Tema: Semana Vocación Misión

INFORMATIVO VICENCIANO Los Dolores – Cartagena Colegio Sagrado Corazón de Jesús Juventudes Marianas Vicencianas Asociación de la Medalla Milagrosa Núm

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INFORMATIVO VICENCIANO Los Dolores – Cartagena Colegio Sagrado Corazón de Jesús Juventudes Marianas Vicencianas Asociación de la Medalla Milagrosa Número: 1-2011

Tema: Semana Vocación Misión     ¿Qué ha pasado en nuestro pueblo? Digo bien, o debería decir ¿Qué está pasando? Pues, nada más ni nada menos, que lo que ocurre cuando uno cultiva bambú japonés.

EL CULTIVO DEL BAMBÚ JAPONÉS: Cuando se siembra una semilla de bambú japonés, hay que regarla y abonarla constantemente. Durante los primeros meses, no sucede nada apreciable. En realidad, no pasa nada con la semilla durante los siete primeros años, a tal punto que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas estériles. Sin embargo durante el séptimo año, en un periodo de sólo seis semanas, la planta de bambú crece más de 30 metros. ¿Tarda sólo seis semanas en crecer? No, en realidad, se toma siete años para crecer y seis semanas para desarrollarse. Durante los primeros años de aparente inactividad, este bambú genera un complejo sistema de raíces que le permiten sostener el crecimiento que vendrá después. Han sido muchas las Hijas de la Caridad que nos han acompañado, escuchado, ayudado, educado,…… desde que un día llegaron al Colegio Sagrado Corazón de Jesús de Los Dolores, las últimas hermanas sirvientes fueron Sor Adoración, Sor María José, Sor Isabel, Sor Rosina y Sor Esther, junto a las hermanas Sor Victoria, Sor Mercedes, Sor Encarnación, Sor Ángeles, Sor Pilar, Sor María, Sor Nicolasa ( que falleció hace unas semanas ), Sor Milagros, …… pero no hace mucho tiempo las hermanas nos comunicaron que por falta de relevo generacional, se iban de Los Dolores, pero la titularidad del colegio seguiría siendo de las Hijas de la Caridad, y por suerte una de las hermanas, Sor Milagros, fue trasladada al Colegio de San Vicente de Cartagena, (Colegio de La Rambla) y viene todos los días a nuestro colegio. Pues bien, ellas gastaron parte de sus vidas entre nosotros, ellas “sembraron semillas de bambú japonés”, sembraron el amor y entrega a los pobres, el carisma vicenciano en cientos de personas, y en los tres últimos años dos antiguas alumnas del Colegio, Marga y María, no sólo han escuchado lo que les pedía nuestro Señor, sino que tuvieron la valentía de

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responderle, y le dijeron SI, como María, y se han entregado a El, ingresaron en la Compañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, hoy las dos están en el Seminario Interprovincial de las Hijas de la Caridad de Madrid, y ¿por qué?, y ¿para qué?, y ¿serán felices? …… Vamos a leer las respuestas a todas nuestras preguntas, sus testimonios. Hemos enviado por correo electrónico a Sor Marga y a Sor María los comentarios y preguntas que nos habéis hecho llegar, y hemos recibido sus respuestas. Vamos a leerlas.

Empezamos con Sor María:

Me causa curiosidad el saber, ¿de qué forma sentiste la llamada a tu vocación? ¿En qué momento de tu vida sentiste la llamada de Dios? ¿Cómo entendiste que te llamaba? Bueno, la llamada que el Señor me ha hecho, no se da de la noche de la mañana, pues mi inquietud vocacional se da desde la infancia y que precisamente voy descubriendo a través del tiempo que estuve en ese colegio, por medio de acontecimientos pero sobre todo de la presencia de las Hermanas (desde pequeña me llamaba la atención el cariño que daban a los demás y el bien que hacían, lo que me llevaba a mirarlas con más curiosidad). Esta curiosidad por observarlas y querer saber de ellas, se convirtió en una inquietud interior, a partir de una circunstancia concreta, justamente a los 11 años, en 6º de Primaria, estando un día en clase, la profesora lanza la pregunta: ¿QUÉ QUIERES SER DE MAYOR? Fue en aquel momento que me tome en serio la respuesta que tenía que dar, y giré la cabeza y miré por la ventana de la clase y justamente pasaba por allí una hermana. En ese momento vi claro que el Señor me estaba dando la respuesta a mi pregunta sintiendo una gran alegría interior, (como cuando un niño encuentra su juguete favorito que tenía perdido). A partir de aquí comenzó la gran aventura en la que todavía sigo sumergida. ¿Cómo sentiste que debía seguir ese camino? Es decir, ¿qué cosas en tu vida te dieron las señales? La verdad es que el Señor se ha servido de acontecimientos y personas para señalarme el camino. A partir del primer momento que descubrí que el Señor me llamaba a ser Hija de la Caridad, empecé con un gran entusiasmo, pero los años pasan y esa ilusión se va apagando en el tiempo que estaba en el instituto, debido al entorno de amigos, que no entienden ese estilo de vida, pero a pesar de eso el Señor me recordaba que estaba conmigo, al ir cada viernes al colegio a JMV, y sobre todo el Día de la Confirmación en donde el sentimiento de gozo y alegría, sumergía en mi interior. Aunque a menudo todo parece imposible, porque hay momentos que parecen que eres la única que vas a contracorriente de las personas que te rodean, y esto puede apagar esa inquietud interior, el Señor me hace recobrar esa ilusión, a través de otro acontecimiento:

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estando en 3º de Carrera, se celebra en el Barrio, las Misiones Populares, durante 15 días, realizada por la comunidad Misionera de los Padres Paúles y de las Hijas de la Caridad. Esta fue una oportunidad de encontrarme otra vez con el Señor y sentir de nuevo esa esperanza de poder seguirle, por lo que me pongo en camino para conocerle más de cerca. Al año siguiente, en el verano, las hermanas del colegio me invitan a un Campo de Servicio en Madrid. En esta convivencia encontré lo que me hacía falta; me encontré con el Señor en aquellos niños discapacitados de la Casa de Belén, además de convivir con jóvenes que tenían las mismas inquietudes que yo, por lo que me animaba a seguir adelante. Este encuentro fue el decisivo para saber que mi vida estaba destinada a seguirle. Por lo que me comprometí a aprovecharme de todas las situaciones que el Señor me iba ofreciendo para ir formándome y descubriendo lo que él quería de mí. ¿Qué temores o miedos has tenido que hacer frente al elegirte Dios para ponerte a su servicio a través de los pobres? Ante cualquier decisión importante que puede cambiar la vida de una persona, siempre surgen temores y miedos que te hace pensar y discernir la decisión que vas a tomar. Para mí los miedos que me invadían eran: -

El miedo de equivocarme: Al principio esa ilusión que despierta en mi interior (el deseo de ser Hija de la Caridad), se convierte en confusión al ver que las personas del entorno, te aconsejan cosas totalmente opuestas a esta decisión, lo que me surge la pregunta de: ¿Es este el verdadero camino que tengo que seguir?

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El miedo a decepcionar las expectativas que tienen otras personas sobre mí: Este miedo suele surgir sobre todo con las personas a las que más quieres, padres y hermanos, pues ellos suelen aconsejar proyectos de vidas mejores, (o al menos así se ve comparado con la vida de una hermana) por lo que muchas veces te cuestionas qué decisión tomar, si ese proyecto ideal de tener un trabajo y una familia o el proyecto que el Señor te propone.

Antes estos miedos, me agarré a la Oración pidiendo al Señor que me ayudara y me diera valentía para poder tomar la decisión más adecuada, y que gracias a ese sentimiento de gozo y tranquilidad interior que sentía me ayudó a ir afrontando estos miedos. A mí me resulta muy difícil lo que habéis hecho ¿Cómo te resultó a ti? Para mí ha sido un dejarme abandonar en manos del Señor, porque es verdad que cuesta el dar este paso en el que tienes que dejar todo: amigos, familia, y entorno. Si se observa desde esta perspectiva, todo es más difícil de hacer, pero si ves lo que el Señor va haciendo contigo, y sabes que toda decisión que tomes con respecto a Él te va a corresponder con el doble de gozo y alegría, este paso se hace como un deseo inmediato de cumplir. ¿Cómo te sientes ahora? Con una alegría desbordante, en el que todos los días le doy gracias al Señor por no haberse cansado de insistirme que le siguiera, y con un gozo interior de dar mi vida para servirle a Él por medio de los más pobres.

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¿Cómo afrontó tu familia, y sobre todo tus padres, tu vocación? ¿Les costó aceptarla? La verdad es que mi familia no me ha sido un obstáculo para dar el paso, sino que a la hora de la verdad han estado ahí apoyándome en la decisión que tomara. A mis padres les agradezco el esfuerzo que han hecho de comprensión y aceptación, pues al principio suele ser desilusión para ellos, ya que tenían un proyecto diferente. En este momento de dar el paso, suele estar también el temor de lo desconocido, el cual a no tener conocimiento de la vida de una Hija de la Caridad pues suele venir la resistencia. Ahora están contentos y yo muy agradecida, pues gracias a ellos he ido descubriendo a través de su ejemplo la mano del Señor en esta familia. Cualquier vocación implica una serie de renuncias, ¿a qué has tenido que renunciar con la tuya? En esta llamada del Señor, al responderle, ya lleva una serie de renuncias que bien se puede observar en el evangelio: “quien me quiera seguir que deje todo, y me siga”. Para cualquier persona que toma un proyecto de vida tiene que renunciar a lo que no vaya en consonancia con esa opción, por lo tanto para mí no supone renuncias, sino que forman parte de la opción de vida a lo que Dios me ha llamado. ¿Has sentido en algún momento en este tiempo de postulantado y seminario, soledad, dudas sobre el camino seguido o melancolía sobre tu vida anterior? ¿Echas de menos vuestra vida cotidiana antes de entrar en la comunidad? No, puesto que mi vida está llena de sentido en manos de Dios y cuando encuentras este gozo de que tu vida está a disposición para los demás, no echas de menos nada. Lo que puede costar un poco es esa añoranza de la familia que hasta que te haces con la vida en comunidad, pues suele aflorar, como en cualquier opción de vida. ¿En qué se parece o diferencia la vida de la Comunidad a la vida en una familia? La Comunidad se parece a una Familia en cuanto que tienen el valor de la Caridad, es decir, lo que prevalece en las dos es, el Amor, cada una de diferentes caminos, una desde la familia y otra desde la llamada del Señor. Y en cuanto a diferencia es que en una Comunidad es el Señor que nos colocas a cada una a convivir con otras personas en función a una misma misión de fe. ¿Estás dedicando tu vida, esfuerzo y cariño al servicio de los más necesitados ¿Qué te reportan ellos? Mucho, los pobres son un tesoro, en una persona que entrega su vida por ellos, puesto que tu le das lo más mínimo y ellos te devuelven el doble de lo que reciben. Se aprende a ser persona al lado de ellos, en cuanto que te enseñan a valorar lo más insignificante, como el gesto de dar una sonrisa, o decir los buenos días, o simplemente la importancia de estar a su lado sin decir nada.

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¿Dentro de la comunidad y en el trabajo que desempeñas, ¿Cómo es tu día a día? ¿Cuál es tu rutina diaria? ¿Cómo transcurre un día normal de tu vida? El Seminario, es un tiempo de formación, por lo que el mayor tiempo se dedica a estudiar y a ir a clases. El transcurso de un día en el seminario es que comenzamos el día con Laudes y Oración, agradeciendo al Señor la noche que nos ha concedido y dándole gracias por el nuevo día que nos da. Durante la mañana tenemos estudio y una hora de clase, y por la tarde es similar, terminando con Vísperas y Oración, en el que agradecemos al Señor lo que nos ha regalado durante el día y todo lo aprendido. Los viernes por la mañana tenemos servicio a los pobres: yo voy a servir en una guardería, llamada Fundación Sotes, Madrid, en el que estoy con los niños de 2 años. Los fines de semana se tienen en cuenta un tiempo de Deporte y tiempo libre. ¿Sientes tu vida plena cuando se acaba ese día? ¿Te satisface tu entrega a Dios? Llego al final de la jornada dándole gracias al Señor por todo lo que me ha regalado durante el día. Y sobre todo porque cada día se hace como una aventura, descubriendo que en los pequeños detalles del día es presencia del Señor. ¿Te gusta el trabajo designado que estas realizando? Más que trabajo designado, yo lo expresaría como una misión a la que me envía el Señor todos los días, poniendo a disposición mi entrega a los demás a través de la Compañía de las Hijas de la Caridad. ¿Qué objetivos tienes en un futuro? Todo está en manos del Señor. Desde tu experiencia, ¿crees que influye la familia y entre otros el tipo de educación recibida en la misma en la vocación religiosa, o es ajena a esta? Por supuesto que influye la familia y la educación recibida, pues van inculcando valores y actitudes que te van marcando en el camino de la Fe, pues como sabemos los principales formadores de un cristiano es la familia. Y en este sentido ¿De qué forma podemos los padres fomentarla? Pues a través del ejemplo de vida y sobre todo en la actitud de vivirla, recordando que lo más importante que venimos a hacer en esta tierra es a AMAR Y SER AMADOS. Y sintiendo ese gozo de ser cristianos, expresándolo a través de la alegría. LA ALEGRIA ES LA MEJOR PRUEBA QUE EL CRISTIANO PUEDE APORTAR SOBRE LA EXISTENCIA DE DIOS GRACIAS POR VUESTRA PALABRAS DE ANIMO, Y OS TENEMOS PRESENTE EN LA ORACION

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Sor María  

Sor Marga

Y ahora Sor Marga, Lo primero de todo es enviar un saludo muy afectuoso a todos los que estáis reunidos para trabajar sobre la semana Vocación –Misión. Es bueno que haya ámbitos donde se hable de fe, de experiencias de fe, que nos pueden enriquecer a todos y guiarnos en el caminar particular de cada uno. Somos comunidad, Iglesia; y como tal, debemos compartir los dones espirituales que nos han sido dados. Bueno, comienzo a responder las preguntas que me habéis mandado; pero me gustaría aclarar que cuando una habla de su experiencia espiritual, no puede precisar momentos concretos, no hay certezas, o hay muy pocas. En el mundo de la fe, una se adentra simplemente con FE, con ganas, con ilusión, con un proyecto de vida, pero con muy poquitas certezas. Estas, gracias a Dios, se van adquiriendo con el tiempo, y aunque sean mínimas, se sienten como algo fundamental en la vida. Saludo a Toñi Solano con todo el cariño que supone conocernos desde los cuatro años, y comienzo por sus preguntas. (Bueno, a Vicente también le saludo, no le olvido.) Me dices que, ¿en qué momento de mi vida comencé a sentir la llamada? Pues, no lo puedo precisar. Yo sé que fueron muy importantes para mí las catequesis de JMV. Era algo que esperaba con ilusión toda la semana. El trabajar en grupo, tratar los temas con más compañeras, el ir introduciéndome poco a poco con más profundidad en la oración. Son experiencias que en ese momento no valoras lo suficiente, pero que van calando, mojando la tierra de la vocación y con el paso del tiempo crean un sedimento donde la semilla puede crecer. Mis padres también han sido un apoyo fundamental, en el sentido de ir creando una base importante para desarrollar la fe. Nos han llevado a misa desde pequeños y han visto siempre con cariño y muy favorablemente el grupo de catequesis y el trato con las Hermanas. Especialmente el hecho de ver a mi madre rezar el rosario, de compartir con ella sus pequeñas devociones, es algo que facilita enormemente el continuar una vida de fe. Pero supongo que una de las cosas más importantes, o que más ha podido influir, es el hecho de que las Hermanas nos llevaran a prestar servicio al Hospital de Caridad, los domingos

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después de la Eucaristía. El rostro de Cristo que aprendíamos en las fichas de JMV, se hizo de repente presente en los ancianos del hospital. Ya podía poner cara al Señor, en los pobres necesitados de cariño, de alegría, de una visita que les cambiara la rutina de una semana en la sillita de ruedas o en la cama. Desde mi opinión, es fundamental que aprendamos a afinar la vista y el oído, que sepamos trasladar el Cristo ante el que rezamos, por el Cristo al que podemos abrazar, alimentar, acompañar, escuchar… Y esa fue una experiencia que a mí me hizo valorar a qué quería yo dedicar mi vida. También el que las Hermanas nos abrieran las puertas de la Comunidad fue algo importante. Poder hablar con ellas, hacerles preguntas, que nos dejaran ver cómo era su vida, me ayudó a plantearme que yo quería vivir eso. Y finalmente, eso fue lo que yo comencé a sentir. No puedo decir cuándo, pero yo sentía que esa vida podía ser plena, una vida feliz al servicio del Señor. Como veis, no puedo daros el día y la hora exacta, solo el sentimiento de que quizá, esa podía ser mi vida. Si es cierto que hable con el párroco (Jose Alberto), más o menos con 17 años y le planteé la cuestión. Pero yo creo que la cosa venía de antes. Toñi, me preguntas también, ¿a qué temores o miedos he tenido que hacer frente al elegirme Dios para ponerme a su servicio a través del pobre? Pues los temores lógicos de la persona que va a conducir su vida por un camino de entrega. El no saber si realmente estoy llamada a esto, la separación de mi familia, el dejar un trabajo, un modo de vida. Pero realmente sientes que algo te está llamando a eso, y puedes intentar eludir la llamada, pero Dios insiste y al final sabes que lo que tienes que hacer es responder. Después de eso, sientes mucha serenidad. No dejas de sentir temor, pero hay un fondo de paz interior, que te dice que estás haciendo lo que debes. ¿Cómo afrontó tu familia, y sobre todo tus padres, tu vocación? ¿Les costó aceptarla? En ningún momento me han mostrado su oposición y doy gracias a Dios por ello, ya que los pasos a dar hubieran sido mucho más difíciles. Ellos entendían, que si era lo que yo quería hacer e iba a ser feliz así, debía hacerlo. Lo cual no quita, que les duela la separación física evidentemente. Pero si te casas con un diplomático y lo destinan al otro lado del planeta, te vas con él. Si te ven feliz, ellos en el fondo son felices. Cualquier vocación implica una serie de renuncias, ¿a qué has tenido que renunciar con la tuya? Como dices bien, cualquier vocación implica renuncias y todas las que sois madres lo sabéis mejor que nadie. Ya no te perteneces, en cierto modo. Tu vida ya forma parte de la de tu marido, tus hijos…y tus decisiones, tus actuaciones se remiten al bien de ellos, no al tuyo propio. Renuncias a cosas buenas, por otras que consideras mejores. Yo he tenido que cambiar una vida de pareja, unos hijos o un futuro profesional, por una vida en la que el amor no se circunscribe a unas personas en especial. Se opta por un amor universal, para los pobres, las hermanas, las personas que te rodean, sin estrecharlo a un ámbito concreto. En ese sentido, las renuncias, que no son pequeñas, encuentran un sentido y se hacen más llevaderas, porque son aceptadas libremente y en razón de un amor mayor. ¿En qué se parece o diferencia la vida de Comunidad a la vida en una familia? Pues la verdad es que a nuestra familia no la elegimos, nacemos en ella y aprendemos a querer desde pequeños. La Comunidad tampoco la elegimos, Dios nos reúne y en ella

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tenemos que aprender a querernos, teniendo en cuenta que vivimos desde la fe. En eso nos parecemos. Luego, la vida diaria tampoco es tan diferente de la que se pueda llevar en una familia: se comparten los momentos buenos y los momentos malos de las hermanas. Las alegrías, las pérdidas… Nos cuidamos con cariño en las enfermedades, nos repartimos los trabajos de la casa, hay momentos de trabajo, de expansión, y como en una familia, unos días una está mejor y otros días le toca estar peor, pero se viven el perdón, la reconciliación y un esfuerzo continuo por superar aquello que nos diferencia. ¿Has sentido en algún momento, en este tiempo de postulantado y seminario, soledad o dudas sobre le camino seguido? Como dije al principio, cuando te mueves en el campo de la fe, las certezas son pocas. Sí, se viven momentos de duda, pero precisamente el postulantado, es el momento en el que se puede conocer la vida de las hermanas desde dentro de la Comunidad y puedes darte cuenta de si estás realmente llamada a esta vida o no. A medida que vas caminando, vas viendo claro si aquello que estás viviendo, se corresponde con la llamada que Dios te ha hecho. También es cierto, que vas encontrando fuerza, donde pensabas que no había tanta, y vas aprendiendo a superar las dudas, desde la confianza en el Señor, que al fin, es el que da la fuerza. Estás dedicando tu vida, esfuerzo y cariño al servicio de los más necesitados, ¿qué te reportan ellos? Pues me reportan mucho más de lo que quizá yo alcanzo a darles. La capacidad de confianza, de cariño, de poner su vida y su historia en nuestras manos son increíbles. Puedo decir con vergüenza, que los pobres me enseñan a mí en muchas ocasiones más de lo que puedo enseñarles yo a ellos. La solidaridad entre ellos, cómo comparten lo poco que tienen; su generosidad; su tremenda y profunda fe en Dios, desde la situación que les toca vivir; su aceptación de las enfermedades, de la pobreza, de la injusticia, son un verdadero ejemplo. Cuando entras en la vida de otra persona y más si está en situación de fragilidad, estás pisando tierra sagrada. Cada día puedes percibir la facultad de hacer daño o de sanar que tiene una palabra, un gesto y aprendes a que tu manera de actuar sea acogedora y transmisora del amor de Dios. Dentro de la Comunidad y en el trabajo que desempeñas, ¿Cómo es tu día a día? Cada día comenzamos la jornada con la oración y la Eucaristía y luego tenemos estudio, que ahora se intensifica al ser un tiempo más concreto de formación. Tenemos varios días en semana clases fuera de casa, para ir mejorando nuestra formación en otros ámbitos. Vamos al servicio directo a los pobres un tiempo a la semana y también existen momentos un poco más relajados de expansión, para disfrutar de las hermanas. Y lo normal de una casa, la limpieza en común y las tareas que lleva una casa. Desde tu experiencia, ¿crees que influye la familia y entre otros el tipo de educación recibida en la misma, en la vocación religiosa, o es ajena a esta? Pues evidentemente, como comenté en la primera pregunta, sí es muy importante. Es fundamental vivir en un ambiente que favorezca esa coherencia como cristianos, que todos debemos tener. Pero también he podido hablar con personas, que ni por un momento hubieran pensado en esto, y ahora viven su vocación en cuerpo y alma. CUANDO DIOS LLAMA…

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Y en ese sentido, ¿de qué forma podemos los padres fomentarla? Yo creo que no hace falta hacer cosas extraordinarias. Simplemente, si somos capaces de vivir coherentemente nuestra vocación de cristianos y sabemos traslucir la alegría y la gracia que Dios nos regala, nuestro modo de vida, debe actuar de llamada. De todas formas, introducir a los niños poco a poco en la oración, es una forma de enriquecerles, que les ayudará toda la vida. No sólo la oración como repetición mecánica de formulas, sino como un espacio para abrirse al silencio, al misterio de Dios. ¿Os gusta el trabajo designado que estáis realizando? Entiendo que al decir trabajo designado, os referís al servicio que realizamos a los pobres directamente durante la semana. Ahora presto mi servicio en una obra social, es un centro para gente de la calle que hay en el centro de Madrid. Allí pueden dormir, comer, asearse, tienen seguimiento con trabajadores sociales, se les realizan curas por parte de las hermanas enfermeras, se les controla la medicación y se les deriva a otros programas, donde puedan promocionarse y mejorar su situación. La verdad es que poder servir en este centro para mí es una interpelación continua. Cada día que voy me sorprendo de la cantidad de gente rota que hay en nuestra sociedad, en nuestro entorno más cercano. Personas normales, que tuvieron una vida buena, con su familia, su trabajo, sus amigos… y que han cruzado la línea de la pobreza, por situaciones inesperadas o por decisiones mal tomadas. Eso no les transforma en culpables, sino que siguen siendo víctimas de una sociedad, que frecuentemente les deja en la cuneta, sin mirar atrás. Y cada día hay más. Es muy difícil explicar lo que se siente cuando se entra allí. La pregunta no es si me gusta o no el servicio que realizo. Simplemente es que quiero estar allí sirviendo a Cristo en cada una de esas personas. En ese sentido, he estado con ancianos, con niños, con transeúntes en otros centros, y aprendes a ver, a reconocer a Cristo en las distintas pobrezas que se te presentan delante. Sirves a la persona, pero fundamentalmente, estás viendo a Cristo en ellos. Desde esa visión de fe, resulta indiferente dónde te envíen, en cualquier lugar puedes servir. ¿Os satisface vuestra entrega a Dios? Evidentemente si, sino, no estaría aquí. Pero yo tampoco lo llamaría satisfacción. Lo veo más como una respuesta lógica a una gracia. Si una persona se siente llamada a vivir su vida desde el amor en una vocación concreta, creo que la respuesta normal es aceptar esa llamada. En muchas ocasiones una siente que lo que le ocurre es demasiado grande, que te sobrepasa. Pero Dios, nos va capacitando poco a poco. Va haciéndonos caminar despacio para llegar a donde El quiere. Sólo se trata de dejar que actúe El. ¿Qué objetivos tenéis en el futuro? Pues de momento seguir caminando e intentar afianzar mi entrega a Cristo. En cuanto a planes, no se pueden hacer muchos. Cuando termine el Seminario, me enviaran en misión al

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lugar al que consideren que puedo servir mejor, y allí intentaré vivir lo mejor posible mi vocación. ¿Sentís plena vuestra vida cuando acaba el día? Todos los días terminamos la jornada con una relectura del día. Analizamos los acontecimientos e intentamos mirarlos a la luz del Evangelio. No siempre podemos decir que el día ha sido bueno desde un punto de vista humano, pero mirado con los ojos del Evangelio, doy gracias por lo que ha sido don de Dios y pido perdón por lo que no ha sido tan bueno. Si miramos así los acontecimientos, la visión cambia. ¿Cómo os sentís ahora? Me siento en camino, avanzando en el plan de Dios, con ilusión y esperanza.

Y Dios sigue llamando,

para que entre todos construyamos su Reino,

en la vocación a la que hemos sido llamados, ya sea en el matrimonio o en la vida religiosa. No hay que tener miedo a decir SÍ, el Señor siempre estará con nosotros, no podemos quedarnos quietos como estatuas, hay que lanzarse, toda decisión en nuestra vida, conlleva responsabilidad, entrega, compromiso, amor, paciencia, respeto, pero al decidir nos sentiremos VIVOS. Así es como se sienten Sor María y Sor Marga, VIVAS, al iniciar un proyecto de vida, que aunque no es el “normal” en nuestra sociedad, cada día más egoísta, más insolidaria, más caduca, sin valores, tiene su origen en dejarse llevar por El.

Gracias a vosotras, Sor María y Sor Marga por vuestro testimonio. 

Llega una mujer de Samaria a sacar agua. Jesús le dice: «Dame de beber.»   10   

Para meditar, … Necesito agua… tengo sed Señor, aquí estoy, con mi cántaro vacío, con las manos, con la vida tendida hacia ti esperando a que Tú me llenes a borbotones Agua… Necesito agua… tengo sed estoy dispuesta a acoger tu agua, lléname, inúndame… Haz que rebose todo mi ser Tú eres quien puede calmar mi sed por eso te pido lléname, inúndame, sáciame… Señor, sé que conoces las aguas estancadas de mi vida. Necesito agua, tu agua para convertirme y ser cada día más transparente. Empápame y llega hasta el fondo de mi ser. Tengo sed

Mi alma tiene sed del Dios vivo ¿Cuándo veré su rostro?

Agua… necesito agua… dame de tu agua y convierte lo muerto de mi vida en Vida arranca lo estéril y siembra tu vida en mi vida. Aquí estoy Señor, esperando tu nueva agua viva.            

Quien tenga sed acuda a Mí y beba… de su entraña brotarán torrentes de agua viva. (Jn 7)

Entreguémonos totalmente a Dios desde ahora para que siempre y en todas partes sintamos hambre y sed de esta justicia. (San Vicente) ¿De qué tengo sed? ¿Qué dimensiones de mi vida despiertan el deseo de Dios? ¿Qué me mueve? ¿Sueños, proyectos?

    Muéveme mi Dios hacia Ti, que no me muevan los hilos de este mundo, no muéveme, atráeme hacia Ti desde lo profundo.

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