Resumen Ejecutivo de Máster Implementación del Suelo de la Comunidad Autónoma de Andalucía como Sumidero de CO2

Resumen Ejecutivo del Proyecto Final de Máster MIGMA, SEVILLA, ESPAÑA               Escuela de Organización Industrial Sevilla, España            

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Resumen Ejecutivo del Proyecto Final de Máster MIGMA, SEVILLA, ESPAÑA

             

Escuela de Organización Industrial Sevilla, España                            

Resumen Ejecutivo de Máster Implementación del Suelo de la Comunidad Autónoma de Andalucía como Sumidero de CO2.                                  

Tutor: Julio Aizpiri Fernández Alumno: Pedro Antonio Solares Hernández 15 de Julio de 2011      

 

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1. Introducción El aumento de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) a la atmósfera y específicamente el CO2, y su relación con el cambio climático en las últimas décadas ha motivado la realización de una serie de estudios encaminados a la búsqueda de nuevas alternativas, tecnologías y modelos matemáticos que limiten la velocidad con que se produce este efecto con el fin de establecer un equilibrio sostenible en función del tiempo. El efecto invernadero es un fenómeno por el que parte de la energía calorífica emitida por la corteza terrestre, es retenida y reflejada por determinados gases que forman parte de la atmósfera, impidiendo que se produzca un enfriamiento progresivo de la Tierra. Sin la actuación de estos gases, la vida tal como la conocemos no sería posible, ya que el calor emitido por el planeta se disiparía en el espacio produciendo unas temperaturas extremadamente bajas en el Planeta. Entre estos gases se encuentra el dióxido de carbono. En la actualidad, el desarrollo industrial alcanzado en nuestro planeta ha supuesto que la concentración de estos gases haya aumentado hasta un 30% desde el siglo pasado provocando que la propia naturaleza se encuentre limitada a la hora de equilibrar las concentraciones de GEI en la atmósfera.

Tomando en cuenta que el suelo representa uno de los grandes almacenes de carbono de los ecosistemas terrestres, exactamente (1.800•1015 g C.), más del doble de carbono que la atmósfera (700•1015 g C.) y unas 3 veces la cantidad que almacenan los organismos vivos (600•1015 g C), proponemos en este proyecto el Suelo de Andalucía como Sumidero de CO2, a través de un plan de forestación, no por masa sino por especies vegetales, como una respuesta importante para evitar el deterioro de nuestra ecosistema, y frenar el vector de crecimiento de concentraciones de GEI en la atmósfera. Hemos de esperar que el incremento en la atmósfera de los Gases de Efecto Invernadero (GEI) y el consecuente cambio climático tendrán efectos importantes en el siglo XXI. Si bien los escenarios exactos todavía son inciertos, son de esperar serios efectos negativos por lo que es esencial que sean tomadas una serie de medidas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y para incrementar su captura en los suelos y en la biomasa. Para ello, deben ser desarrolladas nuevas estrategias y políticas apropiadas para el manejo de la agricultura y los bosques con los fines de aprovechar la superficie y capacidad del suelo y reducir el porcentaje de emisiones de CO2 a la atmósfera. Como ya habíamos apuntado más arriba, una opción que es sostenible a largo plazo se basa en la captura de carbono en los suelos o en las biomasas terrestres, sobre todo en las tierras usadas para la agricultura o la forestación. A partir del Protocolo de Kyoto esto se conoce como Uso de la Tierra, Cambio en el Uso de la Tierra y Forestación, conocido en inglés como Land Used, Land-Used-Change and Forestry (LULUCF) y concierne los artículos 1.3 y 1.4 del Protocolo (IPPC, 2000). Es por eso y, por otras razones importantes, que uno de los temas más importantes que se trata a lo largo del proyecto es la vegetación, que en su acción cíclica de la fotosíntesis, va tomando CO2 de la atmósfera, lo transforma en carbono orgánico, y a su vez, lo convierte en materia orgánica muerta, que luego va a la superficie terrestre, es decir, al suelo, y a su vez, esta materia orgánica muerta enriquece, garantiza tener la fertilidad y estabilidad del suelo.

 

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Por otro lado, el cálculo del contenido total de carbono en los suelos, a nivel de un país entero (España) o cualquier otro, requiere de un trabajo intensivo con bases de datos y sistemas de información geográfica (GIS), para obtener finalmente un resultado que inevitablemente tendrá un margen de error considerable. Un lector no familiarizado con el tema puede preguntarse razonablemente el porqué de este esfuerzo. La respuesta está en el marco actual de negociaciones entre países para el cumplimiento del Protocolo de Kyoto. La capacidad de secuestro de carbono en el suelo, a nivel de un país entero, es una alternativa importante a la hora de negociar cupos de emisión de CO2 a la atmósfera: cuanto mayor sea esta capacidad, mayor será el cupo permitido. Esta capacidad de secuestro depende de muchos factores, que esencialmente pueden resumirse en dos: (a) cuánto carbono hay en los suelos del país, a nivel global, y (b) cuánto podría haber, en condiciones óptimas (tipo de vegetación ideal, tiempo suficiente para el almacenamiento de carbono, ninguna perturbación humana, etc). Las actividades económicas humanas ( era post-industrial ) suelen resultar en pérdidas importantes de carbono en el suelo: deforestación, roturación de tierras, erosión y más. En países como España, con un largo historial de actividad agrícola, deforestaciones, talas, pastoreo excesivo e incendios, la pérdida acumulada de carbono respecto del contenido original es enorme. Paradójicamente, ello puede ser positivo en las actuales circunstancias, porque implica que las posibilidades de nuestro país para actuar como sumidero de carbono deberían ser, al menos en teoría, muy grandes, pero no es una razón suficiente para justificar el uso inadecuado del suelo agrícola. En cualquier caso, no se producirá un secuestro de carbono en cantidades masivas, a menos que se produzcan cambios en el uso del territorio. Tipos de vegetación que dan lugar a suelos pobres en carbono (cultivos de secano, zonas abandonadas con comunidades arbustivas bajas y/o poco productivas), deberían ser sustituidos por tipos de vegetación que acumulan grandes cantidades de carbono en el suelo (prados, bosques, plantaciones forestales). En gran parte este proceso se está dando ya: buena parte de la superficie arbolada de España ocupa tierras que antaño fueron campos de cultivo. Sin embargo, el paso contrario se da también, y no puede ignorarse el hecho de que grandes superficies del territorio se encuentran afectadas por cambios en el uso. Y este es uno de los casos que afecta directamente a la Comunidad Autónoma de Andalucía. Estos cambios pueden determinar que, a nivel global, un país entero actúe como sumidero de carbono o como emisor neto. De ahí que, además de conocer la cantidad total de carbono acumulado en los suelos de un país, sea importante conocer también su distribución: por tipos climáticos, por substrato geológico y por tipos de vegetación (= uso del suelo). En definitiva, nuestro suelo puede ser determinante para reducir el porcentaje de concentraciones de GEI en la atmósfera. Quedaría por parte de las instituciones públicas, tomar las medidas adecuadas de forestación y control de la explotación de los terrenos agrícolas. Si lo que buscamos es la mitigación de este fenómeno y, como consecuencia la obtención de créditos de emisiones, para negociarlos con otros países que han convenido y pactado con el Protocolo de Kyoto (que es otra forma mermar las concentraciones de GE ), entonces hagamos un uso adecuado del suelo como captador de CO2, promoviendo un plan de forestación, más que por masa, por especies vegetales, y con especial atención, a los suelos de la Comunidad Autónoma de Andalucía .

 

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2. El Ciclo del Carbono El ciclo del carbono, es uno de los más importantes conceptos que describimos con el fin de entender el comportamiento mecánico del fenómeno estudiado (efecto invernadero). Por la complejidad de su estudio, el ciclo del carbono se divide en tres fases importantes: el Ciclo Biológico, el Ciclo Biogeoquímico y el Ciclo Terrestre. En el Ciclo Biológico se producen unos intercambios de carbono entre la respiración de los seres vivos y la atmósfera. La retención del carbono se produce a través de la fotosíntesis de las plantas, y la emisión a la atmósfera, a través de la respiración animal y vegetal. Este proceso es relativamente corto. Mientras que el Ciclo Biogeoquímico, regula la transferencia entre la atmósfera y los océanos y el suelo (litósfera). Finalmente, el Ciclo Terrestre del Carbono en el que carbono orgánico del suelo representa la mayor reserva e interacción con la atmósfera y se estima en cerca de 1,500 Pg C a 1 m de profundidad (cerca de 2,456 a dos metros de profundidad). Los flujos entre el carbono orgánico del suelo o terrestre y la atmósfera son importantes y pueden ser positivos bajo la forma de captura o negativos como emisión de CO2. Un punto importante que analizamos en este capítulo es la relación del CO2 y el cambio climático, ya que la concentración de este gas en la atmósfera está provocando un calentamiento progresivo del planeta. El enfoque va dirigido hacia las fuentes de emisiones de origen antrópico (industriales, comerciales, agrícolas, domiciliarias y fuentes móviles). Este aumento de los GEI que se ha producido en la atmósfera ha sido de aproximadamente el 30% luego de la era pos-industrial en comparación con la era pre-industrial, es decir, que antes de la revolución industrial, las concentraciones de CO2 en la atmósfera eran de 280 ppm y ahora, asciende a 370 ppm, aproximadamente, experimentando un crecimiento exponencial cada año, (en gran medida se debe al Fenómeno del niño). En cuanto al efecto Radiativo y Térmico causado por el incremento del CO2, (este efecto tiene lugar a 12,000 metros sobre el nivel del mar, en la tropósfera), podemos conocer que el aumento de 280 a 370 ppm de CO2 por las actividades antrópicas, ha supuesto también un incremento de la temperatura en 0.5 oC. En cuanto a las actividades antrópicas, en la actualidad se estima en algo más de 6 Pg la cantidad de carbono fósil quemado al año en todo el mundo y en aproximadamente 1,6 Pg la cantidad de carbono emitido por la deforestación tropical y otras prácticas agrícolas.

Ya está en marcha la carrera para evitar que el mundo alcance lo que se considera el punto sin retorno, un aumento de la temperatura en 2 °C . Si en torno a 2020 como muy tarde no se han estabilizado las emisiones mundiales y antes de 2050 no se han reducido aproximadamente a la mitad de los niveles de 1990, lo más probable es que no se logre el objetivo. ¿Qué haremos para frenar dicho vector de crecimiento de la temperatura? Este proyecto propone un posible solución sencilla ( sólo para la CAA) y que se sostiene a largo del tiempo . (Ver conclusiones finales). Asi, pues, podemos concluir este punto diciendo que el el ciclo del CO2, representa un sistema no cerrado, del cual depende, no sólo la temperatura y la vida del Planeta, sino también, los seres vivos que lo habitamos.

 

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3. Cálculo del Carbono Total del Suelo Obtener el porcentaje de carbono de una muestra de suelo es tarea fácil, siempre que utilicemos los métodos analíticos apropiados. En principio se trataría sencillamente de aplicar la fórmula:

Ct = 100C*Da*Grosor*[(100 – V)/(100)] siendo Ct el carbono de un horizonte, en g m-2, C la concentración de carbono en la tierra fina (en %), Da la densidad aparente (g cm-3), Grosor el grosor del horizonte en cm, y V el porcentaje del volumen del horizonte ocupado por piedras y gravas. Por supuesto, la suma de los valores para todos los horizontes dará el contenido total de carbono del suelo. En principio el cálculo parece sencillo. Sin embargo no lo es. Dos de los componentes de la ecuación plantean problemas serios: la densidad aparente (Da) y el volumen ocupado por las piedras (V). A continuación presento las fórmulas para sus cálculos:

Para la densidad aparente utilizamos:

Da = 1.801- 0.397 ln (1.724 C) donde C es la concentración

de carbono.

Para el volumen ocupado por las piedras utilizamos:

en que V es el volumen ocupado por piedras y gravas, DR la densidad real de las piedras y grava, R el tanto por ciento del peso de piedras y gravas en relación con el peso total del horizonte y Da la densidad aparente de la tierra fina del horizonte. Aparte de la fórmula del Ct, el cálculo de la concentración de carbono orgánico del suelo va a depender de las tres aproximaciones realizadas a sus tres macro-variables importantes: 1. Vegetación que ocupa el suelo, (el suelo puede actuar también como mejor o peor sumidero de CO2 en función del tipo de vegetación que contenga; es por eso que, al proponer una política de forestación, es mejor hacerla por especie y no por masa o volumen). 2. Clima dominante del lugar, ( el clima determinará el tipo de especie vegetal que se deben sembrar en cada región, es importante realizar las combinaciones óptimas entre especies vegetales y clima, ya que de este depende, en gran manera, que las plantas se reproduzcan y, por lo tanto, capten el CO2 de la atmósfera). 3. Substrato del suelo. En este sentido, es también importante conocer la textura del suelo, porque no es lo mismo plantar una especie vegetal (aunque posea el tipo de clima ideal) en un suelo limoso, arenoso o arcilloso, o por ejemplo, un suelo con profundidades no óptimas, o bien, con carbonatos o nutrientes no correspondientes.

 

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4. Suelo como Captador de CO2 Como he dicho en la introducción, el suelo es el mayor almacén de carbono orgánico (1.800•1015 g C) y cada centímetro de suelo vale su peso en oro, esto es, si asumimos un plan de uso adecuado del suelo, para poder aprovechar al máximo la capacidad de absorción de este valioso recurso. La dinámica del Carbono Orgánico del Suelo (COS) de descomposición ha recibido una renovada atención en las últimas décadas debido a las preocupantes conclusiones sobre su potencial para predecir el cambio climático. En la actualidad, la teoría dominante de la descomposición del COS se basa en la idea de que el COS consiste en compartimentos cinéticamente homogéneo en descomposición de acuerdo con una cinética de primer orden, esto es el establecimiento de centralización de los suelos en función del tipo de vegetación, clima y substrato, pero tomando en cuenta el tiempo de residencia del carbono que contienen. Un marco teórico se desarrolla sobre la base de la hipótesis de que el COS cuenta con una población de carbono con edades ampliamente distribuidas y, para su comprobación, se estudian las tres premisas fundamentales del suelo: el estado de equilibrio, linealidad, y la tasa de equivalencia a jornada (no entraremos en detalles con respecto a estas hipótesis por la complejidad que implica y su aporte para el tema en cuestión). Por otra parte, el proceso de la agricultura nos arroja luz acerca de la mecánica del suelo, actividad en la cual se establece el equilibrio, la linealidad y la tasa de equivalencia a jornada (medido en Ud. de tiempo) y que se resumen en la respiración del suelo que a su vez se define como la producción de CO2 debido a dos procesos fundamentales: la ruptura u oxidación de la materia orgánica rica en carbono, por medio de los microorganismos del suelo, y la respiración de las células de las raíces de las plantas. La tasa de producción de CO2 es científicamente importante porque nos da una indicación de la tasa de descomposición de la materia orgánica y, por tanto, de la cantidad de carbono que se pierde en los suelos. Las medidas de la respiración del suelo ayudan a determinar la contribución del suelo al balance del CO2 en la atmósfera. El carbono, un elemento esencial para el crecimiento de las plantas, se obtiene de la atmósfera por medio de la fotosíntesis. Sin embargo, cuando las plantas mueren, sus tejidos ricos en carbono vuelven al suelo y son descompuestos por los organismos vivos. La materia orgánica del suelo es, por tanto, la suma de los residuos orgánicos (animales y plantas) en diferentes grados de descomposición. La materia orgánica mejora la calidad del suelo, ayuda a prevenir la escorrentía, incrementa su humedad y contribuye a moderar las fluctuaciones diarias de temperatura en las capas superiores del suelo. La materia orgánica del suelo también funciona como un enorme almacén de carbono: se estima que los organismos vivos suponen aproximadamente un cuarto de todo el carbono de los ecosistemas terrestres, mientras que los otros tres cuartos están almacenados en la materia orgánica contenida en los suelos. El carbono del suelo no se acumula para siempre. Se libera del suelo cuando la materia orgánica es descompuesta por varios tipos de organismos aerobios que usan el carbono para su propio crecimiento. Este proceso libera nutrientes que pueden ser captados por las plantas, pero también produce CO2. La tasa de actividad microbiana y, por consiguiente, de respiración del suelo, es afectada por la temperatura y la humedad del suelo, así como por la cantidad y calidad

 

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de su materia orgánica. Como todos los organismos aeróbicos desprenden CO2 como resultado de la ruptura de las moléculas orgánicas, y como puede haber millones de estos organismos en un volumen tan pequeño como una cucharada de suelo, la respiración del suelo es una importante fuente de CO2 atmosférico, contribuyendo anualmente con 100 billones de toneladas métricas al ciclo global del carbono. Como ya sabemos, el aumento en los niveles de CO2 atmosférico desde el inicio de la Revolución Industrial es debido a la combustión de los combustibles fósiles y a los cambios en los usos del territorio (por lo general, uso agrícola). Las prácticas agrícolas, usualmente desestimadas como fuente de gases de efecto invernadero, son responsables aproximadamente de más del diez por cien de los gases de efecto invernadero emitidos por la actividad humana en la mayor parte de los países desarrollados. En esta caso particular, la cantidad de carbono que es retenido en el suelo o perdido a la atmósfera depende mayormente del método de cultivo usado. Por ejemplo, cuando se ara la tierra, los residuos orgánicos frescos son intensamente mezclados en la capa superior del suelo. Debido a lo expuesto en este apartado, es importante adoptar una política de agricultura de Conservación, cuyo objetivo sea mitigar las emisiones de CO2 a la atmósfera por parte de esta actividad.

 

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5. Suelos Forestales de Andalucía El suelo es un recurso natural básico tanto por su condición de soporte del medio biótico, sobre el que se desarrollan la mayoría de las actividades humanas, como en un sentido más biológico-ambiental en el que destaca su condición activa como soporte de la vida, y es, a su vez, uno de los recursos más sensibles del medio natural. Este sistema, complejo y dinámico, combina elementos vivos e inertes interrelacionados, que en la región andaluza se caracterizan por una acusada fragilidad. Sin embargo, si definimos al suelo como recurso edáfico, Andalucía es una región que se caracteriza por su gran diversidad, según lo establece un elaborado estudio realizado por la Comunidad de Medio Ambiente (CMA). Esta diversidad en los suelos se explica atendiendo a los factores condicionantes de su formación, como son los materiales originarios o roca madre, el clima y el tiempo, la materia viva y la fisiografía. En relación a la materia viva, como factor formador de suelo, la vegetación es la principal suministradora de materia orgánica. Debido a las características propias del bosque mediterráneo, con dominio de especies esclerófilas y perennifolias, los contenidos en materia orgánica son bajos. Los valores oscilan desde menos del 1% de contenido en materia orgánica en las tierras graníticas de Sierra Morena, hasta el 4% en los suelos ácidos de estas serranías, llegando al 6% en los suelos con alcornocales de las Sierras del Aljibe en Cádiz. En las serranías subbéticas se llega a alcanzar hasta un 14% con buena cobertura de vegetación, aunque lo común sean valores de 5-7% (CMA). Por otro lado, el relieve del terreno contribuye, con su morfología y su pendiente, al desarrollo del recurso edáfico, localizándose en relieves planos y de suaves pendientes, suelos profundos frente a los más superficiales, propios de las zonas montañosas y escarpadas. Estas variaciones de linealidad del suelo también tiene una influencia directa con respecto del clima Mediterráneo.

Tabla 7.2 Distribución de superficies según pendientes 15-­‐ 30-­‐ <  3%   3-­‐7%   7-­‐15%   >45%   Pendientes   30%   45%   16.70 26.00 3.47 Ámbito 23.01   22.77%   8.05%   Andalucía   %   %   %   12.71 25.27 31-­‐ 6.26 11.74   12.93%   Forestal   %   %   09%   %   Fuente: Cobertura de relieve, CNA. Este cuadro, creado por la CMA, analiza las pendientes del suelo de Andalucía, dividiéndolo en tres regiones: 1) región entre relieves llanos (pendientes inferiores al 7%); 2) relieves acolinados (entre el 7% y el 15%) y 3) relieves abruptos y montañosos (pendientes superiores al 15%). Como resultado de este análisis, podemos determinar que en Andalucía tienen cierta prevalencia las superficies llanas, en torno al 39,71% de su superficie, seguida de las superficies abruptas y montañosas que suman un 34,28%. Las superficies acolinadas, con un 26,00%, representan el valor más bajo dentro de esta división regional. En el ámbito forestal, los contrastes entre estas categorías del relieve están más marcados, las superficies llanas forestales representan aproximadamente el 24,45% de este territorio frente al 50,28% que representan los relieves abruptos y montañosos.

 

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Los relieves acolinados, con un 25,27% de la superficie forestal, presentan valores de relieve similares a los de Andalucía en su conjunto. En cuanto a su geología y litología, el suelo de Andalucía se divide en dos grandes categorías, Macizo Ibérico y Cordilleras béticas. El Macizo Ibérico, representa la parte más suroccidental de la Cadena Hercínica Europea. Los terrenos del Macizo Ibérico se extienden por la mitad occidental de la Península Ibérica y están constituidos por materiales precámbricos y paleozoicos estructurados durante la orogenia Hercínica o Varisca, en Andalucía se distinguen tres categorías de este zonas en las que aparecen las características de este tipo suelo que son: Zona Centro Ibérica, Zona de Ossa-Morena y la Zona Superportuguesa. Por otro lado tenemos las Cordilleras Béticas, constituyen el extremo más occidental del conjunto de las cadenas alpinas europeas y ocupan más de la mitad de la superficie de Andalucía, es decir, que de 87.268 km², más de 43.634 km2 corresponden a estas cordilleras. Dentro de las Cordilleras Béticas se diferencian dos unidades geológicas de rango mayor, que reciben los nombres de Zonas Externas y Zonas Internas. En cuanto a los suelos forestales de Andalucía, podemos decir que son muy variados, definiéndose más de 15 tipos: Fluvisoles, Litosoles, Regosoles Arenosoles, Vertisoles, Solonchaks, Xerosoles, Cambisoles, Luvisoles, Planosoles, Histosoles, Rendzinas, Rankers, Gleysoles y Phaeozems (sus descripciones se encuentran en el punto 7.5 del proyecto).

 

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6. Degradación de los Suelos Forestales de Andalucía Los suelos se degradan debido a dos procesos fundamentales: la degradación de los suelos debido a la erosión y la degradación de los suelos debido a la desertificación. En cuanto a la degradación de los suelos debido a la erosión, es preciso distinguir entre la erosión del suelo a escala geológica (fenómeno natural que interviene en el modelado del paisaje) y la erosión antrópica, cuya causa está en el uso inadecuado de los recursos naturales por el hombre, que tiene unas marcadas consecuencias negativas de tipo ambiental, económico y social, por lo que debe tenerse siempre en cuenta a la hora de planificar el aprovechamiento y gestión de dichos recursos. Por otra parte, y tal vez la más importante, se encuentra la erosión hídrica (erosión en superficie, erosión lineal a lo largo de cauces fluviales y torrenciales y erosión en profundidad) que es la que mayor incidencia tiene en Andalucía debido al modo en que se producen las lluvias en la región, y a su alta sequía estival.

Esta gráfica también nos dice que al degradarse el suelo por causas de la erosión, se pierde capacidad de producción y cada vez hay que añadirle más cantidad de abonos para establecer sus condiciones de uso. Por otro lado, la desertificación es la degradación de los suelos de zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas resultante de diversos factores, tales como las variaciones climáticas y las actividades humanas adversas y que, en última instancia, puede conducir a condiciones de desierto. Los factores que intervienen en estos procesos son de dos tipos: factores naturales, relacionados fundamentalmente con la climatología y la geomorfología, y factores humanos, derivados de un incorrecto uso del recurso suelo y de los recursos hídricos, tanto superficiales como subterráneos. En Andalucía, por sus características climáticas, los suelos se ven especialmente sometidos a procesos de desertificación, que se acentúan además por su relieve accidentado, característico de las áreas forestales y por el histórico e intenso uso y aprovechamiento de su territorio tanto desde un punto de vista agrícola como forestal. La necesidad de alcanzar un conocimiento más profundo sobre los mecanismos desencadenantes de la desertificación en Andalucía, ha servido para cooperar y desarrollar el proyecto DESERNET (en la actualidad en su segunda fase, DESERNET II), desde la Consejería de Medio Ambiente, durante los años 2004 y 2005, entre regiones mediterráneas afectadas por la misma problemática, en el marco del programa de la Unión Europea Interreg III B, y profundizar en los objetivos definidos en el Plan de Control de la Desertificación en Andalucía, que plantea un reconocimiento espacial

 

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de las zonas desérticas naturales (también denominada como desertificación heredada la cual se considera de alto valor ecológico y donde la desertificación es irreversible) y las zonas de desertificación activa o actual (donde la recuperación aún es posible con medidas correctoras apropiadas). Un tercer objetivo de conocimiento ha sido la determinación de los riesgos de desertificación a los que está sometido el territorio. Veamos el siguiente cuadro:

Interpretando esta tabla, deducimos que la Comunidad Autónoma de Andalucía tiene un alto riesgo de pérdida de Carbono Orgánico del Suelo ya que dentro del ámbito forestal, en las áreas no desertificadas y en las áreas potencialmente desertificables del ámbito forestal, el nivel de “riesgo alto” y de “fuerte riesgo” a la desertificación afecta a un 70,09% de la superficie. Este porcentaje es extremadamente significativo desde el punto de análisis cuantitativo, porque representa el 70,09% de aproximadamente 4.325.378 ha, que es la superficie total a la que asciende el suelo forestal de Andalucía, lo que es lo mismo, en términos porcentuales, al 52.6% de todo el territorio andaluz. En los ámbitos no forestales, en las áreas no desertificadas y en las áreas potencialmente desertificables, el nivel de “riesgo alto” y de “fuerte riesgo” a la desertificación afecta al 81,25% de la superficie en cuestión. Así pues, como muestran los datos, el riesgo a la desertificación es más acentuado en los ámbitos no forestales tanto en la intensidad del proceso (riesgo fuerte) como en el porcentaje de superficie a la que afecta (70,09%). A esto le sumamos la pérdida de superficie de terrenos, por parte de la erosión hídrica del suelo, que es el más significativo en cuestión de degradación y pérdida de suelo en Andalucía.

 

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7. Conclusiones Finales En conclusión, el suelo de Andalucía necesita ser rescatado. Cada centímetro de suelo tiene su valor en oro. Tenemos un recurso extenso, que debemos preservar y proteger y hay varias formas de hacerlo según este proyecto: 1) Incentivando una buena Política de Reforestación, no por masa, sino por especies vegetales. 2) Promoviendo un Plan que incentive, de manera masiva, la Agricultura de Conservación, con el fin de incrementar el contenido de materia orgánica en los suelos de Andalucía y de preservar aquella materia orgánica heredada en los suelos de Andalucía de forma natural. 3) Propulsar una Política que vaya en contra de la Deforestación y la quema de árboles en masa, con el fin de mitigar el consumo desproporcionado de los combustibles fósiles. 4) Y, por ultimo, y no menos importante, concienciar al Sector Industrial, para que tomen medidas necesarias con el fin de mitigar las emisiones de GEI a la atmósfera.

 

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