TURISMO Y MEDIO AMBIENTE EN EL CARIBE: PROS Y CONTRAS

TURISMO Y MEDIO AMBIENTE EN EL CARIBE: PROS Y CONTRAS GERMÁN MÁRQUEZ. Profesor Titular, Universidad Nacional de Colombia. ANA ISABEL MÀRQUEZ. Antropó

4 downloads 215 Views 153KB Size

Recommend Stories


Pros y contras del TLC con EE.UU. - Resúmenes Ejecutivos 1 -
Revista Centroamérica en la Economía Mundial del Siglo XXI Revista “Centroamérica en la Economía Mundial del Siglo XXI” Número ocho, Julio 2005 Pros

Comercio y medio ambiente en América Latina y el Caribe: Prioridades y retos
BANCO INTERAMERICANO DE DESARROLLO Red de Medio Ambiente Comercio y medio ambiente en América Latina y el Caribe: Prioridades y retos Coordinador y

Story Transcript

TURISMO Y MEDIO AMBIENTE EN EL CARIBE: PROS Y CONTRAS

GERMÁN MÁRQUEZ. Profesor Titular, Universidad Nacional de Colombia. ANA ISABEL MÀRQUEZ. Antropóloga, MSc. Turismo Sostenible. Resumen Esta ponencia intenta una aproximación a las relaciones del turismo, como actividad altamente dependiente de los entornos naturales, con el medio ambiente en el Caribe. Se hace referencia a los efectos, positivos y negativos, del turismo sobre la base natural de la cual depende. Así mismo, al impacto del cambio climático y otros agentes ambientales, a veces producto de su mismo efecto ambiental, sobre el futuro del turismo. Todo ello dentro del contexto de la crisis financiera internacional y con especial referencia al caso colombiano. Para ello identifica efectos posibles y trata de profundizar en algunos de ellos, como el deterioro pero también la protección de ecosistemas litorales como playas, manglares y arrecifes. Plantea que el cambio climático puede llegar a tener graves repercusiones sobre el turismo y en general en las condiciones de vida de las poblaciones caribeñas, en especial en aquellas áreas donde sus actividades, incluido el turismo, está muy asociado a arrecifes de coral, ya que estos podrían deteriorarse gravemente y aún morir masivamente por el calentamiento del mar. El panorama presenta algunos aspectos preocupantes, que requieren una acción concertada, no solo de las comunidades locales sino a nivel global; en dicho panorama el futuro del turismo es incierto y poco controlable por acción humana. Pero, en otros sentidos, el auge del turismo de naturaleza y la preocupación creciente de la humanidad por su entorno, así como la misma crisis financiera que hoy se vive, abren posibilidades para replantear el modelo vigente de turismo masivo y orientarlo, al menos en algunas regiones, hacia formas más benignas y sostenibles.

Turismo y médio ambiente en El Caribe El turismo es una actividad económica que depende de manera fundamental de los ecosistemas, sus recursos y los servicios ambientales que prestan. Así, es indudable la importancia del clima, el mar, las playas y los paisajes como soporte de gran parte del turismo en el Caribe. Pero aún en zonas donde la oferta natural no es la base misma del turismo, como en las grandes ciudades que atraen con sus museos o sus 1

posibilidades culturales, históricas o comerciales, un entorno natural amable, así sea representado en jardines, zonas verdes y arborizaciones más o menos artificiales, es requisito casi “sine qua non” del atractivo de cualquier sitio que aspire a traer turistas. La cualidad paisajística del medio ambiente y su importancia para la industria turística es relevante. El paisaje constituye uno de los principales atractivos de un destino, si no el principal, y este paisaje casi en su totalidad (excluyendo quizá algunos espacios urbanos) es natural. Por ello, al hablar de la interdependencia entre el turismo y el medio ambiente, es importante señalar que no nos estamos refiriendo solamente a los impactos que el turismo tiene sobre el entorno, sino que queremos destacar la importancia, no siempre adecuadamente reconocida, del ambiente para el turismo. Así mismo, que no nos estamos refiriendo tan solo a esa nueva modalidad del turismo que hoy es denominada ecoturismo, turismo ecológico o turismo de naturaleza, entre otros, sino al turismo en general, incluyendo el turismo masivo. En efecto, en todos sus aspectos y modalidades, el turismo hace uso de los recursos naturales, no sólo para suplir necesidades básicas de los turistas (agua, energía, alimentación) sino también, y más importante, para generar espacios de disfrute que llamen la atención de las personas. A su vez, y sin duda, genera impactos sobre el entorno que afectan no solo a este sino a las mismas posibilidades de desarrollo del turismo. Este círculo, que tiende a ser vicioso pero podría ser virtuoso, es otro de los aspectos que interesa destacar. Pero la dependencia que se quiere analizar va mucho más allá. En general, el turismo hace uso de los recursos naturales para el recreo mismo de los turistas, esto es, para el turismo en sí. Si el turismo es una industria que incluye hoteles, restaurantes, transportes, entre otros, esta industria no es nada sin tener un lugar para llevarse a cabo. Pensemos en el turismo de sol y playa, dependiente de los ecosistemas marinos y costeros; o en el turismo de esquí, dependiente de las montañas nevadas. La importancia de estos entornos es tal que, en casos cada vez más frecuentes, se están recreando artificialmente ambientes como las soleadas playas de arena blanca caribeñas, en países de las zonas frías del mundo, como Canadá. Con enormes inversiones, se construyen gigantescos invernaderos bajo los cuales se crean climas artificiales, se plantan palmeras y se instalan soles de artificio sobre playas de arena importada, para posibilitar su disfrute a quienes no tienen los medios, el tiempo o el deseo de hacer los largos viajes que les permitirían gozarlas en su medio natural. Que el sustituto no sea igual se compensa con los menores costos, la cercanía y la certeza de que el clima será siempre predecible. 2

Resulta muy interesante que la relación turismo medio ambiente, que así expuesta parece tan simple, en la práctica suele ser ignorada. La dependencia no ha sido tenida en cuenta seriamente, en especial por aquellos que hacen uso de estos beneficios prestados por la naturaleza, dando como resultado grandes impactos sobre el medio ambiente que, en el corto, mediano y largo plazo, afectan a la industria turística. La industria hotelera hace uso de recursos naturales, en la mayoría de los casos causando grandes impactos sobre los mismos; pero no sólo hace poco por protegerlos, sino que tampoco le paga nada a nadie por ello. Entre los grandes impactos indeseables del turismo, quizá el más evidente es la transformación de ecosistemas para la construcción de infraestructuras turísticas, en especial grandes hoteles o edificios de apartamentos. En efecto, la destrucción de los ecosistemas marinos y costeros como consecuencia de la construcción indiscriminada y sin planificación es patente en muchos lugares del mundo. En efecto, la destrucción de los ecosistemas marinos y costeros como consecuencia de la construcción indiscriminada y sin planificación es patente en muchos lugares del mundo. Este impacto es especialmente sensible en zonas costeras, que son sometidas a transformaciones muy intensas, que implican eliminación de las coberturas de vegetación naturales, en especial de manglar, y el relleno de terrenos de bajamar. El caso es evidente en todo el Caribe y, entre nosotros, sin ir más lejos, aquí mismo en Cartagena; y en San Andrés. Los rellenos, además de alterar las condiciones naturales, generan zonas de alto riesgo muy susceptibles a inundaciones y muy peligrosas en casos de movimientos telúricos. Con l cambio climático, la elevación del nivel del mar y el aumento previsible de eventos climáticos extremos como huracanes, estas zonas están cada vez más amenazadas. Y por supuesto, lo están las inversiones que en ellas se hacen y la viabilidad misma del turismo que de ellas se nutre. Otro impacto muy importante, se relaciona con la presión sobre recursos locales, que incluyen por ejemplo la pesca, que puede llegara agotarse, como ha ocurrido en las Islas del rosario, donde menos de veinte años de demanda excesiva por Cartagena bastaron para que se sobrexplotaran recursos de por si limitados; hoy las poblaciones locales de las islas a duras penas consiguen algún pescado para comer y Cartagena debe abastecerse de otras fuentes, a veces muy remotas, para seguir ofreciendo platos marinos a sus visitantes. Las tendencias señalan que estas fuentes también tienden a agotarse, pues la pesca está en crisis a nivel mundial. Pero no solo recursos vivos son sobreexplotados; la disponibilidad del agua, el alcantarillado, las vías, la energía y otros servicios públicos necesarios para el bienestar de la población local puede desbordarse por la demanda generada por el turismo; ello lleva con frecuencia, y aquí vale una vez más el caso de Cartagena, el de Santa Marta o el de 3

San Andrés, a que se privilegien los sectores turísticos en detrimento de las poblaciones locales y, en cualquier caso, imponen una demanda sobre los bienes y servicios de los ecosistemas que se traduce en detrimento de estos. Lo más evidente, en estos casos, es la contaminación que se produce, bien sea por aguas negras y basuras que se acumulan en las playas y sitios públicos, y quizá aún más en los barrios menos favorecidos, pues desbordan los servicios de recolección; pero también por otras causas, como el ruido, que se incrementa en las temporadas vacacionales por el exceso de equipos de sonido, carros, motos y motos acuáticas. Cartagena y su bahía son una muestra de ello y de las elevadas inversiones que la ciudad debe asumir para corregir problemas que son causados pero no cubiertos por la industria turística. En su afán de atraer inversión, las ciudades rebajan impuestos a los hoteles e inversiones en turismo, mientras aumenta las propias en obras públicas en zonas de desarrollo turístico; con ello logra favorecer un negocio que, en últimas, genera importantes ingresos privados pero muy pocos ingresos públicos, en detrimento de las obras públicas en el resto de la ciudad o de la región. Se replica con ello el clásico modelo de “privatización de ganancias y socialización de pérdidas”. De nuevo el caso de Cartagena es ilustrativo; Bocagrande, y ahora el norte turístico, concentran grandes inversiones públicas, en tanto sectores populares ven crecer los riesgos de inundación y deslizamiento o tiene que sufrir la congestión de las vías y la limitación de los servicios públicos. Como resulta evidente, hay una estrecha conexión entre los problemas ambientales del turismo y sus impactos sociales, en la medida que aquellos repercuten en especial en sectores desprotegidos. Otros impactos ambientales del turismo, de todas maneras conectados con los grandes procesos ya mencionados (transformación de ecosistemas, contaminación y presión sobre recursos escasos) se relacionan con pérdidas de biodiversidad, por ejemplo para producir artesanías con especies en peligro (es clásico el caso del coral negro), o daños por lanchas, motos acuáticas y buceo sobre arrecifes de coral. Un caso especial lo representa la paulatina apertura de muchas áreas protegidas (parques nacionales, reservas naturales) al turismo, en nombre del ecoturismo; esto expone zonas de gran importancia por sus funciones de conservación (no sólo de biodiversidad sino de fuentes de agua o equilibrios climáticos, por ejemplo). Una faceta preocupante del turismo reciente es el auge de los cruceros, que quizá ameritan cierta consideración especial ahora que están llegando cada vez en mayor cantidad a Cartagena. Como sus presuntas ventajas han sido ampliamente divulgadas, no hay necesidad de insistir en ellas aunque si se puedan poner en duda. Por ejemplo, el aumento en el número de visitantes, que se publicita como un éxito, 4

poco considera que son visitantes de unas pocas horas, que no hacen uso de los servicios hoteleros y turísticos de la ciudad (ni en general de los sitios donde llegan), que compiten con estos y saturan calles y museos hasta hacerlos inaccesibles al visitante regular. De lo que si hacen uso es de la infraestructura sanitaria y del agua y la energía, lo cual genera contaminación y presiones sobre recursos eventualmente escasos. Dadas las características de los “cruceristas” que nos visitan, puede asegurarse que muy pocos de ellos volverán alguna vez a la ciudad, que ya quedará chequeada como “vista” en sus agendas de viaje; así, los cruceros son una competencia desleal para las ciudades que visitan. Solo los taxistas y los prostíbulos 1 derivan ganancias netas de las visitas de los cruceros, además de algunos almacenes, principalmente de joyas, propiedad de las mismas empresas dueñas de los cruceros, donde de paso puede estarse lavando dinero derivado de actividades “non sanctas”2. En lo estrictamente ambiental, los cruceros, que equivalen a una pequeña ciudad flotante, han sido señalados por la contaminación que causan en los puertos (hay más restricciones a la descarga en alta mar que en algunos países). Así mismo por el daño que se produce al anclar y al levar las anclas, que pesan cuatro toneladas y deben ser arrastradas por el fondo al levantarlas. Los arrecifes de Cozumel en México fueron gravemente afectados por esto y por el buceo de los cruceristas, practicado en forma masiva y poco cuidadosa; en San Andrés los cruceros anclan sobre el arrecife, con consecuencias hasta ahora no estudiadas. Cabe anticipar que el turismo también puede generar, y de hecho lo hace, impactos positivos. A ellos se hará referencia posterior. Un modelo general de la explotación turística Las relaciones entre turismo y ambiente parecen seguir un modelo que ya ha sido descrito para el turismo en general. Imaginemos un destino turístico paradisíaco, de los cuales tenemos varios ejemplos en nuestro país. Los industriales del turismo lo “descubren”, lo “colonizan” y montan sus hoteles, restaurantes, etc. Con el ánimo de “atraer la inversión”, los hoteleros reciben descuentos en los impuestos que deben pagar. Y gracias precisamente a las bellezas naturales y en ocasiones culturales de los destinos, la industria se desarrolla con éxito. En la mayoría de los casos, los grandes hoteles ni siquiera hacen uso de las ofertas locales de, por ejemplo, 1

Las tripulaciones, formadas en gran parte por trabajadores migrantes (muchos de ellos del lejano oriente) que son sometidos a condiciones de explotación laboral muy intensa, pueden descender en algunos puertos, donde son clientes asiduos de los prostíbulos. Hay casos conocidos de México; en San Andrés cuentan algunos taxistas que los bares que prestan servicios de esta naturaleza abren y cierran mucho más temprano los días de crucero. 2 Escuchado al profesor Emilio Pantojas en una conferencia sobre “Las industrias del pecado” (San Andrés isla, Abril de 2009).

5

proveedores de alimento, porque les resulta más económico y seguro proveerse en grandes mercados externos y por su propia cuenta; con ello, los prometidos beneficios sociales (empleo, demanda por productos locales) se minimizan. Y la playa, la montaña, el mar, los ríos, son gratuitos, de manera que, sin importar el impacto que causan sobre ellos al utilizarlos, por ellos no deben pagar nada. El día que el mar está muy contaminado, la playa muy sucia, la montaña destruida, la inseguridad ha aumentado por la creciente pobreza local, y que por consiguiente ningún turista tiene interés en venir, los hoteleros recogen sus maletas e invierten en un nuevo lugar. El modelo incluye al inicio un lugar que es poco desarrollado en lo económico pero rico en recursos; su población puede ser pobre pero tiene acceso a bienes y servicios de los ecosistemas que, como la caza, la pesca, la madera, los frutos naturales, la leña y otros recursos contribuyen a su subsistencia. La explotación turística destruye estos ecosistemas y recursos y se apropia los recursos generados por el desarrollo turístico. La población pasa de ser de agricultores y pescadores y pasa a prestar servicios dentro de la cadena turística, por lo general en los niveles más bajos. Al final, el turismo genera muy poco empleo, los recursos están agotados y la gente empobrecida; las ganancias se han ido. Al final del proceso, el nivel de desarrollo es de nuevo bajo pero ya no hay riqueza natural y la población, que en el intermedio ha aumentado, está empobrecida y carece de una base de recursos sobre la cual construir un nuevo desarrollo. Hay crisis social y económica que eventualmente inducirá a buena parte de la población a migrar a otras zonas en busca de mejores condiciones de vida. Son desplazados por el turismo y por el deterioro ambiental. En relación con los inversionistas, ¿alguien pensó en cuánto provecho obtuvieron de la naturaleza? Ahora esos mismos recursos obtenidos mediante el deterioro de un sitio serán destinados a deteriorar otros, en una cadena que tiende a prolongarse indefinidamente, hasta cuando los sitios atractivos o las poblaciones desprevenidas se acaben. ¿Cuántos sitios en el mundo han seguido un ciclo similar? San Andrés es entre nosotros un caso significativo, aunque aún se mantenga como un sitio turístico importante, eso si con nostalgia de años pasados más prósperos. En Cartagena, Bocagrande en decadencia está dando paso a los desarrollos del norte, en un proceso que aún tomará muchos años pero que, con inteligencia, no tiene por que ser irreversible, como no lo es el de San Andrés. Aunque aquí algunos inversionistas ya llevan años mirando hacia Providencia, donde sólo una comunidad a la defensiva ha podido impedir que el modelo se aplique y el saqueo se consume.

6

Los pros del turismo Desde el punto de vista ambiental, el turismo sostenible no sólo no debe generar problemas ambientales sino que debe contribuir a su solución, pues este es un mundo que no sólo necesita cambiar sino también mejorar. El uso de tecnologías limpias, el ahorro de energía y agua, el manejo de residuos sólidos, el reciclaje, deberían ser acciones y metas presentes en todo lo que se llame turismo sostenible, así como todo lo que contribuya a un planeta más limpio y menos deteriorado. Además de eso, esta clase de turismo debería aportar a la educación y la concientización de las personas que participan en él, esto es, tanto los turistas como las comunidades locales y los diferentes actores relacionados. Educar a través del ejemplo, pero también con acciones directas que incidan sobre la educación y la conciencia que existe en las personas sobre la sostenibilidad. En consecuencia, el turismo, como actividad económica que hace un uso diverso de los recursos naturales y de la diversidad social y cultural, se ha venido planteando como una de las mejores opciones para alcanzar el desarrollo sostenible. Pese a los grandes riesgos que conlleva, y a la experiencia dramática de numerosos lugares en el mundo en donde ha generado pobreza, desigualdad, pérdidas culturales, conflictos interétnicos, degradación de ecosistemas, entre otros problemas, la actividad turística posee condiciones que la hacen especialmente útil como herramienta para alcanzar el desarrollo sostenible. Por esta razón, a nivel mundial los diferentes organismos internacionales preocupados por el desarrollo sostenible y por el turismo han venido adelantando reuniones y discutiendo los lineamientos que debería seguir la actividad turística para contribuir a la sostenibilidad. Ya se han mencionado los problemas que el turismo puede generar sobre el ambiente y la sociedad. En la otra mano están los beneficios y estos son muchos si es bien manejado y planificado. El turismo puede ser una industria no contaminante, por lo que se la conoce como la industria sin chimeneas. Puede, así mismo, generar beneficios sociales, pues propicia el reconocimiento de los valores históricos y culturales y de las identidades propias de las áreas donde se desarrolla. Puede aportar a las economías locales a través del uso de servicios y conocimientos que las comunidades locales están en mejores condiciones que nadie para ofrecer en sus propios entornos, y nacionales, en países que, como los nuestros (y en general los caribes), tienen un importante patrimonio natural que pueden aprovechar sin destruir. Un aspecto muy importante es que puede contribuir a la supervivencia de las sociedades tradicionales, al contribuir al rescate y valoración de sus patrimonios sociales, históricos, culturales y naturales.

7

Los aspectos positivos mencionados contribuyen a configura lo que se denomina turismo sostenible, que sería, en general, aquel que se lleva a cabo teniendo en cuenta el manejo adecuado del ambiente y, en un sentido más amplio y necesario, procura también la sostenibilidad económica, social y cultural de las comunidades en sus áreas de influencia. Bajo esta modalidad cabe no sólo el ecoturismo o el etnoturismo, que no son en si mismo sostenibles si no tienen en cuenta las consideraciones anteriores, sino cualquier forma de turismo. De hecho, una gran cantidad de hoteles en todo el mundo han ido asumiendo mejores prácticas ambientales y sociales (con frecuencia bajo lo que se ha denominado la responsabilidad social y ambiental de las empresas), y estimulan prácticas de ahorro de agua y energía, entre otras cosas, lo cual a su vez redunda en su rentabilidad y competitividad. Así, es cada vez más frecuente encontrar sistemas de ahorro de luz (la luz solo se enciende al insertar la llave electrónica en un dispositivo de control) y se invita a los huéspedes a reutilizar las toallas para ahorrar contaminación y uso de agua. Estas prácticas, que además tiene un efecto educativo, revelan una de las facetas más positivas de la relación turismo y medio ambiente, y es que redundan en beneficio de todos, pues además de proteger el medio ambiente, disminuyen gastos y optimizan uso de recursos eventualmente limitados, tiene efectos sociales positivos al hacer extensivos los beneficios del turismo a sectores más amplios de la población y, como se señaló, incrementan la rentabilidad y competitividad de la industria turística. Infraestructura ecológica: el pago de los servicios de los ecosistemas No obstante, para que los beneficios ambientales del turismo se expresen a cabalidad, aún es necesario mejorar mucho las prácticas y, sobre todo, generar una conciencia creciente sobre la necesidad de retribuir a la naturaleza al menos parte de los bienes y servicios que nos provee. En tal sentido, la naturaleza, sus ecosistemas, deben entenderse como la infraestructura básica de la industria turística. Esta noción es coherente con lo propuesto por algunos sectores ambientales en el sentido de que la naturaleza puede entenderse, y conviene que en algunos casos sea vista, como una infraestructura; esta sería la infraestructura ecológica, productora de bienes y servicios que, como el agua, el clima, la biodiversidad, los paisajes, son imprescindibles para el bienestar humano y parte importante del aparato productivo de la sociedad. Así entendida, se entiende también la necesidad de invertir en su mantenimiento y reconstrucción (restauración), y aún en su construcción (creación de ecosistemas).

8

Así como las infraestructuras industriales (fábricas) o de servicios públicos (acueductos, alcantarillados, redes eléctricas, etc.) requieren inversión y mantenimiento, lo requiere la naturaleza, sometida a las presiones humanas y al deterioro consecuente, así tengan la virtud, de la cual carecen otras infraestructuras, de tener una enorme capacidad de recuperación y restauración espontáneas. Así, hacia le futuro, debe pensarse cada vez menos en la naturaleza como un bien libre, a pesar de que deba seguir siendo común que debe, no obstante, ser salvado de la tragedia de los comunes. Ello implica reconocerla más como una propiedad colectiva, que debe ser cuidada colectivamente y cuyos bienes y servicios deben ser pagados proporcionalmente a su uso, por sus beneficiarios.

Turismo y cambio climático Antes de terminar cabe hacer referencia a otra faceta de interés: la relativa al cambio climático y su posible efecto sobre el turismo y sobre el ambiente. Uno de los mayores riesgos asociados al cambio climático en el Caribe es el deterioro y muerte de los arrecifes de coral, que son a su vez soportes del paisaje que hace tan atractivos muchos lugares del Caribe; entre nosotros, los archipiélagos de San Andrés y Providencia y de las islas del Rosario y San Bernardo, cuyas aguas de muchos azules se deben a la presencia de los arrecifes. Los arrecifes son en extremo sensibles a los cambios de temperatura y su deterioro conlleva el de los paisajes, de los sitios de buceo y de la pesca, entre otros servicios claves para el turismo. En su forma más impactante, un simple evento climático extremo puede causar la muerte masiva de grandes extensiones de arrecife, lo que conllevaría a la pudrición posterior de una enorme cantidad de materia orgánica, con sus consecuentes efectos sobre al agua y el aire. Un evento de esta naturaleza, que ya ha ocurrido aunque a escalas menores en todos los arrecifes del Caribe incluidos los mejor conservados como los de Providencia, puede acabar de inmediato con el turismo del área afectada y, en un plazo apenas un poco más amplio, con las posibilidades de sostener las poblaciones humanas actuales; ello virtualmente obligaría a migraciones o evacuaciones masivas de las islas más afectadas. Otro aspecto crítico del cambio climático que afectaría al turismo es el aumento de eventos climáticos extremos. Así, un incremento en el número, frecuencia e intensidad de los huracanes, que no sólo alejarían a los turistas sino que producirían graves daños a las instalaciones turísticas. Períodos así mismo extremos de lluvia, con su secuela de inundaciones, son perjudiciales, sobre todo en sitios cuya oferta principal es sol y playa. Lo mismo ocurre con los extremos de sequía, que pueden afectar críticamente la disponibilidad de agua, en especial en islas pequeñas como 9

San Andrés y Providencia. Una de las facetas más preocupantes es el anunciado incremento y expansión de algunas graves enfermedades tropicales como la malaria y el dengue, resultado en parte del incremento de los molestos mosquitos, verdadero terror de los turistas. La malaria y el dengue pueden constituirse en un desestimulo importante para el turismo en vastas regiones del Caribe. La elevación del nivel del mar, aunque con impacto más paulatino, ya es evidente en la erosión de playas que son fundamentales para el turismo y podrían llegar a escasear críticamente en el futuro. Lo más preocupante es que poco puede hacerse para controlar el cambio climático, aunque un cuidadoso manejo de los ecosistemas puede mantenerlos en buen estado de salud que les permita resistir los cambios por venir. Así mismo, un cuidadoso control epidemiológico puede disminuir los riesgos de enfermedades y la planificación y ordenamiento del territorio puede optimizar su uso y disminuir la ocupación de áreas de alto riesgo que se conviertan en sitios de desastre en cualquier momento, sobre todo durante eventos climáticos extremos. Consideraciones finales Hemos visto así las dos facetas del turismo en su relación dependiente del medio ambiente. En efecto, el panorama negativo deje mucho que desear, pues no obstante la aparición de modalidades del turismo ambientalmente conscientes, el turismo tradicional y masivo sigue siendo en el más importante. Aun así, cabe esperar que el turismo sostenible cobre cada día más fuerza e importancia, como lo ha venido haciendo en la última década, a medida que las tendencias mundiales se inclinan por la conservación y sostenibilidad de los recursos naturales y del uso que se hace de estos. De todas formas, es importante que esta relación sea evidenciada y tenida en cuenta, pues sólo en la medida en que haya conciencia de los servicios prestados por el medio ambiente a la industria turística, esta estará en capacidad de hacer algo por retribuirlos, garantizando así su propia supervivencia. La infraestructura ecológica que genera bienes y servicios para la sociedad requiere ser valorada, necesita mantenimiento y en consecuencia inversión para mantenerla funcional y eficiente, y el turismo, que depende de ella, debe asumir los costos que ello implica.

10

Get in touch

Social

© Copyright 2013 - 2024 MYDOKUMENT.COM - All rights reserved.