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SANTO TOMÁS DE VILLANUEVA, AGUSTINO, ARZOBISPO Y PADRE DE LOS POBRES MARIANO BOYANO REVILLA, OSA I. BIOGRAFIA Y ACTUALIDAD Al comenzar a desgranar estos rasgos básicos de la vida de Tomás de Villanueva, queremos situarnos con la misma actitud de gratitud y admiración con la que nuestro santo se colocaba ante su maestro y padre Agustín: “Que don tan grande, hermanos, es tener un corazón. Existen hombres sin corazón, insensibles y estériles, como un tronco de un árbol seco... El Señor dio un corazón a Tomás (Agustín) no para lucrarse en negocios terrenos ni para conseguir vanos honores mundanos, sino para los preceptos del Señor, para la ley de la vida, para la enseñanza del pueblo. Éstas son las riquezas de los santos”.1 Este es nuestro punto de partida, que no hace sino copiar y repetir la postura de tantos biógrafos como ha tenido. Sin que esto signifique ignorancia o desprecio alguno para otras importantes obras, nos gustaría recordar algunas excelentes biografías, porque en base a las mismas vamos a redactar estas líneas y, sobre todo, para invitar a su lectura directa. De las clásicas queremos recordar el primer bosquejo que hizo directamente su hermano de hábito, compañero y amigo Fr. Juan de Muñatones, obispo de Segorbe y Albarracín y la biografía por excelencia del agustino valenciano Fr. Miguel Bartolomé Salón2, que aún hoy se lee con gozo y admiración y de la que los sucesivos libros que han ido apareciendo a lo largo de estos siglos siguen tomando las noticias y testimonios fundamentales. Se trata de un modelo del género biográfico por su precisión crítica y su agradable exposición. Junto a estas dos, mencionamos un pequeño Epítome de su paisano Francisco de Quevedo, publicado en el siglo XVII con motivo de su beatificación, lleno de simpáticas hipérboles de una belleza extraordinaria y que refleja fielmente la devoción popular que despertaba el obispo limosnero en la siguiente centuria. En la actualidad, quiero resaltar los estudios sobre sus raíces agustinianas del P. Argimiro Turrado, de quien asimilé mi devoción y admiración por la figura de Tomás de Villanueva, la entusiasta investigación sobre su vida y obra del sacerdote valenciano Arturo Llin Cháfer y la hermosa y completa obra histórica del agustino F. Javier Campos3. Rastrear y comprender en el siglo XXI una vida situada en pleno siglo XVI presenta siempre sus dificultades. Tenemos otra cosmovisión, son otros los valores dominantes, nuestros moldes culturales han cambiado enormemente. Pero, aún así, estoy convencido de que son mucho más fuertes las similitudes que las diferencias cuando se trata de examinar el enfoque fundamental de la vida de las personas. Las formas, el espacio, los modos pueden ser muy diferentes, pero las raíces de los problemas y sus caminos de 1
Sermón In festo Sancti Augustini, Concio II, Vol. II. SALÓN, Miguel, “Vida de Santo Tomás de Villanueva, arzobispo de Valencia. Ejemplar y norma de obispos y prelados”. Ed. Real Monasterio del Escorial, 1925. 3 Santo Tomás de Villanueva. Universitario, Agustino y Arzobispo en la España del siglo XVI, Ed. Escurialenses, San Lorenzo del Escorial 2001. 2
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solución no lo son tanto. Tomamos las palabras del último de los biógrafos citados, F. Javier Campos: “Cuando nos encontramos con el problema de la pobreza y la solidaridad como respuesta de justicia al desigual reparto de los bienes; cuando experimentamos que la oración es el camino directo para la contemplación de Dios, cuando vemos la preocupación que tuvo por la formación humana, intelectual y moral de los sacerdotes como vía segura para mejorar su imagen y su misión pastoral; cuando escoge la predicación y la catequesis como formas de evangelizar al pueblo; cuando descubrimos que el servicio a la Iglesia diocesana fue su primera tarea y ocupación de obispo; cuando leemos en sus obras que la vocación a la santidad es una invitación que hace Dios a todos los bautizados; cuando aceptamos que la Iglesia necesita renovarse porque su misión es preparar los caminos del Señor y acercar a las gentes al Dios que salva y libera... Y todo ello, hecho por amor y desde el amor. Cuando comprobamos esto, y lo vemos vivido por Santo Tomás de Villanueva, en la primera mitad del siglo XVI, comprendemos por qué su figura y su mensaje son actuales”4 II. LA ESPAÑA DE TOMÁS DE VILLANUEVA Cuando Tomás García Martínez nace en 1486, la España de los Reyes Católicos está llegando a su apogeo. Al niño Tomás le tuvieron que impactar los extraordinarios acontecimientos que se agolpaban en la Península. Con sólo seis años de edad, debió intuir la extraordinaria euforia que se extendía por toda la sociedad hispana. En enero de 1492 tiene lugar la rendición de Granada, con la que se ponía fin para siempre a la España islámica; en ese verano el valenciano Rodrigo de Borja es nombrado Papa con el nombre de Alejandro VI; y a finales del mítico año comienza a extenderse la increíble noticia del descubrimiento de América. Pero, además, este es el año en que Antonio Nebrija publica su Gramática Española, Leonardo da Vinci dibuja una máquina voladora y se expulsa a los judíos de los reinos hispánicos. Imposible acumular en un año más y mejores titulares de prensa. Ciertamente, con los claroscuros propios de la historia, España está iniciando su Siglo de Oro, el momento de mayor florecimiento político, cultural y religioso de nuestra historia. Con catorce años, el adolescente Tomás ha oído hablar, sin duda, del Tratado de Tordesillas que repartía el nuevo mundo entre España y Portugal, sabe que Alejandro VI concede a Fernando e Isabel el título de “Católicos”, que se conquistan las Canarias por parte de la Corona de Castilla, que se acaba de instalar el Tribunal de la Inquisición y que el rey Fernando se ha apoderado de Nápoles, mientras los moriscos intentan diversas rebeliones. En sus años de estudiante conoció la creación de nuevas universidades como la de Valencia o Sevilla, vivió el ambiente reformador del Cardenal Cisneros en Alcalá, oyó hablar de la promulgación de nuevas leyes económicas con sentido mercantilista, seguramente llegaran a sus oídos el nombre de Erasmo, de Miguel Ángel, Rafael Sanzio, Bramante, Alberto Durero, Tiziano... que en esos momentos están creando sus universales obras. Ya profesor en 4
CAMPOS, F. JAVIER, ob. cit., p. 11.
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Salamanca, mientras llegan noticias continuas de nuevas colonizaciones en las tierras recién descubiertas, conocería las protestas de Fr. Antonio de Montesinos y Fr. Bartolomé de las Casas en defensa de los derechos de los indios y la denuncia de la explotación abusiva del sistema de las encomiendas. Además, por estos años nacen personajes tan importantes como San Alonso de Orozco, Santa Teresa de Ávila y San Juan de Dios. Sus primeros años de vida religiosa son coetáneos con la publicación de las famosas 95 tesis del también agustino Martín Lutero, se termina de publicar la Biblia Políglota Complutense, llega Carlos I para ser proclamado Rey de las Españas, siguen las colonizaciones americanas y estalla el movimiento comunero, en el que se ven implicados los propios agustinos. Son años de crecimiento demográfico, de luchas contra los protestantes, de mentalidad contrarreformista. Enseguida va a aparecer la nueva Compañía de Jesús fundada por san Ignacio, y el Papa va a extender a toda la Iglesia la Inquisición de Castilla. Por si fueran pocos los acontecimientos que jalonaron toda su vida, sus años de arzobispo coinciden con la convocatoria del Concilio de Trento. En medio de esta singular época que tocó vivir a Tomás de Villanueva, su actuación “no sólo fue ejemplar y luminosa, sino que incluso llegó a adquirir verdadera transcendencia nacional y universal con el trabajo que realizó con su aportación a la Orden de San Agustín, la expansión misionera en América, la actividad pastoral y cura de almas en las distintas regiones españolas, y, en particular en la archidiócesis de Valencia, con la creación del nuevo tipo de obispo-pastor, abrasado de celo y bien provisto de doctrina, entregado por completo al servicio de su grey”5. Hemos de encuadrar también su personalidad en la escuela agustiniana y dentro de un movimiento sacerdotal español, en el que figuran san Ignacio y san Juan de Ávila. Una corriente que se presenta con preocupaciones evangelizadoras y reformadoras típicas de la restauración general católica que se está fraguando en Europa y que muchos autores ven como la más auténtica línea precursora de las reformas tridentinas. III. INFANCIA Nace Tomás el año 1486 en el pequeño pueblo manchego de Fuenllana, hijo de Alonso Tomás García y de Lucía Martínez Castellanos, "de los hijosdalgos más principales de Villanueva de los Infantes". Fue el mayor de seis hermanos en una familia que gozaba de una desahogada posición económica. Vivían de las rentas de sus tierras de labranza, como aparece atestiguado frecuentemente en los procesos de beatificación y canonización al decir que eran “labradores”, “gente principal”, “honrada”, “con hazienda”, etc. Con el apelativo “hijosdalgos” están situando a la familia en el peldaño inferior de la nobleza rural castellana.
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LLIN CHÁFER, Arturo, Santo Tomás de Villanueva. Una vida al servicio de la Iglesia, Ed. Revista Agustiniana, Madrid 1998, p. 7.
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Nos dice su primer biógrafo, el agustino P. Miguel Salón, que "aunque nació en Fuenllana, crióse en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real), por lo cual es llamado, según costumbre y uso de los religiosos de Castilla, el padre Fray Tomás de Villanueva". Debido a una epidemia de peste o simplemente porque los padres de Dª Lucía residían allí, lo cierto es que nació en ese pequeño pueblo y muy pronto regresó la familia a la cercana y habitual residencia de Villanueva. En Fuenllana la devoción de sus vecinos creó por suscripción popular una capilla en su casa natal, que más tarde, ya en el siglo XVIII, los agustinos convirtieron en convento. Hoy sólo quedan restos del mismo, convertido en Ayuntamiento, pero en la Iglesia nueva aún sus paisanos muestran orgullosos la pila donde recibió el bautismo su convecino y santo patrón. Villanueva, que en esos momentos se está convirtiendo en la cabecera comarcal del Campo de Montiel, además de prestarle su nombre, proporciona al niño y adolescente Tomás el ambiente adecuado para grabar en su corazón las imborrables lecciones de una familia cristiana que se distingue por practicar el amor a los pobres. Todavía hoy podemos leer la inscripción que adorna la pared del pequeño hospital levantado por mandato de la madre de nuestro santo: "La señora Lucía Martínez Castellanos, esposa del señor Alonso Tomás García, ilustres padres del glorioso Santo Tomás de Villanueva, digno Arzobispo de Valencia y patrono de esta ciudad, edificó esta casa para alojar a los pobres". En su propio hogar recibió, por tanto, la semilla de vida cristiana con esa característica especial del amor a los necesitados, que tras una práctica continuada a lo largo de su vida, ha merecido que se le conozca como el "Santo Limosnero" o "Padre de los pobres". Los pinceles de Murillo han inmortalizado esta herencia en el cuadro Santo Tomás de Villanueva niño reparte sus ropas. Estas tradiciones acerca de su generosidad desde los primeros años de su vida, citadas ya por sus primeros biógrafos, se pueden resumir en un hermoso comentario de Quevedo. “Y no teniendo más de siete años, dos veces vino desnudo de vestidos y vestido de Dios por haber dado sus ropas a un pobre, de que igualmente se holgaban el pobre y los padres del santo niño”6. Este ambiente familiar, profundamente cristiano, marcó toda su vida. Muchos años después, en uno de sus sermones, considera como uno de los grandes dones que Dios concede a sus hijos el "nacer dentro de La Iglesia Católica y de padres católicos", y son continuas sus referencias a la bondad de sus padres, en especial a la de su madre, como si de una nueva versión del propio san Agustín se tratara. La educación cristiana que va conformando su personalidad la va completando con las clases de gramática que recibe seguramente en el recién fundado convento de san Francisco del mismo Villanueva de los Infantes. IV. UNIVERSITARIO Y PROFESOR Desconocemos las motivaciones y los objetivos de la familia y del joven Tomás para una decisión tan importante y costosa en esos momentos. Pero sabemos que con unos dieciséis años partió para seguir estudios en Alcalá de Henares. Allí, el cardenal Cisneros está fundando una moderna universidad, en 6
Quevedo, F., “Vida de Santo Tomás de Villanueva”, Ed. Religión y Cultura, Madrid 1955, p. 12.
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la que no sólo se aprendan los conocimientos legados del pasado, sino que se estudie la filosofía del momento y se lea directamente la Biblia, para desde ella hacer una teología más viva y actual. Podemos imaginar fácilmente que nuestro joven percibió el latido inicial del centro, conoció los sueños de su fundador y, desde luego, colaboró decididamente a consolidar aquel proyecto con su entrega y magisterio. No están clarificados todos sus pasos. Probablemente estudiaría el Trivium medieval (Gramática, Retórica y Dialéctica) en la escuela que el Arzobispo Alfonso Carrillo había fundado a mediados del siglo durante dos años. Lo que sí es cierto es que el 7 de agosto de 1508 ingresa con una beca de colegial en el nuevo y prestigioso Colegio de San Ildefonso, lo que entonces era un privilegio para cualquier joven estudiante. En 1509 Tomás García alcanzó la licenciatura en Artes (filosofía) y en ese mismo año comenzó a estudiar teología, si bien discuten sus biógrafos sobre si llegó a alcanzar o no la Licenciatura antes de ir a Salamanca. Su carrera universitaria es, desde luego, rápida y brillante; dos años más tarde enseña ya en la propia universidad alcalaína. Se va poniendo de manifiesto su éxito en los estudios, en los que "sobresalía por su agudeza de ingenio y por la agudeza y rapidez para entender y penetrar a fondo en las cuestiones más oscuras". A la vez, va haciendo suyas las ideas pluralistas de la nueva universidad y las inquietudes reformistas de su fundador. De nuevo recurrimos a las expresiones barrocas de Quevedo para ilustrar la fama que dejó como estudiante: “En letras y virtud se aventajó de suerte, que asegurados de que su modestia tenía muy lejos la vanidad, los predicadores públicamente en los púlpitos decían a los estudiantes que por qué no imitaban y seguían los pasos y maneras de vivir de Tomás de Villanueva”7. En el curso 1510-1511 fue elegido Consiliario del Colegio San Ildefonso y en 1512 es catedrático de Artes de la nueva universidad de Alcalá, donde debió enseñar un ciclo completo, igualmente con indiscutible éxito. Entre sus discípulos se encontraban aventajados alumnos, como Domingo Soto y Fernando Enzinas. Alcalá va a dejar una imborrable impronta en el futuro religioso y obispo. Su vida va a trasparentar siempre la recia formación recibida, una profunda religiosidad y la disciplina asimilada en los ocho años de colegial. Estos primeros éxitos profesionales, hacen que a los treinta años sea llamado por la Universidad de Salamanca que pretende modernizarse, también, contratando algunos de los más famosos profesores del momento. V. AGUSTINO De nuevo nos movemos entre dudas e interpretaciones diversas según los diferentes biógrafos para precisar esa llamada salmantina, pero lo que todos constatan, sin vacilación alguna, es que el joven profesor marchó a Salamanca con una idea bien distinta de la de hacer carrera universitaria. Tras una cuidadosa reflexión, decide Tomás ingresar en el convento que la Orden de San Agustín tenía en aquella ciudad. Optamos por la explicación que nos ofrece Salón: “Hecha ya la elección del estado con mucha madurez y acuerdo; como de su natural fuese prudentísimo y amigo de medianía, deseando juntamente tomar una vida apostólica, donde desnudo de lo temporal pudiese darse del todo a Dios, y aprovechar también a sus prójimos con el talento que ese mismo Señor 7
QUEVEDO, F., ob. cit., pp. 14-15.
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le había comunicado; informose con grande cuidado y muy en particular de las reglas, constituciones, ceremonias y costumbres que en cada una de las religiones se observan. Cerca de un año se ocupó en esto antes de salir de Alcalá, encomendando siempre con muchas veras a nuestro Señor acertase en esta elección comunicando también sus intentos y deseos con algunos principales religiosos, íntimos amigos suyos, hombres de mucho espíritu y prudencia, cuyos avisos y consejos le sirviesen de guía para acertar una deliberación tan importante para su alma”8. En 1516, con veintiocho años de edad, recibe el hábito de agustino en el llamado "Convento de los santos", que vio de este modo enriquecida con uno más su extraordinaria lista de hombres ilustres y santos. El convento agustino de Salamanca era uno de los principales de la Provincia de Castilla, que en 1507 se había incorporado totalmente a la congregación de la observancia. En la serenidad del claustro y con largas horas de estudio y reflexión se impregnó nuestro santo de aquella espiritualidad agustiniana que, unida a su amplio bagaje cultural, van a marcar toda su vida de servicio a la Orden Agustiniana y a la Iglesia. Ingeniosa y plástica es la afirmación de Quevedo: “Pasó el año del noviciado con tal ejemplo en todas las virtudes, con tanta humildad y obediencia, que siendo novicio era maestro de profesos”. Como ya había realizado los estudios de teología, rápidamente fue ordenado sacerdote. Celebró su primera misa el día de Navidad del año 1518, con tal devoción y recogimiento que durante el resto de su vida muchos testigos relatan el estado de arrobamiento que alcanzaba en alguna de las tres misas que ese día decían todos los sacerdotes y que él procuraba celebrar privadamente. Desde ese momento va a tener que ocupar distintos cargos importantes dentro de la Orden. Inmediatamente, los superiores le encargan impartir clases de Teología Escolástica para los religiosos de la casa y otros estudiantes. Sorprendentemente, al año siguiente de su ordenación, es elegido prior de dicho convento. Así nos lo describe el historiador agustino Tomás de Herrera: "En prior de Salamanca fue nombrado el santo Fray Tomás de Villanueva, hijo de la misma casa, y que aún no tenía dos años de profeso. Indicio claro de sus grandes prendas y de la estima que se hacía de su virtud, sabiduría y prudencia para gobernar". Suponía romper con la tradicional costumbre religiosa que para cargos importantes sólo se elegían personas mayores y de muy probadas cualidades. Posteriormente, se van a suceder los nombramientos a fray Tomás para los principales cargos de gobierno entre los agustinos. En línea con el empeño reformador de Cisneros, también él va a hacer todo lo posible para que sus hermanos retornen a la observancia monástica y a la fidelidad al evangelio. Al año siguiente, es designado por el P. General Fr. Gabriel della Volta presidente del Capítulo Provincial de Castilla, que se va a celebrar en Toledo, lo que le supuso andar envuelto en los primeros conflictos de la Orden en España porque hubo dos convocatorias y salieron elegidos dos Provinciales. Logró poner en orden la Provincia, alterada por este problema y por las consecuencias de la revuelta comunera, en la que estuvieron implicados directamente bastantes agustinos. En 1523 es de nuevo elegido prior de Salamanca, mientras comienza a crecer su fama de predicador de la palabra de Dios, hasta el punto de ser 8
SALÓN, M., ob. cit. p. 15.
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nombrado por Carlos V "Predicador real". Cuentan sus biógrafos aquélla famosa anécdota que Quevedo dramatiza de la siguiente manera: “Avisó que predicaba un día en su casa de Valladolid; y el César, codicioso de oír al Santo, fue muy temprano; y a esperar la hora del sermón se entró con los grandes en el claustro, diciendo al portero: - Decidle a fray Tomás que estoy aquí, que baje. Fue el portero, y respondió con él el Santo a la majestad cesárea que estaba estudiando; que si había de predicar, que no podía bajar; y que si bajaba, no predicaría”9. Y es que estaba convencido de que un buen predicador necesita, estudio, oración y vida santa para que sus palabras tengan contenido y sean refrendadas por el testimonio de vida. El especialista en literatura mística española Pedro Sainz Rodríguez, dice expresamente: "son el Padre Granada y Santo Tomás de Villanueva los dos más grandes predicadores de la España del Siglo de Oro". Hoy podríamos decir que fue un verdadero maestro de la evangelización de su época, puesto que él propone siempre al Cristo de los evangelios como modelo supremo de la vida cristiana. Teniendo siempre como modelo el "buen pastor" que él desea en sus obras para los superiores religiosos, desempeñó cargos tan importantes como éstos: - Provincial de la nueva Provincia de Andalucía separada de la de Castilla en el Capítulo de Dueñas en 1527. - Prior del Convento de Burgos en 1531. - Provincial de Castilla en 1534. En este período Santo Tomás envió los primeros misioneros agustinos al Nuevo Mundo. - En 1537 vuelve de nuevo a Burgos como Prior y Consejero provincial. - En el Capítulo de 1541, cuando se decreta otra vez la unión de Andalucía y Castilla, es elegido Prior de Valladolid y desde Roma se le nombra revisor de las Constituciones de la Orden. Desde estas responsabilidades y, sobre todo, desde su testimonio de vida, fray Tomás de Villanueva promueve un modelo ideal de religioso agustino: una persona de vida austera, pero bien provista de conocimientos, capaz de hermanar la ciencia con la virtud, el amor al estudio con la vida común y el apostolado. Fue para los agustinos castellanos el impulsor de una gloriosa reactivación, hasta colocarlos en la vanguardia religiosa y cultural de la España de entonces. Bajo su provincialato dos expediciones fueron enviadas a las nuevas tierras americanas, como hemos visto, y coincidiendo con sus prioratos en Salamanca, Valladolid y Burgos profesaron en sus manos seis agustinos que llegaron al episcopado o, propuestos, no lo aceptaron, San Alonso de Orozco y otras grandes personalidades de la Orden. VI. ARZOBISPO DE VALENCIA Tantos servicios prestados por el pastor sabio y prudente no pasaron desapercibidos para las autoridades eclesiásticas y civiles. Así, el emperador Carlos V pone los ojos en el fraile agustino porque desea impulsar la reforma de la iglesia y de la misma sociedad española. Al parecer, la elección fue un acto personal del emperador, al margen de los candidatos sugeridos por los consejeros. En 1544, tras negarse a aceptar el arzobispado de Granada y 9
QUEVEDO, ob. cit., p. 26
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resistirse de nuevo al de Valencia, se ve forzado a asumirlo por las presiones de su Provincial P. Francisco Nieva, de este modo: "Me dicen que usted no quiere aceptar la dicha provisión. Por la presente le mando que, vista esta carta, dentro de veinte horas acepte la provisión del arzobispado de Valencia, según y como su majestad la tiene hecha". Sin otros comentarios acepta inmediatamente. Tras un retiro en el monasterio de Ntra. Sra. del Pino, recibe la consagración episcopal en la iglesia del convento San Agustín de Valladolid por manos del arzobispo de Toledo, Cardenal Tavera. A los pocos días, silenciosamente, deja esta ciudad castellana y, por los caminos de su Mancha natal, sin detenerse siquiera a saludar a su familia, llega al convento de Nuestra Señora del Socorro que los agustinos tenían a las afueras de la ciudad del Turia. Viene acompañado de un solo religioso, el P. Juan Rincón, y sin previo aviso, por lo que la sorpresa de la comunidad fue enorme. Muchas veces después, el prior fray Jaime de Montiel, luego confesor del arzobispo, contaría admirado la escena. Allí estuvo, recibiendo las primeras visitas de sus nuevos súbditos y viviendo como un agustino más, hasta que cesaron las abundantes lluvias que esos días azotaban la ciudad. Todavía hoy los nombrados arzobispos de Valencia pasan su primera noche en el actual colegio de Jesús María, situado en el mismo lugar, recordando aquel hecho. Valencia es en esos momentos un territorio densamente poblado, con una nobleza destacada, una amplia y poderosa clase urbana y con un activo puerto marítimo. Está experimentando un importante despegue económico y comercial, simbolizado en la flamante Lonja de los Mercaderes finalizada unos años antes. Tiene, además, sus propias instituciones políticas y administrativas con una fuerte tradición y una brillante Universidad. Pero a la vez, no hace mucho ha sufrido las guerras de las Germanías, hay una población morisca que plantea continuos conflictos y los obispos valencianos hace muchos años que no residen en la ciudad. “Urgía que hubiese en la diócesis de Valencia la atención pastoral conveniente, como clave de una verdadera reforma eclesial y punto de batalla entre dos mundos: el de la nueva mentalidad religiosa, profundamente animada por un ideal apostólico e impulsada a la acción efectiva –que protagonizará con su llegada a Valencia como arzobispo, Tomas de Villanueva- y el mundo del período decadente medieval, aún adormecido en formas culturales, políticas, sociales y religiosas ya superadas, o en el mejor de los casos, amenazado de componendas peligrosas en medio de un ambiente pagano”10. El primer día del año 1545 hace su entrada en la nueva sede arzobispal valentina, a lomos de mula y con algunos gestos que muchos interpretaron como una declaración de principios de lo que iba a ser su episcopado. En visible contraste con el imponente cortejo de autoridades civiles y eclesiásticas que le acompañan, nos cuenta el P. Salón la impresión dejada por el nuevo arzobispo: “puso gran admiración a todos la humildad y pobreza de sus vestidos, porque entró con un hábito, manto de paño negro muy usado y el sombrero tan viejo, que ya había perdido su color y estaba casi rojo... Lo segundo, admiró a todos el grande ejemplo de humildad y devoción que mostró cuando, apeado en la entrada baja de la casa de la Ciudad, donde fue recibido del Cabildo, llegó al sitial para adorar el Lignum Crucis. Habían puesto allí, donde se había de arrodillar, unas almohadas de terciopelo carmesí; y en viéndolas se bajo y las 10
LLIN CHÁFER, A., ob. cit., p. 58
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apartó con sus propias manos, y arrodillado en el suelo adoró y besó el pie de la Cruz, donde estaba, con muchas lágrimas, y luego se inclinó y besó el suelo”11. Seguramente estaría meditando aquellas palabras que había pronunciado en uno de sus sermones: "¡Ay del miserable que se deja llevar por la ambición! Cuando el verdadero superior debe considerar la autoridad como un peso o como un yugo que le imponen sus hermanos contra su propia voluntad!”. Inmediatamente, el nuevo prelado aplica toda su energía a renovar una diócesis que lleva mucho tiempo sin que sus arzobispos vivan en la propia ciudad, los sacerdotes frecuentemente están sumidos en vicios y malas costumbres, mientras que el pueblo conserva la fe de sus antepasados, pero envuelta en prácticas impregnadas de supersticiones y paganismo. La situación social no era mejor, entre los diferentes estamentos existía una gran rivalidad y una total desconfianza. El primer paso es organizar su palacio según el modelo de una comunidad agustiniana, observando una austera laboriosidad con vistas a la ayuda de los pobres y necesitados. Él mismo usa como único distintivo de su dignidad un gorro rojo, a pesar de los ruegos de los canónigos. Las distintas biografías están llenas de curiosas anécdotas al respecto. Cuenta el citado Salón que, recriminado por un canónigo de confianza al encontrarle remendando ropa personal como cosa indigna de un arzobispo, le contestó: “No tiene razón, porque aunque me han hecho Arzobispo, no dejo de ser religioso; he profesado pobreza, y me huelgo hacer de cuando en cuando lo que hacen los frailes pobres. Y a eso que dice V. M. que con un real se pueden remendar estas calzas, digo, que con este real puede comer mañana un pobre: lo que me hará merced es que nadie entienda esto por amor de mí”12. El segundo proyecto fue rodearse de colaboradores naturales de Valencia, “los mejores y más discretos en aquella Comunidad para que le ayuden a llevar la carga...” Así, el elegido obispo auxiliar Juan Segrián y el maestro Porta compartieron estrechamente la vida con el arzobispo viviendo ambos en el austero palacio tomasino. En tercer lugar, pretende conocer directamente las personas y los problemas de la diócesis. Para ello, inicia al cabo de un mes una visita pastoral a todas las parroquias de su diócesis. Pasó por todos los pueblos grandes y pequeños, enseñando y aprendiendo. El método que usa no puede ser otro que el aprendido de su modelo san Agustín: "proceder siempre con amor a los hombres y odio para con los vicios". Una vez conocida la situación de la iglesia valenciana, inicia la preparación de un sínodo que, celebra en 1548, tres años después de su llegada. El objetivo del mismo nos dice que es “para abolir los abusos de los eclesiásticos y del pueblo, y para instaurar las buenas costumbres”. La aplicación de algunos de sus decretos le enfrentó sobre todo al clero alto, que veía peligrar sus rancios privilegios. Pero ni esta oposición ni el peso del gobernador en otro serio problema le hacen vacilar cuando se trata de buscar el bien de la iglesia. En 1601 su digno sucesor San Juan de Ribera mandó que las Constituciones Sinodales de santo Tomás de Villanueva fuesen observadas en la diócesis como obra realizada por un santo. Le preocupó de un modo especial el problema de los moriscos, que eran cada vez más numerosos en Valencia y eran odiados por el resto de la población. Colaboró con las autoridades civiles para desarmarlos y procuró su 11 12
SALÓN, M., ob. cit., p. 127 SALÓN, M., ob. cit., p. 134
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evangelización, pero con unos resultados que siempre le parecieron insuficientes. Llenaba cada día con una gran actividad, compaginando perfectamente las obligaciones de su cargo con las exigencias de su vocación personal de agustino: oraba intensamente muchos ratos “para defenderse de las borrascas y pesadumbres que ha de padecer un pobre Prelado”; dedicaba tiempo y reflexión a preparar sus sermones y, aún así, le quedaba tiempo para atender a quien necesitase algo de él. “Decía muchas veces a sus criados: Mirad, cualquiera persona que venga y pregunte por mí, llamadme luego, no los hagáis aguardar, porque demás de la pesadumbre que reciben esperando, nos pedirá Dios cuenta del tiempo que hacemos perder a nuestros prójimos por nuestra culpa: y no reparéis en si estoy estudiando, o recogido, porque si bien holgaría yo que nadie me estorbase, pero siendo Obispo, no soy mío, sino de mis ovejas”13. Como adelantado del espíritu conciliar de Trento, al que aunque invitado no pudo asistir debido a sus muchas ocupaciones y sobre todo por su delicada salud, muestra una especial preocupación por la formación del clero y así, en 1550 funda un seminario cuando aún no existían en ningún otro lugar. Es el Colegio de la Presentación, "erigido para estudiantes pobres, que deseen ser sacerdotes, para que sean formados con toda honestidad, santidad y temor de Dios, y para que con su ejemplo y doctrina ayuden a la diócesis de Valencia en la guía de almas y en la predicación". Todavía hoy, salvadas las distancias, sigue esta venerable institución tomasina y valenciana cumpliendo su misión de formar sacerdotes con el mismo espíritu que hace cinco siglos le infundiera Santo Tomás de Villanueva. Fue además un excelente administrador. Durante su episcopado se aumentaron considerablemente las rentas y en mayor proporción aún las limosnas que según J. Campos llegaban al final de su gobierno al 68 % de lo recaudado en la administración diocesana. Desde la infancia, una preocupación habían sido los pobres y en la iglesia valenciana encontró buenas organizaciones de caridad, que trató de impulsar y ampliar con todo el entusiasmo. No sólo son las continuas limosnas que le definen en todos los cuadros conocidos sobre su persona, sino sus visitas frecuentes al hospital, al domicilio de los enfermos y hasta llega a hacer una especie de guardería infantil para niños abandonados en su propio palacio episcopal. Era famosa la tradicional olla de comida caliente que todos los días se repartía a la puerta del arzobispado. Sabe Tomás, aprendido de Agustín, que el amor práctico a Dios y a los hermanos es el motor único de toda la espiritualidad. Por eso se enfrenta en sus sermones abiertamente a las injusticias de los ricos y dice que los pobres son "el cuerpo de Cristo, al que podemos seguir ungiendo con la unción de la piedad y la misericordia; Cristo recibe en nombre propio aunque sea la más pequeña moneda o un trozo de pan. No te avergüences, pues, de darle poca cosa, si no puedes más". Repetía una y otra vez que los bienes y rentas del arzobispado no eran suyos, sino de los pobres y, en concreto, de los pobres de Valencia. VII. FINAL DE UNA VIDA ENTREGADA
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SALÓN, M., ob. cit., p. 160
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El arzobispo está gravemente enfermo. Sabe que se acerca su final y su única preocupación es que su limosnero entregue todo su patrimonio a los necesitados. Agonizante dice: "Dense prisa, que no quede ni un céntimo"... Ni siquiera su lecho de muerte es suyo, se lo ha regalado al carcelero eclesiástico, al que no le había llegado nada en el apresurado reparto, rogándole, además, que le hiciese la caridad de dejarle morir en cama prestada. No quedó nada de valor por repartir, de tal modo que, vendido lo sobrante en pública subasta, sólo se lograron cincuenta escudos. Es la mañana del ocho de septiembre de 1555. Ante el palacio se agolpa toda Valencia, pero de manera muy diferente a como once año antes le recibía con júbilo. Allí están Virrey, Gobernador, Jurados, Nobleza, clero parroquial, religiosos, el pueblo entero... Todos lloran su muerte, sobre todo los pequeños, los pobres, que ahora se agolpan para verle por última vez y darle su más cariñosa despedida. Es enterrado en el convento agustino de Nuestra Señora del Socorro, como había pedido reiteradamente, contrariando a su curia que desea darle tierra en la catedral. Su paisano Quevedo dice con cariñosa exageración: "Allí está depositado, resucitando muertos, sanando ciegos, librando endemoniados, ejercitando la caridad desde la sepultura y continuando la caridad de verdadero padre y prelado"14. A pesar de haber manifestado en su testamento que su tumba se cubriese sencillamente con una losa, quiso el Deán Francisco Roca conservar y dignificar su memoria. Encargó un retrato al que había sido su amigo Juan de Juanes, que se conserva hoy en la propia catedral de Valencia. Con una copia del mismo se labró en Génova su figura marmórea en forma de arzobispo y se colocó encima de su sepultura con un epitafio que dice en latín lo siguiente: “Está enterrado en este sepulcro el P. Fr. Tomás de Villanueva, arzobispo de Valencia, muy grande e insigne Predicador de la palabra de Dios, el cual no solamente viviendo socorrió los pobres de Cristo con piadosa y franca mano; sino que hasta el punto de su muerte los ayudó y remedió con larguísimas limosnas”. Junto al hermoso y fiel retrato de Juan de Juanes contamos con esta precisa descripción literaria del P. Salón: “Fue este bendito Padre de mediana estatura, el rostro un poco moreno y aguileño, las mejillas un poco encendidas, los ojos zarcos, el semblante muy modesto y pío, juntamente grave y de mucha autoridad, bien complexionado, colérico sanguíneo: dotóle nuestro Señor de grandes naturales de ingenio, juicio y prudencia. Fue muy grande Letrado y el más famoso Predicador y más ejemplar Religioso, como consta de esta Historia, que ha tenido España en estos tiempos”15. Su fama de santidad no sólo no se extinguió con su muerte, sino que fue creciendo aún más. Sus primeros biógrafos nos dan cuenta ya de innumerables prodigios obrados por su intercesión. En 1601 san Juan de Ribera mandó incoar el proceso informativo para su beatificación. Ésta tuvo lugar en 1618 y su canonización en 1658. En 1835, debido a la exclaustración de las órdenes religiosas, los agustinos fueron expulsados del monasterio de Nuestra Señora del Socorro y en 1838 sus restos mortales se trasladaron solemnemente a la Iglesia Catedral. Desde su canonización por la iglesia, el pueblo cristiano venera su entrañable y cercana personalidad, los agustinos le tienen como patrono de los 14 15
QUEVEDO, F., ob. cit. p. 72. SALÓN, M., ob. cit., p. 344.
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estudios de la Orden y Valencia guarda orgullosa sus restos en una capilla de la catedral, a la que con tanta entrega sirvió. VIII. ESCRITOS Y PENSAMIENTO Tomás de Villanueva no escribió obras teológicas sistemáticas, pero nos ha dejado en sus sermones y opúsculos castellanos un tesoro de doctrina teológica, pastoral y espiritual, cuyas intuiciones fundamentales siguen teniendo total vigencia, tras las reformas del Vaticano II. Sus sermones, aunque nos han llegado en latín, conservan la viveza de la famosa oratoria de su autor al ser predicados en castellano. Tienen una gran sencillez en la forma y en el lenguaje, pero están llenos de un profundo contenido teológico y espiritual. De su lectura se puede deducir su gran formación humanística y su conocimiento de la Biblia y de los Santos Padres. Nos han llegado en la actualidad unos 400 sermones, correspondientes a domingos del año litúrgico, fiestas del Señor, de la Virgen y de los santos; y, además, algunos opúsculos de vida espiritual. Con los sermones pretende enmendar, formar y orientar y, para conseguirlo, no tiene empacho en emplear escenas y ejemplos fuertes. Además de su dominio de la Biblia, manifiesta un amplio conocimiento de los Santos Padres, especialmente de san Agustín y san Bernardo. Nunca cita directamente autores contemporáneos, pero del contexto se deduce un amplio conocimiento del ambiente cultural de su época y del mundo clásico, si bien es cierto que tampoco le concede demasiada importancia. Todos los estudiosos de su teología coinciden en hablar del agustinismo que vibra bajo todo su pensamiento. Lo hemos visto con pequeños retazos recogidos a lo largo de su vida, pero nos parece interesante tratar de resumir las conclusiones a las que llega Argimiro Turrado tras haber dedicado muchas horas a su estudio: “Parece que con él (Sto. Tomás) se inicia en España una corriente teológico-espiritual agustiniana,... sobre varios pilares de la doctrina de S. Agustín, en la que la teología y la espiritualidad son inseparables”: 1) La ontología vital, con una noción dinámica de la persona, es decir, entendiendo al hombre como ser-en-acción en todos los sentidos, y de un modo ya preconsciente, que ahora se expresa como el deseo o tendencia natural hacia su centro, Dios, felicidad plena. No puede repetirse mejor el famoso pensamiento agustiniano: “Vuelve, oh hombre, tus ojos y corazón a Dios, pues en él sólo podrás hallar tu descanso; y no te hartará cosa alguna criada, menos que tu Criador mismo. Así que convertirse el ánima a Dios, que es su descanso, es volverse el hombre a Dios por consideración y dilección; y poner en él sus ojos es mirarle, y conversarle, y abrazarle con la oración, meditación y lección, uniéndose y ayuntándose a Dios por deseo”16. 2) La total gratuidad del amor de Dios en la historia de salvación, que se inicia en la creación misma con las tendencias innatas puestas por Dios en nosotros y se prolonga como un diálogo de gracia que parte siempre de Dios por Cristo. Esta gracia, además de don, luz, fe viva y ayuda, es contemplada por san Agustín como fuerza, robustez, suavidad, atracción, placer espiritual, caridad del Espíritu Santo. Así lo percibe Santo Tomas: “Si existiera un rey 16
“Modo breve de servir a Nuestro Señor”, en Obras, Ed. Santamarta, Madrid 1952, p. 513. 12
que pidiera a sus vasallos que le amaran por los beneficios recibidos, sin otra exigencia más, ¿no sería un rey piadoso y clemente? Tal es nuestro Rey, hermanos, así es nuestro Señor... ¡No hay cosa más atractiva y más dulce que amar! No hay cosa más suave ni más atractiva...”17 3) El primado del amor, del que hablan muchos autores, no debe ser disociado de esa concepción de la gracia divina como diálogo vivo entre Dios y la persona, del que es expresión el ordo amoris evangélico, tan comentado por el Santo en seguimiento de Agustín. Este aspecto social es el que empuja a Santo Tomas a optar por la opción radical por los pobres. “Quien ama a Dios en el prójimo y al prójimo por Dios, sólo parece que ame a Dios; no está dividido el amor, porque donde uno por el otro, allí sólo uno es”18. 4) El primado de Jesucristo, Mediador y “Médico humilde” de nuestras miserias, siempre en un contexto trinitario de salvación y unido a la antropología realista de la lucha interior entre las tendencias del egoísmo y el amor19. Para concluir este pequeño recuerdo de su mensaje nada mejor que recoger la oferta que para ser buen cristiano el propio Santo Tomás nos da en su citado opúsculo “Modo breve de servir a nuestro Señor en diez reglas”: 1) Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo y dejar de pecar. 2) Satisfacer por los pecados pasados con dolor y penitencia. 3) Huir de amistades y conversaciones mundanas. 4) Menospreciar al mundo y sus deleites. 5) Limpiar a menudo la conciencia confesando y comulgando. 6) Tener en casa oratorio donde servir a Dios conversando con Él. 7) Guardar la lengua y el corazón. 8) No perder el tiempo. 9) Crecer en virtud. 10) Tomarse cuenta de lo que aprovecha. IX. PROYECCIÓN UNIVERSAL La figura de Santo Tomás de Villanueva, por desgracia hoy un tanto olvidada, tuvo en los siglos XVII y XVIII una difusión enorme. Su devoción se extendió por toda la geografía española e hispanoamericana. El culto popular se propagó muy pronto y se mantuvo vivo especialmente en Valencia y en todos los lugares del mundo por donde los agustinos han pasado. Muestra de ello son las instituciones agustinianas u otras que, sin serlo, también llevan su nombre. La proliferación de cofradías, hermandades, novenas, procesiones, imágenes y estampas ha sido extraordinaria. La mejor prueba de ello la tenemos en la abundante iconografía del santo y en las fiestas celebradas alrededor de su canonización, centenarios, etc. Respecto al primer punto, es especialmente significativo dar una vuelta por muchas de las iglesias de la diócesis valenciana para comprobarlo. Desde el primer cuadro, ya citado, de su amigo Juan de Juanes, pasando por el “santo de la bolsa” recreado por Murillo, muchos han sido los pintores y escultores que han 17
Sermón XVII post Pent.. Conc. 1, Vol. I, c.823. Sermón XII post Pent. 5, vol.3, 163. 19 TURRADO, A., Santo Tomás de Villanueva”, Ed. Revista Agustiniana, Madrid 1995, pp.8790. 18
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repetido el entrañable modelo del “santo limosnero”. Recordemos algunos pintores especialmente importantes como Carreño, Cerezo, Maella, V. Salvador Gómez, Giuseppe Salerno, Bartolomé González, Zurbarán, Claudio Coello, Valdés Leal, Francisco Caccianiga, Lizcano... o escultores como Ignacio Vergara, Manuel López, Francisco Dionisio de Rivas, José Roldán, Caffa y Ferrata, Pedro de Mena, Gutiérrez de León, José Esteve, O. Vicent... Además, multitud de grabados, estampas y dibujos que se pueden rastrear por todo el ancho mundo, dejan bien patente la enorme proyección de nuestro santo. En cuanto a las fiestas que en España e Hispanoamérica se celebraron con motivo de su canonización han sido estudiadas detalladamente por F. J. Campos con un resultado increíble. Son innumerable los actos religiosos, imágenes, escritos, altares públicos, procesiones, carros triunfales, jeroglíficos... celebraciones en todas partes, pero especialmente en Valencia, Madrid, Sevilla, Córdoba, Toledo, Zaragoza, Barcelona, Mallorca... y otros muchos lugares concretos tanto en Europa como en América. Su influjo como representante de esa incipiente escuela agustiniana, desde la perspectiva teológico-espiritual antes analizada, y que pretende renovar la vida religiosa y los estudios universitarios según aconseja el general Seripando, fue abundante entre los agustinos españoles. Basta recordar algunos nombres, varios de ellos del mismo convento de Salamanca: Luis de Alarcón, Alonso de Orozco, Luis de Montoya, Juan de Muñatones, Alonso de Veracruz, Fray Luis de León, Agustín Antolínez, Basilio Ponce de León, Miguel de Salón... Como una muestra curiosa de esa devoción popular citamos los recuerdos infantiles que Rafael Alberti nos ha dejado de cuando, cogido de la mano de su madre, casi todas las tardes visitaba la capilla de Santo Tomás en su Puerto natal: “Delante de la verja cerrada del santo, de pie y ambos con la mano en súplica de limosna, mi madre me hacía repetir una oración, de la que hoy sólo recuerdo su principio y los versos finales: Santo Tomás de Villanueva santo querido de Dios, esa bolsa que en tus manos tienes el Señor te la envió, para socorrer a tu bienhechor. Ese soy... ... y por esas olitas de la mar que van y vienen, lléname mi casa de salud y de bienes”20. Hoy debiéramos recuperar algo de esa entrañable admiración y devoción, no por simple sensibilidad barroca, que afortunadamente nuestra época va depurando, pero sí por la actualidad y ejemplo de este formidable agustino reformador y pastor. Nos parece conveniente y oportuno volver a poner de alguna actualidad la figura y la obra del santo viendo en él lo que nos dice el estudioso de su obra Arturo Llin Cháfer: “fino humanista, autor de sermones que se hicieron famosos; amigo de humanistas, como Juan Luis Vives y de artistas, como Juan de Juanes; fundador del colegio mayor de la Presentación, primer 20
La arboleda perdida, Barcelona 1983, pp. 16-17.
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seminario de la cristiandad; organizador de la misión agustiniana en Méjico; varón fuerte que acometió la tarea de la reforma de costumbres en su extensa diócesis y en años llenos de dificultades; eximio escritor ascético-místico; el que en la organización de una intensa acción social, se adelantó en cuatro siglos a la actuación de la misma Iglesia; pero sobre todo, en santo Tomás de Villanueva debemos de ver al santo del amor de Cristo, por el que quiere hacerse todo para llevar a todos al Señor”21.
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LLIN CHÁFER, A., Ob. Cit., pp. 113-114.
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