REPRESENTACIÓN EXTRAORDINARIA: ALGO MÁS QUE UNA FIESTA (S.XVII)

REPRESENTACIÓN EXTRAORDINARIA: ALGO MÁS QUE UNA FIESTA (S.XVII) Pilar Sarrio Rubio I.B. Pere Boíl. Valencia En el siglo XVII la ciudad de Valencia y,

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REPRESENTACIÓN EXTRAORDINARIA: ALGO MÁS QUE UNA FIESTA (S.XVII) Pilar Sarrio Rubio I.B. Pere Boíl. Valencia

En el siglo XVII la ciudad de Valencia y, especialmente la nobleza, vivía proyectada hacia Madrid. La relación Valencia-Madrid condicionaba su modo de vida y, a la vez, esta nobleza intentaba que Valencia fuera un reflejo de Madrid. Esto supuso que las manifestaciones festivas y teatrales siguiesen el modelo de las realizadas en la Corte. Así, durante estas décadas y hasta el reinado de Carlos II, la nobleza valenciana, que ostenta el poder local, es fiel reflejo de la nobleza cortesana y es la que determina el ideal de vida de los valencianos. El medio más idóneo para ejercer esta influencia es la fiesta, marco incomparable de diferentes lenguajes1, que tiene como eslabón principal la representación de una comedia. El carácter extraordinario de estas fiestas se debía al motivo -religioso o profano- que causaba su celebración y podían ser privadas y públicas. Las fiestas privadas se celebraban ante un determinado sector de la sociedad y su lugar de celebración era la casa de algún noble, alguna de las salas de la Diputación y del Ayuntamiento, o el palacio Real. Las fiestas públicas se realizaban en la plaza del Mercado, la de la Seo o la de Predicadores, y a ellas asistía toda la ciudad. Son numerosos los estudios realizados sobre algunas de estas fiestas en las que se ponen de manifiesto todas las características de la época2. Sin embargo, vamos a desta1 T. Ferrer, Nobleza y espectáculo teatral (1535-1622). Estudio y Documentos, UNED, Universidad de Sevilla y Universidad de Valencia, 1993, p.14. 1 S. Carreres Zacares, Ensayo de una biblioteca de libros de fiestas celebradas en Valencia y su Reino, Valencia, 1925, vol.I. P. Pedraza, Barroco efímero en Valencia, Valencia, 1982. P. Pedraza, «Las fiestas de la nobleza valenciana en el siglo XVII: un ejemplo característico (1662)», Estudis, n°6, Valencia, 1977,

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car una serie de circustancias y detalles mencionados por cronistas valencianos, que nos demuestran por un lado, que la nobleza valenciana no perdía ocasión de diversión y lucimiento a costa de lo que fuera y con cualquier motivo y, por otro, la organización minuciosa y concreta de la fiesta, la lucha contra las inclemencias del tiempo, y sobre todo, la afición del pueblo valenciano por los espectáculos a los que acudía asiduamente. Las fiestas privadas suponen un autorrecreo de los componentes de la propia clase social -civil o eclesiástica- que las convocaba. El lunes día 23 de octubre de 1628, los virreyes celebraron, en el palacio Real, una fiesta con la representación de una comedia. El motivo fue la noticia de que había jurado como presidente de Aragón, D. Enrique Pimentel, obispo de Cuenca, hijo natural del conde de Benavente de Alcántara y hermano de la Virreina. Asistieron muchas señoras y el arzobispo y duque de Gandía. El cronista añade que este último «vino a hacer una novena al Padre Nicolás Factor y a trampear las deudas de sus acreedores» (AV, 136). Estas representaciones privadas suponían a veces, una fuente de ingresos para los actores que les permitían resarcirse un poco de su mísera vida profesional. Gracias a la representación que la compañía de Baltasar Vitoria dio en el palacio de la Diputación el día 15 de agosto de 1602 pudo recibir 26 libras como pago. El espectáculo estaba compuesto de varias partes: una obra y diversos intermedios musicales. Baltasar Vitoria entregó un salario de 6 libras a los músicos que pertenecían a la compañía de Diego de Heredia. Las 20 libras restantes fueron repartidas entre él y su grupo, que era el de los Granadinos. Estas cantidades fueron subiendo a medida que se fue valorando cada vez más el arte dramático (HMS, 149). En ocasiones la nobleza recurre a un burgués valenciano para que le"sirva de dramaturgo, pero se reserva para ella los roles del actor. Así ocurrió el 11 de febrero de 1619, día en que los nobles prescindieron de los actores profesionales y fueron ellos mismos los que se encargaron de llevar a cabo el espectáculo teatral, a pesar de la prohibición de realizar representaciones el periodo de la Cuaresma. En un solemne teatro formado por doce caballeros, en la Sala Dorada de la Diputación de Valencia, se representó la comedia titulada Marte y Venus en París, compuesta por el escritor valenciano Vicente Esquerdo. El autor de la comedia actuó en lugar de D. Juan de Ixar, que no pudo representar en esa ocasión porque había fallecido su esposa, Da Leonor Escriba. El día 17 de febrero, segundo domingo de Cuaresma, D. Juan de Ixar actuó en casa de D. Carlos Borja, donde se volvió a representar la misma comedia a petición de las damas que la primera vez no pudieron verla (HMS, 74). Cualquier pretexto servía a los nobles para la celebración privada de una fiesta extraordinaria, como la que tuvo lugar el lunes de Carnaval, día 22 de marzo de 1627. Para olvidar las aflicciones por la falta de agua, -se habían hecho más de 45 procesiones- unas señoras fueron convidadas a casa del conde de Sinarcas. En la fiesta hubo

p.101. T. Ferrer, «Producción municipal, fiestas y comedia de santos: la canonización de San Luis Bertrán en Valencia (1608)», en Teatro y Prácticas escénicas II: la Comedia, London, Tamesis Books Limited, 1986, pp. 156-86. A. Egido, «El telón como jeroglífico en la representación valenciana de 'La fiera el rayo y la piedra' de Calderón», en Comedia y Comediante, Universidad de Valencia, 1991, pp. 387-405.

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naranjas, saraos y una comedia que duró hasta la una de la noche (AV, 79). Otras veces la abundancia de lluvias impiden la celebración de una fiesta como fue el caso de la llegada a Valencia de Da Mariana de Portugal, prima y mujer del Virrey, marqués de los Vélez, casado ya con ella por poderes. El viernes día 24 de diciembre de 1632, hubo comedia pero los demás festejos se quedaron para otro año porque había mucho lodo de tanto que había llovido (AV, 184). Las ceremonias de imposición de un hábito, religioso o militar, son también motivo para celebrar una fiesta con comedia. Por haber profesado una hija de D. Francisco Artes de Villarrasa y de Da Beatriz Muñoz, en el convento de las Magdalenas, religiosas de la Orden de Santo Domingo, el lunes 5 de agosto de 1630, se celebró una fiesta privada en la que hubo comedia y danzas. En esta ocasión, al cronista no le parece adecuado celebrar este tipo de festejos en un acto religioso, y añade: «primera cosa que yo criticaré si llego a ser obispo» (AV, 176). El domingo día 21 de noviembre de 1632, en el convento de la Trinidad, con gran asistencia de damas y caballeros, D. Carlos Valls y Castellví, de cinco años de edad, recibió el hábito de Santiago. Estuvieron presentes los abuelos del niño. En la misma iglesia se representó una comedia a solicitud del Virrey (AV, 183). Para los nobles valencianos, una celebración religiosa es una buena excusa para realizar una fiesta privada, como la celebrada el día 26 de mayo de 1619, por el conde de Anna, D. Fernando Pujadas de Borja, en honor a Santo Tomás de Villanueva, disponiendo en su casa y calle una comedia, un sarao de señoras y una encamisada de caballeros. Sacó en su compañía ocho caballeros pero entre todos fueron veinticuatro. Es probable que la comedia representada en esta ocasión fuera Santo Tomás de Villanueva para la que Jacinto Alonso Maluenda, su autor, solicitó a los Administradores que se representara igual como la había visto representar en la Olivera (HMS, 77). La exhibición de un estandarte, de una reliquia o de cualquier otro elemento es un buen recurso para realizar desfiles procesionales. En ellos los nobles muestran su poder y lucen sus riquezas ante las clases humildes, que se maravillan de la grandiosidad del espectáculo. La fiesta comienza con el desfile por las calles de la ciudad, pero acaba en el interior de un recinto determinado con la realización de otros actos. El jueves, día 24 de enero de 1630, el marqués de Molina y toda la nobleza fueron en coches hasta el colegio del Corpus Christi y allí entregaron el rótulo del señor Patriarca, D. Juan de Ribera. Dicho rótulo, atado a un estandarte, lo llevaron por todas las calles, acompañado de muchos señores a caballo, y de casi todos los colegiales, en muías. Se lo entregaron con las ceremonias acostumbradas en actos semejantes. Los colegiales representaron privadamente una comedia. Por la noche hubo luminarias y hachas en el colegio (AV, 174) En otras ocasiones las autoridades eclesiásticas convocan estas fiestas privadas en los conventos a las que los nobles asisten como invitados. El día 30 de agosto de 1614, en el convento de Predicadores, después de acabada la Salve, se representó la comedia Los melindres de Belisa a cargo de la compañía de Domingo Balbín. No fue muy honesta -cuenta el cronista- pero asistieron todos los padres predicadores y muchos de la Orden de San Francisco. Se hizo «a puertas cerradas». Esta comedia la vieron también D. Olso Sanz y su mujer, Da Violante Depuig (JPO, 116).

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Una celebración religiosa es motivo para que las jerarquías eclesiásticas convoquen también estas fiestas privadas. El sábado día 5 de marzo de 1628 se celebró una fiesta en San Juan de la Ribera por los mártires muertos en el Japón en 1527. Había altares de representaciones de dichos mártires y ese día hubo una comedia en los teatinos (AV, 108). Hay otro tipo de fiestas extraordinarias que, aunque tienen carácter religioso, los festejos son de aire profano y además, se realizan de forma privada, ya que las autoridades eclesiásticas prescinden de hacer partícipe al pueblo. El miércoles día 1 de mayo de 1624, día de San Felipe y San Jaime, entre las ocho y las nueve de la noche, en el convento de Predicadores de Valencia, los comediantes que estaban en la Olivera representaron La comedia famosa y honesta del emperador Carlos V. La escenificaron entre las capillas de los Reyes y de San Vicente Ferrer y acabaron a las once de la noche (JPO, 118). Cuando las fiestas extraordinarias adquieren carácter público suponen una manifestación del poder local -civil o eclesiástico-, y ejercen una gran influencia ideológica sobre el pueblo que las presencia. Una muestra de ello fue la fiesta celebrada en 1632 con motivo de la llegada del rey Felipe IV a Valencia3. Durante los días que duraron las fiestas, la nobleza valenciana usó de todo su poder y ostentación para su lucimiento y diversión. El lunes 19 de abril el rey Felipe IV llegó a Valencia, fue a Misa a San Agustín y luego subió al Miguelete; más tarde fue al Grao y después a la Diputación donde, tras unas celosías azules y cortinas carmesíes, vio una comedia. El martes 20, en el Real, hubo diversos festejos a los que se invitó a toda la ciudad y asistió el Rey; entre ellos una comedia que se representó por la tarde; después, a las 10 de la noche, se disparó un castillo de fuegos artificiales con mares que combatían, con cohetes y tiros que duraron más de una hora (HMS, 76). El miércoles 21, por la mañana, el rey comió en San Miguel de los Reyes y de allí fue a la Albufera donde los pescadores le hicieron fiestas; por la noche, en el Real, hubo fuegos artificiales escasos; en casa de Micer Mora se representó una comedia a la que acudieron poquísismas señoras y no asistió el rey, según se había esperado. El jueves 22 el rey fue a varios sitios y por la noche, en casa de Micer Mora, hubo sarao. El viernes 23 hubo una encamisada desde el Real a la casa de Micer Mora en la que participó el rey (AV, 183). El 24 de abril, también en casa de Micer Mora, se representó una comedia al tiempo que se realizaba otra en el palacio Real con iluminación artificial (JST, 421). El rey abandonó Valencia el 29 de abril4. El nacimiento de un príncipe se celebraba en Valencia con una gran fiesta pública, que duraba varios días en los que se incluían diversos espectáculos, entre ellos representaciones de comedias. Estos espectáculos se preparaban con todo detalle para la 3 Felipe III, su padre, ya había venido a Valencia el 24 de diciembre de 1603. Las fiestas duraron hasta el 21 de febrero de 1624 pero no fueron tan extraordinarias ni hubo tanto festejos como a la llegada de Felipe IV. 4 Copia primera y relación verdadera de las fiestas y recibimiento que ha hecho la ciudad de Valencia a la Magestad del Rey Nuestro Señor Felipe Quarto y a sus hermanos, lunes 19 de abril deste presente año de mil seyscientos treynta y dos. Con licencia del ordinario de Barcelona Estevan Libreros. Año 1632.

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ocasión y daban gran regocijo al pueblo que se alegraba por tal acontecimiento. Así se hizo en el mes de mayo de 1605 con motivo del nacimiento del príncipe Felipe, el futuro Felipe IV. Las fiestas comenzaron el lunes día 1 con la procesión. La gran fiesta fue el día 2 y se celebró en el Llano del Real. Comenzó con fuegos artificiales y se representó una comedia a la que asistió mucha gente; también hubo muchas danzas (JPO, 53). A causa de la lluvia los demás festejos se aplazaron hasta el sábado día 7. En este día los actores representaron una comedia en la plaza de la Seo, sobre un cadalso que se había construido para ello en la puerta de los Apóstoles. El Virrey estaba en un palco desde donde vio la representación. La compañía de Alonso Riquelme, que era la que estaba actuando esos días en la Olivera, fue la encargada de realizar las representaciones. El mismo día hubo fuegos artificiales en la plaza de Predicadores (JP, 76-77). En otras ocasiones las celebraciones con motivo de un nacimiento real fueron más sencillas pero tuvieron su manifestación en los dos niveles de la sociedad, público y privado: el 13 de noviembre de 1628, por celebrarse el nacimiento del príncipe Felipe Domingo, la compañía de Andrés de la Vega representó una comedia en la Plaza de la Seo y en el Palacio Real hubo también otra comedia, juegos y encamisadas (JP, 428). Las fiestas realizadas por el nacimiento del príncipe Baltasar Carlos también duraron varios días. El 3 de noviembre de 1629, en el segundo patio del Real, se representó una comedia a la que asistieron muchas damas invitadas para la ocasión, las autoridades de la ciudad, el arzobispo, y los Inquisidores. La compañía de Bartolomé Romero representó la comedia El Palmerín de Oliva con todas las tramoyas que se habían hecho en la Olivera. El día 4 se hizo la procesión general desde la Seo hasta San Agustín para dar gracias por el parto de la reina; fueron el Virrey y el arzobispo, y por la noche hubo iluminarias en toda la ciudad. Acudió mucha gente. El día 6 hubo comedia y sarao en el Palacio Real; la compañía de Bartolomé Romero representó la comedia titulada El príncipe de los montes. El miércoles, día 7, se representó en la plaza de la Seo una comedia con los gastos a cargo de la ciudad. Se construyó para esa ocasión un tablado donde se escenificó la obra. Asitió poco público pero las damas acudieron vestidas lujosamente y en coches descubiertos, lo que dio brillantez a la ocasión. La comedia fue Cómo ha de ser un buen rey, que -añade el cronista- resultó ser vieja y mala. Por la noche hubo fuegos artificiales escasos en el Miguelete, una mascarada, botargas y figuras torneando «a lo burlesco» con muchas hachas. Participaron muchos caballeros, lo que resultó del agrado de los asistentes. Estos cuatro días fueron de fiesta y en todos ellos hubo luminarias (AV, 168-69). A veces surgen una serie de dificultades ocasionadas por el lugar estratégico en donde se levanta el escenario para las representaciones con motivo de la celebración de una fiesta. Así ocurrió con las personas que vivían en las casas cuyas ventanas daban a la plaza del Mercado, lugar elegido para la ocasión, pues se les obligó a pagar por presenciar la comedia. Todos se negaron diciendo que ya pagaban un alto alquiler por las casas. Entonces la Diputación, que corría con los gastos de los festejos, mandó poner un tablado pegado a la pared y levantar una gran cortina que tapara el escenario, y que éste estuviera de espaldas a las casas. El día de la representación fue el 29 de

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noviembre de 1661 y asisitieron los Jurados y mucha gente. Esta representación formaba parte de los festejos organizados por el nacimiento del príncipe Carlos5. En algunas ocasiones las autoridades convocan una fiesta extraordinaria, a la que invitan a toda la ciudad, para celebrar un acontecimiento especial, como ocurrió el día de San Dionisio -o Sant Donís-, 9 de octubre de 1638, conmemoración de la conquista de Valencia. Las fiestas duraron varios días y hubo gran cantidad de festejos. La compañía de Bartolomé Romero representó, a las 4 de la tarde, en la plaza del Mercado, la comedia de Calderón: Gustos y disgustos son no más que imaginación con loa de Marco A. Ortí. También hubo exposición de altares. El domingo día 10 se efectuó la procesión. Los días 11 y 12 hubo toros en la plaza del Mercado y luminarias todas las noches que duraron los festejos. Las fiestas, interrumpidas a causa de la lluvia, duraron varios días. El día 29, final de la fiesta, se realizó un estafermo. Marco Antonio Ortí, autor del libro de las fiestas, describe con todo detalle cada uno de los actos realizados y además añade sus impresiones y opiniones sobre la celebración. Destaca, entre otros aspectos, que «predicó don Juan García de Artes, obispo de Orihuela en lengua valenciana porque, desde el tiempo de la reconquista, se ha observado siempre, los días de San Dionisio y San Jorge, predicar en la lengua materna y para que participaran más de la doctrina Evangélica los que siendo meramente valencianos no pueden entender todas las frases castellanas»; que los altares no se adornaron por la amenza de lluvia hasta la fecha del aplazamiento, y que la compañía de Romero realizó una gran representación de la comedia en la que utilizó un lujoso vestuario6. Como ya se ha apuntado, en ocasiones el motivo de estas fiestas extraordinarias era religioso. Entonces los festejos comenzaban por la mañana con actos de culto; por la tarde, continuaba la fiesta con la representación de una comedia que, a veces, aludía a la vida del santo o al motivo religioso de la festividad, y por la noche acababa con luminarias o con un castillo de fuegos artificiales. A principios de siglo, se celebraron numerosas fiestas extraordinarias con carácter religioso como la realizada el 31 de agosto de 1608, con motivo de la beatificación de San Luis Bertrán. Tan gran entusiasmo despertó entre las gentes que las fiestas duraron ocho días. Entre diversos festejos se representó al aire libre una comedia sobre la vida del santo, escrita para tal ocasión por Gaspar Aguilar. El lugar elegido fue la plaza de Predicadores, delante del convento al que perteneció el protagonista de la fiesta. La comedia tuvo gran éxito -cuenta el cronista-, acudió mucha gente y tanta devoción inspiró que muchos lloraron. Duró tres horas -hasta las 9 de la noche- y luego hubo fuegos artificiales en el Miguelete. La compañía de Juan de Morales representó la comedia, ya que estaba esos días actuando en la Olivera (HMS, 76-77; 149-50). A veces algún nefasto suceso viene a poner una nota de duelo en el panorama teatral valenciano, pero rápidamente se compensa con la celebración de una fiesta para ' J. Ayerdi, Noticies de Valencia i son Regne (1661-64 i 1677-79), Manuscrito n° 59, Universidad de Valencia. 6 M. A. Orti, Siglo Qvarto de la conqvista de Valencia a svs mvy ¡illvstres Señores Jurados, Racional, Síndicos y Escriuano, Por Juan Bautista Marcal, Valencia, 1640.

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expresar regocijo y felicidad públicamente, como tuvo que hacer el Virrey de Valencia, aunque las circustancias que estaba viviendo no fueran las más adecuadas para ello. El día 18 de noviembre de 1619, actuaba en la Olivera la compañía de Alonso de Olmedo. Se interrumpieron las representaciones por enfermedad del Rey, pues estaba grave. Las devociones y rezos duraron hasta el viernes día 24. No se volvió a representar hasta el día 25, fecha en que llegaron noticias de la mejoría del Rey. Aquella noche, la comedia se representó en el Real por deseo del Virrey que no asistió porque estaba de luto por un cuñado suyo (HMS, 75). Al mes siguiente se volvió a convocar otra fiesta por el mismo motivo. El día 3 de diciembre se hizo una solemne procesión de acción de gracias por la mejoría del Rey. Por la noche hubo luminarias y comedia en casa del Virrey (AV, 37). La visita de un miembro relevante de la iglesia es causa de fiesta a todos los niveles. El día 21 de agosto de 1626, el cardenal Barbarino, sobrino del Papa Urbano VIII, vino en unas galeras al Grao de Valencia. Toda la ciudad acudió a recibirle y hubo diversos actos finalizados con un castillo de fuegos artificiales. El cardenal fue a ver a la Virreina al palacio Real y allí se celebró una fiesta con la representación de una gran comedia. La compañía de Hernán Sánchez de Vargas, que estaba actuando en la Olivera fue la encargada de la representación (AV, 56). Dentro del panorama de las festividades con carácter público y religioso merece especial atención el Corpus, por su grandiosidad y por la minuciosa organización que suponía su celebración. Los Jurados eran los encargados de nombrar á los Administradores que se dedicaban a organizar todos los actos y a disponer de lo necesario para que la fiesta se llevara a cabo con todo lujo de detalles. Sin embargo, a veces, no se tenía tanta disponibilidad económica. En 1622, como ninguna compañía teatral había llegado a Valencia por estas fechas, el administrador de la fiesta del Corpus decide reunir a un grupo de aficionados a los que pagaría 70 libras, además de otros gastos para la representación. Los jurados se negaron y decidieron pagar únicamente 10 libras a esos «actores de buena voluntad» y que el día de la fiesta algunas danzas serían más que suficientes para ocupar las rocas. Es decir, se antepuso «el tesoro a la tradición» (HMS, 154). A fines de siglo, de nuevo se destinan diversas cantidades y se realizan determinadas mejoras en la realización de la fiesta. El 29 de marzo de 1640 se autorizó al administrador del Corpus de dicho año para que se pudiera gastar lo necesario en llevar las rocas por el mismo trayecto que la procesión, y que también pasara por el Mercado donde se hacían los Misterios, y a disparar fuegos artificiales. En 1645, el día 8 de marzo, se autoriza al administrador de la fiesta del Corpus a vender una roca vieja y a comprar otra nueva, cuyo coste no excediera de 500 libras7. A partir de este siglo, y por primera vez, los gastos que se iban produciendo en mejorar las rocas obligarían a que éstas se utilizaran en otras celebraciones. A lo largo del siglo fueron disminuyendo las ocasiones para la celebración de fies7 S. Carreres Zacares, La festividad del Corpus. Las rocas, Ayuntamiento de Valencia, 1957, p. 19. y M. Carboneras, Relación y explicación histórica de la solemne procesión del Corpus que anualmente celebra la ciudad de Valencia, Vol. IV, Valencia, 1873.

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tas civiles y continuaron las celebraciones religiosas. Estas fueron perdiendo su carácter religioso y llegaron a convertirse en verdaderas celebraciones profanas por los festejos que se sumaban al motivo religioso que las ocasionaba, como torneos, cañas, máscaras y saraos. Tenemos varios ejemplos entre ellos, la fiesta a la Inmaculada por la Octava que publicó el Papa Alejandro VII, celebrada en 1664. Las fiestas se realizaron del 11 al 16 de mayo. Un nefasto suceso ensombreció estas celebraciones: el 9 de abril, en el palacio Real, se quemó el adorno del altar mayor; hubo varios heridos entre ellos el grabador José Gaudí que tanto había trabajado en la fiesta. El día 10 hubo juegos de lanzas en el Llano del Real. Se celebraron también diversos actos religiosos en los que participaron todas las parroquias de la ciudad, y entre ellos la procesión por el traslado de la Virgen realizado el día 25. Ese día ocurrió otro suceso que puso una nota de ironía entre los asistentes: al pasar la comitiva por delante de la parroquia de San Martín, cuenta el cronista- la señal que hizo el campanario fue tocar a muertos, sin duda por equivocación, por lo que dijeron algunos: tomista es el escolan (CZ, 279-80). En la plaza de la Olivera se representó la comedia de Francisco de la Torre y José Bolea La azucena de Etiopía por la compañía de Galcerán que esos días estaba actuando en la Casa de las Comedias (JP, 284). Otro ejemplo, la fiesta que duró varios días, celebrada en el mes de mayo de 1667, en honor a la Virgen de los Desamparados. El día 6 hubo luminarias por la noche. Los días 9,10 y 11, toros. El día 15 se realizó el traslado de la Virgen a su nueva capilla. Y por deseo de la virreina, Da Mariana, el día 17 por la tarde se representó una comedia de Francisco de la Torre con su loa (CZ, 284). Y también en 1682, el 6 de abril, en honor a San Vicente Ferrer, entre otros festejos, la compañía de Manuel Vallejo Riquelme representó una comedia sobre la vida del santo (CZ, 285). La ciudad de Valencia debía contar con un gran ambiente festivo a fines del siglo XVII, ya que el rey Carlos II decidió celebrar allí su boda con Mariana de Baviera y Neoburgo. En el libro escrito por tal ocasión se da detallada cuenta de los festejos que tuvieron lugar. El día 4 de junio de 1690, el conde de Altamira y Virrey de Valencia, D. Luis de Moscoso y Ossorio, festejó el acontecimiento con una representación fastuosa de la comedia de Calderón La fiera, el rayo y la piedra. La representación iba a hacerse el día 21 de mayo, pero se aplazó al 4 de junio por algunas inclemencias del tiempo que atrasaron la celebridad del día y la octava del Corpus8. Jiusepe Gomar y Bautista Bayuca, discípulos de José Gaudí, fueron los pintores escenógrafos que dispusieron las decoraciones y el licenciado Francisco Sarrio, maestro de capilla de San Martín, fue quien dirigió la música9. La minuciosidad con que los cronistas describen los festejos celebrados nos permiten conocer también todos aquellos detalles que contribuían a dar realce y esplendor a 8

Todo consta en el manuscrito de la Biblioteca Nacional n° 14.614 y en el Manual de Concells: Libro de pregones y cridas 1690-1702, folio 37v, Archivo del Ayuntamiento, Sig. XX-8. A. Valbuena Prat, La escenografía de una comedia de Calderón, Archivo Español de Arte y Arqueología XVI, Madrid, 1930. 9 A. Egido, op. cit.

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la fiesta, como por ejemplo, los suntuosos y recargados vestidos con los que se exhibían los nobles valencianos, y los lujosos adornos de los caballos sobre los que iban montados. En 1691, en las fiestas celebradas con motivo de la canonización de San Pascual Bailón, el cronista describe una de las corridas de toros en la que D. Guillen de Rocafull, conde de Peralada, toreó «vestido de negro, de corte, con sus plumas blancas, blancos borceguíes y acicates de oro. Los jaeces del caballo eran de felpa de nácar, con espesa bordadura de relieves de oro, orladas las extremidades con preciosos rapacejos. El bozal era de oro, y de oro también las borlas y campanillas, el freno y el hebillaje, y los estribos y herraduras. Iba tocado además, de plumas blancas y sedas flojas de azul y nácar». Tan recargado e incómodo debía de ir el conde que, a pesar de su habilidad en el manejo del caballo, no pudo dominarlo y cayó al suelo. El no perecer en tan lastimoso trance se debió -según cuenta el cronista- a la «intervención milagrosa del santo cuyo nombre se repitió en unísonos alaridos, tan del corazón y tan altos, que bien pudieron llegar al cielo»10. Los casos que acabamos de mencionar son una muestra de las circustancias, unas festivas, otras calamitosas y otras anecdóticas, que se daban en las fiestas extraordinarias y que eran inherentes a los fines que las motivaban. A lo largo de todo el siglo XVII se celebraron más de un centenar de estas fiestas extraordinarias públicas y no se sabe con certeza el número de fiestas privadas. Sin embargo, por los cronistas conocemos que, si bien fueron frecuentes en la primera mitad del siglo, en la segunda, fueron escasas en número y en importancia. Las causas podrían deberse, no sólo a la crisis económica que repercutió en gran medida en la sociedad valenciana, sino también a una serie de circustancias que impidieron las celebraciones festivas de forma habitual. Entre otras podrían citarse: la peste, la falta de previsión de los organizadores de los festejos y el no disponer de las cantidades suficientes de dinero. También podría haber influido el que la burguesía, poseedora de los principales recursos económicos, asistiera a la Olivera y mostrase su desinterés por las celebraciones públicas. Tal vez por ser entonces cuando los nobles daban cumplida cuenta de su ostentación y poder. Esto se corrobora con el aumento de las representaciones ordinarias cuyo lugar de realización era la Casa de Comedias11. Las fiestas extraordinarias siguieron celebrándose hasta final de siglo y en ellas el pueblo valenciano siguió mostrando su afición por los espectáculos. Sin embargo, ya no se incluía en ellas la representación de una comedia. En cambio sí figuran todos aquellos festejos en donde los nobles podían seguir haciendo alarde de su poder, y la ocasión de su diversión y lucimiento.

10 J. Alenda, Relaciones de solemnidades y fiestas públicas en España, Madrid, Biblioteca Nacional, p. 449. " J. L; Sirera, El teatro en Valencia durante los siglos XVI y XVII. La producción dramática valenciana en los orígenes de la comedia, Tesis doctoral, Universidad de Valencia, 1980, pp.358-93. P. Sarrio, Los postnocturnos y la teatralidaad valenciana. Catálogos y calendario. El caso de Antonio Folch Cardona, Universidad de Valencia, 1989.

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ABREVIATURAS AV JP

Alvaro de Vich, Dietario Valenciano 1619-1632. Jerónimo Pradas, Libro de memorias, Universidad de Valencia, Manuscrito n° 529. JPO Joan Porcar, Coses evengudes en la ciutat y regne de Valencia (Dietari, 1589-1628), Institució Alfons el Magnánim, Valencia, 1983. HMS Henry Mérimée, Spectacles et comediens a Valencia (1580-1630), Tolouse, 1913. JST J.L. Sirera, El teatro en Valencia durante los siglos XVI y XVII. La producción dramática valenciana en los orígenes de la comedia, Tesis doctoral, Universidad de Valencia, 1980, pp. 358-93.

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