REVISTA UNIVERSUM. Universidad de Talca. El ESFUERZO DEL ARTE MOSAICO ABSIDAL DE LA CATEDRAL DE SAN AMBROSIO DE LINARES. Vittorio di Girolamo (*)

REVISTA “UNIVERSUM” Universidad de Talca El ESFUERZO DEL ARTE – MOSAICO ABSIDAL DE LA CATEDRAL DE SAN AMBROSIO DE LINARES Vittorio di Girolamo (*) Uno

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REVISTA “UNIVERSUM” Universidad de Talca El ESFUERZO DEL ARTE – MOSAICO ABSIDAL DE LA CATEDRAL DE SAN AMBROSIO DE LINARES Vittorio di Girolamo (*) Uno de los monumentos arquitectónicos más interesantes de la Región del Maule, es la catedral de Linares. El imponente edificio refleja, con admirable adaptación, las mejores tradiciones del arte religioso europeo. El concepto y significado del espacio y su rico repertorio iconográfico dan fe de una obra equilibrada en sus valores formales y simbólicos. Su arquitecto fue Carlos Bresciani. A Giulio di Girolamo se le encomendó la realización de los mosaicos del ábside y los revestimientos marmóreos de parte del edificio, trabajo en el que comprometió su mejor esfuerzo creativo en tierras chilenas. La obra realizada por Giulio di Girolamo en la Catedral de Linares, constituye una referencia ineludible del brillante aporte al arte y la cultura nacional por parte de la familia di Girolamo. (*) Ex-Vicerrector de Extensión, Universidad de Talca.

La rica herencia de la arquitectura religiosa de Italia, y la cultura de la greda que caracteriza, no exclusivamente, la zona de Linares; sugirieron al arquitecto Carlos Bresciani la forma y la materia de la Catedral de esa ciudad. El ladrillo y la teja son elementos básicos, y a la vez módulos, dignos para constituir el rostro, el tronco y el cráneo de un cuerpo arquitectónico que debe cobijar a la acción litúrgica. Esto fue válido hace 1700 años, es válido hoy, y lo será en el futuro. Es lo que creía Bresciani. Y lo que creíamos mi padre, yo y mis dos hermanos. La coincidencia de nuestras opiniones favoreció la amistad entre Carlos y todos nosotros. Los di Girolamo nos encontramos por primera vez con él un día de 1950, después de que el monje benedictino y pintor Fray Pedro Subercaseaux, que habíamos conocido a nuestra llegada a Chile, nos presentara a él como sus ayudantes para terminar las pinturas en la Iglesia del Sagrado Corazón de Avda. El Bosque, de la cual Bresciani es el arquitecto.

Giulio di Girolamo

Dos años después, Carlos y su amigo Manuel Marchant Lyon, Decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso, me pidieron que fuera su ayudante en los talleres que dirigían en ella. Durante los viajes semanales al puerto, en el automóvil de Bresciani, pude debatir con él sobre temas de Arte y de Arquitectura, y comentar las valiosas colaboraciones artísticas de mi padre en sus obras principales. Supe de esta manera que la tradición y la modernidad clamaban en Carlos con la misma potencia. Y que la Catedral de Linares era su intento de reeditar los valores de la arquitectura románica italiana; dejando, eso sí, que su sensibilidad de hombre moderno volviese a presentarla con una mezcla de respeto y de libertad. San Ambrogio en Milán (1140), fue el modelo de Carlos para concebir la Catedral. Pero oía también las voces de Ravena. Porque el Mausoleo de Galla Placidia (420), el Bautisterio de los Ortodojos (449), San Apollinare Nuovo (493) y San Apollinare in Classe (534), son cortezas de ladrillos cuya piel interior resplandece, tatuada, o revestida de mosaicos. Carlos y el entonces Obispo Mons. Augusto Salinas, estuvieron de acuerdo en dar al edificio principal de Linares el mismo esplendor interior de una iglesia de Ravena. Y encargaron a mi padre los mosaicos del ábside y los revestimientos marmóreos desde los dos ambones hasta el coro y el trono (“schola cantorum” y “cathedra”). Giulio di Girolamo empezó la obra inmensa, compartiendo su espontaneidad creativa con la frialdad de las operaciones matemáticas; porque, junto con pintar los muchos bocetos, se apartaba en un mundo de mediciones interminables de las superficies cilíndricas y esféricas, y en los cálculos de las cantidades exactas de los cubitos de mármol y de vidrio que debían cubrirlas. Miles, digo miles, de dibujos (lineales y con claroscuro), de bocetos en colores (con acuarela témpera y lápices) y pequeñas maquetas, cubrieron por más de seis años las paredes, las mesas y los muebles de su taller y de su escritorio. Gran parte de estos documentos constituyen hoy un archivo valiosísimo que debiera ser conservado en una Biblioteca de la Región del Maule. Una de las maquetas a escala, la definitiva, ha sido salvada por el pintor linarense y amigo de mi padre Pedro Olmos, quien la incorporó al Museo de la ciudad cuando fue su inteligente y dedicadísimo Director. Después de los bocetos y de los cálculos matemáticos, siguieron los cinco años de ejecución manual de la obra. Cientos de miles de piedrecillas quebradas con las tenazas para ser ajustadas sobre los papeles dibujados. Callos, y después llagas. Y vendas, las incómodas defensas que entorpecían los dedos. Vendas en las manos de mi padre y de mi madre. 6

Mosaico Absidal de la Catedral de San Ambrosio de Linares

Y los viajes a Linares, detrás de la camioneta que transportaba los trozos de mosaicos terminados. Y la cuidadosa colocación sobre la pared del ábside. Sorpresas, siempre. Porque, al quitar el papel, aparecían las imágenes al derecho, por primera vez desde que nacieron en los bocetos. Los rostros de los Santos, las alas de los animales simbólicos, los pliegues de las túnicas, como escamas de piedras preciosas, habían sido pegadas al revés en el taller de mi padre. Junto con el muro del ábside, tomaban forma y se revestían de colores el trono episcopal, el coro, el pavimento, el altar, el ciborio y los ambones. Todos los mármoles extraídos de la Cordillera de los Andes y cortados magistralmente por Brizzi, mago de la piedra. Cada vez que vuelve a Chile, mi padre viaja a Linares para estar solo, un largo rato con su obra. Sentado en un banco como anónimo feligrés, murmura: “Mi sento schiacciato”: “me siento aplastado”. Sensación de quien ha sumado pacientemente las pequeñas partículas de un conjunto grandioso, durante dos mil días; y que solamente al término de la fatiga puede abarcar con una mirada la dimensión sobrehumana de la obra. MOSAICO ABSIDAL DE LA CATEDRAL DE SAN AMBROSIO DE LlNARES INFORME SOBRE EL CONCEPTO Y DESARROLLO DE LA OBRA

En el estudio de las figuraciones para el mosaico del ábside se ha tenido presente, en primer lugar, el triple objeto de la originaria institución de las imágenes en los templos, según santo Tomás de Aquino : “para enseñar a los incultos, a fin de que sean instruidos por medio de ellas, como si fueran libros; para que queden más firmes en la memoria el misterio de la Encarnación y los ejemplos de los santos, con su presencia diaria ante los ojos; a fin de estimular el sentimiento de devoción, que más eficazmente se excita a través de las cosas vistas que de las oídas.”1 El concepto que informa la composición del mosaico trasciende, por lo tanto, el simple intento figurativo para adquirir un valor de significado espiritual y místico, al proponerse instruir a los fieles en las verdades que se refieren a Cristo y a la Iglesia militante, de estimular las almas a la conquista de las virtudes, y de prefigurar los 1

“Fult autem triplex ratio institutionis imaginis in Ecclesia. Primo, ad instructionem rudium, qui eis quasi quibusdam libris edocentur. Secundo ut incarnationis mysterium et sanctorum exempla magis in memoria essent, dum quotidie in oculis repraesentantur. Tertio ad excitandum devotionis affectum, qui ex visis efficacius excitatur quam ex auditis.” (S. Tomás, IV Sent., L, III.) “Hubo una raz6n triple por instituir la imagen en la Iglesia. Primero para instruir a los incultos quienes son enseñados por ellas como por ciertos libros. Segundo para fijar más en su memoria el misterio de la encarnaci6n y los ejemplos de los santos, mientras están desplegados diariamente ante sus ojos. Tercero para incentivar su inclinaci6n hacia la devoci6n: inclinaci6n que es incentivada más eficazmente por cosas vistas que por cosas oídas.”

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advenimientos gloriosos de la patria celestial. Cristo, la SS. Virgen, los santos, quieren con sus imágenes exhortar a imitarlos, amonestar, inspirar confianza y amor en quien las contempla; y conducir a través del camino del arte, a la conquista de la inmortal belleza de Dios.2 En este sentido el mosaico del ábside no es sino uno de los elementos artísticos del presbiterio: ambones, altar mayor, ciborio, berna, lámparas, han sido concebidos por nosotros como parte integrante de un conjunto único e indisoluble, en el cual cada uno quiere concurrir a expresar el contenido de la gran oración eucarística, comprendida entre el Gloria y la doxología final. A ese fin se ha tratado de conseguir la necesaria coherencia formal y estilística entre sendos elementos arquitectónicos y decorativos. Después de la paz constantiniana los cristianos, salidos de las tinieblas de las catacumbas a la luz del sol, comenzaron a construir sus iglesias, inspirándose en la basílica romana, aunque no haya prueba de ello, somos propensos a pensar que en la elección haya estado presente la etimología de la palabra. Con frecuencia se halla en Eusebio la expresión “óikos basíleios” o “basiliké” para significar morada real, con alusión a la presencia misteriosa de la divinidad. Si acercamos a este término de basílica los testimonios primitivos cristianos con referencia al reino celestial, hallamos que hay una concordancia de significados. Y, ya que la morada real del cielo está concebida como la asamblea de los elegidos, llegados a ser inmortales por Cristo, ponemos en relieve el paralelo con los fieles en la tierra que se reúnen alrededor de la mesa donde Cristo diariamente reaparece en la renovación del sacrificio. Con lo que la basílica, como morada real, nos inspira el concepto del Cristo Rey, Rey del cielo qué tiene su mansión terrestre en el templo cristiano, que en sus orígenes fue la basílica. En el lugar de honor de nuestro templo y en el centro de la cuenca absidal hemos colocado, por lo tanto, “grande en extremo, revestido de gloria y majestad, envuelto en luz” (Salmos, 103,1), entre las nubes del cielo, en el momento de su parusía, el Cristo Pantocrátor, “Rey de los reyes y Señor de los señores” (Ap. 19, 16). La paloma del Espíritu Santo vuela por encima del nimbo cruzado divino, signo de apoteosis. 2

San Juan Damasceno, defendiendo el culto debido a las sagradas imágenes dejó escrito: “Proinde etiam loquuntur, nec mutae prorsus sunt omnisque sensus expertes, uti gentium idola. Omnis enim pictura quam in ecclesia legimus, aut Christi ad nos demissionem, aut Dei Genitricis miracula, aut sanctorum certamina et res gestas, velut imagine eloquente enarrat, sensumque ac mentem aperit, ut miris eos infandisque modis imitemur” y Cyrillus Alexandrinus, (+ 444) dice: “Etiamsi facimus imagines piorum hominum, non tamen ut eas adoremus tamquam Deos, sed ut, lis inspectis, ad ipsorum simulationem impellamur; ídem autem Christi imaginem facimus, ut mens nostra ad Illius amorem excitetur.” “Por esto hablan aún, y adelante no son mudos y desprovistos de todo sentido, como son los ídolos de los pueblos. Pues todo cuadro que vemos en la iglesia nos cuenta o el abatimiento de Cristo, o los milagros de la madre de Dios, o las luchas y los logros de los santos, como con una imagen elocuente, y abre el sentido y la mente, para que imitémoslos en maneras maravillosas y asombrosas.” “Aunque hacemos imágenes de hombres piadosos, sin embargo no es para que las adoremos como Dioses; sino para que después de mirarlas, nosotros seamos alentados a imitarlos. Mas por la misma raz6n hacemos una imagen de Cristo para que nuestra mente sea movida hacia amor de Él.”

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Mosaico Absidal de la Catedral de San Ambrosio de Linares

El Eterno Padre, expresado por la quirofanía, emerge de la órbita celeste, sosteniendo la doble corona de Rey del cielo y Rey de los mártires sobre la cabeza del Hijo. El Hijo del Hombre está sentado sobre un globo azul estrellado, símbolo del universo creado, en túnica y palio, con la diestra bendiciendo, y la izquierda posada sobre un libro abierto en el cual está escrito : “REX EGO SUM COELI - POPULUM QUI DE MORTE REDEMI”3. Es el Rey del cielo, al cual pertenece la realeza divina sobre toda la creación, y sobre su pueblo que con su sacrificio ha rescatado a la vida eterna. En efecto, el carácter más saliente de la personalidad teándrica de Jesús es aquel de Redentor. En el rostro y en su actitud se ha intentado, por lo tanto, expresar el misterio humano y divino de la redención, la fuerza y la serenidad del Juez justo, misericordioso, reconciliador, redentor y salvador. En los extremos de la vasta auréola en forma de almendra, lo escoltan las figuras de los cuatro animales de la visión de Exequiel (1,5 - 10) y de San Juan (Apoc. 4,7), símbolos de los evangelistas Mateo, Juan, Lucas y Marcos. Es sabido que en la primitiva iconografía cristiana los cuatro animales han significado los cuatro aspectos de la naturaleza humana de Cristo, en correspondencia con los cuatro principales momentos de su vida terrenal: nacimiento, muerte, resurrección, ascensión4. Con el tiempo los dos símbolos se fundieron, convirtiéndose los mismos evangelistas en alegorías de los cuatro momentos, tomando la forma del símbolo del acontecimiento más ampliamente desarrollado por cada evangelista. A los lados de la almendra, dos por costado, cuatro ángeles rodean al Cristo, ostentando instrumentos y símbolos de su Pasión y de nuestra redención: la corona de espinas, el látigo, los clavos, el cáliz con la Preciosa Sangre. (Ap. 1,5)5. Bajo el Cristo, en una almendra en cuya cumbre brillan doce estrellas (Ap. 12,1), entre el cielo y la tierra sembrada de lirios: “umile ed alta piú che creatura, termine fisso d'eterno consiglio” (Dante, D. C. III, 33, 2 - 3)

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“Yo soy el rey del cielo. El pueblo que yo rescaté de la muerte”. “Christus erat hamo naseando, vitulus moriendo, leo resurgendo, aquila ascendendo.” (Honorius d'Autun, siglo XII). “Por haber nacido, Cristo era hombre; por haber muerto, ternero; por haberse resucitado, león; por haber ascendido, águila.” 5 “... nos a priore amaritudine et diabolica servitute per sanguinem pretiosum redemptos liberavit.” (Eusebio de Cesarea, siglo III-IV. Epistolam ad Constantiam Augustam). “Por su preciosa sangre El nos liberó y rescató de la amargura anterior y de la esclavitud del diablo”. 4

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Mosaico Absidal de la Catedral de San Ambrosio de Linares

Está la SS. Virgen, predestinada por Dios ab aeterno a la altísima dignidad de Madre del Cristo Redentor. Ella es aquí la que era para el cristiano de oriente: “Hogétreia”; Conductora, y “Eléousa”; Mediadora universal de todas las gracias otorgadas a los humanos. Por tanto, Ella abre sus brazos en un amplio gesto de protección y de oración al mismo tiempo, fuente viva de esperanza para todos los que confían en Ella por la magnitud de su potencia y de su misericordia. A sus pies, la leyenda “OFRENDA DEL PUEBLO DE DIOS”, muy oportunamente dictada por su S. E. el señor Obispo diocesano, alude no sólo a la oferta de la obra a Dios en su honor y gloria, sino también a la ofrenda eucarística, implicando la idea del agradecimiento contenido en el Prefacio, por todo lo que nosotros, pueblo santo de Dios, hemos recibido de El, y que es objeto de nuestra esperanza: la obra de nuestra salvación que culmina con la muerte y resurrección de Cristo. Bordean en lo alto la almendra los arcángeles Gabriel: “Hombre de Dios”, el ángel anunciador de la Salvación, y Miguel: “¿Quién como Dios?”, príncipe de las milicias celestiales, guardián del Paraíso y domador de los espíritus inferiores; llevan los atributos respectivamente, del lirio y de la espada y el símbolo de la Eucaristía. En ambos lados de la SS. Virgen, en grupos de seis por lado, “reunidos todos para glorificar a Cristo, unidos a El, como El está unido al Padre” (Juan, 17,21 - 23), están las imágenes de diez santos, del Papa Juan XXIII, y de Mons. Juan Subercaseaux Errázuriz, que fue segundo obispo de la diócesis de Linares. San Pedro, primer Apóstol llamado por el Salvador, ocupa el primer lugar entre los santos, a la derecha de Jesús, pues a él se reconoce la primera afirmación de la mesianidad del Cristo, con la aceptación de su parte de todas las afirmaciones del Maestro; por lo tanto, le es dado el apelativo de “Pedra”, pilar de la Iglesia. En el libro lleva las palabras que le dirigiera Jesús: “NON PREVALEBUNT”6, a significar la inquebrantable firmeza y la eternidad de su Iglesia; las llaves son símbolo de la alta investidura a sucederle. (Mat. 16,18; Juan 20,23). En segundo lugar está San Juan Bautista, que ''fue sin duda alguna el testimonio incorruptible de la fe, de la justicia y de la libertad en sus prédicas, en el bautismo de arrepentimiento, y en la sangre que derramó.” (Juan XXIII). El será llamado “Profeta del Altísimo”, porque “irá delante del Señor preparando su camino” (Is. 40,3; Lucas. 1,76).

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“No prevalecerán.”

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1. BALAUSTRADA 2.AMBONES 3.PAVIMENTO DEL PRESBITERIO 4.CIBORIO Y ALTAR MAYOR 5.MOSAICO DEL CIBORIO 6.BEMA 7.ABSIDIDE Las partes del transeto proyectadas y realizadas por G. Di Girolamo, o bajo su dirección y según su diseño.

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Mosaico Absidal de la Catedral de San Ambrosio de Linares

Primerísimas ideas para el mosaico del Ábside

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Ideas para el mosaico del Abside (2ª etapa)

“PARATE VIAM DOMINI”7, se lee en la cinta de la cruz de caña que lleva en la mano derecha, indicando con la izquierda al Cristo. Bajo sus pies fluye el río Jordán, donde bajara Jesús para ser bautizado. Siguen: San Jerónimo (347 - 420 d. C.), figura austera de ermitaño y penitente, uno de los más grandes maestros de la espiritualidad occidental, al mismo nivel de San Ambrosio, San Agustín y San Gregorio Magno, formando juntos los cuatro los más grandes doctores de la Iglesia latina: “egregii doctores”. Los recursos de su carácter, de su talento y de su vasta cultura fueron puestos al servicio de la doble causa que formó el ideal dominante de toda su vida: en el campo bíblico la afirmación y la difusión de los textos originales del Nuevo y Antiguo Testamento, y en el terreno práctico la difusión del ascetismo. Como símbolos de dicho ideal lleva en sus manos un libro signado de una cruz y una calavera. San Gregario I Papa (535 - 604), que la historia ha insignido del título de “Magno”, “el Grande”, figura inmensa y cautivadora, luz resplandeciente en medio de las tinieblas de su época, nos muestra con qué sabiduría la Iglesia supo elegir sus jefes en sus momentos más difíciles. Bajo un aspecto físicamente débil y enfermizo, él ocultaba una mente poderosa, un talento de administrador y organizador, la sagacidad de un hombre de Estado, la sabiduría 7

“Preparad el camino del Señor.”

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Mosaico Absidal de la Catedral de San Ambrosio de Linares

de un docto, el carácter de un hidalgo, la tenacidad de un monje. Este gran pontífice condujo la barca de Pedro con la energía y el espíritu de un magistrado de la antigua Roma, mereciendo el apodo de “CONSUL DEI”: Cónsul de Dios. Grande y perseverante fue su ardor político desplegado para la defensa y el avituallamiento de Roma, azotada por el hambre y la pestilencia, sitiada por los Longobardos y descuidada por el gobierno imperial. “Este gran Papa” dijo Jacques B. Bossuet, obispo de Meaux, (1627 - 1704) “había instruido a los emperadores, consolado el África, confirmado en España a los Visigodos convertidos del arrianismo, convertido a Inglaterra, reformada la disciplina, doblegados los Longobardos, salvada Roma e Italia, reprimido el orgullo naciente de los Patriarcas, iluminada toda la Iglesia con sus doctrinas, gobernado Oriente y Occidente tanto con rigor como con humildad, en su veste austera de romano antiguo y de rígido asceta”. “Servus servorum Dei”, siervo de los siervos de Dios, quiso llamarse este apóstol intrépido de justicia, caridad y amor. Lleva los atributos tradicionales de la tiara, la cruz astil y la paloma que, posada sobre su espalda, se dirige a su oído como para inspirarlo, según lo visto una vez por un escriba suyo. Su actitud es de suspenso, como para escuchar dicha inspiración8. Santo Tomás de Aquino (1226 -1274), uno de los máximos representantes de la ciencia eclesiástica, asceta y pensador profundo en el cual se realizó armoniosamente la unión entre el sabio y el santo. Pasó su vida como sacerdote en el altar, maestro en la cátedra, predicador en el púlpito, ermitaño en su celda donde alternaba la oración con el estudio, y donde pasó gran parte de su vida escribiendo sus obras inmortales que forman una grande, ordenada, acabada enciclopedia filosófica y teológica. Lleva en su mano la mayor obra de su vasta doctrina, la Summa Theologica, uno de los monumentos excelsos del humano saber, en el cual logró disciplinar en una síntesis poderosa todos los problemas relacionados con la fe, la razón, la filosofía, la moral. Según la tradición iconográfica el símbolo que lo caracteriza es un sol de oro que brilla en su pecho. En efecto, “Iumen Eclesiae”, “splendor veritatis” fue llamado por su luminosa defensa de la Verdad. El Dante, en la Divina Comedia, lo glorificó divinamente en el “Cielo del Sol”, entre los espíritus sabios. El Papa Juan XXII, que en Aviñón inició y cerró su proceso de canonización, dijo de él: “Quot scripsit articula, tot miracula fecit”.9

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Según una leyenda, llegando de Constantinopla la confirmación de su elección a pontífice, San Gregorio trató de huir para substraerse al peso del pontificado, y, como las puertas de la ciudad estaban vigiladas, disfrazado de mercader logró pasar, pero una columna de luz hizo que el pueblo lo reconociera. Escondiéndose en la Iglesia de los SS. Cosme y Damián, una paloma sobre el techo, reveló su refugio. 9 “El hizo tantos milagros como artículos escribió.”

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Giulio di Girolamo

Ideas para el mosaico del Ábside (3ª etapa)

(Signos de los 4 evangelistas y 4ángeles con los elementos de la pasión de Jesús, rodeando a Cristo)

Algunos estudios para los personajes del mosaico del Ábside

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Mosaico Absidal de la Catedral de San Ambrosio de Linares

Juan XXIII, el “Papa Bueno”, que concluye la teoría de los santos a la derecha de Cristo, es una figura demasiado familiar a la humanidad entera, para poder decir de él, que es llamado también “el Papa de la Paz”. El tenía un inmenso anhelo: que todos los hombres de la tierra lleguen a vivir una vida plenamente vivida, basada en el respeto de los derechos y deberes humanos que son “universales, inviolables e inalienables”; derechos a vivir en dignidad, bienestar y paz: una paz que tenga “la verdad como fundamento, la justicia como regla, el amor como motor, la libertad como clima”. Ese mismo anhelo le impulsó a escribir la epístola “PACEM IN TERRIS” que aquí lleva en su mano elevando su mirada al Cristo. En el lugar de honor al lado izquierdo de Jesús está San Pablo: “La lectura de sus epístolas nos pone a contacto inmediato, personal con este genio prodigioso. Es difícil encontrar en la historia del cristianismo un alma tan bien dotada. El es al mismo tiempo místico y hombre de acción, teólogo y misionero, fundador y organizador, arador y pastor, catequista, director de almas, orador. Es al servicio del amadísimo Cristo que Pablo se ha dedicado sin reservas, con la extraordinaria riqueza de su naturaleza, aquel Cristo glorioso y todopoderoso que ha invadido su vida de un modo irresistible y ha difundido su luz en su alma”. (E. Osty, L'uomo Paolo...). En la mano derecha lleva la espada, símbolo de su lucha10 e instrumento de su martirio, y en su izquierda un libro con las palabras; “DEUS OMNIA IN OMNIBUS”: que Dios sea todo en todo. (Colos. 1,17). De San Ambrosio (330 -397), patrono y titular de la diócesis de Linares, ya delineó cabalmente en pocos rasgos esenciales la figura extraordinaria el recordado obispo Mons. Juan Subercaseaux Errázuriz en su carta pastoral sobre la reconstrucción de la iglesia Catedral, en 1936. Cabe sólo subrayar que fue una de las más grandes personalidades del mundo católico florecidas en los siglos IV y V. Lleva en una mano uno de sus tratados exegéticos titulado DE FUGA SAECULI11, para amonestar sobre la fugacidad de la vida terrena, y mostrando la cruz, única vía de salvación y prenda de vida eterna. A la humanidad presente, más que nunca orientada hacia finalidades terrenales, he creído oportuno entregar la perspectiva de un mundo palpitante de verdad y de felicidad, que trasciende el humano destino12. Alrededor del año 397 aconteció, por obra de San Ambrosio, la conquista a Dios del gran Agustín, al cual otorgó el bautismo.

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“Empuñad la espada del espíritu, que es la palabra de Dios”. (SP. Efes. 6, 17). “Acerca de la huida del siglo,” 12 “Quid proficit homo, si lucretur universum mundum, se autem ipsum perdat?” (Lucas, IX, 25): “¿Qué le sirve a un hombre si gana el mundo entero, pero se pierde a sí mismo?” “Los que gozan del mundo, cómo no gozasen de él: porque la escena de este mundo pasa…” (S. Pablo, Cor 1, 7, 31) 11

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San Agustín (354 - 430) fue otra gigantesca figura de pensador y escritor de la cristiandad. Entre la imponente cantidad de obras que nos dejó, la primera profesión de fe que él escribe es De vera religione. Allí se lee aquel célebre llamamiento: “Noli foras ire; in te redi, in interiore homine habitat veritas...”: “No salgas afuera; vuelve en ti; en el hombre interior mora la verdad; y si encuentras mutable tu naturaleza, trasciende a ti mismo.” (De vera religione, 72). El “IN TE REDI”, por lo tanto, no tiene sólo el significado genérico de un llamamiento al recogimiento interior; tiene también un valor particular, pues San Agustín quiere que el alma vuelva en sí para darse cuenta de su propia mutabilidad, y busque la verdad donde se enciende la luz de la mente humana; verdad inconmutable que es Dios mismo. La exhortación “in te redi” viene a ser así en cierto sentido la consecuencia lógica de la advertencia contenida en De fuga saeculi.

Dos estudios para San Gregorio Magno

San Benito de Norcia (480 - 547), patriarca del monaquismo occidental, fue creador de una comunidad fundada sobre la práctica de las enseñanzas evangélicas. En la descomposición del mundo romano él puede considerarse, como San Gregorio Magno, uno de los últimos romanos de la gran raza. En su REGULA, monumento admirable de organización precisa y visionaria, vivo todavía e inmutado después de más de catorce siglos, en fijar las leyes que debían regir y gobernar a sus monjes, San Benito aparece en la unidad admirable de su espíritu práctico y místico de un hombre de fe y hombre de gobierno, de asceta y de legislador. Su ley puede resumirse en el lema de la orden que él 19

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mismo dictara: “Ora et labora”. En sus manos la Regula y el cayado, atributo de potestad abacial. San Francisco de Asís (1182 -1226), santo del misticismo operoso y asceta de las más duras penitencias. Olvidadizo de sí mismo, suave y poético como un trovador, defensor de la debilidad como un hidalgo, fraile esposo de la pobreza; enamorado de Dios y del hombre, santificador de cada hermosura de la naturaleza, él mismo casi una primavera de poesía evangélica, tuvo acentos inspirados en alabanza a la creación, mirando a cada cosa con alma optimista y agradecida, en todo vislumbrando el signo adorable del Creador. Su espíritu generoso de verdadero amigo del pueblo, al cual dirigen su mirada de admiración también los no creyentes, sabía encontrar las vías del corazón para sanar en el alma al leproso, para convertir a malhechores, para devolver la paz a ciudades desgarradas por las luchas partidarias, mientras reconstruía en el bosque de Greccio el pesebre de Belén. El santo ha sido efigiado, por tanto, como si a su paso refloreciera la primavera en la Iglesia de Cristo. De sus labios salen las primeras palabras de Cántico delle Creature, el “más hermoso legado de alegría al mundo”. A sus pies, en actitud sumisa y devota, “fray Lobo”, que según la tradición, sembraba estragos en los campos de Gubbio hasta que el santo salió a su encuentro, hablándole suavemente y convirtiéndolo a la mansedumbre. Aún no creyendo en la veracidad del acontecimiento, no puede negarse un valor simbólico al hecho, sea que quiera personificarse en el lobo un hombre feroz, señor feudal o bandido que fuera, o, en significado más amplio, el pueblo de la edad media, tan recio en sus pasiones, odios y venganzas, que sólo el cristianismo ha logrado convertir al amor y al perdón. Las manos, los pies y el costado llevan los sellos que Jesús puso en su cuerpo en el monte de la Verna, complaciendo su anhelo de probar el dolor divino. Concluye la teoría de los santos la figura del recordado Mons. Juan Subercaseaux Errázuriz, que impulsó la reconstrucción del templo Linarense, cuyo modelo lleva en sus manos, en ofrenda al Señor. La elección de los doce personajes no ha sido casual. Se ha querido ofrecer con ellos un ejemplo del maravilloso múltiple aspecto del cristianismo y de su vitalidad incontenible a través de los siglos, desde su origen hasta nuestros días. Espíritus contemplativos, pensantes, operantes, sabios, amantes, ellos quedan todavía vivos y actuales por haber vivido el Evangelio integralmente, “adorando al Padre en espíritu y verdad” (Juan, 4,23), circunfusos de una luz de leyenda. Por eso, aún tratando de dar al rostro de cada uno de ellos un carácter determinante de su personalidad interior, se ha querido fijar su imagen fuera del tiempo. También los personajes históricos contemporáneos: Juan XXIII y Mons. Subercaseaux, aún teniendo a la 20

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raíz retratos de personas reales, quieren ser, como los demás, la proyección simbólica de sí mismos, fijados en la intemporalidad del mito.

Dibujo de las figuras de San Francisco y San Agustín, con las zonas (numeradas) de ejecución por partes del mosaico

Todos han sido concebidos absortos en una concentración de vida interior, inmóviles en sus gestos apenas alusivos, conformados todos a un canon de austera gravedad, trasladados en un cielo mítico, en un tiempo que a cada instante es plenitud, en una especie de fija eternidad. Las figuras en su mayoría están idealizadas; sólo para las facciones de algunos rostros se ha intentado la reconstrucción sobre la base de documentos transmitidos por la tradición iconográfica o literaria. Las imágenes de Cristo. San Francisco de Asís, San Benito. Santo Tomás, San Gregorio Magno, han sido objeto a tal fin de especial estudio. Igual cuidado se ha puesto también en la reconstrucción del vestuario y de los elementos de adorno litúrgicos mediante la consulta de documentos históricos y artísticos de las distintas épocas. Sé que la obra, así terminada, no es perfecta en todos sus detalles. Al decir perfecta, quedándonos en los límites de lo humano, quiero referirme sobre todo a la posible falta de eficacia en el esfuerzo de concentración y convergencia de los

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aportes plásticos e intelectuales, sensibles y espirituales que constituyen la trama de cada obra de arte.

Primeras ideas para los ambones

Ambones – revestimiento en mármol de carrara con adornos en opus sectile en mármol gris y negro

El procedimiento mismo de la técnica del mosaico con sus leyes imperativas propias que influyen y a menudo determinan las vías de operación del arte y el mismo acto creador; las limitaciones, debidas al lapso de tiempo inevitablemente prolongado en la elaboración y a la distancia del lugar de su colocación; la lucha contra la materia, noble y preciosa a la vista, pero rebelde a doblegarse al impulso de la inspiración; por último las exigencias impuestas por el tema elevado: estos factores, todos o en parte, trabando incesantemente nuestros esfuerzo de conseguir, en una armoniosa fusión de los elementos luz, forma, color, 22

Mosaico Absidal de la Catedral de San Ambrosio de Linares

un conjunto de perfecta cohesión entre arte y medio, a fin de lograr el más alto significado poético y espiritual, han aportado su peso en el desenvolvimiento de la obra. Sin embargo, al desprenderme de ella para entregarla al pastor del pueblo de Dios, puedo afirmar honradamente que nunca me hizo falta la decisión firme de superar todas las dificultades para crear una obra digna de Dios, del templo soñado por el obispo Juan Subercaseaux y elevado por el talento del arquitecto Carlos Bresciani, comprometido totalmente con mi conciencia de creyente y de artista. Al obispo Augusto Salinas Fuenzalida, a cuya sensibilidad y firmeza se debe la iniciativa de la obra misma y de todos los trabajos de restauración y de terminación artística del templo linarense, vaya mi admiración; por haberme dignado el privilegio de hacerme intermediario entre Dios y su pueblo; por la amplia libertad otorgada y la confianza con que me ha honrado durante los ocho años de trabajo en las obras artísticas de la catedral, mi sincera, profunda gratitud. Recorriendo con la mente el largo camino que me condujo a la meta, mi pensamiento se dirige espontáneo también a la compañera de mi vida a mi esposa Elvira que desde el principio hasta el término de la obra me ayudó sin descanso con su valiosa cooperación. Y elevando una vez más mi humilde pensamiento a Dios que me ha ayudado a llevar a cabo una empresa de tal magnitud alentando en mi alma el destello de la primera emoción, manteniendo viva mi sensibilidad, tensa mi voluntad, constante mi paciencia, firme mi fe, recuerdo las palabras de Juan XXIII, el “Papa Bueno”: “Quién habiéndose propuesto una finalidad buena y también noble y grande, no la pierde jamás de vista, logra superar todos los obstáculos y llega a buen término; quien en todo asunto distingue la substancia y no se deja trabar por los accidentes; el que une sus fuerzas y las encauza para alcanzar la meta; el que en la base de todo esto espera el buen éxito únicamente de Dios, en quien confía, aunque no lo logre todo o no logre nada, sabe que ha obrado bien dedicando todo a la voluntad y a la mayor gloria de Dios”.

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Giulio di Girolamo

Decoración interior de la Catedral de Linares. Pavimentación en OPVS SECTILE de la parte central del Presbiterio

Boceto para el mosaico en el cielo del ciborio. (Es fotografía fiel del boceto original)

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Mosaico Absidal de la Catedral de San Ambrosio de Linares

Primer boceto en colores para el mosaico en la pared del Ábside. (Giulio di Girolamo. Catedral de Linares)

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