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Ruptura
y saberes de la lucha Francisco Pineda
En memoria de Miguel Enríquez Médico, internacionalista, revolucionario.
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Aquel primero de enero de 1994, el levantamiento zapatista sorprendió por el carácter de la rebeldía indígena, por su masiva movilización, por la tierna furia de los insurgentes y tantos otros motivos que renovaron la esperanza. Hubo asimismo rupturas en el plano de la palabra, entre las cuales quisiera destacar una, la claridad de los propósitos: tierra, techo, trabajo, alimento, salud, educación, independencia, democracia, libertad, justicia y paz.
Las Juntas de Buen Gobierno reiteran la firme decisión por subvertir esas dos entidades — del zapatismo en la lucha por lograr esos propósitos. Y sus donde se realizan las grandes transacacciones proyectan a futuro un efecto de rebeldía, tanto en la ciones de riquezas y jerarquías— hay práctica como en el plano de las ideas. Los Caracoles rompen quienes pasan del resquemor al odio con dos mitos primordiales del poder: el mito del mercado y antizapatista. Mientras los rebeldes el mito del Estado. trabajan para alcanzar sus propósitos, La forma mítica del mercado reside en que se represenhay gente que dice que sólo se “miran ta como una entidad supuestamente neutral pero, por casualiel ombligo”. Incluso, se ha llegado a dad, beneficiosa, escribió Edward Thompson. Aparece como insinuar que son “reaccionarios”, porun espíritu que diera energía de libertad, innovación, indivique no se someten a las dádivas y los dualidad y riqueza; como un fantasma que puede proyectarse juegos de apariencias del Estado. como fuerza benigna de consenso y que involuntariamente Tierra, techo, trabajo, alimento, maximiza los mejores beneficios a un país o al mundo. Inclusalud, educación, independencia, so puede parecer que el “modelo de mercado” es el que ha democracia, libertad, justicia y paz. producido la riqueza, como si una “mano invisible” cultivara Estas fueron las banderas levantadas en la tierra o manufacturara los bienes. la madrugada de 1994. Esos son, hoy, Los zapatistas rompen con el mito del mercado, tan los tequios de los Caracoles, sus trabaentrañable para la tecnocracia neoliberal. La salud en los jos en común y para la comunidad, no municipios autónomos, por ejemplo, no es ni puede ser obra para los explotadores. Estas fueron las del mercado, sino del trabajo arduo y cuidadoso de los prodemandas en la larga noche de los 500 pios zapatistas. años, lo dijeron desde el inicio. En cuanto al Estado, el mito tiene objetos más visibles: una silla, un trono y una curul; o un palacio, Los Caracoles rompen con dos mitos un cuartel y una sala de tormentos. Pero no por eso primordiales del poder: el mito del mercado deja de tener sus poderes místicos. El Estado aparece y el mito del Estado... como si fuese un “contrato”, una negociación, entre La salud en los municipios autónomos no es ni los oprimidos y sus opresores; se representa a sí puede ser obra del mercado, sino del trabajo mismo con la imagen espectral del centro, coincidenarduo y cuidadoso de los propios zapatistas... cia entre los opuestos; y como un lugar donde radicaLa salud, la vivienda, la educación se ría la fuerza más concentrada, con capacidad de dar encuentran en manos de los propios zapatistas bienes y de impartir equilibradamente la justicia. Se le —no en manos del Estado— sin pedir figura como una elevación, el sitial de los que están permiso y sin someterse a dádivas... arriba, encima de todos; allí donde se tomarían las decisiones más serenas y se dictaran las leyes más En la historia, las rupturas que sabias, donde ciertas personas adquieren una investidura producen los procesos rebeldes no especial y superior. El discurso y la técnica ritual del deredejan de sorprender, aún después de cho han cumplido esencialmente la función de disolver el muchos años. En parte, debido al peso hecho histórico de la dominación y hacer aparecer en su de esos mitos que anidan en el imagilugar dos cosas: los derechos de la suprema soberanía de las nario; en parte, también por el olvido. élites y la obligación jurídica de la obediencia de todos. Ambos elementos se solicitan y se Los zapatistas desgarran también ese mito del Estado. refuerzan mutuamente. Sin olvidar La salud, la vivienda, la educación, por ejemplo, se encuenlos antagonismos entre explotadores tran en manos de los propios zapatistas —no en manos del y explotados, ¿el mito del Estado Estado— sin pedir permiso y sin someterse a dádivas. como “contrato” tendría eficacia? ¿La Tal vez, porque los insurgentes rompen con estos dos “mano invisible” del mercado tendría mitos dominantes, del mercado y del Estado, a veces encontrasentido sin olvidar las manos de los mos dificultades para entenderlos. Estamos adaptados a esas trabajadores? relaciones de poder y sus mitos. Pero también, es posible que 23
Por medio del olvido también se imponen las discontinuidades que fundan los mitos del poder, su existencia fantasmal tan efectiva para la dominación. Si, por ejemplo, recordáramos que la educación pública, laica y gratuita fue una de las obras de la Comuna de París, en 1871, ¿no languidecería el mito estatista? Es posible que seamos inconscientes hasta de lo que hemos perdido, en cuanto a memoria histórica. Pero, más que eso, si recuperásemos esos saberes históricos, si visualizáramos también las continuidades y diferencias que hay en las experiencias rebeldes, ¿ayudaría eso en el presente? Supongamos que sí, aunque sea provisionalmente. Pero sin dejar de lado, en ningún momento, las características propias de cada contexto histórico y sin que el manejo de información nos haga perder de vista quiénes son, al fin y al cabo, los protagonistas de su propia historia. En 1976, en realidad hace no mucho tiempo, Michel Foucault señalaba que la condición para ensamblar el redescubrimiento meticuloso de las luchas y la memoria de los enfrentamientos residía en que fuera eliminada la tiranía de los discursos globalizantes con su jerarquía y todos los privilegios de la vanguardia teórica. Llamaba genealogía, precisamente, al “acoplamiento de los conocimientos eruditos y de las memorias locales: el acoplamiento que permite la constitución de un saber histórico de las luchas y la utilización de este saber en las tácticas actuales”. Detrás de los olvidos, las ilusiones, las mentiras —añadió, subversivamente— hay que reencontrar la guerra que continúa, con sus accidentes y peripecias. ¿Por qué? “Porque esta guerra antigua es también una guerra permanente. Debemos ser
eruditos de las batallas. Debemos serlo justamente porque la guerra no ha concluido, porque todavía se están preparando las batallas decisivas, porque la misma batalla decisiva debemos ganarla”. Eso significa tomar partido, pero al mismo tiempo reconocer las limitaciones que tiene la recopilación y la narración simple —sin investigación crítica propiamente dicha— de los acontecimientos históricos. ¿Cómo emprender la recuperación de los saberes de las luchas? Clausewitz sugirió algo: asumir la actitud del explorador, seguir una vertiente y encontrar las confluencias de otras vertientes, hasta llegar al mar; un lugar de unión que no es un punto central u ombligo sino una inmensidad, en donde las incertidumbres hacen que las jerarquías teóricas de “los especialistas” sean, más bien, ridículas.
Prudencio Casals
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Hace un siglo, cuando recién comenzaba la Revolución Mexicana, llegó a nuestro país un médico cubano, militante libertario. No sabemos la fecha exacta, pero Prudencio Casals Rodríguez fue de los primeros integrantes del Partido Socialista Obrero, que se fundó el 20 de agosto de 1911, y se tiene registro de que al siguiente año participaba activamente en la Casa del Obrero Mundial y en las tareas de educación del Grupo Luz, donde entró en contacto con jóvenes magonistas. Al seguir la huella de su trayectoria rebelde, es posible observar aspectos prácticamente desconocidos del Ejército Libertador del Sur que jefaturó el general Emiliano Zapata, en especial, de su lucha por la vida en el campo de la salud y abrir espacio para reflexionar sobre el internacionalismo. El cubano rebelde fue militante del Ejército Libertador. Su incorporación ocurrió en agosto de 1912, cuando viajó a Morelos para hacer un reportaje sobre la revolución del sur. En esa ocasión, ayudó en la atención de los heridos y desde entonces se quedó en las montañas. Cuba fue motivo de noticia, en ese año y en el inicio de 1913, a raíz de que en la isla caribeña un semanario anarquista inició una colecta monetaria para apoyar al zapatismo. Cuando llegaron los informes y recortes de prensa, enviados por el gobierno de Cuba al ministerio de Relaciones Exteriores de México, este último “libró órdenes al señor ministro Godoy [embajador en Cuba] para que saliera a los Estados Unidos con el objeto de ponerse de acuerdo con nuestra embajada en Washington, para recabar del gobierno cubano medidas que, dentro de la legalidad, coarten en lo posible la labor revolucionaria desarrollada en La Habana”1. ¿Por qué tenían que hacerse ese tipo de gestiones en Washington y no
en La Habana? Bueno, si la cancillería del gobierno de Madero deseaba tener eficacia en eso de “coartar la labor revolucionaria” en La Habana, se supone que debía hacer los trámites en donde radican los poderes de facto. Recuérdese que después de la intervención militar, a finales del siglo XIX, Cuba fue sometida al poder estadounidense. Poco después, en abril de 1913, el general Emiliano Zapata y Otilio Montaño pusieron en marcha una campaña en los medios de comunicación para desmentir a la dictadura de Victoriano Huerta, recién instaurada, pues ésta propalaba falsamente que había negociaciones de paz con el zapatismo. En esa ocasión, el Cuartel General del sur convocó a varios periodistas para dar entrevistas. El diario El Imparcial publicó un extenso reportaje con fotografías y hubo tal demanda que se lanzó una segunda edición vespertina. Entre otras cosas, el periodista Ignacio Ocampo relató que en el mineral de Huautla, dentro de un socavón, los zapatistas habían instalado un taller para recargar cartuchos de fusil Máuser. “Hay un servicio especial de individuos que se encargan de juntar dichos casquillos cada vez que se traba algún encuentro y el resultado de esto es que los zapatistas tienen gran existencia... lo único que se les está agotando es el repuesto de Máuser, pues con la pólvora negra se deterioran rápidamente esas armas”. El Atila, agregó, es desconfiado, siempre le acompañan 40 hombres de su escolta y tiene un caballo precioso tomado de la hacienda de Zacatepec. Lleva consigo el archivo de sus documentos y le acompaña constantemente cierto individuo de nacionalidad cubana, a quien llaman El Mister, y que hace las funciones de médico.2 En efecto, en los archivos zapatistas se conserva una comunicación interna del Ejército Libertador que a la letra dice: “Hospital de las Fuerzas Revolucionarias del Sur, 1a. zona. Recibí del C. Emiliano Zapata, General en Jefe del Ejército Revolucionario del Sur y Centro de la República los artículos siguientes: emplasto Monópolis de ‘Grisi’, una docena de jabones medicinales, 1/4 Kg. cloroformo y 1/2 Lib. de algodón absorbente. Reforma, Libertad, Justicia y Ley.
Campamento de Morelos, diciembre 22, 1913. El coronel médico de las Fuerzas, Prudencio Casals (rúbrica)”. Hospital de campaña, disposición del ejército por zonas militares, uso de cloroformo en el monte y el grado de coronel del médico internacionalista, son datos de la organización y los apremios de salud, no anécdotas.
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Testimonios orales de sobrevivientes zapatistas también se refieren a ese hospital. Algunos lastimados se los traiban allá a Pozo Colorado, donde tenía el hospital el general Zapata. ¿Ahí qué médico había? Ahí estaba el doctor Mister y Manuel Coronado, el doctor [José] Parrés. Jueron los tres médicos que había. Allá ‘taba el hospital. Coronel José Caspeta Rosales, Ejército Libertador. (Entrevista realizada por Laura Espejel en Tlaquiltenango, Morelos, el 3 de mayo de 1975).
A veces perdemos de vista las condiciones extremas, la tragedia humana, que padecen los pobres del campo y la ciudad. Es necesario recordar que se vivió una situación de hambruna espantosa, junto con la propagación de enfermedades y muerte. De acuerdo con un estudio de Laura Espejel: paludismo, infecciones de
las vías respiratorias e intestinales, eripsela, peritonitis, pleuresía, úlceras, sarna, otitis, enfermedades venéreas, gangrena, entre medio centenar de padecimientos frecuentes, además de las lesiones por armas de fuego y arma blanca. Bajo esas condiciones, parece impensable que el Cuartel General del sur imaginara una guerra prolongada. Por aquellos días, en noviembre de 1913, el Cuartel General zapatista dio instrucciones para organizar la ofensiva. Expidió circulares dirigidas a las fuerzas revolucionarias y a los habitantes de toda la zona de operaciones. Los temas que se abordaron fueron diversos: instrucciones para el abastecimiento de víveres, para la
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conservación del armamento, para descubrir y ajusticiar a los espías del gobierno, organizar la estructura de mando, asegurar la disciplina y evitar el alcoholismo, entre otros. El rasgo común es la preocupación por mantener las buenas relaciones del Ejército Libertador con los pueblos, así como elevar la eficacia táctica de la fuerza rebelde. Para los insurgentes alimentar, vestir o curar a la tropa y a sus familiares fue un drama inimaginable. Para la burguesía eso mismo era un negocio: botas, telas, uniformes, mantas, monturas, alimentos, medicinas, pastura, tráfico de armas y municiones, en fin, una serie de posibilidades también para fraguar asociaciones de dinero, alianzas de clase y subordinaciones. En 1914, Prudencio Casals será el responsable del hospital militar que establecieron los zapatistas en San Pablo Oxtotepec y luego en Cuernavaca. Al año siguiente, alcanzó el grado de general y fue miembro del Centro de Consulta para la Propaganda y Unificación Revolucionaria, fundado en 1916, junto con Antonio Díaz Soto y Gama, Otilio Montaño, Angel Barrios, Manuel Palafox y los hermanos Magaña, entre otros zapatistas. Tras la muerte de Santiago Orozco, Casals fue designado por Zapata como comandante de la Brigada Roja del Ejército Libertador del Sur. Es posible conocer un poco de su temperamento personal y filiación en el ala más radical. Cuando Casals se enteró que el general zapatista Francisco Pacheco y otros habían entrado en relación con agentes de la policía política del antiguo régimen, buscando incorporarlos, denunció el hecho ante el Cuartel General y previno sobre la conducta de “los de siempre”, “los de ligera mirada”. Escribió: “Aquí sí, amigo Palafox, mis nervios se crispan de indignación, se apoderan de mi ser y siento infinitos deseos de gritar con todas las fuerzas de mis pulmones: ¡Atrás traidores, atrás cobardes, no sois suficientemente dignos para formar en las legiones de los libertarios del Sur!... No olvide —agregó— que la espada de la reacción está en el aire, la cubre el negro velo de la hipocresía y está envainada en la funda de la
traición. ¡Alerta!, si nos sorprende dormidos cercenará nuestras cabezas, ¡alerta!”3. En 1914, vino el general Villa con el general Zapata. El general Zapata venía en medio, el general Villa a la derecha y a la izquierda el general Felipe Angeles. Los tres generales andaban por ai, así en automóvil, y con un zapatista que era extranjero. Era muy consentido del general Zapata, le decían el Mister. ¿Usted sabe como se llamaba? Nomás le decían el Mister, todos le decían el Mister. Pero era un extranjero, era muy querido del general Zapata y sabía manejar automóvil. Ese era el que los andaba trayendo por las calles. ¿Y él también peleaba ahí en Morelos? Sí, estaba con el general Zapata ahí en Tlaltizapán. Allá estaba con él, siempre, donde andaba el general Zapata, ahí iba él. Teniente de caballería del Ejército Libertador, Macedonio García Ocampo. (Fragmento de la entrevista realizada por Laura Espejel, en Juchitepec, Estado de México, el 23 de abril de 1977). En 1917, el general Emiliano Zapata nombró al general Prudencio Casals como Inspector General de la zona controlada por las tropas revolucionarias. Cuando ocurrió la emboscada de Chinameca, en 1919, el general Casals seguía luchando en las filas del Ejército Libertador.
Autonomía e internacionalismo Esta recuperación de información sobre la experiencia del Ejército Libertador plantea dos problemas importantes: la cuestión de las bases materiales de la lucha y el esclarecimiento de la política internacional de los rebeldes. En mi opinión, se ha simplificado enormemente la relación entre las condiciones objetivas y la estrategia de liberación, al grado que sobre la revolución del sur predominan ideas del tipo siguiente: “como eran campesinos, no querían cambiar”, “como eran campesinos, no podían sobrepasar el nivel de contingentes pequeños y aislados”. Ese es un puro prejuicio acerca de los hombres y mujeres del campo; además, se pierde de vista que la revolución transforma, en primer término, a la gente y que la conducta política de las colectividades es distinta en tiempos de paz que en tiempos de guerra. Bajo extremas condiciones de pobreza —agravadas por la destrucción genocida que llevaron a cabo en el sur
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del país los gobiernos de Madero, Huerta y Carranza— el Ejército Libertador buscó la manera de alcanzar sus objetivos rebeldes a partir de sus propias condiciones materiales. Pero no sujetándose a ellas, sino haciendo lo posible por remontarlas. Así, entre 1912 y 1914, llevó a cabo tres ofensivas militares sobre la capital del país y esas campañas ocurrieron en los meses del cultivo de maíz. Los insurgentes surianos no dejaron de pelear, sino que intensificaron sus batallas en verano de 1912, 1913 y 1914. Eso rompe los esquemas mecánicos acerca del comportamiento de los campesinos rebeldes. Pero, ¿cómo explicar entonces el problema que representaba la conjunción de una enorme carencia de recursos materiales y las ofensivas en tiempo de cultivo y cosecha? En mi opinión, esa contradicción real habría que abordarla considerando el asunto de cómo el Ejército Libertador desplegó su estrategia militar, cómo dispuso sus fuerzas para avanzar hacia la capital del país. Adoptó el avance en líneas separadas, tendió una red sobre su objetivo de guerra, y esa era la estrategia ofensiva que mejor permitía sortear los problemas de abastecimiento de la tropa. Personalmente considero que este problema, además, significa que para un ejército rebelde es un asunto estratégico resolver autónomamente sus necesidades materiales (alimento, salud, techo, tierra, vivienda, etcétera). Mientras mayor sea la pobreza, más imperativo resulta tener que resolver las condiciones objetivas de su lucha, con plena independencia política y material. Depender de los “aliados” reduciría los alcances de la rebelión y pudiera suceder lo que le pasó a la
División del Norte jefaturada por Pancho Villa. En el momento de la definición de la guerra esos “aliados” (el carrancismo y los Estados Unidos) le cortaron las líneas de abastecimiento y sobrevino el desastre político-militar. En materia internacional también opera el reduccionismo. Bajo los mismos prejuicios, simplemente se desconoce la política internacional del Ejército Libertador; se excluye de toda investigación y análisis el significado de las representaciones políticas que Emiliano Zapata envió a La Habana (general Jenaro Amezcua) y a Los Angeles (coronel Octavio Paz); sus esfuerzos por establecer vínculos con el sindicalismo de América Latina y con la revolución bolchevique; la militancia internacionalista de rebeldes como Prudencio Casals, el coronel Echazarreta o los árabes inmigrantes como el general Kuri. Por el contrario, bajo esos prejuicios reduccionistas, se ha insinuado que la intransigencia y la violencia de los insurgentes del Ejército Libertador en contra de los hacendados españoles eran signos de xenofobia. Esto no significa más que pretender hacer olvidar las relaciones de poder y pretender hacer aceptar las condiciones de coloniaje. Considero que ante este problema es necesario tomar en cuenta que el poder impone verticalmente condiciones internacionales de dominación —la colonialidad del poder— y, al mismo tiempo, la rebelión exige condiciones internacionales de unidad entre las clases explotadas y los pueblos. En estos términos, no se puede ni se debe confundir a un hacendado español con un internacionalista libertario. La experiencia de la lucha llevada a cabo por el ejército de Zapata es extraordinariamente clara en ese aspecto.
El 15 de abril de 1919, los principales jefes zapatistas notificaron al pueblo mexicano el asesinato del general Zapata. No pudiendo matarlo frente a frente, de hombre a hombre, en medio de las rudezas del combate, han tenido sus enemigos que asesinarlo traidoramente, en cobarde celada... El General Zapata, al morir, nos ha dejado su herencia... Nuestro jefe nos enseñó a luchar y a vencer; a luchar contra la calumnia de los enemigos, contra la mentira de los intelectuales pagados, contra la fuerza bruta de las tiranías, contra el poder del oro de los caciques engreídos, de los magnates corruptos, de los latifundistas capaces de todas las infamias, en su inicua pugna contra el derecho del humilde y contra la justicia de los de abajo. Zapata nos deja su ejemplo, su leyenda de gloria, su tradición de heroísmo. Los que hemos tenido el honor de ser y seguir siendo zapatistas, estamos obligados a ser valerosos y firmes; a tener vergüenza, a conservar nuestro decoro, a erguir siempre la bandera... Los indígenas de todo el país saben ya a que atenerse. Han comprendido al fin que sólo reconquistando la tierra arrebatada a sus mayores, podrán asegurar su porvenir... De un extremo al otro del país el indio ha proclamado su rebeldía... Nuestro lema es y ha sido siempre: “Hasta vencer o morir”. Los surianos comprendemos nuestro deber: sabremos ser dignos de nuestro glorioso jefe. Reforma, Libertad, Justicia y Ley. Campamento Revolucionario en el Estado de Morelos, a 15 de abril de 1919. Suscribieron este manifiesto, entre otros generales, Francisco Mendoza de Puebla, Genovevo de la O de Morelos, Everardo González del Estado de México, Adrián Castrejón de Guerrero, Rafael Cal y Mayor de Chiapas y Prudencio Casals, médico, internacionalista, revolucionario de Cuba.
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Notas: 1. “El anarquismo le ayuda a Zapata.- El gobierno trata de impedir la escandalosa propaganda en Cuba”, El País, 6 de enero de 1913. Comunicaciones del Consulado General de México al Director General de Consulados, La Habana, Cuba, 4 a 8 de enero de 1912, Archivo Histórico de Relaciones Exteriores. 2. El Imparcial, 15 y 16 de abril de 1913. 3. Carta del coronel Prudencio Casals al general Manuel Palafox, ciudad de México, 16 de diciembre de 1914.