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SANTOS CANONIZADOS
POR EL
PAPA JUAN PABLO II
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Crispín de Viterbo (1668-1750), capuchino
A pesar de que me consideran un santo alegre, la impresión que me queda de mi infancia es la muerte de mi padre, Ubaldo. Menos mal que mi tío Francisco -su hermano- me quería mucho y me envió, primero, a la escuela de los Jesuitas para que aprendiera gramática y, después, me acogió como aprendiz en su taller de zapatero, donde estuve hasta los 25 años en que me fui a los frailes. Recuerdo que, de pequeño, me daba por ayudar misas y ayunar; y como era de natural delgaducho y enfermizo, mi tío solía decirle a mi madre: «Tú vales para criar pollos, pero no hijos. ¿No ves que el niño no crece porque no come?» Y en adelante él se encargaba de hacerme comer; pero al ver que seguía igual de pequeño y escuchimizado se dio por vencido y le dijo a mi madre: «Déjalo que haga lo que quiera, porque mejor será tener en casa un santo delgado que un pecador gordo». Capuchino como San Félix La gota que colmó el vaso para que me decidiera a hacerme Capuchino fue el ver a un grupo de novicios que había bajado a la iglesia con motivo de unas rogativas para pedir la lluvia; pero en realidad ya lo había pensado mucho y había leído y releído la Regla de San Francisco, por lo que mi opción era madura. Además no quería ser sacerdote, sino como San Félix de Cantalicio, hermano laico. Inmediatamente me fui a hablar con el Provincial, quien me admitió en la Orden, pensando que ya estaba todo superado, pero no fue así. Los primeros que se opusieron fueron mis familiares, empezando por mi madre. La pobre ya era mayor y con una hija soltera a su cargo; además, no comprendía que, habiendo hecho los estudios con los Jesuitas, no quisiera ser sacerdote sino laico. Sin embargo, la decisión
3 estaba tomada. Procuré que las atendieran unas personas del pueblo y me marché al noviciado. Cuál no sería mi sorpresa al comprobar que, a pesar de haberme admitido ya el Provincial, el maestro de novicios se negaba a recibirme. Ante mi insistencia me contestó: «Bueno, si al Provincial le compete el recibir a los novicios, a mí me toca probarlos». Y bien que me probó. Lo primero que hizo fue darme una azada y enviarme al huerto a cavar mañana y tarde. En vista de que resistía, me mandó como ayudante del limosnero para que cargara con la alforja, a ver si aguantaba las caminatas bajo el sol y la lluvia. Y las aguanté. Por último, no se le ocurrió otra cosa que nombrarme enfermero para que atendiera a un fraile tuberculoso. Parece que no lo hice del todo mal, pues tanto el enfermo como el maestro de novicios se ufanaban, cuando ya eran viejos, de haberme tenido como enfermero y como novicio. Una vez profesé me enviaron por distintos conventos, hasta que recalé en Orvieto. Allí estuve durante cuarenta años de limosnero; es decir, toda mi vida, pues sólo me llevaron a Roma para morir. Durante los cincuenta años que estuve con los frailes hice de todo menos de zapatero, que era mi profesión. Fui cocinero, enfermero, hortelano y limosnero; y es que yo no era una bestia para estar en la sombra, sino al fuego y al sol; es decir, que debía estar o en la cocina o en la huerta. Sin embargo la mayoría de mi vida se quemó buscando comida para los frailes y atendiendo las necesidades de la gente. Pidiendo pan y dando cariño Lo primero que hacía antes de salir del convento era cantar el Ave, maris stella; después, rosario en mano, me dirigía a la limosna, que, de ordinario, solía hacer pronto. Para ahorrar tiempo le pedía antes al cocinero qué necesitaba, y así me limitaba a pedir solamente lo necesario. Como había muchos pobres, procuraba dirigir las limosnas que sobraban a una casa del pueblo para que desde allí se redistribuyeran; así satisfacía la solidaridad de los pudientes y la necesidad de los pobres. Tan convencido estaba de que gran parte de la miseria proviene de la injusticia, que no me podía contener ante los abusos de los patronos
4 para con los trabajadores. Cuando alguno tenía que venir al convento procuraba que lo trataran bien, porque al trabajo hay que ir de buena gana. Una vez que un defraudador me pidió que rogara por su salud, le contesté que cuando pagase lo que debía a sus acreedores y a su servidumbre entonces pediría a la Virgen que lo curara. Y es que me gustaba visitar a los enfermos y encarcelados; no sólo para darles buenos consejos sino para remediarles, en la medida de mis posibilidades, sus necesidades. No sé por qué, la gente acudía a mí en busca de remedios y se iba con la sensación de que hacía milagros. Incluso me cortaban trozos del manto para hacerse reliquias; hasta que no pude más y les grité: «Pero ¿qué hacéis? Cuánto mejor sería que le cortaseis la cola a un perro.... ¿Estáis locos? ¡Tanto alboroto por un asno que pasa!» Sin embargo no todo era pedir limosna y atender a la gente. Esto era la consecuencia. Mi opción había sido seguir a Jesús y eso conlleva mucho tiempo de estar con él y aprender sus actitudes. Mi devoción a la Virgen me ayudó mucho. Me gustaba exteriorizar mis sentimientos para con ella adornando sus altares. Cuando estuve trabajando de hortelano coloqué una imagen de María en una pequeña cabaña. Delante de ella esparcía restos de semillas y migajas de pan para que se acercasen los pájaros, se alimentasen y cantasen, ya que hubiera querido que todas las criaturas del universo se juntasen para alabar en todo momento a la madre de Dios. El reuma y la gota acabaron conmigo. Ya no podía casi andar y tuve que retirarme a la enfermería de Roma. Pero allí también la gente venía a buscarme. ¿Por qué la gente acudía a mí si no era ni santo ni profeta? En el mes de mayo la enfermedad fue a más. Para no estropear la fiesta de San Félix le aseguré al enfermero que no me moriría ni el 17 ni el 18. Y, efectivamente, el Señor me escuchó y me llevó en su compañía el 19 de mayo de 1750.
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Maximiliano María Kolbe (1894-1941), presbítero, mártir O.F.M., Conv.
Maximiliano María Kolbe nació en Polonia el 8 de enero de 1894 en la ciudad de Zdunska Wola, que en ese entonces se hallaba ocupada por Rusia. Fue bautizado con el nombre de Raimundo en la iglesia parroquial. A los 13 años ingresó en el Seminario de los padres franciscanos en la ciudad polaca de Lvov, la cual a su vez estaba ocupada por Austria. Fue en el seminario donde adoptó el nombre de Maximiliano. Finaliza sus estudios en Roma y en 1918 es ordenado sacerdote. Devoto de la Inmaculada Concepción, pensaba que la Iglesia debía ser militante en su colaboración con la Gracia divina para el avance de la fe católica. Movido por esta devoción y convicción, funda en 1917 un movimiento llamado "La Milicia de la Inmaculada" cuyos miembros se consagrarían a la bienaventurada Virgen María y tendrían el objetivo de luchar mediante todos los medios moralmente válidos, por la construcción del Reino de Dios en todo el mundo. En palabras del propio San Maximiliano, el movimiento tendría: "una visión global de la vida católica bajo una nueva forma, que consiste en la unión con la Inmaculada." Verdadero apóstol moderno, inicia la publicación de la revista mensual "Caballero de la Inmaculada", orientada a promover el conocimiento, el amor y el servicio a la Virgen María en la tarea de convertir almas para Cristo. Con una tirada de 500 ejemplares en 1922, en 1939 alcanzaría cerca del millón de ejemplares.
6 En 1929 funda la primera "Ciudad de la Inmaculada" en el convento franciscano de Niepokalanów a 40 kilómetros de Varsovia, que con el paso del tiempo se convertiría en una ciudad consagrada a la Virgen y, en palabras de San Maximiliano, dedicada a "conquistar todo el mundo, todas las almas, para Cristo, para la Inmaculada, usando todos los medios lícitos, todos los descubrimientos tecnológicos, especialmente en el ámbito de las comunicaciones." En 1931, después de que el Papa solicitara misioneros, se ofrece como voluntario y viaja a Japón en donde funda una nueva ciudad de la Inmaculada ("Mugenzai No Sono") y publica la revista "Caballero de la Inmaculada" en japonés ("Seibo No Kishi"). En 1936 regresa a Polonia como director espiritual de Niepokalanów, y tres años más tarde, en plena Guerra Mundial, es apresado junto con otros frailes y enviado a campos de concentración en Alemania y Polonia. Es liberado poco tiempo después, precisamente el día consagrado a la Inmaculada Concepción. Es hecho prisionero nuevamente en febrero de 1941 y enviado a la prisión de Pawiak, para ser después transferido al campo de concentración de Auschwitz, en donde a pesar de las terribles condiciones de vida prosiguió su ministerio. En Auschwitz, el régimen nazi buscaba despojar a los prisioneros de toda huella de personalidad tratándolos de manera inhumana e impersonal, como un simple número: a San Maximiliano le asignaron el 16670. A pesar de todo, durante su estancia en el campo nunca le abandonaron su generosidad y su preocupación por los demás, así como su deseo de mantener la dignidad de sus compañeros. La noche del 3 de agosto de 1941, un prisionero de la misma sección a la que estaba asignado San Maximiliano escapa; en represalia, el comandante del campo ordena escoger a diez prisioneros al azar para ser ejecutados. Entre los hombres escogidos estaba el sargento Franciszek Gajowniczek, polaco como San Maximiliano, casado y con hijos. San Maximiliano, que no se encontraba entre los diez prisioneros escogidos, se ofrece a morir en su lugar. El comandante del campo acepta el cambio, y San Maximiliano es condenado a morir de hambre junto con los otros nueve prisioneros. Diez días después de su condena
7 y al encontrarlo todavía vivo, los nazis le administran una inyección letal el 14 de agosto de 1941. Es así como San Maximiliano María Kolbe, en medio de la más terrible adversidad, dio testimonio y ejemplo de dignidad. En 1973 Pablo VI lo beatifica y en 1982 Juan Pablo II lo canoniza como Mártir de la Caridad. Juan Pablo II comenta la influencia que tuvo San Maximiliano en su vocación sacerdotal: "Surge aquí otra singular e importante dimensión de mi vocación. Los años de la ocupación alemana en Occidente y de la soviética en Oriente supusieron un enorme número de detenciones y deportaciones de sacerdotes polacos hacia los campos de concentración. Sólo en Dachau fueron internados casi tres mil. Hubo otros campos, como por ejemplo el de Auschwitz, donde ofreció la vida por Cristo el primer sacerdote canonizado después de la guerra, San Maximiliano María Kolbe, el franciscano de Niepokalanów." (Don y Misterio). San Maximiliano nos legó su concepción de la Iglesia militante y en febril actividad para la construcción del Reino de Dios. Actualmente siguen vivas obras inspiradas por él, tales como: los institutos religiosos de los frailes franciscanos de la Inmaculada, las hermanas franciscanas de la Inmaculada, así como otros movimientos consagrados a la Inmaculada Concepción. Pero sobretodo, San Maximiliano nos legó un maravilloso ejemplo de amor por Dios y por los demás. Con motivo de los veinte años de la canonización del padre Maximiliano Kolbe (10 de octubre de 1982), los Frailes Menores Conventuales de Polonia abrieron el archivo de Niepokalanow (Ciudad de la Inmaculada, a 50 kilómetros de Varsovia), construido por el mismo mártir de Auschwitz. Entre los manuscritos del santo, destaca la última carta que escribió y que acaba con besos a su madre. Una carta que refleja una ternura que no aparecía en otros escritos, y que hace pensar que el sacrificio con el que ofreció la vida voluntariamente en sustitución de un condenado a muerte fue algo que maduró a lo largo de su vida. Este es el texto del escrito: «Querida madre, hacia finales de mayo llegué junto con un convoy ferroviario al campo de concentración de Auschwitz. En cuanto a mí, todo va bien, querida madre. Puedes estar tranquila por mí y por mi salud, porque el buen Dios está en todas partes y piensa con gran amor en todos y en todo. Será mejor que no me escribas antes de que yo te mande otra carta porque no sé cuánto tiempo estaré aquí. Con cordiales saludos y besos, Raimundo Kolbe». Juan Pablo II, un año después de su elección, en Auschwitz, dijo:
8 «Maximiliano Kobe hizo como Jesús, no sufrió la muerte sino que donó la vida». La expresión remite a unas palabras escritas por el padre Kolbe unas semanas antes de que los nazis invadieran Polonia (1 de septiembre de 1939): «Sufrir, trabajar y morir como caballeros, no con una muerte normal sino, por ejemplo, con una bala en la cabeza, sellando nuestro amor a la Inmaculada, derramando como auténtico caballero la propia sangre hasta la última gota, para apresurar la conquista del mundo entero para Ella. No conozco nada más sublime».
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Margarita Bourgeoys (1620-1700), virgen y fundadora de la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora
Originaria de Troyes, Francia, donde nació en 1620. Se trasladó al Canadá donde fundó la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de Montreal, con la finalidad de asistir y enseñar a los niños de la incipiente ciudad de Montreal. Santa Margarita Bourgeoys, que nació en Troyes (Francia), el año 1620, dedicó totalmente su vida a los más necesitados, a partir de la edad de 20 años. Su campo de acción fueron las familias pobres de la ciudad natal. Pero luego fue a Montreal (Canadá), entonces posesión francesa y allí durante largos años se entregó, juntamente con sus primeras hermanas, a impartir una instrucción humana y cristiana tanto en las escuelas como en las parroquias, hasta su muerte, que tuvo lugar en 1700. De modo especial cooperó a la edificación de aquel nuevo país, intuyendo el papel determinante de las mujeres, y se afanó con asiduidad en su formación con un espíritu profundamente cristiano. En una época en donde no se concebía religiosas que vivieran fuera de la clausura de los conventos, Margarita, animada por la certeza del llamado de Dios, fundó en Canadá la primera Congregación Femenina sin clausura de la historia de la Iglesia.
En 1652, Margarita se entera de que el gobernador de Montreal estaba buscando una maestra de escuela para su pequeña colonia, y ella interpretó esto como un signo de Dios, embarcándose rumbo a esta joven colonia americana para servir como maestra.
10 En 1657 inauguró la primera escuela de Montreal, que poco a poco va recibiendo más alumnos. Como ya no podía darse abasto y le preocupara también la educación de los niños indígenas, regresa a Francia por ayuda. Un año más tarde retorna con cuatro jóvenes y comienza a pensar en fundar una nueva congregación religiosa que recibe el aliento del Rey de Francia, al que visita en un nuevo viaje en busca de más jóvenes que quisieran vivir su llamado.
En 1676, el primer obispo de Quebec, Mons. Laval, quiere orientar a la nueva comunidad según sus ideas; en 1683, el convento se incendia y dos hermanas mueren carbonizadas, entre ellas su sobrina. El nuevo obispo decide deshacer la comunidad e integrarla a las ursulinas que vivían en claustro. Margarita lucha y reza para que se manifieste la voluntad de Dios y finalmente, en 1698, las veinticuatro primeras hermanas pudieron hacer la profesión de votos simples, en la nueva Congregación. Había fundado la primera escuela para indios en 1676. En 1679, había ya dos jóvenes iroquesas en la congregación. En 1685, fueron invitadas a Quebec, y allí fundaron la segunda de las más de doscientas casas que tendrán más tarde. Murió el 12 de enero de 1700 en Montreal, Canadá. Fue beatificada por Pío XII en 1950 y canonizada en 1982 por Juan Pablo II.
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Jeanne Delanoue (Juana Delanoue) (1666-1736) fundadora de la Congregación de Santa Ana de la Providencia
JEANNE Delanoue nació en Saumur, en el valle del río Loira, el 18 de junio de 1666. Era la menor de una familia de doce. Sus padres tenían un negocio cerca del santuario de Notre-Dame-des-Ardilliers. Aunque sólo seis años de edad cuando su padre murió, ella ayudó a su madre de ejecución de la tienda con el fin de mantener a la familia. Sus cualidades fueron notables: ella era hábil, enérgica e incansable, hasta el punto de mantener la tienda abierta los domingos y días festivos. El futuro era de ellas. Su "negocio" fue creciendo y prosperando. Fue precisamente en este contexto de éxito que, a la edad de 27, poco después de la muerte de su madre, una anciana, un fiel peregrino al santuario de Notre Dame-des-Ardilliers, invitó a Jeanne a consagrarse a los muchos pobres gente de su barrio. A pesar de las responsabilidades que había acumulado, en respuesta a esta convocatoria que se cree que viene de Dios, Juana se volvió hacia los pobres. Se supone más de su tiempo cada día que hizo a sus clientes hasta que finalmente se convirtió en su ocupación a tiempo completo. En un tiempo no muy largo tenía a los pobres esperando a que ella llegara a visitarlos, pero ellos vinieron a ella. En 1700, ella dio la bienvenida con gusto a un niño en su casa, y poco después trajo a los enfermos, los ancianos y los indigentes. Con la necesidad de alojamiento para muchas, el único lugar para los pobres fueron las grutas excavadas en la toba. Ella hizo lo más cómodo que pudo, sin embargo eso fue necesario para que ella buscara ayuda. Cuatro años después, en 1704, algunas jóvenes estaban interesadas en ayudar a Jeanne y estaban dispuestas a llevar un hábito
12 religioso si ella quería que lo hicieran. Fue así como la congregación de Santa Ana de la Providencia había nacido. Bajo este nombre las constituciones fueron aprobadas en 1709. La tenacidad Jeanne Delanoue, con el apoyo de las mujeres dedicadas que trabajaban con ella, trajo consigo la fundación de la primera casa de Saumur para los pobres (en 1715) - una casa que el rey Luis XIV pidió en 1672! Muy rápidamente la propagación de caridad fuera de los límites de Saumur y de su diócesis. Más que eso, había cuarenta ayudantes que estaban bajo su dirección y que había tomado la decisión de seguir su ejemplo de sacrificio, de oración y de mortificación. A su muerte, 17 de agosto de 1736, Jeanne Delanoue dejó una docena de comunidades, así como casas para los pobres y las escuelas. "El santo ha muerto", dijeron en Saumur. Todo el mundo puede admirar su celo y el trabajo que realizaba en las numerosas visitas que recibió e hizo, pero sólo sus amigos más cercanos sabían de su mortificación, su vida de oración y de unión con Dios. Es de esto que su amor incansable procedió. Ella se sintió atraído hacia todos los que sufren, pero sobre todo quienes son pobres-y Dios sabe que fueron muchos durante los tristes años de los que quieres, de frío, de hambre y de la guerra. Las hermanas de Juana Delanoue, ya que simplemente se llaman hoy en día, el número de alrededor de 400 hermanas en Francia, en Madagascar, y en Sumatra, donde se inició en 1979. El 05 de noviembre 1947 el Papa Pío XII beatificó Jeanne Delanoue. Este 31 de octubre 1982 el Papa Juan Pablo 11 señala para el pueblo de Dios, sin embargo, otro santo, Santa Juana Delanoue.
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Leopoldo Mandic (1866-1942) capuchino
San Leopoldo ingresó muy joven en la Orden capuchina, deseoso de trabajar por la unidad de las Iglesias, por lo que pidió permiso para marchar a misiones. Pero los superiores, teniendo en cuenta su frágil salud, lo dedicaron a la ardua tarea del confesionario, en la que perseveró toda su larga vida, acogiendo y reconciliando a innumerables penitentes de toda clase. Significativamente, Juan Pablo II lo canonizó durante la celebración del Sínodo de los obispos sobre «la Reconciliación». El P. Leopoldo, llamado en el siglo Adeodato Mandic, nació en Castelnovo de Càttaro o Herceg-Novi (Croacia) el 12 de mayo de 1866, siendo el penúltimo de doce hijos. Todavía joven, se sintió llamado por Dios a trabajar por la unidad de los Ortodoxos a la Iglesia católica. Para ello, se trasladó a la región de Venecia y, a la edad de 16 años, ingresó en el noviciado capuchino de Udine (Italia), con la ilusión de ir más tarde a Oriente como misionero. Ordenado de sacerdote en 1890, pidió a los superiores permiso para marchar a misiones, pero nunca se lo concedieron, entre otras razones, por su frágil constitución física y su delicado estado de salud, así como un pequeño defecto de pronunciación que le hacía penosa la predicación. No obstante, supo buscar la realización de su ideal allá donde le enviaba la obediencia. Se dedicó a las diversas tareas que le encomendaron los superiores, hasta centrarse en el ministerio de la confesión. Durante cuarenta años, y hasta la víspera de su muerte, estuvo siempre dispuesto a acoger, escuchar, consolar y reconciliar a innumerables penitentes en una pequeña habitación aneja al convento de los
14 Capuchinos en Padua. Murió, a la edad de 76 años, el 30 de julio de 1942: mientras se preparaba para celebrar la misa, le dio un ataque cerebral que le causó poco después la muerte, mientras sus hermanos cantaban la Salve a la Virgen. Pablo VI lo beatificó el 2 de mayo de 1976, y Juan Pablo II lo canonizó el 16 de octubre de 1983, dentro del Año Santo de la Reconciliación y precisamente durante la VI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que tenía como tema central «La reconciliación y la penitencia en la misión de la Iglesia».
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Paula Frassinetti (1809-1882) virgen, fundadora de la Congregación de Santa Dorotea
Paula Frassinetti es hija de Dios desde el día de su nacimiento, el 3 de marzo de 1809, recibiendo el Bautismo este mismo día en la Parroquia de San Esteban de Génova, su ciudad natal. Nace después de José y Francisco. Paula crece serena en la casa paterna, que se verá alegrada después con el nacimiento de Juan y Rafael. Su madre es el ejemplo más vivo de virtud y la pequeña se abre delicadamente a la gracia divina que obra en ella maravillas. Según el plan de Dios, Ángela, su buena madre no tendrá tiempo de ver los proyectos de Dios sobre su hija. Morirá dejando a Paula, todavía en la edad del juego, al cuidado de la casa. Son días de desorientación y dolor. Paula tiene 9 años. No se ahorra fatigas y tiene con su padre, Juan Bautista, y con sus hermanos atenciones amorosas y delicadas, que le exigen no pocas renuncias y sacrificios. Su Primera Comunión y el sacerdocio de su hermano José son momentos de profunda reflexión para ella, que ya siente en su corazón la llamada divina. En la familia aprende a leer y a escribir y recibe la base de su formación. Su hermano José, avanzado ya en los estudios de Teología, le habla de las cosas de Dios y Paula escucha y acoge la palabra de Dios que penetra en su corazón. Percibe la llamada para seguir más de cerca al Señor y en ella resuenan profundamente las palabras del Maestro: «Quién ama a su padre y a su madre más que a mí, no es digno de mí».
16 Pero... hay un pero. Su padre no está de acuerdo: ¿Qué hará sin su Paulina? Y Paula se ve obligada a acallar ese deseo, esperando la hora de Dios. Y llega la ocasión. A los 19 años experimenta un momento de cansancio dado el ritmo de vida agobiante al tener que desempeñar el papel de madre en la familia. Su hermano Don José, ya Párroco de un pueblecito de la costa ligur la hospeda durante algún tiempo. El aire puro de Quinto es un buen remedio para su salud delicada. La vida en la parroquia es para ella un campo de aprendizaje de obras de bien, y poco a poco, con su cordial afabilidad atraerá a las jóvenes de aquel lugar. Todos los domingos van al campo a hablar de Dios. Los encuentros se repiten con frecuencia y el diálogo se extiende a otras jovencitas. Paula les revela el secreto de una vida dedicada totalmente al Señor y descubre sus aptitudes y su vocación de educadora. En torno a ella se forma un grupo comprometido que vive en comunión de amor. En su mente se clarifica la idea de un nuevo Instituto: así se lo confía a su hermano D. José. Pronto, a pesar de los obstáculos y sufrimientos, el ideal será realidad. Son seis las compañeras que superan los primeros momentos, tan difíciles. Paula está decidida. En el signo de la cruz está el comienzo de su obra, aquella cruz que ella amará durante toda su vida y que le hará exclamar: «Quien más se sacrifica, más ama». Así, el 12 de agosto de 1834, en el Santuario de San Martino in Albaro, siete jóvenes ofrecen su vida a Dios. La Misa la celebra su hermano D. José que las había preparado para ese paso tan importante. Son felices; pocas horas después, pondrían la primera piedra de su Instituto; comenzarían a vivir en comunidad, apoyándose en la única riqueza: Jesucristo. En realidad, no tienen nada, son pobres en la casita de Quinto que han elegido como primera morada. Abren una Escuela para las niñas más pobres y así tienen que trabajar aún de noche, para sobrevivir. No falta el entusiasmo, y de ahí los primeros éxitos de la Escuela. Pero los caminos del Señor no son nuestros caminos: los sufrimientos representan para Paula la prueba de la Voluntad de Dios. El cólera infecta Génova y sus hijas están en primera fila para llevar ayuda y consuelo. En 1835, un sacerdote de la región de Bérgamo, D. Lucas Passi, amigo de D. José, conociendo el celo apostólico de Paula, le propone acoger en su Instituto la Pía Obra de Santa Dorotea, fundada por él con el fin de acercarse a los jóvenes más pobres y necesitados en su ambiente de
17 vida y trabajo. Paula percibe en la originalidad de esa obra su línea educativa y la dimensión apostólica de su consagración y por eso no duda en integrarla en las actividades de su Instituto. Sus hijas no se llamaran ya «Hijas de la Santa Fe» sino Hermanas de Santa Dorotea. Es un momento importante para la vida de aquella comunidad que ve concretarse su inspiración original: «estar planamente disponibles en las manos de Dios para evangelizar a través de la educación, dando preferencia a los jóvenes y a los más pobres». Surgen nuevas casas en Génova y después en el centro de la cristiandad. Apenas siete años después de la fundación, el 19 de mayo de 1841, Paula se encuentra en Roma, acompañada de dos novicias. También aquí surgen nuevas dificultades: la primera casa tiene dos pequeñas habitaciones situadas sobre un establo en el callejón de los Santos Apóstoles. Paula acepta todo, le espera una gran recompensa: será recibida por el Papa Gregorio XVI que se complace en la labor de sus Doroteas. Es feliz: le ha hablado el Señor. Las incomodidades y los sufrimientos aumentan: pobreza y enfermedades afligen a aquellas heroicas hermanas que no tienen una moneda para sus necesidades. En 1844 el Papa confía a Paula la dirección del Conservatorio de Santa María del Refugio, en San Onofrio. La madre con dulzura y caridad da al ambiente un nuevo aspecto y una orientación decisiva para el futuro de la Institución. Por su presencia en ella, la casa de San Onofrio será la sede generalicia. El 1846, un espíritu antirreligioso, más que un pensamiento político invade Italia. En Génova son perseguidas también las Doroteas. Las hijas de Paula viven momentos de fuerte persecución. La tempestad llega también a Roma: Pío IX, sucesor de Gregorio XVI, se ve obligado a refugiarse en Gaeta. Cardenales, Obispos y Prelados se alejan de la capital. Paula permanece sola al frente de una comunidad numerosa y con fe intrépida supera aquellos momentos dramáticos. La borrasca se calma. Es el año 1850. Paula obtiene la tan deseada audiencia con Pío IX, que para ella es como un padre. Va a Gaeta empujada por el gran amor al Papa y a la Iglesia, recordando así el gesto de Santa Catalina de Siena.
18 Comienza la última etapa de la vida de la Fundadora, que podemos definir como el periodo de la gran expansión, puesto que el Instituto, además de consolidarse en Liguria y en los Estados Pontificios, extiende su obra al resto de Italia y del mundo. De hecho surgen en Roma varios Centros educativos y Paula inicia los trámites para abrir una casa en Nápoles, un internado en Bolonia y un orfanato en Recanati. En 1866 marchan las primeras hermanas misioneras a Brasil. En el mismo año otra meta prometedora: Portugal. Paula anima a sus hijas: «El Señor os llene de su Espíritu y os convierta en otras tantas llamas ardientes que donde tocan encienden el fuego del amor de Dios», les dice. Las dificultades no cesan en el camino de los santos. Paula es una mujer de gran fe «El Señor nos quiere apoyadas sólo en El y si tuviéramos un poco más de fe, cuanto más tranquilas estaríamos en medio de las tribulaciones». Vive el abandono completo a la Voluntad de Dios «única perla que debemos buscar» - dice ella - y que constituye su paraíso: «Voluntad de Dios, eres mi paraíso». En 1878 muere Pío IX, el Papa que en sus numerosos encuentros con la Fundadora, tuvo siempre palabras de estima y de aliento para su obra apostólica. Paula siente que su ajetreada vida terrena va a acabar. Son las primeras horas del día 11 de junio de 1882. Está serena. Su muerte es dulce, tranquila y deja entrever los tesoros de su vida. Invoca a la Santísima Virgen a quien tanto ha amado siempre: «Señora mía, recuerda que soy tu hija». 8 de Junio de 1930, Paula es Beatificada! 11 de Marzo de 1984: hoy las campanas de San Pedro repiten su toque festivo para anunciar que Paula es Santa. El himno de fiesta llega a los confines del mundo donde las Doroteas trabajan por la gloria de Dios y la expansión de su Reino: Europa: España, Inglaterra, Italia, Malta, Portugal y Suiza. América del Norte: Estados Unidos. América latina: Brasil y Perú.
19 África: Angola y Mozambique. Asia: Taiwán. Y Paula «permanece viva en la Congregación a través del espíritu profundo que la anima: buscar siempre y en todo la mayor gloria de Dios en el mayor servicio a los hombres». (Cons. l).
103 mártires de la persecución en Corea (1839 - 1867)
Este grupo de 103 mártires, encabezados por el Pbro. Andrés Kim Taegön, cuya memoria conjunta se celebra litúrgicamente el 20 de septiembre, comprende cristianos de todo estado y condición, obispos, presbíteros, laicos, casados o no, ancianos, jóvenes y niños, que dieron su testimonio en Corea, entre 1839 y 1867. Fueron beatificados en 1925 y canonizados por SS. Juan Pablo II el 6 de mayo de 1984. Andrés Kim Tae-Gon, nació el 21 de agosto de 1821 en Solmoe (Corea). Sus padres eran Ignacio Kim Chejun y Úrsula Ko. Era niño cuando la familia se trasladó a Kolbaemasil para huir de las persecuciones. Su padre murió mártir el 26 de septiembre de 1839. También su bisabuelo Pío Kim Chunhu había muerto mártir en el año 1814, después de diez años de prisión. Tenía quince años de edad cuando el padre Maubant lo invitó a ingresar al seminario. Fue enviado al seminario de Macao. Hacia el año 1843 intentó regresar a Corea con el obispo Ferréol, pero en la frontera fueron rechazados. Se ordenó diácono en China en el año 1844. Volvió a Corea el 15 de
20 enero de 1845. Por su seguridad sólo saludó unos cuantos catequistas; ni siquiera vio a su madre quien, pobre y sola, tenía que mendigar la comida. En una pequeña embarcación de madera guió, a los misioneros franceses hasta Shangai, a la que arribaron soportando peligrosas tormentas. En Shangai recibió la ordenación sacerdotal de manos de monseñor Ferréol el 17 de agosto de 1845, convirtiéndose en el primer sacerdote coreano. Hacia fines del mismo mes emprendió el regreso a Corea con el obispo y el padre Daveluy. Llegaron a la Isla Cheju y, en octubre del mismo año, arribaron a Kanggyong donde pudo ver a su madre. El 5 de junio de 1846 fue arrestado en la isla Yonpyong mientras trataba con los pescadores la forma de llevar a Corea a los misioneros franceses que estaban en China. Inmediatamente fue enviado a la prisión central de Seúl. El rey y algunos de ministros no lo querían condenar por sus vastos conocimientos y dominar varios idiomas. Otros ministros insistieron en que se le aplicara la pena de muerte. Después de tres meses de cárcel fue decapitado en Saenamt´õ el 16 de septiembre de 1846, a la edad de veintiséis años. Antes de morir dijo: ¡Ahora comienza la eternidad! y con serenidad y valentía se acercó al martirio. Pablo Chong Ha-Sang nació en el año 1795 en Mahyon (Corea) siendo miembro de una noble familia tradicional. Después del martirio de su padre, Agustín Chong Yakjong, y de su hermano mayor Carlos, ocurridos en el año 1801, la familia sufrió mucho. Pablo tenía siete años. Su madre, Cecilia Yu So-sa, vio cómo confiscaban sus bienes y les dejaban en extrema pobreza. Se educó bajo los cuidados de su devota madre. A los veinte años dejó su familia para reorganizar la iglesia católica en Seúl y pensó en traer misioneros. En el año 1816 viajó a Pekín para solicitar al obispo algunos misioneros; se le concedió uno que falleció antes de llegar a Corea. Él y sus compañeros escribieron al papa para que enviara misioneros. Finalmente gracias a los ruegos de los católicos, el 9 de septiembre de 1831 se estableció el vicariato apostólico de Corea y se nombró su primer obispo encargando a la Sociedad de las Misiones Extranjeras de París la evangelización de Corea. Pablo introdujo al obispo Imbert en Corea, lo recibió en su casa y lo
21 ayudó durante su ministerio. Monseñor Imbert pensó que Pablo podía ser sacerdote y comenzó a enseñarle teología... Mientras tanto brotó una nueva persecución. El obispo pudo escapar a Suwon. Pablo, su mamá y su hermana Isabel fueron arrestados en el año 1839. Aguantó las torturas hasta que fue decapitado a las afueras de Seúl el 22 de septiembre. Poco después también su madre y su hermana sufrieron el martirio. Lorenzo José Mario Imbert, nació en la diócesis de Aix-en-Provence. Su familia residía en Calas, y era harto pobre. Es conmovedor saber cómo aprendió a leer: un día encontró un centimillo en la calle, con el compró un alfabeto y rogó a una vecina que le enseñara las letras. Así, a fuerza de perseverancia, consiguió la preparación suficiente para poder ingresar, en 1818, en el seminario de Misiones Extranjeras. Después de dos años de estudios se embarca en Burdeos y marcha a trabajar a China. En plena tarea apostólica le sorprende el nombramiento de vicario apostólico de Corea y su elevación al episcopado. En mayo de 1837 es consagrado en Seu-Tchouen, y al terminar el año llega a Corea. No era el primero en llegar. Le habían precedido ya otros dos misioneros, llamados a compartir el martirio con él. Los dos franceses: Pedro Filiberto Maubant, nacido en la diócesis de Bayeux, y Santiago Honorato Castán, nacido en la diócesis de Digne. El primero había venido directamente de Francia. El segundo había trabajado anteriormente en Siam. Inmediatamente pusieron manos a la obra. Ante todo fue necesario aprender la lengua coreana, tributaria del chino, pero con muchas analogías con los dialectos siberianos. Después pudieron ya ponerse de lleno al trabajo apostólico. Escuchemos a monseñor Imbert lo que era su vida: "No permanezco más que dos días en cada casa que reúno los cristianos, y antes de que amanezca el tercer día paso a otra casa. Me toca sufrir mucha hambre, porque después de haberme levantado a las dos y media de la madrugada, esperar hasta el mediodía y recibir entonces una comida mala y floja, bajo un clima bajo y seco, no es cosa fácil. Después de comer reposo un poco, y a continuación doy clase de teología a mis seminaristas; después oigo confesiones hasta la noche. Me acuesto a las nueve sobre la tierra cubierta de una lona y un tapiz de lana de
22 Tartaria, porque en Corea no hay ni camas ni mantas. He tenido, siempre un cuerpo débil y enfermizo, y a pesar de todo he llevado adelante una vida laboriosa y bien ocupada; pero aquí pienso haber llegado a lo superlativo y al nec plus ultra de trabajo. Ya os imaginaréis que con una vida tan penosa no tengamos miedo al golpe de sable que debe terminarla." Todo esto había que hacerlo con el mayor secreto. Las quince o veinte personas a las que había atendido cada día: confesiones, bautismos, confirmaciones, matrimonios, etcétera, tenían que retirarse antes de la aurora. Aun así, aquella vida no pudo prolongarse mucho tiempo. Dos años después de su llegada, el 11 de agosto de 1839, monseñor Imbert era detenido por los perseguidores. Comprendió bien que había llegado el final de su vida. Y creyó un deber, para evitar apostasías a los fieles seguidores, invitar a sus dos compañeros a entregarse. La tarjeta enviada por el obispo, que era una invitación al martirio, llegó primero al padre Maubant, quien la transmitió a su compañero el padre Castán. Ambos obedecieron sin vacilar. Cada uno redactó una instrucción para uso de sus fieles y luego en común unas líneas dirigidas a toda la cristiandad coreana. Escribieron una breve memoria para el Cardenal Prefecto de Propaganda Fide y una carta a sus hermanos de las Misiones Extranjeras para encomendarles a sus neófitos. En esta carta es donde alegremente, como si quisieran aliviarles la pena, dicen que "el primer ministro Ni, actualmente gran perseguidor, ha hecho fabricar tres grandes sables para cortar cabezas". Todo esto llevaba la fecha del 6 de septiembre. Y una vez terminados los preparativos, los dos misioneros se unieron a su obispo. Los tres europeos comparecieron ante el prefecto y confesaron noblemente su fe: "Por salvar las almas de muchos, no hemos vacilado ante una distancia de diez millares de lys. Denunciar a nuestras gentes, y hacerles daño, olvidando los diez mandamientos, no lo haremos jamás, preferimos morir." Aquel mismo día 15 de septiembre recibieron la primera paliza, con bastones. Otra nueva les esperaba, después de un interrogatorio similar, el día 16. Por fin, el día 21 tuvo lugar el suplicio final. Les desnudaron hasta la cintura, y les asaetearon cruelmente, de arriba a abajo, a través de las orejas, les colmaron de heridas y, por fin, los rociaron de cal viva. Después de obligarles a dar por tres veces la vuelta a la plaza, mostrándose al público que se burlaba de ellos, se les hizo arrodillarse. Los soldados empezaron a correr en su derredor y al pasar
23 les golpeaban con su sable. El padre Castán se puso instintivamente de pie al recibir el primer golpe. Después se arrodilló junto a sus dos compañeros, que estaban inmóviles. Al poco tiempo, los tres habían muerto. Pero no eran ellos solos. Antes y después iban a perecer en aquella misma persecución otros muchos cristianos. El primer lugar, un sacerdote nativo: el padre Andrés Kim. De acuerdo con las mejores tradiciones del seminario de Misiones Extranjeras, los misioneros se habían preocupado de ir preparando, en lo posible, un clero nativo. Cuando ellos murieron, el padre Kim se esforzó por conseguir que vinieran nuevos misioneros. En estos afanes le sorprendieron los perseguidores. Después de larga estancia en la cárcel, fue decapitado en 1846. En la misma persecución murieron también diez catequistas y una muchedumbre de fieles. De entre ellos se escogieron unos cuantos, a quienes hoy veneramos en los altares: setenta y cinco héroes "nobles y plebeyos, jóvenes y viejos, mujeres ya maduras y jóvenes en la más florida edad, que prefirieron las cárceles, los tormentos, el fuego, el hierro, las cosas más extremas a trueque de no apartarse de la religión santísima. Para tentar su fe, los bárbaros verdugos recurrieron a los tormentos más refinados. Unos fueron ahorcados, a otros les rompieron las piernas, otros fueron azotados hasta la muerte, otros quemados con planchas ardientes, otros enterrados vivos en nichos para que murieran de hambre, y así todos cambiaron esta vida por otra inmortal y feliz. Tantos y tan crueles suplicios los sufrieron todos con invicta fortaleza". Tales son las palabras del Decreto de beatificación expedido por el papa Pío XI. Porque, como ya anteriormente se había escrito en el Decreto de tuto, aquella muchedumbre, en la que había incluso niños de quince y trece años, "mostró tanta constancia en profesar la fe, que en manera alguna pudo la rabia de los perseguidores llegar a vencerla. Ni las cárceles largas y horribles, ni los tormentos crudelísimos, ni el hambre y la sed, con la que ellos eran probados, ni otros horrendos suplicios, ni el terror y los halagos de los jueces impíos, ni la edad juvenil o provecta, ni el amor materno, ni la piedad filial, ni el dulce yugo del matrimonio, fueron capaces de superar la fortaleza y firmeza de aquellos mártires". No es extraño que muy pronto se extendiera por todo el mundo la fama de su admirable ejemplo. Por eso, el papa Pío XI, superando las dificultades de tipo jurídico que se oponían a su beatificación, pues
24 resultaba muy difícil recoger las pruebas exigidas con todo el rigor canónico, teniendo en cuenta que había certeza absoluta de la realidad del martirio, los beatificó solemnemente en 1925. Su sangre, como siempre ha ocurrido, fue semilla de nuevos cristianos, y hoy Corea, al menos en su parte Sur, libre del comunismo, es una de las cristiandades más florecientes y esperanzadoras de todo el Extremo Oriente. Bárbara Kim Obi, nació en 1805 en Shi-heung, provincia de Kyonggi, en el seno de una familia pobre, católica pero no muy devota. Su padre le propuso matrimonio con un católico y ella contestó que prefería no casarse, aunque ante la insistencia del padre, finalmente accedió. Resultó que el esposo era pagano y no pensaba en absoluto convertirse. Permitió que bautizara a la hija, pero no a los hijos varones, y tuvo muchos problemas religiosos con su marido, hasta que enviudó. A los 30 años se colocó como criada, y en la casa de su señora conoció de verdad a Dios, y adhirió al Señor de todo corazón. Cuando enviudó se dedicó a la oración y las buenas obras, y tuvo el consuelo de que, habiendo llegado sacerdotes, pudo dirigirse espiritualmente con ellos. Bárbara Yi era al momento del martirio una jovencita de 15 años, nacida en Ch'ongp'am, Seúl, en 1825, que era sobrina de santa Magdalena Yi Yong-hui y de santa Bárbara Yi Chong-hui, quienes también darían la vida por la fe y serían canonizadas con su sobrina, y con quienes había ido a vivir a la muerte de sus padres. Magdalena Yi Yong-Hui, nació en Pongchon, Seúl, el año 1809. Era hija de la también mártir santa Magdalena Kye-im. Educada cristianamente, ella y su hermana mayor decidieron guardar virginidad para servir con mayor libertad al Señor. Pero cuando su padre quería a todo trance casarla, decidió irse a Haktari, en Hanyang, la capital. El día antes de cumplir los diecisiete años le reveló a una criada su propósito de marcharse. Tomó un hatillo de ropas y, acompañada por la criada, salieron al día siguiente para la capital siguiendo a su padre que ese día iba allí. Llegó a casa de su tía Teresa, le contó su historia y la tía le permitió quedarse y vivir tranquilamente allí. Como ella dejó en la cercanía de la casa ropa ensangrentada pensaron que algún animal la había atacado y el padre al saberlo volvió urgentemente a casa. Supo el padre que Magdalena rehusaba casarse con el novio que él la había buscado y pensó que él era el responsable de la muerte de su hija. Tres meses más tarde la tía mandó a la madre de Magdalena un recado secreto tranquilizándola respecto a su hija y diciéndole que se encontraba a salvo en su casa. La madre, hasta entonces hundida por la
25 pena, respiró, y el padre al ver la mutación de su esposa empezó a sospechar. La madre le contó la verdad y él fue a la capital a asegurar a su hija que podía seguir su propio camino. Luego de estar un tiempo con su tía, Magdalena pasó por otras casas y finalmente, por intervención de un sacerdote, pudo poner su propia casa. Cuando su hermana Bárbara quedó viuda, se fue a vivir con ella y compartieron ambas la vida durante años, y recibían la visita de su madre en Navidad y Pascua. Llegada la persecución de abril de 1839, Magdalena fue una de las cristianas que se decidieron a ofrecerse espontáneamente a las autoridades y así se presentaron como cristianas a los soldados que buscaban a Agustín Yi Kwang-hon. No las tomaron en serio y las mujeres persistieron, y como prueba les enseñaron sus rosarios. Entonces los soldados las llevaron a la cárcel. Al día siguiente fueron interrogadas e invitadas a renunciar al cristianismo. Ellas contestaron que no traicionarían al Señor aunque les costase la vida. Las autoridades estaban perplejas y las interrogaron un día tras otro comprobando la convicción con que se confesaban cristianas. Los guardias las golpearon en las rodillas pero las mártires se mantuvieron firmes. Les pegaron aún más fuerte pero sin resultado. La sangre caía desde las heridas al suelo. Había otros muchos presos cristianos en la cárcel y se declaró una epidemia de tifus. Faltaba agua y alimentos y la situación se hizo muy dura. Empezaron las apostasías. San Pedro Maubant, el misionero francés que había ido a Corea luego de tanto tiempo de ser solicitados misioneros, animaba a los presos diciéndoles que si morían de miseria en la cárcel, ello no era menor martirio que morir a espada. Por fin las espontáneas confesoras de la fe fueron llevadas ante el Ministro de Justicia, ante el que repitieron su confesión de fe y su negativa a apostatar. Como consecuencia, en el día señalado Magdalena junto con sus compañeras fue decapitada. Teresa Yi Mae-Im, nació en 1788 en Pongcheon, Seúl. Era tía de la mártir anterior. Se había casado con un hombre no católico pero se quedó viuda con sólo 20 años. Volvió a la casa paterna y entonces tuvo lugar su encuentro con una persona católica que la llevó a la Iglesia. Una vez bautizada, hacía propaganda cristiana entre sus familiares y amigos. Cuando Magdalena, su sobrina, como queda dicho, huyó de su casa, ella la recibió en la suya. Fue una de las que se presentaron espontáneamente a los soldados, padeciendo interrogatorios, tortura, cárcel y finalmente decapitación.
26 Marta Kim Song-Im nació en Pupyong, provincia de Kyonggi, el año 1787, y antes de ser cristiana estuvo casada dos veces. La primera vez con un hombre con el que no era posible llevarse bien por el carácter irascible del mismo, tanto que ella optó por separarse. Simplemente se marchó de casa y se fue a vivir a Han-yang. Aquí se unió a un ciego que se ganaba la vida echando las cartas y con él contrajo matrimonio y vivió muchos años. Tendría unos cincuenta años cuando, mediante un vecino católico, conoció el cristianismo. Murió el marido ciego, con quien la vida tampoco había sido fácil, y entonces comenzó a ganarse la vida trabajando como criada doméstica y lo hizo en varias casas católicas. Pudo así conocer el cristianismo más de cerca y comenzó a admitir en su corazón la fe y a valorar desde ella los sucesos de su vida pasada. Conoció por entonces a Teresa Yi Mae-im, la mártir anterior. Llegada a la fe y bautizada, residía con Teresa y fue una de las que espontáneamente confesaron su cristianismo, siendo apresada, torturada y condenada a decapitación. Lucia Kim, nació en Kangchon, Seúl, el año 1818 en el seno de una familia aristocrática. La familia ya se había mudado a Kongdok cuando murió su padre, que dejaba quince hijos, siendo Lucía la más pequeña. Su madre estaba todavía muy impactada por la muerte del esposo cuando un vecino católico se acercó a ella a brindarle el consuelo de la religión cristiana. Con motivo de esta influencia toda la familia se hizo cristiana. Lucía se aprendió el catecismo de memoria con sus solos nueve años, y fue bautizada por un sacerdote recién llegado a Corea. A los 14 años Lucía decidió guardar su virginidad y consagrarla al Señor. Al morir su madre se encontró en la mayor pobreza, y aunque la ayudaban personas caritativas, conoció bien lo que es el hambre. Una vez que llevaba varios días sin alimentos la visitó su hermana mayor y se extrañó que no hubiera vendido cosas de la casa para poder comer. Ella respondió que dejaba la venta de las cosas para cuando hubiera de comprar zapatos porque la policía venía por ella. Significó con ello que estaba a la espera del martirio. Una cuñada suya la visitó y ella le regaló una cuchara diciendo que ya le quedaba poco tiempo para poder usarla y le aconsejó que si la arrestaban a ella no perdiera la oportunidad del martirio. Estaba en la casa de Teresa Yi Mae-im hablando sobre la persecución religiosa cuando decidió con las otras compañeras presentarse espontáneamente a los soldados. Siguió su arresto, prisión, torturas, juicio y muerte por decapitación. Rosa Kim era natural de Seúl, donde había nacido el año 1784 en el seno de una familia pagana. En su juventud contrajo matrimonio pero
27 posteriormente se separó su marido de ella. Entonces se fue a vivir con una pariente suya que era católica y por ahí vino a conocer el cristianismo. A pesar de ser ya mayor se dedicó con gran esfuerzo a aprenderse la doctrina cristiana. Inteligente y comunicativa, no sólo ella se hizo cristiana sino que era feliz comunicando su fe a otros. Vivía cristianamente y cuando tenía oportunidad recibía los sacramentos. Los demás católicos la consideraban una cristiana modelo. Arrestada el 16 de enero de 1838, pasó por varias cárceles y mostró siempre gran firmeza y serenidad. Al comparecer ante el juez, vio que estaban allí preparados los instrumentos de tortura. Se los señaló el juez pero ella señaló que nunca se separaría de Dios y que le tenía ofrecida su vida. Torturada y luego sentenciada a muerte, la ejecución se retrasó hasta el citado 20 de julio de 1839. Ana Kim Chang-Gum, nació en Seúl en una familia católica el año 1789. Educada cristianamente, desde joven se adhirió de todo corazón a los principios del cristianismo. Tenía espléndidas dotes naturales de inteligencia y habilidad. Llegada a la edad nupcial contrajo matrimonio, pero su esposo murió al poco tiempo. Se dedicó entonces al cuidado de su madre, y tuvo el consuelo de que llegara un sacerdote y le administrara a la anciana el sacramento de los enfermos. Tuvo como vecino a San Juan Bautista Yi Kwang-nyol que estaba destinado por Dios a compartir el martirio con su cristiana vecina. Ambos se conocieron y se animaron a vivir cristianamente, y juntos pusieron un pequeño negocio del que sacaban su sustento. Ambos fueron arrestados el 8 de abril de 1839 con María Kwi-im. Interrogada Ana confesó abiertamente su fe y se negó a apostatar como enseguida se le exigió bajo amenazas. Posteriormente sería torturada, sometida a juicio y condenada a muerte. Detenida en la cárcel, pasó hambre, sed, enfermedad y malos tratos hasta que llegó el día de su ejecución. María Won Kwi-Im, nació en Yongmo Ri, Koyang Kun, provincia de Kyonggi, el año 1818. Muy niña perdió a su madre y estuvo algún tiempo con su padre, pero se la llevó su tía Lucía Won, que era cristiana y preparó a la niña para el bautismo, que recibió a los quince años de edad tomando el nombre de María. Se le ofreció un matrimonio pero ella decidió permanecer virgen y ofrecerse al Señor, por lo que vestía como las mujeres casadas. Cuando en la noche del 8 de abril de 1839 la policía rodeó la casa de su tía Lucía, intentó María huir pero se topó con un conocido que la entregó a la policía. Muy impactada por el arresto, se serenó luego y aceptó la voluntad de Dios, confesó la fe en el interrogatorio y se negó a apostatar. No lo consiguieron tampoco las
28 torturas. Se mantuvo firme en el juicio y en los malos tratos de la cárcel hasta que fue decapitada en la fecha señalada. Juan Bautista Yi Kwang-Nÿol, nació el año 1795 en Kwangju, provincia de Kyonggi, y era hermano del también mártir San Agustín Yi Kwanghon. Pertenecía a una familia aristocrática. Había oído ya hablar del cristianismo cuando su hermano Agustín, tras su conversión, le invitó expresamente a hacerse católico y él estuvo de acuerdo, pese a ser ya entonces una religión prohibida en el reino. Comenzó a vivir con intensidad su nueva fe. Se hizo cargo de su madre y vivió con ella cerca de la casa de Agustín. Su pobreza le impidió casarse. Los cristianos lo incluyeron varias veces en el grupo que fue a Pekín para pedir misioneros a Corea, y fue en uno de estos viajes cuando recibió el bautismo y tomó el nombre de Juan Bautista. Decidió entonces no contraer matrimonio nunca para estar libre al servicio de la Iglesia. Vivía con gran espíritu ascético. La Iglesia utilizó sus servicios como catequista. Se incrementó la persecución y el 8 de abril de 1839 fue arrestado junto con su anciana madre. Presenció el interrogatorio y maltrato infligido a su hermano Agustín, arrestado también ese día, e invitado a apostatar se negó firmemente. Llevado a juicio y torturado, permaneció firme. Condenado a muerte, no se le ejecutó junto con su hermano porque una ley prohibía ejecutar a dos hermanos al mismo tiempo. Por ello fue dejado para otra fecha, que fue finalmente el 20 de julio de 1839. Agustín Yi Kwang-hon, nació en 1787 en Kwangju, en el seno de una aristocrática familia, de la que varios miembros se habían convertido al cristianismo y sido mártires en la persecución de 1801. Al tiempo de su martirio estaba casado con santa Bárbara Kwon Hui, cuyo martirio se celebra el 3 de septiembre, y a la vez padre de santa Águeda Yi (31 de enero). Luego de una juventud despreocupada, se convirtió al cristianismo y llegó a ser un celoso catequista, en cuya casa se realizaban reuniones de oración y lectura de las Escrituras. Arrestado en abril de 1839, confesó la fe, se negó a abandonarla y fue torturado y condenado a muerte. Águeda Kim A-gi era catecúmena al tiempo de su arresto y prisión. Tenía 52 años, nació en Seúl el año 1787 y era viuda. Ni su familia ni su marido habían sido cristianos, pero una hermana suya se hizo católica y le habló con entusiasmo de su nueva fe, dejándola impresionada. Tuvo mucha dificultad en aprender la doctrina cristiana, pues no lograba retener las lecciones del catecismo, no obstante lo cual repetía con
29 mucho fervor: «Jesús, María». Una vez arrestada, los compañeros volvieron a explicarle los misterios de la fe y fue bautizada en la cárcel con gran alegría suya, pasando del bautismo al martirio. Damián Nam Myong-hyog, llamado también Mun-hoa, nació en Munan, Seúl, el año 1802. Llevó una juventud descuidada moralmente, pero un día presenció el martirio de varios cristianos y quedó vivamente impresionado de la mansedumbre y alegría con que los condenados enfrentaban la muerte. Entonces se convirtió y cambió de vida, estudiando la religión con gran interés. Una vez bautizado fue un decidido apóstol seglar, y se le nombró catequista junto con san Agustín YI Kwang-hon. Casado con la futura mártir santa María Yi Yon-hui, tuvieron un hijo. Luego de torturados, tanto él como su esposa e hijo, Damián fue condenado a muerte por ser cristiano. Murió dando gracias a Dios por la gracia del martirio. Magdalena Kim O-bi, de 45 años de edad - nació en Seúl en 1774-, era al tiempo de su martirio viuda, y venía siendo asidua colaboradora de los misioneros. Había llegado a la fe en la infancia y maduró como cristiana fervorosa que deseaba servir de todo corazón al Señor. Viuda ya, y muerta también su madre, a la que cuidaba, se ofreció a la Iglesia para un mayor apostolado y se le encomendó hacerlo entre sus vecinos, logrando conversiones en su entorno y bautizando en peligro de muerte a algunos de ellos. Llegada la persecución fue arrestada en septiembre de 1836 y llevada a la cárcel. Confesó con valentía la fe y fue condenada a muerte. Bárbara Han A-gi, de 47 años de edad, nació en Kwang-ch'on, Seúl, el año 1792, desempeñaba en la misión el puesto de catequista y de enfermera. Hija de madre católica, había aprendido de ella la religión y la practicó en su adolescencia, pero se enfrió religiosamente cuando se casó con un pagano, hasta que su madre y otros católicos la animaron a volver a la práctica religiosa. En 1822 perdió trágicamente a su marido y a sus hijos y volvió a la casa de su madre. Desde entonces colaboró fervorosamente con la Iglesia. Arrestada con la mártir anterior, soportó la cárcel y los malos tratos, se sostuvo en la confesión de la fe y fue condenada a muerte. Ana Pak A-gi, mujer de 46 años al tiempo de su martirio, nació en Kangch'on, Seúl, en 1783, dio una espléndida confesión de fe arrancándose de su familia por amor de Cristo. Nacida en una familia católica en un pueblecito de la ribera del río Han, tenía poca memoria a la hora de aprenderse el catecismo, pero ella misma decía que si su
30 memoria era poca, su amor a Cristo era mucho. A los 18 años se casó con un católico y tuvo con él dos hijos y tres hijas, a los que procuró educar en el camino del Señor. Cuando comenzaron en la primavera de 1836 los arrestos de católicos ella habló a sus hijos de la gracia del martirio. Poco después ella, con su marido y su hijo mayor, eran arrestados. Su marido y su hijo, ante las torturas, apostataron, pero ella, pese a que las torturas le fueron redobladas, perseveró en la fe. Su marido y su hijo venían cada día a la prisión a pedirle que apostatara ella también y salvara su vida en bien de la familia, y le ponían al corriente del dolor de todos los otros miembros de la familia al pensar que iban a perderla. Ella, llena de angustia ante estas tentaciones que se le presentaban, no quería, sin embargo, apartarse de Cristo y tuvo valor no solamente de rechazar la apostasía sino de pedirles a su marido y a su hijo que se volvieran ellos atrás de su apostasía. En vista de su fortaleza acudieron amigos de la familia a la cárcel e insistieron ante ella poniéndole toda clase de argumentos y llamándola «corazón de piedra» al negarse a decir una sola palabra que hubiera podido devolverla a su hogar. A estas tentaciones venidas de fuera se unía la debilidad de su cuerpo por las torturas. El juez le insistió en que siguiera el ejemplo de su marido pero ella le anunció que moría con gusto por Cristo. Y fue condenada a muerte. Águeda Yi So-sa, nació en Ich'on, provincia de Kyonggi, el año 1784 y era viuda al tiempo de su martirio. Luego de una serie de contratiempos familiares -viudez, ausencia de hijos, la penosa situación en que quedó su casa paterna tras la muerte de su padre-, buscó en la fe cristiana respuesta al vacío espiritual que sentía. Por fin ella y su hermano se bautizaron, tomando los nombres de Águeda y Pedro respectivamente. No se sabe la fecha del bautismo, que seguramente les fue administrado por un catequista al no haber sacerdotes. Tampoco se sabe cuándo se mudaron de su pueblo a Hayang, pero quizás fuera por asegurarle a Pedro una mejor formación cristiana. Ambos pudieron por fin recibir la comunión cuando un sacerdote chino vino a Corea en 1834. Pero en febrero de 1835 ambos hermanos fueron arrestados. Su interrogatorio estuvo acompañado de torturas porque querían sacarles los nombres de los católicos. La tortura fue horrible y Águeda animó cuanto pudo a su joven hermano. Días más tarde volvió a ser torturada y se dice que su cuerpo quedó como una masa sanguinolenta. Ella repetía: No traicionaré a la Iglesia. Pasaron a la prisión de la corte, en Seúl. Tuvo lugar un juicio en varias sesiones y ambos hermanos fueron condenados a muerte. Al no ser confirmada enseguida la sentencia, se les dejó en la prisión.
31 Pedro murió en ella, y su martirio se conmemora el 25 de noviembre, y Águeda fue martirizada por decapitación el año 1839. Lucía Pak Hui-sun nació en Seúl el año 1801 en el seno de una familia rica, en la que recibió una esmerada educación, dominando las lenguas y literaturas coreana y china. Era hermana de Santa María Pak K'un-agi. La familia, y ella misma por un tiempo, estaban vinculadas al palacio real. Su padre, enemigo del cristianismo, le dijo que si se hacía cristiana no podría vivir en su casa, y entonces ella buscó alojamiento en casa de un pariente, donde vivió con mucha modestia y sencillez, atrayendo a aquella casa a la fe cristiana. La policía los arrestó el 15 de abril de 1839 y fueron llevados a la cárcel. Se le indicó que era impropio de una joven de palacio ser cristiana, pero ella se reafirmó en su fe y se la torturó sin misericordia, hasta que fue condenada a muerte. Su hermana sería matada unos meses más tarde (3 de septiembre). Pedro Kwon Tu-gin nació en la provincia de Kyonggt en 1805 en el seno de una familia aristocrática que profesaba la religión católica. Perdió a su padre en la infancia y a su madre en la adolescencia, pero no antes de que ella le hubiera transmitido su entusiasmo y fervor por la religión cristiana. El 16 de enero de 1839 Pedro, su esposa y su cuñado fueron arrestados. Pedro permaneció firme, pero su esposa y cuñado ante las torturas apostataron. Pedro les escribió desde la prisión invitándoles a volver a la fe. Se le acusó de hacer crucifijos y pintar imágenes sagradas. Condenado a muerte, marchó al suplicio lleno de felicidad y ánimo. Cecilia Yu So-sa, nació en Seúl, capital -hoy en día- de Corea del Sur, en 1761. Casada, sus hijos fueron los santos Pablo Hasang Chong y Jung Hye. Luego de quedar viuda, fue privada de todos sus bienes y encarcelada a causa de su fe cristiana. En Seúl, de Corea, santa Cecilia Yu So-sa, mártir, que, siendo viuda, en odio a la fe la despojaron de sus bienes, la encarcelaron y fue interrogada hasta doce veces, y, casi octogenaria, de tal modo la atormentaron con azotes que murió en la cárcel (1839). Francisco Ch‘oe Kyong-hwam, catequista, nació en la provincia de Chungchong el año 1805 en el seno de una familia cristiana. A los 14 años contrajo matrimonio con María Yi Song-rye y tuvo con ella cinco o seis hijos. Gracias a su fe y convicciones cristianas logró domeñar su fuerte carácter. En 1836, cuando llegó a Corea el primer envío de misioneros, el santo P. Maubant decidió preparar algunos jóvenes al
32 sacerdocio y uno de ellos fue Tomás Choe Yang-op, hijo de Francisco. Él fue también el fundador de la aldea cristiana de Mount Suri en la provincia de Kyonggi, ganándose la vida los vecinos con una plantación de tabaco y pudiendo vivir todos allí libremente su fe. En 1839 fue nombrado catequista. Pero ese mismo año llegó la persecución y Francisco ayudó cuanto pudo a los católicos encarcelados. La noche del 31 de julio de ese año la policía irrumpió en la aldea. Al verla llegar, Francisco propuso a los demás fieles aceptar la detención y dar testimonio valiente de la fe. Se produjo así el arresto y la conducción a la prisión. En el interrogatorio Francisco confesó la fe y el juez mandó torturarlo hasta que apostatara. No se consiguió y hubo de permanecer los siguientes meses en la prisión. Confirmó su confesión de fe en el interrogatorio del 11 de septiembre, padeciendo una paliza de cincuenta golpes de cañas, de resultas de lo cual murió al día siguiente. José Chang Song-jib, nació en 1786 en la provincia de Kyonggi, en el seno de una familia obrera de religión pagana. Contrajo matrimonio y quedó viudo; volvió a casarse y volvió a enviudar, pasando por una fuerte crisis moral. Persona seria y responsable, era bien apreciado entre sus vecinos. Cuando conoció el cristianismo, empezó con ilusión el catecumenado, pero la encarnación del Hijo de Dios y su concepción virginal le resultaban muy difíciles de creer. Abandonó entonces el catecumenado, se puso a criticar abiertamente los dogmas cristianos, y llevó una vida completamente al margen del cristianismo. Sus amigos católicos quisieron atraerlo de nuevo, pero todo fue en vano, hasta que un día una conversación con uno de ellos le llegó al corazón. Decidió entonces volver al catecumenado y ajustar su conducta al evangelio. Convertido sinceramente al cristianismo, fue bautizado en abril de 1838, recibió la confirmación, y fue en adelante un creyente convencido y fervoroso en la práctica de la religión. Cuando llegaron las persecuciones, admiró el modo como los mártires confesaban públicamente su fe al precio de su vida, y quiso presentarse espontáneamente, pero lo persuadieron de que no era ése el camino. Sin embargo al tiempo fue acusado de ser cristiano y, arrestado el 18 de mayo de 1839, fue llevado ante las autoridades, ante las que testimonió valientemente su fe, y se negó a apostatar tal como le invitaban para salvar su vida. Luego lo sometieron a torturas, en las cuales mostró gran fortaleza y paciencia; el 26 de mayo le dieron 25 golpes de bastón, pero ya estaba muy debilitado y, llevado a su celda, expiró. Fue canonizado el 6 de mayo de 1984.
33 Juan Yi Yun-il, en la aldea de Daegu, en Corea, siendo padre de familia, campesino y catequista, hubo de soportar azotes y luxación de todos sus miembros, manteniéndose constante en la fe cristiana, con lo que alcanzó con buen ánimo el martirio al ser degollado. Fue la última víctima de la gran persecución en esta nación (1867). Carlos Hyon Song-mun, siendo catequista, hizo largas y difíciles gestiones para facilitar la llegada de misioneros a su país, y finalmente, encarcelado junto con otros cristianos, nunca dejó de exhortar a los compañeros hasta que, por Cristo, murió decapitado. Antonio Kim Song-u, cristiano coreano fervoroso y militante, casado y de 46 años de edad al tiempo de su martirio en Seúl. Durante la persecución reunía en su casa a los cristianos para que la lectura de la Escritura santa y la oración común les sirviera a los fieles de consuelo y aliciente para perseverar en la fe. Arrestado y condenado a muerte, fue estrangulado en la cárcel el 29 de abril de 1841. Andrés Chong (Tyong) Hwagyong, catequista que colaboró con el santo obispo Lorenzo Imbert, haciendo de su casa un refugio para los cristianos y, por esta razón, fue herido cruelmente y estrangulado en la cárcel (1840). Andrés Kim Taegòn, presbítero, que dedicado durante dos años y con gran celo a la labor sacerdotal, fue decapitado con glorioso martirio. Su memoria se celebra el veinte de septiembre. José Cho Yun-ho, que, todavía joven, siguiendo las huellas de san Pedro Cho Hwa-so, su padre, murió ahorcado a causa de su nombre cristiano (1866). Pablo Chong Ha-sang y Agustín Yu Chin-gil. Pablo coordinó la primera comunidad de cristianos durante veinte años de persecución, y el segundo escribió una carta al papa Gregorio XVI pidiéndole presbíteros para Corea. Ambos catequistas fueron decapitados a causa de su fe, después de crueles suplicios. Pablo Ho Hyob, siendo soldado, fue encarcelado por confesarse cristiano y, sometido a tormento, sus fuerzas cedieron y pareció que se retractaba, pero, arrepentido, él mismo se presentó ante el juez
34 confirmando su fe en Cristo, por lo cual, encarcelado de nuevo, después de largo tiempo falleció a consecuencia de los golpes recibidos (1840). Pedro Ch’oe Hyong y Juan Bautista Chon Chang- aun siendo padres de familia, se distinguieron por administrar el bautismo y publicar libros cristianos, razón por la que fueron entregados al suplicio, manteniéndose tan constantes en la fe que causaron la admiración de sus perseguidores (1866). Pedro Yi Hoyong, siendo catequista, fue hecho prisionero por unos sicarios, juntamente con su hermana Águeda Yi So-sa, y permaneciendo firme en la confesión de la fe, después de quebrarle por tres veces los huesos le mantuvieron cuatro años en la cárcel, donde finalmente murió, siendo el primero del glorioso escuadrón de los mártires (1838) Pedro Yu Chong-nyul, siendo padre de familia, mientras leía a los fieles congregados durante la noche en casa del catequista, fue apresado y azotado hasta la muerte por su condición de cristiano (1866) Pedro Yu Tae-ch´ol, nació en 1826 en Ipjeong, cerca de Seúl. A la edad de trece años -aproximadamente, porque no sabemos la fecha exacta de su nacimiento- fue encarcelado en Seúl por los enemigos de la fe cristiana. Durante su estancia en la cárcel no paró de exhortar a los demás presos para soportar las torturas a que fueron sometidos. Padeció también él enormes sufrimientos, y consumó su martirio por estrangulación. Protasio Chong Kuk-bo, era un cristiano seglar coreano, que llegará a dar su vida por la fe en medio de la terrible persecución que sufrió el cristianismo coreano para que no arraigara en el país. Había nacido en Songdo, provincia de Kyonggi, el año 1799 en el seno de una familia de clase alta y rica; pero su padre no supo conservar el capital y cayó en la pobreza, marchando entonces con su familia a Hanyang, donde el joven hubo de ganarse la vida con el trabajo de sus manos. Era un muchacho de buen carácter y nobles sentimientos. Cuando tenía treinta años entró en contacto con el catolicismo, pero no fue hasta años más tarde cuando se bautizó. Se colocó luego como criado de la casa que servía de morada y hospedería al sacerdote y a otros católicos. Contrajo matrimonio, y tanto él como su esposa eran buenos cristianos. Pero pasaron por varias pruebas: él tenía poca salud y todos sus hijos se les morían. Mostró paciencia ante estas desgracias y siguió viviendo como un buen creyente.
35 En marzo de 1839 comenzó la persecución contra el cristianismo. La fe en estas condiciones se les hizo a muchos muy difícil, y ello llevó a apostasías teóricas o prácticas. Protasio fue arrestado y, pese a las torturas durante su detención, confesó la fe, pero quedó muy débil, y ante las palabras tentadoras del Juez de darle la libertad si apostataba, tuvo la desgracia de sucumbir. Pero su conciencia no le dejaba vivir tranquilo; volvió a la fe, y lavó en la confesión su apostasía. decidió entonces presentarse de nuevo al Juez y desdecirse de su caída. Pero los guardias le dijeron que lo hecho no tenía arreglo, y no le dejaron hablar con el Juez. Volvió al día siguiente, también inútilmente, y un tercero también, pero volvió a ser rechazado. Entonces se sentó a la puerta del tribunal, y cuando salía el Juez le hizo saber su arrepentimiento por la apostasía, lo que trajo consigo su arresto y detención. En el juicio confesó la fe cristiana, y los muchos tormentos que sufrió, y la cárcel misma, no le hicieron volverse atrás, perseverando hasta dar la vida por Cristo en la propia cárcel, en Seúl, el 20 de mayo de 1839. Estos santos forman parte de los 103 mártires canonizados por S.S. Juan Pablo II el 6 de mayo de 1984, en Seúl, Corea.
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Miguel Febres Cordero (1854-1910) religioso, del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas
En 1863 los Hermanos de las Escuelas Cristianas abren una escuela en Cuenca (Ecuador). Entre los primeros alumnos figura Francisco Febres Cordero, nacido el 7 de noviembre de 1854. La educación cristiana comenzada en la familia recibe en la escuela nuevo impulso y desarrollo, gracias sobre todo a la lección de catecismo y al ejemplo de los educadores, y así vemos cómo la estrella de la vocación lasaliana no tarda en despuntar en el espíritu abierto del joven ecuatoriano. La oposición que encuentra por parte de sus padres, que quisieran encaminarlo hacia el sacerdocio, no le desalienta. Francisco, que desde sus más tiernos años acostumbra confiar a la Virgen todas sus cuitas, encuentra en Ella la fuerza para seguir adelante en su propósito. Finalmente, el 24 de marzo de 1868, obtiene de su madre la autorización para ingresar en el noviciado de los Hermanos: es la víspera de la fiesta de la Anunciación. Al revestir el hábito lasaliano, Francisco recibe el nombre de Hermano Miguel. Con ello no cesa sin embargo la lucha por la fidelidad a su vocación. El padre de Francisco, aun habiendo aceptado la decisión de su esposa, no escribe a su hijo una sola línea en cinco años. Entre tanto, el Hermano Miguel inicia su apostolado en las escuelas lasalianas de Quito. El joven profesor sobresale en la enseñanza de la lengua y literatura españolas y, ante la carencia de manuales y libros de texto apropiados, se decide a componerlos él mismo. El gobierno ecuatoriano no tardará en adoptarlos para todas las escuelas del país. Con el correr de los años el Hermano Miguel dará a la imprenta otras obras, sobre todo del campo de la lírica y de la filología, las cuales le abrirán las puertas de la Academia Nacional. Compondrá también catecismos para la infancia, siendo la catequesis el campo preferido de su actividad
37 apostólica. De modo especial, reclamará y obtendrá siempre para sí el privilegio de preparar a los niños a la Primera Comunión, dedicándose a esta delicada labor hasta 1907, fecha de su viaje a Europa. Este asiduo contacto con los niños contribuirá a forjar una de las características más notables de su espiritualidad: la sencillez evangélica: «Sed sencillos como palomas». «Si no os hacéis como parvulitos no entraréis en el reino de los cielos». De esa sencillez será expresión su tierna devoción al Niño Jesús. Con la sencillez evangélica brillan también en él las virtudes propias de la vida religiosa: la pobreza, la pureza, la obediencia. Sobre todas ellas resplandece la caridad, que se nutre en la piedad eucarística y en la devoción a la Virgen. Una evidencia se impone pronto a sus contemporáneos: «El Hermano Miguel es un santo». Su santidad irradiará también en el viejo continente. En 1904, como consecuencia, en Francia, de las leyes hostiles a las congregaciones religiosas, muchos Hermanos de La Salle, no pudiendo ejercer su apostolado en su propio país, deciden expatriarse. Numerosos son los que optan por España y los países de América latina. La necesidad de procurar a esos valerosos lasalianos el conocimiento indispensable de la lengua castellana, mueve a los Superiores a trasladar al Hermano Miguel a Europa para que pueda dedicarse a la composición de textos apropiados para un estudio acelerado de dicho idioma. Tras unos meses de estancia en París, el Hermano Miguel se traslada a la Casa Generalicia de los Hermanos en Lembecq-lez-Hal (Bélgica). Enteramente dedicado a su nueva tarea, su virtud no deja de irradiarse en su nuevo ambiente. Pero el clima belga, tan diferente del de su propio país, no le favorece, y los Superiores juzgan conveniente trasladarlo a España, asignándole como residencia el Centro internacional lasaliano de Premiá de Mar, en la provincia de Barcelona. Los jóvenes formandos admiran la cultura y la sencillez del Hermano Miguel no menos que su gran amor de Dios. En el mes de julio de 1909 ráfagas de viento revolucionario llegan hasta Premiá de Mar y poco después sobreviene la "Semana Trágica". Ante la frecuencia de actos de violencia anticlerical, los Superiores se ven precisados a trasladar a Barcelona a formandos y formadores hallándoles un refugio en el embarcadero del puerto y luego en el colegio N.S. de la "Bonanova". En esos momentos trágicos el Hermano Miguel se hace custodio de las formas consagradas de la capilla de Premiá.
38 Pasada la borrasca revolucionaria los Hermanos regresan a Premiá de Mar. Mas ahora es el Señor quien llama a Sí a su fiel siervo. A finales de enero de 1910 contrae una pulmonía que su débil organismo no llega a superar. Tras una agonía de tres días y confortado con los santos sacramentos, el Hermano Miguel entrega su alma a Dios el 9 de febrero de 1910. La noticia de su muerte es acogida con emoción y llanto. La República del Ecuador proclama un duelo nacional. Hermanos y ex-alumnos del Hermano Miguel rivalizan en admiración y encomio por sus virtudes. Los favores atribuidos a su intercesión no tardan en multiplicarse. En 1923 se inicia en Quito y en Cuenca el proceso informativo en vistas a la beatificación. Sigue en 1924 el de Barcelona. En 1936, durante la revolución española, se lleva a cabo el traslado al suelo patrio de los restos mortales del siervo de Dios, que reciben una acogida triunfal. La tumba del Hermano Miguel se convierte en centro de continuas peregrinaciones. Siguen obteniéndose gracias y favores celestiales por la intercesión del Hermano Miguel; pero el milagro que ha obrado la curación de Sor Clementina Flores Cordero pone en buen camino la causa del santo Hermano hacia la Beatificación. Llevados a término todos los requisitos acostumbrados, el Papa Pablo VI, el 30 de octubre de 1977 procede a la Beatificación del Hermano Miguel y a la del Hermano belga, Hermano Mutien-Marie. La grande asistencia de peregrinos venidos de Bélgica, del Ecuador y de Italia, la acertada ceremonia y las palabras inspiradas de Pablo VI en la homilía y en el Ángelus, han hecho inolvidable ese día para todos los afortunados participantes en la solemne celebración de la Piazza San Pietro. El mismo día de la Beatificación, precisamente durante el desarrollo del sugestivo rito, se realizaba otro milagro: la Señora Beatriz Gómez de Núñez, afectada de incurable "miastenia gravis", se sintió completamente curada. Ya antes, con toda la familia, se había confiado a la intercesión del santo Hermano, y, como coronamiento de sus oraciones, había querido venir a Roma para la Beatificación. Esta curación, reconocida como milagrosa, conlleva la reapertura de la causa, y, en el Consistorio del 25 de junio de 1984, el Pontífice Juan Pablo II fija para el 21 de octubre del mismo año la fecha de la Canonización. Hoy, el Papa Juan Pablo II, poniendo entre los Santos a este religioso ecuatoriano, ofrece a la Iglesia entera y particularmente a la del Ecuador
39 el modelo de un religioso culto, pero sencillo y humilde, de un catequista totalmente entregado a la obra de la evangelización, de un educador que ha ayudado a tantos jóvenes y niños a encontrar el sentido de su vida en Jesús y a vivir su fe como don y compromiso.
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Francisco Antonio Fasani (1681-1742), presbítero franciscano, O.F.M
En la segunda mitad del siglo XVII vivía en Lucera (Italia), una familia muy pobre: la familia Fasani. En su seno nació, el 16 de agosto de 1681, un niño que recibió los nombres de Donato Antonio Juan Nicolás. Comúnmente le llamaban Juan. Antes de cumplir los diez años murió su padre, que era campesino. Su madre volvió a casarse con Francisco Farinacci, que fue también un buen padre para Juan y lo envió a estudiar en el convento de los frailes menores conventuales de Lucera. Su madre era una mujer muy piadosa. A los quince años ingresó en la orden de los frailes menores conventuales tomando el hábito franciscano y el nombre de Francisco Antonio en el noviciado de Monte San Ángel. Allí mismo hizo los votos. Después estudió filosofía y teología en los colegios de Venafro, Agnone, Montella, Aversa y Asís, donde fue ordenado sacerdote el 19 de septiembre de 1705. Se doctoró en teología con las máximas calificaciones, y en 1707 fue destinado a enseñar filosofía en el convento de Lucera, su ciudad natal. El Padre Francisco Antonio pasó el resto de su vida en Lucera, donde le dieron el nombre de “Padre Maestro” desde que había recibido el título de teología y así se le llamó siempre, por más que ocupó otros cargos como superior, maestro de novicios, maestro de estudiantes profesos y ministro provincial de San Miguel Arcángel de Apulia. Fue él quien introdujo en Italia la costumbre de reunir regalos de navidad para los pobres. Inútil decir que los pobres acudían constantemente a él con peticiones posibles e imposibles, sobre todo cuando se trataba de
41 sequías. Los habitantes de Lucera decían: “Quien quiera ver a San Francisco no tiene más que mirar al Padre Maestro”. Apóstol infatigable, recorrió durante treinta y cinco años las ciudades y los poblados de Apulia septentrional y Molisa, predicando la palabra de Dios y ayudando a pobres, enfermos y encarcelados. Monseñor Antonio Lucci, obispo de Bovino, lo definió como sacerdote santo y docto. Una de las características del padre Francisco Antonio era su gran devoción al Sagrado Corazón y la Inmaculada Concepción, cuya fiesta celebraba con novena. Esta costumbre se conserva todavía en Lucera. El Padre Fasani murió precisamente el primer día de la novena de la Inmaculada, el 29 de noviembre de 1742. Poco antes, sintiéndose bien de salud, predijo su muerte y anunció al Padre Luis Giocca que pronto lo seguiría. El Padre Giocca, a quien no sonreía esta perspectiva, respondió: “Padre Maestro, si usted quiere morir, está en todo su derecho, pero yo no tengo ninguna prisa”. “Los dos vamos a hacer el viaje: yo antes y usted después”, fue su respuesta. Dos meses después murió el padre Giocca. El padre Francisco Antonio Fasani fue beatificado por el papa Pío XII el año 1951 y canonizado por el papa Juan Pablo II en 1986.
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José María Tomasi (1649-1713) cardenal, de la Orden de los Clérigos Regulares Teatinos
El insigne servidor de Dios José María Tomasi, Cardenal, a quien el Papa Pío VII decoró con los honores de los Beatos en el año 1803, y a quien hoy el Sumo Pontífice Juan Pablo II inscribe solemnemente en el libro de los Santos, nació en Licata, Sicilia, diócesis de Agrigento, el día 12 de septiembre de 1649, hijo primogénito de Julio Tomasi y de Rosalía Traina, Príncipes de Lampedusa y Duques de Palma de Montechiaro. Su vida estuvo orientada hacia Dios ya desde sus primeros años. Formado y educado en la noble casa paterna, en la que no faltaban ni riquezas ni virtudes, dio prueba de un espíritu muy dispuesto al estudio y a la piedad. Así pues sus padres cuidaron con esmero su formación cristiana y su instrucción en las lenguas clásicas y modernas, especialmente en la lengua española, en cuanto destinado por la familia a la corte de Madrid, debiendo heredar de su padre, por sus títulos nobiliarios, la dignidad de Grande de España. Pero, ya desde su infancia, su espíritu aspiraba a ser pequeño en el Reino de Dios, y a servir no a los reyes de la tierra, sino al Rey del Cielo. Cultivó en su corazón ese piadoso deseo hasta que obtuvo el consentimiento paterno para seguir su vocación a la vida religiosa. Después de haber renunciado, mediante documento notarial, al principado que le pertenecía por herencia, y al riquísimo patrimonio familiar, entró en la Orden de Clérigos Regulares Teatinos, fundada por
43 S. Cayetano de Thiene en el año 1524. Emitió la profesión religiosa en la casa teatina de S. José de Palermo el día 25 de marzo de 1666. En el nuevo estado de vida, que abrazó para seguir la llamada de Cristo, pudo dedicarse mejor a la piedad y al estudio. La sagrada liturgia lo había atraído desde niño, ya desde entonces hubiera querido vestir los colores litúrgicos del día. El canto gregoriano floreció muy tempranamente en sus labios, que exultaban de alegría al cantar los salmos litúrgicos. Desde su adolescencia conoció y apreció, corno por innata disposición, las lenguas sagradas latina y griega. Cursó los estudios filosóficos en Mesina, Ferrara, Bolonia y Modena; obligado a esos desplazamientos por motivos de salud. La teología la estudió en Roma, en la casa de S. Andrea della Valle. En Roma, después de haber recibido el subdiaconado y diaconado, fue ordenado sacerdote en la Basílica Lateranense por Mons. Giacomo de Angelis, Arzobispo de Urbino, Vicegerente del Cardenal Vicario Gaspar Carpegna, el día 23 de diciembre de 1673, el sábado de las témporas de Adviento. Dos días más tarde, en la noche de Navidad, celebraba su primera misa en la iglesia de S. Silvestre al Quirinal, sede entonces de la Casa Generalicia de los Padres Teatinos. La unción sacerdotal pareció que incardinaba definitivamente al P. Tomasi en Roma y que le daba la ciudadanía romana. Aquí, en la casa de S. Silvestre al Quirinal, durante casi cuarenta años a partir de su ordenación sacerdotal, se dedicará con fecunda intensidad a la piedad, al ejercicio humilde y perseverante de las virtudes y al estudio asiduo. Al conocimiento del latín y griego, que adquirió en la adolescencia, añade ahora el de las lenguas hebrea, siríaca, caldea y árabe. Transportado por su eximio amor a los documentos antiguos de la Iglesia y a las sanas tradiciones eclesiásticas, reputó que el dedicarse, con espíritu de fe, a la publicación de raros libros litúrgicos y de antiguos textos de la sagrada Liturgia, podía ser un buen camino para su perfección religiosa. De esa forma consiguió sacar a la luz muchos sagrados tesoros que yacían olvidados en las bibliotecas. De hecho, gracias a su multíplice ciencia de las cosas sagradas, editó muchos volúmenes de argumentos bíblicos, patrísticos y principalmente litúrgicos. De estas sea suficiente mencionar: Codices Sacramentorum
44 nongentis annis vetustiores (editado el año 1680); la edición crítica del Salterio en su doble versión romana y galicana: los Antifonarios y Responsoriales de la Iglesia Romana que estaban en uso en tiempos de S. Gregorio Magno (editados en 1686); la edición crítica de los títulos y argumentos de la Sagrada Biblia según los códices del siglo V al siglo XI (publicada en 1688). Por su vasta erudición y por sus excelentes y bien conocidas virtudes, el P. Tomasi gozaba de tal fama y estima que eran muchos los que buscaban su conocimiento y amistad y se honraban con ellos. La Reina de Suecia Cristina Alejandra, lo quiso entre los miembros que ornaban su círculo de doctos. La Academia Romana de la Arcadia lo enumeró entre sus socios más ilustres. El docto Rabino de la Sinagoga de Roma, Moisés Cave, que fue convertido al catolicismo por el P. Tomasi, discípulo suyo en la lengua hebrea, lo consideraba amigo y padre en la fe. Sin embargo, cuantos mayores eran las alabanzas que le tributaban sus contemporáneos, tanto más procuraba permanecer escondido, hasta el punto de publicar, por humildad, alguna de sus obras bajo pseudónimo. El estar en relación con personas importantes y eruditas de su mismo rango, no le impidió a Tomasi dedicar su atención a la formación de los simples fieles para los que compuso: Vera norma di glorificare Iddio e di far Orazione secondo la dottrina delle divine Scriture e dei Santi Padri, y también Breve istruzione del modo di assistere fruttuosamente al Santo Sacrificio della Messa, y además una versión reducida de Salmos elegidos y dispuestos para facilitar la oración del cristiano. Fue nombrado Consultor General de su Orden pero, por humildad, renunció al poco tiempo a tal encargo aduciendo como motivo las muchas otras ocupaciones por los encargos que ya tenía en la Curia Romana, entre los cuales, Consultor de las Sagradas Congregaciones de Ritos y de Indulgencias, y Calificador del Santo Oficio. Sus numerosas publicaciones de argumento litúrgico, en las que hermanaba la piedad y la erudición, le granjearon el título de "Príncipe de los Liturgistas Romanos" y el de "Doctor Liturgicus" con los que lo denominaban algunos de sus contemporáneos. En verdad, no pocas normas que, emanadas por la autoridad de los Romanos Pontífices y por los documentos del Concilio Vaticano II, están hoy felizmente en uso en la Iglesia, fueron ya propuestas y deseadas
45 por el P. Tomasi. Entre estas cabe recordar: la forma actual de la Liturgia de las Horas para la oración del Oficio Divino; la distinción y el uso del Misal y del Leccionario en la celebración de la Eucaristía; varias normas contenidas en el Pontifical y en el Ritual Romano; el uso de la lengua vulgar que él mismo recomendaba en las devociones privadas y en las oraciones hechas en común por los fieles; todo ello encaminado a promover una más íntima y personal participación del pueblo de Dios en la celebración de la Sagrada Liturgia. Todas sus fatigas y premuras en la investigación y en el estudio, no desviaron mínimamente al P. Tomasi de tender, constantemente y con todas sus fuerzas, a la conquista de aquella perfección evangélica a la que Dios lo había llamado desde su infancia. Era de ejemplo para los demás por su profunda humildad, su espíritu de mortificación y sacrificio, su fiel observancia regular, su mansedumbre, su pobreza, su piedad, su devoción filial a la Santísima Virgen María. Ayudaba a los pobres, confortaba a los enfermos, tanto en casa como en el hospital de S. Juan de Letrán. De este modo se unían armoniosamente en él la sabiduría y la caridad. Clemente XI, que conocía personalmente al P. Tomasi y admiraba sus eximias virtudes y la difundida fama de su doctrina, lo nombró Cardenal del Título de los Santos Silvestre y Martín al Monti, en el Consistorio del 18 de mayo de 1712. Aceptó el cardenalato solamente por obediencia al mandato explícito del Papa. Colocado en ese sublime grado, como lámpara en el candelabro, iluminó con el resplandor de sus virtudes de tal forma la Iglesia Romana, que muchos lo veneraban como un nuevo S. Carlos Borromeo, al que se había propuesto imitar. Unió a la dignidad cardenalicia todas aquellas virtudes que lo habían distinguido como religioso teatino; no mutó lo más mínimo su precedente regla de vida. Para su corte y para el servicio de su casa eligió, por motivos de caridad, personas pobres, débiles, claudicantes y con otras deficiencias físicas. En su Iglesia Titular de los Santos Silvestre y Martín al Monti, no sólo participaba, con los clérigos de su familia, a las celebraciones litúrgicas de los Padres Carmelitas, sino que también se dedicaba a enseñar a los niños y demás fieles el catecismo de la doctrina cristiana. Pero tamaño resplandor de buen ejemplo y de virtudes brilló por poco tiempo. No se habían cumplido ocho meses de su cardenalato, cuando
46 después de haber tomado parte a la Capilla Papal de la Vigilia de Navidad en la Basílica Vaticana, atacado por violenta pulmonía, expiraba santamente en su residencia del palacio Passarini de via Panisperna. Era el día 1 de enero de 1713. El primer panegírico del Cardenal Tomasi lo pronunciaba el mismo Papa Clemente XI en el Consistorio celebrado un mes después de su tránsito. "No podemos disimular -dijo el Papa- el íntimo dolor que nos ha producido la muerte del eximio y piadosísimo Cardenal Tomasi ... Auténtico ejemplar de la más santa y antigua disciplina, y de cuyas virtudes y doctrina tanto nos esperábamos todavía". La fama de santidad que durante la vida acompañó al Cardenal Tomasi, creció aún más después de su muerte. Por eso, después de solo cinco meses de su piadoso tránsito, se empezó, por deseo de Celemente XI, el Proceso Canónico Ordinario Informativo para su Beatificación. Después de haber superado vicisitudes y dificultades de diverso tipo, Pío VII, aprobados dos milagros atribuidos a la intercesión del Ven. Cardenal Tomasi, lo proclamó Beato el día 29 de septiembre de 1803. Un nuevo milagro, atribuido a la intercesión del Beato José María Tomasi, fue aprobado, con decreto del 6 de julio de 1985, por el Santo Padre Juan Pablo II, para su Canonización. Las reliquias de su cuerpo fueron trasladadas en el año 1971 desde la Basílica de su título, Santos Silvestre y Martín ai Monti, a la Basílica de S. Andrea della Valle de los Padres Teatinos, donde actualmente están expuestas a la veneración de los fieles. Su fiesta se celebra el 3 de enero.
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Lorenzo Ruiz, laico Domingo Ibáñez de Erquicia, O.P. Santiago Kyushei Tomonaga, O.P. y 13 compañeros filipinos, mártires en Japón
1633, (agosto y octubre) DOMINGO IBÁÑEZ DE ERQUICIA, español, sacerdote dominico. Nace en Régil (San Sebastián), hijo de la Provincia de España hasta su afiliación a la Provincia del Rosario. En Manila enseña en el Colegio de Santo Tomás y predica el Evangelio en diferentes lugares de Filipinas. Pasa a Japón en 1623, donde trabaja clandestinamente. Denunciado por un cristiano apóstata, es encarcelado y ajusticiado. Desempeñó un importante papel, como Vicario provincial de la misión. Se conserva una parte de su epistolario. Edad, 44 años. FRANCISCO SHOYEMON, japonés, cooperador dominico. Compañero de apostolado del P. Ibáñez de Erquicia. Arrestado en 1633, toma el hábito dominicano en la cárcel. Es ajusticiado junto a su padre espiritual. SANTIAGO KYUSHEI TOMONAGA DE SANTA MARÍA, japonés, sacerdote dominico. De familia noble cristiana de Kyudetsu, estudia con los jesuitas en Nagasaki. Es expulsado del Japón en 1614 cuando era catequista. En Manila se ordena sacerdote, misionero en Taiwán, regresa a su patria en 1632, con la finalidad de ayudar a sus hermanos cristianos. Es arrestado y torturado, muriendo por "ser religioso y haber propagado la fe evangélica". Es el más anciano del grupo: 51 años.
48 MIGUEL KUROBIOYE, japonés, catequista laico. Compañero de apostolado del P. de Santa María, OP, es encarcelado y torturado, revelando el escondite del P. de Santa María. Arrepentido, va con él al martirio, confesando su fe. LUCAS ALONSO DEL ESPÍRITU SANTO, español, sacerdote dominico. Nace en Carracedo (Astorga), dominico de la Provincia de España, se pasa a la Provincia del Rosario en 1617. Profesor en el Colegio de Santo Tomás de Manila, misionero en Cagayan, en 1623 va al Japón donde trabaja con gran coraje y riesgo de su vida durante diez años. Arrestado en Osaka en 1633, fue torturado y martirizado en Nagasaki. Edad, 39 años. MATEO KOHIOYE DEL ROSARIO, japonés, natural de Arima. Catequista y ayudante del B. Lucas Alonso, se hace novicio de la Orden. Arrestado en Osaka en 1633, rechaza toda propuesta de dinero y soporta horribles torturas, permaneciendo fiel a Cristo, hasta la muerte. Tenía 18 años. 1634, (octubre-noviembre) MAGDALENA DE NAGASAKI, japonesa, terciaria agustina y dominica. Hija de cristianos martirizados, se consagra a Dios y es guiada espiritualmente por los agustinos recoletos y después por el dominico Ansalone. Después del arresto del P. Ansalone, Magdalena se presenta a la guardia proclamándose cristiana. Torturada en forma cruel, inamovible en su fe, es colgada del patíbulo donde permaneció viva durante trece días. MARINA DE OMURA, japonesa. En 1626 ingresa en la Tercera Orden Dominicana, siendo de gran ayuda para los misioneros. Arrestada en 1634, es sometida a vergonzosas humillaciones y finalmente conducida a la hoguera, dando un sublime ejemplo de "mujer fuerte". JACINTO JORDÁN ANSALONE, italiano, sacerdote dominico. Nativo de S. Stefano Quisquina (Agrigento), habiendo profesado en la Provincia de Sicilia, pasa a la Provincia del Santo Rosario. En Filipinas desarrolla su apostolado entre los pobres y enfermos. En el año 1632 va al Japón, donde trabaja por dos años. Arrestado en el 1634, soporta con firmeza las torturas, y es colgado del patíbulo. Edad, 36 años. TOMÁS HIOJI NISHI DE SAN JACINTO, japonés, sacerdote dominico. Hijo de cristianos martirizados de Hirado, y discípulo de los jesuitas de
49 Nagasaki. Expulsado de su país por la persecución, emigra a Manila en el año 1614. Estudiante en el Colegio de Santo Tomás, se traslada a las misiones de Taiwan, regresando posteriormente a su patria en plena persecución religiosa. Entre grandes peligros trabaja durante cinco años. Arrestado, es torturado y condenado a muerte. Edad, 44 años. 1637, (septiembre) En el año 1636 los dominicos de Manila organizaron una expedición de voluntarios a fin de ayudar a los cristianos del Japón. Cuando llegaron a la isla de Okinawa fueron arrestados y permanecieron en la cárcel más de un año antes de ser trasladados y condenados a muerte por el tribunal de Nagasaki. Ellos son: ANTONIO GONZÁLEZ, español, sacerdote dominico. Natural de León, se hace dominico en la Provincia de España y después se pasa a la Provincia del Rosario, trasladándose a Manila en 1631, en donde será profesor y rector del Colegio de Santo Tomás, siendo un hombre de mucha oración y penitencia. En 1636 guía un grupo de misioneros al Japón, donde es rápidamente arrestado y muere en la cárcel después de un año, extenuado por los tormentos. Edad, 45 años. GUILLERMO COURTET o TOMAS DE S. DOMINGO, francés, sacerdote dominico. Nacido en Sérignan (Montpellier), de familia noble, ingresa como dominico en la Congregación reformada de San Luis, pasa a la Provincia del Rosario y se traslada a Filipinas, en 1634, en donde es profesor del Colegio de Santo Tomás. En Japón murió entre torturas elevando alabanzas a la Virgen del Rosario y recitando salmos. Edad, 47 años. MIGUEL DE AOZARAZA, español, sacerdote dominico. Natural de Oñate (Guipúzcoa), ingresa como dominico en la provincia de España y posteriormente se pasa a la Provincia del Rosario. En Filipinas trabaja en la Misión de Bataan (Luzón). Refutó apostatar de su fe y aceptó con alegría tremendos suplicios. Edad, 39 años. VICENTE SCHIWOZUKA DE LA CRUZ, japonés, sacerdote dominico. De familia cristiana, discípulo de los jesuitas de Nagasaki, catequista. En 1614 es expulsado del Japón por ser cristiano. En Manila se ordena de sacerdote y desarrolla su apostolado entre los exilados japoneses. Antes de regresar a su patria con el P. González, toma el hábito dominicano en 1636. Después de un año de cárcel y torturado cede a la apostasía, pero
50 rápidamente se arrepiente y sale con los demás compañeros camino del patíbulo, profesando su fe. LÁZARO DE KYOTO, japonés, laico. Atacado por la lepra, es deportado con otros leprosos cristianos en Filipinas. En 1636 se une como guía e intérprete del grupo del P. González; no resistiendo las torturas, reniega por pocas horas de la fe, pero arrepentido muere por Cristo junto a los demás. LORENZO RUIZ, filipino, laico. Nacido en Binondo (Manila) de padre chino y madre filipina. Educado por los dominicos y ayudante de ellos, se hace miembro de la Confraternidad del Rosario. Se casa y es padre de tres hijos. Implicado en un oscuro hecho de sangre, se unió al grupo del P. González para salvarse. En Japón fue arrestado y se declaró dispuesto a dar mil veces la vida por Cristo. Es el Protomártir de Filipinas. El milagro propuesto para la Canonización Ocurrió en Manila el año 1983 por la invocación al grupo en favor de Cecilia Alegría Policarpio, niña de dos años, curada de forma completa y definitiva de una parálisis cerebral anatómica y funcional, sin ninguna terapia eficaz. El milagro ha sido reconocido por Juan Pablo II el 1 de junio de 1987. Las razones de los perseguidores "Los seguidores de Cristo, llegados imprevistamente en Japón, no solamente vienen trayendo mercancía en sus naves, sino también, sin permiso alguno, han extendido y propagado su malvada ley, destruyendo aquella buena y legítima y conspirando para derrocar el poder en nuestro país. Esto es el inicio de una gran calamidad, que con todo medio es necesario evitar. El Japón es un país shintoista y budista, que venera a los Dioses, honra a Buda y tiene en gran estima el camino de la benevolencia (confucionismo). Los seguidores de los Padres (los cristianos) han desobedecido todos a las órdenes dadas por gobierno, despreciando la religión... y destruyendo el bien. Viendo aquellos que deben ser ajusticiados (los mártires) se alegran y corren detrás de ellos, espontáneamente, los adoran y los saludan. Tal es el supremo ideal de esta religión. Si no se la prohíbe inmediatamente, vendrán calamidades sin fin sobre el Estado. Que estos cristianos sean exterminados sin demora en todas las
51 regiones del Japón, de forma que no tengan lugar donde poner sus pies o sus manos. Si alguno se atreviera a contravenir esta orden, sea castigado con la muerte". (Tomado del edicto de 1614, cuya doctrina es retomada substancialmente en los de 1633 y 1636).
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Tomás de Cori (1655-1729) presbítero, O.F.M.
Nacido en Cori (Latina) el 4 de junio de 1655, Tomás tuvo una infancia marcada por la pérdida prematura de su madre primero y de su padre después, quedando sólo, a los catorce años, al cuidado de la hermana más pequeña. Hará de pastor, aprendiendo la sabiduría de las cosas simples. Casadas las hermanas, queda libre para seguir la inspiración que desde algún año guardaba en el silencio del corazón: pertenecer completamente a Dios en la vida religiosa franciscana. Había conocido a los Frailes Menores en su misma ciudad en el Convento de S. Francisco. Casadas las dos hermanas y libre de toda preocupación, fue acogido en la Orden y enviado a Orvieto para hacer el año de noviciado. Profesada la Regla de S. Francisco y finalizados los estudios de teología, se ordena sacerdote en 1683. Fue nombrado inmediatamente vice maestro de novicios en el convento de la SS. Trinidad de Orvieto; sus superiores reconocieron desde muy pronto sus dotes. Poco tiempo después fray Tomás oyó hablar de los Retiros que comenzaban a florecer en la Orden y de la intención de los Superiores de la Provincia Romana de instaurar uno en el Convento de Civitella (hoy Bellegra). Su petición fue acogida y el joven fraile llamó así a la puerta del pobre Convento en 1684, diciendo: "Soy fray Tomás de Cori y vengo para hacerme santo". Con un lenguaje quizás lejano al nuestro, expresaba él su ansia de vivir radicalmente el Evangelio según el espíritu de S. Francisco. Desde entonces, fray Tomás permanecerá en Bellegra hasta la muerte, excepto seis años (1703-1709) en los que será Guardián en el Convento de Palombara, donde instauró el Retiro, en base al de Bellegra. Escribió Reglas para uno y para otro, que él el primero observó cuidadosamente,
53 consolidando con la palabra y con el ejemplo la nueva institución de los dos Retiros. Los largos años transcurridos en S. Francisco de Bellegra se pueden resumir en tres puntos: Oración Santo Tomás de Cori fue seguramente, como se ha dicho de S. Francisco, no tanto un hombre que oraba, como un hombre hecho oración. Esta dimensión animó toda la vida del Fundador del Retiro. El aspecto más evidente de su vida espiritual fue sin duda la centralidad de la Eucaristía, testimoniada por Tomás en la celebración eucarística, intensa y participada, y en la oración silenciosa de adoración en las largas noches de Retiro después del oficio divino celebrado a medianoche. Su vida de oración estuvo marcada por una aridez persistente de espíritu. La ausencia total de una consolación sensible en la oración y en su vida de unión con Dios, se prolongaría durante más de cuarenta años, encontrándole siempre sereno y radical en la vivencia del primado de Dios. Verdaderamente su oración se configuró como " memoria Dei " realizando concretamente la unidad de vida no obstante las múltiples actividades. Evangelización Santo Tomás no se cerró en el Retiro, olvidando el bien de sus hermanos y el corazón de la vocación franciscana, que es apostólico. Fue llamado con razón el apóstol del " Sublacense ", habiendo recorrido comarcas y ciudades en el anuncio incansable del Evangelio, en la administración de los sacramentos y en el surgir de milagros a su paso, signo de la presencia y cercanía del Reino. Su predicación era clara y simple, persuasiva y fuerte. No subió a los púlpitos más ilustres del tiempo: su personalidad pudo entregar lo mejor de sí en el ámbito restringido de la región del Lazio, viviendo su vocación franciscana en minoridad y a la opción concreta por los más pobres. Exquisita caridad Santo Tomás de Cori fue para sus hermanos padre amabilísimo. Ante las resistencias de algunos hermanos en su deseo de reforma y de radicalidad en vivir el ideal franciscano, el Santo supo responder con paciencia y humildad, encontrándose incluso sólo para atender el
54 convento. Había comprendido muy bien que toda auténtica reforma inicia por sí mismo. El notable epistolario que nos ha llegado, demuestra la atención de Tomás a las más pequeñas expectativas y necesidades de sus hermanos y de tantos amigos, penitentes y frailes que se dirigían a él para recibir un consejo. En el convento demostró su espíritu de caridad en la disponibilidad a cualquier necesidad, incluso la más humilde. Rico de méritos, se durmió en el Señor el 11 de enero de 1729. Santo Tomás de Cori resplandece entre nosotros y en Roma, del que es copatron, sobre todo en su ansia de ideal cristiano y franciscano puro y vivido en lo esencial. Una provocación para todos nosotros, a no tomar a la ligera el Evangelio y sus exigencias radicales.
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José Moscati, médico
El doctor José Moscati nació en Benevento (Italia), el 25 de julio de 1880. Ingresó a la universidad para estudiar medicina y a los veintidós años de edad se graduó con las mejores calificaciones de su generación. Se levantaba diariamente muy temprano para ir a misa y recibir la comunión. Después se dirigía a las colonias pobres para ver algunos enfermos y a las ocho treinta de la mañana iniciaba el trabajo en el hospital. Sus pacientes predilectos eran los pobres. Basta narrar un episodio que sucedió en los últimos años de su vida. Desde hacía tiempo atendía a un anciano pobre. Ya que no podía visitarlo en su casa con la frecuencia deseada, le pidió que todos los días fuera a desayunar al café situado junto a la iglesia donde acudía diariamente a misa y así lo podía ver. El día en que el anciano no iba a desayunar, el doctor acudía a su domicilio para asistirlo. De los pobres nunca aceptaba honorarios, antes bien los curaba a sus expensas o los ayudaba sin hacerse notar. Después de la muerte del doctor, su hermana Ana aseguró que durante su vida, dedicó todas sus ganancias -que no eran pocas- a los pobres, sin quedarse con nada. Cuando sucedió la erupción del Vesubio en 1906, fue de voluntario a Torre del Greco donde había un gran hospital, con la orden de desalojarlo. Durante más de veinte horas ayudó a trasladar enfermos a un lugar seguro. Cuando todos estaban a salvo, el techo del edificio se derrumbó por el peso de las cenizas. Durante la epidemia de cólera de 1911 en Nápoles, se mantuvo en su puesto a pesar de que los demás médicos se ausentaban, sosteniendo con abnegación heroica las tareas más difíciles en las zonas más afectadas de la ciudad.
56 En 1911 fue nombrado director del Hospital de Incurables y se le encomendó la formación de los estudiantes de medicina. Son suyas estas palabras dirigidas a uno de ellos: “Ama la verdad; muéstrate cual eres, sin fingimientos, sin miedos, sin miramientos. Y si la verdad te cuesta persecución, acéptala; y si tormento, sopórtalo. Y si por la verdad tuvieras que sacrificarte a ti mismo y a tu vida, sé fuerte en el sacrificio”. Su densa jornada, llena de ocupaciones en el hospital, la universidad, el consultorio y las visitas domiciliarias, quebrantaron su salud. Murió el 12 de abril de 1927. Aquella mañana, como siempre, asistió al hospital, visitando a numerosos enfermos. Hacia las tres de la tarde se sentó en un sillón, donde murió. Entre los primeros que acudieron a rezar ante su cadáver estuvo el cardenal Ascalesi, quien ante los presentes, pronunció estas conmovedoras palabras: “El doctor pertenecía a la Iglesia; no a aquella de quienes sanó el cuerpo, sino de la de quienes salvó el alma y que salieron a su encuentro mientras subía al cielo”. Fue beatificado en 1975 por el papa Pablo VI. En vista de la canonización es examinada la curación de una leucemia (mielosis aguda mieloblástica) del joven Giuseppe Montefusco, ocurrida en 1979. A este hombre se le consideraba ya desahuciado. Su madre, Rosaria Rumieri, deshecha por el diagnóstico infausto, vio una noche en sueños la foto de un médico en batín blanco. Contó el sueño a su párroco, quien le habló del Beato médico Giuseppe Moscati. La señora fue a la Iglesia del Gesú Nuovo, y enseguida reconoció el rostro de la foto vista en sueños. Desde ese momento empezó a rezar a Moscati, y consiguió que se le unieran parientes y amigos. Su hijo Giuseppe se curó totalmente en pocos días. Retornó a su duro trabajo de herrero y no ha vuelto a sufrir recaídas. Después se casó, y ahora vive felizmente con su mujer e hijos. Después de largos exámenes, finalmente en el consistorio del 28 de abril de 1987 el Papa Juan Pablo II fija la fecha de la canonización para el 25 de octubre del mismo año.
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Roque González de Santa Cruz (1576-1628) y dos compañeros españoles, Alonso Rodríguez y Juan del Castillo, S.I. (+1628)
Roque González de Santa Cruz Nacido en Asunción, Paraguay, en 1576. Desde joven demostró una gran piedad ya que a los 14 años dirigió una procesión por el bosque en honor a la Eucaristía. Fue ordenado sacerdote a la edad de 22 años y poco después nombrado párroco de la catedral de Asunción por el Obispo Martín Ignacio de Loyola. El 9 de mayo de 1609 San Roque entró en la Compañía de Jesús y dos años más tarde fue nombrado superior de la primera Reducción de Paraguay, San Ignacio Guazú. En la plaza de esta ciudad existe hoy una enorme estatua en su honor. El deseo de llevar el evangelio a todo el mundo lo animaba a seguir adelante. El 22 de marzo de 1615 fundó una reducción en Itapúa (actual ciudad de argentina de Posadas) la cual pronto se trasladó a la otra orilla del río, en lo que es hoy Encarnación, Paraguay. Por eso se le reconoce como fundador y patrono de ambas ciudades. Otras dos Reducciones fundadas por San Roque González son: Concepción (1619) y Candelaria (1627). Gran amante de la Virgen María. Con ella conquistaba corazones para Cristo. Por eso le llamaba "conquistadora”. Se cuenta que muchas veces
58 con solo levantar el cuadro de la imagen de nuestra Señora, los indios admiraban la belleza de María y sin pronunciar palabras se convertían. Martirio El 15 de noviembre de 1628, celebró la Santa Misa cerca de Caaró (hoy día en Brasil), donde se planeaba una nueva reducción. Allí fue asesinado por un cacique llamado Nezú. Los asaltantes quemaron su cuerpo pero, milagrosamente, quedó intacto el corazón. Para gran asombro de los asesinos, el corazón del santo les habló haciéndoles ver lo que habían hecho e invitándoles al arrepentimiento. Este corazón tan lleno del amor divino para todos los hombres, se mantuvo incorrupto. Cinco años más tarde fue llevado a Roma junto con el instrumento del martirio: un hacha de piedra. El corazón de San Roque y el hacha fueron trasladados a Paraguay en 1960 tras una breve estancia en Argentina. Ahora están expuestos en la Capilla de los Mártires en el colegio de Cristo Rey, Asunción, Paraguay. En la misma capilla hay una placa con los nombres de 23 misioneros jesuitas martirizados en la región. Es de notar que ninguno murió a manos de los indios guaraníes de las Reducciones sino por miembros de otras tribus que no les conocían o de los "paulistas". Estos últimos eran cazadores de esclavos procedentes de San Paulo, Brasil, que tenían a los padres por enemigos por su defensa de los indios. La visión de San Roque sobre las Reducciones se conserva en una carta a su hermano Francisco: “Nosotros trabajamos por la justicia. Los indios necesitan estar libres de la esclavitud y de la dura servidumbre personal en la que ahora se encuentran. En justicia ellos están exentos de esto por ley natural, divina y humana" En 1931 Roque de Santa Cruz y sus dos compañeros mártires, Alonso Rodríguez y Juan del Castillo, fueron beatificados. San Roque fue canonizado por Su Santidad Juan Pablo II en su visita al Paraguay, en la ciudad de Asunción, Mayo de 1988. El primer Santo Paraguayo e inspiración para toda la humanidad. Juan del Castillo Juan del Castillo nació en Belmonte (Cuenca), de familia noble. Fue el hijo mayor de diez hermanos. Sus padres, Alonso del Castillo, que fue
59 regidor de la villa, y María Rodríguez, fueron un matrimonio distinguido por su honradez y virtud, que ofrecieron a sus hijos, no sólo las riquezas y blasones de su casa, sino el espíritu cristiano, que era el mejor patrimonio de las familias cristianas. Le bautizaron en la excolegiata de S. Bartolomé. Su partida de bautismo dice: "A 27 de septiembre de 1595, bauticé yo, Pedro Chaves, cura de la Colegial de esta villa, a Juan, hijo de Alfonso del Castillo y de María Rodríguez". Es uno de los tres jesuitas mártires de la región del Río de la Plata. Ellos son Roque González de Santa Cruz, Alfonso Rodríguez y Juan del Castillo. El 20 de octubre de 1558, S. Francisco de Borja había fundado el Colegio que la Compañía de Jesús en Belmonte, donde Juan pudo iniciar sus estudios de humanidades. Sus padres, después, le enviaron a la Universidad de Alcalá a estudiar "leyes", artes y teología. Al terminar el primer curso, se despidió de los compañeros, anunciándoles que quería ser misionero, al sentir la llamada de Dios. De allí, se trasladó a Madrid, al noviciado de los jesuitas, que había conocido en su pueblo natal, en el que fue admitido el 22 de mayo de 1614, con 18 años. Acabado el noviciado, el 2 de noviembre de 1616 va a Huete (Cuenca) para hacer sus estudios de Filosofía en el Colegio de la Compañía. Por allí, pasó el P. Juan de Viana, Procurador del Paraguay, "ponderando la abundancia de mies, de las almas, de las penalidades y fatigas de los misioneros y del martirio cierto...". Esto enardeció el corazón de nuestro joven estudiante enamorado de Cristo y de su cruz. El hermano Castillo decide marchar a misiones "porque allí hay fama de mayor pobreza, fatigas y trabajos apostólicos". Su integridad de vida, modestia, piedad y aplicación fueron extraordinarias. Antes de partir, acude a su pueblo, y se despide a los pies de su patrona, Ntra. Sra. de Gracia... En Lisboa, conoce al P. Alfonso Rodríguez de Zamora, desde ese momento "compañero" de misión y martirio... Por fin llega a Buenos Aires, y de allí, en 1620 es enviado a La Concepción (Chile) donde imparte clase a los jóvenes, a los que deja impresionados por el ejemplo de su vida. Posteriormente irá a Córdoba (Argentina) a terminar sus estudios de filosofía y teología, y para aprender el "guaraní" para poder misionar entre los indios.
60 El 16 de Diciembre de 1625 es ordenado sacerdote. La víspera se ofrece al Señor con una sencilla oración: "¡Dame fuerzas...!". El 8 de marzo de 1626 escribe una carta a su padre, que se guarda en el archivo parroquial, expresando sus anhelos misioneros y con sabor a despedida: "Dixe mi primera misa ocho días después de la fiesta de la Purísima Concepción de la Virgen Ntra. Sra. ... Luego subiré a las misiones del Paraguay a trabajar y morir entre aquellos indios de donde daré a vuestra merced, relación larga de cómo me fuere por allá... Ntro. Sr. ha sido servido que los superiores me han señalado para las misiones del Paraguay. Saldré de aquí el 13 de junio para esta empresa de pelear con indios gentiles, donde se ofrecerán muchas ocasiones de larga paciencia". Dos años después tiene la ocasión de dedicarse a la conversión de los indios en las célebres "reducciones" del Paraguay y del Uruguay. Las reducciones eran poblados indígenas en los cuales los jesuitas reunían a los indios para enseñarlos a trabajar establemente, convirtiéndolos al cristianismo y habituándoles a la vida civil. En primer lugar, irá a una "reducción" de los jesuitas de S. Nicolás de Paratiní, poco antes fundada por el P. Roque González, que después moriría mártir con él. El 14 de agosto de 1628 es destinado a Asunción (Paraguay), junto al río Yjuhí, donde él mismo funda una Nueva Reducción, que iba a ser el escenario de su martirio, en la que el 15 de agosto, congregó a 400 indios. Allí trabajó un cierto tiempo, recogiendo buenos frutos en la conversión y organización social, a pesar de la fiereza de los indígenas. Eran particularmente hostiles a los misioneros y a las reducciones. Fue uno de ellos, Nezú, el que entró en el poblado, organizado para conseguir sus beneficios. Enseguida, llegó al enfrentamiento en contra de los misioneros, conservando su concubina y procurando reconducir a los indios a la antigua fe de sus mayores. Nezú ordenó en noviembre de 1628 matar a los religiosos y quemar la iglesia. Primeramente, las víctimas fueron los padres Roque González y Alfonso Rodríguez, uno paraguayo y el otro español, que fueron asesinados el 15 de noviembre. Como dicen las "Actas del Martirio": "El viernes 17 de noviembre de 1628, a las tres de la tarde, mientras estaba rezando vísperas en la puerta de la Capilla, cogido a traición, lo derribaron en tierra, dándole muchas bofetadas... atándole las muñecas lo arrastraron por el bosque
61 tres cuartos de legua, le clavaron flechas, le apedrearon y le golpearon con porras... Mientras, al Padre Castillo se le oía musitar: "Sea por amor de Dios". Y desde las manos de su verdugo, voló a las de su Dios". En los primeros momentos después del martirio, los mismos indios ya bautizados, cristianos, recogieron los despojos humanos que habían dejado, llevándolos como verdaderas reliquias de los "Santos Mártires". Se recibieron en Candelaria con extraña fiesta y regocijo de danzas y repique de campanas y otras muestras de alegría y júbilo. Hubo misa solemne y sermón, refiriendo algunas de las muchas virtudes de los Santos Mártires, esperando de Nuestro Señor que los ha empezado a honrar en esta tierra del Paraguay, los glorifique en adelante por toda la Iglesia Universal.
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Eustoquia (Esmeralda) Calafato de Mesina, virgen, monja de la Orden de San Francisco
Eustoquia Calafato (de seglar, Esmeralda) nació en Mesina el 25 de marzo de 1434, siendo la sexta de los seis hijos de Bernardo Cofino alias Calafato y Mascalda Romano, nobles y acomodados. El padre tenía una embarcación con la que ejercía el comercio por cuenta ajena, según los usos de aquel tiempo y de Mesina en particular. La pequeña Esmeralda pasó los primeros años de su infancia sin sobresaltos ni acontecimientos notables, en su casa paterna, confiada a los cuidados de la madre, ferviente cristiana y admiradora entusiasta del Franciscanismo en su reforma peculiar de la Observancia que precisamente entonces se iba afianzando en la Orden de los Frailes Menores. El principal animador y exponente de aquel movimiento en Italia fue San Bernardino de Siena ( 1444), junto al cual, y siguiendo su ejemplo, floreció todo un conjunto de espíritus selectos, insignes por su santidad, doctrina y actividad social, entre los que destacan el Beato Alberto de Sarteano ( 1450), San Juan de Capistrano ( 1456) y San Jaime de la Marca ( 1476). El nuevo espíritu de reforma, que se proponía la estricta observancia de la Regla de San Francisco especialmente en materia de pobreza, invadió también la II Orden franciscana, es decir, la de las Clarisas, en cuyo seno muchos monasterios antiguos eran reconducidos a una observancia más estricta y a una vida religiosa más ajustada a la Regla, mientras se fundaban otros nuevos que adoptaban la Regla propia de Santa Clara y se ponían bajo la guía de los Hermanos Menores de la Observancia. En Sicilia apareció el movimiento observante en 1421, pero oficialmente puede datarse desde 1425, cuando el Beato Mateo de Agrigento, que
63 fue su eficaz organizador, obtuvo del papa Martín V la facultad de fundar tres nuevos conventos para los frailes que deseaban vivir según el espíritu de la nueva reforma. El primero de estos conventos se abrió precisamente en Mesina, donde el Beato Mateo, predicador afamado y admirado, había suscitado entre el pueblo con su palabra ardiente un gran entusiasmo y una viva participación en la reforma espiritual que él propugnaba. A los sermones de aquel fervoroso franciscano asistió también Mascalda Romano, entonces joven esposa de dieciocho años, y, conquistada por las palabras del predicador, se inscribió en las filas de la Tercera Orden Franciscana, consagrándose a una vida de oración intensa y de ásperas penitencias, y dedicando parte de su tiempo y de sus haberes al prójimo necesitado. Mascalda infundió sus sentimientos y aspiraciones a la pequeña Esmeralda, iniciándola desde niña en la piedad y en el ejercicio de las virtudes cristianas, obteniendo de ello frutos que superaron las más halagüeñas y nobles expectativas de la virtuosa madre. La muchacha, en efecto, no sólo atesoró las enseñanzas maternas esforzándose, según su capacidad, en imitar los ejemplos de su progenitora y en orientar su vida religiosa según el espíritu franciscano, sino que, aspirando a metas más altas, se consagró a Dios entre las Clarisas y más tarde fundó un nuevo monasterio para poder seguir más intensa y profundamente su ideal de perfección cristiana. Pero antes de iniciar y dar cumplimiento a sus aspiraciones, la pequeña Esmeralda tuvo que sufrir la prueba de un triste pero providencial acontecimiento, el único de un cierto relieve acaecido en su infancia. En diciembre de 1444, en efecto, cuando Esmeralda apenas tenía once años, su padre, sin pedirle siquiera su parecer y según las costumbres de aquel tiempo, la prometió en matrimonio a un viudo maduro de su misma condición social y económica; pero el convenido matrimonio se esfumó por la muerte imprevista y repentina del prometido esposo en julio de 1446. Aunque no fuera plenamente consciente de lo que había sucedido, el acontecimiento tuvo que provocar en la pequeña Esmeralda un tremendo y comprensible trauma; pero la divina Providencia, que tenía unos designios muy otros sobre ella, se sirvió de lo ocurrido para atraer hacia los bienes celestiales su corazón, por lo demás ya bien dispuesto para las decisiones más intrépidas y sublimes. Y así la muerte de su prometido impulsó suave pero fuertemente a Esmeralda a considerar en su verdadera realidad y a la luz de lo sobrenatural la vanidad de las
64 cosas terrenas y de los placeres mundanos, por lo que, no obstante las reiteradas presiones de los familiares y las óptimas ocasiones que se presentaban para un nuevo noviazgo, permaneció firme en su decisión de renunciar a tales ofertas, decidiendo a la vez consagrarse a Dios en la vida religiosa, decisión madurada a la edad de catorce años aproximadamente. Los familiares, sin embargo, y especialmente el padre, no estaban dispuestos en absoluto a secundar las aspiraciones de aquella jovencita, por lo que se originó un inevitable conflicto familiar, que la empujó a ella incluso a intentar una fuga inútil de la casa paterna, pero que se resolvió finalmente a su favor cuando, hacia la mitad de 1448, durante uno de sus acostumbrados viajes comerciales, el padre falleció de repente en Cerdeña. La espera se prolongó todavía un año, ya que sólo a finales de 1449 pudo Esmeralda saciar su ardiente sed entrando en el monasterio de las Clarisas de Santa María de Basicó en Mesina, donde le fue impuesto el nombre de Sor Eustaquia. Tenía cosa de unos 15 años y medio. Desde el noviciado la joven hermana se distinguió por su piedad y virtudes sobresalientes. Era, en efecto, increíble el empeño, ímpetu y entusiasmo con que sor Eustaquia se aplicó a vivir su vocación dedicándose a la oración, a la meditación asidua de la Pasión de Cristo, a la mortificación, al servicio de las enfermas; sus progresos en la vida de perfección fueron tan conspicuos y evidentes, que le atrajeron la admiración, estima y veneración de las hermanas. No contenta, empero, con atender a su perfección personal, sor Eustaquia deseaba ardientemente que todo el monasterio resplandeciese por la observancia ejemplar de la Regla. Por desgracia, en aquellos años precisamente, la abadesa, sor Flos Milloso, con una acción progresiva y tenaz y con fines no del todo laudables, había sustraído al monasterio de la dirección espiritual de los franciscanos Observantes, y, aunque no desatendiera las necesidades espirituales de las monjas, estaba demasiado inmiscuida e inmersa en asuntos terrenos y temporales. Todo eso había creado un cierto malestar y contrariedad profunda en las hermanas más sensibles y fervorosas, entre las que destacaba sor Eustaquia, y como no sirvieron de nada los esfuerzos e intentos de reconducir a una disciplina más severa la vida regular del monasterio, nuestra Santa y algunas otras hermanas decidieron buscar en otra parte lo que faltaba en Basicó; así maduró en ellas el propósito de fundar un nuevo monasterio según el genuino espíritu de la pobreza
65 franciscana y bajo la dirección espiritual de los Hermanos Menores de la Observancia. Obtenida la necesaria autorización pontificia, con los medios que le proporcionaron su madre y su hermana y la eficaz colaboración del noble de Mesina Bartolomé Ansalone, apoyada moralmente por una monja del monasterio de Basicó, sor Jacoba Pollicino, la única que la siguió en la difícil empresa y que permaneció fielmente junto a ella hasta la muerte, superando inmensos obstáculos, soportando violentas adversidades y contradicciones internas y externas, en 1460 sor Eustaquia se trasladó a los locales de un viejo hospital adaptados para monasterio. Allí la siguieron su hermana carnal Mita (Margarita) y una joven sobrina. Muy pronto se unieron otras mujeres al pequeño grupo. Pero se les fueron acumulando dificultades materiales y morales, por lo que las monjas tuvieron que dejar el viejo hospital a la vez que encontraron generosa hospitalidad en la casa de una congregación de la Tercera Orden Franciscana, situada en el barrio Montevergine de Mesina, adonde se trasladaron a comienzos de 1464. Con la ayuda de bienhechores, la nueva residencia pudo ser convenientemente ampliada y adaptada para monasterio. Y así tuvo su origen el monasterio de Montevergine, en el que muy pronto una multitud de almas nobles y generosas, entre ellas la madre misma de Eustaquia, solicitaron el ingreso para compartir allí la vida pobre y evangélica. Convertida en madre espiritual de sus hijas, Eustaquia las instruyó, educó y formó en la vida franciscana, estimulándolas a la meditación de la Pasión de Cristo, comunicándoles los frutos de sus propias experiencias ascéticas, infundiendo en sus corazones el amor a las virtudes que ella misma practicaba con admirable constancia y heroísmo, empapando sus vidas en la espiritualidad simple y generosa del franciscanismo, espiritualidad que descansaba en el cristocentrismo, es decir en Cristo amante y sufriente, y en la devoción a la Eucaristía, sacando de una vida litúrgica intensa y sentida el alimento para las meditaciones diarias. Sor Eustaquia murió en el monasterio de Montevergine (Mesina) el 20 de enero de 1485, dejando una ferviente y acreditada comunidad religiosa de cerca de 50 monjas, el perfume de sus virtudes y la fama de su santidad.
66 Días después de la sepultura se manifestaron en su sepulcro y en su cuerpo fenómenos extraordinarios que dieron origen a una popular y vasta devoción hacia ella. Impulsadas por aquellos acontecimientos y ante los ruegos de personalidades eclesiásticas y civiles, las monjas de Montevergine escribieron una biografía de su venerada madre y fundadora, mientras la fiel compañera de Eustaquia, sor Jacoba Pollicino, en dos cartas dirigidas a sor Cecilia Coppoli, abadesa del monasterio de Santa Lucía de Foligno, describía rasgos conmovedores y admirables de la Santa, en los que confirmaba o completaba cuanto de más interesante y virtuoso había notado en ella. Por su parte, el pueblo de Dios experimentaba de diversos modos y en variadas circunstancias que sor Eustaquia tenía ante el Altísimo un eficaz poder de intercesión. El año 1782, Pío VI aprobó el culto inmemorial que se tributaba a la bendita monja. Y Juan Pablo II la canonizó en Mesina el 11 de junio de 1988.
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Mártires de Vietnam (+1745-1862) - Andrés Dung-Lac, presbítero - Tomás Thien y Emanuel Phung, laicos - Jerónimo Hermosilla, Valentín Berrio Ochoa, O.P. y otros 6 obispos - Teofano Venard, presbítero M.E.P. y 105 compañeros, mártires LA IGLESIA DEL VIETNAM FECUNDADA CON LA SANGRE DE LOS MÁRTIRES
El trabajo de evangelización, llevado a cabo desde el inicio del siglo XVI y consolidado con los primeros Vicariatos apostólicos del Norte (DángNgoái) y del Sur (Dáng-Trong) en el 1659, ha tenido en el trascurso de los siglos un admirable desarrollo. Actualmente, las Diócesis son 25 (10 en el Norte, 6 en el Centro y 9 en el Sur) y los católicos son, aproximadamente, 6 millones (casi el 10% de la población); la Jerarquía Católica Vietnamita ha sido constituida por el Papa Juan XXIII el 24 de noviembre de 1960.
68 Este resultado se debe al hecho que, desde los primeros años, la semilla de la Fe se ha mezclado, en el territorio vietnamita, con la abundante sangre de los Mártires, tanto del clero misionero como del clero local y del pueblo cristiano de Vietnam. Juntos han soportado las fatigas del trabajo apostólico, como si se hubiesen puesto de acuerdo, han afrontado incluso la muerte para dar testimonio de la verdad evangélica. La historia religiosa de la Iglesia vietnamita señala que han existido un total de 53 Edictos, firmados por los Señores TRINH y NGUYEN o por los Reyes que, durante más de dos siglos, en total 261 años (1625-1886), han decretado contra los cristianos persecuciones una más cruel que la otra. Son alrededor de unas 130.000 las víctimas caídas por todo el territorio nacional. A lo largo de los siglos, estos mártires de la Fe ha sido enterrados en forma anónima, pero su recuerdo permanece vivo en el espíritu de la comunidad católica. Desde el inicio del siglo XX, 117 de este gran grupo de héroes, martirizados cruelmente, han sido elegidos y elevados al honor de los altares por la Santa Sede en 4 Beatificaciones: En el 1900, por el Papa León XIII, 64 personas En el 1906, por el Papa S. Pío X, 8 personas En el 1909, por el Papa S. Pío X, 20 personas En el 1951, por el Papa Pío XII, 25 personas clasificadas así: 11 españoles: todos Dominicos: 6 Obispos, 5 Sacerdotes; 10 franceses: todos de las Misiones Extranjeras de París: 2 Obispos, 8 Sacerdotes; 96 vietnamitas: 37 Sacerdotes (11 de ellos dominicos) y 59 Cristianos (entre ellos: 1 seminarista, 16 catequistas, 10 terciarios dominicos y 1 mujer). "Estos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero" (Apoc 7, 13-14), según el siguiente orden cronológico: 2 caídos bajo el reinado de TRINH-DOANH (1740-1767) 2 caídos bajo el reinado de TRINH-SAM (1767-1782) 2 caídos bajo el reinado de CANH-TRINH (1782-1802) 58 caídos bajo el reinado del Rey MINH-MANO (18201840) 3 caídos bajo el reinado del Rey THIEU-TRI (18401847) 50 caídos bajo el reinado del Rey TU-DUC (1847-1883)
69 Y en el lugar del suplicio el Edicto real, colocado junto a cada uno de los ajusticiados, precisa el tipo de sentencia: 75 condenados a la decapitación, 22 condenados a ser estrangulados, 6 condenados al fuego, quemados vivos, 5 condenados al desgarro de los miembros del cuerpo, 9 muertos en la cárcel debido a las torturas. LISTA DE LOS 117 MÁRTIRES DE VIETNAM 1. Andrés DUNG-LAC, Sacerdote 21-12-1839 2. Domingo HENARES, Obispo O.P. 25-06-1838 3. Clemente Ignacio DELGADO CEBRIAN, Obispo O.P. 12-07-1838 4. Pedro Rosa Úrsula BORIE, Obispo M.E.P. 24-11-1838 5. José María DIAZ SANJURJO, Obispo O.P. 20-07-1857 6. Melchor GARCIA SAMPEDRO SUAREZ, Obispo O.P. 28-07-1858 7. Jerónimo HERMOSILLA, Obispo O.P. O1-11-1861 8. Valentín BERRIO OCHOA, Obispo O.P. 01-11-1861 9. Esteban Teodoro CUENOT, Obispo M.E.P. 14-11-1861 10. Francisco GIL DE FEDERICH, Sacerdote O.P. 22-O11745 11. Mateo ALONSO LECINIANA, Sacerdote O.P. 22-O11745 12. Jacinto CASTANEDA, Sacerdote O.P. 07-11-1773 13. Vicente LE OUANG LIEM, Sacerdote O.P. 07-11-1773 14. Emanuel NGUYEN VAN TRIEU, Sacerdote 17-09-1798 15. Juan DAT, Sacerdote 28-10-1798 16. Pedro LE TuY, Sacerdote 11-10-1833 17. Francisco Isidoro GAGELIN, Sacerdote M.E.P. 17-101833 18. José MARCHAND, Sacerdote M.E.P. 30-11-1835 19. Juan Carlos CORNAY, Sacerdote M.E.P. 20-09-1837 20. Vicente DO YEN, Sacerdote O.P. 30-06-1838 21. Pedro NGUYEN BA TUAN, Sacerdote 15-07-1838 22. José FERNANDEZ, Sacerdote O.P. 24-07-1838 23. Bernardo VU VAN DUE, Sacerdote 01-08-1838 24. Domingo NGUYEN VAN HANH (DIEU), Sacerdote O.P. 01-08-1838 25. Santiago Do MAI NAM, Sacerdote 12-08-1838 26. José DANG DINH (NIEN) VIEN, Sacerdote 21-08-1838 27. Pedro NGUYEN VAN TU, Sacerdote O.P. 05-09-1838 28. Francisco JACCARD, Sacerdote M.E.P. 21-09-1838
70 29. Vicente NGUYEN THE DIEM, Sacerdote 24-11-1838 30. Pedro VO BANG KHOA, Sacerdote 24-11-1838 31. Domingo TUOC, Sacerdote O.P. 02-04-1839 32. Tomás DINH VIET Du, Sacerdote O.P. 26-11-1839 33. Domingo NGUYEN VAN (DOAN) XUYEN, Sacerdote O.P. 26-11-1839 34. Pedro PHAM VAN TIZI, Sacerdote 21-12-1839 35. Pablo PHAN KHAc KHOAN, Sacerdote 28-04-1840 36. José DO QUANG HIEN, Sacerdote O.P. 09-05-1840 37. Lucas Vu BA LOAN, Sacerdote 05-06-1840 38. Domingo TRACH (DOAI), Sacerdote O.P. 18-09-1840 39. Pablo NGUYEN NGAN, Sacerdote 08-11-1840 40. José NGUYEN DINH NGHI, Sacerdote 08-11-1840 41. Martín TA Duc THINH, Sacerdote 08-11-1840 42. Pedro KHANH, Sacerdote 12-07-1842 43. Agustín SCHOEFFLER, Sacerdote M.E.P. 01-05-1851 44. Juan Luis BONNARD, Sacerdote M.E.P. 01-05-1852 45. Felipe PHAN VAN MINH, Sacerdote 03-07-1853 46. Lorenzo NGUYEN VAN HUONG, Sacerdote 27-041856 47. Pablo LE BAo TINH, Sacerdote 06-04-1857 48. Domingo MAU, Sacerdote O.P. 05-11-1858 49. Pablo LE VAN Loc, Sacerdote 13-02-1859 50. Domingo CAM, Sacerdote T.O.P. 11-03-1859 51. Pedro DOAN LONG QUY, Sacerdote 31-07-1859 52. Pedro Francisco NERON, Sacerdote M.E.P. 03-11-1860 53. Tomás KHUONG, Sacerdote T.O.P. 30-01-1861 54. Juan Teofano VENARD, Sacerdote M.E.P. 02-02-1861 55. Pedro NGUYEN VAN Luu, Sacerdote 07-04-1861 56. José TUAN, Sacerdote O.P. 30-04-1861 57. Juan DOAN TRINH HOAN, Sacerdote 26-05-1861 58. Pedro ALMATO RIBERA, Sacerdote O.P. 01-11-1861 59. Pablo TONG VIET BUONG, Laico 23-10-1833 60. Andrés TRAN VAN THONG, Laico 28-11-1835 61. Francisco Javier CAN, Catequista 20-11-1837 62. Francisco DO VAN (HIEN) CHIEU, Catequista 25-061838 63. José NGUYEN DINH UPEN, Catequista T.O.P. 03-071838 64. Pedro NGUYEN DicH, Laico 12-08-1838 65. Miguel NGUYEN HUY MY, Laico 12-08-1838 66. José HOANG LUONG CANH, Laico T.O.P. 05-09-1838 67. Tomás TRAN VAN THIEN, Seminarista 21-09-1838
71 68. Pedro TRUONG VAN DUONG, Catequista 18-12-1838 69. Pablo NGUYEN VAN MY, Catequista 18-12-1838 70. Pedro VU VAN TRUAT, Catequista 18-12-1838 71. Agustín PHAN VIET Huy, Laico 13-06-1839 72. Nicolás BUI DUC THE, Laico 13-06-1839 73. Domingo (Nicolás) DINH DAT, Laico 18-07-1839 74. Tomás NGUYEN VAN DE, Laico T.O.P. 19-12-1839 75. Francisco Javier HA THONG MAU, Catequista T.O.P. 19-12-1839 76. Agustín NGUYEN VAN MOI, Laico T.O.P. 19-12-1839 77. Domingo Bui VAN UY, Catequista T.O.P. 19-12-1839 78. Esteban NGUYEN VAN VINTI, Laico T.O.P. 19-12-1839 79. Pedro NGUYEN VAN HIEU, Catequista 28-04-1840 80. Juan Bautista DINH VAN THANH, Catequista 28-041840 81. Antonio NGUYEN HUU (NAM) QUYNH, Laico 10-071840 82. Pietro NGUYEN KHAC Tu, Catequista 10-07-1840 83. Tomás TOAN, Catequista T.O.P. 21-07-1840 84. Juan Bautista CON, Laico 08-11-1840 85. Martín THO, Laico 08-11-1840 86. Simón PHAN DAc HOA, Laico 12-12-1840 87. Inés LE THi THANH (DE), Laica 12-07-1841 88. Mateo LE VAN GAM, Laico 11-05-1847 89. José NGUYEN VAN Luu, Catequista 02-05-1854 90. Andrés NGUYEN Kim THONG (NAM THUONG), Catequista 15-07-1855 91. Miguel Ho DINH HY, Laico 22-05-1857 92. Pedro DOAN VAN, Catequista 25-05-1857 93. Francisco PHAN VAN TRUNG, Laico 06-10-1858 94. Domingo PHAM THONG (AN) KHAM, Laico T.O.P. 1301-1859 95. Lucas PHAM THONG (CAI) THIN, Laico 13-01-1859 96. José PHAM THONG (CAI) TA, Laico 13-01-1859 97. Pablo HANH, Laico 28-05-1859 98. Emanuel LE VAN PHUNG, Laico 31-07-1859 99. José LE DANG THI, Laico 24-10-1860 100. Mateo NGUYEN VAN (NGUYEN) PHUONG, Laico 2605-1861 101. José NGUYEN DUY KHANG, Catequista T.O.P. 06-111861 102. José TUAN, Laico 07-01-1862 103. José TUC, Laico 01-06-1862
72 104. Domingo NINH, Laico 02-06-1862 105. Domingo TORI, Laico 05-06-1862 106. Lorenzo NGON, Laico 22-05-1862 107. Pallo (DONG) DUONG, Laico 03-06-1862 108. Domingo HUYEN, Laico 05-06-1862 109. Pedro DUNG, Laico 06-06-1862 110. Vicente DUONG, Laico 06-06-1862 111. Pedro THUAN, Laico 06-06-1862 112. Domingo MAO, Laico 16-06-1862 113. Domingo NGUYEN, Laico 16-06-1862 114. Domingo NHI, Laico 16-06-1862 115. Andrés TUONG, Laico 16-06-1862 116. Vicente TUONG, Laico 16-06-1862 117. Pedro DA, Laico 17-06-1862 _______________________ O.P. : Orden de los Predicadores (Dominicos) T.O.P.: Terciario de la Orden de los Predicadores M.E.P.: Sociedad de las Misiones Extranjeras de París. Agustín Phan Viet Huy y Nicolás Bui Viet The: Cuando en 1838 y tras un viaje a la corte del emperador Mmh-Manh, el gobernador del Tonkín occidental regresó dispuesto a acabar con el cristianismo en su zona, decidió empezar por la depuración del ejército. Llamó a todos los cristianos enrolados en las filas y les exigió la apostasía. Apostataron todos menos tres: Agustín, Nicolás, y su compañero santo Domingo Dat. Fueron los tres cruelmente torturados, sin que apostatasen, y como esto no se lograba se recurrió al truco de drogarlos. Drogados, en efecto, pisotearon la cruz. Fueron entonces dejados libres, licenciados y se les dio dinero para volver a sus casas. Pero, pasada la droga, los jóvenes se negaron a ser tenidos por apóstatas y así se lo hicieron saber al gobernador, el cual volvió a torturarlos y, no logrando nada de ellos, mandó que fueran remitidos cada uno a su respectivo pueblo, tenidos por apóstatas e impedidos de volver con la alegación de que su apostasía no era válida. Entonces los jóvenes decidieron ir en persona a la capital, Hué, y entregar su profesión de fe al propio emperador. La familia de Domingo -que por este motivo será martirizado más tarde- no lo dejó ir, y partieron Agustín y Nicolás. Entregada su profesión de fe al Emperador, éste le puso en el dilema de la apostasía o la muerte. Los dos jóvenes eligieron la muerte. Llevados a un barco en alta mar, fueron cortados por medio y sus cuerpos arrojados al mar, a fin de impedir que los cristianos los tomaran y veneraran como cuerpos de mártires.
73 Domingo Nicolás Dinh Dat, nació en Phu-Nai, en el Tonkin occidental, y había optado en su juventud por enrolarse en el ejército del gobernador. Éste primero toleró a los cristianos, pero luego se avino a las leyes persecutorias y mandó a Domingo y demás soldados cristianos que apostatasen. Domingo y dos más, Agustín y Nicolás, se negaron. Los demás apostataron. Torturados, resistieron firmes en la fe, pero fueron drogados posteriormente y pisotearon la cruz, por lo que fueron declarados apóstatas y dejados libres, y se les entregó un dinero para que volviesen a sus pueblos. Los tres jóvenes, sin embargo, cuando se les pasó el efecto de la droga, volvieron a afirmar su fe ante el gobernador, que con nuevas torturas no logró su apostasía. En vista de ello los envió a sus respectivos pueblos, insistiendo ante las autoridades locales en que los tuvieran por apóstatas. Decidieron entonces ir a Hué a entregar personalmente al emperador el testimonio de su fe. Pero los padres de Domingo lo retuvieron y no pudo ir a Hué. Aquí sus compañeros fueron martirizados. Domingo insistía en proclamar su fe, y ello le valió nuevo arresto. Llevado a Nam-Dinh, se le sentenció a muerte, y cuando llegó la confirmación de la sentencia fue decapitado el 18 de julio de 1839. Agustín Schoeffler, Era natural de Mittelbronn, en Lorena, donde nació el 22 de noviembre de 1822. En su adolescencia, opta por la vocación eclesiástica e ingresa en el seminario de Pont-a-Mausson, dirigido por los dominicos. Por su influencia se hace terciario dominico. Pero en su interior sentía una voz poderosa que le llamaba a la evangelización de los infieles y decide por ello en 1846 ingresar en el seminario de Misiones Extranjeras de París. Aquí concluye los estudios y se ordena sacerdote el 29 de mayo de 1847. Seguidamente y con la esperanza del martirio se ofrece a las dificilísimas misiones del Tonkín. Llegado a este país, tiene que dedicar los primeros meses al conocimiento del idioma, luego acompaña al Vicario Apostólico en una gira por los diferentes puestos misionales y finalmente se le asigna el de Bau-No en la provincia de Xu Doal. Su salud no era buena pero puso lo mejor de sí mismo en la tarea misionera, atendiendo a los fieles, y preparando para el bautismo a 23 catecúmenos, a los que pudo administrar el sacramento con gran alegría de su corazón. La persecución se hizo muy intensa en 1851, pero él no dejó de ejercer su ministerio por los pueblos y aldeas de su distrito. En una de ellas estaba el 2 de marzo cuando fue delatado y arrestado. El día 23 de marzo compareció ante el tribunal, que le interrogó por las razones de su presencia en el país. El misionero
74 confesó su fe cristiana y sus propósitos evangelizadores, y ello le valió la sentencia de muerte, que necesitaba ser confirmada por el rey. Le esperaba una horrible prisión junto a presos comunes, en un calabozo hediondo, con la canga al cuello y grilletes en las manos y pies. Comprando a los carceleros, lograron los cristianos que pasara a una celda individual. Y lograron también que pudiera entrar un sacerdote en la prisión y administrarle el sacramento de la penitencia. Llegada la confirmación de la sentencia el 11 de abril, se fijó el 1 de mayo para la ejecución. Cuando fue sacado para ir al sitio del martirio, llevaban delante de él un rótulo en el que se expresaba que era condenado a muerte por haberse introducido en el país y haber predicado una religión prohibida. El sacerdote llevaba en sus manos un crucifijo que besaba repetidamente. Al llegar al sitio señalado, hubo de dejar sus ropas y sobre ellas colocó el crucifijo. Se arrodilló y ofreció su cuello, que fue cortado de tres golpes. Al día siguiente un cristiano logró llevarse el cadáver a su casa. Andrés Dung Lac, Nació en la provincia de Bac-Ninch, en el actual Vietnam, que era en aquel momento Cochinchina, de padres paganos, y tan pobres que se deshicieron de él vendiéndolo a un catequista. Éste lo llevó a la misión de Vinh-Tri, donde fue bautizado, educado, y después de ocho años promovido a catequista. Pasó diez años con éxito en esa tarea, llevado a cabo estudios teológicos, coronados el 15 de marzo de 1823 con la ordenación sacerdotal. Párroco en varias parroquias, se encontraba en la de Ke-Dam, desde donde, por el inicio de las persecuciones, se vio obligado a retirarse a Ke-Sui, desde donde administraba los sacramentos a varias comunidades. Allí fue detenido por primera vez y llevado a la prefectura de Ly-Nham, pero fue rescatado por la generosidad de los cristianos que le ofrecieron añ Mandarín tres barras de plata. Así que, para continuar su ministerio, cambió su nombre de Dung por el de Lac, pasó a otra prefectura y dio rienda suelta a su entusiasmo, desplegando su actividad audazmente en las provincias de Hanoi y Nam-Dinh: «Los que mueren por la fe, ascienden al cielo, nosotros, en cambio, nos escondemos todo el tiempo, gastamos dinero para escapar de los perseguidores ¡Sería mejor el arresto y la muerte!». Se escuchó su deseo cuatro años más tarde, el 10 de noviembre 1839, mientras se encontraba en Ke-Song, fue descubierto en la casa de san Pedro Truong Van Thi por el alcalde Phap, que acabó soltándolo -sólo a Andrés, porque había pedido el doble de dinero y no se le reuniómediante el pago de doscientas piezas de plata recogidas entre los
75 cristianos. Libertad brevísima, porque subió a la barca para cruzar el río y cuando ya estaba a punto de alcanzar la otra orilla trastabilló y tendió la mano para ser ayudado a salir; quién le ayudó fue el secretario del prefecto, que lo reconoció, exclamando: "¡Me capturado un maestro de religión! Arrestado y llevado a la prisión en Hanoi (16 de noviembre de 1839), fue sometido a varios interrogaciones e invitaciones a la apostasía y a pisotear la cruz, pero, manteniéndose firme en la profesión de la fe, fue sentenciado a la decapitación. Aprobada por el rey, la sentencia se llevó a cabo el 21 de diciembre 1839. Pedro Truong Van Thi, nació en una familia cristiana humilde, en 1763, a Ke-So, en la provincia de Hanoi, Pedro se convirtió en catequista en 1796, y por su ardiente caridad, y su vivo celo religioso se les permitido llegar al sacerdocio, recibiendo las órdenes sagradas el 22 de marzo de 1806. Fue asignado primero a la cristiandad de Song-Chay, y trasladado en 1832 a Ke-Song, donde, a pesar de su frágil salud, trabajó incansablemente en favor de los fieles confiados a su cuidado espiritual. Durante seis años Predro ejerció su ministerio sacerdotal en Ke-Song, hasta que el jefe de esa aldea, el pagano Phap, que hasta entonces no había hostigado en modo alguno a los cristianos locales, pensó en arrestarlo, más por codicia del dinero que por odio de la religión católica; así se hizo con los dos prisioneros, Andrés y Pedro, por los que pidió un rescate, del que se le pagó sólo la mitad, y dejó libre, como vimos antes, sólo a Andrés; pero al enterarse el venal alcalde de que éste fue nuevamente apresado, pero esta vez por una instancia más alta, tuvo miedo de que se descubriera su negocio, y remitió a Pedro Binh-Luc, donde ya estaba Andrés, y donde fue junto con éste atormentado, invitado a apostatar, y finalmente condenado a la decapitación, que se cumplió el mismo día. El misionero francés Jeantet, que había conocido personalmente a Pedro en 1835, en Ke-Song, escribió de él en una carta de fecha 13 de abril 1840 a Girod, vicario general de la diócesis de Saint-Claude: «La gracia ha triunfado sobre todas las debilidades humanas y dio a su naturaleza dócil una fuerza que no estaba en él.» Andrés Nguyên Kim Thông Nam (Nam Thuông), nació en Go-Ti, Tonkín, el año 1790 en el seno de una familia cristiana. Educado esmeradamente, el joven manifestó su voluntad de colaborar con la Iglesia, y ejerció como catequista con mucha responsabilidad, siendo nombrado responsable de todos los catequistas del distrito misional de Binh-Dinh. Por otro lado su prestigio como persona honesta le valió el
76 nombramiento de alcalde de su pueblo, puesto que aprovechó para parar cuantos golpes persecutorios pudo contra la comunidad cristiana. Un sobrino suyo, a quien él había reprochado una conducta desarreglada, lo denunció como cristiano. Fue arrestado y llevado a Binh-Dinh. Encarcelado, se le permitía, sin embargo, salir y visitar a los suyos y por temer represalias contra su familia no huyó. Llevado a juicio, confesó la fe, se negó a apartarse de ella y se le desterró a una lejana provincia, a la que iría en un viaje extenuante. Cargado con la canga y cadenas debió andar kilómetros y kilómetros sin descanso, hasta que quedó exhausto. Le quitaron, estando en Mitho, la canga y las cadenas pero Andrés cayó al suelo, se entregó a la oración y no pudo ya levantarse hasta morir. Andrés Tran Van Trông, en el poblado de Khám Duong, en Annam, fue encarcelado y atormentado atrozmente, por negarse a pisar la Cruz fue degollado en tiempo del emperador Minh Mang (1835). Antonio Nguyen Huu (Nam) Quynh, nació en Mi Huong, provincia de Quang-Binh, en 1768, hijo de un cristiano catequista que lo educó esmeradamente en la fe cristiana. Al llegar a la juventud optó por la vida militar y participó en una guerra civil, dejando el ejército cuando ya tenía el grado de capitán. Entonces se dedicó al comercio y al mismo tiempo hacía los estudios de medicina. Terminados éstos ejercía como médico, pero solamente a favor de los pobres y de manera gratuita, mientras vivía de sus negocios. Tenía fama de persona bondadosa. Fue arrestado por haber enviado a un criado a buscar a un misionero y este criado, forzado, declaró el objeto de su viaje, siendo entonces detenido el médico. Se mantuvo firme en la fe, pese a que fue bárbaramente azotado. Detenido en la cárcel, dio testimonio de gran mansedumbre y paciencia. Por fin se ordenó la ejecución de su sentencia de muerte. Pedro Nguyen Khac Tu, se había criado en la misión dominicana y lo había elegido como su compañero y catequista san Pedro Dumoulin Borie. Lo acompañó fielmente y siguió siendo su compañero cuando el misionero fue elegido obispo. Llegada la hora de la captura del obispo, no huyó sino que se dio a conocer como cristiano y catequista. No cedió a amenazas ni tormentos y se mantuvo fiel a Cristo. Martirizaron al misionero y a él lo dejaron en la cárcel para ver si las miserias de la prisión lo ablandaban. En vista de que esto no se lograba se procedió a estrangularlo en el mismo sitio en que había muerto meses antes el obispo misionero.
77 Clemente Ignacio Delgado Cebrián, obispo, fue celoso misionero perteneciente a la Orden de Santo Domingo. Nació en Villafeliche (Zaragoza, España) en 1762, y pertenecía al convento dominico de Calatayud. Fue consagrado obispo, y desplegó por casi cincuenta años una actividad misionera caracterizada por gran paciencia y dotes de gobierno. Fue vicario provincial de la misión y obispo desde 1794. Murió en la cárcel luego de una larga prisión y sufrimientos, murió de hambre y debilidad al alba del 12 de julio de 1838, fecha en la que debía realizarse su ejecución, por lo que igual fue decapitado, aunque ya había muerto. Fue sepultado en la iglesia de Bui-Chu. Domingo Câm, presbítero, en la ciudad de Hung Yên, en Tonquín, que durante muchos años, a escondidas y con peligro de la vida, ejerció el ministerio, pero finalmente, abrazando la cruz del Señor que con firmeza había rechazado pisotear, fue degollado por mandato del emperador Tu Duc (1859). Domingo Henares y Francisco Do Minh Chieu. Los setenta y dos años de vida de Santo Domingo Henares están divididos a partes iguales por la consagración episcopal: fue ordenado obispo a los treinta y seis años y fue decapitado treinta y seis años después. Nació en Baena, diócesis de Córdoba, el 19 de diciembre de 1765 en el seno de una familia muy humilde. A los 17 años recibió el hábito de Santo Domingo en el convento de Santa Cruz de Granada. Parece que obtuvo la admisión después de mucho insistir. En 1783 hizo la profesión religiosa. Recién profeso, y sólo iniciados los estudios teológicos, manifestó voluntad decidida de ser misionero. El ambiente apostólico del convento de Santa Cruz debía de ser muy bueno porque otros compañeros manifestaron el mismo deseo. Los dominicos ya contaban en España, y siguen contando, con la provincia del Santo Rosario que mira a las misiones en el Extremo Oriente. A ella se incorporó el joven dominico profeso del convento de Granada. Partió de Cádiz en septiembre de 1785 rumbo a Puerto Rico, Cuba, México y Filipinas, donde desembarcó el 9 de julio de 1786. La Universidad de Santo Tomás de Manila, regida por los dominicos, estaba en todo su esplendor. En ella concluyó sus estudios al mismo tiempo que impartía clases de humanidades. El 20 de septiembre de 1789 recibió la ordenación sacerdotal e inmediatamente fue destinado a las Misiones de Tonkín (hoy al norte de Vietnam). Llegó el 28 de octubre de 1790 junto con san Clemente Ignacio Delgado y otros dos padres dominicos. Uno de sus primeros cargos en la misión fue el de rector del
78 seminario para sacerdotes indígenas establecido en Tién-Chu, cargo en el que permaneció hasta 1798 en que fue nombrado vicario-provincial por el Capítulo de la Orden. Al fallecer el vicario apostólico Fr. Feliciano Alonso, le sucedió San Clemente Ignacio, que ya era su obispocoadjutor con derecho de sucesión. Inmediatamente designó a Fr. Domingo para vicario general. Los tiempos eran difíciles y cargados de malos presagios. San Clemente Ignacio procuró inmediatamente contar con su propio obispo coadjutor: el 9 de septiembre de 1800 obtenía del papa Pío VII para nuestro santo Domingo Henares el nombramiento con el título episcopal de Fez. La ordenación episcopal se retardó hasta el 9 de enero de 1803; tuvo lugar en Phunhay. Con sólo cuatro años de diferencia de edad, la labor pastoral de ambos santos transcurre en colaboración íntima hasta la muerte. Vidas largas de casi cincuenta años de apostolado misionero, convirtiendo a muchos paganos, erigiendo parroquias, formando y ordenando a numerosos sacerdotes indígenas, siempre escapando de perseguidores y delatores, en clima de evidente hostilidad. Causó admiración la rapidez con la que aprendió la lengua de los nativos y, más aún, su afabilidad no sólo con los conversos sino incluso con los mandarines, que con harto pesar se veían obligados a proceder contra él. Tratándose de un mártir, lo que más importó para los procesos de su beatificación y canonización fue documentar debidamente los datos de su persecución y muerte. Cuando el sanguinario rey de Tonkín, MinhManh, inició la persecución contra los cristianos, decidió, ante todo, acabar con los misioneros fijándose directamente en los pastores más sobresalientes de la grey: Delgado, Henares, Hermosilla, Ximeno... Nuestro Santo Domingo Henares, ya rebasados los setenta años, anduvo errante, huyendo de aquí para allá de los soldados que le buscaban por los diversos poblados. El 9 de junio de 1838 creyó ponerse a salvo con el fiel catequista Francisco Chieu en una pobre embarcación, pero los vientos fueron contrarios y tuvieron que volver a tierra. Hallaron refugio en la casita del pescador cristiano Nghiém. Pronto se enteró el prefecto del poblado Bat-Phang. Se puso en contacto con él, fingiéndose su amigo, e inmediatamente lo traicionó. Los mandarines lo arrestaron junto con los mencionados Chieu y Nghiém. Todo sucedió con rapidez. El 11 de junio fue conducido a Nam Dinh junto con sus dos compañeros. A él, seguramente por la debilidad de la vejez, lo conducían encerrado en una jaula, seguido de sus compañeros que iban a pie cargados de cadenas. Nada más llegar fue condenado a
79 muerte. Lo decapitaron el día 25 del mismo mes de junio, junto a Francisco Chieu. San Jerónimo Hermosilla, decapitado veintitrés años después, dejó escrito el siguiente elogio de santo Domingo Henares: «Pureza extrema de vida, celo insaciable por la salvación de las almas, sed ardiente del martirio, evangélicamente pobre para sí mismo y prodigiosamente generoso con los necesitados». Domingo Mâu, nativo de Vietnam, ya sacerdote, pidió y obtuvo permiso para entrar en la Orden Dominicana. Ejerció por largo tiempo y con entusiasmo su ministerio apostólico, aun cuando arreciaba la sangrienta persecución anticristiana. Confinado en la cárcel, continuó brindándose por el bien de las almas, confortando y asistiendo a los católicos que estaban sufriendo la cárcel con él, o meditando intensamente y rezando. Así, con ánimo sereno y fuerte, se preparó para recibir la gloria del martirio por decapitación. Domingo Ngon, en la ciudad de An-Xá, en Tonquín, padre de familia y labrador, que al exigirle los soldados que pisotease una cruz, se postró y la adoró, y así profesó valientemente ante el juez que era cristiano, por lo que fue decapitado de inmediato. Domingo Nguyen Van Hanh, llamado también Dieu o Dien, había nacido en Nghe-Anh y había sido acogido por el santo obispo Clemente Ignacio Delgado siendo muy joven para que sirviera a la misión. Sus buenas cualidades y actitudes le hacían apto para el sacerdocio y el joven fue aceptado para prepararse al mismo, pero sintió la vocación religiosa y pidió ser admitido en la Orden de Predicadores, en la que hizo el noviciado y pronunció los votos religiosos el 22 de agosto de 1826. Posteriormente completó sus estudios y fue ordenado sacerdote, ejerciendo con gran celo desde entonces su ministerio. Llegada la persecución se escondió, pero fue traicionado por dos personas falsas amigas y fue capturado el 8 de junio de 1838. Encerrado en la cárcel de Nam-Dinh, se le intimó en numerosas ocasiones para que apostatara y se le aplicó varias veces el tormento de los azotes, derramando abundante sangre, pero sin que nunca titubeara o mostrara la menor debilidad en la profesión de la fe. Por fin fue juzgado y condenado a muerte el 28 de junio de aquel mismo año y quedó en la cárcel a la espera de la confirmación real de la condena de muerte, siendo ejecutado cuando ésta llegó. Bernardo Vu Van Due nació en Quan-Anh hacia 1755 en el seno de una familia cristiana. De niño ya sintió la vocación sacerdotal. Hechos los estudios fue ordenado por san Clemente Ignacio Delgado. Trabajó
80 seguidamente muchos años como buen ministro del Señor y era ya muy anciano y estaba sordo y casi ciego cuando estalló la persecución. Vivía retirado en la población de Trung-Lé. Llegados allí los soldados, destruyeron la misión y buscaron a los misioneros. Los cristianos intentaron salvarlo escondiéndolo en sus casas, pero cuando el anciano supo que el vicario apostólico había sido detenido, comenzó a dar voces diciendo que él era cristiano. Para no delatarlo ni tenerlo en casa, pues sus gritos eran un peligro para sus hospedadores, lo llevaron a la choza de un leproso, donde por fin fue localizado y arrestado. Llevado a la cárcel de Nam-Dinh se mantuvo firme en la confesión de la fe, y pese a que querían salvarlo por ser tan anciano, no hubo modo de que apostatara. El día 28 de junio de 1838 fue condenado a muerte, lo que era ilegal pues estaba vedado por la ley ejecutar a los ancianos. Pero las autoridades locales insistieron en que había que dar con él un escarmiento y el rey confirmó la sentencia. Domingo Nguyen, médico, Domingo Nhi, Domingo Mao, Vicente y Andrés Tuong, agricultores. El cristianismo no se implantó en la tierra vietnamita solamente en las clases populares y modestas. También hubo personas ricas y de clase acomodada que se abrieron al evangelio y lo hicieron el centro de sus vidas. Los perseguidores del nombre cristiano quisieron dejar claro que la posición social no iba a ser una defensa frente a las medidas persecutorias y que no se pensaba permitir el cristianismo ni a los pobres ni a los ricos. El prefecto de Xuang-Trang quiso dar un escarmiento en su distrito arrestando y sometiendo a juicio a cinco hombres de clase distinguida y rica, cuyo cristianismo le había sido asegurado, y cuya apostasía esperaba lograr como ejemplo para que gente más modesta les siguiera. El arresto tuvo lugar en diciembre del año 1861 y se les intimó formalmente a apostatar del cristianismo, amenazándoles con severos castigos si se negaban. Los cinco se negaron de forma unánime sin que las amenazas les hicieran la mínima mella. Entonces ideó el prefecto una pena de destierro que iba a ser acompañada de una verdadera tortura: deberían ir andando hasta Lang-Coc, en la prefectura de Vu-Ban, pero cargados ya con la canga y con cadenas en las manos y pies. Los confesores de la fe se dispusieron a abordar su martirio con generosa entrega al Señor. Pasaron en el camino grandes penalidades, llegaron agotados al sitio de su destierro y una vez allí se les recluyó en la cárcel, pero ninguno de ellos mostró debilidad moral sino que se mantuvieron firmes en la verdadera fe. Sabiendo que la perseverancia final es gracia de Dios, a todas horas la pedían al Señor con ánimo humilde, y para hacerse capaces de ella decidieron ayunar tres veces por semana en la
81 cárcel, solicitando de la misericordia de Dios la perseverancia. La vida en la cárcel estuvo animada por la fe, la caridad mutua y la intensa oración. Separados de sus familias, debieron pasar muchos malos tratamientos y privaciones que ofrecían al Señor con entrega y confianza. El 15 de junio de 1862, luego de seis meses de dolores pasados desde su arresto, fueron llevados a la subprefectura de Yau a padecer un nuevo interrogatorio y juicio. El juez volvió a intimarles la orden de apostasía y ellos manifestaron que eran hombres hechos y derechos que no se volvían atrás de sus convicciones por torturas y malos tratos y que con la ayuda de Dios pensaban perseverar en la fe cristiana hasta la muerte. El juez, frustrado e impotente ante aquella confesión de fe, mandó que al día siguiente fueran decapitados. Los cinco se dispusieron en la oración al martirio y rogaron al verdugo que los degollara de tres golpes para que su martirio, como su bautismo, fuese en el nombre de la Trinidad. Y así sucedió. Domingo Nhi era natural de Ngoc-Cuc, donde vivía y era un rico terrateniente; Domingo Mao era natural de Fu-Yen, en la provincia de Nam-Dinh, y se había establecido en Ngoc-Cuc como rico agricultor; Domingo Nguyen era de Ngoc-Cuc, donde ejercía la medicina con gran crédito; Andrés Tuong era natural de Fu-Yen y se había trasladado a Ngoc-Cuc, donde vivía como rico terrateniente; y Vicente Tuong era igualmente de Fu-Yen, y se había venido a vivir a Ngoc-Cuc, donde era juez suplente y vivía de su rico patrimonio. Domingo Nicolás Dinh Dat, nació en Phu-Nai, en el Tonkin occidental, y había optado en su juventud por enrolarse en el ejército del gobernador. Éste primero toleró a los cristianos, pero luego se avino a las leyes persecutorias y mandó a Domingo y demás soldados cristianos que apostatasen. Domingo y dos más, Agustín y Nicolás, se negaron. Los demás apostataron. Torturados, resistieron firmes en la fe, pero fueron drogados posteriormente y pisotearon la cruz, por lo que fueron declarados apóstatas y dejados libres, y se les entregó un dinero para que volviesen a sus pueblos. Los tres jóvenes, sin embargo, cuando se les pasó el efecto de la droga, volvieron a afirmar su fe ante el gobernador, que con nuevas torturas no logró su apostasía. En vista de ello los envió a sus respectivos pueblos, insistiendo ante las autoridades locales en que los tuvieran por apóstatas. Decidieron entonces ir a Hué a entregar personalmente al emperador el testimonio de su fe. Pero los padres de Domingo lo retuvieron y no pudo ir a Hué. Aquí sus compañeros fueron martirizados. Domingo insistía en proclamar su fe, y ello le valió nuevo arresto. Llevado a Nam-Dinh, se le sentenció a
82 muerte, y cuando llegó la confirmación de la sentencia fue decapitado el 18 de julio de 1839 Domingo Ninh, fue un joven vietnamita que dio un alto testimonio de fortaleza moral en la profesión y confesión de la fe cristiana, por la que dio la vida. Había nacido en Trung-Linh el año 1842. Se dedicaba a la agricultura, y siendo un adolescente fue literalmente arrastrado por su padre a contraer matrimonio con una joven a la que él no amaba. Por ello reaccionó negándose a consumar el matrimonio y a tener por válida aquella unión. Aficionado a la lectura, procuraba su propia formación humana y religiosa. Acusado de ser un cristiano fervoroso fue arrestado y conducido delante del tribunal. El joven confesó su fe sin ambages y no sirvieron amenazas ni promesas para llevarlo a pisotear la cruz y renegar de Cristo. Fue torturado, maltratado y metido en una dura prisión donde hubo de padecer muchísimo, sin que las miserias de su detención debilitasen su fuerte ánimo. Por fin fue condenado a muerte y decapitado en An-Triem el 2 de junio de 1862. Domingo Toai, nació en Dong-Thanh hacia 1810. Estaba casado, tenía tres hijos y se ganaba la vida como pescador. No disfrutaba de buena salud. Arrestado en el otoño de 1861, parece que habría podido sobornar a alguna autoridad para obtener la libertad pero no quiso apelar a ese medio y hubo de padecer nueve meses de cárcel. Aquí encontró otros cristianos presos, a los que animó a perseverar en la fe, como él mismo perseveraba, negándose repetidamente a apostatar. Domingo Huyen, era del mismo pueblo que su amigo y compañero en el oficio de pescador y más o menos de la misma edad. También estaba casado y tenía hijos Arrestado por el mismo tiempo, pasó a la cárcel de Tang-Ya, donde dio continuo testimonio de fe. Domingo Trach, nació en Ngai-Voi, Tonkín, el año 1792. En 1825 ingresa en la Orden de Predicadores donde hace la profesión religiosa. Ordenado sacerdote, ejercita su ministerio sucesivamente en QuamCong y en Luc-Thuy-Thuong, de cuyo seminario es nombrado director espiritual. Al estallar la persecución, se refugia en Tra-Lu, en casa de un amigo y en ella desarrolla cuanto trabajo apostólico puede, estando ya entonces muy debilitado por la tuberculosis. Fue a Nguong-Nhan a visitar a un sacerdote y allí fue arrestado y llevado a la cárcel de NamDinh, donde convirtió a santo Tomás Toan, que había tenido la debilidad de apostatar. Ni amenazas ni torturas lograron de él que apostatara y pisoteara la cruz, y por ello fue condenado a muerte. Confirmada la pena
83 por el rey, el 18 de septiembre de 1840 fue llevado al campo de las Siete Yugadas y allí decapitado. Esteban Teodoro Cuénot, nació en 1802. Hizo sus estudios en el seminario de las Misiones Extranjeras de París y llegó a Annam en 1829. En 1833 estalló una violenta persecución. Los superiores del P. Cuénot le enviaron a refugiarse en Siam con los seminaristas aborígenes que se preparaban para el sacerdocio. El futuro mártir sufrió en todas partes reveses y decepciones, pero no por eso menguaron su valor y su tesón, de suerte que, en 1835, fue consagrado en Singapur obispo coadjutor de Mons. Taberd. Aunque la persecución seguía haciendo estragos en Annam, Mons. Cuénot consiguió penetrar en el territorio. Como tenía que vivir oculto, su trabajo era especialmente difícil. Sin embargo, obró maravillas: reorganizó a los cristianos dispersos y alentó a los sacerdotes y catequistas asiáticos. No obstante las circunstancias adversas, su celo contagioso produjo numerosas conversiones. En quince años, Mons. Cuénot estableció tres vicariatos apostólicos en la Cochinchina. En cada uno de ellos había unos veinte sacerdotes. Debe notarse que, cuando Mons. Cuénot fue nombrado vicario apostólico, no había en toda la región más que una docena de sacerdotes y casi todos ellos eran ancianos y decrépitos. Al cabo de más de veinticinco años de episcopado, durante los cuales la persecución no había cesado, la provincia de Binh-Dinh, en la que los cristianos habían gozado hasta entonces de una paz relativa, se convirtió en el centro de una persecución fanática. El obispo se refugió en casa de un pagano, «quien le ocultó en una celda hábilmente construida en el espesor de un muro doble». Los perseguidores no lograron descubrir el escondite, pero, como hallasen ciertos objetos que le pertenecían, permanecieron al acecho. A los dos días, Mons. Cuénot, exhausto, enfermo e incapaz de soportar por más tiempo la sed que le consumía, salió de su escondite. Inmediatamente fue hecho prisionero. Los perseguidores le arrojaron en una estrecha jaula en la que tenía que estar doblado, y le transportaron en ella a la presencia del jefe de la principal población del distrito. Aunque se le dio cierta libertad de movimiento en el interior de una fortaleza, el mártir falleció a los pocos días, víctima de un violento ataque de disentería. Precisamente cuando acababa de morir, llegó de la capital la orden de decapitarle. Uno de los mandarines propuso que se ejecutase la sentencia en el cadáver, pero los otros dos se opusieron a ese inútil exceso de barbarle. Felipe Phan Van Minh, nació en Cai-Nong en 1815. Destacado creyente, acompañó al vicario apostólico cuando éste hubo de dejar el
84 país y dirigirse a Tailandia y Calcuta, donde residió. Aquí le ayudó en la redacción de un diccionario latino-annamita, siendo un acompañante fiel y leal del obispo. Muerto éste, volvió a su patria. Por fin, en 1840, se decidió por el sacerdocio e ingresó en el seminario de Penang. Terminados los estudios fue ordenado en 1846 y destinado a su pueblo natal, donde ejerció el sacerdocio con gran dedicación. Arreciando la persecución, se trasladó al poblado de Ma Bat donde fue acogido por una familia, pero Felipe temía que esta familia sufriera represalias por alojarlo y, entonces, decidió entregarse. Así lo hizo el 26 de febrero de 1853. Arrestado y juzgado, se le conminó repetidamente a apostatar pero no se logró de él sino una perseverante confesión de fe cristiana. Se le condenó al destierro, pero el rey Tu Duc en vez de confirmar la sentencia de exilio la conmutó por la de muerte. Francisco Javier Can, nació en Son-Mieng el año 1803. Era persona culta, estaba casado, y se ofreció para catequista, siéndole encargada la catequesis de la comunidad cristiana de Ké-Vinh. Su martirio se produjo al aceptar el encargo del vicario apostólico, Mons. Pedro Andrés Retord, de llevar una carta a la comunidad cristiana de Ké-Vac, que tenía problemas por el odio que le profesaba la parte pagana de la población. No hizo más que llegar cuando el jefe del grupo pagano lo arrestó, lo tuvo dos días preso y lo llevó luego al mandarín de Thanh-Dai. Éste le mostró varios objetos religiosos cristianos y le dijo que los reconociese como suyos, pero como no lo eran se negó a hacerlo. Entonces lo desnudaron, le pusieron una canga y, tendido en el suelo, le dieron una fuerte paliza con cañas de bambú. Recibida la paliza, el mandarín lo invitó a que pisoteara los objetos religiosos como señal de apostasía del cristianismo y lo dejaría en libertad, pero el mártir se negó. Fue enviado entonces a Hanoi, donde se le insistió a la apostasía. Su propia mujer fue a pedirle que apostatara para salvarse. Pero él perseveró firme en la confesión de fe. Se le condenó a muerte y se sometió al rey la confirmación de la sentencia. Mientras tanto fue dejado en la cárcel, donde padeció muchísimo, aunque lo sobrellevó con paciencia. Llegada la confirmación, el mandarín le propuso que pisoteara una cruz en forma de aspa y sin crucifijo como modo de salvarse, pero él dijo que su gesto sería tomado y presentado como apostasía y que no podía hacerlo. El mandarín admiró y elogió la fidelidad del mártir. Estaba ya en el cepo con el lazo al cuello cuando habló para pedir a los fieles presentes que lo encomendasen al Señor y que fueran firmes en la fe. Una vez más se le invitó a salvarse pisando la cruz, pero él se negó, por lo que fue
85 estrangulado y decapitado. Su martirio tuvo lugar el 20 de noviembre de 1837. Francisco Phan Van Trung (o Francisco Tran), era cabo del ejército real y tenía 28 años al tiempo de su martirio. Fue arrestado no por ser cristiano sino por intentar sobornar a quien tenía que examinarlo en orden a su ascenso. No se le dio mayor importancia pero se le exigió que reafirmara su fidelidad al rey Tu-Duc, siendo una de las pruebas la de pisar la cruz en señal de que se estaba de acuerdo en la política anticristiana del soberano. Francisco dijo entonces que él era cristiano, que no pisaba la cruz y que estaba dispuesto a pelear por su soberano pero no a renegar de su religión. Se le amenazó, se le halagó, se le torturó en orden a conseguir su apostasía, pero todo fue en vano. El joven militar mostró una admirable constancia y se negó a renegar de Jesucristo, entonces fue condenado a muerte. La condena fue confirmada por el rey y el mártir de Cristo fue decapitado en An-Hoa el 6 de octubre de 1858. Inés Lé Thi Thánh (Dé), nació hacia el año 1800 en el pueblo de Bai Dem, Vietnam, pero en la adolescencia había fijado su residencia con su madre en Phunc-Nhat. Era muy joven cuando contrajo matrimonio con Nguyen-Van-Nhat, del que tuvo seis hijos. Era madre ejemplar y cristiana fervorosa, que abría su casa a los misioneros que frecuentaban la población para asistir pastoralmente a los cristianos. Siguiendo su costumbre, en abril de 1841 albergó en su casa al misionero P. Galy. Pero un catequista apóstata delató su presencia y acudió con tropas la autoridad provincial, que mandó registrar la casa de Inés y halló escondido al sacerdote en una cisterna del huerto. Inés fue arrestada y llevada a Tran-Hoa; sometida a durísimos interrogatorios y bárbaras torturas para que apostatara, se negó firmemente. Su salud era delicada, no soportó las torturas y expiró en la cárcel el 12 de julio de 1841. Francisco Isidoro Gagelin, nació en Francia, en la población de Montpertreux el 10 de mayo de 1799. Llegado a la juventud ingresó en el seminario diocesano de Besançón, pero en 1819 pasó al Seminario de las Misiones Extranjeras. Aquí se le ordenó de subdiácono y se le envió enseguida a las misiones anamitas, donde debía proseguir los estudios. Así lo hizo y el año 1822 era ordenado sacerdote. Profesor del colegio de Phuong-Ru, su trabajo pastoral más directo estuvo dedicado a los grupos cristianos que habían perdido el fervor religioso. Cuando el
86 rey Minh-Manh llamó a los misioneros a la corte para aprovechar sus conocimientos occidentales, Isidoro fue uno de los que tuvo que acudir. Cuando se le quiso premiar haciéndolo mandarín, Isidoro prefirió obtener la licencia de volver a su trabajo misionero. Llegada la persecución de 1833, los misioneros se refugiaron en las montañas, lo que trajo consigo que las comunidades cristianas se quedasen sin su ministerio. Empezaron las apostasías en medio de las muchas desgracias caídas sobre los fieles. Isidoro, entonces, pensó que lo mejor era entregarse, y que las autoridades, entretenidas con él, diesen respiro a los demás misioneros. Así lo hizo. Se presentó el 23 de agosto de 1833 al mandarín de Nong-Song. Fue inmediatamente arrestado, cargado con la canga y enviado a Hué. Condenado a muerte, fue estrangulado en el suburbio de Bai-Dan el 17 de octubre de 1833. Tres días más tarde el rey mandó sacar su cadáver para comprobar que no había resucitado como Jesús. Sus reliquias fueron trasladadas en 1846 al Seminario de Misiones Extranjeras de París. Jacinto María Castañeda, nace en Xàtiva el 13 de enero de 1743 y es bautizado el mismo día en la Colegiata con los nombres de Félix, Tomás, Joaquín, Tadeo. Fueron sus padres José Castañeda, escribano real y público y su madre Josefa María Puchasóns. Los dos eran fervientes cristianos y de gran piedad. En 1756, con 14 años, viste el hábito dominicano. Entra a formar parte de la comunidad de Xàtiva. El nombre que adopta será el de Jacinto, en recuerdo de San Jacinto de Polonia, dominico del cual era ferviente devoto. La orden dominicana tenía en Orihuela un Colegio Imperial que era a la vez Universidad para la formación de sus aspirantes. Los superiores de Xàtiva deciden que Jacinto acuda a esta Universidad y pueda ampliar sus estudios y conocimientos en filosofía y teología. Dentro del ambiente del curso, en mayo de 1761 llega una carta del padre Francisco Serrano, Procurador general en las Cortes de Madrid y Roma por parte de la Provincia del Rosario de Filipinas. En esa carta se solicitan jóvenes valientes, con vocación misionera, dispuestos a entregar sus vidas por el Evangelio en tierras lejanas. Enseguida dos jóvenes y un sacerdote también joven estampan su firma y dan un paso adelante en su aspiración misionera: Fray Jacinto Castañeda, Fray Domingo Caro y el Padre José Ruiz. En la isla de Cebú, el 2 de junio de 1765 recibe la ordenación sacerdotal y el 7 celebra su primera misa solemne en la iglesia de los Padres Agustinos de Cebú.
87 Al oscurecer del día 17 de julio de 1769 llaman al P. Jacinto para que administre los Sacramentos en Lo-Ka a un cristiano que se encuentra muy enfermo. El misionero no duda en embarcarse rumbo a la ciudad del enfermo. Toda la noche navegaron y al llegar a tierra se encontraron un grupo de hombres armados hasta los dientes que les esperaban; les había denunciado un cristiano renegado llamado José Ga. Los mandarines prendieron al P. Jacinto y al P. Lavilla que le acompañaba; ellos no ofrecieron ninguna resistencia y fueron llevados a la cárcel. El mismo Jacinto lo cuenta con claridad y sencillez poniendo mucha vida a todo lo que les ha ocurrido: «El día 18 de julio del año 1769, yendo a administrar a un enfermo, fui preso por un apóstata y otros infieles, quienes dando aviso a los mandarines civil y militar de la villa de Fogan, vinieron éstos la noche siguiente con gran tropa de satélites y echándome cadena al cuello y esposas en las manos, me llevaron así preso a la cárcel de Fogan. Venía en aquella ocasión conmigo el P. Lavilla y así le ocurrió la misma ventura. Fuimos catorce veces presentados a varios Tribunales y fueron diez los mandarines que entendieron nuestra causa. Todas sus preguntas se reducían a ¿ cómo os llamáis? ¿ qué edad tenéis? ¿ a qué habéis venido a este reino? ¿ en qué casa habéis estado? Y otras cosas impertinentes. Dimos con un virrey y mandarines muy benignos y mansos. Nunca blasfemaron la ley de Dios delante de nosotros, aunque si delante de los cristianos que prendieron. De éstos, por miedo, muchos pisaron la santa Cruz y dijeron con la boca que no serían más cristianos. A nosotros nos quisieron imponer varios crímenes impuros, más no pudieron probar nada, ni haber uno siquiera que atestiguase aun falsamente. Y por último, por un consentimiento de votos, pronunció el Virrey la sentencia de destierro perpetuo contra mí y el P. La Villa, con pena de vida si volvíamos a entrar en aquel reino, y a los cristianos, nuestros caseros, cuarenta azotes y dos meses de canga. Con esta sentencia, salimos de la cárcel el día 3 de octubre del mismo año y a principios de diciembre llegamos a Macao. Y así ocurrió todo. El Señor ayudó mucho. Sea bendita su divina Majestad por todo.» Una nueva aventura evangélica emprende nuestro joven sacerdote ya curtido por el sufrimiento y la experiencia de persecución y de cárcel. El 9 de febrero de 1770, Jacinto y Lavilla embarcan rumbo a Vietnam; llegan el 22 del mismo mes.
88 Han pasado tres años de misión y ahora el P. Castañeda está enfermo y a pesar de ello no cesa de trabajar y de moverse por todas parte. El 11 de julio de 1773 le llega un aviso para administrar los sacramentos a un enfermo; ha de ir a Ke-hoy. Los catequistas que ven el estado del joven misionero pretenden impedir que vaya, no está en condiciones de ir. Sin embargo el Padre Jacinto se levanta de la cama, se tapa con una manta, coge los santos óleos y sale a toda prisa; cuatro catequistas del grupo le acompañan. Puede llegar a la aldea, consuela al enfermo y al día siguiente vuelve en barca. Pero se dan cuenta que son seguidos. Fray Jacinto arroja a las aguas los santos óleos, y empuja a los catequistas para que huyan y no se dejen atrapar. Dos catequistas no quieren dejar solo al padre. Han llegado a la orilla y hay que correr; el Padre Jacinto cae en tierra varias veces, no puede con su alma, la fiebre le devora. El joven catequista Luis se lo carga sobre la espalda. Llegan a una aldea y piden esconder al misionero en una casa. Una vez a salvo Luis busca otro lugar más seguro y es atrapado por los perseguidores que inmediatamente preguntas por el Maestro. “ Si no hablas te cortamos la cabeza “. El dueño de la casa sale y les dice: “ El Maestro está escondido en mi casa “. El Padre Castañeda es apresado. Luis ruega que le dejen con el Padre, la negativa va acompañada por la amenaza: “ Si lo sigues, te mataremos “. El 4 de noviembre, el tribunal pronunció la sentencia para los padres dominicos enjaulados: “ Nosotros, por lo tanto, obedeciendo las órdenes del Rey leyendo el folio de cargos y encontramos que han sido traídos dos hombres, el uno de ellos Jacinto, europeo del reino de España, que se llama Padre Jacinto Castañeda y el otro Vicente que se dice Padre Liem. Ambos de manera clara y evidente son maestros de la Ley; también fueron aprehendidas imágenes pintadas y los libros de la Religión. Nosotros leemos el Edicto en el cual se ordena: Que quien sea Maestro, atendiendo a su oficio y ministerio han de ser juzgados y condenados a morir decapitados “. Un cristiano, como puede, se acerca a dar la noticia al P. Castañeda y el mismo catequista cuenta lo oye de labios del misionero: «El Señor me concede hoy una gran alegría». Vicente Lê Quang Liê, nació en 1732 cerca de Hanoi, en Vietnam, y es el primer dominico mártir nacido en el propio lugar. Fue ordenado sacerdote en 1759 y formaba parte de la misión vietnamita junto al P. Jacinto Castañeda, con quien padeció el martirio.
89 Jacobo Do Mai Nam, presbítero, Antonio Nguyen Dích, labrador, y Miguel Nguyen Huy My, médico. Al comienzo del verano del año 1838 se presentó en el pueblo de Ké-Vinh, en el Tonkín occidental, acompañado de una fuerte escolta militar, el mandarín Trinh-QuangKhanh, conocido como «el carnicero de los cristianos» por su odio al cristianismo y su refinada crueldad con los cristianos. Sabía que en el pueblo había una floreciente comunidad cristiana y venía a buscar los misioneros europeos y los principales cristianos que pudiera haber en ella. Se fue primero a casa de Miguel Nguyen Huy My, prestigioso médico, al que enseguida mandó arrestar. Miguel aseguró al mandarín que no había misioneros europeos en el pueblo, pero el mandarín insistió en registrar también la casa de su suegro, Antonio Pedro Nguyen Dich, un labrador rico, igualmente cristiano, ya anciano, y resultó que en su casa se encontró al sacerdote nativo Santiago Do Mai Nam, albergado por Antonio Pedro, tal como era su costumbre alojar a los sacerdotes que visitaban el pueblo. El mandarín condujo a los tres a Nam-Dinh y los encarceló. Luego hubieron de comparecer ante el tribunal de los mandarines, los cuales les mandaron apostatar del cristianismo, según preceptuaba la ley vigente, y en señal de ello pisotear la cruz. Los tres de forma firme y unánime se negaron. Al anciano intentaron repetidamente que al menos de forma material, es decir llevándolo por la fuerza, pisara la cruz, pero el anciano encogía las piernas para hacer ver que no quería y protestaba que el acto sacrílego no le sería imputable si se lo hacían cometer por la fuerza. Los jueces entonces ordenaron que el anciano fuera flagelado, y Miguel pidió que el castigo no se le diera a su suegro sino a él. No sirvieron las amenazas ni los tormentos. Los tres perseveraron firmes y fueron devueltos a la cárcel. Tuvieron el consuelo de que un sacerdote pudo llevarles la eucaristía. Insistieron los jueces en que apostataran, avisando que si no lo hacían se verían obligados a condenarlos a muerte, pero los tres mantuvieron su noble confesión. Entonces se dictó contra ellos la pena de muerte, y una vez confirmada, el 12 de agosto de 1838, fueron llevados al campo llamado de las Siete Yugadas y allí, mientras oraban, fueron decapitados. Jerónimo Hermosilla y Aransáez. Obispo (1800-1861), nació en Santo Domingo de la Calzada (La Rioja, España) y es hijo del convento de Predicadores de Valencia. Fue vicario provincial de la misión y obispo sucesor de san Ignacio Delgado (1841). Tuvo una gran personalidad física y moral y fue admirable misionero. Murió decapitado en Hai-Duong el 1 de noviembre de 1861. Su cuerpo se venera desde 1906 en la catedral de Santo Domingo de la Calzada.
90 Valentín de Berriochoa. Obispo (1827-1861), nació en Elorrio (Vizcaya, España) y es hijo del convento de Ocaña. Era de extraordinaria jovialidad, entereza y piedad. Nombrado obispo sucesor de san Melchor García Sampedro (1858), fue pronto apresado y murió decapitado el1 de noviembre de 1861 en Hai-Duong. Su cuerpo se venera desde 1886 en la iglesia parroquial de Elorrio. Es copatrono de la diócesis de Bilbao. Pedro Almató y Ribera. Presbítero (1830-1861), nació en San Feliú de Saserra (Barcelona, España) y es hijo del convento de Ocaña. Fue compañero de apostolado y de virtudes de san Valentín de Berrio-Ochoa y con él murió decapitado el 1 de noviembre de 1861 en Hai-Duong. Sus reliquias se perdieron en Vic en 1936 José Dô Quang Hiên, nace en Quan-Anh, provincia de Nam-Dinh, en Tonkín, hacia el año 1775. Educado en la fe católica, al llegar a la edad adulta optó por la vida religiosa, para lo que marchó a Filipinas, y tomó el hábito de la Orden de Predicadores en Manila, el 12 de octubre de 1812, y al cabo de un año hizo la profesión religiosa. Posteriormente hizo los estudios necesarios y se ordenó sacerdote. Vuelto al Tonkín, quedó como colaborador del Obispo santo Domingo Henares, y posteriormente pasó al distrito de Cao Moe, de cuyo cuidado pastoral fue encargado, poniendo lo mejor de sí mismo en el desempeño de este encargo. Cuando a comienzos de 1833 vino otra vez sobre la cristiandad tonkinesa la persecución, se vio obligado a huir de un sitio a otro para evitar que con su captura quedara sin asistencia religiosa su distrito. Pero un pagano lo reconoció en Kien-Trung a donde el sacerdote había ido a administrar a un enfermo los últimos sacramentos, y lo denunció a las autoridades. Se le avisó de la denuncia de que había sido objeto y entonces celebró la santa misa pidiendo a Dios fuerza para afrontar lo que le esperaba cuando fuera arrestado. El arresto tuvo lugar el 20 de diciembre de 1839. El mandarín le mandó que pisara la cruz, a lo que se negó. Entonces fue bárbaramente azotado, se le colocó una pesada canga, y fue enviado a una inmunda cárcel, en la que estuvo cuatro meses a la espera de su apostasía. Pero no sólo no apostató sino que utilizó su estancia en la cárcel para animar a los cristianos detenidos e incluso convertir a la fe cristiana a algunos presos. Pasados esos meses, compareció de nuevo ante los mandarines que en vano intentaron su apostasía y para ello lo
91 mandaron flagelar sin piedad. El 29 de abril de 1840 lo condenaban a muerte y el 9 de mayo siguiente era decapitado en Nam-Dinh. José Fernández, nació en Ventosa de la Cueva, Ávila, el 3 de septiembre de 1775, y se educó cristianamente. A los 21 años ingresó en la Orden de Predicadores, el 12 de agosto de 1796, en el convento de Valladolid. Hizo el noviciado, la profesión religiosa y los estudios pertinentes y se ordenó sacerdote en 1805. Se ofreció para las misiones y fue enviado a la misión del Tonkín -actual Vietnam-, país al que llegó luego de un penoso viaje, en junio de 1806. Le quedaban por delante 32 años de fecundo apostolado, que transcurrieron en el poblado de KienLao. Tomó el nombre indígena de Dand-Trium-Hien para mejor encarnarse en el pueblo al que servía. Tuvo un gran éxito como propagandista de la religión de Cristo y se conquistó un gran crédito así como el amor de todos los cristianos. Llegada la persecución de 1838 cuando era ya anciano y achacoso, debió huir por parajes inhóspitos, y estaba intentando refugiarse en una barca cuando fue arrestado. Se le encontraron muchos objetos religiosos, lo que sirvió para ver que se trataba de un misionero. Era el 18 de junio de 1838. Encerrado en una jaula de bambú, fue enviado a Nam-Dinh unos días más tarde. Intentaron con promesas y amenazas atraerlo a la apostasía pero él se mantuvo firme en la fe que había ido a predicar a aquel país. Condenado a muerte, se esperó la confirmación real, que llegó el 23 de julio de aquel año. Al día siguiente, el mandarín volvió a ofrecerle la libertad si pisaba la cruz, a lo que el mártir se negó. Llevado en la jaula a un campo, fue puesto sobre una estera y le fue cortada la cabeza. José Lê Dang Thi, nació en el pueblo de Ke-Van hacia el año 1829. Cristiano fervoroso y convencido, seguía la carrera militar y había obtenido el grado de capitán. Llegó el año 1859 y estaba destinado en el destacamento de Nghe-An. Se prohibió formalmente a todos los miembros del ejército la profesión del cristianismo. El gobernador, amigo suyo, le aconsejó que renegase del cristianismo para no perder su carrera militar, pero como José no quería, le propuso que pidiera su licencia del ejército alegando que no estaba muy bien de salud, lo cual era cierto. José pidió la licencia y se marchó a su pueblo natal, donde empezó a construir una casa para su familia. Y no se había trasladado aún la familia al pueblo cuando José fue denunciado como cristiano y arrestado, siendo ingresado en la cárcel de Quang-Tri. Era enero de 1860. Interrogado, se negó a apostatar, y por ello fue cargado con una canga al cuello y se le pusieron grilletes y cadenas en manos y pies.
92 Trasladado a la cárcel de An-Hoan empeoró mucho de salud y llegó a temer que moriría antes de recibir la corona del martirio. Pero no fue así. El 24 de octubre de 1860 fue estrangulado por su condición de cristiano. José Marchand, nació en Passavant (dioc. de Besançon) el 17 de agosto de 1803, y completados sus estudios en el seminario diocesano, pasó en 1828 al de las Misiones Extranjeras de París. Ordenado sacerdote el 4 de abril el mismo año, el 12 de mayo siguiente partió para Annam. Su primera actividad se llevó a cabo principalmente en la provincia de Binh-Tuan (Camboya), en medio de más de siete mil cristianos, distribuidos en veinticinco aldeas. El decreto de persecución de 1833 le obligó a refugiarse en el sur de Cochinchina, donde empezó una vida errante, huyendo hasta que fue obligado a esconderse en la espesura del bosque, donde se alimentaba de hierbas. Descubierto por los soldados de los rebeldes Koi, tuvo que seguirlos hasta la ciudad de Saigón, donde levantaron barricadas para defenderse de las tropas reales. El asedio duró dieciocho meses, durante el cual el líder rebelde trató -en vano- de que escribiera a los cristianos para levantarlos contra el rey. Caída la ciudad en las últimas semanas de 1835, Marchand fue encarcelado y acusado de haber participado en la rebelión. Vanas resultaron las protestas, por lo que, encerrado en una jaula con otros cristianos, fue llevado a Hué, a la cárcel de Yo-Loango. En algunos interrogatorios que siguieron, la acusación fue renovada y refutada, pero querían inducirlo a la apostasía pisoteando la cruz, pero las respuestas del mártir fueron siempre firmes, incluso en medio de la terrible tortura de tenazas ardientes. El 30 de noviembre, a las 5 am, siete tiros al aire invitaron al pueblo a presenciar la tortura de "las cien heridas", a las que el misionero, persistente en su negativa a renunciar a la fe, había sido condenado. En medio de insultos y acusaciones de infamia y magia -que provocaron respuestas dignas-, comenzó el horrible tormento de una sucesión de terribles mutilaciones y heridas hasta que, incapaz de soportar el tormento, el mártir murió. Ni siquiera el cuerpo se salvó porque, descuartizado, fue arrojado al mar, incluyendo la cabeza, exhibida primero en una pica, y luego arrojada al mar. José María Díaz Sanjurjo, nace en Santa Eulalia de Suegos, Lugo. Estudió en el seminario de Lugo, de donde pasó luego a la Universidad de Compostela. Optó por la vida religiosa e ingresó el 25 de septiembre de 1842 en el colegio misionero de Ocaña, de la Orden de Predicadores, donde hizo el noviciado y la profesión religiosa, ordenándose de
93 sacerdote el 23 de marzo de 1844. Destinado a las misiones de Tonkin, marchó a Manila con otros cinco compañeros, y aquí, a la espera de su destino misional, dio clases en la universidad. En 1845, por el tiempo de Pascua, llegó a Tonkin. Fue destinado al seminario para nativos de LucThuy. Aquí realizó una buena labor a la que puso fin un motín popular que en 1847 saqueó la casa, dispersó a los alumnos y obligó al P. José María a marcharse. Luego de varias peripecias se pudo refugiar en CaoXa. Surge por entonces el decreto persecutorio contra el cristianismo del emperador Tu-Duc, que invitaba a apresar a los misioneros extranjeros, a los que calificaba con los peores epítetos, y se ofrecían trescientas onzas de plata a quien descubriese un misionero europeo. Sorteando los peligros el P. José María permaneció en el país, dispuesto siempre a ejercer su ministerio sacerdotal con el celo entusiasta que le distinguía. El año 1849 se crea el nuevo vicariato del Tonkín Oriental, al frente del cual se puso a monseñor Martí, y se toma la costumbre de darle al vicario un coadjutor con rango de obispo para garantizar la continuidad del ministerio episcopal en la zona. La Orden de Predicadores propone al Papa que el primer obispo coadjutor con derecho a sucesión en el nuevo Vicariato sea nuestro futuro mártir y es consagrado ese mismo año en Doung-Xuyen. Muy pronto, sin embargo, en 1852 sucede al vicario como titular del vicariato y fija su residencia en Bui-Chu. No se llevó adelante la persecución con el mismo énfasis y por ello hubo unos años en que fue posible un trabajo apostólico relativamente tranquilo, aunque siempre había que usar de mucha prudencia. Dando pruebas de una gran entrega apostólica, hizo cuanto pudo por proseguir la tarea evangelizadora y robustecer la comunidad cristiana que le estaba confiada. Pero en 1857 un nuevo decreto hizo revivir las medidas más drásticas contra los misioneros europeos y el cristianismo, amenazando de muerte a los jefes de poblados que no denunciaran la presencia de europeos en su población. El nuevo mandarín de Bui-Chu rodeó el poblado para impedir cualquier huida y se lanzó a capturar al obispo José María. Fue arrestado y se le arrebató la cruz y el anillo, que fueron destruidos. Luego se le sometió a prisión, se le invitó a apostatar o sería condenado a muerte. El siervo de Dios se mantuvo firme y sereno. El mandarín lo condenó a muerte, siendo ejecutada la sentencia por decapitación en Nam-Dinh el 20 de julio de 1857. Su cabeza fue expuesta en un palo para general escarmiento y luego junto con el cuerpo arrojada al río.
94 José Nguyên Dinh Nghi, adoptó este apellido cuando se hizo sacerdote. El suyo era Kim y era hijo de una rica familia de Ke-Noi, nacido hacia 1771. Ordenado sacerdote, se le envió a Bac y a Phu-Nac, acreditándose por su celo apostólico y vida ejemplar. Fue párroco en Da-Phan durante diez años y finalmente fue destinado a Ke-Bang. Pablo Nguyên Ngân, nacido también hacia 1771, era del poblado de Cu-Khan, en el Tonkín occidental. Una vez ordenado sacerdote fue asignado como coadjutor al párroco de Ke-Bang. Trabajaba con mucho celo en su floreciente comunidad cristiana. Martín Ta Dúc Thinh, había nacido en Ke-Set hacia 1760 y era, por tanto, ya octogenario cuando le llegó la hora del martirio. Su destino era la parroquia de Ke-Trinh, pero le había salido un fuerte absceso en el labio inferior y había ido a Ke-Bang para curarse. Aquí se hospedaba en casa del agricultor Juan Bautista Con. Los soldados al verlo tan mayor quisieron que renegara de la fe en el mismo sitio de la captura, pero como él se negó lo llevaron preso con los otros. Martín Tho, era natural de Ke-Bang, donde nació en 1787, y era exactor de impuestos al tiempo que cultivaba sus propias tierras. Cuando destinaron al pueblo al coadjutor Pablo Ngan, Martín le ofreció su casa y allí le hospedaba, y allí encontraron al sacerdote, motivo por el que fue arrestado con él. Juan Bautista Con, nació hacia 1804, había sido recolector de impuestos pero luego dejó el cargo para dedicarse al cuidado de sus fincas. Al llegar enfermo el anciano sacerdote Martín Ta Duc, lo hospedó caritativamente, y por esa causa fue arrestado. José Nguyên Dình Uyên Nació el año 1774, aproximadamente, en Nink-Cuong y se crió en la casa misional de Tien-Chu, donde se preparó para ser catequista. Llegado a la edad adulta no se inclinó por el sacerdocio pero tampoco contrajo matrimonio, y se dedicó por entero a la tarea catequética. Asignado primero como compañero del P. Nanh, auxilió a éste en su tarea pastoral y misionera y, tras su muerte, lo llamó a su lado el obispo santo Domingo Henares, con quien hizo varios viajes misioneros en los que fueron acompañados por san Francisco Chieu. Llegada la persecución del año 1838, mientras que santo Domingo Henares y san Francisco Chieu fueron a refugiarse en Kien-Lao, José se quedó en
95 Tien-Chu para sostener la fe de los fieles. Para entonces José ya había sido admitido en la Tercera Orden seglar de Santo Domingo. El 28 de mayo de 1838 hubo un registro general en el pueblo y se obligó a todos los varones a presentarse. Se le preguntó si era sacerdote o dirigente cristiano, y pudo responder que no, pero al ser invitado a pisar la cruz se negó. Entonces fue arrestado y llevado a la capital donde fue bárbaramente apaleado para que apostatara y dijera el paradero de santo Domingo Henares. Guardó silencio. Llevado a la cárcel, contrajo una fortísima disentería pero un médico lo alivió. Nuevamente comparece ante el tribunal, que manda apalearlo para que apostate e intentan que, materialmente al menos, pise la cruz, pero José encogía las piernas y hacía inútil el intento. Devuelto a la cárcel lleno de magulladuras y llagas le volvió la disentería; los cuidados que le proporcionaron varias cristianas no surtieron efecto y murió de agotamiento en la cárcel de Nam-Dinh el 4 de julio de 1838. José Nguyen Duy Khan, nacido en 1832 de padres cristianos en Vietnam, al sur de Hanoi, pronto entró al servicio del sacerdote vietnamita Nang. A los 24 años comenzó a estudiar latín y vivir una vida cristiana más comprometida. Se convirtió en discípulo de obispo dominico Jerónimo Hermosilla, y deseando vivir con mayor compromiso su consagración bautismal, entró en la Orden Terciaria de Santo Domingo. Cuando, debido a la persecución, fue detenido Hermosilla, José trató de defender a su obispo, pero recibió la espada de los verdugos. Después de atroces torturas fue decapitado. Coronó así su ideal: ofrecer su vida a Cristo, junto con su obispo. José Nguyén Van Luu, era natural del pueblo de Cai-Nhum en la Cochinchina (actual Vietnam), donde había nacido en 1790, pero se había trasladado al de Mac-Bac. Aquí era una persona socialmente considerada. Propietario de tierras, cultivador de arroz, vivía desahogadamente. Y era, al mismo tiempo, un sincero cristiano. Practicaba la religión con fervor y socorría largamente a los pobres, visitaba a los enfermos, componía discordias y hospedaba en su casa con gran afecto a los misioneros. Su martirio se debió a la venganza de dos despechados. Dos cristianos le pidieron un préstamo, que él no consideró oportuno concederles en su totalidad. Entonces, disgustados con él, idearon el modo de vengarse acusándolo de tener en su casa a un sacerdote, lo que por ley estaba prohibido. Y para cerciorarse mandaron a sus mujeres que alegaron que querían confesarse con el sacerdote que se hospedaba en la casa. En
96 efecto estaba allí san Pedro Nguyen Van Luu, con quien las mujeres confesaron. Entonces los dos despechados denunciaron a José bajo la acusación de que hospedaba sacerdotes. La casa fue registrada y en lugar de hallar al P. Luu hallaron al P. Minh, que acababa de venir José Tuan, su trato con los religiosos dominicos, a los que debía la fe la comunidad cristiana en la que había nacido, le llevó a optar por la vida religiosa en la Orden de Predicadores. Una vez profesado y hechos los estudios, se ordenó sacerdote y ejerció con fruto el ministerio. Un falso cristiano lo delató porque había administrado los sacramentos a su madre enferma. Arrestado, confesó la fe, se negó a apostatar y fue condenado a muerte, que se cumplió en el poblado de An Ba. José Tuc, nació en el pueblo tonquinés de Hoang-Xa en 1842. Era de profesión obrero del campo, también un fervoroso cristiano, y mostraba mucho interés por todo lo que fuera aumentar su cultura. Le acusaron de ser cristiano y lo arrestaron en su propio pueblo, de donde fue llevado a la cárcel de Hung-Yen y pasó de ahí a la de Dong-Ket. Esta cárcel fue muy dura. Apenas comía ni bebía, recibía muy mal trato y estaba, además, cargado con la canga y con grilletes y cadenas. Pasó allí cuatro terribles meses, que no minaron su resistencia moral ni la firmeza de su fe, pues se negaba constantemente a pisotear la cruz y renegar del cristianismo. Devuelto a la cárcel de Hung-Yen, mantuvo su confesión de fe, pese a su juventud y a que fue amenazado de muerte, no se volvió atrás. Por fin, lo condenaron a muerte y lo degollaron el 1 de junio de 1862, con sólo veinte años. Juan Dat, nace en Dong-Chuoi el año 1765 y se cría en la misión católica de su pueblo. Se cualifica luego como catequista y finalmente es ordenado sacerdote en 1798. Su ministerio iba a ser muy breve, de sólo cuatro meses, ya que en agosto de ese mismo año era arrestado. Inicialmente huyó a las montañas cuando supo que lo buscaban, pero luego volvió, pensando que su sitio estaba entre sus feligreses. Al entrar en la casa no lo encontraron los soldados, pero empezaron a maltratar a la familia y entonces Juan, para impedir este maltrato, salió de su escondite. Cargado con cadenas y con la canga al cuello compareció ante el tribunal y se le conminó en vano a que pisara la cruz. Custodiado por soldados cuyo capitán era cristiano, era dejado libre de día y encerrado solamente por la noche, lo que aprovechaba para animar a los demás presos cristianos a perseverar. Pudo visitarlo un sacerdote y darle la absolución sacramental. Llevado de nuevo al tribunal el 25 de octubre, fue condenado a muerte, y en las inmediaciones de Trinh-Ha, se dispuso su ejecución. Permitió el mandarín que los cristianos
97 asistiesen a su muerte y lo saludasen por última vez. Los cristianos colocaron bajo él una estera. El mártir se sentó en ella, cruzó los brazos sobre el pecho y se puso en oración, y entonces fue decapitado. Era el 28 de octubre de 1798. Juan Doan Trinh Hoan, el sacerdote, había nacido en Penang el año 1798, en el seno de una familia rica, cristiana ya de años, y en la que habían surgido anteriormente vocaciones religiosas, así como mártires. Estudia en el seminario de Penang y se ordena sacerdote en 1836. Destinado sucesivamente a varios distritos misionales, sus buenas cualidades y su celo pastoral le granjeaban el amor de los fieles, pero debió vivir siempre huyendo y escondiéndose. Cuidaba mucho el apostolado con los jóvenes y los niños, y entre sus catequizados se suscitaron vocaciones. Podía huir, porque le avisaron del peligro, pero prefirió quedarse y ello fue la ocasión de su captura, juicio, condena y martirio. Mateo Nguyen Van Phuong había nacido en Ke-Lay el año 1800. Primero fue médico, luego comerciante. Estaba casado y tenía ocho hijos y una buena posición económica. Conforme sus hijos se fueron casando, les fue repartiendo la herencia, hasta que quedó solamente con lo preciso para una vida modesta. Cristiano fervoroso, se ofreció para catequista y ejerció con gran celo este importante ministerio, llevando a muchos al conocimiento y amor de Jesucristo. Exponiendo su propia seguridad albergaba sacerdotes en su casa, hasta que fue encontrado en ella el P. Hoan, cuya suerte en adelante compartió. Confesó su fe ante los Jueces y se negó a apostatar, lo que le llevó al martirio Juan Luis Bonnard, nació el 1 de marzo de 1824 en un pueblo de la diócesis de Lyón, Saint Cristót-en-Jarret. De adolescente ingresó en el seminario de Alix, del que pasó luego al de Lyón. Estaba de alumno en esta institución cuando decidió que su verdadera vocación eran las misiones, y por ello pasó al seminario de las Misiones Extranjeras de París, en 1846. Aquí completó sus estudios y se ordenó sacerdote el 24 de diciembre de 1848. En febrero del siguiente año es enviado al Tonquín, al vicariato occidental, entonces confiado a Mons. Retord. Éste lo envió a los puestos misioneros de Ke-Bang y Ke-Trinh. Mostró un enorme celo apostólico en la promoción de las comunidades confiadas a su cuidado y en la extensión del evangelio, pero sería poco el tiempo en que podría trabajar en la viña del Señor, a la que habría de regar con su sangre.
98 Marchó a comienzos de marzo de 1852 a la población de Boi-Xuyen, donde había una comunidad cristiana en aumento. y estaba el día 21 bautizando a unos niños cuando se anunció la llegada del mandarín con unos soldados. Auxiliado por los cristianos, intentó la huida, pero fue capturado. Llevado a la cárcel de Nam-Dinh, fue sometido a juicio, en el curso del cual quedó claro cuál era el fin de su presencia en Tonquín, y como estaba prohibido legalmente propagar el cristianismo, la condena no pudo ser otra que a muerte, pese a que el tribunal le mostró su simpatía y consideración. La sentencia tenía que ser confirmada por el rey. Llegó la confirmación real el 30 de abril y se dispuso que al día siguiente fuera la ejecución, que efectivamente tuvo lugar por decapitación, siendo su cuerpo y cabeza arrojados al río, pero luego rescatados y llevados al seminario de Ken-Vinh. Lorenzo Nguyen Van Huong, nació en Ke-Sal, Tonkín, en 1802, en el seno de una familia cristiana. Huérfano desde pequeño lo recoge un tío suyo que se opuso enérgicamente a los deseos del muchacho de ser sacerdote. Por fin pudo ingresar en el seminario de Ke-Non. Ordenado sacerdote, trabajó con gran fruto en vanos distritos. Iba a visitar a un cristiano enfermo en el poblado de Tra-Tu cuando es arrestado y llevado a Ninh-Binh. Se trató a toda costa de obtener su apostasía. Perseveró firme y sereno en la confesión de la fe. Condenado a muerte, pudo recibir la disimulada visita de un sacerdote que le administró los sacramentos. Se dirigió al lugar del martirio rezando su breviario. Lucas Vu Bá Loan, bajo la terrible persecución desatada contra el cristianismo por el emperador Minh Mang, a quien los cristianos comparaban con Nerón, murieron numerosos misioneros, sacerdotes y seglares tonquineses, en cualquiera de los dos vicariatos en que las misiones del país se hallaban organizadas. Pero fue particularmente feroz la persecución en el vicariato oriental por obra del gobernador Quang-Khanh, llamado «el carnicero de los cristianos». En esa persecución tuvo lugar el martirio del sacerdote tonquinés Lucas Vu Van Loan, el cual fue arrestado, llevado a la cárcel y sometido a juicio, y se hizo todo lo posible para obtener su apostasía, permaneciendo firme el mártir en confesar la fe hasta que, condenado a muerte, fue degollado el 5 de junio de 1840. Manuel Nguyen Van Triêu, nació en To-Dhuc el año 1756, siendo su padre mandarín y jefe de la guardia real y su madre cristiana. En su juventud entró en la propia guardia real pero cuando en una revuelta murió su padre, se salió de ella y marchó al Tonkín oriental. Acogido por los dominicos, se comenzó a preparar al sacerdocio. Tras seis años fue
99 ordenado presbítero, y luego de cinco años de servicio al Vicariato volvió a su tierra. Se llevó consigo a su madre y se dedicó al ministerio sacerdotal por completo. Pudo hacerlo durante 19 años, fomentando la vida cristiana y propagando con celo el evangelio. Pero tras el decreto persecutorio del 7 de agosto de 1798, llegó al pueblo una banda de perseguidores de cristianos, y Manuel, para que no molestaran a los fieles, se presentó a ellos voluntariamente. Llevado a Hué, fue encarcelado y maltratado. Lo visitó su madre y pudo recibir de manos de un sacerdote los sacramentos. Condenado a muerte, fue decapitado en Hué el 17 de septiembre de 1798. Mateo Lê Van Gâm, nace en Go-Gong, Viet-Nam, el año 1813. Era un cristiano seglar, casado, y fervoroso en su fe y su ayuda a aquella Iglesia tan perseguida. Se ofreció para trasladar en su junco a los misioneros desde Singapur y darles entrada clandestina en su país. Hizo un primer viaje que salió bien, y pudo sin contratiempos introducir varios misioneros, pero en el segundo viaje, cuando estaba ya cerca de la costa, fue descubierto por un barco militar. Iban en el junco el vicario apostólico, Mons. Lefebvre, un sacerdote, un grupo de seminaristas, y llevaban objetos de culto. Era el 6 de junio de 1846. Acusado de principal responsable como dueño y patrón del junco, fue arrestado y llevado a la cárcel de Troi-Ya-Ta. Fue sometido a interrogatorios y torturas para que apostatara pero el mártir permaneció firme. Se pidió la confirmación de la condena al rey, y antes de que ésta llegara, los mismos mandarines que le habían condenado pidieron la suspensión. Pero, molesto el rey por las incursiones francesas, ordenó su ejecución a menos que apostatara. Mateo perseveró en la fe de Cristo y fue decapitado el 11 de mayo de 1847. Melchor García Sampedro, en el Tonkín central la primera víctima fue el vicario apostólico, Mons. José Díaz Sanjurjo. Le siguió por el camino del martirio su coadjutor, Mons. Melchor García Sampedro. Este había nacido cerca de Cienfuegos, en Asturias, el 29 de abril de 1821. Hizo sus estudios en Oviedo y tuvo en ellos mucho éxito, a pesar de que la pobreza de su familia le obligaba a vivir en condiciones económicas muy estrechas. Después de obtener su bachillerato en teología, fue profesor suplente en la enseñanza de la lógica, pero renunció a su cargo, a pesar de la oposición de sus padres, para entrar al noviciado de los dominicos de Ocaña, en agosto de 1845. Tras de ser ordenado sacerdote en Madrid, tres años después, partió a Manila y, una vez ahí, pidió ser
100 enviado al Tonkín. Llegó a él en febrero de 1849. Pronto fue nombrado protovicario provincial y luego vicario provincial. Fue consagrado obispo el l de septiembre de 1855, cuando los edictos persecutorios se hacían cada vez más duros. Lo arrestaron a principios de julio de 1858. Veinte días más tarde, el 28 de julio, lo sacaron de la prisión y lo llevaron, cargado de cadenas, al lugar del tormento. Después de arrojarlo por tierra desnudo y descoyuntado, lo ataron fuertemente a una estaca. Los esbirros le cortaron las manos y las piernas, mientras él invocaba sin cesar el nombre de Jesús. Finalmente, le cortaron la cabeza, le arrancaron las entrañas y las arrojaron en una fosa. Sus pobres despojos fueron echados a los elefantes para que los pisotearan. Pero esos animales se rehusaron tan obstinadamente, que los testigos, aterrorizados, avisaron al emperador, quien ordenó dar muerte a las bestias a cañonazos en el mismo lugar de la ejecución. Pablo Hanh, Había nacido en Cho-Quang -en el actual Vietnam, y que era en ese momento la colonia francesa de la Cochinchina- el año 1826, en una familia de tradición cristiana que lo bautizó de niño y lo educó en la fe. Llegado a la juventud comenzó a ejercer con sus hermanos el comercio, pero esto no era sino la cobertura de una verdadera banda organizada de ladrones. Saquearon en una ocasión la casa de una mujer, de la que le dio pena a Pablo y como jefe de la banda mandó a sus compañeros devolverle lo robado. Se le rebelaron sus cómplices y para vengarse de él lo acusaron de estar en trato secreto con los franceses y fue arrestado. Ante las autoridades pudo probar que la acusación era falsa, pero en el curso del interrogatorio le preguntaron si era cristiano y dijo que sí. Entonces le dijeron que estaba prohibido ser cristiano y tenía que apostatar. Él dijo que no pensaba hacerlo. Lo torturaron para que lo hiciera, pero se mantuvo firme, y entonces, en cumplimiento de la ley, fue condenado a muerte y decapitado el 28 de mayo de 1859. Pablo Lè Bao Tinh, nació en Trin-ha, Tonkín, el año 1793. Entra en el seminario a los quince años. La exuberancia de su vida interior le lleva a hacer vida eremítica unos años, dedicándose por completo a la contemplación. Luego vuelve al seminario y sólo era cléngo tonsurado cuando en 1837 el Obispo lo envía a Laos para tantear las posibilidades de una misión allí. Luego, en 1841, acompañó a un misionero a Macao y a su vuelta, surgida la persecución, es arrestado y llevado a Hanoi. Interrogado y torturado de forma terrible, es condenado a muerte. Pero se le deja en la cárcel hasta que le conmutan la pena capital por la de
101 destierro, y es enviado a la provincia de Vinh Tri, de donde puede volver al concederse la amnistía de 1848. Entonces es ordenado sacerdote y se dedica a las clases en el seminario. Escribe también homilías y un compendio de la doctrina cristiana, entre otros libros. En 1857, desatada otra vez la persecución, fue denunciado, arrestado, juzgado y condenado a muerte por decapitación, lo que se realizó el 6 de abril de aquel año Pablo Pham Khac Khoan, presbítero, Juan Bautista Dinh Van Thanh y Pedro Nguyen Van Hieu. Pablo nació en Duyen-Mau, Tonkín, el año 1771, y luego de ordenarse sacerdote rigió la parroquia de Ke-Vinh, de la que pasó a la de Phu-Nac, teniendo también dos puestos misionales como ayudas de parroquia, a los que asistía yendo todos los meses a ellos para el ejercicio de su ministerio, y fue precisamente cuando volvía de uno de ellos cuando fue arrestado en unión de los dos catequistas Pedro Nguyen Van Hieu y Juan Bautista Dinh Van Than. El primero había nacido en Dong Chuoi en 1783 y desde su adolescencia era colaborador de los misioneros como catequista, y el segundo era de Non-Khe, donde nació en 1796, abrazando el cristianismo cuando era un adolescente y obteniendo la confianza de que se le empleara como catequista. Los tres presos fueron llevados a Ninh-Binh y fueron encerrados en la cárcel, en la que sufrieron muchísimo y pasaron por tremendos interrogatorios en que se les invitaba repetidamente a apostatar. En la esperanza de que por fin lo hicieran fueron retenidos en la cárcel tres años hasta que el propio sacerdote confirmó al mandarín de que no tenían intención alguna de apostatar. Entonces se ordenó la ejecución de los tres por decapitación, lo que ocurrió el 28 de abril de 1840. Pablo Tong Viet Buong, nacido en la zona oriental de Vietnam, los misioneros de la Sociedad Extranjera de Misiones lo atrajeron a la fe y siempre agradeció mucho que le hubieran inculcado el cristianismo. Opto por la vida militar y llegó a ser capitán de la guardia personal del rey Minh Manh, observando una conducta intachable en su profesión. Pero cuando el rey se decidió a perseguir nuevamente a los cristianos y depurar su ejército, dio orden de que todos los militares cristianos apostataran y Pablo se negó. Por ello fue arrestado en 1832 y paso un año entero en la cárcel, sufriendo interrogatorios y torturas a fin de que apostatara, pero él no lo hizo, firme en la fe y la adhesión a Cristo. Por fin fue juzgado y se le condenó a ser degradado de su rango militar,
102 expulsado del ejército y finalmente a muerte. Fue decapitado en Saigón el 23 de octubre de 1833. Pedro Da, era del mismo pueblo, Ngoc-Cuc, que los cinco mártires vietnamitas de ayer, y fue detenido con ellos el mes de diciembre de 1861. Pero no acompañó a sus correligionarios al mismo punto de destierro sino que se le envió a Quang-Linh y aquí fue encerrado en la cárcel. Él no era un rico terrateniente como los otros cinco mártires, sino un modesto carpintero que, además, colaboraba con la Iglesia siendo el sacristán de la iglesita del pueblo. Pedro Doan Van, nació en el poblado de Ke-coi el año 1780 y fue cristiano desde pequeño. A los 25 años se le encomendó la administración económica de la parroquia y también el oficio de catequista. Y cumplió con mucha diligencia ambos encargos a lo largo de muchos años. Su martirio fue consecuencia de la denuncia de dos maleantes a quienes el mártir se había negado a dar arroz y que aseguraron a las autoridades que en el pueblo había varios sacerdotes y una iglesia. Supieron a tiempo los sacerdotes y Pedro la denuncia y abandonaron el pueblo poniéndose a salvo. Pero Pedro quiso saber qué habían hecho con la iglesia y volvió no tan disimuladamente como él creía. Conocido y delatado, fue arrestado. Llevado ante las autoridades, dijo claramente que él no era sacerdote como en un principio habían creído las autoridades, pero que sí era cristiano. Invitado entonces a apostatar o morir, eligió el martirio. Y así por el nombre de Cristo fue decapitado el 25 de mayo de 1857. Pedro Dung, era natural de Dong-Phu, estaba casado y tenía varios hijos, y era un excelente padre de familia. Cargado ya con la canga tras su arresto, logró que lo llevaran a la puerta de su casa, se despidió de su familia y pidió que todos perseveraran en la fe. Pedro Thuan, amigo y paisano del anterior, había sido anteriormente arrestado varias veces y se había librado de las represalias porque pisó la cruz. Pero se arrepintió y volvió al ejercicio de su religión, lo que le valió un último arresto y el paso por varias cárceles, hasta que habiendo confesado la fe, esta vez sin titubeo, fue quemado vivo. Vicente Duong, era también padre de familia, de profesión agricultor. Arrestado por su fe, la confesó abiertamente, y no cediendo a ninguna amenaza, por ella fue quemado vivo.
103 Pedro Francisco Nerón, nació un 21 de septiembre en Bornay de Lonsle-Saunier, en la diócesis de Saint-Claude (Jura), quinto de nueve hijos. A los diecinueve años expresó su deseo de ser sacerdote. Después de haber estudiado desde 1839 hasta 1845 en el los seminarios menores de Nozerroy y Vaux-sur-Poligny, entró, en 1845, en el seminario mayor de Lons-le-Saunier. En 1846 entró en el seminario de Misiones Extranjeras de París, donde en junio de 1848, fue ordenado sacerdote para ser enviado a Tonkín. Durante su estancia en París, fue a rezar a Nuestra Señora de las Victorias para pedir la gracia del martirio. En 1849 Mons. Retord, Vicario Apostólico de Tonkín Occidental le dio el distrito de Kim-Son. Después de muchos meses de intenso trabajo pastoral, bajo la amenaza de persecución, debe refugiarse junto a Mons. Retord, por quien en 1854 fue nombrado superior de un pequeño seminario con ciento cincuenta postulantes, a los que enseñaba filosofía, traduciendo para ellos incluso libros de texto de matemáticas traídos de Francia. A pesar de este enorme trabajo, san Pedro Francisco permaneció fiel a una intensa vida espiritual, haciendo cotidianamente su Via Crucis, ayunando en Cuaresma, los viernes y las vísperas de las fiestas de Nuestra Señora. Habiéndose agravado la situación en el país, durante muchos meses se vio obligado a llevar una vida errante, hasta que, traicionado por un amigo, fue arrestado en la noche del 5 al 6 de agosto de 1860. Encerrado en una jaula de la que no salió sino para el interrogatorio, pasó tres meses en silencio, meditando y orando sin cesar. Fue finalmente condenado a la pena de muerte y ejecutado por decapitación el 3 de noviembre De 1860 en Son Tay (o Song-Koi, unos cincuenta kilómetros al norte de Hanoi). Su cabeza fue arrojado al río Rojo, mientras los soldados conservaron su túnica. El cuerpo, enterrado en el lugar, fue reconocido en 1880 por Mons. Gendreau, y depositado en la cripta de una iglesia próxima al lugar del martirio. Pedro Khanh, había nacido en Nguyen-Kiet el año 1780. Luego de haber ejercitado el oficio de catequista de forma ejemplar, fue admitido al sacerdocio y ordenado el año 1819. Ejerció su ministerio pastoral en diversas parroquias con celo y dedicación y siendo reconocida de todos su vida virtuosa. Era párroco en Ngansau cuando fue llamado por el P. Masson, uno de los provicarios del vicariato apostólico occidental, porque tenía que tratar con él algunos asuntos de la misión. Pero en una estación de aduana
104 fue reconocido como sacerdote e inmediatamente arrestado. Era el 19 de enero de 1842. Invitado bajo amenazas y torturas a apostatar, se mostró firme y fiel a Cristo y fue dejado en la cárcel a lo largo de meses para ver si apostataba. Pero el mártir mantuvo la fe. Condenado a muerte, fue decapitado el 12 de julio de 1842. Se pudo rescatar su cuerpo y sepultarlo cristianamente Pedro Le Tuy, había nacido en la población de Banh-So hacia 1770. Estudió en el seminario de Vinh-Tri y se ordenó sacerdote. Fue primero coadjutor de Dong-Thanh y luego de Chan-Loc, pasando luego como párroco a Nam-Duong. Trabajó en los tres sitios con mucho celo, edificando a los fieles. Estaba en el pueblo de Thanh-Trai administrando los sacramentos a un enfermo cuando fue delatado y arrestado. Los cristianos intentaron, sin conseguirlo, obtener su liberación. El detenido fue enviado a Hanoi, recluido en la cárcel y cargado con la canga, lo que llevó con gran paciencia y humildad. Quedó claro que la única posibilidad de salvarlo era ocultar su condición de sacerdote, pero cuando a los tres meses fue juzgado, él no quiso ocultar su ministerio sacerdotal. El juez no cargó las tintas en su relación al rey Minh-Manh, pero éste, al saber que era sacerdote, confirmó su pena de muerte. Fue decapitado en Hanoi el 11 de octubre de 1833, primera víctima de este reinado. Su cuerpo pudo ser luego enviado a París, al Seminario de Misiones Extranjeras Pedro Nguyen Bá Tuân, natural de Ngaoc-Duong, Tonkín, donde nació en 1763, fue convertido al cristianismo por los dominicos, y optó por el sacerdocio, al que se preparó adecuadamente, siendo ordenado presbítero por el obispo san Clemente Ignacio Delgado, entonces vicario del Tonkín oriental. Ejerció su ministerio con gran dedicación durante treinta años en diferentes destinos a que le envió la obediencia y fue siempre un sacerdote fiel y cumplidor. Su último destino fue Lác-Món. Estando aquí supo que el misionero español san José Fernández, religioso dominico, había caído enfermo en Ninh-Chuong y corrió allá para ayudarlo y estar a su lado. Pero vio que aquel lugar era peligroso y entonces decidieron cruzar el río, lo que necesitaba una operación arriesgada y bien organizada. Llegaron a Qui-Lau, ya en el vicariato occidental, donde los misioneros franceses les dieron acogida caritativa, hospedándose en la casa de un pagano. Pero éste cedió a la tentación de delatar su presencia esperando la recompensa.
105 Pedro fue arrestado el 18 de junio de 1838 y llevado a Nam-Dinh, donde se le exigió la apostasía. Se negó firmemente y fue condenado a muerte. A la espera de la confirmación real, fue bárbaramente torturado y cargado con la canga pese a ser persona anciana. Antes de que llegase la confirmación de su sentencia, murió en la cárcel el 15 de julio de 1838 a consecuencia de los malos tratos. Pedro Nguyen Van Luu, Nació en Go-vap (Tonkín) en 1812, de joven aspiró al sacerdocio e hizo los estudios en el seminario de Penang. Hizo primero de catequista en la frontera de Camboya y se acreditó por su celo. Una vez ordenado fue al distrito de Mac Bac y, más tarde, fue nombrado párroco de Sa-Dec, pasando después a My-Tho. Animador ejemplar de las comunidades cristianas, compraba a los guardianes de las cárceles para poder entrar a dar los sacramentos a los cristianos detenidos. Esto le valió al fin su arresto y detención. Se negó a apostatar pese a las amenazas y tormentos, siendo decapitado el 7 de abril de 1861 en My-Tho Tomás Toán, natural de Can Phan, actual Vietnam, nace hacia 1768. Prestaba servicios en el distrito misional de Trung-Linh como catequista y como procurador, y era fervoroso miembro de la Orden Tercera de Santo Domingo. Fue denunciado como cristiano por un médico y arrestado el 16 de diciembre de 1839 y llevado a la cárcel de Nam-Dinh. No compareció a juicio inmediatamente, pero fue repetidamente torturado para conseguir su apostasía. Se mantuvo firme y confesó la fe. Comparece por fin ante el gobernador en abril de 1840 y, al no apostatar, es encerrado en una celda estrechísima junto con dos renegados. Éstos se dedicaron a procurar que también Tomás renegase, debiendo oír de ambos sujetos continuas obscenidades y blasfemias y soportar de ellos un continuo trato humillante. Le hacían ver, además, que la salvación de los dos apóstatas dependía de su propia apostasía. Debilitado y hundido moralmente, dijo que obedecería al gobernador. Entonces lo sacaron de la celda inmunda en que estaba y lo llevaron a otra, donde encontró preso al religioso santo Domingo Trach y recuperó el valor. Se arrepintió de su debilidad, se confesó con el sacerdote y cuando fue llevado al gobernador se negó a pisar la cruz y volvió a confesar la fe. Nuevamente torturado, las torturas fueron en vano. Llevado a la cárcel y abandonado en ella, murió de miseria, sed y hambre el 27 de junio de 1840.
106 Vicente Do Yen, nace en el seno de una familia cristiana el año 1764 en el poblado vietnamita de Tra-Lu. Recibido y educado en la llamada «Casa de Dios», san Clemente Ignacio Delgado lo ordenó sacerdote en 1798. Surgida aquel mismo año la persecución, cuando ya estaba dedicado a la cura de almas, fue denunciado y arrestado en 1799 y pasó a la cárcel con la canga al cuello. Un mes más tarde los fieles lograron su libertad dando por él una suma de dinero. Continuó su labor apostólica hasta que finalmente decidió ingresar en la Orden de Predicadores. Fue recibido como miembro de la comunidad de Manila y emitió su profesión religiosa el 22 de julio de 1808. Adornado de extraordinarias cualidades morales, era amado de sus feligreses que veían en él un ángel de Dios. Su parroquia era la de Ke Sat, donde logró ampliar y fortalecer la comunidad cristiana y hacer verdaderamente una cristiandad ejemplar. Llegada la persecución de Minh-Mang y luego de que los cristianos tuvieran que destruir con sus manos la iglesia y la casa de la misión (1832), se dieron trazas de tener oculto al sacerdote nada menos que durante seis años. Años en los que no se derramó sangre cristiana en el Tonkín oriental. Pero cuando el gobernador fue llamado al orden por el emperador, la persecución se hizo muy espesa. Los fieles de Ke Sat supieron de una inmediata búsqueda en el pueblo y dirigieron al sacerdote a Thua y luego a Bong, queriendo también librar de problemas a sus fieles. Pero aquí fue rápidamente localizado, arrestado, cargado de cadenas y de una canga y enviado a Hai Duong el 8 de junio de 1838.
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Simón de Rojas (1552-1624), presbítero de la Orden de la Santísima Trinidad
San Simón de Rojas, trinitario, nació en Valladolid (España), el 28 de octubre de 1552. A los doce años, ingresó en el convento trinitario de su ciudad natal, en el que hizo la profesión religiosa el 28 de octubre de 1572. Cursó los estudios en la universidad de Salamanca entre 1573 y 1579. Enseñó filosofía y teología en Toledo desde el año 1581 hasta el 1587. A partir de 1588, hasta su muerte, ejerció con grande prudencia el oficio de superior en varios conventos. En el mismo periodo, fue enviado como Visitador Apostólico a su Provincia de Castilla, en dos ocasiones, y a la de Andalucía, en una. El 14 de abril de 1612 fundó la Congregación de los Esclavos del Dulcísimo Nombre de María. En 1619 fue nombrado Preceptor de los Infantes de España. El 12 de mayo de 1621 fue elegido como confesor de la Reina Isabel de Borbón. Murió el 29 de septiembre de 1624. Su canonización dentro de las celebraciones de este Año Mariano, recompensa dignamente a quien, por su tierna devoción a María, Lope de Vega llegó a equiparar con San Bernardo de Claraval y con San Ildefonso de Toledo. Fue su madre, la virtuosa Constanza, quien imprimió e hizo germinar en el alma de Simón el amor a María. El culto que Constanza, junto con su marido, Gregorio, tributaba constantemente a la Santísima Virgen, explica por qué Simón, cuando pronunció sus primeras palabras, a los 14 meses de edad, siendo de pequeño algo retardado y balbuciente, dijese: "Ave, María". No hacía otra cosa que repetir la plegaria tan frecuentemente recitada por sus padres. Su mayor gozo era el visitar los santuarios marianos, orar a María, imitar sus virtudes, cantar sus alabanzas, resaltar la importancia de la Santísima Virgen en el misterio de Dios y de la Iglesia. A través de
108 profundos estudios teológicos, comprendió cada vez mejor la misión de María en la salvación del género humano y la santificación de la Iglesia. Vivió sus votos religiosos con el estilo de María. Pensaba que para ser todo de Dios, como Ella, era necesario hacerse esclavos suyos, o mejor, esclavos de Dios en María. Fue por ello por lo que fundó la Congregación de Esclavos del Dulcísimo Nombre de María, para la mayor gloria de la Trinidad y la alabanza de la Virgen, al servicio de los pobres. Para él, ser esclavo de María quería decir pertenencia total a Ella: Totus tuus, para unirse más íntimamente a Cristo y en él, por el Espíritu, al Padre. La Congregación por él fundada era de carácter laical. A ella podían adherirse personas de todo rango social. Los inscritos, entre los que figuraban el rey y sus hijos, se obligaban a honrar a María, asistiendo maternalmente a sus hijos predilectos: los pobres. Esta obra subsiste todavía hoy en España. Simón de Rojas, que era considerado uno de los más grandes contemplativos de su tiempo, y que en la obra La oración y sus grandezas demuestra ser un gran formador de almas de oración, quería que a la dimensión contemplativa se uniese la activa, las obras de misericordia. Fiel al carisma trinitario, promovió redenciones de esclavos, remedió numerosísimas necesidades de los pobres, consoló enfermos, desheredados y marginados de todo tipo. Cuando recibió encargos en la Corte, puso como condición para aceptarlos el poder seguir ocupándose de sus pobres, a los que ayudaba de muchas maneras, siempre con alegría a cualquier hora del día o de la noche. Son numerosísimas las expresiones de su amor a María. Los pintores que han inmortalizado su figura, ponen siempre en sus labios el saludo "Ave, María", por él pronunciado con tanta frecuencia que familiarmente era llamado "el Padre Ave María". Hizo imprimir millares de estampas de la Virgen Santísima con la inscripción "Ave, María", estampas que enviaba también al extranjero. Hizo confeccionar rosarios con 72 cuentas azules sobre cordón blanco, símbolo de la Asunción y de la Inmaculada, como recuerdo de los 72 años que, según la creencia de la época, había vivido la Virgen, y los difundió por doquier. Valiéndose de su influencia en la Corte, hizo que se esculpiese con letras de oro sobre la fachada del Palacio Real de Madrid el saludo angélico que él tanto amaba: "Ave, María". El 5 de junio de 1622, pidió a la Santa Sede la aprobación de un texto litúrgico por él compuesto en honor del Dulcísimo Nombre de María, texto que más tarde el Papa Inocencio XI extendió a toda la Iglesia.
109 Las honras fúnebres que se le tributaron a su muerte, acaecida el 29 de septiembre de 1624, asumieron el aspecto de una canonización anticipada. Durante 12 días, los más famosos oradores de Madrid exaltaron sus virtudes y santidad. Impresionado por la veneración unánime que se le rendía, el Nuncio del Papa, algunos días después de su muerte, el 8 de octubre siguiente, ordenó que se iniciasen los procesos, en vista a su glorificación por parte de la Iglesia. Reconocida la heroicidad de sus virtudes por Clemente XII, el 25 de marzo de 1735, fue beatificado por Clemente XIII, el 19 de mayo de 1766. Y hoy, 3 de julio de 1988, el Papa Juan Pablo II inscribe en el Catálogo de los Santos a este gran siervo de María y padre de los pobres.
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Rosa Filipina Duchesne (1769-1852) religiosa, de la Sociedad del Sagrado Corazón
Rosa FILIPINA DUCHESNE nació el 29 de agosto de 1769 en Grenoble, Francia. Fué bautizada en la iglesia de San Luis, y le dieron el nombre de San Felipe apóstol, y el de Santa Rosa de Lima, primera santa del nuevo continente. Educada en el Convento de la Visitación de Ste. Marie-d'en-Haut, y atraída por la vida contemplativa, entró en ese monasterio a los 18 años. La comunidad se dispersó durante la Revolución Francesa. Filipina regresó a su familia y se dedicó a cuidar a los presos y a todos los que sufrían. Intentó reconstruir el monasterio de Ste. Marie después del Concordato de 1801 con algunas compañeras, pero no lo logró. En 1804 Filipina oyó hablar de una nueva congregación, la Sociedad del Sagrado Corazón, y pidió a la fundadora Magdalena Sofía Barat ser admitida, ofreciendo su monasterio. La Madre Barat visitó Ste. Marie en 1804 y recibió a Filipina y sus compañeras como novicias en la Sociedad. La vida contemplativa alimentó en Filipina el deseo de ir a las misiones. Atraída por la Eucaristía desde su juventud, pasó la noche de un Jueves Santo en oración. Escribió a la Madre Barat: «Pasé la noche entera en el Nuevo Continente llevando el Santísimo Sacramento por todas partes... Tenía que hacer tantos sacrificios: una madre, hermanas, parientes, mí montaña... Cuando me diga: "Te envío", responderé en seguida: "Voy"». Sin embargo, tuvo que esperar otros 12 años. En 1818 el sueño de Filipina se vio realizado. El Obispo del territorio de Louisiana buscaba una congregación de religiosas para ayudarle a evangelizar los niños franceses e indios de su diócesis, y Fílipina fue enviada a responder a esta llamada. En St. Charles, cerca de St. Louis,
111 Missouri, fundó la primera casa de la Sociedad fuera de Francia, en una cabaña de troncos. Allí vivió todas las austeridades de la vida de frontera: frío extremo, trabajo duro, falta de dinero. Nunca llegó a aprender bien el inglés. Las comunicaciones eran muy lentas: a veces no le llegaban noticias de su querida Francia. Luchó por mantenerse estrechamente unida con la Sociedad del Sagrado Corazón en Francia. Filipina y otras cuatro Religiosas del Sagrado Corazón trazaron un camino. En 1820 abrió la primera escuela gratuita al oeste del Mississippi. En 1828 había fundado ya seis casas. Estas escuelas eran para las jóvenes de Missouri y Louisiana. Las amó y trabajó para ellas, manteniendo siempre en el fondo de su corazón el anhelo de ir a los Indios americanos. Cuando Filipina tenía 72 años, se abrió una escuela para los Potowatomies en Sugar Creek, Kansas. Aunque muchos pensaban que Filipina estaba demasiado enferma para ir, el jesuita que dirigía la misión insistió: "Tiene que venir: quizás no podrá hacer mucho trabajo, pero con su oración alcanzará el éxito de la misión, y su presencia atraerá muchos favores del cielo para la obra". Estuvo sólo un año entre los Potowatomies, pero su valor pionero no flaqueó, y sus largas horas de contemplación inspiraron a los indios el llamarla " La mujer que siempre reza”. Su salud no pudo resistir el régimen de vida en el poblado. Volvió a St. Charles en julio de 1842, aunque su corazón valiente nunca perdió el deseo de las misiones. "Siento el mismo anhelo por las Montañas Rocosas que sentía en Francia cuando pedí venir a América... ". Filipina murió en St. Charles, Missouri, el 18 de noviembre de 1852, a la edad de 83 años.
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Magdalena de Canossa (1774-1835) virgen, fundadora de la familia Canosiana, Hijos e Hijas de la Caridad
MAGDALENA DE CANOSSA, mujer que creyó en el Amor del Señor Jesús, fue enviada por el Espíritu entre los hermanos más menesterosos a los que sirvió con corazón de madre y ardor de apóstola. Nace en Verona el 1 de marzo de 1774 de noble y rica familia, tercer nacida de seis hermanos. A través de etapas muy dolorosas, como la muerte de su padre, las segundas nupcias de su madre, la enfermedad y la incomprensión, el Señor la guía hacia caminos imprevisibles que Magdalena intenta recorrer con muchos esfuerzos. UNA LLAMADA Atraída por el Amor de Dios, a los 17 años desea consagrar su vida a Él y por dos veces intenta la experiencia del Carmelo. Pero su Espíritu la solicita interiormente a recorrer un nuevo camino: dejarse amar por Jesús, el Crucificado, pertenecer a Él sólo para dedicarse completamente a sus hermanos afligidos por distintas pobrezas. Vuelve a su familia y, obligada por eventos dolorosos y trágicas situaciones históricas de fines del siglo XVIII, encierra en el secreto de su corazón la vocación y participa en la vida del Palacio Canossa aceptando la gestión del cuantioso patrimonio familiar.
113 UN DON Con empeño y dedicación, Magdalena cumple con sus deberes diarios y amplía su círculo de amigos, quedando disponible a la misteriosa acción del Espíritu que, poco a poco, plasma su corazón y la hace partícipe de la pasión del Padre para el hombre, demostrada en el don completo y supremo de Jesús Crucificado, en el ejemplo de María, la Virgen Madre Dolorosa. Prendida por esta caridad, Magdalena oye el grito de los pobres hambrientos de pan, instrucción, comprensión y de la Palabra de Dios. Ella los descubre en los barrios periféricos de Verona, donde los reflejos de la Revolución francesa, las subsiguientes dominaciones de Emperadores extranjeros y las Pascuas de Verona, habían dejado signos de patente devastación y de sufrimiento humano. UN PROYECTO Magdalena busca y encuentra a las primeras compañeras llamadas a seguir Cristo pobre, casto, obediente y enviadas a testimoniar su incondicionada Caridad entre los hermanos. En 1808, superadas las últimas oposiciones de su familia, Magdalena deja definitivamente el Palacio Canossa para empezar, en el barrio más pobre de Verona, aquella que interiormente reconoce como la voluntad del Señor: servir a los más necesitados con el corazón totalmente plasmado en Cristo. UNA PROFECÍA ¡La Caridad es un fuego que inflama! Magdalena está dispuesta al Espíritu que la guía también entre los pobres de otras ciudades: Venecia, Milán, Bérgamo, Trento ... En pocos decenios, las fundaciones de la Canossa se multiplican, la familia religiosa crece al servicio del Reino. El amor por Cristo Muerto y Resucitado arde en el corazón de Magdalena que, con sus compañeras, se vuelve testimonio del mismo Amor en cinco sectores específicos: la escuela de caridad por el crecimiento integral de la persona; la catequesis a todas las clases, privilegiando a los más lejanos; la asistencia sobre todo hacia las enfermas en los hospitales; seminarios residenciales para formar maestras, que obrasen en el campo, y preciosas colaboradoras de los
114 párrocos en las actividades pastorales; cursos de ejercicios espirituales anuales para las damas de la alta nobleza, con el fin de animarlas espiritualmente y envolverlas en los distintos ámbitos caritativos. Más tarde, esta actividad es dirigida a cualquier clase de personas. Alrededor de la figura y de la obra de Magdalena nacen constantemente otros testimonios de la Caridad: la Naudet, el Rosmini, el Provolo, el Steeb, el Bertoni, la Campostrini, la Verzeri, la Renzi, los Cavanis, el Leonardi, todos fundadores de otras Familias religiosas. UNA FAMILIA La Institución de las Hijas de la Caridad obtiene, entre 1819 y 1820, la aprobación eclesiástica en las distintas diócesis donde las Comunidades ya están presentes. El 23 de diciembre de 1828, Su Santidad león XII aprueba la Constitución del Instituto con el Breve Si Nobis. Después de repetidos intentos negativos con Don Antonio Rosmini y con Don Antonio Provolo, hacia el fin de su vida, Magdalena consigue empezar también el Instituto masculino que proyectó ya desde 1799. En Venecia, el 23 de mayo de 1831, abre el primer oratorio de los Hijos de la Caridad para la formación cristiana de los jóvenes y de los adultos, entregándolo al Sacerdote veneciano Don Francesco Luzzo, coadyuvado por dos laicos de Bérgamo: Giuseppe Carsana y Benedetto Belloni. Magdalena acaba su intensa y fecunda existencia terrena a la edad de 61 años. Muere en Verona el 10 de abril de 1835 asistida por sus Hijas. Era Viernes Santo. UNA MISIÓN ¡Hagan conocer sobre todo a Jesucristo! la grande pasión del corazón de Magdalena, es la grande herencia que las Hijas y los Hijos de la Caridad están llamados a vivir, una disponibilidad radical, "dispuestos por el divino servicio a ir a cualquier pueblo, aun al más lejano" (Magdalena, Ep. II / I, p. 266).
115 Las Hijas de la Caridad cruzan el Océano hacia el Extremo Oriente en 1860. Hoy son cerca de 4000, presentes en los cinco continentes, divididas en 24 Organismos. Los Hijos de la Caridad son cerca de 200 y obran en distintas ciudades de Italia y de ultramar. Hermanas y Hermanos Canosianos llamados "ad Gentes" tratan de entender y acogen "las semillas del verbo", presentes en cada cultura y, con sus testimonios, anuncian "lo que han visto, oído y contemplado...": el Amor del Padre que en Jesucristo alcanza a todos los hombres para que haya vida y, en este dar y recibir, el carisma se enriquece y se vuelve fecundo para el Reino. El carisma que es el Espíritu Santo en Magdalena seguramente no agota su vitalidad en la realización de los dos Institutos. Como consecuencia, distintos grupos laicos encuentran en Magdalena y en su don, su especial manera de vivir la fe, de testimoniar la caridad en los distintos ámbitos apostólicos de las distintas comunidades cristianas. UN CANTO DE GRATITUD La Iglesia nos propone a todos a Magdalena, y en especial, a sus Hijos e Hijas, como un testigo del Amor gratuito y fiel de nuestro Dios. A Él damos gracias por el don de esta Madre y Hermana y por su intercesión pedimos de poderlo amar como Ella, por encima de cualquier otra cosa y hacerlo conocer a los hombres de nuestro tiempo, viviendo nuestra específica vocación.
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María Rosa Molas y Vallvé (1815-1876) religiosa, de las Hermanas de Nuestra Señora de la Consolación
Cuando el 8 de mayo de 1977 era beatificada María Rosa Molas y Vallvé, Pablo VI contemplaba a la humanidad que, en su «lento peregrinar hacia metas de anhelada superación», con frecuencia «solo alcanza un humanismo débil, parcial, ambiguo, formal, cuando no falseado». Contemplaba a nuestra sociedad «azotada por múltiples formas de violencia», desde la difusión de la droga, a la plaga del aborto, del criminal comercio de armas a la creciente miseria de tantos pueblos de la tierra. A esta humanidad desorientada y a este mundo deshumanizado, presentaba el mensaje y la figura de María Rosa Molas corno «maestra en humanidad » y «auténtico instrumento » de la misericordia y la consolación de Dios. A distancia de 11 años, nuestro mundo sigue perturbado por los mismos fenómenos, y el hombre, que con frecuencia pierde el sentido último de su existencia, sigue necesitando el anuncio de «la consolación, del amor y la misericordia de Dios». La Canonización de María Rosa Molas forma parte de ese anuncio. Es un grito de esperanza para la humanidad y una llamada que la Iglesia vuelve a lanzar a cuantos creen en el hombre y «quieren dedicarse a la creación de un mundo más humano y más hermanado». La vida de María Rosa Molas es una palabra de consolación para el hombre. Sus contemporáneos afirman que «en el mundo parece que estaba únicamente para consuelo de todos». Esa fue y esa sigue siendo
117 su misión en la Iglesia: Hacerse transparencia de la Misericordia del Padre y mostrar a los hombres los caminos de la Consolación de Dios. Esos caminos que María Rosa recorrió, parten en ella del encuentro con Dios en Cristo, descubierto en una profunda contemplación de su misterio, gustado en una serena experiencia de cruz. María Rosa vive contemplando, «mirando a Jesucristo». En su pobreza lo contempla « tan pobre que no tenía donde descansar la cabeza », en las pruebas del espíritu «piensa en la Oración del Huerto». En toda clase de pruebas experimenta y ensena a sus hijas que «en el Calvario a los pies de Jesús, se encuentra todo consuelo y alivio». Mirando a Jesucristo en su prójimo, sus caminos de consolación se hacen entrega incondicional al hermano, servido hasta el olvido y el sacrificio total de sí misma. A través de una intensa vida de oración que, con frecuencia prolonga a lo largo de noches enteras, «se hace perfecta discípula de Jesús». Ahí es donde se le da «una lengua de discípulo para poder decir al cansado una palabra alentadora» (Is 50, 4). De la contemplación saca la fortaleza para una entrega que no conoce límites y que la impulsa a «vivir en la caridad hasta morir víctima de la caridad». María Rosa Molas había nacido en Reus, de una familia de artesanos, el 24 de marzo de 1815, siendo bautizada al día siguiente con los nombres de Rosa Francisca María de los Dolores. Su padre, José Molas, tenía sangre andaluza en su ascendencia. Su madre, María Vallvé, profundas raíces catalanas. Esto confiere a María Rosa un temperamento rico, marcado por cualidades distintas, que se contraponen y armonizan entre sí. Por una parte, es intuitiva y sensible. Hay en ella ternura y delicadeza de sentimientos, empatía ante el sufrimiento de los demás y creatividad para aliviarlo. Por otra, marcada por el «seny de la terra» del pueblo catalán, tiene un «carácter vivo y enérgico, emprendedor y decidido», «espíritu fuerte y tenaz». Sentido práctico. La contemplación se hace en ella servicio concreto. La misma humildad se traduce en «energía trabajadora incansable». Lleva siempre en su servicio «un gesto desembarazado», «un aire despejado en el trabajo». Tratando de hacer el bien no encuentra obstáculos. «Nada dificulta su afán de bien obrar».
118 Su confesor y primer biógrafo observa que su nacimiento ocurrió en la noche del Jueves al Viernes Santo y ve en esta circunstancia un signo de los dones con que la enriqueció el Señor: «Sin duda, quiso que viniesen a reflejarse muy vivamente en ella el más grande amor de los amores, y la más cruel desolación de Jesús». Según él, era esto anuncio de su participación en los sentimientos de Cristo para que pudiera ser «maestra de su Cariño» y «mensajera de gran caridad». Era «el preludio de las intensas y frecuentes desolaciones con que sería probada». María Rosa, en efecto, a partir del día de su Primera Comunión, vive una profunda experiencia mística, en la que el Señor, a veces, le da a gustar la dulzura inefable de su presencia. «Quien llega a probar cuan dulce es Dios, -exclama- no puede dejar de caminar en su presencia». Dios es para ella «Esposo dulce» o simplemente «Dulzura mía». Pero en su experiencia espiritual más frecuentemente predominan « el silencio de Dios » y la dolorosa sensación de la ausencia del Esposo, por quien se desvive. Esta experiencia, que marca su vida, la hace entrar en un camino de humildad y abnegación, de olvido de sí misma y búsqueda incansable de la gloria de Dios y del bien de los hermanos. Es esa la actitud honda de su vida, que expresa cuando repite: «Todo sea para gloria de Dios. Todo para bien de los hermanos. Nada para nosotras». Este es el camino de «humildad, sencillez y caridad, de abnegación y espíritu de sacrificio» que ella dice «son el alma de su Instituto». Es la «humildad de la caridad» que la lleva a vivir «fascinada por el otro» y a realizar los gestos más heroicos de caridad con la mayor sencillez y naturalidad. En enero de 1841 había entrado en una Corporación de Hermanas de la Caridad, que prestaban sus servicios en el Hospital y la Casa de Caridad de Reus. Allí da pruebas de caridad heroica, en el humilde servicio a los más pobres; allí escucha el clamor de su pueblo, se conmueve y sale en su defensa. El 11 de junio de 1844, asediada y bombardeada la ciudad de Reus por las tropas del General Zurbano, con otras dos Hermanas, atraviesa la línea de fuego, se postra a los pies del General, pide y obtiene la paz para su pueblo. Años después, va con otras Hermanas a Tortosa, donde su campo de acción se amplía. Allí descubre la falsa situación del grupo al que pertenece y experimenta «la orfandad espiritual en que se halla». Su inmenso amor a la Iglesia la lleva a dialogar con sus hermanas, a
119 discernir con ellas los caminos del Señor. El 14 de marzo de 1857, se pone bajo la obediencia de la autoridad eclesiástica de Tortosa. Se encuentra así, sin haberlo deseado nunca, Fundadora de una Congregación que, al año siguiente -el 14 de noviembre- a petición de María Rosa, se llamará, Hermanas de la Consolación, porque las obras en que de ordinario se ejercitan» ... «se dirigen todas a consolar a sus prójimos». Por voluntad suya, la Congregación tendrá por fin: «Dilatar el conocimiento y Reino de Jesucristo», «como manantial y modelo de toda caridad, Consuelo y perfección» y «continuar la Misión sobre la tierra de nuestro dulcísimo Redentor», «consolando al afligido», educando, sirviendo al hombre en «cualquier necesidad». El Señor la había preparado para la misión de Fundadora a través de múltiples servicios y situaciones, a veces dolorosas, que ella vivió Con serena y heroica paciencia. Tal fue la grave calumnia de la que fue objeto cuando, en obediencia a sus Superiores, tuvo que prepararse en secreto y sacar el título de Magisterio. Tal, la persecución que las autoridades civiles emprendieron contra ella en varias ocasiones. María Rosa vive con fortaleza estas situaciones; las vive en silencio y tiene «para cuantos afligen su espíritu, delicadas atenciones y afabilidad». Las vive con serenidad y, a patentes injusticias, responde con servicios generosos y hasta heroicos. Así, a las autoridades de Tortosa que injustamente la han alejado de la Escuela pública de niñas, presta su ayuda para la organización de un Lazareto, «dispuesta a sacrificarlo todo en pro de nuestros pobrecitos hermanos», por si sus «servicios fuesen bastantes para aliviar la suerte del prójimo». Esta mansedumbre y paciencia en soportar, no son en María Rosa, cobardía ni debilidad, sino fortaleza que se hace «parresía», valentía y libertad evangélicas, cuando están en juego los intereses de los pobres, la verdad, o la defensa del débil. La vemos oponerse con energía a un alcalde que pretende hacerle jurar una Constitución española que va contra los intereses de la Iglesia; salir en defensa de las amas de lactancia a quienes la administración no paga el justo salario; defender a sus hijas, injustamente desacreditadas por un administrativo de uno de sus Hospitales; impedir a un médico utilizar a los niños expósitos para experimentar intervenciones quirúrgicas.
120 Y esto lo hace María Rosa sin perder en ningún momento su sereno equilibrio. «Poseía el secreto de ganar los corazones», «infundía recogimiento y veneración». «Era inexplicable verla siempre bondadosa, afable y cariñosa con una superioridad de espíritu envidiable». Esta actitud constante que caracteriza a María Rosa Molas, se entiende tan sólo desde «el secreto de su corazón, que llenaba sólo Dios». Era «efecto del íntimo y continuo trato con Dios que presidía su vida, su acción, sus afectos». «Creía de poca importancia cualquier sacrificio, humillaciones, calumnias, persecuciones. Cuanto la acercaba a Dios le era muy grato... Difícil, inaguantable y amargo lo que sospechaba que a Él ofendía». Desde ese amor a Dios «se hacía Caridad vivida», «se inclinaba sobre el necesitado, sin distinción alguna», si no era en favor de los ancianos más desvalidos y de los niños más abandonados «que eran la pupila de sus ojos». Pasa su vida haciendo el bien, ofreciéndose a sí misma «en el don de una completa entrega en la misericordia y en el consuelo, a quien lo buscaba y a quien, aun sin saberlo, lo necesitaba». Cumple así su misión consoladora hasta que, a fines de mayo de 1876, siente que el Señor se acerca. Tras breve enfermedad, herida más por el deseo de Dios que por males físicos, desgastada por su servicio incansable a los pobres, más que por los años, pide permiso a su Confesor para morir: «¡Déjeme marchar!» Después de recibir su asentimiento: «Cúmplase la santísima voluntad de Dios», moría al caer el 11 de junio de 1876, domingo de la Santísima Trinidad. Dejaba su misión consoladora en la Iglesia a su Familia religiosa, las Hermanas de Nuestra Señora de la Consolación, que hoy está esparcida en once naciones y cuatro continentes.
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Clelia Barbieri, virgen y fundadora de la Congregación de las Hermanas Mínimas de la Virgen de los Dolores
Clelia nació en Le Budrie, diócesis de Bolonia (Italia), el 13 de febrero de 1847, del piadoso matrimonio formado por José Barbieri y Jacinta Nanetti. Sus familiares se ganaban el pan con el trabajo de sus manos; la suma estrechez en que vivían era causa frecuente de enfermedades. Cuando Clelia tenía poco más de ocho años, su padre murió víctima de cólera. Siendo muy pequeña, aprendió que su madre no sólo a coser e hilar, sino, por encima de todo, a amar a Dios y a vivir cristianamente. Con frecuencia le oían decir a su madre: “Háblame de Dios” o “?qué debo hacer para ser santa?”. Acudía a menudo a la iglesia para rezar y estudiaba con ahínco el catecismo. Era de temperamento humilde y dulce y de gran entereza de ánimo. Cuando tejía a sueldo ponía todo su empeño en hacer bien el trabajo y, si su madre le apremiaba para que fuera más deprisa, respondía: “Madre, este trabajo nos lo pagan, por eso debemos hacerlo lo mejor posible”. Nutría su espíritu con piadosas lecturas, en especial con la Práctica del amor a Jesucristo de san Alfonso María de Ligorio y la Filotea de José Riva. Tuvo como director espiritual a don Cayetano Guidi, párroco de Le Budrie, quien con sus sabios consejos le ayudó a progresa en el amor a Dios y en el camino de perfección cristiana. Impulsada por aquel celoso sacerdote y movida por su generosidad, concibió el deseo de dedicarse por entero con otras jóvenes del lugar,
122 se entregó con gran empeño a servir a los pobres y a enseñar el catecismo a los niños. Los domingos, después de haber asistido a la celebración de las Vísperas, solía reunirse con tres compañeras para hablar de Dios. Poco a poco aquellas jóvenes concibieron el proyecto de hacer vida en común “Somos tan pobres –acostumbraba a decir Cleliaque en ningún instituto religioso nos admitirán. Decidámonos, pues, a hacer vida en común y a dedicarnos únicamente a Dios y al prójimo”. Y así, el día 1 de mayo de 1864, las cuatro jóvenes, confiando solamente en Dios, se juntaron con una humilde morrada, llamada “la casa del maestro”, que dio lugar al Ritiro delle Budrie, que con razón es considerado como la cuna de la Congregación de las Hermanas Mínimas de la Virgen Dolorosa. Su misión principal era atender a las niñas huérfanas o abandonadas por sus padre, a las que educaban cristianamente y las preparaban al ejercicio de una profesión. Poco después, mientras practicaban unos ejercicios espirituales, Clelia redactó una regla de vida comunitaria, basada completamente en la oración, el sacrificio, el trabajo y la caridad. Las hermanas eligieron como patronos de su pequeña comunidad a la Virgen de los Dolores, cuyo culto los Servos de María habían promovido en la diócesis de Bolonia, y a san Francisco de Paula, el más humilde de los humildes siervos de Dios, cuya ayuda imploraban sobre todo en los momentos difíciles. Al frente del grupo el párroco Cayetano Guidi puso a Clelia, a la que Dios enriqueció con especiales carismas, como atestiguan el único escrito autógrafo que de ella poseemos: la carta a Jesús, mi dulce esposo. Entretanto, a medida que Clelia avanzaba animosamente por el camino de la santidad, aparecieron en su frágil cuerpo los primeros síntomas de la tuberculosis. Estuvo postrada en cama durante siete meses, al cabo de los cuales, concretamente el 13 de julio de 1870, dijo: “!Ánimo! Yo me voy al cielo, pero estaré siempre con vosotras y nunca os dejaré”. Después de estas palabras, que fueron las últimas, murió en el Señor. En el primer aniversario de su muerte, como si quisiera cumplir su promesa, habiéndose reunido las hermanas en su habitación para orar, se oyó, en respuesta a sus plegarias, una vez que todas ellas identificaron como la de Clelia. Del pequeño grupo congregado en Le Budrie nació la familia religiosa de las Hermanas Mínimas de la Virgen Dolorosa. El papa Juan Pablo II
123 canonizó a Clelia el 9 de abril de 1989. Su cuerpo se venera en el oratorio de la primera casa de la Congregación.
Gaspar Bertoni (1777-1853) sacerdote, fundador de la Congregación de los sagrados estigmas de Nuestro Señor Jesucristo
GASPAR BERTONI nació en Verona, en la República de Venecia, el 9 de octubre de 1777, de Francisco Bertoni y Brunora Ravelli de Sirmione. Fue bautizado al día siguiente por su tío abuelo, el padre Santiago Bertoni, en la iglesia parroquial de San Pablo, en la sección Campo Marzo de Verona. A ambos lados de la familia, la profesión de "Notario" se ejerció, y de un documento legal de edad, se puede ver que la familia era bastante acomodada. Aún más sobresaliente, sin embargo, fue la práctica de la fe. Tras la muerte de su hermana pequeña, el joven Gaspar siguió siendo el único hijo. Tenía la ventaja de una excelente educación tanto en casa como en la escuela de San Sebastián, que se llevó a cabo por el municipio después de la supresión de los jesuitas. Ellos, sin embargo, continuó enseñando y también en la dirección de la Congregación Mariana. El joven Bertoni llegó aquí bajo la influencia del padre Louis Fortis, que sería en el futuro el primer Director General de los jesuitas después del restablecimiento de la Compañía de Jesús. Desde la gracia de su Primera Comunión a la edad de 11, Gaspar Bertoni fue llamado a una vida de unión mística. Su vocación al sacerdocio había madurado, ya a los 18, entró en el seminario. Frecuentando el curso teológico como estudiante externo, encontró en
124 su profesor de teología moral, el P. Nicolás Galvani, un excelente director espiritual. Durante su primer año de teología, fue testigo de la invasión de los ejércitos franceses (1 de junio de 1796). Este fue el comienzo de un período de 20 años de gran agitación de su ciudad natal. Inspirado por la caridad de profundidad, se dedicó a la asistencia de los enfermos y heridos, como miembro de la Fraternidad del Evangelio para los hospitales, que justo en ese momento había sido instituida por el Siervo de Dios, el Padre. Pedro Leonardi. En su ordenación sacerdotal (20 de septiembre, 1800), en los albores de un nuevo siglo, se encontró en un mundo que necesita de mucha ayuda para la resolución de los problemas graves que lo molesten. Su párroco asignado a los jóvenes de la parroquia a su cuidado pastoral. Se dedicó con todas sus energías y gran capacidad de organización a la nueva misión. Se estableció un oratorio en forma de una "cohorte Marian", que tuvo como objetivo la formación cristiana y social de los jóvenes. Todas esas organizaciones fueron suprimidas por un decreto de Napoleón (1807), y el Padre. Bertoni reservada la realización de sus planes para tiempos mejores. Mientras tanto, se hizo cargo de la dirección espiritual de una comunidad fundada luego por Santa Magdalena de Canossa en el Convento de San José (mayo 1808). Fue aquí donde conoció a la Sierva de Dios Leopoldina Naudet, a quien entonces guía espiritual a las alturas de la mística del santo abandono y la fundación de las Hermanas de la Sagrada Familia. Extendió este aspecto de su ministerio a otro siervo de Dios, Teodora Campostrini, de una familia noble, tanto en el discernimiento de su vocación, como en la fundación de su Comunidad, de la "Minime Sorelle" de la Caridad de la Madre Dolorosa . En septiembre de 1810, él ya se había trasladado desde su casa de la familia tras la muerte de su madre, y fue trasladado de la parroquia de St. Paul, a San Firmus Mayor. Aquí, el obispo también le confió la dirección espiritual de los seminaristas en el seminario diocesano. Una sólida formación espiritual y teológica de los jóvenes fue siempre el claro objetivo de las reuniones frecuentes que tenía en su propia casa. En este momento, comenzó a organizar esta tarea en una forma más ordenada. Su idea general fue la renovación del clero sobre la base de una adhesión incondicional a la Suprema Pontífice, Pío VII, en ese momento, prisionero de Napoleón. Para el P.. Bertoni, el Pontífice, fue
125 siempre "la primera piedra e inamovible" de la Iglesia. La reforma de la Iglesia tuvo que empezar desde el propio santuario, con el regreso de sus ministros a la siguiente integral del Evangelio. El seminario diocesano estaba pasando por una crisis muy mala. Sin embargo, en poco tiempo recuperó su forma adecuada, e incluso supone un aspecto monacal como testigo de la época declaró. Con la caída de Napoleón, la necesidad para la restauración de la opinión general. Fr. Bertoni claro que para reunir el rebaño, una vez más, sería necesario para despertar por la presentación de las verdades fundamentales de la fe a través de la predicación de las misiones a la gente. El 20 de diciembre de 1817, el Papa Pío VII le confirió un mandato preciso, por el que confiere a éste la facultad de "Misionero apostólico". Mientras que el gobierno de Austria prohibió sospechoso este ministerio específico, el Padre. Bertoni se dedicó a la predicación y la catequesis otros. Si bien cada vez todas las cosas para ganar todo por Cristo, el Padre. Bertoni cultivado una vida interior muy intensa. De la lectura de su Diario Espiritual, parece que fue también la gracia de dones místicos. Entre ellos, fue el llamado que se hizo evidente para él por la gracia, a la fundación de una familia religiosa. El 4 de noviembre de 1816, con dos compañeros, se trasladó a una pequeña casa, junto a una supresión Iglesia, que llevaba el título de "los sagrados estigmas de San Francisco (a partir de esto, el nombre de su comunidad se ha adaptado con el tiempo, en esta pequeña iglesia, también trabajó para difundir la devoción a la Pasión y las llagas de Cristo). En una forma muy austera, la nueva comunidad abrió una escuela sin clases, ofreciendo este y otros servicios gratuitos a la Iglesia y la sociedad. los hombres vivían juntos una vida común de la estricta observancia y la penitencia. Una intensa vida de la contemplación se ha unido a un amplio apostolado, incluyendo la educación cristiana de la juventud, la formación del clero y de la predicación misionera, en la disponibilidad perfecta a las peticiones del obispo. Inmediatamente después de un éxtasis que vivió rezando ante un crucifijo (el 30 de mayo de 1812), sufrió un primer ataque de la "fiebre miliar" que lo llevó hasta el umbral mismo de la muerte. Casi milagrosamente, se recuperó, pero para el resto de sus 41 años de vida se quedó en mal estado de salud, esto mientras todos dando un maravilloso ejemplo de paciencia y abandono confiado heroica a Dios. Incluso desde su lecho de enfermo, sufriendo molestias indescriptibles,
126 se convirtió en el "ángel de los abogados" para innumerables personas que le buscaban. Varios de éstos fueron dotados los seres humanos, que fueron fundadores obras de caridad, como Beato Carlos Steeb, los Siervos de Dios, el Padre. Nicolás Mazza y el Padre. Antonio Provolo - y otros de fuera de la ciudad, que llegó a Verona a reunirse con él. Una auténtica imagen de Cristo Crucificado, con sus cerca de 300 procedimientos quirúrgicos en la pierna derecha que sufrió, no podía sufrir bastante por el bien de la Iglesia y la salvación de las almas. Una vez que el enfermero le preguntó si necesitaba algo - y entre sus últimas palabras fueron: "Tengo que sufrir". En una visión de esperanza viva en Cristo resucitado, que lleva el signo de su triunfo, y con el apoyo de los cónyuges Santo y patrocinadores, María y José, murió una muerte santa, a las 3:30 de una tarde de Domingo, 12 de junio 1853 . Su Congregación de los Sagrados Estigmas de Nuestro Señor Jesucristo, enriquecida por muchos sufrimientos para, gradualmente se extendió más allá de Verona, a otras ciudades de Italia, y luego a los Estados Unidos, a Brasil (donde en la actualidad cuenta con 6 obispos), a Chile, a las Filipinas y los territorios de misión: Sudáfrica, Costa de Marfil, Tanzania, Tailandia.
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Ricardo Pampuri, O.H. (1897-1930), religioso, de la Orden San Juan de Dios
HERMINIO FELIPE PAMPURI en religión Fr. Ricardo, décimo de once hijos, nació el 2 de agosto de 1897 en Trivolzio (Pavia) de Inocencio y de Angela Campari, y fue bautizado el día siguiente. Huérfano de madre a los tres años, fue acogido y educado en casa de los tíos maternos en Torrino, a las afueras de Trivolzio. En 1907 murió en Milán también su padre. Completó su Escuela Elemental entre dos pueblos cercanos y los estudios medios en Milán, siendo alumno interno en el Colegio de San Agustín de Pavía. Después de los Estudios del Liceo, se inscribió en la facultad de medicina de la Universidad de Pavía. Durante la primera guerra mundial, hizo el servicio militar en los años 1915-1920, prestando servicios sanitarios en zona de guerra primero como sargento y después como oficial aspirante de médico. Se graduó en medicina y cirugía con el máximo de puntuación el 6 de julio de 1921 en la mencionada Universidad. Después de un peritaje junto a su tío médico y una breve suplencia en la plaza médica de Vernate, fue nombrado médico rural de Morimondo (Milán). En 1922 hizo laudablemente un curso de perfeccionamiento en el Instituto Obstétrico-ginecológico de Milán, y en 1923 el curso de habilitación para oficial sanitario en la Universidad de Pavía.
128 Muy pronto comenzó a abrir la mente y el corazón a los ideales cristianos de la santidad y del apostolado, y ya de niño hubiera querido seguir la vida sacerdotal y misionera, pero fue siempre disuadido por lo delicado de su salud. Desde la adolescencia fue siempre y en todas partes ejemplo claro de cristiano que, aun viviendo en medio del mundo, profesó abiertamente y con coherencia el mensaje evangélico y practicó con generosa dedicación las obras de misericordia. Amaba la oración y permanecía constantemente en íntima unión con Dios, aún durante su actividad externa. Asiduo a la Mesa Eucarística, permanecía largos ratos delante del sagrario en profunda adoración. Muy devoto de la Santísima Virgen María, la honraba con el rezo del Santo Rosario, aún más de una vez al día. Fue socio activo y celoso del Círculo Universitario Severino Boecio de Pavía, miembro de las Conferencias de San Vicente de Paúl, y terciario franciscano. Perteneció a la Acción Católica desde niño; cuando llegó a Morimondo, fue para el párroco un eficiente colaborador: cofundador del Círculo de la Juventud de Acción Católica, siendo su primer presidente, y organizador de una banda de música. Tanto el primero como la segunda los puso bajo la protección de San Pío X. También actuó como secretario de la Comisión Misionera de la parroquia. Organizaba tandas de Ejercicios Espirituales en la " Villa del Sagrado Corazón" de los Padres Jesuitas de Triuggio, para los jóvenes del Círculo y para los trabajadores del campo y obreros, cubriendo frecuentemente los gastos, y hasta invitaba también a colegas suyos y amigos. En el ejercicio de su profesión, además de ser muy estudioso y competente, trabajaba con admirable solicitud, generosidad y caridad. Visitaba a los enfermos sin excusarse jamás, ni de día ni de noche, en cualquier lugar del territorio médico rural que le correspondía, aunque fuese lugar poco accesible. Siendo sus enfermos en gran parte pobres, les proporcionaba las medicinas, dinero, alimentos, vestidos, ropa y se extendía su caridad hasta a los trabajadores y necesitados, tanto de Morimondo y sus alquerías, como de otros pueblos y localidades.
129 Por eso, cuando, después de casi seis años, dejó la Plaza médica rural para hacerse religioso, el sentimiento por haber perdido su "doctorcito santo" fue vivísimo y general, hasta hacerse eco en la prensa local. El Dr. Pampuri abrazó la vida religiosa hospitalaria en la Orden de San Juan de Dios (Fatebenefratelli) para poder así conseguir más expeditamente la perfección evangélica y al mismo tiempo continuar el ejercicio de la profesión médica para el alivio del prójimo sufriente. Habiendo entrado en la Orden en Milán el 22 de junio de 1927, después del año de Noviciado cumplido en Brescia, emitió los votos religiosos el 24 de octubre de 1928. Nombrado director del Gabinete de Odontología del Hospital de los Hermanos de San Juan de Dios de Brescia, frecuentado preferentemente por gente pobre y por obreros, Fr. Ricardo se prodigó incansablemente a su alivio con admirable caridad, ganándose la estima y la veneración de toda la población. Durante su vida religiosa, Fr. Ricardo, igual que en el mundo, fue para todos modelo de perfección y de caridad: para los Hermanos, para los médicos, para los enfermos, para el personal paramédico y auxiliar, y para tantos cuantos le trataban. Ante todos aparecía en concepto de santidad. Acto seguido de habérsele agravado la pleuritis contraída durante el servicio militar, degenerada en broncopulmonitis específica, el 18 de abril de 1930 fue trasladado de Brescia a Milán, donde murió santamente el 1 de mayo a los 33 años de edad "dejando el recuerdo de un médico que supo transformar la propia profesión en misión de caridad, y de un religioso que reprodujo en sí mismo la figura del verdadero hijo de San Juan de Dios" (Decreto de la heroicidad de sus virtudes, 12 junio 1978). Después de su muerte, la fama de santidad que se percibía durante su vida, se difundió ampliamente en Italia primero, y después por Europa y en los otros continentes. Muchos fieles obtenían de Dios por su intercesión gracias señaladas, hasta milagrosas. Aprobados los dos milagros presentados, fue beatificado por Su Santidad Juan Pablo II el 4 de octubre de 1981. Posteriormente, reconocida como milagrosa la curación ocurrida el 5 de enero de 1982 en Alcadozo (Albacete, España) en favor del niño de 10
130 años Manuel Cifuentes Rodenas por intercesión del Beato Ricardo Pampuri, fue aprobado el milagro. En la festividad de Todos los Santos, 1 de noviembre de 1989, es solemnemente canonizado. "La vida breve, pero intensa, de Fr. Ricardo Pampuri es un acicate para todo el pueblo de Dios, pero especialmente para los jóvenes, los médicos, los religiosos. A los jóvenes contemporáneos dirige él la invitación a vivir gozosamente y con coraje la fe cristiana: en continua escucha de la Palabra de Dios, en coherencia generosa con las exigencias del mensaje de Cristo en la donación a los hermanos. A los médicos, sus colegas, les dirige la llamada para que desarrollen con entrega su delicado arte médico, desarrollado con los ideales cristianos, humanos y profesionales, para que sea una auténtica misión de servicio social, de caridad fraterna, de verdadera promoción humana. A los religiosos y a las religiosas, pero especialmente a aquellos y a aquellas que, humilde y ocultamente, viven su consagración entre las salas de los hospitales y en las Casas de Cura, Fr. Ricardo recomienda mantener el espíritu primigenio del propio Instituto, en el amor de Dios y de los hermanos necesitados " (Homilía 4 octubre 1981). El cuerpo de San Ricardo Pampuri se conserva y es venerado en la Iglesia parroquial de Trivolzio (Pavía) y su fiesta se celebra el 1 de mayo.
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Inés de Bohemia (1211-1282) monja de la Orden de Santa Clara
Inés, hija de Premisl Otakar I, rey de Bohemia y de la reina Constancia, hermana de Andrés I, rey de Hungría, nació en Praga en el año 1211. En 1220, prometida en matrimonio a Enrique VII, hijo del emperador Federico II, fue llevada a la corte del duque de Austria, donde vivió hasta el año 1225, manteniéndose siempre fiel a los deberes de la vida cristiana. Rescindido el pacto de matrimonio, volvió a Praga, donde se dedicó a una vida de oración más intensa y a obras de caridad; después de madura reflexión decidió consagrar a Dios su virginidad. A través de los franciscanos, que iban a Praga como predicadores itinerantes, conoció la vida espiritual que llevaba en Asís la virgen Clara, según el espíritu de San Francisco. Quedó fascinada y decidió seguir su ejemplo. Con sus propios bienes fundó en Praga entre 1232 y 1233 el hospital de San Francisco y el instituto de los Crucíferos para que los dirigieran. Al mismo tiempo fundó el monasterio de San Francisco para las “Hermanas Pobres o Damianitas”, donde ella misma ingreso el día de Pentecostés del año 1234. Profesó los votos de castidad, pobreza y obediencia, plenamente consciente del valor eterno de estos consejos evangélicos, y se dedicó a practicarlos con fervorosa fidelidad, durante toda su vida. La virginidad por el Reino de los cielos siguió siendo siempre el elemento fundamental de su espiritualidad, implicando toda la profunda afectividad de su persona en la consagración del amor indiviso y esponsal a Cristo. El espíritu de pobreza, que ya la había inducido a distribuir sus bienes a los pobres, la llevó a renunciar totalmente a la propiedad de los bienes de la tierra para seguir a Cristo pobre en la Orden de las “Hermanas Pobres”. El espíritu de obediencia la condujo a
132 conformar siempre su voluntad con la de Dios, que descubría en el Evangelio del Señor y en la regla de vida que la Iglesia le había dado. Trabajó junto con santa Clara para obtener la aprobación de una Regla nueva y propia que, después de confiada espera, recibió y profesó con absoluta fidelidad. Constituida, poco después de la profesión, abadesa del monasterio, conservó esta función durante toda la vida y la ejerció con humildad, sabiduría y celo, considerándose siempre como “la hermana mayor”. Amó a la Iglesia, implorando para sus hijos los dones de la perseverancia en la fe y la solidaridad cristiana. Se hizo colaboradora de los Romanos Pontífices, que para el bien de la Iglesia solicitaban sus oraciones y su mediación ante los reyes de Bohemia, sus familiares. Amó a su patria, a la que benefició con las obras de caridad individuales y sociales y con la sabiduría de sus consejos, encaminados siempre a evitar conflictos y a promover la fidelidad a la religión cristiana de los padres. En los últimos años soportó inalterable los dolores que la afligieron a ella, a la familia real, al monasterio y a la patria. Murió santamente en su monasterio el 2 de marzo de 1282. El culto tributado desde su muerte y a lo largo de los siglos a la venerable Inés de Bohemia, tuvo el reconocimiento apostólico (confirmación de culto) con el decreto aprobado por el Papa Pío IX el 28 de noviembre de 1874.
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Adán Alberto Chmielowski de Cracovia (1845-1916) fundador de los Hermanos y Hermanas de la Tercera Orden de San Francisco, Siervas de los Pobres
Alberto, en su juventud, luchó por la libertad de su patria; luego se dedicó al estudio y al ejercicio de su vocación artística en el campo de la pintura; pero pronto centró su vida en el seguimiento de Cristo que atiende a los más pobres y necesitados; los "Albertinos" y "Albertinas", por él fundados en el seno de la Orden Tercera de San Francisco, han seguido y ampliado su obra y su estilo humilde y fraterno. Alberto Chmielowski, en el siglo Adán, nació en Igolomia, cerca de Cracovia (Polonia), el 20 de agosto de 1845, de padres nobles: Adalberto y Josefina Borzyslawska. Creció en un clima de ideales patrióticos, de una profunda fe en Dios y de amor cristiano hacia los pobres. Quedó huérfano muy pronto y sus familiares se hicieron cargo de él y de los demás hermanos, ocupándose de su formación. A los 18 años se matriculó en el Instituto Politécnico de Pulawy. Tomó parte en la insurrección de Polonia en 1863. Cayó prisionero y se le amputó una pierna a causa de una herida. Al fracasar la insurrección, se trasladó al extranjero, huyendo de la represalia zarista. En Gante (Bélgica) inició estudios de ingeniería. Dotado de buenas cualidades artísticas, decidió estudiar pintura en París y en Munich. En 1874, maduro ya como artista, regresó a Polonia, decidido a dedicar «el arte, el talento y sus aspiraciones a la gloria de Dios». Comenzaron así a predominar en sus actividades artísticas los temas religiosos. Uno de los mejores cuadros, el «Ecce Homo», fue el resultado de una experiencia profunda del amor misericordioso de Cristo hacia el hombre, experiencia que llevó a Chmielowski a su transformación espiritual.
134 En 1880 entró en la Compañía de Jesús como hermano lego. Después de seis meses tuvo que dejar el noviciado por su mala salud. Superada una profunda crisis espiritual, comenzó una nueva vida, dedicada totalmente a Dios y a los hermanos. Acercándose a la miseria material y moral de quienes carecen de techo y a los desheredados en los dormitorios públicos de Cracovia, descubrió en la dignidad menospreciada de aquellos pobrecillos el rostro humillado de Cristo, y decidió por amor del Señor renunciar al arte y vivir al lado de los marginados una vida pobre, dedicándoles toda su persona. El 25 de agosto de 1887 vistió el sayal gris y tomó el nombre de hermano Alberto. Pasado un año, pronunció los votos religiosos, iniciando la congregación de los Hermanos de la Orden Tercera de San Francisco, denominados Siervos de los Pobres o Albertinos. En 1891 fundó la rama femenina de la misma congregación (Albertinas) con la finalidad de socorrer a las mujeres necesitadas y a los niños. El hermano Alberto organizó asilos para pobres, casas para mutilados e incurables, envió a las hermanas a trabajar en hospitales militares y lazaretos, fundó comedores públicos para pobres, y asilos y orfanatorios para niños y jóvenes sin techo. En los asilos para los pobres, los hambrientos recibían pan; los sin techo, alojamiento; los desnudos, vestidos; y los desocupados eran orientados a un trabajo. Todos contaban con su ayuda, sin distinción de religión o nacionalidad. En la medida en que satisfacía las necesidades elementales de los pobres, el hermano Alberto se ocupaba también paternalmente de sus almas, tratando de reavivar en ellos la dignidad humana, ayudándoles a reconciliarse con Dios. Tomaba fuerza del misterio de la Eucaristía y de la Cruz para su acción caritativa. A pesar de su invalidez, viajaba mucho para fundar nuevos asilos en otras ciudades de Polonia y para visitar las casas religiosas. Gracias a su espíritu emprendedor, cuando murió dejó fundadas 21 casas religiosas en las cuales prestaban su trabajo 40 hermanos y 120 religiosos. Murió, de cáncer de estómago, el día de Navidad de 1916 en Cracovia, en el asilo por él fundado, pobre entre los pobres. Antes de su muerte dijo a los hermanos y hermanas, señalando a la Virgen de Czestochowa: «Esta Virgen es vuestra fundadora, recordadlo». Y: «Ante todo, observad la pobreza». Su entera dedicación a Dios mediante el servicio a los más necesitados, su pobreza
135 evangélica a imitación de San Francisco de Asís, su filial confianza en la divina Providencia, su espíritu de oración y su unión con Dios en el trabajo de cada día son la herencia que ha dejado el hermano Alberto a sus hijos e hijas espirituales. Enseñó a todos con el ejemplo de su vida que «es necesario ser buenos como el pan, que está en la mesa, y que cada cual puede tomar para satisfacer el hambre». La herencia espiritual del hermano Alberto pervive en sus congregaciones, que extienden su acción misionera por tierras de Polonia, Italia, Estados Unidos y Argentina. Convencidos de la santidad del hermano Alberto, sus contemporáneos lo definieron como «el hombre más grande de su generación». Considerado el San Francisco polaco del siglo XX, el hermano Alberto fue beatificado en Cracovia el 22 de junio de 1983 por el Papa Juan Pablo II, quien también lo canonizó el 12 de noviembre de 1989 en Roma.
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Muziano Maria Wiaux, F.S.C. (1841-1917), religioso, del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas
En Mellet, una pequeña población de Bélgica, nació el santo hermano Muciano María. Su padre, Juan Wiaux, era el herrero del pueblo, conocido por su jovialidad y caridad cristiana. Su madre, Elisabeth Badot atendía una tienda y una hospedería además de la educación y el cuidado de sus hijos que en total fueron seis. Luis José nació el 20 de marzo de 1841. De niño frecuentó la escuela del maestro Carlos Dandois que era respetado y admirado por la gente del pueblo. Luis José terminó la escuela a los once años y empezó a ayudar a su padre en la herrería. Pronto se despertó en él la vocación religiosa y pidió ingresar con los hermanos de las Escuelas Cristianas que recientemente habían llegado a la vecina población de Gosselies. Sus mismos padres, viendo en ello una bendición de Dios, aunque les costaba alejarse de su hijo más querido, lo llevaron personalmente ante el hermano Noce, director de novicios. El martes de pascua de 1856 ingresó como postulante en el noviciado de los Hermanos de la Salle. El 2 de julio recibió el hábito, comenzando el noviciado y tomando el nombre de hermano Muciano María. Después de breves experiencias apostólicas como profesor en Chimay y Bruselas, fue trasladado a Malone al colegio de San Bertuino, uno de los mejores planteles educativos Belgas. Los primeros meses en aquel colegio fueron difíciles pues su preparación no estaba a la altura de las circunstancias. Con la ayuda del hermano Maixentis, quien le dio clases de dibujo y música, se capacitó para desempeñar diversos oficios que le asignaron durante cincuenta y siete años que permaneció en aquel centro educativo. Lo que más llamaba la atención del hermano Muciano María era su capacidad de oración y unión con Dios. Sin dejar de cumplir sus deberes de maestro de música y dibujo todos lo conocían como el hermano que oraba siempre y en todas partes. Tenía una gran
137 devoción a la Santísima Virgen: con frecuencia se le veía arrodillado junto a su imagen que estaba en el jardín: a una de sus sobrinas escribió lo siguiente: “Viendo el papel que María asume en el gran negocio de nuestra salvación, no cesaré nunca de aconsejarte que acudas frecuentemente a la intercesión de esta divina Madre. Puedes estar segura de que ella se tomará la amorosa obligación de condescender a tus oraciones”. Aunque durante su vida gozó de muy buena salud, llegó el momento en que las fuerzas se le agotaron y el médico le aconsejó retirarse de la vida activa. Todavía buscaba, con gran voluntad, seguir las distribuciones regulares de la comunidad hasta que, anciano, fue enviado a la enfermería. Entre las últimas visitas que recibió estuvo la del hermano Maixentis, quien fuera su protector. Antes de morir agradeció a Dios el don del bautismo, y otros dones que le había concedido. También invocaba con frecuencia: “Sagrado Corazón de Jesús protege a Bélgica, salva a Bélgica”. En medio de esta acción de gracias, murió el 30 de enero de 1917. A causa de la guerra, los funerales fueron sencillos y poco concurridos. El hermano Maixentis casi no se despegó del féretro y, sintiéndose solo, exclamó: “hermano Muciano, ven a buscarme”. Al día siguiente del sepelio del hermano Muciano también él murió. El papa Pablo VI beatificó a Munciano el 30 de octubre de 1977 y el papa Juan Pablo II lo canonizó el 10 de diciembre de 1989.
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Marie Marguerite d'Youville (1701-1771) fundadora de la Congregación Hermanas de la Caridad
María Margarita, viuda de Youville, es la primera santa canadiense. Nació el 15 de octubre de 1701 en Varennes (Quebec). Era la mayor de tres hermanas y tres hermanos. A los siete años quedó huérfana de padre y su familia atravesó un período de gran pobreza. Estudió dos años en las Ursulinas de Quebec. Cuando regresó a su hogar, ayudó a su madre en el cuidado de la casa y en la educación de sus hermanos. Más tarde siguió a Montreal a su madre, quien se casó nuevamente. Allí conoció a François d´Youville, con el que contrajo matrimonio en el año 1722 y del que tuvo seis hijos, de los cuales sólo dos sobrevivieron. Bien pronto comprendió que su marido no se interesaba por la familia y se ausentaba frecuentemente para el comercio del alcohol con los indios; a estas pruebas se añadía la convivencia con la suegra, que era muy exigente. Cuando su marido se enfermó de improviso, ella lo cuidó con gran ternura hasta que murió en el año 1730, dejándola encinta con el sexto hijo, que no sobrevivió. Fue entonces cuando comprendió mejor el amor solícito de Dios hacia todos los hombres. Con gran confianza en la providencia de Dios Padre, emprendió muchas obras para responder a las necesidades de los demás. Siguió la educación de sus dos hijos, que se hicieron sacerdotes en 1737. Luego, con tres amigas, se consagró a Dios el 31 de diciembre de ese año, para servirlo en la persona de los más necesitados. Sin pretenderlo, Margarita se convirtió en la fundadora del instituto conocido más tarde con el nombre de Religiosas de la Caridad de Montreal, “Religiosas grises”. Al ponerse al servicio de los pobres, Margarita revolucionó las costumbres sociales de su época, y fue objeto de maledicencias y calumnias por parte de los suyos y de su ambiente social. Sin embargo y
139 a pesar de su delicada salud y de la muerte de una de las primeras que se le asociaron, perseveró en su proyecto. El 2 de febrero de 1745 ella y sus compañeras pusieron todo en común para ayudar a un número mayor de necesitados. Dos años más tarde asumió la dirección del Hospital de los Hermanos Charon, que había caído en ruina y lo convirtió en lugar de refugio para los desamparados. En el año 1765 un incendio destruyó el hospital, pero no quebrantó la fe ni la valentía de esta mujer: exhortó a sus hermanas y a los pobres a reconocer la mano de la Providencia en esa prueba y a alabarla. A los 64 años emprendió la reconstrucción del hospital. Falleció el 23 de diciembre de 1771. Juan XXIII la proclamó beata el 3 de mayo de 1959. Juan Pablo II la canonizó el 9 de diciembre de 1990.
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Rafael Kalinowski, O.C.D. (1835-1907), presbítero carmelita
Rafael nació en Vilna el 1 de septiembre de 1835, de óptima educación familiar y profesional, ejerció como ingeniero, profesor, capitán de ejército y ministro. Patriota de alma fue arrestado y condenado a muerte por adherirse a la insurrección polaca en 1863, conmutada la pena fue deportado a Siberia y condenado a trabajos forzados. Una vez liberado y habiéndosele prohibido permanecer en su tierra, viajo por varios países de Europa. Se acercó a la experiencia de la “noche oscura” antes de iniciar el camino de su vocación y ser “conquistado por Cristo”. A los 42 años ingresó en el Carmelo Teresiano. Fue ordenado sacerdote en Czerna, cerca de Cracovia, en 1882. Organizador de la vida carmelitana y formador de varias generaciones de carmelitas restauró en Polonia la Orden. Se dedicó sobre todo al ministerio de la confesión, en la dirección espiritual y “colmado de celo por el Señor, Dios de los ejércitos” trabajó ardientemente por la unidad de la Iglesia. Devotísimo de la Virgen hizo florecer en Polonia la Orden del Carmelo Teresiano. Los jóvenes fueron el centro de su atención, convencido que hay que invertir en la juventud, buscó la formación integral del ser humano y allí desde la colina donde estaba el monasterio carmelita de Wadowice, recibía los habitantes de cerca y de lejos difundiendo la devoción al
141 escapulario de la Virgen del Carmen, escapulario que también recibiera y llevara toda su vida, Karol Wojtyla; allí - admitió en Don y Misterio - “se formó su devoción mariana durante los años de la infancia y adolescencia”.
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Claudio La Colombière, S.I. (1641-1682), presbítero de la Compañía de Jesús
Claudio La Colombière, tercer hijo del notario Beltrán La Colombière y Margarita Coindat, nació el 2 de febrero de 1641 en St. Symphorien, Delfinado. Trasladada la familia a Vienne, aquí recibió Claudio la primera educación escolar, que después completó en Lyón con el estudio de la Retórica y la Filosofía. En este último período precisamente se sintió llamado a la vida religiosa en la Compañía de Jesús, si bien no conocemos los motivos que le llevaron a esta decisión. En cambio, sí nos ha dejado esta confesión en uno de sus escritos: "Sentía enorme aversión a la vida que abrazaba". Es fácil de comprender esta afirmación para quien se haya interesado por la vida de Claudio, cuya naturaleza, muy sensible a las relaciones familiares y de amistad, era también harto inclinada a la literatura y el arte, y a cuánto hay de más digno en la vida de sociedad. Pero no era hombre que se dejase guiar del sentimiento, por otra parte. A los 17 años entró en el Noviciado de la Compañía de Jesús de Aviñón. En 1660 pasó del Noviciado al Colegio, en la misma ciudad, para concluir los estudios de Filosofía y pronunciar los primeros votos religiosos. Al terminar el curso fue nombrado profesor de Gramática y Literatura, función que desempeñó durante cinco años en dicho Colegio. En 1666 se le envió a París, a estudiar Teología en el Colegio de Clermont; en la misma época se le confió una misión de gran responsabilidad. La notable aptitud demostrada por Claudio a los estudios humanísticos, unida a sus dotes de prudencia y finura, movieron a los Superiores a elegirlo preceptor de los hijos de Colbert, Ministro de Finanzas de Luis XIV.
143 Finalizados los estudios de Teología y ordenado Sacerdote, volvió de nuevo a Lyón en calidad de profesor durante un tiempo para dedicarse después enteramente a la predicación y a la dirección de la Congregación Mariana. La predicación de La Colombière se distinguió siempre por su solidez y hondura; no se perdía en vaguedades sino que hábilmente se dirigía al auditorio concreto y, con tan vigorosa inspiración evangélica, que infundía en todos, serenidad y confianza en Dios. Las ediciones de sus sermones produjeron -y siguen produciendo hoy- abundantes frutos espirituales; porque, tenidos en cuenta el lugar y la duración de su ministerio, resultan menos envejecidos que los de otros oradores de mayor fama. El año 1674 fue decisivo en la vida de Claudio. Hizo la Tercera Probación en la "Maison de Saint-Joseph" de Lyón y, en el mes de Ejercicios que es costumbre hacer, el Señor lo fue preparando a la misión que le tenía reservada. Los apuntes de este período nos permiten seguir paso a paso las luchas y triunfos de su espíritu, extraordinariamente sensible a los atractivos humanos, pero generoso con Dios. El voto que hizo de observar todas las Constituciones y Reglas de la Compañía no tenía por objeto esencial la vinculación a una serie de observancias minuciosas, sino la realización del recio ideal de apóstol descrito por San Ignacio. Precisamente porque este ideal le pareció espléndido, Claudio lo asumió como programa de santidad. El subsiguiente sentimiento de liberación que experimentó junto con una mayor apertura de los horizontes apostólicos -testimoniados en su diario espiritual- prueban que ello había respondido a una invitación de Jesucristo mismo. El 2 de febrero de 1675 hizo la Profesión solemne y fue nombrado Rector del Colegio de Paray-le-Monial. No faltó quien se sorprendiera de que un hombre tan eminente fuera destinado a una ciudad tan recóndita como Paray. La explicación se halla en el hecho de que los Superiores sabían que aquí, en el Monasterio de la Visitación, vivía en angustiosa incertidumbre una humilde religiosa, Margarita María Alacoque, a la que el Señor estaba revelando los tesoros de su Corazón; y esperaba que el mismo Señor cumpliese su promesa de enviarle un "siervo fiel y amigo perfecto suyo" que le ayudaría a cumplir la misión a que la tenía destinada: manifestar al mundo las insondables riquezas de su amor.
144 Una vez en su nuevo destino y mantenidos los primeros encuentros con Margarita María, ésta le abrió enteramente su espíritu y, por tanto, también las comunicaciones que ella creía recibir del Señor. El Padre dio su aprobación plena y le sugirió que pusiera por escrito lo que ocurría en su alma, a la vez que la orientaba y sostenía en el cumplimiento de la misión recibida. Cuando después, gracias a la luz divina que recibía en la oración y el discernimiento, estuvo seguro de que Cristo deseaba el culto de su Corazón, se entregó a él sin reservas, como atestiguan su dedicación y sus apuntes espirituales. En éstos aparece claro que, ya antes de las confidencias de Margarita María Alacoque y siguiendo las directrices de San Ignacio, Claudio había llegado a la contemplación del Corazón de Cristo como símbolo de su mismo amor. Tras año y medio de permanencia en Paray, en 1676 el P. La Colombière salió hacia Londres, nombrado predicador de la Duquesa de York. Era una misión sumamente delicada, dados los sucesos que sacudían a Inglaterra en este momento; antes de finales de octubre del mismo año, el Padre ocupaba ya el apartamento a él reservado en el palacio de St. James. Además de predicar en la capilla y dedicarse a la dirección espiritual sin tregua, oral y escrita, Claudio pudo entregarse a la sólida instrucción religiosa de no pocas personas que habían abandonado la Iglesia Romana. Y, si bien entre grandes peligros, gozó del consuelo de ver volver a muchos, hasta el punto de que al cabo de un año decía: "Podría escribir todo un libro sobre las misericordias de que he sido testigo desde que estoy aquí". Esta intensidad de trabajo y el clima minaron su salud y comenzaron a manifestarse los primeros síntomas de una afección pulmonar. Pero el P. Claudio prosiguió con su mismo plan de vida. A finales de 1678 fue arrestado de repente, bajo la acusación calumniosa de conspiración papista. A los dos días se le trasladó a la horrenda cárcel de King's Bench y allí permaneció tres semanas sometido a graves privaciones, hasta que se le expulsó de Inglaterra por Decreto real. Todos estos padecimientos fueron minando aún más su saludad que fue empeorando con altibajos a su vuelta a Francia. Habiéndose agravado
145 notablemente, se le envió de nuevo a Paray. El 15 de febrero de 1682, primer Domingo de Cuaresma, al atardecer le sobrevino una fuerte hemoptisis que puso fin a su vida El 16 de junio de 1929, el Papa Pío XI beatificó a Claudio La Colombière, cuyo carisma según Santa Margarita María Alacoque, consistió en elevar las almas a Dios siguiendo el camino de amor misericordia que Cristo nos revela en el Evangelio.
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Ezequiel Moreno y Díaz (1848-1906) obispo, O.A.R.
S. EZEQUIEL MORENO Nace en Alfaro (La Rioja-España) el 9-IV-1848. En 1865 profesa en la Orden de Agustinos Recoletos en Monteagudo (Navarra). Ordenado sacerdote en 1871 en Manila, trabaja durante 15 años como misionero en Filipinas. Prior de Monteagudo en 1885, en 1888 parte para Colombia donde restaura la Orden de Agustinos Recoletos y reactiva sus antiguas misiones. Nombrado Vicario Apostólico de Casanare (1893) y Obispo de Pasto (1895), fue modelo de pastores por su fidelidad a la Iglesia y por su celo apostólico. En 1906 vuelve enfermo a España y muere a consecuencia de un cáncer el 19 de agosto del mismo año en el convento de Monteagudo. Se atribuyen a su intercesión innumerables curaciones, sobre todo de cáncer. Beatificado el 1-XI-1975 y canonizado el 11-X-1992 en Santo Domingo con ocasión del V Centenario de la Evangelización de América. ORACION Te damos gracias, Padre y Señor nuestro, porque has querido darnos en S. Ezequiel Moreno un acabado modelo de fidelidad al Evangelio, un perfecto y ardiente operario de su viña y un Pastor según el Corazón de tu Hijo. Te pedimos, por su intercesión, nos concedas vivir con alegría nuestro testimonio cristiano e imitar, sobre todo, su ardiente amor a Ti y su plena disponibilidad al servicio de la Iglesia y de los hombres. Amén.
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Claudina Thévenet (1774-1837) virgen, Fundadora de la Congregación de las Religiosas de Jesús-María
CLAUDINA THÉVENET, la segunda de una familia de siete hijos, nace en Lyon el 30 de marzo de 1774. " Glady ", como se la llama familiarmente, ejerce muy pronto una bienhechora influencia sobre sus hermanos y hermanas porque su bondad, delicadeza y olvido propio la llevan a complacer siempre a los demás. Tiene 15 años cuando estalla la Revolución Francesa. En 1793 vive las horas trágicas del asedio de Lyon por las fuerzas gubernamentales y, en enero de 1794, llena de horror y de impotencia, asiste a la ejecución de sus hermanos, condenados a muerte por represalia, después de la caída de la ciudad. Sus últimas palabras: "Perdona, Glady, como nosotros perdonamos" las hace muy suyas, las graba en su corazón y la marcan profundamente dando nuevo sentido a su vida. En adelante se dedicará a socorrer las innumerables miserias que la Revolución había producido. Para Claudina, la causa principal del sufrimiento del pueblo era la ignorancia de Dios y esto despierta en ella un gran deseo de darlo a conocer a todos. Niños y jóvenes atraen principalmente su celo apostólico y arde por hacer conocer y amar a Jesús y a María. El encuentro con un santo sacerdote, el Padre Andrés Coindre, le ayudará a conocer la voluntad de Dios sobre ella y será decisivo en la orientación de su vida. En el atrio de la iglesia de San Nizier, el Padre Coindre había encontrado dos niñas pequeñas abandonadas y temblando de frío. Las condujo a Claudina quien no vaciló en ocuparse de ellas.
148 La compasión y el amor hacia las niñas abandonadas son el origen de la Providencia de San Bruno en Lyon (1815). Algunas compañeras se unen a Claudina. Se reúnen en Asociación. Elaboran y experimentan un Reglamento y pronto la eligen como Presidenta. El 31 de julio de 1818 el Señor se deja oír por la voz del Padre Coindre: "hay que formar una comunidad. Dios te ha elegido" dijo a Claudina. Y así, el 6 de octubre de ese mismo año, se funda la Congregación de Religiosas de Jesús-María, en Pierres-Plantées, sobre la colina de la Croix Rousse. En 1820 la naciente Congregación se instalará en Fourviére (frente al célebre santuario) en un terreno adquirido a la familia Jaricot. En 1823 obtiene la aprobación canónica para la Diócesis del Puy y en 1825 para la de Lyon. El fin inicial del joven Instituto era recoger las niñas pobres hasta los 20 años de edad. Se las enseñaba un empleo y los conocimientos propios de la escuela primaria, todo ello desde una sólida formación religiosa y moral. Pero querían hacer más, y Claudina y sus hermanas abrieron también sus corazones a niñas de clases acomodadas construyendo para ellas un pensionado. El fin apostólico de la Congregación será pues, la educación cristiana de todas las clases sociales con una preferencia por las niñas y jóvenes, y entre ellas, las más pobres. Los dos tipos de obras se desarrollan simultáneamente a pesar de las pruebas que acompañarán a la Fundadora a lo largo de los últimos doce años de su peregrinación en esta tierra: la muerte dolorosamente repentina del Padre Coindre (1826) y de las primeras hermanas (1828); la tenacidad para impedir la fusión de su Congregación con otra también recién fundada; los movimientos revolucionarios de Lyon en 1831 y 1834 con todas las consecuencias que debieron sufrir los habitantes de Fourviére, por ser la colina punto estratégico de los dos bandos antagónicos. El insigne valor de la Fundadora no se deja intimidar por la adversidad, al contrario, emprende con audacia nuevas construcciones, entre ellas la de la Capilla de la Casa Madre, al mismo tiempo que se entrega a la redacción de las Constituciones de la Congregación. Las estaba ultimando cuando, a sus 63 años, la muerte llamó a su puerta. Era el 3 de febrero de 1837. "Hacer todas las cosas con el único deseo de agradar a Dios" fue el hilo conductor de toda su vida. Esta búsqueda constante de la voluntad de Dios, "llevar una vida digna del Señor agradándole en todo", le dio una
149 fina sensibilidad para leer los signos de los tiempos, discernir los designios de Dios sobre ella y dar una respuesta íntegra y total. Ese camino le ha merecido "compartir la suerte de los santos en la Luz" (Col. 1, 10-11). "Encontrar a Dios en todas las cosas y todas las cosas en Dios" es vivir en espíritu de alabanza. En un mundo en que está demasiado ausente la esperanza, redescubrir la bondad del Creador, presente en la creación y en las personas, reafirma el sentido de vivir e invita a la acción de gracias. Claudina hizo de su vida religiosa apostólica "un himno de gloria al Señor". Sus últimas palabras: "Qué bueno es Dios" fueron la exclamación admirativa de la bondad de Dios que había sabido descubrir aún en los momentos más dolorosos de su vida. Claudina imprimió en su Congregación su fuerte personalidad. Dotada de una grandeza de alma poco común, de prudente inteligencia y buena organización, fue, sobre todo, una mujer de gran corazón. Y quería que sus hijas fueran verdaderas madres de las niñas confiadas a su cuidado: "Es necesario ser madres de las niñas - les decía - sí, verdaderas madres, tanto del alma como del cuerpo". Ninguna parcialidad, ninguna preferencia, "las únicas que os permito son para las más pobres, las más miserables, las que tienen más defectos. A estas sí, amadlas mucho". La solidez de una construcción se revela al paso del tiempo. Cinco años apenas de la muerte de la Fundadora sus hijas llegaban a la India (1842). En 1850 entran en España y en 1855 van al Nuevo Mundo, a Canadá. 175 años después de la fundación de la Congregación, son más de mil ochocientos las Religiosas de Jesús-María repartidas hoy en ciento ochenta comunidades por los cinco continentes. Todas acogen con grande gozo y gratitud la canonización de esta humilde y generosa hija de Francia que el Señor escogió para hacerla su Fundadora.
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Teresa de Jesús de Los Andes (1900-1920) virgen, Carmelita Descalza
La joven que hoy es glorificada en la Iglesia con el título de Santa, es un profeta de Dios para los hombres y mujeres de nuestro tiempo. TERESA DE JESUS DE LOS ANDES, con el ejemplo de su vida, pone ante nuestros ojos el evangelio de Cristo, encarnado y llevado a la práctica hasta las últimas exigencias. Ella es para la humanidad una prueba indiscutible de que la llamada de Cristo a ser santos, es actual, posible y verdadera. Ella se levanta ante nuestros ojos para demostrar que la radicalidad del seguimiento de Cristo es lo único que vale la pena y lo único que hace feliz al hombre. Teresa de Los Andes, con el lenguaje de su intensa vida, nos confirma que Dios existe, que Dios es amor y alegría, que Él es nuestra plenitud. Nació en Santiago de Chile el 13 de julio de 1900. En la pila bautismal fue llamada Juana Enriqueta Josefina de los Sagrados Corazones Fernández Solar. Familiarmente se la conocía, y todavía se la conoce hoy, con el nombre de Juanita. Su niñez se desarrolló normalmente en el seno familiar: sus padres, don Miguel Fernández y Lucía Solar; sus tres hermanos y dos hermanas; el abuelo materno, tíos, tías y primos. La familia gozaba de muy buena posición económica y conservaba fielmente la fe cristiana, viviéndola con sinceridad y constancia. Juana recibió su formación escolar en el colegio de las monjas francesas del Sagrado Corazón. Entre la vida estudiantil y la vida familiar se desarrolló su corta e intensa historia. A los catorce años de
151 edad, inspirada por Dios, decidió consagrarse a Él como religiosa, en concreto, como carmelita descalza. Su deseo se realizó el 7 de mayo de 1919, cuando ingresó en el pequeño monasterio del Espíritu Santo en el pueblo de Los Andes, a unos 90 kms. de Santiago. El 14 de octubre de ese mismo año vistió el hábito de carmelita, iniciando así su noviciado con el nombre de Teresa de Jesús. Sabía desde mucho antes que moriría joven. Más aún, el Señor se lo había revelado, pues ella misma lo comunicó a su confesor un mes antes de su partida. Asumió esa realidad con alegría, serenidad y confianza. Segura de que continuaría en la eternidad su misión de hacer conocer y amar a Dios. Después de muchas tribulaciones interiores e indecibles padecimientos físicos, causados por un violento ataque de tifus que acabó con su vida, pasó de este mundo al Padre al atardecer del 12 de abril de 1920. Había recibido con sumo fervor los santos sacramentos de la Iglesia y el 7 de abril había hecho la profesión religiosa en el artículo de la muerte. Aún le faltaban 3 meses para cumplir los 20 años de edad y 6 meses para acabar su noviciado canónico y poder emitir jurídicamente su profesión religiosa. Murió como novicia carmelita descalza. Esa es toda la trayectoria externa de esta joven santiaguina. Desconcierta, y crece en nosotros el gran interrogante: ¿y qué hizo? Para tal pregunta hay una respuesta igualmente desconcertante: Vivir, creer, amar. Cuando los discípulos preguntaron a Jesús qué debían hacer para vivir según Dios quiere, El respondió: "La obra de Dios es que creáis en quien Él ha enviado" (Jn. 6, 28-29). Por lo tanto, para conocer el valor de la vida de Juanita, es necesario mirar hacia dentro, donde está el Reino de Dios. Ella despertó a la vida de la gracia siendo todavía muy niñita. Asegura que a los seis años atraída por Dios empezó a volcar su afectividad totalmente en El. "Cuando vino el terremoto de 1906, al poco tiempo fue cuando Jesús principió a tomar mi corazón para sí" (Diario, n. 3, p. 26). Juanita poseyó una enorme capacidad de amar y ser amada junto con una extraordinaria inteligencia. Dios le hizo experimentar su presencia, la cautivó con su conocimiento y la hizo suya a través de las exigencias
152 de la cruz. Conociéndolo, lo amó; y amándolo se entregó a Él con radicalidad. Desde niña comprendió que el amor se demuestra con obras más que con palabras, por eso lo tradujo en todos los actos de su vida, empezando por la raíz. Se miró con ojos sinceros y sabios y comprendió que para ser de Dios era necesario morir a sí misma y a todo lo que no fuera El. Su naturaleza era totalmente contraria a la exigencia evangélica: orgullosa, egoísta, terca, con todos los defectos que esto supone. Como nos sucede a todos. Pero lo que ella hizo, a diferencia nuestra, fue librar batalla encarnizada contra todo impulso que no naciera del amor. A los 10 años era una persona nueva. La motivación inmediata fue el Sacramento de la Eucaristía que iba a recibir. Comprendiendo que nada menos que Dios iba a morar dentro de ella, trabajó en adquirir todas las virtudes que la harían menos indigna de esta gracia, consiguiendo en poquísimo tiempo transformar su carácter por completo. En la celebración de este sacramento recibió de Dios gracias místicas de locuciones interiores que luego se mantuvieron a lo largo de su vida. La inclinación natural hacia Dios, desde ese día se transformó en amistad, en vida de oración. Cuatro años más tarde recibió interiormente la revelación que determinó la orientación de su vida: Jesucristo le dijo que la quería carmelita y que su meta debía ser la santidad. Con la abundante gracia de Dios y con la generosidad de joven enamorada se dio a la oración, a la adquisición de las virtudes y a la práctica de la vida según el evangelio, de tal modo que en cortos años llegó a un alto grado de unión con Dios. Cristo fue su ideal, su único ideal. Se enamoró de Él, y fue consecuente hasta crucificarse en cada minuto por El. La invadió el amor esponsal y, por tanto, el deseo de unirse plenamente al que la había cautivado. Por eso a los 15 años hizo el voto de virginidad por 9 días, renovándolo después continuamente. La santidad de su vida resplandeció en los actos de cada día en los ambientes donde se desarrolló su vida: la familia, el colegio, las amigas,
153 los inquilinos con quienes compartía sus vacaciones y a quienes, con celo apostólico, catequizó y ayudó. Siendo una joven igual a sus amigas, éstas la sabían distinta. La tomaron por modelo, apoyo y consejera. Juanita sufrió y gozó intensamente, en Dios, todas las penas y alegrías con que se encuentra el hombre. Jovial, alegre, simpática, atractiva, deportista, comunicativa. En los años de su adolescencia alcanzó el perfecto equilibrio síquico y espiritual, fruto de su ascesis y de su oración. La serenidad de su rostro era reflejo de Aquel que en ella vivía. Su vida monacal desde el 7 de mayo de 1919 hasta su muerte fue el último peldaño de su ascensión a la cumbre de la santidad. Sólo once meses fueron suficientes para consumar su vida totalmente cristificada. Muy pronto la comunidad descubrió en ella un paso de Dios por su historia. En el estilo de vida carmelitano-teresiano, la joven encontró plenamente el cauce para derramar más eficazmente el torrente de vida que ella quería dar a la Iglesia de Cristo. Era el estilo de vida que, a su modo, había vivido entre los suyos, y para el cual había nacido. La Orden de la Virgen María del Monte Carmelo colmó los deseos de Juanita al comprobar que la Madre de Dios, a quien amó desde niña, la había traído a formar parte de ella. Fue beatificada en Santiago de Chile por Su Santidad Juan Pablo II, el día 3 de abril de 1987. Sus restos son venerados en el Santuario de Auco-Rinconada de Los Andes por miles de peregrinos que buscan y encuentran en ella el consuelo, la luz y el camino recto hacia Dios. SANTA TERESA DE JESÚS DE LOS ANDES es la primera Santa chilena, la primera Santa carmelita descalza fuera de las fronteras de Europa y la cuarta Santa Teresa del Carmelo tras las Santas Teresas de Ávila, de Florencia y de Lisieux.
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Enrique de Ossó (1840-1896) Sacerdote - Fundador de las Hermanas de la Compañía de Santa Teresa de Jesús
Enrique de Ossó, sacerdote, fundador de la Congregación de Hermanas de la Compañía de Santa Teresa de Jesús, es uno de los hombre de Dios, que, en el siglo pasado, contribuyeron a mantener viva la fe cristiana en España, con una fidelidad inquebrantable a la Iglesia y la Sede Apostólica. Nació en Vinebre, diócesis de Tortosa, provincia de Tarragona, el 16 de octubre de 1840. Su madre soñaba verlo sacerdote del Señor. Su padre le encaminó al comercio. Gravemente enfermo, recibió la primera Comunión por Viático. Durante el cólera de 1854 perdió a su madre, y en este mismo año -trabajaba como aprendiz de comercio en Reus- abandonó todo y se retiró a Montserrat. Vuelto a casa con la promesa de poder emprender el camino elegido, inició en el mismo año 1854 los estudios en el Seminario de Tortosa. Ordenado sacerdote en Tortosa, el 21 de septiembre de 1867, celebró la primera misa, en Montserrat, el domingo 6 de octubre, festividad de Nuestra Señora del Rosario. Sus clases como profesor de Matemáticas y Física en el Seminario no le impidieron dedicarse con ardor a la catequesis, uno de los grandes amores de su vida. Organizó en 1871 una escuela metódica de catecismo, en doce Iglesias de Tortosa y escribió una "Guía práctica" para los catequistas. Con este libro inicia Enrique su actividad como escritor, apostolado que le convirtió en uno de los sacerdotes más populares de la España de su tiempo. Desde niño tuvo devoción entusiasta por Santa Teresa de Ávila. La vida y doctrina de la Santa, asimilada con la lectura constante de sus obras, inspiró su vida espiritual
155 y su apostolado, mantenidos por la fuerza de su amor ardiente a Jesús y María y por una adhesión inquebrantable a la Iglesia y al Papa. Para acrecentar y fortificar el sentido de piedad, reunió en asociaciones a los fieles, especialmente a los jóvenes, para quienes la revolución y las nuevas corrientes hostiles a la fe católica resultaban una amenaza. Después de haber dado vida en los primeros años de sacerdocio a una "Congregación mariana" de jóvenes labradores del campo tortosino, fundó en 1873 la Asociación de "Hijas de María Inmaculada y Santa Teresa de Jesús". En 1876 inauguraba el "Rebañito del Niño Jesús". Los dos grupos tenían un fin común: promover una intensa vida espiritual, unida al apostolado en el propio ambiente. El Movimiento Teresiano de Apostolado (MTA) recoge en la actualidad el carisma teresiano de nuestro Santo para hacer de los niños, jóvenes y adultos cristianos comprometidos mediante la oración y el apostolado. Para facilitar la práctica de la oración a los asociados, Enrique publicó en 1874 "El cuarto de hora de oración", libro que el autor mandó imprimir 15 veces y del que hasta la fecha se han publicado más de 50 ediciones. Convencido de la importancia de la prensa, inició en 1871 la publicación del semanario, "El amigo del pueblo" que tuvo vida hasta mayo de 1872, cuando por un motivo fútil de la autoridad civil, contraria a la Iglesia, lo suprimió. Sin embargo, en octubre de este mismo año inicia la publicación de la Revista mensual Santa Teresa de Jesús, que durante 24 años fue la palestra en la que el Santo expuso la verdadera doctrina católica, difundió las enseñanzas de Pío IX y León XIII, enseñó el arte de la oración, propagó el amor a Santa Teresa de Ávila e informó de manera actualizada sobre la vida de la Iglesia en España y en el mundo. Para formar a la gente humilde publicó en 1884 un Catecismo sobre la masonería fundado en la doctrina del Papa. Y en 1891 ofreció lo esencial de la Rerum Novarum en un Catecismo de los obreros y de los ricos, prueba concreta de su atención a los signos de los tiempos, según el corazón de la Iglesia. Su gran obra fue la Congregación de las Hermanas de la Compañía de Santa Teresa de Jesús que se extendió, viviendo aún el Fundador por España, Portugal, México y Uruguay. En la actualidad la Congregación se extiende por tres continentes: Europa, Arica y América.
156 San Enrique quiso que sus hijas, llenas del espíritu de Teresa de Ávila, se comprometiesen a "extender el reino de Cristo por todo el mundo", "formando a Cristo en la inteligencia de los niños y jóvenes por medio de la instrucción y en su corazón por medio de la educación". Había soñado junto con la institución de "Hermanos Josefinos" la de una Congregación de "Misioneros Teresianos"", que viviendo santamente el propio sacerdocio en la mayor intimidad con Cristo y al servicio total de la Iglesia, siguiendo las huellas de Teresa, fuesen los apóstoles de los tiempos nuevos. En vida su proyecto no llegó a realidad. Sin embargo, desde hace pocos años, un grupo de jóvenes mexicanos se preparan al sacerdocio con el mismo espíritu teresiano de Ossó. Sacerdote según el corazón de Dios, el Santo fue un verdadero contemplativo que fundió en sí con equilibrio extraordinario un ideal apostólico abierto a todo lo bueno que ofrecían los nuevos tiempos. De fe viva, no miraba sacrificios ni oposiciones; en una época especialmente hostil a la Iglesia, anunció valerosamente el Evangelio con la palabra, con los escritos, con la vida. Murió el 27 de enero de 1896 en Gilet (Valencia), en el convento de los Padres Franciscanos, donde se había retirado durante algunos días para orar en la soledad. Las últimas páginas que escribió antes de su muerte trataban de la acción de la gracia del Espíritu Santo en la vida de los cristianos dóciles a su amor. Es el mensaje de su vida: siempre fiel a las mociones del Espíritu Santo, vivió como apóstol que transmite la fuerza del Evangelio animada por la comunión constante con Dios y por un amor inmenso a la Iglesia. Su existencia, consumida al servicio de los hermanos en una entrega sin límites, revela que el verdadero amor de Cristo cuanto más posee a un ser lo hace más disponible a la caridad siempre nueva y siempre colmada de quien intenta ser reflejo de la presencia de Dios y de su amor en el mundo.
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San Meinardo (1134/36-1196), primer obispo de Livonia, ahora Letonia (Restauración de la Religión)
El primer apóstol de Letonia fue el canónigo lateranense alemán San Meinardo. Construyó en madera la primera iglesia en Ikškile. Sucedía en 1184. El Papa Clemente III lo nombró primer obispo. Nueve siglos después, durante su visita apostólica el 8 de setiembre de 1993 Juan Pablo II restauró el culto de San Meinardo (+ 1196), patrono de Letonia.
Juan Sarkander (1576-1620), presbítero, mártir
Juan Sarkander, sacerdote diocesano y mártir de la fidelidad al servicio ministerial, y en particular, al secreto del sacramento de la confesión, nació el 20 de diciembre de 1576 en la ciudad de Skoczbw, en Silesia, entonces en el principado de Cieszyn, que desde 1291 formaba parte del reino de Bohemia. Fue hijo de Gregorio Matias Sarkander y de Elena Gorecka. En 1593 ingresó en el colegio de los jesuitas en Olomouc para realizar los estudios superiores y de filosofía, que terminó en 1602 en Praga, con
158 la consecución del título de Magister. Fue ordenado sacerdote en Brno, el 22 de marzo de 1609. Sucesivamente, desempeñó su ministerio sacerdotal en la cura de almas en diversos lugares de la diócesis de Olomouc. Desde 1616 hasta su muerte, fue párroco en la ciudad de Holesov, sede del lugarteniente de Moravia, Ladislao Popel de Lobkovic, de quien fue consejero y confesor. Su programa de renovación de la vida católica de la parroquia encontró grandes dificultades, sobre todo después de la insurrección de los nobles de Bohemia, en su mayor parte protestantes, contra el imperio de Austria. El príncipe de Moravia, Wenceslao Bitovsky, protestante, lo mandó encarcelar en Olomouc con la acusación de traición a la patria. Se trataba de un pretexto de carácter político, porque en realidad lo hacía por odio a la fe católica. El proceso se desarrolló del 13 al 18 de febrero de 1620. En calidad de confesor y consejero de Lobkovic, fue acusado de estar al tanto de la invasión militar de Moravia. Él se defendió diciendo que nada de eso le fue revelado en confesión, pero que, si hubiera sabido algo en la administración de ese sacramento no lo habría revelado de ninguna manera. En los interrogatorios lo sometieron a numerosos tormentos, entre ellos el potro y la aplicación de antorchas encendidas. Herido e inconsciente fue arrojado a un calabozo húmedo y oscuro. Allí, después de un mes de sufrimientos a causa de los suplicios, murió el 17 de marzo de 1620. La noticia de una muerte tan cruel se difundió rápidamente y dio origen a una veneración que se ha mantenido hasta nuestros días, especialmente en Moravia, Silesia y en todas las regiones del ex imperio de Austria. El proceso de beatificación fue introducido en 1715, pero las vicisitudes históricas poco favorables no permitieron concluirlo antes del 11 de septiembre de 1859. El Papa Pio IX lo proclamó beato, el 6 de mayo de 1860. El domingo 21 de Mayo de 1995, en Olomouc (República Checa) Su Santidad Juan Pablo II lo canonizó.
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Zedislava de Lemberk (1220-1252), esposa y madre de familia
En el siglo XIII, en Moravia, en el Castillo de Krizavov, hay revuelo y alegría. Nace una niña, la primogénita, a la que seguirán otros cuatro niños, tres niñas y un niño, en el hogar de Privislavo, un noble guerrero al servicio del Rey Wenceslao II de Bohemia: Es un hombre prudente, de gran valor, piadoso y buen guerrero. De su esposa Sibila, de ascendencia italiana, son escuetas las crónicas sobre ella, pero lo condensan en una palabra: "Era una mujer feliz". Era dama de honor de la Reina Cunegunda de Hohenstaufen. Ambos reciamente cristianos, a la usanza de entonces. Levantan la Abadía Cisterciense de Zd 'arnas Sazanon, y el convento franciscano de Brono, donde más tarde reposarán sus restos. Zdislava de Lemberck, ya desde niña era dulce, abnegada, con gran capacidad de sacrificio y de renuncia, manirrota con los pobres y apasionada por los enfermos. De la escucha del Evangelio retiene que San Juan Bautista vivía en el desierto... Ella, ni corta ni perezosa, se escapa al bosque cercano. Su anhelo es vivir como una ermitaña; tenía siete años. Descubierta con prontitud, regresa al castillo paterno. Con alguna frecuencia su madre la contempla orando ante el crucifijo. Zedislava es compasiva hasta lo indecible; el dinero que cae en sus manos tiene un único destinatario: los pobres que se acercan al castillo. En 1.240 a Zedislava la sorprende una noticia: está prometida en matrimonio con Havel de Lemberk. Tiene poco más de quince años; vivirá catorce años de matrimonio con un hombre rudo, violento y un tanto altanero a quien ella logra suavizar con aceptación y paciencia. Tienen cuatro hijos: Havel, Margarita, Jaroslav y Zadislav a los que educa en la ternura, en el sacrificio y con austeridad.
160 Entusiasta de los Frailes Predicadores, suplica a San Jacinto de Polonia su presencia en Bohemia. Para ellos funda dos conventos, uno en Turnov y otro en Jablona - . San Jacinto de Polonia no puede acudir personalmente, pero envía a su hermano de sangre y de religión, el Beato Ceslao con varios religiosos polacos. Zdislava de Lemberck enviada e intensifica su entrega a Dios y a los menesterosos. Pide el hábito de devoción de los dominicos y dedica el día y la noche a la oración: "Era una ardiente buscadora de Dios". Cifra su felicidad en atender personalmente a los enfermos; trabaja, viaja y emplea sus manos en coser los vestidos para cubrir al desnudo, y ella misma prepara la comida a los enfermos y a los pobres. Vive en época de guerras y todos acuden al cobijo que les presta Zdislava de Lemberck. Un cronista insiste: "No se contenta con dar limosna y alimento, en persona, sino que lava los pies y se los besa con una veneración como si fuese Cristo Crucifiçado. Socorre y quiere a los pobres sin medida y sin número". Su muerte acontece en 1.252. En la iglesia -santuario de los Dominicos de Jablona- reposa su cuerpo incorrupto. A ella acuden incontables peregrinos que la veneran como protectora de las familias. Santa Zedislava de Lemberk es un modelo de vivir heroicamente las obras de misericordia. Modelo de esposa y de madre de familia. La fama de Santa Zdislava de Lemberck como protectora de los necesitados y como milagrosa pasa de un siglo a otro; pese a todo no fue beatificada hasta el 28 de agosto de 1.907 por San Pío X. Zdislava de Lemberck fue canonizada el 21 de mayo de 1995 por JuanPablo II en su visita a la República Checa del Este. Semblanza Espiritual La faceta distintiva de Santa Zedislava es ser esposa, madre, y tener "entrañas de misericordia". Su dimensión caritativa fue en tal grado que logra la transformación del carácter de su esposo Havel, que ya no sólo no pone dificultades, sino que, al final de su vida, apoya la labor heroica de su esposa. Es entonces cuando Zedislava no sólo acoge a los pobres y menesterosos, sino que sale a visitarlos.
161 Zedislava es una apasionada de Dios-Amor. Ignora las fronteras. Con el apoyo económico y afectivo de su esposo Havel levanta una hospedería adosada al castillo para acoger, ayudar y atender a los pobres y enfermos. Ahora son los peregrinos los que acuden al castillo cuando se dirigen a Tierra Santa, a Santiago de Compostela o a la Ciudad de Roma. No es de extrañar que la fama de esta Santa, ejemplar madre de familia, vuele y sea aclamada por todos como "Madre de los Pobres".
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Mártires de Košice (+1619), Marcos Krizevcanin, Esteban Pongracz y Melchor Grodziecki, presbíteros, mártires
Antecedentes Entre los años 1618 y 1648 se suceden en Europa Central grandes disputas confesionales, a nivel local y de naciones, entre católicos sostenidos por el Imperio y protestantes que buscan afianzarse. La procesión católica del evangelista San Marcos, realizada en 1606, en la ciudad imperial protestante de Donauwörth es atacada muy duramente por los luteranos. Baviera interviene y, por la fuerza, restablece la paz. Los luteranos responden estableciendo en 1608 la Unión protestante bajo la guía del elector del Palatinado. Los católicos se organizan, al año siguiente, en la Liga católica bajo la dirección de Baviera. La situación, por cierto es tensa, pero en los años inmediatamente posteriores no se producen confrontaciones bélicas. La chispa incendiaria se produce en Bohemia. Dos iglesias protestantes, en Braunau y Klostergrab, han sido construidas en solares pertenecientes a conventos católicos. El hecho es declarado contra la Carta de soberanía de 1609. Las iglesias son clausuradas y después destruidas. La rebelión protestante de Bohemia comienza con la defenestración de Praga en el año 1618. Se establece un gobierno corporativo y una confederación con los estados de Austria superior y de Transilvania. Los sublevados no reconocen, por cierto, al emperador Fernando II y eligen al calvinista Federico V como rey de Bohemia.
163 Fernando II comprende que su poder está amenazado no sólo en Bohemia, sino también en Hungría y en Austria. Consigue las ayudas de Baviera, España, de la protestante Silesia y del papa Pablo V. Los protestantes se apoyan en el príncipe calvinista Gabor Bethlen que domina en la Transilvania. Los ejércitos se enfrentan con mucho odio. En un comienzo, el triunfo fue de los calvinistas. En 1620 termina por imponerse el emperador. En esta primera etapa de la Guerra de los Treinta años sucede, en la ciudad de Kosice (actualmente en Eslovaquia), la muerte de los santos Melchor Grodziecki, István Pongrácz y Marcos Krizevcanin. Esteban (István) Pongracz, presbítero, mártir István es húngaro. Nace en el castillo de Alvicz, cerca de Karlsburg, en 1582. Su familia se cuenta entre las principales de Hungría y está emparentada con los condes y barones de Pongrácz. Hace los estudios clásicos en el principado de Transilvania, en el Colegio de los jesuitas en Cluj (actual Rumania). En los archivos hay muy buenos informes de ‚l. Cuando termina esos estudios secundarios, István discierne su vocación y decide ingresar en la Compañía de Jesús. Deberá, eso sí, por decisión de los Superiores jesuitas, esperar un tiempo hasta lograr los permisos de su poderosa familia. El 8 de julio de 1602 ingresa al Noviciado de Brno. Nada sabemos de estos primeros años. Sí, al año siguiente, ingresa también a la Compañía el joven polaco Melchor Grodziecki con quien traba una profunda amistad. Después de pronunciar los votos de pobreza, castidad y obediencia, István es destinado a cursar un trienio de filosofía en Praga. Los estudios clásicos del Colegio de Cluj son considerados más que suficientes para la Universidad. Al año siguiente se incorpora también Melchor Grodziecki que le sigue los pasos. También se conservan buenas referencias acerca de István en esta etapa de su vida. El magisterio, tradicional en la formación de la Compañía, lo ejerce en los Colegios de Subiana y Klagenfurt.
164 Casi nada conocemos de esos años, vividos junto a los jóvenes. Debieron ser exitosos porque el cargo que se le entrega, más tarde, en Kosice, supone un desempeño ejemplar. La teología la sigue en Gratz, en Austria. El Colegio universitario jesuita de Gratz es uno de los más importantes del imperio. István, ordenado sacerdote, vuelve a Hungría. En 1615, lo encontramos como prefecto de estudios y predicador en el colegio de Humenné, en Kosice (actual Eslovaquia). En Hungría, se distingue por sus cualidades oratorias. Por su piedad y la cuidadosa preparación de los sermones, István hace volver a la fe católica a un buen número de sus compatriotas. El célebre predicador calvinista Alvinezy, capellán del príncipe de Transilvania Gabor Bethlen, no puede ocultar su indignación: "Mientras viva este jesuita, ni yo ni nuestra religión reformada, podremos vivir días tranquilos". Esta fama de buen predicador, el dominio de la lengua húngara y el celo apostólico de István explican el hecho de que Andrés Dóczy lo pidiera con insistencia para su guarnición de Kosice. La nueva tarea la empieza en 1618. Comparte ahora los mismos trabajos de su compañero y amigo Melchor Grodziecki. Juntos, en la vida comunitaria, hacen los planes y se entusiasman. Poco después se une a ellos un joven canónigo croata, Marcos Krizevcanin, amigo de Melchor desde la secundaria en el Colegio de Viena y de István en la ciudad universitaria de Gratz.
Melchor Grodziecki, presbítero, mártir La familia de Melchor Grodziecki es polaca. Melchor nace en Cieszyn en Silesia de Polonia, en el año 1584. Sus padres tienen buena situación económica. Uno de sus tíos, Juan Grodziecki, es obispo de Olomouc y Wenceslao, un segundo tío, es preboste del Capítulo de Brno.
165 Para la formación secundaria Melchor se inscribe en el Colegio de Viena, dirigido por la Compañía de Jesús. En los informes del Colegio aparece como un buen estudiante y distinguido en la piedad. Se conserva una carta escrita por Melchor a su familia cuando ingresa a la Congregaci¢n Mariana (hoy Comunidades de Vida cristiana CVX) del Colegio. "Nunca he sentido mayor felicidad que el día en que logré ser admitido en la Congregación Mariana". A los 19 años de edad, Melchor ingresa a la Compañía de Jesús en el Noviciado de Brno (ciudad situada hoy en la República Checa). Ese Noviciado tiene como bienhechores insignes a sus dos tíos, el obispo Juan y el preboste Wenceslao. Un joven húngaro, István Pongrácz, ha ingresado el año anterior. Desde el primer día, los dos novicios jesuitas, son "amigos en el Señor". Melchor cursa los estudios de filosofía y de teología en la ciudad de Praga. En 1614, a los treinta años, recibe la ordenación sacerdotal. En su larga formación, Melchor es buen alumno, pero manifiesta preferencia, no tanto por la teología especulativa, sino más bien por la controversia, por la casuística y la música. Debido al dominio de las lenguas eslavas, los Superiores lo encargan, apenas ordenado, del cuidado de los fieles checos que viven en Praga y los alrededores. Melchor establece su residencia en la ciudad de Kopa. Desde allí, visita a las comunidades checas. Hace un buen trabajo, pues domina ambas lenguas: la checa y la germana. En su ministerio se ocupa, de una manera especial, de la formación de los muchachos pobres que son gran mayoría en la población checa. En 1617, los Superiores lo destinan a hacer la Tercera Probación. Las circunstancias de la guerra no le permiten darle término. Después del mes de Ejercicios, en diciembre, es enviado al colegio de Humenné, en Kosice (hoy situada en Eslovaquia), como capellán de los soldados católicos, polacos y bohemios, mercenarios del gobierno imperial. Melchor pronuncia la profesión solemne, o los últimos votos en la
166 Compañía de Jesús, cuando faltan menos de tres meses para su muerte. Marcos Crisino (Krizevcanin), presbítero, mártir Marko Stjepan Krizevcanin nace en Korosy, Croacia en el año 1588. A los 12 años sus padres lo envían al Colegio de la Compañía de Jesús en Viena. En los cursos superiores del mismo Colegio está Melchor Grodziecki. Al terminar los estudios clásicos hace un discernimiento vocacional acompañado por los jesuitas. Marcos cree vacilar entre la carrera militar y el estado eclesiástico. También considera el ingreso a la Compañía de Jesús. Los jesuitas le aconsejan esperar un tiempo y entre tanto estudiar una licencia en filosofía. En el Colegio universitario de Gratz, también regentado por la Compañía, Marcos obtiene el grado en filosofía. Termina allí su discernimiento vocacional y decide ser sacerdote diocesano. La paz espiritual que consigue al hacer los Ejercicios espirituales de San Ignacio, lo une para siempre a la gran familia ignaciana. Marcos pasa a Roma. El 17 de noviembre de 1611 ingresa como interno en el Colegio Germánico-hungárico y asiste a clases en el Colegio Romano (actual Universidad Gregoriana), ambos de la Compañía de Jesús. Con profundo consuelo asiste, en la ciudad eterna, a las ceremonias litúrgicas en las que el cardenal jesuita Roberto Belarmino agrega a la Iglesia de Roma al obispo Simeón Vretanja, de quien tiene origen la actual jerarquía católica de rito oriental en Croacia. La estadía romana de cuatro años y la dirección espiritual de los jesuitas asegura en Marcos una profunda adhesión a la fe católica y al romano pontífice. En 1615, ordenado de sacerdote, Marcos regresa a su patria croata. En su ciudad natal, Korosy, ejerce su ministerio. Su principal apostolado consiste en visitar las villas y poblados campesinos fortaleciendo la fe. El arzobispo de Esztergon y Primado de Hungría, Pedro Pazmany, su antiguo profesor jesuita en Gratz, lo nombra rector del Seminario de Trnava y, poco después, canónigo de la catedral. El Capítulo de la
167 diócesis le encarga la administración de los bienes de la Abadía de Széplak, muy cerca de la ciudad de Kosice. Con los jesuitas de Kosice El cargo de administrador obliga al canónigo Krizevcanin a viajar con frecuencia a Kosice. En la casa del gobernador Andrés Dóczy se encuentra con sus dos antiguos amigos jesuitas, Melchor e István, y reanuda la interrumpida amistad. Juntos, los tres, en el mes de julio de 1619, viajan a la Casa de Ejercicios de Humenné. Hacen los Ejercicios espirituales de ocho días. Los tres se dan los puntos de las meditaciones y juntos comparten las consolaciones del espíritu. No pueden saber que esa experiencia de los Ejercicios es una preparación para un martirio muy cercano. Cuando Marcos regresa a la Abadía de Széplak, se entera de la marcha del ejército calvinista de Jorge Rakoczy contra la ciudad de Kosice. Inmediatamente se traslada allí para estar con sus amigos y compartir sus penas y alegrías. El día 3 de septiembre de 1619, el comandante Jorge Rakoczy y sus terribles hacdouks llegan a la ciudad. No es mucho lo que puede hacerse. El ejército calvinista de Rakoczy es muy numeroso y los soldados católicos de Kosice son muy inferiores en número. Rakoczy se sabe vencedor. Exige rendición y la entrega del gobernador Andrés Dóczy. Por lo demás, los consejeros calvinistas de la ciudad se inclinan a entregarla. En las conversaciones, Rakoczy dice: "que los calvinistas han tomado las armas y llegado a Kosice, no con intención de hacer daño a los ciudadanos pacíficos, sino sólo para vengar afrentas". Rakoczy, para vencer la resistencia de los consejeros, agrega: "Si los habitantes no usan la fuerza y entregan al gobernador Andrés Dóczy, él, Jorge Rakoczy, empeña su palabra de que nadie sufrirá violencia, ni en su persona ni en sus bienes". Estas palabras aseguran la integridad de los tres sacerdotes. Así piensan los católicos. Por lo demás, la entrega del gobernador no parece del todo peligrosa, porque su vida podrá ser negociada por el rey. Así ha sido siempre.
168 Los consejeros de la ciudad se resignan a pactar. Varios de ellos se dejan convencer, o fingen hacerlo, ante las palabras del predicador calvinista Alvinczy. Por lo demás la artillería apunta contra el palacio de gobierno. Y parece haber, entre los soldados de Dóczy, un conato de revuelta. El gobernador es entregado. De inmediato es remitido a Transilvania ante el príncipe Gabor Bethlen. Desde entonces, Andrés Dóczy desaparece del escenario de la historia. La creencia general es que pereció envenenado por los calvinistas. Una decisión injusta Consumados los hechos, el predicador calvinista Alvinczy pide al comandante Rakoczy la muerte de los católicos más importantes. No lo consigue, pero sí se ve obligado a poner en prisión a los sacerdotes. Jorge Rakoczy sabe que esta concesión va directamente contra su palabra empeñada. Pero no se atreve a oponerse al poderoso predicador, favorito del príncipe Gabor. Primeramente, los tres sacerdotes quedan habitaciones, con centinelas a la puerta.
confinados en
sus
El P. István Pongrácz exige que se les haga un juicio. Ante jueces idóneos, así lo dice, podrá exponer su causa y la de sus compañeros. Jorge Rakoczy, influenciado por Alvinczy, le hace saber, con sarcasmo, que muy pronto quedará determinado lo que se hará con él y sus amigos. Durante tres días no les dan de comer ni de beber. Cuando ellos solicitan un poco de alimento, los guardias, por burlas a la religión católica, les ofrecen carne. Es un día viernes, día de abstinencia para los católicos. Los tres sacerdotes saben muy bien que, en la extrema necesidad en que se encuentran, el precepto no los obliga. Pero también se dan cuenta de que si aceptan comer carne, eso puede ser ocasión de escándalo y será presentado como una prueba de haber abandonado la fe romana. De común acuerdo, deciden rechazar el alimento. Un ofrecimiento a Krizevcanin
169 Un enviado de Jorge Rakoczy se presenta ante Marcos y le ofrece en propiedad el beneficio eclesiástico de la Abadía de Széplak, el mismo que él ha administrado para el Cabildo de la diócesis de Esztergon. La única condición que se impone es la de aceptar las doctrinas de Calvino. Marcos no tiene que hacer grandes demostraciones: Sólo basta su palabra que debe dar al subalterno de Alvinczy allí presente. El P. István Póngracz se indigna al escuchar la oferta. Se encara ante el mensajero y le dice: "Parece que el comandante quiere hacer el papel del demonio, porque busca alejar de Jesucristo a sus fieles. Dígale Ud. que puede ahorrarse el trabajo de inducirnos a dejar la fe católica. Está perdiendo el tiempo inútilmente". El mismo Krizevcanin toma entonces la palabra. "Déjeme, Padre, responder por mí mismo y enviar con este enviado un mensaje al comandante. Diga Ud. a su general que él se ha adueñado contra todo derecho de un beneficio que no le pertenece y que es propiedad del Capítulo de Esztergon. Al general Rakoczy no le asiste ningún derecho para regalar lo que no es suyo. Dígale que podría haberse ahorrado sus ofrecimientos, porque yo no vendo mi fe. Si quiere matarme, puede hacerlo, porque yo estoy dispuesto a dar la vida por la fe católica" Rakoczy se enfurece. Ordena a los guardias quitar al P. István las llaves de la capilla. Destrozan casi todo y se roban el resto. Todo esto con las enérgicas protestas de los tres sacerdotes. El día 6 de septiembre, por la tarde, Jorge Rakoczy hace saber al canónigo Marcos Krizevcanin que es posible obtener su libertad si se aviene a cancelar una fuerte suma como rescate. Marcos acepta, pero pone como condición que el rescate se extienda también a sus dos amigos jesuitas. Él se las arreglar para conseguir el dinero que se le pida. Rakoczy rechaza la condición. El beneficio es exclusivo para el canónigo. Si no lo acepta, morirá con los jesuitas. István pregunta: ¿Por qué nos van a matar? "Porque Uds. son católicos papistas", es la respuesta. István contesta por los tres: "Si ése es nuestro delito, moriremos por la fe". Marcos Krizevcanin se recoge en oración y hace un discernimiento
170 heroico. Es el discernimiento más importante de su vida. Rechaza la libertad y se une a la suerte de los jesuitas. Miguel Szégedz, el jefe de ese grupo calvinista que ha traído el ofrecimiento de Rakoczy, se enfurece: "Ahora mismo Uds. van a morir. O confiesan la fe calvinista o se acaba todo" Los tres sacerdotes toman entonces conciencia de que ha llegado el momento de ofrecer la vida. István grita por los tres: "Nadie podrá quitarnos del corazón ni de la boca la fe católica". Y se adelanta, con paso firme y la cabeza erguida, ante Miguel Szégedz quien tiene la espada desenvainada. Pero los poderes de Szégedz no llegan a tanto. Da media vuelta y se aleja con amenazas. El canónigo y los dos jesuitas se miran y se dan cuentan que la situación parece no tener vuelta. Se confiesan entre sí y se preparan. El martirio del canónigo El martirio de Marcos es también muy duro. Primero lo golpean con palos y con las espadas. No cesan de decirle que debe pasarse al calvinismo. En un momento los verdugos parecen calmarse. Le dirigen palabras de compasión y hasta en un tono suave. Le piden que se pase al partido que defiende la libertad de su patria en contra de los Habsburgos que son católicos. "Dios me libre de ser enemigo de los que trabajan por la libertad de mi patria", balbucea a duras penas el canónigo. István lo escucha desde su taburete y siente miedo. Entonces saca fuerza y grita: “Marcos, no te pases al bando de los calvinistas. No reniegues de nuestra fe”. El canónigo contesta con toda la voz de que es capaz: "István, no tengas miedo. Jamás traicionaré la fe. Prefiero morir. Solamente estoy
171 declarando que amo a mi patria y quiero estar con todos los que la aman, pero yo soy católico". Furiosos los esbirros, lo queman con las antorchas y le cortan la cabeza. Así muere Marcos, con la fe y la patria en el corazón y en los labios. Al amanecer los tres cuerpos son arrojados a un pozo. Los verdugos no se dan cuenta de que István todavía respira. En la cloaca, István Póngracz vive todavía veinte horas. Sólo dice: "Jesús, María, Jesús, María". El sacristán de la capilla, Miguel Eperjéssy, que se ha acercado a mirar, lo escucha. István, desde el pozo, le suplica avisar al senador Hoffman, católico, para que envíe gente a sacarlo de la cloaca. Miguel le responde que el senador también ha sido muerto por los calvinistas. István contesta: "Que se haga entonces la voluntad de Dios". Poco después muere. Los calvinistas asedian la ciudad El día 3 de septiembre de 1619, el comandante Jorge Rakoczy y sus terribles hacdouks llegan a la ciudad. No es mucho lo que puede hacerse. El ejército calvinista de Rakoczy es muy numeroso y los soldados católicos de Kosice son muy inferiores en número. Rakoczy se sabe vencedor. Exige rendición y la entrega del gobernador Andrés Dóczy. Por lo demás, los consejeros calvinistas de la ciudad se inclinan a entregarla. En las conversaciones, Rakoczy dice: "que los calvinistas han tomado las armas y llegado a Kosice, no con intención de hacer daño a los ciudadanos pacíficos, sino sólo para vengar afrentas". Rakoczy, para vencer la resistencia de los consejeros, agrega: "Si los habitantes no usan la fuerza y entregan al gobernador Andrés Dóczy, él, Jorge Rakoczy, empeña su palabra de que nadie sufrirá violencia, ni en su persona ni en sus bienes". Estas palabras aseguran la integridad de los tres sacerdotes. Así piensan los católicos. Por lo demás, la entrega del gobernador no parece del todo peligrosa, porque su vida podrá ser negociada por el rey. Así ha sido siempre.
172 Los consejeros de la ciudad se resignan a pactar. Varios de ellos se dejan convencer, o fingen hacerlo, ante las palabras del predicador calvinista Alvinczy. Por lo demás la artillería apunta contra el palacio de gobierno. Y parece haber, entre los soldados de Dóczy, un conato de revuelta. El gobernador es entregado. De inmediato es remitido a Transilvania ante el príncipe Gabor Bethlen. Desde entonces, Andrés Dóczy desaparece del escenario de la historia. La creencia general es que pereció envenenado por los calvinistas. La glorificación El príncipe calvinista Gabor Bethlen prohíbe escuchar las peticiones, protestantes y católicas, en orden a permitir una honra para los tres mártires. La población de Kosice ve en esto una injusticia. A los seis meses la condesa Katalin Palffy obtiene una sepultura digna. Sus restos están ahora en la iglesia de las Ursulinas, en Trnava. El cardenal Peter Pazmany, que había nombrado al joven Krizevcanin canónigo de Esztergon, pide, pocos años después, al papa Urbano VIII el permiso del culto público. El papa San Pío X los beatifica en 1905. El papa Juan Pablo II los canoniza solemnemente en la ciudad de Kosice, el 2 de julio de 1995.
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Eugenio de Mazenod (1782-1861) Obispo de Marsella, fundador de la Congregación de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada
CARLOS JOSÉ EUGENIO DE MAZENOD llegó a un mundo que estaba llamado a cambiar muy rápidamente. Nacido en Aix de Provenza al sur de Francia, el 1 de agosto de 1782, parecía tener asegurada una buena posición y riqueza en su familia, que era de la nobleza menor. Sin embargo, los disturbios de la Revolución francesa cambiaron todo esto para siempre. Cuando Eugenio tenía 8 años su familia huyó de Francia, dejando sus propiedades tras sí, y comenzó un largo y cada vez más difícil destierro de 11 años de duración. Los años pasados en Italia La familia de Mazenod, como refugiados políticos, pasaron por varias ciudades de Italia. Su padre, que había sido Presidente del Tribunal de Cuentas, Ayuda y Finanzas de Aix, se vio forzado a dedicarse al comercio para mantener su familia. Intentó ser un pequeño hombre de negocios, y a medida que los años iban pasando la familia cayó casi en la miseria. Eugenio estudió, durante un corto período, en el Colegio de Nobles de Turín, pero al tener que partir para Venecia, abandonó la escuela formal. Don Bartolo Zinelli, un sacerdote simpático que vivía al lado, se preocupó por la educación del joven emigrante francés. Don Bartolo dio a Eugenio una educación fundamental, con un sentido de Dios duradero y un régimen de piedad que iba a acompañarle para siempre, a pesar de los altos y bajos de su vida. El cambio posterior a Nápoles, a causa de problemas económicos, le llevó a una etapa de aburrimiento y abandono. La familia se trasladó de nuevo, esta vez
174 hacia Palermo, donde gracias a la bondad del Duque y la Duquesa de Cannizzaro, Eugenio tuvo su primera experiencia de vivir a lo noble, y le agradó mucho. Tomó el título de "Conde" de Mazenod, siguió la vida cortesana y soñó con tener futuro. Vuelta a Francia: el Sacerdocio En 1802, a la edad de 20 años, Eugenio pudo volver a su tierra natal y todos sus sueños e ilusiones se vinieron abajo rápidamente. Era simplemente el "Ciudadano" de Mazenod, Francia había cambiado; sus padres estaban separados, su madre luchaba por recuperar las propiedades de la familia. También había planeado el matrimonio de Eugenio con una posible heredera rica. Él cayó en la depresión, viendo poco futuro real para sí. Pero sus cualidades naturales de dedicación a los demás, junto con la fe cultivada en Venecia, comenzaron a afirmarse en él. Se vio profundamente afectado por la situación desastrosa de la Iglesia de Francia, que había sido ridiculizada, atacada y diezmada por la Revolución. Él llamado al sacerdocio comenzó a manifestársele y Eugenio respondió a este llamado. A pesar de la oposición de su madre, entró en el seminario San Sulpicio de París, y el 21 de diciembre de 1811 era ordenado sacerdote en Amiens. Esfuerzos apostólicos: los Oblatos de María Inmaculada Al volver a Aix de Provenza, no aceptó un nombramiento normal en una parroquia, sino que comenzó a ejercer su sacerdocio atendiendo a los que tenían verdadera necesidad espiritual: los prisioneros, los jóvenes, las domésticas y los campesinos. Eugenio prosiguió su marcha, a pesar de la oposición frecuente del clero local. Buscó pronto otros sacerdotes igualmente celosos que se prepararían para marchar fuera de las estructuras acostumbradas y aún poco habituales. Eugenio y sus hombres predicaban en Provenzal, la lengua de la gente sencilla, y no el francés de los "cultos". Iban de aldea en aldea, instruyendo a nivel popular y pasando muchas horas en el confesonario. Entre unas misiones y otras, el grupo se reunía en una vida comunitaria intensa de oración, estudio y amistad. Se llamaban a sí mismos "Misioneros de Provenza". Sin embargo, para asegurar la continuidad en el trabajo, Eugenio tomó la intrépida decisión de ir directamente al Papa para pedirle el reconocimiento oficial de su grupo como una Congregación religiosa de
175 derecho pontificio. Su fe y su perseverancia no cejaron y, el 17 de febrero de 1826, el Papa Gregorio XII aprobaba la nueva Congregación de los "Misioneros Oblatos de María Inmaculada". Eugenio fue elegido Superior General, y continuó inspirando y guiando a sus hombres durante 35 años, hasta su muerte. Eugenio insitió en una formación espiritual profunda y en una vida comunitaria cercana, al mismo tiempo que en el desarrollo de los esfuerzos apostólicos: predicación, trabajo con jóvenes, atención de los santuarios, capellanías de prisiones, confesiones, dirección de seminarios, parroquias. Él era un hombre apasionado por Cristo y nunca se opuso a aceptar un nuevo apostolado, si lo veía como una respuesta a las necesidades de la Iglesia. La "gloria de Dios, el bien de la Iglesia y la santificación de las almas" fueron siempre fuerzas que lo impulsaron. Obispo de Marsella La diócesis de Marsella había sido suprimida durante la Revolución francesa, y la Iglesia local estaba en un estado lamentable. Cuando fue restablecida, el anciano tío de Eugenio, Fortunato de Mazenod, fue nombrado Obispo. Él nombró a Eugenio inmediatamente como Vicario General, y la mayor parte del trabajo de reconstruir la diócesis cayó sobre él. En pocos años, en 1832, Eugenio mismo fue nombrado Obispo auxiliar. Su ordenación episcopal tuvo lugar en Roma, desafiando la pretensión del gobierno francés que se consideraba con derecho a intervenir en tales nombramientos. Esto causó una amarga lucha diplomática y Eugenio cayó en medio de ella con acusaciones, incomprensiones, amenazas y recriminaciones sobre él. A pesar de los golpes, Eugenio siguió adelante resueltamente y finalmente la crisis llegó a su fin. Cinco años más tarde, al morir el Obispo Fortunato, fue nombrado él mismo como Obispo de Marsella. Un corazón grande como el mundo Al fundar los Oblatos de María Inmaculada para servir ante todo a los necesitados espiritualmente, a los abandonados y a los campesinos de Francia, el celo de Eugenio por el Reino de Dios y su devoción a la Iglesia movieron a los Oblatos a un apostolado de avanzada. Sus hombres se aventuraron en Suiza, Inglaterra, Irlanda. A causa de este celo, Eugenio fue llamado "un segundo Pablo", y los Obispos de las misiones vinieron a él pidiendo Oblatos para sus extensos campos de misión. Eugenio respondió gustosamente a pesar del pequeño número inicial de misioneros y envió sus hombres a Canadá, Estados Unidos, Ceylán (Sri Lanka), Sudáfrica, Basutolandia (Lesoto). Como misioneros
176 de su tiempo, se dedicaron a predicar, bautizar, atender a la gente. Abrieron frecuentemente áreas antes no tocadas, establecieron y atendieron muchas diócesis nuevas y de muchas maneras "lo intentaron todo para dilatar el Reino de Cristo". En los años siguientes, el espíritu misionero de los Oblatos ha continuado, de tal modo que el impulso dado por Eugenio de Mazenod sigue vivo en sus hombres que trabajan en 68 países. Pastor de su diócesis Al mismo tiempo que se desarrollaba este fermento de actividad misionera, Eugenio se destacó como un excelente pastor de la Iglesia de Marsella, buscando una buena formación para sus sacerdotes, estableciendo nuevas parroquias, construyendo la Catedral de la ciudad y el espectacular santuario de Nuestra Señora de la Guardia en lo alto de la ciudad, animando a sus sacerdotes a vivir la santidad, introduciendo muchas Congregaciones Religiosas nuevas para trabajar en su diócesis, liderando a sus colegas Obispos en el apoyo a los derechos del Papa. Su figura descolló en la Iglesia de Francia. En 1856, Napoleón III lo nombró Senador, y a su muerte, era decano de los Obispos de Francia. Legado de un santo El 21 de mayo de 1861 vio a Eugenio de Mazenod volviendo hacia Dios, a la edad de 79 años, después de una vida coronada de frutos, muchos de los cuales nacieron del sufrimiento. Para su familia religiosa y para su diócesis ha sido fundador y fuente de vida: para Dios y para la Iglesia ha sido un hijo fiel y generoso. Al morir dejó a sus Oblatos este testamento final: "Entre vosotros, la caridad, la caridad, la caridad; y fuera el celo por la salvación de las almas". Al declararlo santo la Iglesia, el 3 de diciembre de 1995, corona estos dos ejes de su vida: amor y celo. Y este es el mayor regalo que Eugenio de Mazenod, Oblato de María Inmaculada, nos ofrece hoy.
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Juan Gabriel Perboyre (1802-1840) sacerdote, mártir de la Congregación de la Misión
La misión divina de la Iglesia se hace extensiva a toda la tierra y en todos los tiempos, según la frase de Jesús: Id, pues, y enseñad a todas las naciones. «Nuestra religión debe enseñarse en todas las naciones y propagarse incluso entre los chinos, a fin de que conozcan al verdadero Dios y posean la felicidad en el cielo», afirmaba con valentía San Juan Gabriel Perboyre, misionero en la China, ante un mandarín encargado de interrogarlo. Y este último agregó: «¿Qué puedes ganar adorando a tu Dios? - La salvación de mi alma, el cielo al que espero subir después de haber muerto». El 2 de junio de 1996, con motivo de la canonización de San Juan Gabriel Perboyre, el Papa Juan Pablo II decía de él: «Tenía una única pasión: Cristo y el anuncio de su Evangelio. Y por su fidelidad a esa pasión, también él se halló entre los humillados y los condenados; por eso la Iglesia puede proclamar hoy solemnemente su gloria en el coro de los santos del cielo». En 1817, a los 15 años de edad, Juan Gabriel ingresa, junto con su hermano mayor Luis, en el seminario menor de Montauban (Francia), dirigido por los Padres Lazaristas, hijos espirituales de San Vicente de Paúl. Allí siente el deseo de consagrarse a las misiones en países paganos. Después de terminar el noviciado en Montauban, lo mandan a París para realizar estudios de teología, y luego es ordenado sacerdote. En 1832, su hermano Luis, que se había embarcado como sacerdote lazarista hacia la misión de la China, muere de unas fiebres durante la travesía. Juan Gabriel anuncia inmediatamente a la familia su deseo de ocupar el sitio que la muerte de su hermano ha dejado vacante.
178 Pero sus superiores no lo consideran conveniente a causa de su frágil salud, y es nombrado vicedirector del seminario parisino de los Lazaristas. Como activo ayudante de un director de seminario ya mayor, sigue el principio de enseñar más con el ejemplo que con la palabra. Comunica de ese modo a los novicios su amor por Jesús: «Cristo es el gran Maestro de la ciencia. Es el único que da la verdadera luz... Solamente existe una cosa importante: conocer y amar a Jesucristo, pues no sólo es la luz, sino el modelo, el ideal... Así que no basta con conocerle, sino que hay que amarle... Solamente podemos conseguir la salvación mediante la conformidad con Jesucristo». Escribe lo siguiente a uno de sus hermanos: «No olvides que, ante todo, hay que ocuparse de la salvación, siempre y por encima de todo». Sin embargo, en su corazón guarda el ardiente deseo de partir hacia las misiones; al mostrar a los seminaristas los recuerdos traídos hasta París del martirio de François-Régis Clet, les dice: «He aquí el hábito de un mártir... ¡cuánta felicidad si un día tuviéramos la misma suerte». Y les pide lo siguiente: «Rezad para que mi salud se fortifique y que pueda ir a la China, a fin de predicar a Jesucristo y de morir por Él». Obtiene finalmente de sus superiores el favor de salir hacia la China, donde llega el 10 de marzo de 1836. Su celo por la salvación de las almas le ayuda a soportar el hambre y la sed para la mayor gloria de Dios. Sea de día o de noche, siempre está dispuesto a acudir donde se solicite su ministerio, de tal forma que las fatigas y las vigilias no cuentan en absoluto. Además, es asaltado por violentas tentaciones de desesperanza, pero Nuestro Señor se le aparece y lo consuela, y el gozo vuelve al alma del apóstol. Víctima de los sufrimientos En 1839 se desencadena una persecución contra los cristianos. El 15 de septiembre, el padre Perboyre y su hermano el padre Baldus se hallan en su residencia de Tcha-Yuen-Keou. De repente les avisan de que llega un grupo armado. Los misioneros huyen cada uno por su lado para no caer los dos en manos de los enemigos. Juan Gabriel se esconde en un espeso bosque, pero al día siguiente un desdichado catecúmeno lo traiciona por una recompensa de treinta taeles (moneda china). Los soldados le desgarran las vestiduras, lo visten con harapos, lo amordazan y se van a la posada a celebrar su arresto. Interrogado por el mandarín de la subprefectura, Juan Gabriel responde
179 con firmeza que es europeo y predicador de la religión de Jesús. Empiezan entonces a torturarlo, pero por temor a que sucumba lo sientan en una banqueta y le atan fuertemente las piernas. Así pasa la noche el piadoso padre, bendiciendo a Jesús por concederle el honor de padecer sus mismos sufrimientos. Trasladado a la prefectura, al cabo de un penosísimo viaje a pie, con grilletes en el cuello, en las manos y en los pies, sufre cuatro interrogatorios. Para obligarlo a hablar, lo ponen de rodillas durante muchas horas sobre cadenas de hierro. A continuación, lo cuelgan de los pulgares y le golpean en la cara cuarenta veces con suelas de cuero para obligarle a renegar de su fe. Pero, reconfortado por la gracia de Dios, lo sufre todo sin quejarse. Después es trasladado a Ou-Tchang-Fou, ante el virrey, donde debe responder en una veintena de interrogatorios. El virrey quiere obligarlo en vano a caminar sobre un crucifijo. Lo golpean con correas de cuero y con palos de bambú hasta el agotamiento, o bien lo levantan a gran altura con la ayuda de poleas y lo dejan desplomarse hasta el suelo. Pero el alma del piadoso padre permanece unida a Dios. «¿Así que sigues siendo cristiano? - ¡Oh, sí¡ ¡Y me siento feliz por ello!». Finalmente, el virrey lo condena al estrangulamiento; pero como quiera que la sentencia no puede ejecutarse hasta que sea ratificada por el emperador, Juan Gabriel Perboyre sigue en prisión durante algunos meses. « ¡Irreconocible! » Ningún cristiano había podido llegar junto a él mientras los mandarines lo torturaban; sin duda se vanagloriaban con la esperanza de que, al privarlo de cualquier ayuda, conseguirían vencer su constancia con mayor facilidad. Pero esa severa consigna es suavizada después del último interrogatorio. Uno de los primeros en poder penetrar en la cárcel es un religioso lazarista chino llamado Yang. ¡Qué desgarrador espectáculo aparece ante su mirada! Enmudece, derrama abundantes lágrimas y apenas consigue dirigir unas palabras al mártir. El padre Juan Gabriel desea confesarse, pero dos oficiales del mandarín que se hallan constantemente a su lado se lo impiden. Ante la petición de un cristiano que acompaña al padre Yang, consienten en apartarse un poco, y el misionero puede entonces confesarse. Los demás prisioneros, encarcelados a causa de delitos comunes, testigos de la piadosa vida del padre Juan Gabriel, no tardan en apreciarlo; ideas hasta entonces desconocidas se abren paso en sus endurecidas almas. Admiradores de tantas virtudes, proclaman que
180 tiene derecho a todo tipo de respeto. Él, por su parte, se halla completamente feliz en medio de los sufrimientos, porque lo vuelven más conforme con su divino modelo. « Es todo lo que deseaba » Por fin, el 11 de septiembre de 1840, después de un año entre grilletes y torturas, es conducido hasta el lugar de la ejecución. Le atan brazos y manos a la barra transversal de una horca en forma de cruz, y le sujetan ambos pies a la parte baja del poste, sin que toquen el suelo. El verdugo le pone en el cuello una especie de collar de cuerda en el que introduce un trozo de bambú. Con calculada lentitud, el verdugo aprieta dos veces la cuerda alrededor del cuello de la víctima. Una tercera torsión más prolongada interrumpe la plegaria continua del mártir, haciéndolo entrar en el inmenso y eterno gozo de la corte celestial. Tiene 38 años. Una cruz luminosa aparece en el cielo, visible hasta Pekín. Ante el asombro de todos, contrariamente a lo que sucede con los rostros de los ajusticiados por estrangulamiento, el de Juan Gabriel está sereno y conserva su color natural. «El mártir da testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está unido por la caridad. Da testimonio de la verdad de la fe y de la doctrina cristiana» (CIC, 2473). El sacrificio de San Juan Gabriel Perboyre produjo muchos frutos espirituales, muchos de los cuales son visibles: al igual que él, muchos cristianos chinos dieron su vida por Cristo, y la religión cristiana se desarrolló en China hasta requerir la construcción de catorce vicarías apostólicas. Más recientemente, las persecuciones del régimen comunista no han conseguido extinguir la fe. San Juan Gabriel nos recuerda a nosotros mismos que «Todos los fieles cristianos, dondequiera que vivan, están obligados a manifestar con el ejemplo de su vida y el testimonio de su palabra al hombre nuevo de que se revistieron por el bautismo y la fuerza del Espíritu Santo que les ha fortalecido con la confirmación» (CIC, 2472). Ese testimonio no siempre conduce al martirio de la sangre, pero supone la aceptación de la cruz de cada día. Empeñémonos en llevarla con amor, con la ayuda de la Santísima Virgen, y alcanzaremos el cielo, arrastrando con nosotros multitud de almas: «Más allá de la cruz, no hay otra escala por la que podamos subir al cielo» (Santa Rosa de Lima). Es la gracia que, en este comienzo de año, pedimos a San José, para Usted y para todos sus seres queridos, vivos y difuntos.
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Gil María de San José (1729-1812) religioso, de la Orden Frailes Menores “Alcantarinos”
El franciscano Gil María de San José, a quien eleva hoy el Papa al supremo honor de los altares, fue un fiel seguidor del Poverello de Asís. Como Francisco, vivió en plena adhesión al Evangelio, anhelando, no lo que produce honor y prestigio, sino lo humilde y escondido, y procurando, por encima de todo, tener el Espíritu del Señor y cumplir su voluntad. Origen humilde Gil María de San José, nacido en Taranto el 16 de noviembre de 1729 y bautizado con el nombre de Francisco Antonio Pontillo, experimentó desde su infancia la pobreza. Aprendió muy joven el duro oficio de sus padres, convirtiéndose en un hábil "soguero" y en un experto "esterero". A los dieciocho años recayó sobre sus espaldas, a consecuencia de la muerte del padre, la responsabilidad de mantener económicamente a la familia. La genuina fe cristiana que sus progenitores le habían transmitido le ayudó a superar las dificultades y a confiar siempre en la Providencia del Padre celestial. Anhelando "pensar y trabajar sólo para el Señor", en febrero de 1754, tras proveer adecuadamente a las necesidades de su familia, fue admitido a la vida religiosa por los Frailes Menores "Alcantarinos " de la Provincia franciscana de Lecce. Iniciado en la vida franciscana en el convento de Galatone (Lecce), el día 28 de febrero de 1755 emitió la profesión religiosa en manos del Ministro provincial, Fr. Damián de Jesús y María. Aquel mismo día fue destinado como cocinero al convento de Squinzano (Lecce), donde permaneció hasta mayo de 1759.
182 Testigo de la caridad Tras residir unos días en el convento de Capurso (Bari), fue destinado a Nápoles, al hospicio de San Pascual en Chiaia, atendido por los Frailes Menores Alcantarinos de Lecce y declarado "guardián" aquel mismo año. En Nápoles permaneció nuestro Beato casi 53 años completos, ejerciendo, alternativamente, los oficios de cocinero, portero y limosnero, con edificación de todos, especialmente de los numerosos pobres que acudían al convento de Chiaia para recibir de Fr. Gil María una ayuda o una palabra de conforto. Con solicitud franciscana y caridad activa el Beato Gil María consagró todas sus energías al servicio de los pobres y afligidos de toda suerte, injertándose profundamente en el tejido de la ciudad partenopea, que experimentaba en aquellos difíciles años fuertes tensiones sociales y escandalosas formas de pobreza, debido a las vicisitudes políticas que entonces afectaban al conjunto del Reino de Nápoles, Iglesia inclusive. Innumerables fueron los prodigios que acompañaron la misión de bien y de paz de Fr. Gil María, hasta el punto de merecerle, en vida, el apelativo popular de "Consolador de Nápoles". "¡Amad a Dios! ¡Amad a Dios!", solía repetir a cuantos encontraba en su cotidiano y fatigoso peregrinar por los calles de Nápoles. Los nobles y los doctos gustaban conversar con este franciscano de palabra sencilla e impregnada de fe. Los enfermos encontraban en él consuelo y fuerza para sobrellevar sus sufrimientos. Los pobres, los marginados y los explotados descubrían en el humilde limosnero el rostro misericordioso del amor de Dios. La vida de nuestro Beato fue, con todo, esencialmente contemplativa. ¿Cómo no recordar su asidua oración nocturna ante el santísimo Sacramento de la Eucaristía, su tierna devoción a la Virgen María, Madre de Dios, su amor a la Natividad del Redentor, su devoción a los Santos? Su "contemplación en la acción" fue justamente lo que le hizo ver el sufrimiento y la miseria de los hermanos y lo que le convirtió en llama de ternura y caridad. Envuelto en una amplia fama de santidad, Fr. Gil María acogió alegre al Rey de la gloria a las doce horas del día 7 de febrero de 1812, primer viernes del mes, en el momento mismo en que sonaban las campanas
183 de la iglesita franciscana invitando a venerar el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios en el seno de la Virgen María. Pío IX declaró la heroicidad de sus virtudes el día 24 de febrero de 1868, León XIII lo beatificó el día 5 de febrero de 1888 y, el día 15 de diciembre de 1994, Juan Pablo II reconoció como milagro la curación, en 1937, de la señora Ángela Mignogna, quien vive todavía, de un "coriocarcinoma uterino ", por intercesión de nuestro Beato, y lo declaró válido con vistas a la canonización. Un mensaje de amor para nuestro tiempo Anunciar el amor de Dios al hombre. He aquí la misión que la Providencia asignó a este humilde franciscano en un contexto social lacerado por luchas y discordias. En el nuevo Santo manifestó el Padre su amor a los marginados y olvidados. Fr. Gil María fue testigo del amor con su palabra sencilla y popular y, sobre todo, con su vida pobre y alegre, que confirmaba a los hermanos en la certeza de que Dios vive y actúa en medio de su pueblo. El "mensaje" del nuevo Santo mantiene plena validez para la comunidad eclesial de nuestro tiempo. Llamada, ante la cercanía del Tercer Milenio, a asumir una nueva evangelización del mundo, la Iglesia actual encuentra en Fr. Gil María un modelo concreto de auténtico evangelizador. Fr. Gil María interpela a los jóvenes, llamados a tomar decisiones generosas y decisivas para la vida del mundo. Interpela a las familias, a fin de que sean escuelas de vida para el futuro de la humanidad. Compromete a los consagrados a vivir su donación con fidelidad y coherencia. El nuevo Santo es, para todos, "palabra de esperanza", testigo de la misericordia del Padre, invitación a la solidaridad y al compartir, un hermano que alienta a vivir fielmente el Evangelio de la caridad.
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Juan Grande Román (1546-1600), religioso, O.H.
Juan Grande Román nació en Carmona, Sevilla, España, el sábado 6 de marzo de 1546. Sus padres fueron Cristóbal Grande e Isabel Román, matrimonio muy cristiano, y fue bautizado por el párroco Andrés Muñoz. Su padre, artesano de oficio, falleció cuando Juan tenía 11 años. Recibió una esmerada educación cristiana, primero en el seno familiar, y desde los siete años como "niño de coro" de su parroquia. Su formación humana y profesional la completó en Sevilla aprendiendo el oficio de pañero o tejedor. A los 17 años volvió a su casa y se dedicó al comercio como vendedor de telas. Poco tiempo después el mismo oficio le hizo entrar en una profunda crisis espiritual. Opción por Dios Dejó su familia, y se retiró a la Ermita de Santa Olalla, en Marchena, población cercana de Carmona, donde pasó un año en retiro, tratando de conocer su verdadera vocación. Decidió entonces dedicarse totalmente a Dios: dejó su ropa y se vistió de un hábito de jerga; renunció al matrimonio y adoptó el sobrenombre de " Juan Pecador". Inició al mismo tiempo la experiencia de atender a un matrimonio anciano que encontró en abandono: los llevó a su habitación, les cuidaba en sus necesidades y pedía limosna para ellos. Con ello entendió que su nueva vocación era el servicio a los pobres y necesitados.
185 Opción definitiva por los pobres Con sólo 19 años, Juan Pecador se trasladó a la ciudad de Jerez de la Frontera, Cádiz, y empezó una nueva vida: atendía personalmente a gente necesitada, a los presos de la " Cárcel Real ", y a otros enfermos convalecientes e incurables, que encontraba abandonados. Para ayudarles pedía limosna por la ciudad. Al mismo tiempo frecuentaba la iglesia de los Padres Franciscanos, donde se recogía para su oración y se aconsejaba con uno de los Padres. Fundación del Hospital de la Candelaria Juan Pecador era seguido con admiración por los habitantes de Jerez en su generosa vida de caridad. En enero de 1574, se generalizó una grave epidemia en Jerez y entonces dirigió un memorial al Cabildo urgiendo la asistencia de tantos enfermos tirados por la calle. Él se multiplicaba ante tanta necesidad, y al fin optó por fundar su propio Hospital, que poco a poco lo fue ampliando: lo dedicó a la Virgen y llamó de Ntra. Sra. de la Candelaria. Unión a San Juan de Dios La razón de ser y actuar de Juan Pecador era Dios expresado mediante el servicio a los pobres, y sostenido por su intensa vida de fe y oración. Tuvo mientras tanto conocimiento de la Institución fundada por Juan de Dios en Granada. La visitó en 1574 y decidió unirse a ella, acogiéndose a sus reglas y aplicando en su hospital la misma forma de vida profesada. Con su nuevo planteamiento, su testimonio y entrega ejemplar se derivó el que se le fueran uniendo compañeros, que formó según " los Estatutos de Juan de Dios". Esto le dio oportunidad para ampliar su acción con otras fundaciones en Medina Sidonia, Arcos de la Frontera, Puerto Santa María, San Lúcar de Barrameda y Villamartín.
186 La Reducción de los Hospitales La asistencia a los enfermos más pobres en Jerez dejaba mucho que desear, mientras se multiplicaban los pequeños centros. Las autoridades ante ello determinaron la reducción de los Hospitales, pretendiendo una mayor eficacia hospitalaria; pero la medida lesionaba los intereses de no pocos, apegados a los centros no tanto por servir a los enfermos, cuanto por ser medio de beneficios personales. Por eso mismo no habían de faltar críticas, resistencias y entorpecimientos. La medida también afectaba al Hospital de Juan Pecador. Él, como los demás, presentó a las autoridades su "Memorial" sobre cómo se atendía a los enfermos en su hospital. Ante la decisión, el Arzobispo de Sevilla, Cardenal Rodrigo de Castro, encargó tan delicada misión a Juan Pecador, como la persona más apta y mejor capacitada para ello, por su espíritu, vocación y experiencia en hospitalidad. Juan Grande se enfrentó a la reducción con valor y amor, y ante los no pocos ni pequeños sinsabores, demostró su especial sensibilidad, capacidad, buen temple y no pequeña virtud. De su Hospital se había presentado el informe de que la asistencia hospitalaria se cumplía en el mismo "con diligencia, cuidado y mucha caridad, haciéndose muy buena obra y servicio a Dios nuestro Señor, porque él y sus hermanos de hábito son hombres virtuosos y profesan esta caridad de curar los pobres enfermos". Actualidad de Juan Grande Junto a su intensa vida interior, Juan Pecador se dedicó en cuerpo y alma a la tarea externa de buscar, cuidar y servir a los pobres y enfermos, preocupándose por todo lo que entonces era más grave y urgente: encarcelados, enfermos convalecientes e incurables, mujeres prostituidas, soldados enfermos desechados, niños abandonados, etc. En verdad, practicó todas las obras de misericordia. En Juan Grande vemos a un hombre del bien hacer desde el ser, poco hablador y eficientemente práctico, servidor misericordioso del "Evangelio de la Vida", buen samaritano, organizador de hospitales y de la asistencia hospitalaria, conciencia crítica ante las injusticias, abusos y carencias. En definitiva, fue un profeta y apóstol de la asistencia sanitaria.
187 Epidemia de peste y muerte Contando Juan Grande 54 años y viviendo plenamente dedicado a su comunidad y al hospital, se presentó en Jerez una terrible epidemia de peste. Juan se prodigó por todas partes con todas sus fuerzas y generosidad, pero al fin contagiado, murió el sábado 3 de junio de 1600. Glorificación Fue beatificado en 1853 por Pío IX, y canonizado por Juan Pablo II el 2 de junio de 1996. Proclamado Patrón de la nueva Diócesis de Jerez de la Frontera en 1986, sus restos son venerados en el " Santuario Diocesano San Juan Grande ", en Jerez, en el hospital de los Hermanos de San Juan de Dios de su mismo nombre.
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Eduvigis, reina de Polonia (1374-1399)
Eduviges fue coronada reina a los diez años y murió a los 25 años. A pesar de su corta vida, fue suficiente para lograr mucho. Inspiró al pueblo con su amor por los pobres y campesinos. Su matrimonio con el gran duque Jagello de Lituania cambió la historia de Europa al llevar los confines de la civilización occidental a las fronteras orientales del reino polaco-lituano. Por ello se la considera protagonista de la evangelización europea y “figura puente” del cristianismo occidental y oriental. Eduviges no se encerró en su corte. Esta mujer, que vivió hace más de seiscientos años, participó activamente en la vida del enorme estado polaco-lituano. Consciente del valor de la cultura como vehículo de la fe, fundó la facultad de Teología de la universidad de Cracovia, una de las más antiguas de Europa. Juan Pablo II, recordando la altura científica de la Universidad de Cracovia (“la Jaguelloniana”), en la que enseñó Copérnico, y en la que él mismo tuvo la oportunidad de estudiar, afirmó que «la verdadera riqueza de un país son sus universidades». Eduviges también desplegó gran actividad a favor de los pobres y enfermos, fundando hospitales y centros de asistencia. En la canonización de la reina Eduviges ha pesado decisivamente la admiración ininterrumpida de todo su pueblo durante seis siglos. Su causa de beatificación se abrió en 1426, 27 años después de su muerte. En 1987, la reina Eduviges fue beatificada, y sus reliquias fueron transferidas al altar del Cristo Crucificado de la Catedral de Cracovia. El Papa Juan Pablo II la canonizó en el año 1997.
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Juan de Dukla (1414-1484), sacerdote de la Orden de los Frailes Menores
Sacerdote profeso de la Orden de los Frailes Menores, primero Conventual y luego Observante o Bernardino. Nació alrededor del año 1414 en Dukla (Polonia), cerca de las fronteras de Eslovaquia y de Ucrania. Después de una breve experiencia de vida eremítica, ingresó en la Custodia de los Frailes Menores de Rusia (Rutenio). Ordenado sacerdote, se dedicó a la predicación y al servicio pastoral en los vastos territorios de las actuales repúblicas de Ucrania, Moldavia y Bielorrusia. Fue guardián de varios conventos, entre ellos el de Krosno, y gobernó la custodia de Leópoli. Perdió la vista varios años antes de morir. Falleció el 29 de septiembre de 1484 en Leópoli (hoy, Lvov, Ucrania), recitando los salmos penitenciales con sus hermanos. Tras su muerte, su fama de santidad se convirtió muy pronto en culto público en toda la región. Su tumba se encuentra en el convento franciscano de su ciudad natal, Dukla. Clemente XII confirmó su culto inmemorial el 21 de enero de 1733, y lo proclamó copatrono principal del reino de Polonia y del gran ducado de Lituania el 5 de septiembre de 1739. El proceso de canonización se interrumpió con la repartición de Polonia, y se reanudó en 1945. Juan Pablo II lo canonizó en Krosno (Polonia) el 10 de junio de 1997.
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Teresa Benedicta de la Cruz - Edith Stein (1891-1942) monja, Carmelita Descalza, mártir
“Nos inclinamos profundamente ante el testimonio de la vida y la muerte de Edith Stein, hija extraordinaria de Israel e hija al mismo tiempo del Carmelo, sor Teresa Benedicta de la Cruz; una personalidad que reúne en su rica vida una síntesis dramática de nuestro siglo. La síntesis de una historia llena de heridas profundas que siguen doliendo aún hoy...; síntesis al mismo tiempo de la verdad plena sobre el hombre, en un corazón que estuvo inquieto e insatisfecho hasta que encontró descanso en Dios". Estas palabras fueron pronunciadas por el Papa Juan Pablo II con ocasión de la beatificación de Edith Stein en Colonia, el 1 de mayo de 1987. ¿Quién fue esta mujer? Cuando Edith Stein, la última de once hermanos, nació en Breslau el 12 de octubre de 1891, la familia festejaba el Yom Kippur, la mayor fiesta hebrea, el día de la expiación. "Esto hizo, más que ninguna otra cosa, que su madre tuviera una especial predilección por la hija más pequeña". Precisamente esta fecha de su nacimiento fue para la carmelita casi un vaticinio. El padre, comerciante de maderas, murió cuando Edith no había cumplido aún dos años. La madre, una mujer muy religiosa, solícita y voluntariosa, una persona verdaderamente admirable, al quedarse sola, debió hacer frente tanto al cuidado de la familia como a la gestión de la gran hacienda familiar; pero no consiguió mantener en los hijos una fe viva. Edith perdió la fe en Dios. "Con plena conciencia y por libre elección dejé de rezar".
191 Obtuvo brillantemente la reválida en 1911 y comenzó a estudiar germanística e historia en la Universidad de Breslau, más para tener una base de sustento en el futuro que por auténtica pasión. Su verdadero interés era la filosofía. Le interesaban también los problemas de la mujer. Entró a formar parte de la organización "Asociación Prusiana para el Derecho Femenino al Voto". Más tarde escribía: " como bachiller y joven estudiante, fui una feminista radical. Perdí después el interés por este asunto. Ahora voy en busca de soluciones puramente objetivas". En 1913, la estudiante Edith Stein se fue a Gottinga para asistir a las clases universitarias de Edmund Husserl, de quien llegó a ser discípula y asistente, consiguiendo con él el doctorado. Por aquellos tiempos, Edmund Husserl fascinaba al público con un nuevo concepto de verdad: el mundo percibido no solamente existía de forma kantiana, como percepción subjetiva. Sus discípulos entendían su filosofía como un viraje hacia lo concreto. "Retorno al objetivismo". Sin que él lo pretendiera, la fenomenología condujo a no pocos discípulos y discípulas suyos a la fe cristiana. En Gottinga Edith Stein se encontró también con el filósofo Max Scheler y este encuentro atrajo su atención sobre el catolicismo. Pero todo esto no la hizo olvidar el estudio con el que debía ganarse el pan en el futuro y, en 1915, superó con la máxima calificación el examen de Estado. No obstante, no comenzó el periodo de formación profesional. Al estallar la primera guerra mundial escribía: "ahora ya no tengo una vida propia". Siguió un curso de enfermería y prestó servicio en un hospital militar austríaco. Fueron tiempos difíciles para ella. Atendía a los ingresados en la sección de enfermos de tifus y prestaba servicio en el quirófano, viendo morir a hombres en la flor de su juventud. Al cerrar el hospital militar en 1916, siguió a Husserl a Friburgo en Brisgovia, donde obtuvo el doctorado "summa cum laude" con una tesis "Sobre el problema de la empatía”. Por aquel tiempo le ocurrió un hecho importante: observó cómo una aldeana entraba en la Catedral de Frankfurt con la cesta de la compra, quedándose un rato para rezar. "Esto fue para mí algo completamente nuevo. En las sinagogas y en las iglesias protestantes que he frecuentado los creyentes acuden a las funciones. Aquí, sin embargo, una persona entró en la iglesia desierta, como si fuera a conversar en la intimidad. No he podido olvidar lo ocurrido". En las últimas páginas de su tesis de doctorado escribió: "ha habido personas que, tras un cambio imprevisto de su personalidad, han creído encontrar la misericordia divina". ¿Cómo llegó a esta afirmación? Edith Stein tenía gran amistad
192 con el asistente de Husserl en Gottinga, Adolf Reinach y su esposa. Adolf Reinach muere en Flandes en noviembre de 1917. Edith va a Gottinga. Los Reinach se habían convertido al Evangelio. Edith tenía cierta renuencia ante el encuentro con la joven viuda. Con gran sorpresa encontró una creyente. "Este ha sido mi primer encuentro con la cruz y con la fuerza divina que transmite a sus portadores... Fue el momento en que se desmoronó mi irreligiosidad y brilló Cristo". Más tarde escribirá: "lo que no estaba en mis planes estaba en los planes de Dios. Arraiga en mí la convicción profunda de que -visto desde el lado de Dios- no existe la casualidad; toda mi vida, hasta los más mínimos detalles, está ya trazada en los planes de la Providencia divina y, ante los ojos absolutamente clarividentes de Dios, presenta una coherencia perfectamente ensamblada". En otoño de 1918, Edith Stein dejó la actividad de asistente de Edmund Husserl porque deseaba trabajar independientemente. La primera vez que volvió a visitar a Husserl después de su conversión fue en 1930. Tuvo con él una discusión sobre la nueva fe de la que la hubiera gustado que participara también él. Tras ello escribió una frase sorprendente: "Después de cada encuentro que me hace sentir la imposibilidad de influenciar directamente, se agudiza en mí el impulso hacia mi propio holocausto". Edith Stein deseaba obtener la habilitación para la libre docencia, algo que, por aquel entonces, era inalcanzable para una mujer. A este respecto, Husserl se pronunciaba así en un informe: "Si la carrera universitaria se hiciera accesible a las mujeres, la podría recomendar encarecidamente más que a cualquier otra persona para el examen de habilitación". Más tarde, sin embargo, se le negaría la habilitación a causa de su origen judío. Edith Stein vuelve a Breslau. Escribe artículos en defensa de la psicología y de las humanidades. Pero lee también el Nuevo Testamento, Kierkegaard y el opúsculo de los Ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola. Se da cuenta de que un escrito como éste no se le puede simplemente leer, sino que es necesario ponerlo en práctica. En el verano de 1921 fue durante unas semanas a Bergzabern (Palatinado), a la finca de la Señora Hedwig Conrad-Martius, una discípula de Husserl. Esta señora, junto con su esposo, se había convertido al Evangelio. Una tarde Edith encontró en la biblioteca la
193 autobiografía de Teresa de Ávila. La leyó durante toda la noche. "Cuando cerré el libro, me dije: esta es la verdad". Considerando retrospectivamente su vida, escribía más tarde: "mi anhelo por la verdad era ya una oración". En enero de 1922 Edith Stein se bautizó. Era el día de la Circuncisión de Jesús, la acogida de Jesús en la estirpe de Abraham. Estaba erguida ante la fuente bautismal, vestida con el blanco manto nupcial de Hedwig Conrad-Martius, que hizo de madrina. "Había dejado de practicar mi religión hebrea y me sentía nuevamente hebrea solamente tras mi retorno a Dios". Ahora tendrá siempre conciencia, y no sólo intelectualmente, sino de manera tangible, de pertenecer a la estirpe de Cristo. En la fiesta de la Candelaria, una fiesta cuyo origen se remonta también al Antiguo Testamento, fue confirmada por el Obispo de Espira en su capilla privada. Después de su conversión, lo primero que hizo fue volver a Breslau. "Mamá, soy católica". Las dos lloraron. Hedwig Conrad-Martius escribió: "mira, dos israelitas y en ninguna de ellas hay engaño" (cf. Jn 1, 47). Inmediatamente después de su conversión, Edith Stein aspira a entrar en el Carmelo, pero sus consejeros espirituales, el Vicario general de Espira y el Padre Przywara, S.J., le impiden dar este paso. Acepta entonces un empleo de profesora de alemán e historia en el Instituto y seminario para maestros del Convento dominico de la Magdalena de Espira hasta Pascua de 1931. Por insistencia del Archiabad Raphael Walzer, del convento de Beuron, hace largos viajes para dar conferencias, sobre todo sobre temas femeninos. "Durante el período inmediatamente precedente y también bastante después de mi conversión... creía que llevar una vida religiosa significaba renunciar a todas las cosas terrenas y vivir solamente con el pensamiento puesto en Dios. Gradualmente, sin embargo, me he dado cuenta de que este mundo exige de nosotros otras muchas cosas..., creo, incluso, que cuanto más se siente uno atraído por Dios, más debe "salir de sí mismo", en el sentido de dirigirse al mundo para llevar allí una razón divina para vivir". Su programa de trabajo es enorme. Traduce las cartas y los diarios del período pre-católico de Newmann y la obra Quaestiones disputatae de veritate de Tomás de Aquino, en una versión muy libre por amor al diálogo con la filosofía moderna. El Padre Erich Przywara, S.J., la incitó a escribir también obras filosóficas propias. Aprendió que es posible "practicar la ciencia al servicio de Dios... sólo por tal motivo he podido decidirme a comenzar una serie de obras científicas". Encuentra
194 siempre las fuerzas necesarias para su vida y su trabajo en el convento benedictino de Beuron, al que va para pasar allí las fiestas más importantes del año eclesiástico. En 1931 termina su actividad en Espira. Intenta de nuevo obtener la habilitación para la libre docencia en Breslau y Friburgo. Todo en vano. Compone entonces una obra sobre los principales conceptos de Tomás de Aquino: "Potencia y acción". Más tarde hará de este ensayo una obra mayor, desarrollándola bajo el título de Endliches und ewiges Sein (Ser finito y Ser eterno) en el convento de las Carmelitas de Colonia. No fue posible imprimir esta obra durante su vida. En 1932 se le asigna una cátedra en una institución católica, el Instituto de Pedagogía científica de Münster, donde tiene la posibilidad de desarrollar su propia antropología. Aquí encuentra la manera de unir ciencia y fe, y de hacer comprensible esta cuestión a otros. Durante toda su vida sólo quiso ser "instrumento de Dios". "Quien viene a mí, deseo conducirlo a Él”. En 1933 la noche se cierne sobre Alemania. "Había oído ya antes algo sobre las severas medidas contra los judíos. Pero ahora comencé de pronto a entender que Dios había puesto una vez más su pesada mano sobre su pueblo y que el destino de este pueblo era también el mío". El artículo de la ley de los nazis sobre la raza ariana hizo imposible que continuara su actividad docente. "Si aquí no puedo continuar, en Alemania ya no hay posibilidades para mí ". "Me había convertido en una extranjera en el mundo". El Archiabad Walzer, de Beuron, ya no le impidió entrar en un convento de Carmelitas. Durante el tiempo que estuvo en Espira había hecho ya el voto de pobreza, castidad y obediencia. En 1933 se presenta a la Madre Priora del Monasterio de Carmelitas de Colonia. "Solamente la pasión de Cristo nos puede ayudar, no la actividad humana. Mi deseo es participar en ella". Una vez más Edith fue a Breslau para despedirse de su madre y de la familia. El 12 de octubre fue el último día que pasó en su casa, el día de su cumpleaños y, a la vez, la fiesta hebrea de los tabernáculos. Edith acompaña a su madre a la sinagoga. Fue un día nada fácil para las dos mujeres. "¿Por qué la has conocido (la fe cristiana)? No quiero decir nada contra Él. Habrá sido un hombre bueno. Pero ¿por qué se ha hecho Dios? ". Su madre lloró. A la mañana siguiente Edith tomó el tren para Colonia. "No podía tener una alegría arrebatadora. Era demasiado
195 tremendo lo que dejaba atrás. Pero yo estaba tranquilísima, en el puerto de la voluntad de Dios". Cada semana escribirá después una carta a su madre. No recibirá respuesta. Su hermana Rosa le mandará noticias de casa. El 14 de octubre Edith Stein entra en el monasterio de las Carmelitas de Colonia. En 1934, el 14 de abril, tuvo lugar la ceremonia de toma de hábito. El Archiabad de Beuron celebró la misa. Desde aquel momento Edith Stein llevará el nombre de Sor Teresa Benedicta de la Cruz. Escribe en 1938: "bajo la Cruz entendí el destino del pueblo de Dios que entonces (1933) comenzaba a anunciarse. Pensaba que entendiesen que se trataba de la Cruz de Cristo, que debían aceptarla en nombre de todos los demás. Es verdad que hoy entiendo mejor estas cosas, lo que significa ser esposa del Señor bajo el signo de la Cruz. Aunque ciertamente nunca será posible comprender todo esto, puesto que es un secreto". El 21 de abril de 1935 hizo los votos temporales. El 14 de septiembre de 1936, en el momento de renovar los votos, murió su madre en Breslau. "Hasta el último momento mi madre ha permanecido fiel a su religión. Pero, puesto que su fe y su firme confianza en su Dios... fue lo último que permaneció vivo en su agonía, confío en que haya encontrado un juez muy clemente y que ahora sea mi más fiel abogada, para que también yo pueda llegar a la meta". En el recordatorio de su profesión perpetua, el 21 de abril de 1938, hizo imprimir las palabras de San Juan de la Cruz, al que dedicará su última obra: "que ya sólo en amar es mi ejercicio". La entrada de Edith Stein en el convento de las Carmelitas no fue una huida. "Quien entra en el Carmelo no se pierde para los suyos, sino que le tienen aún más cercano; y esto porque nuestra profesión es la de dar cuenta de todos a Dios". Dio cuenta a Dios sobre todo de su pueblo. "Pienso continuamente en la reina Ester, que fue sacada de su pueblo para dar cuenta ante el rey. Yo soy una pequeña y débil Ester, pero el Rey que me ha elegido es infinitamente grande y misericordioso. Esto es un gran consuelo" (31.10.1938). El 9 de noviembre de 1938 se puso de manifiesto ante todo el mundo el odio que tenían los nazis a los judíos. Arden las sinagogas, se siembra el terror entre las gentes judías. La Madre Superiora de las Carmelitas de Colonia hace todo lo posible para llevar al extranjero a Sor Teresa Benedicta de la Cruz. La noche de fin de año de 1938 cruza la frontera
196 de los Países Bajos y la llevan al monasterio de Carmelitas de Echt, en Holanda. Allí redacta su testamento el 9 de junio de 1939. "Ya desde ahora acepto con gozo, en completa sumisión y según su santísima voluntad, la muerte que Dios me haya destinado. Ruego al Señor que acepte mi vida y muerte... de manera que el Señor sea reconocido por los suyos y que su Reino venga con toda su magnificencia para la salvación de Alemania y la paz del mundo... ". Ya en el monasterio de Carmelitas de Colonia, a Edith Stein se le había dado permiso para dedicarse a las obras científicas. Allí había escrito, entre otras cosas, De la vida de una familia judía. "Deseo narrar simplemente lo que he experimentado al ser hebrea". Ante "la juventud que hoy es educada desde la más tierna edad en el odio a los judíos..., nosotros, que hemos sido educados en la comunidad hebrea, tenemos el deber de dar testimonio". En Echt, Edith Stein escribirá a toda prisa su ensayo sobre Juan de la Cruz, el místico doctor de la Iglesia, con ocasión del cuatrocientos aniversario de su nacimiento, 1542-1942. En 1941 escribía a una religiosa con quien tenía amistad: "una scientia crucis (la ciencia de la cruz) solamente puede ser entendida si se lleva todo el peso de la cruz. De ello estaba convencida ya desde el primer instante y de todo corazón he pronunciado: Ave, Crux, Spes única (te saludo, Cruz, única esperanza nuestra)". Su estudio sobre San Juan de la Cruz lleva como subtítulo: " La ciencia de la Cruz ". El 2 de agosto de 1942 llega la Gestapo. Edith Stein se encuentra en la capilla con las otras Hermanas. En cinco minutos debe presentarse, junto con su hermana Rosa, que se había bautizado en la Iglesia Católica y prestaba servicio en las Carmelitas de Echt. Las últimas palabras de Edith Stein que se oyen en Echt están dirigidas a Rosa: "Ven, vayamos, por nuestro pueblo". Junto con otros muchos otros judíos convertidos al cristianismo, las dos mujeres son llevadas al campo de concentración de Westerbork. Se trataba de una venganza contra el comunicado de protesta de los obispos católicos de los Países Bajos por los programas y las deportaciones de los judíos. "Jamás había pensado que los seres humanos pudieran llegar a ser así, y tampoco podía pensar que mis hermanas y hermanos debieran sufrir así... cada hora rezo por ellos. ¿Oirá Dios mi oración? En todo caso, oye ciertamente sus lamentos". El
197 Prof. Jan Nota, cercano a ella, escribirá más tarde: "para mí, ella es, en un mundo de negación de Dios, una testigo de la presencia de Dios". Al amanecer del 7 de agosto sale una expedición de 987 judíos hacia Auschwitz. El 9 de agosto Sor Teresa Benedicta de la Cruz, junto con su hermana Rosa y muchos otros de su pueblo, murió en las cámaras de gas de Auschwitz. Con su beatificación en Colonia el 1 de mayo de 1987, la Iglesia rindió honores, por decirlo con palabras del Sumo Pontífice Juan Pablo II, a "una hija de Israel, que durante la persecución de los nazis ha permanecido, como católica, unida con fe y amor al Señor Crucificado, Jesucristo, y, como judía, a su pueblo”.
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Marcelino Champagnat (1789-1840), presbítero, de la Sociedad de María, Fundador de los Hermanos Maristas de la Enseñanza o Hermanitos de María
MARCELINO CHAMPAGNAT nace el 20 de mayo de 1789 en Marlhes, un pueblo de las montañas del Centro-Este de Francia, en el momento en que estalla la Revolución Francesa. Es el noveno hijo de una familia profundamente cristiana. Su educación es eminentemente familiar. Su madre y una tía suya exclaustrada, despiertan en él una fe sólida y una profunda devoción a María. Su padre, agricultor y comerciante, poseía una instrucción superior a la normal por aquellos pueblos, está abierto a las nuevas ideas y desempeña un papel político importante en su ayuntamiento y en toda la región. Sabe también inculcar en Marcelino la aptitud para los trabajos manuales, el gusto por la acción, el sentido de la responsabilidad y la apertura a las ideas innovadoras. Cuando Marcelino tiene 14 años, un sacerdote de paso por su casa, le hace descubrir que Dios le llama al sacerdocio. Marcelino, cuya escolaridad había sido muy deficiente, se pone a estudiar con todo ardor "porque Dios lo quiere", mientras sus parientes cercanos, conocedores de sus limitaciones, tratan de disuadirle. Los años difíciles de su estancia en el seminario menor de Verriéres (18051813) son para él una etapa de extraordinario crecimiento humano y espiritual. En el seminario mayor de Lyon tiene por compañeros, entre otros, a Juan María Vianney, futuro Cura de Ars, y a Juan Claudio Colin, que más tarde será el fundador de los Padres Maristas. Forma con otros seminaristas un grupo cuyo proyecto es fundar una congregación que comprendiera sacerdotes, religiosas y una orden tercera, que llevaría el nombre de María, la "Sociedad de María", cuya
199 finalidad sería recristianizar la sociedad civil. Conmovido por la miseria cultural y espiritual de los niños de los pueblos, Marcelino siente la urgencia de crear dentro del grupo una congregación de Hermanos que dedicaran a la educación cristiana de la juventud. Decía con frecuencia: "No puedo ver a un niño sin sentir el deseo de decirle cuanto le ama Jesucristo". Al día siguiente de su ordenación sacerdotal (22 de julio de 1816) este grupo de sacerdotes jóvenes van a consagrarse a María y a poner su proyecto bajo su maternal protección en el santuario de Ntra. Sra. de Fourviére. Luego Marcelino es nombrado coadjutor de una parroquia rural, La Valla. La visita a los enfermos, la catequesis de los niños, la atención a los pobres y el fomento de la vida cristiana en las familias son las actividades esenciales de su ministerio. Su predicación, sencilla y directa, su profunda devoción a María y su ardiente celo apostólico marcan profundamente a sus feligreses. Queda dolorosamente conmovido al encontrar a un joven de 17 años que está a punto de morir y que no conoce nada de Dios. Este hecho le mueve a poner en práctica su idea de fundar un grupo de maestros dedicados a la instrucción cristiana de los niños del campo. Y el 2 de enero de 1817, sólo seis meses después de llegar a la parroquia de La Valla, el joven coadjutor Marcelino, de 27 años de edad, reúne a sus dos primeros discípulos: Acaba de nacer, en medio de la mayor pobreza, humildad y confianza en Dios, la congregación de los Hermanitos de María o Hermanos Maristas, bajo la protección de la Santísima Virgen. Al mismo tiempo que atiende a sus deberes de coadjutor de la parroquia, forma a sus Hermanos, preparándoles para su misión de maestros cristianos, de catequistas y de educadores de los jóvenes, y se va a vivir con ellos. Apasionado por extender el Reino de Dios y consciente de las inmensas necesidades de la juventud de los ambientes rurales, logra convertir a los jóvenes campesinos que viven con él en apóstoles de Cristo y de María. En seguida empieza a abrir escuelas, y pronto la casita de La Valla, ampliada con el trabajo de sus propias manos, se queda pequeña. Las dificultades son enormes. Algunos sacerdotes no comprenden el proyecto de este humilde coadjutor sin experiencia y sin dinero. Sin embargo los ayuntamientos no dejan de pedir que les envíe Hermanos para que trabajen en la instrucción y educación cristianas de los niños de sus municipios.
200 Marcelino y sus Hermanos participan en la construcción de una nueva casa capaz de acoger a más de cien personas, a la que da el nombre de Ntra. Sra. del Hermitage. En 1825 liberado de su cargo de coadjutor de la parroquia se dedica por completo a su congregación, atendiendo especialmente a la formación y acompañamiento espiritual, pedagógico y apostólico de sus Hermanos, a la visita a las escuelas y a la fundación de nuevas obras. Como hombre de fe profunda, Marcelino no deja de buscar la voluntad de Dios en la oración y en el diálogo con las autoridades religiosas y con sus Hermanos. Consciente de sus limitaciones, no cuenta más que con Dios y con la protección de María, la "Buena Madre", "Recurso Ordinario" y "Primera Superiora". Su humildad profunda y su vivo sentido de la presencia de Dios le permiten sobrellevar numerosas pruebas con una gran paz interior. Le gusta repetir a menudo las palabras de salmo 126: "Si el Señor no construye la casa... ", convencido de que su congregación de Hermanos es la obra de Dios y de María, y adopta la divisa "Todo a Jesús por María, todo a María para Jesús". "Dar a conocer a Jesucristo y hacerlo amar" es la misión de sus Hermanos, y la escuela es para él lugar privilegiado para la evangelización. Marcelino inculca a sus discípulos el respeto y el amor a los niños, la atención a los pobres, a los más ingratos y a los más abandonados, a los huérfanos en particular. La presencia asidua junto a los jóvenes, la sencillez, el espíritu de familia, todo a la manera de María, son los puntos esenciales de su idea de la educación. En 1836, la Iglesia reconoce la Sociedad de María y le confía la misión de Oceanía. Marcelino pronuncia los votos como miembro de la nueva Sociedad y envía a tres de su Hermanos con los primeros misioneros Padres Maristas a las islas del Pacífico. "Ninguna de las diócesis del mundo está excluida de nuestros planes", escribe a un obispo. Las gestiones para lograr el reconocimiento legal de su congregación le llevan mucho tiempo y le piden mucha energía y espíritu de fe. Pero no deja de repetir: "Cuando se tiene a Dios de nuestra parte y cuando no se cuenta más que con El, nada nos es imposible". La enfermedad logra vencer su robusta constitución. Agotado por el trabajo, muere a la edad de 51 años el 6 de junio de 1840, dejando a sus Hermanos este precioso mensaje: "Que no haya entre vosotros más que un solo corazón y un mismo espíritu. Que se pueda decir de los Hermanitos de María, como de los primeros cristianos: Mirad cómo se aman".
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Juan Calabria (1873-1954) presbítero, Fundador de las Congregaciones de los Pobres Siervos y de las Pobres Siervas de la Divina Providencia
JUAN CALABRIA nació en Verona el 8 de octubre de 1873, séptimo y último hijo de Luis, zapatero, y de Angela Foschio, empleada al servicio doméstico, mujer de grande fe, educada por el Siervo de Dios Padre Nicolás Mazza en su escuela de niñas pobres. Desde el nacimiento, para el niño Juan, la pobreza fue su maestra de vida. Cuando murió su papá, tuvo que interrumpir el cuarto año de escuela primaria para buscar un trabajo como ayudante. Descubriendo las virtudes del joven, el rector de San Lorenzo, Padre Pedro Scapini, lo preparó en privado para los exámenes de ingreso al seminario. Una vez superados, fue admitido y frecuentó el liceo como alumno externo. Al tercer año tuvo que interrumpirlo para hacer el servicio militar. La caridad fue la característica de toda su vida Ya joven se distinguió sobre todo por su gran caridad. De hecho, se puso al servicio de todos haciendo los trabajos más humillantes y peligrosos. Se ganó la admiración de sus compañeros y superiores, llevando a muchos de ellos a la conversión y a la práctica de la fe. Cuando terminó el servicio militar, retomó los estudios. Una fría noche de noviembre de 1897, cuando hacía su primer año de teología, volviendo de visitar a los enfermos en el hospital, encontró un niño acurrucado delante de su puerta; era fugitivo de los gitanos. Lo recogió y lo llevó en casa. Estuvo con él y al final lo acomodó en su pequeño
202 dormitorio. Fue el principio de sus obras a favor de los huérfanos y abandonados. Algunos meses más tarde, fundó la "Pía Unión para la asistencia de los enfermos pobres", reuniendo en torno a sí un buen grupo de seminaristas y de laicos. Eran éstos los inicios de una vida totalmente caracterizada por la caridad. "Cada instante de su vida fue la personificación del maravilloso cántico de San Pablo sobre la caridad", escribe en una carta postulatoria a Pablo VI una doctora hebrea salvada por el Padre Calabria de la persecución nazi y fascista, escondiéndola vestida de hermana, entre las religiosas de su Instituto. Sacerdote y Fundador de dos Congregaciones Ordenado sacerdote el 11 de agosto de 1901, fue nombrado ayudante vicario en la parroquia de San Esteban y confesor en el seminario. Se dedicó con un particular celo a la confesión y al ejercicio de la caridad privilegiando sobre todo a los más pobres y marginados. En el 1907, nombrado Vicario de la Rectoría de S. Benito del Monte, comenzó también a recibir y cuidar espiritualmente a los soldados. El 26 de noviembre de aquel año, en "Vicolo Case Rotte", dio inicio oficial al Instituto "Casa Buoni Fanciulli", que el año siguiente encontró la estabilidad definitiva en la calle San Zeno in Monte, en la actual Casa Madre. Junto a los jóvenes el Señor le mandó laicos deseosos de compartir con él la propia donación al Señor. Con este puñado de hombres donados totalmente al Señor en el servicio a los pobres, con una vida radicalmente evangélica, hizo vivir a la Iglesia de Verona el clima de la Iglesia Apostólica. Y aquel primer núcleo de hombres fue la base de la "Congregación de los Pobres Siervos de la Divina Providencia" que será aprobada por el Obispo el 11 de febrero de 1932 y obtendrá la Aprobación Pontificia el 25 de abril de 1949. Inmediatamente después de la aprobación diocesana, la Congregación se extendió en varias partes de Italia, siempre al servicio de los pobres, de los abandonados y marginados. Prolongó su acción a los ancianos y a los enfermos dando vida para ellos a la "Cittadella della caritá ". El corazón apostólico del Padre Calabria pensó además en los Parias de la India, mandando en el 1934 cuatro Hermanos a Vijayavada.
203 En el 1910 fundó también la rama femenina, las "Hermanas", que fue aprobada como Congregación de derecho diocesano el 25 de marzo de 1952 con el nombre de " Pobres Siervas de la Divina Providencia " y el 25 de diciembre de 1981 obtuvieron la Aprobación Pontificia. Profeta de la paternidad de Dios y de la búsqueda de su reino A las dos Congregaciones, el Padre Calabria, confió la misma misión que el Señor le había inspirado cuando joven sacerdote: "Mostrar al mundo que la Divina Providencia existe, que Dios no es extranjero, sino Padre, y piensa en nosotros, siempre que nosotros pensemos en Él y le correspondamos buscando en primer lugar el Santo Reino de Dios y su justicia" (cf. Mt 6, 25-34). Y para testimoniar todo esto, acogió gratuitamente en sus casas, jóvenes, material y moralmente necesitados. Hizo hospitales y casas de acogida para asistir en el cuerpo y en el espíritu a enfermos y ancianos. Abrió casas de formación para jóvenes y adultos pobres, a fin de ayudarlos a alcanzar la propia vocación sacerdotal o religiosa. Los asistió gratuitamente hasta la teología o a la definitiva decisión por la vida religiosa. Después los dejaba libres para elegir aquella diócesis o congregación que el Señor les hubiera inspirado. Estableció que sus religiosos ejercieran el apostolado en las zonas más pobres, "donde nada hay, humanamente, para recibir". "Resplandeció como un faro luminoso en la Iglesia de Dios" Son exactamente éstas las palabras que el Card. Schuster hizo esculpir sobre su tumba. De hecho al comenzar desde el 1939-40 hasta la muerte, en contraste con su innato deseo de anonimato, alargó sus horizontes hasta alcanzar las fronteras de la Iglesia, "gritando" a todos que el mundo se puede salvar sólo si se retorna a Cristo y a su Evangelio. Fue así que se convirtió en una voz profética, un punto de referencia. Obispos, sacerdotes, religiosos y laicos vieron en él un guía seguro para ellos mismos y para sus iniciativas. Por eso los Obispos de la Conferencia Episcopal del Trivéneto, en la propia carta postulatoria al Papa Juan Pablo II, pudieron escribir: «El Padre Calabria, justo para preparar la Iglesia del Dos Mil -expresión a él familiar- hizo de su vida un continuo sufrir y una cuidadosa llamada a la
204 conversión, a la renovación, a la hora de Jesús, con tonos impresionantes de perentoria urgencia... Nos parece que la vida del Padre Calabria y su misma persona constituyen una " profecía " de vuestro apasionado grito a todo el mundo: "Aperite portas Christo Redemptori!"». Comprendió que en esta radical y profunda renovación espiritual del mundo tenían que ser comprometidos también los laicos. Para esto, en el 1944 fundó la "Familia de los Hermanos Externos", integrada, en efecto, por laicos. Rezó, escribió, actuó y sufrió por la unidad de los cristianos. Por eso, mantuvo fraternas relaciones con protestantes, ortodoxos y hebreos. Escribió, habló, amó, nunca discutió. Conquistó con el amor. El mismo pastor luterano Sune Wiman de Eskilstuna (Suiza) que tuvo con él un copioso intercambio epistolar, dirigió el 6 de marzo de 1964 una carta postulatoria al Santo Padre Pablo VI para pedirle la glorificación de su venerado amigo. Fue este período el más misteriosamente doloroso de su vida. Parecía que Cristo lo hubiera asociado a la angustia del Getsemaní y del Calvario, aceptando su ofrecimiento como "víctima" para la santificación de la Iglesia y para la salvación del mundo. El beato card. Schuster lo comparó al Siervo de Jahvé. Murió el 4 de diciembre del 1954. En la vigília, hizo su último gesto de caridad ofreciendo su vida al Señor por el Papa Pío XII, que agonizaba. El Señor había aceptado su oferta y, mientras él moría, el Papa, misteriosa e improvisamente recuperaba la salud viviendo con eficiencia otros cuatro años. El mismo Pontífice, sin saber del último gesto del Padre Calabria pero conocedor profundo de toda su vida, cuando recibió la noticia de su muerte, en un telegrama de condolencia a la Congregación, definió "campeón de evangélica caridad". Fue beatificado por el Papa Juan Pablo II el 17 de abril de 1988.
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Agustina Livia Pietrantoni (1864-1894), virgen, religiosa del Instituto de las Hermanas de la Caridad
Una tierra... una familia "Existía una vez y sigue existiendo todavía, con una imagen nueva, un pueblo llamado Pozzaglia, en las colinas de Sabina... y había una casa bendecida, nido lleno de voces infantiles, entre las cuales la de Oliva, llamada más tarde Livia, y quien se llamará en la Vida Religiosa hermana Agustina... ". La vida muy breve de la hermana Agustina, empieza y se desarrolla así: "simple, límpida, pura, amante... pero al final... dolorosa y trágica... o mejor... simbólica". Vida que inspiró a Pablo VI, el Papa que la Beatificó, palabras de extraordinaria poesía, para narrar el transcurso de su vida. 27 de marzo de 1864. Es en el pequeño pueblo de Pozzaglia a 800 metros de altitud en la linda zona geográfica que se extiende entre Rieti, Orvinio, Tivoli donde nace y es bautizada Livia; ¡la segunda de once hermanos! Sus padres, Francisco Pietrantoni y Catalina Costantini, pequeños agricultores trabajan sus tierras y otras alquiladas. La infancia y la juventud de Livia respiran los valores de la familia honesta, trabajadora, religiosa y en la casa bendecida "todos estaban pendientes de hacer el bien y de rezar a menudo...". Este período está marcado todo por la sabiduría del abuelo Domingo un verdadero ícono patriarcal. A los 4 años, Livia recibe el sacramento de la Confirmación y alrededor de 1876 hace su Primera Comunión, con un conocimiento ciertamente extraordinario si la juzgamos por lo que fue su posterior vida de oración, generosidad y donación. Muy pronto, en la gran familia, donde todos parecían tener derecho a su tiempo y a su ayuda, aprende de su mamá Catalina las atenciones y los gestos maternales que emplea con dulzura a la vista de sus numerosos pequeños hermanos. Trabaja en los
206 campos y cuida los animales, no conoce ni los juegos ni el colegio, al que ella va de una forma muy irregular, pero del que consigue obtener un provecho extraordinario, hasta el punto de merecer de sus compañeras el título de "profesora". Trabajo... orgullo A los 7 años y con otros niños empieza a trabajar, transportando miles de baldes de piedra y arena para la construcción de la ruta que va de Orvinio a Poggio Moiano. A los doce años, se va con otras jóvenes jornaleras que se dirigen a Tivoli, durante los meses del invierno para la recolección de aceitunas. Precozmente sabía. Livia asume la responsabilidad moral y religiosa de sus jóvenes compañeras, las sostiene en ese rudo trabajo, lejos de la familia y se enfrenta con fuerza y coraje a los "jefes" arrogantes y sin escrúpulos. Vocación y desprendimiento Livia es una joven agradable por su sabiduría, su sentido de ayuda al prójimo, su generosidad, su belleza... y varios jóvenes en el pueblo tienen puestos los ojos en ella. Sus miradas de admiración no pasan desapercibidas a su mamá Catalina que sueña con un buen partido para su hija. Pero, ¿qué piensa Livia? ¿Qué secreto guarda? ¿Por qué no elije? ¿Por qué no se decide? "Livia... extremadamente audaz por la voz que le habla interiormente, la voz de su vocación, cede: Cristo será su amor, Cristo, su Esposo". Su búsqueda se orienta hacia una vida de sacrificio; a quién, en su familia o en el pueblo, quiere hacerla cambiar de opinión, definiéndola como un escape de la fatiga, Livia responde "quiero elegir una Congregación donde haya trabajo para el día y la noche" y todos están seguros de la autenticidad de estas palabras. En un primer viaje a Roma, acompañada por su tío Fray Mateo, vive una desilusión dolorosa: han rechazado acogerla. Algunos meses después, por tanto, la Superiora General de las Hermanas de la Caridad de Santa Juana Antida Thouret, Madre Josefina Boquien, le hace saber que la espera en la Casa General, calle Santa María in Cosmedin. Livia comprende que esta vez el adiós es definitivo. Con emoción, se despide de todos los habitantes del pueblo, de todos los rincones de su pueblo, sus lugares de oración: la Parroquia, la Virgen de la Rifolta; abraza a sus familiares, recibe de rodillas la bendición del abuelo Domingo, "besa la puerta de su casa, hace el signo de la Cruz y se va corriendo".
207 Formación y servicio 23 marzo de 1886. Livia tenía 22 años, cuando se fue a Roma, vía S. Maria in Cosmedin. Algunos meses de postulantado y de noviciado son suficientes para mostrar que la joven tiene la pasta de una hermana de la Caridad, es decir de una "sierva de los pobres" según la tradición de S. Vicente de Paúl y de Santa Juana Antida. Livia, in efecto, lleva al convento un potencial humano heredado de su familia particularmente sólido y que ofrece garantía. En ella la mujer y la religiosa están en perfecta armonía. Cuando toma el hábito religioso y se le da el nombre de hermana Agustina tiene el presentimiento que será ella quien encarne una santa con ese nombre: efectivamente no conoce ninguna santa Agustina. Enviada al hospital Espíritu Santo, que tiene 700 años de gloriosa historia y definido como "el gimnasio de la caridad cristiana", tras las huellas de los santos que la han precedido, entre los cuales se encuentran Carlos Borromeo, José de Calasanz, Juan Bosco, Camilo de Lelis... la hermana Agustina aporta su contribución personal y en este lugar de sufrimiento expresa su caridad hasta el heroísmo. Silencio, oración y bondad El ambiente del hospital es hostil a la religión. La cuestión romana envenena los espíritus; los Padres Capuchinos son expulsados, se prohíbe el crucifijo y cualquier otro signo religioso. Quisieran también alejar a las Hermanas, pero tienen miedo de la reacción de la gente: les hacen la vida "imposible" y se les prohíbe hablar de Dios; pero la hermana Agustina no tiene necesidad de su boca para "proclamar a Dios" y ninguna mordaza puede impedirle anunciar el Evangelio. Primero en el cuidado de los niños, y después de haberse contagiado mortalmente, de lo cual se recupera milagrosamente, en el cuidado de los tuberculosos, servicio de desesperación y de muerte, expresa siempre una devoción total y una atención extraordinaria a cada enfermo, sobre todo a los más difíciles, violentos y obscenos, como "Romanelli". En secreto, en el pequeño rincón oculto donde ha encontrado un sitio para que la Virgen María siga en el hospital, ella le confía a sus enfermos y le promete vigilias más numerosas, sacrificios más grandes, para obtener la gracia de la conversión de los más obstinados. ¿Cuántas veces le ha presentado a José Romanelli? Es el peor de todos, el más vulgar y el más insolente sobre todo con la hermana
208 Agustina, quien multiplica las atenciones con él y que con gran bondad, acoge a su madre ciega cuando viene a visitarlo. De él se puede esperar cualquier cosa, todos están hartos. Cuando después de su enésima bravuconería hacia las mujeres en la lavandería, el Director lo expulsa del hospital, su rabia busca una víctima y la pobre Agustina es la elegida. "¡Te mataré con mis propias manos!", "¡Hermana Agustina, no tienes más de un mes de vida!", son las amenazas que le hace llegar varias veces por medio de cartas. Romanelli no bromea, en efecto, y la hermana Agustina tampoco, no pone límites a su generosidad por el Señor... Está dispuesta a pagar con su propia vida el precio del amor, sin escapar, sin acusar. Cuando Romanelli la sorprende y la golpea cruelmente sin que ella pueda escapar, el 13 de noviembre de 1894, de sus labios no salen más que las invocaciones a la Virgen y las palabras de perdón.
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Kinga (Cunegunda), virgen y religiosa de la Segunda Orden de las Clarisas
Cunegunda (Kinga) nació en 1224 hija de Bela IV rey de Hungría y de Teodora Laskarysa, y fue hermana de las Beatas Yolanda y Margarita. En 1238 fue dada como esposa al príncipe de Cracovia, Boleslao el Púdico, a quien indujo a hacer voto de castidad junto con ella. En la corte Cunegunda llevó una vida mortificada dedicando el tiempo libre de las oraciones y ocupaciones domésticas a la asistencia a los enfermos y a los pobres. Con el marido promovió la canonización de San Estanislao, Obispo de Cracovia, asesinado en 1079, lo cual obtuvo en 1253. La muerte del rey Boleslao en 1279 rompió el único lazo que la unía al mundo y, rechazadas todas las propuestas de dirigir los destinos del Estado, ingresó en el monasterio de las Clarisas en Stary Sacz, fundado por ella con los bienes de su dote. Allí sus virtudes brillaron en todo su esplendor. Cediendo a los insistentes ruegos de las hermanas, asumió, aunque contra su deseo, las funciones de abadesa y, sin embargo, se comportaba como si fuera inferior a todas, dando ejemplo de profunda humildad. El descubrimiento del agua dentro del monasterio, que de otra manera debían traer de lejos, se atribuyó a sus oraciones. A ella se debe también el prodigioso descubrimiento de sal gema en Bochnia. Su permanencia en el monasterio duró trece años. Dulce y afable con las co-hermanas, obedecía como si fuera la última de ellas, escogía para sí los trabajos más humildes, como lavar la vajilla, asear la casa y asistir a los enfermos. Cuando entró en el monasterio había dicho a las religiosas: “Vengo a ustedes para ser sierva suya: olviden lo que he sido en el pasado; y ténganme como una humilde religiosa más”. La oración y una rigurosa penitencia eran su continua aspiración. La meditación de
210 la Pasión del Salvador la hacía derramar abundantes lágrimas y las llagas de Jesús eran objeto de su especial devoción. Como abadesa, Cunegunda dirigió la comunidad con prudencia y caridad verdaderamente maternales, impulsando a las co-hermanas a la perfección más con el ejemplo que con las palabras. Cuando en 1287 Polonia fue invadida por los tártaros, Cunegunda y sus 70 co-hermanas debieron abandonar el monasterio y refugiarse en el castillo de Pyiemin. Los tártaros llegaron también al nuevo refugio. Las hermanas, espantadas se arrojaron a los pies de su Madre y se repitió el milagro de Santa Clara de Asís. También aquí los agresores fueron detenidos por una fuerza invisible. Y así, un tiempo más tarde pudieron las hermanas volver a su monasterio. Después de un año de enfermedad, confortada con una aparición de San Francisco, Cunegunda murió a los 68 años el 25 de julio de 1292. Aprobó su culto Alejandro VIII el 11 de junio de 1690. Canonizada por Juan Pablo II en 1999.
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Cirilo Bertrán y 8 compañeros, religiosos, del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas e Inocencio de la Inmaculada, presbítero, de la Congregación de la Pasión de Jesucristo, mártires (+1934, +1937)
La Iglesia eleva hoy a la gloria de los altares a nueve Hermanos de las Escuelas Cristianas (Lasalianos) y a un Padre Pasionista. Ocho Hermanos dirigían una escuela en Turón, un pueblo situado en el centro de un valle minero de la región asturiana, en el nordeste de España y fueron martirizados en 1934. El noveno Hermano es de Cataluña y murió cerca de Tarragona en 1937. El Padre Pasionista prestaba asistencia sacramental a la escuela de Turón. Se trata de la glorificación de diez personas que llevaron la fidelidad de sus vidas consagradas hasta dar su sangre en testimonio y en defensa de su fe y de su misión evangelizadora. En consecuencia, esa solemne decisión eclesial redunda en la glorificación de la hermosa tarea de educar cristianamente a los niños de todos los tiempos. La mayoría de estos religiosos se hallaban en plena juventud: cuatro de ellos tenían menos de 26 años y el mayor 46. Sus nombres son: Hno. CIRILO BERTRÁN (JOSÉ SANZ TEJEDOR), director de la comunidad, nació en Lerma, provincia de Burgos, el 20 de marzo de 1888. Los padres eran humildes trabajadores: de ellos aprende la austeridad y el espíritu de sacrificio. Ingresó en el Noviciado de los Hermanos en Bujedo e hizo su primera profesión religiosa en agosto de 1905. En su vida apostólica se muestra comprometido y celoso.
212 Nombrado director de la escuela de Turón, a donde llega en 1933, su actitud prudente y serena es de gran ayuda para los Hermanos de la comunidad. En el verano de 1934 participa en un retiro de un mes en Valladolid: será la mejor preparación para su encuentro con el Señor en el martirio que tendrá lugar dentro de unos meses. Hno. MARCANO JOSÉ (FILOMENO LÓPEZ LÓPEZ), nació en El Pedregal, provincia de Sigüenza Guadalajara, el 17 de noviembre de 1900. Pertenece a una familia de trabajadores y aprende desde niño a soportar las molestias del trabajo y afrontar con ánimo las dificultades de la vida. A sugerencia de un tío suyo ingresa en el Instituto de los Hermanos de La Salle, pero una enfermedad en el oído le obliga a regresar a su familia. Pronto será admitido de nuevo, pero a condición de dedicarse a trabajos manuales. Se halla en la comunidad de Mieres (Asturias) cuando acepta sustituir a un Hermano de Turón, asustado por las tensiones de ese momento. Esto ocurría en el mes de abril de 1934, seis meses antes del sacrificio supremo que el Señor le pedirá. Une así su destino al de sus compañeros de comunidad, a la que siempre ha prestado sus servicios con bondad y cariño. Hno. VICTORIANO PÍO (CLAUDIO BERNABÉ CANO), nació en San Millán de Lara, provincia de Burgos, el 7 de julio de 1905. Sus padres, labradores, le inculcaron desde los primeros años las virtudes de laboriosidad y espíritu de servicio. Ingresó en el Instituto de los Hermanos de La Salle en Bujedo en 1918. Las leyes de 1933, obligan a los Hermanos, por prudencia, a cambiar frecuentemente de residencia y él es trasladado del Colegio de Palencia a la escuela de Turón. Le costó mucho el cambio, pero lo aceptó con espíritu de sacrificio y obediencia. Llevaba solamente diez días en Turón cuando el Señor le pidió un sacrificio mayor, el sacrificio de su vida. Hno. JULIÁN ALFREDO (VILFRIDO FERNÁNDEZ ZAPICO), nació en Cifuentes de Rueda, provincia de León, el 24 de diciembre de 1903. Los buenos consejos de sus padres y la influencia de un tío sacerdote con el cual fue obligado a vivir durante algún tiempo después de la muerte prematura de su madre, hacen crecer su piedad natural y lo inclinan muy joven a la vida religiosa. A los 17 años ingresa en el noviciado de los Capuchinos de Salamanca. Pero a causa de una inesperada enfermedad regresa a su casa. Tiene 22 años cuando Dios le da a conocer a los Hermanos de La Salle y en 1926 ingresa en el noviciado de Bujedo. Muestra gran madurez y piedad que suscita la admiración de sus compañeros más jóvenes. En su labor educativa manifiesta asimismo una dedicación extraordinaria, sobre todo al preparar a los
213 niños a la primera comunión. En el verano de 1933 es destinado a la comunidad de Turón. El año anterior había hecho su profesión perpetua sellando su compromiso definitivo con el Señor. Cuando Dios le llama al sacrificio de su vida, se encuentra preparado para responder sin vacilación. Hno. BENJAMÍN JULIÁN (VICENTE ALONSO ANDRÉS), nació en Jaramillo de la Fuente, provincia de Burgos, el 27 de octubre de 1908. Muy joven ingresa en el Instituto de los Hermanos de La Salle. Tuvo que vencer algunas dificultades en los estudios debido a su falta de preparación inicial. La misma decisión manifestó en los avatares de su itinerario religioso. Cuando el 30 de agosto de 1933 emitió sus votos perpetuos con plena madurez y decisión, recogía el fruto de su tesón y de su generosidad. Cuando recibió la orden de cambiar de la escuela de Compostela, tanto los alumnos como las familias lo sintieron mucho y querían impedirlo a toda costa, pero él con generosa disponibilidad, aunque con mucha nostalgia, aceptó y se trasladó a Turón. Los que pasaron por aquel lugar nunca olvidarían su alegría y el optimismo que mostraba en sus comentarios y juicios sobre la situación en aquellos momentos. Tanta sencillez y fortaleza sólo podían proceder de un corazón saturado de Dios, quien lo eligió para su encuentro con El. Hno. HÉCTOR VALDIVIELSO (BENITO DE JESÚS), sus padres se trasladaron a Buenos Aires unos años antes de su nacimiento, que tuvo lugar el 31 de octubre de 1910. Fue bautizado en la iglesia de San Nicolás de Bari, que se encontraba en la zona donde se alza actualmente el Obelisco de la Avenida 9 de Julio. Cuando sus padres, a causa de dificultades financieras, se vieron obligados a regresar a España, estableciéndose en Briviesca (Burgos), conoció y entró en el centro de formación de los Hermanos de La Salle en Bujedo. Después hizo el Noviciado Misionero que los Hermanos tenían en Lembecq-lezHal, Bélgica, movido del deseo de realizar un día el apostolado en la tierra donde había nacido, la Argentina. En espera de poder realizarse sus sueños, los Superiores lo destinaron a la escuela de Astorga (León). En septiembre de 1933 fue destinado a Turón. En el corto tiempo que permaneció en la cuenca minera, se mostró como siempre, plenamente entregado a la clase y a las asociaciones juveniles de la Cruzada Eucarística y la Acción Católica. Su dedicación a los jóvenes le convirtió, él joven, en candidato predilecto para el martirio, cosa que no tardó en realizarse. Es el primer Santo Argentino. Hno. ANICETO ADOLFO (MANUEL SECO GUTIÉRREZ), el benjamín de la comunidad, había nacido en Celada Marlantes, provincia de
214 Santander, el 4 de octubre de 1912. Aunque quedó pronto huérfano de madre, la piedad de su padre era tal que fueron tres los hijos que entregó a Dios en el Instituto de S. Juan Bautista de La Salle. Entró en el Noviciado en 1928 y emitió sus primeros votos en 1930. En medio de su trabajo, su mayor preocupación era el cultivo de su vida espiritual. Ella le movía a preocuparse intensamente por los demás, sobre todo en lo referente al cumplimiento del deber y a la entrega generosa a Dios. Después de permanecer un año en el Colegio de Nuestra Señora de Lourdes en Valladolid, fue destinado a Turón en agosto de 1933. La sonrisa serena y atractiva que adornaba permanentemente su rostro, tuvo que impresionar sin duda a los mismos asesinos que, a sus 22 años, le condujeron a la eternidad. Hno. AUGUSTO ANDRÉS (ROMÁN MARTÍNEZ FERNÁNDEZ), nació en Santander el 6 de mayo de 1910. Heredó de su padre, militar de profesión, el sentido de la precisión y del orden; y de su madre, piadosa y sencilla, la gentileza que tanto admiraban sus profesores, sus compañeros y después sus alumnos. Cuando manifestó la intención de hacerse religioso -era el hijo mayor y el único varón en casa cuando su padre murió- su madre no se resignaba. Pero una enfermedad del joven doblegó la resistencia materna. Prometió a la Virgen que aceptaría los deseos de su hijo si sanaba y, habiendo obtenido la curación, autorizó el ingreso en los Hermanos de La Salle. En 1922 finalizó su noviciado y emitió con decisión sus primeros votos religiosos. Se hallaba en el colegio de Palencia en 1933, cuando la dispersión le llevó al que había de ser su postrer destino, la comunidad de Turón. Su valor y decisión fueron llamativos en los últimos momentos de su existencia, pues él fue quien dirigió las últimas palabras a sus verdugos. Fueron palabras llenas de entereza y de aceptación del martirio, propias de un corazón totalmente entregado a Dios. P. INOCENCIO DE LA INMACULADA (MANUEL CANOURA ARNAU), nació en el Valle del Oro, provincia de Mondoñedo, el 10 de marzo de 1887. Ingresó en la Congregación de los Pasionistas a la edad de 14 años. Recibió el Subdiaconado en Mieres en 1910 y el Diaconado en junio de 1912. El 20 de septiembre de 1920 fue ordenado sacerdote. Desde entonces empezó para este Padre instruido y celoso, una vida de intenso apostolado sacerdotal, en el que cabe resaltar su dedicación a la enseñanza de la filosofía, de la teología, de la literatura en las diversas casas a las que fue destinado. Su último destino fue de nuevo Mieres, a comienzos de septiembre de 1934. La causa de que se hallara con los Hermanos en Turón fue que había sido requerido su servicio sacramental, al que se había ofrecido de buen grado cuando le pidieron
215 que fuera a confesar para preparar a los niños a celebrar el primer viernes de mes, que coincidía con el 5 de octubre. El martirio de estos Hermanos no llegó de modo inesperado. La situación que vivía España era difícil: la masonería y el comunismo luchaban por el poder y por hacer desaparecer la tradición religiosa. Se habían programado una serie de iniciativas contra la Iglesia, los sacerdotes y los religiosos. Se promovió una campaña de odio y violencia que en ciertos lugares llegó a crueles desenlaces, incluso más allá de las previsiones de los grupos dirigentes. Asturias era una región minera con gran cantidad de inmigrados cuyo régimen de vida era duro y se sentían desarraigados de sus mejores tradiciones. La campaña contra la burguesía y contra la Iglesia encontró allí un terreno especialmente preparado. Así sucedió que el 5 de octubre un grupo de rebeldes arrestó a los ocho Hermanos que trabajaban en la escuela de Turón y al sacerdote pasionista que estaba con ellos. Los nueve religiosos fueron concentrados en la "casa del pueblo" a la espera de la decisión que había de tomar el "Comité revolucionario". Bajo la presión de algunos extremistas, el Comité decidió la condena a muerte de estos religiosos que tenían una notable influencia en la localidad, ya que gran parte de las familias mandaban sus hijos a su escuela. La decisión se tomó en secreto: los religiosos serían fusilados en el cementerio del pueblo, poco después de la una de la madrugada, el 9 de octubre de 1934. Los asesinos fueron reclutados de otros lugares porque en el pueblo de Turón no encontraron quienes estuvieran dispuestos a perpetrar semejante crimen. Las víctimas comprendieron de inmediato las intenciones del Comité y se prepararon generosamente al sacrificio con la oración, la confesión y el perdón que otorgaron a sus asesinos. A la hora prevista por el Comité, caminaron juntos y serenos al cementerio. En el centro del mismo estaba preparada una fosa delante de la cual alinearon a los religiosos. Fueron muertos con dos cargas de fusilería y rematados a tiros de pistola. La serenidad y valentía con la que los Hermanos y el P. Pasionista aceptaron el martirio impresionó a los mismos asesinos como más tarde ellos mismos declararían. Pocos meses después de su muerte sus cuerpos fueron exhumados y trasladados con grandes manifestaciones de adhesión al mausoleo donde reposan en Bujedo, en la provincia de Burgos. El Hno. JAIME HILARIO (MANUEL BARBAL COSÍN), nació el 2 de enero de 1898 en Enviny, diócesis de Urgel, provincia de Lérida. Vivió en un ambiente profundamente cristiano, en los trabajos del campo y ruda labor de un pueblo de alta montaña. A sus trece años entró en el
216 Seminario de La Seo de Urgel. Pero, debido a una enfermedad del oído que será una cruz a lo largo de su vida, tuvo que abandonar los estudios eclesiásticos. En 1917 decidió entrar en el noviciado de los Hermanos de La Salle. El 24 de febrero del mismo año, en Irún, tomó con el hábito religioso el nombre de Hno. Jaime Hilario. Un año más tarde iniciaba su misión de educador y catequista. Fue en Mollerusa, en Pibrac, cerca de Toulouse (Francia), en Calaf, su tierra natal. En este período se hizo patente su capacidad literaria, colaborando en revistas en la difusión de los valores cristianos. En adelante su sordera le impedirá seguir su labor educativa. Tuvo que trasladarse a Cambrils (Tarragona) para ocuparse de las labores del campo. El 18 de julio de 1936 estalla la guerra civil española. El Hno. Jaime Hilario se refugia en una casa amiga de Mollerusa, en donde permanece en régimen de libertad vigilada. Después es trasladado a la cárcel de Lérida y, puesto que procedía de Cambrils, es conducido a Tarragona y encarcelado en el barco " Mahon " con otros sacerdotes y seglares cristianos. El 15 de enero de 1937 se celebró su juicio sumarísimo. No quería abogado defensor porque iba a decir siempre la verdad. Por obediencia aceptó la defensa del Sr. Juan Montañés, pero no permitió que se disimulase su condición de religioso. El Tribunal Popular de Tarragona lo condenó a muerte. Aceptó el veredicto con serenidad admirable y allí mismo envió a sus familiares una carta en la que expresaba su alegría de morir mártir. El abogado tramitó la solicitud de gracia, que fue concedida a las otras 24 personas que habían sido juzgadas con él; pero él, el único religioso del grupo, fue ejecutado. El 18 de enero de 1937, a las 3,30 de la tarde, el Hno. Jaime Hilario fue fusilado en el bosquecillo del Monte de la Oliva, junto al cementerio de Tarragona. Con asombro del piquete, el mártir siguió en pie después de dos descargas sucesivas. El grupo arrojó las armas y se dio a la fuga. El jefe del pelotón, furioso, se acercó a la víctima y disparó en la sien del héroe. Sus últimas palabras a los que iban a fusilarle fueron: -¡Amigos, morir por Cristo es reinar! Estos mártires (los nueve de Turón y el Hno. Jaime Hilario) fueron beatificados juntos por el Papa Juan Pablo II el 29 de abril de 1990. Ahora la Iglesia honra su fe y su sacrificio, declarándolos Santos y proponiéndolos como ejemplo al pueblo cristiano.
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Benito Menni (1841-1914) presbítero, O.H., fundador de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús
BENITO MENNI, que hoy es elevado al supremo honor de los santos, fue un fiel seguidor de Juan de Dios; en cuanto tal con sus palabras y sus obras ha sido heraldo del Evangelio de la misericordia y nuevo profeta de la hospitalidad. Origen familiar y vocación hospitalaria La ciudad de Milán fue su cuna, habiendo nacido y sido bautizado el mismo día 11 de marzo de 1841. Se le puso el nombre compuesto de Ángel-Hércules, que han sido como una premonición del espíritu y fuerza, que había de caracterizar su personalidad. Era el quinto de quince hijos del matrimonio formado por Luis Menni y Luisa Figini. En su hogar cálido y acogedor halló el apoyo y estímulo para su desarrollo intelectual y personalidad. La llamada de Dios la siguió pronto: fino de conciencia, dejó un buen trabajo en un banco y, altruista ante el que sufre, se ofreció a ayudar al traslado de los soldados heridos que llegaban de la batalla de Magenta, cerca de Milán. Admirado de la entrega que entonces descubrió en los Hermanos de San Juan de Dios, a los 19 años pidió el ingreso en la Orden Hospitalaria.
218 Con el nombre de Benito inició la vida religiosa y se consagró a Dios y a la asistencia de los enfermos; con el mismo nombre le veneraremos como San Benito Menni. Formación y misión hospitalaria Durante sus estudios de enfermería y sacerdotales fue forjando su personalidad religioso-hospitalaria, que puso a disposición de los superiores, es decir de la causa en favor de la sociedad más necesitada, como eran tantos enfermos. España, la cuna de la Orden Hospitalaria, vivía entre luchas políticas en declarada hostilidad hacia lo religioso, mientras la obra de Juan de Dios había quedado prácticamente extinguida; necesitaba un impulso renovador, y Benito Menni será la persona providencial para su realización. Destinado a España en 1867, llevó a cabo sus dos grandes obras: la restauración de la Orden de San Juan de Dios y la fundación de la Congregación femenina, " Hermanas Hospitalarias del Sdo. Corazón de Jesús ". Su espíritu magnánimo, capacidad y disposición le ayudaron a superar muchas dificultades y tomar grandes iniciativas de especial consideración en pro de los enfermos y su asistencia integral. Restaurador de la Orden Hospitalaria Mandado por el entonces General de la Orden Juan M. Alfieri, que siempre fue su apoyo, y con la bendición del papa Pío IX antes de salir de Roma, Benito Menni manifiesta desde el primer momento su fuerte voluntad y espíritu decidido. A los pocos meses abre con éxito el primer hospital infantil de España en Barcelona (1867), que constituye el inicio de su extraordinaria obra restauradora, que dirigirá durante 36 años. Desde el primer momento, gracias a su empeño vocacional, se le unirán numerosos y generosos seguidores, con los cuales a su vez podrá dar continuidad a las nuevas instituciones hospitalarias, que se multiplicarán por España, Portugal y México, continuando después por todo el nuevo mundo.
219 Fundador de las Hermanas Hospitalarias Con la llegada a Granada (1878), Benito Menni entra en contacto con dos jóvenes, María Josefa Recio y María Angustias Giménez, las cuales serán en 1881 la semilla de una nueva Institución sanitaria, netamente femenina, con característica específica para la asistencia psiquiátrica. En Ciempozuelos, Madrid, tiene su origen y se constituye la Casa Madre de la "Congregación de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús", la cual es aprobada por la Santa Sede en 1901. Como signo de su identidad en el servicio hospitalario les transmite su lema en seis palabras: "rogar, trabajar, padecer, sufrir, amar a Dios y callar". Muy pronto, sin embargo, la nueva fundación extiende sus alas de caridad misericordiosa y se establece por diversos países de Europa y América Latina, y más tarde por África y Asia. Actualmente, en que tiene lugar la canonización de Benito Menni, su fundador, se hallan presentes en 24 naciones con más de 100 Centros hospitalarios. Benito Menni, en cuanto Fundador y Padre espiritual, les infundió su espíritu característico juandediano, continuando durante más de 30 años su dirección y formación ascético-hospitalaria. Visitador y Superior general de la Orden La magna obra que Benito Menni realizó como restaurador y fundador se extendió, llamado por la Santa Sede, en favor de toda la Orden siendo nombrado primero Visitador Apostólico de la misma (1909-1911) y a continuación como Superior General (1911), a cuyo cargo, sin embargo, tuvo que renunciar un año después por incomprensiones y por motivos de salud. Sus dos últimos años los pasó en humildad y purificación, muriendo santamente, lleno de méritos, en Dinán, Francia, el 24 de abril de 1914. Sus restos, trasladados por sus Hermanos de España a Ciempozuelos, hoy son venerados bajo el altar central de la "Capilla de los Fundadores" en la Casa Madre de sus Hijas Hospitalarias de Ciempozuelos.
220 En la Gloría de los santos Abierto su proceso de santidad en la diócesis de Madrid, donde está enterrado, en los años 1945-1947, sus virtudes fueron reconocidas como heroicas por la Congregación para las Causas de los Santos el 11 de mayo de 1982, por lo que pasó a ser considerado " Venerable". Reconocida como milagrosa la curación en favor de Dña. Asunción Cacho, fue proclamado "Beato" en la Basílica vaticana por el papa Juan Pablo II el 23 de junio de 1985. Su mensaje en clave hospitalaria Ante su entrega fecunda y rectitud santa y santificadora, con su vida ofrendada a Dios y a los enfermos con unción y generosidad total, el testimonio de Benito Menni hoy cobra actualidad con su canonización, siendo propuesto a la Iglesia universal como modelo y ejemplo, en especial dentro del campo de la salud y de la enfermedad. La humanización y la evangelización son desafíos ante el nuevo milenio. San Benito Menni viene a recordar e iluminar las palabras de Cristo, "Estaba enfermo y habéis tenido cuidado de mí. Venid, benditos de mi Padre". En el campo sanitario se utilizan los beneficios del progreso técnico, pero no pocas veces falta el corazón a la asistencia. Con frecuencia el interés sanitario está más orientado hacia la enfermedad que hacia el enfermo, considerado el mismo más como un número o un caso clínico, que como una persona o un hermano, imagen de Dios que sufre, a quien asistir.
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Tomás de Cori (1655-1729) presbítero, O.F.M.
Nacido en Cori (Latina) el 4 de junio de 1655, Tomás tuvo una infancia marcada por la pérdida prematura de su madre primero y de su padre después, quedando sólo, a los catorce años, al cuidado de la hermana más pequeña. Hará de pastor, aprendiendo la sabiduría de las cosas simples. Casadas las hermanas, queda libre para seguir la inspiración que desde algún año guardaba en el silencio del corazón: pertenecer completamente a Dios en la vida religiosa franciscana. Había conocido a los Frailes Menores en su misma ciudad en el Convento de S. Francisco. Casadas las dos hermanas y libre de toda preocupación, fue acogido en la Orden y enviado a Orvieto para hacer el año de noviciado. Profesada la Regla de S. Francisco y finalizados los estudios de teología, se ordena sacerdote en 1683. Fue nombrado inmediatamente vice maestro de novicios en el convento de la SS. Trinidad de Orvieto; sus superiores reconocieron desde muy pronto sus dotes. Poco tiempo después fray Tomás oyó hablar de los Retiros que comenzaban a florecer en la Orden y de la intención de los Superiores de la Provincia Romana de instaurar uno en el Convento de Civitella (hoy Bellegra). Su petición fue acogida y el joven fraile llamó así a la puerta del pobre Convento en 1684, diciendo: "Soy fray Tomás de Cori y vengo para hacerme santo". Con un lenguaje quizás lejano al nuestro, expresaba él su ansia de vivir radicalmente el Evangelio según el espíritu de S. Francisco. Desde entonces, fray Tomás permanecerá en Bellegra hasta la muerte, excepto seis años (1703-1709) en los que será Guardián en el Convento de Palombara, donde instauró el Retiro, en base al de Bellegra. Escribió Reglas para uno y para otro, que él el primero observó cuidadosamente,
222 consolidando con la palabra y con el ejemplo la nueva institución de los dos Retiros. Los largos años transcurridos en S. Francisco de Bellegra se pueden resumir en tres puntos: Oración Santo Tomás de Cori fue seguramente, como se ha dicho de S. Francisco, no tanto un hombre que oraba, como un hombre hecho oración. Esta dimensión animó toda la vida del Fundador del Retiro. El aspecto más evidente de su vida espiritual fue sin duda la centralidad de la Eucaristía, testimoniada por Tomás en la celebración eucarística, intensa y participada, y en la oración silenciosa de adoración en las largas noches de Retiro después del oficio divino celebrado a medianoche. Su vida de oración estuvo marcada por una aridez persistente de espíritu. La ausencia total de una consolación sensible en la oración y en su vida de unión con Dios, se prolongaría durante más de cuarenta años, encontrándole siempre sereno y radical en la vivencia del primado de Dios. Verdaderamente su oración se configuró como " memoria Dei " realizando concretamente la unidad de vida no obstante las múltiples actividades. Evangelización Santo Tomás no se cerró en el Retiro, olvidando el bien de sus hermanos y el corazón de la vocación franciscana, que es apostólico. Fue llamado con razón el apóstol del " Sublacense ", habiendo recorrido comarcas y ciudades en el anuncio incansable del Evangelio, en la administración de los sacramentos y en el surgir de milagros a su paso, signo de la presencia y cercanía del Reino. Su predicación era clara y simple, persuasiva y fuerte. No subió a los púlpitos más ilustres del tiempo: su personalidad pudo entregar lo mejor de sí en el ámbito restringido de la región del Lazio, viviendo su vocación franciscana en minoridad y a la opción concreta por los más pobres. Exquisita caridad Santo Tomás de Cori fue para sus hermanos padre amabilísimo. Ante las resistencias de algunos hermanos en su deseo de reforma y de radicalidad en vivir el ideal franciscano, el Santo supo responder con paciencia y humildad, encontrándose incluso sólo para atender el
223 convento. Había comprendido muy bien que toda auténtica reforma inicia por sí mismo. El notable epistolario que nos ha llegado, demuestra la atención de Tomás a las más pequeñas expectativas y necesidades de sus hermanos y de tantos amigos, penitentes y frailes que se dirigían a él para recibir un consejo. En el convento demostró su espíritu de caridad en la disponibilidad a cualquier necesidad, incluso la más humilde. Rico de méritos, se durmió en el Señor el 11 de enero de 1729. Santo Tomás de Cori resplandece entre nosotros y en Roma, del que es copatron, sobre todo en su ansia de ideal cristiano y franciscano puro y vivido en lo esencial. Una provocación para todos nosotros, a no tomar a la ligera el Evangelio y sus exigencias radicales.
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María Faustina Kowalska (1905-1938), virgen de la Orden de las Clarisas Capuchinas y mártir
Sor María Faustina, apóstol de la Divina Misericordia, forma parte del círculo de santos de la Iglesia más conocidos. A través de ella el Señor Jesús transmite al mundo el gran mensaje de la Divina Misericordia y presenta el modelo de la perfección cristiana basada sobre la confianza en Dios y la actitud de caridad hacia el prójimo. Nació el 25 de agosto de 1905 como la tercera hija entre diez hermanos en la familia de Mariana y Estanislao Kowalski, campesinos de la aldea de Głogowiec. En el santo bautizo, celebrado en la iglesia parroquial de Świnice Warckie, se le impuso el nombre de Elena. Desde pequeña se destacó por el amor a la oración, la laboriosidad, la obediencia y una gran sensibilidad ante la pobreza humana. A los 9 años recibió la Primera Comunión. La vivió muy profundamente, consciente de la presencia del Huésped Divino en su alma. Su educación escolar duró apenas tres años. Al cumplir 16 años abandonó la casa familiar para, trabajando de empleada doméstica en casas de familias acomodadas de Aleksandrów, Łódź y Ostrówek, mantenerse a sí misma y ayudar a los padres. Ya desde los 7 años sentía en su alma la llamada a la vida religiosa, pero ante la negativa de los padres para su entrada en el convento, intentó apagar dentro de sí la voz de la vocación divina. Sin embargo, apresurada por la visión de Cristo sufriente fue a Varsovia y allí, el 1 de agosto de 1925 entró en la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia donde, como sor María Faustina, vivió trece años. Trabajó en distintas casas de la Congregación. Pasó los períodos más largos en Cracovia, Płock y Vilna cumpliendo los deberes de cocinera, jardinera y portera.
225 Para quien la observara desde fuera nada hubiera delatado su singular intensa vida mística. Cumplía sus deberes con fervor, observaba fielmente todas las reglas del convento, era recogida y callada, pero a la vez natural, llena de amor benévolo y desinteresado al prójimo. Su vida, aparentemente ordinaria, monótona y gris, se caracterizó por la extraordinaria profundidad de su unión con Dios. Su espiritualidad se basa en el misterio de la Divina Misericordia, que ella meditaba en la Palabra de Dios y contemplaba en lo cotidiano de su vida. El conocimiento y la contemplación del misterio de la Divina Misericordia desarrollaban en ella una actitud de confianza de niño hacia Dios y la caridad hacia el prójimo. Oh Jesús mío —escribió— cada uno de tus santos refleja en sí una de tus virtudes, yo deseo reflejar tu Corazón compasivo y lleno de misericordia, deseo glorificarlo. Que tu misericordia, oh Jesús, quede impresa sobre mi corazón y mi alma como un sello y éste será mi signo distintivo en esta vida y en la otra. (Diario 1242). Sor Faustina era una fiel hija de la Iglesia a la que amaba como a Madre y como el Cuerpo Místico de Jesucristo. Consciente de su papel en la Iglesia, colaboró con la Divina Misericordia en la obra de salvar a las almas perdidas. Con este propósito se ofreció como víctima cumpliendo el deseo del Señor Jesús y siguiendo su ejemplo. Su vida espiritual se caracterizó por el amor a la Eucaristía y por una profunda devoción a la Madre de la Divina Misericordia. Los años de su vida en el convento abundaron en gracias extraordinarias: revelaciones, visiones, estigmas ocultos, la participación en la Pasión del Señor, el don de bilocación, los dones de leer en las almas humanas, de profecía y de desposorios místicos. Un contacto vivo con Dios, con la Santísima Madre, con ángeles, santos y almas del purgatorio: todo el mundo extraordinario no era para ella menos real que el mundo que percibía a través de los sentidos. Colmada de tantas gracias extraordinarias sabía, sin embargo, que no son éstas las que determinan la santidad. En el Diario escribió: Ni gracias, ni revelaciones, ni éxtasis, ni ningún otro don concedido al alma la hace perfecta, sino la comunión interior de mi alma con Dios. Estos dones son solamente un adorno del alma, pero no constituyen ni la sustancia ni la perfección. Mi santidad y perfección consisten en una estrecha unión de mi voluntad con la voluntad de Dios (Diario 1107). El Señor Jesús escogió a sor Faustina por secretaria y apóstol de su misericordia para, a través de ella, transmitir al mundo su gran mensaje. En el Antiguo Testamento —le dijo— enviaba a los profetas con truenos
226 a mi pueblo. Hoy te envío a ti a toda la humanidad con mi misericordia. No quiero castigar a la humanidad doliente, sino que deseo sanarla, abrazarla con mi Corazón misericordioso (Diario 1588). La misión de sor Faustina consiste en 3 tareas: – Acercar y proclamar al mundo la verdad revelada en la Sagrada Escritura sobre el amor misericordioso de Dios a cada persona. – Alcanzar la misericordia de Dios para el mundo entero, y especialmente para los pecadores, por ejemplo a través de la práctica de las nuevas formas de culto a la Divina Misericordia, presentadas por el Señor Jesús: la imagen de la Divina Misericordia con la inscripción: Jesús, en ti confío, la fiesta de la Divina Misericordia, el primer domingo después de la Pascua de Resurrección, la coronilla a la Divina Misericordia y la oración a la hora de la Misericordia (las tres de la tarde). A estas formas de la devoción y a la propagación del culto a la Divina Misericordia el Señor Jesús vinculó grandes promesas bajo la condición de confiar en Dios y practicar el amor activo hacia el prójimo. – La tercera tarea es inspirar un movimiento apostólico de la Divina Misericordia que ha de proclamar y alcanzar la misericordia de Dios para el mundo y aspirar a la perfección cristiana siguiendo el camino trazado por la beata sor María Faustina. Este camino es la actitud de confianza de niño hacia Dios que se expresa en cumplir su voluntad y la postura de caridad hacia el prójimo. Actualmente este movimiento dentro de la Iglesia abarca a millones de personas en el mundo entero: congregaciones religiosas, institutos laicos, sacerdotes, hermandades, asociaciones, distintas comunidades de apóstoles de la Divina Misericordia y personas no congregadas que se comprometen a cumplir las tareas que el Señor Jesús transmitió por sor María Faustina. Sor María Faustina manifestó su misión en el Diario que escribió por mandato del Señor Jesús y de los confesores. Registró en él con fidelidad todo lo que Jesús le pidió y describió todos los encuentros de su alma con Él. Secretaria de mi más profundo misterio —dijo el Señor Jesús a sor María Faustina— tu misión es la de escribir todo lo que te hago conocer sobre mi misericordia para el provecho de aquellos que leyendo estos escritos, encontrarán en sus almas consuelo y adquirirán valor para acercarse a mí (Diario 1693). Esta obra acerca de modo extraordinario el misterio de la misericordia Divina. Atrae no solamente a la gente sencilla sino también a científicos que descubren en ella un frente más para sus investigaciones. El Diario ha sido traducido a
227 muchos idiomas, por citar algunos: inglés, alemán, italiano, español, francés, portugués, árabe, ruso, húngaro, checo y eslovaco. Sor María Faustina extenuada físicamente por la enfermedad y los sufrimientos que ofrecía como sacrificio voluntario por los pecadores, plenamente adulta de espíritu y unida místicamente con Dios murió en Cracovia el 5 de octubre de 1938, con apenas 33 años. La fama de la santidad de su vida iba creciendo junto con la propagación de la devoción a la Divina Misericordia y a medida de las gracias alcanzadas por su intercesión. Entre los años 1965-67 en Cracovia fue llevado a cabo el proceso informativo sobre su vida y sus virtudes y en 1968 se abrió en Roma el proceso de beatificación, concluido en diciembre de 1992. El 18 de abril de 1993, en la Plaza de San Pedro de Roma, el Santo Padre Juan Pablo II beatificó a Sor María Faustina. Sus reliquias yacen en el santuario de la Divina Misericordia de Cracovia-Łagiewniki.
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Cristóbal Magallanes Jara (1869-1927) presbítero, y mártir
Nació en Totaltiche, Jal. (Arquidiócesis de Guadalajara), el 30 de julio de 1869. Párroco de su tierra natal. Sacerdote de fe ardiente, prudente director de sus hermanos sacerdotes y pastor lleno de celo que se entregó a la promoción humana y cristiana de sus feligreses. Misionero entre los indígenas huicholes y ferviente propagador del Rosario a la Santísima Virgen María. Las vocaciones sacerdotales eran la parte más cuidada de su viña. Cuando los perseguidores de la Iglesia clausuraron el Seminario de Guadalajara, él se ofreció para fundar en su parroquia un Seminario con el fin de proteger, orientar y formar a los futuros sacerdotes y logró abundante cosecha. El 25 de mayo de 1927 fue fusilado en Colotlán, Jal. (Diócesis de Zacatecas). Frente al verdugo confortó a su ministro y compañero de martirio, Padre Agustín Caloca, diciéndole: «Tranquilízate, hijo, sólo un momento y después el cielo». Luego dirigiéndose a la tropa, exclamó: «Yo muero inocente, y pido a Dios que mi sangre sirva para la unión de mis hermanos mexicanos».
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Román Adame Rosales, presbítero
Nació en Teocaltiche, Jal. (Diócesis de Aguascalientes), el 27 de febrero de 1859. Párroco de Nochistlán, Zac. (Arquidiócesis de Guadalajara). Sacerdote de profunda humildad. Jamás se le oyó quejarse; ante cualquier sufrimiento decía con serenidad: «Sea todo por Dios». Catequesis, misiones populares, construcción de capillas para que los fieles tuvieran cerca al Santísimo, atención a los enfermos y educación a los niños fueron las principales acciones de su ministerio parroquial. Durante la persecución, siguió oculto administrando los sacramentos. Alguien delató su escondite y de noche fue hecho prisionero. Llegado el momento de la ejecución, el día 21 de abril de 1927, con un gesto de bondad trató de salvar al soldado, que por no querer dispararle, iba a ser también fusilado. Luego, decidido y firme, pero con humildad, entregó su vida.
Rodrigo Aguilar Alemán, presbítero
Nació en Sayula, Jal. (Diócesis de Ciudad Guzmán), el 13 de marzo de 1875. Párroco de Unión de Tula, Jal. (Diócesis de Autlán). Sacerdote poeta de fina sensibilidad. Consagró su sacerdocio a la Virgen Santísima de Guadalupe. Con todo su corazón imploró: «Señor, danos la gracia de padecer en tu nombre, de sellar nuestra fe con nuestra
230 sangre y coronar nuestro sacerdocio con el martirio ¡Fiat voluntas tua!» Por eso, cuando tuvo que abandonar su parroquia y ocultarse en la población de Ejutla, Jal., y cuando llegaron las tropas federales para apresarlo, su rostro resplandecía de paz y gozo, y se despidió diciendo: «Nos vemos en el cielo». En la madrugada del 28 de octubre de 1927 fue conducido a la plaza de Ejutla. Arrojaron la cuerda a una rama gruesa de un árbol de mango, hicieron una lanzada y la colocaron al cuello del sacerdote. Luego quisieron poner a prueba su fortaleza y con altanería le preguntaron: «¿Quién vive?» La valiente respuesta fue: «¡Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!» Entonces la cuerda fue tirada con fuerza y el señor cura Aguilar quedó suspendido. Se le bajó de nuevo y se le repitió la pregunta: «¿Quién vive?» Por segunda vez dijo con voz firme: «¡Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!» Nuevamente al mismo suplicio y por tercera vez, el «¿Quién vive?» El mártir agonizante, arrastrando la lengua repitió: «Cristo Rey y Santa María de Guadalupe».
Julio Álvarez Mendoza, presbítero
Nació en Guadalajara, Jal. el 20 de diciembre de 1866. Párroco de Mechoacanejo, Jal. (Diócesis de Aguascalientes), lugar donde pasó toda su vida sacerdotal. Párroco cariñoso, padre y amigo de los niños, pobre que vivió entre los pobres, sacerdote sencillo. Enseñó trabajos de artesanía para que pudieran superarse sus feligreses. Había aprendido el oficio de sastre y le sirvió para hacer ropa a los más necesitados. Amó filialmente a la Santísima Virgen de Guadalupe. Entregado a su ministerio de cura rural, camino de un rancho, fue reconocido como sacerdote y apresado por miembros del ejército. Allí inició su camino hacia el martirio: fue llevado en medio de mil incomodidades a Villa Hidalgo, Jal., a Aguascalientes, Ags., a León, Gto., y por último a San Julián, Jal. El 30 de marzo de 1927 fue colocado sobre un montón de basura para ser fusilado y dijo suavemente: «Voy a morir inocente. No
231 he hecho ningún mal. Mi delito es ser ministro de Dios. Yo les perdono a ustedes». Cruzó los brazos y esperó la descarga.
Luis Batis Sainz, sacerdote
Nació en San Miguel del Mezquital, Zac. (Arquidiócesis de Durango), el 13 de septiembre de 1870. Párroco de San Pedro Chalchihuites, Zac. (Arquidiócesis de Durango). Celoso sacerdote en todos sus ministerios, tuvo especial dedicación a los jóvenes. Fue para ellos un guía y padre bondadoso que de diversas formas les hacía crecer espiritual y culturalmente, y les ayudaba a superarse hasta en lo material. Especialmente supo infundir en la juventud el espíritu de heroísmo cristiano para profesar su fe. Apenas habían pasado quince días de la suspensión del culto público ordenado por los Obispos, fue tomado prisionero. Al comunicarles que los soldados lo buscaban, dijo:«¡Que se haga la voluntad de Dios, si Él quiere, yo seré uno de los mártires de la Iglesia!» Y al día siguiente, 15 de agosto de 1926, fue conducido junto con sus más cercanos colaboradores en el apostolado: Manuel Morales, Salvador Lara Puente y David Roldán, al lugar conocido como “Puerto de Santa Teresa”. El Sr. Cura Batis y Manuel Morales fueron llevados fuera de la carretera para ser fusilados; entonces el sacerdote intercedió por su compañero recordándoles a los verdugos, que Manuel tenía esposa e hijos. Todo fue inútil y el párroco, con su característica sonrisa bondadosa, absolvió a su compañero y le dijo: «Hasta el cielo». Pocos segundos después se consumaba su martirio en el día de la fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen.
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Agustín Caloca Cortés, presbítero
Nació en San Juan Bautista del Teúl, Zac. (Arquidiócesis de Guadalajara), el 5 de mayo de 1898. Ministro en la parroquia de Totatiche y Prefecto del Seminario Auxiliar establecido en la misma población, para quienes fue un modelo de pureza sacerdotal. Fue hecho prisionero después de ayudar a escapar a los seminaristas y conducido a la misma prisión en donde se encontraba su párroco el Sr. Cura Magallanes. Un militar, en atención a su juventud, le ofreció la libertad, pero no aceptó si no la concedían también al señor Cura. Frente al pelotón encargado de su ejecución, la actitud y las palabras de su párroco lo llenaron de fortaleza y pudo exclamar: «Por Dios vivimos y por Él morimos». Sufrió el martirio el 25 de mayo de 1927 en Colotlán, Jalisco (Diócesis de Zacatecas, Zac.). Frente al verdugo tuvo la fuerza de confortar a su ministro y compañero de martirio, que lo consoló, diciéndole: «Reanímate, Dios quiere mártires; un momento, Padre, y estaremos en el cielo». Después volviéndose a las tropas exclamó: «Soy y muero inocente y pido a Dios que mi sangre sirva para la paz de mexicanos desunidos».
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Mateo Correa Magallanes, presbítero
Nació en Tepechitlán, Zac. (Diócesis de Zacatecas), el 23 de julio de 1866. Párroco de Valparaíso, Zac., (Diócesis de Zacatecas). El Padre Mateo cumplió fielmente las obligaciones de su sacerdocio: evangelizar y servir a los más pobres, obedecer a su obispo, unirse a Cristo Sacerdote y Víctima, especialmente al convertirse en mártir a causa del sello sacramental. Fue perseguido continuamente y hecho prisionero varias veces, la última vez fue cuando iba a auxiliar a una persona enferma. Lo detuvieron algunos días en Fresnillo, Zac., y fue llevado después a Durango. Allí le pidió el general que confesara a unos presos y después le exigió que le revelara lo que había sabido en confesión, o de lo contrario le mataría. El señor Cura Correa respondió con dignidad: «Puede usted hacerlo, pero no ignore que un sacerdote debe guardar el secreto de la confesión. Estoy dispuesto a morir». Fue fusilado en el campo, a las afueras de la ciudad de Durango, el 6 de febrero de 1927 y así inició su verdadera vida aquel párroco abnegado y bondadoso.
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Atilano Cruz Alvarado, presbítero
Nació en Ahuetita de Abajo, perteneciente a la parroquia de Teocaltiche, Jal. (Diócesis de Aguascalientes), el 5 de octubre de 1901. Ministro de la parroquia de Cuquío, Jal. Se ordenó sacerdote cuando esto se consideraba como el mayor crimen que podía cometer un mexicano. Pero él, con una alegría que le desbordaba extendió sus manos para que fueran consagradas bajo el cielo azul de una barranca jalisciense donde se escondía el Arzobispo y el Seminario. Once meses después, el pacífico y alegre sacerdote, mientras ejercía a salto de mata su ministerio, fue llamado por su párroco el Sr. Cura Justino Orona. Obediente se encaminó al rancho de “Las Cruces”, lugar que sería su calvario. Poco antes había escrito: «Nuestro Señor Jesucristo nos invita a que lo acompañemos en la pasión». Mientras dormía llegaron las fuerzas militares y la autoridad civil. El padre Atilano, al oír la descarga que cortó la vida de su párroco, se arrodilló en la cama y esperó el momento de su sacrificio. Allí fue acribillado, dando testimonio de su fidelidad a Cristo Sacerdote, la madrugada del 1° de julio de 1928.
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Miguel de la Mora, presbítero
Nació en Tecalitlán, Jal. (Diócesis de Colima), el 19 de junio de 1878. Capellán de la Catedral de Colima, sacerdote sencillo, discreto, ordenado y puntual, siempre se mostró lleno de caridad para con los pobres y dispuesto a servir. Colima fue el primer estado de la República Mexicana en que el gobierno exigió la inscripción de los sacerdotes para otorgarles licencias de ejercer. El Obispo y sus sacerdotes protestaron afirmando que sufrirían todo antes que ser traidores a su fe y de su fidelidad a la Iglesia. La respuesta del gobierno fue procesar y desterrar a todos los sacerdotes. El Padre Miguel, como algunos otros, se ocultó para continuar prestando ayuda a los fieles. Fue descubierto y amenazado de cárcel definitiva si no abría el culto en la Catedral, contra lo dispuesto por el Obispo. Ante la presión del gobierno militar prefirió salir de la ciudad. En el camino fue apresado y llevado ante el general, quien lo condenó a ser pasado por las armas. Caminó en silencio hasta donde le indicaron y como proclamación de su fe y de su amor a María Santísima sacó su rosario, empezó a rezarlo, y con él en la mano, cayó abatido por las balas. Eran las doce del día 7 de agosto de 1927.
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Pedro Esqueda Ramírez, presbítero
Nació en San Juan de los Lagos, Jal. (Diócesis de San Juan de los Lagos), el 29 de abril de 1887. Vicario de San Juan de los Lagos. El ministerio al que se dedicó con verdadera pasión fue la catequesis de los niños. Fundó varios centros de estudio y una escuela para la formación de catequistas. Siempre fue muy devoto del Santísimo. En plena persecución organizaba a las familias para que no faltaran a la guardia perpetua a Jesús Sacramentado en casas particulares. Desde el momento de ser apresado fue tan duramente golpeado, que se le abrió una herida en la cara. Un militar, después de golpearlo, le dijo: «Ahora ya has de estar arrepentido de ser cura»; a lo que contestó dulcemente el padre Pedro: «No, ni un momento, y poco me falta para ver el cielo». El 22 de noviembre de 1927 fue sacado de su prisión para ser ejecutado; los niños le rodearon y el Padre Esqueda insistentemente le repitió a un pequeño que caminaba junto a él: «No dejes de estudiar el catecismo, ni dejes la doctrina cristiana para nada». Y en un pedazo de papel escribió sus últimas recomendaciones para las catequistas. Al llegar a las afueras del poblado de Teocaltitlán, Jal., le dispararon tres balas que cambiaron su vida terrena por la eterna.
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Margarito Flores García, presbítero
Nació en Taxco, Gro. (Diócesis de Chilapa), el 22 de febrero del 1899. Párroco de Atenango del Río, Gro., (Diócesis de Chilapa). Tres años de ministerio fueron suficientes para conocer la entrega sacerdotal del Padre Margarito. Se encontraba fuera de la Diócesis a causa de la persecución, cuando supo de la muerte heroica del Sr. Cura David Uribe, exclamó: «Me hierve el alma, yo también me voy a dar la vida por Cristo; voy a pedir permiso al Superior y también voy a emprender el vuelo al martirio». El Vicario general de la Diócesis le nombró vicario con funciones de párroco de Atenango del Rio, Gro. El Padre Margarito se puso luego en camino. Fue descubierto como sacerdote al llegar a su destino; apresado y conducido a Tulimán, Gro., donde se dio la orden de fusilarlo. El Padre Margarito pidió permiso para orar, se arrodilló unos momentos, besó el suelo y luego, de pie, recibió las balas que le destrozaron la cabeza y le unieron para siempre a Cristo Sacerdote, el 12 de noviembre de 1927.
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José Isabel Flores Varela, presbítero
Nació en Santa María de la Paz, de la parroquia de San Juan Bautista del Teúl, Zac. (Arquidiócesis de Guadalajara), el 28 de noviembre de 1866. Capellán de Matatlán, de la parroquia de Zapotlanejo, Jal. (Arquidiócesis de Guadalajara). Por 26 años derramó la caridad de su ministerio en esa capellanía, siendo para todos, un padre bondadoso y abnegado que los edificó con su pobreza, su espíritu de sacrificio, su piedad y su sabiduría. Un antiguo compañero, a quien el Padre Flores había protegido, lo denunció ante el cacique de Zapotlanejo y fue apresado el 18 de junio de 1927, cuando se encaminaba a una ranchería para celebrar la Eucaristía. Fue encerrado en un lugar degradante, atado y maltratado; el cacique le hizo escuchar música al mismo tiempo que le ofrecía: «Oye, qué bonita música, si afirmas acatando las leyes, te dejo en libertad». Sin alterarse, el mártir le expresó: «Yo voy a oír una música mejor en el cielo». El Padre José Isabel cumplía la palabra expresada varias veces: «Antes morir que fallarle a Dios». El 21 de junio de 1927 fue conducido, en la noche, al camposanto de Zapotlanejo. Intentaron ahorcarlo pero no pudieron. Ordenó el jefe que le dispararan, pero el soldado, que reconoció al sacerdote que lo había bautizado, se negó a hacerlo, entonces enfurecido el verdugo asesinó al soldado. Misteriosamente las armas no hicieron fuego contra el Padre Flores por lo que uno de aquellos asesinos sacó un gran cuchillo y degolló al valeroso mártir.
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David Galván Bermudes, presbítero
Nació en Guadalajara, Jal., el 29 de enero de 1881. Profesor del Seminario de Guadalajara. Su gran caridad para con los pobres y los trabajadores le hicieron organizar y ayudar al gremio de zapateros, oficio que ejerció al lado de su padre. Defensor de la santidad del matrimonio, ayudó a una jovencita perseguida por un militar, quien ya casado pretendía contraer matrimonio con ella. Esto acarreó al padre Galván la enemistad del teniente que, al final, se convirtió en su verdugo. El 30 de enero de 1915, por auxiliar espiritualmente a los soldados heridos en un combate efectuado en Guadalajara, fue tomado prisionero. En espera de la ejecución su compañero de prisión le comentó que no había desayunado, y el padre Galván tranquilamente le dijo: «Hoy vamos a ir a comer con Dios». Y, frente a los encargados de ejecutarlo, se señaló serenamente el pecho para recibir las balas.
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Salvador Lara Puente, laico
Nació en el poblado de Berlín, Dgo., perteneciente a la parroquia de Súchil (Arquidiócesis de Durango) el 13 de agosto de 1905. En plena juventud Salvador era alto y fuerte de cuerpo, aficionado a practicar el deporte de la charrería; educado y fino en el trato con todos, respetuoso y cariñoso con su madre viuda; íntegro y responsable como empleado en una empresa minera. Vivía su fe en la pureza de sus costumbres y en la entrega al apostolado como militante de la Acción Católica de la Juventud Mexicana. Cuando llegaron los soldados para apresarlo, junto con Manuel y David, respondió al ser llamado: «Aquí estoy». Caminó sonriente, como siempre, junto a su compañero y primo David hasta el lugar que les señalaron para ser fusilados. Acababan de darse cuenta del fusilamiento de su párroco, el Sr. Cura Batis y de su amigo Manuel Morales. Orando en voz baja, Salvador recibió la descarga que abrió las heridas para que brotara su sangre de mártir y se descubriera su grandeza de cristiano, el 15 de agosto de 1926.
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Pedro de Jesús Maldonado Lucero, presbítero
Nació en la ciudad de Chihuahua, Chih. (Arquidiócesis de Chihuahua), el 15 de junio de 1892. Párroco de Santa Isabel, Chih. Su propósito de seminarista: «He pensado tener mi corazón siempre en el cielo, en el sagrario» se convirtió en el ideal de su vida y fuente de toda su actividad sacerdotal. Sacerdote enamorado de Jesús Sacramentado, fue un continuo adorador y fundador de muchos turnos de adoración nocturna entre los feligreses a él confiados. El 10 de febrero de 1937, miércoles de ceniza, celebró la Eucaristía, impartió la ceniza y se dedicó a confesar. De pronto se presentó un grupo de hombres armados para apresarlo. El Padre Pedro tomó un relicario con hostias consagradas y siguió a sus perseguidores. Al llegar a la presidencia municipal, políticos y policías le insultaron y le golpearon. Un pistoletazo dado en la frente le fracturó el cráneo y le hizo saltar el ojo izquierdo. El sacerdote bañado en sangre, cayó casi inconsciente; el relicario se abrió y se cayeron las hostias. Uno de los verdugos las recogió y con cinismo se las dio al sacerdote diciéndole: «Cómete esto». Por manos de su verdugo se cumplió su anhelo de recibir a Jesús Sacramentado antes de morir. En estado agónico fue trasladado a un hospital público de Chihuahua y al día siguiente, 11 de febrero de 1937, aniversario de su ordenación sacerdotal, consumió su glorioso sacrificio el sacerdote mártir.
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Jesús Méndez Montoya, presbítero
Nació en Tarímbaro, Mich. (Arquidiócesis de Morelia), el 10 de junio de 1880. Vicario de Valtierrilla, Gto. (Arquidiócesis de Morelia). Sacerdote que supo hacerse todo a todos no escatimó medios para intensificar la vida cristiana entre sus feligreses. Se sujetó a largas horas de confesionario de donde salían los cristianos convertidos o con anhelos de mayor perfección debido a sus prudentes consejos. Convivía con las familias pobres, era un catequista y guía para los obreros y campesinos; y un asiduo maestro de música que formó un buen coro para las celebraciones. El 5 de febrero de 1928 entraron las fuerzas federales para sofocar un pequeño grupo de cristeros y se dirigieron luego a la casa donde se ocultaba el Padre Jesús, quien trató de salvar un copón con hostias consagradas. Descubierto por los soldados, les pidió un momento para consumir el Santísimo Sacramento y le fue concedido. Después, con dulzura, se dirigió a una de sus hermanas y le dijo: «Es la voluntad de Dios. Que se haga su voluntad». Los soldados le llevaron a unos metros fuera del atrio del templo y lo sacrificaron con tres disparos. El sacerdote que aprovechó sus conocimientos humanos y su ciencia de Dios para hacer amar a Jesucristo, con su sangre proclamó su gran amor a Cristo Rey.
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Manuel Morales, laico
Nació en Mesillas, Zac., perteneciente a la parroquia de Sombrerete, Zac. (Arquidiócesis de Durango), el día 8 de febrero de 1898. Cristiano de una pieza, esposo fiel, padre cariñoso con sus tres pequeños hijos, trabajador cumplido, laico comprometido en el apostolado de su parroquia y de intensa vida espiritual alimentada con la Eucaristía. Miembro de la Acción Católica de la Juventud Mexicana y presidente de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, asociación que por medios pacíficos trataba de obtener la derogación de las leyes impías. El día 15 de agosto de 1926, al conocer la prisión del Sr. Cura Batis se movilizó para ir a pedir la libertad de su párroco. Apenas había reunido un grupo de jóvenes para deliberar, cuando la tropa se presentó y el jefe gritó: «¡Manuel Morales!». Manuel dio un paso adelante y con mucho garbo se presentó: «Yo soy. A sus órdenes». Lo insultaron y comenzaron a golpearlo con saña. Junto con el Sr. Cura fue conducido fuera de la ciudad, y al escuchar que su párroco pedía que le perdonaran la vida en atención a su familia, lleno de valor y de fe le dijo: «Señor Cura, yo muero, pero Dios no muere. El cuidará de mi esposa y de mis hijos». Luego se irguió y exclamó: «¡Viva Cristo Rey y la Virgen de Guadalupe!». Y el testimonio de su vida quedó firmado con su sangre de mártir.
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Justino Orona Madrigal, presbítero, fundador de la Congregación Religiosa de las Hermanas Clarisas del Sagrado Corazón
Nació en Atoyac, Jal. (Diócesis de Ciudad Guzmán), el 14 de abril de 1877. Párroco de Cuquío, Jal. (Arquidiócesis de Guadalajara). Fundador de la Congregación religiosa de las Hermanas Clarisas del Sagrado Corazón. Su vida estuvo marcada por la cruz pero siempre se conservó amable y generoso. En cierta ocasión escribió: «Los que siguen el camino del dolor con fidelidad, pueden subir al cielo con seguridad». Cuando arreció la persecución, permaneció entre sus feligreses diciendo: «Yo entre los míos vivo o muero». Una noche, después de planear con su vicario y compañero de martirio, el padre Atilano Cruz, su especial actividad pastoral, ejercida en medio de incontables peligros, ambos sacerdotes se recogieron para descansar en una casa de rancho de “Las Cruces” cercano a Cuquío. En la madrugada del 1° de julio de 1928 las fuerzas federales y el presidente municipal de Cuquío irrumpieron violentamente en el rancho y golpearon la puerta donde dormían el párroco y su vicario. El Sr. Cura Orona abrió y con fuerte voz saludó a los verdugos:«¡Viva Cristo Rey!» La respuesta fue una lluvia de balas.
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Sabas Reyes Salazar, presbítero
Nació en Cocula, Jal. (Arquidiócesis de Guadalajara), el 5 de diciembre de 1883. Vicario de Tototlán, Jal. (Diócesis de San Juan de los Lagos). Sencillo y fervoroso, tenía especial devoción a la Santísima Trinidad. También invocaba frecuentemente a las ánimas del purgatorio. Procuró mucho la formación de los niños jóvenes, tanto en la catequesis como en la enseñanza de ciencias, oficios y artes, especialmente en la música. Cumplido y abnegado en su ministerio. Exigía mucho respeto en todo lo referente al culto y le gustaba que con prontitud se cumpliera cualquier deber. Cuando, por el peligro que había para los sacerdotes, le aconsejaban que saliera de Tototlán, él replicaba: «A mí aquí me dejaron y aquí espero, a ver qué dispone Dios». En la Semana Santa de 1927 llegaron las tropas federales y los agraristas buscando al Sr. Cura Francisco Vizcarra y a sus ministros. Sólo encontraron al padre Reyes y en él concentraron todo su odio. Lo tomaron preso, lo ataron fuertemente a una columna del templo parroquial, lo torturaron tres días por medio del hambre y la sed y con sadismo incalificable, le quemaron las manos porque estaban consagradas. El 13 de abril de 1927, Miércoles Santo, fue conducido al cementerio. Lo remataron a balazos, pero antes de morir, más con el alma que con la voz, pudo gritar el sacerdote mártir: «¡Viva Cristo Rey!».
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José María Robles Hurtado, presbítero, fundador de la Congregación religiosa Hermanas del Corazón de Jesús Sacramentado
Nació en Mascota, Jal. (Diócesis de Tepic), el 3 de mayo de 1888. Párroco de Tecolotlán, Jal. y fundador de la Congregación religiosa Hermanas del Corazón de Jesús Sacramentado. Ferviente apóstol de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, escribió pequeñas obras para propagarla. Poco antes de ser ejecutado, escribió en una poesía sus últimos anhelos. Quiero amar tu Corazón, Jesús mío, con delirio; quiero amarle con pasión, quiero amarle hasta el martirio. Con el alma te bendigo, mi Sagrado Corazón; Dime: ¿Se llega al instante de feliz y eterna unión?. En la sierra de Quila, Jal. (Diócesis de Autlán), fue colgado de un roble el 26 de junio de 1927.
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David Roldán Lara, laico
Nació en Chalchihuites, Zac. (Arquidiócesis de Durango), el 2 de marzo de 1902. Huérfano de padre desde muy pequeño, fue para su madre un hijo bueno y cariñoso y un padre para sus hermanos. Sus amigos le estimaban por la alegría y generosidad de su vida, sus compañeros de trabajo por su bondad y comprensión. Para el patrón de la empresa minera donde prestaba sus servicios, fue el empleado cumplido, honrado y trabajador. Para su novia fue el joven íntegro y limpio. Compartía con su párroco, el Sr. Cura Batis, los afanes del apostolado de la Acción Católica de la Juventud Mexicana, las angustias de la situación que vivía la Iglesia y los deseos de ser fieles a Cristo hasta el martirio. Unido por los mismos ideales de su amigo Manuel Morales y de su primo Salvador Lara, fue hecho prisionero. A unos cuantos metros de donde fue sacrificado el Sr. Cura Luis Batis y Manuel se fijó el lugar de la ejecución. Sin amedrentarse, recorrió sereno en la tierra los últimos pasos que le separaban del cielo y fue fusilado junto a su primo Salvador. Aquel 15 de agosto de 1926, el sol en el cénit, la vida en plenitud y el amor supremo a Cristo se unieron en el martirio de David.
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Toribio Romo González, presbítero
Nació en Santa Ana de Guadalupe, perteneciente a la parroquia de Jalostotitlán, Jal. (Diócesis de San Juan de los Lagos), el 16 de abril de 1900. Vicario con funciones de párroco en Tequila, Jal., (Arquidiócesis de Guadalajara). Sacerdote de corazón sensible, de oración asidua. Apasionado de la Eucaristía pidió muchas veces: «Señor, no me dejes ni un día de mi vida sin decir la Misa, sin abrazarte en la Comunión». En una Primera Comunión, al tener la sagrada Hostia en sus manos, dijo: «¿Y aceptarías mi sangre, Señor, que te ofrezco por la paz de la Iglesia?» Estando en Aguascalientes, un lugar cercano a Tequila que le servía de refugio y centro de su apostolado, quiso poner al corriente los libros parroquiales. Trabajó el viernes todo el día y toda la noche. A las cinco de la mañana del sábado 25 de febrero de 1928, quiso celebrar la Eucaristía pero, sintiéndose muy cansado y con sueño prefirió dormir un poco para celebrar mejor. Apenas se había quedado dormido cuando un grupo de agraristas y soldados entraron en la habitación y cuando uno de ellos le señaló diciendo: «Ése es el cura, mátenlo», el Padre Toribio se despertó asustado, se incorporó y recibió una descarga. Herido y vacilante caminó un poco, una nueva descarga, por la espalda, cortó la vida del mártir y su sangre generosa enrojeció la tierra de esa barranca jalisciense.
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Jenaro Sánchez Delgadillo, presbítero
Nació en Zapopan, Jal. (Arquidiócesis de Guadalajara), el 19 de septiembre de 1886, Vicario de Tamazulita, de la parroquia de Tecolotlán, Jal, (Diócesis de Autlán). Su párroco elogiaba su obediencia. Los fieles admiraban su rectitud, su fervor, la elocuencia de su predicación, y aceptaban gustosos la energía del Padre Jenaro cuando les exigía la buena preparación para recibir los sacramentos. Los soldados y algunos agraristas le tomaron preso junto con unos feligreses amigos cuando iban al campo. A todos les dejaron libres menos al Padre Jenaro quien fue conducido a una loma cercana a Tecolotlán y en un árbol prepararon la horca. El Padre Jenaro colocado en el centro de la tropa, con heroica serenidad les habló: «Bueno, paisanos, me van a colgar; yo les perdono, que mi Padre Dios también les perdone y siempre viva Cristo Rey». Los verdugos tiraron la soga con tal fuerza que la cabeza del mártir pegó fuertemente en una rama del árbol. Poco después murió en aquella noche del 17 de enero de 1927. La saña de los soldados continuó y en la madrugada regresaron, bajaron el cadáver, le dieron un tiro en el hombro y una puñalada que casi atravesó el cuerpo inerte del testigo de Cristo.
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Tranquilino Ubiarco Robles, presbítero
Nació en Zapotlán el Grande, Jal. (Diócesis de Ciudad Guzmán), el 8 de julio de 1899. Vicario con funciones de párroco en Tepatitlán, Jal. (Diócesis de San Juan de los Lagos). Fue uno de los infatigables y abnegados misioneros en los tiempos difíciles de la persecución. Nada le detenía para ir, lleno de caridad, a administrar los sacramentos y a sostener la vida cristiana de los fieles celebrando la Eucaristía en casas particulares. A principios del mes de octubre de 1928 fue a Guadalajara a comprar lo necesario para el Sacrificio Eucarístico. Alguien le hizo ver que su campo pastoral estaba enclavado en la zona de mayor peligro: «Ya me voy a mi parroquia; a ver qué puedo hacer y si me toca morir por Dios, ¡Bendito sea!». Cuando una noche preparada la celebración de la Eucaristía y la bendición de un matrimonio, fue hecho prisionero y condenado a morir ahorcado en un árbol de la alameda, a las afueras de la ciudad. Con entereza cristiana bendijo la soga, instrumento de su martirio, y a un soldado que se negó a participar en el crimen, le dijo, repitiendo las palabras del Maestro. «Hoy estarás conmigo en el paraíso». Era la madrugada del día 5 de octubre de 1928.
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David Uribe Velasco, presbítero
Nació en Buenavista de Cuéllar, Gro. (Diócesis de Chilapa), el 29 de diciembre de 1889. Párroco de Iguala, Gro. (Diócesis de Chilapa). Ejerció ejemplarmente su ministerio en una región atacada por la masonería, el protestantismo y un grupo de cismáticos. El militar que le apresó le propuso toda clase de garantías y libertad si aceptaba las leyes y el ser obispo de la Iglesia cismática creada por el Gobierno de la República, pero el Padre David reafirmó lo que había escrito un mes antes, y que revela toda la fuerza de su fe y de su fidelidad: «Si fui ungido con el óleo santo que me hace ministro del Altísimo, ¿por qué no ser ungido con mi sangre en defensa de las almas redimidas con la sangre de Cristo? !Qué felicidad morir en defensa de los derechos de Dios! ¡Morir antes que desconocer al Vicario de Cristo!» Ya en la prisión escribió sus últimas palabras: «Declaro que soy inocente de los delitos que se me acusa. Estoy en las manos de Dios y de la Virgen de Guadalupe. Pido perdón a Dios y perdono a mis enemigos; pido perdón a los que haya ofendido». Llegado a un lugar cercano a la estación de San José Vistahermosa, Mor. (Diócesis de Cuernavaca), fue sacrificado con un tiro en la nuca el 12 de abril de 1927.
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José María de Yermo y Parres, sacerdote, fundador de las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y los Pobres
José María de Yermo y Parres – El sacerdote José María de Yermo y Parres nació en la Hacienda de Jalmolonga, municipio de Malinalco, Edo. de México el 10 de noviembre de 1851, hijo del abogado Manuel de Yermo y Soviñas y de María Josefa Parres. De nobles orígenes, fue educado cristianamente por el papá y la tía Carmen ya que su madre murió a los 50 días de su nacimiento. Muy pronto descubrió su vocación al sacerdocio. A la edad de 16 años deja la casa paterna para ingresar en la Congregación de la Misión en la Ciudad de México. Después de una fuerte crisis vocacional deja la familia religiosa de los Paúles y continúa su camino al sacerdocio en la Diócesis de León, Gto. y allí fue ordenado el 24 de agosto de 1879. Sus primeros años de sacerdocio fueron fecundos de actividad y celo apostólico. Fue un elocuente orador, promovió la catequesis juvenil y desempeñó con esmero algunos cargos de importancia en la curia, a los cuales por motivo de enfermedad tuvo que renunciar. El nuevo obispo le confía el cuidado de dos iglesitas situadas en la periferia de la ciudad: El Calvario y el Santo Niño. Este nombramiento fue un duro golpe en la vida del joven sacerdote. Le sacudió profundamente en su orgullo, sin embargo decidió seguir a Cristo en la obediencia sufriendo esta humillación silenciosamente. Un día, mientras se dirigía a la Iglesia del Calvario, se halla de improviso ante una escena terrible: unos puercos estaban devorándose a dos niños recién nacidos. Estremecido por aquella tremenda escena, se siente interpelado por Dios, y en su corazón ardiente de amor proyecta
253 la fundación de una casa de acogida para los abandonados y necesitados. Obtenida la autorización de su obispo pone mano a la obra y el 13 de diciembre 1885, seguido por cuatro valientes jóvenes, inaugura el Asilo del Sagrado Corazón en la cima de la colina del Calvario. Este día es también el inicio de la nueva familia religiosa de las “Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Pobres”. Desde ese día el Padre Yermo pone el pie sobre el primer peldaño de una larga y constante escalada de entrega al Señor y a los hermanos, que sabe de sacrificio y abnegación, de gozo y sufrimiento, de paz y de desconciertos, de pobrezas y miserias, de apreciaciones y de calumnias, de amistades y traiciones, de obediencias y humillaciones. Su vida fue muy atribulada, pero aunque las tribulaciones y dificultades se alternaban a ritmo casi vertiginoso, no lograron nunca abatir el ánimo ardiente del apóstol de la caridad evangélica. En su vida no tan larga (1851-1904) fundó escuelas, hospitales, casas de descanso para ancianos, orfanatos, una casa muy organizada para la regeneración de la mujer, y poco antes de su santa muerte, acontecida el 20 de septiembre de 1904 en la ciudad de Puebla de los Ángeles, llevó a su familia religiosa a la difícil misión entre los indígenas tarahumaras del norte de México. Su fama de santidad se extendió rápidamente en el pueblo de Dios que se dirigía a él pidiendo su intercesión. Fue beatificado por Su Santidad Juan Pablo II el 6 de mayo 1990 en la Basílica de Ntra. Sra. de Guadalupe en la Ciudad de México.
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María de Jesús Sacramentado Venegas de la Torre virgen, fundadora de la Congregación de las Hijas del Sagrado Corazón de Jesús
María de Jesús Sacramentado – María de Jesús Sacramentado Venegas de la Torre, nació en un poblado del municipio de Zapotlanejo, Jalisco (México) el 8 de Septiembre de 1868, la bautizaron con el nombre de María Natividad. La vida de la joven María Natividad se desarrolló en un clima de sencillez, sin hechos extraordinarios, su niñez y adolescencia con los matices que da la vida. A la edad de 19 años quedó huérfana de padre y madre quedando al cuidado de una tía paterna. María Natividad sentía fuerte atractivo hacia la vida religiosa, y el 8 de diciembre de 1989, ingresa en la floreciente Asociación de Hijas de María, en su lugar natal. El 8 de diciembre de 1905 asistió a unos Ejercicios Espirituales y como fruto de éstos, decide formar parte del grupo de “Hijas del Sagrado Corazón de Jesús”, que con ella completaban 6 para el cuidado de los enfermos en el Hospital del Sagrado Corazón, recién fundado por el Sr. Canónigo Don Atenógenes Silva y Alvarez Tostado. Se distinguió por su humildad, sencillez, trato afable con las hermanas, enfermos y personas en general, esta inmensa caridad bebida de la fuente del Corazón Divino de Jesús, a quien amó, en quien siempre esperó y cuya devoción procuró inculcar a todas las personas de su alrededor. Manifestó un trato especial a los obispos y sacerdotes, atendiéndolos con verdadero amor, respeto y obediencia, viendo en ellos la prolongación de Cristo Sumo y Eterno Sacerdote. En el año de 1912 fue elegida Vicaria, puesto que ocupó hasta el 25 de enero de 1921 en el que, realizadas las primeras elecciones canónicas, resultó elegida
255 Superiora General, al poco tiempo escribe las Constituciones que regirían a las Hijas del Sagrado Corazón de Jesús, éstas fueron aprobadas en 1930, reconociéndose así el nuevo Instituto. El 30 de Julio de 1959 entregó su alma al Creador, llena de paz, después de recibir los auxilios sacramentales. El milagro reconocido para su Canonización pertenece al Sr. Anastasio Ledesma Mora, que fue llevado al Hospital del Sagrado Corazón para someterlo a una operación quirúrgica. Después de la anestesia, se manifestó una lentitud cardíaca, que aumentó gradualmente hasta finalizar en un paro total del corazón y de las arterias. Enseguida se intentaron terapias de reanimación aunque en vano, por lo que el enfermo cayó en coma profundo. Los médicos enfermeros que estaban en el quirófano, así como la esposa del enfermo y las hermanas (Hijas del Sagrado Corazón), invocaron la intercesión de la Beata María de Jesús Sacramentado. Después de 10 o 12 minutos, las palpitaciones se restablecieron y más allá de lo que los médicos esperaban, el enfermo no sufrió ningún daño en el cerebro; a los pocos días fue sometido a una hemicolectomía con colostomía definitiva sin complicación alguna. Se tuvo como admirable la reanudación de los latidos del corazón gravemente interrumpidos.
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Agustín Zhao Rong (+ 1815) y 119 compañeros, mártires en china (+ 1648 – 1930)
1 de octubre de 2000 Desde los más remotos orígenes del pueblo chino (hacia la mitad del tercer milenio antes de Cristo) el sentimiento religioso hacia el Ser Supremo y la piedad filial y devota hacia los antepasados difuntos son las características más relevantes de su cultura milenaria. Esta nota de neta religiosidad se encuentra, más o menos, en los chinos de todos los siglos, hasta el nuestro, cuando bajo el influjo del ateísmo occidental, algunos intelectuales, especialmente los educados en el exterior, han querido desprenderse, como algunos de sus maestros occidentales, de cualquier idea religiosa. El Evangelio se anunció en China en el siglo V y, a primeros del VII, se erigió allí la primera iglesia. Durante la dinastía T'ang(618-907) la comunidad de los cristianos estuvo floreciente durante dos siglos. En el XIII la comprensión del pueblo chino y de sus culturas, que supo tener un misionero como Juan de Montecorvino, lograron que se pudiera dar impulso a la primera misión católica en el «Reino del medio» con sede episcopal en Beijín.
257 No es de extrañar que, especialmente en la época moderna (es decir, desde el siglo XVI, cuando las comunicaciones entre oriente y occidente comenzaron a ser en cierto modo más frecuentes), haya existido por parte de la Iglesia Católica el deseo de llevar a este pueblo la luz del Evangelio, a fin de que ésta enriqueciese aún más el tesoro de tradiciones culturales y religiosas tan ricas y profundas. Así pues, a partir de las últimas décadas del siglo XVI, varios misioneros católicos fueron invitados a China: se habían elegido con gran esmero personas como Mateo Ricci y otros, teniendo en cuenta, además de su espíritu de fe y de amor, sus capacidades culturales y sus cualidades en diversos campos de la ciencia, en especial de la astronomía y de la matemática. De hecho, gracias a éstos y al aprecio que demostraron los misioneros por el notable espíritu de investigación presente en los estudiosos chinos, pudieron establecerse relaciones de colaboración científica muy provechosas. Éstas sirvieron a su vez para abrir muchas puertas, incluso las de la corte imperial, y para así entablar relaciones muy útiles con varias personas de grandes capacidades. La calidad de la vida religiosa de estos misioneros fue lo que indujo a no pocas personas de alto nivel a sentir la necesidad de conocer mejor el espíritu evangélico que los animaba y, luego, de instruirse en los postulados de la religión cristiana: lo cual se hizo de manera conveniente a sus características culturales y a su modo de pensar. A finales del siglo XVI y primeros del XVII, fueron numerosos los que, una vez adquirida la debida preparación, pidieron el bautismo y llegaron a ser cristianos fervientes, manteniendo siempre con justo orgullo su identidad de chinos y su cultura. El cristianismo se vio en aquel período como una realidad que no se oponía a los más altos valores de las tradiciones del pueblo chino, ni se superponía a ellos, sino que los enriquecía con una nueva luz y dimensión. Gracias a las óptimas relaciones existentes entre algunos misioneros y el mismo emperador K'ang Hsi; gracias a sus servicios prestados por restablecer la paz entre el «zar» de Rusia y el «hijo del cielo», o sea el emperador, éste promulgó en 1692 el primer decreto de libertad religiosa, en virtud del cual todos sus súbditos podían seguir la religión cristiana y todos los misioneros podían predicarla en sus vastos dominios.
258 Como consecuencia, la acción misionera y la difusión del mensaje evangélico se desarrollaron notablemente y fueron muchos los chinos que, atraídos por la luz de Cristo, pidieron recibir el bautismo. Pero desgraciadamente la cuestión espinosa de los «ritos chinos», irritó sobremanera al emperador K'ang Hsi y preparó la persecución (fuertemente influenciada por la del vecino Japón), que en unos sitios más en otros menos, abierta o solapada, violenta o velada, se extendió prácticamente con sucesivas oleadas desde la primera década del siglo XVII hasta la mitad del siglo XIX, matando a misioneros y a fieles laicos y destruyendo no pocas iglesias. Fue exactamente el 15 de enero de 1648 cuando los Tártaros Manciù, habiendo invadido la región del Fujian y mostrándose hostiles a la religión cristiana, dieron muerte al Beato Francisco Fernández de Capillas, sacerdote de la Orden de los Frailes Predicadores. Después de haberlo encarcelado y torturado, lo decapitaron mientras rezaba con otros los misterios dolorosos del Rosario. El Beato Francisco Fernández de Capillas ha sido reconocido por la Santa Sede como Protomártir de China. Hacia la mitad del siglo siguiente, el XVIII, otros cinco misioneros españoles, que habían ejercido su actividad entre los años 1715-1747, fueron también asesinados como resultado de una nueva ola de persecución iniciada en 1729 y con secuaces más encarnizados en 1746. Era la época de los emperadores Yung-Cheng y de su hijo K'ienLung. Beato Pedro Sans i Iordà, O.P., Obispo, martirizado el 26 de mayo de 1747 en Fuzhou. Beato Francisco Serrano, O.P., Sacerdote, Beato Joaquín Royo, O.P. Sacerdote, Beato Juan Alcober, O.P., Sacerdote, Beato Francisco Díaz, O.P. Sacerdote, los cuatro fueron matados el 28 de octubre de 1748 en Fuzhou. Una nueva fase de régimen de persecución en relación con la religión cristiana se desató posteriormente en el siglo XIX. Mientras algunos Emperadores de los siglos precedentes habían autorizado el catolicismo, el Emperador Kia-Kin (1796-1821) publicó en cambio numerosos y severos decretos en contra. El primero se remonta
259 al 1805; dos edictos del 1811 iban dirigidos contra aquellos de entre los chinos que hacían los estudios para recibir las órdenes sagradas y contra los sacerdotes que propagaban la religión cristiana. Un decreto del 1813 exoneraba de cualquier castigo a los apóstatas voluntarios, es decir, a los Cristianos que declaraban espontáneamente que abandonaban la fe cristiana, pero amenazaba a todos los demás. En este período sufrió el martirio el Beato Pedro Wu, laico catequista, chino, nacido de familia pagana, recibió el bautismo en 1796 y pasó el resto de su vida anunciando la verdad de la religión cristiana. Todas las tentativas para hacerlo apostatar fueron vanas. Emitida contra él la sentencia de muerte, fue estrangulado el 7 de noviembre de 1814. Siguió sus pasos en la fidelidad a Cristo el Beato José Zhang-Dapeng, laico catequista, comerciante, bautizado en el 1800, llegó a ser después el alma de la misión en la ciudad de Kony-Yang. Encarcelado, murió estrangulado el 12 de marzo de 1815. Este año (1815) se promulgaron otros dos Decretos, en los que se aprobaba la conducta del Virrey del Sichuan, que había hecho decapitar a Mons. Dufresse, de las Misiones Exteriores de París,y a muchos cristianos chinos. Siguió una persecución más exacerbada. Son de este período los siguientes mártires: Beato Juan Gabriel Taurin Dufresse, M.E.P., Obispo, arrestado el 18 de mayo de 1815, conducido a Chengdu, condenado y ajusticiado el 14 de septiembre de 1815. Beato Agustín Zhao Rong, Sacerdote diocesano chino que, siendo antes uno de los soldados que escoltaron a Mons. Dufresse desde Chengdu hasta Beijín, había quedado impresionado por la paciencia de éste y había pedido ser contado entre los neófitos: una vez bautizado, se le mandó al Seminario y después se ordenó sacerdote. Arrestado, sufrió crueles suplicios y después murió en 1815. Beato Giovanni da Triora, O.F.M., Sacerdote, hecho prisionero junto con otros en el verano del 1815, después condenado a muerte y murió estrangulado el 7 de febrero de 1816. Beato José Yuan, Sacerdote diocesano chino, el cual, habiendo escuchado a Mons. Dufresse hablar de la fe cristiana, quedó prendado de la belleza de ésta y después llegó a ser un neófito ejemplar. Más
260 tarde, ordenado sacerdote y, como tal, entregado a la evangelización en varios distritos; fue apresado en agosto de 1816, condenado a la estrangulación y matado de esta suerte el 24 de junio de 1817. Beato Francisco Regis Clet de la Congregación de la Misión que, después de haber obtenido el permiso para ir a las misiones de China, se había embarcado para el Oriente en 1791. Llegado allí, llevó durante treinta años una vida sacrificada de misionero: sostenido por un celo incansable, evangelizó tres inmensas Provincias del Imperio Chino: Jiangxi, Hubei, Hunan. Traicionado por un cristiano, fue arrestado y llevado a prisión donde sufrió atroces suplicios. Mediante sentencia del Emperador fue matado por estrangulación el 17 de febrero de 1820. Beato Tadeo Liu, Sacerdote diocesano, chino, que se negó a apostatar, diciendo que era sacerdote y quería ser fiel a la religión que había predicado. Condenado a muerte, fue estrangulado el 30 de noviembre de 1823. Beato Pedro Liu, catequista laico, chino, arrestado en 1814 y condenado al exilio en Tartaria, donde permaneció casi veinte años. Vuelto a la patria, fue de nuevo apresado y estrangulado el 17 de mayo de 1834. Beato Joaquín Ho, catequista laico, chino, fue bautizado a la edad de casi 20 años. En la gran persecución del 1814 había sido prendido con muchos otros fieles y sometido a crueles torturas. Desterrado a Tartaria, allí permaneció unos 20 años; regresado a la patria fue nuevamente apresado y rehusó apostatar. A continuación, una vez confirmada la sentencia de muerte por parte del Emperador, fue estrangulado el 9 de julio de 1839. Beato Augusto Chapdelaine, M.E.P., sacerdote de la Diócesis de Coutances. Habiendo ingresado en el Seminario de las Misiones Exteriores de París, se embarcó directamente a China en 1852; llegó a Guangxi a finales del 1854. Arrestado en 1856, torturado, condenado a muerte enjaulado, expiró en febrero de 1856. Beato Lorenzo Bai Xiaoman, laico, chino, obrero modesto, que acompañó al Beato Chapdelaine en el asilo que habían ofrecido al misionero y fue con él apresado y conducido al tribunal. Nada pudo hacerlo apostatar. Fue decapitado el 25 de febrero de 1856. Beata Inés Cao Guiying, viuda, había nacido de antigua familia cristiana; habiéndose dedicado a la instrucción de las muchachas jóvenes
261 convertidas por el B. Chapdelaine, fue arrestada y, condenada a morir enjaulada, fue ajusticiada el 1 de marzo de 1856.
El 28 de enero de 1858, por orden del mandarín de MaoKou (en la provincia de Guizhou), fueron matados tres catequistas, conocidos como Mártires de MaoKou: Beato Jerónimo Lu Tingmei, Beato Lorenzo Wang Bing, Beata Águeda Lin Zao. Se pidió a los tres que renunciaran a la religión cristiana. Como su respuesta fuese negativa, fueron condenados a la decapitación. El 29 de julio de 1861 sufrieron el martirio simultáneamente dos seminaristas y dos laicos, de los cuales uno era cultivador y la otra una viuda que prestaba sus servicios como cocinera en el seminario. Se los conoce como Mártires de Qingyanzhen (Guizhou): Beato José Zhang Wenlan, seminarista, Beato Pablo Chen Changpin, seminarista, Beato Juan Bautista Luo Tingying, laico, Beata Marta Wang-Luo Mande, laica. El año siguiente, el 18 y 19 de febrero de 1862, dieron su vida por Cristo otras 5 personas, conocidas como Mártires de Guizhou, a saber: Beato Juan Pedro Néel, Sacerdote de las Misiones Exteriores de París, Beato Martín Wu Xuesheng, catequista laico, Beato Juan Zhang Tianshen, catequista laico, Beato Juan Chen Xianheng, catequista laico, Beata Lucía Yi Zhenmei, catequista laica. Mientras tanto habían ocurrido, en el campo de la política, algunos episodios que tuvieron notables repercusiones en la vida de las misiones cristianas. En junio de 1840 el Comisario imperial de Guangdong, queriendo con razón suprimir el comercio del opio, que estaba en manos de los ingleses, había hecho arrojar al mar más de veinte mil cajas de esta droga. Este había sido el pretexto de la guerra inmediata, con victoria de los ingleses. Terminada la guerra, China debió firmar en 1842 el primer
262 tratado internacional de los tiempos modernos, al que siguieron muy pronto otros con América y Francia. Aprovechando la ocasión, Francia sustituyó a Portugal como potencia protectora de las misiones y como consecuencia se promulgó un doble decreto: uno del 1844, por el cual se permitía a los chinos seguir la religión católica, otro del 1846, mediante el cual se suprimían las antiguas penas contra los católicos. La Iglesia pudo entonces vivir abiertamente y ejercer su acción misionera, desarrollándola también en el ámbito de la educación superior, universitaria y de la investigación científica. Al multiplicarse los diversos Institutos culturales de alto nivel y gracias a su actividad muy apreciada, se establecieron gradualmente lazos cada vez más profundos entre la Iglesia y China con sus ricas tradiciones culturales. Esta colaboración con las autoridades chinas favoreció de un modo creciente la mutua estima y participación en aquellos valores que deben regir siempre toda sociedad civil. Transcurrió así un siglo de expansión de las misiones cristianas, con la excepción hecha del período en que se abatió sobre ellas la desgracia de la insurrección de la «Asociación de la justicia y de la armonía» (conocida comúnmente como de los “Boxers”), que ocurrió al principio del siglo XX y causó el derramamiento de sangre de muchos cristianos. Es sabido que en esta revuelta confluyeron todas las sociedades secretas y el odio acumulado y reprimido contra los extranjeros de los últimos decenios del siglo XIX a causa de las vicisitudes políticas y sociales que siguieron a la «guerra del opio» y a la imposición de los así llamados «Tratados desiguales» por parte de las Potencias Occidentales. Sin embargo fue muy distinto el móvil de la persecución a los Misioneros, aunque fueran de nacionalidad europea. Su matanza fue determinada por una causa puramente religiosa: fueron matados por el mismo motivo con que lo fueron los fieles chinos que se habían hecho cristianos. Documentos históricos indiscutibles ponen en evidencia el odio anticristiano que impulsó a los “Boxers” a asesinar a los Misioneros y a los fieles locales que se habían adherido a su doctrina. Respecto a ellos se emitió un edicto el 1 de julio de 1900, en el cual se decía, en síntesis, que ya había pasado el tiempo de las buenas relaciones con los Misioneros europeos y sus cristianos: que los primeros debían ser
263 repatriados inmediatamente y los fieles obligados a la apostasía, bajo pena de muerte. Como resultado de esto tuvo lugar el martirio de algunos misioneros y de muchos chinos que se agruparon en los siguientes grupos: a) Mártires de Shanxi, muertos el 9 de julio de 1900, que son Frailes Menores Franciscanos: Beato Gregorio Grassi, Obispo, Beato Francisco Fogolla, Obispo, Beato Elías Facchini, Sacerdote, Beato Teodorico Balat, Sacerdote, Beato Andrés Bauer, Hermano Religioso; b) Mártires del Hunan Meridional, muertos el 7 de julio de 1900, también Frailes Menores Franciscanos: Beato Antonino Fantosati, Obispo, Beato José María Gambaro, Sacerdote, Beato Cesidio Giacomantonio, Sacerdote ( 4 julio). A los mártires franciscanos de la Orden Primera se añaden siete Franciscanas Misioneras de María, de las cuales 3 francesas,2 italianas, 1 belga y 1 holandesa: Beata María Ermellina de Jesús (en el siglo: Irma Grivot), Beata María de la Paz (en el siglo: María Anna Giuliani), Beata María Clara (en el siglo: Clelia Nanetti), Beata María de Santa Natalia (en el siglo: Juana María Kerguin), Beata María de San Justo (en el siglo: Ana Moreau), Beata María Adolfina (en el siglo: Ana Dierk), Beata María Amandina (en el siglo: Paula Jeuris). De los mártires chinos de la familia franciscana forman parte también 11 Franciscanos seglares, todos chinos: Beato Juan Zhang Huan, seminarista, Beato Patricio Dong Bodi, seminarista, Beato Juan Wang Rui, seminarista, Beato Felipe Zhang Zhihe, seminarista, Beato Juan , Zhang Jingguang, seminarista, Beato Tomás Shen Jihe, laico, sirviente,
264 Beato Simón Qin Cunfu, catequista laico, Beato Pedro Wu Anbang, laico, Beato Francisco Zhang Rong, laico agricultor, Beato Matías Feng De, laico neófito, Beato Pedro Zhang Banniu, obrero laico. A ellos se añaden algunos fieles laicos chinos: Beato Santiago Yan Guodong, agricultor, Beato Santiago Zhao Quanxin, sirviente, Beato Pietro Wang Erman, cocinero. Cuando la rebelión de los “Boxers”, iniciada en Shandong, difundida luego en Shanxi y en Hunan, llegó también al sudeste de Tcheli, en aquel entonces Vicariato Apostólico de Xianxian, confiado a los Jesuitas, los cristianos matados se cuentan por millares. Entre éstos se encuentran 4 misioneros jesuitas franceses y 52 cristianos laicos chinos, hombres, mujeres y niños, el más anciano de ellos tenía la edad de 79 años, mientras que los dos más jóvenes sólo 9 años. Todos sufrieron el martirio en el mes de julio de 1909; muchos de ellos fueron matados en la Iglesia del Pueblo di Tchou-Kia-ho, donde se habían refugiado y estaban en oración junto con los dos primeros de los misioneros que a continuación se enumeran: Beato León Mangin, S.J. sacerdote, Beato Pablo Denn, S.J., sacerdote, Beato Remigio Isoré, S.J., sacerdote, Beato Modesto Andlauer, S.J., sacerdote. He aquí los nombres y edades de los laicos cristianos chinos: Beata María Zhu, de unos 50 años, Beato Pedro Zhu Rixin, de 19 años, Beato Juan Bautista Zhu Wurui, de 17 años, Beata María Fu Guilin, de 37 años, Beata Bárbara Cui Lian, de 51 años, Beato José Ma Taishun, de 60 años, Beata Lucía Wang Cheng, 18 años, Beata María Fan Kun, de 16 años, Beata María Chi Yu, de 15 años, Beata María Zheng Xu, de 11 años, Beata María Du Zhao, de 51 años,
265 Beata Magdalena Du Fengju, de 19 años, Beata María Du Tian, de 42 años, Beato Pablo Wu Anjyu, de 62 años, Beato Juan Bautista Wu Mantang, 17 años, Beato Pablo Wu Wanshu, de 16 años, Beato Ramón Li Quanzhen, de 59 años, Beato Pedro Li Quanhui, de 63 años, Beato Pedro Zhao Mingzhen, de 61 años, Beato Juan Bautista Zhao Mingxi, de 56 años, Beata Teresa Chen Tinjieh, de 25 años, Beata Rosa Chen Aijieh, de 22 años, Beato Pedro Wang Zuolong, de 58 años, Beata María Gou Li, de 65 años, Beato Juan Wu Wenyin, de 50 años, Beato Zhang Huailu, de 57 años, Beato Marcos Ki-T'ien-Siang, de 66 años, Beata Ana An Xin, de 72 años, Beata María An Guo, de 64 años, Beata Ana An Jiao, de 26 años, Beata María An Linghua, de 29 años, Beato Pablo Liu Jinde, de 79 años, Beato José Wang Kuiju, de 37 años, Beato Juan Wang Kuixin, de 25 años, Beata Teresa Zhang He, de 36 años, Beata Lang Yang, de 29 años, Beato Pablo Lang Fu, de 9 años, Beata Isabel Qin Bian, de 54 años, Beato Simón Qin Cunfu, de 14 años, Beato Pedro Liu Zeyu, de 57 años, Beata Ana Wang, de 14 años, Beato José Wang Yumei, de 68 años, Beata Lucía Wang Wang, de 31 años, Beato Andrés Wang Tianqing, de 9 años, Beata María Wang Li, de 49 años, Beato Chi Zhuze, de 18 años, Beata María Zhao Gou, de 60 años, Beata Rosa Zhao, de 22 años, Beata María Zhao, de 17 años, Beato José Yuan Gengyin, de 47 años, Beato Pablo Ge Tingzhu, de 61 años, Beata Rosa Fan Hui, de 45 años.
266 El hecho de que este considerable número de fieles laicos chinos haya ofrecido la vida a Cristo juntamente con los misioneros que les habían anunciado el Evangelio y se habían prodigado por ellos pone en evidencia la profundidad de los vínculos que la fe en Cristo establece, reuniendo en una sola familia personas de razas y culturas diversas, estrechamente hermanados entre sí, no ya por motivos políticos, sino en virtud de una religión que predica el amor, la fraternidad, la paz y la justicia. Además de todos los matados por los “Boxers” hasta ahora mencionados, debe recordarse también al Beato Alberico Crescitelli, sacerdote del Instituto Pontificio de las Misiones Exteriores de Milán, que desarrolló su ministerio en el Shanxi Meridional y fue martirizado el 21 de julio de 1900. Años después, al nutrido ejército de los Mártires arriba recordados iban a unirse algunos Miembros de la Sociedad Salesiana de S. Juan Bosco: Beato Luis Versiglia, Obispo, Beato Calixto Caravario, Sacerdote. Fueron asesinados juntos el 25 de febrero de 1930 en Li-Thau-Tseul.
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María Josefa del Corazón de Jesús Sancho de Guerra (1842-1912), virgen, fundadora de las Siervas de Jesús de la Caridad
I. VIDA Y OBRAS La Beata María Josefa del Corazón de Jesús, hija primogénita de Bernabé Sancho, sillero, y de Petra de Guerra, ama de casa, nació en Vitoria (España) el 7 de septiembre de 1842, y fue bautizada al día siguiente. Según la costumbre vigente entonces, fue confirmada dos años más tarde, el 10 de agosto de 1844. Huérfana de padre a la edad de siete años, la madre la preparó para la Primera Comunión, que recibió a los diez años. A los quince años, fue enviada a Madrid a casa de algunos parientes para completar su educación y formación. Características de su infancia y niñez, fueron: una fuerte piedad hacia la Eucaristía y la Virgen María, una inclinación y sensibilidad hacia los pobres y los enfermos y una inclinación al retiro. Regresa a Vitoria a los 18 años y manifiesta a su madre el deseo de entrar en un monasterio, por sentirse atraída hacia la vida claustral. De adulta, la Beata M Josefa, solía repetir: «Nací con la vocación religiosa». Solo que, a juzgar por las circunstancias, se deduce que pasó por varias experiencias, no sin distintas sugerencias de prudentes eclesiásticos antes de encontrar la forma definitiva de su vocación. De hecho, estuvo a punto de entrar entre las Concepcionistas contemplativas de Aranjuez en 1860, pero se lo impidió una grave enfermedad de tifus. Su madre la ayudó a superar la desilusión. En los meses siguientes, le pareció comprender que el Señor la llamaba a un género de vida religiosa activo. De este modo se decidió a entrar en el Instituto de las Siervas de María, fundado recientemente en Madrid por
268 Santa Soledad Torres Acosta. Al acercarse el tiempo de la profesión, fue asaltada por graves dudas e incertidumbres sobre su efectiva llamada en aquel Instituto. Confió su alma a distintos confesores y le dijeron que se había equivocado de vocación. Los contactos con el santo Arzobispo Claret y los coloquios serenos con la misma Santa Soledad Torres Acosta, fueron madurando paulatinamente la decisión de salir del Instituto de las Siervas de María para dar vida a una nueva familia religiosa, que tuviera por finalidad exclusiva la asistencia a los enfermos en los hospitales y en sus domicilios. Compartían este mismo ideal otras 4 Siervas de María, que con el permiso del Cardenal Arzobispo de Toledo, salieron junto con ella con la misma finalidad. La nueva fundación se hizo en Bilbao en la primavera de 1871, cuando María Josefa contaba 29 años. Desde entonces, y por 41 años seguidos, fue Superiora del nuevo Instituto de las Siervas de Jesús. Se comprometió en difíciles viajes para visitar las distintas Comunidades, hasta que una larga enfermedad la confinó en la casa de Bilbao. Obligada a permanecer acostada o en una butaca, seguía los acontecimientos de las varias Casas de España y de fuera de ella, mediante una copiosa y preciosa correspondencia. A su muerte, acontecida después de largos años de sufrimiento, el 20 de marzo de 1912, eran 43 las Casas fundadas y más de un millar sus religiosas. Su santa muerte causó gran conmoción en Bilbao y en numerosas localidades donde era conocida a través de las Casas de su Instituto. También sus funerales tuvieron una resonancia extraordinaria. Fue enterrada en el cementerio municipal de Bilbao. Pero en 1926, al crecer su fama de santidad, sus restos mortales fueron trasladados a la Casa Madre del Instituto, y sepultados en la capilla donde aún reposan.
II.
ESPIRITUALIDAD
Los escritos y los testimonios oculares ponen de evidencia los puntos centrales de la espiritualidad de la Beata María Josefa: 1) Gran amor a la Eucaristía y al Sagrado Corazón. 2) Profunda adoración al misterio de la Redención e íntima participación al dolor de Cristo y a su Cruz. 3) Completa dedicación al servicio de los enfermos en un contexto de espíritu contemplativo. He aquí algunas expresiones significativas,
269 tomadas de sus escritos: «La caridad y el amor mutuo, forman aún en esta vida el cielo de las Comunidades. Sin Cruz no hemos de estar, dondequiera que vayamos, la vida religiosa es vida de sacrificio y de abnegación. El fundamento de la mayor perfección es la caridad fraterna» (Don Pablo B. Aristegui, Beata Maria Giuseppa del Cuore di Gesù, Mensajero, 1992, p. 97). «No crean, Hermanas, que la asistencia a los enfermos consiste solo en dar las medicinas y los alimentos al enfermo, hay otra clase de asistencia que nunca deben olvidar, y es la del corazón, procurando acomodarse a la persona que sufre, saliendo al encuentro de sus necesidades» (ib., p. 97) «Formemos en el Corazón Divino de Jesús nuestro centro de comunicaciones con Él. Podemos hacerlo con la frecuencia que lo deseemos, sin temor de molestar a nadie; sólo con Jesús será nuestra intimidad» (Consejos y Máximas de nuestra Venerada Madre Fundadora, Madrid, Imprenta Juan Bravo, 1994, p. 15). III.
EL CARISMA DE SERVIR A LOS ENFERMOS
La huella particular impresa por M Josefa al Instituto de las Siervas de Jesús refleja su experiencia interior de alma consagrada al servicio caritativo del prójimo, especialmente a los enfermos, en un clima de espíritu contemplativo. Encontramos bien explicada su idea en el Directorio de Asistencias, escrito por ella misma, donde llega a afirmar que la Sierva de Jesús proporciona al enfermo, que acompaña hasta la puerta de la eternidad, un bien mayor que el del misionero que con su predicación llama a los extraviados al recto camino de la vida. «De esta manera —escribe— las funciones materiales de nuestro Instituto, destinadas a procurar la salud corporal de nuestros prójimos se elevan a una gran altura y hacen nuestra vida activa más perfecta que la contemplativa, como enseñó el angélico maestro Santo Tomás que dice de los trabajos dirigidos a la salud del alma que vienen de la contemplación» (Directorio de Asistencias de la Congregación Religiosa Siervas de Jesús de la Caridad, Vitoria, 1930, p. 9). Con este espíritu, las Siervas de Jesús, desde la muerte de su Madre M Josefa y hasta hoy, han continuado su servicio a los enfermos, con una generosa oblación de vida que recuerda a la de su Fundadora. Además, de acuerdo al progreso de los tiempos y a las necesidades de la vida moderna, a la primitiva finalidad de asistencia a los enfermos, de
270 asistir a personas ancianas en residencias y de acoger y asistir niños en las guarderías, han añadido otros como: comedores para indigentes, centros de acogida para enfermos de sida, centros de día para personas mayores, pastoral de la salud y otras obras de beneficencia y caridad, sobre todo en los países pobres de América Latina y Asia. Hoy, en la actualidad, las 1050 Religiosas del Instituto de las Siervas de Jesús están presentes, además de España, en Italia, Francia, Portugal, Chile, Argentina, Colombia, México, Ecuador, Perú, República Dominicana, Paraguay, Filipinas. IV. ITINERARIO DE LA CAUSA Pocos años después de la muerte de la Madre María Josefa, el Instituto de las Siervas de Jesús proyectaba empezar la Causa de Canonización, pero por circunstancias adversas, entre las que estuvo la guerra civil española de 1936 y la segunda guerra mundial, se pudo llevar a la práctica sólo después de casi treinta años. a) El 31 de mayo de 1951, comenzó el Proceso Ordinario Informativo en Bilbao. b) El 7 de enero de 1972, el Decretum super introductione Causae. c) El 7 de septiembre de 1989 se promulgó el Decretum super Virtutibus d) El 27 de septiembre de 1992 fue solemnemente beatificada por nuestro Santo Padre Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro. e) El Consistorio tuvo lugar el día 10 de marzo de 2000 donde S.S. Juan Pablo II fijó la fecha de su Canonización, para el día 1 de octubre de 2000.
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Katharine Drexel (1858-1955), virgen, fundadora de la Congregación de las Hermanas de Santísimo Sacramento para los Indios y gente de color
Nacida en Filadelfia, Pensilvania, en los Estados Unidos de América, el 26 de noviembre de 1858, Catalina Drexel fue la segunda hija de Francis Anthony Drexel y Hannah Langstroth. Su padre era un bien conocido banquero y filántropo. Ambos padres inculcaron en sus hijas la idea de que su riqueza simplemente era prestada a ellos y debía ser compartida con otros. Cuando la familia hizo un viaje al Oeste de los Estados Unidos, Catalina, como una mujer joven, vio la condición y degradación de los nativos indioamericanos. Esta experiencia despertó su deseo de hacer algo específico para ayudar a aliviar su condición. Éste fue el inicio de una vida de apoyo personal y financiero a numerosas misiones y misioneros en los Estados Unidos. La primera escuela que ella estableció fue la St. Catherine Indian School en Santa Fe, Nuevo México (1887). Después, cuando visitó al Papa León XIII en Roma, le pidió proveer de misioneros para algunas de las misiones indias que ella como una persona laica estaba financiando, se sorprendió al oír al Papa sugerirle que ella misma se haga misionera. Después de consultar con su director espiritual, el Obispo James O´Connor, tomó la decisión de entregarse totalmente a Dios, junto con su herencia, a través del servicio a los indios americanos y a los afro-americanos. Su riqueza se transformó ahora en una pobreza de espíritu que se volvió una constante diaria en su vida, recibiendo apoyo tan sólo para sus necesidades básicas. El 12 de febrero de 1891, ella profesó sus primeros
272 votos como una religiosa, fundando a las Hermanas del Santísimo Sacramento cuya dedicación sería compartir el mensaje del Evangelio y la vida en la Eucaristía entre los indios americanos y afro-americanos. Siendo desde siempre una mujer de oración intensa, Catalina encontró en la Eucaristía la fuente de su amor para el pobres y oprimidos y de su preocupación para combatir los efectos de racismo. Conociendo que muchos afro-americanos estaban aún lejos de la libertad y todavía vivían en condiciones denigrantes como labradores o criados mal pagados, a los que se les negaba la educación y los derechos constitucionales que si eran disfrutados por otros, sintió la compasiva urgencia de ayudar a cambiar las actitudes raciales en los Estados Unidos. Las plantaciones, en aquella época, eran una atrincherada institución social que hacía que las personas de color siguieran siendo víctimas de opresión. Ésta era una profunda afrenta al sentido de justicia de Catalina. La necesidad de ofrecer a la gente de color una institución educativa de calidad era prioritario para ella, por ello habló sobre este tema con quienes compartían su preocupación por la desigualdades en la educación de los afro-americanos. Restricciones legales en el sur rural también obstaculizaban el acceso a una educación básica. Fundar y proveer de personal a escuelas, a lo largo del país, que atendieran a los nativo-americanos y afro-americanos se volvió una prioridad para Catalina y su congregación. Durante su vida, ella abrió, proveyó de personal, y apoyó directamente casi 60 escuelas y misiones, sobre todo en el Oeste y Sudoeste de los Estados Unidos. Su máximo logro en el campo educativo fue la creación, en 1925, de la “Xavier University” en Louisiana, la única institución de educación superior en los Estados Unidos destinada predominantemente a los afroamericanos católicos. La educación religiosa, el servicio social, las visitas en los hogares, hospitales y prisiones forman parte del ministerio de Catalina y su Congregación. De una manera callada y serena, Catalina armonizaba una piadosa y total dependencia a la Divina Providencia con un activismo muy marcado. Su alegre iniciativa en armonía con el Espíritu Santo, superaba los obstáculos y facilitó sus adelantos en el campo de la justicia social. A través del testimonio profético de Catalina Drexel, la Iglesia en los Estados Unidos pudo darse cuenta de la grave necesidad doméstica por un apostolado que
273 trabajara para los nativo-americanos y afro-americanos. Ella no dudó hablar contra la injusticia y toma una posición pública cuando la discriminación racial era evidente. Durante los últimos 18 años de su vida ella sufrió de una grave enfermedad que la dejó casi completamente inmóvil. Durante estos años hizo una vida de intensa adoración y contemplación tal como lo había deseado en su niñez. Murió el 3 de marzo de 1955. Catalina dejó un dinámico legado de cuatro conceptos a sus Hermanas del Santísimo Sacramento, quienes continúan su apostolado hoy al servicio de todas las gentes: –Su amor para la Eucaristía, su espíritu de oración, y su perspectiva de unidad de toda la gente en torno a la Eucaristía; –Su espíritu indómito de valerosa iniciativa para enfrentar la injustita social existente y la protección a las minorías étnicas —cien años antes de que tal preocupación despertara interés público en los Estados Unidos; –Su creencia en la importancia de educación de calidad para todos, y sus esfuerzos por lograrlo; –Su donación total de su persona, de su herencia y todo lo material en generoso servicio generoso a las víctimas de injusticia. Catalina Drexel fue beatificada por el Papa Juan Pablo II el 20 de noviembre de 1980 y canonizada por él mismo el 1 de octubre de 2000.
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Josefina Bakhita (1869-1947), Virgen de las Hijas de la Caridad Canosianas
La verdadera fortuna es conocer, amar y servir a Dios. El nombre "Bakhita" significa "afortunada" y nuestra santa ciertamente lo es. Sin embargo, esa fortuna no le vino nada fácil. Bakhita es el nombre que recibió cuando fue secuestrada mientras que fue bautizada con el nombre de Josefina. De su vida no se conocen datos exactos. Se cree que es de Olgossa en Darfur, y que nació en 1869. Vivió su infancia con sus padres, tres hermanos y dos hermanas, una de ellas su gemela. Su vida fue profundamente marcada cuando unos negreros llegaron a Olgossa y capturaron a su hermana. En su biografía escribió: "Recuerdo cuánto lloró mamá y cuánto lloramos todos". También cuento su propia experiencia al encontrarse con los buscadores de esclavos. Cuando aproximadamente tenía nueve años, paseaba con una amiga por el campo y vimos de pronto aparecer a dos extranjeros, de los cuales uno le dijo a mi amiga: ´Deja a la niña pequeña ir al bosque a buscarme alguna fruta. Mientras, tú puedes continuar tu camino, te alcanzaremos dentro de poco´. El objetivo de ellos era capturarme, por lo que tenían que alejar a mi amiga para que no pudiera dar la alarma. Sin sospechar nada obedecí, como siempre hacia. Cuando estaba en el bosque, me percaté que las dos personas estaban detrás de mí, y fue cuando uno de ellos me agarró fuertemente y el otro sacó un cuchillo con el cual me amenazó diciéndome: ´Si gritas, morirás! Síguenos!´". Fueron esos hombres quienes le pusieron el nombre Bakhita sin comprender a donde ella llegaría. Llevaron a Bakhita a El Obeid donde fue
275 vendida a cinco distintos amos en el mercado de esclavos. Intentó escapar, pero sin éxito. Su cuarto amo fue el peor en sus humillaciones y torturas. Cuando tenía unos 13 años fue tatuada, le realizaron 114 incisiones y para evitar infecciones le colocaron sal durante un mes. Ella cuenta en su biografía: "Sentía que iba a morir en cualquier momento, en especial cuando me colocaban la sal". El comerciante italiano Calixto Leganini compró a Bakhita en 1882. Era el quinto amo. Ella escribe: "Esta vez fui realmente afortunada porque el nuevo patrón era un hombre bueno y me gustaba. No fui maltratada ni humillada, algo que me parecía completamente irreal, pudiendo llegar incluso a sentirme en paz y tranquilidad". En 1884 Leganini se vio en la obligación de dejar Jartum, tras la llegada de tropas Mahdis. Bakhita quiso seguir con su amo cuando este se fue a Italia con su amigo Augusto Michieli. La esposa de Michieli los esperaba en Italia y quiso quedarse con uno de los esclavos que traían por lo que se le dio a Bakhita. Con su nueva familia, Bakhita trabajo de niñera y amiga de Minnina, hija de los Michieli. En 1888 la familia Michieli compró un hotel y se trasladaron a Suakin pero Bakhita decidió quedarse en Italia. Bakhita y Minnina ingresaron al noviciado del Instituto de las Hermanas de la Caridad en Venecia. Esta congregación, fundada en 1808, es más conocida como Hermanas de Canossa. Fue en el Instituto que Bakhita conoció de verdad a Cristo y que "Dios había permanecido en su corazón", por lo que le había dado fuerzas para poder soportar la esclavitud, "pero recién en ese momento sabía quién era". Recibió al mismo tiempo el bautismo, la primera comunión y la confirmación, el 9 de enero de 1890, por manos del Cardenal de Venecia. Tomó el nombre cristiano de Josefina Margarita Afortunada. Al ser bautizada expresó: "¡Aquí llegué a convertirme en una de las hijas de Dios!". Se dice que no sabía cómo expresar su gozo y en su biografía cuenta que en el Instituto conoció cada día más a Dios, "que me ha traído hasta aquí de esta extraña forma". La Señora de Michieli volvió del Sudán a llevarse a su hija y a Bakhita, pero con gran valentía Bakhita se negó a ir y prefirió quedarse con las Hermanas de Canossa. Bakhita pudo prevalecer porque la esclavitud era ilegal en Italia. El 7 de diciembre de 1893, a los 38 años de edad profesó en la vida religiosa.
276 Bakhita fue trasladada a Venecia en 1902, donde trabajó limpiando, cocinando y Nunca realizó milagros ni fenómenos sobrenaturales, pero tenía fama de santidad. Siempre fue modesta y humilde, mantuvo una fe firme en su interior y cumplió siempre sus obligaciones diarias. Mucho le costó escribir su autobiografía en 1910, la cual fue publicada en 1930. En 1929 se le ordena ir a Venecia a contar la historia de su vida. Luego de la publicación de sus memorias, se hizo muy conocida y viajaba por toda Italia dando conferencias y recogiendo fondos para su congregación. Aunque la salud de Bakhita se fue debilitando hacia sus últimos años y quedó con mucho dolor en silla de ruedas, no dejó de viajar. Falleció el 8 de febrero de 1947 en Schio, siendo sus últimas palabras: "Madonna! Madonna!" Miles de personas fueron a darle el último adiós, expresando así el respeto y admiración que sentían hacia ella. Fue velada por tres días, durante los cuales, según cuenta la gente, sus articulaciones aún permanecían calientes y las madres cogían su mano para colocarla sobre la cabeza de sus hijos. Josefina se recuerda con veneración en Schio como "Nostra Madre Moretta". Sus restos incorruptos fueron sepultados bajo el altar de la iglesia del convento de Schio, Italia. A LOS ALTARES En 1959 la diócesis local comenzó las investigaciones sobre su santidad. El 1 de diciembre de 1978 fue declarada Venerable. El 17 de mayo de 1992 fue beatificada por Juan Pablo II, declarándose su fiesta el 8 de febrero. En esa ocasión el Papa reconoció que ella transmitió el mensaje de reconciliación y misericordia. Bakhita fue canonizada por S.S. Juan Pablo II el 1 de octubre del 2000. La historia de Bakhita es la de un continente. Ella sufrió graves males en manos de algunos cristianos pero su corazón no se cerró. Supo perdonar a los que la ultrajaron y descubrir que aquellos agravios, aunque cometidos por cristianos, son contrarios al camino de Jesús. Gracias a las religiosas
277 encontró el verdadero rostro de Cristo y entró en Su Iglesia. Nada, ni los malos ejemplos, nos pueden apartar del amor de Dios cuando le permitimos reinar en nuestro corazón. Bakhita nos deja este maravilloso testamento de perdón por amor a Cristo: "Si volviese a encontrar a aquellos negreros que me raptaron y torturaron, me arrodillaría para besar sus manos porque, si no hubiese sucedido esto, ahora no sería cristiana y religiosa". El Papa la llamó
"Si volviese a encontrar a aquellos negreros que me raptaron y torturaron, me arrodillaría para besar sus manos porque, si no hubiese sucedido esto, ahora no sería cristiana y religiosa".
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LuisScrosoppi, Presbítero y Fundador de la Congregación de Hermanas de la Divina Providencia
El más joven de los tres hijos de Doménico Scrosoppi, joyero, y Antonia Lazzarini; nació el 4 de agosto de 1804 en Udine (Italia). Su hermano Carlo fue ordenado cuando Luigi tenía seis años, y su hermano Giovanni varios años después. Cuando él tenía 11 años o 12 años, la región en que vivía Luigi fue golpeada por sequía, hambre, tifo, y viruela en sucesión rápida; la visión de tal miseria, pobreza completa, y el número de huérfanos tuvo un efecto duradero en el muchacho. En su adolescencia, sentía el llamado al sacerdocio, y entró en el mismo seminario que su hermano Giovanni. Diácono en 1826; ordenado el 31 de marzo de 1827 en la catedral en Udine; fue asistido en su primera Misa por sus hermanos. Director de la Pía Unión al Corazón de Jesucristo. Ayudaba a manejar el centro infantil a su hermano Carlo como Director Auxiliar del orfanato de Carlo en 1829. El instituto cayó en tiempos más duros que lo usual; Luigi, desesperado, salió a las calles rogando apoyo, esta lección de fe pronto dio sus frutos para la escuela consiguiendo bastante dinero para comprar un edificio. Como había demasiados huérfanos para el espacio disponible, los hermanos decidieron agrandar la casa; Luigi salió a pedir materiales de construcción y trabajadores. La obra empezó en 1834 con Luigi coordinando, rogando, dirigiendo, y trabajando en la construcción, los trabajos se completaron en 1836, la llamaron “Casa para los
279 Desposeídos”. Ese año la región sufrió una epidemia de cólera, y los orfanatos, de nuevo, estaban llenos. Las necesidades de los huérfanos, y el trabajo constante de los hermanos sacerdotes, llamaron la atención de varias mujeres del área que también estaban trabajando por los pobres y abandonados. Entre ellas estaban Felicita Calligaris, Rosa Molinis, Caterina Bros, Cristina y Amalia Borghese y Orsola Baldasso. Estas mujeres, bajo la dirección espiritual de Carlo y Luigi, fundaron lo que se volvería la Congregación de Hermanas de Providencia para la educación académica básica y destrezas en la costura a jóvenes. Luigi los puso bajo la protección de San Cayetano. La Congregación recibió aprobación final el 22 de septiembre de 1871 por el Papa Pío IX. En 1846 Luigi se unió el Oratorio de San Felipe Neri, una congregación consagrada a la caridad y el aprendizaje; elegido preboste elegido de la comunidad el 9 de noviembre de 1856. El 4 de octubre de 1854 inauguró la Casa de Rescate para las muchachas abandonadas. El 7 de marzo de 1857 abrió la escuela y casa para las muchachas sordomudas, institución que lastimosamente tan sólo sobreviviría 15 años. Abrió también una Casa de Providencia para las antiguas estudiantes desempleadas. Además trabajaba en los hospitales con los más enfermo y pacientes más pobres. En sus últimos años, Luigi tuvo que combatir sentimientos anti-clericales que surgieron a lo largo de la península italiana durante la unificación; muchas casas y grupos, incluso el Oratorio, fueron cerrados, y sus recursos vendidos. Aunque no pudo salvar el Oratorio o las propiedades de la parroquia, logró proteger sus instituciones caritativas, y vio a la Congregación crecer y extenderse. Murió el 3 de abril de 1884 en Udine, El milagro de la canonización: curación de sida. El 1ero de julio del 2000 se promulgó el decreto eclesiástico reconociendo la curación milagrosa de un joven por la intercesión del Padre Luigi. Ocurrió en Oudshoon, República de África del Sur. La declaración del Papa fue la siguiente: "Es el caso de un milagro obtenido a través de la intercesión del Beato Luigi Scrosoppi, sacerdote del Oratorio de San Felipe Neri, fundador de la Congregación de las Hermanas de la Providencia, de la rápida,
280 completa y permanente recuperación de polineuritis y caquexia* de un joven HIV positivo" Este joven, Peter Changu Shitima, era un estudiante en el Oratorio de San Felipe Neri. En el mes de octubre de 1994 comenzó a mostrar los síntomas del SIDA. El resultado de los exámenes confirmó que era HIV positivo y rápidamente alcanzó un estado avanzado de SIDA. Él había sido fuerte y activo pero ya no podía sujetarse parado, tampoco podía ingerir alimentos, ni ver, ni oír convirtiéndose en un hombre extremadamente delgado. Cuando ya no respondía a los tratamientos, el doctor aconsejó que fuera regresado a sus familiares en Zambia antes que fuera muy tarde. La comunidad del Oratorio de San Felipe Neri y todos los fieles de Oudtshoon comenzaron a rezar por su recuperación a través de la intercesión del Padre Luigi, porque llegó al conocimiento de los fieles de que el joven tenía una devoción muy especial al Padre Scrosoppi. Él mismo, al igual que su familia en Zambia, venían orando por la misma gracia desde hacía meses. Durante la noche del 10 de octubre de 1996, él joven vio al P. Luigi en sueño y súbitamente se comenzó a sentir mejor, al amanecer cuando se despertó se sorprendió al descubrir que estaba completamente sanado, había regresado a su salud plenamente como la tenía antes de la enfermedad. Hoy este joven es un seminarista, preparándose para el sacerdocio en la Congregación de los Padres Orantes de San Felipe Neri y para siempre permanecer el amigo y colega del P. Luigi. Con este milagro, el P. Luigi continúa señalándonos el camino a la oración constante, a la oración de compasión y de amor. Así como hizo durante su vida, todavía viene en socorro del último, de los jóvenes en dificultades, de todos los que sufren, de los que viven en situaciones tormentosas. Siempre está presto en acompañar los pasos de aquellos que se entregan a la Providencia Divina.>> *caquexia: estado del cuerpo en que está impedida la nutrición y por consiguiente debilitada las funciones vitales.
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Agustín Roscelli (1818 - 1902), sacerdote, fundador de la Congregación de las Hermanas de la Concepción Inmaculada de Génova
En Agustín Roscelli, la Iglesia nos señala un ejemplo de sacerdote y de Fundador santo. Como sacerdote encarnó la figura del "pastor", del educador en la fe, del ministro de la Palabra, del guía espiritual. Siempre dispuesto a donarse en la obediencia, en la humildad, en el silencio y en el sacrificio, buscó sólo la voluntad de Aquél que lo había llamado y enviado. En el desarrollo de su ministerio sacerdotal siguió el ejemplo de Cristo, armonizando la vida interior con la intensa acción pastoral y su obra fue fecunda porque estuvo alimentada por la continua oración y por un gran amor hacia la Eucaristía. Supo leer las situaciones de su tiempo e intervenir concretamente en favor de los más indefensos, y en particular se empeñó para salvar a la juventud, de las insidias y de los peligros morales. Se dejó conducir por el Espíritu hasta fundar, casi sin saberlo, una Familia religiosa. Nació en Bargone de Casarza Ligure (Génova, Italia), el 17 de julio de 1818 de Domingo y María Gianelli; fue bautizado el mismo día porque se temía por su vida.
282 Su familia, pobre de medios materiales, fue siempre para él, un ejemplo de fe y de virtudes cristianas. Inteligente, sensible, más bien reservado, Agustín muy pronto se mostró útil a la familia en el cuidado del rebaño paterno. Sus padres lo confiaron al Párroco, el Padre Andrés Garibaldi, quien le impartió los primeros elementos del saber. Hacia el sacerdocio En mayo de 1835, con ocasión de una misión animada por el Archipresbítero de Chiavari, Antonio María Gianelli, Agustín se sintió decididamente llamado al sacerdocio y se trasladó a Génova para comenzar los estudios. Los años de preparación a la Ordenación sacerdotal fueron duros y difíciles, debiendo él mismo afrontar graves desafíos económicos. Lo sostuvieron la voluntad tenaz, la intensa oración y la ayuda de personas buenas, tales como el canónigo Gianelli quien, nombrado Obispo de Bobbio en el año 1838, le encontró una ubicación como clérigo-sacristán y custodio de la iglesia del Conservatorio de las Hijas de San José en San Rocchino, de la cual Mons. Gianelli era el Director; los jesuitas después, lo vieron como el "diligente prefecto", como lo afirma el mismo Rector en 1845. El 19 de setiembre de 1846, fue ordenado sacerdote por el Cardenal Plácido María Tadini.
Vice-Párroco - Confesor santo - Educador junto a los Artesanitos El Padre Agustín fue destinado inmediatamente al populoso barrio de San Martín de Albaro donde, con el espíritu de Cristo Pastor y con la administración de todos los sacramentos, inició su humilde servicio en la obra de santificación, dedicándose con esmero, caridad y con el ejemplo, al crecimiento espiritual del Cuerpo de Cristo. En el confesionario adquirió un conocimiento concreto de la triste realidad y de los peligros en los que se encontraban tantas jóvenes que,
283 por motivos de trabajo, se trasladaban a la ciudad convirtiéndose en fácil presa para los deshonestos. Allí, su corazón de padre se angustiaba y se conmovía al pensar que tantas almas sencillas podían perderse, porque se las dejaba solas e indefensas. En 1858, si bien continuaba a dedicarse asiduamente al ministerio de la Confesión, aceptó colaborar con el Padre Francisco Montebruno en la Obra de los Artesanitos. Entre los encarcelados y luego al orfanatorio En 1872 amplió su campo de apostolado. Como ministro de Cristo "tomado entre los hombres y constituido en favor de los hombres", se consagró enteramente a la obra a la que el Señor lo había llamado, sin apartarse de las miserias y de las pobrezas morales de su ciudad, interesándose no sólo de la juventud masculina y femenina, sino incluso de los detenidos en la cárcel de San Andrés, para llevar el consuelo y la misericordia del Señor. En 1874, Capellán del nuevo Orfanatorio Provincial en la calle "delle Fieschine", se dedicó a los recién nacidos administrándoles el Bautismo por un lapso de 22 años (de los registros resulta que los bautizados fueron 8.484) y, haciendo suyas las palabras de San Agustín "la plenitud de todas nuestras obras es el amor", trabajó intensamente incluso a favor de las madres solteras, las que eran jovencitas sencillas del pueblo que, por la falta de un trabajo digno y retribuido, se convertían en víctimas de los malintencionados.
Las escuelas taller El Padre Roscelli recibió la propuesta de algunas de sus penitentes, espiritualmente maduras que, con dividiendo su deseo de salvar las almas, le ofrecieron su colaboración para ayudar a tantas jóvenes necesitadas de asistencia moral, de una guía segura y de ser capaces de ganar honestamente lo necesario para vivir. En estas sedes, las jóvenes recibían una instrucción moral y religiosa, junto a una sólida formación humana y cristiana en forma tal que las
284 preparaba para prevenir o para defenderse de los peligros de la ciudad, y al mismo tiempo las capacitaba profesionalmente. Una nueva Congregación La tímida idea de dar vida a una Congregación religiosa fue estimulada por Mons. Salvador Magnasco y por las colaboradoras del Padre Roscelli, las maestras de las Casas-Taller, las que estaban convencidas que la Consagración a Cristo y el empeño de santificación en la vida comunitaria, son la fuerza del apostolado. El Padre Agustín, interpeló incluso al Papa Pío IX y después de haber recibido la respuesta "Deus benedicat te et opera tua bona" (Dios te bendiga a ti y a tu buena obra), se sometió totalmente a la voluntad de Dios y el 15 de octubre de 1876 realizó su sueño, y el 22 del mismo mes, entregó el hábito religioso a sus primeras Hijas a las que llamó Hermanas de la Inmaculada, indicando a las mismas el camino de santidad, señalado particularmente por las virtudes propias de Quien es el modelo de la vida consagrada. Después de las primeras incertezas, su obra se consolidó y se dilató más allá de los confines de Génova y de Italia. La existencia del "pobre sacerdote" concluyó el 7 de mayo del año 1902. El Padre Roscelli fue: Hombre de Dios: intuyó los designios de Dios sobre sí mismo y se abandonó a Él en una total docilidad. En el humilde Sacerdote la acción divina y la humana, la contemplación y la acción, se integraron en una admirable unidad de vida. Su apostolado siempre ha brotado de la experiencia de Dios, que se abre a la oración, al testimonio de fidelidad al ministerio sacerdotal, al anuncio del Evangelio. Sal de la tierra: contemplativo, pobre, austero, siempre eligió el último puesto, la renuncia. Olvidado de sí mismo, de las propias exigencias, del proprio tiempo, estuvo siempre a disposición de los demás en el confesionario, y como fermento evangélico, intensificó la caridad "en la que confluían el amor hacia Dios y hacia los hombres".
285 Signo profético: separado del mundo, pero en estrecha relación con la realidad concreta de su tiempo, el Roscelli ha hecho visible el primado del amor de Dios, acercándose con espíritu misericordioso y con corazón amoroso de Padre, a los abandonados, a los encarcelados, a las madres solteras, a la juventud en general e injusticia a quien hubiese caído víctima de la injusticia; a todos ayudó y se mostró con una profunda sensibilidad por los derechos humanos y por la causa justa de la promoción del hombre.
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Bernardo de Corleone (1605 - 1667), religioso de la Orden delos Hermanos Menores Capuchinos
Filippo Latini, que así se llamaba de seglar nuestro santo, nació en Corleone (Sicilia, Italia), el 6 de febrero de 1605. De joven ejerció el oficio de zapatero. Su casa era conocida como «la casa de los santos», porque tanto su padre como sus hermanos eran muy caritativos y virtuosos. Por ello, recibió una buena formación religiosa y moral. Era muy devoto de Cristo crucificado y de la santísima Virgen. Sin embargo, tenía un carácter muy fuerte. En cierta ocasión, tuvo un enfrentamiento con otro joven; después de las palabras pasaron a las manos: ambos desenfundaron la espada y, tras un breve duelo, el otro quedó gravemente herido. Al huir de la justicia humana, buscó refugio en una iglesia, invocando el derecho de asilo, pero, aunque se libró de la justicia humana, no pudo escapar de su conciencia. En la soledad y en la meditación reflexionó largamente sobre el delito cometido y sobre toda su vida, desperdiciada, inútil y disipada, odiosa a los demás y dañina para su alma, lo más precioso que el hombre posee. Se arrepintió, invocó el perdón de Dios y de los hombres e hizo áspera penitencia. Para reparar sus pecados, con vestidos de penitente decidió tomar el sayal de los Hermanos Menores Capuchinos. Abandonó Corleone, que le recordaba su pasado, y llamó a la puerta del convento de Caltanissetta, en Sicilia, donde fue admitido y tomó el nombre de Bernardo. Como laico profeso de la orden de los Frailes Menores Capuchinos, fue en verdad un hombre nuevo, decidido a alcanzar una perfección cada vez más alta, con humildad, obediencia y austeridad. En el convento ejerció casi siempre el oficio de cocinero o ayudante de cocina. Además, atendía a los enfermos y realizaba una gran cantidad de trabajos complementarios, con el deseo de ser útil a todos, a los hermanos
287 sobrecargados de trabajo y a los sacerdotes, a los que lavaba la ropa y prestaba otros servicios. Dormía en el suelo, no más de tres horas diarias, y multiplicaba sus ayunos. Aunque inculto e iletrado, alcanzó las alturas de la contemplación, conoció los más profundos misterios, curó enfermos, distribuyó consuelos y consejos, intercedió con su oración para alcanzar de Dios abundantes gracias para los demás. Esto lo realizó durante treinta y cinco años, hasta su muerte. Su oración asidua, su caridad ferviente, su filial devoción a la Virgen Inmaculada y su acendrada devoción a la Eucaristía -a pesar de las costumbres de aquellos tiempos, recibía la comunión diariamente-, fueron el secreto de su santidad. Se preocupó por conformarse a Cristo crucificado. Tomó en serio el Evangelio y trató siempre de vivirlo con todas sus consecuencias. Murió el 12 de enero de 1667 en Palermo. Tenía 62 años. El papa Clemente XIII lo beatificó el 15 de mayo de 1768, y Juan Pablo II lo canonizó el 10 de junio del 2001.
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Teresa Eustochio Verzeri (1801-1852), fundadora del Instituto de las Hijas del Sacratísimo Corazón de Jesús
Teresa Verzeri nació en Bérgamo de Lombardía, el 31 de julio de 1801. Era una de las hijas de Antonio Verzeri y de su esposa Elena, perteneciente a la familia de los condes de Pedroça-Grumelli. Los Verzeri profesaban gran devoción a San Jerónimo. Uno de sus hijos, que fue más tarde obispo de Frescia, se llamaba Jerónimo y Teresa tenía como segundo nombre Eustoquio, en recuerdo de la hija de Santa Paula. Como es bien sabido, estas dos santas habían sido muy amigas de San Jerónimo y habían ejercido, por turno, el superiorato del convento de mujeres que éste había fundado en Jerusalén. En el caso de Teresa, el nombre Eustoquio resultó profético. Se cuenta que Teresa decidió hacerse religiosa a los diez años de edad, el día de su primera comunión. Tales inspiraciones no son raras a esa edad, pero la firme resolución de Teresa no hizo más que crecer hasta el día de su confirmación. En esto le ayudó mucho al canónigo José Bengalio, de la catedral de Bérgamo. Es difícil determinar si el canónigo tenía ideas claras sobre Teresa o si estaba tratando de probar su vocación, pues tres veces la hizo entrar y volver a salir del convento de las benedictinas de Santa Grata. La obediencia ciega de Teresa al canónigo le valió no pocas críticas y burlas, pero la beata las soportó con paciencia y alegría. Fue sin duda una época de rudo aprendizaje. Después de haber salido por tercera vez del convento, Teresa se consagró enteramente a la instrucción religiosa de las niñas en una pequeña casa llamada Gromo, que pronto se convirtió en la semilla de la nueva congregación religiosa que había de fundar. Antonia, su hermana y otras dos jóvenes, llamadas Virginia Simoni y Catalina Manghenoni, se le unieron al poco tiempo. Las cuatro hicieron la profesión de votos simples ante el canónigo Benaglio, quien las destinó a la enseñanza de
289 la juventud. La vida de la nueva comunidad era muy austera, con largos períodos de silencio y ayuno. Teresa tuvo que hacer frente a muchas dificultades espirituales, dudas y tentaciones. La congregación empezó pronto a crecer, pues ingresaron en ella numerosas jóvenes de buena familia, entre las que se contaban tres hermanas de Teresa, llamadas María, Judit y Catalina, además de su propia madre que había quedado viuda. El canónigo Benaglio se encargaba de la dirección espiritual de la comunidad y ayudó a redactar las reglas y constituciones que comprendían diferentes obras de caridad: escuelas para los niños pobres, visitas a las mujeres enfermas, centros religiosos y de recreación para las jóvenes que se hallaban en peligro y sobre todo, retiros para mujeres, según el espíritu de San Ignacio de Loyola. El obispo de Bérgamo, Mons. Carlos Gritti-Morlacchi, favoreció al principio a la nueva congregación, pero después se dedicó a obstaculizar su crecimiento. Mayor prueba fue para Teresa su propia indecisión y humildad. ¿La llamaba Dios realmente a fundar una nueva congregación, dado que ya existían otros institutos similares, como el del Sagrado Corazón, fundado por Santa Magdalena Sofía Barat? Teresa fue a Turín, donde la madre Barat había empezado a organizar, desde 1832, los retiros para mujeres y se sintió muy inclinada a unir su congregación con la de la santa. Pero pronto comprendió que la voluntad de Dios era diferente, pues había campo más que suficiente para las dos congregaciones, por similares que fuesen. Así pues, la beata tuvo que superar ésta y otras dificultades y soportar con paciencia numerosas desilusiones, antes de conseguir que se estableciera sólidamente su instituto. Finalmente, en 1841, Teresa y sus compañeras pudieron hacer la profesión solemne en manos del mismo prefecto de la congregación de obispos y religiosos, el cardenal Constantino Patrizi. Unos cuantos días más tarde, fue publicado el decreto aprobatorio de la Santa Sede y la congregación fue definitivamente confirmada en 1847. Con esta ocasión, se autorizó a la fundadora a abrir una casa en Roma. Entre los que ayudaron a Teresa Verzeri en las dificultades, se contaba el Beato Luis Pavoni, de Brescia, quien se encargó de imprimir las constituciones de la nueva congregación, en un momento en que esto significaba exponerse a muchas molestias; pero el beato hizo caso omiso de las murmuraciones y hablillas. Además, intercedió ante Mons. Speranza para que apoyase en Roma la causa de las Hijas del Sagrado Corazón. Cuando Teresa compró un antiguo monasterio en Brescia, el Beato Luis proyectó los cambios que era necesario hacer al edificio y se encargó de vigilar personalmente la obra. Para ayudar a Teresa, hizo varios viajes a Bérgamo y a Trento, y se comprometió a asegurar la
290 misa diaria en la casa madre. Nada era demasiado difícil para el Beato Luis, cuando se trataba de ayudar a las religiosas. La gran estima mutua que se profesaban el Beato Luis y la Beata Teresa ha continuado entre sus congregaciones respectivas, en el siglo que ha transcurrido desde su muerte. La beata vivió todavía cuatro años después de la fundación de la casa de Roma. Durante ellos creció en gracia y santidad y su congregación con ella. El cólera que azotó el norte de Italia, arrebató a la beata el 3 de marzo de 1852. La multitud que asistió a sus funerales fue el mejor testimonio de la reputación de santidad de que gozaba y que no ha hecho sino aumentar con el tiempo. Teresa fue beatificada en 1946 por Pío XII y canonizada el 10 de Junio de 2001 por Juan Pablo II.
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Rebeca Choboq Ar-Rayès (1832-1914) Virgen, monja de la Orden Libanesa Maronita
Fue una religiosa maronita libanesa, su nombre real era Petra Choboq Ar-Rayes, descendía de una familia campesina. Su vida religiosa Desde su juventud, Petra sintió un profundo amor por Cristo y la Eucaristía, por lo que quería ingresar como novicia en las Hermanas de María, pero la fuerte influencia de los que más tarde serían futuros santos libaneses, los maronitas, Charbel Makhlouf y Nimatullah AlHardini, la volvieron hacia el monasterio maronita de San José de Batroun, al cual ingresó en 1897, tomando el nombre de Sor Rafka (en español, Rebeca). En el 1860, Rafqa le fue trasladada a Deir al-Qamar, para enseñar el Catecismo a los jóvenes. Tuvieron lugar en aquel período los dramáticos acontecimientos que ensangrentaron Líbano en aquel año. Rafqa vio con los mismos ojos el martirio de un gran número de personas. También tuvo el ánimo de esconder a un niño bajo su propia capa, salvándolo de la muerte. Rafqa estuvo en Deir al-Qamar cerca de un año: luego regresó a Ghazir. El primero domingo de octubre del 1885, en la iglesia del monasterio, mientras estuvo en oración, le suplicó a Dios hacerla participar en su Pasión redentora. Su ruego fue atendido esa misma tarde: ella empezó a sentir fuertes dolores de la cabeza y poco después el dolor se extendió a sus ojos. Todos los tratamientos resultaron inefectivos y se decidió mandarla a Beirut para intentar otros tratamientos. Durante el viaje se detuvo en Biblos, dónde fue confiada a un médico americano que,
292 después haber analizar su caso, decidió operarla, pero durante la operación le extrajo por error el ojo derecho. La enfermedad pronto afectó al ojo izquierdo; ahora los médicos juzgaron que cualquier tratamiento sería inútil y Rafqa regresó a su monasterio, donde el dolor ocular la acompañó por 12 años. Soportó su dolor con paciencia, en silencio, en oración y con alegría, repitiendo continuamente: "En unión con la Pasión de Cristo”. En 1897, un grupo de monjas del convento de San Simeón de Aitou se trasladó al nuevo convento de San José de Ad-Daher. La Madre Úrsula, que iba a ser la superiora de la nueva fundación, pidió que la hermana Rafqa fuera incluida en el grupo, para que su ejemplo ante las hermanas disminuyera las dificultades que siempre existen en una nueva fundación. La Hermana Rafqa pasó los últimos diecisiete años de su vida en este convento, que iba a ser el escenario de sus más grandes sufrimientos, así como de sus alegrías más espirituales. Rafqa no decepcionó a la Madre Úrsula. Su ejemplo y ayuda resultó muy valiosa en el establecimiento del nuevo monasterio. Las novicias fueron especialmente impresionadas con el espíritu de oración de la monja ciega, además de su humildad y caridad. Muchos años después de su muerte, varias de las hermanas que, o bien habían llegado con ella a la nueva fundación, o que habían sido novicias durante los diecisiete años que vivió en San José de Ad-Daher, y que no habían olvidado lo vivido junto a ella, dieron testimonio de su santidad... Rafqa sufrió durante esos diecisiete años de ceguera. Sólo Dios sabe lo mucho que tuvo que soportar. Su dolor era continuo noche y día, sin embargo, las demás hermanas nunca la oyeron murmurar o quejarse. A menudo la oyeron dar gracias a Dios por sus sufrimientos, "... porque sé que la enfermedad que tengo es para el bien de mi alma y de Su gloria" y que "la enfermedad aceptada con paciencia y acción de gracias purifica el alma como el fuego purifica el oro". Siempre estaba tranquila, sonriente, soportando incluso el dolor más grande, con paciencia, confiando en el Señor quien se comprometió a aumentar el deleite de sus siervos fieles en el cielo (cf. Lucas 21:19). Por su paciencia, se puede comparar con el mayor de los santos. Sus últimos años
293 Sor Rafka se caracterizó también por el amor que sintió hacia los enfermos y los niños abandonados, y oraba por ellos. En 1899, la religiosa sufre de diversas enfermedades, queda paralítica y ciega, pero su fe no se quebrantó, y ofreció sus dolores físicos para propiciación de los pecados de toda la humanidad, sobre todo, de su nación. Murió en Batroun en 1914, a la edad de 82 años, fue beatificada en 1985, y canonizada en Roma, en 2001.
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José Marello (1844-1895), Obispo, fundador de la Congregación de los Oblatos de San José
José Marello, nacido en Turín el 26 de diciembre de 1844, pasó su infancia en S. Martino Alfieri, cerca de Asti. Su devoción a la Virgen María fue determinante en su opción y fidelidad a la vocación. Entró en el seminario de Asti y se trasformó en el animador de sus compañeros en los propósitos de bien y de santidad. Con algunos de ellos se unió con un vínculo de profunda amistad, llevándolos a establecer una regla de vida muy exigente y a vivirla juntos, como preparación para la ordenación y para el ministerio presbiteral. Ordenado sacerdote el 19 de septiembre de 1868, José Marello ejerció su servicio sacerdotal en la diócesis de Asti, primero como secretario del Obispo y luego atendiendo las actividades de la Curia. Se dedicó con celo a las confesiones, a la dirección espiritual y a la catequesis. Asumió con especial interés la formación moral y religiosa de la juventud; para los jóvenes obreros organizó cursos vespertinos de catecismo. Siempre estaba dispuesto a ayudar al clero de la diócesis en su ministerio pastoral. Se manifestó sensible hacia los ancianos, haciéndose cargo una Casa de reposo, que no tenía medios para asistir a los internados. Trabajó en comprometer al laicado a través de varias iniciativas católicas que iban surgiendo para sostener la persona y la acción del Papa en momentos difíciles para la Iglesia.
295 Al mismo tiempo, sentía un profundo deseo de dedicarse totalmente a Dios en la Trapa. Su obispo, Mons. Savio, lo disuadió diciéndole que el Señor esperaba otra cosa de él. Quiso trasmitir esta aspiración de dedicarse totalmente al Señor proyectando una nueva Familia religiosa, que hiciera revivir en la ciudad de Asti la vida religiosa masculina, sofocada por las leyes subversivas de aquel tiempo. El 14 de marzo de 1878 fundó la Congregación de los Oblatos de San José, proponiéndoles como modelo a San José en su relación íntima con el Hijo de Dios y en el cuidar los designios de Jesús . A sus Oblatos, Sacerdotes y Hermanos, encomendó de modo particular la difusión del culto a San José, la formación de la juventud y la ayuda ministerial a las Iglesias locales. Durante el Concilio Vaticano I, el Cardenal Joaquín Pecci tuvo ocasión de apreciar las dotes y virtudes del joven sacerdote José Marello, que acompañaba a su Obispo como secretario. Elegido Papa el Cardenal Joaquín Pecci, con el nombre de León XIII, lo nombró Obispo de Acqui, convencido de haber dado a esta Diócesis una "perla" de Obispo. Habiendo tomado posesión de la diócesis, el nuevo Obispo José Marello se hizo presente en todas las parroquias con las visitas pastorales. Se mostró cercano a todos, preocupándose en unir los corazones entre el clero y los fieles. En su actividad pastoral promovió el catecismo, la educación cristiana de la juventud, las misiones, el testimonio cristiano. Murió el 30 de mayo de 1895 en Savona, donde había ido, no obstante sus precarias condiciones de salud, para tomar parte en las celebraciones del tercer centenario de San Felipe Neri. Manteniéndose después de su muerte la fama de su santidad, testimoniada con numerosas gracias obtenidas, se iniciaron los procesos informativos. El 28 de mayo de 1948 se introdujo la Causa de Beatificación y el 12 de junio de 1978, en presencia del Papa Pablo VI, se leyó el decreto sobre la heroicidad de sus virtudes. Juan Pablo II lo proclamó Beato en Asti el 26 de septiembre de 1993, presentándolo a los Pastores del Pueblo de Dios, a sus Oblatos y a los fieles, como ejemplo y modelo de caridad hacia todos, y de incansable y silenciosa labor en favor de los jóvenes y de los marginados.
296 Con un decreto solemne del 18 de diciembre del 2000, el Santo Padre Juan Pablo II declaró que "ha sido probado el milagro obrado por Dios por la intercesión del Beato José Marello, Obispo de Acqui, Fundador de la Congregación de los Oblatos de San José: es decir, la curación improvisa, completa y duradera de los niños Alfredo e Isila Chávez León, sanados ambos simultáneamente de bronco pulmonía con fiebre alta, disnea y cianosis en pacientes con desnutrición crónica". Después del reconocimiento de este milagro el 13 de marzo del 2001, en el Consistorio ordinario público para la Canonización de algunos Beatos, Juan Pablo II pronunció con solemnidad su decisión: "Por la autoridad de Dios Omnipotente, de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y Nuestra, decretamos que... el Beato José Marello... sea inscrito en el Libro de los Santos el día 25 de noviembre del 2001".
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Paula Montal Fornés de San José de Calasanz (17991889), virgen, fundadora de las Hijas de María de las Hermanas de las Escuelas Pías
La vida de Paula Montal Fornés de San José de Calasanz, fecunda y profética, casi centenaria, se desenvolvió en un contexto histórico amplio (1799-1889), un período en crisis del agitado siglo XIX español, que se debatía entre los postulados del Antiguo Régimen y las nuevas corrientes liberales, con repercusiones socio-políticas, culturales y religiosas muy notorias. Cuatro ciudades fueron especialmente representativas en su vida, bien enraizada en su tierra y en su entorno histórico: En Arenys de Mar (Barcelona), vivió su infancia y su juventud (17991829). Villa costera, abierta al mar, cosmopolita e industrial, allí nació a la vida, el 11 de octubre de 1799, y a la vida de la gracia, esa misma tarde. Se formó en un ambiente familiar cristiano y muy sencillo. Participó en la vida espiritual de la parroquia. Destacó por su amor a la Virgen María. Desde los 10 años conoció la dureza del trabajo para ayudar a su madre, viuda con cinco hijos. Ella era la mayor. En este período, por propia experiencia, constató que la niña, la joven, la mujer, tenían escasas posibilidades de acceso a la educación, a la cultura..., y se sintió llamada por Dios a realizar esa tarea. Figueras (Gerona), ciudad fronteriza con Francia y baluarte militar con su famoso castillo de armas, fue su meta. Acompañada por su incondicional amiga Inés Busquets, en 1829, se trasladó a la capital del Ampurdán para abrir su primera escuela de niñas, con amplios programas educativos, que superaban con creces lo legislado para los niños. Era una escuela nueva. En Figueras comenzó, pues, de manera
298 exclusiva, su apostolado educativo con las niñas. Allí nació un carisma nuevo en la Iglesia, una obra apostólica encaminada a la educación integral humano cristiana de las niñas y jóvenes, a la promoción de la mujer, para salvar las familias y transformar la sociedad. Sus seguidoras se distinguirían por profesar un cuarto voto de enseñanza. Sabadell (Barcelona), significó el injerto de su obra educativa en la Escuela Pía. Sabemos, que por lo menos desde 1837, se sentía totalmente identificada con el carisma de San José de Calasanz, y quería vivir la espiritualidad y reglas calasancias. Con esa finalidad, tras la fundación de la segunda escuela en su villa natal, Arenys de Mar, 1842, donde entró en contacto directo con los Padres Escolapios de Mataró, abrió una tercera escuela en Sabadell, 1846.La presencia de los PP. Escolapios, Jacinto Felíu y Agustín Casanovas en el colegio de Sabadell, fue providencial. Allí con su orientación y ayuda, logró en breve tiempo, la estructuración canónica escolapia de su naciente Congregación. El 2 de febrero de 1847, ya profesó, como Hija de María Escolapia, junto a sus tres primeras compañeras, Inés Busquets, Felicia Clavell y Francisca de Domingo. En el capítulo general, tenido en Sabadell, 14 de marzo de 1847, no fue elegida superiora general, ni asistenta general. En el período 1829-1859, realizó una intensa actividad fundando personalmente 7 escuelas: Figueras (1829), Arenys de Mar (1842), Sabadell (1846), Igualada (1849), Vendrell (1850), Masnou (1852) y Olesa de Montserrat (1859). Inspiró y ayudó a la fundación de otras 4: Gerona (1853), Blanes (1854), Barcelona (1857) y Sóller (1857). Fue además la formadora de las 130 primeras Escolapias de la Congregación. Período de una gran actividad de vida y profetismo de la misma. Olesa de Montserrat (Barcelona), 1859. Su última fundación personal. Un pueblo pequeño y pobre, al pie del Monasterio de la Virgen de Montserrat, a la que profesó una gran devoción. Fue su fundación predilecta, en la que permaneció hasta su muerte (15 de diciembre de 1859, 26 de febrero de 1889). Fueron 30 años de gracia para las niñas y jóvenes olesanas, que se beneficiaron de su testimonio cristiano y de su fecundo magisterio; y para la villa de Olesa de Montserrat, enriquecida con el ejemplo de su vida entregada y santa. "Todos la querían y veneraban..." Y para la Congregación Escolapia: un sí total a Dios; la pedagogía escolapia en acción y la vivencia de las virtudes que deben caracterizar a la educadora escolapia. Y el ocaso de una vida en Dios.
299 El trazado de la fisonomía espiritual de Madre Paula Montal comprende dos facetas: su participación en la espiritualidad calasancia y su peculiar carisma educativo, encaminado a la formación integral humano cristiana de la mujer. A su muerte, la Congregación de Hijas de María, Religiosas de las Escuelas Pías, por ella fundada, la formaban 346 Escolapias, que ejercitaban el carisma educativo escolapio, legado por su Fundadora, en 19 colegios, extendidos por toda la Geografía española. El proceso canónico para su Beatificación se inició en Barcelona, el 3 de mayo de 1957. El Papa Juan Pablo II la Beatificó en Roma, el 18 de abril de 1993. El milagro para su Canonización, obrado en septiembre de 1993, en Blanquizal, un barrio muy marginado y violento de Medellín (Colombia), en favor de la niña de 8 años, Natalia García Mora, fue aprobado por el Papa Juan Pablo II, el 1 de julio del 2000. A nuestra sociedad, lacerada por tantas tensiones, donde la educación integral para todos, la promoción de la mujer, la familia, la juventud, son temas candentes sin resolver, la nueva Santa le dirige el mensaje de su vida y de su obra educativa, mensaje de amor y de servicio. Su carisma en el siglo XIX, fue anuncio de amor y esperanza, especialmente para la mujer, que descubrió en ella a la madre y maestra de la juventud femenina. Y hoy sigue siendo tan urgente y de plena actualidad como entonces. La obra educativa de Santa Paula Montal Fornés de San José de Calasanz continúa hoy en la Iglesia, particularmente a través de más de 800 Religiosas Escolapias, distribuidas en 112 comunidades, que educan a unos 30.000 alumnos, en 19 naciones de los cuatro continentes, para la promoción de la mujer, para que sea una realidad la "civilización del amor".
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Leonia Francisca de Sales Aviat (1844-1914), virgen, fundadora de la Congregación de las Hermanas Oblatas de San Francisco de Sales
Nació en Sézanne (Francia), departamento del Marne, el 16 de septiembre de 1844. Fue bautizada al día siguiente de su nacimiento con el nombre de Leonia. Frecuentó las primeras clases elementales en su pueblo natal; después, sus padres la llevaron al monasterio de la Visitación de Troyes pues, aunque practicaban poco, eran honrados comerciantes que deseaban para su hija una buena educación cristiana. Su vida estuvo marcada por tres etapas fundamentales: el período de formación en el monasterio de la Visitación de Troyes, capital de Champagne; el encuentro con el p. Louis Brisson, futuro fundador de los Oblatos de San Francisco de Sales; y la aplicación de las leyes subversivas contra los institutos religiosos en Francia a finales de siglo. Leonia permaneció en el monasterio de la Visitación hasta la edad de 16 años. Ya entonces manifestó a la superiora su deseo de hacerse religiosa, pero ella le respondió: "Aquello para lo que Dios te tiene destinada no está aún preparado; déjale actuar y haz siempre la voluntad divina". Cuando salió del monasterio, su padre había dispuesto para ella un matrimonio con un rico y distinguido señor del lugar, pero Leonia pensaba ya en la vocación religiosa y no quiso acceder a los deseos de su padre. A la edad de 21 años, en 1865, visitó un establecimiento industrial de Sézanne y surgió en ella el deseo de atender a las obreras. Entretanto, el p. Louis Brisson, que había sido capellán de la Visitación cuando ella estaba interna allí, dado su incansable celo por la protección y la formación religiosa de las jóvenes obreras que venían de los
301 campos y estaban expuestas a los peligros más graves, había fundado en el año 1858 las "Obras para las trabajadoras jóvenes", poniéndolas bajo la protección de san Francisco de Sales: proporcionaban a las jóvenes locales seguros, comida y la asistencia de almas buenas y generosas, pero les hacía falta también la formación humana y la educación religiosa. En 1866 Leonia pidió regresar a la Visitación para pedir luz al Señor, antes de tomar una decisión definitiva sobre su vocación. Entonces conoció la obra de asistencia a las jóvenes que había comenzado el p. Brisson, el cual estaba pensando en fundar una congregación de religiosas. Compartió inmediatamente el proyecto del padre. El 30 de octubre de 1868 Leonia vistió el hábito religioso, junto con otra antigua compañera del internado, y tomó el nombre de Francisca de Sales. El 11 de octubre de 1871 emitió los votos religiosos, junto con su primera compañera, iniciando así la congregación de Oblatas de San Francisco de Sales. Otras jóvenes se unieron a ellas, pero la ocupación alemana de 1870 retardó su profesión religiosa. Se multiplicaron los patronatos y casas-familia; las jóvenes recibían, junto con la formación religiosa, la educación práctica que las preparaba para su vida futura de madres de familia. La madre Francisca de Sales, que fue la primera superiora general, se hizo obrera entre las obreras; les ayudó a disfrutar del trabajo bien realizado, aunque la ganancia fuera mínima; las jóvenes trabajadoras comprendían la dignidad del trabajo, como algo que viene de Dios e instrumento de caridad, porque permite ayudar a las compañeras que están necesitadas. De ahí nació una competición de solidaridad humana. Después de haber consolidado las obras en Troyes, fue a París y organizó allí un internado para jóvenes de posición social acomodada. Obtuvo con la alta sociedad parisina el mismo éxito que había tenido con las obreras. Ocho años más tarde regresó a Troyes, donde estuvo otros 15 años, cuatro de ellos como una religiosa más, y en los que tuvo que soportar la hostilidad de algunos miembros de su comunidad. En 1893 fue elegida nuevamente superiora general, cargo que ejerció hasta su muerte. Envió religiosas a las misiones de Sudáfrica y de Ecuador. El instituto se extendió también por Suiza, Austria, Inglaterra e Italia. En 1903 entraron en vigor en Francia las leyes subversivas, que decretaron la expropiación de los bienes de las congregaciones religiosas: se cerraron 23 casas bien organizadas y 6 de apoyo a los padres oblatos. La madre Francisca de Sales y su consejo se refugiaron en Italia y
302 desde allí perfeccionaron la organización de la congregación y sostuvieron a las religiosas con cartas y visitas. Su última gran prueba fue la muerte del p. Brisson, acaecida en su pueblo natal de Plancy el 2 de febrero de 1908. En sus últimos seis años de vida veló celosamente por la redacción definitiva de las Constituciones, que fueron aprobadas por el Papa Pío X en 1911. Falleció a la edad de 69 años, en Perusa (Italia), el 10 de enero de 1914. El Papa Juan Pablo II la beatificó el 27 de septiembre de 1992.
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María Crescencia Höss (1682-1744), virgen, monja de la Orden Tercera de San Francisco
Nació el 20 de octubre de 1682. Era hija de un modesto tejedor de lana en la ciudad de Kaufbeuren, que en aquel tiempo contaba sólo con dos mil quinientos habitantes, en su mayoría protestantes. En la escuela se distinguió por su inteligencia y su devoción. Se hizo tejedora, para ayudar a su padre, pero su mayor aspiración era entrar en el monasterio de las Franciscanas de Kaufbeuren. Sin embargo, su familia era demasiado pobre para pagar la dote requerida y sólo con la ayuda decisiva del alcalde protestante pudo entrar finalmente en el convento. Su vida consagrada estuvo siempre impregnada de amor alegre a Dios, con la preocupación fundamental de cumplir en todo su santísima voluntad. Vivía una gozosa y profunda relación con Dios. Su intensa oración, mediante fervorosos coloquios con la Trinidad, con la Virgen María y con los santos, desembocó muchas veces en visiones místicas, de las que sólo hablaba por obediencia ante sus superiores eclesiásticos. Desde su infancia oraba mucho y con fervor al Espíritu Santo, devoción que cultivó durante toda su vida. Deseaba que las personas vieran en él un camino más fácil de vida espiritual. Se la suele representar sosteniendo la cruz con la mano derecha, mientras con la izquierda se dirige al Salvador crucificado, pues durante toda su vida predominó en ella la contemplación y devoción a Cristo en su agonía, que la llevaba a un gran espíritu de sacrificio personal, siguiendo el ejemplo del Salvador. Siempre buscó hacerlo todo por amor a Dios, a quien deseaba glorificar por la fe, con obediencia y humildad.
304 Sus experiencias místicas no la alejaban del mundo real; al contrario, sus ojos se hallaban abiertos de par en par a las necesidades del prójimo. Ciertamente, dedicaba largos ratos a la oración y a la contemplación, pero durante gran parte de su jornada se entregaba a socorrer a los necesitados, en los que veía a Cristo mismo. Durante muchos años fue portera del convento, cargo que aprovechó para aconsejar a mucha gente y realizar una generosa labor de caridad. Más tarde, nombrada maestra de novicias, se entregó a la formación espiritual de las hermanas jóvenes para la vida monástica. En 1741 fue elegida superiora. Desempeñando ese cargo dirigió de modo sabio y prudente el monasterio, tanto en el campo espiritual como en sus intereses seculares, mejorando hasta tal punto la posición económica que, por mérito suyo, el monasterio pudo ayudar a mucha gente con sus limosnas. Solía subrayar que sin amor a los demás no podía haber amor a Dios y que "todo el bien que se hacía al prójimo era tributado a Dios, que se escondía en los andrajos de los pobres". Consideraba importante que también las mujeres se realizaran en la vida religiosa. De modo constante y consciente se esforzó siempre por aumentar la fe en todos aquellos con quienes entraba en contacto, haciéndoles comprender cuál era el camino que debían seguir. Por eso, para numerosas personas, tanto consagradas como laicas, fue guía espiritual y consejera decisiva. Tenía la rara capacidad de reconocer rápidamente los problemas y ofrecerles la solución adecuada y razonable. El príncipe heredero y arzobispo de Colonia Clemente Augusto la consideraba una guía de almas sabia y muy comprensiva; quedó tan prendado de su santidad que llegó a pedir al Papa que la canonizara inmediatamente después de su muerte. Numerosas personas iban a consultarla en su monasterio y con tal de mantener una conversación con ella estaban dispuestas a esperar varios días. Eran miles los que le escribían desde las regiones de Europa de lengua alemana, pidiéndole consejo y ayuda, y recibiendo siempre una respuesta adecuada. Gracias a ella, el pequeño monasterio de Kaufbeuren desempeñó un sorprendente e importante apostolado epistolar.
305 Inmediatamente después de su muerte, que aconteció el 5 de abril de 1744, domingo de Pascua, la gente acudió en gran número a visitar su tumba en la iglesia del monasterio, convencida de encontrarse ante una santa. Kaufbeuren se convirtió en un lugar famoso de peregrinaciones en Europa. Ese fenómeno se verificó ininterrumpidamente desde su muerte, y se intensificó después de su beatificación, llevada a cabo por el Papa León XIII el 7 de octubre de 1900. Esa veneración ha seguido viva hasta hoy de modo sorprendente, no sólo entre los católicos sino también entre las comunidades surgidas de la Reforma.
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Alonso de Orozco (1500 – 1591), agustiniano
Alonso de Orozco nació el 17 de octubre de 1500 en Oropesa, provincia de Toledo (España), donde su padre era gobernador del castillo local. Cursó los primeros estudios en la vecina Talavera de la Reina y durante tres años actuó como “seise” o niño cantor en la catedral de Toledo, en la que aprendió música con notable provecho. A la edad de 14 años fue enviado por sus padres a la Universidad de Salamanca, donde ya estudiaba uno de sus hermanos. Los sermones de la cuaresma de 1520 predicados en la catedral por el profesor agustino Tomás de Villanueva sobre el salmo “In exitu Israel de GYPTO” maduraron su vocación a la vida consagrada y, poco más tarde, atraído por el ambiente de santidad del convento de San Agustín, entró en él, emitiendo en 1523 la profesión religiosa en manos de Santo Tomás de Villanueva. Una vez ordenado sacerdote en 1527, los superiores vieron en Alonso tan profunda espiritualidad y tal capacidad para anunciar la Palabra de Dios que muy pronto lo destinaron al ministerio de la predicación. Ya desde los 30 años ocupó también diversos cargos, pero a pesar de su austeridad de vida, en el modo de gobernar se mostró lleno de comprensión. Impulsado por el deseo del martirio, en 1549 se embarcó para México como misionero, pero durante la travesía hacia las Islas Canarias padeció un grave ataque de artritis y los médicos, temiendo por su vida, le impidieron la prosecución del viaje. En 1554, siendo prior del convento de Valladolid, ciudad desde decenios atrás residencia de la Corte, fue nombrado predicador real por el emperador Carlos V y, al trasladarse la Corte a Madrid en 1561, también
307 él tuvo que pasar a la nueva capital del Reino, fijando su residencia en el convento de San Felipe el Real. No obstante a ejercer un cargo que estaba exento de la jurisdicción directa de sus superiores religiosos y dotados de renta, renunciando a privilegios, quiso vivir como un fraile más, en pobreza y bajo la inmediata obediencia de sus superiores. Solamente hacía una comida, dormía a lo sumo tres horas, porque decía que le bastaban para emprender el nuevo día, y en una tabla por cama, con sarmientos por colchón. En su celda no había más que una silla, un candil, una escoba y unos libros. La eligió cerca de la puerta para atender mejor a los pobres que hasta allí se acercaban a suplicarle ayuda. Sin que la cotidiana asistencia al coro le resultara de obstáculo, además de cumplir con sus obligaciones como predicador regio, visitaba los enfermos en los hospitales, a los encarcelados en las prisiones y a los pobres en las calles y en sus casas. El resto del tiempo lo pasaba en oración, en la composición de sus libros, y preparando sus sermones. Predicaba con gran sinceridad de palabras, pero con mucha hondura espiritual, fervor y afecto, a veces, con lágrimas en los ojos, expresando la ternura de Dios hasta en el tono de la voz, igual en el palacio ante el Rey y la Corte que en las iglesias a las que era llamado. Gozó de gran popularidad entre los más diversos ambientes sociales. Personajes de la sociedad y de la cultura testificaron en su proceso de canonización, tales como la infanta Isabel Clara Eugenia, los duques de Alba y de Lerma, los literatos Lope de Vega, Francisco de Quevedo y Gil González Dávila. El trato con las clases elevadas no le desvió de su sencillo estilo de vida. Su fama se extendió por toda Madrid. El pueblo que le llamaba a, muy a pesar suyo, “el santo de San Felipe”, lo amó apreciando en él su exquisita sensibilidad en el acercarse a todos sin distinción. Compuso numerosas obras tanto en latín como en castellano. La simplicidad de los títulos indican la intención pastoral del autor: Regla de vida cristiana (1542), Vergel de oración y monte de contemplación (1544), Memorial de amor santo (1545), Desposorio espiritual (1551), Bonum certamen (1562), Arte de amar a Dios y al prójimo (1567), Libro de la suavidad de Dios (1576), Tratado de la corona de Nuestra Señora (1588), Guarda de la lengua (1590). Como su acción, los escritos nacieron de su espíritu contemplativo y de la lectura de la Sagrada Escritura. Devoto de María, estaba convencido de escribir por mandato suyo.
308 Cultivó también un ferviente amor a su propia Orden, componiendo obras sobre su historia y su espiritualidad con ánimo de mover a la imitación de sus hombres mejores. En esta misma línea, inducido por un deseo de reforma interior, que luego convergería con el movimiento de recolección en la misma Orden, llevó a término varias fundaciones de conventos tanto de religiosos agustinos como de agustinas de vida contemplativa. En agosto de 1591 cayó enfermo con fiebre, sin faltar por eso ningún día a la celebración de la Misa, puesto que nunca, ni siquiera en el transcurso de sus diversas enfermedades, había dejado de celebrar el santo sacrificio, ya que repetía con cierto gracejo que “Dios no hace mal a nadie”. Durante su enfermedad, fue visitado por el rey Felipe II, el príncipe heredero Felipe con la infanta Isabel, y el cardenal arzobispo de Toledo, Gaspar de Quiroga, quien le dio de comer de su mano y le pidió la bendición. La noticia de la muerte, acaecida el 19 de septiembre de 1591 en el Colegio de la Encarnación que había fundado dos años antes — actualmente sede del Senado español— conmocionó la ciudad. Por la capilla ardiente pasó el pueblo de Madrid, que, como refiere Quevedo, se agolpó ante la iglesia del Colegio hasta derribar las puertas, pues todos deseaban hacerse con reliquias, astillas de la cama, fragmentos de sus ropas, zapatos y cilicios. El Cardenal Arzobispo se reservó para si la cruz de madera que durante largos años “el santo de San Felipe” había llevado consigo. Fue beatificado por León XIII el 15 de enero de 1882. Vicisitudes históricas hicieron que sus restos fueran trasladados a distintos lugares. Actualmente reposan en la iglesia madrileña de las agustinas hasta este momento denominadas del Beato.
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Ignacio de Santhià (1686 – 1770), Presbítero de la Orden de Frailes Menores Capuchinos
Nació el 5 de junio del año 1686 en la localidad de Santhià, Santa Ágata, provincia de Vercelli (Italia). Ese mismo día fue bautizado con los nombres de Lorenzo Mauricio. Era el cuarto de los seis hijos del matrimonio formado por Pier Paolo Belvisotti y Maria Elisabetta Balocco. Al morir su padre, cuando él tenía seis años, su madre lo encomendó a un piadoso sacerdote, que se encargó de su formación intelectual y espiritual. Luego ingresó como seminarista en la colegiata de su pueblo. Hizo sus estudios superiores en la ciudad de Vercelli. Al estar vacante la diócesis, pudo ordenarse sacerdote gracias a la autorización concedida en un breve pontificio del 26 de febrero de 1710. Al inicio, aceptó la propuesta de ser capellán instructor de una familia noble de Vercelli, sin descuidar sus deberes estrictamente religiosos: colaboraba en las misiones populares organizadas por los jesuitas, entre los cuales escogió a su director espiritual. En 1713 rehusó el cargo de canónigo rector de la colegiata de Santhià. En 1715 aceptó desempeñar el ministerio pastoral en una parroquia, pero un debate jurisdiccional sobre el nombramiento resultó providencial para su futuro, pues lo impulsó a dejar la sotana clerical para vestir el sayo capuchino. El 24 de mayo de 1716, al ingresar en el convento noviciado de la Orden de Frailes Menores Capuchinos de Chieri, Lorenzo Belvisotti tomó el nombre de fray Ignacio de Santhià.
310 Después del noviciado y de la profesión religiosa solemne, fue prefecto de sacristía, director de acólitos y confesor, trabajando apostólicamente con un celo extraordinario. En 1731 el capítulo provincial le encomendó la formación de los candidatos a la vida capuchina como maestro de novicios en el convento de Mondoví. Con gran acierto supo sostener a los novicios en las pruebas más arduas. En agosto de 1744 fue enviado como capellán de las tropas del rey de Cerdeña durante la guerra contra las armadas franco-españolas (17441747). Con gran caridad asistía a los militares heridos o contagiados en los hospitales militares de Asti, Alessandria y Vinovo. Restablecida la paz, fue destinado al convento del Monte de los Capuchinos, en Turín, donde residirá veinticinco años, hasta su muerte. Dividía su actividad entre el convento y la ciudad. Cada domingo explicaba la doctrina cristiana y la regla franciscana a los hermanos legos y cada año dirigía los ejercicios espirituales a su comunidad. En la iglesia era el confesor más solicitado. También realizaba un apostolado fecundo bendiciendo en sus casas a las personas que ya no podían acudir a él hasta el convento. Los milagros se iban multiplicando y el pueblo lo bautizó como "el Santo del Monte". A su convento acudían innumerables personas, sencillas e ilustres, atraídas por su fama de santidad, entre ellas muchos miembros de la casa real de Savoya. El cardenal arzobispo le pedía con frecuencia que le diera a conocer los casos de personas más necesitadas, para prestarles ayuda. Murió el 22 de septiembre de 1770, a los 84 años, en la enfermería del convento, donde se hallaba desde hacía un año. El 19 de marzo de 1827 el Papa León XII promulgó el decreto sobre la heroicidad de sus virtudes. Fue beatificado por el Papa Pablo VI el 17 de abril de 1966.
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Humilde de Bisignano (1582 – 1637), religioso de la Orden de los Hermanos Menores
Humilde de Bisignano (1582-1637) pertenece al pueblo de los “pequeños” que Dios ha elegido para confundir a los “sabios” y a los “poderosos” de este mundo. En efecto, el Padre reveló su misterio de condescendencia al franciscano de Bisignano, porque éste se dejó asir por el amor de Dios y tomó el suave yugo de la cruz, que fue siempre una fuente de paz y de consuelo para él. Hijo de Giovanni Pirozzo y de Ginevra Giardino, nació el 26 de agosto de 1582 en Bisignano (Cosenza) y recibió en el bautismo el nombre de Luca Antonio. Desde su niñez causó admiración por su extraordinaria piedad: participaba diariamente en la santa misa, comulgaba en todas las fiestas y oraba meditando la pasión del Señor incluso mientras estaba trabajando en el campo. Ingresado en la Cofradía de la Inmaculada Concepción, solía ser indicado a los miembros de la misma como modelo de todas las virtudes. En los procesos canónicos se recuerda que su respuesta a alguien que le dio un solemne bofetón en la plaza pública, fue simplemente presentar con humildad la otra mejilla. Hacia los dieciocho años sintió la llamada de Dios a la vida consagrada, pero, por diversas causas, tuvo que retrasar nueve años la realización de su propósito, retraso que no le impidió empeñarse en una vida más austera y fervorosa. A los veintisiete años ingresó en el noviciado de los frailes menores de Mesoraca (Crotone), donde la formación de los jóvenes estaba encomendada a dos santos religiosos: el P. Antonio de Rossano,
312 maestro de novicios, y el P. Cósimo de Bisignano, guardián del convento. Emitió la profesión religiosa el 4 de septiembre de 1610, tras superar, por intercesión de la Virgen, no pocas dificultades. Ejerció con simplicidad y diligencia las tareas típicas de los religiosos no sacerdotes, como ir a pedir limosna, atender el servicio de la mesa de la comunidad, cultivar el huerto y otros trabajos manuales que le encomendaron los superiores. Desde el noviciado se distinguió por su madurez espiritual y por su fervor en la observancia de la Regla. Se entregó con denuedo a la oración y Dios ocupó siempre el centro de sus pensamientos. Fue obediente, humilde y dócil, y compartió con alegría los diversos momentos de la vida de comunidad. Después de la profesión religiosa intensificó su empeño en el camino de la santidad. Multiplicó las mortificaciones, los ayunos y el celo en el servicio de Dios y de la comunidad. Su caridad lo hizo amado de todos: de los frailes, del pueblo y de los pobres, a quienes ayudaba distribuyéndoles cuanto recibía de la Providencia. Los dones carismáticos con que estuvo abundantemente dotado los empleó para gloria de Dios, para construir el Reino de Cristo en las almas y para consuelo de los necesitados. Desde la juventud tuvo el don de continuos éxtasis, hasta el punto de ser llamado “el fraile extático”. Estos éxtasis le ocasionaron una larga serie de pruebas y de humillaciones, a las que le sometieron sus superiores con el fin de tener la certeza de que provenían realmente de Dios y no había en ellos engaño diabólico. Tales pruebas, felizmente afrontadas y superadas, acrecentaron la fama de su santidad entre los hermanos de hábito y entre los extraños. Estuvo adornado también con extraordinarios dones de lectura de los corazones, de profecía, de milagros y, sobre todo, de ciencia infusa. Aunque era analfabeto y sin estudios, respondía a preguntas sobre la Sagrada Escritura y sobre cualquier punto de la doctrina católica con una precisión que asombraba a los teólogos. Varias veces fue examinado por una asamblea de sacerdotes seculares y regulares, presidida por el Arzobispo de Reggio Calabria, que le presentaban dudas y objeciones; por varios profesores de la ciudad de Cosenza; por el inquisidor Mons. Campanile, en Nápoles, en presencia del P. Benedetto Mandini, teatino; y por otros. Pero fray Humilde respondía siempre con tanta sabiduría que sorprendía a sus examinadores.
313 Es fácil comprender la estima que le rodeaba por doquier. El P. Benigno de Génova, Ministro general de la Orden, lo llevó como acompañante en su visita canónica a los frailes menores de Calabria y de Sicilia. Gozó de la confianza de los sumos pontífices Gregorio XV y Urbano VIII, que lo llamaron a Roma y, tras un riguroso examen, se sirvieron de su oración y de su consejo. Permaneció bastantes años en Roma, donde vivió casi siempre en el convento de San Francisco a Ripa y, algunos meses, en el de San Isidoro. También vivió algún tiempo en el convento de la Santa Cruz, en Nápoles, donde se prodigó difundiendo el culto al Beato Juan Duns Escoto, venerado especialmente en la diócesis de Nola. Alrededor de 1628 pidió poder “ir a padecer” en tierra de misiones. Habiendo recibido de los superiores una respuesta negativa, siguió sirviendo al Reino de Dios entre su gente, atendiendo a los más necesitados, a los marginados y a los olvidados (cf. VC 75). Su vida fue una “oración incesante por todo el género humano”. Sus oraciones eran simples, pero brotaban del corazón. A la pregunta del P. Dionisio de Canosa, su confesor durante muchos años y su primer biógrafo, sobre qué era lo que pedía al Señor durante tantas horas de oración, respondió: “Lo único que hago es decir a Dios: “!Señor, perdóname mis pecados y haz que te ame como estoy obligado a amarte; y perdona los pecados a todo el género humano, y haz que todos te amen como están obligados a amarte!””.
Siempre dispuesto a obedecer con prontitud, valeroso en la pobreza, acogedor en la vivencia alegre de la castidad, fray Humilde recorrió un camino de luz que lo llevó a la contemplación de la Luz divina el día 26 de noviembre de 1637, en Bisignano, es decir, en el lugar “donde había recibido el espíritu de la gracia” (LM 14, 3a) y desde donde “ilumina el mundo con multitud de milagros” (1 Cel 118a). Fue beatificado por León XIII el 29 de enero de 1882. El Beato Humilde, el hombre que depende totalmente de Dios El misterio de la vida del Beato Humilde es ciertamente el misterio de un Dios que hace cosas grandes en la criatura que cree en él y se confía por entero a su amor, consagrando todo, presente y futuro, en sus manos y dedicándose enteramente a su servicio (cf. VC 17).
314 Pero su vida, en la que resplandece el fulgor de la santidad de Dios, es también un misterio de disponibilidad de esta criatura que, en su profunda y convencida humildad, repite con frecuencia: “Todas las criaturas alaban y bendicen a Dios; yo soy el único que lo ofende”. Humilde de Bisignano, invitado por Cristo a dejar todo y a arriesgar todo por el Reino de Dios, sintió la fascinación del Evangelio de las bienaventuranzas y aceptó ponerse al servicio del plan de Dios sobre él, consagrándose a vivir como Francisco de Asís “en obediencia, sin nada propio y en castidad” (S. Francisco de Asís, Regla bulada 1, 1). En efecto, a imitación de María, que cumplió plenamente la voluntad del Padre, los pobres están libres de tantos lazos que atan a las cosas que pasan y de tantas ambiciones que sólo producen desilusiones amargas, y tienen el espíritu pronto y disponible. El alma verdaderamente pobre no se preocupa ni se agita ni se disipa enredada en muchas cosas, sino mira hacia arriba y se deja fascinar por Dios y por el Evangelio de su Hijo. Es la sorprendente sabiduría que se nos revela, 365 años después de su tránsito, en el testimonio de fe del Beato Humilde de Bisignano. Hoy día nuestra mirada contempla asombrada al gran hijo de Calabria, tierra donde la santidad ha florecido de tantas formas a lo largo de los siglos marcando su gloriosa historia. Con él cantamos la misericordia infinita de un Dios que es “fuente de alegría para cuantos caminan en su alabanza”. !Siguiendo su ejemplo acojamos la llamada a la conversión y a la santidad que nos llega a través de su testimonio de fidelidad gozosa al Evangelio!.
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Paulina do Coração Agonizante de Jesús (1865 – 1942), virgen, fundadora de la Congregación de las Hermanitas de la Inmaculada Concepción
Amabile Lucia Visintainer, hoy Santa Paulina, nació el 16 de diciembre de 1865 en Vígolo Vattaro, provincia de Trento, Italia, en ese tiempo región del Sur del Tirol, bajo el dominio de Austria. En septiembre de 1875 la familia de Napoleone Visintainer emigró con muchos otros tridentinos al Brasil donde fundaron la localidad de Vígolo en el actual municipio de Nueva Trento, en el estado de Santa Catarina. Amabile, después de la primera comunión, que recibió más o menos a los doce años, comenzó a participar en el apostolado parroquial: Catecismo para los pequeños, visitas a los enfermos, y limpieza de la capilla de Vígolo. El día 12 de julio de 1890, junto con su amiga, Virginia Rosa Nicolodi, Amabile acogió a una enferma de cáncer en fase terminal, dando inicio a la Congregación de las Hermanitas de la Inmaculada Concepción, aprobada por el obispo de Curitiba, Don José de Camargo Barros, el 25 de agosto de 1895. En diciembre de 1895, Amabile y las dos primeras compañeras (Virginia y Teresa Ana Maule), hicieron los votos religiosos, y Amabile recibió el nombre de Hermana Paulina del Corazón Agonizante de Jesús. La santidad y la vida apostólica de la Madre Paulina y de sus hermanas atrajeron muchas vocaciones, a pesar de la pobreza y de las dificultades en que vivían.
316 En 1903, la Madre Paulina fue elegida superiora general “ad vitam” y dejó a Nueva Trento para cuidar de los huérfanos, hijos de antiguos esclavos y de los esclavos viejos y abandonados en Ipiranga, en la ciudad de San Pablo. En 1909, fue depuesta del cargo de superiora general por el arzobispo de San Pablo, Don Duarte Leopoldo e Silva, y enviada a trabajar con los enfermos de la Santa Casa y con los ancianitos del asilo San Vicente de Paulo en Bragança Paulista, sin poder nunca más ocupar ningún otro cargo en su congregación. Fueron años marcados por la oración, por el trabajo y por el sufrimiento: haciendo y aceptando todo para que la congregación de las Hermanitas siguiera adelante, y “nuestro Señor fuera conocido, amado y adorado por todos en todo el mundo”. En 1918 fue llamada por la superiora general Madre Vicência Teodora, su sucesora, y con consentimiento de Don Duarte a la Casa Madre en Ipiranga, donde permaneció hasta su muerte, en una vida retirada, de intensa oración, asistiendo a las hermanas enfermas. Como “Veneranda Madre Fundadora” se la destacó en el Decreto de Honor concedido por la Santa Sede a la congregación de las Hermanitas el 19 de mayo de 1933, y en la celebración del cincuentenario de la fundación, el 12 de julio de 1940, cuando la Madre Paulina hizo su testamento espiritual: “Sed muy humildes. Confiad siempre y mucho en la Divina Providencia; nunca, jamás, os desaniméis, aunque vengan vientos contrarios. Nuevamente os digo: Confiad en Dios y en María Inmaculada; manteneos firmes y ¡adelante!”. A partir de 1938 la Madre Paulina comenzó a acusar graves disturbios a causa de la diabetes que padecía. Después de dos cirugías, en las cuales sufrió la amputación del dedo medio y luego del brazo derecho, pasó los últimos días víctima de la ceguera. Murió el 9 de julio de 1942; sus últimas palabras fueron: “Hágase la voluntad de Dios”. La espiritualidad ignaciana recibida de sus directores espirituales tiene en la Madre Paulina características propias, que señalan a la “Veneranda Madre fundadora” como una religiosa en la cual se pueden admirar sus virtudes teologales, morales y religiosas en grado eminente o heroico. Fe profunda y confianza ilimitada en Dios, amor apasionado a Jesús Eucaristía, devoción tierna y filial a María Inmaculada, devoción y confianza en “nuestro buen padre San José””, y veneración por las
317 autoridades eclesiales y civiles. Caridad sin límites para con Dios, traducida en gestos de servicio a los hermanos más pobres y abandonados. Toda la vida de la Madre Paulina se puede resumir en el título que le dio el pueblo de Vígolo: “enfermera”, esto es, ser para los otros o “toda de Dios y toda de los hermanos” como rezan hoy sus devotos y sus Hermanitas. Humildad, que llevó a la Madre Paulina hasta el aniquilamiento de sí misma para que la congregación siguiera adelante. La página más luminosa de la santidad y de la humildad de la Madre Paulina fue escrita por la actitud que manifestó cuando Don Duarte le anunció su destitución: “Se arrodilló... se humilló... respondió que estaba totalmente dispuesta a entregar la congregación... se ofrecía espontáneamente para servir en la congregación como súbdita”. Terminado el capítulo de agosto de 1909, comenzaba el holocausto doloroso y meritorio de la Madre Paulina, a quien el arzobispo de San Pablo le había decretado: “Viva y muera en la congregación como súbdita”. Y permaneció en la sombra hasta su muerte, en unión con Dios, como lo declaró a su director espiritual, Padre Luiz Maria Rossi, SI: “La presencia de Dios me es tan íntima, que me parece imposible perderla, y esta presencia le da a mi alma una alegría que no puedo explicar”. El carisma dejado por la Madre Paulina a su congregación se traduce en la sensibilidad para percibir los clamores de la realidad con sus necesidades, y disponibilidad para servir, en la Iglesia, a los más necesitados y a los que se encuentran en mayor situación de injusticia, con simplicidad, humildad y vida interior. Es un servir alimentado por una espiritualidad eucarística y mariana, por la que toda Hermanita hace de Jesús Eucaristía el centro de su vida, alimentada por una tierna devoción a María Inmaculada y al buen padre San José. La primera santa del Brasil fue beatificada por el Papa Juan Pablo II el 18 de octubre de 1991, en Florianópolis, estado de Santa Catarina. A la Madre Paulina le confiamos el pueblo brasileño, la Iglesia de Brasil y la congregación de las Hermanitas de la Inmaculada Concepción y todas las personas que han colaborado en su canonización.
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Benedetta Cambiagio Frassinello (1791 – 1858), religiosa, fundadora de las Hermanas Benedictinas de la Providencia
En Benita Cambiagio Frassinello, la Iglesia nos muestra un ejemplo de Santa que fue esposa, madre, religiosa y fundadora. Ella se dejó conducir por el Espíritu Santo a través de la experiencia matrimonial, de educadora y de consagrada, hasta llegar a fundar un Instituto que, caso único en la hagiografía cristiana, guió con la colaboración generosa y discreta de su marido. Benita Cambiagio Frassinello nació en Langasco (Génova), el 2 de octubre de 1791. Hija de José y Francisca Ghiglione, y fue bautizada dos días después. Durante su adolescencia su familia se traslada a Pavía. Juventud Recibe de sus padres una profunda educación cristiana que radica en ella los principios de la fe y plasma su carácter volitivo y perseverante. Hacia los 20 años vive una fuerte experiencia interior que acrecienta en ella el amor a la oración y a la penitencia y, en modo especial, el deseo de abandonarlo todo para consagrarse enteramente a Dios. No obstante, se casa el día 7 de febrero de 1816 con Juan Bautista Frassinello, un joven ligur que había inmigrado con su familia a Vigevano.
319 Esposa – hermana ejemplar El camino de Benita en búsqueda de la voluntad de Dios es bastante arduo y difícil; se ve empujada por un impulso interior hacia la vida de virginidad, cultivado desde su adolescencia. Vive dos años casada, después de los cuales tiene la alegría de realizar, en ese estado, el aspecto profundo y sublime de la virginidad espiritual. De común acuerdo con su marido, que atraído por la santidad de Benita abraza este ideal, vive a su lado como hermana. Juntos se ocupan, con gran dedicación, de la hermana María, gravemente enferma de cáncer intestinal, alojada en su casa. Benita y Juan experimentan una maternidad y una paternidad espirituales sobrenaturales, en la fidelidad al amor esponsal sublimado. En 1825, cuando muere María, Juan Bautista entra en la comunidad de los Somascos y Benita en las Ursulinas de Capriolo. Amor esponsal exclusivamente consagrado a Dios En 1826 por motivos de salud Benita vuelve a Pavía. Curada prodigiosamente por San Jerónimo Emiliani, se ocupa de las chicas con la aprobación del obispo, Mons. Luigi Tosi. Como necesita ayuda, que su padre le rechaza, el Obispo llama de nuevo a Juan Bautista, el cual deja el noviciado y regresa al lado de su mujer, renovando juntos el voto de castidad perfecta delante del Obispo. Los dos se dedican generosamente a la acogida y educación humanocristiana de las chicas pobres y abandonadas. Educadora La obra de Benita se inserta en la vida social de Pavía en un período en el que la institución de la escuela era acogida como auténtica portadora de bienestar. Es la primera mujer de la ciudad y de la provincia que ve esta necesidad y el gobierno austriaco le otorga el título de “Promotora de la Pública Instrucción”. Ayudada desde el primer momento por algunas jóvenes voluntarias, a las cuales da un reglamento aprobado por la Autoridad Eclesiástica, une a la enseñanza escolar la formación catequística y la formación al
320 trabajo. De ambientes se sirve para transformar a las chiras en “modelos de vida cristiana” y asegurar de esta manera la verdadera formación de las familias. Contemplativa en la acción Su constante entrega nace y crece del fervor eucarístico y de la contemplación del Crucifijo, porque ella está convencida que sólo Dios es su verdadero apoyo y protección. En su vida no faltan experiencias místicas que se repiten, particularmente, en las fiestas litúrgicas sin distraerla de sus obligaciones cotidianas. Por amor a las niñas está dispuesta a los mayores sacrificios: de su persona, de sus bienes y hasta de la fama, mostrando así la incomparable grandeza de la “pedagogía del Evangelio”. Capacidad de desprendimiento La singularidad de la obra y el programa educativo de Benita son duramente criticadas por la oposición de personas poderosas, que se ven molestadas en sus viles intereses, y también por la incomprensión de algunas personas del clero. En julio de 1838 Benita cede su institución al obispo Tosi y, junto con el marido y cinco fieles compañeras, abandona Pavía y se dirige hacia Liguria. Fundadora En Ronco Scrivia abre una escuela para las chicas del pueblo y funda la Congregación de las “Hermanas Benedictinas de la Providencia”, para las que escribe las Reglas‑ Constituciones. En ellas queda plasmado el desarrollo del carisma de Pavía, ampliando a todas las chicas y jóvenes la educación, la instrucción y la formación cristianas, con su inconfundible espíritu de ilimitado abandono y confianza en la divina Providencia, de amor a Dios, a través de la pobreza y la caridad. Desarrollo de la obra El Instituto de las Hnas. Benedictinas de la Providencia se desarrolla rápidamente. En 1847 también llega a Voghera. Esta sede, cuarenta
321 años después de la muerte de Madre Benita, por obra del obispo diocesano se convierte en Instituto independiente. En tales circunstancias las hermanas toman el nombre de “Benedictinas de la Divina Providencia” en memoria de Benita, su fundadora. En 1851 Benita vuelve a Pavía, en una zona distinta a la primera fundación, y en 1857 abre una escuela en un pueblo de Valpolcevera, San Quirico. Entra en el paraíso El 21 de marzo de 1858 Benita muere santamente en Ronco Scrivia, en el día y hora predichos por ella. Entorno a su féretro se reúne una gran multitud de gente como última manifestación de estima y de dolor hacia la que considera como una “Santa”. Benita se puede proponer como modelo de vida: – a las personas consagradas: conformarse a Cristo en el abandono a la amorosa divina Providencia; – a los esposos: total comunión para una profunda maternidad y paternidad; – a los jóvenes: Cristo fuente de alegría e ideal de vida; – a los educadores: prevenir, comprender, abrir horizontes; – a las familias que atraviesan momentos difíciles: aceptar las incomodidades, cuando se está obligado a abandonar la propia tierra y a acoger en su casa a los familiares probados por la enfermedad y ayudarles a morir serenamente.
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Padre Pio de Pietrelcina, presbítero de la Orden de Hermanos Menores Capuchinos
“En cuanto a mí, ¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo” (Gal 6, 14). Padre Pío de Pietrelcina, al igual que el apóstol Pablo, puso en la cumbre de su vida y de su apostolado la Cruz de su Señor como su fuerza, su sabiduría y su gloria. Inflamado de amor hacia Jesucristo, se conformó a Él por medio de la inmolación de sí mismo por la salvación del mundo. En el seguimiento y la imitación de Cristo Crucificado fue tan generoso y perfecto que hubiera podido decir “con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 19). Derramó sin parar los tesoros de la gracia que Dios le había concedido con especial generosidad a través de su ministerio, sirviendo a los hombres y mujeres que se acercaban a él, cada vez más numerosos, y engendrado una inmensa multitud de hijos e hijas espirituales. Este dignísimo seguidor de San Francisco de Asís nació el 25 de mayo de 1887 en Pietrelcina, archidiócesis de Benevento, hijo de Grazio Forgione y de María Giuseppa De Nunzio. Fue bautizado al día siguiente recibiendo el nombre de Francisco. A los 12 años recibió el Sacramento de la Confirmación y la Primera Comunión. El 6 de enero de 1903, cuando contaba 16 años, entró en el noviciado de la orden de los Frailes Menores Capuchinos en Morcone, donde el 22 del mismo mes vistió el hábito franciscano y recibió el nombre de Fray Pío. Acabado el año de noviciado, emitió la profesión de los votos simples y el 27 de enero de 1907 la profesión solemne.
323 Después de la ordenación sacerdotal, recibida el 10 de agosto de 1910 en Benevento, por motivos de salud permaneció en su familia hasta 1916. En septiembre del mismo año fue enviado al Convento de San Giovanni Rotondo y permaneció allí hasta su muerte. Enardecido por el amor a Dios y al prójimo, Padre Pío vivió en plenitud la vocación de colaborar en la redención del hombre, según la misión especial que caracterizó toda su vida y que llevó a cabo mediante la dirección espiritual de los fieles, la reconciliación sacramental de los penitentes y la celebración de la Eucaristía. El momento cumbre de su actividad apostólica era aquél en el que celebraba la Santa Misa. Los fieles que participaban en la misma percibían la altura y profundidad de su espiritualidad. En el orden de la caridad social se comprometió en aliviar los dolores y las miserias de tantas familias, especialmente con la fundación de la “Casa del Alivio del Sufrimiento”, inaugurada el 5de mayo de 1956. Para el Padre Pío la fe era la vida: quería y hacía todo a la luz de la fe. Estuvo dedicado asiduamente a la oración. Pasaba el día y gran parte de la noche en coloquio con Dios. Decía: “En los libros buscamos a Dios, en la oración lo encontramos. La oración es la llave que abre el corazón de Dios”. La fe lo llevó siempre a la aceptación de la voluntad misteriosa de Dios. Estuvo siempre inmerso en las realidades sobrenaturales. No era solamente el hombre de la esperanza y de la confianza total en Dios, sino que infundía, con las palabras y el ejemplo, estas virtudes en todos aquellos que se le acercaban. El amor de Dios le llenaba totalmente, colmando todas sus esperanzas; la caridad era el principio inspirador de su jornada: amar a Dios y hacerlo amar. Su preocupación particular: crecer y hacer crecer en la caridad. Expresó el máximo de su caridad hacia el prójimo acogiendo, por más de 50 años, a muchísimas personas que acudían a su ministerio y a su confesionario, recibiendo su consejo y su consuelo. Era como un asedio: lo buscaban en la iglesia, en la sacristía y en el convento. Y él se daba a todos, haciendo renacer la fe, distribuyendo la gracia y llevando luz. Pero especialmente en los pobres, en quienes sufrían y en los enfermos, él veía la imagen de Cristo y se entregaba especialmente a ellos.
324 Ejerció de modo ejemplar la virtud de la prudencia, obraba y aconsejaba a la luz de Dios. Su preocupación era la gloria de Dios y el bien de las almas. Trató a todos con justicia, con lealtad y gran respeto. Brilló en él la luz de la fortaleza. Comprendió bien pronto que su camino era el de la Cruz y lo aceptó inmediatamente con valor y por amor. Experimentó durante muchos años los sufrimientos del alma. Durante años soportó los dolores de sus llagas con admirable serenidad. Cuando tuvo que sufrir investigaciones y restricciones en su servicio sacerdotal, todo lo aceptó con profunda humildad y resignación. Ante acusaciones injustificadas y calumnias, siempre calló confiando en el juicio de Dios, de sus directores espirituales y de la propia conciencia. Recurrió habitualmente a la mortificación para conseguir la virtud de la templanza, de acuerdo con el estilo franciscano. Era templado en la mentalidad y en el modo de vivir. Consciente de los compromisos adquiridos con la vida consagrada, observó con generosidad los votos profesados. Obedeció en todo las órdenes de sus superiores, incluso cuando eran difíciles. Su obediencia era sobrenatural en la intención, universal en la extensión e integral en su realización. Vivió el espíritu de pobreza con total desprendimiento de sí mismo, de los bienes terrenos, de las comodidades y de los honores. Tuvo siempre una gran predilección por la virtud de la castidad. Su comportamiento fue modesto en todas partes y con todos. Se consideraba sinceramente inútil, indigno de los dones de Dios, lleno de miserias y a la vez de favores divinos. En medio a tanta admiración del mundo, repetía: “Quiero ser sólo un pobre fraile que reza”. Su salud, desde la juventud, no fue muy robusta y, especialmente en los últimos años de su vida, empeoró rápidamente. La hermana muerte lo sorprendió preparado y sereno el 23 de septiembre de 1968, a los 81 años de edad. Sus funerales se caracterizaron por una extraordinaria concurrencia de personas. El 20 de febrero de 1971, apenas tres años después de su muerte, Pablo VI, dirigiéndose a los Superiores de la orden Capuchina, dijo de él: “¡Mirad qué fama ha tenido, qué clientela mundial ha reunido en torno a sí! Pero, ¿por qué? ¿Tal vez porque era un filósofo? ¿Por qué era un
325 sabio? ¿Por qué tenía medios a su disposición? Porque celebraba la Misa con humildad, confesaba desde la mañana a la noche, y era, es difícil decirlo, un representante visible de las llagas de Nuestro Señor. Era un hombre de oración y de sufrimiento”. Ya durante su vida gozó de notable fama de santidad, debida a sus virtudes, a su espíritu de oración, de sacrificio y de entrega total al bien de las almas. En los años siguientes a su muerte, la fama de santidad y de milagros creció constantemente, llegando a ser un fenómeno eclesial extendido por todo el mundo y en toda clase de personas. De este modo, Dios manifestaba a la Iglesia su voluntad de glorificar en la tierra a su Siervo fiel. No pasó mucho tiempo hasta que la Orden de los Frailes Menores Capuchinos realizó los pasos previstos por la ley canónica para iniciar la causa de beatificación y canonización. Examinadas todas las circunstancias, la Santa Sede, a tenor del Motu Proprio “Sanctitas Clarior” concedió el nulla osta el 29 de noviembre de 1982. El Arzobispo de Manfredonia pudo así proceder a la introducción de la Causa y a la celebración del proceso de conocimiento (19831990). El 7 de diciembre de 1990 la Congregación para las Causas de los Santos reconoció la validez jurídica. Acabada la Positio, se discutió, como es costumbre, si el Siervo de Dios había ejercitado las virtudes en grado heroico. El 13 de junio de 1997 tuvo lugar el Congreso peculiar de Consultores teólogos con resultado positivo. En la Sesión ordinaria del 21 de octubre siguiente, siendo ponente de la Causa Mons. Andrea María Erba, Obispo de Velletri-Segni, los Padres Cardenales y obispos reconocieron que el Padre Pío ejerció en grado heroico las virtudes teologales, cardinales y las relacionadas con las mismas. El 18 de diciembre de 1997, en presencia de Juan Pablo II, fue promulgado el Decreto sobre la heroicidad de las virtudes.
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Hermano Pedro de San José Betancurt (1626-1667), laico de la Tercera Orden de San Francisco, fundador de los Hermanos de Belén y las Hermanas de Belén
El Beato Pedro de San José Betancur nace en Vilaflor de Tenerife el 21 de marzo de 1626 y muere en Guatemala el 25 de abril de 1667. La distancia en el tiempo no opaca la luz que emana de su figura y que ha iluminado tanto a Tenerife como a toda la América Central desde aquellos remotos días de la Colonia. El Beato Pedro de San José Betancur supo leer el Evangelio con los ojos de los humildes y vivió intensamente los Misterios de Belén y de la Cruz, los cuales orientaron todo su pensamiento y acción de caridad. Hijo de pastores y agricultores, tuvo la gracia de ser educado por sus padres profundamente cristianos; a los 23 años abandonó su nativa Tenerife y, después de 2 años, llegó a Guatemala, tierra que la Providencia había asignado para su apostolado misionero. Apenas desembarcado en el Nuevo Mundo, una grave enfermedad lo puso en contacto directo con los más pobres y desheredados. Recuperada inesperadamente la salud, quiso consagrar su vida a Dios realizando los estudios eclesiásticos pero, al no poder hacerlo, profesó como terciario en el Convento de San Francisco, en la actual La Antigua Guatemala, con un bien determinado programa de revivir la experiencia de Jesús de Nazaret en la humildad, la pobreza, la penitencia y el servicio a los pobres. En un primer momento realizó su programa como custodio y sacristán de la Ermita del Santo Calvario, cercana al convento franciscano, que se convierte en el centro irradiador de su caridad. Visitó hospitales, cárceles, las casas de los pobres; los emigrantes sin trabajo, los adolescentes descarriados, sin instrucción y ya entregados a los vicios,
327 para quienes logró realizar una primera fundación para acoger a los pequeños vagabundos blancos, mestizos y negros. Atendió la instrucción religiosa y civil con criterios todavía hoy calificados como modernos. Construyó un oratorio, una escuela, una enfermería, una posada para sacerdotes que se encontraban de paso por la ciudad y para estudiantes universitarios, necesitados de alojamiento seguro y económico. Recordando la pobreza de la primera posada de Jesús en la tierra, llamó a su obra «Belén». Otros terciarios lo imitaron, compartiendo con el Beato penitencia, oración y actividad caritativa: la vida comunitaria tomó forma cuando el Beato escribió un reglamento, que fue adoptado también por las mujeres que atendían a la educación de los niños; estaba surgiendo aquello que más tarde debería tener su desarrollo natural: la Orden de los Bethlemitas y de las Bethlemitas, aun cuando éstas sólo obtuvieron el reconocimiento de la Santa Sede más tarde. El Beato Hermano Pedro se adelantó a los tiempos con métodos pedagógicos nuevos y estableció servicios sociales no imaginables en su época, como el hospital para convalecientes. Sus escritos espirituales son de una agudeza y profundidad inigualables. Muere apenas a los 41 años el que en vida era llamado «Madre de Guatemala». A más de tres siglos de distancia, la memoria del «hombre que fue caridad» es sentida grandemente, viva y concreta, en su nativa Tenerife, en Guatemala y en todos los lugares donde se conoce su obra. El Hermano Pedro fue Beatificado solemnemente por Vuestra Santidad el 22 de junio de 1980, en un acontecimiento de incalculable valor pastoral y eclesial para Guatemala y para toda América.
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Juan Diego Cuauhtlatoatzin (1474-1548), vidente de la Virgen de Guadalupe
El Beato Juan Diego, que en 1990 Vuestra Santidad llamó «el confidente de la dulce Señora del Tepeyac» (L'Osservatore Romano, 7-8 maggio 1990, p. 5), según una tradición bien documentada nació en 1474 en Cuauhtitlán, entonces reino de Texcoco, perteneciente a la etnia de los chichimecas. Se llamaba Cuauhtlatoatzin, que en su lengua materna significaba «Águila que habla», o «El que habla con un águila». Ya adulto y padre de familia, atraído por la doctrina de los PP. Franciscanos llegados a México en 1524, recibió el bautismo junto con su esposa María Lucía. Celebrado el matrimonio cristiano, vivió castamente hasta la muerte de su esposa, fallecida en 1529. Hombre de fe, fue coherente con sus obligaciones bautismales, nutriendo regularmente su unión con Dios mediante la eucaristía y el estudio del catecismo. El 9 de diciembre de 1531, mientras se dirigía a pie a Tlatelolco, en un lugar denominado Tepeyac, tuvo una aparición de María Santísima, que se le presentó como «la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios». La Virgen le encargó que en su nombre pidiese al Obispo capitalino el franciscano Juan de Zumárraga, la construcción de una iglesia en el lugar de la aparición. Y como el Obispo no aceptase la idea, la Virgen le pidió que insistiese. Al día siguiente, domingo, Juan Diego volvió a encontrar al Prelado, quien lo examinó en la doctrina cristiana y le pidió pruebas objetivas en confirmación del prodigio. El 12 de diciembre, martes, mientras el Beato se dirigía de nuevo a la Ciudad, la Virgen se le volvió a presentar y le consoló, invitándole a subir hasta la cima de la colina de Tepeyac para recoger flores y
329 traérselas a ella. No obstante la fría estación invernal y la aridez del lugar, Juan Diego encontró unas flores muy hermosas. Una vez recogidas las colocó en su «tilma» y se las llevó a la Virgen, que le mandó presentarlas al Sr. Obispo como prueba de veracidad. Una vez ante el obispo el Beato abrió su «tilma» y dejó caer las flores, mientras en el tejido apareció, inexplicablemente impresa, la imagen de la Virgen de Guadalupe, que desde aquel momento se convirtió en el corazón espiritual de la Iglesia en México. El Beato, movido por una tierna y profunda devoción a la Madre de Dios, dejó los suyos, la casa, los bienes y su tierra y, con el permiso del Obispo, pasó a vivir en una pobre casa junto al templo de la «Señora del Cielo». Su preocupación era la limpieza de la capilla y la acogida de los peregrinos que visitaban el pequeño oratorio, hoy transformado en este grandioso templo, símbolo elocuente de la devoción mariana de los mexicanos a la Virgen de Guadalupe. En espíritu de pobreza y de vida humilde Juan Diego recorrió el camino de la santidad, dedicando mucho de su tiempo a la oración, a la contemplación y a la penitencia. Dócil a la autoridad eclesiástica, tres veces por semana recibía la Santísima Eucaristía. En la homilía que Vuestra Santidad pronunció el 6 de mayo de 1990 en este Santuario, indicó cómo «las noticias que de él nos han llegado elogian sus virtudes cristianas: su fe simple [...], su confianza en Dios y en la Virgen; su caridad, su coherencia moral, su desprendimiento y su pobreza evangélica. Llevando una vida de eremita, aquí cerca de Tepeyac, fue ejemplo de humildad» (Ibídem). Juan Diego, laico fiel a la gracia divina, gozó de tan alta estima entre sus contemporáneos que éstos acostumbraban decir a sus hijos: «Que Dios os haga como Juan Diego». Circundado de una sólida fama de santidad, murió en 1548. Su memoria, siempre unida al hecho de la aparición de la Virgen de Guadalupe, ha atravesado los siglos, alcanzando la entera América, Europa y Asia. El 9 de abril de 1990, ante Vuestra Santidad fue promulgado en Roma el decreto «de vitae sanctitate et de cultu ab immemorabili tempore Servo Dei Ioanni Didaco praestito».
330 El 6 de mayo sucesivo, en esta Basílica, Vuestra Santidad presidió la solemne celebración en honor de Juan Diego, decorado con el título de Beato. Precisamente en aquellos días, en esta misma arquidiócesis de Ciudad de México, tuvo lugar un milagro por intercesión de Juan Diego. Con él se abrió la puerta que ha conducido a la actual celebración, que el pueblo mexicano y toda la Iglesia viven en la alegría y la gratitud al Señor y a María por haber puesto en nuestro camino al Beato Juan Diego, que según las palabras de Vuestra Santidad, «representa todos los indígenas que reconocieron el evangelio de Jesús» (Ibídem). Beatísimo Padre, la canonización de Juan Diego es un don extraordinario no sólo para la Iglesia en México, sino para todo el Pueblo de Dios.
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Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador de la Prelatura “Opus Dei”
Un hogar luminoso y alegre Josemaría Escrivá de Balaguer nace en Barbastro (España), el 9 de enero de 1902, segundo de los seis hijos que tuvieron José Escrivá y María Dolores Albás. Sus padres, fervientes católicos, le llevaron a la pila bautismal el día 13 del mismo mes y año, y le transmitieron —en primer lugar, con su vida ejemplar— los fundamentos de la fe y las virtudes cristianas: el amor a la Confesión y a la Comunión frecuentes, el recurso confiado a la oración, la devoción a la Virgen Santísima, la ayuda a los más necesitados. El Beato Josemaría crece como un niño alegre, despierto y sencillo, travieso, buen estudiante, inteligente y observador. Tenía mucho cariño a su madre y una gran confianza y amistad con su padre, quien le invitaba a que con libertad le abriese el corazón y le contase sus preocupaciones, estando siempre disponible para responder a sus consultas con afecto y prudencia. Muy pronto, el Señor comienza a templar su alma en la forja del dolor: entre 1910 y 1913 mueren sus tres hermanas más pequeñas, y en 1914 la familia experimenta, además, la ruina económica. En 1915, los Escrivá se trasladan a Logroño, donde el padre ha encontrado un empleo que le permitirá sostener modestamente a los suyos. En el invierno de 1917-18 tiene lugar un hecho que influirá decisivamente en el futuro de Josemaría Escrivá: durante las Navidades, cae una intensa nevada sobre la ciudad, y un día ve en el suelo las huellas heladas de unos pies sobre la nieve; son las pisadas de un religioso carmelita que caminaba descalzo. Entonces, se pregunta: —Si otros hacen tantos sacrificios por Dios y por el prójimo, ¿no voy a
332 ser yo capaz de ofrecerle algo? De este modo, surge en su alma una inquietud divina: Comencé a barruntar el Amor, a darme cuenta de que el corazón me pedía algo grande y que fuese amor. Sin saber aún con precisión qué le pide el Señor, decide hacerse sacerdote, porque piensa que de ese modo estará más disponible para cumplir la voluntad divina. La ordenación sacerdotal Terminado el Bachillerato, comienza los estudios eclesiásticos en el Seminario de Logroño y, en 1920, se incorpora al de Zaragoza, en cuya Universidad Pontificia completará su formación previa al sacerdocio. En la capital aragonesa cursa también —por sugerencia de su padre y con permiso de los superiores eclesiásticos— la carrera universitaria de Derecho. Su carácter generoso y alegre, su sencillez y serenidad hacen que sea muy querido entre sus compañeros. Su esmero en la vida de piedad, en la disciplina y en el estudio sirve de ejemplo a todos los seminaristas, y en 1922, cuando sólo tenía veinte años, el Arzobispo de Zaragoza le nombra Inspector del Seminario. Durante aquel periodo transcurre muchas horas rezando ante el Señor Sacramentado —enraizando hondamente su vida interior en la Eucaristía— y acude diariamente a la Basílica del Pilar, para pedir a la Virgen que Dios le muestre qué quiere de él: Desde que sentí aquellos barruntos de amor de Dios —afirmaba el 2 de octubre de 1968—, dentro de mi poquedad busqué realizar lo que El esperaba de este pobre instrumento. (...) Y, entre aquellas ansias, rezaba, rezaba, rezaba en oración continua. No cesaba de repetir: Domine, ut sit!, Domine, ut videam!, como el pobrecito del Evangelio, que clama porque Dios lo puede todo. ¡Señor, que vea! ¡Señor, que sea! Y también repetía, (...) lleno de confianza hacia mi Madre del Cielo: Domina, ut sit!, Domina, ut videam! La Santísima Virgen siempre me ha ayudado a descubrir los deseos de su Hijo. El 27 de noviembre de 1924 fallece don José Escrivá, víctima de un síncope repentino. El 28 de marzo de 1925, Josemaría es ordenado sacerdote por Mons. Miguel de los Santos Díaz Gómara, en la iglesia del Seminario de San Carlos de Zaragoza, y dos días después celebra su primera Misa solemne en la Santa Capilla de la Basílica del Pilar; el 31 de ese mismo mes, se traslada a Perdiguera, un pequeño pueblo de campesinos, donde ha sido nombrado regente auxiliar en la parroquia. En abril de 1927, con el beneplácito de su Arzobispo, comienza a residir en Madrid para realizar el doctorado en Derecho Civil, que entonces sólo
333 podía obtenerse en la Universidad Central de la capital de España. Aquí, su celo apostólico le pone pronto en contacto con gentes de todos los ambientes de la sociedad: estudiantes, artistas, obreros, intelectuales, sacerdotes. En particular, se entrega sin descanso a los niños, enfermos y pobres de las barriadas periféricas. Al mismo tiempo, sostiene a su madre y hermanos impartiendo clases de materias jurídicas. Son tiempos de grandes estrecheces económicas, vividos por toda la familia con dignidad y buen ánimo. El Señor le bendijo con abundantes gracias de carácter extraordinario que, al encontrar en su alma generosa un terreno fértil, produjeron abundantes frutos de servicio a la Iglesia y a las almas. Fundación del Opus Dei El 2 de octubre de 1928 nace el Opus Dei. El Beato Josemaría está realizando unos días de retiro espiritual, y mientras medita los apuntes de las mociones interiores recibidas de Dios en los últimos años, de repente ve —es el término con que describirá siempre la experiencia fundacional— la misión que el Señor quiere confiarle: abrir en la Iglesia un nuevo camino vocacional, dirigido a difundir la búsqueda de la santidad y la realización del apostolado mediante la santificación del trabajo ordinario en medio del mundo sin cambiar de estado. Pocos meses después, el 14 de febrero de 1930, el Señor le hace entender que el Opus Dei debe extenderse también entre las mujeres. Desde este momento, el Beato Josemaría se entrega en cuerpo y alma al cumplimiento de su misión fundacional: promover entre hombres y mujeres de todos los ámbitos de la sociedad un compromiso personal de seguimiento de Cristo, de amor al prójimo, de búsqueda de la santidad en la vida cotidiana. No se considera un innovador ni un reformador, pues está convencido de que Jesucristo es la eterna novedad y de que el Espíritu Santo rejuvenece continuamente la Iglesia, a cuyo servicio ha suscitado Dios el Opus Dei. Sabedor de que la tarea que le ha sido encomendada es de carácter sobrenatural, hunde los cimientos de su labor en la oración, en la penitencia, en la conciencia gozosa de la filiación divina, en el trabajo infatigable. Comienzan a seguirle personas de todas las condiciones sociales y, en particular, grupos de universitarios, en quienes despierta un afán sincero de servir a sus hermanos los hombres, encendiéndolos en el deseo de poner a Cristo en la entraña de todas las actividades humanas mediante un trabajo santificado, santificante y santificador. Éste es el fin que asignará a las iniciativas de los fieles del Opus Dei: elevar hacia Dios, con la ayuda
334 de la gracia, cada una de las realidades creadas, para que Cristo reine en todos y en todo; conocer a Jesucristo; hacerlo conocer; llevarlo a todos los sitios. Se comprende así que pudiera exclamar: Se han abierto los caminos divinos de la tierra. Expansión apostólica En 1933, promueve una Academia universitaria porque entiende que el mundo de la ciencia y de la cultura es un punto neurálgico para la evangelización de la sociedad entera. En 1934 publica —con el título de Consideraciones espirituales— la primera edición de Camino, libro de espiritualidad del que hasta ahora se han difundido más de cuatro millones y medio de ejemplares, con 372 ediciones, en 44 lenguas. El Opus Dei está dando sus primeros pasos cuando, en 1936, estalla la guerra civil española. En Madrid arrecia la violencia antirreligiosa, pero don Josemaría, a pesar de los riesgos, se prodiga heroicamente en la oración, en la penitencia y en el apostolado. Es una época de sufrimiento para la Iglesia; pero también son años de crecimiento espiritual y apostólico y de fortalecimiento de la esperanza. En 1939, terminado el conflicto, el Fundador del Opus Dei puede dar nuevo impulso a su labor apostólica por toda la geografía peninsular, y moviliza especialmente a muchos jóvenes universitarios para que lleven a Cristo a todos los ambientes y descubran la grandeza de su vocación cristiana. Al mismo tiempo se extiende su fama de santidad: muchos Obispos le invitan a predicar cursos de retiro al clero y a los laicos de las organizaciones católicas. Análogas peticiones le llegan de los superiores de diversas órdenes religiosas, y él accede siempre. En 1941, mientras se encuentra predicando un curso de retiro a sacerdotes de Lérida, fallece su madre, que tanto había ayudado en los apostolados del Opus Dei. El Señor permite que se desencadenen también duras incomprensiones en torno a su figura. El Obispo de Madrid, S.E. Mons. Eijo y Garay, le hace llegar su más sincero apoyo y concede la primera aprobación canónica del Opus Dei. El Beato Josemaría sobrelleva las dificultades con oración y buen humor, consciente de que «todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús serán perseguidos» (2 Tm 3,12), y recomienda a sus hijos espirituales que, ante las ofensas, se esfuercen en perdonar y olvidar: callar, rezar, trabajar, sonreír. En 1943, por una nueva gracia fundacional que recibe durante la celebración de la Misa, nace —dentro del Opus Dei— la Sociedad
335 Sacerdotal de la Santa Cruz, en la que se podrán incardinar los sacerdotes que proceden de los fieles laicos del Opus Dei. La plena pertenencia de fieles laicos y de sacerdotes al Opus Dei, así como la orgánica cooperación de unos y otros en sus apostolados, es un rasgo propio del carisma fundacional, que la Iglesia ha confirmado en 1982, al determinar su definitiva configuración jurídica como Prelatura personal. El 25 de junio de 1944 tres ingenieros —entre ellos Álvaro del Portillo, futuro sucesor del Fundador en la dirección del Opus Dei— reciben la ordenación sacerdotal. En lo sucesivo, serán casi un millar los laicos del Opus Dei que el Beato Josemaría llevará al sacerdocio. La Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz —intrínsecamente unida a la Prelatura del Opus Dei— desarrolla también, en plena sintonía con los Pastores de las Iglesias locales, actividades de formación espiritual para sacerdotes diocesanos y candidatos al sacerdocio. Los sacerdotes diocesanos también pueden formar parte de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, manteniendo inalterada su pertenencia al clero de las respectivas diócesis. Espíritu Romano y universal Apenas vislumbró el fin de la guerra mundial, el Beato Josemaría comienza a preparar el trabajo apostólico en otros países, porque — insistía— quiere Jesús su Obra desde el primer momento con entraña universal, católica. En 1946 se traslada a Roma, con el fin de preparar el reconocimiento pontificio del Opus Dei. El 24 de febrero de 1947, Pío XII concede el decretum laudis; y el 16 de junio de 1950, la aprobación definitiva. A partir de esta fecha, también pueden ser admitidos como Cooperadores del Opus Dei hombres y mujeres no católicos y aun no cristianos, que ayuden con su trabajo, su limosna y su oración a las labores apostólicas. La sede central del Opus Dei queda establecida en Roma, para subrayar de modo aún más tangible la aspiración que informa todo su trabajo: servir a la Iglesia como la Iglesia quiere ser servida, en estrecha adhesión a la cátedra de Pedro y a la jerarquía eclesiástica. En repetidas ocasiones, Pío XII y Juan XXIII le hacen llegar manifestaciones de afecto y de estima; Pablo VI le escribirá en 1964 definiendo el Opus Dei como «expresión viva de la perenne juventud de la Iglesia». También esta etapa de la vida del Fundador del Opus Dei se ve caracterizada por todo tipo de pruebas: a la salud afectada por tantos
336 sufrimientos (padeció una grave forma de diabetes durante más de diez años: hasta 1954, en que se curó milagrosamente), se añaden las estrecheces económicas y las dificultades relacionadas con la expansión de los apostolados por el mundo entero. Sin embargo, su semblante rebosa siempre alegría, porque la verdadera virtud no es triste y antipática, sino amablemente alegre. Su permanente buen humor es un continuo testimonio de amor incondicionado a la voluntad de Dios. El mundo es muy pequeño, cuando el Amor es grande: el deseo de inundar la tierra con la luz de Cristo le lleva a acoger las llamadas de numerosos Obispos que, desde todas las partes del mundo, piden la ayuda de los apostolados del Opus Dei a la evangelización. Surgen proyectos muy variados: escuelas de formación profesional, centros de capacitación para campesinos, universidades, colegios, hospitales y dispensarios médicos, etc. Estas actividades —un mar sin orillas, como le gusta repetir—, fruto de la iniciativa de cristianos corrientes que desean atender, con mentalidad laical y sentido profesional, las concretas necesidades de un determinado lugar, están abiertas a personas de todas las razas, religiones y condiciones sociales, porque su clara identidad cristiana se compagina siempre con un profundo respeto a la libertad de las conciencias. En cuanto Juan XXIII anuncia la convocatoria de un Concilio Ecuménico, comienza a rezar y a hacer rezar por el feliz éxito de esa gran iniciativa que es el Concilio Ecuménico Vaticano II, como escribe en una carta de 1962. En aquellas sesiones, el Magisterio solemne confirmará aspectos fundamentales del espíritu del Opus Dei: la llamada universal a la santidad; el trabajo profesional como medio de santidad y apostolado; el valor y los límites legítimos de la libertad del cristiano en las cuestiones temporales, la Santa Misa como centro y raíz de la vida interior, etc. El Beato Josemaría se encuentra con numerosos Padres conciliares y Peritos, que ven en él un auténtico precursor de muchas de las líneas maestras del Vaticano II. Profundamente identificado con la doctrina conciliar, promueve diligentemente su puesta en práctica a través de las actividades formativas del Opus Dei en todo el mundo. Santidad en medio del mundo De lejos —allá, en el horizonte— el cielo se junta con la tierra. Pero no olvides que donde de veras la tierra y el cielo se juntan es en tu corazón de hijo de Dios. La predicación del Beato Josemaría subraya constantemente la primacía de la vida interior sobre la actividad organizativa: Estas crisis mundiales son crisis de santos, escribió
337 en Camino; y la santidad requiere siempre esa compenetración de oración, trabajo y apostolado que denomina unidad de vida y de la que su propia conducta constituye el mejor testimonio. Estaba profundamente convencido de que para alcanzar la santidad en el trabajo cotidiano, es preciso esforzarse para ser alma de oración, alma de profunda vida interior. Cuando se vive de este modo, todo es oración, todo puede y debe llevarnos a Dios, alimentando ese trato continuo con Él, de la mañana a la noche. Todo trabajo puede ser oración, y todo trabajo, que es oración, es apostolado. La raíz de la prodigiosa fecundidad de su ministerio se encuentra precisamente en la ardiente vida interior que hace del Beato Josemaría un contemplativo en medio del mundo: una vida interior alimentada por la oración y los sacramentos, que se manifiesta en el amor apasionado a la Eucaristía, en la profundidad con que vive la Misa como el centro y la raíz de su propia vida, en la tierna devoción a la Virgen María, a San José y a los Ángeles Custodios; en la fidelidad a la Iglesia y al Papa. El encuentro definitivo con la Santísima Trinidad En los últimos años de su vida, el Fundador del Opus Dei emprende viajes de catequesis por numerosos países de Europa y de América Latina: en todas partes, mantiene numerosas reuniones de formación, sencillas y familiares —aun cuando con frecuencia asisten miles de personas para escucharlo—, en las que habla de Dios, de los sacramentos, de las devociones cristianas, de la santificación del trabajo, de amor a la Iglesia y al Papa. El 28 de marzo de 1975 celebra el jubileo sacerdotal. Aquel día su oración es como una síntesis de toda su vida: A la vuelta de cincuenta años, estoy como un niño que balbucea: estoy comenzando, recomenzando, en mi lucha interior de cada jornada. Y así, hasta el final de los días que me queden: siempre recomenzando. El 26 de junio de 1975, a mediodía, el Beato Josemaría muere en su habitación de trabajo, a consecuencia de un paro cardiaco, a los pies de un cuadro de la Santísima Virgen a la que dirige su última mirada. En ese momento, el Opus Dei se encuentra presente en los cinco continentes, con más de 60.000 miembros de 80 nacionalidades. Las obras de espiritualidad de Mons. Escrivá de Balaguer (Camino, Santo Rosario, Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer, Es Cristo
338 que pasa, Amigos de Dios, La Iglesia, nuestra Madre, Via Crucis, Surco, Forja) se han difundido en millones de ejemplares. Después de su fallecimiento, un gran número de fieles pide al Papa que se abra su causa de canonización. El 17 de mayo de 1992, en Roma, S.S. Juan Pablo II eleva a Josemaría Escrivá a los altares, en una multitudinaria ceremonia de beatificación. El 21 de septiembre de 2001, la Congregación Ordinaria de Cardenales y Obispos miembros de la Congregación para las Causas de los Santos, confirma unánimemente el carácter milagroso de una curación y su atribución al Beato Josemaría. La lectura del relativo decreto sobre el milagro ante el Romano Pontífice, tiene lugar el 20 de diciembre. El 26 de febrero de 2002, Juan Pablo II preside el Consistorio Ordinario Público de Cardenales y, oídos los Cardenales, Arzobispos y Obispos presentes, establece que la ceremonia de Canonización del Beato Josemaría Escrivá se celebre el 6 de octubre de 2002.
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Pedro Poveda Castroverde (1874-1936), Sacerdote y Mártir, Fundador de la Institución Teresiana
Pedro Poveda Castroverde nació en Linares (Jaén) el 3 de diciembre de 1874. Ya de niño sintió atracción por el sacerdocio. Ingresó en el seminario de Jaén y concluyó los estudios en el de Guadix, diócesis en la que recibió el presbiterado en 1897. Comenzó su ministerio en el Seminario y en la atención pastoral a los que vivían en las cuevas que rodeaban la población, creando una escuela para ellos. Nombrado canónigo de Covadonga se ocupó de la formación cristiana de los peregrinos y comenzó a escribir libros sobre educación y la relación entre la fe y la ciencia. A partir de 1911, con unas jóvenes colaboradoras, comenzó la fundación de Academias y Centros pedagógicos que darían inicio a la Institución Teresiana. Se trasladó a Jaén para consolidar la misma Institución que recibiría allí la aprobación diocesana y después, estando él ya en Madrid como capellán real, la aprobación pontificia. Sacerdote prudente y audaz, pacífico y abierto al diálogo, entregó su vida por causa de la fe en la madrugada del 28 de julio de 1936, identificándose: “Soy sacerdote de Cristo” ante quienes le conducirían al martirio. Fue beatificado por el Papa Juan Pablo II el 10 de octubre de 1993.
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Genoveva Torres Morales (1870-1956), Fundadora de la Congregación de las Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Santos Ángeles
Genoveva Torres Morales nació en Almenara (Castellón) el 3 de enero de 1870. Huérfana a los ocho años y constituida “ama de casa” al cuidado de un hermano, a sus trece años hubieron de amputarle una pierna de forma rudimentaria. Desde entonces tendría que andar siempre con dos muletas. Hubo de ser asilada en la “Casa de la Misericordia” de Valencia completando allí su deficiente cultura y creciendo en su vida espiritual. A los veinticuatro años, unida a dos compañeras, fundó la “Sociedad Angélica” para dar amparo a mujeres solas y para la adoración nocturna de la Eucaristía. Desde la Casa Madre de Zaragoza su obra se extendió rápidamente. De carácter afable y misericordioso, gobernó con sabiduría espiritual la obra fundada por ella que, con la aprobación pontificia, se denominó “Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Santos Ángeles”. Devotísima de la Virgen, especialmente mediante el rezo del Rosario, tuvo por centro de su vida al Corazón de Jesús y a la Eucaristía. Murió en Zaragoza el 5 de enero de 1956. El pueblo comenzó a invocarla con el título de “Ángel de la soledad”. Fue beatificada por Papa Juan Pablo II el 29 de enero de 1995.
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Ángela de la Cruz (1846- 1932) María de los Ángeles Guerrero González, Fundadora del Instituto de las Hermanas de la Cruz
Ángela de la Cruz Guerrero González nació en Sevilla el 30 de enero de 1846. Desde muy pequeña tuvo que abandonar la escuela para trabajar como obrera en un taller de zapatería. En 1871, con un acto privado prometió al Señor vivir según los consejos evangélicos. En su experiencia de oración vio una cruz vacía frente a la de Cristo crucificado y recibió la inspiración de inmolarse junto a Él por la salvación de las almas. Esta experiencia espiritual esclareció el horizonte de su vida y la del Instituto que iba a fundar. Obedeciendo a su director, comenzó a escribir un diario espiritual en el que fue detallando el estilo de vida de sus hijas. En 1875 dio comienzo el Instituto de Hermanas de la Compañía de la Cruz que se distinguiría por el servicio a Dios en los hermanos más pobres “haciéndose pobre con el pobre para llevarlo a Cristo”. Este lema fue llevado a su vida y fundamenta la espiritualidad y misión de la Compañía de la Cruz. Admirada de todos y llamada por el pueblo “madre de los pobres”, despreciando toda gloria humana y buscando la total humillación, se durmió en el Señor en Sevilla a la edad de 86 años el 2 de marzo de 1932. Fue beatificada por Vuestra Santidad en Sevilla el 5 de noviembre de 1982.
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María Maravillas de Jesús (1891-1974), religiosa carmelita
María de las Maravillas de Jesús Pidal y Chico de Guzmán nació en Madrid el 4 de noviembre de 1891. Desde su infancia deseó consagrarse a Dios y dedicó su juventud a ayudar a los necesitados. Atraída por la espiritualidad de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz, y movida por su amor a la Virgen María, ingresó en el Carmelo de El Escorial el 12 de octubre de 1919. En 1924 fundó un monasterio de Carmelitas Descalzas en El Cerro de los Ángeles, centro geográfico de la península, junto al monumento del Corazón de Jesús, como lugar de oración y de inmolación por la Iglesia y por España. Durante la persecución religiosa la Madre Maravillas brilló por su espíritu de reparación, fortaleza, serenidad y confianza en el Señor. Bajo el signo de la fidelidad a Santa Teresa fundó otros diez Carmelos recuperando lugares de tradición teresiano-sanjuanista. Priora durante largos años, enseñó a sus hermanas con el testimonio de sus virtudes y se distinguió por su vida mística, ardor apostólico y por la bondad unida a la firmeza ante quienes la tenían por verdadera madre. Murió en el Carmelo de La Aldehuela, el 11 de diciembre de 1974, expresando “¡Qué felicidad morir Carmelita!”. Fue beatificada por el Papa Juan Pablo II el 10 de mayo de 1998.
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José Sebastián Pelczar (1842-1924), obispo de Przemyśl fundador de la Congregación de las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús
José Sebastián Pelczar nació el 17 de enero del 1842 en la pequeña ciudad de Korczyna, cerca de Krosno al pie de los montes Cárpatos. Pasó la niñez en su ciudad natal, creciendo en una atmósfera de fe profunda que sus padres Adalberto Pelczar y Marianna Mięsowicz le inculcaron. Estos, viendo que su hijo tenía aptitudes extraordinarias para el estudio, al terminar los dos años de escuela popular en Korczyna, lo enviaron a Rzeszów para continuar sus estudios. Ya de estudiante tomó la decisión de entregar su vida al servicio de Dios, como lo expresa en su diario: “Los ideales de la tierra palidecen, el ideal de la vida lo veo en el sacrificio y el ideal del sacrificio en el sacerdocio”. Al terminar el sexto curso, entró al Seminario Menor y en el año 1860 empezó los estudios de teología en el Seminario Mayor de Przemyśl. Después de la ordenación sacerdotal (17 de julio de 1864), trabajó en la parroquia de Sambor durante año y medio y luego fue enviado a Roma (1866-1868) donde estudió a la vez en dos universidades, Collegium Romanum (hoy Universidad Gregoriana) y en el Instituto de san Apolinar (hoy Universidad Lateranense), donde profundizó sus conocimientos y fortaleció su gran amor a la Iglesia y a su cabeza visible, el Papa. Después, al regresar a su patria, trabajó como profesor en el seminario de Przemysl, y luego durante 22 años en la Universidad Jagelónica de Cracovia. Como profesor y decano de la Facultad de Teología, gozaba de estima y grande fama como hombre culto, buen organizador y amigo
344 de los jóvenes. Como reconocimiento a sus valores, le confiaron la dignidad de Rector del Almae Matris de Cracovia (1882-1883). Deseando realizar el ideal de “sacerdote y Polaco, que trabaja con devoción por su pueblo”, el sacerdote Pelczar no limitaba su actividad al campo de la ciencia, sino también al trabajo social y caritativo. Fue miembro activo de la Asociación de san Vicente de Paúl y de la Asociación de la Educación Popular. Durante los 16 años que fue presidente de la Asociación de la Educación popular, fundó numerosas salas de lectura y bibliotecas. Esta Asociación promovió numerosas charlas gratis, editó y distribuyó entre el pueblo más de cien mil libros y abrió una escuela para las empleadas del servicio doméstico. En 1891, por iniciativa suya, se creó “La Fraternidad de la Inmaculada Virgen María, Reina de Polonia”, que además de los fines religiosos tenía una dimensión social: se ocupaba de la protección de los artesanos, de los pobres, de los huérfanos y empleadas del servicio doméstico (de las empleadas enfermas y las que no tenían trabajo). Viendo en los problemas de su tiempo, un signo de la voluntad de Dios , fundó en el año 1894, en Cracovia, la Congregación de las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús, siendo su fin la proclamación del Reino del Amor del Sagrado Corazón de Jesús. Fue su deseo que las Hermanas fueran signo e instrumento de este amor para con las jóvenes, enfermos y todos los que necesitasen cualquier tipo de ayuda. En el año 1899 fue nombrado Obispo auxiliar y un año más tarde, después de la muerte del Monseñor Ł. Solecki, fue Obispo de la diócesis de Przemyśl. Durante los 25 años de su ministerio episcopal, se dio a conocer como un valiente pastor, celoso por el bien de las almas a él confiadas. A pesar de su debilitada salud, Mons. Pelczar seguía desempeñando actividades religiosas y sociales. Para animar a los fieles a mantener y renovar la fe, visitaba frecuentemente las parroquias, se preocupaba además por la dimensión moral e intelectual del clero, dando a la vez ejemplo de una profunda piedad que se expresaba en la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y a la Madre de Dios. Tenía gran devoción al Santísimo Sacramento e invitaba a los fieles a participar en las celebraciones eucarísticas. Gracias a sus diligencias, aumentó el número de nuevas iglesias y capillas, también fueron restaurados muchos templos. No obstante las difíciles circunstancias políticas, realizó tres sínodos diocesanos, organizando en unas normas
345 legislativas diferentes iniciativas, dándoles mayor apoyo y asegurando su estabilidad. El obispo José Sebastián conocía las necesidades de sus fieles y rodeaba de cuidados a los más pobres de su diócesis. Las guarderías para los niños, los comedores populares para los pobres, los refugios para los que no tenían casa, la preparación en las labores domésticas para las jóvenes, las becas para los seminaristas sin recursos económicos, son algunas de las obras existentes debidas a su iniciativa. Se compadecía de las injusticias sufridas por los trabajadores, y se dedicó con empeño por solucionar algunos problemas de su tiempo como la emigración y el alcoholismo. En sus cartas pastorales, en los artículos publicados y en otros escritos subrayaba la necesidad de respetar estrictamente la enseñanza social del Papa León XIII. Dotado copiosamente por Dios, no desperdiciaba los talentos recibidos sino que los desarrollaba y multiplicaba. Una de las pruebas de su increíble laboriosidad son sus numerosos escritos que contienen obras teológicas, históricas, libros sobre la ley canónica, manuales, devocionarios, cartas pastorales, charlas y homilías. Monseñor Pelczar murió la noche del 27 al 28 de marzo de 1924. Quedó en la memoria de la gente como hombre de Dios que, a pesar de los tiempos difíciles que le tocó vivir, cumplió siempre su voluntad. El profesor, P. Antonio Bystrzonowski, discípulo y sucesor del Prof. Pelczar en la cátedra universitaria, el día de su entierro dijo: “El difunto Obispo de Przemyśl unía en sí las más bellas cualidades y talentos: un celo apostólico y un espíritu de iniciativa llevado a la práctica con energía. La luz de una gran sabiduría, tal vez más grande por sus virtudes. Monseñor, brillaba como modelo y ejemplo de un trabajo extraordinario unido a un entusiasmo juvenil”. El 2 de junio del 1991, durante su IV peregrinación a Polonia, el Santo Padre, Juan Pablo II beatificó al Mons. José Sebastián Pelczar en Rzeszów. Las Reliquias del Beato se encuentran en la catedral de Przemyśl. En Cracovia el beato José Sebastián es venerado, de modo especial, en la iglesia de las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús, donde se encuentra la capilla a él dedicada. Su memoria se celebra el 19 de enero.
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Madre Úrsula Ledóchowska (1865-1939), Fundadora de la congregación de Hermanas Ursulinas del Sagrado Corazón de Jesús Agonizante
Nació el 17 de abril de 1865 en Loosdorf (Austria), segunda de nueve hijos. Su madre, de nacionalidad suiza, descendía de una familia noble; su padre procedía de la antigua y noble familia polaca Ledóchowski, en la que destacaron hombres de Estado, militares, eclesiásticos y personas consagradas. Creció en un clima familiar lleno de amor y exigente. María Teresa, su hermana mayor, fundadora de las Misioneras de San Pedro Claver (Hermanas Claverianas), conocida como "madre de África", fue beatificada por el Papa Pablo VI en el año 1975; su hermano Vladimiro, un año menor que ella, fue superior general de la Compañía de Jesús de 1915 a 1942. Otro de sus hermanos, Ignacio, general del ejército polaco, murió asesinado por los nazis en el campo de concentración de Dora-Nordhausen, el año 1945. En 1883 la familia se trasladó de Austria a Polonia. Tres años después, Julia entró en el convento de las Ursulinas de Cracovia. Durante la profesión religiosa, emitida en 1889, tomó el nombre de María Úrsula de Jesús. Destacó por su amor al Señor, su talento educativo y su sensibilidad ante las necesidades de los jóvenes en las difíciles circunstancias sociales, políticas y morales de su tiempo. En 1904 fue elegida superiora del convento de Cracovia. En ese tiempo emprendió valientes iniciativas apostólicas. Abrió un internado para jóvenes universitarias -el primero en Polonia-, donde las muchachas no sólo pudieran encontrar un lugar seguro, sino también una sólida formación religiosa: les organizaba la Congregación mariana y cursos para profundizar la visión cristiana de la vida, dirigidos por eminentes teólogos.
347 Convencida de la necesidad de cambiar las Constituciones según las nuevas necesidades pastorales, se dirigió a Roma en 1907. En una audiencia, propuso al Papa Pío X realizar su trabajo apostólico en el corazón de la Rusia hostil a la Iglesia. Con la bendición del Vicario de Cristo, ese mismo año, al concluir su cargo de superiora del convento de Cracovia, acompañada de otra religiosa, ambas vestidas de civil, pues la vida religiosa estaba prohibida en ese país, partió hacia San Petersburgo. Las religiosas vivían en la clandestinidad y, aunque eran vigiladas continuamente por la policía secreta, realizaban una intensa labor educativa y de formación religiosa, también con vistas a promover buenas relaciones entre polacos y rusos. En 1908, la Santa Sede, a causa de las grandes dificultades de comunicación, aprobó la erección canónica de la casa de San Petersburgo como casa autónoma, con noviciado. La madre Úrsula fue nombrada superiora. Al año siguiente, la actividad del convento se extendió a Finlandia, donde construyó una escuela con internado para muchachas. Cuando estalló la primera guerra mundial, en 1914, la madre Úrsula, al ser ciudadana austríaca, tuvo que salir de Rusia y emigró a Escandinavia: primero a Suecia y luego a Dinamarca, desde donde podía mantener más fácilmente contactos con sus religiosas de San Petersburgo. Para evitarles las consecuencias de la revolución bolchevique, trasladó la comunidad a Estocolmo, donde fundó un instituto de lenguas para muchachas. En 1917 se trasladó, con toda la comunidad, a Aalborg, en Dinamarca, donde abrió una casa para niños huérfanos de los inmigrantes polacos. Durante el tiempo de su estancia en Escandinavia, además de su apostolado educativo, trabajó intensamente en la promoción del compromiso ecuménico. Asimismo, colaboró con el Comité de ayuda a las víctimas de la guerra en Polonia, fundado por Henryk Sienkiewicz, famoso escritor polaco premiado con el premio Nobel por su libro "Quo vadis". La casa de sus religiosas se convirtió en un apoyo para la gente de diversas orientaciones políticas y religiosas. Su amor ardiente a la patria iba unido a la apertura a los otros. Cuando le preguntaban cuál era su orientación política, respondía sin vacilar: "Mi política es el amor". En ese tiempo, la Santa Sede le concedió el permiso para transformar su
348 convento autónomo de Ursulinas en la congregación de Hermanas Ursulinas del Sagrado Corazón de Jesús Agonizante. La espiritualidad de la congregación se centra en la contemplación del amor salvífico de Cristo y en la participación en su misión por medio de la labor educativa y el servicio al prójimo, especialmente a los que sufren, a los que viven en soledad, a los marginados y a los que buscan el sentido de su vida. Úrsula educaba a sus religiosas para amar a Dios sobre todas las cosas y en Dios a toda persona humana y a toda la creación. Recomendaba, como testimonio creíble de una relación personal con Cristo, la sonrisa, la serenidad de espíritu, la humildad y la capacidad de vivir la vida ordinaria como camino privilegiado para la santidad. Ella misma era un ejemplo notable de ese tipo de vida. La congregación se desarrolló rápidamente. Nacieron comunidades de religiosas Ursulinas en Polonia y en otras regiones. En 1928 abrió en Roma la casa general y una pensión para muchachas pobres. Las Ursulinas comenzaron también a trabajar entre los pobres de los suburbios de la ciudad eterna. En 1930 se establecieron en Francia. La madre Úrsula fundó numerosos centros de educación y de enseñanza; enviaba a las religiosas a dar catequesis y a trabajar en zonas pobres; organizaba ediciones de libros para niños y jóvenes; ella misma escribió libros y artículos. Trató de iniciar y apoyar organizaciones eclesiales para niños (Movimiento Eucarístico), para la juventud y para las mujeres. Participaba activamente en la vida de la Iglesia y del país. Recibió condecoraciones estatales y eclesiásticas. Ejerció gran influjo sobre la vida de la madre Úrsula su tío Mieczyslaw, arzobispo de Gniezno-Poznan, primado de Polonia y después prefecto de la Sagrada Congregación para la propagación de la fe. Murió en Roma el 29 de mayo de 1939. Fue beatificada por el Papa Juan Pablo II el 20 de junio de 1983 en Poznan.
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María de Mattias (1805 - 1866), Fundadora de la congregación de las Religiosas Adoratrices de la Sangre de Cristo
Nació el 4 de febrero de 1805 en Vallecorsa (Italia) en una familia acomodada y de profunda fe cristiana. Ya desde niña se familiarizó con la Sagrada Escritura, y sintió un gran amor a Jesús, Cordero inmolado por la salvación de la humanidad. Tuvo especial devoción por la Sangre de Cristo, derramada por amor a los hombres. Por las costumbres de la época, vivió su niñez y adolescencia relativamente aislada, con pocos contactos y relaciones exteriores. En su interior, sin embargo, buscaba el sentido de su vida, que esperaba encontrar en un amor sin confines. Se encomendó a la Virgen María para que la iluminara y Dios la hizo experimentar la belleza de su amor, que se manifestó con plenitud en Cristo crucificado, en Cristo que derramó su preciosísima sangre por nuestra salvación. Esta experiencia fue la fuente, la fuerza y la motivación que la llevó a difundir por doquier el amor misericordioso del Padre celestial, y el amor de Jesús crucificado. Estaba convencida de que la reforma de la sociedad nace del corazón de las personas y que los hombres se transforman cuando llegan a comprender cuán valiosos son a los ojos de Dios, cuando caen en la cuenta del inmenso amor de que han sido objeto: Jesús dio toda su sangre para rescatarlos. Cuando tenía 17 años, san Gaspar del Búfalo predicó en Vallecorsa una misión popular y María vio cómo se transformaba el pueblo, con la
350 conversión de muchas personas. En su interior surgió el deseo de contribuir, como ese santo, a la transformación espiritual de las personas. Bajo la guía de un compañero de san Gaspar, el venerable don Giovanni Merlini, el 4 de marzo de 1834 fundó la congregación de las Religiosas Adoratrices de la Sangre de Cristo. Además de promover la educación de las niñas, reunía a las madres y a las jóvenes para catequizarlas, para hacer que se enamoraran de Jesús, impulsándolas a vivir cristianamente, según su estado de vida. Muchos hombres, a los que no podía hablar, a causa de las costumbres de la época, acudían espontáneamente a escucharla. A pesar de su carácter tímido e introvertido, el celo por la causa de Cristo la convirtió en una gran predicadora, que convencía tanto a las personas sencillas como a las cultas, tanto a los laicos como a los sacerdotes, porque cuando hablaba de los misterios de la fe daba la impresión de que había experimentado personalmente esas realidades. Su gran deseo era que no se perdiera ni siquiera una gota de la Sangre de Cristo, sino que llegara a todos los pecadores para purificarlos y para que, lavados en aquel río de misericordia, volvieran al buen camino. Este celo arrastró a muchas jóvenes. Así, pudo fundar cerca de setenta casas religiosas, principalmente en Italia, pero también en Alemania e Inglaterra. Casi todas sus casas se abrían en pequeñas aldeas abandonadas del centro de Italia, a excepción de Roma, a donde fue llamada por el Papa Pío IX para dirigir el Hospicio de San Luis y una escuela en Civitavecchia. Vivió toda su vida con el único deseo de agradar a Jesús, que le había robado el corazón desde su juventud, y con el compromiso gozoso de difundir al máximo el conocimiento del amor de Dios por la humanidad. Para ello no escatimó esfuerzos, ni se dejó abatir por las dificultades. Siempre actuó en profunda comunión con la Iglesia universal y particular, y por amor a ella. Murió en Roma el 20 de agosto de 1866. Fue beatificada por el Papa Pío XII el 1 de octubre de 1950.
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Virginia Centurione, viuda de Bracelli (1587-1651)
Virginia Centurione, viuda de Bracelli, nació el 2 de abril de 1587 en Génova (Italia). Fue hija de Jorge Centurione, dux de la República en el bienio 1621-1622, y de Lelia Spínola, ambos descendientes de familias de antigua nobleza. Bautizada dos días más tarde, recibió la primera formación religiosa y literaria de su madre y de un preceptor doméstico. Aunque ya desde su adolescencia manifestó inclinación a la vida del claustro, tuvo que aceptar la decisión de su padre, que quiso que se casara, el 10 de diciembre de 1602, con Gaspar Grimaldi Bracelli, un joven rico, heredero de una ilustre familia, pero inclinado a una vida desordenada y al vicio del juego. De esa unión nacieron dos niñas: Lelia e Isabel. La vida conyugal de Virginia duró poco tiempo. Gaspar Bracelli, no obstante el matrimonio y la paternidad, no abandonó su estilo de vida disipada, hasta el punto de poner en peligro su propia existencia. Virginia, con silenciosa paciencia, oración y amable atención, procuró convencer a su marido a emprender una conducta más morigerada. Desafortunadamente, Gaspar se enfermó, pero falleció cristianamente el 13 de junio de 1607 en Alessandria, asistido por su esposa, que se había trasladado allí para curarle. Al quedarse viuda con sólo 20 años, Virginia hizo voto de castidad perpetua, rechazando las ocasiones de contraer segundas nupcias, tal como se lo propuso su padre, y vivió retirada en casa de su suegra, aplicándose a la educación y a la administración de los bienes de sus hijas y dedicándose a la oración y a la beneficencia. En 1610 sintió más claramente la vocación especial a «servir a Dios en sus pobres”. Aunque estaba severamente controlada por su padre, y sin
352 descuidar nunca el cuidado de su familia, comenzó a trabajar en favor de los necesitados. Los atendía directamente, distribuyendo en limosnas la mitad de sus propias rentas, o por medio de las instituciones benéficas de aquel tiempo. Una vez que colocó de forma conveniente a sus hijas en el matrimonio, Virginia se dedicó por completo al cuidado de los muchachos abandonados, de los ancianos y de los enfermos, y a la promoción de los marginados. La guerra entre la República de Génova y el Duque de Saboya, apoyado por Francia, sembrando el desempleo y el hambre, indujo a Virginia, en el invierno de 1624-1625, a acoger en casa, primero a unas quince jóvenes abandonadas, y luego, al aumentar el número de los prófugos en la ciudad, a todos los pobres que pudo, especialmente mujeres, proveyendo en todo a sus necesidades. Tras el fallecimiento de su suegra, en el mes de agosto de 1625, no sólo comenzó a acoger a las jóvenes que llegaban espontáneamente, sino que ella misma andaba por la ciudad, sobre todo por los barrios de peor fama, en busca de las más necesitadas y que se hallaban en peligro de corrupción. Para salir al paso de la creciente miseria, dio origen a las Cien Señoras de la Misericordia protectoras de los Pobres de Jesucristo, una asociación que, en unión con la organización local de las «Ocho Señoras de la Misericordia», tenía la tarea específica de verificar directamente, a través de las visitas a domicilio, las necesidades de los pobres, especialmente si se trataba de pobres de solemnidad. Al intensificar la iniciativa de la acogida de las jóvenes, sobre todo durante el tiempo de la peste y de la carestía de 1629-1630, Virginia se vio obligada a tomar en arriendo el convento vacío de Montecalvario, a donde se trasladó el 14 de abril de 1631 con sus acogidas, a las que puso bajo la protección de Nuestra Señora del Refugio. Tres años después la Obra contaba ya con tres casas en las que residían casi 300 acogidas. Por esto Virginia consideró oportuno pedir el reconocimiento oficial al Senado de la República, que lo concedió el 13 de diciembre de 1635. Las acogidas de Nuestra Señora del Refugio se convirtieron para la Santa en sus “hijas” por excelencia, con las que compartía la comida y
353 los vestidos, y a las instruía con el catecismo y las adiestraba en el trabajo para que se ganasen el propio sustento. Proponiéndose dar a la Obra una sede propia, después de haber renunciado a la adquisición del Montecalvario debido a su precio demasiado elevado, compró dos casitas contiguas en la colina de Carignano, que, con la construcción de una nueva ala y de la iglesia dedicada a Nuestra Señora del Refugio, se convirtió en la casa-madre de la Obra. El espíritu que animaba a la Institución fundada por Virginia Bracelli estaba ampliamente presente en la Regla redactada en los años 16441650. En ella se estable que todas las casas constituyen la única Obra de Nuestra Señora del Refugio, bajo la dirección y administración de los Protectores (laicos noble designados por el Senado de la República); se reafirma la división entre las «hijas» con hábito e «hijas» sin hábito; pero todas deben vivir - aunque no tengan votos - como las monjas más observantes, en obediencia y pobreza, trabajando y orando; además, deben estar dispuestas a ir a prestar servicio en los hospitales públicos, como si estuvieran obligadas por medio de un voto. Con el tiempo la Obra se desarrollará en dos Congregaciones religiosas: las Hermanas de Nuestra Señora del Refugio de Monte Calvario y las Hijas de Nuestra Señora en el Monte Calvario. Después del nombramiento de los Protectores (el 3 de julio de 1641), que eran considerados los verdaderos superiores de la Obra, Virginia Bracelli no quiso inmiscuirse más en el gobierno de la casa: ella estaba sometida a su querer y seguía sus disposiciones, incluso en la aceptación de cualquier joven necesitada. Virginia vivía como la última de sus «hijas», dedicada al servicio de la casa: salía mañana y tarde a mendigar para conseguir el sustento para toda la casa. Se interesaba por todas como una madre, especialmente por las enfermas, prestándolas los servicios más humildes. Ya en los años anteriores había comenzado una acción social sanadora, destinada a curar las raíces del mal y a prevenir las recaídas: a los enfermos y los inválidos se les había de internar en centros apropiados para ellos; los hombres útiles debían ser iniciados en el trabajo; las mujeres debían ejercitarse en los telares y en hacer labores de corte y confección; y los niños tenían la obligación de ir a la escuela.
354 Al crecer las actividades y redoblarse los esfuerzos, Virginia vio disminuir a su alrededor el número de colaboradoras, sobre todo las mujeres burguesas y aristocráticas, que temían comprometer su reputación al tratar con gente corrompida y siguiendo a una guía que, aunque fuera noble y santa, aprecia un tanto temeraria en sus empresas. Abandonada por las Auxiliares, desautorizada de hecho por los Protectores en el gobierno de su Obra, y ocupando el último lugar entre las hermanas en la casa de Carignano, mientras que su salud física se debilitaba rápidamente, Virginia parecía que encontraba nueva fuerza en la soledad moral. El 25 de marzo de 1637 consiguió que la República tomara a la Virgen María como protectora. Suplicó con insistencia ante el Arzobispo de la ciudad la institución de las Cuarenta Horas, que comenzaron en Génova hacia finales de 1642, y la predicación de las misiones populares (1643). Se interpuso para allanar las frecuentes y sanguinarias rivalidades que, por motivos fútiles, surgían entre las familias nobles y los caballeros. En 1647 obtuvo la reconciliación entre la Curia arzobispal y el Gobierno de la República, en lucha entre sí por puras cuestiones de prestigio. Sin perder nunca de vista a los más abandonados, estaba siempre disponible, independientemente del rango social, para cualquier persona que acudiese a ella para pedir ayuda. Enriquecida por el Señor con éxtasis, visiones, locuciones interiores y otros dones místicos especiales, entregó su espíritu al Señor el 15 de diciembre de 1651, a la edad de 64 años. El Sumo Pontífice Juan Pablo II la proclamó Beata, con ocasión de su viaje apostólico a Génova, el 22 de septiembre de 1985.
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Arnoldo Janssen (1837-1909), Presbítero y Fundador de la Sociedad del Verbo Divino
Arnoldo Janssen nació el 5 de noviembre de 1837 en Goch, una pequeña ciudad de la Baja Renania (Alemania). Segundo entre diez hermanos, aprendió de sus padres la dedicación al trabajo y una profunda religiosidad. El 15 de agosto de 1861 fue ordenado sacerdote para la diócesis de Münster y fue asignado a enseñar ciencias naturales y matemáticas en la escuela secundaria de Bocholt, donde adquirió fama de maestro estricto pero justo. Por su profunda devoción al Sagrado Corazón de Jesús fue nombrado director diocesano del Apostolado de la Oración. Desde este apostolado, Arnoldo buscó abrirse también a cristianos de otras denominaciones. Poco a poco creció su conciencia de las necesidades espirituales de la gente aún más allá de los límites de su propia diócesis, hasta convertirse en preocupación por la misión universal de la Iglesia. Decidió dedicar su vida a despertar en la iglesia alemana la conciencia de su responsabilidad misionera. Con este objetivo en mente, en 1873 renunció a su cargo docente y fundó «El pequeño mensajero del Corazón de Jesús». En esta revista mensual ofrecía noticias misionales y animaba a los católicos de lengua alemana a hacer más por las misiones. Eran tiempos difíciles para la iglesia en Alemania. Bismark había desatado el «Kulturkampf» («batalla por la cultura»), que implicaba una serie de leyes anti-católicas, la expulsión de sacerdotes y religiosos y aún el encarcelamiento de varios obispos.
356 En esa situación caótica, Arnoldo Janssen sugirió que tal vez algunos de los sacerdotes expulsados podrían ser enviados a las misiones o ayudar en la preparación de misioneros. Poco a poco, y animado por el vicario apostólico de Hong Kong, Arnoldo fue descubriendo que era a él a quien Dios llamaba para esta difícil tarea. Muchos opinaban que no era el hombre indicado, o que los tiempos no estaban maduros. «El Señor desafía nuestra fe a realizar algo nuevo, precisamente cuando tantas cosas se están derrumbado en la Iglesia», fue la respuesta de Arnoldo. Con el apoyo de varios obispos, Arnoldo inauguró la casa misional en Steyl (Holanda) y dio comienzo a la Congregación de los Misioneros del Verbo Divino. Ya el dos de marzo de 1879 partieron los dos primeros misioneros hacia China. Uno de ellos era José Freinademetz. Consciente de la importancia de las publicaciones para atraer vocaciones y fondos, Arnoldo estableció la propia imprenta sólo cuatro meses después de inaugurada la casa. Miles de laicos generosos dedicaron tiempo y esfuerzos a la animación misional en los países de habla alemana distribuyendo las revistas de Steyl. De esta manera, la nueva congregación se desarrolló ya desde su inicio como comunidad de sacerdotes y hermanos. Los voluntarios que ayudaron en la casa misional no sólo fueron hombres. Prácticamente desde el comienzo, un grupo de mujeres se puso al servicio de la comunidad. Su deseo era servir a la misión como religiosas. Este deseo, los años de fiel servicio, y la conciencia de la importancia de las mujeres en las misiones, llevaron a Arnoldo a fundar la congregación de las «Siervas del Espíritu Santo» el 8 de diciembre de 1889. Las primeras Hermanas partieron hacia Argentina en 1895. En 1896, el P. Arnoldo eligió a algunas de las Hermanas para formar una rama de clausura, las «Siervas del Espíritu Santo de Adoración Perpetua». Su servicio a la misión sería la de rezar día y noche por la Iglesia y especialmente por las otras dos congregaciones misioneras, manteniendo un servicio ininterrumpido de adoración al Santísimo Sacramento. Arnoldo murió el 15 de enero de 1909. Su vida fue una permanente búsqueda de la voluntad de Dios, de confianza en la providencia divina y de duro trabajo. Testimonio de la bendición divina sobre su obra es el ulterior desarrollo de la misma: más de 6.000 misioneros del Verbo Divino trabajan hoy en 63 países. Las misioneras Siervas del Espíritu
357 Santo son más de 3.800 hermanas y más de 400 las Siervas del Espíritu Santo de Adoración Perpetua.
José Freinademetz (1852-1908), presbítero misionero
Giuseppe (José) Freinademetz nació el 15 de abril de 1852 en Oies, un pequeño paraje de cinco casas entre los Alpes Dolomitas del norte de Italia. Bautizado el mismo día de su nacimiento, heredó de su familia una fe sencilla pero tenaz. Ya durante sus estudios teológicos en el seminario mayor diocesano de Bresanone comenzó a pensar seriamente en las «misiones extranjeras» como una posibilidad para su vida. Ordenado sacerdote el 25 de julio de 1875, fue destinado a la comunidad de San Martino di Badia, muy cerca de su casa natal, donde pronto se ganó el corazón de sus paisanos. Sin embargo, la inquietud misional no lo había abandonado. Apenas dos años después de su ordenación se puso en contacto con el P. Arnoldo Janssen, fundador de la casa misional que pronto se convertiría oficialmente en la «Congregación del Verbo Divino». Con el permiso de su obispo, José llegó a la casa misional de Steyl en agosto de 1878. El 2 de marzo de 1879 recibió la cruz misional y partió hacia China junto a otro misionero verbita, el P. Juan Bautista Anzer. Cinco semanas después desembarcaron en Hong Kong, donde pasarán dos años preparándose para la misión que les fue asignada en Shantung del Sur, una provincia con 12 millones de habitantes y sólo 158 bautizados. Fueron años duros, marcados por viajes largos y difíciles, asaltos de bandoleros y arduo trabajo para formar las primeras comunidades cristianas. Tan pronto como lograba poner en pié una comunidad, llegaba del obispo la orden de dejarlo todo y recomenzar en otro lugar.
358 José comprendió pronto la importancia que tenían los laicos comprometidos para la primera evangelización, sobre todo como catequistas. A su formación dedicó muchos esfuerzos y preparó para ellos un manual catequístico en chino. Al mismo tiempo, junto con Anzer que ya había sido nombrado obispo, se empeñó en la preparación, atención espiritual y formación permanente de sacerdotes chinos y de los otros misioneros. Toda su vida estuvo marcada por el esfuerzo de hacerse chino entre los chinos, al punto de escribir a sus familiares: «Yo amo la China y a los chinos; en medio ellos quiero morir, y entre ellos ser sepultado». En 1898 el trabajo incesante y las muchas privaciones cobraron su precio. Enfermo de la laringe y con un principio de tuberculosis, por insistencia del obispo y de los cohermanos, pasó un tiempo en el Japón, en espera de recuperar la salud. Volvió a China algo recuperado, aunque no curado. A fines de 1907, mientras administraba la diócesis en ausencia del obispo que había tenido que viajar a Europa, se desató una epidemia de tifus. José, como buen pastor, prestó su asistencia incansable, hasta que él mismo contrajo la enfermedad. Volvió inmediatamente a Taikia, sede de la diócesis, donde murió el 28 de enero de 1908. Lo sepultaron bajo la duodécima estación del Via Crucis y su tumba se volvió pronto un punto de referencia y peregrinación para los cristianos. Freinademetz supo descubrir y amar profundamente la grandeza de la cultura del pueblo al que había sido enviado. Dedicó su vida a anunciar el Evangelio, mensaje del Amor de Dios a la humanidad, y a encarnar ese amor en la comunión de comunidades cristianas chinas. Animó a esas comunidades a abrirse en solidaridad con el resto del pueblo chino. Entusiasmó a muchos chinos para que fueran misioneros de sus paisanos como catequistas, religiosos, religiosas y sacerdotes. Su vida entera fue expresión del que fue su lema: «El idioma que todos entienden es el amor».
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Daniel Comboni (1831-1881), Fundador de los Misioneros Combonianos
Daniel Comboni: hijo de campesinos pobres, llegó a ser el primer Obispo de África Central y uno de los más grandes misioneros de la historia de la Iglesia. La vida de Comboni nos muestra que, cuando Dios interviene y encuentra una persona generosa y disponible, se realizan grandes cosas. Hijo único - padres santos Daniel Comboni nace en Limone sul Garda (Brescia, Italia) el 15 de marzo de 1831, en una familia de campesinos al servicio de un rico señor de la zona. Su padre Luigi y su madre Domenica se sienten muy unidos a Daniel, que es el cuarto de ocho hijos, muertos casi todos ellos en edad temprana. Ellos tres forman una familia unida, de fe profunda y rica de valores humanos, pero pobre de medios materiales. La pobreza de la familia empuja a Daniel a dejar el pueblo para ir a la escuela a Verona, en el Instituto fundado por el sacerdote don Nicola Mazza para jóvenes prometedores pero sin recursos. Durante estos años pasados en Verona Daniel descubre su vocación sacerdotal, cursa los estudios de filosofía y teología y, sobre todo, se abre a la misión de África Central, atraído por el testimonio de los primeros misioneros del Instituto Mazza que vuelven del continente africano. En 1854, Daniel Comboni es ordenado sacerdote y tres años después parte para la misión de África junto a otros cinco misioneros del Istituto Mazza, con la bendición de su madre Domenica que llega a decir: «Vete, Daniel, y que el Señor te bendiga».
360 En el corazón de África - con África en el corazón Después de cuatro meses de viaje, el grupo de misioneros del que forma parte Comboni llega a Jartum, la capital de Sudán. El impacto con la realidad Africana es muy fuerte. Daniel se da cuenta en seguida de las dificultades que la nueva misión comporta. Fatigas, clima insoportable, enfermedades, muerte de numerosos y jóvenes compañeros misioneros, pobreza de la gente abandonada a sí misma, todo ello empuja a Comboni a ir hacia adelante y a no aflojar en la tarea que ha iniciado con tanto entusiasmo. Desde la misión de Santa Cruz escribe a sus padres: «Tendremos que fatigarnos, sudar, morir; pero al pensar que se suda y se muere por amor de Jesucristo y la salvación de las almas más abandonadas de este mundo, encuentro el consuelo necesario para no desistir en esta gran empresa». Asistiendo a la muerte de un joven compañero misionero, Comboni no se desanima y se siente confirmado en la decisión de continuar su misión: «África o muerte!». Cuando regresa a Italia, el recuerdo de África y de sus gentes empujan a Comboni a preparar una nueva estrategia misionera. En 1864, recogido en oración sobre la tumba de San Pedro en Roma, Daniel tiene una fulgurante intuición que lo lleva a elaborar su famoso «Plan para la regeneración de África», un proyecto misionero que puede resumirse en la expresión «Salvar África por medio de África», fruto de su ilimitada confianza en las capacidades humanas y religiosas de los pueblos africanos. Un Obispo misionero original En medio de muchas dificultades e incomprensiones, Daniel Comboni intuye que la sociedad europea y la Iglesia deben tomarse más en serio la misión de África Central. Para lograrlo se dedica con todas sus fuerzas a la animación misionera por toda Europa, pidiendo ayudas espirituales y materiales para la misión africana tanto a reyes, obispos y señores como a la gente sencilla y pobre. Y funda una revista misionera, la primera en Italia, como instrumento de animación misionera. Su inquebrantable confianza en el Señor y su amor a África llevan a Comboni a fundar en 1867 y en 1872 dos Institutos misioneros, masculino y femenino respectivamente; más tarde sus miembros se llamarán Misioneros Combonianos y Misioneras Combonianas.
361 Como teólogo del Obispo de Verona participa en el Concilio Vaticano I, consiguiendo que 70 obispos firmen una petición en favor de la evangelización de África Central (Postulatum pro Nigris Africæ Centralis). El 2 de julio de 1877, Comboni es nombrado Vicario Apostólico de África Central y consagrado Obispo un mes más tarde. Este nombramiento confirma que sus ideas y sus acciones, que muchos consideran arriesgadas e incluso ilusorias, son eficaces para el anuncio del Evangelio y la liberación del continente africano. Durante los años 1877-1878, Comboni sufre en el cuerpo y en el espíritu, junto con sus misioneros y misioneras, las consecuencias de una sequía sin precedentes en Sudán, que diezma la población local, agota al personal misionero y bloquea la actividad evangelizadora. La cruz como «amiga y esposa» En 1880 Comboni vuelve a África por octava y última vez, para estar al lado de sus misioneros y misioneras, con el entusiasmo de siempre y decidido a continuar la lucha contra la esclavitud y a consolidar la actividad misionera. Un año más tarde, puesto a prueba por el cansancio, la muerte reciente de varios de sus colaboradores y la amargura causada por acusaciones infundadas, Comboni cae enfermo. El 10 de octubre de 1881, a los 50 años de edad, marcado por la cruz que nunca lo ha abandonado «como fiel y amada esposa», muere en Jartum, en medio de su gente, consciente de que su obra misionera no morirá. «Yo muero –exclama– pero mi obra, no morirá». Comboni acertó. Su obra no ha muerto. Como todas las grandes realidades que « nacen al pie de la cruz », sigue viva gracias al don que de la propia vida han hecho y hacen tantos hombres y mujeres que han querido seguir a Comboni por el camino difícil y fascinante de la misión entre los pueblos más pobres en la fe y más abandonados de la solidaridad de los hombres. Fechas más importantes — Daniel Comboni nace en Limone sul Garda (Brescia, Italia) el 15 de marzo de 1831. — Consagra su vida a África en 1849, realizando un proyecto que lo lleva a arriesgar la vida varias veces en las difíciles expediciones misioneras desde 1857, que es cuando va por primera vez a África.
362 — El 31 de diciembre de 1854, año en que se proclama el dogma de la Inmaculada Concepción de María, es ordenado sacerdote por el Beato Juan Nepomuceno Tschiderer, Obispo de Trento. — En 1864 escribe un Plan fundado sobre la idea de « salvar África por medio de África », que demuestra la confianza que Comboni tiene en los africanos, pensando que serán ellos los protagonistas de su propia evangelización (Plan de 1864). — Fiel a su consigna « África o muerte », no obstante las dificultades sigue con su Plan fundando, en 1867, el Instituto de los Misioneros Combonianos. — Voz profética, anuncia a toda la Iglesia, sobre todo en Europa, que ha llegado la hora de evangelizar a los pueblos de África. No teme presentarse, como simple sacerdote que es, a los Obispos del Concilio Vaticano I, pidiéndoles que cada Iglesia local se comprometa en la conversión de África (Postulatum, 1870). — Demostrando un valor fuera de lo común, Comboni consigue que también las religiosas participen directamente en la misión de África Central, siendo el primero en tomar tal iniciativa. En 1872, funda un Instituto de religiosas dedicadas exclusivamente a la misión: las Hermanas Misioneras Combonianas. — Gasta todas sus energías por los africanos y lucha con tesón para que sea abolida la esclavitud. — En 1877, es consagrado Obispo nombrado Vicario Apostólico de África Central. — Muere en Jartum, Sudán, abatido por las fatigas y cruces, en la noche del 10 de octubre de 1881. — El 26 de marzo de 1994, se reconoce la heroicidad de sus virtudes. — El 6 de abril de 1995, se reconoce el milagro realizado por su intercesión en una muchacha afrobrasileña, la joven María José de Oliveira Paixão. — El 17 de marzo de 1996, es beatificado por el Papa Juan Pablo II en la Basílica de San Pedro de Roma. — El 20 de diciembre 2002, se reconoce el segundo milagro realizado por su intercesión en une madre musulmana del Sudan, Lubna Abdel Aziz. — El 5 de octubre de 2003, es canonizado por el Papa Juan Pablo II en la Basílica de San Pedro de Roma.
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Luis Orione (1872-1940), sacerdote, fundador de la Pequeña Obra de la Divina Providencia y de la Congregación de las Pequeñas Religiosas Misioneras de la Caridad
Luis Orione nació en Pontecurone, diócesis de Tortona, el 23 de junio de 1872. A los 13 años fue recibido en el convento franciscano de Voghera (Pavía) que abandonó después de un año por motivos de salud. De 1886 a 1889 fue alumno de San Juan Bosco en el Oratorio de Valdocco de Turín. El 16 de octubre de 1889 entró en el seminario de Tortona. Siendo todavía un joven clérigo, se dedicó a vivir la solidaridad con el prójimo en la Sociedad de Mutuo Socorro San Marciano y en la Conferencia de San Vicente. El 3 de julio de 1892, abrió en Tortona el primer Oratorio para cuidar la educación cristiana de los jóvenes. Al año siguiente, el 15 de octubre de 1893, Luis Orione, un clérigo de 21 años, abrió un colegio para chicos pobres en el barrio San Bernardino. El 13 de abril de 1895, Luis Orione fue ordenado sacerdote y, al mismo tiempo, el Obispo impuso el hábito clerical a seis alumnos de su colegio. En poco tiempo, Don Orione abrió nuevas casas en Mornico Losana (Pavía), en Noto (Sicilia), en Sanremo, en Roma. Alrededor del joven Fundador crecieron clérigos y sacerdotes que formaron el primer núcleo de la Pequeña Obra de la Divina Providencia. En 1899 inició la rama de los ermitaños de la Divina Providencia. El Obispo de Tortona, Mons. Igino Bandi, con Decreto del 21 de marzo de 1903, reconoció canónicamente a los Hijos de la Divina Providencia (sacerdotes, hermanos coadjutores y ermitaños),
364 congregación religiosa masculina de la Pequeña Obra de la Divina providencia, dedicada a «colaborar para llevar a los pequeños, los pobres y el pueblo a la Iglesia y al Papa, mediante las obras de caridad», profesando un IV voto de especial «fidelidad al Papa”. En las primeras Constituciones de 1904, entre los fines de la nueva Congregación aparece el de trabajar «para alcanzar la unión de las Iglesias separadas». Animado por una gran pasión por la iglesia y por la salvación de las almas, se interesó activamente por los problemas emergentes en aquel tiempo, como la libertad y la unidad de la Iglesia, la «cuestión romana», el modernismo, el socialismo, la cristianización de las masas obreras. Socorrió heroicamente a las poblaciones damnificadas por los terremotos de Reggio y de Messina (1908) y por el de la Marsica (1915). Por deseo de Pío X fue Vicario General de la diócesis de Messina durante tres años. A los veinte años de la fundación de los Hijos de la Divina Providencia, como en «una única planta con muchas ramas», el 29 de junio de 1915 dio inicio a la Congregación de las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad, animadas por el mismo carisma fundacional y, en el 1927, las Hermanas adoratrices Sacramentinas invidentes, a las que se añadirán después las Contemplativas de Jesús Crucificado. Organizó a los laicos en las asociaciones de las «Damas de la Divina Providencia», los «Ex Alumnos» y los «Amigos». Después tomará cuerpo el Instituto Secular Orionino y el Movimiento Laical Orionino. Después de la primera guerra mundial (1914-1918) se multiplicaron las escuelas, colegios, colonias agrícolas, obras caritativas y asistenciales. Entre las obras más características, creó los «Pequeños Cottolengos», para los que sufren y los abandonados, surgidos en la periferia de las grandes ciudades como «nuevos púlpitos» desde los que hablar de Cristo y de la Iglesia, «faros de fe y de humanidad». El celo misionero de Don Orione, que ya se había manifestado con el envío a Brasil en 1913 de sus primeros religiosos, se extendió después a Argentina y Uruguay (1921), Inglaterra (1935) y Albania (1936). En 1921-1922 y en 1934-1937, él mismo realizó dos viajes a América Latina, Argentina, Brasil y Uruguay, llegando hasta Chile.
365 Gozó de la estima personal de los Papas y de las autoridades de la Santa Sede, que le confiaron numerosos y delicados encargos para resolver problemas y curar heridas tanto dentro de la Iglesia como en las relaciones con el mundo civil. Fue predicador, confesor y organizador infatigable de peregrinaciones, misiones, procesiones, «belenes vivientes» y otras manifestaciones populares de la fe. Muy devoto de la Virgen, promovió su devoción por todos los medios y, con el trabajo manual de sus clérigos, construyó los santuarios de la Virgen de la Guardia en Tortona y de la Virgen de Caravaggio en Fumo. En el invierno de 1940, intentando aliviar los problemas de corazón y pulmones que sufría, fue a la casa de Sanremo, aunque, como decía, «no es entre las palmeras donde deseo vivir y morir, sino entre los pobres que son Jesucristo». Después de tan sólo tres días, rodeado del afecto de sus hermanos, Don Orione falleció el 12 de marzo de 1940, suspirando «!Jesús! !Jesús! Voy». Su cuerpo, intacto en el momento de la primera exhumación en 1965, fu puesto en un lugar de honor en el santuario de la Virgen de la Guardia de Tortona, después de que, el 26 de octubre de 1980, Juan Pablo II inscribiera su nombre en el elenco de los Beatos.
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Aníbal María Di Francia (1851-1927), Presbítero y Fundador de la Congregación de los Rogacionistas del Corazón de Jesús y de las Hijas del Celo Divino
Aníbal María Di Francia nació en Messina el 5 de julio de 1851 de la noble señora Anna Toscano y del caballero Francisco, marqués de S. Caterina dello Ionio, Vicecónsul Pontificio y Capitán Honorario de la Marina. Tercero de cuatro hijos, Aníbal quedó huérfano, tan sólo a los quince meses por la muerte prematura del padre. Esta amarga experiencia infundió en su ánimo la particular ternura y el especial amor a los huérfanos, que caracterizó su vida y su sistema educativo. Desarrolló un grande amor hacia la Eucaristía, tanto que recibió el permiso, excepcional para aquellos tiempos, de acercarse cotidianamente a la Santa Comunión. Jovencísimo, delante del Santísimo Sacramento solemnemente expuesto, recibió lo que se puede definir «inteligencia del Rogate»: es decir, descubrió la necesidad de la oración por las vocaciones, que, más tarde, encontró expresada en el versículo del Evangelio: «La mies es mucha pero los obreros son pocos. Rogad (Rogate) pues al dueño de la mies, para que envíe obreros a su mies» (Mt 9, 38: Lc 10, 2). Estas palabras del Evangelio constituyeron la intuición fundamental a la que dedicó toda su existencia. De ingenio alegre y de notables capacidades literarias, apenas sintió la llamada del Señor, respondió generosamente, adaptando estos talentos a su ministerio. Terminados los estudios, el 16 de marzo de 1878 fue ordenado sacerdote. Algún mes antes, un encuentro «providencial» con un mendigo casi ciego lo puso en contacto con la triste realidad social y moral del barrio periférico más pobre de Messina, las llamadas Casas de Avignone y le abrió el camino de aquel ilimitado amor hacia los pobres y
367 los huérfanos, que llegará a ser una característica fundamental de su vida. Con el consentimiento de su Obispo, fue a habitar en aquel «gueto» y se comprometió con todas sus fuerzas en la redención de aquellos infelices, que, se presentaban, ante su vista, según la imagen evangélica, como «ovejas sin pastor». Fue una experiencia marcada por fuertes incomprensiones, dificultades y hostilidades de todo tipo, que él superó con grande fe, viendo en los humildes y marginados al mismo Jesucristo y realizando lo que definía: «Espíritu de doble caridad: la evangelización y la ayuda a los pobres». En 1882 dio inicio a sus orfanatos, que fueron llamados antonianos porque puestos bajo la protección de San Antonio de Padua. Su preocupación no sólo fue la de dar pan y trabajo, sino y, sobre todo, la de educar de forma integral a la persona teniendo en cuenta el aspecto moral y religioso, ofreciendo a los asistidos un verdadero clima de familia, que favorece el proceso formativo para hacerles descubrir y seguir el proyecto de Dios. Hubiera querido abrazar a los huérfanos y a los pobres de todo el mundo con espíritu misionero. Pero, cómo hacerlo? La palabra del Rogate le abría esta posibilidad. Por eso escribió: « ¿Qué son estos pocos huérfanos que se salvan y estos pocos pobres que se evangelizan frente a millones que se pierden y están abandonados como rebaño sin pastor?... Buscaba un camino de salida y lo encontré amplio, inmenso en aquellas adorables palabras de nuestro Señor Jesucristo: Rogate ergo... Entonces me pareció haber hallado el secreto de todas las obras buenas y de la salvación de todas las almas». Aníbal había intuido que el Rogate no era una simple recomendación del Señor, sino un mandado explícito y un «remedio inefable». Motivo por el cual su carisma es de valorar como el principio animador de una fundación providencial en la Iglesia. Otro aspecto importante para hacer resaltar es que él precede a los tiempos en el considerar vocaciones también aquellas de los laicos comprometidos: padres, maestros y hasta buenos gobernantes. Para realizar en la Iglesia y en el mundo sus ideales apostólicos, fundó dos nuevas familias religiosas: en 1887 la Congregación de las Hijas del Divino Celo y diez años después la Congregación de los Rogacionistas. Quiso que los miembros de los dos Institutos, aprobados canónicamente el 6 de agosto de 1926, se comprometieran a vivir el Rogate con un cuarto voto. Tanto que el Di Francia escribió en una súplica del 1909 a
368 S. Pío X: «Me he dedicado desde mi primera juventud a aquella santa Palabra del Evangelio: Rogate ergo. En mis mínimos Institutos de beneficencia se eleva una oración incesante, cotidiana de los huérfanos, de los pobres, de los sacerdotes, de las sagradas vírgenes, con la que se suplican a los Corazones Santísimos de Jesús y María, al Patriarca S. José y a los Santos Apóstoles para que quieran proveer abundantemente a la Iglesia de sacerdotes elegidos y santos, de obreros evangélicos de la mística mies de las almas». Para difundir la oración por las vocaciones promovió numerosas iniciativas, tuvo contactos epistolares y personales con los Sumos Pontífices de su tiempo; instituyó la Sagrada Alianza para el clero y la Pía Unión de la Rogación Evangélica para todos los fieles. Creó el periódico con el significativo título «Dios y el Prójimo» para implicar a los fieles a vivir los mismos ideales. «Es toda la Iglesia — escribe él — que oficialmente tiene que rezar por este fin, ya que la misión de la oración para obtener buenos obreros es tal que ha de interesar vivamente a cada fiel, a todo cristiano, que le preocupe el bien de todas las almas, pero en particular a los obispos, los pastores del místico rebaño, a los cuales fueron confiadas las almas y que son los apóstoles vivientes de Jesucristo». La anual Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, instituida por Pablo VI en 1964, puede considerarse la respuesta de la Iglesia a esta intuición suya. Grande fue el amor que tuvo por el sacerdocio, convencido que sólo mediante la obra de los sacerdotes numerosos y santos es posible salvar a la humanidad. Se comprometió fuertemente en la formación espiritual de los seminaristas, que el arzobispo de Messina confió a sus cuidados. A menudo repetía que sin una sólida formación espiritual, sin oración, «todos los esfuerzos de los obispos y de los rectores de los seminarios se reducen generalmente a una cultura artificial de sacerdotes...». Fue él mismo, el primero, en ser buen obrero del Evangelio y sacerdote según el corazón de Dios. Su caridad, definida «sin cálculos y sin límites», se manifestó con connotaciones particulares también hacia los sacerdotes en dificultad y las monjas de clausura. Ya durante su existencia terrenal fue acompañado por una clara y genuina fama de santidad, difundida a todos los niveles, tanto que cuando el 1 de junio de 1927 falleció en Messina, confortado por la presencia de María Santísima, que tanto había amado durante su vida terrenal, la gente decía: «Vamos a ver el santo que duerme». Los funerales fueron una verdadera y propia apoteosis, que los periódicos de
369 la época puntualmente registraron con artículos y con fotografías. Las autoridades fueron solícitas en otorgar el permiso de enterrarlo en el Templo de la Rogación Evangélica, que él mismo había querido y que está dedicado precisamente al «divino mandato»: «Rogad al Dueño de la mies para que envíe obreros a su mies». Las Congregaciones religiosas fundadas por el Padre Aníbal están hoy presentes en los cinco Continentes comprometidas, según los ideales del Fundador, en la difusión de la oración por las vocaciones a través de centros vocacionales y editoriales y en la actividad de los institutos educativos asistenciales a favor de niños y muchachos necesitados y de sordomudos, centros nutricionales y de salud; casas para ancianos y para madres solteras; escuelas, centros de formación profesional, etc. La santidad y la misión de Padre Aníbal, declarado «insigne apóstol de la oración por las vocaciones», son hoy profundamente apreciadas por quienes se han compenetrado de las necesidades vocacionales de la Iglesia. El Sumo Pontífice, Juan Pablo II, el 7 de octubre de 1990 proclamó al Di Francia Beato y al día siguiente lo definió: «Auténtico precursor y celoso maestro de la moderna pastoral vocacional».
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Josep Manyanet y Vives (1833-1901), fundador de los Hijos de la Sagrada Familia Jesús, María y José y de las Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret
Josep Manyanet nació el 7 de enero de 1833 en Tremp (Lleida, España), en el seno de una familia numerosa y cristiana. Fue bautizado el mismo día y, a la edad de 5 años, fue ofrecido por su madre a la Virgen de Valldeflors, patrona de la ciudad. Tuvo que trabajar para completar los estudios secundarios en la Escuela Pía de Barbastro y los eclesiásticos en los seminarios diocesanos de Lleida y Urgell. Fue ordenado sacerdote el 9 de abril de 1859. Tras doce años de intenso trabajo en la diócesis de Urgell al servicio del obispo, en calidad de paje y secretario particular, mayordomo de palacio, bibliotecario del seminario, vicesecretario de cámara y secretario de visita pastoral, se sintió llamado por Dios para hacerse religioso y fundar dos congregaciones religiosas. Fundador y apóstol de la Sagrada Familia Contando con la aprobación del obispo, en 1864, fundó a los Hijos de la Sagrada Familia Jesús, María y José, y en 1874, a las Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret, con la misión de imitar, honrar y propagar el culto a la Sagrada Familia de Nazaret y procurar la formación cristiana de las familias, principalmente por medio de la educación e instrucción católica de la niñez y juventud y el ministerio sacerdotal. Con oración y trabajo constantes, con el ejercicio ejemplar de todas las virtudes, con amorosa dedicación y solicitud por las almas, guió e
371 impulsó a lo largo de casi cuarenta años la formación y expansión de los institutos, abriendo escuelas, colegios y talleres y otros centros de apostolado en varias poblaciones de España. Hoy, los dos institutos están presentes en países de Europa, las dos Américas y África. Especialmente llamado por Dios para presentar al mundo el ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret, escribió varias obras y opúsculos para propagar la devoción a la Familia de Jesús, María y José, fundó la revista La Sagrada Familia y promovió la erección, en Barcelona, del templo expiatorio de la Sagrada Familia, obra del arquitecto siervo de Dios Antonio Gaudí, destinado a perpetuar las virtudes y ejemplos de la Familia de Nazaret y ser el hogar universal de las familias. Su pensamiento El beato Josep Manyanet predicó abundantemente la Palabra de Dios y escribió también muchas cartas y otros libros y opúsculos para la formación de los religiosos y religiosas, de las familias y de los niños, y para la dirección de los colegios y escuelas-talleres. Sobresale La Escuela de Nazaret y Casa de la Sagrada Familia (Barcelona 1895), su autobiografía espiritual, en la cual, mediante unos diálogos del alma, personificada en Desideria, con Jesús, María y José, traza todo un proceso de perfección cristiana y religiosa inspirada en la espiritualidad de la casa y escuela de Nazaret. También Preciosa joya de familia (Barcelona 1899), una guía para los matrimonios y familias, que les recuerda la dignidad del matrimonio como vocación y la importante tarea de la educación cristiana de los hijos. Para la formación de los religiosos escribió un libro de meditaciones titulado El espíritu de la Sagrada Familia, en donde describe la identidad de la vocación y misión de las religiosas y religiosos Hijos de la Sagrada Familia en la sociedad y en la Iglesia. Existe una edición de sus Obras Selectas (Madrid 1991) y está en fase de impresión el primer volumen de sus Obras Completas. Enfermedades y muerte Las obras del Padre Manyanet crecieron entre muchas dificultades: ni le faltaron varias dolorosas enfermedades corporales que le atormentaron durante toda su vida. Pero su indómita constancia y fortaleza, nutridas
372 con una profunda adhesión y obediencia a la voluntad de Dios, le ayudaron a superar todas las dificultades. Minada su salud por unas llagas abiertas en el costado durante 16 años —que llamaba «las misericordias del Señor»—, el 17 de diciembre de 1901, esclarecido en virtudes y buenas obras, volvió a la casa del Padre, en Barcelona, en el colegio Jesús, María y José, el centro de su trabajo y rodeado de niños, con la misma sencillez que caracterizó toda su existencia. Sus últimas palabras fueron la jaculatoria que había repetido tantas veces: Jesús, José y María, recibid cuando yo muera el alma mía. Sus restos mortales descansan en la capilla-panteón del mismo colegio Jesús, María y José, continuamente acompañados por la oración y el agradecimiento de sus hijos e hijas espirituales y de innumerables jóvenes, niños y familias que se han acercado a Dios, atraídos por su ejemplo y sus enseñanzas. El testimonio de su santidad La fama de santidad que le distinguió en vida, se extendió por muchas partes. Por lo que, introducida la Causa de Canonización en 1956, reconocida la heroicidad de sus virtudes en 1982 y aprobado un milagro debido a su intercesión, fue declarado Beato por Juan Pablo II en 1984. Ahora, con la aprobación de un nuevo milagro obrado por su intercesión, está prevista su canonización para el día 16 de mayo de 2004. La santidad de Josep Manyanet, como afirmó Juan Pablo II, tiene su origen en la Sagrada Familia. Fue llamado por Dios «para que en su nombre sean bendecidas todas las familias del mundo». El Espíritu forjó su personalidad para que anunciara con valentía el «Evangelio de la familia». Su gran aspiración era que «todas las familias imiten y bendigan a la Sagrada Familia de Nazaret»; por ello, quiso hacer un Nazaret en cada hogar, una «Santa Familia» de cada familia. La canonización del Beato Josep Manyanet sanciona ahora no sólo la santidad, sino también la actualidad de su mensaje nazareno familiar. Es, por eso, el profeta de la familia, el protector de nuestras familias.
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Nimatullah Kassab Al-Hardini (1808-1858), sacerdote de la Orden Libanesa Maronita
Nació en Hardin, en el norte del Líbano, el año 1808. En el bautismo recibió el nombre de Youssef. Pertenecía a una familia maronita, con seis hijos, que fueron educados en un profundo amor a Dios y a su Iglesia. Tres de sus hermanos siguieron, como él, la vida monástica o sacerdotal. Tanios fue párroco; Eliseo entró en la Orden Libanesa Maronita, en la que vivió como ermitaño durante cuarenta y cuatro años; Msihieh abrazó la vida claustral en el monasterio de San Juan Bautista, en Hrasch. Pasó los primeros años de su infancia frecuentando los monasterios y eremitorios de su pueblo. Terminados los estudios, fue a vivir con su abuelo materno, Youssef Raad, párroco de Tannourin, cuyo ejemplo suscitó en él el amor al sacerdocio, vivido para el servicio de la Iglesia. En Tannourin, rezaba el oficio divino en el monasterio con los monjes o en la parroquia con su abuelo y los fieles. Ingresó en la Orden Libanesa Maronita a los veinte años. Fue enviado al monasterio de San Antonio de Qozhaya, cerca de la Qadischa ("Valle santo"), para hacer sus dos años de noviciado, durante los cuales se entregó con fervor a la oración comunitaria y al trabajo manual. Dedicaba todo su tiempo libre, e incluso parte del destinado al descanso, a visitar al santísimo Sacramento. Lo solían encontrar en la capilla, arrodillado, inmóvil, con las manos alzadas en forma de cruz y los ojos fijos en el sagrario. Después de la profesión monástica, que emitió el 14 de noviembre de 1830, fue enviado al monasterio de San Cipriano y Santa Justina, en Kfifan, para estudiar la filosofía y la teología, a la vez que trabajaba en el campo; además, destacaba por su habilidad para encuadernar
374 manuscritos y libros, oficio que había aprendido durante el noviciado. Durante ese período, a causa de su ascetismo y su intensa aplicación a los estudios, se enfermó. Para evitarle la gran fatiga del trabajo en el campo, su superior lo destinó a la sastrería. Al ser ordenado sacerdote, fue nombrado director del estudiantado y profesor, labor que desempeñó hasta sus últimos años. Dividía su jornada habitualmente en dos partes: la primera mitad para prepararse a la celebración de la misa y la otra mitad para la acción de gracias después de la eucaristía. Vivía esta dimensión contemplativa juntamente con su amor a los hermanos y a la cultura. Fundó una escuela para instruir gratuitamente a la juventud. Le tocó vivir dos guerras civiles (en los años 1840 y 1845), que fueron preludio de sangrientos acontecimientos de 1860, durante los cuales muchos monasterios fueron quemados, muchas iglesias devastadas y muchos cristianos maronitas asesinados. En ese marco civil y religioso tan difícil y doloroso, su hermano el padre Eliseo, ermitaño, lo invitó a abandonar la vida comunitaria para retirarse a un eremitorio, pero él respondió: "Los que luchan por la virtud en la vida comunitaria tendrán más mérito". Era severo y duro consigo mismo, pero misericordioso e indulgente con sus hermanos. Radical en su opción, concebía la santidad en términos de comunión. Afirmaba: "La primera preocupación de un monje debe ser, día y noche, no herir o afligir a sus hermanos". Fue grande su devoción a la Virgen María. En sus aflicciones invocaba la intercesión de María, su principal auxilio, por el Líbano y por su Orden. Rezaba el rosario todos los días con los demás monjes. Nunca se cansaba de repetir el nombre bendito de María. Practicaba el ayuno en su honor todos los sábados y las vísperas de sus fiestas; tenía devoción particular por el misterio de la Inmaculada Concepción. Después de rezar el Ángelus, repetía estas palabras: "Bendita sea la Inmaculada Concepción de la santísima Virgen".
Se esforzó por inculcar a los fieles su devoción a María, formando cofradías. Fundó también dieciséis altares consagrados a la Madre de Dios; uno de estos, en el monasterio de Kfifan, fue llamado, después de su muerte, "Nuestra Señora de Hardini". En 1845, a los 33 años, la Santa Sede lo nombró asistente general de
375 su Orden con un mandato de tres años, por su celo en la observancia de las reglas monásticas. Para ese cargo fue reelegido otras dos veces, pero se negó siempre a aceptar el nombramiento de abad general de la Orden. Residía, con los demás asistentes, en el monasterio de Nuestra Señora de Tamich, casa general de la Orden, pero solía acudir al monasterio de Kfifan, tanto para continuar dando clases como para ejercer su trabajo de encuadernador, labor que realizaba con espíritu de pobreza, poniendo especial esmero en los manuscritos litúrgicos. De 1853 a 1859 tuvo entre sus alumnos a san Charbel, que asistió a la muerte de su maestro y a la conmovedora ceremonia de su funeral. En lo más duro del invierno, mientras se encontraba en el monasterio de Kfifan para dar clases, debido al intenso frío, se vio afectado por una pulmonía; al agravarse, solicitó ser trasladado a una celda cercana a la iglesia para escuchar el canto del oficio y, tras una agonía de diez días, recibió la unción de los enfermos con un icono de la Virgen en las manos, e invocándola: "Oh María, te encomiendo mi alma". Falleció el 14 de diciembre de 1858, a los 50 años de edad. Fue beatificado por el Papa Juan Pablo II el 10 de mayo de 1998.
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Paula Isabel Cerioli (1816-1865), fundadora del Instituto de la Sagrada Familia y del Instituto Hermanos y Hermanas de la Sagrada Familia
Nació en Soncino, provincia de Cremona (Italia), el 28 de enero de 1816, en el seno de la noble y rica familia Cerioli. La bautizaron con el nombre de Costanza. Desde su más tierna infancia aprendió la severa lección del sufrimiento, pues su cuerpo era frágil y enfermizo. Estaba dotada de grandes virtudes espirituales, que su madre, con su sensibilidad, supo desarrollar. En especial le infundió la solicitud por la miseria, tan extendida entre la gente de los campos de Soncino. De los diez a los dieciséis años fue enviada a estudiar al colegio de las Religiosas de la Visitación, de Alzano, en el que ya estaba su hermana Cecilia y donde destacó por su bondad y por la diligencia en el estudio. En el sufrimiento y en la soledad aprendió pronto a poner su confianza en Dios. A los diecinueve años, el 30 de abril de 1835, en un matrimonio arreglado por sus padres, que ella aceptó como voluntad de Dios, se casó con un hombre de cincuenta y ocho años, Gaetano Buzzecchi, heredero de los condes Tassis. En las difíciles relaciones con su marido, enfermo y espiritualmente alejado, Costanza fue siempre generosa, paciente y dócil. Tuvieron cuatro hijos, tres de los cuales murieron casi al nacer, y el cuarto, Carlo, a los dieciséis años. Su deseo de maternidad había guiado y sostenido su ardua experiencia matrimonial. Al perder a sus tres hijos pequeños, dedicó todo su cariño al único que había sobrevivido. En esta relación puso en juego toda la
377 original riqueza de su método educativo, que le serviría más adelante como instrumento valioso para su apostolado. Dios le pidió también el sacrificio de su hijo Carlo, el cual se vio afectado por una grave enfermedad. A pesar de intentar curarlo con todos los medios posibles, poco después falleció. Sin embargo, antes de morir, le dijo estas palabras proféticas: "Mamá, no llores por mi próxima muerte, porque Dios te dará otros muchos hijos". Ella, meditando en la maternidad universal de la Virgen de los Dolores, comprendió que las palabras de su hijo Carlo se realizarían en una maternidad espiritual con respecto a los necesitados y los enfermos, especialmente los niños solos y abandonados. Pocos meses después de la dolorosa muerte del último de sus hijos, quedó viuda, a la edad de treinta y ocho años -su marido murió el 25 de diciembre de 1854-, única heredera de un ingente patrimonio. Entonces, entró en una crisis existencial, en la que sólo la sostuvo la fuerza de la fe y la ayuda espiritual de dos obispos de Bérgamo. Con esta luz se dedicó a buscar el sentido de lo que le había acontecido y lo que Dios quería de ella. Y encontró su camino en el servicio desinteresado y generoso a los niños pobres. Comenzó abriendo su rico palacio de Comonte a dos niñas huérfanas. Poco a poco fue aumentando el número de los niños abandonados que acogía y atendía, así como el de personas a las que encargaba de su formación y asistencia. La congregación de las Religiosas de la Sagrada Familia comenzó formalmente el 8 de diciembre de 1857, en Soncino, con la profesión religiosa de la fundadora, que cambió el nombre de Costanza por el de Paula Isabel. Pocos años después, el 4 de noviembre de 1863, puso las bases de la rama masculina, los Hermanos de la Sagrada Familia, que se dedican al trabajo y al apostolado en el campo. Escribió personalmente las Constituciones de ambos institutos, que fueron aprobadas por el obispo de Bérgamo. Ella misma explica la vocación y el carisma de su congregación: "La humildad, la sencillez, el amor al trabajo, a imitación de la Sagrada Familia de Nazaret, formarán el espíritu propio de este instituto". En el centro de su espiritualidad está la caridad, subrayando una profunda relación personal con Dios.
378 Consumó su débil salud en la asistencia caritativa y en la actividad religiosa. Murió en Comonte, el 24 de diciembre de 1865, a los 49 años. Fue beatificada el 19 de marzo de 1950 por el Papa Pío XII.
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Gianna Beretta Molla (1922-1962), esposa y madre de familia
Gianna Beretta nació en Magenta (provincia de Milán) el día 4 de octubre de 1922. Desde su tierna infancia, acoge el don de la fe y la educación cristiana que recibe de sus padres. Considera la vida como un don maravilloso de Dios, confiándose plenamente a la Providencia, y convencida de la necesidad y de la eficacia de la oración. Durante los años de Liceo y de Universidad, en los que se dedica con diligencia a los estudios, traduce su fe en fruto generoso de apostolado en la Acción católica y en la Sociedad de San Vicente de Paúl, dedicándose a los jóvenes y al servicio caritativo con los ancianos y necesitados. Habiendo obtenido el título de Doctor en Medicina y Cirugía en 1949 en la Universidad de Pavía, abre en 1950 un ambulatorio de consulta en Mésero, municipio vecino a Magenta. En 1952 se especializa en Pediatría en la Universidad de Milán. En la práctica de la medicina, presta una atención particular a las madres, a los niños, a los ancianos y a los pobres. Su trabajo profesional, que considera como una «misión», no le impide el dedicarse más y más a la Acción católica, intensificando su apostolado entre las jovencitas. Se dedica también a sus deportes favoritos, el esquí y el alpinismo, encontrando en ellos una ocasión para expresar su alegría de vivir, recreándose ante el encanto de la creación. Se interroga sobre su porvenir, reza y pide oraciones, para conocer la voluntad de Dios. Llega a la conclusión de que Dios la llama al matrimonio. Llena de entusiasmo, se entrega a esta vocación, con
380 voluntad firme y decidida de formar una familia verdaderamente cristiana. Conoce al ingeniero Pietro Molla. Comienza el período de noviazgo, tiempo de gozo y alegría, de profundización en la vida espiritual, de oración y de acción de gracias al Señor. El día 24 de septiembre de 1955, Gianna y Pietro contraen matrimonio en Magenta, en la Basílica de S. Martín. Los nuevos esposos se sienten felices. En noviembre de 1956, Gianna da a luz a su primer hijo, Pierluigi. En diciembre de 1957 viene al mundo Mariolina y en julio de 1959, Laura. Gianna armoniza, con simplicidad y equilibrio, los deberes de madre, de esposa, de médico y la alegría de vivir. En septiembre de 1961, al cumplirse el segundo mes de embarazo, es presa del sufrimiento. El diagnóstico: un tumor en el útero. Se hace necesaria una intervención quirúrgica. Antes de ser intervenida, suplica al cirujano que salve, a toda costa, la vida que lleva en su seno, y se confía a la oración y a la Providencia. Se salva la vida de la criatura. Ella da gracias al Señor y pasa los siete meses antes del parto con incomparable fuerza de ánimo y con plena dedicación a sus deberes de madre y de médico. Se estremece al pensar que la criatura pueda nacer enferma, y pide al Señor que no suceda tal cosa. Algunos días antes del parto, confiando siempre en la Providencia, está dispuesta a dar su vida para salvar la de la criatura: «Si hay que decidir entre mi vida y la del niño, no dudéis; elegid -lo exijo- la suya. Salvadlo». La mañana del 21 de abril de 1962 da a luz a Gianna Emanuela. El día 28 de abril, también por la mañana, entre indecibles dolores y repitiendo la jaculatoria «Jesús, te amo; Jesús, te amo», muere santamente. Tenía 39 años. Sus funerales fueron una gran manifestación llena de emoción profunda, de fe y de oración. La Sierva de Dios reposa en el cementerio de Mésero, a 4 kilómetros de Magenta. «Meditada inmolación», Pablo VI definió con esta frase el gesto de la beata Gianna recordando, en el Ángelus del domingo 23 de septiembre de 1973: «una joven madre de la diócesis de Milán que, por dar la vida a su hija, sacrificaba, con meditada inmolación, la propia». Es evidente, en las palabras del Santo Padre, la referencia cristológica al Calvario y a la Eucaristía.
381 Fue beatificada por Juan Pablo II el 24 de abril de 1994, Año Internacional de la Familia.
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Contenido Crispín de Viterbo (1668-1750), capuchino ..................................... 2 Maximiliano María Kolbe (1894-1941), presbítero, mártir O.F.M., Conv. ................................................................................................... 5 Margarita Bourgeoys (1620-1700), virgen y fundadora de la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora ...................... 9 Jeanne Delanoue (Juana Delanoue) (1666-1736) fundadora de la Congregación de Santa Ana de la Providencia ..........................11 Leopoldo Mandic (1866-1942) capuchino......................................13 Paula Frassinetti (1809-1882) virgen, fundadora de la Congregación de Santa Dorotea .....................................................15 103 mártires de la persecución en Corea (1839 - 1867) ...............19 Miguel Febres Cordero (1854-1910) religioso, del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas.............................................36 Francisco Antonio Fasani (1681-1742), presbítero franciscano, O.F.M .................................................................................................40 José María Tomasi (1649-1713) cardenal, de la Orden de los Clérigos Regulares Teatinos ............................................................42 Lorenzo Ruiz, laico Domingo Ibáñez de Erquicia, O.P. Santiago Kyushei Tomonaga, O.P. y 13 compañeros filipinos, mártires en Japón..................................................................................................47 José Moscati, médico .......................................................................55 Roque González de Santa Cruz (1576-1628) y dos compañeros españoles, Alonso Rodríguez y Juan del Castillo, S.I. (+1628) ....57 Eustoquia (Esmeralda) Calafato de Mesina, virgen, monja de la Orden de San Francisco...................................................................62 Mártires de Vietnam (+1745-1862) - Andrés Dung-Lac, presbítero - Tomás Thien y Emanuel Phung, laicos - Jerónimo Hermosilla, Valentín Berrio Ochoa, O.P. y otros 6 obispos Teofano Venard, presbítero M.E.P. y 105 compañeros, mártires 67
383 Simón de Rojas (1552-1624), presbítero de la Orden de la Santísima Trinidad ..........................................................................107 Rosa Filipina Duchesne (1769-1852) religiosa, de la Sociedad del Sagrado Corazón ......................................................................110 Magdalena de Canossa (1774-1835) virgen, fundadora de la familia Canosiana, Hijos e Hijas de la Caridad.............................112 María Rosa Molas y Vallvé (1815-1876) religiosa, de las Hermanas de Nuestra Señora de la Consolación ........................116 Clelia Barbieri, virgen y fundadora de la Congregación de las Hermanas Mínimas de la Virgen de los Dolores ..........................121 Gaspar Bertoni (1777-1853) sacerdote, fundador de la Congregación de los sagrados estigmas de Nuestro Señor Jesucristo .........................................................................................123 Ricardo Pampuri, O.H. (1897-1930), religioso, de la Orden San Juan de Dios ....................................................................................127 Inés de Bohemia (1211-1282) monja de la Orden de Santa Clara ..........................................................................................................131 Adán Alberto Chmielowski de Cracovia (1845-1916) fundador de los Hermanos y Hermanas de la Tercera Orden de San Francisco, Siervas de los Pobres .....................................................................133 Muziano Maria Wiaux, F.S.C. (1841-1917), religioso, del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas ...............................136 Marie Marguerite d'Youville (1701-1771) fundadora de la Congregación Hermanas de la Caridad .......................................138 Rafael Kalinowski, O.C.D. (1835-1907), presbítero carmelita ....140 Claudio La Colombière, S.I. (1641-1682), presbítero de la Compañía de Jesús ........................................................................142 Ezequiel Moreno y Díaz (1848-1906) obispo, O.A.R. .................146 Claudina Thévenet (1774-1837) virgen, Fundadora de la Congregación de las Religiosas de Jesús-María .........................147
384 Teresa de Jesús de Los Andes (1900-1920) virgen, Carmelita Descalza ..........................................................................................150 Enrique de Ossó (1840-1896) Sacerdote - Fundador de las Hermanas de la Compañía de Santa Teresa de Jesús ...............154 San Meinardo (1134/36-1196), primer obispo de Livonia, ahora Letonia (Restauración de la Religión) ...........................................157 Juan Sarkander (1576-1620), presbítero, mártir ..........................157 Zedislava de Lemberk (1220-1252), esposa y madre de familia 159 Mártires de Košice (+1619), Marcos Krizevcanin, Esteban Pongracz y Melchor Grodziecki, presbíteros, mártires ................162 Esteban (István) Pongracz, presbítero, mártir ..............................163 Melchor Grodziecki, presbítero, mártir ..........................................164 Marcos Crisino (Krizevcanin), presbítero, mártir ..........................166 Eugenio de Mazenod (1782-1861) Obispo de Marsella, fundador de la Congregación de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada ......................................................................................173 Juan Gabriel Perboyre (1802-1840) sacerdote, mártir de la Congregación de la Misión .............................................................177 Gil María de San José (1729-1812) religioso, de la Orden Frailes Menores “Alcantarinos”...................................................................181 Juan Grande Román (1546-1600), religioso, O.H. ......................184 Eduvigis, reina de Polonia (1374-1399) ........................................188 Juan de Dukla (1414-1484), sacerdote de la Orden de los Frailes Menores ...........................................................................................189 Teresa Benedicta de la Cruz - Edith Stein (1891-1942) monja, Carmelita Descalza, mártir .............................................................190 Marcelino Champagnat (1789-1840), presbítero, de la Sociedad de María, Fundador de los Hermanos Maristas de la Enseñanza o Hermanitos de María ......................................................................198
385 Juan Calabria (1873-1954) presbítero, Fundador de las Congregaciones de los Pobres Siervos y de las Pobres Siervas de la Divina Providencia .................................................................201 Agustina Livia Pietrantoni (1864-1894), virgen, religiosa del Instituto de las Hermanas de la Caridad .......................................205 Kinga (Cunegunda), virgen y religiosa de la Segunda Orden de las Clarisas ......................................................................................209 Cirilo Bertrán y 8 compañeros, religiosos, del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas e Inocencio de la Inmaculada, presbítero, de la Congregación de la Pasión de Jesucristo, mártires (+1934, +1937) ..............................................211 Benito Menni (1841-1914) presbítero, O.H., fundador de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús ............217 Tomás de Cori (1655-1729) presbítero, O.F.M. ..........................221 María Faustina Kowalska (1905-1938), virgen de la Orden de las Clarisas Capuchinas y mártir .........................................................224 Cristóbal Magallanes Jara (1869-1927) presbítero, y mártir ......228 Román Adame Rosales, presbítero ..............................................229 Rodrigo Aguilar Alemán, presbítero ..............................................229 Julio Álvarez Mendoza, presbítero ................................................230 Luis Batis Sainz, sacerdote ............................................................231 Agustín Caloca Cortés, presbítero.................................................232 Mateo Correa Magallanes, presbítero ...........................................233 Atilano Cruz Alvarado, presbítero ..................................................234 Miguel de la Mora, presbítero ........................................................235 Pedro Esqueda Ramírez, presbítero .............................................236 Margarito Flores García, presbítero ..............................................237 José Isabel Flores Varela, presbítero ............................................238 David Galván Bermudes, presbítero .............................................239
386 Salvador Lara Puente, laico ...........................................................240 Pedro de Jesús Maldonado Lucero, presbítero ...........................241 Jesús Méndez Montoya, presbítero ..............................................242 Manuel Morales, laico .....................................................................243 Justino Orona Madrigal, presbítero, fundador de la Congregación Religiosa de las Hermanas Clarisas del Sagrado Corazón ........244 Sabas Reyes Salazar, presbítero ..................................................245 José María Robles Hurtado, presbítero, fundador de la Congregación religiosa Hermanas del Corazón de Jesús Sacramentado .................................................................................246 David Roldán Lara, laico ................................................................247 Toribio Romo González, presbítero...............................................248 Jenaro Sánchez Delgadillo, presbítero .........................................249 Tranquilino Ubiarco Robles, presbítero .........................................250 David Uribe Velasco, presbítero ....................................................251 José María de Yermo y Parres, sacerdote, fundador de las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y los Pobres ..................252 María de Jesús Sacramentado Venegas de la Torre virgen, fundadora de la Congregación de las Hijas del Sagrado Corazón de Jesús ...........................................................................................254 Agustín Zhao Rong (+ 1815) y 119 compañeros, mártires en china (+ 1648 – 1930) ...............................................................................256 María Josefa del Corazón de Jesús Sancho de Guerra (18421912), virgen, fundadora de las Siervas de Jesús de la Caridad ..........................................................................................................267 Katharine Drexel (1858-1955), virgen, fundadora de la Congregación de las Hermanas de Santísimo Sacramento para los Indios y gente de color.............................................................271 Josefina Bakhita (1869-1947), Virgen de las Hijas de la Caridad Canosianas ......................................................................................274
387 LuisScrosoppi, Presbítero y Fundador de la Congregación de Hermanas de la Divina Providencia ..............................................278 Agustín Roscelli (1818 - 1902), sacerdote, fundador de la Congregación de las Hermanas de la Concepción Inmaculada de Génova.............................................................................................281 Bernardo de Corleone (1605 - 1667), religioso de la Orden delos Hermanos Menores Capuchinos ...................................................286 Teresa Eustochio Verzeri (1801-1852), fundadora del Instituto de las Hijas del Sacratísimo Corazón de Jesús ................................288 Rebeca Choboq Ar-Rayès (1832-1914) Virgen, monja de la Orden Libanesa Maronita...........................................................................291 José Marello (1844-1895), Obispo, fundador de la Congregación de los Oblatos de San José ...........................................................294 Paula Montal Fornés de San José de Calasanz (1799-1889), virgen, fundadora de las Hijas de María de las Hermanas de las Escuelas Pías ..................................................................................297 Leonia Francisca de Sales Aviat (1844-1914), virgen, fundadora de la Congregación de las Hermanas Oblatas de San Francisco de Sales ...........................................................................................300 María Crescencia Höss (1682-1744), virgen, monja de la Orden Tercera de San Francisco ..............................................................303 Alonso de Orozco (1500 – 1591), agustiniano .............................306 Ignacio de Santhià (1686 – 1770), Presbítero de la Orden de Frailes Menores Capuchinos .........................................................309 Humilde de Bisignano (1582 – 1637), religioso de la Orden de los Hermanos Menores.........................................................................311 Paulina do Coração Agonizante de Jesús (1865 – 1942), virgen, fundadora de la Congregación de las Hermanitas de la Inmaculada Concepción .................................................................315 Benedetta Cambiagio Frassinello (1791 – 1858), religiosa, fundadora de las Hermanas Benedictinas de la Providencia ......318
388 Padre Pio de Pietrelcina, presbítero de la Orden de Hermanos Menores Capuchinos ......................................................................322 Hermano Pedro de San José Betancurt (1626-1667), laico de la Tercera Orden de San Francisco, fundador de los Hermanos de Belén y las Hermanas de Belén.....................................................326 Juan Diego Cuauhtlatoatzin (1474-1548), vidente de la Virgen de Guadalupe .......................................................................................328 Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador de la Prelatura “Opus Dei” ...................................................................................................331 Pedro Poveda Castroverde (1874-1936), Sacerdote y Mártir, Fundador de la Institución Teresiana ............................................339 Genoveva Torres Morales (1870-1956), Fundadora de la Congregación de las Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Santos Ángeles ....................................................................340 Ángela de la Cruz (1846- 1932) María de los Ángeles Guerrero González, Fundadora del Instituto de las Hermanas de la Cruz 341 María Maravillas de Jesús (1891-1974), religiosa carmelita .......342 José Sebastián Pelczar (1842-1924), obispo de Przemyśl fundador de la Congregación de las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús ...........................................................................................343 Madre Úrsula Ledóchowska (1865-1939), Fundadora de la congregación de Hermanas Ursulinas del Sagrado Corazón de Jesús Agonizante ............................................................................346 María de Mattias (1805 - 1866), Fundadora de la congregación de las Religiosas Adoratrices de la Sangre de Cristo .......................349 Virginia Centurione, viuda de Bracelli (1587-1651)......................351 Arnoldo Janssen (1837-1909), Presbítero y Fundador de la Sociedad del Verbo Divino .............................................................355 José Freinademetz (1852-1908), presbítero misionero ...............357 Daniel Comboni (1831-1881), Fundador de los Misioneros Combonianos ..................................................................................359
389 Luis Orione (1872-1940), sacerdote, fundador de la Pequeña Obra de la Divina Providencia y de la Congregación de las Pequeñas Religiosas Misioneras de la Caridad ...........................363 Aníbal María Di Francia (1851-1927), Presbítero y Fundador de la Congregación de los Rogacionistas del Corazón de Jesús y de las Hijas del Celo Divino .......................................................................366 Josep Manyanet y Vives (1833-1901), fundador de los Hijos de la Sagrada Familia Jesús, María y José y de las Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret .......................................................370 Nimatullah Kassab Al-Hardini (1808-1858), sacerdote de la Orden Libanesa Maronita...........................................................................373 Paula Isabel Cerioli (1816-1865), fundadora del Instituto de la Sagrada Familia y del Instituto Hermanos y Hermanas de la Sagrada Familia ..............................................................................376 Gianna Beretta Molla (1922-1962), esposa y madre de familia ..379