Revista de Ciencias Sociales (Cr) ISSN: Universidad de Costa Rica Costa Rica

Revista de Ciencias Sociales (Cr) ISSN: 0482-5276 [email protected] Universidad de Costa Rica Costa Rica Smith Castro, Vanessa Aportes a la compre

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Revista de Ciencias Sociales (Cr) ISSN: 0482-5276 [email protected] Universidad de Costa Rica Costa Rica

Smith Castro, Vanessa Aportes a la comprensión de la identidad étnica en niños, niñas y adolescentes de grupos étnicos minoritarios Revista de Ciencias Sociales (Cr), vol. II, núm. 96, junio, 2002 Universidad de Costa Rica San José, Costa Rica

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=15309606

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Ciencias Sociales 96: 71-82, 2002 (II)

APORTES A LA COMPRENSIÓN DE LA IDENTIDAD ÉTNICA EN NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES DE GRUPOS ÉTNICOS MINORITARIOS Vanessa Smith Castro RESUMEN

El presente artículo hace una revisión de la literatura internacional sobre identidad étnica en niños y niñas pertenecientes a grupos étnicos minoritarios, resume los principales resultados de investigación empírica en esta área y discute tres enfoques teóricos ampliamente utilizados para el análisis psicosocial de dichos resultados, a saber, la Teoría de la identidad social (Tajfel & Turner, 1979), el modelo bidimensional de aculturación propuesto por John Berry (1984,1997) y los enfoques de la formación de la identidad basados en la teoría de Erikson (1973) sobre la formación de la identidad del yo. La literatura demuestra que el desarrollo de la identidad étnica es un proceso multidimensional y dinámico determinado por factores interindividuales, contextuales y socioculturales. ABSTRACT

The present article reviews international literature on ethnic identity among ethnic minority children, presents a summary of the principal empirical data on this area, and discusses three theoretical approaches widely used in the psychosocial analysis of these results, namely, the Social Identity Theory (Tajfel & Turner, 1979), Berry’s (1984, 1997) bidimensional acculturation model, and ethnic identity formation approaches based on Erikson’s (1973) Ego-Identity Development Theory. The literature shows that the development of ethnic identity is a multidimensional and dynamic process shaped by interindividual, contextual and sociocultural factors.

INTRODUCCIÓN

El estudio de las minorías étnicas costarricenses, en especial del grupo afrocostarricense, ha ocupado un lugar importante en la agenda de investigación de disciplinas como la Historia, la Sociología y la Antropología desde hace más de 20 años. Este interés ha generado valiosa información sobre aspectos como los procesos de integración de este grupo étnico a

nuestro medio (Moreno, 1982; Fernández, 1977), sus aportes a la cultura costarricense (Meléndez & Duncan, 1978), condiciones y estilos de vida de la población negra en Costa Rica (Regueira & Vargas, 1983), su participación política (Fernández, 1977) y el problema del racismo (Duncan & Powel, 1988; Ruiz, 1988). Los resultados de investigación en estas disciplinas apuntan de alguna u otra manera hacia el mismo fenómeno: la generación y regeneración de

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un complejo sistema de discriminación racial dirigido hacia este grupo étnico. Esta problemática sin embargo no parece tener mucha resonancia en la Psicología Social costarricense, lo que se hace evidente en una muy limitada producción de investigaciones al respecto (véase Smith, 1995). Un aporte valioso de esta disciplina a la comprensión de esta realidad consistiría en dos tareas básicas: por un lado en el análisis de los procesos cognitivos y afectivos que están en la base de las relaciones interétnicas y por otro en la investigación sobre las consecuencias de la discriminación y el racismo en quienes son víctimas de ello. La primera tarea se ocuparía de las bases emocionales y cognitivas de la producción de estereotipos y prejuicios que permiten la reproducción subjetiva de la "jerarquía étnica" existente en nuestro medio; mientras que la segunda intentaría analizar la relación emocional y cognitiva de los miembros de un grupo étnico hacia su propio grupo, es decir los procesos de construcción de su identidad étnica. El presente artículo enfoca su atención en este último aspecto. Su objetivo es hacer una revisión de la literatura empírica internacional sobre identidad étnica en niños, niñas y adolescentes pertenecientes a grupos étnicos discriminados, así como discutir algunos enfoques teóricos utilizados para el análisis de tales resultados. Su intención se limita en poner de relieve algunos de estos modelos teóricos, ofrecerlos a la discusión y mover la curiosidad de aquellas y aquellos interesados en romper el silencio de la Psicología Social costarricense ante una problemática harto conocida en nuestro medio.

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(Duncan y Powel, 1988, p. 19). Etnicidad será entendida como el hecho concreto de nacer dentro de un grupo étnico particular, sin excluir la posibilidad de pertenecer a dos o más grupos étnicos (Phinney, 1990). Como se puede observar, etnicidad e identidad étnica son conceptualizadas aquí como dos constructos totalmente diferentes. Mientras que etnicidad es el "marcador" objetivo de la pertenencia a un colectivo étnico, identidad étnica apunta al significado subjetivo de pertenecer a tal(es) grupo(s) étnico(s). Comúnmente, el desarrollo de la identidad ha sido conceptualizado como una tarea básica de la adolescencia, cuyo eje es la integración de identificaciones tempranas, inclinaciones personales y ofrecimientos socioculturales en términos de las posibilidades y limitaciones del medio social (Erikson 1973; Haußer, 1995; Kroger, 1996). En el caso particular de miembros pertenecientes a ciertos grupos étnicos minoritarios o estigmatizados, dicha tarea incluye el enfrentamiento con la discriminación social de sus grupos e implica "decidir" sobre el papel que juega la propia etnicidad en el autoconcepto y en los proyectos de vida (Frable, 1997; Phinney & Rosenthal, 1992). Si bien se puede afirmar que la formación de la identidad étnica se hace relevante en la adolescencia, su desarrollo es un proceso de toda la vida, cuyos precursores se originan en las etapas tempranas del desarrollo. En el caso de niños y niñas se han documentado una serie de procesos cognitivos y emocionales de gran significado para comprender el desarrollo de su identidad étnica. Estos precursores han sido estudiados bajo el nombre de autoidentificaciones, actitudes y preferencias étnicas.

IDENTIDAD ÉTNICA: ASPECTOS CONCEPTUALES

Identidad étnica hace referencia al sentido de pertenencia a un grupo étnico y a la parte de los procesos emocionales, de acción y pensamiento que se derivan del reconocimiento de la propia etnicidad (Phinney & Rosenthal, 1992). Grupo étnico será definido aquí como un grupo humano "que se distingue por tener ciertas características culturales comunes entre sí, pero diferentes a las de otros grupos humanos"

AUTOIDENTIFICACIONES, ACTITUDES Y PREFERENCIAS ÉTNICAS: EL PRO-WHITE-BIAS

Mientras que la autoidentificación étnica hace referencia al uso sistemático de una categoría étnica para referirse a sí mismo, las actitudes y las preferencias étnicas se dirigen hacia la valoración de y la identificación afectiva con tales categorías. Sobre la base de estos procesos se encuentra el desarrollo de la percepción de

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las diferencias étnicas, la habilidad de aplicar tales diferencias al sí mismo y la capacidad de conservación de dicho atributo (Aboud, 1987; Rotheram & Phinney, 1987; Vaughan, 1987). Es común estudiar dichos procesos presentando a los niños y niñas estímulos étnicos (fotografías, dibujos o muñecas de diferentes grupos étnicos) a partir de los cuales se indaga la reacción cognitiva y emocional frente a los reactivos (Brand, Ruiz & Padilla, 1974). Al respecto se ha podido observar que los niños y niñas logran hacer un uso "correcto" de las categorías étnicas aproximadamente a partir de los tres o cuatro años, evidenciándose además una relación entre la edad y los procesos de atribución que conducen a la definición de las personas y al reconocimiento de las diferencias étnicas (Aboud, 1987); en otras palabras, las escalas de percepción, comprensión y explicación de las diferencias étnicas se vuelven más complejas y abstractas con la edad y la experiencia en el mundo. Sin embargo, el resultado de investigación que más controversia ha causado en los últimos 40 años es el llamado pro-white-bias:1 Mientras niños y niñas de los grupos en el poder tienden a generar una fuerte identificación con el endogrupo y desvalorizar al exogrupo, los niños y niñas pertenecientes a grupos étnicos minoritarios y discriminados muestran una cierta tendencia a valorar positivamente a los grupos "mayoritarios" y presentan patrones de identificación bicultural (Clark & Clark, 1939; Horowitz, 1939). Este —a mi juicio mal llamado— "sesgo" ha sido observado en niños y niñas de diferentes grupos étnicos, en diversas latitudes. En Costa Rica, por ejemplo, hemos observado el mismo fenómeno en niños y niñas negros(as) entre nueve y doce años de la zona urbana de Limón, acompañado, sin embargo, de una marcada valoración positiva del sí mismo y de algunas tradiciones culturales del grupo de referencia con-

1.

Los primeros estudios sobre el tema fueron realizados en los Estados Unidos a finales de los años 30, los principales entrevistados eran niños y niñas negros(as), quienes mostraban preferencias y valoraciones positivas hacia los estímulos blancos. De ahí la denominación con que aún hoy se le conoce.

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forme aumentaba la edad de los entrevistados y las entrevistadas (Smith, 1995). A partir de estos resultados se difundió la idea de que pertenecer a grupos socialmente estigmatizados conlleva casi automáticamente a un desajuste emocional y una baja autoestima. La valoración positiva de los grupos dominantes fue interpretada como el deseo de los niños y niñas de ser blancos y la "desidentificación" como la negación del propio grupo étnico, resultado de la frustración y vergüenza (Clark & Clark, 1939; Horowitz, 1939). Se introduce entonces la tesis del "auto-odio" o "identidad dañada" en el discurso sobre la identidad de los miembros de grupos étnicos minoritarios, lo cual fue rápidamente aceptado como un "hecho", a pesar de que las relaciones empíricas entre orientaciones grupales y ajuste emocional están muy lejos de ser concluyentes, y lo que es más, son contradictorias (Cross, 1991). Así, mientras algunos estudios reportan efectos positivos de la identificación con el endogrupo en los procesos de ajuste emocional, otros sugieren una relación positiva entre la identificación con ciertos aspectos de los exogrupos y la autoestima (Phinney, 1991, Phinney & Chavira, 1992). Por lo demás se ha generado una importante discusión sobre los efectos de los materiales-estímulo, del(la) entrevistador(a), del desarrollo individual, las particularidades de los diversos grupos étnicos y los cambios sociohistóricos en las respuestas de los niños y niñas (Aboud, 1987; Banks, 1976; Brand, Ruiz & Padilla, 1974, Brown, 1995; Nobles, 1973).

ENTENDIENDO EL PRO-WHITE-BIAS: ENFOQUES TEÓRICOS PARA EL ESTUDIO DE LA IDENTIDAD ÉTNICA EN NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES DE GRUPOS ÉTNICOS MINORITARIOS

Si bien el pro-white-bias ha sido sistemáticamente observado, todavía no existe claridad sobre lo que significa, sobre sus consecuencias en el desarrollo de la identidad étnica y sus efectos en el bienestar psicológico de los miembros de minorías étnicas discriminadas. Los esfuerzos por dar respuesta a dicho fenómeno provienen de distintas disciplinas, lo que ha enriquecido el debate sobre las relaciones

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individuo-grupo, poniendo de relieve la multidimensionalidad de la identidad étnica. Dentro de los enfoques teóricos más utilizados en la investigación psicosocial de estos fenómenos se destacan la teoría de la identidad social (TIS) propuesta por Tajfel y Turner (1979), los modelos bidimensionales de aculturación psicológica, (Berry, 1984, 1997) y los aportes de la psicología del desarrollo, principalmente el enfoque del desarrollo de la identidad étnica (Cross, 1991; Phinney, 1989).

LA TEORÍA DE LA IDENTIDAD SOCIAL

Tajfel y Turner (1979) conciben la identidad social como la parte del autoconcepto que se deriva de la particular relación con ciertas categorías o grupos sociales. Su idea de autoconcepto se fundamenta en dos premisas básicas: en primer lugar, los autores suponen que el autoconcepto es una estructura cognitiva formada a partir de los procesos de categorización del sí mismo y de los otros sobre la base de las similitudes y diferencias. Dicha estructura contiene dos subsistemas hipotéticos: (a) la identidad personal, referida a los aspectos idiosincrásicos de los individuos y (b) la identidad social, que incluye el reconocimiento, la relación y la valoración del sí mismo sobre la base de la pertenencia a grupos sociales. En segundo lugar los autores le atribuyen a los seres humanos la motivación de preservar una imagen coherente y positiva del sí mismo, lo cual es alcanzado en parte mediante la pertenencia a determinados grupos sociales. De aquí se deriva la necesidad de valorar a los grupos de referencia de manera positiva. Ahora bien, la valoración del propio grupo resulta de la comparación con otros grupos sociales relevantes (comparación social)2 y de la búsqueda de dimensiones de comparación en

2.

Como bien apuntan Mummendey y Simon (1997) los criterios de comparación no se limitan a la comparación social, una valoración positiva resulta también de la comparación del grupo consigo mismo a través del tiempo o con un criterio superior o standard. Sin embargo parece que el objeto de comparación más frecuentemente utilizado es el exogrupo.

donde el propio grupo obtenga una "ganancia valorativa". Tajfel y Turner (1979) sugieren que estos procesos motivacionales generan en parte la tendencia a favorecer al propio grupo y a desvalorizar a los otros grupos. Así, la necesidad de una identidad social positiva explicaría la fuerte identificación con el endogrupo y la tendencia a discriminar a los exogrupos que muestran los niños y niñas de los grupos privilegiados. Si esto es así, ¿cómo entender entonces el pro-white-bias? Según Tajfel y Turner (1979) los individuos tienden a permanecer en sus grupos de referencia siempre y cuando estos les aseguren una identidad social y por consiguiente una visión del sí mismo coherente y positiva. Ahora bien, si un grupo (a raíz, por ejemplo, de la discriminación social o el racismo) no provee a sus miembros de una identidad social positiva, estos tenderán a desarrollar estrategias individuales o colectivas para "mejorar" su estatus e identidad social. Dentro de tales estrategias se cuenta: (a) el abandonar o distanciarse psicológicamente del grupo (desidentificación); (b) elegir otros grupos de comparación, de tal manera que el propio resulte positivamente evaluado; (c) la revaloración de los atributos del endogrupo (Black is beautiful) o bien (d) la confrontación directa con los grupos dominantes, por ejemplo las luchas por la reivindicación de los derechos de las minorías discriminadas (Tajfel, 1982; Banaji & Prentice, 1994). Estas estrategias no están sujetas exclusivamente a las motivaciones individuales, dependen también de las relaciones intergrupales y la jerarquía del estatus social de los grupos. Tajfel (1982) sugiere que la jerarquía es percibida y experimentada de —por lo menos— tres formas distintas: (a) la jerarquía social puede ser vista como inestable o estable, uno de los ejemplos más claros de estabilidad queda representado en el extinto apartheid sudafricano; (b) la jerarquía puede ser percibida como legítima o ilegítima, un caso de legitimidad percibida queda plasmado en las relaciones de género en algunos países islámicos; y (c) las barreras entre los grupos son suficientemente permeables como para permitir el cambio individual de un grupo a otro, lo que es denominado movilidad social. Dependiendo de la estabilidad, legitimidad y "permeabilidad"

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de las relaciones intergrupales se activarán las estrategias anteriormente citadas y se espera que ellas tengan efectos en la percepción personal y grupal (Tajfel,1982). Desde esta perspectiva teórica el pro-white-bias podría ser entendido como una de las tantas estrategias de enfrentamiento frente al estigma social, las cuales no necesariamente deben ser vistas como desajustes emocionales, tal y como se propone desde la tesis del auto-odio o identidad dañada. Uno de los aportes más valiosos de este modelo a la comprensión de la identidad étnica de miembros de grupos discriminados consiste en hacer evidente que los individuos no son víctimas pasivas del estatus social de sus grupos, sino que emplean estrategias de movilidad y cambio social. Por otro lado, su distinción entre identidad personal y social, permite explicar muchas de las inconsistencias en los resultados de las investigaciones que buscan una relación directa y simple entre la pertenencia a un grupo discriminado y el ajuste emocional (véase Cross, 1991, para una revisión de tales inconsistencias empíricas). La relación entre identificación o desidentificación con el propio grupo de referencia y una baja o alta autoestima es compleja y depende del significado particular de pertenecer a un grupo social determinado, de las relaciones intergrupales y las estrategias de enfrentamiento a dichas relaciones. La identidad étnica debe ser estudiada, entonces, en el marco de las relaciones interétnicas y sus transformaciones. Los efectos de tales transformaciones en el desarrollo de la identidad han sido ya claramente documentados. Cross (1991), por ejemplo, ha demostrado que el pro-white-bias aparece de manera más frecuente en investigaciones realizadas entre 1939 y 1960, mientras que las actitudes positivas e identificación con el endogrupo son reportadas más frecuentemente en investigaciones realizadas alrededor de 1968, precisamente en tiempos de las luchas por los derechos civiles, del Black Power y los movimientos pacifistas. Lamentablemente, en la recepción de esta perspectiva teórica se ha otorgado un exagerado valor a la necesidad de un sí mismo coherente y positivo como motor de la conducta intergrupal, dejando de lado la multidetermina-

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ción de la acción humana y descuidando de paso otros presupuestos fundamentales del modelo. La sobrevaloración de la hipótesis de la autoestima (Hogg & Abrams, 1990) llevaría por lo demás, a la trágica conclusión de que frente a la discriminación y el prejuicio no hay mucho que hacer, pues "es" parte fundamental de las motivaciones humanas. Sin embargo en varias investigaciones experimentales se ha demostrado que solamente en circunstancias muy específicas tales estrategias producen cambios en la autoestima y que la existencia de otras dimensiones de comparación pueden hacer superflua la comparación social (Brown, 1995; Crocker & Luhtanen, 1993; Mummendey & Simon, 1997; Wagner, 1994).

CONTACTO INTERCULTURAL Y ACULTURACIÓN

Uno de los aspectos que más llaman la atención del discurso del "auto-odio" es la idea de que una valoración positiva de otros grupos es consecuencia del descontento con las tradiciones del propio grupo, como si el etnocentrismo fuera un signo de "buen ajuste psicológico". En sociedades pluriculturales como las nuestras es totalmente plausible que los niños y niñas encuentren en otras tradiciones símbolos con los cuales identificarse y que acepten los valores de los grupos dominantes, en tanto que estos gozan de mucho prestigio social. ¿Se hace necesario, entonces, elegir entre dos tradiciones culturales? ¿Qué efecto tienen el biculturalismo en los procesos de percepción y valoración del sí mismo? En la psicología de la comparación cultural se ha tratado de dar respuesta a estos fenómenos por medio del concepto de aculturación psicológica. Mientras la aculturación hace referencia a las transformaciones culturales surgidas cuando dos o más sistemas de tradiciones entran en contacto, la aculturación psicológica apunta a los cambios que experimentan los sujetos en su identidad étnica, sus actitudes, valores y sus conductas durante este proceso (Berry, 1984, 1997; Bourhis et al., 1997). Actualmente los estudios en esta línea se concentran en los procesos de cambio experimentados por las minorías étnicas, grupos autóctonos,

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inmigrantes o refugiados ante la cultura dominante en los Estados-Nacionales plurales modernos3. Una de las perspectivas más popularizadas hasta ahora es el modelo lineal de aculturación. Desde esta perspectiva la aculturación es vista como un continuo, en donde uno de los polos es el rechazo de otras tradiciones culturales, con el fin de mantener la propia cultura y el otro es la total asimilación de la cultura dominante a costa de las tradiciones particulares. El punto medio de esta dimensión es el biculturalismo, considerado como una fase intermedia hacia la inevitable asimilación. En este mismo sentido podría ser interpretado el pro-white-bias, como parte de los efectos de la aculturación. Así, desde este modelo, la identidad étnica es monolítica, no dando cabida a la coexistencia o síntesis de tradiciones y valores provenientes de distintos sistemas culturales. Como respuesta a las limitaciones de esta perspectiva se han desarrollado modelos bidimensionales de aculturación, en los cuales la relación subjetiva con la propia cultura y la incorporación de aspectos del exogrupo son considerados como dimensiones independientes. Uno de los modelos más influyentes en la in-

vestigación sobre aculturación ha sido propuesto por John Berry (1984, 1997). En su trabajo, Berry se ocupa de dos preguntas básicas: (a) ¿qué tan importante es para una persona mantener su identidad étnica y preservar las tradiciones del grupo de referencia? y (b) ¿qué tan importante es para ella el contacto con otros grupos (y asumir las tradiciones "ajenas")? Para el caso específico de la identidad étnica, el modelo podría ser traducido en términos del grado de identificación con el grupo de referencia y/o con la cultura dominante. La figura 1 presenta el modelo bidimensional de aculturación propuesto por Berry (1984, 1997) aplicado a la identidad étnica. Cómo se puede ver en la cuadro 1, dependiendo de la relación que establezcan los sujetos con el endogrupo y el exogrupo, se distinguen cuatro estrategias, orientaciones o tipos de aculturación: integración o biculturalismo (cuadrante I), la cual representa fuertes vínculos con ambas culturas; asimilación (cuadrante II) que se refiere a la identificación exclusiva con la cultura dominante; separación (cuadrante III) la cual indica una fuerte identificación con el propio grupo y el rechazo al contacto con otros grupos, y marginalización (cuadrante IV), referida a la imposibilidad

CUADRO 1 MODELO BIDIMENSIONAL DE ACULTURACIÓN APLICADO A LA IDENTIDAD ÉTNICA Identificación con la cultura dominante

Fuerte

Débil

Identificación con el grupo étnico de referencia Fuerte

Débil

I integración biculturalismo

II asimilación

III separación

IV marginalización

Fuente: Berry (1984).

3.

Berry (1997) utiliza el término "plural societies" para hacer referencia a los Estados-Naciones en donde coexisten diversos grupos étnicos. Con ello

no se hace referencia ni al tipo de interacción entre los diversos grupos, ni al marco institucional y legal que los cobija.

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de establecer vínculos ni con el grupo de referencia, ni con la cultura dominante. Las consecuencias psicológicas del proceso de aculturación han sido objeto de varias investigaciones en el área de la salud (véase Phinney, 1991 para una revisión detallada de esta literatura). Berry (1997) sugiere que la experiencia de aculturación está acompañada de cierto grado de estrés (acculturative stress), el cual depende en alguna medida de las estrategias de aculturación. Así, por ejemplo, la marginalización podría tener consecuencias negativas en la calidad de vida de las personas, si esta es experimentada como una especie de anomia y por consiguiente acompañada de sentimientos de desorientación y ansiedad, mientras que la estrategia de integración o biculturalismo está asociada con cierto grado de flexibilidad, tolerancia y mayores beneficios para la autoestima (véase Bourhis et al.; 1997; Phinney, 1991). Ahora bien, las estrategias o tipos de aculturación y sus consecuencias psicológicas dependen a su vez del tipo de contacto entre los grupos (procesos históricos de integración de las minorías), de las características de los sistemas sociales y sus políticas en relación con la integración de los diversos grupos (estados asimilacionistas, separatistas o multiculturales) y del estatus social y organización del grupo de pertenencia, por mencionar solo algunos factores socioestructurales. En síntesis, los procesos de aculturación pueden ser vividos de diversas maneras y dependen de una compleja red de factores psicosociales. Así, el pro-white-bias podría ser interpretado como parte de las competencias biculturales que desarrollan los niños y niñas de grupos étnicos minoritarios y al parecer niños y niñas que crecen en contacto con dos o más culturas muestran, en algunos casos, una mayor adaptabilidad (Rotheram & Phinney, 1987).

LOS MODELOS DE DESARROLLO DE LA IDENTIDAD ÉTNICA

Tanto la teoría de la identidad social como los modelos de aculturación psicológica demuestran que la identidad es multidimensional, dinámica y que debe ser investigada en

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el contexto de las relaciones intergrupales. Pero además, la identidad étnica depende de cambios intraindividuales, es decir del desarrollo de las competencias que permiten al sujeto reconocerse como persona y miembro de un grupo étnico. Es sorprendente observar con qué facilidad los teóricos de la "identidad dañada" generalizaron sus resultados de investigación llevados a cabo con niños y niñas a adultos y grupos enteros sin tomar en cuenta las transformaciones de la identidad étnica a lo largo del desarrollo individual. La investigación en el marco de la psicología del desarrollo se ha ocupado de tales transformaciones, relativizando de paso algunas conclusiones apresuradas sobre la identidad étnica de los miembros de grupos discriminados. En relación con los precursores de la identidad étnica, la investigación ha producido un gran número de modelos de desarrollo de las actitudes y preferencias étnicas en niños y niñas preescolares y escolares (Aboud, 1987; Cross, 1991; Katz, 1987; Porter, 1971; Vaughan, 1987; Zajonc, 1980). A modo de ejemplo, se resumen tres de ellos en el cuadro 2. Como se puede observar, estos modelos presentan diferencias en la conceptualización del fenómeno estudiado. Porter (1971) se ocupa del desarrollo de las preferencias étnicas; Katz (1987) de la percepción y valoración de las diferencias étnicas y Aboud (1989) de las autoidentificaciones étnicas. Sin embargo, todos estos modelos suponen una lógica de desarrollo similar al describir una secuencia de cambios en la habilidad de percibir e interpretar las diferencias étnicas que llevan a la consolidación de la noción de pertenencia étnica. Estos cambios dependen de la edad de los niños y niñas y de la adquisición de habilidades cognitivas e interactivas como la capacidad de comprender fenómenos físicos como conservación y la causalidad. A nivel del contenido de tales actitudes y preferencias se ha observado que a mayor edad, aumentan las actitudes positivas y la identificación con el endogrupo (Spencer & Markstrom-Adams, 1990). En otras palabras, el pro-white-bias tiende a desaparecer conforme aumente la edad y en este sentido las investigaciones sugieren que las actitudes positivas

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CUADRO 2 MODELOS DE DESARROLLO DE ACTITUDES Y PREFERENCIAS ÉTNICAS Etapas

Porter (1971)

0

Aboud (1987)

Observación temprana de señales raciales (0-3)*

1

Percepción de las diferencias de color (3)

2

Actitudes raciales incipientes (4)

3

Fuertes preferencias sociales acompañadas de argumentaciones (5)

4

Katz (1987)

Formación rudimentaria de conceptos sobre grupo étnico (1-4)

Afiliación étnica no percibida

Percepción de los grupos étnicos Consolidación del concepto de grupo étnico y reconocimiento de las diferencias entre los grupos (5-7) Cristalización de las actitudes étnicas (8-10)

Percepción de la afiliación al grupo étnico de referencia

Curiosidad por otros grupos étnicos

Fuente: Modificado de Rotheram & Phinney (1987), Table 1.1. * La edad aproximada propuesta por los autores está indicada entre paréntesis.

hacia los grupos mayoritarios no significan necesariamente desidentificación con o rechazo del propio grupo. Se sugiere entonces que el desarrollo cognoscitivo, la adquisición de la toma de perspectiva y los avances en el desarrollo moral se reflejan en un mayor conocimiento del sí mismo, del propio grupo y de las relaciones intergrupales, observándose una mayor conciencia de pertenencia conforme aumenta la edad y la experiencia en el mundo. En relación con el desarrollo de la identidad étnica en adolescentes, la literatura también evidencia una creciente producción de propuestas sobre su lógica de desarrollo. Muchos de estos modelos, sin embargo se han desarrollado para describir las transformaciones de la identidad étnica de miembros de grupos étnicos específicos. Un modelo general, aplicable a varios grupos étnicos, ha sido propuesto por Phinney (1989). Phinney entiende la formación de la identidad étnica de manera similar al desarrollo de la identidad del yo propuesto por Erikson (1973); es decir como un proce-

so que tiene lugar a través del tiempo en donde las personas exploran su etnicidad y toman decisiones sobre el papel que ella jugará en sus vidas. La autora establece tres etapas en la formación de la identidad étnica. La primera etapa, denominada identidad étnica no examinada, se caracteriza por la ausencia de una exploración y toma de decisiones en relación con la etnicidad. Sigue a esta etapa un período denominado búsqueda de identidad étnica, que se caracteriza por la fuerte exploración de la etnicidad, provocado por las experiencias sociales y caracterizado por la participación activa en la búsqueda de información sobre el propio grupo étnico. Finalmente Phinney nos sugiere que el resultado de este proceso de búsqueda es la internalización de la propia etnicidad, una comprensión y apreciación más profunda de la propia identidad y el sentimiento de unidad y coherencia interna en tanto miembro de un grupo étnico. Esta etapa es definida como identidad étnica internalizada. Tal culminación requiere del enfrentamiento y negociación con

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dos problemas básicos para los miembros de ciertos grupos minoritarios: a saber las diferencias culturales entre ellos y los grupos dominantes y la posición social de desventaja en que se encuentran. La "resolución" de tales problemas surge no sólo de la experiencia y el desarrollo individual sino también de las experiencias históricas de los grupos sociales (Phinney, 1989, 1990). Uno de los resultados de investigación más interesantes dentro de esta línea de trabajo es la relación positiva entre desarrollo de la identidad étnica y autoestima. Personas ubicadas en la etapa de la identidad étnica internalizada expresan mayores niveles de satisfacción personal y autoestima que aquellos que no han "trabajado" su etnicidad. En este mismo sentido se han observado también relaciones positivas entre identidad étnica, tolerancia y actitudes positivas hacia los exogrupos (Cross, 1991; Helms, 1990; Phinney, 1991; Phinney & Alpuria, 1990; Phinney & Chavira, 1992; Rosenthal, 1987; Verkuyten, 1995). Cómo se puede observar, la identificación con un grupo étnico discriminado, no lleva necesariamente a un desajuste psicológico, ni es sinónimo de odio hacia los exogrupos.

IDENTIDAD ÉTNICA EN NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES DE GRUPO ÉTNICOS MINORITARIOS: COMENTARIOS FINALES

El interés primordial del presente artículo ha sido presentar y discutir la literatura internacional sobre el desarrollo y construcción de la identidad étnica en niños, niñas y adolescentes de grupos étnicos minoritarios. Esta investigación bibliográfica muestra de manera clara que la formación de la identidad étnica es un proceso multidimensional y dinámico, en donde la integración de la etnicidad en las percepciones del sí mismo depende de: (a) aspectos socioculturales como el estatus social, la estructura, tamaño y organización de los grupos étnicos particulares, así como de las relaciones interétnicas a lo interno de las sociedades; (b) el contexto inmediato, como la familia, la escuela, la zona de residencia y los grupos de pares y (c) los factores interindividuales ligados a la

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identidad personal que incluyen el desarrollo particular de capacidades cognitivas y emocionales, las inclinaciones y gustos personales y la autoestima. En Costa Rica, un país pluriétnico por excelencia, poco sabemos sobre las bases psicosociales de la diversidad étnica de los costarricenses. En el pasado reciente, importantes esfuerzos se han llevado a cabo con el fin de llenar este vacío (Caamaño, 2001). La relevancia y complejidad de la temática exige darle seguimiento a estos esfuerzos. Tal complejidad requiere de un análisis también multidimensional y dinámico a partir de la integración de diversas perspectivas dentro y fuera de la psicología social. Programas de investigación interdisciplinarios se hacen entonces urgentes. En el campo metodológico también son requeridas técnicas de recolección y análisis complejas. La combinación de técnicas cuantitativas y cualitativas, la comparación intercultural y sobre todo la investigación de grupos étnicos fuera de los Estados Unidos representarían grandes avances en la comprensión de los fenómenos ligados a la etnicidad. Finalmente, más allá de las necesidades teóricas y metodológicas, una tarea que no podemos postergar es la promoción de la investigación en esta línea dentro de nuestro medio; no sólo con el fin de comprender las particularidades de la construcción de la subjetividad en la diversidad cultural costarricense, sino también con el objetivo de promover el respeto a lo diferente, una tarea que se va haciendo cada vez más urgente para una psicología que parece haber olvidado las particularidades étnicas.

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