SOBRE LA EXISTENCIA DE DOS RAZAS GIGANTES DE HELICIDOS EN LAS ZONAS DE MAXIMAS ALTURAS DE LA SIERRA NORTE DE MALLORCA. por G

SOBRE LA EXISTENCIA DE DOS RAZAS GIGANTES DE HELICIDOS EN LAS ZONAS DE MAXIMAS ALTURAS DE LA SIERRA NORTE DE MALLORCA por G. Colom • Desde hace año

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SOBRE LA EXISTENCIA DE DOS RAZAS GIGANTES DE HELICIDOS EN LAS ZONAS DE MAXIMAS ALTURAS DE LA SIERRA NORTE DE MALLORCA

por G. Colom



Desde hace años venían llamándome la atención, durante las excursiones por las zonas más altas de la Sierra Norte, la presencia de ejemplares de una talla inusitada pertenecientes a dos especies de pulmonados terrestres bien frecuentes por cierto en las Baleares; el Cryptomphalus aspersus (Müller) (=caragol bover) y el Archelix punctata (Müller) (=viudes). Allí donde se les encuentra de manera más constante bajo tales características es siempre en las zonas superiores de los altos macizos de la Sierra, como el del Teix (1. 064 mts.), todo a lo largo de la arista del gran sinclinal superior de la Sierra de Alfabia (1.068 mts.) por donde se alzan con las porciones de máximas alturas del propio Puig Mayor (1.445 mts.) y su amplio zócalo (1.000 mts.), para correrse desde aqui al ingente picacho aislado de Massanella (1.340 mts.). Esta es su zona predilecta donde viven y se desarrollan bajo peculiares condicioneli climáticas, condicionadas por la altitud, estas dos razas propias de la alta montaña mallorquina y donde alcanzan su talla excepcional (Fig. 1.). Naturalmente que a lo largo de las mencionadas cumbres existen también zonas de tránsito hacia regiones más bajas donde es factible encontrar ejemplares aislados de fuerte talla, pero formando parte ya de colonias en franca regresión general hacia sus habituales características de peso y dimensiones propias de las zonas bajas. En toda la zona de alturas máximas que acabo de citar tal vez sea

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la Sierra de Alfabia la que proporciona los valores más b~jos, principalmente para el A. punctata, de modo que ciñiéndome a la constancia de la talla excepcional, es alrededor sobre todo del macizo central del Puig Mayor, siempre superior a los 1.000 m. de altitud, donde los valores altos se mantienen de manera más constante y uniforme (Lam. 1 Nos. 1-3; Lam. n, Nos. 1-3.) Sin embargo, lo que caracteriza principalmente a las dos formas de altitud no es unicamente el tamaño extraordinario d~ no pocos de sus individuos, con 41 m.m. de altura por 48 de longitud en aspersus, y 34 mm. de altura por 50 de longitud en punctata, ya que puede darse el caso que en otros macizos montañosos más bajos, o incluso en la región central de Mallorca, aparezcan ejemplares aislados que se les aproximarán m~cho en este sentido, sino la constancia y uniformidad de las grandes dimensiones alcanzadas por todo el conjunto de sus populaciones viviendo en las mism:as alturas. Es esa peculiaridad la que revela y caracteriza de manera más significativa el grado de intensidad . de las influencias fisicas de los biotopos de la alta montaña mallorqui-

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na sobre el desarrollo de estas dos espeCIes, causa directa a su vez de la existencia de estas dos razas peculiares, verdaderos accomodats de ambas a las influencias climáticas y ecológicas propias de los altos macizos calizos de la Sierra Norte de Mallotca. Las populaciones de las mismas especies, habituales de las zonas bajas de Mallorca, revelan una fuerte fluctuación en sus dimensiones: en cambio las propias de las zonas de grandes alturas varían dentro de un estrecho límite y sus valores medios oscilan siempre alrededor de una constante muy uniforme. Los valores que aquÍ se dan para ambas formas de las altas regiones montañosas no deben de ser comparados con los que puedan proporcionar las mismas especies en determinados paises europeos, pues entonces su gigantismo, tal como aquÍ tiene lugar, perdeIÍa todo su significado: tal comparación debe de ser hecha unicamente sobre las demás populaciones baleáricas de estas dos especies, si se quiere comprender y hacer resaltar al mismo tiempo el verdadero significado de estas sencillas fluctuaciones de aspersus y punctatus de las zonas más frías, húmedas y herbosas de la alta montaña mallorquina. De efectuarse tal comparación con ejemplares de diversos países europeos en los cuales ambas especies gozan de condiciones ambientales óptimas, tales datos perderán su verdadero valor ya que en los mencionados países .se hallarán colonias que supererán facilmente los valores de talla y peso de las dos subrazas mallorquina¡:. En las Baleares hállanse sometidas a las peculiares condiciones ambientales del clima mediterráneo, condiciones a las que hay que añadir en nuestro caso las que derivan de la misma insularidad, bajo un clima cálido, seco y un suelo calizo y árido, según los lugares y las islas dependiendo en cuanto a alimento de una vegetación más bien pobre en no pocas porciones del archipiélago y prontamente agostada ante los fuertes calores, a veces prematuros, de final de primavera. Por tales motivos C.aspersus y A. punctata dan en muchas regi~nes baleáricas no pocas populaciones afectadas en su normal desarrollo y derivando hacia una talla en general más reducida, contrastando entonces grandemente con la de los accomodats de las mismas viviendo en las regiones de alta montaña. Tales variaciones observadas responden bien en este caso a una de las tres reglas formuladas por Rensch en 1932 (1), para los helícidos en gen-eral y que expongo a continuación.

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1) - Los caracoles terrestres alcanzan sus mayores dimensiones en el área de clima óptimo propio de la especie. 2) - El peso relativo de las conchas es mayor cuanto mayor resulta . el grado de insolación y de aridez. 5)-Los Helícidos tienden a secretar una concha parduzca, vidriosa y lisa en los climas frios: conchas blancas y fuertes, esculpturadas, en los climas secos y calurosos. Estas reglas de Rensch fueron confirmadas años más tarde por Knipper en los Helícidos del Suroeste de Europa (2) y las observaciones aquí expuestas para este caso particular de Mallorca, tienden también a comprobarlas. Ello ha sido el motivo que me ha inducido a estudiar con alguna atención este pequeño problema biológico después de haberme documentado desde el punto de vista bibliográfico sobre tales cuestiones. El Archelix punctata resulta el más interesante de estos dos eJemplos de talla, pues sus populaciones de la alta montaña llaman justa-· mente la atención a cualquiera que las observe, aunque sea profano en estas materias: es desde luego conocida de los colonos y leñadore& de las pocas fincas rústicas situadas en aquellos parajes. En Cryptomphalus aspersus no hay tanta uniformidad, aunque el caso no deja de ser notable. Los ejemplares de punctata del maqizo del Puig Mayor presentan una fluctuación muy uniforme girando alrededor de las siguientes medidas obtenidas de seis ejemplares. 33 mm. altura por 48 longitud. 34 mm. » »46 :t 34 mm. » » 48 »

33 mm. altura por 50 longitud. 32 mm. » » 45 » 32 mm. » » 47 »

Su concha es fuerte, bien cah:ificada, pero no excesivamente gruesa; sus colores más bien con tendencia y prevalecer los gris-parduzcos claro, con sus primeras espirales ligerarn~nte coloreadas y la última algo más obscura, alternando sus bandas claras y grises en tonos rebajados, sin grandes contrastes entre ellas. Comparadas estas populaciones gigantes con las propias de las zonas bajas o centrales de Mallorca, obsérvase de manera general, pues siempre hay entre las últimas no pocos matices fluctuantes, que los colores obscuros y fuertes predominan entre sus componentes, dando

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un gran vigor a sus dibujos y bandas los cuales resultan más aparentes, más marcados, (Lam. 11, Nos, 4-6.) revelando que las populaciones establecidas en valles húmedos y sombrios son siempre más obscuras y las que pueblan los sitios más secos y soleados poseen tonos claros. coincidiendo entonces no pocas veces estf': caracter con las de la alta región montañosa. Las conchas más pequeñas, pero adultas, de las populaciones habituales de las tierras, bajas suelen oscilar alrededor de estos valores . 21 mm. de altura por 33 de longitud. 22 mm, altura por 34 de longitud, coincidiendo sus más altod valores alrededor de este caso, 29 mm. de altura por 43 de longitud,

Entre los C,aspersus la~ mayores dimensiones observadas han sido en ejemplares del Puig de rOfre, dando valores como, 42 mm. altura por 45 longitud, 41. mm. altura por 48 longitud. Las populaciones de las tierras bajas quedan siempre por debajo de estas cifras aunque a veces se les aproximan bastante, como en el caso de alguno~ ejemplares que me han dado 39 mm. de altura por 42 de longitud; 38 mm. de altura por 41 de longitud. En cambio los más bajos, pero siempre en individuos bien adultos, me han dado 30 mm. de altura por 32 de longitud; entre ambos valores hay toda una escala muy completa de insensibles gradaciones, En cuanto a las coloraci,.mes de aspersus se observa lo siguiente. En los ejemplares del Puig Mayor, l'Ofre, y el 1 eix, la gran mayoría de las conchas sueler ser de colores claros, con bandas bien marcadas y por tal motivo bien definidas dando conchas vistosas, Tales coloraciones aparecen con frecuencia en muchos ejemplares, sea cual sea su zona de «habitat» y altura en la isla, pero ligada también de manera general a las regiones de fuerte insolación. En cambio en los valles húmedos y sombrios orientados en el sentido Norte-Noroeste, con poco sol durante una buena parte del invierno en la Sierra Norte, tienden a predominar formas melánicas como las representadas en la Lam. I, Nos, 5-6, de colores obscuros y una difuminación de sus bandas espi. rales las cuales suelen quedar· reducidas a una sola, es decir, correspondiendo la mayor a su borde lateral. Todo lo dicho sobre coloraciones dede de tomarse en. un sentido muy amplio pues ese caracter resulta en extremo variable: en cambio el de su talla o peso es más constante.

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Podría reprochárseme p1.les la ausencia en este estudio de una exposición más explícita, a base de datos matemáticos· de tipo estadístico, sobre el valor preciso de estos carácteres básicos. Si alguien ha pensado en ello leyendo estas líneas podría decirle que tal era también mi deseo, pero que mi buena voluntad no ha podido suplir los datos prácticos correspondientes a la obtención de una buena recolección de conchas de las formas gigantes capaz de ser comparada; por abundancia, con las de las tierras bajas, de fácil logro. Pero en las altas zonas montañosas no he podido conseguir hasta el presente valiéndome de mis propios medios o apelando a la ayuda de colonos de los pocos predios existentes en aquellas regiones, una recolección de conchas que por su número pueda ser comparada a la de las formas vulgares de las demás partes de la isla. Debo de advertir que en las zonas de alta montaña las formas gigantes no son tan frecuentes como las que viven por doquier. Hago estas observaciones porqlle espero algún día lograr ese desideratum indispensable respecto a las formas gigantes y dejarlo igualmente consignado en nuestras páginas; pero quisiera también señalar este pormenor a los naturalistaS mallorquines alguno de lo~ cuales, en mejores condiciones que las mías, pueda lograr fácilmente tales datos; pero debe de tenerse en cuenta siempre que en las grandes recolecciones llevadas a cabo por los campesinos para su propio consumo mezclan con mucha facilidad ejemplares de diferente5 z6nas. ¿A que factores climáticos, ecológicos, etc., es· posible atribuir el gigantismo de las dos especies mallorquinas? Para averiguar algo en este sentido necesario será recapitular brevemente las condiciones en que se desenvuelven los Helícidos en general en el medio insular baleárico, pues sabido es q1le existe siempre una determinada relación entre cada biotopo particular y la especie o forma que en él habita. Hay, desde luego, sus excepciones a esta regla, pero ello no implica que no se vea muchas veces confirmada. Excepción hecha de las mencionadas zonas de la alta montaña mallorquina, todas las especies de pulmonados terrestres que viven en las islao están sujetas a un largo período de inactividad y de aletargamiento. Suele empezar éste, no pocas veces, según las regiones o las islas, en Mayo para perdurar hasta Septiembre u Octubre, o todavía más, si las lluvias otoñales no son copiosas refreócando el ambiente y dando fin con ello a las altas temperaturas estivales: son pues de cinco

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a s~is meses que los Helícidos baleáricos, busc~ndo primero U):l ~itio ªpropjado p1;lra su al~targamiento en el período caluroso y cerrando. después su opérculo por espesa membrana, los pasan en cOI!lpleta vida' Jantente durante la cual van consumiendo su potencial de reservas 9rgánica(acum~ladas durante la estación invernal; en este caso y para nuestras islas el período que corresponde a su m~yor gra,do ~e il,Ctividad . . Las mencionadas zonas de alta montaña gozan, de un clima m~s !re~co, con abundt:tntes lluvias durante un mayo~ número de IJjlcseS, s,osteniendo por tal motivo una vegetación más lozana en un tiempo más dilatado. Los Asfodelos, por ejemplo, florecen en la Sierra ~~ Alfabia durante el mes de Junio, cuando sus congén~ros de la z~n~ litoral levantina (Palma-Andraitx) lo hicieron a finales de Febrero y l~s· del ce~tro de Mallorca en Marzo y Abril, seglín, poco más o me~ps! las fluctuaciones térmicas de los años. Es verdad también que según estos las nieves de la alta montaña obligaron a las mismas especie~ l). un letargo invernal más o menos prolongado, interrumpido en nO ROCOS casos, pelo que no pasará de un mes y menos aún. No obstante podrán beneficiarse de llevar una vida activa hasta mediados de J';1lio, cuando sus semejantes de las zonas bajas llevan ya dos meses de aleta,rgamiento. Así pues, un clima má~ fresco, más húmedo, a causa de las lluvi~s siempre más constantes en Mallorca en las zonas de las altas. cumbres, dando lugar a una vegp.tación particular y rasa, con praderas de musgos y líque'nes y otras plantas de diminuto porte tapizando los suelos en extensiones, proporcionan a estas dos especies particulares condiciones de vida, favoreciendo intensamente su desarrollo a base de una alimentación más abundante y por más largo tiempo mantenida ya que ~u período de inactividad no alcanza en aquellas altura" más que a "I1nos dos meses escasos; dato en agudo contraste con los cinco seis que se i-!TIponen forzoilame~te a las que habitan en las otras regiones de Mallorca. . La insolación es grande en las regiones donde viven las dos formas gigantes; no obstante no siempre es directa pues durante buena parte del año un ligero cendal de nubes nimba los altos picachos de la Sierra, proporciopando un alto grado de humedad:. influencia que se dej~rá sentir directamente en su vida y desarrollo. Por t~l motivo l~ ~ayori~

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de las conchas poseen colores claros, sobre todo bien aparentes como llevo dicho en las de aspersus, pero sin relieves calizos más o menos esculpturados, ya que las mencionadas zonas no son extremadamente secas como tienden a interpretarlas quienes las recorren durante las vacaciones en pleno verano (Agosto-Septiembre). La fuerte talla de aspersus y de punctataen las /litas cumbres de la Sierra Norte la creo debida a las peculiares condiciones climáticas apuntadas, las cuales facilitan en extremo la vida activa durante una gran parte del año-, quizás tan sólo interrumpida en muchos de ellos unicamente en Agosto y Septiembre, y favorecidos a su vez por una mayor abundancia de alimentos por mantenerse la vegetación mucho más tiempo, hasta que se imponen definitivamente los fuertes calores estivales. Se trata pues, a mi parecer, de una simple adaptación o acomodación de estas dos especies al factor climático y ecológico de la altura, factol' que las acerca, confirmando con ello la 1. a regla de Rensch, a las condiciones ecológicas óptimas tan favorables para ellas: pero que el clima mediterráneo actual, árido y SeCO en muchas partes de su «habitat,» isleño, impone a otras ,~olonias de las islas a una dura prueba, reduciendo su actividad a una parte del año, impidiendo con ello la obtención de su peso y tamaño normales. Desde el punto de vista taxonómico las dos forrqas estudiadas no parecen diferir en nada de sus más próximas, propias de las tierras bajas, las cuales terminan por mezclarse por una serie de pasos insensibles. Son pues simples accomodats o fluctuaciones adaptativas, propias del medio, sencillas variaciones fenotípicas que en nada cambian la-estructura génica de la raza y que volverían a desaparecer tan pronto cambiaran las condiciones de altitud y con ello el factor ambiental de las alturas, sin dejar huella alguna de tales fluctuaciones. No siendo especialista en Helícidos el problema de la existencia de estas dos razas ha sido más bien enfocado desde el punto de vista biológico que no del puramente sistemático y siguiendo por aquella senda he buscado su explicación. Por tal motivo es posible que entre los cultivadores de esta .rama de la zoología alguno'! pongan objecciones a las ideas aquí expuestas: diferencias morfológicas aparentes o no existen o bien no he sabido verlas y aunque no ignoro que la talla es un factor al que se concede no poca importancia hoy en día no deja dt: ser verdad igualmente que en el presente caso el orIgen de este

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caracter no es conocido, pudiendo ser atribuído a las causas explicadas más arriba, es decir, como la de una simple variación fenotípica. Lo que caracteriza a las populaciones de aspersus y punctata. en las altas zonas de la Sierra Norte es la uniformidad de su talla, particularidad que llama seguidamente la atención a quien por primera vez la observe y que justamente no ha podido ser comprobada, al menos hasta el presente, en n'inguna otra especie habitando en las mismas alturas. En este sentido he puesto mi atención en una forma típica de la zona montañosa de Mallorca, el Iberellus minoricensis balearicus (Pffer) y en él he podido comprobar que en los alrcdedoresdel Puig J'fayor cncuéntranse ejemplares de fuertes dimensiones, (Lam. III - Nos. 1-3) pero por poco que se observe compruébase igualmente que alternan con otros de dimensiones normales, tan abundantes o más que los primeros. El factor altura, con su mayor abundancia de alimentos, no obra sobre ellos con la misma intensidad e uniformidad que en las dos formas de aspersus y punctata La explicación me parece obvia, pues J. m. balearicus es una antigua raza puramente mediterránea, bien adaptada nI clima insular, siendo a mi parecer, las otras dos, especies europeas.



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Sin embargo en los Helícidos cada colonia suele tener una composición más o menos autóctona, como es sabido desde hace tiempo, determinada unas veces por la constitución génica de los mutan tes que la fundaron o por la continuídad de la fluctuación fenotípica, respondiendo a las condiciones ambientales. Si la colonia se halla aislada, corno es el caso para estas dos formas gigantes de alta montaña, guarda entonces una composición más constante ya que no se introducen en ella ninguna clase de factores que puedan modificarla con el tiempo: y a esta causa atribuyo en gran parte la uniformidad de la talla en las colonias de las zonas superiores del Puig J1ayor, l'Ofre, Teix, etc., pues las considero como razas bien adaptadas desde autiguo a las alturas, semiautóctonas, cuyos contactos con sus semejantes de los valles inferiores son más bien pocos; por tal motivo su mayor variabilidad se halla en las zonas medias situadas alreded.or de los 700 a los 900 metros, zonas donde viven en abundancia las colonias de talla y peso corrientes. En las demás partes de la isla donde C. aspersus y A. punctata son abundantes sus populaciones están siempre en contacto mezclándose no pocas veces y recibiendo por tal medio los elementos productores de una gran variedad.

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