Se me olvidaba: buenos días y saludos cordiales que diría el mejor periodista deportivo de todos los tiempos. Ah y buenos días José María García!

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Don Eduardo Inda, Director de Marca

Que a uno le presente Pedro J. Ramírez tiene su parte buena y su parte mala. ¿Y cómo es que tiene también su parte mala?, se preguntarán pensando que soy un desagradecido. Me explico: la buena es obviamente que te presenta Pedro J. lo que, traducido a castellano, significa que te hace de introductor de embajadores el personaje periodístico más influyente de este país, el Zidane de este oficio. La mala es que cualquiera que vaya detrás de un tío que ha nacido más para hablar que para escribir, QUE YA ES DECIR, corre el riesgo de hacer el ridículo ya que cualquier comparación será odiosa por lo escandalosa que es. Intentaré, pues, salvar los muebles con dignidad. Se me olvidaba: buenos días y saludos cordiales que diría el mejor periodista deportivo de todos los tiempos. ¡Ah y buenos días José María García! Como quiera que el rollo que les voy a soltar ahora es eso, un rollo, les proyectaré unos dibujos animados a modo de aperitivo. Yo no me creo eso de que la letra con sangre entra pero sí tengo meridianamente claro que la cifra con ingenio entra. Estos dos minutos y pico han sido construidos por tres genios de nuestro equipo: nuestro enfant terrible, Miguel Serrano, que es como nuestro Etoo particular, se ha encargado de la letra, el Messi del diseño periodístico, José Juan Gámez, es el padre de la creatividad y la voz no es de Frank Sinatra sino de nuestro radiofónico Juanma Álamo… Gracias a todos y gracias al Foro de la Nueva Economía en general y a José Luis Rodríguez en particular por darme la oportunidad de poner mi granito de arena en una de las tribunas más importantes que hay en este país. Platicar desde un escenario en el que deslumbró hace una semana un personaje que pasará a la historia, Álvaro Uribe, es un honor y una responsabilidad tales que espero estar a la altura. Vayamos al grano. Lo primero que voy a hacer con la venia es hablar de mi libro que diría el padre de todos los genios. Y mi libro, nuestro libro más bien, se llama MARCA. La verdad es que esta cita llega en el momento indicado al lugar adecuado, una de las más reputadas tribunas de debate de este país si no la mejor. No sólo vivimos un momento dulce desde el punto de vista comercial sino que además ayer mismo un juez imputó a Calderón por una noticia destapada por MARCA, el robo de la Asamblea del Real Madrid, y por otra desvelada por MARCA, EL MUNDO y José Antonio Abellán en la Cope, la introducción de votos falsos en las candidaturas rivales.

Que nuestro proyecto vive su Edad de Oro no lo dice mi subjetividad sino la objetividad de esos números que son intosibles por incontestables e insobornables. Como me dijo el tío más listo de este país, que por cierto está hoy aquí en esta sala, “a ti, como a todos, te van a juzgar por las cifras”. “Preocúpate de eso que todo lo demás vendrá dado”, apostilló. Hace exactamente 15 días el proyecto que tengo el gusto de encabezar (digo gusto y digo bien porque es una auténtica gozada) batió el récord de lectores de la prensa española. Récord que hasta ahora estaba en manos de… ¡MARCA! Nuestro soporte de papel ha pasado de 2.597.000 lectores diarios a 2.749.000 dejando al segundo de la fila, El País, a 567.000, y a nuestro principal seguidor, As, a 1.432.000. Quiero resaltar que contamos con más lectores que la suma de todos nuestros competidores juntos. A

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nosotros nos leen cada día 2.749.000 españoles y al conjunto de As, Mundo Deportivo y Sport 2.508.000. La venta de periódicos tampoco va precisamente mal. Ahí también desafiamos de momento esa newtoniana ley de la gravedad que asevera que todo objeto periodístico ha de caer en estos tiempos que corren en los que, el que más, el que menos, está perdiendo adictos a velocidad de vértigo. Nosotros estamos logrando el más difícil todavía: no sólo gravitar sino ascender en un universo mediático español y europeo con graves problemas estructurales. Las ventas van mejor que el año pasado y a años luz de 2007 cuando Unidad Editorial adquirió el Grupo Recoletos. Ahí va un dato que lo dice todo: este febrero vendimos cada día 30.000 ejemplares más en el quiosco que en el mismo mes de hace dos años. La ventaja que le sacamos a nuestros seguidores del Grupo Prisa se disparó el mes pasado en 33.492 ejemplares al punto que en estos momentos la diferencia entre lo que ellos y nosotros vendemos en el quiosco es de 108.000 copias diarias. Aquí no hay trampa ni cartón. Aquí no hay ni maquillajes, ni liftings, ni engorde artificial, ni ejemplares de matute. Esto es difusión real: es decir, la que se registra en los puntos de venta. La historia de radio MARCA se estudiará algún día como caso práctico en las escuelas de negocios. Pasar de cero a 517.000 oyentes en ocho años escasos no es una proeza, no, porque más bien merece la calificación de milagro. Máxime teniendo en cuenta que cuando echó a andar había tan pocos medios materiales y presupuestarios como infinita imaginación. El Guardiola de este equipo, esto es, el hombre al que hay que echarle la mayor parte de la culpa, se llama Paco García Caridad, que no sé si está hoy aquí físicamente pero seguro que lo está en espíritu. Pero MARCA no es un periódico, ni una radio, ni un web, sino un todo multisoporte que tiene en Internet la correa de transmisión del éxito del papel. Nuestros 1.546.000 usuarios únicos diarios nos sitúan en la vanguardia de la prensa electrónica deportiva en castellano. Ningún diario en Internet acumula tantos usuarios únicos al día ni al mes. Aquí el liderazgo es también incontrovertible gracias a una originalidad, una imaginación y una instantaneidad que nos convierte en necesarios para todo aquel que ame el deporte. Y todo sin que los soportes se pisen la manguera los unos a los otros: MARCA es en las ondas la amenidad, en papel somos la profundidad y la exclusividad y en Internet jugamos el rol de la instantaneidad y la originalidad. Al hilo de todo esto quiero compartir con todos ustedes una satisfacción: la de un proceso, el de la integración del papel e Internet, que va viento en popa al punto que el sueño de la redacción única está cada vez más cerca. Nos reinventamos porque el que no se reinvente, morirá en el empeño. Buena parte de la culpa de ese endógeno éxito que es la Edad de Oro de MARCA la tiene un factor exógeno llamado Edad de Oro del Deporte Español. O sea, que como diría aquel, menos flores Caperucita. Lo que está claro es que sin Nadal, sin Gasol, sin Fernando Alonso, sin Alberto Contador, sin Rafa Muñoz, sin Jorge Lorenzo, sin Dani Pedrosa, sin Héctor Barberá, sin el equipo español de Copa Davis de esos maravillosos troncos que son Feliciano y Fernando, sin La Roja y sin la ÑBA las cosas no serían igual. Ganamos a todo y a casi todos al punto que nuestros vecinos del norte ya no

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saben qué hacer para descalificar nuestros éxitos. Jamás nuestro país había parido tanto crack en tan poco tiempo. Prueba de que España ya no es afortunadamente lo que era, síntoma irrefutable de que España se encuentre a la vanguardia del mundo. Fíjense si será aquí que en estos momentos somos el país más potente del mundo en lo que a deporte profesional se refiere. Y no hablo en términos relativos sino absolutos. Pero la razón de ser de la Edad de Oro de MARCA tiene tanto de exógena como de endógena. Lo primero que hicimos nada más desembarcar en esta factoría de ilusiones fue modernizar las formas y potenciar el fondo. Resucitamos, para empezar, la mancheta histórica, para que la gente tuviera claro que el nuevo MARCA era el MARCA de siempre, o sea, un monumento a un don que jamás de los jamases pasa de moda: la excelencia. Muchas veces en la vida para ir hacia delante hay que dar un par de pasos o tres hacia atrás y ésta fue una de ellas. Pero, sobre todo y por encima de todo, convinimos en que la batalla decisiva era la batalla de los contenidos. Más que nada porque la experiencia nos ha demostrado que “EL QUE TIENE LOS CONTENIDOS, GANA”. La prueba del algodón es EL MUNDO, que pasó del cero al infinito en tres años venciendo de calle a unos rivales que le miraron al inicio con desprecio porque sólo sabían mirarse al ombligo y estaban encantados de haberse conocido. ¿Y por qué llegó, vio y venció Pedro J? Pues porque contaba lo que nadie contaba, quería contar o se atrevía a contar. ¿Y por qué MARCA va bien? Pues, lisa y llanamente, porque ofrecemos las noticias que los demás no dan. La droga de los lectores se llama primicia o exclusiva. Para que llegue al quiosco, apoquine un euro y se lleve nuestro producto necesitamos sorprenderle facilitándole los scoops que nadie le pone encima de la mesa. Está todo inventado. Si, por el contrario, hacemos como tantos y tantos periódicos, que se limitan a refritar noticias del día anterior que la opinión pública casi se sabe de memoria, las posibilidades de fracaso son entre el 100% y el 101%. Frente a la pujanza de Internet y la vigencia de una radio que sigue más viva que nunca, a la prensa escrita sólo le queda un camino si quiere vivir más años de los tres que, según el dueño de The ew York Times, nos quedan o a los 15 que nos da de prórroga el hombre que lleva al imperio a la ruina con paso firme. VOLVAMOS, pues, AL PERIODISMO. E insisto: a la gente hay que ponerle difícil el no comprarte. Y para que te compren compulsivamente no queda más remedio que ponerles encima de la mesita del quiosco un aluvión de noticias rigurosas, contrastadas e interesantes. No se trata, como habrán colegido, de producir noticias con la facilidad con la que el churrero trincha los churros camino del aceite hirviendo. Porque, si así fuera, sería peor el remedio que la enfermedad: acrecentar el descreimiento de la opinión pública en los medios de comunicación de masas. VOLVAMOS AL PERIODISMO tanto en los medios generalistas como en los especializados. En nuestro sector esa vuelta a las esencias no puede hacerse a costa de las emociones. La información ha de aderezarse perfectamente, en las dosis adecuadas, con la pasión que transmite el deporte. Porque, al contrario del cartesianismo que impera en la política o la economía, éste del deporte es un teatro de los sueños.

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Un teatro de los sueños que no debe confundirse con un forofismo que está más de moda desgraciadamente que demodé. Uno de mis objetivos es acabar con esa triste costumbre que impuso hace años en el periodismo deportivo una televisión autonómica de cuyo nombre no quiero acordarme: la de convertir a los profesionales de este negocio en hinchas puros y duros ajenos a cualquier objetividad, imparcialidad o al menos independencia. Ya va siendo hora de que volvamos a las esencias: a esos periodistas que, podían ser del Real Madrid, del Barça o del Atleti, pero que si tenían que criticar al equipo de sus amores ni se les caían los anillos ni se consideraban unos traidores a la causa. Hablo de Matías Prats Cañete, de Manolo Alcántara, de Antonio Valencia, de José María García y de tantos y tantos otros como ahora nuestro Santi Segurola. MARCA traspasó definitivamente el umbral aquel MARTES Y 13 en que decidimos publicar el robo que con alevosía, premeditación y diurnidad perpetró Ramón Calderón. Sabíamos lo que nos jugábamos y, lo que es más importante, con quién nos jugábamos los cuartos. No era ni la primera, ni la segunda, ni la tercera sino más bien la enésima vez que ejercíamos nuestra obligación de contrapoder. El peor presidente de la historia del Real Madrid respondía a cada denuncia de corrupción o, simplemente, a las puras y a veces duras pero constructivas críticas, con una amenaza: “Como volváis a publicar algo contra mí, os quedáis sin promociones”. Aquel MARTES Y 13 nuestra portada llevaba un titular muy explícito y nada implícito: “Calderón robó la Asamblea”. Aquella tarde ya me llegó el siciliano aviso a navegantes por persona interpuesta, un gerifalte merengue: --“¿Entenderás que no vas a volver a tener una sola promoción? --Lo que entiendo es que tu amigo y jefe es un... puntos suspensivos. --Me ahorro la palabra pero les daré una pista: es un término que figura en el Código Penal--. Dile que se meta las amenazas donde le quepan. Al día siguiente le volvimos a sacar los colores, al siguiente del siguiente le dejamos como lo que es, un mentiroso compulsivo y un tramposo obsesivo, y al siguiente del siguiente del siguiente sus directivos lo echaron con cajas destempladas. Entre medias, nos llamó a través de siete personas interpuestas. “Bueno, él quiere un pacto: vosotros dejáis de publicar cosas sobre el tema y él no dimite pero se compromete públicamente a convocar elecciones en julio”. Pongo a nuestro Iker Casillas particular, el director general de MARCA, Luis Enríquez, por testigo. La respuesta multiplicada por siete, porque siete veces tuvimos que responder lo mismo, fue similar en el fondo a la anterior aunque algo menos contundente en las formas: --Dile que mientras nosotros tengamos noticias, las seguiremos publicando. --Y así lo hicimos. Lo más fácil hubiera sido no publicar una sola coma. O haber transaccionado echándonos al coleto un porrón de promociones y favorcetes varios. Como ni somos unos trincones ni unos cobardes, como siempre anteponemos la obligación de la información a la devoción y como tampoco se trataba de vulnerar nuestro particular juramento hipocrático, decidimos seguir cantando las verdades del barquero aún a sabiendas de que intentarían nuestra muerte civil. Me siento especialmente orgulloso del trabajo que desempeñaron aquellos días Juan Ignacio Gallardo y Miguel Serrano porque

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pocas veces ha habido en este país un trabajo de investigación que se haya acercado tanto al 100% de acierto. Se parecían el Calderón bueno, José Manuel, que no falla un tiro libre así lo maten. Pero de lo que más satisfecho me siento no es de haber publicado las mangancias de un personaje que sería para no olvidar si no fuera porque él sigue, erre que erre, empeñado en volver a manchar la imagen del mejor club de la historia. Poner negro sobre blanco ese cardinal epígrafe del ‘caso Calderón’ que fue el robo de la Asamblea era una obligación. Y de cumplir con su obligación uno nunca se puede sentir satisfecho. Es simplemente un deber. Si de algo me alegro es de haber impuesto calma y sentido común en los días posteriores a la dimisión del interfecto. Los de más acá pedían la cabeza de Vicente Boluda, los de más allá la de él y toda su Junta y los de en medio poco menos que se llamase a los GEO para echarlos del Bernabéu. Yo impuse editorialmente una transición pacífica y tranquila. Lo más fácil para quien les habla habría sido montar una carnicería, carnicería que, insisto, además casaba con un madridismo que mayoritariamente hablaba más con el corazón que con la cabeza. Entre otras cosas, porque ya estaban hartos de tanta sinvergonzonería, de que les tomasen tanto el pelo, en definitiva, de que se jugase con sus cuartos. Pero yo jugaba con ventaja: conozco a Vicente Boluda a la perfección y sabía que, como le puse en una dedicatoria, iba a ser “el Adolfo Suárez del Real Madrid”. Mi determinación no fue fruto tanto del conocimiento personal, que también, como de la responsabilidad. Así como la Transición de la dictadura a la democracia la hizo un personaje azul del régimen anterior, la de la anormalidad del corrupto calderonismo a la normalidad que supondrá un presidente elegido en unos comicios limpios, la tenía que hacer alguien de dentro. Lo contrario, hubiera sido el caos. Y el tema ha funcionado. Vicente Boluda ha hecho en tres meses más por modernizar el madridismo que su antecesor en tres temporadas. La transición ha sido modélica porque ha habido paz y tranquilidad y porque en lugar de echar queroseno al fuego se arrojó agua, mucha agua. Claro que cuántos disgustos nos hubiéramos ahorrado si el periodismo deportivo, empezando por nosotros mismos, hubiera hecho antes los deberes. Porque de haber predominado el periodismo libre e independiente, Calderón no se hubiera gastado sospechosamente 300 millones de euros en una docena de jugadores de tres al cuarto que costará venderlos por más de 60, de haber predominado el periodismo libre e independiente a Pedja Mijatovic no le hubiera salido gratis la Champions Chapuza, de haber predominado el periodismo libre e independiente al susodicho no le hubiera salido gratis el despido de Capello, de haber predominado el periodismo libre e independiente no hubiera habido una trama de reventa ilegal de entradas forrándose en los alrededores de la Presidencia. Claro, que de haber predominado el periodismo libre e independiente, Calderón no hubiera sido presidente ni en el mejor de sus sueños. Ese periodismo libre e independiente lo aparcaremos un poquito de lado durante unos días para volver, con matices, a la subjetividad. MARCA va a apoyar con todas sus fuerzas el sueño olímpico de Madrid por varias razones: porque egoístamente es bueno

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para MARCA, porque es bueno para España y porque es mejor aún para esta ciudad que Machado definió como “el rompeolas de todas las españas”. Ya lo dijo creo que fue Napoleón: “Con la patria hay que estar como con la familia, con razón o sin ella”. En cualquier caso, nosotros intentaremos que las razones de Madrid sean tan poderosas que a Obama no le quede más remedio que rendirse a la evidencia. Dicho todo lo cual ayer me quedé a cuadros al leer las babosas loas periodísticas que se le dedicaron a la jefa de Madrid 2016 a la cual no se le ocurrió mejor cosa que poner a su hija a dar un discurso oficial ante los miembros de la Comisión de Evaluación del Comité Olímpico Internacional. Una escena que me recordó a aquella en la que el dictador aparecía invitando a soltarse un speech ante las cámaras del NODO. Ésa en la que Carmencita iniciaba su sermón con una frase, “quiero decir algo a los niños del mundo”, y lo terminaba brazo en alto. La inmensa mayoría de los medios aplaudieron ayer y anteayer el gesto, así está el periodismo español, pero seguro que a los inspectores del COI el tema les olió a nepotismo made in Banana Republic. Y volvamos también al periodismo para denunciar el dopaje en el deporte. MARCA no va a mirar a otro lado cuando se descubra un nuevo caso ni va a encubrir al tramposo como es costumbre generalizada. Haremos caso al presidente del COI, Jacques Rogge, que siempre se queja de que “el público y los medios aceptan demasiado de sus héroes”. Y no lo vamos a hacer porque estamos ante un gravísimo caso de salud pública que provoca cardiopatías, enfermedades degenerativas y cánceres. Y no lo vamos a hacer tampoco porque en ello nos va la credibilidad del deporte. Concluyo volviendo a hablar de mi libro y proclamando a los cuatro vientos mi optimismo general y particular. General porque me da que los gurús se van a equivocar sobre la duración de la crisis tanto como se equivocaron sobre la intensidad de la misma. Y particular porque gracias a nuestro media punta, a ese Xavi que es Antonio Fernández-Galiano, Unidad Editorial afronta el futuro con una fortaleza de la que careceríamos si no hubiéramos adquirido el Grupo Recoletos. La unión hace la fuerza y la unión va a hacer que cuando salgamos del túnel seamos más fuertes que nunca y, si me apuran, que nadie en el panorama mediático patrio. Colorín, colorado, este cuento se ha acabado. VOLVAMOS AL PERIODISMO. Y ahora, como dirían mis admirados Tip y Coll, hablaremos de Florentino. Muchas gracias.

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