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ISABEL ZÚNICA TEMA 3. DESCARTES: EL COGITO Y EL CRITERIO DE VERDAD; LAS DEMOSTRACIONES DE LA EXISTENCIA DE DIOS. René Descartes (1596-1650) 1 I. D

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TEMA 3. DESCARTES: EL COGITO Y EL CRITERIO DE VERDAD; LAS DEMOSTRACIONES DE LA EXISTENCIA DE DIOS.

René Descartes (1596-1650)

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I. DESCARTES: EL HOMBRE Y SU OBRA 1. CONTEXTO HISTÓRICO EN QUE VIVIÓ DESCARTES

I. DESCARTES: EL HOMBRE Y SU OBRA.............................................................................. 1

1. Contexto histórico en que vivió Descartes ...............................................................1 a) Delimitación de la Edad Moderna .......................................................................1 b) El nacimiento de la Edad Moderna .....................................................................2 c) Un nuevo tipo de hombre: el humanista. ............................................................2 d) La modernidad ......................................................................................................3 2. Contexto filosófico de Descartes y rasgos de su filosofía.......................................3 3. Vida y obras................................................................................................................4 II. TEXTO PARA LA SELECTIVIDAD........................................................................................ 4 III. TEMAS Y NOCIONES DE LA METAFÍSICA CARTESIANA.............................................. 6

0. El proyecto cartesiano ...............................................................................................6 a) Necesidad de reconstruir el saber ......................................................................6 b) El método ..............................................................................................................6 i) Matematicismo y unidad del saber..................................................................6 ii) Los preceptos del método...............................................................................7 1. Duda y certeza (nociones).........................................................................................7 2. El cogito y el criterio de verdad (tema) .....................................................................8 a) El cogito.................................................................................................................8 b) El criterio de verdad .............................................................................................9 3. Pensamiento e ideas (nociones)...............................................................................9 4. Alma y cuerpo (res cogitans y res extensa) (nociones) ........................................10 5. Las demostraciones de la existencia de Dios (tema)............................................11 VI. CONTEXTUALIZACIÓN DEL TEXTO COMPLETO ......................................................... 12

TEMARIO DE LAS PRUEBAS DE ACCESO

A partir del texto de René Descartes Discurso del método, cuarta parte, (trad. E. Bello Reguera, Madrid, Tecnos, 1994, pp. 44-52), se escribirán dos folios completos (4 carillas), con los siguientes apartados en el orden en que aparecen: 1. Resumir un fragmento del texto. 2. Explicar una pareja de nociones de las siguientes: - Duda y certeza. - Alma y cuerpo (res cogitans y res extensa). - Pensamiento e ideas. 3. Desarrollar uno de los temas siguientes: - El cogito y el criterio de verdad - Las demostraciones de la existencia de Dios 4. Contextualizar el texto completo (la cuarta parte del Discurso del método).

a) Delimitación de la Edad Moderna

Desde el punto de vista de la historia universal, Descartes es un pensador que pertenece a la Edad Moderna. Por Edad Moderna se entiende habitualmente el periodo comprendido entre 1453 y 1789. La primera fecha es de gran importancia histórica, pues coinciden tres fenómenos de primera magnitud: 1) caída Constantinopla en poder de los turcos, con lo cual desaparecen los restos del viejo Imperio Romano, que había permanecido sin solución de continuidad hasta ese momento, aunque ciertamente se habían abandonado las formas de vida de la Antigüedad clásica. 2) El fin de la Guerra de los 100 años, la última guerra feudal de carácter sucesorio. 3) La invención de la imprenta por Gutenberg, que cambió el sistema de difusión de la cultura. La fecha final, 1789, es la Revolución francesa. Esta fecha como fin de la Edad Moderna es más incierta y se basa en la interpretación tradicional de la historiografía francesa. En realidad, en esa fecha comienza una serie de fenómenos sociales, políticos y culturales, que en 50 años liquidarían lo que llamamos Edad Moderna y darían comienzo a la Edad Contemporánea: es la época de las revoluciones sociales, románticas, políticas, industriales, etc. Se podría tomar como final de la Edad Moderna el final de ese proceso, pero sucede que no hay una fecha tan clara. No obstante, cabe señalar: a) 1848 última revolución liberal burguesa, dirigidas a liquidar el Antiguo Régimen en favor de Estados liberales; b) movimientos románticos nacionalistas, que darán origen a la aparición de Alemania e Italia en 1870; c) 1840 fin de la primera de la industrialización; d) fin de la Guerra de Secesión americana, 1865; e) fin de la emancipación de Latinoamérica, 1830. Aunque no sea habitual considerar la mitad del XIX como fin de la Edad Moderna, tiene la ventaja de incluir el romanticismo y los filósofos románticos en la Edad Moderna, no en la Contemporánea. En efecto, no podemos considerar el romanticismo y su filosofía como pensamiento contemporáneo, pues el idealismo clásico alemán (Fichte † 1814, Schelling † 1854 y Hegel † 1830) y Schopenhauer † 1860 aún construyen grandes sistemas filosóficos típicos de la Edad Moderna y que hoy día han perdido su vigencia. Por el contrario, desde la 2ª mitad del XIX ya sólo encontramos una diversidad de corrientes de pensamiento coexistentes entre sí y casi todas aún presentes en nuestros días: psicoanálisis, fenomenología, existencialismo, hermenéutica, filosofía analítica, estructuralismo, posmodernidad, etc. Por tanto, si atendemos a la conclusión de los procesos que originaron una nueva época, podemos decir que la Edad Moderna concluye en torno a 1850 y ahí comienza nuestra época: la Edad Contemporánea. Por eso, autores como Nietzsche, Freud o Frege podrían ser escritores del siglo XXI, aunque sean de la segunda mitad del XIX.

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b) El nacimiento de la Edad Moderna

Como hemos indicado en el tema anterior, una serie de fenómenos destruyeron desde dentro el orden medieval: la guerra de los Cien Años (1328-1453) y la peste negra (1347-1359: murió el 30% de la población) provocaron un apocalipsis demográfico, una grave crisis económica y migraciones masivas. Estos acontecimientos produjeron enormes convulsiones sociales y una profunda crisis cultural y religiosa. Esa crisis liquidó los ideales medievales de la cristiandad (papa y emperador) y debilitó las estructuras feudales (especialmente la nobleza rural). Se reorganizó la sociedad siempre a favor de las nuevas fuerzas sociales que se habían formado, basadas en la riqueza líquida y en el saber, y así se pusieron las bases del Renacimiento y de las nuevas naciones-estados modernas (España, Francia, etc.). En el XV surgieron o se potenciaron enormemente una serie de acontecimientos, que, al consolidarse en el XVI y XVII, perfilaron la nueva época. En concreto: 1) La revolución científica y la nueva ciencia establecen una nueva imagen del universo: el sistema heliocéntrico de Copérnico frente al geocéntrico de Ptolomeo; Kepler: órbitas elípticas; Galileo: creador de la mecánica, defensor de la homogeneidad del universo; Newton: sistematizador de la mecánica celeste. 2) La invención de la imprenta, que cambió todo el sistema de difusión y transmisión del conocimiento y la cultura. En la segunda mitad del XV se publicaron más de 10.000 títulos (algunos estiman que casi 30.000), con una tirada total de varios millones de ejemplares. 3) Descubrimiento técnicos: la brújula, que cambió el arte de la navegación al permitir alejarse de las costas; mayor precisión en los mapas geográficos; el mayor uso de la pólvora, que cambió las leyes de la guerra; descubrimiento del telescopio, que permitió mejorar las observaciones celestes. 4) El ensanchamiento geográfico con el descubrimiento de un Nuevo Mundo casi inabarcable (América es 4 veces Europa: 42 millones de km2 frente a los 10 de Europa) y las exploraciones de los portugueses en África. 5) Incremento del comercio. Desaparecido el Imperio Bizantino, Venecia y Génova se hacen con todo el comercio con Oriente; crece enormemente el comercio con el norte de Europa y surge el comercio con América. 6) Notable crecimiento de la burguesía capitalista para la financiación de las grandes empresas, las guerras, etc. c) Un nuevo tipo de hombre: el humanista.

Una de las características esenciales de la Edad Moderna, si no la más importante, es la aparición de un nuevo tipo de hombre: el humanista. Ya en el XIV aparecen los primeros estudiosos del mundo antiguo: una vuelta a las fuentes griegas y latinas para conseguir un cultivo de la auténticamente humano. La idea está tomada de Cicerón, Varrón, Aulo Gelio y otros escritores antiguos, para quienes el término humanitas, y su equivalente griego paideia, significaba la educación del hombre en cuanto hombre, el cultivo de lo que nos humaniza y nos

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saca de la barbarie . El humanista era un hombre centrado fundamentalmente en: 1) Los aspectos humanos, individuales y políticos, de los clásicos latinos y griegos. El hombre toma el puesto central en la nueva concepción de la realidad: es lo que se llama antropocentrismo, frente a un mundo medieval de carácter teocéntrico. Esto no quiere decir que el humanista fuera ateo, más bien todo lo contrario: todos eran creyentes y la cuestión de la religión, la interpretación de la Biblia, etc. estaban en primer plano. Los humanistas se oponen a la visión medieval: el hombre como criatura de Dios; y suscriben la del mundo antiguo: el hombre como ser autónomo, aunque tenga relación con la divinidad. 2) Se pone en primer plano al sujeto, al individuo, con su personal visión de la realidad, con su subjetividad, con su libertad, a diferencia de la visión medieval donde la autoridad tenía gran importancia. 3) Aunque estudiaban continuamente los clásicos, no era para seguirlos servilmente, sino para recrear una visión personal, por eso, la originalidad pasa a primer plano: ciertamente en la Baja Edad Media se cultivó el estudio de los filósofos antiguos e incluso consideraban que sabían más que aquéllos, pero eso se debía a que ellos iban “a hombros de gigantes”; por el contrario, los humanistas consideraban que ellos, a partir de los estudios clásicos, habían recreado de modo original una nueva visión del mundo. 4) Por eso, para su formación, abandonan el sistema escolástico del trivium (gramática, dialéctica y retórica) y el quadrivium (aritmética, geometría, astronomía y música), e instauran los studia humanitatis (estudio de los clásicos) y crean las academias al margen de las Universidades, que pierden importancia. 5) Eran hombres universales: se interesan por todas las materias, por la enciclopedia del saber. Conscientes de que la lengua es la base y unidad de todo el conocimiento, tomaron el latín como lengua universal: un latín de características clásicas de gran elegancia y potencia expresiva, en el que se editaron casi el 80% de los libros publicados en la segunda mitad del XV2. 1

“Quienes hicieron las palabras latinas llamaron humanidad (humanitas) a lo que los griegos llaman paideia, con esto queremos decir el conocimiento y formación en las artes humanas. Los que desean sinceramente y cultivan estas artes son los más humanos, pues el cuidado y dedicación a esta ciencia sólo al hombre le ha sido concedida de entre todos los vivientes y, por eso, la llamamos humanidad (humanitas)”. Aulo Gelio († post 180), Noches Áticas, XIII, 17. 2 Este cultivo del latín y de los clásicos puede verse en este gráfico texto de un alumno del XVI: “Estábamos en pie a las cuatro de la mañana, y después de haber rezado una oración, íbamos a clase a las cinco con nuestros libros bajo el brazo, y nuestras escribanías y candelas en la mano. Sin interrupción, teníamos clases hasta las diez. Después de emplear media hora en corregir nuestros apuntes, comíamos. Luego leíamos como diversión fragmentos de Sófocles, Aristóteles o Eurípides, y algunas veces de Demóstenes, Cicerón, Virgilio y Horacio. A la una, a clase; a las cinco, a casa, a repasar nuestras notas y fijar de nuevo nuestra atención en los pasaje citados en clase. Ello nos ocupaba hasta pasadas las seis. Luego cenábamos y leíamos griego yo latín”, Enrique de Mesmes, estudiante en

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d) La modernidad

Se entiende por modernidad o pensamiento moderno el movimiento cultural, social y político, que comienza en el Renacimiento, tiene su punto culminante en la Ilustración y llega hasta nosotros. Aunque hoy día se habla de posmodernidad, en realidad estamos en la tardamodernidad: la modernidad está en crisis y descomposición, pero aún no ha nacido nada nuevo. Aunque la modernidad ha mantenido sus características básicas a lo largo de más de 5 siglos, podemos distinguir varias etapas: Renacimiento (1453-1600), Barroco (1600-1700), Ilustración (1700-1780) y Romanticismo (1780-1850); luego viene una etapa de falta de unidad (sólo hay corrientes), que podríamos llamar de las ideologías y, finalmente, una cierta unificación o globalización, que llamamos Posmodernidad. Una de las características comunes a toda la modernidad es que permanecen los rasgos básicos del nuevo tipo de hombre surgido en el Renacimiento. El hombre moderno es consciente de sus propias fuerzas, de su inteligencia y capacidad de conocer, de su capacidad de transformar el mundo; afirma su subjetividad y libertad frente a toda autoridad. Esto trae una serie de consecuencias muy importantes, constantes en toda la modernidad, incluidos nosotros: 1) Negación de la autoridad de la Iglesia y afirmación de la libre interpretación de la Biblia. Aparece, así, la figura de Martín Lutero que propugna la libre interpretación y que dará lugar a las diversas confesiones religiosas, con la consiguiente fragmentación del cristianismo. 2) Crítica al sistema escolástico de enseñanza y a sus autores principales. La influencia de Aristóteles, tras su recepción en el siglo XIII, es importantísima. Aunque aún permanece la visión global del neoplatonismo agustiniano, los desarrollos filosóficos concretos y la ciencia dependen de la autoridad de Aristóteles. Los humanistas de inicios del Renacimiento rompen con Aristóteles en cuestiones humanas (ética, política, arte) y retornan a Platón, a cuyos textos originales ahora tienen acceso: una visión menos empírica y más mística del mundo se impone. La ciencia que más se cultiva inicialmente, como exigía Platón, es la matemática. Esto hace que muchas de las ideas platónicas estén presentes en toda la modernidad. Descartes no sólo retomará de Platón la geometría como ideal de conocimiento, sino también el innatismo, las ideas eternas, el dualismo alma y cuerpo, el especial papel de Dios en el conocimiento…. Pero, además, autores como Kant aún tienen presente la dualidad mundo sensible frente a mundo inteligible, e incluso en el siglo XX podemos ver la influencia de Platón en la fenomenología, los intuicionismos y otras corrientes. 3) También la nueva ciencia rompe con la autoridad científica dominante: Toulouse, de 14 años, en 1545. Citado por Roland Mousnier, Los siglos XVI y XVII, Ediciones Destino, Barcelona 1980.

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Aristóteles. La cuestión del método pasa a primer plano: Francis Bacon publica el Novum organum en oposición al Organon de Aristóteles que sería el viejo. El heliocentrismo de Copérnico se opone al geocentrismo de Aristóteles y Ptolomeo. La matematización de la naturaleza por Galileo se opone a la consideración cualitativa de Aristóteles. El mecanicismo (el mundo y los vivientes como máquinas) se opone a la teleología de Aristóteles. Además, Galileo y Descartes ridiculizan a los presuntos aristotélicos que se negaban a aceptar las nuevas teorías científicas. 4) Todo esto se concreta en una oposición a la filosofía del tardomedievo, que, supuestamente con Aristóteles, era cosista y centrada en el conocimiento del mundo externo. Ahora pasa a primer plano el sujeto y lo teoría del conocimiento. En suma, la modernidad se constituye contra Aristóteles, tanto desde un punto de vista humano como filosófico y científico. Este rasgo se ha popularizado hasta nuestros días: Aristóteles como sinónimo de antigüedad y opuesto a la modernidad. Sin embargo, las grandes renovaciones del pensamiento filosófico han dependido siempre de Aristóteles, e incluso, a veces, también el científico (negación de la acción a distancia, negación del vacío, imposibilidad del infinito, etc.). 2. CONTEXTO FILOSÓFICO DE DESCARTES Y RASGOS DE SU FILOSOFÍA

Descartes es el fundador del racionalismo, el primer gran sistema filosófico de la modernidad. Se expande a lo largo del continente europeo y sus principales representantes son: Descartes (1596-1650), Malebranche (1638-1715), Espinosa (1632-1677), Leibniz (1646-1716) y Wolff (1679-1754). Descartes nace cuando ya se había impuesto totalmente la modernidad. Tres aspectos, arriba descritos, están presentes en Descartes y en todo el racionalismo, pues es una doctrina filosófica moderna: a) El nuevo tipo de hombre: un sujeto autónomo, consciente de su capacidad teórica, que afirma su omnímoda libertad, que busca la originalidad rompiendo con la tradición y desea construir un saber universal. b) La presencia de Platón, con la importancia de la geometría, el innatismo, los dualismos, etc. c) La ciencia moderna, con su visión matemática y mecánica del mundo. Y además, sus exigencias metodológicas: el conocimiento es fruto del método adecuado. A partir de ese contexto tenemos las características filosóficas propias del racionalismo: 1) Revalorización de la actividad del sujeto, de su subjetividad y libertad. El yo es el punto de partida obligado para el análisis filosófico. La subjetividad es el punto de apoyo desde el que había que construir el edificio filosófico. Y, a la inversa, toda construcción especulativa debía dar sentido a esa razón individual, que exigía sus derechos frente al Dios de la Revelación y frente al mundo de la tradición.

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2) Exaltación de la razón humana como facultad cognoscitiva: el único conocimiento valioso es el obtenido por la razón. Afirmación de la existencia de ideas innatas: ideas que surgen en la mente humana con independencia de la experiencia sensible. 3) Depreciación subsiguiente del conocimiento sensible: todo conocimiento procedente de los sentidos, de la experiencia sensible, es, al menos, sospechoso y, con frecuencia, falso. La experiencia sensible tiene un papel mínimo. Por eso, se considera al racionalismo como la antítesis del empirismo (cfr. tema siguiente). 4) Dualismo alma / cuerpo, mundo inteligible / mundo sensible. 5) Admiración por la matemática, como arquetipo de la sabiduría humana. La especulación racionalista se desplegó, precisamente, como una reflexión cuyo fondo era la existencia de esa ciencia que se escribía con lenguaje matemático. Las exigencias metodológicas de la nueva ciencia fueron trasladadas al campo de la filosofía. 6) Aspiración a crear una ciencia universal, válida para todo ser racional. Unificación de todas las ciencias bajo el método matemático deductivo.

En 1649 va a Suecia invitado por la princesa Cristina de Suecia. Escribe Las pasiones del alma. Muere en 1650. Obras póstumas son: Compendio de música (1650), Tratado del hombre y Tratado de la luz ((1664), Cartas (1657-1667). Hizo aportaciones muy importantes en el campo científico: realizó una reforma del álgebra y una teoría general de las ecuaciones, fundó la geometría analítica que permite traducir las ecuaciones en curvas gracias a las coordenadas, en física descubrió las leyes de la refracción, en fisiología descubrió por su cuenta la circulación de la sangre, aunque le precedió Harvey. Su filosofía no es tan original como él pretende, pues tiene numerosas fuentes platónicas, agustinianas y escolásticas, pero la influencia de su filosofía es muy notable, tanto que los franceses suelen dividir la historia general de la filosofía en dos grandes periodos: avant Descartes et après Descartes.

3. VIDA Y OBRAS

a) Duda metódica y descubrimiento de la primera verdad “// No sé si debo entreteneros con las primeras meditaciones que allí he hecho, pues son tan metafísicas y tan fuera de lo común que tal vez no sean del gusto de todos. Sin embargo, con el fin de que se pueda apreciar si los fundamentos que he establecido son bastante firmes, me veo en cierto modo obligado a hablar de ellas. Desde hace mucho tiempo había observado que, en lo que se refiere a las costumbres, es a veces necesario seguir opiniones que tenemos por muy inciertas como si fueran indudables, según se ha dicho anteriormente; // pero, dado que en ese momento sólo pensaba dedicarme a la investigación de la verdad, pensé que era preciso que hiciera lo contrario y rechazara como absolutamente falso todo aquello en lo que pudiera imaginar la menor duda, con el fin de comprobar si, hecho esto, quedaba en mi creencia algo que fuera enteramente indudable. // Así, puesto que nuestros sentidos nos engañan algunas veces, quise suponer que no había cosa alguna que fuera tal como nos la hacen imaginar. Y como existen hombres que se equivocan al razonar, incluso en las más sencillas cuestiones de geometría, y cometen paralogismos, juzgando que estaba expuesto a equivocarme como cualquier otro, rechacé como falsos todos los razonamientos que había tomado antes por demostraciones. Y, en fin, considerando que los mismos pensamientos que tenemos estando despiertos pueden venirnos también cuando dormimos, sin que en tal estado haya alguno que sea verdadero, decidí fingir que todas las cosas que hasta entonces habían entrado en mi espíritu no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños. // Pero, inmediatamente después, advertí que, mientras quería pensar de ese modo que todo es falso, era absolutamente necesario que yo, que lo pensaba, fuera alguna cosa. Y observando que esta verdad: pienso, luego soy, era tan firme y tan segura que todas las más extravagantes suposiciones de los

René Descartes nació en La Haya-Turena (Francia), en 1596, estudió en el colegio de la Flèche, de los jesuitas. Allí estudió, entre otras materias, lógica, física, metafísica y matemáticas. Las enseñanzas filosóficas estaban inspiradas en la filosofía escolástica de Francisco Suárez, célebre por sus Disputationes metaphysicae de 1597. Se licencia en Derecho en la Universidad de Poitiers (1616) y decide “viajar, ver cortes y ejércitos”. Estando en el ejército, le sorprendió un invierno en Neuburg (1619), donde –según cuenta– “pasaba todo el día solo y encerrado, junto a una estufa, con toda la tranquilidad necesaria para entregarme por entero a mis pensamientos”. Se vuelve a plantear ciertos problemas de geometría y ve la necesidad de un método general para resolver cualquier problema de geometría que se le presentase. Pronto amplía su ya ambicioso plan, cuando concibe la posibilidad de un método para el descubrimiento de la verdad en cualquier rama de las ciencias. Entonces se decide a buscar un método que le sirviera para poner el fundamento de la ciencia y hacerlo con la ayuda de su sola razón. Esa es la revelación que tuvo en 1619. Todas estas reflexiones las recogió en su obra Regulae ad directionem ingenii (Reglas para la dirección del espíritu), redactadas entre 1627 y 1628. En 1629, se estableció en Holanda, buscando libertad y tolerancia. Por sugerencia de unos amigos, prepara un tratado de metafísica, que interrumpe para dedicarse al Tratado de Física, pero, enterado de la condena de Galileo, no lo publica. Entre 1633-1637 escribe el Discurso del Método y tres ensayos científicos sobre Dióptrica, Meteoros y Geometría, que publica en 1637. En 1641 publica las Meditationes de prima philosophia y las Respuestas. En 1647 publica los Principia philosophiae.

II. TEXTO PARA LA SELECTIVIDAD

Descartes, Discurso del método, cuarta parte. (trad. E. Bello Reguera, Madrid, Tecnos, 1994, pp. 44-52).

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escépticos no eran capaces de socavarla, juzgué que podía admitirla como el primer principio de la filosofía que buscaba”. El texto recoge el momento en el que Descartes establece los fundamentos de su sistema científico. // En primer lugar, afirma que, en relación a las costumbres, va a guiarse sólo por opiniones y no por verdades indudables. // Después afirma que va a dudar de todo hasta que encuentre alguna verdad enteramente indudable (duda metódica). // Para justificar su duda, aduce tres motivos: 1) el frecuente engaño de los sentidos, 2) los errores que podemos cometer al razonar (paralogismos) y 3) la posible confusión entre el sueño y la vigilia. // Finalmente recoge el momento en que descubre la primera verdad indudable (“pienso, luego soy”), de la cual dice que es inatacable por los escépticos y que la toma como “el primer principio de la filosofía que buscaba”. b) El yo como sustancia pensante, la res cogitans “Al examinar, después, atentamente lo que yo era, y viendo que podía fingir que no tenía cuerpo y que no había mundo ni lugar alguno en el que me encontrase, pero que no podía fingir por ello que yo no existía, sino que, al contrario, del hecho mismo de pensar en dudar de la verdad de otras cosas se seguían muy evidente y ciertamente que yo era; mientras que, con sólo haber dejado de pensar, aunque todo lo demás que alguna vez había imaginado existiera realmente, no tenía ninguna razón para creer que yo existiese, conocí por ello que yo era una sustancia cuya esencia o naturaleza no es sino pensar, y que, para existir, no necesita de lugar alguno ni depende de cosa alguna material. De manera que este yo, es decir, el alma por la cual soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo e incluso más fácil de conocer que él y, aunque el cuerpo no existiese, el alma no dejaría de ser todo lo que es”. El texto recoge el momento en el que Descartes descubre una nueva verdad que deriva necesariamente de la verdad del “pienso, luego soy”. Acerca del yo descubre: 1) que el yo es una sustancia, 2) que su naturaleza consiste en pensar, 3) que es totalmente independiente del cuerpo y de toda cosa material, 4) que es más fácil de conocer que el cuerpo y 5) que, a diferencia del cuerpo, es inmortal. c) El criterio de verdad y certeza “Después de esto, examiné lo que en general se requiere para que una proposición sea verdadera y cierta; pues, ya que acababa de descubrir una que sabía que lo era, pensé que debía saber también en qué consiste esa certeza. Y habiendo observado que no hay absolutamente nada en pienso, luego soy que me asegure que digo la verdad, a no ser que veo muy claramente que para pensar es preciso ser, juzgué que podía admitir esta regla general: las cosas que concebimos muy clara y distintamente son todas verdaderas; si bien sólo hay alguna dificultad en identificar exactamente cuáles son las que concebimos distintamente”. En este texto, Descartes después de descubrir su primera verdad (pienso, luego

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soy), la examina para descubrir las características que la hacen totalmente cierta. Después de analizarla, concluye que dicha certeza se apoya en que es una idea clara y distinta. Entonces establece como regla general, para admitir una idea como verdadera, que sea clara y distinta. d) Primera demostración de la existencia de Dios “Reflexionando, a continuación, sobre el hecho de que yo dudaba y que, por lo tanto, mi ser no era enteramente perfecto, pues veía con claridad que había mayor perfección en conocer que en dudar, se me ocurrió indagar de qué modo había llegado a pensar en algo más perfecto que yo; y conocí con evidencia que debía ser a partir de alguna naturaleza que, efectivamente, fuese más perfecta. Por lo que se refiere a los pensamientos que tenía de algunas otras cosas exteriores a mí, como el cielo, la tierra, la luz, el calor, y otras mil, no me preocupaba tanto por saber de dónde procedían, porque, no observando en tales pensamientos nada que me pareciera hacerlos superiores a mí, podía pensar que, si eran verdaderos, era por ser dependientes de mi naturaleza en tanto que dotada de cierta perfección; y si no lo eran, que procedían de la nada, es decir, que los tenía porque había en mí imperfección. Pero no podía suceder lo mismo con la idea de un ser más perfecto que el mío; pues, que procediese de la nada era algo manifiestamente imposible; y puesto que no es menos contradictorio pensar que lo más perfecto sea consecuencia y esté en dependencia de lo menos perfecto, que pensar que de la nada provenga algo, tampoco tal idea podía proceder de mí mismo. De manera que sólo quedaba la posibilidad de que hubiera sido puesta en mí por una naturaleza que fuera realmente más perfecta que la mía y que poseyera, incluso, todas las perfecciones de las que yo pudiera tener alguna idea, esto es, para decirlo en una palabra, que fuera Dios (...)” En este texto, Descartes realiza su primera demostración de la existencia de Dios. Descartes descubre en su mente la idea del ser perfecto junto a otras muchas ideas referentes a seres exteriores (cielo, la tierra, la luz, el calor, etc.). Se da cuenta de que, mientras cabría la posibilidad de pensar que él mismo fuera la causa de las ideas de todos esos seres exteriores, era absolutamente necesario pensar que Dios fuera la causa de la idea del ser perfecto. Con ello considera demostrada la existencia de Dios. e) Tercera demostración de la existencia de Dios: argumento ontológico. “Quise buscar, después, otras verdades y, habiéndome propuesto el objeto de los geómetras, que concebía como un cuerpo continuo o un espacio indefinidamente extenso en longitud, anchura y altura o profundidad, divisible en diversas partes, que podían tener diferentes figuras y tamaños, y ser movidas o trasladadas de todas las maneras posibles, pues los geómetras suponen todo esto en su objeto, repasé algunas de sus más simples demostraciones. Y habiendo advertido que la gran certeza que todo el mundo les atribuye sólo está fundada en que se las concibe con evidencia, siguiendo la regla antes formulada, advertí también que no había en ellas absolutamente nada que me asegurase la existencia de su objeto. Porque, por

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ejemplo, veía bien que, si suponemos un triángulo, sus tres ángulos tienen que ser necesariamente iguales a dos rectos, pero en tal evidencia no apreciaba nada que me asegurase que haya existido triángulo alguno en el mundo. Al contrario, volviendo a examinar la idea que tenía de un ser perfecto, encontraba que la existencia estaba comprendida en ella del mismo modo que en la de un triángulo está comprendido el que sus tres ángulos son iguales a dos rectos, o en la de una esfera, el que todas sus partes equidistan de su centro, e incluso con mayor evidencia; y, en consecuencia, es al menos tan cierto que Dios, que es ese ser perfecto, es o existe, como puede serlo cualquier demostración de la geometría”. En este texto, Descartes realiza una demostración de la existencia de Dios. Comienza considerando la idea de cuerpo continuo o extensión infinita, a partir de la cual se constituyen todas las figuras geométricas; comprende que, a pesar de la evidencia con la que pueden ser demostradas, nada hay en esas demostraciones que exija el que dichas figuras y cuerpos geométricos existan. Sin embargo, vuelve a analizar la idea de un ser perfecto y comprende que dicha idea incluye necesariamente su existencia. Por tanto, Dios existe. III. TEMAS Y NOCIONES DE LA METAFÍSICA CARTESIANA

Los temas y nociones que vamos a ver pertenecen a la metafísica de Descartes, tal como aparecen principalmente en la cuarta parte del Discurso del método (1637). Además de ese lugar, Descartes expuso su metafísica en otras obras: Las Meditaciones metafísicas (1641) y en la primera parte de Los Principios de filosofía (1647). Y también, en Reglas para la dirección del espíritu, escrita en 1627 y publicada en 1701. Descartes no cultiva la metafísica por sí misma, para conocer las verdades básicas, sino como medio para fundamentar la física, la cual a su vez es cultivada en vistas a sus aplicaciones prácticas. Concibe la ciencia con total unidad y la compara con un árbol, cuyas raíces son la metafísica, el tronco es la física y las ramas son la moral, la mecánica y la medicina. Para fundar una físico-matemática, Descartes juzga necesario sustituir la metafísica de Aristóteles, que admite en las cosas principios no cuantitativos: cualidades sensibles, formas sustanciales, etc. La metafísica cartesiana tiene por objeto demostrar que el mundo material es extensión y sólo extensión, que los cuerpos son íntegramente comprensibles por la geometría, que toda la naturaleza se explica mecánicamente, es decir, por la figura y el movimiento. Todas sus tesis metafísicas se encadenan como more geometrico (como en geometría): primero se establecen los principios y a partir de ellos deduzco el resto de los conocimientos.

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0. EL PROYECTO CARTESIANO

a) Necesidad de reconstruir el saber

Aunque Descartes estaba convencido de su buena preparación escolar, la conclusión general que sacó de sus estudios es que el edificio de la ciencia estaba aún por construir, pues consideraba que la erudición tradicional se reducía a una acumulación de conocimientos sin un fundamento sólido que los mantuviera y unificase. Acerca de la filosofía dirá que “no encontramos todavía en ella ninguna cosa sobre la cual no se dispute y que, por lo tanto, no sea dudosa”. Y de las matemáticas admiraba la claridad y certeza que les proporciona su método, pero no advertía su verdadero uso. Más tarde, buscando un saber útil para la vida, se alistó en el ejército, combinando su profesión con el estudio de las matemáticas. En esta época se decide poner los fundamentos de su filosofía, apoyándose exclusivamente en su propia razón. Su principal objetivo era alcanzar la verdad filosófica mediante la razón: “Quería dedicarme por entero a la búsqueda de la verdad”. Pero no pretende un conjunto de verdades inconexas, semejante al que vislumbró a su salida de la Flèche, sino un sistema unitario, con rigor absoluto, en el que no se diera nada por supuesto. Este sistema no sería un conjunto enciclopédico de conocimientos acumulados, sino un sistema orgánico, fundamentado en principios de los que se derivarían, según un orden de razones, los demás conocimientos. Sería como un bloque de certeza, sin fisuras, inquebrantable al ataque de los escépticos. Descartes decide ponerse manos a la obra con plena conciencia de novedad, de estar rompiendo con el pasado. Rechaza la autoridad como fundamento en el que apoyarse, acusando a los aristotélicos no sólo de ampararse en la autoridad de Aristóteles, sino de no haberlo entendido adecuadamente. Él se resuelve a confiar sólo en su propia razón y no en la autoridad. Aunque de alguna manera infravalora el pasado, sin embargo, no supone todo lo anterior como falso. No se propone hacer una filosofía nueva, sino una filosofía cierta. Descubrirá muchas verdades que ya otros habían descubierto antes, pero de una manera ordenada y sistemática que dé garantías de certeza. Para este último objetivo, como medio para alcanzarlo, establecerá su método. b) El método i) Matematicismo y unidad del saber

La preocupación de encontrar un método de hallazgo de nuevas verdades y no sólo de mera exposición es algo común en la época moderna. Se busca un método objetivo, que pueda ser usado por todos, un medio para alcanzar la verdad en la ciencia y conducir el espíritu. En esto coinciden Galileo, Bacon, Descartes y Newton, entre otros. El método para Descartes no se limita a ordenar y sistematizar verdades ya conocidas. Descartes opina que no hay que entender el método como lo hacía la silogística aristotélica. No se trata de establecer una mera ordenación o ampliación

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de lo ya conocidos, sino más bien de encontrar un camino para la invención y el descubrimiento, para el hallazgo de nuevas verdades. Descartes considera que los métodos matemáticos (el análisis de los geómetras y el álgebra) tienen el mismo rigor que la lógica formal con la ventaja de que hacen progresar el conocimiento y permiten descubrir nuevas verdades. Descartes se propone tomar lo esencial del método matemático –que consiste principalmente en el establecimiento de unos axiomas o principios, a partir de los cuales deducir todas las verdades implicadas en ellos–, de modo que pudiera aplicarlo a cualquier ciencia. Esta matemática universal la había encontrado mientras escribía la Reglas para la dirección del espíritu. Su matematicismo universal conlleva el supuesto de que todas las ciencias son semejantes. Esto difiere de la concepción aristotélica, según la cual, las ciencias se especifican por su diferente objeto y el método apropiado varía según el objeto. Sin embargo, para Descartes, todas las diversas ciencias no son otra cosa que la sabiduría humana que es siempre una y la misma, aunque se aplique a objetos diferentes. Por tanto, existe una única ciencia y un único método para alcanzarla. Le animó mucho en su tarea el éxito que obtuvo al aplicar el método aritmético a la geometría, descubriendo así la geometría analítica. ii) Los preceptos del método

Siguiendo lo que en matemáticas se hace (establecer principios y deducir de ellos), Descartes sostiene que la operaciones mentales son dos: la intuición y la deducción. La intuición es el conocimiento inmediato, puramente intelectual, de un objeto3. La deducción consiste en ir derivando de lo ya conocido otras verdades, que, de este modo, obtienen su certeza de la intuición anterior4. La intuición y deducción son los dos caminos que emplea naturalmente la mente, pero no son el método. El método lo constituyen las reglas para emplear correctamente las dos operaciones mentales. Por eso, Descartes define su método como una serie de “reglas ciertas y fáciles tales que todo aquel que las observe exactamente no tome nunca algo falso por verdadero, y, sin gasto alguno de esfuerzo mental, sino por incrementar su conocimiento paso a paso, llegue a su verdadera comprensión de todas las cosas que no sobrepasen su capacidad”. En el Discurso del método, parte segunda, II, Descartes propone 4 reglas o preceptos básicos. El primer precepto prescribe dudar de todo y sólo admitir lo 3

Por intuición entiende “no la seguridad fluctuante de los sentidos ni el juicio falaz que resulta de la composición arbitraria de la imaginación, sino la concepción que aparece tan sin esfuerzo y tan distintamente a una mente atenta y no nublada, que quedamos completamente libres de duda en cuanto al objeto de nuestra comprensión o, lo que es lo mismo, la intuición es la concepción libre de dudas, de una mente atenta y no nublada que brota de la sola luz de la razón”. 4 Descartes define deducción como “toda inferencia necesaria a partir de otros hechos que son conocidos con certeza”.

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evidente, o sea, lo que concebimos clara y distintamente. Este es el precepto fundamental del método y lo comentamos con detalle en el siguiente apartado. El segundo prescribe el análisis o descomposición de un problema en sus partes mínima, para hallar la solución 5. La del análisis se dirige primordialmente a establecer los primeros principios o axiomas a partir de los cuáles deducir las demás verdades. El análisis es la lógica del descubrimiento. El tercero prescribe la síntesis: ir de lo más simple a los más complejo; hay que comenzar por los principios y deducir todo lo demás 6. Se trata, pues, de construir todo un cuerpo de conocimientos conectados. Y finalmente, el cuarto precepto: repasar todo lo hecho 7. 1. DUDA Y CERTEZA (nociones)

Duda y certeza son dos estados mentales respecto a la verdad. Se oponen entre sí: en la certeza, se está seguro de que se posee la verdad, mientras que, en la duda, el sujeto no sabe si es verdadero o falso su contenido mental. La duda, tal como aparece en el inicio de la cuarta parte del Discurso del método de Descartes, constituye el primer paso para la construcción de su sistema científico unificado. Es una consecuencia de las reglas del método que él mismo ha establecido, en la segunda parte de esa misma obra, para ayudar a la razón en su búsqueda de la verdad. Podríamos decir que la duda constituye la puesta en práctica de la primera regla de su método: “Fue el primero, no admitir como verdadera cosa alguna, como no supiese con evidencia que lo es; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no comprender en mis juicios nada más que lo que se presentase tan clara y distintamente a mí espíritu, que no hubiese ninguna ocasión de ponerlo en duda”. Y, como dice en su texto, va rechazar como falso todo aquello en lo que pudiera imaginar la menor duda hasta encontrar algo enteramente indudable. Mediante la duda, Descartes busca encontrar una primera verdad indubitable, cuya verdad y certeza estén aseguradas por el uso del método científico. La duda tiene por objeto deshacer los propios prejuicios y “certezas” espontáneas, adquiridas en la niñez, cuando aún confiábamos en los sentidos. No se trata de una duda escéptica o de una duda real, no es que yo realmente dude de que 2+2=4 o de que haya mundo, sino que se trata de una duda metódica: es una parte del método que debemos seguir para alcanzar la verdad. Por tanto, dudar no es el fin que se propone Descartes, sino un medio hacia la verdad. 5

“El segundo [precepto], dividir cada una de las dificultades, que examinare, en cuantas partes fuere posible y en cuantas requiriese su mejor solución”. 6 “El tercero, conducir ordenadamente mis pensamientos, empezando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más compuestos, e incluso suponiendo un orden entre los que no se preceden naturalmente”. 7 “Y el último, hacer en todo unos recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales, que llegase a estar seguro de no omitir nada”.

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Lo contrario de la duda es la certeza. Por eso, aunque Descartes hable en estos textos de duda y verdad, de lo que está hablando es de obtener la certeza superando la duda. Por eso mismo, aunque se suele llamar “criterio de verdad” a la propuesta cartesiana de claridad y distinción, se trata en realidad de “criterio de certeza”. O sea, no se trata tanto de tener una verdad, como de estar cierto de un contenido de conciencia y superar así toda posible duda. Podemos, pues, decir que Descartes toma como sinónimos verdad y certeza. La extensión de la duda es universal: dudar de todo. No obstante, Descartes excluye de la duda la religión, pues la considera revelada y por encima de la razón y de sus métodos, y la moral, que no busca la verdad, sino la acción, y además mientras construimos la ciencia debemos vivir, por tanto necesitamos una moral, aunque sea provisional. Por eso, antes de ponerse a esa tarea de construir el sistema de la ciencia, aclara que en relación a las costumbres, es decir, a la conducta moral, no va a esperar a tener una moral fundamentada científicamente para poder guiarse por verdades totalmente ciertas y seguras, sino que va guiarse por opiniones, es decir por ideas no totalmente seguras. De hecho, en la tercera parte del Discurso, Descartes establece una moral provisional. En el Discurso, Descartes da tres motivos que justifican la duda como punto de partida para alcanzar la verdad con total certeza: 1) Los sentidos nos engañan frecuentemente. Se trata de las falacias de los sentidos, que nos inducen al error. Ciertamente pensamos que los sentidos habitualmente no nos engañan, pero sostiene Descartes que, si alguna vez nos han engañado, podría ser que siempre lo hicieran. Tal vez eso sea muy improbable, pero no imposible. Por tanto, hemos de dudar del testimonio de los sentidos. 2) Cometemos errores al razonar, incluso en los temas más sencillos como la geometría. En consecuencia, aunque haya razonamientos que nos parezcan totalmente seguros, podría darse el caso de que nos hubiéramos equivocado. Debemos, pues, dudar también de nuestras argumentaciones. 3) A veces confundimos la vigilia y el sueño, o sea, lo que estamos soñando lo tomamos como verdadero. De este modo Descartes lleva hasta el extremo la duda sobre el mundo. Alguien podría decir que es verdad que los sentidos nos engañan, pero, para ello, tiene que haber algo que afecte a nuestra sensibilidad. O sea, puede que veamos el remo torcido en el agua, pero algo hay fuera de nosotros. Sin embargo, Descartes argumenta que todo podría ser un sueño: que no hubiese nada fuera de nosotros. En las Meditaciones, añade un cuarto motivo: 4) La hipótesis de un genio maligno, que “me ha dado una naturaleza tal que me engaño incluso en aquellas cosas que me parecen más evidentes”. Se podría considerar que algunas verdades como que cuatro es la suma de dos más dos son verdadera incluso en el sueño. Pero Descartes argumenta que podría haber un espíritu maligno muy poderoso que me induce al error incluso es cosas elementales. Se trata, en definitiva, de la suposición de que el entendimiento humano es de tal

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naturaleza que yerra siempre al intentar conocer; o sea, que está mal hecho . En suma, deseando Descartes obtener un cuerpo sistemático de verdades ciertas, apela a la duda como primer paso de su método. Duda y certeza son las dos primeras nociones de sus sistema. 2. EL COGITO Y EL CRITERIO DE VERDAD (tema)

a) El cogito

Descartes quería construir un sistema científico en el que todas las ciencias estuviesen ordenadas deductivamente y unificadas mediante un método –inspirado en las matemáticas– que guiase a su razón y asegurase la verdad y concatenación de todos sus contenidos. Ese sistema sería como un árbol, cuyas raíces serían la metafísica, su tronco la física y sus ramas otras ciencias aplicadas. En la segunda parte del Discurso, plantea su método y, en la cuarta, lo aplica y comienza a poner los fundamentos de dicho sistema. El punto de partida, consecuencia de su método, es su duda universal y metódica. Mediante ella, va a descubrir su primera verdad, cierta y totalmente segura, inatacable por los escépticos: pienso luego soy (cogito ergo sum). Tenemos, así, el principio de su filosofía: el cogito. Es verdad es primera, 1) porque es la primera temporalmente hallada, 2) porque –y esto es más importante– es el principio firme e inconmovible de todo sus sistema científico, y 3) es el prototipo de toda verdad y certeza; de hecho, como diremos en el siguiente apartado, Descartes obtuvo su criterio de verdad o certeza, pensando sobre las características del cogito. En suma, Descartes ha obtenido el primer principio de su filosofía, que le permitirá establecer los criterios del conocimiento cierto y todos los demás conocimientos. Además, respecto al cogito, aunque Descartes lo formuló en forma de deducción (ergo), aclaró que no se trata de tal cosa, sino precisamente de una intuición, o sea, una captación inmediata de una naturaleza simple. Por eso, esta primera verdad no se refiere a la existencia en abstracto, sino a mi existencia real, que capto a través de mi acto de dudar. Se trata, pues, de una existencia real y, por eso, permite deducir otras existencias. El cogito cartesiano no es totalmente original. El conocimiento inmediato de la propia existencia ya había sido puesto de relieve con anterioridad, incluso en forma muy parecida: si fallor, sum (si yerro, existo), explicó Agustín de Hipona, autor que Descartes conocía, a través de los jesuitas de la Flèche. Sin embargo, este tema ha sido capital para toda la modernidad. En el 8

Precisamente combatir la esta última hipótesis recurrirá a la existencia de Dios. Sin embargo, tal solución ha sido criticada por Burman: si realmente existiese tal genio maligno, la demostración de la existencia de Dios podría ser falsa, aunque la veamos como verdadera.

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pensamiento antiguo y medieval, la verdad dependía de los objetos o cosas conocidas (en definitiva del mundo exterior), mientras que, en Descartes, ese fundamento ni siquiera es tenido en cuenta: todo se centra en el sujeto y en su interioridad. En mí se encuentran las ideas que percibo de un modo o de otro, y si las intuyo o percibo clara y distintamente, son verdades inconmovibles. b) El criterio de verdad

Pasemos ahora al criterio de verdad. El criterio de verdad en Descartes es la claridad y distinción que acompaña a la intuición de una idea. Dicho de otro modo: todo lo que conocemos de modo claro y distinto es verdadero. ¿Cómo obtuvo Descartes su criterio? Como él mismo, a través del análisis de las características de la primera verdad (cogito ergo sum). Es decir, una vez que obtuvo una verdad indubitable, que resiste a toda duda, consideró sus características, para enunciar así su criterio de verdad o certeza. Para Descartes, la evidencia consiste en la intuición intelectual de una idea clara y distinta, lo cual excluye la posibilidad de error. En sus Principios de filosofía, Descartes dice que llama “claro a aquello que está presente y manifiesto a una mente atenta, del mismo modo como afirmamos que vemos claramente los objetos, cuando, estando presentes al ojo que los contempla, operan sobre éste con fuerza suficiente. Pero distinto es aquello que es tan preciso y diferente de todos los otros objetos, que no contiene en sí mismo nada que no está claro”. Así pues, no es lo mismo claridad que distinción. Un intenso dolor interno es percibido claramente, pero no hay en él ninguna distinción, pues no sabemos ni de dónde procede, ni por qué, ni… Por eso, añade Descartes que “la percepción puede ser clara sin ser distinta, mientras que no puede ser distinta sin ser clara”. En suma, una idea es clara cuando se perciben todos sus elementos, y distinta cuando no se puede confundir con ninguna otra. El prototipo de idea clara y distinta es la naturaleza simple. Esta evidencia intelectual tiene una propiedad importante: no se puede dudar de ella. Evidencia e indubitabilidad son, en gran medida, intercambiables: reconocemos que tenemos una evidencia cuando no podemos dudar de ella y, por otra parte, la evidencia clara y distinta es siempre verdadera. 3. PENSAMIENTO E IDEAS (nociones)

Para Descartes, el pensamiento (cogito) es el acto de pensar, del que nos hacemos conscientes en el propio acto de pensar. Pensar y tener conciencia de algo son, para Descartes, lo mismo: “Con el nombre de pensamiento entiendo todo lo que sucede en nosotros de manera que somos inmediatamente conscientes de ello”. Todas las demás actividades del alma, tales como dudar, querer, imaginar, sentir, etc. son igualmente pensamientos, puesto que somos conscientes de ellos. Descartes pretende que eso no puede ser de otro modo, pues se deduce de su idea de res cogitans, que se deduce del cogito ergo sum, de su primer principio. Esta reducción arbitraria fue criticada por diversos autores, entre otros por Pascal (†

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1662), que nos habla de las razones del corazón que la razón no entiende; o sea, no somos pura razón, sino que tenemos sentimientos, que son distintos de los pensamientos. Dado que la actividad del yo se reduce a actividad pensante consciente, Descartes pasa a analizar los contenidos de esa actividad. Los contenidos de conciencia, del pensamiento, son las ideas. Descartes utiliza de forma muy vaga el concepto de idea, pero en coherencia con sus presupuestos, afirma que las ideas son puros contenidos de conciencia, que no es necesario que sean representaciones de la realidad, son puros objetos de conciencia o contenidos de pensamiento. Por eso, incluso las sensaciones son ideas, puesto que somos conscientes de ellas y sobre ellas podemos hablar. Este concepto tan impreciso de idea será una de las pocas influencias que Descartes ejerce en el empirismo inglés, que habitualmente llama ideas a todo de lo que somos conscientes: las sensaciones, las imágenes de la imaginación, etc. Una tesis central en Descartes y totalmente novedosa es que lo que conocemos directamente no son las cosas, sino las ideas. El yo se encuentra encerrado en sus pensamientos, conociendo sólo sus ideas. Si tales ideas responden o no a cosas exteriores, o sea, si son representaciones suyas es algo que habrá que demostrar. Esto implica que el mundo no nos es dado inmediatamente a nuestra conciencia, sino que debemos demostrar su existencia. Todo habrá que demostrarlo a partir de las ideas, tal como veremos respecto a la existencia de Dios (argumento ontológico). Por todo esto, es clave en el pensamiento cartesiano el estudio de las ideas. Descartes se centra en distinguir los diversas dimensiones de las ideas, siempre con la finalidad de establecer la verdad o certeza frente a la duda o el error. De entrada, afirma que todas las ideas son igualmente ideas, todas ellas son modus cogitandi (modo del pensamiento): ésa es la realidad subjetiva de las ideas. Pero se distinguen por su contenido, por su realidad objetiva (esse obiectivum); o sea, una es la idea de perfección, otra la de cuerpo, otra la de caballo, otra la de sirena… En las Meditaciones, introduce los grados de perfección en las ideas: son más perfectas las que representan la substancia que las de los accidentes; y más perfectas la de substancia infinita que la de substancia finita. Sin embargo, lo más relevante en Descartes es la clasificación de las ideas por su origen. Según éste, las ideas son de tres tipos: innatas, adventicias (de adventus: venida) y facticias (de factus: hecho). Las ideas facticias son las que nosotros inventamos, como la de centauro o sirena: son los mundos que nosotros creamos a nuestro arbitrio o en los sueños. Las adventicias son las que parecen proceder del exterior, o sea, las que representan realidades que nos llegan por los sentidos. Decimos parece, porque sólo las conocemos en cuanto ideas nuestras; no tenemos ninguna garantía de que sean auténticas representaciones, o sea, se correspondan con las cosas exteriores. Ejemplos son la ideas de caballo, montaña, casa o mesa. La experiencia sensible es sólo ocasión para que la mente reconozca que algunas ideas corresponden con la realidad.

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La ideas innatas son las que encontramos en nosotros, ni han sido hechas, ni podemos concebir que proceden del exterior. Ejemplos son la idea de Dios, de perfección, de substancia, de extensión, etc. Estas ideas son las más importantes. Han sido puestas en nosotros por Dios. Y, por tanto, son comunes a todos los hombres y no pueden variar. Por eso, en sus Principios de filosofía, las llama nociones comunes o verdades eternas. Son claras y distintas, a diferencia de las demás ideas, que son confusas. Son la base del sistema cartesiano, pues a partir de ellas se pueden construir todo el conocimiento. Por último, insistamos en una nueva problemática introducida en filosofía: lo que conocemos directamente son nuestras ideas, nuestros contenidos de conciencia, no el mundo ni lo exterior. ¡Ha nacido la posibilidad del idealismo! Por eso, un autor posterior como Berkeley podrá decir que no hay mundo en absoluto: sólo hay mentes pensantes, puras conciencias espirituales, a las que Dios da unas percepciones sensibles sin que haya mundo real en ningún sentido9. 4. ALMA Y CUERPO (RES COGITANS Y RES EXTENSA) (nociones)

En su intento de construir un sistema científico en el que todas las verdades estén concatenadas de forma deductiva, después del descubrimiento de la primera verdad (cogito ergo sum), Descartes pasa a explicitar todo lo que puede conocer a partir de esa primera verdad. La siguiente verdad, vinculada con la primera es que el yo es una sustancia pensante (res cogitans). Descartes argumenta que podría fingir que no tenía cuerpo alguno, que no había mundo, pero que no podría suponer que dejara de pensar, pues si dejara de pensar, no existiría, aunque todo lo demás existiera. Por tanto, concluye Descartes: “Conocí por ello que yo era una sustancia cuya esencia y naturaleza toda es pensar, y que no necesita, para ser, de lugar alguno, ni depende de cosa alguna material; de suerte que este yo, es decir, el alma, por la cual yo soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo y hasta más fácil de conocer que éste y, aunque el cuerpo no fuese, el alma no dejaría de ser cuanto es”. Descartes considera que el hombre es fundamentalmente una substancia pensante. En sus obras, Descartes usa de modo ambiguo el concepto de substancia (substance, substantia). En sus Principia philosophiae, escribe: “Por substancia no podemos entender ninguna otra cosa sino la que existe de tal manera que no necesita de ninguna otra cosa para existir. Y, en verdad, substancia que no necesite en absoluto de ninguna otra sólo puede concebirse una: Dios”. Según esta definición y la explícita aclaración de Descartes, substancia sólo puede ser Dios, pues es el único autosuficiente. 9

¡Es Matrix! En filosofía, Hilary Putnam ha expuesto la idea de que podríamos ser cerebros en cubetas, para ilustrar la tesis de que podría no haber mundo. Sería como si fueses cerebros sin cuerpo conectados a un ordenador que nos hacer ver el mundo y creer que en él realizamos actividades, cuando en realidad no hay nada de eso. Vid. figura de la última página, tomada de Wikipedia, Cerebro_en_una_cubeta.

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Sin embargo, como Descartes también sostiene que el cogito es una substancia, aunque dependa de Dios (lo ha creado y mantiene), considera también que, en sentido lato, substancia es aquello que no necesita de nada para existir, excepto de Dios. Por tanto, considera al yo como substancia: “Por eso, entendí que yo era una realidad (res) o substancia (substantia), cuya toda naturaleza o esencia consiste en pensar”. Tenemos, pues, una res cogitans, totalmente inmaterial, pues “no necesita, para existir, de lugar alguno, ni depende de ninguna realidad material o corpórea”. Es un “yo, o sea, un alma”, que es nuestra propia realidad “por la cual yo soy lo que soy”. Es, por tanto, “totalmente distinta del cuerpo” e independiente de él: “Aunque el cuerpo no fuese, el alma no dejaría de ser cuanto es”. Es, pues, un alma inmortal. Es, además, más cognoscible que el cuerpo. En suma, es una realidad totalmente espiritual, cuya esencia es puro pensamiento. A diferencia de la res cogitans tenemos la res extensa. Según Descartes, la idea de cuerpo es lo mismo que la idea de extensión: los cuerpos son realidades extensas. La extensión es la única idea clara y distinta, innata, que tenemos acerca de los cuerpos; las ideas de las cualidades corpóreas son oscuras y confusas. En el texto que comentamos, Descartes aún no ha probado la existencia de los cuerpos, pero puede afirmar que, si existen, son pura extensión: ésa es su naturaleza o esencia. Para probar la existencia de los cuerpos, Descartes necesita probar previamente la existencia de Dios, de un Dios bueno que no permite que siempre me engañen los sentidos, haciéndome ver un mundo inexistente. De este modo, Descartes puede concluir que hay tres tipos de substancias: Dios o substancia infinita, el alma humana o res cogitans y el cuerpo o res extensa. Ahora bien, tenemos un caso peculiar, el ser humano, que parece que tiene alma y cuerpo. Como consecuencia de sus presupuestos, Descartes afirma una dualismo: el hombre no es una única realidad, sino simplemente dos realidades totalmente distintas en sí mismas y en sus propiedades. En sentido estricto, el hombre es su alma, su res cogitans, pero ésta está unida a un cuerpo a través de la glándula pineal, localizada en el cerebro. En verdad, la solución que intenta Descartes para la unión es absurda, pues dicha glándula es material y, por tanto, totalmente distinta del alma e imposible que se una a ella. En este punto, la tesis de Descartes depende de la tradición platónica. Así pues, el dualismo en Descartes es total. Tenemos dos substancias totalmente distintas. En cuanto substancia pensante, el hombre está dotado de voluntad, es libre y autónomo respecto a la materia, pero su cuerpo es pura extensión regido por las leyes de la mecánica y totalmente determinado. Señalemos, por último, la crítica que Hobbes († 1679) y Kant († 1804) hacen a las tesis de Descartes: le acusan de pasar arbitrariamente del fenómeno psicológico del pensamiento al pensamiento como sustancia: el hecho de que pensemos no implica que seamos una substancia cuya naturaleza sea pensar.

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5. LAS DEMOSTRACIONES DE LA EXISTENCIA DE DIOS (tema)

Como hemos señalado, el tema de Dios no deja de estar presente en los humanistas ni en autores posteriores. Incluso se puede decir que tiene una peculiar importancia, distinta de la Edad Media, pero no pequeña. En su duda metódica, o sea, al dudar de todos los conocimientos adquiridos anteriormente, Descartes establece algunas hipótesis o motivos de duda. Ya hemos visto que una de ellas es la hipotética existencia de un genio maligno (introducido en las Meditaciones), que nos engañara continuamente. Es decir, que incluso lo que yo veo clara y distintamente podría ser falso, por influjo de un ser mucho más poderoso que yo y que provocara tal situación. Por eso, Descartes necesita defender que Dios existe: si efectivamente hay un ser omnipotente y bueno, él impedirá que el genio maligno me engañe. Por eso, es enorme la importancia de Dios en su sistema: es el fundamento último de todo su sistema, el garante de su verdad y de su posterior demostración de la existencia del mundo. En consecuencia, Descartes se esfuerza, en diversos textos y con diversos argumentos, por demostrar la existencia de Dios. En concreto, las demostraciones más importantes se hallan en la cuarta parte del Discurso del método y en la tercera meditación de sus Meditaciones metafísicas. Tres son los argumentos que da para demostrar la existencia de Dios. Dos por el principio de causalidad, y el tercero es el que, desde Kant, se denominó argumento ontológico. Los dos primeros se apoyan en tesis de la filosofía anterior, aunque elaboradas personalmente: parte de una realidad que conocemos (cogito, pienso) y llega a Dios basándose en el principio de causalidad; lo peculiar de Descartes es que parte, no de la experiencia sensible, como Santo Tomás, sino del yo con sus ideas, puesto que ignoramos si aún existe otra cosa. Las dos primeras pruebas se distinguen sólo por un matiz: la primera parte de la idea de un ser perfecto, y la segunda parte de la paradoja de que un ser imperfecto (yo) posea la idea de perfección. 1ª prueba. Descartes afirma que hay en su mente dos clases de ideas: 1) las que se refieren a seres exteriores como el cielo, la tierra, la luz, el calor… y 2) la idea del ser perfecto. Al primer tipo de ideas, en obras posteriores, las llamará adventicias (de adventus: venida), porque parecen provenir de fuera de nosotros, pero, en el momento que recoge nuestro texto, Descartes no sabe si se corresponden con alguna realidad exterior. Es decir, no sabe si la causa de esas ideas está en algo exterior a él, puesto que considera que no hay ningún inconveniente en que él mismo las hubiera causado, es decir que fueran facticias (de factus: hecho), creadas por la misma mente. Así por ejemplo, durante el sueño, nosotros creamos universos completos que no existen realmente. Eso es posible porque tales ideas no son más perfectas que él mismo y, por tanto, podrían ser mero producto suyo. Sin embargo, también tenemos la idea de un ser perfecto, por el solo hecho de darnos cuenta de que es imperfecto dudar. ¿Cuál es su causa?, ¿de dónde proviene

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esta idea? No puede proceder de mí –dice Descartes–, porque en la causa tiene que haber, al menos, tanta realidad como en el efecto. Admitir que lo más perfecto proceda de lo menos perfecto, sería admitir que algo proviene de la nada, lo cual es absurdo. La causa de mi idea de perfección no puede ser otra que el mismo Ser perfecto, que la ha puesto en mí desde siempre y, por eso, es innata, como la llama en las Meditaciones. 2ª prueba. Soy imperfecto, puesto que dudo, y tengo la idea de perfección. Por consiguiente, la poca perfección que poseo no viene de mí, pues si fuera capaz de darme una perfección, me habría dado todas las perfecciones que concibo. Dependo, pues, de una causa que posee por sí misma todas las perfecciones y ese es Dios. 3ª prueba: el argumento ontológico. Es la que mejor concuerda con su sistema filosófico, pues es como una prolongación de la intuición de la existencia del yo. Esta prueba comienza con la consideración de que hay ideas que él considera innatas: la idea de extensión infinita o cuerpo continuo. Según él, nosotros construimos todas las figuras y cuerpos geométricos (triángulo, cilindro, etc.) a partir de dicha idea de extensión. Además, podemos demostrar las propiedades de esas figuras mediante rigurosas demostraciones matemáticas, pero nada asegura que esos objetos posean existencia exterior a nuestra mente. Pero si tomamos como punto de partida la idea de ser perfecto, descubrimos que su existencia se encuentra necesariamente contenida en esa idea, pues si faltara la existencia, ya no sería la idea de ser perfecto, puesto que la existencia es la primera de las perfecciones. Dicho de otra manera, la idea de triángulo no permite afirmar la existencia de ningún triángulo, pero el análisis de la idea de ser perfecto obliga a afirmar su existencia: negarlo sería una contradicción, el ser perfecto no sería el ser perfecto. Este mismo argumento ya había sido propuesto por San Anselmo de Canterbury(† 1109): Dios es el ser mayor que el cual nada puede pensarse; si tal ser sólo tuviera existencia en el pensamiento, no sería el mayor, pues el que tuviera también existencia fuera del pensamiento sería mayor; por tanto, ese ser máximo necesariamente existe fuera del pensamiento. San Anselmo fue criticado por su contemporáneo el monje Gaunilón y por Tomás de Aquino. El argumento de Descartes sería criticado por Gassendi y luego por Kant (s. XVIII). Santo Tomás y Kant coinciden: no se puede deducir la existencia real por el simple análisis de una esencia o de un concepto, porque el concepto, siendo abstracto, deja a un lado los caracteres concretos y la existencia del objeto. En defensa de Descartes hay que decir que él no pretende partir de un concepto abstraído de lo sensible (como lo entiende Aristóteles), ni de un concepto puro (como lo entiende Kant): es una idea innata que para él es lo mismo que una cierta intuición de la esencia divina. Su argumento no es otra cosa que esclarecer un conocimiento que ya se tenía. Una vez que Descartes ha demostrado que Dios existe, se encarga de demostrar

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sus atributos o perfecciones. Siguiendo la tradición anterior, se centrará fundamentalmente en dos: Dios es causa de toda la realidad y absolutamente veraz. Se trata de un Dios creador, que crea el mundo material (la res extensa) y los espíritus (la res cogitans), con todas sus ideas innatas. Se trata, además, de un Dios bueno que no nos puede engañar ni permite el engaño del hipotético genio maligno. De este modo, el papel de Dios en el sistema cartesiano es capital. Ahora, de manera plena, podemos confiar en nuestra razón y sus evidencias, en las ideas claras y distintas. Este criterio de verdad está, en última instancia, garantizado por Dios. E incluso, Dios es la garantía de que las ideas adventicias responden a algo exterior, no son siempre pura ficción nuestra o engaño del genio maligno. En definitiva, la idea de Dios es la única que permite pasar al exterior: haber demostrado que fuera del pensamiento existe una realidad con características muy especiales, será lo que permita la construcción del entero sistema cartesiano. VI. CONTEXTUALIZACIÓN DEL TEXTO COMPLETO

Para entender el texto que hemos comentado, hay que tener en cuenta tres aspectos fundamentales. En primer lugar, la obra concreta de que se trata y la relación con el resto de sus obras y de las circunstancias personales que le dieron origen, atendiendo especialmente a la evolución de su pensamiento. En segundo lugar, la posición del autor en la historia de la filosofía y en tercer lugar, la época en que vivió el autor, pues es el marco general de sus obras, estilo y problemas. En primer lugar, situemos nuestro texto en el marco de la obra a que pertenece. Desde el punto de vista filosófico, sus obras decisivas son el Discurso del Método, las Meditationes y los Principia. De estas tres, la primera que escribió fue el Discurso del método, para bien dirigir la razón y buscar la verdad en las ciencias. Fue publicado en Leiden, en 1637, como introducción a tres textos científicos: Dióptrica, Meteoros y Geometría. El Discurso está escrito en francés, pues su idea era presentar sus descubrimientos de modo sencillo a un gran público; en cambio, las Meditationes y los Principia son obras más técnicas, escritas en latín para el mundo académico y culto. Al publicarlo en francés, rompía con la tradición que hacía del latín la única lengua culta y científica. Inauguraba así una nueva forma de comunicación que elevaría las lenguas habladas a medio adecuado para expresar la complejidad de la investigación científica. En el Discurso, pese a su brevedad, aparecen de modo sencillo todos los grandes temas de su época y los principios y soluciones que Descartes había concebido para ellos. Así pues, en el Discurso encontramos la crítica a la vieja filosofía, la necesidad de filosofar con libertad, la importancia de la nueva ciencia y el valor del método matemático, la duda, el criterio de verdad, el método matemático, el cogito, Dios, el conocimiento del mundo, etc. El Discurso está dividido en seis partes: 1ª) afirmación de que la razón

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pertenece a todo hombre por igual, pero muchos no alcanzan la verdad por falta de método (“lo importante no es tener buen entendimiento, sino aplicarlo bien”). 2ª) Descartes establece las 4 reglas de su método: la claridad y distinción como características de la evidencia racional (único criterio de verdad); análisis para alcanzar las naturalezas simples; síntesis; y la enumeración y revisión sin omisiones. 3ª) Descartes establece una moral provisional –de carácter estoico–, basada en 3 ó 4 máximas. 4ª) Descartes expone el núcleo de su filosofía: la duda metódica, que le llevará al cogito, al criterio de verdad (claridad y distinción) y a Dios, que no permite que nuestra razón nos engañe. 5ª) Resumen de su tratado El mundo. Expone la transición del yo a Dios y al mundo externo, como extensión. 6ª) Exposición de los motivos por los que publicó su Discurso: poner sus conocimientos al servicio de los demás, “pues nada vale quien a nadie sirve”. El texto que nos ocupa pertenece a la cuarta parte, que es la central y más importante. Descartes trata aquí: la duda; los tres motivos de duda; el cogito, como primera verdad indubitable; y la demostración de la existencia de Dios (un Dios garante de la verdad). Da tres demostraciones, aunque en el texto que comentamos sólo hay dos: imposibilidad de que lo perfecto proceda de lo imperfecto, y el argumento ontológico (el ser perfectísimo necesariamente incluye entre sus notas la existencia real). Pasemos a la vida del autor, que, en este caso, está íntimamente vinculada a sus obras. Descartes nació en La Haya de Turena (Francia) en 1596. Se educó entre 1604 y 1612 en el colegio de los jesuitas de La Flèche, donde estudió matemáticas, física, lógica y metafísica, entre otras disciplinas. Se licenció en derecho en 1616 en la Universidad de Poitiers. Se enroló en el ejercito, 1618-21 (Guerra de los 30 años), y durante las inactividades invernales se dedicó al estudio de la ciencia y la filosofía. Estando en Neuburg (diciembre de 1619), ocurrió el episodio de la estufa. Entre 1621 y 1628 estuvo en París dedicado a la reflexión y el estudio. Allí escribió las Reglas para la dirección del ingenio, publicadas póstumamente. De 1628 a 1648 estuvo en Holanda, cambiando frecuentemente de residencia y haciendo viajes cortos. En 1633 acabó su Tratado del mundo, que no publicó por temor a la inquisición. En 1644 publica sus Principia philosophiae. En 1637, en Leiden (Holanda) publicó su Discurso del método, como introducción a tres tratados (Dióptrica, Meteoros y Geometría), donde aparece como el fundador de la geometría analítica. En 1641 publicó sus Meditationes de prima philosophia, compendio en latín de toda su filosofía. En 1649 publica El hombre y Las pasiones del alma. Marcha a continuación a Estocolmo, invitado por la reina de Suecia, donde muere el 11 de febrero de 1650. En segundo lugar, atendamos a la posición de Descartes en la historia de la filosofía. La influencia de este pensador ha sido enorme, no sólo en filosofía sino en muchos ámbitos del pensamiento. Ciertamente hay que decir que él no es un innovador tan radical como a veces se ha presentado. Su pensamiento recibió muchas influencias y es difícil hallar un punto en el que sea plenamente original.

ISABEL ZÚNICA

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En concreto, el sujeto moderno había sido creación de los renacentistas, la libertad de pensamiento tuvo muchos y muy anteriores defensores (por ejemplo, en Lutero publicó en 1517 sus tesis), la duda y la evidencia del yo está en San Agustín (si fallor, sum; si yerro, existo), el innatismo tiene sus raíces en Platón, e incluso la idea de que dependemos de un Dios garante está en San Agustín (iluminismo) y muchos autores medievales (Avicena, San Buenaventura, etc.). Sin embargo, Descartes supo exponer en modo magistral ese conjunto de ideas que constituyen la modernidad, y presentarlo como un todo coherente. De ahí que la filosofía inmediatamente posterior dependa totalmente de él (Malebranche, Spinoza, Leibniz, Wolff) y su influjo deje una huella importante en otros muchos autores. Por ejemplo, en Kant o Husserl (Meditaciones cartesianas). Se puede decir que Descartes ha sido el padre de la filosofía moderna, en el sentido de que toda ella ha encontrado en Descartes un punto o un contrapunto de referencia. Por último, cabe mencionar la importancia de Descartes en el campo de las matemáticas, al crear la geometría analítica. En cuanto al tercer aspecto, René Descartes vivió en el siglo XVII (15961650), cuando el Renacimiento y la nueva ciencia ya habían triunfado. El Renacimiento había puesto en primer plano al sujeto humano, como un sujeto autónomo y libre, que había roto el yugo de la autoridad (libre interpretación de la Biblia, negación de la autoridad papal), había ensanchado su mundo (descubrimiento de América), se consideraba capaz de dominar la naturaleza (ciencia y técnicas modernas, especialmente la matematización de la física). La escolástica estaba muerta, la crítica renacentista y científica había destruido el viejo orden de conocimientos, y se requería una nueva filosofía que respondiera a las nuevas necesidades del espíritu: ese fue el reto al que se enfrentó Descartes. Por otro lado, la cuestión de la religión y de Dios estaban en primer plano: todos –protestantes y católicos– tomaban a Dios como fundamento de sus posiciones. Descartes no será ajeno a esta consideración: Dios es uno de los pilares de su filosofía. No sólo la idea de que existe Dios, sino que es algo que se puede demostrar filosóficamente y que, sin él, no hay ni ciencia rigurosa ni filosofía. Esto da razón de las líneas de fuerza de la filosofía cartesiana. Como la filosofía escolástica había fracasado, era necesario superar la incertidumbre originada. Por el contrario, la física moderna se iba imponiendo poco a poco con paso seguro. Esto se debía al uso de un método nuevo: la aplicación de la matemática a la comprensión de la naturaleza, a la construcción de la ciencia física. De ahí toma Descartes la idea de la importancia del método para superar la duda y establecer el conocimiento verdadero: al igual que las matemáticas, Descartes busca una primera verdad indubitable, que, a su vez, le sirviese de punto de partida para una labor deductiva de tipo matemático. En esta labor, irían apareciendo todos los temas de su época: la certeza, el criterio de certeza, el sujeto libre, Dios (su existencia y la dependencia de todo respecto a él), etc.

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