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Tepoztlán
La apropiación de la cultura
YOLANDA CORONA CARAVEO CARLOS PÉREZ Y ZAVALA
ste artículo presenta una parte de los hallazgos de la investigación que hemos realizado sobre la situación de la niñez en Tepoztlán, Morelos, un pueblo cercano a la Ciudad de México, de aproximadamente 15 mil habitantes, que ha entrado en las últimas décadas en un proceso de modernización muy acelerado, pero que ha conservado formas de organización colectiva. El trabajo etnográfico que se reporta habla de la enorme capacidad que tienen los habitantes de este pueblo para organizar y reproducir sus tradiciones culturales y al mismo tiempo construir y reconstruir complejas redes de relaciones sociales.
GUILLERMO BONFIL BATALLA (1997) ha planteado que en el estudio de la niñez dentro de la sociedad mexicana deben tomarse en cuenta varios factores generadores de diversidad, entre los que destacan la presencia de los pueblos de tradición indígena y el contraste entre el campo y la ciudad. Su propuesta ha sido de gran utilidad en el estudio de la cultura tepozteca, ya que los datos de la investigación nos han permitido observar una serie de acciones por medio de las cuales los pobladores conservan y transmiten una tradición cultural vinculada con su pasado mesoamericano. La intención de este texto es realizar un análisis de la importancia que tiene la incorporación de los niños en la vida ritual como un modo de transmitir a las nuevas generaciones, no sólo contenidos culturales de índole religiosa, sino toda una serie de habilidades vinculadas con la organización comunitaria, que posteriormente pueden ser utilizadas para diversos fines, entre ellos la defensa de sus tierras y su cultura. Esta población ha construido una identidad local muy fuerte y llena de vitalidad, similar a la de otros pueblos de tradición nahua que se puede explicar por una identidad sustentada en la pertenencia a la comunidad —organizada ésta por barrios— y que por lo tanto integra las dimensiones ANUARIO DE INVESTIGACIÓN 2005 • UAM-X • MÉXICO • 2006 • PP. 218-232
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individuales, grupales (de barrio) y colectivas. Existe también, como ha propuesto Catherine Good (1996), un imperativo ético de entrar en relaciones de intercambio y de reciprocidad, que se manifiestan en todas las actividades sociales y especialmente en las fiestas y ceremonias religiosas. El trabajo etnográfico que hemos realizado en el lugar permite constatar la enorme capacidad que tienen sus pobladores para organizar fiestas que configuran constantemente una compleja red de relaciones sociales, no sólo al interior de la comunidad, sino también con otros pueblos del municipio y de estados cercanos. El tema del enriquecimiento de los vínculos comunitarios se aborda desde una perspectiva que devela la relación entre la vida ceremonial con las actividades políticas. En los últimos años hemos documentado las luchas de los pobladores del lugar por conservar sus tierras ante la amenaza de mega proyectos que les han tratado de imponer, destacando la gran importancia que tienen los vínculos de intercambio y reciprocidad que se generan en la vida ceremonial como la base y sustento de la respuesta colectiva en los movimientos de resistencia. Ante los grandes movimientos que se están generando con la globalización, nos parece pertinente dirigir la mirada hacia ciertas realidades que son distintas a los modelos individualistas de comportamiento centrados en las ganancias Gilberto Aceves Navarro económicas. Por ello nos ha interesado De la serie del beso, el de Van Gogh (1988) entender las diferentes formas de generar relaciones solidarias y de pertenencia que permiten resguardar valores más ligados con la comunidad y la manera como éstas se transmiten a las nuevas generaciones. Contexto de discusión Queremos destacar un aspecto de la dinámica de globalización que presenta González Casanova (1998) al afirmar que las formas de dominación y IDENTIDAD Y REPRODUCCIÓN CULTURAL
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apropiación que se ejercen actualmente en ámbitos financieros, políticos y socioculturales, incluyen estrategias muy modernas de desarrollo tecnológico y científico que se combinan “con formas muy antiguas, incluso de origen animal, de depredación, reparto y parasitismo”. Por esta razón plantea que están dadas las condiciones para el retorno de las luchas que claman por la justicia social y el crecimiento equitativo o bien para que se den nuevas pugnas de liberación y de revolución social. Advierte además que existe dentro de estas luchas “una corriente que emplea los conceptos de construcción y resistencia como bases de una negociación que se realice entre conflictos y consensos, y que permita acumular fuerzas y saberes para librar pequeñas y grandes luchas nacionales y mundiales cuyo futuro es incierto”.1 Una de estas formas depredadoras de la globalización, que se vincula con mayor claridad a lo que ha sucedido con muchos pueblos indígenas y también con lo acontecido en Tepoztlán, es la apropiación de los recursos naturales por consorcios privados, ya sea por medio de la privatización de las tierras que se ponen a disposición de inversionistas nacionales y/o extranjeros o bien mediante la promoción de lugares de turismo y “eco-turismo” que supuestamente tomarían en cuenta los intereses de los pobladores del lugar y les mejoraría su nivel de vida, pero que en realidad los considera únicamente como mano de obra barata. Es precisamente este doble discurso de la ola modernizadora el que ha impactado a los pueblos de México, muchos de los cuales han perdido sus tierras y sus identidades locales en esta lucha desigual. Pero también estas prácticas de apropiación han generado grandes tensiones y luchas por el control de los recursos. Éstas se manifiestan en muchos pueblos como movimientos de resistencia cultural que son en realidad una faceta de procesos muy antiguos de reapropiación social de la naturaleza y de preservación de sus recursos. En estos esfuerzos de las comunidades por sobrevivir y sobreponerse a los embates que han sufrido durante las últimas décadas se pueden observar procesos muy interesantes de fortalecimiento de valores, tradiciones y referentes culturales. Este estudio toca tangencialmente la discusión sobre el poder y la resistencia, asumiendo que existen relaciones asimétricas en los procesos 1
“Los indios de México hacia el nuevo milenio”, La Jornada, 9 de septiembre de 1998.
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globales y locales, pero destaca también el que ante toda forma de poder, por más grande que sea, se produce una resistencia. De esta manera se reconoce el papel que tienen los pueblos como actores sociales en la lucha por defender su destino y mantener su idiosincrasia; asimismo, se destaca una característica de los sujetos sociales, incluyendo a los Gilberto Aceves Navarro niños, como actores que gozan también Ya mero es un beso (1988) de una relativa autonomía al interactuar con los contenidos culturales y tomar decisiones sobre su participación o no en los eventos a los que están expuestos. Esto es así ya que, como se ha planteado anteriormente (Corona, 2003:23), los procesos de desarrollo están siempre insertos en realidades sociales y culturales extremadamente complejas e incluso internamente contradictorias que despliegan ante los sujetos una enorme variedad de posibilidades.
El movimiento de resistencia del pueblo tepozteco A partir de 1994 y durante más de cinco años los tepoztecos fueron protagonistas de un movimiento de resistencia que se opuso a la construcción de un gran proyecto turístico cuyo eje principal era un club de golf, pero que también incluía 600 residencias, canchas de tenis, zonas de servicio con hoteles, restaurantes y comercios, un helipuerto y un parque corporativo de alta tecnología; todo ello estaba planeado construirse en un terreno aproximado de 187 hectáreas. Después de 5 años de lucha y de intensas movilizaciones, con un muerto de por medio en una acción represiva del Estado, los pobladores lograron la cancelación del proyecto. En los pueblos como Tepoztlán las formas de organización de la comunidad permiten que todas las generaciones se encuentren en espacios sociales significativos, esto se manifestó también durante el movimiento de resistencia. Toda la vida del pueblo cambió porque se levantaron barricadas de protección, se realizaban asambleas continuas en la explanada IDENTIDAD Y REPRODUCCIÓN CULTURAL
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del palacio municipal y las noches empezaron a ser más significativas por la necesidad de hacer guardias en puntos estratégicos. En estos escenarios las niñas y las jóvenes ayudaban a las mujeres en la preparación de bebidas calientes y de comida para los responsables de la guardia. Los jóvenes hacían grupos y se incorporaban también a los de los adultos, y las niñas y niños más pequeños se desvelaban jugando mientras esperaban a sus padres. Los niños estuvieron también presentes en las marchas y manifestaciones y fueron retenidos ilegalmente junto con mujeres y ancianos durante la marcha de celebración por el aniversario de Zapata, cuando detuvieron dos camiones de un largo convoy que salía del pueblo para impedir que los tepoztecos pudieran perturbar el acto en el que se encontraba el presidente de la República. Lo ocurrido en Tepoztlán durante el movimiento de resistencia tiene que ver con un proceso formativo hacia la infancia que se fraguó en la vida cotidiana y que brindó muchas y diversas experiencias de gran intensidad que tuvieron un fuerte impacto en la subjetividad de las niñas y niños del lugar. Podemos pensar que se trató de una verdadera “pedagogía de la resistencia” en la que los niños se vieron completamente inmersos permitiendo en ellos la construcción de un conocimiento social y político, acorde con los valores culturales de la localidad. Como dijimos anteriormente, la investigación sobre la lucha política arrojó como resultado la importancia de la vida ritual como forjadora de relaciones colectivas que se utilizan en los movimientos sociales. Si aceptamos que las ceremonias y rituales son fundamentales para el mantenimiento de modelos de acción colectiva, surge la inquietud de cómo se transmiten estos modelos a las nuevas generaciones. En este artículo se utiliza un enfoque etnopsicológico para analizar la forma en que los adultos propician que la niñez participe en actividades culturalmente significativas (en este caso, las fiestas patronales), la manera como se transmiten las actitudes y los valores, así como el significado que tiene para las niñas y los niños su participación en las mismas. Hacemos uso de las categorías de participación guiada y de apropiación participativa, utilizadas por Barbara Rogoff (1993, 1997) desde el enfoque sociocultural, para analizar el trabajo etnográfico que describe la manera en que los niños se involucran en las fiestas y ceremonias. En el trabajo IDENTIDAD Y REPRODUCCIÓN CULTURAL
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antropológico se toma como referencia el enfoque histórico procesual que propone Catherine Good (1994) para el análisis de la cultura de los pueblos de tradición mesoamericana. El concepto de participación guiada permite analizar ciertos aspectos de la reproducción cultural, ya que alude a los procesos de interacción que se dan entre los sujetos que participan en actividades culturalmente significativas y hace visibles los roles y compromisos interpersonales que se dan en las actividades que se organizan en colaboración con otras personas. Se refiere a la forma en que los adultos o niños más competentes en ciertos conocimientos les ayudan a otros niños a adquirir nuevos niveles de conocimientos o habilidades. El concepto de apropiación participativa se refiere a la manera en que los individuos se transforman gracias a la forma en que se involucran en ciertas actividades, lo que les permite prepararse para realizar acciones similares en el futuro. Rogoff contrasta este concepto con el término de internalización, ya que se centra más en los procesos de pensar, re-presentar, recordar y planificar como procesos activos que no pueden ser reducidos a la posesión de algo que se almacena. Por otra parte, Good plantea que en los pueblos de tradición nahua (como es el caso de Morelos y Guerrero) parece existir un “imperativo cultural primordial de entrar en intercambio con los demás”, basado en el intercambio del tequitl (trabajo) o la fuerza representada no sólo en las acciones específicas de los otros, sino también en los objetos que se intercambian. La autora destaca que la excesiva generosidad que se puede observar en la vida festiva puede considerarse como una estrategia para extender y consolidar las relaciones sociales mediante la inversión de bienes personales y trabajo, así como para “asegurarse frente a un futuro incierto e imprevisible” (1994:144-145). A partir de estas aportaciones de la psicología y la antropología se intenta comprender de qué manera y en cuáles contextos los niños Gilberto Aceves Navarro formulan interpretaciones y generan sentidos Una noche por el llano (1987) IDENTIDAD Y REPRODUCCIÓN CULTURAL
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de las experiencias sociales que están viviendo. Se asume que no es “la realidad” la que impone los significados culturales, sino que existe un intercambio continuo y muy complejo con el ámbito de la experiencia personal que incluye aspectos corporales y psicológicos.
Los niños y los vínculos colectivos Una característica central en la investigación que hemos llevado a cabo es la observación y descripción etnográfica de diversos aspectos del ciclo ritual de fiestas y la vida ceremonial como generadoras de vínculos colectivos. Para situar la temática, es indispensable mencionar algunos elementos de la discusión que se ha dado en el estudio de la religión. Aun cuando existe una aceptación de la importancia que ésta tiene en los procesos de identidad y de la reproducción de la cultura, hay diferencias en la forma de considerarla. Broda (2001) por ejemplo, plantea que la religión es un concepto amplio que incluye, además de las creencias, de la visión sobre el cosmos y del medio ambiente, el aspecto relacionado con la organización ceremonial y por tanto con la actuación ritual, la vida social y la vida material. Barrabás y Bartolomé ponen un especial énfasis en los procesos simbólicos pero coinciden con Broda en el entendimiento de la religión como un amplio campo en el que se entretejen diversos aspectos. Para ellos “la religión es un ámbito exponencial de la cultura, privilegiado sobre otro porque allí se construyen categorías de entendimiento, plasmadas en formas singulares de organización de la realidad cósmica y social” (1999:16). Los autores plantean que los estudios antropológicos por lo general separan el estudio de las religiones indígenas del “catolicismo popular” como si fueran dos configuraciones separadas. Su postura es que no es adecuado separar los complejos míticos y rituales en las religiones étnicas unos referidos a las potencias o fuerzas de la naturaleza y otros a los ejemplares católicos de la iglesia. Los estudios llevados a cabo en las últimas décadas en diversas regiones de México (Good, 1996 y 1997; Broda, 2001; Neurath, 2001; Medina, 2003) han mostrado que en las ceremonias religiosas de los pueblos se puede observar todavía una serie de aspectos vinculados con la tradición IDENTIDAD Y REPRODUCCIÓN CULTURAL
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religiosa mesoamericana, cuyos referentes simbólicos no se restringen únicamente a la localidad sino que son compartidos con muchos pueblos de la zona centro y sur del país e incluso con pueblos de la parte norte. Dentro del estudio específico de las fiestas y rituales, es importante considerar estas celebraciones como espacios en los que se dan múltiples actividades, cada una de las cuales genera a su vez nuevas relaciones, tanto sociales como simbólicas. En este sentido es interesante indagar la manera en que los espacios ritualizados contienen en sí mismos un margen de libertad para la creación espontánea de asociaciones simbólicas, de vínculos sociales y de reciprocidad diversos a los que en apariencia estaban totalmente predeterminados. Esto se inserta en lo que Good (1994) ha planteado como el manejo de un concepto de cultura “procesual, generativo y creativo” dentro del enfoque de los estudios antropológicos. Al entrar a la temática de la participación de las niñas y niños en las fiestas y la vida ritual, es importante inscribir su estudio dentro del contexto más amplio del calendario ceremonial del pueblo. Tepoztlán lleva una vida festiva muy intensa: Lewis (1951) reporta un ciclo de 49 fiestas, mientras que Eugenia Echeverría (1994) apunta 56. En ellas los autores incluyen tanto las fiestas del pueblo, como las de los barrios, aunque no enumeran las que se dan en todas las colonias y pueblos circunvecinos que pertenecen al municipio.2 En las fiestas y celebraciones del pueblo, de los barrios y de las colonias se encuentra siempre la presencia infantil, y en más de 15 fiestas las niñas y niños tienen una función particular o participan en escenarios diseñados especialmente para ellos. Algunos ejemplos de ellas son las fiestas dedicadas a las vírgenes, en este caso a la Virgen de Guadalupe, la de la Asunción, la del Rosario, la de La Natividad. En todas ellas las niñas asisten como “pastoras” que danzan y cantan, aunque en la de la Virgen de Guadalupe también asisten niños. Por otro lado, en la fiesta de Los Santos Reyes, en la de “El reto del Tepozteco” y las posadas se puede notar una mayor participación de los niños como “pastores”, pequeños guerreros y portadores de las imágenes. 2
El crecimiento de la población ha ido en aumento, lo que ha significado la creación de muchas colonias nuevas en los últimos años. Cada una de ellas va eligiendo a su propio ritmo un santo patrono y por lo tanto la fiesta correspondiente.
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En otras fiestas, como el Carnaval y las dancitas de San Pedro, participan tanto niñas como niños. Para este artículo hemos elegido centrar la mirada en estas fiestas y en los roles que juegan los niños para comprender, por un lado, la manera como se generan y enriquecen los vínculos alrededor de la infancia y, por el otro, la forma como se apropian de su cultura. Reconocemos que el fortalecimiento y la expansión de los vínculos no se dan únicamente en estos ámbitos, sino que forma parte de una lógica cultural más amplia que es incluso compartida por muchos otros pueblos de nuestro país. La complejidad de los vínculos en las fiestas y ceremonias Existe dentro de las fiestas y ceremonias un sistema de implicaciones, acuerdos y convenciones en que los diversos miembros del grupo social pueden participar dentro de una actividad colectiva que los integra. Es en estas situaciones donde existe una transmisión y adquisición de los saberes comunitarios de manera que los niños y las niñas van adquiriendo habilidades crecientes para participar más intensa y comprometidamente en las mismas. Sin embargo, es interesante notar que no son los adultos los que proponen las formas específicas para que los niños puedan participar. Son más bien estos últimos los que, con sus intentos de entrar en la danza o en las actividades de la fiesta, informan a los adultos sobre el nivel apropiado de participación que pueden tener. De esta manera propician que los papeles tanto de sus padres, como de los adultos responsables, cambien durante el proceso mismo de la fiesta. Ellos se van familiarizando con las actividades, con los ritmos de los cantos y danzas y así van adquiriendo progresivamente una mayor confianza y, por lo tanto, un mayor control sobre su propio desempeño. Esto va facilitando la transferencia de ciertas responsabilidades en función de las capacidades mostradas por los propios niños. Existen varios elementos para que esto suceda adecuadamente; por un lado se manifiestan los deseos de los niños para participar de manera más independiente e ir controlando la situación, por el otro se da una sensibilidad de los adultos encargados para ir dándoles mayor independencia. Se pueden observar continuamente los esforzados intentos que tienen desde los más pequeños para conseguir participar adecuadamente IDENTIDAD Y REPRODUCCIÓN CULTURAL
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e incluso mejorar. En este sentido, la compañía de otros niños que lo hacen mejor es una constante motivación. Continuamente observan lo que hacen los otros y en este ambiente de continuas interacciones se da una colaboración fluida con sus pares de manera que se van construyendo conjuntamente los conocimientos específicos de las danzas o los cantos. Ahora bien, dentro de las actividades organizadas para la participación de los niños se dan relaciones que implican diversos niveles de asimetría en términos del conocimiento o las habilidades. Esto a su vez supone una comunicación y un esfuerzo compartido en el que se dan continuamente ajustes entre los participantes. Se puede observar, sobre todo en las danzas, un tipo de interacción que implica una valoración muy sutil entre los miembros y una serie de “ajustes” hacia las señales que los compañeros proporcionan para mostrar su mejoría en las capacidades y habilidades. Esto muestra el papel activo de los niños para dirigir el apoyo de los adultos o de los pares con mayor conocimiento de manera que puedan ajustarlo a medida que desarrollan sus destrezas. Es importante considerar que no son solamente los niños menos hábiles los que mejoran sus capacidades, sino también aquellos con mayor habilidad se desarrollan gracias al compromiso mutuo que adquieren, debido a que al tratar de enseñar lo que saben necesariamente mejoran la comprensión del proceso que están tratando de facilitar.
Apropiación participativa El concepto de apropiación participativa, se refiere al proceso por medio del cual los individuos transforman su comprensión y su propia responsabilidad en el grupo a partir de sus actos en actividades socialmente significativas. En el caso específico de las fiestas nos ayuda a entender la manera en que se da un cambio en el sujeto dentro de una relación de interdependencia con sus compañeros, donde los papeles de todos son activos y dinámicamente cambiantes. Para Rogoff (1993), el termino de apropiación pone en cuestión la noción de frontera entre la persona y el mundo externo, “ya que una persona que participa en una actividad es parte de la misma y no se puede separar de IDENTIDAD Y REPRODUCCIÓN CULTURAL
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ella”, y requiere una serie de esfuerzos creativos de comprensión a la vez que contribuye a la actividad social. Como ha planteado la autora, las asimetrías en las responsabilidades son un elemento importante a considerar: [...] el prototipo de intersubjetividad es un diálogo simétrico (verbal o no verbal) donde los compañeros se conceden uno a otro el mismo nivel de libertad, y en el que los intercambios parecen organizarse de acuerdo con ciertos turnos que se llevan a cabo, justamente y sin problemas, entre compañeros de la misma posición en un mismo tema. Un compañero hábil puede ayudar a la apropiación de la información y a entender la relevancia de las acciones en las que está participando [1993:259].
Otro aspecto de discusión importante se refiere a reconocer que la observación y la escucha no son procesos pasivos, sino que involucran toda una serie de procesos no observables, pero esenciales para el desarrollo. Rogoff (1993:263) ha hecho énfasis en la naturaleza activa de estos procesos, ya que niñas y niños se interesan activamente en la comprensión de los contenidos sociales mediante una atención dirigida a lo que las personas hacen dentro de las actividades que a ellos les interesan y que perciben como relevantes para su grupo social. Existen también una serie de acciones unidireccionales por parte del niño cuando se dedican a observar a otros niños más hábiles para captar ciertos rasgos de la actividad. Es interesante destacar aquí algunas diferencias que existen en la organización comunitaria cuando se contrasta con la que se da, por ejemplo, en las instituciones escolares. En las actividades rituales y ceremoniales de los pueblos es muy notorio que la participación tiene un carácter voluntario, pues se busca que los niños vayan tomando el gusto por las mismas, en lugar de sentirse obligados a asistir. Por otro lado, no se les agrupa por edades, más bien se generan espacios donde hay actividades que permiten la interacción de niños, jóvenes, adultos y ancianos. Esto además se da en espacios muy amplios que incluyen no sólo la iglesia, sino los terrenos que las rodean, así como las calles aledañas con la particularidad de que las niñas y niños se mueven con una gran libertad. IDENTIDAD Y REPRODUCCIÓN CULTURAL
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Convivencia entre las generaciones La mayoría de las celebraciones religiosas reúne e integra a las tres generaciones en sus actividades: se puede observar a los abuelos, a los padres y a los chicos, cada uno con diferentes roles y trabajos que aportan a la fiesta. En el caso de la organización, los ancianos aparecen frecuentemente como responsables de invitar y animar a los más jóvenes para que participen en las fiestas, su rol también incluye contar historias acerca del santo, del Tepozteco o del pueblo, platican informalmente a los demás las razones por las que se deben llevar a cabo las fiestas, la manera de hacerlo y lo que puede pasar en caso de negarse a realizarlas o hacerlas de mala gana, ilustrando sus narraciones con lo que ha acontecido en otros años. Esta actividad es un aspecto importante en la construcción de una memoria colectiva sobre la festividad y su papel en el pueblo. Los padres, por su parte, son los encargados de confeccionar el vestuario y los implementos de danza, llevar a los niños a la iglesia, ayudar directamente a los más pequeños en los distintos pasos de la danza o de los cantos, ofrecer refrigerios para las personas que asisten durante las danzas y cooperar en efectivo o en especie para los distintos aspectos de la fiesta. Las niñas y niños (cuya edad puede ir desde los 3 hasta los 16 años), una vez que han aceptado participar, ofrecen su tiempo durante el mes anterior para los ensayos y durante todo el tiempo que dure la fiesta. En la preparación de la misma también se puede observar la forma en que se van integrando a los diferentes trabajos: los hijos y/o nietos de los mayordomos del barrio los acompañan haciendo los adornos, tejiendo las palmas, atendiendo a las personas que vienen y ocupándose de múltiples tareas y detalles. Con frecuencia, las niñas están al lado y ayudan a sus madres cuando éstas llevan comida para ofrecer, y los familiares jóvenes del encargado de la fiesta ayudan activamente a la organización de la misma.
Reflexiones finales En la organización de las fiestas en las que los principales protagonistas son los niños, se dedica una gran inversión de tiempo, trabajo y recursos materiales
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alrededor de la niñez, así como una serie de relaciones de intercambio recíproco y de cooperación entre tres o incluso cuatro generaciones. Las fiestas implican muchísimo trabajo y por lo general se elige desde un año antes a las personas que serán las responsables para que tengan el tiempo suficiente de proponer y coordinar las distintas comisiones. El hecho de que los niños participen requiere de un ofrecimiento voluntario, de una petición explícita de los organizadores o bien de promesas que las familias de los niños hacen a los santos o la virgen. La enseñanza de las funciones que tienen que desempeñar se realiza dentro de situaciones de aprendizaje que se construyen comunitariamente de manera voluntaria y que favorecen la transmisión y la apropiación del conocimiento cultural propio del pueblo. Las categorías de trabajo, relaciones de reciprocidad e intercambio propuestas por Good (1994), nos permiten describir una lógica cultural que también se aplica a las nuevas generaciones. En 1998 el maestro Miguel León Portilla hablaba de “los modernos mesoamericanos” para referirse a los pueblos indios de México que han sostenido su presencia, sus costumbres y formas de convivencia en el mundo actual. Planteaba que a pesar de haber sido Gilberto Aceves Navarro excluidos de la vida política, social y econóFelipe II (2001) mica de México y de vivir en condiciones de marginalidad, pobreza e incluso extrema miseria, han sabido mantener su capacidad creadora y su decisión de cambio, lo que les ha permitido en los últimos años elevar su voz para reclamar el ser de nuevo dueños de su destino e incluirse en la vida de México con una mayor autonomía. Al comparar la visión de estos pueblos con el enfoque que se trata de imponer en estos tiempos de globalización, podemos decir que existen elementos importantes a considerar para construir una colocación distinta entre el individuo, la comunidad y la naturaleza. Ante la fragmentación y el empobrecimiento de los vínculos que se observa en las sociedades urbanas, el imperativo ético de generar vínculos mediante ofrendas en la vida
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ceremonial y festiva permite que en los pueblos se mantenga una vida social mucho más activa e integrada. Por otra parte, los adultos y los niños parecen mostrar una noción de pertenencia e interdependencia entre ellos y su comunidad, en lugar de la visión individualista que concibe al sujeto como autónomo, independiente y centrado en su propio interés. Finalmente, es sorprendente la gran capacidad de generación de riqueza, en trabajo, ofrendas y celebraciones cuando se le compara con la sensación de pobreza que subyace a la ambición desmedida y a todos esos actos de apropiación que tan comúnmente se observan en nuestros tiempos. Desde nuestro punto de vista, la expresión de “modernos mesoamericanos” es muy apropiada para describir a los tepoztecos, sobre todo por la manera en que han conservado una cultura anclada a sus raíces junto con una mirada bien puesta hacia el futuro. Esta es una comunidad con una gran capacidad para producir y reproducir sus valores, tradiciones y costumbres mediante la inclusión de las niñas, niños y jóvenes en todas sus actividades comunitarias, permitiendo paralelamente una adaptación a las condiciones que le impone su inserción en un mundo globalizado.
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