Sesión I: Historia Agraria y Agricultura Sostenible
El proceso de agriculturización en las regiones extrapampeanas argentinas: insostenibilidad y límites de un modelo de transformación. La provincia del Chaco (1980-2006)
Adrián Zarrilli Universidad Nacional de Quilmes, Argentina
Doctor en Historia Profesor en la Universidad Nacional de Quilmes, Argentina Dirección postal: Roque Saenz Peña Nº 263 Bernal (CP: 1876) Buenos Aires Argentina Telefono-fax: ++54-11-43657137 E-mail:
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El proceso de agriculturización en las regiones extrapampeanas argentinas: insostenibilidad y límites de un modelo de transformación. La provincia del Chaco (1980-2006).
Dr. Adrián Zarrilli Doctor en Historia Profesor en la Universidad Nacional de Quilmes Argentina
1. Introducción La expansión de la frontera agrícola es un proceso dinámico, condicionado básicamente por coyunturas favorables de precios y por la disponibilidad de tierras aptas y baratas. Desde inicios de la década del 90 la Argentina casi triplicó el volumen de sus cosechas de granos, al mismo tiempo en que aumentaron - con una intensidad que no registra precedentes- la miseria, la indigencia y el hambre. Es obvio que para la Argentina, la solución para sus problemas sociales no pasa sólo por un aumento en la producción, sino que además requiere de un replanteo político que lleve a la construcción de un nuevo país más equitativo, solidario y participativo. Es necesario que el Estado recupere su rol orientador, con políticas económicas y sociales activas, orientadas a restablecer la equidad distributiva. Si se logra articular un nuevo contrato social en el país, será importante tener en cuenta el marco mundial descrito, porque con base en el enorme avance tecnológico logrado por el agro argentino, es previsible y sería deseable, que en los próximos años se logre un fuerte incremento en la producción, como el que propone el programa denominado “Las ciento y una”, tendiente a pasar de los actuales 70 a 100 millones de toneladas de cosecha de granos, y de las actuales 300.000 a 1 millón de toneladas de carne vacuna exportadas. La región pampeana seguirá siendo el gran núcleo productivo del país. Sin embargo, la onda expansiva ya está afectando a otras regiones, muy especialmente a la región chaqueña donde es posible prever un fuerte incremento en la actividad agrícola y ganadera, tanto por el potencial
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productivo de sus tierras, como por la diferencia de renta resultante del precio de los campos, muy inferior a los de la región pampeana. Como consecuencia, en la región chaqueña están ocurriendo procesos que generan importantes transformaciones: - en el paisaje natural donde se multiplican las áreas desmontadas, producto del gran avance de la frontera agrícola; - en el paisaje agrícola, por la fuerte caída en la superficie sembrada con algodón y por el marcado predominio de la soja; - en la producción ganadera por el fuerte crecimiento de pasturas cultivadas, en especial en grandes propiedades; - en el modelo de ocupación del territorio, donde en lugar de las antiguas colonias de pequeños productores, predominan establecimientos grandes y medianos; - en la fuerte caída de la población rural (porque la soja ocupa menos mano de obra que el algodón), lo que genera migraciones hacia los cinturones de pobreza de las grandes ciudades.
2. El proceso de agriculturización La actividad agropecuaria pampeana juega un rol central tanto en la provisión de alimentos interna e internacional como en el desarrollo de la Argentina. La pampa húmeda es una gran llanura, de más de 50 millones de hectáreas, cuya riqueza y potencialidad productiva la hacen una región con fuertes ventajas comparativas para la producción agropecuaria. La utilización de las tierras pampeanas aparece dominada por cuatro actividades principales: la agrícola (cereales y oleaginosas), la ganadera (cría, invernada y lechería), la urbana y periurbana y la minera.1 El proceso de “agriculturización” se define como el uso creciente y continuo de las tierras para cultivos agrícolas en lugar de usos ganaderos o mixtos. La agriculturización también se asocia en la pampa a cambios tecnológicos, intensificación ganadera, expansión de la frontera agropecuaria hacia
regiones
extra-pampeanas,
y,
1
fuertemente
relacionado
con
la
Morello, J. y otros (2000), "Urbanization and the consumption of fertile land and other ecological changes: the case of Buenos Aires", Environment and Urbanization, vol. 12, Nº 2.
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sostenibilidad, la tendencia de la agricultura hacia el desarrollo de producciones orientadas al monocultivo (principalmente soja o la combinación trigo-soja). Hasta el final de los 1930 la expansión de la agricultura estuvo basada fundamentalmente en la ampliación de la frontera agrícola por ocupación de nuevas tierras, ocupando más de un 30% del total de las tierras agrícolaganaderas en la pampa húmeda. A partir de los años 1960 hasta el presente, la agriculturización se produce a expensas de la superficie dedicada a ganadería extensiva y lleva hoy a ocupar más del 50% de la pampa húmeda2. Esta substitución provocó el desmantelamiento casi total de la infraestructura de soporte de la cría bovina en la zona Núcleo Maicero (4,4 millones de hectáreas con gran fertilidad que fueron el epicentro del desarrollo de la agricultura continua). La agriculturización se consolida primero en la pampa húmeda y en los años 70 el proceso empieza a ser empujado desde la pampa hacia otras ecoregiones (especialmente a las Yungas, el Gran Chaco y el Espinal). A estas ecoregiones se trasladan capitales, conocimientos, tecnologías de producción y también parte de la producción de carne bovina y los semilleros-criaderos de granos y forrajeras subtropicales (aprovechando bolsones con muy corto período frío).3 En la década de 1990 se acelera fuertemente el proceso de concentración de la tierra (Basualdo y Teubal, 1998) e intensificación de la actividad agrícola tanto en la pampa húmeda como en regiones extrapampeanas (Noroeste y Noreste). Los censos agropecuarios del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) muestran que entre 1988 y 2002 la superficie media de una explotación pasó de 375 a de 509 hectáreas en la provincias pampeanas.4 Esta concentración productiva va acompañada de más conversión agrícola y el incremento del monocultivo de soja. En los últimos once años, sólo en la pampa húmeda, se han convertido a agricultura 6,6 millones de hectáreas de campo natural o con cultivo forrajero, usados para 2
Rabinovich, J. y F. Torres (2004), Caracterización de los Síndromes de Sostenibilidad del Desarrollo. El caso de Argentina, Santiago, ECLAC, 3 Morello, J. (2005), "Entrando al Chaco con y sin el consentimiento de la Naturaleza", Vida Silvestre, vol. 92, Pengue, W. (2005), Agricultura industrial y transnacionalización en América Latina, México DF, UACMAPNUMA 4 Piñeiro, M. y F. Villarreal (2005), "Modernización agrícola y nuevos actores sociales", CienciaHoy, vol. 15, Nº 87.
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producción de carne. En el último trienio (2001- 2004) el 68,9 % de la zona núcleo dedicada a agricultura fue a soja de primera, el 10,6 % a maíz, y el restante 20,5 % quedó para la secuencia trigo/soja. La expansión de la soja ha llevado a una caída de la siembra de maíz entre un 10 y un 20%, debido a que los costos de producción del maíz son el doble que los de la soja. Actualmente, el eje estratégico de la explotación agrícola no está tan centrado en la propiedad de la tierra como en la capacidad para organizar y coordinar una red de contratos. Aún en los casos de productores propietarios de la tierra en la que trabajan, la estrategia económica y financiera más usual es la de un empresario “organizador de contratos” vinculado con diversos mercados: de capitales para el financiamiento, de tierras para el arrendamiento, y de servicios en el que los contratistas son los oferentes. Este tipo de estrategia favorece la combinación de formas de tenencia que tienden a incrementar la superficie trabajada sin que se produzca necesariamente un aumento de escala en la propiedad de la tierra. En la pampa, los contratistas adquieren gran relevancia a partir de 1990 al ampliarse considerablemente la demanda de labores agrícolas para las cuales el propietario o arrendatario no posee maquinaria. No es posible considerar las transformaciones ocurridas en el agro argentino, desde las últimas décadas del siglo pasado, sin hacer referencia a las grandes diferencias existentes entre las regiones agroecológicas del país, porque la modernización tecnológica y la reducción del mercado interno tuvieron efectos diferentes entre regiones y entre productores y trabajadores. En el marco de estas diferencias, la región pampeana (comprende las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos y La Pampa) área que provee la parte más importante de la producción agraria en cuanto a granos y productos ganaderos y en la que se origina la casi totalidad de las exportaciones agropecuarias (primarias más manufacturadas), ha resultado particularmente favorecida – aunque tampoco en forma homogénea- por las alzas registradas en oleaginosos y algunos cereales, en tanto el decrecimiento de los cultivos industriales cuya producción se destinaba, principalmente, al mercado interno ( como el algodón, la caña de azúcar o la yerba mate, entre otros) afectó las economías regionales no pampeanas, es decir, el resto de las regiones: el Noroeste, el Noreste, Cuyo y la Patagonia. Ello se debió a la 4
importancia adquirida por algunos subsectores localizados en la región pampeana, como el complejo sojero y al incremento de la industria aceitera para la exportación, situación que no es seguida con igual resultado por las producciones regionales en las que se observa un relativo estancamiento, salvo en aquéllas que lograron adecuarse a una salida exportadora: el arroz, el poroto seco, el tabaco claro, el té; entre las frutas, la manzana y la pera y posteriormente, la producción citrícola y vitivinícola. La Argentina se ubica en el segundo lugar dentro de los países productores de cultivos modificados genéticamente, casi 15 millones de hectáreas bajo este sistema de cultivo altamente dependiente de un paquete tecnológico basado en insumos químicos con fuerte impacto en la diversidad biológica. El llamado "proceso de modernización" de la agricultura iniciado en la década del sesenta con base en la utilización de semillas mejoradas, agroquímicos y maquinaria de alta capacidad operativa se continúa en la actualidad con la adopción de los cultivos transgénicos. Más de 150.000 pequeños y medianos productores han desaparecido en los últimos 14 años al no poder "adaptarse" a esta situación macroeconómica con altos impuestos, elevados precios de los insumos y dependencia de precios internacionales. Todas variables fuera de su control. Cerca de 400.000 personas que dependían de la agricultura no sólo para obtener alimento sino para mantener viva la identidad cultural, han migrado a las grandes ciudades o se mantienen en la pobreza dentro sus propios predios. La caída en la rentabilidad y el endeudamiento determina la cesión de los predios a nuevos actores económicos en la actividad agrícola: Fondos de inversión,
Pools
de siembra,
grandes empresas
transnacionales
que
visualizaron a la agricultura como un espacio económico en el cual es posible realizar negocias rentables, seguros y a corto plazo. Dado que en estos agentes prima más la rentabilidad económica que el impacto de sus prácticas sobre los recursos naturales se exacerba el desarrollo de una agricultura de tipo industrial en la Argentina. Un tipo de agricultura, sin agricultores, donde se sobrepone el pensamiento de la rentabilidad a corto plazo y el uso irracional de los recursos al de su uso sustentable. Una de las consecuencias de esta expansión es la concentración de tierras en un menor número de empresas y entre ellas de capital extranjero. 5
La concentración económica también ha llevado a que grandes monopolios integrados verticalmente - Provisión de insumos, producción, distribución y procesamiento- dominen la escena productiva relegando a los productores a la ejecución de etapas, dentro del proceso global, menos rentables o más riesgosas.
3. La expansión agrícola en el nordeste del país: la provincia del Chaco El proceso de expansión agraria analizado en este trabajo, está conformado por diversos frentes, localizados principalmente en el llamado Gran Chaco Argentino, y específicamente en la provincia del mismo nombre donde se observa una fuerte tendencia al monocultivo de soja. Estos fenómenos generan opiniones encontradas: por una parte celebrando la incorporación de nuevas áreas productivas al mapa agrícola del país y por consiguiente los ingresos que ello implica. Por otra parte se alerta sobre los riesgos que implica el modelo adoptado, en consonancia con la creciente preocupación por los temas de sostenibilidad agraria. Entre los temas más relevantes cabe analizar la simplificación del paisaje, los procesos de deforestación, los riesgos de pérdida de diversidad biológica, así como los problemas del medio social, particularmente la concentración de renta y la disminución del trabajo rural.
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Las transformaciones ocurridas en el sector agrícola del Chaco en los ´90, a partir de la expansión de la soja genéticamente modificada, (transgénica, también soja RR5 constituyen un ejemplo concreto de estos procesos de desarrollo geográfico desigual y de contra-racionalidades generadas a partir de una nueva racionalidad productiva. A partir de 1999 esta provincia 6, dejó de ser la principal productora algodonera argentina para incorporarse a la siembra masiva de la oleaginosa convertida en el principal cultivo nacional. El reemplazo de una lógica productiva que sustentó la organización económica y social provincial durante más de cuatro décadas por otra que privilegió la eficiencia, la simpleza, los menores costos comparativos y la comercialización garantizada de los nuevos paquetes tecnológicos, suscitó conflictos y reacciones diferenciales en el sector según la vulnerabilidad selectiva de los agricultores chaqueños, diferenciados en grandes y pequeños. Los primeros, (un 6% del total) poseían en 1992 entre 100 y 500 hectáreas y los pequeños, representaban
el
93%
restante,
constituyendo
el
grupo
de
mayor
vulnerabilidad.7 La reconversión productiva implicó el abandono casi total del algodón, forzó la expansión de la frontera agrícola hacia áreas no tradicionales (extremo sudoeste y oeste provincial) con procesos de desmonte acelerado y arrendamientos temporarios y generó una mayor concentración y polarización de la actividad, con una creciente marginación y exclusión de las fracciones más desfavorecidas. El objetivo del trabajo es profundizar en ese proceso de reemplazo, estableciendo
las
principales
características
de
las
transformaciones
acontecidas y dimensionando tanto sus efectos, (en tanto consecuencias 5
Son las iniciales inglesas de Roundup (Marca comercial del producto a base de Glifosato de la Empresa Monsanto), Ready (preparado, listo). Los primeros desarrollos de transgénicos se centraron en una variedad de soja, a la cual se adosó un gen que la volvió resistente a un herbicida (el glifosato), la introducción de la semilla fue realizada por Nidera en su casa matriz, en Estados Unidos, y a mediados de 1991 comenzaron los primeros ensayos en Argentina, tratándose de técnicas experimentales, su desarrollo estuvo rodeado de un marco regulatorio (también en formación) –la CONABIA, Comisión Nacional de Biotecnología Agropecuaria- y su liberación a la venta comercial se autorizó un quinquenio más tarde (1996). El gen inicialmente fue propiedad de Monsanto en Estados Unidos, que lo licenció a Asgrow; luego esta empresa fue adquirida por Nidera, la que hace su introducción en la Argentina. Posteriormente, cuando Monsanto patenta el producto en el exterior, éste ya había sido liberado, por terceros, a la venta en la Argentina (Qaim y Traxler, 2002, en Bisang, 2003:421). 6 Las “provincias” son las jurisdicciones políticas mayores, dentro del ordenamiento federal del Estado Argentino, y están conformadas, a su vez, por “departamentos” que son jurisdicciones políticas menores, de carácter municipal. 7 Censo para el Subsidio Algodonero. 1992. Centro de Documentación e Información, Ministerio de la Producción. Provincia del Chaco
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espaciales e impactos diferenciales), como las respuestas –acciones y/o discursos- de los distintos agentes del sector (una mayoría de pequeños productores tradicionales apoyados por organizaciones no gubernamentales, una minoría de medianos y grandes productores empresarios y el gobierno provincial) . Una experiencia territorial concreta – la del Chaco- permite considerar las posibilidades y dificultades que encontraría la búsqueda de conciliación de los múltiples intereses particulares en un marco que exprese el interés general, para el diseño, por ejemplo, de políticas de desarrollo agrícola o de desarrollo rural sustentable.
Republica Argentina. Parque chaqueño
4. Las racionalidades y contra-racionalidades en el espacio agrícola Chaqueño: impacto desigual del reemplazo de lógicas productivas Para comprender el impacto diferencial que los cambios en el sector agrícola chaqueño suscitaron en los distintos agentes involucrados en esa realidad territorial ( una mayoría de pequeños productores tradicionales apoyados por organizaciones no gubernamentales, una minoría de medianos y grandes productores empresarios y el gobierno provincial) , es necesario analizar la dinámica de las transformaciones, sus etapas, para luego dimensionar sus consecuencias, particularmente la gran variedad de situaciones de debilidad relativa que generaron. A partir de allí es posible
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precisar las posibilidades de reacción de cada grupo ante las alternativas planteadas. El primer paso admite la división del análisis en dos fases: una primera correspondiente al pico secular y el declive de la producción algodonera (19941998) y una segunda de difusión acelerada de la soja transgénica (1999-2004). Las consecuencias de cada fase son confrontadas conjuntamente con las manifestaciones –discursos y acciones- de los distintos sectores participantes en el proceso.
4.a. Primera etapa: la ultima expansión algodonera: 1994-1998 La evolución de la superficie ocupada por los principales cultivos en el Chaco en las últimas cuatro décadas se caracterizó por períodos de expansión y retracción alternativa de alguna de las cinco especies anuales (maíz, sorgo, trigo, soja y girasol) en las épocas de crisis de la actividad algodonera. Esos intentos diversificadores, se sucedieron en el contexto de una agricultura marginal, dependiente y vulnerable a los ciclos de sobreoferta, (ante las cosechas “récords” se desbordaba la capacidad de almacenaje, transporte y colocación de lo producido, generándose la crisis consecuente), en un proceso que fue reafirmando la alternancia monoproductiva del “cultivo de turno” que pasaba a dominar temporariamente las orientaciones agrícolas a escala provincial 8. En un escenario básicamente monoproductor, las opciones de diversificación propias de la práctica tradicional de cultivos anuales9, fueron ejercidas por los agricultores en función de las dimensiones físicas de sus explotaciones y de las perspectivas de la demanda interna y de los precios relativos. Una mayor disponibilidad de tierra posibilitó un contexto participativo, con una mayor integración social y comercial que alentó mayores posibilidades de progreso. En este sentido, el sector agrícola chaqueño no fue ajeno a lo que los problemas estructurales más frecuentes de las economías regionales; la 8
Valenzuela, 2001b:56). Chaco es una de las pocas provincias extrapampeanas donde la agricultura se orientó hacia cultivos anuales, a diferencia de Misiones y las provincias de Cuyo y del Noroeste, que se especializaron en cultivos perennes. A esta diferencia debe agregarse el hecho de que gran parte de las especies que conformaron el espectro agrícola chaqueño son cultivadas principalmente en el área pampeana: girasol , sorgo, maíz, trigo y soja, de allí la idea de “pampeanización” de la agricultura chaqueña
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concentración de la propiedad fundiaria y la consiguiente división de los agricultores entre “empresarios” y minifundistas dentro de una misma rama productiva. Mientras los minifundistas chaqueños –con explotaciones de menos de 50 hectáreas- compartieron una serie de rasgos negativos de índole diversa (dependencia del trabajo familiar en condiciones precarias de tenencia de la tierra, escasas posibilidades de acceso a una oferta crediticia cara e insuficiente, extrema vulnerabilidad a los fenómenos meteorológicos y sujeción a los intermediarios que compran la producción a precios inferiores a los vigentes en el mercado); la situación de los agricultores con explotaciones comparativamente mayores, las que históricamente no constituyeron un estrato importante en la estructura agraria provincial, siempre fue más desahogada por contar con una mayor extensión de tierra que les posibilitó un margen más amplio de diversificación en su manejo productivo. A excepción de los productores minifundistas “el estrato obligado a plantar algodón”, tradicionalmente restringidos en sus probabilidades de innovación e intensificación por la insuficiencia de sus recursos, el resto del conjunto se manejó con un alto grado de incertidumbre para la toma de decisiones de producción e inversión. Como los productos en los que se apoyaban las decisiones agrícolas debían competir con la producción pampeana, el agricultor ensayaba con oleaginosas y cereales, además del algodón, guiado por su percepción de los mercados y basándose en la limitada información que pudiera manejar la cooperativa local. Este contexto totalmente eventual de decisiones, restringió las posibilidades de uniformidad y difusión en el uso de tecnología, ante las modalidades heterogéneas y desintegradas de los cultivos de turno. A su vez, la diversificación desarticulada hacia la producción de granos u oleaginosas, incluyendo siempre en mayor o menor medida al algodón, demandó una infraestructura
que
debió
adecuarse
a
cada
intento
y
que
incluyó
desmotadoras, fábricas de aceite, silos y graneros, y que podía trabajar a pleno en algunos años, estar parcialmente ociosa en otros, o entrar en parálisis total, según fuera la estructura de los precios relativos o el humor del clima subtropical. Como una suerte de “destino trágico” para el Chaco se sumaron con frecuencia, los efectos negativos de los llamados “excesos hídricos no
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regulados”, que en numerosas ocasiones, truncaron el éxito que auguraba una etapa de crecimiento agropecuario. A principios de los ´90, la desregulación y apertura de la economía a la competencia externa, impactó de manera diferencial sobre la agricultura chaqueña, que quedó expuesta de manera desigual a la inestabilidad de los mercados internacionales y sin protección ni sostén ante los vaivenes de los precios en esta escala. La producción algodonera se expandió en volumen, mediante la difusión –en las explotaciones medianas y grandes- de sistemas mecanizados de cosecha, la introducción de nuevas variedades de mayor rendimiento, calidad y precocidad en su desarrollo y la ampliación del parque industrial de primera transformación. El período de precios internacionales favorables llevó al Chaco a registrar la mayor cosecha del siglo, en una euforia productiva que duró cuatro campañas apoyada también en el creciente déficit del mercado brasilero que se configuró como el principal comprador. Si bien todos los agricultores se volcaron a producir algodón, el extraordinario incremento de la productividad y la elevación de los rendimientos obedecieron a las innovaciones tecnológicas incorporadas en los estratos de medianos y grandes productores. A escala nacional, la liberación a la venta de la soja genéticamente modificada en 1996, en un “paquete” tecnológico que combinó la siembra directa, los biocidas (glifosato) y fertilizantes, aceleró la expansión de la oleaginosa en la región pampeana, al ofrecer la posibilidad de adoptar rápidamente tecnologías ahorradoras de costos en un modelo de “fuga hacia adelante”, que se apoyó fundamentalmente, en una importante capacidad instalada previa.10 Mientras se difundía la soja RR en el área pampeana, la euforia algodonera chaqueña se veía truncada por el descenso de los precios internacionales y las inundaciones ocurridas entre septiembre de 1997 y abril de 1998. El sector agrícola provincial pasaba del “cielo” al “infierno”, en una sucesión de éxito y crisis que no era nueva para el área, sino que identificó el devenir agrícola de las últimas cuatro décadas, cuando ya sea de forma combinada o no, la incidencia negativa del medio físico y coyunturas de mercado desfavorables
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(Bisang, 2003:436-437).
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determinaron la sucesión de períodos críticos que alternaban el estancamiento y la merma de la producción, con la euforia de las cosechas récords, “salvadoras”, que disipaban las dificultades pasadas. En el caso de ésta última crisis, las perspectivas alentadoras dejaron paso a una crisis casi terminal, por la magnitud del endeudamiento registrado por pequeños y medianos productores, (poseedores de explotaciones de menos de 100 hectáreas y de 101 a 200 hectáreas, respectivamente). En ese contexto, el algodón, el gran dinamizador de la economía chaqueña, el cultivo de mayor contenido social, inició un descenso sostenido de su área de siembra hasta niveles nunca antes vistos, determinando años después la necesidad de importar fibra, cuando pasó a ocupar menos de un 10% de la superficie provincial sembrada 16. El parque de cosechadoras que en 1998 superaba las 1000 unidades, quedó parcialmente inactivo 17. Un gran número de desmotadoras cerró sus puertas por el brusco descenso de la oferta, luego, la falta de acopio llevó a que el 50% de las plantas permanecieran cerradas, según su mayor o menor capacidad de desmote, sus costos operativos y la posibilidad de afrontar con pagos directos la compra del algodón en bruto 18.
4.b. Segunda etapa: la “sojización” de los campos chaqueños: 1999-2005 Entre fines de 1997 y principios de 1998 la combinación entre el marcado descenso de los precios en el mercado internacional y las contingencias climáticas adversas determinaron una nueva crisis que llevó al algodón a ocupar la mínima superficie sembrada del siglo. A la virtual desaparición del estrato de los pequeños productores tradicionalmente algodoneros, el segmento más perjudicado por su incapacidad estructural de adaptarse al nuevo contexto productivo, altamente endeudado y en consecuencia, impedido de acceder al crédito bancario, -el que cabe agregar que fue prácticamente inexistente durante el año 2002-. se sumó una minoría de medianos y grandes productores chaqueños que abandonaron el cultivo del textil porque resultaba antieconómica su siembra, ya que los costos triplicaban a los necesarios para sembrar soja 20, proceso facilitado por el sistema de
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siembra directa en un marco de precios más estables y comercialización más ágil.11 El acelerado crecimiento de la producción argentina se apoya en la incorporación de tecnología (vía insumos) y en los cambios en las formas de organización de la producción con la difusión de los organismos genéticamente modificados. Como señala Bisang: “A diferencia de lo ocurrido en el caso de la denominada revolución verde, este cambio –basado en la aplicación de la biotecnología- es adoptado, en algunos aspectos, por la sociedad local con un escaso retraso respecto de su lanzamiento internacional, (1994 en EEUU y 1996 en Argentina). Tiene la impronta de una fuerte influencia de los proveedores de insumos (del área industrial) sobre el productor en la adopción y aplicación de las nuevas técnicas y de otros actores de la trama agraria (terceristas, exportadores, sistema financiero)”12. En el Chaco el paso del monocultivo algodonero al monocultivo sojero implicó también cambios en las modalidades y escalas productivas. La adopción del “paquete” tecnológico asociado a la oleaginosa significó el relegamiento de toda la infraestructura (cosechadoras y desmotadoras) y las prácticas propias del cultivo algodonero, que dos años antes había registrado la máxima superficie implantada del siglo. En estas circunstancias se asentaron, particularmente desde 2003, productores oriundos de las provincias de Santa Fe o Córdoba que compraron o alquilaron tierras para sembrar soja, en un proceso de ampliación de la frontera productiva pampeana con la incorporación de tierras marginales en el sudoeste y oeste de Chaco y Santiago del Estero. Con el reemplazo del algodón por la soja, las cosechas algodoneras a partir de 1999 fueron las peores en la historia del país. El impacto de la crisis dejó en una situación crítica a miles de productores y trabajadores rurales, siendo los pequeños y medianos productores los más agobiados por su endeudamiento generalizado derivado de los pagos pautados a cosecha futura. En ese contexto, los menores costos y la siembra directa fueron los factores dominantes para la expansión de distintas variedades de soja en la provincia, 11
BESIL, Antonio. 2002. “ La nueva crisis algodonera ¿Crisis coyuntural o cambio estructural en la agricultura chaqueña?”. En: Indicadores Económicos. Publicación del Dpto. de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional del Nordeste. Año 11. Número 49. Diciembre, p: 24 12 BISANG, Roberto. 2003. “Apertura económica, innovación y estructura productiva”. En: Desarrollo Económico. Volumen 43. Número 171. Octubre-diciembre. p. 413-442
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dando lugar a lo que se calificó un peligroso esquema de monocultivo que muchos dieron en llamar la sojarización de los campos chaqueños. Con la expansión acelerada de las fronteras productivas, la provincia superó las 1.500.000 de hectáreas sembradas incursionando en áreas “no tradicionales. Las posibilidades ciertas de obtener dos cosechas por año agrícola en el Chaco, además de los bajos costos para la accesibilidad a la tierra fueron los ejes de esa ampliación conducida por productores y empresarios del sur del país que en significativa corriente migratoria y alta capacidad de producción, arrendaron y adquirieron la mayoría de los campos con superficies superiores a las 500 hectáreas. El advenimiento de estos nuevos agentes productivos, -oriundos y residentes en otras provincias del área pampeana-, atraídos por los bajos precios de la tierra, generó la ruptura de la cadena comercial en las localidades del interior, por cuanto la renta agrícola se salió del circuito local. Los nuevos agentes productivos cordobeses y santafesinos encontraron en el área sudoeste del Chaco extensiones suficientes para expandirse, (ya que esa zona del Chaco, no registró una subdivisión tan marcada como el área central, donde se concentra el minifundio) y conjugaron la tecnología de insumos y procesos – contratada- con la toma de tierras en arrendamiento por un año o dos, disponiendo de liquidez para pagar de forma adelantada la renta del campo, antes de comenzar la implantación. La soja cosechada sólo es acondicionada y preservada para su traslado a los centros procesadores del sur, funcionando el área chaqueña como un gran silo granario. La ampliación de la frontera productiva pampeana con la incorporación de tierras marginales particularmente en el sudoeste y oeste chaqueño, pero también el noreste de Santiago del Estero y noroeste de Santa Fe, se concretó sobre la base del arrendamiento y desmonte de vastas áreas semiáridas. En el caso particular del Chaco, s egún la comparación de los datos censales de los censos nacionales agropecuarios a nivel departamental para 1988 y 2002, el área algodonera (centro-sudoeste) perdió más de 2000 explotaciones y el área recientemente desmontada por los nuevos cultivos de soja (departamentos Almirante Brown y General Güemes, en el oeste) incorporó 1000 explotaciones, todas de más de 500 hectáreas. La superficie agropecuaria provincial se incrementó en más de 400.000 hectáreas y la 14
extensión de la unidad agropecuaria promedio aumentó de 302,6 a 365,8 hectáreas. En cuanto a la población rural, la misma descendió en más de 60.000 habitantes de acuerdo con los datos de los censos nacionales de población de 1991 y 2001.
4.c. Las nuevas tendencias productivas en el sector agrícola chaqueño La brecha tecnológica y de costos entre el cultivo del algodón y la industria genética granaria, sumada a la persistencia de cuestionamientos sobre la falta de transparencia en el mercado de precios del primero, fueron los factores de mayor incidencia en el cambio de la orientación agrícola provincial. Los acontecimientos encendieron duros discursos críticos desde la prensa local: El Chaco enfrentó dos elementos de suma gravitación para dejar de lado el tremendo efecto multiplicador del algodón; las permanentes pérdidas de los algodoneros tradicionales y la amplificada invasión de productores extraprovinciales, que ocuparon todos los espacios disponibles [la negrita es nuestra] y volcaron más de 600.000 hectáreas a la soja excluyendo en muchos casos a los propios dueños de la tierra a resignarse a la renta anual. Esta nueva revolución granaria del Chaco, expresada en la fría estadística de la superficie cultivada regocijaba a muchos, mientras el endeudamiento, la pérdida de la capacidad productiva y la “extranjerización de las tierras”, tornaba más vulnerable aún al sistema productivo chaqueño y dejaba sin posibilidad de recupero y de pago de la deuda, como principales consecuencias en la colocación del moño y final a un sistema de monocultivo. A su vez, las nuevas tecnologías de insumos y procesos acentuaron la pérdida de autonomía decisoria de los productores, -tanto locales como de otras provincias-, generando una nueva dependencia, que los convirtió en meros consumidores del paquete tecnológico, de la maquinaria y los asesores de procesos, en un cambio de perfil de la oferta tecnológica que es provista por “centros de servicios” o por terceristas con lógicas altamente productivistas. Esta dependencia se vuelve conflictiva cuando bajan los márgenes de rentabilidad, ya que con una leve tendencia decreciente no se puede solventar la compra de insumos y maquinarias sin financiación.
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A escala local, los efectos de las nuevas modalidades incluyeron consecuencias
perniciosas
recientemente
denunciadas
por
medios
periodísticos, relacionadas con la venta ilegal de tierras fiscales, la disminución indiscriminada de la cubierta vegetal natural por el desmonte de extensiones superiores a las que permite la legislación vigente y el inadecuado manejo de los agroquímicos. Este último problema, si bien no es nuevo, se volvió más peligroso con la expansión de los cultivos de soja hasta tocar los límites del ejido municipal de los pueblos en una inusitada presión por la ocupación de la tierra disponible. Esta contigüidad se tornó nociva cuando las avionetas al rociar el área urbana -patios, árboles frutales y los techos donde los pobladores juntan el agua de las lluvias hacia los aljibes-, generaron problemas de límites entre el espacio aéreo del poblado y los campos linderos fumigados. El fenómeno adquirió dimensiones graves en el pueblo de Gancedo, en el límite sudoeste de Chaco. Este pueblo, que en 1996 fue uno de los más beneficiados con la “primavera” algodonera con la instalación de modernas desmotadoras, se transformó a partir de 1999 en un polo de la avanzada sojera de los productores cordobeses. En el año 2000, la comunidad comenzó a movilizarse por una serie de fumigaciones que destruyeron las huertas domésticas, y la vegetación arbórea de la zona. Desde entonces, Gancedo se constituyó en una zona de conflicto donde se enfrentan los productores agropecuarios, los prestadores de servicios aéreos de fumigación, los vecinos y el gobierno.13
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POMAR, G. y M. QUINTEROS. 2004. “Gancedo: la sentencia de muerte cotidiana de los biocidas”. En: Suplemento Chaqueña, Diario Norte, 7 de marzo, p. 8-10.
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5. Conflictos de intereses y respuestas diferenciadas: los discursos y acciones de cada sector Ante la desarticulación de la lógica territorial que dinamizó a la agricultura provincial durante gran parte del siglo XX, la variedad de reacciones de los tres segmentos de agentes involucrados ( una mayoría de pequeños productores tradicionales apoyados por organizaciones no gubernamentales, una minoría de medianos y grandes productores empresarios y el gobierno provincial) conjugó según el caso, la protesta social, los reclamos judiciales, los discursos autocríticos y las posturas reivindicatorias, ante las cuales el gobierno provincial conducido por el partido opositor al gobernante en el ámbito nacional, respondió con medidas orientadas por un asistencialismo coyuntural de contención y con disposiciones tendientes a minimizar los costos políticos que podían suscitarse a raíz de los reiterados cuestionamientos de la prensa local. Las respuestas –acciones y/o discursos- que manifestó cada segmento son un ejemplo de la dialéctica entre racionalidades (el sector empresario dinamizado con las nuevas tendencias) y contra-racionalidades, (los pequeños productores y minorías afectadas por el desmonte y el inadecuado manejo de los agroquímicos) en un mundo rural que busca asegurar la más alta rentabilidad posible, con un campo modernizado por nuevos monocultivos y asociaciones productivas y donde el poder público acaba aceptando un orden
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de prioridades que privilegia a algunos pocos actores y relega a un segundo plano todo el resto agravando la problemática social. 14
A su vez el actual avance de la frontera agrícola genera desmontes masivos en los bosques de quebracho santiagueño y blanco del sector semiárido de la región chaqueña, favorecido por factores coyunturales como son la buena rentabilidad de la soja, por lluvias superiores a los promedios históricos, y por la mejor disponibilidad hídrica resultante de la adopción de la siembra directa. Coyunturas negativas que incluyeran a un período prolongado de sequías, podrían afectar a esos productores y disparar procesos de desertificación, de difícil reversibilidad.
5.a. La situación de los pequeños productores La vulnerabilidad de los agentes agrícolas locales tradicionales – pequeños productores con menos de 100 hectáreas, que constituían para 2002 el 52% del espectro productivo provincial- se tradujo básicamente en la imposibilidad de reconfigurar sus funciones y conocimientos tácitos con los requeridos por el nuevo modelo tecnológico productivo. Luego de pasar por la
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SANTOS, Milton. 2000. La naturaleza del espacio. Barcelona: Ariel, p.260
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“primavera” algodonera de mediados de los ´90, suspendida abruptamente por la crisis de los precios internacionales y las inundaciones del 97-98 y asistir a la “sojarización” del área agrícola chaqueña, su capacidad de reacción (de los que podían “reaccionar”, es decir, de los agricultores familiares de 50 a 100 hectáreas, ya que los productores de menos de 50 hectáreas, dependieron históricamente de la asistencia del gobierno para cualquier iniciativa de siembra) era sumamente limitada. Por su parte, los productores con explotaciones de 50,1 a 100 hectáreas, conformaban un conjunto heterogéneo, cuyos principales problemas se derivaban de los elevados costos de implantar algodón, la falta de financiamiento y de transparencia en la fijación del precio del textil 24, sumados a un alto endeudamiento y la imposibilidad de competir. Desde 1999, en el sudoeste chaqueño, este conjunto se convirtió en pasivo espectador de un paradigma productivista que privilegió los costos, la eficiencia y la simpleza de las nuevas tecnologías
y garantizó la
comercialización. La salida del circuito productor se inició con el alquiler de los campos, tornándose sumamente azaroso el retorno a la actividad. El accionar de las organizaciones cooperativas afectadas por las reformas macroeconómicas de los ´90, de las agrupaciones de productores y de las ONG´s en el caso que nos ocupa, debe dividirse en dos modalidades: la protesta social en reclamo de asistencia financiera y medidas que contemplen la situación de emergencia encabezada por los propios productores con o sin el acompañamiento de algunas organizaciones y el reclamo judicial ante procesos de enajenación de tierras fiscales, deforestación ilegal y deterioro del ambiente por parte, básicamente, de las ONG´s cuyos objetivos se centran en la defensa de minorías y del medio natural. La protesta social se centralizó en cortes de ruta y manifestaciones de distinta magnitud y trascendencia, en las cuales los productores -movilizados por lo terminal de su situación financiera-, efectuaron piquetes en la principal ruta que conecta el este y el oeste del Chaco, y cortes del puente interprovincial que une Chaco y Corrientes, reclamando medidas al Poder Ejecutivo provincial, básicamente subsidios para afrontar nuevas campañas de siembra. En estas movilizaciones, que se sucedieron todos los años desde 2001, los productores expresaron a los medios periodísticos su determinación
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de encabezar los reclamos, sin intermediarios de ninguna asociación, ni organización. Por su parte el cooperativismo, que para el caso del sector agrícola chaqueño involucra básicamente a las cooperativas algodoneras, nucleadas en UCAL15, centró sus reclamos en la solicitud al gobierno provincial para la creación de un Fondo Compensador de precios, que sostenga y asista a los productores algodoneros para afrontar las vicisitudes de cada campaña anual en un tipo de discurso que se ha repetido sistemáticamente a lo largo de la historia del cultivo en la provincia y resume una postura que otorga al Poder Ejecutivo Nacional, potestad y responsabilidad sobre el devenir agrícola chaqueño.
5.b. Posturas y discursos del sector empresario chaqueño Este segmento osciló entre dos discursos, según se trate del futuro de la actividad agropecuaria provincial, o bien de las amenazas a su rentabilidad. Ambas opciones expresan la diferencia entre lo que distingue como la concreta racionalidad cotidiana de corto plazo de los agentes económicos individuales de producir más y mejor al menor costo posible-, (adscribiendo en términos generales al resguardo de los recursos en tanto éste no afecte los negocios) de la deseable racionalidad colectiva que persigue la sustentabilidad en el manejo
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La Unión de Cooperativas Algodoneras fue creada en 1934, y es una organización de segundo grado que nuclea a las cooperativas algodoneras de la provincia
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de los recursos, la equidad en el acceso a los mismos o en la distribución de sus beneficios para la sociedad.16 En relación con la primera cuestión, la posibilidad de crecimiento productivo y el futuro de los empresarios agrícolas chaqueños, el discurso más equilibrado, promovido por empresarios que no se endeudaron críticamente en los ´90, ha sido autocrítico, señalando los principales defectos operativos del sector, tales como la falta de habilidad para promocionar los proyectos productivos, la falencia de confesar “hacia fuera”, (es decir, hacia las potenciales inversiones) las incertidumbres climáticas, las fallas estructurales, la incapacidad financiera interna para soportar bajas de mercado, el endeudamiento, etc. En cuanto a la segunda cuestión, vale decir, las amenazas a la rentabilidad de la actividad, el sector empresario se confiesa castigado en sus proyecciones, en su apuesta al cambio de escala en pos del desarrollo agropecuario chaqueño sustentado en una verdadera propaganda del Estado, y llevado a un endeudamiento desproporcionado a través de la adquisición de tractores, herramientas, desmontes, inmuebles rurales. También en el marco de las amenazas a la rentabilidad, pero contrapuesto a la autocrítica equilibrada y el reclamo de opciones de crecimiento productivo ya presentados, se presenta el discurso extremo de tinte irónico y especulativo planteado por algunos de los nuevos empresarios y agricultores directamente afectados por las restricciones impuestas al desmonte en el oeste provincial, zona del Impenetrable y escenario de todo el problema de deforestación acelerada y difusión de la soja RR. Este discurso relativiza el valor de la superficie boscosa en cuestión, esbozando una forzada dicotomía entre la tremenda pobreza por la que históricamente atravesó el sector forestal (los obrajes) y la convicción de inversores chaqueños y argentinos en general, de capitalizar la región con el cultivo de soja.
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LATTUADA, Mario. 2000. “El crecimiento económico y el desarrollo sustentable en los pequeños y medianos productores agropecuarios argentinos de fines del siglo XX”. Versión corregida y aumentada de la ponencia presentada en las X Jornadas de la Asociación Argentina de Extensión Rural, Mendoza, Argentina, 18-20 de junio
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5.c. Las respuestas del gobierno provincial Las respuestas del gobierno provincial en relación con el sector, en los últimos cinco años han sido duales. Por una parte, se continuó con un asistencialismo de contención, práctica histórica en una provincia signada por la sucesión de fenómenos meteorológicos adversos y una producción marginal, poco
importante
en
el
espectro
productivo
agrícola
del
país.
Este
asistencialismo, apoyado en la generación de deuda, se constituyó en un deplorable círculo vicioso que no encuentra alternativas en medio de la agudeza creciente de la crisis, la pobreza, la marginalidad y el hambre. Por otra parte se instrumentaron respuestas de coyuntura (tales como las acciones tendientes a reglamentar el manejo de los bosques, con la modificación de leyes, decretos normativos, creación de reservas forestales y de Comisiones de Evaluación de daños) constituyendo medidas dispersas, con motivaciones discutibles, pero que se traducen en la intención general de minimizar las críticas fundamentalmente de los medios periodísticos ante la expansión del “Chaco
transgénico”
en
el
sudoeste
y
oeste
provincial.
La prensa local sintetizaba la realidad provincial señalando dos procesos simultáneos: la desprovincialización (sic) del área agrícola fundamental y su concentración en pocas manos, que no son chaqueñas. Se estima que menos de un millar de empresas agrarias cubren el 78% de la gran producción del Chaco (los triunfadores del Chaco transgénico, los nuevos ricos de la soja). De aquél millar, casi el 80% es de capitales de Córdoba y otras provincias, que invirtieron con buena puntería, sacando partido de nuestras flaquezas. Se codean con ellos unos 220 productores chaqueños que hoy conforman una minoría privilegiada: aguantaron lo peor, retuvieron sus campos y arriesgaron para mostrase manejando sus 4x4, reestablecidos, potentes, envidiables. Quedan poco menos de 14.000 productores chaqueños con explotaciones no mayores de 300 hectáreas; y entre éstos, los minifundistas de hasta 50 hectáreas están fuera del campeonato de los grandes cultivos. Solamente la apicultura, la horticultura y otros rubros diversificadores pueden darles la chance de salir de perdedores17
17
Diario Norte, 23 noviembre de 2003.
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No existe a la fecha un verdadero análisis de qué ocurrirá con gran parte de los productores de esta provincia si no se logra su reconversión, ante un mercado y una realidad económica, que son excluyentes. Las cargas tributarias y el endeudamiento terminal de los productores son temas de urgente e ineludible tratamiento, pero aún en el caso de que estos problemas fuesen resueltos o reprogramados, la realidad muestra la carencia de un planteo serio y general referido al futuro del sector agrícola provincial. El Chaco es una de las provincias más endeudadas del país, con uno de los mayores niveles de pobreza e indigencia de su población. El sector rural provincial se encuentra desintegrado, quebrado y se enfrenta a un futuro muy incierto. Los datos censales de 2002 arrojan unas 4695 explotaciones agropecuarias con límites definidos con un tamaño inferior a las 50 hectáreas y para 2005 se estima que quedan unos 5000 productores algodoneros que cultivan 30 hectáreas, aproximadamente, de los 12.000 que existían en 1992, ( Provincia del Chaco. Compendio de la producción. 1998.) . A su vez, la c omparación de los datos censales de 1988 y 2002 permite advertir que desaparecieron 2537 explotaciones agropecuarias con límites definidos, todas de una extensión menor a las 200 hectáreas y se incorporaron 640 nuevas explotaciones de más de 200 y hasta 20.000 hectáreas.
6. La sostenibilidad de la agriculturización en las regiones extrapampeanas La diferencias socio-ecológicas entre la pampa húmeda y las regiones extra-pampeanas (Noroeste y Noreste de la Argentina) hacen que el modelo de desarrollo agrícola presente peculiaridades para éstas últimas que deben destacarse explícitamente hablen de pampeanización para referirse a la agriculturización basada en la exportación indiscriminada del modelo de producción pampeano a regiones extrapampeanas. Los fenómenos de agriculturización y pampeanización presentan una estructura causal muy similar. En general, estos diferentes significados o intensidades apuntan a que las amenazas y tendencias de insosteniblidad en el caso de las regiones extra-pampeanas son mucho más marcadas.
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En primer lugar, en el caso de las regiones extra-pampeanas, los precios relativos de las tierras son mucho menores que en la pampa. Esto lleva a que el avance de la superficie agrícola se de con gran celeridad. Además, este avance acelerado no sólo se produce a costa de otros cultivos sino también a través del desmonte y la eliminación de fragmentos de bosque que sostienen una economía maderera tradicional. Estos factores dan como resultado que la degradación de ecosistemas, servicios ambientales, suelo y agua sean mucho más marcadas que en la pampa. Por ejemplo, en el centro del dorsal agrícola de la provincia del Chaco la agricultura ocupa ya el 85% de un área de 73.311 ha, y según los especialistas el mínimo a conservar del antiguo bosque de quebracho colorado, que debería estar entre 15 y 25%, presenta ya un elevado nivel de fragmentación. En segundo lugar, no sólo se desplazan especies, sino que hay un efecto de desplazamiento de población de pequeños campesinos y población indígena que vive en, y con, los recursos que provee el monte (Paruelo y otros, 2005). Las transformaciones sociales derivadas de la agriculturización en regiones extra-pampeanas son similares: reestructuración social asociados a la concentración económica y productiva, activación del sector Análisis sistémico de la agriculturización en la pampa húmeda argentina y sus consecuencias en regiones extra-pampeanas, servicios, y expulsión de pobladores y pequeños productores. Sin embargo, éstos se ven magnificados a causa de los mayores niveles de inequidad y pobreza. Por lo tanto, en las regiones extra-pampeanas los impactos de las transformaciones del proceso de trabajo a causa del monocultivo de soja lleva a un dramático proceso de éxodo rural, pérdida de empleo rural , y debilitamiento de las comunidades rurales que en muchas ocasiones van acompañados de graves conflictos sociales La soja, que en los años 70 era casi una rareza, fue ganando posiciones hasta estabilizarse en torno a 50.000 ha a principios de los 90. La liberación de la soja transgénica en 1996, junto con la debacle del algodón, permitió expandir el área sembrada hasta 650.000 ha sembradas en 2002-2003. Solo en la provincia de Chaco. El total de áreas cultivadas pasó de 946.055 ha en 1992, a 1.399.426 ha en el año 2002. Esto significa que las áreas cultivadas pasaron del 9,5% de la superficie provincial en 1992 al 14% en 2002. En la región se 24
utiliza masivamente equipos de siembra directa, aunque está lejos de cumplir con uno de los requisitos elementales del sistema de siembra directa, que es el de las rotaciones de cultivos. Hay una débil participación de especies con amplia relación carbono/nitrógeno (C/N) como el maíz, el sorgo o el trigo, cuyos rastrojos se descomponen lentamente. Por el contrario, predominan las especies con estrecha relación C/N (soja, girasol y algodón), que se descomponen rápidamente, por lo que dejan muy poco rastrojo para cubrir el suelo. Si se analiza la proporción entre los cultivos estivales, puede observarse que sólo el 13,2% de la superficie está cubierta con maíz y sorgo, muy lejos del porcentaje considerado como indispensable para mantener una rotación adecuada. El escenario internacional demanda un alto incremento en la producción de alimentos. Esto es una gran oportunidad para que la Argentina obtenga fuertes ingresos. El tema central es si esos recursos van a servir para aumentar la brecha entre pobres y ricos, o si serán destinados a disminuir las enormes desigualdades sociales y económicas generadas en los últimos años. La región chaqueña tiene un inmenso potencial de tierras y gente. Dicho en otros términos, es posible incrementar significativamente la frontera agrícola, pero el actual proceso muestra diversos indicadores ambientales y sociales que cuestionan severamente la sustentabilidad de dicha expansión. Hay una situación de descontrol que encierra altos riesgos potenciales, inclusive para la rentabilidad económica futura. En ese contexto, la expansión de la frontera agrícola en la región chaqueña podría cumplir un papel muy positivo. En caso contrario, sería uno más entre los elementos del modelo instalado de concentración de renta y exclusión social. En cualquiera de las alternativas, es importante señalar los riesgos que el proceso conlleva, ya que pueden afectar la sostenibilidad del mismo: a) Tendencia al monocultivo de soja. b) Reversión de las actuales tendencias climáticas c) Migración por caída del trabajo rural y por la no inclusión de pequeños productores en el proceso. d) La materia orgánica de los suelos y el balance de CO2. e) Pérdida de biodiversidad 25
7. Conclusiones a) Tendencia al monocultivo de soja. El motor del actual proceso de expansión agraria en la región chaqueña es la soja, como antes lo fuera el algodón. La preocupación por la tendencia al monocultivo no tiene que ver con la especie en particular, sino con los riesgos que la dependencia de un solo cultivo, implican para la estabilidad de los sistemas productivos (enfermedades, caída de precios, etc.). b) Reversión de las actuales tendencias climáticas. El principal escenario actual, así como el previsto para los próximos años, se localiza en el deslinde entre el Chaco Semiárido con las porciones Subhúmedas Central y Occidental. Esto genera preocupación porque en caso de revertirse la actual tendencia de mayor pluviosidad, en el área de expansión agrícola podrían producirse pérdidas de cosechas, y generarse un proceso de desertificación. c) Migración por caída del trabajo rural y por la no inclusión de pequeños productores en el proceso. Los sistemas de producción predominantes requieren de condiciones de manejo tecnológicamente avanzadas y en general de altos insumos, los que son más fácilmente logrados en establecimientos medianos a grandes. Tareas fuertemente demandantes de mano de obra como la carpida y la cosecha, fueron sustituidas por herbicidas y cosechadoras. Estos fenómenos están provocando una marcada caída en el trabajo rural, lo que da lugar a preocupantes procesos migratorios. d) La materia orgánica de los suelos y el balance de CO2. La siembra directa se está extendiendo en forma consistente en las áreas de frontera agrícola. Los beneficios que se pueden obtener en el secuestro de CO2 en estas áreas, pueden perderse porque las nuevas áreas agrícolas están avanzando sobre áreas donde hay alta intensidad de incendios forestales. e) Pérdida de Biodiversidad. En las zonas de bosques subhúmedos de la región, en particular en la frontera entre las provincias del Chaco y Santiago del Estero y en el Este de Salta y Tucumán, es decir en los “puntos calientes” del actual proceso de expansión de la frontera agrícola, así como en sectores del Chaco Santafesino, existen fuertes riesgos de perder tipos únicos de bosques. Cabe destacar que en estos sectores no existen áreas protegidas. f) Necesidad de implementar procesos de Ordenamiento Territorial 26
En los últimos años, la consolidación creciente de un modelo de desarrollo capitalista del agro configurado en torno al dominio de la agroindustria exportadora, impulsando cultivos de alta rentabilidad accesibles a segmentos habilitados para invertir en el uso intensivo de tecnología, fue determinando grados muy diversos de inserción de los diferentes tipos de agricultores en los mercados nacionales e internacionales, al mismo tiempo que aceleró la exclusión de la pequeña agricultura. En el caso del Chaco, los procesos reseñados pueden traducirse y sintetizarse en la desarticulación definitiva de una lógica territorial y social previa nacida en la década del ´20, dando paso a una nueva lógica que implicó tanto la creciente concentración y polarización de la actividad agrícola como la marginación social y expulsión del sistema productivo de los pequeños agricultores. Ante esa desarticulación, quedaron en evidencia las debilidades estructurales de los sistemas agrícolas locales, es decir, -retomando los conceptos expresados al principio por Santos, la vulnerabilidad diferencial de los espacios que desde un punto de vista geográfico, se definen por su incapacidad de subordinación completa a las racionalidades dominantes, al no disponer de los medios para tener acceso a la modernidad material contemporánea. La dinámica seguida por los tres segmentos de agentes a partir de la crisis de 1999, el desplazamiento del algodón y con él, una serie de cambios inusitados en la realidad agrícola provincial puso de manifiesto, con un alto grado de dramatismo, la seriedad de las consecuencias derivadas de la falta de políticas claras, concretas y equilibradas para el sector. La única coincidencia entre los tres segmentos fue el reclamo de acciones en el ámbito nacional, principalmente de apoyo financiero, pero también de protección y sostén a la producción tradicional. La búsqueda de conciliación de los intereses en conflicto tropieza con una problemática social cada vez más grave, a la que el asistencialismo apoyado en la generación de deuda no logra disimular, constituyendo un círculo vicioso que no encuentra alternativas fuera del corto plazo, en medio de la agudeza creciente de la crisis. Ante esta realidad provincial, como respuesta coyuntural, es preciso sumar acciones a mediano plazo, que deben partir y estar motivadas por un conocimiento cabal y profundo de la problemática territorial local. Acciones basadas en un análisis colectivo y 27
pluralista de los problemas de cada sector, que promuevan la participación, la cooperación y el asociativismo unido al empleo de la tecnología disponible y accesible, en todas las escalas de producción. A su vez, éste último precisa en sus bases de honestidad y solidaridad y también requiere acciones concretas de apoyo financiero (en escala provincial y nacional), programas de capacitación e inserción socio-productiva y un control eficaz del manejo de los fondos públicos destinados al sector. A escala regional, la nueva racionalidad productiva articulada en el sector agrícola Chaqueño, supone una inserción subordinada, coyuntural y complementaria como periferia ampliada de la frontera productiva pampeana, en un contexto de precariedad que hace prever una “retirada” apresurada ante la disminución de los beneficios temporales. Pero el avance de la soja no es más que el corolario de una problemática mucho más compleja que está referida a la mayor vulnerabilidad de las áreas marginales al complejo productivo pampeano. Y en este sentido, la dinámica actual de la expansión sojera, a costa de producciones agropecuarias tradicionales, expone clara y crudamente la falta de una política de desarrollo rural a escala regional que promueva el manejo sustentable y equilibrado de la actividad agropecuaria y defina el papel que han de jugar en la misma las distintas regiones argentinas.
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