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historia
Reflexiones sobre Belgrano Conferencias ofrecidas el día 31 de octubre de 2012, en la Jornada de Reflexión organizada por la Bolsa de Comercio de Rosario con motivo del Bicentenario de la Bandera Nacional. Introducción
El otro Belgrano
El nombre del prócer, está íntimamente ligado a nuestra más tierna infancia como creador de la Bandera Nacional. Por esa razón, cuando el Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades decidió, con el auspicio de esta casa, publicar un volumen con documentos sobre el prócer, además de trabajos de historiadores y profesionales en distintas áreas, no dudó un instante que el título debía ser “Belgrano”, por las resonancias que su nombre implica.
Roberto L. Elissalde (*)
En la misma casa en que viera la luz en
medio de la opulencia económica de su familia, falleció a los pocos días de haber cumplido medio siglo de existencia terrenal, escaso de recursos materiales, confiado en la Providencia, sin temer a esa Patria a la que marchaba pero sí preocupado por la que abandonaba. Apenas unos pocos años le fueron suficientes para que Bartolomé Mitre, en su Historia de Belgrano, lo hiciera el eje de la independencia argentina; así como en San Martín centró a la emancipación sudamericana.
(*) Académico correspondiente del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay, de la Academia Paraguaya de la Historia, Miembro de número del Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades, del Instituto de Investigaciones Históricas de la Manzana de las Luces, Presidente de la Junta de Estudios Históricos de la Recoleta y miembro de la Junta de Historia Eclesiástica Argentina. Docente de la Diplomatura de Cultura Argentina y Director de la Diplomatura en Cultura Latinoamericana del CUDES.
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Es que su figura aparece en el conocimiento general a partir de conducta estableció, desde entonces, la costumbre de no aceptar Godofredode Paino - Artista Invitado Godoy Wilson la Revolución Mayo, como vocal de la Junta de Mayo; para un tercer período para los próximos presidentes hasta Franklin J.Waterhouse 1849-1917 ESCULTURA 1900-1976 continuar más tarde con la expedición al Paraguay, para destaRoosevelt, quien fue electo por tres y hasta cuatro mandatos, carse como el creador de la enseña patria en estas barrancas del hasta que en 1951 una enmienda constitucional limitó la reelecRosario, y seguir su derrotero con el sacrificado éxodo del pueción a dos periodos consecutivos. blo jujeño y los triunfos de Tucumán y Salta, finalizados con los días adversos de Vilcapugio y Ayohuma. Casi en el olvido está En esa oportunidad, Washington hizo conocer su Farewell Adsu misión diplomática de 1814. dress, que tiene varios puntos que no fueron ajenos a los conceptos filosóficos de Belgrano, y que a dos siglos adquieren más Acceder a esta amable invitación, me puso casi en el compromique actualidad, por eso deseó hacerla conocer a sus conciudaso de tener que hablar de uno de los temas del libro. Pero vamos danos. Ellos son: el supremo imperio de la ley; no suplantar los a tratar algunos aspectos del prócer que no se han estudiado en intereses de la nación por los de un partido o facción; resistir el libro. los cambios constitucionales frecuentes, resistir el despotismo; mantener los poderes en equilibrio; no permitir ilegalidades y usurpaciones; y, finalmente, la renuncia personal del dirigente o El traductor del líder. Todo esto lo había aplicado Washington en medio del En nuestro país, si alguien puede ser un ejemplo acabado del calor y el afecto de su pueblo, al que no quiso traicionar. interés por las traducciones desde fines del siglo XVIII y principios del XIX, es sin duda alguna Manuel Belgrano; a pesar de En la “Introducción”, Belgrano apunta: “Su despedida vino a haber sido prácticamente omitido este interés del prócer y podemis manos por los años de 1805, y confieso con verdad, que mos afirmar que inexplorado en los estudios sobre sus múltiples sin embargo de mi corta penetración, vi en sus máximas la actividades. expresión de la sabiduría apoyada en la experiencia y constante observación de un hombre, que se había dedicado de todo Nuestro prócer conoció en su hogar la lengua del Dante, ya que corazón a la libertad y felicidad de su patria. Pero como viese su padre, don Domingo Belgrano y Peri, era natural de Onela mía en cadenas, me llenaba de un justo furor, observando glia. Pero no tenemos duda de su dominio del latín, francés e la imposibilidad de despedazarlas, y me consolaba con que la inglés, ya que el 11 de julio de 1790 el Papa Pío VI le concedió leyesen algunos de mis conciudadanos, o para que se aprovecha“la licencia y facultad pedida de leer y retener, durante su vida, sen algún día, si el Todopoderoso los ponía en circunstancias, o todos y cualesquiera libros de autores condenados y aún de heretransmitiesen aquellas ideas a sus hijos para que les sirviesen, si jes, de cualquier manera que estuvieren prohibidos…”(1). les tocaba la suerte de trabajar por la libertad de la América”.(4) Durante su estadía en España, Belgrano abrevó en las nuevas doctrinas en boga por entonces. Leyó distintos autores y tomó contacto con las ideas económicas renovadoras, entre ellas la fisiocracia, para la cual la tierra y sólo la tierra, aquel primer factor de producción, era la base de la riqueza. Conocida es su traducción del francés, a los 24 años, “en sus ratos libres”, como lo reconoció en la carta prólogo, de la obra de Francois Quesnay, las Máximas generales del Gobierno Económico de un Reino Agricultor; que dedicó al diplomático portugués don Diego de Noronha(2). El pie de imprenta afirma que salió en Madrid: “En la oficina de Ramón Ruiz”(3). La tarea de Belgrano no quedó en el olvido. Ya un diccionario editado en Madrid en 1865 sostiene que: “Es una traducción poco conocida: hasta creemos que el señor Belgrano no la puso en circulación sino entre un pequeño número de amigos”. Jorge Washington fue reelecto para un segundo mandato y propuesto para un tercero a partir de 1797, el cual no aceptó. Su
Imbuido por “el ardiente deseo, que tengo de que mis conciudadanos, se apoderen de las verdaderas ideas, que deben abrigar si aman la Patria, y desean su prosperidad” y su afán por la lectura hizo que la Despedida lo acompañara en su expedición al Paraguay, para continuar trabajando en el tema de volcarla al español, y también para proseguir en tan graves momentos desarrollando sus inquietudes intelectuales. Él mismo reconoce en la introducción que la vocalía de la Junta le insumía mucho tiempo y “no me daban lugar a repasar la traducción”. Lamentablemente, el ejemplar en inglés junto a los manuscritos originales y únicos de la traducción se entregaron “a las llamas con todos mis papeles en mi peligrosa y apurada acción del 9 de marzo de 1811 en el Tacuarí”. No se dio por vencido. Quiso el azar que un amigo poseyera un ejemplar o que lo mandara a pedir, lo real es que Belgrano resaltó que dicho librito “me ha hecho el honor de remitirme el ciudadano don David Curtis de Forest”(5).
(1) INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO, Documentos para la historia del general don Manuel Belgrano, Buenos Aires, 1982, T. I. p. 83. (2) MANUEL BELGRANO, Traducciones, Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Capital Federal, Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur. Buenos Aires, 1992, p. 22-23. (3) Esa casa había publicado entre otras obras buena parte de las obras teatrales de Vicente Rodríguez de Arellano y del Arco: El atolondrado, El celoso don Lesmes, Jerusalén conquistada por Godofredo de Bullón, La constancia española; en 1792 la obra de Miguel Manuel y Rodríguez Instituciones del Derecho Civil de Castilla y en 1794 la traducción del latín por don Mateo Ibáñez de Segovia, de la obra de Quinto Curcio Rufo: De la vida y acciones de Alejandro el Grande; el volumen III de la Diccionario Geográfico Universal de Antonio de Montpalau, etc. (4) Despedida de Washington, al pueblo de los Estados Unidos. Traducción y comentario del general Manuel Belgrano, Servicio Cultural e Informativo de los Estados Unidos de América. s /f. p. 3. (5) Despedida de… p. 4.
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Según el padre Furlong, el 15 de diciembre de 1812 Belgrano recibió el segundo ejemplar, acompañado por estos conceptos de Forest: “si bien es poca cosa, es algo que merece ser leído muchísimas veces, y tal vez sea para Ud. un valioso y adecuado modelo, cuando, después de haber Ud. establecido las libertades de su país de Ud., se proponga Ud. retirarse de los asuntos políticos y se proponga cultivar alguna hermosa chacra, en las cercanías de la mía, sobre las riberas del delicioso Paraná”(6).
Acusa recibo de una anterior que lo impone “del estado de luto en que se halla ese pueblo [Buenos Aires], y las execraciones con que se producen muchísimos contra Belgrano. Ya es sabido que todo general vencedor es un héroe, aunque sea un facineroso o tirano, y que el vencido es un inicuo, aunque esté lleno de virtudes, porque los pueblos, en los más de su número corrompidos e ignorantes, juzgan las acciones por su resultado, y gradúan su mérito según más o menos lisonjean sus pasiones y deseos”.
Tal era el interés que en medio de las preocupaciones de la campaña del Norte “las obligaciones no me daban lugar a repasar la traducción, para que se imprimiese, ya que teníamos la gloria de poder comunicar los conocimientos y que se hicieran generales entre nosotros, y creído de que en la expedición al Paraguay podría haberla examinado y concluido, tuve la desgracia que ya he referido”(7).
Claramente podemos observar en este párrafo su sentido del deber y la obediencia. “Belgrano sólo siente la pérdida, y desprecia todo cuanto digan, pues ni él se ha constituido jamás en la obligación de vencer siempre, sino tan solamente de poner los medios para lograr la victoria; y, de éstos, los que están a su alcance como un ciudadano, que jamás ha aprendido el arte de la guerra, y es general porque le mandan que lo sea, ni se considera culpable de las desgracias acaecidas”.
El militar
La prudencia le impidió a nuestro general decir ciertas cosas, pero Anchorena no tuvo reparo alguno en aclarar y sincerarse con su hermano: “Es bien constante que él se ha sostenido hasta el fin, cuanto ha podido en las dos acciones, que los jefes no le han ayudado en nada, y que éstos, muchos de los comandantes, y la mayor parte de la oficialidad, han procedido con la mayor cobardía, huyendo unas veces, escondiéndose tras de morros y barrancas, otras, tendiéndose de barriga en el suelo, de modo que, al fin de las investigaciones, no ha tenido la tropa oficiales que la manden. Y de esto ¿quién tiene la culpa? El gobierno, que ha conferido los empleos militares a hombres sin talentos, sin honor y sin educación, que sólo sirven para sacrificar a los demás, por atender a consideraciones particulares, y dar de comer a quienes vivían en la miseria por su inutilidad. El gobierno que no tuvo rectitud y energía para castigar a los cobardes del Desaguadero (es el culpable de estas derrotas)”.
Sabemos que Belgrano fue llamado en difíciles momentos para ponerse al frente del Ejército del Alto Perú o del Norte. En 1812 reemplazó a Pueyrredón, después del desastre de Huaqui. Levantó la moral de la tropa y después de las victorias de Tucumán y Salta soportó estoicamente las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma. Y el mismo San Martín afirmará después: “lleno de integridad y talento natural, o será un Moreau o Bonaparte en punto a milicia, pero es lo mejor que tenemos en la América del Sur”(8). Don Marcos de Estrada, destacado historiador y coleccionista, dio a conocer en 1966 un volumen titulado Belgrano y Anchorena en la correspondencia. Las cartas con el doctor Tomás Manuel de Anchorena revelan interesantes aspectos de la relación y las distintas circunstancias que les tocó compartir o comentar. Interesado de Estrada en esa temática prosiguió sus investigaciones y, entre sus generosos colegas, se encontraba el R.P. Guillermo Furlong S.J., devoto admirador de Belgrano. Fue justamente el sacerdote quien le hizo conocer a de Estrada la copia in extenso de un documento cuyo original poseía John Walter Maguirre, que publicó en un artículo titulado Causales de las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, en la revista de la Universidad Nacional del Litoral en 1968, reproducido más tarde en los Anales del Instituto Belgraniano Nº 5 en 1983. Es una carta de don Tomás Manuel de Anchorena a su hermano Nicolás, fechada en Jujuy el primer día del año 1814, que rescata la figura y la actividad de Belgrano cuando en la derrota de Vilcapugio y Ayohuma, cuando los que ayer lo acompañaban le volvían la espalda, y se convierte en una magnífica defensa de su conducta.
También revela Anchorena otros aspectos no menores con los que debió luchar el general. “El gobierno no ha sabido sostener a Belgrano en los castigos que ha hecho con varios oficiales ineptos, y que cuando han sido algunos arrojados de este ejército, por indignos de vestir el uniforme, al momento los ha colocado y aún ascendido, a pesar de los informes que se le han hecho, execrando de este modo la autoridad y la justicia, y protegiendo abiertamente el crimen”. “¿No es un escandaloso crimen que debe ser castigado con un presidio el que Perdriel(9) y Aráuz(10), únicos comandantes que han quedado de infantería, viendo el estado de desorganización en que se halla el ejército y nuestros graves apuros, hayan pedido licencia para retirarse a ésa, el primero, y al Tucumán el segundo? Pues esto mismo han hecho varios oficiales, y el General que a todos se las concede, porque conoce su cobardía e ignorancia, y la perversidad de su corazón, que son capaces de
(6) GUILLERMO FURLONG S.J., Historia y Bibliografía de las primeras imprentas rioplatenses. Librería Huemul, Buenos Aires, 1972, T.IV. p. 470. (7) Despedida de… p. 4. (8) MARIO BELGRANO, Belgrano, Instituto Nacional Belgraniano, Buenos Aires, 1994. p. 311. (9) Gregorio Perdriel (10) Se transcribe textualmente, se refiere al Gregorio Aráoz de Lamadrid.
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nosotros, lo recibió a su regreso de Ayohuma, como a un general victorioso. Estos dos pueblos, el de Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca, han hecho motu propio con sola la noticia de nuestra última desgracia, con lo que dan una prueba, la más decisiva y auténtica, de la confianza que tienen en este jefe, y del aprecio que les merece”. Esta mención de algunos párrafos de esta carta olvidada, nos trae una nueva luz a la figura de Belgrano.
La lección de la unidad Finalmente vayamos a una lección de Belgrano, que nos demuestra una vez más la vigencia de su pensamiento. En momentos en que las noticias sobre la suerte de España no eran las mejores y “las brevas estaban maduras”, según la expresión de Saavedra, el Correo de Comercio del 19 de mayo de 1810 publicó una nota que, a decir del mismo Belgrano, causó la misma buena impresión en ambos grupos. todo mal, estrechándolos a servir contra su voluntad. Díaz Vélez pasó a Tucumán a activar los trabajos de la fábrica, y curarse, al mismo tiempo, de una sarna leprosa que le ha salido.” “De mismo modo se hallaban en todos los demás ramos de su facultad, y si se duda de esto, pregúntese ¿Cuándo se los ve leer a nuestros oficiales? ¿Qué obras militares tienen? Pero ¿qué digo que obras militares? ¿Otros tienen las ordenanzas y el color, y en que tiempo las saludan? Y, por aquí, fácilmente se podrá colegir el sumo grado de ignorancia en que se hallan. No piensan en otra cosa que en jugar y putear, y es necesario que el General visite los cuarteles, para que se barran, porque de lo contrario la tropa se atolla en inmundicia y se enferma, que recorra continuamente los hospitales, el parque y maestranza, pues de no, todo está en desorganización, y, por último, que ande por las calles, de día y a deshora de la noche, celando la tropa, que no juegue ni se reúna en las pulperías, rompiendo a cada paso bastones en dar palos, porque ni para esto, ni para contener de noche en los cuarteles a los soldados, sirven los señores oficialejos. Todo su Dios y atención es la de recorrer estrados, jugar y fornicar cuanta puta se les presenta, para después salir enfermos, y licenciarse al mejor tiempo, a pretexto de curarse. Dirá cualquiera ¿y porque Belgrano no los contiene? Pero, ¿cómo? Nadie ignora todo lo que se requiere para imponer un castigo grave a un oficial, y cuando Belgrano ha procedido contra alguno, como ha debido y lo exigían las circunstancias, el gobierno ha aprobado su conducta en papel, pero la ha desairado con sus manejos, protegiendo a los delincuentes”. “En cuanto a mí, va enhorabauena que crean me han engañado y que estoy atolondrado. Si esto es así, me servirá por ahora de fundamento para seguir en mi atolondramiento, el que todos estos pueblos lo estén, pues a pesar de estos contrastes aprecian sobremanera a Belgrano, porque, aunque no lo tengan por héroe, creen que no ha de venir otro mejor que él. La muchedumbre de Potosí que se ha reputado y reputa aunque tan contraria a
“Procurando indagar en la historia de los Pueblos las causas de la extinción de su existencia política” –afirmaba Belgrano–, encontraba que en vano la había buscado “en la falta de Religión, en sus malas instituciones y leyes, en el abuso de la autoridad de los Gobernantes, en la corrupción de costumbres”… Después de un maduro examen, se dio cuenta que los motivos enunciados no eran sino “concausas”, los antecedentes que han producido el fin de los pueblos es la DESUNION. “Basta ella para originar guerras civiles, para arruinar el Imperio, país más floreciente. La Historia de nuestra nación misma, en la época que estamos corriendo, nos presenta más de una prueba de que esta desunión es el origen de los males comunes en que estamos envueltos, y que nos dejarán muchos motivos para llorarlos, mientras existamos, aun logrando salir victoriosos. La UNIÓN es la muralla política, contra la cual se dirigen los tiros de los enemigos exteriores e interiores, porque conocen que arruinándola, esta arruinada la nación” . Podemos afirmar que este editorial podría haberlo firmado en nuestros días. Ahí está su vigencia.
Palabras finales Señoras y Señores: Un exquisito poeta que cantara largamente a este Paraná que como un espejo de agua hace dos siglos reflejó nuestra Bandera, también cantó a su creador. Así, en cuatro versos lo definió magistralmente don Rafael Obligado: ¡Belgrano! ¡Libertador! ¡Nuestro primer ciudadano! ¿Quién dice Manuel Belgrano Sin que se sienta mejor?... Revista de la Bolsa de Comercio de Rosario | 45
Hay que destacar que, al asumir en 1812 un mando para el que no había sido preparado, recibió un ejército derrotado; mientras que el 24 de septiembre, en Tucumán, lo convirtió en triunfador.
El pensamiento económico de Manuel Belgrano Roberto Cortés Conde (*) Antes de empezar a hablar sobre el pensamiento económico de Belgrano, quisiera recordar algo de lo que habló mi amigo Roberto L. Elissalde. Belgrano, además de abogado –aunque como cuenta en su autobiografía su interés se orientó más al estudio de la Economía Política que al Derecho–, fue, por necesidad, general de los ejércitos de la Revolución.
(*) Profesor Emérito de la Universidad de San Andrés
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También hace 200 años, en febrero de 1812, creó en Rosario la enseña patria, un símbolo de la Nación Argentina, de la idea de Nación que aún hoy nos mantiene unidos. Pero fue la batalla de Tucumán el momento de inflexión de la Revolución Argentina, cuando al enfrentar un ejército mayor en número y mejor organizado, revirtió la suerte, hasta entonces desfavorable, de las armas patriotas. Por eso, Belgrano fue no sólo abogado, Secretario del Consulado y pensador de la economía, sino también un general que, aunque no profesional como San Martín o Alvear, ni con la capacidad táctica del general José María Paz o de los brillantes oficiales de los ejércitos libertadores, tuvo el carácter para levantar la moral de un ejército derrotado y llevarlo a la victoria en Tucumán y Salta, asegurando la independencia de la Argentina. Eso sólo lo hacen los grandes generales en la historia. Me voy a ocupar ahora del pensamiento económico de Belgrano; y quisiera que me acompañaran pensando a Belgrano en su tiempo, no hoy sino a fines del siglo XVIII. Su padre fue un comerciante muy rico, lo que le dio la oportunidad –que tuvieron pocos– de estudiar en Europa. Pasó de la siesta colonial de un Buenos Aires pequeño, un puerto perdido en el Atlántico
circulaban en el viejo continente, sino porque, además, tuvo un permiso especial del Papa para leer obras prohibidas. Su orientación hacia el conocimiento empírico quedó reflejada en sus propuestas educativas, que se apartaban de las tendencias vigentes basadas en la enseñanza de los textos sagrados y en sus autorizados comentaristas, en la teología y el derecho (especialmente el Romano y el de las Partidas). Se sostenían, en cambio, en el conocimiento de la naturaleza, en el método que buscaba en los hechos regularidades, leyes que explicaban la realidad. Belgrano promovió el estudio de las matemáticas, las ciencias agrarias, la geografía y los conocimientos útiles a las industrias prácticas. Esto fue el resultado de la influencia que recibió durante su estadía en Europa. En la enseñanza universitaria en la Hispanoamérica colonial predominaban los estudios sobre teología y derecho; y los planes de Belgrano de fundar una escuela de agricultura, de matemáticas y de náutica importaron una verdadera revolución intelectual. Sur, lejos del brillo de México o Lima, a un mundo nuevo que estaba cambiando. Pero la siesta colonial no había terminado en España, aunque en el siglo XVIII se vivía más cerca de las nuevas corrientes del pensamiento filosófico, político y económico europeo, que fueron muy influyentes en la formación de Belgrano. En una lectura inicial de sus tempranos escritos –las Memorias del Consulado–, no necesariamente se advierte la profundidad de los cambios en sus ideas, porque –como los calificaba Groussac– esos escritos se parecen más a deberes de colegial. Pero, si se tiene en cuenta el contexto político de entonces, se ve un pensamiento renovador. Belgrano no escribió como Groussac en la época liberal de Roca, de Wilde, sino en el siglo XVIII, bajo un régimen absolutista, donde esas ideas eran perseguidas. Ellas contribuyeron a construir el pensamiento económico de la Revolución. Mi impresión es que Belgrano adelantó el programa de Mayo, con sus objetivos de libertad de comercio, respeto a los derechos de propiedad, de inversión en la agricultura, la infraestructura y la educación. Todavía en la segunda mitad del siglo XIX Alberdi seguía defendiendo ese programa económico, que era el de la Constitución Argentina, con lo que culminaba una revolución anticolonial inconclusa. ¿De dónde provienen las influencias intelectuales de Belgrano? En el siglo XVII, el conocimiento que hasta entonces se suponía revelado en los textos sagrados, se comenzó a basar en la experiencia, en el mundo real, en los hechos de la naturaleza. Las ideas de Bacon en la Inglaterra del siglo XVII sobre el método científico, y en Francia las de la Ilustración con la Enciclopedia de Diderot y D´Alembert, y en política las de John Locke sobre el contrato como el fundamento del pensamiento democrático y de los principios de igualdad y libertad personal –que incluía la de comerciar y disponer del producto del propio trabajo–, fueron las ideas que asimiló Belgrano y a las que pudo llegar no sólo porque ya
Ese mundo cambiante alcanzó en España a los círculos que Belgrano frecuentó: la Sociedad de Amigos del País, la de estudio de economía, donde no sólo se discutían las obras de Campomanes y Jovellanos sino la traducción de “La Riqueza de las Naciones” de Adam Smith. Ello le permitió un conocimiento inusual que utilizó en sus escritos económicos y en las propuestas que formuló como Secretario del Consulado, en las Memorias, y en el Correo de Comercio, periódico que dirigió acompañado por un grupo de intelectuales, entre los que se encontraban Vieytes, Cerviño y Castelli, y en que él fue la figura convocante. El hombre que venía con las nuevas ideas de Europa era Manuel Belgrano. Veamos entonces cuáles eran las influencias específicamente económicas. En primer lugar, fueron las de los fisiócratas. Quesnay, su figura central, fue consejero del Rey Luis XV, ya que en realidad era médico. ¿Por qué la medicina? Porque la fisiocracia refiere al estudio de la naturaleza, y no trata de especular sobre problemas metafísicos. Y la economía política, tal como le llama Belgrano, también trata lo que pasa en la realidad. España, que había tenido un gran brillo en el siglo XVI, el gran período de la explotación de la plata que le dio tanta importancia al imperio, sufrió en el siglo XVII una crisis que dio comienzo a una larga decadencia. En el siglo XVIII existió un intento de reformas, con propuestas para salir de la crisis y revertir la decadencia. Los pensadores de la renovación entendían que había sido un error en España creer que la riqueza consistía en la plata que se extraía de las colonias. Para progresar había que mejorar la agricultura. Pero ¿cómo? La respuesta pertinente fue que había que dejar a los agricultores en libertad para producir y vender sus productos donde quisieran, y que con ello mejorarían sus técnicas, la productividad y aumentaría la producción. Esto es lo que se proponía para Francia, donde había habido una crisis y un notable retraso en su desarrollo agrícola respecto a Inglaterra. El grupo de los fisiócratas, entre los que Revista de la Bolsa de Comercio de Rosario | 47
estaban Quesnay, Dupont de Nemours, Mirabeau y Turgot (el ministro de finanzas de Luis XVI), propusieron un conjunto de reformas al comercio, la agricultura y al régimen fiscal, que no terminaron implementándose. La Revolución Francesa de 1789 fue consecuencia del trágico fracaso de los reformistas franceses. Quesnay entendió que la única fuente de riqueza era la agricultura, porque el producto neto real sólo se obtenía de la tierra. Para que el agricultor aumentara la producción debía eximírsele de los impuestos que lo ahogaban; y a los nobles, que no los pagaban y se quedaban con el producto neto (no el agricultor), se les debía exigir el impuesto a ese producto neto. En otro orden, el comercio debía ser libe, para permitir al agricultor vender donde más le conviniera. Se atribuyó a Belgrano la traducción al castellano de un resumen de las ideas fisiocráticas escrito por el Margrave de Baden. Pero Belgrano también había leído dos autores italianos, Galiani y Genovesi. Ambos sostenían dos conceptos que tomaría Belgrano. Uno, que el precio de un producto no está determinado por el costo sino por la utilidad subjetiva. Luego, no es el gobierno el que fija los precios sino la gente la que decide qué es lo que quiere y cuánto está dispuesta a pagar. Se mencionaba el ejemplo de los artículos de lujo, por los que se pagaba mucho más que el costo de producción, concluyéndose que el costo no era el elemento determinante en el precio. Y esto tiene que ver con la libertad; es el individuo el que va a fijar con su demanda el precio del bien que quiere. El otro concepto de Galiani que sigue Belgrano es el de la moneda y la inflación. La moneda es simplemente una convención; y si se provee más de lo que la gente demanda, aumentarán los precios (teoría cuantitativa del dinero). Esto lleva a Belgrano a otras propuestas, que para mí son las más importantes (se puede seguir un hilo conductor a lo largo de las Memorias). En la sociedad colonial, en un medio mercantilista muy vinculado al monopolio del comercio de Cádiz, Belgrano propuso que la forma para que este país –el Virreinato del Río de la Plata– saliera de su estancamiento era promoviendo la agricultura. Y ¿cómo se podía hacer? Dejando que el agricultor comprara donde le conviniera y vendiera a quien le pagara mejor. Lo haría por la utilidad –ahí está el principio del valor subjetivo– que obtendría al cambiar un bien que quisiera menos por otro que quisiera más. En la libre concurrencia se llegaría a un equilibrio, nadie estaría dispuesto a pagar más por algo que la satisfacción que eso le pudiera producir. Si fuese el gobierno el que fija un precio, y ese precio no resulta conveniente al productor, lo dejaría de producir y los bienes pasarían a ser más caros. La carestía, como se llamaba entonces a la inflación, era consecuencia de que disminuía la oferta, porque los productores a esos precios que se fijaban, no les convendría vender. Por otro lado, el interés es algo que hace la naturaleza humana, no es malo. Y sigue algo que Jovellanos dice: lo único que tiene que hacer la ley respecto a los intercambios es evitar las medidas que los hagan más difíciles; debe facilitarlos, no restringirlos. Si ustedes piensan que eso se dijo a fines del
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siglo XVIII, vean cuan anacrónicos son los pensamientos que vienen de la época de la colonia y aún perduran. Pero hay otros aspectos en el pensamiento de Belgrano que vale la pena destacar: su insistencia en proponer mejoras en la tecnología y en las instituciones. Decía que, para que el agricultor produjera, había que asegurarle su derecho de propiedad. Su otra preocupación era la infraestructura; porque los caminos eran imposibles, faltaban puertos y era necesario cambiar el régimen legal colonial que tenía aduanas internas, puertos secos que encarecían los bienes. La idea era dejar en libertad al comercio, construir infraestructura y difundir la educación. Decía que los déspotas no educan a los pueblos, porque es la forma de sojuzgarlos. Propuso una educación de características muy distintas a la de su época, y esto tuvo mucho que ver con el empirismo inglés y la Ilustración. Proponía fundar escuelas prácticas, de náutica, de agricultura, de dibujo y geometría. Y eso es lo innovador para las ideas dominantes en la colonia a fines del siglo XVIII. Para terminar, creo que esas propuestas, la libertad de comercio, el respeto a los derechos de propiedad, la construcción de infraestructura y el fomento de la educación, conforman los aspectos centrales del programa de la Revolución de Mayo. Alberdi, en “El sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina”, reiteró que ése era el programa de la Constitución Argentina; y que si el país necesitaba infraestructura, ferrocarriles, caminos para poblar el desierto, para ello se requerían capitales y sólo se los obtendría asegurando la libertad que garantizaba nuestra Constitución. Para Alberdi, la propuesta de Belgrano todavía no se había cumplido. Yo todavía me pregunto si ese programa de Mayo no es una asignatura pendiente.
a otra, en un esfuerzo constante por constituirse a sí mismo mediante la integración entre esos dos escenarios. ¿Por qué fue Belgrano un hombre de su tiempo? Porque descubrió que la decadencia consiste fundamentalmente en el anquilosamiento de una cultura de la repetición. Que la repetición, que la redundancia de los procedimientos, que la monotonía de los criterios de una concepción política que no se supera a sí misma, terminan por impedir la irrupción de las ideas que promueven el progreso.
Belgrano, espíritu innovador Santiago Kovadloff (*) Belgrano fue un hombre de su tiempo. Pero esto no quiere decir solamente ni ante todo que haya sido coetáneo de los hombres con los que convivió, sino que supo ser un hombre que a través de la comprensión se adueñó del sentido de su época. Hay una diferencia básica entre ser coetáneo y ser contemporáneo. El coetáneo es alguien que vive en el tiempo en el que está, que no pertenece a su tiempo por mérito intelectual propio sino por una fatalidad cronológica. Contemporáneo, en cambio, es quien asume como propios los problemas de su tiempo y no sólo los estrictamente personales; es aquel que extiende entre su vida privada y su vida pública un puente que le permite circular entre ellas, de una
Hay un episodio muy interesante que quisiera subrayar. En una de las cartas, dirigida a su padre a fines del siglo XVIII, Belgrano le informa que renuncia al doctorado en Derecho. No quiere ser doctor. No quiere ser doctor, creo yo, porque entiende que el doctorado lo condena a inscribir su concepción de la ley en el campo de la mera repetición retórica del pasado. Lo que se entiende por doctorado en España, a fines del siglo XVIII, no le aporta elementos indispensables para comprender el tiempo en el que le toca vivir. Entonces, al renunciar al doctorado, renuncia al pasado, no al porvenir. Se abstiene de la repetición. Él lo dice en términos muy elocuentes refiriéndose a la repetición de un latín insubstancioso en el siglo XVIII. ¿De dónde quiere evadirse Belgrano? De la retórica, bien llamada por Roberto Cortés Conde, metafísica; de la idea del Derecho como mera formulación vacía, sin relación con la experiencia. En suma: el palabrerío del que Belgrano reniega sólo es indispensable donde el progreso no es un proyecto. Cuando el hombre queda acantonado en el palabrerío, en la pura elocuencia, sin hacer refe-
(*) Escritor y periodista. Miembro de número de la Academia Argentina de Letras y de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas.
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rencia a los contenidos problemáticos que plantea el desafío del progreso, subestima lo real, abdica del pensamiento. Belgrano aspira a ser un hombre de su tiempo. Entonces procede como un traductor. Un traductor es literalmente quien traslada algo de un lugar a otro, un transportista, el que conduce algo de aquí para allá, de una lengua a otra lengua. Es el que hace posible el traspaso de un saber, de una emoción. Es aquel que tiende puentes. ¿Qué es lo que busca Belgrano mediante su labor de traductor? Conjugar en español las experiencias modernizadoras de las que su tiempo empieza a dar señales. Belgrano quiere que circule por las vías de la lengua castellana un pensamiento inédito en ella hasta ese momento, pero ya formulado en inglés, en alemán y en francés. Quiere que se escuche en nuestro idioma lo hasta allí impensado en él. Traduce para ver cómo es posible conjugar en la lengua propia la experiencia de un proceso progresista que empieza a desarrollarse en otras partes del mundo. El progreso no sólo consiste en la solución de los problemas heredados; el progreso consiste también en el descubrimiento de problemas inéditos. Hay progreso donde la solución de los problemas heredados permite el acceso a problemas inéditos. La defensa de esa convicción es el auténtico progresismo. Verdaderamente Belgrano es un progresista porque advierte que la salida de la siesta, como decía Cortés Conde, de la siesta en la que está inmovilizada la colonia y buena parte de la cultura española de fines del siglo XVIII, implica encaminarse hacia el descubrimiento de problemas inéditos, de problemas que no circulan, y que sólo pueden resultar evidentes si podemos descubrir la senilidad conceptual en la que vivimos.
Aquí aparece, entonces, el sentido filosófico profundo de lo que Belgrano entiende por educación. Educarse es despertar al horizonte de problemas nuevos que plantea la salida de un mundo problemático viejo. ¿Es posible ese tránsito para el Río de la Plata? Belgrano responderá que es indispensable. Es indispensable lograrlo porque la libertad no consiste apenas en la posibilidad de poner fin a la opresión que padecemos, sino en la posibilidad de renovar las condiciones que infundan a la libertad ganada solidez, claridad, posibilidades de expansión. Recuerden ustedes aquella reflexión de Sarmiento cuando después de visitar España, a mediados del siglo XIX, le escribe a Lastarria diciéndole: en el campo de batalla hemos derrotado a los españoles pero en el orden cultural aún nos vencen, porque su fragmentación, su apego al atraso, la bruma que empaña su visión de un horizonte de desarrollo, sigue afectando nuestro modo de concebir la emancipación alcanzada. Seguimos desunidos, seguimos sometidos -afirma Sarmiento- a la concepción que España promovió mediante un concepto de la organización política de cuya precariedad adolecía ella misma. Y es esa precariedad la que hemos heredado y la que aún nos domina. La modernización que Belgrano aspira a producir en los años iniciales de su labor pública en Buenos Aires, cuando fue nombrado Secretario Perpetuo, y sobre la que se pronunció en sus tres magníficas “Memorias”, le permitirá hacer un diagnóstico del empantanamiento de España y de las colonias a ella subordinadas. Y lo hará tomando lo mejor de las ideas modernizadoras que circulaban en la España de Carlos III y Carlos IV, pero empezando a advertir también un fenómeno nuevo, es decir, empezando a advertir que el
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progreso no sólo consiste en la solución de los problemas heredados, sino en el descubrimiento de los desafíos inéditos. ¿Dónde estaba lo inédito? Cuando Belgrano vuelve su mirada hacia quienes han de protagonizar el proceso de emancipación nacional, advierte con preocupación, con angustia diría yo, que los hombres y mujeres que lo rodean pertenecen culturalmente al pasado. Que es necesario proveerlos de recursos para que puedan discernir el porvenir; educarlos y educarlos es, precisamente, transitar de la hipoteca contraída con el pasado a su liquidación mediante el saber. Hay una carta magnífica, entre las muchas admirables que redactó Belgrano, en la que dialoga con Güemes a propósito de esto. Güemes le escribe diciéndole que con sus gauchos había logrado expulsar a los godos de Salta. Pero que no conseguía persuadir a la paisanada de que había que ir a pelear al Tucumán, pues la paisanada sostenía que Salta ya era libre. ¿Y qué le contesta Belgrano? Le contesta: me convence a la paisanada de que Salta queda en Tucumán. Esta es la visión extraordinaria que a la comprensión de los desafíos del porvenir va a aportar Belgrano. La idea de interdependencia como condición de la posibilidad de construcción de una nacionalidad. Pero la percepción de la realidad que aparece en la carta de Güemes muestra lo que, generalizando, podríamos llamar una lógica feudal, la lógica del segmento, la lógica de la fragmentación como posibilidad exclusiva de subsistencia. Belgrano, San Martin, Sarmiento, Alberdi, los grandes próceres de nuestro país en el siglo XIX, lo fueron fundamentalmente porque tuvieron un sentido orquestado del desarrollo nacional. Orquestado significa que la melodía ejecutada debía ser común, convergente, integradora. Belgrano pone el acento allí donde nadie lo ponía en la colonia. Toma la palabra para traducir una vivencia indispensable para América del Sur, entendida ésta como proyecto de desenvolvimiento autónomo. Uno de los puntos más atractivos del ideario de Belgrano es, para mí, el que tiene que ver con la construcción de su concepto del enemigo. ¿A quiénes va a llamar Belgrano enemigos? Belgrano era un súbdito de la Corona, un súbdito fiel. Era un hombre que se autodesignaba español. Él y sus compañeros de generación empezaron a llamar godos a los españoles porque éstos procedían, a su juicio, como bárbaros en la comprensión de los desafíos de su tiempo. ¿Qué es lo que hace que Belgrano transite desde su proyecto de modernización inscripto en el marco de la Corona española a su proyecto de emancipación nacional? El gradual descubrimiento de que no tiene interlocutores en Madrid. Que no los tiene en el orden económico, ni menos aún en el cultural. Descubre Belgrano que del otro lado del océano no hay con quien hablar. Un concepto autoritario, absolutista, intransigente del poder gobierna el espíritu de la monarquía peninsular. Hay al respecto un documento más que elocuente donde Belgrano habla de las mujeres. Trata de explicar a las autoridades españolas, que si a las mujeres se les prohíbe participar en el proceso productivo, si no se les permite educarse y valerse del 52 | Revista de la Bolsa de Comercio de Rosario
conocimiento para dignificar sus personas, se las va a marginar de sus derechos, se las va a obligar a prostituirse para asegurar el mantenimiento de sus hijos. Belgrano trata de explicar al rey de España y a las restantes autoridades españolas que es perjudicial también para la Corona la subestimación de los recursos humanos de la Colonia. La decadencia de España -Belgrano lo comprende plenamente- tiene que ver con la fascinación por la inmovilidad. Hay un momento en el cual ese Imperio innovador en los siglos XV y XVI cayó bajo el hechizo de la inmovilidad; en la atracción fatal -diríamos en términos freudianos- por lo tanático. España se encarcela en su propio extravío. No discierne, no advierte (Carlos III obra tímidamente, Carlos IV no termina de acentuar lo indispensable) qué hacer y cómo proceder. Fernando VII devuelve las aguas al cauce del estancamiento y reinstala el culto de la repetición. Vuelve a la monotonía del absolutismo, renuncia al porvenir, ahoga el porvenir en el pasado. Esta devoción por el pasado, de la que también nosotros somos herederos, consiste primordialmente en creer que los desaciertos de ayer pueden ser aciertos de hoy. Fernando VII es un devoto del error reincidente. Y cuando Belgrano lo descubre, pasa a calificarlo como enemigo. Un enemigo no es sólo el que no nos deja vivir en libertad. Un enemigo es también el que no quiere vivir en libertad, el que no puede, en este caso, incorporarse a la modernización ni deja que nadie lo haga. Es aquel que desprecia la contemporaneidad. Belgrano, entonces, asume la guerra como la única salida posible para poder liberarse del pasado. Pero descubre al hacerlo, porque es progresista, que sin educación, sin verdadera capacitación, sin ese sentido fisiocrático, práctico, tan indispensable para él, quienes lleguen a emanciparse de España serán esclavos de sí mismos, esclavos de su ignorancia. Es por eso que Belgrano se desespera por lograr la educación necesaria para su pueblo. Al igual que San Martín, Belgrano comprende que la libertad, una vez que se ha expulsado a los opresores, se convierte en una amenaza para los mismos pueblos liberados, si ella no está administrada por el conocimiento, por las imposiciones de la ley, por la sujeción a los criterios que permiten y favorecen la convivencia en el campo de un programa de desarrollo integrado. Recordaba Cortés Conde algo fundamental: los planteos de Belgrano perviven en Alberdi. Las deudas con el porvenir señaladas por Belgrano son deudas señaladas posteriormente también por Alberdi. Hoy nos corresponde a nosotros, si queremos honrar la memoria de esos hombres excepcionales, entender que estamos todavía como nación más cerca del siglo XIX que del XXI. Y que lo estamos a consecuencia de una propensión de nuestras políticas de Estado a hacer de la repetición, y no de la voluntad de innovación, la condición indispensable para un ejercicio democrático y republicano del poder.