TRAJE, 1870 ca. DESCRIPCIÓN 1. Traje de baile, Madrid. Museo del Traje (MT )

ABRIL MODELO MES DEL Nº INV. MT098412 2009 MUSEO DEL TRAJE. CIPE Avda. Juan de Herrera, 2. Madrid, 28040 Teléfono: 915504700. Fax: 915504704 Depar
Author:  Mercedes Vega Moya

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El Traje Nacional Amelia Leira
MODELO DEL MES SEPTIEMBRE DEPARTAMENTO DE DIFUSIÓN CICLO 2004 Los modelos más representativos de la exposición El Traje Nacional Amelia Leira AREA 5

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ABRIL

MODELO MES DEL

Nº INV. MT098412

2009

MUSEO DEL TRAJE. CIPE Avda. Juan de Herrera, 2. Madrid, 28040 Teléfono: 915504700. Fax: 915504704 Departamento de difusión: [email protected] http://museodeltraje.mcu.es

Los modelos más representativos de la exposición

Traje 1870 ca.

Por Inmaculada Ledesma Cid SALA 5 Domingos a las 12:30 horas Duración 30 minutos Asistencia libre y gratuita

TRAJE, 1870 ca.

vestidos de baile se caracterizaban por

DESCRIPCIÓN 1

este tipo de escotes, hoy denominados Este traje de baile está compuesto por un

“de barco”. El más conocido, desde los

cuerpo

corta

años 30 del siglo XIX fue el “de berta”, que

(MT098412), una falda larga con cola

consistía en la aplicación de un tejido pli-

(MT098413) y un cinturón (MT098414),

sado que bordeaba todo el perímetro del

cuyos cabos caen apoyados en la parte

escote y dejaba los hombros al descu-

posterior de la falda.

bierto. En este caso no se trata de uno de

escotado

de

manga

El conjunto, confeccionado en raso

berta, pero, para embellecerlo, se le aña-

de seda color malva, data de los últimos

dió un encaje de Chantilly en la parte

años de la década de 1860, cuando las

delantera. Sería impensable hablar de

faldas adquirieron mayor volumen en su

estos cuerpos en un “vestido de día”, ya

parte posterior, mientras que la zona

que los escotes abiertos sólo se confec-

delantera caía verticalmente.

cionaban para trajes de noche. Algo simi-

Para entender por qué se trata de

lar ocurre con el uso de la manga corta,

un “vestido de baile” hay que analizar el

que en este caso es de farol, está confec-

conjunto y cada una de sus partes. El

cionada en tul mecánico y va fruncida en

cuerpo es de amplio escote, redondo en

la bocamanga con una cinta de satén en

el delantero y de pico en la espalda; los

color malva.

Traje de baile, 1860-1867. Madrid. Museo del Traje (MT98412-14).

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MODELO DEL MES DE ABRIL

Como muchos vestidos de la época, el cuerpo lleva en su interior una cinturilla de algodón para reforzarlo en la cintura. También el escote está recogido con un pasacintas que tenía una función similar, ceñirlo al cuerpo. Va armado con seis ballenas cosidas en el forro que daban mayor rigidez al cuerpo y conseguían mayor ajuste al torso de la mujer que, ya de por sí, estaba constreñido por el uso del consabido corsé, que usaron las mujeres desde la década de 1830. La falda es larga, con cola y amplio vuelo que se consigue mediante los pliegues que nacen de la cintura, que se cierra con corchetes. El bajo está reforzado con una cinta para darle mayor apresto a la pieza. Como muchas faldas de este período lleva un bolsillo abierto en la costura. Con el fin de adornar más el traje, se confeccionó a juego un llamativo cinturón con lazada y seis cabos. Dos son más cortos y se decoran con una aplicación de tul y cinta de satén, y los otros cuatro, más largos, van decoradas con encaje de Chantilly. El uso de cinturones fue muy común en los trajes femeninos a partir de los años 60, ya que los vestidos de una sola pieza fueron sustituidos por conjuntos de cuerpos y faldas, tanto en los vestidos de mañana como en los de noche. Estos cinturones podían ser de un color o de varios, siempre a juego con el vestido.

Había cinturillas que se sujetaban mediante un broche o una hebilla bajo el pecho. También estaba el cinturón conocido como Médicis, que se puso de moda entre 1855 y 1865; se caracterizaba por ser de cabos anchos y largos, generalmente de color negro y perfilados con aplicación de encaje. Como en el modelo que nos ocupa, también se puso de moda el uso de una cinta ancha con lazada trasera cuyos cabos caían a lo largo de la parte trasera de la falda. Y es que, Traje de día, 1865. Madrid. Museo del Traje (MT98407-9).

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TRAJE, 1870 ca.

durante estos años, las cinturas requerían de un adorno para embellecerlas, y tanto las cinturillas como los cinturones fueron la prenda idónea para tal fin.

da rigidez en su imagen y un peso excesivo. La utilización de crinolinas -enaguas rígidas de lino, lana o algodón, entremezcladas con crin para conseguir mayor apresto- pareció ser una solución temporal a los caprichos de la moda. Pero fue en 1856 cuando se creó una prenda revolucionaria que facilitaría el ahuecamiento y volumen de las faldas: el miriñaque. Esta prenda interior, en forma de jaula, estaba formada por varillas flexibles de acero unidas entre sí por bandas verticales y anchas de tela. El tamaño de los aros iba en gradación, más pequeños hacia las caderas y más anchos en la parte baja. En un primer momento tuvieron una forma redondeada, casi de campana, pero en los años 60 este perfil se

EVOLUCIÓN DE LA SILUETA FEMENINA. ÚLTIMOS AÑOS DEL MIRIÑAQUE

La silueta femenina característica desde mediados del siglo XIX hasta 1868 fue la acampanada. Varias fueron las soluciones que se desarrollaron durante estas décadas hasta culminar en la forma que vemos en este vestido de baile. Desde los años 30 las mujeres llevaban bajo sus vestidos multitud de enaguas para conseguir mayor amplitud en las faldas. Pero el efecto capa sobre capa suponía demasia-

Fábrica de miriñaques: la creación de los aros, Bach. Museo Carnavalet, París.

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MODELO DEL MES DE ABRIL

transformó en una estructura casi pirami-

moda de la doble falda, sobre todo en los vestidos de paseo y en los de baile. La falda más corta se recogía con pliegues a los lados, mientras que la otra caía hacia los pies y ganaba longitud en la parte posterior. En muchas ocasiones se decoraban con cintas, encajes y entredoses (tiras bordadas o de encaje que se cosían entre dos telas).

dal, con menos volumen en la cadera y en la zona delantera y más en la parte trasera. El miriñaque de estos momentos también se caracterizó por eliminar los aros superiores y dejar tres o cuatro más abajo. El miriñaque fue la prenda fetiche en los guardarropas femeninos de todas las clases sociales, aunque sus acabados y calidades distinguían uno bueno de uno de peor calidad. Se consideraba que los mejores no debían ser evidentes bajo la falda; es decir, sus aros debían quedar camuflados bajo la enagua y la falda. Se convirtió en un elemento tan común que incluso aparece nombrada en canciones populares: - Tan, tan - ¿Quién es? - El tío Juan, el esterrero, que viene a cobrar el dinero del miriñaque de ayer. 2

La Moda Elegante, nº. 13, 1864.

Esta evolución desde las enaguas hasta el miriñaque de los años 60 trajo consigo cambios en las faldas femeninas.

Pero al miriñaque no le quedaba

Si en los años 50 los vestidos se llenaban

mucho tiempo de vida. Las modas cam-

de volantes para aumentar su volumen,

biaban constantemente y en pocos años

en los 60 estos desaparecieron. El prota-

aquel abultamiento en la parte trasera

gonismo de las faldas se llevó a la parte

necesitó de otra prenda interior con la que

trasera gracias a los ricos cinturones,

se conseguía un volumen desmedido: el

como en este caso, que adornaban las

polisón. Durante estos años se produjo un cambio en el patronaje de las faldas, y es

pequeñas cinturas femeninas, y las amplias colas. En 1865 se impuso la 4

TRAJE, 1870 ca.

que su confección comenzó a hacerse a base de nesgas. Hasta mediados del siglo XIX, las faldas conseguían el volumen gracias a múltiples pliegues, como los que vemos en este traje. El volumen de la cintura, debido a que se utilizaba un mismo paño que se plegaba en la cinturilla, desapareció por la introducción de tejidos ya cortados en forma triangular -las nesgas- cuyo ángulo más pequeño correspondía a la cintura, y los mayores, al bajo de la falda. De este modo, se evitaban los constantes e incómodos pliegues a la altura de la cintura y el empleo de varios metros de tela para conseguir el efecto deseado. Además de las faldas, los cuerpos también sufrieron transformaciones durante estas décadas. Si durante los años 40 y 50 la cintura de los vestidos descendía en forma de pico, otorgando mayor esbeltez a la silueta femenina, en los 60 se sustituyó por una cintura recta, mucho más estrecha. El talle ascendió y la línea de los hombros descendio, con lo que se acortó el torso femenino. Bajo estos cuerpos se usó el corsé, que durante estos años, por lo tanto, fue más corto y su escote se abrió en forma ovalada. Desde los años 50 era bastante común que el traje fuese un conjunto compuesto por una falda de seda con dos cuerpos a juego, uno para los vestidos de día, de manga larga y escote alto, y otro para los vestidos de noche, como en este caso, con amplio escote y manga corta. Los cuerpos de día, además, solían

ser abiertos en el delantero y se completaban con el uso de camisas o camisolines y de puños; ambas prendas con decoraciones de encaje.

“VESTIDAS PARA LA OCASIÓN”

La moda del siglo XIX no sólo se caracterizaba por sus constantes cambios, que se producían casi en cada década, sino también por su marcado carácter de etiqueta. Las reglas sociales establecían cómo debían ser los trajes para adecuarse correctamente a la ocasión: pasear, acudir a la ópera o al teatro... Estas consideraciones afectaron a las siluetas femeninas, a los colores, a los tejidos y a las decoraciones empleadas en sus vestidos. Debían ir a la moda, según les indicaban las revistas del momento, y, como afirma Penélope Byrde (ver bibliografía), siguiendo esas pautas, tanto los hombres como las mujeres tendrían garantizado el éxito social. Desde los años 30 encontramos numerosas referencias, en la literatura, en las revistas de moda o en los manuales de protocolo y etiqueta, de cómo la mujer debía vestir acorde a su clase social y, sobre todo, según la ocasión, debiéndose cambiar de vestido varias veces al día, dependiendo del momento en el que se encontrase o el lugar a donde acudiese. El perfil de la mujer del que se habla en este modelo del mes es el de la mujer burguesa o aristócrata, el ángel del 5

MODELO DEL MES DE ABRIL

hogar, cuyas responsabilidades consistían en la coordinación de las tareas domésticas, la lectura, tocar el piano y coser. Para estas actividades su vestido era cómodo y sencillo.

60 la manga era menos artificiosa que en las décadas anteriores: una sencilla manga ajustada sustituyó a las mangas abullonadas, a las abiertas o a las conocidas como “pagoda”, que se impusieron durante la década anterior. Otro momento del día en la vida de las mujeres del siglo XIX era el de la visita. En esta ocasión los trajes eran más ricos que en los casos anteriores y se permitía el uso de joyas. El ejemplo que ahora nos ocupa es el de los vestidos de baile. Los trajes que se muestran en esta vitrina fueron concebidos para lucirse exclusivamente en grandes acontecimientos. En la vida social de las familias de clase alta, la noche ofrecía distintas ofertas de diversión y ocio, y para cada una de ellas los trajes variaban. Hombres y mujeres acudían a recepciones y bailes de máscaras, celebraban cenas, iban al teatro o a la ópera… Desde el mes de octubre hasta la llegada del verano, los teatros y salones abrían sus puertas a fiestas privadas donde se requería ir de etiqueta. Las mujeres, en los años 60, llevaban faldas con cola sobre miriñaques voluminosos. Los cuerpos tenían amplios escotes de berta que descubrían sus hombros y mangas cortas, que eran las más adecuadas para poder bailar el vals o la polca. Con ellos contrastaba el consabido frac con el que acudían los hombres:.

La Moda Elegante, nº. 15, 1866.

En los paseos matinales o de tarde, las damas acompañaban sus vestidos, más vistosos que los anteriores, con prendas de abrigo como mantones o pelerinas, confeccionados en algodón o en lana, según la estación del año. El complemento imprescindible para estos momentos del día era la sombrilla, que evitaba que sus rostros se bronceasen. Tanto para los vestidos de mañana como para los de paseo, se descartaba el uso de joyas y los escotes, y los cuerpos debían ser altos, cubiertos hasta el cuello y de manga larga. Concretamente en los años 6

TRAJE, 1870 ca.

“Los lunes se reúne en el elegante Circo del Paseo de Recoletos lo más bello y elegante que la corte encierra y en los palcos y butacas se admiran angélicas mujeres envueltas en tules, sedas y flores, que con su radiante hermosura y con las enloquecedoras miradas de sus radiantes ojos, elevan los corazones a una temperatura más alta que la que marca en estos días el termómetro”. 3 Los vestidos de baile eran mucho más ricos, llamativos y ligeros que los

usados en otros momentos del día. Se confeccionaban en tejidos vaporosos y no muy pesados para facilitar el baile. El tul y el raso de seda eran los materiales preferidos para estas ocasiones, que se adornaban con entredoses de colores, encajes y cintas. A pesar de las indicaciones que desde las revistas y los manuales femeninos se daba a las lectoras, hay que tener en cuenta que las mujeres de clase alta ya sabían cómo debían vestir en cada oca-

Un palco en la ópera, Dionisio Fierros Álvarez. Madrid. Museo del Prado.

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MODELO DEL MES DE ABRIL

sión puesto que, desde su juventud, eran formadas y educadas en música, baile y protocolo. Como afirma el Marqués de Santo Floro, “En esta década la mujer elegante sabe bailar el vals”. Entre las indicaciones que se encuentran en las revistas de los años 60, descubrimos referencias de cómo las jóvenes solteras debían vestir: con tejidos como la gasa y siempre con colores claros, símbolo de pureza e inocencia.

También se les recomendaba llevar al baile pocas joyas; quizás algún collar y pendientes de perlas, para no hacer demasiada ostentación frente a los posibles pretendientes y que las identificasen con el estereotipo de muchacha frívola incapaz de formar una familia y atender el hogar. Los tejidos más ricos, como la seda, los colores más llamativos y las joyas se reservaban exclusivamente para las

Duquesa de Castro Enríquez, Federico Madrazo, 1868. Madrid, Museo del Prado.

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jóvenes desposadas. Estas indicaciones de cómo elegir el color y el tejido evitaban malos entendidos ya que, de algún modo, las mujeres que estaban disponibles para el matrimonio eran reconocibles entre la multitud en el baile. Las mujeres de avanzada edad no debían permitirse las frivolidades de la moda, propias de los primeros años de desposada, por lo que sus trajes eran mucho más sencillos. Como complementos a estos vestidos, las mujeres llevaban zapatillas o botines, con un tacón de unos dos centímetros y medio. También era habitual en los bailes el uso de guantes de piel hasta la muñeca, así como joyas (pulseras, camafeos, pendientes, collares, tiaras...) que no debía lucir durante el día. Los abanicos igualmente se convirtieron en un complemento imprescindible para evitar el calor en los teatros y salones de baile. Para cubrir sus hombros y escotes, las mujeres se decantaron por amplios pañuelos y estolas de finas puntillas que caían sobre su torso sin aplastar el volumen de las faldas. Las nuevas tecnologías textiles se hicieron patentes en este tipo de prendas, pues los encajes comenzaron a hacerse mecánicamente y rivalizando en calidad y belleza con los encajes manuales elaborados hasta entonces. A mediados de los 50, se introduce una prenda interior imprescindible para los bailes, el pantalón.

“El pantalón, hasta hoy usado únicamente como pieza de abrigo, se ha introducido en los trajes de baile, para los cuales se hacen elegantes pantalones a la turca cerrados al tobillo con un brazalete de plata. Esta moda tiene por objeto proteger la pierna contra las indiscreciones del vals y la polca”. 4 Esta prenda interior se hizo muy práctica en ciertas ocasiones, ya que no era de extrañar que, entre la multitud y el uso de esos amplios miriñaques, las mujeres dejasen ver sin querer sus piernas en bailes como la polca. En cuanto al peinado, el usado en los años 60 era mucho más sencillo y menos voluminoso que en la década anterior. Durante el día los moños eran bajos, casi pegados a la nuca y, en ocasiones, recogidos con una redecilla, debido al uso de pequeños gorritos y tocados. Para la noche los peinados se hicieron más altos, con cabellos ondulados que se adornaban con flores, cintas, tiaras y dejando bucles sueltos. Hay constancia de que, en ocasiones, para conseguir más volumen, se añadían postizos al moño.

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NOTAS 1 Descripción, técnicas y materias extraídas de la ficha de catalogación DOMUS. Cumplimentada por Amalia Descalzo Lorenzo y Lucina Llorente Llorente. 2 Canción popular extraída de “Modos y modas de 100 años” pag. 22 (ver bibliografía) 3 La mariposa, 30 16/VII/1867 4 El correo de la moda, 6 1/1852

BIBLIOGRAFÍA BOUCHER, François: A History of Costume in the West, Thames & Hudson. BYRDE, Penelope: Nineteenth Century Fashion, B.T. Batsford Ltd., London, 1992. FIGUEROA, Agustín de. Marqués de Santo Floro: Modos y modas de 100 años. Aguilar, 1966. JOHNSTON, Lucy: La moda del siglo XIX en detalle, ed. Gustavo Gili, Barcelona 2006. PENA GONZÁLEZ, José Pablo: El traje en el Romanticismo y su proyección en España, 18281868, Premio Marqués de Lozoya. Edita Secretaría General Técnica, Ministerio de Cultura 2008.

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TRAJE, 1870 ca.

Macu Ledesma es Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Córdoba (1996/2000), comenzó a trabajar como guía y monitora en las Iglesias Fernandinas y en la sala de exposiciones Vincorsa de Córdoba. En el año 2004 realizó el Master de Museografía y Exposiciones de la Universidad Complutense de Madrid. Desde ese mismo año y hasta marzo de 2009 trabajó en el Departamento de Difusión del Museo del Traje. CIPE. Ha trabajado también en el Departamento de Difusión del Museo del Ejército (2006) y ha comisariado la exposición La moda en el XIX, que tuvo como sedes el Museo de Artes y Costumbres Populares de Sevilla, el Museo de BB.AA. de Granada y el Museo de Huelva. Para el catálogo de dicha muestra, publicó el artículo "La difusión de la moda en el siglo XIX". Actualmente trabaja en la Subdirección General de Museos de la Comunidad de Madrid coordinando la difusión de museos y exposiciones.

Programación: Rodrígo de la Fuente Textos: Inmaculada Ledesma Corrección de estilo: Ana Guerrero Maquetación: Mª José Pacheco

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MODELO DEL MES DE ABRIL

MODELO DEL MES. CICLO 2009 En estas breves conferencias, que tendrán lugar en las salas de exposición, se analizará e interpretará un modelo de especial importancia entre los expuestos. A los asistentes se les entregará gratuitamente un cuadernillo con el contenido de la conferencia. Domingos, 12:30 horas Duración: 30 minutos Asistencia libre ENERO: Traje maragato Ana Guerrero y Américo López FEBRERO: Tutú Carmen Pérez MARZO: Joyería de amas de cría Mª Antonia Herradón ABRIL: Traje, 1870 ca. Inmaculada Ledesma MAYO: Vestido Madrid de los Austrias Teresa García JUNIO: Maletas de los años 20 Lorena Delgado SEPTIEMBRE: Abrigo de niño, 1890 Marta Blanco OCTUBRE: (Pieza por determinar) Inmaculada Barriuso NOVIEMBRE: Vestido, 1950-1959 Helena López DICIEMBRE: Vestido Hubert de Givenchy Laura Luceño 12

TRAJE, 1870 ca.

vestidos de baile se caracterizaban por

DESCRIPCIÓN 1

este tipo de escotes, hoy denominados Este traje de baile está compuesto por un

“de barco”. El más conocido, desde los

cuerpo

corta

años 30 del siglo XIX fue el “de berta”, que

(MT098412), una falda larga con cola

consistía en la aplicación de un tejido pli-

(MT098413) y un cinturón (MT098414),

sado que bordeaba todo el perímetro del

cuyos cabos caen apoyados en la parte

escote y dejaba los hombros al descu-

posterior de la falda.

bierto. En este caso no se trata de uno de

escotado

de

manga

El conjunto, confeccionado en raso

berta, pero, para embellecerlo, se le aña-

de seda color malva, data de los últimos

dió un encaje de Chantilly en la parte

años de la década de 1860, cuando las

delantera. Sería impensable hablar de

faldas adquirieron mayor volumen en su

estos cuerpos en un “vestido de día”, ya

parte posterior, mientras que la zona

que los escotes abiertos sólo se confec-

delantera caía verticalmente.

cionaban para trajes de noche. Algo simi-

Para entender por qué se trata de

lar ocurre con el uso de la manga corta,

un “vestido de baile” hay que analizar el

que en este caso es de farol, está confec-

conjunto y cada una de sus partes. El

cionada en tul mecánico y va fruncida en

cuerpo es de amplio escote, redondo en

la bocamanga con una cinta de satén en

el delantero y de pico en la espalda; los

color malva.

Traje de baile, 1860-1867. Madrid. Museo del Traje (MT98412-14).

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TRAJE, 1870 ca.

vestidos de baile se caracterizaban por

DESCRIPCIÓN 1

este tipo de escotes, hoy denominados Este traje de baile está compuesto por un

“de barco”. El más conocido, desde los

cuerpo

corta

años 30 del siglo XIX fue el “de berta”, que

(MT098412), una falda larga con cola

consistía en la aplicación de un tejido pli-

(MT098413) y un cinturón (MT098414),

sado que bordeaba todo el perímetro del

cuyos cabos caen apoyados en la parte

escote y dejaba los hombros al descu-

posterior de la falda.

bierto. En este caso no se trata de uno de

escotado

de

manga

El conjunto, confeccionado en raso

berta, pero, para embellecerlo, se le aña-

de seda color malva, data de los últimos

dió un encaje de Chantilly en la parte

años de la década de 1860, cuando las

delantera. Sería impensable hablar de

faldas adquirieron mayor volumen en su

estos cuerpos en un “vestido de día”, ya

parte posterior, mientras que la zona

que los escotes abiertos sólo se confec-

delantera caía verticalmente.

cionaban para trajes de noche. Algo simi-

Para entender por qué se trata de

lar ocurre con el uso de la manga corta,

un “vestido de baile” hay que analizar el

que en este caso es de farol, está confec-

conjunto y cada una de sus partes. El

cionada en tul mecánico y va fruncida en

cuerpo es de amplio escote, redondo en

la bocamanga con una cinta de satén en

el delantero y de pico en la espalda; los

color malva.

Traje de baile, 1860-1867. Madrid. Museo del Traje (MT98412-14).

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MODELO DEL MES DE ABRIL

Como muchos vestidos de la época, el cuerpo lleva en su interior una cinturilla de algodón para reforzarlo en la cintura. También el escote está recogido con un pasacintas que tenía una función similar, ceñirlo al cuerpo. Va armado con seis ballenas cosidas en el forro que daban mayor rigidez al cuerpo y conseguían mayor ajuste al torso de la mujer que, ya de por sí, estaba constreñido por el uso del consabido corsé, que usaron las mujeres desde la década de 1830. La falda es larga, con cola y amplio vuelo que se consigue mediante los pliegues que nacen de la cintura, que se cierra con corchetes. El bajo está reforzado con una cinta para darle mayor apresto a la pieza. Como muchas faldas de este período lleva un bolsillo abierto en la costura. Con el fin de adornar más el traje, se confeccionó a juego un llamativo cinturón con lazada y seis cabos. Dos son más cortos y se decoran con una aplicación de tul y cinta de satén, y los otros cuatro, más largos, van decoradas con encaje de Chantilly. El uso de cinturones fue muy común en los trajes femeninos a partir de los años 60, ya que los vestidos de una sola pieza fueron sustituidos por conjuntos de cuerpos y faldas, tanto en los vestidos de mañana como en los de noche. Estos cinturones podían ser de un color o de varios, siempre a juego con el vestido.

Había cinturillas que se sujetaban mediante un broche o una hebilla bajo el pecho. También estaba el cinturón conocido como Médicis, que se puso de moda entre 1855 y 1865; se caracterizaba por ser de cabos anchos y largos, generalmente de color negro y perfilados con aplicación de encaje. Como en el modelo que nos ocupa, también se puso de moda el uso de una cinta ancha con lazada trasera cuyos cabos caían a lo largo de la parte trasera de la falda. Y es que, Traje de día, 1865. Madrid. Museo del Traje (MT98407-9).

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TRAJE, 1870 ca.

durante estos años, las cinturas requerían de un adorno para embellecerlas, y tanto las cinturillas como los cinturones fueron la prenda idónea para tal fin.

da rigidez en su imagen y un peso excesivo. La utilización de crinolinas -enaguas rígidas de lino, lana o algodón, entremezcladas con crin para conseguir mayor apresto- pareció ser una solución temporal a los caprichos de la moda. Pero fue en 1856 cuando se creó una prenda revolucionaria que facilitaría el ahuecamiento y volumen de las faldas: el miriñaque. Esta prenda interior, en forma de jaula, estaba formada por varillas flexibles de acero unidas entre sí por bandas verticales y anchas de tela. El tamaño de los aros iba en gradación, más pequeños hacia las caderas y más anchos en la parte baja. En un primer momento tuvieron una forma redondeada, casi de campana, pero en los años 60 este perfil se

EVOLUCIÓN DE LA SILUETA FEMENINA. ÚLTIMOS AÑOS DEL MIRIÑAQUE

La silueta femenina característica desde mediados del siglo XIX hasta 1868 fue la acampanada. Varias fueron las soluciones que se desarrollaron durante estas décadas hasta culminar en la forma que vemos en este vestido de baile. Desde los años 30 las mujeres llevaban bajo sus vestidos multitud de enaguas para conseguir mayor amplitud en las faldas. Pero el efecto capa sobre capa suponía demasia-

Fábrica de miriñaques: la creación de los aros, Bach. Museo Carnavalet, París.

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MODELO DEL MES DE ABRIL

transformó en una estructura casi pirami-

moda de la doble falda, sobre todo en los vestidos de paseo y en los de baile. La falda más corta se recogía con pliegues a los lados, mientras que la otra caía hacia los pies y ganaba longitud en la parte posterior. En muchas ocasiones se decoraban con cintas, encajes y entredoses (tiras bordadas o de encaje que se cosían entre dos telas).

dal, con menos volumen en la cadera y en la zona delantera y más en la parte trasera. El miriñaque de estos momentos también se caracterizó por eliminar los aros superiores y dejar tres o cuatro más abajo. El miriñaque fue la prenda fetiche en los guardarropas femeninos de todas las clases sociales, aunque sus acabados y calidades distinguían uno bueno de uno de peor calidad. Se consideraba que los mejores no debían ser evidentes bajo la falda; es decir, sus aros debían quedar camuflados bajo la enagua y la falda. Se convirtió en un elemento tan común que incluso aparece nombrada en canciones populares: - Tan, tan - ¿Quién es? - El tío Juan, el esterrero, que viene a cobrar el dinero del miriñaque de ayer. 2

La Moda Elegante, nº. 13, 1864.

Esta evolución desde las enaguas hasta el miriñaque de los años 60 trajo consigo cambios en las faldas femeninas.

Pero al miriñaque no le quedaba

Si en los años 50 los vestidos se llenaban

mucho tiempo de vida. Las modas cam-

de volantes para aumentar su volumen,

biaban constantemente y en pocos años

en los 60 estos desaparecieron. El prota-

aquel abultamiento en la parte trasera

gonismo de las faldas se llevó a la parte

necesitó de otra prenda interior con la que

trasera gracias a los ricos cinturones,

se conseguía un volumen desmedido: el

como en este caso, que adornaban las

polisón. Durante estos años se produjo un cambio en el patronaje de las faldas, y es

pequeñas cinturas femeninas, y las amplias colas. En 1865 se impuso la 4

TRAJE, 1870 ca.

que su confección comenzó a hacerse a base de nesgas. Hasta mediados del siglo XIX, las faldas conseguían el volumen gracias a múltiples pliegues, como los que vemos en este traje. El volumen de la cintura, debido a que se utilizaba un mismo paño que se plegaba en la cinturilla, desapareció por la introducción de tejidos ya cortados en forma triangular -las nesgas- cuyo ángulo más pequeño correspondía a la cintura, y los mayores, al bajo de la falda. De este modo, se evitaban los constantes e incómodos pliegues a la altura de la cintura y el empleo de varios metros de tela para conseguir el efecto deseado. Además de las faldas, los cuerpos también sufrieron transformaciones durante estas décadas. Si durante los años 40 y 50 la cintura de los vestidos descendía en forma de pico, otorgando mayor esbeltez a la silueta femenina, en los 60 se sustituyó por una cintura recta, mucho más estrecha. El talle ascendió y la línea de los hombros descendio, con lo que se acortó el torso femenino. Bajo estos cuerpos se usó el corsé, que durante estos años, por lo tanto, fue más corto y su escote se abrió en forma ovalada. Desde los años 50 era bastante común que el traje fuese un conjunto compuesto por una falda de seda con dos cuerpos a juego, uno para los vestidos de día, de manga larga y escote alto, y otro para los vestidos de noche, como en este caso, con amplio escote y manga corta. Los cuerpos de día, además, solían

ser abiertos en el delantero y se completaban con el uso de camisas o camisolines y de puños; ambas prendas con decoraciones de encaje.

“VESTIDAS PARA LA OCASIÓN”

La moda del siglo XIX no sólo se caracterizaba por sus constantes cambios, que se producían casi en cada década, sino también por su marcado carácter de etiqueta. Las reglas sociales establecían cómo debían ser los trajes para adecuarse correctamente a la ocasión: pasear, acudir a la ópera o al teatro... Estas consideraciones afectaron a las siluetas femeninas, a los colores, a los tejidos y a las decoraciones empleadas en sus vestidos. Debían ir a la moda, según les indicaban las revistas del momento, y, como afirma Penélope Byrde (ver bibliografía), siguiendo esas pautas, tanto los hombres como las mujeres tendrían garantizado el éxito social. Desde los años 30 encontramos numerosas referencias, en la literatura, en las revistas de moda o en los manuales de protocolo y etiqueta, de cómo la mujer debía vestir acorde a su clase social y, sobre todo, según la ocasión, debiéndose cambiar de vestido varias veces al día, dependiendo del momento en el que se encontrase o el lugar a donde acudiese. El perfil de la mujer del que se habla en este modelo del mes es el de la mujer burguesa o aristócrata, el ángel del 5

MODELO DEL MES DE ABRIL

hogar, cuyas responsabilidades consistían en la coordinación de las tareas domésticas, la lectura, tocar el piano y coser. Para estas actividades su vestido era cómodo y sencillo.

60 la manga era menos artificiosa que en las décadas anteriores: una sencilla manga ajustada sustituyó a las mangas abullonadas, a las abiertas o a las conocidas como “pagoda”, que se impusieron durante la década anterior. Otro momento del día en la vida de las mujeres del siglo XIX era el de la visita. En esta ocasión los trajes eran más ricos que en los casos anteriores y se permitía el uso de joyas. El ejemplo que ahora nos ocupa es el de los vestidos de baile. Los trajes que se muestran en esta vitrina fueron concebidos para lucirse exclusivamente en grandes acontecimientos. En la vida social de las familias de clase alta, la noche ofrecía distintas ofertas de diversión y ocio, y para cada una de ellas los trajes variaban. Hombres y mujeres acudían a recepciones y bailes de máscaras, celebraban cenas, iban al teatro o a la ópera… Desde el mes de octubre hasta la llegada del verano, los teatros y salones abrían sus puertas a fiestas privadas donde se requería ir de etiqueta. Las mujeres, en los años 60, llevaban faldas con cola sobre miriñaques voluminosos. Los cuerpos tenían amplios escotes de berta que descubrían sus hombros y mangas cortas, que eran las más adecuadas para poder bailar el vals o la polca. Con ellos contrastaba el consabido frac con el que acudían los hombres:.

La Moda Elegante, nº. 15, 1866.

En los paseos matinales o de tarde, las damas acompañaban sus vestidos, más vistosos que los anteriores, con prendas de abrigo como mantones o pelerinas, confeccionados en algodón o en lana, según la estación del año. El complemento imprescindible para estos momentos del día era la sombrilla, que evitaba que sus rostros se bronceasen. Tanto para los vestidos de mañana como para los de paseo, se descartaba el uso de joyas y los escotes, y los cuerpos debían ser altos, cubiertos hasta el cuello y de manga larga. Concretamente en los años 6

TRAJE, 1870 ca.

“Los lunes se reúne en el elegante Circo del Paseo de Recoletos lo más bello y elegante que la corte encierra y en los palcos y butacas se admiran angélicas mujeres envueltas en tules, sedas y flores, que con su radiante hermosura y con las enloquecedoras miradas de sus radiantes ojos, elevan los corazones a una temperatura más alta que la que marca en estos días el termómetro”. 3 Los vestidos de baile eran mucho más ricos, llamativos y ligeros que los

usados en otros momentos del día. Se confeccionaban en tejidos vaporosos y no muy pesados para facilitar el baile. El tul y el raso de seda eran los materiales preferidos para estas ocasiones, que se adornaban con entredoses de colores, encajes y cintas. A pesar de las indicaciones que desde las revistas y los manuales femeninos se daba a las lectoras, hay que tener en cuenta que las mujeres de clase alta ya sabían cómo debían vestir en cada oca-

Un palco en la ópera, Dionisio Fierros Álvarez. Madrid. Museo del Prado.

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MODELO DEL MES DE ABRIL

sión puesto que, desde su juventud, eran formadas y educadas en música, baile y protocolo. Como afirma el Marqués de Santo Floro, “En esta década la mujer elegante sabe bailar el vals”. Entre las indicaciones que se encuentran en las revistas de los años 60, descubrimos referencias de cómo las jóvenes solteras debían vestir: con tejidos como la gasa y siempre con colores claros, símbolo de pureza e inocencia.

También se les recomendaba llevar al baile pocas joyas; quizás algún collar y pendientes de perlas, para no hacer demasiada ostentación frente a los posibles pretendientes y que las identificasen con el estereotipo de muchacha frívola incapaz de formar una familia y atender el hogar. Los tejidos más ricos, como la seda, los colores más llamativos y las joyas se reservaban exclusivamente para las

Duquesa de Castro Enríquez, Federico Madrazo, 1868. Madrid, Museo del Prado.

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TRAJE, 1870 ca.

jóvenes desposadas. Estas indicaciones de cómo elegir el color y el tejido evitaban malos entendidos ya que, de algún modo, las mujeres que estaban disponibles para el matrimonio eran reconocibles entre la multitud en el baile. Las mujeres de avanzada edad no debían permitirse las frivolidades de la moda, propias de los primeros años de desposada, por lo que sus trajes eran mucho más sencillos. Como complementos a estos vestidos, las mujeres llevaban zapatillas o botines, con un tacón de unos dos centímetros y medio. También era habitual en los bailes el uso de guantes de piel hasta la muñeca, así como joyas (pulseras, camafeos, pendientes, collares, tiaras...) que no debía lucir durante el día. Los abanicos igualmente se convirtieron en un complemento imprescindible para evitar el calor en los teatros y salones de baile. Para cubrir sus hombros y escotes, las mujeres se decantaron por amplios pañuelos y estolas de finas puntillas que caían sobre su torso sin aplastar el volumen de las faldas. Las nuevas tecnologías textiles se hicieron patentes en este tipo de prendas, pues los encajes comenzaron a hacerse mecánicamente y rivalizando en calidad y belleza con los encajes manuales elaborados hasta entonces. A mediados de los 50, se introduce una prenda interior imprescindible para los bailes, el pantalón.

“El pantalón, hasta hoy usado únicamente como pieza de abrigo, se ha introducido en los trajes de baile, para los cuales se hacen elegantes pantalones a la turca cerrados al tobillo con un brazalete de plata. Esta moda tiene por objeto proteger la pierna contra las indiscreciones del vals y la polca”. 4 Esta prenda interior se hizo muy práctica en ciertas ocasiones, ya que no era de extrañar que, entre la multitud y el uso de esos amplios miriñaques, las mujeres dejasen ver sin querer sus piernas en bailes como la polca. En cuanto al peinado, el usado en los años 60 era mucho más sencillo y menos voluminoso que en la década anterior. Durante el día los moños eran bajos, casi pegados a la nuca y, en ocasiones, recogidos con una redecilla, debido al uso de pequeños gorritos y tocados. Para la noche los peinados se hicieron más altos, con cabellos ondulados que se adornaban con flores, cintas, tiaras y dejando bucles sueltos. Hay constancia de que, en ocasiones, para conseguir más volumen, se añadían postizos al moño.

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MODELO DEL MES DE ABRIL

NOTAS 1 Descripción, técnicas y materias extraídas de la ficha de catalogación DOMUS. Cumplimentada por Amalia Descalzo Lorenzo y Lucina Llorente Llorente. 2 Canción popular extraída de “Modos y modas de 100 años” pag. 22 (ver bibliografía) 3 La mariposa, 30 16/VII/1867 4 El correo de la moda, 6 1/1852

BIBLIOGRAFÍA BOUCHER, François: A History of Costume in the West, Thames & Hudson. BYRDE, Penelope: Nineteenth Century Fashion, B.T. Batsford Ltd., London, 1992. FIGUEROA, Agustín de. Marqués de Santo Floro: Modos y modas de 100 años. Aguilar, 1966. JOHNSTON, Lucy: La moda del siglo XIX en detalle, ed. Gustavo Gili, Barcelona 2006. PENA GONZÁLEZ, José Pablo: El traje en el Romanticismo y su proyección en España, 18281868, Premio Marqués de Lozoya. Edita Secretaría General Técnica, Ministerio de Cultura 2008.

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TRAJE, 1870 ca.

Macu Ledesma es Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Córdoba (1996/2000), comenzó a trabajar como guía y monitora en las Iglesias Fernandinas y en la sala de exposiciones Vincorsa de Córdoba. En el año 2004 realizó el Master de Museografía y Exposiciones de la Universidad Complutense de Madrid. Desde ese mismo año y hasta marzo de 2009 trabajó en el Departamento de Difusión del Museo del Traje. CIPE. Ha trabajado también en el Departamento de Difusión del Museo del Ejército (2006) y ha comisariado la exposición La moda en el XIX, que tuvo como sedes el Museo de Artes y Costumbres Populares de Sevilla, el Museo de BB.AA. de Granada y el Museo de Huelva. Para el catálogo de dicha muestra, publicó el artículo "La difusión de la moda en el siglo XIX". Actualmente trabaja en la Subdirección General de Museos de la Comunidad de Madrid coordinando la difusión de museos y exposiciones.

Programación: Rodrígo de la Fuente Textos: Inmaculada Ledesma Corrección de estilo: Ana Guerrero Maquetación: Mª José Pacheco

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MODELO DEL MES DE ABRIL

MODELO DEL MES. CICLO 2009 En estas breves conferencias, que tendrán lugar en las salas de exposición, se analizará e interpretará un modelo de especial importancia entre los expuestos. A los asistentes se les entregará gratuitamente un cuadernillo con el contenido de la conferencia. Domingos, 12:30 horas Duración: 30 minutos Asistencia libre ENERO: Traje maragato Ana Guerrero y Américo López FEBRERO: Tutú Carmen Pérez MARZO: Joyería de amas de cría Mª Antonia Herradón ABRIL: Traje, 1870 ca. Inmaculada Ledesma MAYO: Vestido Madrid de los Austrias Teresa García JUNIO: Maletas de los años 20 Lorena Delgado SEPTIEMBRE: Abrigo de niño, 1890 Marta Blanco OCTUBRE: (Pieza por determinar) Inmaculada Barriuso NOVIEMBRE: Vestido, 1950-1959 Helena López DICIEMBRE: Vestido Hubert de Givenchy Laura Luceño 12

MODELO DEL MES DE ABRIL

Como muchos vestidos de la época, el cuerpo lleva en su interior una cinturilla de algodón para reforzarlo en la cintura. También el escote está recogido con un pasacintas que tenía una función similar, ceñirlo al cuerpo. Va armado con seis ballenas cosidas en el forro que daban mayor rigidez al cuerpo y conseguían mayor ajuste al torso de la mujer que, ya de por sí, estaba constreñido por el uso del consabido corsé, que usaron las mujeres desde la década de 1830. La falda es larga, con cola y amplio vuelo que se consigue mediante los pliegues que nacen de la cintura, que se cierra con corchetes. El bajo está reforzado con una cinta para darle mayor apresto a la pieza. Como muchas faldas de este período lleva un bolsillo abierto en la costura. Con el fin de adornar más el traje, se confeccionó a juego un llamativo cinturón con lazada y seis cabos. Dos son más cortos y se decoran con una aplicación de tul y cinta de satén, y los otros cuatro, más largos, van decoradas con encaje de Chantilly. El uso de cinturones fue muy común en los trajes femeninos a partir de los años 60, ya que los vestidos de una sola pieza fueron sustituidos por conjuntos de cuerpos y faldas, tanto en los vestidos de mañana como en los de noche. Estos cinturones podían ser de un color o de varios, siempre a juego con el vestido.

Había cinturillas que se sujetaban mediante un broche o una hebilla bajo el pecho. También estaba el cinturón conocido como Médicis, que se puso de moda entre 1855 y 1865; se caracterizaba por ser de cabos anchos y largos, generalmente de color negro y perfilados con aplicación de encaje. Como en el modelo que nos ocupa, también se puso de moda el uso de una cinta ancha con lazada trasera cuyos cabos caían a lo largo de la parte trasera de la falda. Y es que, Traje de día, 1865. Madrid. Museo del Traje (MT98407-9).

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TRAJE, 1870 ca.

durante estos años, las cinturas requerían de un adorno para embellecerlas, y tanto las cinturillas como los cinturones fueron la prenda idónea para tal fin.

da rigidez en su imagen y un peso excesivo. La utilización de crinolinas -enaguas rígidas de lino, lana o algodón, entremezcladas con crin para conseguir mayor apresto- pareció ser una solución temporal a los caprichos de la moda. Pero fue en 1856 cuando se creó una prenda revolucionaria que facilitaría el ahuecamiento y volumen de las faldas: el miriñaque. Esta prenda interior, en forma de jaula, estaba formada por varillas flexibles de acero unidas entre sí por bandas verticales y anchas de tela. El tamaño de los aros iba en gradación, más pequeños hacia las caderas y más anchos en la parte baja. En un primer momento tuvieron una forma redondeada, casi de campana, pero en los años 60 este perfil se

EVOLUCIÓN DE LA SILUETA FEMENINA. ÚLTIMOS AÑOS DEL MIRIÑAQUE

La silueta femenina característica desde mediados del siglo XIX hasta 1868 fue la acampanada. Varias fueron las soluciones que se desarrollaron durante estas décadas hasta culminar en la forma que vemos en este vestido de baile. Desde los años 30 las mujeres llevaban bajo sus vestidos multitud de enaguas para conseguir mayor amplitud en las faldas. Pero el efecto capa sobre capa suponía demasia-

Fábrica de miriñaques: la creación de los aros, Bach. Museo Carnavalet, París.

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MODELO DEL MES DE ABRIL

transformó en una estructura casi pirami-

moda de la doble falda, sobre todo en los vestidos de paseo y en los de baile. La falda más corta se recogía con pliegues a los lados, mientras que la otra caía hacia los pies y ganaba longitud en la parte posterior. En muchas ocasiones se decoraban con cintas, encajes y entredoses (tiras bordadas o de encaje que se cosían entre dos telas).

dal, con menos volumen en la cadera y en la zona delantera y más en la parte trasera. El miriñaque de estos momentos también se caracterizó por eliminar los aros superiores y dejar tres o cuatro más abajo. El miriñaque fue la prenda fetiche en los guardarropas femeninos de todas las clases sociales, aunque sus acabados y calidades distinguían uno bueno de uno de peor calidad. Se consideraba que los mejores no debían ser evidentes bajo la falda; es decir, sus aros debían quedar camuflados bajo la enagua y la falda. Se convirtió en un elemento tan común que incluso aparece nombrada en canciones populares: - Tan, tan - ¿Quién es? - El tío Juan, el esterrero, que viene a cobrar el dinero del miriñaque de ayer. 2

La Moda Elegante, nº. 13, 1864.

Esta evolución desde las enaguas hasta el miriñaque de los años 60 trajo consigo cambios en las faldas femeninas.

Pero al miriñaque no le quedaba

Si en los años 50 los vestidos se llenaban

mucho tiempo de vida. Las modas cam-

de volantes para aumentar su volumen,

biaban constantemente y en pocos años

en los 60 estos desaparecieron. El prota-

aquel abultamiento en la parte trasera

gonismo de las faldas se llevó a la parte

necesitó de otra prenda interior con la que

trasera gracias a los ricos cinturones,

se conseguía un volumen desmedido: el

como en este caso, que adornaban las

polisón. Durante estos años se produjo un cambio en el patronaje de las faldas, y es

pequeñas cinturas femeninas, y las amplias colas. En 1865 se impuso la 4

TRAJE, 1870 ca.

que su confección comenzó a hacerse a base de nesgas. Hasta mediados del siglo XIX, las faldas conseguían el volumen gracias a múltiples pliegues, como los que vemos en este traje. El volumen de la cintura, debido a que se utilizaba un mismo paño que se plegaba en la cinturilla, desapareció por la introducción de tejidos ya cortados en forma triangular -las nesgas- cuyo ángulo más pequeño correspondía a la cintura, y los mayores, al bajo de la falda. De este modo, se evitaban los constantes e incómodos pliegues a la altura de la cintura y el empleo de varios metros de tela para conseguir el efecto deseado. Además de las faldas, los cuerpos también sufrieron transformaciones durante estas décadas. Si durante los años 40 y 50 la cintura de los vestidos descendía en forma de pico, otorgando mayor esbeltez a la silueta femenina, en los 60 se sustituyó por una cintura recta, mucho más estrecha. El talle ascendió y la línea de los hombros descendio, con lo que se acortó el torso femenino. Bajo estos cuerpos se usó el corsé, que durante estos años, por lo tanto, fue más corto y su escote se abrió en forma ovalada. Desde los años 50 era bastante común que el traje fuese un conjunto compuesto por una falda de seda con dos cuerpos a juego, uno para los vestidos de día, de manga larga y escote alto, y otro para los vestidos de noche, como en este caso, con amplio escote y manga corta. Los cuerpos de día, además, solían

ser abiertos en el delantero y se completaban con el uso de camisas o camisolines y de puños; ambas prendas con decoraciones de encaje.

“VESTIDAS PARA LA OCASIÓN”

La moda del siglo XIX no sólo se caracterizaba por sus constantes cambios, que se producían casi en cada década, sino también por su marcado carácter de etiqueta. Las reglas sociales establecían cómo debían ser los trajes para adecuarse correctamente a la ocasión: pasear, acudir a la ópera o al teatro... Estas consideraciones afectaron a las siluetas femeninas, a los colores, a los tejidos y a las decoraciones empleadas en sus vestidos. Debían ir a la moda, según les indicaban las revistas del momento, y, como afirma Penélope Byrde (ver bibliografía), siguiendo esas pautas, tanto los hombres como las mujeres tendrían garantizado el éxito social. Desde los años 30 encontramos numerosas referencias, en la literatura, en las revistas de moda o en los manuales de protocolo y etiqueta, de cómo la mujer debía vestir acorde a su clase social y, sobre todo, según la ocasión, debiéndose cambiar de vestido varias veces al día, dependiendo del momento en el que se encontrase o el lugar a donde acudiese. El perfil de la mujer del que se habla en este modelo del mes es el de la mujer burguesa o aristócrata, el ángel del 5

MODELO DEL MES DE ABRIL

hogar, cuyas responsabilidades consistían en la coordinación de las tareas domésticas, la lectura, tocar el piano y coser. Para estas actividades su vestido era cómodo y sencillo.

60 la manga era menos artificiosa que en las décadas anteriores: una sencilla manga ajustada sustituyó a las mangas abullonadas, a las abiertas o a las conocidas como “pagoda”, que se impusieron durante la década anterior. Otro momento del día en la vida de las mujeres del siglo XIX era el de la visita. En esta ocasión los trajes eran más ricos que en los casos anteriores y se permitía el uso de joyas. El ejemplo que ahora nos ocupa es el de los vestidos de baile. Los trajes que se muestran en esta vitrina fueron concebidos para lucirse exclusivamente en grandes acontecimientos. En la vida social de las familias de clase alta, la noche ofrecía distintas ofertas de diversión y ocio, y para cada una de ellas los trajes variaban. Hombres y mujeres acudían a recepciones y bailes de máscaras, celebraban cenas, iban al teatro o a la ópera… Desde el mes de octubre hasta la llegada del verano, los teatros y salones abrían sus puertas a fiestas privadas donde se requería ir de etiqueta. Las mujeres, en los años 60, llevaban faldas con cola sobre miriñaques voluminosos. Los cuerpos tenían amplios escotes de berta que descubrían sus hombros y mangas cortas, que eran las más adecuadas para poder bailar el vals o la polca. Con ellos contrastaba el consabido frac con el que acudían los hombres:.

La Moda Elegante, nº. 15, 1866.

En los paseos matinales o de tarde, las damas acompañaban sus vestidos, más vistosos que los anteriores, con prendas de abrigo como mantones o pelerinas, confeccionados en algodón o en lana, según la estación del año. El complemento imprescindible para estos momentos del día era la sombrilla, que evitaba que sus rostros se bronceasen. Tanto para los vestidos de mañana como para los de paseo, se descartaba el uso de joyas y los escotes, y los cuerpos debían ser altos, cubiertos hasta el cuello y de manga larga. Concretamente en los años 6

TRAJE, 1870 ca.

“Los lunes se reúne en el elegante Circo del Paseo de Recoletos lo más bello y elegante que la corte encierra y en los palcos y butacas se admiran angélicas mujeres envueltas en tules, sedas y flores, que con su radiante hermosura y con las enloquecedoras miradas de sus radiantes ojos, elevan los corazones a una temperatura más alta que la que marca en estos días el termómetro”. 3 Los vestidos de baile eran mucho más ricos, llamativos y ligeros que los

usados en otros momentos del día. Se confeccionaban en tejidos vaporosos y no muy pesados para facilitar el baile. El tul y el raso de seda eran los materiales preferidos para estas ocasiones, que se adornaban con entredoses de colores, encajes y cintas. A pesar de las indicaciones que desde las revistas y los manuales femeninos se daba a las lectoras, hay que tener en cuenta que las mujeres de clase alta ya sabían cómo debían vestir en cada oca-

Un palco en la ópera, Dionisio Fierros Álvarez. Madrid. Museo del Prado.

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MODELO DEL MES DE ABRIL

sión puesto que, desde su juventud, eran formadas y educadas en música, baile y protocolo. Como afirma el Marqués de Santo Floro, “En esta década la mujer elegante sabe bailar el vals”. Entre las indicaciones que se encuentran en las revistas de los años 60, descubrimos referencias de cómo las jóvenes solteras debían vestir: con tejidos como la gasa y siempre con colores claros, símbolo de pureza e inocencia.

También se les recomendaba llevar al baile pocas joyas; quizás algún collar y pendientes de perlas, para no hacer demasiada ostentación frente a los posibles pretendientes y que las identificasen con el estereotipo de muchacha frívola incapaz de formar una familia y atender el hogar. Los tejidos más ricos, como la seda, los colores más llamativos y las joyas se reservaban exclusivamente para las

Duquesa de Castro Enríquez, Federico Madrazo, 1868. Madrid, Museo del Prado.

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TRAJE, 1870 ca.

jóvenes desposadas. Estas indicaciones de cómo elegir el color y el tejido evitaban malos entendidos ya que, de algún modo, las mujeres que estaban disponibles para el matrimonio eran reconocibles entre la multitud en el baile. Las mujeres de avanzada edad no debían permitirse las frivolidades de la moda, propias de los primeros años de desposada, por lo que sus trajes eran mucho más sencillos. Como complementos a estos vestidos, las mujeres llevaban zapatillas o botines, con un tacón de unos dos centímetros y medio. También era habitual en los bailes el uso de guantes de piel hasta la muñeca, así como joyas (pulseras, camafeos, pendientes, collares, tiaras...) que no debía lucir durante el día. Los abanicos igualmente se convirtieron en un complemento imprescindible para evitar el calor en los teatros y salones de baile. Para cubrir sus hombros y escotes, las mujeres se decantaron por amplios pañuelos y estolas de finas puntillas que caían sobre su torso sin aplastar el volumen de las faldas. Las nuevas tecnologías textiles se hicieron patentes en este tipo de prendas, pues los encajes comenzaron a hacerse mecánicamente y rivalizando en calidad y belleza con los encajes manuales elaborados hasta entonces. A mediados de los 50, se introduce una prenda interior imprescindible para los bailes, el pantalón.

“El pantalón, hasta hoy usado únicamente como pieza de abrigo, se ha introducido en los trajes de baile, para los cuales se hacen elegantes pantalones a la turca cerrados al tobillo con un brazalete de plata. Esta moda tiene por objeto proteger la pierna contra las indiscreciones del vals y la polca”. 4 Esta prenda interior se hizo muy práctica en ciertas ocasiones, ya que no era de extrañar que, entre la multitud y el uso de esos amplios miriñaques, las mujeres dejasen ver sin querer sus piernas en bailes como la polca. En cuanto al peinado, el usado en los años 60 era mucho más sencillo y menos voluminoso que en la década anterior. Durante el día los moños eran bajos, casi pegados a la nuca y, en ocasiones, recogidos con una redecilla, debido al uso de pequeños gorritos y tocados. Para la noche los peinados se hicieron más altos, con cabellos ondulados que se adornaban con flores, cintas, tiaras y dejando bucles sueltos. Hay constancia de que, en ocasiones, para conseguir más volumen, se añadían postizos al moño.

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MODELO DEL MES DE ABRIL

NOTAS 1 Descripción, técnicas y materias extraídas de la ficha de catalogación DOMUS. Cumplimentada por Amalia Descalzo Lorenzo y Lucina Llorente Llorente. 2 Canción popular extraída de “Modos y modas de 100 años” pag. 22 (ver bibliografía) 3 La mariposa, 30 16/VII/1867 4 El correo de la moda, 6 1/1852

BIBLIOGRAFÍA BOUCHER, François: A History of Costume in the West, Thames & Hudson. BYRDE, Penelope: Nineteenth Century Fashion, B.T. Batsford Ltd., London, 1992. FIGUEROA, Agustín de. Marqués de Santo Floro: Modos y modas de 100 años. Aguilar, 1966. JOHNSTON, Lucy: La moda del siglo XIX en detalle, ed. Gustavo Gili, Barcelona 2006. PENA GONZÁLEZ, José Pablo: El traje en el Romanticismo y su proyección en España, 18281868, Premio Marqués de Lozoya. Edita Secretaría General Técnica, Ministerio de Cultura 2008.

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TRAJE, 1870 ca.

Macu Ledesma es Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Córdoba (1996/2000), comenzó a trabajar como guía y monitora en las Iglesias Fernandinas y en la sala de exposiciones Vincorsa de Córdoba. En el año 2004 realizó el Master de Museografía y Exposiciones de la Universidad Complutense de Madrid. Desde ese mismo año y hasta marzo de 2009 trabajó en el Departamento de Difusión del Museo del Traje. CIPE. Ha trabajado también en el Departamento de Difusión del Museo del Ejército (2006) y ha comisariado la exposición La moda en el XIX, que tuvo como sedes el Museo de Artes y Costumbres Populares de Sevilla, el Museo de BB.AA. de Granada y el Museo de Huelva. Para el catálogo de dicha muestra, publicó el artículo "La difusión de la moda en el siglo XIX". Actualmente trabaja en la Subdirección General de Museos de la Comunidad de Madrid coordinando la difusión de museos y exposiciones.

Programación: Rodrígo de la Fuente Textos: Inmaculada Ledesma Corrección de estilo: Ana Guerrero Maquetación: Mª José Pacheco

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MODELO DEL MES. CICLO 2009 En estas breves conferencias, que tendrán lugar en las salas de exposición, se analizará e interpretará un modelo de especial importancia entre los expuestos. A los asistentes se les entregará gratuitamente un cuadernillo con el contenido de la conferencia. Domingos, 12:30 horas Duración: 30 minutos Asistencia libre ENERO: Traje maragato Ana Guerrero y Américo López FEBRERO: Tutú Carmen Pérez MARZO: Joyería de amas de cría Mª Antonia Herradón ABRIL: Traje, 1870 ca. Inmaculada Ledesma MAYO: Vestido Madrid de los Austrias Teresa García JUNIO: Maletas de los años 20 Lorena Delgado SEPTIEMBRE: Abrigo de niño, 1890 Marta Blanco OCTUBRE: (Pieza por determinar) Inmaculada Barriuso NOVIEMBRE: Vestido, 1950-1959 Helena López DICIEMBRE: Vestido Hubert de Givenchy Laura Luceño 12

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