SOLUCIONARIO TRES SOMBREROS DE COPA

Solucionario: “Tres sombreros de copa” SOLUCIONARIO “TRES SOMBREROS DE COPA” Este título también dispone de guía y ficha técnica www.planetalector.c

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Solucionario: “Tres sombreros de copa”

SOLUCIONARIO “TRES SOMBREROS DE COPA” Este título también dispone de guía y ficha técnica

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Solucionario: “Tres sombreros de copa”

I.- ACTO PRIMERO

1.- La acotación nos habla de una “habitación de hotel de segundo orden en una capital de provincia” (pág. 65). El escenario es bastante simple, pero, como veremos, todos los elementos son funcionales, es decir, adquirirán importancia en diferentes momentos de la obra. Los elementos que lo caracterizan son: •

la puerta de la izquierda, que comunica con la otra habitación y que será el lugar por el que acceden al escenario los personajes estrafalarios que invaden la habitación de Dionisio;



la puerta del foro, que da acceso al mundo convencionalmente aceptado, al que pertenece Dionisio, el protagonista; l



a cama, el armario de luna, el biombo, el sofá, el lavabo, el balcón con

cortinas… serán

elementos imprescindibles

en diferentes

escenas de la obra; •

el teléfono es la vía de comunicación de Dionisio con el mundo conocido y cómodo que ha dejado fuera del hotel y su único contacto con Margarita.

La referencia al título viene establecida por “las dos sombrereras altas de sombreros de copa” (pág. 65) que, como veremos, adquirirán más adelante un valor simbólico.

2.- Dionisio trae en la mano otra sombrerera y lleva el atuendo típico del caballero de provincias (sombrero, gabán y bufanda). Por su parte, don Rosario es “ese viejecito tan bueno de las largas barbas blancas” (pág. 65). Él se muestra complaciente, generoso y paternalista con su nuevo huésped: le ha preparado la mejor habitación del hotel y se la enseña muy orgulloso.

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Dionisio, se muestra ingenuo y condescendiente, dispuesto a aceptar la hospitalidad del dueño del hotel: por eso finge ver las lucecitas del puerto para no contrariarle y acepta quedarse la bota que él le ofrece como regalo, a pesar de ser en sí dos hechos completamente absurdos.

3.- El efecto se crea cuando, después de insistir a Dionisio para que se esfuerce en ver las lucecitas a lo lejos y, después incluso de increparle, diciéndole que “parece tonto” (pág. 66), don Rosario reconoce que él nunca las ha visto, pero que enseña las lucecitas a los huéspedes porque así se lo encargó su padre. La escena lleva repitiéndose durante quince años y todos los huéspedes anteriores de esa habitación, ante su insistencia y para no defraudarle, han fingido, como Dionioso, ver unas lucecitas inexistentes. Por su parte, Dionisio, en su afán de ser condescendiente, no duda en agrandar la mentira con apreciaciones propias, como que una de las luces es roja o que de día se verán más bonitas. La anécdota aporta una nota de simplicidad al personaje de don Rosario, que actúa únicamente por inercia, como cumpliendo una obligación, sin cuestionarse su estúpido comportamiento, y que seguirá haciéndolo de ahí en adelante:

DON ROSARIO.—Entonces, desde mañana, les diré a mis huéspedes que se ven tres lucecitas: dos blancas y una roja… Y se pondrán más contentos todavía [...]. (Pág. 67).

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Con respecto a Dionisio, la escena confiere al personaje un carácter también débil, capaz de adaptarse a cualquier convencionalismo absurdo sin ni siquiera plantearse que sus actos le pueden conducir al ridículo.

4.- Toda la escena está articulada a partir de una situación absurda, que se va encadenando con otras de la misma naturaleza: para mostrar a Dionisio la calidad de la madera del piso, le pide que se arrodille para mirar debajo de la cama, “que está más conservado” (pág. 67). Después vendrá la necesidad de encender una cerilla para iluminar el espacio y, sorprendentemente, la presencia inesperada de la bota, ante la cual Dionisio reacciona preguntando si es “de caballero o de señora” (pág. 68). Luego se produce la reacción ridícula de Dionisio ante la insistencia de don Rosario para que la recoja:

DIONISIO.—Déjela usted, don Rosario… Si a mí no me molesta… Yo en seguida me voy a acostar, y no le hago caso… (Pág. 68).

Seguidamente, don Rosario pretende regalarle la bota a Dionisio, como un gesto de generosidad, dando por supuesto que le gustará tenerla. Por último, Dionisio acepta el regalo e introduce la bota en el bolsillo, lo que le confiere un carácter definitivamente grotesco. Toda esta cadena de absurdos ha venido originada por una primera situación absurda que ha generado todas las demás. Este tipo de efecto humorístico será muy habitual en la obra.

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5.- Los comentarios sobre las mejoras del hotel (que, básicamente, se refieren a la manera en que se han ido cambiando las moscas de lugar, hasta hacerlas desaparecer (págs. 69-70), sirven a Dionisio para recriminar cariñosamente a don Rosario su actitud paternalista con los huéspedes (que incluye acostarse con ellos para darles calor cuando están enfermos, darles besos cuando se van de viaje, tocarles romanzas en el cornetín para que se duerman, etc.). La causa de este comportamiento absurdo es una situación también absurda:

DON ROSARIO.—Usted ya conoce la historia de aquel pobre niño que se ahogó en el pozo… DIONISIO.—Sí. La sé. Su niño se asomó al pozo para coger una rana… Y el niño se cayó. Hizo “¡pin!”, y acabó todo. DON ROSARIO.—Esa es la historia, don Dionisio. Hizo “¡pin!”, y acabó todo. (Pausa dolorosa.) [...] (Pág. 71).

De nuevo, el absurdo se ve reforzado por el carácter repetitivo de la escena, pues Dionisio ya conocía la historia previamente. Suponemos, por tanto, que don Rosario la lleva contando, en los mismos términos, a todos sus huéspedes, desde hace años.

6.- Dionisio es un funcionario de provincias que lleva destinado siete años en un pueblo cercano al pueblo donde vive su novia y donde está situado el hotel de don Rosario. La simplicidad, el convencionalismo y, nuevamente, las acciones repetidas por inercia marcan el carácter del personaje:

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DIONISIO.—¡Siete años, don Rosario! ¡Siete años! Y desde que me destinaron a ese pueblo melancólico y llorón que, afortunadamente, está cerca de este, mi única alegría ha sido pasar aquí un mes todos los años, y ver a mi novia, y bañarme en el mar, y comprar avellanas, y dar vueltas los domingos alrededor del quiosco de la música, y silbar en la alameda Las princesitas del dólar… (pág. 71).

Está ilusionado y esperanzado porque mañana se casa con su novia y empieza una nueva vida. Él quiere dejar atrás una vida absurda, basada en la repetición por inercia de acciones estúpidas. Para ello utiliza, al igual que antes, la enumeración paralelística:

DIONISIO.—[...] Esta es la última noche que pasaré solo en el cuarto de un hotel. Se acabaron las casas de huéspedes, las habitaciones frías, la gota de agua que se sale de la palangana, la servilleta con una inicial pintada con lápiz, la botella de vino con una inicial pintada con lápiz, el mondadientes, con una inicial pintada con lápiz… Se acabó el huevo más pequeño del mundo, siempre frito… Se acabaron las croquetas de ave… Se acabaron las bonitas vistas desde el balcón… ¡Mañana me caso! Todo esto acaba y empieza ella… ¡Ella! (Pág. 72).

7.- De Margarita sabemos que procede de una familia acomodada y que es una “virtuosa señorita”, “una santa”, “un ángel” (pág. 72), que sabe hacer bonitas labores y tartas de manzana. Ha sido su primera y única novia, por eso Dionisio dice sentir adoración por ella. Respecto a sus padres, parecen ser unas bellísimas personas que quieren mucho a Dionisio. Es decir, Margarita es, como mujer, la candidata perfecta para casarse.

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8.- Los sombreros son para la boda y, por tanto, pueden servir como símbolo de la ceremonia en que labrará el futuro matrimonio convencional y feliz de Dionisio. El problema de Dionisio es que tiene que elegir uno entre los tres, pero ninguno le sienta bien. La anécdota sirve, nuevamente, para introducir un diálogo absurdo, basado en la necesidad de precisar un detalle sin relevancia en la descripción de un objeto (es algo similar a la preocupación sobre si la bota que había debajo de la cama era de caballero o de señora):

DIONISIO.—[...] Fíjese. Este me está chico… Este me hace una cabeza muy grande… Y este dice mi novia que me hace cara de salamandra… DON

ROSARIO.—Pero

¿de

salamandra

española

o

de

salamandra

extranjera? DIONISIO.—Ella solo me ha dicho que de salamandra. [...] (Pág. 73).

Toda la escena podría interpretarse como un presagio de que quizá no esté preparado para afrontar la nueva vida de casado que le espera.

9.•

Primeramente, están los diferentes apóstrofes cariños, pero cursis, con los que Dionisio se dirige a su novia: “bichito mío”, “Caperucita encarnada”, (pág. 74).



Pero la verdadera situación humorística se crea a partir de la inesperada aparición de la pulga en la pantorrilla de Dionisio, que hace intuir que, pese a los esfuerzos de don Rosario, su hotel deja mucho que desear. Por otra parte la pulga le da un doble sentido a la palabra “bichito” que utilizó para dirigirse a Margarita.

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Otro efecto humorístico viene motivado por el carácter sumiso y obediente

de

Dionisio,

que

en

todo

el

diálogo

telefónico

prácticamente solo pronuncia una sola frase repetida (nótese otra vez la repetición de acciones como manera de caracterizar al personaje): “Sí, amor mío”, (pág. 74). Este detalle nos aporta información relevante sobre el tipo de relación de pareja que mantiene con Margarita, en la cual ella resulta ser, claramente, una persona dominante. •

El humor de este diálogo se refuerza cuando don Rosario, después de intentar en vano rascar la pantorrilla de Dionisio mientras habla por teléfono, lo sustituye provisionalmente en el diálogo con su novia, utilizando la misma frase, sin que, supuestamente, Margarita se dé cuenta.

10.- Don Rosario llama a Dionisio: “carita de nardo” (pág. 69); “capullito de alhelí” (pág. 71), “rosa de pitiminí” (pág. 75) y “carita de madreselva” (pág. 76).

11.- Mientras Dionisio se está probando los sombreros de cara al espejo, Paula, “una maravillosa muchacha rubia, de dieciocho años” (pág. 77), irrumpe bruscamente en su habitación e inicia una fuerte discusión con su novio, aparentemente violento y enfadado, que se ha quedado al otro lado de la puerta.

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Durante todo este diálogo, muy rápido y sospechoso de haber sido ensayado previamente, Dionisio permanece en una ridícula postura: de pie, de cara al espejo y de espaldas a Paula, con un sombrero en la cabeza y los otros dos uno en cada mano. Perplejo y azorado, solo es capaz de articular dos monosílabos durante todo el diálogo: “sí” y “no”, dependiendo de las preguntas y afirmaciones de Paula. A continuación, dada la pose de Dioniso, Paula le confunde con un malabarista que está ensayando un número donde intervienen los sombreros de copa, lo que da pie a un diálogo absurdo en el que Dionisio inventa para sí una nueva identidad, fingiendo ser el artista Antonini. Todo el diálogo hace alusión al mundo del circo como espectáculo.

12.- Dionisio utiliza incorrectamente adverbios de cantidad. Hablando de su padre dice que “era militar. Pero muy poco. Casi nada. Cuando se aburría solamente”, (pág. 79). Cuando habla de su abuelita, inventa una extraña historia acerca de un número de circo en el que “se caía siempre del caballo… Y todo el día se pasaban los dos discutiendo. [...] Los dos tenían un genio terrible… Pero el caballo decía muchas más picardías”, (págs. 79-80). Respecto a la discusión de Paula con su novio, Dioniso actúa de manera diferente, pero siempre con miedo y cobardía extremos. Primero es partidario de abrirle la puerta, pero cuando va conociendo detalles acerca de su carácter violento y lo enfadado que está, sobre todo, después de haber bebido, cambia de opinión y utiliza una estructura paralelística para decir lo contrario.

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DIONISIO.—(Muy cobarde.) Le voy a abrir ya, oiga… PAULA.—No, no le abrimos… DIONISIO.—Es que después va estar muy enfadado y la va a tomar conmigo… [...] BUBY.—(Dentro, ya rabioso.) ¡Abre, abre y abre! PAULA.—Le voy abrir ya. Está demasiado enfadado. DIONISIO.—(Más cobarde aún.) Oiga. Yo creo que no le debía usted abrir... (Pág. 81).

13.- Buby Barton es un bailarín negro y exótico, que hace su aparición con un ukelele en la mano. Como Paula no quiere irse, se sientan en la cama a ambos lados de Dionisio y silban los tres una canción americana, lo cual crea una situación tensa y absurda. Para iniciar la conversación, Dionisio recurre a una pregunta absurda y ofensiva para la raza negra, donde vuelve a utilizar mal la noción de cantidad. La pregunta absurda genera en cadena una serie de preguntas y comentarios absurdos sobre la negritud de Buby:

DIONISIO.—(Para romper, galante, el violento silencio.) ¿Y hace mucho tiempo que es usted negro? BUBY.—No sé. Yo siempre me he visto así en la luna de los espejitos… DIONISIO.—¡Vaya por Dios! ¡Cuando viene una desgracia nunca viene sola! ¿Y de qué se quedó usted así? ¿De alguna caída?... BUBY.—Debió de ser eso, señor… DIONISIO.—¿De una bicicleta? BUBY.—De eso, señor… (Págs. 82-83).

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A continuación, tras fingir su absurdo número de malabarismo con los sombreros, se produce la llamada de teléfono de Margarita. Dionisio no quiere coger el teléfono y para evitarlo inventa diferentes argucias: “Debe de ser algún niño que está jugando [...]. Vamos a hacerle de rabiar”. “(Mira por el auricular.) No se ve a nadie”. (Pág. 84). Finalmente, inventa la historia del pobre: “Quería que le diese diez céntimos. Y le he dicho que no”. (Pág. 85). Por último, Paula se encara con Buby, declarando que no le ama y utilizando argumentos racistas. Dionisio, consciente del enfado del bailarín, que va en aumento, y cada vez más aterrorizado, interviene esta vez en su favor; pero comete la torpeza de recurrir a una frase hecha que no se puede aplicar al caso de Buby, por lo que, inconscientemente, le está dando la razón a Paula y, por tanto, excitando más el odio de Buby contra él:

PAULA.—(A Dionisio.) ¿Verdad, usted, que de un negro no se puede enamorar nadie? DIONISIO.—Si es honrado y trabajador… (Pág. 86).

14.- La situación humorística se crea a partir del momento en que Dionisio, puesto que ni Paula ni Buby quieren hablar, se ve forzado a explicarle la situación a Fanny, y para ello debe reproducir, con su ya habitual tendencia a la metedura de pata, todo el diálogo anterior, incluidas las bromas racistas sobre Buby. Con ello consigue el efecto contrario al que quiere y empeora más las cosas:

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DIONISIO.—Pues nada… Es que están un poco disgustadillos… Pero no es nada. Es que este negro es un idiota… BUBY .—(Amenazador.) ¡Petate! DIONISIO.—No. Perdone usted. Si es que me he equivocado… No es un idiota… Es que como es negro, pues tiene su geniecillo… Pero el pobre no tiene la culpa… Él, ¿qué le va a hacer si se cayó de una bicicleta? [...] (Pág. 87).

La segunda situación humorística se produce por el paralelismo encadenado de frases con el que los personajes van abandonando la habitación:

FANNY.—[...] Tú eres tonta, Paula. PAULA.—(Se levanta, descarada.) ¡Pues si soy tonta, mejor! (Y hace mutis por la izquierda.) FANNY.—La culpa la tienes tú, Buby, por ser tan grosero… BUBY.—(El mismo juego.) ¡Pues si soy grosero, mejor! (Y también se va por la izquierda.) FANNY.—(A DIONISIO.) Pues entonces yo también me voy a marchar… DIONISIO.—Pues si se va usted a marchar, mejor… (págs. 87-88).

15.•

Primero, cuando Fanny pide una cerilla a Dionisio, este, por equivocación, le entrega la bota, y luego, para arreglarlo, usa la bota para encender la cerilla: “¡Dónde esté una bota que se quiten esos encendedores!...”, (pág. 88).



Después, entusiasmado como un niño por la manera en que la bailarina echa el humo, exclama con admiración espontánea: “¡Qué tía!”, (pág. 88).

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Luego, tras sucesivos empujones de Fanny a lo largo del diálogo, Dionisio vuelve a reaccionar como un niño, en este caso rabioso e impotente, y “medio llorando” utiliza la repetición para indicar su malestar: DIONISIO.—¡Como me vuelva usted a dar otro empujón, maldita sea, le voy a dar a usted una bofetada, maldita sea, que se va usted a acordar de mí, maldita sea!... (Pág. 89).



Seguidamente,

vuelve

a

repetir

el

número

ficticio

con

sus

sombreros de copa, pero esta vez adornándolo con explicaciones fantasiosas y pueriles que hacen referencia al mundo del circo, lo que refuerza su infantilismo: DIONISIO.—Pero si es una tontería… Verá usted… Pues primero, va y toca la música un ratito… Así… ¡Parapapá, parapapá, parapapá…! Y entonces, entonces, voy yo, y salgo… y se calla la música… (Ya todo muy rápido y haciéndose un lío.) Y ya no hace parapá ni nada. Y yo voy, voy yo, salgo y hago ¡hoop…! Y hago ¡hoop…! Y en seguida me voy, y me meto dentro… Y ya se termina… (Págs. 89-90).



Luego, tras volver a utilizar mal la noción de cantidad, al precisar que le aplauden “muy poco… Casi nada… Como está todo tan caro…”, (pág. 90), se produce una nueva llamada de teléfono de Margarita. Esta vez Dioniso recurre directamente a la explicación del

pobre,

lo

cual

genera

una

serie

de

efectos

cómicos

encadenados, como ya es habitual provocados por seguir una conversación a partir de una primera frase absurda. Nótese el talante despectivo con el que Dionisio, caballero burgués al fin y al cabo, trata el tema de la pobreza:

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DIONISIO.—Sí. Es un pobre… FANNY.—¿Un pobre? ¿Y cómo se llama? DIONISIO.—Nada. Los pobres no se llaman nada… FANNY.—Pero ¿y qué quiere? DIONISIO.—Quiere que yo le dé pan. Pero yo no tengo pan, y por eso no puedo dárselo… ¿Usted tiene pan? FANNY.—Voy a ver… (Mira en su bolso.) No. Hoy no tengo pan. DIONIOSO.—Pues entonces, ¡anda y que se fastidie! (Pág. 90).

16.- Lo más llamativo de las tres “alegres y alocadas girls del ballet de Buby Barton”, (pág. 90), es que participan en un rítmico diálogo coral, con rima en –í y abundantes ripios, cuyo estribillo, que pronuncian al unísono, es una mezcla de estupidez, simpleza y cursilería: “¡Laralí! ¡Laralí!”, (pág. 91). Las girls hablan de una fiesta en la que participarán caballeros, que se celebrará en la habitación de al lado. La alusión a las ostras y el champán, el deseo de divertirse a costa de un señor, que es el que las ha convidado y se ha enamorado de una de ellas, nos remite, claramente,

al

mundo

de

la

burguesía

provinciana

que

busca

divertimento al margen de la moral convencional. Las chicas muestran un carácter desinhibido y poco recatado en su relación con los hombres y un afán desmesurado por divertirse. En este sentido se relacionan con Fanny que, poco antes, ha confesado a Dionisio ese rasgo de su carácter, además de haber intentado coquetear descaradamente con él:

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FANNY.—[...] Paula no es como yo… Yo soy mucho más divertida… Si me gusta un hombre, se lo digo… Cuando me deja de gustar se lo digo también… ¡Yo soy más frescales, hijo de mi vida! ¡Ay, qué requetefrescales soy! (Pág. 89).

Para finalizar, “las tres muchachas idiotas, riéndose siempre”, (pág. 92) abandonan, junto a Fanny, la habitación de Dionisio, tras jugar estúpidamente con los sombreros de copa.

17.-

Los

sombreros

son

un

símbolo,

como

hemos

dicho,

del

matrimonio convencional que aguarda a Dionisio. Pero durante toda esta escena han servido a su propietario para inventar una identidad falsa como malabarista de circo. Sirven para ridiculizar al personaje, son objeto de bromas, juegos y equívocos diálogos humorísticos, y acaban siempre tirados por el suelo, como al finalizar esta escena, lo cual es bastante significativo. Empezamos a intuir el contraste entre el formalismo de la sociedad burguesa provinciana, a la que pertenece Dionisio, y ese mundo libre de prejuicios que representan los artistas, para quienes los sombreros y, por tanto, los convencionalismos formales comúnmente aceptados, son objeto de burla y juego. Por añadidura, los sombreros sirven también para introducir, simbólicamente, una demoledora crítica al matrimonio como institución burguesa, según se irá viendo, de manera mucho más contundente, más adelante.

18.- Don Rosario decide tocar su cornetín hasta que Dionisio se duerma. Como lo hace con los ojos cerrados, no se da cuenta de que varios personajes entran en la habitación para ir recogiendo los paquetes de la fiesta.

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El humor de la escena surge precisamente de la naturalidad con la que los

personajes

hacen

su

aparición

en

medio

de

una

escena

completamente absurda. Primero entra Fanny, que no se sorprende de encontrar allí al “pobre” que antes llamaba por teléfono; luego entra el odioso señor, quien saluda

cortésmente

a

Dionisio,

quitándose

el

sombrero,

y

es

correspondido, con un gesto similar, por este. Por último, entra madame Olga, que se presenta cariñosamente, pues le cree un compañero de trabajo.

19.- Dioniso, que es un muchacho “sin voluntad”, (pág. 95), acepta entrar en la fiesta, mientras, significativamente, el teléfono (al otro lado de la línea suponemos que está Margarita, muy contrariada) sigue sonando. Es un gesto de inercia similar al que hemos visto otras veces en el personaje. Pero esta vez, Dionisio ha elegido algo diferente, ha aceptado una opción que no le corresponde. Por eso utiliza, para salir de la habitación, la puerta de la izquierda, por la que han ido accediendo y abandonando la habitación toda la serie de personajes estrafalarios que acaba de conocer y que representan un mundo desconocido para él.

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II.- ACTO SEGUNDO

1.- Han transcurrido dos horas desde la última escena y el espacio es el mismo, con el mismo decorado. Lo que ha cambiado es el ambiente, que es “un raro ambiente de juerga”, (pág. 97), donde reina el desorden, la suciedad y el ruido de la música. En la escena participan todos los personajes que ya conocemos. Además,

han

aparecido

nuevos

personajes,

mezclados

con

los

anteriores, en un cantidad indefinida, que actúan “como un coro absurdo y extraordinario que ambientará unos minutos la escena” (pág. 97). El autor deja libertad al director de escena para componer este cuadro coral. Habla de “viejos extraños” que bailan unos con otros o con alegres muchachas desconocidas. Habla también de un viejo lobo de mar, un indio, un árabe… Todo ello desde la sugerencia y dejando abierta la posibilidad de incorporar cualquier otro personaje exótico que pueda producir extrañeza. La

mayoría

de

estos

personajes

abandonarán

la

escena

inmediatamente; solo el odioso señor, el cazador astuto, el guapo muchacho y el anciano militar actuarán como auténticos personajes secundarios.

2.•

La conversación entre Sagra y el cazador se refiere básicamente a la indumentaria de este, que lleva incorporados cuatro conejos etiquetados, a los cuales “pescó”, (pág. 98). Esta situación genera el típico diálogo absurdo de elementos humorísticos encadenados:

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SAGRA.—Yo, para trabajar, tengo un vestido parecido al suyo. Solamente que, en lugar de llevar colgados esos bichos, llevo plátanos. Hace más bonito… EL CAZADOR ASTUTO.—Yo no consigo pescar nunca plátanos. Yo solo consigo pescar conejos. SAGRA.—Pero ¿los conejos se cazan o se pescan? EL CAZADOR ASTUTO.—(Más correcto que nunca.) Eso depende de la borrachera que tenga uno, señorita... (Pág. 98).

El otro efecto humorístico se produce cuando el cazador se desprende de uno de los conejos y lo arroja al suelo para seguir bailando más cómodamente. Un poco más tarde tirará otro de los conejos. •

La conversación entre Fanny y el militar tiene que ver con las cruces y medallas que lleva incorporadas este a su indumentaria. El viejo corteja a Fanny y ella aprovecha la circunstancia para pedirle que le regale una de las cruces. Durante el baile, el conejo anteriormente arrojado al suelo, va a parar, de una patada, debajo de la cama. Lo mismo sucederá con el otro conejo después.



Madame Olga y el guapo muchacho hablan sobre las ferias que exhiben seres insólitos y, sobre todo, sobre la barba de la mujer, que es su elemento más característico. A partir de la sugerencia de que se la afeite, el diálogo entra en el absurdo:

MADAME OLGA.—Mi marido, monsieur Durand, no me lo hubiese consentido nunca… Mi marido era un hombre muy bueno, pero de ideas antiguas… ¡Él no pudo resistir nunca a esas mujeres que se depilan las cejas y se afeitan el cogote…! Siempre lo decía el pobre: “!Esas mujeres que se afeitan me parecen hombres!”.

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EL GUAPO MUCHACHO.— Sí, señor… Pero por lo menos se podía usted teñir de rubio… ¡Donde esté una mujer con una buena barba rubia…! MADAME OLGA.—¡Oh! Mi marido, monsieur Durand, tampoco lo habría consentido. A él solo le gustaban las bellas mujeres con barba negra… Tipo español, ¿no? [...] (Pág. 100).

Respecto al aspecto de su marido, también se añade una nueva nota absurda, relacionada con el exhibicionismo de feria: “Tenía cabeza de vaca y cola de cocodrilo… Ganó una fortuna…”, (pág. 100). •

Paula

está

coqueteando

con

Dionisio,

quien,

completamente

borracho, afirma estar confundido y asustado. Entretanto, el odioso señor, haciendo gala de soberbia y vanidad, en una actitud típica de nuevo rico provinciano, intenta cortejar a Paula, pero es rechazado.

3.- Dionisio se avergüenza de su borrachera y no comprende cuál es su lugar en el mundo. Por una parte, manifiesta su felicidad; pero, por otra, comprende que esa felicidad es incompatible con la ceremonia de boda en la que va a participar mañana, y que define como “una gran fiesta con flores, con música, con niñas vestidas de blanco… con viejas vestidas de negro…! Con monaguillos…, con muchos monaguillos… ¡Con un millón de monaguillos!”, (pág. 102). Pero,

sobre

todo,

su

felicidad

actual

es

incompatible

con

el

matrimonio: “¡Y un hogar! ¡Y un gato! ¡Y un niño…! Y luego, otro gato… Y otro niño… ¡Y un niño…! Y otro niño… ¡Yo no quiero emborracharme…! ¡Yo la quiero!”, (pág. 103).

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Dionisio no comprende nada y quiere borrar de su memoria todo lo que ha sucedido: “¡Yo necesito saber por qué hay tanta gente en mi habitación! ¡Yo quiero que me digan por qué está este señor negro acostado en mi cama! ¡Yo no sé por qué ha entrado el negro aquí ni por qué ha entrado la mujer barbuda…! [...] Yo no soy Toninini ni soy ese niño muerto… Yo no la conozco a usted… Yo no conozco a nadie…” (pág. 103).

4.- Primero es interrumpido por un caballero que, debajo de la cama, está cantando. Dionisio le echa de la habitación. Luego le interrumpen Trudy y el romántico enamorado, que estaban dentro de su armario haciendo el amor. También a ellos los expulsa de la habitación para quedarse solo.

5.- Paula y Buby habían planificado la entrada en la habitación de Dionisio con objeto de desplumarle. Pero Buby está furioso por los escrúpulos de Paula: ellos necesitan dinero y Paula no quiere conseguirlo engañando a un compañero de profesión. Entonces Buby, sin ninguna compasión, le recuerda a Paula quién es exactamente: una linda muchacha soñadora que ha huido de la pobreza y el trabajo buscando una vida más interesante en el mundo artístico. Pero también, con gran ironía y crueldad, le hace ver cuál es la otra cara de la vida, aparentemente divertida, de las artistas malas como ella:

BUBY.—[...] Pero bailar es difícil, ¿verdad, Paula?... Y los empresarios no pagan con exceso a aquellos artistas que no gustan lo suficiente… ¡El dinero nunca llega para nada!... ¡Y las muchachas lindas se mueren de dolor cuando su sombrero se ha quedado cursi! ¡La muerte antes que un sombrero cursi!

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¡¡La muerte antes que un trajecito barato!! ¡¡¡ Y la vida entera por un abrigo de piel!!! [...] (Pág. 105).

El objetivo de Buby es reorientar la situación y convencer a Paula para que acepte las galanterías del odioso señor y trate de obtener por esa vía el dinero que necesitan. Además de volver a recordarle sus obligaciones dentro de la compañía [“Es que si no, esto se acaba… Tendremos que separarnos todos… ¡El ballet de Buby Barton terminó en

una

provincia”,

(pág.

107)]

intenta

advertirle

sobre

los

inconvenientes que supondría para ella enamorarse de Dionisio: “Las muchachas como vosotras no deben enamorarse de aquellos hombres que no regalan joyas ni bonitas pulseras para los brazos”, (pág. 107). Por último, le asesta un duro golpe recordándole que no está en situación de hacerse ilusiones con Dionisio: “¡Ay, mi Paula…! Los caballeros os quieren a vosotras, pero se casan con las demás…”, (pág. 108).

6.- Primeramente, Buby es interrumpido por el coro de viejos extraños, que continúa la juerga en la habitación de al lado interpretando los compases de una canción. Luego, entran en escena el anciano militar y Fanny. Ella ha conseguido que el viejo le regale ya una cruz, pero no se muestra satisfecha y, ahora, exige otra cruz a cambio de atender sus galanteos.

7.- Uno de los elementos característicos del personaje es la vanidad con que exhibe su riqueza. A lo largo de todo el diálogo utiliza algunas muletillas repetitivas, que ya había usado con anterioridad, como: “Yo soy el señor más rico de toda la provincia”, (págs. 102 y 109); “mis campos están llenos de trigo” (págs. 102 y 109).

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Solucionario: “Tres sombreros de copa”

Además de presumir sobre sus posesiones, el odioso señor se permite hacer un comentario racista, malintencionado y humillante sobre la negritud de Buby: “¿Y es de pasar por tanto túneles de lo que se ha quedado usted así de negro? ¡Ja, ja!”, (pág. 109). Después, en plena exhibición de su poder económico, y con objeto de seducir a Paula, empieza a sacar regalos que, sorprendentemente, van saliendo de sus bolsillos, en una actitud ya ensayada y preparada, como si fuera un prestidigitador que ejecuta su número. Le regala, sucesivamente: unas ligas azules, unas medias de seda pura (que se rompen y son sustituidas por otras), unas flores (de trapo del mejor), bombones, dos bocadillos (de jamón y caviar respectivamente) y una carraca. Entre tanto, al hilo de su conversación, se insertan elementos de humor absurdo que sirven para incidir, una vez más, en el carácter grotesco del personaje, empecinado en presumir vanidosamente de su nivel de vida: viaja todos los años a Niza, mientras deja a unos hombres encargados de que le guarden el trigo en sus campos; no le gusta el automóvil, “porque me molesta eso de que vayan siempre las ruedas dando vueltas”, (pág. 111), por eso, aunque tiene tres, prefiere viajar en coche cama; posee cien vacas en Niza y cuatrocientos elefantes en la India: “Por cierto, que ahora les he puesto trompa y todo. Me he gastado un dineral”, (págs. 111-112); está acostumbrado a bañarse en Noruega, por eso en su piscina de Niza tiene un par de focas que le acompañan en el baño…

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Solucionario: “Tres sombreros de copa”

El odioso señor también exhibe vanidosamente su inmoralidad. Está casado (“Todos los señores somos casados. Los caballeros se casan siempre”, (pág. 112), pero intenta “comprar” los favores de la joven bailarina de dieciocho años y, como buen comprador, regatea el precio. Cuando observa que los regalos no son suficientes, ofrece, primero, un billete y, finalmente, los tres billetes más que le muchacha le sugiere. Desde ese momento se considera con derecho a poseer su mercancía: “Yo no gasto mi dinero en balde, nenita”, (pág. 116) y reacciona violentamente, intentando cumplir su deseo por la fuerza. Por supuesto, exige la devolución de todo su dinero y regalos cuando comprende que no va a conseguir lo que quería de Paula.

8.- El comportamiento de Paula para engatusar al odioso señor nos hace sospechar que no es la primera vez que ha participado en una escena semejante. Ella va aceptando los regalos que le ofrece de buen grado y le sigue la corriente para satisfacer su vanidad, aunque en ningún momento baja la guardia, haciéndole saber que no es en absoluto la tonta muchacha que parece. Cuando el odioso señor le pregunta, sin aparente mala intención, por la frecuencia de sus baños, ella, fingiendo ingenuidad, le responde de forma cortante:

EL ODIOSO SEÑOR.—[...] ¿Usted también se baña con frecuencia, señorita? PAULA.—(Muy ingenua.) Sí. Pero claro está que no tanto como su tía de usted… (Pág. 112).

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Solucionario: “Tres sombreros de copa”

Paula no permite que el caballero la bese hasta conseguir su objetivo. Para ello inventa, con astucia y fingimiento, la historia de la pérdida de la cartera en el tren. Es una gran manipuladora, pero el odioso señor comprende enseguida que la chica se está vendiendo por un precio más alto y, al final, accede a entregarle los cuatro billetes, a cambio, supuestamente, de un beso. Pero él desea más que un beso y Paula, cuando lo comprende, como buena comerciante, decide deshacer el trato, y devolverle los regalos y el dinero. En realidad, es la típica historia del engañador engañado, y Paula pasa de ser la timadora a la víctima de un caballero brutal y violento, del cual no puede defenderse sin la ayuda de Buby.

9.•

Paula no es una vulgar prostituta, sino más bien una muchacha con problemas económicos que utiliza el coqueteo con picaresca, para obtener dinero a cambio. Pero tiene unos límites morales. Por eso no ha aceptado las condiciones que le ofrecía el odioso señor, a pesar de la necesidad de obtener el dinero que le ofrecía.



Buby, en cambio, cree que Paula debería haber aceptado. Siente rabia e impotencia, y cree que el culpable de la reacción de la chica es Dionisio. Por eso profiere contra ella una brutal amenaza. En este sentido, se comporta como si Paula, que depende de él, fuese de su propiedad, y le recuerda que no tolerará desafíos a su autoridad:

BUBY.—Linda Paula… Acuérdate de lo que te digo, ¿no? Has echado todo a perder… ¡Todo! Será mejor que no sigas pensando en ese muchacho, porque si no, te mato a ti o le mato a él… ¿Entiendes, Paula? ¡Vivan las muchachas que hacen caso a lo que les dice Buby! (Pág. 117).

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Solucionario: “Tres sombreros de copa”

10.- Fanny no ha descansado hasta conseguir que el viejo le regale todas sus cruces, incluida la última, que es también la más valiosa. Solo entonces acepta fugarse con su pretendiente. El contraste es claro: Fanny ha sabido jugar sus cartas mejor que Paula, ha conseguido su objetivo (desplumar a un rico caballero) y, además, se marcha con él, consciente de que de esa relación podrá obtener todavía otros beneficios. Sin duda, es más inteligente y práctica que Paula, según el concepto de Buby: ella no se ha molestado en enredarse en asuntos de amoríos y solo se relaciona con hombres que le proporcionen ventajas económicas. Ya lo había vaticinado Buby en una escena anterior: “Paula, entre estos señores los hay que tienen dinero… Mira a Fanny. Fanny es lista… Fanny no pierde el tiempo… El militar tiene cruces de oro y hasta cruces con brillantes…”, (pág. 106).

11.- Antes de iniciar la conversación, Dionisio vuelve a hacer una referencia racista a Buby:

BUBY.—¿Está usted llorando? [...] ¿Está triste porque no he venido? [...] ¿Ha reñido usted con ese negro? ¡Debemos linchar al negro! ¡Nuestra obligación es linchar al negro! PAULA.—Para linchar a un negro es preciso que se reúna mucha gente… DIONISIO.—Yo organizaré una suscripción… (Págs. 118-119).

Durante toda la declaración de Paula, Dionisio permanece distraído, jugando con la carraca, con lo que se refuerza el carácter infantil que ya había mostrado en escenas anteriores. Su interés por la carraca es tan grande que, cuando se le descompone, interrumpe la declaración de Paula para que ella se la vuelva a recomponer.

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Solucionario: “Tres sombreros de copa”

Paula solo consigue captar la atención de Dionisio cuando le propone pasar un día de playa dedicado íntegramente a practicar juegos y actividades infantiles en el agua y la arena: comprarán cangrejos y los comerán frente al mar, mondando bien sus patas; harán castillos y volcanes de arena… La puerilidad con la que los dos personajes planifican su futuro de pareja juntos es ya un efecto humorístico en sí mismo. Hasta que la realidad irrumpe en medio del diálogo para recordarnos que Dionisio todavía tiene pendiente un importante compromiso:

PAULA.—[...] ¿Lo estás viendo, Dionisio? ¡Ninguno de esos caballeros sabe hacer con arena ni volcanes, ni castillos, ni leones! ¡Ni Buby tampoco! ¡Ellos no saben jugar! Yo sabía que tú eras distinto… Me enseñarás a hacerlos, ¿verdad? Iremos mañana… (Pausa. DIONISIO, al oír la palabra “mañana”, pierde de pronto su alegría y su entusiasmo por los juegos junto al mar.) DIONISIO.— ¿Mañana…? PAULA.—¡Mañana! DIONISIO.—No. PAULA.—¿Por qué? DIONISIO.—Porque no puedo. (Pág. 121).

12.- De pronto, Paula tiene una intuición y pregunta a Dionisio si tiene novia, cosa que él niega. Entonces comenta su opinión sobre el noviazgo y el matrimonio, sin darse cuenta de que está humillando íntimamente a Dionisio: “Yo no quiero tener novio… porque no me quiero casar. ¡Casarse es ridículo! ¡Tan tiesos! ¡Tan pálidos! ¡Tan bobos! Qué risa, ¿verdad?”, (pág. 122).

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Solucionario: “Tres sombreros de copa”

Paula tiene muy claro que la puerilidad y los juegos que parecen gustarle tanto a Dionisio serían incompatibles con el convencionalismo serio del matrimonio: “No te cases nunca… Estás mejor así… Así estás muy guapo… Si tú te casas, serás desgraciado… Y engordarás bajo la pantalla del comedor… Y, además, ya nosotros no podremos ser amigos más…”, (pág. 122). Y le propone nuevos juegos para los días siguientes relacionados con el agua del mar.

13.- El grupo de personajes que se marcha a la bahía para ver amanecer actúa, como sucedió en una escena anterior con las girls, como

elemento

coral,

cediéndose

la

palabra

unos

a

otros

rítmicamente, utilizando rimas y ripios e incorporando un estribillo. Tradicionalmente, el amanecer se utiliza como símbolo de renovación, de inicio de una nueva experiencia que abre ante sí un prometedor futuro y, por tanto, implica la ruptura con un pasado desdichado. El coro de personajes lo interpreta como un instante de fiesta y continuación de la felicidad. Sin embargo, para Dionisio, el amanecer significa todo lo contrario, pues supone el final de una experiencia feliz y la necesidad de retomar su vida a través del matrimonio convencional con Margarita. Por eso no acepta la invitación de los otros y decide quedarse en su habitación. Ya no es el muchacho sumiso que, al finalizar el primer acto, aceptaba entrar en el mundo desconocido que le brindaba la puerta izquierda del escenario. Ahora, el mundo conocido y confortable al que pertenece tira más de él. Por su parte, hay otro contraste con Paula, quien, inocente, pues todavía desconoce la verdadera identidad de Dionisio, decide quedarse con él en la habitación para acompañarle.

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Solucionario: “Tres sombreros de copa”

14.- En un cortísimo espacio de tiempo la acción se acelera. El beso de Paula y Dionisio provoca la ira de Buby, que cumple su amenaza y golpea a Paula, la cual se desploma en el suelo. Sin transición, suena el teléfono, Margarita comunica a Dionisio que su padre va de camino y,

acto

seguido,

don

Sacramento

golpea

la

puerta.

Dioniso,

azoradísimo, oculta el cuerpo de Paula tras la cama. Finalmente, ha escogido la opción de su vida anterior e intenta destruir las pruebas de los sucesos acaecidos durante esa noche que “sobraba” en su vida (recuérdese la página 76).

15.- Dionisio teme por la vida de Paula, pone su oído en el pecho para escuchar los latidos de su corazón y, como no puede hacerlo, utiliza el auricular y el cordón del teléfono arrancado para intentar auscultarla como si fuera un médico.

III.- ACTO TERCERO

1.- La escena se sitúa un minuto después de los sucedido en el acto anterior, es decir, es su continuación natural, con el mismo escenario, los mismos personajes y la misma escena. El final del segundo acto supone, por tanto, un corte convencional, en un momento de máxima tensión, para ofrecer un descanso. En este sentido sería similar a un corte publicitario de la televisión actual.

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Solucionario: “Tres sombreros de copa”

2.•

Don Sacramento sustituye a la princesa de Darío por “mi niña” o, simplemente “la niña”. Utiliza, como en el poema, una estructura similar, con anáfora y paralelismo y repite la frase interrogativa:

DON SACRAMENTO.— ¡Caballero! ¡Mi niña está triste! Mi niña, cien veces llamó por teléfono, sin que usted conteste a sus llamadas. La niña está triste y la niña llora. La niña pensó que usted se había muerto. La niña está pálida… ¿Por qué martiriza usted a mi pobre niña?... (Pág. 127).

Repite este parlamento, con muy pocas variaciones, un poco más adelante, como sucede también en el poema de Darío, aunque añade un nuevo dato revelador: “La niña se desmayó en el sofá malva de la sala rosa” (pág.128) Aparte de la estructura, las similitudes temáticas son también muy claras. Tanto la princesa de Darío como la niña de don Sacramento están tristes y pálidas por una frustración amorosa. El “sillón” de oro de la princesa ha sido sustituido, en el caso de Margarita, por el “sofá” de estética modernista de la casa de don Sacramento. •

Primero le recrimina el hecho de haber abandonado de noche su habitación: “¡Las personas decentes no salen por la noche a pasear bajo la lluvia…! ¡Usted es un bohemio, caballero! [...] Solo los bohemios salen a pasear de noche por las calles!”, (pág. 128). Después, le reprende por no haber sido previsor, ya que no tenía en la habitación ruedas de patata para remediar su dolor de cabeza: “Las personas decentes deben llevar siempre patatas en los bolsillos, caballero… Y también deben llevar tafetán para las heridas… Juraría que usted no lleva tafetán…”, (pág. 129).

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Solucionario: “Tres sombreros de copa”

A continuación protesta por el desorden y suciedad del cuarto y, de paso, por el hecho de que se haya alojado en un hotel como ese: “Yo no he estado nunca en ningún hotel. En los hoteles solo están los grandes estafadores europeos y las vampiresas internacionales. Las personas decentes están en sus casas y reciben a sus visitas en el gabinete azul, en donde hay muebles dorados y antiguos retratos de familia…”, (pág. 129). Luego, tras observar que en la habitación de Dionisio no hay cuadros (“Solo los asesinos o los monederos falsos son lo que no tienen cuadros en las paredes…”, (pág. 130)); ni retratos de sus familiares en uniforme (“¡Las personas honradas se tienen que retratar de uniforme [...]!” (pág. 130)); ni el retrato de un niño de primera comunión, ni cromos con estampas bíblicas o históricas, comienza a recordarle cuáles serán las normas que deberá cumplir cuando viva en su casa, que “es una casa honrada”, (pág. 131). Primero, precisa las normas relativas a los horarios y a la alimentación: “[...] tendrá que levantarse a las seis y cuarto para desayunar a las seis y media un huevo frito con pan”, (pág. 131), advirtiendo que cualquier variación en la dieta no está contemplada como opción: “¡A las personas honorables les tienen que gustar los huevos fritos, señor mío! Toda mi familia ha tomado siempre huevos fritos para desayunar…Solo los bohemios toman café con leche y pan con manteca”, (pág. 132).

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Solucionario: “Tres sombreros de copa”

Su estricto concepto de la moralidad implica la prohibición de asistir a cines o teatros. La cena será a las siete de la tarde. Como excepción, le ofrece una serie de actividades de esparcimiento para los jueves y los domingos: la niña tocará el piano y atenderán la visita de un encantador matrimonio de centenarios. Por último, le advierte que no podrá tener ni conejos ni gallinas en su habitación. Absolutamente todas las normas morales de don Sacramento afectan a aspectos superficiales del comportamiento y a costumbres repetidas y nunca cuestionadas cuyo único fin es mantener una imagen respetable de cara a los demás. El autor intenta ridiculizar y poner en evidencia el carácter absurdo de la típica moral de las apariencias que caracteriza a la burguesía provinciana de la época. •

Don Sacramento posee también rasgos infantiles, pues, al igual que pasó antes con Dionisio, se siente deslumbrado ante la carraca y juega con ella todo el tiempo, interrumpiendo su discurso cuando se le descompone para solicitar a Dionisio su recomposición, en una escena calcada de la que anteriormente protagonizo Dionisio junto a Paula. Antes de irse, precisa que su intención al apropiarse de la carraca no es llevársela a sus sobrinitos para que jueguen, sino quedársela para él (pág. 135). Otro elemento grotesco es su admiración por Napoleón, al que imita con deleite, transmitiendo su entusiasmo a Dionisio (pág. 131). En este sentido, el autor vuelve a insistir en su carácter infantil, pues asumir roles imitativos es una actividad muy vinculada a los juegos de los niños. También a Dioniso, como hemos visto, le encanta asumir su falsa identidad inventada de malabarista, como expresión de su carácter infantil.

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Solucionario: “Tres sombreros de copa”

La simplicidad del personaje se pone de manifiesto cuando describe como diversión excepcional el hecho de disfrutar de la visita dominical del matrimonio Smith, la pareja de viejecitos centenarios (pág. 133). Después de una absurda conversación sobre el número de dientes de cada uno de los cónyuges, y ante la preocupación de Dionisio, don Sacramento no deja lugar a dudas sobre lo que un caballero honrado debe creer acerca de las personas como ellos:

DON SACRAMENTO.—[...] ¡Usted pasará grandes ratos charlando con este matrimonio encantador! DIONISIO.—Pero ¿y si se me mueren cuando estoy hablando con ellos? ¿Qué hago yo, Dios mío? DON SACRAMENTO.—¡Los centenarios no se mueren nunca! ¡Entonces no tendrían ningún mérito, caballero! [...] (Pág. 133).

La conversación llega al límite del absurdo cuando Dionisio, para justificar la presencia de los dos conejos muertos debajo de su cama, inventa la historia de los enormes ratones numerados del hotel sobre los que el dueño organiza concursos entre los huéspedes. Don Sacramento no sólo cree completamente la historia [“¡Qué lástima que no le haya tocado a usted el mantón! ¡Podríamos ir a la verbena!”, (pág. 134)], sino que acepta los conejos como regalo para sus sobrinitos. A pesar de la absurda situación y el absurdo diálogo, don Sacramento da por hecho que Dionisio es un buen candidato para casarse con su hija: “Dentro de un rato, el coche vendrá a buscarle para ir a la iglesia… Esté preparado… ¡Qué emoción! ¡Dentro de unas horas usted será esposo de mi Margarita!...”, (pág. 135).

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Solucionario: “Tres sombreros de copa”



Al igual que el resto de los personajes del mundo ordenado en el que vive, don Sacramento no tiene capacidad para cuestionarse ninguna de las verdades establecidas y las acepta por inercia. El autor critica a través de este personaje a la burguesía provinciana, establecida en torno a unas costumbres absurdas e inútiles que asume con naturalidad, como parte de su condición social, con objeto de mantener una apariencia respetable.

3.- Dionisio se justifica a sí mismo utilizando como argumento su desconocimiento de la vida: “Tenía el presentimiento de que casarse era ridículo… ¡Que no me debía casar!... Ahora veo que no estaba equivocado… Pero yo me casaba porque yo me he pasado la vida metido en un pueblo pequeñito y triste y pensaba que para estar alegre había que casarse con la primera muchacha que, al mirarnos, le palpitase el pecho de ternura… [...] Yo no sabía nada de nada. Yo solo sabía pasear silbando junto al quiosco de la música… Yo me casaba porque todos se casan siempre a los veintisiete años…”, (págs. 136137). Ahora que ha descubierto su verdadera vocación “bohemia” [a él no le gustan los huevos fritos (pág. 137)] quiere iniciar una nueva vida junto a Paula. Le propone convertirse en malabarista, bailarín o ser insólito para exhibirse en las ferias. Le propone viajar a lugares tópicos sobre los que no sabe nada (Londres, La Habana, el desierto…). Pero Paula está demasiado decepcionada. Ha descubierto no solo la falsa identidad de Dionisio, sino también el hecho de que había elegido previamente a una mujer con la que va a casarse en unas horas. Lo cual implica que Dionisio es un hombre como todos los demás que ella ha conocido previamente:

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Solucionario: “Tres sombreros de copa”

PAULA.—¡Un

novio en cada provincia y un amor en cada pueblo! En todas

partes hay caballeros que nos hacen el amor… [...] ¡Realmente es muy divertido…! Lo malo es, Dionisio, lo malo es que todos los caballeros estaban casados ya, y los que aún no lo estaban escondían ya en la cartera el retrato de una novia con quien se iban a casar…. Dionisio, ¿por qué se casan todos los caballeros…? ¿Y por qué, si se casan, lo ocultan a las chicas como yo?”, (pág. 139).

De repente, ha comprendido cuál es la realidad y el lugar que ella ocupa dentro de la misma:

DIONISIO.—[...] ¿Quieres a Buby? PAULA.—Buby es mi amigo. Buby es malo. Pero el pobre Buby no se casa nunca… Y los demás se casan siempre… Eso no es justo, Dionisio… (Pág. 139)

4.- La imagen que teníamos hasta ahora de Margarita era la de una mujer virtuosa, recatada, bien educada, con numerosas virtudes y habilidades, aunque quizá un tanto cursi, remilgada y dominante (veánse págs.72-75). Ahora conocemos una serie de datos nuevos que cambian completamente la caracterización del personaje. •

En primer lugar, Dionisio se ha dado cuenta de que Margarita no es el tipo de mujer que le gusta y con la que puede ser feliz. Ella sería incapaz de plantear un divertido día de playa como el que le proponía Paula: “A mi novia tampoco le gusta ir a comer cangrejos frente al mar, ni ella se divierte haciendo volcanes en la arena… Y ella no sabe nadar… Ella, en el agua, da gritos ridículos… Hace así: ‘¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!’”, (pág. 136).

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Solucionario: “Tres sombreros de copa”



Además, sus habilidades musicales dejan mucho que desear: “Y ella sólo ama cantar junto al piano El pescador de perlas y El pescador de perlas es horroroso, Paula. Ella tiene voz de querubín, y hace así: (Canta.) Tralará…, piri, piri, piri, piri…”, (págs. 136-137).



Por último, conocemos detalles sobre su edad, que es de veinticinco años, y su aspecto físico, a través del retrato suyo que Dionisio lleva, como todos los caballeros, en la cartera. No parece ser, desde luego, una mujer atractiva:

DIONISIO.—[...] Este es su retrato, mira… PAULA.—(Lo mira despacio. Después.) ¡Es horrorosa, Dionisio…! DIONISIO.—Sí. PAULA.—Tiene demasiados lunares… DIONISIO.—Doce. (Señalando con el dedo.) Esto de aquí es otro… PAULA.—Y los ojos son muy tristes… No es nada guapa, Dionisio… DIONISIO.—Es que en este retrato está muy mal… Pero tiene otro, con un vestido de portuguesa, que si lo vieras… (Poniéndose de perfil con gesto forzado.) Está así… PAULA.—¿De perfil? DIONISIO.—Sí, de perfil. Así. (Lo repite.) PAULA.—¿Y está mejor? DIONISIO.—Sí. Porque no se le ven más que seis lunares… (Pág. 140).

5.- De Paula sabemos ahora que, pese a sus dieciocho años, ha mantenido numerosas relaciones sentimentales, aunque esporádicas y sin consecuencias. Siempre se trata de caballeros que ya estaban casados o que tenían la intención de casarse pronto.

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Solucionario: “Tres sombreros de copa”

El principal problema de Paula es que el convencionalismo matrimonial de la sociedad en que viven convierte el matrimonio en una experiencia negada para ella y esto es la causa de una gran frustración, como veíamos en el punto 3. De ahí su decepción al saber que Dionisio no es diferente a los demás, pues se ha dado cuenta de que su supuesta historia de amor con Dionisio no ha sido un episodio aislado, sino una aventura más, similar a las otras, en su ajetreado historial amoroso. Pero, a la par, Paula es una chica infantil e ingenua, a la que le gusta jugar en la playa como si fuera una niña. Ella misma reconoce su inmadurez, tanto emocional como física: “Yo debo de ser muy joven, pero no sé con certeza la edad mía… Nadie me la ha dicho nunca… Es gracioso, ¿no? En la ciudad tengo una amiga que se casó… ella también bailaba con nosotros. Cuando voy a la ciudad siempre voy a su casa. Y en la pared del comedor señalo con una raya mi estatua. ¡Y cada vez señalo más alta la raya…! ¡Dionisio, aún estoy creciendo…! ¡Es encantador estar creciendo todavía”, (págs. 140-141). La juventud y la inmadurez de Paula son su seña de identidad; no existe una opción posible fuera de ellas: “¿Qué hacen las chicas como yo cuando son viejas…?”, (pág. 141). Es el tipo de mujer ideal para la fiesta y el divertimiento. En el polo opuesto está Margarita, la mujer ideal para el matrimonio. Ambos modelos de mujer son igualmente necesarios y atractivos para el caballero burgués, pero cada una tiene perfectamente definido un rol que es excluyente con respecto al de la otra. Así le sucede al propio Dionisio, que sigue proclamando su felicidad de amar a Paula cuando solo faltan unos minutos para acudir a su propia boda con una mujer de su clase a la que no ama.

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Solucionario: “Tres sombreros de copa”

6.- La realidad irrumpe tajantemente, a través de efectos acústicos: “De pronto se oye el ruido de una trompeta que toca a diana y que va acercándose más cada vez. Luego se oyen unos golpes en la puerta del foro”, (pág. 142). Es don Rosario que viene a avisar a Dionisio para que se prepare antes de la boda. Dionisio está “desconcertado”, sin embargo, Paula ha asumido con naturalidad la situación y es ella la que anima a Dionisio para que vuelva a la realidad de la que proviene. Adopta con él una actitud maternal, le ayuda a prepararse, le busca un nuevo sombrero… Dionisio, una vez más sin voluntad, se deja llevar y obedece a Paula. Paula y Dionisio, todavía infantiles, juegan, sin embargo, por última vez: en este caso improvisan una boda fingida en la que ambos interpretan su rol y en la que Paula sería la novia. Sin embargo, es Dionisio quien en este momento reacciona para devolver a Paula a su realidad, recordándole que es solo un juego, y que él, obviamente, no se va a casar con ella, sino con Margarita.

7.- La actitud de alegría desbordada del hotelero, que viene a recoger al

novio, confiere a la escena un

carácter grotesco: “vestido

absurdamente de etiqueta, con el cornetín en una mano y en la otra una gran bandera blanca. Y, mientras habla, corre por la habitación como un imbécil”, (pág. 143). La ceremonia de despedida del novio es también absurda y exagerada: “Está el pasillo adornado con flores y cadenetas! ¡Las criadas tiene puesto el traje de los domingos y le tirarán confetti!... ¡Los camareros le tirarán migas de pan! ¡Y el cocinero tirará en su honor gallinas enteras por el aire!”, (págs. 143-144).

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Solucionario: “Tres sombreros de copa”

El autor critica también los convencionalismos sobre el vestuario de los novios, que adquiere el carácter de disfraz. En este caso, ridiculiza a Dionisio, quien, vestido de riguroso chaqué, utilizará para casarse un sombrero de charlestón de Paula, puesto que los suyos han quedado inservibles tras la fiesta nocturna. Su aspecto es, definitivamente, ridículo y absurdo. Otra imagen ridiculizada es la propia ceremonia matrimonial, que adquiere un carácter grotesco en la boda fingida de Paula y Dionisio, donde, según Paula, el cura llevará unos guantes blancos puestos: “Y entraremos en la iglesia… así… muy serios los dos… [...] Y entonces le saludaremos…. ‘Buenos días. ¿Está usted bien? Y la familia, ¿está buena? ¿Qué tal sigue el sacristán? Y los monaguillos, ¿están todos buenos…?’. Y les daremos un beso a todos los monaguillos…”, (pág. 145). Por último, don Rosario vuelve a rematar absurdamente la escena con su alegría desatada: “¡Ya está el coche esperándole! ¡Salga pronto, don Dionisio! ¡Es una carroza blanca con dos lacayos morenos! ¡Y dos caballitos blancos con manchas café con leche! ¡Vaya caballitos blancos! ¡Ya las criadas están tirando confetti! ¡Y los camareros ya tiran migas de pan! ¡Salga pronto, don Dionisio!”, (pág. 146).

8.- Finalmente, Dionisio ha actuado como era de esperar en un caballero de su clase. Su primera preocupación es conservar las apariencias; por eso ordena a Paula que se esconda detrás del biombo para ocultarla a la mirada de don Rosario. Se marcha y la abandona sin tiempo para despedirse.

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Solucionario: “Tres sombreros de copa”

La nota final de esta despedida la pone, sin querer, don Rosario, quien viene a recordarle a su huésped que nada de lo que ha pasado ahí esa noche tendrá repercusión en su futuro y que él será el perfecto yerno que desea para su hija don Sacramento: “¡No se preocupe! ¡En los hoteles, los cuartos son siempre iguales! ¡No dejan recuerdos nunca! ¡Vamos, vamos, don Dionisio...!”, (pág. 146). La obra pretende, en su escena final, recobrar el humor y eliminar sentimentalismos. De ahí que Paula se convierta, inesperadamente, en una improvisada artista que hace malabares con los tres sombreros de copa, imitando el número que se inventó Dionisio. Lo que acabamos de ver es puro espectáculo, es ficción y, como tal, tiene un final amable y feliz. También para Paula lo que ha pasado esa noche es algo prescindible que no le dejará recuerdos. El autor plantea una crítica con humor. A lo largo del texto se ha esforzado por poner en evidencia los absurdos principios morales que rigen la sociedad burguesa provinciana de su tiempo. De ahí que los tres sombreros de copa, símbolos del convencionalismo de esa sociedad,

sean

objetos

ridículos

y

engañosos,

que

terminan

desgastados estropeados e inservibles. Sin embargo, eso no impide que los hechos sigan su curso. Dionisio se casa con Margarita y Paula seguirá desafiando unas normas y convenciones que no comprende para vivir una vida divertida. Ningún personaje parece sufrir. En ambos personajes se trasluce una cómoda resignación

ante

un

mundo

imperfecto

que,

a

pesar

de

sus

limitaciones, no merece la pena cambiar.

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Solucionario: “Tres sombreros de copa”

9.- En efecto, la obra desarrolla escrupulosamente la unidad de lugar: toda la trama sucede en un solo escenario; y también la unidad de tiempo, pues la acción comienza más o menos después de la cena y finaliza alrededor de las ocho de la mañana del día siguiente. Respecto a la unidad de acción, la obra mantiene varias tramas argumentales. Por una parte, está la historia de aprendizaje personal de Dionisio, que lo lleva a enfrentarse a una elección. Luego está la trama secundaria de Paula y Buby, que necesitan desesperadamente dinero, pero cuyos planes se frustran porque no habían previsto que Paula podía enamorarse del caballero al que pretendía desplumar. Hay, además, otras tramas de menor entidad: como, por ejemplo, la de Fanny y el anciano militar, o la de Paula y el odioso señor, que tienen su propia estructura (con planteamiento, nudo y desenlace), pero que no interfieren en la acción principal. La vigencia del legado aristotélico es obvia en esta pieza de teatro contemporáneo, con las matizaciones propias de los diversos géneros dramáticos que han ido evolucionando, sobre todo en el terreno de la acción, a lo largo de los siglos.

10.- La obra plantea el enfrentamiento entre dos mundos opuestos: el mundo organizado y respetable de la sociedad burguesa convencional y el mundo divertido y alocado de las gentes del espectáculo y de las personas amorales que buscan diversión. Cada uno de estos mundos está conectado a la habitación de Dioniso por una de las puertas del escenario:

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Solucionario: “Tres sombreros de copa”



La puerta del foro da acceso al mundo convencional: por ella acceden al escenario el propio Dionisio, don Rosario y don Sacramento. Y por ella abandonan el escenario para volver a su mundo ordenado los mismos personajes.



La puerta de la izquierda da acceso al mundo marginal. Por ella acceden y abandonan el escenario Paula, Buby, las chicas del ballet, la mujer barbuda y todos los personajes que participan en la improvisada e indencente fiesta nocturna: el cazador, el militar, el muchacho, el odioso señor, etc.

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