Sobre las justas causas de la guerra contra cualquiera!

University of Pennsylvania From the SelectedWorks of Javier E Revelo-Rebolledo Spring January 1, 2006 Sobre las justas causas de la guerra contra cu

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University of Pennsylvania From the SelectedWorks of Javier E Revelo-Rebolledo

Spring January 1, 2006

Sobre las justas causas de la guerra contra cualquiera! Javier E Revelo-Rebolledo, University of Pennsylvania

Available at: http://works.bepress.com/javier_revelo-rebolledo/15/

SOBRE LAS JUSTAS CAUSAS DE LA GUERRA CONTRA... ¡CUALQUIERA! Javier Eduardo Revelo Rebolledo* Recibido: 08/03/06

Aprobado: 05/04/06

Abstract Aristotle’s theory it is about the natural slavery and the fear war against slave; this tesis has been present at different historical moments. It has been used to justify war itself, hiding its real objectives and undesirable results. This is important to understand that Gines de Sepulveda and George Bush also use the same speech to refer to indigenous people and terrorist respectively. The idea of justice or injustice in the theme of war depends on the point of view and the position of power that the person holds, in the power relationships. Therefore, it is not necessary to establish a universal parameter of justice in order to determine which war is fair and which one is not. We must focus on analyzing each speech that self-represents its war as a fair one in order to discover its roots, goals and real results. Key words Aristotle, Juan Gines de Sepulveda; George W. Bush; terrorists, indigenous, natural slavery, just war. Resumen Aristóteles presentó la conocida tesis acerca de la esclavitud natural y la guerra justa contra el esclavo; tesis ésta, que ha estado presente en distintos momentos históricos, y que ha sido utilizada para justificar la guerra, encubriendo sus verdaderas finalidades y sus indeseables resultados. Es importante comprender que este es el mismo discurso que Ginés de Sepúlveda y George W. Bush usan para referirse al indio y al terrorista respectivamente. La idea de justicia o injusticia en el recurso de la guerra depende del punto de vista y de la posición que se ocupe en la relación de poder, y por tanto, no importa establecer un parámetro universal de justicia para determinar que guerra es justa y cual *

Estudiante de Ciencia Política. Cuarto Semestre en la Pontifica Universidad Javeriana, y de Derecho Octavo Semestre, en la Universidad Nacional de Colombia. Pap. Polít. Estud. Bogotá (Colombia), Vol. 2, N° 1, 137-148, enero-junio 2006, ISSN 1900-5555

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no. El problema debe atender a analizar cada discurso que auto-presenta su guerra como justa para descubrir sus raíces, finalidades y resultados reales. Palabras clave Aristóteles; Juan Ginés de Sepúlveda; George W. Bush; terroristas; indígenas; esclavitud natural; guerra justa.

“... Éramos dioses y nos volvieron esclavos. Éramos hijos del Sol y nos consolaron con medallas de lata. Éramos poetas y nos pusieron a recitar oraciones pordioseras. ¡Éramos felices y nos civilizaron! ¿Quién refrescará la memoria de la tribu? ¿Quién revivirá nuestros dioses? Que la salvaje esperanza sea tuya, querida alma inmansable” Gonzalo Arango. La salvaje esperanza

Gran parte de la historia, o mejor, las historias han estado marcadas por la verticalidad, donde el ejercicio del poder despótico de unos sobre otros ha sido la regla. La dominación ha marcado las condiciones en que pueblos enteros crecen, decrecen o desaparecen. Dentro de ésta, el papel de la teoría y la retórica no es para nada despreciable, más aún, cuando de acuerdo con la filosofía del lenguaje el decir es un hacer; decir es actuar decididamente sobre la realidad (carga performativa del discurso). Michel Foucault plantea este poder en relación al concepto de discurso como saber–poder; el discurso tiene un alto contenido social y poco de personal, entonces, analizar exegéticamente las palabras o ideas de ciertas personas no permite un acercamiento fidedigno a sus verdaderas implicaciones. Si bien esto es cierto, los hechos históricos se encargaron y se encargarán de certificar las influencias que los portavoces han logrado. En el presente texto se quiere plantear, quizás de forma algo arbitraria, una a-historicidad etnocéntrica en los fundamentos del discurso político encargado de legitimar la dominación; discurso éste, que con un alto contenido moral, justifica la guerra emprendida por los amos. En consecuencia, se estimula el odio y el deseo de venganza en el subalterno, quien con otra concepción moral dignificará su causa; así la guerra desde los dos polos es mucho más que una carnicería, y por tanto es digna de apoyar. Si bien la historia es implacable, y los hechos e ideas que ella trae se renuevan y cambian con el transcurso del tiempo, es inevitable observar que detrás de los discursos (específicamente de Juan Ginés de Sepúlveda y George W. Bush) que Pap. Polít. Estud. Bogotá (Colombia), Vol. 2, N° 1, 137-148, enero-junio 2006

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justifican la dominación, está presente el pensamiento aristotélico acerca de la “esclavitud natural” como justificación de la guerra; la “guerra justa”. No es un objetivo del presente texto ahondar en el debate de la guerra justa, pero, como categoría de análisis, es necesario referirse brevemente a ella. Hablar de guerra justa implica analizar los discursos morales encargados de justificar la guerra, discursos estos, que la hacen digna de apoyo. Michael Walzer con su libro “just and unjust war” (guerras justas e injustas) condicionó los futuros y presentes debates teóricos acerca de la materia. En el libro, el autor critica la irresponsabilidad de los estudiosos de la guerra, y plantea la necesidad de realizar un acercamiento cauteloso a la hora de emitir un juicio. Es decir, se requiere superar que “… los hombres y las mujeres han hablado de la guerra, lo han hecho contraponiendo el bien al mal. Y siempre ha habido también, mientras ha durado ese debate, quien lo ha ridiculizado, llamándolo farsa e insistiendo en que la guerra se encuentra más allá (o por debajo) del juicio moral”1 . Para Walzer es una falla que los estudios morales de la guerra hayan preferido las perspectivas pacifista y realista. La primera afirmando que la guerra es injusta per se, y la segunda que la guerra es una infierno que escapa a todo tipo de reglas (“Cuando las armas hablan, callan las leyes”). Éstas perspectivas son poco satisfactorias, porque desconocen por ejemplo, que la violencia fue necesaria para derrotar a uno de los mayores males de la humanidad; el fascismo/nazismo. De ahí que, las muertes de los soldados aliados no fueron un desperdicio injustificado, porque murieron defendiendo valores superiores (que hacen a una guerra justa) como la vida humana, la independencia política, o la libertad común. El reto que el autor asume al escribir el texto tiende a determinar cuándo, cómo, porqué, y bajo que condiciones la guerra no es un crimen sino una acción justa. Para ello, necesita posicionar un parámetro normativo que sirva para juzgar a las distintas guerras; parámetro este, que lo deduce de la “convención” de la guerra, y que escapa al relativismo espacio–temporal de las concepciones morales. En sus palabras, “[s]in embargo, incluso las transformaciones sociales y políticas fundamentales en el seno de una cultura en particular pueden dejar perfectamente intacto el mundo moral o, al menos, dejarlo suficientemente integro como para que podamos seguir afirmando que lo compartimos con nuestros antepasados”2 .

1

Walzer, M. (2001), Guerras justas e injustas, Buenos Aires, Paidós, p. 29.

2

Ibíd., p. 45. Pap. Polít. Estud. Bogotá (Colombia), Vol. 2, N° 1, 137-148, enero-junio 2006

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El reto lo asume planteando tres momentos de la guerra, donde cada uno cuenta con sus principios morales de acuerdo a la convención bélica por todos aceptada. Los momentos de la guerra son el jus ad bellun (justicia o injusticia del recurso a la guerra), jus in bello (justicia en la guerra) y el jus post bellum (justicia de los acuerdos de paz). El presente trabajo se centrará en el primer momento; es decir, en el jus ad bellum. Los principios del jus ad bellum para Walzer serían los siguientes: (i) Se justifica la guerra como respuesta a una agresión, porque todo Estado tiene derecho a una existencia política autónoma y libre. (ii) La intervención de un Estado a otro es justificada si y solo si dentro del Estado (intervenido o por intervenir) hay comunidades en conflicto, o el Estado (de la intervención) se encuentra vinculado militarmente, o cuando hay violaciones masivas de los derechos humanos. (iii) No es justa una guerra por diferencias políticas y culturales, y (iv) las anticipaciones, como la guerra preventiva son censuradas porque “La hostilidad es prospectiva e imaginaria y siempre se nos podrá reprochar que hayamos declarado la guerra a soldados que se encontraban involucrados en actividades (no amenazantes) enteramente legitimas. De ahí la necesidad moral de rechazar cualquier ataque que tenga una carácter meramente preventivo que no atienda ni responda a los actos deliberados de un adversario”3 .

Por lo tanto, es posible afirmar que Walzer en su libro asume una teoría normativa más que descriptiva de la guerra justa, esto, porque busca establecer ciertos principios sustanciales (¿universales?) de justificación o injustificación de la guerra. Si bien parece plantear una descripción casuística de las guerras, el autor sobrepasa la descripción de las justificaciones brindadas por los actores de las mismas, para analizar (juzgar) su justicia de acuerdo a lo que percibe como la convención moral de la guerra. Entonces, la pregunta que guía el presente texto no busca indagar si es o no justa la guerra de los Estados Unidos contra Irak y Afganistán a la luz de los postulados de Walzer, sino ¿Qué discurso usaron para plantear como justas tales guerras?, ¿qué raíces filosóficas tiene?, y ¿cuáles son sus finalidades reales? Es decir, se asumen preguntas que pretenden respuestas mucho más descriptivas; se desea develar las intensiones y raíces de las justificaciones morales de la guerra emprendida por los amos.

3

Ibíd., p. 124.

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El discurso que justifica la guerra de los amos se caracteriza -según Enrique Dussel4 - por plantear que existe una civilización que se autocomprende como más desarrollada o superior, y esta superioridad crea la obligación moral de desarrollar a los bárbaros siguiendo el camino de los superiores, porque ambos poseen una finalidad común. Como es común, los bárbaros se oponen al proceso “civilizador”, justificando así, el uso de la violencia. El superior es un inocente encargado de liberar y redimir al bárbaro, que es culpable y responsable por naturaleza de su desgraciado destino; quizás debamos a este poder tranquilizador de la conciencia la “eternidad” del discurso, porque la guerra es para ayudar y no para castigar o dominar. Hace algo más de dos mil años, Aristóteles explicó la esclavitud e inauguró la justificación teórica de la guerra justa frente al esclavo. Lo específicamente aristotélico es el análisis interrelacionado de las (actualmente) categorías “guerra justa” y “esclavitud natural”. Para Aristóteles el esclavo es un ser humano, que como instrumento animado forma parte de la propiedad de otro ser humano. Pero, esta esclavitud es considerada natural porque el dominio del amo sobre el esclavo es de gran provecho para el conjunto que forman, y porque el beneficio para el esclavo se obtiene solamente a través del ejercicio de una forma despótica de mando; es así como el amo participa de la razón al esclavo para ennoblecer su vida. Como es conocido, Aristóteles analiza los problemas filosóficos atendiendo a las causas finales, y siendo la finalidad de todo ser humano la felicidad que se alcanza por el ejercicio de la praxis política (libre de toda necesidad) es natural y justo que quienes no están habilitados para la acción, asuman las funciones de producción5 . Una conclusión del planteamiento sería la siguiente: “... el arte de la guerra es, en cierto sentido, un modo natural de adquisición (del cual la caza es una parte), que debe practicarse no sólo contra las bestias salvajes sino aún contra aquellos hombres que, destinados por la naturaleza a la sujeción, no lo aceptan, pues una guerra de ésta clase es naturalmente justa”6 .

Es necesario aclarar que las ideas de la esclavitud natural y guerra justa son tan solo una pequeña parte del profundo pensamiento aristotélico, y que la intención de su justificación fue legitimar la historia y su continuidad, pero 4

Dussel, E. (2000), “Europa, modernidad y eurocentrismo”, en: Lander, E. (comp.), La clonialidad del saber: Eurocentrismo y ciencias sociales, Buenos Aires, CLACSO, pp. 20-53.

5

Schafer, C. (2002, Agosto), “La política de Aristóteles y el aristotelismo político de la conquista”, en: Ideas y Valores, No. 119, pp. 109-148.

6

Aristóteles (2002), Politeia, Bogotá, Panamericana, p. 52. (1256b) Pap. Polít. Estud. Bogotá (Colombia), Vol. 2, N° 1, 137-148, enero-junio 2006

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no la instauración; la esclavitud existía hacía mucho tiempo atrás. Éste discurso se ha reeditado constantemente a lo largo de la historia y se puede ejemplificar en los siguientes tres momentos: el antiguo imperio grecomacedonio y la Grecia democrática con su postura frente a la esclavitud, el imperio Español con su actitud hacia los Indígenas de las Américas, y los Estados Unidos en referencia a los terroristas del Medio Oriente (hasta el momento). En el análisis se abordarán autores como Aristóteles y Gines de Sepúlveda, contextualizándolo con discursos y alocuciones presidenciales de George W. Bush7 . A continuación, para facilitar la comparación se dividirá el discurso en cinco partes a saber: (i) las características del dominante, (ii) las características del dominado, (iii) las relaciones entre ellos, (iv) la finalidad explícita y (v) la finalidad implícita. En primer lugar, el dominante debe auto-exaltarse, presentarse como bueno, superior, ingenioso, como un ser de luz. En Aristóteles es el poseedor por sí solo de la razón y de las virtudes plenas necesarias para dar vida a otro ser “instrumento” de su propiedad: “[e]l amo es amo del esclavo, pero no es nada de éste; en cambio el esclavo no es solo esclavo del amo, sino que pertenece enteramente a él”8 . Para Sepúlveda y la España colonizadora son gentes “clementísimas”, filantrópicas y fuertes de espíritu, en sus propias palabras “... habiendo entre ellos tanta diferencia como la que va de gentes fieras y crueles a gentes clementísimas...”9 . Bush en los Estados Unidos plantea que son seres pacíficos, dignos, respetuosos de los derechos inalienables de los demás y sobre todo libres. Como segundo elemento, tenemos que los dominados deben ser presentados como malos, inferiores, que carecen de las facultades plenas de los seres humanos, “carentes”, a los cuales hay que redimir. Los esclavos de la Grecia democrática eran presentados como seres intermedios entre los animales y los seres humanos, poseedores de las virtudes éticas (que regían y optimizaban el comportamiento de los seres humanos) y carentes de las virtudes dianoéticas o deliberativas, que los alejaba de la vida política y les impedía alcanzar la felicidad por sí solos; entonces, el esclavo es quien “... participa de razón suficiente para entenderla, pero sin disfrutarla”10 . Los indígenas 7

Se aclara que no se pretende igualar la altura intelectual de éste último con respecto a los otros dos.

8

Aristóteles, Politeia, op. cit., p. 43. (1254ª).

9

Schafer, C. “La política de Aristóteles y el aristotelismo político de la conquista”, op. cit., p.131.

10

Aristóteles, Politeia, Op. cit., p. 45. (1254b).

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americanos se consideraron como salvajes y bárbaros11 , sometiendo su condición de humanidad a discusión, pero en realidad de lo único que no había duda era de su carencia de alma y su “violación a la naturaleza”. Los terroristas son seres que odian y están aferrados a la muerte, se matan y matan a otros sin justificación válida para occidente, someten a inocentes que tan solo desean vivir en libertad, en su ser tienen la semilla de la libertad pero no la pueden germinar; George W. Bush en su segunda posesión sostuvo que “[n]uestro objetivo, más bien, es ayudar a los demás a encontrar su propia voz, lograr su propia libertad y abrirse su propio camino... Al fin de cuentas, el llamado de la libertad llega a toda mente y a toda alma”12 . En tercera medida, se establece una relación desigual de posesión, o en otros términos, se configura un trato “paternalista o maternalista” en el aspecto afectivo (tal como se cuida un niño); es decir, que el padre guía, educa, protege, y de ser necesario golpea, para llevar a la gloria de Dios, para ayudar a ejercer la razón o la libertad. Aristóteles planteó la relación en términos de amistad “... cuando tal relación es natural existe una amistad entre esclavo y señor, hay comunidad de intereses...”13 . Igual vínculo se trazó entre los indígenas oscuros semi-demonios y los españoles semi-divinos; con seguridad éste es el origen de la sonora expresión “Madre Patria”. Actualmente, el discurso tampoco ha cambiado, los Estados Unidos pacíficos y libres comparten su libertad con el no–libre y violento por naturaleza. En palabras de Bush 14 : “De ser necesaria la fuerza para doblegar a Saddam, Estados Unidos trabajará con otras naciones para ayudar al pueblo iraquí a reconstruir y formar un gobierno justo. No tenemos pelea con la gente de Irak. A diario, ellos son las víctimas de la opresión de Saddam Hussein y serán los primeros en beneficiarse...” (octubre 5 de 2002) . “Sabemos que la libertad es el regalo de Dios a la humanidad, y nos regocijamos cuando otros lo pueden compartir”. (Abril 12 de 2003). “Nuestra nación depende de hombres y mujeres que velan por el prójimo y rodean de cariño a los extraviados” (Discurso de posesión. Enero 20 de 2005).

11

En España circulaban crónicas como la siguiente: “... toman por mujer a la primera que encuentran y en todo eso no se ciñen a norma alguna. También guerrean entre sí... se comen unos a otros, incluso a aquellos a quienes matan, pues la carne humana es un alimento común. Se cuelga la carne humana en las casas para secarla. Viven hasta la edad de 150 años y rara vez enferman”. Hanke, L. (1958), El perjuicio racial en el nuevo mundo. Aristóteles y los indios de Hispanoamérica, Santiago de Chile, Editorial Universitaria, p. 20.

12

Discurso del presidente George Bush a la nación, en línea, disponible en: http://usinfo.state.gov/esp/ Archive/2005/Jan/21-16111.html, recuperado: marzo 2 de 2006.

13

Aristóteles, Politeia, Op. cit., p. 48. (1255b)

14

Alocuciones radiales del presidente George W. Bush a la Nación, en línea, disponible en: http:// usinfo.state.gov/esp/Archive, recuperado: marzo 2 de 2006. Pap. Polít. Estud. Bogotá (Colombia), Vol. 2, N° 1, 137-148, enero-junio 2006

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En cuanto al cuarto elemento, referido a las finalidades explícitas, hay que diferenciar a los griegos al menos en cierto sentido, porque ellos buscaban ayudar, pero también buscaban ayudarse y lo dicen expresamente. Entonces, la finalidad la plantearon en dos caminos: al esclavo se le ayuda a vivir y a caminar hacia la felicidad, y al amo se le permite descansar y ser “autárquico”, en el sentido de no estar sometido al reino de la necesidad. En palabras de Aristóteles “[p]ero la vida es acción y no producción, luego el esclavo es un servidor para la acción”15 . O bien, como lo expresan las palabras de Herodoto, recordado por Hannah Arendt: “[a]ndamos con pies ajenos, vislumbramos las cosas con ojos ajenos, saludamos a los demás con memoria ajena, vivimos mediante la labor de los demás”16 . Por el contrario, los españoles explícitamente sólo querían llevarles el alma a los bárbaros, darles a conocer a Dios y evangelizarlos en la religión católica. Sepúlveda preguntó: “¿Qué mayor beneficio y ventaja pudo acaecer a esos bárbaros que su sumisión al imperio de quienes con su prudencia, virtud y religión los han de convertir de bárbaros y apenas hombres, en humanos civilizados en cuanto pueden serlo?”17 . Por su parte, el Requerimiento18 condenó la negativa de los bárbaros al evangelio: “... si no lo hiciereis, o en ello dilación maliciosamente pusiereis, certifico que con la ayuda de Dios yo entraré poderosamente contra vosotros y os haré guerra por todas partes y manera que yo pudiere os sujetare al yugo y obediencia de la Iglesia y su Majestad, tomaré vuestras mujeres e hijos y haré esclavos, y como tales los venderé...”19 .

De igual manera, los Estados Unidos desean compartir su democracia, los derechos humanos como valores universales y la libertad. En palabras del actual presidente de los Estados Unidos, “[e]stamos decididos a construir un futuro de seguridad y paz, para nosotros y para el mundo” (septiembre 28 de 2002), y “[l]uchando al lado del pueblo iraquí, derrotaremos a los terroristas que buscan hundir a Irak en el caos y la violencia. Y apoyaremos al pueblo de Irak todo el tiempo que sea necesario para crear una democracia estable, pacífica y exitosa” (marzo 6 de 2004). 15

Aristóteles, Politeia, Op. cit., pág. 43. (1254ª).

16

Arendt, H. (1993), La condición humana, Barcelona, Paidós, p. 153.

17

Schafer, C. “La política de Aristóteles y el aristotelismo político de la conquista”, op. cit., p. 131.

18

AAnte los fuertes debates que algunos teólogos plantearon, acerca de la esclavitud de los indígenas, la corona Española en el siglo XVI formalmente prohibió la esclavitud. En realidad, “... no fue prohibida sino bendita: antes de cada entrada militar, los capitanes de conquista debían leer a los indios, ante un escribano público, un extenso Requerimiento que los exhortaba a convertirse a la santa fe católica”. Galeano, E. (2004), Las venas abiertas de América Latina, La Habana, Casa de las Américas, p.33.

19

Ibíd., p. 34.

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Es necesario mencionar, que la dominación está justificada por una finalidad común, la “armonía”, “unidad natural”, el orden divino, la paz universal, o actualmente, la vigencia de los derechos inalienables como valores universales20 . Bush afirmó que “[h]ace un año, la única ley que había en Irak era el antojo de un hombre brutal. Cuando la nueva ley entre en vigor, por primera vez en décadas los iraquíes vivirán bajo la clara protección de una declaración de derechos escrita” (marzo 6 de 2004). En quinto y último lugar, respecto a las finalidades implícitas, es necesario mencionar que suelen ocultarse gracias a las finalidades explícitas reseñadas anteriormente; es mejor hablar de “descubrimiento” que de aniquilación, de “evangelización” que de genocidio cultural, o de “democratización” que de invasión por petróleo. Los griegos no parecían tener reparo al decir las cosas tal y como sucedían, por el contrario, para nadie es un secreto que los Españoles vinieron por nuestros recursos (agrícolas, mineros, y energéticos) y por la mano de obra de nuestros antepasados, pero ocultaron sus intenciones en el discurso evangelizador. De esta forma, nuestra esclavitud brindó los recursos necesarios para impulsar el mercantilismo, desarrollar el renacimiento e impulsar el camino a la modernidad europea: “[l]os metales arrebatados a los nuevos dominios coloniales estimularon el desarrollo económico europeo y hasta puede decirse que lo hicieron posible”21 . Referirse a las verdaderas intenciones de los Estados Unidos es mucho más complejo, porque es tiempo presente y la información se oculta estratégicamente22 , quizás en unos siglos, la historia recuerde la invasión de Irak y Afganistán, como una de las últimas jugadas del imperio norteamericano por encontrar la riqueza, y posición geopolítica necesaria para mantener su hegemonía mundial. Recordemos que la verdadera guerra se libra entre las grandes potencias mundiales (Rusia recuerda a los Estados Unidos, Inglaterra no olvida a los Rusos, etc.), así se escondan bajo la sombra de la “gran coalición contra el terrorismo”; los oponentes de Estados Unidos crecen día a día, mientras los mercados y recursos de éste escasean, entonces, las reservas petrolíferas de Medio Oriente, para un país que importa 11,5 20

“... intervienen en nombre de cualquier tipo de emergencia y de principios éticos superiores. Lo que sustenta esta intervención ya no es solamente un estado permanente de emergencia y excepción justificado por la apelación a valores esenciales de justicia. En otras palabras, el derecho de policía queda legitimado por valores universales”. Negri, A. y Hardt, M. (2002), Imperio, Buenos Aires, Paidós, pp. 30-33.

21

Galeano, Las venas abiertas de América Latina, op. cit., p. 49.

22

Hace treinta años era imposible demostrar que los Estados Unidos instauraron la dictadura militar en Chile. Pero hoy, cuando los archivos de la CIA frente al tema no se protegen tanto, se ha confirmado lo que siempre todos sospecharon. Pap. Polít. Estud. Bogotá (Colombia), Vol. 2, N° 1, 137-148, enero-junio 2006

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millones barriles de petróleo diarios23 , y la riqueza de la población que habita estos países, son motivos suficientes para “democratizarlos”24 .

Conclusión Por tanto, la guerra es justa si también lo son sus causas, y la justicia del amo viene dada por la inferioridad del esclavo, y el deseo aparente de otros, superiores (etnocéntricos), por salvarlos de su miseria y restablecer el bien común. La fuerza del discurso es innegable, y es claro que se ha utilizado a lo largo de la historia para someter al otro, es sorprendente que a pesar de su antigüedad conserve la capacidad de reacomodarse eternamente cuando alguien quiere justificar la guerra y presentarla como redentora. El esclavo, indígena o terrorista, por su parte, con mucha más justicia en mi sentir, argumentan desde otro tipo de discurso -que no se analiza en este escrito- la justicia de su guerra y la practican, reconociendo que “... el “nosotros” son los europeos y “los otros” somos nosotros, los pueblos del mundo periférico” 25 , y calificando como injusta la guerra que contra ellos se justifica (justificó). Parece ser que nunca fue más útil la sospecha de Nietzche al plantear que la idea de bondad o maldad (justicia o injusticia) depende de la definición que los poderosos hagan de ella. Por su parte, Eduardo Galeano caricaturiza éste pensamiento en las siguientes líneas: “[l]os actores cambian de máscaras, los héroes pasan a ser monstruos y los monstruos héroes, según exigen los que escriben el drama... Saddam Hussein era bueno, y buenas eran las armas químicas que empleó contra los iraníes y los kurdos. Después, se amaló...”26 . Contrario a la línea argumentativa de Walzer, lo importante en éste texto es analizar el discurso de justificación de la guerra que se auto-presenta como justa. No es establecer si en verdad una guerra es justa o injusta, sino develar sus raíces teóricas, sus intensiones e implicaciones prácticas. En éste sentido, implícitamente el presente texto asume una relatividad moral cuyo máximo 23

“Cualquier incremento en los precios del crudo resulta en un aumento de los productos y servicios, y como consecuencia, reduce la competitividad de la economía Estadounidense en el nivel nacional como en el internacional”. Elkassal, M. Interés estratégico por el petróleo, en línea, 2005, disponible en: http:// news.bbc.co.uk/hi/spanish/specials/newsd.4579000/4579921.stm, recuperado: marzo 6 de 2006.

24

“... se esfuerzan por conseguir ventajas de una población empleada como mano de obra por las industrias multinacionales, y como mercado que demanda sus productos”. Urgate, J. (2005), “las dos caras de la biopolítica”, en: Urgate, J. (comp.), La administración de la vida. Estudios biopolíticos, Barcelona, Anthropos, pp. 55-81.

25

Dussel, E. “Europa, modernidad y eurocentrismo”, op. cit., p. 51.

26

GGaleano, E. (2001), El teatro del bien y el mal, en línea, disponible en: http://www.infodesarrollo.org/ analisis.html?x=2268, recuperado: Marzo 5 de 2006.

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exponente es Nietzche, relatividad ésta, que viene dada por distancias culturales, espaciales o temporales27 . Prefiero dejar el trabajo de determinar la justicia o injusticia de una guerra a los jueces Estatales que administran justicia, a los dioses, o en su defecto, a los seres “habilitados para la praxis”, “clementísimos” o “democráticos”. Sospecho profundamente de la “convención bélica”, y por tanto, de su poder para instaurarse como parámetro de medida valido en todo tiempo y lugar. ¿Por qué preferir un parámetro por encima de otro?, ¿De qué depende la opción?, ¿Es otro discurso etnocéntrico?, ¿Es un Fetiche? El problema no es dotar de contenido universal a lo que se entiende por guerra justa, sino develar sus intensiones, implicaciones y fuentes teóricas en cada caso. En este sentido, la justicia de una guerra viene dada por el lugar que se ocupe en la relación de poder, en este caso por el lugar de los amos y la obtención de los esclavos. La guerra es guerra, y como tal el camino empírico brinda más herramientas que el normativo para determinar sus implicaciones, y las intenciones reales de los discursos morales encargados de justificarla. El desafío es plantear y practicar una igualdad respetuosa de la diversidad, que se preocupe por el gobierno de sí mismo y no por el de los otros, capaz de dar solución a los conflictos sin llegar a la aniquilación. Por lo pronto, y en parte gracias a este “eterno” discurso de la guerra justa del amo y el esclavo, al mundo le espera el desarrollo de la guerra de justos contra justos, injustos contra injustos, “... dioses contra dioses, demonios contra demonios, y terroristas contra terroristas”28 .

Referencias Arendt, Hannah (1993), La condición humana, Barcelona, Paidós. Aristóteles (2002), Politeia, Bogotá, Panamericana. Bush, George, Alocuciones radiales del presidente George W. Bush a la Nación. Fechas: Octubre 5 de 2002, Septiembre 28 de 2002, Abril 12 de 2003, Marzo 6 de 2004, en línea, disponible en: http://usinfo.state.gov/esp/Archive, recuperados: Marzo 2 de 2006. ___________ , Discurso de posesión del presidente de los Estados Unidos a la nación, Enero 20 de 2005, en línea, disponible en: http://usinfo.state.gov/esp/Archive/2005/Jan/2116111.html, recuperado: Marzo 2 de 2006. 27

Por ejemplo, una persona “buena” para los griegos era el fuerte, guerrero, bien presentado, pero en la tradición católica es el caritativo.

28

Zambrano, C. (2002), “Dioses contra dioses, demonios contra demonios”, en: Madrid, M. (ed.), El orden del 11 de septiembre, Bogotá, UNIBIBLOS, p. 149 Pap. Polít. Estud. Bogotá (Colombia), Vol. 2, N° 1, 137-148, enero-junio 2006

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PAPEL POLÍTICO ESTUDIANTIL

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Pap. Polít. Estud. Bogotá (Colombia), Vol. 2, N° 1, 137-148, enero-junio 2006

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