TERCERAS JORNADAS DIALOGOS ENTRE LITERATURA, ESTÉTICA Y TEOLOGÍA LENGUAJES DE DIOS PARA EL SIGLO XXI

TERCERAS JORNADAS DIALOGOS ENTRE LITERATURA, ESTÉTICA Y TEOLOGÍA “LENGUAJES DE DIOS PARA EL SIGLO XXI” María del Carmen Fernández Inst. Sup. Del Prof.
Author:  Ramona Ramos Rivas

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TERCERAS JORNADAS DIALOGOS ENTRE LITERATURA, ESTÉTICA Y TEOLOGÍA “LENGUAJES DE DIOS PARA EL SIGLO XXI” María del Carmen Fernández Inst. Sup. Del Prof. Pbro.: Dr. Antonio M. Sáenz. Argentina RESUMEN El hombre contemporáneo vive inmerso en el ruido; el silencio está ausente. Por ello, es un mundo enfermo. En una civilización activista, relativista y autilitarista, no hay lugar para el silencio. Sin embargo, éste es un fenómeno absoluto, que pertenece a la estructura fundamental de la persona; constituye un reino donde lo divino no hace presente. El camino para llegar a él: la interioridad del alma. Si se habita allí, se puede saborear el poder de este suelo virgen. Allí el encuentro con Dios. El profeta Samuel realiza en el silencio su experiencia de Dios: “Habla Yahveh!”. Así es como surge del suave silencio del ocultamiento de Dios, el destino de la vida de Samuel, y este testimonio nos muestra los frutos que permiten al oído cordial, escuchar a Dios: La Voz del silencio. COMUNICACIÓN 1. UN MUNDO SIN SILENCIO. “El presente estado del mundo y la vida entera están enfermos. Si yo fuera médico y se me preguntara mi opinión, contestaría: cread silencio! Llevad los hombres hacia el silencio. De otro modo la palabra de Dios no puede ser oída. Y aún cuando fuera proclamada ruidosamente mediante recursos estentóreos, de modo que fuese escuchada en medio del ruido, entonces ya no sería la palabra de Dios. Por ello, cread silencio!” (Kierkegaard). Nuestro mundo contemporáneo está rodeado por el ruido; el hombre ya no habita, no vive en plenitud. Hoy sólo existe el ruido, por ello seguramente, como bien lo explica Max Picard 1 “Nada ha cambiado tanto la esencia del hombre como la pérdida del silencio...”. Esta pérdida lo ha afectado en su integridad, ha perdido aquello que le brindaba su equilibrio y armonía. En una civilización activista, relativista y utilitarista, el mundo del silencio no tiene ya lugar, pues el silencio tiene valor en sí, no como medio para otra cosa.

1

PICARD, Max: El mundo del silencio. Monte Avila Editores. Caracas, Venezuela. 1971. p: 193.

En este mundo donde se ha extirpado el silencio, ha desaparecido el valor de la palabra, pues la palabra auténtico proviene del mundo del silencio. Uno no puede entenderse sin el otro. La palabra es legitimada por el silencio que la precedió. En toda palabra hay algo de silencio, como una señal del origen que tuvo la palabra; en todo silencio hay también algo de palabra hablada, como una señal de que el hablar nace del silencio 2 Cuando la palabra surge de este mundo, el hombre puede conversar. Pues la conversación supone escuchar, hacer silencio para volverse oído de lo que el otro dice. Quizá también por esta razón, hoy nadie conversa, porque nadie escucha. Es un hermosísimo cuento, Carmen Gándara dice: “La ronda humana del cóctel, tiene el ritmo y la figura del desencuentro; ninguna frase esperaba respuesta, nadie contestaba a nadie. Los invitados con tácito acuerdo, hacen de ese momento de extremado absurdo, una evasión, una defensa. El elegante caos mundano y convencional sirve para atrincherarse tras una aislante incomunicación, que permite volverse transitoriamente invulnerable. En este clima donde es posible estar, sin que de veras estar, mirándolo y escuchándolo todo, sin mirar ni escuchar nada, sin que ninguna palabra jamás alcance, donde todo es movimiento, efervescencia y ligereza, allí irrumpe invasora la realidad que todos quieren acallar, los vulnerables invitados descubren como en un nuevo festín de Baltasar, que han sido pensados, medidos, divididos. Están muertos, es un cóctel de muertos...” Nadie escucha al que habla, sólo existe el ruido de las palabras, ésta ha perdido el espíritu que forma parte de su mundo, cuando no existe esta conexión, ella queda expuesta al vacío y al hueco profundo de su ser, vacío tal que el hombre termina olvidando que alguna vez hubo silencio. Por ello Max Picard nos dice que nada ha cambiado tanto la esencia del hombre, como la pérdida del silencio. El hombre que perdió el silencio, no ha perdido solamente una cualidad humana, sino que por ello ha resultado modificada toda su estructura. 3 Nos preguntamos entonces: ¿Qué es el silencio...?

2 3

PICARD, Max: Ob. Cit. p.19. PICARD, Max. Ob. Cit. p. : 193

2. EL SILENCIO: UN MUNDO EN SÍ Y PARA SI. Es difícil hablar sobre él, describirlo, no es visible, no es tangible, pero es un fenómeno absoluto, que pertenece a la estructura fundamental del hombre. No es visible, pero está visiblemente ahí, cerca de uno. No es tangible, pero se lo siente de manera inmediata como una cosa material, como una textura concreta. No es definible por la palabra y sin embargo es completamente definido e inconfundible... 4 Es con palabras del poeta, el “suelo virgen”. Por ello: “Sobre todo, que no se toque al suelo virgen, divinamente creado en la pura ley” Hölderlin. “Divinamente creado...” es decir, un reino donde lo divino está presente, pues suelo virgen y obra de la divinidad son uno. Aquí comenzamos el camino que nos lleva hacia a la raíz de nuestra meditación: Dios: La Voz del silencio... Dios reina en el silencio, en ese mundo primigenio, el cual no es sustituible ni permutado por nada. Nada hay detrás de él, excepto el Creador mismo 5 3. EL CAMINO HACIA EL SILENCIO. ¿Cómo puede el hombre de hoy, encontrar el camino que lleve hacia el silencio...? Las vías posibles pueden ser dos. La primera nos la brinda la psiquiatría. S. Nacht explicando el papel del yo autónomo en la expansión de un ser humano, nos dice: “En el curso de mi experiencia terapéutica he podido percibir en alguno de mis pacientes, esa parte de ellos mismos de la cual no eran en absoluto conscientes y que no participaba en sus conflictos, sino que se mantenía fuera del tumulto de su psiquismo, como una especie de punto permanente en medio de un torbellino de inpermanencia. Estoy convencido que ese mimo punto existe en todo hombre, que es innato, y por consiguiente, nada debe al medio ni a las circunstancias. Si el hombre no es consciente de la existencia de ese punto, es precisamente porque el movimiento continuo que en él causa el enfrentamiento de sus conflictos, le impide percibir lo que se encuentra 4 5

PICARD, Max. Ob. Cit. p. : 11 PICARD, Max. Ob. Cit. p. : 17

más allá de todo conflicto y de todo movimiento, deberíamos decir más bien de toda agitación. En esto es comparable al individuo que vive en una ruidosa ciudad, quién no sabe ya lo que es el silencio, sino que a menudo no lo soporta. Si como es mi convicción, es “zona no conflictiva” existe y constituye el clima necesario para las funciones del yo autónomo, éste no puede ser sino específicamente diferente del psiquismo. Si el hombre tomara conciencia de él, de ese “yo autónomo”, lo ayudaría a superar sus conflictos, a trascender las turbulencias que lo agitan sin cesar, para entrar en esa zona esencialmente apacible y amarrarse al único punto estable de él. El hombre no sólo debería tener conciencia de su parte apacible y permanente que lleva en sí, sino adquirir la posibilidad de establecer voluntariamente relación con ella, permitiendo entrar en contacto con esa zona no conflictiva donde se expande el yo autónomo. A menudo llama la atención la aspiración profunda aunque inconsciente a la verdadera paz. Esta aspiración se traduce a menudo por el “silencio” benéfico al cual el enfermo se entrega y que he descripto como “factor de integración”. 6 Esta primera vía de la que habla Nacht, podría aplicarse muy bien a nuestra reflexión y unirla a una de las tesis sobre la interioridad del alma de la que habla la pensadora alemana: E. Stein, cuando dice: “En la interioridad hace la eclosión hacia adentro la esencia del alma. Si él yo vive aquí, en el fundamento de su ser, donde está de veras como en su casa y su domicilio, entonces experimenta en cierta media, el sentido de su ser y siente su fuerza recogida, antes que se reparta entre las potencias particulares del alma. Y si vive desde allí hacia el exterior, vive esta vida plena y alcanza la cima de su ser” 7 Ésta constituiría el segundo camino de acceso al silencio. El “Yo autónomo” y la “Interioridad del alma”, son para el yo, el ámbito de encuentro donde éste puede hacer la experiencia del silencio, como perteneciente a la estructura fundamental del hombre. En ese espacio cósmico interior es posible disponerse a escuchar la “Voz inaudible...”; la Voz del silencio. 6 7

NACHT, S.: Le silence facteur d’ integration, Revue francaise de Psychanalyse, t. XXIX, 1965, Nros. 2, 3. STEIN, Edith: Ser finito y Ser eterno. F.C.E. 1996. p.: 451

4. EL PODER DEL SILENCIO. Volvemos a ese “Fenomenólogo del alma” que es Max Picard. El nos dirá que poderoso es el ruido, pero algunas veces el silencio parece todavía más poderoso, tan poderoso que pareciera no tener en cuenta que el ruido existe. Tal vez esta monstruosa maquinaria del ruido explote por efecto de su propia violencia, en cuyo caso el estruendo con que acabe la tétrica maquinaria será para el silencio el anuncio de que su tiempo ha llegado. 8 Guardia, qué de la noche? Guardia, qué de la noche? El guardia respondió: La mañana viene, y después la noche. Si preguntareís, preguntad; volved, venid. (Isaías, 21:11,12) En ese mundo del silencio reconquistado por su vuelta a la unidad a través del recogimiento, el hombre se abre desde la sabiduría de la inteligencia, que tiene sentido del límite, a la apertura al misterio que lo lleva al encuentro entre el silencio y la fe. Cuando penetra en ese espacio, experimenta la pequeñez de su propio ser, sobrepasado totalmente por aquello que puede comprender su entendimiento y ver sus ojos. Se acerca a las praderas donde habita el silencio inaudible, como lo dice Wilhelm Vischer: “La voz de Dios no es una voz cualquiera de la naturaleza, a todas las voces de la naturaleza misma, sino, la voz del silenció. Tan cierto como la creación eterna será muda si el Señor no le hubiera prestado la voz y tan cierto como que todo cuanto posee aliento debe por ello alabar al Señor, es que sólo escucha la propia voz del Señor aquel que entre todas las voces escucha sólo la voz inaudible”. La voz inaudible... Sonus-Vox. Sonus designa todo lo que de alguna manera es audible. Voz, por el contrario, es el sonido animado, habitado por el alma, que sólo se da en la medida, en que sé dé voz, boca, hálito “Ningún ser sin alma tiene voz” (De ánima 2,18; n 467).9

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PICARD, Max. Ob. Cit. p. : 199 PIEPER, Josef. La fe ante el reto de la cultura contemporánea. Rialp. Madrid. 1980. p.: 120.

Dios, la voz inaudible... la Voz del silencio, pero el silencio de Dios es diferente del silencio de los hombres. Así como la palabra es la esencia del hombre, así también el silencio es la esencia de Dios, pero en esta esencia todo es claro y evidente, es palabra y silencio al mismo tiempo. 10 Hugo Mújica.

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habla sobre el silencio de Dios: Dios es silencio”, afirma taxativamente el maestro

Eckardt. Afirmación que dentro del más genuino pensamiento del misticismo –el de la coincidencia oppositorum- no excluye sino que incluye su opuesto: Dios es Palabra, es una Palabra inexpresable. ¿Quién puede expresar esta Palabra?. Dios es una Palabra que se expresa a sí misma, donde Dios está, allí se expresa su Palabra, donde Dios no está, allí no se expresa. Dios es expresable e inexpresable: cuando Dios sale de sí mismo, retorna a sí mismo. Dios dice su Palabra en el silencio del alma y “se une así con ella”. Unión esencial que se abre, se dice pluralidad cuando el hombre co-rresponde a esa Palabra pronunciándola, dado a la luz la diferencia: Cuando Dios se pronuncia en el alma, ella y él no son sino, uno, pero desde que esta unidad se exterioriza, ellos son separados. 5. DIOS: SILENCIO – INEFABLE. 1.Inefable: Lo que no se puede decir del todo, exhaustivamente. 2.La inefabilidad es un concepto análogo. Todo lo real es en cierta media “inefable”. El claro-oscuro intelectual es signo decisivo del realismo. Dionisio Aeropagita es quién nos habla sobre el silencio inefable 12: “A medida que nos acercamos a la cima, las palabras se restringen por obra de una sinopsis de los inteligibles; así pues, ahora que vamos a penetrar en la bruma que está más allá de la inteligencia, encontraremos ya no, pocas palabras, sino falta de palabras o inconocimiento absoluto. Allí el discurso, descendiendo desde lo superior hasta la última, según la cantidad del camino descendente se ensanchaba hacia análoga multiplicidad; en cambio ahora ascendiendo de lo inferior hacia lo que está por encima, según la medida del camino ascendente, se reduce, y después de todo ascenso estará completamente mudo y se unirá lo inefable.”.

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AEROPAGITA, Dionisio. De divinus Nominis. MUJICA, Hugo. La Palabra inicial. Edit. Trotta. Madrid. 1995. p.: 163. 12 SILENCE, Cartasien, Roma, 1951. p.: 17 11

Al estar el hombre frente al misterio, la inteligencia debe reconocer el límite y a éste, el misterio se le hace evidente, pero sabe que es inefable, no se puede decir del todo, su profundidad es tal que muestra su inagotabilidad e inexcrutabilidad. Dios es silencio, el mismo nos invita a callar, para volvernos atentos al oído cordial, que nos permitirá auscultar lo esencial... De ese silencio inefable nos hablan los cartujos

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: “Las obras que amamos, son las obras que hacen

pensar. Buscamos el silencio de donde nacieron estas palabras. Este silencio es la profundidad del alma, que el habla no puede traducir, porque la profundidad es más grande que la posibilidad de expresarla; es lo que hay de inmenso, de eterno y de divino en nosotros”. 6. EXPERIMENTAR A DIOS EN LAVIDA (A LA LUZ DE LADISLAUS BOROS) Cuando Martín Heideggeer habla sobre la “Esencia del habla”, en su libro “De camino al habla” 14, se detiene a explicar, qué quiere decir, hacer una experiencia del habla y allí dice que hacer una experiencia con algo, con una cosa, un ser humano o un dios, significa que algo nos tumba, nos acontece, nos alcanza y nos transforma; algo adviene y tiene lugar; algo nos interpela, nos hace entrar y someternos a aquello que acontece. No tiene nada que ver con la adquisición de conocimientos. Cuando algo nos concierne, nos arrastra, nos oprime o nos anima. Ladislous Boros aborda en su bellísimo libro: “Experimentar a Dios en la vida”, al dios del silencio 15 a través de la figura del profeta Samuel ( 1 Sam: 3,1-4,1) El silencio como lugar del encuentro con Dios. El hombre como naturaleza en cuyo silencio puede acontecer la presencia de Dios. En consecuencia, la experiencia de Dios en Samuel. El ser entero de Samuel brotó de la humillación de su madre. Era estéril, sufría los alfilerazos de su rival, estaba atormentada y oprimida por las preocupaciones. El deseo de un hijo dominaba su espíritu atribulado. Esto es lo que pedía en sus oraciones, un hijo, y su oración fue escuchada por Dios. Consideró al niño como fruto de su oración y le puso el nombre de Samuel: lo he pedido a Dios. En su alma surgió calladamente la idea: esta pequeña criatura no me pertenece a mí, son a Dios. Con jubiloso 13

SILENCE, Cartusien. Roma. 1951. p.: 17. HEIDEGGER, Martín: De camino al Habla. Odós. 1987. 15 BOROS, Ladislaus. Experimentar a Dios en la vida. Herder 1979. Extractos. Pp.: 145-148 14

corazón prorrumpió en el “Magnificat” de la antigua alianza, el canto de alabanza que Ana pronuncio cuando dejó lo más querido de su vida en el santuario de Yahveh en Silo, bajo la protección del sacerdote Elí, anciano y débil de voluntad, pero a su modo, profundamente entregado a Dios, como puede leerse en (l Samuel 2.1-10). La madre visita al niño una vez por año y le lleva una pequeña túnica de lino, con la que se adorna para el servicio de Yahveh. La vida del niño transcurre solitaria. Los ojos del anciano Elí constituyen una compañía ruda y cruel. Pero el viejo Elí tiene un gran afecto por el muchacho. De cualquier forma, no son los hombres el auténtico “medio ambiente” de este niño, sino la presencia de lo misterioso, cuyo signo es el arca de la alianza, custodiada en Silo. Frases como: “El joven crecía ante Yahveh”, “El joven Samuel crecía en sabiduría, edad y gracia ante Yahveh y ante los hombres”, describen en su simplicidad la familiaridad con Dios de un niño tranquilo y reflexivo que, con simple naturalidad, acostumbra a dormir junto al área de la alianza, junto a la “presencia de Dios”, en cierto sentido como en los brazos de Dios. La suavidad y el silencio señorean estas noches. Tan sólo una pequeña lámpara parpadea ante el arca. Todo está lleno de sentido en la presencia del super poderoso. Todo ello desborda como un torrente en el alma en el alma abierta del niño. Un saber de Dios va creciendo en este aislado ocultamiento. El mundo se supera así mismo en este pequeño lugar. El niño sabe de Dios como un infante experimenta la presencia de su madre en todo su ser, como cálida bondad de la vida. Y sin embargo, un texto afirma expresamente: “Samuel no conocía todavía a Yahveh” (1 Samuel 3,7). Esto es, la presencia de Dios, presentida ene l silencio, no se ha convertido aún en consciente realización. Pero muy pronto, el suave silencio se condensa en una llamada: “Samuel, Saumuel. “El niño se despierta y habla en la oscuridad de la noche: “¡Aquí estoy”. Y corre enseguida a Elí, le despierta de su sueño y le dice: “¡Aquí estoy1, puesto que me has llamado”. Pero el anciano le envía de nuevo a dormir. El hecho se repite por tres veces, hasta que el anciano y sabio varón comprende que en este niño encantador está sucediendo algo inaudito, la irrupción de la presencia de Dios en el destino de un hombre, y le manda de nuevo a su aposento, pero con una instrucción. Si le llaman de nuevo Samuel

debe contestar: “¡Habla, Yahveh!”. Y Así es como surgió del suave silencio del ocultamiento en Dios el destino de la vida de Samuel. A esta palabra formada en el silencio su misterio permaneció fiel a Samuel toda su vida: “Samuel iba creciendo y Yahveh estaba con él, de suerte que no dejó caer en tierra ninguna de sus palabras. En la experiencia de la quietud, surge del ser humano, el presentimiento de un Dios de Cálida proximidad al hombre, de comprensión y de bondad, en cuya discreta y reservada humanidad toda angustia hala patria y consuelo. El hombre que atiende, escucha, presta oído y obedece, es el lugar en que se lleva a cabo esta transformación. Y Ladislaus Boros termina diciendo 16: Nunca ha necesitado nuestro mundo tantos hombres silenciosos como hoy y tal vez nunca ha habido tan pocos. Aquél a quién hoy se le conceda la experiencia del suave silencio, puede sentirse muy agradecido por ella y conservarla con sumo cuidado para que produzca frutos. 7. DIOS: LA VOZ DEL SILENCIO. En un bellísimo libro de Joseph Rassan 17, leemos: “Es el Señor mismo, escondido en nosotros que nos habla por medio de un silencio, todavía más profundo”. Sólo se requiere apertura y docilidad, que se abra a escuchar. La misma presencia de Dios provoca esta docilidad que prepara el encuentro. Así se comprende las palabras de San Irineo: “El sentido de Dios, implica el sentido del silencio. En la Biblia Dios se anuncia siempre, con una invitación al silencio”: “Escuchen mi voz y yo seré vuestro Dios”. La existencia misma de Dios no puede ser reconocida, sino gracias al acto de silencio, pues esta existencia es la presencia de un misterio, es el misterio de una Presencia absoluta. Frente a la misma, el hombre sólo puede callar.

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BOROS, Ladislaus: Ob. Cit. P.: 148 RASSAN, JOSEPH: Le Silence (Come introduction a la metaphsique) Publications de L’Université de Toulouse. Le Mirail. Serie A. tome 44. Toulouse. 1980. p. : 119.

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El alma se dispone para abrirse al misterio inefable desde la espera atenta, “como el pobre que vela y escucha, cerca de la puerta, para abrir cuando el maestro se presente...” Cuando ello ocurra el alma se dejará tomar, para que Dios con su presencia silenciosa, la cubra por entero, sumergiéndola en la paz divina. El alma experimenta así, “como el sentimiento de una misteriosa presencia...” Por el silencio ha arribado a la patria, al hogar, al suelo natal, donde Dios habita, y donde puede escucharse su Voz...

María del Carmen Fernández Junio de 2007

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