TALLER DE HISTORIA DE LA CONSTRUCCION EN EL MEXICO ANTIGUO, VIRREINAL Y MODERNO (México, D. F. agosto 30-septiembre 3, 2010)

TALLER DE HISTORIA DE LA CONSTRUCCION EN EL MEXICO ANTIGUO, VIRREINAL Y MODERNO (México, D. F. agosto 30-septiembre 3, 2010) COORDINACION NACIONAL DE
Author:  Raquel Correa Toro

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TALLER DE HISTORIA DE LA CONSTRUCCION EN EL MEXICO ANTIGUO, VIRREINAL Y MODERNO (México, D. F. agosto 30-septiembre 3, 2010) COORDINACION NACIONAL DE ARQUEOLOGIA, INAH

Tradiciones constructivas prehispánicas en el occidente de Campeche Antonio Benavides C. INAH Campeche En la porción occidental de la península yucateca la historia de la civilización maya tuvo un largo desarrollo que ha ido entendiéndose de manera paulatina. Tras los reportes de exploradores y pioneros de la investigación prehispánica en esa región, a lo largo del siglo XX hubo varias generaciones de estudiosos cuyas aportaciones han permitido configurar un esquema general de cómo fueron evolucionando las construcciones de mampostería. Entre las principales contribuciones al entendimiento de este amplio tema debemos referirnos a Teobert Maler (1997), Harry Pollock (1980), Paul Gendrop (1983), George Andrews (1995, 1997, 1999) y Hasso Hohmann (1995, 1998, 2006). También debe mencionarse al equipo de arquitectos de la UNAM que continuó la labor de Gendrop por algún tiempo (por ejemplo Víctor Rivera, Juan Antonio Siller y Alejandro Villalobos), cada uno desde su propia perspectiva. Un primer acercamiento es aquel del siglo XVI en el que se apunta que “Yucatán es una tierra la de menos tierra que yo he visto, porque toda ella es una laja, y tiene a maravilla poca tierra, tanto que habrá pocas partes donde se pueda cavar un estado sin dar en grandes bancos de lajas muy grandes. La piedra no es muy buena para labores delicadas, porque es dura y tosca; empero, tal cual es, ha sido para que de ella hayan hecho la muchedumbre de edificios que en aquella tierra hay; es muy buena para cal, de que hay mucha, y es cosa maravillosa que sea tanta la fertilidad de esta tierra sobre las piedras y entre ellas” (Landa 1966: 117). Las observaciones anteriores de Diego de Landa son muy ciertas, pero deben complementarse con la variedad de calizas1 existente en la península, así como también con los recursos florísticos (Landa 1966: 126-132; Arellano et al 2003), dado que las maderas, bejucos, cortezas y resinas también jugaron un papel importante en las varias tradiciones constructivas que se desarrollaron en tiempos precolombinos.

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Entre ellas se cuentan: areniscas, pedernal, calizas duras o tok tunich, sascab, tzekel, etc.

Los primeros edificios mayas peninsulares fueron construidos prácticamente siempre con piedras calizas. Los rellenos de plataformas, basamentos o nivelaciones utilizaron piedras amorfas de diversos tamaños. Los muros fueron creados con bloques de piedra regularmente labrados, unidos con argamasa y cuñas de varias dimensiones. Las entradas o accesos fueron colocados al centro; cuando hay tres o más vanos de acceso están rítmicamente distribuidos. Lo mismo sucede en los espacios interiores con uno o más vanos. Los espacios techados contaron con arcos falsos logrados mediante lajas en saledizo luego coronadas por una tapa o losa horizontal. La madera fue usada para elaborar morillos y dinteles2, si bien la mayoría de los que se han conservado son de piedra. También se aprovechó la resina de varias especies arbóreas3. Los pisos tenían una base de piedra pequeña y compactada cubierta con un enlucido de estuco y los muros, tanto interiores como exteriores eran también cubiertos con aplanados de estuco (Figura 1). Sobre ese repello era común aplicar motivos pintados en varios colores (Cfr. Magaloni 1998).

Figura 1

Los edificios principales tuvieron esquinas redondeadas y algunas fueron remetidas. En el exterior de algunas construcciones se aplicaron motivos estucados de carácter simbólico y religioso. Ello podía ocurrir en las fachadas o en los remates superiores o cresterías. A lo anterior se agregaba pintura, generalmente un rojo intenso4. Las edificaciones grandes o bien de varios niveles solían presentar en cada cuerpo una 2 Aquí fue común el uso de maderas duras como el zapote (Manilkara Achras). Algunas han perdurado hasta nuestros días. 3 La preparación de la argamasa para enlucidos o repellos parece haber incluido gomas vegetales como las de algunas especies de ciruela (Spondia sp.), chukum (Pithecellobium albicans), holol o majagua (Belotia campbellii), pixoy (Guazuma ulmifolia) y tsalam (Lysiloma bahamense). Cfr. Morris y Morris 1931; Magaloni 1998. 4 En Campeche existen varios ejemplos del trabajo especializado del estuco modelado en edificios Petén y cabe citar aquí los casos de Calakmul (subestructura del Edificio II), Placeres, El Tigre, Becán, Balamkú y Edzná, entre otros.

amplia moldura ligeramente saliente (moldura en delantal). Esta tradición constructiva5 o manera de construir ha sido llamada Petén y ha sido documentada no sólo en el norte de Guatemala sino en múltiples puntos de la península yucateca (Cfr. Benavides 1996, 2001: 113-115). De hecho, la arquitectura Petén constituye la base a partir de la cual se desarrollaron otras formas arquitectónicas. La arquitectura Petén comenzó varios siglos antes del principio de nuestra era y dejó de erigirse alrededor del año 500 d.C. Las fechas de inicio y término de una tradición constructiva no son absolutas; varían ligeramente de un sitio a otro. Las exploraciones de la arquitectura Petén en el norte de Guatemala han señalado que a partir del Preclásico Medio (1000 a.C. a 400 a.C.) comenzaron a construirse plataformas con pisos de tierra apisonada y después provista de un aplanado de estuco. Los espacios cubiertos tuvieron muros bajos de piedra y techos de materiales perecederos (Figura 2).

Figura 2. Edificio XXVII de Becán tras su excavación y un dibujo reconstructivo (Tomado de Ball y Andrews V 1978). Esta tradición constructiva fue evolucionando mediante la inversión de trabajo cada vez mayor, generando grandes volúmenes de material que conformaron plataformas y edificios entre los que sobresalen los grupos E y los juegos de pelota (Hansen 1998: 63-70). Esas edificaciones consideraron también distribuciones espaciales específicas con respecto a los rumbos cardinales y a fenómenos celestes (Cfr. Hartung 1972, 1975; Sprajc 1996, 2005; Aveni 2005). Otra forma constructiva originada en el Preclásico Medio fueron las calzadas o sacbés, algunas diseñadas para unir grandes grupos arquitectónicos y otras de varios kilómetros de longitud para

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Por tradición constructiva entendemos la transmisión de conocimientos, creencias y prácticas de dicha actividad por un largo periodo de tiempo. Dicha transmisión ocurrió de generación en generación, obteniendo y usando los elementos necesarios de acuerdo a un plan o programa.

vincular asentamientos distantes (Benavides 1981; Hansen 1998: 75; Chase y Chase 2001).

Figura 3. Plano de la zona arqueológica de Halal, Campeche (Tomado de Williams-Beck 1998) Los Grupos E también son llamados Complejos Conmemorativos Astronómicos o Complejos de Ritual Público (Laporte 1996) y constan de una pequeña plataforma ubicada al poniente de una plaza; forma un eje perpendicular con la parte central de otro eje norte sur en el que se levantan tres construcciones. En general, este conjunto ha sido visto como un observatorio solar en el que se apreciaban el solsticio de verano (edificio norte), los equinoccios (edificio central) y el solsticio de invierno (edificio sur). A fines del Preclásico Medio (circa 400 a.C.) las evidencias de Nakbé y Tikal (Mundo Perdido) indican la estandarización en el corte de grandes bloques pétreos y la construcción de los primeros inmuebles con molduras voladas o en delantal. La producción sistemática de bloques grandes y regulares facilitó la edificación de diversas obras. Para ese tiempo se crearon también las esquinas redondeadas. Las fachadas de ese tiempo iban estucadas pero aparentemente su decoración o iconografía era mínima o nula. Los grandes volúmenes eran elaborados mediante celdas o cajones constructivos rellenos de piedra suelta de diversas dimensiones. A partir de esa época ocurrieron más innovaciones arquitectónicas que reforzaron la monumentalidad de las obras, se inventaron los patrones triádicos y se inició el “arte monumental en las fachadas” es decir la iconografía oficial a gran escala mediante el uso de motivos logrados con estuco modelado y pintado.

El patrón triádico está formado por una construcción grande, generalmente erigida sobre una plataforma a la que acompañan otros dos edificios de proporciones similares pero menores a la principal. Las fachadas de los tres inmuebles comparten un espacio común. Las cuatro estructuras más grandes de Nakbé son triádicas y muchos otros ejemplos pueden hallarse en El Mirador, Tikal, Tintal, Uaxactún y Wakná. Quizá El Mirador posee los mejores ejemplos de un incremento masivo en las dimensiones o escala de las construcciones en tiempos preclásicos. El basamento piramidal Tigre de ese sitio parece haber sido erigido en ese tiempo, con lados de 140 metros y una altura de 55 metros. Al oriente del corazón de El Mirador, como a manera de contrapeso, se encuentra la pirámide Danta, con 150 metros por lado y 72 metros de altura (Matheny 1987, Hansen 1998). Como relevante complemento a las obras arquitectónicas los constructores inventaron elementos difusores de la información oficial: grandes prismas de piedra o estelas erigidas verticalmente y acompañadas de otros bloques circulares de gran tamaño que hoy llamamos altares. En esas piezas se grabaron las imágenes de los gobernantes y se escribieron muchos textos calendáricos, míticos e históricos. Un elemento de gran importancia iconográfica y que por desgracia no siempre se conserva es el estuco modelado. Los artesanos de este material siguieron aportando sus contribuciones, algunas realmente excepcionales, si bien han sobrevivido pocos buenos ejemplos. De formas humanas, animales o fantásticas, los mascarones de estuco modelado permitieron expresar muchas ideas de la cosmovisión maya. También han sobrevivido algunos frisos de gran valor estético y arqueológico, como es el caso de Acanceh, Balamkú, Calakmul y Placeres (Figuras 4A y 4B).

Figura 4A . Friso de Acanceh, Yuc.

Figura 4B. Friso de Balamkú, Cam.

Petén en el occidente peninsular No obstante, como comentamos antes, la arquitectura Petén también está presente en el lado occidental de la península yucateca. El Edificio de las Siete Muñecas de Dzibilchaltún tiene esquinas remetidas y molduras en delantal, los bloques de su mampostería son burdos y usan cuñas de varios tamaños, la orientación de la construcción y estructuras cercanas está asociada con observaciones solares (Figura 5). En Dzibilchaltún también se construyeron calzadas internas y los materiales cerámicos tempranos datan del Preclásico Medio (800 a.C-300 a.C.). Otro sitio cercano al anterior es Komchén, en donde existe buen número de construcciones del Preclásico Medio e incluso contó con un sacbé entre dos de sus conjuntos arquitectónicos principales (Andrews V y Ringle 1992).

Figura 5

Aquí es pertinente agregar los resultados de investigación recientes, obtenidos en los recorridos de los proyectos Costa Maya y Caucel, ambos operando justo en el sector noroeste de la península yucateca. Reportaron una fuerte densidad de ocupación desde el Preclásico Medio (ca. 800 a.C.) con presencia de tres tipos de asentamientos (pueblos, villas y aldeas) que participaban en extensas redes de intercambio a gran distancia. La existencia de asentamientos jerarquizados, arquitectura monumental, buen número de juegos de pelota rituales e intercambio con regiones lejanas indican una complejidad sociopolítica mayor que el de simples comunidades agrícolas (¿cacicazgo?) y tenían contactos con la cultura olmeca tardía de la costa del Golfo (Cfr. Andrews y Robles 2008). En Acanceh, a unos 50 km al sureste de Mérida, también hay vestigios de arquitectura Petén en un basamento piramidal cuyos cuerpos tuvieron molduras en delantal y donde aún pueden verse mascarones de estuco modelado (Marquina 1964: 800-805; Garza y Kurjack 1980, Fig. 20; Quintal 1999) (Figura 6).

Figura 6. Cuatro ejemplos de mascarones de estuco modelado del Preclásico Tardío: Acanceh, Yuc.; Edzná, Cam.; El Tigre, Cam. y Mirador, Guatemala.

Más al sur, en Oxkintok también existen construcciones tempranas, acordes a la tradición Petén. En el Grupo Ah Canul la Estructura CA-6 o Palacio de la Serie Inicial podemos ver el uso de sillares regularmente cortados, previos a los de la tradición Puuc; también es visible el uso de lajas en saledizo para conformar la bóveda. En el Satunsat o Laberinto vemos una arquitectura similar y en el basamento piramidal CA-4 está documentada la típica moldura en delantal de la tradición Petén. Otros ejemplos de obras peteneras se encuentran en el Grupo Dzib, en especial en las estructuras DZ-7 y DZ-12, donde los sillares están burdamente cortados, aparejados con cuñas grandes y recubiertos por un grueso aplanado de estuco (Cfr. González Arana 1992).

En Edzná también podemos apreciar esta tradición arquitectónica en los primeros cuerpos del lado oriental del basamento del Edificio de los Cinco Pisos (Figura 7); en el costado este de la Estructura 501 o en el conjunto de la Vieja Hechicera. La cerámica más temprana de Edzná ha sido fechada alrededor del 500 a.C (Forsyth 1983).

Por lo que respecta a la distribución de edificios para conformar Grupos E, así como patrones triádicos, también los tenemos en el occidente peninsular. Dzibilchaltún, Santa Rosa Xtampak y El Tigre cuentan con Grupos E. Al mismo tiempo, Uxmal (Templo Sur), Edzná (Gran Acrópolis) y Figura 7

Oxkintok (Grupo Ah Canul) poseen ejemplos de patrones triádicos.

Petén megalítico

Una variante de la arquitectura Petén es el uso de enormes bloques pétreos para conformar las escalinatas o las molduras de algunos inmuebles. A ello también se le conoce como “arquitectura megalítica”. En Edzná ello puede verse en la estructura principal del conjunto de la Vieja Hechicera, pero también en la escalinata poniente de la Gran Acrópolis (Figura 8).

Figura 8. Edzná, Cam. Escalinata de grandes bloques pétreos del basamento principal del Conjunto de la Vieja Hechicera. Otros sitios campechanos con escalinatas similares se encuentran en Champotón, en Santa Rosa Xtampak y en San Miguel Pakchén. Los ejemplos más llamativos han sido reportados más al norte, en Izamal y en Aké (Stephens 1964, Roys y Shook 1966, Maldonado 1990, Covarrubias y Burgos 2008). Pero también están presentes en Xocnaceh (en el sur de Yucatán); en el norte de Quintana Roo, como es el caso de Cobá y de Naranjal (Cfr. Benavides 1996, 2001; Pacheco y Parrilla 2004) o bien el sur de Campeche, en Oxpemul. En el desarrollo de las obras peteneras los constructores mayas decidieron ampliar los espacios interiores e invertir más trabajo en el corte de los sillares, ahora como elementos de recubrimiento y transfiriendo la carga al núcleo del muro. En la tradición Petén ello implicó bloques mejor cortados, el uso de cuñas de menores dimensiones entre los sillares, así como una cobertura de estuco más sencilla, dado que disminuyeron las imperfecciones o desniveles por cubrir. La arquitectura Petén dejó de erigirse a lo largo del siglo VI y en su lugar, de manera casi paralela, se desarrollaron las tradiciones Río Bec, Chenes y Puuc (Figura 9).

Figura 9. Tradiciones arquitectónicas peninsulares.

La arquitectura Río Bec Tras la invención y desarrollo de una arquitectura distintiva de mampostería como fue la Petén, varios siglos después surgió una nueva generación de arquitectos con nuevos conceptos. Retomaron los sólidos esquemas básicos de sus predecesores y mejoraron las técnicas constructivas, como por ejemplo ampliando los espacios interiores y creando nuevas distribuciones de aposentos (Figura 10). También cortaron mejor los sillares de recubrimiento, incrementaron la variedad y formas de los mismos, al tiempo que añadieron elementos simbólicos (antes elaborados con estuco) como parte importante de los recubrimientos exteriores.

Figura 10. Plantas de los edificios principales de Payán (Andrews 1999) y de Río Bec A (Michelet et al 2005).

Es así como el trabajo arqueológico nos ha llevado a diferenciar una región geográfica en la que predomina lo que hemos llamado el estilo arquitectónico Río Bec6. Esa región se localiza prácticamente en el centro geográfico del área maya, en un sector caracterizado por una densa selva tropical que poco a poco va desapareciendo.

La

temporalidad correspondiente al desarrollo de las sociedades riobequeñas ha sido ubicada en el Clásico Tardío mediante el análisis de los complejos cerámicos denominados Bejuco (600-730) y Chintok (730-830) (Ball 1977). En ese tiempo se construyó gran cantidad de edificios de mampostería y hubo un aumento general de población mantenida por sistemas agrícolas intensivos (Adams 1977). Las entradas principales de algunos edificios fueron convertidas en enormes fachadas fantásticas que hoy leemos como deidades; se agregaron volúmenes verticales en los extremos y muchos paños de muros antes lisos fueron dotados de ritmo agregándoles esbeltas columnas embebidas, paneles de motivos cruciformes o de mascarones sintetizados. Los volúmenes verticales (dos o tres por edificio) fueron concebidos como esbeltas montañas, con escalinatas inaccesibles y templos simulados en la cima. Han sido interpretadas como montañas sagradas (Figura 11). Continuaron recubriendo las obras con estuco, si bien con capas más delgadas por el mejor acabado de superficie, y luego agregaron color según sus necesidades simbólicas.

Figura 11. Río Bec B. Por diferentes motivos (quizá religiosos, acaso políticos) sólo algunas construcciones fueron coronadas con muros calados o cresterías.

Ese elemento

6 El árbol conocido como bec (Ehretia tinifolia) es común en la región sureste de Campeche, pero también en muchos parajes peninsulares.

incrementó la monumentalidad de la obra al tiempo que facilitó la exhibición de símbolos o de imágenes oficiales. Al igual que en tiempos previos, las construcciones monumentales y sus agregados (que hoy designamos como “decoración”), su distribución y orientación no fueron dejados al azar. Conllevaron un profundo simbolismo relacionado con las deidades, los ancestros y el poder político de los dirigentes. Otros elementos de la parafernalia gubernamental fueron logrados en los ya mencionados altares y estelas, si bien muchas de esas piezas no son comunes en la tradición Río Bec. Los edificios fueron construidos para diferentes propósitos. Por eso poseen distintas dimensiones, niveles o cantidad de habitaciones. En la arquitectura Río Bec los inmuebles continuaron conformando plazas abiertas o cerradas pero resalta la ausencia de grandes volúmenes arquitectónicos como antes mostraban los basamentos piramidales o las acrópolis. Tampoco parecen haberse interesado en construir calzadas o muchos juegos de pelota. Como señalamos, esa nueva manera de expresión espacial parece haber ocurrido básicamente entre los años 600 y 800 de nuestra era.

La arquitectura Chenes En estas obras los aposentos abovedados tuvieron mayor amplitud que los peteneros, si bien los sofitos o arranques de bóveda casi no son perceptibles o están tenuemente insinuados. Los muros angostos no presentan sofito7; puede haber remetimientos o ampliaciones del intradós sobre los dinteles y las tapas de la bóveda fueron colocadas sobre los sillares cimeros del arco y no sobre fajillas o bandas (Figura 12).

Figura 12. Tabasqueño, Cam. Aposento del sector oeste del Palacio-Templo. 7

Existen variaciones como la del Palacio-Templo de Tabasqueño, donde observamos que en los muros angostos el arranque de la bóveda fue remarcado con sillares salientes, de modo que, además del sofito, encima de él, existe una especie de repisa.

Las construcciones Chenes muestran una tendencia a utilizar la mayor parte de su superficie exterior (incluso las esquinas con rimeros de mascarones) para desarrollar motivos simbólico-religiosos. El corte mejorado de los sillares facilitó su especialización para constituir piezas que, provistas de complementos de estuco, permitieron ensamblar grandes motivos.

En los edificios más voluminosos sobresale un gran mascarón de forma humana generalmente identificado como el Monstruo de la Tierra o Itzamná. Algunos ejemplos son la portada del Palacio-Templo de Tabasqueño, aquella otra de Hochob o la torre oriente del único edificio hasta hoy explorado en Dzibilnocac. El rostro fantástico ocupa un promedio del 80% de la fachada. En ocasiones el gran mascarón sólo aparece en el paramento

superior.

El

motivo está formado por un mosaico varios

de

piezas

tamaños,

de

mismas

que ocupan varios planos y tras su colocación fueron cubiertas por un aplanado de estuco después pintado generalmente con un rojo intenso (Figura 13). Figura 13. Edificio 2 de Hochob, Cam.

Otras

construcciones

Chenes

suelen

tener

grandes

sillares

salientes,

rítmicamente dispuestos, en las molduras media y superior (posiblemente para soportar elementos estucados); también es común el uso de grupos de columnillas (3 ó 4) en dichas molduras. Las fachadas alargadas que dan paso a varios aposentos individuales pueden contar con recesos o divisiones verticales que remarcan la separación de los espacios techados. Las columnas suelen ir pareadas, son de mampostería y van cubiertas con sillares. Otro elemento presente son las columnas embebidas, en las esquinas o marcando ritmos en los paños alargados (Figura 14).

Figura 14. Santa Rosa Xtampak. Lado posterior del Edificio de las Columnas.

En cuanto a la distribución interna de los edificios, en la región Chenes son comunes las edificaciones de cuatro aposentos con planta en forma de T. Se trata de tres habitaciones dispuestas en línea y el cuarto aposento se halla detrás del central. Esta configuración ha sido reportada en Macobá (Edificio 4), Nocuchich (Edificio 7), Nohcacab II (tres ejemplos), Pakchén (Edificio 1) y Tohcok (Edificio 2) (Cfr. Andrews 1997)8. El Edificio 1 de Ichpich podría ser una variante (Op. cit.: 101) (Figura 15).

Una forma arquitectónica poco común pero con cierta abundancia en la arquitectura Chenes es aquella de la torre o edificio sólido en el que predomina la altura. En el ámbito chenero se han reportado las torres de Nocuchich (2 ejemplos), Chanchén y Tabasqueño (Maler 1997; Gendrop 1983; Andrews 1997). Aparentemente se trata de construcciones con funciones astronómicas (Figura 16).

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El Edificio 1 de Ichpich podría ser una variante en la que el aposento extra va delante del central (Andrews 1997: 101). Otra variación sería el del Palacio de las U o Estructura 11k1A de Culubá, en el oriente yucateco, donde hay cinco edificios en línea y otro atrás del central (Barrera y Peraza 2006: 415417).

Figura 16. Torres de Chanchén, Nocuchich (desaparecida) y Tabasqueño, Cam.

La controversia Río Bec - Chenes Los elementos que asociamos a la tradición constructiva que hemos llamado Río Bec no se limitan a una región específica. Las evidencias hasta ahora reunidas indican su presencia no únicamente en el centro sur de la península, como postularan Gendrop (1983) y Andrews (1999), sino en un territorio mucho más amplio. Existen construcciones riobequeñas en el sureste de Quintana Roo (Kohunlich y Nicolás Bravo) y en el sur y suroeste campechano (Nadzcaan y El Tigre), pero también cerca de Oxkintok (Xburrotunich), en Uxmal e incluso en el oriente yucateco (Ekbalam). Aparentemente la tradición Río Bec prosperó en varias zonas que hoy no comprendemos por la sobreposición de épocas posteriores, por la destrucción de tiempos modernos y por la falta de investigación. La arquitectura más temprana hasta ahora localizada en la región de Río Bec muestra elementos que pueden atribuirse a la tradición Petén y ha sido fechada uno o dos siglos antes de nuestra era. Se trata de plataformas de mampostería registradas en Becán (edificios XXVII y IV-sub) (Cfr. Ball y Andrews V 1978). De esos inmuebles se originaron diversas construcciones hoy identificadas como propias de la tradición Río Bec. Los ejemplos más conocidos son los varios grupos arquitectónicos también llamados Río Bec o aquellos otros de Xpuhil. En los sitios con arquitectura Río Bec resalta la ausencia de grandes volúmenes arquitectónicos como los basamentos piramidales o las acrópolis. Las excepciones que parecerían ser Becán, Balamkú o Nadzcaan, en realidad cuentan con historias largas, es decir con ocupaciones cuya huella dejó varias tradiciones constructivas. Los

asentamientos netamente riobequeños tampoco parecen haberse interesado en construir calzadas o muchos juegos de pelota. Los edificios alargados, con varios aposentos y acompañados de dos o tres torres con escaleras no funcionales parecen ser típicos de esta tradición constructiva. Sin embargo, continúa pendiente la falta de información e investigación de un amplio sector de Campeche en el que seguramente existen asentamientos con arquitectura que algunos llaman Río Bec, otros reconocen como Chenes (es decir un desarrollo posterior de la misma tradición) y otros más insisten en agrupar como una sola tradición denominada Yucatán Central (Potter 1977, Carrasco 1994). La controversia sigue viva (Cfr. Benavides 2008a).

El desarrollo de la arquitectura Puuc Vayamos ahora a las obras denominadas Puuc. Los análisis de especialistas como Pollock (1980) y Andrews (1986, 1995) han definido el desarrollo de fases que ilustran la invención y el uso de mejoras técnicas a través del tiempo en dicha arquitectura. A la fase más antigua le llaman Oxkintok Temprano. Fue nombrada así por haberse definido con claridad en ese sitio del suroeste yucateco y trata precisamente de aquellos edificios que marcan la transición entre la arquitectura Petén y los inicios de la arquitectura Puuc. Sin embargo, el nombre de la fase mueve a error o puede causar confusión porque Oxkintok no es el único sitio en donde se ha registrado dicho momento de cambio en la tradición constructiva. Otros ejemplos han sido reportados en Acanmul, Bakná, Xkukicán, Xulmil y Yakalmai. Quizá sería mejor llamarle fase Petén-Puuc, con fechamientos9 que fluctúan entre los inicios de nuestra era y 550 d.C. Una segunda fase ha sido llamada Proto-Puuc y cronológicamente se ubica entre los años 550 y 650 de nuestra era. Sus características difieren un poco de la fase anterior, con sillares pequeños de recubrimiento pero mejor elaborados. En ese tiempo parece haberse originado el edificio de cuatro aposentos en donde cada uno está orientado a un rumbo del universo. La distribución de cuatro espacios de mampostería, cada uno con acceso diametralmente opuesto al otro, posiblemente estuvo asociada a la

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George Andrews indica que la fase pudo desarrollarse entre 550 y 600 pero aclara que esas fechas pueden ser un poco más tempranas, como lo mostraron las excavaciones de fines de los 1980s en Oxkintok (Cfr. Varela 1992).

cosmovisión. Algunos de los ejemplos mejor conservados de este tipo de edificio han sido reportados en Acanceh, Cacabxnuc, Kankí y Xuelén (Figura 17).

Figura 17. Cacabxnuc, Cam. y Xulmil, Yuc. Plantas de dos edificios con cuatro habitaciones.

Después, las innovaciones en el desarrollo tecnológico permitieron un mejor corte de los sillares y una mayor calidad de la mampostería, creándose edificios de una tercera fase a la que llamamos Puuc Temprano y misma que ha sido fechada entre los años 650 y 700. En esas fases primeras de la arquitectura Puuc (Proto-Puuc y Puuc Temprano) no encontramos columnillas lisas o con bandas ni mascarones. Esos elementos aparecerán con gran fuerza después (estilos Junquillo y Mosaico) y aparentemente fueron reinterpretaciones de los vecinos que poseían una tradición Chenes.

La fase Puuc Temprano es un tiempo de transición, de cambios importantes en la arquitectura regional. Hasta ese momento las construcciones se lograban con muros hechos de sillares y arcos con lajas en saledizo; algunos vanos de entrada muestran un corte trapezoidal y jambas con cuatro o más sillares en ambos lados (Figura 18). Después se edificó con muros de mampostería recubiertos con bloques y bóvedas elaboradas con piezas especializadas a manera de bota o cuña.

Figura 18. Balché, Cam. Edificio 6, lado sur. Entre 700 y 900 d.C. parecen haberse desarrollado dos estilos arquitectónicos Puuc de manera paralela: el estilo Junquillo o Columnar y el estilo Mosaico. Estas tradiciones arquitectónicas parecen tener nexos con las regiones Chenes y Río Bec (Cfr. Gendrop 1984b), de donde habría derivado el uso de mascarones y el concepto de columnillas. No obstante, su desarrollo es el resultado de las obras Puuc previas, mejorando la manera de labrar los sillares, haciéndolos más grandes y creando nuevas formas simbólico-decorativas. Según Andrews (1995: 109) las obras Junquillo y Mosaico son contemporáneas, se construyen casi simultáneamente y sólo difieren en los elementos que les decoran: uso abundante de columnillas (Junquillo) o bien elementos geométricos que conforman diversos motivos como un mosaico (grecas, grecas escalonadas, mascarones, celosías) (Figura 19).

Figura 19. Tantah, Cam. (fase Junquillo) y Labná, Yuc. (fase Mosaico). La coexistencia y contactos de las ciudades mayas del occidente peninsular con otras regiones como Oaxaca (Mitla, Yagul, Lambityeco), Veracruz (Tajín) y el centro de México han llevado a proponer que algunos de esos motivos llegaron al mundo maya como préstamo o influencia (Cfr. Sharp 1978) pero hay antecedentes de todo ello en la región Río Bec (Gendrop 1984; Andrews 1995: 110), de modo que existe un consenso

en cuanto a los desarrollos originales, parcialmente compartidos, de las tradiciones arquitectónicas Chenes/Río Bec y Puuc.

El momento final de la evolución arquitectónica Puuc fue lo que hoy llamamos Uxmal Tardío (900-1050 d.C.). Fue denominado así porque sólo había sido reportado en Uxmal pero las investigaciones relativamente recientes de Barrera Rubio y Peraza Lope (2006) muestran que dicha fase también se encuentra en el oriente yucateco, en el sitio de Culubá. Se trata de inmuebles con sillería muy bien labrada, de grandes proporciones no solo exteriores sino también en lo que toca al interior de sus habitaciones. Los vanos de acceso son también ampliados mediante jambas remetidas con respecto al paramento inferior (Figura 20).

Figura 20. Uxmal y Culubá, Yuc. con ejemplos de la fase Uxmal Tardío.

Jaina y otros sitios costeros Los casos de Jaina y Uaymil, sobre la costa noroeste de Campeche presentan una interesante tradición constructiva similar a las anteriores pero distinta por sus rellenos. A diferencia de los sitios de tierra adentro, donde era fácil conseguir piedra caliza, estos sitios debieron comenzar por contar con un espacio en el cual asentarse. La existencia de asentamientos como El Cuyo, Jaina, Nisyuc, Isla Piedras, Uaymil, Yaltón y demás islas o isletas artificiales de esa zona se logró mediante su construcción para luego erigir encima diversas edificaciones. (Figura 21). Para crear las islas los mayas debieron acarrear miles de toneladas de sascab, apisonarlas y mantenerlas en su sitio, haciendo frente al oleaje diario, a las corrientes marinas, a las lluvias y tormentas, etc. La escasez de piedra caliza en la costa llevó a usar dicho elemento preferentemente como material de recubrimiento. Desafortunadamente el saqueo ocurrido en la segunda mitad del siglo XIX y a lo largo del XX no permitió la conservación de mucha arquitectura en pie. En Jaina tenemos un basamento con esquinas redondeadas y uno de los cuerpos muestra una moldura en delantal (Edificio 4) pero las adiciones posteriores (en este caso la escalera) indican el uso de sillares bien cortados a la usanza Puuc (Figura 22).

Figura 22. Jaina, Edificio 4.

La cerámica más temprana de Jaina pertenece a los primeros siglos de nuestra era y el monolito más antiguo (Panel 3 con la fecha 5 Imix) corresponde a esos tiempos (Benavides y Grube 2002) (Figura 23). En la isla también encontramos tambores de columna, un fragmento de dintel, paneles y estelas con jeroglíficos pero todo fuera de contexto, al igual que en Uaymil, donde también se han reportado dos capiteles, una estela y columnas de varios tambores halladas in situ. Figura 23 Desde mediados del siglo XX Edwin Shook (1955: 294) reportó en Uaymil “un edificio con columnas, parcialmente expuesto, con una entrada triple formada por columnas, de una sola pieza, que alcanzaban la altura del dintel. Las jambas y los dinteles también eran de una sola pieza de piedra y las paredes estaban recubiertas con sillares regularmente cortados. Ese edificio tenía dos largas galerías paralelas abovedadas, con cuatro o más columnas como soportes intermedios.”

Las

exploraciones de inicios del siglo XXI confirmaron algunos de los datos anteriores y sumaron nueva información de diversa índole arqueológica (Inurreta 2004). La mención de columnas monolíticas (“de una sola pieza”), de jambas que cubrían la altura del vano, dinteles de piedra y la presencia de columnas con relieves, capiteles (Inurreta 2004: 120-139) y sillares regularmente labrados indica elementos constructivos propios de la tradición Puuc. Las columnas monolíticas y las

jambas

tamaño

de

gran fueron

ampliamente usadas en las obras Junquillo y Mosaico (Figura 24).

Figura 24. Yaxché-Xlabpak, Edificio 3, lado este.

El Clásico Terminal Tras el ocaso de los grandes centros hegemónicos la arquitectura cambió de nuevo. Surgió así una quinta tradición constructiva que fusionó el quehacer maya con ideas y elementos de otras regiones. Se crearon así nuevas formas y espacios que más tarde generaron la sexta y última tradición de los asentamientos peninsulares. En el occidente peninsular el sitio mejor documentado para referirnos a la nueva manera de construir entre los años 900 a 1200 es Edzná. Ahí encontramos edificaciones caracterizadas por el uso de accesos múltiples formados por columnas esbeltas (45 cm de diámetro) de varios tambores (Figura 25). También muestran basamentos o paramentos inferiores cuyos muros no son verticales sino que acusan un leve talud. Las paredes siguen siendo recubiertas con sillares bien cortados y ensamblados. Algunas escalinatas presentan alfardas y en los elementos escultóricos aparecen las serpientes emplumadas. Nos referimos a los edificios del sector suroeste del Patio de los Embajadores, así como a la Estructura 512. Otro elemento que debemos agregar son las calzadas de piedra para circulación interna y que rompen la simetría de ejes previos.

Figura 25. Edzná, Cam. Edificio 512 y dibujo reconstructivo. Esas construcciones recuerdan a varias otras similares y presentes en Chichén Itzá. No estamos hablando aquí de difusión o de influencias de un sitio sobre otro. Para nosotros significa una manera similar de construir en un mismo tiempo y a la que se ha denominado tradición o arquitectura maya-mexicana. Como su nombre lo indica, esta tradición arquitectónica fusiona formas yucatecas con otras aparentemente llegadas de la costa del Golfo y del centro de México. Prosperó entre los años 900 y 1250 de nuestra era, por lo cual no tiene relación alguna con la cultura mexica, que habría de desarrollarse posteriormente.

Algunos autores lo denominan arquitectura chontal,

haciendo alusión a la expansión de este pueblo en los siglos referidos.

Ambas

nomenclaturas presentan el inconveniente de usar términos étnicos, asunto que causa confusión. Dejando a un lado la discusión sobre “influencias” (término que sería mejor

cambiar por contactos) es evidente que en varios puntos del norte del área maya hubo un tiempo con arquitectura compartida. Además de Chichén Itzá y Edzná, estas obras también se encuentran en Uxmal y en Kabah. Otras construcciones de ese tiempo fueron recubiertas con nuevos acabados, aumentando su volumen pero proporcionando también un carácter distintivo de monumentalidad. Aquí nos referimos a los taludes convexos de los costados norte y oriente del Edificio de los Cinco Pisos. Donde antes había molduras peteneras o en delantal los nuevos constructores erigieron enormes medias cañas de mampostería (Figura 26).

Figura 26. Edzná, Cam. Edificio de los Cinco Pisos visto desde el noroeste.

El Posclásico Tardío A lo largo de los últimos siglos de vida prehispánica (1250-1500) los asentamientos mayas desarrollaron otro tipo de construcciones que usaron bloques toscamente trabajados unidos con argamasa y cuñas de diversos tamaños. Todo iba recubierto con una gruesa capa de estuco que ocultaba los cortes angulares y/o las imperfecciones de la piedra. Esta nueva manera de construir fue identificada originalmente en la década de 1920 por Samuel K. Lothrop, arqueólogo norteamericano, para referirse a las construcciones mayas del litoral norte de Quintana Roo. Le llamó arquitectura Costa Oriental.

En la parte superior de la fachada principal algunos inmuebles presentan nichos conteniendo motivos de estuco modelado (y antaño policromado) entre los que es común la representación de una deidad antropomorfa en actitud descendente. Las entradas de los edificios grandes y chicos presentan el dintel remetido. Son comunes pequeños santuarios cúbicos de un metro a metro y medio de altura máxima. También es frecuente la erección de pequeños altares cuadrangulares que ocupan menos de un metro cuadrado de superficie por 20 a 40 cm de altura. El ejemplo típico es Tulum, pero estas obras mayas del Postclásico Tardío (1250-1500 d.C.) también se hallan en muchos asentamientos de la isla de Cozumel, o bien sobre la costa quintanarroense: El Meco, Cancún, Xcaret, Playa del Carmen, Xelhá, Akumal, Tancah y Muyil (Chunyaxché), entre otros muchos sitios, así como en el litoral beliceño. A los vestigios de pintura mural asociados se les ha llamado de “estilo internacional”, indicando así su relación con distintas regiones del México antiguo, en especial del mundo maya, de la costa del Golfo y del centro de México. El llamado estilo Costa Oriental también está presente en sitios del interior. Por eso lo vemos en el templo que corona al enorme basamento piramidal llamado Nohoch Mul o bien en el Conjunto de las Pinturas, ambos en Cobá. En el oriente yucateco, en Ekbalam, también se han reportado inmuebles con esas características. Continuando ese imaginario recorrido hacia el poniente podemos detenernos en Mayapán y encontrar nuevamente edificios con la tradición arquitectónica del oriente peninsular.

Si

proseguimos hacia el oeste llegamos a Xcambó, en la costa noroeste yucateca, en donde también se han excavado y restaurado varios inmuebles identificados como propios de la arquitectura “costa oriental” (Figura 27). Otro elemento importante que encontramos en Tulum, en Xcaret, en Ekbalam y en Mayapán es la presencia de una gruesa muralla que

protege

el

núcleo

del

asentamiento. Podemos ahora preguntarnos ¿Por qué son tan escasos los vestigios

de

arquitectónica

en

esta

tradición

el

occidente

peninsular? Suponemos que ello se debe a la destrucción de tales edificios por la mayor influencia

colonizadora ocurrida en esta sección de la península desde mediados del siglo XVI. No obstante, los materiales cerámicos posclásicos indican que ese horizonte cronológico sí existió. En Edzná y en Jaina han sido registrados (Figura 28).

Figura 28 Jaina, Cam. Dos ejemplos de cerámica posclásica Cehac-Hunactí.

Consideraciones finales En el sector occidental de la península yucateca existieron seis tradiciones o maneras de construir edificios monumentales: 1) una tradición petenera que constituyó la base cultural común; 2) una tradición Río Bec; 3) una tradición denominada Chenes, muy similar a la tradición Río Bec; 4) una tradición Puuc con variantes a través del tiempo y con una variante costera en la que el sascab sustituyó a los rellenos de piedra; 5) una tradición del Clásico Terminal/Posclásico Temprano (también llamada mayamexicana); y 6) una tradición del Posclásico Tardío (que podría llamarse multiétnica o internacional). Los constructores peninsulares usaron siempre materiales calizos y vegetales cuyas particularidades fueron transmitidas de generación en generación. No obstante, dados los múltiples participantes en la edificación de las obras monumentales, los conocimientos no siempre parecen haber sido aplicados con todo rigor. Ello explicaría, por ejemplo, el uso de materiales sascabosos o de menor dureza en la región Río Bec y su consecuente menor conservación.

Por otra parte, la presencia de distintas tradiciones arquitectónicas podría estar vinculada a cambios políticos en los grupos de poder o elites gobernantes. Los cambios en la distribución de los espacios, en las técnicas constructivas y en los diseños simbólico-decorativos seguramente no fueron generados a partir de los jornaleros sino de acuerdo con la iniciativa de quienes gobernaban. En otras palabras, a través de los siglos, la arquitectura también puede verse como la manifestación del poder político; como un elemento promotor de los valores de una elite y de su legitimación al conferirse vínculos con lo sagrado. Una posibilidad de investigación futura, ahora que contamos con ejemplos más numerosos del registro de los edificios de varias tradiciones constructivas, es el análisis del crecimiento y la variedad de los espacios interiores a través del tiempo. Como hipótesis puede plantearse que a mayor antigüedad del inmueble corresponderán menores dimensiones interiores.

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