Tiempo y espacio entre los rancheros jalmichanos

Tiempo y espacio entre los rancheros jalmichanos Esteban Barragán López Martha Chávez Torres £1 Colegio de Michoacán ‘‘Al cabo hay más tiempo que vi

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Tiempo y espacio entre los rancheros jalmichanos

Esteban Barragán López Martha Chávez Torres £1 Colegio de Michoacán

‘‘Al cabo hay más tiempo que vida ’’ (Dicho común en JalMich)

Introducción El vivir fuera y alejados de la dinámica de los centros urbanos, en sitios aislados y núcleos de población pequeñísimos, estrechamente ligados en sus actividades agrícolas a los fenómenos naturales, hace que la concep­ ción y utilización del espacio geográfico y temporal sean entre los rancheros jalmichanos (Jalisco-Michoacán) diametralmente distintas a las del medio urbano. De manera muy simple y hasta caricaturesca, podemos notar que mientras que en las urbes el tiempo se concibe como algo muy rígido que pasa cada vez más rápido (por lo que debe aprovecharse al máximo), y el espacio como algo construido, muy variado pero siempre reducido y con la constante amenaza de saturarse,1en la concepción y prácticas cotidia­ nas de los habitantes de la sierra, las dimensiones temporales y espaciales parecen ser mucho más holgadas. En este pequeño ensayo trataremos de adentramos un poco en las medidas y los parámetros de tiempo y espacio utilizados y concebidos en la sociedad ranchera jalmichana, en relación con su dinámica económica y sociocultural. En un primer punto y de manera breve se presenta el escenario ranchero jalmichano del que se toman las concepciones del espacio geográfico y temporal. Éstas han sido recabadas mediante trabajo de

campo con considerables periodos de permanencia en dos localidades de la región con sus respectivos ranchos satélites: El Santuario, municipio de Tocumbo, Michoacán y La Aurora, municipio de Manuel M. Diéguez, Jalisco. El trabajo de campo ha sido reforzado por una convivencia sostenida durante varios años con los habitantes de dicha región, así como por sugerentes lecturas relacionadas con el tema. La secuencia de la exposición se estructura de lo general a lo particu­ lar. Primero se presentan los trozos de espacio geográfico y temporal más grandes: en lo geográfico, la región con las subdivisiones del territorio mediante herencia; y en lo temporal, el reemplazo generacional. En seguida se trata de profundizar en unidades espaciales menores como son: las unidades de producción o ranchos, la división de estos en potreros y su rotación anual, la casa y su composición y la lógica de su distribución y las transformaciones recientes. Para abordar más directamente los aspectos temporales, es decir, los tiempos en que este grupo social divide el año de acuerdo con sus labores y organización en general, distinguimos tres periodos: el tiempo de aguas, el tiempo de desahogos y el tiempo de secas. Considerando que es necesario llegar a una escala de análisis más fina y, dada la relevancia de los eslabones de tiempo más pequeños, se toma a la semana como la unidad básica de la organización del trabajo, particularmente del trabajo femenino. Posteriormente se analiza el día y cada una de las partes en que este es dividido, se toma como ejemplo un día en la época de lluvias en una familia ganadera (sea propietario, administrador o arrendatario), señalando la distribución de las tareas más comunes por género y edad. En la última parte se apunta hacia los cambios que recientemente viene experimentando la noción y utilización del tiempo y el espacio entre los rancheros. Estos son cambios acelerados por la creciente influencia que viene ejerciendo la dinámica urbana, en particular los medios de transporte y de comunicación provenientes del medio urbano con los que van estrechando cada vez más sus relaciones. Escenario En el occidente de México, ubicada en la vertiente sur del Eje> Neovolcánico, en las inmediaciones de Jalisco y Michoacán (sierras

jalmichanas), encontramos una región típicamente ranchera. Es un área de aproximadamente 2 400 kilómetros cuadrados repartidos administrativamente entre los municipios jalisciences de Manuel M. Diéguez (Santa María del Oro) y Jilotlán de los Dolores, así como el extremo sur de los municipios michoacanos de Cotija y de Tocumbo.2 Entre cerros y cañadas semicubiertos de vegetación caducifolia y áspera, sobre el curso superior y medio de los ríos Itzícuaro o Grande, Agostadero, Huertas-Cataquio, del Oro, Jilotlán y otros de menor impor­ tancia (todos afluentes del Río Tepalcatepec), encontramos alrededor de 15 mil habitantes (6 por kilómetro cuadrado) dispersos en cerca de 400 minúsculas localidades. Sólo las dos cabeceras municipales perdidas en esta serranía (Santa María del Oro y Jilotlán) alcanzan la categoría política de pueblo; 20 la de congregación; 30 rancherías; 10 ejidos y 338 ranchos. En realidad, salvo las dos cabeceras municipales mencionadas y un par de congregaciones (Las Lomas y Los Tazumbos), que tienen un intento de traza urbana y algunos servicios elementales y cuentan —se­ gún el censo de 1980— con cerca de un millar de habitantes,3 todos los demás son ranchos dispersos y ajenos a la vida urbana e infraestructura de patente gubernamental. Cada uno de estos núcleos de población o ranchos (separados entre sí por unos 5 kilómetros y de los centros urbanos hasta por 50), está conformado, en promedio, por unos 30 habitantes generalmente emparentados (hay los que tienen desde una pareja hasta un centenar de personas). Se componen de cuatro o cinco viviendas separadas entre sí por decenas y centenas de metros; cada casa está ocupada por una familia nuclear pero, dados los estrechos lazos de parentesco y de producción que generalmente los unen, el conjunto constituye una fami­ lia extensa. Se trata de una población con rasgos físicos y formas culturales —sistema de valores e identidad---- más orientados al elemento español que al indígena, ganaderos (criadores de ganado bovino y queseros) y cultivadores itinerantes de maíz de temporal bajo el antiguo sistema roza-tumba-quema. En síntesis, nos referimos a un espacio geográfico de relieve suma­ mente accidentado, de baja densidad y alta dispersión de población, al margen de la dinámica urbana y poco partícipe del mitote institucional.

Espacio y sociedad ranchera donde el tiempo, el espacio, los ritmos y las formas de vida conservan dimensiones poco imaginadas hoy en día por los habitantes de las concentraciones urbanas. Trozos de espacio geográfico y temporal Básicamente, el espacio geográfico se ha subdividido con el paso de las generaciones mediante herencias. El espacio temporal gira en tomo a la ronda anual de las dos estaciones más marcadas del año: aguas y secas, separadas por un periodo de “ desahogo” , equivalente en tiempo a aquéllas (alrededor de cuatro meses cada periodo). Los trozos de espacio geográfico y temporal cobran sentido y se organizan en armonía con las actividades económicas principales (cría de ganado, ordeña para elabo­ ración de queso y cultivo de maíz) y la dinámica sociocultural que, a su vez, se encuentra estrechamente ligada a las condiciones naturales de cada uno de los tiempos del año. Las unidades de producción Después de haber sido apropiado este espacio geográfico por unas pocas familias procedentes del rumbo de Cotija a fines del siglo XVIII y a lo largo del siglo XIX, asistimos en el último medio siglo a un proceso de fraccionamiento del espacio geográfico sin precedente. Los habitantes de estos lugares aún recuerdan que las propiedades de sus antepasados eran tan extensas que se podía caminar por horas en ellas sin toparse con una cerca. Ahora, la superficie regional —excluyendo la parte sudeste donde se localizan algunas decenas de ejidos y que más bien pertenecen al plan de la Tierra Caliente de Michoacán—, se encuentra repartida entre más de 6 mil dueños de predios rústicos de propiedad privada y de explotación agrícola familiar.4 Dos de cada tres propietarios son minifundistas. El tamaño de su terreno (predios menores de 100 hectáreas de terreno de agostadero, cerril y erial) no le basta a una familia para obtener sólo de allí su sustento, ni para dedicarse exclusivamente a la ganadería, pues se requiere un mínimo de 5 hectáreas por animal. Así, estos minifundistas, al igual que la gente sin tierra (más de la mitad de la población regional), se ven en la necesidad de cultivar maíz en tierra

ajena y hacer de esto su actividad principal. Es del estrato de los medieros de donde salen los administradores, arrendatarios y los cuidadores de rancho. Estos tienen un rango intermedio en la estructura socioeconómica regional y una actividad similar a la de los terratenien­ tes-ganaderos. En una tercera parte de los casos, se trata de ganaderos dueños de ranchos que van desde alrededor de 100 hasta 500 hectáreas de agostadero (también cerril y erial) y con hatos desde 50 hasta 250 cabezas de ganado vacuno. En estos ranchos se efectúa la ordeña y se elabora queso durante el verano, manteniendo ocupada a la familia propietaria durante todo el año. El manejo o explotación de esos ranchos son la base de la organiza­ ción de todo el espacio geográfico regional. La división del terreno en potreros y su rotación estacional El óptimo aprovechamiento agrícola del rancho (unidad de producción) se basa en: 1) la complementariedad de la actividad ganadera con la del desmonte y cultivo de maíz, y 2) en el conocimiento de las posibilidades y restricciones topográficas y climático-estacionales (este conocimiento juega un papel preponderante en la organización socioeconómica ranchera). El propietario de cada rancho divide sus tierras en —por lo menos— cinco potreros o fracciones, los cuales van siendo utilizados en rotación a lo largo del año.5 Durante la temporada de lluvias (julio-octubre), un potrero es ocupa­ do por las vacas de ordeña (potrero de “ la corrida” ); en otro más pequeño y colindante (becerrera) están los becerros de dichas vacas. En un tercero agosta el ganado horro, temporalmente improductivo. Mien­ tras tanto, en el cuarto potrero están las siembras de maíz —principalmente a cargo de “ los medieros” — y la reserva de pastos que serán consumidos junto con el rastrojo (de enero a marzo) por las vacas de ordeña y sus becerras; los becerros serán vendidos antes. En el quinto potrero se reserva el pasto seco para la época crítica (partos y sequía aguda) del año, los meses de abril, mayo y junio. Si el ranchero tiene la oportunidad de tener un potrero más, lo utiliza para separar en él a los caballos desocupados. La bestia de silla la tiene siempre junto a la casa y las de carga sólo durante el periodo en que las

está utilizando. Si no están siendo utilizadas, éstas van 4‘repelando” los predios desocupados por el ganado, maximizando así el aprovechamien­ to de los pastos y las hierbas en general. La rotación de potreros y la elección de cuál será destinado a cada uso en las diferentes épocas del año, son determinadas por —dada su esca­ sez— la localización y las posibilidades de retención del agua. Esto se conjuga con la necesidad de ir desmontando paulatinamente cada uno de los potreros a fin de que en todos haya pasto: la creación y recreación de espacios forrajeros depende del desmonte, pero la regeneración del monte también se procura porque saben que de ella depende la fertilidad del suelo para el cultivo. En los terrenos más altos generalmente se tiene mayor dificultad para encontrar y retener agua en la época seca. Gracias a los jagüeyes, corrientes de agua de las lluvias y estanques naturales, el ranchero aprovecha los potreros de las cumbres de los cerros desde que empieza a llover hasta fines de otoño. Es por esto, que en esa temporada encontra­ mos el mayor número de ordeñas y concentraciones de ganado en las crestas de los cerros y pequeñas mesetas. Esto permite sembrar maíz y reservar pastos en los potreros localizados en las faldas de dichos cerros, donde naturalmente se encuentran los ojos de agua, o bien, en los potreros que descienden hasta manantiales o ríos de caudal permanente. Esta estrategia provoca que un gran número de familias rancheras anden también de mudanza “ para arriba y para abajo” siguiendo a su ganado en dichas estaciones. Además, esta dinámica exige que tengan dos casas. Una es la residencia principal en la que habita la familia durante la temporada seca; es la casa mejor equipada y está localizada en los terrenos más bajos (donde hay agua), o en algún poblado vecino. La otra vivienda está ubicada en el rancho de ordeña y está adaptada con corral y equipo propio de la industria quesera (artesa, aros, zarzo del escurridor, tapanco, reatas y piales y recipientes como tinas y cubetas). Esta última es una casa habitada por el propietario o su trabajador sólo durante la temporada de lluvias y hasta que las piezas de queso secan lo suficiente para poderlos trasladar a los pueblos cercanos para su venta: Cotija, Santa Inés, Los Reyes, Tocumbo y Tepalcatepec en el estado de Michoacán, y Mazamitla, Tamazula, y Tecalitán en el estado de Jalisco.

El queso es transportado a estos poblados a lomo de muía o —cada vez más— en camioneta. La casa Una casa-habitación se compone de un conjunto de construcciones con techos de “ dos aguas” , circundadas por una cerca de piedra y/o alambre que deja amplio espacio para algunos árboles y pequeños jardines. Esto es lo que se conoce como el solar de la casa. Las contrucciones que normalmente conforman una casa son: un rancho y una cocina separados por una enramada o rancho de en medio, el zarzo, el chapil, y a veces, un tejabán o “ ranchillo” para guardar múltiples objetos, así como un pequeñísimo cuarto de baño.6

Composición de la casa El rancho. Esta es una construcción opuesta a la cocina. Es el recinto privado de la casa (la enramada o rancho de en medio es el público). Se utiliza como dormitorio. Es ahí donde se encuentran camas luciendo llamativos almohadones confeccionados y bordados por las mujeres, así como las petacas, los velices y maletas, las perchas de ropa, los artículos de uso personal y todos los objetos más preciados. En el lado oriente del rancho se halla un nicho con imágenes de varios santos frente a los cuales se cuelga una linterna de petróleo con la que apenas se alumbra el recinto unas horas cada noche cuando se congrega la familia para rezar el rosario. Casi siempre el rancho tiene una parte de tapanco de otate o de tablas; espacio que se utiliza para guardar bultos y, en algunos casos, para dormir. La enramada. Esta es el rancho de en medio en el que se levantan pequeñas bardas, se instalan bancas rústicas o se ponen algunas sillas para sentarse. En los horcones y soleras de la enramada suelen hallarse picos, clavos o ganchos de donde cuelgan sombreros, sillas de montar, costalillos y todo tipo de bultos. Es un lugar para platicar con las visitas y descansar durante el día y, a veces, para tenderse sobre un petate y dormir en la época de calor, así como para bailar cuando hay fiesta.

La cocina. Aquí siempre encontramos la chimenea con espacio para el metate, la hornilla para el comal donde se cuecen las tortillas y uno o dos fogones para cocer alimentos, una pequeña y rústica mesa y algunas sillas, el tronco al que se atornilla el molino manual de nixtamal,- algún trastero, balsas (bules) o canastas que guardan las tortillas envueltas en servilletas de tela con coloridos bordados hechos por las mujeres de la casa, repisas de madera para guardar ollas y cazuelas con alimentos y el banco o “ chicol” (tronco que termina en tres picos) donde se asienta el cántaro. En las bardas de la cocina se ven bultos de cal, azúcar, jabón, harina y frijol; latas; botellas y algunos tiznados hilos para secar la carne como testimonio del fruto de algún accidente ganadero, de la matanza de un puerco, o de la cacería. El zarzo. El zarzo de madera con figura de mesa se localiza cerca de la cocina. En el podemos ver cubetas con agua, cántaros, ollas y cazue­ las. Es la fuente artificial de agua, abrevadero de insectos, lavado de todos y fregador exclusivo de las mujeres. El chapil. Los chapiles o graneros tienen una figura similar a las otras construcciones, sólo que en su interior se construyen —elevados del piso—, depósitos cúbicos de madera, cañas de maíz o bejucos enjarrados con lodo para almacenar el maíz y tratarlo contra las plagas. En tomo a los chapiles es común encontrar los nidos de las gallinas en canastas, cajones con zacate o paja y las herramientas de trabajo: hacha, guadaña, barretilla o coa, azadón, talacho y pala. Regularmente, también se encuentra por ahí cerca el rajadero de leña, pues frecuentemente este se protege de la lluvia debajo del chapil. El cuarto de baño. Este es un estrecho recinto casi vacío y de uso exclusivo para bañarse. La satisfacción de las principales necesidades fisiológicas se realiza “ fuera” de la casa, bajo la clave de “ ir a correr el coyote” o “ vamos pa’ fuera” .

Lógica de la distribución de la casa Existen muchos detalles que muestran la lógica de este desparramo de la casa y del poblamiento. Por ejemplo, la distancia entre la cocina y las otras construcciones obedece al hecho de que en esta generalmente hay fuego y, siendo antes los techos de paja o cartón, era muy frecuente el

incendio. La distancia, por lo tanto, reduce el riesgo de propagación del fuego hacia las otras construcciones, en el caso de haber un incendio en la cocina. Actualmente, el riesgo se ha reducido, aunque sigue usándose la leña para cocinar (raras veces gas), el ocote y los mecheros de petróleo para alumbrarse. Aunque en la mayoría de las casas los techos son ahora de lámina metálica, en la mayor parte de la región la distribución de la finca conserva su forma original. Con el empleo de la manguera para llevar por gravedad el agua desde el manantial hasta la casa (práctica extendida en los años setenta), la ubicación de estas ya no va a depender únicamente de un lugar cercano al agua desde donde se pudiera dominar y contemplar el paisaje, sino del nivel donde nace o pueda entubarse el agua para conducirla por gravedad a la casa. La dispersión habitacional en una misma localidad resulta explicable debido a que el espacio sobra y cada familia prefiere guardar su distancia respecto a las demás para evitarse problemas con sus vecinos, aunque regularmente no lo consigue. Finalmente, la dispersión del hábitat, es decir, la gran distancia que separa una localidad de otra, así como los pocos habitantes de cada una, obedece al sistema de explotación extensi­ vo de la unidad de producción. El mismo no permite la construcción de importantes núcleos de población, pues cada familia (o grupo doméstico) prefiere y requiere vivir en lo propio, lo menos lejos de sus lugares de trabajo, dentro de los terrenos que les pertenecen o, cuando estos no se tienen, en la propiedad del terrateniente con quien trabaja.

Evolución de la construcción de la casa La construcción de las casas ha tenido una lenta evolución, cuya tenden­ cia es hacia el cierre y la concentración de los espacios habitacionales. En la parte occidental de esta región (algunos ranchos del municipio de Manuel M. Diéguez y Jilotlán, Jalisco), dicha evolución se ha dado en el sentido de imitar las casas de los rancheros más acomodados de finales del siglo pasado. Se trata de construcciones más firmes de paredes de adobe y techos de teja, así como pisos de tierra, cemento y hasta mosaico. Sin embargo, cada vez más, las paredes de adobe están siendo sustituidas

por las de tabique y los techos de teja por lámina galvanizada y de asbesto. Se componen de uno o dos cuartos, cuya función es similar a la del rancho descrito: dormitorio y lugar para guardar objetos preciados (el recinto más privado de la casa). Contiguo a la recámara (bajo un techo corrido), se encuentra alineado otro cuarto destinado a la cocina. Su función y composición es la misma que la cocina antes descrita. Una de las dos alas del techo se construye más alargada y se sostiene en tres o cuatro pilastras de adobe. Entre estas se levantan unas bardas bajas para sentarse, poner objetos y algunas plantas. Entre estas peque­ ñas bardas y la pared en la que están las puertas de los cuartos, queda un corredor que es el frente de la casa; el espacio que vendría a cumplir las funciones de la enramada o rancho de en medio en el otro tipo de vivienda. El zarzo de troncos de madera es sustituido por un lavadero de cemento y una pila para almacenar agua. Ahí se lavan los trastos (casi nunca ropa porque les da grima). Se construye partiendo de la barda baja que delimita al corredor, justamente frente a la cocina. El lavadero de ropa se instala bajo la sombra de algún árbol del solar. También existe el chapil, el tejabán, el cuarto de baño, el patio y el solar cercado con piedra madera o alambre. Tiempos del año Después de los grandes periodos generacionales en que tienen lugar y reacomodo las subdivisiones de los terrenos, la unidad temporal de análisis más relevante es el año. La división natural del año está dada por el periodo de lluvias y el de secas. Esta división se encuentra separada y complementada por un tercer periodo —equivalente en tiempo a los primeros—, más estructural que ecológico:7 “ el tiempo de los desaho­ gos” . Durante todo el año también se consideran (aunque poco se observan) las fases de la luna para cortar madera, sembrar, plantar y podar árboles frutales, esperar o no a las lluvias, castrar animales, espiar venados y viajar de noche.

El tiempo de aguas Este se inicia con las primeras tormentas “ del temporal” , que generalemte caen a mediados de junio, y termina con el retiro de estas; con el “ aire arrasante” en octubre. En las aguas fundan sus esperanzas los rancheros, pues de la cantidad de lluvia que reciban los cerros y de la manera como caiga, va a depender su bonanza o su escasez en los otros dos periodos. Cabe señalar que en la región, cuando se habla de una “ lluvia” , la gente se refiere específicamente a un ciclón —no al hecho de llover sin importar cómo o cuánto— y cuando durante el periodo de aguas estas se suspenden temporalmente, la gente dice que hay un “ verano” . Así que, una expresión tan comúnmente usada en las descripciones climáticas como “ lluvias en verano” , resulta un contrasentido para los rancheros. Dentro del tiempo de aguas se ubica la canícula: el periodo más caluroso del año (según la definición del diccionario), el cual se prolonga del 14 de julio al 24 de agosto. Las gentes —particularmente los viejos— están pendientes de ver si la canícula “ entra con agua o entra seca” porque dependiendo cómo entre, así se espera su comportamiento todo el periodo. La canícula es fundamental para sus actividades agropecuarias temporaleras, dado que coincide con el jiloteo de sus maizales. También le atribuyen a la canícula la caída del pelo que, de hecho, frecuentemente se da en los becerros que nacen durante ese lapso. Asimismo, se evita castrar a animales en este periodo porque se considera sumamente peligroso para la vida del animal. Al inicio del periodo de lluvias una buena parte de las familias ganaderas se mudan —del pueblo o del rancho de secas con sus anima­ les— a los ranchos de ordeña. En las crestas de los cerros, con el lodo del corral y el agua del monte sobre el cuerpo la mayor parte del tiempo, estas familias se la pasarán aisladas cuatro meses (de julio a octubre), pero en convivencia familiar más estrecha, haciendo queso y, en sus ratos libres, cultivando un pequeño “ ecuaro” para los elotes, pepinos, calaba­ zas, chiles y jitomates. Los cultivadores de maíz —medieros---- pasarán el tiempo de aguas de su casa a la labor. Los dos primeros meses de este periodo son apremiantes y decisivos para los cultivadores, pues es cuando se siem­ bra, se deshierba dos veces e igualmente se aplica el fertilizante. En seguida se la pasan “ dando vueltas a la labor” , vigilándola de daños de

animales. Frecuentemente, a fines de este periodo, inician el desmonte en otro lugar para el siguiente ciclo. Debido a la intensidad y naturaleza del trabajo cotidiano en este periodo de ordeña, elaboración de queso y cultivo, la gente de los ranchos considera que “ es el tiempo del año que pasa más amarrado en el trabajo” y, efectivamente, por razones de trabajo, estado de los caminos y dificultades naturales (lluvia, borrascas, crecientes de ríos) es cuando menos sale de su lugar de trabajo. Merman las salidas a los pueblos y las visitas a los vecinos y familiares se reducen a casos extremos.

El tiempo de los desahogos Este periodo va de noviembre a febrero y se caracteriza por ser el tiempo de los desahogos laborales y económicos. Los rancheros procuran reco­ ger su cosecha antes de enero, porque ese es el mes de las cabañuelas (las cabañuelas de los indios —dicen— son en febrero) y existe el riesgo de que llueva. Justamente, muchos de los ancianos más curiosos empiezan a predecir los acontecimientos y cambios meteorológicos del año que inicia a partir de sus observaciones en enero. Particularmente, predicen el inicio y comportamiento que tendrá la temporada de lluvias futura a partir de las condiciones climáticas ocurridas durante las cabañuelas.8 Liberados los ordeñadores y cultivadores de sus quehaceres, es cuan­ do más salen de sus ranchos, tanto por motivos de negocios (vender queso, animales, maíz —ingreso con que cubren adeudos y prevén gastos—, y comprar víveres, ropa y calzado) como de esparcimiento (fiestas, ferias, visitas, cacería) o religiosidad (mandas y peregrinaciones a santuarios de las imágenes de su mayor devoción): Al inicio de este periodo, las familias ganaderas vuelven de su rancho de ordeña a la casa de secas en otro rancho o poblado. Hacia finales del periodo el trabajo aumenta. Hay que hacer aguajes, moler pastura para el ganado, acarrear y almacenar el maíz de consumo humano y aquel con el que complementarán la alimentación del ganado durante el tiempo seco. Por su parte, el cultivador tiene más trabajo que el ganadero en este periodo, pues aquí abre un nuevo ciclo agrícola que inicia con el desmon­ te (si no lo hizo en octubre). Esta es, en efecto, la tarea más pesada del ciclo. También cierra el ciclo anterior con la cosecha. A este le sigue el

acarreo, traspaleo, desgrane, almacenamiento y/o venta del maíz. No son actividades muy apremiantes ni exigentes en cuanto a tiempo preciso. Como cada quien es autónomo en su trabajo —autoempleado—, podría pensarse que lo puede realizar al ritmo y en el tiempo que le acomode. Sin embargo, hay presión por parte del ganadero que requiere los esquilmos y pastos de las parcelas y potreros de cultivo. Alrededor de la mitad de este periodo, el hombre no va a su labor, pues en promedio, esta no le exige más de una tercera parte del año, el cual distribuye entre este periodo (cosecha y desmonte) y, fundamental­ mente, durante el periodo de lluvias.

El tiempo de secas De marzo a junio las fuentes de agua van bajando vertiginosamente su nivel y muchas se agotan completamente. La gente continúa movilizán­ dose bastante en este periodo. Este es el tiempo de las matanzas de puerco y de mayores relaciones comunitarias; también aquí se intensifica la recolección de frutas. Además de las salidas a los pueblos con fines más de esparcimento que de negocios, a fines del periodo ya se van surtiendo y preparando con lo que ocuparán durante las lluvias: víveres, insumos, avíos y herrramientas para sus actividades. Para las familias ganaderas, este es el tiempo crítico del año, sobre todo, al final del periodo. Es un tiempo en el que también se considera “ amarrado” , ya que no puede salir mucho del potrero donde atiende a su ganado: partos y crianza, complemento alimienticio a la mayor parte del ganado y vigilancia de abrevaderos. En general, se ve en serios apuros y con grandes pérdidas debido a la escasez de pastos y agua y a sus secuelas. Es entonces cuando duda sobre si lo que le produce el ganado en las aguas le alcanzará para asistirlo en las secas. También se reparan cercas de potreros, corrales, solares y las casas. Se traslada ganado, primero a los últimos potreros reservados, y después al rancho de ordeña para dar inicio a la siguiente estación. Para los cultivadores, las secas es, en cambio, el tiempo más desocu­ pado del año. Lo aprovechan en parte para trabajar ocasionalmente con los ganaderos reparando cercas, arreando ganado, y acarreando pastura. Gran parte del periodo lo pasan deambulando por los campos en busca

de presas para la caza y frutas para recolectar. Realizan algunos trabajos esporádicos y rápidos como la reparación de la casa y recolección de leña y ya en lo propio de “ su labor” , hacen la raya perimetral a la tumba, queman y, una vez mojada la tierra por las lluvias, siembran para entrar al siguiente periodo. Es aquí cuando al igual que el ganadero, dicen “ ya no tener tiempo —o campo— de nada” . La semana Al interior de cada estación presentada, la unidad básica de tiempo la constituye la semana, sobre todo para la organización de las permanentes y abrumadoras tareas femeninas. Si bien se repite mucho entre los rancheros que el domingo no se trabaja (“ así lo manda la Santa Madre Iglesia” ), lo cierto es que tampoco se descansa. Sólo los “ trabajos pesados” o formales se evitan los domingos. Los hombres no hacen sus labores de cultivo, la infraestructura ganadera (cercas, puertas, o jagüeyes en las aguas si ordeñan), acarreos de pastura, reparaciones importantes o construcciones de viviendas y/o herramientas de trabajo. Únicamente hacen las “ vueltas de la casa” ; es decir, todos aquellos detalles que no alcanzaron a hacer entre semana. El domingo es el día favorito para visitar a parientes y amigos y para hacer las matanzas de cerdo. Las mujeres sólo se ocupan en “ el quehacer de diario” : la molienda, ordeñar la vaca de la leche, preparar y servir alimentos al resto de la familia, fregar los trastos, atender a los hijos pequeños, a los grandes, al marido y a los animales domésticos, limpiar la casa y todas las demás “ vueltillas” que salgan. Para los otros días de la semana se tienen, además del “ quehacer de diario” , los trabajos más pesados y también rutinarios, como por ejemplo: los lunes o martes lavan toda la ropa que usaron todos los miembros de la familia en la semana anterior, los viernes o sábados planchan, teniendo así listas todas las mudas de ropa para que cada miembro de la familia —según la ocasión— pueda escoger la que se pondrá el domingo; los miércoles y jueves enjarran pisos y bardas, remiendan, pegan botones, cosen, y recolectan frutas, entre otras cosas.

El día Podemos considerar que el día es la unidad mínima del análisis del tiempo en la que se distribuye estacionalmente el trabajo entre géneros y edades. Sin embargo, se hacen varias subdivisiones del día. La principal es noche y día. La noche, cuando no hay baile o enfermos, es para dormir. Empieza al oscurecer (entre 7 y 8 p.m., según la estación del año) y termina a las 12 a. m., momento en que inicia la madrugada que termina al amanecer (entre 6 y 7 a. m.). El día tiene muchas más subdivisiones, siendo la más amplia la “ de medio día para arriba” (desde el amanecer hasta las 12 p.m.) y “ de medio día para abajo” (desde las 12 p.m. hasta que oscurece). De medio día para arriba tenemos al amanecer (entre 6 y 7 a. m., según la estación del año); al rayar el sol (entre 7 y 8 a. m.) y con el sol alto (de las 8 a. m. hasta antes de las 12 p.m.). De medio día para abajo comprende: medio día (de 12 a 2 p.m., que es la hora de comer); la tarde (de las 2 a las 7 p.m.) y al pardear (entre 7 y 8 p.m., que según la estación, puede ser el ni claro ni oscuro). ¿Cómo se hace uso del día según la edad, el género, la temporada y la ocupación familiar? A ello nos abocamos en el siguiente punto.

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Distribución de las actividades por tiempo espacio y género Hemos visto que las actividades de los habitantes de estas serranías están divididas por temporadas y localizadas en diversos espacios geográficos. Nos falta ver cómo están repartidas según el género, la edad y la ocupación familiar dominante. Para ello nos acercaremos a las activida­ des de una familia ganadera (por ser más variadas), describiendo un día común de trabajo en el tiempo de aguas. Un día de una familia ganadera en el tiempo de aguas En la madrugada, por lo menos los jefes de familia, ya han despertado y, sin salir de la cama o del petate donde pasaron la noche, se persignan y rezan sus oraciones antes de emprender su larga jomada. Esta se inicia en la cocina con la molienda. Los varones muelen el nixtamal entre el

rechinar del molino y las mujeres hacen las tortillas en medio de “ aplau­ sos” . Mientras tanto, los demás miembros de la familia, sobre todo los niños, continúan dormidos en el rancho. Al amanecer, todos los miembros de la familia están despiertos y, salvo los niños, cada quien en su trabajo: uno de los varones (el realador) se va con el perro, su arma, morral y honda de mecate “ al potrero de la corrida” a buscar las vacas para llevarlas al corral (realar), donde otros iniciaron ya la ordeña. Unas mujeres continúan la molienda y otras —cuando las hay— van a ordeñar. Al rayar el sol, la molienda debió haber terminado y las mujeres lavan el avío de cocina. Los niños desayunan y, generalmente, tienen como obligación “ divertir” a los más pequeños, lo cual no les resulta tan divertido como ver la ordeña desde la cerca del corral. Con el sol alto, las cocineras preparan el almuerzo y los ordeñadores terminan su actividad, no sin que antes algunos miembros de la familia hayan desayunado con una paloma (leche ordeñada directamente a un vaso con azúcar y alcohol). Echan del corral vacas y becerros a sus respectivos potreros; unos llevan la última leche al rancho del queso; otros recogen los avíos de ordeña y luego, a la voz femenina de “ ya vengan a almorzar” todos se van a la cocina. La familia acostumbra reunirse en la cocina a la hora de tomar los alimentos y, en tomo a la chimenea o a una mesa, inicia una animada conversación; las cocineras sirven el almuerzo a los que llegan del corral, incluidas las mujeres, pues ninguno de ellos debe lavarse las manos porque “ las traen calientes” y hacerlo, los expone a las reumas. Al terminar de almorzar, el “ quesero” (hombre o mujer encargado de hacer el queso) va al rancho de esta actividad a desgordar y cuajar la leche. Los varones van a atender los cultivos, reparar cercas y traer leña. Las mujeres lavan los trastos, ponen a cocer el nixtamal y otros alimen­ tos, acarrean agua y, una vez terminadas esas tareas, inician la actividad formal según el día de la semana: lavar la ropa, planchar, remendar, enjarrar o bañar a los chiquillos. Por su parte, los niños más grandes (pero siempre menores de 12 años) que generalmente participaron tanto en correr becerros como recoger utensilios y en la conversación con la que se amenizó el almuerzo, se acompañan en el acarreo del agua, hacen mandados, cuidan de los más pequeños o juegan.

Al medio día, normalmente el jefe de familia se ocupa del cuidado de las piezas de queso: ponerles o quitarles aros, subirlas al zarzo donde se escurren o al tapanco donde se añejan; voltearlas y sobarlas para elimi­ nar hongos y bacterias. También comparte con la mujer las tareas de lavado y reparación del avío: aros, mantas, artesa, zarzo, tinas, cubetas, reatas, piales y quebrar y asentar la cuajada. Las mujeres preparan la comida mientras escuchan alguna radionovela o programa radiofónico. Al inicio de la tarde, éstas sirven los alimentos y llaman a comer a toda la familia. Nuevamente aprovechan la reunión para sus intercam­ bios verbales que atañen a personas y eventos reales, pues al igual que otras sociedades serranas, esta [...] no necesita material inventivo o complejo para divertirse. En el aislamiento [de sus ranchos] cada quien y todo lo que hace es noticia. Se da minuciosa atención a los pensamientos y actos de cada individuo y son narrados con humor e interés [...] Anécdotas interminables derivan su gracia y sabor de la singularidad de cada quien, a menudo cariñosamente caricaturizada, o en el caso de características reales o imaginadas de familias enteras, ampliamente satirizadas.9 Al terminar la hora de la comida, las mujeres dedicadas a la cocina recogen y lavan los trastos y ponen en orden ese lugar. Enseguida continúan las labores correspondientes al día, iniciadas antes de la comida, o comienzan otras como la de sacar el requesón, arreglar el jardín y bordar, casi siempre escuchando la radio. También es frecuente que en la tarde, las mujeres y los niños vayan “ a la labor” o al campo a cosechar algún fruto. El quesero pone a escurrir la cuajada, la exprime sobre la artesa, hace el queso y lava los utensilios. Los demás juntan las vacas madres de los becerros chicos para echarlos a mamar y posteriormente volverlos a apartar. Después de esto se quedan en casa, rajan la leña y siguen conversando. No falta quien practique la música con algún instrumento y repase los números o las letras. Otras veces pasan el tiempo en juegos de mesa u otros más activos. Los jóvenes tienden a apartarse un poco de la casa para conversaciones más íntimas, fumar a hurtadillas y susurrar sobre la próxima visita a la novia o la visita dominical del pretendiente respectivamente. Mientras tanto, los niños recogen los huevos de los

nidos. Con frecuencia, los jefes de familia preparan y ponen venenos contra animales que dañan sus cultivos o amenazan sus aves de corral. Al pardear, se llama a todos los miembros de la familia mayores de 7 años para rezar el rosario. Las mujeres preparan la cena y se la adelantan a los menores. Por la noche, las mujeres dan de cenar al resto de la familia; los hombres toman una tasa de canela u otra infusión con alcohol antes de los alimentos. La indispensable charla versa entonces más en tomo a un recuento del día que en función del que vendrá. Concluida la cena, las mujeres recogen y lavan los trastos, alzan los alimentos y dan de cenar a los perros. En su última y cotidiana salida por necesidad fisiológica o por inercia, cada miembro de la familia, especialmente los jefes, supervisan fuera y dentro de la casa que no haya peligros durante la noche para su familia, sus animales o sus pertenencias. Antes de dormirse pero ya en la cama, cada individuo secretea sus oraciones, se persigna y se dispone a dormir, si es que para entonces aún se mantiene despierto. En las familias de medieros (y también en las de ganaderos en los otros periodos del año), las actividades son menores. Los varones en edad de trabajar en la labor pasan allá todo el día cuando hay trabajo. Sólo están por la noche y los días domingos en casa y ello, no siempre. Tiempo de cambios y cambios de espacios A pesar de lo estático que por causas de representación puede parecer la actividad, el tiempo y el espacio entre los rancheros jalmichanos es bastante aceptado por quienes los han seguido de cerca, pues el elemento ranchero es sumamente dinámico. En función de la familia, el ranchero mantiene una visión retrospectiva del tiempo en el que se ubica. Esta visión abarca hasta dos o tres generaciones. Recuerda a muchos de sus antepasados que le heredaron (o le dejaron de heredar), así como a una actividad y/o una tierra, o por lo menos, una actidud de ‘‘no pedirle a Dios que les dé, no más que los ponga donde haya” . El presente es lo que siempre le mantiene más ocupado, pero sin horarios ni quien lo arree. El futuro no es mucho más lejano que el compromiso que siente —compar­ tido con la Divina Providencia— de que sus hijos tengan “ casa, vestido

nidos. Con frecuencia, los jefes de familia preparan y ponen venenos contra animales que dañan sus cultivos o amenazan sus aves de corral. Al pardear, se llama a todos los miembros de la familia mayores de 7 años para rezar el rosario. Las mujeres preparan la cena y se la adelantan a los menores. Por la noche, las mujeres dan de cenar al resto de la familia; los hombres toman una tasa de canela u otra infusión con alcohol antes de los alimentos. La indispensable charla versa entonces más en tomo a un recuento del día que en función del que vendrá. Concluida la cena, las mujeres recogen y lavan los trastos, alzan los alimentos y dan de cenar a los perros. En su última y cotidiana salida por necesidad fisiológica o por inercia, cada miembro de la familia, especialmente los jefes, supervisan fuera y dentro de la casa que no haya peligros durante la noche para su familia, sus animales o sus pertenencias. Antes de dormirse pero ya en la cama, cada individuo secretea sus oraciones, se persigna y se dispone a dormir, si es que para entonces aún se mantiene despierto. En las familias de medieros (y también en las de ganaderos en los otros periodos del año), las actividades son menores. Los varones en edad de trabajar en la labor pasan allá todo el día cuando hay trabajo. Sólo están por la noche y los días domingos en casa y ello, no siempre. Tiempo de cambios y cambios de espacios A pesar de lo estático que por causas de representación puede parecer la actividad, el tiempo y el espacio entre los rancheros jalmichanos es bastante aceptado por quienes los han seguido de cerca, pues el elemento ranchero es sumamente dinámico. En función de la familia, el ranchero mantiene una visión retrospectiva del tiempo en el que se ubica. Esta visión abarca hasta dos o tres generaciones. Recuerda a muchos de sus antepasados que le heredaron (o le dejaron de heredar), así como a una actividad y/o una tierra, o por lo menos, una actidud de “ no pedirle a Dios que les dé, no más que los ponga donde haya” . El presente es lo que siempre le mantiene más ocupado, pero sin horarios ni quien lo arree. El futuro no es mucho más lejano que el compromiso que siente —compar­ tido con la Divina Providencia— de que sus hijos tengan “ casa, vestido

y sustento” y aprendan a trabajar mientras crecen y después, les quede dónde y en qué trabajar. Estas consideraciones del ranchero, quien históricamente se ha trata­ do de ajustar a los cambios requeridos en las distintas épocas, cada vez se ven más afectadas por el vuelo y la rapidez que vienen tomando los cambios de nuestros días. El detonador de estos cambios en los ranchos son las brechas; estas tienen un impacto incluso antes de llegar. Las nociones y utilizaciones del tiempo y del espacio se ven profundamente transformadas con la llegada de caminos y medios de transporte, dado lo que por ellos se exige y puede conseguirse: no sólo el reemplazo de las bestias por las camionetas, los huaraches por las botas y los tenis o los sombreros por los peines, sino las nuevas, homogeneizantes y exigentes pautas culturales y de organización socioeconómica. Pautas emitidas desde otras latitudes que vienen imponiendo sus nociones y exigencias de tiempo y espacio, no del todo incuestionables por las que aún prevalecen —cada vez más debilitadas— entre los mermados habitantes de esta región y de otras serranías del país.

Notas 1. 2. 3.

4. 5. 6. 7. 8.

9.

Las concepciones del tiempo y el espacio en distintas culturas del medio urbano son ampliamente tratadas por Edward T. Hall, La dimensión oculta. Cfr. E. Barragán, “ La organización ranchera del espacio geográfico” , pp. 56-57. Según el censo de 1980, la población de las dos cabeceras municipales y de las congregaciones con un mayor número de habitantes era la siguiente: Manuel M. Diéguez, 747 habitantes; Jilotlan, 1 007, Las Lomas, 1 025 y Tazumbos, 1 328. Ibid., p. 16. Ibid., pp. 17-19. E. Barragán, M ás allá de los caminos, pp. 32-36. E. E. Evans-Pritchard, Los Nuer, pp. 111-112. La forma de interpretarlas es extendiendo a todo el año los acontecimentos meteorológicos del mes de enero bajo la siguiente relación: hasta el 12, cada día representa un mes del año en su curso normal (día 1 = enero, día 2 = febrero..., día 12 = diciembre); hasta el día 24 igual, sólo que en orden regresivo (día 13 = diciembre, día 14 = noviembre..., día 24 = enero); del 25 al 30, medio día representa cada mes progresivamente (día 25 antes de las 12 p.m. = enero, después de las 12 p.m. = febrero; día 26 hasta las 12 p.m. = marzo, después = abril..., día 30 hasta las 12 p.m.= noviembre, después = diciembre) y finalmente, cada hora del día 31 representa un mes del año. Harry Crosby, Los últimos californios, pp. 118 y 120.

Bibliografía Esteban, “ La organización ranchera del espacio geo­ gráfico” , en Diego-Femández, Rafael (coord), La herencia española en la cultura material de las regiones de México, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1993, pp. 47-78. __________ , Más allá de los caminos, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1990. C r o sb y , Harry, Los últimos californios, Baja California Sur, Serie “ Cronistas” , no. 8, 1992. E v a n s -P ritch ard , E . E ., Los Nuer, Barcelona, Anagrama, 1977. H all , Edward T., La dimensión ocul/a, (13a. edición), México, Siglo XXI, 1989. B ar rag án L ó pez ,

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