Tarea. Poesía coral. Sierva en la tierra, cacique del cielo

Tarea Poesía coral Armando Meixueiro Hernández A mi madre (1933-2011) Sierva en la tierra, cacique del cielo El domingo por la tarde ingresamos a mam

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Tarea Poesía coral Armando Meixueiro Hernández A mi madre (1933-2011)

Sierva en la tierra, cacique del cielo El domingo por la tarde ingresamos a mamá en el hospital porque presentaba síntomas inciertos entre depresión y alguna otra enfermedad. El reciente deceso de su hermana, tía Lupe, era un factor que confundía el estado. * Alrededor de los tres años, Sabrina, mi ahijada, aprendió a dar la bendición imitando todos los gestos, palabras y movimientos que le hacía la abuela Carmen cada vez que se despedían. Sabris guía su manita haciendo la señal de la cruz sobre la frente, el pecho y los costados de quien se retira en alguna reunión y expresa con su vocecita clara e infantil: “En nombre del padre, del hijo, Amén.” Sara, su hermanita, hace lo mismo simplificando señas y vocablos. ¿Quién se iba a imaginar que las niñas estaban heredando un recuerdo valioso y significativo de su abuela? * La noche del domingo nos confirmaron que se quedaría en el hospital debido a que presentaba una encefalopatía hepática pero que con seguridad y gracias a los medicamentos que recetaba la nefróloga podría salir al día siguiente. El procedimiento ayudaría a liberar las toxinas que se estaban manifestando en su cuerpo. * Monchis, David y tía Martha recordaban que Carmela siempre había sido platicadora y cantadora. Hablaba y cantaba frente al espejo, frente a la pared o con el primero que se le pusiera enfrente. A mis tíos, Monchis y David, les contaba películas maravillosas que parecían no tener fin. Conversaba sin cesar, a pesar de que ella aseguraba haber sido una niña introvertida. En la casa, con sus siete hijos, muchas veces la sorprendimos entonando canciones religiosas Pálido punto de luz Claroscuros en la educación http://palido.deluz.mx

Número 12. (Septiembre 2011) Narraciones docentes: ¿Cómo encontrar la voz de la esperanza?

mientras lavaba ropa, hacía la comida, trapeaba, barría, sacudía, arreglaba, limpiaba. No se quejaba del arduo trabajo, cantaba y compartía sus historias interminables. * El lunes por la mañana los análisis evidenciaron una complicación. Mamá estaba sufriendo una “Acidosis metabólica refractaria al tratamiento médico”, es decir, no estaba eliminando las toxinas ni con los medicamentos. Hacia la una y media de la tarde se corroboraba que junto con una “falla hepática secundaria, una falla renal crónica agudizada y una urosepsis” la situación se ponía grave. La única opción médica era Hemodiálisis o Hemodiafiltración. * Juanita llegó al velatorio con lágrimas en los ojos. Nos abrazamos y me expresó: —Ay, qué triste lo de tu mami, a tía Carmelita nunca le oí hablar mal de nadie y cuando yo le platicaba mal de alguien, me decía: "No m ´hijita, no sabemos, hay que ponernos en sus zapatos." El Güero Héctor, uno de nuestros primos, después me confortó: —Manito, perder a la madre es muy difícil, pero tía Camela ya está mejor, ya trascendió. * La nefróloga nos aclaraba que por la edad, la diabetes y por los resultados de laboratorio era poco probable que superara una hemodiálisis y que además, se requería de un hospital de Tercer nivel que tuviera la infraestructura necesaria para tal efecto. La posibilidad, entonces, desembocaba en un traslado. * Mamá Coco, su hermana mayor, intuía algo desde el principio. Ya me había manifestado su preocupación. Todos los días, entre semana, iba a verla y le preparaba la comida. Insistía en que estaba muy apagada, en que no quería comer, en que hablaba poco​… —M´hijo, estoy muy preocupada por tu mamá, el otro día me habló tu tío Manuel y dijo que notaba perdida a la Negrita. Estoy espantada, m ´hijo. Mamá Coco confirmó aterrada sus sospechas cuando juntos, y con Rodolfo, escuchamos el diagnóstico implacable de la doctora. Más de siete golpes sin anestesia sufrimos en la cabeza y en el corazón. Pálido punto de luz Claroscuros en la educación http://palido.deluz.mx

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* Comenzamos a explorar los procedimientos de traslado a un hospital de tercer nivel. Dulce, nuestra prima, estaba al “pie del cañón” acompañándonos y mostrando su constante fortaleza. Nos orientaba junto con Tere en las formas del traslado. Al mismo tiempo, con amor, confortaba a mamá en sus dolores y sufrimientos. —Tranquila tía Químen, vas a estar bien, tranquila. * Tío Rodolfo recordó el tiempo en que mamá vio por los abuelos, sus padres. En Palomas, Chihuahua, había estado sola con el abuelo Coty. Sin quejarse ayudó en las labores domésticas y apoyó en la aduana con servicios secretariales. Luego, ya casada y con hijos, vivió con los abuelos asumiendo alegre el encargo. Batalló un poco con su papá, el Coty, quien sufría una especie de depresión que lo hacía comportarse como niño. Y aprendió de su madre, abuelita Mita, esa curiosa sabiduría que transpiraba por todos los poros. A los dos abuelos los acompañó en su despedida final. * Mientras resolvíamos el traslado más rápido y adecuado a otro hospital, alrededor de las siete treinta, el médico a cargo nos dijo que mamá había entrado en proceso de agonía. Carme preguntó mortificada: —¿Qué podemos hacer? —No queda más que esperar.—Fue la respuesta del médico. * Los papás le dijeron a Sabrina que su abuelita se había ido al cielo. La inteligente niña se quedó meditando y expresó: —¡Mañana le digo a Ximena que ya tengo una abuelita en el cielo! * Desde las siete treinta de la noche en que nos dijo el médico que agonizaba, hasta las dos de la mañana en que expiró, dedicamos todos nuestros esfuerzos a estar con mamá, platicar con ella, compartir y despedirnos. El Gordito, nuestro padre, se sentó a un lado de la cama y entrelazando una mano con la de ella, no se movió de ese lugar. Tía Maru y tía Mary también llegaron y estaban con nosotros, apoyando a su hermano. Vivíamos en esos moemntos un torbellino de sentimientos encontrados. Lágrimas que enmarcaban Pálido punto de luz Claroscuros en la educación http://palido.deluz.mx

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contradictoriamente las sonrisas. * Sonó el celular inmediatamente después de la mala noticia. Era David desde Xalapa. Contesté titubeante. —Bueno​ —Mancho, ya voy en camino. En unas horas estaré allí. Sólo pude responder acosado por un llanto incontenible: —David, ya está agonizando​ * Ya habían llegado varios de sus hermanos, nuestros queridos tíos: Mamá Coco desde el principio; Monchis caminando con bastón y serenidad; tío Manuel, adolorido y azorado; tío Miguel, quien con entereza se despidió de su hermana y le dio la bendición. Aún faltaban Rodolfo y David. * No la reconocí al principio y me abrazó sollozando. Era Paty, una amiga de mis papás del grupo Signum Fidei. —¡Cómo quise a tu mamá, la tengo aquí en mi corazón!—Aseguró. Luego me aclaró que las fotos de mamá que había llevado Carmen al velorio eran muy significativas. En los cuadros siempre aparecía acompañada. Busqué fotografías de mi madre, ciertamente, en casi todas aparecía con familiares y amigos. * Tía Martha nos sorprendió en el hospital. Esposa de mi tío Rodolfo y amiga de Químen desde el preescolar habían compartido muchas vivencias, alegrías y penas. Ahora, veía a su amiga postrada en la cama. Reconfortó a mamá, rezó con ella, conversó silenciosamente tomando con cariño su mano amoratada por las agujas del suero y entonces su respiración se volvió más suave. Caray, dijo Monchis, la historia de Químen fue dar, dar, siempre dar y nunca pensar en ella. * ​ ú, has venido a la orilla. T No has buscado ni a sabios ni a ricos, Tan solo quieres que yo te siga.

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​Señor, me has mirado a los ojos, Sonriendo has dicho mi nombre. En la arena he dejado mi barca. Junto a ti, buscaré otro mar​​ * En el proceso de agonía, como con el abuelo Coty, estuvimos leyendo Salmos y fragmentos de la Biblia, cantamos, recordamos anécdotas, bromeamos, lloramos, lloramos mucho… Y llegó David, su hermano menor, la miró, los ojos se reflejaron las almas, la abrazó, acarició sus canas, besó su frente con ternura. Una especial calma se esparcía en la habitación. Y llegaron los nietos mayores, primos y amigos. Mamá se despedía como había estado siempre, entre muchos familiares y amigos. La cama de ese hospital estaba rodeada de sus seres queridos. Y observamos cómo su aliento se iba extinguiendo con tranquilidad, en paz. “¡Una mujer guerrera, una mujer incansable!” dijo Vivi. * En medio de la abarrotada capilla de velación, se acercó Bety Muñoz, una gran amiga de mi madre. Me reconfortó, me regaló un enorme abrazo. —Siempre recordaré a tu mami con esa gran sonrisa, como la que tienen ustedes. Por eso no me atreví a verla por última vez en el féretro, porque la quiero recordar así, con esa amplia sonrisa. * Entraron dos enfermeras a la habitación y le colocaron en un dedo el dispositivo que hacía sonar el ritmo cardíaco. Ya no percibíamos su aliento pero su corazón, su gran corazón, seguía latiendo En silencio escuchábamos las pulsaciones. Tit, tit, tit, tit… Dos minutos y seguían las palpitaciones, tit, tit, tit, cuatro minutos, cinco minutos y seguían sus pulsaciones. Las enfermeras decidieron quitar el dispositivo y esperar porque seguía sonando… A pesar de que ya no tiene respiración su corazón sigue latiendo. * Mi hermana nos compartió un correo electrónico que recibió del Hno. Paco Bartolo Mejía:

Mi estimada Carmen… me duele mucho saber esta noticia; para mí tu mamá fue una persona muy importante durante los cursos que Pálido punto de luz Claroscuros en la educación http://palido.deluz.mx

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organizábamos en Santa Lucía. Con ella me sentía en confianza de sentarme a platicar de todo un poco, me escuchaba y siempre se reía. Me quedo triste por la noticia, triste por sus hijos, triste por sus nietos y sobre todo triste por su esposo, tu papá… es difícil imaginarlo ahora sin ella. Pero a la vez me lleno de esperanza y de alegría al saber que ahora tenemos una intercesora en el cielo; una santa que nos conoció y que sabe bien lo que necesitamos. No lo dudo ni un segundo: es una santa, una intercesora, un tesoro ubicado en un rinconcito del cielo, mirando y riendo… no pido por ella porque ya no lo necesita; pido por todos nosotros para que su ejemplo lo podamos seguir, para que nuestro rostro de tristeza se cambie por el del gozo y la alegría de saber que vive en nuestros corazones y en nuestras acciones.​ ¡Es cierto lo que dice el Hno. Paco! La Jefa, nuestra madre, fue una servidora, sierva en la tierra, pero ahora se ha convertido en cacique del cielo.​ Mamá, Carmela, Negra, Químen, Sra. Carmelita, tía Camela, Chata, Jefa, intercede por nosotros y resérvanos allá un fantástico ejido celestial.

Armando Meixueiro Hernández Director de Pálido Punto de Luz

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