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San Pablo en la Retórica Eclesiástica de fray Luis de Granada Manuel López-Muñoz – Área de Filología Latina UNIVERSIDAD DE ALMERÍA
AGRADECIMIENTOS Y DISCULPAS [En portugués] Primero de todo, debo agradecerle al profesor Pereira su amable invitación a acudir a Oporto, una ciudad a la que siempre es un placer venir. Mi agradecimiento también a la Universidad de Oporto y a su Facultad de Letras por la organización de estas jornadas. Mis disculpas son evidentes. No me siento capacitado para exponer este trabajo en el poco portugués que manejo: lejos queda 1990, cuando fui Erasmus en Coimbra. Intentaré hablar español despacio y confiar en su amabilidad, no para mí, sino para fray Luis.
LA OBRA Siendo la segunda obra más difundida de fray Luis de Granada, se trata de un manual predominantemente técnico, de instrucción para futuros predicadores, publicado por Antonius Riberius1 en Lisboa, en 1576, y titulado Ecclesiasticæ Rhetoricæ, sive De Ratione Concionandi, libri sex. Siguen ediciones en 1578 (Colonia y Venecia), 1582 (Colonia, revisión de la anterior), 1585 (Milán), 1588 (Milán), 1594 (Colonia, con revisión crítica del texto, reimpresa en 1611), 1594 (París), 1628 (Colonia), 1635 (París), 1685 (París), 17322 (Verona), 17513 (Pamplona), 1752 (Nápoles y Venecia), 1762 (Lisboa), 1768 (Valencia, dos ediciones), 17694 (Palma de Mallorca), 1780 y, por último, 1870 (Roma). Fue traducida ocho veces al español5, entre 1770 y 1884, y doce al francés, entre 1673 y 1850. Actualmente, la traducción española más
La información que nos dan Quetif-Echard no es incorrecta, en lo que se refiere a la editio princeps, salvo que dicen que el editor fue Lázaro Ribero. 2 Encuadernada junto con De acolytorum disciplina, de Agustín Valerio y el De modo concionandi, de Diego de Estella. Sobre el De modo concionandi, vid. Sagüez Azcona, P, Fray Diego de Estella. Modo de Predicar y Modus Concionandi. Estudio doctrinal y edición crítica, Madrid, 1951. 3 Afirma el pie de imprenta ser ésta una refundición de una edición de 1577 (Lisboa) que no hemos localizado. 4 Se le cambia el título por el de Summa Artis Rhetoricae ex insigni Opere, Rhetorica Ecclesiastica… y se le añaden unos Progymnasmata. 5 vid. R. Mansberger Amorós, (1992), "Un capítulo de la lucha y reforma de la predicación en el siglo XVIII", Anthropos (Documentos A) 4, (1992), pp. 62 ss, y G. Zayas de Lille, "Luis de Granada y la reforma de la predicación en el siglo XVIII" 1
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moderna es la de 1850 -y es una reedición de la del siglo anterior-, y la edición más reciente es la decimonónica romana. En 19996, se publicó una edición bilingüe de la obra, basada en la traducción de 1850 y en las ediciones primeras, pero no se ha hecho hasta ahora un trabajo de versión, edición y comentario realmente modernos.
LA ECCLESIASTICA RHETORICA EN PORTUGAL De los datos con los que contamos, podemos deducir que el tratado del dominico granadino se convirtió desde su publicación en el manual de Retórica eclesiástica por excelencia en todo el territorio lusitano, como reconoce Castro (1973: 83) al trazar un bosquejo de la importancia de las Retóricas de Cipriano Suárez y de fray Luis de Granada: "Varios anos hâo de correr sobre o início do século XVIII até que surja entre nós um conjunto de obras de teorizaçâo, capaz de construir un sistema com visível projeçâo na eloquência do púlpito. O ensino, em colégios e conventos, continuava a fazer-se pelos compêndios de Cipriano Soares e Fr. Luís de Granada, embora, com o andar do tempo, os professores passassem a adoptar cada vez mais o Ariadne Rhetorum do jesuíta italiano Luís Giuglaris [publicada en 1651], ou o Candidatus Rhetoricae [publicada en 1659] do francês François-Antoine Pomey, também da Companhia de Jesus."
Fray Luis y su preceptiva campan, pues, a su antojo por la actividad oratoria de los siglos XVII y XVIII casi sin problemas y produciendo no pocos brillantes predicadores -incluso antes de la publicación de la Ecclesiastica Rhetorica, no olvidemos que fray Bartolomé de los Mártires, una de las cimas de la espiritualidad y la homilética episcopal portuguesas del XVI, puede perfectamente ser considerado discípulo del granadino7-, entre los que podemos destacar al jesuita Antonio Vieira (fallecido en 1697), del que leemos (Soria 1991: 38) que era: "considerado como el máximo orador en lengua portuguesa" y que aprovechó en buena medida las teorías de nuestro dominico (Castro 1973: 94): "É evidente que a sua ciência em materia retórica nâo provinha apenas das leituras assim confessadas; para além destas, outras haveria, em especial a Rhetorica ecclesiastica de Fr. Luís de Granada...", y no sólo en lo referente a técnica retórica sin más, sino también en la preceptiva sobre cómo debe ser el predicador, en la que (Castro 1973: 96) se adivina la mano de nuestro dominico: "As palavras entram pelos ouvidos mas as obras ferem os olhos. Por isso as obras do pregador deviam ser intimamente coerentes com as palabras. Na sequência da doutrina exposta por Fr. Luís de Granada em vários pasos do Livro I da Rhetorica Ecclesiastica, sobretudo no capítulo VI, consagrado "de probitate, et moribus concionatoris", Vieira insiste repetidas vezes na
Anthropos (Documentos A) 4 (1992), pp. 71 ss., para unas reflexiones sobre la relación de fray Luis y los reformistas ilustrados del siglo XVIII, el obispo José Climent entre ellos. 6 Á. Huerga, (ed.), Obras completas de fray Luis de Granada, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1999, vol. 22. 7 Para una interesante comparación entre fray Luis de Granada, fray Bartolomé de los Mártires y fray Luis de Sousa, vid. Rodrigues (1987).
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importância das virtudes e da exemplaridade de vida do pregador para, pela palavra, tocar o coraçâo dos ouvintes",
hasta el punto de convertirse (Castro 1973: 673) en "o grande modelo que consagra definitivamente o «método português» como expressâo perfeita do sermâo barroco". Es, pues, concebible postular una influencia, no precisamente pequeña, de fray Luis de Granada y su Ecclesiastica Rhetorica en la conformación del estilo predicatorio portugués, a través del jesuita Vieira8 y sus seguidores, e incluso en la delimitación del propio barroco de aquel país. En palabras de Castro (1973: 673): "...devidamente interpretada em funçâo da teoria que lhe deu existência, a literatura parenética desse período em muito contribuirá para melhor definir os caracteres e os limites do barroco português."
Pero nuestro granadino sigue vivo más allá del barroco, y condiciona en parte la teorización retórica del XVIII, como se nos dice (Castro 1973: 222) a propósito de Lourenço Botelho Sotomaior (1671-1738) y su Systema Rhetorico9: "Entre os manuais por ele compulsados, citados ou aduzidos contamse principalmente os De arte Rhetorica libri III, de Cipriano Soares..., os Eloquentiae Sacrae et humanae parallela libri XVI de Nicolau Caussin..., o Candidatus Rhetoricae e o Novus candidatus Rhetoricae de Francisco Pomey... e os Ecclesiasticae Rhetoricae, sive de ratione concionandi libri sex, de Fr. Luís de Granada, usado sobretudo nas implicaçôes da Retórica como a eloquência sacra, embora apareça citado a propósito de outros pontos mais gerais."
Uno de esos "puntos más generales" bien puede ser, por ejemplo, la inclusión del genus didascalicum entre los géneros oratorios, que atribuye Castro (1973: 232) a una relectura aristotélica: "Talvez a leitura do segundo [i.e. Manuel Tesauro y su Cannochiale aristotelico], provàvelmente suscitada pelo uso que dele fizera leitâo Ferreira nas liçôes ministradas por esse tempo aos Anonymos, lhe tenha fornecido uma reinterpretaçâo moderna de Aristóteles, dentro das orientaçôes da neo-escolástica seiscentista, tâo ìntimamente ligada à floresçência do barroco, mas o certo é que dele apenas colhe elementos para o establecimento das causas da Retórica e para incluir, entre os géneros oratórios, o didascálico",
Si aceptamos como válida la teoría de Castro (1973: 86 ss.), el libro intitulado Rhetorica Sagrada, ou Arte de Prégar Novamente descoberta entre outros fragmentos Literarios do grande P. Antonio Vieira da Companhia de Jesus, dedicada ao muito Reverendo Doutor Jozé Caldeyra... e dada à luz para utilidade do Tyrocinio dos Pregadores por Guilherme Jozé de Carvalho Bandeira, Notario Apostòlico, e Tabaliâo publico de Sua Santidade (Lisboa, Luiz Jozé Correa Lemos, 1745), sería una falsa atribución, de donde que no lo incluyamos como obra recipiendaria del influjo luisiano sobre un hipotético Vieira preceptista retórico. 9 Sotomaior, Lourenço Botelho, Systema rhetorico. Causas da Eloquencia, dictadas e dedicadas á Academia dos Anonymos de Lisboa por hum Anonymo seu Academico, Lisboa, Mathyas Pereyra da Silva & Joâo Antunes Pedrozo, 1719. 8
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pero que consideramos bastante más sencillo hacer proceder de una simple lectura del libro cuarto de la Ecclesiastica Rhetorica. También dentro del XVIII, encontramos una posible huella en fray José Caetano y su Theo-Rhetoris simulacrum10, entre cuyas fuentes cita Castro (1973: 291-292) como principal a Nicolás Causino y como secundarias a san Agustín, Cipriano Suárez, el propio fray Luis de Granada, Rafael María de Filamundo, Alfonso Salmerón, Gérard Pelletier, Melchor Cano y Escalígero. Cuatro años más tarde, publicará Joâo Baptista de Castro su Espelho da eloquência portugueza illustrada pelas exemplares luzes do verdadeiro Sol da elegancia, o Veneravel Padre Antonio Vieira da Companhia de Jesu (Lisboa, Antonio Pedrozo Galrâo, 1734), obra en la que se cita a fray Luis, a Ameyugo y a Jiménez Patón como rétores españoles consultados (Castro 1973: 345 n.) y que nos ofrece una doble utilidad, en tanto que testimonio de la pervivencia de la retórica luisiana en el setecientos y en cuanto que reafirma la relación ideológica entre el jesuita Vieira y nuestro dominico. Pero ejemplo concreto de influjo luisiano vemos en Castro (1971: 371), todavía hablando del Espelho: "A verdadeira funçâo do adorno obtido pelas figuras era estabelecer a diferença entre o estilo da fala normal e o estilo literário, e para que essa funçâo fosse perfeitamente realizada impunha-se que a diferença nâo se alagasse pelos domínios da fantasía. A ideia nâo era nova, pois encontramo-la com frequência nas teorias acerca do estilo formuladas pelos humanistas do século XVI. Por isso Castro vai corroborá-la através de uma comparaçâo entre as figuras e o vestuário, já usada na Rhetorica ecclesiastica [i.e. eccl.rhet. V,7] de Fr. Luís de Granada."
En 1739 se publica un manual de retórica eclesiástica, redactado por el francés Luis Abelly, obispo de Rodas, traducido al español en 1724 por fray Manuel José de Medrano y al portugués por Miguel Joaquín de Freitas -en realidad, fray Jacinto de San Miguel- con el título de Arte de Prégar, ou o Verdadeiro modo de Prégar, segundo o espírito do Evangelho. Traduzido de Francez em Portuguez por Miguel Iachino de Freitas. E dada á luz para utilidade publica (Lisboa, Officina de Musica e da Sagrada Religiâo de Malta, 1739). De esta obra dice Castro (1973: 517): "Embora de autor estrangeiro, cremos que desempenhou um papel de certo relevo na difusâo da nova teoria concionatória em Portugal. As suas fontes principais sâo Cicero e Fr. Luís de Granada, mas cita com relativa frequência, em notas de roda-pé, textos de Quintiliano, Aristóteles e Longino. Todos estes autores, já tâo largamente aproveitados pelo barroco,
Caetano, José, Theo-Rhetoris simulacrum, seu vera effigies Concionatoris Evangelici, opusculum praevium ad Divini Verbi hierologiam, sive artem theorico-practicam ponderandi Sacram Scripturam per conceptus (ut vocant) praedicabiles, Coimbra, 1730.
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sâo, porém, reinterpretados agora à luz de um gosto novo, fundamentado na valorizaçâo do simples e do natural."
Nueve años más tarde se nos testimonia otra obra que aprovechó a fray Luis directa e indirectamente11 al citarlo en apoyo de la teoría de que la Retórica debe decir sólo cosas verdaderas revistiéndolas de un persuasivo ornato retórico; por su parte, la influencia indirecta está en hablar del Padre Rapin en términos elogiosos porque (Castro 1973: 453): "apontava como os melhores os preceitos deste último", esto es, del granadino. En 1763 se publicará una traducción12 de la preceptiva retórica de Carlos Borromeo, obra que volverá a aparecer en 1788 como apéndice a la Rhetorica Sagrada de fray Joâo da Madre de Deus13, de la que dice Castro (1973: 570): "É que, através desta obra, a teorizaçâo setecentista procurava remontar ao ideal de elegância, regulada pelo decoro, pela sobriedade de ornato e naturalidade da forma que, com base na Rhetorica ecclesiastica de Fr. Luís de Granada, o santo Arcebispo de Milâo procurara incutir no espírito dos seus sacerdotes quando, após o Concílio de Trento, fizera da pregaçâo uma forte barreira contra o avanço do protestantismo."
En cuanto a la presencia de fray Luis en el sistema educativo de los religiosos del siglo XVIII, era recomendado por fray Manuel do Cenáculo14 que se le estudiara como complemento a Quintiliano (Castro 1973: 595) y, ya a finales de la centura, por José Caetano de Mesquita e Quadros, aun cuando éste especificaba que la Retórica de fray Luis debía ser reservada para gente de inteligencia madura y estudios avanzados. En resumen, podemos decir que fray Luis será reelaborado en Portugal durante los dos siglos siguiente, que verán en él el espectáculo barroco de la predicación ya prefigurado y teorizado, pero también el refugio
Piedade, fr. Arsénio de [= Araújo, José de, S.I.], Reflexoens Apologeticas á obra intitulada Verdadeiro Methodo de Estudar dirigida a persuadir hum novo methodo para em Portugal se ensinarem, e aprenderem as sciencias, e refutar o que neste Reino se pratica; expendidas para desagravo dos Portuguezes em huma carta, que em reposta de outra escreveo da Cidade de Lisboa para a de Coimbra o P.Frey Arsenio da Piedade Religioso da Provincia dos Capchos..., Lisboa, Francisco Luiz Ameno, 1748. 12 Encarnaçâo, Joaquim da, Instruçôes da Pregaçâo da Palavra de Deos, dadas aos Prégadores, por S.Carlos Borromeo, Presbytero Cardeal da S.R.I. do Tit. de S.Práxedes, Arcebispo de Milâo. Às quaes se adjunta hum Appendix, conforma a mente de s.Autor, de quanto parece servir ao continuio emprego dos Parocos, e Ministros do Evangelho, reduzindo a breve compendio a Retórica, erudiçâo sagrada, Arte de prégar com noticia de Theologia, Escritura, e Historia ecclesiastica, Coimbra, 1763. 13 Madre de Deus, fr. Joâo de, Rhetorica Sagrada, e Evangelica, ou Eloquencia do Pulpito, Em quese expôem com brevidade os preceitos, e as regras mais necessarias para a recta administraçâo da Divina Palabra, tiradas dos melhores Authores, Lisboa, José Aquino Bulhoens, 1788. 14 Cenáculo, fr. Manuel do, Disposiçôes do Superior Provincial para a observancia regular e literaria da Congregaçâo da Ordem Terceira de S.Francisco... Lisboa, Regia Officina Typographica, 1776. 11
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doctrinal en el que basar la vuelta a la contención clásica renacentista que caracterizará a la estética neoclásica.
CÓMO ANALIZAR LA PRESENCIA DE PABLO EN LA RETÓRICA ECLESIÁSTICA Cuando nos planteamos la cuestión de cómo desentrañar la presencia de San Pablo en la Ecclesiastica Rhetorica, la primera idea que nos vino a la cabeza fue la de hacer un análisis de fuentes en bruto, y ver de qué manera los contextos paulinos aparecen en fray Luis. Desde luego, no puede dejarse de lado este proceder ni subestimarse por el mero hecho de ser un acopio de números, frecuencias y porcentajes. Están en juego el propio método de nuestra disciplina, pero también la fiabilidad de nuestras afirmaciones. La constante depuración de los aparatos metodológicos, el progresivo afinamiento de los sistemas de estudio e identificación de los orígenes de los textos literarios, serán la urdimbre sobre la que se tejerá el lienzo de la Historia de la Literatura al modo positivista. Derrumbada momentáneamente la posibilidad científica de la intuición genial, y enfrentada la Literatura latina a la minusvaloración conceptual, quedan el catálogo, la erudición, la clasificación de fuentes y pervivencias, el acopio de materiales que, sin ser propios ni característicos de lo literario, ayudan a entender la periferia del hecho literario mismo. Historicismo y Positivismo no son hoy el ideal metodológico de los estudios literarios, pero debemos reconocer la magnitud del corpus de datos (y la precisión de las técnicas de trabajo) que, sin ser Literatura, todavía siguen ayudándonos a entenderla. Quizá, la mayor crítica que se le puede hacer hoy a la Historia literaria positivista es que se centró con demasía en el problema de las fuentes literarias, y que la casi obsesiva dedicación a la Quellenforschung no dejó espacio para la valoración de los textos por sí mismos. La otra crítica posible es que se fija como patrón de trabajo de estas Historias de la Literatura, además, el interés en la enumeración de datos cronológicos, realia históricos y, en general, un acopio de erudición acerca de la obra y de su autor que la delimitan desde fuera, pero no por dentro. Curiosamente, todavía hoy seguimos dependiendo del método historicista en nuestra materia, a buen seguro porque, en pleno comienzo de los ataques contra la utilidad de los saberes humanísticos, la Filología evolucionó demasiado rápidamente hacia el Positivismo, hacia el intento desesperado de demostración de su capacidad para proporcionar un conocimiento tangible, demostrable y cuantificable. Con todo, las críticas no nos deben hacer apartar, como horrorizados, de algo que constituye la fuente de nuestro trabajo. Lo que debemos hacer es ver cómo aplicar lo mejor de la tradición a nuestras nuevas finalidades. Está claro que no es igual analizar un poema épico, un tratado filosófico o un manual de Retórica: al fin y al cabo, son
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productos literarios dominados por distintas finalidades que provocan la aparición de diferentes métodos de composición.
MODELOS DE ANÁLISIS A lo largo de estos minutos que vamos a compartir, les propondré un modelo de análisis que creo que nos permitirá hacer dos cosas interesantes, a saber, obtener datos y darles una interpretación. Para mí, limitarse a las cifras es algo que puede hacer cualquier máquina; quedarse en las meras intuiciones es un ejercicio de metaliteratura; tomar los números, observarlos y obtener conclusiones que vayan más allá de ellos, pero que se basen en ellos para defender su legitimidad, es la base del trabajo de la Filología. Desde luego, nos encontramos ante un tratado técnico: fray Luis escribe su Ecclesiastica Rhetorica con el declarado objetivo de formar predicadores, y se la dedica a la Universidad de Évora, recién fundada con el objetivo de mejorar la preparación de quienes deben andar por los pueblos predicando la palabra de Dios. Dentro de estas coordenadas de análisis, debemos considerar que las citas que se introducen en el texto no son meramente eruditas ni ornamentales, sino que tienen una funcionalidad clara y explicable. Para estudiar los textos que fray Luis nos va a ir dejando por todas partes, bien estará que miremos cómo han actuado otros estudiosos en ocasiones anteriores. Hay un trabajo muy interesante de Félix Herrero Salgado (2002)15 en el que, precisamente, describe cómo abordar el tratamiento de las citas textuales desde un punto de vista teórico. Para ello, empieza por analizar el esquema de trabajo de Díaz Lavado16, que sigue muy de cerca la sistematización de Stefan Morawski, y lo acopla a
sus propias necesidades de estudio. Viendo esos marcos de análisis, nos resultará más fácil centrarnos.
F. Herrero Salgado, “Las citas de los sermones del Siglo de Oro”, Criticón 84-85 (2002), pp. 63-79. 16 J.M. Díaz Lavado, "Tipología y funciones de las citas", en M. García Valdés, Estudios sobre Plutarco: ideas religiosas, Madrid, Ediciones Clásicas, 1994, pp. 681-696. 15
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Según Stefan Morawski, las citas pueden tener una función lógica u ornamental, entendiendo por función lógica la que hace que sirvan como argumentos de autoridad, alardes de erudición o reafirmaciones de algo ya dicho; por su parte, la función ornamental hace referencia a aquellas citas que, o bien se apegan al texto para darle más belleza, o bien se integran en él como si fueran parte del propio pensamiento del autor. Herrero Salgado (2002: 69-70) parte de ese esquema para proponer otroque nos resulta harto más interesante, toda vez que guarda una relación más directa con el tipo y época de los textos que aquí vamos a manejar. Para él, las citas escriturarias proporcionan la materia principal del sermón, o son el eje vertebrador del discurso, entendiendo por tal que, o bien prueban un argumento, o bien son fuente de historias y ejemplos, o bien son un modelo estilístico que se propone o se usa. De su análisis deduce que, al menos en los textos que estudia, el Antiguo Testamento sirve para aducir citas de autoridad, ejemplos o historias, mientras que el Nuevo Testamento suele ser la base misma del sermón, sea proporcionando el argumento, sea proporcionando la materia.
Para nuestros propósitos, ninguno de los modelos que aquí citamos es perfectamente aplicable, seguramente porque su objetivo es la aplicación a textos artísticos, pues por igual lo son Plutarco y un sermón del Siglo de Oro. Encontramos que, en un texto técnico, la función ornamental queda bastante reducida, ya que las citas que aparecen no buscan embellecer la expresión sino, más bien, apoyar la doctrina que en cada momento se vierte. Esto nos llevaría a defender que, del esquema de Morawski y Díaz Lavado, sólo nos resulta útil la función
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lógica o, en otras palabras, deberíamos limitarnos a ver si los textos aducidos lo son para demostrar que el autor tiene amplios conocimientos (erudición), busca una sanción externa a sus teorías (autoridad) o los aduce para mostrar que otras personas de su misma validez han llegado a la misma conclusión (reafirmación). Es, creo yo, interesante señalar la diferencia que se establece entre los componentes de autoridad y de reafirmación, ya que implica una valoración de las fuentes manejadas. Parece claro que autoridad remite al uso de un tratadista necesariamente anterior y dotado de una especial prevalencia; por su lado, reafirmación es un componente que nos lleva a pensar en tratadistas no necesariamente anteriores ni más importantes que el autor mismo, conque la aparición de sus opiniones no las valida por el peso de su nombre, sino por acumulación de pareceres semejantes. El problema que tenemos para adecuarnos a esta división es que no encontramos manera fácil de distinguir cuándo está usado un retórico a modo de erudición, de argumento de autoridad o de reafirmación. Quizá, una manera de salir del paso sea proponer la calificación de autoridad cuando se trata de citar a los transmisores antiguos de la doctrina retórica; la de erudición cuando se aducen testimonios de autores o textos no técnicos para ejemplificar un aspecto de la teoría retórica; la de reafirmación cuando se citan autores contemporáneos o casi en apoyo de las tesis centrales, no de los extremos ejemplificados. De esta manera, las obras retóricas de Cicerón, o Quintiliano, o el De doctrina Christiana, serán autoridades; Virgilio, Tácito, o San Pablo (y éste no siempre), serán erudición; y Erasmo o Melanchthon (a los que no se cita, pero se usa muy visiblemente en algunas ocasiones), pero también Arias Montano, Jerónimo Vida o Jerónimo Osorio, serán reafirmaciones. Observaciones parecidas cabe hacer a propósito del esquema de Herrero Salgado, que también se nos antoja de difícil aplicación a nuestra obra, ya que sigue manteniendo en la base la misma división de función lógica y ornamental. Por supuesto, hemos intentado aplicar estos esquema,s pero los resultados no nos sirven para estudiar a San Pablo en la Retórica Eclesiástica, ya que tiende a cien el porcentaje de uso como erudición, y todos sabemos bien que una clasificación con todos sus elementos en un mismo grupo no lo es. Llegamos, pues, a la conclusión de que el análisis de una obra técnica requiere de sistemas diferentes de los de una obra estética, cosa que tampoco es como para maravillarse, en realidad.
NUESTRA PROPUESTA DE ANÁLISIS A falta de un esquema más elaborado, hemos optado por tratar los datos y analizarlos desde diferentes puntos de vista hasta llegar a obtener conclusiones apreciables. Ya sabemos que, como dice el profesor Iso Echegoyen, de la Universidad de Zaragoza, cualquier ejemplo, convenientemente torturado, acaba por confesarlo todo, razón
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por la cual intentaremos no hacer extrapolaciones y ceñirnos a la realidad. Al fin y al cabo, podemos querer ver unas cosas u otras, pero tiene la realidad esa peculiar característica de ser tozuda: los hechos son como son, no como nos apetecería que fueran.
Distribución de las citas en la obra Para empezar, hemos identificado los contextos paulinos en la Ecclesiastica Rhetorica y los hemos clasificado por libros y capítulos, incluso por epígrafes cuando éstos funcionan como unidades de rango inferior pero autónomo. Esto nos permite llegar a una propuesta de distribución de las distintas epístolas paulinas a lo largo de la obra, lo que también nos proporciona una primera imagen de qué obras no le interesan a fray Luis y cuáles sí. Debo, eso sí, hacer una pequeña precisión metodológica, ya que he distinguido citas y menciones, que de los dos tipos hay. Considero citas las que reproducen más o menos exactamente una fuente textual, mientras que reservo el término menciones a aquellas partes del texto en las que se alude a San Pablo o a alguna de sus obras, aunque sin proporcionar las palabras exactas. Las citas paulinas no están aisladas de las del resto de los autores, conque necesitamos confrontar su frecuencia y distribución con la de otros. Para esto, hemos recurrido a un pequeño estudio de hace unos años, en los que se ve cómo le presta atención nuestro autor a los antiguos y los contemporáneos, tanto para la base de la teoría retórica cuanto para ejemplos o lucimiento. Si decidiéramos hacer un análisis completo de las fuentes de fray Luis, aquí tendríamos el campo perfecto para aplicar los modelos de Morawski, Díaz Lavado o Herrero Salgado. Estudio frecuencial de las citas En una segunda fase de trabajo, he estudiado la frecuencia de aparición de las citas paulinas por libros y por temas con el objetivo de establecer una prelación de preferencias de fray Luis, pero también para ver qué textos están repetidos, en qué porcentaje y para qué contextos. De esta manera, se puede llegar a ver hasta qué punto las epístolas de San Pablo le son más o menos queridas al Granatense, e incluso cómo un mismo texto puede recibir distintas utilidades en función de la altura del texto a la que se le cite.
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Estudio temático de las citas En la tercera fase del trabajo, he hecho un recorrido temático por las citas paulinas, de modo que su acumulación me ha permitido identificar la imagen que nos transmiten de San Pablo. Este retrato que reconstruyo a partir de la utilización del de Tarso en la Ecclesiastica Rhetorica me permite, además, confrontar sus características con las que fray Luis va diseminando a propósito del orador ideal, cosa que va a permitirnos ver con datos, con base y con criterio hasta qué punto es o no San Pablo el perfecto orador cristiano. Aquí, es posible que le hagamos al pobre Luis de Granada afirmar cosas que no ha escrito, pero que corresponden a un pensamiento subterráneo que el trabajo de nuestro laboratorio filológico hace aflorar.
FUENTES DE LA ECCLESIASTICA RHETORICA En este apartado, y por mor de no fatigar al amable lector, nos limitaremos a hacer una sucinta descripción de cómo fray Luis acude a distintos autores para fundamentar sus opiniones, doctrinas y ejemplos17. De los más de ciento setenta pasajes usados por fray Luis para describir algún aspecto de la técnica retórica, menos de treinta proceden del De doctrina Christiana agustiniano, frente a noventa y nueve de las Institutiones Oratoriæ, treinta y dos de los tratados retóricos de Cicerón, dieciséis de la Rhetorica ad Herennium y dos de la Rhetorica de Aristóteles18. Para los textos no técnicos, entre Escrituras y Patrística, suman cerca de quinientos de los casi ochocientos que hay. El motivo es claro: para cristianizar la Retórica, bien vienen ejemplos que sean buenos para predicar o, simplemente, edificantes19. Autores romanos De los rétores antiguos, destaca Quintiliano, sobre todo los libros VIII (más de cuarenta pasajes citados) y XI (más de treinta pasajes citados); en segundo lugar, utiliza el De doctrina Christiana IV (unos treinta pasajes citados), al que siguen en importancia el De Oratore (unos Para unas atinadas reflexiones acerca de la utilidad del estudio de fuentes en los textos neolatinos, vid. J. Mª Maestre Maestre, “El estudio de fuentes como instrumento metodológico imprescindible en la edición de textos latinos renacentistas”, en R. Lorenzo Vázquez (coord.), Actas do XIX Congreso Internacional de Lingüística e Filoloxía Románicas, 1994, vol. 7, pp. 315-330. 18 Fray Luis no maneja la doctrina griega -ni la retórica ni la patrística- en su idioma original, sino en traducciones al latín o en recitas de otros autores que se expresaron en latín o en lengua romance. 19 Una descripción más amplia de estos aspectos puede verse en J. González Vázquez – M. López Muñoz, “Pervivencia…”, op.cit., y en el capítulo correspondiente de M. López Muñoz, Fray Luis de Granada y la Retórica, op.cit. Interesante es, también, la contribución de J. Heras Sánchez, “La Retórica eclesiástica…”, op.cit., así como las de J. González Vázquez, “Influencia de Séneca…”, op.cit.; J. González Vázquez, “Influencia de Quintiliano…”, op.cit.; J. González Vázquez, “El senequismo...”, op.cit. 17
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veinte pasajes), los libros III (cuatro pasajes) y IV de la Rhetorica ad Herennium (doce pasajes), el De inuentione (siete pasajes), el Orator (seis pasajes), la Rhetorica de Aristóteles (dos pasajes, ninguno de ellos directo), y los Topica ciceronianos (un pasaje). Entre los autores clásicos usados como ejemplo, prefiere sobre todo a Cicerón (cerca de sesenta pasajes) y a Virgilio (cerca de cuarenta pasajes), lo que nos habla de sus modelos recomendables para la prosa y para el verso; de Cicerón, claro está, prefiere sus discursos, mientras que, en lo que a Virgilio respecta, se inclina claramente por la Eneida. De los demás autores romanos, cita menos de diez veces a Ennio, Lucano, Ovidio, Horacio y, curiosidad de curiosidades, a Séneca, autor al que, en su Collectanea Moralis Philosophiae, demuestra conocer muy bien, pero que no tiene un reflejo tan claro en la doctrina retórica luisiana, salvo cuando se trata de ejemplificar el uso de las sententiae20. Autores eclesiásticos Hay casi cuatrocientos ejemplos de las Sagradas Escrituras, con predominio del Nuevo Testamento (más de doscientos pasajes) sobre el Antiguo (alrededor de ciento ochenta pasajes); en el primer caso, abundan las cartas de san Pablo (unos cien pasajes), mientras que en el segundo hay una distribución más equilibrada entre los libros de los Profetas y el conjunto formado por los Salmos y los Proverbios; entre los Profetas, Isaías y Jeremías centrarán su atención en la mayor parte de los casos. Entre los Padres de la Iglesia, prefiere nuestro dominico sin duda alguna a san Cipriano, al que nos remite en más de cincuenta pasajes y, en un segundo y muy distante lugar, a san Jerónimo. Autores neolatinos Los autores neolatinos aparecerán muy poco en la obra, hasta el punto de que encontramos sólo esporádicas remisiones a Jerónimo Osorio y Arias Montano, alude una vez a las Institutiones Dialecticae de Pedro de Fonseca, en el Epílogo de la obra parece en un momento estarse refiriendo al De Accolytorum Disciplina de Agustín Valerio... y poco más, aunque se pueda ver una cierta huella de Alfonso Zorrilla -¿y de Philip Melanchthon a su través?- en la inclusión del genus didascalicum como género retórico, y algún que otro eco de conocimiento de la obra de Melanchthon cuando habla de la alegoría, cuestión que hemos tratado en otro lugar.21 Por entrar en algo más de detalle, citaremos los autores neolatinos que hemos localizado en la Ecclesiastica Rhetorica. En el libro I, aparece citado Marco Girolamo Vida (1485?-1566), con sus Christiados libri sex (1535); encontramos una referencia difícil de seguir
Sobre la cuestión del uso de sentencias y apotegmas en fray Luis, vid. Á.L. Soriano Venzal – J. González Vázquez, “Sententiae et Apophthegmata…”, op.cit. 21 M. López Muñoz, “Quntiliano, Agustín y fray Luis de Granada ante la doctrina de la alegoría”, op.cit., ampliación y reelaboración de M. López Muñoz, “La alegoría en la teoría retórica…”, op.cit. 20
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a un tal Ioannes Anglus, que debe de ser el John Christopherson (†1558) que fue obispo de Chichester (1557-1558), Rector del Trinity College de Cambridge (1553-1558), Deán de Norwich (1554-1557) y capellán y confesor de la reina María de Inglaterra, y entre cuyas encontramos una traducción de la Historia Ecclesiastica de Eusebio de Cesarea al latín (Lovaina, 1569); se hace también una velada alusión al Stimulus Pastorum (Roma, 1564), de fray Bartolomé de los Mártires (1514-1590), buen amigo y sucesor de fray Luis en el cargo de Provincial de los Dominicos de Portugal. En el libro II, nos topamos al principio con Rudolphus Agricola (Rölof Huysman, 1444-1485), discípulo de Johann Reuchlin y autor del De inventione dialectica (1479), texto que aparece citado en los Adagia de Erasmo de Rotterdam; el siguiente autor será Benito Arias Montano (1527-1598), con un fragmento de los Monumenta Humanae Salutis; el capítulo noveno nos trae a Jerónimo Osorio (1506-1580), el llamado Cicerón portugués; hay un adagio erasmiano (crambe bis posita mors) en el capítulo noveno; en el capítulo décimotercero, parece estar citando fray Luis el conocido Actes and Monuments of Matters Most Speciall and Memorable (1570), de John Foxe (1516-1587), obra en la que se hace una encendida apología de la causa protestante y se ataca con furia la conducta de España y de la Inquisición, un texto claramente herético (John Foxe aparece en el Index librorum prohibitorum de 1559). En el libro III, vuelve a aparecer un adagio de Erasmo (4,1,1: Exhaustum in barbaros milites ærarium…); fray Luis se hace una autocita de la Dedicatoria de su Vida del Padre Maestro Juan de Ávila y las partes que ha de tener un predicador del Evangelio, dirigida a Juan de Ribera, arzobispo de Valencia y patriarca de Antioquía; a ella le sigue otra de Frans Titelmans, (1502-1537), teólogo, exegeta y profesor en la Universidad de Lovaina y, más tarde, capuchino. El libro IV contiene, básicamente, una serie de referencias no explícitas a la doctrina de Melanchthon sobre el genus didascalicum, que ya hemos analizado en otros trabajos. En el libro V, vuelve fray Luis a hacerse una autocita, o algo parecido, ya que se refiere a la traducción que él mismo hizo de la Escala Espiritual de San Juan Clímaco. En el libro VI, vuelve a aparecer Erasmo veladamente con una referencia a la filaucía (φιλαυτἰα) o amor de sí mismo, término que se encuentra en Cic. att. 13, 13, 1 pero que remite con mayor claridad a una de las variantes de la necedad en Stultitiae laus 42. Al final de la obra, se hace una referencia no explícita a las directrices de Carlos Borromeo y, acaso, al tratado De Accolytorum Disciplina de Agustín Valerio. Distribución general de las fuentes En el libro I, las fuentes se reparten equilibradamente entre Agustín, Cicerón (inv., de or., orat.) y Quint. inst. 2 y 6; en el libro II, predomina Quintiliano (inst. 8, 5, 6 y 9) sobre Cicerón (inv., de or., top.), Agustín y el libro cuarto de la Rhetorica ad Herennium; en el libro III, dominan San Pablo en la Retórica Eclesiástica de fray Luis de Granada
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claramente los libros octavo y sexto de las Institutiones Oratoriae, con presencias casi testimoniales de Rhet. Her. y del de inventione; el libro IV muestra pocas fuentes clásicas (lógico, ya que habla de los géneros de la predicación), salvo un par de citas del de inventione y otra de Quint. inst. 6, frente a las cuatro veces que aparece Agustín; el libro V, dedicado a la teoría de la elocutio, sigue a Agustín, del que se toman más de quince pasajes, a veces bastante largos, a Quintiliano (casi treinta pasajes del libro octavo, dentro y fuera de las citas agustinianas) y a la Rhetorica ad Herennium (casi veinte pasajes, también dentro y fuera de esas citas), aunque los dos antiguos aparecen, sobre todo, cuando se trata de dar definiciones y ejemplos de figuras y tropos; el libro VI está dominado por la presencia de Quint. inst. 11 (casi treinta pasajes) y de Quint. inst. 10 (diez pasajes). La conclusión es evidente: fray Luis prefiere, de todos los tratadistas antiguos, a Quintiliano con diferencia sobre los demás. Autores
Obras
I
II
III
IV
V
VI
Total
Agustín
doc.chr. IV
3,00
4,00
0,00
4,00
16,00
0,00
27,00
Cicerón
de or.
1,00
1,00
0,00
0,00
7,00
9,00
18,00
inv.
1,00
3,00
1,00
2,00
0,00
0,00
7,00
orat.
1,00
0,00
0,00
0,00
4,00
0,00
5,00
top.
0,00
1,00
0,00
0,00
0,00
0,00
1,00
Ps.Cicerón rhet.her. III 0,00
0,00
0,00
0,00
0,00
5,00
5,00
rhet.her. IV 0,00
2,00
2,00
0,00
8,00
2,00
14,00
Quintiliano inst. I
0,00
0,00
0,00
0,00
0,00
3,00
3,00
inst. II
2,00
0,00
0,00
0,00
0,00
0,00
2,00
inst. III
0,00
0,00
0,00
0,00
0,00
1,00
1,00
inst. IV
0,00
0,00
0,00
0,00
0,00
0,00
0,00
inst. V
0,00
1,00
0,00
0,00
0,00
0,00
1,00
inst. VI
1,00
1,00
2,00
1,00
1,00
0,00
6,00
inst. VII
0,00
0,00
0,00
0,00
0,00
0,00
0,00
inst. VIII
0,00
3,00
12,00
0,00
28,00
0,00
43,00
Analizando la relación de las fuentes con los elementos retóricos presentados, vemos que la preceptiva de las partes del discurso está
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tomada de la Rhetorica ad Herennium y del De inventione - dos obras no muy citadas en la Ecclesiastica Rhetorica-; la teoría de los loci y de los argumenta responde a una gran diversidad de fuentes; y Quintiliano es la fuente directa de la amplificatio, los affectus y la actio, así como la indirecta de la elocutio, ya que nos aparece citado en pasajes de Agustín. En resumen, el núcleo teórico del tratado está compuesto fundamentalmente por referencias a las doctrinas de Quintiliano y a la Rhetorica ad Herennium; la periferia de la teoría retórica, esto es, la caracterización general del orador cristiano, sus cualidades, preparación, disposición de ánimo y demás, son en esencia las que proporciona san Agustín, cristianización del ideal clásico del vir bonus dicendi peritus. Los paradigmas estilísticos serán, entre los clásicos, Cicerón y Virgilio y, entre los cristianos, las cartas de san Pablo, los libros de los Proverbios, Salmos y Profetas, y los tratados de san Cipriano. Los autores contemporáneos no tienen gran presencia numérica, y suelen aparecer, da la impresión de que para pagar deudas de amistad o para introducir alguna demostración de que la Ecclesiastica Rhetorica tiene relación con las teorías retóricas de su momento.
LAS EPÍSTOLAS PAULINAS EN LA ECCLESIASTICA RHETORICA Distribución de los contextos paulinos En un primer acercamiento, notamos que fray Luis no cita las epístolas a los Colosenses, la segunda a los Tesalonicenses, ni la epístola a Filemón. Dicho sea de paso, hoy se duda de que las dos primeras mencionadas sean auténticas.
De otro lado, vemos que la primera a los Corintios es la que más le gusta, seguida a una cierta distancia por la epístola a los Romanos y la segunda a los Corintios. Las demás, a los Efesios (autoría dudosa), a los Filipenses, a los Gálatas, a los Hebreos (no es de San Pablo), a Timoteo (primera y segunda, ambas de autoría dudosa), a los Tesalonicenses (se duda de la autoría de la segunda) y a Tito (se duda también de su autoría), son claramente marginales dentro de su aprovechamiento para
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la doctrina retórica. De hecho, sólo 1 CO, RM y 2 CO (las tres claramente más frecuentes) abarcan 84 casos de los 112 contextos identificados, lo que nos habla de una preferencia muy clara. En cuanto a la relación entre menciones y citas, vemos que son 21 las alusiones, frente a 112 citas. Si preferimos verlo en porcentajes, diremos que el 84% del total son citas, y que el 16% son menciones. Si atendemos a la distribución por libros, vemos que el que contiene más elementos es el quinto (39), y los menos prolijos son el segundo (11) y el cuarto (11). No obstante, la situación cambia cuando observamos las citas y las menciones por separado: así, la distribución de las citas viene a ser más o menos consistente con los porcentajes generales: el libro quinto es el más poblado (32), frente a los libros segundo (8) y cuarto (10), menos llenos de textos paulinos; por su lado, encontramos que el libro con más menciones a San Pablo es el primero (9), seguido del quinto (7), ambos a gran distancia de los demás. El motivo de esta abundancia de citas en el libro quinto es bastante evidente, ya que se trata del más largo de toda la obra; el hecho de que sea el que contiene la preceptiva de las figuras estilísticas ya nos va dando una idea de la funcionalidad de las citas paulinas en fray Luis. El caso del libro primero es interesante también, ya que ahí se nos habla de la caracterización del buen predicador y de la importancia de su misión. El libro sexto contiene la preceptiva de la actio, una curiosa serie de ejercicios de pronuntatio y una nueva caracterización del buen predicador: visto esto, se explica la abundancia como aparición conjunta de los dos elementos para los que nuestro Granatense utiliza al de Tarso, verbigracia, para dar preceptos estilísticos (no olvidemos que, siguiendo a Cicerón, defiende que la actio es la elocutio del cuerpo) y para caracterizar al buen orador sagrado. Preferencias paulinas de fray Luis Si ahora nos fijamos en la distribución de las citas por libros, o sea, eliminando de nuestro análisis las menciones, vemos que: • • • • • •
El primero está dominado por las dos epístolas a los Corintios (68%). El segundo no tiene un patrón claro de dominancia El tercero mantiene la preponderancia de las epístolas a los Corintios (53%). El cuarto no tiene un patrón claro de dominancia. El quinto está muy claramente copado por la epístola a los Romanos (50%). El sexto está muy claramente copado por la primera epístola a los Corintios (72%).
Conviene señalar, cuando estudiamos este patrón de frecuencias, que buena parte de las ocurrencias del libro quinto se localizan en la parte en la que fray Luis reproduce fragmentos enteros del De doctrina Christiana, esto es, en el capítulo 18, el dedicado a tratar en qué asuntos se deben usar los tres tipos de figuras.
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Por lo que se refiere al libro sexto, la primera a los Corintios aparece todas las veces en el capítulo noveno, en el que se dan ejemplos de sentencias to
Estudio de las repeticiones Observando en abstracto las citas paulinas, esto es, sin mirar la ordenación natural de los libros, sino agrupando los datos por contexto citado, notamos que hay cerca de un 40 % de textos repetidos, lo cual es bastante y algo nos tiene que indicar de los métodos de trabajo de nuestro autor. Ya sabemos que la primera a los Corintios es, con diferencia, su epístola favorita, pero también podemos advertir que en ella hay partes que le gustan especialmente. Así, 1 CO 15 aparece utilizado dos veces (una para ejemplificar la ironía y otra para la asseveratio), como dos son también las que se repite 1 CO 4,11 (una, hablando de la pobreza de Pablo y, otra, del sinatrismo), 1 CO 9,22 (una, sobre el ardor apostólico de Pablo y otra, sobre la necesidad de tener las emociones que se quiere infundir) y 1 CO 9,7-8 (una, sobre la inductio y, otra, sobre la interrogationis repetitio). El caso de la secuencia de 1 CO 6,5-6-9 es especial, ya que se trata de un intento de ejercicio de pronuntiatio y, en consecuencia, repite contextos muy prósimos. La segunda a los Corintios tiene sólo dos textos repetidos, a saber, 2 CO 10,1 (ambas, para hablar de la obsecratio) y 2, CO 11,29 (cuatro veces, para hablar de la amplificatio, del ardor apostólico de Pablo, de la necesidad de tener las emociones que se quiere infundir y de la interrogationis repetitio). Como podemos ver, hay un buen número de casos en los que las repeticiones de la primera y la segunda a los Corintios tienen, a su vez, elementos repetidos, de modo tal que componen una especie de bloque homogéneo dedicado a hablar de Pablo, las emociones, la amplificatio y la interrogationis repetitio, figuras ambas especialmente útiles para la moción de los espíritus. La segunda a Timoteo aparece con una sola repetición (2 TM 4,1-2), y es para hablar de la adiuratio y de la commoratio, esto es, con un valor claramente preceptivo. La epístola a los Gálatas tiene dos reiteraciones: una (GA 3,1) en la que se ponen ejemplos de exclamatio y de apostrophe combinado con exclamatio, y otra (GA 4,19) que habla del ardor apostólico de Pablo y de la necesidad de tener las emociones que se quiere infundir, igual que los contextos antes citados de la primera y segunda a los Corintios. Sin duda alguna, la epístola con mayor número de repeticiones (dieciséis veces) es la que se encabeza a los Romanos. Son cinco textos los que aparecen en distintos lugares de la Ecclesiastica Rhetorica: RM 5,5 (para la gradatio); RM 8,29-30 (para la gradatio); RM 8,35 (para la interrogationis repetitio y las emociones); RM 12,1 (para hablar de la
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accommodatio, de la obsecratio y del estilo medio que define San Agustín); RM 13,8 (para la preceptiva de San Agustín sobre el estilo medio), y RM 28 (para la preceptiva augustiniana sobre el estilo elevado). A poco que nos fijemos, bien podremos observar que hay un patrón común de aparición de textos repetidos, que obedecen a una de estas causas: 1. 2. 3.
Tratamiento de figuras estilísticas adecuadas para suscitar emociones: interrogationis repetitio, obsecratio, apostrophe, amplificatio. Encarecimiento de la necesidad de sentir las emociones que se quiere provocar en el auditorio. Retrato de San Pablo como orador fogoso.
Deberíamos buscar, lógicamente, alguna explicación para el hecho de que nuestro dominico haga algo así. Podemos pensar que sus fichas no dan para más, pero esto andaría en contra de obras como la Collectanea Moralis Philosophiae –una monumental recopilación de citas para uso del predicador–, en las que nos muestra, no ya escasez de acervo erudito, sino más bien todo lo contrario. Apoya esta idea un texto del libro segundo, capítulo séptimo (Necessariam esse concionatori absolutam earum rerum scientiam de quibus est dicturus quo supradictis locis uti possit), de la Ecclesiastica Rhetorica en el que nos dice, ni más ni menos: Neque sola lectione contentus esse debet, sed quæcumque ab aliis, sive concionatoribus, sive cuiusvis ordinis hominibus, graviter et sententiose dicta fuerint, vel ipsi aliud etiam agenti in mentem venerint, quæ vim et pondus aliquod ad munus suum habeant, nullo modo negligenda putet, sed protinus schedulis breviter commitat, ut opportunitatem nactus ea in supradictis locis reponat. Quæ enim nostra sunt, multo et copiosius et vehementius (tamquam arma viribus et corpori nostro accommodata) tractamus. Hac enim cura atque diligentia sit ut thesaurus noster paulatim augeatur et post aliquot annos ingens deinde selectarum rerum cumulus tam multis accessionibus surgat.
Y no sólo debe contentarse con la lectura, sino que cualesquiera cosas que por otros, sean predicadores, sean hombres de otra condición, hubieran sido dichas de forma severa y sentenciosa, o bien que le haya venido a la mente al que está hablando algo que tenga un cierto peso y una cierta fuerza para su tarea, en modo alguno piense que deben dejarse descuidadas, sino más bien anótelas de inmediato en un pedazo de papel para a la primera oportunidad colocarlas en los lugares mencionados, porque tratamos lo que es nuestro mucho más copiosa y vehementemente, cual si se tratara de armas adecuadas a nuestras fuerzas y complexión. Y tengamos este cuidado y diligencia de que nuestro tesoro vaya poco a poco creciendo y, tras unos cuantos años, se eleve al fin un montón de cuestiones
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selectas
con
tantas
y
tantas
añadiduras.
Parece, pues, bastante claro que no es nuestro autor hombre de pocas lecturas y menos aprovechamiento, y eso lo vemos tanto en sus declaraciones de principios cuanto en su propia praxis literaria, ajena al menester del remendón intelectual. Podemos, entonces, plantearnos otra posibilidad, y es que el Granatense no está demasiado concentrado en su tarea cuando llega el momento de emprender la limae labor de su manual. No es una hipótesis gratuita, sino más o menos demostrable, la de su estado de agitación y nervios que le impiden centrarse en la Ecclesiastica Rhetorica todo lo que debería. Es un asunto que hemos tratado en otro trabajo aún en prensa22 y que podemos resumir para hacernos una idea. En la fe de erratas hay una serie de afirmaciones que nos hablan de que la corrección de las galeradas no son, en el momento de su remisión a fray Luis, el asunto más importante de su existencia, cosa extraña si tenemos en cuenta que comienza la obra hablando de la Ecclesiastica Rhetorica como de la culminación de un trabajo de diez años de andar por los senderos de la publicación de sermonarios y repertorios de lugares comunes y especiales que llevan a la conclusión esperable de la aparición de un manual que compendie todo eso. Pues bien, todo eso le resulta sorprendentemente ajeno, pasa por alto las pruebas que se le remiten y eso hace que aparezcan demasiados fallos en la edición: Cum primum hic liber, candide Lector, prelo commissus esset et eius ego correctioni praeesse deberem, coactus sum nova quadam et insperata occassione alio commigrare. Quo factus est ut non modo mihi correctioni interesse, sed nec ea quae typis exprimenda erant relegere et ultimam illis manum apponere licuerit. Sic evenit ut prima haec editio aliquot mendis vitiata prodiret et nonnullis in locis quaedam etiam desiderentur. Utrique autem incommodo hoc unum quod supererat remedium adhibuimus vitiata castigantes et quae erant truncata resarcientes. Querido Lector, aunque antes de enviar este libro a la imprenta debiera yo haber estado presente en su corrección, me vi forzado por un nuevo e inesperado acontecimiento a desplazarme a otro sitio. Por tal razón, ha ocurrido que no sólo no me entretuviera en la corrección sino que ni siquiera repasara lo que estaba a punto de ser impreso ni me viera en ocasión de darle una última mano. Así acaeció que esta primera edición apareciera perjudicada por unas cuantas erratas y que incluso falten cosas en algunos lugares. A un problema y otro le hemos dado el único remedio que nos cabía: tachar los fallos y volver a introducir lo truncado.
Según Álvaro Huerga23, la situación de fray Luis en 1575 es delicada: el dominico fray Alonso de la Fuente lo ha denunciado por alumbradismo y
M. López-Muñoz (2010), “Algunas observaciones para datar la Retórica Eclesiástica de fray Luis de Granada”, Calamus Renascens. En prensa.
22
A. Huerga, Fray Luis de Granada, una vida…, pp. 202-203; Historia de los Alumbrados, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1978, vol. 1, pp. 162 ss. para el episodio.
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fray Luis debe acudir presuroso (coactus … commigrare dice) a dar explicaciones y defender su ortodoxia y buen proceder. En esta situación, se comprende que unas galeradas pasen a segundo término. La cuestión es si acaso también le falta calma para poder repasar algo tan evidente como que repite mucho a San Pablo, incluso demasiado. Por honestidad intelectual, no obstante, debo señalar que, para que esto sea demostrable, hace falta estudiar si los demás autores citados también se ven aquejados por esta práctica de la repetición de textos. Una ojeada inicial me indica que no es así, lo que nos puede llevar a pensar en que, o bien fray Luis se despista (y tiene motivos para ello), o bien ha decidido hacer uso dúplice y tríplice de San Pablo en su obra, con la consecuencia de caer en la repetición y de empobrecer la perspectiva que nos da del Apóstol. Debo dejar, pues, la cuestión abierta y señalar la existencia de distintas posibilidades. Distribución latitudinal de las citas paulinas Si ahora nos fijamos en los contextos asociados a las citas paulinas, veremos una clara distinción entre las ocasiones en las que San Pablo aparece vinculado a la figura del buen orador cristiano y aquellas otras en las que sus palabras aparecen como ejemplo de algún extremo retórico determinado. De acuerdo con lo dicho, tendremos un doble nivel de utilización de la cita paulina, según que a fray Luis le interese poner ejemplos de uso o de autor. En el primer caso, los textos de Pablo concurren en un mismo nivel de importancia que los de cualquier otro autor, de modo y manera que vienen a ser, básicamente, un apoyo de los ejemplos ya aducidos o, si preferimos recuperar la terminología de Morawski, citas con función ornamental. En el segundo caso, se trata de citas que apoyan un argumento principal, de donde que debamos considerar que tienen una función lógica reafirmativa.
LIBRO I Si hacemos un recorrido por las distintas citas, encontramos que las del libro I aparecen en la dedicatoria a la Universidad de Évora (cuando habla de Pablo como predicador, no orador, y persona que vive en la pobreza, dedicado sólo a predicar a Cristo y rodeado de peligros) y en los capítulos que hablan de la predicación y su dignidad (cuando menciona que el predicador debe ser como un heraldo de Dios), y de la honradez y buenas costumbres del predicador (que recibe la inspiración celestial, para lo cual toma a Pablo y sus buenas intenciones como modelo) y del afán de caridad que debe impregnarlo. Este último extremo es el que contiene más apariciones de San Pablo, cuando se habla hasta cinco veces de su ardor apostólico, del dolor y las lágrimas que él vertía pensando en sus fieles, y de cómo la predicación está vinculada a la transmisión de la Palabra de Dios, no a un premio en la Tierra, sino en el Cielo.
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LIBRO II Recordemos que es a esta altura de la obra cuando realmente da comienzo el tratado de Retórica, con la clásica apertura en forma de definición, materia, funciones y división del arte. Muy pronto, fray Luis orientará su interés hacia los elementos de la argumentación, sobre todo a aquellos que conectan con mayor eficacia a ésta con la generación de emociones. San Pablo va a aparecer en algún caso de selección de fuentes de los argumentos, pero su función principal es la de estar vinculado a la defensa de las emociones en la predicación y a recursos como la accommodatio, uno de los de mayor rendimiento cuando de buscar argumentos emocionales se trata.
LIBRO III Aquí, la tendencia que acabamos de señalar se intensifica. Pablo va a ir apareciendo en función de apoyo estilístico para hablar de la amplificatio y de figuras como la obsecratio, la cognatio, la exclamatio, la interrogatio y la adiuratio, todas ellas especialmente adecuadas para provocar las emociones. No deberá extrañarnos una conducta así, ya que es, precisamente, uno de los más claros postulados del Granatense el de la preeminencia de la persuasión emocional24. Es casi una característica común a las Retóricas católicas de los entornos del Concilio de Trento el énfasis que se pone en el uso de los adornos del estilo, y no se hace por mero prurito de elegancia, sino porque, desde el punto de vista de la comunicación, son el canal a través del que se transmite la finalidad básica de la prédica, no otra que emocionar. Para fray Luis, la forma de provocar las emociones es competencia de la inventio, mientras que el medio por el que esto se consigue pertenece al campo de la elocutio. Esto explica que nuestro autor coloque la suscitación de emociones, no en el libro quinto, el dedicado a la elocutio, sino en el segundo y el tercero, los que hablan de la inventio y la dispositio. Piensa él que el trabajo del predicador está en adoctrinar mediante apelaciones no argumentativas (nada que ver con la teorización protestante), conque las emociones no son adornos, sino la base del sermón.
LIBRO IV Uno de los más cortos, pero también de los más interesantes de fray Luis, ya que se dedica prácticamente en exclusiva a hablar de los géneros de la predicación, entre los que le añade a los clásicos uno cuarto, denominado didascálico con claras resonancias de Alfonso Zorrilla y, por medio de él, de autores menos aceptables para la censura
M. López-Muñoz (2005), “La elocutio en la Retórica Eclesiástica de fray Luis de Granada”, en P.P. Conde Parrado et al. (eds.), La Filología Latina. Mil años más, Madrid, Sociedad de Estudios Latinos, pp. 1404-1417 para un tratamiento de la diferencia entre las figuras meramente estilísticas y las que se refieren a la suscitación de emociones.
24
San Pablo en la Retórica Eclesiástica de fray Luis de Granada
22
eclesiástica, como Philipp Melanchthon. Pero sobre eso ya hemos hablado en otras ocasiones25. Nos interesa especialmente señalar que Pablo aparece en el capítulo introductorio, cuando habla de las seis partes del discurso; en el segundo, para introducir, dentro del genus suasorium, las persuasiones ab utili y a tuto; en el tercero, para volver a mencionar el fenómeno de la amplificatio, esta vez, como parte del genus demonstrativum, el de las loas de fiestas y santos, introduciendo la amplificación de la persona y su efecto colateral, el asombro o, como se diría en la España de fray Luis, el espanto; y en el capítulo séptimo, en la única parte del tratado que se dedica a la dispositio, cuando pone un ejemplo de buena organización.
LIBRO V Una curiosa circunstancia se da aquí, y alguna que otra vez la hemos comentado a lo largo de nuestra exposición: buena parte de las veces que aparecen las citas de San Pablo es en el capítulo 18, no otra cosa sino una colección de fragmentos del De doctrina Christiana agustiniano. En este capítulo, fray Luis se declara implícitamente de acuerdo con la división de los estilos en llano, medio y elevado, entendiendo por llano el que otros26 denominan simple, reservando para el estilo medio el que hace uso abundante de las figuras y definiendo el estilo elevado como aquél en el que se utilizan con especial intensidad las emociones. Pablo se vincula una vez a la preceptiva del estilo simple, seis a la del medio y cinco a la del elevado. La distribución, vista así, nos indica que el de Tarso, modelo de los predicadores de la Contrarreforma, no es modelo del estilo típicamente protestante, el simple, sino de los otros dos, más propios del Catolicismo romano. Aparte esto, vemos sus textos citados al hablar de la obscuritas o, mejor dicho, como ejemplo de orador no oscuro y al hablar de la interrogatio (ya había aparecido esto en el libro segundo también), la conversio, la gradatio (seis veces en el mismo capítulo, aunque son sólo tres los contextos paulinos citados), los contrarios, la παραδιαστολή, el συναθροισμός, la subiectio, la commoratio, la distributio, la inductio y la ἔμφασις.
LIBRO VI Si recordamos, aquí se contiene la preceptiva de la actio y, en una interesantísima especie de Ringkomposition, se vuelven a dar consejos y preceptos sobre el predicador, no sobre su arte, de modo que se le proponen actividades que hacer antes de predicar, se habla sobre su
M. López-Muñoz (2000), “Nos ex rhetorica quaedam concionum genera mutuatos esse: genera causarum y concionandi genera en el XVI español”, Latomus 59.1, pp. 126-146. 26 P. Auksi (1995), Christian Plain Style: The Evolution of a Spiritual Ideal, McGill – Montreal hace una buena descripción de cómo se entrelazan una cuestión meramente estilística y una postura básicamente religiosa. 25
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temperamento, se le pide que sepa bien definir a quién se va a dirigir... Salvo en dos ocasiones, Pablo aparece aquí como ejemplo de uso de figuras estilísticas (ironía, obsecratio, asseveratio, exclamatio, ἀποστροφή y conversio, todas en el capítulo 9) o incurso en los ejercicios de pronunciación que varias veces hemos traído a colación, sea para practicar la hipérbole, la ironía y el dramatismo con apoyos vocales, sea para simplemente ejercitar la vox y las entonaciones. El retrato de San Pablo en la Ecclesiastica Rhetorica Hasta ahora, hemos ido diseccionando la Ecclesiastica Rhetorica en busca de cómo fray Luis utiliza a Pablo de Tarso en apoyo de sus propias tesis o como ejemplo de los elementos de Retórica que va desgranando con una paciencia y enjundia más que notables. Ahora, vamos a ver cómo construyen estas citas un retrato del Apóstol de los Gentiles que nos va a indicar cómo lo ve fray Luis, pero también cuál es su valoración de los recursos retóricos que pone en marcha. Al fin y al cabo, no tendría sentido limitarse a dar series de datos si no llegamos a conclusiones que nos ayuden a entender a las personas. Pienso yo que lo bueno de los estudios de las Humanidades es, precisamente, su capacidad para hablar de los seres humanos. Cuando observamos los testimonios que nos ofrece el Granatense, vemos que construye una imagen paulina muy definida: no es un orador (eb.ac., 2 CO 11,6) [2 Co 11,6] etsi imperitus sermone nec pecunias possidens nam hoc quoque ipse testatur,
lo que significa que no hace discursos (eb.ac., 1 CO 2,1-4), [1 Co 2,1-4]: Et ego veni ad vos, non in sublimitate sermonis aut sapientiæ annuntians vobis testimonium Christi. Non enim iudicavi me scire aliquid inter vos, nisi Iesum Christum, et hunc crucifixum. Et sermo meus, et prædicatio mea non in persuasibilibus humanæ sapientiæ verbis.
sino que, llevado de su misión de heraldo de Dios (eccl.rhet. I,3 2 CO 5,20) [2 Co 5,20]: Pro Christo legatione fungimur, tamquam Deo exhortante per nos,
toda su intención es predicar a Cristo (eb.ac., 1 CO 1,22-23) [1 Co 1,22-23]: Quoniam -inquit-, Iudæi signa petunt et Græci sapientiam quærunt, nos autem prædicamus Christum crucifixum, Iudæis quidem scandalum, Græcis autem stultitiam,
predicar el Evangelio y transmitir el alma (eccl.rhet. 1,7 1 TS 2,8) [1 Ts 2,8] Volebamus vobis tradere non solum Evangelium sed etiam animas nostras quoniam carissimi nobis facti estis,
todo ello con una clara inspiración divina (eccl.rhet. I,6 2 CO 12,3)
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[2 Co 12,3] Hoc autem, ut ceteros eius officii consortes præteram, ita præstabat Paulus ut se ipsum in imitationis exemplum, fidelibus quibus verbum vitæ tradebat non semel proponeret,
y pletórico de buenas intenciones (eccl.rhet. I,6 2 CO 7,2) [2 Co 7,2]: Capite nos, neminem læsimus, neminem corrupimus, neminem circumvenimus.
En cuanto a su vida personal, afanes y circunstancias, se destaca la pobreza (eccl.rhet. 1 CO 4,11) [1 Co 4,11]: Usque ad hanc, inquit, horam et esurimus et sitimus et nudi sumus et colaphis cædimur.
su ardor apostólico (eccl.rhet. I,7 2 CO 11,29; GA 4,19; GA 4,20; 2 TM 2,10; 1 CO 9,22) [2 Co 11,29] Quis infirmatur et ego non infirmor? Quis scandalizatur et ego non uror? [Ga 4,19]: Filioli mei, quos iterum magno perditionis vestræ dolore saucius magnoque studio atque conatu iterum eniti et Christo reddere paro. [Ga 4,20]: Vellem esse apud vos modo et commutare vocem meam -id est, in omnes me dicendi figuras transformare- quoniam confundor in vobis. [2 Tm 2,10]: Omnia sustineo propter electos ut et ipsi salutem consequantur? [1 Co 9,22]: omnibus omnia factus sum ut omnes facerem salvos,
que lo lleva a prorrumpir en muestras de exacerbado sufrimiento (eccl.rhet. I,7 2 CO 1,24-3-4; 2 CO 2,4) [2 Co 1,24,3-4]: Et hoc ipsum scripsi vobis, ut non, cum venero, tristitiam super tristitiam habeam de quibus oportuerat me gaudere; confidens in omnibus vobis, quia metum gaudium omnium vestrum est. Nam ex multa tribulatione et angustia cordis scripsi vobis per multas lacrimas, non ut contristemini, sed ut sciatis, quam caritatem habeam abundantius in vobis. Ad Corinthios vero quo dolore, quibus lacrimis se priorem epistolam scripsisse profitetur quod eos ab Evangelica simplicitate descivisse intelligeret? [2 Co 2,4]
Su tarea no es fácil tampoco, si tenemos en cuenta que se desarrolla en un contexto de peligros que lo achechan por doquier (eb.ac. 1 CO 2,3) [1 Co 2,3]: Et ego -inquit- in infirmitate ac timore et tremore multo fui apud vos,
pero es grande el premio que recibirá en el Cielo (eccl.rhet. I,7 1 TS 2,19). [1 Ts 2,19]: Quæ est enim nostra spes aut gaudium aut corona gloriæ? Nonne vos ante Dominum nostrum Iesum Christum estis in adventu eius?
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En suma, Pablo es un modelo para los predicadores, tal y como lo propone fray Luis. (eccl.rhet. I,6 1 CO 4,16; FLP 4,8-9) [1 Co 4,16]: Imitatores mei estote fratres sicut et ego Christi. [Flp.4,8-9] rursum: De cetero -inquit- fratres, quæcumque sunt vera, quæcumque pudica, quæcumque iusta, quæcumque sancta, quæcumque amabilia, quæcumque bonæ famæ, hæc cogitate, quæ et didicistis et accepistis et audistis et vidistis in me.
Este compendio de virtudes está formulado casi exclusivamente en el libro I de la Ecclesiastica Rhetorica (hay un par de alusiones más en los finales del libro VI, pero añaden poca cosa nueva) y, como vemos, se centra en la epístola dedicatoria a la Universidad de Évora y en los capítulos tercero, sexto y séptimo, cosa lógica si tenemos en cuenta que en ellos se habla, respectivamente, Del oficio de predicar y su señera dignidad (eccl.rhet. I,3), De la honradez y buenas costumbres del predicador (eccl.rhet. I,6) y Del afán de caridad del eclesiástico (eccl.rhet. I,7). Si volvemos la relación del revés, notaremos que no se menciona al Apóstol en el Prefacio, ni en los capítulos primero (Origen de la Retórica), segundo (Utilidad y necesidad de la Retórica), cuarto (Dificultad de la tarea), quinto (Pureza y rectitud de intenciones del eclesiástico), y octavo (Del afán de santa oración y meditación que debe tener el eclesiástico). Como orador, San Pablo tiene una caracterización acorde con el perfil de persona entregada y hasta visceral que nos transmite su retrato. Así, vemos que se le vincula constantemente al uso de las emociones en la argumentación (eccl.rhet. II,11 2 CO 5,14; RM 8-35-38; eccl.rhet. II,12, necesidad de sentir las emociones que se desea infundir en los demás 1 CO 9,22-23; RM 15,4; eccl.rhet. III,10 2 CO 11,29; GA 4,19). También vemos que, entre las figuras del libro segundo, se le hace figurar como ejemplo de uso de la accommodatio (eccl.rhet. II,12 RM 12,1; EF 2, 11-12) y, entre las del libro tercero, de la obsecratio (eccl.rhet. III,11 2 CO 10,1; RM 12,1; 2 CO 10,1; EF 4,1), la cognatio (eccl.rhet. III,11 EF 3,15), la exclamatio (eccl.rhet. III,11 GA 3,1), la interrogationis repetitio (eccl.rhet. III,11 1 CO 9,1; 1 CO 9,7-8) y la adiuratio (eccl.rhet. III,11 2 TM 4,1-2). Naturalmente, aparecerá también vinculado a la que es, muy probablemente, la figura favorita (el recurso, más que figura, deberíamos decir si queremos ser exactos) de nuestro rétor, a saber, la amplificatio, a la que le dedica buena parte del libro tercero, tanto diferenciándola de la mera argumentación (eccl.rhet. III,1 2 CO 11,29) como, ya en el libro cuarto, para adjudicarle como lugar preferente el género demostrativo, el de las fiestas y loas de santos. La amplificatio tiene una gran utilidad, en sí misma (eccl.rhet. IV,3 1 CO 2,12) y para hacer vívidas descripciones de personas (eccl.rhet. IV,3 RM 4,19-22). En cualquier caso, siempre busca un efecto claro, a saber, el asombro, arrobo o espanto (eccl.rhet. IV,3 RM 4,19-22).
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Recordemos que son todos estos recursos especialmente adecuados para infundir determinados estados de ánimo en el auditorio y, merced a su utilización, conseguir la conversión o el refuerzo de la fé. Desde el punto de vista de la dispositio y el ordo, Pablo aparece como ejemplo de organización correcta, que empieza hablando de lo necesario, va descenciendo de lo mayor a lo menor y expone las relaciones de causa y efecto con elegancia y adecuación (eccl.rhet. IV,7 RM 1,20). La elocutio es fundamental para fray Luis, ya lo hemos dicho antes, ya que es la manera que tiene el predicador de conseguir que penetren en los ánimos de los oyentes aquellas cosas que ha diseñado en la fase de la inventio para subvenir a sus objetivos de predicar la virtud. Desde este punto de vista, el catálogo de figuras y tropos que encontramos no es un adorno ni un expediente que se debe cubrir sin más preocupaciones sino, antes bien, un elemento fundamental de la predicación. Su enumeración es amplia y prolija, pero merece la pena que nos fijemos en qué utiliza su prototipo de buen orador sagrado. Básicamente, nos encontramos con que Pablo aparece como ejemplo de perífrasis (eccl.rhet. V,6 RM 6,12; RM 3,28), interrogationis repetitio (eccl.rhet. V,7 2 CO 11,29; RM 8,35; RM 10,14-15), conversio (eccl.rhet. V,8 2 CO 11,22-23), gradatio (eccl.rhet. V,8 RM 5,5; RM 8,29-30; RM 1014; RM 5,5; RM 8,29-30; RM 10,14), uso de los contrarios (eccl.rhet. V,10 1 CO 4, 12-13), de la paradiástole (eccl.rhet. V,10 2 CO 4,8-9), el sinatrismo (eccl.rhet. V,11 1 CO 4,11-12), la subiectio (eccl.rhet. V,13 RM 8,18), la commoratio (eccl.rhet. V,13 2 TM 4,2), la distributio (eccl.rhet. V,13 EF 5; EF 6), la inductio (eccl.rhet. V,14 1 CO 9,7-8) y el énfasis (eccl.rhet. V,14 1 TM 4,15; 2 TM 1,18). Esto es lo que justifica que fray Luis, declarado seguidor de San Agustín, utilice al de Tarso para apoyar los contextos en los que se le declara modelo de uso de las figuras (eccl.rhet IV,18 1 TM 5,1-2; RM 12,1; RM 12,1,6-16; RM 12,1,17; RM 13,8; RM 13,8) y las emociones (eccl.rhet. IV,18 2 CO 6,2-11; RM 8,28; RM 8,28,39; GA 4,10-20; 1 CO 5,7). Este uso de los recursos estilísticos se verá asentado por los contextos en los que el libro sexto, el dedicado a la actio, propone ejemplos paulinos de uso de la ironía (eccl.rhet. VI,9 1 CO 15), la obsecratio (eccl.rhet. VI,9 2 CO 10,1-2), la asseveratio (eccl.rhet. VI,9 GA 5,2-3; 1 CO 15,19; 1 CO 6,9-10), la exclamatio y el apóstrofe (eccl.rhet. VI,9 GA 3,1), la conversio (eccl.rhet. VI,9 1 CO 13,11), la hipérbole y la ironía (eccl.rhet. VI,10 1 CO 6,5), a lo que se debe unírsele la batería de ejercicios para poder practicar el dramatismo de la voz (eccl.rhet. VI,10 1 CO 6,1; 1 CO 6,4; 1 CO 6,5; 1 CO 6,6; 1 CO 6,7; 1 CO 6,8; 1 CO 6,9). Todo esto nos transmite una clara visión de qué se considera que puede el aprendiz de predicador aprovechar de una lectura de San Pablo para desarrollar en óptimas condiciones su tarea. Ahora bien, no son todos los recursos importantes en la misma medida. De los hasta ahora citados, conviene que nos detengamos a ver que, en realidad, fray Luis está dándole una especial primacía a la obsecratio, la gradatio, la San Pablo en la Retórica Eclesiástica de fray Luis de Granada
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interrogationis repetitio, la asseveratio y la amplificatio (todas ellas se invocan tres o más veces), a las que se le unen con una frecuencia de aparición menor (citadas dos veces) la perífrasis, el énfasis, la hipérbole y la ironía, la distributio y la accommodatio.
CONCLUSIONES En esta intervención he intentado mostrar cómo la Ecclesiastica Rhetorica, una obra de indudable importancia para el devenir de la oratoria sagrada (y de la teoría retórica también) en los siglos XVI, XVII y XVIII, puede ser analizada de manera más o menos positiva, esto es, mediante la recopilación de datos que nos lleven a contemplar nuevas realidades. Un ejemplo de aplicación del método de trabajo ha sido la que aquí he intentado trasladar: el análisis de la distribución, frecuencia y agrupación de las citas y menciones de San Pablo en la Ecclesiastica Rhetorica para intentar comprender con mayor claridad quién es el Pablo de Tarso que Luis de Granada nos quiere comunicar. Hemos, pues, trabajado con tablas, gráficos, estadísticas y demás parafernalia aparentemente positivista para poder fundamentar nuestras opiniones en bases sólidas que, pudiendo o no ser discutidas, al menos parten de una base objetivable que nos permite seguir trabajando y saber de qué hablamos. La ventaja de este método es que hemos podido prescindir de la intuición, al menos, hasta que hemos superado la fase numérica de nuestro trabajo y nos hemos encontrado ante la necesidad de obtener conclusiones. Cuando cruzamos los datos del retrato de la persona y del orador, nos aparece, de repente, la caracterización de un Pablo de Tarso profundamente humano, cercano y deseoso de cumplir su tarea. Nos habla fray Luis en sus ejemplos, citas y menciones de una persona totalmente entregada a su tarea, descuidada de su propio bienestar, necesitada de desarrollar una misión divina. Esta persona no tiene reparos en utilizar todo lo necesario para conseguir sus objetivos, aun cuando ese todo lo necesario implique el despliegue de todo el arsenal de recursos de persuasión emocional que, saltando las barreras de la mera convicción, transformen la predicación en un acto de amor correspondido. Acto de amor correspondido o, si lo preferimos de otro modo, en una manifestación de empatía, ese extraño estado de ánimo en el que, por considerar que el otro es nosotros, asumimos sus ideas y propuestas con más facilidad que si nos paráramos sólo a meditarlas, sopesarlas y valorarlas. Desprendimiento, ardor, celo apostólico, adecuación al auditorio, persuasión emocional... Viendo el retrato de San Pablo, está claro que el paradigma del orador postridentino que tan claramente encarnaba el propio fray Luis de Granada está ya prefigurado en esas líneas. Nuestro Granatense traslada, bajo toda la prolijidad de su erudición, cómo debe
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actuar el buen eclesiástico para predicar de acuerdo con los nuevos tiempos y con las directrices de la Iglesia Católica. Su propuesta no es la de un nuevo orador sagrado, sino la de un predicador que, tomando ejemplo del Apóstol de los Gentiles, va a dedicar su vida a recorrer las villas de España y Portugal, no convirtiendo, pero sí haciendo volver a las personas al redil de la ortodoxia. No olvidemos que los focos alumbradistas están cercanos en el tiempo y en el espacio; que los focos protestantes andan perseguidos pero no extinguidos; que la renovación de la oratoria sagrada es una necesidad de la nueva espiritualidad. En la transmisión de Pablo como modelo, vemos a nuestro fray Luis, de la Orden de Predicadores, entregarle su obra a la Universidad de Évora, encomendada por el Cardenal Infante don Enrique a la Compañía de Jesús, la encargada de luchar a las órdenes de la ortodoxia romana. Casi es como si estuviéramos asistiendo a un acto de relevo: los jesuitas como renovación de un ideal dominico; el padre Vieira como nueva generación que bebe de las enseñanzas de fray Luis. Y San Pablo, a modo de elemento que garantiza la correcta transmisión de los saberes de la oratoria sagrada. Muchas gracias.
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