Revista Colombiana de Filosofía de la Ciencia Universidad El Bosque ISSN (Versión impresa): COLOMBIA

Revista Colombiana de Filosofía de la Ciencia Universidad El Bosque [email protected] ISSN (Versión impresa): 0124-4620 COLOMBIA 2000 Felipe

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Revista Colombiana de Filosofía de la Ciencia Universidad El Bosque [email protected] ISSN (Versión impresa): 0124-4620 COLOMBIA

2000 Felipe Ochoa ISAAC NEWTON, UNA MIRADA AL ABSOLUTISMO Revista Colombiana de Filosofía de la Ciencia, año/vol. 1, número 2-3 Universidad El Bosque Bogotá, Colombia pp. 125-138

Revista Colombiana de Filosofía de la Ciencia Vol. 1 • Nos. 2 y 3 • 2000 • Págs. 125-138

Isaac Newton Una Mirada al Absolutismo Felipe Ochoa a Guillermo Zuluaga G. In memoriam

E

n el Escolio a las Definiciones de los Principia, Newton se concentra en abolir algunos prejuicios que comúnmente se erigen a partir de considerar el espacio, el tiempo y el movimiento con respecto a sistemas de referencias móviles, y por lo tanto, contingentes. Ello en contraposición a Descartes quien define el movimiento como “la acción por la cual un cuerpo pasa de un lugar a otro lugar”1. Tal noción relacional es considerada por Newton como vulgar y no verdadera. Conviene pues, en opinión del sabio inglés, llevar a cabo la destrucción de esos prejuicios haciendo una distinción tanto del espacio, el tiempo y el movimiento entre absolutos y relativos, verdaderos y aparentes, y, matemáticos y vulgares. De tal suerte, define entonces, tiempo, espacio y movimiento absolutos y relativos, en los siguientes términos. El tiempo absoluto, verdadero y matemático en sí y por su naturaleza y sin relación a algo externo, fluye uniformemente, y por otro nombre se llama duración; el relativo, aparente y vulgar, es una medida sensible y externa de cualquier duración, mediante el movimiento (sea la medida igual o desigual) y de la que el vulgo usa en lugar del verdadero tiempo; así, la hora, el día, el mes, el año. * Instituto de Filosofía, Universidad de Antioquia. 1. Descartes, René. Los principios de la Filosofía. Introducción traducción y notas de Guillermo Quintás. (Madrid, España. Alianza Editorial, 1995), p. 87.

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El espacio absoluto, por su naturaleza y sin relación a cualquier cosa externa, siempre permanece igual e inmóvil; el relativo es cualquier cantidad o dimensión variable de este espacio, que se define por nuestros sentidos según su situación respecto a los cuerpos, espacio que el vulgo toma por espacio inmóvil. Movimiento absoluto es el paso de un cuerpo de un lugar absoluto a otro lugar absoluto, el relativo de un lugar relativo a otro lugar relativo2. Ahora bien, dado este estado de cosas ¿cómo hemos de tener una idea de estos absolutos? en otras palabras, la pregunta interroga por las condiciones mediante las cuales los podríamos determinar, puesto que, en lo que respecta a los relativos, aparentes y vulgares, sabemos que nos vienen a la comprensión por la relación que los cuerpos mismos guardan con otros y que tomamos como inmóviles. En este estado de puras relaciones, comúnmente tenemos idea de la duración de los días, los meses y los años, al igual que decimos que un cuerpo cualesquiera se mueve porque lo hace con referencia a uno u otros cuerpos. Un sistema de tal naturaleza adolece de precisión debido a la movilidad inmanente de los puntos de referencia que se adoptan. Para determinar con exactitud de qué manera y en qué grado se presenta el movimiento, se impone la necesidad de justificarlo con respecto a un marco de referencia estático, con el fin de que las determinaciones espacio-temporales sean precisas. Este marco único y privilegiado se constituye como una necesidad lógica si lo que se pretende es tener una noción segura, es decir exacta, del movimiento, el espacio y el tiempo. No obstante, como veremos, la inclusión de este sistema estático, que resulta ser abstracto e ininteligible debido a que están fuera del alcance de la verificación empírica, presenta algunos inconvenientes que es necesario precisar. Para ilustrarlos consideremos el caso del movimiento, pues este fenómeno, como sabemos, se presenta en el espacio y se da en el tiempo.

2. Newton, Isaac. Principios Matemáticos de la Filosofía Natural. Trad. Eloy Rada García (Madrid. Alianza Editorial, 1987). pp. 127-128.

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Un primer inconveniente lo encontramos, y Newton mismo es consciente de ello, en que para la determinación del tiempo absoluto es preciso hallar un movimiento que fluya de manera uniforme, pero “es posible que no haya ningún movimiento igual con el cual medir exactamente el tiempo”3, de manera análoga ocurre con el espacio, el cual es inmutable en el orden de sus partes “mas como estas partes del espacio no pueden verse ni distinguirse unas de otras por medio de nuestros sentidos, en su lugar utilizamos medidas sensibles”4. Así, Newton nos dice: Por las posiciones y distancias de las cosas a un cierto cuerpo que consideramos inmóvil, definimos todos los lugares; posteriormente interpretamos todos los movimientos por respecto a los antedichos lugares, en tanto que los concebimos como pasos de los cuerpos por estos lugares. Así, usamos de los lugares y movimientos relativos en lugar de los absolutos y con toda tranquilidad en las cosas humanas: para la Filosofía, en cambio, es preciso abstraer de los sentidos. Pues es posible que en la realidad no exista ningún cuerpo que esté en total reposo, al que referir lugar y movimiento5. En efecto, en Filosofía es menester abstraernos de los sentidos, pero nuestra pregunta persiste y nos interrogamos sobre cómo, entonces, podemos saber que las entidades espacio y tiempo absolutos en realidad existen, tanto más cuanto que son inaccesibles a la observación y la experimentación, y más aún, cuando las ideas que tenemos de ellos nos vienen por medio de fórmulas que son el producto de las relaciones con los cuerpos sensibles. Pues bien, para tratar de superar este impasse, nuestro autor nos propone la determinación del movimiento absoluto, y por ende podemos asegurarnos de la existencia tanto del espacio absoluto como del tiempo absoluto. Se distinguen el reposo y el movimiento absolutos y relativos entre sí por sus propiedades, causas y efectos. Es propiedad del 3. Principios Matemáticos de la Filosofía Natural. p. 129 4. Ibid. 5. Ibid. pp. 129-130.

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reposo que los cuerpos verdaderamente quietos están en reposo entre sí. Por tanto, al ser posible que un cuerpo cualquiera en la región de las estrellas fijas, o más lejos, permanezca en reposo absoluto y no se pueda saber por las situaciones respectivas de los cuerpos entre sí en nuestras cercanías si alguno de ellos conserva su posición constante respecto al cuerpo lejano, por ende no se puede definir el reposo verdadero por las posiciones relativas de estos cuerpos6. Es evidente, el inconveniente persiste y asimismo la imposibilidad de una determinación de un cuerpo que tomemos como en reposo absoluto, pues, a partir de las relaciones entre dos cuerpos, ello no es posible. No obstante, continuemos con el razonamiento propuesto por Newton. Es propiedad del movimiento que las partes que conservan su posición dada respecto al todo participan de los movimientos de los mismos todos. Pues todas las partes de los cuerpos que giran tienden a separarse del eje del movimiento y la fuerza de los móviles que se desplazan surge de la fuerza conjunta de las partes singulares. Así que, al mover los recipientes de los cuerpos, se mueven también las cosas que reposan relativamente dentro de esos recipientes. Y por tanto, el movimiento verdadero y absoluto no puede definirse por la traslación respecto a las cercanías del cuerpo que son consideradas como en reposo. Porque los cuerpos exteriores deben, no sólo ser considerados en reposo, sino también reposar verdaderamente. Pues de lo contrario, todo lo incluido, además de participar del de traslación de las cercanías de los recipientes, participará también de los movimientos verdaderos de los recipientes, y suprimida aquella traslación no reposará verdaderamente, sino que solamente será considerado como en reposo; pues son los recipientes respecto a los contenidos como la parte exterior del todo a la parte interior, o como la corteza al núcleo. Movida la corteza se mueve el núcleo también, como parte del todo, sin traslación de las cercanías de la corteza7.

6. Ibid., p.130. 7. Ibid., pp.130-131.

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Los problemas que surgen del ideal de distinguir el movimiento absoluto por sus propiedades, comporta el inconveniente de que ellas no resultan ser sino las relaciones recíprocas del cuerpo en cuanto tal, los cuerpos circundantes y los lugares relativos en relación con estos cuerpos. De otra parte, las propiedades llegan a ser puramente relacionales “porque los cuerpos exteriores deben, no sólo ser considerados en reposo, sino reposar verdaderamente,” de tal suerte que la búsqueda de un sistema de referencias estático mediante el cual se pueda definir el reposo absoluto, nos remite a una progresión ad infinitum de sistemas ulteriores. No obstante, hemos de señalar que esta primera vía explorada por Newton, que examina el movimiento por sus propiedades, se encuentra en el dominio de la cinemática, es decir, la consideración del movimiento de los cuerpos en cuanto movimiento únicamente, o sea, sin intervención de fuerza alguna. El paso siguiente que da Sir Isaac, es analizar el movimiento desde el punto de vista de la dinámica, esto es, el estudio del movimiento que tiene en consideración las fuerzas que en él intervienen. Así, nos dice sobre las causas y efectos de los movimientos. Las causas, por las que los movimientos verdaderos y los relativos se distinguen mutuamente, son fuerzas impresas en los cuerpos para producir el movimiento. El movimiento verdadero ni se engendra ni se cambia, a no ser por fuerzas impresas en el mismo cuerpo movido; en cambio, el movimiento relativo puede generarse y cambiarse sin fuerzas impresas en tal cuerpo. Basta con imprimirla solamente en los otros cuerpos respecto a los que se da la relación para que, cediendo éstos, cambie la relación dada en que consiste el reposo o movimiento relativo de aquel cuerpo. Por otra parte, el movimiento verdadero siempre se cambia por las fuerzas impresas en el cuerpo movido, mientras que el movimiento relativo no se cambia necesariamente por estas fuerzas impresas. Pues si dichas fuerzas se aplican de tal modo hacia los demás cuerpos respecto a los que se da la relación que se conserve el lugar relativo, se conservará la relación en que consiste el movimiento relativo. Puede, pues, cambiarse todo el movimiento relativo mientras se conserva el verdadero, y conservarlo mientras que se cambia el verdadero y absoluto; por tanto, el movimiento verdadero en absoluto puede consistir en tales relaciones8. 8. Ibid., p.131.

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Detengámonos por un momento para recapitular lo que, respecto de las causas de los movimientos, queda claro. Mediante las fuerzas los movimientos verdaderos se engendran en los cuerpos, así como es por ellas que los cuerpos que están en movimiento verdadero cambian su dirección. Tal cosa, en el caso de los movimientos relativos, no es así de definitiva, pues, para cambiar las relaciones de un cuerpo cualquiera basta que se imprima una fuerza a los cuerpos que se toman como punto de referencia, estos es, los cuerpos circundantes. Pero el concepto de fuerza en Newton es de carácter animista, razón por la cual se ve en él la causa del movimiento verdadero. A la luz del moderno concepto de fuerza no es lícito derivar, en el movimiento, la fuerza como su causa. Se establece a partir del efecto la causa, mas no es posible proceder en la dirección inversa. Así, pues, si asumimos el razonamiento de Newton desde una perspectiva moderna, no es legítimo ver la fuerza como causa del movimiento de tal suerte que en el análisis del movimiento, desde la dinámica, la fuerza en tanto causa no resulta ser argumento válido. Continuemos ahora con el argumento newtoniano. Los efectos por los que los movimientos absolutos y relativos se distinguen mutuamente son las fuerzas de separación del eje de los movimientos circulares. Pues en el movimiento circular meramente relativo estas fuerzas son nulas, pero en el verdadero y absoluto son mayores o menores según la cantidad de movimiento9. Para puntualizar esto, Newton nos presenta el célebre experimento del cubo de agua. Si se cuelga un cubo de un hilo muy largo y se gira constantemente hasta que el hilo por el torcimiento se ponga muy rígido y después se llena de agua y se deja en reposo a la vez que el agua, y entonces con un empujón súbito se hace girar continuamente en sentido contrario y, mientras se relaja el hilo, persevera durante un tiempo en tal movimiento, la superficie del agua será plana al principio,

9. Ibid.

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al igual que antes del movimiento del vaso, pero después, al transmitir éste su fuerza poco a poco al agua, hace que ésta empiece a girar sensiblemente, se vaya apartando poco a poco del centro y ascienda hacia los bordes del vaso, formando una figura cóncava (como yo mismo he experimentado) y con un movimiento siempre creciente sube más y más hasta que efectuando sus revoluciones en tiempos iguales que el vaso, repose relativamente en él. Muestra este ascenso el intento de separarse del centro del movimiento, y por tal intento se manifiesta y se mide el movimiento circular verdadero y absoluto del agua, y aquí contrario totalmente al movimiento relativo. Al principio, cuando mayor era el movimiento relativo del agua en el vaso, ese movimiento no engendraba ningún intento de separación del eje; el agua no buscaba el borde subiendo por los costados del vaso, sino que permanecía plana, y por tanto su movimiento circular verdadero no había aún empezado, pero después cuando decreció el movimiento relativo del agua, su ascensión por los costados del vaso indicaba el intento de separarse del eje y este conato mostraba su movimiento circular, verdadero y siempre creciente y al final convertido en máximo cuando el agua reposaba relativamente en el vaso. Son interesantes las conclusiones a las que Newton llega a partir de esta experiencia. 1. Por tanto, este conato no depende de la traslación del agua respecto de los cuerpos circundantes [en este caso el vaso] y, por tanto, el movimiento circular verdadero no puede definirse por tales traslaciones. 2. Único es el movimiento circular verdadero de cualquier cuerpo que gira, y responde a un conato único [que es el de alejarse de su eje] como un verdadero y adecuado efecto. 3. Los movimientos relativos, en cambio, por las múltiples relaciones externas, son innumerables, pero como las relaciones carecen por completo de efectos verdaderos, a no ser en tanto que participan de aquel único y verdadero movimiento. De todo ello, nuestro autor llega a la conclusión según la cual, quienes hacen de las estrellas fijas el punto de referencia por 131

excelencia, incurren en un error, pues éstas igualmente, están en movimiento, mas su lejanía no nos permite darnos cuenta de ello, sólo sabemos que están en movimiento por las conclusiones que se desprenden de los efectos del movimiento. Así, Newton concluye. De donde, incluso en el sistema de los que quieren que nuestro cielo gire bajo el cielo de las estrellas fijas y arrastre consigo a los planetas, los planetas y cada una de las partes del cielo que reposan relativamente a sus cercanías celestes, se mueven verdaderamente. Pues cambian sus posiciones relativas (al revés de lo que ocurre con las verdaderamente en reposo) y a la vez que son arrastrados con sus cielos participan de sus movimientos y, como partes de todos que giran, intentan alejarse de sus centros10. A pesar de las conclusiones a las que Newton llega con este experimento, reconoce que “es muy difícil conocer los movimientos verdaderos de cada cuerpo y distinguirlos de hecho de los aparentes; además, porque las partes de aquel espacio inmóvil, en que los cuerpos se mueven verdaderamente, no se captan por los sentidos”11 por lo cual, para que la determinación experimental de los absolutos no se torne una empresa en extremo difícil, si no desesperada, Newton propone otro experimento. Así, si a dos esferas, unidas entre sí por un hilo de determinada longitud, se las hace girar en torno al común centro de gravedad, aparecerá por la tensión del hilo el conato de las esferas de alejarse del eje de giro, y de ello se puede calcular la cantidad de movimiento circular. Después, si se aplican a la vez dos fuerzas iguales en las caras alternas de las esferas para aumentar o disminuir el movimiento circular, aparecerá, por el aumento o disminución de la tensión del hilo, el aumento o disminución del movimiento; y después, por fin, se podrían hallar las caras de la esferas en que deberían imprimirse las fuerzas para que el movimiento aumentase al máximo, esto es, las caras posteriores, o las que siguen el

10. Ibid., pp. 131-132. 11. Ibid., p. 133.

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movimiento circular. De este modo se podría averiguar la cantidad y determinación de este movimiento circular en un cierto vacío inmenso, donde nada hubiese externo y sensible con lo que se pudiese comparar las esferas. Si ahora se establecen en dicho espacio algunos cuerpos lejanos que guarden entre sí cierta posición dada, tales como las estrellas fijas en nuestro firmamento, entonces no es posible saber a partir de la traslación relativa de las esferas entre los cuerpos si es a éstos o a aquéllos a quienes hay que atribuir el movimiento. Pero si se atiende al hilo y se encuentra que la tensión del mismo es la misma que la requerida por el movimiento de las esferas, será lícito concluir que el movimiento es de las esferas y entonces también deducir la determinación de este movimiento de la traslación de las esferas entre los cuerpos12. De esta manera, pues, estamos en capacidad de determinar tanto los movimientos absolutos verdaderos y matemáticos, de aquellos relativos, aparentes y vulgares; en tanto que es para ello, nos dice Newton, que compuso su tratado de mecánica racional los Philosophiae naturalis principia mathematica. Anotábamos en la primera parte de este escrito, que una de las razones por las que Newton abandonó el relativismo cartesiano, era de naturaleza lógica. En efecto, el sistema de referencias único y verdadero que Newton encontró como razonable y que se ajustara en el esquema conceptual de su obra era el absoluto, el cual se impone como una necesidad lógica. Conviene, en consecuencia, abordar su análisis desde esta perspectiva. Los Principia se abren con las definiciones de los conceptos fundamentales para su construcción, allí nos explica cómo en lo sucesivo se deben entender las palabras masa, movimiento, y fuerzas impresa, centrípeta e ínsita o fuerza de inercia. Esta última, y en conexión con el primer axioma o ley del movimiento: todo cuerpo persevera en su estado de reposo o movimiento uniforme rectilíneo a no ser en tanto que sea obligado por fuerzas impresas

12. Ibid., pp. 133-134.

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a cambiar su estado, resulta de importancia primordial a la hora de elucidar el status epistemológico de los absolutos espacio y tiempo. Toda vez que hemos examinado las definiciones de tiempo, espacio y movimientos absolutos, y que hemos visto como Newton por la vía empírica ha intentado demostrar su existencia, podemos extraer algunas conclusiones que darán pie para examinar sus implicaciones. El espacio y tiempo absolutos como causa independiente del movimiento de los cuerpos y la inercia en general, se derivan como una exigencia lógica y necesaria para el esquema conceptual de los Principia; ellos brindan la seguridad última al ideal de exactitud que persigue la mecánica newtoniana, además nos liberan del relativismo que implica la filosofía natural cartesiana. Ahora, si bien el término mismo absoluto significa independencia, irrestricción e incondicionalidad total, igualmente lo absoluto, por su carácter manifesta algo que no admite comprobación. Estas connotaciones marcan de entrada una serie de obstáculos que difícilmente, si no imposible, serán factibles de superar. Newton, el empirista de gran nivel que era, enfrentado con esta situación, nos presenta el modo cómo los podemos inferir, pues es eso y solamente eso, lo que logra hacer con las demostraciones experimentales que presenta. Veamos por qué. En una primera vía examinada que atiende el movimiento como modo de elucidación del absolutismo, analiza el fenómeno por sus propiedades; desde esa perspectiva Newton es consciente de que cinemáticamente el absolutismo no se puede demostrar. En cuanto a la segunda vía que examina las causas y los efectos del movimiento, lo lleva a un terreno más firme. La dinámica, entonces, parece ser el elemento argumentativo más sólido; así, en esta instancia que brinda más seguridad, las connotaciones que posee la palabra fuerza, entendía un concepto que comporta rasgos animistas, y que Newton nos presenta como causa del movimiento, parece no resistir análisis riguroso, ya que en el proceso causa-efecto la vía correcta sólo es válida en una dirección, cual es la que, a partir de los efectos podemos llegar a la causa, mas no al contrario. En este sentido, el argumento que nos da Newton para nosotros es ilegítimo. Ahora bien, la última 134

tentativa que examina, no la fuerza como causa del movimiento sino como efecto de éste, es la más segura de toda la argumentación. El intento que hace un cuerpo en movimiento circular por alejarse de su eje, permite la inferencia o deducción del espacio y tiempo absolutos, pues este conato demuestra que su movimiento es independiente del punto de referencia que se adopte para medir su magnitud. Por ello, Newton señala que el comportamiento del agua en el vaso y la tensión de la cuerda que une las dos esferas, se presentaría de igual forma aun cuando no hubiesen cuerpos o cuerpo alguno respecto del cual o los cuales determinar el fenómeno, pues él en sí mismo, es independiente y absoluto. Hasta aquí Newton parece haber demostrado empíricamente la existencia del espacio y tiempo absolutos, pues el movimiento absoluto que es el fenómeno observable de los experimentos a los que alude, los presupone, este es un movimiento que se puede descubrir experimentalmente y que es susceptible de ser medido. “En esa medida justifica Newton sus conceptos, y el hecho tan a menudo observado por él mismo de que el espacio y el tiempo no caen bajo la observación de nuestros sentidos no lo aflige como el empirista inteligente que es”13. Pero de esta manera llegamos a una extraña conclusión: la imposibilidad de tener una idea concreta, y por así decirlo, tangible de ellos, pues sólo los podemos inferir o intuir. Por su propio carácter natural nos resulta imposible referir el movimiento a ellos, pues el espacio, por su parte, es una entidad homogénea, isotrópica que va desde el infinito hasta el infinito; y el tiempo, por lo que a él respecta, fluye desde la eternidad hasta la eternidad siempre igual e impasible en su ser. Así resulta que la posición de un cuerpo es indefinible en el espacio absoluto, pues esté donde esté podemos decir que es indiferente ya que se encuentra rodeado de espacio infinito absolutamente: el movimiento absoluto a ello nos lleva, de acuerdo con Newton. Pero debido a que en un estado de cosas como este no podemos hablar de que un cuerpo o sistema de cuerpos esté en reposo o en movimiento absoluto, estamos confinados a saber solamente que

13. Burtt, Edwin Arthur. Los fundamentos metafísicos de la ciencia moderna, trad. Roberto Rojo (Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1960) p. 281.

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el movimiento, en efecto, se presenta en el espacio y en el tiempo absolutos pero ineludiblemente tenemos que referirlo a medidas sensibles si queremos tener una determinación de él. El dictado newtoniano que nos invita a abstraernos de los sentidos, ejercicio que es menester realizar en filosofía, conduce a trascender el ámbito de lo verificable y a descubrir, por medio de la razón, un reino profundamente metafísico. Sólo después de elevar un vuelo con el pensamiento y llegar a la inferencia del absolutismo, nos vemos obligados a descender al terreno de lo sensible, de lo físico, de lo contingente en el que, excluidos de la posibilidad de alcanzar la perfección, ya que ésta no la encontramos in rerum natura, tenemos que hacer uso “de los lugares y movimientos relativos en lugar de los absolutos y con toda tranquilidad en las cosas humanas”14. En último análisis, conocemos el absolutismo mediante deducción y así quedamos libres de los prejuicios relativistas. Con todo, el espacio y el tiempo absolutos en Newton quedaron firmemente establecidos en una parte de capital importancia para la comprensión de sus Principia, como lo son las Definiciones. Podemos preguntarnos si Newton llegaría a considerar que en efecto, el espacio y el tiempo absolutos existen y que podemos llegar por inducción a legitimarlos, y detenerse ahí en su convicción; en otras palabras, si consideró que implícitamente los movimientos se deben referir siempre a otras cosas o medidas tangibles. Lo más posible es que la respuesta sea no, ya que en varios sentidos habla, claro está, del movimiento como referido a algo con lo cual relacionarlo de manera sensible; dígase, por ejemplo, un objeto en un barco y el barco respecto de la Tierra y ella con el movimiento en el espacio absoluto15. Otro ejemplo que demuestra su convicción física del absolutismo, lo encontramos cuando nos habla a propósito del centro de gravedad del sistema solar y si éste se encuentra en reposo o movimiento uniforme respecto del espacio absoluto. Así pues, llegamos a saber que el espacio, tal y como lo considera Newton, es una entidad física real de cuyo aspecto absoluto está convencido, a pesar de ser plenamente consciente de su muy polémica posibilidad de verificarlo a entera satisfacción

14. Principios Matemáticos de la Filosofía Natural. p. 129. 15. Burtt, op.cit. p. 282.

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por la vía empírica. De otra parte, nos podemos preguntar si el postular el absolutismo, el cual como se llegó a saber es inverificable experimentalmente, no constituiría una gran contradicción en el corazón mismo de la obra capital del instaurador del método experimental de la física clásica, tanto más cuanto que, como bien podemos recordar de su primera Regla para filosofar que abre el Libro III de los Principia, nos dice: “no deben admitirse más causas de las cosas naturales que aquellos que sean verdaderas y suficientes para explicar los fenómenos;”16 e incluso, sin ir más lejos recordamos su célebre hypotheses non fingo, que aparece en el Escolio General con que cierra sus Principia. Esta afirmación, aunque referida en contra del cartesianismo y con la que da a entender que no operaría de esa manera para elaborar una explicación de la gravitación —su mayor logro pero a su vez el mayor obstáculo para la aceptación de su filosofía natural—, proscribe de la explicación científica las entidades metafísicas, ocultas o trascendentes, y es precisamente lo que el absolutismo demanda, pues como vimos, y para citar sólo un caso en este aspecto, su concepción de la fuerza como causa del movimiento denota que esta noción en Newton está impregnada de la metafísica de su época. Llegamos, pues, a preguntarnos cómo es posible tener una explicación coherente de la inclusión del espacio y el tiempo absolutos en los Principia, nociones éstas que si miramos el análisis posterior que a partir de Newton se hizo, su discusión presupone precisamente lo que está en cuestión. La respuesta a esto y la coherencia de la concepción newtoniana del absolutismo la encontramos al analizar su aspecto ontológico o filosófico. Es sólo de esta manera que un análisis de este asunto puede ser completo y válido si lo que se pretende es valorar precisamente a la figura en su real dimensión histórica. Aquí he de declarar mi clara posición respecto. Pretender abordar la historia de las ideas científicas a partir de los valores y las inquietudes del presente, es la vía más expedita de negarse a comprender el autor y su obra. Así pues que en el caso, digamos, de Newton, el cual se nos

16. Principios Matemáticos de la Filosofía Natural. p. 615.

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presenta desde varias perspectivas como un positivista declarado a partir de, por ejemplo, su explicación matemática de la gravedad (aparentemente evadiendo dar su explicación causal); como el “último de los magos” como lo hace Keynes; como el teólogo hereje que rechaza el dogma trinitario como lo hace Frank E. Manuel; o, incluso como el neurótico hombre casquivano y repulsivo que nos presenta Christianson, no nos es lícito derivar desde una sola de ellas la imagen ascéptica, definitiva si se quiere, de él. Creemos que en el caso que aquí se presenta, el análisis de las subestructuras científicas del absolutismo es el camino correcto para dar cuenta de la historicidad misma de este asunto. Nos referimos al papel que desempeñan en él sus convicciones teológicas y he ahí donde encontramos la dimensión completa de su genio. Sí, física y metafísica que, en el caso del pensamiento científico, confluyen en su forma más elevada.

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