Una gran aventura: Paisaje de cuentos Una carretera, un paisaje de cuentos, llanura verde, flores de colores, colinas ideales para rodar, un sol brillante y todos los animales que en un bosque pueden caber, la tranquilidad reinaba, pero de pronto Conejo, saltando de un lugar a otro con gritos desesperados revolucionó el lugar. —Tortuga, ¿dónde está?, venía detrás de mí y la perdí. —¿Y todo este escándalo? — gruñó Doña Lechuza restregándose sus ojos. —Me preocupa la tortuga, es mi responsabilidad —contestó don Conejo, un poco más calmado—. Unas mariposas multicolores me distrajeron y comencé a jugar con ellas —aclaró. —No te preocupes —dijo el Águila descendiendo con un espectacular vuelo desde la montaña—, ella es así, lenta pero segura, llegará; la reunión dará comienzo cuando esté presente. Nadie imaginaba que la señora Tortuga, muy despreocupada, se quedó observando algo para ella desconocido: ese camino sinfín como una larga y oscura piedra aplastada. No entendía qué eran esos enormes animales con ruedas que iban a gran velocidad, uno detrás de otro sobre ella. “Debo llegar a la reunión, ellos deben saber, pero ¿dónde estoy?, ¿qué pasó con el señor Conejo?”

El ruido de esos animales extraños la aturdía y no le permitían concentrarse para ubicar dónde realmente se encontraba. De uno de los enormes animales que se detuvo, bajó un niño de piel morena, cabello castaño y ojos color miel. Todo su ser emanaba pura ternura, y junto con él, su familia que buscaba el lugar adecuado para acampar. Ella observaba con atención toda esa extraña situación, cuando fue descubierta, debajo de esas matas donde se había ocultado. Con cariño la acariciaban mientras ella escondía su cabeza protegiéndose de lo desconocido, al tiempo, las voces no le sonaron agresivas y aceptó, de muy buena gana, la comida que le ofrecían. “Qué experiencia” pensó. Inició una relación con esos seres jamás vistos por ella. “Pero la reunión, debo llegar a la reunión”. Se alejó del lugar y con sus pasos lentos tratando de ubicarse, continuaba por el sendero cuando algo la distrajo nuevamente: La lluvia, eso que a ella siempre la emocionaba. Esta caía y caía hasta formar un hilo de agua, y siguiendo su rastro llegó al mar, embelesada alzó su vista hasta donde este se une con el cielo. “¡La reunión!”, regresó a su mente “Ellos deben saber y ver todo lo que vi y experimenté, pero, ¿dónde estoy?, ¿y el señor Conejo?”, Tortuga, lenta pero no tonta, recorrió sus pasos regresando puntual y toda emocionada, con algo para contar.

Una gran aventura: Paisaje de cuentos II

La esperada noche llegó, el cielo con su luna iluminaba el lugar cual farol en un poste, los árboles habían sido decorados con candiles de diferentes colores.

La familia que viajaba en ese animal gigante y encontró el lugar perfecto para acampar, preparó todo con los ornamentos necesarios para festejar el cumpleaños de Julián, ese niño que emanaba ternura pura. Los sonidos que acompañaban a la noche eran mágicos, aleteos, graznidos, aullidos, arrullos, zumbidos y muchos otros más; todo esto a Julián lo emocionaba sobremanera, amaba a los animales. Había pedido este viaje desde hace mucho pero por falta de tiempo de sus padres no se le podía concretar. El trabajo les quitaba, a veces, pasar más tiempo en familia, pero eran de gran calidad los momentos compartidos. Sus padres eran muy cariñosos, lo acompañaban y guiaban en todas las decisiones propias de su edad, ocho años. Era un niño con mucha personalidad y demandante, sabía cómo conquistar a sus padres y a todo ser que se le acercara pues su simpatía e inteligencia atrapaban, aunque esto también no le favorecía, pues sus amigos celaban esa diferencia que de él salía. En fin, la fiesta estaba lista, sus hermanos Ricky y María pusieron la música y todos comenzaron a bailar. … A lo lejos, en la reunión pactada, algo distrajo a los presentes, ese sonido, jamás oído, llamó la atención de todos. La reunión se trataba justamente de seguir insistiendo de no salir de la línea acordada por los ancestros. Todos preguntaban, al igual que siempre, el porqué, pero Lechuza, líder del grupo no quería explicarles por temor a que la curiosidad los llevara a pasar la línea que Tortuga ya había atravesado. Esta, muy calladita se encontraba, y aun queriendo expresar su experiencia, prefirió mantenerse en silencio. Pero ese sonido seguía llamando la atención de manera insistente y determinaron ir en busca de «eso», a pesar de las advertencias de su líder.