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Una literatura como lugar de reunión. La obra de María Teresa Andruetto para niños y jóvenes POR PILAR MUÑOZ LASCANO
Resumen: Este artículo recorre y analiza la obra de la escritora, poeta y ensayista María Teresa Andruetto, quien escribe para niños, jóvenes y adultos traspasando géneros, etiquetas y temas de moda.
Palabras clave: literatura argentina, literatura para niños y jóvenes, María Teresa Andruetto, Premio Hans Christian Andersen.
Abstract: This article goes through and analyzes the work of the writer, poet and essayists María Teresa Andruetto. She writes for children, adolescents and adults almost every genre, sometimes even transgressing them.
Keywords: Children’s Literature, María Teresa Andruetto, Hans Christian Andersen Award.
Catalejos. Revista sobre lectura, formación de lectores y literatura para niños. Vol. 1; Nº. 2, junio de 2016. ISSN: en trámite. (pp. 116-129)
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Una literatura como lugar de reunión La obra de María Teresa Andruetto para niños y jóvenes Pilar Muñoz Lascano1 Introducción María Teresa Andruetto (1954) es una poeta y escritora argentina que ha creado una obra extremadamente interesante. Sus libros poseen excelente calidad literaria y demuestran interés por temas comprometidos. Andruetto desarrolla una poética singular. Su obra recorre casi todos los géneros e, incluso, a veces los transgrede. Escribe, con la misma dedicación y cuidado, para niños, adolescentes y adultos. Se resiste a las etiquetas (el título que reúne sus ensayos sobre la escritura y la Literatura infantil y juvenil, Hacia una literatura sin adjetivos, es más que elocuente) y a la edición compulsiva (su obra no es demasiado prolífica pero cada libro le ha demandado años). Se resiste también a escribir sobre las temáticas de moda o según lo que demandan la pedagogía o el mercado. En su concepción la escritura es un viaje, ante todo hacia nosotros mismos, por eso sus historias hablan sobre mundos interiores, 1
Profesora y licenciada en Letras (UBA). Tiene un blog sobre literatura infantil y juvenil, Cubos de mi torre, donde comparte reflexiones, reseñas y novedades. Actualmente integra la comisión directiva de ALIJA (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina). Correo electrónico:
[email protected]
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migraciones, identidad individual y colectiva, amor, solidaridad; y también se refieren al mundo femenino, la pobreza, los asuntos políticos y las diferencias sociales. Para ella, la escritura, una escritura siempre en diálogo con la tradición y la cultura, es una constante exploración de la lengua y de las formas, un modo de “ser siempre el caminante, el que todavía no ha llegado a destino, el pasajero en tránsito, el que atraviesa la reserva, el buscador de oro, para que la escritura acaso alguna vez sea” (2009, p. 24). Para que la escritura sea arte a través del arte de escribir, puesto que “el arte es un método de conocimiento, una forma de penetrar en el mundo y encontrar el sitio que nos corresponde en él” (2009, pp. 22-23).
Un camino sembrado de palabras Nació en Arroyo Cabral, en la provincia de Córdoba. Es hija de un partisano piamontés que llegó a la Argentina en 1948 y de una descendiente de piamonteses que aprendió a hablar español a los seis años, en la escuela. De modo que no es casual que en el centro de su escritura estén los viajes, las migraciones, los misterios de la lengua, el lenguaje. Uno de los primeros acercamientos de Andruetto a las palabras ocurrió cuando, siendo aún una niña que apenas sabía decir su nombre, la enviaron a hacer una compra con un papelito en la mano; como tenía miedo de perderse caminó, en la creencia infantil de que uno está donde están sus zapatos, mirándose los pies, y tan concentrada estaba en esa tarea que se extravió; al encontrarla el cartero la cargó en el canasto de su bicicleta y así fue como regresó a su casa entre cartas, mensajes y palabras. Pocos años después, descubrió la magia de contar: en la escuela, en el recreo largo, se sentaba en un banco y contaba a sus compañeras algo que había leído el día anterior, pero agregaba detalles o suspenso, o terminaba porque era el momento de regresar al aula; sentía vergüenza por ocultar que eran episodios robados a los libros “pero lo mismo contaba, como un vicio cuya marcha no podemos detener, yo contaba” (2009, p. 63). Este oficio de narrar y el valor que tiene para los seres humanos contar y escuchar una historia están presentes en su obra. “Había una vez” (2012) y “Ahora que
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han florecido los cerezos” (Miniaturas, 2011) son relatos que incluyen relatos, se hace explícita la voz que trenza palabras y despliega la urdimbre. La novela Stefano (1997) alterna el narrador omnisciente con la voz del protagonista, quien cuenta su vida. En Veladuras (2005), la protagonista, con su pensamiento confundido, narra su historia. En los años setenta, Andruetto estudió Letras en la Universidad Nacional de Córdoba. Después de una breve estancia en la Patagonia y de años de exilio interno, al finalizar la dictadura militar y regresar el país a la democracia, fue cofundadora de CEDILIJ (Centro de Difusión e Investigación de la Literatura Infantil y Juvenil, un centro especializado en lectura y literatura para niños y jóvenes), secretaria editorial de la revista Piedra Libre y miembro del cuerpo asesor de PROPALE (Programa de Promoción y Animación a la Lectura y a la Escritura de la Universidad de Córdoba). Formó parte de planes de lectura nacionales y provinciales e integró equipos de capacitación a docentes. Desarrolló, además, talleres de escritura creativa en los que acompañó los procesos de escritura de niños y jóvenes en riesgo social. En 1992, su novela Tama, destinada al público adulto, obtuvo el premio municipal Luis de Tejeda. A partir de entonces comenzó a publicar la escritura que tenía acumulada, en 1993 vieron la luz dos libros destinados a niños y jóvenes: El anillo encantado, un libro que reúne relatos con reminiscencias orientales, y Misterio en la Patagonia, que contenía cinco historias de suspenso y miedo, algunas recreadas a partir de leyendas y cuentos populares.
La escritura como migración El libro álbum La durmiente (2010) alude a una joven que durmió cien años, “Hasta que el pueblo hizo sonar trompetas. / Y tambores. / Y arcabuces. / Y cañones. /Entonces la princesa despertó, pero no ya por el beso de un príncipe… sino por una revolución” (pp. 30, 35 y 36). En este sentido, Andruetto es rupturista respecto de la tradición de cuentos infantiles porque aborda como temática, además de los asuntos políticos, la lucha de clase y la exclusión social. Este último tema lo autora lo retoma en El país de Juan (2003), una novela corta, pero profunda y emotiva, donde se produce un viaje de ida y otro de regreso (una migración del campo a la ciudad -y su periferia- y el retorno Catalejos. Revista sobre lectura, formación de lectores y literatura para niños. Vol. 1; Nº. 2, junio de 2016. ISSN: en trámite. (pp. 116-129)
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a la zona rural); en este relato sus protagonistas se encuentran en la búsqueda del camino propio y deciden seguir andando juntos. La migración de una región a otra del país también aparece en la novela Veladuras, en la que la protagonista regresa a la región de sus ancestros en el noroeste argentino. En Hacia una literatura sin adjetivos Andruetto señala: “escritura entonces como movimiento, como camino para quien escribe y para quien lee. Camino, migración de un sitio a otro” (2009, p. 20). En otra de las conferencias incluidas en este libro, la autora confiesa: “me interesa la vida como viaje (…) la literatura de viaje y otra idea que suele estarle añadida: la de ir lejos a buscar lo que acaso esté cerca…” (p. 70). La inmigración y la literatura de viaje es el tema central de Stefano, una novela que, si bien no relata la vida del padre de la autora, contiene anécdotas y rasgos familiares personificados en un joven que sube a un barco en Italia como niño y desciende en Argentina como hombre, y como tal deberá andar mucho aún para llegar a su destino. En esta conmovedora novela, además, migrar despliega su polisemia porque “volverse adulto es también haber migrado” (p. 20). Por su parte, El árbol de lilas hace referencia a búsquedas y esperas, y a ese otro tipo de viaje que menciona su autora, puesto que la protagonista va a buscar al otro lado del mundo ese amor que estaba debajo del árbol de lilas en la plaza más próxima. En todos estos libros, además del viaje, se abordan los mundos interiores y la construcción de la identidad individual y social, y lo mismo sucede en la novela La niña, el corazón y la casa (2011). Aquí el viaje está presente en el camino constante que realiza la protagonista entre la casa en la que vive con el padre -y la abuela- y la casa en la que vive la madre. En este ir y venir de un sitio al otro esta niña va conformando su mundo interior, esa casa a la que alude el título. Pero aquí, además, detrás del relato del mundo cotidiano, se cuenta la historia de una niña que desea saber qué hace de su hermano un ser diferente y especial. Tanto en esta novela como en Veladuras, ambas publicadas en colecciones de literatura para jóvenes, Andruetto aborda los considerados “temas difíciles”: los diferentes, la locura. En estas novelas se cuela una vez más la historia personal y su infancia: María Teresa se crio en Oliva, un pueblo en el centro de la Córdoba cerealera, que poseía un asilo de locos; pero sin olvidar que la escritura se hace de lo que no está:
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…el que migra, y toda escritura es migración, va hacia un habla que jamás le será dada. De esa pérdida se forma el escribir. Falta y no otra cosa es lo que tenemos al comienzo de cada proyecto. Se escribe porque no se sabe, no se comprende. Se escribe para confirmar una y otra vez que no se sabe, que no se comprende” (2009, p. 21). Por otra parte, en estos libros, así como también en los relatos de El anillo encantado y en Había una vez, la autora manifiesta su interés por el universo femenino, por las mujeres que buscan y esperan, que escuchan y cuentan, por aquellas que en su rol de madres, de esposas, de hijas, de hermanas añoran y luchan; y a veces vencen y otras son vencidas.
La escritura como diálogo Los libros de Andruetto son como puentes tendidos a la literatura, la sociedad, la historia, el arte. Como señala la autora en una entrevista, nunca vio a la literatura como hongos solos nacidos en el campo sino como parte de un sistema. Por un lado, su obra está en diálogo con la tradición. Esto es posible de observar a través de tres recursos: 1. La reelaboración de relatos de la tradición oriental, como sucede con “Huellas en la arena” (Huellas en la arena, 1997); de cuentos populares italianos, como es el caso de “Zapatero pequeñito” (Benjamino, 2003); de leyendas y relatos populares contados al calor del fogón, como los incluidos en La mujer vampiro (2001); de historias Zen, relatos bíblicos, cuentos sufíes y jasídicos, y parábolas, como “Enós y los aprendices” (Miniaturas, 2011). 2. La recreación de los tipos de relatos mencionados. Son historias escritas “a la manera de”, como sucede con las incluidas en El anillo encantado, relatos que recuerdan los contados por Scheherazade. O bien se trata de versiones libres, como la reconstrucción de la leyenda piamontesa “El dragón que vino del norte” (Huellas en la arena, 1997). 3. La construcción de textos con ecos de este modo de narrar, como sucede en El árbol de lilas (2008) y Solgo (2004/2011).
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Por medio de este diálogo con la tradición, las versiones, recreaciones y relatos con reminiscencias admiten ser leídos en capas, desde el nivel más sencillo y literal hasta el más complejo y filosófico. Esto hace que la literatura de Andruetto sea legible y profunda a la vez. Por otra parte, su obra está en diálogo con otros escritores puesto que son los epígrafes los que dan origen a muchos de sus textos. En El incendio (2008), a partir del fragmento de un relato del filósofo danés Sören Kierkegaard se despliega una verdadera puesta en escena, ya que el poema narrativo cuenta el incendio de un teatro a través del juego entre la inversión y la yuxtaposición, entre lo dicho y lo sugerido. Así, nuevamente, estamos ante una literatura con veladuras, porque si bien, por un lado, podemos leer la historia de unas señoras petulantes que aplauden al payaso que anuncia el incendio, al mismo tiempo esta lectura en diálogo con el epígrafe nos remite a una idea existencialista: ¿están estos seres humanos festejando, sin saberlo, su propio final? Trenes (2010) lleva por epígrafe unas palabras del padre de la greguería, Ramón Gómez de la Serna; son semillas del poema que marcha sobre rieles y crece, como el amor, página a página. El caballo de Chuang Tzu (2012) surge de unas palabras delineadas por Ítalo Calvino en Lezione Americane; a partir de las palabras del escritor italiano, la escritora argentina traza la historia de Chuang Tzu, el mejor dibujante, quien necesitó prepararse diez años y luego “en un instante, con un solo gesto, dibujó un caballo”, como deseaba el emperador, “el caballo más hermoso que jamás se había visto” (2012). La durmiente (2010) nace en una cuna de oro con ribetes de plata, pero es concebida a partir de las palabras de José Antonio Martín. En este caso, además del diálogo con los versos iniciales, también hay un puente tendido al cuento maravilloso, evocado desde el título y también porque repite sus estrategias discursivas: fórmulas, enumeraciones, acumulaciones, paralelismos; el texto poético reproduce marcas de la oralidad como si fuera un juglar el que lo canta. Asimismo, los textos de Andruetto están en diálogo con las imágenes. Trenes es un libro álbum en el que las ilustraciones de Istvansch muestran que todo lo que rodea a Juan es amarillo, como el tren en el que va, y lo que está alrededor de María, quien
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se desplaza en un tren azul, es del color del cielo. Y cuando el texto cuenta que Juan y María se miran a los ojos, el verde surge en la página y tiñe las imágenes junto con algunos detalles rojos, símbolo del amor al que aluden las palabras. También se produce una interdependencia con las imágenes de Istvansch en Fefa es así (2005), un libro álbum para lectores que están dando los primeros pasos en la lectura. También está en diálogo con imágenes de Istvansch La durmiente. Aquí, el ilustrador nos muestra el mundo femenino a través de su iconografía en la pintura, en artículos de revistas femeninas, en fotos de revistas de decoración para culminar con imágenes de mujeres activas – ¿y activistas?–. De modo que en este libro álbum la ilustración reproduce el texto pero, al mismo tiempo, crea otra historia paralela. Así, el diálogo entre ambos códigos hace que la historia sea la misma y sea otra al mismo tiempo. En Campeón (2009) el relato cuenta cómo corre la noticia de que “¡El Negro salió campeón!”, plegándose al ritmo cotidiano de “un pueblo como tantos, partido en dos por el ferrocarril y la ruta nacional” y reproduciendo la lengua oral y coloquial de cualquier corrillo; y es la imagen final de Nicolás Arispe la que le permite descubrir al lector quién es el Negro. En Solgo (2011), el texto entra en diálogo con las deslumbrantes imágenes de Cynthia Orensztajn que llevan la historia a nuevas e infinitas lecturas. Agua/cero (2007) reúne poemas en torno a la lluvia, el modo en que se enlazan las palabras, los sonidos y las letras con las imágenes de Guillermo Daghero generan un libro álbum y es, una vez más, la alianza de códigos la que invita a observar e interpretar. Y si se trata de diálogos, Stefano es la novela por excelencia. Por un lado, está formada a través de un diálogo textual puesto que la historia se construye a partir del ensamble entre discursos: un narrador en tercera persona que cuenta la historia de Stefano desde que parte de Italia dejando atrás su tierra y a su madre, y un discurso en primera persona en el que el propio protagonista le cuenta a una mujer su historia de vida a partir de los recuerdos y la memoria afectiva. De modo que se trata de dos discursos en diálogo, pero a su vez uno reproduce un diálogo en el que narratario –a quien se dirige la narración de Stefano– aunque no habla, está presente.
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Por otra parte, al ser la migración el tema central de la novela, se produce un constante diálogo entre dos mundos. Diálogo con la otra tierra (América) y la otra cultura. Diálogo con la otra lengua, incluso por partida doble ya que puede deducirse que Stefano (cuya lengua es el italiano) aprende en su camino el español, pero a su vez, la novela está en español y en varios pasajes incorpora canciones en italiano; esta es, además, la lengua elegida para los epígrafes. También hay un diálogo con el otro sexo. Las mujeres desfilan por la vida de Stefano, desde la madre, cuyas palabras dan inicio a la novela, hasta su mujer Ema, quien pronuncia la última frase del relato revelando quién es el narratario de la historia. En medio de estos extremos, a lo largo de la otra migración de Stefano, la que lo lleva de la infancia a la adultez, el protagonista se vincula con varias y diversas mujeres que colaboran en la construcción de su identidad. Asimismo, en su camino, el joven Stefano dialoga con la otra edad, un casi niño que debe negociar con la etapa adulta hasta llegar e instalarse en ella definitivamente, como sucede hacia el final del relato cuando el lector descubre que ya tiene veinte años y está esperando un hijo. Al mismo tiempo, toda la novela plantea un diálogo con la vida a través del cual el protagonista busca su propia identidad.
La escritura como arte ¿Qué es para Andruetto la escritura? En “El ojo en la escena” señala: “soy una obsesiva de la forma, y también obsesiva en buscar/probar formas para diferentes proyectos de escritura, bajo una idea madre de escritura como exploración” (2009, p. 73). Sin duda, para ella la escritura es ante todo búsqueda y experimentación. Así lo demuestran, por ejemplo, sus cuentos que parecen poemas. La característica más visible, por ser gráfica, es la disposición espacial de los enunciados. Algunas oraciones se ubican como si fueran versos y se intercalan entre otras más convencionales en la prosa reforzando el ritmo y jugando con el espacio en blanco, como sucede en “Los nueve mirlos” (1993): Y el deseo se hizo grande. Más grande que el reino.
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Más grande que sus riquezas. Más grande que el amor de su padre. Lo siguió un amanecer, antes de que el sol desnudara las laderas, cuando hombres y animales dormían. (p. 17) Por otra parte, sus relatos parecen un abanico de recursos retóricos, entre los que predominan la metáfora y la repetición en sus diversas formas (anáfora, paralelismo, anadiplosis). Incluso, algunos relatos están organizados a partir de estructuras acumulativas semejantes a las retahílas puesto que los pasajes se enlazan a través de una acumulación encadenada por la repetición de palabras en posiciones semejantes, como ocurre en “El remedio” (1997): Érase un hombre triste que fue a ver a un galeno para que le curase la tristeza. El galeno lo revisó de los pies a la cabeza y como nada encontró, lo envió a ver a un naturista. Érase una vez un hombre triste que fue a ver a un naturista para que le curase la tristeza. El naturista lo revisó de pies a cabeza y como nada encontró, lo envió a ver a un adivino (p. 43). Asimismo, se asemeja a la retahíla el relato que avanza a partir de la reelaboración del párrafo anterior, al tiempo que añade información nueva, tal como sucede en “De luz y de sombra” (1993): Había una vez una ciudad. Una ciudad antigua y luminosa, poblada de torres y campanarios. En aquella ciudad antigua y luminosa poblada de torres y campanarios, había una plaza. Una plaza verde salpicada de heliotropos y jazmines. En la plaza verde salpicada de heliotropos y jazmines de aquella ciudad antigua poblada de torres y campanarios, había un banco traspasado de sol (p. 37). Esta constante experimentación con las formas y con el lenguaje desdibuja por completo la pertenencia a un género, se enfatiza lo transgenérico, lo que va más allá de toda división canónica para dejar en escena solo un modo de contar ¿o de cantar? Puesto que el relato se vuelve canto, cadencia, ritmo. Al referirse a su novela El país de Juan, la autora señala: “me dediqué a buscar un ritmo (me interesa mucho el ritmo, esa herencia que la prosa recibió de la poesía) y una arquitectura llena de simetrías. Así fue como nació…” (2009, p. 73). Es a través del
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ritmo, las repeticiones y las simetrías que Andruetto elige transitar las duras calles de la realidad, al contar una historia sobre el empobrecimiento como si fuera un cuento maravilloso, porque “El país de Juan recorre todos los lugares comunes de los cuentos, porque lo arquetípico es eso, una revalorización del lugar común, convertido en hito, en punto fijo” (p. 73). Andruetto hilvana las palabras y teje hilos propios para desplegar una trama de marcas genuinas en la que la historia surge entre lo dicho y lo sugerido, entre lo que la palabra dice y oculta, como ella misma señala: …se escribe contra la lengua, contra lo lingüísticamente correcto, contra lo políticamente correcto, se escribe contra todo y sobre todo contra nosotros mismos, violentando el lenguaje y violentándonos, buscando la salida de eso que somos en las rajas que se producen entre una palabra y otra, buscando aquello que entre una frase y otra, en esa grieta que no es silencio ni voz, aparece (2009, p. 22). En esta constante exploración en las complejidades de la lengua hay, además, una búsqueda lingüística que focaliza y revaloriza los matices de acuerdo a las regiones, como queda demostrado en Veladuras, novela en la que la protagonista narra confusamente su dolor a través de las palabras que conoce: las del noroeste argentino. La incursión de la autora hace que sus relatos contengan un lenguaje que es de todos y a la vez es único, y esto conlleva que su literatura sea universal y local al mismo tiempo. La escritura de Andruetto se caracteriza por una experimentación consciente y de una búsqueda profunda que ahonda en el lenguaje, despejando y desmalezando, para encontrar la palabra justa: verdadero trabajo de orfebrería que hace el poeta. Como ella misma recuerda “Un escritor es un buscador cuyo placer más puro es encontrar entre miles de palabras, las palabras.” (2009, p. 21).
Conclusión Los libros de María Teresa Andruetto caminan hacia un lector capaz de exigir y de asumir un rol activo de ensamble y cooperación; un lector que está presente en la proyección de la autora, pero no como un sujeto individual de determinado lugar o edad, sino como una búsqueda más, como ella misma señala: “pretendo construir una
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obra, pretendo conmover a un lector, espero que un poema o un cuento que escribo en soledad, profundamente inmersa en mí, habite en la memoria de un lector cuando yo ya no esté” (2009, p. 141). La obra de Andruetto se resiste a los encasillamientos y responde a sus propias reglas: exploración en las formas, constante búsqueda en los matices de la lengua, hondura filosófica y poética en el tratamiento de las temáticas. Es por eso que su labor se nos presenta como una literatura sensible y transgenérica. La poética de Andruetto es muy personal, se puede analizar y pensar pero hay algo en ella que es inasible. Solo es posible entrar en su esencia al leer sus textos, al detenerse en las imágenes, claro que no solo las ilustradas sino las armadas a través de la palabra, eso que esta poeta logra con maestría.
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