Un curioso hueso grabado del Museo de Huelva

[Otra edición en: XIII Congreso Arqueológico Nacional. Huelva 1973, Zaragoza, 1975, 139-148. Versión digital por cortesía de los herederos del autor,

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[Otra edición en: XIII Congreso Arqueológico Nacional. Huelva 1973, Zaragoza, 1975, 139-148. Versión digital por cortesía de los herederos del autor, como parte de su Obra Completa y con cita de la paginación original]. © Herederos de Martín Almagro Basch © De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia

Un curioso hueso grabado del Museo de Huelva Martín Almagro Basch [-139→]

En una de nuestras visitas al Museo de Huelva, su anterior director, don Carlos Cerdán, al cual tanto debe la Arqueología onubense, nos mostró un hueso decorado con figuras de animales grabados, que se había conservado en aquel Museo como procedente de la Cueva de la Mora. Hemos estudiado con atención este objeto que luego devolvimos al actual director del Museo, don Mariano del Amo, tras una adecuada restauración del hueso grabado. De nuestras pesquisas resulta que en la región de Huelva y en otras comarcas de las provincias cercanas son frecuentes las cavernas que llevan el nombre de «Cueva de la Mora» y sólo ha sido posible averiguar sobre el origen de este interesante objeto que lo entregó ya hace muchos años don Félix Vázquez de Zafra. Este señor dio este hueso grabado a las colecciones del Museo como Presidente del Patronato del desaparecido Museo de Bellas Artes que entonces funcionaba en Huelva. Dicho señor no poseía otro material que acompañara o documentara este objeto. Así desde hace más de treinta o cuarenta años figuraba en el Museo, aislado y sólo acompañado por una etiqueta que lo reseñaba como procedente de la Cueva de la Mora y con esta etiqueta se conservaban unos dibujos reproduciendo los grabados que ofrece. Sólo por referencias se ha pensado por los prehistoriadores de Huelva que podría proceder de las excavaciones que realizó Juan Manuel Romero Marín a comienzos de siglo en la Cueva de la Mora de Jabugo, villa de la Sierra de Huelva, y de las cuales publicó brevemente los resultados de aquellos hallazgos, Eduardo Díaz 1. [-139→140-] Luego dio una referencia más científica de lo hallado A. Carbonell y Trillo Figueroa, el cual no hace ninguna concreta referencia a este hueso grabado ni a nada semejante 2, aunque manifiesta en su estudio que en el nivel que aparece en el fondo de la excavación, debajo del llamado «Nivel 6», de época neolítica, se ofrece «una brecha tobácea de consistencia pétrea», donde se hallan restos óseos de mamíferos cuaternarios. Por otra parte los hallazgos de la Cueva de la Mora de Jabugo se dispersaron por generosa donación de su descubridor. Unos pasaron al Museo Arqueológico Nacional 3 y otros al Museo Arqueológico de Sevilla. Resulta así extraño que este hueso grabado se aislara y quedara luego en el Museo de Huelva. 1 Eduardo Díaz: Avance al estudio de la «Cueva de la Mora» en Jabugo, provincia de Huelva, Actas de la Sociedad

Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria, Madrid, 1923. Memoria XVII, p. 119-126. 2 A. Carbonell y Trillo Figueroa: Los hallazgos prehistóricos de Jabugo (Huelva). Boletín de la Sociedad Española de

Ciencias Naturales de Sevilla (?). Año I. Vol. I, Madrid, 1924. 3 En el Museo Arqueológico Nacional figuran registrados en el expediente núm. 17 del año 1906, que trata de la

donación hecha por don Juan Manuel Romero, de varias piezas halladas por él mismo en la Gruta de la Mora. En el libro núm. 3 de Inventarios, pág. 6-7, se reseñan los siguientes materiales de Jabugo: Núm. 20.300.— Olla pequeña de barro cocido, neolítica, color oscuro y tosca labor, forma casi esférica y provista de asas rudimentarias de las que sólo tres se conservan. Altura: 0,09. Núm. 20.301.— Vasija de barro cocido neolítica, de forma parecida a la de un carrete, tosca labor. Altura: 0,04. Num. 20.303.— Fragmento de vasija de barro cocido, neolítica, lo constituye la parta superior con la embocadura completa y un asa en el diámetro de su circunferencia. Longitud: 0,17. Diámetro: 0,13. Núms. 20.304 a 20.308.— Cinco fragmentos de barro cocido, neolíticos, de tamaños diferentes. Núm. 20.309.— Treinta fragmentos de huesos humanos, algunos muy pequeños y dos de ellos de cráneo, pertenecientes a un cadáver encontrado en un sepulcro descubierto en la Gruta de la Mora. Núm. 20.310.— Hueso grande neolítico, partido en dos pedazos, perteneciente a la pelvis de un animal. Longitud: 0,27. Aún figuran en el Archivo del Museo algunos otros documentos sobre esta donación.

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Se ha pensado también podría proceder este hueso grabado, de aspecto paleolítico, de otra Cueva de la Mora de la región, pero tal suposición es totalmente arbitraria y sin ningún especial fundamento. Es preciso, pues, estudiar este hueso grabado, aislado, conforme lo hallamos nosotros en la vitrina del Museo de Huelva, que entonces era una pobre habitación cedida para tal fin por la Junta de Obras del Puerto de aquella ciudad. De su análisis hemos de obtener el juicio que por sí mismo nos ofrece el objeto para valorarlo como documento arqueológico y eso es lo que vamos a intentar hacer. Se trata de un radio de cáprido o cérvido que se ha quebrado por varios sitios. Algunas de las roturas son evidentemente nuevas, llevadas a cabo después de haber sido encontrado el objeto por [-140→141-] accidente sufrido por falta de cuidado en su conservación. Le falta un fragmento en el centro y está astillado en algunos de sus bordes, en la cabeza y en el extremo. Su pátina y aspecto de antiguo parece seguro, aunque es escasa su fosilización. Mide 180 mm. de longitud máxima y 25 mm. de anchura, en la parte más plana del mismo. El hueso ha sido seccionado a todo lo largo mediante un corte oblicuo en la diáfisis a su plano horizontal mayor, conservando completamente su articulación o cabeza, que en este caso es su epífisis distal. Si se observa con atención vemos cómo su parte inferior nos muestra la acción del instrumento que sirvió para raspar y cortar a todo lo largo este radio de cérvido. Luego fue finamente alisado hasta conseguir una especie de espátula fuerte, plana y con bordes cortantes apropiados para rascar o limpiar superficies. La cabeza del hueso queda «reservada» con todos los bordes de la articulación del hueso para así servir de mango lateral del supuesto instrumento. Este tipo de útil no se ve aparecer exactamente igual en el Paleolítico Superior español ni de la Europa Occidental. Si analizamos bien su forma en relación con el completo inventario de tipos de útiles de hueso que ha llevado a cabo Ignacio Barandiarán 4, veremos que 110 resulta un útil característico del Paleolítico Superior del occidente de Europa, dentro de las culturas del Paleolítico Superior, bien conocidas que desarrollaron una variada industria de hueso. Según la tipología establecida por el citado prehistoriador, este útil sólo cabría relacionarlo con dos de los grupos de tipos de útiles de hueso por él diferenciados: el grupo tipológico V «piezas puntiagudas de base abultada» y el grupo tipológico XI «alisadores» pero la verdad es que no resulta este útil que estudiamos, asimilable a las piezas conocidas, de una manera estricta. En efecto, en el grupo V se distinguen tres tipos: números 15, 16 y 17 5. Estos útiles conservan la cabeza reservada del hueso, pero su sección tiende a lo circular y puntiagudo y son más bien puñales o estiletes y no una espátula aplanada como en nuestro ejemplar. Los útiles del grupo tipológico XI son objetos con filo, pero estos cinceles o alisadores paleolíticos se fabricaban con cuerno de ciervo y no con huesos y su sección es también más robusta, [-141→142-] prácticamente casi semicircular y no aplanada como en este hueso que ahora estudiamos 6. Por otro lado las varillas o espátulas conocidas del Paleolítico Superior franco-cantábrico nunca tienen una base reservada. El aire general del grabado de las figuras que vamos a describir nos parece demasiado anguloso y con corridos y rectificaciones en el cincel como quien ha tenido que repasar el surco, lo cual no es frecuente en los grabados del Paleolítico Superior. En general no se ve con frecuencia rectificaciones del trazado de la línea. Este hueso largo se le ve decorado en todos los lados donde tiene superficies planas para recibir ornamentación. Esta es, por su técnica y por los animales que representa de aspecto paleolítico, lo cual hace que se convierta en un objeto de gran interés (figs. 1 y 2, láms. I a III). En la superficie de la parte superior algo curvada del hueso se ven dos animales grabados contrapuestos. Con la cabeza del hueso puesta a la izquierda del que observa se puede ver claramente el cuerpo de un ciervo con su cabeza vuelta pegada a la paletilla. Se ha señalado muy bien el lomo, tal vez demasiado rígido para seguir una fisura del hueso. Se ha grabado con realismo el corto rabo del animal y el arranque de su nalga trasera (lám. I). 4 Ignacio Barandiarán Maeztu: El Paleomesolitico del Pirineo Occidental. Bases para una sistematización tipológica del

instrumental óseo paleolítico. Zaragoza, 1967, p. 309 y ss. 5 Ignacio Barandiarán: Obr. cit., págs. 300 a 302, lám. 19. 6 Ignacio Barandiarán: Obr. cit., págs. 312 a 314, lám. 39.

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En medio del cuerpo se ven dos signos inclinados un poco contrapuestos, tal vez señalando las ingles de la parte trasera y de la pata delantera que no se han dibujado, y finalmente con más minuciosidad se ha grabado la cabeza vuelta en la que se perciben el arranque de las orejas, trazadas con fino rayado, los ojos y también la boca del animal. Con grabado fuerte y retoques muy finos se ha logrado realizar una figura muy realista. En la parte trasera del anca se aprecia también una raya recta que cruza el anca y el rabo. Aun delante de la cabeza del animal descrito se ven cómo las patas de otro animal cuya parte superior queda interrumpida por un fallo del hueso producido por una antigua rotura. Este saltado del hueso no permite asegurar cómo se enlazaban con otra figura que se ve contrapuesta a la ya descrita (fig. 2, lám. II). Más bien parece vista al revés sean las orejas de la otra figura que ya hemos dicho se ve realizada en la parte contrapuesta del hueso. Allí se [-142→143-]

Fig. 1.— Grabados sobre un radio de cérvido de aspecto paleolítico. Museo de Huelva.

[-143→144-] ve en seguida el trazo fuerte y seguro del lomo, del rabo corto, de la nalga trasera y la

raya que indicaba el arranque de la pata de un ciervo. Además se han realizado varios trazos muy finos corno para indicar el pelo del animal. Este, en realidad, no es fácil de determinar su identificación con seguridad, aunque nos inclinaríamos a ver una figura de ciervo. Toda la parte carnosa del lomo y de las ancas de este animal se ha logrado representándolas con líneas muy finas de trazado paralelo. No se percibe la línea del vientre y, como hemos indicado, tampoco se ve la cabeza de este animal. Esta queda sustituida por un trazado de muchas líneas finas que se ven en la parte delantera y que completan esta figura, en la cual sólo el lomo, las ancas y el corto rabo del supuesto ciervo, se han logrado con trazo seguro y fuerte, mientras la parte delantera ha quedado sin realizar. Incluso no queda seguro si las fuertemente grabadas orejas o cuernos que suponemos de este animal le corresponden realmente. El trazo saltado y perdido del hueso ayuda a que quede incierta la interpretación de los trazos (fig. 1).

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Aun en el otro lado del hueso, cerca de la cabeza del mismo, queda un poco en curva una superficie plana que ha sido aprovechada para grabar con trazo fuerte la figura de un rinoceronte, seguramente un Rhinocerus sinus, a juzgar por sus orejas y su único largo cuerno nasal. No se han grabado las patas del animal, pero sí su gran cabeza, en la que se ve un ojo y la boca, así como varios trazos paralelos irregulares para indicarnos las arrugas de la piel en el cuello. El mismo valor damos a dos líneas curvas e irregulares que se han grabado en el centro del cuerpo para indicar el abombamiento de la piel de este paquidermo. Se ve también bien grabado su rabo adherido a las ancas. En general, su figura se nos ofrece como bastante naturalista y de un realismo grande aunque sea su trazado algo torpe (fig. 1, lám. III). Al dar a conocer este objeto, después de su minuciosa descripción, evidentemente la primera cuestión que nos hemos planteado es la de su autenticidad. Con espíritu crítico hemos procurado llegar a formarnos un juicio claro de si podría tratarse de una falsificación. Hemos visto a través de su descripción y del análisis de los elementos materiales y decoración de la pieza que no hay motivo para rechazar su valoración cultural dentro de cuanto sabemos acerca del utillaje óseo y de las creaciones del arte mueble cuaternario. Hemos recurrido al análisis de la pátina y ésta nos asegura que se trata de una [-144→145-]

Fig. 2.— Representación de los grabados contrapuestos que vemos en la fig. 1.

[-145→146-] pieza antigua y lo mismo la cobertura que hallamos sobre los trazos de los grabados,

es al parecer antigua. Incluso hacia el morro de la cabeza del rinoceronte se aprecia unos débiles restos del ocre, tal vez una simple oxidación o adhesión de sustancia rojiza procedente de óxidos minerales naturales, lo cual también puede verse en las rugosidades de la cabeza del hueso. Todas ellas vistas al microscopio en el laboratorio parecen ser de evidente antigüedad. Ninguna razón se obtiene, pues, de los análisis microscópicos realizados para dudar de la autenticidad de este útil óseo del Paleolítico Superior, cuya tipología hemos analizado y lo mismo ocurre con los grabados figurativos que ofrece como ornamentación.

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También hemos hecho ver la pieza a prestigiosos colegas con los que hemos procurado decidir sobre su autenticidad. De sus opiniones, así como de las comparaciones y paralelos que hemos podido establecer en relación con los motivos y técnica empleada en la decoración de este útil nada hallamos que no sea normal en una pieza de su género. Pero nuestras dudas sobre su autenticidad son también muy justificadas. En efecto, como ya hemos descrito, este útil de hueso nos ofrece en su cara exterior más plana dos figuras contrapuestas de ciervos. Hemos de señalar que conocemos representaciones superpuestas, unas a continuación de otras, seguidas o afrontadas, pero dos animales en los cuales su representación nos ofrezca casi paralelos los dos lomos de ambas figuras de animal representadas, no conocemos otro ejemplo en el arte cuaternario. Por el contrario, la ejecución de los grabados combinando trazos fuertes y finos y el adaptar parte de la figura representada en el área que ofrece el hueso es característica de la buena época del arte cuaternario mueble. La factura del grabado de ambos ciervos recuerda la de otras piezas de época bastante antigua del Magdaleniense de las regiones pirenaica y cantábrica. Sobre todo los más directos paralelos para la cabeza vuelta del animal los vemos repetidos en algunas creaciones artísticas del arte mueble de Francia, tanto de Dordoña como de los Pirineos Occidentales. En ellas se nos ofrece esta manera de representar la cabeza vuelta totalmente pegada al cuerpo. Así lo hallamos en el famoso bisonte esculpido en cuerno de reno de La Madelaine (Dordoña) 7, en el reno [-146→147-] de cabeza vuelta de un bastón de mando de Isturitz 8, siendo tal vez la más conocida y representativa de estas figuras de animal con la cabeza vuelta y «pegada» a la paletilla, la del ciervo de Lorthet (Altos Pirineos) 9, todas del arte Magdaleniense medio y superior. La otra figura de animal representada es la de un rinoceronte con un solo cuerno y bien señaladas sus dos orejas, así como se ha procurado indicar las rugosidades de la piel. Este animal, aunque muy poco frecuente, no deja de estar representado en el arte cuaternario, tanto mueble como rupestre 10. R. Nousier y R. Robert 11, que han reunido todas las figuras de este animal que nos ofrecen los objetos muebles y las cuevas con arte cuaternario, han señalado cuarenta y tres representaciones de rinocerontes, la mayoría de rhinoceros tichorhinus; todas aparecen en Francia, menos una en Marche-les-Dames en Bélgica y dos españolas que son las más meridionales. Una es el rhinoceros tichorhinus de la cueva de Los Casares, en Riba de Saelices (Guadalajara) y otra más dudosa la cita H. Breuil en La Pileta, y es un rinoceronte de un solo cuerno 12. La mayoría de las representaciones de rinocerontes en el arte mueble son del período Magdaleniense, pero las hay del período Auriñaciense ya del estilo I de Leroi-Gourhan, como el bien conocido rinoceronte de un solo cuerno de Rebieres 13. Esta figura del hueso grabado de Huelva es por hoy la única que nos ofrece el arte cuaternario mueble de la Península 14. Todas las representaciones de este animal que conocemos, tanto en el arte rupestre como en el arte mueble, son de muy original factura y no es fácil paralelizarlas unas con otras. Así queda también como muy individual la manera en que vemos trazada esta representación de un rinoceronte de un solo cuerno, rhinoceros sinus, que pudo evidentemente vivir en pleno Würmiense en el sur de España, aunque no [-147→148-] haya sido confirmada aún su presencia por la falta de excavaciones metódicas 15. 7 Graziosi: L'Arte dell'Antica Etè della Pietra. Florencia, 1950, lám. 41a. 8 Graziosi: Obr. cit., lám. 56 b. 9 Graziosi: Obr. cit., lám. 64 b. 10 Leroi-Gourhan: Préhistoire de l'Art Occidental. París, 1965, págs. 753 - 754, sobre 564 temas controlados en el arte

mueble paleolítico, sólo ha podido encontrar seis rinocerontes, la mínima proporción entre todos los animales representados por aquellos artistas. 11 E. Nousier y R. Robert: Le Rhinoceros dans l'art quaternaire, Bulletin de la Soc. Preh. de l'Ariège. Tom. XII. Año 1957, págs. 15 a 52. 12 H. Breuil, H. Obermaier y W. Werner: La Pileta o Benahojan (Málaga), Monaco, 1915, lám. III. 13 Leroi-Gourhan: Préhistoire de l'Art Occidental. París, 1965, pág. 347, fig. 260. 14 Véase la reciente publicación sobre todo el arte mueble paleolítico cantábrico de Ignacio Barandiarán Maeztu: Arte Mueble Paleolítico Cantábrico. Zaragoza, 1973. Véase sobre todo su afirmación en la pág. 267. 15 J. Altuna: Munibe, San Sebastián, 1972. Muy raramente recoge restos de este animal en los hallazgos estratigráficos paleolíticos de la Península.

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Por su estilo ya hemos dicho que es en arte mueble Magdaleniense donde hallamos para este grabado las semejanzas mayores; así el rinoceronte de Gourdan y el de Lourdes aunque ofrecen dos defensas relativamente juntas se le acercan algo. No se parecen los rinocerontes de Limeuil y Le Placard y muchísimo menos las representaciones de este animal rupestre del arte Magdaleniense que se ven en las cuevas de Trois Frères, Camargue, Niaux, Les Combarelles y varios rinocerontes de Rouffignac, todos los cuales pueden verse reunidos en el citado trabajo de R. Nousier y R. Robert. Entre tanto no haya más documentación para esta pieza que ahora publicamos, nos atreveríamos a considerarla, con muchas reservas, como auténtica. Sería grande el valor que realmente tendría si se pudiese asegurar que se trata de un verdadero documento arqueológico auténtico y procedente de la Cueva de la Mora en Jabugo, o al menos de aquella comarca. A falta de datos tampoco creemos merezca ser totalmente despreciada y no deba ser dada a conocer. A nuestro parecer es mejor mantener la incertidumbre y ofrecerla así al lector y a la investigación española. Para valorar esta pieza con más seguridad, se deberían realizar nuevas excavaciones en la Cueva de la Mora en Jabugo, pero las dificultades son casi insuperables, entre otras cosas, por haber sido la cueva depósito de explosivos y por temerse que aún quede allí algún artefacto de gran peligrosidad, según se nos dijo. -------------------

Lám. I.— Ciervo con la cabeza vuelta, grabado en un radio de ciervo. Museo de Huelva.

Lám. II. — Cuerpo de un ciervo grabado en contraposición a la figura de la lám. I. Museo de Huelva.

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Lám. III. — Cabeza y parte del cuerpo de un rinoceronte grabado en un radio de ciervo. Museo de Huelva.

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