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U.D. 2.- La filosofía después de Aristóteles.
TEMA 2 – CRISTIANISMO Y FILOSOFÍA. 1.- La aparición del cristianismo 2.- El cristianismo y la filosofía A. Análisis preliminar 3.- La patrística A. ¿Quienes son los padres de la iglesia? B. Características fundamentales de la filosofía patrística C. Breve análisis de los principales padres de la iglesia 4.- El gnosticismo y el maniqueísmo A. El gnosticismo B. El maniqueísmo
Tema 2: Cristianismo y Filosofía.
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1.- LA APARICIÓN DEL CRISTIANISMO Hace algo más de dos mil años, el Imperio romano dominaba el mundo o, al menos, Occidente. Las vías romanas trataban de comunicar cualquier rincón del Imperio con la capital, y a la vez posibilitaban a ésta llevar sus leyes, su cultura e imponer su autoridad por doquier. En el área actualmente en conflicto entre árabes y judíos, estaba asentado el pueblo de Israel, un pueblo muy apegado a sus viejas tradiciones religiosas. Su conciencia de pueblo elegido y sus afanes de independencia chocaron frecuentemente con los intereses homogeneizadores de Roma, que lo trató con mano dura, llegando incluso a destruir su ciudad y su templo en varias ocasiones. Pero eso no refrenó sus ansias independentistas ni sus sueños de librarse del yugo romano. Tras muchos años de lucha, algo iba a cambiar de forma radical la vida de aquella gente. Un «profeta» nacido en un lugar desconocido, Belén, va a abrir una puerta de esperanza en medio de tanto sufrimiento y frustración. Su persona y su mensaje son radicalmente nuevos. El se dice Hijo de Dios y se arroga autoridad para reinterpretar las Escrituras. Por donde pasa, surge el escándalo. Las tradicionales castas judías, ligadas desde tiempo inmemorial al sacerdocio, se ven ahora desautorizadas por las duras críticas que vierte contra ellas —les llama hipócritas y sepulcros blanqueados— y por quedar anquilosadas en la antigua Ley, siendo incapaces de abrir su mente a los nuevos tiempos. Roma no puede tolerar en sus territorios un revolucionario que aglutina cada día más gente en torno a lo que parece una cuestión religiosa y judía y que puede poner en peligro su autoridad. Compinchadas las autoridades romanas con la vieja casta sacerdotal, entre ambas lo difaman diciendo que es un revolucionario peligroso que predica la rebelión contra el César. Le condenan a morir como esclavo, crucificado. Tras su muerte, su figura se agiganta. Sus discípulos y allegados afirman haberlo visto resucitado. Su mensaje se extiende con fuerza y rebasa las barreras del pueblo judío. Es un mensaje universalista dirigido a judíos y gentiles, a toda persona de buena voluntad. Aquí radica la novedad. Como diría Nietzsche, aquí y ahora surge la oportunidad para el sacerdote judío de una secreta venganza frente a la bota opresora de Roma: el mensaje cristiano conquistará el Imperio romano. En el grupo de creyentes hay tensiones que se dejan notar en los escritos del Nuevo Testamento. Aquellos que permanecen dentro de Palestina tienen una visión nacionalista de Jesucristo, como nuevo Rey de Israel que echará a los romanos fuera de sus fronteras y hará de sus seguidores un pueblo grande. Por eso entienden aquel tiempo como algo transitorio y de paso al nuevo reino. Critican con dureza las injusticias, defienden la igualdad y la solidaridad entre todos los humanos y condenan sin paliativos la esclavitud. Los judíos de la diáspora, en cambio, interpretan el mensaje cristiano con una visión más espiritual y universal. Su reino no es de este mundo sino de creyentes, sin límites fronterizos. Es un reino espiritual. Son más condescendientes y tolerantes con los demás pueblos. Surge entonces la figura de Pablo de Tarso, un converso a la nueva doctrina. Pablo es un hombre formado en la filosofía helenística y conocedor de los grandes pensadores griegos, educado junto al sabio Gamaliel. Él va a ser el verdadero teólogo de la nueva doctrina, el que va a difundirla en los círculos cultos. Pronuncia un discurso en el Areópago ateniense en el que utiliza el recurso del «dios desconocido», al que los griegos tenían reservado un lugar. El cristianismo conecta ahora con el pensamiento de los Tema 2: Cristianismo y Filosofía.
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filósofos, pero los recelos de ambas partes permanecerán durante los primeros siglos. El cristianismo empieza a tener buena prensa en una sociedad insegura y sedienta de salvación, al tiempo que abandona los esquemas localistas y su mensaje se abre al mundo, se hace universalista.
2.- EL CRISTIANISMO Y LA FILOSOFÍA Hasta ahora hemos estado estudiante el pensamiento filosófico de una de las culturas más extraordinarias, si no la más, de todos los tiempos: la cultura grecorromana. Pero en el siglo I, como ya hemos visto, se va a producir un fenómeno de trascendental importancia: la aparición de una nueva religión, muy diferente de las creencias y de los criterios que regulaban los modelos de conducta de griegos y romanos. Nos referimos al Cristianismo. El Cristianismo no es una filosofía, sino un mensaje de salvación. Pero el contenido dogmático y el espíritu cristianos van a ejercer una poderosa influencia en el pensamiento filosófico. Comenzamos, pues, una nueva etapa en la historia de la Filosofía, ya que, desde ahora, todo filósofo estará en mayor o menor grado, pero siempre en algún grado, vinculado al Cristianismo, ya aceptándolo, ya rechazándolo. Y esta aceptación o repudio ejercerá un notable influjo en la filosofía por él creada. A. ANÁLISIS PRELIMINAR El Cristianismo no es una filosofía: el mensaje de Cristo no tuvo como finalidad resolver los problemas planteados por los filósofos griegos; su finalidad fue la de enseñar a los hombres el camino para la salvación. Por otra parte, el Cristianismo se presenta como una religión revelada, es decir, que se fundamenta en un conjunto de verdades, los dogmas de fe, que no son producto de la especulación racional del hombre, sino que han sido comunicados al hombre por Dios. De una forma muy simplista, y por ello imperfecta, podría decirse que el Cristianismo se Tema 2: Cristianismo y Filosofía.
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fundamenta sobre la palabra de Dios y no sobre la mera reflexión racional humana. Por tanto, lo que hemos dicho anteriormente nos prueba que el Cristianismo no es, como ya se ha indicado, una filosofía, pues la Filosofía necesariamente es un saber estrictamente racional. Por supuesto, que el Cristianismo no sea una filosofía no implica que sea una antifilosofía; ni tampoco que un cristiano no pueda ser filósofo. Pero creemos que puede afirmarse muy bien que la aceptación de unos dogmas de fe y la profunda creencia de que son la palabra de Dios no obstaculiza en modo alguno la reflexión filosófica, siempre que, cuando filosofa, el cristiano (o el musulmán o el budista) prescinda de tales dogmas, no utilice los datos revelados para la edificación de su filosofía. Cristianismo y Filosofía son, pues algo distinto; sin embargo, ésto no implica que no haya relación ninguna entre uno y otra. La aparición del Cristianismo tuvo una gran influencia sobre el filosofar. Y es precisamente la gestación de esta influencia a través de los llamados Padres de la Iglesia y su culminación en San Agustín que vamos a estudiar en este tema.
3.- LA PATRÍSTICA La utilización de la filosofía como marco conceptual para elaborar y presentar el mensaje cristiano originó posturas enfrentadas. Los Padres de la Iglesia no se pusieron de acuerdo a la hora de valorar el papel de la sabiduría humana respecto a la fe cristiana. Mientras unos veían en la filosofía un magnífico aliado para transmitir un mensaje inteligible para sabios e ignorantes, otros, en cambio, se mostraban desconfiados e incluso enemigos declarados de la razón humana, como diametralmente opuesta a la fe ciega e incondicional en el mensaje divino. El estudio de esta literatura cristiana centrado en la vida y obra de los Padres de la Iglesia se conoce con el nombre de patrística. Las condiciones que reúnen los Padres de la Iglesia son: santidad, antigüedad, doctrina ortodoxa y aprobación expresa de la Iglesia. A. ¿QUIENES SON LOS PADRES DE LA IGLESIA? Se conoce con el nombre de Padres de la Iglesia a un conjunto de pensadores, cristianos por supuesto, que vivieron entre los siglos II y VI, ambos inclusive. Tema 2: Cristianismo y Filosofía.
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Naturalmente que también en el siglo I hubo pensadores cristianos, pero a éstos se les denomina los Padres Apostólicos porque vivieron y conocieron a los Apóstoles, con los que trataron y de los que conocieron directamente el mensaje cristiano. Buena parte de sus escritos está en forma de cartas. Destacan las figuras de Ignacio de Antioquía, Policarpo de Esmirna y Clemente Romano. En una historia de la Filosofía los Padres Apostólicos tienen relativamente poca relevancia; en los primeros tiempos el pensamiento de los cristianos estaba orientado exclusivamente a cuestiones de naturaleza teológica, litúrgica, organizadora de la comunidad eclesial, etc. Sólo a partir del siglo II desarrollaron concepciones propiamente filosóficas, basadas en la aceptación de la filosofía grecorromana, se les llama los Padres Apologistas, que suceden a los Apostólicos y han de enfrentarse con un mundo pagano hostil del que tienen que defenderse. Necesitan conocer la filosofía de la época para responder a los ataques de que son objeto. Y todavía más naturalmente después del siglo VI, en el siglo VII, VIII, etc. hubo pensadores cristianos, pero a éstos, como veremos, se les llama filósofos escolásticos. B. CARACTERÍSTICAS FUNDAMENTALES DE LA FILOSOFIA PATRISTICA Son las siguientes:
a) La índole fragmentaria de su filosofía; con la excepción de San Agustín, ya que ninguno de los Padres de la Iglesia nos ha dejado un sistema filosófico completo, es decir, que trate en su totalidad o casi totalidad la multiplicidad de problemas filosóficos. Esta fragmentariedad no se debe, por supuesto, a un defecto de capacidad; su causa está en que los Padres de la Iglesia tendrán dos finalidades básicas en su pensamiento: la defensa del dogma cristiano frente a los ataques de los pensadores paganos y frente a las herejías. En consecuencia, para ellos la Filosofía es sólo un instrumento útil para la actividad apologética y, también en consecuencia, sólo se ocupan de aquellos temas filosóficos que ocasionalmente les interesaban. b) La falta de precisión en el vocabulario filosófico; cierto es que este vocabulario había sido ya muy elaborado por los filósofos greco-romanos; pero con la aparición del Cristianismo se van a introducir nuevos términos (como el de “creación” desconocido para los griegos no creyentes) o recibir profundas mutaciones semánticas otros (como los de “substancia”, “hipóstasis”, “persona”, etc.), todo lo cual exigirá un largo proceso de depuración semántica hasta llegar a una rigurosa precisión terminológica, incluso en San Agustín no se había terminado este largo proceso. c)
Aunque de una forma imperfecta por simplista, puede decirse que la postura de los Padres de la Iglesia ante la filosofía pagana fue pasando sucesivamente de una actitud de repulsa total o casi total (por ejemplo, en Tertuliano o en Lactancio) a una cada vez más intensa aceptación del pensamiento filosófico greco-romano. La razón fundamental de que en los primeros momentos la actitud de los Padres de la Iglesia fuera tan adversa hacia todo el pensamiento greco-romano era la situación tan conflictiva en que se encontraban ambas formas de ver la vida. El Cristianismo era atacado por los pensadores paganos, a veces con gran dureza (como en el caso de Celso, filósofo epicúreo del siglo II), o perseguidos físicamente por las autoridades romanas. Es indudable que el estado de un Padre de la Iglesia, que ve atacada intelectualmente la dogmática de su religión, mientras que horrorizado contempla el martirio de sus hermanos de fe no es el más adecuado para que impere la tranquilidad de ánimo que requiere el filosofar. Tema 2: Cristianismo y Filosofía.
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Como consecuencia de lo indicado en los apartados anteriores no hay en los Padres de la Iglesia una nítida separación entre Teología y Filosofía, entre fe y razón, entré su actividad intelectual como creyentes y su actividad intelectual como filósofos. Incluso en el mismo San Agustín, ya muy avanzado el período patrístico, puede observarse este fenómeno. C. BREVE ANÁLISIS DE LOS PRINCIPALES PADRES DE LA IGLESIA En un grupo, están los Padres Latinos que mantienen una postura de enfrentamiento a la filosofía. Hay que destacar a Taciano (siglo II) y a Tertuliano (160240). Taciano es un apologista formado en la filosofía griega y posteriormente convertido al cristianismo. Consideró que la filosofía griega era «bárbara», y que la única sabiduría válida estaba contenida en los libros sagrados cristianos y judíos. Defendió un ascetismo radical, oponiéndose al matrimonio, y una moral rígida que le hicieron caer en el encratismo, doctrina herética. Más radical y enérgico en contra de la filosofía se muestra Tertuliano. Era abogado y buen conocedor de la filosofía griega. Fue un escritor muy erudito y de gran altura dialéctica. Su influjo aún puede rastrearse en Bossuet y en oradores cercanos a nuestros días. Piensa que razón y fe son incompatibles. El pensamiento griego sólo nos proporciona errores. El cristiano no necesita de la filosofía. No hay más fuente de verdad que la Biblia. Creer es aceptarla porque sí: «Credo quia absurdum», repite. No es mérito creer lo que se entiende, sino lo que se acepta por fiarse de quien lo dice.
En otro grupo, con una posición distinta, están los Padres Griegos y la escuela de Alejandría que admiran y siguen ideas de la filosofía. Hay que destacar al mártir Justino, Clemente de Alejandría, Orígenes, Gregorio de Nisa o Minucio Félix. Justino murió mártir en Roma en el año 164. Es un gran admirador de las ideas de Platón y de la dignidad ética de Sócrates.
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Clemente de Alejandría (150-215). Perteneció a la escuela de Alejandría, de la que formó parte también Orígenes. En esta escuela tratan de dar un cuerpo doctrinal al cristianismo tomando como base el pensamiento neoplatónico. En sus clases se mezclaban cristianos y gentiles. La filosofía se entiende como propedéutica para la fe cristiana. Orígenes (185-254). Hijo del mártir Leónidas. Tuvo una intensa actividad en la enseñanza de la filosofía y la teología en Alejandría. Trata de conciliar el pensamiento platónico y neoplatónico con el cristianismo. Tiene gran importancia en la incorporación de estas filosofías a la teología cristiana. Gregorio de Nisa (335-394). Separa la filosofía de la teología. Las verdades de fe proceden de la revelación, no de la especulación filosófica. Sin embargo, hay verdades reveladas que pueden alcanzarse por la propia razón humana. Minucio Félix (170). Contemporáneo de Tertuliano. Resalta la fuerza de la razón humana, que puede llegar por sí misma al conocimiento de Dios, como prueban algunos filósofos griegos.
4.- EL GNOSTICISMO Y EL MANIQUEÍSMO Muy pronto tuvieron los cristianos que afrontar las dificultades propias de un movimiento en fase de consolidación. Había corrientes doctrinales que empujaban desde fuera por ocupar el espacio cristiano; otras trataban de fragmentar desde dentro la unidad de principios. Fueron necesarios varios concilios para definir y precisar supuestos doctrinales, para separar lo ortodoxo de lo herético. Hay doctrinas que son de carácter puramente teológico; pero el gnosticismo y el maniqueísmo tienen interés desde el punto de vista filosófico. Tema 2: Cristianismo y Filosofía.
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A. EL GNOSTICISMO En líneas generales, el gnosticismo no es un movimiento popular sino elitista, propio de una minoría cultivada que trata de conjugar lo filosófico y lo religioso con el fin de obtener un tipo de vida más elevada. Es una especie de sincretismo de varios elementos tomados del pitagorismo, platonismo y neoplatonismo que se entremezclan con el cristianismo. Adquiere gran interés en el siglo II, pero en el III ya es prácticamente inexistente. Los gnósticos establecían una separación abismal entre la materia (mala por naturaleza) y el espíritu. Dios está fuera del mundo, alejado de la materia. Entre Dios y la materia existían unos elementos intermedios (eones) que emanaban de Él y se degradaban al irse alejando. El ser humano tiene los dos elementos: materia y espíritu. Su misión es retornar al mundo superior, pero para ello debe dominar el cuerpo y las bajas pasiones. Distinguían tres clases de humanos: materiales, psíquicos y pneumáticos. Los últimos eran un reducido grupo selecto, nada vulgar, que tenían un conocimiento superior a la fe (la gnosis) y a la mayoría de los mortales. Hubo varios gnósticos; pero el que más destaca es Valentín, que nació y enseñó en Alejandría. Cuenta con una sólida formación filosófica. Trata de explicar el mundo y el origen del alma, que hay que salvar. Establece tres tipos de mundo: el “pléroma” o mundo del pneuma y de la luz; el “kénoma” o región intermedia, y el “mundo terrestre”. Cada uno de los dos primeros está a su vez dividido en varias zonas jerarquizadas. B. EL MANIQUEÍSMO Esta doctrina es como el gnosticismo, pero en versión oriental. Debe su nombre a un personaje conocido por Mani —originalmente se llamaba Corbicio— y que significa «espíritu del mundo de la luz». Éste nació en Babilonia hacia el 216. Funda una religión que propaga por la India; pero los devotos del mazdeísmo se sienten atacados por el intruso y lo matan a latigazos en el 277. Su religión se siguió extendiendo por Oriente y Occidente. Es una especie de sincretismo del judaísmo, cristianismo, Zoroastro y budismo. Escribió varias obras, como “Tesoro de la vida”, “Libro de los preceptos” y “El sol de la certeza”. Concibe la realidad desde dos principios antagónicos o dos reinos: el de la Luz, divino, equiparada con el Bien, y el de Satanás, el de la Oscuridad, equiparado con las Tinieblas. Cada uno lucha por extenderse a costa del otro. Se mezclaron desde el principio. La solución está en separarlos y confinar el mal a su reino, sin necesidad de eliminarlo. El hombre, para salvarse, necesita tres sellos: de la boca, no dejando entrar ni salir nada impuro; de las manos, no haciendo ningún trabajo manual, ni robando o matando animales; del seno, no casándose, ya que el sexo propaga el mal. Diferenciaban tres clases de seres humanos: los iniciados, que debían llevar una vida retirada y alejada de la materia, los fieles, destinados a reencarnarse tras la muerte, y los pecadores, destinados al infierno.
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