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Author:  Ana Lucero Tebar

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qwertyuiopasdfghjklz xcvbnmqwertyuiopasdf ghjklzxcvbnmqwertyui opasdfghjklzxcvbnmqw CUENTOS ARGENTINOS ertyuiopasdfghjklzxc Elena Jorge vbnmqwertyuiopasdfgh jklzxcvbnmqwertyuiop asdfghjklzxcvbnmqwer tyuiopasdfghjklzxcvb nmqwertyuiopasdfghjk lzxcvbnmqwertyuiopas dfghjklzxcvbnmqwerty uiopasdfghjklzxcvbnm qwertyuiopasdfghjklz

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CARTA DE AMOR AUTOPISTA CANJE CON BORGES LOS DOS CORAZONES CUARTITO AZUL EL HECHICERO DEL LAGO EL DUELO EL CÍRCULO DE FUEGO ELEGÍA EXILIO LA FOTO MADE IN HOLLYWOOD JUEGO LIBERACIÓN LLUVIAS MADRUGADA MÁSCARAS METAMORFOSIS (1) METAMORFOSIS (2) ENTRE DOS MUNDOS ODA A LA NARIZ REGRESO SHOW EN RÍO UN VASO DE TÉ TOMANDO CAFÉ (I) TOMANDO CAFÉ (II) TRES PARA TODO TRISTE PROFESIÓN ÚLTIMA FUNCIÓN VIAJE VIGILIA VUELCO EN LA RUTA 3

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www.fagotera.com CARTA DE AMOR San Isidro, otoño de 1960 Amor: ¿Cuántos años han pasado desde aquella, mi primera carta? ¡Qué importa! si te estoy escribiendo la primera en la última y ésta nuevamente en aquella, eternamente. Cada una de estas líneas actúa en mí como una invocación sagrada que me deja sentir tu presencia, que me permite estrecharte, que me ahoga en tus brazos ardientes hasta fundirme en lo infinito como en cada cita; ¿hace casi sesenta años o quizá sólo fue ayer? Como sabes, nada ha cambiado en la casona y el parque donde cada noche nos espera la embriaguez de las magnolias, el susurro quedo del follaje junto al mirador secreto de nuestros encuentros y la barranca sombría que nos sigue invitando a lanzarnos hasta la orilla solitaria del río infinito. También la casona te aguarda con sus tapices, sus muebles austeros y los pesados candelabros que tanto te gustan. ¡Ah! y la mama Natividad ¿te acuerdas? que se ha puesto muy vieja pero que te espera cada noche con tu taza de chocolate. Amor, mis cartas no necesitan tu respuesta; son el ritual que obra en mí el milagro de tu eterna presencia, desde aquel fatal duelo que te hizo mío para siempre. Hasta esta noche en el mirador. Tuya,

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www.fagotera.com AUTOPISTA -¿Dónde estaba usted cuando se produjo el asalto? La voz del oficial no suena amenazante ni acusadora; es casi impersonal, como si se tratara de un ejercicio de rutina para ir llenando un expediente de rutina. - Vea, oficial, yo vivo de ese lado, justito enfrente, casi sobre el puente de la entrada a la autopista. Allí tengo mi casilla ¿sabe? Me la hice yo mismo con las chapas que me regaló la Metalúrgica que está allí atrás. Pregunte, se lo van a decir nomás. Ya va para dos años. Fue desde cuando la Encarnación me echó de la villa y se quedó con la casita y con los pibes. Algunos, los más chicos, son hijos míos. La Encarna se salió diciendo que ya eran bastantes las bocas que tenía que alimentar y que un hombre sin trabajo no aporta pero come y chupa todo el día. ¡Qué trabajo puedo conseguir yo con más de cuarenta años; ¡ni los jóvenes! -¿Por qué cree que lo han traído, hombre?- Dice el oficial sin levantar la vista de la máquina de escribir. -Y…, me han traído… Pero si yo no sé nada del asalto, ni vi nada. Ha de ser porque, siempre que no llueve ni hace frío me gusta sentarme a la puerta de la casilla, bueno, puerta no, no tengo…, a la entrada, digo. Allí puse una lona gruesa que me regaló un rutero amigo, de esas que usan para tapar la carga. Es un pedazo bastante bueno que hace de puerta- El hombre dibuja con las manos un rectángulo en el aire. -¿ Y no ha visto nada anormal últimamente, sobre el puente o debajo- La voz del policía suena ahora cortante. -No, nada, y eso que paso mucho tiempo en la puerta de la casilla. Sabe, me entretengo de lo lindo viendo pasar los autos. Lo que más me gusta es de noche cuando ya casi no

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www.fagotera.com se ve la ruta ni los autos, sino puras luces que corren y corren, blancas para un lado y coloradas para el otro. Van y vienen con tanto apuro; se me hace como que van y van pero a ninguna parte. El hombre deja la frase flotando; su mirada es ahora inexpresiva, ausente como persiguiendo la imagen que acaba de describir. - Nos quiere hacer creer que se lo pasa sentado justo delante del puente y jamás vio nada, y que anoche no salió a sentarse, que tampoco vio a nadie sobre el puente preparando la soga con piedra para golpear el parabrisas del candidato elegido. - Y yo…me acuesto antes de las doce, el asalto fue después. -¿Cómo lo sabe? -truena el oficial- Lo andan diciendo los villeros, me parece -contesta titubeante. -¿Quiénes? -la voz y el tono del policía van haciéndose duros, autoritarios- En el almacén del correntino, se decía esta mañana, ¡Qué sé yo! Aparece el comisario; echa una mirada rápida al escrito y dice: - Oficial, hágale firmar la declaración. -se vuelve hacia Valentín y agrega, taladrándolo con mirada escrutadora- Esperamos que no estés haciendo de encubridor; mirá que eso también es delito. Ya te volveremos a citar así que no se te ocurra mudarte, menos desaparecer. Casi ocho horas ha estado metido en la Comisaría; cuando sale ya es de noche. Respira hondo, todo le parece nuevo, distinto. No se le borra la voz del comisario y esa palabra "encubridor" que no puede dejar de repetirse. Se pone a pensar en los pibes colgando la piedra del puente y acechando; el coche deteniéndose para observar el daño en

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www.fagotera.com el parabrisas, el asalto, la huida. Pobres parias como él pero todavía no entregados.

CANJE CON BORGES -Borges, concédame el placer ingenuo de creer que yo pueda sorprenderlo con el relato “inédito” de alguna historia de “cuchillo categórico”, como gusta usted nominar a este ¿cómo llamarlo? ¿género literario? Bien, quiero correr ese riesgo pero no olvide que es en canje. Lo que me propongo en verdad es escuchar algún cuento de su autoría. Mi buen amigo, me opongo tosudamente a que me atribuya dotes de infalibilidad y sabiduría. Usted me niega la virtud, deliciosamente humana, de disfrutar de mi capacidad de asombro que quisiera poseer como todo mortal. Así que, por favor, adelante. -Bien, la historia que voy a referirle es real, contada por mi abuelo paterno, entonces comisario en La Boca, seccional de La Vuelta de Rocha, escenario de los hechos allá por 1916. Yo la conocí, claro, a través de mi padre. Deduzco que él la escuchó de adolescente, como tantos otros sucesos policiales de aquella época. ¡Tiempos de Don Hipólito!, solía decirse. El protagonista, Nicanor Acuña era su nombre, a la sazón de unos cuarenta años de edad, a quien apodaban “El Conserva”, sin duda por su filiación en el Partido Conservador. Hombre más bien ancho de contextura, aunque no bajo, cabellos muy oscuros empezando a agrisarse. Usaba un bigote espeso, volcado en ambos extremos, lo que acentuaba su gesto severo, casi hosco, inmutable, jamás alterado por la alegría ni la pena. Mordisqueaba permanentemente un trozo de cigarro que parecía no encender nunca, como si mascara sus propios pensamientos. Habitualmente en silencio; sólo lo

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www.fagotera.com transgredía para decir lo imprescindible con absoluta economía de palabras. Algunos aseguraban que lo habían conocido en tiempos del Centenario, en Avellaneda donde vivía entonces llegado de Ensenada, supuestamente su lugar de origen. Según se comentaba, en aquel tiempo había sabido ser custodio de algunos políticos de segundo o tercer rango del conservadorismo bonaerense. Se decía también que habría tenido serias dificultades con la policía provincial, comprometido con algún homicidio no esclarecido en cierto comicio de La Plata cuando las elecciones nacionales de 1910. Nada concreto se podía afirmar. El misterio de su pasado y el hermetismo de su vida, sin familia ni amigos, sólo conocido como hombre fuerte del Comité boquense, lo consagraban como guapo temido y respetado en el barrio. Corría el año 1916. El país se aprestaba a la inminente elección presidencial que, por fin, se regiría por la nueva Ley Sáenz Peña. El radicalismo abandonando su obstinada prescindencia, preparó sus filas con la candidatura de Yrigoyen. El triunfo sobre el fraude y la venalidad fue aplastante. Duro golpe para el Régimen que había manejado al país desde sus albores. El conservadorismo quedó muy debilitado, aunque no desarmado. La clase media, los hijos de los gringos, entró a la Casa Rosada. Nicanor Acuña, “El Conserva”, sin comprender para nada el cambio, percibió sin embargo que algo se había roto en la maquinaria que lo usaba como un engranaje más. Se sintió abandonado, como si quedara girando fuera del eje, sin rumbo. Toda su existencia estaba modelada para la obsecuencia servil, entendida como lealtad absoluta al caudillo de turno. El cierre del comité lo desmoronó íntimamente pero su amor propio lo siguió manteniendo en pie. Jamás se hubiera permitido demostrar su destrucción interior.

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Comenzó a beber más de lo habitual. Gustaba aparecerse los sábados por la noche en el “Patio Tango” de la calle Mendoza y Almirante Brown, lugar regenteado por Mama Rosa, tal vez la dueña. El curioso local, mitad restaurante y bar, tenía salón de baile y en los fondos un burdel disimulado como “Hospedaje para pasajeros”. Los sábados el baile se ponía realmente animado: dos guitarras, un bandoneón y una vieja tuba hacían la música tanguera. En la pista algunas mujeres, pálidas y escotadas, iniciaban a los parroquianos en esta danza, todavía orillera. El Conserva asistía pero no bailaba. Desde su mesa gustaba observar el ritual, en silencio y soledad, como era su costumbre. Esa noche, puso sus ojos en la morocha que bebía sola en el mostrador. La mujer sintió la mirada honda del hombre, el gesto huraño y su aire enigmático, viril y se quedó clavada en su lugar hasta que, como una autómata magnetizada, se fue acercando a la mesa y se sentó frente a él. Nadie ha podido detallar con claridad los hechos que siguieron a este momento. Las versiones recogidas y las declaraciones de los testigos son diversas y en general confusas. Algunos indicaron que el amante de la morocha, advertido de la situación, había retado a Nicanor Acuña y que ambos hombres habrían luchado armas blancas mediante. Otros aseguraron que El Conserva se dejó atacar, que no hizo nada por defenderse, tan luego él, armado y experto como nadie. Lo único que fue concordante entre los testigos es que luego del encontronazo, Acuña salió del salón muy pálido pero erguido y silencioso como siempre. Dos días después su cuerpo exangüe, sin vida fue encontrado en la pieza de la pensión donde se alojaba. El médico forense comentó entonces, con asombro que, de haberse hecho atender, la herida de arma blanca que presentaba, no lo habría desangrado.

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www.fagotera.com -Amigo, tengo que confesar que la historia de Nicanor Acuña me ha fascinado. Trata una faceta de la idiosincrasia del guapo que quizá yo he tratado poco en mis relatos sobre el tema: el orgullo ciego y exacerbado como máscara de una extrema debilidad y desamparo. -Borges, modestamente creo que este material en sus manos daría lugar a un cuento de alto nivel literario. Le confieso que aspiro a esta distinción...Bien, entretanto sigamos con nuestro”canje”. Por favor; comience con su relato... ¿es el trato, no?

LOS DOS CORAZONES El primer corazón lo encontró en la pared de enfrente de su casa. El se llamaba Carlos pero no conocía a ninguna Amelia. -¿Quién será esa mina? -pensó- Por su cabeza desfilaron varios nombres de mujeres, las últimas, claro, de su archivo amoroso, pero en la nómina no registraba ninguna Amelia. ¡Bah! -se dijo- alguna loquita suelta del barrio que quiere llamarme la atención. Ya aparecerá. Silbando bajito cruzó la calle en diagonal hacia el Café. Entró. La barra lo miró con indiferencia. -Mirá pibe, andá largando. Es mejor que te borrés antes de que tengás que arrepentirte. Queda claro ¿no?. Se acabó. Por tu culpa no hay más laburo ni amigos para vos, ¿entendiste? -le susurró casi al oído el Pecoso y de un salto salió del local. Carlos pestañó. Las palabras, como una bofetada inesperada e incomprensible, le quedaron resonando en el cerebro. Se sentó solo en una mesa del fondo. Recordó su ingreso en la barra, cuando lo admitieron como amigo y luego como socio. Juntos, también con el Cholo y el Gamba habían hecho un buen trabajo con la mercadería del galpón del Dock Sur. Todo se había vendido bastante bien...Y

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www.fagotera.com ahora que planeaban el asunto del camión de la Siderurgia... ¿a qué venía esa amenaza?, ¿qué bicho le había picado al Pecoso? Prefirió no indagar al Cholo que estaba sentado en la barra con su ginebra de siempre porque podría ser un asunto privado del Pecoso. De pronto el Cholo lo miró y le gritó desde lejos: - ¡Ché loco, largá, borrate, tomatelá! -Escupió en el suelo y le volvió la espalda. Carlos salió a la vereda. Un sol encandilante lo cegó por un momento. Empezó a caminar maquinalmente, concentrado en pisar su propia sombra como si eso fuera todo lo que tenía que hacer y pensar a esa hora y en ese lugar. Cada tanto volvían a resonarle las palabras: “largá pibe, borrate” Cruzó en diagonal, ahora hacia su casa. De golpe se topó con el segundo corazón pero pintado en la puerta de entrada, igual al otro de enfrente, con aerosol, el corazón en rojo y los nombres Carlos y Amelia en negro. -La vieja va a tirar la bronca cuando vea esta pintada en el frente -pensó- Recordó también que cuando regresó por la madrugada aún no estaba; lo hubiera visto. Volvió a pensar que no conocía a ninguna Amelia. Sin embargo tenía que ver con él, ¿qué otro Carlos vivía en esa casa? Decidió no comentar nada con la madre; con seguridad todavía no había salido, no había visto la pintada. Ya averiguaría ese asunto. Por el momento mucho más le preocupaba lo de la barra, la espantada de los amigos que sin explicaciones lo estaban condenando por sabe Dios qué cargo . Sentía que lo estaban tildando de desleal, infiel, o peor aún, traidor. No pudo más y telefoneó al Gamba. Necesitaba una aclaración para acabar con la angustia que ya lo asediaba. Era preciso defenderse, explicarse. No sabía respecto a qué pero le resultaba insoportable tener que perder a los amigos. -Hola viejo..., ¿qué decís?, soy Carlos. -¡Ah!, ¿Qué querés? ¡Raro que llamás? ¿Pasa algo?

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-No, Gamba..., lo del trabajito va bien, casi todo listo. Vos sabés que soy muy cuidadoso con los detalles...Bueno, pero te llamo por otra cosa...¿Qué pasa con el Pecoso y el Cholo? Esta mañana en el café me recibieron como la mierda, me amenazaron con que me borre, que largue todo, que si no me voy a arrepentir...¿Vos entendés algo? ¿Sabés qué está pasando? Por favor, Gamba, necesito una explicación; aquí tiene que haber un error..¡Hola, hola!, ¿estás allí? ¿se cortó? -Mirá, Carlitos..., lo que pasa, bueno, es que en el barrio se está corriendo la bola de que andás con la Amelia, pibe. Pero ché..., la Amelia, justo la Amelia...Decime , chabón, ¿no hay minas en el barrio?...justo ésa, Carlitos, la Oficial de la 43..Pero, ¿qué tenés en el marote? Y todavía lo andás publicando por las paredes...Los muchachos tienen razón, les jodiste la confianza. Se pudrió todo. Seguro que la muy guacha te tiene encandilado con el uniforme...,y la verdad es que le queda...¡guau, guau! -Te juro que no la vi en mi vida, Gamba, esto es una cargada de las más fieras. Las pintadas tampoco sé quien las hizo. Y por esa boludez se me pusieron todos en contra...Creeme, Gamba, no la conozco, no la conozco. El Gamba seguía riéndose estrépitosamente. Carlos colgó rojo de ira y de impotencia, los ojos vidriosos. La madre, desde el patio había seguido la conversación. Se dirigió a la cocina, envolvió los aerosoles negro y rojo con abundante papel y tiró el paquete a la basura. Regresó al patio. Suspiró un “gracias, Dios mío” y se puso a regar los malvones.

CUARTITO AZUL

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www.fagotera.com Cuartito azul, de mi primera pasión vos guardarás todo mi corazón Cuartito azul, hoy te canto mi adiós ya no abriré tu puerta y tu balcón (Mores-Batistella) Subió hasta el rellano. Se detuvo insegura, casi resuelta a volverse. Por un momento se sintió ridícula, era un absurdo, después de diez años. ¿Recuerdo feliz o doloroso? Ya no sabía calificarlo; el tiempo había magnificado la pesadumbre o quizá opacado lo que había sido dichoso. Hoy sólo una evocación que se le había quedado incrustada en su intimidad con cierto resabio amargo. Frente a la puerta otra vez sintió miedo. Sin embargo el anuncio de la calle "Se alquila un ambiente con dependencias -2do. B", invitaba a superar su indecisión. Contempla la puerta, todavía azul pero desteñida, maltratada, injuriada. Le llegan voces del interior; hay niños. Toca el timbre, las voces se acallan por un momento. Se abre la puerta. Tiene que bajar mucho la vista hasta una mata de rulos rojizos entre los que le sonríen unos ojos claros, la naricita moqueada y lamiendo una rebanada de pan con dulce que ya ha empezado a pintarle un bigote -¡Mamá!, una señora. Sus ojos recorren el interior. Se le hace un torbellino la superposición de imágenes entre pasado y presente. El balcón entonces rutilante de verdor, colores y trinos, ahora está usurpado por trastos entremezclados con ropas tendidas ¡Oh!, el rincón sagrado donde se prodigaba la luz exterior, donde los locos sueños del arte los amarraban durante tantas horas: él frente al caballete, ella en la estricta rigidez de la modelo, cuando sólo los ojos tenían permiso para pasearse y mirarlo trabajar. Allí, una ridícula

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www.fagotera.com heladera profana el espacio. ¡Aquellas amadas paredes entonces azulinas, festival multicolor de bocetos, dibujos, reproducciones de los amados Modigliani, Spilimbergo, y cuántos otros, exponen ahora su desolación . -¿Tiene chicos?, pase que le muestro la cocina y el baño. Todo es muy reducido, no hay lavadero pero para usted sola o para dos…, le digo porque, vea, con chicos no se lo recomiendo, bueno, quiero decir que se hace difícil. Como ve aquí con estos diablitos ya no se puede. Por suerte nos vamos a uno de dos ambientes con patio. Su mirada recala de pronto en el lugar íntimo del cuarto, el de sus horas de amor, casi adolescente, de pasión hecha de risas y llantos, de dulzura y de exaltación incontenible. Era allí donde tantas noches tendidos y abrazados miraban deslizarse la luz de la luna como una linterna recorriendo en la oscuridad una galería de cuadros. Los versos de Neruda, la guitarra, o el baile desenfrenado con algún disco de Michael Jackson o plácidamente envueltos en una balada de Serrat. - Claro que necesitará un poco de pintura ¡Por más que una cuida!, con chicos ya se sabe…, pero como el alquiler es acomodado, sin expensas… ¿qué le parece?, con algunos pesitos lo deja al pelo. ¡Años pueriles aquellos!, indefensos frente a una realidad inexorable que desde afuera fue matando la bohemia risueña, el arte, el amor…Llegaron las primeras propuestas para diseño y dibujo publicitario, los pagos generosos, los ofrecimientos tentadores, viajes, distinciones, cargos relevantes…, la cumbre. Ella y el caballete fueron quedando atrás, olvidados poco a poco Baja las escaleras. Curiosamente se siente bien. Ha logrado desprenderse de la pesadumbre del recuerdo, como si

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www.fagotera.com revivirlo en el propio escenario le hubiera permitido decantar lo bello, lo auténtico de aquellos años . Por fin los rencores han dado paso a un nuevo sentimiento, melancólico pero dulce, que ya puede atesorar con apacible deleite. Camina hacia la parada del colectivo. Lo ve aparecer y corre para no perderlo. Amenaza tormenta y quiere llegar sin demora para retirar los niños de la escuela antes de que llueva.

EL HECHICERO DEL LAGO “Cuento maravilloso” La terrible nueva ha sumido en hondo dolor todas las comarcas del reino. Aldeas, villas y villorrios lloran desconsolados: el rey y la reina han perecido ahogados en el Gran Lago Imperial. Bogaban solitarios en noche de luna, inadvertidos de la riesgosa cascada oculta. Ondina, la náyade protectora de todos los paseantes del lago, fue hallada en extraño sopor, ajena al suceso. Nadie ignora que esta desgracia ha sido obra de Lucífero, el maligno cuyo anillo talismán adquiere poderes mortales cuando el hechicero se sumerge en las aguas. El príncipe heredero de sólo once años de edad es el nuevo rey aclamado por el pueblo que al tiempo consagra al anciano Catán, viejo consejero real, como el guía y protector del niño. Catán no ignora que Lucífero se propone apoderarse del trono haciendo correr al joven rey la misma suerte de sus padres. Pero también es verdad que conoce su secreto: el poder maléfico de Lucífero está en su anillo. De inmediato convoca a una asamblea secreta a la que concurren todos los habitantes del lago. Asisten las

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www.fagotera.com náyades, las sirenas y los buenos amigos del mar cercano: el pececillo de oro, la medusa de los tules de seda y los mellizos hipocampos. Catán expone el problema y finalmente se resuelve una acción conjunta para quitar al hechicero su talismán y salvar así al principito. Llega por fin la noche esperada, noche de luna llena. En el lago las sirenas inician su dulce canto (así lo habían programado) Lucífero, atraído por las irresistibles melodías, se va acercando a la orilla y se introduce en las aguas cerca del coro de sirenas. Allí la medusa empieza a envolverlo con sus tules, mientras el pececillo de oro le picotea la nariz. Entonces las náyades aprovechan la confusión del malvado y le extraen el anillo, lo entregan de inmediato a los hipocampos que se alejan presurosos hacia la orilla donde lo recibe Catón. Lucífero, desprovisto del amparo de su sortija, nada enfurecido hacia la cascada. Cinco días con sus cinco noches duran los festejos en el reino por la quemazón del talismán en la plaza pública. ¿Y qué fue de Lucífero?... Todos afirman que se ahogó en el fondo del lago.

EL DUELO La quinta está en sombras. El duelo tendrá lugar al amanecer, en las barrancas del río. Faltan aún dos horas. Mariano de Urquijo recorre con ojos melancólicos las paredes espaciosas del salón. Altos candelabros de plata alumbran vacilantes los retratos de tantos Urquijo que le precedieron en su amor por la casona ancestral, por sus tapices y muebles austeros aunque señoriales. Sabe Dios en qué bergantín pirata del siglo XVII habrán llegado a la ciudad virreinal.

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www.fagotera.com En su nostálgico inventario incluye a Mama Natividad, la vieja esclava mulata y a su inseparable cuervo domesticado por ella. Ambos traídos por su abuelo desde Lima, muchos años atrás. ¡Curiosa compañía para Mariano de Urquijo! El pajarraco sabía reconocer su berlina desde bien lejos, escoltaba su llegada con un revoloteo amistoso y un graznido casi burlón que a menudo hacía soltar la risa. Mariano de Urquijo ha puesto ya en orden sus papeles y su alma. Sale al parque; recibe una vez más la embriaguez del perfume de las magnolias. Se sienta a esperar el carruaje que lo llevará al campo de duelo. Al amanecer deberá defender el honor de la dama que su rival, por despecho, ha ofendido ante todos. Ambos hombres han acordado batirse a pistola, aún contra la prohibición expresa del Virrey. Comienza a distinguir la proximidad del coche. Repentinamente el grito inusual de ave lo estremece. Apenas alcanza a entrever su sombra fugaz entre el follaje. Sobresaltado, pensativo, parte con su comitiva. Amanece en las barrancas. Espalda contra espalda los adversarios inician su caminata contrapuesta de diez pasos. Uno, dos, tres, cuatro… Mariano de Urquijo avanza absorto; casi ajeno al conteo, sólo percibe una vez más el agorero graznido desgarrado del pájaro.

EL CÍRCULO DE FUEGO Los bomberos han estacionado las auto-bombas frente al edificio de oficinas. La policía acaba de cortar el tránsito de la calle Sarmiento entre Callao y Rodríguez Peña. Las tres plantas ya fueron evacuadas: todo el personal de la

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www.fagotera.com Empresa está operaciones.

en

la

calle

y

observa

anhelante

las

El fuego parece por ahora circunscripto al piso alto. Una de las cuadrillas despliega la escalera retráctil: sólo alcanza hasta el segundo piso. En el tercero un humo denso y negro escapa por dos de las ventanas; en la restante acaban de estallar los vidrios y un resplandor rojizo presagia la inminente aparición de las llamas. -¡Oficial, oficial!, grita el portero del edificio- , dicen los empleados que la que no bajó es la `piba que hace la limpieza, la que sirve el café, una rubiecita que tomaron hace poco. A lo mejor está bloqueada y no puede salir…Con los ojos exorbitados el hombre sigue vociferando enronquecido: -Hay que sacarla, por favor…, pobrecita, es una chiquilina. Uno de los bomberos, el novato de la brigada sin duda, porque no parece tener más de veinte años, lo mira azorado. De pronto, violentamente se lanza escaleras arriba sin atender los gritos de sus compañeros y del público que intentan detenerlo. En un instante llega a la planta alta; un gran resplandor guía al joven. Se enfrenta con las llamaradas que le parecen tan elevadas como si no las contuviera techo alguno, como si se dirigieran hacia un cielo infinito. Respira con mucha dificultad, le arden los ojos por la humareda. A pesar del casco siente una gran opresión y aturdimiento debido al intenso calor. Al acercarse más, descubre una suerte de fortaleza en cuyo centro le parece Ver flotar un curioso estandarte o insignia, muy antiguo. La escena empieza a resultarle alucinante. Vislumbra más allá una especie de roca solitaria y sobre ella un Círculo de

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www.fagotera.com Fuego. Es como un encantamiento que más parece proteger que acosar a un cuerpo humano tendido en su centro. ¿Alguien desmayado o dormido? ¿Quién? -se pregunta- tan extrañamente vestido como un guerrero medieval, cubierto por su escudo… Utiliza su barreta y a través de las llamas le levanta el casco: el guerrero es una mujer bellísima, de largos cabellos rubios, muy rubios. Entonces, magnetizado, cruza el Círculo de Fuego y despierta a la joven con un beso. Estalla el éxtasis del amor; ambos se abrazan y se poseen circundados por las llamas: son el héroe y la valquiria. Brunilda lo ha elegido por su arrojo, como en los campos de batalla donde su misión es escoger a los más valientes para que sean glorificados. Ahora lo recogerá y lo llevará en su cabalgadura a través de los cielos hasta la morada de los muertos heroicos, al palacio de su padre Wotan, para que entre en el Valhala, donde gozará eternamente los placeres infinitos del banquete divino reservado sólo a los paladines del valor. - Afirmativo, Antonio. El fuego está totalmente extinguido, sí, sí, hombre, sólo la planta alta…Todo el personal de la Empresa a salvo pero tenemos que lamentar la baja de uno de nuestros hombres, el cabo Sigfrido Romanelli. ¡Claro que se hizo todo lo humanamente posible. Teníamos aquí la ambulancia que lo llevó de inmediato al Churruca en cuanto se lo pudo rescatar, pero ya había fallecido; creo que por el monóxido… Sabés, Antonio, aquí ninguno de nosotros se puede explicar por qué este chico subió como un loco sin pedir mi autorización ni escuchar a nadie. El portero del edificio dice que quiso salvar a una empleada que estaría adentro, en la última planta…Pero no se encontró ninguna persona, ni viva ni muerta en todo el edificio. Cuando lo sacamos ni siquiera tenía puesta la máscara reglamentaria…En fin,

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www.fagotera.com anotá: la Empresa es Autoadhesivos Argentinos S.A., calle Sarmiento 1735. Empezame el encabezamiento del Parte que ya salimos para allá.

ELEGÍA Aferra tu luz, primavera dichosa, mes del cucú; al pie de mis rencores, la colina despierta en verdes capullos indiferentes a la deriva del tiempo. El tiempo no es ya aquel hidalgo cabalgador y loco; corre aun pero ya es un sabueso que roe mis talones, y desde este rencor yo también estrujo exangüe mis ojos Campo, luz, verdor; naturaleza grávida de diciembre; yo no veo las golondrinas pasajeras, sigo recluso en mi torre, nada resbala como antes en mi piel, han huido los placeres. Yo so?? como los niños todo un mundo de utopías adheridas al follaje profuso de ilusiones banales? Cómo se abaten, Dios mío, cómo se pierden fallidas. Necia estación del cucú, vanos juegos insensatos del verano. No me hagas escuchar tus cuernos cerriles, bosque elegíaco en aquel sonido que creo ya olvidado. Tampoco me convoquen las armonías de aquellas cuatro cuerdas que resuenan aún en mi recóndito violín asordinado.

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EXILIO Dijo el Padre Antonio que ella la seguía cuidando desde el cielo. Lo sabía muy bien pues, cuando iba hasta el río, allí en el agua veía bien clarito reflejados los ojos de su madre. También dijo el Padre Antonio que ella por fin estaba descansando allá arriba junto al Señor, y que sus hermanitos, ahora colocados entre parientes y vecinos piadosos, se criarían bien. Dijo el Padre Antonio que la señora de Buenos Aires iría por ella a la estación de tren y que viviría en una casa casi tan linda como la capilla del pueblo. Dijo el Padre Antonio que la señora le iba a comprar ropas nuevas, y hasta zapatos, y, tal vez dulces. No le dijo el Padre Antonio que el verde puro del pueblo se trocaría por el gris sucio de la gran ciudad, ni que las casas serían tantas y tan altas que no dejarían ver el cielo ni el horizonte. No le dijo el Padre Antonio que no entendería qué querían decir los grandes carteles con hermosas señoritas sonrientes o con cosas que ella no conocía y con muchos colores, muchas letras que no podía leer. El Padre Antonio tenía razón cuando le decía: “-Lucinda, está bien que vengas a misa, pero además tenés que aprender a leer-” Pero, allá en el pueblo ¿para qué necesitaba leer?; ¿qué había para leer? Total en la capilla no hacía falta porque toda la historia del Señor estaba pintada bien clarita en las paredes. Tampoco le dijo el Padre Antonio que en la estación de la gran ciudad habría tanta gente, mucho más que la que se junta en el pueblo para las procesiones, ni que tendrían esos rostros pálidos y malhumorados. No, no le dijo el Padre Antonio de ese ruido infernal, ni que la señora -que la reconoció enseguida- haría que la siguiera casi sin mirarla.

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www.fagotera.com Tampoco le dijo el Padre Antonio que allí no más sentiría tan pronto y tan hondo la necesidad de volver a ver el pueblo, la casa de adobe, el algarrobo, los ojos mansos de su madre.

LA FOTO Tropezó con esa fotografía hurgando en el baúl del altillo de la casa de la tía Delia, recién fallecida. No lo podía creer; se le hizo un nudo en el pecho. De un golpe se le cayeron treinta años de encima, como si volviera a tener los diez de la foto. “-¡La pucha! que no me acordaba de esta foto, ni de aquel día feliz cuando el viejo nos puso delante de su flamante Gilera. Volví a oír su voz poderosa, segura: -Vamos, Teresa, subí vos también; no tengás miedo ché, mirálo al pibe. Afirmate y agarralo bien de la cintura- Volví a ver la sonrisa pavota del tío Andrés con su cámara Agfa fotografiándonos a los tres montado en la “máquina” -así la llamaba papá- , y a mamá muda, con la cara de susto que por desgracia quedó fijada en la foto; y a mí, serio pero orgulloso, engominado y de traje -la usanza de entonces- Claro que el viejo era joven y pintón. Cuando no viajaba a la Capital o a Mar del Plata por sus negocios, piloteaba la moto entre las sierras como ninguno. Había que verlo cuando competía con la barra en el desvío de la ruta. Nadie como él para apretar el fierrito. Mamá no lo sabía pero siempre me llevaba para que lo viera correr. Yo soñaba con llegar a ser como él.” Dio vuelta la fotografía y se topó con su propia escritura infantil: “Para la querida tía Delia - Mamá, papá y su sobrino Raulito - Tandil, junio de 1958" La muerte de la tía Delia lo afectaba casi tanto como la de su padre, algunos años antes. Se sentía allí como un intruso revolviendo ese caserón, y más aún ese baúl lleno de papeles ajados y fotos amarillentas.

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www.fagotera.com De pronto tropezó con una caja ubicada en el fondo, una de esas conocidas cajas con incrustaciones de caracoles que se vendían en Mar del Plata. Adentro apareció un primoroso álbum de viejas fotos que no conocía: en todas la tía Delia y su padre, caminando por la Rambla, o abrazados en la playa, o montados en la moto, o paseando a caballo, Parque Camet, reconoció. Un grueso paquete de cartas completaba el hallazgo y lo explicaba: cartas de amor firmadas por su padre, casi doce años de cartas enviadas todas desde Buenos Aires. Leyó la primera; no pudo continuar...Desde el altillo oyó lejano sonar el teléfono; tomó la caja y bajó. -Hijo, llevo una hora esperándote, la cena está ya fría. Me hacés acordar a tu pobre papá que tantas veces me dejó plantada con la comida servida. Vamos, dejá por hoy, mañana seguís con el inventario de la pobrecita Delia. -¡Ay, vieja!, el pobre papá y tu hermana, la pobrecita tía, no sabés...” -Aquí se detuvo, hizo un silencio tenso; luego agregó: Tenés razón, viejita linda, andá calentando la comida, enseguida estoy allá. Retiró de la caja el álbum y las cartas; quemó todo en la parrilla del fondo y salió.

MADE IN HOLLYWOOD -Sí mamá, en la calle Florida. Sí, te hablo desde la Franco Inglesa. Pero sí, ya te dije, con Teresa, Raúl y Fernando... Dale, ¿qué te cuesta, mamá? Te juro que volveremos temprano. ¿Cómo querés que me pierda esto? No sabés; todo el mundo está aquí, festejando como loco; es el día de la Victoria. Mamá, ¿lo entendés? Prendé la radio. ¡Terminó la guerra!... Sí, bueno, recorremos un poco y... ¿Oís?, aquí todos cantan, hay banderitas americanas por todas partes. ¡Es fantástico, mamá!, ¡la paz, la paz!...Bueno, sí, sí, temprano.

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www.fagotera.com Libre al fin de la supervisión materna, Alicia sale a la calle. Florida es un tumulto. No sólo la bullanguería juvenil; también los mayores se alborotan como chicos. Confianzudos abrazos con cualquiera, cantos, un mar de banderitas en rojo y azul, americanas, británicas, también francesas. Resuelven entrar al Adlon. No es fácil acceder al primer piso. La confitería casi repleta, desborda de música y ruido. La orquesta la emprende como puede con “Barrilito de cerveza”.. Gleen Miller en lucha encarnizada contra el bochinche general. Raúl logra -acierto casual- pescar una buena mesa que acaba de desocuparse, justo cerca de los músicos. -Artie Shaw -grita uno. Gershwin, dale, lucite con el piano, René. -replica otro -Y después despachate algún tanguito, para matizar. -tercia alguien desde el fondo. Aplastante mayoría de silbidos y abucheos. El ambiente es exclusivamente pro-aliados. Además ¡qué desubicación!, pedir tangos a la Jazz-Band. Que se vaya a buscar una “típica” a la calle Corrientes. Alicia y Teresa se deciden por un “Ice-cream soda” de frutilla. Los muchachos, submarinos; masitas para todos. Casi no se oyen entre sí pero ¡cuánta alegría! -Y pensar -comenta Raúl a los gritos- el papelón de Argentina declarando la guerra a Alemania un mes antes de la victoria aliada. -Eso por la presión de la opinión pública, porque este gobierno nazófilo -completa Fernando. Todos comienzan a canturrear -algunos en inglés- “Nigth and Day” acompañando a la orquesta. Es el turno de Cole Porter. Alicia, extasiada, menea su cabecita al compás de la melodía. Con los ojos cerrados es capaz de sentirse Ginger Roger deslizándose en brazos de Fred Astaire por una terraza blanca de luna, junto a un jardín; en Hollywood, claro. Ella jamás podría hacer locuras como aquellas chicas

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www.fagotera.com subidas a las mesas y zapateando con sus ruidosas plataformas. De pronto la orquesta acalla a Porter y arranca con “Sigamos a la flota”. Sorprendidos por un momento, todos quedan en silencio. De golpe el local entero empieza a aplaudir a un grupo de marinos americanos que acaba de entrar. El maître en persona los acompaña y diligentemente se les instala una mesa cerca de ellos. Son cuatro fornidos oficiales, blanco de las miradas, sobre todo femeninas. ¡Uniformes igual que en las películas! Teresa, boquiabierta sólo atina a mirar a sus compañeros de mesa en busca de algún comentario, pero ninguno le presta atención. Alicia, en apariencia impasible, comienza a pasear sus ojos distraídos por la mesa de los americanos. Ningún comentario. Raúl y Fernando siguen con su debate: que si el suicidio de Hitler, que la reciente muerte de Roosevelt, que si los rusos ocupando media Alemania, que aún la resistencia de Japón, que la ofensiva final. El mozo se acerca y entrega un recado a Alicia. Le dice que se lo envía uno de los marinos americanos. Ella lo lee: “A los ojos más lindos de América les pido el favor de una mirada. Gracias” Va a levantar la vista impetuosamente pero logra moderar el impulso y hacerlo con coqueta lentitud hasta encontrar un par de ojos celestes en una cara bronceada que le sonríe alzando su copa, sin posturas, con tanta naturalidad que ella le devuelve la sonrisa. Entonces él se levanta y se acerca. Alicia lo invita a tomar asiento junto a ella. ¡Se parece tanto a Errol Flyn en esa película que vio hace poco! La orquesta ahora empieza con “Serenata a la luz de la luna”, ¡Bien!, Glenn Miller otra vez. -Larry, ¿verdad?, hermoso nombre -dice ella -Alicia, Alice, Alice, ¡beautiful! -responde él. Se levantan, abandonan la confitería. En la calle toman un taxi. Ella quiere mostrarle lo más lindo de la ciudad y

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www.fagotera.com llevarlo a bailar a Olivos. El va mirando más sus ojos que el entorno de los grandes palacetes que ella va señalando. Descienden en el puerto de Olivos y comienzan a caminar junto a la arboleda de mástiles de los yates cautivos en la rada. Se han tomado de la mano. ¡Es tan alto, tan fuerte de espaldas! Claro, sí, sí, ya recuerda, como Clark Gable en la película “Lo que el viento se llevó”. Podría alzarla en sus brazos con la misma facilidad con que lo hacía el actor con Scarlet en aquella escena... ¿cuál?, bueno, no importa, no lo recordaba bien ahora. Entran al “Fantasio”. La “boîte” del puerto está casi desierta. Un par de parejas baila lentamente en la penumbra. Piden obviamente “scoth”. La música es otra vez “Serenata a la luz de la luna”. Es aquí donde suena como en una película. Bajo el reflejo tenue de las pequeñas lámparas que demarcan cada mesa, Alicia y Larry bailan. Ella se deja ceñir la cintura mientras se abraza a su cuello. ¡Cómo le gustaría hacerlo descalza y con los ojos cerrado, como Judy Garland en aquella escena del invernadero, cuando la tormenta afuera...Pero él le ruega que lo mire a los ojos todo el tiempo mientras giran, giran, giran. -Mirá Fernando, no hay vuelta que darle, el héroe indiscutido es el general Eisenhower -precisa RaulNo te lo niego -agrega Fernando- acepto que cumplió brillantemente la campaña militar más grande de la historia, pero... sin el genio político de Churchill... -¿No tomás tu “Ice-Cream”, Alicia? -interroga Teresa- Mirá, boba, se te derritió todo el helado. Alicia echa un vistazo a la mesa de los marinos americanos; ya se han ido. Se dirige a sus amigos y dice: -Mañana se estrena una nueva película de Errol Flyn. Yo no me la pierdo. ¿Vienen?

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JUEGO Un huidizo relámpago iluminó de pronto las calles más alejadas. Todo estaba desierto. Tuvo la exacta sensación del desamparo total, como si se hallara inmerso en el vacío ¿Así sería la muerte?, la nada... Se preguntó por qué se ponía a recordar aquel olvidado episodio infantil cuando, perdido durante una tormenta, se quedó solo en el granero. Como entonces, la misma sensación de soledad, el mismo sabor acre en la boca, el mismo sudor frío que le bajaba desde la nuca. Repentinamente oyó pasos o voces en las galerías y corrió esperanzado... Nadie. Atravesó corredores, los que circundaban aquellos lugares..., sólo oscuridad, hedor húmedo y un silencio que ya empezaba a inquietarlo. Buscó una y otra vez. Cada nuevo recorrido acrecentaba su desasosiego. Por momentos creía percibir aquí o allá pasos, risas veladas; únicamente los relámpagos le confirmaban su desamparo. Ya alterado, empezó a desorientarse. De pronto lo comprendió todo ¿Cómo no lo intuyó antes? Ahora empezaba a ver el juego siniestro que se le estaba haciendo protagonizar... ¡como víctima! Esta vez no sería divertido para él. Se exasperó con su propia torpeza. Los adivinaba ocultos detrás de las sombras, regodeándose con su desesperación, aunque la sintió menos angustiante que ese silencio enloquecedor y ese sudor frío que le volvía desde la infancia. Casi deseó el desenlace.

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www.fagotera.com LIBERACIÓN Buenos Aires, julio 12 de 1995 Sr. Alejandro Ríos Gerente General ALBATEX S.A Adjunto Boleta de Depósito por la suma de un millón quinientos mil pesos, a nombre de la Cía., sobre el City Bank, Cuenta No.17034/16, importe que devuelvo a la Empresa y que sustraje indebidamente en forma paulatina a lo largo de varios meses. Con esto dejo aclarada la situación del Contador Iñíguez, injustamente detenido por este desfalco que yo solo he cometido. Acompaño un informe completo así como la documentación probatoria que le permitirá a la Empresa constatar mi autoría exclusiva en los hurtos sucesivos y que, como podrán analizar, he cubierto con maniobras contables que ni el propio síndico pudo desentrañar hasta ahora. Sr. Ríos: la deferencia, y yo diría más, la amistosa calidez que siempre me demostró, es lo que me anima a recurrir a usted. El juego, vicio irrefrenable que me fue atrapando desde muy joven, ha sido mi perdición. Primero perdí a mi querida familia, mi mujer y mis hijos a quienes arruiné. Agotados todos mis recursos, concebí la idea de apropiarme de dineros de la empresa que iría restituyendo con las ganancias del juego. ¡Ah!, Sr. Ríos me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza, pero una vez concebida me acosó noche y día. Así fue cómo poco a poco fui sustrayendo diversas sumas y lo que es peor aún, realizando manejos contables para que se inculpara a un inocente.

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www.fagotera.com Y bien, Sr. Ríos, ¡qué extrañas paradojas nos presenta a veces el destino!..., la misma mesa de juego que malogró mi vida acaba de brindarme la redención. En estas últimas noches el azar me hizo recuperar todo el dinero sustraído; es el que por fin les devuelvo. Sepa Sr. Ríos que mi pasión por el juego no conoce límites; fíjese: terminé apostando mi vida, sí, mi propia vida contra la recuperación del millón y medio. Estoy absolutamente seguro que el propio Lucifer aceptó mi reto; por eso gané... ¿Acaso no lo hizo antes con Fausto?... Y bien, ahora me toca pagar. Voy a quitarme la vida, pero créame Sr. Ríos, en estos últimos momentos me siento por fin bien, en paz conmigo mismo y con quienes alguna vez me amaron y me brindaron su confianza y su amistad. ¿No le parece que ésta fue mi mejor jugada? Por fin he ganado de veras; he ganado mi liberación. Con todo mi agradecimiento, Luis Anselmi

LLUVIAS ¡Por fin!. El emérito investigador de la Universidad de Nankin, el físico Laa- Llú -Viá y su colega y amigo, el renombrado meteorólogo pequinés Plú-Vió-Soh, cuenta con el anhelado aparato que acaban de recibir de la Californian Expedition, el esperado "Meteortrail", sistema de observaciones aerográficas de alta complejidad, creado por el sabio alemán Hans Ganz en 1984 y luego perfeccionado con el sistema de lasergrafía "Absoluten" según proyecto de los ingenieros Willy Bobus y Harry Pavos de la Universidad de Harvard.

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www.fagotera.com La función específica del aparato es el seguimiento en pantallas y registro gráfico- numérico del comportamiento aún poco conocido de las moléculas hidroplasmáticas que se generan el la alta atmósfera En lenguaje llano: se proponen descubrir el origen y el mecanismo de la formación de las lluvias, y por tanto, intentar su posible gobernabilidad.. El estudio impone una complejísima tarea de cálculo, simbolización y registro que ambos sabios han confiado al joven matemático manchú Do -Sy-Trés, su invalorable ayudante. Un equipo de colaboradores realizará las tareas complementarias: conexión con satélites, enlace conjunto con las bases meteorológicas del Ártico y Antártico. ¡Las pantallas de "Meteortrail" están ya listas para recibir señales. Se inicia la observación: gráficos y datos comienzan a proyectarse, horizontal, vertical y cenitalmente. El equipo observa atento las imágenes en el campo referencial: compuestos hidroquímicos suministran polvo, quizá gases higroscópicos; tal vez iones, ¿positivos o negativos?… En lenguaje llano: hay bastante confusión. - Constatado -dice el director del estudio-, la formación de las gotas requiere la presencia de estos núcleos, honorable colega. - Creo que las mayores se formarían por fusión nuclear de las pequeñas -responde y agrega- Así parece indicarlo la relación par que registran los referentes numéricos controlados por nuestro ayudante. Descubro buena cantidad de sustancias nitrogenadas en forma de nitratos u amoníacos en solución… ¡Lo sospechaba, a pesar de mi humilde ignorancia, Profesor! - Sí, colega, pero observe también que el fenómeno es muy desigual en todo el Globo, por cuanto el trazado de las isohietas… ¡Ah, qué revelación! ¡Qué perspectivas para

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www.fagotera.com quienes estamos en condiciones de, digamos, conducir estos fenómenos! Ambos sabios sonríen enigmáticos. Se abrazan conmovidos. El momento es de trascendencia universal. Ellos, sólo ellos están a punto de resolver el problema ancestral: la injusta distribución pluvial, carencias aquí, excesos allá. Han dedicado sus vidas a lograr este propósito: regularlo a voluntad en todo el Mundo. ¿Qué puede significarles esto? Pues nada más ni nada menos que el dominio absoluto de la Humanidad; ejercer todo el poder; en síntesis, gobernar este planeta. Regodeados, los tres investigadores entrecruzan oscuras miradas de codicia. Nadie advierte que en el Fax se está imprimiendo un mensaje; el texto es el siguiente: Los Angeles, junio 28 de 1996 Profesores Láa-Llú-Viá y Plú-Vió-Soh Lamentamos tener que comunicarles que por un involuntario error de nuestro Departamento de Expediciones, se ha enviado a ustedes un aparato destinado a otro Laboratorio sito en Buenos Aires, Argentina, para el control y regulación de la inseminación en vacunos, lanares y porcinos. Descontamos que advertidos de inmediato de nuestra confusión, esperaban este contacto. Aprovechamos para informarles que el MeteortrailAbsoluten" encargado por ustedes, ha sido retirado de n/stock recientemente. Sus programadores, las Universidades de Frankfurt y de Harvard lo consideraron inoperante. Reiteramos nuestro pedido de disculpas y les anunciamos el inmediato retiro del envío. Californian Expedition International.

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MADRUGADA Él fue el primero en abrir los ojos. Rodeó la cintura de la mujer que, al despertarse lo miró sin deseo alguno. Ella se incorporó; el pretexto: un malestar en la boca. Tal vez fuera nuevamente ese diente que empezaba a ennegrecer y estropear la blancura perfecta de su dentadura. Entró en la ducha; quería despejar sus pensamientos. No era odio lo que sentía por él. En realidad le tenía cierta estima a pesar de reconocer su total carencia de sentimientos. Era frío, calculador; su conversación, un derroche de alabanzas llenas de falsedad. Máquina de seducir que ella reconocía irresistible en un primer momento pero que luego pronto se mostraba vacía de contenido. Salió de la bañera. Se envolvió en la bata que halló en el perchero. El espejo empañado mostró sin embargo sus cejas muy arqueadas; gesto que evidenciaba su estado de tensión nerviosa. Él seguía durmiendo. Entonces se vistió en silencio. Arrojó a la basura los boletos que había reservado para el viaje juntos. Al salir, el aire fresco de la madrugada, por fin, la hizo sentirse bien. Anuncio en el diario: Negra, por favor, llamame R.V. Teléf. 321-5609

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www.fagotera.com -¡Roñoso, rufián, rastrero, ru…fián, hijo de perra, mal parido! Las lágrimas ahogaron las "erres" mordidas y escupidas en palabras llenas de ira y dolor… Un año atrás lo había conocido en la barra de aquel bar de Lavalle y Maipú. Flaco, alto, atildado, con pinta de empleado bancario de cierto rango Se miraron largo y ella se le fue a sentar a su lado. Empezaron con el whisky y la charla. Después el coche; un club nocturno en la Panamericana; más whisky, baile y… el amor, despreocupado, circunstancial. Siguieron otras noches de charlas telefónicas, cita y, por fin, la propuesta ansiada: "Negra, venite a vivir conmigo. El bulín sin vos…" Poco duró el idilio. El se fue borrando. El número 321-5609 empezó a llenarse de llamados, cada vez más frecuentes, de ciertos amigos del flaco que generosamente querían consolarla por su ausencia. Subrayó con color el aviso del diario y sin esperar más se encaminó a la Comisaría.

MÁSCARAS Casi medianoche. Atraviesa el hall en completa penumbra. De pronto sus ojos se detienen ante una luz tenue que se filtra bajo la puerta cerrada de la biblioteca. También cree percibir algunos sonidos, como sutiles melodías muy lejanas, sin embargo perceptibles en medio del silencio que envuelve la casa. Ahora sus ojos más habituados a la oscuridad descubren bajo esa puerta, sombras que se desplazan en el haz de luz.

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www.fagotera.com Un temblor creciente le recorre el cuerpo, le afloja las piernas, pero inexplicablemente empieza a acercarse, atraída por un impulso dominante: entrar allí. No puede rehuir la fascinación del misterio. Ha llegado hasta la puerta; ésta se abre antes de que su mano se apoye en el picaporte. Ahora la luz es intensísima, la deslumbra, casi la enceguece. Apenas puede distinguir ese rostro extraño, de mirada rígida que la invita a entrar. Le recuerda las máscaras venecianas de rasgos duros pero a la vez finos, con una extraña sonrisa permanente. Alrededor otras máscaras también multicolores, la observan con la misma expresión inmutable, atrayente y perturbadora al mismo tiempo No puede huir, no quiere Se deja cercar. Como un gigantesco calidoscopio las figuras la rodean con sus mil luces, sus mil colores, sus mil sonrisas. Entonces, en un mágico estallido, resuena el ritmo de platillos y címbalos. Flautas y trompetas se unen a los tímpanos, campanillas y cascabeles, en un arresto sonoro que enajena los sentidos. Las máscaras comienzan a danzar en un torbellino sin fin hasta infundirle su hechizo. Como en una pesadilla ella siente que no puede alejarse ni sustraerse al conjuro y se lanza a girar, girar transportada por la seducción del encantamiento. Con las primeras luces del día, la bailarina despierta en el salón de la biblioteca. No puede explicarse por qué ha amanecido tendida sobre la alfombra. Sólo recuerda haber entrado allí por la noche para consultar un libro de coreografías para el ballet "Carnaval de Venecia"

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www.fagotera.com METAMORFOSIS (1) -¡Abajate de áhi, mocoso e’porra! Ya vas a ver en cuanto venda don Ambrosio. El mocosito de apenas siete años está trepado a la plataforma del molino, a casi quince metros de altura. Desde allí mira a la vieja que sacude los brazos amenazantes. “Y yo no me voy a bajar. Ella quiere que baje y yo me quedo aquí porque me quiere pegar y yo estoy aquí solito y ella no me agarra y don Ambrosio tampoco va a subir porque se marea y la rodilla no lo deja porque es viejito y aquí se ve todo y es más lindo con casi todas las nubes que me gustan tanto porque vuelan. Ella es una bruja. No, no es una bruja, es una vieja mala, no es bruja, no vuela con la escoba como está una dibujada en el libro que me regaló el patrón, con la brujita que sale con la escoba por la chimenea. A mí me gusta la brujita que sale con la escoba porque vuela y yo también quiero volar y ella no me deja. Me gusta que todos vuelen como las calandrias y las palomas que van tan alto. Pero las gallinas no saben. La vieja está enojada porque abrí la puerta de la pajarera del patio y todos los pajaritos ¡ale! se fueron por el aire y hacían ¡pi, pi! de contentos y cuando ella vino a la tarde con el alpiste no estaban más y la puerta, abierta. No salió la Manuelita porque las tortuguitas no vuelan, son zonzas como las gallinas y la vaca del establo que está quieta siempre. La Manuelita camina poquito, también come lechuga pero duerme mucho. A mí me gustan más los pajaritos cuando pasan... ¡brrr! volando y las mariposas también son lindas pero vuelan un poco mal. Yo también voy a aprender a volar. La vieja es mala; me ha roto todos mis avioncitos de papel y los de madera. Dice que son porquerías, basura. Yo los tenía todos en el galpón del José, atrás de las herramientas y los encontró. No le gusta nada que vuele; me rompió el barrilete que me había hecho el José y lloré mucho y se lo conté al José y el puso una cara

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www.fagotera.com y yo lloré tanto que me dijo que me va a hacer otro más lindo, con mucha cola, que cuando la vieja se vaya a lo de la Encarnación, lo vamos a remontar y le vamos a mandar cartitas por la piola y que los ángeles van a estar contentos porque a ellos también les gusta los barriletes. Y claro que yo sé quiénes son; ellos son chicos como yo pero tienen alas en la espalda y vuelan, van a jugar con las nubes y con San Pedro y con..., bueno, no me acuerdo; el José me lo dijo pero no me acuerdo. Y ahora tengo ganas de hacer pis pero no me voy a bajar y me aguanto. A los ángeles sí que les voy a prestar mi barrilete y también los aviones; voy a hacer muchos aviones y ahora que están las golondrinas les van a jugar carreras pero me parece que las golondrinas les van a ganar a mis aviones, y bueno... Es casi de noche. El son ya ha desaparecido pero la luz del atardecer todavía dora el campo y las aspas del molino. El niño empieza a bostezar; se acurruca en un rincón de la plataforma y se queda dormido. Cuando amanece abre los ojos y en ese momento algo comienza a suceder. Siente un cosquilleo a ambos lados de la espalda y se le empiezan a formar en cada omóplato unos sobrehuesos cada vez más grandes que se le ramifican al tiempo que se van cubriendo de plumas blancas. El niño sonríe, despliega las alas y sin asombro ni vacilación alguna se lanza al aire ensayando un pequeño rodeo. Llega otra vez la vieja mujer. -¿Todavía estás áhi, mocoso e’porra. ¡Abajate de una buena vez! Ya te voy a dar en cuantito te pille... El niño vuelve a desplegar las alas y salta. Planea por sobre la cabeza de la vieja; la moja con una copiosa meada y se remonta hacia las nubes.

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www.fagotera.com METAMORFOSIS (2) Cae el sol. Don Rodrigo de Moraes ordena detener la marcha. Están en pleno territorio de Minas Gerais, a orillas del río que los indios llaman Paranahyba. Según dicen, más adelante, formará con otros afluentes las nacientes del que reverencian y denominan Paraná, padre de todos los ríos. Pero Don Rodrigo no está allí para exploraciones. No ha abandonado su cómoda vida cortesana en la remota Lisboa para descubrir territorios como pretenden los padres jesuitas que dejó en las Misiones. Su objetivo es bien claro: procurarse indios para llegar hasta las minas de metales preciosos. Sabe que está próximo el lugar que le permitirá por fin hacer realidad su sueño de riquezas. Como otros aventurados portugueses, también él encontrará depósitos naturales de oro o diamantes. Los indígenas descargan sus espaldas de los pesados bultos. Se sientan formando varios círculos alrededor de fogatas que han comenzado a encender. Algunos han ido hasta el río. Pronto regresan con abundante pesca que el Paranahyba les ha entregado con toda generosidad. Depositan los peces sobre las primeras brasas. Don Rodrigo los observa mientras platican. Sabe que son afectos a los relatos del guía mayor, lo escuchan reverentes. No comprende sus palabras en guaraní pero sabe que les cuenta historias de magia y hechicería protagonizadas por animales de la selva. De pronto desde el lado del río irrumpen dos de sus hombres dando voces. Todos acuden. Entre ambos cargan una inmensa boa que depositan en el suelo. El lenguaraz explica a su amo que no hay que temerle, es inofensiva, salvo cuando aprieta -aclara-. Hasta es capaz de convivir con los hombres. Ya en el suelo, la serpiente se enrosca lentamente y eleva su cabeza. Don Rodrigo la contempla desconcertado. Los ojos dorados de la boa se clavan en los suyos. Repetidamente desenrosca y vuelve a enrollar su cuerpo con la cabeza en alto, siempre vuelta hacia él que la

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www.fagotera.com mira paralizado por la fascinación de sus movimientos suaves y ondulantes. Por fin aparta la mirada y ordena que el ofidio sea encerrado en uno de los jaulones que porta la expedición. A la mañana siguiente decidirá su destino. Los hombres le han instalado ya su tienda; está extenuado y necesita dormir; la siguiente jornada será sin duda más agotadora pues la selva, cada vez más densa, se está volviendo casi impenetrable. Además habrá que vadear el gran río. ¡Ah!, pero no hay obstáculos que no esté dispuesto a sortear. Lo ha jurado: regresará rico o no volverá jamás a su tierra. Es medianoche, silencio total, ninguna voz, los hombres duermen. Sólo el zumbido obstinado y persistente de los insectos; de tanto en tanto el graznido lejano de algún ave nocturna. La cercanía del río lo adormece con su murmullo. Un perfume extraño y envolvente comienza a impregnar la tienda. La leve luz del candil apenas permite distinguir pero Don Rodrigo advierte una presencia que poco a poco se va perfilando en una silueta de mujer de cuerpo erguido como un junco, piel de cobre, desnuda, advierte, bajo la túnica traslúcida. Los cabellos lacios, renegridos, apenas retenidos por una orquídea, su único adorno. Ella se le acerca; sus ojos clavados en los de él, brillan oblicuos con destellos verdosos y dorados. Magnetizado por el hechizo, la recibe en sus brazos. La boca altiva y carnal murmura palabras en guaraní que él no conoce pero que le saben a música. Entonces la estrecha y la besa. Se aman sobre el jergón. Ella lo envuelve, lo ciñe con sus brazos y piernas. Amo y prisionero a la vez de ese cuerpo exótico, el hombre siente como si penetrara en la selva verde y dorada, plena de lianas que se le enredan y lo constriñen con delirante placer hasta alcanzar, transfigurado, el éxtasis total. Amanece. Las voces y gritos de los indios lo despiertan. Sale de la tienda. El lenguaraz muy alterado le explica que durante la noche la boa destrozó el jaulón y ha escapado. Don Rodrigo lo mira atónito, sin decir palabra. De un salto

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www.fagotera.com vuelve a la tienda pero allí no hay nadie; sólo encuentra una orquídea sobre el jergón.

ENTRE DOS MUNDOS Perdido se halla el Almirante en medio del desconocido océano y el mar oscuro de sus cavilaciones, unas veces esperanzadas, otras dubitativas. Ayer su corazón repicaba con la incipiente alegría de quien cree ver por fin el indicio que alienta sus esperanzas, pero hoy la balanza de su fe o su duda parece inclinarse otra vez por esta última. Sin embargo el rumbo está tomado: proa hacia el oeste, siempre hacia el oeste, sin vacilaciones. Oeste, el oeste es su destino y lo sabe. Absorto en estas reflexiones el Almirante camina por la proa solitaria de la Santa María. Noche serena, casi sin brisa, el mar sosegado y un cielo mudo y misterioso. Se diría que el Universo todo se hubiera detenido expectante, respetuoso... ¿Es cuando la Creación va a producir algún episodio grandioso como éste, el encuentro de dos mundos, lo eterno, lo trascendente, lo divino, lo escolta desde lo alto?

ODA A LA NARIZ Eminencia impar de la cara entre los ojos, sobre la boca. Pirámide triangular, fija en tu cúspide, alada en tu base, a ti te canto, nariz

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www.fagotera.com Unas veces, naricita otras tantas narizota; ¿adjetivos?, respingada, nariguda, narigona. En Cleopatra, imperial; en Cirano, desdichada; en Pinocho, embustera. Cuando corva y afilada, aguileña la nominan; así la ostentan hebreos y mahometanos pero en los africanos su diseño es llano y chato. Clásica se destaca en la cuna del Egeo, perfilada, recta y noble, como Fidias la esculpiera en la altivez de Atenea y Miguel Angel consagrara en el rostro de David. Discreta sería su virtud si sólo se limitara a ser ornamento facial ya que su misión esencial es dedicarse a olfatear,, "Fosas nasales revestidas de membranas pituitarias" Así define la ciencia a tus ventanitas indiscretas aberturas inferiores, conductoras incansables del aire y los olores., repugnantes, deliciosos, para ellas es igual,

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www.fagotera.com sólo cumplen su misión; olfatear y no juzgar y al cerebro informar unas veces del hedor de chiqueros y letrinas de fetideces cloacales, o de carnes, por la muerte corrompidas; otras son rancias alquimias, de motores infernales, o mil tóxicos fatales derramados por desidia. Pero otras veces, ventanitas olisqueras, olfatean maravillas de dulzura, de pureza; el aroma embriagador de los vinos generosos, y los perfumes sensuales que enajenan los sentidos., otros sutiles e intensos que en las noches estivales regalan jazmines y nardos, o el olor salino y salvaje de la brisa marinera, o la fragante madera acabada de cortar. ¡Qué decir en el hogar! ¡Cuántos entrañables olores de la casa añorada!, la alacena, la cocina, sus aromas cotidianos de tostadas en el horno y de café matinal, y aquel otro olor invernal

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www.fagotera.com de la sopa, cuando niños, rechazada y obligada. ¡Ay!, quién pudiera volver al fogón de tu marmita y a esa sopa de infancia que ya no volvimos a oler.

REGRESO Comienza a recorrer el lugar, la plaza de su infancia y de su juventud. La fuente central no es la misma de entonces, con aquel ornamente de sapitos y pescaditos de bronce que echaban agua y calmaban su sed cuando la barra terminaba el partido improvisado, casi siempre con final abrupto por la llegada del guardián. Hay ahora un simple estanque seco y sucio que exhibe una corona de picos herrumbrados. Camina las veredas y senderos; son los mismos mosaicos. Aunque deteriorados y desteñidos, conservan todavía sus dibujos geométricos morados y amarillos. “-Bocha, a que no sos capaz...Si te animás a dibujarlo, te regalo mi yo-yo laqueado” Y sobre el mosaico a modo de pizarrón, él trazaba dibujos obscenos con las tizas robadas en la escuela. El recuerdo le esboza una sonrisa. La arboleda, los bancos y canteros le parecen los mismos. El inevitable busto del héroe militar también sigue allí tan desconocido, estoico y frío como entonces. Enfrente, hace esquina la iglesia; está igual, pero el colegio parroquial ha agregado un piso: lo delata su arquitectura más moderna. En la otra esquina, la comisaría; al lado, la imprenta de Don José, el puesto de diarios del negro Fuentes. Algunos nuevos edificios de departamentos sumergen a las pocas casas bajas que quedan con sus jardincitos de margaritas y malvones. La esquina sur, la del bar que registró tantos episodios de su juventud, luce casi igual. Está, sin embargo más lindo,

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www.fagotera.com más iluminado, con mesas en la vereda, cortinitas en las vidrieras. Tiene otro nombre: “Café del regreso”, proclama el petente luminoso. El recuerdo vuelve a estremecerlo. El de aquella noche, casi quince años atrás, cuando en el “Reservado”de ese bar, ella se negó a acompañarlo en la locura del exilio salvador. ¿Por qué? fue la pregunta sin respuesta que, como una letanía infinita, se repitió desde entonces, a veces hasta con la sensación de su propia inculpación. Nunca más supo de ella. Ahora tampoco tiene valor para intentar averiguarlo. Anochece. Una vez más recorre la plaza que acaso no volverá a ver. Ya está en sombras y desierta.

SHOW EN RÍO La bahía de Guanabara se recorta nítida y voluptuosa entre el marco azul del mar y el cerco exuberante de la vegetación. Aunque es julio, el invierno luce primaveral y como siempre el sol carioca pinta los colores más rutilantes que ningún otro lugar de la Tierra podría igualar. Desde la ventana, Roonie Biggs admira una vez más el colosal escenario. Su mansión domina el mejor panorama de la ciudad que eligió allá por 1970 atraído por un ocasional afiche. Río fue desde entonces su refugio definitivo, su hogar, su familia, su felicidad. Tiene entre manos algunos diarios cariocas y el infaltable “Daily Telegraph” de Londres. Relee las publicaciones locales e inglesas acerca de los hechos de Glasgow. ¡Qué fastidio!, lleva casi un mes recibiendo llamados y faxes de la BBC. Es que se han propuesto organizar una “cumbre de ladrones” -así lo expresan los diarios- para conmemorar los treinta años del llamado “robo del siglo” Piensa: “-Un show

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www.fagotera.com descarado que pretende que yo juegue como entonces el papel principal de super-star del robo perfecto” Roonie sonríe, la idea le divierte, casi le agrada... ¡Una nueva paradoja en su vida! tan inverosímil y absurda como todo lo sucedido entonces... Vuelve al ventanal; en lo alto el inmenso Cristo Redentor de los brazos abiertos y protectores. Por primera vez lo mira con verdadera atención; siente como si El le devolviera la mirada. Se aparta bruscamente: empieza a recorrer la casa; le parece ahora demasiado grande, demasiado silenciosa. Raquel, su mujer y su hijo Michael están de viaje pero regresarán a la mañana siguiente. Intentará dormir un poco. Se recuesta; algo le hace sentirse como molesto, incómodo diría. ¡Bah!, un buen whisky y alguna película de televisión le devolverán su habitual buen humor. El control remoto rastrea; todos los canales, curiosamente lanzan rayas horizontales luminosas. De pronto logra ubicar una imagen: un locutor. Roonie no lo conoce pero llama su atención. Piensa “un macho distinguido, cuarentón, en la edad justa, lo que las mujeres llamarían un seductor irresistible” Lo observa atentamente: cabellos negros brillantes, bigote fino, barba recortada, tez demasiado blanca, ojos oscuros, incisivos. No le parece brasileño, ni hispano, menos aún anglosajón. Viste impecable smoking; voz profunda, habla en perfecto inglés. Roonie advierte que lo está mirando a él. Es más, tiene la sensación de que la comunicación es exclusiva entre ambos. -Buenas noches, señor Biggs; por favor, no debe inquietarse. Nuestra Organización ha resuelto tomar contacto directo con usted a través de este medio. Bien, el robo del tren postal Glasgow-Londres, planificado y conducido por usted hace treinta años, el “robo perfecto” según los expertos, el “robo del siglo” según las exageraciones de la prensa mundial, va a ser conmemorado por la BBC. Una idea ridícula, a nuestro parecer. -¡Ah, señor!, eso mismo pienso yo. Sabrá que estoy bombardeado por el periodismo y los directivos de la BBC.

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www.fagotera.com Me necesitan como fantoche para recrear la historia con un show el día de mi próximo cumpleaños, el mes que viene... ¡Bah!, ¡business, business! ¿No le parece una desvergüenza? Claro, yo no soy el más indicado... -Nosotros estamos tan escandalizado como usted, Roonie y nos proponemos ayudarlo para evitar ese bochornoso acto. ¿Se imagina usted recibiendo al comisario Jack Slippe, el investigador del caso? Un perfecto inútil, un incapaz como lo demostró entonces. -Sin embargo, señor, debemos reconocer que la Scotland Yard trabajó con suma eficiencia; esto como inglés me enorgullece. Fíjese que supo localizarme aún cuando una cirugía estética me había cambiado la cara por completo. ¡Ni mi madre me habría reconocido! -Aceptado, pero recuerde cómo se dieron de narices contra la ley brasileña cuando lo secuestraron y tuvieron que devolverlo a Brasil. ¡Vaya bochorno! -Esa fue mi jugada maestra, tener un hijo en el país... Bien, Roonie, nuestra Organización viene siguiendo su trayectoria desde el mismo momento del robo. Lo que ocurre es que su expediente no ha podido ser caratulado todavía. ¿Cómo explicarle?...Usted ha delinquido ciertamente pero... a medias, es decir su actuación en el delito ha sido limpia, no ha derramado una sola gota de sangre. Sepa que su carpeta está aún en “Pendientes”. Fíjese, el caso de sus cómplices: están entre rejas o han reincidido con delitos más graves: así el caso de Wilson, Wisbey o Hussey cuyos expedientes se derivaron sin vacilaciones. Pero usted, amigo, ¡vaya contrariedad!, no ha completado los requisitos para ingresarlo , aunque me temo que tampoco podría hacerlo allá arriba, en la competencia. Y, ¿qué ha hecho entretanto en estas tres décadas, Sr. Biggs?, pues desconcertarnos: vende remeras, promociona sistemas de seguridad, en fin, lleva una vida tan intrascendente como los tontos temas musicales que compone. ¡Después de aquella genial jugada!, créanos,

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www.fagotera.com estamos muy decepcionados por su decadencia. Claro que estamos aquí para sacudir su inercia. Ante todo tengo algo que informarle: está muy cercano el fin de su vida; no llegará usted a la celebración que se le está preparando. Esto motiva la necesidad de definir su expediente. -Pero si apenas voy a cumplir los sesenta y cuatro años: no es mucho para esta época...Además mi salud es excelente, sabe. -Amigo, todo lo terrenal es efímero, perecedero, de duración limitada: el poder, el dinero, el amor, en fin, la vida... Ahora mismo puedo hacerle ver un video -desde luego protagonizado por usted- que lo muestra en sus últimos días y en su lamentable final horas antes del Show ¿Quiere verlo? Pero primero quisiera que me escuchara: la Organización tiene una propuesta para usted. La recibirá por correo, pero puedo anticiparle sus detalles principales. Se le ofrecerá vivir otros veinticinco años, eso sí, en plena salud y vigor. Parece que esto, lo del vigor, ha estado flojo últimamente. En fin, dinero, aventuras amorosas, halagos, vida brillante. No se le promete juventud, tampoco vejez. Seguirá siendo hombre maduro bien entero, envidiado por los hombres y codiciado por las mujeres. En caso de aceptar deberá optar por alguna de las alternativas delictivas que le propone la solicitud; con una será suficiente. Recalco que todas son del más alto nivel, como lo merece usted por sus antecedentes. Envíenos el formulario debidamente firmado a la dirección indicada y a vuelta de correo recibirá su ejemplar del contrato con algunas especificaciones de suma utilidad. Cualquier opción que elija tiene total garantía de éxito seguro. Por supuesto, Sr. Biggs, usted es libre de aceptar o no la propuesta, aunque descontamos que su inteligencia guiará su decisión en favor de esta propuesta. -Pero otra vez dormido con el televisor encendido y ¡cuándo no!, la botella vacía.¡Arriba, cuba de whisky inglés! Despierta de una vez. Estamos de vuelta, ya son las ocho, hombre!..

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www.fagotera.com Roonie no responde, está muerto. Por el ventanal entra la luz del nuevo día. Casi no se ve la bahía; una espesa niebla lo oculta todo; hasta el propio Cristo Redentor.

UN VASO DE TÉ Un vaso de té: vidrio, agua caliente, la infusión. Apenas aroma, apenas color. Infancia lejana del “samovar” niquelado con sus canillitas y el vaso al pie para recibir el líquido humeante, oscuro o ambarino. “¿Con limón?, no, con azúcar solamente...¡Ah!, con leche para los chicos. Y, alrededor de la mesa todos sorbiendo el encuentro familiar. Té paquete de la juventud, en el Richmond, a las cinco, con amigas o algún amor. Té en taza y con masitas y con orquesta de jazz interpretando Glenn Miller; finales de la guerra. El té ya no viene de Ceylán, ahora es correntino. El “Tea for two” de las confidencias, o el té de los comentarios indiscretos, o el de las reuniones intrascendentes, o el té de las despedidas..., el té de las lágrimas. El té turístico con repostería suiza tomado en alguna hostería del sur. Té pálido del sanatorio o fuerte para compresas -”lo mejor para los párpados hinchados” dice la suegra. Te suave, apacible y delicado, no es bebida para adultos y maduros. Cederá ante el café, un duro con el que no puede competir. Se repliega, olvidado. Sabe, sin embargo que cerca del ocaso, regresará dócilmente, poco a poco, como un viejo amor recuperado.

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www.fagotera.com TOMANDO CAFÉ (I) Ocupo una mesa bien ubicada junto al ventanal de la confitería, sobre la calle Medrano, casi Corrientes. A pesar de la incomodidad de mi brazo enyesado -el izquierdo afortunadamente-, bebo con placer el cortado que el mozo acaba de traerme. No puedo con mi mano derecha sola ejecutar la simple maniobra de abrir el sobrecito del azúcar. El mozo, solícito, lo ha hecho por mí. Desde mi atalaya sigo con la mirada el desfile humano. ¡Cuánta gente vieja! ¿Dónde están los jóvenes? Deduzco que a esa hora trabajan.¡Cuántos bastones!, no había reparado en esto anteriormente. ¡Cuántas deformaciones físicas! Resuena en mi memoria la sentencia del tango: "fiera venganza la del tiempo" En la vereda, justo frente a mi mesa, unos peones -éstos sí son jóvenes- acaban de levantar una plancha metálica que deja ver una cinta transportadora por la que se introducen mercaderías al subsuelo del establecimiento. Los hombres comienzan a meter bolsas de harina, de cebollas. La cinta traga ávida y precisa. Las bolsas desaparecen en la oscuridad del supuesto subsuelo. Tengo que deducir que allí abajo la cocina elabora los exquisitos platos que se sirven en el salón donde me encuentro. Otro tango resuena ahora en mi cabeza: "…hasta el hondo bajo fondo donde el alma se subleva…" Empiezo a sentirme incómoda: yo arriba, en el salón luminoso, colorido, pleno de verdor de plantas hasta la exageración. Bajo mis pies, en las entrañas, como topos ciegos, trabaja un grupo humano. No puedo sustraerme: mi imaginación asocia. Me veo de pronto sentada en la cubierta soleada de una galera del

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www.fagotera.com siglo XIII que se desliza radiante por sobre un mar azul, propulsada desde sus oscuras bodegas por galeotes encadenados a sus remos. Apuro el café. Reparo en un cartel que no había advertido hasta entonces: "Señor cliente, está habilitada nuestra terraza jardín. No deje de disfrutarla" Salgo y apuro el paso.

TOMANDO CAFÉ

(II)

Bebo mi café habitual; hoy en Santa Fe casi Callao. Como los condenados próximos a recuperar su libertad, cuento ansiosamente los días -más de treinta todavía- que me separan de aquél en que mi maltratado brazo izquierdo se libre de su implacable coraza de yeso. Hoy enfrento otro universo, diferente y muy particular: prevalencia de mujeres de mediana edad y "bien empilchadas". Me viene a la memoria aquel galicismo "negligé", que se aplicaba en mi juventud para definir la elegancia natural, privilegio de quienes no tuvieron que adquirirla, porque la poseyeron desde siempre. Sus códigos imponen desde luego siluetas espigadas y cabezas rubias peinadas con estudiada sobriedad. Ajenas a las urgencias de las motivaciones laborales transitan, eso, transitan sin apuro. Parece que sólo van… ¿hacia dónde?. Creo que a ninguna parte. De pronto la veo entrar al local. No puede tener más de siete años. Es menuda, delgada, oscura -ésta no es rubia, claro- la mirada es casi adulta.

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www.fagotera.com El personal, intencionalmente distraído, la deja recorrer las mesas. Ofrece lo habitual que vende por algunas monedas. Me apresuro a llamar al mozo; pido un sándwich bien cargado de jamón y queso. Entretanto la veo hacer su recorrido; pronto llegará a mi mesa. Enseguida se acerca la chiquilina; me ofrece un señalador. Yo le presento el sándwich y le digo que lo he encargado para ella. Lo envuelvo en la servilleta de papel para que se lo lleve. Me clava la mirada de su niñez adulta y con un gesto de rechazo golpea sobre la mesa y grita: "-No quiero comer, ¡ufa! Comprame, dale, que no vendí nada todavía". Insisto con mi oferta, la criatura se aleja fastidiada. No atino a reaccionar, me quedo con el paquete en la mano. Primero siento perplejidad, luego confusión. Tarde empiezo a comprender: ¡ah!, una vez más nuestra estúpida miopía burguesa. Salgo; en mi cabeza, como una acusación, resuenan sus palabras: "Comprame, dale, que no vendí nada todavía"

TRES PARA TODO Echados en la playa miraban el río; la cabeza hundida entre las rodillas, los ojos fijos en el agua apenas ondulante cuya imagen los distraía. Ninguno se atrevía a decir nada; cada cual rumiaba su angustia en silencio. Miraban pasar el agua mudos, atontados, sin comprender del todo cómo se habían producido los hechos. --¡Idiota!, tu laburo era “campanear” -chilló de pronto el mayor de los hermanos- pero a vos se te antojó hacerte el piola y desarmar la radio de la camioneta en vez de vigilar...Y ahora ¿qué vamos a hacer? Por tu culpa lo agarraron al Rengo..., justo cuando todo iba fenómeno y

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www.fagotera.com casi teníamos desarmada la radio del coche azul. No sé cómo no te rompo la cara a patadas. Pero decí, boludo: ¿no sabías que justo la camioneta con la propaganda del perfume no había que tocarla, que usaba alarma. Pero si te lo dije. El hermano menor no contestó, se cubrió la cara con ambas manos. -Ahora llorás, marica -continuó el mayor- Vos sabés que el Rengo no puede correr como nosotros. Esperá que lo sepa el viejo y nos agarre en medio de una buena curda sin la mercadería y con el Rengo en cana... Otra vez quedaron en silencio mirando el río ahora sonrosado por la luz del atardecer. El paso lento de una jangada de troncos empujada por una barcaza fumeante, los distrajo por un rato. -Negro, decime ¿qué le va a pasar al Rengo?, ¿qué le hace la cana? -preguntó implorante el chico. -¡Ja, ja!, ¿pero no lo sabés?...Mirá pibe, primero la cana lo baña bien, le regala ropa nueva, de la buena; le da de comer fenómeno y con helados. Después lo manda a un lindo colegio y, encima, le da plata...¡Bah!, rajá, piojo... Con furia le dio un empujón que volteó al chico-¡Dale, Negro, por favor -insistió- lo llevan al reformatorio ¿no?, como el año pasado con el José. Yo sé que la vieja lo visitaba y volvía llorando. Y, bueno, lo pasaba peor el José porque estaba allí solo; solo es jodido. El hermano contestó con una mueca que se le quedó impresa en la cara. Le dio la espalda y se puso a tirar piedras al agua. Ya empezaban a encenderse algunas luces en la costanera de la orilla opuesta. Las pedradas iban haciendo añicos los reflejos. -Negro, no te enojés -continuó- te digo que el Rengo no se lo va a bancar allí solo. Negro, decí algo...Mirá, yo también me voy y me junto con él y así, sabés somos dos. Dale, decime que sí. Seguro que entre los dos vamos a aguantar mejor.

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www.fagotera.com -¿Vos?, pero salí, piojo... ¿te la das de guapo otra vez? A ver, decí, ¿de qué le vas a servir al Rengo vos solo? A ver, ¿cuándo hicimos nosotros algo separados? Te creés que me voy a quedar aquí solo con el viejo y su curda... El chiquilín pudo ver que a su hermano se le había borrado la mueca. Lo miró por fin sin miedo. Vio que se levantaba de un salto y lo levantaba por los hombros. Juntos empezaron a caminar hacia la comisaría.

TRISTE PROFESIÓN Avanzamos tras ella. Se mueve con tanta seguridad como un gato, mejor dicho como una gata. Cruza la calle sin detenerse. De pronto, resuelta, se introduce en un coche que aparentemente la estaba esperando, las luces apagadas y el motor en marcha. Corremos a prevenir a los muchachos de la Brigada que vigilan desde el Ford estacionado a unos veinte metros. Ella no advierte la maniobra; conversa. Notamos que el hombre está muy alterado y que la amenaza. Es un individuo de mediana edad, traza vulgar, sin duda uno de los “pasadores”de la organización que la utiliza como puente en el club nocturno donde ella canta. Consideramos prudente esperar. El Sub-Jefe y sus hombres están atentos para seguir al vehículo en cuanto inicie la marcha. Ella desciende por fin; el auto arranca, también el nuestro. La mujer se queda un instante clavada en la vereda. La luz intensa y cenital del farol enciende su cabellera rojiza pero deja en sombras el rostro y la figura. Aparentemente está indecisa, como ante una grave determinación que deberá afrontar. Finalmente avanza. Al pasar junto a nosotros nos ponemos de cara a la pared para comentar distraídos un

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www.fagotera.com oportuno afiche que proclama la candidatura del político de turno. Sin embargo pudimos verle la cara: es hermosa. La mujer se dirige hacia la avenida de regreso al Club; la seguimos. Su andar cimbreante y felino exalta el encanto de su silueta que nos seduce al punto de distraer el celo que requiere la operación. Tantos años en este duro oficio no han corregido del todo mi tendencia sensiblera, más bien creo que la han acentuado. ¿Reblandecido quizá? Los guiños de neón del Club nos reciben anunciando el Show: “Dalila, voz y pasión de la canción de amor”. Antes de entrar nos llega el informe de la brigada: “Afirmativoorganización descubierta-cabecillas detenidos-requisa de drogas y armas-mujer cantante del club es enlace con distribuidores”. Penetramos en el local tras ella. Agentes de civil cubren los accesos. El piano prologa canciones. Las luces sobre el escenario focalizan la aparición de la cantante que por fin entra. Paladeo un coñac en la barra y la observo, la devoro. Me envuelve su voz cálida y sensual... ¡Triste profesión la mía!

ÚLTIMA FUNCIÓN El Inspector Rivera relee una vez más en la sección “Espectáculos” del diario “La voz del Plata”, el siguiente comentario: “Raramente nos es dado asistir a una demostración artística tan original como la que hemos aplaudido anoche en el Teatro Paradise. Espectáculo, arte y acentuado erotismo aunque refinado y sutil. Los responsables de esta exquisita velada, los acróbatas daneses Ethel y Max, vienen recorriendo con rotundo éxito las grandes capitales europeas y americanas. En esencia: dos esculturas vivientes y un trapecio; figuras aladas que convierten en arte lo

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www.fagotera.com meramente acrobático y donde el desnudo completa la fascinación. No hace falta nada más: los espectadores se sienten transportados hasta paraísos mitológicos donde la música de Debussy -no podía ser otra- junto con un impactante juego lumínico, completan el clima onírico de este espectáculo único que recomendamos vivamente.” Rivera arroja el diario sobre el escritorio; enciende un nuevo cigarrillo. -Max, acróbata danés; ¿acróbata danés?...-sonríe y agrega, poniendo ante los ojos de su ayudante un papel que saca de una carpeta- El danés, en realidad, no se llama Max, se llama Máximo Goldberg, nacido hace 28 años en Buenos Aires, en Villa Crespo, para mayor precisión. -Un muchacho argentino y judío, como tantos -completa Galíndez. -No como tantos -interrumpe el Inspector- Anoche lo he visto actuar, un físico escultural que envidiaría el propio Miguel Ángel para su David. Desde luego un gran gimnasta y deportista. Pero..., este dato sobre su verdadera identidad..., ¿qué quiere que le diga? me induce a ponerlo bajo mi lupa. -Entonces piensa interrogarlo. ¡Ah!, debe ser el que está esperando ahí afuera. ¿Le parece, jefe, que podría tener algo que ver con la muerte del cuidador de coches del Paradise? Por lo que leí en su informe este hombre no vive en Buenos Aires desde hace unos diez años y ahora ha venido a actuar por una semana apenas. El inspector sonríe otra vez. El asistente está acostumbrado a su estilo pausado, moderado, producto de muchos años de investigaciones criminales. Sabe que su olfato es casi infalible. El jefe le responde con su habitual parsimonia: -¿Me pregunta si lo considero un sospechoso? ¡Amigo mío!..., poco probable pero posible... Hágalo pasar, ¿eh? Un joven alto, escultural, cabellera rubia, lacia y rebelde, toma asiento frente al Inspector Ribera. Rasgos refinados,

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www.fagotera.com ojos claros, algo oblicuos le añaden cierto aire eslavo y exótico. Interrogado, contesta: -Efectivamente soy argentino. Hace casi diez años viaje a Israel becado para perfeccionarme como gimnasta durante un año. Bueno, usted sabe, se me fueron presentando algunas oportunidades en países de Europa, torneos, exhibiciones, competencias, luego actuaciones en grandes casinos. Esto es lo que hago ahora con Ethel, mi partenaire danesa. -Ayer tuve el gusto de asistir al espectáculo -dice el inspector y agrega: subido tono erótico pero muy artístico... A propósito, su familia ¿ya fue a verlo? Tengo entendido que usted es hijo del rabino Goldberg del templo de la calle Malabia, a ver... Malabia y Warnes, ¿sí? No pasa inadvertido para el Inspector Rivera la fuerte perturbación que produce su pregunta. El joven palidece; responde con alguna vacilación: -Bueno, no todavía. Claro, ocurre que ellos son muy religiosos; sus preceptos ancestrales son tan rígidos, sabe, mis padres, mis abuelos. Yo los quiero mucho pero sé que no resistirían ver lo que soy: un artista del desnudo. Me han soñado como un gran deportista. Creo que lo mejor es que conserven la imagen del gimnasta que les sigue mandando postales y fotos turísticas, no explicaciones. Vine a visitarlos algunas veces pero siempre en forma privada. Ocurre que mi representante incluyó Bs. Aires sin consultarme. Por suerte nos vamos mañana. Ahora su voz recobra firmeza y agrega: -Inspector, no creo que me haya citado para conversar sobre mi vida, mis parientes o mi espectáculo. Rivera convida con cigarrillos a su asistente y al joven. Ambos rechazan el ofrecimiento. Enciende el suyo y dice despaciosamente: -Tiene razón Goldberg, pero ocurre que éste es el Departamento de Homicidios que yo dirijo. Antenoche, en

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www.fagotera.com el parking del Paradise, fue encontrado muerto estrangulación informó el forense- uno de los cuidadores de autos. Se trata de un joven de aproximadamente su edad, Goldberg. Se domiciliaba en su barrio, mejor dicho en la calle Malabia, al lado del Templo cuyo rabino es su papá. Bueno, hemos podido saber que ese chico perteneció a la barra de muchachos que usted también integró entonces, es decir que fueron amigos. Se llamaba Manuel Salinas,¿lo recuerda?. En el barrio le decían “Manu” Como en un destello, Máximo ve la escena cien veces repetida: el potrero, el gol, los gritos, los pibes subidos a la tapia de ladrillos revoleando los delantales de la escuela. Manuel..., el Manu, zaguero del equipo: el pibe menudito que tanto lo admiraba, el que de un salto se le subía a los hombros cuando ganaban. -Pero, Inspector -prorrumpe con voz alterada- después de tantos años de ausencia, ¿cómo quiere que recuerde personas y sobrenombres? En su cabeza resuena la voz del Manu: “-¿No se acuerda de mí? Soy Manuel, el Manu como me decían los muchachos. O yo estoy colifato o usted es Máximo, el hijo del rabino Jaime y de doña Bertha. Disculpe, se le parece tanto...Yo trabajo aquí en el estacionamiento. Hoy por fin lo vi allá arriba en el trapecio.. Los muchachos no me van a creer... ¡La puta! ¡qué artista! Cuando les cuente todo el barrio va a querer verlo con esa flor de mina que se hamaca desnudita con usted” El Inspector Rivera se pone de pie y señala: -Bueno, Goldberg, no lo demoro más por ahora. Sé que esta noche tiene su última función pero le anticipo que no podrá dejar el país hasta ser interrogado por el juez. En cuanto deje aclarada su situación, le devolveremos su pasaporte. Galíndez agrega: -Si entretanto recuerda algún dato o detalle que quisiera aportarnos, estamos aquí para escucharlo, Sr. Goldberg. Máximo, visiblemente perturbado tiende su mano a ambos pero los deja sin respuesta.

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Ultima función en Buenos Aires. Refinada y sutil la música recomienza su magia. Debussy se desliza en arabescos. La atmósfera se completa con el juego de luces que empieza a colorear la escena. Sala llena. En lo alto la pareja alada, voluptuosa; Ethel y Max se columpian. El público comienza a cabecear al compás del vaivén del trapecio. Ella clava su cuerpo y sus ojos en Max. Él, abstraído, sólo mira hacia abajo donde cientos de otros ojos siguen maravillados el balanceo cadencioso de los cuerpos. Max escruta las caras; se concentra en los ojos, cientos de ojos repetidos; son los ojos de sus abuelos, de sus padres, de los muchachos de la barra, son los ojos de Manuel que se le clavan espantados. No puede apartar su mirada de aquel campo de ojos que lo interrogan, acaso lo llaman. También los ojos acusadores del Inspector Rivera y de su ayudante se multiplican a sus pies. El trapecio sigue acelerando su oscilación en ambas direcciones... Todo gira en un vértigo infernal. Al alcanzar la posición más alta de su trayecto, Máximo afloja las manos de las cuerdas y se deja caer.

VIAJE Camina el Almirante por la cubierta solitaria de la Santa María en medio del desconocido océano, mar oscuro de sus cavilaciones. Hace ya más de dos meses que en el Puerto de Palos comenzó la concreción del atrevido proyecto, varias son también las semanas transcurridas desde que los navíos dejaron atrás la familiar costa canaria. Cuando se encierra en sus propias reflexiones cree ver el indicio que alienta su quimera. Otras veces el corazón se

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www.fagotera.com le estriñe de temores, acuciado por la mueca torva, el mirar oblicuo de la chusma marinera que vigila hasta el menor gesto, aún cuando dormita. Muchas auroras lo sorprenden sin haberse movido del puente de mando, la mirada fija en el rumbo obstinado. ¡Proas al oeste!…, siempre hacia el oeste, sin vacilación. El Oeste es su destino, lo sabe. Está escrito allá arriba, en los astros que guían su rumbo y nadie ni nada podrá torcerlo. Siente que el Señor, creador de la redondez que él está empeñado en probar a los hombres, lo conducirá hasta su destino, las Indias. Y las naves continúan su marcha lenta, pertinaz. Zumba el alisio sobre los velámenes tensos y susurra el chapaleteo del agua sobre el madero de los cascos. Centenares de ojos escrutan el horizonte, día tras día, hora tras hora; nada los intercepta. De tanto en tanto un falso indicio renueva las esperanzas, pero otra vez se ha equivocado, aquello no es tierra, ¿Una nube? Sí, sólo un velo húmedo que aparece en la penumbra del ocaso. El engaño es efímero. La tripulación también ha creído por un momento en la falaz aparición pero desesperanzada endurece aún más la mueca hostil. ¿Es, por fin, tierra?…Pero el engaño es efímero; sólo un velo húmedo que aparece en la penumbra del ocaso. También la tripulación había creído por un momento en la engañosa aparición. Desesperanzada, endurece aún más la mueca hostil. Ya se les ha incrustado un único pensamiento: regresar. Abandonaron el sueño del retorno con la carga de pimienta, clavo, canela, azafrán, jengibre. Se lo han juramentado: exigir el regreso sin especiería, pero con vida. Sólo están dispuestos a conceder al Almirante y a su locura un par de días. Octubre se ha adentrado: demasiadas

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www.fagotera.com jornadas con el cielo por techo y el mar por lecho… ¿Por qué continuar este derrotero sin sentido? El horizonte es escudriñado hasta la exasperación. De tanto en tanto éste o aquél ve flotar algo ¿real?, ¿ilusorio?... ¿un leño?, ¿ramas?, ¿plumas tal vez?, ¡quién sabe! 11 de octubre. Los rostros amanecen reanimados, distendidos. Es que toda la noche han oído pasar pájaros. Hay quien dice haber visto una lucecita, proveniente quizá de una nave o canoa cercana ¡loado sea el Altísimo!, de alguna hoguera en la orilla próxima. Si hasta el propio Almirante creyó recoger el acento de voces nunca antes oídas. O es que su ansiedad le hace imaginar el extraño son de lenguas exóticas que habrá de conocer en cuanto toque las tierras del Gran Khan o del Reino de Cipango. Es tan sólo otro desvarío nacido de la extenuante vigilia. Recupera la calma. Lo cierto es el silencio absoluto de esa noche serena, casi sin brisa: el mar sosegado como un estanque mece apenas las naves. El cielo se prodiga en miles de estrellas. Una singular sensación de armonía invade al Almirante. Siente como si todo el Cosmos se hubiera detenido en esa aurora del 12 de octubre, como si estuviera a punto de producirse algún episodio de trascendencia universal, del que él se sabe apenas su instrumento. De pronto un clamor quiebra el encantamiento: desde el tonel de La Pinta la voz del vigía lanza el grito anhelado… -¡Profesor, profesor!, ¡eh, profesor!, ¿estaba usted durmiendo? Perdón pero tengo que despertarlo. - Creo más bien que… estaba viajando. - Es que ya estamos por cerrar, sabe… El profesor se incorpora; relee el nombre del cuadro ante el que está sentado: "Desembarco de Cristóbal Colón en América, Pedro Gabrini, 18..."

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www.fagotera.com Abandona la "Sala del Descubrimiento" y sale del Museo. Cruza el Parque Lezama y, algo turbado aún, toma por la Avenida Paseo Colón.

VIGILIA Puntual el rojo del alba empieza a escurrirse por las persianas. Poco a poco se va desperdigando en la habitación. No ha dormido como tantas otras noches. De nuevo la intrusa se le ha metido en el cuarto; le apagó la lámpara pero le frustró el sueño con su séquito de espectros. Los que son, los que fueron y los que pudieran ser lo invadieron, lo angustiaron, se burlaron del pobre insomne. Por fin el amanecer viene a desalojarla con todas sus máscaras sombrías. La llegada del día le promete el sueño anhelado pero sólo le ofrenda una niebla narcotizante de pesado sopor. Entonces se entrega manso, abatido; se deja hundir muellemente, en blanco y se desliza y se abisma otra vez hacia donde no hay tiempos, ni rostros, ni senderos, ni arribos; como en la niebla, como en la nada.

VUELCO EN LA RUTA 3 -Ya se lo dije, Oficial; ni el Cholo ni yo estábamos borrachos, menos drogados. ¡Dios nos libre!... ¿Se imagina manejar de noche en la “3" un camión de 30 toneladas, cargado con cemento y mamado? Pero, ni un vasito, sabe. Si casi ni comemos en las paradas para que no nos agarre la modorra de la digestión. Yo no sé qué, pero algo le venía

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www.fagotera.com pasando al Cholo... ¡Confundirse así!. Vea, estoy bastante aturdido todavía pero lo que me acuerdo ahora es que cuando apareció el linyera, el Cholo se puso a gritar: “Flaco, flaco, mirá allá adelante, es ella, la Rosa. Fijate me está haciendo señas... ¿Por qué se paró en la ruta y no en la banquina? Demasiado cerca para frenar; tenés que esquivarla… Flaco, girá, girá...” -y siguió gritando: “No te movás, quedate quieta Rosita. ¡la pucha!, viniste a esperarme, papusa, mi papusa” Yo también gritaba, le gritaba que ése era un linyera que cruzaba, que sólo tenía que bajar un poco la velocidad porque el tipo ya casi había pasado, pero, sabe, ni me escuchaba. Me agarró el volante, me lo arrancó de las manos y... , no recuerdo más nada... Qué sé yo, lo que pasa es que lo de la Rosa es otra historia, Oficial, o a lo mejor, ahora me está pareciendo que viene a ser la misma. Vea, la Rosita era la compañera del Cholo; hembra de primera. Casi tres años vivieron juntos. El la conoció en la ruta, sabe, quiero decir que ella hacía levante en el cruce con la “76". El Cholo se entreveró tanto con la mina que a los tres meses de alzarla en la pasada de los viernes, por fin se la llevó a su casa. Le resultó una gran compañera. El Cholo vivía contento, se le notaba, tenía otra cara, estaba más gordito, mejor empilchado, como más joven. ¡Quiere creerlo que en los viajes se lo pasaba hablando de ella!, vio, como un marido cuando anda bien con su mujer. Parece mentira pero hace algunos meses la Rosa se le enfermó; no sé bien, algo que le pasa a veces a las mujeres; el Cholo me dijo fibroma. La tuvieron que operar pero parece que le encontraron algo mucho más grave. ¡Carajo!, la pobrecita tenía cáncer. Y, él se quedó solo otra vez. No parecía tan triste pero ¿qué quiere que le diga?, a mi me daba mala espina porque estaba raro, callado. Desde la muerte de la Rosa casi no tocaba el volante; decía que manejar lo cansaba mucho, que le dolía la cabeza. Ya ni prestaba atención a la radio, ni siquiera a las transmisiones de los partidos, ni a la “FM Tango”su programa favorito.

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www.fagotera.com Clavaba los ojos en la ruta todo el tiempo; parecía que viajaba pero no a Olavarría ni a Buenos Aires. ¡Vaya a saber dónde estaba el pobre! Oficial, me parece que mejor se lo cuento todo completo, sabe, porque así va a entender bien lo que pasó. Desde que se le fue la Rosita al cielo, el Cholo iba como buscándola por la ruta. Si le digo que en el viaje de la semana pasada se le antojó parar justo en el cruce donde la había conocido y allí no más, hizo subir a una que ¡nada que ver!, una facha de puta reventada..., y él se lo pasó diciéndole: “Rosa, por fin volviste”. Al principio yo creía que la estaba cargando. La tipa se reía a lo loco y le contestaba: “claro que soy Rosa y vos sos Sandro. Dale Sandro cantame Rosa, Rosa, tan maravillosa, como blanca diosa”. Después a él se le ocurrió hacer noche en el Parador, ¿lo conoce?, en el cruce de la “3" con la “25". Casi nos peleamos; le dije que teníamos que entrar a Buenos Aires a las 5 de la mañana como marcaba la Hoja de Ruta de la Empresa, que íbamos a tener lío. Ni me escuchó. Tuve que perder la noche allí y dormir en el camión mientras los dos se fueron al Hotel del Parador. A la mañana desayunamos; ella se quiso quedar. Cuando arrancamos para Buenos Aires ¿sabe qué empezó a decirme? Me dio tanta bronca verlo así de colifato; dijo: “¡Qué bichos raros son las mujeres, Flaco. Fijate, la Rosita está queriendo quedarse de nuevo en la ruta. Me dijo que aquí la voy a encontrar cada vez que pase. Y, bueno, parece que esta noche la volvió a encontrar y para siempre... ¡Bah!, no me haga hablar más, Oficial; ¿Por qué no me deja un poco solo? No quiero ponerme a llorar delante de usted.

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