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TEMA 2: ARTE EGIPCIO 1.
CONTEXTO GEOGRÁFICO E HISTÓRICO
• 3.100-2.686 a. C-Reino tinita (I y II dinastías)-Finales IV milenio y primer tercio del III a. C • 2.686-2.281 a. C-Imperio Antiguo (III-VI dinastías)- Centurias centrales del III milenio a.C. • 2.281-2.040 a. C-Primer Periodo Intermedio • 2.040-1.758 a. C-Imperio Medio (XII-XIV dinastías)-Primer cuarto de II milenio a. C • 1.758-1.567 a. C-Segundo Periodo Intermedio (invasión de los hicsos) • 1.567-1.080 a. C-Imperio Nuevo (XVIII-XX dinastías)-Segunda mitad del II milenio a. C • 1.080-332 a. C-Tercer Periodo Intermedio. Baja Época • 332-30 a. C-Época helenística-Último tercio del I milenio. a. C, hasta la dominación romana • El Imperio Antiguo Egipto significó la unión del Bajo Egipto, norte del Valle del Nilo y su delta, con capital en Menfis y el Alto Egipto, el valle medio, con capital en Tebas. EI marco geográfico del antiguo Egipto es el estrecho valle del Nilo, más allá estaba el desierto. Lo que determina una civilización fluvial, de base agraria. Además la proximidad de acantilados permitió la abundancia de piedra, fundamental para el desarrollo de la arquitectura y la escultura. En Egipto todo pertenecía al faraón, considerado un dios. Los nobles integraban la corte y recibían favores y tierras del faraón. Los grandes sacerdotes eran muy ricos, poseían los tesoros y tierras de los templos, y muy influyentes al conocer la ciencia y la historia de Egipto, que redactaban en las inscripciones de los templos. También en posesión de la escritura, se hallaban los escribas, que actuaban como notarios, recaudaban los impuestos y redactaban las leyes y documentos. Los campesinos trabajaban los campos y al ser siervos del faraón eran movilizados para las grandes construcciones. Las expediciones exteriores del Imperio Nuevo, aumentaron el número de esclavos en manos del Estado, que empleados también en las construcciones. El culto a los dioses y las ideas sobre la vida de ultratumba dominaban la vida y la cultura egipcias. En principio, la religión se redujo a creencias fetichistas, otorgándose poderes divinos a animales, (el halcón Horus, la vaca Hathor, el buey Apis, el chacal Anubis) y a fuerzas de la Naturaleza. Luego, estos dioses se representaron combinando la forma humana con la animal, conservando algún atributo que recordaba su antigua figura. Hubo dioses a los que se rindió culto en todo el país: Ra-Amón, el Sol, creador del universo, habitaba en el cielo y recorría el mundo día y noche, surcando con una barca el firmamento, difundiendo por la luz, la verdad y la justicia. Osiris, que representaba el Nilo, la riqueza y el bienestar, vivía con su hermana y esposa lsis, símbolo de la fecundidad, y con su hijo Horus. Osiris había enseñado a los hombres la agricultura y las artes, la civilización. El mito de Osiris, contaba que fue asesinado por su hermano Seth, rey del desierto, de la escasez y la maldad. Isis encontró el cuerpo despedazado de Osiris, lo recompuso y lo embalsamó, y así Osiris alcanzó la inmortalidad. Este mito explicaba la renovación anual de la naturaleza, la vida y la muerte. De modo semejante a Osiris para que el difunto pudiera
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tener una vida de ultratumba, los dos principios constitutivos del ser humano el ba –alma- y el ka –fuerza vital- debían permanecer unidos-. Esto se lograba mediante la momificación de su cuerpo y la elaboración de una estatua-doble del difunto, que debían mantenerse en un mismo espacio. Concluido este ritual, el difunto subía a la barca de Sol-Ra, para al anochecer descender al mundo inferior para presentarse ante el Tribunal de Osiris, donde se procedía a las psicostasis o peso del alma. El alma, después de superar el juicio, cuyo ritual se hallaba en el Libro de los Muertos, alcanzaba la inmortalidad. En el Imperio Antiguo, sólo los poderosos podían asegurarse su supervivencia en la vida de ultratumba, dado lo costoso y complicado de la preparación de estos sepulcros y tumbas. A partir del Imperio Medio, el culto a los muertos se popularizó y sólo con pasar con éxito el juicio, con sencillas fórmulas, el difunto aseguraba su inmortalidad. La escritura jeroglífica, ideográfica-pictográfica, representaba las ideas por su dibujo o forma gráfica. Por ello los textos egipcios tenían por sí mismos valores artísticos y plásticos. Los egipcios conocían las matemáticas y la geometría. Sin esto hubiera sido imposible levantar las pirámides y construir los templos con bloques de piedras de más de dos toneladas de peso. 2. CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL ARTE EGIPCIO -Es un arte del culto a los muertos y del Más Allá. De acuerdo con la idea de supervivencia del Más Allá, es un arte que debe perdurar eternamente. -Destaca su colosalismo, su desproporción en relación con la función. Los edificios y las grandes estatuas desbordaban la escala humana, se imponían por su grandeza, y suscitaban temor. -Es un arte teocrático, de ahí la importancia de los templos. -El arte egipcio está al servicio de los poderosos: del faraón, los nobles y los sacerdotes que controlan el mundo de los dioses. -Es un arte influido por el valle del Nilo y por su agricultura. En el mundo agrario nace la geometría y la medida. Lo que determina una arquitectura cuadrangular, de aspecto geométrico, arquitrabada, de líneas horizontales y verticales. Además se introducen elementos arquitectónicos decorativos de plantas y flores. Está concepción geométrica se impone en la plástica (escultura y pintura): composición ordenada y numerada, sentido de bloque, de simetría y de frontalidad. -El arte egipcio mantuvo una unidad estilística durante tres milenios de duración. Se ajustará a unos modelos y normas fijas que permanecerán inalterables. El culto a los muertos y a los dioses, y la vida de ultratumba exigirán un arte solemne, representativo y hierático (severo), estilizado y estereotipado, es decir, conservador. A los faraones y a los sacerdotes no apoyaban las innovaciones artísticas, pues temían toda modificación del orden existente y declaraban sagradas las reglas tradicionales del arte. El arte y los artistas debían estar al servicio de los faraones, de los sacerdotes y de las creencias religiosas. Por lo que el artista era considerado, no por su personalidad o imaginación, sino, por ajustarse mejor a unas normas, modelos y reglas fijas que estaban establecidas para las representaciones artísticas (ley de la frontalidad y de la simetría). -Junto a este rígido arte oficial, se dio un arte más libre, que no seguía las formas
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canónicas, en entornos privados, alejados del arte oficial del faraón y de los templos. 3- LA ARQUITECTURA EGIPCIA El Arte egipcio por excelencia fue la arquitectura. Empleó la piedra y el sistema adintelado o arquitrabado. Se caracteriza por su horizontalidad (propia del paisaje), su masa y su monumentalidad (colosalismo). Los muros son muy gruesos, dispuestos en talud y formados por sillares de gran tamaño y coronados por una moldura, la gola egipcia. Los elementos sustentantes son pilastras y columnas, de notables dimensiones y siempre realizadas de acuerdo a proporciones de diámetro y altura. Los capiteles son variados: lotiformes y papiriformes, que pueden aparecer con la flor cerrada o con la flor abierta. Los capiteles de flor abierta evolucionan hacia la columna campaniforme, que estiliza los motivos vegetales, que pueden desaparecer. Los capiteles de flor cerrada también se estilizan, evolucionando hacia capiteles de flor cerrada monótilos (de una sola pieza). El capitel palmiforme tiene la forma de un ramillete de palmas levantadas. También son frecuentes la columna o pilar con capitel hathórico (con la cabeza de la diosa Hathor), las columnas con capitel compuesto (capitel campaniforme al que se añaden diferentes ornamentos inspirados en diversos motivos vegetales). Este capitel compuesto en época helenística introdujo elementos propios de las columnas griegas (volutas). La columna protodórica tiene un fuste estriado (muy similar a la dórica griega) coronado por un capitel formado por un elemento poligonal (paralelepípedo). Los arquitrabes o dinteles, muchas veces, no se apoyan directamente sobre el capitel, sino sobre un paralelepípedo rectangular de piedra que se sitúa entre ambos: el ábaco. 3.1.
Las tumbas: mastabas, pirámides e hipogeos
La creencia en una vida en el Más Allá, dio origen a diferentes tipos de tumbas, sobresaliendo entre ellas las mastabas, las pirámides y los hipogeos, agrupándose en necrópolis. La solidez y perennidad de estas tumbas venían exigidas para garantizar la conservación para siempre de los restos mortales al ser momificados y de los dobles o estatuas del difunto. Las mastabas ("bancos') eran edificios de sencillas líneas formado por una superestructura a modo de túmulo regular (trapezoidal), muro construido en talud, al principio de adobe y de ladrillo y posteriormente de piedras regulares (sillares). En su interior se abrían una capilla funeraria, y una pequeña cámara o serdab ("cueva') en donde se situaban las estatuas-doble del difunto (ka) y la “falsa puerta” que daba acceso al mundo de ultratumba. Un pozo vertical comunicaba con la cámara funeraria del sarcófago. Al exterior se abría la capilla de ofrendas, destinada al culto de atención al difunto. En estas tumbas estaban realzadas con fachadas (serekh) que imitaban las de los palacios, fueron enterrados los primeros faraones (periodo tinita), así como sus familiares y personajes cortesanos. Las mastabas más importantes se concentran en Saqqara y Abidos. Durante el Imperio Antiguo (dinastías III a VI) la arquitectura alcanzó un extraordinario desarrollo. La funeraria conoció la generalización del uso la piedra tallada como material y la diferenciación volumétrica entre las tumbas reales (las pirámides) y las de sus principales
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súbditos (las mastabas), las de los príncipes, nobles, sacerdotes y funcionarios. Las pirámides fueron tumbas reales, construidas tras estudios matemáticos-geométricos y técnicos. Sus gigantescas proporciones eran testimonio del absolutismo y teocracia faraónica y obedecían a un simbolismo solar. Eran una arquitectura de carácter religioso, como lugar de contacto entre el faraón y el mundo de los dioses. Sin puntos de referencia, sin fachadas, de planos lisos y desnudos. La sencillez de sus líneas combinaba con su monumentalidad. Son testimonio de la disciplina, el esfuerzo y la organización de todo un pueblo. Presentan interiormente una cámara sepulcral, para el sarcófago, y otras cámaras auxiliares destinadas a los ajuares funerarios que precisaba el faraón en el Más Allá. Las grandes pirámides formaban parte de extensos complejos funerarios que constaban de siete elementos: un templo de recepción junto al Nilo (Templo del Valle), una calzada cubierta que conducía al templo funerario (Templo Alto), la pirámide principal, las pirámides subsidiarias, destinadas a reinas y príncipes, las barcas funerarias y la muralla que rodeaba el recinto sagrado. Se pueden distinguir la siguiente tipología de pirámides: escalonada, acodada y regular. La primera pirámide escalonada fue la de Djeser o Zoser (III Dinastía), realizada por el arquitecto lmhotep, que edificó una pirámide escalonada, con la superposición de 6 mastabas, en un gran complejo funerario. La pirámide consta de una compleja infraestructura de pozos y galerías. La falsa Pirámide de Meidum, de Snefru, el primer rey de la IV dinastía, estaba estructurada en siete mastabas escalonadas, fue modificada y transformada en pirámide regular, pero se vino abajo ya en la Antigüedad. Snefru mandó construir otras dos pirámides en Dashur, la pirámide Acodada, proyectada para alcanzar casi los 200 m, modificada a mitad de su construcción, originándose así una pirámide anómala; y la Pirámide Roja, la primera pirámide en sentido estricto (100 m de altura). Las más famosas de las pirámides fueron las construidas en Gizeh. La mayor fue la erigida por Keops (230m de altura), sucesor de Snefru. Conocida actualmente como la “Gran Pirámide”, presenta en su interior una serie de impresionantes corredores, galerías y cámaras, que culminan en la cámara funeraria con techo triangular de descarga. Junto a la misma se levantó la de Kefren, de proporciones algo menores (215 m), que la de Keops. Conserva en la actualidad el revestimiento de caliza de su vértice. Menor es la pirámide de Micerinos (105 m). Estas tres pirámides poseyeron sus correspondientes embarcaderos, templos, calzadas, pirámides subsidiarias, fosos con barcas funerarias, y cementerios de mastabas, así como la Gran Esfinge, junto al Templo del Valle de la pirámide de Kefren, escultura de 20 m de altura y 57 de longitud, tallada en la roca natural con cuerpo leonino y cabeza humana (Kefren) En las etapas posteriores del Imperio Antiguo, la construcción de pirámides continuó, pero estas no alcanzaron ni la grandeza ni la perfección técnica de las anteriores. La decadencia en la construcción fue casi total con la grave crisis que significo el Primer Periodo Intermedio durante dos siglos. El único monumento funerario, verdaderamente original, del Imperio Medio es de Mentuhotep II (XI dinastía) en Deir el-BaHari. Su estructura era la siguiente: en el exterior, se sitúan dos terrazas superpuestas, sostenidas por pilastras, rematándose la segunda con una pirámide de reducidas proporciones. A continuación y
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hacia la montaña, se encontraba un patio porticado, y excavadas en la roca, una sala hipóstila (con columnas), un largo corredor subterráneo que conducía a la cámara sepulcral. Se trata de una arquitectura de transición entre las formas piramidales antiguas y los hipogeos y speos (tumbas y templos excavados en los acantilados) del Imperio Nuevo. En el Imperio Nuevo, aparecen los hipogeos (“bajo tierra”) sepulcros excavados en los acantilados que bordean el Valle del Nilo cerca de la ciudad de Tebas, destinados tanto a los reyes (Valles de los Reyes y Valle de las Reinas) y sus familias como a la nobleza y personajes poderosos. Tales tumbas consisten en largos corredores lineales o en ángulo, horadados en la roca, con los siguientes componentes: puerta de acceso, largo corredor en pendiente y dividido en compartimentos, con pasadizos, nichos, capillas funerarias laterales y cámara mortuoria con pilares. Todo su interior era muy suntuoso, decorado con relieves y pinturas de gran belleza, pero no existían señales externas que delataran las tumbas. A pesar de tales precauciones, la mayoría de las tumbas egipcias fueron ya violadas en tiempos antiguos. A pesar de las precauciones tomadas, ya en la propia época los saqueadores hicieron acto de presencia profanando momias, rompiendo sarcófagos y robando cuanto de interés económico hubiese en ellas. El hipogeo más grande es el de Seti I. 3.2.
Los templos
Los templos obedecieron a una planificación muy estricta, en torno a un eje longitudinal en cuyo desarrollo se disponían: -una larga avenida de acceso, adornada con esfinges o carneros, -obeliscos (constituidos por un cuerpo vertical monolítico de sección cuadrangular colocado sobre un basamento, y que era coronado por una pequeña pirámide (el piramidón), eran símbolos solares y estaban cubiertos de inscripciones y relieves) -estatuas colosales, -puerta, pilono o fachada exterior (pareja de muros troncopiramidales que forma la entrada del templo egipcio, distribuidos uno a cada lado de la puerta están realzados con relieves
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ornamentales), -peristilo o sala hipétrea (patio rodeado de columnas, se concebía a modo de jardín, con un pequeño estanque central o surtidor), -sala hipóstila -verdadero bosque de columnas en algunos casos-, dividida en naves de diferente altura, siendo más alta la central para permitir la iluminación, -la sala de la barca sagrada y el santuario. El templo disminuía en altura progresivamente desde el pilono hasta el santuario, lo que incidía en una iluminación diferenciada. Volumetría y juegos de luces adquieren significados simbólicos. Este modelo quedó definitivamente fijado durante el Imperio Nuevo Fue frecuente que se añadieran con el paso de los años nuevas salas por delante y por detrás, haciendo así de los templos enormes santuarios de extraordinarias dimensiones, alcanzándose en ocasiones longitudes de más de un kilómetro y medio. Hubo otro tipo de templos, los speos ("cuevas"), excavados en el interior de las montañas, e incluso de tipo mixto, los hemispeos, en los que varios sectores estaban trabajados a cielo abierto y sus salas más recónditas se abrieron en la roca. La mayoría de las construcciones religiosas del Imperio Medio han desaparecido, destaca la Capilla de Sesostris I, en Karnak, conocida como Capilla Blanca, pequeño kiosco períptero de tres cuerpos con doble rampa de acceso y podio, destinada a las fiestas jubilares del monarca. Durante el Imperio Nuevo, los templos destacaron por su colosalismo. El Templo de Karnak, resultado de un trabajo ininterrumpido desde la XVIII dinastía, ocupa una superficie de unos 250.000 m2, que se distribuye en torno a dos grandes ejes. El principal, de este a oeste, contiene seis pilonos monumentales. El eje sur-norte, con cuatro pilonos. Otro grandioso templo es el de Luxor, levantado por Amenofis III y que tuvo sucesivas ampliaciones (destacando la de Ramsés II). Otros dos magníficos ejemplares de la arquitectura religiosa lo constituyen los templos rupestres -llamados speos- que Ramsés II ordenó excavar en las rocas de Abu Simbel. El primero o Gran Speos fue construido para conmemorar una fiesta Sed del propio faraón. Consta de una monumental fachada exterior con cuatro colosos de 20 m de altura -dos a cada lado de la puerta- que representan al propio Ramsés. El interior, en un eje longitudinal de casi 100 m, se distribuyen diferentes salas. El segundo templo -Pequeño Speos- tiene su fachada decorada con seis estatuas -cuatro del rey y dos de la reina Nefertari, asimilada a la diosa Hathor. Se construyeron espectaculares templos funerarios independientes de las tumbas. Importantes son los templos de Hatshepsut y de Tutmosis III (del que queda muy poco) en Deir el-Bahari. Se trata de hemispeos, con partes externas y otras excavadas en la roca. El primero, obra del arquitecto Senmut, consta de una amplia terraza, desde la que por medio de una primera rampa se sube a otra segunda, porticada con columnas protodóricas y decorada con relieves alusivos al nacimiento divino de la reina (para legalizar su acceso al trono al ser mujer), el Pórtico del Nacimiento, y a la famosa expedición al país del Punt (Pórtico del Punt). Por encima se halla una tercera terraza, a partir del cual se accede al área excavada. La construcción es de resplandeciente piedra caliza. Otros templos funerarios importantes fueron el de Ramsés II, conocido como Ramesseum, la parte más importante de las conservadas es la sala hipóstila, de 48 columnas (quedan 29
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en pie), y el templo de Ramsés III, construido en Medinet-Habu. El fin del Imperio Nuevo significó la decdencia del Arte egipcio. Sin embargo, durante la época de los Ptolomeos, dinastía helenística de origen griego (304-30 a.C.), se dio un último periodo de esplendor, caracterizado por la construcción de grandes edificios. Técnicamente hubo pocas aportaciones, a excepción del empleo de las columnas unidas por muros (intercolumnios) y de nuevos capiteles de tipo compuesto. En esta etapa de renacimiento constructivo se da la fusión de elementos tradicionales egipcios con los de la Grecia clásica y helenística. Destacan los templos ptolemaicos de Filé, Dendera, Kom Ombo y Edfú (con el extraordinario Templo de Horus). 4. LA ESTATUARIA, EL RELIEVE Y 4.1.
LA PINTURA. LA PLÁSTICA EGIPCIA
Características generales: formas, materiales, temática
El arte egipcio estuvo muy influido por la tradición y la religión. El arte egipcio siempre tuvo intenciones utilitarias al ir muy ligado a los intereses de la propia monarquía y a finalidades funerarias, lo que determinó una plástica sin presupuestos estéticos, sino simbólicos y religiosos. En la estatuaria egipcia se da un acusado hieratismo o falta de movimiento, solemnidad, una simetría clara, con gran rigidez axial y la sujeción a los principios de la ley de la frontalidad. Un plano vertical dividía el cuerpo humano en dos mitades simétricas, el escultor trabajaba combinando las vistas lateral y frontal de las figuras. Las estatuas presentan estereotipos que se mantienen durante milenios, caso del adelantamiento del pie izquierdo de las figuras o el diferente tamaño de las mismas, según se trate de dioses, faraones, simples humanos o animales. El deseo de la perdurabilidad de la estatua obligó a los artistas a que confeccionaran sus obras en materias duras y sin apenas delinear volúmenes, sometiendo así sus tallas a esquemas prismáticos o cúbicos, en los cuales lo más llamativo lo constituyen los brazos, siempre lo más unidos al cuerpo, como las piernas, con el fin de evitar rupturas. La escultura se ajustó a determinadas medidas, tomadas a escala humana (dedo, puño, codo), produciéndose con ellas ejemplares de todos los tamaños, desde colosales hasta diminutas. Modelado sobrio, elegantes figuras y perfiles, pulimentado y coloración simbólica -pardo rojizo en figuras masculinas, ocre claro en femeninas- son otras características de las estatuas egipcias. En cuanto a la temática, las estatuas egipcias se centraron en la elaboración de figuras de dioses, con sus correspondientes atributos y símbolos. A ellas les seguían las de los faraones, tocados con sus coronas y ennoblecidos con las insignias de la realeza y en actitudes tanto osirizadas -habiendo alcanzado la felicidad del Más Allá- como humanas. A continuación venían las estatuas de las personas particulares: las de la familia real, los grandes sacerdotes y los más importantes funcionarios. La representación de funcionarios y servidores se caracteriza por su realismo, sobretodo, en los rostros (la aplicación de pintura y los ojos incrustados acentuaban la viveza de la expresión), aunque las posturas suelen mantenerse rígidas. Al faraón se le representa
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divinizado, en su eterna juventud, como un ser imperecedero. Por ello, los rasgos de su rostro eran idealizados. Muchas estatuas de faraones adoptaban un tamaño colosal. La finalidad de ello era desatacar el poder y la gloria del soberano. Las estatuas reales portaban los atributos del poder. Una estatua adquiría personalidad cuando se gravaba en ella el nombre del personaje. Las esculturas se pueden dividir en: 1) Estatuas de pie, sentadas o arrodilladas. Las estatuas de pie se representaban con una pierna avanzada y los brazos caen a lo largo del cuerpo y, a menudo, con la mano sujetan algún objeto, como un emblema de poder. La nariz, la barbilla y el esternón están en un solo plano, y no se desvían hacía los lados. En las estatuas sedentes, según fuese la categoría social del personaje, éste se representaba sobre un simple bloque o sobre un trono. Los pies del representado están juntos y sobre una base que sobresale. Las estatuas arrodilladas se recogen sobre algún altar o símbolo religioso, para ofrecer los menos salientes posibles. 2) Parejas familiares, incluso representadas con niños. 3) Tríadas reales y divinas. 4) El faraón bajo la protección de una divinidad 5) Estatuas-cubo, llamadas así por su especial disposición volumétrica. Esculpidos sobre un cubo aparece la cabeza del representado y sobresalen algo los brazos y las piernas que parecen surgir del interior del cubo. Tienen relación con las creencias de la resurrección a partir de la materia. 6) Máscaras y cabezas. Destacan las llamadas cabezas de reserva o de sustitución. 7) Esculturas zoomorfas, asociadas o no a la figura humana, caso las esfinges (cuerpo de león recostado con cabeza humana. También las había con cabeza de carnero o de halcones. Las esfinges eran símbolo de realeza, representaban la fuerza y el poder del león, y la vida después de la muerte, motivo por el que aparecen en muchas tumbas en forma de relieve). Las representaciones de animales son muy naturalistas revelando el poder de observación que tuvieron los egipcios. 8) Estatuas de pequeño tamaño, primero en forma de momia, los ushebti (“los que responden”), eran los “sirvientes mágicos” de los difuntos en la Ultratumba. Luego aparecerán pequeñas figuras de madera, en muy variadas, actitudes, realizando las distintas labores de la vida cotidiana, incluso, representando escenas por medio de maquetas o modelos, destacan por su realismo y vivacidad. Dados los recursos geológicos de Egipto, los escultores trabajaron toda serie de rocas y piedras, desde las más duras (basalto, granito diorita, pórfido) hasta las más blandas (calizas, yeso). También tallaron la madera de especies autóctonas como la acacia, sicómoro y tallaron maderas importadas, sobre todo coníferas del Líbano. Las estatuas de caliza y de madera se cubrían con una capa de estuco y se policromaban. Asimismo, los escultores egipcios fueron excelentes broncistas y orfebres. Los escultores y pintores egipcios tuvieron la consideración laboral de hemuu (artesanos). Su labor fue considerada siempre como una actividad manual más.
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4.2.
La estatuaria egipcia. Periodos
4.2.1.
La del Imperio Antiguo
La estatuaria egipcia quedó ya fijada durante las dinastías III y la VI (2780-2280 a.C.), en la que se establecieron las pautas escultóricas egipcias: hieratismo, canon, frontalidad. El ejemplar que inaugura la plástica monumental egipcia es la estatua del rey Djeser o Zoser, de caliza pintada, localizada en el serdab de su pirámide escalonada de Saqqara. Lo mejor de la estatuaria real de la dinastía IV son las esculturas de sus reyes Khefrén y Micerino. Presentan rasgos de intemporalidad, sin reflejar sentimientos, siendo de gran calidad técnica. Magnífica es la estatua sedente de Khefrén, en diorita, protegido por Horus en forma de halcón que le abraza la cabeza, transpira poderío, majestuosidad y eternidad. El rostro de este faraón está representado también en la Esfinge de GIzeh, gigantesca figura tallada en la roca natural, de 57 m de longitud y 20 m de altura. De Micerino ha llegado varios altorrelieves, figurado en ellos a veces con su esposa, y en otras con distintas divinidades del círculo de Hathor, como las conocidas Tríadas de Micerino. Entre las esculturas de importantes personajes de la dinastía IV podemos citar las de los esposos Rahotep y Nofret, labradas en caliza policromada. Son de gran interés por la calidad de su ejecución y por la expresión de vida que transmiten. A este momento pertenecen los escribas sentados, cuyos dos mejores ejemplares son el del Museo del Louvre y el del Museo de El Cairo, ambos de piedra caliza policromada. El aristócrata egipcio se halla ejemplificado en la magnífica estatua del sacerdote lector Kaaper, en madera de sicómoro, conocida como el "Alcalde del pueblo" (Sheikh el-Beled). 4.2.2. La estatuaria en el Imperio Medio El arte oficial se acerca a la realidad cotidiana y se perciben algunos sentimientos y expresiones graves y pensativas. El canon de las figuras se alarga y la comparación de varios retratos de un mismo faraón trasluce el paso de la edad, el realismo se acerca a los rostros de los soberanos. Destaca la estatua sedente de Mentuhotep I (XI dinastía). De Sesostris I (XII dinastía) han llegado distintas estatuas de pie y sedentes. De Sesostris III existen estatuas en las que el punto de interés se centra en los rostros, todos enérgicos, constituyendo verdaderos retratos, aunque el cuerpo del faraón se sigue idealizando.
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4.2.3. La gran estatuaria del Imperio Nuevo La prosperidad económica y el poderío político del Imperio Nuevo tuvieron su reflejo en el gran número, diversidad, amplitud, riqueza y calidad de la estatuaria. En cuanto a la estatuaria regia, buscó su inspiración en las grandes obras del Imperio Antiguo, pero con mayor realismo y alargamiento de las figuras. De la totalidad de faraones de la dinastía XVIII se poseen esculturas, destinadas a sus tumbas y templos funerarios. De Hatshepsut (tuvo más de 200 estatuas en su templo de Deir el-Bahari, destacan la estatua colosal de granito rojo que la representa arrodillada, ofreciendo vasos de libación; y una esfinge leonina con la cabeza de la reina. No faltan estatuas en las que aparece como figura masculina con los atributos del poder real. También son numerosas las distintas estatuas de Tutmosis III. Con Amenofis III, la estatuaria alcanzó su apogeo con obras de un gran clasicismo. Destacan los Colosos de Memnón de más de 20 m de altura, únicos restos de su templo funerario. -La etapa amarniense: un nuevo estilo Conocida así por el nombre del pueblo árabe, Tell el-Amarna, en cuyas cercanías están las ruinas de Akhetatón, la ciudad fundada por el faraón Amenofis IV. Las esculturas colosales de este rey que pronto cambiaría su nombre por el de Akhenatón (“El que es útil a Atón”) en honor del dios de su reforma religiosa, lo presentan con las piernas y brazos delgados y el vientre muy abultado. Los rostros son alargados con la barbilla colgante, los labios gordos y ojos oblicuos. Estas deformidades han sido objeto de diferentes hipótesis, desde las que defienden particularidades físicas y psíquicas del propio Akhenatón hasta los que consideran una nueva experiencia artística, dictada por el rey, vinculada a sus reformas religiosas y políticas. En el taller de Tutmosis, escultor real de Akenatón, se labraron múltiples bustos de Nefertiti, la esposa real, destacando el del Museo de Berlín (caliza policromada, de 50 cm). Se trata de una de las obras cumbre del Arte de todos los tiempos. Hay que citar otros bustos, de Tutmosis, pertenecientes a la princesa Meritatón, con un cráneo exageradamente deformado. Extraordinario es el torso de cuarcita de la reina Nefertiti, con claras distorsiones anatómicas en su cintura, muslos y glúteos, ocultas en finos ropajes plisados. -La Tumba de Tutankhamón. Tras la muerte de Akhenatón y el restablecimiento del tradicional culto a Amón, el estilo amarniense se fue transformando durante el reinado de Tutankhamón. Faraón de quien ha llegado su tumba con su contenido prácticamente intacto, descubierta en 1922 por Howard Carter. En la que se encontraron obras artísticas de gran calidad; como sus tres magníficos sarcófagos, uno repujado en oro; y, sobre todo, su máscara funeraria de oro macizo. -La estatuaria de los ramésida (1304-1080 a.C.), se caracterizó por su gran actividad constructora y por la ejecución de numerosísimas esculturas -muchas colosales-, relieves, pinturas. Destacan los Colosos del Ramesseum o los del Templo de Luxor, y los de los dos templos rupestres (speos) de Abu Simbel, todas ellas de Ramsés II. De las estatuas no colosales de este periodo hay que citar la estatua sedente de Ramsés II, en granito negro 4.3.
La plástica egipcia: relieve y pintura. Características. Temática. Materiales
El relieve (que se policromaba) y la pintura egipcia se caracterizaron por la ley de la
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frontalidad. Por la que representación de la figura humana, en cualquier posición, vuelve al observador toda la superficie torácica, de manera que el talle se puede dividir con una línea vertical en dos mitades iguales, lo que supone una posición axial o simétrica del cuerpo humano (ley de simetría). El rostro se representa de perfil y el ojo se dibuja alargado, como si mirara de lado, pero con la pupila de frente, mientras los brazos y manos, piernas y pies están de perfil. Las piernas deben ser vistas desde la perspectiva de la cara interna, es decir, desde el dedo gordo. La pierna que se adelanta y el brazo que se extiende deben ser los más alejados del espectador. En esta representación bidimensional las figuras estaban orientadas para mirar a la derecha. Estas tradiciones, preceptos y reglas fueron observados estrictamente. La figura femenina suele mostrar un seno desnudo; en este punto del tórax, en el pecho la representación es de perfil, no de frente. El color de la piel de los hombres es pardo rojizo, mientras que el de la piel de las mujeres es ocre claro. Las figuras se encuentran sujetas a un determinado canon, medidas y proporciones. Se utilizaba un canon de proporciones basado en “el codo corto”, que es la distancia entre el codo y la punta del dedo pulgar (45 cm). La figura humana se dibujaba en una parrilla de 18 cuadrados; el puño equivalía a un cuadrado y el antebrazo a tres. En la pintura egipcia predomina el dibujo sobre el color, de modo que las figuras se caracterizan mediante líneas, creando zonas posteriormente coloreadas con tintas planas, sin degradación tonal. El espacio y la profundidad no existen. Las figuras aparecen en un solo plano, si bien se usa el recurso de la repetición del perfil, sugiriendo la superposición de una figura sobre otra para intentar crear la sensación de que hay varios planos de profundidad (representación “aperspectívica”). Las figuras que se situarían más alejadas del espectador están en la zona más elevada de la escena representada, mientras que las más próximas lo hacen en las zonas más bajas. El movimiento es muy limitado, sin embargo, se observa un distinto tratamiento formal según los temas: los personajes sagrados se atienen más a los estereotipos, mientras las personas comunes muestran una actitud más libre, en el movimiento y naturalidad de las posturas. Las composiciones se organizan según una escala jerárquica, cuanto más importante es el personaje mayor es la figura. El marcado simbolismo, la escala jerárquica, la falta de determinadas perspectivas y el exquisito dibujo fueron características del relieve y de la pintura egipcia. El relieve y la pintura de tumbas y templos tuvieron como principales temas los asuntos funerarios, mitológicos y biográficos. Se representan figuras de dioses, faraones y particulares en el contexto de tales temáticas, alusivas tanto al mundo espiritual (juicio del alma, el Más Allá, los Campos de lalu o Paraíso), como material (cazas, trabajos agrícolas, batallas, oficios, festines). Las representaciones en las que aparecen dioses y faraones están más sujetas a las reglas y convencionalismos comentados, mientras que las representaciones que tratan sobre personajes menos importantes y sobre actividades cotidianas, son más libres, expresivas y tienen un mayor realismo y naturalismo. Los relieves y pinturas se distribuían en registros, a su vez divididos en escenas, cuya argumentación se encadenaba de acuerdo a una lógica temporal o temática. En el campo de la pintura y también del relieve los antiguos egipcios emplearon los colores fundamentales y los secundarios que obtuvieron de diferentes materias y minerales. Se aplicaban sobre tres tipos de soportes: directamente sobre la caliza más o menos alisada
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de las paredes; sobre paredes estucadas; y sobre una espesa capa de argamasa de barro mezclado con paja. También se pintó sobre cerámicas (piezas de ostracón), madera (sarcófagos) y papiro (libros funerarios). La pintura egipcia se valió de una técnica mixta para la ejecución de sus murales: primero el fresco, para luego ser repasado con temple. Después se aplicaba una capa de barniz protector. 4.3.1 Las obras plásticas durante la Época Tinita y el Imperio Antiguo De la Época Tinita, destacan los relieves de la Paleta de Narmer, que simbolizan la unificación de Egipto. En una de las caras, Narmer tocado con la corona blanca amenaza con su maza a un enemigo arrodillado, y en la otra, con la corona roja, sigue a los portaestandartes que se encaminan hacia unos prisioneros decapitados. La Estela del Rey Serpiente recoge tres elementos: el halcón, la serpiente -que viene a ser el nombre del reyy el serekh o fachada del palacio de dicho soberano. Los relieves del Imperio Antiguo fueron numerosos por adornar el interior de pirámides, mastabas, y templos. La temática de los mismos es amplísima, alusiva no sólo a las actividades regias (coronación, festival Sed, campañas militares, relación con los dioses), sino también a las de carácter particular, recreándose en este caso en la posición social del difunto, en el trabajo del campo, en los placeres de la vida o en el banquete funerario. La pintura que ha llegado del Imperio Antiguo es escasa. Además estuvo siempre al servicio de la escultura y del relieve y que tan sólo en un caso puede considerarse con categoría de Arte autónomo, son las Ocas de Medium, realizadas sobre estuco en el interior de una mastaba. 4.3.2
La gran plástica del Imperio Nuevo
No quedan muchas muestras de relieve y pintura del Imperio Medio, su relieve era austero, pero meticuloso. En el Imperio Nuevo, tanto el bajorrelieve, reservado para los interiores, como el hueco, fijado en los muros exteriores para remarcar así los contrastes lumínicos, fue el gran complemento decorativo de las grandes construcciones. Destaca la serie de relieves del templo funerario de Deir el Bahari: los relativos a la génesis divina de Hatshepsut y los de la expedición al País del Punt. De Tutmosis III han llegado los relieves del Templo de Karnak, entre los que destacan los del llamado Jardín Botánico, de un gran naturalismo en los animales y plantas representados. En los relieves de piedra caliza, en Tell el-Amarna, durante la etapa amarniense el faraón Akhenatón aparece en compañía de su familia, tanto en escenas de carácter privado como adorando al disco solar Atón, el cual les envía sus rayos vivificantes, acabados en forma de manos. Los cánones estéticos son los comentados sobre las estatuas de este periodo. Durante la etapa de los ramésidas (1304-1080 a.C), la totalidad de relieves y huecorrelieves, se caracterizan por la composición y el movimiento. Los temas predilectos serán las grandes batallas, cacerías y la piedad religiosa de los faraones. Muchos hipogeos, de reyes, reinas y personajes privados, de la necrópolis tebana, contaron con magníficas pinturas murales en los hipogeos. La temática de estas pinturas se dividía en
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dos grandes grupos: imágenes del ritual funerario y de la vida de ultratumba y escenas de la vida cotidiana del difunto (siervos y sirvientes realizando diferentes trabajos, faenas agrícolas, fiestas, banquetes, escenas de caza,…), sobretodo en las tumbas privadas. El más famoso fue el de la reina Nefertari, en el Valle de las Reinas. En su decoración, sobre estuco, se utilizó una amplia gama de vivos colores muy bien armonizados; su temática presenta aspectos profanos y religiosos. Destacan las escenas en las que se ve a la reina jugando al senet (especie de ajedrez o damas) o las que la representan levantando sus brazos en señal de adoración a Osiris y Anubis. Numerosos textos jeroglíficos completan la decoración que queda, a su vez, realzada por el techo adornado de estrellas. También destacan las pinturas y relieves policromados del hipogeo de Seti I y las pinturas de la Tumba de Ramsés VI, del Valle de los Reyes, con su Sala del Oro, en la que se figura un techo astronómico, con dos alargadísimos cuerpos de la diosa Nut. En la pared principal se desarrolla el tema de la creación del disco solar. Donde la pintura egipcia evidenció también su categoría fue en las ilustraciones de diferentes papiros conectados con la vida de ultratumba, en especial en Libro de los Muertos. Tal Libro consistía en una serie de fórmulas mágicas y conjuros que se colocaban en los sarcófagos para que el difunto se pudiera conducirse con seguridad por las regiones del Más Allá.
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