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Ricardo Lindo Fuentes Poemas
Lento poema de los mares* Para Zipacná de León Yo quisiera escribir un poema del mar, Un lento, largo poema de los mares, De todos los mares del mundo, De los que conozco y de lo que me quedan por conocer, Porque han estado más lejos de mis manos y mis pies, Y del tiempo que me ha tocado vivir. Yo quisiera escribir un poema del mar de mi tierra, Y de todos los mares de todas las tierras, Del planeta que gira en la pecera de cristal del espacio, Pez redondo rodeado de sí mismo hasta el aire, Navegando en el lento mar del espacio. Yo recuerdo una noche, Y estoy tan lejos de mí mismo que aún me queda una noche Yo recuerdo una noche hecha del tejido de sí misma hasta el aire, Donde el mar resplandece de plancton como habitado Por astros innumerables y diminutos, Suspendidos sobre la superficie de las aguas En el horizonte del aire. Cada gota está habitada por un pequeño dios luminoso, O por muchos millones de dioses luminosos. Levanto cien en mi mano, Y me siento vecino de las estrellas Bajo la inmensa luna de verano, Y para el viento. Es el viento del trópico de la noche, Donde los pensamientos navegan como peces. Yo recuerdo esa maravillosa noche de verano junto al mar de mi tierra, Donde hablaban los astros del cielo profundo del agua, Mientras movían las palmeras sus cabelleras pensativas. Yo recuerdo esa noche como un inagotable tesoro de los mares, Que no escondió pirata alguno en el agua,
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Sino Dios, en la infinita levedad de las fuertes olas. Cada gota palpitaba de lentos planetas desnudos, Que harían las costas de la soledad, Ricos de sí mismos y conscientes, doblemente altos Por nacer de los profundo, Instalando con fuerza y continencia su poderío Sobre las olas del mar de la noche. Tengo en las manos lluvias Y una nube de lluvia, Y recuerdo otros mares otras olas otros árboles, Las graves costas grises y frías Donde naufragan olas grises Bajo el chillido de los pájaros, Que habitan en islotes de piedras, Donde apenas crece la hierba. Y recuerdo una tarde Que me duele en lo más hondo del duro corazón, Y que recuerdas tú, Christine, Y que recordaría aún Patrick, si viviera. En las costas de Francia, Entramos a un acuario que el guardián ha abandonado, Olvidando cerrar la puerta y apagar las luces de las peceras, Que brillan en la penumbra. Nosotros circulamos en la penumbra acuática Entre peces que vienen de todos los mares del mundo, Y estamos solos en su augusta presencia. Un dorado pez mandarín que viene de la China Hace ondular su larga y delgada cola transparente, Mientras la anguila eléctrica descansa como una pila acuática, Y cada pez es una fórmula de plata y jade y azafrán Y oro rubio y azul cobalto, En la penumbra de una tarde de un cuarto de una Ciudad que ya no recuerdo, Junto al mar mediterráneo. Vuelta, mar de los sueños. Yo te veo instalando dunas de arena gris donde Donde crecen pequeñas plantas espinosas, Muy al Norte y muy al Sur del planeta, Ahí donde hace frío. Y yo te veo, mar gris donde navega la memoria de De innumerables navegantes, Que se olvidaron de ti porque ya yacen en el fondo de ti, Con sus cráneos habitados por líquenes por cabellera, Mientras circulan peces diminutos por las cuencas vacías de sus ojos. Yo muchas veces quise ser uno de ellos, Y estar ya para siempre olvidado de mí mismo y el aire En el fondo de ti,
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Gran mar azul, Recogido en tus aguas como se recogen los monjes En silencio y en la soledad. Yo he amado tu infinita grandeza, mar Que entre todo lo que habita la tierra, Es lo que más se parece a la eternidad. Dicen que el mar es una forma de los cielos. Creo también que es una forma de los sueños, Y, pues venimos de él, También a él debemos volver, Como se vuelve a Siempre Cuando se han apagado los relojes. Es muy tarde. Estoy lejos de las olas, La noche me recoge, Y en la mente navegan los mares que he vivido, Mientras navegan peces con nombres en latín En mares tan lejanos como el olvido. Vuela en la noche negra una estrella que cae al agua Y desea aprender de nuevo a ser un pez, Y el mar, que late hondo, La acepta como un pan caído de la luna.
*El poema pertenece al libro: El señor de la casa del tiempo,Serviprensa, Guatemala, 1988.
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Canto de los abuelos* Ya habrá tiempos de paz, Ya habrá tiempos de vida Cuando pasen los días Aciagos. Otros serán los días, Otras las glorias Y acaso sean Otras también Las miserias. Pero un gran pueblo surgirá De obras rientes y fuertes, Un moreno pueblo por las tierras Que un día amamos Nosotros Los que nos vamos. * Poema perteneciente al libro: Tierra: Dirección de Publicaciones e Impresos de CONCULTURA, 1996.
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El guerrero* Batidores que baten Niebla y silencio, Hacedores de lluvia, Chaques inciertos, Fabricadores De otro universo. Esmeralda de hojas Por las eras solares, Otro vivo viviente Del riente maíz riente, Harina que da vida Para dar vida muerte.
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Poema perteneciente al libro: Tierra: Dirección de Publicaciones e Impresos de CONCULTURA, 1996.
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XIX Esta noche En la noche, Lo incierto Del camino abierto, rutas Hacia horizontes que en otros horizontes se resuelven, Por montañas, Por mares, Pinos, Bosques de gravedad, Después pinos ya mástiles, Bosques de velas en vez de hojas. ¡Zarpad, zarpad navíos! Luz de una nueva madrugada, Ven ya mañana a coronar de olas La frente en Dios y en la luz del sol quemada.
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Poema perteneciente al libro: Tierra: Dirección de Publicaciones e Impresos de CONCULTURA, 1996.
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Adviento El sol inmaterial desnuda por el alma Su rostro de desnuda oscuridad. Tan sólo en la quietud tranquila El pino Rumor bebe de viento. Tiempo de Adviento. Un ángel Late por los ramajes, Batiendo leves olas de silencio Alma adentro.
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Poema perteneciente al libro: Tierra: Dirección de Publicaciones e Impresos de CONCULTURA, 1996.
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El estanque y la nube Si yo fuera hacia Ti Ya para siempre quieto de mí, Dios mío, Nube de lluvia y aire entre tus nubes navegantes En el gran viento gris. Si fuera al aire tuyo, Hecho de plata delicada y traslúcida, Muerto de mí, vivo en el aire vivo de tu mirada, Alzado al fin en tu mirada azul Derramada en el aire de la tarde, Despojado del peso de la edad Y del cuerpo de arcilla que me sirve en la tierra, Reflejándote a Ti, Como refleja el estanque quito las nubes, Y viajero de Ti que va hacia Ti, Y ha adquirido el don de olvidar…
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Luna Pozo de las estrellas, Lago quieto que avanza En la casa del aire En las manos del agua, Plato donde la luz está servida, Suspendida nodriza de los sueños.
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Lluvia I Está lloviendo en toda la superficie del aire, Y es como el nacimiento de la muerte, Que ama envolverse en las olas de la altura. El lago late bajo el agua del aire, Porque descienden las nubes con su gran verdad Para escribir su superficie azul. Quieto, tomo una taza de café. Ya estoy tan lejos de mí mismo, Y me he ido volviendo tan pequeño, Que espero borrarme pronto de todas las memorias.
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II De la maravillosa altura cae el agua, Plata gris de lo alto, Que viene a enriquecer el sueño del volcán dormido Junto al lago. Inmóvil y sereno como un patriarca de la Biblia, El antiguo volcán instala su silenciosa soledad Y cae el agua. “La paz es una de las formas del olvido” piensa, y vuelve a dormirse en la gran lluvia gris, mientras envuelve su cabeza entre las nubes, que guardan el oro súbito de un rayo.
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El señor de la cada del tiempo I Una campana mueve el aire, Y hay panes, peces, y una copa de vino sobre la mesa. Alguna vez alguien creyó en un día que nunca acabaría (y no sabemos si eras tú o era yo) hecho de juventud, belleza y gracia. El sol alumbraría para siempre la heredad Del infinito jardín pequeño. No sabíamos que estaba por delante El vino de los días amargos. Para una mariposa. Trae un mensaje del jardín que un día creímos visitar. Mueve Jesús el aire que rodea La alta campana de bronce, Y el áspero cordón raspa su mano herida. Construye otra palabra, Otra forma de vida, Mientras baja las gradas de piedra del campanario, Cubierto de estameña, Y su humor no es alegre, Sino silenciosa, Alta, Dulce conciencia.
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II Pero cómo habríamos de permanecer aquí, Junto a lo que es bello, Los hermosos cuadros del pintor, La bella copa labrada, Las flores del jardín. El viento ha esparcido cenizas en mis cabellos, Y en la planta que sube oigo la voz Del viejo amigo muerto. El día naciente también debe morir. Tendrá que trabajar como el amigo, Y dar hojas y frutos y semillas. Después se refugiará en el crepúsculo, Como se ha refugiado el amigo En la honda tierra.
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III Ceniza, lluvia, vino, Algo latía en los dormitorios de la ausencia. El rostro de las aguas recogía Un alto pino ingrávido, El eco de una nube que pasaba, Y ese pino del agua y esa nube Que no consignaría libro alguno, De sueño estaban hechos.
_______________ (La compilación y selección de poemas del poeta Ricardo Lindo Fuentes, ha sido realizada por André Cruchaga. Ricardo Lindo pertenece a una pléyade de grandes poetas salvadoreños)
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