SABIO LABAY, Ricardo, Pbro. - Corridos 11 coplas (Llanos Orientales de Colombia). Páginas Editorial Salesiana Cali, Colombia

NOTAS BIBLlOGRAFICAS SABIO LABAY, Ricardo, Pbro. - Corridos 11 coplas (Llanos Orientales de Colombia). Páginas 327. Cali, Colombia. Editorial Sale

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NOTAS BIBLlOGRAFICAS

SABIO LABAY, Ricardo, Pbro. - Corridos 11 coplas (Llanos Orientales de Colombia).

Páginas 327. Cali, Colombia.

Editorial Salesiana. 1963.

En lo que se refiere a poesía popular, los colombianos hemos tenido algunos estudios importantes diseminados en folletos, revistas y periódicos. Suelen agregarse a éstos ciertos libros de innegable mérito: En torno a la poesía popular, de Carlos Mejía Angel, más conocido por el pseudónimo de Ciro Mendía; Cantares de Boyacá, de Octavio Quiñones Pardo; Carwionero de Antioquía, de Antonio José Restrepo, con más de mil coplas profusamente anotadas y comentadas, "a veces con más intención política que propósito literario"; Cantas del Valle de Tenza, compiladas por el Presbítero Joaquín R. Medina, con un estudio preliminar del Reverendo Padre José Vargas Tamayo, S. J. (1949, Tomos 1, 11 Y 111, Biblioteca del Folklore Colombiano) ; Espíritu de mi Oriente (Cancionero Popular), de José Antonio León Rey; Folklore Santandereano, de Juan de Dios Arias; Poesía Popular del Norte de Santander, de los Hermanos U. Miguel y Rodulfo Eloy de las Escuelas Cristianas; Romancero del Tabaco, de Aurelio Martínez Mutis; Muestras Folklóricas del Norte de Santander, de Lucio Pabón Núñez; Cantares de Vaquería, de Jaime Exbrayat; Folclor Tolimense, de Misael Devia M., etc. Ahora el Reverendo Padre Ricardo Sabio Labay, sacerdote español, nos presenta este hermoso libro titulado Corridos y coplas (Llanos Orientales de Colombía), con más de 327 páginas de texto, en fuerte y fino papel colombiano (Propal) y lamentablemente sin ilustraciones. Este libro de viajes agavilla un buen número de coplas de nuestros Llanos Orientales, en donde el levita agustino en men-

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clOn, fue mISIOnero por espacio de diez años. Alli -como anota José Gers- "se compenetró con el llanero, con su vida, con sus cuitas, con sus aldeas, con sus cacerías y pescas, con los peligros que afronta, con sus danzas, con las fieras, con los ríos, con sus amores, con su hidalguía, su valor y sus mitos. Son págínas en tumulto de maravilla como la naturaleza en donde se oríginaron". Se dístíngue el Padre Sabío por su oríginal y personal manera de contar sus experiencias, en prosa clara y fluida, irisada de sentimiento y fantasía. Sus veintinueve capítulos se leen con provecho y deleite. Allí encontramos historia desde el descubrímíento y conquísta de los Llanos con Diego de Orgaz, Alonso de Herrera, Jorge de Spíra, Nicolás de Federmán, Hernán Pérez de Quesada y Gonzalo Jiménez de Quesada, hasta el Arzobispo Fernando Arías de Ugarte, los jesuítas José Dadey, Miguel Jerónimo de Tolosa, Diego Molinelly, José de Tobalina, Domingo de Acuña, los domínicos Miguel de Cabrera, Damián de Ugarte, perito en lenguas indígenas, y nuevamente los jesuítas Alfonso de Neira, Ignacio Cano, Juan Fernández Pedroche, Antonío Monteverde y el Padre José Gumilla, autor del "Orínoco Ilustrado", y quien primero plantó café en territorio colombiano, habiendo traído la semilla de las Guayanas, según las referencias de la citada obra. También hallamos descripciones de la geografía física de la inmensa llanura, de sus numerosos ríos, Arauca, Casanare, Pauto, Cravo, Cusiana, el Meta, el Manacacías, el Guanapalo, el María, el Duya, Orinoco, Vichada, Ariporo, Juriepe y otros con sus afluentes. Ríos, llanuras y esteros recorrídos por el levita misionero entre indios, caballos, toros, peces, boas, garzas y caimanes; entre centellas, caños y huracanes; entre lirios, romances, maracas, tiples, joropos, coplas y corridos. Por eso exclama: "Fui hermano del tigre, del león, del caimán, de la boa, del toro, del caballo, de las garzas, de los peces, de los lirios, de las rosas, del huracán, de la tempestad, del rayo, de IllS tinieblas, de la luz, del sol. ¿No es del corazón henchido de amor y de riquezas secretas este lenguaj e que al punto recuerda el que hablaba el Nazareno de Asís en su Cántico de las Criaturas? Esta tierra ancha de los Llanos, abierta jaula de canciones, de sangre sin fatiga, de la guitarra y el caballo, de la soga y los cachos, del arpa y las maracas, de duendes y atajos, de amores y coplas, de la doma y los romances". Al espigar muy rápidamente en su primer capítulo "España canta en Colombia", tropezamos con la música. En su lírico esbozo 182 -

descriptivo el autor entona laudes en homenaje a los aires típicos del Llano. De igual modo, advertimos la presencia de coplas populares tan del genio l1anero como las muestras que a continuación transcribimos: Sobre el mundo mi caballo, sobre el caballo el apero, sobre el apero yo solo y sobre yo mi sombrero. El gusto de los llaneros yo se lo voy a explicá: buen caballo, buena silla, buena soga pa enlazá. y también buena cobija

por si le toca toriá. El que quiera ver a Dios y algo de El quiera saber, que venga a ver en el Lla·no lo que es un amanecer! Las mujeres no me quieren, yo les hallo la razón; porque no tengo caballo, ni rejo, ni bayetón! Pa que la miel fuera miel, la rueda partió la caña. El amor es más amor cuantos más tropiezos halla! Por debajo mi caballo, por encima mi sombrero, entre los dos mi llanura, entre los tres la que quiero!

Yo no canto con muchachos, ni tampoco con mujer; yo canto con hombres machos que me sepan responder! Del toro me gusta el cacho, del caballo la carrera; de las muchachas bonitas la figura y cabellera!

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Nací libre yeso basta para gozar de ventura; que es mi código el valor y mi reino la llanura! Te quiero más que a mis ojos, más que a mis ojos te quiero; pero aún quiero más a mis ojos porque mis ojos te vieron!

y finalmente: Cuando salgo a la sabana galopando en mi caballo; rey de España yo me siento y mi trono todo el Llano!

En verdad, cómo recuerda esta copla al Babieca del Cid Campeador frente a las legiones agarenas, según rezan los versos castellanos: Por necesidad batallo y una vez puesto en la silla, se va ensanchando Castilla delante de mi caballo! FRANCISCO MÁRQUEZ YÁÑEZ.

*** PERDOMO ESCOBAR, José Ignacio, Pbro. Histo1'1.a de la Música en Colombia. Tercera edición. Biblioteca de Historia Nacional. Volumen III. Academia Colombiana de Historia. Editorial A. B. C. Bogotá, 1963. Páginas 422. Ilustraciones.

Nobilisimo esfuerzo ha hecho la Academia Colombiana de Historia al reeditar por tercera vez este denso y bien sazonado volumen de la Historia de la Música en Colombia, cuyo autor es el Reverendo Padre José Ignacio Perdomo Escobar. Esta tercera edición de 422 páginas, pulcramente ilustrada, revisada, aumentada y complementada con un glosario folclórico de términos relativos 184 -

a danzas, cantares e instrumentos tipicos de Colombia, viene a llenar un gran vacío en el campo de la bibliografia musical de nuestro país. La obra se halla distribuida en veinticinco capítulos que encierran aspectos fundamentales en la historiografía de la música en Colombía. He aquí por qué señalamos en seguida algunos de los más importantes: Aborígenes, Instrumentos de los indios precolombinos; La raza de Cabezón y de Salinas lleva su música a las tierras de América; La Iglesia y la música; El órgano y otros instrumentos; La Polifonía: el maestro don Juan de Herrera y Chumacero; Cultura musical en la Colonia; La Independencia; Los Precursores; Nuevas orientaciones de la música en Colombia, Juan Antonio de Velasco, Nicolás Quevedo Rachadell, Henry Price; La Sociedad Filarmónica; Institutores: Mariano de la Hortúa y Vicente Vargas de la Rosa; Compositores y Ejecutantes: Los Figueroas, Santos Quijano, Manuel María Párraga, Juan Crisóstomo Osorio, Diego Fallon, José María Caicedo, Manuel A. Cordovez; El Himno Nacional de Colombia y las Canciones Nacionales; La canción popular patriótica y política en la historia de Colombia; El teatro en Bogotá en el siglo XIX; La Academia Nacional de Música; Conservatorio Nacional de Música; Guillermo Uribe Holguín; Antonio María Valencia; Ultimos Valores y asomo al folklore musical de Colombia. En los primeros capítulos el autor reseña con acierto y documentación los procesos formativos de la música e instrumentos musicales de nuestros aborígenes. Veamos cómo discurre su pluma en esta materia: "Toda civilización deja vestigios en los diversos ramos del arte; ruinas de edificios, vasos de cerámica, piezas de orfebrería, códices literarios, etc. Los indígenas tocaban o cantaban sus sencillas melodías, sobre temas religiosos o guerreros, que eran transmitidos a sus descendientes por tradición. Algunas se conservan completamente adulteradas, perdidos el carácter y la pureza primitivos por la influencia de diversos elementos, de los cuales resalta la imposición que hicieron los conquistadores, de su religión, lengua y arte. Si queremos formarnos una idea completa del arte musical indígena, necesitamos echar una ojeada general a la música de los aborígenes americanos, principalmente a las civilizaciones Maya, Nahua e Inca, y luégo cotejarlas con las nuestras, porque la música en sus primeras manifestaciones coincide por su rusticidad con los rasgos melódicos y rítmicos de todos los -

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pueblos primitivos, y sólo la deforma y le da sabor local el medio ambiente. La música de los indios colombianos presenta las mismas manifestaciones artisticas que las halladas en otros pueblos americanos precolombinos. Acompañaba con sones primitivos y salvajes las danzas, estaba en estado de magia, porque los músicos eran algo así como los arúspices de cada tribu. La melodía aparece impregnada de superstición, del terror al demonio amedrentador que se presentaba mezclado en sus mitos religiosos; era de una cadencia disonante como el medio en que florecía. .. Por lo que hay escrito sobre el particular por los cronistas, salta a la vista que cultivaban los diversos géneros musicales: religioso, guerrero, fúnebre, triste, alegre, etc., y tenían el ritmo determinado por medidas fijas de igual duración, pero no un molde rítmico capaz de clasificar un aire dado. Su música pertenece a la etapa intuitiva".

Continúa el autor describiéndonos este primer período de formación musical con base en citas de textos de cronistas como Juan de Castellanos, Fray Pedro Simón, Lucas Fernández de Piedrahita y Fray Pedro de Aguado, para indicarnos que nuestros aborígenes conocieron el compás y la simetría ---

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