TEMA 12 LA RELACIÓN CON LOS FAMILIARES DE LOS ENFERMOS

TEMA 12 LA RELACIÓN CON LOS FAMILIARES DE LOS ENFERMOS. La hospitalización constituye una situación de estrés psicológico tanto para el paciente como

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TEMA 12 LA RELACIÓN CON LOS FAMILIARES DE LOS ENFERMOS. La hospitalización constituye una situación de estrés psicológico tanto para el paciente como para su familia. La internación hospitalaria implica separaciones y el abandono del hogar por parte del paciente, por cuyo futuro temen los restantes miembros del grupo familiar, a ello se agregan también muchas dificultades prácticas como mayores gastos económicos, problemas en el manejo del hogar, o la atención de los niños si se hospitaliza uno de los padres; en definitiva la alteración del ritmo de vida familiar es evidente durante la hospitalización y recuperación del paciente. El apoyo del grupo familiar en su interacción con el enfermo puede favorecer mucho su recuperación. Es necesario otorgar a la familia el grado de participación que le corresponde en el proceso quirúrgico, pero a la vez corregir los modos de interacción personal y de adaptación al estrés que suelen provocar complicaciones. El

periodo

hospitalario

o

de

hospitalización,

promueve

ansiedades y temores en toda familia, y cada uno de sus integrantes los controla según sus posibilidades, aún más cuando existe una situación de cirugía. Vamos a ver a continuación, como pueden reaccionar las familias

de

distintas

formas

ante

la

hospitalización

del

paciente/familiar: Cuando hay una adaptación familiar normal frente al estrés hospitalario, la ansiedad del paciente es conocida y compartida por el grupo; constituye todo un tema y ocupa un "lugar" en la familia. CARPE DIEM

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También

cada

integrante

puede

reconocer

y

tolerar

su

propia

preocupación, sin recurrir a conductas defensivas rígidas. Muchas familias, por el contrario, suelen plegarse a la modalidad patológica de adaptación del paciente y, por ejemplo, todo el grupo participa de la negación maníaca de la realidad. No es raro que en estas familias haya, no obstante, algún miembro que "denuncia" las ansiedades y temores del enfermo –o de todos– y se transforma en el portavoz que revela los principales conflictos generados por la hospitalización. En aquellos enfermos que presentan una adaptación a la hospitalización (con cirugía o no) patológica (ansiedad confusional, reacciones paranoides agudas, antecedentes psicóticos o depresivos graves), es imprescindible conocer bastante a la familia y evaluar su capacidad para acompañar al enfermo en las dificultades de la hospitalización. En condiciones favorables, la familia contribuye al control emocional de cada paciente en su recuperación, pues le ayuda a tolerar la frustración, contrarrestar la desesperanza y adaptarse al duelo y las inevitables privaciones psicofísicas de toda hospitalización. También facilita la superación de los fenómenos regresivos: así como en esos momentos los enfermos requieren más ayuda y atención de médicos y sanitarias, necesitan un mayor suministro afectivo de familiares y amigos. Cuando ante las dificultades hospitalarias se sienten débiles e impotentes, el apoyo y el estímulo de la familia les proporcionan la confianza para mantenerse firmes, y eso reasegura también su identidad.

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Las familias con comportamiento no patológicos ante el periodo hospitalario,

tienen

funcionamiento

con

respecto

naturalmente

al

cuidado

autorregulado,

y

del

paciente

un

su

presencia

es

gratificante. Atienden al hospitalizado de una manera flexible, a veces lo acompaña un integrante del grupo, a veces otro, y saben captar las necesidades del enfermo (cuándo dejarlo solo, cuándo estar en silencio, cómo tranquilizarlo cuando sufre). En cambio, las familias más aglutinadas suelen ejercer una acentuada sobreprotección, con roles fijos (siempre la misma persona cuida de forma exagerada y asfixiante al paciente, a quien jamás lo deja solo). Tampoco permiten un adecuado manejo de la atención sanitaria: controlan permanentemente la tarea del personal sanitario en busca de errores, o verifican el goteo del suero o los horarios de administración de los medicamentos. Con menor frecuencia, en algunas familias se presentan otras respuestas patológicas al estrés quirúrgico durante la internación de uno de sus miembros: algunos familiares pueden presentar reacciones desmedidas como depresión, trastornos psicosomáticos e incluso producción de accidentes. Finalmente, acerca de las visitas de amigos, familiares más lejanos y conocidos es conveniente recordar que la mayoría de los enfermos toleran mal un ritmo muy intensivo de visitas, porque les provoca cansancio, irritabilidad, insomnio y menor tolerancia al dolor. Por supuesto que esto no es así para los enfermos en quienes predominan las defensas maníacas; ellos prefieren numerosas y permanentes visitas, mirar televisión, trabajar y todo aquello que los ayude a alejarse –aunque sólo temporalmente – de la realidad displacentera.

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Con respecto a la atención al paciente, la noción fundamental, antes de cualquier cosa, es el respeto al enfermo. Existe una carta de derechos y deber del enfermo que precisa los

derechos

del

enfermo,

dejando

bien

claro

que

la

función

hospitalaria es acoger y curar. El enfermo ingresado en el hospital recibirá la carta de derechos y deberes. El enfermo, se encuentra en un estado de dependencia que se acentúa con la inseguridad de su futuro, la perdida de contactos exteriores, las incomodidades y el nuevo ritmo de vida. El enfermo tiene derecho a conservar su personalidad. El enfermo tiene derecho a mantener su dignidad. El enfermo tiene derecho ser informado de su enfermedad. El enfermo tiene derecho a comunicarse con el exterior en cualquier forma compatible con su estado. Después de pasar por la recepción o urgencia (según el caso), el enfermo queda hospitalizado, procediéndose así a la admisión del mismo. El celador debe recibirlo e instalarlo. El recibimiento es el primer gesto terapéutico del personal sanitario frente al enfermo que ingrese. El recibimiento será tranquilizador para el enfermo y la familia. El celador será el encargado de la acogida con benevolencia, educación, y las máximas atenciones, intentando calmar las tensiones del enfermo. El enfermo será encamado lo antes posible. En el recibimiento del paciente, tras su admisión deberemos: •

Evitar riesgos de lesiones del mismo.



Retirar

objetos

punzantes

(si

se

trata

de

un

paciente

psiquiátrico). CARPE DIEM

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Aplicar sujeción mecánica si es preciso siempre de ambas manos y pies no dejando extremidades libres hasta su sedación (si se trata de un paciente psiquiátrico).



Restringir los estímulos (ruidos, luz, temperatura agradable).



Recoger las pertenencias y objetos personales.



Informar a los servicios auxiliares (cocina, lencería, etc.) del nuevo ingreso.



Una vez el paciente se encuentre más relajado y si no ha sido posible, darle una ropa adecuada y proporcionarle alimento o líquidos si lo precisa. En la relación con el paciente se debe transmitir sentimientos

de cordialidad y aceptación para crear una atmósfera de franqueza en la que el sujeto pueda comunicarse con libertad. La cordialidad implica una cordialidad a la otra persona y la aceptación es la capacidad de comprender el punto de vista del otro y respetar el derecho de cada individuo a ser diferente. Cada persona en su trabajo manifiesta actitudes, puntos de vista y prejuicios que son reflejo de sus antecedentes sociales y de su experiencia en la vida y tendemos a tratar a los demás según nuestras experiencias. Es útil que el celador se de cuenta de sus propias actitudes, puntos de vista y prejuicios y que los intente modificar, si no son adecuado, de cara a los demás. Para ello pueden ser útiles tener cursos de psicología para comprender su persona y las diferencias individuales, además de los factores que motiven la conducta y facilitar las interrelaciones con los demás.

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La comunicación con el paciente, los problemas, intereses, sentimientos y actividades de éste son el aspecto más importante. De esta forma se podrá ayudar al enfermo, sobre todo si se aprende a escuchar. La mayor parte de las personas se comunicarán ampliamente si cuentan con un oyente atento que no les impone sus valores morales ni les da recomendaciones que no quieren. Se ha de aprender a escuchar con atención. Si se presta atención, el paciente tiene la impresión de que se está interesado por su persona y se está dispuesto a dedicar tiempo y energía a oír sus palabras. El paciente presenta una serie de necesidades emocionales durante su periodo de hospitalización como son sentirse integrado, sentirse

autosuficiente

e

independiente

y

con

necesidad

de

comprensión y afecto. Al paciente se le tratará en base a los siguientes preceptos: •

Dirigiéndose a él por su nombre.



Inspirándole calma y haciendo que adquiera confianza en el hospital y en todo el personal que lo atiende.



Tratándole con amabilidad y simpatía.



Dejando fiera del trabajo los problemas personales, evitando que se note un mal humor o una actitud preocupada ya que el enfermo no tiene culpa de Los problemas del personal.



No hablando con él de su enfermedad. Para eso está el médico que le dirá lo que crea conveniente y podrá informarlo mejor.



No comentar a unos enfermos los datos que se conozcan de otros.

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Informar al enfermo de todo lo que se le va a hacer y el porqué de ello.



Tranquilizarle en la medida de lo posible si está nervioso.



Animarle en la medida de lo posible si está triste o deprimido.



Acompañarle y hablar con él si se siente solo.



Estimularle si se encuentra desprotegido o temeroso.



Interés y dedicación para que se sienta atendido. A veces se informa más a los familiares que al enfermo, porque

éste no esté en condiciones de recibir ciertas informaciones o se le quiera mantener el mayor tiempo posible ajeno a la información, ya sea por mantener un estado de ilusión y esperanza o por no ocasionarle estrés. No obstante, ha de ser el personal facultativo quien deba decidir sobre las informaciones que se deben dar sobre el estado del paciente. El celador, sobre este punto, no tiene nada que decir y ha de remitir al paciente al médico. Aquí el médico no debe obedecer a reglas rígidas, debe tener en cuenta el grado de lucidez del enfermo, su carácter, sus creencias y situación familiar. Hay enfermos a los que no se puede comunicar una situación grave de su estado, mientras hay otros que pueden afrontar la verdad. Pero ante todo, hay que decir la verdad. Con respecto a la atención a las visitas se deberán tener en cuenta las normas del centro sanitario en cuestión. Las visitas tienen lugar unos días y a unas horas previstas por el propio interés del enfermo. Y estos horarios están sujetos a las siguientes condiciones: -

Fuera del horario de las visitas médicas.

-

Fuera del horario de las terapias.

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-

Fuera del descanso y de las comidas.

Las visitas son necesarias al enfermo porque le permiten mantener el contacto con el exterior y le aportan afecto y apoyo. El Personal sanitario ha de ser atento y amistoso con las visitas facilitando el contacto entre ellos y el enfermo. Mientras que no molesten al enfermo y su estado lo permita se les dejara plena intimidad para que su comunicación sea más rica. Si las visitas molestan, cansan o agobian al enfermo por su situación o por ser numerosos y alborotadores, el auxiliar o celador lo comunicará al DUE correspondiente para que se tomen las medidas necesarias. Con respecto a la relación con los familiares, deberemos tener una actitud comprensiva, ya que el ingreso de una persona de una familia causa en ésta un trastorno emocional. Ante una hospitalización la familia siente: -

Alivio porque el enfermo está atendido.

-

Sentimiento

de

culpabilidad

por

transferir

la

responsabilidad del enfermo a otras personas. La actitud hacia los familiares debe ser también de comprensión y al mismo tiempo de firmeza. Se les indicará el horario de visitas y el número de familiares que pueden asistir simultáneamente. Se les advertirá de la presencia y necesidad de reposo de los demás enfermos para que se evite levantar la voz y el ruido excesivo.

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El celador no debe proporcionar más información que la relativa a sus cuidados si descansan bien, si tienen apetito, etc. No hablará de aspectos médicos. Advertirá y vigilará que no suministren alimentos traídos del exterior explicando que pueden ser perjudiciales. Puede además observar detalles de las relaciones entre paciente y familiares que sean de interés por repercutir en la psicología del paciente.

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