Semana de Animación Misionera

Semana de Animación Misionera Tomo 1 Celebraciones litúrgicas • Hora �anta • Rosario misionero Contenido Celebraciones litúrgicas Rito de envío de

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Semana de Animación Misionera Tomo 1

Celebraciones litúrgicas • Hora �anta • Rosario misionero

Contenido Celebraciones litúrgicas Rito de envío de agentes de evangelización Celebración Eucarística y consagración de los hogares a la Sagrada Familia de Nazaret Celebración de entronización de la Palabra de Dios Celebración de Misa de enfermos Celebración de entronización de la imagen de la Virgen de Guadalupe en la Eucaristía Celebración Eucarística y renovación de promesas matrimoniales Celebración Eucarística y clausura de la semana de animación misionera

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Horas santas Lunes. La persona de Jesús Primera hora santa Segunda hora santa Tercera hora santa

101 103 103 114 125

Martes. El Reino de Dios Primera hora santa Segunda hora santa Tercera hora santa

140 140 153 165

Miércoles. La Iglesia en Misión Primera hora santa Segunda hora santa Tercera hora santa

181 181 186 199

Jueves. La vocación Primera hora santa Segunda hora santa Tercera hora santa

211 211 219 233

Viernes. María y la Misión evangelizadora Primera hora santa Segunda hora santa Tercera hora santa

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Hora santa por las familias

Rosario misionero

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Semana de Animación Misionera Rito de envío de agentes de evangelización

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Rito de envío de agentes de evangelización Monición inicial Reconociendo la Misión de la Iglesia y nuestra dignidad de hijos de Dios, seremos enviados hoy a comunicar a nuestros hermanos que el amor de Dios nos hace libres y que es necesaria nuestra conversión para resucitar con Cristo Jesús. Coordinador general: Acérquense los agentes de evangelización que van a ser enviados.

Monición En este momento vamos a hacer el envío de hermanas y hermanos de nuestra comunidad que van a colaborar en esta semana de animación misionera juntamente con los misioneros. Coordinador general: Señor párroco, pedimos que estas hermanas y hermanos de nuestra comunidad parroquial, sean enviados a evangelizar a nuestra parroquia. Párroco: ¿Sabes si son conscientes de este compromiso que contraen y si son dignos de ser enviados? Coordinador general: Doy testimonio de que libremente han aceptado este compromiso y que se han preparado dignamente para responder a este llamado. Párroco: Bendito sea Dios, siempre habrá personas generosas que continúen la Misión de Cristo en el mundo. ¿Están dispuestos a sacrificar su tiempo, sus quehaceres y diversiones, para partir a misionar, con el fin de compartir principalmente su fe con sus hermanos que viven en el territorio parroquial? Misioneros: Sí, estamos dispuestos. Párroco: ¿Están dispuestos a respetar nuestras tradiciones y a todas las personas de la Parroquia? Misioneros: Sí, estamos dispuestos. Párroco: ¿Quieren recibir el crucifijo misionero, que les recordará el amor, el sacrificio y la entrega necesarios para quien desea ser instrumento de Dios en la construcción de su Reino? Misioneros: Sí, queremos.

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(Nota: En este momento se acercan los cinco coordinadores con las cruces.) (Se bendicen las cruces)

Señor Padre Santo, que hiciste de la cruz de tu Hijo fuente de toda bendición y origen de toda gracia, dígnate bendecir estas cruces y haz que quienes la lleven a la vista de los demás se esfuercen por irse transformando a imagen de tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Sacerdotes: (Mientras entregan la cruz dicen) Recibe este signo del amor de Cristo crucificado, fuerza y sabiduría de Dios. Oración Espíritu Santo, que ungiste a Jesús y lo llenaste de tus dones para que anunciara el Evangelio y fuera nuestro Salvador, te pedimos, en unión con María, que llenes con tu luz a estos hermanos nuestros y les des tu fortaleza, para que sean fieles a su Misión de evangelizar y gasten su tiempo y su vida como signos del amor de Dios.

Oración universal Celebrante: Cristo Jesús es nuestro intercesor delante del Padre, por eso le dirigimos nuestras súplicas, sabiendo que seremos escuchados. R. Escúchanos, Padre misericordioso. 1. Por la Iglesia de Dios, para que fiel al mandato divino anuncie la Buena Nueva a todos los hombres. Oremos. 2. Por los obispos de nuestra nación, sucesores de los apóstoles, para que promuevan la conversión de los corazones. Oremos. 3. Por los gobernantes, para que actúen con decisión ante las injusticias cometidas contra los indefensos de la sociedad. Oremos. 4. Por las familias que sufren a causa de alguna situación difícil, para que el Señor les mande su auxilio y ayuda. Oremos. 5. Por nuestros familiares y amigos que han muerto en la esperanza de la Resurrección, para que Cristo Jesús los tenga en su Reino. Oremos. Celebrante: Recibe, Padre bueno, nuestras súplicas, por medio de tu hijo, Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Semana de Animación Misionera Celebración Eucarística y consagración de los hogares a la Sagrada Familia de Nazaret Celebración Eucarística y consagración de los hogares a la Sagrada Familia de Nazaret

Celebraciones litúrgicas Semana de animación misionera 1

Celebración Eucarística y consagración de los hogares a la Sagrada Familia de Nazaret Momento celebrativo (El esquema de la celebración puede adaptarse según posibilidades y circunstancias del que presida la Eucaristía. De igual manera los cantos pueden ser los que se indican u otros distintos, lo importante es la participación de la comunidad cristiana). Monición: Hermanos y hermanas (buenos días, tardes, noches), sean bienvenidos a esta celebración. Consagrarse es la respuesta más adecuada al amor infinito de Dios. Es hacer sagrada por Dios, una cosa o una persona, haciéndola exclusiva y completa para Él. Es donarse a Él sin condiciones, es abandonarse a su amor. Por este motivo hoy consagramos las familias de nuestra parroquia. Nos ponemos de pie y entonamos el canto de entrada.

Canto de entrada Himno a la familia Que ninguna familia comience en cualquier de repente, Que ninguna familia se acabe por falta de amor. La pareja sea el uno en el otro de cuerpo y de mente y que nada en el mundo separe un hogar soñador. Que ninguna familia se albergue debajo del puente y que nadie interfiera en la vida y en la paz de los dos. Y que nadie los haga vivir sin ningún horizonte y que puedan vivir sin temer lo que venga después. La familia comience sabiendo por qué y donde va y que el hombre retrate la gracia de ser un papá. La mujer sea cielo y ternura y afecto y calor y los hijos conozcan la fuerza que tiene el amor. Bendecid oh Señor las familias, Amén. Bendecid oh Señor la mía también. Bendecid oh Señor las familias, Amén. Bendecid oh Señor la mía también. Que marido y mujer tengan fuerza de amar sin medida y que nadie se vaya a dormir sin buscar el perdón. Que en la cuna los niños aprendan el don de la vida,

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la familia celebre el milagro del beso y del pan. Que marido y mujer de rodillas contemplen sus hijos, que por ellos encuentren la fuerza de continuar. Y que en su firmamento la estrella que tenga más brillo pueda ser la esperanza de paz y certeza de amar. La familia comience sabiendo por qué y donde va y que el hombre retrate la gracia de ser un papá. La mujer sea cielo y ternura y afecto y calor y los hijos conozcan la fuerza que tiene el amor. Bendecid oh Señor las familias, Amén. Bendecid oh Señor la mía también. Bendecid oh Señor las familias, Amén. Bendecid oh Señor la mía también Bendecid oh Señor la mía también.

Celebrante: En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Saludo inicial El amor de Dios Uno y Trino y la Sagrada Familia de Nazaret, que son el amor auténtico y guía para cada una de nuestras familias, esté con todos ustedes.

Acto penitencial Hijo de Dios, que nacido de María, te hiciste nuestro hermano: Señor ten piedad. Hijo del hombre, que conoces y comprendes nuestra debilidad: Cristo ten piedad. Hijo primogénito del Padre, que haces de nosotros una sola familia. Señor ten piedad.

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Oración colecta Señor Padre Santo, Dios omnipotente y eterno escucha nuestra oración; manda del cielo a tu santo ángel para que nos custodie, conforte, proteja, visite y defienda a los que vivimos en familia. Concédenos, en vista a los méritos de Jesús, gracia y bendiciones en esta vida y la gloria de tu Reino. Por nuestro Señor Jesucristo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

Liturgia de la Palabra Monición: En esta lectura san Pablo expone la idea del hombre nuevo creado en Cristo y del hombre viejo que hay que abandonar. Escuchemos atentamente. Primera lectura De la carta de a los Colosenses (3, 12-17) Pónganse, pues, el vestido que conviene a los elegidos de Dios, por ser sus santos muy queridos; revístanse de sentimientos de tierna compasión, de bondad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia. Sopórtense y perdónense unos a otros, si uno tiene motivo de queja contra otro. Como el Señor los perdonó, a su vez hagan lo mismo. Haciendo todo con amor, todas las cosas concurrirán a la unidad y alcanzarán la perfección. Que la paz de Cristo reine en sus corazones; ustedes fueron llamados a encontrarla, unidos en un mismo cuerpo. Finalmente sean agradecidos. Que la palabra de Cristo habite en ustedes con todas sus riquezas. Que sepan aconsejarse unos a otros y enseñarse mutuamente con palabras y consejos sabios. Con el corazón agradecido canten a Dios, canten a Dios salmos, himnos y alabanzas espontáneas. Y todo lo que puedan decir o hacer, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de Él. Palabra de Dios.

Salmo responsorial (sal 34) R. Hagan la prueba y verán que bueno es el Señor Bendeciré al Señor en todo tiempo, no cesará mi boca de alabarlo, mi alma se enorgullece en el Señor, que lo oigan los humildes y se alegren. Engrandezcan conmigo al Señor, y ensalcemos a una su nombre. R.

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Busqué al Señor y me dio una respuesta y me libró de todos mis temores. Mírenlo y quedarán iluminados, no asomará en sus caras la vergüenza. R. Este pobre gritó y lo oyó el Señor, y lo salvó de todas sus angustias. Acampa el mensajero del Señor, junto a los que lo temen y los salva. R.

Aclamación antes del Evangelio Aleluya, aleluya, aleluya (3) Porque Cristo, nuestro hermano, ha resucitado, María, alégrate, porque Cristo, nuestro hermano, ha Resucitado, María, alégrate. Aleluya, aleluya, aleluya (3).

Evangelio Del Santo Evangelio según san Lucas (2, 15-19) Después que los ángeles los dejaron para volver al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: “Vamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos dio a conocer”. Fueron apresuradamente y hallaron a María y José, y vieron al recién nacido acostado en un pesebre. Entonces contaron lo que los ángeles les habían dicho de este niño y todos se maravillaron de lo que decían los pastores. Palabra del Señor.

Homilía (Nota: Previamente el encargado de liturgia buscará la imagen de la Sagrada Familia de Nazaret ó el Sagrado Corazón de Jesús y la participación de dos familias; la primera participará en la oración universal y la segunda para entrar con la imagen ya mencionada al terminar la oración universal.)

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Oración universal Celebrante: Consagrarse comporta abandonar el pasado, corresponder a la voluntad de Dios, comenzando cada día a vivir como si fuese el único de nuestra vida. Presentemos nuestra oración a Dios, Padre misericordioso, que el corazón de Cristo, su Hijo nos da la alegría de celebrar las grandes obras de su amor. Oremos, diciendo: Escúchanos, Señor. Papá: Por la Iglesia de Dios, nacida del costado de Cristo, para que tenga el coraje de creer y de vivir el amor hasta el don total de sí misma por la vida del mundo. Oremos. Mamá: Para que Jesús, María y José nos den la sabiduría y coraje de tomar la decisión adecuada cada día, de acuerdo a la voluntad de Dios. Oremos. Hijo(a): Por nosotros, los hijos, para que en Jesús, María y José sepamos ver la invitación a seguirlos como una familia modelo. Oremos. Celebrante: Escucha, Señor, nuestras plegarias, en favor de nuestras familias; te lo pedimos por tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Plegaria de consagración (Nota: Se entrega la imagen de la Sagrada Familia de Nazaret o bien del Sagrado Corazón de Jesús al más pequeño de los presentes en compañía de sus padres y hermanos, y cantando la colocan sobre el monumento o altar preparado para la imagen.) (Nota: Se sugiere tener copias suficientes para todos y recitarla juntos, o que al menos la reciten los padres de familia.) Familia: Padre celestial, que has preparado el hogar de José y María para la llegada de tu Hijo Jesucristo, nosotros, (decir los nombres de todos los miembros de la familia N..., N..., N...), queremos consagrar nuestra familia a la Sagrada Familia de Nazaret. Concédenos que en nuestro hogar todos nos empeñemos en realizar el plan que has trazado para nuestras vidas. Danos la gracia de esforzarnos en practicar durante nuestra vida diaria los valores y las virtudes que son necesarios para que el amor supere nuestra tendencia al egoísmo y a la división. Danos la gracia de ser responsables en el trabajo, en el estudio, en el cumplimiento de nuestros deberes como personas y como familia. Te rogamos que tengamos siempre la lucidez del espíritu y la generosidad del corazón para emplear nuestras capacidades y nuestros bienes materiales conforme a tu santa voluntad.

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Inspíranos para aprender a establecer las justas prioridades en el manejo de ese precioso don tuyo que es el tiempo, siendo sensibles a las necesidades y a los sentimientos de las personas que amamos. Padre celestial, haz que vivamos siempre esta consagración esmerándonos en cultivar la paz, la confianza, la alegría y la comprensión entre nosotros y con las demás personas, comenzando por las más necesitadas. Te rogamos que nos protejas, y protejas también a las personas que amamos, de todos los males que puedan provenir de nosotros mismos, de la sociedad materialista que nos rodea y del espíritu maligno. Haz que seamos receptivos a la acción del Espíritu Santo y fieles seguidores de la inspiración de la Santa Familia de Nazaret. Amén. (Nota: El celebrante pide a los padres de familia que saquen las llaves de sus hogares y las presenten, e inclinen la cabeza para ser bendecidos.)

Bendición de las llaves Celebrante: Oremos: Padre Santo, dígnate bendecir y santificar estas llaves y líbranos de todos los males, de los peligros del alma y del cuerpo. Que nuestras casas estén siempre abiertas y acogedoras a los hermanos necesitados. Esté presente en todas las familias la puerta santa del amor de Dios: “es esta la puerta del Señor, por ella entrarán los justos” (Sal 118, 20). Padre Santo, haz que estas familias sean siempre iluminadas por el esplendor de tu verdad y puedan afrontar con coraje las adversidades, y se alegren en cada éxito para servirte siempre con ánimo generoso y fiel. Por Cristo, nuestro Señor. Amén. (El sacerdote se acerca a las familias y bendice las llaves y las personas con agua bendita.)

Canto de ofertorio Todo lo que tengo Todo lo que tengo te lo vengo yo a entregar este corazón que en mí pusiste para amar. Todo es tuyo, Señor, sueña en Ti mi corazón, y por eso alegremente en ti yo pongo todo mi amor.

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Las estrellas del cielo, también los peces del mar, Tú eres quien los has hecho Como un regalo de tu poder. Estas flores tan bellas, y esos pájaros del cielo Tú los vistes y los alimentas, Tú, oh mi Padre, con todo amor.

Oración sobre las ofrendas Acepta, Señor, nuestros dones, en los que se realiza un admirable intercambio entre nuestra pobreza y tu grandeza, para que, al ofrecerte lo que tú nos diste, merezcamos recibirte. Por nuestro Señor Jesucristo, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Liturgia Eucarística (Se sugiere tomar la Plegaria Eucarística ii para las misas con niños, de tal manera que la celebración sea participada.)

Santo, Santo, Santo Santo, santo, santo es el Señor Dios del universo Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosana, hosana, hosana en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosana, hosana, hosana en el cielo.

Cordero de Dios Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo,

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ten piedad de nosotros ten piedad de nosotros (2) Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz, danos la paz, danos la paz.

Canto de Comunión Pan transformado Pan transformado en el Cuerpo de Cristo Vino transformado en la Sangre del Señor. EUCARISTÍA MILAGRO DE AMOR EUCARISTÍA PRESENCIA DEL SEÑOR (2) Cristo nos dice tomen y coman este es mi cuerpo que ha sido entregado. Cristo en persona nos viene a liberar de nuevo egoísmo y la división fatal. ¡Oh gran invento de Cristo sabio y bueno para alimentarnos con su sangre y con su cuerpo! Con este pan tenemos vida eterna Cristo nos invita a la gran resurrección. Este alimento renueva nuestras fuerzas para caminar a la gran liberación. Cuando comulgamos nos unimos al Señor, formamos todos juntos la familia del amor. En la familia de todos los cristianos Cristo quiere unirnos en la paz y en el Amor. Palabra hecha Pan que nutres la confianza En la promesa de que Tú estás con nosotros.

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Pan que nos da entusiasmo y valentía Para predicar tu Evangelio a todo el mundo.

Oración después de la Comunión Tuyos somos, Señor, porque tú eres nuestro y tú nos has hecho. Concédenos servirte siempre con alegría y bendecir tu nombre. Que la Sagrada Familia de Nazaret alimente en nosotros la certeza de tu presencia activa, en la espera de reencontrarnos contigo para celebrar la alabanza sin fin. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

El Señor esté con ustedes... Y que la bendición de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y les acompañe hoy y siempre. Amén.

Canto final María, tú que velas MARÍA, TÚ QUE VELAS JUNTO A MÍ Y VES EL FUEGO DE MI INQUIETUD: MARÍA MADRE, ENSÉÑAME A VIVIR CON RITMO ALEGRE DE JUVENTUD. (2) Ven, Señora, a nuestra soledad, ven a nuestro corazón, a tantas esperanzas que se han muerto, a nuestro caminar sin ilusión. Ven y danos la alegría que nace de la fe y del amor, el gozo de las almas que confían, en medio del esfuerzo y del dolor.

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Ven y danos tu esperanza para sonreír en la aflicción, la mano que del suelo nos levanta, la gracia de la paz en el perdón. Ven y danos confianza, sonrisa que en tu pena floreció, sabiendo que en la duda y las tormentas jamás nos abandona nuestro Dios.

Siglas cem:

Conferencia del Episcopado Mexicano. cvp: Comisión permanente de la CEE, Instrucción pastoral. Los católicos en la vida pública. fc: Familiaris Consortio. gs: Gaudium et Spes. cdf: Carta de los derechos de la familia. ceec: Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis. le: Juan Pablo II, carta encíclica Laborem Exercens, 1981.

Bibliografía - Biblia latinoamericana, Verbo Divino, Madrid, 1967. - Actitudes cristianas de la familia, temario para grupos, Sal Terrae, Santander, 1997. - Caballero, Basilio, En las fuentes de la Palabra, Covarrubias, Madrid, 1993. - Comisión permanente de la CEE, Instrucción pastoral. Los católicos en la vida pública, 1986. - Concilio Vaticano ii, Constitución Pastoral ‘Gaudium et Spes’, sobre la Iglesia en el mundo actual. - Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis, Orientaciones Pastorales sobre la Enseñanza Religiosa Escolar, 11 de junio de 1979. - Flecha, José Román, La familia. Lugar de evangelización, PPC, Madrid. - Juan Pablo II, Exhortación Apostólica ‘Familiaris Consortio’, sobre la misión de la familia cristiana en el mundo actual, 1981. - Miranda, José, Matrimonio y Familia, su espiritualidad hoy, CEVHAC, México 1991. - Nuevos retos de la familia, actitudes cristianas de la familia, v. 2, Sal Terrae, Santander 2002. - Ordinario de la Misa, CEM México, Buena Prensa, México, 2008. - Ritual breve para el presbítero Itinerante, Buena Prensa, México, 2009. - 1085 Cantos para Evangelizar Cantando, Edisepa, México,

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Sitios de internet - http://www.mscperu.org/espirit/familia/es_consagr_hogar_famnazaret.html. - http://consagraciondivinamisericordia.org/ - http://www.corazones.org/oraciones/consagraciones/consagra_maria_fam_sctjm.htm. - http://es.catholic.net/familiayvida154/294/articulo.php?id=53345,46,47

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Semana de Animación Misionera Celebración de entronización de la Palabra de Dios Celebración de entronización de la Palabra de Dios

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Celebración de entronización de la Palabra de Dios Momento celebrativo (Nota: Se trata de un esquema que puede adaptarse según las posibilidades y circunstancias del que presida la Eucaristía. Los cantos pueden ser los que se indican u otros distintos.)

Monición inicial Hermanos y hermanas, (buenas días, tardes, noches), nos hemos reunido para cantar y celebrar las maravillas que Dios ha realizado en nuestra parroquia y que durante esta semana de animación misionera viviremos más intensamente. Nos ponemos de pie y entonamos el canto de entrada.

Canto de entrada Dios es amor DIOS ES AMOR, LA BIBLIA LO DICE DIOS ES AMOR, SAN PABLO LO REPITE DIOS ES AMOR, BÚSCALO Y VERÁS -EN EL CAPÍTULO CUARTO, VERSÍCULO OCHO PRIMERA DE JUAN. (2) Quiero, Señor, cantar de alegría, quiero, Señor, amarte noche y día. Quiero, Señor, apoyarme en ti, porque me amas primero, tu amor me ha creado y vigilas por mí, porque me amas... Canto al saber que eres mi amigo, canto al saber que siempre estás conmigo. Canto al saber que me ayudarás,

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-que aunque de ti yo me olvide, Jamás a tus hijos nos olvidarás (2)

Celebrante: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Todos: Amén.

Saludo inicial Celebrante: La paz, la caridad y la fe por parte de Dios, nuestro Padre, y de Jesucristo, el Señor, esté con todos ustedes. Todos: Y con tu Espíritu.

Acto penitencial Esquema A Tú, que puedes abrir nuestros oídos y nuestra lengua. Señor, ten piedad de nosotros. Tú, que te manifiestas a través de tu Palabra. Cristo, ten piedad de nosotros. Tú, que deseas que anunciemos tu Palabra en todos los rincones de nuestra patria. Señor, ten piedad de nosotros.

Esquema B Pidamos perdón al Señor por todas esas actitudes, fallas, errores, omisiones que nos estorban para celebrar y vivir auténticamente la Eucaristía. Monitor 2: Nos ponemos de rodillas y después de cada petición cantamos: Perdona a tu pueblo, Señor. Perdona a tu pueblo, perdónale, Señor. Por las veces que asistimos a la eucaristía sólo por costumbre y tradición. Perdona a tu pueblo, Señor. Perdona a tu pueblo, perdónale, Señor. Por las veces que rechazamos el pan de vida que se nos ofrece en tu Palabra y en tu Cuerpo y tu Sangre. Perdona a tu pueblo, Señor. Perdona a tu pueblo, perdónale, Señor.

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Porque muchas veces en nuestras comunidades no vivimos el compartir ni somos solidarios. Perdona a tu pueblo, Señor. Perdona a tu pueblo, perdónale, Señor. Por el pan que se desperdicia a causa del acaparamiento o de la explotación, siendo el pan que falta en la mesa de muchos hogares. Perdona a tu pueblo, Señor. Perdona a tu pueblo, perdónale, Señor. Por las veces en que no damos importancia a tu Palabra, ni ponemos atención a la dimensión celebrativa de la vida de nuestras comunidades. Perdona a tu pueblo, Señor. Perdona a tu pueblo, perdónale, Señor. Por las veces que por indiferencia y apatía somos cómplices de una sociedad que genera marginados y ejecutados a causa del crimen organizado, lo cual contradice lo que celebramos en la Eucaristía. Perdona a tu pueblo, Señor. Perdona a tu pueblo, perdónale, Señor.

Monitor: Nos ponemos de pie. (Ministros Extraordinarios de la Eucaristía o celebradores de nuestras comunidades pasarán a rociar con agua bendita, como signo de que el Señor nos ha purificado).

Danos un corazón DANOS UN CORAZÓN GRANDE PARA AMAR; DANOS UN CORAZÓN FUERTE PARA LUCHAR. Hombres nuevos creadores de la historia constructores de nueva humanidad. Hombres nuevos que viven la existencia como riesgo de un largo caminar. Hombres nuevos luchando en esperanza,

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caminantes sedientos de verdad. Hombres nuevos sin frenos ni cadenas, hombres libres que exigen libertad. Hombres nuevos amando sin fronteras, por encima de razas y lugar. Hombres nuevos al lado de los pobres, compartiendo con ellos techo y pan.

Oración colecta Padre, Dios todopoderoso, te pedimos que aprendamos a orar con tu Palabra. Que ella nos capacite y nos comprometa a dar una respuesta vivencial para bien de tu Iglesia y nuestra patria. Por nuestro Señor Jesucristo, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Rito de entronización de la Palabra de Dios Monición: El Señor Jesús quiso dejarnos, junto con el don de su Espíritu Santo, la Iglesia, fundada sobre los apóstoles, quienes fueron llamados por Él y lo siguieron. Acompañados por la Iglesia, ningún bautizado deberá ser indiferente ante la Palabra de Dios, por lo que ha de escucharla, dejarse iluminar y anunciarla a los demás. Trasmitir la Palabra es tarea que nos corresponde a todos y cada uno según el don recibido y la responsabilidad que se nos confía como discípulos. Hoy entronizamos solemnemente la Palabra de Dios, que ha de iluminar nuestra vida y, por medio de ella, encontrarnos con el Señor para llevarlo a nuestros hermanos. Nos ponemos de pie. Rindamos homenaje y culto a la Palabra de Dios. Iniciemos la procesión de la entronización de la Sagrada Escritura en esta asamblea, cantando y manifestando nuestra alegría con un fuerte aplauso. (Mientras la asamblea canta, inicia la procesión en el orden siguiente: la cruz alta, los ciriales, el incensario, los niños(as) que esparcirán pétalos de flores en el corredor. El celebrante recibirá la Biblia y la levantará mientras los niños(as), rodeándolo, esparcen pétalos sobre ella.)

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Tu Palabra me da vida (E. C. # 37, p. 21) TU PALABRA ME DA VIDA, CONFÍO EN TI, SEÑOR. TU PALABRA ES ETERNA, EN ELLA ESPERARÉ. Dichoso el que con vida intachable camina en la ley del Señor. Dichoso el que, guardando sus preceptos, lo busca de todo corazón. Postrada en el polvo está mi alma, devuélveme la vida tu palabra. Mi alma está llena de tristeza, consuélame, Señor, con tus promesas. Escogí el camino verdadero, y he tenido presentes tus decretos. Correré por el camino del Señor, cuando me hayas ensanchado el corazón. Este es mi consuelo en la tristeza, sentir que tu palabra me da vida; por las noches me acuerdo de tu nombre, recorriendo tu camino dame vida. Repleta está la tierra de tu gracia enséñame, Señor, tus decretos, mi herencia son tus mandatos, alegría de nuestro corazón.

Pregón de la Palabra Monición: Hermanas y hermanos: la Palabra de Dios nos llega como un gran regalo del amor divino. Palabra que resuena desde siempre en la historia de su pueblo, pronunciando nuestro nombre y llamando a nuestras puertas.

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Es la voz del silencio sonoro de Dios, la voz eterna hecha tiempo, la voz del misterio hecha luz, la voz de Dios hecha letra, sílaba y Palabra. Su Palabra tiene un rostro humano: Jesucristo, su Hijo amado, quien nos llama y nos hace hermanos suyos. Abrámosle la puerta... Todas las puertas y ventanas. Abrámosle las manos, los brazos, los ojos y los oídos; abrámosle el corazón y todo nuestro ser, recibiéndolo y aceptándolo con alegría. Porque iluminará con su luz radiante la noche oscura de nuestras vidas; enardecerá con su fuego ardiente el frío de nuestro egoísmo; nos liberará de nuestras esclavitudes y llenará de esperanza nuestros ojos cansados. Porque derramará su Espíritu en nuestros corazones para hacernos capaces de amar y nos hará ver las necesidades de nuestros hermanos para que aprendamos a compartir en familia y comunidad. Abramos, pues, hermanos y hermanas, nuestros corazones y nuestras casas a la Palabra de Dios. Amén. (Tomar asiento)

Liturgia de la Palabra Monición Desde el Antiguo Testamento, la Palabra de Dios era colocada en un lugar preponderante y desde ese lugar se proclamaba para todo el pueblo, iluminando sus proyectos. ¡Escuchemos con mucha atención!

Primera lectura Del libro de Nehemías (8, 1-12) En el séptimo mes todo el pueblo se reunió como un solo hombre en la plaza que se encuentra frente a la Puerta del Agua, y pidieron a Esdras que trajera el libro de la Ley de Moisés, que Yavé había dado a Israel. Esdras trajo la ley ante la asamblea, en que se mezclaban hombres y mujeres y todos los niños que podían entender lo que se iba a leer. Era el primer día del séptimo mes. Esdras leyó en el libro, ante todos ellos, desde la mañana hasta el mediodía, en la plaza que está enfrente de la Puerta del Agua; y todos los oídos estaban pendientes del libro de la Ley. El maestro de la Ley, Esdras, estaba de pie sobre una tarima de madera levantada para esta ocasión y junto a él, a su derecha, Matatías, Sena, Ananías, Urias, Jilquías y Maaselas, y a su izquierda, Pedaías, Misael, Malaquías, Jasum, Jasbaddná, Zacarías y Melsul-lam.

Celebraciones litúrgicas Semana de animación misionera 1

Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo, pues estaban en un lugar más alto que ellos, y cuando lo abrió el pueblo entero se puso de pie. Esdras bendijo a Yavé, el Dios grande; y todo el pueblo, alzando las manos, respondió: “¡Amén! ¡Amén!”, y se postraron rostro en tierra. Los levitas, Josué, Vaní y sus demás hermanos, explicaban la Ley al pueblo, que seguía de pie. Leyeron en el libro de la Ley de Dios, aclarando e interpretando el sentido, para que todos comprendieran lo que les estaban leyendo. Entonces Esdras, maestro de la Ley, dijo al pueblo: “Este día está dedicado a Yavé, el Dios de ustedes, no estén tristes ni lloren”. Porque todos lloraban al oír la lectura de la Ley. Les dijo entonces: “Vayan a comer comidas grasosas, tomen bebidas dulces y denle una ración al que no la tiene preparada. Porque este día está dedicado al Señor. No estén tristes. La alegría de Yavé es nuestro amparo”. También los levitas tranquilizaron al pueblo, diciéndole: “Dejen de llorar, este día es día de fiesta. No estén tristes”. Y el pueblo se fue a comer, a beber y a repartir porciones, y a hacer una gran fiesta, porque habían entendido lo que les habían dicho. Palabra de Dios.

Salmo responsorial (Sal 119) Monitor: Después de cada estrofa cantaremos: Escuchar tu Palabra. (E.C #566 p.149). Escuchar tú Palabra es inicio de fe en ti, Señor. Meditar tú Palabra es captar tu mensaje de amor. Proclamar tu Palabra, Señor, es estar embebido de ti. Proclamar tu Palabra, Señor, es ya dar testimonio de ti, mi Dios. (2). Felices los que sin mancha caminan en la Ley del Señor, felices los que guardan sus mandamientos, y buscan a Dios con todo el corazón. Escuchar tú palabra es inicio de fe en ti Señor... Los que nunca cometen maldades, sino que van por el camino recto y guarden tus mandatos. Escuchar tú palabra es inicio de fe en ti Señor... Ojalá que mi andar sea recto y guarde tus mandatos, porque si los obedezco no quedaré confundido.

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Escuchar tú palabra es inicio de fe en ti Señor... Como conocedor de tus justas leyes, te alabaré con corazón sincero. Yo guardaré tus mandatos, con tal de que tú no me abandones. Escuchar tú palabra es inicio de fe en ti Señor... Escondí tus palabras en mi pecho, para no pecar en contra tuya. Señor, bendito eres, enséñame tus estatutos. Escuchar tú palabra es inicio de fe en ti Señor... Cuento con mis labios todos los decretos de tu boca. Me alegro de seguir tus órdenes como si tuviera grandes riquezas. Escuchar tú palabra es inicio de fe en ti Señor...

Monición: Jesús, que se nos muestra en el Evangelio a través de obras y palabras, podrá hacernos conocer a aquel Dios a quien nadie ha visto jamás (Jn 1, 18). Dios mismo se ha encarnado y así nos muestra su voluntad. Adherirse o no a Jesús equivale para nosotros a aceptar o negar nuestra filiación divina. Nos ponemos de pie.

Aclamación antes del Evangelio Aleluya, el Señor es nuestro rey ALELUYA, ALELUYA, EL SEÑOR ES NUESTRO REY. (2) Cantad al Señor un cántico nuevo porque ha hecho maravillas; su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo.

Celebraciones litúrgicas Semana de animación misionera 1

Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios, aclamad al Señor, Tierra entera, gritad, vitoread, tocad.

Evangelio Lectura del Santo Evangelio según san Juan (Jn 1, 1-14) En el principio era el Verbo, y frente a Dios era el Verbo, y el Verbo era Dios: Él estaba frente a Dios al principio. Por Él se hizo todo y nada llegó a ser sin Él. Lo que llegó a ser, tiene vida en Él, y para los hombres esta vida es luz. La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no pudieron vencer la luz. Vino un hombre de parte de Dios que se llamaba Juan. Vino para dar testimonio; vino como testigo de la luz, para que, por él, todos creyeran. No era él la luz, pero venía como testigo de la luz. Porque la luz llegaba al mundo, la luz verdadera. Ya estaba en el mundo, y por Él se hizo el mundo, este mundo que no lo conoció. Vino a su propia casa y los suyos no lo recibieron. Pero a todos los que lo recibieron, les concedió ser hijos de Dios: estos son los que creen en su Nombre. Pues aquí se nace sin unión física, ni deseo carnal, ni querer de hombre; éstos han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros: hemos visto su gloria, la que corresponde al Hijo Único cuando su Padre lo glorifica. En Él estaba la plenitud del amor y de la fidelidad. Palabra del Señor.

Homilía

Oración universal Celebrante: Demos gracias a Dios por medio de Jesucristo: su Palabra eterna ha creado al mundo y por su encarnación y resurección nos ha dado la vida eterna. Nos unimos en oración con toda la Iglesia. Oremos diciendo: Señor, a quién iremos, tú tienes palabras de vida eterna. 1.-Para que el Evangelio llegue a todos los pueblos, se encarne en las culturas y nos haga hermanos a todos sin distinción de condición social, raza, lengua, sexo o religión. Roguemos al Señor. Señor, a quién iremos, tú tienes palabras de vida eterna. 2.- Para que la Palabra de Dios, viva y eficaz, llegue al corazón de nuestros gobernantes, los transforme y los haga comprometerse en la búsqueda sincera de la paz, el bienestar y la justicia ante la situación de violencia, impunidad, extorsión, fraudes y crímenes en nuestra querida patria. Roguemos al Señor.

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Señor, a quién iremos, tú tienes palabras de vida eterna. 3.- Para que todos nosotros, llamados a través del bautismo al seguimiento de Jesucristo, en esta semana de animación misionera, abramos nuestros corazones a la Palabra y obtengamos la fuerza de Dios, la valentía y el amor suficientes para responder a nuestra vocación. Roguemos al Señor. Señor, a quién iremos, tú tienes palabras de vida eterna. 4.- Para que, unidos a Jesús nuestro maestro, aprendamos a amar como Él amó, y juntos construyamos un país y una sociedad más justos y fraternos. Roguemos al Señor. Señor, a quién iremos, tú tienes palabras de vida eterna. 5.- Por todos nosotros, reunidos en este día alrededor de la mesa de la Palabra y la Eucaristía, para que, escuchando su Palabra, comiendo su pan y bebiendo su cáliz, formemos con todos los cristianos un solo Cuerpo, movidos por un mismo Espíritu. Roguemos al Señor. Señor, a quién iremos, tú tienes palabras de vida eterna.

Sacerdote: Señor Padre nuestro, te damos gracias porque has querido darte a conocer por medio de tu Palabra hecha carne, que es Jesús. Te pedimos que nos ayudes a recibirla en nuestros hogares de manera que ella pueda fecundar y producir muchos frutos de amor y reconciliación entre todos. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Ofertorio (Nota: Con anticipación el encargado de la liturgia designa a tres personas y una familia, a quienes haya indicado qué y cómo efectuar la procesión de ofrendas, para llevar los símbolos; deberán formarse durante las preces para agilizar la celebración. Al terminar la monición, el sacerdote que preside la Misa se dispondrá a recibir los signos que traerán algunos fieles.).

Monición El Concilio Vaticano ii nos dice: “La Iglesia ha venerado siempre la Sagrada Escritura como al mismo Cuerpo del Señor, no dejando de tomar de la mesa y de distribuir a los fieles el pan de vida, tanto de la Palabra como del cuerpo de Cristo” (dv, núm. 21).

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Ha sido bonito colocar la Biblia para que presida nuestra comunidad cristiana. Ha sido bonito comentar un pequeño pasaje del Evangelio, pero no basta: es preciso que nos comprometamos a alimentarnos con frecuencia de la Palabra del Señor. Y ahora recibamos los símbolos que nos ayudarán a entender aún más la importancia de la Biblia en nuestra vida diaria.

(Nota: Las personas que traen los símbolos se los entregan al sacerdote; mientras, los acólitos los ponen al pie del altar).

Panes Jesús nos dice “No sólo de pan vive el hombre, sino de la Palabra que sale de la boca de Dios.” La Palabra de Dios es el pan de cada día que alimentará nuestra fe.

Cirio Jesús nos dice también: “Yo soy la luz del mundo”. Para que la Palabra de Dios sea luz que ilumina nuestros pasos y sea maestra de nuestra vida, escuchándola con frecuencia.

Miel Leemos que “la Palabra del Señor es dulce como la miel”: nos consuela y conduce por caminos de solidaridad, de afecto, de amor auténtico. Vivamos en un clima de afecto y diálogo, de respeto y amabilidad entre todos.

Canto de ofertorio Te ofrecemos Padre nuestro TE OFRECEMOS PADRE NUESTRO, CON EL VINO Y CON EL PAN NUESTRAS PENAS Y ALEGRÍAS EL TRABAJO Y NUESTRO AFÁN. Como el trigo de los campos, bajo el signo de la cruz

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se transforma en nuestras vidas como el cuerpo de Jesús. A los pobres de la tierra a los que sufriendo están cambia su dolor en vino como la uva en el lagar. Estos dones son el signo del esfuerzo de unidad que los hombres realizamos en el campo y la ciudad. Es el pueblo quien te ofrece, con los dones del altar, la naturaleza entera, anhelando libertad. Gloria sea dada al Padre y a su Hijo Redentor, y al Espíritu Divino, que nos llenan de su amor.

Oración sobre las ofrendas Recibe, Señor, estos símbolos de nuestro caminar, junto con el pan y el vino; y recibe también nuestros gozos y sufrimientos para que, buscando el contacto con tu Hijo, Palabra hecha carne, renovemos el amor, la justicia y la verdad en la vida diaria. Por nuestro Señor Jesucristo, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos.

(Proponemos la Plegaria Eucarística número iii)

Santo Santo, santo, santo es el Señor, Dios poderoso del universo. Los cielos y la tierra están llenos de tu gloria

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HOSANA, HOSANA, HOSANA EN EL CIELO (2) Bendito el que viene en nombre del Señor HOSANA, HOSANA, HOSANA EN EL CIELO (2)

Cordero de Dios Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros ten piedad de nosotros (2) Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz, danos la paz, danos la paz.

Canto de Comunión Yo soy el pan de vida Yo soy el pan de vida: el que viene a mí no tendrá hambre; el que viene a mí no tendrá sed. Nadie viene a mí, si el Padre no lo llama. YO LO RESUCITARÉ, YO LO RESUCITARÉ. YO LO RESUCITARÉ EN EL DÍA FINAL El pan que yo les daré, es mi cuerpo vida del mundo. El que coma de mi carne, tendrá vida eterna, tendrá vida eterna.

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Mientras tú no comas el cuerpo del Hijo del hombre y bebas de su sangre, y bebas de su sangre, no tendrá vida él en ti. Yo soy la resurrección, yo soy la vida; el que crea en mí, aunque muriera, tendrá vida eterna. Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que vino al mundo para salvarnos.

Oración después de la Comunión Que María, Reina y Madre nuestra, quien encarnó la Palabra en su seno por la acción del Espíritu Santo, nos comunique su amor y su ternura para servir con generosidad a nuestros hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén.

Bendición de las Sagradas Escrituras

Monición: La Palabra de Dios no se debe quedar en nosotros, sino ser escuchada, vivida y proclamada. Seamos eco del gran mensaje de Dios. (La persona designada en la procesión toma la Biblia, la eleva y la presenta a la comunidad, que a su vez levanta su propia biblia. El sacerdote, entonces, prosigue diciendo:) Oremos: Padre de amor, mira con bondad a esta comunidad cristiana de... que reunida en tu nombre desea acercarse a ti, escuchando tu Palabra. Envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a comprender esta Palabra, con el corazón abierto, atentos de lo que nos quieres comunicar. Dígnate bendecir estas biblias y a estos hijos tuyos, dispuestos a descubrirte desde tu Palabra en los acontecimientos cotidianos y en las personas; especialmente en los pobres y en los que sufren; porque eres fuente de fraternidad, de justicia y de paz.

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Ilumínalos, Padre, con tu Palabra, para que sean discípulos y misioneros, que caminando junto a Jesús aprendan a vivir como verdaderos hijos tuyos. Tu Palabra es fuente viva, acércalos a ella y dales el gusto de orar con ella, para que permanezcan siempre en ti. Gracias, Señor, por tu Palabra, porque nos anima y nos devuelve esperanza, nos impulsa a vivir en el amor y nos hace fuertes en la fe. Danos la sabiduría para encarnar tu mensaje. Señor, que esta comunidad parroquial sea templo vivo donde resuene tu Palabra y donde niños, jóvenes y adultos sean terreno donde germinen expresiones de amor mutuo. Te lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo amado y hermano nuestro, que contigo y tu Espíritu nos transforme, y nos ayude a vivir y amar como tú Hijo. Amén.

Bendición final El Señor esté con ustedes... Y la bendición de Dios todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo.... Vayamos en paz, a vivir lo que aquí hemos celebrado.

Canto de salida Yo vengo del Sur... Yo vengo del Sur y del Norte, del Este y Oeste, de todo lugar. Caminos y vidas recorro, llevando socorro, queriendo ayudar. Mensaje de paz es mi canto, y cruzo montañas y voy hasta el fin. El mundo no me satisface, lo que quiero es la paz, lo que quiero es vivir. AL PECHO LLEVO UNA CRUZ Y EN MI CORAZÓN LO QUE DICE JESÚS. (2) Yo sé que no tengo la edad ni la madurez de quien ya vivió,

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mas sé que es de mi propiedad, buscar la verdad y gritar con mi voz. El mundo va herido y cansado de un negro pasado de guerras sin fin, hoy teme a la bomba que hizo y a la fe que deshizo, y espera por mí. Yo quiero dejar mi recado, no tengo pasado pero tengo amor, el mismo de un crucificado que quiso dejarnos un mundo mejor. Yo digo a los indiferentes que soy de la gente que cree en la cruz y creo en la fuerza del hombre que sigue el camino de Cristo Jesús.

Siglas celam:

Conferencia Episcopal Latinoamericana y del Caribe. dp: Documento de Puebla. da: Documento de Aparecida. gs: Constitución dogmática Gaudium et Spes. lg: Constitución dogmática Lumen Gentium. dv: Constitución dogmática Dei Verbum.

Abreviaturas A. T.: Antiguo Testamento. N. T.: Nuevo Testamento. E. C.: Evangelizar Cantando.

Documentos eclesiásticos Concilio Vaticano ii, BAC, Madrid, 1967. Documento de Puebla, Librería parroquial, Puebla, 1979. Documento de Aparecida, CEM, México, DF, 2007.

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Bibliografía - Biblia latinoamericana, Verbo Divino, Madrid, 1972. - 1085 Cantos para Evangelizar Cantando, EDISEPA, México. - Carrillo, Salvador, Introducción a la Biblia, Instituto de Sagrada Escritura, México, 1993. - Petroselli, Agustín, Introducción al estudio de la Biblia I, II y III, Edit. Progreso, México, 1997. - Saravia, Javier, El Poblado de la Biblia, Paulinas, México, 1986.

Sitios en internet - http:www.missionologia.org.br/Artigos/AngelSanchez.htm, consultada 28/08/2012 - http./bibliaycatequesis.blospot.mx/2009/09/entronización-de la-palabra, consultada 28/08/2012 - http://catequesis juvenil.blogspot/2009/10/entronización-de-la-biblia-cj-presente.html, consultada 28/08/2012 - http://www.vicaria de pastoral.org.mx/decanos/2008/hojas/agosto_biblia.htm, consultada 28/08/2012 - http/www.archicompostela.org, consultada 28/08/2012 - http://gparoissial.cernay.free.fr/Actualites/Zapo/Congresos_eucharistico_de_cl..., consultada 28/08/2012 - http://iglesiacatólica.org.uy/comisión-nacional-de-laanimación-biblica-de-la-pastoral-me... consultada 28/08/2012 - http: www.sanjoseperico.com. Ecos de la Palabra, consultada 28/08/2012 - http:www.sanpablo.com.ar/cat?=recursos&id=107, consultada 28/08/2012 - http://www.celam.orgcebipal/index.php?name=lectioDivina, consultada 17/10/2012

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Semana de Animación Misionera Celebración de Misa de enfermos Celebración de Misa de enfermos

Celebraciones litúrgicas Semana de animación misionera 1

Celebración de Misa de enfermos Momento celebrativo (Nota: El encargado de liturgia preverá que los enfermos se sienten en las primeras bancas, debidamente identificados con el gafete.)

Monición de entrada Hermanos, Nuestro Señor Jesucristo, que tanto padeció por nosotros y a quien se acercaban los enfermos para implorar la salud, está aquí presente entre nosotros, que nos hemos reunido en su nombre. Hoy lo recibiremos de un modo especial, como el médico que puede curarnos. Pidámosle que estos enfermos recobren la salud espiritual y corporal, si es su voluntad, y queden restablecidos.

Canto de entrada No podemos caminar NO PODEMOS CAMINAR CON HAMBRE BAJO EL SOL, DANOS SIEMPRE EL MISMO PAN TU CUERPO Y SANGRE, SEÑOR. Comamos siempre de este pan, el pan de la unidad. En un cuerpo nos unió el Señor, por medio del amor. Señor, yo tengo sed de ti, sediento estoy de Dios; pero pronto llegaré a ver el rostro del Señor. Por el desierto el pueblo va cantando su dolor: en la noche brillará tu luz, nos guía la verdad.

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Celebrante: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Saludo inicial La paz, la caridad y la fe, de parte de Dios Padre y de Jesucristo, el Señor, esté con todos ustedes. Todos: Y con tu espíritu.

Acto penitencial Al comenzar esta Celebración Eucarística, pidamos a Dios que nos conceda la conversión de nuestros corazones; así obtendremos la reconciliación y se acrecentará nuestra comunión con Dios y con nuestros hermanos.

Yo confieso... (Si se ve conveniente utilizar el rito de aspersión del agua bendita ver p. 917 del Ritual de Enfermos)

Oración colecta Dios nuestro, lleno de compasión, tú que cuidas a cada uno de tus hijos y conoces sus necesidades físicas y espirituales, transforma la debilidad con la fuerza de tu gracia y haz cada vez más firme nuestra alianza contigo, para que podamos crecer en la fe y en el amor. Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.

Liturgia de la Palabra (Nota: Para enriquecer las lecturas bíblicas proponemos las siguientes citas bíblicas, siempre respetando las necesidades de la celebración del Sacramento y decisión del celebrante: 2M 6, 12; Jb 1; Col 1, 24; 2Co 19, 9-10; St 1, 2-4.)

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Monición a la primera lectura El Antiguo Testamento tiende a superar el concepto del sufrimiento como castigo por el pecado en otra dirección, subrayando el valor educativo de la pena-sufrimiento, donde los castigos no vienen para la destrucción, sino para la corrección de las faltas del pueblo.

Primera lectura De la Carta del apóstol Santiago (5, 13-18) Hermanos míos: ¿Sufre alguno de ustedes? Que haga oración. ¿Está de buen humor? Que entone cantos al Señor ¿Hay alguno enfermo? Que llame a los presbíteros de la Iglesia, para que oren por él y lo unjan con aceite, invocando al Señor. La oración hecha con fe le dará la salud al enfermo y el Señor hará que se levante; y si tiene pecados, se le perdonarán. Por lo tanto, confiesen sus pecados los unos a los otros y oren los unos por los otros para que se curen. Mucho puede la oración insistente del justo. Palabra de Dios.

Salmo responsorial (Sal 85) R. Señor, escucha nuestra oración. Presta, Señor, oídos a mis súplicas, pues soy pobre lleno de desdichas. Protégeme, Señor, porque te amo, salva a tu siervo que confía en ti. R. Ten compasión de mí, pues clamo a ti, Dios mío, todo el día, ya que a ti, Señor, levanto el alma, llena a este siervo tuyo de alegría. R. Puesto que eres, Señor, bueno y clemente, y todo el amor con quien tu nombre invoca, escucha mi oración y a mi súplica da respuesta pronta. R.

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Monición al Evangelio Jesús compartió intensamente el dolor humano; su obrar se dirigía ante todo a los enfermos y a quienes esperaban ayuda. Él pasó haciendo el bien, asumiendo el sufrimiento en sí mismo. Escuchemos atentamente el Evangelio.

Canto Aleluya, el Señor es nuestro rey ALELUYA, ALELUYA, EL SEÑOR ES NUESTRO REY. (2) Cantad al Señor un cántico nuevo porque ha hecho maravillas; su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo. Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios, aclamad al Señor, Tierra entera, gritad, vitoread, tocad.

Evangelio Del Santo Evangelio según san Mateo (8, 1-4) En aquel tiempo, cuando Jesús bajó de la montaña, lo iba siguiendo una gran multitud. De pronto se le acercó un leproso, se postró ante él y le dijo: “Señor, si quieres, puedes curarme”. Jesús extendió la mano y lo tocó, diciéndole: “Sí quiero, queda curado”. Inmediatamente quedó limpio de la lepra. Jesús le dijo: “No le vayas a contar esto a nadie. Pero ve ahora a presentarte al sacerdote y lleva la ofrenda prescrita por Moisés para probar tu curación”. Palabra del Señor.

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Homilía

Plegaria universal Celebrante: Hermanos, con una oración llena de fe, invoquemos humildemente al Señor, y roguémosle por nuestros hermanos que sufren la enfermedad corporal. 1. Muéstrales, Señor, tu misericordia y confórtalos por esta santa unción. Todos: Te lo pedimos, Señor. 2. Líbralos de todo mal. Todos: Te lo pedimos, Señor. 3. Libra a estos enfermos de todo pecado y de toda tentación. Todos: Te lo pedimos, Señor. 4. Concede vida y salud a estos enfermos a quienes vamos imponer las manos en tu nombre. Todos: Te lo pedimos, Señor. (En silencio el sacerdote impone las manos a los enfermos.)

Liturgia del Sacramento

Bendito seas, Dios omnipotente, porque enviaste a tu Hijo al mundo por nosotros y por nuestra salvación. R. Bendito seas por siempre, Señor. Bendito seas, Dios Hijo unigénito, que haciéndote hombre por nosotros quisiste aliviar nuestras enfermedades. R. Bendito seas, Dios Espíritu Santo consolador, que con tu iluminado poder sanas las debilidades de nuestro cuerpo. R. Señor, concede alivio a los sufrimientos de estos hijos tuyos que en ti creen y que van a ser ungidos con el óleo santo; confórtalos en su enfermedad, por Cristo, nuestro Señor. Amén.

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Unción Por esta Santa Unción y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo. Amén. Para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad. Amén.

Oración Padre nuestro del cielo, por medio de la santa unción, concede a nuestros hermanos y hermanas el alivio de sus sufrimientos. Para que cuando tengan miedo, les concedas valor; cuando se sientan afligidos, les des la paciencia; cuando se sientan deprimidos, les concedas la esperanza; cuando se sientan solos, les concedas la compañía de tu pueblo. Amén.

Presentación de los símbolos Monición de las ofrendas El que sufre en unión con Cristo ‘completa’ con su sufrimiento lo que le falta a los padecimientos de Cristo. La redención de Cristo fue completa, lo que significa que la redención obrada en virtud del amor permanece constantemente abierta a todo amor que se expresa en el sufrimiento humano.

Bastón Padre Dios, recibe este bastón, como signo de nuestra fragilidad humana, para aceptar nuestra enfermedad y sobrellevarla con aceptación y esperanza, como lo hiciste con la cruz en el camino de tu Pasión rumbo al calvario.

Cruz Recibe, Señor, esta cruz, como signo de nuestros dolores y sufrimientos que ofrecemos y unimos a tu pasión dolorosa, por nuestra conversión y salvación de todos los seres humanos.

Enfermo en silla de ruedas Te presentamos este hermano nuestro que está viviendo en carne propia los sufrimientos, para que tú le concedas la salud, fortaleza y paciencia. De igual manera, a todos nuestros hermanos enfermos aquí presentes, para que se reincorporen a sus actividades cotidianas.

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Canto de ofertorio Vino y pan en oblación Vino y pan en oblación esperan el milagro del Señor. Ve nuestra ofrenda sobre tu santo altar; Eran los campos dulce vid y trigal. Pero tú, -por tu bondad, transformas nuestra ofrenda en ti, Señor. Toma mi vida, -y también cambiará; llena mi alma de tu gracia y tu paz. Amén.

Oración sobre las ofrendas Señor nuestro, te traemos estos dones para que los conviertas en el cuerpo salvador y en la sangre de tu Hijo; cura por Él las enfermedades que nos afligen y renueva en nosotros la alegría de la vida nueva. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Liturgia Eucarística Prefacio El Señor esté con ustedes R. Y con tu espíritu. Levantemos el corazón R. Lo tenemos levantado hacia el Señor. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R. Es justo y necesario. En verdad es justo y necesario darte gracias siempre y en todo lugar, Señor Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, porque en Cristo, que sanó a los enfermos, nos revelaste tu poder infalible y tu compasión constante. En su gloriosa resurrección tu Hijo venció el sufrimiento y la muerte, y nos dejó en herencia

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la promesa de un mundo nuevo y glorioso en donde ya nunca nos afligirá ningún dolor del cuerpo ni angustia del espíritu. Con el don del Espíritu Santo tú nos bendices ya desde ahora, dándonos aliento y salud, fortaleza y esperanza, el perdón y la paz. En este supremo sacramento de tu amor tú nos das el cuerpo resucitado de tu Hijo Jesucristo, como modelo de lo que también nosotros llegaremos a ser cuando Él vuelva al final de los tiempos. Con júbilo y alegría nos unimos a los ángeles y a los santos en la gran alabanza de la creación, cantando sin cesar.

Santo, Santo Santo, Santo, Santo Santo es el Señor Dios del universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre En nombre del Señor. Hosanna en el cielo.

Plegaria Eucarística opcional I. Acepta, Señor, en tu bondad, la ofrenda de tus siervos y de toda tu familia santa, que te presentarnos especialmente por aquellos que te piden curación de cuerpo, alma y espíritu. Concédenos la paz en nuestros días, líbranos de la condenación eterna y cuéntanos entre tus elegidos. II. Después de “llévala a la perfección por la caridad...” se añade: “Acuérdate también de todos aquellos que te piden su curación en el nombre de tu Hijo, para que jamás dejen de alabar las maravillas de tu poder”. III. Después de “atiende los deseos y las súplicas...”: “...de aquellos que te piden salud en el nombre de tu Hijo, para que jamás dejen de alabar todas las maravillas de tu poder”.

Señor, nuestro hermano Señor, nuestro hermano, Ten piedad de nosotros (2)

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Cordero, nuestro hermano, Danos la paz, danos la paz.

Canto de Comunión Con vosotros está CON VOSOTROS ESTÁ Y NO LE CONOCÉIS CON VOSOTROS ESTÁ SU NOMBRE ES EL SEÑOR (2) Su nombre es “El Señor” y pasa hambre, y clama por la boca del hambriento, y muchos que lo ven pasan de largo acaso por llegar temprano al templo. Su nombre es “El Señor” y sed soporta y está en quien de justicia va sediento, y muchos que lo ven pasan de largo a veces ocupados en sus rezos. Su nombre es “El Señor” y está desnudo la ausencia del amor hiela sus huesos, y muchos que lo ven pasan de largo, seguros y al calor de su dinero. Su nombre es “El Señor” y enfermo vive, y su agonía es la del enfermo, y muchos que lo saben no hacen caso, tal vez no frecuentaban mucho el templo. Su nombre es “El Señor” y está en la cárcel, y está en la soledad de cada preso, y nadie lo visita y hasta dicen: “Tal vez ese no era de los nuestros”. Su nombre es “El Señor” el que sed tiene; él pide por la boca del hambriento, está preso, está enfermo, está desnudo: pero él nos va a juzgar por todo eso.

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Oración después de la Comunión Dios nuestro, al celebrar estos misterios, tu pueblo ha recibido los dones de la unidad y de la paz; cura a los afligidos y restitúyeles la salud, en el nombre de tu único Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Oración del enfermo En esta (tarde, noche), Cristo del calvario, vine a rogarte por mi carne enferma; pero, al verte, mis ojos van y vienen de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza. ¿Cómo quejarme de mis pies cansados cuando veo los tuyos destrozados? ¿Cómo mostrarte mis manos vacías cuando las tuyas están llenas de heridas? ¿Cómo explicarte a ti mi soledad cuando en la cruz alzado y solo estás? ¿Cómo explicarte que no tengo amor cuando tienes rasgado el corazón? Ahora ya no me acuerdo de nada, huyeron de mí todas las dolencias. El ímpetu de ruego que traía se me ahoga en la boca pedigüeña. Y sólo pido no pedirte nada, entra aquí, junto a tu imagen muerta, ir aprendiendo que el dolor es sólo la llave santa de su santa puerta. Amén.

Bendición Que el Dios de todo consuelo los bendiga siempre a ustedes y les conceda la esperanza durante la vida. R. Amén. Que Dios les devuelva la salud y les conceda la salvación. R. Que Dios llene de paz sus corazones y los conduzca a la vida eterna. R.

Celebraciones litúrgicas Semana de animación misionera 1

Que los bendiga Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo. R.

Canto de salida Madre de todos los hombres MADRE DE TODOS LOS HOMBRES, ENSÉÑANOS A DECIR: AMÉN. Cuando la noche se acerca y se oscurece la fe. Cuando el dolor nos oprime, y la ilusión ya no brilla. Cuando aparece la luz, y nos sentimos felices. Cuando nos llegue la muerte, y tú nos lleves al cielo.

Siglas ca:

Juan Pablo II, carta encíclica Centessimus annus, 1991. ip: Comisión episcopal de pastoral social, La Iglesia y los pobres, 1994. sd: Juan Pablo II, carta apostólica Salvici Doloris, 1984.

Bibliografía - Actitudes cristianas, Sal Terrae, Santander, 1997. - Carreto, Carlo, ¿Por qué, Señor? El dolor secreto escondido en los siglos, Paulinas, Madrid, 1985. - Comisión episcopal de pastoral social, La Iglesia y los pobres, 1994. - Juan Pablo II, carta encíclica Centessimus annus,1991. - Juan Pablo II, carta apostólica Salvifici Doloris,1984. - Sandoval, José, Budismo y cristianismo ante el dolor, Laboratorios Julio, 1998.

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Semana de Animación Misionera Celebración de entronización de la imagen de la Virgen de Guadalupe en la Eucaristía Celebración de entronización de la imagen de la Virgen de Guadalupe en la Eucaristía

Celebraciones litúrgicas Semana de animación misionera 1

Celebración de entronización de la imagen de la Virgen de Guadalupe en la Eucaristía Momento celebrativo Moción inicial Estamos reunidos porque queremos, como cristianos, expresar nuestra fe en nuestro Señor Jesucristo; esta fe que empezó a ser predicada en América Latina hace más de 500 años. En México comenzó a vivirse de una forma más plena desde que la Virgen se apareció en el Tepeyac; por eso hoy queremos poner a la Virgen de Guadalupe en un lugar especial de nuestro hogar. Nos ponemos de pie y entonamos el canto de entrada.

Desde el cielo DESDE EL CIELO UNA HERMOSA MAÑANA (2) LA GUADALUPANA, LA GUADALUPANA, LA GUADALUPANA BAJÓ AL TEPEYAC. Suplicante juntaba sus manos (2) y eran mexicanos (3) su porte y su faz. Su llegada llenó de alegría (2) de luz y armonía (3) todo el Anahuac. Junto al monte pasaba Juan Diego (2) y acercóse luego (3) al oír cantar. Juan Dieguito, la Virgen le dijo (2): “Este cerro elijo (3) para hacer mi altar”. Y en la tilma, entre rosas pintadas (2) su imagen amada (3) se dignó dejar. Desde entonces para el mexicano (2) ser guadalupano (3) es algo esencial.

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En sus penas se postra de hinojos (2) y eleva su ojos (3) hacia el Tepeyac.

Celebrante: En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Saludo inicial El amor de Dios Padre, que envió a su Hijo al mundo y se encarnó en el seno de María Virgen por la acción del Espíritu Santo, esté con todos ustedes. Amén. Hermanos, para celebrar dignamente el nombre de nuestra Madre Santísima de Guadalupe, reconozcamos sinceramente nuestros pecados. (Nota: Se ofrecen dos esquemas para la elección del sacerdote.) A) Yo confieso ante Dios... Sacerdote: Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén. O bien. B) Sacerdote: Tú, que eres el camino que conduce al Padre. Todos: Señor, ten piedad de nosotros. Sacerdote: Tú, que eres la verdad que ilumina a los pueblos. Todos: Cristo, ten piedad de nosotros. Sacerdote: Tú, que nos dejaste a María como Madre. Todos: Señor, ten piedad de nosotros.

Celebraciones litúrgicas Semana de animación misionera 1

(Nota: Si se ve conveniente se canta “Gloria”.)

Gloria a nuestro Dios GLORIA A NUESTRO DIOS EN LO ALTO DE LOS CIELOS Y EN LA TIERRA PAZ. Señor, te alabamos, Señor, te bendecimos, todos te adoramos: gracias por tu inmensa gloria. Tú eres el Cordero que quita el pecado: ten piedad de nosotros y escucha nuestra oración. Tú sólo eres Santo, Tú sólo el Altísimo con el Espíritu Santo, en la gloria de Dios Padre.

Oración colecta Padre de misericordia, que has puesto a este pueblo tuyo bajo la especial protección de la siempre Virgen María de Guadalupe, madre de tu Hijo, concédenos por su intercesión profundizar nuestra fe y buscar el progreso de nuestra patria por caminos de justicia y de paz. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Liturgia de la Palabra Monición a la primera lectura En la primera lectura Dios nos invita a descubrir su amor y su bondad al enviar a su Hijo al mundo y redimirnos para hacernos Hijos de Dios.

Primera lectura De la Carta del apóstol san Pablo a los Gálatas (4, 4-7)

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Hermanos: Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estábamos bajo la ley, a fin de hacernos hijos suyos. Puesto que ya son ustedes hijos, Dios envió a sus corazones el Espíritu de su Hijo, que clama “¡Abbá!”, es decir, ¡Padre!. Así que ya no eres siervo, sino hijo; y siendo hijo, eres también heredero por voluntad de Dios. Palabra de Dios.

Salmo responsorial (Sal 66) R. Que te alaben, Señor, todos los pueblos. Ten piedad de nosotros y bendícenos; vuelve, Señor, tus ojos hacia nosotros. Que conozca la tierra tu bondad y los pueblos, tu obra salvadora. R. Las naciones con júbilo te canten, porque juzgas al mundo con justicia; con equidad tú juzgas a los pueblos y riges en la tierra a las naciones. R. Que te alaben, Señor, todos los pueblos, que los pueblos te aclamen todos juntos. Que nos bendiga Dios y que le rinda honor todo el mundo. R.

Monición antes del Evangelio María sale de su casa para ir a servir a quien lo necesite, llevando en su seno al Emmanuel. Nos invita a tomar la misma actitud de servicio que más adelante lo hará su querido Hijo.

Canto Aleluya. Porque Cristo nuestro hermano.

Aclamación antes del Evangelio Aleluya, aleluya. Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador. Aleluya, aleluya.

Evangelio Del Santo Evangelio san Lucas (1, 39-47)

Celebraciones litúrgicas Semana de animación misionera 1

En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea y, entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto esta oyó el saludo de María, la criatura saltó en su seno. Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”. Entonces dijo María: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador”. Palabra del Señor.

Rito de entronización (Nota: Se sugiere que el celebrante dirija esta oración o bien los lectores.) Santa María de Guadalupe, ¡bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, Jesús! Tú lo has traído a nuestra patria. ¡Bendita seas! Todos: Amén. Santa María de Guadalupe, te proclamamos dichosa todas las generaciones de esta patria nuestra. ¡Bendita seas! Todos: Amén. Santa María de Guadalupe, queremos que tú seas la reina de nuestra casa. Por eso entronizamos hoy tu imagen en nuestro hogar. ¡Bendita seas! Todos: Amén. Santa María de Guadalupe, Reina de México. Todos: Salva nuestra patria y auméntanos la fe.

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Escuchemos una parte del mensaje central del hecho guadalupano, tomado del Nican Mopohua: La piadosa y perfecta Virgen le dijo a Juan Diego: “Escucha, ponlo en tu corazón, hijo mío el menor, que no es nada lo que te espantó, lo que te afligió; que no se perturbe tu rostro, tu corazón; no temas esta enfermedad ni ninguna otra enfermedad, ni cosa punzante, aflictiva. ¿No estoy aquí yo, que soy tu madre?, ¿no estás bajo mi sombra y resguardo?, ¿no soy yo la fuente de tu alegría?, ¿no estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos?, ¿tienes necesidad de alguna otra cosa?”. Meditemos en nuestro interior este mensaje guadalupano que la Virgen nos dirige hoy a nosotros. Santa María de Guadalupe, madre de México y madre nuestra, pon tu casa en medio de nosotros, que te proclamamos dichosa, diciéndote: Todos: Virgen Santísima de Guadalupe, con toda la ternura de nuestro corazón, te escogemos hoy por reina soberana y madre de cada una de las casas de los aquí presentes, así como de cada uno de los habitantes de esta comunidad. Recibe, señora, las llaves de cada puerta, no hay secretos ni reservas para ti, todo es tuyo, principalmente nuestros corazones. Tú eres la dueña y soberana de nuestros hogares. Concédenos la gracia de amarte, de vivir siempre unidos a ti y algún día gozar para siempre contigo en el cielo. Amén.

Celebrante: Señor, tú que te dignaste mirar a México con amor, viéndolo lleno de sombras y miseria, y enviaste a la Virgen María para que fuera apóstol, reina y madre nuestra, te rogamos aceptes y bendigas + estas imágenes que van a entrar en nuestros corazones, familia y hogar; haz que nuestra Madre de Guadalupe establezca su hogar y su trono en esta comunidad, nos proteja, nos libre del pecado y por su intercesión alcancemos el perdón y la paz. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén. (El sacerdote bendice las imágenes.)

Celebrante: Virgen Santísima de Guadalupe, Reina de México.

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Todos: Conserva nuestra fe y salva nuestra patria. (Nota: Enseguida entran las personas que llevarán la imagen de la Virgen para colocarla en el altar preparado o el montículo simulando el cerro del Tepeyac. En caso de que haya danzas, acompañan a la imagen danzando.)

Plegaria universal Celebrante: Elevemos nuestra oración al Padre todopoderoso para que, por intercesión de Santa María de Guadalupe, atienda benignamente los deseos de nuestro corazón. R. Que tu santa madre, Señor, interceda por nosotros. 1. Tú, que has hecho surgir a la Santísima Virgen María como sol sobre los montes para iluminar a tu Iglesia, haz que bajo el influjo de su belleza y de su amor, reinen la justicia y la paz en todo el mundo. R. 2. Dios nuestro, que quisiste que la madre de tu Hijo imprimiera su figura en el ayate de Juan Diego y tomara nuestros rasgos, haz que imitemos con nuestra vida sus virtudes y su amor a los desamparados. R. 3. Tú, que por medio de María convertiste la aridez del Tepeyac en un jardín florido y perfumado, transforma a nuestro pueblo por medio de ella en un plantío fecundo de verdaderos cristianos. R. 4. Haz que aprendamos de Juan Diego la sencillez y la humildad, la constancia en el sufrimiento y confianza en nuestra Santísima Madre. R. 5. Para que todas las familias puedan vivir en paz y busquen la promoción, el crecimiento y desarrollo de cada uno de sus miembros. R. 6. Tú, que has constituido a la Virgen María como protectora de todos los que la invoquen y en ella confíen, haz llegar la luz de su consuelo hasta los miembros de tu pueblo santo que te invoca. R.

Celebrante: Dios te salve, María...

Celebrante: Padre celestial, tú nos enviaste a Santa María de Guadalupe para que nos trajera a tu Hijo; ella nos ha acompañado a lo largo de nuestra historia, nacional y personal; por tu bondad escucha las súplicas que te presentamos, apoyados en la intercesión de la madre de tu Hijo, que también es nuestra madre. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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Ofertorio Símbolos Jarrón con rosas o flores Señor te presentamos estas rosas o flores, signo de nuestros antepasados, que significan flor y canto.

Tilma o ayate Recibe, Señor, esta tilma o ayate, como signo de nuestro esfuerzo y trabajo, de nuestros sufrimientos y dolores, anhelos, ilusiones y esperanzas.

Cruz Señor, te presentamos esta cruz, símbolo de la mezcla de las dos razas, junto con todos los pueblos crucificados del mundo, y que con tu muerte en cruz, haz vencido a la muerte y nos has redimido con tu gloriosa resurrección.

Canto de ofertorio Un día de bodas Un día de bodas el vino faltó imposible poderlo comprar qué bello milagro hiciste Señor con el agua de aquel manantial. Colmas hasta el borde del vino mejor las tinajas que pude llenar, yo puse mi esfuerzo, yo puse mi afán Tú pusiste Jesús lo demás. ES MUY POCO SEÑOR, LO QUE VENGO A TRAER,

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ES MUY POCO LO QUE PUEDO DAR. MI TRABAJO ES EL AGUA QUE LLEVO A OFRECER Y MI ESFUERZO PEDAZOS DE PAN. ES MUY POCO SEÑOR LO QUE VENGO A TRAER, ES MUY POCO LO QUE PUEDO DAR. EN TUS MANOS DIVINAS LO VENGO A PONER TU YA PONES, SEÑOR, LO DEMÁS. La gente con hambre, sentada esperó en el prado que baja hasta el mar, con cuanto tenía, a ti se acercó, un muchacho que quiso ayudar. Tu mano en su frente feliz descansó en sus ojos pudiste mirar el puso sus peces, el puso su pan, Tú pusiste Jesús lo demás. Los hombres volvían al amanecer, muy cansados de tanto bregar, las barcas vacías qué triste es volver y de nuevo tener que empezar. Salieron al agua a pescar otra vez tu palabra les iba a guiar, los hombres pusieron la barca y la red, Tú pusiste Jesús lo demás.

Oración sobre las ofrendas Acepta, Señor, los dones que te presentamos en esta Solemnidad de Nuestra Señora de Guadalupe, y haz que este sacrificio nos dé la fuerza para cumplir tus mandamientos como verdaderos hijos de la Virgen María. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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Liturgia Eucarística (Nota: Algunos prefacios de Santa María Virgen: I 338; o ll-V pp. 339-342. O bien, otra opción es tomar la “Anáfora mexicana”.)

Santo, Santo, Santo Santo, santo, santo es el Señor Dios del universo Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosana, hosana, hosana en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosana, hosana, hosana enel cielo.

Cordero Cordero de Dios, Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo ten piedad de nosotros ten piedad de nosotros (2) Cordero de Dios, Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz, danos la paz.

Canto de Comunión Amor eterno (Mi virgen Bella) (Marianela Oráa) Eres la esperanza que a nosotros en forma de mujer mando el Señor,

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Le pides con paciencia que su enojo no caiga sobre el mundo pecador. Tan puro es tu amor y tan hermoso que humildes nos postramos a tus pies. No me atrevo a mirarte a los ojos de indigno que me siento ante tu ser. CÓMO QUISIERA, AY, MI VIRGEN BELLA, QUE MI CARIÑO SE CONVIRTIERA EN UNA OFRENDA Y ASÍ ENTREGÁRTELO, REINA DEL CIELO, LA MÁS AMABLE, COMO LUCERO MARAVILLOSO QUE SIEMPRE ESTA CUIDÁNDONOS. Hoy ante tu altar y en tu presencia, te quiero regalar mi corazón, va lleno de oraciones y promesas para que se lo entregues al Señor. Tú eres el orgullo de mi tierra, pues México escogiste para hacer la casa donde al pobre le pudieras tu amor y bendiciones conceder. CÓMO QUISIERA, AY, MI VIRGEN BELLA...

Oración después de la Comunión Que el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, que hemos recibido en este sacramento, nos ayude, Señor, por intersección de nuestra Santísima Madre de Guadalupe, a reconocernos y amarnos como verdaderos hermanos. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.

Bendición

Canto salida A ti, Virgencita A ti, Virgencita, mi Guadalupana, yo quiero ofrecerte un canto valiente

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que México entero te brinda sonriente. Yo quiero decirte lo que tú ya sabes, que México te ama, que nunca está triste, porque de nombrarte el alma se inflama. TU NOMBRE ES ARRULLO Y EL MUNDO LO SABE, ERES NUESTRO ORGULLO, Y MÉXICO ES TUYO, TU GUARDAS LA LLAVE. QUE VIVA LA REINA DE LOS MEXICANOS, LA QUE CON SUS MANOS SEMBRÓ ROSAS BELLAS Y PUSO EN EL CIELO MILLARES DE ESTRELLAS. Yo sé que en el cielo escuchas mi canto y sé que con celo nos cubre tu manto, Virgencita chula, eres un encanto. Por patria nos diste este lindo suelo y lo bendijiste, porque era tu anhelo tener un santuario cerquita del cielo. MI VIRGEN RANCHERA, MI VIRGEN MORENA, ERES NUESTRA DUEÑA, MÉXICO ES TU TIERRA Y TU SU BANDERA. QUE VIVA LA REINA DE LOS MEXICANOS, LA QUE CON SUS MANOS SEMBRÓ ROSAS BELLAS, Y PUSO EN EL CIELO MILLARES DE ESTRELLAS.

Siglas celam:

Conferencia Episcopal latinoamericana y del Caribe. dp: Documento de Puebla.

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da:

Documento de Aparecida. ec: Evangelizar Cantando. ia: La Iglesia en América.

Abreviaturas A. T.: Antiguo Testamento. N. T.: Nuevo testamento N. M.: Nican Mopohua.

Documentos eclesiásticos - Iglesia en América, celam. - Documento de Aparecida, cem, México, 2007.

Bibliografía - Biblia Latinoaméricana, Verbo Divino, Madrid, 1972. - Beuchot, M., Hermenéutica, Analogía y Símbolo, Herder, 2004. - 1085 Cantos para Evangelizar Cantando, Edisepa, México. - Brading, A., La Virgen de Guadalupe. Imagen y Tradición, Taurus, México, 2001. - Siller, Clodomiro, Para comprender el mensaje de María de Guadalupe, Edit. Guadalupe, Buenos Aires, 1989. - De la Torre, Ernesto, Testimonios históricos guadalupanos, fce, México, 1992. - Florescano, E., El mito de Quetzalcóatl, fce; México, 1993. - Nebel, R., María Tonantzín, Virgen de Guadalupe, fce, México, 3ª reimp. - OíGorman, Edmundo, Destierro de sombras, unam, méxico, 1986. - Ordinario de la Misa, cem México, Buena Prensa, México, 2008. - Sahagún, Historia general de las cosas de la Nueva España, Porrúa, México, 1999. - Ritual breve para el presbítero itinerante, Buena Prensa, México, 2009. - Siller, C., Flor y canto del Tepeyac, Jalapa, México, 1981. - Velasco, J. M., El fenómeno místico, estudio comparado, Trotta, Madrid, 1999. - Vásquez, José, Celebraciones en torno a la imagen de la Virgen de Guadalupe, Puebla, 2012.





Semana de Animación Misionera Celebración Eucarística y renovación de promesas matrimoniales Celebración Eucarística y renovación de promesas matrimoniales

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Celebración Eucarística y renovación de promesas matrimoniales Momento celebrativo Monición Recibimos estas parejas que hoy quieren volver a renovar su compromiso de amarse para siempre. El mismo Dios que condujo a estos hermanos nuestros al matrimonio, por caminos incógnitos y misteriosos, es el mismo que ahora les permite venir hasta su templo a renovar su consagración matrimonial, para agradecer la gran oportunidad que les ha concedido de experimentar de una manera íntima su amor a través de sus años de matrimonio, para darle gracias por las bendiciones que ha derramado en su hogar, por los hijos que les ha concedido. Indudablemente que también han tenido momentos difíciles y angustiosos, y estos también hay que presentárselos al Señor; Él, que conoce nuestro barro y nuestra debilidad, les conceda la fuerza de ese amor que todo supera. Unidos, pues, con estas intenciones, celebramos la Eucaristía.

Canto de entrada Todos unidos Todos unidos formando un solo cuerpo, un pueblo que en la Pascua nació. Miembros de Cristo en sangre redimidos, Iglesia peregrina de Dios. Vive en nosotros la fuerza del Espíritu que el Hijo desde el Padre envió. El nos empuja, nos guía y alimenta. Iglesia peregrina de Dios. Somos en la tierra semilla de otro reino, somos testimonio de amor: -Paz para las guerras y luz entre las sombras. Iglesia peregrina de Dios (2) Rugen tormentas y a veces nuestra barca,

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parece que ha perdido el timón. Miras con miedo, no tienes confianza, Iglesia peregrina de Dios. Una esperanza nos llena de alegría: Presencia que el Señor prometió; vamos cantando, El viene con nosotros. Iglesia peregrina de Dios. Todos unidos en un solo Bautismo, unidos en la misma comunión. Todos viviendo en una misma casa, Iglesia peregrina de Dios. Todos prendidos, en una misma suerte ligados a la misma salvación. Somos un cuerpo y Cristo es la cabeza, Iglesia peregrina de Dios.

Celebrante: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Saludo inicial La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios, nuestro Padre, esté con ustedes.

Acto penitencial A) Por las veces que sembramos la discordia en la familia, Perdón, Señor, Perdón Por las veces que imponemos sin escuchar. Perdón, Señor, Perdón. Por nuestra irresponsabilidad en el hogar Perdón, Señor, Perdón.

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Celebrante: Que el Señor, que es rico en misericordia, tenga piedad de nosotros, perdone nuestros pecados y algún día nos lleve a la vida eterna.

B) (Con anticipación se buscan tres matrimonios y se acercarán oportunamente para pedir perdón en nombre de la asamblea, y se colocan junto al micrófono) Celebrante: Imploremos la misericordia de Dios y pedimos que purifique nuestros corazones de toda mancha de pecado para celebrar dignamente el sacrificio eucarístico. Reconocemos su bondad infinita y humildemente asumimos nuestras faltas pidiendo su perdón. Matrimonio 1: Señor, tú que creaste al ser humano a tu imagen y semejanza, varón y mujer, y los capacitaste para vivir en comunión de amor y vida, perdona nuestro egoísmo, que nos impide entregarnos el uno al otro. Señor, ten piedad de Nosotros Todos: Señor, ten piedad de nosotros. Matrimonio 2: Señor, tú que instituiste el matrimonio, primera vocación del ser humano, y a partir de él creaste a la familia como reflejo de la Trinidad, perdona nuestra falta de compromiso y fidelidad. Cristo, ten piedad de nosotros. Todos: Cristo, ten piedad de nosotros. Matrimonio 3: Señor, tú que diste al ser humano la capacidad de hacerse coparticipe en tu creación a través de los hijos, haciéndolo reflejo de tu paternidad, perdona nuestra falta de consecuencia al actuar y reflejar tu rostro de Padre. Señor, ten piedad de nosotros. Todos: Señor, ten piedad de nosotros. Celebrante: Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros...

Oración colecta Dios todopoderoso y eterno, que uniste con el vínculo indisoluble del matrimonio a estos hijos tuyos y los has conservado unidos por el amor en sus penas y alegrías, aumenta y purifica ese amor para que, amándose más cada día, se santifiquen mutuamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.

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Liturgia de la Palabra

Monición a la primera lectura El Señor, al igual que los parientes y amigos, quiere dirigir en este día su palabra de amigo y de Padre a estos hijos suyos, y comunicarles la fuerza que los haga fieles en su amor. Esta palabra no es limitada, se dirige también a todos los aquí presentes y a todos los hombres del mundo. Esto exige una respuesta de amor en nuestra vida cotidiana.

Primera lectura De la Primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (13, 1-13) Hermanos: Aspiren a los dones de Dios más excelentes. Voy a mostrarles el camino mejor de todos. Aunque yo hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, no soy más que una campana que resuena o unos platillos que aturden. Aunque yo tuviera el don de profecía y penetrara todos los misterios, aunque yo poseyera en grado sublime el don de ciencia y mi fe fuera tan grande como para cambiar de sitio las montañas, si no tengo amor, nada soy. Aunque yo repartiera en limosnas todos mis bienes y aunque me dejara quemar vivo, si no tengo amor, de nada me sirve. El amor es compasivo, el amor es servicial y no tiene envidia; el amor no es presumido ni se envanece; no es grosero ni egoísta; no se irrita ni guarda rencor; no se alegra con la injusticia, sino que goza con la verdad. El amor disculpa sin límites, confía sin límites, espera sin límites, soporta sin límites. El amor dura por siempre. Palabra de Dios.

Salmo responsorial (Sal 66) R. Que Dios tenga piedad y nos bendiga Que Dios se compadezca de nosotros, nos bendiga y nos mire con amor; así todos los pueblos de la tierra conocerán tu salvación. R. Que canten de alegría las naciones porque riges el mundo con justicia; con equidad gobiernas a los pueblos, con rectitud los guías. R.

Celebraciones litúrgicas Semana de animación misionera 1

La tierra ha producido ya sus frutos, Dios nos ha bendecido en esta forma; que el Señor continúe bendiciéndonos para que todo el orbe lo conozca. R.

Aleluya, el Señor es nuestro rey ALELUYA, ALELUYA, EL SEÑOR ES NUESTRO REY. (2) Cantad al Señor un cántico nuevo porque ha hecho maravillas; su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo. Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios, aclamad al Señor, Tierra entera, gritad, vitoread, tocad.

Aclamación antes del Evangelio Debemos amarnos los unos a los otros; así, Dios permanece en nosotros y su amor entre nosotros es perfecto.

Evangelio Del Santo Evangelio según san Mateo (5, 13-16) En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes son la sal de la tierra. Si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se le devolverá el sabor? Ya no sirve para nada y se tira a la calle para que la pise la gente. Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad construida en lo alto de un monte; y cuando se encienda una vela, no se esconde debajo de una olla, sino que se pone sobre una candelera, para que alumbre a todos los de la casa. Que de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres, para que viendo las obras buenas que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que está en los cielos”. Palabra del Señor.

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Homilía

Renovación de las promesas matrimoniales Esquema A Celebrante: Hermanos, han venido aquí para que el Señor, ante el ministro de la Iglesia y ante esta comunidad cristiana, bendiga abundantemente a sus familias al renovar su amor, mediante las promesas matrimoniales que hace X años realizaron. A todos ustedes, a quienes por el Bautismo ya han santificado, los enriquece diariamente y les da la fuerza de su Espíritu, para que se sigan guardando mutua fidelidad y puedan seguir cumpliendo las demás obligaciones de su matrimonio. Así, pues, ante esta comunidad cristiana que representa a la iglesia, les pregunto: ¿N. y N., han venido a renovar sus promesas matrimoniales sin que nadie ni nada les presione? R. Sí, venimos libremente. Celebrante: ¿Están dispuestos a seguirse amando y respetando en su matrimonio durante toda la vida? R. Sí, estamos dispuestos. Celebrante: Así, pues, ya que desean seguir fortaleciendo esta alianza santa, unan sus manos y expresen su consentimiento delante de Dios y de la Iglesia. (Los esposos se dan la mano derecha, diciendo:) El esposo: Yo, N., te sigo aceptando a ti, N., como mi esposa, y prometo seguirte siendo fiel en lo próspero, en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, y seguirte amando y respetando todos los días de mi vida. La esposa: Yo, N., te sigo aceptando a ti, N., como mi esposo, y prometo seguirte siendo fiel en lo próspero, en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, y seguirte amando y respetando todos los días de mi vida. Celebrante: Que el Señor renueve y confirme este consentimiento que ustedes han vuelto a manifestar ante la Iglesia, para que lo sigan cumpliendo con su bendición. Y que lo que Dios ha unido en estos años de vida matrimonial no lo separe el hombre. Todos: Amén

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Bendición sobre los anillos y las arras Bendice, Señor, a estos hijos tuyos y santifícalos en tu amor, y que estos anillos y estas arras, símbolos de fidelidad y ayuda mutua, les recuerden siempre el cariño que se tienen. Por Cristo, nuestro Señor. Todos: Amén.

Entrega de los anillos y las arras Esposo: N., recibe este anillo como signo de mi amor y fidelidad: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Esposa: N., recibe este anillo como signo de mi amor y fidelidad: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Entrega de las arras Esposo: N., recibe también estas arras: son prenda del cuidado que seguiré teniendo de que no falte lo necesario en nuestro hogar. Esposa: Yo las recibo en señal del cuidado que seguiré teniendo de que todo se siga aprovechando en nuestro hogar. (El sacerdote pregunta a los hijos de los matrimonios que renovaron sus promesas:) Celebrante: Hijos de estos matrimonios cristianos, ¿prometen a sus papás obediencia, amor y respeto como lo manda Dios y lo inculca la Iglesia? Hijos: Sí, prometemos.

Esquema B Celebrante: Queridos esposos y esposas, les invito a que, libre y voluntariamente, renueven sus votos matrimoniales, actualizando el sacramento que ya han recibido. Al volver a elegir el estado matrimonial, ¿están dispuestos a amarse y respetarse mutuamente durante toda la vida? R. Sí, estamos dispuestos.

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Celebrante: Al renovar su matrimonio en Cristo, sacerdote, profeta y rey, ¿están dispuestos a continuar construyendo su vida familiar sobre este fundamento y vivir su matrimonio como camino de santidad y testimonio del amor de Cristo frente al mundo? R. Sí, estamos dispuestos. Celebrante: Así pues, ya que quieren renovar su alianza de amor sacramental, vuelvan a manifestar su consentimiento ante Dios y la Iglesia. Ahora, al darse de nuevo la mano derecha, renueven su consentimiento ante Dios y su Iglesia. (Nota: Como sugerencia, puede pasar al ambón un matrimonio; él conduce a los esposos y ella a las esposas.) Ellos: Te bendigo, Señor, porque recibí de tu generosidad a N. como mi esposa. En este día le renuevo delante de ti mi promesa de amor y fidelidad. Ellas: Te bendigo Señor, por que recibí de tu generosidad a N. como mi esposo. En este día le renuevo delante de ti mi promesa de amor y fidelidad.

Bendición sobre los esposos (Nota: El celebrante, con las manos extendidas, pronuncia la siguiente oración:) Padre Santo, que has creado al hombre y a la mujer para que, siendo los dos una sola carne, sean imagen tuya y gocen de su amor compartido. Padre Santo, para que te conociéramos mejor quisiste que el amor del hombre y la mujer fuera signo de la alianza de amor que estableciste con tu pueblo, y que la unión de los esposos en el Sacramento del Matrimonio manifestara las bodas de Cristo con la Iglesia. Extiende tu mano protectora sobre estos hijos tuyos, que hoy renuevan su compromiso de matrimonio. Que, del mismo modo que comparten una vida común, se comuniquen los dones del amor; y que, siendo el uno para el otro signo de tu presencia, sean en verdad un solo corazón y un solo espíritu. Que su amor siga creciendo en vigor. Que sean, para cuantos los conozcan, estímulo de alegría y esperanza. Y que puedan compartir siempre esta alegría con sus hijos y nietos, en el camino del Evangelio. Bendice, Señor, a estos esposos en esta finalización de la semana de animación misionera, y concédeles, Padre santo, participar siempre de la vida de tu Reino. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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Plegaria universal Celebrante: Oremos a Dios, nuestro Padre, para que estos hermanos nuestros, que hoy han renovado su matrimonio, alcancen la felicidad en esta vida y en la otra, y digámosle: R. Muéstranos, Señor, tu bondad. 1. Padre bondadoso, te rogamos por tu Iglesia, consérvala santa y fecunda, ilumina con tu Santo Espíritu al Papa N. y a todos los pastores para que, con sabiduría y amor paterno, guíen a tu pueblo santo por los difíciles caminos del mundo actual. R. 2. Padre misericordioso, te rogamos por todos cuantos tienen responsabilidad en el gobierno de la nación, particularmente por los legisladores, para que en sus determinaciones y promulgación de leyes, prevalezcan el respeto a la dignidad de la persona y el cuidado particular de la institución del matrimonio y de la familia. R. 3. Que todos los cristianos seamos luz del mundo y sal de la tierra mediante una vida fraterna y amorosa. R. 4. Para que el Señor derrame bendiciones abundantes sobre estos matrimonios que hoy, llenos de gratitud, vienen ante tú altar para darte gracias por estos años de amor mutuo. R. 5. Que el Señor siga siendo su guía y en las horas difíciles los conserve unidos siempre en el amor. R. 6. Que el Señor les conceda sabiduría, para que puedan conducir a sus hijos humana y cristianamente. R. 7. Por todos los matrimonios separados, para que reencuentren la paz y la unidad. R. 8. Por todos nosotros, para que esta celebración nos impulse a ser agradecidos con el Señor por los dones que nos concede. R.

Celebrante: Dios del amor y de la misericordia, tú, que en ningún instante dejas de proteger a tus hijos, escucha nuestros ruegos, según tu corazón de Padre. Por Cristo, nuestro Señor.

Signos Monición: Agradecidos por el amor de Dios que nos ha reunido en esta celebración y que ha confirmado la unión matrimonial de quienes han renovado sus votos, dándoles la posibilidad de seguirse amando y seguir fomentando los valores humanos en su familia, presentemos estos signos:

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Un corazón grande Te presentamos este corazón signo del gran amor que existe en cada matrimonio y familias de nuestra parroquia. Charola con anillos y arras Te ofrecemos estos anillos, signo de mutua fidelidad y respeto entre los matrimonios que han renovado sus votos matrimoniales en este día. Para que les sigas colmando de bendiciones en todo momento. Canto de ofertorio Un día de bodas Un día de bodas el vino faltó imposible poderlo comprar qué bello milagro hiciste Señor con el agua de aquel manantial. Colmas hasta el borde del vino mejor las tinajas que pude llenar, yo puse mi esfuerzo, yo puse mi afán Tú pusiste Jesús lo demás. ES MUY POCO SEÑOR, LO QUE VENGO A TRAER, ES MUY POCO LO QUE PUEDO DAR. MI TRABAJO ES EL AGUA QUE LLEVO A OFRECER Y MI ESFUERZO PEDAZOS DE PAN. ES MUY POCO SEÑOR LO QUE VENGO A TRAER, ES MUY POCO LO QUE PUEDO DAR. EN TUS MANOS DIVINAS LO VENGO A PONER

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TU YA PONES, SEÑOR, LO DEMÁS. La gente con hambre, sentada esperó en el prado que baja hasta el mar, con cuanto tenía, a ti se acercó, un muchacho que quiso ayudar. Tu mano en su frente feliz descansó en sus ojos pudiste mirar el puso sus peces, el puso su pan, Tú pusiste Jesús lo demás. Los hombres volvían al amanecer, muy cansados de tanto bregar, las barcas vacías qué triste es volver y de nuevo tener que empezar. Salieron al agua a pescar otra vez tu palabra les iba a guiar, los hombres pusieron la barca y la red, Tú pusiste Jesús lo demás.

Oración sobre las ofrendas Acepta, Señor, el sacrificio que vamos a ofrecerte por la renovación del amor conyugal y de la fidelidad de estos hijos tuyos, para que les concedas vivir cada vez mas unidos y gozar de tu paz. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.

Liturgia Eucarística (Nota: Se puede utilizar cualquiera de los prefacios por los matrimonios (M. R., pp. 698-701.) Canto del santo Santo de los querubines

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Cordero de Dios Señor, nuestro hermano Señor, nuestro hermano, Ten piedad de nosotros (2) Cordero, nuestro hermano, Danos la paz, danos la paz.

Canto de comunión Señor, ¿a quién iremos? SEÑOR, ¿A QUIÉN IREMOS? TÚ TIENES PALABRAS DE VIDA NOSOTROS HEMOS CREÍDO QUE TÚ ERES EL HIJO DE DIOS. Soy el pan que os da vida eterna: el que viene a mí no tendrá hambre, el que viene a mí no tendrá sed: así ha hablado Jesús. No busquéis alimento que perece, sino aquel que perdura eternamente; el que ofrece el hijo del hombre, que el Padre os ha enviado. No es Moisés quien os dio pan del cielo es mi Padre quien os da pan verdadero porque el Pan de Dios baja del cielo y da la vida al mundo. Pues si yo he bajado del cielo, no es para hacer mi voluntad, sino la voluntad de mi Padre, que es dar al mundo la vida. El que viene al banquete de mi cuerpo, en mí vive y yo vivo en él;

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brotará en él la vida eterna, y yo lo resucitaré.

Oración después de la Comunión Dios nuestro, que has invitado a tu mesa a estos esposos, en compañía de sus hijos, familiares y amigos, para darte gracias por su vida matrimonial, concédeles comprenderse mejor y amarse más cada día. Por Cristo, nuestro Señor. (Nota: Pueden utilizar algunas de les bendiciones por los matrimonios (M. R., pp. 685- 697.)

Canto de salida Amar es entregarse Amar es entregarse, olvidándose de sí, buscando lo que al otro, puede hacer feliz; buscando lo que al otro, pueda hacer feliz. QUÉ LINDO ES VIVIR, PARA AMAR, QUÉ GRANDE ES TENER, PARA DAR. DAR ALEGRÍA, FELICIDAD, DARSE UNO MISMO, ESO ES AMAR. DAR ALEGRÍA, FELICIDAD, DARSE UNO MISMO, ESO ES AMAR. Si amas como a ti mismo y te entregas a los demás, verás que no hay egoísmo que no puedas superar, verás que no hay egoísmo que no puedas superar.

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Bibliografía: - Actitudes cristianas de la familia, temario para grupos, Sal Terrae, Santander, 1997. - Flecha, José Román, La familia. Lugar de evangelización, PPC, Madrid. - Juan Pablo II, Exhortación Apostólica “Familiaris Consortio”, sobre la misión de la familia cristiana en el mundo actual, 1981. - Miranda, José, Matrimonio y Familia, su espiritualidad hoy, CEVHAC, México 1991. - Nuevos retos de la familia, actitudes cristianas de la familia, v. 2, Sal Terrae, Santander 2002. - Ritual completo de los sacramentos (textos litúrgicos oficiales aprobados para México), Buena Prensa, México, 1976, pp. 224-243; Aniversarios de matrimonios, pp. 251-252.

Sitios de internet - http://es.catholic.net/familia/898/3149/articulo.php?id=41893, 29/05/2013.

Semana de Animación Misionera Celebración Eucarística y clausura de la semana de animación misionera Celebración Eucarística y clausura de la semana de animación misionera

Celebraciones litúrgicas Semana de animación misionera 1

Celebración Eucarística y clausura de la semana de animación misionera (Nota: Con anticipación el encargado de liturgia prepara enfrente del altar un camino con piedras, tierra, espinos y unas sandalias, simulando las huellas del pescador. Así mismo, se buscará con anticipación la participación de dos personas que lleven los signos y el coordinador general, juntamente con el párroco, pedirá a las personas que se quieren comprometer a dar un servicio pastoral que pasen al frente para que la comunidad parroquial sea testigo del compromiso que adquieren y reciban la preparación permanente que se requiere.)

Momento celebrativo Hermanos y hermanas, sean bienvenidos a la clausura de nuestra semana de animación misionera. Que la vivencia de esta marcha misionera deje en nosotros un corazón dispuesto a seguir a Cristo más comprometidamente y a ser decididamente discípulos misioneros enviados del Padre. Dispongámonos a participar activamente en esta Eucaristía cómo comunidad de creyentes transformadores de nuestra realidad. Nos ponemos de pie y entonemos el canto de entrada.

Canto de entrada Alma misionera Señor, toma mi vida nueva, antes de que la espera desgaste años en mí. Estoy dispuesto a lo que quieras, no importa lo que sea, tú llámame a servir. LLÉVAME DONDE LOS HOMBRES NECESITEN TUS PALABRAS, NECESITEN MIS GANAS DE VIVIR, DONDE FALTE LA ESPERANZA, DONDE TODO SEA TRISTE, SIMPLEMENTE POR NO SABER DE TI. Te doy mi corazón sincero, para gritar sin miedo lo bello que es tu amor.

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Señor, tengo alma misionera, condúceme a la tierra que tenga sed de ti. Y así en marcha iré cantando, por calles predicando, tu grandeza, Señor. Tendré mis manos sin cansancio, tu historia entre mis labios, mi fuerza es la oración.

Saludo inicial Celebrante: Que el amor del Padre, que envió a su Hijo al mundo para salvarnos, por la acción del Espíritu Santo, esté con todos ustedes.

Acto penitencial Señor, Señor, piedad, piedad Señor, Señor Piedad, piedad. (2) Señor, Señor, Señor, Señor. Piedad, piedad, piedad, piedad. Cristo, piedad, piedad. (2) Cristo, Cristo. Piedad, piedad, piedad, piedad. Señor, Señor Piedad, piedad. (2) Señor, Señor, Señor, Señor. Piedad, piedad, piedad, piedad.

Gloria, gloria a Dios GLORIA, GLORIA A DIOS EN EL CIELO Y EN LA TIERRA A LOS HOMBRES PAZ. (2)

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Te alabamos y te bendecimos, te adoramos y glorificamos, y nosotros hoy te damos gracias por tu grande y eterna gloria. Señor Dios nuestro, Padre, Padre, Padre. Señor Dios Hijo: piedad, piedad, piedad, Señor. Tú que quitas el pecado del mundo, escúchanos, escúchanos. Tú que estás a la derecha del Padre, piedad, piedad, piedad, Señor. Sólo tú eres Santo, sólo tú, Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo; con el Santo Espíritu en la gloria de Dios Padre. Amén, amén, amén.

Oración colecta Señor y Dios nuestro, que has querido que tu Iglesia sea sacramento de salvación para todos los hombres, a fin de que la obra redentora de tu Hijo perdure hasta el fin de todos los tiempos, haz que tus fieles caigan en la cuenta de que están llamados a trabajar por la salvación de los demás, para que todos los pueblos de la tierra formen una sola familia y surja una nueva humanidad, nueva en Cristo, nuestro Señor, quien vive y reina contigo.

Liturgia de la Palabra Monición La Palabra de Dios y la experiencia de la Iglesia nos ayudan a comprender la parroquia en su ser y en su Misión.

Primera lectura Del profeta Jeremías (20, 7-18) Me has seducido, Yavé, y me dejé seducir por ti. Me hiciste violencia y fuiste el más fuerte. Y ahora soy motivo de risa, toda la gente se burla de mí. Pues me pongo a hablar, y son amenazas, no les anuncio más

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que violencias y saqueos. La palabra de Yavé me acarrea cada día más insultos. Por eso decidí no recordar más a Yavé, ni hablar más de parte de él. Pero sentí en mí algo así como un fuego ardiente aprisionado en mis huesos, y aunque yo trataba de apagarlo, no podía. Yo oía a mis adversarios, que decían contra mí: “¿Cuándo, por fin, lo denunciarán?”. Ahora me observan los que antes me saludaban, esperando que yo tropiece para desquitarse de mí. Pero Yavé está conmigo, él, mi poderoso defensor; los que me persiguen no me vencerán. Caerán ellos y tendrán la vergüenza de su fracaso, y su humillación no se olvidará jamás. Yavé, Señor, tus ojos están pendientes del hombre justo. Tú conoces las conciencias y los corazones, haz que vea cuando te desquites de ellos, porque a ti he confiado mi defensa. ¡Canten y alaben a Yavé, que salvó al desamparado de la mano de los malvados! ¡Maldito el día en que nací! ¡El día en que mi madre me dio a luz no sea bendito! Maldito sea el hombre que anuncio a mi padre esta noticia: “¡Te ha nacido un hijo varón!”, y le colmó con esa alegría. Que ese hombre sea como aquellas ciudades que Yavé ha destruido sin compasión, que sienta el grito de alarma en la mañana y el clamor de guerra a mediodía. Puesto que no me hizo morir en el seno materno: ¡Mi madre habría sido una tumba y así me habría llevado siempre en su seno! ¿Para qué, pues, salí de sus entrañas? Para vivir angustia y tormento y acabar mis días en la humillación. Palabra de Dios.

Salmo 22 R. El Señor es mi pastor: nada me puede faltar. El Señor es mi pastor, nada me falta, en verdes pastos él me hace reposar y a donde brota agua fresca me conduce. R. Fortalece mi alma, por el camino del bueno me dirige, por amor de su nombre. R. Aunque pase por quebradas muy oscuras, no temo ningún mal, porque tú estás conmigo, tu bastón y tu vara me protegen. R.

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Segunda lectura De la primera carta a los Corintios (12, 12-31) Del mismo modo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros y todos los miembros, aún siendo muchos, forman un solo cuerpo, así también Cristo. Todos nosotros, ya seamos judíos o griegos, esclavos o libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un único cuerpo. Y a todos se nos ha dado a beber del único Espíritu. El cuerpo no se compone de un solo miembro, sino de muchos. Por eso, aunque el pie diga: “Yo no soy mano y por eso no soy del cuerpo”, no por esto deja de ser del cuerpo. Asimismo, aunque la oreja diga: “Ya que no soy ojo, no soy del cuerpo”, no por eso deja de ser del cuerpo. ¿Si todo el cuerpo fuera ojo, cómo podríamos oír? Y si todo el cuerpo fuera oído, ¿cómo podríamos oler? Pero Dios ha puesto cada parte del cuerpo como ha querido. Si todos fueran la misma parte, ¿dónde estaría el cuerpo? Pero hay muchos miembros y un solo cuerpo. El ojo no puede decir a la mano: “No te necesito”. Ni tampoco la cabeza puede decir a los pies: “No los necesito”. Más aún, miren cómo las partes del cuerpo que parecen más débiles son las más necesarias. Y las partes que menos estimamos las vestimos con más cuidado y las menos presentables las tratamos con más modestia, lo que no se necesita con las otras que son más decorosas. Dios dispuso el cuerpo, dando más honor al que le faltaba para que no haya divisiones dentro del cuerpo, sino que más bien cada uno de los miembros se preocupe de los demás. Cuando uno sufre, todos los demás sufren con él, y cuando recibe honor todos se alegran con él. Ustedes son el cuerpo de Cristo y cada uno en particular es miembro de él. Así, pues, Dios nos ha establecido en su Iglesia. En primer lugar, los apóstoles; en segundo lugar, los profetas; en tercer lugar, los maestros. Después vienen los milagros, después el don de curación, la asistencia material, la administración en la Iglesia y el don de lenguas. ¿Acaso son todos apóstoles? ¿Son todos profetas? ¿Son todos maestros? ¿Pueden todos obrar milagros, o curar a los enfermos, o hablar en lenguas o explicar lo que se dijo en lenguas? Ustedes, sin embargo, aspiren a los dones más preciosos. Pero les voy a mostrar un camino mucho mejor. Palabra de Dios.

Aleluya: El Señor resucitó ALELUYA, ALELUYA, ALELUYA, ALELUYA, ALELUYA, ALELUYA, EL SEÑOR RESUCITÓ (2)

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El Señor resucitó, cantemos con alegría, demos gracias al Señor, aleluya (2) Mi pecado redimió Cristo Dios subiendo al cielo, y por fin ahora no temo, aleluya (2) Jesucristo que sube al cielo nos manda que nos queramos en todos nuestros hermanos, aleluya (2) Ahora tengo la esperanza de que Dios siempre perdona, que Cristo nunca abandona, aleluya. (2)

Aclamación antes del Evangelio Muy bien, servidor bueno y honrado, ya que has sido fiel en lo poco, yo te confiaré mucho más, ven a compartir la alegría de tu Señor.

Evangelio Del Santo Evangelio según san Mateo (25, 14-26) Sucede en el Reino de los cielos lo mismo que pasó con un hombre que, al partir a tierras lejanas, reunió a sus servidores y les encargó sus pertenencias. Al primero le dio cinco talentos de oro, a otro le dio dos, y al tercero, solamente uno; a cada uno según su capacidad, e inmediatamente se marchó. El que recibió los cinco, hizo negocios con el dinero y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo otro tanto y ganó otros dos. Pero el que recibió uno, hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su patrón. Después de mucho tiempo, volvió el señor de esos servidores y les pidió cuentas. El que había recibido cinco talentos le presentó otros cinco, diciéndole: “Señor, tú me encargaste cinco; tengo además otros cinco que gané con ellos”. El patrón le contestó: “Muy bien, servidor y honrado, ya que has sido fiel en lo poco, yo te voy a confiar mucho más. Ven a compartir la alegría de tu Señor”. Llegó después el que tenía dos, y dijo: “Señor, me encargaste dos talentos; traigo además otros dos que gané con ellos”. El patrón le dijo: “Muy bien, servidor bueno y honrado; ya que has sido fiel en lo poco, yo te confiaré mucho más. Ven a compartir la alegría de tu Señor”.

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Por último, vino el que había recibido un talento y dijo: “Señor, yo sé que eres un hombre exigente, que quieres cosechar donde no has sembrado y recoger donde no has trillado. Por eso tuve miedo y escondí en tierra tu dinero; aquí tienes lo tuyo”. Pero su patrón le contestó: “Servidor malo y flojo, tú sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he trillado. Por eso mismo debías haber colocado mi dinero en el banco y a mi vuelta me lo habrías entregado con los intereses. Quítenle, pues, el talento y entréguenselo al que tiene diez. Porque el que produce se le dará y tendrá en abundancia, pero al que no produce se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese servidor inútil échenlo a la oscuridad de allá afuera: allí habrá llanto y desesperación”. Palabra del Señor.

Homilía

Credo

Ceremonia de compromiso de los nuevos candidatos para ser promovidos como agentes de pastoral parroquial Monición La celebración de clausura de esta semana de animación misionera en nuestra parroquia nos ha hecho ser conscientes de la importancia de convertirnos en verdaderas comunidades eclesiales, en donde cada día seamos mejores hermanos.

Párroco: ¿Están dispuestos a continuar su formación como discípulos misioneros en la parroquia? Sí, estoy dispuesto. Párroco: ¿Se comprometen a trabajar en la parroquia, sirviéndola con cariño y amor, e ir al encuentro de los alejados y más necesitados? Sí, me comprometo. Párroco: ¿Quieren continuar trabajando con su párroco y agentes de pastoral parroquial, predicando el Evangelio de obra y palabra en su parroquia y en su comunidad? Sí, quiero.

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Párroco: ¿Quieren encontrarse verdaderamente con Cristo en la oración, en la caridad, en la formación para ser un buen discípulo misionero? Sí, quiero.

Oración Que Dios lleve a buen término los compromisos que han manifestado ante Dios y ante la comunidad parroquial aquí presente. Y que el Señor los ayude con su gracia, a cumplirlos.

Plegaria universal Señor Jesús, tú nos llamas y nos quieres mandar a llevar tu Palabra por tierra y por mar, escucha nuestras plegarias. A cada petición respondemos: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. Por el Papa N., el obispo N., el presbiterio de nuestra diócesis y todos los agentes de pastoral en nuestra parroquia, para que nunca se cansen de anunciar tu evangelio. Roguemos al Señor. R. Por los sacerdotes, religiosos y misioneros, para que tú les fortalezcas en su labor pastoral. Roguemos al Señor. R. Por todos los líderes, agentes de pastoral y grupos parroquiales, para que continúen con amor y entusiasmo sus metas y proyectos. Roguemos al Señor. R. Por todos los que en este día quieren comprometerse y colaborar con su granito de arena en el anuncio del Evangelio y la construcción del Reino de Dios. Roguemos al Señor. R.

Celebrante: Escucha, Señor ,nuestras suplicas, te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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Signos Biblia Te presentamos el signo de la Palabra por excelencia, para que nos empapemos de tu Palabra y posteriormente la prediquemos con el testimonio de vida.

Megáfono Te ofrecemos este invento creado por el ser humano, fruto de los dones y talentos que le has regalado para utilizar los medios de comunicación modernos y que nos ayudan a comunicar mejor tu mensaje de amor a todos los hombres hasta los confines del mundo.

Canto de ofertorio. Hemos entregado nuestras vidas al Señor Hemos entregado nuestras vidas al Señor, no hay mayor bendición que ser de Él. Hemos entregado nuestras vidas al Señor, y Él ahora nos da la vida eterna. Bendito seas, Señor, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre. Bendito seas, Señor, por este vino que hemos recibido de tu amor y bondad. Hemos entregado nuestras vidas al Señor, no hay mayor bendición que ser de Él. Hemos entregado nuestras vidas al Señor, y Él ahora nos da la vida eterna. Y ahora, Señor, te presentamos el pan y el vino que tú convertirás en el cuerpo y sangre de tu Hijo Jesús, pan de vida y bebida de salvación. Bendito seas, Señor, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre.

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Bendito seas, Señor, por este vino que hemos recibido de tu amor y bondad. Bendito seas, Señor...

Oración sobre las ofrendas Señor, como aceptaste la gloriosa pasión de tu hijo, dígnate aceptar también, por la salvación del mundo, los dones y plegarias de tu Iglesia, por Cristo, nuestro Señor. Amén.

Liturgia Eucarística (Proponemos la Plegaria Eucarística para diversas circunstancias número ii, “Dios guía a su Iglesia por caminos de salvación”, Ordinario de la misa, CEM, 2008, p. 219-226.)

Santo, Santo Santo, Santo, Santo Santo es el Señor Dios del universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre En nombre del Señor. Hosanna en el cielo.

Señor, nuestro hermano Señor, nuestro hermano, Ten piedad de nosotros (2) Cordero, nuestro hermano, Danos la paz, danos la paz.

Celebraciones litúrgicas Semana de animación misionera 1

Canto de Comunión Cristo te necesita Cristo te necesita para amar, para amar. Cristo te necesita para amar. (2)   NO TE IMPORTEN LAS RAZAS NI EL COLOR DE LA PIEL AMA A TODOS COMO HERMANOS Y HAZ EL BIEN. (2)   Al que sufre y al triste, dale amor, dale amor, al humilde y al pobre, dale amor. Al que vive a tu lado, dale amor, dale amor, al que viene de lejos, dale amor.   Al que habla otra lengua, dale amor, dale amor, al que piensa distinto, dale amor.   Al amigo de siempre, dale amor, dale amor, al que no te saluda, dale amor. Cristo te necesita...

Canto de meditación Hazme un instrumento de tu paz Hazme un instrumento de tu paz, donde haya odio, lleve yo tu amor; donde haya injuria, tu perdón, Señor; donde haya duda, fe en ti . MAESTRO, AYÚDAME A NUNCA BUSCAR

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EL SER CONSOLADO, SINO CONSOLAR; SER ENTENDIDO, SINO ENTENDER; SER AMADO, SINO YO AMAR. Hazme un instrumento de tu paz, que lleva tu esperanza por doquier; donde haya oscuridad, lleve tu luz, donde haya pena, tu gozo, Señor. Hazme un instrumento de tu paz, es perdonando que nos das perdón, es dando a todos como tú nos das, muriendo es que volvemos a nacer.

Oración después de la Comunión Te pedimos, Señor, que la participación en tu mesa nos santifique, y que la redención de tu Hijo en la cruz sea recibida con gozo en el mundo por medio del sacramento de tu Iglesia. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.

Canto de salida. Sois la semilla Sois la semilla que ha de crecer, sois la estrella que ha de brillar. Sois levadura, sois grano de sal, antorcha que ha de alumbrar. Sois la mañana que vuelve a nacer, sois espiga que empieza a granar. Sois aguijón y caricia a la vez, testigos que voy a enviar. ID, AMIGOS, POR EL MUNDO, ANUNCIANDO EL AMOR. MENSAJEROS DE LA VIDA, DE LA PAZ Y EL PERDÓN. SED, AMIGOS, LOS TESTIGOS DE MI RESURRECCIÓN.

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ID LLEVANDO MI PRESENCIA CON VOSOTROS ESTOY. Sois una llama que ha de encender resplandores de fe y caridad. Sois los pastores que han de guiar al mundo por sendas de paz. Sois los amigos que quise escoger, sois palabra que intento gritar. Sois reino nuevo que empieza a engendrar justicia, amor y verdad. Sois fuego y savia que viene a traer, sois la ola que agita la mar. La levadura pequeña de ayer fermenta la masa del pan. Una ciudad no se puede esconder, ni los montes se han de ocultar; en vuestras obras que buscan el bien, los hombres al Padre verán.

Bendición El Señor esté con ustedes... Y la bendición de Dios todopoderoso.

Canto de salida

Siglas Conferencia Episcopal Latinoamericana y del Caribe. dp: Documento de Puebla. da: Documento de Aparecida. ia: La Iglesia en América. celam:

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Abreviaturas E. C.: Evangelizar Cantando.

Bibliografía - Evangelizar Cantando, EDISEPA - Godtseels, Luis, Biblia Temática, Buena prensa, 2007. - Biblia Latinoamericana, Verbo Divino, 1972. - Ordinario de la misa, CEM, 2008, p. 219 -226.

Semana de Animación Misionera Horas santas

Hora santa

Horas santas Semana de animación misionera 1

Lunes: La persona de Jesús Primera hora santa Primer lector: En la presencia sacramental de Jesús queremos contemplar al Señor, queremos estar con Él. Cristo se ha hecho visible, asumiendo nuestra condición humana; es el verbo de vida que ha puesto su morada entre nosotros. Queremos contemplar de manera especial a Jesús, realmente presente en el misterio eucarístico, pues es ahí donde cada día nos encontramos con Jesús, Dios y hombre verdadero. Ahí mismo se actualizan, en forma pacífica, su pasión y su muerte. Al final, ahí nos encontramos con Jesucristo resucitado, pan de vida eterna. Es necesario tener la experiencia directa del Señor en la intimidad de la oración, así como crecer en el amor a Jesucristo y convertirnos en testigos que, de manera valiente, anuncien la verdad para ayudar a los demás en el camino de la fe. A través de esta contemplación eucarística logramos fortalecer la comunión entre quienes forman la comunidad eclesial. Cuando Jesús sube a Jerusalén con sus discípulos para la fiesta de la Pascua, los griegos piden a Felipe: “Queremos ver a Jesús”. También ésta debe ser hoy nuestra petición. Necesitamos acercarnos a Jesús, conocerlo mediante un trato íntimo y cercano. Lugar de encuentro con Él son la Sagrada Escritura, los hermanos (sobre todo los más pobres y desamparados), así como la celebración de los divinos misterios. Hoy tenemos esta oportunidad de acercarnos a Jesucristo, quien quiere permanecer entre nosotros en este sacramento del amor. Nosotros, que estamos ante su presencia, alabémosle de todo corazón.

Exposición del Santísimo (El celebrante expone el Santísimo, en ese momento se entona el canto “Cantemos al amor de los amores”. El celebrante se arrodilla y dirige el incienso al Santísimo. Una vez concluido el canto, se inicia la oración, que comienza diciendo: “Oremos”) Cantemos al amor de los amores Cantemos al amor de los amores, cantemos al Señor; Dios esta aquí, venid adoradores, adoremos a Cristo Redentor.

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Gloria a Cristo Jesús, cielos y tierra bendecid al señor, honor y gloria a ti, rey de la gloria, amor por siempre a ti, Dios del amor. Por nuestro amor oculto en el Sagrario su gloria y esplendor; para nuestro bien se queda en el santuario esperando al justo y pecador. Oh gran prodigio del amor divino, milagro sin igual; prenda de amistad, banquete al peregrino dó se come el cordero celestial. Jesús piadoso Rey de las victorias a ti loor sin fin; canten tu poder, autor de nuestras glorias, cielo y tierra hasta el último confín. Tu nombre ensalzamos y alabamos, con toda nuestra voz; ¡Rey de Majestad, por siempre te aclamamos, y Señor de las almas. Cristo Dios! El mundo impío contra Ti se agita, sembrando por doquier el error, el mal; y a todos nos invita a beber en la copa del placer. ¡Oh, sí cristianos fervorosos, vamos a Cristo en el altar; y con viva fe, su Cuerpo recibamos, cada día, y siempre, hasta expirar. Al pie de tu sagrario nos convidas a recibir tu amor; porque Tú, Jesús, al alma das la vida, y la llenas de fuerza y de valor.

Horas santas Semana de animación misionera 1

Dirigente: Oremos. Señor nuestro Jesucristo, que con tu Pasión, Muerte y Resurrección sellaste la nueva alianza con tu pueblo y bajo las especies del pan y del vino te quedaste en medio de nosotros, concede, a cuantos reconocemos tu presencia real y verdadera en la Eucaristía, saber descubrir tu presencia en nuestras familias, Iglesias domésticas, así como en cada uno de nuestros hermanos y hermanas. Tú, que vives y reinas con Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Dirigente: Respondamos a cada invocación cantado la antífona: Te alabamos y te bendecimos. Cristo, maestro y salvador del hombre. Te alabamos y te bendecimos. Cristo, maestro enviado al mundo. Te alabamos y te bendecimos. Cristo, maestro, fuente de la divina sabiduría. Te alabamos y te bendecimos. Cristo, maestro, buena noticia para el pobre. Te alabamos y te bendecimos. Cristo, maestro, médico de los enfermos. Te alabamos y te bendecimos. Cristo, maestro, Palabra de verdad. Te alabamos y te bendecimos. Cristo, maestro, luz de la gracia. Te alabamos y te bendecimos. Cristo, maestro, pan bajado del cielo. Te alabamos y te bendecimos.

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Cristo, maestro, misterio pascual. Te alabamos y te bendecimos. Cristo, maestro, muerto y resucitado por nosotros. Te alabamos y te bendecimos. Cristo, maestro, sacramento de nuestra fe. Te alabamos y te bendecimos. Cristo, maestro, presencia permanente entre nosotros. Te alabamos y te bendecimos

Dirigente: Pidamos el pan del cielo diciendo la oración que Cristo nos enseñó. Padre nuestro

(Entonar el canto “Bendito, bendito, bendito sea Dios”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Bendito, bendito, bendito sea Dios Bendito, bendito, bendito sea Dios, los ángeles cantan y alaban a Dios. Yo creo, Jesús mío, que estás en el altar, oculto en la hostia te vengo a adorar. (2) Espero Jesús, mío, en tu suma bondad, poder recibirte con fe y caridad. (2) Por el amor al hombre moriste en una cruz, -y al cáliz bajaste por nuestra salud. (2)

Horas santas Semana de animación misionera 1

Jesús, Rey del cielo está en el altar, -su Cuerpo, su Sangre, nos da sin cesar. (2) Entre sus ovejas está el Buen Pastor, -en vela continua lo tiene el amor. (2)

Dirigente: Ahora permanezcamos dos minutos en silencio.

Salmo 5. Al comenzar la mañana Primer lector: En cada pausa cantamos la antífona: ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Señor, mi corazón se levanta hacia ti en busca de tu mirada. Escucha las palabras de quien siente la vida de nuevo, y estate atento, Señor. Sé cercano a mi mano abierta, da respuesta a mi pregunta, ayúdame en mi inquietud, tú, que eres mi Señor y mi Dios, en quien yo confío. A ti abro mi ser, mis ganas de vivir, mi despertar. De mañana en tus manos pongo mis miedos y mis ilusiones; en tus ojos pongo la pureza y sinceridad de mi búsqueda. De mañana, en tu camino, quiero dirigir mis pasos. Oye mi voz, Señor, tú, que eres bueno y compasivo, y alienta mi vida que busca en ti luz y calor. ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Mira, Señor, mi corazón de pobre, que como un gorrioncillo busca abrigo entre tus manos; toma mi arcilla y moldéala según los proyectos que tienes en mí este día. Quiero estar ante tus ojos y dejarme penetrar por tu mirada; porque me siento pequeño y frágil. Derrama, al comenzar la mañana, tu ternura y tu bondad para que mi corazón se sienta fuerte y animoso. Señor, aparta de mi camino el mal que me rodea y no dejes que en este día la mentira se adueñe de mí. Dame mansedumbre y humildad para que mi corazón, Señor, no sea hoy violento ni haga mal a nadie. Confío en la abundancia de tu amor y camino hacia ti firme de que me acoges en tu casa. Haz, Señor, que camine hoy en tu presencia y que tema apartarme de ti. ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Guíame, Señor, tú que eres bueno y santo; guíame hacia la luz y que camine como hijo de la luz; guíame y allana mi camino para que sea fiel a tu ley. Que tu camino, Señor, sea hoy la pasión de mi corazón, y que tu Espíritu Santo me ayude en cada paso.

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Que mi boca, Señor, sea hoy la expresión de mi interior; que mis palabras arranquen de lo profundo y sean verdaderas. Señor, dame un corazón limpio para que te pueda ver; dame un corazón de pobre para que viva hoy tu Reino; dame un corazón misericordioso para que derrame misericordia; Señor, dame un corazón lleno de paz para que sea hijo tuyo; dame un corazón que tenga hambre y sed de justicia, para que sea saciado y haga tu voluntad; Señor, dame un corazón manso para que posea la tierra. ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Que mi corazón se alegre y se regocije hoy, porque todo lo espero de ti, Señor Dios mío. A ti me acojo, Señor, al comenzar el día: protégeme. En ti pongo mi confianza como un niño en su madre: ayúdame. A ti abro mis proyectos y los planes de este día: acompáñame. A ti ofrezco lo que soy y lo que yo tengo: acógelo. A ti, que eres Dios de la vida, te pido fuerza: anímame. Mi corazón te ama y, lleno de gozo, se regocija en ti. Bendíceme, Señor, y guíame por el camino justo; como un gran escudo defiéndeme, sé mi fortaleza. Que tus alas, Señor, me cobijen y guarden mientras yo voy viviendo el día que hoy me entregas. ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Dirigente: Ahora permanezcamos dos minutos en silencio.

Segundo lector: Creemos, Padre Dios, que eres creador de todas las cosas y que te nos has hecho cercano en el rostro de tu Hijo. Padre nuestro, Ave María y Gloria. Creemos, Señor Jesús, que tu encarnación se prolonga en la simiente de tu cuerpo Eucaristía, para dar de comer a los hambrientos de luz, verdad y amor. Padre nuestro, Ave María y Gloria. Creemos, Señor Jesús, que tu encarnación se prolonga en la simiente de tu cuerpo Eucaristía, para dar de comer a los hambrientos de perdón, gracia y salvación. Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Dirigente: Nos ponemos de pie para escuchar la Palabra de Dios.

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Del Santo Evangelio según san Juan (4, 1-30) El Señor se enteró de que los fariseos tenían noticias de él se decía que Jesús bautizaba y atraía más discípulos que Juan, aunque de hecho no bautizaba Jesús, sino sus discípulos. Jesús decidió, entonces, abandonar Judea y volvió a Galilea. Para eso tenía que pasar por el país de Samaría, y fue así como llegó a un pueblo de Samaría llamado Sicar, cerca de la tierra que Jacob dio a su hijo José. Allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús, cansado por la caminata, se sentó al borde del pozo. Era cerca de mediodía. Fue entonces cuando una mujer samaritana llegó para sacar agua, y Jesús le dijo: “Dame de beber.” Los discípulos se habían ido al pueblo para comprar algo de comer. La samaritana le dijo: “¿Cómo tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?” (se sabe que los judíos no tratan con los samaritanos). Jesús le dijo: “Si conocieras el don de Dios, si supieras quién es el que te pide de beber, tú misma le pedirías agua viva y él te la daría.” Ella le dijo: “Señor, no tienes con qué sacar agua y el pozo es profundo. ¿Dónde vas a conseguir esa agua viva? Nuestro antepasado Jacob nos dio este pozo, del cual bebió él, sus hijos y sus animales; ¿eres acaso más grande que él?” Jesús le dijo: “El que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré nunca volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él en un chorro que salta hasta la vida eterna.” La mujer le dijo: “Señor, dame de esa agua, y así ya no sufriré la sed ni tendré que volver aquí a sacar agua.” Jesús le dijo: “Vete, llama a tu marido y vuelve acá.” La mujer contestó: “No tengo marido.” Jesús le dijo: “Has dicho bien que no tienes marido, pues has tenido cinco maridos, y el que tienes ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.” La mujer contestó: “Señor, veo que eres profeta. Nuestros padres siempre vinieron a este cerro para adorar a Dios y ustedes, los judíos, ¿no dicen que Jerusalén es el lugar en que se debe adorar a Dios?” Jesús le dijo: “Créeme, mujer: Llega la hora en que ustedes adorarán al Padre, pero ya no será “en este cerro” o “en Jerusalén”. Ustedes, los samaritanos, adoran lo que no conocen, mientras que nosotros, los judíos, adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero llega la hora, y ya estamos en ella, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Entonces serán verdaderos adoradores del Padre, tal como él mismo los quiere. Dios es espíritu y los que lo adoran deben adorarlo en espíritu y en verdad.”

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La mujer le dijo: “Yo sé que el Mesías (que es el Cristo), está por venir; cuando venga nos enseñará todo,” Jesús le dijo: “Ese soy yo, el que habla contigo.” En aquel momento llegaron los discípulos y se admiraron al verlo hablar con una mujer. Pero ninguno le preguntó qué quería ni de qué hablaba con ella. La mujer dejó allí el cántaro y corrió al pueblo a decir a la gente: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será éste el Cristo?” Salieron, pues, del pueblo y fueron a verlo. Palabra del Señor. Dirigente: Ahora permanezcamos dos minutos en silencio para meditar acerca de la lectura que acabamos de escuchar.

(Entonar el canto “Tan cerca de ti” si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Tan cerca de ti Tan cerca de ti, tan cerca de mí, que hasta lo puedo tocar, Jesús esta aquí. (2) Le hablaré sin miedo al oído, le contaré las cosas que hay en mí; y que sólo a El le interesarán El es más que un mito para mí. No busques a Cristo en lo alto, ni lo busques en la obscuridad; muy cerca de ti, en tu corazón puedes adorar a Tu Señor. Míralo a tu lado caminando, paseando entre la multitud; muchos ciegos son porque no lo ven, ciegos de ceguera espiritual.

Salmo 62. Sed de Dios Primer lector: En cada pausa contestamos con la antífona: Señor, mi alma tiene sed de ti.

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En Dios sólo descansa el alma mía, de él espero mi salvación. Sólo él es mi roca y mi salvador, si es mi fortaleza no he de vacilar. ¿Hasta cuándo se lanzan todos contra uno, para juntos demolerlo como se echa abajo un muro, como se derriba una cerca? Todos sus proyectos son sólo engaños, su placer es mentir; con lo falso en la boca ellos bendicen, y en su interior maldicen. Sólo en Dios tendrás tu descanso, alma mía, pues de él me viene mi esperanza. Sólo él es mi roca y mi salvador, si es mi fortaleza, no he de vacilar. En Dios están mi salvación y mi gloria, él es mi roca y mi fuerza, en él me abrigo. Pueblo mío, confíen siempre en él, Abran su corazón delante de él, Dios es nuestro refugio. El vulgo no es más que una pelusa, y de los de arriba no se puede fiar. Si en la balanza se pusieran todos, ni un soplo pesarían No vayan a contar con la violencia ni se hagan ilusiones con la rapiña; el corazón no apeguen a las riquezas cuando se acrecientan. Una vez Dios habló, dos cosas yo entendí: Que de Dios es la fuerza, y tuya es, oh Señor, también la gracia. Que eres tú quien retribuye a cada cual según sus obras.

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(Entonar el canto “Vengo ante ti mi Señor” si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Vengo ante ti mi Señor Vengo ante ti, mi Señor, reconociendo mi culpa, con la fe puesta en tu amor, que tú me das como a un hijo. Te abro mi corazón y te ofrezco mi miseria. Despojado de mis cosas, quiero llenarme de ti. Que tu espíritu, Señor, abrace todo mi ser. Hazme dócil a tu amor, transforma mi vida entera. Puesto en tus manos, Señor, siento que soy pobre y débil, mas tú me quieres así, yo te bendigo y te amo. Padre, en mi debilidad tú me das la fortaleza, amas al hombre sencillo, le das tu paz y perdón. Que tu espíritu, Señor, abrace todo mi ser. Hazme dócil a tu amor transforma mi vida entera.

Dirigente: El pecado hiere el corazón de Cristo, nos priva de la vida divina, le arrebata el mejor de los dones, ofende a la justicia de Dios. Pidamos al Señor su misericordia por nosotros, por todos los miembros de esta comunidad parroquial, por todos los cristianos.

Oración Señor, tú eres el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. Me siento feliz porque soy como la oveja perdida que has cargado, que cargas ahora con tanto amor sobre tus hombros. Señor, soy como el hijo que se alejó del amor del Padre y que ahora siento que el Padre lo espera. Señor, tú eres el que nos reconcilias, ayúdanos a vivir la alegría de la salvación. Envía, Señor, tu Espíritu sobre cada uno de nosotros. Arráncanos este corazón de piedra y danos un corazón de carne, fraterno, un corazón de hijo, y haz que podamos volver a decir: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, pero experimento ahora la alegría de tu abrazo, la bondad y la cercanía de tu paternidad”. Te lo pedimos a ti, oh, Cristo, que nacido de María vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

De la carta del apóstol san Pablo a los efesios (5, 8-14) En otro tiempo ustedes eran tinieblas, pero ahora son luz en el Señor. Pórtense como hijos de la luz, con bondad, con justicia y según la verdad, pues ésos son los frutos de la luz.

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Busquen lo que agrada al Señor. No tomen parte en las obras de las tinieblas, donde no hay nada que cosechar; al contrario, denúncienlas. Sólo decir lo que esa gente hace a escondidas da vergüenza; pero al ser denunciado por la luz se vuelve claro, y lo que se ha aclarado llegará incluso a ser luz. Por eso se dice: “Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos y la luz de Cristo brillará sobre ti.”. Palabra de Dios. Primer lector: Ahora permanezcamos dos minutos en silencio para meditar en la lectura que acabamos de escuchar.

Reflexión Se enciende una luz en la oscuridad. Cuando se quiere ver lo que hay alrededor, ésta se pone en un lugar alto, de manera que ilumine lo más lejos posible. Nosotros los cristianos, como hijos de la luz, estamos llamados a darle sentido al mundo y resaltar esos rayos de luz, de los cuales destacamos algunos en particular. En esta lectura san Pablo nos dice que todos los hijos de la luz muestran bondad, justicia y verdad. Estos tres signos los llevan grabados en su corazón, únicamente por una razón: la Eucaristía es el sol que ilumina y da calor a sus vidas, porque en la Eucaristía encuentran a Jesús, que es la vida de todo. Cada uno de nosotros, como cristianos, debemos pensar si también mostramos esos signos o frutos de los hijos de la luz. Ante las obras que realizamos, necesitamos pensar si somos bondadosos y si hay santidad, porque, cada vez que tenemos oportunidad de estar frente a Jesús sacramentado, oramos a Dios para que nos asista durante el día y durante la vida. Ser santo hoy es un reto que todos debemos tomar al amar a Dios. Debemos pensar que la santidad representa al vivo, el rostro de Cristo1, y si nos interesa estar al lado de la verdad, para no vivir en la mentira, sino al lado de Cristo, pese a las consecuencias que nos pueda acarrear, pero siempre con muestras de luz y esperanza para el mundo actual. Como luz que ilumina nuestro entorno, volvamos a Jesús Eucaristía, luz de vida para todos los que no quieren vivir en tinieblas. Si Jesús se volvió Eucaristía por todos, así nosotros, como hijos de la luz, seamos buenos imitadores de la luz eterna que es Cristo, la plenitud de la luz, para vivir nuestra entrega con las hermanas y hermanos que necesiten de esta luz, irradiando los talentos y dones que nuestro Dios nos ha regalado a cada uno para el servicio desinteresado, respetando, defendiendo, amando y sirviendo a la vida2.

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Cfr. Novo Millenio Ineunte, núm. 7. Cfr. Evangelium Vitae, núm. 5.

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Segunda hora santa Salmo 27. El Señor es mi luz y mi salvación Segundo lector: Se canta la siguiente antífona después de cada estrofa del salmo: El señor es mi luz y mi salvación, ¿quién me hará temblar? Júzgame, Señor, y ve que seguí la senda de los perfectos. En el Señor me apoyaba y por eso no me desviaba. Revísame, Señor, y ponme a prueba; pon en el crisol mi conciencia, mi corazón. Tu amor lo tengo ante mis ojos y tomo en cuenta tu fidelidad. Con hombres tramposos no me siento ni me meto con los hipócritas. Aborrezco el partido de los malos y con los malvados no me siento. Lavo mis manos, que están limpias, y en torno a tu altar voy caminando, mientras entono mi acción de gracias y recuerdo tus obras admirables. Señor, cuánto amo la casa en que moras, y el lugar donde reside tu gloria. No me confundas con las almas pecadoras; que no tenga mi vida el fin de los violentos, cuyas manos están manchadas y cuyos bolsillos se llenan con sobornos. Y a mí, como busco ser perfecto, rescátame, Señor, ten piedad de mí. Mis pies pisan en terreno llano, bendeciré al Señor en las asambleas.

Dirigente: Ahora, después de cada invocación todos contestamos: Señor, ten piedad. Por nuestra rutina al participar de la Eucaristía. Señor, ten piedad. Por nuestra indiferencia al escuchar tu Palabra. Señor, ten piedad.

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Por nuestras tardanzas en aceptar tus llamadas. Señor, ten piedad. Por la pereza en practicar el bien. Señor, ten piedad. Por no haber aceptado con generosidad el plan de salvación que te has formado sobre cada uno de nosotros. Señor, ten piedad. Por nuestras cobardías de cada día. Señor, ten piedad. Por nuestras dudas para llevar tu mensaje. Señor, ten piedad. Por nuestros miedos para aceptar tu mandato misionero. Señor, ten piedad. Por las injusticias que hemos cometido con las hermanas y hermanos, desconociendo en todos ellos tu rostro y alimentando nuestro egoísmo. Señor, ten piedad. Por nuestros pecados de omisión, viendo que hay hermanas y hermanos que tienen hambre y no les hemos dado de comer; están desnudos y no les hemos procurado vestido; están enfermos y no les hemos vestido; viven en humildes casas y no les hemos dado un techo seguro. Señor, ten piedad. Por nuestra falta de unión con los demás, por lo que muchas veces ha hecho infructuosos los esfuerzos evangelizadores de la Iglesia. Señor, ten piedad.

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Por las veces que herimos a nuestros hermanos con nuestras críticas y murmuraciones. Señor, ten piedad. Por todos nuestros pecados, por los pecados de todos los hombres del mundo entero. Señor, ten piedad.

Oración Padre todopoderoso, ten piedad y misericordia de nosotros, perdona nuestros pecados, ilumínanos con la luz de la fe y enciende en nuestros corazones el fuego de tu amor, para que aceptemos que Cristo, nuestro Dios y Señor, está realmente presente en este sacramento, y lo adoremos verdaderamente, con amor y fe. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

(Entonar el canto “Yo no soy nada”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Yo no soy nada Yo no soy nada y del polvo nací, pero tú me amas y moriste por mí. Ante la cruz sólo puedo exclamar: “tuyo soy, tuyo soy”. Toma mis manos, te pido. Toma mis labios, te amo. Toma mi vida, ¡oh, Padre!, tuyo soy, tuyo soy. Cuando de rodillas te miro, Jesús, veo tu grandeza y mi pequeñez. ¿Qué puedo darte yo?, sólo mi ser, tuyo soy, tuyo soy. Yo no soy nada y del polvo nací, pero tú me amas y moriste por mí. Ante la cruz sólo puedo exclamar: “tuyo soy, tuyo soy”.

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Dirigente: Padre eterno, que en el vientre de la Virgen nos regalas el pan que sacia el hambre del infinito. Padre nuestro, Ave María y Gloria. Padre providente, por tu espíritu, pan y vino son alimento que aligera el hambre del camino. Padre nuestro, Ave María y Gloria. Creemos, Jesús, que tu bondad ha preparado una mesa para adultos y pequeños; por este sacramento, hermanos nos hacemos. Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Primer lector: Nos ponemos de pie.

Del Santo Evangelio según san Juan (6, 51-58) Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo les daré es mi carne, y lo daré para la vida del mundo. Los judíos discutían entre sí: “¿cómo puede éste darnos a comer carne?” Jesús les dijo: En verdad les digo que si no comen la carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre vive de vida eterna, y yo lo resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que es vida, me envió y yo vivo por el Padre, así quien me como vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo. Pero no como el de vuestros antepasados, que comieron y después murieron. El que coma este pan vivirá para siempre. Palabra del Señor. Primer lector: Permanezcamos dos minutos en silencio para meditar en la lectura que acabamos de escuchar.

Segundo lector: Peticiones comunitarias.

Dirigente: Oremos hermanos, al Señor Jesús, pan de vida, y digamos llenos de gozo: Dichosos los invitados a comer el pan en tu Reino.

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Cristo Jesús, huésped de nuestro banquete, que estás junto a la puerta y llamas, entra en nuestra casa y cena con nosotros. Dichosos los invitados a comer el pan en tu Reino. Padre que nos amas, te pedimos por toda la juventud del mundo, para que vean que en Jesús todo es vida, alimentándose con tu pan de vida. Dichosos los invitados a comer el pan en tu Reino. Cristo Jesús, que tu intercesión acompañe a nuestras familias, fortalecidas por el ejemplo de tu sagrada familia, para que sean fermento de tu amor, en este nuevo siglo. Dichosos los invitados a comer el pan en tu Reino. Cristo, maná bajado del cielo, que haces un solo cuerpo de cuantos participan en un mismo pan, aumenta la unidad y la concordia de quienes creen en ti. Dichosos los invitados a comer el pan en tu Reino. Cristo Jesús, médico enviado por el Padre, que por el pan de la Eucaristía nos das el remedio de la inmortalidad y el germen de la resurrección, da salud a los enfermos y esperanza a los pecadores. Dichosos los invitados a comer el pan en tu Reino.

Oración Concédenos, Señor y Dios nuestro, a los que creemos y proclamamos que Jesucristo nació por nosotros de la Virgen María, murió por nosotros en la cruz y está presente en este sacramento, beber en esta divina fuente el don de la salvación eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén

Reflexión Dirigente: Mi canto es sobre Jesucristo. Él es himno en nuestra boca, palabra que nos ha sido transmitida desde el principio, la palabra que repetimos día tras día para que la fidelidad de Dios sea acogida por nuestros hijos y para que la nueva alianza no muera jamás. Dios santo y poderoso, te alabamos, pequeños como somos, con la voz que tú mismo nos has dado. En nombre de todos los hombres del mundo, adoramos tu poder, fiados de tu misericordia. Tú te nos has

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hecho presente en Jesucristo, has amanecido en medio de nuestras tinieblas, en Él te vemos a ti, Padre, en Él nos abre el futuro de tu fidelidad. Es tu Palabra la luz del mundo, el hijo del hombre, el nuevo Adán, nacido en nuestra tierra. Él vino hacia nosotros y vivió como viven los hombres. Pero los hombres le destrozaron con sus propias manos y su vida desembocó en la muerte. Pero tú hiciste lo imposible: Él resucitó para nosotros, desarmada y muerta quedó la muerte. Él, que no podía salvarse a sí mismo, alienado e impotente, se convirtió en fuerza y sabiduría; tu locura, Señor, es más sabia que los hombres, tu impotencia más poderosa. Es tu Palabra la luz del mundo, el hijo del hombre, el nuevo Adán, nacido de nuestra tierra, tu Palabra al mundo. Nadie conoce tus caminos y tu amor por nosotros es inagotable. ¿Quién fue tu consejero para que te dieras como regalo al mundo? Todo lo que existe te pertenece: las fuentes de nuestra vida son tuyas; por ti existen todas las cosas y las palabras. Nuestra confianza descansa en ti, Señor Dios nuestro.

(Entonar el canto “Tú reinarás”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Tú reinarás “Tú reinarás”, este es el grito que ardiente exhala nuestra fe. Tú reinarás, ¡oh, rey bendito!, pues tú dijiste: “Reinaré”. Reine Jesús por siempre, reine su corazón en nuestra patria, en nuestro suelo, que es de María la nación. Tú reinarás en este suelo, te prometemos nuestro amor. ¡Oh, buen Jesús!, danos consuelo, en este valle de dolor. Reine Jesús por siempre, reine su corazón en nuestra patria, en nuestro suelo, que es de María la nación.

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Segundo lector: Después de cada invocación todos vamos a contestar: Señor, danos tu luz y tu fuerza. Que la fuerza de Dios esté siempre con nosotros y nos acompañe siempre en nuestro camino. Señor, danos tu luz y tu fuerza. Dios nos ha dado la fe, pero sentimos la necesidad de aumentarla para no caer en las tentaciones. Señor, danos tu luz y tu fuerza. Porque no reconocemos fácilmente a Dios en los humildes y bajo las apariencias del pan y del vino. Señor, danos tu luz y tu fuerza. Porque no mostramos nuestra fe con una vida de entrega al prójimo. Señor, danos tu luz y tu fuerza.

Oración Dios todopoderoso tenga piedad de nuestra debilidad, nos dé fuerzas y nos haga ser constantes hasta la vida eterna. Amén.

(Entonar el canto “No podemos caminar”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) No podemos caminar NO PODEMOS CAMINAR CON HAMBRE BAJO EL SOL, DANOS SIEMPRE EL MISMO PAN TU CUERPO Y SANGRE, SEÑOR. Comamos siempre de este pan, el pan de la unidad. En un cuerpo nos unió el Señor, por medio del amor. Señor, yo tengo sed de ti, sediento estoy de Dios; pero pronto llegaré a ver el rostro del Señor.

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Por el desierto el pueblo va cantando su dolor: en la noche brillará tu luz, nos guía la verdad.

Oración Señor, te he encontrado, pero no me quedo aquí. Porque te he encontrado, Señor, me siento feliz y veo que mi vida cambia. Señor, tú eres mi esperanza, veo que en mi corazón, lleno de tristeza, de pesimismo, de cansancio y de desesperanza, ha brillado otra vez la esperanza. Pero, sobre todo, Señor, porque te he encontrado y tú eres mi hermano y amigo, y te me das en la fracción del pan, yo descubro que no puedo guardarte para mí sólo, que tengo que salir, que tengo que partir el pan con los hermanos, que tengo que gritarles a estos hombres, en mi ciudad, en mi barrio, en mi casa, en mi oficina, que sí, que es verdad que tú has resucitado, que vas haciendo el camino con nosotros, que nos das la Palabra y nos repartes el pan. Que Nuestra Señora de la Esperanza nos acompañe, haga luminosa nuestra ruta, gozoso nuestro encuentro y firme nuestra esperanza. Amén.

Dirigente: Padre santo, concédenos la disponibilidad de encontrar a tu hijo Jesucristo en la vivencia del Evangelio. Padre nuestro, Ave María y Gloria. Que como tú, Jesús Eucaristía, donemos nuestra vida al servicio de los demás, incluyendo el servicio misionero. Padre nuestro, Ave María y Gloria. Que, motivados por la acción del Espíritu Santo, deseemos aprovechar cuanta oportunidad se presente para anunciar el Evangelio. Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Primer lector: Nos ponemos de pie para escuchar la Palabra de Dios.

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Del Santo Evangelio según san Juan (8, 30-36) Esto es lo que decía Jesús, y muchos creyeron el él. Jesús decía a los judíos que habían creído en él: “Ustedes serán verdaderos discípulos míos si perseveran en mi palabra; entonces conocerán la verdad, y la verdad los hará libres” Le respondieron: “Somos descendientes de Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Por qué dices: ‘Ustedes serán libres’?” Jesús les contestó: En verdad, en verdad les digo: el que vive en el pecado es esclavo del pecado. Pero el esclavo no se quedará en la casa para siempre; el hijo, en cambio, permanece para siempre. Por tanto, si el Hijo los hace libres, ustedes serán realmente libres. Palabra del Señor. Primer lector: Ahora guardemos dos minutos de silencio para meditar en la lectura que acabamos de escuchar.

(Entonar el canto “Venimos hoy a tu altar”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Venimos hoy a tu altar Venimos hoy a tu altar a cantarte, Señor, pues tú eres la alegría de nuestro corazón. Tú hiciste los cielos, los llenas de estrellas, de luz y color. Tú pintaste la aurora, hiciste las nubes, las puestas de sol. Tú creaste la risa, la paz y la dicha, la felicidad. Tú, al darnos la vida, nos das tu riqueza, tu eterna amistad. Tú nos diste a tu madre, nos diste tu Cuerpo, tu Sangre es manjar. Tú nos diste esperanza, la fe, y nos hiciste capaces de amar.

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Segundo lector: Después de cada estrofa respondamos con la antífona: ¡Haznos pregoneros de la verdad! Señor, tú te has presentado al mundo como el único camino que hay para llegar a Dios, y es necesario ir ligeros de peso para poder cargar con tu cruz. Por eso te decimos: ¡Haznos pregoneros de la verdad! Eres la vida y das la fuerza a la nuestra, porque nuestra vida ya no es vida, porque necesitamos de ti para vitalizar nuestra vida. Por eso te decimos: ¡Haznos pregoneros de la verdad! Eres la única verdad. Tus palabras son de fiar, no hay engaño en lo que nos dices. Y muchas veces hacemos que, con nuestras palabras y nuestros gritos, la tuya pierda autenticidad. Por eso te decimos: ¡Haznos pregoneros de la verdad! Somos testigos de tu vida y de tu Palabra. A veces nos olvidamos de ello y hacemos que nuestra vida sea poco semejante con la tuya. Por eso te decimos: ¡Haznos pregoneros de la verdad! Es duro sembrar, es doloroso quemarse, es ardua la entrega, pero sabemos que te sembramos a ti, que nos gastamos por ti y que nos entregamos a tu ejemplo. Porque queremos aprender tu lección de entrega a los hombres, por eso te decimos: ¡Haznos pregoneros de la verdad!

Salmo desde el amor y la verdad Primer lector: Después de cada párrafo todos vamos a contestar: Por tu gran amor, por tu verdad, te damos gracias. Has sido bueno, Señor, con nuestra tierra. Has hecho de nosotros un pueblo libre. Has liberado a la gente de sus cadenas. Has cubierto con tu amor nuestros pecados. Nos has mirado con bondad y misericordia. Has tenido paciencia y mansedumbre con nosotros. Por tu gran amor, por tu verdad, te damos gracias.

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Haznos volver, Dios de nuestra salvación, con paso firme, por el camino que marca tu ley y tus mandatos. Haznos volver todos juntos, como un racimo unido, hasta estrecharnos con verdad y amor, como hermanos. Por tu gran amor, por tu verdad, te damos gracias. Sé indulgente, ten paciencia, ten aguante con nosotros. Somos comunidad que busca y poco a poco va encontrando. Somos peregrinos que caminan, tantas veces, sin saber a dónde, pero en el frente te queremos siempre a nuestro lado. Por tu gran amor, por tu verdad, te damos gracias. Muéstranos tu amor, Señor, manifiéstate en nuestra noche. Danos la bondad que brota a raudales de tus ojos. Derrama sobre nuestras vidas, que se abren al crecimiento, los dones de tu Espíritu que transformen nuestros deseos. Por tu gran amor, por tu verdad, te damos gracias. Queremos escuchar, con el corazón de par en par, lo que tú hablas, lo que sale de tus labios. Queremos acoger tu Palabra de vida en la nuestra, y que la paz y el bien acompañen nuestros pasos. Por tu gran amor, por tu verdad, te damos gracias. Tú nos quieres en tu casa como amigos verdaderos y cuentas con nosotros para trabajar en los campos de tu Reino. Que tu salvación se haga presente en nuestras obras y tu gloria ilumine lo llano y abrupto del sendero. Por tu gran amor, por tu verdad, te damos gracias. El amor y la verdad en tus manos se dan cita, la justicia y la paz en tu corazón se abrazan, que de la tierra, nuestra tierra, brote la verdad, y que la justicia abra de par en par cada puerta cerrada. Por tu gran amor, por tu verdad, te damos gracias. Tú mismo, ¡oh, Dios!, serás la dicha de quien te busca. Tú mismo serás la alegría de quien te ama. Tú mismo serás verdad y amor para el que cree. Tú mismo serás respuesta cierta a quien te llama. Por tu gran amor, por tu verdad, te damos gracias.

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Tercera hora santa (Entonar el canto “Hoy te damos gracias”) Hoy te damos gracias Hoy, Señor, te damos gracias, por la vida, la tierra y el sol. Hoy, Señor, queremos cantar las grandezas de tu amor. Gracias, Padre, mi vida es tu vida, tus manos amasan mi barro, mi alma es tu aliento divino, tu sonrisa en mis ojos está. Hoy, Señor, te damos gracias, por la vida, la tierra y el sol. Hoy, Señor, queremos cantar las grandezas de tu amor. Gracias, Padre, me hiciste a tu imagen, y quieres que siga tu ejemplo, brindando mi amor al hermano, construyendo un mundo de paz. Hoy, Señor, te damos gracias, por la vida, la tierra y el sol. Hoy, Señor, queremos cantar las grandezas de tu amor.

Dirigente: Después de cada petición todos vamos a contestar: Ven a nosotros, Señor. Señor, tú apareces en la realidad del mundo para compartir nuestra vida y nos das la luz y esperanza que necesitamos para caminar. Ven a nosotros, Señor.

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Señor, al hacerte uno de nosotros, conociste de cerca y en tu propia carne las realidades humanas más tristes: el dolor, el sufrimiento, la incomprensión, el olvido, la muerte... enseñándonos así a superar nuestras dificultades. Ven a nosotros, Señor. Señor, tu venida a nosotros da respuesta también a nuestras ilusiones, a nuestros deseos de algo grande, a nuestra felicidad, a nuestra alegría, enseñándonos a mirar siempre adelante. Ven a nosotros, Señor. Señor, comprobaste y sentiste en tu corazón la alegría de tus amigos, la delicadeza de los niños, la dulzura de una madre, la grandeza del amor, la satisfacción de las cosas bien hechas. Ven a nosotros, Señor. Y sobre todo nos enseñas a no tener fronteras en nuestro corazón, a aceptar a los demás sin hacernos esquemas dentro de nosotros, teniendo el corazón dispuesto para el amor. Ven a nosotros, Señor. Primer lector: Estamos contentos porque al establecer tu morada en nuestra pobreza quieres que participemos de tu riqueza y nos haces hijos de Dios. Estamos alegres porque mientras los hombres queremos subir, tú quisiste bajar y hacerte como uno de nosotros. Estamos alegres porque mientras todos los hombres queremos tener cada vez más cosas, tú te conformas con la pobreza y humildad de un pesebre. Estamos alegres porque elegiste a María por madre y has querido compartirla con nosotros, dándonos una prueba más de tu amor. Estamos alegres porque, en medio de un mundo de consumo y egoismo, nos muestras la sencillez, la humildad y la fraternidad. Estamos alegres porque en tu venida descubrimos que somos amados, que existimos porque alguien nos ama.

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(Entonar el canto “Alma misionera”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Alma misionera Señor, toma mi vida nueva, antes de que la espera desgaste años en mí. Estoy dispuesto a lo que quieras, no importa lo que sea, tú llámame a servir. LLÉVAME DONDE LOS HOMBRES NECESITEN TUS PALABRAS, NECESITEN MIS GANAS DE VIVIR, DONDE FALTE LA ESPERANZA, DONDE TODO SEA TRISTE, SIMPLEMENTE POR NO SABER DE TI. Te doy mi corazón sincero, para gritar sin miedo lo bello que es tu amor. Señor, tengo alma misionera, condúceme a la tierra que tenga sed de ti. Y así en marcha iré cantando, por calles predicando, tu grandeza, Señor. Tendré mis manos sin cansancio, tu historia entre mis labios, mi fuerza es la oración.

Dirigente: Se invita a todos los presentes a que hagan sus peticiones o expresen sus agradecimientos.

Salmo del amigo verdadero Dirigente: Después de cada invocación respondamos con la antífona: El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. Señor Jesús, eres amigo verdadero, como el buen pastor que conoce a cada una de sus ovejas y las llama por su nombre. Eres fiel en tu amistad para conmigo y nada me falta. Nada me falta, porque tú llenas los deseos de mi corazón. Nada me falta, porque tú estás a mi lado aunque me abandonen. Nada me falta, porque has dado la vida por mí en lo alto de la cruz. Nada me falta, porque tu perdón y gracia me acompañan siempre. El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.

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Me regalas con tus dones, me alimentas con tu pan de vida. Me recreas en el gozo y paz de tu Espíritu. Me conduces, como buen pastor, hacia las aguas de reposo y mi sed se siente reconfortada en el agua viva de tu amistad. Tú confortas mi alma cuando me faltan fuerzas para el camino. El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. Tú confortas mi alma cuando me siento desanimado y solo. Tú me guías por el sendero de justicia, como signo de tu amistad. Eres siempre fiel en mi camino y tu gracia fortalece mi pobreza. El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. Señor Jesús, eres siempre amigo verdadero, como buen pastor, que sacrifica su vida en defensa de su rebaño. Aunque pase por valles tenebrosos, ningún mal temeré porque tú siempre vas conmigo. Nada temo a tu lado, porque tu vara y tu cayado me sostienen. Contigo nada me falta. El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. Eres amigo verdadero, Señor Jesús, como el buen pastor, que al venir el lobo no huye monte abajo. Tú estás siempre conmigo, defiendes mi causa con tesón hasta que me sienta libre y restablecido en mis fuerzas. El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. Prepara, amigo, para mí una mesa y te sientas a mi lado; unges con óleo perfumado mi cabeza como prueba de amistad sincera, y llenas del buen vino mi copa hasta rebosarla. Tu mesa, mi óleo y mi copa. El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. La dicha y la gracia de tu amistad, Señor Jesús, pastor bueno, me acompañarán a lo largo de los días de mi vida. Seré dichoso con tu fidelidad inquebrantable, y tendré siempre la seguridad de tu amor hasta el extremo. Mi morada, Señor Jesús, será la llaga de tu corazón, en sangre y agua abierta. El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. A lo largo de los días, creeré siempre en tu amor, porque nadie tiene mayor amor que el que da la vida por el amigo. Tú eres, Señor, el pastor bueno, que guía hacia el aprisco a su rebaño. Tú eres, Señor, amigo verdadero, que ya nunca nos llamarás siervos. El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.

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Tú eres amigo que me has dado a conocer los secretos del corazón del Padre. Eres amigo que has salvado mi vida dejándote colgar del madero. Enséñame, Señor, a permanecer fiel al lado del hermano necesitado. El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. Enséñame, Señor, a dar mi vida por los que necesitan seguir viviendo. Tú eres la puerta que abre camino hacia el corazón del Padre, guíame, condúceme hacía las aguas tranquilas de su Reino. El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.

(Entonar el canto “Dios está aquí”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Dios está aquí Dios está aquí, tan cierto como el aire que respiro, tan cierto como la mañana se levanta, tan cierto como yo te hablo y me puedes oír. Jesús está aquí, tan cierto como el aire que respiro, tan cierto como la mañana se levanta, tan cierto como yo te hablo y me puedes oír. Dios está en mí, tan cierto como el aire que respiro, tan cierto como la mañana se levanta, tan cierto como yo te hablo y me puedes oír. Jesús está aquí, tan cierto como el aire que respiro, tan cierto como la mañana se levanta, tan cierto como yo te hablo y me puedes oír. Dirigente: Acabamos de cantar, haciendo un acto de fe en la presencia de Jesucristo entre nosotros: “Dios está aquí”, hemos dicho. En la cruz estaba escondida la divinidad, pero se veía su humanidad. Aquí no vemos ni la una ni la otra, pero nos confiamos plenamente de su Palabra. El que está presente en las especies de pan y vino, nosotros lo creemos. Sigamos platicando con Jesús sacramentado de esta maravillosa realidad. Hagamos un acto de fe en su presencia y muchos actos de agradecimiento y amor a Jesucristo por haberse quedado con nosotros.

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“La Iglesia ha recibido la Eucaristía de Cristo, su Señor, no sólo como un don entre muchos, aunque sea muy valioso, sino como el don por excelencia, porque es don de sí mismo, de su persona en su santa humanidad y, además, de su obra de salvación. Ésta no queda relegada al pasado, pues todo lo que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por los hombres participa de la eternidad divina y así domina todos los tiempos”. El punto de partida y el punto esencial de toda la excelencia de la Eucaristía es que contiene a Cristo mismo en persona de modo sustancial: “Esto es mi cuerpo”, “Esta es mi sangre”, es decir, “Este soy yo en persona”. La fe de la Iglesia siempre lo ha enseñado y creído así: “La Eucaristía es el mismo Jesucristo”. Pidamos al Señor que sea Él mismo quien ilumine nuestra mente para comprender este misterio y mueva nuestra voluntad para que se adhiera con más intensidad a lo que Él nos enseña. Así, será posible crecer en la fe y amor hacia Él, que es lo único que nos importa. Estamos contentos porque al venir a nuestra pobreza quieres que participemos de tu riqueza y nos haces hijos de Dios. Dirigente: Guardemos dos minutos de silencio para orar y escuchar a Dios en nuestro corazón.

(Entonar el canto “Altísimo Señor”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Altísimo Señor Altísimo Señor, que supiste juntar a un tiempo en el altar ser, cordero y pastor, quisiera con fervor amar y recibir a quien por mí quiso, morir. Cordero divinal, por nuestro sumo bien inmolado en Salén, en tu puro raudal; de gracia celestial lava mi corazón, que fiel te rinde adoración. Suavísimo maná, que sabe a dulce miel ven, y del mundo vil nada me gustará. Ven y se trocará del destierro cruel con tu dulzura la amarga hiel.

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Oh convite real, dó sirve el Redentor al siervo de Señor comida sin igual; Pan de vida inmortal ven a entrañarte en mí. Y quede yo trocado en Ti.

Segundo lector: Recibe, Señor, el cansancio de cada día, la fatiga de cada hombre, y transfórmalos en solidaridad. Sí, Señor, recibe nuestros cansancios, tú que también los conoces, tú que nos lo pediste: “Vengan a mí, los que estén cansados...”. Toma nuestros cansancios y únelos a los tuyos y a los de todos los cansados y fatigados de la vida. Que estos cansancios puedan ser transformados en hilos de solidaridad con todos los que sufren, en una partecita de tu inmensa pasión y redención.

Primer lector: Después de cada invocación todos contestamos: Haz brillar tu rostro sobre nosotros. Jesús, que te quedas realmente en este sacramento admirable, ayúdanos a contemplar siempre tu rostro misericordioso en nuestra vida. Haz brillar tu rostro sobre nosotros. Jesús, que para devolver al hombre el rostro del Padre asumiste todas nuestras debilidades, concede a los que sufren la esperanza de los bienes eternos. Haz brillar tu rostro sobre nosotros.

Dirigente: Recibe, Señor, nuestras lágrimas, aunque no se vean, aunque se tenga que llorar por dentro, y transfórmalas en plegarias. Después de cada plegaria todos decimos: Te rogamos, Señor. Tú lloraste como nosotros, haz que esas lágrimas no sean en vano. Transfórmalas en riego profundo que ablande nuestra dureza. Transfórmalas en esperanza y bienaventuranza. Transfórmalas en oración, como las tuyas, que rezabas al Padre con gritos y con lágrimas. Enséñanos a orar así y que nuestras lágrimas sean acogidas por el Padre. Te rogamos, Señor. Para que los pueblos que sufren por la pobreza, el hambre o las guerras obtengan un mayor desarrollo. Te rogamos, Señor.

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Por todas las personas necesitadas del socorro de los demás, para que el Señor las guarde y alivie todas sus necesidades. Te rogamos, Señor. Oremos por todos los padres de familia que tengan algún hijo enfermo física o moralmente para que nunca pierdan la confianza en Dios. Te rogamos, Señor.

Primer lector: Recibe, Señor, nuestros saludos, los encuentros de cada día, y transfórmalos en amistad. Ayúdanos a dar sentido a cada palabra y a cada gesto de saludo y de encuentro. Que sepamos apreciar el valor de una sonrisa, de una caricia, de una frase corriente. Que en cada uno de nuestros encuentros te vayamos encontrando a ti, y que nos dejemos encontrar por ti. Y que la vida entera sea una suma de gozosos y misteriosos encuentros, y transfórmalos todos en cauces de amistad. Por todos los cristianos que desgastan su vida en la tarea de la evangelización, para que, liberados de todos los peligros, continúen dando un testimonio fiel del Evangelio. Oremos. Por todos nosotros, para que el Señor nos aumente la fe y el compromiso de evangelizar el mundo en que vivimos. Oremos. Por todas las familias de esta comunidad parroquial, para que nos amemos siempre y nos ayudemos unos a los otros. Oremos. Por los pueblos de todo el mundo, para que sigan creciendo en el conocimiento de Cristo y progresen en el camino del entendimiento y del amor. Oremos.

(Entonar el canto “Es mi cuerpo, tomad y comed”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Es mi cuerpo, tomad y comed Es mi cuerpo, tomad y comed; es mi sangre, tomad y bebed. Porque yo soy vida, yo soy amor. Oh, Señor, nos reuniremos en tu amor. El Señor nos da su amor como nadie nos lo dio.

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El nos guía como estrella en la inmensa oscuridad. Al partir juntos el pan, él nos llena de su amor: Pan de Dios, el pan comamos de amistad. El Señor nos da su amor como nadie nos lo dio. Como todos sus amigos trabajaba en Nazaret, carpintero se alegró, trabajando en su taller: con sus manos Cristo obrero trabajó. El Señor nos da su amor como nadie nos lo dio. Era tan grande y tan hondo que murió sobre una cruz, era tan fuerte su amor, que de la muerte triunfó, de la tumba sale libre y vencedor. El Señor nos da su amor como nadie nos lo dio. El reúne a sus amigos en la mesa del amor. En el mundo todos son carne y sangre del Señor, nada puede separarnos de su amor.

Dirigente: Oremos. Oración Haz, Señor, que cierre los ojos para ver, para verte, y que salte de alegría desde la oscuridad de la noche de la fe. Haz, Señor, que camine siguiendo tus huellas sin miedo a seguirte, y que goce haciendo realidad en mi vida la verdad de tu Evangelio. Dirigente: Yo creo en ti, Señor Jesús. Yo creo en ti, Señor Jesús.

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Dirigente: Te quiero como eres en mi vida. Te quiero como eres en mi vida. Dirigente: Te amo como el sentido de mi existencia. Te amo como el sentido de mi existencia. Dirigente: Yo creo en ti, Señor Jesús, que has muerto y resucitado por mí. Yo creo en ti, Señor Jesús, que has muerto y resucitado por mí.

Dirigente: Después de cada frase todos contestamos: Gracias, Señor. Gracias, Señor, por el don de la fe que me diste en el Bautismo. Gracias, Señor. Gracias, Señor, por el don de tu Palabra que alimenta mis creencias. Gracias, Señor. Gracias, Señor, por el don de tu Espíritu que me acerca a ti. Gracias, Señor. Gracias, Señor, por el don de tu Cuerpo y tu Sangre que yo acepto. Gracias, Señor.

(Entonar el canto “Te doy gracias, Jesús”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Te doy gracias, Jesús Te doy gracias, Jesús, por haberte encontrado, por haberme salvado, te doy gracias, Jesús. (2) Hoy ya sé el camino y hacia él me dirijo:

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es la senda bendita que representa el Hijo. Mi amor era pequeño, pero ya lo he encontrado; y ese pequeño amor hoy se ha agigantado. Hoy Jesús es mi guía, él controla mi vida; y no hay ser terreno que mi cariño mida.

Segundo lector: Acto de fe • Creo, Señor, que el Padre te envió a la historia para salvar al hombre. • Creo que eres el Mesías, el Cristo, el Ungido, el Libertador. • Creo, Señor, que eres hombre nacido de mujer, de María la Virgen. • Creo, Señor, que eres el Hijo de Dios, nacido del seno del Padre. • Creo, Señor, que viviste como uno de tantos y amaste como nadie. • Creo, Señor, que realizaste tu Misión con la fuerza de tu Espíritu. • Creo, Señor, que anunciaste un Reino nuevo, una nueva humanidad. • Creo, Señor, que en tu Palabra dejaste una buena noticia para el hombre. • Creo que te dieron muerte en una cruz para salvar a los hombres. • Creo que tu Padre Dios te resucitó con el poder de tu Espíritu. • Creo que vives resucitado en tu Iglesia y sigues salvando hoy la historia. • Creo que eres Señor y Salvador y estás sentado a la derecha de Dios Padre en el Reino. • Creo que vendrás y que la humanidad será tuya para siempre. • Creo que los que en ti creemos, Señor Jesús, tendremos vida ahora y en el Reino de los cielos; vida que no terminará nunca. Segundo lector: Guardemos dos minutos de silencio para meditar en nuestro acto de fe.

(Entonar el canto “¡Oh, buen Jesús!”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) ¡Oh, buen Jesús! Oh, buen Jesús, oh, redentor amado, veme a tus pies cubierto de dolor,

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al recordar lo mucho que he pecado y lo que tú sufriste por mi amor. Perdón, Señor, por las profanaciones que sin cesar recibes en tu altar. Perdón, Jesús, por todas las naciones que sin tu ley se quieren gobernar. Perdón, Señor, por los aquí presentes, que con fervor imploran tu piedad, danos, Jesús, a todos penitentes, tu bendición cual prenda de amistad. (Se repite)

Bendición con el Santísimo Celebrante: Nos diste, Señor, el pan del cielo. Que contiene en sí todo el deleite. Celebrante: Oremos. Señor nuestro Jesucristo, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, concédenos venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú, que vives y reinas con Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén. (El celebrante da la bendición con el Santísimo, mientras tanto se tocan las campanas)

Jaculatorias Celebrante: Bendito sea Dios. Bendito sea Dios. Celebrante: Bendito sea su santo nombre. Bendito sea su santo nombre.

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Celebrante: Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Celebrante: Bendito sea el nombre de Jesús. Bendito sea el nombre de Jesús. Celebrante: Bendito sea su sacratísimo corazón. Bendito sea su sacratísimo corazón. Celebrante: Bendita sea su preciosísima Sangre. Bendita sea su preciosísima Sangre. Celebrante: Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del altar. Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del altar. Celebrante: Bendito sea Jesús en el Espíritu Santo consolador. Bendito sea Jesús en el Espíritu Santo consolador. Celebrante: Bendita sea la gran Madre de Dios, María Santísima. Bendita sea la gran Madre de Dios, María Santísima. Celebrante: Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción. Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción. Celebrante: Bendita su gloriosa Asunción. Bendita su gloriosa Asunción. Celebrante: Bendita sea María, Madre de la Iglesia. Bendita sea María, Madre de la Iglesia. Celebrante: Bendito sea el nombre de María, virgen y madre. Bendito sea el nombre de María, virgen y madre.

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Celebrante: Bendito sea san José, su castísimo esposo. Bendito sea san José, su castísimo esposo. Celebrante: Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos. Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos.

(El celebrante retira el Santísimo y se inicia el traslado al sagrario, con velas y una campanita. Una vez que ha salido, se entona el siguiente canto) Cantemos al amor de los amores Cantemos al amor de los amores, cantemos al Señor; Dios esta aquí, venid adoradores, adoremos a Cristo Redentor. Gloria a Cristo Jesús, cielos y tierra bendecid al señor, honor y gloria a ti, rey de la gloria, amor por siempre a ti, Dios del amor. Por nuestro amor oculto en el Sagrario su gloria y esplendor; para nuestro bien se queda en el santuario esperando al justo y pecador. Oh gran prodigio del amor divino, milagro sin igual; prenda de amistad, banquete al peregrino dó se come el cordero celestial. Jesús piadoso Rey de las victorias a ti loor sin fin; canten tu poder, autor de nuestras glorias, cielo y tierra hasta el último confín.

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Tu nombre ensalzamos y alabamos, con toda nuestra voz; ¡Rey de Majestad, por siempre te aclamamos, y Señor de las almas. Cristo Dios! El mundo impío contra Ti se agita, sembrando por doquier el error, el mal; y a todos nos invita a beber en la copa del placer. ¡Oh, sí cristianos fervorosos, vamos a Cristo en el altar; y con viva fe, su Cuerpo recibamos, cada día, y siempre, hasta expirar. Al pie de tu sagrario nos convidas a recibir tu amor; porque Tú, Jesús, al alma das la vida, y la llenas de fuerza y de valor.

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Martes: El Reino de Dios Primera hora santa Primer lector: Dios no es un ser solitario, es una familia formada por el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo. Pueblo santo de Dios es la familia de Dios en la tierra. Por eso, hermanas y hermanos, ahora vamos a contemplar el misterio de Cristo esposo en su humanidad eucarística, y por él, con él y en él, contemplemos agradecidos el misterio de nuestra familia. Con nuestros cantos y oraciones aclamemos el misterio del amor de Cristo, quien ha querido quedarse con nosotros para caminar juntos por la vida. Pidamos perdón a Dios por las infidelidades a su plan de amor, démosle gracias a Dios por el don del matrimonio y la familia, y alabémoslo por su misericordia. Participemos con gran fe y alegría en este encuentro con Cristo vivo, camino de conversión, comunión y solidaridad para nuestras familias.

Dirigente: Realiza la exposición del Santísimo. (Expone la Eucaristía mientras se entona el canto “Cantemos al amor de los amores”) Cantemos al amor de los amores Cantemos al amor de los amores, cantemos al Señor; Dios esta aquí, venid adoradores, adoremos a Cristo Redentor. Gloria a Cristo Jesús, cielos y tierra bendecid al señor, honor y gloria a ti, rey de la gloria, amor por siempre a ti, Dios del amor. Por nuestro amor oculto en el Sagrario su gloria y esplendor; para nuestro bien se queda en el santuario esperando al justo y pecador. Oh gran prodigio del amor divino, milagro sin igual;

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prenda de amistad, banquete al peregrino dó se come el cordero celestial. Jesús piadoso Rey de las victorias a ti loor sin fin; canten tu poder, autor de nuestras glorias, cielo y tierra hasta el último confín. Tu nombre ensalzamos y alabamos, con toda nuestra voz; ¡Rey de Majestad, por siempre te aclamamos, y Señor de las almas. Cristo Dios! El mundo impío contra Ti se agita, sembrando por doquier el error, el mal; y a todos nos invita a beber en la copa del placer. ¡Oh, sí cristianos fervorosos, vamos a Cristo en el altar; y con viva fe, su Cuerpo recibamos, cada día, y siempre, hasta expirar. Al pie de tu sagrario nos convidas a recibir tu amor; porque Tú, Jesús, al alma das la vida, y la llenas de fuerza y de valor.

Oración Señor nuestro Jesucristo, que con tu Pasión, Muerte y Resurrección sellaste la nueva alianza con tu pueblo, y bajo las especies del pan y del vino te quedaste en medio de nosotros, concede, a cuantos reconocemos tu presencia real y verdadera en la Eucaristía, saber descubrir tu presencia en nuestras familias, Iglesias domésticas, así como en cada uno de nuestros hermanos y hermanas. Tú, que vives y reinas con Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.

(Entonar el canto “Tan cerca de ti”) Tan cerca de ti Tan cerca de ti, tan cerca de mí,

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que hasta lo puedo tocar, Jesús esta aquí. (2) Le hablaré sin miedo al oído, le contaré las cosas que hay en mí; y que sólo a El le interesarán El es más que un mito para mí. No busques a Cristo en lo alto, ni lo busques en la obscuridad; muy cerca de ti, en tu corazón puedes adorar a Tu Señor. Míralo a tu lado caminando, paseando entre la multitud; muchos ciegos son porque no lo ven, ciegos de ceguera espiritual.

Primer lector: Nos ponemos de pie para escuchar la Palabra de Dios. La luz brillaba en las tinieblas y las tinieblas no la recibieron. Del Santo Evangelio según san Juan (1, 1-14) En el principio era el Verbo (la Palabra), y el Verbo estaba ante Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba ante Dios en el principio. Por él se hizo todo, y nada llegó a ser sin él. Lo que fue hecho tenía vida en él, y para los hombres la vida era luz. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la impidieron. Vino un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino para dar testimonio, como testigo de la luz, para que todos creyeran por él. Aunque no fuera él la luz, le tocaba dar testimonio de la luz. El era la luz verdadera, la luz que ilumina a todo hombre,

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y llegaba al mundo, este mundo que se hizo por él, este mundo que no lo recibió. Vino a su propia casa, y los suyos no lo recibieron; pero a todos los que lo recibieron les dio capacidad para ser hijos de Dios. Al creer en su Nombre han nacido, no de sangre alguna, ni por ley de la carne, ni por voluntad del hombre, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne, puso su tienda entre nosotros, y hemos visto su Gloria: la Gloria que recibe del Padre el Hijo único; en él todo era don amoroso y verdad. Palabra del Señor. Primer lector: Guardemos dos minutos de silencio para meditar en la lectura anterior. Después, escuchemos atentamente la siguiente reflexión.

Reflexión Es bueno hacer un examen de lo que está aconteciendo en nuestro mundo, en el mundo que vivimos, donde el hombre mismo se está despedazando en muchos trozos, hasta hacerse un rompecabezas que no es fácil armar. El ser humano enfrenta presiones, como la situación económica, que agobia a todos –porque la falta de dinero causa desesperación–, y divisiones de unos con otros, incluso en familia. Además, hoy todo es criticable, y hay graves problemas como la pérdida del sentido de la vida, aborto, clonación, vida matrimonial mal llevada, desempleo, drogadicción, alcoholismo, corrupción en todos los ámbitos, desigualdades, violencia, guerras, búsqueda desenfrenada de riqueza y poder, ignorancia religiosa o el extremo del fanatismo. El texto base del 48° Congreso Eucarístico Internacional nos dice que dichos pecados manifiestan la pérdida del sentido de Dios, así como ausencia de Dios, vacío interior de Dios en el ser humano y falta de una brújula de la vida humana. Y el mismo texto nos pregunta: “¿Qué haremos al respecto?”.

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Por lo pronto, reconozcamos esas faltas y luego tengamos el valor de enfrentarlas. Pero primero busquemos sanarnos nosotros, para luego combatir lo que destruye al hombre. Dejémonos sanar por quien tiene la vida en plenitud: Jesús Eucaristía, y contemplemos las obras que ha hecho en el mundo, y que se manifiestan en muchos hombres y mujeres modelo. Abrámonos a la gracia y a su Palabra, para entonces caminar por donde nos lo indique, pero con la mente lúcida y clara, y con un corazón desbordante de amor a Dios. Hoy Dios pide a cada hombre que reviva su fe, mantenga la esperanza y exprese ese amor que nos comunica Dios en cada momento. La historia de cada uno de nosotros se relata mediante la intervención de Dios, junto con cada persona con quien nos relacionamos. Que Dios siga siendo quien nos lleve a buscar lo que le agrada, y nos beneficie en este mundo que nos puede asustar, desanimar y hasta confundir si no estamos con Él. Venzamos el mal a fuerza de bien, con la confianza de que estamos con quien sabemos que nos ama.

Dirigente: Después de cada invocación todos contestamos: El camino eres tú, Señor. Aquí estoy, Señor Jesús, a la vera del camino, sin camino. Mis pasos buscan tus huellas donde poner mis pisadas. La vida y la muerte están ante mí como un reto. El bien y el mal se cruzan en mi corazón, que sin descanso busca, pide y llama. Yo quiero ser dichoso, Señor Jesús, puesto en camino. Yo quiero ser libre con la libertad de tu Evangelio; libre en opción sincera y decidida a tu Palabra. Quiero dejar atrás las llamadas opresoras del dinero, del poder, del placer y de lo que en el fondo es nada. Quiero hacer de tu Evangelio norma de vida y escucharlo día y noche hasta que penetre en el fondo de mi alma. El camino eres tú, Señor. Quiero ser, Señor, como el árbol que crece junto al río y bebe en profundidad y hondura en la corriente del agua. Quiero dar en su tiempo frutos de paz y bien, y dejar que las semillas que has sembrado en mí se abran. No dejes jamás, Señor, que se marchiten mis hojas verdes, ni que el viento las arranque, una a una, de sus ramas. El camino eres tú, Señor. Quiero seguir el camino del hombre nuevo, del hombre que dice sí a la vida y con tesón la guarda. Quiero ser persona de espíritu que luche contra la carne y que haga del amor la carta magna, la ley fundamental de tu Reino. No me dejes caminar por el camino del mal y que a cada paso deja las señales del que mata. No quiero ser como paja que lleva el viento y hace de ella un juego fácil entre sus alas. El camino eres tú, Señor.

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Quiero ser, desde mis raíces y mi historia de ilusiones y fracasos, desde mis luchas y mis crisis, un camino de esperanza abierto hacia la vida eterna, donde tú moras y donde esperas, con un corazón de amigo, mi llegada. El camino eres tú, Señor. Señor Jesús, contigo se hace el camino suave y ligero, al llevar entre tú y yo –los dos juntos– esta pesada carga. Quiero aprender de ti, maestro, a ser libre como el viento, en tu Espíritu, que guía y salva. El camino eres tú, Señor.

(Entonar el canto “Hoy en oración”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Hoy en oración Hoy en oración quiero preguntar, Señor, quiero escuchar tu voz, tus palabras con tu amor. Ser como eres tú, servidor de los demás, dime cómo, en qué lugar, te hago falta más. Dime, Señor, en que te puedo servir, déjame conocer tu voluntad; dime, Señor, en ti yo quiero vivir, quiero de ti aprender, saber amar. Hoy quiero seguir tus caminos junto al mar, tus palabras, tu verdad, ser imagen de ti. Dime, Señor, en qué te puedo servir, déjame conocer tu voluntad; dime, Señor, en ti yo quiero vivir, quiero de ti aprender, saber amar.

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Primer lector: Cristo hace presente el reino. En las pausas todos cantamos: Que viva mi Cristo, que viva mi rey, que impere doquiera triunfante su ley. ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Cristo Rey! Jesús de Nazaret lleva a cumplimiento el plan de Dios. Después de recibir el Espíritu Santo en el bautismo, manifiesta su vocación mesiánica: recorre Galilea proclamando la Buena Nueva de Dios. Jesús dijo a sus discípulos, y ahora nos lo dice a nosotros: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca, conviértanse y crean en la Buena Nueva. Cristo ha venido al mundo para llamar a los pecadores a la conversión” (Mc 1, 15). Este Reino de Dios es la presencia del amor misericordioso de Dios Padre, revelado plenamente en Cristo, por el Espíritu, en las personas, la sociedad y en el mundo entero. Que viva mi Cristo, que viva mi rey, que impere doquiera triunfante su ley. ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Cristo Rey! Su mensaje, la Buena Nueva de salvación, se dirige a todos los hombres. A todos se nos invita a volver a Dios y a adherirnos a Cristo salvador, quien tiene el poder de perdonar los pecados. La salvación consiste en creer y acoger el misterio del Padre y de su amor, que se manifiesta y se da en Jesús, mediante el Espíritu. Así se cumple el Reino de Dios, presente ya en la Antigua Alianza, que se lleva a cabo por Cristo y en Cristo para anunciar a toda la gente por medio de la Iglesia, que se esfuerza y ora para que llegue a su plenitud de modo perfecto y definitivo. Que viva mi Cristo, que viva mi rey, que impere doquiera triunfante su ley. ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Cristo Rey! La conversión es un vuelco del corazón, una actitud filial por la que nos ponemos delante de Dios como niños. Dios es creador y Padre de todos, cuida de cada uno de nosotros, a todos extiende su bendición y con todos hace una alianza. Que viva mi Cristo, que viva mi rey, que impere doquiera triunfante su ley. ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Cristo Rey! La conversión es una actitud de confianza que nos hacer decir a Dios: “Ten piedad de mí que soy pecador”. Israel tiene experiencia de un Dios personal y salvador del cual se convierte en testigo y portavoz en medio de las naciones. Nosotros somos los elegidos para revelar y llevar a cabo su designio de amor. Que viva mi Cristo, que viva mi rey, que impere doquiera triunfante su ley. ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Cristo Rey! La conversión es un esfuerzo perseverante por llevar el Evangelio a la práctica en nuestra vida. La conversión es la respuesta a la llamada de Dios. Él es quien nos invita a la conversión. Nos propone su amor y espera nuestra respuesta. Que viva mi Cristo, que viva mi rey, que impere doquiera triunfante su ley. ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Cristo Rey! Primer lector: Guardemos dos minutos de silencio.

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Segundo lector: La conversión significa comprometernos a amar a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, porque con todas nuestras fuerzas tenemos que convertirnos siempre. Pero la adhesión a Cristo no es fácil de realizar. Seguimos siendo débiles, pecadores, y son muchos los obstáculos –dentro y fuera de nosotros– que frenan, retrasan, comprometen, plantean de nuevo nuestra fidelidad a Cristo y nuestro progreso hacia la santidad. El amor al dinero, el orgullo, el odio, la violencia, la mentira y la injusticia oscurecen nuestro corazón y nos desvían de Dios y de su amor. Tenemos que luchar sin cesar con ese “hombre viejo” que dormita en nosotros y que siempre espera la ocasión de despertarse. Para resistirnos al mal, a las múltiples tentaciones que pretenden arrastrarnos, necesitamos sin cesar la ayuda de Dios. Volvamos a Dios para responder mejor a su amor.

(Entonar el canto “Estoy pensando en Dios”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Estoy pensando en Dios Estoy pensando en Dios, estoy pensando en su amor. Estoy pensando en Dios, estoy pensando en su amor. Olvida el hombre a su Señor y poco a poco se desvía, y entre angustia y cobardía va perdiéndose el amor. Dios le habla como amigo, huye el hombre de su amor. Estoy pensando en Dios, estoy pensando en su amor. Estoy pensando en Dios, estoy pensando en su amor. Yo siento angustia cuando veo que después de dos mil años, y entre tantos desengaños, pocos viven por amor, muchos hablan de esperanza, mas se alejan del Señor. Estoy pensando en Dios, estoy pensando en su amor. Estoy pensando en Dios, estoy pensando en su amor.

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Todo podría ser mejor si mi pueblo procurase caminar sin alejarse del camino del Señor, pero el hombre no hace suyos los caminos de Señor. Estoy pensando en Dios, estoy pensando en su amor. Estoy pensando en Dios, estoy pensando en su amor.

Dirigente: Respondamos a cada invocación cantando la antífona: ¡Ven, Señor Jesús! A los que viven sin luz y sin fe. ¡Ven, Señor Jesús! A los que dudan en su caminar. ¡Ven, Señor Jesús! A los que sufren las heridas del mal. ¡Ven, Señor Jesús! A los que viven en odio y rencor. ¡Ven, Señor Jesús! A los que pierden la fe o la ilusión. ¡Ven, Señor Jesús!

(Entonar el canto “Hazme un instrumento de tu paz”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Hazme un instrumento de tu paz Hazme un instrumento de tu paz, donde haya odio, lleve yo tu amor; donde haya injuria, tu perdón, Señor; donde haya duda, fe en ti .

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MAESTRO, AYÚDAME A NUNCA BUSCAR EL SER CONSOLADO, SINO CONSOLAR; SER ENTENDIDO, SINO ENTENDER; SER AMADO, SINO YO AMAR. Hazme un instrumento de tu paz, que lleva tu esperanza por doquier; donde haya oscuridad, lleve tu luz, donde haya pena, tu gozo, Señor. Hazme un instrumento de tu paz, es perdonando que nos das perdón, es dando a todos como tú nos das, muriendo es que volvemos a nacer.

Primer lector: Vengo ante ti, mi Señor, reconociendo mi culpa. Con la fe puesta en el amor que tú me das como a un hijo. Te abro mi corazón y te ofrezco mi miseria. Despojado de mis cosas, quiero llenarme de ti. Que tu Espíritu, Señor, abrace todo mi ser. Hazme dócil a tu voz, transforma mi vida entera. Puesto en tus manos, Señor, siento que soy pobre y débil, pero tú me quieres así, yo te bendigo y te alabo. Padre, en mi debilidad tú me das la fortaleza, amas al hombre sencillo, le das tu paz y perdón. Segundo lector: Respondamos a cada invocación con la antífona: ¡Ven, Señor Jesús! Señor, somos concientes de que es necesario renovar nuestra vida, para que puedas venir a nosotros. Por eso te decimos: ¡Ven, Señor Jesús! Tu venida al mundo es una llamada constante a la autenticidad, a ser lo que debemos ser, superando dificultades y obstáculos. Por eso te decimos: ¡Ven, Señor Jesús! Tu voz se hace cercana en nuestras vidas y nos invita a luchar para desterrar de nuestro mundo lo que nos puede esclavizar, lo que no nos deja ser completamente libres. Por eso te decimos: ¡Ven, Señor Jesús!

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Tú nos dices que nuestro puesto está ahí entre los que nos necesitan, para que juntos podamos caminar con alegría y hacer este mundo mejor. Por eso te decimos: ¡Ven, Señor Jesús!

(Entonar el canto “Si vienes conmigo”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Si vienes conmigo Si vienes conmigo y alientas mi fe, si estás a mi lado, ¿a quién temeré? A nada tengo miedo, a nadie he de temer, Señor, si me protegen tu amor y tu poder. Si vienes conmigo y alientas mi fe, si estás a mi lado, ¿a quién temeré? Me llevas de la mano, me ofreces todo bien, Señor, tú me levantas si vuelvo a caer.

Dirigente: Creemos, Padre Dios, que eres creador de todas las cosas y que te nos has hecho cercano en el rostro de tu hijo. Creemos, Jesús, que sobre el altar de tu sacrificio recuperamos la fuerza de una débil carne que no responde siempre a los anhelos del espíritu, pero tú transfórmanos a imagen de tu cuerpo. Padre nuestro, Ave María y Gloria. Creemos en la mesa preparada para todos, donde siempre hay un lugar para el que busca, un espacio para el marginado de la vida, superando los signos de la muerte, inaugurando cielos nuevos y una tierra nueva. Padre nuestro, Ave María y Gloria. Creemos que, en los inicios del tercer milenio, te haces compañero en el camino. “Remar mar adentro” es la consigna en este momento de tu Iglesia, para construir, llenos de esperanza, una nueva etapa de la historia.

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Padre nuestro, Ave María y Gloria. Los hombres caminamos, a veces, en tinieblas hasta que vemos la luz. Ésta se hizo presente a los discípulos de Emaús al partir el pan. A nosotros también se nos hace presente hoy como luz liberadora de miedos y esclavitudes, y nos envía a proclamar su Palabra.

Primer lector: Nos ponemos de pie para escuchar la palabra de Dios. “Lo reconocieron al partir el pan”. Del Santo Evangelio según san Lucas (24, 13-35) Aquel mismo día los discípulos se dirigían a un pueblecito llamado Emaús, que está a unos doce kilómetros de Jerusalén, e iban conversando sobre todo lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se les acercó y se puso a caminar con ellos, pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. El les dijo: “¿De qué van discutiendo por el camino?” Se detuvieron y parecían muy desanimados. Uno de ellos, llamado Cleofás, le contestó: “¿Cómo? ¿Eres tú el único peregrino en Jerusalén que no está enterado de lo que ha pasado aquí estos días?” “¿Qué pasó?”, les preguntó. Le contestaron: “¡Todo el asunto de Jesús Nazareno!” Era un profeta poderoso en obras y palabras, reconocido por Dios y por todo el pueblo. Pero nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes renegaron de él, lo hicieron condenar a muerte y clavar en la cruz. Nosotros pensábamos que él sería el que debía libertar a Israel. Sea lo que sea, ya van dos días desde que sucedieron estas cosas. En realidad, algunas mujeres de nuestro grupo nos han inquietado, pues fueron muy de mañana al sepulcro y, al no hallar su cuerpo, volvieron hablando de una aparición de ángeles que decían que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y hallaron todo tal como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron. Entonces él les dijo: “¡Qué poco entienden ustedes y qué lentos son sus corazones para creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No tenía que ser así y que el Mesías padeciera para entrar en su gloria?” Y les interpretó lo que se decía de él en todas las Escrituras, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas. Al llegar cerca del pueblo al que iban, hizo como que quisiera seguir adelante, pero ellos le insistieron diciendo: “Quédate con nosotros, ya está cayendo la tarde y se termina el día.” Entró, pues, para quedarse con ellos. Y mientras estaba en la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. En ese momento se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció. Entonces se dijeron el uno

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al otro: “¿No sentíamos arder nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?” De inmediato se levantaron y volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once y a los de su grupo. Estos les dijeron: “Es verdad: el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón.” Ellos, por su parte, contaron lo sucedido en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Palabra del Señor. Primer lector: Guardemos dos minutos de silencio para meditar en la lectura que acabamos de escuchar.

Segundo lector: Escuchemos con atención. Reflexión Evangelizar es una gran tarea que Jesucristo ha encomendado a la Iglesia de todos los tiempos (cfr. Mt 28, 20) y en la que nosotros, como sus seguidores, debemos involucrarnos en un modo más vivencial que teórico. No sólo basta con la preparación técnica, también es necesario tener experiencia de Jesús en nuestras vidas, como los discípulos de Emaús, que nos muestran el itinerario a seguir. Lo que debe acontecernos es el encuentro con Jesucristo vivo y evangelizador, un encuentro que se realiza en la Eucaristía y primero pasa por la escucha, la meditación y la contemplación de su Palabra, donde Él mismo nos habla de modo que escuchamos una palabra llena de vida, la de Cristo, la cual, como a los discípulos de Emaús, tiene una historia de salvación que es fascinante y cautivadora, ya que nosotros mismos estamos implicados en esa historia que nos colma de luz, vida y paz. El anuncio del Evangelio que hace Cristo pretende impregnar al hombre de una buena noticia que libera y transforma. Evangelizar no es volver al pasado sino arriesgarse a un cambio que promete cosas buenas, ya que provoca un encuentro con Cristo, que transforma la tristeza en alegría. Además, la vida adquiere sintonía mediante la Eucaristía, que se descubre como la fuente de energía para continuar la evangelización, porque en el mundo actual representa una contradicción de necesidad e insensibilidad. Si pretendemos realizar en serio la tarea encomendada, es imprescindible acudir a la Buena Noticia que el encuentro con Cristo nos ha dejado. Ante esta tarea tan grande y delicada, ¿he dejado yo que el Evangelio signifique algo en mi vida? Cuando celebro la Eucaristía, ¿salgo motivado para hacer algo por mi vida y la de los demás? ¿Qué necesito para sentirme implicado en la tarea de la evangelización?

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(Entonar el canto “Tú has venido a la orilla”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Tú has venido a la orilla Tú has venido a la orilla, no has buscado ni a sabios ni a ricos: tan sólo quieres que yo te siga. SEÑOR, ME HAS MIRADO A LOS OJOS, SONRIENDO HAS DICHO MI NOMBRE. EN LA ARENA HE DEJADO MI BARCA, JUNTO A TI BUSCARÉ OTRO MAR. Tú sabes bien lo que tengo: en mi barca no hay oro ni espadas, tan sólo redes y mi trabajo. Tú necesitas mis manos, mi cansancio que a otros descanse, amor que quiera seguir amando. Tú, Pescador de otros lagos, ansia eterna de almas que esperan, amigo bueno, así me llamas.

Segunda hora santa Eucaristía y Misión Segundo lector: Escuchemos con atención. La Resurrección de Jesús nos pone en el camino de la evangelización. Tenemos que ser una Iglesia en estado de Misión. Tenemos que ser una Iglesia más evangelizadora, más comunitaria, más solidaria, más corresponsable. La Eucaristía nos hace una Iglesia más evangelizadora, que educa en la fe para la Misión. La comunidad de los discípulos de Jesús no vive para sí misma sino que se identifica como enviada. Es una comunidad que, al igual que el Señor, vive en estado de Misión: “Como el Padre me envió, así también yo le envío” (Jn 20, 21).

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El mensaje de la comunidad, claro y decidido, es el del apóstol Pedro en Pentecostés: “Dios resucitó a este Jesús, de lo cual somos testigos” (Hch 2, 32). En la Eucaristía Jesús aparece en medio de la comunidad y la educa para la Misión. La celebración Eucarística es el ámbito privilegiado para que la comunidad cristiana sea evangelizada y evangelizadora. En la Eucaristía escuchamos la Palabra de la que hemos de ser testigos. En la plegarias eucarísticas se hace memoria de las maravillas realizadas por Dios a favor de los hombres, que hemos de proclamar. En la comunión nos alimentamos del pan de vida, en la certeza de que Cristo está en la comunidad y en cada uno de nosotros. La Eucaristía nos hace una Iglesia más comunitaria. En la Eucaristía aprendemos, vivimos y celebramos la solidaridad. Comulgar con el Cuerpo y la Sangre de Jesús nos compromete a vivir la solidaridad con todos, pero sobre todo con los más hambrientos y sedientos.

Dirigente: En la siguiente oración comunitaria, respondamos a cada invocación diciendo: Que tu Eucaristía, Señor, nos dé fuerzas para evangelizar. Por el Papa y los obispos, principales responsables de la evangelización, para que dóciles a la voluntad del Padre, encarnando a Jesucristo en su vida, logren, con los dones del Espíritu Santo, transformar con el Evangelio el mundo en que vivimos. Oremos. Que tu Eucaristía, Señor, nos dé fuerzas para evangelizar. Por todos los cristianos que desgastan su vida en la tarea de la evangelización, para que, liberados de todos los peligros, continúen dando un testimonio fiel del Evangelio. Oremos. Que tu Eucaristía, Señor, nos dé fuerzas para evangelizar. Por todas aquellas personas que no conocen el Evangelio, para que la fuerza que transforma se manifieste pronto en sus vidas. Oremos. Que tu Eucaristía, Señor, nos dé fuerzas para evangelizar. Por todos nosotros, para que el Señor nos aumente la fe y el compromiso de evangelizar el mundo en que vivimos. Oremos. Que tu Eucaristía, Señor, nos dé fuerzas para evangelizar.

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Que a ejemplo de la comunidad de los apóstoles de Jesús, no vivamos reflejados en nosotros mismos y nos sintamos una comunidad de enviados por el Señor. Oremos. Que tu Eucaristía, Señor, nos dé fuerzas para evangelizar. Que, así como la Eucaristía nos hace una Iglesia más solidaria, sepamos vivir el ágape de la cena eucarística, teniendo una acción más caritativa, como fruto de la gracia recibida en ese sacramento. Oremos. Oración Señor, Padre Santo, escucha las oraciones que te presentamos y concédenos un amor grande por el Evangelio y la Eucaristía, para que, fortalecidos con tan grandes dones, llevemos a cabo la tarea evangelizadora que nos has encomendado en la persona de tu hijo, Evangelio vivo que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Dirigente: Señor, Padre Santo, concédenos la disponibilidad que distinguió a tu hijo Jesucristo en la vivencia del Evangelio. Padre nuestro, Ave María y Gloria. Que como tú, Jesús Eucaristía, sepamos donar nuestra vida al servicio de los demás. Padre nuestro, Ave María y Gloria. Que motivados por la acción del Espíritu Santo, deseemos aprovechar cuanta oportunidad se presente para anunciar el Evangelio. Padre nuestro, Ave María y Gloria.

(Entonar el canto “Sois la semilla”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Sois la semilla Sois la semilla que ha de crecer, sois la estrella que ha de brillar. Sois levadura, sois grano de sal, antorcha que ha de alumbrar. Sois la mañana que vuelve a nacer, sois espiga que empieza a granar. Sois aguijón y caricia a la vez, testigos que voy a enviar.

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ID, AMIGOS, POR EL MUNDO, ANUNCIANDO EL AMOR. MENSAJEROS DE LA VIDA, DE LA PAZ Y EL PERDÓN. SED, AMIGOS, LOS TESTIGOS DE MI RESURRECCIÓN. ID LLEVANDO MI PRESENCIA CON VOSOTROS ESTOY. Sois una llama que ha de encender resplandores de fe y caridad. Sois los pastores que han de guiar al mundo por sendas de paz. Sois los amigos que quise escoger, sois palabra que intento gritar. Sois reino nuevo que empieza a engendrar justicia, amor y verdad. Sois fuego y savia que viene a traer, sois la ola que agita la mar. La levadura pequeña de ayer fermenta la masa del pan. Una ciudad no se puede esconder, ni los montes se han de ocultar; en vuestras obras que buscan el bien, los hombres al Padre verán.

Primer lector: En las pausas todos contestamos: El Señor es mi fuerza, mi roca y salvación. Tú, Señor, mi luz y mi salvación, estás conmigo. Eres la luz para mis pasos, ¿a quien he de temer? Eres el refugio de mi vida, ¿por qué he de temblar? En ti está mi confianza y en tus manos mi vida; mi corazón está firme y animoso estando contigo. Eres mi luz, eres mi salvación, eres mi refugio. Nada temo, aunque se acerquen a mí mis adversarios. Nada temo, aunque intenten devorar mis fuerzas. Tú estás conmigo y ante ti estoy seguro; ellos tropiezan y sucumben. ¿Quién me hará temblar, Señor? Estás conmigo. El Señor es mi fuerza, mi roca y salvación. Aunque acampe contra mí un ejército, aunque luchen contra mi vida las fuerzas del maligno, aunque me cerquen por todas partes, mi corazón no teme, está seguro en ti y resiste. Aunque estalle una guerra contra

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mí y tiemble todo, aun así, Señor, estoy seguro contigo en medio de ella. ¿De quién he de temer, Señor, si estoy contigo? Una cosa te pido, Señor, una cosa busco con pasión: habitar en tu casa, Señor, sentarme a tu lado, estar contigo todos los días de mi vida. Quiero gustar tu dulzura, Señor, y tener la seguridad plena de que tú me amas. El Señor es mi fuerza, mi roca y salvación. Mi corazón no me engaña, en lo profundo oigo tu voz. Dice de ti mi corazón: “Busca su rostro”. Sí, tu rostro busco, Señor; no me escondas tu rostro. Tú eres mi auxilio: no me abandones, no me dejes sólo. Tú eres mi auxilio: ven en mi ayuda. Dios de mi salvación. Yo estoy seguro, Señor, de que si mi padre y mi madre me abandonan, tú nunca harás eso, tú estás siempre a mi lado y me acogerás.

Segundo lector: Jesús dijo a los discípulos, y ahora a nosotros: “El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca. Renuncien a su mal camino y crean en la Buena Nueva” (Mc 1,14-15). Este Reino de Dios es la presencia del amor misericordioso de Dios Padre, revelado plenamente en Cristo, por el Espíritu, en las personas, la sociedad y el mundo entero3. La salvación consiste en creer y acoger el misterio del Padre y de su amor, que se manifiesta y se da en Jesús mediante el Espíritu. Así se cumple el Reino de Dios, preparado ya por la antigua Alianza, llevado a cabo por Cristo y en Cristo, anunciado a toda la gente por la Iglesia, que se esfuerza y ora para que llegue a su plenitud de modo perfecto y definitivo. El Antiguo Testamento atestigua que Dios eligió y formó un pueblo para revelar y llevar a cabo su designio de amor. Pero, al mismo tiempo, Dios es creador y Padre de todos los hombres: se cuida de todos, a todos extiende su bendición y con todos hace una Alianza (cfr. Gn 12, 3 ; 9, 1-17). Israel tiene experiencia de un Dios personal y salvador (cfr. Dt 4, 37; 7, 6-8; Is 43, 1-7), del cual se convierte en testigo y portavoz en medio de las naciones4. Nosotros somos los elegidos para revelar y llevar a cabo su designio de amor.

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Cfr. Redemptoris Missio, núms. 12 y 15. 3 Redemptoris Missio, núm.12.

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(Entonar el canto “Cristo te necesita”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Cristo te necesita Cristo te necesita para amar, para amar. Cristo te necesita para amar. (2)   NO TE IMPORTEN LAS RAZAS NI EL COLOR DE LA PIEL AMA A TODOS COMO HERMANOS Y HAZ EL BIEN. (2)   Al que sufre y al triste, dale amor, dale amor, al humilde y al pobre, dale amor. Al que vive a tu lado, dale amor, dale amor, al que viene de lejos, dale amor.   Al que habla otra lengua, dale amor, dale amor, al que piensa distinto, dale amor.   Al amigo de siempre, dale amor, dale amor, al que no te saluda, dale amor. Cristo te necesita...

Dirigente: Todos respondemos: Señor, ten piedad. Por nuestra rutina al participar de la Eucaristía. Señor, ten piedad. Por nuestra indiferencia al escuchar tu Palabra. Señor, ten piedad.

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Por nuestras tardanzas en aceptar tus llamadas. Señor, ten piedad.

Primer lector: Después de cada invocación respondamos: Roguemos al Señor. Oración comunitaria Por todos nosotros, para que, siendo concientes de que hay más alegría en dar que en recibir, podamos cada día alegrarnos, compartiendo nuestros bienes, nuestra vida al servicio de los necesitados y nuestra fe hasta los últimos rincones de la tierra. Roguemos al Señor. Jesús, que te quedas realmente presente en este sacramento admirable, ayúdanos a contemplar siempre tu rostro misericordioso en nuestra vida. Roguemos al Señor. Acudamos a Dios Padre, tal como nos enseñó Jesucristo, unidos todos y siendo voz de los que aún no lo conocen, y digamos. Roguemos al Señor. Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Oración Escucha, Señor las oraciones que te presentamos y concédenos llegar a imitar la generosidad de tu hijo, que se quiso quedar con nosotros y en todas las naciones de la Tierra, en el sacramento admirable de la Eucaristía, para que como Él, vivamos dándonos al servicio generoso de nuestros hermanos. Por Jesucristo, nuestro Señor, Amén.

(Entonar el canto “Alma misionera”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Alma misionera Señor, toma mi vida nueva, antes de que la espera desgaste años en mí. Estoy dispuesto a lo que quieras, no importa lo que sea, tú llámame a servir.

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LLÉVAME DONDE LOS HOMBRES NECESITEN TUS PALABRAS, NECESITEN MIS GANAS DE VIVIR, DONDE FALTE LA ESPERANZA, DONDE TODO SEA TRISTE, SIMPLEMENTE POR NO SABER DE TI. Te doy mi corazón sincero, para gritar sin miedo lo bello que es tu amor. Señor, tengo alma misionera, condúceme a la tierra que tenga sed de ti. Y así en marcha iré cantando, por calles predicando, tu grandeza, Señor. Tendré mis manos sin cansancio, tu historia entre mis labios, mi fuerza es la oración.

Segundo lector: El reino que inauguró Jesús es el Reino de Dios, nos ponemos de pie para escuchar la Palabra de Dios. Del Evangelio según san Lucas (15, 4-7) “Si alguno de ustedes pierde una oveja de las cien que tiene, ¿no deja las otras noventa y nueve en el desierto y se va en busca de la que se le perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, se la carga muy feliz sobre los hombros, y al llegar a su casa reúne a los amigos y vecinos y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque he encontrado la oveja que se me había perdido.’ Yo les digo que de igual modo habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que vuelve a Dios que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse”. Palabra del Señor. Segundo lector: Guardemos dos minutos de silencio para meditar en la lectura que acabamos de escuchar.

(Entonar el canto “Tomado de la mano”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Tomado de la mano Tomado de la mano con Jesús yo voy, le sigo como oveja

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que encontró al pastor, tomado de la mano con Jesús yo voy, a donde él va. Tomado de la mano con Jesús yo voy, le sigo como oveja que encontró al pastor, tomado de la mano con Jesús yo voy, a donde él va. Si Jesús me dice: “Amigo, deja todo y ven conmigo donde todo es más hermoso, y más feliz”. Si Jesús me dice: “Amigo, deja todo y ven conmigo” yo mi mano pondré en la tuya e iré con Él. Yo te llevaré, amigo, a un lugar conmigo, donde el sol y las estrellas aún brillan más. Yo te llevaré, amigo, a un lugar conmigo, donde todo es más hermoso y más feliz.

Dirigente: “¿Qué dice la Biblia, qué lees en ella?”. Contestó: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo”. Jesús le dijo: “Tu respuesta es exacta, haz eso y vivirás” (Lc 10, 25-28). Jesús proclama por pueblos y ciudades la Buena Noticia y se dirige a las multitudes. Unos cuantos le siguen más de cerca. Otros siguen su mensaje permaneciendo en sus pueblos. Se acerca a todos los que sufren el peso de su vida y el peso de sus pecados. Las curaciones y el perdón son signos de que, efectivamente, ha llegado el Reino de Dios y quien quiera verse libre de sus cadenas puede unirse al grupo de Jesús.

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Su Reino no está hecho con esquemas de este mundo. Llega en silencio, como fermenta la levadura a la masa o como la sal da sabor al puchero. Es como un grano de mostaza, pequeño e insignificante que luego se convierte en un árbol donde pueden anidar los pájaros. Los sencillos de corazón, que quieren convertirse, en Él encuentran su verdadera liberación.

Primer lector: Respondamos a cada invocación con la antífona: Ha llegado tu Reino. Tus manos, Señor, han tocado la lepra. Ha llegado tu Reino. Tus pies, Señor Jesús, han ido en busca de lo perdido. Ha llegado tu Reino. Tus ojos, Señor de la luz, han derramado ternura. Ha llegado tu Reino. Tu palabra ha dado vida a los muertos. Ha llegado tu Reino. Tu corazón se ha compadecido del pobre. Ha llegado tu Reino. Tus lágrimas han corrido ante el amigo muerto. Ha llegado tu Reino. Tus manos han acariciado a niños. Ha llegado tu Reino. Tus manos han dado luz a los ojos ciegos. Ha llegado tu Reino.

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Tus manos han compartido el pan en el monte. Ha llegado tu Reino. Tu corazón se acerca a la madre viuda. Ha llegado tu Reino. Tu corazón ha sentido el amor de la pecadora. Ha llegado tu Reino. Tu corazón ha anunciado: “Feliz el pobre”. Ha llegado tu Reino. Tu corazón nos ha acercado al corazón del Padre. Ha llegado tu Reino. Tu paz se ha hecho reconciliación en el corazón dividido. Ha llegado tu Reino. Tu verdad se ha hecho verdad en el hombre en búsqueda. Ha llegado tu Reino. Tu camino se ha hecho camino del hombre peregrino. Ha llegado tu Reino. Tu misericordia se ha hecho liberación. Ha llegado tu Reino. Has roto las cadenas que oprimían al hombre. Ha llegado tu Reino. Has dado vida en lo alto de la cruz. Ha llegado tu Reino.

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Has hecho de la cruz símbolo del amor entre los hombres. Ha llegado tu Reino. Has resucitado, como el primer nacido, de la muerte. Ha llegado tu Reino. Ha nacido la nueva humanidad. Ha llegado tu Reino.

(Entonar el canto “Con vosotros está”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Con vosotros está CON VOSOTROS ESTÁ Y NO LE CONOCÉIS CON VOSOTROS ESTÁ SU NOMBRE ES EL SEÑOR (2) Su nombre es “El Señor” y pasa hambre, y clama por la boca del hambriento, y muchos que lo ven pasan de largo acaso por llegar temprano al templo. Su nombre es “El Señor” y sed soporta y está en quien de justicia va sediento, y muchos que lo ven pasan de largo a veces ocupados en sus rezos. Su nombre es “El Señor” y está desnudo la ausencia del amor hiela sus huesos, y muchos que lo ven pasan de largo, seguros y al calor de su dinero. Su nombre es “El Señor” y enfermo vive, y su agonía es la del enfermo, y muchos que lo saben no hacen caso, tal vez no frecuentaban mucho el templo. Su nombre es “El Señor” y está en la cárcel, y está en la soledad de cada preso, y nadie lo visita y hasta dicen:

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“Tal vez ese no era de los nuestros”. Su nombre es “El Señor” el que sed tiene; él pide por la boca del hambriento, está preso, está enfermo, está desnudo: pero él nos va a juzgar por todo eso.

Tercera hora santa Dirigente: Nos ponemos de pie para escuchar la Palabra de Dios. Del Santo Evangelio según San Lucas (5, 27-32) Al salir, Jesús vio a un cobrador de impuestos, llamado Leví, que estaba sentado en el puesto donde cobraba. Jesús le dijo: “Sígueme.” Leví se levantó, lo dejó todo y empezó a seguirlo. Leví le ofreció un gran banquete en su casa, y con ellos se sentaron a la mesa un buen número de cobradores de impuestos y gente de toda clase. Al ver esto, los fariseos y los maestros de la Ley expresaban su descontento en medio de los discípulos de Jesús: “¿Cómo es que ustedes comen y beben con os cobradores de impuestos y con personas malas?” Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: “No son las personas sanas las que necesitan médico, sino las enfermas. No he venido para llamar a los buenos, sino para invitar a los pecadores a que se arrepientan.” Palabra del Señor. Dirigente: Guardemos dos minutos de silencio para meditar en la lectura que acabamos de escuchar.

(Entonar el canto “Señor, permíteme que te hable hoy”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Señor, permíteme que te hable hoy Señor, permite que te hable hoy del dulce encuentro que me cambió, la hora feliz en que yo escuché tus palabras de amor. Dime cuándo pudo suceder, si en la luz que el sol vierte al surgir, o cuando el calor me hace vivir, o fue en la noche al volver. Señor, permite que te hable hoy del dulce encuentro que me cambió,

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la hora feliz en que yo escuché tus palabras de amor. ¿Fue cuando una rosa deshojé o en la fuente al agua que bebí, o fue en el calor del dulce hogar donde por fin te miré? Señor, permite que te hable hoy del dulce encuentro que me cambió, la hora feliz en que yo escuché tus palabras de amor. No fue en las horas de ilusión, sino al decidir mirarte bien, como amigo en mi alma te encontré, tú me esperabas allí. Señor, permite que te hable hoy del dulce encuentro que me cambió, la hora feliz en que yo escuché tus palabras de amor.

Primer lector: Después de cada reflexión todos contestamos: Ven a cambiar nuestra vida. Los oprimidos volverán a alegrarse, y los pobres gozarán con el Señor. Señor, nos damos cuenta de que nuestro corazón es pequeño y lleno de muchas cosas que impiden que tú puedas entrar en él. Por eso te decimos: Ven a cambiar nuestra vida. Señor, nuestra convivencia con los demás es artificial y repleta de desconfianza, donde hay casi de todo, menos el amor que tú has venido a traernos. Por eso te decimos: Ven a cambiar nuestra vida. Señor, en nuestras vidas privan los intereses creados de los mejores puestos, de qué dirán, de las posiciones sociales, del dinero. Nuestros intereses no son los tuyos. Por eso te decimos: Ven a cambiar nuestra vida.

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Señor, hemos olvidado tus palabras. Sabemos que son verdad, pero preferimos las nuestras porque nos alegran más y son menos duras. Por eso te decimos: Ven a cambiar nuestra vida. Señor, tú nos enseñas el amor a todos, y nosotros nos empeñamos a hacer barreras y separaciones. Tu Evangelio era para los necesitados y los pobres, y nosotros no lo hemos entendido así. Por eso te decimos: Ven a cambiar nuestra vida.

(Entonar el canto “Joven galileo”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Joven galileo Una mañana cerca del mar apareció un joven galileo, nadie podía imaginar que otro pudiese amar así como él amaba. Era sencillo al conversar, llegaba al corazón de quien lo escuchaba. Y su nombre era Jesús de Nazaret, y su fama se extendió, todos querían ver al profeta que tenía tanto amor y amaba al pecador. En esas playas, en ese mar, en ese río, en casa de Zaqueo, en los caminos bajo aquel sol el pueblo iba a buscar la luz de su doctrina. Sus expresiones, su caridad henchían el corazón de una fuerza divina. En esos valles, en ese hogar, en ese pozo, en casa de Simón, en ese monte, al atardecer el pueblo vio nacer las bienaventuranzas. Y su paciencia al perdonar del pueblo el corazón llenaba de esperanza. Un cierto día al tribunal alguien llevó al joven galileo, nadie sabía cuál era el mal, qué crimen cometió, cuál era su pecado. Su claridad al denunciar minó la posición de los privilegiados.

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Y mataron a Jesús de Nazaret y en medio de ladrones él murió en la cruz, pero el mundo no conoce a ese Jesús que amaba al pecador.

Dirigente: Escuchemos con atención. Reflexión Hay que poner amor en el mundo si queremos reconocernos como hermanos. Un mundo lleno de armas es un mundo lleno de odio. Donde mandan las armas, hace mucho tiempo que murió el amor. Amor: he aquí una tarea realmente sobrehumana en un mundo lleno de egoísmo, donde unos lo tienen todo y otros nada, a veces ni lo necesario. Donde no se quiere compartir. Cuando se trabaja sobre bases de codicia y egoísmo, cuando se acalla la conciencia con palabras infladas a costa de unas migajas caídas de la mesa. Destruyamos nuestras armas atómicas, la calumnia, la codicia y el odio. Hay que desarmarse para amar y compartir para que nos amen.

Segundo lector: Después de cada petición todos contestamos: ¡Señor, ten piedad! Oración comunitaria Convéncenos, Señor, de que lo verdaderamente importante es ser y perdonar las veces que hemos corrido por apariencias, arrastrando superficialidades. ¡Señor, ten piedad! La agitación de la vida ha hecho de nuestro trabajo un verdadero activismo. Por nuestra falta de tiempo para los hermanos. Por nuestra falta de tiempo para ti. ¡Señor, ten piedad! Nuestro corazón está manchado por la envidia y el resentimiento. Transforma, Señor, este corazón de piedra en un corazón de carne para amar a nuestros hermanos. ¡Señor, ten piedad! Por las veces que hemos hecho de los medios de comunicación un refugio para impedir la acogida cálida y la convivencia fraterna y familiar. ¡Señor, ten piedad!

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Cuántas veces hemos querido hacer de nuestros hermanos marionetas a nuestro servicio. Por la falta de respeto, por no ayudar a que las personas crezcan, por tanto egoísmo oculto. ¡Señor, ten piedad! Por nuestra falta de control, por nuestros desconocimientos mutuos, por nuestra instalación personal. ¡Señor, ten piedad! La fe no es una conquista, es un don. Por haber buscado seguridades humanas, por habernos cerrado tantas veces al Espíritu. ¡Señor, ten piedad!

(Entonar el canto “Cristo te necesita”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Cristo te necesita Cristo te necesita para amar, para amar. Cristo te necesita para amar. (2)   NO TE IMPORTEN LAS RAZAS NI EL COLOR DE LA PIEL AMA A TODOS COMO HERMANOS Y HAZ EL BIEN. (2)   Al que sufre y al triste, dale amor, dale amor, al humilde y al pobre, dale amor. Al que vive a tu lado, dale amor, dale amor, al que viene de lejos, dale amor.   Al que habla otra lengua, dale amor, dale amor, al que piensa distinto, dale amor.  

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Al amigo de siempre, dale amor, dale amor, al que no te saluda, dale amor. Cristo te necesita...

Dirigente: Oremos. Oración Padre, te pedimos perdón por no haberte descubierto en todas las circunstancias y pruebas de nuestra vida. Por haber despreciado ocasiones para profundizar en la fe. Perdón por nuestra conducta de evasiones. Perdón por confiar solo en los medios humanos. Perdón por nuestras actitudes cerradas y no acoger las iniciativas de los hermanos. Perdón por nuestra falta de agradecimiento al don de la fe y de la vocación a la que hemos sido llamados. Perdón por las veces que nuestro orgullo nos ha llevado a no aceptar nuestra pequeñez y miseria. Perdón por dejarnos llevar por la arrogancia. Perdón por no leer tu Palabra. Perdón por dejarnos llevar por el desaliento y la desesperación. Perdón por nuestros momentos de enojo. Perdón por lo que hacemos sufrir a los hermanos. Perdón por no ayudar al hermano que nos necesitaba.

(Entonar el canto “Si yo no tengo amor”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Si yo no tengo amor Si yo no tengo amor, yo nada soy, Señor. Si yo no tengo amor, yo nada soy, Señor. El amor es comprensivo, el amor es servicial, el amor no tiene envidia,

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el amor no busca el mal. El amor nunca se irrita, el amor no es descortés. el amor no es egoísta, el amor nunca es doblez. El amor disculpa todo, el amor es caridad, no se alegra de lo injusto, sólo goza en la verdad. El amor soporta todo, el amor todo lo cree, el amor todo lo espera, el amor es siempre fiel. Nuestra fe, nuestra esperanza, frente a Dios terminará. El amor es algo eterno, nunca, nunca pasará.

Primer lector: Padre nuestro, ya que eres nuestro, que nos perteneces como Padre y que pones tu omnipotencia al servicio de tus hijos, haz que seamos los testigos de tu perfección, de tu santidad, de tu amor divino. Padre, ya que te das a todos nosotros, júntanos en una familia donde reine una excelente hermandad. Estimula nuestro celo para que te roguemos todos juntos y para que trabajemos en común en el servicio de tu Reino.

Primer lector: Cantemos: Bendito, bendito, bendito sea Dios. Los ángeles cantan y alaban a Dios. Somos felices porque te tenemos como Padre. Tú que eres nuestro Dios, te has querido acercar a nosotros, abriéndonos tu corazón paternal y haciéndonos hijos tuyos. Altísimo Señor, que supiste juntar a un tiempo en el altar ser cordero y pastor, quisiera con fervor amar y recibir a quien por mí quiso morir.

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Ilumina nuestro corazón, para que te corresponda con el amor filial que esperas de nosotros, y haznos dignos de ti. Ayúdanos a imitar tu perfección. Cantemos al amor de los amores, Cantemos al Señor, Dios está aquí, venid adoradores, adoremos a Cristo redentor. Gloria a Cristo Jesús, cielos y tierra Bendecid al Señor. Honor y gloria a ti, rey de la gloria. Amor por siempre a ti, Dios del amor.

Dirigente: Respondamos a cada invocación diciendo: ¡Ayúdanos, Señor! Señor, hemos descubierto en nuestra vida cosas que obstaculizan el que tú puedas venir a nosotros. Hemos visto que hay muchas cosas que tenemos que desterrar de nosotros. Por eso te decimos: ¡Ayúdanos, Señor! No podemos decir que te amamos si nuestro mundo no nos importa, si los intereses de nuestra vida no se acomodan a los de Dios. Por eso te decimos: ¡Ayúdanos, Señor! Tú no puedes llegar a nuestro corazón si nuestro amor no es limpio, si las envidias no nos dejan vivir, si nos llenamos de cosas superfluas, si no pensamos en ti. Por eso te decimos: ¡Ayúdanos, Señor! Es inútil expresarte nuestros deseos de que vengas a nuestro corazón, si no somos consecuentes en nuestra forma de vivir y de esperar, si lo estamos diciendo únicamente de palabra. Por eso te decimos: ¡Ayúdanos, Señor!

Segundo lector: Escuchemos con atención. Reflexión

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Señor Jesús, fue tu gran sueño que fuéramos uno como el Padre y tú, y que nuestra unidad se consumara en tu unidad. Con los 12 apóstoles formaste una familia itinerante. Fuiste con ellos sincero y veraz, exigente, comprensivo y muy paciente. Los alentaste ante los peligros, los estimulaste ante las dificultades, celebraste sus éxitos, les lavaste los pies. Nos diste primero el ejemplo y después nos dejaste el precepto: “Ámense como yo los amé”. En la nueva familia que hoy formamos en tu nombre te acogemos como el don del Padre. De ti, Señor, viene nuestra fuerza y nuestro gozo. Si tú no estás entre nosotros, esta comunidad parroquial se vendrá al suelo como una construcción artificial. Señor Jesús, tú te repites y revives en cada miembro de esta comunidad parroquial, y por esa razón nos esforzaremos en amarnos y respetarnos unos a los otros. Derriba, Señor, en nosotros las altas murallas levantadas por el egoísmo, el orgullo y la vanidad.

(Entonar el canto “Tú has venido a la orilla”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Tú has venido a la orilla Tú has venido a la orilla, no has buscado ni a sabios ni a ricos: tan sólo quieres que yo te siga. SEÑOR, ME HAS MIRADO A LOS OJOS, SONRIENDO HAS DICHO MI NOMBRE. EN LA ARENA HE DEJADO MI BARCA, JUNTO A TI BUSCARÉ OTRO MAR. Tú sabes bien lo que tengo: en mi barca no hay oro ni espadas, tan sólo redes y mi trabajo. Tú necesitas mis manos, mi cansancio que a otros descanse, amor que quiera seguir amando. Tú, Pescador de otros lagos, ansia eterna de almas que esperan, amigo bueno, así me llamas.

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Dirigente: Oración comunitaria. A cada petición todos contestamos: Te lo pedimos, Señor. Por el Papa y los obispos, sacerdotes y diáconos, para que a ejemplo de Cristo sigan trabajando en la Iglesia por el Reino de Dios que se nos ha prometido. Roguemos al Señor. Te lo pedimos, Señor. Por nuestra patria y aquellos que tienen a su cargo una responsabilidad ante la sociedad, para que la ejerzan con todos por igual, respetando sus derechos, creando así una sociedad más libre y justa. Roguemos al Señor. Te lo pedimos, Señor. Para que los pobres, los enfermos y cuantos sufren encuentren la fortaleza que necesitan en la Resurrección de Cristo y en nuestras vidas ejemplares como cristianos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos, Señor. Para que cada uno descubra que el amor siempre lo es todo, si es vivido en fidelidad al mandato de Jesús. Roguemos al Señor. Te lo pedimos, Señor. Por todas las naciones que están en guerra, para que por la gracia de Dios logren perdonarse y arreglar los problemas de una forma pacífica. Roguemos al Señor. Te lo pedimos, Señor. Por el continente de América, para que en medio de las vicisitudes de la historia se sepa mantener siempre intacta la fe cristiana, tesoro precioso transmitido por nuestros padres. Roguemos al Señor. Te lo pedimos, Señor. Para que seamos solidarios con nuestros hermanos indígenas que, marginados en las sierras o en las ciudades, luchan todavía hoy por la vida, por la tierra, por la dignidad y por la justicia. Roguemos al Señor. Te lo pedimos, Señor. Oración Padre, concédenos vivir como perfectos cristianos y condúcenos por el camino de la vida para ser fieles constructores del Reino de tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

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Primer lector: Escuchemos con atención. Reflexión Antes de dejar a los suyos les da un mandamiento nuevo: “Que se amen los unos a los otros como yo los he amado”. La manera en que Jesús ha amado al mundo halla su expresión suprema en el don de la vida por los hombres. Por lo tanto, la naturaleza del Reino es la comunión de todos los seres humanos entre sí y con Dios. El Reino interesa a todos: a las personas, a la sociedad, al mundo entero. Trabajar por el Reino quiere decir reconocer y favorecer el dinamismo divino, que está presente en la historia humana y la transforma. Construir el Reino significa trabajar por la liberación del mal en todas sus formas.

(Entonar el canto “Dios te ha escogido”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Dios te ha escogido Dios te ha escogido hoy, tienes que partir. Dios te ha escogido hoy, deja tu casa y ven. Dios te ha escogido hoy, ve. Dios te ha escogido hoy, tienes que llorar. Dios te ha escogido hoy, también debes reír. Dios te ha escogido hoy, ven. No pienses en el mañana, déjalo estar, que cada día tiene bastante con su inquietud. Vive tu vida siempre mirando a la luz, llévala contigo siempre, no mires atrás; y, cuando a veces sientas nostalgia y oscuridad, piensa que alguien tiene tu mismo ideal. Sigue adelante fiel, a veces caerás. Lucha con gran tesón, vuélvete a levantar. Lucha encarnizada tendrás, llévala contigo siempre.

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Dirigente: Oremos. ¿Creen en un Dios que es amor infinito y que por serlo ha participado de manera activa y constante en la historia de la humanidad; ha compartido generosamente con nosotros todos sus bienes hasta darse a sí mismo, en su propio hijo, que por amor a nosotros se hizo hombre, para enseñarnos a amar de verdad, para darnos ejemplo de amor mutuo y para redimirnos a costa de su muerte como prueba de su amor? Sí, creo. ¿Creen que Jesucristo resucitado sigue viviendo y actuando con nosotros, especialmente en la Eucaristía, sacramento que instituyó como perpetuo testamento y ejemplo permanente de un amor que se sacrifica y se entrega sin reserva? Sí, creo. ¿Creen que Jesucristo está realmente presente también en nuestro prójimo, en especial en el más pobre y desvalido? Sí, creo. ¿Creen que si Dios ha dado mucho nos exigirá mucho? ¿Creen que nos pide que participemos de verdad en la promoción integral de nuestros hermanos oprimidos, que los hagamos partícipes de nuestros bienes espirituales y materiales? Sí, creo. ¿Creen en la eficacia del amor para resolver los problemas sociales? Sí, creo. ¿Creen en el poder de la sonrisa, de la ternura y del trabajo a favor de los necesitados? Sí, creo. ¿Creen en la capacidad y el derecho que tienen ellos de asumir su propia promoción y liberación? Sí, creo. ¿Creen en su dignidad de personas humanas y en su calidad de hijos de Dios? Sí, creo.

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¿Creen en la unión y en la fuerza para construir un mundo mejor, nuevo, transformado, donde reinen la justicia, el amor, la paz y la verdad? Sí, creo.

Oración comunitaria Segundo lector: Por el Papa y los obispos, presbíteros y diáconos, para que, a ejemplo de Cristo, sigan trabajando en la Iglesia por el Reino de Dios que nos ha prometido. Roguemos al Señor. Por nuestra patria y aquellos que tiene a su cargo una responsabilidad ante la sociedad, para que la ejerzan con todos por igual, respetando sus derechos, creando así una sociedad más libre y justa. Roguemos al Señor. Para que los pobres, los enfermos y cuantos sufren encuentren la fortaleza que necesitan en la Resurrección de Cristo y en nuestras vidas como cristianos. Roguemos al Señor. Para que cada uno descubra que el amor siempre lo es todo, si es vivido en fidelidad al mandato de Jesús. Roguemos al Señor. Por todas las naciones que están en guerra, para que por la gracia de Dios logren perdonarse y arreglar los problemas de una forma pacífica. Roguemos al Señor. Por todos nosotros, para que seamos constructores del Reino de Dios, según los dones que cada uno haya recibido. Roguemos al Señor. Oración Padre, concédenos vivir como perfectos cristianos y condúcenos por el camino de la vida, para ser fieles constructores del Reino de tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Bendición con el santísimo Celebrante: Nos diste, Señor, el pan del cielo. Que contiene en sí todo el deleite. Celebrante: Oremos.

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Señor nuestro Jesucristo, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, concédenos venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú, que vives y reinas con Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén. (El celebrante da la bendición con el Santísimo, mientras algunas personas o parejas repartidas entre la asamblea tocan las campanas)

Jaculatorias Celebrante: Bendito sea Dios. Bendito sea Dios. Celebrante: Bendito sea su santo nombre. Bendito sea su santo nombre. Celebrante: Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Celebrante: Bendito sea el nombre de Jesús. Bendito sea el nombre de Jesús. Celebrante: Bendito sea su sacratísimo corazón. Bendito sea su sacratísimo corazón. Celebrante: Bendita sea su preciosísima Sangre. Bendita sea su preciosísima Sangre. Celebrante: Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del altar. Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del altar.

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Celebrante: Bendito sea Jesús en el Espíritu Santo consolador. Bendito sea Jesús en el Espíritu Santo consolador. Celebrante: Bendita sea la gran Madre de Dios, María Santísima. Bendita sea la gran Madre de Dios, María Santísima. Celebrante: Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción. Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción. Celebrante: Bendita su gloriosa Asunción. Bendita su gloriosa Asunción. Celebrante: Bendita sea María, Madre de la Iglesia. Bendita sea María, Madre de la Iglesia. Celebrante: Bendito sea el nombre de María, virgen y madre. Bendito sea el nombre de María, virgen y madre. Celebrante: Bendito sea san José, su castísimo esposo. Bendito sea san José, su castísimo esposo. Celebrante: Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos. Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos.

(El celebrante retira el Santísimo y se inicia el traslado al sagrario, con velas y una campanita. Una vez que ha salido el Santísimo, se concluye con el canto “Te doy gracias, Jesús”) Te doy gracias, Jesús Te doy gracias, Jesús, por haberte encontrado, por haberme salvado, te doy gracias, Jesús. (2)

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Hoy ya sé el camino y hacia él me dirijo: es la senda bendita que representa el Hijo. Mi amor era pequeño, pero ya lo he encontrado; y ese pequeño amor hoy se ha agigantado. Hoy Jesús es mi guía, él controla mi vida; y no hay ser terreno que mi cariño mida.

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Miércoles: Somos Iglesia en oración Primera hora santa

Exposición del Santísimo (El celebrante expone la Eucaristía. Se entona el canto “Cantemos al amor de los amores”. Una vez concluido el canto comienza la oración, que inicia con el canto “Oremos”) Altísimo Señor Altísimo Señor, que supiste juntar a un tiempo en el altar ser, cordero y pastor, quisiera con fervor amar y recibir a quien por mí quiso, morir. Cordero divinal, por nuestro sumo bien inmolado en Salén, en tu puro raudal; de gracia celestial lava mi corazón, que fiel te rinde adoración. Suavísimo maná, que sabe a dulce miel ven, y del mundo vil nada me gustará. Ven y se trocará del destierro cruel con tu dulzura la amarga hiel. Oh convite real, dó sirve el Redentor al siervo de Señor comida sin igual; Pan de vida inmortal ven a entrañarte en mí. Y quede yo trocado en Ti.

Oración Señor mío Jesucristo, que por amor a los hombres permaneces lleno de amor en este sacramento, de día y de noche, esperando, llamando, recibiendo a cuantos vienen a visitarte. Creo que estás presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te adoro desde el abismo de mi nada. Te doy gracias por todos los

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beneficios que me has hecho, especialmente por haberme dado este sacramento, tu Cuerpo, tu Sangre, alma y divinidad. Por haberme concedido como abogada a tu santísima madre, la Virgen María, y por haberme llamado ahora para que te visite. Adoro tu corazón lleno de amor en agradecimiento a tu maravilloso regalo, para desagraviarte de tantos ultrajes como recibes, y por todos los sagrarios del mundo donde estás olvidado.

(Entonar el canto “Una espiga”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Una espiga Una espiga dorada por el sol, el racimo que corta el viñador, se convierte ahora en pan y vino de amor, en el Cuerpo y la Sangre del Señor. Compartimos la misma comunión, somos trigo del mismo sembrador, un molino la vida nos tritura con dolor, Dios nos hace Eucaristía en el amor. Como granos que han hecho el mismo pan, como notas que tejen un cantar, como gotas de agua que se funden en el mar, los cristianos un cuerpo formarán. En la mesa de Dios se sentarán, como hijos su pan comulgarán. Una misma esperanza caminando cantarán, en la vida como hermanos se amarán.

De los Hechos de los Apóstoles (2, 1-4) Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido, como el de una violenta ráfaga de viento, que llenó toda la casa donde estaban, y aparecieron unas lenguas como de fuego que e repartieron y fueron posándose sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía que se expresaran. Palabra de Dios.

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Primer lector: Guardemos dos minutos de silencio para meditar en la lectura que acabamos de escuchar.

Dirigente: Pentecostés, 50 días después de Pascua, era una de las principales fiestas judías. Por eso muchos judíos que vivían en países extranjeros habían venido en peregrinación a su país y se encontraban en Jerusalén. Ese día ocurrió el “bautismo de fuego” anunciado por Juan. Dios envía el Espíritu de su Hijo, y con esto nace la Iglesia. Pues la Iglesia no es una construcción humana, no es la obra de un grupo de creyentes, sino que viene de una iniciativa de Dios, pues Él quiere que representantes de todas las naciones presencien el acontecimiento. Desde entonces, el Espíritu Santo interviene a lo largo de la historia en la Iglesia. El Espíritu hace surgir constantemente movimientos apostólicos, comunidades dinámicas que son la sangre nueva de la Iglesia, la cual envejece siempre, pero siempre rejuvenece. El Espíritu viene para la Iglesia. También viene para confirmar o afirmar a los creyentes.5

Segundo lector: Cada dos invocaciones cantamos: Espíritu Santo, ven, ven. Espíritu Santo, ven, ven. Espíritu Santo, ven, ven, en el nombre del Señor. Ven, Dios Espíritu Santo, y envíanos desde el cielo tu luz para iluminarnos. Ven ya, padre de los pobres, luz que penetra en las almas, dador de todos los dones. Espíritu Santo, ven, ven. Espíritu Santo, ven, ven. Espíritu Santo, ven, ven, en el nombre del Señor. Fuente de todo consuelo, amable huésped del alma, paz en las horas de duelo. Eres pausa en el trabajo, brisa en un clima de fuego, consuelo en medio del llanto. Espíritu Santo, ven, ven. Espíritu Santo, ven, ven. Espíritu Santo, ven, ven, en el nombre del Señor. Ven, luz santificadora, y entra hasta el fondo del alma de todos los que te adoran. Sin tu inspiración divina los hombres nada podemos y el pecado nos domina. Espíritu Santo, ven, ven. Espíritu Santo, ven, ven. Espíritu Santo, ven, ven, en el nombre del Señor.

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Cfr. Secuencia de la fiesta de Pentecostés.

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Lava nuestras inmundicias, fecunda nuestros desiertos y cura nuestras heridas. Doblega nuestra soberbia, calienta nuestra frialdad, endereza nuestras sendas. Espíritu Santo, ven, ven. Espíritu Santo, ven, ven. Espíritu Santo, ven, ven, en el nombre del Señor. Concede a aquellos que ponen en ti su fe y su confianza tus siete sagrados dones. Danos virtudes y méritos, danos una buena muerte y contigo el gozo eterno. Espíritu Santo, ven, ven. Espíritu Santo, ven, ven. Espíritu Santo, ven, ven, en el nombre del Señor.

Oración comunitaria Dirigente: Respondamos a cada petición diciendo: Te lo pedimos, Padre. Bendice, Señor, a nuestra santa madre, la Iglesia católica. Que Dios se digne a pacificarla, unirla, custodiarla en todo el orbe de la tierra, vivificándola cada día, extendiéndola hasta los últimos confines de la tierra, para que ella, a través de todos nosotros, sus miembros, glorifique a Dios, Padre omnipotente. Te lo pedimos, Padre. Bendice al Papa N., a los obispos, sucesores de los apóstoles, a nuestro obispo N., a nuestro párroco N. que rigen el Pueblo de Dios. Te lo pedimos, Padre. Bendice a nuestros religiosos y religiosas, a los noviciados y casas de formación. ¡Que sean fermento de vida evangélica en nuestra patria! Te lo pedimos, Padre. Bendice a nuestro pueblo y a sus gobernantes, para que haya justicia dentro del orden, para que haya paz en la tierra. Te lo pedimos, Padre. Bendice nuestra sed de ser santos, nuestras ansias apostólicas, nuestra familia, nuestros estudios, nuestros trabajos, todas nuestras cosas.

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Bendice a todas las personas que dedican algo de su tiempo en el trabajo y apostolado en nuestra parroquia. Te lo pedimos, Padre. Bendice los trabajos de todos los miembros de la comunidad parroquial. Te lo pedimos, Padre. Bendice nuestras horas de oración, dales vida, vigor y eficacia. Te lo pedimos, Padre. Haz que con tu gracia, sintamos la responsabilidad de que, como bautizados, somos misioneros. Te lo pedimos, Padre. Señor, aumenta nuestra fe. Te lo pedimos, Padre.

(Entonar el canto “Juntos como hermanos”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Juntos como hermanos Juntos como hermanos, miembros de una Iglesia, vamos caminando al encuentro del Señor. Un largo caminar, por el desierto bajo el sol, no podemos avanzar, sin la ayuda del Señor. Unidos al rezar, unidos en una canción, viviremos nuestra fe con la ayuda del Señor.

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La Iglesia en marcha está. A un mundo nuevo vamos ya, donde reinará el amor, donde reinará la paz.

Dirigente: Que a ejemplo de la comunidad de los apóstoles de Jesús no vivamos replegados en nosotros mismos y nos sintamos una comunidad de enviados por el Señor. Padre nuestro, Ave María y Gloria. Que, así como la Eucaristía nos hace una Iglesia más solidaria, sepamos vivir el ágape de la cena eucarística, teniendo una acción más caritativa como fruto de la gracia recibida en ese sacramento. Padre nuestro, Ave María y Gloria. Para que sintamos nuestra la Eucaristía, que nos hace una Iglesia más corresponsable, ya que todo lo que celebramos en ella y lo que en ella se encierra concierne e interesa a la comunidad entera. Padre nuestro, Ave María y Gloria. Oración Oh, Dios, que has hecho a tu Iglesia sacramento universal de salvación para continuar la obra de Cristo hasta el fin de los siglos, despierta el corazón de los fieles, para que realicen con urgencia la llamada misionera, y de todos los pueblos de la tierra se forme una sola familia y surja una humanidad nueva en Cristo, nuestro Señor.

Segunda hora santa

(Entonar el canto “Cantemos al amor de los amores”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Cantemos al amor de los amores Cantemos al amor de los amores, cantemos al Señor; Dios esta aquí, venid adoradores, adoremos a Cristo Redentor. Gloria a Cristo Jesús, cielos y tierra

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bendecid al señor, honor y gloria a ti, rey de la gloria, amor por siempre a ti, Dios del amor. Por nuestro amor oculto en el Sagrario su gloria y esplendor; para nuestro bien se queda en el santuario esperando al justo y pecador. Oh gran prodigio del amor divino, milagro sin igual; prenda de amistad, banquete al peregrino dó se come el cordero celestial. Jesús piadoso Rey de las victorias a ti loor sin fin; canten tu poder, autor de nuestras glorias, cielo y tierra hasta el último confín. Tu nombre ensalzamos y alabamos, con toda nuestra voz; ¡Rey de Majestad, por siempre te aclamamos, y Señor de las almas. Cristo Dios! El mundo impío contra Ti se agita, sembrando por doquier el error, el mal; y a todos nos invita a beber en la copa del placer. ¡Oh, sí cristianos fervorosos, vamos a Cristo en el altar; y con viva fe, su Cuerpo recibamos, cada día, y siempre, hasta expirar. Al pie de tu sagrario nos convidas a recibir tu amor; porque Tú, Jesús, al alma das la vida, y la llenas de fuerza y de valor.

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Reflexión Primer lector: San Pablo, al instruir a los cristianos de Roma sobre la nueva vida que viven gracias al Espíritu Santo, al espíritu de Dios que habita en ellos, les asegura que: “Somos débiles, pero el Espíritu viene en nuestra ayuda. No sabemos cómo pedir ni qué pedir, pero el Espíritu lo pide por nosotros, con gemidos inefables” (Rm 8, 26). Queremos centrar nuestra oración en ese mismo Espíritu Santo que, al igual que en tiempos de Pablo, actúa en la vida de los cristianos y de sus Iglesias; y esta afirmación san Pablo sigue repitiéndola hoy: “El Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad” (Rm 8, 26-27). Los versículos de la carta a los Romanos (8, 14-15) se presentan como núcleo de nuestra oración. Nos encontramos con la grandeza de lo que el espíritu de Dios realiza en aquellos que están en Jesucristo. Este espíritu es el Espíritu de adopción que nos hace hijos de Dios, y nos permite llamarle Abba, ¡Padre! En el Espíritu somos coherederos de Cristo, participamos de sus sufrimientos, pero también de su gloria en la medida que nos configuramos a su imagen. Toda la creación participa de ese proceso por medio del cual será revelada la redención de los hijos de Dios. En esta reflexión, al orar sobre la grandeza del designio de Dios que nos permite alcanzar la plena madurez de sus hijos en Cristo, nos encontramos también con nuestra realidad presente: nuestra debilidad, nuestro pecado, nuestra falta de unidad como cristianos. Entonces nos dice san Pablo que es justo en ese momento cuando el Espíritu acudirá en nuestra ayuda intercediendo por nosotros según la voluntad de Dios, “pues no sabemos orar como es debido” (Rm 8, 26). Y nos inspira a no dejar la mirada, sino a tener la audacia de esperar, porque Dios es para nosotros y nadie podría alejarnos del amor de Cristo (cfr. Rm 8, 35-37). Por eso en el corazón mismo de la oración de este día pedimos por la unidad de los cristianos, con deseo sincero de que el Espíritu nos ayude a no desanimarnos ante nuestra propia debilidad o ante las aparentes recaídas en el camino hacia la plena unidad de todos los que somos hijos de Dios, de este modo podemos ver realizado todo lo que Dios desea concedernos. La unidad es un don del Espíritu Santo. Unámonos a tantas hermanas y hermanos que oran al Espíritu Santo para que se inflame nuestra esperanza, para que el impulso que viene de Dios continúe dando frutos en este tercer milenio, “a fin de que el mundo crea en aquel que Dios ha enviado” (Jn 17, 21).

Monición Segundo lector: Hemos de hacer nuestro este problema de la separación de los cristianos. Pero “el auténtico deseo de unidad no brotará sin una conversión interior del alma y de la renuncia a uno mismo

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y de una libre efusión de la caridad”. Así pues, la fidelidad a Cristo y a su Palabra, la humildad frente a la labor de su Espíritu en nosotros, el servicio de todos y cada unos son en efecto las virtudes que tenemos que pedir al Señor.

(Entonar el canto “Yo vengo del Sur...”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Yo vengo del Sur... Yo vengo del Sur y del Norte, del Este y Oeste, de todo lugar. Caminos y vidas recorro, llevando socorro, queriendo ayudar. Mensaje de paz es mi canto, y cruzo montañas y voy hasta el fin. El mundo no me satisface, lo que quiero es la paz, lo que quiero es vivir. AL PECHO LLEVO UNA CRUZ Y EN MI CORAZÓN LO QUE DICE JESÚS. (2) Yo sé que no tengo la edad ni la madurez de quien ya vivió, mas sé que es de mi propiedad, buscar la verdad y gritar con mi voz. El mundo va herido y cansado de un negro pasado de guerras sin fin, hoy teme a la bomba que hizo y a la fe que deshizo, y espera por mí. Yo quiero dejar mi recado, no tengo pasado pero tengo amor, el mismo de un crucificado que quiso dejarnos un mundo mejor. Yo digo a los indiferentes que soy de la gente que cree en la cruz y creo en la fuerza del hombre que sigue el camino de Cristo Jesús.

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Dirigente: Oremos. Oración Oh, Dios, abre nuestros corazones para recibir tu Espíritu Santo orar con él, para que se haga tu voluntad, según tus designios en nosotros, para el mundo y para la Iglesia. Con la ayuda de tu Espíritu esperamos poder amarte perfectamente. Con la ayuda de tu espíritu esperamos estar unidos a ti. Con la ayuda de tu Espíritu esperamos ser uno en tu Iglesia. ¡Ven, Espíritu Santo!

Primer lector: Oración por la unidad. Oración por la unidad Padre nuestro, que estás en los cielos. Que todos tus hijos nos sintamos hermanos. Que sepamos, Señor, santificar tu nombre con obras de caridad, no sólo con palabras. Que venga a nosotros tu Reino de justicia, de amor y de paz. Que aprendamos a hacer tu voluntad y a amarnos en la tierra, como se aman tus hijos en el cielo. Da a todos los hambrientos de cuerpo y de alma el pan y la fe. Y haz que olvidemos rencores y odios para que descienda tu perdón sobre nosotros. No nos dejes caer en la tentación de ser duros de corazón. Y líbranos del mal de ser egoístas y no reconocer tu imagen en cada hombre que sufre. Padre nuestro, que vivamos siempre como hijos tuyos y veamos a todos los hombres unidos en una gran familia.

Reflexión Segundo lector: Ante Jesús sacramentado queremos tomar conciencia de la necesidad de estar unidos y de la situación real en que nos encontramos al estar separados. Hemos de hacer nuestro este problema y cambiar nuestra actitud mental y revestirnos de una nueva condición creada a imagen de Dios. ¿Cuál es ese espíritu nuevo que necesitamos? Espíritu de dolor y deseo, de humildad, de caridad y esperanza. No podemos quedar resignados, nos decía el Papa Pablo vi, ante la situación histórica de la separación. No podemos contentarnos con una actitud de defensa. Debemos, al menos, sufrir por los desgarres ocasionados al Cuerpo místico y visible de Cristo, que es la Iglesia única. Debemos apreciar lo bueno que ésta tenga. Debemos pedir perdón al Señor por nuestras culpas. Debemos convertirnos en apóstoles de una sola fe, un solo bautismo, un solo Señor. Necesitamos estar unidos a Cristo en nuestra oración, porque de Él tiene que venir la reconciliación. Abramos el corazón a su gracia para que nos haga ver nuestras divisiones y faltas contra su inmenso amor.

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(Entonar el canto “Un solo Señor, una sola fe”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Un solo Señor, una sola fe Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre. Llamados a guardar la unidad del Espíritu, por el vínculo de la paz, cantamos y proclamamos. Llamados a formar un solo cuerpo en un mismo Espíritu, por el vínculo de la paz, cantamos y proclamamos. Llamados a formar un solo cuerpo en un mismo Espíritu, cantamos y proclamamos. Llamados a compartir una misma esperanza en Cristo, cantamos y proclamamos.

Dirigente: A cada petición contestamos: Ten piedad de nosotros. Señor Jesucristo, venido para hacer de todos los hombres herederos de tu Padre, tú, que eres el camino, enséñanos el camino de la conversión. Bendito seas. Por nuestras faltas contra la unidad... Ten piedad de nosotros. Tú, hijo único de Dios, en ti somos, por el don del Espíritu, hijos adoptivos; tú que eres la verdad, descúbrenos nuestros engaños. Bendito seas. En ti confiamos nuestros deseos de unidad... Ten piedad de nosotros. Tú, que vives cerca del Padre y nos llevas hacia él en la unidad del Espíritu Santo, bendito seas. Dios Espíritu Santo, por nuestra falta de testimonio... Ten piedad de nosotros.

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Primer lector: Oremos. Oración Muéstranos, Señor, cuánto nos amas, y por la fuerza de tu Espíritu acerca a los cristianos divididos: que tu Iglesia aparezca claramente como signo de esperanza en medio del mundo, y que el mundo, atraído por la luz de Jesucristo vivo en ella, crea en Él, tu enviado, el que reina contigo y el Espíritu Santo, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén. Segundo lector: En la comunidad cristiana se vive ya la reconciliación con Dios; sin embargo, persisten las divisiones y son contrarias a este don. Dios reúne a su pueblo para que, en una sola voz, proclame sus maravillas y le alabe por encima de diferencias y tensiones. Jesús llama a sus discípulos a que venzan sus resentimientos y a reconciliarse antes de acercarse al altar. Él ha inspirado a nuestras Iglesias para que nos sintamos comprometidos a buscar y seguir el camino de la reconciliación, con el fin de restablecer la unidad visible de la comunidad cristiana. Haznos, Señor, comprender que la reconciliación entre todos los cristianos es necesaria para estar todos juntos en torno al mismo y único altar.

(Entonar el canto “El Señor nos invita ya”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) El Señor nos invita ya El Señor nos invita ya, con amor, su cuerpo, a comulgar. Ya no es vino, ya no es pan, Cristo mismo se nos da. Aleluya, aleluya, aleluya. Acercarse a comulgar es acercarse al Señor, y de su cena pascual tener participación. Con todo el Pueblo de Dios una fiesta celebrar; porque Cristo en comunión, ha venido a nuestro altar. Hoy la familia de Dios, que en la mesa parte el pan, come el Cuerpo del Señor y convive en la unidad.

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Esta santa comunión es comida fraternal, es testimonio de amor, es banquete familiar.

Dirigente: Oremos. Oración Para que todas las Iglesias cristianas vivan la reconciliación como don de Dios, lo anuncien y lo celebren en los sacramentos. Roguemos al Señor. Para que todos los cristianos seamos fieles al Evangelio, dando testimonio de nuestra fe ante el mundo. Roguemos al Señor. Para que Dios nos conceda fortalecer y ensanchar lo que nos une y superar lo que nos separe. Roguemos al Señor. Para que las relaciones entre los cristianos de las diferentes confesiones estén siempre inspiradas por el aprecio y confianza mutuas. Roguemos al Señor. Por todos los organismos internacionales y locales que promuevan la paz en el mundo. Roguemos al Señor. Por cuantos sufren las consecuencias de las separaciones, en la vida familiar, social o religiosa. Roguemos al Señor. Por todos nosotros, que queremos vivir reconciliados con todos nuestros hermanos de otras Iglesias. Roguemos al Señor.

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Salmo desde el amor a la Iglesia Segundo lector: Amo tu Iglesia, Señor Jesús, presente hoy en la historia; esta Iglesia, sacramento universal de salvación entre los hombres; esta Iglesia tuya y nuestra, pobre y pecadora, limpia y santa. Amo tu Iglesia, Señor, misterio profundo de Dios y del hombre; esta Iglesia que ha puesto su tienda en medio de nuestro barro. Amo esta Iglesia, Señor, proyecto maravilloso del Padre, que tú, el enviado, has realizado con el poder de tu Espíritu. Amo esta Iglesia, Señor, lugar donde el Padre ama y llama; lugar donde tú curas y salvas; donde tu Espíritu libera y vivifica. Amo tu Iglesia, Señor, pueblo nuevo, Pueblo de Dios en camino; esta Iglesia, llamada a todos los pueblos, casa abierta a todas las naciones. Esta Iglesia, Señor, Cuerpo tuyo, donde tú eres cabeza y guía; Cuerpo tuyo con los hermanos que viven una misma fe en ti.

Todos unidos Todos unidos formando un solo cuerpo, un pueblo que en la Pascua nació. Miembros de Cristo en sangre redimidos, Iglesia peregrina de Dios. Vive en nosotros la fuerza del Espíritu que el Hijo desde el Padre envió. El nos empuja, nos guía y alimenta. Iglesia peregrina de Dios. Somos en la tierra semilla de otro reino, somos testimonio de amor: -Paz para las guerras y luz entre las sombras. Iglesia peregrina de Dios (2) Rugen tormentas y a veces nuestra barca,

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parece que ha perdido el timón. Miras con miedo, no tienes confianza, Iglesia peregrina de Dios. Una esperanza nos llena de alegría: Presencia que el Señor prometió; vamos cantando, El viene con nosotros. Iglesia peregrina de Dios. Todos unidos en un solo Bautismo, unidos en la misma comunión. Todos viviendo en una misma casa, Iglesia peregrina de Dios. Todos prendidos, en una misma suerte ligados a la misma salvación. Somos un cuerpo y Cristo es la cabeza, Iglesia peregrina de Dios.

Esta Iglesia, donde todos están unidos en un mismo Bautismo, en la que todos se centran en la única Palabra; esta Iglesia, anuncio salvador para todos los hombres. Amo tu Iglesia, servidora del hombre pobre y necesitado, testigo fiel entre los pueblos; esta Iglesia pobre, testigo de tu muerte y resurrección liberadora. Camino de liberación para el hombre, esta Iglesia que salva y redime, que cura y sana. Amo tu Iglesia, Señor, comunidad de tus seguidores, de tus discípulos, lugar donde tú quieres que el discípulo viva la fe. Amo tu Iglesia, Señor, que ha hecho opción por los más pobres, que es servidora, buen samaritano del hombre apaleado.

Todos unidos Todos unidos formando un solo cuerpo, un pueblo que en la Pascua nació. Miembros de Cristo en sangre redimidos, Iglesia peregrina de Dios.

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Vive en nosotros la fuerza del Espíritu que el Hijo desde el Padre envió. El nos empuja, nos guía y alimenta. Iglesia peregrina de Dios. Somos en la tierra semilla de otro reino, somos testimonio de amor: -Paz para las guerras y luz entre las sombras. Iglesia peregrina de Dios (2) Rugen tormentas y a veces nuestra barca, parece que ha perdido el timón. Miras con miedo, no tienes confianza, Iglesia peregrina de Dios. Una esperanza nos llena de alegría: Presencia que el Señor prometió; vamos cantando, El viene con nosotros. Iglesia peregrina de Dios. Todos unidos en un solo Bautismo, unidos en la misma comunión. Todos viviendo en una misma casa, Iglesia peregrina de Dios. Todos prendidos, en una misma suerte ligados a la misma salvación. Somos un cuerpo y Cristo es la cabeza, Iglesia peregrina de Dios.

Amo tu Iglesia, Señor, institución abierta al mundo. Amo vivir en comunión con el Papa, tu vicario en la tierra; en comunión con los pastores, los obispos; con los fieles sellados por tu Espíritu. Amo tu Iglesia, Señor, presencia de tu resurrección gloriosa, nacida de la sangre y del agua en lo alto de la cruz; tu Iglesia, Señor, ‘comunidad de comunidades’ en el mundo, que hace unidad en la fracción del pan, que hace unidad en la comunión con tu Palabra.

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Amo tu Iglesia, Señor, como respuesta de tu amor al hombre, fermento en la historia de tu Reino, sal y luz del mundo, de las naciones, único rebaño bajo un único pastor.

Todos unidos Todos unidos formando un solo cuerpo, un pueblo que en la Pascua nació. Miembros de Cristo en sangre redimidos, Iglesia peregrina de Dios. Vive en nosotros la fuerza del Espíritu que el Hijo desde el Padre envió. El nos empuja, nos guía y alimenta. Iglesia peregrina de Dios. Somos en la tierra semilla de otro reino, somos testimonio de amor: -Paz para las guerras y luz entre las sombras. Iglesia peregrina de Dios (2) Rugen tormentas y a veces nuestra barca, parece que ha perdido el timón. Miras con miedo, no tienes confianza, Iglesia peregrina de Dios. Una esperanza nos llena de alegría: Presencia que el Señor prometió; vamos cantando, El viene con nosotros. Iglesia peregrina de Dios. Todos unidos en un solo Bautismo, unidos en la misma comunión. Todos viviendo en una misma casa, Iglesia peregrina de Dios. Todos prendidos, en una misma suerte ligados a la misma salvación.

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Somos un cuerpo y Cristo es la cabeza, Iglesia peregrina de Dios.

Segundo lector: Que tu Espíritu, Señor Jesús, construya la unidad entre nosotros. Que tu Palabra, Señor, nos una en un mismo estilo de vida. Que tu pan de vida, Señor, nos haga sentar a la misma mesa. Que tus sacramentos, Señor, nos salven en tu amor redentor. Que tu madre, Señor, nos acoja en una misma casa. Que tu Padre, Señor, nos una a todos como hijos. Que tu Reino, Señor, sea la esperanza que nos una a todos. Ven, Señor Jesús, como un solo pueblo caminamos hacia ti. Ven, Señor Jesús, como unidad de amor somos tus testigos en la historia.

(Entonar el canto “Espíritu Santo, ven, ven”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Espíritu Santo, ven, ven Espíritu Santo ven, ven, en el nombre de Jesús. (se repite tres veces) Acompáñame, condúceme, toma mi vida, santifícame, transfórmame. Espíritu Santo ven, ven. Resucítame, conviérteme, todos los días. Glorifícame, renuévame, Espíritu Santo ven, ven. Fortaléceme, consuélame en mis pesares. Resplandéceme, libérame, Espíritu Santo, ven. Ilumíname, inspírame cuando decaiga. Aniquílame, consúmeme, Espíritu Santo, ven.

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Tercera hora santa Dirigente: Pedimos por la Iglesia misionera. La Eucaristía nos hace una Iglesia más evangelizadora que educa en la fe para la Misión. Que nuestra experiencia, en la Eucaristía, de sentirnos amados por Dios, que ha dado por nosotros a su Hijo, nos haga ser anunciadores de las maravillas experimentadas de Dios. Padre nuestro, Ave María y Gloria. La comunidad de los discípulos de Jesús no vive para sí misma sino que se identifica como enviada; una comunidad que, como el mismo Señor, vive en estado de Misión: “Como el Padre me envió, así también yo los envió” (Jn 20, 21), para que tomemos conciencia de que somos comunidad de enviados por el Señor. Padre nuestro, Ave María y Gloria. El mensaje de la comunidad, claro y decidido, es el del apóstol Pedro en Pentecostés: “Dios resucitó a este Jesús, de lo cual somos testigos nosotros” (Hch 2, 32). En la Eucaristía, Jesús aparece en medio de la comunidad y la educa para la Misión. Que nuestra vida esté dedicada al servicio de los hermanos en el anuncio de Cristo vivo. Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Monición Primer lector: En muchos países los católicos comprometidos también rezan por las Misiones. Somos parte de una red mundial. No somos solamente dos o tres, sino que somos millones de personas que rezamos por esta actividad primordial de la Iglesia. El Papa Juan Pablo ii, en la encíclica Redemptoris Missio (rm) nos dice: “Nunca como hoy la Iglesia ha tenido la oportunidad de hacer llegar el Evangelio, con el testimonio y la Palabra a todos los hombres. Veo amanecer una nueva época misionera, que llegará a ser radiante y rica en frutos si todos los cristianos y en particular los misioneros y las jóvenes Iglesias, responden con generosidad y santidad a las solicitudes y desafíos de nuestro tiempo”6. Nuestra oración ayuda a que este anhelo del Papa se haga una hermosa realidad. Para que la Iglesia siga anunciando a Cristo en todos los confines de la tierra no sólo se necesita de misioneros y misioneras sino también de nuestra oración personal y comunitaria. 6

Redemptoris Missio, núm. 92.

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Nuestra oración les ayuda a “tomar el camino de la santidad, para ser signos de Dios [...] Porque el misionero es un testigo de la experiencia de Dios y debe poder decir como los apóstoles: lo que contemplamos acerca de la Palabra de vida se los anunciamos” (1Jn 1, 1-3). Que nuestra oración ante Jesús sacramentado nos estimule y nos comprometa en la oración por los misioneros y las Misiones, así como por todos los pueblos que esperan conocer a Jesús salvador.

Acto penitencial Segundo lector: Para ponernos en sintonía con el Señor y rezar por las Misiones, debemos estar en paz con nuestras hermanas y hermanos, y con Dios. Hagamos las paces, pidámosle perdón por todas y cada una de nuestras faltas. Después de cada petición todos contestamos: Perdón, Señor, perdón. Porque sabemos que eres vida para muchos pueblos y nosotros no hemos sido testigos de esa hermosa noticia. Perdón, Señor, perdón. Porque nos quedamos muchas veces con la Buena Nueva sólo para nosotros y no la anunciamos a quienes no la conocen. Perdón, Señor, perdón. Porque nos olvidamos de nuestras hermanas y hermanos más pobres del mundo y buscamos únicamente nuestro bienestar. Perdón, Señor, perdón. Porque queremos anunciarte, pero muchas veces nos ganan otras ‘prioridades’. Perdón, Señor, perdón.

Oración Señor, ¿por qué somos así? Estamos ciegos y no sabemos comprender. Señor, tú eres nuestra esperanza, danos tu mirada para que sepamos ver, para que sepamos acompañar a todos nuestros hermanos necesitados.

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Jesús, esperanza para los pueblos Dirigente: Hay más de cuatro mil millones de personas en todo el mundo que no han oído hablar de Jesús. Ellas y ellos están esperando el primer anuncio. No conocen que Jesús “es el camino, la verdad y la vida” (Jn 14, 6). Son imagen y semejanza de Dios. Están esperando a Jesús, el enviado del Padre. Sólo Jesucristo es esperanza y vida para los pueblos. Todos nosotros “somos testigos de todo esto” (Lc 24, 48). Jesús es esperanza y vida para todos los pueblos y culturas. Por eso, miles de misioneros cada día anuncian la Buena Nueva en los pueblos y culturas más alejadas y pobres de la tierra.

Pidamos por todas las misioneras y misioneros. Ellos han dejado su casa, su familia, su país y hasta su continente para anunciar el Evangelio. Roguemos al Señor. Pidamos por tantas misioneras y misioneros que arriesgan su vida por anunciar a Cristo. Roguemos al Señor. Pidamos por los ancianos que están en los asilos, por los enfermos de los hospitales, por los niños de las guarderías infantiles, ya que todos ellos son atendidos, con cariño y mucho sacrificio, por los misioneros en los lugares más pobres de la tierra. Roguemos al Señor. Pidamos por todos esos jóvenes y niños, mujeres y hombres que, por ser excluidos de la sociedad, vivían en la calle y han sido acogidos por los misioneros. Roguemos al Señor. Por todas las minorías étnicas de varios países del mundo que encuentran compañía y apoyo en los misioneros. Roguemos al Señor. Por todos los refugiados que han sido desplazados por la violencia y viven en campos de refugiados atendidos por los misioneros. Roguemos al Señor.

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Oración Gracias, Señor, por tantos proyectos que demuestran la esperanza que tienes puesta en cada uno de nosotros; por tantos miles de personas que, pese a tanta adversidad e injusticia, aún creen en una sociedad fraterna, justa y solidaria. Gracias por tantos hermanos que en el mundo luchan todos los días por los derechos de los más pobres y necesitados. Gracias por todos los que cooperan, por medio de la oración y económicamente, para que los proyectos de la Misión sigan adelante. Gracias porque, pese a tantas manifestaciones de muerte, aún hay personas que creen en la vida, creen en ti y hasta ponen en peligro su vida por seguirte.

(Entonar el canto “Todos unidos”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Todos unidos Todos unidos formando un solo cuerpo, un pueblo que en la Pascua nació. Miembros de Cristo en sangre redimidos, Iglesia peregrina de Dios. Vive en nosotros la fuerza del Espíritu que el Hijo desde el Padre envió. El nos empuja, nos guía y alimenta. Iglesia peregrina de Dios. Somos en la tierra semilla de otro reino, somos testimonio de amor: -Paz para las guerras y luz entre las sombras. Iglesia peregrina de Dios (2) Rugen tormentas y a veces nuestra barca, parece que ha perdido el timón. Miras con miedo, no tienes confianza, Iglesia peregrina de Dios. Una esperanza nos llena de alegría: Presencia que el Señor prometió; vamos cantando, El viene con nosotros. Iglesia peregrina de Dios.

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Todos unidos en un solo Bautismo, unidos en la misma comunión. Todos viviendo en una misma casa, Iglesia peregrina de Dios. Todos prendidos, en una misma suerte ligados a la misma salvación. Somos un cuerpo y Cristo es la cabeza, Iglesia peregrina de Dios.

Primer lector: Pedimos por todos los que formamos la Iglesia. Hermanos, los apóstoles después de la resurrección de Cristo, iluminados y fortalecidos por la venida del Espíritu Santo, empiezan su predicación y se declaran “testigos de la Resurrección del Señor” (Hch 10, 37-43). Ser testigos de la Resurrección del Señor, portadores de la gracia que emana de ese misterio, es la tarea de cada uno de nosotros, los bautizados, también hoy. Dar con la propia vida testimonio de Cristo resucitado es la Misión que nos incumbe a todos. Es hora de ser testigos, Señor, de construir todos juntos la civilización del amor. De salir a las plazas y ciudades como hermanos. Es hora de hacer del mundo un arco iris de unidad y de color. Es hora de anunciar la vida hecha fiesta. Es hora de gritar al mundo de los hombres tu salvación, como voceros del alba, que el Crucificado ha resucitado y que el mundo sabe a redención. Cantemos: Juntos cantando la alegría de vernos unidos en la fe y el amor. Juntos sintiendo en nuestras vidas la alegre presencia del Señor. Segundo lector: Es hora de vivir en luz y abrir caminos sin fronteras; de darse la mano; de decir a los miedosos: “No teman, tengan ánimo, que el mundo, el corazón del mundo, vive en resurrección”. Es hora de juntarnos como amigos en un solo pueblo, de marchar unidos sembrando la paz y el amor. De llamar al hombre, “hermano”; de vivir en armonía, en lazos de hermandad, en comunión. Cantemos: Juntos cantando la alegría de vernos unidos en la fe y el amor. Juntos sintiendo en nuestras vidas la alegre presencia del Señor.

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Primer lector: Es hora de decir al mundo que la ley ha sido vencida y no hay más ley que la ley del amor. Es hora de gritar al mundo que el pecado ha sido vencido, que el hombre es libre de su temor; que la muerte ha sido vencida, que la vida es la nueva civilización del amor. Cantemos: Juntos cantando la alegría de vernos unidos en la fe y el amor. Juntos sintiendo en nuestras vidas la alegre presencia del Señor. Segundo lector: Es hora de llamar al corazón del hombre para que crea en el Evangelio, en tu Palabra, Señor, en tu mensaje de amor. Es hora de convidar a la gente a la mesa del pan vivo que ha bajado del cielo y gustar su sabor. Es hora de caminar mirando hacia delante sin volver los ojos hacia lo que atrás quedó. Cantemos: Juntos cantando la alegría de vernos unidos en la fe y el amor. Juntos sintiendo en nuestras vidas la alegre presencia del Señor.

Oración comunitaria Dirigente: Después de cada petición respondamos: Oremos al Señor. Por la Iglesia y por cuantos en ella tienen alguna responsabilidad, para que el anuncio de la venida del Señor produzca un acercamiento a los más necesitados. Oremos al Señor. Por todos los que tenemos fe, para que sintamos dentro de nosotros la cercanía de Dios y lo demos a conocer a cuantos nos rodean. Oremos al Señor. Para que sintamos profundamente el mensaje liberador de Jesús y estemos dispuestos a llevarlo a la práctica y que sea una realidad en nuestras vidas. Oremos al Señor. Por todos los que se sienten seguros de sí mismos, para que dirijan sus ojos hacia el Padre de todos, reconociendo que todo lo que son y tienen se lo deben a ese amor del Padre. Oremos al Señor.

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Por todos nosotros, para que proclamemos el Evangelio con gozo y seamos consecuentes con lo que creemos y proclamamos. Oremos al Señor.

Oración Padre bueno, desde nuestro bautismo somos Iglesia, la generación nueva y sin fronteras, convencida de la urgente tarea de evangelizar y santificar nuestro mundo contemporáneo. Te pedimos la fuerza de tu Espíritu para que en Cristo y con Santa María de Guadalupe, madre y primera evangelizadora, proclamemos por todos los lugares de la tierra el anuncio de que tú quieres hacer de cada ser humano un hijo tuyo, y así seamos la levadura de un mundo nuevo, más fraterno, más justo y solidario. Te lo pedimos, por Cristo, nuestro Señor.

(Entonar el canto “Te doy gracias, Jesús”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Te doy gracias, Jesús Te doy gracias, Jesús, por haberte encontrado, por haberme salvado, te doy gracias, Jesús. (2) Hoy ya sé el camino y hacia él me dirijo: es la senda bendita que representa el Hijo. Mi amor era pequeño, pero ya lo he encontrado; y ese pequeño amor hoy se ha agigantado. Hoy Jesús es mi guía, él controla mi vida; y no hay ser terreno que mi cariño mida.

Dirigente: Oremos. Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre...

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Por las almas consagradas, por los que han entregado su vida para servir. ...venga a nosotros tu reino... A través de una alegre virginidad, de una pobreza liberadora y de una obediencia responsable. ...hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. En nuestra vida de comunidad de apostolado, de oración. En nuestra vida orientada al amor sin límites. Danos hoy nuestro pan de cada día... Al enseñar a los pobres, al servir a los enfermos, al acoger a todos, danos cada día el pan de tu amor, de tu generosidad. ...perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden... Como han perdonado tantos religiosos perseguidos. Como han perdonado tantos misioneros martirizados. Perdónanos nuestras deudas y enséñanos a perdonar de corazón. ...no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. En la tentación de la comodidad, la desilusión, de buscar lo fácil, de poner resistencia a tu llamada, de creernos los mejores. No nos dejes caer en la tentación y que tu mano de Padre nos aparte siempre del mal. Amén.

Dirigente: Nos ponemos de pie. Preferencias Evangélicas No el poder, sino la humildad. No la diversión, sino la conversión. No el camino fácil, sino la vía estrecha. No la tristeza, sino la alegría. No juzgar, sino comprender. No el rencor, sino el perdón. No las tinieblas, sino la luz. No el pesimismo, sino la alegría.

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No la guerra, sino la paz. No enfrentar, sino confrontar. No la opresión, sino la libertad. No el desprecio, sino el amor. No la desesperación, sino la esperanza. No la desconfianza, sino la confianza.

Bendición con el Santísimo Celebrante: Nos diste, Señor, el pan del cielo. Que contiene en sí todo deleite. Celebrante: Oremos. Señor nuestro Jesucristo, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, concédenos venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú, que vives y reinas con Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén. (El celebrante da la bendición con el Santísimo, mientras tanto tocan las campanas)

Jaculatorias Celebrante: Bendito sea Dios. Bendito sea Dios. Celebrante: Bendito sea su santo nombre. Bendito sea su santo nombre. Celebrante: Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre.

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Celebrante: Bendito sea el nombre de Jesús. Bendito sea el nombre de Jesús. Celebrante: Bendito sea su sacratísimo corazón. Bendito sea su sacratísimo corazón. Celebrante: Bendita sea su preciosísima Sangre. Bendita sea su preciosísima Sangre. Celebrante: Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del altar. Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del altar. Celebrante: Bendito sea Jesús en el Espíritu Santo consolador. Bendito sea Jesús en el Espíritu Santo consolador. Celebrante: Bendita sea la gran Madre de Dios, María Santísima. Bendita sea la gran Madre de Dios, María Santísima. Celebrante: Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción. Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción. Celebrante: Bendita su gloriosa Asunción. Bendita su gloriosa Asunción. Celebrante: Bendita sea María, Madre de la Iglesia. Bendita sea María, Madre de la Iglesia. Celebrante: Bendito sea el nombre de María, virgen y madre. Bendito sea el nombre de María, virgen y madre. Celebrante: Bendito sea san José, su castísimo esposo. Bendito sea san José, su castísimo esposo.

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Celebrante: Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos. Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos.

(El celebrante retira el Santísimo y se inicia el traslado al sagrario, con velas y una campanita. Una vez que ha salido, se concluye con el canto “Cantemos al amor de los amores”)

Cantemos al amor de los amores Cantemos al amor de los amores, cantemos al Señor; Dios esta aquí, venid adoradores, adoremos a Cristo Redentor. Gloria a Cristo Jesús, cielos y tierra bendecid al señor, honor y gloria a ti, rey de la gloria, amor por siempre a ti, Dios del amor. Por nuestro amor oculto en el Sagrario su gloria y esplendor; para nuestro bien se queda en el santuario esperando al justo y pecador. Oh gran prodigio del amor divino, milagro sin igual; prenda de amistad, banquete al peregrino dó se come el cordero celestial. Jesús piadoso Rey de las victorias a ti loor sin fin; canten tu poder, autor de nuestras glorias, cielo y tierra hasta el último confín. Tu nombre ensalzamos y alabamos, con toda nuestra voz; ¡Rey de Majestad, por siempre te aclamamos, y Señor de las almas. Cristo Dios!

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El mundo impío contra Ti se agita, sembrando por doquier el error, el mal; y a todos nos invita a beber en la copa del placer. ¡Oh, sí cristianos fervorosos, vamos a Cristo en el altar; y con viva fe, su Cuerpo recibamos, cada día, y siempre, hasta expirar. Al pie de tu sagrario nos convidas a recibir tu amor; porque Tú, Jesús, al alma das la vida, y la llenas de fuerza y de valor.

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Jueves: La vocación Primera hora santa Exposición del Santísimo (El celebrante expone el Santísimo, en ese momento se entona el canto “Cantemos al amor de los amores”. Una vez concluido el canto comienza la oración, que inicia con el canto “Oremos”) Cantemos al amor de los amores Cantemos al amor de los amores, cantemos al Señor; Dios esta aquí, venid adoradores, adoremos a Cristo Redentor. Gloria a Cristo Jesús, cielos y tierra bendecid al señor, honor y gloria a ti, rey de la gloria, amor por siempre a ti, Dios del amor. Por nuestro amor oculto en el Sagrario su gloria y esplendor; para nuestro bien se queda en el santuario esperando al justo y pecador. Oh gran prodigio del amor divino, milagro sin igual; prenda de amistad, banquete al peregrino dó se come el cordero celestial. Jesús piadoso Rey de las victorias a ti loor sin fin; canten tu poder, autor de nuestras glorias, cielo y tierra hasta el último confín. Tu nombre ensalzamos y alabamos, con toda nuestra voz; ¡Rey de Majestad,

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por siempre te aclamamos, y Señor de las almas. Cristo Dios! El mundo impío contra Ti se agita, sembrando por doquier el error, el mal; y a todos nos invita a beber en la copa del placer. ¡Oh, sí cristianos fervorosos, vamos a Cristo en el altar; y con viva fe, su Cuerpo recibamos, cada día, y siempre, hasta expirar. Al pie de tu sagrario nos convidas a recibir tu amor; porque Tú, Jesús, al alma das la vida, y la llenas de fuerza y de valor.

Oración Señor nuestro Jesucristo, que con tu Pasión, Muerte y Resurrección sellaste la nueva alianza con tu pueblo y bajo las especies del pan y del vino te quedaste en medio de nosotros, concede, a cuantos reconocemos tu presencia real y verdadera en la Eucaristía, saber descubrir tu presencia en nuestras familias, Iglesias domésticas, así como en cada uno de nuestros hermanos y hermanas. Tú, que vives y reinas con Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.

(Entonar el canto “Tú has venido a la orilla”) Tú has venido a la orilla Tú has venido a la orilla, no has buscado ni a sabios ni a ricos: tan sólo quieres que yo te siga. SEÑOR, ME HAS MIRADO A LOS OJOS, SONRIENDO HAS DICHO MI NOMBRE. EN LA ARENA HE DEJADO MI BARCA, JUNTO A TI BUSCARÉ OTRO MAR. Tú sabes bien lo que tengo: en mi barca no hay oro ni espadas, tan sólo redes y mi trabajo.

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Tú necesitas mis manos, mi cansancio que a otros descanse, amor que quiera seguir amando. Tú, Pescador de otros lagos, ansia eterna de almas que esperan, amigo bueno, así me llamas.

Salmo 138. Oración del que se siente amado por Dios Primer lector: Respondemos a cada invocación cantando la antífona: ¡Señor, tú estás aquí, tú eres amor! Te doy gracias, Señor, de todo corazón, pues oíste las palabras de mi boca. Canto para ti en presencia de los ángeles, y me postro ante tu templo santo. Doy gracias a tu nombre por tu amor y tu verdad, pues tu palabra ha superado tu renombre. El día en que clamé, me respondiste y aumentaste la fuerza en mi alma. Te darán gracias, Señor, todos los reyes de la tierra, cuando oigan las palabras de tu boca. Celebrarán los caminos del Señor: “¡Es muy grande la gloria del Señor!” Desde arriba el Señor ve a los humildes y de lejos distingue al orgulloso. Si en medio de angustias caminare, tú me harías vivir; con tu mano paras al enemigo y tu diestra me salva. El Señor lo hará todo por mí, Señor, tu amor perdura para siempre, no abandones la obra de tus manos.

Dirigente: Pidamos al dueño de la mies que envíe obreros.

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En aquel tiempo Jesús dijo: “La cosecha es abundante, pero los obreros son pocos. Rueguen, pues, al dueño de la cosecha que envíe obreros a su cosecha” (Lc 10, 2). Viendo el inmenso campo de trabajo misionero, Jesús pide aún hoy en día que roguemos de manera insistente al Padre para que mande muchos y santos sacerdotes, religiosos, religiosas, misioneros y laicos comprometidos, y, que por medio de su trabajo, la Iglesia se reúna en un único rebaño de todos los confines de la tierra. Con esta intención oremos todos. Jesús, el Señor, antes de elegir a sus apóstoles, pasó la noche en oración. Es, pues, necesaria, la oración continúa para que el Señor siga suscitando obreros para el Reino y los llamados sean generosos en sus respuestas. También la Virgen nos invita a orar con ella. ¡Virgen del “Sí”!, enséñanos a no ser calculadores, a admitir a Dios con su voluntad en nuestras vidas, a responder con humildad siempre que llame a nuestra puerta.

Oración comunitaria Segundo lector: Después de cada invocación todos contestamos: Te lo pedimos, Señor. Tú, que por la encarnación quisiste abrir el horizonte de la vida familiar a la plenitud de tu amor, acepta el amor de las familias como terreno fecundo en el que broten las vocaciones a los diversos estados de la vida cristiana. Oremos. Te lo pedimos, Señor. Pastor bueno, que congregas a tu grey en medio del mundo, conduce a la madurez de la fe, la esperanza y el amor a nuestras comunidades parroquiales, suscita en ellas generosas vocaciones para hacer visible tu solícita guía de la Iglesia. Oremos. Te lo pedimos, Señor. Tú, que quisiste tener a los niños cerca de ti, consérvalos en tu amistad, para que sientan nacer la vocación al sacerdocio, a la vida consagrada y misionera, y la sigan con docilidad. Oremos. Te lo pedimos, Señor. Manda, Señor trabajadores a tu mies, para que tu nombre sea conocido en el mundo. Oremos. Te lo pedimos, Señor.

Salmo 99. Sirvamos al Señor con alegría

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Primer lector: Todos contestamos cantando la antífona: Sirvamos al Señor con alegría. El Señor reina, tiemblan los pueblos; monta en querubines, la tierra se estremece. En Sión el Señor es muy grande, exaltado por encima de todos los pueblos. Que celebran tu nombre grande y terrible: “¡Él es Santo!” Rey poderoso, amante de la justicia, tú has establecido la rectitud, tú ejerces en Jacob el derecho y la sentencia justa. Ensalcen al Señor, nuestro Dios, póstrense ante la tarima de sus pies: ¡Él es Santo! Moisés y Aarón eran sus sacerdotes, Samuel también invocaba su nombre: invocaban al Señor y él les respondía. De la columna de nube les hablaba, guardaban sus órdenes, las leyes que les dio. Oh Señor, nuestro Dios, tú les respondías, tú eras para ellos un Dios tolerante, pero no les dejabas pasar nada. Ensalcen al Señor, nuestro Dios, póstrense ante su santo monte: ¡Santo es el Señor nuestro Dios!

Dirigente: Oremos. Oración Señor, has abierto camino, haciendo tu camino. ¡Eres camino! Has anunciado la verdad, viviendo en transparencia. ¡Eres verdad! Has comunicado vida, siendo vida de Dios. ¡Eres la Vida! Has llegado al corazón de los hombres. Has hecho de tu persona llamada abierta a seguirte. Tú llamas a seguirte y pides confianza en tu persona. Tú llamas a seguirte y exiges perder la vida entera. Tú llamas a seguirte, cargando con la cruz de cada día. Tú llamas porque has amado primero y el amor es comunión. Tú llamas porque eres bueno y convidas a seguirte con gozo. Tú llamas y ofreces tu proyecto, tu plan de salvación. Tú llamas y quieres hombres y mujeres que te sigan.

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Aquí estoy, Señor, quiero seguirte. Aquí estoy, Señor, quiero encontrarte. Aquí estoy, Señor, porque me has llamado. Habla, Señor, que tu siervo escucha. Quiero ser luz en la sombra de cada hombre. Quiero ser palabra en el desaliento. Quiero ser manantial y darme sin medida. Quiero ser tu testigo en el mundo de hoy. Que tu Espíritu, Señor, sea la fuerza en mi debilidad. Que tu Espíritu, Señor, me conduzca al hombre oprimido. Envía tu luz y tu verdad, que ellas me guíen. Quiero que tú seas mi morada, que seas el Dios de mi gozo y de mi alegría. Señor, quiero hacer camino en tu camino, quiero hacer verdad en tu verdad, quiero hacer vida en tu vida. Señor, aquí estoy a la voz de tu llamada. Señor, aquí estoy para hacer tu voluntad.

(Entonar el canto “Por la calzada de Emaús”) Por la calzada de Emaús Por la calzada de Emaús, un peregrino iba conmigo, no le conocí al caminar, ahora sí, en la fracción del pan. Qué llevas conversando, me dijiste, buen amigo. Y me detuve asombrado a la vera del camino: ¿No sabes lo que ha pasado ayer en Jerusalén? De Jesús de Nazaret, a quien clavaron en cruz. Por eso me vuelvo triste a mi aldea de Emaús.

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Van tres días que se ha muerto, y se acaba mi esperanza. Dicen que algunas mujeres al sepulcro fueron de alba. Me dijeron que algunos otros hoy también allá buscaron, mas se acaba mi confianza, no encontraron a Jesús. Por eso me vuelvo triste a mi aldea de Emaús. ¡Oh, tardíos corazones, que ignoráis a los profetas! En la ley ya se anunció que el Mesías padeciera. Y, por llegar a su gloria, escogiera la aflicción. En la tarde de aquel día, yo sentí que con Jesús nuestro corazón ardía a la vista de Emaús. Hizo señas de seguir más allá de nuestra aldea, y la luz del sol poniente, pareció que se muriera. ¡Ponte a la mesa y bendice! Y al destello de su luz, en la bendición del pan, mis ojos reconocieron al amigo de Emaús.

Acto penitencial Primer lector: Todos contestamos: Señor, piedad. Porque no siempre estamos atentos para descubrir lo que nos pides. Señor, piedad.

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Porque, cuando te entendemos, a veces nuestro corazón no está bien dispuesto para realizar tu voluntad, y así, las dificultades y miedos, nuestros cálculos y comodidades, nos vencen, impidiendo o retardando nuestra entrega. Señor, piedad. Por no sentir como nuestra la preocupación que tiene tu Iglesia ante la escasez de vocaciones y por no encomendar en la oración este problema. Señor, piedad.

Aquí me tienes, Señor, desde mi pobreza Segundo lector: Oremos. Aquí me tienes, Señor, buscando libertad, pero esclavo de mis cosas; creyéndome lleno, pero vacío de ti; escuchando tu llamada, pero haciéndome sordo. Al experimentar tu presencia, Señor Jesús, yo siento en mí algo que me invita a seguirte; siento una fuerza extraordinaria que me invita a arriesgarlo todo por ti. Sin embargo, Señor, las cosas de esta vida me siguen atando. Me sigue atando el dinero que me hace olvidar las necesidades del hermano; me sigue atando la comodidad que me aleja del sentido del sacrificio; me sigue atando mi egoísmo, que me encierra cada vez más en mí mismo; me sigue atando mi orgullo que me hace creer que soy el mejor de todos. Muchas cosas que me alejan de ti me siguen seduciendo, y yo, Señor, como cobarde, te digo que no, porque no acabo de convencerme de que tú me darás la auténtica felicidad. Dentro de mí siento que hay una guerra civil. Por un lado quiero dejar todo lo que me impide serte fiel y por otro lado me da miedo dejar estas cosas del mundo. Hace tiempo que necesito una conversión. Necesito encontrar algo que me dé fuerzas para dejar tantas ataduras; algo que me ayude a vencer tantas tentaciones del mundo, que me ayude a dejar esta manera de vivir, porque vivir a medias no merece la pena, porque mientras haya guerra en mi interior nunca tendré la paz que sólo tú puedes dar. Ábreme los ojos, Señor, cura mi ceguera para que pueda ver. Llama a mi corazón, Señor, entra en él que quiero tenerte de invitado. Dame un espíritu generoso, Señor, quiero decir “Sí” cuando escuche tu voluntad. Entra en mi corazón, Señor, destierra de él todas las preocupaciones y tentaciones para que pueda dedicar un espacio sólo a ti, mi Dios. Dame fortaleza para seguirte sin desfallecer, dame voluntad para perseverar en el camino, dame firmeza para no mirar hacia atrás, dame el experimentarte y sentirte en mi vida, porque cuando tú, Señor Jesús,

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habitas en mi corazón todo me resulta más fácil y cualquier cosa, por costosa que parezca, se hace más fácil y llevadera.

(Entonar el canto “Cristo te necesita”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Cristo te necesita Cristo te necesita para amar, para amar. Cristo te necesita para amar. (2)   NO TE IMPORTEN LAS RAZAS NI EL COLOR DE LA PIEL AMA A TODOS COMO HERMANOS Y HAZ EL BIEN. (2)   Al que sufre y al triste, dale amor, dale amor, al humilde y al pobre, dale amor. Al que vive a tu lado, dale amor, dale amor, al que viene de lejos, dale amor.   Al que habla otra lengua, dale amor, dale amor, al que piensa distinto, dale amor.   Al amigo de siempre, dale amor, dale amor, al que no te saluda, dale amor. Cristo te necesita...

Segunda hora santa Dirigente: Padre Santo, que nos has compartido a tu Hijo, enséñanos también a compartirlo a aquellos que no le conocen y a compartir nuestra propia vida. Padre nuestro, Ave María y Gloria.

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Cristo, pan de vida, danos fuerza para caminar con firmeza hacia la casa del Padre, cumpliendo tu mandato misionero. Padre nuestro, Ave María y Gloria. Espíritu Santo, fuente de vida, no permitas que en ningún rincón de la tierra vivamos sin la Eucaristía. Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Salmo en busca de un proyecto de vida Primer lector: Es el momento, Señor, de orientar mi vida, es la hora de dar rumbo a mi existencia. No me sirve, Señor, el vivir en eterna encrucijada. Estoy ante ti abierto como la playa al mar. Estoy en busca de tus pasos, de tus huellas. Quiero dejar atrás mis caminos y entrar por tus caminos. Quiero decir sí al plan de Dios para los sueños de mi vida. Quiero, Señor Jesús, salir de esta confusión en que vivo. Quiero, Señor Jesús, dejar todo, quedarme libre sin ataduras, para seguir tu voluntad. Quiero, Señor Jesús, dejar mis miedos, dar paso a mi fe. Quiero, Señor Jesús, fiarme de tu plan en mi vida, porque me amas. Yo sé que me has mirado, que has puesto tus ojos en mí. Yo sé que me quieres para ser servidor del Reino. Yo sé que me das la fuerza de tu Espíritu para ser enviado. Yo sé que es posible realizar tu plan y ser feliz. Señor, quiero hacer de tu persona y de tu Evangelio el proyecto de vida que dé sentido a mi existencia. Aquí me tienes, Señor, para hacer tu voluntad.

(Entonar el canto “Háblame”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Háblame Yo siento, Señor, que tú me amas. Yo siento, Señor que te puedo amar. Háblame, Señor, que tu siervo escucha. Háblame, ¿qué quieres de mí?

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Señor, tú has sido bueno para mí en el desierto de mi vida, ¡háblame! Yo quiero estar dispuesto a todo, toma mi ser, mi corazón es para ti. Por eso canto tus maravillas, por eso canto tu amor. (se repite) Te alabo, Jesús, por tu grandeza. Mil gracias te doy por tu gran amor. Heme aquí, Señor, para acompañarte. Heme aquí, Señor, ¿qué quieres de mí? Señor, tú has sido grande para mí. en el desierto de mi vida, ¡háblame!

Segundo lector: Pedimos por las familias. Señor, creemos en ti, fuente y origen de la vida. Padre nuestro, Ave María y Gloria. Señor, esperamos en ti, anhelo de bien que desea toda familia. Padre nuestro, Ave María y Gloria. Señor, te amamos a ti, autor del amor y bienestar familiar. Padre nuestro, Ave María y Gloria.

La familia y la Eucaristía7 Dirigente: En la Eucaristía recordamos diariamente la alianza que Jesucristo ha hecho con su Iglesia, es el “Sí” que ha expresado y que no cambiará. Ahí se pide perdón, se elevan oraciones, se escucha la Palabra de Dios, se ofrece cada quien a sí mismo. Hay diálogo, comunión y compromiso, hay alabanza, se reconocen los lazos familiares, hay Misión8. Tomado de La Eucaristía, luz y vida para las familias en el Nuevo Milenio, del Pbro. Manuel Plascencia Sánchez, sección Pastoral Familiar de la Arquidiócesis de Guadalajara. 8 iv Plan Diocesano Pastoral de la Arquidiócesis de Guadalajara, núm. 127. 7

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Así, el matrimonio y la familia se presentan como una acción de gracias, siempre nueva cada día, en la que se cumplen todos los aspectos importantes de la Eucaristía. Ahí se recuerda a diario el sí que fue el inicio de su consentimiento. Ahí se perdona, se elevan oraciones. Ahí, los esposos se deben ofrecer uno al otro cada día como don. En ella, debe reinar el diálogo, debe haber comunión; se da un compromiso, se debe vivir en alabanza a Dios y aliento de superación entre ellos y con los hijos. Todo esto fortalece los lazos familiares que forman personas maduras, dispuestas para la Misión de hacer presente a Dios y su Reino9. La familia cristiana debe está conciente de que su fuente principal de vida espiritual es la Eucaristía. Si su meta es la santidad, la Celebración Eucarística es el alimento, es el medio más eficaz para lograrlo. Se ha de privilegiar la Eucaristía dominical, el día de fiesta, el día en que, como familia de Dios, nos reunimos para participar de este misterio pascual de salvación a través de los ritos, signos y símbolos10.

Reflexión Primer lector: Estamos en la presencia adorable de Jesús sacramentado. Hoy hemos venido a pedirle que fortifique los diferentes aspectos del amor en nuestras familias, porque ellas son semilleros de santas y buenas vocaciones para la Iglesia y para bien de toda la sociedad. Supliquémosle, diciendo: Jesús sacramentado, que te hiciste hombre para entendernos mejor y quisiste tener por madre a María Santísima y respetar la autoridad de tu Padre, representada en el patriarca san José, y con tu ejemplo nos enseñaste el amor filial, concédenos obediencia, respeto y amor a nuestros padres. Cristo, que pasaste por el mundo haciendo el bien y, así, sacramentado, sigues viviendo entre nosotros y dándote en comunión, comunícanos tu ardiente amor fraternal para amar a nuestros hermanos y así aprender en familia a trabajar por el bien común y proyectarlo en la sociedad. Padre, que comunicas el poder creador a tus hijos, concede a los padres de familia esa paternidad responsable que los estimule a sentirse felices cuando el fruto de su trabajo es empleado para dar sustento y estabilidad a su familia y cuando su conducta les da respeto y seguridad social. Bendice a todos los padres de familia, líbralos de los peligros, acompáñalos en la educación de sus hijos y en sus trabajos. Jesucristo, hijo cariñoso de María Virgen, concede a todas las madres imitar a la Santísima Virgen María en su sencillez, cuidado, esmero y dedicación a sus hijos, a las tareas domésticas; piedad constante y delicada ternura en su trato. Te pedimos por todas las madres, cólmalas de tu gracia, aliéntalas en sus penas, dales fuerza para cumplir sus deberes y recompénsales con tu amor todos sus afanes.

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Plan Diocesano Pastoral de la Arquidiócesis de Guadalajara, núm. 128. Cfr. iv Plan Diocesano Pastoral de la Arquidiócesis de Guadalajara, núm. 150.

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Espíritu Santo, santificador del cristianismo, que con tu amor renuevas el amor conyugal en los esposos y lo transformas en amor fecundo, acrecienta en todas las parejas el amor por sus hijos y la sabiduría para orientarlos y formarlos.

(Entonar el canto “Amar es entregarse”, si no lo conocen pueden utiliza otro canto) Amar es entregarse Amar es entregarse, olvidándose de sí, buscando lo que al otro, puede hacer feliz; buscando lo que al otro, pueda hacer feliz. QUÉ LINDO ES VIVIR, PARA AMAR, QUÉ GRANDE ES TENER, PARA DAR. DAR ALEGRÍA, FELICIDAD, DARSE UNO MISMO, ESO ES AMAR. DAR ALEGRÍA, FELICIDAD, DARSE UNO MISMO, ESO ES AMAR. Si amas como a ti mismo y te entregas a los demás, verás que no hay egoísmo que no puedas superar, verás que no hay egoísmo que no puedas superar.

De la Carta del apóstol san Pablo a lo colosenses (3, 12-17) Segundo lector: Escuchemos con atención. Pónganse, pues, el vestido que conviene a los elegidos de Dios, sus santos muy queridos: la compasión tierna, la bondad, la humildad, la mansedumbre, la paciencia. Sopórtense y perdónense unos a otros si uno tiene motivo de queja contra otro. Como el Señor los perdonó, a su vez hagan ustedes lo mismo. Por encima de esta vestidura pondrán como cinturón el amor, que lo hace todo perfecto. Así la paz de Cristo reinará en sus corazones, pues para esto fueron llamados y reunidos. Finalmente, sean agradecidos.

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Que la palabra de Cristo habite y se sienta a gusto en ustedes. Tengan sabiduría para que puedan enseñar y aconsejar unos a otros; canten a Dios de todo corazón y con gratitud salmos, himnos y alabanzas espontáneas. Y todo lo que puedan decir o hacer, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él. Palabra de Dios. Segundo lector: Guardemos dos minutos de silencio para meditar.

Dirigente: Hagamos un examen sobre nuestro comportamiento en la vida familiar. ¿Nos amamos nosotros de verdad? ¿Cómo nos expresamos ese amor?

Dirigente: Meditemos un momento y después de cada reflexión todos decimos: Danos, Señor, la reconciliación y la paz. ¿Nos respetamos mutuamente? ¿Podemos expresarnos y opinar en nuestra casa? Danos, Señor, la reconciliación y la paz. ¿Nos acordamos de Dios en nuestra familia? ¿Qué lugar ocupa Él en mi familia? Danos, Señor, la reconciliación y la paz. ¿Qué hacemos nosotros por los demás? ¿A quién servimos? Danos, Señor, la reconciliación y la paz. ¿Cuando dialogamos nos escuchamos? ¿Hay amistad y confianza entre nosotros? Danos, Señor, la reconciliación y la paz. ¿Cómo nos tratamos? ¿Cómo nos ayudamos a crecer en valores familiares y cristianos? Danos, Señor, la reconciliación y la paz. ¿Cuáles son nuestros intereses? ¿Por qué nos movemos y de qué nos preocupamos? Danos, Señor, la reconciliación y la paz.

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¿Nos perdonamos nuestras ofensas? ¿Guardamos rencores? Danos, Señor, la reconciliación y la paz. ¿Somos una pequeña Iglesia? ¿Es nuestra casa un templo y nuestra mesa un altar? Danos, Señor, la reconciliación y la paz. ¿Qué nos pediríamos unos a otros? ¿Qué nos pediría Jesús a cada uno? Danos, Señor, la reconciliación y la paz. ¿Cómo podría ser María modelo para todos? ¿Cómo podría Jesús ser el dueño de nuestra casa? Danos, Señor, la reconciliación y la paz.

(Entonar el canto “Si vienes conmigo”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Si vienes conmigo Si vienes conmigo y alientas mi fe, si estás a mi lado, ¿a quién temeré? Si vienes conmigo y alientas mi fe, si estás a mi lado, ¿a quién temeré? A nada tengo miedo, a nadie he de temer, Señor, si me protegen tu amor y tu poder. Si vienes conmigo y alientas mi fe, si estás a mi lado, ¿a quién temeré? Si vienes conmigo y alientas mi fe, si estás a mi lado, ¿a quién temeré? Me llevas de la mano, me ofreces todo bien. Señor, tú me levantas si vuelvo a caer. Si vienes conmigo y alientas mi fe, si estás a mi lado, ¿a quién temeré? Si vienes conmigo y alientas mi fe, si estás a mi lado, ¿a quién temeré?

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Primer lector: Del mensaje del Papa Juan Pablo ii para el Domund de 1991: “En una época como la nuestra, en la que todo parece concurrir a la disgregación de esta célula primaria de la sociedad, es necesario redoblar los esfuerzos para que la comunidad familiar sea, o vuelva a ser, la primera comunidad de fe, no sólo para mantenerla sino también para desarrollarla o comunicarla, esto es, para que sea misionera. Es hora ya de que los padres de familia y los esposos asuman como cometido esencial de su estado y vocación la evangelización de sus hijos... Es ésta, sin duda alguna, una forma insustituible de educación a la Misión y de cultivo, como natural, de posibles vocaciones misioneras. Éstas, en efecto, encuentran siempre su cuna en el seno de la familia”.

Segundo lector: Oremos juntos al Señor. A cada petición todos contestamos: Te lo pedimos, Señor. Por el matrimonio y la familia, para que sean una íntima comunidad de amor y de vida, una escuela del más rico humanismo y fuente de vocaciones misioneras. Te lo pedimos, Señor. Para que se estime y respete el carácter sagrado del matrimonio y la familia, como institución natural confirmada por la ley divina y elevada por Cristo a la dignidad de sacramento. Te lo pedimos, Señor. Para que la familia, primera comunidad de fe, tome conciencia de su deber de desarrollarla y comunicarla, y, por lo tanto, de ser misionera. Te lo pedimos, Señor. Por los pastores de la Iglesia, para que sepan reunir en torno al Señor a toda la familia de los hijos de Dios y le sirvan humildemente con la palabra y el ejemplo. Te lo pedimos, Señor. Por las familias, para que a la luz de la palabra de Dios descubran el sentido cristiano de la vida matrimonial. Te lo pedimos, Señor.

Oración Señor, Dios nuestro, en cuyos mandatos encuentra la familia su auténtico y seguro fundamento, atiende nuestras súplicas y concédenos que, siguiendo los ejemplos de la Sagrada Familia, practicando las virtudes

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domésticas y manteniendo vivo el amor, lleguemos a gozar de los premios de tu reino. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. Dirigente: Escuchemos con atención la lectura de los siguientes textos: Exhortación apostólica Familiares Consortio, núm. 53 “La familia debe formar a los hijos para la vida de manera que cada uno cumpla en plenitud su cometido, de acuerdo con la vocación recibida de Dios. Efectivamente, la familia que está abierta a los valores trascendentales, que sirve a los hermanos en la alegría, que cumple con generosa fidelidad sus obligaciones y es conciente de su cotidiana participación en el misterios de la cruz gloriosa de Cristo, se convierte en el primero y mejor seminario de vocaciones a la vida consagrada al Reino de Dios”. Constitucion apostólica Lumen Gentium, núm. 11 “... la familia, en la que nacen nuevos ciudadanos de la sociedad humana, quienes, por la gracia del Espíritu Santo, quedan constituidos en el bautismo hijos de Dios, que perpetuarán a través del tiempo el Pueblo de Dios. En esta especie de Iglesia doméstica, los padres deben ser para sus hijos los primeros predicadores de la fe, mediante la palabra y el ejemplo, y deben fomentar la vocación propia de cada uno, pero con un cuidado especial la vocación sagrada”.

Primer lector: Oremos, hermanos, por todas las familias. Oremos hermanos por las familias cristianas, de cuyo seno Dios ha de suscitar las vocaciones sacerdotales, religiosas y apostólicas que la Iglesia necesita para salvar al mundo de hoy. Roguemos al Señor. Para que todos los padres, con su palabra y ejemplo, sean para sus hijos los primeros predicadores y educadores de la fe, y les formen para la vida cristiana y apostólica. Roguemos al Señor. Para que todos los padres y madres sepan renunciar a sus preferencias personales y ayuden a sus hijos con desinterés, respeto y prudencia en la elección de su vocación. Roguemos al Señor. Para que los laicos comprendan la grandeza de su Misión de santificadores del mundo en que viven y tengan conciencia de cumplir con su vocación cristiana. Roguemos al Señor.

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Por todos los aquí presentes, para que seamos constantes en seguir a Cristo. Roguemos al Señor. Para que las familias cristianas no sean obstáculo para la vocación consagrada de sus hijos, sino que, al contrario, viviendo en la fe con autenticidad y creando un clima de oración, faciliten a sus hijos la acogida de la llamada de Dios. Roguemos al Señor. Para que los padres de familia que no tienen trabajo confíen siempre en la Providencia de Dios y encuentren un trabajo digno y justo. Roguemos al Señor. Para que las familias separadas encuentren el amor paciente y servicial que les ayude a salir de su estado y puedan volver a la unión desde el perdón y el amor. Roguemos al Señor. Dispón el corazón de los padres, para que con caridad solícita, atención prudente y piedad amorosa sean para sus hijos guías seguros hacia los bienes espirituales y eternos. Roguemos al Señor.

Oración del mensaje del Juan Pablo ii para la xxxi Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones ¡Oh, Sagrada Familia de Nazaret!, comunidad de amor de Jesús, María y José, modelo e ideal de toda familia cristiana, a ti confiamos nuestras familias. Abre el corazón de cada hogar a la fe, a la acogida de la palabra de Dios, al testimonio cristiano, para que llegue a ser manantial de nuevas y santas vocaciones. Dispón el corazón de los padres para que, con caridad solícita, atención prudente y piedad amorosa,

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sean para sus hijos guías seguros hacia los bienes espirituales y eternos. Suscita en el alma de los jóvenes una conciencia recta y una voluntad libre, para que, creciendo en sabiduría, edad y gracia, acojan generosamente el don de la vocación divina. Sagrada Familia de Nazaret, haz que todos nosotros, contemplando e imitando la oración asidua, la obediencia generosa, la pobreza digna y la pureza virginal vividas en ti, nos dispongamos a cumplir la voluntad de Dios, y a acompañar con prudente delicadeza a cuantos de entre nosotros sean llamados a seguir más de cerca al Señor Jesús, que por nosotros “se entregó a sí mismo” (cfr. Ga 2, 20). Amén.

Dirigente: Contemplemos a Jesús en el cenáculo, en medio de un ambiente amoroso y una convivencia fraterna, ofreciéndose al hombre como alimento: “‘Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria mía’” (Lc 22, 19). Es Cristo mismo quien confía a la Iglesia el memorial de su muerte y resurrección, el cual es al mismo tiempo “sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad y banquete pascual, en el cual se come a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura”11. Guardemos dos minutos de silencio para meditar. (Entonar el canto “Cantemos al amor de los amores”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Cantemos al amor de los amores Cantemos al amor de los amores, cantemos al Señor; Dios esta aquí, venid adoradores, adoremos a Cristo Redentor. 11

Sacrosanctum Concilium, núm. 47.

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Gloria a Cristo Jesús, cielos y tierra bendecid al señor, honor y gloria a ti, rey de la gloria, amor por siempre a ti, Dios del amor. Por nuestro amor oculto en el Sagrario su gloria y esplendor; para nuestro bien se queda en el santuario esperando al justo y pecador. Oh gran prodigio del amor divino, milagro sin igual; prenda de amistad, banquete al peregrino dó se come el cordero celestial. Jesús piadoso Rey de las victorias a ti loor sin fin; canten tu poder, autor de nuestras glorias, cielo y tierra hasta el último confín. Tu nombre ensalzamos y alabamos, con toda nuestra voz; ¡Rey de Majestad, por siempre te aclamamos, y Señor de las almas. Cristo Dios! El mundo impío contra Ti se agita, sembrando por doquier el error, el mal; y a todos nos invita a beber en la copa del placer. ¡Oh, sí cristianos fervorosos, vamos a Cristo en el altar; y con viva fe, su Cuerpo recibamos, cada día, y siempre, hasta expirar. Al pie de tu sagrario nos convidas a recibir tu amor; porque Tú, Jesús, al alma das la vida, y la llenas de fuerza y de valor.

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Primer lector: Escuchemos con atención.

Jesús llama a los apóstoles Jesús fue llamando a cada uno de los apóstoles para incorporarlos a su Misión de anunciar el Evangelio: “Jesús subió al monte y llamó a los que él quiso, y se reunieron con él.” (Mc 3, 13). Guardemos dos minutos de silencio para meditar. La iniciativa partió de Jesús: les descubre la Misión y les persuade de su importancia. “Jesús los llamó: ‘Síganme, y yo los haré pescadores de hombres’” (Mt 4, 19). Guardemos dos minutos de silencio para meditar. Los apóstoles se interesan por aquella oferta salvadora: “Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les preguntó: ‘¿Qué buscan?’. Le contestaron: ‘Rabbí (que significa Maestro), ¿dónde te quedas?’” (Jn 1, 38), y descubrieron que aquella vida les resultaba novedosa e interesante. Guardemos dos minutos de silencio para meditar. En algunos, la respuesta no se hizo esperar. Dejaron el trabajo profesional y a la misma familia y le siguieron: “Y de inmediato dejaron sus redes y le siguieron. Un poco más allá Jesús vio a Santiago, hijo de Zebedeo, con su hermano Juan, que estaban en su barca arreglando las redes. Jesús también los llamó, y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los ayudantes, lo siguieron” (Mc 1, 18-20). Guardemos dos minutos de silencio para meditar. Pedimos por el aumento de vocaciones en la Iglesia. Padre nuestro, Ave María y Gloria. Hoy Jesús sigue llamando personalmente a muchos jóvenes, les hace partícipes de su proyecto y suscita en ellos el deseo de ser colaboradores. Segundo lector: “Aquellas palabras de Cristo, ‘Id y anunciad el Evangelio’, continúan resonando en el corazón de la Iglesia. Es como una fuerte llamada de que es urgente abrir la puerta y ponerse en el camino misionero. Dios es el que llama. Los hombres quienes lo necesitan. Y la fe y el amor de Cristo hacen surgir nuevas vocaciones sacerdotales y religiosas. Tenemos, sí, necesidad de vocaciones. La mies, el trabajo, la diócesis, la Iglesia a la que atender es muy grande y muchas las ocupaciones pastorales y apostólicas que nos reclaman. Pero hay una necesidad mucho más urgente, más profunda, más importante: la de oír la voz de la fe que resuena en el corazón

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del hombre: Déjalo todo y llega a tus hermanos y anúnciales la Buena Noticia. Tú tienes la fe y ellos necesitan la salvación. ... Para oír la voz de Dios hace falta hacer el vacío de temores y recelos, y dejar que resuene esa palabra que invita y que urge. Invita con la fuerza del amor de quien la dice, que no es otra que el mismo Dios. Urge, ante la contemplación de tantos hombres como necesitan la respuesta del hombre llamado por Dios. ¡Pero son tantos los ruidos que impiden oír con claridad esa llamada de Dios! Ruidos de egoísmos y de miedos, de amor propio y de pereza para salir de uno mismo y para tener confianza. El Señor que te llama será tu mejor apoyo”. Segundo lector: Guardemos dos minutos de silencio para meditar en la lectura que acabamos de escuchar.

Primer lector: Después de cada invocación todos contestamos: Gracias, Señor. Damos gracias al Señor, que continúa llamando a numerosos jóvenes, y por su respuesta generosa. Gracias, Señor. Te damos gracias por todas las respuestas generosas a trabajar en tu Reino. Gracias por esas personas que se han dejado seducir por tu mirada, Señor, y te han dicho “Sí”. Gracias, Señor.

Primer lector: Ahora todos contestamos: Perdón, Señor. Pidamos perdón al Señor por nuestras debilidades e infidelidades, que posiblemente desaniman a otros a responder a su llamada. Perdón, Señor. Te pedimos perdón por todas las cobardías y miradas hacia atrás. Perdón, Señor, por olvidarnos que es tu Espíritu el que tiene que informar, alentar y transformar nuestro mundo. Perdón por creernos autosuficientes, y perdón por nuestra tentación de sentarnos a la orilla del camino. Perdón, Señor.

Dirigente: Oremos.

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Oración del mensaje del Juan Pablo ii para la xxx Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones Señor Jesucristo, Pastor bueno de nuestras almas, tú que conoces a tus ovejas y sabes cómo llegar al corazón del hombre, abre la mente y el corazón de los jóvenes, que buscan y esperan una palabra de verdad para su vida; hazles sentir que sólo en el misterio de tu encarnación pueden encontrar plena luz; da valor a los que saben dónde encontrar la verdad, pero temen que tu llamada sea demasiado exigente; sacude el alma de los jóvenes que quisieran seguirte, pero no saben vencer las dudas y los miedos, y acaban por escuchar otras voces y seguir otros callejones sin salida. Tú, que eres la Palabra del Padre, Palabra que crea y salva, Palabra que ilumina y sostiene los corazones, vence con tu Espíritu las resistencias y vacilaciones de los espíritus indecisos; suscita en aquellos a quienes llamas valor para dar la respuesta de amor: “¡Heme aquí, envíame!” (Is 6, 8). Virgen María, joven hija de Israel, ayuda con tu amor maternal a los jóvenes a quienes el Padre dirige su Palabra; sostén a los que ya están consagrados. Que repitan, como tú, el sí de una entrega gozosa e irrevocable. Amén.

Tercera hora santa Dirigente: Pedimos por los sacerdotes. Jesús sigue llamando hoy. Los hombres y la misma Iglesia necesitan de los sacerdotes: “La Iglesia tiene una inmensa necesidad de sacerdotes. Es ésta una de las exigencias más graves que interpelan a las comunidades cristianas. Jesús no quiere una Iglesia sin sacerdotes. Si faltan sacerdotes, falta Jesús en el mundo, falta Eucaristía, falta perdón” (Juan Pablo ii).

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(Entonar el canto “Alma misionera”, si no lo conocen pueden utilizar otro) Alma misionera Señor, toma mi vida nueva, antes de que la espera desgaste años en mí. Estoy dispuesto a lo que quieras, no importa lo que sea, tú llámame a servir. LLÉVAME DONDE LOS HOMBRES NECESITEN TUS PALABRAS, NECESITEN MIS GANAS DE VIVIR, DONDE FALTE LA ESPERANZA, DONDE TODO SEA TRISTE, SIMPLEMENTE POR NO SABER DE TI. Te doy mi corazón sincero, para gritar sin miedo lo bello que es tu amor. Señor, tengo alma misionera, condúceme a la tierra que tenga sed de ti. Y así en marcha iré cantando, por calles predicando, tu grandeza, Señor. Tendré mis manos sin cansancio, tu historia entre mis labios, mi fuerza es la oración.

Peticiones en forma de letanías (El dirigente dice la primera parte y los lectores uno y dos responden la segunda parte) A nuestro Santísimo Padre, el Papa, envuélvele en tu gracia, Señor. A los cardenales y delegados pontificios, envíales tu luz, Señor. A los arzobispos y obispos, dales tu ciencia, Señor.

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A los sacerdotes diocesanos, nunca los dejes, Señor. A los sacerdotes religiosos, dales constancia, Señor. A los sacerdotes enfermos, sánalos, Señor. A los sacerdotes débiles, fortalécelos, Señor. A los sacerdotes tentados, dales el triunfo, Señor. A los sacerdotes pobres, socórrelos, Señor. A los sacerdotes desalentados, ayúdalos, Señor. A los sacerdotes que desean amarte, enciéndelos, Señor. A los sacerdotes tristes, consuélalos, Señor. A los sacerdotes ancianos, ayúdalos, Señor. A los sacerdotes jóvenes, impúlsalos a tu gloria, Señor.

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A los sacerdotes misioneros, protégelos, Señor. A los sacerdotes predicadores, ilumínalos, Señor. A los sacerdotes párrocos, dales tino, Señor. A los sacerdotes vicarios, ayúdales, Señor. A los sacerdotes difuntos, dales la gloria, Señor.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

(Entonar el canto “Dios está aquí”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Dios está aquí Dios está aquí, tan cierto como el aire que respiro, tan cierto como la mañana se levanta, tan cierto como yo te hablo y me puedes oír. Jesús está aquí, tan cierto como el aire que respiro, tan cierto como la mañana se levanta tan cierto como yo te hablo y me puedes oír. Dios está en mí, tan cierto como el aire que respiro, tan cierto como la mañana se levanta tan cierto como yo te hablo y me puedes oír.

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Dios está aquí, tan cierto como el aire que respiro, tan cierto como la mañana se levanta tan cierto como yo te hablo y me puedes oír. Guardemos dos minutos de silencio para meditar.

Segundo lector: Después de cada una de las peticiones todos contestamos: Escúchanos, Señor. A todos los sacerdotes dales amor al estudio de tu Palabra. Escúchanos, Señor. Dales celo ardiente por las almas. Escúchanos, Señor. Dales intenso amor a la Eucaristía. Escúchanos, Señor. Dales humildad y talento. Escúchanos, Señor. Dales desapego a las cosas del mundo. Escúchanos, Señor. Dales un gran amor a María. Escúchanos, Señor. Dales el don del consejo. Escúchanos, Señor. Dales fortaleza en sus trabajos. Escúchanos, Señor.

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Dales un gran amor a Cristo. Escúchanos, Señor. Dales resignación en sus penas. Escúchanos, Señor. Dales caridad y generosidad. Escúchanos, Señor.

(Entonar el canto “Altísimo Señor”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Altísimo Señor Altísimo Señor, que supiste juntar a un tiempo en el altar ser, cordero y pastor, quisiera con fervor amar y recibir a quien por mí quiso, morir. Cordero divinal, por nuestro sumo bien inmolado en Salén, en tu puro raudal; de gracia celestial lava mi corazón, que fiel te rinde adoración. Suavísimo maná, que sabe a dulce miel ven, y del mundo vil nada me gustará. Ven y se trocará del destierro cruel con tu dulzura la amarga hiel. Oh convite real, dó sirve el Redentor al siervo de Señor comida sin igual; Pan de vida inmortal ven a entrañarte en mí. Y quede yo trocado en Ti. Guardemos dos minutos de silencio para meditar.

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Dirigente: Después de cada petición todos contestamos: Escúchanos, Señor. Haz que los sacerdotes sean espejos de santidad. Escúchanos, Señor. Haz que sean la sal de la tierra. Escúchanos, Señor. Que sean hombres de oración. Escúchanos, Señor. Que sean fieles a su vocación sacerdotal. Escúchanos, Señor. Que no se cansen de alabarte. Escúchanos, Señor. Que sus pasos sean todos para gloria de Dios. Escúchanos, Señor. Que su corazón sea para amar a todos. Escúchanos, Señor. Que el Espíritu Santo los posea, les regale en abundancia sus dones y sus frutos. Escúchanos, Señor. Padre nuestro, Ave María y Gloria. Guardemos dos minutos de silencio para meditar.

Oración por las vocaciones sacerdotales Primer lector: A cada petición todos contestamos: ¡Danos sacerdotes santos!

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Para que siempre se celebre el Santo Sacrificio. ¡Danos sacerdotes santos! Para llevar a los niños cerca de ti. ¡Danos sacerdotes santos! Para repartir a los fieles el pan de tu Palabra. ¡Danos sacerdotes santos! Para predicar tu Evangelio a los que lo ignoran. ¡Danos sacerdotes santos! Para ofrecer tu perdón a los pecadores arrepentidos. ¡Danos sacerdotes santos! Para alimentar con tu cuerpo a las almas que desean recibirte. ¡Danos sacerdotes santos! Para ayudar a los moribundos y a los que sufren. ¡Danos sacerdotes santos! Para bendecir a nuestras familias, nuestras empresas, nuestros campos. ¡Danos sacerdotes santos! Para que los atribulados vayan a ti y encuentren la paz. ¡Danos sacerdotes santos! Para defender y expandir tu Reino. ¡Danos sacerdotes santos!

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Es obvio que necesitamos sacerdotes. Y esto debe llevarnos a hacernos una pregunta sincera y seria, ¿Qué hacemos ante esta necesidad de sacerdotes que existe en todo el mundo? En el Evangelio, Jesucristo nos dice: “Pidan al dueño de la cosecha que envíe operarios a recogerla”. Al hacer nuestras oraciones, debido a tantos problemas que tenemos –económicos, morales, de salud, de trabajo, etc.–, ¿nos acordamos alguna vez de pedir a Dios que suscite vocaciones al sacerdocio? ¿Nos atrevemos a pedir a Dios que escoja para este sublime y urgentísimo ministerio a alguno de nuestros hijos? Cuando alguno de nuestros hijos muestra deseos de entrar en un seminario o en alguna orden religiosa, ¿lo animamos o nos encargamos por todos los medios posibles de desalentarlo?, ¿o incluso usamos el chantaje y las lágrimas para recordarle todo lo que hemos hecho por él? Segundo lector: Quizá a muchos padres de familia nos ayude recordar las “Ocho bienaventuranzas de los padres del sacerdote”. Bienaventurados los padres del sacerdote, porque con su hijo dan un tesoro a los pobres. Bienaventurados los padres del sacerdote, porque con su hijo oponen a la violencia humana la mansedumbre divina. Bienaventurados los padres del sacerdote, porque con su hijo dan al hambriento de santidad el pan de vida eterna y calman con sangre divina su inmensa sed de amar. Bienaventurados los padres del sacerdote, porque con su hijo borran la impureza del corazón para que así el hombre pueda mirar a Dios. Bienaventurados los padres del sacerdote, porque su hijo es semilla de paz en las conciencias, en los hogares y en las naciones. Bienaventurados los padres del sacerdote, porque en su hijo se hace sensible la presencia del Reino de Dios entre los hombres. Segundo lector: Oremos por todas y todos los consagrados. Guardemos dos minutos de silencio para meditar en este asunto.

(Entonar el canto “Tú déjalo todo, ven y sígueme”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Tú déjalo todo, ven y sígueme Si sueñas con vivir la vida plena, tú déjalo todo.

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Si tu barca no acaba de tocar la otra orilla, ven y sígueme. Si quieres compartir mi mesa y mi camino, tú déjalo todo, ven y sígueme. Si sientes el aliento que empuja al desierto, tú déjalo todo, ven y sígueme. Si sueñas con vivir un mundo nuevo, tú déjalo todo. Si las cosas no acaban de llenarte, ven y sígueme. Si quieres compartir tu vino y tu trabajo, tú déjalo todo. Si sientes la alegría que te llena por dentro, tú déjalo todo, ven y sígueme. Si buscas el sentido verdadero, tú déjalo todo. Y quieres entregarte por el Evangelio, ven y sígueme. Si quieres compartir tus penas y alegrías, tú déjalo todo. Jesús es el camino, la verdad y la vida. tú déjalo todo, ven y sígueme.

Dirigente: Oremos. Oración del “Sí” Padre, de ti procede todo don. Te agradecemos el don de la vida, el don de la fe, el don de la vocación. Tú has llamado a muchas personas a seguirte más de cerca para vivir con radicalidad el Evangelio. Tú has puesto en ellas y en ellos el “Sí” de la entrega, y la generosidad necesaria para vivir esa vocación. Que todos los hombres te descubran a ti, Padre, y a tu Hijo, Jesucristo, a través del testimonio de todos ellos. Ellos viven la pobreza voluntaria, hecha libertad frente a los bienes, austeridad, comunión con los hermanos, solidaridad con los más necesitados. Son ejemplo para nosotros en esta vida materialista. Nos enseñan una vida de búsqueda y realización permanente de tu voluntad divina. Su vida de castidad por el Reino de los cielos, amando a todos los seres humanos, nos hace presente, en este mundo, tu presencia

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divina. Haz de todas las almas consagradas, humildes y generosos agentes del advenimiento de tu Reino; testigos visibles de tu amor a los hombres; invitación a la adoración y a la alabanza de tu nombre; noticia y anticipación de tu justicia, de tu paz y de tu misericordia; servidores cercanos, como tu Hijo, de nuestros hermanos, sobre todo de los pobres y de los que sufren.

Primer lector: Después de cada petición todos contestamos: Dales tu amor y tu gracia. Por todos los elegidos de Dios, para que respondan fielmente a su llamado. Roguemos al Señor. Dales tu amor y tu gracia. Para que su vida de consagrados siga siendo un rayo de esperanza en medio de nuestro mundo. Roguemos al Señor. Dales tu amor y tu gracia. Por los religiosos y religiosas contemplativas, que con su continua oración aclamen del Señor, para su Iglesia, la fuerza y la luz necesaria para hacer presente el Reino de Dios en el mundo. Roguemos al Señor. Dales tu amor y tu gracia. Pidamos al Señor, por mediación de María Santísima, abundantes vocaciones de vida contemplativa que sean fuerza y sostén de la Iglesia, a través de su oración por todos los hombres. Roguemos al Señor. Dales tu amor y tu gracia. Para que el Señor siga suscitando en la Iglesia jóvenes responsables con espíritu de entrega, para trabajar como consagrados a Dios en la vida religiosa por un mundo donde reinen la justicia, el amor y la paz. Roguemos al Señor. Dales tu amor y tu gracia.

Dirigente: Oremos Oración ¡Señor Jesús!, pastor de nuestras almas, que continúas llamando con tu mirada de amor a tantas y a tantos jóvenes que viven en las dificultades del mundo de hoy, abre su mente para oír, entre tantas voces que resuenan a su alrededor, tu voz inconfundible, suave y potente, que también repite hoy: “Ven y sígueme”.

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Mueve el corazón de nuestra juventud a la generosidad y hazla sensible a las esperanzas de los hermanos que piden solidaridad, paz, verdad y amor. Orienta el corazón de los jóvenes hacia la radicalidad evangélica, capaz de revelar al hombre moderno las inmensas riquezas de tu caridad. ¡Llámalos con tu bondad para atraerlos a ti! ¡Préndelos con tu dulzura para acogerlos a ti! ¡Envíalos con tu verdad para conservarlos en ti! Dirigente: Guardemos dos minutos de silencio para meditar en la oración.

Segundo lector: Oremos. La oración por las vocaciones del Papa Paulo vi Iluminados y animados por tu Palabra, te pedimos, Señor, por todos aquellos que ya han seguido y ahora viven tu llamado. Por tus obispos, presbíteros y diáconos, y también por tus consagrados religiosos, religiosas y hermanos; y también por tus misioneros y por los seglares generosos que trabajan en los ministerios instituidos o reconocidos por la Santa Iglesia. ¡Sostenlos en las dificultades, confórtalos en los sufrimientos, asístelos en la soledad, protégelos en la persecución y confírmalos en la fidelidad! Te pedimos, Señor, por aquellos que están abriendo su alma a tu llamado o se preparan ya a seguirlo. Que tu Palabra los ilumine, que tu ejemplo los conquiste, que tu gracia los guíe hasta la meta de las sagradas órdenes, de los votos religiosos, del mandato misionero. Que tu Palabra, Señor, sea para todos ellos guía y apoyo para que sepan orientar, aconsejar, sostener a los hermanos con aquella fuerza de convicción y de amor que tú posees y que tú sólo puedes comunicar.

Jesús recorría todas las ciudades y pueblos; enseñaba en sus sinagogas, proclamaba la Buena Nueva del Reino y curaba todas las dolencias y enfermedades. Al contemplar aquel gran gentío, Jesús sintió compasión, porque estaban decaídos y desanimados, como ovejas sin pastor. Y dijo a sus discípulos: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen, pues, al dueño de la mies que envíe trabajadores a recoger su cosecha” (Mt 9, 35-38). Segundo lector: Guardemos dos minutos de silencia para meditar en la lectura que acabamos de escuchar.

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(Entonar el canto “Ven y sígueme”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Ven y sígueme Tú, Señor, me llamas, tú, Señor, me dices: “Ven y sígueme, ven y sígueme”. Señor, contigo iré. Señor, contigo iré. Dejaré en la orilla mis redes, cogeré el arado contigo, Señor. Guardaré mi puesto en tu senda, sembraré tu Palabra en mi pueblo y brotará y crecerá. Dejaré mi hacienda y mis bienes, donaré a mis hermanos mi tiempo y mi afán. Por mis obras sabrán que tú vives, con mi esfuerzo abriré nuevas sendas de unidad y fraternidad.

Dirigente: Oremos por todas y todos los misioneros. Elevemos nuestras súplicas a Dios Padre, por medio de Jesucristo, luz del mundo, para que surjan nuevas vocaciones que consagren su vida para ser reflejo de esa luz.

Dirigente: A las peticiones respondemos: Envía, Señor, obreros a tu mies. Por el Papa N., nuestro obispo N. y el orden episcopal, por los sacerdotes y diáconos, para que con su palabra y con su vida sigan siendo luz de los pueblos y testigos del Evangelio. Roguemos al Señor. Envía, Señor, obreros a tu mies. Por los misioneros y misioneras, para que no les falte la fuerza necesaria del Espíritu para seguir llevando la luz del Evangelio a los pueblos donde han sido enviados. Roguemos al Señor. Envía, Señor, obreros a tu mies.

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Por los religiosos y consagrados, para que su vida siga siendo un rayo de esperanza en medio de nuestro mundo. Roguemos al Señor. Envía, Señor, obreros a tu mies. Por los jóvenes, para que descubran la belleza de la vocación cristiana y sean sensibles a las vocaciones de especial consagración. Roguemos al Señor. Envía, Señor, obreros a tu mies Por nosotros, para que nuestra familiaridad diaria con la Palabra de Dios nos haga capaces de valorar lo que Dios quiere en las situaciones concretas de la vida. Roguemos al Señor. Envía, Señor, obreros a tu mies Dirigente: Guardemos dos minutos de silencio para meditar.

Primer lector: Agradecemos a nuestro Padre Dios por habernos hecho partícipes de su amor, de su misericordia, de su justicia, diciendo: Te alabamos, Padre, por tu inmensa misericordia. Gracias, Señor, por habernos enviado a tu Hijo para compartirnos tu Buena Noticia. Te alabamos, Padre, por tu inmensa misericordia. Gracias, Señor, porque nos envías vocaciones que siguen transmitiendo el fuego de tu Evangelio a las nuevas generaciones. Te alabamos, Padre, por tu inmensa misericordia. Gracias, Señor, por el don de la fe que nos has dado y que nos capacita a lanzarnos a vivir la novedad de cada día. Te alabamos, Padre, por tu inmensa misericordia. Gracias, Señor, porque nos brindas la oportunidad de participar en la construcción de tu Reino. Te alabamos, Padre, por tu inmensa misericordia.

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Oración por las vocaciones Jesús, divino pastor de las almas, que llamaste los apóstoles para hacerlos pescadores de hombres, atrae a ti también las almas ardientes y generosas de los jóvenes para hacerlos tus seguidores y tus ministros; hazlos partícipes de tu sed de redención universal, para que se renueve sobre los altares tu sacrificio. Tú, Señor, siempre dispuesto a interceder por nosotros, descúbreles los horizontes del mundo entero, donde la muda súplica de tantos hermanos pide luz de verdad y calor de amor, para que, respondiendo a tu llamado, prolonguen aquí en la tierra tu Misión, edifiquen tu cuerpo místico, la Iglesia, y sean sal de la tierra y luz del mundo. Extiende también, Señor, tu amorosa llamada a muchas almas de mujeres puras y generosas, e infúndeles el ansia de la perfección evangélica y la entrega al servicio de la Iglesia y de los hermanos, necesitamos de asistencia y caridad. Amén.

Bendición con el Santísimo Celebrante: Nos diste, Señor, el pan del cielo. Que contiene en sí todo deleite. Celebrante: Oremos. Señor nuestro Jesucristo, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, concédenos venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú, que vives y reinas con Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén. (El celebrante da la bendición con el Santísimo, mientras tanto se tocan las campanas)

Jaculatorias Celebrante: Bendito sea Dios. Bendito sea Dios. Celebrante: Bendito sea su santo nombre. Bendito sea su santo nombre.

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Celebrante: Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Celebrante: Bendito sea el nombre de Jesús. Bendito sea el nombre de Jesús. Celebrante: Bendito sea su sacratísimo corazón. Bendito sea su sacratísimo corazón. Celebrante: Bendita sea su preciosísima Sangre. Bendita sea su preciosísima Sangre. Celebrante: Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del altar. Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del altar. Celebrante: Bendito sea Jesús en el Espíritu Santo consolador. Bendito sea Jesús en el Espíritu Santo consolador. Celebrante: Bendita sea la gran Madre de Dios, María Santísima. Bendita sea la gran Madre de Dios, María Santísima. Celebrante: Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción. Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción. Celebrante: Bendita su gloriosa Asunción. Bendita su gloriosa Asunción. Celebrante: Bendita sea María, Madre de la Iglesia. Bendita sea María, Madre de la Iglesia. Celebrante: Bendito sea el nombre de María, virgen y madre. Bendito sea el nombre de María, virgen y madre.

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Celebrante: Bendito sea san José, su castísimo esposo. Bendito sea san José, su castísimo esposo. Celebrante: Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos. Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos.

(El celebrante retira el Santísimo y se inicia el traslado al sagrario, con velas y una campanita. Una vez que ha salido, se concluye con el canto “Cantemos al amor de los amores”) Cantemos al amor de los amores Cantemos al amor de los amores, cantemos al Señor; Dios esta aquí, venid adoradores, adoremos a Cristo Redentor. Gloria a Cristo Jesús, cielos y tierra bendecid al señor, honor y gloria a ti, rey de la gloria, amor por siempre a ti, Dios del amor. Por nuestro amor oculto en el Sagrario su gloria y esplendor; para nuestro bien se queda en el santuario esperando al justo y pecador. Oh gran prodigio del amor divino, milagro sin igual; prenda de amistad, banquete al peregrino dó se come el cordero celestial. Jesús piadoso Rey de las victorias a ti loor sin fin; canten tu poder, autor de nuestras glorias, cielo y tierra hasta el último confín.

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Tu nombre ensalzamos y alabamos, con toda nuestra voz; ¡Rey de Majestad, por siempre te aclamamos, y Señor de las almas. Cristo Dios! El mundo impío contra Ti se agita, sembrando por doquier el error, el mal; y a todos nos invita a beber en la copa del placer. ¡Oh, sí cristianos fervorosos, vamos a Cristo en el altar; y con viva fe, su Cuerpo recibamos, cada día, y siempre, hasta expirar. Al pie de tu sagrario nos convidas a recibir tu amor; porque Tú, Jesús, al alma das la vida, y la llenas de fuerza y de valor.

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Viernes: María en los misterios de la salvación Primera hora santa Exposición del Santísimo (El celebrante expone el Santísimo. En ese momento se entona el canto “Cantemos al amor de los amores”. Una vez concluido comienza la oración, que inicia con el canto “Oremos”) Cantemos al amor de los amores Cantemos al amor de los amores, cantemos al Señor; Dios esta aquí, venid adoradores, adoremos a Cristo Redentor. Gloria a Cristo Jesús, cielos y tierra bendecid al señor, honor y gloria a ti, rey de la gloria, amor por siempre a ti, Dios del amor. Por nuestro amor oculto en el Sagrario su gloria y esplendor; para nuestro bien se queda en el santuario esperando al justo y pecador. Oh gran prodigio del amor divino, milagro sin igual; prenda de amistad, banquete al peregrino dó se come el cordero celestial. Jesús piadoso Rey de las victorias a ti loor sin fin; canten tu poder, autor de nuestras glorias, cielo y tierra hasta el último confín. Tu nombre ensalzamos y alabamos, con toda nuestra voz; ¡Rey de Majestad,

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por siempre te aclamamos, y Señor de las almas. Cristo Dios! El mundo impío contra Ti se agita, sembrando por doquier el error, el mal; y a todos nos invita a beber en la copa del placer. ¡Oh, sí cristianos fervorosos, vamos a Cristo en el altar; y con viva fe, su Cuerpo recibamos, cada día, y siempre, hasta expirar. Al pie de tu sagrario nos convidas a recibir tu amor; porque Tú, Jesús, al alma das la vida, y la llenas de fuerza y de valor.

Celebrante: Oremos. Oración Señor nuestro Jesucristo, que con tu Pasión, Muerte y Resurrección sellaste la nueva alianza con tu pueblo y bajo las especies del pan y del vino te quedaste en medio de nosotros, concede, a cuantos reconocemos tu presencia real y verdadera en la Eucaristía, saber descubrir tu presencia en nuestras familias, Iglesias domésticas, así como en cada uno de nuestros hermanos y hermanas. Tú, que vives y reinas con Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Dirigente: Nuestra madre habla en nuestro corazón: Hijos míos, ¡cómo se llena de gozo mi corazón viéndolos a ustedes aquí en esta mañana, para adorar, amar y agradecer a Jesús, mi hijo y mi Dios, presente en la Eucaristía, para consolarlo por tanto vacío, por tanta ingratitud, por tanta indiferencia con que está rodeado, en su presencia real, en todos los sagrarios de la tierra! Oh, María, madre de la Eucaristía, nosotros no podremos nunca comprender este gran misterio de amor. Alcánzanos la luz del Espíritu Santo, porque sólo entonces podremos entender, aunque sólo por un instante, todo el infinito amor de tu Hijo Jesús en su entrega por nosotros.

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(Entonar el canto “Es mi cuerpo, tomad y comed”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Es mi cuerpo, tomad y comed Es mi cuerpo, tomad y comed; es mi sangre, tomad y bebed. Porque yo soy vida, yo soy amor. Oh, Señor, nos reuniremos en tu amor. El Señor nos da su amor como nadie nos lo dio. El nos guía como estrella en la inmensa oscuridad. Al partir juntos el pan, él nos llena de su amor: Pan de Dios, el pan comamos de amistad. El Señor nos da su amor como nadie nos lo dio. Como todos sus amigos trabajaba en Nazaret, carpintero se alegró, trabajando en su taller: con sus manos Cristo obrero trabajó. El Señor nos da su amor como nadie nos lo dio. Era tan grande y tan hondo que murió sobre una cruz, era tan fuerte su amor, que de la muerte triunfó, de la tumba sale libre y vencedor. El Señor nos da su amor como nadie nos lo dio. El reúne a sus amigos en la mesa del amor. En el mundo todos son carne y sangre del Señor, nada puede separarnos de su amor.

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Primer lector: Gloria y alabanza a ti, Trinidad. La esencia de Dios se realiza en el amor, en dar y saber recibir. Dios, dice san Juan, es amor. Él existe únicamente comunicándose y subsistiendo como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios es Padre porque se autocomunica y entrega al Hijo. Dios es Hijo porque se da, sale totalmente de sí y se entrega al Padre. Dios es Espíritu de amor y de donación. Alabemos a Dios uno y trino, que en su donación total, completa y absoluta, realiza eternamente su ser infinito. Te alabamos Dios Padre, Hijo y Espíritu porque has puesto en nosotros la semilla de tu vida divina. Tú quieres que seamos comunidad de vida, que vivamos unidos, y juntos lleguemos hasta ti. Nos has hecho seres solidarios, por eso, desde nuestras comunidades de familia, de Iglesia, de hermanos, alabamos y significamos tu vida.

Alabanza al Padre Dirigente: Bendito seas, Señor, Padre que estás en el cielo, porque en tu infinita misericordia te has inclinado sobre la miseria del hombre y nos has dado a Jesús, tu Hijo, nacido de mujer, nuestro salvador, amigo, hermano y redentor.

Segundo lector: Respondamos a cada invocación cantando la antífona: ¡A ti, Padre, nuestra alabanza por siempre! Padre clemente, que los discípulos de Cristo promuevan la justicia y la paz, que se anuncie a los pobres la Buena Nueva y que la madre Iglesia haga sentir su amor de predilección a los pequeños y marginados. ¡A ti, Padre, nuestra alabanza por siempre! Padre justo, que todos los católicos descubramos el gozo de vivir en la escucha de tu Palabra, abandonándose a tu voluntad, que experimenten el valor de la comunión fraterna, partiendo juntos el pan y alabándote con himnos y cánticos espirituales. ¡A ti, Padre, nuestra alabanza por siempre!

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(Entonar el canto “Hoy, Señor, te damos gracias”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Hoy, Señor, te damos gracias Hoy, Señor, te damos gracias por la vida, la tierra y el sol. Hoy, Señor, queremos cantar las grandezas de tu amor. Gracias, Padre, mi vida es tu vida, tus manos amasan mi barro, mi alma es tu aliento divino, tu sonrisa en mis ojos está. Gracias, Padre, tú guías mis pasos, tú eres la luz y el camino, conduces a ti mi destino, como llevas los ríos al mar. Gracias, Padre, me hiciste a tu imagen y quieres que siga tu ejemplo, brindando mi amor a mi hermano, construyendo un mundo de paz.

Alabanza al Hijo Dirigente: Señor Jesús, plenitud de los tiempos y Señor de la historia, danos un corazón humilde y sencillo, para que contemplemos con renovado asombro el misterio de la Encarnación por el que tú, Hijo del Altísimo, en el seno de la Virgen, santuario del Espíritu, te hiciste nuestro hermano. Primer lector: Respondemos a cada invocación cantando la antífona: ¡Gloria y alabanza a ti, Cristo, ahora y por siempre! Jesús, principio y perfección del hombre nuevo, convierte nuestros corazones a ti, para que, abandonando las sendas del error, caminemos tras tus huellas por el sendero que conduce a la vida. Haz que, fieles a las promesas del Bautismo, vivamos con coherencia nuestra fe, dando testimonio constante de tu Palabra, para que en la familia y en la sociedad resplandezca la luz vivificante del Evangelio. ¡Gloria y alabanza a ti, Cristo, ahora y por siempre!

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Jesús, fuerza y sabiduría de Dios, enciende en nosotros el amor a la divina Eucaristía, donde resuena la voz del Padre, que ilumina e inflama, alimenta y consuela. Tú, Palabra de Dios vivo, renueva en la Iglesia el ardor misionero, para que todos los pueblos lleguen a conocerte, verdadero Hijo de Dios y verdadero Hijo del hombre, único mediador entre el hombre y Dios. ¡Gloria y alabanza a ti, Cristo, ahora y por siempre! Jesús, fuente de unidad y de paz, fortalece la comunión con tu Iglesia, da vigor al movimiento ecuménico, para que con la fuerza de tu espíritu todos tus discípulos sean uno. Tú, que nos has dado como norma de vida el mandamiento nuevo del amor, haznos constructores de un mundo solidario, donde la guerra sea vencida por la paz, la cultura de la muerte por el compromiso a favor de la vida. ¡Gloria y alabanza a ti, Cristo, ahora y por siempre! Jesús, Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad, luz que ilumina a todo hombre, da a quien te busca con corazón sincero la abundancia de tu vida. A ti, redentor del hombre, principio y fin del tiempo y del cosmos, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos. ¡Gloria y alabanza a ti, Cristo, ahora y por siempre!

(Entonar el canto “Bendito, bendito, bendito sea Dios”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Bendito, bendito, bendito sea Dios Bendito, bendito, bendito sea Dios, los ángeles cantan y alaban a Dios. Yo creo, Jesús mío, que estás en el altar, oculto en la hostia te vengo a adorar. (2) Espero Jesús, mío, en tu suma bondad, poder recibirte con fe y caridad. (2) Por el amor al hombre moriste en una cruz, -y al cáliz bajaste por nuestra salud. (2) Jesús, Rey del cielo está en el altar, -su Cuerpo, su Sangre, nos da sin cesar. (2)

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Entre sus ovejas está el Buen Pastor, -en vela continua lo tiene el amor. (2)

Alabanza al Espíritu Santo Dirigente: Todos contestamos: Ven, Espíritu de amor y de paz. Espíritu Santo, dulce huésped del alma, espíritu de verdad, que conoces las profundidades de Dios, memoria y profecía de la Iglesia, dirige la humanidad para que reconozca en Jesús de Nazaret al Señor de la gloria, al salvador del mundo, la culminación de la historia. Ven, Espíritu de amor y de paz. Espíritu creador, misterioso artífice del Reino, guía la Iglesia con la fuerza de tus santos dones para llevar a las generaciones venideras la luz de la palabra que salva; Espíritu de santidad, aliento divino que mueve el universo, ven y renueva la faz de la tierra. Suscita en los cristianos el deseo de la plena unidad, para ser verdaderamente en el mundo signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad del género humano. Ven, Espíritu de amor y de paz. Espíritu de comunión, alma y sostén de la Iglesia, haz que la riqueza de los carismas y ministerios contribuyan a la unidad del cuerpo de Cristo, y que los laicos, los consagrados y los ministros ordenados colaboren juntos en la edificación del único Reino de Dios. Espíritu de consuelo, fuente inagotable de gozo y de paz, suscita solidaridad para con los necesitados, da a los enfermos el aliento. Ven, Espíritu de amor y de paz.

(Entonar el canto “Cantemos al amor de los amores”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Cantemos al amor de los amores Cantemos al amor de los amores, cantemos al Señor; Dios esta aquí, venid adoradores, adoremos a Cristo Redentor. Gloria a Cristo Jesús, cielos y tierra bendecid al señor,

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honor y gloria a ti, rey de la gloria, amor por siempre a ti, Dios del amor. Por nuestro amor oculto en el Sagrario su gloria y esplendor; para nuestro bien se queda en el santuario esperando al justo y pecador. Oh gran prodigio del amor divino, milagro sin igual; prenda de amistad, banquete al peregrino dó se come el cordero celestial. Jesús piadoso Rey de las victorias a ti loor sin fin; canten tu poder, autor de nuestras glorias, cielo y tierra hasta el último confín. Tu nombre ensalzamos y alabamos, con toda nuestra voz; ¡Rey de Majestad, por siempre te aclamamos, y Señor de las almas. Cristo Dios! El mundo impío contra Ti se agita, sembrando por doquier el error, el mal; y a todos nos invita a beber en la copa del placer. ¡Oh, sí cristianos fervorosos, vamos a Cristo en el altar; y con viva fe, su Cuerpo recibamos, cada día, y siempre, hasta expirar. Al pie de tu sagrario nos convidas a recibir tu amor; porque Tú, Jesús, al alma das la vida, y la llenas de fuerza y de valor.

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Dirigente: El mundo está en tinieblas, sufre dolores y angustia. Dios creó el mundo y lo hizo bello, creó las plantas, los animales, los astros del cielo, pero todo eso lo hizo para el hombre. La persona humana, el hombre y la mujer, Dios los creó como su obra de arte, como lo más hermoso y perfecto: la cumbre de la creación. Los constituyó dueños de la creación entera para que crecieran, se multiplicaran y fueran felices, adorando a Dios y viviendo una fraterna convivencia en la tierra, hasta llegar un día a la gloria eterna del cielo. Los hombres, sin embargo, fueron orgullosos y no quisieron reconocer el poder y la sabiduría de Dios. Ellos quisieron ser como dioses. Desobedecieron a Dios, cometiendo un gran pecado de rechazo a Él, que los había creado con gran amor. En ese pecado está al origen de todos los males que empezó a sufrir el hombre. Porque al apartarse de Dios el hombre quedó sólo y herido. Tuvo que ganarse el pan con el sudor de su frente y la mujer tuvo sus hijos con dolor. Con el pecado entró al mundo el dolor y la muerte. El mundo ha sufrido mucho, durante siglos y hasta el día de hoy. Lo vemos en torno nuestro: hay enfermedad, atentados y violencia; hay pobreza, hay matrimonios que se rompen, guerras, hambre, sed, preocupación, crímenes, soledad, etc. Hubo un Pueblo elegido por Dios, Israel, que recibió una promesa: de él nacería un salvador, un redentor que vendría a salvar a la humanidad de su angustia y dolor. Un pequeño grupo de personas no perdió nunca la fe en que ese salvador vendría a salvar al hombre. Era el resto de Israel, entre quienes estaba María, la Virgen. Dirigente: Guardemos dos minutos de silencio para meditar.

Primer lector: Todos contestamos: Perdónanos, Señor, y libéranos. Con nuestra rebelión hemos contaminado tu imagen en nosotros y hemos roto la comunicación contigo y con nuestros hermanos y hermanas. Perdónanos, Señor, y libéranos. Hemos hecho un uso indebido de tu creación, hemos sido como los mayordomos que merecen ser expulsados de tu viñedo. Perdónanos, Señor, y libéranos.

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En tu misericordia tú nos invitas constantemente a reorientarnos y a volver a ti. Pero somos ciegos por nuestro egoísmo, nuestra indiferencia, hipocresía, por nuestra falta de amor. Perdónanos, Señor, y libéranos. Señor, tú llamas a hombres y mujeres de todo tiempo y de cada lugar a que obedezcan tu Palabra y vivan en tu amor. Sin embargo, nosotros no estamos atentos a tu llamada, ni somos sensibles a tu voz. Perdónanos, Señor, y libéranos. Señor, muchos sufrimientos les ha tocado soportar a tus hijos en este mundo. Sufrimientos que toman diferentes formas como el sida, la violencia, las drogas, la pobreza, la falta de un hogar, la injusticia, la inseguridad, los abusos de todo tipo. Concédenos entender nuestra responsabilidad hacia los demás y hacia nosotros mismos. Perdónanos, Señor, y libéranos.

Segunda hora santa Dirigente: Dios es eterno, infinitamente sabio, bueno y poderoso; es el creador del mundo y del hombre. No es una fuerza ciega, sino que es un ser personal. En Él hay tres personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, sin dejar de ser un sólo y único Dios. Padre nuestro, Ave María y Gloria. Es la persona del Verbo, el Hijo de Dios, que existe desde siempre, quien toma carne en las entrañas de la Virgen y se hace hombre. Éste es Jesús de Nazaret, verdadero Dios, verdadero hombre, que nació de María, en Belén. Padre nuestro, Ave María y Gloria. Este es el misterio de la Encarnación, es una verdad central de nuestra fe cristiana. Significa creer que Dios ha venido al mundo en la persona de Jesús, el Cristo. En Cristo es Dios mismo quien comparte la vida de los hombres, viene hasta nosotros, todo lo humano le interesa y lo hace suyo. Se une para siempre con el hombre. Padre nuestro, Ave María y Gloria. Al encarnarse el Verbo en el seno de María, Jesús empezó a vivir en el mundo, en forma muy oculta y sencilla; sólo muy pocas personas sabían de este hecho extraordinario. Era como una luz muy pequeña, oculta aún, pero que había empezado a brillar en la oscuridad del mundo. Jesús vino al mundo, estuvo en el seno de su madre, María, como todo ser humano antes de nacer.

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Primer lector: Nos ponemos de pie.

Del Santo Evangelio según san Lucas (1, 26-38) Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una joven virgen que estaba comprometida en matrimonio con un hombre llamado José, de la familia de David. La virgen se llamaba María. Llegó el ángel hasta ella y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.” María quedó muy conmovida al oír estas palabras, y se preguntaba qué significaría tal saludo. Pero el ángel le dijo: “No temas, María, porque has encontrado el favor de Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús. Será grande y justamente será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado David; gobernará por siempre al pueblo de Jacob y su reinado no terminará jamás.” María entonces dijo al ángel: “¿Cómo puede ser eso, si yo soy virgen?” Contestó el ángel: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel está esperando un hijo en su vejez, y aunque no podía tener familia, se encuentra ya en el sexto mes del embarazo. Para Dios, nada es imposible.” Dijo María: “Yo soy la servidora del Señor, hágase en mi tal como me has dicho.” Después la dejó el ángel. Palabra del Señor. Primer lector: Guardemos dos minutos de silencio para meditar en la lectura que acabamos de escuchar.

Reflexión Dirigente: Reflexionemos. El ángel viene a visitar a María en un pueblo perdido del que nadie espera que salga nada bueno (Jn 1, 46), y a ella ha dirigido y seguirán dirigiendo los ojos generaciones y generaciones de cristianos. Para felicitarla, pero también para aprender de ella, ya que aceptó entrar de manera tan íntima en el misterio de los misterios, como mujer de oración completamente dócil, que no renuncia a entender cómo puede ocurrir en ella lo que le garantiza el ángel. “Aquí tienes a la esclava del Señor” no es tanto un acto de humildad cuanto un acto de fe, como lo confesará su prima Isabel, y un acto que expresa su voluntad de cooperar con la gloria de Dios.

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En la vida de María también Dios se acercó a ella y le pidió algo. Ella, como nosotros, no lograba comprender este gesto de Dios. A pesar de ello se da cuenta de que Dios necesita de su persona para realizar algo grande. Se reconoce poca cosa, pero se entrega total e incondicionalmente a lo que Dios quiera para ella. Y al “Sí” de María se produce algo maravilloso, pues el hombre, que hasta entonces vivía esclavizado, encuentra la vida y la liberación. De ese modo, Dios quiere hacer que el hombre sea el auténtico protagonista de su propia salvación: la salvación del hombre se hará realidad gracias al “Sí” de una mujer. La vida del hombre comenzaba a abrirse camino, la esperanza de salvación se empezaba a convertir en realidad gracias a que María dijo “Sí”. Segundo lector: Los momentos esenciales de este encuentro con Dios los cuenta así san Lucas: • La turbación. Ante el impresionante anuncio del ángel, María se queda pensativa, tal como se quedará en el momento de la adoración de los pastores en Belén. • La palabra de lo alto. El ángel invita a María a no temer porque goza del favor de Dios, con el cual es invitada a no fijarse en su realidad humana, sino en el favor de Dios que quiere acercarse a ella. • El deseo de entender. Precisamente porque Dios quiere convertirla en objeto de su gracia y favor, María debe y quiere saber cómo puede cooperar en el nacimiento del Mesías. • El poder del Espíritu. Es el Espíritu vivificante de Dios, el poder eficaz del Altísimo, que engendrará al Mesías en el seno de María. • La señal. María se ve ahora invitada a comprobar también la acción de Dios en otra parte, fuera de sí misma: María sale de la oración, fortalecida y totalmente al servicio del plan de Dios.

Dirigente: María es la Virgen oyente, la que acoge con fe la Palabra de Dios. Esta fe fue para ella la premisa y el camino hacia la maternidad divina. Fe que fue para ella causa de bienaventuranza y seguridad en el cumplimiento de la Palabra del Señor. Fe con la que ella, protagonista y testigo singular de la Encarnación, volvía sobre los acontecimientos de la infancia de Cristo, confrontándolos entre sí en lo hondo de su corazón. Una vez que se fue el ángel, María se queda sola, pero a la vez “llena de gracia” y segura de que Dios la ha convertido en objeto de su amor y que sobre ella descansa la sombra de su poder. Por eso, sale de su encuentro extraordinario con Dios deseosa de ser su esclava.

(Entonar el canto “María de Nazaret”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) María de Nazaret María de Nazaret, María me cautivó,

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hizo más fuerte mi fe y por hijo me adoptó. A veces cuando me pongo a rezar, en mis pensamientos vuelvo a soñar, y con sentimiento empiezo a cantar María de Nazaret. La Virgen a quien Dios Padre eligió por madre del Hijo santo de Dios. María que nos conduce al amor, María de mi Señor. Ave María, ave María, ave María, madre de Dios. Mujer que trajiste al Dios de la paz, de todos los hombres madre serás, en nuestros caminos siempre estarás, llevándonos hasta Dios. María, que vio a Jesús caminar, María, que le ha enseñado a hablar, María, la que sabía escuchar, María de Nazaret.

Primer lector: María es la Virgen orante y mensajera de Dios. Así aparece ella en la visita a la madre del precursor, donde abre su espíritu en expresiones de glorificación a Dios, de humildad, de fe, de esperanza; tal es el canto del Magnifícat. María, la llena de gracia, se siente impulsada por la fe a ir al encuentro de la señal del ángel, y sobre todo porque quiere compartir su alegría. Su oración se refleja en esta prisa que la lleva a ponerse en camino hacia las montañas de Judá. Al salir del encuentro con el Señor en la anunciación, María nos enseña cómo tiene que ser todo auténtico viaje misionero: ponerse en camino para llevar al Señor a quien se lleva dentro, y, con la fuerza que Él nos da, acercarnos al otro en sus necesidades para luego alabar juntos a Dios. El episodio de la visitación, en que las dos mujeres corren a abrazarse, es rico en importancia para la oración. Lo que en el se vive es un dar–recibir contemplativo en el poder del Espíritu que, después de bajar sobre María, llena ahora a Isabel.

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María, saludada por el ángel, saluda a su vez a Isabel. Y lo mismo que el saludo del ángel había llevado a María primero a turbarse y luego a una total disponibilidad, el saludo de María hace saltar de alegría el seno de su prima, ya que llega a ella la plenitud del Espíritu. Y en el encuentro entre las dos primas visitadas por el Espíritu, cada una, a su manera, se convierte en oración para cantar las maravillas de la salvación operadas no sólo en María sino también a su alrededor. Una oración en que la alegría y la exaltación provocadas por el Espíritu se convierten en compartir y en caridad recíprocas. Primer lector: Guardemos dos minutos de silencio para meditar en la lectura que acabamos de escuchar.

Fidelidad a María Segundo lector: El ángel de la anunciación invitó a María a la alegría: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Isabel la proclamará feliz por haber dicho que sí, por haber sido fiel. La Virgen cantará después la alegría de la fidelidad de Dios a sus promesas. La fidelidad de María está hecha de desprendimiento y pobreza, de contemplación y de cruz, de disponibilidad y confianza. María empieza creyendo en la fidelidad de Dios, su fidelidad se apoya en aquel para quien nada es imposible y que miró con bondad la pequeñez de su servidora. A la luz de esta reflexión comprenderemos que la felicidad consiste en decirle al Señor siempre “Sí”, que hay que ser fieles al Padre en el silencio y en la cruz. Segundo lector: Guardemos dos minutos de silencio para meditar en la reflexión que acabamos de escuchar.

Respondemos a cada invocación cantando la antífona: Dichosa tú que has creído. Virgen Inmaculada, el mundo entero te saluda como a su reina y como a la criatura más excelsa de nuestra raza. Dichosa tú que has creído. Tú eres la triunfadora de la serpiente, la gloria y el honor de nuestro pueblo. Tú siempre estás presente. Dichosa tú que has creído.

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Sobre el verdor de nuestros prados, sobre el azul de nuestros mares, sobre las cumbres, estás tú, Virgen María. Dichosa tú que has creído. Sobre el cielo clamoroso de estrellas, vestida de sol y la lucha como escabel de tus pies, estás tú, Virgen María. Dichosa tú que has creído. Porque Dios se fijó en la pequeñez de su esclava, te llamarán “bienaventurada” todas las generaciones. Tú, la predilecta de Dios, la elegida y predestinada antes de todos los siglos. Dichosa tú que has creído.

Dirigente: Oremos. Oración María, mujer fiel, enséñanos a decir “Sí” pronta, generosa y heroicamente siempre. Enséñanos a decir “Sí” al Señor que llama de mil maneras y en mil ocasiones. Enséñanos a decir “Sí” también a la cruz, al heroísmo, al sacrificio y a la muerte. Enséñanos a decir “Sí” a la monotonía de los días siempre iguales y extenuantes, al oscuro deber cotidiano que construye el mundo. Enséñanos a decir “Sí” a las empresas del espíritu y a la Misión cristiana en la historia. Haz que comprendamos que no podrá nacer en nuestra vida nada grande, hermoso y duradero sin los pequeños “Sí” de cada día.

(Entonar el canto “María, tú que velas”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) María, tú que velas MARÍA, TÚ QUE VELAS JUNTO A MÍ Y VES EL FUEGO DE MI INQUIETUD: MARÍA MADRE, ENSÉÑAME A VIVIR CON RITMO ALEGRE DE JUVENTUD. (2)

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Ven, Señora, a nuestra soledad, ven a nuestro corazón, a tantas esperanzas que se han muerto, a nuestro caminar sin ilusión. Ven y danos la alegría que nace de la fe y del amor, el gozo de las almas que confían, en medio del esfuerzo y del dolor. Ven y danos tu esperanza para sonreír en la aflicción, la mano que del suelo nos levanta, la gracia de la paz en el perdón. Ven y danos confianza, sonrisa que en tu pena floreció, sabiendo que en la duda y las tormentas jamás nos abandona nuestro Dios.

Oración comunitaria Dirigente: Después de cada petición todos contestamos: Madre, enséñanos a decir “Sí”. Muchas veces en nuestra vida hemos sentido la exigencia de Dios: unas veces grandes cosas, otras, pequeños detalles casi sin importancia, también unas veces le hemos dicho al Señor que sí, y otras que no. Por eso pedimos que a tu ejemplo tengamos siempre preparado a Dios un “Sí”, grande y generoso, que no dudemos. Roguemos. Madre, enséñanos a decir “Sí”. Que abramos nuestro corazón a la exigencia de Dios. Que nunca digamos a Dios que no. Madre, enséñanos a decir “Sí”.

Virgen orante Primer lector: “Virgen orante” aparece María también en Caná, donde, manifestando al Hijo con delicada súplica una necesidad temporal, obtiene además un efecto de la gracia: que Jesús, realizando el primero de sus signos, confirme a sus discípulos en la fe en Él (cfr. Jn 2, 1-12).

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También el último trazo biográfico de María nos la describe en oración: “Todos ellos perseveraban juntos en la oración en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos” (Hch 1,14). Presencia orante de María en la Iglesia naciente y en la Iglesia de todo tiempo, porque ella, asunta al cielo, no ha abandonado su Misión de intercesión y salvación. La oración supone silencio interior, paz y serenidad, y al mismo tiempo nos da ese equilibrio interior que nos hace almas profundamente serenas. Sólo los que oran en verdad permanecen constantemente equilibrados a pesar de los trabajos, de las actividades innumerables, y saben descubrir en la cruz la presencia del Señor. La contemplación de María se alimenta siempre con la Palabra de Dios. A la luz de María orante reflexionaremos sobre nuestra vida de oración. Primer lector: Guardemos dos minutos de silencio para meditar en la Virgen orante.

Segundo lector: “María, por su parte, guardaba todos estos acontecimientos y los volvía a meditar en su interior” (Lc 2, 19). “Estén siempre alegres, oren sin cesar” (1Ts 5, 16-17). “Jesús les mostró con un ejemplo que debían orar siempre, sin desanimarse jamás” (Lc 18, 1). “Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen y se les abrirá la puerta” (Mt 7, 7). “Dijo María: ‘Yo soy la servidora del Señor, hágase en mi tal como me has dicho’. Después la dejó el ángel” (Lc 1, 38). “Ustedes, pues, recen así: Padre nuestro, que estás en el Cielo, santificado sea tu Nombre” (Mt 6, 9). “Somos débiles, pero el Espíritu viene en nuestra ayuda, No sabemos cómo pedir ni qué pedir, pero el Espíritu lo pide por nosotros, con gemidos inefables” (Rm 8, 26). “Ustedes ahora son hijos, y como son hijos, Dios ha mandado a nuestros corazones el Espíritu de su propio Hijo que clama al Padre: ¡Abbá!, o sea: ¡Padre!” (Ga 4, 6). “La mujer le dijo: ‘Señor, dame de esa agua, y así ya no sufriré la sed ni tendré que volver aquí a sacar agua’.” (Jn 4, 15). “Ellos dijeron: ‘Señor, danos siempre de ese pan’” (Jn 6, 34).

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“La oración no es cuestión de fuerza, sino de gracia; ni es asunto de pensar mucho, sino de amar mucho” (Padre Eladio Mozas). “Orar es levantar y, mejor todavía, unir nuestro corazón a Dios” (Padre Eladio Mozas). “La oración es camino, luz, aliento, manjar y prenda de vida eterna” (Padre Eladio Mozas).

(Entonar el canto “Mi alma glorifica a Dios”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Mi alma glorifica a Dios Mi alma glorifica a Dios, mi salvador, mi espíritu se goza en su salvación. Ha visto la bajeza de su esclava fiel, por eso bendecida por siempre seré. Señor, Señor, grande eres, Señor. Señor, Señor, grande eres, Señor. Del trono a los soberbios hace descender, y eleva a los humildes con su gran poder, a los hambrientos sacia de celeste bien, al poderoso y rico deja sin sostén. Señor, Señor, grande eres, Señor. Señor, Señor, grande eres, Señor. En su misericordia acogió a Israel, según lo prometido al Padre de la fe. Al Padre sea la gloria; al Hijo, el poder; al amor infinito, la alabanza. Amén. Señor, Señor, grande eres, Señor. Señor, Señor, grande eres, Señor.

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Dirigente: Escuchemos con atención. María es la Virgen oferente María es modelo de aquel culto que consiste en hacer de la propia vida una ofrenda a Dios, doctrina antigua, perenne, que cada uno puede volver a escuchar poniendo atención en la enseñanza de la Iglesia, pero también con el oído atento a la voz de la Virgen cuando ella respondió al mensajero de Dios. Y el “Sí” de María es para todos los cristianos una lección y un ejemplo para convertir la obediencia a la voluntad del Padre en camino y medio de santificación propia. En el episodio de la presentación de Jesús en el templo (Lc 2, 22-35) aparece claro que María no era una simple espectadora del misterio de su Hijo. Está presente activamente en el silencio y en la ofrenda, y acepta implicarse en el destino de su hijo. Y una vez más es el silencio ante las palabras proféticas del anciano Simeón la nota distintiva de su aceptación. María sabe que goza del favor de Dios (cfr. Lc 1, 30) y que el hijo nacido de ella “Será grande y justamente será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado David” (Lc 1, 32), pero debe vivirlo de manera oculta y en el silencio de una vida totalmente ordinaria. Dirigente: Guardemos dos minutos de silencio para meditar en la lectura que acabamos de escuchar.

Segundo lector: En las pausas todos contestamos: María, enséñanos a escuchar la Palabra de Dios en nuestra vida. Amén expresa toda la profundidad de lo que creemos. Amén indica la dimensión de nuestra disponibilidad a los planes de Dios. Amén confirma nuestro compromiso cristiano de proclamar por todo el mundo el amor y la grandeza de nuestro Dios. María, enséñanos a escuchar la Palabra de Dios en nuestra vida. Amén es asentimiento sin esperar ningún tipo de recompensa, confiando únicamente en la bondad de Dios. Amén es decir que sí, que estoy dispuesto. Amén es actitud vital que mueve a actuar según el estilo y el ejemplo de Jesús. María, enséñanos a escuchar la Palabra de Dios en nuestra vida. Amén es construir el mundo aunque haya dificultades, aunque tengamos que dejar en este empeño algo de nuestra vida.

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Amén es abrirse a la luz de Dios que esclarece las tinieblas y disipa todas las oscuridades de nuestra vida. Amén es querer. María, enséñanos a escuchar la Palabra de Dios en nuestra vida. María, sin duda alguna, se unió al grito y abandono de su Hijo. En eso María imita a su Hijo, que da su vida libremente y que enseña que si el grano de trigo que cae en tierra no muere no da frutos. Su oración al pie de la cruz consiste en acoger el dolor de su Hijo y de todos los demás hijos en los que está llamada a reconocerlo a Él, ella más que cualquier otro discípulo.

(Entonar el canto “Madre de todos los hombres”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Madre de todos los hombres MADRE DE TODOS LOS HOMBRES, ENSÉÑANOS A DECIR: AMÉN. Cuando la noche se acerca y se oscurece la fe. Cuando el dolor nos oprime, y la ilusión ya no brilla. Cuando aparece la luz, y nos sentimos felices. Cuando nos llegue la muerte, y tú nos lleves al cielo.

Dirigente: Oremos. Oración y petición Un hombre es libre cuando hace cada día la experiencia de que vale más obedecer a Dios que a los hombres; cuando es dócil en seguir la voz de su conciencia, sin miedo al qué dirán. La libertad crece cuando el hombre se hace responsable de las exigencias de la vida social y cuando se compromete sin egoísmo al servicio de los demás.

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Cristo Jesús, huésped invisible de nuestro banquete, que estás junto a la puerta y llamas, entra a nuestra casa y cena con nosotros. Padre nuestro, Ave María y Gloria. Concédenos, Señor, la noble libertad. Danos tu gracia y plenitud, que nada ni nadie consiga esclavizarnos. Roguemos al Señor. Estamos llamados a grandes empresas y éstas se han gestado en la esperanza. Que no seamos impacientes, que mantengamos el ritmo de nuestra espera. Cristo Jesús, huésped invisible de nuestro banquete, que estás junto a la puerta y llamas, entra a nuestra casa y cena con nosotros. Padre nuestro, Ave María y Gloria. María, ayuda nuestro caminar incierto. Llena nuestro corazón de amor que nos haga vivir las realidades de la vida a tope y sin engaños, para poner inquietud de amaneceres nuevos en los hombres, sembrando inquietudes. Roguemos al Señor. No podemos perder el ritmo de nuestro estilo de cristianos que, sostenidos y alimentados por la esperanza, nos hace que caminemos con júbilo hacia Dios. Cristo Jesús, verdadero adorador del Padre, cuyo sacrificio ofrece la Iglesia desde la salida del sol hasta el ocaso, reúne en tu cuerpo a los que alimentas de un mismo pan. Padre nuestro, Ave María y Gloria. Cristo Jesús, primogénito entre muchos hermanos, haz que quitemos nuestro egoísmo y dureza de corazón, para que seamos atentos y cuidadosos con nuestros hermanos. Roguemos al Señor.

(Entonar el canto “María es esa mujer”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) María es esa mujer ¿Quién será la mujer que a tantos inspiró poemas bellos de amor? Le rinde honor, la música y la luz, el mármol, la palabra y el color. ¿Quién será la mujer que el rey y el labrador invocan en su dolor?

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María es esa mujer que desde siempre el Señor se preparó para nacer como una flor en el jardín que a Dios enamoró. (se repite) ¿Quién será la mujer radiante como el sol, vestida de resplandor? La luna a sus pies, el cielo en derredor y ángeles cantándole su amor. ¿Quién será la mujer humilde que vivió en un pequeño taller? Amando sin milagros, viviendo de su fe, la esposa siempre alegre de José.

Tercera hora santa Primer lector: Damos gracias a Dios con María en su canto del Magníficat.

Reflexión Debemos de ser muy realistas en el amor. Si amamos de verdad, nos entregaremos a los demás sin egoísmos, ayudaremos siempre que podamos a todos, no guardaremos rencor por las ofensas que nos hagan y pensaremos que es mejor dar que recibir. Pensemos que todo lo que somos y tenemos lo hemos recibido de Dios. Por eso hoy queremos dar gracias a Dios por tanto amor y lo hacemos con el canto de María: el Magníficat. Magníficat Canto a mi Dios porque es maravilloso, por eso mi corazón rebosa de alegría. Me van a felicitar todas las gentes porque me ha mirado con mucho amor. Gracias, Señor, porque te sentimos cerca. Gracias, porque colmas nuestra vida. Gracias, porque tenemos una madre. Gracias, porque nos miras con amor.

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¡Gracias, Señor! Ha hecho en mí cosas grandes, su amor es muy fuerte, nadie contra Él y permanece para siempre. Gracias, Señor, porque quieres nuestra colaboración. Gracias, Señor, porque por ti somos algo. Gracias, Señor, porque alientas nuestro caminar. Gracias, porque sostienes nuestra fe. ¡Gracias, Señor! Él no quiere que los hombres sean orgullosos, ni que unos hombres opriman a otros; quiere que el pan esté compartido entre todos y que el corazón del hombre sea generoso. Gracias, Señor, por darnos la alegría de amar. Gracias, porque podemos compartir. Gracias, porque vivimos la ilusión de la generosidad. Gracias, porque somos medio de salvación. ¡Gracias, Señor! Él quiere a todos los hombres como a hijos, nos ha librado, cumpliendo lo que había prometido. Sus palabras son palabras de verdad y nunca nos engaña porque nos quiere mucho. Gracias, Señor, porque nos has liberado. Gracias, porque nos has llamado a seguir tus pisadas. Gracias, porque disponemos de tu Palabra y de tu pan. Gracias, porque tu amor está entre los hombres. ¡Gracias, Señor!

Segundo lector: Todos contestamos: Te lo pedimos, Señor. Por el Papa y los obispos, principales responsables de la evangelización, para que dóciles a la voluntad del Padre, encarnando a Jesucristo en su vida, logren, con los dones del Espíritu Santo, transformar con el Evangelio el mundo en que vivimos. Oremos.

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Te lo pedimos, Señor. Para que los gobernantes, sensibles a las exigencias del Evangelio, se preocupen del bien común y de dar verdadero testimonio de servicio. Oremos. Te lo pedimos, Señor. Por todos los cristianos que desgastan su vida en la tarea de la evangelización, para que liberados de todos los peligros continúen dando un testimonio fiel al Evangelio. Oremos. Te lo pedimos, Señor. Por todos nosotros, para que el Señor nos aumente la fe y el compromiso de evangelizar el mundo en que vivimos y no tengamos miedo de afrontar todos nuestros compromisos de ir y llevar el Evangelio hasta los últimos rincones de la tierra. Oremos. Te lo pedimos, Señor. Que así como la Eucaristía nos hace una Iglesia más solidaria, sepamos vivir el ágape de la Cena Eucarística, teniendo una acción más caritativa, como fruto de la gracia recibida en el sacramento. Oremos. Te lo pedimos, Señor.

Reflexión Dirigente: Escuchemos con atención. María en la aceptación de la cruz El arco de la manifestación de la gloria de Jesús que se abre en el signo de las bodas en Caná se cierra en la cruz. Tanto en Caná como en el calvario, a María se la presenta como Madre de Jesús, quien se dirige a ella llamándola mujer. María, que en el resto del Cuarto Evangelio permanece escondida entre los discípulos más desconocidos, vuelve a aparecer en el momento de alcanzar su cenit y cuando Jesús tiene conciencia de que “todo ha terminado” (cfr. Jn 19, 28). El Evangelio según san Juan nos describe la presencia de María en el Calvario: “Cerca de la cruz de Jesús estaba su madre, con María, la hermana de su madre, esposa de Cleofás, y María de Magdala. Jesús al ver a la Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo.”

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Después dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu madre.” Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa” (Jn 19, 25-27). Dirigente: Guardemos dos minutos de silencio para meditar en las palabras que acabamos de escuchar.

Primer lector: Una de las realidades más tristes que asolan a la humanidad es el sufrimiento, el dolor y la muerte. Nuestro mundo rebosa de dolor: guerras, muertes... por todas partes aparece su señal. Y vamos buscando respuestas que nos ayuden a dar sentido al dolor y al sufrimiento. El sufrimiento sabemos que nos hace fuertes, pero todos intentamos huir de él. María sabe de penas y de angustias profundas. Sufrió en carne propia los dolores del mundo que sufre. Por eso, ella también nos ayuda a dar sentido a nuestro sufrir: se supo mantener firme ante el dolor; ella estaba junto a la cruz de Jesús y estaba de pie.

Primer lector: Después de cada reflexión guardemos un minuto de silencio para meditar. Padre nuestro... como un grito, respuesta al amor de Jesús que nos ha sacado del pecado y de la debilidad, para llevarnos a la fortaleza y seguridad que nos da el tener un nombre nuevo. “¡Hijo de Dios!”, este grito es un grito colectivo, un grito que nos une, porque decimos nuestro. Santificado sea tu nombre... manifestamos tu gloria para salvar a todos los hombres, te lo decimos no desde la pasividad y con los brazos cruzados, sino desde el esfuerzo constante, para que se hagan realidad tus deseos. Venga tu Reino... lleva adelante los planes de amor sobre el mundo, a pesar de todas las dificultades nos comprometemos a poner el grano de arena junto a ti, para luchar hasta que el Reino quede implantado sobre la tierra. Hágase tu voluntad... realiza tu plan, Señor, a pesar de la oposición y la cerrazón de los hombres, nos comprometemos a buscar con ahínco la voluntad de Dios y adherirnos plenamente a lo que tú quieras. Danos el pan de cada día... y el pan es el alimento y el vestido, pero también la Palabra, porque no sólo de pan vive el hombre. Pedir el pan nos compromete a partirse y a repartirse creando fraternidad. Perdónanos... el discípulo está necesitado de perdón y también el mundo, queremos repartir, Señor, gratis, este perdón, dando origen a espacios de gozo y alabanzas, y permitiendo que muchos humillados levanten la cabeza y vean el sol. No nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal... el discípulo pide al Padre que no le permita entrar en la tentación de abandonar a Jesús en el momento de su máxima nulidad. Cuando el grano de trigo está muriendo te suplicamos, Padre, que sepamos descubrir, en las manos extendidas de Jesús en la cruz, el abrazo amoroso a todos los hermanos dispersos por la tierra.

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Segundo lector: Desde siempre la figura de la Madre ha sido compendio de amor y confianza para sus hijos. En María encontramos el hogar seguro, por eso acudimos a ella, y a su lado encontramos la protección necesaria para caminar con seguridad María, hoy te pedimos por los oprimidos, dales fuerza y valor. Por los marginados, dales ansia y deseo de superación. Por los pobres, que vean atendidas sus principales necesidades. Por los que no tienen paz, que encuentren el sosiego necesario para vivir dignamente. Tú que sabes del sufrimiento, ayúdanos a superar nuestro dolor. Después de cada petición respondemos: Madre, intercede por nosotros ante tu hijo. Por todas las personas que sufren, que están enfermas, que no tienen trabajo, por las que son de nuestra familia, vecinos, nuestros conocidos y están sufriendo. Ayúdalos a aceptar, con fe y confianza en Dios su sufrimiento. Madre, intercede por nosotros ante tu hijo. Por nuestra diócesis, para que todos nos ayudemos a ser verdaderos apóstoles de Jesús y descubramos que en la cruz de Cristo está nuestra gloria. Madre, intercede por nosotros ante tu hijo. Por todos los aquí reunidos, para que María nos ayude a llevar nuestra cruz con alegría y esperanza, y lleguemos a ser un grupo de cristianos activos y comprometidos. Madre, intercede por nosotros ante tu hijo.

Oración Segundo lector: María, en los momentos en que nuestra fe vacila, queremos tenerte cerca, sentirte a nuestro lado. Sabemos que es difícil aceptar el reto de la fe, pero también sabemos que sólo por la fe podremos amar, porque la fe se demuestra con las obras. Te pedimos fidelidad a Dios, a Dios que tanto nos ama y nos exige el compromiso de nuestra fe. Que la fe ilumine nuestras acciones, sobre todo en los momentos más duros. Tú, que a pesar de conocer el secreto de Dios demostraste que te fiabas de Él, enséñanos a creer, a tener fe; que cuando no veamos el horizonte nos agarremos a ti buscando tu confianza en nuestra duda.

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(Entonar el canto “Mi alma glorifica a Dios”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Mi alma glorifica a Dios Mi alma glorifica a Dios, mi salvador, mi espíritu se goza en su salvación. Ha visto la bajeza de su esclava fiel, por eso bendecida por siempre seré. Señor, Señor, grande eres, Señor. Señor, Señor, grande eres, Señor. Del trono a los soberbios hace descender, y eleva a los humildes con su gran poder, a los hambrientos sacia de celeste bien, al poderoso y rico deja sin sostén. Señor, Señor, grande eres, Señor. Señor, Señor, grande eres, Señor. En su misericordia acogió a Israel, según lo prometido al Padre de la fe. Al Padre sea la gloria; al Hijo, el poder; al amor infinito, la alabanza. Amén. Señor, Señor, grande eres, Señor. Señor, Señor, grande eres, Señor.

Dirigente: Nos ponemos de pie.

Del Santo Evangelio según san Marcos (16, 5-7) Al entrar en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, vestido enteramente de blanco, y se asustaron. Pero él les dijo: “No se asusten. Si ustedes buscan a Jesús Nazareno, el crucificado, no está

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aquí, ha resucitado; pero éste es el lugar donde lo pusieron. Ahora vayan a decir a los discípulos, y en especial a Pedro, que él se les adelanta camino de Galilea. Allí lo verán, tal como él les dijo”. Palabra del Señor.

Reflexión Jesús nos dice hoy a nosotros: ¿Me buscaban? ¡Alégrense porque he resucitado! Pero mi resurrección les compromete a resucitar también en ustedes mismos. A resucitar todo lo bueno que tengan, todos esos valores y dones que poseen: el amor, la paciencia, la caridad, el perdón... que todo lo pongan al servicio de los demás. Para ello, tenemos como modelo a María.

(Entonar el canto “El Señor resucitó”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) El Señor resucitó El camino que él trazó, ¡aleluya!, lleva el corazón de Dios, ¡aleluya! Su palabra sobre el mar, ¡aleluya!, es la calma y es la paz, ¡aleluya! El Señor resucito, ¡aleluya!, no hay tristeza ni temor, ¡aleluya! Al pecado y al dolor, ¡aleluya!, a la muerte Él venció, ¡aleluya! A una gran resurrección, ¡aleluya!, nos invita el Señor, ¡Aleluya! Nueva vida, nuevo amor, ¡aleluya!, que hará un mundo mejor, ¡aleluya!

Reflexión Primer lector: Escuchemos con atención. En la vida de María se aprecia la mano de Dios, que quiso llenarla de cualidades, que la quiso mimar, que la colmó de bendiciones.

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María está conciente de que todo lo que tiene, todo lo que es, es un regalo de Dios. Ella experimenta de manera personal el sentirse amada por Dios. El Señor, el salvador, el santo, le ha tomado totalmente. Ella cantó su acción de gracias y expresó su alegría incontenible. Haz, Señor, que mi oración brote de la experiencia de la trinidad que habita en mí. Madre del redentor, llenos de gozo te proclamamos bienaventurada. Dios Padre te eligió antes de la creación del mundo para realizar su providencial designio de salvación. Tú creíste en su amor y obedeciste su Palabra. El Hijo de Dios te quiso como madre suya, al hacerse hombre para salvar a la humanidad. Tú lo acogiste con solícita obediencia y corazón infinito. El Espíritu Santo te amó como a su esposa y te colmó de dones singulares. Tú te dejaste moldear dócil a su acción escondida y poderosa. Te confiamos la Iglesia, que te reconoce y te invoca como madre. Tú, que en la tierra la precediste en la peregrinación de la fe, confórtala en las dificultades y en las pruebas, y haz que sea en el mundo cada vez más eficaz signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano. A ti, madre de los cristianos, confiamos a todos los pueblos, vuelve a ellos tu mirada amorosa y fortalece a cuantos sufren por la fe. A ti, madre de los hombres y de las naciones, encomendamos llenos de confianza la humanidad entera con sus temores y esperanzas. No permitas que le falte la luz de la verdadera sabiduría. Guíala en la búsqueda de la libertad y de la justicia para todos. Dirige sus pasos por el camino de la paz. Haz que todos encuentren a Cristo, camino, verdad y vida. Para que también a nuestros hermanos de todo el mundo llegue el Reino de Dios y que todos ellos formen un día, con nosotros, el pueblo de la nueva y eterna alianza, sellada en la sangre del Cordero, Cristo redentor. Sostén, ¡oh, Virgen María!, nuestro caminar y alcánzanos la gracia de la salvación eterna. ¡Oh, clementísima!, ¡oh, piadosa!, ¡oh, dulce madre de Dios y madre nuestra! Primer lector: Guardemos dos minutos de silencio para meditar en las palabras que acabamos de escuchar.

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Peticiones a la Santísima Virgen María Santa María del amor, regálanos el don del amor que mueva nuestro ambiente. Santa María de la entrega, tú, que no esperaste nada sino la donación de ti misma, ayúdanos a vivir la entrega apostólica siendo testigos creyentes de la Palabra del Señor. Santa María, alma en contacto con Dios, concédenos el don de la atención a la llamada y la atención para la escucha y la respuesta. Santa María, llena eres de Gracia, ruega por nosotros porque necesitamos gracia, porque somos indignos de ella, porque siempre estamos en peligro de perderla y renunciar a la belleza de la fidelidad. Santa María, arca del Señor, concédenos la gracia de saber que también tenemos con nosotros al Señor en los momentos duros de la soledad, de la incomprensión y de la obediencia. Santa María de las horas difíciles, en los momentos grises, haznos oír tu clara voz, llena de esperanza: “El Señor está con ustedes”, partiendo el pan en la misma mesa, compartiendo mi gozo y mi llanto; que está conviviendo y recogiendo mi existencia de cada instante lleno de luz o de soledad. Santa María de las comunidades religiosas, ayúdanos a servirte. Santa María de mis gustos, ayúdame a comprender el valor de la mortificación del corazón; que sepa renunciar a los caprichos. Santa María de mi corazón, dale un ritmo definitivo, siempre sostenido en la objetividad; hazlo fuerte frente al sufrimiento. No me dejes desanimarme por mis faltas, ni amargarme porque lo que soñé un día no se cumple. Dame un corazón magnánimo donde quepan todas las preocupaciones de la Iglesia; un corazón que guarde siempre la verdad. Santa María de la seguridad, en los momentos difíciles, danos la claridad para reconocer la sabiduría del amor de Dios. Santa María madre, salva a tus hijos. Guarda a los que somos tuyos. Defiéndenos del mundo, la carne y el desorden de nuestras pasiones. Danos audacia en la caridad y seguridad en la fe.

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Madre de nuestra educación, alcánzanos la fortaleza que no se desanima, la esperanza sin impaciencia, la exigencia que no se desalienta, la dureza que no fractura, la audacia que se fía de Dios, el empuje para provocar ansias de superación. Danos valentía fundada en Cristo. Que no seamos ligeros en nuestros criterios, ni tampoco tan fríos; que no nos hagamos calculadores e inhumanos, descorazonando a las personas que piden nuestro afecto. Abríganos con tu amor. Enséñanos a sonreír, a perdonar, a olvidar, a contarnos las cosas con confianza. Que nunca nos falte tu presencia. Que todos sintamos sobre nosotros el aliento de esa mirada maternal. Limpia nuestros ojos manchados del lodo de este mundo y que nos impide ver a Dios. Dirigente: Damos gracias a Dios por habernos concedido este encuentro personal e íntimo con Él en estos días de animación misionera. Que María de Guadalupe, estrella de evangelización, nos ayude a ser misioneros del tercer milenio.

(Entonar el canto “Las bienaventuranzas”, si no lo conocen pueden utilizar otro canto) Las bienaventuranzas Las bienaventuranzas son éstas y otras más, dichoso el que cumple sin miedo al qué dirán. Dichoso el que no pone su empeño en el dinero y vive la aventura de odiar toda ambición. Pero pobres de aquellos que sueñen con ser ricos y vender su conciencia por una posición. Dichoso el que no sabe jugar a oportunismos y dice en cada instante las cosas como son. Pero pobres de aquellos que el sol que más calienta eligen como norma y adoran como dios. Dichoso el que denuncia engaños y opresiones, y el ruido del dinero no puede con su voz. Pero pobres de aquellos que saben y se callan, haciendo juego al río que juega la ambición.

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Bendición con el Santísimo Celebrante: Nos diste, Señor, el pan del cielo. Que contiene en sí todo el deleite. Celebrante: Oremos. Señor nuestro Jesucristo, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, concédenos venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú, que vives y reinas con Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén. (El celebrante da la bendición con el Santísimo, mientras tanto algunas personas o parejas repartidas entre la asamblea tocan las campanas)

Jaculatorias Celebrante: Bendito sea Dios. Bendito sea Dios. Celebrante: Bendito sea su santo nombre. Bendito sea su santo nombre. Celebrante: Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Celebrante: Bendito sea el nombre de Jesús. Bendito sea el nombre de Jesús. Celebrante: Bendito sea su sacratísimo corazón. Bendito sea su sacratísimo corazón.

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Celebrante: Bendita sea su preciosísima Sangre. Bendita sea su preciosísima Sangre. Celebrante: Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del altar. Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del altar. Celebrante: Bendito sea Jesús en el Espíritu Santo consolador. Bendito sea Jesús en el Espíritu Santo consolador. Celebrante: Bendita sea la gran Madre de Dios, María Santísima. Bendita sea la gran Madre de Dios, María Santísima. Celebrante: Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción. Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción. Celebrante: Bendita su gloriosa Asunción. Bendita su gloriosa Asunción. Celebrante: Bendita sea María, Madre de la Iglesia. Bendita sea María, Madre de la Iglesia. Celebrante: Bendito sea el nombre de María, virgen y madre. Bendito sea el nombre de María, virgen y madre. Celebrante: Bendito sea san José, su castísimo esposo. Bendito sea san José, su castísimo esposo. Celebrante: Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos. Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos.

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(El celebrante retira el Santísimo y se inicia el traslado al sagrario, con velas y una campanita. Una vez que ha salido, se concluye con el canto “Te doy gracias, Jesús”) Te doy gracias, Jesús Te doy gracias, Jesús, por haberte encontrado, por haberme salvado, te doy gracias, Jesús. (2) Hoy ya sé el camino y hacia él me dirijo: es la senda bendita que representa el Hijo. Mi amor era pequeño, pero ya lo he encontrado; y ese pequeño amor hoy se ha agigantado. Hoy Jesús es mi guía, él controla mi vida; y no hay ser terreno que mi cariño mida.

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Hora santa por las familias Dirigente: Dios no es un ser solitario, es una familia formada por el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo y la Iglesia: Pueblo santo de Dios, es la familia de Dios en la tierra. La familia, a su vez, es imagen de Dios que “en su misterio más íntimo no es una soledad, sino una familia íntima, comunidad de vida y de amor”, cuyo modelo es el amor de Cristo a su Iglesia. “La familia misma es el gran misterio de Dios. Como Iglesia doméstica, es la esposa de Cristo. La Iglesia universal, y dentro de ella, cada Iglesia en particular, se manifiesta más inmediatamente como esposa de Cristo en la Iglesia doméstica y en el amor que se vive en ella: amor conyugal, amor paterno y materno, amor fraterno, amor de una comunidad de personas y de generaciones”12. Por eso, hermanas y hermanos, ahora vamos a contemplar el Misterio de Cristo Esposo en su humanidad eucarística y, por él, con él y en él, contemplemos agradecidos el misterio de nuestra familia. Con nuestros cantos y oraciones aclamemos el misterio del amor de Cristo que ha querido quedarse con nosotros para caminar juntos por la vida. Pidamos perdón a Dios por las infidelidades a su plan de amor, démosle gracias por el don del matrimonio y la familia, y alabémoslo por su misericordia. Participemos con grande fe y alegría en este encuentro con Cristo vivo, camino de conversión, comunión y solidaridad para nuestras familias. Primer lector: “La Eucaristía es un sacramento verdaderamente admirable. En él se ha quedado Cristo mismo como alimento y bebida, como fuente de poder de salvación para nosotros. Nos lo ha dejado para que tuviéramos vida y la tuviéramos en abundancia (cfr. Jn 10, 10): la vida que tiene Él y que nos ha transmitido con el don del Espíritu, resucitando al tercer día después de la muerte. En efecto, es para nosotros la vida que procede de Él. ¡Es también para ustedes, queridos esposos, padres y familia! ¿Acaso no instituyó Él la Eucaristía en un contexto familiar, durante la última cena?”13.

Cantemos al amor de los amores Cantemos al amor de los amores, cantemos al Señor; Dios esta aquí, venid adoradores, adoremos a Cristo Redentor. Gloria a Cristo Jesús, cielos y tierra Consejo pontificio para la familia, La familia cristiana, una Buena Nueva para el tercer milenio. “Potencia Educativa de la Eucaristíaî, vicariadepastoral.org.mx/proyectos/congreso_eucaristia/7_familias

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bendecid al señor, honor y gloria a ti, rey de la gloria, amor por siempre a ti, Dios del amor. Por nuestro amor oculto en el Sagrario su gloria y esplendor; para nuestro bien se queda en el santuario esperando al justo y pecador. Oh gran prodigio del amor divino, milagro sin igual; prenda de amistad, banquete al peregrino dó se come el cordero celestial. Jesús piadoso Rey de las victorias a ti loor sin fin; canten tu poder, autor de nuestras glorias, cielo y tierra hasta el último confín. Tu nombre ensalzamos y alabamos, con toda nuestra voz; ¡Rey de Majestad, por siempre te aclamamos, y Señor de las almas. Cristo Dios! El mundo impío contra Ti se agita, sembrando por doquier el error, el mal; y a todos nos invita a beber en la copa del placer. ¡Oh, sí cristianos fervorosos, vamos a Cristo en el altar; y con viva fe, su Cuerpo recibamos, cada día, y siempre, hasta expirar. Al pie de tu sagrario nos convidas a recibir tu amor; porque Tú, Jesús, al alma das la vida, y la llenas de fuerza y de valor.

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Primer momento: Petición de perdón Segundo lector: Hermanos y hermanas, ante el Señor Jesús, con un corazón arrepentido, reconozcamos nuestras faltas de generosidad para con nuestras familias, por no esforzarnos en vivir el plan de Dios para la familia. Escuchemos las palabras del Papa Juan Pablo ii: “Por otra parte, no faltan, sin embargo, signos de preocupante degradación de algunos valores fundamentales –de la familia–, una equivocada concepción teórica y práctica de la independencia de los cónyuges entre sí, las graves ambigüedades; acerca de la relación de autoridad entre padres e hijos; las dificultades concretas que con frecuencia experimenta la familia en la transmisión de los valores; el número cada vez mayor de divorcios, la plaga del aborto, el recurso cada vez más frecuente a la esterilización, la instauración de una verdadera y propia mentalidad anticoncepcional”. Dirigente: Escuchemos con atención.

Del Santo Evangelio según san Mateo (1, 18-25) “Este fue el principio de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José, pero antes de que vivieran juntos quedó embarazada por obra del Espíritu Santo. Su esposo, José, pensó despedirla, pero como era un hombre bueno quiso actuar discretamente para no difamarla. Mientras lo estaba pensando, el ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: ‘José, descendiente de David, no tengas miedo de llevarte a María, tu esposa, a tu casa; si bien está esperando por obra del Espíritu Santo, tú eres el que pondrás el nombre al hijo que dará a luz. Y lo llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados’. Cuando José se despertó, hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado y tomó consigo a su esposa. Y sin que hubieran tenido relaciones, dio a luz un hijo, al que puso por nombre Jesús”. Palabra del Señor.

Primer lector: Para resaltar el espíritu penitencial, un esposo y su esposa proclaman de manera lenta y alternada el Salmo 50, mientras todos escuchan en silencio. Salmo 50. Piedad de mí, Señor Esposo: Misericordia, Dios mío, por tu bondad; por tu inmensa compasión borra mi culpa, lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Esposa: Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti sólo pequé, cometí la maldad que aborreces. Dirigente: En la sentencia tendrás razón, en el juicio brillará tu rectitud. Mira, que en la culpa nací, pecador me concibió mi madre.

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Esposo: Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve. Esposa: Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa. Dirigente: ¡Oh, Dios!, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro no me quites tu Santo Espíritu. Esposo: Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso; enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti. Esposa: Líbrame de la sangre, ¡oh, Dios, Dios, salvador mío!, y cantará mi lengua tu justicia. Señor, me abrirán los labios, y mi boca proclamará tu alabanza. Dirigente: Los sacrificios no te satisfacen; si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado: un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias. Esposo: Señor, por tu bondad, favorece a Sión, reconstruye las murallas de Jerusalén: entonces aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar se inmolarán novillos.

Súplica comunitaria de perdón Dirigente: Ahora, expresemos al Padre con sinceridad algunas cosas que en la vida de nuestras familias y de nuestra sociedad han oscurecido el plan de Dios. Después de cada petición, respondamos: Perdón, perdón, perdón. Por las veces en que como Iglesia no hemos puesto especial atención a la vocación y Misión de la familia, y no hemos promovido a sus integrantes para participar, de acuerdo con el plan de Dios, en la vida eclesial, cultural, social, política y económica. Perdón, perdón, perdón. Por las veces en que hemos valorado y construido a la familia más hacia el poder y el tener, que por su fe y obediencia a Dios, en cumplir la Misión y función que le encomendó como Iglesia domestica. Perdón, perdón, perdón.

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Por permitir que se pierdan las riquezas que sólo las familias pueden aportar a la vida de la Iglesia y de la sociedad, y no valorar su papel decisivo sobre la defensa de la vida, en la educación y en la formación de la sociedad. Perdón, perdón, perdón. Por las discriminaciones de las que son objeto las familias en dificultades o en una situación irregular dentro de la Iglesia, sin tomar en cuenta que también forman parte del Pueblo de Dios y están llamadas a la salvación. Perdón, perdón, perdón. Por la falta de compromiso de las familias cristianas con el resto de la sociedad, al no darles el ejemplo de que deben seguir el plan de Dios. Perdón, perdón, perdón. Por la esterilización, a veces programada, de hombres y mujeres, sobre todo de las más pobres y marginadas, que es practicada a menudo de manera engañosa. Perdón, perdón, perdón. Por las veces en que el hombre y la mujer han optado por vivir su amor fuera del matrimonio sin aceptar el plan de Dios para los esposos y para la familia. Perdón, perdón, perdón. Por el pecado de tantos adulterios y divorcios que rompen la unidad del matrimonio y destruyen la vida y la paz de los hijos y de las familias. Perdón, perdón, perdón. Por el rechazo y el menosprecio a la maternidad de la mujer y las veces en que se le ha abandonado y dejado sola con su maternidad. Por el pecado del aborto y de la contracepción a la que a veces es orillada. Perdón, perdón, perdón. Por la difundida cultura hedonística y comercial que promueve la explotación sistemática de las familias, haciéndolas consumistas y con falta de valores cristianos verdaderos. Perdón, perdón, perdón.

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Por el pecado del abandono de los hijos, del maltrato de ellos y de la falta de amor de los padres que no tienen la conciencia de ese gran regalo que Dios les da. Perdón, perdón, perdón. Por la desunión familiar existente y la falta de compromiso cristiano para transmitir a los hijos y a la sociedad la alegría de ser hijos de Dios. Perdón, perdón, perdón. Por la lejanía que se ha dado entre las familias y el pan de vida eterna. Perdón, perdón, perdón.

Dirigente: Continuando con esta súplica de perdón, ¿de qué le pedirías perdón a Dios en este momento? Unamos ahora nuestras voces y cantemos todos al amor de Jesús, que es perdón, con una actitud de confianza y de gratitud. Cristo te necesita Cristo te necesita para amar, para amar. Cristo te necesita para amar. (2)   NO TE IMPORTEN LAS RAZAS NI EL COLOR DE LA PIEL AMA A TODOS COMO HERMANOS Y HAZ EL BIEN. (2)   Al que sufre y al triste, dale amor, dale amor, al humilde y al pobre, dale amor. Al que vive a tu lado, dale amor, dale amor, al que viene de lejos, dale amor.   Al que habla otra lengua, dale amor, dale amor, al que piensa distinto, dale amor.  

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Al amigo de siempre, dale amor, dale amor, al que no te saluda, dale amor. Cristo te necesita...

Segundo momento: Acción de gracias Segundo lector: Después de haber recibido el perdón del Señor, démosle gracias en este segundo momento por su fidelidad y por su amor manifestado en el don de nuestras familias. “El deber de santificación de la familia cristiana tiene su primera raíz en el bautismo y su expresión máxima es la Eucaristía, a la que está íntimamente unido el matrimonio cristiano. Es necesario volver a encontrar y profundizar tal relación si se quiere comprender y vivir con mayor intensidad la gracia y las responsabilidades del matrimonio y de la familia cristiana. La Eucaristía es la fuente misma del matrimonio cristiano. En efecto, el sacrificio eucarístico representa la alianza de amor de Cristo con la Iglesia, ya que está sellada con la sangre de la cruz. Y en este sacrificio de la Nueva y Eterna Alianza, los cónyuges cristianos encuentran la raíz de la que brota, que configura interiormente y vivifica desde dentro, su alianza conyugal. En cuanto a la representación del sacrificio de amor de Cristo por su Iglesia, la Eucaristía es manantial de caridad. Y en el don eucarístico de la caridad la familia cristiana halla el fundamento y el alma de su «comunión» y de su «misión», ya que el Pan eucarístico hace de todos los miembros de la comunidad familiar un único cuerpo, revelación y participación de la más amplia unidad de la Iglesia; además, la participación en el Cuerpo «entregado» y en la Sangre «derramada» de Cristo, se hace fuente inagotable del dinamismo misionero y apostólico de la familia cristiana” (Familiaris Consortio, 57). “Coronamiento litúrgico del rito matrimonial es la Eucaristía –sacrificio del «cuerpo entregado» y de la «sangre derramada»–, que en el consentimiento de los esposos encuentra, de alguna manera, su expresión” (Carta a las familias, 11)14.

Del Santo Evangelio según san Lucas (1, 26-38) Dirigente: Escuchemos con atención. Primer lector: “Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una joven virgen que estaba comprometida en matrimonio con un hombre llamado José, de la familia de David. La virgen se llamaba María. Llegó el ángel hasta ella y le dijo: ‘Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.’ María quedó muy conmovida al oír estas palabras, y se preguntaba qué significaría tal saludo. 14

Consejo pontificio para la familia, La familia cristiana, una Buena Nueva para el tercer milenio..

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Pero el ángel le dijo: ‘No temas, María, porque has encontrado el favor de Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús. Será grande y justamente será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado David; gobernará por siempre al pueblo de Jacob y su reinado no terminará jamás.’ María entonces dijo al ángel: ‘¿Cómo puede ser eso, si yo soy virgen?’ Contestó el ángel: ‘El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel está esperando un hijo en su vejez, y aunque no podía tener familia, se encuentra ya en el sexto mes del embarazo. Para Dios, nada es imposible.’ Dijo María: ‘Yo soy la servidora del Señor, hágase en mi tal como me has dicho.’ Después la dejó el ángel.” Palabra del Señor. Dirigente: Guardemos dos minutos de silencio para reflexionar en la lectura que acabamos de escuchar.

La familia en la Palabra de Dios (Ef 5, 23-30; 6, 1-4) Primer lector: Escuchemos con atención. “El hombre es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia, cuerpo suyo, del cual es asimismo salvador. Que la esposa, pues, se someta en todo a su marido, como la Iglesia se somete a Cristo. Maridos, amen a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia y se entregó así mismo por ella. Y después de bañarla en el agua y la Palabra para purificarla, la hizo santa, pues quería darse a sí mismo una Iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni nada parecido, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus esposas como aman a sus propios cuerpos: amar a la esposa es amarse a sí mismo. Y nadie aborrece su cuerpo: al contrario, lo alimenta y lo cuida. Y eso es justamente lo que Cristo hace por la Iglesia, pues nosotros somos miembros de su cuerpo.” “Hijos, obedezcan a sus padres, pues esto es un deber: Honra a tu padre y a tu madre. Es, además, el primer mandamiento, que va acompañado de una promesa: para que seas feliz y goces de larga vida en la tierra. Y ustedes, padres, no sean pesados con sus hijos, sino más bien edúquenlos usando las correcciones y advertencias que pueda inspirar el Señor.” Palabra del Señor.

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Invitación del Papa Juan Pablo ii a invocar la protección de la Sagrada Familia15 Segundo lector: “Que la Sagrada Familia, ícono y modelo de toda familia humana, nos ayude a cada uno a caminar con el espíritu de Nazaret; que ayude a cada núcleo familiar a profundizar su Misión en la sociedad y en la Iglesia mediante la escuela de la Palabra de Dios, la oración y la fraterna comunión de vida. ¡Que María, madre del amor hermoso, y José, custodio del redentor, nos acompañen a todos con su incesante protección!”. Monición Como familia tenemos en la asamblea de la Eucaristía un lugar privilegiado de unidad. “En dicha asamblea, las familias cristianas viven una de las manifestaciones más cualificadas de su identidad y de su «ministerio» de «iglesias domésticas», cuando los padres participan con sus hijos en la única mesa de la Palabra y del Pan de vida”16. Unidos a Jesús agradezcamos en silencio a Dios Padre este don que nos une más como familia. Segundo lector: Guardemos un momento de silencio para meditar estas palabras que acabamos de escuchar.

Segundo lector: Ahora cantemos todos. Tú has venido a la orilla Tú has venido a la orilla, no has buscado ni a sabios ni a ricos: tan sólo quieres que yo te siga. SEÑOR, ME HAS MIRADO A LOS OJOS, SONRIENDO HAS DICHO MI NOMBRE. EN LA ARENA HE DEJADO MI BARCA, JUNTO A TI BUSCARÉ OTRO MAR. Tú sabes bien lo que tengo: en mi barca no hay oro ni espadas, tan sólo redes y mi trabajo.

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Juan Pablo II, Carta a las familias, 2 de febrero de 1994. Dies Domini, núm. 49.

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Tú necesitas mis manos, mi cansancio que a otros descanse, amor que quiera seguir amando. Tú, Pescador de otros lagos, ansia eterna de almas que esperan, amigo bueno, así me llamas.

Acción de gracias comunitaria Dirigente: Llenos de agradecimiento, expresemos algunas de las muchísimas cosas con las que Dios ha bendecido a la humanidad por medio de las familias. Demos gracias al Señor por su designio sobre la vocación y la Misión de las familias, y por lo que representan en la vida de la humanidad y de la sociedad. Primer lector: Respondamos a cada reflexión diciendo: Te damos gracias, Padre. Padre, Hijo y Espíritu Santo, familia divina, te agradecemos por brindarnos hoy la oportunidad de contemplar tu imagen en la familia, por todo lo que nos permites ver de ti en ella. Te damos gracias, Padre. Te damos gracias porque los esposos forman una sola carne al unirse en matrimonio, convirtiéndose en los padres que orientan y educan a sus hijos para que lleguen a ti, en el camino de la vida, mediante la oración, la participación en la Eucaristía y el ejemplo de fe, esperanza y amor a Dios. Te damos gracias, Padre. Te damos gracias por las familias que saben acoger con amor generoso a sus hijos, por su esfuerzo en educarlos y guiarlos hacia ti. Te damos gracias, Padre. Te damos gracias por la mujer-esposa y el hombre-esposo, que unen irrevocablemente su destino en una relación de recíproca entrega, al servicio de la comunión y de la vida. Te damos gracias, Padre. Te damos gracias por las familias que son comunidad de amor y vida a semejanza tuya y que irradian a los demás tu presencia al vivir el Evangelio en el interior de la familia, en su trabajo y en la sociedad. Te damos gracias, Padre.

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Te damos gracias por las familias que viven fieles a ti en medio del sufrimiento y la separación de sus miembros. Te damos gracias, Padre. Te damos gracias por las familias que rezan el Rosario, para bien propio y de la humanidad, que saben que en María tienen a una madre corredentora que los guía hacia su hijo Jesús. Te damos gracias, Padre. Te damos gracias por las familias que reconocen la fuente de agua viva en la sagrada Eucaristía y la frecuentan asiduamente para sentirse unidos a Cristo en su Misión. Te damos gracias, Padre. Te damos gracias por la familias que ejercen su apostolado en la Iglesia por sentirse cuerpo de Cristo, y que son objeto y sujeto de una evangelización progresiva y permanente. Te damos gracias, Padre. Te damos gracias por todas las iniciativas que favorecen la verdadera dignidad de las familias en todos los campos de la existencia, del saber y del hacer humano. Te damos gracias, Padre. Te damos gracias por haber elegido a nuestras familias para vivir el don de tu gracia y así, alimentados por ti, permitirnos poner los cimientos de una nueva primavera para las familias del tercer milenio. Te damos gracias, Padre.

Con alegría y un corazón agradecido cantemos al Señor nuestro Dios: Dios está aquí Dios está aquí, tan cierto como el aire que respiro, tan cierto como la mañana se levanta, tan cierto como yo te hablo y me puedes oír. Jesús está aquí, tan cierto como el aire que respiro,

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tan cierto como la mañana se levanta, tan cierto como yo te hablo y me puedes oír. Dios está en mí, tan cierto como el aire que respiro, tan cierto como la mañana se levanta, tan cierto como yo te hablo y me puedes oír. Dios está aquí, tan cierto como el aire que respiro, tan cierto como la mañana se levanta, tan cierto como yo te hablo y me puedes oír.

Tercer momento: Júbilo Primer lector: Ha llegado un momento muy especial. El salmista nos invita al júbilo: “Justos, estén contentos en el Señor, y ríanse de gusto; todos los de recto corazón, canten alegres” (Sal 32, 11). Preparemos nuestro corazón para exultar de gozo, como María, ante el misterio del amor de Dios. “El buen Pastor está con nosotros en todas partes, igual que estaba en Caná de Galilea, como esposo entre los esposos que se entregaban recíprocamente para toda la vida, el buen Pastor está hoy con ustedes como motivo de esperanza, fuerza de los corazones, fuente de entusiasmo, siempre nuevo y signo de la victoria de la civilización del amor”17.

Del Santo Evangelio según san Lucas (2, 6-19) Dirigente: Escuchemos con atención. Fueron apresuradamente y hallaron a María y a José con el recién nacido acostado en el pesebre. Entonces contaron lo que los ángeles les habían dicho del niño. Todos los que escucharon a los pastores quedaron maravillados de lo que decían. María, por su parte, guardaba todos estos acontecimientos y los volvía a meditar en su interior. Palabra del Señor. Dirigente: Hagamos en silencio la siguiente oración, pensando y sintiendo desde lo más profundo de nuestro corazón ¡qué agradable es ponernos en las manos de Dios!

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Juan Pablo II, Carta a las familias, 2 de febrero de 1994.

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Celebrante: Oremos en silencio. Oración Padre mío, me abandono a ti. Haz de mí lo que quieras, lo que hagas de mí te lo agradezco, estoy dispuesto a todo, lo acepto todo. Y porque para mí amarte es darme, entregarme en tus manos sin medida, con infinita confianza, porque tú eres mi Padre. Con tal de que tu voluntad se haga en mí y en todas tus criaturas, no deseo nada más, Dios mío. Pongo mi vida en tus manos, te la doy, Dios mío, con todo el amor de mi corazón, porque te amo. Dirigente: Guardemos dos minutos de silencio para meditar en la oración.

Altísimo Señor Altísimo Señor, que supiste juntar a un tiempo en el altar ser, cordero y pastor, quisiera con fervor amar y recibir a quien por mí quiso, morir. Cordero divinal, por nuestro sumo bien inmolado en Salén, en tu puro raudal; de gracia celestial lava mi corazón, que fiel te rinde adoración. Suavísimo maná, que sabe a dulce miel ven, y del mundo vil nada me gustará.

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Ven y se trocará del destierro cruel con tu dulzura la amarga hiel. Oh convite real, dó sirve el Redentor al siervo de Señor comida sin igual; Pan de vida inmortal ven a entrañarte en mí. Y quede yo trocado en Ti.

Segundo lector: La siguiente meditación será dirigida por una pareja de esposos. Meditación de la Palabra de Dios Esposo: Jesús nos dice: Esposa: “Como el Padre me amó, yo también los he amado a ustedes; permanezcan en mi amor. Esposo: Les he dicho esto, para que mi gozo esté en ustedes y su gozo sea colmado. Esposa: Este es el mandamiento mío: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado. Esposo: Nadie tiene más amor que el que da su vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Esposa: No les llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes les he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre les he dado a conocer. Esposo: No me han elegido ustedes a mí, sino que yo los he elegido a ustedes. Esposa: Que las mujeres respeten a sus maridos como si se tratara del Señor. Esposo: Igualmente, los maridos deben amar a sus mujeres como a su propio cuerpo. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama”. Segundo lector: Permanezcamos un momento en silencio para reflexionar en la meditación que acabamos de realizar.

Dirigente: En el júbilo de la alabanza a nuestro Dios, consagrémosle nuestra persona y nuestras familias ayudándonos con una oración.

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Oración Toma, Señor, y recibe toda mi libertad, también mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad. Todo lo que tengo y poseo, tú me lo diste con amor. Todos los dones que me diste, te los devuelvo con gratitud. Dispón de ellos, Señor, según tu voluntad. Dame solamente tu amor y tu gracia. Eso me basta, nada más quiero pedir. Dirigente: En profundo silencio, centremos el pensamiento y la mirada en el Señor aquí presente en la Eucaristía. Permanezcamos dos minutos en silencio para meditar.

Bendito, bendito, bendito sea Dios Bendito, bendito, bendito sea Dios, los ángeles cantan y alaban a Dios. Yo creo, Jesús mío, que estás en el altar, oculto en la hostia te vengo a adorar. (2) Espero Jesús, mío, en tu suma bondad, poder recibirte con fe y caridad. (2) Por el amor al hombre moriste en una cruz, -y al cáliz bajaste por nuestra salud. (2) Jesús, Rey del cielo está en el altar, -su Cuerpo, su Sangre, nos da sin cesar. (2) Entre sus ovejas está el Buen Pastor, -en vela continua lo tiene el amor. (2)

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Bendición con el Santísimo Celebrante: Nos diste, Señor, el pan del cielo. Que contiene en sí todo el deleite. Celebrante: Oremos. Señor nuestro Jesucristo, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, concédenos venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú, que vives y reinas con Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén. (El celebrante da la bendición con el Santísimo, mientras tanto algunas personas o parejas repartidas entre la asamblea tocan las campanas)

Jaculatorias Celebrante: Bendito sea Dios. Bendito sea Dios. Celebrante: Bendito sea su santo nombre. Bendito sea su santo nombre. Celebrante: Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Celebrante: Bendito sea el nombre de Jesús. Bendito sea el nombre de Jesús. Celebrante: Bendito sea su sacratísimo corazón. Bendito sea su sacratísimo corazón.

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Celebrante: Bendita sea su preciosísima Sangre. Bendita sea su preciosísima Sangre. Celebrante: Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del altar. Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del altar. Celebrante: Bendito sea Jesús en el Espíritu Santo consolador. Bendito sea Jesús en el Espíritu Santo consolador. Celebrante: Bendita sea la gran Madre de Dios, María Santísima. Bendita sea la gran Madre de Dios, María Santísima. Celebrante: Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción. Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción. Celebrante: Bendita su gloriosa Asunción. Bendita su gloriosa Asunción. Celebrante: Bendita sea María, Madre de la Iglesia. Bendita sea María, Madre de la Iglesia. Celebrante: Bendito sea el nombre de María, virgen y madre. Bendito sea el nombre de María, virgen y madre. Celebrante: Bendito sea san José, su castísimo esposo. Bendito sea san José, su castísimo esposo. Celebrante: Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos. Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos.

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(El celebrante retira el Santísimo y se inicia el traslado al sagrario, con velas y una campanita. Una vez que ha salido, se concluye con el canto “Te doy gracias, Jesús”) Te doy gracias, Jesús Te doy gracias, Jesús, por haberte encontrado, por haberme salvado, te doy gracias, Jesús. (2) Hoy ya sé el camino y hacia él me dirijo: es la senda bendita que representa el Hijo. Mi amor era pequeño, pero ya lo he encontrado; y ese pequeño amor hoy se ha agigantado. Hoy Jesús es mi guía, él controla mi vida; y no hay ser terreno que mi cariño mida.

Semana de Animación Misionera Rosario Misionero

Rosario misionero

Rosario misionero Semana de animación misionera 1

Rosario misionero ¡Con María, contemplemos el rostro de Cristo! El Rosario misionero es una forma de oración semejante al Rosario tradicional, que por intercesión de María pide al Padre por las intenciones y necesidades de todo el mundo. Es una oración mariana universal y misionera. Está estructurado, al igual que el Rosario tradicional, en cinco misterios, en cada uno de los cuales se pone como intención a uno de los cinco continentes. Las cuentas de cada misterio son de un color que identifica a cada continente.

Forma de rezar el Rosario Misionero Ave María Purísima, sin pecado concebida. Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Señor mío, Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador y redentor mío, por ser tú quien eres y porque te amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberte ofendido. Quiero y propongo firmemente confesarme a su tiempo. Ofrezco mi vida, obras y trabajos en satisfacción de mis pecados. Y confío en que en tu bondad y misericordia infinita, me los perdonarás y me darás la gracia para no volverte a ofender. Amén. Podemos encender los cinco cirios y espontáneamente realizar una o más oraciones por cada continente y rezar por el mundo entero el ROSARIO MISIONERO para que el Evangelio llegue hasta los confines de la tierra y a todos los corazones. El ROSARIO MISIONERO lo representamos con 5 colores, distribuidos para cada continente así: África: verde América: rojo Europa: blanco Oceanía: azul Asia: amarillo El Rosario Misionero lo rezamos como todo Rosario; en cada misterio rezamos un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria, al final de cada misterio sugerimos decir la jaculatoria: “Jesucristo, haznos discípulos y misioneros cada día”.

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MISTERIOS GOZOSOS (lunes y sábado) Primer misterio Gozoso: La Anunciación (Lc 1, 28-31). Entró el ángel a su presencia y le dijo: “Alégrate, llena de gracia; el Señor está contigo... vas a concebir en el vientre y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús”. Recemos este misterio por ÁFRICA, para que siga cooperando con el anuncio del Evangelio. Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria y Jaculatoria. Segundo misterio Gozoso: La visita a Santa Isabel (Lc 1, 41-42). Isabel quedó llena del Espíritu Santo y dijo: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”. Recemos este misterio por AMÉRICA, para que escuche la Palabra, aprenda del Maestro y anuncie por el mundo el amor Padre Nuestro, Ave María, Gloria... Tercer misterio Gozoso: El Nacimiento de Jesús (Lc 2, 7). “Y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada”. Recemos este misterio por EUROPA, para que siga, cada día, naciendo Jesús. Padre Nuestro, Ave María, Gloria... Cuarto misterio Gozoso: Jesús presentado en el Templo (Lc 2, 22-23). “Cuando se cumplieron los días de la purificación, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: “Todo varón primogénito será consagrado al Señor...” Recemos este misterio por OCEANIA, para que siga presentando a Jesús al mundo. Padre Nuestro, Ave María, Gloría...

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Quinto misterio Gozoso: Jesús es hallado en el Templo (Lc 2, 46-47). “Al cabo de tres días lo encontraron en el Templo, sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían estaban asombrados por su inteligencia y sus respuestas”. Recemos por Asia para que halle a Jesús en su riqueza cultural y milenaria. Padre Nuestro, Ave María, Gloria...

MISTERIOS DOLOROSOS (martes y viernes) Primer misterio Doloroso: Jesús ora en el Huerto (Lc 22,41- 42). “Jesús se apartó de los discípulos y puesto de rodillas oraba diciendo: “Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”... Recemos por ÁFRICA, para que haga la voluntad de Dios y no la de los humanos. Padre Nuestro, Ave María, Gloria... Segundo misterio Doloroso: La Flagelación de Jesús (Jn 18, 40; 19,1). Entonces Pilato dijo a los judíos: “¿Quieren que ponga en libertad al Rey de los judíos?”. Ellos gritaron: “A éste no. A Barrabás”. Entonces Pilato tomo a Jesús y mandó a azotarle. Recemos por AMÉRICA, para que no le azote el hambre y las injusticias. Padre Nuestro, Ave María, Gloria... Tercer misterio Doloroso: La Coronación de Espinas (Jn 19, 2-3). Los soldados prepararon una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron con un manto de púrpura; y acercándose a él, le decían: “Salve, Rey de los judíos”. Y le daban bofetadas”. Recemos por EUROPA, para que las espinas de la indiferencia desaparezcan ante la situación del mundo. Padre Nuestro, Ave María, Gloria...

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Cuarto misterio Doloroso: Jesús carga la cruz (Jn 19,16-18). “Tomaron, pues, a Jesús, y él, cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario y allí le crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio”. Recemos por OCEANIA, para que no cargue la cruz de los experimentos nucleares. Padre Nuestro, Ave María, Gloria... Quinto misterio Doloroso: La muerte de Jesús (Le 23, 44-46). Era ya cerca de la hora sexta cuando, al eclipsarse el sol, la oscuridad cayó sobre la tierra y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: “Padre, en tus manos pongo mi espíritu”, y dicho esto, expiró”. Recemos por ASIA, para que no deje morir el amor de Dios y reciba la Buena Nueva. Padre Nuestro, Ave María, Gloria...

MISTERIOS GLORIOSOS (miércoles y domingo) Primer misterio Glorioso: La Resurrección de Jesús (Mc 16, 9-11). “Jesús resucitó en la madrugada, el primer día de la semana, y se apareció primero a María Magdalena... ella fue a comunicar la noticia a los que habían vivido con él”. Recemos por ÁFRICA, para que sienta que Jesús resucita cada día pese a sus dificultades. Padre Nuestro, Ave María, Gloria... Segundo misterio Glorioso: La Ascensión de Jesús (Lc 24,50-52) “Jesús llevó a los apóstoles hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de postrarse ante él, se volvieron a Jerusalén con gran gozo”. Recemos por AMÉRICA, para que sienta la bendición de Dios. Padre Nuestro, Ave María, Gloria...

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Tercer misterio Glorioso: La Venida del Espíritu Santo (Hch 2. 1-4). “Llegado el día de Pentecostés, de repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso... Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se posaron sobre cada uno de ellos: quedaron todos llenos del Espíritu Santo”. Recemos por EUROPA, para que sea más misionera. Padre Muestro, Ave María, Gloria... Cuarto misterio Glorioso: La Asunción de María (ITs 4, 13-14). “No estén en la ignorancia respecto de los muertos, para que no se entristezcan como los demás, que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, de la misma manera Dios llevará conmigo a quienes murieron en Jesús”. Recemos por OCEANIA, para que su pueblo viva la paz y la esperanza. Padre Nuestro, Ave María, Gloria... Quinto misterio Glorioso: La Glorificación de María (Ap 11,19 - 12,1). “Y se abrió el Santuario de Dios en el cielo, una gran señal apareció en el cielo: Una Mujer, vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza”. Recemos por ASIA, para que en el trabajo diario encuentre a Dios. Padre Nuestro, Ave María, Gloria

MISTERIOS DE LUZ (jueves) Primer misterio de luz: Bautismo de Jesús en el río Jordán (Mt 3,17) “Escuchemos al Padre que dice: “Este es mi Hijo muy amado” y contemplemos a Jesús que se hizo hombre y se bautizó para recordarnos que hemos sido creados a imagen de Dios”.

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Recemos por ÁFRICA, para que se acerque más a Dios. Padre Nuestro, Ave María, Gloria... Segundo misterio de Luz: Comienzo de milagros en Caná (Jn 2,l-12). “Escuchemos a María que nos invita: “Hagan lo que Él les diga” y contemplemos como Jesús convierte el agua en vino para la familia”. Recemos por AMÉRICA, para que “haga lo que Él les diga”. Padre Nuestro, Ave María, Gloria... Tercer misterio de Luz: Jesús anuncia el Reino (Mc 1,15. 2,2-13). En este misterio escuchemos con el corazón la invitación de Jesús: “El tiempo se ha cumplido y el Reino está cerca, conviértanse y crean en la Buena Nueva”: Recemos por EUROPA, para que se convierta y crea en el Evangelio. Padre Nuestro, Ave María, Gloria... Cuarto misterio de Luz: La Transfiguración de Jesús (Lc 9,35). Jesús que nos invita a orar como Pedro, Juan y Santiago, al monte donde “su rostro cambió y sus vestiduras eran de una blancura brillante” Recemos por OCEANIA, para que cambie su realidad a la luz de la Buena Nueva. Padre Nuestro, Ave María, Gloria... Quinto misterio de Luz: La Institución de la Eucaristía (Jn 13,1). Contemplemos como Jesús, sabiendo que tenía que regresar al Padre, quiso culminar su obra de salvación “amándonos hasta el extremo” de dar su vida y quedarse con nosotros en la Eucaristía. Recemos por ASIA, para que “saboree” el amor de Dios. Padre Nuestro, Ave María, Gloria...

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LETANÍAS MISIONERAS Señor ten piedad de nosotros. Señor ten piedad de nosotros. Cristo, ten piedad de nosotros. Cristo ten piedad de nosotros. Señor ten piedad de nosotros. Señor ten piedad de nosotros. Cristo, óyenos. Cristo, óyenos. Cristo, escúchanos. Cristo, escúchanos. Dios, Padre Celestial, que quieres que todos los hombres se salven. Ten piedad de nosotros. Dios, Hijo Redentor del mundo, que sufriste una muerte de cruz por todos. Ten piedad de nosotros. Dios, Espíritu Santo, que atraes a los hombres al conocimiento de la verdad. Ten piedad de nosotros. Santa María, Reina de las misiones. Ruega por nosotros. San Pedro, ruega por nosotros. San Pablo, ruega por nosotros. San Francisco Xavier, ruega por nosotros. Santa Teresita del Niño Jesús, ruega por nosotros. Por ÁFRICA San Marcos, ruega por África. San Agustín de Numidia, ruega por África. Venerable Carlos de Foucauld, ruega por África. Santos Mártires de Uganda, ruega por África. Beata Clementina Anuarite, ruega por África. Por AMÉRICA: Santo Hermano Miguel, ruega por América. Santa Mariana de Jesús, ruega por América. San Pedro Claver, ruega por América.

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San Juan Diego, ruega por América. San Martín de Porres, ruega por América. Santa Rosa de Lima, ruega por América. Santos y beatos del nuevo mundo, rogad por América. Por EUROPA: San Bonifacio de Alemania, ruega por Europa. San Agustín de Canterbury, ruega por Europa. San Patricio de Irlanda, ruega por Europa. San Leandro de Sevilla, ruega por Europa. Santos y beatos del viejo mundo, rogad por Europa. Por OCEANÍA: Padre Damián de Molokay, ruega por Oceanía. San Pedro Chanel, ruega por Oceanía. Estrella del Mar, ruega por Oceanía. Santos y beatos de las innumerables islas, rogad por Oceanía. Por ASIA: San Andrés, ruega por Asia. Santo Tomás, ruega por Asia. San Juan Brito, ruega por Asia. Santos Mártires de Corea, rogad por Asia. Santos y beatos Mártires de China y Japón, rogad por Asia. Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo. Perdónanos Señor. Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo. Escúchanos Señor. Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo. Ten piedad y Misericordia de nosotros. Terminamos el Rosario Misionero, haciendo la consagración de nuestra familia a Dios, en manos de la Virgen María.

Oración final Bajo tu amparo nos acogemos, santa madre de Dios. No desprecies las súplicas que te dirigimos ante nuestras necesidades: antes bien, líbranos de todos los peligros. ¡Virgen gloriosa y bendita!, ruega por nosotros santa madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén

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Oremos: Mira la abundancia de tu mies y envíale operarios para que anuncien el Evangelio a toda criatura. Y todo pueblo congregado por la Palabra que da vida y sostenido con la fuerza de los sacramentos, avance por el camino de la salvación y del amor. Por nuestro Señor Jesucristo, tu hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén. Ave María purísima, sin pecado concebida. Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos líbranos, Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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