales (radio y televisión) e impresos (periódicos, revistas, libros e Internet) para describir el grado de convergencia y divergencia del español en todo el mundo hispanohablante, incluyendo, por supuesto, Estados Unidos. Nos interesa saber en qué medida los medios están manteniendo la unidad de la lengua. Preferimos emplear los términos “convergencia” y “divergencia” y no
Entrevista publicada en Apuntes, boletín de IntradES, (Intérpretes y Traductores de Español), volumen 13, número 1 correspondiente al invierno de 2005.
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“estandarización” para indicar que no necesariamente los medios utilizan siempre un solo estándar. ¿Qué metodología se emplea para observar la convergencia y la divergencia de la lengua? Para ello tomamos muestras de diferentes tipos de programas, por ejemplo, noticias, deportes o telenovelas, en el caso de la televisión. Si se trata de analizar una determinada variedad del español consideramos, en el caso de los periódicos, escritores del lugar y no de las agencias de prensa, porque entonces sería difícil determinar el dialecto correspondiente. En cambio, para el español internacional nos basamos en programas o canales de alcance internacional. Una vez seleccionadas aleatoriamente las muestras, se analizan mediante programas de cómputo que diseñamos específicamente para este propósito. ¿Qué resultados arrojan los programas de cómputo? Los programas, que son fundamentalmente para léxico, indican si las palabras son de uso internacional. Al respecto, podemos decir, en relación con una muestra de noticieros internacionales de radio y televisión, que el 98% del léxico empleado es de uso internacional y el 2%, por caso, se divide en extranjerismos, regionalismos, latinismos, etc. En otras palabras, hay un 98% que es de convergencia y un 2% de divergencia. ¿Esto significa que el proyecto DIES-M sólo analiza el léxico? No. Abarcamos también aspectos fonológicos y sintácticos. Lo que ocurre es que el léxico es el sistema más abierto. El hablante tiene múltiples opciones cuando se ve en la necesidad de seleccionar entre varios sinónimos geográficos, el término adecuado para un país en particular o para un público internacional. Por eso diseñamos el programa denominado VALIDE, que significa “Variación Léxica Internacional del Español”. ¿Qué diferencia existe entre este programa y el de “Geovariantes Léxicas del Español”, que presentaron ustedes el 15 de octubre del año pasado? VALIDE es el nuevo nombre que elegimos para Geovariantes. Y se llama VALIDE, porque sugiere la idea de validar, de hacer válida una selección léxica: “Valide su decisión” podría ser el lema. Esto hará posible que el usuario, por ejemplo, identifique que el término banqueta es un mexicanismo frente a la voz más internacional acera; o que, en el caso del españolismo patata, es mejor emplear la palabra papa, que tiene mayor peso demográfico porque se usa en todos los demás países. ¿Cómo conformaron el corpus de VALIDE? Nos basamos en varias fuentes, como el léxico del habla culta de las principales ciudades del mundo hispánico; y el proyecto Varilex —variación léxica del español en el mundo—, cuya sede es la Universidad de Tokio. ¿Cómo se relaciona el programa VALIDE con el proyecto DIES-M? El proyecto DIES-M se circunscribe a los medios y, como ya dijimos, analiza cualquier aspecto de la lengua a partir de muestras de diferentes tipos de textos ya hechos, orales o escritos. El programa VALIDE, en cambio, se utiliza para producir textos, y se limita a la variación del léxico culto.
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Pero. ¿acaso el lenguaje de los medios no se cataloga como habla culta? En el caso de los medios, prefiero referirme a “habla profesional”, que no necesariamente es culta, aunque hay que reconocer que a veces los profesionales de los medios son más cultos que los llamados hablantes cultos. En términos generales se trata de personas que articulan muy bien, que tienen buena voz y que, además, llegan a tener mayor conciencia del lenguaje que muchos hablantes cultos, precisamente porque viven del lenguaje. Entonces, ¿usted hace una diferenciación entre habla culta y habla profesional? Esta distinción es conveniente sobre todo en lo relacionado con la fonética. En este caso hablamos de “pronunciación profesional”, o PP. Volviendo al DIES-M, ¿me podría decir cuándo se inició? Primero que nada me tengo que arriesgar a decir que yo sufrí su invención. Y digo que la sufría porque mis gurús tal vez no deseaban que se estudiara algo tan “superficial” como los medios. El proyecto se inició oficialmente en 1993, cuando lo presentamos en el congreso de la ALFAL (Asociación de Lingüística y Filología de América Latina) en la ciudad de Veracruz. ¿Con qué argumentos convenció a sus colegas de la importancia de este proyecto? Les comenté que era un proyecto económico y productivo porque con unas horas de grabación en casa se podría tener toda la información de los medios, que son los que más influyen en la lengua. Lo considero económico si se le compara con el costo de entrevistar informantes, por ejemplo, en todo un país o en un grupo de países. Actualmente, ¿cuántos países están colaborando con el DIES-M? Participan 26 universidades de 20 países. ¿De qué manera están colaborando? Todos hacen la recopilación de las muestras de la misma forma, para poder obtener resultados comparables. Fuera de eso, cada universidad decide qué hacer con ellas y qué aspecto abordar: fonética, léxico o sintaxis. Todos tienen nuestro programa de cómputo, que primero se denominó Exégesis y ahora se llama LEES. Para dar un ejemplo de colaboración, en la Universidad de Almería se generó una magnífica tesis de doctorado sobre la radio de esa región de España. ¿Y no resultó esta tesis demasiado regional para el DIES-M? Hay que recordar que el DIES-M no sólo abarca el español internacional. De ninguna manera se rechazan las investigaciones regionales. Al contrario, esto enriquece el proyecto. Mediante la comparación, los de Almería pueden observar, por ejemplo, que los medios regionales utilizan un porcentaje muy bajo de palabras regionales. Quiero añadir que hay otras investigaciones, como los que se llevan a cabo en Sinaloa, donde ya se ha avanzado bastante en el estudio de las producciones regionales de radio y de televisión. ¿Qué otros trabajos se han presentado? Son múltiples los estudios realizados. Aparte de los ya citados al principio, pueden añadirse varios que se hicieron en Puerto Rico, Bolivia y Chile.
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Es muy loable que existan todos estos estudios pero, ¿de qué manera los resultados de estas investigaciones se constituirán en un producto accesible e inmediato que dé sustento lingüístico a las industrias de la lengua? ¿Acaso no era éste el principal objetivo del DIESM? El proyecto DIES-M es un trabajo de investigación, no de lingüística aplicada. No obstante, a partir de nuestros resultados los responsables de medios podrán hacer sus propias inferencias o tomar sus decisiones. En cambio, el programa VALIDE es un producto especialmente diseñado para servir al usuario. ¿El VALIDE se va a vender? ¿Dónde lo podremos adquirir? ¿Cuánto va a costar? Ojalá podamos vender el VALIDE, porque tenemos muchos gastos derivados de las investigaciones, y necesitamos también renovar nuestros equipos de cómputo. Sin embargo, por el momento estamos ocupados en el desarrollo del programa, que lleva un avance de un 90%. Se dijo en la presentación del VALIDE que estaban por comenzar la segunda etapa del programa, que era la del análisis de textos, y que la tercera etapa consistiría en integrar el programa a un procesador de textos. ¿Podría explicarnos qué significa cada una de estas etapas? En el caso de la segunda etapa, se pide al programa que analice un archivo de texto. En la tercera etapa, el programa estará integrado a un procesador de palabras y analizará el texto como si estuviera revisando ortografía. Si usted emplea, por ejemplo, la palabra petate, el programa le va a indicar que se trata de un mexicanismo y le dará opciones en caso de que desee llegar a un público internacional, como estera. Si usted escribe falda, como es la palabra más general, el programa no hará ninguna observación: no le propondrá sinónimos como saya o pollera. En cambio, si escribe andén —como dicen en Colombia— o vereda —que se usa en Uruguay y Argentina— se le propondrá el término acera, porque es el más general en el ambiente internacional. Si, por ejemplo, usted escribió banqueta e indicó al programa que el texto es para México, no habrá otra proposición, pues es la palabra adecuada para este país. Ahora bien, si un señor de Caracas o de Buenos Aires escribe la palabra pendejo, VALIDE dará una señal de alerta e indicará que ese término en México es grosero. Lo mismo se hará con otras palabras, como el verbo chingar, que en Perú y en otros países no resulta ofensivo, como lo es en México. ¿Eso significa que el programa identifica también marcas de uso? Así es, pero el programa no va a tomar decisiones: sólo indicará el uso de la palabra, cuando tenga un empleo restringido, y el usuario tomará la decisión que considere pertinente. ¿Cómo pueden saber ustedes cuáles son las malas palabras en todos los países hispanohablantes? Para ello necesitamos el apoyo de los investigadores asociados a los proyectos antes mencionados: DIES-M o VARILEX, del cual soy asesor científico. ¿Cuál es la diferencia entre VALIDE y VARILEX y cómo se relacionan con el DIES-M? VARILEX se limita a 1,500 o 2,000 conceptos y variantes, a los más productivos, aunque seguramente van a seguir ampliando su corpus. VALIDE está considerando, para empezar, 3,000 conceptos. Ambos se concentran exclusivamente en el habla culta y únicamente en el léxico, pero VALIDE toma a VARILEX como fuente bibliográfica y además se apoya en las muestras de los
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medios y en otras fuentes bibliográficas, como las ya mencionadas. Como puede ver, tanto VALIDE como VARILEX son afluentes del mismo río, del proyecto DIES-M. Según ya dijo, el DIES-M comienza oficialmente en 1993. ¿Qué productos, que resultados, qué aportaciones ha dado? Todo eso puede verse en la página web, en la dirección http://wodka.colmex.mx/dies-m/, y allí entrar a “Proyectos”. Como ya dijimos antes, hay tesis de doctorado, de maestría. Incluso ahora tenemos una página interactiva en donde el usuario se puede inscribir. ¿Cómo podemos inscribirnos en la página interactiva? Para esto tienen que visitar la página que cité antes. Los interesados pueden participar con cualquier comentario o aportación que consideren pueda contribuir de alguna manera con el proyecto. Como podrá imaginar el lector, la entrevista con el doctor Ávila resultaba inagotable ya que tiene otros proyectos y publicaciones de gran interés para nosotros. Entre ellos, nos obsequió su último libro: el DIME: Diccionario inicial del español de México (Trillas, 2003) para estudiantes de educación básica. Raúl Ávila, siempre jovial y entusiasta, nos brinda la oportunidad de entrevistarlo nuevamente. Mientras tanto, los invitamos a visitar su sitio, a interactuar con la página y a enviarnos sus preguntas o comentarios. Referencias 1. Nos referimos al volumen 12, número 3 correspondiente al verano de 2004. 2. Nos referimos al volumen 12, número 4 correspondiente al otoño de 2004.
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COLOQUIO “NORMATIVIDAD Y USO LINGÜÍSTICO”
Por Silvia Peña-Alfaro Lo hemos dicho antes. Los profesionales de la palabra aspiramos a un manejo correcto de la lengua. Por ello esperábamos con gran expectación el día fijado para la realización del coloquio denominado “Normatividad y uso lingüístico”. Quienes trabajamos en la edición de textos, en el asesoramiento lingüístico a empresas, en el ámbito de la traducción o la interpretación, sabemos que nuestra labor nos obliga constantemente a jugar el papel de jueces en relación con la propiedad o impropiedad de determinadas expresiones y, hay que reconocerlo: muchas veces dudamos. En principio estamos de acuerdo con José Moreno de Alba acerca de que en el terreno de la lingüística hay una correspondencia y no una antítesis entre “norma” (en el sentido de hábito) y “norma” (en el sentido de ley), pero al llegar a la práctica cotidiana, a veces, o muchas veces, nos preguntamos: ¿cómo debemos decir: “el internet” o “la internet”, “pánel” o “panel”?, ¿podemos emplear verbos como “faxear”, “agendar” o “coptar” a pesar de que no estén en el diccionario?, ¿cómo resolver el dilema cuando hay una contradicción entre formas empleadas de manera general por una comunidad y un criterio prescriptivo claramente opuesto a ellas? Es verdad que en el mercado podemos encontrar múltiples manuales de estilo, pero difícilmente hallamos publicaciones en español en donde se aborde un aspecto fundamental para la verdadera comprensión de los fenómenos lingüísticos: la relación dialéctica entre norma y uso. Sobre este tema habíamos ofrecido información en el volumen 12, número 2 de nuestra revista, cuando reseñamos el libro “Cambio lingüístico y normatividad”, obra publicada en relación con el primer coloquio sobre esta materia realizado en México. El segundo coloquio, ahora con el nombre “Normatividad y uso lingüístico”, se llevó a cabo el 5 de abril de 2005, en el Aula Magna del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México). El programa estuvo organizado en cuatro mesas de trabajo, en las que se trataron los siguientes temas: la normatividad lingüística, la normatividad en la práctica profesional, contacto entre variedades del español y, por último, discusión y conclusiones.
Reseña publicada en Apuntes, boletín de IntradES, (Intérpretes y Traductores de Español), volumen 13, número 2, correspondiente a la primavera de 2005.
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Mesa 1: “Normatividad y uso lingüístico” En la primera mesa se contó con tres ponencias. La primera presentada por las coordinadoras del evento, las maestras Fulvia Colombo y María Ángeles Soler; la segunda expuesta por el doctor José Moreno de Alba; y la tercera por el doctor Raúl Ávila. (En notas de esta misma revista el lector encontrará la información correspondiente a éstas dos últimas ponencias.) En su intervención, las coordinadoras del evento comentaron que este segundo coloquio había surgido ante las inquietudes expuestas desde el coloquio anterior donde se habían planteado las dificultades tanto para definir el término “normatividad” como para identificar criterios uniformes de corrección. El objetivo de este evento fue el de “identificar la influencia o falta de influencia entre la normatividad y el uso de la lengua”. Sobre este punto María Ángeles Soler afirmó: “A pesar de que tenemos conciencia de que existe o debe existir cierta normatividad en el uso de la lengua, ni los hablantes ni los lingüistas coincidimos en cuanto a su definición ni en cuanto al alcance de la aplicación del término”. Mesa 2 “La normatividad en la práctica profesional” Esta mesa se llevó a cabo en dos sesiones. En la sesión matutina se presentaron los trabajos que a continuación se enuncian: “Asesoría lingüística y normatividad” por Silvia Peña-Alfaro; “La creación literaria y el problema de la normatividad” por Carmen Leñero Helú; “Traducción y problemas lingüísticos” por Tomás Serrano y “Discurso político y normatividad” por Margarita Palacios Sierra. A continuación resumimos algunos puntos que consideramos pueden resultar de interés para nuestros lectores: En su presentación Carmen Leñero destacó que la literatura ha sido siempre violación de la norma y lo ha sido porque su tarea principal ha sido vivificar la lengua para ir más allá del estereotipo, del lugar común. Comentó que la literatura rompe con la norma como lo hizo Cervantes con El Quijote. Tomás Serrano se centró en algunos problemas inherentes a su práctica profesional como traductor del francés al español y del italiano al español. Así, tomando como base muestras de las tres lenguas, reflexionó en ciertas tareas que el traductor ha de realizar. Entre ellas mencionó una serie de reelaboraciones sintácticas que pueden ser obligadas o facultativas. De un modo u otro el traductor —señaló Serrano— ha de poseer ciertas competencias lingüísticas tanto en la lengua de partida como en la lengua de llegada. “Indiscutiblemente los conceptos de norma y uso deben ser claros para el traductor”. En la sesión vespertina se contó con la participación de dos ponentes: Ana María Maqueo con el tema “Normatividad y enseñanza del español como lengua materna” y Sergio Ibáñez Cerda, quien habló sobre “El concepto de norma en las ciencias de la comunicación”.
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En esta segunda ponencia se destacó un punto que nos pareció crucial para el profesional de la comunicación: la importancia de estudiar y cultivar la norma, pero no la norma en sí misma, sino a través de su funcionalidad operativa. Esto significa conocer la multiplicidad de normas y códigos que tienen vigencia en los distintos niveles de la vida social y cultural ya no sólo de nuestra comunidad local, o nacional sino también —ante nuestra necesidad de comunicarnos con sectores cada vez más amplios— de la comunidad internacional. Mesa 3: “Contacto entre variedades del español” En esta mesa se abordó el conflicto por el contacto entre diferentes variedades del español y las posibles soluciones desde una perspectiva normativa. La primera ponencia estuvo a cargo de la doctora Ana María Cardero, quien fue vicepresidenta y luego presidenta de la Red Iberoamericana de Terminología. En su presentación titulada “Normatividad y terminología” expuso la forma como la normatividad opera en relación con aspectos de la terminología. Explicó en principio que la terminología es una disciplina que estudia en forma sistemática el vocabulario de una especialidad con la finalidad de establecer una comunicación especializada eficaz entre los profesionales del área. Se ha dicho que uno de los objetivos de la terminología es precisamente la normalización del vocabulario. A este respecto comentó la doctora Cardero que aunque la terminología tradicionalmente ha propuesto la unificación, hoy en día la situación es más compleja. Expresó que tanto en las lenguas como en la sociedad de la información del mundo globalizado se observa un movimiento de doble dirección aparentemente contradictorio. Por una parte hay la tendencia a la uniformidad lingüística sobre todo en los usos especializados y, por la otra, la defensa de la diversidad lingüística. En este punto la organización conceptual representa un papel trascendental. Para ejemplificar lo anterior expuso sus observaciones sobre un caso concreto. En dos documentos de divulgación sobre cáncer cérvico-uterino emitidos vía Internet en dos países distintos, en México y en España, se detectaron consecuencias de carácter terminológico por factores de índole sociocultural. El hecho, por ejemplo, de que el grado de incidencia de la enfermedad es muy alto en México y muy bajo en España, genera terminología divergente: en un país muy prolija y en otro muy escueta. Incluso en el caso de terminologías que se someten a estrictas normas por pertenecer a tratados internacionales, en donde se debe tener especial cuidado en el empleo de los términos y sus equivalencias, también aparecen situaciones de fluctuación terminológica de claro interés lingüístico. Como ejemplo la ponente ofreció el término “agenciamiento de pedidos” (en Chile) o “levantamiento de pedidos” (en México). Sobre esto Cardero expresó: “Lo que resulta más interesante es que se respetan las dos formas de expresión sin privilegiar ninguna de las dos”. También aludió a la variedad de términos para el concepto de telefonía ininteligible: en Chile se denomina “intervención” o “interferencia”, en España “escucha”, en México “interferencia”. Otro aspecto mencionado fue el relativo a la traducción de términos técnicos provenientes del inglés. En la tecnología de distintos países —comentó la expositora— se observa variación en
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las designaciones para un mismo concepto. Se refirió, incluso, a confusiones como en el caso de “absorbencia” —propio de la Nanotecnología— que se ha traducido en algunos textos de la especialidad como “absorbancia”, dando lugar a un problema terminológico que ha generado discusiones de carácter teórico. Asimismo la doctora Cardero habló del vocablo “gobernanza”. “Se trata —precisó— de una palabra documentada en el siglo XIV en El Rimado de Palacio de Pero López de Ayala con el mismo significado que se le da hoy. Es un arcaísmo actualizado al que se le adjudica, indebidamente, una procedencia del inglés o del francés”. Concluyó la especialista que en La Red Iberoamericana de Terminología, en la que participan el español y el portugués, hay el acuerdo de respeto al multiculturalismo: “Esto significa que cuando presentamos los términos ofrecemos en las bases de datos de la red todas las variantes y equivalencias del español así como del portugués, lo que representa una herramienta para los traductores”. Posteriormente la maestra Gavaldón presentó la ponencia “El español en una ciudad fronteriza”. La expositora se refirió a los problemas que enfrenta el español en la ciudad de Tijuana, a la que llegan hablantes de origen geográfico y socioeconómico muy diverso. Al aire lanzó una pregunta inquietante: ¿Cómo definir un uso normativo de la lengua española en una ciudad cuya cualidad distintiva es la heterogeneidad? Todos anhelábamos escuchar la respuesta. Expuso que en esa ciudad están representados inmigrantes de toda la República Mexicana y de diversa condición social. Justamente en ese universo también hay que destacar tres grupos: aquellos que residen permanentemente en la ciudad, los que viven temporalmente en Tijuana así como en Estados Unidos y, por último, la población flotante que se encuentra en la ciudad mientras se traslada a Estados Unidos o aquellos que ya regresaron de este país y permanecen en la ciudad antes de volver a su lugar de origen. Todo esto da como consecuencia una diversidad lingüística muy peculiar. Hay además, presente, una cultura rural que condiciona aún más la variedad dialectal. Comentó que en vez de “lenguas en contacto” en Tijuana se puede hablar de “dialectos del español en contacto”. También se aclaró que aunque Tijuana es una ciudad fronteriza con Estados Unidos, sus habitantes en realidad no tienen interacción con los anglohablantes. “Por tanto, el rasgo que identifica el español de Tijuana —declaró la ponente— es el contacto de múltiples variantes dialectales regionales del español”. Por otra parte, la ciudad no cuenta con una antigüedad suficiente como para haber desarrollado una estabilidad lingüística. No ha habido el tiempo necesario para que se defina una norma lingüística, un dialecto propio regional del español. Por tanto, la pregunta es: ¿Qué norma proponer, por ejemplo, en el aula universitaria? La respuesta —aseveró Lourdes Gavaldón— es optar por un uso “ejemplar”, el cual caracteriza a la mayoría de los hispanohablantes cultos. “No se trata de imposiciones normativas, —enfatizó. Ante todo, se fomenta la reflexión sobre el uso lingüístico para dotar al hablante de un saber discursivo que le permita tomar las decisiones adecuadas según la situación comunicativa”. Finalmente la expositora concluyó: “Lo que se propone en situaciones coloquiales es mantener las variantes dialectales en función de la identidad de grupo; en situaciones formales se sugiere
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la variante normativa que puede ser la recomendable para no aislarse del grupo de comunicación general o nacional”. La sesión de preguntas y respuestas se prolongó más allá de lo esperado. Todos queríamos saber más sobre el tema. La maestra Gavaldón hablaba con profundo conocimiento de la materia y exponía cada punto con ejemplificaciones tan ilustrativas y anecdóticas que dio como consecuencia un gran impacto en el público asistente. En cuanto a diversidad lingüística, nos presentó un caso hipotético pero típico de un alumno, con un padre originario de Puebla, la madre de Sinaloa, su maestra de primer grado de Hidalgo, la de segundo de Guerrero, la de tercero de Yucatán… Y ya ubicados en un solo estado de la República Mexicana, como Oaxaca, había que considerar también el universo étnico contenido en una sola entidad con la consecuente “diversidad regional dialectal” –y aquí resulta necesario subrayar que no sólo es diversidad dialectal, sino también regional. Esta heterogeneidad lingüística podía captarse en Tijuana: “Donde yo he conocido triques —nos compartía la especialista– no ha sido en el estado de Oaxaca, sino en Baja California. Donde yo he escuchado hablar mizteco, no ha sido en Oaxaca, sino en Tijuana”. En la siguiente ponencia Claudia Parodi trató el tema de “Normatividad y convivencia de dialectos en Los Ángeles”, ciudad en donde además de los problemas de diversidad que acabamos de mencionar, existen otros por contacto con el inglés. Esto da como consecuencia ya no sólo el problema de dialectos en contacto sino también la gestación de nuevos dialectos. El área metropolitana de Los Ángeles —según explicó la ponente— resulta excepcional pues allí conviven hablantes procedentes de todo el mundo y en particular del mundo hispánico. De este universo predominan los inmigrantes provenientes de México. En este caso los dialectos propios del español mexicano rural prevalecen sobre los demás debido a su antigüedad en esta área geográfica. De este modo, se conforma un dialecto urbano de base rural a la que la ponente se refirió como “español chicano”. Esta variante del español, por ser la forma de prestigio entre la clase trabajadora, es adoptada también por hablantes de origen no mexicano. Por otro lado —precisó— se estigmatizan las variantes del español que difieren del español chicano. Claudia Parodi explicó que la noción de diglosia en sentido amplio resulta una herramienta conceptual sumamente útil para analizar la importancia relativa de las variantes lingüísticas de mayor prestigio en una comunidad de habla o en un grupo social desde la perspectiva de la macrolingüística. Asimismo este instrumento permite comprender que el prestigio es relativo pues muchas veces una lengua o dialecto, que en una determinada comunidad, goza de un prestigio alto o “A”, se convierte en una variante “B” en otra agrupación de hablantes. Esto -—afirmó la ponente— puede observarse en la comunidad de hablantes de Los Ángeles. En efecto, en este lugar el español chicano es la forma de prestigio “A” frente a otros dialectos. Sin embargo, el español chicano tiene un nivel “B” frente al español mexicano o estándar alto “A” entre los hablantes de clase media o alta en contextos académicos y formales de Los Ángeles. No obstante, éste es una forma “B” frente al inglés, que es la forma de prestigio alta o “A” en los Estados Unidos.
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Mesa 4: “Conclusiones del coloquio” Sobre las conclusiones del coloquio las maestras Fulvia Colombo y María Angeles Soler, coordinadoras del evento, en entrevista posterior destacaron lo siguientes puntos:
No hay una sola norma; hay muchas y muy variadas normas lingüísticas dentro de una misma lengua, válidas cada una de ellas en su propio sector. No hay una separación radical entre los conceptos de uso y norma. El uso considerado prestigioso dentro de la comunidad tiene predominio. El prescriptivismo está pasando de moda. Incluso la RAE está preparando un diccionario de usos. Quedó claro que existe una gran preocupación por la enseñanza de la lengua. Se busca, pero no se ha encontrado aún la metodología adecuada. Hace falta conscientizar a los alumnos sobre la necesidad de conocer las normas. Incluso, si se requiere llegar al extremo de violar una norma, hay que conocerla primero.
En cuanto a las acciones que se generarán a partir de esta experiencia, las coordinadoras expresaron:
Al igual que en el caso del coloquio anterior, se realizará una publicación que contendrá las ponencias de éste. Se realizarán reuniones periódicas similares. Se presentará un resumen del coloquio en las “Jornadas Filológicas” del 2005.
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LAS NUEVAS ACADEMIAS DE LA LENGUA Y LA NORMATIVIDAD Por Silvia Peña-Alfaro Como parte sustancial del coloquio denominado “Normatividad y uso lingüístico”, que hemos reseñado en este número, se presentó la ponencia titulada Las nuevas academias de la lengua y la normatividad a cargo del doctor José Moreno de Alba, director de la Academia Mexicana de la Lengua. A continuación ofrecemos al lector la siguiente síntesis: El académico mexicano abrió su participación con un punto candente: ¿Es verdad, como se ha dicho que apenas hace unos quince años la Real Academia Española dejó el siglo XVIII? A este respecto comentó que la exageración podía tolerarse si se tomaba en cuenta que, en efecto, la docta corporación ha modificado sustancialmente sus rutinas de trabajo y ha elevado de manera considerable tanto la calidad como la cantidad de sus productos. Una de las más destacables decisiones —manifestó el doctor Moreno de Alba— ha sido invitar a todas las academias a participar activamente en todos sus proyectos. Los trabajos son ahora responsabilidad de todas las corporaciones. De esta forma —aseveró—comienza por fin a funcionar la Asociación de Academias de la Lengua Española, establecida en México en 1951. Entre los productos se refirió al Diccionario panhispánico de dudas, al que calificó como el mejor diccionario sobre la materia en español. Declaró que se trataba de un instrumento de consulta que ayudará a los usuarios del español a resolver de manera integral dudas lingüísticas que pueden ser de tipo fonológico, fonético, morfológico, sintáctico, semántico, léxico, etc. La elaboración de la obra obligó a precisar de antemano la definición del tipo de diccionario de que se iba a tratar. Para ello se revisaron previamente conceptos lingüísticos como el de norma, corrección, prestigio y ejemplaridad y la relación que guardan entre sí. La aparente contradicción entre lo “normativo” y lo “descriptivo” Con respecto a la aparente contradicción entre los adjetivos “normativo” y “descriptivo”, el académico precisó que más que antónimos, ambos conceptos estaban relacionados. Ello puede demostrarse mediante la definición del concepto “norma”, empleado en diversas disciplinas. El término por un lado significa regla, especie de ley, lo que debe ser, lo que es obligatorio y necesario que se dé, pero por otra parte tiene también sentido de lo usual, lo habitual, lo que simplemente es. En el terreno de la lingüística también existe esta dicotomía semántica ya que “norma” significa forma de hablar que debe acatarse por correcta y al mismo tiempo regularidad o hábito lingüístico de tal o cual comunidad de hablantes. Un fenómeno de lengua se convierte en norma en el sentido de regla o ley porque de alguna manera antes fue norma en el sentido de hábito de ciertos hablantes. Entonces —apuntó el filólogo mexicano— hay una relación dialéctica y complementaria entre norma en sentido de regla y norma como hábito. Añadió que una costumbre generalizada puede convertirse en regla mientras que es poco frecuente que una
Nota publicada en Apuntes, boletín de IntradES, (Intérpretes y Traductores de Español), volumen 13, número 2, correspondiente a la primavera de 2005.
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regla o ley no emanada de una costumbre, se convierta en hábito. En el terreno del lenguaje si se quiere ser normativo, se necesita conocer antes lo que es en alguna medida normal. Para responder a la casi totalidad de dudas de los hispanohablantes —comentó el académico— el Diccionario panhispánico de dudas tomó en cuenta la norma culta del español general actual, que incluye los rasgos lingüísticos comunes a las diferentes normas cultas parciales. No obstante, había que considerar también que existen aspectos fonéticos, gramaticales o léxicos que son característicos de determinadas hablas cultas como las de España, la de Argentina, la de México, por nombrar sólo unas cuantas. ¿Cómo atendió el Diccionario esta situación? Para ello, en su momento, se le solicitó al doctor Moreno una nota que especificara la diferencia entre lo correcto y lo ejemplar. A este respecto explicó lo siguiente: Lo correcto y lo ejemplar “Lo correcto tiene que ver con la propiedad de los hechos de habla en relación con un sistema lingüístico abstracto; lo ejemplar, por lo contrario, relaciona ciertos hechos de habla con determinada lengua o dialecto con comprobación de índole histórica. La expresión libro el Cervantes de amena parecen es incorrecta porque no está construida de acuerdo con las reglas del sistema abstracto llamado lengua española (que exige que el artículo y la preposición antecedan al nombre, que el adjetivo concierte en género y número y persona con su sujeto). Por su parte, los enunciados hoy llegué tarde al desayuno y hoy he llegado tarde al desayuno son ambos correctos porque ninguno contradice regla alguna de ese sistema lingüístico abstracto. Ahora bien, una de esas expresiones puede resultar, para ciertos hablantes, más ejemplar que la otra. Para un madrileño el enunciado hoy he llegado tarde al desayuno es más ejemplar que el otro porque corresponde a su dialecto madrileño; para un mexicano, por lo contrario, será la expresión hoy llegué tarde al desayuno la que le parezca ejemplar porque se aviene más a su dialecto. Todo esto significa que no puede haber un español ejemplar incorrecto; lo que abundan son dialectos, jergas, construcciones, vocabulario no precisamente incorrectos, pero evidentemente no ejemplares para cierto tipo de hablantes pertenecientes a determinada región o nivel cultural”. Para la redacción del Diccionario panhispánico de dudas, —explicó— se distinguieron con toda claridad aquellas dudas que estaban relacionadas con lo correcto y aquellas que se referían a lo ejemplar. Para ello se requirió por parte de los redactores de un amplio conocimiento del sistema lingüístico español. Se discutió si algunas incorrecciones que han ingresado en ciertos idiolectos o dialectos ejemplares deben o no corregirse en el diccionario. Como ejemplo mencionó el lingüista mexicano, el caso de se los dije, en vez de se lo dije, propio de dialectos americanos o la dije, en vez de le dije, característico de algunas hablas peninsulares. Sobre este punto el Diccionario recomendó la corrección en los casos en que las expresiones representaban una impropiedad en relación con el sistema de la lengua y, por otro, aclaró que en los casos cuando las supuestas incorrecciones más bien apuntaban al carácter ejemplar o no ejemplar de tal o cual dialecto geográfico, el Diccionario ofrece las dos o más opciones como igualmente recomendables. De una u otra forma la tarea no fue fácil —apuntó el académico.
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“No obstante —aclaró— los problemas que fueron surgiendo tuvieron una solución aceptable porque los responsables de este instrumento de consulta contaron con suficientes conocimientos tanto del sistema abstracto de la lengua española cuanto del estado actual de sus principales variedades geográficas. Del mismo modo, dispusieron de criterios claros, compartidos por todos, y de fácil aplicación a los casos particulares”. El prestigio lingüístico Para proseguir con su exposición, el doctor Moreno de Alba hubo también de referirse al concepto de prestigio lingüístico. Sobre el tema manifestó: “Sabemos que desde el punto de vista puramente lingüístico no hay lenguas o dialectos ni mejores ni peores. Sin embargo, es obvio que al igual que ocurre con los dialectos de otras lenguas, cada uno de los dialectos del español goza de diverso prestigio e importancia. Es claro que esto se debe a factores extralingüísticos. Si acaso el Diccionario panhispánico de dudas hubiera tenido como objetivo la construcción de una cierta ejemplaridad panhispánica, habría recurrido probablemente al concepto de prestigio lingüístico. No obstante, no sucedió así ya que para la elaboración del Diccionario no se tomó en cuenta, o por lo menos no muy frecuentemente, el concepto de prestigio lingüìstico”. Conclusión Como conclusión, el director de la Academia Mexicana de la Lengua tuvo a bien destacar los criterios que guiaron al Diccionario: 1. Corregir toda incorrección que atenta contra el sistema de la lengua. 2. Aceptar aquellos casos que, aunque no estén en la lengua abstracta, sí pertenecen a lo que podría llamarse lengua española estándar histórica actual, la cual se erige por encima de todos los dialectos geográficos y sociales. 3. Considerar, cuando el caso así lo requiere, las ejemplaridades propias de ciertos dialectos cuando éstas no contravienen al sistema y cuando cuentan con el apoyo de las hablas cultas de esas variedades geográficas.
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LENGUAS, MEDIOS, NORMAS, HABLANTES Por Silvia Peña-Alfaro El coloquio “Normatividad y uso lingüístico”, que hemos reseñado en este número, contó con la participación del doctor Raúl Ávila. El profesor e investigador del Colegio de México presentó la ponencia titulada Lenguas, medios, normas, hablantes, que a continuación sintetizamos: Lenguas Raúl Ávila expresó que para valorar las lenguas del mundo se conjugan criterios económicos, demográficos, políticos y culturales. El criterio demográfico se refiere al número de hablantes; el criterio político se relaciona con el número de países que hablan determinada lengua; el económico se corresponde con el producto interno bruto de los países que emplean ese idioma; el criterio cultural se fundamenta en el número de publicaciones generadas en esa lengua. Conjuntando estos cuatro criterios se llega a la conclusión, por ejemplo, de que aunque el inglés no tenga en el mundo el mayor número de hablantes, es la lengua más importante. Y siguiendo estos parámetros, el español ocupa el segundo lugar. Medios Comentó Ávila que con el mismo criterio que se valoran las lenguas en el mundo, los medios evalúan el grado de importancia de las normas. Al abordar el tópico de los medios (televisión, radio y prensa), el doctor en lingüística explicó que sus argumentaciones partían de las investigaciones que se han venido realizando sobre la materia desde hace más de 10 años. Se refería al “Proyecto DIES-M”, del que hablamos en números anteriores de nuestra revista (“Hacia un español internacional” en el volumen 12, número 3 y “Valide su decisión: charla con Raúl Ávila” en el volumen 13, número 1). Comentó que lo que más interesa a los medios es identificar aquello que resulta más comprensible para las audiencias. Los medios orales como la televisión —afirmó— han rebasado las fronteras políticas de los países hispanohablantes: “A través de los medios se están cumpliendo los sueños de Bolívar con respecto a la ´patria grande`. Sólo que en este caso la patria grande va más allá de México y se extiende a Florida, Los Ángeles, Baja California, Texas, incluso Chicago”. Los medios están ciertamente globalizados —apuntó. Muchas veces no se logra identificar de dónde son los locutores. A los medios no les interesan las nacionalidades. Cuando contratan a un locutor están buscando personas que no tengan tanta marca local. “Esto suele identificarse con el llamado ´español neutro`. Yo, en vez de hablar de ´español neutro`, prefiero hablar de ´español internacional`, que es una expresión que se está generalizando y que alude a la unión lógica de las variantes”, afirmó Ávila.
Nota publicada en Apuntes, boletín de IntradES, (Intérpretes y Traductores de Español), volumen 13, número 2, correspondiente a la primavera de 2005.
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Normas Si escuchamos los medios orales —continuó—, el aspecto fonético es lo que más se advierte. Y ¿cuál es la norma que más se escucha? Ávila comentó que para no referirse a nacionalidades, él prefería hablar de tres normas que ha denominado alfa, beta y gama. Estas normas se diferencian entre sí por varios aspectos, entre los cuales se puede considerar la ausencia o presencia de los fonemas /s/ y /z/. En la norma alfa no se pronuncia el fonema /z/ pero sí el fonema /s/ en toda posición, como es el caso de /sapátos/. En la norma beta no se pronuncia el fonema /z/, y el fonema /s/ se aspira en posición final de sílaba o de palabra, como en /sapátoh/. La norma gama diferencia /z/ de /s/ como en /zapátos/. Hablantes Afirmó Raúl Ávila que aunque la norma alfa y la norma beta compiten desde el punto de vista demográfico, la alfa predomina. Sucede que en los años cuarenta el cine que se producía en México y que se difundió en Hispanoamérica generó la aceptabilidad de la norma alfa. Más adelante, la televisión que nació en México en los años cincuenta, surgió como institución privada frente a la televisión europea que se generó como institución pública. En Europa había sólo uno o dos canales en español y todos oficiales. En cambio, en México Televisa cubrió desde el norte de España hasta el sur de Argentina. Esto promovió de nuevo la norma alfa. Entonces, ésta es la norma que tiene mayor grado de aceptabilidad. Por cierto, con respecto a la norma gama Raúl Ávila no dejó de señalar: “Desde el punto de vista demográfico la norma gama es la que yo llamo norma de la minoría hispánica internacional porque ni siquiera se da en toda España”. Con respecto al léxico, que es el sistema más abierto de la lengua, Ávila comentó que cuando se analizan programas de alcance internacional, como noticias, telenovelas y deportes, se advierte un cuidado especial por emplear palabras comprensibles para el auditorio. En lo que se refiere a la toma de decisiones, la propuesta de Ávila es la de que más que valerse de ciertas fuentes bibliográficas, conviene más tomar en cuenta la distribución del uso de la palabra. Lo anterior significa considerar frecuencia y dispersión, esto es, cuántos países usan determinada palabra y qué número de hablantes la emplean. Por ejemplo, si deseamos utilizar la palabra para referirnos a un adorno que se pone en las orejas, podemos decir: aretes, argollas, aros, zarcillos, pendientes, etc. Si nos preguntamos cuál es la más adecuada para un público internacional, la respuesta sería la que emplea el 63.9% de la población en 12 países, es decir aretes. Como conclusión, el doctor Ávila afirmó que las cifras indican que los países de la norma alfa tendrían preponderancia frente a los países de la norma beta y, por supuesto, frente a la región de norma gama. Ahora bien, si se trata de tomar decisiones objetivas, los medios podrían aprovechar el programa de cómputo denominado VALIDE, que representa un instrumento ágil, confiable y accesible para seleccionar el léxico acorde con un público nacional o internacional. (En nuestra revista el lector podrá encontrar la información correspondiente en los artículos “Geovariantes léxicas del español” en el volumen 12, número 4 y “Valide su decisión: charla con Raúl Ávila” en el volumen 13, número 1).
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¿UN WEBSTER MEXICANO?: NOTICIAS SOBRE EL DEM Por Silvia Peña-Alfaro Ante un clamor que pide el reconocimiento del léxico hispanoamericano, surge en el ámbito de la lexicografía de la lengua española una empresa inédita: por primera vez un equipo de lingüistas hispanoamericanos se atrevía a dar a su dialecto nacional un tratamiento congruente con los valores de su propia cultura, liberados del sentimiento de desvío que suele padecerse en relación con el español peninsular. Esta aventura insólita, ¿subversiva?, revolucionaria, comenzó en México en 1973. Nos referimos, por supuesto, al Diccionario del español de México (DEM), el cual se elabora en el Colegio de México. El director del proyecto, Luis Fernando Lara, concedió para Apuntes la siguiente entrevista: ¿Qué es el DEM? El Diccionario del Español de México es ante todo un proyecto de investigación que comenzamos en 1973 con el objetivo de estudiar el vocabulario del español hablado y escrito en México para después redactar un diccionario mexicano de la lengua española, basado en nuestro uso real. ¿Qué factores propiciaron esta investigación? Es claro que en el ámbito de la lexicografía hispanoamericana ha habido una dependencia directa de la lexicografía peninsular. España nos ha provisto de diccionarios generales de la lengua que, aunque válidos para todos, han dejado de lado no sólo voces que se usan en México, sino en otras regiones hispanohablantes. Ante esos diccionarios elaborados con los puntos de vista y la experiencia de la lengua de la Península, muchos usuarios nos quedamos con la sensación de que hay distinciones nuestras que no se toman en cuenta, que hay sentidos y palabras que no corresponden con nuestro propio uso de la lengua, que hay voces queridas en cada región hispánica que han sido ignoradas. Entonces surge la inquietud de romper esa idea anacrónica de la metrópoli frente a la periferia hispanoamericana y del diccionario general de la Academia frente a la tradición diferencial de los diccionarios de regionalismos. Así pues, el público hispanohablante reclama su derecho de contar con obras de consulta emanadas de la lengua común, aquella en la que nos entendemos todos en cada región hispánica. Por lo que concierne a nuestro país, los mexicanos nunca habíamos recopilado nuestro propio diccionario, es decir un diccionario tal como efectivamente lo hablamos y lo escribimos. Es así como se origina este proyecto. Pero ¿cuál es la diferencia entre un diccionario como éste y un diccionario de mexicanismos o de regionalismos? En principio hay que señalar que los diccionarios hechos en España e incluso los de Hispanoamérica parten de una idea errónea: considerar que hay un español central o nuclear que todos dominamos al que se le añade un español peculiar, exótico, propio sólo de los hispanoamericanos –como si los españoles no tuvieran características regionales. Esta falacia ha
Nota publicada en Apuntes, boletín de IntradES, (Intérpretes y Traductores de Español), volumen 13, número 3, correspondiente al verano de 2005.
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dado lugar a que los diccionarios de regionalismos se conciban como complemento de lo pintoresco o incluso de lo “vicioso” o “bárbaro” de nuestro hablar. Por otra parte, es necesario identificar la diferencia entre un diccionario general y uno de regionalismos. Mientras el primero es el que pretende registrar todo el vocabulario de la lengua, el segundo se ocupa solamente de aquel vocabulario que se limita a un uso regional. Haensch ha definido el DEM como un “diccionario integral” frente a los diccionarios “contrastivos”, que son los de regionalismos. Por cierto, nuestro diccionario tiene mucho en común con los diccionarios españoles sencillamente porque no hablamos otra lengua, simplemente hay variedades. En este caso se trata de un español general en su variante mexicana. ¿Cómo pudieron determinar cuál era el vocabulario característico del español mexicano? Desde su inicio el DEM fue una investigación lingüística y no simplemente un acopio de documentos lexicográficos que hubiéramos de componer con tijeras y pegamento. Esto significa que nuestra selección de vocabulario no se limitó a listar voces que, desde nuestra competencia individual de la lengua, nos parecieran necesarias y representativas del español mexicano. Por el contrario, optamos por estudiar el español de México poniendo entre él y nosotros, sus autores, la distancia que todo método de investigación científica requiere entre el investigador y su materia. Dado que la propuesta era elaborar un diccionario integral y original –no una refundición más del Diccionario de la Real Academia Española)– resultaba imprescindible reconocer el vocabulario de uso general en México. Con ese fin se inició, a partir de 1973, en el Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México una extensa recopilación de muestras de todo tipo de textos hablados y escritos de la República Mexicana que permitieran obtener un conocimiento riguroso del uso del vocabulario en el que se basara la redacción de la obra. Esa recopilación se integró como el Corpus del español mexicano contemporáneo (19211974), compuesto por mil textos de dos mil palabras gráficas cada uno provenientes de todas las regiones del país, de toda clase de hablantes y de una amplia variedad de géneros. El Corpus, conformado por cerca de dos millones de ocurrencias de palabras, es un instrumento estadístico que nos provee datos acerca del uso y la extensión geográfica y social del vocabulario. ¿Qué nivel o variedad de lengua seleccionaron: culta, subculta, popular? De acuerdo con la teoría de la lengua estándar definimos como perteneciente a ella todo uso de la lengua que fuera general en México, de carácter urbano y de valor irradiador para el resto de las regiones de nuestro país. La lengua estándar se subdividió en lengua culta y lengua subculta. Después consideramos como parte de la lengua no-estándar todo uso de carácter limitado, ya fuera geográfica (dialectos del español mexicano) o socialmente (sociolectos). El vocabulario dialectal se definió como no intelectualizado, pero rico en su diversidad. Tomando en cuenta que los resultados obtenidos no revelaron una estratificación social del vocabulario, sino, por el contrario, el uso extendido, predominantemente oral, de vocablos que tradicionalmente se han oído entre el pueblo no educado, optamos por incluir en el diccionario, como vocablos de la lengua estándar todos aquellos que mostraron una dispersión amplia entre las fuentes específicas de la lengua culta –sobre todo la literaria– y las fuentes designadas como “subcultas” o “dialectales”. Con ello el DEM produce un efecto extraño –por nuevo en sus lectores mexicanos– ya que encontrarán en sus páginas cientos de palabras, de giros, de sentidos característicos en sus medios sociales y familiares que, por primera vez no aparecen censurados como incorrectos o divergentes del ideal normativo.
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¿Esto significa que el DEM no tendrá marcas de uso? Hay muchas palabras que, si bien están dispersas entre la lengua culta y la hablada, predominan en ésta y marcan estilos característicos del pueblo en general. Para ellas lo que señala el DEM es la existencia de estilos o de registros de la lengua estándar, de los que disponen todos los mexicanos para ciertas necesidades expresivas, y que no marcan una diferencia de estrato social. Quien utilice voces como achichincle ‘ayudante servil’, cuete ‘borracho, borrachera’, ¡aguas! ‘¡cuidado!’, ‘¡peligro!’, mano ‘amigo, compañero’, esculcar ‘inspeccionar algún recipiente con objetos, buscando alguno de éstos en particular’, magullar ‘dañar algún objeto delicado, como la fruta’, no queda marcado como perteneciente a algún estrato social bajo, sino que sólo está empleando un estilo coloquial generalizado, suficientemente aceptado en cualquier estrato social, pero divergente de lo que suele considerarse como culto o correcto. La marca de popular se diferencia de la anterior en cuanto a que su desviación de lo “correcto” es mayor y logra despertar reacciones de molestia o de enojo entre hablantes que han recibido una educación tradicionalmente burguesa. Es el caso de vocablos como jeringar ‘molestar’, pedo ‘borracho’ y puta, por ejemplo. Una tercera marca de estilo dentro de la lengua estándar es la de grosero, que tiene características muy diferentes en relación con las dos anteriores ya que se trata de voces que no suelen recibir socialmente una sanción normativa lingüística; es decir, no se juzgan como “correctas” o “incorrectas” como las otras, sino que son sancionadas en otro ámbito de la vida social, que es el de la ofensa y el insulto. Así, vocablos como chingar y sus derivados, cabrón y ojete, por ejemplo, forman parte de la lengua estándar también. ¿Qué resultados significativos ha aportado el DEM? Entre las conclusiones podemos mencionar las siguientes: a) Determinar lo que hoy reconocemos como el “español nacional de México”, con lo que tiene de general —es decir, de “español pan-hispánico” — y de mexicano. b) Identificar el español mexicano culto y fundamental, con base en el cual se da la educación en lengua materna en nuestro país. c) Disponer de los datos necesarios para definir el vocabulario del español mexicano de manera original, basados exclusivamente en nuestros usos. d) Reconocer los niveles de lengua y los estilos sociolingüísticos que se dan en el español mexicano. e) Legitimar, sobre esas bases, los usos mexicanos del español, a diferencia de lo que ocurre en la lexicografía hispánica tradicional. f) Plantear al público la variedad, las diferencias y aun los conflictos que definen la realidad contemporánea del español mexicano. Por todo lo expresado, ¿podríamos afirmar que el DEM es un “Webster mexicano”? Lo que se le pide al DEM, dicho de manera concisa y efectiva por uno de sus impulsores, es que al cabo de los años llegue a tener el papel de un “Webster mexicano”, es decir, que presente y represente el vocabulario de la lengua española sobre la base de su uso integral en México, con el fin de responder a las necesidades de un público que requiere información sobre la lengua que realmente se utiliza. Con ello quiero decir que no trabajamos para los lingüistas o especialistas, sino para la gente.
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¿Podemos adquirir el DEM o consultarlo a través de la red? El DEM —que, por cierto, ya estamos revisando para mandar a la imprenta— probablemente saldrá a la luz en el 2007. Lo que hemos podido ofrecer hasta ahora es el Diccionario del español usual en México (DEUM), el cual fue publicado en 1996. Éste puede consultarse en el portal de El Colegio de México, que es www.colmex.mx. Entonces ¿en qué se diferencian el DEUM y el DEM? El DEUM es sólo un avance del DEM. La única diferencia entre ellos es la extensión. Mientras el DEUM cuenta con cerca de 16,000 artículos, el DEM va a tener cerca de 46,000. Si bien el primero no es un diccionario para niños, resulta útil a partir de los últimos años de la primaria puesto que está dirigido a personas que ya saben leer y escribir, que ya tienen una primera capacidad reflexiva, así como los rudimentos de la gramática. Además, por estar contenido en un solo tomo, resulta fácil de portar. En cambio el DEM, que tendrá varios tomos, está pensado más bien para las bibliotecas caseras. Lo que el DEM también ofrecerá será el español mexicano del siglo XX y principios del XXI ya que además del corpus tenemos un trabajo permanente de revisión de revistas, de libros y de periódicos a fin de ir actualizando nuestros materiales. ¿Qué respuesta ha tenido el DEUM en el mercado? El DEUM se ha comprado mucho. Este año entregaremos una segunda edición corregida y aumentada, que espero se comience a vender a principios del año próximo. La respuesta social indica que por un lado hemos tocado las expectativas del público mexicano y que algunas de ellas han sido aceptablemente satisfechas, pero por otro, hemos abierto la llaga de un largo conflicto normativo e ideológico en la idea colectiva de lo que es y debe ser el español mexicano. ¿Qué planes siguen a la publicación del DEM? Cubrir las lagunas que hemos encontrado en nuestro Corpus, los faltantes en el reconocimiento de zonas dialectales mexicanas; formular un nuevo corpus más adecuado a nuestros objetivos y más apto para el estudio sociolingüístico del español mexicano. Finalmente, no hay ninguna pretensión de validez absoluta de nuestro trabajo ya que sabemos que la lexicografía es como la tela de Penélope, que se teje y desteje todos los días.
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LOS FUEROS DE LOS HABLANTES
Por Silvia Peña-Alfaro ¿Será verdad que, al igual que lo que se dice de la tierra, la lengua debe ser de quien la trabaja o de quien la habla? Para abordar el tema basta tomar como ejemplo el caso de ciertos neologismos. ¿Qué ocurrió cuando comenzaron a aparecer en la escena términos como implementar, escanear, faxear, agendar, estresar, digitar, ofertar, posicionar, por sólo nombrar algunos? Los policías lingüísticos (Ref. 1) pusieron el grito en el cielo. Ante una pregunta inocente como “¿Me lo puedes faxear?”, nunca faltaba un “defensor del idioma” que contestara irritado: “¡Yo no te faxeo nada!” Es verdad que una palabra como faxear no está en el diccionario, ni siquiera en las últimas enmiendas que realizó hace unos meses la Real Academia Española (RAE) y también es verdad que todavía muchas personas consideran que si una palabra no está consignada en el diccionario, esto significa que tal palabra no existe y que, por lo tanto, no debe emplearse. Admitirla equivaldría, según ellos, a faltarle respeto a la lengua, algo así como si se pisoteara algún símbolo patrio. Por cierto, una de las palabras que más golpes hubo de sufrir fue implementar. Recuerdo que allá por los años 80 algunas personas —incluidos redactores, periodistas, correctores y traductores— se negaban a emplearla ya sea por decisión propia o porque en las mismas editoriales se había armado un complot contra ella. Se decía que era un anglicismo más y que por esa razón debía evitarse. En vez de esto se proponía instrumentar o peor aún implantar, por la sencilla razón de que éstas últimas sí estaban en el diccionario. No obstante, la gente seguía utilizando el verbo implementar posiblemente por necesidad o más bien quizás por el simple regocijo de emplear una palabra de moda. ¿Qué sucedió después? En 1992, en la vigésima primera edición del diccionario de la Real Academia, se consigna el verbo implementar y también muchas otras palabras que habían escandalizado a las “buenas conciencias” como ofertar, optimar, implementar, posicionar y hasta posicionamiento. Más adelante, en la vigésima segunda edición correspondiente al 2001 el diccionario académico acepta optimizar, estresar, escanear, digitar y también digitalizar, entre muchas otras. Probablemente en la próxima edición la RAE incluya faxear y agendar. ¿Qué significa todo esto? ¿Acaso la lengua está deformándose como insisten algunos? ¿Deberíamos los hablantes apegarnos estrictamente al diccionario? ¿Esto fomentaría un verdadero respeto a la lengua y también, como consecuencia, hablantes del español mejor portados?
Artículo publicado en la revista Algarabía, número 21, año VIII, de septiembre-octubre de 2005.
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Para tratar el tema con mínima autoridad deberíamos en principio conocer qué son las lenguas, cómo evolucionan, qué tipo de transformaciones pueden experimentar. Así, sabríamos por boca de los expertos en la materia que las lenguas sí cambian y que el dinamismo es parte de su esencia. Ya desde antes de Cristo, Horacio decía que “al igual que los bosques mudan sus hojas cada año, pues caen las viejas, acaba la vida de las palabras ya gastadas, y con vigor juvenil florecen y cobran fuerza las recién nacidas. […] Renacerán vocablos muertos y morirán los que ahora están en boga, si así lo quiere el uso, árbitro, juez y dueño en cuestiones de lengua” (Ref. 2). A fin de comprender cabalmente estas palabras es necesario valernos del término norma, tal como nos lo explica José Moreno de Alba: norma, por un lado tiene el sentido de regla o ley y, por otro, el sentido de hábito. Dice Moreno de Alba que en el terreno de la lingüística hay una estrecha relación, y no una antítesis, entre los dos sentidos. Esto significa que un fenómeno de la lengua se convierte en regla o ley porque antes se convirtió en hábito. Y ¿cuál es la misión del diccionario? En el sitio de la RAE, leemos: “Las lenguas cambian de continuo, y lo hacen de modo especial en su componente léxico. Por ello los diccionarios nunca están terminados: son una obra viva que se esfuerza en reflejar la evolución registrando nuevas formas y atendiendo a las mutaciones de significado” (Ref. 3). Cuánta razón tenía Unamuno cuando decía: “El pueblo es el verdadero maestro de la lengua…, que no hay academias ni gramáticas, ni erudición ni escuelas que valgan contra la ley de la vida” (Ref. 4). Como conclusión podemos afirmar: la lengua no es de las academias, ni de las gramáticas, ni de los diccionarios, ni de los lingüistas, ni de los letrados, ni de los eruditos, ni de los exquisitos. La lengua nos pertenece a todos por igual. Referencias 1. Ver el artículo “Policías lingüísticos”, publicado en Algarabía, en enero-febrero de 2004. 2. Cita contenida en el Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española, Madrid, 2001. p. XIX. 3. José Moreno de Alba, Minucias del lenguaje, México: F. C. E., 1995. p. 8. 4. Cita contenida en Ángel Rosenblat, Nuestra lengua en ambos mundos, Barcelona: Salvat EditoresAlianza Editorial, 1971. p. 172.
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DEBERES Y DERECHOS DE LOS HABLANTES Por Silvia Peña-Alfaro En su poema “Elogio a la lengua castellana”, Juana de Ibarbourou describe nuestra lengua como la más rica, la más bella, la lengua mediante la cual el pueblo expresa el amor, la fe, el hastío, el desengaño, “la lengua en que reza mi madre/ Y en la que dije: ¡Te quiero!” Y termina su poema exclamando: ¡Lengua de toda mi raza, Habla de plata y cristal, Ardiente como una llama, Viva como un manantial! (Ref. 1) Todo parece indicar que en México la mayoría de las personas se sienten muy orgullosas de que sea el español su lengua materna. Así lo muestra un cuestionario sobre conciencia lingüística realizado en nuestro país por José Moreno de Alba (Ref. 2). Según sus resultados, aunque no suele colocarse a la lengua en el mismo nivel de los símbolos patrios, se le reconoce como un componente muy importante de identidad nacional. Entonces, en respuesta al aprecio que merece nuestro idioma, los hablantes manifiestan una y otra vez su preocupación por lograr un desempeño lingüístico adecuado. Esto genera mitos como los siguientes:
Muchas veces se cree que quien dice groserías, por ejemplo, está empleando el idioma de manera irreverente. Desde esta perspectiva, no debe decirse, por ejemplo, “me tienes hasta la madre”, sino “me tienes harto/a” o por lo menos, “me tienes hasta el copete/ hasta la coronilla” a fin de expresarse con el debido respeto.
Si alguien en vez de nalgas, dice pompis, por caso, está violentando el uso correcto del español. En vez de esto, por lo menos, debería optar por la palabra culo, como los españoles o los argentinos, quienes sí se atreven a nombrar las cosas por su nombre.
En un libro denominado Defensa apasionada del español, su autor, Alex Grijelmo, afirma que la lengua española está en proceso de deterioro. Entre las señales de esta decadencia menciona el hecho de que los políticos inventan palabras ampulosas y vacías, abusando del instrumento de la comunicación Ref. 3).
En contraposición con estas creencias, habrá que destacar algunos derechos de los hablantes:
Si bien las palabras malsonantes, en un momento dado, pueden representar transgresiones a ciertas normas sociales, producen sensaciones de enojo, liberación, placer, etcétera, que no se logran transmitir con expresiones más neutras. Así pues, lo que sucede es que parece haber una confusión entre norma lingüística y norma de conducta. Es un lugar
Artículo publicado en la revista Algarabía, número 29, año IX, de noviembre-diciembre de 2006 y en De lengua me como un plato, Editorial Lectorum, México, 2007.
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común pensar que si el hablante no comulga con determinados valores, como pudiera ser lo que se concibe como respeto a las autoridades, amor a la patria, o apego a los dictados de las buenas costumbres, está empleando el lenguaje incorrectamente. El hecho de que alguien rompa con reglas de comportamiento social, no significa que tenga una mala conducta lingüística, sino todo lo contrario: gracias a la palabra ofensiva, malsonante o vulgar ha logrado su objetivo de provocar un determinado efecto en los demás.
Por lo que toca a pompis tiende a pensarse que la única designación válida para un objeto de referencia es la del vocabulario estándar, y que el vocabulario no-estándar es siempre incorrecto, sin considerar que el significado de ciertos vocablos es insustituible ya que – como dice Luis Fernando Lara– “su valor significativo supera a la simple designación” (Ref. 4). En principio lugar estamos de acuerdo en que pompis y culo contienen una carga expresiva de la que carece el término nalgas. Ahora bien, ¿por qué no emplear culo como los españoles o los argentinos? Todavía llega a creerse que el español de España, por ejemplo, es superior al español de otros países. Si los españoles o los argentinos, dicen culo –piensan algunos– es porque ellos hablan un mejor español. No obstante, como afirma Moreno de Alba: “La objetividad científica nos obliga a pensar que no hay calidades en los diferentes dialectos geográficos que constituyen una lengua […] Un dialecto no es mejor o peor que otro, sino simplemente diferente” (Ref. 5) Por otra parte, la idiosincrasia propia de cada país da como consecuencia que, más allá de la designación, los conceptos adquieran un matiz único. Así pues, aunque entre las palabras pompis y culo halla una aparente relación de sentido unívoca, no parecen tener en uno y otro dialecto la misma connotación y, por tanto, no son sustituibles. Por otro lado, es claro que tenemos el derecho a ser nosotros mismos, a expresarnos de acuerdo con nuestra sensibilidad, conforme a nuestro recato o a nuestro “medio tono”. ¿Por qué hemos de emplear una palabra como culo que suena por demás procaz y precisamente de muy mal gusto en nuestros cálidos y sentidos oídos mexicanos? Sobra decir que el tabú sexual, propio de nuestra cultura, genera como consecuencia eufemismos como pompis o bubis u otros. Si bien muchos de nosotros pudiéramos percibir estas expresiones como vulgares o de mal gusto, es necesario aceptar que aun la vulgaridad exige sus propias palabras para manifestarse.
Con respecto a la afirmación de Grijelmo, estamos de acuerdo en que el discurso político suele emplearse hasta el límite de manipular la conciencia del pueblo. No obstante, ¿es ésta una novedad o un fenómeno privativo de nuestra lengua? Además, el que los políticos creen nuevas palabras ¿conlleva consecuentemente al deterioro del idioma? Resulta pertinente aclarar que si los políticos manejan el idioma con astucia o malicia, esto sólo muestra la manera en que la lengua se prodiga para cumplir con su vocación de servir al hablante en sus más variadas necesidades comunicativas. Así pues, lo anterior no merece una defensa apasionada del idioma como propone Grijelmo; más bien habría que hacer la defensa en otro sentido, como podría ser el derecho a obtener de nuestros gobernantes información transparente, lo cual nos compete como ciudadanos, mas no como hablantes del español.
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Tal parece que no ha quedado del todo clara la función del lenguaje en el campo de las interacciones sociales. No se puede evaluar la aceptabilidad o inaceptabilidad de una determinada emisión conforme a sus fines comunicativos. El hecho de que las palabras se usen para bien o para mal no es competencia de la lingüística, sino de la moral. Por tanto, este fenómeno no es síntoma de deterioro del idioma –como señala Grijelmo–, sino una manifestación de la función social del lenguaje en el ámbito de la comunicación de masas. Con este puñado de casos, sólo pretendo abrir el debate con respecto a nuestros verdaderos derechos y obligaciones como hablantes. Primero que nada hay que reconocer que nuestra tradición normativa se ha quedado rezagada por cientos de años de purismo y academicismo. Los prescriptivistas están tan ocupados en proscribir y prohibir, que no se han enterado que más allá de la gramática tradicional, hay un vasto paisaje disciplinar que ofrecen las investigaciones lingüísticas actuales y del que es urgente nutrirse. Y, finalmente, no sólo la normativa sino su también su reproducción social promueven una cultura de sometimiento lingüístico. Estamos más acostumbrados a obedecer, que a discurrir. No sólo el hablante común sino también algunos profesionales de la palabra siguen buscando autoridades que los orienten, personas o libros que les digan “cómo se debe decir”. Entonces ¿quién nos rige?, ¿quién nos corrige? ¿Estamos preparados para esta libertad? ¿No hay peligro de relajamiento excesivo? ¿Podemos en nombre de esta libertad emplear toda suerte de neologismos o extranjerismos desaforados? ¿Podemos en aras de la originalidad violar las reglas gramaticales e incluso torturar la sintaxis? ¿Hasta dónde debe llegar nuestra creatividad lingüística, hasta qué punto nuestra libertad o libertinaje? El conocimiento de nuestros derechos lingüísticos no hace más que incrementar la conciencia con respecto a nuestras graves obligaciones. No se trata nada más de conocer las reglas gramaticales, como piensan algunos; debemos ir más allá. En verdad, únicamente el capital intelectual va a dar como consecuencia una mayor competencia comunicativa Esto exige un compromiso constante: ampliar nuestra cultura general, acrecentar nuestras destrezas como lectores, adentrarnos en el estudio de la lengua y de la literatura. Sólo mediante estas herramientas el hablante tendrá la capacidad para optar entre los múltiples recursos expresivos que la lengua pone a su disposición a fin de responder exitosamente a las diversas necesidades comunicativas que se le presenten. Y sólo así podríamos hacer honor al poema de Juana de Ibarbourou y a nosotros mismos. Referencias 1. Ver el poema completo en: http://urumelb.tripod.com/juana/elogio_de_la_lengua_castellana.htm 2. José Moreno de Alba, “Actitudes ante la lengua española” en El lenguaje en México, México: Siglo Veintiuno Editores, 1999. pp. 31 a 50. 3. Alex Grijelmo, Defensa apasionada del idioma español, México: Taurus, 2002. p.14. 4. Luis Fernando Lara, De la definición lexicográfica, México: El Colegio de México, 2004. p. 137.
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5. José Moreno de Alba, El lenguaje en México, México: Siglo Veintiuno Editores, 1999. pp. 31 a 50. p. 37-38.
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