Semana de Animación Misionera

Semana de Animación Misionera Tomo 2 Temas para niños, jóvenes y adultos Contenido Presentación 1 Introducción 3 Temas para niños 5 Tema 1

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Semana de Animación Misionera Tomo 2

Temas para niños, jóvenes y adultos

Contenido Presentación

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Introducción

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Temas para niños

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Tema 1: La persona de Jesús

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Tema 2: Reino de Dios

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Tema 3: La Iglesia y su Misión

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Tema 4: Vocación

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Tema 5: María y la Misión evangelizadora

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Temas para jóvenes

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Tema 1: La persona de Jesús

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Tema 2: Reino de Dios

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Tema 3: La Iglesia y su Misión

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Tema 4: Vocación

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Tema 5: María y la Misión evangelizadora

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Tema 1: La persona de Jesús

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Tema 2: Reino de Dios

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Tema 3: La Iglesia y su Misión

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Tema 4: Vocación

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Tema 5: María y la Misión evangelizadora

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Presentación Hemos entrado al tercer milenio del cristianismo. No dejan de impresionar los pasos agigantados que la ciencia en todas sus dimensiones está dando. Y tal parece que ahora, más que nunca, los medios de comunicación acercan más a los hombres y las mujeres, disminuyendo distancias. Hoy en día el ser humano se está convirtiendo en el protagonista de la historia y, por lo tanto, debe asumir la responsabilidad solidaria por todas y cada una de las personas del planeta. Sin embargo, con respecto al mensaje del Evangelio, que es de vital importancia para toda la humanidad, parecen no existir los grandes adelantos de la ciencia y de las comunicaciones. El Papa Juan Pablo ii, de feliz memoria, nos recordaba en su encíclica Redemptoris Missio: “A finales del segundo milenio después de su venida, una mirada global a la humanidad demuestra que esta Misión se halla todavía en los comienzos”1. Con el fin de seguir promoviendo el espíritu misionero en el Pueblo de Dios en México, el equipo de Animación Misionera de Misioneros de Guadalupe ofrece a ustedes, responsables de la catequesis y animadores de su comunidad, este material didáctico para la preparación y realización de una semana de animación misionera en parroquias y diócesis de nuestro país. Se presenta una temática de contenido y proyección misionera que se va desarrollando durante los días de la semana. Dichos temas se han adaptado para niños, jóvenes y adultos, con sus respectivas dinámicas, cantos e inquietudes, expresadas por el Papa en Santo Domingo: “Nuestra Evangelización debe ser nueva en su ardor, nueva en sus métodos y nueva en su expresión”2. Que la Santísima Virgen de Guadalupe, como estrella de la evangelización, ilumine desde el Tepeyac esos caminos y fortalezca nuestros corazones en la fe para seguir compartiendo nuestra vocación misionera con el Pueblo de Dios.

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Cfr. Redemptoris Missio, núm. 1. Cfr. Documento de Santo Domingo, núms. 28-30.

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Introducción Los Padres Misioneros de Guadalupe, caminando por las sendas de la Misión, constatamos que cada Iglesia local busca maneras de vivir su responsabilidad de ser Iglesia misionera. Ninguna Iglesia, si quiere realizarse como Iglesia de Cristo, puede encerrarse en sí misma, en sus problemas y necesidades, en sus alegrías y dones, en sus límites geográficos y humanos. Al contrario, si quiere estar en comunión, ha de salir de sus fronteras para hacerse presente de una forma activa y decidida en la evangelización universal, y ha de abrir todas sus puertas y ventanas para que, por ellas, entre la brisa fresca y renovadora del paso de Dios por las Iglesias de otros pueblos, razas y culturas. La razón de ser de esta exigencia es la misma naturaleza de la Iglesia, que es continuación sacramental de Jesucristo, el enviado y misionero del Padre, y el mandato explícito de Jesús de extender la Buena Nueva del Evangelio hasta los confines de la tierra. La Iglesia es misionera por naturaleza3, nacida para ser y obrar en el nombre de Jesucristo, como sacramento universal de salvación. Es misionera por mandato divino (Mt 28, 18-20; Mc 16, 15-18; Lc 24, 46-49; Jn 20, 21-23), con lo que los apóstoles y todos nosotros hemos sido enviados a hacer discípulos a todas las personas. En los cuatro textos aparece claro que los apóstoles son enviados a hacer discípulos, predicando la Buena Nueva para conversión y perdón de los pecados y para que crean y permanezcan en comunión con Dios y se salven. La Misión confiada a los apóstoles tiene dimensión universal, a toda la gente, por el mundo entero, a toda la creación hasta los confines de la tierra; es un envío de Jesús en el Espíritu. Este libro se dirige a: • Personas que conocen la propuesta de la animación misionera de mg. • Equipos pastorales diocesanos/parroquiales con voluntad de realizar la animación misionera conforme al espíritu de mg, los contenidos, los objetivos y la metodología de esta propuesta. • Misioneros(as) que quieran profundizar más para continuar en el servicio misionero. Los cinco temas que presenta este libro son el fruto de experiencias vividas y evaluadas a lo largo de estos años. El texto nació poco a poco, luego de muchas anotaciones, encuentros, estudios, reflexiones y oraciones. Creemos profundamente en esta manera de vivir la animación misionera, marcada por los valores evangélicos. Es una experiencia inacabada, siempre sujeta a nuevas tensiones e intuiciones. La animación misionera debe estar presente en cada una y en el conjunto de las acciones desarrolladas en el seno y en la vida de la Iglesia –universal, particular, local–, con el fin de conseguir que “toda ella 3

Ad Gentes, núm. 2.

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sea misionera”4. Hemos de fomentar en nosotros el afán misionero por transmitir a los demás la luz y la gloria de la fe, y para este ideal debemos educar a todo el Pueblo de Dios. No podemos permanecer tranquilos si pensamos en los miles de hermanos y hermanas que no conocen a Jesucristo y tantos otros que se han alejado de Dios. Nuestra Misión parte precisamente de la experiencia con aquél que nos envía, nos sostiene y fortalece. Este libro: • Ofrece cinco temas para trabajarlos durante la semana de animación misionera, que son: La persona de Jesús, El Reino de Dios, La Iglesia y su Misión, La vocación y, por último, María y la Misión evangelizadora. • Presenta cada tema de una manera sencilla con sus objetivos, contenidos y metodología a ser trabajados cada día. • Profundiza en la mística y la espiritualidad misionera. Una sugerencia: para las personas interesadas en este libro recomendamos, primero, una preparación en los talleres de animación misionera. Solamente después de esto, tomar las posibles decisiones. Si la decisión es asumir la propuesta, es preciso que las personas comprometidas tengan acceso al libro. Es por una cuestión de fidelidad y creatividad. Son dos actitudes que no se excluyen, al contrario, se exigen. Es fidelidad al espíritu, a los contenidos y a la metodología de la propuesta, y creatividad a la hora de actuar conforme a la realidad concreta de cada lugar. Este folleto es uno de los manuales Semana de animación misionera, y fue hecho con gran dedicación, por lo que se necesita estudiarlo, interiorizarlo y meditarlo para superar las superficialidades, distorsiones, malentendidos y trabajos paralelos. Muchas fallas suceden a causa de la falta de una asimilación correcta y fiel de la propuesta.

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Temas para niños

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Tema 1: La persona de Jesús Objetivo: Llevar al niño al conocimiento de la persona de Jesús para que lo ame e imite sus acciones.

Ambientación Alzad las manos Alzad las manos, y dadle la gloria a Dios. Alzad las manos y alabadle como niños del Señor. Alzad las manos, y dadle la gloria a Dios. Alzad las manos y alabadle como niños del Señor. Dios dijo a Noé: “Construye una barca, hazla toda de madera, como niños del Señor”. Dios dijo a Noé: “Construye una barca, hazla toda de madera, como niños del Señor”. Los animalitos subieron de dos en dos, los elefantes y los canguros, como niños del Señor. Los animalitos subieron de dos en dos, los elefantes y los canguros, como niños del Señor. Los animalitos subieron de dos en dos, los pajaritos y los pingüinos, como niños del Señor. Los animalitos subieron de dos en dos, los pajaritos y los pingüinos, como niños del Señor.   Los animalitos subieron de dos en dos, los cocodrilos y los gorilas, como niños del Señor. Los animalitos subieron de dos en dos, los cocodrilos y los gorilas, como niños del Señor.   Si tú vas al cielo primero que yo, dile a todos esos angelitos que también yo iré. Si tú vas al cielo primero que yo, dile a todos esos angelitos que también yo iré.

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Enséñame a rezar Jesús, maestro y amigo bueno, enséñame a rezar como tú lo hacías. Prepara mi corazón y mis labios para decir contigo: “¡Papá!”, al Dios bueno que está en los cielos y en la tierra, cerca nuestro, acompañándonos y cuidándonos mucho y siempre. Ayúdame a buscar un momento en el día para hablar con Dios, tranquilo, contándole mi vida, mis cosas, mis problemas y mis alegrías. Enséñame a hacer silencio para escuchar su palabra. Enséñame a oír, entre el ruido que nos rodea, la voz del Padre que nos expresa su amor. Jesús, amigo bueno, enséñame a decir “Padre nuestro” con fe, con ganas, con alegría y confianza.

Hecho de vida A partir de su experiencia personal el animador debe llevar a los niños hacia el conocimiento de Jesús. Pedir a los niños que digan su país de origen, estado donde nacieron, el nombre de su pueblo o comunidad, los apellidos de su familia, así como los nombres de las personas que la componen. En un lugar visible se pone un mapa de Israel para mostrar a los niños la región donde nació Jesús, es decir, Belén. Se les debe explicar que Jesús también tuvo una familia, que sus papás fueron José y María, y que Él murió en Jerusalén. Con estas actividades los niños deben aprender a localizar en el mapa los lugares antes indicados.

Iluminación Se hará una lectura de la Palabra de Dios tomada del evangelista san Lucas (2, 1-20). Por aquellos días salió un decreto del emperador Augusto, por el que se debía proceder a un censo en todo el imperio. Éste fue llamado ‘el primer censo’, siendo Quirino gobernador de Siria.

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Todos, pues, empezaron a moverse para ser registrados cada uno en su ciudad natal. José también, que estaba en Galilea, en la ciudad de Nazaret, subió a Judea a la ciudad de David, llamada Belén, porque era descendiente de David; allí se inscribió con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras estaban en Belén, llegó para María el momento del parto y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, pues no había lugar para ellos en la sala principal de la casa. En la región había pastores que vivían en el campo y que por la noche se turnaban para cuidar sus rebaños. Se les apareció un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de claridad. Y quedaron muy asustados. Pero el ángel les dijo; “No tengan miedo, pues yo vengo a comunicarles una buena noticia, que será motivo de mucha alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, ha nacido para ustedes un Salvador, que es el Mesías y el Señor. Miren cómo lo reconocerán: hallarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre.” De pronto una multitud de seres celestiales aparecieron junto al ángel, y alababan a Dios con estas palabras: “Gloria a Dios en lo más alto del cielo y en la tierra paz a los hombres: ésta es la hora de su gracia.” Después que los ángeles se volvieron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: “Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha dado a conocer.” Fueron apresuradamente y hallaron a María y a José con el recién nacido acostado en el pesebre. Entonces contaron lo que los ángeles les habían dicho del niño. Todos los que escucharon a los pastores se quedaron maravillados de lo que decían. María por su parte, guardaba todos estos acontecimientos y los volvía a meditar en su interior. Después los pastores regresaron alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, tal como los ángeles se lo habían anunciado.

El animador puede hacer algunas preguntas para ver si los niños pusieron atención y aclarar las dudas que ellos tengan.

Primeros años de Jesús Para que el conocimiento de Jesús sea más claro en los niños se recomienda colocar, en un lugar visible, imágenes de la vida de Jesús para explicar cada una de manera sencilla y en el momento que sea necesario. La siguiente lectura debe hacerse con voz fuerte y clara para que los niños escuchen y la entiendan bien. Al final se pueden hacer algunas preguntas para confirmar que todos comprendieron el mensaje y resolver las dudas.

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Lc 2, 41-51 Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Cuando Jesús cumplió los doce años, subió también con ellos a la fiesta, pues así había de ser. Al terminar los días de la fiesta regresaron, pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo supieran. Seguros de que estaba con la caravana de vuelta, caminaron todo un día. Después se pusieron a buscarlo entre sus parientes y conocidos. Como no lo encontraran, volvieron a Jerusalén en su búsqueda. Al tercer día lo hallaron en el Templo, sentado en medio de los maestros de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su inteligencia y de sus respuestas. Sus padres se emocionaron mucho al verlo; su madre le decía: “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo hemos estado muy angustiados mientras te buscábamos.” El les contestó: “¿Y por qué me buscaban? ¿No saben que yo debo estar donde mi Padre?” Pero ellos no comprendieron esta respuesta. Jesús entonces regresó con ellos, llegando a Nazaret. Posteriormente siguió obedeciéndoles. Su madre, por su parte, guardaba todas estas cosas en su corazón.

Animador: Pero Jesús se fue haciendo mayor y llegó el momento en que debía hacer lo que su Padre quería.

Mc 3, 13-19 Jesús subió al monte y llamó a los que él quiso, y se reunieron con él. Así instituyó a los Doce (a los que llamó también apóstoles), para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar, dándoles poder para echar demonios. Estos son los Doce: Simón, a quien puso por nombre Pedro; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo, a quienes puso el sobrenombre de Bonerges, es decir, hijos del trueno; Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, el hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo y Judas Iscariote, el que después lo traicionó.

• Se recomienda escribir en tarjetas los nombres de los apóstoles para que los niños los peguen en la pared y se los aprendan.

Mc 5, 21-24 Jesús, entonces, atravesó el lago, y al volver a la otra orilla, una gran muchedumbre se juntó en la playa en torno a él. En eso llegó un oficial de la sinagoga, llamado Jairo, y al ver a Jesús, se postró a sus pies suplicándole: “Mi hija está agonizando; ven e impón tus manos sobre ella para que se mejore y siga viviendo.”

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Jesús se fue con Jairo; estaban en medio de un gran gentío, que lo oprimía.

Mc 5, 35-42 Pero él seguía mirando a su alrededor para ver quien le había tocado. Entonces la mujer, que sabía muy bien lo que le había pasado, asustada y temblando, se postró ante él y le contó toda la verdad. Jesús le dijo: “Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda sana de tu enfermedad.” Jesús estaba todavía hablando cuando llegaron algunos de la casa del oficial de la sinagoga para informarle: “Tu hija ha muerto. ¿Para qué molestar ya al Maestro?” Jesús se hizo el desentendido y dijo al oficial: “No tengas miedo, solamente ten fe.” Pero no dejó que lo acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Cuando llegaron a la casa del oficial, Jesús vio un gran alboroto: unos lloraban y otros gritaban. Jesús entró y les dijo: “¿Por qué este alboroto y tanto llanto? La niña no está muerta, sino dormida.” Y se burlaban de él. Pero Jesús los hizo salir a todos, tomó consigo al padre, a la madre y a los que venían con él, y entró donde estaba la niña. Tomándola de la mano, dijo a la niña: “Taalitá kumi”, que quiere decir: “Niña, te lo digo, ¡levántate!” La jovencita se levantó al instante y empezó a caminar (tenía doce años). ¡Qué estupor más grande! Quedaron fuera de sí.

Jesús quería mucho a los niños (Mt 19, 13-15) Entonces trajeron a Jesús algunos niños para que les impusiera las manos y rezara por ellos. Pero los discípulos los recibían muy mal. Jesús les dijo: “Dejen a esos niños y no les impidan que vengan a mí: El Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos.” Jesús les impuso las manos y continuó su camino.

Compromiso En este momento se invita a los niños a que hagan un compromiso como pequeños misioneros. Por ejemplo, que platiquen a cinco amigos lo que aprendieron este día o que inviten a cinco compañeros de su salón para el día siguiente.

Celebramos Oración final Gracias, Padre Dios, por nuestros papás.

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Y también gracias por María, la mamá de Jesús. Gracias, Padre, por la vida que nos has dado. Y gracias también por la vida de Jesús, por la vida de María y de José. Gracias, Padre, tú nos cuidas y nos quieres como a hijos tuyos. Gracias por mi mamá, que también nos ayuda, nos cuida y nos quiere. Y gracias también por María, que cuidó de su hijo Jesús, lo ayudó y lo quiso como la mejor de las mamás.

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Tema 2: Reino de Dios Objetivo: Ayudar a que los niños sepan que el Reino de Dios está entre nosotros y que tenemos que descubrirlo.

Ambientación Como un granito de mostaza “Si tuvieras fe como un granito de mostaza”, eso dice el Señor. “Si tuvieras fe como un granito de mostaza”, eso dice el Señor. Tú le dirías a las montañas: “Muévanse, muévanse, muévanse”, y las montañas se moverán, se moverán, se moverán. Tú le dirías a las montañas: “muévanse, muévanse, muévanse”, y las montañas se moverán, se moverán, se moverán. “Si tuvieras fe como un granito de mostaza”, eso dice el Señor. “Si tuvieras fe como un granito de mostaza”, eso dice el Señor. Tú le dirías a los enfermos: “Sánense, sánense, sánense”, y los enfermos se sanarán, se sanarán, se sanarán. Tú le dirías a los enfermos: “Sánense, sánense, sánense”, y los enfermos se sanarán, se sanarán, se sanarán.

Oración Jesús, te quiero pedir hoy por toda mi familia: mi papá, mi mamá, mis hermanos. Dales buena salud a todos y que siempre puedan ser felices. Que mis papás tengan trabajo y se quieran mucho. Que mis hermanos y yo

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aprendamos todo lo que estudiemos en la escuela, que ayudemos en casa sin protestar, y que aprendamos a jugar juntos y a llevarnos bien. Quiero que siempre nos acompañes y que vivamos muy unidos, haciendo crecer tu inmenso amor en medio de nosotros todos los días, en todo momento. Que así sea, buen Señor Jesús. Gracias, Señor.

Hecho de vida El animador preparará el siguiente material: dos cartulinas, resistol, tijeras y algunas revistas o periódicos para recortar. En una cartulina escribirá con letras grandes: “El Reino es [...]”, y en la otra cartulina escribirá: “El reino no es [...]”. Buscará en los periódicos o revistas varias noticias positivas y negativas que de preferencia tengan la letra grande. Una vez que ya se tiene este material, el animador colocará en un lugar visible las cartulinas y las noticias que se recortaron, al igual que las tijeras y el resistol. Le pedirá a los niños que cada uno elija la noticia que más le llamó la atención. Los niños también pueden buscar su noticia o crearla con el material disponible. Este ejercicio nos ayuda a saber qué es noticia para ellos. Cuando todos los niños tengan su noticia en la mano la leerán uno por uno, pidiendo su turno para hablar y respetando el de los demás.

Análisis de las noticias Por ejemplo, si tenemos la noticia: “La guerrilla se recrudece en Colombia”, el niño la lee con voz fuerte y clara. Después el animador le debe preguntar: “¿Qué te hace pensar esta noticia?”. El niño puede responder: muerte, tristeza, hambre, etc., pero no debemos dejar que sólo diga cosas negativas, sino hacer que piense en una idea más clara.

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Entonces el animador debe preguntar: “¿En qué cartulina la pegarías?”, y el niño responderá: “El Reino no es [...]” o “El Reino es [...]”, según corresponda. El niño pasará a pegar la noticia en la cartulina que eligió y lo mismo se hará con las noticias de cada uno de los niños. Es muy importante que el animador no deje que los niños clasifiquen a las personas como buenas o malas, pues se trata de pensar en los actos no en las personas.

Iluminación Ahora el animador hablará a los niños acerca de la parábola: 1. Es el relato sencillo de un hecho real o imaginario. 2. Tiene la función de comparar una realidad conocida con otra desconocida. 3. Puede causar sorpresa, por lo que invita a pensar y a reflexionar en actitudes o conductas personales. Se leerán algunas parábolas que, además de ayudarnos a descubrir los valores evangélicos del Reino que hay en ellas, las tenemos en nuestro interior por puro regalo del Señor.

Parábolas El tesoro y la perla (Mt 13, 44-45) El Reino de los Cielos es como un tesoro escondido en un campo. El hombre que lo descubre, lo vuelve a esconder; su alegría es tal, que va a vender todo lo que tiene y compra ese campo. Aquí tienen otra figura del Reino de los Cielos: un comerciante que busca perlas finas. Si llega a sus manos una perla de gran valor, se va, vende cuanto tiene y la compra.

El hijo pródigo (Lc 15, 11-31) Jesús continuó: Había un hombre que tenía dos hijos. El menor dijo a su padre: “Dame la parte de la hacienda que me corresponde.’”Y el padre repartió sus bienes entre los dos. El hijo menor juntó todos sus haberes, y unos días después se fue a un país lejano. Allí malgastó su dinero llevando una vida desordenada. Cuando ya había gastado todo, sobrevino en aquella región una escasez grande y comenzó a pasar necesidad. Fue a buscar trabajo y se puso al servicio de un habitante del lugar, que lo envió a su campo a cuidar cerdos. Hubiera deseado llenarse el estómago con las bellotas que daban a los cerdos, pero nadie se las daba.

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Finalmente recapacitó y se dijo: “Cuántos asalariados de mi padre tienen pan de sobra, mientras yo aquí me muero de hambre! Tengo que hacer algo: volveré donde mi padre y le diré: Padre, he pecado contra Dios y contra ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo. Trátame como a uno de tus asalariados.” Se levantó, pues, y se fue donde su padre. Estaba aún lejos, cuando su padre lo vio y sintió compasión; corrió a echarse a su cuello y lo besó. Entonces el hijo le habló: “Padre, he pecado contra Dios y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo.” Pero el padre dijo a sus servidores: “¡Rápido! Traigan el mejor vestido y pónganselo. Colóquenle un anillo en el dedo y traigan calzado para sus pies. Traigan el ternero gordo y mátenlo; comamos y hagamos fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y lo hemos encontrado.” Y comenzaron la fiesta. El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, cuando se acercaba a la casa, oyó la orquesta y el baile. Llamó a uno de los muchachos y le preguntó qué significaba todo aquello. El le respondió: “Tu hermano ha regresado a casa, y tu padre mandó matar el ternero gordo por haberlo recobrado sano y salvo.” El hijo mayor se enojo y no quiso entrar. Su padre salió a suplicarle. Pero él le contestó: “Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido y jamás ni una sola de tus órdenes, y a mí nunca me has dado un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. Pero ahora que vuelve ese hijo tuyo que se ha gastado tu dinero con prostitutas, haces matar para él el ternero gordo.” El padre le dijo: “Hijo, tu estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero había que hacer fiesta y alegrarse, puesto que tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado.”

El trigo y la hierba mala (Mt 13, 24-30) Jesús les propuso otra parábola: Aquí tienen una figura del Reino de los Cielos. Un hombre sembró buena semilla en su campo, pero mientras la gente estaba durmiendo, vino su enemigo y sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando el trigo creció y empezó a echar espigas, apareció también la cizaña. Entonces los servidores fueron a decirle al patrón: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, viene esa cizaña?” Respondió el patrón: “Eso es obra de un enemigo.” Los obreros le preguntaron: “¿Quieres que arranquemos la cizaña?” “No, dijo el patrón, pues al quitar la cizaña podrían arrancar también el trigo. Déjenlos crecer juntos hasta la hora de la cosecha. Entonces diré a los segadores: Corten primero la cizaña, hagan fardos y arrójenlos al fuego. Después cosechen el trigo y guárdenlo en mis bodegas.”

El grano de mostaza (Mt 13, 31-33) Jesús les propuso otra parábola: “Aquí tienen una figura del Reino de los Cielos: el grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su campo. Es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece, se hace más grande que las plantas del huerto. Es como un árbol, de modo que las aves vienen a posarse en sus ramas.”

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El buen samaritano (Lc 10, 29-37) El otro, que quería justificar su pregunta, replicó: “¿Y quién es mi prójimo?” Jesús empezó a decir: Bajaba un hombre por el camino de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos bandidos, que lo despojaron hasta de sus ropas, lo golpearon y se marcharon dejándolo medio muerto. Por casualidad bajaba por ese camino un sacerdote; lo vio, dio un rodeo y siguió. Lo mismo hizo un levita que llegó a ese lugar: lo vio, dio un rodeo y pasó de largo. Un samaritano también pasó por aquel camino y lo vio, pero éste se compadeció de él. Se acercó y curó sus heridas con aceite y vino y se las vendó; después lo montó sobre el animal que traía, lo condujo a una posada y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente sacó dos monedas y se las dio al posadero diciéndole: “Cuídalo, y si gastas más, yo te lo pagaré a mi vuelta.” Jesús entonces le preguntó: “Según tu parecer, ¿cuál de estos tres se hizo el prójimo del hombre que cayó en manos de los salteadores?” El maestro de la Ley contestó: “El que se mostró compasivo con él.” Y Jesús le dijo: “Vete y haz tú lo mismo.”

Una vez que se explicó alguna de estas parábolas y que los niños la comprendieron, es importante hacerles ver que las noticias que pegaron en la cartulina “El Reino es [...]” tienen que ver con lo que se descubrió en las parábolas, es decir, el Reino está aquí ahorita, pero también tenemos que hacerlo presente todos los días y rechazar en nosotros todo aquello que “El Reino no es [...]”.

Compromiso Invitar a los niños a que sean solidarios con alguna persona que necesite su ayuda, ya sea un familiar, compañero de escuela o vecino. El animador puede organizar un compromiso especial, como prestar ayuda a algún miembro de la comunidad que lo necesite (para ello debe informarse bien y preparar dicha actividad). Se debe seguir invitando a los niños a que platiquen a sus amiguitos lo que han vivido y aprendido. También pueden invitar a cinco niños de su escuela a la plática del día siguiente.

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Celebramos Tú eres la luz No tengo miedo a nada, pues el Señor viene conmigo. Es como una lámpara, que ilumina mis pasos; en Él me refugio y en Él confío. Pienso en mi oración: ¡Qué grande es el Señor!, ha hecho obras poderosas y quiero contarlas a todo el mundo. Abran sus oídos, que les diré lo que ha hecho el Señor: envió al mundo a Jesús, le ayudó a triunfar sobre el mal; lo hizo el centro de una gran casa, como cimiento del mundo. Los que no le creyeron lo despreciaron, pero Dios le ayudó y le dio la victoria. Bendito seas, Jesús, el triunfador, yo te bendigo en tu casa y en todo lugar. Tú mereces alabanza y acción de gracias. Cantemos con alegría: nuestro Dios sigue haciendo maravillas. Por eso te damos un fuerte aplauso y te echamos una porra.

Dirigir una porra para Jesús, nuestro Señor.

Alma misionera Señor, toma mi vida nueva antes de que la espera desgaste años en mí, estoy dispuesto a lo que quieras, no importa lo que sea, tú llámame a servir.

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Llévame donde los hombres necesiten tus palabras, necesiten mis ganas de vivir, donde falte la esperanza, donde falte la alegría simplemente por no saber de ti. Te doy mi corazón sincero, para gritar sin miedo, tu grandeza, Señor; tendré mis manos sin cansancio, tu historia entre mis labios y fuerza en la oración. Llévame donde los hombres necesiten tus palabras, necesiten mis ganas de vivir, donde falte la esperanza, donde falte la alegría simplemente por no saber de ti. Y así, en marcha iré cantando, por calles predicando, tu grandeza, Señor. Señor, tengo alma misionera, condúceme a la tierra que tenga sed de Dios. Llévame donde los hombres necesiten tus palabras, necesiten mis ganas de vivir, donde falte la esperanza, donde falte la alegría simplemente por no saber de ti.

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Tema 3: La Iglesia y su Misión Objetivo: El niño descubrirá que por medio del bautismo comienza a formar parte de la gran familia de Dios, en la que todos somos importantes, necesarios y responsables de la construcción del Reino de Dios.

Ambientación Las frases se completan según la creatividad del animador o de los niños. A edificar la Iglesia A edificar la Iglesia (3) del Señor. HERMANO, VEN, AYÚDAME, HERMANO, VEN, AYÚDAME, A EDIFICAR LA IGLESIA DEL SEÑOR. Yo soy la Iglesia, tú eres la Iglesia, somos la Iglesia del Señor. Los pobres son la Iglesia. Los ricos son la Iglesia. Los buenos... los malos. San Pedro... san Pablo María... los santos Los negros... los blancos

Te damos gracias, Padre ¡Te damos gracias, Padre Dios, Por tu hijo Jesús, que nos ha hablado de ti! Nos ha dicho que tú eres un Padre bueno, que cuidas de todos nosotros y que siempre estás a nuestro lado. Tu deseo es que lleguemos a ser una gran familia de hermanos.

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¡Te damos gracias, Padre Dios, porque Jesús nos enseñó muchas cosas! Nos dijo cómo podíamos ser felices, nos dejó un mandamiento nuevo y nos dio ejemplo para aprender a compartir. ¡Te damos gracias, Padre Dios, porque hemos aprendido de Jesús que te podemos encontrar en: la Palabra de Jesús, la Eucaristía y el grupo de amigos!

Hecho de vida Al iniciar este tema, el animador debe tener listo el dibujo de un árbol grande que será dividido como un rompecabezas, es decir, las raíces, el tronco, las ramas, las hojas y los frutos estarán separados. El animador tratará de que los niños fijen su mirada y atención en el árbol, y les platicará que éste no podría vivir si no existiera el tronco, y que las hojas no lograrían sostenerse si no existieran las ramas. Con esta dinámica queremos que el niño descubra que todos nos necesitamos y que, a veces, aunque nos cueste trabajo tenemos que ayudar a los demás. Después se van quitando las partes del árbol mientras se realizan preguntas a los niños como: a) ¿Qué pasaría si no tuviera raíces el árbol?; b) ¿Qué pasaría si el tronco no quisiera sostener a las ramas, hojas o frutos?; c) ¿Y si las ramas están de flojas y no quieren que las hojas se apoyen en ellas?; d) ¿Qué pasaría si los frutos quisieran estar en el tronco?’. Este ejercicio también se puede hace a modo de cuento. Por último, se debe preguntar a los niños: “¿Qué quedó de ese gran árbol?”. Animador: Así como el árbol tiene en conjunto una función que incluye todas sus partes, en la Iglesia todos tenemos una función importante. Antes de pasar a la iluminación, el animador debe hacer preguntas para asegurarse de que los niños entendieron este tema.

Iluminación Se proclama la Palabra: 1Cor 12, 12-26. La lectura será proclamada por un lector que tenga una voz clara y fuerte.

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Las partes del cuerpo son muchas, pero el cuerpo es uno; por muchas que sean las partes, todas forman un solo cuerpo. Así también Cristo. Hemos sido bautizados en el único Espíritu para que formáramos un solo cuerpo, ya fuéramos judíos o griegos, esclavos o libres. Y todos hemos bebido del único Espíritu. Un solo miembro no basta para formar un cuerpo, sino que hacen falta muchos. Supongan que diga el pie: “No soy mano, y por lo tanto yo no soy el cuerpo.” No por eso deja de ser parte del cuerpo. O también que la oreja diga: “Ya que no soy ojo, no soy del cuerpo.” Tampoco por eso deja de ser parte del cuerpo. Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿cómo podríamos oír? Y si todo el cuerpo fuera oído, ¿cómo podríamos oler? Dios ha dispuesto los diversos miembros colocando cada uno en el cuerpo como ha querido. Si todos fueran el mismo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Pero hay muchos miembros, y un solo cuerpo. El ojo no puede decir a la mano: “No te necesito”. Ni tampoco la cabeza decir a los pies: “No los necesito”. Aun más, las partes del cuerpo que parecen ser más débiles son las más necesarias, y a las que son menos honorables las tratamos con mayor respeto; cubrimos con más cuidado las que son menos presentables, mientras que otras, mas notables, no lo necesitan. Dios, al organizar el cuerpo, tuvo más atenciones por lo que era último, para que no se dividiera el cuerpo; todas sus partes han de tener la misma preocupación unas por otras. Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro recibe honores, todos se alegran con él

Después, para ver si los niños entendieron el relato, es conveniente hacer algunas preguntas como las siguientes: • ¿Qué partes del cuerpo se nombran en la lectura que acaban de escuchar? • ¿Qué partes del cuerpo no se nombran? • ¿Todas las partes del cuerpo son igual de importantes? ¿Por qué? • ¿Qué nos quiere decir el relato de la Carta a los Corintios?

Ahora, explique a los niños que: Iglesia quiere decir, asamblea, reunión. No podemos vivir felices si estamos aislados. Por ejemplo, pregunte a los niños: “¿Cuándo se sienten mejor ustedes, cuando están solos o acompañados?”. Animador: Dios es nuestro Padre y su hijo Jesús, nuestro hermano mayor. Dios nos quiere tanto que nunca nos deja solos. Él vive dentro de cada uno de nosotros y siempre está a nuestro lado, ofreciéndonos su amistad. Dios conoce las necesidades de todos sus hijos y quiere que vivamos su propia vida, por eso nos mandó a su hijo Jesús para salvarnos. Por el Bautismo recibimos la gracia de Dios, la salvación, y así comenzamos a formar parte de la familia de Dios. Somos Pueblo de Dios.

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En la Iglesia se realizan diferentes tareas, según el llamado, hay sacerdotes, religiosas, lectores, acólitos, ministros, infancia misionera, etc.

El animador preguntará a los niños qué grupos existen en su parroquia. Tal vez debe explicar ante, en qué consisten y cómo ellos se pueden integrar a algún grupo.

Compromiso En papel o cartulina se presenta un dibujo de la silueta de una Iglesia con el título: “Casa amigos de Jesús”. Se recortan rectángulos simulando ladrillos. En una cartulina o pizarrón se hace una lista de todos los servicios que hay en la parroquia. El animador pedirá a cada niño que elija un servicio, al cual se va a comprometer. En una cara de la ficha-ladrillo escribirá el servicio y en el otro anotará su nombre, dirección y una actividad que le guste hacer. Uno por uno pasarán a pegar su ladrillo en la silueta de la Iglesia. Con esta última dinámica tenemos que hacerles ver a los niños que entre todos y con nuestras aportaciones hemos edificado la Iglesia.

Celebramos Oración Esta oración será rezada por varios niños, cada uno leerá una parte. Gracias por habernos reunido en la Iglesia, la gran familia de Jesús, nuestro hermano, que nos ha llamado a su Misión universal. Bendice a los misioneros de tu Iglesia que recorren los caminos del mundo para reunir en tu Reino a todos los pueblos. Ilumina a los millones de hombres y mujeres que no te reconocen como Padre ni saben que tú los amas. Concédenos imitar a María, tu mamá y mamá nuestra en el servicio de todos los necesitados. Haz fuerte el deseo que tenemos de que todos los hombres vivan en paz, se amen y formemos una gran familia.

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Las frases se completan según la creatividad del animador o de los niños.

A edificar la Iglesia A edificar la Iglesia (3) del Señor. HERMANO, VEN, AYÚDAME, HERMANO, VEN, AYÚDAME, A EDIFICAR LA IGLESIA DEL SEÑOR. Yo soy la Iglesia, tú eres la Iglesia, somos la Iglesia del Señor. Los pobres son la Iglesia. Los ricos son la Iglesia. Los buenos... los malos. San Pedro... san Pablo María... los santos Los negros... los blancos

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Tema 4: Vocación Objetivo: El niño descubrirá que Dios nos ha dado la vida para ser felices y nos llama a que participemos con Él en su plan de salvación.

Ambientación El amor de Dios es maravilloso EL AMOR DE DIOS ES MARAVILLOSO, EL AMOR DE DIOS ES MARAVILLOSO. EL AMOR DE DIOS ES MARAVILLOSO. GRANDE ES EL AMOR DE DIOS. Tan alto que no puedo estar más alto que él. Tan bajo que no puedo estar más bajo que él, Tan ancho que no puedo estar fuera de él. Grande es el amor de Dios.

Oración ¡Te damos gracias, Dios Padre de todos! Somos hijos tuyos y todos diferentes. Cada pueblo tiene sus bailes, sus cantos, su lengua, sus costumbres. ¡Te damos gracias, Papá de todos! Queremos pedirte, ¡Dios Papá de todos!, que las diferencias no nos separen, que vivamos unidos, que nos queramos de verdad, que cada uno y cada pueblo sepa ofrecer a los otros lo que tiene. ¡Te damos gracias, Papá de todos!

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Queremos pedirte por nuestras familias, por nuestra escuela, por nuestra comunidad, por la Iglesia que somos todos los cristianos, para que valoremos nuestras costumbres sin olvidarnos de los que son de otros países y a quienes nos gustaría conocer y tener como amigos. ¡Te damos gracias, Papá de todos! Pero sobre todo, queremos parecernos a Jesús, que supo amar y acoger a todos, que pasó haciendo el bien y tuvo un corazón generoso y abierto. ¡Ayúdanos a ser tus amigos y a querernos de verdad! ¡Ayúdanos a ser tus amigos y a querernos de verdad!

Hecho de vida El animador leerá a los niños el siguiente relato; es importante que lo haga con voz fuerte y clara. Animador: Un día, la señora Rosa escuchó que el Padre necesitaba catequistas. Ella pensó: “Yo tengo tiempo, puedo hacer este trabajo y compartir con otras personas lo que yo sé”. Entonces Rosa se presentó con el Padrecito y le dijo: “Padre, vengo porque escuché su llamado y estoy aquí para ayudar en la catequesis”.

Después de terminar la lectura se deben hacer preguntas a los niños para ver si entendieron el mensaje: “¿Qué escuchó Rosa? ¿Qué pensó? ¿Qué hizo?”. En la historia de Rosa hay un llamado y una respuesta, y los niños deben reconocerlos, ya que así como el Padrecito llama y Rosa acude, el Señor Jesús también nos llama a nosotros. Por lo tanto, tenemos que escuchar y responder a ese llamado. Ahora, el animador puede preparar la siguiente narración, la cual ayudará a que los niños comprendan que Dios ha creado el mundo como una gran casa para las personas, animales, plantas y todos los seres vivos. Dios es el Padre de todos y nos ofrece la vida con todos esos regalos para que la vivamos felices y contentos, pero también para que hagamos muchas cosas para mejorar el mundo (Gn 1, 1-27.; 2, 1-7 ss).

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Es importante que la narración se prepare bien, con un lector que tenga una voz clara y fuerte.

Narración “El país de las estatuas vivientes” Lector: Había una vez un lugar llamado “El país de las estatuas vivientes”. Al principio, todas las personas de ese lugar sólo eran estatuas, por lo tanto, no tenían vida. El animador invita a los niños a que adopten posturas como de estatuas. Cada niño elegirá libremente la postura de estatua que más le guste. Deberán estar inmóviles, reflejando que no tienen vida. Lector: Pero, un buen día apareció un maravilloso pintor mágico. El animador toma un pincel o una flor. Lector: El pintor sentía frío y mucha tristeza. Ahí no había vida, todo estaba muerto y entonces pensó: “Voy a cantar y bailar, que la vida es alegría y felicidad”. Poner la canción “Tiruriruri, voy a cantar”. Lector: Ustedes, estatuas sin vida, ¡abran los ojos y despierten del sueño! ¡Quiero enseñarles a vivir! El animador se acerca a los niños y va tocando sus ojos con el pincel o la flor. Lector: Para vivir hay que estar alegres y todos tienen una cara sin vida, sin sonrisa, sin alegría ni buen humor. ¡Todos a sonreír! El animador va tocando la cara de los niños con el pincel o la flor y ellos empiezan a sonreír. Lector: Para vivir hay que moverse. Al principio muy despacio, primero los brazos luego los pies. El animador toca con el pincel o la flor los brazos y los pies a los niños. Lector: Para vivir hay que moverse con más vida, pueden saltar, caminar, correr, descansar y ponerse de nuevo en movimiento. Los niños saltan, brincan, caminan (con cuidado y sin empujarse). Lector: Para vivir hay que bailar, darse las manos, abrazarse y sonreír, porque todos están contentos y ahorita ya se están moviendo, además todos tienen corazón. El animador, con la flor o el pincel, va tocando el corazón a los niños. Ellos se toman de las manos y se abrazan.

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Lector: Para vivir, ¡atención, un momento! Para vivir hay que aprender a hablar. El animador, con la flor o el pincel, toca los labios de los niños. Lector: En el país de las estatuas vivientes las personas se dicen mil palabras. El animador se dirige a los niños y les hace algunas preguntas o saludos, por ejemplo: “¡Buenos días estatuas! ¿Cómo has estado? ¿Estás contento? ¡Dime algo bonito! ¡Cántame una canción que te sepas!”. Lector: Así el país de las estatuas vivientes se convirtió en el mundo de las personas. Algunos eran de un color, otros de uno diferente; había altos y más bajitos, hombres y mujeres. Todos tenían vida, es decir, sabían hablar y escuchar, moverse y descansar, bailar y aplaudir. En el país de las estatuas vivientes la vida era felicidad. Todos dejan de moverse y escuchan la estrofa de la canción “Tiruriruri voy a cantar”. Lector: Amigas estatuas vivientes, yo he sido el gran pintor. Conmigo y con mi pincel mágico han aprendido a ser personas y a vivir. Ya no me necesitan, ustedes son ahora los nuevos pintores mágicos. Con este pincel mágico sean nuevos pintores en sus países de estatuas vivientes. El animador regala un pincel o una flor a cada niño (según lo que se utilizó). Lector: Sean creadores de alegría y felicidad. ¡Y ahora todos a cantar!

Todos escuchan y entonan la canción “Tiruriruri voy a cantar”. Una vez terminado el cuento hay que hablar de éste con los niños. Se pueden utilizar las siguientes preguntas: – ¿Cómo se vivía en el país de las estatuas vivientes? ¿Por qué? – Al final del cuento ¿por qué se vive de otra manera? – ¿Quién logró el cambio de vida? – ¿Quiénes son las estatuas vivientes? – ¿Quién es el pintor mágico? – ¿Cómo se puede llegar a ser un pintor mágico? – Podemos hacer normas o reglas para vivir mejor. Animador: No debemos olvidar que la vida es un regalo de Dios, la vida es para darla, la vida nos la dio Dios para que seamos felices.

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Iluminación Jesús llama a la vida Animador: Cuando sembramos una semilla en la tierra, la cuidamos, la regamos y un día, cuando vemos que le empieza a salir una hojita, quiere decir que comienza a crecer y a dar vida. Pero esta delgada hojita se va poniendo fuerte y crece y crece... luego da flores y más tarde frutos. La vida de las personas es así, al igual que la del cristiano. Sus papás un día fueron semilla, luego hojitas, más tarde crecieron y, ¡por fin!, los frutos que son ustedes. El cristiano también es así, un día nacimos en el Bautismo y con esta semillita de la gracia que se siembra en nuestra alma podemos ser buenos “pintores”; eso sí, tenemos que fortalecer esa semilla con los sacramentos. Dios también, como un regalo de Él, pone en el corazón de algunas personas el deseo de ser siempre “pintores” y ellas consagran su vida a Dios. Estamos hablando de los sacerdotes y las religiosas, a quienes llamamos cariñosamente “Padrecitos” y “Madrecitas”. ¿Qué hacen los sacerdotes? Llevan la Palabra de Dios a la gente; explican cómo se debe interpretar el mensaje de Dios, viven para la comunidad porque son consagrados para este fin; administran los sacramentos y alientan al pueblo a vivir según quiere Jesús. Algunos sacerdotes dejan su país y se van a otros lugares donde no conocen a Jesús para hablarles de Él, ellos se llaman “misioneros”. ¿Qué es una religiosa o religioso? Son personas que también se consagran a Dios, es decir, su vida es para el Señor y así pueden estar libres para trabajar de “pintores”. Tratan de hacer un mundo más feliz, ayudan a formar a los catequistas, cuidan a los niños y niñas que no tienen papás, o a los ancianos que están enfermos, pero siempre están donde los necesiten las diferentes comunidades.

Compromiso Pedir a los niños que piensen y lleven a cabo los siguientes compromisos: • Tratar de ser un buen “pintor” en mi familia, en mi escuela y con mis amigos. • Contarle a algún amigo lo que he aprendido hoy, e invitarlo para que asista a la catequesis. • Descubrir qué es lo que quiere Dios de mí.

Oración final Padre de todos, te damos gracias por la vida que nos has regalado

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y por la alegría y felicidad que sentimos. ¡Estamos muy contentos! Gracias por los ojos, con ellos podemos contemplar lo que tú y los humanos hemos creado. Gracias por los oídos, que nos permiten escuchar la música de toda la creación. Gracias por la boca, con la que podemos hablar contigo y comunicarnos con los demás. Gracias por nuestra nariz, que siente el cosquilleo del aire al respirar y que nos hace sentirnos vivos. Gracias, Padre de todos, por nuestra cara, que nos deja decir a los demás todo aquello que sentimos y nos pasa por dentro. Gracias, Padre, por la vida, que es tu mejor regalo.

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Tema 5: María y la Misión evangelizadora Objetivo: Los niños descubrirán la presencia materna de María para que la conozcan más, la amen y la imiten como hijos suyos.

Ambientación Canto a la Virgen María Yo le quiero cantar a la Virgen María una canción. Canta, canta, cántale una canción. Yo le quiero cantar a la Virgen María una canción. Canta, canta, cántale una canción. (Decir un nombre) le quiere cantar a la Virgen María una canción. Canta, canta, cántale una canción.

Oración Santa María, mujer sencilla, te imagino como mi mamá: haciendo las faenas de la casa, cuidando de tu hijo para que no le pase nada, preparando la comida para cuando llegue papá, haciendo unas tortillas muy ricas, ayudando a todas las vecinas, visitando a los enfermitos y ancianitos, ayudando a todos los que te necesiten. Enséñame a vivir imitando todo lo bonito que tú hiciste en tu vida. Amén.

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Hecho de vida A cada niño se le entrega una tarjeta como la siguiente para que escriba sus datos. Después, algunos niños pasarán al frente para leer su ficha personal. Ficha personal Nombre: Fecha de nacimiento: Lugar de nacimiento: Mi papá se llama: Mi mamá se llama: Tengo: Lo que más me gusta es: Vivo en la calle:

hermanos y

hermanas.

Algunos tendrán el mismo nombre o vivirán en la misma calle, tendrán el mismo número de hermanos o hermanas, es decir, tienen cosas en común. Animador: María también era una persona como nosotros, ya que tenía papás, vivía en un pueblo con su familia, tenía amigos y amigas e iba a la iglesia (a la cual se le llamaba “sinagoga”). El animador preguntará a los niños si saben el nombre de los papás: Joaquín y Ana. Esta dinámica es para hacer notar a los niños que María era una persona como nosotros, con una vida y una identidad personales. Para terminar esta parte de “Hecho de vida”, se presenta a los niños una ficha personal grande, pero con los datos de María, por ejemplo: Ficha personal de María Mujer sencilla: Joven de un pueblo pequeño Novia y esposa de un joven trabajador Mamá que sale de su país Mamá de un hijo perseguido

Mujer solidaria: Atiende a su prima en el parto Servicial en la boda de unos amigos Presente cuando matan a su hijo Anima a los miedosos apóstoles

Mujer fiel a Dios: Escucha la Palabra de Dios Ora y se deja guiar por la Palabra de Dios Siente la presencia de Dios en su vida

Se pueden utilizar estos pasajes: Lc 1, 26- 38; Lc 1, 39- 56; Lc 2, 1-21; Lc 2, 25-35; Lc 2, 41-51; Jn 2, 1-11; Jn 19, 25- 27.

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Iluminación Animador: María es nuestra Madre y a los mexicanos nos lo demostró de una manera especial en un momento muy importante de nuestra historia. El imperio azteca, y con él todos los pueblos nativos, fue derrotado en 1521. Parecía que el sol se ocultaba y en los pueblos indígenas reinaba una gran tristeza. Sin embargo, ocurrió algo inesperado. María se apareció a un indio llamado Juan Diego, le habló en náhuatl y en su vestido adoptó algunos detalles de esa cultura; además, el color de su piel es igual que el de nosotros. María de Guadalupe, que así se hace llamar, vino a darnos ánimos y a unir a todo el pueblo que por diferentes motivos se había separado. Por eso María quiso aparecerse en nuestra tierra mexicana, para estar cerca de todos nosotros en esos difíciles momentos. La primera aparición de María de Guadalupe al indio Juan Diego fue el día 9 de diciembre y la última el día 12 de diciembre de 1531. Vamos a escuchar las palabras que dijo la Virgen a san Juan Diego, en la cuarta ocasión que se le apareció: Oye y ten por entendido hijo mío, el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige, no se turbe tu corazón, no temas esta enfermedad ni angustia. ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y amparo? ¿No soy tu vida y salud? ¿No estás por ventura en mi regazo? ¿Qué más haz menester?5 A María de Guadalupe la veneramos en cada altar de nuestra casa y en el Santuario del Tepeyac, donde se guarda con mucho amor la tilma donde se apareció a Juan Diego. Hay un libro muy bonito que cuenta toda la historia del milagro de Guadalupe y todo mexicano debería leer y estudiar, se llama Nican Mopohua.

Compromiso Pedir a los niños que todas las noches recen tres avemarías a la Santísima Virgen para darle gracias por todo lo que les regaló en el día que termina. También deben rezar ante la Virgen de Guadalupe antes de salir de su casa para ir a la escuela.

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Nican Mopohua, núms. 118-119.

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Oración final Dulce Madre, no te alejes, tu vista de mi no apartes, ven conmigo a todas partes, y solo nunca me dejes, ya que me proteges tanto, como verdadera madre, haz que nos bendiga, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.

Se reza la oración anterior para que los niños se la aprendan. Tengo en casa a mi mamá Tengo en casa a mi mamá, pero mis mamás son dos, en el cielo está la Virgen, que es también mamá de Dios. Las dos me quieren a mí, las dos me entregan su amor. A las dos las busco y las llamo, y a las dos las quiero yo. Cuando llamo a mi mamá, ella viene sin tardar. Mi mamá del cielo viene, si me acuerdo de rezar. Cada día mi mamá me da un beso al despertar, en el alma llevo el beso de mi madre celestial.

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Tema 1: La persona de Jesús Objetivo: El joven descubrirá y profundizará en el conocimiento de Jesús a través de un encuentro vivo y personal, para que de esta manera se comprometa a seguirlo y dar testimonio de Él con su vida.

Ambientación Se realizarán dinámicas de integración y presentación, así como cantos para que todos los participantes se empiecen a conocer y tengan más confianza. 1. El bingo de presentación El animador entrega a cada participante una ficha y les pide que anoten su nombre y la devuelven al animador. Luego se entrega un cartón en blanco en donde el animador invita a los presentes a anotar el nombre de sus compañeros, a medida que el animador los va leyendo, de las fichas entregadas por el grupo. Cada uno los anota en el espacio que desee. Cuando todos tienen listo su cartón, el animador explica cómo se juega: a medida que se vayan diciendo los nombres de los participantes hacen una marca en el cartón, donde aparece ese nombre. La persona que complete primero una fila, recibe diez puntos.  El ejercicio se puede realizar varias veces.

2. La pelota preguntona El animador entrega una pelota a cada equipo, invita a los presentes a sentarse en círculo y explica la forma de realizar el ejercicio. Mientras se entona una canción la pelota se hace correr de mano en mano; a una seña del animador, se detiene el ejercicio. La persona que ha quedado con la pelota en la mano se presenta para el grupo: dice su nombre y lo que le gusta hacer en los ratos libres. El ejercicio continúa de la misma manera hasta que se presenta la mayoría. En caso de que una misma persona quede más de una vez con la pelota, el grupo tiene derecho a hacerle una pregunta.

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3. La palabra clave Realizar ocho tarjetas por equipo; cada una tiene una palabra: amistad, libertad, diálogo, justicia, verdad, compañerismo, valentía, ideal. Las tarjetas se depositan en un sobre. El animador forma los equipos y entrega el material de trabajo. Explica cómo realizar el ejercicio: las personas retiran una de las tarjetas del sobre; cada uno comenta el significado que le atribuye. Enseguida el equipo elige una de las palabras y prepara un grito alusivo. En plenario cada equipo se presenta: dicen el nombre de sus integrantes y el grito.

Oración Pienso, Jesús, que eres un hombre maravilloso, de gran inteligencia, de corazón inmenso; pronto para amar, para darte, nada egoísta, sencillo, de mirar limpio y cariñoso, amable con todos. Tu palabra es vida. Eres fuerte, noble, definido y claro en tu proceder. Jamás mientes ni adulas, humilde, dispuesto a servir siempre. Eres mi Dios y mi hermano, hijo de la Virgen, joven nazareno, predicador del Reino, maestro y amigo, por siempre inolvidable. Desde que te conocí de verdad, nada hay que pueda atraerme. Tu trato eleva y perfecciona.

Hecho de vida Personajes ilustres El animador pide a los participantes que formen un círculo y reparte a cada uno lápiz y papel. Les dice a los jóvenes que piensen en el personaje de la política, la música, la religión, el cine, etc., a quien más admiren. Cada joven escribe el nombre del personaje que eligió y agrega una palabra o frase con la que explique la razón o cualidad que más le atrae de esa persona. Enseguida cada joven coloca su hoja alrededor de un espacio previamente preparado. Con la música de la marcha triunfal, una persona entra con un póster de Jesús y lo muestra a todos los presentes; luego lo coloca en medio de las hojas donde escribieron los jóvenes.

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El animador hace algunas preguntas como: “¿A Él lo conoces? ¿Cuál es su nombre? ¿Qué significa para ti? ¿Qué hizo o sigue haciendo por ti y por la humanidad? ¿Qué admiras de Él?”. Se van anotando todas las repuestas y después se hace una selección de las que más se repitieron. Al terminar la dinámica se invita a los jóvenes a conocer más a Jesús a través del desarrollo de este tema. Vea además la posibilidad de que todo el grupo se acomode en semicírculo

Trabajo grupal El animador lee los puntos más importantes del tema. Se forman equipos. A cada equipo se le entregan algunas citas bíblicas, previamente seleccionadas, acerca de las actitudes de Jesús. Cada grupo lee en la Palabra de Dios las citas que les corresponden y reflexionan sobre las siguientes preguntas: “¿Qué aspecto de la persona de Jesús se nos muestra en la Palabra de Dios? ¿Por qué?”. Por ultimo cada grupo hace una exposición para compartir sus resultados y apreciaciones.

Iluminación ¿Quién es Jesús? Ahora vamos a detenernos un momento para preguntar: “¿Quién es este hombre que se atreve a anunciar un mundo nuevo, un renovado modo de vivir?”. Por medio de los evangelios conocemos la gran impresión que Jesús causaba en sus contemporáneos. Era un hombre atractivo, pero además: • Llamaba la atención de enfermos y pecadores. • Los niños se sentían felices con Él. • Impresionó al mismo Pilatos. Los evangelistas quedaban impresionados por sus ojos y su voz. A lo largo del Evangelio se describe con detalle todo tipo de miradas de Jesús: de dulzura, de cólera, de llamado, de compasión, de amor, de amistad, entre otras. Sus ojos tuvieron que ser expresivos. Lo mismo pasa con su voz, que los evangelistas nos describen como firme y severa cuando reprochaba, terrible al pronunciar palabras condenatorias, irónica cuando se dirigía

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a los fariseos, tierna al referirse a las mujeres, alegre cuando se encontraba con sus discípulos y triste al aproximarse a la muerte. Sabemos que tenía un cuerpo sano y robusto. Le encantaba estar en contacto con la naturaleza y no temía a las tormentas en el lago. También conocemos sus largas y continuas caminatas a través de montes y valles (Jn 12, 2), que llegó a vivir al aire libre y muchas noches durmió al descampado. Resistió una vida itinerante, en la cual tenía tanto qué hacer que a veces no tenía tiempo para comer: Vuelto a casa, se juntó otra vez tanta gente que ni siquiera podían comer, Jesús les dijo: “Vámonos aparte, a un lugar retirado, y descansarán un poco.” Porque eran tantos los que iban y venían que no les quedaba tiempo ni para comer (Mc 3, 20 y 6, 31). Los enfermos lo visitaban incluso a altas horas de la noche y tenía un sueño tan profundo como lo demuestra el que pudiera seguir durmiendo en medio de la tempestad en una incómoda barca. Además, era capaz de seguir orando en las horas de angustia, cuando los demás caían rendidos.

Su aspecto exterior Su aspecto era como el de cualquier otro judío de su época. Usaba barba y cabello corto. Los evangelistas que describen la vestidura de Juan Bautista no dicen nada de la de Jesús, lo cual indica lo común que era. Se protegía del sol con el sudario y, siguiendo las costumbres de la época, para la oración matutina llevaba filacterias atadas al brazo y alrededor de la frente.

¿Un hombre normal? Para muchos, Jesús no era un hombre normal, incluso: Sus propios parientes comenzaron a pensar que había perdido el juicio cuando se fue a predicar: Al enterarse sus parientes de todo lo anterior, fueron a buscarlo para llevárselo, pues decían: “Se ha vuelto loco.” (Mc 3, 21). Los fariseos estaban seguros de que un espíritu maligno habitaba en Él, por la terrible razón de que su visión de Dios y del amor no se dejaba encajonar por las leyes elaboradas por ellos: Lo oyeron los fariseos y respondieron: “¡Este expulsa demonios por obra de Beelzebul, príncipe de los demonios!” (Mt 12, 24). Herodes le mandó vestir la blanca túnica de los locos cuando vio que Jesús no oponía a sus burlas otra cosa que el silencio. A lo largo de los siglos, de loco y visionario le han acusado quienes se encontraban incapaces de resolver el enigma. En un mundo de egoístas, el generoso parece estar loco, tal como resulta locura la pureza entre la sensualidad.

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Sin embargo, en todo el Evangelio no se encuentra ni una sola nota de verdadera anormalidad. Jesús aparece en todo momento equilibrado, aunque su vida no fue precisamente fácil, pues de manera permanente estaba en lucha, vivía a contracorriente de las ideas y costumbres de sus contemporáneos.

Un hombre que sabía lo que quería Sus preceptos eran directos, incisivos y sencillos; por ejemplo: Reconcíliate con tu hermano: deja allí mismo tu ofrenda ante el altar, y vete antes a hacer las paces con tu hermano; después vuelve y presenta tu ofrenda (Mt 5, 24 ). No jures en modo alguno: Pero yo les digo: ¡No juren! No juren por el cielo, porque es el trono de Dios (Mt 5, 34). No resistas al mal, al que te abofetee en la mejilla derecha, ofrécele también la otra: Pero yo les digo: No resistan al malvado. Antes bien, si alguien te golpea la mejilla derecha, ofrécele también la otra (Mt 5, 39). Ama a tus enemigos y reza por los que te persiguen: Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores (Mt 5, 44). Cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha: Tú, cuando ayudes a un necesitado, ni siquiera tu mano izquierda debe saber lo que hace la derecha (Mt 6, 3). Jesús demostró ser un hombre de carácter que sabía lo que quería y estaba dispuesto a llevarlo a cabo sin vacilaciones. Por eso exigió a los suyos que quien pusiera la mano en el arado no volviera la vista atrás: Jesús le contestó: “El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios.” (Lc 9, 62) y mandó que se arrancara el ojo a aquel a quien le escandalizara: Por eso, si tu ojo derecho te está haciendo caer, sácatelo y tíralo lejos: porque más te conviene perder una parte de tu cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno (Mt 5, 29), y no iba a haber en su propia vida inconstancias o vacilaciones. Su modo de hablar acerca del sentido de su vida no dejaba lugar a ambigüedades.

Citas Las siguientes citas se pueden escribir en una cartulina para que alguien del grupo las lea en voz alta; también se pueden escribir por separado y repartirlas para que cada participante las lea en voz alta a sus compañeros.

Vayan y aprendan lo que significa esta palabra de Dios: Me gusta la misericordia más que las ofrendas. Pues no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores. (Mt 9, 13). El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido (Lc 19, 10).

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Hagan como el Hijo del Hombre, que no vino a ser servido, sino a servir y dar su vida como rescate por muchos (Mt 20, 28 ). No crean que he venido a suprimir la Ley o los Profetas. He venido, no para deshacer, sino para traer lo definitivo (Mt 5, 17). En la historia de la humanidad no existe ni ha existido un ser humano tan identificado con su vocación. Desde niño Jesús estaba conciente de este llamado: El les contestó: “¿Y por qué me buscaban? ¿No saben que yo debo estar donde mi Padre?” (Lc 2, 49 ). No le faltaron obstáculos en su camino; por ejemplo, ante las tres tentaciones del desierto su respuesta fue la victoria de Jesús sobre la posibilidad demoníaca de apartarse del camino para el que había venido. Más tarde, fueron sus propios amigos los que intentaron alejarlo de su deber y por eso llamó “Satanás” a Pedro: Pero Jesús se volvió y le dijo: “Retírate y ponte detrás de mí, Satanás! Quieres hacerme tropezar. Tus ambiciones no son las de Dios, sino las de los hombres” (Mt 16, 23). Pero Jesús, que comprendía y se mostraba tierno con los pecadores, era inflexible con los vacilantes: Jesús le contestó: “Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos.” (Mt 8, 22), Ningún siervo puede servir a dos patrones, porque necesariamente odiará a uno y amará al otro o bien será fiel a uno y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al Dinero (Lc 16, 13). En Jesús no había indecisiones, pero tampoco precipitaciones. Daba tiempo al tiempo, imponía a los demás y se imponía a sí mismo el jugar siempre limpio; por eso, llamó “sí” al “sí” y “no” al “no”: Digan sí cuando es sí, y no cuando es no; cualquier otra cosa que se le añada, viene del demonio (Mt 5, 37). Además, Jesús decía cosas para ayudar a la gente a vivir y aclarar ideas ya conocidas pero que los hombres no terminan de ver o de afinar. Siempre daba razones de lo que dice, es decir, nada imponía por capricho. Si mandaba amar a los enemigos explicaba que era porque todos somos hijos de un mismo Padre: para que así sean hijos de su Padre que está en los Cielos. Porque él hace brillar su sol sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos y pecadores (Mt 5, 45 ). Si pidió que hiciéramos bien a todos, razonó que era porque todos queremos que los demás nos hagan bien a nosotros: Y si hacen bien a los que les hacen bien, ¿qué gracia tiene? También los pecadores obran así (Lc 6, 33 ). Si prohibió fue porque Dios creó una sola pareja y la unió para siempre: Pero al principio de la creación Dios los hizo hombre y mujer (Mc 10, 6 ). Si pidió que tuviéramos confianza en el Padre, lo hizo recordando que Él es quien cuida de los pájaros del campo: Fíjense en las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, no guardan alimentos en graneros, y sin embargo el Padre del Cielo, el Padre de ustedes, las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que las aves? (Mt 6, 26 ).

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Un hombre con corazón Otra de las características exclusivas de Cristo es que, a diferencia de otros grandes líderes religiosos, la entrega a una gran tarea no ató su corazón, ni le hizo olvidar las pequeñas cosas de la vida o rechazar al mundo. En esa época, dedicar tiempo a los niños –y no digamos a un enfermo o a una pecadora– eran gestos que provocaban rechazo en lugar de admiración.

“El que recibe a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe, no me recibe a mí, sino al que me ha enviado.” (Mc 9, 37). Vengan a mí los que van cansados, llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré (Mt 11, 28). Jesús continuó: Había un hombre que tenía dos hijos. El menor dijo a su padre: “Dame la parte de la hacienda que me corresponde.” Y el padre repartió sus bienes entre los dos. El hijo menor juntó todos sus haberes, y unos días después se fue a un país lejano. Allí malgastó su dinero llevando una vida desordenada. Cuando ya había gastado todo, sobrevino en aquella región una escasez grande y comenzó a pasar necesidad. Fue a buscar trabajo y se puso al servicio de un habitante del lugar, que lo envió a su campo a cuidar cerdos. Hubiera deseado llenarse el estómago con las bellotas que daban a los cerdos, pero nadie se las daba. Finalmente recapacitó y se dijo: “Cuántos asalariados de mi padre tienen pan de sobra, mientras yo aquí me muero de hambre! Tengo que hacer algo: volveré donde mi padre y le diré: Padre, he pecado contra Dios y contra ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo. Trátame como a uno de tus asalariados.” Se levantó, pues, y se fue donde su padre. Estaba aún lejos, cuando su padre lo vio y sintió compasión; corrió a echarse a su cuello y lo besó. Entonces el hijo le habló: “Padre, he pecado contra Dios y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo.” Pero el padre dijo a sus servidores: “¡Rápido! Traigan el mejor vestido y pónganselo. Colóquenle un anillo en el dedo y traigan calzado para sus pies. Traigan el ternero gordo y mátenlo; comamos y hagamos fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y lo hemos encontrado.” Y comenzaron la fiesta. El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, cuando se acercaba a la casa, oyó la orquesta y el baile. Llamó a uno de los muchachos y le preguntó qué significaba todo aquello. El le respondió: “Tu hermano ha regresado a casa, y tu padre mandó matar el ternero gordo por haberlo recobrado sano y salvo.”. El hijo mayor se enojo y no quiso entrar. Su padre salió a suplicarle. Pero él le contestó: “Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido y jamás ni una sola de tus órdenes, y a mí nunca me has dado un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. Pero ahora que vuelve ese hijo tuyo que se ha gastado tu dinero con prostitutas, haces matar para él el ternero gordo.”. El padre le dijo: “Hijo, tu estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero había que hacer fiesta y alegrarse, puesto que tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado.” (Lc 15, 11-32). Al contemplar aquel gran gentío, Jesús sintió compasión, porque estaban decaídos y desanimados, como ovejas sin pastor (Mt 9, 3). Jesús fijó su mirada en él, le tomó cariño y le dijo: “Sólo te falta una cosa: vete, vende todo lo que tienes y reparte el dinero entre los pobres, y tendrás un tesoro en el Cielo. Después, ven y sígueme.” (Mc 10, 21).

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Al oír estas palabras, Jesús quedó admirado, y volviéndose hacia la gente que lo seguía, dijo: “Les aseguro que ni siquiera en Israel he hallado una fe tan grande” (Lc 7, 9). Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: “No llores’”(Lc 7,13). Al acercarse y ver la ciudad, lloró por ella (Lc 19, 41). Con estas palabras: “Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.” (Lc 22, 42). Y Jesús lloró (Jn 11, 35). Hijos míos, yo estaré con ustedes por muy poco tiempo. Me buscarán, y como ya dije a los judíos, ahora se lo digo a ustedes: donde yo voy, ustedes no pueden venir (Jn 13, 33).

¿Qué hacía Jesús? Juan esperaba a la gente a la orilla del río; Jesús, por el contrario, salía al encuentro de las personas para conocerlas y relacionarse con aquellos a los que la sociedad de entonces rechazaba. Se presenta una cartulina con las siguientes frases y se van leyendo en voz alta. Devolvió la vida (Lc 8, 41-55). Curó a los leprosos (Lc 5, 12-13). Acogió a las prostitutas (Jn 4, 27). Habló con las mujeres y las pecadoras (Jn 4, 7ss). Se relacionó con publicanos (Lc 19, 7). Acogió a los niños, a quienes se menospreciaba en aquella época (Lc 18, 15). Aceptó la invitación de los fariseos (Lc 14, 1; 7-36). Le gustaba encontrarse con las personas para cenar con ellas (Lc 5, 29). Las malas lenguas murmuraban: ‘Es un comelón y un bebedor’ (Lc 7, 34).

Acciones que hablan Devolvió la vista a los ciegos: Contestó, pues, a los mensajeros: “Vuelvan y cuéntenle a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos se despiertan, y una buena nueva llega a los pobres (Lc 7, 22). Devolvió la palabra a los mudos: Otro día Jesús estaba expulsando un demonio: se trataba de un hombre mudo. Apenas salió el demonio, el mudo empezó a hablar y la gente quedó admirada (Lc 11, 14). Devolvió la flexibilidad de sus miembros a los paralíticos: Tiempo después, Jesús volvió a Cafarnaúm. Apenas corrió la noticia de que estaba en casa, se reunió tanta gente que no quedaba sitio ni siquiera a la puerta. Y mientras

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Jesús les anunciaba la Palabra, cuatro hombres le trajeron un paralítico que llevaban tendido en una camilla. Como no podían acercarlo a Jesús a causa de la multitud, levantaron el techo donde él estaba y por el boquete bajaron al enfermo en su camilla. Al ver la fe de aquella gente, Jesús dijo al paralítico: “Hijo, se te perdonan tus pecados.”. Estaban allí sentados algunos maestros de la Ley, y pensaron en su interior: “¿Cómo puede decir eso? Realmente se burla de Dios. ¿Quién puede perdonar los pecados, fuera de Dios?”. Pero Jesús supo en su espíritu lo que ellos estaban pensando, y les dijo: ¿Por qué piensan así? ¿Qué es más fácil decir a este paralítico: Se te perdonan tus pecados, o decir: Levántate, toma tu camilla y anda? Pues ahora ustedes sabrán que el Hijo del Hombre tiene en la tierra poder para perdonar pecados.’ Y dijo al paralítico: “Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.”. El hombre se levantó, y ante los ojos de toda la gente, cargó con su camilla y se fue. La gente quedó asombrada, y todos glorificaban a Dios diciendo: “Nunca hemos visto nada parecido.” (Mc 2, 1). Dio salud y dignidad a los leprosos: Se le acercó un leproso que se arrodilló ante él y le suplicó: “Si quieres, puedes limpiarme.” Sintiendo compasión, Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo: “Quiero, queda limpio.” Al instante se le quitó la lepra y quedó sano. Entonces Jesús lo despidió, pero le ordenó enérgicamente: “No cuentes esto a nadie, pero vete y preséntate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que ordena la Ley de Moisés. Pues tú tienes que hacer tu declaración.”. Pero el hombre, en cuanto se fue, empezó a hablar y a divulgar lo ocurrido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en el pueblo; tenía que andar por las afueras, en lugares solitarios. Pero la gente venía a él de todas partes (Mc 1, 40-45). Libró a muchas personas de sus obsesiones por los malos espíritus: Llegaron a la otra orilla del lago, que es la región de los gerasenos. Apenas había bajado Jesús de la barca, un hombre vino a su encuentro, saliendo de entre los sepulcros, pues estaba poseído por un espíritu malo. El hombre vivía entre los sepulcros, y nadie podía sujetarlo ni siquiera con cadenas. Varias veces lo habían amarrado con grillos y cadenas, pero él rompía las cadenas y hacía pedazos los grillos, y nadie lograba dominarlo. Día y noche andaba por los cerros, entre los sepulcros, gritando y lastimándose con piedras. Al divisar a Jesús, fue corriendo y se echó de rodillas a sus pies. Entre gritos le decía: “¡No te metas conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo! Te ruego por Dios que no me atormentes.” Es que Jesús le había dicho: “Espíritu malo, sal de este hombre.” Cuando Jesús le preguntó: “¿Cómo te llamas?”, contestó: “Me llamo Multitud, porque somos muchos.” Y rogaban insistentemente a Jesús que no los echara de aquella región (Mc 5, 1-10). Pero Jesús exigía una esperanza, un espíritu abierto y, sobre todo, confianza. En Nazaret no sucedió nada porque no le creyeron: Y no pudo hacer allí ningún milagro. Tan sólo sanó a unos pocos enfermos imponiéndoles las manos (Mc 6, 5). Jesús realizó otras acciones que hablaban a las personas de su época: Perdonó los pecados, un acto que estaba reservado a Dios: De inmediato los maestros de la Ley y los fariseos empezaron a pensar: “¿Cómo puede blasfemar de este modo? ¿Quién puede perdonar los pecados fuera de Dios?” (Lc 5, 21). Imitó pasajes bíblicos como su entrada en Jerusalén: Cuando se aproximaban a Jerusalén, cerca ya de Betfagé y de Betania, al pie del monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos diciéndoles: “Vayan a ese pueblo que ven enfrente; apenas entren encontrarán un burro amarrado, que ningún hombre ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo aquí. Si alguien les pregunta: ¿Por qué hacen eso?, contesten: El Señor lo necesita, pero se lo devolverá cuanto antes.”. Se fueron y encontraron en la calle al burro, amarrado delante de una puerta, y lo desataron. Algunos de los

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que estaban allí les dijeron: “¿Por qué sueltan a ese burro?” Ellos les contestaron lo que les había dicho Jesús, y se lo permitieron. Trajeron el burro a Jesús, le pusieron sus capas encima y Jesús montó en él. Muchas personas extendían sus capas a lo largo del camino, mientras otras lo cubrían con ramas cortadas en el campo. Y tanto los que iban delante como los que seguían a Jesús gritaban: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Ahí viene el bendito reino de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!”. Entró Jesús en Jerusalén y se fue al Templo. Observó todo a su alrededor y, siendo ya tarde, salió con los Doce para volver a Betania. (Mc 11, 1-11). Arrojó a los vendedores del templo porque no toleraba que se comerciara con Dios: Llegaron a Jerusalén, y Jesús fue al Templo. Comenzó a echar fuera a los que se dedicaban a vender y a comprar dentro del recinto mismo. Volcaba las mesas de los que cambiaban dinero y los puestos de los vendedores de palomas (Mc 11, 15). La hipocresía religiosa fue una de las pocas cosas que desataba su cólera: El Señor le dijo: “Así son ustedes, los fariseos. Ustedes limpian por fuera las copas y platos, pero el interior de ustedes está lleno de rapiñas y perversidades. ¡Estúpidos! El que hizo lo exterior, ¿no hizo también lo interior? Pero, según ustedes, simplemente con dar limosnas todo queda purificado. ¡Pobres de ustedes, fariseos! Ustedes dan para el Templo la décima parte de todo, sin olvidar la menta, la ruda y las otras hierbas, pero descuidan la justicia y el amor a Dios. Esto es lo que tienen que practicar, sin dejar de hacer lo otro. ¡Pobres de ustedes, fariseos, que les gusta ocupar el primer puesto en las sinagogas y ser saludados en las plazas! ¡Pobres de ustedes!, porque son como esas tumbas que apenas se notan: uno no se da cuenta sino cuando ya las ha pisado.”. Un maestro de la Ley tomó entonces la palabra y dijo: “Maestro, al hablar así nos ofendes también a nosotros.”. El contestó: ¡Pobres de ustedes también, maestros de la Ley, porque imponen a los demás cargas insoportables, y ustedes ni siquiera mueven un dedo para ayudarles! ¡Pobres de ustedes, que construyen monumentos a los profetas! ¿Quién los mató sino los padres de ustedes? Así, pues, ustedes reconocen lo que hicieron sus padres, pero siguen en lo mismo: ellos se deshicieron de los profetas, y ustedes ahora pueden construir. La Sabiduría de Dios dice también: Yo les voy a enviar profetas y apóstoles, pero esta gente matarán a unos y perseguirán a otros. Por eso, a esta generación se le pedirá cuentas de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo: desde la sangre de Abel, hasta a de Zacarías, que fue asesinado entre el altar y el Santuario. Sí, yo se lo aseguro: la generación presente es la que tendrá que responder. ¡Pobres de ustedes, maestros de la Ley, que se adueñaron de la llave del saber! Ustedes mismos no entraron, y cerraron el paso a los que estaban entrando. Cuando salió de allí, los maestros de la Ley y los fariseos comenzaron a hostigarlo muy duramente. Le pedían su parecer sobre un montón de cosas y le ponían trampas para sorprenderlo en alguna de sus respuestas. (Lc 11, 39-54). No podía soportar que, refugiándose en motivos religiosos, la gente se sintiera dispensada de socorrer o dar amistad a quienes la necesitaban: De este modo anulan la Palabra de Dios con una tradición que se transmiten, pero que es de ustedes. Y ustedes hacen además otras muchas cosas parecidas a estas (Mc 7, 13).

Era libre en su manera de actuar Lo cual queda demostrado porque Jesús sabía lo importante que es lavarse las manos (Mc 7, 5), no desgranar una espiga (Mc 2, 23 ), ayunar (Mc 2, 18) o salvar a los hombres (Mc 3, 4), así como lanzarse adelante para anunciar la Buena Noticia. Asimismo, Jesús pasó por encima de los tabúes religiosos y trató con los samaritanos (Jn 4,5). Para Él, la persona era lo más importante.

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¿Qué decía el mensaje de Jesús? Jesús tenía una manera propia de enseñar, pues a Él le gustaba tomar un acontecimiento, desentrañar una situación e imaginar una anécdota para despertar el interés de sus oyentes. ¿Qué contestó al hombre que le preguntó quién es mi prójimo? (Lc 10, 29). Aquello que el Padre me ha dado lo superará todo, y nadie puede arrebatarlo de la mano de mi Padre.

La parábola del buen samaritano (Lc 10, 25-37). Un maestro de la Ley, que quería ponerlo a prueba, se levantó y le dijo: “Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?” Jesús le dijo: “¿Qué está escrito en la Escritura? ¿Qué lees en ella?” El hombre contestó: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y amarás al prójimo como a ti mismo.” Jesús le dijo: “Excelente respuesta! Haz eso y vivirás.” El otro, que quería justificar su pregunta, replicó: “¿Y quién es mi prójimo?” Jesús empezó a decir: Bajaba un hombre por el camino de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos bandidos, que lo despojaron hasta de sus ropas, lo golpearon y se marcharon dejándolo medio muerto. Por casualidad bajaba por ese camino un sacerdote; lo vió, dio un rodeo y siguió. Lo mismo hizo un levita que llegó a ese lugar: lo vio, dio un rodeo y pasó de largo. Un samaritano también pasó por aquel camino y lo vio, pero éste se compadeció de él. Se acercó, curó sus heridas con aceite y vino y se las vendó; después lo montó sobre el animal que traía, lo condujo a una posada y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente sacó dos monedas y se las dio al posadero diciéndole: “Cuídalo, y si gastas más, yo te lo pagaré a mi vuelta.” Jesús entonces le preguntó: “Según tu parecer, ¿cuál de estos tres se hizo el prójimo del hombre que cayó en manos de los salteadores?” El maestro de la Ley contestó: “El que se mostró compasivo con él.” Y Jesús le dijo: “Vete y haz tú lo mismo.”

Habló con autoridad y no como los especialistas de la ley (Mc 1, 22). Su manera de enseñar impresionaba mucho a la gente, porque hablaba como quien tiene autoridad, y no como los maestros de la Ley. ¿Cuántas veces tengo que perdonar? ¿Qué contestó Jesús? (Mt 18, 21, 22). Entonces Pedro se acercó con esta pregunta: “Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas de mi hermano? ¿Hasta siete veces?” Jesús le contestó: “No te digo siete, sino setenta y siete veces.”.

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Con la misma medida que midan serán medidos (Lc 6, 38). Den, y se les dará; se les echará en su delantal una medida colmada, apretada y rebosante. Porque con la medida que ustedes midan serán medidos ustedes. Todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido (Lc 18, 14). Yo les digo que este último estaba en gracia de Dios cuando volvió a su casa, pero el fariseo no. Porque el que se hace grande será humillado y el que se humilla será enaltecido. Busquen y encontrarán. Pidan y se les dará. Llamen y se les abrirá (Mt 7, 7). Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen y se les abrirá la puerta.

La muerte de Cristo Jesús se hizo hombre y murió porque los hombres mueren. Jesús vivió intensamente los tres años de su vida pública. Sin embargo, sus palabras y sus actitudes crearon una serie de interrogantes y de conflictos que lo llevaron a la muerte, la cual, por lo tanto, no fue otra cosa que el resultado final de su modo de vivir. La muerte de Jesús no fue un episodio más en su vida, sino que es la clave de su historia.

Una muerte prevista y aceptada Los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) afirman que Jesús anunció tres veces su muerte. Por lo tanto, según los evangelios, Él sabía de antemano que le esperaba una muerte violenta. Y todo esto por su conducta provocadora. En repetidas ocasiones Jesús quebrantó algunas leyes, cuya violación estaba sancionada con la pena de muerte. Por eso, cuando acusaban a Jesús de que estaba blasfemando contra Dios, de que era un falso profeta y de que quebrantaba el sábado, los dirigentes judíos le estaban lanzando acusaciones penadas con la muerte. A Jesús le hicieron un doble juicio: religioso y civil. Las causas presentadas por el poder religioso se referían a que quería destruir el templo y por proclamarse Mesías, el Hijo de Dios. Con respecto al juicio político, a Jesús lo condenaron por una causa política: por proclamarse rey de los judíos. Fue acusado de amenazar al ocupante romano y de intentar sublevar al pueblo contra Roma para obtener la independencia. Entonces, Poncio Pilatos dio la sentencia de muerte porque, de lo contrario, las autoridades religiosas lo amenazaron con denunciarlo con el emperador.

La muerte de un profeta La muerte de Jesús tiene un sentido que va más allá del frío relato de los hechos. Los primeros cristianos descubrieron que su deceso no fue una muerte cualquiera, sino la muerte del Mesías, el Hijo de Dios y, por lo tanto, fue una muerte salvadora.

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Los primeros cristianos vieron en este acontecimiento la muerte de un profeta mártir. Los mismos judíos reconocieron a Jesús como el último de los profetas (Jn 6, 14). Por otra parte, en tiempos de Jesús, estaba bastante extendida la idea de que a los profetas les estaba reservado un final trágico. ¡Jerusalén, Jerusalén!, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados (Lc 13, 34). Por consiguiente, Jesús fue el último profeta que Dios había enviado y que, al igual que los profetas anteriores, fue asesinado por la maldad de Israel. De esta manera Jesús enfrentó la muerte con una clara conciencia de ser un profeta llamado a realizar una Misión única: anunciar y promover la venida del Reino de Dios. Es decir, murió en cumplimiento de su Misión, y su deceso representa la culminación de una vida entregada a la causa del Reino.

La Resurrección de Jesús La Resurrección de Jesús es el acontecimiento más importante tanto en la vida de Jesús como en la vida de los cristianos. Después de la muerte de Jesús los apóstoles, presos de miedo y de un profundo sentimiento de fracaso, se dispersaron. Pero poco tiempo después estos hombres que tuvieron que huir y esconderse, se reagruparon y salieron a las calles de Jerusalén, anunciando una noticia asombrosa: “Dios ha resucitado al que fue crucificado”. Ellos hablaban de una experiencia única y profunda: el mismo Jesús que conocieron y que había sido muerto en la cruz estaba vivo y presente en medio de ellos. Pero ¿en qué se fundamenta el convencimiento de que Jesús muerto volvía a estar vivo? Los evangelistas nos ofrecen dos argumentos: • Encontraron la tumba de Jesús vacía (el sepulcro vacío). • Lo vieron después de su muerte (las apariciones). Los apóstoles dijeron que habían visto a Jesús, que se les había aparecido. Los evangelistas narran estas apariciones como una presencia real y hasta carnal de Jesús, ya que Él comía, caminaba con los suyos, platicaba con ellos, les mostraba sus llagas y hasta lo podían tocar. Por eso ellos estaban seguros de que no era sólo un espíritu. Estos encuentros con el resucitado transformaron la vida de los apóstoles, ya que los hizo recuperar la confianza, el ánimo, la fortaleza y la entrega. Entonces comenzaron a ser testigos de Jesús y a proclamar la Buena Noticia. A partir de ese momento nada los pudo detener: ni persecuciones, ni fracasos, ni amenazas de muerte.

Fiel al Padre Unido al Padre en la oración (Mc 1, 35): De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó, salió y se fue a un lugar solitario. Allí se puso a orar.

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La invocación a Dios como Padre (Mt 6, 9): Ustedes, pues, recen así: Padre nuestro, que estás en el Cielo, santificado sea tu Nombre. Obediencia radical al Padre (Jn 4, 31-38): Mientras tanto los discípulos le insistían: “Maestro, come.” Pero él les contestó: “El alimento que debo comer, ustedes no lo conocen.” Y se preguntaban si alguien le había traído de comer. Jesús les dijo: “Mi alimento es hacer la voluntad de aquel que me ha enviado y llevar a cabo su obra. Ustedes dicen: ‘dentro de cuatro meses será tiempo de cosechar’. ¿No es verdad? Pues bien, yo les digo: Levanten la vista y miren los campos: ya están amarillentos para la siega. El segador ya recibe su paga y junta el grano para la vida eterna, y con esto el sembrador también participa en la alegría del segador. Aquí vale el dicho: Uno es el que siembra y otro el que cosecha. Yo los he enviado a ustedes a cosechar donde otros han trabajado y sufrido. Otros se han fatigado y ustedes se han aprovechado de su trabajo.”. Fidelidad al Padre hasta la muerte (Jn 10, 25-33): Jesús les respondió: “Ya se lo he dicho, pero ustedes no creen. Las obras que hago en el nombre de mi Padre manifiestan quien soy yo, pero ustedes no creen porque no son ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco. Ellas me siguen, y yo les doy vida eterna. Nunca perecerán y nadie las arrebatará jamás de mi mano. Aquello que el Padre me ha dado lo superará todo, y nadie puede arrebatarlo de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos una sola cosa”. Entonces los judíos tomaron de nuevo piedras para tirárselas. Jesús les dijo: “He hecho delante de ustedes muchas obras hermosas que procedían del Padre; ¿por cuál de ellas me quieren apedrear?” Los judíos respondieron: “No te apedreamos por algo hermoso que hayas hecho, sino por insultar a Dios; porque tú, siendo hombre, te haces Dios.”.

Creer hoy en Jesús resucitado El mensaje de la Resurrección no sólo se refiere a Jesús, sino también a nosotros los cristianos. Si Jesús triunfó sobre la muerte, nosotros tenemos resuelto el problema de ésta, porque el destino de Él es también nuestro destino. Si Cristo resucitó, también nosotros hemos de resucitar; por lo tanto, la resurrección de Jesús es un elemento esencial de nuestra fe y de toda la existencia cristiana. Creer hoy en la resurrección es creer en una nueva manera de entender la vida: la de Jesús de Nazaret. Creer en el resucitado es dar testimonio de que la vida tiene que ser vista como la vio Jesús y que debemos hacer nuestra su causa: la construcción del Reino de Dios en nuestro ambiente. Hoy en día predicar la resurrección es afirmar que Dios está a favor de quienes siguen el camino del Evangelio: un camino de generosidad y servicio a todas las personas, especialmente a los pobres y oprimidos. Es afirmar con nuestra vida y nuestro corazón que ayer, hoy y siempre, Jesucristo es el Señor de nuestras vidas.

Compromiso Después de analizar este tema, ¿qué características de la persona de Jesús podrías poner en práctica en tu vida personal?

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Meditar el nacimiento de Jesús (Mt 1, 18-25; Lc 2, 1-21) y aplicarlo a la vida personal: Este fue el principio de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José; pero antes de que vivieran juntos, quedó embarazada por obra del Espíritu Santo. Su esposo, José, pensó despedirla, pero como era un hombre bueno, quiso actuar discretamente para no difamarla. Mientras lo estaba pensando, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, descendiente de David, no tengas miedo de llevarte a María, tu esposa, a tu casa; si bien está esperando por obra del Espíritu Santo, tú eres el que pondrás el nombre al hijo que dará a luz, y lo llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta: La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa: Dios-con-nosotros. Cuando José se despertó, hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado y tomó consigo a su esposa. Y sin que hubieran tenido relaciones, dio a luz un hijo, al que puso por nombre Jesús; Por aquellos días salió un decreto del emperador Augusto, por el que se debía proceder a un censo en todo el imperio. Éste fue llamado “el primer censo”, siendo Quirino gobernador de Siria. Todos, pues, empezaron a moverse para ser registrados cada uno en su ciudad natal. José también, que estaba en Galilea, en la ciudad de Nazaret, subió a Judea a la ciudad de David, llamada Belén, porque era descendiente de David; allí se inscribió con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras estaban en Belén, llegó para María el momento del parto y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, pues no había lugar para ellos en la sala principal de la casa. En la región había pastores que vivían en el campo y que por la noche se turnaban para cuidar sus rebaños. Se les apareció un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de claridad. Y quedaron muy asustados. Pero el ángel les dijo; “No tengan miedo, pues yo vengo a comunicarles una buena noticia, que será motivo de mucha alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, ha nacido para ustedes un Salvador, que es el Mesías y el Señor. Miren cómo lo reconocerán: hallarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre.”. De pronto una multitud de seres celestiales aparecieron junto al ángel, y alababan a Dios con estas palabras: ‘Gloria a Dios en lo más alto del cielo y en la tierra paz a los hombres: ésta es la hora de su gracia.’. Después que los ángeles se volvieron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: “Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha dado a conocer.” Fueron apresuradamente y hallaron a María y a José con el recién nacido acostado en el pesebre. Entonces contaron lo que los ángeles les habían dicho del niño. Todos los que escucharon a los pastores se quedaron maravillados de lo que decían. María por su parte, guardaba todos estos acontecimientos y los volvía a meditar en su interior. Después los pastores regresaron alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, tal como los ángeles se lo habían anunciado. ¿Cómo podrías comunicar a otros jóvenes que Jesús sigue vivo entre nosotros?

Celebramos Los participantes se colocan en medio círculo y se les pide que cierren los ojos durante tres minutos, que se concentren y guarden silencio. Entonces se les pone la canción “Nadie te ama como yo”. Con los ojos abiertos y delante de un crucifijo, los jóvenes escuchan de nuevo la canción “Nadie te ama como yo” y se les pide que lo contemplen y vayan tratando de repetir la letra del canto. Por último, de pie y tomados de la mano, los jóvenes comienzan a rezar el “Padre nuestro” y “Dios te salve”.

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Oración6 Te alabamos a ti, Señor Jesús, “el hijo del carpintero”, que viviste en un pueblo pequeño como los nuestros. Te ganaste el pan con el sudor de tu frente y no te avergonzaste de tener callos en las manos. Te pedimos que, cuando a todos les vuelven la espalda, tú no te olvides de los hombres y mujeres que en los pueblos se ganan su sustento trabajando de sol a sol; de los ancianos que han dejado lo mejor de sus vidas en las veredas y rastrojos para dar de comer a sus hijos. Danos fuerza para no desfallecer en nuestra lucha en favor de tantas gentes que aún malviven en nuestros pueblos. No queremos sólo pan. Queremos sobre todo justicia, que en el reparto del bienestar y del trabajo, les toque más a los que menos tienen. Danos una fe robusta que no se quiebre a las primeras de cambio, la esperanza de que no hemos luchado en vano; el amor sin fronteras, empezando por nuestros vecinos del barrio. Con todos los creyentes proclamamos que tú eres camino, verdad y vida; amigo de los humildes, de los que trabajan honradamente, de los abandonados a su suerte y de los pobres.

Jesúcristo JESÚCRISTO, JESÚCRISTO JESÚCRISTO, YO ESTOY AQUÍ JESÚCRISTO,... Miro hacia el cielo y veo una nube blanca que va pasando, miro a la tierra y veo una multitud que esta caminando.

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Tomado de Javier González, Un proceso de formación para los grupos juveniles 2, San Pablo.

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Como esa nube blanca, esa gente no sabe a dónde va. Y ¿quien les podrá decir? El camino cierto eres tú, Señor Toda esa multitud en el medio lleva amor y paz; por eso para ellos sus esperanzas no morirán. Viendo la flor que nace en el alma de aquel que tenga amor, miro hacia el cielo y veo que ya se aferran a ti, Señor. En cada esquina veo la mirada triste de algunos más: buscan por este mundo la dirección del camino a Aquel. Es mi deseo ver aumentando siempre esa procesión, para que todos canten la misma prosa de esta oración.

Bibliografía Comisión Nacional Salesiana de Pastoral Juvenil, En búsqueda. Preadolescentes 3, CCS, Madrid, 1990. González Ramírez, Javier, Proceso de formación para grupos juveniles 2, Alba, México, 1992. Martín Descalzo, José Luis, Vida y misterio de Jesús de Nazaret I, ii, Sígueme, Salamanca, 1992. Sayés, José Antonio, Teología para nuestro tiempo, San Pablo, 1995.

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Tema 2: Reino de Dios Objetivo: El joven descubrirá que el centro del mensaje de Jesús es el Reino; por ello, debe entenderlo y comprometerse a ser protagonista del reinado de Dios en la sociedad donde vive.

Ambientación Salmo desde el compromiso por el Reino Tu Reino, Señor Jesús, habita dentro de mí; tu Reino es como un tesoro escondido dentro de un campo. Llevo en el fondo de mi ser la libertad y el amor, la justicia y la verdad, la luz y la belleza. Llevo dentro de mí el amor de tu Padre que me llama; la gracia de tu amor que me salva y libera, la amistad y comunión de tu Espíritu que me hace fuerte. ¡Tu Reino, Señor, habita dentro de mí, gracias! Tu Reino, Señor Jesús, está en medio de nosotros. Tu Reino se ha hecho presente en nuestra comunidad. Llevamos en el fondo de nuestras relaciones como hermanos la bondad y la ternura de tu Espíritu de amor; llevamos el gozo y la gracia de tu presencia resucitada; llevamos la misericordia y la compasión de tu Padre. ¡Tu Reino, Señor, habita en medio de nosotros, gracias! Tu Reino, Señor Jesús, habita en nuestra Iglesia. Tu Reino está presente en medio de los creyentes. Llevamos en nuestros corazones la semilla de tu Palabra; llevamos en el fondo de nuestro ser el amor de tu Espíritu. Cuando compartimos los bienes, tu Reino se hace fuerte. Cuando oramos juntos, tu Reino se manifiesta. Cuando ayudamos al necesitado, tu Reino se desvela. Somos, Señor, en tu Iglesia, fermento de tu Reino. Somos, Señor, en tu Iglesia, sal y luz del mundo. ¡Tu Reino, Señor, habita en medio de la Iglesia, gracias! Tu Reino, Señor, habita en medio del mundo. Tu Reino está presente-oculto en medio de los hombres. Donde el amor es más fuerte que el odio, allí está tu Reino. Donde el perdón es más fuerte que la venganza, allí está tu Reino.

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Donde la verdad es más fuerte que la mentira, allí está tu Reino. Donde la libertad es más fuerte que la esclavitud, allí está tu Reino. Donde la ternura es más fuerte que el desamor, allí está tu Reino. ¡Tu Reino, Señor, habita en el corazón de los hombres que se aman, gracias! Tu Reino, Señor Jesús, será en plenitud en la vida eterna. Tu Reino está presente y lleva a la casa de los cielos. Caminamos hacia tu Reino, Señor, anima nuestra marcha. Caminamos con esperanza, alienta nuestro cansancio. Caminamos con fe, con los ojos puestos en ti. Ven a nuestro encuentro. Caminamos unidos como un sólo pueblo, buscamos el rostro del Padre. Caminamos en busca de la nueva humanidad, anhelamos los nuevos cielos. Caminamos como peregrinos en la tierra, seremos hombres nuevos para siempre. ¡Tu Reino, Señor, será pleno al final de los tiempos, gracias! Señor Jesús, déjanos tomar parte ahora, entre los hombres, en los duros trabajos de tu Evangelio de libertad; danos la fuerza de tu amor para ser testigos libres y gozosos del Reino que tu Padre nos ha dado: un Reino para ahora y para siempre. Contigo decimos al Padre: “¡Venga a nosotros, Padre nuestro tu Reino!”.

Hecho de vida La rama seca y la rama verde (significan la muerte y la vida, respectivamente) El animador prepara un dibujo grande de una rama seca y otro de una rama verde; también, escribe en tarjetas 10 valores y 10 antivalores. Reparte a cada participante un papel con un valor o antivalor, les pide que pasen a colgarlos en la rama que le corresponde y digan por qué lo colocaron en una y no en la otra. Los jóvenes deben reflexionar en qué actitudes destruyen el Reino de Dios y cuáles lo construyen. Ejemplos de valores son: amor, paz, justicia, apoyo, solidaridad, comprensión, perdón, verdad, libertad, trabajo, alimento, salarios justos, hermandad, alegría, generosidad, fidelidad, diálogo, oración, comunión, amor a la Palabra de Dios, respeto al voto popular, entre otros.

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Ejemplos de antivalores son: mentira, odio, rencor, guerra, desempleo, salarios bajos, hambre, opresión, egoísmo, pereza, irresponsabilidad, infidelidad, fraudes, entre otros.

Iluminación Jesús y el Reino de Dios En los evangelios hay dos expresiones equivalentes acerca del Reino: el Reino de Dios (Mc 1, 15) y el Reino de los Cielos (Mt 5, 4). Ya en la época de Jesús existía la costumbre de eludir el nombre de Dios, que se sustituía por otras expresiones, por ejemplo, “Cielo”. En la parábola del hijo pródigo, cuando éste vuelve a casa, terminada su aventura, confiesa: Padre, he pecado contra Dios y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo (Lc 15, 21). Contra el cielo es sinónimo de contra Dios. No podemos caer en la tentación de pensar que el Reino de Dios es algo que está fuera del mundo presente, en el más allá, en el cielo. La palabra “Reino” significa dos cosas muy distintas, ya sea el territorio en el que reina el rey, o la soberanía que el rey ofrece, en este caso la traducción castellana debería ser reinado y no reino. ¿Cuál es el significado dominante en los textos evangélicos? En la mayoría de los casos, “Reino de Dios” debe entenderse como “reinado de Dios”. La expresión “Reino de Dios” quiere decir que Dios es el rey y ejerce su soberanía sobre los seres humanos. La palabra “Reino”, no es un sitio, tampoco es un lugar político. Para los judíos, el Reino de Dios era la realización del ideal (jamás cumplido sobre la tierra) de un rey justo. El Reino de Dios predicado por Jesús es la actuación de Dios para que se haga realidad ese ideal que consiste en defender a quien por sí mismo no se pueda hacerlo; por ejemplo, al débil, al pobre, al huérfano, a la viuda o al oprimido.

El centro de la predicación de Jesús Llegó a Nazaret, donde se había criado, y el sábado fue a la sinagoga, como era su costumbre. Se puso de pie para hacer la lectura, y le pasaron el libro del profeta Isaías. Jesús desenrolló el libro y encontró el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí. El me ha ungido para llevar buenas noticias a los pobres, para anunciar la libertad a los cautivos y a los ciegos que pronto van a ver, para poner en libertad a los oprimidos y

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proclamar el año de gracia del Señor. Jesús entonces enrolló el libro, lo devolvió al ayudante y se sentó mientras todos los presentes tenían los ojos fijos en él. Y empezó a decirles: “Hoy se cumplen estas palabras proféticas y a ustedes les llegan noticias de ello” (Lc 4, 16-21). ¿Qué predicaba Jesús? ¿De qué hablaba? Jesús inaugura su actividad salvadora no hablando de sí mismo o simplemente de Dios, sino proclamando como Buena Noticia la llegada del Reino de Dios: Decía: “El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca. Renuncien a su mal camino y crean en la Buena Nueva” (Mc 1, 15). Por lo tanto, el Reino de Dios es el centro de la predicación y del mensaje de Jesús. Él mismo reconoce que para eso ha sido enviado por el Padre: Pero Jesús les dijo: “Yo tengo que anunciar también a las otras ciudades la Buena Nueva del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado” (Lc 4, 43).

Jesús vive para la causa del Reino de Dios Los hombres, al llegar donde Jesús, dijeron: “Juan Bautista nos envía a preguntarte: ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”. En ese momento Jesús curó a varias personas afligidas de enfermedades, de achaques y de espíritus malignos y devolvió la vista a algunos ciegos. Contestó, pues, a los mensajeros: Vuelvan y cuéntenle a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos se despiertan, y una buena nueva llega a los pobres (Lc 7, 20-22). Jesús aparece en los evangelios como un hombre apasionado por una causa, la cual es anunciar y hacer presente el Reino de Dios (nosotros llamamos “causa” a aquello que atrae hacia sí toda la vida de una persona). El Reino de Dios fue la causa de Jesús de Nazaret. A ello dedicó su vida, su actividad, su tiempo y todas sus energías.

El Reino de Dios se hace presente en Jesús Habiendo entrado Jesús en Jericó, atravesaba la ciudad. Había allí un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de los cobradores del impuesto y muy rico. Quería ver cómo era Jesús, pero no lo conseguía en medio de tanta gente, pues era de baja estatura. Entonces se adelantó corriendo y se subió a un árbol para verlo cuando pasara por allí. Cuando llegó Jesús al lugar, miró hacia arriba y le dijo: “Zaqueo, baja en seguida, pues hoy tengo que quedarme en tu casa.” Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Entonces todos empezaron a criticar y a decir: “Se ha ido a casa de un rico que es un pecador.” Pero Zaqueo dijo resueltamente a Jesús: “Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y a quien le haya exigido algo injustamente le devolveré cuatro veces más.” Jesús, pues, dijo con respecto a él: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también este hombre es un hijo de Abraham. El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.” (Lc 19, 1-10). Jesús hace presente el Reino de Dios con sus palabras y sus obras.

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Para explicarnos el significado del Reino de Dios, Jesús utilizó narraciones o historias breves en forma de parábolas. Por ejemplo, comparó el Reino de Dios con un sembrador, un banquete, un comerciante que busca tesoros, un amo del campo que separa la cizaña del trigo, etc. Pero Jesús no sólo anunció el Reino de Dios, sino que también lo hizo presente con su vida, ya que curó a los enfermos, perdonó los pecados, expulsó al demonio, participó en la mesa con los más pequeños, prefirió a los pobres y a los despreciados por la sociedad judía. Con estos signos Jesús puso de manifiesto el Reino de Dios. Con Él comenzó el reinado de Dios.

Significado del Reino en la predicación de Jesús La palabra “Reino” no tiene un sentido territorial o estático, como en el lenguaje que utilizamos todos los días. Por lo tanto, no es un lugar o un reino político, sino que tiene un sentido dinámico, pues es la soberanía de Dios en ejercicio, la acción de gobernar. De ahí que la traducción más adecuada no sea la palabra “Reino” sino “Reinado de Dios”. Como ya se mencionó, para los judíos el Reino de Dios era la realización del ideal (jamás cumplido sobre la tierra) de un rey justo. En cambio, el Reino de Dios predicado por Jesús es la actuación de Dios para que se haga realidad ese ideal regio de justicia. Pero no la justicia del derecho romano (dar a cada quien lo suyo), sino la justicia en el sentido de los pueblos orientales, que consiste en defender al que por sí mismo no puede hacerlo, como el débil, el pobre, el huérfano, la viuda, el oprimido, etc. Por eso Jesús nos dice: “Bienaventurados los pobres, porque suyo es el Reino de Dios”7.

El Reino de Dios como plenitud de vida Con otras palabras, podemos decir que el Reino de Dios equivale a la plenitud de vida que Cristo ofrece a cada hombre y a la humanidad entera. Él mismo lo dice: El ladrón sólo viene a robar, matar y destruir, mientras que yo he venido para que tengan vida y la tengan en plenitud (Jn 10, 10). Es una plenitud de vida que abarca todas las dimensiones de la existencia, es decir, los aspectos materiales (curación del cuerpo) y espirituales (el perdón de los pecados); la dimensión individual (realización de la persona) y social (construcción de una sociedad más justa y fraterna); lo presente (ya que se realiza hoy, aquí) y lo futuro (llegará a su plenitud al final de los tiempos).

Exigencias del Reino El Reino de Dios inaugurado por Jesús es el valor absoluto de nuestra vida, es el tesoro escondido por el que debemos dejar todas las cosas. 7

Cfr. Lc 6, 20.

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La conversión es la respuesta al mensaje de Jesús sobre el Reino. No se requiere sólo de una conversión de corazones (cambiar mi mentalidad, el propio yo), sino también de un cambio en nuestras relaciones con los demás y de las estructuras sociales que provocan los signos del anti-Reino, como explotación, hambre, guerra, marginación, etc. La conversión no es otra cosa que el paso del egoísmo al amor. De la conversión se desprenden muchas actitudes concretas, tales como la confianza filial en el Padre, el amor a los pobres, la sencillez del niño, el espíritu de servicio, la humildad, la mansedumbre, la rectitud de corazón, la pobreza, entre otras. En la oración del padrenuestro decimos: “Venga a nosotros tu Reino”. Construyamos el Reino de Dios en nuestro ambiente (país, ciudad, pueblo, parroquia, familia o grupo juvenil), haciendo presentes los valores de la paz, la justicia, la verdad y el amor.

Compromiso Los jóvenes deben reflexionar en lo siguiente: “¿Cómo podemos construir el Reino de Dios en los ambientes donde vivimos?”. Por medio de una lluvia de ideas, los jóvenes responderán la pregunta anterior y todas las respuestas se anotarán en una cartulina. Después, se subrayarán los compromisos que sean más reales y adecuados para el grupo.

Celebramos Oración8 Señor, en nombre de las gentes sin voz te decimos: “Venga pronto tu Reino”. Que se acaben los que venden al justo por dinero, aplastan contra el polvo al débil y ponen zancadillas al inocente. Señor, que baje a nuestras calles tu reinado. Que no tengan lugar en nuestras ciudades y pueblos los que edifican sobre la injusticia sus fortunas y oprimen a analfabetos e indefensos. Que se acaben los especuladores que juntan casa con casa y campo con campo y para los demás no dejan tierra, aire, ni espacio. 8

Tomado de Javier González, Un proceso de formación para los grupos juveniles 2, San Pablo.

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Venga tu Reino a nuestros barrios, donde tantas gentes no tienen cobijo ni trabajo. Señor, venga tu Reino a nuestros ámbitos, que se haga justicia, que no fabriquemos leyes para garantizar privilegios, que no pierdan otra vez los pobres y ganen los de siempre. Señor, haz brotar de nuestra tierra el reinado de tu justicia frente a nuestras injusticias, el reinado de tu paz frente a nuestras guerras y violencias, el reinado de tu amor frente a nuestros odios, el reinado de tu misericordia frente a nuestras intransigencias, el reinado de tu perdón frente a nuestros rencores, el reinado de tu ternura frente a nuestro corazón de piedra, el reinado de tu inocencia frente a nuestras manos sucias. Señor, que venga tu reinado pronto, lo esperamos con urgencia; que venga hoy mismo, quizá para mañana se nos haga demasiado tarde.

Oración compartida Primer lector: Dichosos los pobres, porque sólo ellos pueden crear el Reino de la fraternidad, aquí y ahora. Segundo lector: Dichosos los sufridos, porque ellos, con su no violencia activa, pueden alcanzar el Reino de Dios. Tercer lector: Dichosos los que lloran, porque sólo los que se comprometen con la vida de los demás pueden destruir las fuentes del sufrimiento humano. Primer lector: Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque sólo los que quieren construir el mundo según el proyecto de Dios alcanzarán la fraternidad universal. Segundo lector: Dichosos los misericordiosos,

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porque los que son capaces de amar con el corazón de Dios optarán por servir a los más pequeños y pobres, y experimentarán así el amor gratuito de Dios. Tercer lector: Dichosos los limpios de corazón, porque sólo los que no se venden por intereses personales o de grupo, los que juegan limpio con la gente, los que no ponen precio a su servicio a los demás, podrán descubrir el rostro de Dios en cada hermano. Primer lector: Dichosos los que trabajan por la paz, porque los que la hacen posible se sentirán amados por el Padre. Segundo lector: Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque es un signo evidente de que luchan contra toda injusticia, egoísmo, poder y violencia. Tercer lector: Dichosos ustedes cuando los insulten, los persigan y los calumnien de cualquier modo por mi causa, porque sólo los que están dispuestos a sufrir persecuciones, insultos, malos tratos y calumnias sirven para formar en este mundo el Reino de hermanos que Dios quiere. Presidente: El huracán impetuoso del Espíritu, al descender sobre los apóstoles en Pentecostés, los hizo nacer de lo alto, les cambió la mentalidad para que encontraran el tesoro del Reino. Así se sintieron renovados, libres y felices. Y de este modo nació el hombre nuevo, el hombre constructor de fraternidad, el hombre de la felicidad más profunda, el hombre de las bienaventuranzas, el hombre sonrisa de Dios en el mundo, el hombre alegría constante para el hermano.

Conviene que Cristo crezca Conviene que Cristo crezca, conviene que Cristo crezca, conviene que Cristo crezca más y más, y que disminuya yo, y que disminuya yo, y que disminuya yo más y más. Conviene que Cristo venza, conviene que Cristo venza,

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conviene que Cristo venza más y más, y que expulse a Satanás, y que expulse a Satanás, y que expulse a Satanás más y más. Conviene que Cristo reine, conviene que Cristo reine, conviene que Cristo reine más y más, y así tendremos paz, y así tendremos paz, y así tendremos paz más y más. Conviene que Cristo crezca, conviene que Cristo crezca, conviene que Cristo venza, conviene que Cristo reine más y más, y que disminuya yo, y que expulse a Satanás, y así tendremos paz más y más.

Viva la gente Esta mañana de paseo con la gente me encontré al cartero, al lechero, al policía. Saludé detrás de cada ventana y puerta. Reconocí a mucha gente que antes ni siquiera vi. Viva la gente, la hay dondequiera que vas, viva la gente, es lo que nos gusta más. Con más gente a favor de gente, en cada pueblo y nación, habría menos gente difícil y más gente con corazón. Viva la gente, la hay dondequiera que vas, viva la gente, es lo que nos gusta más. Con más gente a favor de gente, en cada pueblo y nación, habría menos gente difícil y más gente con corazón.

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Gente de las ciudades y también del interior, las vi como un ejército cada vez mayor. Entonces me di cuenta de una gran realidad: hay cosas importantes, pero la gente lo es más. Dentro de cada uno hay un bien y un mal, mas no dejes que ninguno ataque a la humanidad, ámalos como son y lucha porque sean los hombres y las mujeres que Dios quiso que fueran.

Bibliografía González R., Javier, Proceso de formación para los grupos juveniles 2, Alba, México, 1995. Mazariegos L., Emilio, Salmos de un corazón joven, CVS, Salamanca, 1995.

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Tema 3: La Iglesia y su Misión Objetivo: El joven descubrirá que por medio del Bautismo pertenece a la Iglesia, la cual es el medio para realizar el Reino de Jesucristo en la sociedad. Por lo tanto, debe comprometerse como miembro activo en esta Misión.

Ambientación Oración por las Misiones Padre de bondad, tú, que eres rico en amor y misericordia, que nos enviaste a tu Hijo Jesús para nuestra salvación, escucha a tu Iglesia misionera. Que todos los bautizados sepamos responder al llamado de Jesús: “Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos”. Fortalece con el fuego de tu Espíritu a todos los misioneros que en tu nombre anuncian la Buena Nueva del Reino. María, Madre de la Iglesia y estrella de la evangelización, acompáñanos y concédenos el don de la perseverancia en nuestro compromiso misionero. Amén.

Alma misionera Señor, toma mi vida nueva antes de que la espera desgaste años en mí, estoy dispuesto a lo que quieras, no importa lo que sea, tú llámame a servir. Llévame donde los hombres necesiten tus palabras, necesiten mis ganas de vivir, donde falte la esperanza, donde falte la alegría simplemente por no saber de ti.

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Te doy mi corazón sincero, para gritar sin miedo, tu grandeza, Señor; tendré mis manos sin cansancio, tu historia entre mis labios y fuerza en la oración. Llévame donde los hombres necesiten tus palabras, necesiten mis ganas de vivir, donde falte la esperanza, donde falte la alegría simplemente por no saber de ti. Y así, en marcha iré cantando, por calles predicando, tu grandeza, Señor. Señor, tengo alma misionera, condúceme a la tierra que tenga sed de Dios. Llévame donde los hombres necesiten tus palabras, necesiten mis ganas de vivir, donde falte la esperanza, donde falte la alegría simplemente por no saber de ti.

Hecho de vida El sentido de pertenencia es un elemento psicológico muy importante en cualquier grupo. Uno de los problemas graves que tiene la Iglesia es que sus miembros, los bautizados, no tienen conciencia de su pertenencia a ella. Al no tener ese sentido de pertenencia no existe compromiso ni participación.

Trabajo grupal Formar equipos para contestar algunas preguntas, las cuales servirán para que los participantes vean cuál es su nivel de conocimiento acerca de la Iglesia. Para esta actividad se necesitan aproximadamente 10 minutos y se comienza con el plenario. Tener preparados plumones y papel.

Cuestionario 1. ¿Qué es la Iglesia para ti? 2. ¿En dónde encontramos a la Iglesia? 3. ¿Desde cuándo existe la Iglesia 4. ¿Para qué existe la Iglesia? 5. ¿Quién la fundó y cuál es su papel en este mundo?

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Iluminación ¿Qué es la Iglesia? La Iglesia es la congregación de todos los creyentes que miran a Jesús como autor de la salvación y principio de la unidad y de la paz. La Iglesia es una congregación, una comunidad9. Él mismo nombre lo indica: la palabra “Iglesia” (Ecclesia) proviene del griego y significa “asamblea”, reunión de todos los fieles que creen en Cristo, quienes anuncian con su vida que el Reino de Dios ha comenzado ya. Todos los bautizados son miembros de ella, aun cuando son diversos en cuanto a los dones y carismas que han recibido para realizar el servicio de la construcción del Reino de Dios entre los hombres, en igualdad de dignidad10. Lo propio de la Iglesia no es su estructura, ni su organización, sino la fraternidad que anuncia y vive para el Reino de Dios. Todos los bautizados que formamos la Iglesia vivimos esta vida haciendo nuestra historia de salvación; por eso mismo, nuestra Iglesia o comunidad no es perfecta, sino que vamos haciéndola con todas las grandezas y miserias de cada uno de los que la integramos. Siempre encontramos fallas porque la formamos nosotros, que somos humanos y necesitamos convertirnos cada día. Por ser imperfectos y pecadores, debemos permitir una revisión constante de Jesús y su Evangelio. Aunque sea una comunidad de iguales y hermanos, dentro de la Iglesia existen distintas funciones o servicios, es decir, diversos ministerios. Cada miembro de la Iglesia puede y debe realizar ciertas labores. Sin embargo, todos debemos colaborar en la Misión fundamental: “Anunciar y vivir el Reino de Dios”. En la iglesia encontramos dos modos de servir por medio de los ministerios, que son: Ministerios en la Iglesia Ordenados • Obispos • Presbíteros • Diáconos • Consagrados

Laicos • Institutidos Lector Acólito • Reconocidos Animador Catequista

Cfr. Lumen Gentium, núm. 9. Cfr. Exhortación apostólica post-sinodal Christi Fideles Laici, de Juan Pablo ii sobre la vocación y Misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo. 9

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En su primera carta a los cristianos de Corinto san Pablo pone un bello ejemplo para que comprendamos esta colaboración en la comunidad. Compara la Iglesia con el cuerpo humano, que está formado por muchos miembros, todos distintos pero necesarios e importantes: Ahora, hermanos, les recordaré lo siguiente respecto a los dones espirituales. Cuando aún eran paganos, se volvían frenéticos ante sus ídolos inertes. Ahora les digo que ninguno puede gritar: “¡Maldito sea Jesús!” si el espíritu es de Dios; y nadie puede decir: “¡Jesús es el Señor!”, sino con un espíritu santo. Hay diferentes dones espirituales, pero el Espíritu es el mismo. Hay diversos ministerios, pero el Señor es el mismo. Hay diversidad de obras, pero es el mismo dios quien obra todo en todos. La manifestación del Espíritu que a cada uno se le da es para provecho común. A uno se le da, por el Espíritu, la palabra de sabiduría; a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu; a otro, el don de la fe, por el Espíritu; a otro, el don de hacer curaciones, por el único Espíritu; a otro, poder de hacer milagros; a otro, profecía; a otro, reconocimiento de lo que viene del bueno o del mal espíritu; a otro, hablar en lenguas; a otro, interpretar lo que se dijo en lenguas. Y todo esto es obra del mismo y único Espíritu, que da a cada uno como quiere. Las partes del cuerpo son muchas, pero el cuerpo es uno; por muchas que sean las partes, todas forman un solo cuerpo. Así también Cristo. Hemos sido bautizados en el único Espíritu para que formáramos un solo cuerpo, ya fuéramos judíos o griegos, esclavos o libres. Y todos hemos bebido del único Espíritu. Un solo miembro no basta para formar un cuerpo, sino que hacen falta muchos. Supongan que diga el pie: “No soy mano, y por lo tanto yo no soy el cuerpo.” No por eso deja de ser parte del cuerpo. O también que la oreja diga: “Ya que no soy ojo, no soy del cuerpo.” Tampoco por eso deja de ser parte del cuerpo. Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿cómo podríamos oír? Y si todo el cuerpo fuera oído, ¿cómo podríamos oler? Dios ha dispuesto los diversos miembros colocando cada uno en el cuerpo como ha querido. Si todos fueran el mismo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Pero hay muchos miembros, y un solo cuerpo. El ojo no puede decir a la mano: “No te necesito”. Ni tampoco la cabeza decir a los pies: “No los necesito”. Aun más, las partes del cuerpo que parecen ser más débiles son las más necesarias, y a las que son menos honorables las tratamos con mayor respeto; cubrimos con más cuidado las que son menos presentables, mientras que otras, mas notables, no lo necesitan. Dios, al organizar el cuerpo, tuvo más atenciones por lo que era último, para que no se dividiera el cuerpo; todas sus partes han de tener la misma preocupación unas por otras. Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro recibe honores, todos se alegran con él. Ustedes son el cuerpo de Cristo, y cada uno en su lugar es parte de él. En primer lugar están los que Dios hizo apóstoles en la Iglesia; en segundo lugar los profetas; en tercer lugar los maestros; después vienen los milagros, luego el don de curaciones, la asistencia material, la administración en la iglesia y los diversos dones de lenguas. ¿Acaso son todos apóstoles?, ¿son todos profetas?, ¿son todos maestros?, ¿pueden todos hacer milagros, curar enfermos, hablar lenguas o explicar lo que se dijo en lenguas? Ustedes, con todo, aspiren a los carismas más elevados, y yo quisiera mostrarles un camino que los supera a todos (1Cor 12). Según el libro de los Hechos de los Apóstoles, la primera comunidad de cristianos tenía las siguientes características: • Era una fraternidad. La multitud de los fieles tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba como propios sus bienes, sino que todo lo tenían en común (Hch 4, 32); por eso comenzaron a llamarse hermanos (cfr. Hch 1, 15). Esa fraternidad se apoyaba en cuatro elementos: la comunión de bienes, la enseñanza de los apóstoles, la fracción del pan y la oración. • Animada por el espíritu. El Espíritu Santo era el que animaba y guiaba a la comunidad. Él los lanzaba a dar testimonio y a anunciar con valentía a Jesús resucitado Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: “Sepárenme a Bernabé y a Saulo y envíenlos a realizar la Misión para la que los he llamado.” Ayunaron e hicieron oraciones, les impusieron las manos y los enviaron. (Hch 13, 2-3).

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• Presidida por los apóstoles. Los primeros cristianos reconocían la autoridad de los apóstoles, ya que ellos organizaban las comunidades, imponían las manos y ayudaban a solucionar los problemas: Al llegar a Jerusalén fueron recibidos por la Iglesia, por los apóstoles y los presbíteros, y les expusieron todo lo que Dios había hecho por medio de ellos (Hch 15, 4). Ninguno de nosotros puede quedar como espectador. Todos tenemos que sentir como propios los defectos y los triunfos de la Iglesia; además, estamos llamados a compartirla, a cambiarla, a amarla y hacerla crecer. Todos estamos llamados a realizar la Misión de Jesús. El documento (núm. 1183) de la III Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, realizada en Puebla, dice que: “Los jóvenes deben sentir que son Iglesia, experimentándola como lugar de comunión y participación”11. El Papa también se dirige a los jóvenes: “Los jóvenes no deben considerarse simplemente como objeto de la solicitud pastoral de la Iglesia; son, de hecho, y deben ser invitados a serlo, sujetos activos protagonistas de la evangelización y artífices de la renovación social. ¡La Iglesia tiene tantas cosas que decir a los jóvenes y éstos tienen tantas cosas que decir a la Iglesia!”12.

La Misión de la Iglesia se llama “evangelización” La Iglesia continúa en el mundo la misma Misión de Cristo. El Concilio Vaticano ii lo expresa con estas palabras: “La Iglesia [...] recibe la Misión de anunciar el Reino de Cristo y de Dios e instaurarlo en todos los pueblos”13. Asimismo, la Misión de la Iglesia, que consiste en anunciar y establecer el Reino, se identifica con la evangelización: “La tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la Misión esencial de la Iglesia [...] Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar”14. La evangelización abarca toda la acción pastoral de la Iglesia porque toda ella está orientada a anunciar y realizar el proyecto de salvación del Reino de Dios. Por lo tanto, la evangelización no es una tarea más de la Iglesia sino la Misión fundamental.

¿Qué es evangelizar? La evangelización es un proceso mediante el cual la Iglesia –toda la comunidad cristiana– es movida por Documento de la III Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, núm. 1183. Exhortación apostólica Christi Fideles Laici, núm. 169. 13 Lumen Gentium, núm. 5. 14 Evangelii nuntiandi, núm. 14. 11 12

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el Espíritu Santo. De esta manera: “Anuncia al mundo la Buena Noticia del Evangelio: la Misión; educa en la fe a los que se convierten: la catequesis; celebra, mediante los sacramentos, la vida cristiana: el culto, y transforma el orden temporal: la pastoral”15.

Compromiso cristiano: exigencia de fe El cristiano debe estar presente en la sociedad, pero de un modo nuevo, en el cual esté empeñado en la tarea de construir el Reino de Dios. El compromiso cristiano tiene como centro y motor la fe en Jesucristo, lo cual significa que es la misma fe cristiana la que pide, motiva e impulsa a los creyentes a mejorar la sociedad en que viven. La fe cristiana no se reduce a una simple aceptación de verdades reveladas, a conocer la Biblia, así como a prácticas religiosas o culturales, sino que tiene una proyección hacia la vida personal y social. La fe implica el compromiso de la vida entera. Con respecto a esta idea, el apóstol Santiago nos dice: Porque así como un cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe que no produce obras está muerta (St 2, 26). La fe verdadera es aquella que produce obras de justicia y caridad. La fe auténtica es aquella que se compromete a transformar, con la luz del Evangelio, la realidad en que vivimos. Por eso concluimos que el compromiso cristiano es uno de los aspectos básicos de nuestra fe, una exigencia imprescindible de la fe que tenemos y celebramos.

La Iglesia, comunidad comprometida a continuar la causa del Reino En los escritos del Nuevo Testamento, especialmente en los Hechos de los Apóstoles, vemos cómo la comunidad de los primeros creyentes daba testimonio de la Resurrección de Cristo: Es un hecho que Dios resucitó a Jesús; de esto todos nosotros somos testigos (Hch 2, 32) y trabajaba de manera activa para que el mundo se transformara en Reino de Dios: Los que acogieron la palabra de Pedro se bautizaron, y aquel día se unieron a ellos unas tres mil personas (Hch 2, 41). La causa del Reino se vivía como un compromiso de servicio a los más necesitados y de responsabilidad en el anuncio de la Buena Nueva. La fe nos hace sentirnos enviados como Jesús lo fue por el Padre, para anunciar la Buena Nueva a los pobres y la liberación a los oprimidos: El Espíritu del Señor está sobre mí. El me ha ungido para llevar buenas noticias a los pobres, para anunciar la libertad a los cautivos y a los ciegos que pronto van a ver, para poner en libertad a los oprimidos (Lc 4, 18).

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Documento de Puebla, núm. 341.

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Sentido del compromiso cristiano ¿Con quién se compromete el creyente? El cristiano no se compromete con algo sino con alguien; con una persona que es Jesucristo. De esta manera el cristiano queda unido a la persona entera de Jesús, a todo lo que él hizo y enseñó. El compromiso del creyente no es exclusivo con los drogadictos, con aquellos presos, con tales enfermos o con ese grupo de niños que va al catecismo, ya que estas actividades son manifestaciones concretas del compromiso que se tiene con Jesucristo.

¿A qué se compromete? El cristiano se compromete a continuar la misma causa por la que vivió, luchó y murió Jesús de Nazaret: el Reino de Dios: Después de esto, el Señor eligió a otros setenta y dos discípulos y los envió de dos en dos, delante de él, a todas las ciudades y lugares adonde debía ir. Les dijo: La cosecha es abundante, pero los obreros son pocos. Rueguen, pues, al dueño de la cosecha que envíe obreros a su cosecha. Vayan, pero sepan que los envío como corderos en medio de lobos. No lleven monedero, ni bolsón, ni sandalias, ni se detengan a visitar a conocidos. Al entrar en cualquier casa, bendíganla antes diciendo: La paz sea en esta casa. Si en ella vive un hombre de paz, recibirá la paz que ustedes le traen; de lo contrario, la bendición volverá a ustedes. Mientras se queden en esa casa, coman y beban lo que les ofrezcan, porque el obrero merece su salario. No vayan de casa en casa. Cuando entren en una ciudad y sean bien recibidos, coman lo que les sirvan, sanen a los enfermos y digan a su gente: El Reino de Dios ha venido a ustedes (Lc 10, 1-9). La causa del Reino de Dios tiene ciertos puntos básicos que el mismo Jesucristo realizó durante su vida: • Opción por los pobres: El Espíritu del Señor está sobre mí. El me ha ungido para llevar buenas noticias a los pobres, para anunciar la libertad a los cautivos y a los ciegos que pronto van a ver, para poner en libertad a los oprimidos (Lc 4, 18). • La lucha por la justicia: Yo se lo digo: si no se proponen algo más perfecto que lo de los fariseos, o de los maestros de la Ley, ustedes no pueden entrar en el Reino de los Cielos (Mt 5, 20). • El esfuerzo comprometido por la paz: Felices los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios (Mt 5, 9). • El llamado a construir una comunidad de hermanos basada en el amor, el servicio y el compartir: La multitud de los fieles tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba como propios sus bienes, sino que todo lo tenían en común. Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con gran poder, y aquél era para todos un tiempo de gracia sin igual. Entre ellos ninguno sufría necesidad, pues los que poseían campos o casas los vendían, traían el dinero y lo depositaban a los pies de los apóstoles, que lo repartían según las necesidades de cada uno (Hch 4, 32-35).

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¿En qué se compromete? El cristiano se compromete a continuar la causa de Jesús de Nazaret en la Iglesia y en la sociedad. El compromiso con Jesucristo lleva consigo el compromiso con todo su cuerpo espiritual, que es la Iglesia y la comunidad cristiana. Con todo lo que ella es y hace, es decir, con sus preocupaciones, necesidades, ilusiones, actividades y tareas. Jesucristo fue enviado para la liberación integral de toda la humanidad y para la construcción de una nueva sociedad. Así como Él se comprometió con la humanidad también el creyente queda comprometido con la sociedad en la que vive. El mayor grado de compromiso social consiste en el cumplimiento cristiano y ejemplar de sus deberes de estado (matrimonio, profesión, trabajo). Otro grado de mayor compromiso es la inserción de los creyentes en la sociedad humana: familia, trabajo, escuela, cultura, medios de comunicación social, economía, política, etc., para transformar, con la fuerza del Evangelio, sus estructuras injustas.

Compromiso Previo acuerdo con el párroco, el animador hará una lista de las tareas que propone el plan parroquial. El animador tratará de presentarles a los jóvenes las metas y actividades concretas, explicando en qué consisten cada una de las áreas del plan de trabajo. Es importante explicar el plan pastoral de manera que quede claro para todos. Se pueden utilizar, por ejemplo, esquemas, imágenes, proyecciones, entre otros elementos. El animador repartirá una tarjeta de compromiso en la que aparezca la lista de las áreas de la pastoral, para invitar a los jóvenes a inscribirse en lo que más les guste. Tarjeta de compromiso Parroquia: Nombre completo: Dirección: Subraya la tarea que te gustaría realizar: a) Catequesis b) Jóvenes c) Coro d) Liturgia

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Celebramos Entonar el canto “En el corazón de mi madre, la Iglesia”. En el corazón de mi madre, la Iglesia EN EL CORAZÓN DE MI MADRE LA IGLESIA, YO SERÉ EL AMOR. (2) He hallado en la Iglesia el lugar que me diste, sé que en mi vocación todo lo es el amor. Anunciar tu Evangelio, predicando tu nombre. Defender a tu Iglesia, con la fe y el amor. Avanzar por el mundo, anunciando tu Reino, construyendo en la tierra tu reinado de amor. Ser amor en la Iglesia para tus misioneros, dar valor a tus miembros por la fe y la oración. Ser testigo de Cristo, ser heraldo en el mundo, y en fecunda unión a los hombres salvar.

El Señor nos ha llamado El Señor nos ha llamado a formar un sólo cuerpo en el amor. En nosotros ha cumplido su promesa, somos hijos de la luz del nuevo sol.

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Todos juntos caminando, como pueblo del Señor. El camino es la esperanza, nuestra luz es el amor. El Señor nos ha llamado, amigos, somos parte de su mismo corazón, compartimos ilusiones y esperanzas, hoy sabemos que Jesús es el Señor. Todos juntos caminando, como pueblo del Señor. El camino es la esperanza, nuestra luz es el amor. El Señor nos ha llamado y nos pide que guardemos la unidad. El Espíritu del Señor está en nosotros, para unirnos con el signo de la paz.

Bibliografía Mazariegos L., Emilio, Salmos de un corazón joven, CVS, Salamanca, 1995. González R., Javier, Proceso de formación para los grupos juveniles 3, Alba, México, 1995.

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Tema 4: Vocación Objetivo: Que los jóvenes valoren el hecho de ser llamados a la vida y a la fe para realizarse como personas y como hijos de Dios, y así responder con una opción de vida para servir en la construcción del Reino. Ambientación Amor y fe Señor, dos cosas te pido como pilares para poder vivir: amor y fe. Y no voy a preocuparme de nada; sólo de compartirlos. Tú sabes muy bien lo pobre e ignorante que soy. Me siento como Pedro cuando le invitaste a que te siguiera. Mis redes vacías, mis acontecimientos y mi inteligencia que valen poco. Sé que tengo algo: dos manos, dos pies, un cuerpo, una voz, toda mi voluntad. Todo está a tu disposición. A ti te pertenece la tarea que yo deseo hacer del vacío: transfórmalo, llénalo. Tú sabes muy bien lo que soy. Mi alegría, mi fe y hasta mi sonrisa, sólo a ti te pertenecen. Tú eres el motor, la fuerza, el viento, mis alas, mi perfume, mi sol y mi noche, noche palpitante de estrellas brillantes. Dame amor y no me dejes solo. Dame fe, haz que siempre experimente tu presencia cercana y activa en mí y en las personas que me rodean.

Hecho de vida El árbol de la vida El animador formará equipos, la duración de esta actividad es de 5 a 10 minutos. Después dedicarán un tiempo para compartir sus conclusiones. Dibuja un árbol que represente las tres etapas más importantes de tu persona. Por ejemplo, cuando eras pequeño soñabas con crecer y decías: “Cuando sea grande voy a ser...”. Escribe en las raíces del árbol el nombre de la profesión que querías tener. Ahora, en esta etapa de tu vida, ¿qué actividad realizas?, ¿qué estudias o en qué trabajas? Escríbelo en el tronco del árbol que dibujaste. Pero ¿qué quieres hacer con la vida que el Señor te ha regalado? ¿Para que crees que el Señor te ha creado? Escribe en las ramas del árbol los proyectos o aspiraciones que tienes planeados para el futuro.

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Comparte tus ilusiones y proyectos con tus compañeros de equipo pues ellos, como tú, también sueñan y tienen proyectos en su vida para lograr la felicidad. Cuando termine el trabajo en equipo, el animador entregará a cada participante la siguiente hoja de trabajo.

Hoja de trabajo para participantes Concordar y discordar sobre la vocación Lean con mucha atención las siguientes frases, comenten su contenido con los compañeros y respondan con una “V” si es verdadera, con una “F” si es falsa y con una “D” si alguna frase les parece dudosa. No respondan la pregunta si no están todos de acuerdo. ____ 1. Todos los hombres y todas las mujeres tienen una vocación y necesitan descubrirla. ____ 2. Responder a la propia vocación es una tarea personal. ____ 3. Ser cristiano es una vocación. ____ 4. La vocación es el medio para desenvolverse en el mundo y conseguir bienes materiales. ____ 5. Sólo tienen vocación los que estudian en las universidades. ____ 6. Hay que tener mucha suerte para ser feliz en el matrimonio. ____ 7. Como soltero se puede alcanzar la felicidad y servir a los demás. ____ 8. El sacerdocio y la vida religiosa son vocaciones que nada tienen que ver con la comunidad. ____ 9. El laico no tiene nada que ver con la Iglesia. ____ 10. Cada uno tiene su propio destino en la vida.

Hoja de trabajo del animador. Respuestas y comentarios 1. La respuesta es verdadero, porque todos sin distinción tenemos una vocación, es decir, un llamado de Dios y es nuestra tarea descubrirlo y responder al Señor con generosidad. 2. Es verdadero, porque a pesar de la influencia del medio ambiente, la familia o los amigos, la respuesta al llamado de Dios es personal: “Es a mí a quien llama, soy yo quien debe responder”.

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3. Es verdadero, porque es Dios quien ha tenido la iniciativa de buscar al hombre para hacerlo hijo suyo. 4. Es falso, porque la vocación es un llamado al servicio para la construcción del Reino de Dios y no busca el lucro o los bienes materiales. 5. Es falso, porque en este aspecto la vocación quedaría reducida al campo intelectual y la vocación abarca al hombre en su totalidad. 6. Es falso, pues no se debe a la suerte, sino que la elección libre permite realizarse como pareja en el amor. 7. Es verdadero, ya que la soltería, asumida como opción de vida cristiana, es signo de la libertad de Jesús, dispuesto para una multitud de servicios en medio del mundo. 8. Es falsa, pues tanto los sacerdotes como las religiosas han salido de la comunidad y están al servicio de Dios en la misma. 9. Es falso, pues de acuerdo con la pregunta, en la actualidad la mayoría de los laicos (bautizados) no viven ningún compromiso con la Iglesia. 10. Es falso, ya que al hablar de destino estamos haciendo a un lado la vocación que cada uno tiene, pues ésta exige una respuesta libre y en el destino no tiene cabida la libertad.

Iluminar ¿Qué es la vocación? Es la llamada de Dios al ser humano que ha escogido para que realice determinada Misión, otorgándole las cualidades y aptitudes necesarias para que responda de manera generosa a la invitación. La vocación tiene tres elementos: • La llamada. Es Dios quien toma la iniciativa: Yavé vio que Moisés se acercaba para mirar, Dios lo llamó de en medio de la zarza: “¡Moisés, Moisés!”, y él respondió: “Aquí estoy.” (Ex 3, 4). • La respuesta. Esta respuesta tiene unas características, debe ser confiada, libre, conciente y renovarse todos los días. La respuesta del ser humano se puede expresar con la palabra opción que significa: lanzarme con todo lo que soy y tengo tras algo. Es disponerme con alegría y generosidad a la voluntad de Dios: Yavé dijo a Moisés, en el país de Madián: “Regresa a Egipto, pues ya murieron los que querían tu muerte.” (Ex 4,18). • La Misión. Es la colaboración en la construcción del Reino de Dios. Es decir, Dios y el ser humano trabajando juntos. Es en la Iglesia donde se realiza la Misión concreta de cada creyente. Dios dijo: El

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clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mí y he visto cómo los egipcios los oprimen. Ve, pues, yo te envío a Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel (Ex 3, 7, 10).

Dimensiones de la vocación • Histórica. Toda vocación se da dentro de la historia y en una comunidad concreta para transformarla según el plan de Dios. • Profética. Es el anuncio de la Buena Nueva, el proyecto de vida de Dios, y es la denuncia de todo lo que se opone a ese proyecto de vida de Dios. • Liberadora. Libera a todos de aquello que los oprime, tanto al que es llamado como a la comunidad.

Vocación humana La primera llamada que Dios nos hace es a la vida, a existir como seres humanos. El ser humano recibe la vida no como una cosa ya hecha, sino como una tarea. En este sentido, el ser humano no nace... se hace. Nuestra primera vocación es la vocación al ser y a ser personas. La primera vocación del ser humano es construirse como ser humano. Todas las demás vocaciones son complementarias, ya que concretan esta vocación común a todos16.

El ser humano como persona La tarea del ser humano es construirse como persona. Pero ¿qué significa ser persona? ¿Cuáles son las características que definen a la persona? • La persona se conoce a sí misma. La persona es un individuo que tiene autoconciencia, lo cual quiere decir que es consciente de su propia identidad y tiene una relación positiva consigo mismo. Conoce su propia vida y acepta lo que en realidad es, como sus capacidades y cualidades, sus limitaciones y defectos. La persona reconoce lo bueno y lo malo que hay dentro de sí. • La persona actúa en libertad. La persona es un individuo con capacidad de autodeterminación. Por ser libre, tiene opciones y toma decisiones responsables en forma autónoma. Para la persona ser libre significa ser dueño de sí mismo y ser el protagonista de la propia vida porque se puede decidir sobre ella.

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Cfr. Juan Pablo II, Cruzando el umbral de la Esperanza, Plaza y Janés, Barcelona, 1994, p. 131.

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• La persona es un individuo que vive de valores. Descubre valores importantes en su vida (justicia, paz, solidaridad, fraternidad, entre otros), los elige conscientemente y los vive con fidelidad. Vivir sin valores es negarse a vivir como persona. • La persona tiene una relación positiva con los demás. La persona es un ser abierto a los demás, un ser en relación. El ser humano es una persona en la medida que va creando relaciones positivas con otros seres humanos. Esto implica: • Reconocer que el otro es una persona. • Evitar todo intento de manipulación, posesión o dominio. • Aceptar al otro como alguien distinto. • Valorar lo positivo de los demás. • Tener una actitud comprensiva.

Necesidad del Bautismo Jesús se hizo bautizar por Juan (Mt 3,13-17); de esta manera, el Bautismo se constituyó como signo de aceptación de su doctrina. Fue en ocasión solemne, antes de la Ascensión, cuando proclamó el rito del Bautismo para los que se hicieron sus discípulos: Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28, 19). Y les dijo: Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará; el que se niegue a creer será condenado (Mc 16, 15-16). Los apóstoles, después de predicar la Buena Nueva de Jesucristo, admitían en la Iglesia, mediante el Bautismo, a los creyentes: Los que acogieron la palabra de Pedro se bautizaron, y aquel día se unieron a ellos unas tres mil personas (Hch 2, 41). De la necesidad del Bautismo habla el mismo Jesús en diferentes partes del Evangelio. En el coloquio con Nicodemo Jesús habló acerca de la necesidad de un nuevo nacimiento, que es triunfo del que entra en la vía de salvación en el Reino de Dios: Jesús le contestó: “En verdad te digo que nadie puede ver el Reino de Dios si no nace de nuevo desde arriba” (Jn 3, 3); El que crea y se bautice, se salvará; el que se niegue a creer será condenado (Mc 16, 16).

Diálogo ¿Por qué nos bautizaron nuestros padres? ¿El bautismo ha significado algo en nuestras vidas? ¿Si tuviéramos la oportunidad de volver a bautizarnos, lo haríamos?

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Vocación cristiana La vocación cristiana es la vida nueva del bautizado. Cristo: vida nueva del hombre. Por medio del Bautismo Dios nos llama a la vida cristiana, es decir, a convertirnos en hijos y templos de Dios, en miembros de la Iglesia, en seguidores de Cristo; nos invita a la construcción del Reino de Dios en nuestra sociedad.

Muertos y resucitados con Cristo El Bautismo es el primer signo de nuestra definitiva opción por Cristo; es el sacramento que nos da esa vida nueva, que es la vida de Cristo: Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos, siendo el primero y primicia de los que se durmieron. Un hombre trajo la muerte, y un hombre también trae la resurrección de los muertos. Todos mueren por estar incluidos en Adán, y todos también recibirán la vida en Cristo (1Cor 15, 20-22). En el Bautismo, la muerte y resurrección de Cristo se hacen nuestras muerte y resurrección. El agua bautismal nos hace morir con Cristo al pecado y resucitar con Cristo a una vida nueva de Dios en nosotros: ¿No saben que todos nosotros, al ser bautizados en Cristo Jesús, hemos sido sumergidos en su muerte? Por este bautismo en su muerte fuimos sepultados con Cristo, y así como Cristo fue resucitado entre los muertos por la Gloria del Padre, así también nosotros empezamos una vida nueva. Si la comunión en su muerte nos injertó en él, también compartiremos su resurrección. Como ustedes saben, el hombre viejo que está en nosotros ha sido crucificado con Cristo. Las fuerzas vivas del pecado han sido destruidas para que no sirvamos más al pecado. Hemos muerto, ¿no es cierto? Entonces ya no le debemos nada. Pero si hemos muerto con Cristo, debemos creer que también viviremos con él (Rm 6, 3-8). En la Biblia el agua tiene un doble significado: el diluvio que destruye y la fuente que da vida y fertilidad. Este simbolismo de muerte-vida se realiza en el bautismo. Con el Sacramento del Bautismo nuestra vida está orientada a Jesucristo porque nos hace llevar en el alma un sello imborrable: el carácter bautismal, el cual nos convierte en cristianos para siempre (cfr. Ef 4, 30).

La nueva vida de los hijos de Dios Quien recibe las aguas del Bautismo se transforma en una nueva criatura, en hombre nuevo, porque participa de la naturaleza divina y se convierte en hijo de Dios: No te extrañes de que te haya dicho: “Necesitan nacer de nuevo desde arriba” (Jn 3, 7). El bautizado, como hombre nuevo, está llamado a vivir una vida nueva: la vida en Cristo. La vestidura blanca y la vela encendida que llevaron nuestros papás cuando nos bautizaron son las señales de que hemos empezado a vivir una vida nueva con los siguientes valores: • Vida nueva de fe porque creemos en Cristo. • Vida nueva de esperanza porque esperamos la vida eterna. • Vida nueva de amor porque amamos a Dios y al prójimo.

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Con esta vida nueva los cristianos estamos llamados a ser luz en el mundo, es decir, a construir un mundo de hermanos en donde haya justicia, igualdad, solidaridad, paz y amor. “Ser bautizado es buscar el Reino de Dios en este mundo, combatiendo todo sistema que esté basado en la acumulación de riqueza, en la explotación del trabajador y en la dominación ideológica. Es luchar por una sociedad, en la cual las personas puedan ser más libres, más humanas, más responsables, más amigas y más felices. Ser bautizado es abrazar la causa de justicia de los pobres, con los cuales Jesús se identificó y renunciar a la opresión de otras personas. Ser bautizado es vivir en el Espíritu de Dios, conservando la paz, en medio del conflicto social, sin dejar que la ira y el odio nos dominen, con un compromiso efectivo de amor en la construcción de una sociedad fraterna. Ser bautizado es pasar de la muerte a la vida y comprometerse con el proyecto de Dios, que es hacer nuevas todas las cosas. Ser bautizado es mirar la realidad con los ojos de Dios y asumirla con los mismos sentimientos de Jesús, denunciando los signos de muerte y anticipando el Reino de Dios en la solidaridad, la justicia, los derechos a la vida y a la paz”17.

Hijos y templos de Dios El Bautismo nos hace hijos de Dios porque nos da la misma vida de Cristo, el Hijo de Dios por naturaleza. Por la gracia recibida Dios comienza a habitar en nosotros: Entonces no vuelvan al miedo; ustedes no recibieron un espíritu de esclavos, sino el espíritu propio de los hijos, que nos permite gritar: ¡Abba!, o sea ¡Padre! El Espíritu asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Siendo hijos, son también herederos; la herencia de Dios será nuestra y la compartiremos con Cristo. Y si hemos sufrido con él, estaremos con él también en la Gloria (Rm 8,15-17); ¿No saben que son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él. El templo de Dios es sagrado, y ese templo son ustedes. Que nadie se engañe. Si uno es sabio según el mundo y pasa por tal entre ustedes, que se haga tonto y llegará a ser sabio (1Cor 3, 16-18).

Miembros de la Iglesia El libro de los Hechos de los Apóstoles nos indica que el bautismo es una incorporación a la comunidad de creyentes (cfr. 2, 41; 5, 16; 11, 24) o Pueblo de Dios y Cuerpo Místico de Cristo. El bautismo nos hace una parte del Cuerpo Místico de Cristo, cuya cabeza es el mismo Cristo: Ustedes antes no eran su pueblo, pero ahora son pueblo de Dios; no habían alcanzado su misericordia, más ahora les ha sido concedida su misericordia (1Pe 2, 10); Ustedes son el cuerpo de Cristo, y cada uno en su lugar es parte de él (1Cor 12, 12-27). Por el Bautismo, efectivamente, entramos a formar parte de la familia de los fieles, que

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E. Martínez, El bautismo en nuestra comunidad cristiana.

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es la Iglesia. Nuestros hermanos son todos los bautizados. Además, el Bautismo nos hace hijos de Dios y por eso podemos llamarlo Padre y dirigirnos a Él con las palabras que Jesús nos enseñó. Hay un detalle importante en la enseñanza de Jesús, que dice: “Padre nuestro” (no “Padre mío”. Este “nuestro” significa que es Padre de todos; si fuera sólo de unos cuantos debería especificarse: “de nosotros los latinos, los blancos, los negros”. Existe además la palabra explícita de Cristo que aclara este “nuestro” en el sentido de “todos”. El Bautismo, por el que se recibe la vida de la gracia (la gracia santificante), es un derecho de todos, ya que es camino ordinario de salvación: Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28, 19). El derecho al Bautismo supone el derecho a la fe, ya que sin ésta no hay Bautismo. Si no creemos en Dios y en Jesucristo, no tiene sentido pedir el Bautismo, ni tampoco se le puede recibir. De hecho cuando se bautiza a los niños es necesario que los padres, los padrinos y la comunidad cristiana compartan su fe con los pequeños y se comprometan a educarlos y formarlos para que asuman su responsabilidad cristiana. Los cristianos vivimos nuestro compromiso bautismal con la Iglesia y en la sociedad. Además: • Creemos en la fe por la predicación del Evangelio y en la catequesis: Los que acogieron la palabra de Pedro se bautizaron, y aquel día se unieron a ellos unas tres mil personas (Hch 2, 41). • Creemos en la esperanza por la oración (cfr. Mt 6, 8-13). • Creemos en el amor, por la celebración de la Eucaristía, por la práctica del mandato del amor al prójimo Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Ustedes deben amarse unos a otros como yo los he amado (Jn 13, 34). El Bautismo, además de exigirnos vivir como hijos de Dios, requiere que nos comportemos como miembros activos de la Iglesia de Jesucristo, dando testimonio de fe y razón de nuestra esperanza. Nos pide ser libres como hijos de Dios y amarnos como hermanos. Si en nuestra sociedad hay oscuridad ¿qué luces podemos encender los cristianos?

Bautismo y vocaciones específicas El Bautismo es la vocación primera y fundamental del cristiano. De esta vocación nacen diversas vocaciones específicas (laicado, sacerdotal, religiosa), que no son algo añadido a la vocación bautismal, sino formas concretas de vivir nuestro Bautismo.

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Vocación no es profesión ¿Dónde está la diferencia entre vocación y profesión? La diferencia es sencilla: la vocación se vive, la profesión se ejerce. La vocación se vive todo el día, todo el año, toda la vida. ¡Siempre! La vocación es vivencia, es vida. La profesión, en cambio, sólo se ejercita por un tiempo determinado; por ejemplo, durante ocho horas de trabajo o por el tiempo que dura la jornada laboral. En la profesión el tiempo es medido, tiene un horario. Además, por lo que toca a las profesiones, son innumerables y todas ellas pueden ejercitarse por cualquier persona sin importar su credo religioso, lo cual no sucede con la vocación entendida como tal, porque algunas de ellas sólo competen a los bautizados.

Compromiso El animador motivará a los participantes para que asistan al encuentro vocacional que se realizará en esa semana de animación. Como tarea, los participantes preguntarán al párroco, al misionero y a las religiosas, aspectos ilustrativos de su vocación. En la siguiente sesión el animador dedicará 15 minutos para comentar las respuestas.

Ejemplos de preguntas ¿Cuál es su edad y cuántos años tiene de servicio religioso? ¿A qué edad ingresó al seminario? ¿Qué le motivó a entrar? ¿Ha encontrado la felicidad y la realización personal en ese estado de vida? ¿Cuál es la diferencia entre ser sacerdote, ser misionero, ser religioso(a) y ser laico? ¿Qué es una diócesis? ¿Cuantos sacerdotes hay en la diócesis?

Celebramos El animador creará el ambiente para hacer la oración de las vocaciones.

Oración Misionera Señor Jesús, que diste tu vida por nuestra salvación, ayúdanos a continuar

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construyendo tu Reino de paz, justicia y amor. Infunde en el corazón de todos los cristianos el deseo de transmitir tu Palabra. Cultiva en el corazón de los jóvenes el sublime ideal de entregarse al servicio de los demás. Sostén el ánimo de aquellos que, abandonándolo todo, cumplen tu mandato de ir por el mundo anunciando la Buena Nueva. Crea en mí un corazón misionero. Amén.

Canción de Jeremías Tengo que gritar, tengo que arriesgar. ¡Ay de mí, si no lo hago! ¿Cómo escapar de ti, cómo no hablar, si tu voz me quema adentro? Tengo que hablar, tengo que luchar. ¡Ay de mí, si no lo hago! ¿Cómo escapar de ti, cómo no hablar, si tu voz me quema adentro? Antes que te formaras dentro del vientre de tu madre, antes que tú nacieras, te conocía y te consagré. Para ser mi profeta de las naciones yo te escogí, irás donde te envíe y lo que te mande proclamarás. No temas arriesgarte, porque contigo yo estaré. No temas anunciarme, porque en tu boca yo hablaré. Te encargo hoy mi pueblo, para arrancar y derribar, para edificar, destruirás y plantarás.

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Deja a tus hermanos, deja a tu padre y a tu madre; abandona tu casa, porque la tierra gritando está. Nada traigas contigo, porque a tu lado yo estaré. Es hora de luchar, porque mi pueblo sufriendo está.

Material complementario Cristo es el hombre nuevo Cristo, por el estilo de su vida y de su mensaje y, sobre todo, por su misterio pascual –muerte y resurrección– se presenta en la historia humana como el hombre nuevo, el primogénito de la nueva creación y de la nueva humanidad. En Cristo quedaron vencidos el pecado y la muerte. En Cristo nace de nuevo el hombre de las primeras páginas de la Biblia: el hombre centro del universo, hijo de Dios, totalmente libre, en perfecta armonía con la naturaleza, consigo mismo, con los otros hombres y con el Señor de la vida. En Cristo desaparecerán hasta los mismos límites del espacio, del tiempo y de la muerte, abriendo con su resurrección nuevos caminos a la esperanza y a la certeza de una vida sin límites en Dios. En Cristo resucitado el ser humano descubre su dignidad, su vocación y su destino, porque Cristo vive ya hoy la realidad gloriosa que nosotros viviremos un día. Cristo es el hombre nuevo y, al mismo tiempo, es la vida nueva del hombre. No hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres ningún otro Nombre por el que debamos ser salvados. (Hch 4, 12). Jesús contestó: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí” (Jn 14, 6). El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida (1Jn 5, 12). En verdad les digo: El que escucha mi palabra y cree en el que me ha enviado, vive de vida eterna; ya o habrá juicio para él, porque ha pasado de la muerte a la vida (Jn 5, 24).

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Su vocación: ser personas maduras Como jóvenes que son, miran al futuro, no están estancados en el presente. Deben decidir en qué dirección quieren ir y, después, tener la mirada fija en el norte. Los ideales mediocres no gustan a la gente joven. Prefieren zambullirse a fondo. Es su derecho o, mejor, deber suyo tener altas miras. Sus aspiraciones deben ser excelsas. Sus ideales deben ser altos. Esfuércense por formarse un carácter que sea fuerte, rico y coherente, que sea libre y responsable, sensible a los valores verdaderos. Un carácter que asuma la superioridad del ser sobre el tener, que haga frente a los retos y tentaciones de la evasión, el compromiso fácil y el cálculo inhumano y egoísta. Su caminar por los senderos de la verdad, la sinceridad y la autenticidad, tiene un modelo ideal. El modelo es Jesucristo, Cristo en su humanidad, Cristo hombre. Pero noten que Él no es sólo la meta, es también el camino que conduce a donde van. Y en el camino actúa como pastor: llega incluso a darse a sí mismo en alimento para el viaje. Acoger la llamada de Cristo es camino seguro para responder a su vocación de llegar a ser personas adultas, plenamente maduras. Y ésta es la aspiración fundamental de todo joven digno.18

Ser persona es una vocación La vocación significa “llamada”. Uno descubre su vocación cuando descubre su llamada. Y uno se pregunta: yo ¿para qué vivo?, ¿qué debo hacer en mi vida?. La respuesta positiva a esa pregunta es la vocación: vivo para esto, el sentido de vivir para mí es este, me siento llamado a ser persona como vocación fundamental. Puede ser que nunca me haya planteado cuál es mi vocación, o que no haya podido hacerlo por cubrir otras necesidades más urgentes. Por eso, la vocación es, sin más, dónde me ha puesto la sociedad, a dónde me ha llevado la vida o las circunstancias. La vocación a ser persona se descubre, en primer lugar, dentro de uno mismo, cuando se aprende a estar en silencio consigo mismo y se descubre poco a poco cuáles son los propios valores, aspiraciones y posibilidades. Entonces uno va tomando conciencia de sí mismo: “Podría hacer esto o esto otro, debería actuar así y no de la otra forma”. Uno se da cuenta de que está vivo y que la vida hay que vivirla con ganas, de modo que merezca la pena. Pero la vocación también se va descubriendo fuera de uno mismo, porque nadie vive aislado, sino muy relacionado con lo que pasa alrededor. La vida que uno lleve afecta a los demás y viceversa. Discurso de Juan Pablo ii dirigido a los jóvenes, tomado de L’Osservatore Romano, núm. 8, 22 de febrero de 1981, pp. 9-10.

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Entonces, hay que saber mirar fuera, sobre todo a las personas de verdad, a su forma de vivir. Hay que mirar, también, la otra cara de nuestra sociedad: la miseria, la soledad, la ignorancia, el dolor, porque cuando voy buscando mi vocación como persona todas estas cosas me están preguntando: “Y tú, ¿qué?”. Cuando una persona va descubriendo su vocación, va viviendo en la línea de la persona, y cuando más auténticamente se vive, mejor puede ir descubriéndose como persona. Puede encontrar dificultades, pero dentro de sí sabe a dónde va, qué es lo que va buscando y tiende a ello aunque en un momento no pueda realizarlo como quisiera. Por eso la vocación es como el esqueleto de la vida, lo nuclear, la percha de donde se sostienen todas las demás cosas. La vocación, que es el modo de ser de la persona y el sentido que uno descubre a su propia vida, no termina, no puede estancarse, porque vivir no es pararse: la persona siempre ha de estar creciendo, progresando, realizándose. La persona podrá tener salud o enfermedad, éxitos o fracasos, comodidades o incomodidades, alegrías o penas, certezas o dudas, momentos de expansión, de dificultad. pero en todos ellos es fiel a lo que ha descubierto como su vocación.19

Bibliografía Autor desconocido, Oraciones vocacionales y misioneras, CSF y MS, Colombia. Curso Vocacional 3, Hijos del Padre: Bautismo, Colombia. Curso Vocacional 4, Espiritualidad bautismal, Colombia. González R., Javier, Un proceso de formación para los grupos juveniles 3, Alba, México, 1995.

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Cfr. Javier González, Un proceso de formación para los grupos juveniles 3, Alba, México, 1995.

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Tema 5: María y la Misión evangelizadora Objetivo: Que el joven descubra en la persona y Misión de María, aspectos concretos que le ayuden a reafirmar su fe en Jesucristo y esclarecer su devoción en ella en el compromiso cristiano.

Ambientación Salmos desde la ternura a María, la Virgen Tú eres, María, la experiencia más bella de Evangelio. En ti Dios se ha hecho Noticia Buena para el hombre. Eres como la luz del alba que abre camino al sol, eres esa estrella matutina que anuncia el día. Eres la mujer creyente que acoge y guarda la Palabra, la mujer que entra en el plan de Dios libre y gozosa. Eres estilo de vida nuevo y fascinante en la historia, eres, María, la Virgen bella y fecunda de Nazaret. Por eso te aclamamos y te alabamos. Ave María Mi corazón se alegra ante tu presencia luminosa; mi corazón busca en el tuyo un camino de verdad; mi corazón se abre a tu vida limpia y profunda; mi corazón busca en tus oídos un camino en libertad. Me siento feliz porque eres madre y eres Virgen; me siento feliz porque eres como un lago profundo de paz; me siento feliz porque eres limpia como la luz de las estrellas; me siento feliz porque eres libre como agua de manantial. Por eso te aclamamos y te alabamos. Ave María Eras joven, María, cuando revolucionaste la historia, eras joven cuando Dios, de puntillas, llamó a tu puerta; eras joven cuando dijiste “Sí” a su proyecto de vida; eras joven cuando diste, decidida, a su plan, respuesta. Eras joven y te abriste a Dios como la flor al sol; eras joven y dejaste a Dios que entrara libre en tu tienda; eras joven y tus alas alzaron el vuelo hasta la cumbre;

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eras joven y en tu vida, con Dios, entró el ritmo de la fiesta. Por eso te aclamamos y te alabamos. Ave María Tu corazón joven dijo: “Hágase en mí según tu Palabra”. Tu corazón joven dijo: “Tus caminos son mis caminos”. Tu corazón joven dijo: “¿Qué quieres Señor que haga?”. Tu corazón joven dijo: “Tu proyecto es mi proyecto”. Tu corazón joven dijo: “Me alegro en el Dios que me salva”. Por eso te aclamamos y te alabamos. Ave María Gracias, María, por tu corazón bueno y disponible. Gracias, María, por tu corazón de ojos limpios y puros. Gracias, María, por tu corazón sincero y transparente. Gracias, María, por tu corazón claro y luminoso. Gracias, María, por tu corazón sencillo y humilde. Gracias, María, por tu corazón lleno de luz y de amor. Gracias, María, por tu corazón abierto al infinito. Gracias, María, por tu corazón joven; sencillamente joven. Por eso te aclamamos y te alabamos. Ave María Aquí me tienes, en busca de un camino libre de fe. Aquí me tienes, en busca de un proyecto de vida. Aquí me tienes, en busca de Alguien en quien dejar mi amor. Aquí me tienes, en busca de semillas de alegría. Aquí me tienes, en busca de la paz y el bien. Aquí me tienes, en busca de un sendero de justicia. Aquí me tienes, en busca del rostro del Dios vivo. Aquí me tienes, en busca de la libertad perdida. Gloria a ti, María, casa donde Dios mora! Gloria a ti, María, madre de Cristo y Madre mía! Por eso te aclamamos y te alabamos. Ave María

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María de Nazaret María de Nazaret, María me cautivó, hizo más fuerte mi fe y por hijo me adoptó. A veces cuando me pongo a rezar, en mis pensamientos vuelvo a soñar, y con sentimiento empiezo a cantar. María de Nazaret. La Virgen a quien Dios Padre eligió, por madre del Hijo santo de Dios. María que nos conduce al amor, María de mi Señor. Ave María. (3) Madre de Dios. Mujer que trajiste al Dios de la paz, de todos los hombres madre serás, en nuestros caminos siempre estarás, llevándonos hasta Dios. María, que vio a Jesús caminar, María, que le ha enseñado a hablar, María, la que sabía escuchar, María, de Nazaret.

Hecho de vida El animador hará las siguientes preguntas para darse una idea del conocimiento que los jóvenes tienen acerca de la Virgen María: • ¿En dónde nació la Virgen María? • ¿Cómo llegó a ser venerada? • ¿Qué ha hecho la Virgen María en ti para que la veneres? • Escribe todo lo que sabes acerca de la Virgen María. En el tema de la evangelización no se puede omitir la presencia de María; incluso, en la carta de san Pablo a los Romanos dice: “por Eva fueron cerradas a los hombres las puertas del paraíso, por María han sido abiertas de nuevo” (Rm 5, 12-21; 1Cor 15, 21-22, 45-49). Ahora con el correr de los tiempos la presencia de María ha venido ocupando un espacio en la vida de la Iglesia y de cada uno de los cristianos.

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Sin embargo, aún se nota en gran parte de los católicos una devoción muy desencarnada de lo que realmente la persona de María es y fue en su vida cotidiana, como mujer sujeta a una historia, a un tiempo y a una cultura. El contenido de la devoción a María, arraigado en la conciencia de nuestro pueblo, sólo se ocupa de rezar novenas, encender veladoras, portar una medalla, poner algún altar en casa, en la calle o en cualquier otro lugar. Esta forma de expresar la fe en María en ocasiones nos desliga de nuestra responsabilidad de conversión y reconciliación; es decir, de un compromiso, pues se piensa que con sólo los actos de devoción María nos salvará.

Iluminación La Anunciación (Lc 1, 28-35, 38) La lectura se puede acompañar con música de fondo y con imágenes.

Llegó el ángel hasta ella y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.” María quedó muy conmovida al oír estas palabras, y se preguntaba qué significaría tal saludo. Pero el ángel le dijo: “No temas, María, porque has encontrado el favor de Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús. Será grande y justamente será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado David; gobernará por siempre al pueblo de Jacob y su reinado no terminará jamás.” María entonces dijo al ángel: “¿Cómo puede ser eso, si yo soy virgen?” Contestó el ángel: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios. Dijo María: “Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho.” Después la dejó el ángel.

También se puede escenificar: N: Narrador. M: María. A: Ángel. Se recomienda al encargado de temas que la clase anterior se ponga de acuerdo con los jóvenes para ver quiénes participarán en la lectura y qué personaje interpretará cada quién; además tendrán que estudiar y preparar la lectura en casa. N: En aquel tiempo Dios envió al ángel Gabriel a una joven virgen que vivía en una ciudad de Galilea llamada Nazaret, y que era prometida de José, de la familia de David. Entró el ángel a su casa y le dijo: A: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.

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N: Ella se conturbó por estas palabras y se preguntaba qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: A: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande, se le llamará Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin. N: María respondió al ángel: M: ¿Cómo será esto puesto que no conozco varón? N: El ángel le respondió: A: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y se le llamará Hijo de Dios. N: Entonces dijo María: M: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra. N: Y el ángel, dejándola, se fue.

Las estampas de la Virgen María Se proporcionan al grupo imágenes de la Santísima Virgen. Cada participante escogerá aquella con la que más se identifique. Se pedirá a algunas personas que expresen las razones de su devoción. Es importante aclarar que, con respecto a Jesús, la Virgen es la misma Madre de Dios, pero con diferentes advocaciones o nombres.

María: modelo para la juventud actual María, la joven de Nazaret María fue una muchacha de su tiempo. Sin duda, tuvo la vida normal de una joven israelita en el seno de una familia creyente, según los usos y costumbres de su época. Creció con las ilusiones lógicas de su edad y compartió la esperanza de su pueblo con respecto a las promesas de Dios. Aún era una jovencita cuando Dios le propuso la noble Misión de ser la madre del Salvador. Dios, de esta manera, irrumpe en la vida de María cuando ella es joven, cuando apenas empieza a abrirse al mundo, cuando su corazón está lleno de ilusiones, de proyectos y de grandes ideales. Y María se entrega generosamente al plan de Dios. Le dice “Sí”, firma en blanco para el Dios sorprendente que la va a llevar por caminos insospechados y nuevos.

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Con su respuesta, María pone de manifiesto una gran capacidad de fe, confianza, entrega y disponibilidad, pero también muestra su espíritu joven por aceptar el compromiso arriesgado, por su apertura a lo nuevo y por su gran corazón.

Actitudes fundamentales de María • Contemplación. María aparece en los evangelios como una mujer que medita y profundiza los acontecimientos para descubrir en ellos la luz de la Palabra de Dios. Ella guarda en su corazón palabras, gestos y actitudes, intuyendo que se encuentra ante el hecho misterioso de la salvación de Dios. Hoy en día, el mundo necesita personas contemplativas que, a la luz de la fe mediten la presencia de Dios en nuestra historia. • Disponibilidad absoluta a Dios. El “Sí” de María en la Anunciación es generoso y total, no sabe de tacañerías, limitaciones y condiciones. María siempre estuvo de parte de Dios, al servicio de su acción en el mundo. Ella es modelo de disponibilidad absoluta al amor de Dios y de lo que Él nos pide para la construcción del Reino en nuestra sociedad. • Servicio dedicado a los demás. La vida de María fue una vida de servicio. La ayuda que prestó a su prima Isabel (Lc 1, 39-45), a los novios de Caná (Jn 2,1-15) y a los temerosos discípulos reunidos en el cenáculo (Hch 1,14) es un botón de muestra. Con esta actitud de servicio María nos enseña que a Dios lo encontramos en el hermano que tiene necesidad de ayuda. • Comprometida en la tarea de la liberación. María tiene la experiencia vital de su pobreza y la necesidad de la intervención salvadora de Dios. Ella es la primera entre los humildes y olvidados de la tierra. Ella es la primera persona liberada por Dios: porque se fijó en su humilde esclava, y desde ahora todas las generaciones me llamarán feliz (Lc 1, 48). En el canto del Magnificat (Lc 1, 46-55), María proclama que Dios ayuda a los humildes y cambia la situación de injusticia, de opresión y de privilegio que tratan de mantener los poderosos en su propio provecho. María es signo de liberación para todos nosotros. Como ella, contando con la ayuda de Dios, podemos aspirar a nuestra propia y total liberación del mal, del pecado y de las esclavitudes o situaciones injustas. • Fidelidad en el sufrimiento. María, unida en todo a su hijo Jesús, pronto conoce bien el alcance de las palabras que le dijo el anciano Simeón: mientras a ti misma una espada te atravesará el alma. Por este medio, sin embargo, saldrán a la luz los pensamientos íntimos de los hombres (Lc 2, 35). María sintió esa espada de dolor a lo largo de toda su vida en forma de destierro, angustia, persecución, incomprensión, pérdida de su Hijo y soledad. El dolor de María alcanzó su punto culminante en el calvario. Ahí, de pie junto a la cruz, ve morir a su Hijo: Cerca de la cruz de Jesús estaba su madre, con María, la hermana de su madre, esposa de Cleofás, y María de Magdala (Jn 19,25). Tiene la experiencia más amarga de la injusticia y de su propia impotencia. María, con su fortaleza, nos descubre el sentido cristiano del dolor y nos anima a continuar con fidelidad y esfuerzo nuestras responsabilidades de hombres y de cristianos.

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• La joven María: un modelo para los jóvenes. María comprende a los jóvenes. Ella fue una mujer que vivió plenamente la etapa de su juventud, compartió las ilusiones de los jóvenes de su tiempo y acompañó atentamente la adolescencia y juventud de su hijo Jesucristo. En María aparecen bien definidos los rasgos propios de la juventud de todo tiempo: generosidad, entrega, compromiso, ilusión, disponibilidad y apertura a lo nuevo. ¡Todo un ejemplo de cómo ser joven cristiano en el mundo actual! • María y la Misión evangelizadora. María es la primera evangelizada y la primera evangelizadora de los tiempos nuevos. La primera evangelizada, pues es la primera a la que viene dado el anuncio del salvador (Lc 1, 26-38). María es el mejor y primer ejemplo de acogida de la Palabra y de celosa guardiana de la misma, la tierra buena donde la semilla de Dios produce al máximo. Por esta razón vemos en ella el modelo más seguro para disponernos a la evangelización, pues nos precedió y supo acoger el más grande e inaudito anuncio profético. María vive pendiente de la Palabra y ésta constituye su guía, fortaleza y norma. La primera evangelizadora, pues en María se hace anuncio y profecía la Palabra acogida: anuncia las grandes cosas hechas en ella por el Todopoderoso (Lc 1, 46-50), revela las obras de Dios (cfr. Tob 12,15) al descubrirnos lo que ha hecho en ella. María lleva a Juan la Palabra encarnada en su seno (Lc 1, 39-45) e introduce en su familia el gozo evangélico. En Caná nos enseña que la obediencia a la Palabra se traduce en disponibilidad para practicarla (Jn 2, 1ss). Por último María presidió el estreno de la Iglesia en la acción evangelizadora: “En la mañana de Pentecostés Ella presidió con su oración el comienzo de la Evangelización bajo el influjo del Espíritu Santo”20.

Actitudes marianas para el evangelizador actual María es modelo acabado para quienes son llamados a vivir una entrega radical a la causa del Evangelio y a la edificación del Reino. En ella encontramos plasmados los pasos o niveles que forman el entramado de la vocación apostólica, en la que nos precede como guía segura. La Iglesia nos presenta a María como pedagoga y maestra de la actitud que debe presidir la vida del evangelizador y que incluye las siguientes cualidades: • Contemplación. Nos descubre el plan salvador de la Trinidad sobre el mundo y nos abre a los valores que encierra el Reino de Dios, los cuales contrastan fuertemente con nuestra escala actual. • Escucha. Se refiere a la palabra que Dios nos dirige, una palabra que interpela, que invita a participar y a comprometer la vida, que debe ser acogida y guardada en el corazón como un tesoro para estudiarla en el silencio orante. • Respuesta. Se necesita la respuesta del hombre que se hace ofrecimiento, disponibilidad, entrega y oblación sin reserva de la propia vida para los planes inescrutables de Dios. • Compromiso o servicio. Por parte de quien se gasta y desgasta por el Evangelio, el único tesoro digno de invertir en él la propia vida. Cuando lo anterior ocurre, como en caso de María, el plan de Dios se cumple plenamente en el hombre y su Reino crece en la tierra. Si vemos en María la estrella de la evangelización estamos reconociendo que es la guía y orientación de la acción evangelizadora de la Iglesia y de todos los comprometidos en esta noble tarea.

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Evangelii Nuntiandi, núm. 82.

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El retrato moral de María Se forman equipos de 5 a 7 personas y a cada equipo se entrega el cuadro que se presenta más adelante. Se pide a los equipos la siguiente tarea, que de acuerdo con el material que recibieron, expliquen: ¿qué virtud, actitud o rasgo del texto bíblico ven en María? Se entrega a cada grupo una cartulina para que escriban los resultados de su reflexión. Una vez terminado el trabajo se reúne todo el grupo y un representante o secretario de cada equipo presentará y explicará su cartulina. El animador hará un resumen final. Texto biblíco

Dijo María: “Yo soy la servidora del Señor, hágase en mi tal como me has dicho.” Después la dejó el ángel. (Lc 1, 38). Por entonces María tomo su decisión y se fue, sin más demora, a una ciudad ubicada en los cerros de Judá. Entro en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. (Lc 1,39-40). María dijo entonces: Proclama mi alma la grandeza del Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador. (Lc 1, 46-47). Cerca de la cruz de Jesús estaba su madre, con María, la hermana de su madre, esposa de Cleofás, y María de Magdala. (Jn 19, 25). María, por su parte, guardaba todos estos acontecimientos y los volvía a meditar en su interior. (Lc 2, 19). Todos ellos perseveraban juntos en la oración en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos. (Hch 1, 14).

Actitud, rasgo o virtud de María

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Celebramos Madre de los jóvenes María, admiramos tu ser joven y entregado. Las cosas no te resultaron nada fáciles, se te pidió un compromiso duro, una entrega total. Fuiste la respuesta adecuada, la que agradó a Dios. Te pedimos ayuda para toda la juventud; ser joven de verdad es difícil siempre, más aún hoy. Las ilusiones se pierden en un mundo de desencanto, los ideales se queman por la inoperancia y la comodidad, la generosidad, la entrega, la disponibilidad, no se valoran en esta sociedad egoísta, calculadora y materialista. Comunica tu fortaleza y honradez a los jóvenes, tu amor, grande y fiel, que todo lo superó. Madre de la juventud, comparte a su lado el esfuerzo de tantos que buscan respuesta en Jesús.

Cuántas veces Cuántas veces siendo niño te recé, con mis besos te decía que te amaba, poco a poco con el tiempo, alejándome de ti, por caminos que se alejan me perdí. Poco a poco... HOY HE VUELTO MADRE A RECORDAR, CUÁNTAS COSAS DIJE ANTE TU ALTAR Y AL REZARTE PUEDO COMPRENDER QUE UNA MADRE NO SE CANSA DE ESPERAR QUE UNA MADRE NO SE CANSA DE ESPERAR. Al regreso de ese día sudador, sonriendo desde lejos me esperabas, –en la mesa la comida aún caliente y el mantel y tu abrazo en mi alegría de volver. (2)

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Aunque el hijo se alejara del hogar, una madre siempre espera su regreso –que regalo más hermoso que a los hijos da el Señor es su madre y milagro de su amor. (2)

Material complementario Diálogo: Si María viviera hoy Si pudiera elegir ¿dónde pondría su casa? ¿Por qué? Descríbela con todos los detalles. ¿Cuál sería su relación con los vecinos? ¿Cómo sería su actitud en la parroquia, en el barrio y con respecto a las necesidades o asociaciones? ¿Cómo llevaría su noviazgo? ¿Cómo sería su relación con José, una vez casados? Imagínate las relaciones de Jesús a las distintas edades y su relación con los estudios, la pandilla, grupos, la Iglesia y su tiempo libre. ¿Qué pensaría y haría con respecto a la tv, la violencia, las drogas, el consumismo, la política, las vacaciones, el dinero, la vocación y las asociaciones de la Iglesia? Imagina que María es periodista, azafata, peluquera, campesina, dependienta, enfermera, profesora, alcaldesa, presentadora de televisión, diputada, agente de tránsito o ama de casa. Describe su posible manera de pensar, de enfocar la profesión u oficio, y la forma concreta de llevarla a cabo. Si tuvieras un encuentro con María ¿qué temas tratarías, cómo, en qué clima? ¿Qué preguntas le harías? ¿En qué lugar? ¿A qué hora? Si le hicieras una entrevista por radio o tv, qué crees que diría con respecto a temas como: armamentismo, hacienda, política actual, política con respecto al Tercer Mundo, partidos políticos, papel de la Iglesia en la política y en los problemas sociales, papel de la mujer en la Iglesia y en sociedad, libertad de expresión en la Iglesia, sentido de comunión y pluralismo, hambre en el mundo, ecología, derechos humanos, derechos de Dios, juventud, terrorismo, fronteras, consumismo y otros temas de actualidad.

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Carteles de ambientación Valores que los jóvenes descubren en María La anunciada en Nazaret Es el amor que vigila, espera y busca. Es la escucha atenta a la Palabra de Dios: Dijo María: “Yo soy la servidora del Señor, hágase en mi tal como me has dicho.” Después la dejó el ángel (Lc 1, 38). La visitante de su prima Isabel Es la vida entendida como servicio a Dios y al hombre. Es la misionera atenta a promover y evangelizar. El Magnificat es el canto de la liberación: Por entonces María tomó su decisión y se fue, sin más demora, a una ciudad ubicada en los cerros de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo y exclamó en alta voz: “Bendita tú eres entre la s mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas. ¡Dichosa tú por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor” María dijo entonces: Proclama mi alma la grandeza del Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque se fijó en su humilde esclava, y desde ahora todas las generaciones me llamarán feliz. El Poderoso ha hecho grandes cosas por mí: ¡Santo es su Nombre! Muestra su misericordia siglo tras siglo a todos aquellos que viven en su presencia. Dio un golpe con todo su poder: deshizo a los soberbios y sus planes. Derribó a los poderosos de sus tronos y exaltó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su siervo, se acordó de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a sus descendientes para siempre.

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María se quedó unos tres meses con Isabel, y después volvió a su casa (Lc 1, 39ss). La madre en Belén Es la virginidad donada y la maternidad fecunda puesta al servicio del Hijo: A una joven virgen que estaba comprometida en matrimonio con un hombre llamado José, de la familia de David. La virgen se llamaba María (Lc 1, 27). La oferente en Jerusalén Es la observancia de la ley por amor. Es el preanuncio del dolor que toca a cada corazón: Mientras a ti misma una espada te atravesará el alma. Por este medio, sin embargo, saldrán a la luz los pensamientos íntimos de los hombres (Lc 2, 35). La educadora en Nazaret Es el ser madre y al mismo tiempo sentirse discípula: Alguien le dijo: “Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren hablar contigo.” (Mt 12, 47). La auxiliadora en Cana Es la solicitud por los jóvenes esposos, llena de atenciones: Sucedió que se terminó el vino preparado para la boda, y se quedaron sin vino. Entonces la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino.” (Jn 2, 3). La dolorosa en el calvario Es la hora de la cruz, es decir, el misterio del dolor para afrontarlo con coraje: Cerca de la cruz de Jesús estaba su madre, con María, la hermana de su madre, esposa de Cleofás, y María de Magdala (Jn 19, 25). La llena del Espíritu Santo en el cenáculo Es estar con los hermanos temerosos y desorientados. Es pedir y desear el Espíritu y recibirlo en la Iglesia: Todos ellos perseveraban juntos en la oración en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos (Hch 1, 14).

¿Cómo hablar de María a los jóvenes de hoy? La respuesta está una vez más en la línea de la fidelidad que conjuga al mismo tiempo el nuevo conocimiento y la experiencia que la Iglesia tiene de María, con la situación y las esperanzas de los jóvenes de hoy, sus interrogantes, exigencias y preocupaciones. En este contexto es donde el educador habla de María. La vida de la Virgen, su extraordinaria experiencia, su ayuda, ofrecen elementos de respuesta que superan las expectativas mismas de los jóvenes, convirtiéndose para ellos en elemento de crecimiento y de maduración cristiana. El tema se podría prolongar en abanico según las diversas características de la condición juvenil. Recordamos aquí sólo algunos datos típicos de la situación de los jóvenes, intentando, dentro de esta misma situación, hablar de María de modo significativo y vital para ellos.

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La experiencia de incertidumbre e inestabilidad que los jóvenes viven hoy los lleva fácilmente a diferir cualquier tipo de elección, incluso la religiosa. Frente a Cristo, que les provoca salir de una existencia mediocre y cómoda y a decidirse por Él o en contra de Él, los jóvenes pueden encontrar en María un modelo de mujer fuerte y libre que supo arriesgar su vida por Dios, fiándose únicamente de su Palabra. En la afanosa búsqueda del sentido de la propia vida, para superar la alienación, la despersonalización, los condicionamientos a los que la sociedad actual parece conducir, la experiencia de María dice a los jóvenes que la vida no es absurda porque Dios tiene un proyecto extraordinario sobre cada hombre. A los jóvenes que de un modo contradictorio expresan por una parte deseos de participación y de protagonismo en la vida de la sociedad, y por otra viven en el temor, en la fuga, en la marginación de la vida con sus responsabilidades y sus compromisos; a su necesidad de establecer un nuevo orden de relaciones, fundadas en la gratuidad, la igualdad y el amor, María responde con el canto de la humanidad nueva: el Magnificat. En él se expresa el abandono total a Dios y la solidaridad plena con los humildes, los pobres, los oprimidos. Especialmente a las jóvenes, tan sensibles a la revalorización del papel de la mujer en la sociedad contemporánea, María, la mujer responsable, libre y activa, puede ser una propuesta elocuente y significativa. Ella enseña que la plena realización de la mujer pasa a través de la maduración progresiva de la propia capacidad de amar, hasta el don de sí en la acogida, en la gratuidad y en el servicio. En este contexto se sitúa la educación en la pureza y en la castidad como superación de todo egoísmo hacia la plena capacidad del amor. La serie de ejemplos podría continuar. El esfuerzo está en expresar a María, su experiencia, en un proceso que la haga significativa para los jóvenes de hoy. Sin traicionar su mensaje, sino procurando expresarlo con la sensibilidad, en los modelos culturales y en los ideales de hoy.

Bibliografía González R., Javier, Proceso de formación para los grupos juveniles 2, Alba, México, 1995. González R., Javier, Un proceso de formación para los grupos juveniles 3, Alba, México, 1995. Mazariegos L., Emilio, Salmos de un corazón joven, CVS, Salamanca, 1995.

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Temas para adultos Semana de animación misionera 2

Tema 1: La persona de Jesús Objetivo: Conocer y profundizar en la persona de Jesús de Nazaret para que los participantes asuman en su vida las actitudes que Él tuvo y den testimonio como bautizados.

Ambientación Se realizarán dinámicas de integración y presentación para que todos los participantes se empiecen a conocer y tengan más confianza. Las palabras que vas a leer son verdaderas. Cambiarán tu vida si las aceptas porque proceden del corazón del Padre. Él te ama y es el Padre que has buscado toda la vida. Ésta es su carta de amor para ti.

Carta de amor para ti Es probable que no me conozcas, pero yo te conozco perfectamente bien... (Sal 139, 1). Sé cuando te sientas y cuando te levantas... (Sal 139, 2). Todos tus caminos me son conocidos... (Sal 139, 3). Pues aún tus cabellos están todos contados... (Mt 10, 29-31). Porque fuiste creado a mi imagen... (Gn 1, 27). En mi vives, te mueves y eres... (Hch 17, 28). Porque linaje mío eres... (Hch 17, 28). Antes que te formase en el vientre, te conocí... (Jr 1, 4-5). Fuiste predestinado conforme a mi propósito... (Ef 1, 11-12). No fuiste un error... (Sal 139, 15). En mi libro estaban escritos tus días... (Sal 139, 16). Yo determiné el momento exacto de tu nacimiento y dónde vivirías... (Hch 17, 26). Tu creación fue maravillosa... (Sal 139, 14).

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Te hice en el vientre de tu madre... (Sal 139, 13). Te saqué de las entrañas de tu madre... (Sal 71, 6). He sido mal representado por aquellos que no me conocen... (Jn 8, 41-44). No estoy enojado ni distante de ti; soy la manifestación perfecta del amor... (1Jn 4, 16). Y deseo derramar mi amor sobre ti... (1Jn 3, 1). Simplemente porque eres mi hijo y yo soy tu padre... (1Jn 3, 1). Te ofrezco mucho más de lo que te podría dar tu padre terrenal... (Mt 7, 11). Porque soy el Padre perfecto... (Mt 5, 48). Toda buena dádiva que recibes viene de mí... (St 1, 17). Porque yo soy tu proveedor que suple tus necesidades... (Mt 6, 31-33). Mi plan para tu futuro está lleno de esperanza... (Jr 29, 11). Porque te amo con amor eterno... (Jr 31, 3). Mis pensamientos sobre ti se multiplican más que la arena en la orilla del mar... (Sal 139, 17-18). Y me regocijo sobre ti con cánticos... (So 3, 17). Nunca me volveré atrás de hacerte bien... (Jr 32, 40). Tú eres mi especial tesoro... (Ex 19, 5). Deseo afirmarte de todo corazón y con toda mi alma... (Jr 32, 41). Y te quiero enseñar cosas grandes y ocultas que tú no conoces... (Jr 33, 3). Me hallarás, si me buscas de todo corazón... (Dt 4, 29). Deléitate en mí y te concederé las peticiones de tu corazón... (Sal 37, 4). Porque yo inspiro tus deseos... (Flp 2, 13).

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Yo puedo hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pides o entiendes... (Ef 3, 30). Porque yo soy quien más te alienta... (2Ts 2, 16-17). Soy también el Padre que te consuela en todos tus problemas... (2Cor 1, 3-4). Cuando tu corazón está quebrantado, yo estoy cerca a ti... (Sal 34, 18). Como el pastor lleva en sus brazos a un cordero, yo te llevo cerca de mi corazón... (Is 40, 11). Un día enjugaré toda lágrima de tus ojos... (Ap 21, 3-4). Y quitaré todo el dolor que has sufrido en esta tierra... (Ap 21, 3-4). Yo soy tu Padre, y te he amado como a mi hijo, Jesucristo... (Jn 17, 23). Porque te he dado a conocer mi amor en Jesús... (Jn 17, 26). Él es la imagen misma de mi sustancia... (Hb, 1, 3). Él vino a demostrar que yo estoy por ti y no contra ti... (Rm 8, 31). Y para decirte que no tomaré en cuenta tus pecados... (2Cor 5, 18-19). Porque Jesús murió para reconciliarnos... (2Cor 5, 18-19). Su muerte fue mi máxima expresión de amor por ti... (1Jn 4, 10). Entregué todo lo que amaba para ganar tu amor... (Rm 8, 31-32). Si recibes el regalo de mi Hijo Jesucristo, me recibes a mí... (1Jn 2, 23). Y nada te podrá volver a separar de mi amor... (Rm 8, 38-39). Vuelve a casa y participa en la fiesta más grande que el cielo ha celebrado... (Lc 15, 7). Siempre he sido y por siempre seré tu Padre... (Ef 3, 14-15). Mi pregunta es: “¿Quieres ser mi hijo?” (Jn 1, 12-13). Aquí te espero... (Lc 15, 11-32).

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Con amor, tu Padre, Dios misericordioso

Hecho de vida Personajes ilustres Se pide a los participantes que escriban en una tarjeta de papel, el nombre del personaje (artistas, político, cantante, etc.) que más admiran. Junto al nombre deben escribir, con una palabra o frase pequeña, la razón o cualidad que admiran en la persona que eligieron. Las tarjetas de los hombres ilustres se colocan en una pizarra o cartulina. Se escucha una marcha triunfal mientras una persona entra con un póster de Jesús y lo muestra a todos los participantes; después lo coloca en la pizarra en medio de las tarjetas. El animador hace algunas preguntas; por ejemplo: “¿Y a Él, lo conoces? ¿Cuál es su nombre? ¿Quién es para ti? ¿Qué hizo o sigue haciendo por ti y por la humanidad?”. Se escriben todas las respuestas en una pizarra o cartulina y, al final, se eligen las más comunes.

Para ustedes, ¿quién soy yo? • ¿Quién ha sido el personaje más destacado de todos los tiempos? • ¿Quién ha sido el líder más grande? • ¿Quién ha sido el mejor maestro? • ¿Quién le ha hecho el mayor bien a la humanidad? • ¿Quién vivió la vida más santa de todos los tiempos? Podrás visitar cualquier parte del mundo y hablar con personas de cualquier religión, quienes tendrán que admitir que jamás ha existido un hombre como Jesús de Nazaret. Él es el personaje más singular de todos los tiempos. Jesús cambió el rumbo de la historia. Incluso la fecha de tu periódico matutino da testimonio del hecho de que Jesús de Nazaret vivió en la tierra hace más de 2 mil años.

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Se presenta una lista de palabras: Cristo hermano amigo Señor Jesús pastor maestro profeta pobre mediador místico camino Dios salvador Cordero de Dios

verdad Mesías rey vida luz siervo hombre nuevo

jefe alfa-omega enviad palabra camino hijo santo

Cada participante elige las tres palabras que tengan más significado para él. Se pide a algunos voluntarios que expliquen a todo el grupo por qué eligieron sus palabras.

Iluminación ¿Quién dicen los hombres que soy yo? Salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo, y por el camino les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?” (Mc 8, 27). Esta pregunta se la hizo Jesús hace casi dos mil años a sus amigos. Él nos dijo: Jesús contestó: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí (Jn 14, 6). Su recuerdo sigue vivo y la historia continúa girando alrededor de Él. Por eso, veinte siglos después de su vida y muerte, cada año se siguen escribiendo más de mil volúmenes sobre su persona y su doctrina. Cristo es nuestra esperanza, sigue en medio de nosotros animando con su Espíritu a la Iglesia. Nació en Palestina, que no es una tierra de lujo. Jerusalén y Palestina eran un rincón poco conocido y una de las regiones más despreciadas en el mundo. Sin embargo, este país ignorado, este pueblo despreciado fue elegido por Dios para hacer la mayor aportación a la historia del mundo. Así, Israel brindó al mundo el concepto de la unidad de Dios.

Envió Dios a su Hijo Pero, cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, que nació de mujer y fue sometido a la Ley (Ga 4, 4). Sin embargo, no lo hizo en la mejor época, no era un siglo de oro. La historia nos muestra que fueron tiempos de muerte, de llanto, de injusticia, fue un tiempo de amor y sangre como hoy. Pero Él participó de este barro nuestro. Por eso, habló, vivió y comió como los hombres de su tiempo, y vistió como cualquier hombre de Palestina.

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En su tiempo había crisis moral, crisis social, económica, espiritual y religiosa. Todo esto creaba un gran vacío espiritual y por todas partes se soñaba con un cambio en el mundo. Incluso los judíos esperaban un Mesías temporal. Desde ese pequeño país, Jesús definió la tarea de cambiar el mundo.

Jesús y los pobres. Dios está de parte de los pobres y oprimidos En el Antiguo Testamento Dios se proclama protector del pobre. Él es quien hace justicia al oprimido, da pan a los hambrientos, protege al forastero, libera de la opresión y la violencia (cfr. Sal 146). En tiempos de Jesús los pobres son los enfermos, los pecadores, (publicanos, prostitutas, etc.), así como las viudas, las mujeres, los niños y los ignorantes que carecen de formación religiosa. La mayoría de estas personas fueron marginadas por la sociedad judía. Además eran objeto de desprecio y condena. Incluso a algunos de ellos se les negaba el acceso a la salvación. Jesús tuvo una actitud clara por esta gente pobre y marginada. Por lo tanto, se juntaba y comía con ellos, aceptaba su compañía y, sobre todo, hizo en su favor la mayor parte de sus milagros. Los pobres son los preferidos de Dios. Esto es lo que Jesús anunció como Buena Noticia y como signo de que el Reino de Dios está presente en medio de los hombres.

Amigo de publicanos y pecadores En aquel tiempo el nombre de pecadores no se refería a una situación moral interior, más bien indicaba una situación social. En una sociedad fundada en la religión los que ejercían un trabajo o profesión infame eran excluidos del culto y de las reuniones públicas. Por eso se les llamaba pecadores no sólo a las personas que no observaban la ley, sino también a los que ejercían una profesión despreciable (como publicanos, prostitutas, carniceros, pastores, teñidores, entre otros). Los pecadores, además de la condena moral, sufrían el desprecio, el rechazo y la marginación de los demás. Un caso típico es el de los publicanos o recaudadores de aduanas. Estas personas eran despreciadas por sus abusos y especulaciones; además, eran colaboradores de los romanos y tenían costumbres impuras provenientes de los gentiles. Por su profesión se les negaban algunos derechos civiles (como ser jueces y dar testimonio en un juicio), no se les admitía en la convivencia normal (banquetes, bodas, el saludo, etc.) y su dinero no era aceptado por ser impuro. Jesús es consciente de que no ha venido a llamar a los justos sino a los pecadores (cfr. Mc 2, 17). Por eso, rompiendo los formalismos sociales y religiosos de su época, acepta a todas estas personas; por ejemplo, platicó con una prostituta, defendió a una adúltera, comió en la casa de un cobrador de impuestos de mala fama (Zaqueo), etc. Su actitud provocó el escándalo y el rechazo de las autoridades religiosas. Le dijeron con desprecio: “Ahí tenéis un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores” (cfr. Mt 11, 19).

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Jesús se acercó a los pecadores como un amigo. Les ofreció amistad, comprensión, confianza y fe. Les ofreció la salvación, el perdón de Dios. Los ayudó a reorientar su vida. De esta manera, Jesús fue Buena Noticia para ellos (cfr. Lc 4, 18-20).

Ayuda a los enfermos ¿Qué significaba la enfermedad en aquella sociedad judía? En primer lugar era signo de pobreza y abandono, con frecuencia el enfermo quedaba desamparado y estaba condenado a vivir como un mendigo. Pero había algo más doloroso, la enfermedad era considerada un castigo o maldición de Dios. El enfermo era sospechoso de pecado y además del dolor físico llevaba la condena moral. La enfermedad también suponía una marginación social. En muchos casos el enfermo era considerado impuro, un pecador maldito, por lo que era rechazado y expulsado de la sociedad. Tal era el caso concreto de los leprosos, que por su impureza tenían que vivir aislados, fuera de los pueblos o ciudades. Los evangelios nos dicen que a Jesús le atraían las personas que sufrían toda clase de enfermedades y dolencias: ciegos, cojos, paralíticos, epilépticos, etc., y Él los curaba a todos: Al atardecer le llevaron muchos endemoniados. Él expulsó a los espíritus malos con una sola palabra, y sanó también a todos los enfermos. Así se cumplió lo que había anunciado el profeta Isaías: Él tomó nuestras debilidades y cargó con nuestras enfermedades (Mt 8, 16-17). Jesús no es un doctor que simplemente sana a los enfermos, sino que hace algo más: rehabilita a estas personas que están hundidas por el dolor, la condena moral, la soledad y la marginación social (cfr. Lc 5, 17-26). Él se acerca a los enfermos como hombres necesitados, los acoge, los escucha, comprende su dolor y soledad, pero sobre todo les infunde fe y esperanza, ya que descubren que no están abandonados por Dios. Al curarlos los integra de nuevo a la sociedad, a la convivencia con los demás. Jesús, con su actitud hacia ellos, los hace sentirse personas: de nuevo pueden ver, oír, caminar, valerse por sí mismos, vivir: Estando Jesús en uno de esos pueblos, se presento un hombre cubierto de lepra. Apenas vio a Jesús, se postró con la cara en tierra y le suplicó: “Señor, si tu quieres, puedes limpiarme.” Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Lo quiero, queda limpio.” Y al instante le desapareció la lepra. Jesús le dio aviso que no lo dijera a nadie. “Vete, le dijo, preséntate al sacerdote y haz la ofrenda por tu purificación como ordenó Moisés, pues tienes que hacerles tu declaración”. La fama de Jesús crecía más y más, a tal punto que multitudes acudían para oírle y ser curados de sus enfermedades (Lc 5, 12-15).

Defensa de la mujer Otro grupo de personas marginadas y discriminadas en la sociedad judía eran las mujeres. La mujer no participaba en la vida pública, su sitio era la casa y su deber era ocuparse de los hijos y cuidar del hogar. Sin embargo, dentro del hogar la mujer era considerada un ser inferior al varón. Con el matrimonio la mujer pasaba de una sumisión total a su padre a una sumisión total a su esposo.

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La mujer no tenía nada que hacer fuera de la casa. Si salía del hogar debía cubrirse el rostro y no le estaba permitido detenerse a conversar con los hombres, quienes, a su vez, no las saludaban ni les dirigían la palabra. La legislación era discriminatoria para las mujeres, ya que no podían ocupar un cargo o función pública y nunca se les admitía a un tribunal como testigos. Lo mismo sucedía en el campo religioso. En la sinagoga no podían estar junto a los varones, sino en un lugar secundario. En el templo no podían llegar hasta el patio de los varones, ya que tenían su propio lugar. No les enseñaban la ley ni eran admitidas en las escuelas rabínicas. Tampoco podían ser discípulas de un rabino. Por lo tanto, en los tiempos de Jesús de Nazaret la mujer sufría una fuerte marginación. Su situación era tan lamentable que los judíos varones recitaban todos los días la siguiente oración: “Bendito seas, Dios, porque no me has creado pagano, no me has hecho mujer y no me has hecho ignorante”. Ante esta situación Jesús toma una actitud revolucionaria que atenta contra los criterios y las costumbres sociales de su época: tiene amigas como Martha y María (cfr. Lc 10, 38-41); cura a las mujeres, incluso llega a tocarlas (lo cual estaba prohibido) (cfr. Mt 8, 14-15); platica con una samaritana (cfr. Jn 4, 1ss); defiende a una mujer adúltera (cfr. Jn 8, 1ss); se deja besar los pies por una prostituta (cfr. Jn 12, 1-7); acepta entre sus discípulos y seguidores a las mujeres (cfr. Lc 8, 1-3). Con todas estas actitudes Jesús es una Buena noticia para la mujer, pues le devuelve su dignidad como ser humano.

Muerte de Cristo y su significado salvador Jesús se hizo hombre y murió porque los hombres mueren La muerte de Jesús tiene una estrecha relación con su vida. Jesús vivió intensamente los tres años de su vida pública. Sus palabras y sus actitudes crearon una serie de interrogantes y de conflictos que lo llevaron a la muerte, la cual no fue otra cosa que el resultado final de su modo de vivir. La muerte de Jesús no fue un episodio más de su historia, sino que es la clave de la historia de Jesús. Por eso nos interesa saber por qué falleció Jesús y qué significado tiene su muerte.

Una muerte prevista y aceptada En los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) se afirma que Jesús anunció tres veces su muerte. Por lo tanto, según los evangelios, Jesús sabía de antemano que le esperaba una muerte violenta (cfr. Mt 16, 21; 17, 23; 20, 19).

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Y todo esto por su conducta provocativa, pues en repetidas ocasiones Jesús desobedeció algunas leyes cuya violación estaba sancionada con la pena de muerte. Por eso cuando acusaban a Jesús de que estaba blasfemando contra Dios, de que era un falso profeta, de que quebrantaba el sábado, los dirigentes judíos le estaban lanzando acusaciones penadas con la muerte. A los ojos de las autoridades judías Jesús había perdido el derecho a la vida, por eso se veía constantemente amenazado. Él sabía, pues, que le esperaba una muerte violenta como consecuencia lógica de su vida y de su conducta. No hay que pensar que Jesús buscaba directamente la muerte. Lo que Él quería no era la muerte, sino el anuncio y la presencia del Reino: Después de que tomaron preso a Juan, Jesús fue a Galilea y empezó a proclamar la Buena Nueva de Dios. Decía: “El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca. Renuncien a su mal camino y crean en la Buena Nueva.” (Mc 1, 14-15). Y por ser fiel a su Misión estaba dispuesto a sacrificarlo todo, incluso su vida.

Causas históricas que provocaron su muerte La trayectoria de la vida de Jesús, sus actuaciones y sus ideales chocaron con las estructuras del poder religioso y político de Israel. En varias ocasiones lo pusieron a prueba y le tendieron trampas. Pero las tensiones fueron aumentando y los dirigentes judíos decidieron eliminarlo: Por entonces, los jefes de los sacerdotes y las autoridades judías se reunieron en el palacio del sumo sacerdote, que se llamaba Caifás, y se pusieron de acuerdo para detener a Jesús con artimañas y darle muerte (Mt 26, 3-4). Jesús, consciente de que su vida estaba en peligro, no se detuvo y fue a Jerusalén. Ahí realizó las denuncias más graves en contra de las autoridades judías: “Háblenme del bautismo que daba Juan: este asunto ¿de dónde venía: de Dios o de los hombres?” Ellos reflexionaron: “Si decimos que este asunto venía de Dios, él nos replicará: Pues ¿por qué no le creyeron?’”(Mt 21, 25). A Jesús le hicieron un doble juicio: religioso (cfr. Mt 26, 57-67) y civil (cfr. Mt 27, 11-26). Las acusaciones presentadas por el poder religioso se referían a que quería destruir el templo y proclamarse el Mesías, el Hijo de Dios. El templo era el símbolo religioso y político del pueblo; destruirlo era atentar contra lo más sagrado del país. Por otra parte, proclamarse Mesías –Hijo de Dios– era una blasfemia, pues al decir que era el Hijo de Dios Jesús estaba afirmando que el Señor estaba de su parte, que le daba la razón a Él y se la quitaba a ellos. Los dirigentes se veían, de esta manera, descalificados como representantes de Dios. Con respecto al juicio político, a Jesús lo condenaron por una causa política, por haberse proclamado rey de los judíos: Jesús compareció ante el gobernador, y éste comenzó a interrogarlo. Le preguntó: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Jesús contestó: “Tú eres el que lo dice.” (Mt 27, 11). Jesús fue acusado de amenazar al ocupante romano, de intentar sublevar al pueblo contra Roma para obtener la independencia. Poncio Pilatos dio la sentencia de muerte porque, de lo contrario, las autoridades religiosas lo amenazaron con denunciarlo con el emperador.

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De acuerdo con los evangelios, estos fueron los motivos de la condena de Jesús. Él no estorbaba, resultaba incómodo, y los poderes religiosos y políticos se ponen de acuerdo para eliminarlo: Al amanecer, todos los jefes de los sacerdotes y las autoridades judías celebraron una reunión para decidir la manera de hacer morir a Jesús. Luego lo ataron y lo llevaron para entregárselo a Pilatos, el gobernador (Mt 27, 1-2).

La muerte de un profeta La muerte de Jesús no se reduce a un acontecimiento político, como la muerte que ocurre por una causa justa o por un error de la justicia. La muerte de Jesús tiene un sentido que va más allá del frío relato de los hechos. Los primeros cristianos descubrieron que la muerte de Jesús no fue un deceso cualquiera, sino el del Mesías, el Hijo de Dios y, por lo tanto, se trata de una muerte salvadora. Es decir, vieron en este acontecimiento la muerte de un profeta mártir. Recordemos que los mismos judíos reconocieron a Jesús como profeta, incluso fue considerado el más grande: Al ver la señal que Jesús había hecho, los hombres decían: “Este es sin duda el Profeta que había de venir al mundo.” (Jn 6, 14). Por otra parte, en tiempos de Jesús estaba bastante extendida la idea de que a los profetas les estaba reservado un final trágico: ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¿Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus polluelos debajo de sus alas, y tú no has querido! (Lc 13, 34). Por consiguiente, Jesús fue el último profeta que Dios envío al mundo y que, al igual que los profetas anteriores, fue asesinado por la maldad de Israel. De esta manera Jesús enfrenta la muerte con la clara conciencia de ser un profeta llamado a realizar una Misión única: anunciar y promover la venida del Reino de Dios. Murió en cumplimiento de su Misión y su muerte es la culminación de una vida entregada a la causa del Reino: Con esto se iba a cumplir la palabra de Jesús dando a entender qué tipo de muerte iba a sufrir. Pilato volvió a entrar en el palacio, llamó a Jesús y le preguntó: “¿Eres tú el Rey de los judíos?” Jesús le contestó: “¿Viene de ti esta pregunta o repites lo que te han dicho otros de mí?” Pilato respondió: “¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los jefes de los sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?”. Jesús contestó: “Mi realeza no procede de este mundo. Si fuera rey como los de este mundo, mis guardias habrían luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reinado no es de acá.”. Pilato le preguntó: “Entonces, ¿tú eres rey?” Jesús respondió; “Tú lo has dicho: yo soy Rey. Yo doy testimonio de la verdad, y para esto he nacido y he venido al mundo. Todo el que está del lado de la verdad escucha mi voz.” (Jn 18, 32-37).

Resurrección de Jesús La Resurrección es el acontecimiento más importante en la vida de Jesús y en la de todos los cristianos. Veamos qué significado tiene para Jesús y para nosotros: El primer día después del sábado, María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, y vio que la piedra que cerraba la entrada del sepulcro había sido removida. Fue corriendo en busca de Simón Pedro y del otro discípulo a quien Jesús amaba y les dijo: “Se

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han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. Pedro y el otro discípulo salieron para el sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más que Pedro y llegó primero al sepulcro. Como se inclinara, vio los lienzos caídos, pero no entró. Pedro llegó detrás, entró en el sepulcro y vio también los lienzos caídos. El sudario con que le habían cubierto la cabeza no se había caído como los lienzos, sino que se mantenía enrolado en su lugar. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero, vio y creyó. Pues no habían entendido todavía la Escritura: ¿él “debía” resucitar de entre los muertos! (Jn 20,1-9).

Signos de vida y muerte: Presentación de cartelones-diálogo Se presentan dos cartelones elaborados con esmero. Uno contiene imágenes que representan signos de muerte (plantas o ramas secas, cruz vacía, fotografías con escenas de violencia, guerra, dolor, etc.). El otro contiene imágenes relacionadas con la vida (flores, árboles frondosos, fotografías con escenas de alegría, amistad, convivencia, etc.). El animador les pregunta a los participantes: “¿Qué ven? ¿Qué les sugieren estos dos cartelones?”. Se da el tiempo necesario para escuchar algunas opiniones.

Hecho de la Resurrección Después de la muerte de Jesús los apóstoles, presos del miedo y de un profundo sentimiento de fracaso se dispersaron, y es probable que hayan retomado las actividades que tenían antes de conocer a Jesús (cfr. Lc 24, 13-35). Pero poco tiempo después estos hombres que habían huido y estaban escondidos se reagruparon y salieron a las calles de Jerusalén anunciando una noticia asombrosa: Sepa entonces con seguridad toda la gente de Israel, que Dios ha hecho Señor y Cristo a este Jesús a quien ustedes crucificaron (Hch 2, 36). Ellos afirmaban que eran testigos de una experiencia única y profunda: el mismo Jesús que conocieron y que había sido muerto en la cruz estaba vivo y presente en medio de ellos. ¿En qué se fundamenta el convencimiento de los apóstoles de que Jesús muerto volvía a estar vivo? Los evangelistas ofrecen dos argumentos: encontraron vacía la tumba de Jesús (cfr. Mt 20, 5-6) y lo vieron después de su muerte (cfr. Jn 20, 19-22). Los apóstoles aseguraban que habían visto a Jesús, que se les apareció. ¿No serían alucinaciones? Los evangelistas narran estas apariciones como una presencia real y hasta carnal de Jesús. Come, camina con los suyos, platica con ellos, les muestra las llagas, etc. (cfr. Jn 21, 12; 20, 27). Por eso los discípulos que lo vieron tenían la seguridad de que no era un espíritu o un ángel. El que murió y fue sepultado era el mismo que resucitó; por lo tanto, las apariciones no fueron visiones subjetivas sino hechos reales. Estos encuentros con el resucitado transformaron la vida de ellos, pues recuperaron la confianza, el ánimo, la fortaleza y la entrega. Comenzaron a ser testigos de Jesús y a proclamar su Resurrección. Ya nada podía detenerlos: ni persecuciones, ni fracasos, ni amenazas de muerte.

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Por eso el argumento definitivo para afirmar la Resurrección de Jesús se basa en las apariciones a los discípulos. En efecto, Jesús fue visto por los suyos, por los que le conocieron y convivieron con él. Y son éstos los que aseguran con fe y valentía la Resurrección. Un hecho incuestionable y seguro. Pero ¿qué nos querían decir los apóstoles al anunciar que Jesús había resucitado?, ¿qué entendían por Resurrección? No es lo mismo resucitar que revivir. Revivir es volver a la vida que se tenía antes de la muerte, para volver a ser un hombre mortal (esto ocurrió en el caso de Lázaro, que fue revivido por Jesucristo). Resucitar, en cambio, es vencer definitivamente a la muerte y escapar para siempre de ella. Tal es el caso de Jesús, pues Él no revivió sino que resucitó. La Resurrección de Jesús es la proclamación de que Él vive, de que tenía la razón y de que su camino es verdadero y único. La Resurrección, por lo tanto, rehabilitó a Jesús y a su causa después del fracaso de la cruz. En otras palabras, la Resurrección es la aprobación de Dios a toda la vida y la actuación de Jesús. Es un “Sí” a su mensaje, a su toma de postura a favor de los pobres y a las razones que dieron sentido tanto a su vida como a su muerte.

Creer hoy en Jesús resucitado Ahora bien, si proclamamos un Mesías resucitado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos ahí que no hay resurrección de los muertos? Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, nuestra predicación no tiene contenido, como tampoco la fe de ustedes. Con eso pasamos a ser falsos testigos de Dios, pues afirmamos que Dios resucitó a Cristo, siendo así que no lo resucitó, si es cierto que los muertos no resucitan. Pues si los muertos no resucitan, tampoco Cristo pudo resucitar. Y si Cristo no resucitó, de nada les sirve su fe: ustedes siguen en sus pecados. Y, para decirlo sin rodeos, los que se durmieron en Cristo están totalmente perdidos. Si nuestra esperanza en Cristo se termina con la vida presente, somos los más infelices de todos los hombres. Cristo nos abrió el camino Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos, siendo el primero y primicia de los que se durmieron. Un hombre trajo la muerte, y un hombre también trae la resurrección de los muertos. Todos mueren por estar incluidos en Adán, y todos también recibirán la vida en Cristo. Pero se respeta el lugar de cada uno: Cristo es primero, y más tarde les tocará a los suyos, cuando venga a pedir cuentas. Luego llegará el fin. Cristo entregará a Dios Padre el Reino después de haber desarmado todas las estructuras, autoridades y fuerzas del universo. Está dicho que debe ejercer el poder hasta que haya puesto a todos sus enemigos bajo sus pies, y el último de los enemigos sometidos será la muerte. Dios pondrá todas las cosas bajo sus pies. Todo le será sometido, pero es evidente que se excluye a Aquel que le somete el universo. Y cuando el universo le quede sometido, el Hijo se someterá a Aquel que le sometió todas las cosas, para que en adelante Dios sea todo en todos.

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Pero, díganme, ¿qué buscan esos que se hacen bautizar por los que han muerto? Si los muertos de ningún modo pueden resucitar, ¿de qué sirve ese bautismo por ellos? Y nosotros mismos, ¿para qué arriesgamos continuamente la vida? Sí, hermanos, porque todos los días estoy muriendo, se lo juro por ustedes mismos que son mi gloria en Cristo Jesús nuestro Señor. Si no hay más que esta existencia, ¿de qué me sirve haber luchado contra leones en Efeso? Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, que mañana moriremos. (1Cor 15, 12-32). El mensaje de la Resurrección no se refiere sólo a Jesús sino también a nosotros los cristianos. Si Jesús ha triunfado sobre la muerte, nosotros tenemos resuelto el problema de la muerte, porque el destino de Él es también nuestro destino. Si Cristo resucitó también nosotros hemos de resucitar. Por lo tanto, la Resurrección de Jesús es un elemento esencial de nuestra fe y de toda la existencia cristiana. Creer hoy en la resurrección es creer en una nueva manera de entender la vida: la de Jesús de Nazaret. Creer en el resucitado es dar testimonio de que la vida tiene que ser vista como la vio Jesús y que debemos hacer nuestra su causa: la construcción del Reino de Dios en nuestro ambiente. Predicar la Resurrección hoy es afirmar que Dios está a favor de quienes siguen el camino del Evangelio. Un camino de generosidad y servicio a todas las personas, especialmente a los pobres y oprimidos. Dios está de parte de todos aquellos que viven y mueren por las razones por las que vivió y murió Jesús. Ésta es la hermosa Buena Noticia de la Resurrección de Jesús para nosotros.

Compromiso Hacer una tarjeta de identificación de Jesús con los siguientes datos: Nombre (Mt 1, 21) Lugar de nacimiento (Lc 2, 1-7) Domicilio (Lc 4,16) Oficio (Mc 6, 3) Padres (Lc 3, 29; Mt 1,16) Personalidad y carácter: Mc 10, 14 Lc 7, 13 Jn 11, 13 Mc 3, 5 Jn 15, 13-15 Lc 10, 21

Mc 10, 21 Lc 17, 12-19 Jn 11, 36 Mt 23, 23 Lc 22, 39-46

Condicionamientos humanos Mt 4, 2 Jn 4, 6 Jn 4, 7

Se forman equipos con igual número de participantes, según la asistencia.

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A cada equipo se le entrega una copia de la tarjeta de identidad de Jesucristo. El animador pide a los participantes que investiguen en los evangelios los datos que faltan y se da el tiempo suficiente para realizar esta actividad. Todos lo equipos se reúnen para comparar sus respuestas. Se hace la tarjeta en un papel grande y se pega en el lugar de reunión. El animador hace las siguientes preguntas: “¿Qué hemos aprendido de esta actividad? ¿Cuál es la característica o aspecto humano de Jesús que más te llamó la atención y por qué? ¿Qué estás dispuesto a hacer para que Jesús sea más conocido?”.

Celebración Credo sobre la muerte de Jesús Creemos en ti, Jesucristo, vencedor de la vida y de la muerte, muerto por nuestra justificación, vivo para animar nuestra esperanza. Creemos en tu muerte dolorosa y solitaria, preludio de tu Resurrección. Creemos que con tu muerte nos has dado la vida, creemos que has muerto por nuestro amor, creemos que te entregaste y moriste por nosotros, por cada uno de nosotros, para encontrarnos como hijos del Padre. Sabemos que nuestro pecado ha sido la causa de tu muerte, así como sigue siendo la causa de la muerte de muchos hermanos nuestros. Gracias, Jesús, porque en la cruz nos has amado hasta el extremo, desde la cruz nos dices cómo tenemos que amar a nuestros hermanos, en la firme esperanza de gozar contigo de las alegrías de tu Resurrección.

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Creo en Jesús Creo en Jesús, creo en Jesús, Él es mi amigo, es mi alegría, Él es mi amor. Creo en Jesús, creo en Jesús, Él es un salvador. Él llamó a mi puerta, me invitó a compartir su heredad; seguiré a su lado, llevaré su mensaje de paz. Ayudó al enfermo y le trajo la felicidad; defendió al humilde, combatió la mentira y el mal. Enseñó a Zaqueo a partir su hacienda y su pan, alabó a la viuda porque dio cuando pudo ella dar. Día y noche creo en Jesús, Él está a mi lado, creo en Jesús, sigo sus palabras, creo en Jesús, doy por Él la vida, creo en Jesús, es mi salvador. Aleluya, creo en Jesús, Él es el Mesías, creo en Jesús. Él es mi esperanza, creo en Jesús, vive para siempre, creo en Jesús.

Material complementario Semejante en todo a nosotros Dios ha querido ser hombre con todas sus consecuencias y vivir nuestra experiencia humana hasta el fondo, deteniéndose sólo ante lo imposible. La Encarnación no ha sido un teatro bien montado ni un paseo de Dios por el mundo, vestido con ropaje humano. Dios no ha querido jugar a ser hombre. Tampoco ha querido vivir una vida de súper hombre, una vida que no sea la nuestra. Dios quiso conocer realmente nuestra vida.

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Por eso Dios quiso saber lo que es irse haciendo hombre a lo largo de la vida, ir creciendo en edad, en conocimiento y madurez, ir descubriendo la vida progresivamente cada vez con mayor claridad y lucidez, ir aprendiendo a vivir escuchando a los demás, dejándose enseñar por los acontecimientos, recordando la historia de su pueblo mediante las Escrituras (cfr. Lc 2, 40-52). Dios ha querido saber qué es para un hombre gozar y sufrir, trabajar y luchar, esperar y desalentarse, confiar en un Padre y experimentar su abandono: y a esa hora Jesús gritó con voz potente: “Eloí, Eloí, lammá sabactani”, que quiere decir: “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15, 34). Ha querido conocer cómo se vive desde una conciencia humana lo que es nuestra pobre vida acosada de preguntas, miedos, esperanzas y expectativas. Dios ha querido comprobar personalmente el sufrimiento, las limitaciones, los riesgos, las tentaciones y dificultades que encuentra un hombre para ser verdaderamente humano (cfr. Hb 2, 18; 4, 15). También se vio sometido a los condicionamientos de carácter biológico, psicológico, histórico y cultural que sufre todo hombre. Por eso, ha tenido que vivir su libertad humana con esfuerzo, con lucha, con trabajo, con vigilancia y oración.

Bibliografía

González Ramírez, Javier, Un proceso de formación para grupos juveniles 2, Don Bosco, 1995.

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Tema 2: Reino de Dios Objetivo: Que el participante tome conciencia del significado del Reino de Dios en su vida para que lo irradie en todas sus acciones.

Ambientación Cristo te necesita Cristo te necesita para amar, para amar. Cristo te necesita para amar. (2)   NO TE IMPORTEN LAS RAZAS NI EL COLOR DE LA PIEL AMA A TODOS COMO HERMANOS Y HAZ EL BIEN. (2)   Al que sufre y al triste, dale amor, dale amor, al humilde y al pobre, dale amor. Al que vive a tu lado, dale amor, dale amor, al que viene de lejos, dale amor.   Al que habla otra lengua, dale amor, dale amor, al que piensa distinto, dale amor.   Al amigo de siempre, dale amor, dale amor, al que no te saluda, dale amor. Cristo te necesita...

Oración Soñé que tuve una entrevista con Dios. Contemplé la majestad de las montañas y admiré la maravilla de su creación. Vi la increíble belleza de un atardecer y me pregunté cómo sería Dios. Le quería hacer una

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pregunta muy importante... Y ¿tú ? Soñé que tuve una entrevista con Dios. Contemple la majestad de las montañas y admiré la maravilla de su creación. Vi la increíble belleza de un atardecer y me pregunté cómo sería Dios. Le quería hacer una pregunta muy importante. Volví mi rostro hacia Él, pero no le podía ver, porque en Él habita una luz inaccesible. Así que simplemente clamé, diciendo: “¿Por qué hay muerte y sufrimiento?”. Me respondió con su Palabra: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. Luego me dijo: “El alma que pecare, morirá”. Le pregunté: “¿Qué es el pecado?”. Y me dijo: “El pecado es la transgresión de la Ley”. Luego dijo su Ley con estruendo: “No tendrás dioses ajenos delante de mí No te harás imagen alguna. No tomarás el nombre del Señor, tu Dios, en vano. El séptimo día reposarás. Honrarás a tu padre y a tu madre. No matarás No cometerás adulterio. No robarás. No darás falso testimonio contra tu prójimo. No codiciarás”. Y luego vi las palabras de Jesús: “Cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”. Y las palabras de las Sagradas Escrituras: “¿No sabes que los injustos no heredarán el Reino de Dios? No yerren: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados”. Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda (Ap 21, 8). De repente entendí

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que había quebrantado la Ley de Dios muchas veces y que sería condenado al infierno en el día del Juicio. No sólo había visto Dios todos mis pecados, sino que me condenaba mi propio pecado. Cuando le pregunté a Dios qué debía hacer, me dijo: “No mandé a mi Hijo para condenar”. Luego entendí que Dios me amaba tanto que hizo provisión para mi perdón: Jesús sufrió y murió por mí. Tomó mi castigo sobre Él: En esto consiste el amor; no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Quebrantamos la Ley de Dios (los 10 mandamientos) y Jesús pagó la totalidad de nuestra multa. Mas Dios muestra su amor para con nosotros en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Luego resucitó de entre los muertos y derrotó la muerte. De repente desperté de mi sueño y entendí que tenía que tomar una decisión. Podía seguir soñando que a Dios no le molestaba el pecado y terminar en el infierno por la eternidad, o me podría arrepentir y aceptar a Cristo Jesús como mi Señor y salvador y recibir el regalo de vida eterna que Dios me ofrecía. Tú tienes la misma opción.

Hecho de vida Las semillas del Reino Cuentan que en una pequeña aldea, alejada de la ciudad, vivía una señora viuda y de escasos recursos. Una calurosa tarde de verano dormía a la sombra de un frondoso árbol, pero de pronto tuvo un extraño sueño: soñaba que en su aldea habían puesto una gran tienda, surtida de todo, con toda clase de productos y se decía para sí: “Ahora ya no tendré que hacer ese largo y pesado viaje al pueblo para comprar lo que necesito”. En su sueño decidió ir a hacer sus compras, pero al entrar se quedó asombrada porque se dio cuenta de que quien estaba vendiendo era el mismísimo Jesucristo, y se puso a pensar en lo que le iba a pedir que le

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vendiera. Llegó al mostrador, saludó amablemente y dijo: “Señor quiero que me vendas un kilo de paz, tres kilos de justicia, una tonelada de amor y de fraternidad, cuatro kilos de respeto, etc”. Pero Jesús no le despachó inmediatamente y se le quedó mirando tiernamente. La mujer se puso a pensar y se preguntaba: “¿Habré pedido algo que no tiene y le da pena decirme que no hay? ¿Qué pasa?”. De pronto se le vino algo a la mente y le dijo a Jesús: “Bueno, todo esto que te pido no es para mi sólita, sino para todo el mundo”. Entonces, Jesús le dijo amablemente: “Todo lo que me estás pidiendo son frutos ya hechos, y yo sólo vendo las semillas para que las siembren y cosechen frutos abundantes de la presencia de mi Reino entre ustedes”.

Después de escuchar con atención la lectura, el animador preguntará a los participantes: • ¿A quién representa esta mujer? • ¿Cuáles son las semillas de las que habla Jesús? • ¿En dónde ha sembrado Jesús sus semillas? • ¿Has oído hablar del Reino de Dios? • ¿Qué te imaginas que es?

Iluminación Estamos llenos de proyectos, la vida es nuestro proyecto. Todos los seres humanos tenemos proyectos comunes, como vivir, vivir más, vivir mejor; sin embargo, los impedimentos para conseguirlos no son pequeños ni pocos. Unos son de tipo personal: salud, amistad, trabajo, etc. Otros, de tipo social: violencia, opresión, pobreza. Y, por si fuera poco, la muerte. No obstante, el ser humano no renuncia a la vida. Jesús de Nazaret se presenta a sus contemporáneos con un proyecto concreto, el Reino de Dios: Desde entonces Jesús empezó a proclamar este mensaje; “Renuncien a su mal camino, porque el Reino de los Cielos está ahora cerca.” (Mt 4, 17). Su existencia supuso una constante lucha por ser fiel al proyecto de su vida, por ser fiel a la voluntad del Padre. Además, superó todas las dificultades y el estrepitoso fracaso de la muerte porque su proyecto era de vida. La opción de Dios por el hombre en Jesús de Nazaret se continúa en la vida y en la acción de los cristianos. Por ello, la vida del creyente en Jesús se convierte en un sacramento para el hombre de nuestro tiempo, pues a través de ella percibe que Dios sigue estando con nosotros; es decir, que la acción del creyente prolonga de manera indefinida la manifestación de Dios en el mundo. Sin lugar a dudas, aquí radica la base de toda acción apostólica.

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Los seres humanos vivimos llenos de ilusión y de proyectos. Los proyectos de Jesús también fueron una opción por el hombre. En los demás descubrió su relación con Dios y consigo mismo. Jesús es una persona viva. Las experiencias de encuentro con Él suponen cambios en mi vida como procurar ser tolerante y comprensivo con otras experiencias sobre Jesús de Nazaret. Jesús no se agota en tu visión personal. Jesús nace y vive en un lugar y un momento determinado de la historia (cfr. Lc 2, 1-20; 4, 16). En la oración y la acción descubre su proyecto de vida que le llevará a vivir como Hijo de Dios y dedicado a hacer ver a los hombres cómo Dios es un Padre que acoge y perdona (cfr. Mt 6, 9-13).

Datos de identificación personal La historia de Jesús de Nazaret es impensable sin su dedicación al Reino: Decía: “El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca. Renuncien a su mal camino y crean en la Buena Nueva.” (Mc 1,15). Es imposible hablar del Padre sin hacer referencia al Reino de Dios.

Un buen galileo Jesús no sabía su futuro; por eso, en un momento oportuno de su vida, como todo ser humano, se planteó las cuestiones esenciales de su existencia: “¿Quién soy yo? ¿Qué voy a hacer de mi vida? ¿Qué quiere Dios de mí?”.

El predicador del Reino Juan había hablado de que la ira de Dios estaba cerca (cfr. Mt 3, 1). Jesús dice: El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca. Renuncien a su mal camino y crean en la Buena Nueva (Mc 1,15). Algunos de los discípulos de Juan se unen al Nazareno, que comienza su predicación en torno a la formación. Pero no enseñó ningún código de virtudes, ni sistematizó ninguna doctrina religiosa. Jesús sólo predicó que la llegada del Reino de Dios era inminente: En verdad les digo: no pasará esta generación, hasta que sucedan todas estas cosas (Mt 24, 34). Reino de los cielos y Reino de Dios es lo mismo. Reino de Dios y Dios es lo mismo. La cuestión planteada a los contemporáneos de Jesús era si Dios actuaba en la historia o no, y si actuaba, ¿cuándo lo iba a hacer y bajo qué condiciones? Si la llegada del Reino era inminente, como decía Jesús, era una prueba de que la actuación de Dios había comenzado ya y que su presencia ya estaba aquí: La época de la Ley y de los Profetas se cerró con Juan. Desde entonces está proclamado el Reino de Dios, y a todos les ha llegado la hora de conquistarlo (Lc 16, 16).

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En el Antiguo Testamento ya se había descrito cuál era la actuación de Dios en el mundo y el pueblo de Israel lo había experimentado. Por eso Jesús nunca describió al Reino, heredó la tradición de las Escrituras y recalcó que el Dios del perdón y del amor había comenzado a actuar. Dios se acerca, está ya entre nosotros.

Esencia del mensaje de Jesús: sus características El Reino se vincula con la persona de Jesús, lo cual es uno de los puntos conflictivos de la vida de Jesús. La pertenencia al Reino se vincula con la aceptación de esta predicación que hace Jesús, por eso la insistente pregunta de los judíos: “Tú ¿con qué autoridad haces eso?” (cfr. Mt 21, 23-27). Es decir, los judíos piden a Jesús que legitime su mensaje como procedente de Dios. A lo largo de su vida el hombre va adquiriendo una conciencia viva de su relación con Dios, que es una relación de filiación particular e irrepetible. ¿Por qué sabe Jesús que el Reino de Dios está cerca? Lo sabe porque lo experimenta en su oración, en su relación con Dios. De aquí nace la fe inquebrantable de Jesús, basada en una experiencia profundísima de su relación con el Padre: Jesús le respondió: Hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces, Felipe? El que me ve a mí ve al Padre. ¿Cómo es que dices: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Cuando les enseño, esto no viene de mi, sino que el Padre, que permanece en mí, hace sus propias obras. Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanme esto; o si no, créanlo por las obras mismas (Jn 14, 9-11).

El Reino llega gratuitamente para todos La novedad de Jesús radica en la interpretación que hace del Antiguo Testamento. Dios nos quiere, independientemente de cuáles sean nuestras actitudes. Eso significa que es nuestro Padre y que su amor es incondicional. Dios nos quiere sin condiciones, y por eso nosotros nos sentimos apremiados a corresponder con todas nuestras fuerzas a su amor (cfr. Lc 17, 20-24).

Los pobres: destinatarios del Reino Pobres son los que no tienen dinero, los que no tienen qué comer, los enfermos y todos los que carecen de la bendición de Dios. Si la riqueza y la salud son bendiciones de Dios, quienes carecen de ellas no tienen esa bendición. Pero Jesús afirma que la bendición de Dios, su Reino, está llegando y viene para todos los que dejan su vida en las manos de Él. El hombre que cumple la ley está integrado a la sociedad judía. Había pobres que no podían cumplir la ley por economía, por trabajo o por falta de cultura; además, el que no podía cumplir la ley era un desintegrado de la sociedad, un marginado.

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En esta situación se encontraban las viudas, los huérfanos, los menores de 12 años, las prostitutas y los publicanos. Hay una parábola (cfr. Mt 22, 2-10; Lc 14,15-24) que habla acerca de los invitados a un banquete por derecho propio, o sea, el pueblo judío, fiel cumplidor de la ley. Pero estos invitados no quieren asistir al banquete, es decir, rechazan el amor de Dios que es el Reino. El rey manda a sus criados salir a los caminos para invitar a todos, a buenos y a malos. Es decir, todos están llamados al Reino, a disfrutar del amor de Dios.

Las parábolas: actuación de este mensaje Jesús anunció su mensaje por medio de parábolas, de las cuales muchas reflejan el ambiente que vivió Jesús. Su originalidad no está en que Jesús utilizara estas narraciones para impartir sus enseñanzas, ya que también lo hacían y lo habían hecho otros rabinos en Israel. Sin embargo, estas narraciones conservan lo más importante y original de la enseñanza de Jesús sobre el Reino. Muchas de ellas comienzan así: “El Reino de los cielos se parece a...”. Por otra parte, las parábolas revelan la personalidad, la cultura y la sensibilidad de Jesús. Por ejemplo, nos habla de la siembra (cfr. Lc 8, 4-8) y de la pesca (cfr. Mt 13, 47-50); de viñadores (cfr. Mt 21, 33-44) y pastores (cfr. Mt 18, 12-14); de mujeres que amasan el pan (cfr. Mt 13, 33); de banquetes (cfr. Mt 22, 1-14) y de bodas (cfr. Lc 14, 7-14); así como de hijos que se van de casa (cfr. Lc 15, 11-32). También hay parábolas de la vida diaria como la levadura, el grano de mostaza (cfr. Lc 13, 18-21) y las de la dracma y la oveja perdida (cfr. Lc 15, 1-10). Con el Reino de Dios ocurre como con la levadura o el grano de mostaza: su vida es, en principio, silenciosa y oculta, pero al final se revela en todo su esplendor.

Parábolas inventadas por Jesús Estas narraciones también nos descubren la actuación de Dios con los hombres. Tenemos, por ejemplo, la parábola de los trabajadores enviados a la viña (cfr. Mt 20, 1-16), la de los invitados al banquete (cfr. Lc 14, 15-24), la del trigo y la cizaña (cfr. Mt 13, 36-43) y la del hijo pródigo (cfr. Lc 15, 11-32).

Parábolas que nos enseñan cuál debe ser nuestro comportamiento Algunos ejemplos de estas parábolas son la de las diez vírgenes (cfr. Mt 25,1-13), la del administrador astuto (cfr. Lc 16, 1-8), la del fariseo y publicano (cfr. Lc 18, 9-14) y la del buen samaritano (cfr. Lc 10, 29-37). En ellas se nos enseña la vigilancia ante la llegada del Reino; asimismo, se revela cierta astucia que es necesaria para alcanzar lo realmente importante, la insuficiencia del hombre ante Dios y el amor incondicional al ser humano, que es nuestro hermano.

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Compromiso En la siguiente actividad las hojas secas (color amarillo) y las verdes significan la muerte y la vida, respectivamente. Con anticipación, el animador debe preparar el dibujo de un árbol; las ramas de un lado corresponderán a valores del Reino y las del otro lado a los antivalores del Reino. Se reparte a cada persona un papel recortado en forma de hoja de árbol, 10 de ellos tendrán valores del Reino y 10 antivalores del Reino. Se les pide a los participantes que piensen: ¿qué actitudes nuestras destruyen el Reino de Dios y cuáles lo construyen? Después, cada uno pasará a pegar su hoja en las ramas que le corresponden y dirá por qué la colocaron en uno u otro lado. Ejemplos de valores son: amor, paz, justicia, apoyo, solidaridad, comprensión, perdón, verdad, libertad, trabajo, alimento, salarios justos, hermandad, alegría, generosidad, fidelidad, diálogo, oración, comunión, amor a la Palabra de Dios, respeto al voto popular, entre otros. Ejemplos de antivalores son: mentira, odio, rencor, guerra, desempleo, salarios bajos, hambre, represión, egoísmo, pereza, irresponsabilidad, infidelidad, fraude, etc. Después, el animador hace las siguientes preguntas: “¿Cuáles son las características de la presencia del Reino en nuestra, sociedad, en nuestra Iglesia y en nuestra familia? ¿Cómo vas a construir de ahora en adelante el Reino en el ambiente en donde te desarrollas diariamente (familia, amigos, trabajo)?”.

Síntesis Jesús, discípulo de Juan el Bautista, se separa de él para dedicarse por completo a la predicación del Reino de Dios, entendida como el proyecto de su vida. El Reinado de Dios está ya entre nosotros, se ha hecho presente en la persona de Jesús, en su obra y su mensaje. El Reino de Dios se vincula, pues, con la persona de Jesús y se centra en el amor de Dios a todos los seres humanos pero, de un modo especial, con los pobres. Dios reina como Padre amoroso; Dios nos ama y, por lo tanto, nos acoge, nos perdona y nos salva. El mensaje del Reino se expresa en las parábolas y en la experiencia de Dios como Padre que hace bienaventurados a los marginados del mundo. El ser humano adquiere conciencia de que es hijo de Dios; en consecuencia, los hombres podemos y debemos amarnos unos a otros como hermanos. Estamos llamados a colaborar en la realización del reinado de Dios, haciendo nuestro el proyecto de Jesús.

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Celebrar Oración Señor, en nombre de las gentes sin voz te decimos: “Venga pronto tu Reino”. Que se acaben los que venden al justo por dinero, aplastan contra el polvo al débil y ponen zancadillas al inocente. Señor, que baje a nuestras calles tu reinado, que no tengan lugar en nuestras ciudades y pueblos los que edifican sobre la injusticia sus fortunas y oprimen a analfabetos e indefensos. Que se acaben los especuladores que juntan casa con casa y campo con campo y para los demás no dejan tierra, aire, ni espacio. Venga tu reino a nuestros barrios, donde tantas gentes no tienen cobijo ni trabajo. Señor, venga tu Reino a nuestros ámbitos, que se haga justicia, que no fabriquemos leyes para garantizar privilegios, que no pierdan otra vez los pobres y ganen los de siempre. Señor, haz brotar de nuestra tierra el reinado de tu justicia frente a nuestras injusticias, el reinado de tu paz frente a nuestras guerras y violencias, el reinado de tu amor frente a nuestros odios, el reinado de tu misericordia frente a nuestras intransigencias, el reinado de tu perdón frente a nuestros rencores, el reinado de tu ternura frente a nuestro corazón de piedra, el reinado de tu inocencia frente a nuestras manos sucias. Señor, que venga tu reinado pronto, lo esperamos con urgencia; que venga hoy mismo, quizá para mañana sea demasiado tarde.

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Conviene que Cristo crezca Conviene que Cristo crezca, conviene que Cristo crezca, conviene que Cristo crezca más y más, y que disminuya yo, y que disminuya yo, y que disminuya yo más y más. Conviene que Cristo venza, conviene que Cristo venza, conviene que Cristo venza más y más, y que expulse a Satanás, y que expulse a Satanás, y que expulse a Satanás más y más. Conviene que Cristo reine, conviene que Cristo reine, conviene que Cristo reine más y más, y así tendremos paz, y así tendremos paz, y así tendremos paz más y más. Conviene que Cristo crezca, conviene que Cristo crezca, conviene que Cristo venza, conviene que Cristo reine más y más, y que disminuya yo, y que expulse a Satanás, y así tendremos paz más y más.

Bibliografía Mazariegos, Emilio L., Salmos de un corazón joven, CVS, Salamanca, 1995.

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Tema 3: La Iglesia y su Misión Objetivo: Que el adulto tome conciencia de que pertenece a la Iglesia y se comprometa a vivir su Misión dentro de ella.

Ambientación A edificar la Iglesia A edificar la Iglesia (3) del Señor. HERMANO, VEN, AYÚDAME, HERMANO, VEN, AYÚDAME, A EDIFICAR LA IGLESIA DEL SEÑOR. Yo soy la Iglesia, tú eres la Iglesia, somos la Iglesia del Señor. Los pobres son la Iglesia. Los ricos son la Iglesia. Los buenos... los malos. San Pedro... san Pablo María... los santos Los negros... los blancos

Hecho de vida Con el fin de despertar el interés de los participantes y crear un clima de participación, el animador formará equipos de 4 o 5 personas y les pedirá que reflexionen en las siguientes preguntas: 1. ¿Qué imagen te viene a la mente cuando escuchas la expresión “Iglesia católica”?’ 2. ¿Qué gestos, hechos y mensajes positivos reconoces de la Iglesia de hoy? 3. ¿Qué opinas de la expresión: “Jesús, sí; Iglesia, no”? 4. ¿Cuál es la función de la Iglesia en el mundo actual? 5. ¿Qué importancia tiene para la sociedad el hecho de que exista la Iglesia?

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El animador entregará una cartulina a cada equipo para que anoten sus conclusiones y respuestas de las preguntas anteriores, y después las compartan con todo el grupo.

Iluminación ¿Cómo nació la Iglesia? Para continuar su tarea del Reino, Jesús fundó una comunidad de discípulos que al principio fueron 12, pero poco a poco fue aumentando (cfr. Mt 8, 21; 27, 57; Mc 4, 10; 10, 32). Era un grupo compuesto por personas de varios niveles, la mayoría eran pescadores (cfr. Mc 1, 16-19), personas de dinero (cfr. Lc 8, 3; Jn 3, 1-2), había un revolucionario del grupo de los zelotas (cfr. Mc 2, 14) y también mujeres (cfr. Mc 15, 40-41; Lc 8, 1-3). Jesús llamó a sus discípulos para formar una comunidad, iniciar un nuevo tipo de vida y vivir los valores del Reino con un compromiso en la misma causa de Jesús: anunciar y hacer presente el Reino de Dios, lo cual es la tarea primordial de la Iglesia y la misma Misión que comparte con su fundador: El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido (Lc 19, 10). En los años 1962-1965 se convocó el Concilio Vaticano ii en Roma. En uno de sus documentos llamado la constitución dogmática Lumen Gentium, que significa “Luz de los pueblos”, se fue tomando más conciencia acerca de la razón de ser y hacer de la Iglesia en el mundo, en la sociedad, con el hombre de nuestros tiempos. Vamos a recordar algunas ideas sobre lo que es la Iglesia a la luz de la constitución Lumen Gentium: “La Iglesia es la luz de las gentes, de los pueblos, de la humanidad entera. La Iglesia es una antorcha que, en medio de las tinieblas que a veces oscurecen al mundo en que vivimos, señala el camino hacia la salvación, hacia la verdad. La Iglesia es como un faro que, cuando la barca de la humanidad está a punto de naufragar en medio de la tempestad y las tinieblas, le indica la entrada en el puerto para que no se hunda en el abismo”21.

La Iglesia: sacramento de la salvación Estamos acostumbrados a oír hablar de los sacramentos: Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Penitencia, Orden, Matrimonio y Unción de los enfermos. Desde luego que éstos son los sacramentos, es decir, los signos que Jesucristo instituyó para hacernos llegar a cada uno su salvación y su gracia, ya que su presencia física, histórica y concreta estaba limitada a un corto tiempo. Pero si tomamos la palabra “sacramento” en un sentido un poco más amplio, como signo eficaz de la gracia y amistad de Dios, la Iglesia, que es la comunidad de los que creen en Jesucristo, en cuyo nombre 21

Lumen Gentium, núm. 8.

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se administran los sacramentos, también es un sacramento que hace posible el ejercicio de todos los demás sacramentos. Pero ¿a qué se le llama “signo eficaz”? Por ejemplo, si voy manejando y veo un señalamiento que me indica que la carretera es resbalosa, reducir la velocidad del carro significa que el señalamiento fue un signo eficaz para mí. Cuando un novio o esposo se encuentra con su novia o esposa y le da un beso, eso es un signo eficaz de su amor por ella. Lo están diciendo y, al mismo tiempo, lo están haciendo actual, vivo, presente. Así es la Iglesia con respecto a la salvación: la significa y la produce. Jesucristo funda la Iglesia donde tendrían sentido y destino estos signos sacramentales que nos dan esa salvación, haciéndola presente, viva y eficaz en las distintas circunstancias de la vida por las que tenemos que atravesar. Nacimos a la fe en una comunidad, nuestra fe crece y vive en esa comunidad, y esa comunidad es la que acompaña con sus oraciones al cristiano en sus últimos momentos de vida. Esa Iglesia supone un estado más en el proceso de salvación de la humanidad y forma parte de lo que se llama “La Historia de la Salvación”. Dios ha creado al hombre y quiere que este hombre se salve. Quiso dar esta salvación en forma gratuita, aunque el hombre no la mereciera. Por desgracia, nuestros primeros padres desobedecieron el mandato divino y perdieron esa salvación que, en forma generosa, Dios les obsequiaba con la condición de que superaran la prueba que les puso. La Iglesia forma parte de ese proceso de salvación que Dios trazó desde el principio para todos los hombres y cuya iluminación fue el envío de su Hijo para que, derramando su sangre, con su Palabra y su ejemplo, condujera de nuevo a la humanidad a la amistad de Dios. Sin embargo, tanto la formación de este sacramento de salvación que es la Iglesia, como la incorporación de la humanidad a esta comunidad de salvación, tienen un proceso largo y complejo. Esta complejidad es lo que se conoce como “El misterio de la Iglesia”. Con sus enseñanzas, Jesús nos ha ido revelando este misterio y los apóstoles continuaron esta tarea. A veces, las comparaciones sirven para comprender mejor este misterio. Por ejemplo, en la Biblia a la Iglesia se le llama “aprisco” y “rebaño”, teniendo en cuenta que la doctrina de Jesús se desarrolló en un pueblo ganadero y en parte nómada, la imagen de la Iglesia como rebaño expresa nuestra necesidad de guía, de relacionarnos con los demás y de que alguien nos conduzca a los buenos pastos y a las corrientes de agua donde podamos saciar nuestra sed de verdad y de vida. La imagen del aprisco es donde el pastor resguarda a las ovejas, vela por ellas, las conduce por buenos caminos, las libra de las amenazas de los lobos, las mantiene reunidas y cuida constantemente de sus intereses hasta dar la vida por su bien, como dice Jesús en su Evangelio22. Otras veces, se compara a la Iglesia con un edificio o con una ciudad, lo cual indica algo que se construye, pero algo que al mismo tiempo sirve como lugar de refugio, de encuentro, de seguridad, de vida de

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familia, de comunidad, de motivo de oración y de reunión. Otras veces se comparará a la Iglesia con una madre de la que recibimos la vida23.

La Iglesia: Pueblo de Dios La palabra “Iglesia” significa “asamblea”, comunidad convocada por Dios, lo cual nos pone de manifiesto la voluntad de Él, quien no quiere salvar a los hombres aisladamente, sino reunidos en un pueblo al que llamamos “Pueblo de Dios”. Dios creó a la humanidad para que fuera su pueblo, un pueblo unido. Dios llamó a Abraham, hombre de fe, para hacer de él el Padre de un gran pueblo que mostrara a todos lo pueblos el proyecto de Dios (cfr. Gn 12-13). Así se formó el Pueblo de Israel, el pueblo elegido, que fue perseguido y esclavizado, pero Dios estaba con él, no lo abandonaba. Dios llamaba a personas y las enviaba para animar y orientar al pueblo en su caminar; por ejemplo, a Moisés, David y los profetas (cfr. Jr 31, 31-34). Aun así, este Pueblo de Israel se salió muchas veces de los caminos de Dios e hizo de Él una propiedad particular, como si fuese sólo de ellos. Por su parte, los profetas denunciaban los pecados del pueblo y las injusticias de los poderosos, también anunciaban que Dios cumpliría sus promesas y mandaría al que traería la paz, la justicia y la salvación para todos los pueblos. Esta persona, anunciada por los profetas y esperada por los pobres como salvador, es Jesús de Nazaret, quien fue enviado al mundo con la Misión de mostrar que Dios es Padre de todos y no sólo del Pueblo de Israel (cfr. Mt 6, 9-14), y anunciar que el Reino de Dios había llegado y que éste es de los pobres y de los perseguidos (cfr. Lc 4, 18-22). Jesús escogió a los 12 apóstoles porque con ellos quería formar un pueblo nuevo, nacido de su sangre derramada en la cruz, nacido de la fe y de la fuerza del Espíritu Santo. Es el pueblo de los que siguen y obedecen a Dios, de aquellos que practican la justicia y luchan contra el pecado, raíz de toda opresión. Es el pueblo que debe realizar el proyecto de Dios (cfr. Mc 3, 13-18). Los apóstoles entendieron que este pueblo nuevo debía extenderse por toda la tierra; así, por donde pasaban dejaban comunidades de aquellos que aceptaban la Buena Noticia del Reino. Estas comunidades manifestaban su fe en Jesús resucitado, viviendo unidos en la hermandad, repartiendo con alegría sus bienes entre sí y rezando juntos (cfr. Hch 2, 43-47; Mc 16, 15). El Pueblo de Dios está formado por personas de todas las razas y lugares. Es el pueblo reunido por la sangre derramada por Jesús en la cruz. Es el pueblo de los que nacen en la fe y de la acción del Espíritu Santo. Es el pueblo que sigue el Evangelio de Jesús (cfr. Hch 2, 5-12).

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Lumen Gentium, núm. 6; Ga 4, 26.

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Este pueblo tiene el lenguaje de la verdad, de la justicia y del amor, así como los usos y costumbres de la unión, la fraternidad, la lucha contra la opresión y la injusticia. Es un pueblo que ora, perdona y respeta la libertad y dignidad de los hijos de Dios, y que tiene sus fiestas y símbolos propios.24 El pueblo de Dios tiene muchas fiestas para venerar el amor de Dios y sus victorias de liberación. Las principales celebraciones de los cristianos en el mundo entero son: Navidad, Pascua y Pentecostés. Pero la gran ley de este pueblo de Dios es el amor. Este nuevo Pueblo de Dios participa de la condición de Jesucristo como rey, sacerdote y profeta en formas diversas, según los dones concedidos por el Espíritu de Jesucristo, es decir, el Espíritu Santo, que es el alma y la vida de esta Iglesia. Nuestra realeza nos habla de la inmensa dignidad que cada uno de nosotros poseemos como bautizados, lo cual nos hace hijos y herederos de los dones y de la vida divina; como profetas, estamos capacitados para entender y vivir, incluso para transmitir la palabra de Dios que bebemos en las Sagradas Escrituras, que oímos en las celebraciones litúrgicas y que vamos comprendiendo de manera cada vez más profunda para introducirla en nuestro corazón y, sobre todo, en nuestra vida, a la luz del magisterio de la Iglesia. Y al igual que los sacerdotes, participamos en la ofrenda eucarística, si bien de forma diferente a como lo hace el sacerdote que ofrece en el nombre de Jesús y como presidente de esa comunidad de fieles, la sagrada víctima (cfr. Hb 5,1-5). A veces se oye la afirmación de gente que dice relacionarse, cumplir y creer en Dios, pero no en la Iglesia. Desde luego que existen infinidad de motivos para que una persona adopte esta actitud. No siempre la Iglesia ha sabido cumplir de manera significativa y ejemplar su Misión evangelizadora; sin embargo, esto no es motivo para que deje de considerársele la mejor depositaria de esa salvación que el hombre busca constantemente y el medio para lograr la felicidad espiritual que tanto anhela. Cuando Jesús les dijo a los apóstoles El que a ustedes oye, a mí me oye (Lc 16, 10), Lo que aten sobre la tierra quedará atado en los cielos (Mt 16, 19), Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda criatura (Mc 16, 15), El que creyere y se bautizare, se salvará; y el que no creyere, se condenará (Mc 16, 16) no cabe duda que quedo establecida una relación entre la salvación de los hombres y la actuación de los apóstoles y sus sucesores: Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron mucho al ver al Señor. Jesús les volvió a decir: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, así los envío yo también.” Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Reciban el Espíritu Santo (Jn 20, 22).

Tarea de la Iglesia Testimoniar la Nueva Vida

Anunciar el Evangelio

Comunidad cristiana Transformar todo el orden temporal

24

Lumen Gentium, núm. 9.

Celebrar mediante los Sacramentos de la presencia del Señor

Educar en la fe a los que se convierten

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Proceso evangelizador La dinámica del proceso de la evangelización se define en tres fases: • Anunciar el evangelio (acción misionera). Su finalidad es suscitar la conversión inicial, así como la adhesión global a Jesucristo y a su mensaje de salvación. • Catequesis (acción catecumenal). Tiene la función básica de capacitar a los que han aceptado el Evangelio para que entiendan, celebren y vivan la Buena Nueva del Reino. • Acción pastoral. Es realizada por Iglesia con los fieles de la comunidad, por medio de la acción litúrgica, el ministerio de la Palabra y la promoción humana. La Iglesia existe para continuar la Misión, es decir, la tarea de Jesús, que consiste en mostrar que Dios es Padre y que todos somos hermanos, anunciar el Reino de Dios y trabajar para construirlo, así como reunir a todos los hombres en un sólo pueblo, el Pueblo de Dios. La Iglesia no está hecha para encerrarse en sí misma, sino para servir a toda la humanidad. Es una señal del Reino de Dios, pero además es levadura, sal y luz para todo el mundo. Ella debe vivir aquí y ahora el Reino de Dios. El proyecto de Dios es unir todo lo que existe en el cielo y en la tierra, con Cristo como cabeza de todo: Pues Dios quiso reunir en él, cuando llegara la plenitud de los tiempos, tanto a los seres celestiales como a los terrenales (Ef 1, 10). Sin embargo, existen nuevos movimientos religiosos que siguen a Jesús y usan la Biblia: adventista, bautista, luterana, Asamblea de Dios, metodista, presbiteriana y muchas otras. Incluso hubo un tiempo en el que estas Iglesias discutían mucho con otras, cada una decía que estaba con la verdad. La desunión muestra que la Iglesia se desvió del camino verdadero. Esa desunión es el cuerpo de Jesús despedazado. Por eso san Pablo condenaba las divisiones de los primeros cristianos de la Iglesia de Corinto: Les ruego, hermanos, en nombre de Cristo Jesús, nuestro Señor, que se pongan todos de acuerdo y terminen con las divisiones, que encuentren un mismo modo de pensar y los mismos criterios. Personas de la casa de Cloe me han hablado de que hay rivalidades entre ustedes. Puedo usar esta palabra, ya que uno dice: “Yo soy de Pablo”, y otro “Yo soy de Apolo”, o “Yo soy de Cefas”, o “Yo soy de Cristo”. ¿Quieren dividir a Cristo? ¿Acaso fue Pablo crucificado por ustedes? ¿O fueron bautizados en el nombre de Pablo? Doy gracias a Dios de no haber bautizado a ninguno de ustedes, a excepción de Crispo y Gayo, pues así nadie podrá decir que fue bautizado en mi nombre. Perdón, también bauticé a la familia de Estéfanas. Fuera de éstos no recuerdo haber bautizado a ningún otro. De todas maneras, no me envió Cristo a bautizar, sino a proclamar el Evangelio. ¡Y no con discursos sofisticados! No sea que borremos la cruz del Mesías. (1Cor 1, 1017). Hoy en día, el Papa nos invita a respetar y compartir con otros grupos cristianos nuestra fe, esto es lo que llamamos ecumenismo. La historia de la Iglesia muestra un poco las causas de estas divisiones. Después surgieron otras Iglesias, porque una persona o un grupo de cristianos leían la Biblia y la interpretaban de una manera; entonces creían que de aquella manera era como se debía entender y que se tenía que vivir así para seguir a Jesús. Así se formaron otras sectas que se llaman “evangélicas”. Así nació en los Estados Unidos la secta Asamblea de Dios.

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Estas divisiones están impidiendo la construcción del Reino de Dios. Y todas las Iglesias cristianas usan la Biblia para explicar que están ciertas en su fe. Una de las aspiraciones del Papa Juan xxiii, al convocar la celebración del Concilio Vaticano ii, fue buscar la unidad de todas las confesiones cristianas dispersas por el mundo y abrir caminos que llevaran al acercamiento entre todas las religiones de la tierra. Se han dado infinidad de pasos en este sentido, aunque aún hay enormes dificultades para lograr esa unidad. La Iglesia tiene que apoyarse en las fuerzas espirituales, así como en el valor que brinda la imitación de un Jesús pobre, humilde, sufrido y paciente.

Comunión y participación Sabemos que la Misión de la Iglesia es evangelizar y que está conformada por todos los bautizados. Por lo tanto, nos corresponde a todo el Pueblo de Dios realizar esta Misión, es decir, anunciar y hacer presente el Reino de Dios. En las primeras comunidades cristianas todos eran corresponsables de la construcción del Reino de Dios, no había mucha diferencia entre obispos, presbíteros o diáconos (cfr. 1Cor 12, 1-10), se concebía a la Iglesia como un verdadero cuerpo en donde todos los miembros tenían una función definida y determinada, sin estorbarse o usurpar funciones, por eso la Iglesia es una comunión orgánica. Dentro de esta comunión orgánica, la diversidad tiene la función de complementar, ya que todos somos diferentes pero estamos unidos en una misma causa: la construcción del Reino de Dios. De esta manera, permanecemos unidos en Jesucristo como miembros de su nuevo pueblo y participando de la Misión por medio de los ministerios y los carismas que el Señor nos ha conferido. Pero ¿en dónde podemos realizar nuestra función como miembros de la Iglesia? No podemos perdernos en la universalidad de la Iglesia porque pertenecemos a una comunidad cristiana más cercana a nosotros que es la parroquia. Compromiso El animador prepara con anticipación una cartulina con el dibujo de la silueta de una Iglesia, que pegará en un lugar al frente a todos los participantes. También preguntará al párroco acerca de los grupos eclesiales y pastorales que se realizan en su parroquia o que se pretende que haya; por ejemplo, catequesis, liturgia, grupo juvenil, entre otros. El animador debe repartir a cada participante una tarjeta de cualquier color y pedirá a cada participante que anote con letra grande el nombre de una tarea o pastoral que le gustaría realizar en su parroquia. Por el otro lado de la tarjeta puede anotar sus datos personales, como nombre, dirección, etc. En silencio y con música de fondo los participantes meditarán durante 5 o 10 minutos. Después pasarán uno por uno a pegar su tarjeta dentro de la silueta de la Iglesia.

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Celebramos Todos unidos Todos unidos formando un solo cuerpo, un pueblo que en la Pascua nació. Miembros de Cristo en sangre redimidos, Iglesia peregrina de Dios. Vive en nosotros la fuerza del Espíritu que el Hijo desde el Padre envió. El nos empuja, nos guía y alimenta. Iglesia peregrina de Dios. Somos en la tierra semilla de otro reino, somos testimonio de amor: -Paz para las guerras y luz entre las sombras. Iglesia peregrina de Dios (2) Rugen tormentas y a veces nuestra barca, parece que ha perdido el timón. Miras con miedo, no tienes confianza, Iglesia peregrina de Dios. Una esperanza nos llena de alegría: Presencia que el Señor prometió; vamos cantando, El viene con nosotros. Iglesia peregrina de Dios. Todos unidos en un solo Bautismo, unidos en la misma comunión. Todos viviendo en una misma casa, Iglesia peregrina de Dios. Todos prendidos, en una misma suerte ligados a la misma salvación. Somos un cuerpo y Cristo es la cabeza, Iglesia peregrina de Dios.

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Oración Tú eres, Señor, la cabeza del cuerpo que es la Iglesia. Todos somos tus miembros. Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, hemos comido el único pan de vida. Concédenos, Señor, vivir en la unidad de tu cuerpo, que seamos uno en ti como tú eres uno en el Padre. Concédenos soportarnos unos a otros, perdonar para que el Padre nos perdone. Haznos reír con el que ríe, llorar con el que llora, poner en común nuestras alegrías y penas. Enseña a tus hijos, Señor, a poner al servicio de todos los talentos que nos has dado. Si así nos amamos unos a otros por tu amor, no en palabras sino en obras, el mundo conocerá que somos tus discípulos y cuando nuestra unión sea perfecta, el mundo creerá en ti.

Bibliografía Delegación Nacional Salesiana de Pastoral Juvenil, Animadores de grupos de fe, CCS, Madrid, 1991. Tostón De la Calle, Francisco, El problema es... la Iglesia, Paulinas, Colombia, 1988.

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Tema 4: Vocación Objetivo: Que el adulto sea conciente de la vocación a la cual Dios lo ha llamado, para vivir dando testimonio de Él en la opción de vida que ha escogido para su realización personal.

Ambientación Oración por la familia Dios de quien proviene toda paternidad en cielo y tierra, Padre, que eres amor y vida, haz que toda familia sea, mediante tu Hijo Jesucristo y mediante el Espíritu Santo, fuente de amor divino, un auténtico santuario de la vida y del amor para las generaciones que siempre se renuevan. Haz que tu gracia guíe los pensamientos y acciones de los esposos hacia el bien de su familia y de todas las familias del mundo. Haz que las jóvenes generaciones encuentren en la familia un firme apoyo para su humanidad y su crecimiento en la verdad y en el amor. Haz que el amor se revele más fuerte que toda debilidad y que toda crisis por la que a veces pasan nuestras familias. Por Cristo nuestro Señor, camino, verdad y vida, por los siglos de los siglos. Amén.

Hecho de vida El animador formará dos equipos de trabajo, uno de hombres y otro de mujeres. Al equipo de mujeres entregará el documento núm. 1: “Mi búsqueda no es sencilla” Y a los hombres les entregará el documento núm. 2: “El hombre y la mujer”. Durante 10 minutos los equipos leerán el documento, reflexionarán en lo que dice y responderán las siguientes preguntas: 1. ¿Qué entendiste del documento? 2. ¿De qué se trata? 3. ¿Como esposo(a), crees que entiendes a tu pareja? 4. ¿Qué te gustaría hacer para ayudar a otras parejas a vivir plenamente su matrimonio? 5. De acuerdo con el documento que leíste, ¿cuál es la función del hombre y de la mujer en la Tierra?

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Cfr. Juan Pablo ii, Oración por la familia, 30 de octubre de 2010.

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Documento núm. 1 Mi búsqueda no es sencilla He encontrado a mi paso amigos, enemigos, conocidos, científicos, intelectuales, pacifistas, pero aún continúo con pesquisa por lo que yo deseo encontrar, que es solamente “el hombre”... Un hombre que no tema a la ternura, que se atreva a ser débil cuando necesite detenerse para recobrar fuerzas para la lucha diaria, que no piense que al amarme lo derroto o que al amarlo me aniquila. Un hombre que me proteja de los demás y de mí misma, que conociendo mis errores, los acepte y me ayude a corregirlos. Un hombre que quiera y sepa reconocer mis valores espirituales y sobre ellos pueda reconstruir todo un mundo, y que nunca me rebaje con su trato. Un hombre que con cada amanecer me ofrezca una ilusión, que aliente nuestro amor con confianza y delicadeza para que una flor entregada con un beso tenga más valor que una joya. Un hombre con el que pueda hablar, que jamás corte el puente de la comunicación y ante quien me atreva a decir cuanto pienso sin temor de que me juzgue y se ofenda, y que sea capaz de decírmelo todo, incluso que no me ama. Un hombre que tenga siempre los brazos abiertos para que yo me refugie en ellos cuando me sienta amenazada e insegura; que conozca su fortaleza y su debilidad, pero que jamás se aproveche de ello. Un hombre que tenga siempre abiertos los ojos a la belleza, a quien domine el entusiasmo y ame intensamente la vida, para quien cada día sea un regalo inapreciable que hay que vivir plenamente, aceptando el dolor y la alegría con igual serenidad. Un hombre que sepa ser siempre más fuerte que los obstáculos, que jamás se amilane ante la derrota y para quien los contratiempos sean más estímulo que adversidad, pero que esté tan seguro de su poder que no se sienta en la necesidad de demostrarlo a cada minuto en empresas absurdas sólo para probarlo. Un hombre que no sea egoísta, que no pida lo que no se ha ganado, pero que siempre haga esfuerzos por tener lo mejor porque lo ha ganado. Un hombre que goce dando y sepa recibir. Un hombre que se respete a sí mismo, porque así sabrá respetar a los demás; que no recurra jamás a la burla o a la ofensa, que más daña a quien las hace que a quien las recibe.

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Un hombre que no tenga miedo de amar, ni siquiera envanezca porque es amado, que goce el minuto como si fuera el último, que no viva esperando el mañana porque tal vez nunca llegue. Cuando lo encuentre lo amaré intensamente.

Documento núm. 2 El hombre y la mujer El hombre es la más elevada de las criaturas, la mujer el más sublime de los ideales. El hombre es el cerebro, la mujer el corazón; el cerebro fabrica la luz, el corazón el amor; la luz fecunda, el amor resucita. El hombre es fuerte por la razón, la mujer es invencible por las lágrimas; la razón convence, las lagrimas conmueven. El hombre es capaz de todo heroísmo, la mujer de todos los martirios; el heroísmo ennoblece, el martirio sublima. El hombre es un código, la mujer es un sagrario; el código corrige, el Evangelio perfecciona. El hombre es un templo, la mujer es un santuario; ante el templo nos descubrimos, ante el santuario nos arrodillamos. El hombre piensa, la mujer sueña; pensar es tener en el cráneo una larva, soñar es tener en la frente una aureola. El hombre es océano, la mujer es un lago; el océano tiene la perla que adorna, el lago, la poesía que deslumbra. El hombre es águila que vuela, la mujer el ruiseñor que canta; volar es dominar el espacio, cantar es conquistar el alma. El hombre está donde termina la tierra, la mujer donde comienza el cielo.

Iluminación La vocación es un llamado que exige una respuesta El verbo latino vocare, de donde procede la palabra “vocación” significa “llamar”, y en este caso es un verbo que siempre tiene como sujeto a Dios. Él es quien, de diversas maneras, se dirige a cada uno, manifestándonos el lugar que nos ha reservado dentro de su plan de salvación. Dios llama, sirviéndose de acontecimientos, de personas, de cosas, etc., y su llamada está siempre dirigida a todos los hombres y a todo el ser del hombre. El llamado que Dios nos hace está dirigido a todos los hombres y mujeres dotados de libertad, capaces de responder con generosidad y entusiasmo. Todo hombre que acoge la invitación de Dios debe poner a

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trabajar todos sus dotes, su inteligencia, su voluntad, su capacidad de amar y servir para responder al que lo llama, utilizando su mismo idioma, es decir, el lenguaje del amor a los demás. Para que la respuesta sea válida es necesario que sea madura y que sea resultado de una reflexión profunda, serena y acompañada de oración constante. Esta respuesta también debe ser firme, sólida y asumir todas sus exigencias, riesgos y promesas.

La vocación tiene una Misión La vocación que cada uno recibe no es otra cosa que una invitación a ponerse al servicio de Dios. Este servicio debe concretarse en la entrega total y desinteresada al hermano que se tiene al lado. Dios nos llama para encomendarnos un trabajo bien determinado en la construcción de su Reino, por lo que nadie puede hacer en nuestro lugar dicha labor. La Misión es esa tarea concreta que Dios nos pide realizar para que podamos vivir como hijos suyos.

Vocación en la comunidad Toda vocación tiene su origen y finalidad en la comunidad. Es en la comunidad a la cual pertenecemos, y por medio de ella, que Dios nos habla y nos hace saber el plan que tiene para nuestras vidas. El don de la vocación no es un regalo particular que podamos conservar para nosotros solos, se trata más bien de un don que Dios nos hace para servir a los demás y realizarnos como personas. Dios tiene un proyecto para cada uno de nosotros, como una vocación o llamado fundamental al cual todo hombre está orientado por los diferentes caminos que decida tomar y en todos los lugares del mundo, en todas las culturas y religiones. Dicho llamado fundamental se llama “felicidad”. Dios, que es amor, quiere que todos los hombres sean felices, participando de su amor aquí en la tierra y luego viviéndolo plenamente en la eternidad. La vida es el tiempo que Dios nos concede para que nos entrenemos en la vivencia del amor, para que nos preparemos a vivir, única y eternamente en Él y de Él, que es nuestra felicidad. Dios no nos regala la felicidad, Él sabe que nosotros somos capaces de conseguirla si colaboramos con Él de una manera personal, única e irrepetible, porque así somos como seres humanos: únicos e irrepetibles. La felicidad es única para todos, pues hay diferentes caminos y maneras para llegar al mismo Dios. Cada quien tiene su propio camino y llega a su manera. Para que todo esto fuera posible en forma ordenada, Dios hizo un Plan de salvación universal. Es una exigencia de Dios, por ser Él perfecto y ordenado, no dejar que las cosas sucedan al azar, menos tratándose

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de un asunto tan importante. De hecho conoce el nombre de las estrellas (cfr. Is 40, 26); tiene contados hasta los cabellos de nuestra cabeza: Incluso los cabellos de ustedes están contados. No teman, pues ustedes valen más que un sinnúmero de pajarillos (Lc 12, 7); se preocupa de las aves del cielo: Aprendan de los cuervos: no siembran ni cosechan, no tienen bodegas ni graneros y, sin embargo, Dios los alimenta. ¡Y ustedes valen mucho más que las aves! (Lc 12, 24), Fíjense en las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, no guardan alimentos en graneros, y sin embargo el Padre del Cielo, el Padre de ustedes, las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que las aves? (Mt 6, 26); viste los lirios del campo: Aprendan de los lirios del campo: no hilan ni tejen, pero yo les digo que ni Salomón, con todo su lujo, se pudo vestir con uno de ellos. Y si Dios da tan lindo vestido a la hierba del ampo, que hoy está y mañana se echará al fuego, ¿qué no hará por ustedes, gente de poca fe? (Lc 12, 27-28), Y ¿por qué se preocupan tanto por la ropa? Miren cómo crecen las flores del campo, y no trabajan ni tejen. Pero yo les digo que ni Salomón, con todo su lujo, se pudo vestir como una de ellas. Y si Dios viste así el pasto del campo, que hoy brota y mañana se echa al fuego, ¿no hará mucho más por ustedes? ¿Qué poca fe tienen! (Mt 6, 28-30). Desde la eternidad Dios nos ha confiado a cada uno su propia tarea para realizar en la vida. Nos preparó para ello, dándonos las cualidades necesarias para que fuéramos capaces de realizarlas. También nos preparó la ayuda que necesitamos durante la vida para cumplir bien nuestra tarea. Al cumplir esta tarea construimos nuestra propia felicidad y contribuimos a la felicidad de los demás, lo cual es nuestra colaboración al plan de Dios. Asimismo, frente a la vocación, con la cual todos nacemos, tenemos los siguientes compromisos. El primero es meditar el plan de Dios para descubrir la tarea que nos corresponde, es decir, la vocación que tenemos, para luego realizarla y vivirla. Dios no impone su plan, no obliga a seguirlo. Por ser un Padre bueno elige para cada uno el camino más adecuado y seguro para alcanzar la propia felicidad, y espera que cada quien la descubra y la siga. Nosotros también tenemos la posibilidad de rebelarnos a este amor y de ir por otro camino, el que más nos guste, buscando la felicidad donde y como mejor nos parezca. Dios respeta nuestra libertad y nos ayuda a entender nuestros errores, pero no se impone. Quien no acepta su propia vocación y va en contra del plan de Dios, es decir, del plan de amor de Dios, actúa sin lógica, porque lo correcto es ir por el camino indicado, porque es el más apto y seguro. Cuando se quiere alcanzar algo, en este caso la felicidad, lo lógico es aceptar también los medios para lograrlo. Corremos el riesgo de no alcanzar la felicidad cuando escogemos una vocación que no es la nuestra, tomamos compromisos para los que no estamos preparados y nos privamos de las ayudas que Dios nos tenía preparadas para cumplir con nuestra vocación. Cometemos una injusticia con los demás si dejamos nuestra vocación para meternos en otra, pues quitamos a nuestro prójimo la ayuda que Dios tenía proyectado darle por medio nuestro. “El bien que tengo que hacer yo no lo puede hacer nadie más en lugar mío”26. 26

Cfr. Gaudium et Spes, núm. 48.

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En busca de caminos Si miramos serenamente a nuestra sociedad nos damos cuenta de muchos límites, errores, injusticias, abusos, etc. Son innumerables las causas de esta triste y preocupante situación; sin embargo, podríamos reducirlas a una razón fundamental: el egoísmo. Una forma de egoísmo es desubicarnos, colocarnos en un sitio que no es el nuestro, ponernos en lo que no nos toca y dejar de hacer lo que deberíamos, lo cual significa vivir una vocación que no nos corresponde. Aunque parezca imposible, se puede demostrar que buena parte de los problemas del mundo se deben a que un gran número de personas no respetan el plan de amor de Dios. Así, viven la vida como viene, siguen sus inclinaciones naturales y se dejan guiar por el egoísmo. Muy pocos de nuestros jóvenes se preguntan o son ayudados para preguntarse cuál es su vocación. Pocos hacen una verdadera búsqueda vocacional. Otros, conociendo su vocación, no la siguen por egoísmo. Dios, al darnos la vocación, no se comprometió a revelarnos la misma en forma extraordinaria. Aunque sabemos que a veces lo hizo como nos relata la Biblia. Recordemos, por ejemplo, la vocación de la Virgen María (cfr. Lc 1, 26-33) y la de Saulo (cfr. Hch 9,1-19). Pero esto no es el camino ordinario. Dios, de hecho, no tiene ninguna obligación de revelarnos directamente nuestra vocación. Sólo está comprometido a darnos la posibilidad de conocerla a través de los acontecimientos, de las circunstancias de la vida y de cualquier otro medio. Por consiguiente, cada uno debe buscar su vocación personal hasta encontrar la que le lleve a la felicidad, ya que sería irresponsable meterse por cualquier otro camino. El carro, el barco y el avión son medios para desplazarse de un lugar a otros, pero cada quien se desplaza a su manera y por el camino que considera apropiado. Desde Veracruz, por ejemplo, se puede ir a Estados Unidos con cualquiera de los tres medios, pero el carro irá por carretera, el barco el agua y el avión por los aires. Es fácil imaginar qué pasaría si el carro quisiera irse por mar, el barco volar y el avión meterse por carretera, ningún pasajero llegaría a su destino y los mismos medios de transporte se perderían. Un principio difícil de aceptar es que cada persona puede estar llamada a cualquier vocación. Se necesita disponibilidad en la búsqueda; además, es indispensable tener o adquirir las virtudes necesarias para cada vocación. Cuando una vocación exige el asentimiento de la autoridad competente, la falta de éste puede ser una señal negativa acerca de dicha vocación. Muchos de los que estamos aquí presentes ya hemos hecho una elección por el camino en que vamos a seguir para ser felices, que es por ejemplo el matrimonio; sin embargo, sabemos que como seres humanos también tenemos que buscar la felicidad realizándonos como personas. Pero como somos bautizados y nos llamamos cristianos, sabemos que tenemos que vivir conforme a lo que somos: hijos de Dios por el Bautismo y miembros de una comunidad de seguidores de Jesús. Todo esto nos compromete a buscar la

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felicidad sirviendo en nuestra Iglesia y a la humanidad. Para generar una civilización nueva, la civilización del amor, es necesario poner todo el empeño en nuestra vida matrimonial.

Compromiso Si ya he decidido mi vocación, ¿qué debo hacer para cumplirla mejor como esposo o esposa? ¿Y qué hacer con los hijos y los vecinos para mejorar mi vocación? ¿Cómo compartir la alegría de que Dios me ha llamado a esta Misión? Hay algunas indicaciones no infalibles, pero suficientemente seguras para lograr una síntesis y encaminarse de manera serena en la propia vocación. ¡Si conoces otras recomendaciones y las quieres compartir sería magnífico! • Estudiar y meditar de manera profunda y constante todos los elementos que puedan iluminar el asunto; por ejemplo, tener un profundo conocimiento de uno mismo, analizar nuestras capacidades y límites y, de manera especial, poner atención en todos los acontecimientos y circunstancias de la vida. • Orar y pedir a Dios luz, disponibilidad, prudencia y generosidad. • Buscar ayuda y pedir consejos recordando que nadie es buen juez para sí mismo; por ello, hay que dejarse aconsejar de alguien que sea recto, experimentado y desinteresado.

Celebramos ¡Heme aquí, Señor! Señor, me has traído hasta aquí. Tú sabes por qué. Quiero, deseo que se haga en mí tu voluntad. Quiero hacer mi entrega, como la hizo tu madre y también mía. No estoy aquí por mi voluntad. Tú me llamaste desde el primer día y aún antes de mi nacimiento. Padre, me abandono en tus brazos. Haz de mí lo que tú quieras. Ha llegado el momento del salto definitivo en el vacío. Ya no tengo por qué preocuparme, sólo quiero seguir tus pasos, aceptar lo que me vas regalando, dándote gracias por tu fidelidad. Pero en este peregrinar me asalta muchas veces la tentación de ir y venir, de rechazar un lugar donde echar raíces; el miedo a comprometerme, a lanzarme en el vacío, a abandonarme en tus brazos.

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Soy sincero cuando digo que quiero seguirte, que quiero cumplir, realizar la parte que me pides. Si no la realizo, se quedará sin hacer y eso sería terrible. No porque yo sea importante y lo que haga extraordinario, si no que, por pequeño que sea, es la parte que me pides.

Tomado de la mano Tomado de la mano con Jesús yo voy, lo sigo como oveja que encontró al pastor. Tomado de la mano con Jesús yo voy, a donde Él va. (2) Si Jesús me dice amigo, deja todo y ven conmigo, donde todo es más hermoso y más feliz. Si Jesús me dice amigo, deja todo y ven conmigo, yo mi mano pondré en la tuya e iré con Él. Yo te llevaré amigo, a un lugar conmigo, donde el sol y las estrellas aún brillan más. Yo te llevaré amigo, a un lugar conmigo, donde todo es más hermoso y más feliz.

Bibliografía Hacia la felicidad: Curso de orientación. Proyecto “Felicidad” para la vida y buscando caminos. Sedes: Colombia y Ecuador.

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Tema 5: María y la Misión evangelizadora Objetivo: El participante descubrirá a la Virgen María como la primera evangelizadora que sigue colaborando en la obra de la salvación, para que vea en ella un signo de protección y también un modelo de vida cristiana a quien imitar.

Ambientación Cuántas veces Cuántas veces siendo niño te recé, con mis besos te decía que te amaba, poco a poco con el tiempo, alejándome de ti, por caminos que se alejan me perdí. Poco a poco... HOY HE VUELTO MADRE A RECORDAR, CUÁNTAS COSAS DIJE ANTE TU ALTAR Y AL REZARTE PUEDO COMPRENDER QUE UNA MADRE NO SE CANSA DE ESPERAR QUE UNA MADRE NO SE CANSA DE ESPERAR. Al regreso de ese día sudador, sonriendo desde lejos me esperabas, –en la mesa la comida aún caliente y el mantel y tu abrazo en mi alegría de volver. (2) Aunque el hijo se alejara del hogar, una madre siempre espera su regreso –que regalo más hermoso que a los hijos da el Señor es su madre y milagro de su amor. (2)

La nueva imagen de María que la Iglesia nos presenta es la de una mujer más real, más cercana y humana, que sufrió y trabajó, que vivió la condición del pobre, que conoció la huida y el exilio, que sabe lo que nos

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cuesta la vida de cada día, que fue avanzando por el camino de la fe como cualquiera de nosotros, entre luces y sombras, en medio de las dificultades de la vida. María, mujer fiel a la Palabra, comprometida con el proyecto de liberación de Dios, no tanto como meta, sino como camino que nos lleva a Jesús.

Dinámica Se prepara una tarjeta con cada una de las advocaciones de la Virgen María, lugar donde se venera o se apareció, y la fecha. A cada uno de los participantes se le entrega una tarjeta y se les pide que en silencio, durante cinco minutos, la miren fijamente y traten de responderse esta pregunta: “¿Qué ha sido ella para mí?”. El animador pedirá que pasen uno por uno en silencio a colocar su tarjeta alrededor de un círculo que dibujará en la pizarra o en un cartoncillo que preparará previamente (ver el siguiente esquema).

Virgen de la Medalla Milgrosa

Nuestra Señora de los Dolores Madre de la Eucaristía

Nuestra Senõra de la Paz

Nuestra Señora del Rosario

Virgen de Lourdes

Virgen de Fátima

Virgen del Carmen

Conclusiones María es una sola Virgen madre de Dios, pero tiene varios nombres según el lugar en que se haya manifestado. Es madre de toda la humanidad, sin discriminar a ningún pueblo.

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En todas sus apariciones nos ha dejado un mensaje que nos enseña cómo vivir mejor como cristiano, como católico y como persona.

Iluminación ¿Quién es María? La sencillez de María la encontramos en el momento de la Anunciación, cuando el ángel le da el mensaje de Dios. Leer el pasaje en Lc 1, 26-38 (leerlo dos veces con voz clara y despacio para que todos comprendan). La Anunciación Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una joven virgen que estaba comprometida en matrimonio con un hombre llamado José, de la familia de David. La virgen se llamaba María. Llegó el ángel hasta ella y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.” María quedó muy conmovida al oír estas palabras, y se preguntaba qué significaría tal saludo. Pero el ángel le dijo: “No temas, María, porque has encontrado el favor de Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús. Será grande y justamente será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado David; gobernará por siempre al pueblo de Jacob y su reinado no terminará jamás.” María entonces dijo al ángel: “¿Cómo puede ser eso, si yo soy virgen?” Contestó el ángel: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel está esperando un hijo en su vejez, y aunque no podía tener familia, se encuentra ya en el sexto mes del embarazo. Para Dios, nada es imposible.” Dijo María: “Yo soy la servidora del Señor, hágase en mi tal como me has dicho.” Después la dejó el ángel.

Preguntas ¿Quién era María antes de recibir el mensaje del ángel? ¿En qué consistió el mensaje del ángel? ¿Qué descubrió María mediante el mensaje del ángel?

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¿Qué beneficios tuvo para el pueblo de Israel y para todos los hombres que María aceptara la Misión que le encomendó el Señor?

María, hija del pueblo, elegida por Dios María, como toda mujer de su tiempo, conocía muy bien la historia de su pueblo oprimido y esclavo de la ley, también sabía de la promesa de Dios, anunciada tantas veces por los profetas, de que enviaría a un Mesías liberador. Como todas las jóvenes de Israel, María compartía la esperanza de su pueblo que, según las señales dadas y los signos de los tiempos, pronto se vería colmada. Aunque Israel había tenido mujeres grandes como Judith y Esther, quienes fueron protagonistas en la historia de la salvación de su pueblo, las leyes y la cultura judía reconocían y favorecían al hombre más que a las mujeres. Sin embargo, Dios eligió precisamente a una mujer para comunicarle su plan de salvación y contar con su colaboración. Esta joven mujer, en un gran acto de libertad y responsabilidad, acepta la encarnación del Hijo de Dios en ella, no sin antes haberse informado y preguntar: María entonces dijo al ángel: “¿Cómo puede ser eso, si yo soy virgen?” (Lc 1, 34). Con esta actitud muestra esa forma específica de ser mujer libre, conciente de su ser y de sus actos, no desencarnada de la realidad ni de la historia. Por eso, después de haber sido instruida por el ángel, no duda en poner su feminidad y todas sus energías al servicio de Dios y del Reino. Este compromiso de María afectó radicalmente su vida y también la de su esposo san José. Sin embargo, los dos asumieron esta nueva Misión abandonándose plenamente a Dios: Este fue el principio de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José; pero antes de que vivieran juntos, quedó embarazada por obra del Espíritu Santo. Su esposo, José, pensó despedirla, pero como era un hombre bueno, quiso actuar discretamente para no difamarla. Mientras lo estaba pensando, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, descendiente de David, no tengas miedo de llevarte a María, tu esposa, a tu casa; si bien está esperando por obra del Espíritu Santo, tú eres el que pondrás el nombre al hijo que dará a luz, y lo llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta: La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa: Dios-con-nosotros. Cuando José se despertó, hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado y tomó consigo a su esposa. Y sin que hubieran tenido relaciones, dio a luz un hijo, al que puso por nombre Jesús (Mt 1, 18-25). En María Dios dignificó a la mujer y en ella a toda la raza humana. Al asumir esa condición Dios comenzó a ser uno de nosotros y de esta manera el hombre comenzó a formar parte de la divinidad. En María se funde lo humano y lo divino, el cielo y la tierra. Se puede decir que María encarna el Evangelio y hace posible el Reino, porque el Evangelio es la misma vida de Jesús y el Reino comienza con Jesús, presente ya incluso desde el seno de María.

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El animador preguntará a los participantes: “¿Nos sentimos elegidos por Dios para servir a nuestra comunidad?”.

Una mujer feliz porque creyó en Dios El nacimiento de Jesús fue una de las vivencias de fe más significativas que tuvo María. Leer Lc 2, 1-16. Por aquellos días salió un decreto del emperador Augusto, por el que se debía proceder a un censo en todo el imperio. Éste fue llamado “el primer censo”, siendo Quirino gobernador de Siria. Todos, pues, empezaron a moverse para ser registrados cada uno en su ciudad natal. José también, que estaba en Galilea, en la ciudad de Nazaret, subió a Judea a la ciudad de David, llamada Belén, porque era descendiente de David; allí se inscribió con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras estaban en Belén, llegó para María el momento del parto y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, pues no había lugar para ellos en la sala principal de la casa. En la región había pastores que vivían en el campo y que por la noche se turnaban para cuidar sus rebaños. Se les apareció un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de claridad. Y quedaron muy asustados. Pero el ángel les dijo; “No tengan miedo, pues yo vengo a comunicarles una buena noticia, que será motivo de mucha alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, ha nacido para ustedes un Salvador, que es el Mesías y el Señor. Miren cómo lo reconocerán: hallarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre.” De pronto una multitud de seres celestiales aparecieron junto al ángel, y alababan a Dios con estas palabras: “Gloria a Dios en lo más alto del cielo y en la tierra paz a los hombres: ésta es la hora de su gracia.” Después que los ángeles se volvieron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: “Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha dado a conocer.” Fueron apresuradamente y hallaron a María y a José con el recién nacido acostado en el pesebre.

El animador preguntará a los participantes: “¿Por qué decimos que la fe llevó a María a ser feliz a pesar de las condiciones en que nació Jesús?”.

La fe de María María, después de decir “Creo” y “hágase”, tuvo que enfrentarse a esa noche oscura de la fe. María, como humana, se hizo preguntas (cfr. Lc 1, 38).

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Era tan difícil explicar el misterio de Dios realizado en ella que guardó silencio y dejó que Él mismo hablara. Recordaría las palabras del ángel: Para Dios, nada es imposible (Lc 1, 37). Así comenzó su camino de fe hasta la cruz, pero que culminó en la Resurrección, donde se cumplió plenamente lo dicho por Isabel: ¡Dichosa tú por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor! (Lc 1, 45).

Nuestra fe en Dios nos conduce al cambio que deseamos Nuestra fe, como la de Abraham y la de María, es costosa, no oculta ni suprime los problemas, no nos garantiza una vida fácil. Exige no rendirnos ante el mal, ni ante el fracaso y seguir creyendo en la vida aunque a nuestro alrededor veamos que domina el pecado, la violencia y la muerte. El verdadero creyente sabe que su fe lo compromete al cambio de la sociedad y de sus estructuras, ya que a través de éste tiene que penetrar en los corazones y en el mundo la semilla de la fe que es la fuerza transformadora de Dios. Para lograr esto tiene que hacerse discípulo, oyente de la Palabra como lo fue María, y llegar a escuchar como ella: Pero el ángel le dijo: “No temas, María, porque has encontrado el favor de Dios” (Lc 1, 30). De esta manera la fe crece, se abren los ojos y se descubre la bondad de otros que trabajan y nos ayudan con su testimonio. Así, la Iglesia, como comunidad de creyentes, irá avanzando y abriendo caminos de justicia y esperanza. Este es el camino de los que serán llamados felices porque, a pesar de las dificultades, han perseverado en su fe.

El animador invita a los participantes a dar su punto de vista con esta pregunta: “¿La fe que vivimos los cristianos hoy está haciendo visible la presencia de Dios en las comunidades?”.

María anuncia la liberación de los pobres María se revela en el Magníficat como una mujer que conoce perfectamente el gran proyecto de Dios sobre el hombre: María dijo entonces: Proclama mi alma la grandeza del Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque se fijó en su humilde esclava, y desde ahora todas las generaciones me llamarán feliz.

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El Poderoso ha hecho grandes cosas por mí: ¡Santo es su Nombre! Muestra su misericordia siglo tras siglo a todos aquellos que viven en su presencia. Dio un golpe con todo su poder: deshizo a los soberbios y sus planes. Derribó a los poderosos de sus tronos y exaltó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su siervo, se acordó de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a sus descendientes para siempre. (Lc 1, 46-55). Como mujer profética se adelanta al anuncio de Jesús y en su canto de alabanza proclama que Dios no está a favor de los poderosos, sino de los humildes y oprimidos. La actitud de María nos revela que entrar en relación con Dios nos hace libres y nos vacía de nosotros mismos para ponernos al servicio de su plan de salvación: Derribó a los poderosos de sus tronos y exaltó a los humildes (Lc 1, 53). De este modo se manifestará la fuerza de Dios en nuestra debilidad y en nuestra historia, su salvación pasará por nosotros como pasó por Israel y por María.

Una mujer que conoce la vida de su pueblo Como cualquier familia del pueblo, Jesús y María fueron invitados a la boda de unos amigos: Tres días más tarde se celebraba una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. También fue invitado Jesús a la boda con sus discípulos. Sucedió que se terminó el vino preparado para la boda, y se quedaron sin vino. Entonces la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino.” Jesús le respondió: “Qué quieres de mi, Mujer? Aún no ha llegado mi hora.” Pero su madre dijo a los sirvientes: “Hagan lo que él les diga.” Había allí seis recipientes de piedra, de los que usan los judíos para sus purificaciones, de unos cien litros de capacidad cada uno. Jesús dijo: “Llenen de agua esos recipientes.” Y los llenaron hasta el borde. “Saquen ahora, les dijo, y llévenle al mayordomo.” Y ellos se lo llevaron.

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Después de probar el agua convertida en vino, el mayordomo llamó al novio, pues no sabía de dónde provenía, a pesar de que lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua. Y le dijo: “Todo el mundo sirve al principio el vino mejor, y cuando ya todos han bebido bastante, les dan el de menos calidad; pero tú has dejado el mejor vino para el final.” Esta señal milagrosa fue la primera, y Jesús la hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él (Jn 2,1-11).

María sirve a Dios y a su comunidad María, al hacerse sierva del Señor, también se convierte en servidora de los hombres. Así nos la presenta el Evangelio, y es que la única manera de vivirlo es sirviendo a nuestros hermanos, pues la actitud de servicio hace presente el Reino. En las Bodas de Caná María se revela como una mujer acomedida, atenta a las necesidades de los demás, sensible y solidaria, que ha vivido las penalidades de los pobres, pero que también ha participado de sus fiestas y alegrías.

María nos enseña a preocuparnos por los necesitados María conoce las necesidades de los pobres, está presente y se adelanta para interceder. María cree, se arriesga e intercede. Se llena de fe antes de presenciar el milagro y está segura de que la petición ha sido escuchada, por eso se dirige a los criados: Pero su madre dijo a los sirvientes: “Hagan lo que él les diga” (Jn 2, 5). Asimismo, María se pone entre su hijo y los hombres en la realidad de sus privaciones, indigencias y sufrimientos27. María nos enseña a estar atentos a la realidad, a ser concientes de nuestras necesidades y problemas, para analizar la situación y buscar soluciones, superar dificultades y estar dispuestos a aceptar los riesgos que nos pueda traer el compromiso.

Una mujer comprometida con la Misión salvadora de Jesús La mayor vivencia de la vida cristiana la encontramos en María al pie de la cruz: Cerca de la cruz de Jesús estaba su madre, con María, la hermana de su madre, esposa de Cleofás, y María de Magdala. Jesús al ver a la Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo.” Después dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu madre.” Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa (Jn 19, 25-27). María es la mujer valiente que comprometió su vida, con Dios, en el gran proyecto de la liberación de los hombres; que escuchó fielmente la Palabra de Jesús y lo siguió hasta el calvario; que esperó la Resurrección y acompañó a la primera comunidad de creyentes: Todos ellos perseveraban juntos en la oración en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos (Hch 1, 14). 27

Cfr. Redemptoris Missio, núm. 21.

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Cuando Simeón le anunció que una espada de dolor iba a traspasar su corazón descubrió su íntima participación en la obra del Hijo: Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: “Mira, este niño traerá a la gente de Israel caída o resurrección. Serpa una señal de contradicción, mientras a ti misma una espada te atravesará el alma. Por este medio, sin embargo, saldrán a la luz los pensamientos íntimos de los hombres.” (Lc 2, 34-35). Pero, sobre todo, María nos enseña a superar el miedo al sufrimiento y el fracaso.

Madre de Dios y madre nuestra La maternidad de María llega a su plenitud en el momento culminante del Misterio Pascual, cuando Jesús la llama “mujer” y la constituye en madre de los creyentes. Es esta misma mujer indicada al comienzo del Génesis y al final de la historia de la salvación en el Apocalipsis. Ella es la nueva Eva junto al nuevo Adán (cfr. Jn 19, 26; Gn 3, 15; Ap 12, 1).

Una mujer que camina con nosotros La figura de María en el grupo de los apóstoles es la garantía de su presencia en nosotros y en nuestras comunidades (cfr. Hch 1, 12-16). La nueva imagen de María que la Iglesia nos presenta a partir del Concilio Vaticano ii, es la de una mujer más real, más cercana y humana; las pruebas de ello son que: • Sufrió y trabajó. • Vivió la condición de pobre. • Conoció la huida y el exilio: Después de marchar los Magos, el Ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes buscará al niño para matarlo.” José se levantó; aquella misma noche tomó al niño y a su madre y partió hacia Egipto, permaneciendo allí hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que había anunciado el Señor por boca del profeta: Llamé de Egipto a mi hijo (Mt 2, 13-15). • Supo lo que nos cuesta la vida cada día. • Fue avanzando por el camino de la fe, como cualquiera de nosotros, entre luces y oscuridades, en medio de las dificultades de la vida. • Tuvo que preguntar a su hijo: “Hijo mío, ¿Por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados”, y aunque no entendió su respuesta, acogió sus palabras en el silencio de su corazón (cfr. Lc 2, 41-51). Así es María, la del Evangelio, con la que podemos encontrarnos hoy en nuestro peregrinar por la vida; ella camina con nosotros porque es de nuestra raza y condición, es una peregrina que sabe de caminos. Ella acompaña a este continente en sus luchas y esperanzas, así como a los que se esfuerzan por hacer de este mundo una gran mesa en la que se sienten todos, una gran fiesta de solidaridad donde se comparten de manera abundante los bienes del Reino, que son el amor, la justicia, la paz y el gran abrazo de todos con el Padre.

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Compromiso El animador les pide a los participantes que escojan una de las siguientes citas y la lean con mucha atención. Citas biblícas Dijo María: “Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho.” Después la dejó el ángel (Lc 1, 38). Por entonces María tomó su decisión y se fue, sin más demora, a una ciudad ubicada en los cerros de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel (Lc 1, 39-40). María dijo entonces: Proclama mi alma la grandeza del Señor (Lc 1, 46). María, por su parte, guardaba todos estos acontecimientos y los volvía a meditar en su interior (Lc 2, 19). Todos ellos perseveraban juntos en la oración en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos (Hch 1, 14).

El animador entrega a cada participante una estrella de cartulina para que escriba la cualidad que logró descubrir en la cita que escogió. El animador presentará una silueta de la Virgen de Guadalupe, pero sin estrellas en el manto e invitará a los participantes a que, uno por uno, pasen en silencio a pegar su estrella en el manto de la Virgen, como se muestra a continuación. Esto servirá como un compromiso personal.

Oración

Sencillez

Servicio

Humildad

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A partir de la reflexión, los participantes contestarán la pregunta: “¿Qué cualidad o virtud de la Virgen María descubriste en la cita que elegiste?”. La respuesta se debe escribir con una sola palabra por ejemplo: servicio.

Celebramos Oración a Santa María Santa María, Madre de Dios, consérvame un corazón de niño, puro y cristalino como una fuente. Dame un corazón sencillo que no saboree las tristezas; un corazón grande para entregarse, tierno en la compasión; un corazón fiel y generoso que no olvide ningún bien ni guarde rencor por ningún mal. Fórmame un corazón manso y humilde, amante sin pedir retorno, gozoso al desaparecer en otro corazón ante tu divino Hijo; un corazón grande e indomable que con ninguna ingratitud se cierre, que con ninguna indiferencia se canse; un corazón atormentado por la gloria de Jesucristo, herido de su amor, con herida que sólo se cure en el cielo.

Madre de los pobres MADRE DE LOS POBRES LOS HUMILDES Y SENCILLOS, DE LOS TRISTES Y LOS NIÑOS QUE CONFÍAN SIEMPRE EN DIOS. Tú la más pobre porque nada ambicionaste; tú, perseguida, vas huyendo de Belén. Tú que un pesebre ofreciste al rey del cielo: toda tu riqueza fue tenerle sólo a él. Tú que en sus manos sin temor te abandonaste, tú que aceptaste ser la esclava del Señor, vas entonando un poema de alegría: ‘Canta, alma mía, porque Dios te engrandeció’. Tú que has vivido el dolor y la pobreza,

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tú que has sufrido en las noches sin hogar; tú que eres madre de los pobres y olvidados, eres el consuelo del que reza en su llorar.

Bibliografía Lorenzo G., Consuelo, M.C.I., ¿Quién es María?, Dabar, México, 1992.

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