Una visión no estatolátrica

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EL CONFLICTO ÁRABE-ISRAELÍ Una visión no estatolátrica Prólogo de ALBERTO ARCE

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© José F. Durán Velasco 2009 © del Prólogo: Alberto Arce © de la fotografía de portada: Amir Farshad Ebrahimi Primera edición: agosto de 2009 © de esta edición: Bósforo Libros, S. L. C/ Cocuy, 2 Esc. Ctro. 1º B 28033 Madrid www.bosforolibros.com [email protected] Maquetación y diseño de cubierta: Ángel Benito www.grupomatriz.iespana.es Impreso en Book Print Digital, S. A. (Botànica, 173-176 – 08908 L’Hospitalet de Llobregat) ISBN: 978-84-936189-4-0 Depósito Legal: B-35331-2009 Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo por escrito del editor.

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A la memoria de Alejandra García Aguado, que fundó y presidió la Plataforma por Palestina de Sevilla. A todos los palestinos e iraquíes que rechazan el sionismo y la ocupación de Iraq. A todos los judíos antisionistas de Israel y de fuera de Israel.

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Los políticos

 Los políticos son estériles. Sólo engendran hernias y prostatitis. «Los achaques que he tenido», dice uno, «hacen de mí un candidato a la Casa Blanca». «Mi calva», dice otro, «demanda una corona». «Me haré estirar la piel de la cara», dice el tercero, «para que la joven generación vea en mí a su líder».   Lo que necesita la joven generación es un tractor o, quizás, una escoba.   En consecuencia, escupamos al rostro de los viejos políticos. Reza Baraheni*1

* Reza Baraheni es un escritor iraní, nacido en 1935 en Tabriz. Pertenece a la minoría turca azerí (la etnia más numerosa de Irán después de los persas). En su obra más famosa, Los caníbales coronados (traducida al español como Persia sin máscara) incluye diversos ensayos («Historia masculina», «Memorias de prisión», etc.) y un poemario titulado «Máscaras y palabras», del que forma parte el poema «Los políticos». Los caníbales coronados es una durísima requisitoria contra la monarquía, el patriarcado, el chovinismo persa (opresor de las otras lenguas, como el turco azerí, idioma materno de Baraheni), el imperialismo occidental y el «orientalismo» (en sus dos variantes: estalinista y colonialista capitalista). En 1973 fue detenido, interrogado y torturado por la Savak (la gestapo del shah). En 1981 fue detenido bajo el régimen de Jomeini y al salir de la cárcel en 1982 se le prohibió volver a la enseñanza en la universidad. En la actualidad reside en Canadá y da clases de literatura comparada en la Universidad de Toronto. Ha escrito más de cincuenta libros en persa o inglés, que han sido traducidos a varios idiomas. También ha sido traductor al persa de Shakespeare, Fanon y otros autores.

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Índice

Prólogo ........................................................................................ 11 Introducción. ................................................................................ 19 Capítulo primero: El estado.......................................................... 25 Estado y estatolatría: razón de estado e intereses de clase............. El estado: dirigentes y dirigidos..................................................... Las ideologías justificadoras del orden establecido....................... Oriente Medio antes del estado-nación: estados imperiales confesionales y minorías confesionales autónomas.................

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Capítulo segundo: E  l estado en el mundo moderno: nacionalismo y estado-nación...................... 55 El nacionalismo y el estado-nación................................................ La actitud del nacionalismo y del estado-nación hacia «los elementos extraños» y «las minorías nacionales»............ Nacionalismo aconfesional y nacionalismo confesional: nacionalismo laico y nacional-confesionalismo....................... Cómo el nacionalismo convierte un determinado factor en eje de la identidad, es decir, en eje de la nacionalidad................... Victimismo nacionalista y rechazo de la lucha de clases...............

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Capítulo tercero: Los judíos y el sionismo................................. 73 Judaidad y judaísmo....................................................................... 73 ¿Han sido los judíos un pueblo-clase?........................................... 80 Las etnias judías............................................................................. 91 Del judaísmo al sionismo............................................................... 98 Sionismo y antisemitismo.............................................................. 106 El sionismo como nacionalismo ashkenazi: judío como ashkenazi, los judíos no ashkenazis como «judíos exóticos» marginales................................................................................. 111 Los judíos y «la tierra de Israel».................................................... 114 El sionismo lingüístico: hebreo versus «lenguas diaspóricas»...... 121 El falso socialismo sionista............................................................ 126 Sionismo y nacional-confesionalismo judío.................................. 130 El sionismo utópico: la fraternidad entre Israel y su «pariente pobre» Ismael........................................................................... 133 El sionismo real: la entidad sionista como colonialismo antiárabe.................................................................................... 137 Actitud del sionismo respecto a los judíos..................................... 142 Actitud del sionismo hacia los palestinos y los otros árabes no judíos................................................................................... 145 Actitud del sionismo hacia los judíos del mundo árabe................. 149 Ciudadanía, religión y nacionalidad étnica en el estado de Israel..................................................................................... 166 Apartheid y asimilación forzosa en aras del nacionalismo de los opresores... y de los oprimidos....................................... 170 El Holocausto y el sionismo: lo peor es el mejor aliado de lo malo................................................................................. 172 La «democracia» israelí y las dictaduras de los países árabes....... 182 «El sionista bueno» al estilo de Amós Oz...................................... 192 Judíos antisionistas: desde Neturé Qartá hasta Anarquistas contra el Muro.......................................................................... 201 Liberar al pueblo israelí del sionismo............................................ 204 Capítulo cuarto: Los árabes y el nacionalismo árabe............... 215 Las metamorfosis de la identidad árabe......................................... 215

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Las minorías en el mundo árabe: las minorías árabes no musulmanas, las minorías musulmanas no árabes, las minorías que no son ni árabes ni musulmanas y las minorías árabes musulmanas no sunníes................................................................................. 220 Los judíos del mundo árabe: diferencias entre el Mashriq y el Mágreb............................................................................... 229 Religión, endogamia, confesionalismo y nacional-confesionalismo...................................................... 236 Nacionalismo árabe laicista y nacionalismo árabe nacionalconfesionalista islámico (o sunní)............................................ 239 Los acuerdos de Sykes-Picot: la taifización del Creciente Fértil... 242 Las ideologías del mundo árabe: nacionalismos (árabe y «locales»), socialismo e islamismo....................................... 244 Nacionalismo árabe y nacionalismos locales................................. 251 El sionismo como alentador del nacional-islamismo árabe y de los enfrentamientos internos árabes.................................. 258 Cómo la judeofobia del chovinismo árabe y del fanatismo islámico ha servido y sirve a la causa sionista.......................... 263 Declive y ruina del nacionalismo árabe: de la derrota de Náser en 1967 a manos del estado de Israel a la destrucción de Iraq a manos de Bush....................................................................... 276 La sombría situación actual del mundo árabe................................ 282 Capítulo quinto: L  os palestinos: consecuencia del colonialismo sionista y resistencia a la colonización de las víctimas primarias del sionismo.......... 287 Los acuerdos de Sykes-Picot y la declaración de Balfour hacen surgir al pueblo palestino en lo que hasta entonces había sido parte del sur de Siria................................................ 287 Pueblo palestino versus estado sionista......................................... 294 La resistencia palestina: derecha e izquierda palestinas................ 297 ¿Se puede hablar de una «revolución palestina»?.......................... 308 Las ideologías vertebradoras de la resistencia de los oprimidos: nacionalismo árabe, nacionalismo palestino, socialismo e islamismo............................................................................... 317

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La fragmentación del pueblo palestino: «árabes israelíes», cisjordanos, habitantes del gueto de la Franja de Gaza y palestinos que viven fuera de Palestina................................. 325 La explosión demográfica palestina............................................... 330 El mito del «estado palestino»: del maximalismo demagógico de los comienzos de la OLP a la aceptación de la «bantustanización» por la burguesía compradora palestina.................................................................................... 335 La imposibilidad del proyecto sionista, la imposibilidad de los sueños del nacionalismo árabe y la imposibilidad del proyecto nacionalista palestino........................................... 346 La vía no nacionalista como única alternativa al callejón sin salida................................................................................... 362 Bibliografía................................................................................... 367 Colofón: Al Campo de la Paz israelí, sin el debido respeto......... 373

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Prólogo

Nunca me interesé especialmente por Palestina mientras estudiaba Ciencias Políticas y cuando miro atrás, con impotencia ante el presente, tratando de entender cómo ha sido posible deshumanizar a un pueblo para llegar a aceptar su colonización y asedio medievales con la indiferencia con la que se aceptan, veo con claridad que el mismo error de apreciación que yo cometía hasta que realmente «supe lo que estaba pasando» continúa cometiéndose hoy en día y se encuentra en la base del problema que los palestinos aún no han sido capaces de afrontar con éxito. La narrativa dominante sobre Palestina ha generado, a través de los medios de comunicación de masas y los mensajes de nuestros políticos, un «buenismo» pacifista del diálogo y la convivencia, que funciona como cortina de humo sobre el lento proceso de limpieza étnica con características genocidas que está terminando con la existencia de los palestinos. El Estado de Israel desarrolla su plan de colonización, desplazamiento y encarcelamiento del pueblo palestino mientras los «honrados ciudadanos de occidente» miran hacia otro lado y pretenden que no «saben lo que está pasando», tal y como los alemanes que vivían junto a los campos de exterminio repetían y repiten una y otra vez. Y también mientras muchos de los ciudadanos de ese mismo Estado de Israel, que saben perfectamente lo que está pasando, callan y justifican, no sólo con su silencio, sino con sus votos, cada vez más radicales, la continuidad de la limpieza étnica de los palestinos.

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La responsabilidad por dicho comportamiento no se encuentra sólo en la actitud abiertamente colaboradora del conjunto de la población israelí (salvando cada vez menos excepciones) o la contemporización de la comunidad internacional, aplicando el doble rasero y la vergüenza de las decisiones políticas que continuamente normalizan al Estado de Israel como uno más entre las «naciones civilizadas». Se fundamenta también el modo de narrarlo desde la academia y el periodismo, asemejándose cada vez más muchos de los cursos y textos al respecto a actitudes como la de Winston Churchill, cuando dijo sobre Neville Chamberlain que era «un hombre animado por la esperanza de pasar a la historia como fundador de la paz», cuando en realidad se trataba del impotente ministro de Asuntos Exteriores que le dio a Hitler el tiempo que necesitaba para preparar su política de ocupación y exterminio. Recuerdo de aquella época de estudiante en la que no me interesaba Palestina (1993-1998) una lamentable jaculatoria en bucle –que se repite lastimeramente aún hoy en día con menos vigor y credibilidad que el «ave maría purísima, sin pecado concebida» de los rosarios de mi abuela–: «La paz es posible, es necesario apostar por el diálogo y el proceso de paz». Quince años después, mientras la situación empeora sin límites, la mayoría de nuestros políticos, académicos, periodistas y diplomáticos siguen repitiendo y quizás hasta creyéndose la misma estupidez. Entonces y ahora, siempre según ellos, no sólo la paz es posible y se encuentra amenazada sólo por los radicales de ambos bandos, sino que el conflicto es complejo, cada vez más repleto de mapas con líneas de muchos colores, zonas de autonomía limitada, control limitado y control exclusivo, nombres de conferencias de paz y calendarios de aplicación de los acuerdos, guerras y, ante todo, la necesidad original y fuera de cuestionamiento de garantizar la seguridad de un pueblo perseguido en la historia. Si a eso se le suma que cuando, ya hace quince años, oía hablar de sionismo mascullaba en silencio, con rechazo: «Ya están estos radicales otra vez utilizando terminología pasada de moda», puede entenderse el motivo por el cual el conflicto palestino-israelí no calaba entre las preocupaciones ni el interés de aquel estudiante, hastiado de la misma imagen, la misma noticia, y la misma frase de su padre

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diciendo ante el telediario «esos se matarán toda la vida, eso no tiene arreglo». Como siguen pensando la mayoría de nuestros contemporáneos. Libros como el que aquí se presenta permiten que eso no suceda más a partir de un enfoque omitido durante muchos años y que se encuentra en la base de una comprensión real de lo que allí sucede. Ojalá hubiera caído en mis manos cuando adolescente. Palestina ha sido narrada como un conflicto. Un conflicto eterno, de base religiosa, trufado de fundamentalismo y, ante todo, un conflicto en el que las víctimas por antonomasia de la historia europea luchaban por su supervivencia en un entorno hostil que busca su destrucción. Sí, empatía con los palestinos, pero ante todo una negativa de raíz a cuestionar la legitimidad del Estado de Israel. Los judíos han sufrido y han sido perseguidos. Tienen, por tanto, derechos. Aunque quizás no lleven toda la razón, al menos, que se negocie, y que los árabes acepten. A todos nos ha llevado mucho tiempo llegar a cuestionar el axioma de base a partir del cual se presenta este conflicto. ¿Por qué? Porque la narrativa real, más ajustada a los hechos, no se nos ha presentado de manera correcta debido a una suerte de conjunciones de censura y complejo de culpa que es necesario superar. Este texto lo supera y se dirige directamente a la tarea de generar la narrativa necesaria y urgente para comprender de qué hablamos cuando hablamos de Israel. Israel no tiene derecho a existir en su formulación actual, la de un Estado judío para los judíos. Y asegurarlo no es una afirmación antisemita. Se trata de una suma de historia y teoría del Estado moderno. Israel no tiene derecho a existir porque Israel es una entidad colonial, de ocupación beligerante. Israel mantiene un régimen segregacionista y de discriminación efectiva contra la población originaria del territorio en el que se estableció a partir de un proceso de limpieza étnica, «la Nakba», que comenzó en 1948 y continúa, sin prisa pero sin pausa, en la actualidad. En Jerusalén Este y en tantos otros lugares donde la población originaria del territorio se ve cada vez más encerrada y comprimida en auténticos «bantustanes a la sudafricana» o «reservas indias» en los que además, de tanto en tanto, y no siendo suficiente con la extorsión de la ausencia de suministros

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o libertad de movimientos, se los bombardea indiscriminadamente desde tierra, mar y aire como hemos visto en Gaza los pasados meses de diciembre y enero. Israel es un Estado que se aproxima cada vez más, si no lo es ya, al fascismo en su estado más puro. Que viola sistemáticamente el derecho internacional y que además se pavonea de hacerlo, insistiendo en que continuará comportándose de la misma manera mientras le plazca. Por tanto, leyendo las páginas de este libro, uno comprenderá de dónde surge históricamente esta percepción, ya sin miedo a ser comunicada en público. Israel es una entidad política basada en una ideología y un movimiento político, denominado «sionismo», que no tienen lugar entre las naciones democráticas y «civilizadas» con las que pretende interactuar. El problema es Israel. El problema es el sionismo. Y este libro permite formarse, entender, aprender historia y razonar para perder el miedo. Es un libro «quitamiedos». Es un libro que informa de la verdad y que debe generar que, en el momento en que se cierre, uno quiera pasar a la acción. Un libro de historia para la acción. La casualidad y la intención me llevaron a presenciar la campaña militar «plomo fundido» que Israel desarrolló contra Gaza entre el 27 de diciembre de 2008 y el 20 de enero de 2009. La penúltima de sus masacres. Tras mi regreso de Gaza, pienso en 1937 cuando el poeta peruano, varias veces exiliado, César Vallejo, escribió: «Si cae –digo, es un decir– si cae/ España, de la tierra para abajo,/ niños, ¡cómo vais a cesar de crecer!/ ¡cómo va a castigar el año al mes!/ ¡cómo van a quedarse en diez los dientes,/ en palote el diptongo, la medalla en llanto!/ ¡Cómo va el corderillo a continuar atado por la pata al gran tintero!/ ¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto/ hasta la letra en que nació la pena!». Eric Blair, conocido más tarde como George Orwell, no había leído este poema cuando en 1936 llegó a España y terminó por convertirse en miembro de la milicia del POUM en el frente de Aragón, pero comprendió rápidamente, en aquella época y en aquel contexto, que la caída de Belchite no era más que el comienzo de la caída de París, de Varsovia o de Praga. El fascismo se cernía entonces sobre Europa y

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aquellas luchas –que parecían locales y civiles– se comprenden ahora como una mera continuidad de derrotas que terminaron por sembrar el camino al Holocausto nazi. El «nunca más» del siglo xx se construyó sobre un conjunto de valores que posteriormente fundamentarían la Declaración Universal de Derechos Humanos, una serie de principios que no deberían ser vulnerados. Palestina es hoy Belchite. Palestina es hoy, cualitativamente, la Varsovia del Ghetto, un bantustán a la sudafricana. Israel es el régimen de apartheid que la destruye. Palestina cae, irremediablemente, en un blanco y negro que remite a la Europa Central de principios de los años 40. Poblaciones desplazadas por la fuerza de sus hogares, concentradas y encerradas por muros y vallas, a las que se cortan suministros y posibilidades de supervivencia material, se identifica étnica y religiosamente, se extermina aleatoria e indiscriminadamente desde el aire, se humilla sistemáticamente, se discrimina, anula y deshumaniza, se elimina y expulsa en un lento, pero que viene sin pausa, proceso que ha sido definido por el prestigioso académico judío norteamericano Richard Falk, relator de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en los Territorios Palestinos Ocupados, como «preludio al genocidio». Como ciudadano, informador, cooperante, votante, si cae Palestina, «Si cae –digo, es un decir– si cae», y no he colaborado a su defensa, habré renunciado a esa pulsión que nos exige no permanecer en silencio ante la destrucción de los valores de la civilización y la democracia a partir de los cuales fui educado. Hace apenas dos décadas, un régimen que desplazaba, segregaba, encerraba, empobrecía, humillaba y asesinaba a sus ciudadanos, de manera similar, aunque sin llegar al nivel de crueldad y sofisticación del que somos testigos en Palestina, fue derribado. Se llamaba la Sudáfrica del Apartheid y la supremacía blanca. Contra su injusticia se luchó desde dentro. Pero también desde fuera. Y se venció. Sudáfrica, sin ser hoy un país justo, ya no es un régimen de apartheid y segregación. Palestina y Sudáfrica. Un ejemplo exitoso a seguir y un espacio por construir. Luchas por los derechos civiles. Contra un triunfo de la violencia donde la justicia pierde cualquier espacio y posibilidad, la resistencia civil, no violenta, masiva, creativa, de los ciudadanos sin fronteras. La sociedad civil palestina ha convocado a desarrollar, en

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justicia, y por Palestina, una campaña de Boicot, Desinversiones y Sanciones contra el régimen de apartheid de Israel. Tras Gaza, tras los muros de Cisjordania, no nos queda más opción que arrimar el hombro. Yo me apunto y os convoco, con Gaza en la memoria, a que todos y todas, comencéis el Boicot al Estado de Israel. Para que Palestina no caiga. Este libro despeja dudas. Para levantar Palestina y levantarnos todos con ella. Alberto Arce agosto de 2009

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Nota del editor

Siguiendo el criterio original del autor, así como un criterio editorial que tiene como objeto evitar una saturación de mayúsculas en el texto, se ha optado por escribir siempre con minúscula el término ‘Estado’ en su acepción política, que aparece con profusión a lo largo de todo el libro. Asimismo, se ha respetado el criterio original del autor en sus transliteraciones del árabe y del hebreo al castellano.

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Introducción

Todos los judíos israelíes saben (aunque la mayoría prefieren ignorarlo y sobre todo que se ignore) que su «estado judío» se construyó sobre las ruinas de una Palestina mayoritariamente no judía, que las ciudades, pueblos y kibutzim se establecieron sobre ciudades y aldeas palestinas destruidas, cuyos habitantes fueron expulsados o huyeron aterrorizados en una limpieza étnica llevada a cabo en 1948. En la actualidad, los periódicos israelíes ignoran las matanzas de palestinos llevadas a cabo por el ejército, sólo hablan de «terroristas» palestinos y de «nuestros soldados», pobres chicos inmaculados que «cumplen con su deber». Sin embargo, la población judía israelí debe de conocer muy bien las matanzas y las atrocidades llevadas a cabo por su ejército, pues la casi totalidad de los judíos israelíes sirven en ese ejército. No es que no sepan, es que no quieren saber. No les interesa, prefieren la versión oficial y oficiosa del sionismo, del mismo modo que los alemanes del Tercer Reich preferían creer las versiones oficiales y oficiosas del nazismo. Si los medios extranjeros hablan de atrocidades israelíes contra la población palestina, los sionistas se limitan a acusar de «antisemitismo» a todo el que emita la menor crítica al estado de Israel, de una manera muy similar a como toda crítica al Tercer Reich se catalogaba como «antigermanismo» y «conspiración judía» contra «la raza aria» y «el pueblo alemán». El sionismo, ideología oficial del estado de Israel, pretende que los judíos –y sólo los judíos– en virtud de ser judíos tienen derechos preferentes, si es que no exclusivos, sobre el país de fronteras indeterminadas que llaman «la tierra de Israel», de manera que sus otros habitantes son sólo «inquilinos» temporales que pueden ser desahuciados de inmediato en cuanto los «propietarios» exijan el «retorno»

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al territorio en el que supuestamente vivieron sus antepasados hace dos milenios. Estas absurdas pretensiones se justifican en virtud de un derecho divino otorgado hace unos 3.500 años por el Dios de Israel a su «pueblo elegido» para convertir lo que había sido «la tierra de Canaán» en «la tierra de Israel», con genocidio de sus habitantes incluido. Como todo esto es demasiado impresentable propagandísticamente fuera de medios de fanáticos religiosos (judíos y cristianos sionistas),1 el sionismo «secular» utiliza versiones suavizadas, en las que se han eliminado los aspectos más atroces y supersticiosos en aras de una versión más aceptable: los judíos simplemente «retornarían», se «repatriarían» a su tierra ancestral, que sería «una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra», y todas sus guerras, matanzas y expoliaciones serían «legítima defensa» contra unos árabes fanáticos empeñados en emular a los nazis. En esta versión «secular», exportable, de la ideología sionista, el asesinato de seis millones de judíos a manos de

Es un hecho poco conocido en Europa que en Estados Unidos existen millones de fundamentalistas cristianos protestantes que interpretan literalmente la Biblia y creen a pie juntillas que la realización del proyecto sionista es condición necesaria para el segundo advenimiento de Cristo y el cumplimiento de las profecías apocalípticas. Por ello, estos cristianos fanáticos, que en principio tienen bien poco de filojudíos, son partidarios más acérrimos del sionismo que muchos judíos sionistas. Una parte de estos fanáticos fundamentalistas son islamófobos furibundos que sostienen que el Dios del islam es distinto del Dios de judíos y cristianos y que es una entidad satánica. En los delirios fundamentalistas de estos individuos, «el choque de civilizaciones» de Huntington se convierte en una cruzada estadounidense-israelí contra «el eje del mal» formado por el resto del mundo, especialmente los árabes y los musulmanes, pero también otros pueblos afroasiáticos y hasta los europeos. Aunque todo sea una colección de disparates grotescos, este sionismo cristiano de los fundamentalistas protestantes es una fuerza considerable en Estados Unidos, donde varios presidentes han sido lo que ellos llaman «cristianos renacidos», entre ellos Reagan y Bush hijo. Cuando a Reagan trataron de concienciarlo de los peligros ecológicos y nucleares, contestó que no se preocuparan, porque la segunda venida de Cristo estaba al caer y esos problemas ya no importarían. Bush hijo ha justificado sus guerras con el argumento de que había recibido mandatos divinos que le ordenaban invadir tal o cual país. Pero, por muy peligroso que sea que el gobierno de la primera superpotencia mundial esté en manos de visionarios de esa calaña, estas ideas alucinadas son simplemente el catalizador de una política orientada por intereses económicos de una minoría muy rica y poderosa, que ha encontrado en esos disparates la ideología a la medida de sus intereses. 1

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los nazis durante la segunda guerra mundial otorga al estado sionista una «licencia para matar» a todo el que se oponga a sus designios, y quien no esté de acuerdo es que es «antisemita». Toda esta sarta de sandeces ha sido aceptada con más o menos entusiasmo por las grandes potencias, sobre todo por Estados Unidos. No sólo por la grandísima influencia del «lobby (grupo de presión) sionista» en ese país, como pretenden algunos, sino porque el estado de Israel desde hace décadas se ha convertido en un pilar de la política imperialista de Estados Unidos en Oriente Medio. En estas condiciones, que las dos justificaciones del sionismo, la yahvista o la «laica», caigan por su propio peso, importa poco, habiendo poderosos intereses en juego. En esas condiciones, poco importa que todos los historiadores serios sepan que hace dos mil años gran parte de la población de «la tierra de Israel» no era judía o que la mayoría de la población judía vivía fuera de «la tierra de Israel» ya antes de la destrucción del segundo Templo. Que todos los historiadores serios sepan que el judaísmo ganó una inmensa multitud de prosélitos durante la antigüedad, como se ve claramente en el Talmud. Que todos los historiadores serios sepan que el origen de los judíos ashkenazis, que constituyen la mayoría de la población judía actual, se encuentra esencialmente en los jázaros, un pueblo turco que se judaizó en el siglo viii, y no en los hebreos del rey David. Hasta el punto de que, cuando el historiador israelí Shlomó Sand publicó en el año 2008 su libro Cómo y cuándo se inventó el pueblo judío, en el que señala todos estos datos archiconocidos y archisabidos por los historiadores israelíes serios, esos historiadores, que a la vez son sionistas, no se han atrevido a acusarle de falsedad en los datos, sino de haber escrito un libro «antinacional» y (paradójicamente) de que las informaciones reunidas en ese libro son datos conocidos «que no aportan nada nuevo». Lo que sucede es que esos historiadores sionistas consideran negativo y «antinacional» que el gran público conozca lo que ellos saben. Shlomó Sand no es el único de los recientes historiadores israelíes que se ha atrevido a escribir una historiografía no sionista, antisionista o, como muchos dicen, post-sionista. En los años noventa, cuando el proceso de paz entre Israel y los palestinos parecía permitir más libertades en el estado de Israel, una minoría de investigadores israelíes judíos se atrevió a cuestionar la versión oficial sionista y a desvelar lo que siempre había sido tabú para la razón de estado del sionismo. El más destacado de estos historiadores no sionistas o «post-sionistas» ha sido Ilan Pappé, autor de magistrales estudios sobre historia

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palestino-israelí: Historia de la Palestina moderna. Un territorio, dos pueblos, La limpieza étnica de Palestina y Los demonios de la Nakba. Las libertades fundamentales en la universidad israelí... Estas obras no están escritas desde un punto de vista nacionalista ni estatolátrico, sea desde el nacionalismo sionista o desde el nacionalismo árabe u otro cualquiera, ni desde el culto a la razón de estado, sea del estado sionista o de un estado palestino, pues no oculta su desacuerdo con absolutos estatolátricos como «la identidad nacional» que pretenden anular factores que no cuadran con la razón de estado: Concibo la identidad nacional como reduccionista, ignorante ante factores como el estatus social, el género, la situación política y la distribución de medios económicos y tecnológicos que han influido en la vida humana de Palestina e Israel. Así pues, el pasado aparece en esta historia como un arma coercitiva empleada por los movimientos nacionales para manipular a la gente. Como tal, está en manos de unos pocos que quieren que sus acciones egoístas parezcan haber sido hechas en beneficio del reprimido.2

Ilan Pappé tampoco oculta su posición a favor de los oprimidos y en contra de los opresores, independientemente de su etnia y por encima de los imperativos del nacionalismo y la estatolatría: Al tiempo que uno desearía escribir una historia imparcial y neutral, perviven las propias simpatías y filias. El lector encontrará en este libro ejemplos y descripciones que coinciden con muchas de las aseveraciones de una de las versiones nacionales, la palestina, menos con la israelí. Ello no se debe a que el autor sea palestino, no lo soy. Mi inclinación es evidente, pese al deseo de mis pares de que al reconstruir las realidades me ajuste a los hechos y a la «verdad». En mi opinión, tal intento sería vano y presuntuoso. El libro es obra de alguien que admite sentir compasión por el colonizado, no por el colonizador; que simpatiza con los que sufren bajo la ocupación, no con los ocupantes; y que se pone de parte de los obreros, no de los patrones. Se solidariza con la angustia de las mujeres, y siente escasa admiración por los hombres que las dominan. No puede permanecer indiferente ante los malos tratos en los niños o renunciar a condenar a sus mayores. En una palabra, mi enfoque es subjetivo y a menudo, aunque no siempre, estoy de parte de los vencidos frente a los victo-

Ilan Pappé, Historia de la Palestina moderna. Un territorio, dos pueblos (Madrid: Akal, 2007), p. 35. 2

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riosos. En la mayor parte de las coyunturas históricas, los palestinos estaban en la posición más débil, y el sionismo, y después los israelíes, en posición ventajosa.3

La novedad de esta minoría de historiadores israelíes no sionistas es que unos israelíes judíos se atrevan a cuestionar los dogmas fundacionales del sionismo, a hablar abiertamente de la limpieza étnica contra los palestinos el año 1948, de cómo el estado de Israel no ha querido la paz sino que ha buscado sistemáticamente la confrontación para colonizar nuevos territorios y mantener la cohesión interna israelí entre los judíos a costa de la hostilidad contra «los árabes», de manera que la hostilidad mutua se retroalimente perpetuamente en beneficio del estado sionista y de su clase dominante, en una espiral permanente de violencia, de la que el beneficiario es siempre el más fuerte militarmente, o sea, el estado de Israel, patrocinado por Estados Unidos. La verdadera novedad de esta historiografía israelí crítica con el sionismo es que cuestiona el absoluto nacionalista estatolátrico del sionismo oficial. Estos historiadores israelíes no son sólo humanistas altruistas que sienten indignación por el trato infligido a los palestinos, sino que también desean para sus hijos y nietos algo mejor que un sistema de apartheid y una sucesión de guerras y violencias demenciales que terminen para los judíos israelíes en una catástrofe similar a la que sufren ahora los palestinos o en algo peor. Se dan cuenta de que la única salida aceptable para unos y otros es que Israel deje de ser sionista para ser israelí, es decir, que se deshaga de su ideología fundacional (por ello se habla de post-sionismo) etno-confesionalista chovinista para ser capaz de afrontar el reto que supone la convivencia con los palestinos en pie de igualdad. Sin embargo, se trata de una minoría exigua sin gran influencia en el conjunto de la sociedad israelí. Una minoría tolerada porque es inofensiva y porque sirve para dar una imagen de pluralidad y de tolerancia útil para la propaganda israelí. Es una minoría irritante para la mayoría patriotera, pero que no puede cambiar nada. El consenso sionista es tan fuerte en la sociedad israelí, los intereses creados son tan poderosos, que esos historiadores no resultan peligrosos. Lo que más irrita de ellos es su repercusión exterior, donde el patrioterismo israelí no tiene intereses creados entre la gente corriente y el filo-sionismo es cuestión de propaganda de influyentes grupos de presión de gente

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Ibid., p. 34.

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muy rica y poderosa, judía y no judía. De ahí que se haya dicho que un libro como el mencionado Cómo y cuándo se inventó el pueblo judío vaya a tener muchos más problemas de publicación y de distribución en Estados Unidos que en Israel. En un mundo cada vez más homogeneizado por la globalización, se da la paradoja de que los mismos que abogan por la globalización capitalista sean los que más hincapié hacen en unas diferencias culturalistas supuestamente insalvables, basadas en identidades confesionales, étnicas, etno-confesionalistas y en civilizaciones «incompatibles» y «enfrentadas». Pero tan absurdo discurso es acorde a los intereses de quienes desean el flujo de capitales y mercancías para su lucro, a la vez que encierran a los pueblos dentro de cárceles estatales, por no hablar de guetos como el de la Franja de Gaza, a los que se pretende convertir en campos de concentración. De ahí que la globalización capitalista más feroz y la ideología neoliberal del «estado-mínimo» vaya muchas veces de la mano de la potenciación de las estatolatrías más fanáticas y de los nacionalismos que les sirven de justificación, nacionalismos étnicos, confesionales o etno-confesionales, siempre, claro está, que no sean de signo anticolonialista ni antiimperialista y vayan dirigidos contra el vecino, siguiendo la vieja consigna colonial de «divide e impera». Este tipo de nacionalismos y estatolatrías son los que florecen por doquier apoyados por Estados Unidos: esloveno, croata, albano-kosovar, taiwanés, israelí... La taifización está a la orden del día: la antigua Yugoslavia, el mundo árabe, Iraq, Palestina... En lugar de otorgar derechos civiles y políticos idénticos a todas las personas del mundo, independientemente de su identidad étnica, lingüística, confesional o cualquier otra, se recluye a las personas en estados o estadículos de base cada vez más excluyente, en los que el capital dominante tiene todos los derechos y la población los menos o ninguno. El caso palestino es un caso extremo de esa lógica inhumana: una población expulsada de su tierra en beneficio de un proyecto colonial etno-confesionalista, convertida en una población de parias en aras de la estatolatría sionista y de los estados árabes constituidos, víctima del sionismo, de un supuesto maximalismo nacionalista árabe, del egoísmo de cada estado árabe, del propio proyecto estatal de la clase política palestina, de los intereses de las potencias imperialistas del momento...

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Capítulo

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El estado

Estado y estatolatría: razón de estado e intereses de clase Existe una dualidad en el concepto del estado que se presta a muchas confusiones, pues por estado se entiende a la vez dos cosas diferentes: 1. El estado como organismo político instrumento de dominación de clase y de mantenimiento de la desigualdad social. 2. El aparato administrativo, que como estructura administrativa de una sociedad compleja no se puede abolir; se puede desmontar y reconvertir pero no se puede suprimir, so pena de sumir la sociedad en el caos. Errico Malatesta, consciente de la segunda acepción del término estado, prefería decir que el anarquismo no está por la abolición del estado sino del gobierno, es decir de la abolición del estado en su primera acepción, pero no en la segunda. En esta línea, muchos distinguen entre gobierno –como dominación sobre las personas (necesariamente oligárquica)– y la administración de las cosas. Tampoco hay que perder de vista que cuando los actuales demagogos neoliberales hablan de «menos estado» o «estado mínimo» o incluso «contra el estado», no están en absoluto en contra del estado sino contra su «desviación» social; su objetivo de «estado mínimo» es volver al viejo estado, enteramente desprovisto de cualquier función redistribuidora de la riqueza, de cualquier control democrático de la economía, de cualquier función mediadora entre los conflictos de clase, para que sea «puro estado», es decir, que esté totalmente alineado con las clases po-

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seedoras, reducido a las funciones originales del estado como gestor de los intereses de la clase dominante y como puro aparato de represión interna y externa. Igualmente, el estado como instrumento de dominación de clase no es incompatible con su privatización: un estado en el que la policía, el ejército o la recaudación de impuestos están privatizados no es menos estado (menos aparato de dominación de clase) que otro en el que los policías, los militares o los publicanos sean funcionarios del estado. De la misma manera, no hay que confundir estatismo con socialismo, pues la estatalización de la economía no es igual a socialización de la economía, cuestión que se prestó a grandes confusiones en el siglo xx. Pero la dominación no se ejerce exclusivamente mediante la fuerza bruta, pues la violencia y la intimidación policial o militar no son garantía suficiente de control sostenible y mantenible. Para que la dominación sea sólida, es necesario el control ideológico de los subordinados. Cuanto mayores son las desigualdades y la explotación que el estado ha de mantener, mayores han de ser la represión policiaco-militar y el control ideológico. Pero los estadistas1 inteligentes evitan la utilización innecesaria del «poder duro» en forma de brutalidad policiaco-militar y prefieren «el poder blando», prefieren ser «amados» antes que «temidos», pues si les aman, si consiguen que los siervos y subordinados crean que son sojuzgados y esquilmados por su propio bien, su dominio es mucho más perfecto y mucho más seguro que si sus súbditos los ven como sus enemigos. El perfecto esclavo es el que trabaja para su amo y le obedece sin necesidad de cadenas ni látigo. El poder brutal que necesita de la violencia permanente y hace gala constantemente de su crueldad y su terror es en realidad un poder débil, que se siente amenazado e inseguro. La razón de estado está en función de los intereses de los amos del estado. La razón de estado es la sacralización de esos intereses, haciendo pasar los intereses egoístas de los detentadores del poder y la riqueza por intereses colectivos sagrados. Esa razón de estado se

En árabe, siyâsa (‘política’) etimológicamente significa ‘el arte de domar caballos’, es decir, de tratar al pueblo como ganado. Un sâ`is (en plural sâsa) es lo mismo un ‘político’ o un ‘estadista’ que un ‘palafrenero’ o un ‘domador de caballos’. El primer califa omeya, Mu´âwiya, que era un consumado estadista (y un consumado granuja), solía decir: «No utilizo la espada donde me basta la fusta, ni utilizo la fusta donde me basta la lengua». La etimología de la palabra árabe para ‘política’ se aproxima a la definición anarquista clásica de la política como «el arte de engañar y sojuzgar a los pueblos». 1

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justifica en nombre de argumentos variados: teocráticos, de necesidad o de mal menor. El mismo aparato represor se justifica en nombre de la defensa contra enemigos reales o imaginarios.2 También el orden establecido con «el orden» a secas. Con el estado-nación, la razón de estado se justifica en nombre del patriotismo y el nacionalismo, identificando la obediencia más servil a la clase dominante con «el amor a la patria», la nación, el pueblo, merced a la ecuación: identidad = nacionalidad = estado. En la actualidad se justifica incluso en

2 Aun cuando muchas veces la debilidad del estado y de su aparato militar es lo que permite la resistencia del pueblo contra el invasor. La derrota de Napoleón en España se debió a los guerrilleros, no a un ejército que era mucho más insignificante que el de los países conquistados o vencidos por el emperador francés. Durante la segunda guerra mundial, la resistencia antinazi en los países ocupados no fue obra de militares profesionales, que en su gran mayoría se resignaron a la sumisión al vencedor tras su derrota en la guerra convencional, sino de partisanos movilizados por ideologías de izquierda. Los ejércitos de los estados árabes han sido repetidamente derrotados por el ejército israelí y no han conseguido liberar ni un palmo de tierra conquistada por los sionistas; sólo el Líbano logró derrotar y expulsar al ejército israelí precisamente por tener un estado débil e inoperante. Gracias a la debilidad de su estado, los libaneses consiguieron lo que jamás consiguieron ni Egipto, ni Siria, ni Jordania, ni Iraq. Hamâs obtuvo en menor medida una victoria similar en la Franja de Gaza unos años después merced a la debilidad del proto-estado palestino, precisamente por la negativa israelí a crear un estado palestino y sobre todo un estado palestino mínimamente viable. En Iraq, las guerrillas tienen en jaque a la mayor superpotencia mundial desde hace años, mientras que el ejército iraquí fue incapaz de resistir ni un mes. La función de la mayoria de los ejércitos no consiste en defender el país, ni su soberanía, ni a su pueblo, sino de tenerlos bien sujetos, intimidar a estados extranjeros enemigos o someter a otros pueblos. Esto explica que cuando un ejército es derrotado en una guerra convencional, los militares profesionales, lejos de ser los primeros en negarse a aceptar la derrota y seguir la lucha optando por la guerra de guerrillas, suelan ser los primeros en asumir una «actitud realista» aceptando la derrota a cambio de conservar sus privilegios corporativos, en nueva condición de ejército subordinado al vencedor, pues, normalmente, los vencedores suelen ser lo suficientemente inteligentes como para aceptarlos en ese papel, conscientes de que los necesitan para meter en cintura al pueblo del país vencido; cuando no es así (caso de Iraq tras la invasión en 2003), los vencedores se encuentran con que el vacío de un aparato represor interno es aprovechado por la resistencia popular contra los invasores.

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nombre de «la democracia», identificando el orden vigente (plutocrático3 o burocrático)4 con «la democracia».

El estado: dirigentes y dirigidos La clase dominante hegemoniza el estado, que está a su servicio. Pero el gobierno no siempre está en manos de los miembros de la clase dominante, ya que los gobernantes pueden ser los mismos miembros de la clase dominante o una «clase política» a su servicio. Gobernar es tener poder, pero tener el gobierno no es tener el poder.5 Unas elecciones cambian un gobierno por otro, pero cambiar una clase dominante por otra implica una revolución. A veces surge el conflicto, cuando hay una contradicción entre la clase dominante y los gobernantes, cuando el gobierno no está al servicio de la clase dominante sino en conflicto con ella; esa es una situación que no puede durar mucho tiempo y que termina, ora en revolución (el gobierno o una clase subordinada derroca a la clase dominante), ora en derrocamiento del gobierno.6

La «democracia» burguesa como «democracia» por antonomasia. Sin embargo, en realidad, el poder de la burguesía es incompatible con el del pueblo, de manera que si un régimen es burgués no puede ser democrático y si es democrático no puede ser burgués. 4 El término ‘democracia popular’ es ya en sí mismo un pleonasmo absurdo, dado que democracia significa ‘poder del pueblo’; el añadido ‘popular’ sobra, pero resulta muy revelador de lo poco versados en democracia que estaban los que inventaron y han utilizado el término, o quizás de cómo necesitaban insistir en términos para compensar con las palabras aquello que era sumamente deficitario en la realidad. 5 En 1982, cuando el PSOE ganó las elecciones en España, dijeron a Federica Montseny: «Los socialistas se han hecho con el poder». A lo que ella contestó con clarividencia: «No, es el poder el que se ha hecho con los socialistas». 6 Casos del Chile de Allende a principios de los años setenta del siglo xx o de España en los años treinta del mismo siglo. El gobierno de Unidad Popular sólo pudo gobernar de 1970 a 1973. Tras un acoso exterior e interior, que incluyó sabotajes permanentes con la esperanza de que UP perdiera las elecciones en 1973 –inútilmente, ya que volvió a ganarlas–, la reacción recurrió al golpe de estado liderado por el general Pinochet. En España, la inestabilidad durante la II República fue extrema porque, a pesar de su moderación, los partidos parlamentarios de izquierda estaban en una evidente contradicción con la clase dominante (especialmente con sus sectores terrratenientes y finan3

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Las clases explotadas habitualmente no luchan por la supresión total de la explotación, sino sólo por su mantenimiento dentro de límites «razonables», «moderados». Como decía el historiador romano Tácito, pocos son los que aspiran a la libertad, la mayoría se conforma con un amo «bueno». De ahí el mito popular del «rey justo» que haga de árbitro «imparcial» entre explotadores y explotados («¡Viva el rey y abajo el mal gobierno!» o «el rey es bueno, los malos son sus consejeros»)... Es la ideología del «rey bueno», «el buen gobierno», que cuestiona lo que se considera abuso de poder, «mal gobierno», pero no cuestiona en ningún momento la dicotomía entre gobierno y rebaño, gobernantes y gobernados, rey y regidos, porque tampoco cuestiona las desigualdades económicas y de poder ni la explotación como tales. Las versiones modernas de tales ideologías conciben a la clase política como árbitro «imparcial» entre capitalistas y trabajadores, dentro de un sistema socio-económico capitalista indiscutido y con un sistema político en el que el pueblo elige a «sus gobernantes». En la jerga de este sistema, «democracia» no significa «poder del pueblo», ni democracia se contrapone a oligarquía, sino que «democracia» se contrapone a dictadura y significa simplemente elección de los gobernantes en elecciones entre partidos (normalmente dos) que son dos versiones políticas del mismo sistema económico. Pese a que teóricamente el pueblo podría elegir a partidos antisistema, en la práctica tal cosa no se da, pues las fuerzas dominantes sólo aceptan ese sistema cuando están seguras de que el pueblo no votará a partidos que propugnen cambios amenazadores. Dado que los gobernantes no son los amos sino simple-

cieros), que se sentía amenazada por el avance de la izquierda revolucionaria anarquista y socialista; esta contradicción terminó en un golpe de estado liderado por los generales Mola y Franco. Allí donde triunfó, la clase dominante obtuvo gobernantes a su gusto y medida, allí donde fracasó, este fracaso se debió a una vigorosa reacción de la clase obrera revolucionaria, que no se conformó con aplastar a los golpistas sino que aplastó a la clase dominante y llevó a cabo una revolución social proletaria, aunque esta fue desmantelada en su mayor parte antes de un año por la alianza entre los partidos republicanos burgueses y el partido comunista estalinista, hasta que, finalmente, la victoria de los reaccionarios en la guerra civil restableció la hegemonía de la clase dominante anterior en toda España, con un gobierno a su gusto y medida. Los casos chileno y español son paradigmáticos de una situación de conflicto entre clase dominante y gobierno, que rápidamente termina en aniquilamiento del gobierno mediante reacción golpista o mediante aplastamiento de la clase dominante por medio de revolución.

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mente los gestores al servicio de los amos, en la práctica el pueblo no sólo no gobierna sino que tampoco elige a sus amos; a quienes elige es a los capataces, por supuesto entre dos listas de capataces fieles ambas a los amos. En estas condiciones, la dictadura es una forma especialmente dura que la clase dominante tiene de ejercer el poder cuando se siente amenazada, mientras que, cuando no se siente amenazada, esa dureza no tiene ningún sentido. Por ello, la «democracia» burguesa es la forma favorita de gobierno de la burguesía, puesto que presupone que no se cuestiona su poder y el pueblo acepta sumisamente el orden existente y se limita a votar a dos partidos que se alternan en el gobierno. En el mundo capitalista moderno, la clase dominante es la plutocracia. A ella están subordinadas «la clase política» y el ejército. El poder lo tiene la plutocracia. La clase política y en su caso los militares tienen cierto poder, pero no es lo mismo tener cierto poder que tener el poder, o mejor aún, que los demás poderes estén a su servicio. La clase política es cada vez menos autónoma de la clase plutocrática; en Estados Unidos se llega al caso de que los plutócratas, en lugar de utilizar a políticos testaferros, gestionan directamente sus intereses siendo a la vez políticos y empresarios; ese es el caso del millonario petrolero George Bush, que es un plutócrata presidente y gestiona políticamente sus intereses sin necesidad de intermediarios. En un caso muy similar están muchos de sus allegados, la mayoría de ellos plutócratas del petróleo y negocios vinculados con el ejército y el gasto militar del estado. En los estados (mal) llamados socialistas, la clase política, o sea, la nomenclatura del partido y la más alta burocracia, no tienen la propiedad de los medios de producción pero sí de los medios de decisión. Constituyen un mandarinato que decide y «quien parte y reparte se lleva la mejor parte». En este caso la clase política es la clase dominante, nunca el proletariado, aunque la ideología que sacralice el poder de «la nueva clase» sea el marxismo-leninismo y se designe al sistema como «democracia popular» y hasta se hable de «estado obrero». Nada de esto tiene mucho que ver con la democracia en el sentido prístino helénico, que implicaba mucho más que «elegir a los gobernantes» y significaba gobierno por parte del propio pueblo, tal como se describe en uno de los diálogos de Platón: – El gobierno se hace democrático cuando los pobres, consiguiendo la victoria sobre los ricos, degüellan a los unos, des-

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tierran a los otros y reparten con los que quedan los cargos y la administración de los negocios, reparto que en estos gobiernos se arregla de ordinario por la suerte.7 – Así es en efecto, como la democracia se establece– dijo él–, sea por la vía de las armas, sea que los ricos, temiendo por sí mismos, tomen el partido de retirarse.8

La democracia, tal como la entendían los griegos y tal como es en el sentido prístino, es indisociable de la lucha de clases y supone una victoria del pueblo sobre la oligarquía. Implica la eliminación de la dicotomía entre gobernantes y gobernados. Nada tiene que ver con la sustitución de la dictadura oligárquica por un sistema electivo al servicio de esa misma oligarquía. Si la democracia griega no eliminó el estado como aparato de dominación y explotación es porque en la democracia griega el dêmos estaba limitado a la población originaria del país, excluyendo a los extranjeros y a los residentes de origen extranjero, aceptando la esclavitud de esclavos importados, practicando el hegemonismo con los aliados,9 manteniendo las desigualdades sexistas10 y en última

7 Nótese que no se habla por ningún lado de que democracia consista en que el pueblo «elija a sus gobernantes» sino que la democracia consiste en que el pueblo mismo gobierna. En la democracia griega, por ejemplo la ateniense, el poder decisorio siempre estaba en la asamblea popular, en la que todos los ciudadanos tenían voz y voto, mientras que las personas encargadas de la administración ordinaria (el consejo de los 500) se designaban por sorteo, no por elección, procurando que todos los ciudadanos participaran alguna vez en su vida en el consejo administrativo. 8 Platón, La República (Madrid: Gredos, 1986), 557 a. 9 Excluidos de una condición de igualdad con los ciudadanos atenienses y sometidos a tributos en beneficio de Atenas y a discriminaciones varias. Sin embargo, aun en estas condiciones, las clases populares de los estados aliados de Atenas preferían la hegemonía ateniense a la espartana y al dominio de sus propios oligarcas, pues la hegemonía ateniense aseguraba la democracia en los estados aliados. 10 La raíz de las desigualdades sexistas en los estados democráticos griegos hay que buscarla en la vinculación entre democracia y participación en la guerra. La primera democratización fue que los varones de la clase media obtuvieran derechos políticos, cuando la infantería hoplítica (pesada) se convirtió en el cuerpo militar decisivo en las guerras griegas; la segunda democratización se produjo con la extensión de los derechos políticos a los varones de la clase baja cuando estos tuvieron en la marina ateniense tanta o más

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instancia no llevando la democracia política a la plena democracia económica.11 En la actualidad, la idea de la «democracia participativa»12 implica la idea de democratizar la política y la economía. La eliminación de la dicotomía gobernantes-gobernados en lo político es indisociable de la eliminación de la desigualdad de clases en lo económico.

importancia que los varones de clase media en la infantería hoplítica. Pero las mujeres griegas habitualmente no participaban en la guerra, al contrario que las mujeres de pueblos iranios ecuestres que fueron el referente real que dio lugar al mito griego sobre las amazonas. Es significativo en cualquier caso que Platón vinculara la participación de las mujeres en la política con su participación en la guerra, mientras que Aristóteles rechazara por igual la participación de las mujeres en la política y en la guerra. 11 Las razones por las que ni siquiera en las póleis griegas más democráticas se llevó a cabo una democracia radical, que abarcara transformaciones radicalmente igualitarias en lo económico parejas a las transformaciones radicalmente igualitarias en lo político, hay que buscarlas en dos causas fundamentales: 1) Las limitaciones antes aludidas de la propia democracia política (exclusión xenofóbica y sexista, esclavismo), que no fueron cuestionadas. 2) Que mientras la clase media (pequeños propietarios agrícolas, sobre todo) fue suficientemente fuerte, la fuerza de esta clase, unida a la del proletariado, hizo posible la democracia política, deseada por la clase media y por el proletariado, pero impidió la democracia económica, que podía ser deseada por el proletariado pero no por la clase media. Cuando, posteriormente (a partir del siglo iv a.C.), la clase media se hundió en su mayor parte y aumentaron las desigualdades, hubo tendencias a una democracia más radical, que incluyera un igualitarismo económico, pero estos movimientos fueron contenidos por el reino de Macedonia y más tarde completamente aplastados por el imperio romano. 12 Hablar de «democracia participativa» es un pleonasmo, pues no puede haber más democracia que la participativa, pero se utiliza para distinguirla de la «democracia» degradada semánticamente. Hay una contradicción radical entre quienes pretenden elevar la realidad existente a lo que es la democracia y los que pretenden degradar la democracia hasta hacerla sinónima del orden existente. O lo que es lo mismo, entre quienes conciben la democracia como una exigencia a priori y los que utilizan esa palabra como una justificación a posteriori.

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Las ideologías justificadoras del orden establecido El sometimiento a un sistema de desigualdad y de explotación no se obtiene sólo con la violencia estatal y para-estatal. Hace falta además un consenso social, obtenido mediante una mezcla de intimidación e ideología. La intimidación se obtiene usando la violencia sólo lo preciso, aunque la violencia permanezca como espada de Damocles en caso de insumisión. La ideología trata de legitimar el orden establecido tratando de convencer a la gente de la necesidad y la bondad del sistema existente. En las sociedades clasistas precapitalistas, la explotación económica es absolutamente transparente: la clase dominante improductiva extorsiona a las clases sometidas productivas imponiéndoles tributos o sometiéndolas a la esclavitud.13 En este tipo de sociedades, la mayor parte de la población está constituida por campesinos, productores primarios, mientras que la clase dominante extorsionadora puede ser estatal, esclavista o feudal. En esas sociedades, si existen una clase comercial y el trabajo asalariado, son fenómenos secundarios menores. Por ello, resulta bastante exacto incluir, como hace Samir Amin, todos los modos de producción clasistas precapitalistas en una categoría denominada «modos de producción tributarios». En tales sociedades precapitalistas, con modos de producción tributarios, la ideología que justifica el orden establecido ha de ser puramente metafísica: la religión. Sin embargo, existen diferencias entre las ideologías metafísicas justificadoras, que pueden ser de tres tipos: 1) Religiones que remiten a la voluntad divina (providencia) de unas entidades superiores más o menos antropomórficas: los

Sin embargo, la esclavitud es un fenómeno periférico en los modos de producción tributarios, en ningún caso se puede hablar de un estadio esclavista del desarrollo económico en la historia, menos aún decir que sea universal. A lo sumo se puede hablar de hegemonía del modo de producción esclavista en algunas zonas del mundo griego y del imperio romano durante algunas épocas, pero incluso en esos lugares la mayor parte de la población trabajadora no era esclava, salvo quizás en algunas pocas ciudades griegas, en Sicilia en el siglo ii a.C. y tal vez la península Itálica en el siglo i a.C. En la mayor parte de los países de la antigüedad, la esclavitud fue un fenómeno marginal. Incluso en algunas extensas regiones de Grecia, el campesinado estaba sometido a servidumbre de la gleba, como era el caso de Tesalia, Esparta y Creta, donde la esclavitud era marginal o ni siquiera existía, verbigracia, en Esparta los ilotas eran siervos de la gleba, no esclavos propiamente dichos. 13

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dioses, cuya voluntad es el garante del orden social y de su justicia. En un proceso de depuración teológica, de los dioses se pasa a Dios,14 pero el concepto de divinidad unido al de providencia es común a las religiones monoteístas y a sus antecesoras politeístas.15 2) Las religiones que remiten a la concepción de dharma-karmasamsâra, propia de las religiones índicas. En el ámbito índico, los dioses y su providencia, aunque no desaparecieron, perdieron importancia ante las nociones más abstractas e impersonales de karma-samsâra, que explicaban la realidad y justificaban el orden existente en términos de causa-efecto. En el budismo, el jainismo y varias escuelas filósoficas brahmánicas, los dioses quedaron reducidos a entidades más poderosas que los seres humanos pero sin ningún valor soteriológico, muy inferiores en virtud y sabiduría a los budas y jainas, esto es, a los «iluminados» de estas religiones; de ahí que a menudo se califique al budismo y al jainismo de religiones «ateas», lo que sólo es cierto en el sentido de que niegan radicalmente cualquier idea de Dios en el sentido de ser todopoderoso cuya voluntad rija el universo, pero no es cierto en el sentido de que nieguen a los dioses, siempre que se entiendan como seres muy superiores a los humanos en virtud de su buen karma, aunque sometidos como todos los demás a las vicisitudes del samsâra. En el hinduismo devocional, al lado de la noción de karma-samsâra, hubo una tendencia moderadamente «monoteísta» a convertir a uno de los dioses (Shiva, Vishnu o Devi) en Dios, reduciendo a los demás dioses a servidores suyos o a manifestaciones de su poder.

A partir de la monolatría yahvista, lo que dio un carácter exclusivista muy peculiar al monoteísmo judío, cristiano y musulmán. En Irán el monoteísmo mazdeísta tuvo otra génesis, vinculada al imperio persa. 15 De ahí la perfecta continuidad entre la filosofía romana más conservadora y la patrística cristiana. Pensadores del estoicismo tardío, como Séneca, fueron perfectamente asimilables por los pensadores cristianos. Epicteto (siglo ii) podría ser definido como el eslabón perdido entre un filósofo estoico extremadamente conservador y un cura, aunque mucho más cerca del cura. Los estoicos fanáticos enemigos de los epicúreos que aparecen en los diálogos de Luciano de Samosata son figuras casi medievales e incluso inquisitoriales. La Inquisición aparece prefigurada en Las leyes de Platón, cuya tripartición social (filósofos, guardianes y productores) es casi la misma que los tres estados (eclesiástico, nobiliario y llano) del sistema europeo precapitalista. 14

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3) La idea de un orden inmanente al universo: es la forma más laica y menos metafísica de justificación. Era la propia del mundo chino, donde los dioses quedaron reducidos a muy poca cosa, menos aún que en la India, y donde la idea de Dios no se desarrolló, como tampoco la idea de una providencia divina16 externa al mundo. El confucianismo era casi agnóstico en la práctica: si las entidades sobrenaturales existen, cosa que no negaba, el confuciano puro renuncia a entrar en contacto con ellas y a la idea de manipularlas. En China, en lugar de una religión tenían una filosofía civil casi laica,17 que se correspondía bien con una clase dominante constituida por una burocracia civil.18 La tendencia de las personas cultas chinas era a valorar positivamente los contenidos éticos (especialmente si eran acordes con la moral confuciana) y a despreciar los contenidos metafísicos. Los misioneros cristianos, sorprendidos por la situación de la religión en China, decían: «En China, las personas cultas no creen en nada y las personas incultas creen en todo».

En los primeros siglos antes de la era cristiana, los moístas abogaron por la idea de una providencia de las divinidades, pero esta idea fue rechazada por las demás doctrinas chinas y se extinguió con la completa desaparición del moísmo. Cuando el cristianismo llegó a China con los misioneros en la edad moderna, los chinos y los propios misioneros subrayaron las similitudes entre el moísmo y el cristianismo, los chinos viendo el cristianismo como el homólogo bárbaro de una doctrina antigua descartada, los misioneros cristianos lamentando que las ideas moístas no hubieran triunfado y en su lugar hubieran triunfado las doctrinas inmanentistas y «ateas». 17 El carácter no religioso de la ideología imperante en China y en el mundo confuciano favoreció que, cuando se vio que el confucianismo resultaba inútil para afrontar los retos modernos, China y los pueblos de su órbita cultural (Corea, Vietnam y Japón) fueran más proclives que otras sociedades a adoptar el capitalismo o las ideas socialistas. Esa facilidad se debió a la falta de rigidez religiosa y a que el ateísmo anarquista y marxista no podia inquietar a los chinos o ser utilizado por los reaccionarios, dado que entre los chinos no existía el concepto de Dios. 18 En China la clase dominante no era una clase militar o de origen militar como en el resto de las sociedades clasistas precapitalistas, tampoco existían ni una hierocracia ni una clerocracia (al modo de los rabinos judíos o los ulemas musulmanes). El ejército estaba subordinado a la burocracia literaria civil y los tao-se taoístas y los monjes budistas no gozaban de ningún prestigio entre la élite ni de ningún rango oficial. 16

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Pero la historia no es lineal. En la antigüedad, el relativo primitivismo de la religión griega, mucho menos evolucionada que su sociedad, fue un desnivel que permitió el desarrollo de un pensamiento crítico racionalista indisociable de un movimiento democrático y del cuestionamiento de los privilegios de la oligarquía. Pese a ello, la sociedad griega entró en una crisis de la que no supo salir, al no ser capaz de llevar a cabo una segunda revolución democrática aún más radical que la anterior, con una correspondiente revolución ideológica aún más igualitaria y libertaria. En la medida que esta se llevó a cabo, desvinculada de aquella, su manifestación fueron escuelas filosóficas que hacían hincapié en la igualdad, la libertad y la fraternidad humana (como fue el caso de las escuelas cínica, epicúrea y los primeros estoicos) pero limitadas al mundo de una conciencia cada vez más alienada, con cada vez menos implicaciones socioeconómicas y políticas. Tras la conquista romana, las tradiciones republicanas (por no hablar de las democráticas) se fueron diluyendo hasta extinguirse con el Dominado instaurado por Diocleciano y la cristianización iniciada por Constantino. La idea de Dios único se correspondía admirablemente con el poder despótico imperial,19 con criaturas sumisas homologables terrenalmente a la concepción de súbditos y ya no de ciudadanos. Las religiones étnicas o nacionales eran propias de los estados pequeños, mientras que las grandes religiones universalistas se adecuaban a los intereses ideológicos del estado imperial, especial-

19 No es casual que el título que Diocleciano asumió en latín, Dominus, fuera la misma palabra que los cristianos de lengua latina utilizaban para Dios. La palabra dominus en latín era la habitual para amo respecto a sus esclavos, por ello los emperadores anteriores, como Augusto, formalmente apegados a la tradición romana republicana, la habían rechazado para sí mismos cuando se la aplicaron sus aduladores, a los que solían replicar que sólo eran dominus de sus propios esclavos, en ningún caso de personas libres y menos aún de ciudadanos romanos. Significativamente, unos siglos antes, cuando se tradujo la Biblia hebrea al griego, los traductores tradujeron al griego ‘Señor’ como Kyrios y no como despotês, palabra esta última con un sentido idéntico al de dominus en latín y que todavía conservaba entre los griegos unas connotaciones que cuadraban mal con su recientemente perdida tradición democrática; el nombre propio de Filodéspoto (‘amigo de su amo’) era un nombre de esclavo entre los griegos, pero muy mal habría sonado aplicado a hombres libres, incluso en su relación con la divinidad.

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mente si tenía pretensiones de dominación universal.20 La primera religión de tales características fue el mazdeísmo, en paralelo al imperio persa y sus pretensiones de dominación mundial;21 pero la religión mazdeísta se topó con los mismos límites que el imperio persa22 y se hundió con él finalmente ante el asalto de los árabes musulmanes. En la parte occidental del Viejo Mundo fueron las metafísicas populares (cristianismo e islam) surgidas del judaísmo las que se convirtieron en religiones de estado. Aunque estas religiones fueron rapidí-

20 De la misma manera, modernamente las superpotencias con voluntad de hegemonía y dominio más allá de sus fronteras estatales han utilizado ideologías universalistas como «la democracia», «el socialismo» o incluso «los derechos humanos» como coartada ideológica para su imperialismo, mientras que las potencias y los estados más modestos, que sólo aspiraban a controlar a sus súbditos y las riquezas de su territorio, han apelado a la soberanía nacional, la no intromisión en los asuntos internos y la inviolabilidad de la soberanía estatal. 21 Los reyes asirios precedieron a los soberanos persas en sus afanes de dominación universal. Pero fracasaron en su empeño y fueron destruidos porque su proyecto imperial excedía sus posibilidades por varios conceptos: 1)  Asiria, al ser el primer imperio con tales pretensiones, se encontró con una oposición feroz por parte de pueblos acostumbrados a la independencia que no se resignaban a perderla. 2)  En consecuencia, el dominio asirio hubo de ser atroz, lo que provocó un odio general incompatible con la dominación ideológica necesaria para sostener el imperio. 3)  Los asirios carecían de una ideología adecuada. El monoteísmo con pretensiones éticas era la ideología acorde con un proyecto imperial universal, pero los asirios sólo tenían una religión nacionalista centrada en un dios que tenía el mismo nombre que su pueblo; un dios tan identificado con la nación opresora no tenía nada que ofrecer a los otros pueblos (salvo un yugo feroz) y no podía servir de ideología vertebradora y homogeneizadora del nuevo orden imperial. 22 Ni el imperio aqueménida ni el sasánida fueron capaces de realizar sus designios. La religión mazdeísta no pudo llegar a ser siquiera la de la mayor parte de la población del imperio persa y los soberanos persas pronto se dieron cuenta de que tratar de convertir a sus súbditos a la fuerza era contraproducente políticamente, por lo que instauraron un sistema de tolerancia multiconfesional que fue precedente y sirvió de modelo al que luego existió en el mundo islámico.

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simamente integradas como sendas ideologías de estado, conservaron cierto carácter subversivo más visible desde fuera que desde dentro.23 Con el capitalismo, la explotación se vuelve algo más opaca. Los modos de producción tributarios se fundamentaban en el valor de uso, mientras que el modo de producción capitalista se basa en el valor de cambio. No sólo la producción se convierte en mercancía sino que los mismos trabajadores (asalariados) son mercancía que se autovende temporal y «libremente» a un amo. Por ello, la explotación, a menudo sin perder la mistificación religiosa anterior, se vuelve economicista, se seculariza. Pero la nueva alienación no es incompatible con la anterior, ambas pueden coexistir, al modo calvinista.24 En algunas sociedades, como Francia, el triunfo de la burguesía se hizo con grave quebranto de la religión, porque se hizo en nombre de la Ilustración y con la cooperación activa de las clases inferiores, campesinado y proletariado

23 Moisés aparece en el Éxodo como un Espartaco victorioso; Jesús fue crucificado por el poder imperial romano, con gran satisfacción de la oligarquía sacerdotal judía; Muhammad en sus orígenes fue un huérfano pobre cuyos primeros seguidores eran las gentes más humildes de La Meca. La polémica medieval de la «tesis de los tres impostores» contra los fundadores de las tres religiones «abrahámicas» tuvo un origen mazdeísta y se cebaba especialmente en la condición social humilde de esos tres personajes. Para personas que han crecido en el seno de sociedades en las que estas religiones son poderes alienantes es difícil apreciarlo, pero para personas de fuera es indudable el carácter socialmente subversivo originario de estas religiones. Nada similar se encuentra en los fundadores de otras religiones como el zoroastrismo, el budismo, el jainismo o el maniqueísmo, de orígenes mucho más acomodados o incluso principescos, cuyos mensajes no tuvieron contenido socialmente subversivo comparable, ni siquiera en sus más prístinos orígenes. La actual teología de la liberación ha encontrado elementos alentadores para sus tesis en aquellos fragmentos veterotestamentarios y neotestamentarios que expresan el descontento social y la rebeldía contra el orden establecido de las clases oprimidas de la antigüedad; los mismos elementos habían servido de inspiración a las herejías socialmente inconformistas de la edad media, y en la edad moderna a los anabaptistas. 24 De facto, todas las religiones «modernas» tienden a calvinizarse para adaptarse a los imperativos de la sociedad capitalista. El Opus Dei es el ejemplo más acabado de calvinismo católico hoy en día, pero lo mismo sucede en el budismo (en Japón, especialmente), el judaísmo, el hinduismo, el jainismo y el islam. Aunque el islam rechaza teóricamente la usura, los capitalistas musulmanes –medievales y modernos– se limitan a triquiñuelas para eludir el nombre de usura pero no su realidad.

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urbano. En otros lugares la religión mantuvo su poder casi intacto, como en Estados Unidos, aunque sea de una forma diferente a la de las viejas religiones oficiales exclusivistas. Es más: cuando las cosas se ponen difíciles, hay una tendencia de los partidarios del orden establecido a utilizar la religión, incluso en los países occidentales secularizados, bien en su versión de voluntad divina al modo cristiano tradicional, bien en la idea de karma-samsâra, idea esta última importada pero cada vez más extendida en las sociedades occidentales, donde la decadencia del cristianismo favorece la introducción de una nueva metafísica de inspiración «oriental». Todos los conservadores y reaccionarios, incluidos los más incrédulos,25 coinciden en «las bondades» morales y sociales de la religión.26

25 Lo que no tiene nada de nuevo. En la antigüedad los oligarcas griegos y romanos ya fueron conscientes de la utilidad de la religión como superstición organizada para atemorizar al pueblo y mantener el orden oligárquico. Critias, tío de Platón y líder de los 30 tiranos, opinaba que la religión fue obra de alguien inteligente y astuto para atemorizar al pueblo y tenerlo sometido. Su sobrino Platón, en su República y sus Leyes, ideó un sistema legal que castigaba severísimamente el ateísmo y el cuestionamiento de la religión oficial, concebida como «noble mentira» para mantener el poder del estado y el orden social. El historiador romano Tácito, aunque al parecer era agnóstico, consideraba muy útil la superstición para controlar a la plebe. La mayor parte de los oligarcas antiguos, griegos y romanos helenizados, no parece que fueran muy supersticiosos personalmente, pero consideraban la superstición como su mejor aliado para mantener sus privilegios. En la actualidad, incluso los sionistas ateos son partidarios de honrar al judaísmo como garantizador de la cohesión del «pueblo judío». 26 El ejemplo más reciente lo tenemos en el presidente francés Sarkozy, que contra toda la tradición de laicismo francés, ha ensalzado la religión al modo estadounidense y ha puesto la labor de los clérigos por encima de la de los profesores de la escuela laica francesa. Evidentemente, sus loas a la religión son inseparables de su proyecto neoliberal de desmantelamiento del estado del bienestar; lo que ofrece el proyecto sarkoziano al pueblo francés es tan insatisfactorio que se impone el retorno al viejo «opio del pueblo»: el bienestar que el capitalismo salvaje no puede ofrecer, que lo espere el pueblo en «la otra vida». La canción de «el predicador y el esclavo» vuelve por sus fueros:

Trabaja y suda y come forraje, que cuando te mueras te espera un pastel en el cielo.

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No obstante, con la modernidad se impone cierta secularización de las ideologías justificadoras del orden establecido. El nacionalismo del estado-nación es la ideología dominante, muy por encima de la religión, hasta el punto de que la religión propiamente dicha queda reducida a un papel subalterno. El nacionalismo del estado-nación se adecúa maravillosamente a los intereses de la clase dominante, al identificarse los intereses de esta clase con los de «la nación». Sólo en los países de la periferia27 esta ecuación no funciona: es demasiado evidente que los intereses de las clases dominantes y los de la nación divergen, pues las clases dominantes de las periferias son «vendepatrias», «burguesías compradoras»28 sin otro proyecto que enriquecerse a costa de la dependencia de su propio país y de la sobre-explotación de la mayoría de sus compatriotas; en este caso la ideología de las clases dominantes es el «desarrollismo» dependiente y la utilización masiva de la religión y el odio xenófobo contra vecinos. El renacimiento de los fanatismos religiosos en muchos países de la periferia se inscribe en este contexto, pensemos en el fenómeno islamista potenciado

27 Los términos ‘periferia’ (o ‘periferias’) y ‘centro’ (o ‘centros’) parecen los más adecuados para referirse, respectivamente, al llamado «tercer mundo» y a los países capitalistas dominantes, pues explican mucho mejor las relaciones entre los países capitalistas-imperialistas y el mundo colonizado dependiente que términos como Norte y Sur, «países desarrollados» y «países subdesarrollados» o «países ricos» y «países pobres». Hablar de centros y periferias implica la relación de dependencia, dominación-sometimiento y desigualdad que existe entre ambas partes del mundo, cómo ambas partes son los dos polos de un mismo sistema global. 28 Por «burguesía compradora» se entiende a la clase dominante de los países de las periferias, que actúa como intermediaria entre sus países y los estados imperialistas del centro, a cambio de una parte de los beneficios. Esta burguesía compradora es una clase tan claramente anti-nacional que no puede beneficiarse de la coartada «patriótica» de sus homólogas no compradoras de los centros capitalistas. Sólo allí donde la renta petrolífera genera enormes beneficios y el trabajo duro recae sobre trabajadores extranjeros, como es el caso de las monarquías petroleras de Arabia, la burguesía compradora goza de amplio apoyo entre la mayoría de la población autóctona, que se beneficia de la situación y obtiene su parte de los beneficios de la explotación de los extranjeros, de una manera similar a como la población corriente de los centros capitalistas se beneficia de la explotación de las periferias, aunque sea mucho menos que sus clases dominantes.

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por Arabia Saudí y Pakistán, en el odio mutuo indo-pakistaní, en el nacional-hinduismo indio y en la ofensiva de las iglesias protestantes en Latinoamérica para convertir esta área del mundo en una colonia ideológica de la derecha protestante fundamentalista de la metrópoli estadounidense.29 Mención última merece la situación existente en países que han hecho del marxismo-leninismo su ideología de estado, pero sin suprimir las clases sociales y donde, es evidente, la clase dominante no es el proletariado sino la alta burocracia del partido y del estado. Recapitulando, podría decirse que las ideologías o modos de alienación para justificar el inicuo orden existente pueden clasificarse en cuatro tipos: 1) Alienación religiosa: especialmente en los modos de producción tributarios, pero adaptada al modo de producción capitalista. La desigualdad y la explotación se justifican apelando a la voluntad (providencia) de los dioses o de Dios, al karma-samsâra o, de una manera más «laica», a un orden inmanente del mundo.30 2) Alienación economicista: específica del capitalismo, con su alienación mercantil basada en la «relación libre» entre empresario y empleado, «la economía de mercado» como la mejor, única y «natural», «la mano mágica», etcétera.

29 Frente a la teología de la liberación, desarrollada por los medios progresistas católicos latinoamericanos, se encuentran no sólo la ofensiva reaccionaria del catolicismo conservador sino también estas iglesias fundamentalistas protestantes, sucursales del fundamentalismo estadounidense, con su teología política reaccionaria filoestadounidense y fanáticamente prosionista. 30 Esta versión «laica» de la ideología de la clase dominante es propia del estoicismo tardío en la civilización greco-romana y del confucianismo chino. El estoicismo romano no aguantó la crisis del siglo iii, que propició el surgimiento de la metafísica neoplatónica en filosofía y llevó a la instauración del cristianismo como religión oficial, que llegaría a sobrevivir al propio imperio romano como ideología metafísica de los estados que le sucedieron. En China, la crisis «medieval» fue más breve y el confucianismo pudo recuperar su posición destronando al budismo (no es casual que «el gran fervor budista» en China coincidiera con el corto «medievo chino»); esto fue posible porque la magnitud del imperio chino y de la economía china permitieron un nivel de secularización ideológica sin parangón con ninguna otra civilización conocida, ni siquiera la griega antigua. El imperio chino pudo permitirse tener una filosofía civil «casi laica» en lugar de una religión, un caso único en las civilizaciones premodernas.

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1) Alienación nacionalista: identificación del interés de la clase dominante con el interés de «la nación», «la patria», e identificación del patriotismo con la devoción al estado y su clase dominante. 2) Alienación pseudo-socialista:31 propia de los regímenes autoproclamados «socialistas» pero en los que la propiedad de los medios de producción no ha sido socializada sino estatalizada32 y el control de estos está en manos de una nueva clase, que si bien no posee jurídicamente la propiedad de los medios de producción, posee los medios de decisión y una posición de poder y riqueza muy superior a la de sus súbditos.

Oriente Medio antes del estado-nación: estados imperiales confesionales y minorías confesionales autónomas El paso de los reinos étnicos a los imperios con pretensiones de dominación universal fue acompañado de un proceso de cambio religioso, por el que las antiguas religiones locales fueron reemplazadas por religiones con pretensiones de universalidad. En la parte occidental del Viejo Mundo esto supuso el paso del politeísmo al monoteísmo. Los dioses fueron simplificados en una sola divinidad omnipotente y omnisciente, mucho más abstracta y trascendente que

31 En formas todavía más burdas ha sido la justificación de regímenes dictatoriales árabes de tipo nacionalista, dirigidos por pequeñas burguesías populistas, rápidamente reconvertidas en burguesías de estado, que justificaban su poder en nombre de un «socialismo árabe» estatista. De una forma aún más burda que la de las dictaduras nacionalistas árabes, ha formado parte del mito sobre un supuesto «socialismo israelí», fundamentado en el hecho de la gran importancia que durante muchos años tuvieron en Israel el sector estatal y la Histadrut (el gran sindicato empresario sionista). 32 La confusión entre «estatalización» y «socialización» y entre «estatismo» y «socialismo» hubiera sido algo impensable antes de la revolución rusa para cualquier marxista, pero se ha generalizado tanto que ha hecho estragos. Ha sido utilísima para los capitalistas en su tarea de desacreditar cualquier idea de socialismo y utilísima para los mandarines de «la nueva clase» para justificar ideológicamente su mandato, en nombre del socialismo. También ha permitido hacer pasar por «socialistas» a las más ramplonas burguesías de estado, como ha ocurrido en varios estados árabes y en el estado de Israel.

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los antiguos dioses.33 No es difícil ver en esta deidad omnipotente sin igual el equivalente celeste y trascendente del emperador universal. La primera religión imperial más o menos monoteísta,34 el mazdeísmo o zoroastrismo, surgió como la religión del primer verdadero imperio con pretensiones mundiales: el imperio persa aqueménida (entre los siglos vi y iv a.C.). No obstante, la variedad de pueblos sometidos por los monarcas persas, con sus respectivas tradiciones religiosas milenarias, exigió que los monarcas persas fueran en general tolerantes con sus súbditos de otras religiones; otra política habría sido imposible de aplicar, dada la enorme variedad de pueblos y de cultos que existía en un imperio de una inmensidad desconocida hasta

33 El proceso de transformación que llevó del politeísmo al monoteísmo no fue «rectilíneo» ni simple. Las religiones monoteístas surgieron de una convergencia de factores complejos y a menudo contradictorios: 1)  La tendencia antes aludida de que a un soberano terrenal único le correspondiera un único señor divino. 2)  Las especulaciones teológico-filosóficas de las élites intelectuales, como los sacerdotes egipcios y los filósofos griegos. 3)  Cultos exclusivistas como el yahvismo israelita. En principio, unos factores podían estar en contradicción con otros. El afán monoteísta de un soberano (Ajenatón, por ejemplo) podía estar en contradicción con los intereses corporativos de una clase sacerdotal, o un exclusivismo monoteísta como el judío podía convertirse en una bandera de combate contra el imperio romano. El islam, monoteísmo estricto surgido en la periferia árabe de Oriente Medio, asestó un golpe mortal al imperio persa, cuyo soberano encarnaba aún más que el emperador romano el carácter de «sombra de Dios en la tierra». El monoteísmo «desde arriba» (al estilo ajenatoniano) fracasó rotundamente, las religiones monoteístas que acabaron por triunfar surgieron en la periferia e inicialmente contra los poderes imperiales (Moisés como enemigo del faraón, Jesús crucificado por el poder imperial romano, Muhammad como enemigo del «rey de reyes»), sólo más tarde estas religiones se convirtieron en ideología de estado y se utilizaron para justificar el orden establecido: el cristianismo para sacralizar el poder imperial romano, el islam para servir de soporte ideológico a unas formas de estado muy similares a las del imperio persa desdeñado por Muhammad, el judaísmo como religión de los jázaros... 34 Digo «más o menos» por el fuerte contenido dualista presente en el mazdeísmo, pese a lo cual, debido a la superioridad de Ahura-Mazda sobre Ahrimán, puede clasificarse el mazdeísmo como monoteísmo.

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entonces. Cuando Alejandro Magno conquistó el imperio persa, adoptó una política similar de tolerancia y respeto por los cultos y las devociones de sus súbditos. Los soberanos helenísticos35 y los emperadores romanos precristianos36 continuaron esta política de tolerancia con los cultos de todos los pueblos sometidos.37

35 El conflicto entre Antioco IV Epífanes y los macabeos por la helenización del culto judío no fue provocado por el afán helenizador del soberano seléucida sino por la propia hierocracia judía, empeñada en un sincretismo radical entre «el dios de Israel» y el Zeus Olímpico griego; la aristocracia sacerdotal judía filohelena fue demasiado lejos y demasiado rápido en sus afanes helenizadores y eso provocó la violenta reacción de los enemigos de la helenización y del sincretismo. 36 El enfrentamiento entre Roma y los judíos no lo deseaba la mayoría de la clase alta judía, que era prorromana; el alzamiento religioso fue la expresión del descontento de las clases populares judías, que encontraron en el celotismo la ideología que encauzaba sus ansias de rebelión contra el odioso poder romano y contra las clases altas colaboracionistas. Pese a lo irritante que resultaba para los romanos el exclusivismo judaico, Roma, mientras fue pagana, respetó el derecho de los judíos a seguir su religión ancestral, pues era inherente al paganismo la idea de que los seres humanos debían honrar a sus dioses según sus tradiciones étnicas. Lo que no obsta para que los romanos reprimieran durísimamente las rebeliones judías y las utilizaran como pretexto para imponer sobre los judíos cargas fiscales abrumadoras (como el fiscus iudaicus) en concepto de castigo por la rebelión. Por lo demás, las medidas antijudías en general se debieron a motivos políticos, no a un «odio teológico». Los romanos trataron bastante peor que a los judíos a los druidas galos y britanos, a los que tenían por un gran peligro para su dominio. 37 La clase dominante romana era consciente de que las oligarquías sacerdotales eran sumisas y que tenerlas como amigas y aliadas era provechoso para su dominio. Esto tuvo consecuencias a la larga funestas para las religiones locales, que terminaron desprestigiadas ante los ojos del pueblo; el ejemplo más elocuente es el caso egipcio: la mayor parte de la población egipcia fue sometida a una explotación brutal por parte de Roma, pues el trigo egipcio alimentaba a la plebe romana, mientras que los sacerdotes egipcios seguían gozando de una situación privilegiada bajo el poder romano. Esta situación fue decisiva en la conversión masiva de los egipcios al cristianismo, hasta el punto de que el odio popular egipcio contra el orden existente, canalizado por los monjes egipcios en forma de odio teológico, se desencadenó en destrucciones de templos y agresiones contra los adoradores de los antiguos dioses. De todas las formas de expresión que podría haber tenido el descontento popular, esta era la más inocua para el poder romano, al que en realidad reforzaba, puesto que una vez que el emperador era cristiano y el imperio era

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Los soberanos arsácidas (siglo iii a.C.-iii), iranios pero no persas, que no pretendían la soberanía universal, estuvieron mucho menos apegados al zoroastrismo que sus sucesores, los persas sasánidas (siglos iii-vii), que retomaron la idea de imperio universal a la vez que el mazdeísmo. Durante algún tiempo, bajo Sapor I (240-272), segundo de los monarcas sasánidas, existió la posibilidad de que una nueva religión más sincrética y con mayor capacidad de atracción, el maniqueísmo,38 sustituyera al mazdeísmo como religión universal del imperio con pretensiones universales. Sapor I tanteó esa posibilidad patrocinando a Mani, de manera que si su predicación tuviera éxito dentro y fuera de Persia pudiera utilizarla para sus propósitos políticos; sin embargo, tras la muerte de Sapor, su hijo Bahram, zoroastriano fanático que estaba apoyado por el clero mazdeo, abortó cualquier posibilidad en ese sentido. Algunos soberanos sasánidas, mazdeístas especialmente fanáticos, persiguieron a sus súbditos de otras religiones, lo que les valió un lugar de honor en la historiografía de los fanáticos sacerdotes del zoroastrismo,39 pero la mayoría de los soberanos sasánidas tuvieron la lucidez política de rendirse a la evidencia de que no podían imponer el mazdeísmo a todos sus súbditos, que esa pretensión, lejos de dar solidez a su imperio, le enajenaría la voluntad de sus vasallos. Así, los soberanos sasánidas aceptaron la pluralidad religiosa en su imperio, dándose el caso de que el cristianismo nestoriano llegó a ser, de facto, la segunda religión oficial del imperio, después del mazdeísmo.40

un imperio cristiano, el paganismo ya no se identificaba con el sistema y los paganos habían pasado a ser disidentes ideológicos; de esta manera, lo que tenía como raíz el malestar popular se desvió en pogromos contra disidentes religiosos y en actos vandálicos contra edificios de venerable antigüedad y notable valor artístico. 38 El maniqueísmo, fundado por Mani, fue una forma radical del dualismo iranio, que participaba de un amplio sincretismo entre ideas mazdeas, cristianas, gnósticas e índicas. Los musulmanes alto-medievales (como Ibn an-Nadîm en su Fihrist) daban por sentado que el maniqueísmo era un híbrido de mazdeísmo y cristianismo. 39 El fanatismo de los sacerdotes zoroástricos era tan grande que su odio incluso se extendía a los judíos, tradicionalmente amigos y aliados de los persas. 40 La propaganda bizantina trató de convertir la guerra entre el emperador bizantino Heraclio y el rey de reyes persa Cosroes Parviz en una guerra santa entre la cristiandad y los mazdeístas. Nada más lejos de la realidad: Cosroes

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El imperio persa sasánida fue el modelo del imperio musulmán y de los sucesivos reinos del mundo islámico. El monarca persa preislámico Cosroes Anushirawán (conocido en la tradición musulmana como «Cosroes el bueno» o «Cosroes el justo»)41 se convirtió en el prototipo modélico de soberano en el mundo musulmán, continuador de la tradición persa. El lema de Cosroes era: «La monarquía depende del ejército; el ejército del dinero; el dinero viene de los impuestos territoriales; y los impuestos provienen de la agricultura. La agricultura depende de la justicia; la justicia de la integridad de los funcionarios; y la integridad de los funcionarios de la perpetua vigilancia del rey».42 Cosroes puso fin al fanatismo zoroastriano institucionalizado, pues, aunque el zoroastrismo siguió siendo la religión oficial, el patriarca nestoriano figuraba en el protocolo de la corte inmediatamente detrás del jefe de los magos o sacerdotes mazdeos. El reinado de Cosroes fue muy fecundo en el aspecto cultural y no tiene nada de exagerado decir que el esplendor árabe-islámico de la época ´abbâsí es una con-

no tenía nada contra los cristianos e incluso su esposa favorita, Shirín, y su visir financiero, Yazden de Kirkuk, eran cristianos nestorianos. Desde el imperio persa el cristianismo llegó a China, donde se conoció al cristianismo como «la religión de los textos sagrados de Persia». 41 Cosroes (531-579) se ganó esos epítetos tan elogiosos y el de Anushirawán (en persa ‘espíritu eterno’) por el agradecimiento de la nobleza persa, ya que Cosroes aniquiló el movimiento mazdakista, movimiento religioso fundado por Mazdak, que propugnaba el comunismo económico y sexual. Cosroes, que aborrecía el mazdakismo, consiguió aplastar a los mazdakistas de manera harto traicionera: hizo venir a Mazdak y a sus principales seguidores haciéndoles creer que los recibiría amistosamente, pero llevó a cabo una represión extremadamente sangrienta. Según el historiador árabe al-Mas´ûdî, los mazdakistas muertos fueron ochenta mil; según el historiador árabe Ibn al-Atîr, Cosroes ordenó crucificar a Mazdak y a cien mil mazdakistas. La nobleza quedó completamente sometida a Cosroes, que implantó la monarquía absoluta, pero estuvo tan agradecida a su amo por la eliminación del mazdakismo que le dedicó toda clase de epítetos elogiosos. Esta tradición nobiliaria tan favorable a Cosroes pasó más tarde a la tradición historiográfica árabe y musulmana, lo mismo que el odio que la clase dominante persa preislámica sentía por Mazdak, a quien a menudo mencionan autores musulmanes adjudicándole el calificativo de «maldito». 42 Peter Brown, El mundo en la antigüedad tardía. De Marco Aurelio a Mahoma (Madrid: Taurus, 1989), p. 197.

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tinuación del esplendor sasánida de Cosroes. Cosroes patrocinó traducciones tanto del griego como del sánscrito. Muchas obras capitales de la prosa árabe son traducciones de obras indias traducidas al persa pahlevi bajo el reinado de Cosroes; este es el caso de Calila y Dimna, del Sendebar o incluso de los orígenes de Las mil y una noches. En el año 532, Cosroes acogió a los últimos filósofos neoplatónicos de Atenas, cuya Academia, fundada por Platón, había sido clausurada por el fanatismo cristiano del emperador Justiniano. En el periodo de Cosroes y en lo sucesivo, la vida de la corte se hizo mucho más refinada, preludiando lo que serían los hábitos de las cortes ´abbâsíes y musulmanas de oriente: a la caza se añadió el polo, la música de cuerda y el ajedrez. El nombre de Cosroes se convirtió más tarde en sinónimo del poder y la gloria para los musulmanes. En gran medida sirvió de modelo a la dinastía ´abbâsí, que en cierto modo fue su heredera,43 así como a los sultanatos persas y turcos posteriores. El estado musulmán es esencialmente la continuación de las tradiciones del antiguo estado persa preislámico, cosa de la que eran muy conscientes los mismos musulmanes.44 También la civilización musulmana fue una continuación de las tradiciones del imperio persa tardío cosroiano: imperio confesional con amplio respeto a la autonomía interna de las confesiones distintas de la religión oficial, soberano absolutista, traducciones de obras griegas e indias, recepción de la filosofía griega y de la ciencia helénica e india... En la cuestión que nos ocupa, lo interesante es saber que la tolerancia religiosa de los imperios iranios (aqueménida, arsácida y sasánida) fue el precedente de la tolerancia de los estados musulmanes con sus súbditos no muslimes.

Los francos de Carlomagno llamaban al califa Hârûn ar-Rashîd, «el rey de los persas». El elefante que Hârûn ar-Rashîd regaló a Carlomagno respondía a una vieja tradición persa por la que el rey de reyes regalaba animales a los reyes vasallos (matiz que no captaron los francos). 44 Pese a una resistencia inicial árabe e islámica a las tradiciones monárquicas, que repugnaban a los árabes y a los musulmanes piadosos de los primeros tiempos (Muhammad había dicho que «el título más afrentoso el día del juicio sería el de rey de reyes», considerado una usurpación de una dignidad exclusiva de Dios), los gobernantes musulmanes más pronto que tarde adoptaron la administración, el boato, los títulos y la filosofía política de los soberanos sasánidas tardíos. 43

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Ya en vida de Muhammad, los musulmanes habían acordado estatutos de tolerancia para los cristianos y mazdeístas de Arabia.45 Posteriormente, al producirse las grandes conquistas musulmanas fuera de Arabia, se acordaron estatutos de tolerancia similares para la gran mayoría de los seguidores de las religiones de los países conquistados. En muchos casos los conquistados se beneficiaron de una tolerancia de la que no disfrutaban antes, como fue el caso de los cristianos monofisitas, los samaritanos y los judíos en los territorios conquistados a los bizantinos. En las zonas conquistadas a los persas, los cristianos nestorianos y los judíos conservaron el estatuto de tolerancia del que ya disfrutaban antes. Los árabes musulmanes también fueron tolerantes con los hindúes y budistas del Sind, cuando a principios del siglo viii conquistaron esta región de la India. El islam, pese a sus pretensiones de superioridad sobre las religiones anteriores, respetaba a los seguidores de las revelaciones que le habían precedido y les acordó un generoso estatuto de tolerancia sin equivalente en otros ámbitos político-religiosos mucho más intolerantes como la cristiandad. Además, mientras que el estatuto de tolerancia para las otras religiones en el imperio persa preislámico estaba motivado por exigencias de política realista y mal visto por el fanatismo del clero mazdeo, en el islam la tolerancia con las religiones anteriores, aunque supeditada a ciertas condiciones restrictivas, era una obligación religiosa para los musulmanes, de modo que quebrantarla, lejos de ser un acto piadoso, constituía una acción nefanda contraria a las propias leyes sagradas del islam. Mientras que el monarca mazdeísta que perseguía a sus súbditos no mazdeos y trataba de imponerles la religión zoroástrica por la fuerza era considerado por los sacerdotes mazdeos como un soberano piadoso y ejemplar que cumplía fielmente con su deber religioso, el soberano musulmán que tratara de convertir a sus súbditos no musulmanes por la fuerza o la intimidación era un pecador que atentaba contra la ley musulmana. Además, la ley islámica no aceptaba la validez de las conversiones forzadas, por lo que el no musulmán convertido

También en principio para los judíos de Medina, pero en esa ciudad las relaciones judeo-musulmanas fueron muy tensas y acabaron de manera catastrófica para los judíos: las tribus judías de los Banû Qaynuqâ´ y los Banûn-Nadîr fueron expulsadas y la tribu de los Banû Qurayza sufrió el exterminio de sus varones adultos y la esclavización de sus mujeres y niños. 45

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por la fuerza al islam tenía perfecto derecho a volver a su religión originaria.46 Las comunidades no musulmanas gozaban de autonomía interna y tenían instituciones propias, a menudo paralelas a las de la comunidad musulmana dominante. Por ejemplo, en Bagdad, junto al califa ´abbâsí, líder religioso del islam sunní desde 750 hasta 1258, residía el exilarca judío47 como una especie de rey judío en el exilio. El exilarcado existió desde el siglo ii hasta 1393 y se suponía que los exilarcas eran descendientes del rey David. Sobrevivió más de cien años al califato de Bagdad, aunque su importancia debió de reducirse mucho desde la devastación de Bagdad por los mongoles en 1258, porque el último exilarca del que se ha conservado el nombre fue Samuel ben David, que ejerció el exilarcado entre 1240 y 1270, precisamente por la época en la que los mongoles tomaron Bagdad. Durante el periodo ´abbâsí el exilarca residía en Bagdad, se sentaba junto al califa y desempeñaba las funciones de califa de los judíos. Durante gran parte de la época islámica, el exilarca judío tuvo más poder efectivo entre los judíos que el califa ´abbâsí entre los musulmanes. El exilarca era la instancia judicial suprema de los judíos mesopotámicos y el responsable de la seguridad y la conducta de sus súbditos, designaba jueces y controlaba las actividades comerciales de los judíos, incluso llegó a designar rabinos y funcionarios fuera de Iraq. En el imperio otomano, cada comunidad religiosa reconocida estaba bajo la jurisdicción de sus propias autoridades religiosas. La palabra

Cosa que no ocurría en el mundo cristiano, donde el bautismo, incluso el forzado y contraviniendo la tolerancia acordada, tenía plena validez, de manera que el no cristiano bautizado a la fuerza tenía que ser cristiano y si volvía a su religión originaria era condenado a muerte en castigo por su apostasía del cristianismo. Por ello, los judíos convertidos a la fuerza durante las persecuciones almohades del siglo xii o las safavíes de la edad moderna en Irán fueron autorizados luego a volver al judaísmo, mientras que los judíos bautizados por el terror en la España cristiana a finales del siglo xiv debieron seguir siendo cristianos so pena de ser condenados a la hoguera, lo mismo que los musulmanes de la corona de Aragón, obligados a convertirse al cristianismo por la fuerza durante la rebelión de las germanías. 47 En hebreo rosh ha-galut, en arameo resh galutá, en árabe ra`s al-ÿâlût, que en los tres idiomas significa literalmente «cabeza de la diáspora». 46

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turca millet (en plural milletler) designaba a cada una de las comunidades religiosas dotada de autonomía para asuntos internos. Así, existía el millet musulmán (conocido también como millet-i hâkime, ‘millet gobernante’), el millet de los rûm (o sea, de los ‘romanos’,48 que era el de los cristianos ortodoxos), el millet de los armenios49 y el millet de los judíos, todos ellos regidos por sus autoridades religiosas respectivas. Al margen del sistema se encontraban las sectas musulmanas disidentes y las religiones no reconocidas como revelaciones anteriores al islam. En esta última categoría se encontraban religiones como el maniqueísmo o el yazidismo.50 El maniqueísmo fue objeto de una per-

48 Téngase presente que lo que comúnmente llamamos los europeos occidentales «imperio bizantino» era el imperio romano sin más, pues tras la desaparición del imperio romano de occidente el año 476 no había más imperio romano que el de oriente. Los llamados «bizantinos» siempre se llamaron a sí mismos «romanos»; el hecho de que hablasen griego no cambiaba el hecho de que políticamente fuesen romanos, e incluso ellos mismos llamaban a su idioma griego «lengua romana». Consecuentemente, primero los árabes y luego los demás pueblos musulmanes llamaron rûm («romanos») a los bizantinos y, por extensión, a los correligionarios cristianos occidentales de los «bizantinos». De todas formas, en el mundo musulmán siempre existió una cierta confusión terminológica entre romanos antiguos, griegos, bizantinos y cristianos ortodoxos y occidentales. El geógrafo Ibn Hawqal (siglo x), para aclarar la confusión, distinguía entre «rûm puros» (los bizantinos) y rûm en el sentido amplio, categoría esta última que incluía tanto a la cristiandad bizantina como a la latina occidental. 49 Los armenios en aquel tiempo, más que una etnia o la comunidad de hablantes del idioma armenio, eran los pertenecientes a la iglesia armenia gregoriana; aunque también existiera una iglesia armenia católica y más tarde comunidades armenias protestantes. En la época final del imperio otomano muchos armenios hablaban turco como lengua materna y su pertenencia a la armenidad era más confesional que etno-«nacional». 50 El yazidismo es una religión fruto del más extraordinario sincretismo de las religiones de Oriente Medio: islam normativo y sufí, mazdeísmo, maniqueísmo, mazdakismo, gnosticismo, cristianismo, judaísmo, paganismo astral mesopotámico, chamanismo... En Oriente Medio se conoce vulgar e impropiamente a los yazidíes como «adoradores del diablo» por la veneración que profesan al ángel caído, al que no tienen por maléfico sino por el mejor de los ángeles de Dios, que prefirió la condenación eterna por amor a su creador (creencia compartida con muchos sufíes musulmanes), cuyas lágrimas apagaron el fuego del infierno, que por ello ya no existe. Los yazidíes llaman al diablo Malak Tâwûs («el ángel pavo real») y lo veneran bajo esa imagen;

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secución inquisitorial en la época ´abbâsí y terminó por desaparecer.51 El yazidismo, religión producto de un amplio sincretismo, llegó a estar muy extendido por el Kurdistán al final de la edad media, pero ha quedado reducido a una minoría exigua en la actualidad. El estado imperial del mundo islámico era despótico y su monarquía era patrimonial, pero ese estado despótico interfería poco en la vida de sus súbditos –mucho menos que el estado-nación moderno–, pues, aparte de cobrar impuestos, les dejaba margen a una amplia autonomía. Esto lo ha expresado muy bien el intelectual marroquí Abdallah Laroui al advertir el diferente sentido de la palabra ‘libertad’ en el mundo islámico premoderno y en el pensamiento liberal moderno: En la sociedad árabe tradicional,52 Estado y libertad individual son cosas completamente contradictorias; cuando el alcance de aquél

en la creencia yazidí, Malak Tâwûs es uno de los siete ángeles sostenedores del mundo. Su libro sagrado, El libro negro, está escrito en árabe, aunque la mayoría de los yazidíes son kurdos. 51 El maniqueísmo fue rechazado en el imperio ´abbâsí por razones metafísicas fundamentales y por razones de proselitismo. Las autoridades musulmanes consideraron a Mani un falso profeta (al contrario que a Zoroastro, a quien muchos musulmanes consideraban uno de los profetas no mencionados en el Corán) porque su dualismo puro estaba en contradicción con el riguroso monoteísmo musulmán. Pero lo que le ganó la inquina institucional y motivó una persecución inquisitorial contra los maniqueos bajo el califato ´abbâsí fue que el maniqueísmo parecía sumamente peligroso por su activísimo proselitismo en Iraq (centro del imperio), fundamentado en doctrinas que se pretendían mucho más «científicas» y racionales que las de las otras religiones; por ejemplo, en la cuestión de la contradicción entre la existencia de Dios y del mal en el mundo, los maniqueos argumentaban que Dios es infinitamente bueno pero no omnipotente, con lo que salvaban la cuestión de una manera satisfactoria racionalmente, pero radicalmente opuesta a la idea de absoluta omnipotencia de Dios en el islam. Las obras de Mani fueron traducidas al árabe y gozaron de gran difusión. El término zindîq (en plural zanâdiqa), sinónimo de maniqueo, en árabe llegó a significar disidente religioso en general, fuera realmente maniqueo o no, y la acusación de zandaqa (que en principio significaba maniqueísmo y luego pasó a ser sinónimo de librepensamiento) costó la vida a más de un distinguido intelectual del mundo islámico. 52 Abdallah Laroui se refiere concretamente al mundo árabe, que es lo que le interesa, mas entiéndase que la descripción es extensible a la realidad estatal de todo el mundo islámico premoderno.

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es amplio, el de ésta es pequeño. Es un hecho indiscutible; lo que hace falta subrayar es que si el Estado es tiránico, su alcance es muy limitado, a la inversa del Estado liberal, cuyo peso sobre el individuo es, desde luego, leve, si bien controla casi todos los aspectos de la vida civil. Si analizamos el Estado islámico en comparación con el Estado liberal –cosa que se hace de modo inconsciente– constatamos que, efectivamente, aquél contradice desde su principio la libertad individual; pero volviéndolo a situar en su marco histórico descubrimos de inmediato que sólo controlaba una parte muy limitada de la vida social. Por lo demás, el individuo se sentía y se declaraba libre. A fin de cuentas los orientalistas se limitan a probar que el Estado islámico no es liberal en el sentido del siglo xix; ¿acaso algún historiador dudaba de ello? En la estructura islámica tradicional la libertad política es limitada, por no decir que es desconocida; pero el campo político, que en modo alguno se confunde con el campo social, es por sí mismo muy restringido. El individuo, al no estar asediado por el Estado, puede ser libre más allá de la política.53

La situación podía ser muy diferente según las regiones y según la fortaleza o la debilidad del poder imperial en las distintas épocas. Había regiones que escapaban parcial o completamente al poder estatal, regiones de montaña o de desierto, por ejemplo. Las tribus del Kurdistán (musulmanas, yazidíes, cristianas54 o judías) podían vivir

Abdallah Laroui, El islam árabe y sus problemas (Barcelona: Península, 1984), p. 76. 54 Durante mucho tiempo, los cristianos nestorianos de Hakkari fueron prácticamente independientes e incluso tuvieron a tribus kurdas musulmanas como subordinadas. Los misioneros protestantes británicos difundieron entre ellos la idea de que eran el remanente de los asirios de la antigüedad, por lo que desde entonces se hicieron llamar «asirios» y surgió entre ellos la idea de crear un estado-nación «asirio». En la primera guerra mundial se imaginaron que bajo la hegemonía rusa e inglesa se harían con un estado propio en su territorio natal, pero sólo consiguieron perder su tierra nativa y tener que exiliarse en Iraq, donde, no escarmentados con la experiencia de haber sido las marionetas del imperialismo europeo, muchos de ellos se enrolaron en las tropas coloniales y participaron en la brutal represión británica contra los levantamientos anticoloniales árabes y kurdos, esperando que los colonialistas ingleses, a cambio de su colaboracionismo, les dieran un pedazo de Iraq para asentar su estado-nación «asirio», cosa que los ingleses no hicieron. Cuando Iraq accedió oficialmente a la independencia formal, aunque sin perder la 53

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al margen del poder estatal, y lo mismo sucedía con los habitantes de la montaña libanesa, fuesen maronitas o drusos, por no hablar de las tribus beduinas, algunas de las cuales eran de religión cristiana.55

dependencia real del imperio británico, la venganza contra estos colaboracionistas fue terrible: muchos «asirios» fueron exterminados y un tercio de ellos se refugió en Siria, donde fueron bien acogidos. 55 En lo que actualmente son los territorios de los estados de Jordania y Siria han existido hasta hoy tribus nómadas de religión cristiana; estas tribus, independientemente de su religión, musulmana o cristiana, tenían el mismo tipo de vida y sus relaciones intertribales dependían de factores distintos de los confesionales.

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Capítulo

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El estado en el mundo moderno: nacionalismo y estado-nación

El nacionalismo y el estado-nación El estado-nación y la ideología del nacionalismo en sentido estricto no surgieron hasta la Revolución Francesa y sobre todo en el siglo xix. En la Revolución Francesa, «la nación» emergió como concepto revolucionario en contraposición al sistema político del antiguo régimen: «nación» y «ciudadanos» frente a «rey» y «súbditos». Frente al lema del despotismo monárquico de Luis XIV («el estado soy yo»), los revolucionarios lanzaban la consigna de «¡Viva la nación!». La idea de «ciudadanos» frente a súbditos estaba influida por las viejas tradiciones republicanas de la antigüedad greco-romana sobre ciudadanía y república,1 pero la idea de ‘nación’ era en gran medida nueva, una creación de la burguesía emergente. En muchos aspectos, la ilustración y los revolucionarios más radicalizados iban mucho más allá de la ciudadanía democrática griega, al universalizar la idea de ciudadanía

Para muchos ardientes republicanos radicales, Bruto se convirtió en el supremo héroe tiranicida y César en el tirano justamente asesinado. Muchos de esos republicanos no reparaban en el hecho de que la república romana defendida por Bruto era un régimen oligárquico y que el odio a la idea de rex de la oligarquía romana no se debía a ideales igualitarios sino que temían en el rex al tirano al estilo pisistrático que quebrara el poder oligárquico en beneficio del pueblo y abriera la vía democrática, como habían hecho algunos tiranos en Grecia. 1

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y extenderla a todos los seres humanos;2 aunque, por otra parte, en la práctica las limitaciones eran casi las mismas que en la antigüedad (clasismo, sexismo, esclavismo en las colonias, xenofobia) e incluso la idea de la democracia «representativa» parlamentaria tenía un contenido mucho menos representativo y menos democrático que la antigua democracia griega.3

2 La idea democrática en Grecia raras veces superó los egoísmos de la autoctonía y de la más estrecha etnicidad. Los filósofos que universalizaron las ideas de ciudadanía (el cosmopolitismo cínico y de los primeros estoicos, próximos a los orígenes cínicos del estoicismo) no consiguieron que sus ideas se plasmaran en un orden político, pues las monarquías helenísticas eran hostiles a la democracia clásica y Roma se encargó de destruir las democracias existentes y de abortar los intentos democráticos que pretendían ir aún más allá. En la Revolución Francesa, la proclamación de los derechos del ciudadano fue indisociable de la proclamación de los derechos del hombre. Olympe de Gouges emitió la declaración de «los derechos de la mujer y la ciudadana», pues, aunque hubiera sido de esperar que el término «hombre» incluyera al varón y a la mujer y «ciudadano» fuera un término génerico, de facto, para la mayoría de los revolucionarios franceses el ser humano al que hacía referencia su declaración de derechos era exclusivamente varón; su idea de ciudadanía apenas alcanzaba a las mujeres, a las que se llamaba «ciudadanas» pero no se les reconocían los correspondientes derechos políticos ni los demás derechos inherentes al ciudadano. 3 Como es bien sabido (o debería serlo), en la democracia griega, ateniense, por ejemplo, las decisiones se tomaban por votación en la asamblea popular, en la que tenían voz y voto todos los ciudadanos, mientras que la gestión de la cosa pública recaía en el consejo de los quinientos, elegido por sorteo. Los griegos nunca hubieran reconocido como «democracia» el sistema parlamentario actual en el que la ciudadanía no sólo no participa directamente en las decisiones sino que ni siquiera está representada por delegados, y donde el pueblo, en lugar de gobernar, «elige a sus gobernantes». Si bien es cierto que la idea ateniense de democracia («poder del pueblo») era limitada en tanto que el dêmos («pueblo») era mucho más limitado que el actual, su kratía («poder») era mucho más real que la del actual pueblo, que no gobierna sino que, al elegir a sus «gobernantes», cede de hecho y de derecho la decisión; nótese además que no se trata de delegados sino de «gobernantes», idea intrínsecamente contradictoria con la de democracia. A duras penas la mayoría de las «democracias» actuales tolerarían traducirse como «poder del pueblo», hasta el punto de que el helenismo «democracia» (vaciado de su sentido original y etimológico) se ha convertido en un término perfectamente aceptable para la gran mayoría de las oligarquías contemporáneas, mientras que su traducción («poder del pueblo»), que no se utiliza, mantiene el sentido subversivo del término griego original.

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Desde entonces, los reaccionarios tratarán de rechazar el contenido revolucionario de las ideas de ciudadanía y de su universalización, bien rechazándolo abiertamente, bien, como sucede actualmente, resemantizando palabras como ‘democracia’, ‘libertad’ o ‘derechos humanos’,4 limitando los derechos ciudadanos a los habitantes de los países ricos, lo que en un sistema mundial globalizado es lo mismo que excluir de las decisiones políticas a la mayoría de la población mundial. Por su parte, las personas progresistas radicalizaron las ideas de la Ilustración y de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad para toda la humanidad, incompatibles con la explotación (incluyendo la esclavitud asalariada) y cualquier tipo de discriminación clasista, sexista, racista, colonialista o culturalista. Las ideas de los derechos de ciudadanía y de la humanidad eran demasiado peligrosas para las clases dominantes, detentadoras de la riqueza y el poder. La idea de ciudadanía, unida a la de humanidad, es letal para cualquier oligarquía. Las oligarquías necesitaban una nueva ideología que negase la universalidad humanista y que supeditase los intereses populares a los suyos en nombre de un ego imaginario «interclasista» y antihumanista. La encontraron en el nacionalismo, que sirvió a las clases dominantes, fueran la burguesía emergente o las clases anteriores aliadas a ella (como los terratenientes), para limitar o neutralizar el contenido revolucionario de las ideas revolucionarias de ciudadanía y de humanidad. Así, el nacionalismo, la parte más burguesa de los ideales de la Revolución Francesa, se disoció pronto de los elementos de esa revolución que trascendían con mucho los intereses burgueses. El nacionalismo se disoció cada vez más de la idea de ciudadanía y se asoció cada vez más estrechamente a la estatolatría, el culto a la razón de estado, a poner factores como el estado existente, la raza, un idioma o cualquier otra cosa similar por encima de cualquier idea de ciudadanía y de humanidad. El nacionalismo podía ser aceptable para cualquier oligarquía, burguesa o no, pues es la ideología moderna que sostiene el estado y los intereses de estado. Es fácilmente conjugable con cualquier otra ideología reaccionaria, vieja (confesionalismo) o nueva (racismo, o

4 Hasta el punto de que se justifica la oligarquía en nombre de la democracia, la represión en nombre de la libertad y la tortura en nombre de la defensa de los derechos humanos.

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culturalismo), al tiempo que ha demostrado ser un obstáculo de primera magnitud para unir a los pueblos contra sus dominadores.5 Todo nacionalismo tiene por objetivo crear o sostener un estadonación, esto es, un estado (la estructura de poder de una clase dominante) justificado ideológicamente en nombre de la nación. La ideología nacionalista llegó a ser tan hegemónica en el siglo xx que hasta las luchas de liberación anticoloniales o de pueblos sojuzgados se plantearon en términos nacionalistas como «liberación nacional» para crear sus propios estados-nación, calcados de los estadosnación de las potencias colonizadoras. Por ello, hay que distinguir en principio entre el nacionalismo de un estado-nación consolidado y el nacionalismo de un pueblo sojuzgado; igual que no es lo mismo un nacionalismo de colonizados que el nacionalismo de los colonizadores, no es lo mismo el nacionalismo de un centro imperialista que el de una periferia colonizada que lucha contra el colonialismo. No puede negarse que exista un componente progresista en el nacionalismo de los pueblos oprimidos, pero no debe perderse de vista que ese componente progresista no radica en el nacionalismo como tal sino en su lucha contra la opresión colonial. El carácter progresista de ese nacionalismo no está en tanto que nacionalismo (o sea, en tanto que su objetivo sea dotar a una clase dominante de un aparato de poder propio) sino en tanto que rechaza a unos opresores extranjeros. Pero

La primera guerra mundial fue la materialización más pavorosa del poder del nacionalismo y de la debilidad del internacionalismo. La inmensa mayoría de los partidos socialistas europeos traicionaron la causa del internacionalismo proletario y del socialismo para abrazar «la unión sagrada» del nacionalismo con sus respectivas clases dominantes. Después de algo así, se comprende bien la facilidad con la que más tarde los fascismos se impusieron en la mayor parte de los países europeos. Pero si se observa con más detenimiento, se verá que la oposición internacionalista dentro de los países capitalistas del centro a las políticas imperialistas siempre ha sido mínima: en las guerras coloniales, la solidaridad con los pueblos de la periferia colonial ha pesado siempre menos que el coste en bajas propias producidas por la resistencia anticolonialista de las periferias. En los países llamados «socialistas» del siglo xx, el internacionalismo se entendía como sumisión a los intereses de Unión Soviética o más exactamente a las directrices de su equipo gobernante («construir el socialismo en un solo país»), y cuando esto cambió fue porque cada partido comunista «nacional» aspiró a su propia versión nacionalista de «socialismo en un solo país». 5

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incluso en este caso, la trampa mortal del nacionalismo es no rechazar a los opresores como tales, sean extranjeros o indígenas, sino sólo cuando se trata de extranjeros. La visión nacionalista, incluso cuando se trata de pueblos oprimidos por un poder extranjero, es muy limitada y convierte a las masas en instrumento de una clase arribista resuelta a dotarse de un aparato de dominación. Por su propia dinámica, el objetivo de las «élites» políticas nacionalistas es dotarse de un estado. Aunque hagan uso de la etnicidad como fundamento de la ideología, como su objetivo esencial es su propio poder, dotarse de su propio estado una vez obtenida la independencia, sólo les interesa el irredentismo o la unificación con otras regiones de su misma etnia si esa unificación es extensión de su dominio a los territorios «irredentos», no si amenaza o daña su dominio.6 Los nacionalismos surgen en función de intereses de «élites» políticas y económicas, pero en su elaboración también intervienen intelectuales más o menos vinculados a esas «élites» que les dan forma. La población en general y las clases populares pueden participar de los nacionalismos en función de varios factores: 1) En los países capitalistas del centro, habrá una complicidad imperialista frente a la periferia colonial y en la competencia entre centros capitalistas. La socialdemocracia contribuirá no poco a las tendencias chovinistas de las clases populares, al no cuestionar el sistema y buscar mejorar las condiciones de las clases

6 Los ejemplos de esta actitud son innumerables. La clase dominante de la RFA rechazó durante toda la Guerra Fría cualquier idea de reunificación de Alemania que no fuese fagocitación de la RDA por la RFA en el marco no sólo del capitalismo, sino de la hegemonía estadounidense y de la OTAN; es decir, la clase dominante de Alemania occidental siempre sacrificó el nacionalismo alemán a sus intereses de clase. Lo mismo puede decirse de las flamantes clases dirigentes de estados como Kosovo o Moldavia, que no han tenido ningún interés en incorporarse o unificarse con Albania o Rumanía respectivamente. La clase dominante de Somalia estuvo empeñada en la unificación de «las cinco Somalias» cuando tal objetivo implicaba extender su dominio al Ogadén y tierras de Yibuti y Kenia; mientras tuvo esperanzas de hacerse con el Ogadén, rechazó ardientemente las propuestas soviéticas de una unificación pansomalí en el marco de una federación con Etiopía. Más tarde, Somalia se ha desintegrado y las «élites» antes pansomalistas ahora incluso hablan de dividir la misma Somalia en dos estados siguiendo las demarcaciones de reparto del país entre los antiguos colonialismos británico e italiano.

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populares a costa del internacionalismo y de las clases populares extranjeras. Este es el caso de Israel, en tanto que centro capitalista frente a la periferia colonial árabe circundante y frente a palestinos que están bajo su dominio, bien como sub-ciudadanos de Israel, caso de «los árabes israelíes», bien como simples súbditos pero no ciudadanos (ni siquiera sub-ciudadanos), caso de los palestinos de los territorios ocupados en 1967. 2) En los países de la periferia colonial, neocolonial y recolonial,7 la lucha anticolonialista, al menos hasta la independencia, puede estar dirigida por una burguesía que se supone «nacional» y que apelará a una «unión sagrada» contra los colonizadores extranjeros. Este ha sido el caso del Fath palestino. Actualmente, el rechazo al nacionalismo por parte de la globalización, especialmente al de los pueblos recolonizados, no es rechazo del estado (la estructura de poder de la clase dominante) ni del nacionalismo como tal, sino rechazo de todo lo que se oponga al macro-estado global, puesto que lo que se propugna no es destruir el estado sino la creación de un estado globalizado, es decir, una estructura de poder de una clase dominante mundial. El culturalismo, con su monserga de «choque de civilizaciones», es de facto un macro-nacionalismo de los centros capitalistas (bajo hegemonía de Estados Unidos) contra la periferia: contra los países neocoloniales y contra los intentos de algunos de ellos (como China o Irán) de desarrollar un proyecto nacional burgués no subordinado.

Llamo «recolonialismo» a lo que el profesor Martínez Montávez ha llamado en alguna ocasión «neo-paleo-colonialismo» para referirse a la invasión y recolonización de Iraq a partir del año 2003. En todas partes el colonialismo fue sustituido por el neocolonialismo (o colonialismo encubierto de independencias estatales) a partir de la segunda guerra mundial. La única excepción han sido Palestina y algunos otros territorios árabes ocupados por Israel, donde el colonialismo no terminó e incluso volvió de manera directa. El colonialismo y recolonialismo israelíes han sido en este sentido pioneros y precursores del recolonialismo surgido a partir de la caída del bloque soviético y bajo el pretexto de los atentados del 11-S. Durante la Guerra Fría, Israel fue una mezcla de la Suráfrica del apartheid (rémora colonial en un medio internacional neocolonial) y del nuevo recolonialismo que surgiría tras la Guerra Fría. 7

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La actitud del nacionalismo y del estado-nación hacia «los elementos extraños» y «las minorías nacionales» La lógica del estado-nación supone que toda la población del estadonación, o al menos la mayor parte, se identifique con el nacionalismo y la nacionalidad del estado. ¿Qué sucede entonces con la población que no encaja con la definición de ciudadano-étnico de un determinado nacionalismo o con la población que se identifica con otra etnicidad u otra nacionalidad? La lógica del nacionalismo y del estado-nación lleva a tratar a los elementos «extraños» de tres maneras: 1) En el mejor de los casos reconociéndolos como «minorías nacionales» dotadas de cierta autonomía para sus asuntos propios, en igualdad con los no «extraños» para todo lo demás. 2) Como elementos inferiores, en condiciones de franca discriminación. Incluso el carácter «diferencial» puede utilizarse para la discriminación; por ejemplo, en nombre del «respeto» a sus identidades nacionales y culturales diferentes, la Suráfrica racista justificaba la profundización en el apartheid, arguyendo que los pueblos bantúes debían tener sus estados nacionales, los llamados bantustanes.8

8 Se conoce como «bantustanes» a las «reservas» creadas por el estado racista surafricano a partir del año 1959, en las que pretendía acantonar a la población negra. Algunos de los bantustanes (como Transkei, Bophuthatswana y Venda) recibieron una «independencia» aparente. El pretexto del régimen racista surafricano era que cada etnia bantú era una nacionalidad diferenciada que debía ser dotada de su propio estado-nación. Con esta política de división y acantonamiento, el gobierno surafricano pretendía dividir a la población negra y despojarla de la ciudadanía surafricana, haciéndola súbdita de minúsculos y fragmentados «estados-naciones» bantúes desprovistos de recursos, que serían satélites políticos y económicos de la Suráfrica de hegemonía blanca. De haber conseguido el objetivo perseguido, el estado racista surafricano se habría desembarazado de la mayoría negra convirtiéndola jurídicamente en extranjera pero quedándose con la mayor parte del territorio y los recursos del país, ya que los bantustanes nunca supusieron más del 16% de la superficie del país, aunque la población negra de Suráfrica era ampliamente mayoritaria. La estrategia de la bantustanización perseguía que Suráfrica mantuviera la supremacía blanca sin ser formalmente un estado racista, al convertir a los negros del país en «extranjeros», aunque los bantustanes fueran de facto reservas

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3) Tratando de eliminarlos total o parcialmente, de una manera u otra. En este último caso caben tres métodos para conseguir la eliminación de los «elementos extraños»: 1) La asimilación forzada. 2) La expulsión total o parcial de la población «extraña». 3) La eliminación por asesinato: el genocidio es el caso extremo por sus pretensiones de exterminio total, pero este caso extremo no es lo más corriente, lo habitual es que las matanzas tengan como objetivo la sumisión o la expulsión más que el exterminio. La expulsión y las matanzas son los métodos habituales de lo que se conoce tristemente como «limpieza étnica», es decir, la eliminación de los elementos «extraños» para conseguir un territorio étnicamente «puro», «limpio», a la medida del estado-nación que busca el nacionalismo. De una manera más culta se ha hablado del «lecho de Procusto9 del nacionalismo».10 La cosa es especialmente grave (hablando en términos cuantitativos) cuando, como en el caso del sionismo, la población víctima del estadonación no es una minoría sino una mayoría, de la que el nacionalismo en cuestión quiere deshacerse para sustituirla por «los suyos». Pero no hay que olvidar que el caso sionista no es original en absoluto y se inscribe en una larga historia de expulsiones y matanzas llevadas a cabo por

miserables de mano de obra barata y mercados cautivos para la economía surafricana. Lógicamente, la mayoría de la población negra surafricana rechazó la bantustanización y siempre demandó el derecho a la ciudadanía plena de Suráfrica, sin discriminación racial. 9 En la mitología griega, Procusto era un bandido que vivía en el camino entre Megara y Atenas y tenía por costumbre ofrecer su hospitalidad a los viajeros y hacerles dormir en un lecho, con la particularidad de que si la talla de los huéspedes no se adaptaba exactamente a la longitud del lecho, si eran bajos los alargaba mediante tortura, y si eran altos, les cortaba las extremidades que sobresalían; Procusto ofreció su hospitalidad al héroe ateniense Teseo, pero este estaba prevenido y mató a Procusto. La imagen del lecho de Procusto se ajusta perfectamente a los designios del nacionalismo y su estado-nación, con sus secuelas de intercambios forzados de población, expulsiones, matanzas y genocidios para adaptar la población a la razón de estado del nacionalismo y su estado-nación. 10 Roland J. L. Breton, Las etnias (Barcelona: Oikos-Tau, 1983), p. 98.

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el colonialismo europeo en otras partes del mundo en las colonias de poblamiento europeo, es decir, en las colonias donde el objetivo no era tanto explotar el trabajo de los indígenas como eliminarlos para dejar el sitio a los colonos europeos. En este sentido Israel es un caso más de colonia de poblamiento, similar a Estados Unidos, Argentina o Australia. Sin embargo, en el caso palestino no puede hablarse propiamente de «genocidio». El objetivo sionista no ha sido el exterminio físico de la mayoría de la población palestina no judía sino expulsar a la mayoría árabe no judía y reducir a la población restante a la condición de minoría subordinada inferior. Los métodos para inducir a la población no judía a abandonar el país han incluido los asesinatos y las matanzas,11 pero el objetivo sionista (al menos hasta ahora) no ha sido el genocidio de la población árabe no judía sino eliminar a esta por la expulsión a través del terror de las matanzas. A este respecto conviene recordar que el objetivo inicial del nazismo no era el genocidio de los judíos europeos sino reducirlos a una situación de inferioridad y subordinación en Europa12 o expulsarlos del continente europeo. El proyecto nazi abiertamente declarado era deportar a todos los judíos a Madagascar, e incluso hubo nazis que simpatizaron abiertamente con el sionismo. Sólo durante la guerra

Menahem Begin, que fue líder del Irgún, luego del Likud y primer ministro israelí, siempre justificó la matanza de Dayr Yâsîn arguyendo que sin ella no habría habido estado de Israel. Quería con ello decir que la matanza de Dayr Yâsîn tuvo un papel decisivo en la campaña de terror para expulsar a los palestinos de su tierra durante la primera guerra árabe-israelí en 1948. Sin matanza no habría habido terror, sin terror los palestinos no habrían huido y sin huida de los palestinos no habría sido posible un estado-nación judío sobre una mayoría palestina no judía. 12 Lo que no era muy diferente ni peor que la situación de los negros en Estados Unidos durante la misma época, con la diferencia de que el alemán medio de la época de entreguerras hubiera visto con horror que se quemasen vivos a judíos en las calles, espectáculo que no era infrecuente en Estados Unidos, donde los linchamientos de negros eran cosa corriente y espectáculo jaleado por la chusma blanca estadounidense. Naturalmente, Estados Unidos nunca entró en la guerra contra la Alemania nazi porque esta fuera racista, sino indirectamente al entrar en guerra con Japón. El racismo legal no fue abolido en Estados Unidos hasta los años sesenta del siglo xx (¡cien años después de la abolición de la esclavitud!) y la condición legal de los negros en muchas partes de Estados Unidos en nada era mejor que la de los judíos de Alemania bajo las leyes de Nühremberg. 11

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mundial los nazis pusieron en marcha una maquinaria planificada para exterminar a todos los judíos que cayeran en sus manos; pero incluso entonces, el genocidio de los nazis contra los judíos fue vergonzante y nunca declarado abiertamente; era algo demasiado infame para proclamarlo a los cuatro vientos.13 En este sentido, la actitud sionista hacia la población árabe no judía era muy similar al proyecto nazi original respecto a los judíos: expulsarlos en masa, no exterminarlos, «limpieza étnica» no por genocidio sino por expulsión.

Nacionalismo aconfesional y nacionalismo confesional: nacionalismo laico y nacional-confesionalismo Aunque el nacionalismo y la idea del estado-nación sean concepciones más o menos seculares, modernas, diferentes de las concepciones de estado premodernas y en concreto de las concepciones estatales confesionales premodernas, en la práctica, sobre todo en sus versiones más reaccionarias y atrasadas, los nacionalismos suelen combinarse con un determinado confesionalismo, dando lugar a lo que se podría llamar «nacional-confesionalismo». El ejemplo más próximo que tenemos en España de nacional-confesionalismo es el nacional-catolicismo español. Pero no es el único ni mucho menos. Incluso no es el único nacionalismo articulado como nacional-confesionalismo católico, puesto que también existen los nacional-catolicismos irlandés, polaco o croata, por poner sólo unos ejemplos. En esos casos, el nacionalismo se identifica con el confesionalismo católico hasta el punto de que apenas se concibe que se pueda pertenecer a la nacionalidad en cuestión sin pertenecer a la confesión católica, cuando menos «sociológicamente», si es que no como creyente convencido.14

A diferencia de los genocidios llevados a cabo por los europeos y europeos de ultramar en las colonias de poblamiento europeo, que frecuentemente se realizaron abiertamente y sin vergüenza alguna. Así fueron exterminados la mayor parte de los amerindios de Estados Unidos, Brasil y el Cono Sur (especialmente Argentina y Uruguay), los aborígenes australianos y más aún los tasmanios. Ninguno de estos genocidios ha cubierto de ignominia universal a sus perpetradores y sus herederos. En esos países recordar todo esto habitualmente se considera «indigenismo» masoquista de mal tono. 14 O como hipócrita por nacional-confesionalismo, caso de los falangistas españoles, que podían aceptar en sus filas a ateos, siempre que lo fueran en 13

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Nacional-confesionalismos similares se dan en muchos países con otras religiones: nacional-confesionalismo protestante unionista en el Ulster, nacional-confesionalismo ortodoxo en Grecia y muchos países eslavos, nacional-confesionalismo islámico en muchos países musulmanes, nacional-hinduismo en la India, nacional-confesionalismo budista entre los separatistas tibetanos partidarios del dalai-lama, nacional-confesionalismo judío en el caso sionista, etcétera. El nacionalismo francés, a pesar de ser el pionero en nacionalismo laico, también tiene una facción retrógrada nacional-católica que aúna con igual fanatismo catolicismo integrista y chovinismo francés. Por motivos de conveniencia de la burguesía francesa, el estado francés ha jugado con las dos barajas, la laicista y la católica, en función de sus interereses internos y externos: laica, para someter al clero y desmantelar el «antiguo régimen», y católica, para utilizar a las minorías católicas de la periferia colonial como quintas columnas de los intereses imperialistas franceses, caso del Líbano, por ejemplo. Incluso sin tener una determinada religión oficial, un nacionalismo puede hacer de la religión su bandera. Es el caso de Estados Unidos, donde el nacionalismo y la ideología de estado están muy lejos de ser laicos, aunque no exista ninguna religión oficial, o más bien, una única y exclusiva religión oficial, sino que en ese país «toda religión –o incluso toda secta– es oficial»,15 hasta el punto de que en Estados Unidos un presidente ateo confeso resulta inimaginable. La cosa llega al extremo de que los presidentes estadounidenses justifican su política, sus guerras y sus invasiones apelando a mandatos y exhortaciones provenientes de Dios, aunque sin aludir expresamente a una concreta confesión religiosa. El antisemitismo europeo ha sido un nacional-confesionalismo a la vez a escala nacional y paneuropea. Los judíos, tradicionalmente la única comunidad confesional europea no cristiana (salvo en la Europa oriental balcánica y algunas zonas periféricas de Rusia), al surgir los nacionalismos en Europa, fueron vistos por muchos nacionalistas como un cuerpo extraño a la vez a escala nacional y europea. El corolario de este planteamiento, en versión puramente nacional-confesionalista o en la versión racista, era que si Europa era «cristiana» o «aria», los

secreto y en público profesaran el catolicismo por razones «patrióticas». El líder de la ultraderecha francesa, Charles Maurras, era ateo confeso y a la vez partidario del nacional-catolicismo francés más intransigente. 15 Samir Amin, Por la Quinta Internacional (Mataró: El Viejo Topo, 2007), p. 97.

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judíos eran «extraños» desde un punto de vista confesional o «racial», un «cuerpo extraño» que debía ser devuelto al gueto o expulsado de Europa (a Asia o África).16 El nacional-hinduismo o «hindutva» tiene una posición similar respecto a los musulmanes de la India, al hacer de la indianidad y del hinduismo17 algo indisociable. Lo mismo puede decirse del pakistanismo, que hizo surgir Pakistán18 como patria confesional de los musulmanes indios. Esta forma de pensar puede ser interiorizada por los miembros de las minorías confesionales, que pueden acabar viéndose como

16 Obsérvese la similitud entre antisemitismo y sionismo, que no sólo compartían la idea del carácter extraño de los judíos en Europa y la inevitabilidad de la judeofobia sino también su corolario: la emigración de los judíos fuera de Europa a Asia o África. Muchos antisemitas no eran hostiles al sionismo sino que compartían la idea sionista de crear un «estado judío» en Palestina o en algún lugar de África. La idea original nazi de enviar a los judíos europeos a Madagascar se parece bastante a un proyecto sionista de crear un estado judío en Uganda. 17 Paradójicamente, ‘hinduismo’ es un término creado en el siglo xviii por los europeos por descarte. Llamaron «hindúes» a los indios que no eran musulmanes, sijs, cristianos, judíos, jainistas, budistas o zoroastrianos. Para homologar a estos «hindúes» con las demás religiones, a la palabra ‘hindú’ le añadieron un -ismo y crearon el «hinduismo». Pero lo que llamaron «hinduismo» apenas era homologable a los otros «ismos» puesto que ese «hinduismo» incluía al menos media docena de religiones y concepciones filosóficas cuyas diferencias entre sí eran mucho mayores que las existentes entre las otras religiones. Esto no ha sido obstáculo para que muchos hindúes aceptaran la idea del «hinduismo» y para que lo amalgamaran con el nacionalismo para crear la «hindutva» o nacional-confesionalismo hindú. 18 Pakistán significa ‘país de los puros’, con lo que los que inventaron y adoptaron este nombre estaban diciendo implícitamente que los indios no musulmanes eran impuros. Pakistán, creado por el colonialismo inglés el mismo año que se fundó el estado de Israel, fue una especie de «Israel indomusulmán» y su creación provocó una tragedia no menor que la fundación del estado sionista: un millón de personas perdieron la vida y millones de hindúes y sijs hubieron de emigrar a la Unión India, a la vez que millones de musulmanes emigraron (de buen grado o expulsados) a Pakistán. Las similitudes entre Pakistán e Israel son considerables y ambos estados, creados para sendos «pueblos elegidos», se convirtieron en estados etno-confesionalistas en conflicto con el medio en el que habían surgido (indio o árabe), alineados con la superpotencia mundial y dotados de armas atómicas.

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«extraños» y aceptando la lógica del gueto interior o exterior, en forma de exigir un estado-nación propio. Este ha sido el caso del sionismo, el unionismo protestante ulsteriano, muchos cristianos maronitas libaneses, etc. Así, el nacional-confesionalismo tiende a las profecías autocumplidas, que se han dado en el caso de los judíos del mundo árabe: a base de mirarlos con sospecha y colocarles el sambenito de sionistas o prosionistas, los han terminado por convertir en sionistas o prosionistas o cuando menos en israelíes;19 al mismo tiempo, el sionismo, al generar un sentimiento antijudío en el mundo árabe, ha sido otra profecía autocumplida contra los judíos del mundo árabe. En todo caso el nacionalismo es ambiguo y proteico. El nacionalismo puede concebirse como una forma de salir del confesionalismo, como una forma de secularización e incluso como un laicismo militante, pero también puede impregnarse de confesionalismo o hacer suyas las banderas confesionalistas, incluso literalmente: véase si no cuántas banderas de «naciones cristianas» incluyen el signo de la cruz y cuántas «naciones musulmanas» incluyen el signo de la media luna en su enseña nacional, por no hablar de la bandera israelí, que incluye la estrella de David, símbolo judaico confesional.

Cómo el nacionalismo convierte un determinado factor en eje de la identidad, es decir, en eje de la nacionalidad Los nacionalismos, para establecer o enfatizar su estado-nación, han de insistir en la vinculación de una determinada población a una determinada «identidad nacional», por encima de cualquier otro tipo de

Pues no es lo mismo ser sionista o prosionista que ser israelí. Se puede ser prosionista sin ser siquiera judío (incluso sin sentir simpatía alguna por los judíos), mientras que se puede ser judío e israelí sin ser sionista e incluso siendo antisionista. Esta última opción ideológica no significa tendencias suicidas ni masoquistas sino más bien todo lo contrario; el antisionismo de un judío israelí puede tener su fuente principal no en un sentimiento de culpa hacia los árabes no judíos sino en un razonable sentido de la supervivencia y la autoconservación individual y colectiva: la consciencia de la manipulación de los judíos por el sionismo y de que los intereses de la política sionista no coinciden con los de los judíos israelíes como personas y como pueblo, la consciencia de que hay que acabar con el sionismo en beneficio de los judíos y con el estado sionista en beneficio de los ciudadanos israelíes, no sólo de los palestinos sino también de los judíos. 19

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pertenencia o identidad. Esta «identidad nacional» suele basarse en varios factores, con el objetivo de presentar a esa determinada población como homogénea, a la vez que se desechan sin más otros factores que no encajan con el propósito nacionalista. En los casos en los que el estado precede a la nación, es decir, cuando el estado ya está constituido y para fijarse como estado-nación necesita convencer a sus súbditos de que es una nación, el nacionalismo será especialmente estatalista, haciendo de la existencia del estado el eje fundamental de la nacionalidad, la nación y el nacionalismo, de manera que el estado y la nación serán prácticamente sinónimos en ese nacionalismo de estado. Es el caso de Francia, Gran Bretaña, España, Estados Unidos, la totalidad de los estados del continente americano y la gran mayoría de los estados surgidos de la descolonización, en especial los africanos. En los casos en los que el nacionalismo precede al estado-nación, los nacionalismos apelan a factores distintos del estado para la existencia de la nacionalidad y la nación. Aunque el objetivo de los nacionalistas sea el estado-nación, distinguen netamente entre estado y nación, consideran que la existencia de la nación es disociable de la del estado y llaman nación a lo que los otros nacionalistas llamarían «etnias», «conglomerados étnicos», «grupos etnoides» o –como mucho– «nacionalidades» pero nunca «naciones». En España, por ejemplo, se ve bien la diferencia entre esos dos tipos de nacionalismos: 1) Los nacionalistas españolistas apelan al estado, el estado español es el único que existe, ergo, para ellos, sólo hay una nación, la española, lo demás son «regiones» o –como mucho y a regañadientes– «nacionalidades». Su nacionalismo está tan arraigado y lo ven tan «natural» que ni siquiera muchas veces se consideran «nacionalistas», usan el término «nacionalismo» con sentido despectivo (sin darse cuenta de que ellos también son nacionalistas) y sólo para referirse a los nacionalismos centrífugos rivales del suyo. 2) Para los nacionalistas catalanistas, vascos, gallegos u otros, la existencia de la nación catalana, vasca, gallega u otra es independiente del factor estatal, que desean para su nación (su objetivo es crear otro estado-nación) pero que no consideran esencial para la existencia de su hecho nacional, que insiste en otro tipo de factores: hecho diferencial lingüístico, historia anterior al estado español, etcétera.

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Los problemas a los que se enfrentan ambos tipos de nacionalismos son distintos pero a la vez similares. Podría pensarse que el primer tipo de nacionalismo sería más liberal e integrador que el otro, que supuestamente sería igualitario para todos los súbditos del estado y aceptaría la diversidad cultural del estado y que su idea de la identidad nacional sería la suma igualitaria de las partes, pero no hay tal: el nacionalista del estado-nación ya constituido, que considera que es la existencia del estado la que hace la nación, también profesa un exclusivismo no sólo al estado sino a su idioma oficial, su mitología nacional, su territorio y demás. Por ejemplo, el estado francés nunca ha concebido que la nación francesa sea el conjunto en pie de igualdad de los franceses, o que sean igualmente idiomas franceses los idiomas que se hablan en Francia, sino que ha impuesto el idioma francés sobre los otros, a los que pretendía hacer desaparecer en aras de la deseada «unidad nacional». El nacionalismo español ha sido una versión desmejorada del nacionalismo francés, pues no es lo mismo construir un nacionalismo sobre el cimiento de una gran revolución burguesa que fue más allá de lo que los propios burgueses hubieran querido, que construir una nación a partir de materiales deleznables: borbonismo desechado en Francia, un liberalismo de «papanatas que imitaban la revolución francesa»,20 desamortizaciones en beneficio de especuladores, una mitología nacional reaccionaria nacional-católica... Cuando un nacionalismo se siente fuerte, puede llegar incluso a la noción de «nacionalidad electiva», donde la nación es un conjunto de personas que la eligen y (teóricamente) podrían desvincularse de ella si lo desean. Pero el nacionalista de la nación sin estado, que quiere construir su nacionalismo sobre factores no estatales, hablará de los derechos de los pueblos antes que de los del estado. Sólo que su concepto de pueblo es igual de absoluto y totalitario, no habla de «razón de estado», pues su nación carece todavía de estado, pero habla de la «razón (de estado) de la nación» para construir su estado y «normalizarla» como estadonación. Hace hincapié en factores como el idioma (nacional), la tierra, la raza o incluso la religión. Pero todo esto supone una elección muy clara entre los factores. El nacionalismo, aunque procure fundamentarse en el máximo posible de factores, elegirá siempre algunos o alguno como el eje de su idea

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Como bien definió Marx a los liberales decimonónicos españoles.

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de nación, infravalorando los demás. Mientras que los factores que definen la identidad de una persona pueden ser múltiples y una persona puede participar de varias identidades distintas, el nacionalismo exige una homogeneización primando un factor sobre todos los demás. Así, el sionismo convierte la judaidad, antes una categoría esencialmente religiosa, confesional, en una nacionalidad y en el culto al estado-nación judío. El sionismo busca y potencia su estado-nación israelí, «el estado judío». Además, en aras de su nacionalismo, el sionismo no concibe las múltiples pertenencias, las identidades complejas, para el sionismo judaidad es religión y nacionalidad, vinculada exclusivamente a «la tierra de Israel» y al idioma hebreo, no concibe que un judío pueda ser judío (entendiendo la judaidad como religión o como vago sentido de pertenencia étnica) y participar de otras identidades dadas o elegidas que sean tanto o más importantes que la propia judaidad, tampoco que conciba la judaidad de manera diferente de como la entiende el sionismo. El nacionalismo árabe, por su parte, hace otro tanto con el idioma: para el nacionalismo árabe todos los hablantes de árabe no son solamente árabes, sino que pertenecen a una «nación árabe» que debe constituirse en estado-nación, y esa identidad nacional/ista árabe debe estar por encima de cualquier otro factor.

Victimismo nacionalista y rechazo de la lucha de clases Se ha definido sarcásticamente una nación como «un grupo unido por un error común sobre su origen y una hostilidad colectiva hacia sus vecinos». Esta definición pone el dedo en la llaga de dos elementos fundamentales de todo nacionalismo: 1) La mistificación: la identificación con un colectivo étnico opuesto a otros colectivos humanos, ignorando los continuos que existen entre colectividades étnicas, la participación simultánea en varios tipos de identidad, por no hablar de las fracturas de intereses de clases en el seno del colectivo nacional reivindicado por el nacionalismo. 2) El victimismo de esa colectividad. Los nacionalismos crean su propio victimismo, ignorando las realidades de clase. Para el nacionalismo no existen clases sociales ni injusticias internas, la sagrada unidad nacional está por encima de cualquier división interna de ese tipo. El nacionalismo desvía las ten-

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siones internas buscando enemigos externos. Frente al viejo adagio revolucionario «ni guerra entre pueblos ni paz entre clases», el nacionalismo hace suyo el adagio reaccionario «ni guerra entre clases ni paz entre pueblos». Incluso las naciones todopoderosas, que subyugan a otros pueblos, invaden países y agravian sin ser agraviadas, no por ello carecen de su propio victimismo lacrimógeno. El ejemplo más reciente es el de Estados Unidos, un país que ha invadido infinitos países, ha llevado la guerra y la destrucción a innumerables pueblos, que en doscientos años de existencia jamás ha sufrido una invasión de su territorio... no por ello carece de victimismo en grado sumo.21 Los contadísimos casos de ataques en su territorio son hipertrofiados hasta la alucinación en un contraste psicopático con la absoluta falta de sentido de culpa respecto a las innumerables agresiones contra otros países: el ataque japonés de Pearl Harbour («el día de la infamia» en la terminología patriótica estadounidense) es objeto de insistencia permanente; las 3.000 víctimas del 11-S han causado más lamentaciones y autocompasión22 que los millones de víctimas del imperio estadounidense. Un nacionalismo, por definición, no puede consentir que la sacrosanta unidad nacional se rompa hablando de clases, opresión de clase, lucha de clases o liberación de clase. La sacrosanta unidad nacional exige que las realidades sociales, económicas, sean ignoradas en aras de un concepto ilusorio de nacionalismo homogéneo y sin fisuras. En la práctica se trata de obtener un rebaño sumiso a su clase dominante, que demoniza a los «extraños» y les echa la culpa de todos sus males. Para el nacionalismo árabe, los árabes son un pueblo oprimido, explotado, pobre, subyugado... Pero esa realidad, aunque cierta en el caso del conjunto árabe, no es cierta cuando se tiene en cuenta que unos árabes son ricos (una minoría) y otros pobres (una mayoría), que algunos estados árabes tienen algunas de las rentas per capita mayores del mundo y que sus ciudadanos explotan desvergonzadamente a otros árabes inmigrados y a extranjeros no árabes. A los nacionalistas árabes

La Alemania nazi también fue sumamente victimista. El nazismo hacía de los alemanes un pueblo-víctima para justificar su designio de dominación universal. Todo esto recuerda bastante a la observación que se ha hecho a menudo sobre la antigua historiografía patriótica romana: leyendo a Tito Livio se imaginaría uno que Roma conquistó el mundo en defensa propia. 22 Y de lo que podría denominarse «compasión servil» por parte de sus «aliados». 21

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les gusta mucho hablar de la maldad foránea y les disgusta sobremanera hablar de «lucha de clases». Sâti´ al-Husrî, uno de los mayores ideólogos del nacionalismo árabe, desdeñaba hablar de cuestiones sociales. Incluso Michel ´Aflaq, fundador del Ba´t, aunque hablaba de socialismo,23 insistió hasta la extenuación en que su socialismo era «espiritual» y no tenía nada que ver con la lucha de clases. El nacionalismo judío crea también su victimismo: el mito de los judíos milenariamente oprimidos por el odio de «los otros», los malvados gentiles, colectivo tan amplio que incluye al resto de la humanidad siempre que no secunde incondicionalmente la política sionista.

El nombre completo del partido Ba´t es Hizb al-Ba´t al-´Arabî al-Ishtirâkî (Partido de la Resurrección Árabe Socialista). 23

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Capítulo

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Los judíos y el sionismo

Judaidad y judaísmo La tribu de Judá fue una de las tribus de Israel. Cuando el reino israelita se fragmentó en el siglo x a.C., la mayor parte correspondió al reino del norte, conocido como Israel, mientras que el reino meridional, regido por la dinastía davídica, se conoció como reino de Judá, puesto que, aunque no todos sus habitantes pertenecían a la tribu de Judá –también había benjaminitas y levitas–, esta era ampliamente mayoritaria en el reino. Tras la destrucción del reino del norte por los asirios, el remanente, los samaritanos, fue menor que los judíos, cuya diáspora era mayor y practicó un activísimo proselitismo. Ambas etno-confesiones, la samaritana y la judía, se consideraban a sí mismas el verdadero Israel y despreciaban a la otra, en la que veían una desviación herética y una etnia espúrea. El judaísmo quedó a medio camino entre la religión étnica de cuño antiguo y la religión universalista de cuño moderno. Esto se explica por el hecho de que el judaísmo no llegara a convertirse en religión de ningún gran imperio de pretensiones mundiales y que nunca perdiera del todo sus vinculaciones con la etnia de la que había surgido. Sin embargo, del judaísmo surgieron religiones universalistas del nuevo tipo, tales como el cristianismo y el islam.1 El cristianismo

Si fuéramos capaces de salir de la cerrada perspectiva eurocéntrica, nos daríamos cuenta de que hay más similitudes entre judaísmo, cristianismo e 1

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incluso se considera «el nuevo Israel» y por ello los cristianos distinguían netamente entre judíos, cristianos y gentiles. Para los cristianos premodernos Jerusalén era el centro del mundo tanto como para los judíos. Una consecuencia de esa concepción parcialmente étnica del judaísmo es que, aunque en muchas épocas los judíos hayan practicado un proselitismo activo y exitoso, el judaísmo nunca se ha concebido como una religión que deba ser profesada por todos los seres humanos. Los judíos siempre han aceptado prosélitos y en algunas ocasiones han forzado las conversiones, pero el judaísmo no entiende que su propósito sea convertir a todos los no judíos al judaísmo. Es más, según la creencia judía, incluso un no judío que crea lo mismo que creen los judíos, no tiene necesidad de convertirse al judaísmo, aunque puede hacerlo si lo desea. Téngase en cuenta que el judaísmo no se concibe como religión universal sino como la ley de un pueblo concreto, Israel; según la concepción religiosa judía, los seres humanos no israelitas no están obligados a guardar la ley de Moisés sino sólo los mandamientos dados a Noé para todos sus descendientes, a saber: 1) No matar.2 2) No ser cruel con los animales ni comer animales vivos.3 3) No robar.

islam que entre las religiones y doctrinas filosóficas de lo que desde el siglo xviii los europeos han dado en llamar «hinduismo». Si, valga la ucronía, la India hubiera colonizado Europa y el mundo islámico en lugar de ser Inglaterra la que colonizara la India, quizás los «occidentalistas» indios habrían llamado «abrahamismo» a esas tres religiones y «abrahamistas» a los seguidores de esas religiones, sin entrar en excesivas disquisiciones sobre sus diferencias, de una manera similar a como hicieron los «orientalistas» con las creencias de la India cuando inventaron el neologismo «hinduismo» para una realidad religiosa mucho más compleja que la de las tres religiones «abrahámicas». 2 Se sobreentiende que salvo a personas que cometan actos criminales según la misma ley de Noé, pues en la legislación judía existe la pena de muerte para un buen número de delitos. 3 El judaísmo y el islam proscriben la crueldad con los animales, motivo por el que sólo se pueden comer aquellos animales que hayan sido sacrificados siguiendo un ritual y unas prescripciones de degüello que se supone que es como menos sufren. En ese aspecto ambas religiones han demostrado más sensibilidad hacia los animales que la que ha existido generalmente en el cristianismo.

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4) No cometer adulterio ni actos sexuales antinaturales.4

4 Habría que ver qué se quiere decir con esto. Quizás no se refiera sólo a la homosexualidad masculina o la zoofilia, penadas con pena de muerte en la Torá, sino que tal vez se refiera a otras cosas. Por ejemplo a posturas copulatorias heterosexuales que no cuadran con el rígido machismo de la tradición rabínica. Según la tradición judía, Adán, antes de que fuera creada Eva, tuvo otra esposa, Lilith, que abandonó a Adán porque este le exigía practicar el coito colocándose debajo de él, postura que indicaba sumisión y que Lilith rechazaba, porque se consideraba igual que Adán, creada del mismo barro; cuando Adán quiso forzarla a adoptar esa postura, Lilith pronunció el nombre divino y en virtud de ello salió por los aires y abandonó a Adán. La tradición rabínica hizo de Lilith la madre de demonios, que engendraba seduciendo a los varones en sueños eróticos nocturnos (el nombre de Lilith en hebreo puede entenderse como ‘Nocturna’); la tradición rabínica posterior, en su afán por denigrar a Lilith, paradigma aborrecible para ellos de protofeminista, pretendió que mientras que Adán había sido creado del barro más puro, Lilith lo había sido de inmundicias. Los judíos medievales escribían sobre el lecho conyugal la inscripción «Lilith, fuera de aquí». Según la tradición midráshica, el pecado que motivó el castigo del diluvio universal fue que los seres humanos y los animales copulaban con la hembra encima del macho. Por lo que se refiere al adulterio, en la época bíblica los hombres simplemente tomaban a una mujer en propiedad, de manera que el esposo era el ba´al (‘amo’, ‘señor’) de la esposa; todavía en hebreo moderno ba´al es el término corriente para ‘esposo’, mientras que esposa es simplemente ishshá (voz emparentada con el árabe untà, ‘hembra’, pero que en hebreo significa ‘mujer’); en la etapa mishnaica se instituyeron los esponsales (qiddushim, literalmente ‘santificaciones’ o ‘sacralizaciones’), que consistían en que el hombre «santificaba» o «consagraba» a la mujer, y así el varón pasó de ser sólo ba´al a ser también meqaddesh (‘consagrador’), lo que significa que la mujer queda consagrada para el hombre pero no este para su esposa (uno era el «consagrador» y otra la «consagrada»), de manera que, por ejemplo, el delito de adulterio sólo se daba cuando el marido tenía relaciones sexuales con la esposa de otro hombre (o sea, con la mujer «consagrada» a otro) o cuando la esposa tenía relaciones sexuales con otro hombre, pero no cuando un hombre casado tenía relaciones sexuales con otra mujer que no estuviera casada («consagrada») con otro. Por este motivo, en el judaísmo se siguió aceptando la poliginia (pero en ningún caso la poliandria), que sólo fue abolida en la edad media entre los judíos ashkenazis por un dictamen del rabino Gershom, conocido como «la luz de la diáspora». Esto significa que en el judaísmo (ortodoxo) ningún tribunal puede obligar al marido a divorciarse de su esposa; la Mishná dice que «un hombre que se divorcia no es lo mismo

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5) No practicar la idolatría.5

que una mujer que se divorcia, ya que la mujer deja el matrimonio bien sea queriendo o contra su voluntad, mientras que el marido sólo abandona a su mujer cuando así lo desea». La mujer, en el judaísmo, no tiene derecho al divorcio ni siquiera cuando existe una ausencia prolongadísima del esposo o cuando se supone que ha muerto pero no se ha encontrado el cadáver. Las mujeres en esta situación –su marido ha desaparecido pero no se sabe si ha muerto– se conocen como ´agunot; si una mujer en esta situación se casase con otro hombre y apareciese el primer marido, los hijos de la segunda unión serían considerados bastardos (mamzerim), con todos los terribles problemas legales que acarrea esa condición según la ley judía, pues los mamzerim son una especie de parias en el judaísmo y su condición es hereditaria, con lo que se ha dado lugar a una especie de casta, que sólo se puede desposar entre sí o con prosélitos, hasta que el Mesías venga y los libere de su impureza hereditaria. En el estado de Israel no existe el matrimonio civil y la ley rabínica regula las cuestiones de derecho matrimonial entre los judíos, sean creyentes o no, con lo que se puede imaginar cómo estas leyes absurdas y retrógradas influirán en la vida cotidiana de muchas personas y las repercusiones desastrosas que tendrán, por ejemplo en el estatuto legal de las mencionadas ´agunot y de los mencionados mamzerim. 5 Los judíos han distinguido entre los gentiles no idólatras y los idólatras. Maimónides y muchos rabinos opinaban que los musulmanes eran gentiles no idólatras, mientras que los cristianos eran gentiles idólatras, lo que tenía graves repercusiones en la actitud hacia unos y otros, por ejemplo que las mezquitas fueran oratorios respetables y las iglesias antros de abominación, que el Corán fuera un libro corriente y el Nuevo Testamento un libro aborrecible. Todavía hoy, en los sellos israelíes en los que aparecen monumentos en los que figuran cruces, estas están borradas para no ofender a los judíos fanáticos, para los que la cruz cristiana en un sello israelí sería una abominación. Evidentemente, terminajos modernos como ‘judeocristiano’ en oposición a un islam demonizado son creaciones recientes de una política interesada de acercamiento judeocristiano y una islamofobia común. Tradicionalmente el judaísmo y el cristianismo se han considerado tan alejados entre sí como del islam, sin contar con que el aborrecimiento mutuo entre judíos y cristianos era mucho mayor que el que los judíos y cristianos sentían por los musulmanes. Para los judíos el cristianismo era una abominación y para los cristianos los judíos eran «el pueblo maldito», mientras que los musulmanes se limitaban a ver a unos y otros con una tolerancia despectiva. El odio teológico que los judíos profesaban a los cristianos y los cristianos a los judíos era mucho mayor que el que unos y otros sentían por el islam.

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6) No blasfemar.6 7) Fomentar la creación de tribunales de justicia.7 El no judío que cumpla estos mandamientos se supone que tendrá un lugar en «el mundo venidero» al lado de los israelitas que hayan cumplido la ley de Moisés. El carácter etno-confesional de la judaidad se manifiesta en las dos formas en las que según la ley judía se puede llegar a ser judío: por nacimiento (si se nace de madre judía) o por conversión de una persona no judía. Nótese que el mismo nombre de ‘judío’ o ‘israelita’ remite a una tribu o una etnia y no a un fundador o una doctrina. Además, el término judaísmo no encuentra una traducción exacta en hebreo, pues yahadut es más ‘judaidad’ que propiamente ‘judaísmo’ y esa palabra hebrea no se utilizó hasta la edad media.8 El equivalente de judaísmo sería dat Yisrael (‘la ley de Israel’), una ley teocrática que abarca tanto lo propiamente «civil» como lo teológico. Por ello, mientras que un cristiano, un musulmán o un budista dirán que son cristiano, musulmán o budista por profesar el cristianismo, el islam o el budismo, un judío creyente dirá que no es que sea judío por profesar el judaísmo sino que practica el judaísmo porque es judío.9

6 Recuérdese que la ley judaica prescribe la pena de muerte por la blasfemia y que el nombre de Dios (Yahweh) era impronunciable, de manera que se sustituía por Adonay (‘mi Señor’, literalmente en hebreo ‘mis Señores’), hasta que llegó a olvidarse cuáles eran las vocales de Yahweh, pues el nombre nunca se pronunciaba y el texto hebreo era consonántico y no incluyó las vocales hasta mucho más tarde, como grafemas auxiliares, no como letras propiamente dichas. Los judíos normalmente se refieren a Dios como ha-Shem (‘el Nombre’), evitando pronunciarlo. 7 Un conocido dicho talmúdico afirma que el mundo se sostiene sobre tres cosas: la verdad, la justicia y la paz. 8 André Paul, El mundo judío en tiempos de Jesús. Historia política (Madrid: Ed. Cristiandad, 1982), pp. 90-91. 9 Idea bastante insólita en las religiones universalistas pero muy corriente entre los hindúes y su idea de dharma: el dharma del brahmán no es el mismo que el de las personas de otras castas. Esta similitud se debe a que tanto el judaísmo como el hinduismo no conciben un dharma humano universal, pues son religiones étnicas. La idea es insólita para quienes están acostumbrados a las concepciones cristianas o musulmanas, pero no eran extrañas en el mundo antiguo. Los romanos respetaban la religión judía como obligación religiosa

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Esta concepción de la judaidad como algo distinto de profesar el judaísmo va a tener consecuencias en la actualidad, cuando muchos judíos no creyentes consideran su identidad judía como algo diferenciado y disociable del judaísmo. Así, actualmente en Israel se habla de yehudim datiyim (‘judíos religiosos’) y de yehudim hiloniyim (‘judíos laicos’). Muchos judíos religiosos pueden lamentar la existencia de los yehudim hiloniyim y considerarlos réprobos merecedores del castigo divino, pero no por ello ponen en duda su judaidad, pues la ley judía ha considerado siempre que el judío sigue siéndolo aun cuando no profese el judaísmo o incluso si se convierte a otra religión. Esto es así porque, primariamente, los judíos, como su nombre indica, no son los creyentes en el judaísmo (dat Yisrael o ‘religión de Israel’) sino los miembros de la tribu de Judá. Aunque en puridad no todos los judíos son exactamente judíos, pues los kohanim (los levitas de más alto rango, de linaje aarónico) y los levitas en general no pertenecen a la tribu de Judá sino a la de Leví. A algunas poblaciones judías tenidas por «exóticas» por sus correligionarios, a veces se les ha atribuido un origen israelita no judío, se les ha hecho descendientes de alguna de «las tribus perdidas de Israel». En los años setenta, los grandes rabinos de Israel dictaminaron que los judíos etíopes eran descendientes de la tribu de Dan. Algunas organizaciones judías pretenden haber hallado a los descendientes de la tribu de Efraím en los maggadim y los maimadim de Andhra Pradesh.10 En la edad media había quienes creían que los jázaros eran descendientes de la tribu de Simeón…11 Nótese en cualquier caso la tendencia a hacer entroncar a los conversos o los «judíos exóticos» con alguna rama «perdida» o «exótica» de las tribus de Israel, o sea, a etnicizarlos como israelitas de origen, aunque no como judíos (miembros de la tribu de Judá) propiamente dichos. En cualquier, caso, resulta innegable que es la religión judía lo que ha hecho pervivir durante siglos la identidad judía. Los descendien-

particular de los que habían nacido en esa religión y seguían el dharma religioso de sus mayores, aunque las leyes romanas trataban de obstaculizar el proselitismo judío y que esas obligaciones religiosas se extendieran a quienes no eran judíos de nacimiento. 10 Xabier Zabaltza, «Onomástica, genealogía e ideología en Oriente Próximo», El Viejo Topo, mayo de 2005, n.º 207, p. 55. 11 C. del Valle Rodríguez, La escuela hebrea de Córdoba (Madrid: Editora Nacional, 1981), p. 362.

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tes de los judíos que abandonaban la religión judía, al cabo de unas cuantas generaciones solían perder la identidad judía, mientras que los descendientes de los conversos al judaísmo solían acabar identificándose con la etnicidad judía hasta el punto de perder la conciencia de sus orígenes étnicos no judíos. Herman Wouk lo expresó muy acertadamente cuando escribió: Casi todos los judíos que viven actualmente descienden, a una distancia no mayor de cuatro o cinco generaciones, de judíos practicantes. Históricamente, los israelitas que dejaron de observar la ley de Moisés se han disuelto en la comunidad que les rodeaba, perdiendo su identidad en un siglo o dos. El desgaste sufrido en el curso de los siglos ha sido enorme, por supuesto. Los judíos que quedaron son en su mayoría los hijos y nietos de aquellos que conservaron su antigua fe, preservando la continuidad de la cadena a través del tiempo, cadena que va ininterrumpidamente desde el siglo xx hasta los albores de la inteligencia humana.12

Y al mismo tiempo, a la vez que el pueblo judío perdió a la descendencia de muchos, incluso la mayoría de sus componentes antiguos, ganó otros muchos más elementos nuevos por medio del proselitismo, tal como explica igualmente Herman Wouk: La sangre no tiene una importancia decisiva en este parentesco, pero sí la fe. Cualquier hombre o mujer que se proponga rendir culto al Dios de Abraham, y seguir las leyes que Él nos dio por medio de Moisés, puede formar parte de nuestra antigua casa. De esta manera, aunque nuestra fe no emprende cruzadas para convertir infieles,13 nuestro número ha aumentado extraordinariamente, y hemos obtenido así algunos de nuestros más famosos jefes y sabios. Las Santas Escrituras también se refieren a estos hijos adoptivos. Contrariamente, a través de la apostasía, hemos perdido a muchos judíos. Tan fuerte es, sin embargo, la fuerza de la estirpe, que un judío convertido a otra fe

Herman Wouk, Este es mi Dios (Barcelona: Plaza & Janés, 1963), pp. 22-23. 13 El judaísmo se ha impuesto por la fuerza en algunas ocasiones: los reyes asmoneos obligaron a judaizarse a los galileos, idumeos y otros pueblos. En el siglo VI, el rey del Yemen, Dû Nuwâs, se convirtió al judaísmo y persiguió a los cristianos de su reino. Algunos sionistas abrigaban la esperanza de una judaización de los palestinos si no por la fuerza, sí bajo presión. 12

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sigue siendo judío converso, y nada más, a los ojos del mundo. Por lo tanto, lo que determina la identidad de un judío es su linaje o su fe. Esto es lo que nos asegura nuestra tradición.14

¿Han sido los judíos un pueblo-clase? Algunos estudiosos marxistas de «la cuestión judía», como Abraham Leon,15 han planteado la cuestión de la supervivencia judía a través de la historia como un fenómeno basado en la posición socio-económica peculiar de los judíos en el medio mayoritariamente no judío en el que vivían, cuya situación sería similar a la de otros pueblos como los armenios de la diáspora, los chinos de ultramar, los comerciantes musulmanes en China, los usureros hindúes en Birmania, las minorías alemanas en los países eslavos hasta la segunda guerra mundial, los sirio-libaneses en el África subsahariana o los gitanos. Plantear la cuestión en estos términos resulta sugerente y no anda lejos de la realidad histórica. Sin embargo, el término «pueblo-clase» no es del todo correcto, no sólo porque puede sugerir que esa ha sido la situación de todos los judíos a lo largo de toda la historia, sino porque puede sugerir la idea, aún más errónea si cabe, de que todos los judíos han pertenecido a una misma clase social, cosa que nunca ha sido así, pues las comunidades judías estaban divididas en clases sociales y las diferencias socio-económicas entre los judíos podían ser inmensas, desde una oligarquía plutócrática comensal de los reyes y los grandes no judíos, hasta pobres de solemnidad, que a duras penas sobrevivían de la caridad de sus correligionarios, y entre ambos extremos todo tipo de posiciones sociales. Lo que sí es cierto es que el cautiverio babilónico16 en el siglo vi a.C. transportó a una élite urbana judía a Mesopotamia, mientras que la población judía rural permaneció en el país.17 Esta élite, debido a

Herman Wouk, op. cit., p.29. Abraham Leon fue un judío belga trotskista, autor de una obra titulada Conception matérialiste de la question juive; murió en un campo de concentración nazi durante la segunda guerra mundial. 16 Aunque ya antes existieran comunidades judías fuera del reino de Judá. También muchos judíos escaparon a otros lugares huyendo de los babilonios, por ejemplo a Egipto. 17 Cuando retornaron a Judea, los judíos cautivos llamaron despectivamente a la población rural que no había sido deportada ´amm ha-ares (‘la gente de la tierra’). 14 15

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su cualificación, se adaptó muy bien a la vida en Babilonia, donde encontró oportunidades de enriquecimiento mucho mayores que en su país de origen, y su exclusivismo religioso yahvista la mantuvo como comunidad cohesionada que no se asimiló, al contrario que los campesinos israelitas (´amm ha-ares) que en su mayor parte se perdieron para el judaísmo.18 Los judíos de «la diáspora», que pronto fueron muchos más que los que vivían en «la tierra de Israel»,19 destacaron como comerciantes, artesanos y banqueros. Pero también como funcionarios y soldados, primero al servicio del imperio persa y luego de los reinos helenísticos.20 Se ha hablado de una «explosión demográfica» para explicar cómo una pequeña población de deportados y exiliados (aunque quizá acrecentada con los israelitas deportados antes por los asirios) pudo dar lugar a las enormes comunidades judías de la época helenística y romana. Es posible que hubiera un gran crecimiento demográfico en efecto, para el que se han querido encontrar causas variadas, entre ellas, que el crecimiento demográfico judío pudo deberse a la prohibi-

Aunque ya existía un protojudaísmo, el judaísmo propiamente dicho no surgió hasta la época de la cautividad babilónica. La clase sacerdotal y los yahwistas más estrictos fueron deportados, en tanto que «la gente de la tierra» no participó de la formación del judaísmo propiamente dicho, de manera que su protojudaísmo, debilitado y mal definido, entró en sincretismo con los cultos vecinos y anteriores. La mayor parte de la población del antiguo Israel no llegó a profesar el judaísmo o el samaritanismo propiamente dichos. La población de Palestina no se judaizó en su mayor parte hasta las conquistas asmoneas en el siglo ii a.C., que impusieron a los habitantes de Galilea, Perea e Idumea la disyuntiva de elegir entre judaización o muerte. Así, aunque los habitantes de Galilea y Perea al comienzo de la era cristiana acaso fueran descendientes de israelitas de tiempos de los jueces y los reyes de Israel, no fueron judíos hasta el siglo ii a.C. y por la fuerza de las armas. 19 Mucho antes de la destrucción del Segundo Templo por Tito y la represión romana de las insurrecciones judías de los años 67-72 y 130-135, la gran mayoría de los judíos vivían fuera de «la tierra de Israel». 20 El rey seléucida Antioco III (223-188 a.C.) trasladó dos mil familias judías de Mesopotamia a Frigia y Lidia tras una rebelión de los habitantes de estas regiones; estos judíos, entre los que no faltaron levitas, se establecieron tanto en las ciudades como en el campo (donde trabajaron como agricultores) y proporcionaron tropas de guarnición de reserva al ejército seléucida. Es un ejemplo de cómo los judíos eran tanto urbanitas como labriegos y del uso que hicieron de ellos los poderes imperiales. 18

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ción entre los judíos del infanticidio, al contrario que entre griegos y romanos.21 Pero sin negar que entre los judíos hubiera un fuerte crecimiento demográfico por una más alta natalidad y unas tasas más bajas de infanticidio,22 más importante en el crecimiento espectacular de las comunidades judías durante el periodo que va del cautiverio babilónico al comienzo de la era cristiana tuvo que ser la enorme cantidad de conversos al judaísmo ganados por un activísimo proselitismo,23 que sólo se detuvo cuando fue prohibido en los territorios bajo dominio de la cristiandad y el islam, las dos religiones surgidas del judaísmo y rivales de este. Según el historiador sirio Ibn al-´Ibrî (Bar Hebraeus), en el año 43 el emperador Claudio ordenó hacer un censo de la población judía y este censo contabilizó 6.944.000 personas.24 Pero fuera del imperio romano, en el imperio parto, había más, sobre todo en Mesopotamia. Existía un campesinado judío, pero los judíos eran más numerosos proporcionalmente en las ciudades. Durante la época helenística, los

Tácito, Historias (Madrid: Coloquio, 1987), V, 5, 3. Pero hay que tener presente que no todos los pueblos de la antigüedad eran los griegos y los romanos y que tampoco todos los pueblos tenían por normal el infanticidio o la exposición de niños no deseados. En el siglo I a.C., el historiador Diodoro de Sicilia en su Biblioteca histórica (I, 80, 3) menciona, aunque como algo excepcional, que los egipcios criaban a todos sus hijos. Téngase en cuenta que el infanticidio era un recurso extremo en sociedades con graves problemas de superpoblación en relación con los recursos y las fuerzas productivas de la época; también era una forma de evitar la pauperización de las familias con escasos recursos (pequeños campesinos propietarios), como fue el caso de Grecia, país de pocos recursos naturales en comparación con Egipto. Entre los fenicios y los cananeos, el infanticidio por las mismas razones se sacralizó en forma de sacrificios humanos de niños, lo que era una forma más honorable y quizás menos cruel que el infanticidio griego y romano o el abandono de niños en la basura. Tampoco debe olvidarse que no todos los niños no deseados eran matados por sus padres sino que muchos eran abandonados y expuestos a lo que el destino les deparara: morir más lentamente, ser criados por padres adoptivos o ser esclavizados; esto último debió de ser lo más frecuente, porque una de las fuentes de aprovisionamiento de esclavos era la de los niños expósitos, llamados literalmente en griego «provenientes de la basura». 23 Jean-Pierre Alem, Judíos y árabes (3000 años de historia) (Barcelona: Península, 1970), pp. 28-34. 24 Ibid., p. 28. 21 22

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judíos de fuera de Palestina constituían una población intermedia entre el elemento griego dominante y los elementos autóctonos, con una posición inferior a la de los griegos pero superior a la de los «autóctonos», lo que explica la helenización lingüística y en gran parte cultural de los judíos fuera de Palestina y Mesopotamia. En la época romana la situación de los judíos empeoró, porque los romanos tendieron a equipararlos con los no griegos. En Palestina había un campesinado judío insatisfecho y en muchas ciudades existía un proletariado judío cada vez más descontento, que encontró en el celotismo la expresión político-religiosa de su rechazo al orden establecido, mientras que la aristocracia sacerdotal hierosolimitana y las oligarquías locales y las clases medias judías eran partidarias del orden establecido. Esta contradicción estalló en forma de grandes insurrecciones judías en el siglo I y comienzos del siglo II en Palestina, Cirenaica, Chipre y Alejandría (y en otras partes de Egipto), dirigidas contra el poder romano pero también contra las clases altas colaboracionistas.25 La represión romana aniquiló a todas estas comunidades, incluida la de Palestina, aunque en realidad la represión en Cirenaica, Chipre y Alejandría fue mucho más devastadora para las comunidades judías, mientras que en Palestina en el siglo II todavía había una comunidad judía importante en Galilea. Aunque los judíos formaran como comunidad etno-religiosa un elemento aparte en el periodo helenístico y romano, no puede hablarse de «pueblo-clase» en modo alguno, pues en ninguna parte constituían una clase sino que había enormes desigualdades de clase entre ellos, no sólo en Palestina y las zonas en las que había una población judía rural de lengua semítica, sino también allí donde constituían una población urbana con un estatuto aparte, inferior al de los griegos pero superior al de la población autóctona. Las grandes rebeliones judías contra Roma en grandes ciudades, incluyendo Alejandría, la segunda ciudad del imperio, fueron insurrecciones de las clases populares judías, mientras que las

La guerra judía contra Roma mejor conocida es la que hubo en Palestina entre los reinados de Nerón y Vespasiano y supuso la destrucción del Segundo Templo por Tito; de ella nos dejó testimonio detallado el historiador judío Flavio Josefo. Pero el testimonio de este autor es el de un miembro de la oligarquía sacerdotal y enemigo de los insurrectos, tanto por razones de clase como por contemporizar con sus protectores imperiales, de los que recibió el nomen de Flavio, por la familia imperial de los Flavios a la que pertenecían Vespasiano y su hijo Tito, verdugo de Jerusalén. 25

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acomodadas no eran partidarias de la sublevación. Los judíos no constituían exactamente un «pueblo-clase» sino una categoría confesional con un estatuto aparte dividida en clases con intereses antagónicos. En los siglos siguientes el judaísmo experimentó un gran declive: las derrotas infligidas por Roma fueron devastadoras para muchas comunidades judías, como quizás aún más las represalias fiscales romanas que pauperizaron a la población judía de clase humilde, cuya demografía se resintió por ello. El cristianismo se extendió por el imperio romano y no menos entre los judíos que entre los gentiles. Las zonas del imperio más cristianizadas fueron precisamente aquellas en las que antes había habido más población judía, lo que sugiere que el cristianismo no sólo se extendió a partir de las comunidades judías sino que ganaría muchos conversos en esas mismas comunidades. La aversión mutua entre judíos y cristianos puede entenderse en gran medida como una dura competencia entre ambas religiones por el mismo «nicho ecológico» de judíos y conversos potenciales. El cristianismo, no el judaísmo, fue de hecho el heredero del judaísmo helenista de la diáspora urbana judía;26 no puede decirse siquiera que los cristianos dieran la espalda al hebreo, porque los judíos helenistas ya lo habían hecho y sólo utilizaban la traducción griega de la Biblia. Por el contrario, el judaísmo rabínico surgido tras la destrucción del Templo dio la espalda al helenismo y al idioma griego, se expresó en hebreo y arameo y se configuró en Galilea y Mesopotamia, al margen del helenismo e incluso fuera del imperio romano. El declive del judaísmo en provecho del cristianismo debió de ser considerable ya antes de que el imperio romano adoptara el cristianismo como religión oficial en el siglo iv, pero se haría todavía mayor a partir

Durante siglos el cristianismo constituyó en la mayor parte de los países un fenómeno más urbano que rural. Incluso después, el campo siguió siendo el medio más refractario al cristianismo, de ahí que «pagano» (habitante del campo, pagus en latín) se convirtiera en sinónimo de seguidor de la antigua religión no judía ni cristiana. El desprecio del clero cristiano por los «paganos» recuerda al de la hierocracia judía por «la gente de la tierra» (´amm ha-ares). La continuidad entre judaísmo helenista y cristianismo explica el carácter mixto judeo-helénico de esta religión (al que pronto se añadió un tercer elemento: el romano) y que sea demasiado gentil desde el punto de vista judío, pero demasiado judía desde una perspectiva gentil. Nótese también que los cristianos distinguían netamente a judíos y cristianos de los «gentiles»; aunque los judíos han visto en los cristianos unos gentiles más, los cristianos no se veían a sí mismos como «gentiles» sino como «el nuevo Israel». 26

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de entonces, pues el proselitismo judío fue completamente prohibido, se dictaron leyes contra los judíos y la población judía disminuiría aún más por conversiones a la nueva religión oficial. No hay ningún motivo para pensar que no ocurriera otro tanto en el mundo musulmán y que el judaísmo aportara proporcionalmente menos conversos que otras religiones al islam, de manera que si la mayoría de los cristianos y mazdeístas se acabaron haciendo musulmanes, otro tanto debió de ocurrir con los judíos. Las comunidades judías, muy numerosas en el mundo musulmán aún en la edad media, en algunos casos ejercieron la función de intermediarios comerciales entre el mundo cristiano y el musulmán, como los comerciantes que el geógrafo Ibn Jurdâdbih (siglo ix) llama radâniyya y que se movían entre el mundo cristiano y el musulmán y también por regiones del este de Europa que no eran ni cristianas ni musulmanas. Estos radâniyya, según Ibn Jurdâdbih,27 hablaban árabe, persa, griego [rûmiyya], franco [afranÿiyya],28 andalusí29 y eslavo. Pero no hay que pensar que todos los judíos del mundo musulmán fueran comerciantes ricos. Hay testimonios que indican que la mayoría de ellos eran gente dedicada a oficios humildes y que en Oriente Medio había más cristianos de posición acomodada que judíos. Al menos eso es lo que se deduce del testimonio del polígrafo árabe alŸâhiz, cuando en una epístola burlesca contra los cristianos, titulada Fî-r-radd ´alà-n-nasârà («Acerca de la refutación de los cristianos»), menciona que los musulmanes eran más favorables a los cristianos que a los judíos porque se veía a los cristianos como superiores a los judíos, dado que entre los cristianos había altos funcionarios, cortesanos, médicos, perfumeros y banqueros, mientras que los judíos en general no eran más que tintoreros, curtidores, alfareros, carniceros30

Ibn Jurdâdbih, Al-masâlik wa-l-mamâlik, p. 131. Sin duda la lengua germánica de los francos, no la lengua románica de Francia. 29 Con toda probabilidad el idioma romance de la península Ibérica, por aquel entonces más o menos inteligible para otras poblaciones de lengua románica no ibéricas. 30 Dado que las normas dietéticas y de sacrificio de animales en el judaísmo son todavía más estrictas que las musulmanas, la mayoría de las autoridades religiosas musulmanas aceptaban que los musulmanes consumieran la carne sacrificada por judíos, mientras que los judíos tenían reparos en aceptar la carne de animales sacrificados por los musulmanes. 27 28

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o caldereros.31 Ello sugiere que los judíos pertenecían en general a las clases bajas urbanas. Esto tiene sentido si se tiene en cuenta que en una sociedad mercantil tan avanzada como lo era el mundo musulmán de la alta edad media, los judíos no podían tener tanta importancia social como en el mundo cristiano, mucho más atrasado; quizás sólo la tenían como intermediarios comerciales entre el mundo islámico y la Europa cristiana occidental y el mundo todavía pagano de la Europa del este. En este último, donde todavía era posible para los judíos practicar el proselitismo, el judaísmo consiguió la conversión de la potencia más pujante de la zona: los jázaros, un pueblo de guerreros nómadas en vías de sedentarización situado en una encrucijada comercial singular entre el mundo musulmán, Bizancio, las estepas y las regiones forestales septentrionales. Igualmente, en los países de la Europa cristiana que alcanzaron un alto grado de desarrollo mercantil, como el norte de Italia, la minoría judía perdió a partir del siglo xi el monopolio comercial. La práctica del préstamo con interés estaba prohibida entre correligionarios y dado que los cristianos eran mayoría y los judíos minoría, muchos judíos encontraron un modo de vida muy lucrativo en la práctica del préstamo usurario a los cristianos. No obstante, a comienzos de la edad moderna, los grandes banqueros, como los Fucker, no eran judíos sino cristianos. En 1290 el rey Eduardo I ordenó la expulsión de Inglaterra de los judíos y el lugar de los usureros judíos fue ocupado por usureros italianos cristianos, que pronto fueron aún más odiados que los usureros judíos anteriores. La mayoría de los judíos no se dedicaban al préstamo usurario sino a otras profesiones (la medicina entre otras), pero resultaba fácil identificar a una minoría religiosa execrada («los deicidas», «los asesinos de Cristo») con una profesión aborrecida que en muchos lugares estaba monopolizada por miembros de esa minoría. También había judíos que ejercían de intermediarios entre la clase explotadora (reyes y nobles) y las clases explotadas en forma de recaudadores de impuestos y otros tipos de intermediarios. En estas condiciones, la judeofobia de los cristianos de las clases humildes identificaba a la minoría religiosa judía, víctima de un odio teológico, con el papel detestable que tenían parte de sus miembros como usureros y a cuenta de la clase dominante cristiana. Era mucho más fácil para las clases humildes cristianas

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descargar su ira contra los judíos (explotadores o no) que contra las clases altas cristianas. El clero cristiano profesaba un odio teológico a los judíos y el bajo clero se identificaba con sus correligionarios humildes contra los judíos, en una amalgama de odio confesional y confusa aversión de clase, confusa porque identificaba a una clase (los usureros e intermediarios de la nobleza) con una comunidad cuyos miembros ejercían múltiples oficios y pertenecían a clases sociales distintas.32 A esto también contribuía que los moralistas cristianos clericales, siguiendo a Aristóteles, considerasen el préstamo con interés como algo criminal, al tiempo que justificaban la explotación tributaria por parte de la nobleza y el mismo clero.33 Por su parte, la monarquía y la nobleza, llegado el caso, encontraban satisfactorio que la plebe cristiana la emprendiera contra los judíos y no contra ellas, del mismo modo que prefería un clero virulentamente antijudío y no un bajo clero con herejías revolucionarias radicalmente igualitaristas. En los países europeos en los que había un protocapitalismo entre los siglos xv al xviii, los judíos no desempeñaban un papel en absoluto preponderante. Además, los judíos no eran numerosos en Europa occidental. En la península Ibérica, donde había más que en cualquier otro país europeo occidental, se ordenó su expulsión a principios de la edad moderna. Los judíos eran muchísimos más en la Europa oriental, sobre todo en el reino de Polonia, pero el este de Europa era una zona sin desarrollo protocapitalista, en la que los judíos constituían una capa intermedia entre la nobleza y un campesinado reducido a la servidumbre. En el reino de Polonia, muchos judíos hacían el papel de intermediarios en la explotación del campesinado, lo que provocó un gran odio contra la

32 En ese sentido, este bajo clero era una especie de precursor del «socialismo de los imbéciles», como llamó siglos después Bebel al antisemitismo. El antisemitismo de los siglos xix y xx va a retomar mucho del planteamiento clerical judeófobo, pero secularizándolo, sustituyendo el odio teológico por un odio «racial». 33 Aristóteles había condenado el préstamo con interés y defendido la esclavitud como algo justo y «natural»; también negaba los derechos políticos a los trabajadores libres asalariados griegos y pedía la conquista y explotación de los «bárbaros» (los no griegos). Los antisemitas nazis harán algo similar al abominar del «capitalismo judío» y propugnar la sumisión política del proletariado y la subordinación servil de las «razas inferiores». El nazismo políticamente fue muy «aristotélico».

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comunidad judía en general, odio atizado por las aversiones teológicas entre cristianos y judíos.34 Levantamientos contra el dominio de los nobles terratenientes polacos, como la rebelión de los cosacos ucranianos de Chmielniky en el siglo xvii, incluyeron grandes matanzas de judíos, a quienes los cosacos veían como enemigos, tanto por razones confesionales como por ser los colaboradores de los nobles polacos.35 En el siglo xix, en Europa occidental y Estados Unidos, con el ascenso del capitalismo y las revoluciones burguesas, las barreras entre cristianos y judíos cayeron. La asimilación fue considerable: los judíos fueron equiparados como ciudadanos a los demás. El judaísmo se convirtió en «una iglesia» más, los judíos se asimilaron en todos los aspectos y se identificaron con el estado-nación del país en el que vivían. Los judíos alemanes abandonaron el yiddish por el alemán. Incluso se produjeron muchas conversiones al cristianismo sin precedentes en los siglos anteriores, debidas en gran parte a la indiferencia religiosa y al

Aversión mutua, no únicamente de los cristianos a los judíos. En reciprocidad al odio cristiano contra los «deicidas» y «asesinos de Cristo» estaba la aversión judía por los cristianos y su religión, a la que no consideraban digna de ser incluida siquiera en la categoría de religión gentil no idolátrica, categoría en la que sí incluían al islam. 35 El levantamiento ucraniano cosaco se ha interpretado de distintas maneras: 1)  Los nacionalistas ucranianos (muchos de ellos antisemitas) han querido ver en los cosacos de Chmielniky a los héroes de la independencia ucraniana contra el dominio extranjero y sus colaboradores judíos. 2)  Muchos judíos sólo han querido ver en Chmielniky un precursor de Hitler y en sus cosacos a protomiembros de las SS. 3)  Muchos comunistas (judíos incluidos) vieron en Chmielniky a un «libertador de las masas». De esta opinión es Israel Shahak, que en su obra Historia judía, religión judía. El peso de tres mil años, hace una dura autocrítica como judío del chovinismo judío y de su desprecio por la explotación de los campesinos de Europa del este. A mi entender, el problema para un entendimiento cabal de la cuestión estriba en la incapacidad de unos y otros para valorar los distintos elementos: lucha de explotados contra explotadores, pero también mistificación confesional y extensión a un colectivo amplio del odio generado por una parte, pues no parece que los cosacos distinguieran en sus matanzas entre los judíos que habían participado en su explotación y los que se habían dedicado a otra cosa; igualmente, los chovinistas judíos sólo ven «pobres judíos inocentes, víctimas de un odio vesánico de malvados gentiles», en lo que tenía mucho de lucha de liberación y de venganza contra los colaboradores de los nobles polacos. 34

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deseo de plena integración en la sociedad circundante.36 El matrimonio mixto estuvo a la orden del día: en Alemania, en 1927, seis años antes de que los nazis se hicieran con el poder, el 54% de los matrimonios de cónyuge judío eran con un cónyuge no judío. Si los únicos judíos hubieran sido los de Europa occidental37 u originarios de ella, está claro que el antisemitismo nunca hubiera surgido como movimiento pujante y la población judía hubiera desaparecido por asimilación o reducida a una minoría puramente confesional plenamente asimilada en todo lo demás e integrada en la sociedad del país. La gran mayoría de estos judíos pertenecían a las clases ricas o a la clase media, apenas había obreros entre ellos y tampoco campesinos; en cambio tenían una fuerte presencia entre los capitalistas, especialmente en el sector financiero (los Rothschild, por ejemplo), lo que más tarde sirvió a la derecha antisemita para atribuir a los judíos el papel de «capitalistas malos» (en contraposición a los «capitalistas buenos» no judíos), que coincidía con los viejos estereotipos heredados sobre los usureros judíos. Sin embargo, en Europa, además de las pequeñas minorías judías autóctonas de Europa occidental, estaban las grandes comunidades judías ashkenazis de Europa oriental, que tenían su origen en los jázaros.38 En Europa oriental las condiciones económicas, políticas, cul-

Pese a no ser creyente, el poeta alemán Heine optó por bautizarse y denominó al bautismo «el billete de entrada en la civilización europea». Al menos 250.000 judíos compraron esos «billetes» durante el siglo xix. Pero para la mayoría ni siquiera fue necesario, porque el avance de la secularización les permitió ser aceptados en la civilización europea sin necesidad de asimilarse confesionalmente: podían ser judíos de religión o simplemente prescindir de la religión. 37 Como ocurrió en China, donde los judíos desaparecieron en los siglos xviii y xix por asimilación total, al no existir ningún tipo de discriminación contra ellos y participar de todas las profesiones: comerciantes, agricultores, funcionarios, militares... 38 Aunque los ashkenazis en el curso de los siglos habían olvidado su origen jázaro y se consideraban simplemente como judíos, a su idioma judeoalemán le llamaban yiddish (‘judío’). La mayoría de ellos apenas eran conscientes de la existencia de otros judíos, a no ser otros judíos europeos más minoritarios, sefardíes o judíos occidentales asimilados. En la medida que eran conscientes de la variedad dentro de las etnias judías, se denominaban a sí mismos ashkenazis o judíos ashkenazis y tendían a llamar a los demás «sefardíes», ya que la mayoría de los judíos europeos que conocían eran sefardíes. Esta terminología (ashkenazis versus sefardíes) será la más corriente en 36

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turales e ideológicas eran muy distintas de las de Europa occidental y sus extensiones de ultramar. Se trataba de países mucho más atrasados en todos esos aspectos y en los que en muchos casos los judíos constituían el sector intermedio entre la nobleza y el campesinado. No puede decirse que los judíos de Europa del este fueran un «pueblo-clase» en el sentido de que fueran una clase, ni siquiera puede decirse que los judíos constituyeran la burguesía, puesto que la mayoría de esos judíos no eran burgueses, pero sí que en algunos de estos países la burguesía judía era la única burguesía existente entre una clase nobiliaria cristiana y un campesinado e incipiente proletariado cristianos. El avance del capitalismo destruía la economía tradicional de los judíos de Europa del este y dejaba a la mayor parte de ellos entre la proletarización y la lumpen-proletarización. Además, los judíos del imperio ruso se encontraban bajo un sistema de discriminación y un régimen zarista que cada vez más trataba de desviar el malestar político-social canalizándolo en antisemitismo39 y pogromos.40 Durante la guerra civil rusa, el antisemitismo zarista llegó al paroxismo y los «rusos blancos» del geneal Petliura llegaron a asesinar a unos cien mil judíos bielorrusos y ucranianos.41 En esas condiciones, los judíos ashkenazis de Europa oriental emigraron masivamente a Europa occidental y Estados Unidos, donde constituyeron un proletariado que cultural y socialmente tenía poco que ver con los judios asimilados y burgueses que vivían desde antiguo en estos países. Los judíos inmigrados, o eran judíos ortodoxos estrictos o eran partidarios de ideologías socialistas revolucionarias, como el anarquismo o el marxismo. La condición social, las costumbres y las ideas de estos judíos inmigrados los hacían inquietantes para la burguesía nativa, fuera cristiana o judía. Los cristianos con-

Israel, donde por una mezcla de ignorancia, eurocentrismo y tabúes sionistas se llamará sefardíes a todos los judíos que no son ashkenazis. 39 Los protocolos de los sabios de Sión, que se convirtió en «la biblia del antisemitismo», fueron obra de la policía zarista en su afán de demonizar a los judíos. 40 En esa época, el ruso dio al mundo el término pogrom (en ruso ‘devastación’, ‘destrucción’) para matanzas o desmanes contra los judíos. Más tarde, por extensión, la palabra se ha utilizado para cualquier tipo de matanza o desmán contra una minoría, judía o no. 41 Nathan Weinstock, El sionismo contra Israel. Una historia crítica del sionismo (Barcelona: Fontanella, 1970), p. 41.

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servadores y los reaccionarios empezaron a ver a los judíos como una población extraña peligrosamente subversiva. A partir de ese momento, el antisemitismo se convirtió en parte de la ideología de la mayor parte de la derecha occidental, que cada vez más encontró en «los judíos» el chivo expiatorio en el que descargar el malestar social. «Los judíos» servían admirablemente para ese propósito no porque fueran un «pueblo-clase», sino precisamente porque no lo eran. Al haber judíos capitalistas megarricos, judíos revolucionarios obreros o intelectuales y judíos pobres de solemnidad, el antisemitismo podía jugar con toda clase de cartas contradictorias. El odio al «judío» demonizado expresaba a un tiempo el odio al capitalista, el odio al proletariado, el odio a los indigentes, el odio al capitalismo y el odio al socialismo. Al haber judíos religiosos y judíos ateos, el antisemitismo podía proyectar en el odio al judío las ideas más contradictorias: el viejo odio teológico cristiano al judaísmo, la aversión al cristianismo («religión judía» para los antisemitas anticristianos) y aversión al ateísmo (a menudo asociado con la revolución socialista). Si los judíos hubiesen sido un «pueblo-clase» homogéneo socialmente, esto habría sido imposible. Ni siquiera en la actualidad los judíos son un «pueblo-clase». No lo son siquiera en Estados Unidos, donde apenas hay judíos indigentes, pero sí hay gran diferencia entre una oligarquía judía inmensamente rica y una gran mayoría de judíos de clase media. Las diferencias son aún mayores en Israel, donde las diferencias económicas entre las clases son cada día mayores, por lo que no es extraño que los sucesivos gobiernos israelíes hayan encontrado muy útil el enfrentamiento permanente con el mundo árabe en general y los palestinos en particular para no tener que enfrentarse a un estallido social.

Las etnias judías Los judíos no constituyen un pueblo homogéneo. Unidos por la religión judía y todos los aspectos culturales que ello comportaba, las distintas comunidades judías eran muy diferentes en todos los demás aspectos. Ni tenían un origen común ni participaban de una misma civilización. Se puede hablar, más que de una etnia judía, de etnias judías, algunas de ellas muy diferentes en todos los aspectos de los demás habitantes de los países en los que moraban, otras en cambio tan similares a sus vecinos no judíos que prácticamente sólo se diferenciaban de ellos por su religión. De tal modo que mientras en unos casos los judíos, por su origen, idioma y cultura constituían una auténtica etnia aparte, en otros lugares los judíos sólo eran una comunidad confesional distinta de las

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otras. Pero, sobre todo, hay que tener presente que los judíos no eran homogéneos y las diferencias (salvo en lo estrictamente religioso) eran mucho mayores entre unas comunidades judías y otras de lo que en la mayoría de los casos lo eran entre cada comunidad judía y su medio circundante no judío. Como poco, se podría hablar de más de una docena de etnias judías diferenciadas unas de otras: ashkenazis, sefardíes, italianos, romiotas, árabes y «arabizados» (muy diversificados entre sí), bereberes, persas (iraníes, afganos y bujaríes), georgianos, «judíos de las montañas», «judíos del Kurdistán», judíos de Cochin, mahratíes, falashas... Y eso sin contar los modernos judíos «asimilados» en los países en los que viven y los judíos israelíes.

Ashkenazis Su origen se encuentra en la conversión de los jázaros42 al judaísmo en el siglo viii. Los jázaros eran un pueblo turco establecido entre el Volga, el Don y el Cáucaso, que desde el siglo vi había creado un gran imperio del que eran tributarios muchos pueblos de Europa oriental. Por su posición geográfica, los jázaros se convirtieron en intermediarios comerciales entre las regiones forestales al norte de las estepas y Bizancio y el mundo musulmán. Para preservar su independencia frente al Bizancio cristiano y el califato ´abbâsí musulmán, los soberanos jázaros se convirtieron al judaísmo con la mayor parte de su pueblo.43 El imperio jázaro entró en decadencia en el siglo x a consecuencia de los ataques rusos; en el siglo xii Jazaria fue completamente devastada por los ataques cumanos y en el siglo xiii los mongoles barrieron lo que quedaba de ellos. Los jázaros emigraron progresivamente al oeste y se extendieron por la mayor parte de Europa oriental y central, sobre todo en el reino de

42 Los jázaros fueron resultado de la fusión de varias poblaciones turcas en el curso de los siglos vi y vii: los akatzir (que habían sido vasallos de los hunos) y otros elementos de las hordas de Atila que se retiraron hacia el este tras la desintegración del imperio huno, donde se les agregaron otros pueblos turcos como los sabires, los ogures, los búlgaros del Kubán y algunos göktürk. 43 El judaísmo fue introducido en Jazaria por judíos bizantinos perseguidos y ganó muchos prosélitos. La mayoría de los jázaros se judaizaron pero no la mayor parte de los súbditos del imperio jázaro, que no eran jázaros.

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Polonia-Lituania, donde formaron grandes comunidades; allí abandonaron su lengua túrquica por el alemán, idioma de las ciudades de la Polonia medieval. Por este motivo en lo sucesivo se les conoció como «ashkenazis», porque Ashkenaz era el nombre hebreo para Alemania.44 Los judíos ashkenazis han sido la gran mayoría de los judíos de la edad moderna y contemporánea.45

Judíos caraítas de Crimea y Lituania El origen de los judíos caraítas de Crimea y Lituania es el mismo que el de los judíos ashkenazis, es decir, los jázaros. Sin embargo, el hecho de que profesasen la doctrina caraíta46 tuvo grandes repercusiones de aislamiento y contribuyó a que los judíos caraítas de Crimea y Lituania hayan sido muy distintos de los judíos ashkenazis: en lugar del yiddish, su lengua vernácula era un dialecto turco cumánico,47 y mantenían en su folclore el recuerdo de su origen jázaro. Tan distintos eran de los ashkenazis que los nazis al principio los excluyeron de las medidas racistas contra «los judíos», pues no los consideraban «racialmente» judíos sino turcos judaizados,48 aunque al final los caraítas turcófonos fueron incluidos en las medidas genocidas.

44 En el Génesis, Gomer es uno de los hijos de Jafet y Ashkenaz es uno de los tres hijos de Gomer. Originariamente, Ashkenaz hacía referencia a los escitas. Desde el siglo xi Ashkenaz fue el nombre hebreo que los rabinos dieron a Alemania, posiblemente por la similitud fonética con Sajonia o Escania. Al ser Alemania en hebreo Ashkenaz, los judíos de lengua yiddish (judeoalemán) pasaron a ser conocidos como ashkenazis. 45 La mayoría de los descendientes de los judíos de la edad antigua se convirtieron al cristianismo y al islam y se perdieron para el judaísmo. En contrapartida, el judaísmo en la alta edad media ganó muchos prosélitos en los países que no pertenecían a la cristiandad y al mundo musulmán, que son los antepasados de la mayoría de los judíos actuales. 46 Los caraítas han sido llamados «los protestantes del judaísmo» porque rechazaron la tradición rabínica y el Talmud. El caraísmo tuvo una importante difusión durante la edad media, pero a día de hoy sobreviven muy escasas comunidades caraítas. 47 Distinto de la lengua túrquica hablada por sus antepasados jázaros. 48 Poco se imaginaban los nazis que los judíos ashkenazis tampoco eran de origen semita sino turco.

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Sefardíes Los sefardíes son los judíos originarios de la península Ibérica.49 Expulsados del solar ibérico a comienzos de la edad moderna, se establecieron en otros países de Europa (y de allí algunos en América), en Marruecos y en el imperio otomano. En todos estos lugares conservaron su identidad étnica, con una fuerte consciencia de su diferencia con otras etnias judías, como los romiotas, los musta´rabîn y los ashkenazis.

Italianos Muchos judíos italianos que no son de origen ashkenazi ni sefardí descienden de los judíos que ya vivían en Italia en tiempos del imperio romano. Las familias judías aristocráticas de Roma, como los Rossi, los Pomi o los Anau, pretenden ser descendientes de la aristocracia judía hierosolimitana deportada a Italia a raíz de la destrucción de Jerusalén por Tito. Sea o no sea cierta esta pretensión, el caso es que Roma es la única ciudad de Europa con una comunidad judía importante que se ha mantenido ininterrumpidamente desde la antigüedad. En general los judíos vivieron en Italia mejor que en cualquier otro país europeo; en los estados pontificios sufrieron segregación y humillaciones pero estuvieron a salvo de matanzas y expulsiones. Los judíos italianos fueron los judíos más asimilados de Europa en la época premoderna y después aún más.

Romiotas Son los judíos de lengua griega, descendientes de los judíos del imperio bizantino. Cuando los sefardíes expulsados se establecieron donde vivían los romiotas, hubo tensiones entre unos y otros; los romiotas llamaban a los sefardíes con la palabra hebrea megorashim (‘expulsados’) y los sefardíes llamaban a los romiotas «griegos», ambos términos tenían connotaciones despectivas. En todo caso, los sefardíes fueron mucho más numerosos que los romiotas.

Árabes y arabizados En época preislámica había judíos en Arabia, descendientes de judíos inmigrados y de árabes conversos al judaísmo. Los judíos yemeníes

Conocida en hebreo como Sefarad, aunque en hebreo también se utilizaba el nombre de Aspamiya, hebraización defectuosa de Hispania. 49

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eran esencialmente descendientes de conversos al judaísmo, que ganó muchos prosélitos en el Yemen; incluso el último rey yemení, Dû Nuwâs, se convirtió al judaísmo e hizo de él la religión oficial de su reino. Hasta la actualidad ha existido una comunidad judía yemení, a la que sus compatriotas musulmanes tenían por descendientes de árabes yemeníes convertidos al judaísmo. En los demás países árabes en los que había comunidades judías, se trataba de judíos arabizados tras la conquista árabe-islámica; ese era el caso de los judíos de Iraq, la Gran Siria,50 Egipto, Libia, Túnez, Argelia y Marruecos. Cuando en algunos de esos países se establecieron comunidades sefardíes, se distinguió entre los judíos sefardíes, hablantes de español, y los judíos hablantes de árabe, conocidos como musta´rabîn («arabizados»).51

Bereberes El judaísmo se difundió asimismo entre los bereberes.52 En el siglo vii, la resistencia bereber a la conquista árabe-islámica estuvo dirigida por una reina judía, la famosa Kâhina. En Marruecos ha habido judíos de lengua bereber hasta el siglo xx. Cuando la mayoría de los judíos marroquíes pobres emigraron a Israel, judíos bereberes se establecieron en la zona de Ascalón.

Persas Ciro incorporó el Creciente Fértil al imperio persa y permitió volver a Judea a los judíos deportados por Nabucodonosor, pero muchos permanecieron en Mesopotamia y algunos se establecieron más al este. Bajo Darío I (529-486) y Artajerjes I (465-429) hubo deportaciones de judíos a Hircania, en el norte del actual Irán.

50 Por Gran Siria se entiende la parte occidental del Creciente Fértil, que políticamente está ocupado hoy por los estados de Siria, Líbano, Jordania, Israel y los territorios palestinos ocupados en 1967. 51 De la misma palabra musta´rab de la que viene la palabra ‘mozárabe’. 52 Las leyendas judías y musulmanas hacían de los bereberes descendientes de los filisteos que huyeron aterrorizados cuando David mató a Goliat y no pararon hasta que llegaron al Mágreb; los judíos del sur de Marruecos relacionaban el bereber con el idioma de los filisteos. Naturalmente, eran leyendas sin fundamento.

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Así, ha habido comunidades judías de lengua persa hasta la actualidad en lo que hoy es Irán, Afganistán y Uzbekistán (conocidos como «judíos de Bujara»).

Georgianos Hay judíos en Georgia desde tiempos inmemoriales.53 Los judíos georgianos hablaban georgiano y eran claramente distintos de los judíos de otros países. En la Unión Soviética se les taxonomizó étnicamente como «judíos georgianos», distintos de los simplemente «judíos» (los ashkenazis). Según el último censo soviético (el de 1989) eran 16.000 personas.

«Judíos de las montañas» Los judíos daguestaníes de lengua tat (un idioma iranio noroccidental) tienen su origen en colonias militares judías establecidas en el Cáucaso por los reyes sasánidas para defender ese flanco del imperio persa. La taxonomía soviética clasificaba a estos judíos de lengua tat como «judíos de las montañas» diferentes de los simplemente «judíos» (los ashkenazis). Según el censo soviético de 1989, los judíos de lengua tat eran 31.000 personas.

«Judíos del kurdistán» En el Kurdistán iraquí ha habido judíos, posiblemente descendientes de kurdos judaizados mezclados con judíos mesopotámicos. Estos judíos del Kurdistán estaban integrados en el medio tribal kurdo, aunque su lengua materna no era el kurdo sino un dialecto neoarameo oriental muy similar al de los cristianos nestorianos, al que los judíos del Kurdistán llamaban «lengua del Targum», lishna yehudi-

En la antigüedad, los griegos relacionaron a los colcos (habitantes de la costa de Georgia, llamada Cólquide por los griegos) con los egipcios, debido al hábito común de colcos y egipcios de practicar la circuncisión; más tarde se atribuyó a los georgianos un origen judío, acaso porque ese hábito pasó a asociarse con los judíos y porque había muchos judíos en Georgia. La dinastía bagrátida, que reinó primero en Armenia y luego en Georgia, pretendía descender de judíos deportados a Babilonia por Nabucodonosor. 53

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yya (‘lengua judía’) o, en hebreo, lašon ha-galut (‘la lengua de la diáspora’).54

Judíos mahratíes Los judíos de lengua mahratí se llamaban a sí mismos «bené Israel» («los hijos de Israel») y estaban divididos en dos castas endogámicas: la de los blancos y la de los negros. Los bené Israel blancos pretendían ser descendientes de israelitas inmigrados y se suponía que los bené Israel negros eran descendientes de indios judaizados que habían sido esclavos de los bené Israel blancos. Unos y otros vivían dispersos por la zona de Kankan, hasta que en los siglos xviii y xix empezaron a establecerse en Bombay, donde se enriquecieron. En 1948 los bené Israel eran unos 17.000, pero después muchos emigraron a Israel y a otros países.

Judíos de Cochin Habitantes de la costa malabar, en Kerala, hablantes de malayalam y divididos en tres castas endogámicas: blancos, pardos y negros. Cuando se produjo la independencia de la India en 1948 eran 2.000, pero tras una fuerte emigración en Cochin sólo han quedado algunas familias.

Falashas Los judíos de Etiopía se conocen como falashas, que significa ‘extranjeros’, aunque el nombre que se dan a sí mismos es Israel Beta, es decir, ‘la casa de Israel’. Los falashas afirman que llegaron a Etiopía en tiempos del rey Salomón e incluso antes, durante el éxodo de Egipto; en cualquier caso su origen es tan antiguo y se mantuvieron tan aislados de los demás judíos que no llegaron a conocer el Talmud. Las crónicas cristianas etíopes de los siglos xiv al xvii mencionan guerras de los gobernantes cristianos contra los judíos, a los que vencieron en muchas ocasiones y obligaron a aceptar el cristianismo, pero los judíos una y otra vez recuperaban su independencia y volvían al judaísmo, hasta que fueron sometidos en el siglo xvii y se dispersaron

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por distintas zonas.55 Hasta su emigración al estado de Israel en los años ochenta y noventa del siglo xx, los falashas eran agricultores que vivían en aldeas dispersas en la provincia de Gondar, en el noroeste de Etiopía. Su idioma es el agaw, lengua no semítica sino cusita, y su lengua litúrgica no era el hebreo sino el ge´ez, la misma lengua de la liturgia de los cristianos etíopes. En Israel, actualmente hay casi cien mil judíos etíopes.

Del judaísmo al sionismo El primer manifiesto sionista del que se tiene noticia fue el llamamiento que Napoleón hizo en Gaza el año 1799 a los judíos de Asia y África. Es significativo que Napoleón hiciera esa proclama sionista para los judíos extraeuropeos; mientras su aspiración con los judíos de su imperio era asimilarlos, el mismo Napoleón confesaba que deseaba que de cada tres matrimonios judíos, uno fuese con cónyuge no judío, para facilitar una asimilación progresiva pero rápida. La Revolución Francesa poco antes había equiparado completamente a los judíos franceses al resto de ciudadanos franceses, sin discriminación alguna pero sin permitirles ser una comunidad aparte salvo en lo estrictamente religioso. El lema de los revolucionarios franceses respecto a los judíos era «a los judíos como nación nada, a los judíos como individuos todo». La actitud de Napoleón respecto a los judíos no es más que una muestra más del comportamiento de las potencias colonialistas, incluso de las más laicas, como Francia: laicismo para el interior, con supresión de diferencias sectarias confesionales en aras de la homogeneidad nacionalista, pero confesionalismo hacia el exterior, con vistas a dividir a los colonizados y utilizar grupos confesionales como aliados contra sus compatriotas. Como bien dice el pensador laicista sirio Bû ´Alî Yâsîn:56

Algunos fueron cristianizados, pero conservaron la conciencia de su origen judaico, son los falashmura. En la actualidad, muchos falashmura quieren retornar al judaísmo para emigrar a Israel y escapar de la miseria de su país. 56 Bû ´Alî Yâsîn (m. 2000) fue un intelectual sirio, cuya obra más importante y famosa es At-tâlût al-muharram: dirâsa fî-d-dîn wa-l-ÿins wa-s-sirâ´ at-tabaqî («La trinidad prohibida: un estudio sobre la religión, el sexo y la lucha de clases»); como su nombre indica, esta obra trata de lo que el autor considera como los tres grandes tabúes de la sociedad árabe. 55

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Mezclar la religión con el estado impide, pues, la fusión patriótica y nacional, porque lleva necesariamente a clasificar a la gente en categorías según sus religiones y sectas... con ello volvemos a la edad media y creamos una entidad débil y frágil, que permite las intromisiones exteriores con el pretexto de proteger a los miembros de una u otra taifa. (...) Así, Francia, laica para dentro y católica para fuera, desde el siglo pasado se dio a sí misma el papel de defensora de los maronitas del Líbano, mientras la Inglaterra protestante se erigió en la protectora de los drusos y Rusia de los ortodoxos.57

Respecto a los judíos, Napoleón y los colonialistas que le sucedan serán asimilacionistas en el interior y prosionistas en el exterior. Otra cosa harto significativa es que la proclama de Napoleón no tuvo ningún éxito entre los judíos a los que iba dirigida, que no mostraron el más mínimo interés. En el siglo xix, al hilo de «la cuestión de oriente», en los medios literarios y protestantes58 victorianos se desarrolló una corriente prosionista; la novelista inglesa George Eliot fue la más ardiente representante de todo esto, con su novela Daniel Deronda. Algunos políticos imperialistas tomaron nota y se dieron cuenta de que estas fantasías podían encauzarse en su beneficio. El secretario particular de Napoleón III, Ernest Laharanne, publicó en 1860 un opúsculo en el que consideraba previsible la descomposición del imperio otomano y proponía la «reconstitución de la nacionalidad judía». Este opúsculo fue el que inspiró al judío alemán Moses Hess su obra sionista Roma y Jerusalén, publicada en 1862. Al parecer esta obra estuvo también influida por las primeras muestras de antisemitismo en Alemania. Moses Hess veía la «restauración de la nación judía» vinculada a financieros y al colonialismo europeo; su idea era crear colonias judías en Palestina y en zonas próximas al canal de Suez. Esta idea la retomó el político británico Chamberlain en 1902 con su propuesta de asentar colonias judías en

Bû ´Alî Yâsîn, At-tâlût al-muharram: dirâsa fî-d-dîn wa-l-ÿins wa-ssirâ´ at-tabaqî, pp. 208-209. 58 El filosionismo protestante no es desdeñable y en la actualidad constituye un grupo de presión fanático en Estados Unidos, que cree que «la restauración nacional de Israel» forma parte de las profecías bíblicas que han de cumplirse. Esta ideología teológica filosionista a menudo va acompañada de un racismo teológico contra los árabes y los musulmanes, pues poco diferencia entre árabes y musulmanes el paleterío teocrático estadounidense. 57

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la región de al-´Arîsh, en el Sinaí lindante con Palestina; propuesta que fracasó por razones económicas, ya que se trataba de una zona desértica donde las obras de irrigación eran costosas en demasía, pero también por la oposición del gobierno egipcio.59 Las obras sionistas de Leo Pinsker, Autoemancipación, en 1882, y de Theodor Herzl, El estado de los judíos, en 1896, se escribieron bajo el impacto del antisemitismo creciente, de los pogromos rusos de 1881 y –en el caso del texto de Herzl– del affaire Dreyfus. Leo Pinsker pensaba que la judeofobia era incurable y hereditaria, por lo que la única solución para los judíos era la reagrupación en un estado-nación propio. Herzl fue el creador del movimiento sionista organizado, fundado en el congreso de Basilea de 1897. En principio, aunque la idea de la colonización judía en Palestina era la más atractiva, no se dejó de pensar en otras alternativas propuestas por el imperio británico, por ejemplo en las proximidades de Palestina, en al-´Arîsh o Chipre; incluso existió durante algún tiempo la idea de crear el «hogar nacional judío» en Uganda.60 Algunos sionistas mantuvieron la idea de ese «hogar nacional» en Uganda y luego en América, pero la mayoría de los sionistas rechazó la idea de un sionismo sin Sión. El sionismo era esencialmente un movimiento ashkenazi, especialmente de los judíos del este de Europa, aunque no dejaba de tener partidarios financiadores entre algunos plutócratas judíos occidentales.61 Herzl planteó a estos plutócratas y a los judíos occidentales en general la conveniencia de librarse de sus correligionarios pobres de Europa oriental desviándolos hacia una colonización fuera de Europa para evitar que su emigración a Europa occidental y América potenciase el antisemitismo y perjudicase la integración de la burguesía judía occidental.

Las intenciones británicas en ese proyecto y las buenas razones del gobierno egipcio para oponerse a él quedan patentes cuando, 54 años más tarde, el estado sionista creado en Palestina participó con Gran Bretaña y Francia en la agresión contra Egipto a raíz de la nacionalización del canal de Suez. 60 Unos años después, los nazis propusieron deportar a todos los judíos a Madagascar. 61 El barón Edmond de Rothschild fue el patrocinador de las primeras colonias judías en Palestina a finales del siglo xix, se le llamó por ello «el padre del Yishuv» (el Yishuv es el asentamiento o la población judía en Palestina). Sin embargo, el barón de Rothschild no era sionista sino que veía a los colonos judíos útiles para los intereses coloniales de Francia. 59

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Desde el principio, los sionistas vincularon el éxito de su proyecto nacional-colonial al apoyo de una gran potencia imperial a la que prestarían sus servicios. Herzl intentó llegar a acuerdos con el Kaiser, con el sultán otomano Abdül-Hamid, con el ministro zarista Von Plehve (que era antisemita y organizador de pogromos), con el papa, con el rey de Italia y con Chamberlain, secretario británico de colonias. A todos ellos les ofreció las ventajas que una colonización a su servicio podía reportarles. El sionismo surgió en un momento en el que las condiciones tradicionales de los judíos europeos estaban en rápida desintegración. Mientras que las minorías, no muy numerosas, de los judíos de Europa occidental se integraban y se asimilaban, no podía ocurrir lo mismo con los judíos de Europa oriental, muchísimo más numerosos, cuya situación era cada vez peor, entre la pauperización y la emigración. Con su emigración al oeste, surgía el antisemitismo en los países occidentales. Así pues, puede decirse que en el sionismo confluyen una serie de elementos constitutivos: 1) Una secularización nacional-estatolátrica del judaísmo o de la judaidad. La opción sionista por la lengua hebrea (hasta entonces «lengua sagrada» del judaísmo) como lengua nacional-secular en lugar del yiddish (la lengua propia de los judíos ashkenazis y hablada por la gran mayoría de los judíos del mundo, que eran ashkenazis) o de cualquier otra lengua, forma parte de esa secularización nacional-estatolátrica del judaísmo. 2) Una reacción al creciente antisemitismo, pero compartiendo la visión antisemita de los judíos como seres esencialmente extraños e inasimilables que deben abandonar Europa. 3) Un nacionalismo europeo más, en una época de surgimiento de las nacionalidades en Europa con pretensiones de crear su estado-nación; o quizás, más exactamente, un nacionalismo más de la Europa del este. 4) La expansión colonial: el sionismo se veía como una aventura colonial más, que podía ser muy útil a la potencia imperialista hegemónica como base operativa autónoma en el control de Oriente Medio, cada día más importante por razones geoestratégicas y económicas. De ahí el prosionismo de Francia, luego de Gran Bretaña y finalmente de Estados Unidos. 5) Un nacionalismo apoyado por una burguesía judía que encontró interesante la idea sionista, el nacionalismo judío, que en lugar

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de movilizar a sus correligionarios pobres para luchar por una sociedad justa para todos, judíos y gentiles, les incitase a un proyecto nacionalista colonialista en un país lejano pero de gran valor geoestratégico. Los judíos ricos sionistas no tienen interés en emigrar a «la tierra de Israel» pero están interesados en la emigración a ese país de sus correligionarios de condición humilde. Theodor Herzl ni siquiera simpatizaba con la democracia y su ideal de estado judío era una monarquía o una república aristocrática. 6) En esta línea está el «socialismo falansteriano» sionista, que rechaza la lucha de clases y la sustituye por la colonización de tierras a expensas de los indígenas; su «socialismo» sufragado por capitalistas judíos es sólo para judíos y se subordina siempre al proyecto nacionalista sionista. 7) Una forma de huida de la sociedad judía tradicional e incluso del judaísmo, pero sin romper con la judaidad. 8) Un complejo de inferioridad y de vergüenza por la imagen del judío tradicional y un afán de imitar las características del «gentil» europeo. De ahí el militarismo, el culto al estado-nación, al occidentalismo…62 La mayoría de los judíos rechazaron el sionismo, porque eran partidarios de otras opciones: 1) El asimilacionismo: mayoritario entre los judíos de los países occidentales, donde los judíos gozaban de los mismos derechos de ciudadanía que el resto de la población; estos judíos deseaban integrarse en la sociedad en la que vivían, todo lo más

A día de hoy, muchos no judíos reaccionarios que antes habrían sido antisemitas admiran el estado de Israel precisamente porque encarna los valores de intransigencia colonialista, estatolatría patriotera, militarismo, belicismo, brutalidad, racismo, culto a la ideología de «la sangre y la tierrra» y «el espacio vital», eurocentrismo y absoluto desprecio hacia la vida y los derechos de los no occidentales colonizados. Podría decirse que lo admiran por ser la encarnación más acabada de los valores euro-nazis que admiran. Todo ello con la coartada del genocidio nazi como gran bula para permitirse un comportamiento judeo-nazi sin complejos y poder acusar de antisemita a quien se oponga a sus desafueros. 62

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manteniendo el judaísmo como religión (a menudo reformado)63 pero siendo en todo lo demás como el resto de sus compatriotas; otros muchos judíos desdeñaron toda religión y algunos cientos de miles se convirtieron al cristianismo. 2) El judaísmo tradicional:64 poderoso entre los judíos del este de Europa, hasta que Hitler prácticamente exterminó a los judíos ortodoxos en el genocidio; la mayoría de los judíos tradicionales consideraban el sionismo como un movimiento impío, si es que no simplemente como una abominación. 3) El internacionalismo socialista marxista65 o anarquista.66

63 Antes de la llegada de las grandes oleadas migratorias de judíos del este de Europa a Estados Unidos a finales del siglo xix, la mayoría de los judíos estadounidenses pertenecían al judaísmo reformista. El judaísmo reformista y el conservador surgieron en el siglo xix en Alemania, Inglaterra y Estados Unidos como forma de aggiornamento del judaísmo en unas comunidades judías ansiosas de asimilarse en vestido, dieta, modo de vida e ideas al medio circundante. 64 En el siglo xviii, el judaísmo ashkenazi vivió la reforma religiosa del movimiento hasídico, que propugnaba una mística popular en torno a sus santos, conocidos como rebbes; para muchos judíos (conocidos como los mitnaggedim, «opositores») el hasidismo era una herejía, pero en el siglo xix hasidim y mitnaggedim aunaron fuerzas contra las corrientes modernas secularistas y modernistas. Mención aparte merecen los frankistas, seguidores de Ya´qov Frank, que en el siglo xviii pretendían acelerar la venida del Mesías cometiendo todas las transgresiones posibles de las normas judías. 65 Marx fue un judío alemán asimilado. Muchos destacados pensadores y revolucionarios marxistas han sido de origen judío, como Rosa Luxemburgo o León Trotsky. La revolución húngara, que proclamó durante un breve periodo la república soviética en Hungría, estuvo dirigida por un judío, Bela Kun. Los judíos fueron desproporcionadamente numerosos entre los bolcheviques, cosa comprensible si se tiene en cuenta la extrema opresión de los judíos bajo el régimen zarista; en 1927 los judíos constituían la tercera nacionalidad más numerosa dentro del PCUS, aunque la situación cambió radicalmente bajo el estalinismo. Ha habido muchos comunistas de origen judío entre los marxistas occidentales y en los países árabes. 66 El anarquismo también ganó muchos partidarios entre los judíos, al que han aportado muchos militantes y pensadores ilustres como Max Nettlau, Emma Goldman, Erich Mühsam, Alexander Berkman, Landauer o Noam Chomsky. Antes de la primera guerra mundial los judíos anarquistas de lengua yiddish constituían el grupo mayor de exiliados anarquistas procedentes del

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4) El socialismo autonomista judío del Bund.67 Cada una de estas opciones tuvo muchos más seguidores que el sionismo, que hasta la segunda guerra mundial fue una corriente minoritaria rechazada por la mayoría de los judíos del mundo, incluidos los judíos de Europa oriental. Tras la segunda guerra mundial la situación cambió de manera radical. La mayoría de los judíos del este de Europa habían sido exterminados por los nazis, con la excepción de los soviéticos (y muchos de ellos también), lo que supuso la desaparición física y del medio tradicional de la mayoría de los judíos ortodoxos tradicionales y socialistas; buena parte de los supervivientes del Holocausto eran refugiados desarraigados que emigraron a Israel o a países occidentales. Las mayores

imperio ruso, más incluso que los anarquistas propiamente rusos. En el movimiento obrero judío londinense los anarquistas fueron el elemento político más activo. A finales del siglo xix y principios del siglo xx, el anarquismo en Estados Unidos era cosa de los judíos de las grandes ciudades, los italianos y los exiliados rusos (muchos de ellos también judíos). En la actualidad, en Israel, una de las organizaciones más activas y valientes contra el militarismo y el apartheid sionistas es la organización ácrata denominada Anarquistas contra el Muro, cuyos activistas han sido los únicos disidentes judíos a los que el ejército israelí ha reprimido a tiros. 67 El Bund (Liga General de Trabajadores Judíos de Lituania, Polonia y Rusia) fue la corriente política más importante entre los judíos del este de Europa. Se trataba de un partido socialista marxista no leninista. Al contrario que el partido bolchevique y tantos otros partidos «obreros» dirigidos por intelectuales de origen burgués, el Bund era un partido obrero dirigido por obreros. El Bund era partidario de la autonomía cultural de los judíos y del yiddish como lengua nacional judía (cuando hablaban de judíos se referían a los ashkenazis), también se oponían al sionismo. Lenin describió despectiva (e injustamente) a los bundistas como «sionistas con miedo al mareo», con lo que venía a acusarles de nacionalismo judío y de que sólo se diferenciaban de los sionistas en su negativa a coger el barco para emigrar a Palestina; en realidad, las diferencias entre el Bund y el sionismo eran muchísimo mayores de lo que pretendía Lenin. El Bund fue ilegalizado y eliminado en la Unión Soviética, pero se mantuvo con fuerza en Polonia. En este país, en 1939, cuando la población judía eligió por última vez a los dirigentes de sus comunidades, las qehillot, los comunistas boicotearon las elecciones porque consideraban que las qehillot eran instituciones religiosas, pero el Bund sí se presentó a las elecciones y obtuvo la mayoría de los votos.

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comunidades judías fuera de Israel eran las de los judíos de Estados Unidos, convertidos en furiosos prosionistas, y la Unión Soviética. Y ambas superpotencias estuvieron de acuerdo en apoyar el sionismo a finales de los años cuarenta, lo que suponía reconocer al movimiento sionista como el representante de los judíos del mundo, atribución altamente cuestionable, pero que interesaba a una y otra superpotencia en aquel momento. Stalin consideró útil apoyar la creación del estado de Israel porque pensaba que sería un factor antiimperialista contra los regímenes árabes probritánicos y profranceses, sobrevaloró el «socialismo» sionista y se imaginó incluso que el nuevo estado sería prosoviético. Por ello, la Unión Soviética fue el primer estado del mundo que reconoció al estado de Israel, antes incluso que Estados Unidos. La victoria israelí en la primera guerra árabe-israelí en 1948 no habría sido posible sin las armas checas, vendidas con la venia de Stalin y compradas por el comunista israelí Mikunis68 con el dinero aportado por los judíos prosionistas de Estados Unidos. El estado de Israel no habría sido posible sin la política prosionista de Stalin durante esos años.69 Pero el cálculo estaliniano resultó completamente fallido, porque el estado sionista rápidamente se alineó con Estados Unidos, con las potencias coloniales en declive (agresión tripartita contra Egipto en 1956 por parte de Israel, Gran Bretaña y Francia) y en favor de la reacción árabe. A partir de 1967 la identificación de Estados Unidos con el estado de Israel fue total. Los estadistas estadounidenses vie-

Nathan Weinstock, op. cit., p. 331. Lo que no obstó para que Stalin desde finales de los años treinta emprendiese una política antijudía, que incluyó la supresión de los periódicos en lengua yiddish. Precisamente entre 1948 y 1949, al mismo tiempo que la Unión Soviética adoptaba la postura más prosionista de su historia, el estalinismo procedió a la eliminación completa de la prensa, las editoriales y la cultura judías en la Unión Soviética; en esos años fueron detenidos y enviados a campos de concentración los poetas judíos más célebres de la Unión Soviética, a los que se ejecutó un año antes de la muerte de Stalin. Es significativo que estas campañas comenzasen por los mismos años en los que la URSS fue incondicionalmente prosionista. Aunque luego, cuando se vio que el engendro estaliniano se volvía contra su creador, las medidas antijudías se incrementaron y hay motivos para pensar que si Stalin no hubiera muerto en 1953 y hubiera vivido más tiempo, quizás habría ordenado una deportación masiva de judíos soviéticos similar a las que había ordenado contra los alemanes del Volga, los tártaros de Crimea y los chechenos. 68

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ron en el estado sionista el mejor instrumento para su dominación en Oriente Medio. En estas condiciones, todo el bloque capitalista bajo la hegemonía estadounidense es prosionista y el apoyo más o menos incondicional al estado de Israel ha sido obligatorio en Estados Unidos y para sus satélites.70

Sionismo y antisemitismo El antisemitismo surgió en el siglo xix como forma de judeofobia distinta de la tradicional judeofobia cristiana confesional. Su propio nombre remite a categorías pseudorraciales decimonónicas muy distintas de las categorías confesionales anteriores: no se odiaría a los judíos en tanto que seguidores de la religión judía (eso sería más bien antijudaísmo) sino a los judíos en tanto que pertenecientes a una supuesta «raza semita»,71 cuyos enemigos ya no se veían tanto como cristianos

Una de las cosas que no perdonaron al presidente del gobierno español Adolfo Suárez fue que pretendiera practicar una política propalestina, recibiendo a Yâsir ´Arafât y negándose a establecer relaciones diplomáticas con el estado de Israel. No es casual que el anclamiento del estado español en la OTAN (mediante el referéndum) y el establecimiento de relaciones de embajada con el estado de Israel fueran el mismo año (1986) y casi por las mismas fechas. La sumisión total a Estados Unidos y el proisraelismo obligatorio iban en el mismo lote. No es casual tampoco que el más propalestino de los gobernantes europeos, el canciller Bruno Kreiski (él mismo de origen judío), fuera gobernante de un estado neutral durante la Guerra Fría. Tampoco es casual que el giro proárabe de De Gaulle coincidiera con su distanciamiento de Estados Unidos. 71 En las tipologías pseudorraciales de los racistas, la «raza aria» sería la raza superior, la «raza semita» sería inferior y vendría en segundo lugar, la «raza hamita» (camita) vendría en tercer lugar y los negros ocuparían el lugar más bajo, en tanto que más alejados de la supuesta «raza superior» de los «arios». En tipologías varias dentro de la jerarquización racista estaban los distintos pueblos de Asia, América y Oceanía. Pero dentro de la misma Europa la pertenencia o no a «la raza aria» dependía de los intereses políticos de los racistas de turno. Así, los nazis declararon «raza inferior» que debía ser esclavizada a los eslavos (a pesar de ser europeos, rubios, de ojos azules, hablantes de una lengua indoeuropea) y «arios honorarios» a sus aliados japoneses, pero no a los chinos, clasificados como «inferiores», aunque físicamente fueran similares a los japoneses y tuvieran una civilización mucho más antigua, de la que derivaba la japonesa. Las categorías «raciales» de los racistas eran tan absurdas que a menudo se confundían con las confesionales, con los intereses políticos del momento o con el puro capricho del taxono70

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sino como miembros de una supuesta «raza aria», a la que pertenecerían los europeos no judíos72 y especialmente los germanos, pretendida quintaesencia de la supuesta raza de los «superhombres arios». En los países atrasados en los que la judeofobia no se había «secularizado» en forma de racismo sino que conservaba su plenitud confesional, apenas podía hablarse propiamente de «antisemitismo» sino de simple odio a los judíos. Así sucedía en Rusia, país que dio al mundo el término ‘pogromo’, pero donde Leo Pinsker utilizó el término ‘judeofobia’ y no ‘antisemitismo’ porque el odio a los judíos seguía siendo esencialmente confesional,73 mientras que Herzl, más occidental, vienés, utilizaba el término ‘antisemitismo’ para referirse a la aversión a los judíos. A finales del siglo xix y principios del siglo xx, el antisemitismo se extendió mucho por Europa y América, a raíz de la emigración masiva de judíos ashkenazis pobres del este de Europa a Europa occidental74

mista. El alcalde de Viena, Karl Lueger, muy admirado por Hitler, decía «yo decido quién es judío» y el propio Hitler (él mismo cuarterón de judío) podía expedir un certificado de «ario puro» a su médico personal, clasificado antes como mestizo de judío, en agradecimiento por sus servicios. 72 Los «cristianos viejos» al menos, pues en el siglo xix muchos judíos se convirtieron al cristianismo. En este sentido, las categorías de racismo confesional existentes en la España de los Austrias –la llamada «pureza de sangre» de «cristianos viejos» frente a la falta de ella de los «cristianos nuevos» («cristianos nuevos de judíos» y «cristianos nuevos de moros»)– pueden considerarse precursoras de las categorías racistas antisemitas, aunque las diferencias entre unas y otras sean muy considerables. 73 Si bien las categorías étnicas y las confesionales se solapaban: ruso para muchos era prácticamente sinónimo de cristiano ortodoxo del imperio ruso, de tal modo que una conversión religiosa bastaba para convertir en «ruso» a un judío. Con la revolución rusa las cosas cambiarían, y «ruso» y «judío» se convirtieron en categorías de «nacionalidad étnica» taxonomizadas por el estado soviético al margen de la religión, oficialmente irrelevante, pues, según la nueva ideología oficial, el ateísmo era la orientación oficial y las religiones eran creencias supersticiosas toleradas pero no fomentadas. 74 A raíz de esta inmigración se extendió mucho el antisemitismo por Estados Unidos, donde hasta entonces no había habido judeofobia. En cambio en Italia, donde esa inmigración fue mínima y los judíos italianos eran en su mayoría autóctonos antiguos asimilados en todo salvo en la religión, el fenómeno antisemita fue inexistente incluso en el fascismo (en el que militaron judíos) hasta que Mussolini se convirtió en un pelele de Hitler obligado a imitar en todo a su homólogo alemán.

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y América. Estos judíos, extraños religiosa y culturalmente, muchos de ellos inclinados a las ideologías socialistas, se convirtieron en el chivo expiatorio predilecto de la derecha, que encontró en su demonización la forma de desviar el malestar social de la lucha de clases al «odio a los judíos», supuestos culpables de todos los males y «cuerpo extraño patógeno» en la civilización occidental cristiana o aria, según la ideología del antisemita de turno fuera confesionalista, racista o ambas cosas. El sionismo surgió en ese contexto, en parte como reacción al antisemitismo, pero también absorbiendo buena parte del ideario antisemita. Antisemitas y sionistas compartían la idea de «los judíos como extranjeros» que deben irse, mantenerse aparte o incluso asimilarse. La idea de que los judíos alemanes no eran alemanes o los judíos de un determinado país eran extranjeros que debían irse o mantenerse como minoría marginada, era una idea que sólo compartían los antisemitas y los sionistas. La mayoría de los judíos anteriores a la creación del estado de Israel consideraban antisemita la idea de que los judíos son extranjeros en los países en los que han nacido, en los que viven o de los que son originarios. Para los sionistas, los judíos son extranjeros que deben emigrar a «su país», que es «la tierra de Israel». Pero no todos los antisemitas deseaban la emigración de todos los judíos,75 igual que los sionistas no desean necesariamente la emigración de todos los judíos a «la tierra de Israel».76 En estas condiciones, lo que el sionismo pretende es llegar a un acuerdo con los antisemitas, pues la idea sionista de que los judíos deben emigrar a «la tierra de Israel» no anda muy lejos de la idea antisemita de «judíos extranjeros fuera». El mismo apartheid antisemita es visto con buenos ojos por los sionistas, al menos como «mal menor» en comparación con la aborrecida «asimilación», por lo que no han faltado los dirigentes sionistas que han declarado abiertamente que la asimilación y las parejas mixtas que suponen la desjudaización de la

El ministro zarista organizador de pogromos, con quien se entrevistó Herzl con la intención de que el imperio zarista apoyara la causa sionista, dijo a Herzl con toda sinceridad que deseaban la emigración de la mayoría de los judíos, aunque no de los que como Herzl eran ricos y cultos. 76 Los sionistas no desean la emigración masiva de comunidades de «la diáspora» que son ricas, poderosas y prosionistas, porque eso perjudicaría la influencia del sionismo en esos países. Ese es el caso, sobre todo, de la comunidad judía estadounidense. 75

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descendencia son peores que el antisemitismo e incluso peores que el genocidio nazi. Golda Meir dijo en cierta ocasión que el excesivo antisemitismo era negativo porque llevaba a la destrucción de los judíos, pero que la total ausencia del antisemitismo también, porque llevaba a la desaparición de los judíos por asimilación. Por su parte, muchos antisemitas tampoco veían a los sionistas con antipatía. La idea de que los judíos se fueran de Europa e implantaran una entidad colonial europea en Asia o África les resultaba sumamente atrayente. El judío sionista que quería dejar de ser un «judío diaspórico» y convertirse fuera de Europa en un europeo colonial «superior» a «los indígenas» era visto con admiración por los antisemitas. Para los antisemitas, el judío, considerado como «ser inferior no europeo», una vez convertido en colono sionista fuera de Europa, se convertía en un colono europeo «baluarte de la civilización europea contra la barbarie afroasiática». Hasta la segunda guerra mundial, el antisemitismo fue el banderín de enganche de la mayor parte de la derecha europea y americana. Luego entró en recesión, desacreditado por la derrota nazi y por la divulgación de la infamia del genocidio que los nazis llevaron a cabo asesinando a seis millones de judíos.77 La propaganda nazi exportó el antisemitismo al mundo árabe, donde consiguió difusión por reacción al sionismo. El antisemitismo, más o menos combinado con tópicos judeófobos islámicos, fue la forma que encontró la derecha de los países árabes para desviar el malestar social colonial y de clase hacia un odio a los judíos inocuo para sus intereses. La explicación socialista anticolonialista del fenómeno sionista no encajaba con los intereses de la derecha árabe, que encontró en los tópicos antisemitas una explicación mucho más acorde con sus intereses. De esta manera, el antisemitismo78 se difun-

El genocidio contra los judíos era tan infame que los propios nazis lo llevaron a cabo sin declararlo abiertamente y tratando de que no se supiera en el mundo exterior. Los nazis y antisemitas posteriores muchas veces no lo reivindican sino que prefieren negarlo. 78 Es una contradicción en términos hablar de «antisemitismo» por parte de los árabes, pues se supone que son «semitas» como los judíos. Sin embargo, utilizo el término ‘antisemitismo’ como un término convencional para referirme al tipo de judeofobia que surgió en el siglo xix, en gran medida distinta de la antigua judeofobia cristiana tradicional. En cualquier caso, el término ‘semita’ es convencional, originariamente aludía a una descendencia 77

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dió entre los conservadores del mundo árabe y también entre muchos nacionalistas e islamistas, para desgracia de los judíos del mundo árabe y para satisfacción de los sionistas, que encontraron en ello un rico filón para su propaganda antiárabe. Este tardío antisemitismo, estólido y torpe, difundido por conservadores, islamistas y nacionalistas en el mundo árabe, constituyó uno de los mejores pretextos de la propaganda sionista, empeñada en presentar a sus enemigos árabes como «los nuevos nazis». La acusación de «antisemitismo» para cualquier posición antisionista ha sido constante por parte de la propaganda sionista y prosionista. Todo no judío antisionista o simplemente crítico con la política del estado de Israel es acusado de «antisemita», y si es judío se le acusa de «judío que practica el auto-odio».79 Estas acusaciones irrisorias recuerdan mucho a cuando los nazis descalificaban sistemáticamente a sus enemigos como «judíos» y, cuando era evidente que un enemigo no podía ser judío, se le llamaba «judío blanco»,80 con lo que se mantenía la connotación negativa de «judío» en el imaginario antisemita, aun cuando se aplicara a quien no lo era en ningún caso.

legendaria de un patriarca epónimo, Sem, hijo de Noé, de quien descenderían los hebreos, árabes ´adnâníes, asirios y otros, pero no los cananeos. El término ‘semita’ en el sentido moderno se aplicó a una familia de idiomas y a sus hablantes, que incluye a los surarábigos y cananeos, a pesar de que estos últimos en la genealogía bíblica fueran descendientes de Cam y no de Sem. En cualquier caso, los hablantes actuales de árabe son de orígenes diversos, lo mismo que los judíos; la ascendencia «semítica» no es más que un origen legendario. 79 El inefable político laborista israelí Shimón Peres calificó en su día al canciller austriaco propalestino de origen judío Bruno Kreiski de «judío antisemita de la peor ralea». Las acusaciones de «judíos que practican el autoodio» son constantes en la propaganda sionista para todos los judíos que no son apologistas del sionismo. 80 Obsérvese que «blanco» y «judío» se sobreentendían como conceptos antagónicos, lo que no era ajeno a la relación entre el antisemitismo y el racismo colonial. En la actualidad, los prosionistas occidentales lo son porque ven en el estado de Israel un estado «blanco» occidental. La continuidad entre el viejo antisemitismo y el nuevo prosionismo es evidente.

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El sionismo como nacionalismo ashkenazi: judío como ashkenazi, los judíos no ashkenazis como «judíos exóticos» marginales El sionismo surgió como nacionalismo judío, pero con una particularidad: no se concebía como nacionalismo judío ashkenazi sino como nacionalismo judío, al mismo tiempo que no concebía más judíos que los ashkenazis. Esto no era exclusivo de los ashkenazis. Cada etnia judía, inmersa en su propio medio circundante no judío, tendía a verse como «los judíos» frente a los no judíos. Los ashkenazis llamaban a su idioma germánico «yiddish» («judío»), los sefardíes llamaban a su idioma español «yudío», los judíos del Kurdistán a su lengua aramea «la lengua judía»... todos se identificaban primariamente como judíos, pues «los otros» que les rodeaban eran los no judíos, los gentiles (en hebreo goyim). Los judíos sólo se percataban de las diferencias étnicas interjudías cuando se encontraban con otros judíos distintos, pero en la mayoría de los casos cada etnia judía tenía pocos contactos con otras etnias judías y tendía a verse a sí misma como «los judíos». Como mucho, los ashkenazis sabían que había otros judíos europeos, los sefardíes, que hablaban otro idioma y constituían una estirpe aparte.81 Y otros judíos aún más lejanos, todavía más exóticos, a los que veían con la misma lejanía que a las míticas «tribus perdidas de Israel». «La cuestión judía», tal como la planteaba el sionismo, era la cuestión de los judíos ashkenazis, especialmente de los judíos ashkenazis que vivían en el gueto y el shtetl (pueblecito judío) de la Europa del este, más que de los judíos ashkenazis asimilados de Alemania o los emigrados al oeste en vías de asimilación. El eurocentrismo sionista se refleja en grado sumo en que en Israel se llame «sefardíes» a todos los judíos no ashkenazis, pese a que la inmensa mayoría de los judíos no ashkenazis de Israel no sean sefardíes. Eso significa que ‘sefardí’ pierde todo sentido propio y se convierte en ‘no ashkenazi’, pero obsérvese que, de esa manera, todos los judíos del mundo son clasificados como ashkenazis y sefardíes (ashkenazis y no ashkenazis), aplicando a todos los judíos de origen no europeo el etnónimo de la comunidad judía europea no ashkenazi más numerosa.

En algunos países, como Holanda, había comunidades judías sefardíes y ashkenazis, pero unos se mantenían aparte de los otros. 81

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Todo lo más se habla en Israel de judíos «orientales» (mizrahim en hebreo). Pero no se habla de judíos «occidentales». Es decir, para los judíos de origen europeo se distingue netamente entre los ashkenazis, por ejemplo, y los sefardíes, mientras que son todos los judíos de origen no europeo los que se incluyen en una misma categoría, aunque entre ellos haya diferencias étnicas tan grandes, al menos, como las que existen entre los ashkenazis y los sefardíes. Pero poco importa, pues la categoría de ‘orientales’ es un cajón de sastre para todos los judíos de origen no europeo; judíos ‘orientales’ significa judíos ‘exóticos’, ‘raros’, ‘extraños’, no europeos, no ashkenazis. ‘Judíos orientales’ es una terminología eurocéntrica, digna del «orientalismo» en el peor sentido de la palabra. Dado que la mayoría de los judíos «orientales» proceden de los países árabes y en la mayoría de los casos su lengua materna originaria era árabe, es obvio que ‘judíos orientales’ es un eufemismo para evitar términos políticamente conflictivos, como ‘judíos árabes’, por ejemplo. Incluso términos utilizados antes para referirse a los judíos de lengua árabe no yemeníes, como judíos musta´rabim (judíos ‘mozárabes’ o ‘arabizados’), se evitan, no son políticamente correctos para el sionismo, que dictamina que se puede hablar de «judíos europeos» o «judíos indios» pero no de «judíos árabes». A pesar de todo lo que tienen en común todos los judíos árabes, es obligatorio referirse a ellos por topónimos diferenciados («judíos marroquíes», «judíos egipcios», «judíos sirios», «judíos iraquíes» o «judíos yemeníes») o en un todo más general como «judíos orientales», nunca haciendo hincapié en la común arabidad judía y menos aún en la arabidad común con los árabes no judíos. También hay que decir que esta terminología eurocéntrica no ha sido exclusiva de los sionistas. En la Unión Soviética había una taxonomía de nacionalidades étnicas. En el caso de los judíos, estos eran clasificados como una nacionalidad étnica específica. Pero «judío» en la clasificación de nacionalidades étnicas soviéticas era sinónimo de judío ashkenazi, porque los judíos no ashkenazis se clasificaban aparte de «los judíos» a secas (los ashkenazis); por ejemplo, los judíos de lengua tat se clasificaban no como «judíos» sino como «judíos de las montañas» y los judíos persófonos de Asia central como «judíos de Bujara». Las autoridades soviéticas eran conscientes de que no todos los ciudadanos judíos de su territorio pertenecían a la misma nacionalidad étnica y que entre los judíos había etnias distintas, sin embargo, reservaban el nombre de «judíos» sin más para los ashkenazis.

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Cuando la distancia de una etnia judía era mayor aún, los ashkenazis incluso dudaban de su condición judía. Ese ha sido el caso de los judíos etíopes, judíos negros en las antípodas de los muy blancos y a menudo pelirrojos judíos ashkenazis. Muchos judíos ashkenazis han mirado con sospecha la existencia y los orígenes de «los judíos negros» de Etiopía, tan distintos de ellos. No se les ocurría plantearse que unos judíos negros no eran más sospechosos de no descender de los judíos bíblicos que los judíos ashkenazis de ojos azules, rubios o pelirrojos. Por razones racistas y de confesionalismo, pues los judíos reconocidos por el rabinato eran los talmúdicos y los falashas no conocían el Talmud,82 hasta los años setenta las autoridades israelíes no les declararon susceptibles de obtener la ciudadanía israelí acogiéndose a «la ley del retorno», que permite obtener inmediatamente la ciudadanía israelí a cualquier judío que la solicite. Este dictamen sólo se produjo después de que los grandes rabinos de Israel, el «sefardí»83 ´Ovadya Yosef en 1973 y el ashkenazi Shlomo Goren en 1975, reconocieran en los falashas a los descendientes de la tribu de Dan. Nótese a todo esto que aunque los reconocieron como israelitas, no los reconocieron propiamente como judíos, sino como miembros de una de «las tribus perdidas de Israel». Lo más absurdo en todo esto es que los falashas siempre se habían visto a sí mismos como los judíos por excelencia: «La casa de Israel» era el nombre que se daban a sí mismos. Pero ni siquiera tras las declaraciones rabínicas haciendo de ellos el remanente de la tribu de Dan se les ha dejado de ver como «sospechosos» de no ser «auténticos judíos». El escándalo del desperdicio de las donaciones de sangre de judíos etíopes por no considerarla «pura» fue la gota que colmó el vaso en los años noventa.84

Que los falashas no conocieran el Talmud es en realidad un indicio de la gran antigüedad de su judaísmo, pues indica que su aislamiento del resto de los judíos fue anterior a la época talmúdica. 83 ‘Sefardí’ en el sentido israelí del término, es decir, no ashkenazi; ´Ovadya Yosef no es sefardí sino de origen iraquí. 84 Y que además es un testimonio elocuente acerca del racismo de muchos judíos, no sólo contra los falashas sino también contra los no judíos. Pero los propios falashas no carecen de su propio racismo, orientado contra los palestinos; como en tantos otros casos, los últimos inmigrantes llegados como colonos, que ocupan el penúltimo escalón de la escala social, son de los más hostiles a los autóctonos colonizados. 82

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Los judíos y «la tierra de Israel» En la antigüedad, muchos pueblos se jactaban de su autoctonía y la utilizaban como argumento para su legitimidad en el disfrute de su tierra y para negar a los extranjeros el derecho de naturalización. Por ejemplo, los atenienses se consideraban especialmente justos por ser autóctonos del Ática, que jamás habían despojado a ningún otro pueblo del país que habitaban; pero este argumento también les servía para excluir de la ciudadanía a los extranjeros que se establecían en la ciudad y a sus descendientes, e incluso no reconocían como ciudadanos a quienes no fueran de padre y madre atenienses. Pueblos como los sumerios o los egipcios ni siquiera se plantearon la cuestión de la procedencia, pues se veían a sí mismos como pueblos que siempre habían estado en el país que habitaban, como los habitantes originarios del país, los primeros en establecerse allí, si es que no habían surgido de la misma tierra en la que moraban. Pero los israelitas siempre fueron muy conscientes de su origen extranjero en «la tierra de Israel»: sus tradiciones les hacían originarios de poblaciones nómadas de Mesopotamia. Lejos de legitimar su posesión del país basándose en el derecho de autoctonía y considerarse los más justos por no haber despojado a nadie del país que habitaban, la tradición bíblica se jacta de una conquista brutal, sanguinaria y genocida, no sólo bendecida sino también ordenada por el dios de Israel, que había maldecido a los habitantes anteriores del país, los cananeos, y había entregado «el país de Canaán» a su pueblo elegido. El relato bíblico sobre esa conquista es sencilllamente espeluznante, casi no encuentra parangón en la historiografía85 de otras naciones crueles y

Los historiadores romanos más chovinistas y patrioteros, como Tito Livio, siempre intentaban deformar la historia para presentar a los romanos como un dechado de virtud moral y de fidelidad a la fe jurada, de manera que todas las guerras romanas habrían sido en legítima defensa y contra enemigos inicuos y traicioneros. Se ha dicho sarcásticamente que, de creer a Tito Livio, «Roma habría conquistado el mundo en defensa propia». Pero esa misma historiografía demuestra implícitamente una actitud vergonzante por parte de los historiadores romanos hacia el comportamiento romano real y sus auténticos móviles, pues trataban de ocultarlos con pretextos de legítima defensa, lo que supone que daban por sentado que la guerra de agresión y la conquista por la conquista eran comportamientos inicuos y vergonzosos. 85

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depiadadas de la misma época,86 hasta el punto de que el historiador G. E. M. de Ste. Croix ha podido decir con justicia: No tengo la intención de dar a entender que los romanos fueron habitualmente la potencia imperial antigua más cruel y despiadada de todas. No sé decir qué nación de la Antigüedad aspiraría al título con más justicia, pues no conozco toda la documentación. Sin embargo, basándome en lo que conozco, puedo afirmar que sólo sé de un único pueblo que se creyera con derecho a decir que realmente tenía orden divina de exterminar a poblaciones enteras que pudiera conquistar, a saber, Israel. Hoy día, los cristianos, al igual que los judíos, apenas suelen fijarse en la despiadada ferocidad de Yahvé, tal como nos la revelan no las fuentes hostiles, sino la propia literatura que ellos consideran sagrada. De hecho, por regla general, suelen arreglárselas para olvidar incluso la existencia de este material incriminatorio. Por consiguiente, creo que debería mencionar que en la literatura pagana hay pocas cosas tan moralmente escandalosas como los relatos de las masacres que supuestamente se llevaron a cabo en Jericó, Ai y Hazor, así como entre los amorreos y los amalecitas, todas las cuales no sólo fueron animadas por Yahvé sino estrictamente ordenadas por él (véase en general Deut., XX. 16-17, cf. 10-15. En cuanto a Jericó, véase Jos., VI-VII, esp. VI. 17-18, 21, 26; VII. 1, 10-12, 15, 24-25; respecto a Ai, VIII, esp. 2, 22-29; para Hazor, XI, esp. 11-14; sobre los amorreos, X, esp. 11, 12-14, 28-42; sobre los amalecitas, I Samuel, XV, esp. 3, 8, 32-33). Se podía dictar la pena de muerte, como ocurrió en Jericó, incluso para quien, en vez de destruirlo, se apoderara de parte del botín: «A aquel a quien se coja en posesión de lo manchado», dijo Yahvé a Josué, «quémeselo en el fuego, tanto a él como a todo lo que posea» (Jos., VII. 15); y cuando Acán transgredió la orden, tanto él como sus hijos e hijas (por no hablar del ganado y demás posesiones) fueron lapidados hasta morir y luego quemados (ibidem, 24-25). Cuando según se cuenta, prolongó Yahvé un determinado día, a petición de Josué, haciendo «detenerse» al sol y la luna, no fue sino con la finalidad de que el pueblo «se vengara de sus enemigos», los amorreos (X. 12-14); Yahvé participó incluso

Quizás sólo los gobernantes asirios llegaran a superarlo, con sus crónicas jactanciosas sobre las más atroces crueldades contra los pueblos que se resistieron a su dominio. Si bien no cabe dudar de que los reyes asirios cometieron las atrocidades de las que se jactaban, esas crónicas formaban parte de su campaña de dominio por el terror y no practicaron genocidios. Cuando los asirios conquistaron el reino de Israel deportaron a gran parte de sus habitantes a Asiria, pero no los exterminaron. 86

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en la matanza «echándoles grandes piedras desde el cielo» (ibidem, 11), lo mismo que, según se creía, Apolo salvó su templo de Delfos de las asechanzas de los persas en 480 mediante el trueno, el rayo y los terremotos (Hdt., 35-39). Después Josué redujo una tras otra a las ciudades amorreas: no «dejó ni una, antes bien destruyó absolutamente todo lo que alentara, como el Señor Dios de Israel le había ordenado» (Jos., X, 40; cf. Deut., XX, 16). Y existen pocas historias más escalofriantes que la del profeta Samuel descuartizando a Agag [rey de los amalecitas] ante Yahvé en Gilgal (I Samuel, XV. 32-33). Se nos cuenta que también los madianitas fueron exterminados sin piedad: cuando se acabó con los hombres, Moisés reprochó a los israelitas no haber hecho lo mismo con las mujeres; sólo consintió en dejar vivas a las doncellas (Núm., XXXI, esp. 14-18). En las tradiciones que nos han conservado sus adoradores, los dioses griegos y romanos podían ser bastante crueles, pero al menos sus devotos no intentaron demostrar que les prescribieran la realización de genocidios. Se nos muestra que los gibeonitas sólo lograron escapar a su total destrucción a manos de Israel gracias a que previamente engañaron a Josué y a los caudillos israelitas para que hicieran un juramento en virtud del cual se les perdonaba la vida, aduciendo que venían de lejos (Jos., IX, esp. 15, 18, 20, 24, 26). Su destino fue convertirse en criados perpetuos de los israelitas, los «que cortaban la leña y les acarreaban el agua»87 (ibidem, 21, 23, 27); textos que se citan hoy día como una justificación del aparheid hecha por las Escrituras.88

87 Estos textos los han mencionado algunos sionistas como modelo del trato que el estado sionista debe dispensar a los palestinos que han permanecido en el estado de Israel y se han librado de la limpieza étnica de 1948: hacer de ellos una casta de servidores de los judíos. 88 Los piadosos cristianos racistas blancos de Suráfrica y de Estados Unidos justificaban la esclavitud o el apartheid con argumentos bíblicos de este tipo. También identificaban a la descendencia «maldita» de Cam con los negros. Pero los negros cristianos daban la vuelta al argumento bíblico y se veían a sí mismos como israelitas oprimidos por los egipcios, de manera que algún día llegaría la liberación de los negros y las plagas caerían sobre los blancos opresores. Los colonos protestantes anglosajones se veían a sí mismos como «los nuevos israelitas» con derecho a tomar posesión de «la tierra prometida» y a tratar a los amerindios como la Biblia decía que los israelitas habían tratado a los cananeos. En el filosionismo estadounidense late la idea de que los israelíes son los israelitas de la Biblia con un derecho divino a desposeer y matar a los habitantes de «la tierra prometida», y a la vez se los ve como los pioneros del «salvaje oeste» en su lucha contra los indios (los palestinos). A su vez, los palestinos y los árabes a menudo se han identificado con los

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Los romanos, aunque se negaban (igual que muchas ciudades griegas) a reconocer las uniones entre sus ciudadanos y extranjeras como matrimonios legales, y a sus descendientes como ciudadanos romanos, no mostraron nunca un odio tan feroz por esas uniones como el que vemos en otro escandaloso relato del Antiguo Testamento, el de Fineas, nieto de Aarón, en Núm., XXV. 1-15: mata al israelita Zimri con su esposa madianita Cozbi, atravesándole a esta última el vientre, acto por el que recibe una calurosa enhorabuena de Yahvé y con el que cesa la peste que había provocado 24.000 víctimas.89

Sin embargo, la realidad histórica del asentamiento israelita parece haber sido distinta. Las investigaciones de los historiadores modernos parecen coincidir en que la conquista israelita de la tierra de Canaán fue diferente de como la describe la Biblia, pues esta se escribió mucho después e imbuida de un yahvismo fanático. Parece que la conquista fue mucho más lenta y que no hubo sólo matanzas sino también simbiosis y asimilación de la población indígena por los conquistadores. Algunos historiadores han llegado todavía más lejos, hasta proponer la hipótesis de que el establecimiento israelita se habría producido en un contexto de luchas sociales cananeas entre los campesinos y los centros urbanos, sedes estos últimos del poder estatal y de los explotadores; en el contexto de estas luchas sociales, los pastores nómadas israelitas se habrían aliado con los campesinos y el yahvismo habría proporcionado cohesión ideológica a los rebeldes. Esta teoría pretende explicar la continuidad etnolingüística90 y la invitación bíblica a destruir las ciudades y a sus habitantes, sin mencionar a las poblaciones rurales.

amerindios, como se ve en algunos versos del poeta sirio Nizâr Qabbânî y del palestino Mahmûd Darwîsh. Los sionistas se han visto a sí mismos como los israelitas bíblicos y justifican su colonización con argumentos bíblicos; su ensañamiento con los palestinos es muy «bíblico». Sería digno de estudio el impacto que los relatos bíblicos tienen en la mentalidad de los judíos israelíes y los sionistas en general, sean judíos o cristianos, incluso sería interesante saber si los mismos nazis no tomaron inspiración para sus genocidios de los relatos bíblicos, bien conocidos por los alemanes cristianos. 89 G. E. M. De Ste. Croix, La lucha de clases en el mundo griego antiguo (Barcelona: Crítica, 1988), pp. 388-389. 90 El hebreo es una variedad de la lengua cananea no muy diferente del fenicio.

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Posteriormente, los reyes israelitas tuvieron excelentes relaciones con los estados cananeos supervivientes: Salomón fue socio comercial de los fenicios91 de Tiro, que le ayudaron a construir el templo de Jerusalén; reyes de Israel se desposaron con princesas tirias (cananeas), Jezabel fue una de ellas. Es muy posible que la tradición yahvista anticananea recogida en la Biblia surgiera en esa época, en la que los profetas yahvistas se oponían ferozmente a los sincretismos entre el dios de Israel y el Ba´al92 fenicio: el odio teológico yahvista contra los adoradores de divinidades cananeas debió de influir no poco en la visión de la conquista de la tierra de Canaán como un genocidio aniquilador contra los adoradores de otros dioses. Los israelitas nunca llegaron a ocupar toda la tierra de los cananeos. Los fenicios siguieron viviendo en la costa al norte del monte Carmelo,93 mientras que los filisteos se establecieron en la costa meridional.94 Además, ya en el siglo x a.C. el reino hebreo se dividió entre el reino de Israel, en el norte, y el reino de Judá, en el sur. El reino del norte fue destruido por los asirios a finales del siglo viii a.C. y gran parte de su población fue deportada a Asiria;95 los israelitas que quedaron, mezclados con poblaciones extranjeras deportadas por los asirios, dieron lugar a los samaritanos, pueblo israelita distinto de los judíos

91 Los fenicios no eran otra cosa que cananeos: fenicios era el etnónimo que les aplicaron los griegos, cananeos era el etnónimo que se daban a sí mismos. Todavía en el siglo V, según testimonio de Agustín de Hipona, los campesinos africanos de lengua púnica se llamaban a sí mismos «cananeos». 92 Ba´al en cananeo (tanto fenicio como hebreo) significa simplemente ‘Señor’, de manera que no era difícil identificar al dios de Tiro con el dios de Israel. Ya antes había habido sincretismos similares con otros dioses cananeos: El (‘dios’, el dios por antonomasia) era el dios principal del panteón cananeo y un nombre del dios de Israel; El ´Elyón (‘dios altísimo’) había sido el dios de los jebuseos y luego este nombre se convirtió en una más de las denominaciones del dios de Israel. 93 La ciudad de Acre, antaño fenicia, nunca estuvo en manos judías hasta 1948, pero aun hoy la ciudad vieja de Acre sigue estando habitada mayoritariamente por palestinos. 94 Ascalón, antigua ciudad filistea, nunca estuvo en manos judías hasta 1948. 95 Acerca de estos israelitas deportados y perdidos para la israelidad surgieron las leyendas sobre «las tribus perdidas de Israel».

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y enemigo de estos,96 con sus propias tradiciones religiosas,97 de los que ha quedado un pequeño remanente hasta la actualidad en Nablus y en Holón. Los judíos eran los habitantes del reino del sur, conocido como Judea, una pequeña parte del territorio del antiguo reino de Israel anterior a la división en el siglo x a.C. Incluso tras las conquistas asmoneas en el siglo ii a.C. y la conversión forzada de muchos no judíos al judaísmo, los judíos de «la tierra de Israel» eran una minoría frente a la gran mayoría de los judíos que vivían en «la diáspora». Antes de las guerras entre los judíos y Roma, los judíos sólo eran mayoritarios en Judea, Galilea, Perea e Idumea, mientras que la costa mediterránea y la Decápolis eran mayoritariamente gentiles y Samaria estaba habitada por samaritanos, esto es, por israelitas no judíos que eran hostiles a los judíos. Incluso después de Adriano, durante siglos, los judíos siguieron constituyendo una gran parte de la población de Galilea, hasta su exterminio por los cruzados a finales del siglo xi. Aunque «la tierra de Israel» tenía un gran valor religioso para los judíos, la mayoría de los judíos nunca quisieron emigrar allí, ni siquiera en el siglo xx. Todavía hoy, tras más de cincuenta años de «la ley del retorno», que otorga automáticamente la ciudadanía israelí a todo judío que la solicite, y a pesar de todos los esfuerzos sionistas por llevar judíos a «la tierra de Israel», son mayoría los judíos que viven en «la diáspora» y que prefieren vivir en su país de origen u otro antes que en «la tierra de Israel». De haberlo querido, durante gran parte de la historia nadie hubiera impedido a los judíos «volver» a «la tierra de Israel» y establecerse en

El odio entre samaritanos y judíos fue grande. Los Evangelios cristianos se hacen eco de él. Unos y otros se disputaban la continuidad del genuino Israel. Los judíos les aborrecían tanto que, en lugar de llamarles samaritanos (shomronim en hebreo), les llamaban kutim (cuteos), dando a entender que no eran israelitas de origen sino habitantes de Cuta (en Mesopotamia) deportados por los asirios a Samaria para sustituir a los genuinos israelitas deportados a Asiria. Según los rabinos, los kutim constituían una categoría aparte, a medio camino entre los judíos y los gentiles, aunque admitían que estaban más cerca de los judíos que de los gentiles. 97 Los samaritanos reconocen el carácter sagrado de la Torá (los cinco primeros libros de la Biblia) y del libro de Josué, pero rechazan el resto de la Biblia. Para sus textos sagrados utilizan el alfabeto cananeo (fenicio) antiguo, que los judíos abandonaron en el siglo ii en favor del alfabeto arameo cuadrado que hoy llamamos hebreo. 96

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ella. El país, durante la mayor parte de esos dos mil años, estuvo bajo control de poderes imperiales no nacionales que no hubieran tenido inconveniente en que los judíos se establecieran masivamente en ese territorio, siempre que fuesen súbditos sumisos y pagasen los tributos requeridos. El imperio otomano acogió a miles de judíos españoles, expulsados por los Reyes Católicos, pero sólo un número muy escaso de ellos se estableció en Tierra Santa, la mayoría prefirió establecerse en ciudades de otros países del imperio otomano donde la vida era más próspera. No había en el imperio otomano ninguna ordenanza que prohibiese a los judíos establecerse en Palestina. Sencillamente: la mayoría de los judíos no tenían interés en vivir en «la tierra de Israel»; preferían habitar en los países de los que eran nativos, y si emigraban de su tierra natal preferían irse a morar a tierras más ricas donde la vida fuera mejor, cosa que no solía ser el caso de «la tierra prometida», un país rico («la tierra de la leche y la miel») desde la perspectiva de los nómadas del desierto pero no desde la perspectiva de urbanitas o campesinos de países mucho más prósperos. La expresión «la tierra de la leche y la miel» es en sí misma muy expresiva de la pobre realidad del país. Leche y miel son productos propios de un país de pocos recursos, un país pequeño con pocas tierras fértiles. Un país rico desde el punto de vista de nómadas que venían del desierto, pero un país pobre desde el punto de vista de los agricultores de países realmente fértiles. Se ha dicho y repetido con razón que en ese país «incluso los métodos de cultivo más modernos e intensivos no dan más que cosechas comparables a las que los campesinos de los Balcanes obtienen con su agricultura primitiva y extensiva».98 Desde la lejanía y la idealización, «la tierra de Israel» podía verse como el país más maravilloso del mundo; el Talmud dice: «Diez medidas de sabiduría bajaron al mundo: nueve le correspondieron a la tierra de Israel y una a todo el resto del mundo. Diez medidas de belleza bajaron al mundo: nueve le correspondieron a Jerusalén y una a todo el resto del mundo». También se suponía que vivir en ella era para los judíos una gran bendición, equivalente a guardar todos los preceptos religiosos judíos. Pero todo eso no pasaban de ser exageraciones piadosas para incitar a los judíos a vivir allí, lo que indica que pocos motivos no religiosos podían impulsarlos a establecerse allí y que para los judíos era más fácil emigrar de «la tierra prometida» que inmigrar a ella.

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Nathan Weinstock, op. cit., p. 207.

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Esto explica muchas cosas y contribuye a entender otras, por ejemplo, la dependencia de los colonos sionistas y del estado de Israel del capitalismo exterior, o por qué el falso socialismo sionista se ha basado en inversiones multimillonarias de capitalistas judíos, sin las cuales no sólo no hubieran podido adquirir las tierras para los kibutzim, sino que menos aún habrían podido crear una economía productiva y mantener un altísimo nivel de vida en comparación con el de los labriegos palestinos; basándose en sus propias fuerzas y recursos, y aun contando con un nivel científico y tecnológico superior, el nivel de vida de los colonos sionistas no habría sido mucho más alto que el de los campesinos árabes. También explica por qué la mayoría de los judíos no tenían ningún interés en emigrar a un país pobre y conflictivo y preferían hacerlo a países ricos llenos de oportunidades, como los de Europa occidental o América.

El sionismo lingüístico: hebreo versus «lenguas diaspóricas» El nacionalismo judío precisaba de una lengua judía, una sola, pues igual que no concebía una pluralidad étnica judía, no admitía una pluralidad lingüística judía, como tampoco admitía una pluralidad de patrias para los judíos. Un pueblo, un idioma, un estado... Como hemos visto, el sionismo apenas entendía por judíos otra cosa que los judíos ashkenazis, que ya tenían un idioma étnico, propio, el yiddish. Habría sido lógico, consecuente con el ashkenazicentrismo del sionismo, que el yiddish hubiera sido la lengua sionista, pues era la lengua de los judíos (ashkenazis). Sin embargo, aunque el sionismo era ashkenazicéntrico, se avergonzaba del judaísmo y de la judaidad tradicional; en su búsqueda de un pasado judío «nacional», de «estadonación», se remontaba a los tiempos bíblicos, a los hebreos, saltándose, como si de una ignominia se tratara, todo el periodo «diaspórico», es decir, la mayor parte de la historia judía. En especial el sionismo se avergonzaba del yiddish, vergüenza compartida por muchos judíos ashkenazis «asimilacionistas». Moisés Mendelssohn, el iniciador de la haskalá (la ilustración judía) en el siglo xviii, trató de popularizar el alemán entre los judíos y rechazó el yiddish, al que consideraba una «jerga inculta»,99 una «lengua salvaje

María Encarnación Varela, Historia de la literatura hebrea contemporánea (Barcelona: Mirador, 1992), p. 33. 99

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e inculta».100 El idioma favorito de muchos de estos judíos que despreciaban el yiddish era el alemán, tanto por su prestigio como por su proximidad a su lengua materna yiddish que rechazaban, pero desprovista del carácter proletario, judío y no estatal101 del yiddish. Incluso entre los sionistas había partidarios del alemán más que del hebreo, y el propio Theodor Herzl consideraba que el alemán era el idioma culto natural de los judíos;102 durante el mandato británico, entre los sionistas establecidos en Palestina se produjo un gran conflicto cuando el Gymnasium de Herzliya quiso convertir el alemán en su lengua de enseñanza, aunque finalmente se impuso el hebreo. Este conflicto es sintomático de la importancia que el alemán tenía entre los judíos ashkenazis, sobre todo teniendo en cuenta que el yiddish, lengua materna de la mayoría de los pioneros sionistas, nunca tuvo partidarios entre los simpatizantes de este movimiento. Isaac Deutscher expresó muy bien la actitud del sionismo hacia el yiddish y los complejos que llevaron a los sionistas ashkenazis y ashkenazicéntricos a repudiar el yiddish y sustituirlo por el hebreo: Así, por ejemplo, algunos israelitas se sienten neuróticamente avergonzados del yiddish, la lengua de las primeras canciones de cuna y de sus primeras historias bíblicas, la «jerga» en la que una literatura asombrosamente rica floreció antes de la catástrofe judía. Si a bordo de un barco judío o en Tel Aviv os acercáis a cualquier extranjero y le preguntáis cuál es su lengua, la respuesta es: el alemán. Sólo rara vez dirá que el yiddish. Pero en el momento en que abre la boca os dais cuenta de que habla yiddish –del alemán apenas tiene los más elementales conocimientos–; sin embargo, nunca lo admitirá: el yiddish pertenece al pasado que ha decidido olvidar. Esta actitud respecto del yiddish era característica del sionismo, desde mucho tiempo antes de que Hitler subiera al poder. Desde sus comienzos, el sionismo tuvo por objetivo resucitar el hebreo. En todo ello hay un cierto esnobismo, como lo sería cualquier intento por parte de los griegos o de los italianos de abandonar sus lenguas modernas para volver al griego y al latín clásicos. El sionismo ha considerado

Ibid., p. 300. Se ha dicho que la diferencia entre un dialecto o una «jerga inculta» y un idioma es que el segundo es un dialecto con estado o con ejército. 102 Evidentemente, por «judíos» entendía a los ashkenazis. 100 101

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siempre que el judío era un príncipe encantado, condenado a vivir en la pobreza durante cierto tiempo, al cabo del cual volvería a su palacio real para deshacerse de los grises y sucios harapos de la triste mascarada y vestirse de oro y púrpura. Así pues, en el umbral de Israel, el judío abandona los harapos del yiddish por el oro y la púrpura del hebreo.103

Podría decirse que el hebreo se adecuaba admirablemente a esa función por varios motivos confluyentes, algunos de ellos aparentemente contradictorios: 1) Para los judíos, el hebreo había sido lashon ha-qodesh (‘la lengua santa’) por excelencia.104 2) Utilizar el hebreo para fines seculares era una provocación muy del gusto de ciertos sionistas secularistas. En principio los judios ortodoxos rechazaban el empleo del hebreo para usos profanos,105 prácticamente lo veían como una blasfemia; todavía hoy algunas comunidades judías ortodoxas ashkenazis utilizan el yiddish como lengua coloquial y se niegan a utilizar el hebreo con fines no religiosos. 3) Para los cristianos occidentales (modelos para el sionismo) era la lengua de la parte de la Biblia compartida con los judíos, es decir, una lengua prestigiosa ante los ojos de los gentiles (europeos), cuyos nacionalismos trataba de emular el sionismo. 4) No era lengua materna de ningún judío «diaspórico», pues, a decir verdad, no era la lengua materna de nadie.

103 Isaac Deutscher, El judío no sionista y otros ensayos (Madrid: Ayuso, 1971), p. 128. 104 La tradición rabínica incluso suponía que los ángeles hablaban en hebreo y no entendían otra lengua, ni siquiera el arameo. 105 Como anécdota significativa del valor sacral del hebreo para el judaísmo ortodoxo, en contraste con la desacralización de este idioma llevada a cabo por el sionismo, basta recordar la «fatua» del que fuera gran rabino de Israel, Mordejai Eliahu, que prohibía cantar en hebreo en el baño e incluso hablar en hebreo en el cuarto de baño, por tratarse de un lugar impuro en el que predomina «el espíritu del mal». Imaginemos lo que los rabinos pensarían de utilizar el hebreo para toda clase de menesteres cotidianos, incluyendo actividades pecaminosas.

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5) Se suponía que había sido la lengua que hablaron los judíos antes de la diáspora.106 6) Se suponía que era la lengua judía por excelencia.107 7) Se suponía que era la lengua propiamente judía.108 8) El yiddish era «judío» (‘yiddish’ significa ‘judío’) mientras que el hebreo era otra cosa. Una de las consignas sionistas era precisamente «el último judío, el primer hebreo»;109 otra de las consignas sionistas era daber ´ivrit («¡habla hebreo!»), que estaba dirigida contra el yiddish, principal rival del hebreo, ya que era la lengua materna de la mayoría de los inmigrantes judíos en Palestina, a quienes iba dirigida esta consigna. Si tenemos en cuenta que yiddish significa ‘judío’, el contenido de la consigna es más claro: «No hables judío, habla hebreo». 9) El yiddish era la lengua del pueblo, el idioma del proletariado judío ashkenazi, que a finales del siglo xix y comienzos del siglo xx se convirtió en la lengua de la cultura secular de los judíos ashkenazis y en concreto del movimiento obrero judío.110 Frente

106 Cosa que no es cierta. La mayoría de los judíos de Palestina hablaban arameo antes de las guerras judeo-romanas en los siglos I y II. Sólo existe discusión sobre si en Judea (pero no en el resto de «la tierra de Israel») el hebreo se utilizaba como lengua cotidiana al lado del arameo, es decir, si en Judea hasta el siglo II existió un bilingüismo hebreo-arameo o no; en cualquier caso, de lo que no hay duda es de que el arameo era la lengua más difundida; en las cuevas de Qumrân se han encontrado textos judíos en hebreo, arameo y griego. También conviene recordar que el arameo era la lengua materna común a todo el Creciente Fértil. El fenicio (casi el mismo idioma que el hebreo) se mantuvo más tiempo en Fenicia y el Mediterráneo occidental (en Málaga se acuñaban monedas con inscripciones fenicias todavía en el siglo II) que el hebreo en Palestina. 107 Aunque en muchos países y épocas y a lo largo de la mayor parte de la historia los judíos hicieron más uso de otras lenguas y no del hebreo. Entre estas lenguas podemos citar el arameo, el griego, el árabe, el persa, el español, el alemán, el yiddish y en la actualidad el inglés o el francés. 108 En realidad el hebreo es una variante del cananeo, el idioma de los pobladores preisraelitas. 109 Gassân Kanafânî, Fî-l-adab as-sahyûnî (Beirut, 1982), p. 22. 110 Como anécdota altamente expresiva de esta situación se puede mencionar que el anarquista alemán no judío Rudolf Rocker, cuando llegó a Londres en 1893 como refugiado político, no tardó en relacionarse con sus camaradas

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a la concepción sionista del judío como príncipe metamorfoseado en rana por una triste maldición, que un día abandonaría la charca de la diáspora y el croar en yiddish para volver a su palacio y dar órdenes a la servidumbre en hebreo, los partidarios del yiddish solían ser los que abogaban por la emancipación judía sin veleidades principescas y esnobistas. Frente al movimiento socialista judío, que adoptaba como suyo el idioma del pueblo, el yiddish,111 el movimiento nacionalista sionista hizo del hebreo su bandera, la bandera de su esnobismo nacionalista. Los sionistas rechazaron la pronunciación ashkenazi del hebreo y adoptaron (en la medida de su capacidad) la sefardí; esto se debió a que la pronunciación sefardí les parecía más próxima al hebreo antiguo y porque, al ser ashkenazis, la pronunciación ashkenazi del hebreo les parecía sinagogal, rabínica, demasiado «judía», no hebrea. Sin embargo, debido al sustrato ashkenazi, el hebreo hablado en Israel es muy distinto del hebreo original. Los judíos procedentes de los países árabes son los que hablan un hebreo con una pronunciación más semítica, más próxima al hebreo que los sionistas pretendían restaurar; los judíos árabes son los únicos que distinguen la het de la jaf y pronuncian la ´ayn, mientras que los judíos de origen europeo pro-

anarquistas judíos y en aprender yiddish para escribir en el periódico anarquista judío Der Arbeter Fraint; Rudolf Rocker después fue a Liverpool y colaboró con una pequeña revista, también en yiddish, llamada Dos Freie Vort. En Inglaterra, la mayoría de los camaradas anarquistas de Rocker eran judíos hablantes de yiddish; estos judíos anarquistas de Inglaterra no sólo editaban los periódicos anteriormente citados sino que Der Arbeter Fraint se convirtió en centro de una empresa considerable de publicaciones en yiddish, que incluía traducciones de los grandes novelistas y dramaturgos y editaba una revista cultural, Germinal, todo ello en yiddish. 111 El Bund, partido mayoritario entre los judíos del este de Europa, desde el año 1910 proclamó oficialmente al yiddish como la lengua nacional judía. La idea del yiddish como lengua nacional judía (entendiendo por judíos a los ashkenazis) fue la oficial en la Unión Soviética durante el periodo leninista y durante el estalinista hasta la segunda guerra mundial. En Palestina, el Partido de los Obreros Socialistas, base de lo que sería el Partido Comunista, preconizó en principio el uso del yiddish; también el Po´alé Sión de Izquierda preconizaba el uso del yiddish en lugar del hebreo, para que el yishuv mantuviera los lazos con el proletariado judío del exterior.

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nuncian la het como jaf y no pronuncian la ´ayn. Los judíos ashkenazis también pronuncian la r como gutural, como una r francesa o alemana, al modo del yiddish; en el hebreo israelí las consonantes enfáticas no se pronuncian como enfáticas. El sustrato germánico del yiddish es evidente en el hebreo israelí más allá de la propia fonética: los pronombres personales preceden sistemáticamente al verbo; el sujeto ocupa habitualmente el primer lugar en la frase, antes del verbo, mientras que en hebreo no israelí, como en la mayoría de las lenguas semíticas, el orden normal de la frase es verbo-sujeto-objeto; el estado constructo se sustituye habitualmente por la partícula shel; la posesión se indica utilizando la partícula shel en lugar de los pronombres sufijados.

El falso socialismo sionista Si socialismo y nacionalismo no parecen muy compatibles, ni siquiera cuando se trata de nacionalismos de pueblos colonizados que luchan por su liberación, tanto menos lo serán cuando se trata de un nacionalismo colonizador, como es el caso del nacionalismo sionista. Coherentemente con su nacionalismo colonialista, el «socialismo» sionista ha querido evitar a toda costa la lucha de clases y a lo más que ha llegado es a practicar un socialismo utópico financiado por capitalistas judíos. En la práctica, esto significaba evitar la lucha de clases construyendo comunas militares de colonización, es decir, sustituyendo la denostada lucha de clases por la lucha de pueblos, reemplazando la lucha contra el capitalismo por la lucha por la colonización, renunciando al antiimperialismo en favor del colonialismo. Se trata de un «socialismo» que jamás ha pretendido expropiar a capitalistas y terratenientes en beneficio de los trabajadores, sin distinción de razas o nacionalidades, sino que su primer objetivo fue recibir financiación de los capitalistas para comprar tierras a los terratenientes árabes de las que desahuciar a los trabajadores árabes para asentar colonos judíos. El sionismo siempre ha oscilado entre la exclusión, expoliación y expulsión de los indígenas no judíos y la tentación de dejarlos permanecer para explotarlos. La primera variante del colonialismo sionista, «socialista» (más bien nacional-socialista), hace hincapié en «el trabajo judío», expulsando a los nativos no judíos de la economía del país; es la versión sionista de la consigna del obrerismo blanco surafricano: «Proletarios (blancos) uníos, por una Suráfrica blanca». Los trabajadores judíos querían mantener su poder adquisitivo superior

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excluyendo a los trabajadores árabes y haciendo «unión sagrada» con los capitalistas sionistas. No exigían que los capitalistas judíos pagasen igual salario por igual trabajo a los árabes sino que sólo contratasen judíos, excluyendo a los árabes en nombre de consignas nacionalistas de «trabajo judío» para judaizar el país desplazando a aquellos. La vía intermedia entre la consigna sionista de «trabajo judío» y la explotación de mano de obra árabe barata fue recurrir a mano de obra que fuera a la vez judía y árabe. Así, ya a principios de siglo xx los sionistas importaron a baratísimos trabajadores judíos yemeníes, un anticipo de la llegada masiva de judíos de los países árabes en los años cincuenta para que cubrieran el espacio dejado por los palestinos expulsados en 1948. Es comprensible que un «socialismo» de esa clase no haya tenido como enemigos a los capitalistas judíos sino a los trabajadores árabes. Porque tampoco había intención de hacer participar a los proletarios árabes de ese «socialismo» sin lucha de clases. No compraban las tierras para establecer instituciones colectivistas que incluyeran a trabajadores inmigrados judíos y a los campesinos árabes, sino que esas compras se hacían para establecer instituciones colectivistas que admitían exclusivamente a trabajadores judíos inmigrados y desahuciaban a los trabajadores árabes que anteriormente habían trabajado esas tierras.112

112 Es significativo que la forma más radical de «socialismo» sionista, los kibutzim, hayan sido la única forma de «socialismo» que ha gozado del visto bueno de los muy capitalistas Estados Unidos. Pero, bien mirados, los kibutzim tienen mucho más que ver con lo que Marx llamó despectivamente «socialismo de cuartel» o «socialismo de convento» que con un proyecto socialista verdadero: los kibutzianos, «mitad monjes, mitad soldados», siempre ávidos de tierras expoliadas a los campesinos y beduinos palestinos (o a los sirios del Golán, o a los egipcios del Sinaí) han sido la avanzadilla colonial sionista, una especie de cosacos del sionismo. Los kibutzim surgieron por la influencia dentro del sionismo de las ideas socialistas, tan extendidas entre los judíos de Europa oriental a finales del siglo xix y el siglo xx: el socialismo era tan influyente entre los judíos ashkenazis que muchos sionistas fueron influidos por él, de manera que de la hibridación de las aspiraciones socialistas y el sionismo (pero siempre supeditando aquellas a este) surgió el movimiento kibutziano, que al no suponer ningún peligro para los intereses capitalistas fue financiado por el propio capitalismo sionista en su afán colonizador, pues era una forma de volver inocuas las aspiraciones socialistas y de convertir el socialismo en un «nacional-socialismo» inofensivo para el capital.

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De esta manera no se desarrolló una conciencia de clase común entre el proletariado judío inmigrado a Palestina y el proletariado palestino, porque los sionistas crearon una sociedad judía enfrentada a los palestinos. Los «socialistas» sionistas no desarrollaron una clase obrera judía aliada del proletariado palestino, que sirviera a este de modelo, referente y apoyo, sino que echaron a los trabajadores judíos en brazos de su clase capitalista, predicando «la unión sagrada» nacionalista contra los árabes y sobre todo contra el proletariado árabe. Si los sionistas se podían entender con algunos árabes, era siempre con las clases explotadoras árabes: terratenientes dispuestos a vender sus tierras a buen precio y burguesía compradora. Esto también tuvo graves repercusiones en el lado palestino. Cuando los campesinos y las clases populares urbanas palestinas se sublevaron, como ocurrió entre 1936 y 1939, o bien se dejaron manipular por su clase dominante (con una orientación chovinista y confesionalista) o bien vieron a todos los judíos como enemigos, tan enemigos como los ingleses y la clase dominante árabe. Los pocos sionistas que en un determinado momento, al final del mandato británico en Palestina, se plantearon, por radicalización nacionalista (incluso en algunos casos saliéndose del sionismo), un enfrentamiento con el colonialismo británico y una posibilidad de acción común con el movimiento de liberación árabe, no fueron los sionistas «socialistas» sino sectores minoritarios de la extrema derecha «revisionista» como algunos militantes del Lehi. En cambio, los sionistas «socialistas» colaboraron desvergonzadamente en la represión de estos «extremistas enloquecidos», llegando a detener, torturar, entregar y asesinar a los partidarios del Lehi. No es casual que, décadas más tarde, fuera un dirigente de la derecha sionista, Menahem Begin, el dirigente israelí que hiciera la paz con Egipto y devolviera el Sinaí. O que durante los dos primeros años del gobierno de Begin fueran los únicos en los que cesaran las torturas a los detenidos palestinos113 debido al prurito legalista del primer ministro y a su recuerdo del trato que sus partidarios recibieron de los ingleses durante el mandato. Los kibutzim se constituyeron en su mayor parte en tierras expoliadas a los palestinos. No se permite ser miembro de un kibutz a quien no sea judío, pero tampoco han desdeñado la utilización de mano de obra

Noam Chomsky y Gilbert Achcar, Estados peligrosos. Oriente Medio y la política exterior estadounidense (Barcelona: Paidós, 2007), p. 228. 113

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asalariada y barata no judía, de manera que los kibutzianos han ejercido de «explotadores colectivos» de mano de obra barata palestina. Fueron los laboristas israelíes, supuestos «moderados», «palomas», los que llevaron a cabo la limpieza étnica en 1948 y la del Golán en 1967, los que hicieron luego dos guerras de agresión contra los árabes, los que tomaron represalias desproporcionadas y los que se negaron a cualquier tipo de solución pacífica. También durante el gobierno laborista se llevó a cabo la mayor parte de la colonización de los territorios árabes ocupados en 1967. El «halcón» Begin, el sionista derechista, fue el que desmanteló los asentamientos que los laboristas habían creado en el Sinaí con la idea de no abandonar jamás esa parte de Egipto conquistada. La Histadrut, el gran sindicato sionista, ha sido uno de los instrumentos del capitalismo de estado, hábilmente presentado por la propaganda sionista como «socialismo». Durante el mandato británico, los dirigentes de la Histadrut trataron de sabotear la solidaridad de clase entre los trabajadores judíos y los palestinos (especialmente en Haifa), porque según estos burócratas sindicales sionistas, los intereses de la clase obrera (incluso de la clase obrera judía) debían sacrificarse en aras de los intereses del proyecto sionista,114 o sea, de los intereses de la burguesía judía y de los políticos sionistas. Una vez creado el estado de Israel, la mayoría de las duras huelgas obreras israelíes han sido contra la propia Histradrut.115 El descrédito de este «socialismo» fue grande entre los judíos «orientales», que se encontraron con que el estamento superior ashkenazi privilegiado que les oprimía y explotaba se decía «socialista»: partidos sionistas «socialistas» (incluido el hegemónico Partido Laborista), kibutzim, Histadrut... Lo que a la postre les llevó a votar a la derecha del Likud y a partidos religiosos como expresión de rechazo a sus opresores «socialistas» ashkenazis.116 Pero incluso el supuesto «socialismo» sionista se desintegra cada día más en un estado, como el israelí, cada día más inspirado en mode-

Ilan Pappé, op. cit., p. 163. Joaquín Bollo Muro, El sionismo, una forma del imperialismo (Madrid: Akal, 1982), p. 125. 116 El hecho de que los líderes del Likud también fueran ashkenazis no impedía que muchos judíos «orientales» se identificaran con ellos porque los veían también como marginados por el sector dominante ashkenazi «socialista». Muchos judíos marroquíes incluso creían que Menahem Begin, adversario acérrimo de los laboristas y de Ben Gurión, era también un judío marroquí, aunque en realidad fuera tan ashkenazi y polaco como el propio Ben Gurión. 114 115

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los estadounidenses y una política económica cada vez más neoliberal. El antiguo capitalismo de estado practicado en los primeros tiempos ya no es necesario para el propio capitalismo, de manera que el sector privado devora aquellos sectores de la economía que antes estaban estatalizados por necesidades del propio capitalismo.

Sionismo y nacional-confesionalismo judío El sionismo comenzó como un movimiento no religioso, muchos de cuyos partidarios eran incluso antirreligiosos. En tanto que el judaísmo ortodoxo era prenacionalista y el reformado era partidario del nacionalismo de cada país, el sionismo era un movimiento secularizador, al menos en la medida que estaba en oposición al judaísmo antisionista y la propia naturaleza nacionalista del sionismo suponía una cierta secularización de la judaidad. El sionismo hacía hincapié en aspectos no religiosos de la judaidad y concebía a los judíos como nación, a la que aspiraba a dotar de su propio estado-nación judaico, idea ajena tanto al judaísmo ortodoxo como al judaísmo reformado. La resurrección política de Israel y de la lengua hebrea como lengua de uso no religiosa era para la mayoría de los judíos ortodoxos una herejía y una blasfemia, para los judíos reformistas un disparate. Muchos sionistas se veían más como nuevos hebreos que como «judíos». Lo hebreo entre ellos confería prestigio, en contraposición al «judío», que para ciertos sionistas era incluso una palabra despectiva; de ahí la consigna sionista de «el último judío, el primer hebreo». Esta tendencia se reflejó incluso en la onomástica: entre los sionistas y luego en Israel se pusieron de moda los nombres bíblicos de personajes sin relevancia religiosa, porque sonaban «más hebreos» y «menos judíos». Fenómeno que expresó muy bien el novelista israelí Hayyim Hazaz (1898-1973): Bien, se sabe que el Yišub117 se avergüenza de hablar en yiddiš, como si hubiera en ello una afrenta o fuera un pecado. Y lo digo inten-

Yishuv es el término hebreo (literalmente ‘asentamiento’, ‘población’) con el que se conoce a la población judía de «la tierra de Israel». Nótese que, aunque debiera referirse a toda la población del país, en la jerga sionista se refiere sólo a la población judía del país; la población no judía es como si no existiera para el movimiento sionista, cuyo objetivo es colonizar el país con judíos y deshacerse en lo posible de los no judíos. Así, aunque la mayor parte de la población del país fueran árabes no judíos, el término yishuv sólo alude a los judíos. 117

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cionadamente: se avergüenza. No odia, no teme ni reniega, sino que se avergüenza. Mientras tanto, habla en hebreo con un acento sefardí, que le es lejano y extraño, y lo hace con la cabeza alta, con dignidad, con un conocido orgullo a pesar de que con él no tiene la misma flexibilidad ni la comodidad que con el yiddiš, a pesar de que no tiene ni el encanto, ni la espontaneidad ni la saludable vitalidad de una lengua popular. ¿Qué quiere decir esto? ¿Cuál es su causa? ¿Aceptaron simplemente una pesada carga, una penosa obligación? Es muy sencillo: no se trata de una continuación, es distinto, es otra cosa diferente en sí misma, casi no es judía, casi no es judía en absoluto… Es lo mismo que el que se avergüenza en el yišub cuando se le llama por un nombre judío, común y ordinario, y se enorgullece al ser llamado, digamos, Artzieli o Abnieli. Convinieron en que Jaimovits era un nombre judío, demasiado judío, mientras que Abnieli… eso es otra cosa. ¡El demonio lo entienda! Suena raro: no es judío, ¡qué majestuoso! Es por lo que tenemos tantos Gideón, Ehud, Yigal, Tirtza…118

Esta tendencia llegó tan lejos que, con gran escándalo de los judíos piadosos, incluyó los nombres de los personajes bíblicos a los que el judaísmo tenía por los mayores malvados, como el mismo Nemrod, del que el Talmud dice que fue uno de los cinco hombres más malvados que han existido. Pero precisamente por eso resultaba atractivo a «los nuevos hebreos»: era un nombre hebreo, escandalosamente provocativo para los judíos devotos, a la vez que la persona y el nombre de Nemrod aunaban tres cualidades que esos sionistas admiraban: la fuerza, la violencia y la rebeldía.119 Sin embargo el sionismo, al concebirse como nacionalismo judío, pero no como el nacionalismo judío de una determinada etnia judía (la ashkenazi, cuyo idioma nacional sería el yiddish) sino como el nacionalismo de todos los judíos, aunque tratara de romper con el pasado judío para remontarse al pasado «hebreo», se encontraba amalgamando etnia, religión y «restauración nacional». De facto se convertía en el

María Encarnación Varela, Antología de la literatura hebrea contemporánea (Barcelona: Octaedro, 1992), p. 133. 119 El Génesis dice que el malvado Nemrod fue un forzudo cazador. El nombre de Nemrod es de la raíz semítica M-R-D, que tiene el sentido de ‘rebeldía’. La tradición judía era hostil a la caza y los cazadores de la Biblia eran grandes malvados para el judaísmo: la maldad de Nemrod y Esaú, ambos cazadores, violentos y rebeldes, se acrecienta en la tradición talmúdica y rabínica. 118

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nacionalismo de una población cuyo vínculo era el religioso, cuya lengua santa (el hebreo) se convertía en la «lengua nacional». Dicho de otra manera: el sionismo, de facto, lo que hacía era «nacionalizar» una judaidad cuyo fundamento durante más de dos mil años había sido la religión judía, el judaísmo. Por grande que fuera el rechazo de muchos sionistas por la tradición judía, e incluso por grande que fuera su deseo de ignorarla para «retornar» a una hebraidad prejudía, lo cierto es que la judaidad real apenas era disociable del judaísmo. Al fin y al cabo, lo que pretendían los sionistas más seculares era que los judíos dejaran de serlo y se transformaran en hebreos, pero «los judíos», una colectividad definida por su religión. De ahí la dificultad en el estado de Israel para diferenciar entre nacionalidad étnica y religión, la negativa del estado de Israel a aceptar que un judío étnico pueda profesar otra religión que no sea la judía o que alguien que profese el judaísmo pueda tener una «nacionalidad étnica» que no sea la judía. De ahí que el estado sionista básicamente (con algunos matices menores)120 haya aceptado la definición de «judío» del judaísmo ortodoxo: es judía toda persona nacida de madre judía o que se convierta al judaísmo. De esta manera, es el judaísmo religioso quien decide quién es judío en el sionismo. La discrepancia será, a partir de ahí, si un judío puede seguir siendo judío sin ser religioso. Por ello en Israel hay dos tipos de judíos: los datiyim o ‘religiosos’ y los hiloniyim o ‘laicos’. Más tarde, la mayoría de los judíos religiosos abandonaron la postura antisionista inicial y se hicieron partidarios acérrimos del estado sionista. Con excepción de algunas pequeñas minorías antisionistas, los judíos religiosos suelen ser fanáticamente sionistas. Y el rabinato israelí es un clero ávido de poder y de privilegios121 que no quiere ni oír hablar de separación entre religión y estado.

120 Por ejemplo, en 1970 el Tribunal Supremo israelí permitió inscribir como judíos a los hijos de un matrimonio de padre judío y madre no judía, lo que contravenía la ley religiosa judía sobre quién es judío. Pero el estado siguió sin aceptar más judíos conversos que los convertidos al judaísmo ortodoxo, sin reconocer como judíos a los convertidos por el judaísmo conservador o el judaísmo reformista. 121 Sarcásticamente, muchos israelíes hablan del «Daticán» (por dat, ‘religión’ en hebreo) para referirse al rabinato, comparándolo con el Vaticano de los cristianos católicos.

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Desde su fundación, incluso cuando el Mapai (Partido Laborista) estaba en el poder y el Mapam era el segundo partido más votado, cuando todavía había una mayoría de judíos ashkenazis hiloniyim, el judaísmo se institucionalizó de facto como religión oficial, con todas las molestias que eso supone para el judío no religioso. Esta institucionalización se produjo porque Ben Gurión no estaba seguro de que se pudiera separar la religión judía de la nacionalidad judía. La llegada de judíos «orientales», en general mucho más religiosos que los judíos europeos, reforzó a los partidos sionistas religiosos. Pero lo que más incrementó el nacional-confesionalismo fueron las conquistas de la guerra de junio de 1967. Hasta entonces el estado de Israel había estado asentado en las regiones con menos valor religioso judío y la capital había estado en Tel Aviv, ciudad fundada por los sionistas y que en sus orígenes era el suburbio sionista de la ciudad árabe de Jaffa. Pero, a partir de la guerra de 1967, el estado de Israel ocupó y abrió a la colonización sionista Cisjordania (en la jerga sionista-israelí «Judea y Samaria»); a finales del mismo mes de junio de 1967, la capital de Israel se trasladó a Jerusalén y esta ciudad fue proclamada «capital eterna del estado judío». Si hasta la mayoría de los nacionalistas «laicos» eran de hecho nacional-confesionalistas, podemos imaginar hasta qué punto pueden serlo los judíos ultranacionalistas que a la vez son ultrarreligiosos, sobre todo en relación con los territorios ocupados en 1967. La mayor parte de los colonos asentados en los territorios ocupados son a la vez fanáticos religiosos y fanáticos nacionalistas, enemigos jurados de cualquier retirada israelí de los territorios ocupados, pero en especial de las sagradas «Judea y Samaria». La confluencia entre nacionalismo, religión judía, ocupación y colonización ha creado un problema insoluble, incluso a los gobernantes israelíes que quizás en otras condiciones estarían dispuestos a aceptar una retirada de esos territorios, pues se exponen a una guerra civil inter-judía. Si se propusiera descolonizar Cisjordania, los colonos armados de los asentamientos de Cisjordania supondrían un problema mucho mayor para Israel del que suponían a Francia los pied-noirs y la OAS a la hora de descolonizar Argelia.

El sionismo utópico: la fraternidad entre Israel y su «pariente pobre» Ismael No han faltado planteamientos de sionistas bienintencionados que no concebían el sionismo como un proyecto antiárabe sino como un proyecto

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beneficioso a la vez para los judíos y los árabes. Este sionismo utópico, distinto del sionismo real, ha oscilado entre la mejor voluntad igualitariafraternal y el paternalismo colonial. Este último sionismo utópico, el paternalista bienintencionado, es «el eslabón perdido» entre el sionismo utópico y el sionismo real nada bienintencionado respecto a los árabes. La idea misma de una simbiosis «árabe-judía» ya demuestra una visión eurocéntrica y ashkenazicéntrica de la identidad judía y un desconocimiento profundo de la complejidad del mundo árabe, pues supone que judíos y árabes son dos categorías distintas e incompatibles, ignorando la complejidad étnica y cultural de los judíos del mundo y la complejidad confesional del mundo árabe. Para los sionistas «utópicos», como para los no utópicos, los judíos del mundo árabe, si es que los tenían en cuenta, eran sólo un apéndice marginal del pueblo judío (constituido por los judíos europeos y sobre todo por ashkenazis), no unas comunidades con entidad propia vigorosa que participaban a la vez del mundo judío y del mundo árabe, comunidades diferenciadas de sus vecinos no judíos por la religión y de los otros judíos por los demás elementos de su cultura. Así, el sionismo utópico ya de base va a partir de fundamentos erróneos. Una categoría de sionistas utópicos (o más bien prosionistas utópicos) la constituían judíos que vivían en Europa o Estados Unidos y no tuvieron contacto directo con el mundo árabe o este fue mínimo. Uno de los mejores representantes de esta categoría de prosionistas utópicos bienintencionados fue Albert Einstein. Einstein nunca pensó que el sionismo pretendiera crear un estado-nación judeo-nazi a costa de los árabes; al contrario, concebía el sionismo como convivencia binacional entre judíos y árabes. El prosionismo de Einstein estuvo motivado por dos causas que se concatenaron: 1) Una reacción al antisemitismo de los nacionalismos europeos (sobre todo el nazi) que le llevó a sentirse judío, cuando antes apenas había tenido conciencia de serlo, tal como él mismo reconoció: «Los judíos forman una comunidad de sangre y de tradición, en la que la tradición religiosa no es el único vínculo. Esto lo demuestra ante todo el comportamiento del resto de las gentes hacia los judíos. Cuando llegué a Alemania, hace quince años, descubrí por primera vez que era judío, y ese descubrimiento provino de los no judíos más que de los judíos».122

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Albert Einstein, Mi visión del mundo (Barcelona: Tusquets, 2005), p. 123.

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2) Una visión idealizada y secularizante del judaísmo, que aunque no llegó a caer en el chovinismo, imaginaba el judaísmo como una moral universal y un sentimiento místico cósmico, lo que suponía la proyección de sus propias ideas secularistas y éticas y su religiosidad cósmica en una tradición religiosa que no tenía mucho que ver con ellas. Aunque amigos perspicaces intentaron hacerle ver su error, Einstein no quiso verlo, prefiriendo imaginar cándidamente que el sionismo, al que concebía como nacionalismo puramente defensivo, no tendría las mismas lacras que los otros nacionalismos contra los que había surgido; así se lo expuso en una carta a un judío antisionista: Usted llama a esto nacionalismo, y no sin cierta razón. Pero un trabajo de todos para formar una comunidad fuera de la cual no podemos vivir ni morir en este mundo hostil no puede denominarse siempre con esa palabra horrible. En todo caso será un nacionalismo que no busca el poder, sólo la dignidad y la salud moral. Si no estuviéramos obligados a vivir entre hombres intolerantes, mezquinos y violentos, sería yo el primero en rechazar todo nacionalismo con miras a una comunidad humana universal. El reparo de que los judíos si queremos ser «nación» no podremos ser ciudadanos normales de un Estado, por ejemplo el alemán, revela un desconocimiento de la naturaleza del Estado, fundando su existencia a partir de la intolerancia de una mayoría nacional. Nunca estaremos protegidos de esa intolerancia, así nos llamemos «pueblo», «nación», etcétera.123

La visión que Einstein tenía de las organizaciones sionistas y su actitud hacia los árabes era completamente ingenua. Creía sinceramente que «establecer relaciones sanas con el pueblo árabe» era «el objetivo político primordial del sionismo».124 Ignoraba que ya en esa época la mayoría del movimiento sionista no tenía intención alguna de crear una Palestina binacional sino de desplazar a los árabes para «hacer de Palestina un país tan judío como Inglaterra es inglesa». Donde Einstein quería ver convivencia «con el pueblo hermano de los árabes», la

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Ibid., pp. 124-125. Ibid., pp. 120-121.

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mayoría de los dirigentes sionistas pretendían intercambios forzosos de población y desplazamiento o subordinación de la población árabe autóctona. El ideal de Eintein para Palestina era Suiza («que representa un grado superior en el desarrollo del Estado precisamente porque está constituida por varios grupos nacionales»),125 pero ignoraba que la mayoría de los sionistas no aspiraban a una Suiza hebreo-árabe sino a un país mayoritariamente judío. El sionismo utópico de Einstein era una exigencia moral a priori («será un nacionalismo que no busca el poder, sólo la dignidad y la salud moral»), que tenía muy poco que ver con las prácticas políticas del sionismo realmente existente. En la propia Palestina hubo sionistas utópicos partidarios del binacionalismo y de la convivencia con los árabes y no de su expulsión, explotación o marginación. Pero se trataba de minorías que nunca pasaron del diez por ciento de los sionistas establecidos en Palestina. Entre ellos había intelectuales de la Universidad Hebrea de Jerusalén, como Yehudá Magnes, y organizaciones del ala más izquierdista del sionismo, como Ha-Shomer ha-Tza´ir y el Po´alé Tzion de Izquierda. Ha-Shomer ha-Tza´ir (que en hebreo significa ‘el joven guardián’) era una organización que se consideraba sionista, marxista y binacionalista, se oponía a la expulsión de los trabajadores árabes de las empresas judías y creía en la construccción del socialismo por medio de colonias colectivistas, evitando la lucha de clases;126 en 1939 tenía 36 kibutzim y 7.000 miembros.127 Tras la creación de Israel, esta organización se transformó en el partido Mapam y luego en el Meretz, partidarios de un sionismo de izquierdas de tendencia favorable a la paz con los árabes y la igualdad de los ciudadanos israelíes, sin discriminación étnica o confesional... pero sólo en la teoría y los discursos grandilocuentes, no en la práctica y las palabras concretas. Po´alé Tzion (que en hebreo significa ‘los trabajadores de Sión’) de Izquierda era un partido que estuvo afiliado a la III Internacional de 1920 a 1922; aunque participaba en el sindicato Histadrut, criticaba la colaboración de este con los burgueses y su actitud discriminatoria contra los trabajadores árabes. Este partido era muy impopular entre el resto de los sionistas, por lo que los burócratas del sionismo siempre

Ibid., p. 114. Idea que les descalificaba como marxistas y que les incluía más bien en las categorías premarxistas de los socialismos utópicos partidarios de los falansterios. 127 Nathan Weinstock, op. cit., p. 268. 125 126

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hicieron todo lo posible para impedir la inmigración a Palestina de sus militantes.128 Las contradicciones entre el socialismo y el sionismo eran demasiado grandes y chirriantes: Ha-Shomer ha-Tza´ir eludía la lucha de clases refugiándose en el falansterismo sionista; Po´alé Tzion de Izquierda se convertía en el paria del movimiento sionista por la condición de sus militantes como colonos anticolonialistas y sus ideas más consecuentemente izquierdistas y poco sionistas, que incluían el rechazo del hebreo y la postura favorable al yiddish. En cualquier caso, estas organizaciones minoritarias no eran las que decidían la política sionista y estaban a rebufo de las organizaciones sionistas mayores, criticadas pero no combatidas radicalmente por los binacionalistas. Los sionistas binacionalistas nunca tomaron las armas para combatir contra el estado de Israel pero sí para hacer causa común por él junto al resto de sionistas.129 Más aún: Ha-Shomer ha-Tza´ir fue el mayor beneficiario de la expoliación de tierras a los árabes desarrollada entre 1949 y 1954 y el más ávido de tierras árabes confiscadas de los tres principales movimientos de kibutzim sionistas.130 En las primeras elecciones que se celebraron en Israel, el Mapam, partido político de Ha-Shomer ha-Tza´ir, quedó segundo, pero no puede decirse que utilizara su fuerza política en favor de los derechos de los palestinos sino todo lo contrario. Y en 1956 el Mapam no sólo apoyó la agresión tripartita contra Egipto sino que organizó manifestaciones contra la retirada del Sinaí. El sionismo utópico binacionalista, incluido el que se decía marxista y socialista, siempre sacrificó el binacionalismo en beneficio del «estado judío», el socialismo y el marxismo en favor de «la unión sagrada» con la burguesía y el internacionalismo y la lucha de clases en aras del sionismo.

El sionismo real: la entidad sionista como colonialismo antiárabe Los sionistas nunca han querido la paz con el mundo árabe, ni llegar a un arreglo pacífico, ni mucho menos aún integrarse en el medio, a

Ibid., p. 271 Ha-Shomer ha-Tza´ir tenía su propia organización paramilitar, el Palmaj, que hizo causa común con las demás organizaciones sionistas contra los árabes. 130 Ilan Pappé, op. cit., p. 207. 128 129

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no ser como dominadores o como agentes especiales privilegiados de la potencia imperialista hegemónica. Aunque los sionistas en ocasiones tuviesen sus diferencias con la potencia mandataria británica y no siempre los intereses sionistas coincidiesen con los británicos, la mayoría de los sionistas eran muy conscientes de que el proyecto sionista habría sido imposible sin el poder imperial británico y de que la contradicción intercolonialista entre colonialismo sionista y colonialismo británico era infinitamente menor que la existente entre colonialismo sionista y movimiento de liberación árabe. Eso es así porque el sionismo real nunca ha pretendido una coexistencia igualitaria con los palestinos y los otros árabes, su objetivo nunca ha sido una convivencia binacional al lado de los árabes que habitaban en «la tierra de Israel». En el proyecto sionista, los habitantes no judíos de «la tierra de Israel» debían ser expulsados en su totalidad o en su mayor parte, para que «Palestina se volviera tan judía como Inglaterra es inglesa», permitiendo, todo lo más, la existencia de una «minoría nacional árabe» reducida que no amenazase el carácter judío del estado sionista. Este objetivo lo materializaron de manera muy efectiva durante la guerra de 1948. El avance israelí iba acompañado de una limpieza étnica para eliminar el mayor número posible de palestinos; de esa manera, el estado de Israel no sólo se apoderó de todo el territorio que el plan de partición de la ONU adjudicaba al estado judío y la mitad del territorio asignado al estado árabe, sino que se deshizo de la mayor parte de la población palestina de esos territorios. Podría pensarse que eso colmaría con creces las apetencias sionistas y que a partir de ese momento el mayor objetivo de los gobernantes israelíes sería conseguir la paz con sus vecinos, a costa de algunas concesiones, tratando de disfrutar del territorio obtenido, que era mucho para la población judía del estado (660.000 judíos frente a más de 700.000 palestinos expulsados), aun cuando se sumasen a ellos algunos cientos de miles de judíos supervivientes del genocidio llevado a cabo por los nazis. El territorio excedía las necesidades de la población judía europea hasta tal punto que en los siguientes años, a pesar del eurocentrismo y el desprecio que los judíos ashkenazis sentían por los judíos «orientales», la actividad sionista se encauzó a llevar al nuevo estado al mayor número posible de judíos de los países árabes: yemeníes, iraquíes y marroquíes principalmente. Les eran muy necesarios para sustituir a la población palestina expulsada, sobre todo de las zonas en las que no había apenas población judía. De este modo, los gobernantes israelíes prefirieron la colonización con inmigrantes judíos a los que consideraban «indeseables» antes que tratar de llegar

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a la paz con los palestinos y los árabes vecinos cediendo territorios y permitiendo el retorno de los refugiados palestinos, cuando menos a territorios deshabitados por judíos. De esa manera, los gobernantes sionistas provocaron un conflicto sangrante de difícil solución: el de una gran población de refugiados pauperizados cuya miseria les encauzaba hacia la explosión demográfica y que eran el principal argumento del mundo árabe para odiar a Israel y rechazar cualquier coexistencia pacífica. Esta situación de conflicto permitía a la clase dominante sionista mantener a la población judía israelí en un estado de control. El odio generado por el agravio a los palestinos servía a los dirigentes sionistas para tener bajo control a su pueblo y atizar ese odio con represalias de ciento por uno. La cuestión se convertía en un círculo vicioso: el agravio sionista contra los palestinos y la negativa a cualquier concesión favorecían el odio palestino contra los invasores y la hostilidad árabe en general, que servían a su vez a los dirigentes sionsitas de pretexto para nuevas agresiones y para reforzar su intransigencia. Los sionistas, lejos de considerar suficiente el territorio obtenido, lamentaron no haberse apoderado de la totalidad de Palestina y no haber expulsado a la totalidad o la mayor parte de la población autóctona. Sólo esperaban la menor oportunidad para hacer nuevas guerras y apoderarse de nuevos territorios. Eso es lo que trataron de hacer en 1956 y lo que hicieron en 1967. Ni siquiera es verdad que los regímenes árabes nacionalistas sólo pensaran en destruir Israel. Náser al principio de su gobierno quería hacer la paz con Israel, propuso la paz y el presidente israelí Moshé Sharet estuvo a punto de aceptar, pero el primer ministro Ben Gurión se opuso. ¿Por qué? Porque la hostilidad de los árabes era beneficiosa para el proyecto sionista. Un estado de Israel rodeado de enemigos mortales daba cohesión a una sociedad judía israelí nada homogénea y sumamente conflictiva; esa situación favorecía la sumisión a la clase dominante e impedía los enfrentamientos interjudíos, de clase, étnicos o religiosos. Además, la hostilidad árabe servía para no fijar las fronteras y así hacer posible el expansionismo y los negocios vinculados a ese expansionismo. El conflicto permanente con el mundo árabe otorga al sionismo la posibilidad de servir de plataforma de agresión imperialista, lo que con el tiempo ha brindado al estado de Israel una astronómica ayuda militar y económica de Estados Unidos, a cambio de ser una macrobase militar estadounidense en Oriente Medio. El apoyo incondicional de Estados Unidos al estado de Israel no se debe sólo al peso del sionismo en la influyente comunidad judía

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estadounidense, se debe sobre todo a que el estado de Israel sirve a los intereses estratégicos de Estados Unidos, mientras que el prosionismo de la comunidad judía de Estados Unidos sirve para canalizar y catalizar ese apoyo y hacerlo más intenso, violento e incondicional. Merced al sionismo, una minoría judía estadounidense, que en principio no tendría demasiado interés en una política tan agresiva y tan imperialista, se convierte en un poderoso catalizador que orienta a los gobiernos estadounidenses a las políticas más extremistas y agresivas contra cualquier intento árabe de emancipación. A su vez, el estado sionista se vuelve mucho más agresivo gracias al apoyo del sionismo estadounidense, y es presa de un delirio megalomaniaco de expansionismo y belicismo que hace imposible cualquier perspectiva de paz. A veces ese apoyo incondicional puede llegar a entorpecer las políticas americanas respecto a los árabes y Oriente Medio, porque la extrema agresividad e intransigencia del estado sionista llega a poner en cierto riesgo de desestabilización los intereses globales estadounidenses y de aliados suyos como Jordania o Arabia Saudí. El proyecto sionista se basa en un estado de hostilidad permanente contra el entorno árabe y también contra otros países de Oriente Medio no sumisos al dictado imperialista, como Irán a partir de 1979.131 Por eso ni Ben Gurión ni sus sucesores han querido la paz ni la normalización. La única «normalización» que quieren los sionistas consiste en la sumisión de los árabes a Israel, lo que en realidad es la sumisión de los árabes a los intereses que sustentan a Israel. Por ese motivo, satélites de Estados Unidos en Oriente Medio (Arabia Saudí, Jordania,132 Egipto a partir de Sadat...) tienen una alianza tácita con Israel.

Lo que no impide connivencias irano-israelíes siempre que sean en detrimento de estados árabes considerados por la política sionista mucho más peligrosos que Irán. Así, durante la guerra irano-iraquí de 1980-1988, el estado israelí proporcionó valiosos suministros militares al Irán jomeinista en su guerra contra Iraq; eso fue así porque los gobernantes israelíes consideraban al Iraq árabe y nacionalista mucho más peligroso para el estado sionista que el régimen islamista de un país no árabe, y también porque les interesaba que ambos países se destrozasen mutuamente. 132 En 1958, Israel dejó sobrevolar su territorio a los marines británicos enviados para evitar un posible golpe de estado pronaserista. Ben Gurión informó a Estados Unidos de que si la monarquía hâshimí caía, Israel invadiría Cisjordania. En septiembre de 1970, el ejército israelí habría invadido Jordania si el ejército sirio hubiera intervenido en favor de la resistencia palestina o simplemente si el rey Husayn hubiera sido derrocado. 131

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El estado de Israel se configura, pues, como un «centro joven» dentro del sistema capitalista mundial, pero absolutamente vinculado al centro estadounidense. Su condición de entidad colonial extraordinariamente agresiva se debe a la dinámica generada por sus orígenes coloniales, por la ideología sionista, por el provecho de los beneficios que obtiene de su colonialismo y por su dependencia del imperialismo al que sirve. El caso israelí es, simplemente, una versión extremadamente feroz de la relación entre centros y periferias dentro del capitalismo globalizado... con el agravante de generar una situación a medio camino entre la Argelia francesa, la Suráfrica del apartheid y el Tercer Reich. El racismo sionista sirve para justificar la sobreexplotación del proletariado palestino, pero sirve igualmente para que las clases bajas judías israelíes acepten el orden establecido, sobre todo la población más pobre, impidiendo una alianza entre palestinos pobres discriminados y judíos pobres. La política de los neocons de Bush a partir del año 2001 había tenido como precedente la política sionista, hasta el punto que se podría definir la política de Bush como un intento de «israelización» de Estados Unidos y de Europa occidental. El objetivo de los fanáticos del «choque de civilizaciones» es «israelizar» a «Occidente»133 con el objetivo de implantar la hegemonía absoluta de Estados Unidos sobre Oriente Medio. Y, como es bien sabido, Israel, en tanto que estado sionista, es el instrumento favorito de la superpotencia imperial. Es la exacerbación de la contradicción entre centros y periferias que ya comentaba Samir Amin en los años setenta, pero que se ha incrementado tras la caída del bloque del este y los atentados islamistas del 11-S: No sólo están en juego las exigencias de la alianza atlántica sino la realidad económica cotidiana de la integración atlántica y europea y de los intereses de los monopolios imperialistas que han atrapado en sus redes a los pueblos de Occidente, imponiéndoles una solidaridad «contra el tercer mundo», cuyo racismo trivial está lejos de ser la única manifestación.134

Eufemismo culturalista para referirse a los centros capitalistas en contraposición a las periferias coloniales, neocoloniales y recolonializadas. 134 Samir Amin, La ley del valor y el materialismo histórico (México: Fondo de Cultura Económica, 1981), p. 118. 133

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Actitud del sionismo respecto a los judíos El sionismo nunca ha visto a los judíos como un fin en sí mismo sino como un medio. Lo que interesa no es el bienestar de los judíos como personas sino crear, sostener y engrandecer un estado judío. Como buen nacionalismo, el sionismo es estatolátrico, lo que le interesa no es «el pueblo judío» como seres humanos sino «la nación judía», el estado-nación judío. Naturalmente, esto se justifica en nombre de «la unión sagrada» de todos los judíos, unidos por vínculos de «tierra y sangre», pues el sionismo laico de los orígenes prefería no insistir en la religión y se limitaba a verla como un instrumento para la transmisión inmaculada de la identidad etno-nacional. Aunque el sionismo gusta de presentarse como la panacea del «problema judío»135 y el único camino posible que tienen los judíos para evitar el antisemitismo, no se trata tanto de liberar a los judíos de la opresión, las amenazas, el miedo y la discriminación como de utilizar la opresión, las amenazas, el miedo y la discriminación para hacerlos emigrar al destino deseado por los sionistas, donde se encuentran en un conflicto insoluble con los pobladores del país y de la región, que genera más opresión, más amenazas, más miedo y más discriminación.136 Porque el objetivo del sionismo no es liberar a los judíos del antisemitismo sino crear a toda costa «el estado judío» en «la tierra de

135 La misma formulación como «problema judío» (no «problema antijudío») y la solución ofrecida, la emigración fuera de Europa, son extraordinariamente similares a los planteamientos y las «soluciones» de los antisemitas para «el problema judío en Europa». En ningún momento se concibe el antisemitismo como el problema y como una lacra con la que hay que acabar, sino que, al igual que los antisemitas, el sionismo cree que hay un «problema judío», que el antisemitismo es «natural», insoluble y que los judíos deben marchar a «su país» porque son «extranjeros» que deben irse. Igual que muchos antisemitas, muchos sionistas no quieren que se vayan todos los judíos sino sólo los que son pobres y potencialmente subversivos. 136 Para las víctimas del estado de Israel pero también para los judíos israelíes, aunque esto es conveniente para los sionistas, puesto que el sufrimiento de las víctimas genera odio y violencia contra los judíos israelíes, que así se sienten amenazados y eso puede servir a su vez para justificar ante sus ciudadanos judíos la intensificación de la violencia, la brutalidad y las rapiñas del estado sionista contra los palestinos y otros árabes. El sionismo genera así un círculo vicioso muy favorable a sus intereses, a expensas de los intereses de todos, salvo de unas oligarquías económicas, políticas y militares que se benefician de la situación dentro y fuera de Israel.

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Israel». Nadie expresó con tanta crudeza y tanta sinceridad la diferencia entre los intereses humanos de los judíos y los intereses nacionalistas estatolátricos de los sionistas como Ben Gurión, cuando dijo en 1938, poco antes de la segunda guerra mundial, ante una asamblea de sionistas laboristas de Gran Bretaña: «Si yo supiese que era posible salvar a todos los niños de Alemania llevándoles a la Gran Bretaña y sólo a la mitad de ellos transportándolos a Eretz Israel, optaría por la segunda alternativa».137 El poeta sionista Hayyim Nahmán Bialik (1873-1934)138 describió con esta expresiva frase lo que era el ideal de normalización nacional al que aspiraba: «El día en el que, en un estado judío, una prostituta judía, detenida por un policía judío, sea condenada por un juez judío». Es decir, el ideal al que aspiraba no era otra cosa que las mismas sórdidas miserias existentes pero en el marco de un idolatrado «estado judío»;139 está ausente cualquier idea de emancipación humana, al no existir en su mente nacionalista bineuronal más que dos ideas (‘judío’ y ‘estado’), cuyo resultado es intentar la reproducción de la mísera realidad existente en clave de esas dos ideas: el judaísmo convertido en estatolatría. El sionista a menudo sentía un desprecio total por el judío «galútico» («diaspórico»), en el que proyectaba todos sus complejos de inferioridad, a la vez que propugnaba el modelo ideal del pionero sionista, encarnador de todas las cualidades del «super-hombre ario» en versión hebrea.140 Los sionistas renegaban de al menos dos mil años de historia judía real para reivindicar una identidad judía «no diaspórica» basada en una mezcla de «conquista de la tierra de Canaán» y de colo-

Ralph Schoenman, Historia oculta del sionismo (Barcelona: T.G.A., 2002), p. 63. 138 Llamado por Yosef Klausner «el poeta del renacimiento nacional». Yosef Klausner fue un destacado intelectual de la derecha sionista. 139 Podemos imaginar lo que los judíos anarquistas, comunistas o bundistas pensarían de esta frasecita de nacionalista burgués estatólatra. 140 Cualidades «no judías», sansonianas (hebraicas prejudías), «arias», de «superhombre» europeo frente a los no europeos (por ejemplo los árabes). Y recuérdese que, para los antisemitas, los judíos europeos no eran europeos. El objetivo del sionismo era convertir a los judíos europeos en europeos fuera de Europa, donde encarnarían todas las «superioridades» del «hombre blanco» frente a «los salvajes» no occidentales. Quizás por eso gran parte de la derecha occidental, que hasta la segunda guerra mundial era rabiosamente antisemita, ahora es estruendosamente prosionista. 137

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nialismo occidental, o sea, de mitos hebreos y de eurocentrismo. Los sionistas, en su mitología nacionalista, se veían a sí mismos como los nuevos hebreos colonizadores de «la tierra de Canaán», hebraizadores y desjudaizadores (o más bien des-galutizadores, desjudaizadores en tanto que el judaísmo real era diaspórico), a la vez que, en realidad, su pretensión era edificar una sociedad colonial eurocéntrica en Oriente Medio, pues estaban mucho más pagados de su occidentalidad que de su judaidad. Esta última les avergonzaba y trataban de transformarla en otra cosa, a tono con los nacionalismos europeos que imitaban. De ahí, entre otras muchas cosas, el complejo de inferioridad que les inspiraban las lenguas maternas de los judíos (empezando por el yiddish) y el fervor por el hebreo, en el que veían algo diferente, prestigioso además por ser la lengua de la parte de la Biblia compartida con los cristianos europeos a los que imitaban. La actitud de los sionistas hacia los demás judíos tendrá matices, aunque será siempre despectiva: 1) Desprecio y aversión a los judíos cultos y asimilados de Europa. Los judíos de este tipo que emigraron al estado de Israel a raíz del Holocausto fueron vistos con muy poca simpatía por los colonos sionistas del Yishuv. Era evidente que habían emigrado a ese país contra su voluntad, que de no mediar el genocidio, el antisemitismo y la guerra hubieran seguido muy a gusto en sus países de origen y que, puestos a elegir, hubieran preferido con mucho haber emigrado a Estados Unidos o a otros países, no a «la tierra de Israel». Sin embargo, se les consideraba fácilmente asimilables en una segunda generación. 2) Desprecio y aversión a los judíos ortodoxos tradicionales originarios de Europa del este. Algunos pioneros sionistas confesaban que detestaban a los árabes porque les parecían muy semejantes a los judíos tradicionales de sus países de origen, a la sociedad tradicional judía que habían rechazado, a sus padres y sus abuelos. 3) Desprecio y aversión a los judíos «orientales», es decir, a los no originarios de Europa, en su mayoría procedentes de los países árabes. Un desprecio muy similar al que sentían por los árabes en general, con el agravante de que se trataba de convertir a «esos orientales» (la expresión «judíos árabes» es tabú para el sionismo) en judíos como ellos, al tiempo que se les daba una categoría inferior, a medio camino entre los simplemente «ju-

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díos» y «los árabes», con la diferencia de que, en el caso de los «judíos orientales», el proyecto preveía utilizarlos y asimilarlos a medio o largo plazo, cosa que no se planteaba hacer con «los árabes». Pero la actitud del sionismo hacia los judíos también tiene que ver con que tengan o no riqueza y poder, y con el uso que hagan de esa riqueza y ese poder en provecho del sionismo, de manera que los sionistas siempre han distinguido tres categorías de judíos «diaspóricos»: 1) Judíos con riqueza y poder, que les interesaba que permanecieran en «la diáspora», utilizando su riqueza y su poder en beneficio del sionismo, por ejemplo los judíos estadounidenses y de otros países ricos occidentales. 2) Judíos de condición social humilde, sin poder ni riqueza, que al sionismo sólo le sirven como colonos, carne de emigración a «la tierra de Israel». En esta categoría se incluyen casi todos los judíos de los países árabes.141 3) Judíos prósperos en sus países de origen pero cuya prosperidad no beneficia en absoluto al sionismo, como era el caso de muchos judíos de los países árabes (especialmente Iraq) y de la Unión Soviética. Como esa condición próspera no se traducía en poder y riqueza para el sionismo, a esas comunidades judías sólo las querían como emigrantes a Israel, incluso si eso suponía su pauperización y que en el estado de Israel fueran judíos de tercera categoría.

Actitud del sionismo hacia los palestinos y los otros árabes no judíos Los primeros sionistas, judíos europeos y eurocéntricos, apenas tenían idea de los pobladores de «la tierra de Israel», de ahí que la famosa consigna sionista «la tierra sin pueblo para el pueblo sin tierra» sur-

141 La excepción la constituyen los judíos marroquíes de más alto nivel económico y social, allegados a la monarquía ´alawí proisraelí, pero al resto de la judería marroquí el sionismo la quería emigrada al estado de Israel.

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giera más de la ignorancia que de la mala fe, aunque luego fuera utilizada con mucha más mala fe que ignorancia. Pero los colonos sionistas no necesitaron más que llegar a «la tierra de Israel» para encontrarse con que lo que creían un desierto, sin ser un hormiguero humano, era un país poblado por gente de lengua árabe y mayoritariamente musulmana, con una importante minoría cristiana, una minoría drusa más exigua y otras minorías menores, entre las que se contaban judíos de orígenes étnicos variados, así como algunos samaritanos.142 Algunos sionistas, llevados por un romanticismo filooriental, creyeron ver en los árabes palestinos el remanente desjudaizado de los judíos bíblicos,143 pero que aun habiendo dejado de ser judíos resultaban más próximos a los hebreos antiguos que ellos mismos. Hubo sionistas que vieron en «los árabes» la «antinorma» deseable en la línea de hebraización y desjudaización. También hubo quien los vio como «nobles salvajes» que incluso podrían servir a los judíos ex diaspóricos para re-hebraizarse; los pioneros sionistas en un principio trataron de parecerse a los árabes y gustaron de usar la kûfiyya,144

142 Musta´rabim, sefardíes, ashkenazis, bujaríes... Dada la condición de tierra santa judía, judíos de las más diversas procedencias se habían instalado allí, pero no como colonos sino como comunidades piadosas; los judíos iban más a «la tierra de Israel» a morir que a vivir, pues creían que la resurrección empezaría en Jerusalén. 143 Es un hecho poco conocido, pero muy significativo por varios conceptos, que tanto Ben Gurión como Ben Zvi durante muchos años consideraron a los árabes palestinos como los descendientes de los judíos bíblicos. Ben Gurión y Ben Zvi dejaron constancia de esta idea en un libro en yiddish publicado en Jerusalén en 1918: La tierra de Israel en el pasado y en el presente. Esta idea se reiteró en otro libro de Ben Zvi publicado en hebreo en Varsovia por el Comité Ejecutivo de la Unión de la Juventud y Fondo Nacional Judío el año 1929, titulado Nuestra población en el país. Significativamente, uno y otro dejaron de hablar de ello a partir de 1929, cuando la población palestina se insurreccionó contra las pretensiones sionistas. No es que se convencieran de que no era verdad, es que esa verdad desde ese momento no podía servir al sionismo sino al antisionismo, de ahí que prefirieran silenciarla por razones de estado. 144 La kûfiyya es el pañuelo árabe (aunque también lo usan los kurdos), a veces anudado con un cordón llamado ´iqâl, que puede ser de color blanco, blanco y negro o blanco y rojo, en estos dos últimos casos tiene una forma característica. Desde la época del mandato británico, la kûfiyya blanca y negra

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bailar la dabka,145 manejar el puñal y cantar canciones orientales.146 No obstante, la etapa «arabizante» y arabófila fue muy superficial. En el fondo de ella lo que latía era una visión «orientalista» en el peor sentido de la palabra: la visión del «otro» como «noble salvaje» implicaba que «el otro» era «un salvaje» y ellos eran «los civilizados». Cuando los sionistas se dieron cuenta de que «los árabes» no eran una exigua población que podría ser asimilada o convertida en una pequeña minoría nacional inofensiva, sino que eran los habitantes mayoritarios del país, que no tenían ningún deseo en verse sustituidos, asimilados o marginados y que consideraban el país como suyo, la visión del «buen salvaje» se cambió por la del «salvaje» a secas. «Los árabes» eran malvados, puesto que estaban en oposición radical al sionismo, no querían abandonar el país, ni que «el sur de Siria» o «Palestina» se convirtieran en un estado judío. «Los árabes», es decir, los palestinos (y los habitantes del Golán a partir de 1967), pasaron a ser considerados por los sionistas como una masa humana (para muchos sionistas más bien subhumana) no utilizable como material humano para el proyecto sionista, de manera que tendrían que ser tratados por los sionistas de cinco maneras: 1) La asimilación. Unos cuantos sionistas abogaban por la alternativa de convertirlos al judaísmo y asimilarlos. Esa era la idea latente en algunos pioneros, que veían en ellos a los descendientes de los israelitas que no abandonaron «la tierra de Israel» y que se convirtieron al cristianismo y al islam, se arabizaron y podrían volver al redil hebreo, previa conversión al judaísmo. En los años de la creación de Israel, la sociedad Agudah le-ma´an gere tzedek be-Yisrael u-ha-´olam («Sociedad para los conversos de Israel y el mundo») se esforzó por la conversión al judaísmo de

o blanca y roja se convirtió en una prenda asociada a la causa palestina. Yâsir ´Arafât la utilizaba siempre, lo mismo que muchos fedayín, y desde entonces se asoció internacionalmente al pueblo palestino y a la insumisión y la lucha de liberación. Por ello sorprende ver fotos de los primeros colonos sionistas usándola. 145 Un tipo de danza campesina propia de la Gran Siria. 146 María Encarnación Varela, Historia de la literatura hebrea contemporánea, pp. 236-238.

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los musulmanes y cristianos de Palestina.147 Algunos colonos sionistas propusieron la conversión gradual al judaísmo de los palestinos, pero muy pocos se judaizaron. 2) La expulsión. Practicada con la mayoría de los palestinos durante la guerra de 1948 en los territorios ocupados por los sionistas, a una escala menor en los territorios palestinos ocupados en 1967 y con todos los habitantes del Golán sirio, con la excepción de los drusos, a los que creían tan utilizables como a los drusos palestinos. La expropiación de tierras de los palestinos del estado de Israel y de los territorios ocupados en 1967 va en esa línea también. En la actualidad, parte de la extrema derecha israelí propugna la idea de una expulsión general de palestinos, tanto del estado de Israel como de Cisjordania y la Franja de Gaza. 3) Convertirlos en sub-ciudadanos del estado de Israel. Caso de los palestinos que no fueron expulsados de los territorios ocupados en 1967, o de los drusos del Golán, a quienes se intentó equiparar con los drusos de Israel, aunque la oposición de los drusos golaníes a los designios sionistas ha impedido que se hayan convertido en ciudadanos israelíes dentro de la misma categoría que los drusos palestinos. 4) Convertirlos en súbditos bajo administración militar, desprovistos de derechos. Caso de los palestinos de los territorios ocupados en 1967; los sionistas quieren hacerse con el territorio pero sin los habitantes palestinos, para no tener que otorgarles la ciudadanía israelí (que en el caso de los no judíos es más bien la sub-ciudadanía israelí), a fin de que no tengan derechos políticos ni civiles, ni siquiera en el grado menor otorgado a «los árabes israelíes». 5) «Bantustanizarlos». Cuando la ocupación de los territorios palestinos invadidos en 1967 se hace inviable, el estado sionista opta por el control y la anexión de facto de la mayoría del territorio pero sin dar la ciudadanía israelí a la población, lo que significa mantenerlos bajo una dura ocupación militar y una represión brutal hasta que acepten una situación similar a la de los bantustanes de la Suráfrica racista.

Xabier Zabaltza, «Onomástica, genealogía e ideología en Oriente Próximo», en El Viejo Topo, mayo de 2005, p. 56. 147

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En sus relaciones con el mundo árabe, los sionistas se han visto a sí mismos como colonizadores europeos en el seno de un mundo extraño, inferior, inquietante, en el que no se quieren integrar y con el que mantienen relaciones de hostilidad. Esta relación de hostilidad se justifica en nombre de la aversión que el proyecto sionista suscita en el medio árabe. El trato dado a los palestinos y su agresividad hacia los vecinos suscitan el odio y la resistencia de sus víctimas, que sirven para justificar una política de agresión y hegemonismo en nombre de la seguridad del estado y del pueblo israelí.148

Actitud del sionismo hacia los judíos del mundo árabe El sionismo, movimiento nacionalista de los judíos europeos y sobre todo ashkenazis, al principio no tenía gran interés por los judíos no europeos, si es que no ignoraba sin más su existencia. Hasta después de la segunda guerra mundial, el sionismo apenas se interesó por hacer emigrar a «la tierra de Israel» a los judíos «orientales». No querían árabes ni «judíos raros» que fueran más parecidos a los árabes no judíos que a ellos mismos, pues el estado judío que deseaban lo concebían como un estado europeo y para judíos europeos. Los sionistas estaban mucho más pagados de su europeidad que de su judaísmo; para la mayoría de ellos, la judaidad era más nacionalista que religiosa, al contrario que la de la mayoría de los judíos «orientales», para quienes su identidad judía era fundamentalmente una identidad religiosa. De esta manera, la única afinidad real entre los judíos europeos y los judíos árabes era la religión judía. Fuera de esa afinidad religiosa, las diferencias eran tan grandes que para los judíos árabes los judíos europeos parecían «cristianos europeos», mientras que para los sionistas europeos, los judíos «orientales» eran demasiado parecidos a «los árabes». No obstante, una vez que el sionismo entró en colisión con el mundo árabe e intentó convertir a los judíos del mundo árabe en can-

148 O más exactamente de los judíos israelíes, pues los no judíos son considerados en el mejor de los casos «minorías amistosas» (caso de los circasianos y de la mayoría de los drusos) y en el peor «minoría hostil» o peligrosa (caso de los ciudadanos «árabes»), pero, por su propia condición sionista, el estado de Israel no considera a los no judíos como parte del pueblo israelí con los mismos derechos que los judíos, sólo como minorías extrañas.

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tera de judíos para sustituir a los palestinos expulsados en 1948, trató de desarraigar a los judíos del mundo árabe de su medio originario. Lo que tuvo repercusiones incluso en la denominación genérica para ellos. Así, mientras que los judíos europeos podían definirse como tales (judíos europeos o judíos de origen europeo), incluso orgullosamente, los judíos del mundo árabe no podían ser llamados bajo ningún concepto «judíos árabes» y menos aún «árabes judíos». El sionismo había decidido que judío y árabe eran términos antitéticos e incompatibles, que se podía ser «judío europeo», «judío americano», «judío australiano», «judío este-europeo», «judío italiano», «judío persa», «judío etíope», «judío africano», «judío marroquí», «judío iraquí», «judío yemení», pero en ningún caso «judío árabe». Así, para referirse a estos judíos originarios de países árabes, que hablaban árabe y participaban de la cultura árabe, había que utilizar tres tipos de expresiones: 1) Referirse al gentilicio del país de origen: egipcio, marroquí, tunecino, iraquí, sirio, yemení... eludiendo la común pertenencia de todos estos países al mundo árabe y lo que todos estos judíos compartían en cuanto a idioma y cultura árabes, entre sí y con los árabes no judíos. 2) Llamarlos «judíos sefardíes», aunque la mayor parte de ellos no eran sefardíes. Sin embargo, para la jerga sionista-israelí ashkenazicéntrica todos los judíos que no eran ashkenazis eran sefardíes. 3) Llamarlos yehudim mizrahim (‘judíos orientales’), a pesar de que los judíos marroquíes149 eran geográficamente más occidentales que todos los judíos ashkenazis y que todo el Magreb150 es más occidental que Polonia y Rusia, de donde procedía la

Marruecos en árabe es al-Magrib, que significa precisamente ‘el occidente’. Más aún: el nombre más tradicional de Marruecos en árabe era alMagrib al-Aqsà, que significa ‘el occidente más lejano’ o ‘el extremo occidente’. 150 Palabra árabe que significa ‘occidente’. En la actualidad se llama en árabe al-Magrib al-´Arabî (‘el occidente árabe’) en contraposición a al-Mashriq al-´Arabî (‘el oriente árabe’), que son los países árabes de Oriente Medio. Tradicionalmente se conocía a Marruecos como al-Magrib al-Aqsà (‘el occidente más lejano’), Argelia como al-Magrib al-Awsat (‘el occidente medio’) y Túnez como al-Magrib al-Adnà (‘el occidente más cercano’). 149

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mayoría de los judíos ashkenazis. Además, ‘orientales’ era un cajón de sastre que no señalaba las diferencias entre los judíos árabes y los judíos de otras partes de Oriente Medio o de la India. Pero, como en el caso de «judíos sefardíes» para los no ashkenazis, mizrahim (‘orientales’) era un cajón de sastre eurocéntrico para todos los judíos de origen no europeo, además de un eufemismo para no referirse concretamente a los judíos originarios del mundo árabe, hablantes de árabe y culturalmente árabes, que era la gran mayoría de los judíos «orientales». De facto, ‘judíos orientales’ fue el eufemismo sionista para no decir ‘judíos árabes’, término políticamente incorrecto para los sionistas y sumamente conflictivo para el sionismo, porque suponía hacer hincapié en una común identidad entre esos judíos y «los árabes» enemigos del sionismo. En Oriente Medio, árabe y judío no eran identidades contrapuestas porque no estaban en el mismo orden de ideas. Árabe se contraponía a persa, turco o kurdo, mientras que judío se contraponía a cristiano o musulmán. Si en Palestina se podía contraponer árabes y judíos, era sobreentendiendo que judío era judío ashkenazi, mientras que árabe significaba el nativo musulmán, cristiano o druso. En Oriente Medio, árabe era un término etno-lingüístico, mientras que judío era un término confesional. Ahora bien, el sionismo entendía la judaidad como una nacionalidad étnica incompatible con otras, pero sobre todo incompatible con la arabidad, pues el sionismo quería imponer sus designios en un medio árabe, a costa de los árabes y considerando a los judíos de ese medio como un rebaño de su propiedad. Eso tenía dos implicaciones para los sionistas: 1) A los habitantes no judíos de «la tierra de Israel» no convenía llamarlos «palestinos», ni siquiera «sirios del sur»,151 pues esos

Palestina era la parte suroccidental de una región geográfica más amplia conocida como Bilâd ash-Shâm (‘el país de Siria’), o sea, Siria en el sentido amplio, a la que también se llama Gran Siria para distinguirla de Siria en el sentido del actual estado sirio. Téngase en cuenta que el fraccionamiento entre Siria, Líbano, Jordania y Palestina es posterior a la primera guerra mundial, en función de los intereses británicos y franceses, que se repartieron el territorio y lo fraccionaron a su capricho en función de sus intereses. 151

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gentilicios significaban una vinculación al territorio, lo que implícitamente habría supuesto considerar que estas personas tenían una vinculación particular al país que habitaban, fuera este un país por separado o parte de otro mayor. En cambio, el término ‘árabes’ es un gentilicio «desterritorializado» que desvincula en gran medida a los habitantes árabes del país en el que habitan, que incluso puede sugerir a los ignorantes o malévolos que la verdadera patria de esos «árabes» sería Arabia, o que el mundo árabe, siendo tan grande, podría acoger a esos «árabes» desterritorializados. De ahí el gusto sionista por llamar «árabes» a los palestinos y sus vecinos, sin entrar en diferencias, a no ser, claro está, que le conviniese «dividir para vencer» distinguiendo entre palestinos, libaneses, sirios, jordanos y egipcios, razón por la que, a la vez que el sionismo insiste en que todos son «árabes», abomina de cualquier panarabismo. 2) Una vez decidido que el enemigo eran «los árabes» y que el panarabismo también lo era, que los judíos eran una propiedad del sionismo y que la judaidad debía entenderse en sentido nacionalista sionista, el término ‘árabe’ se convertía en tabú para aplicarlo a judíos, aunque esos judíos a todos los efectos fuesen tan árabes como sus compatriotas musulmanes o cristianos. Taxonomizar a los judíos del mundo árabe como grupo en oposición a «los árabes» fue relativamente más fácil en el Mágreb que en Oriente Medio, pues en el Mágreb la ideología panarabista llegó más tarde y apenas se distinguía entre «árabe» y «musulmán», a despecho de que la mayoría de los judíos hablasen árabe y muchos musulmanes (y también algunos judíos) fuesen berberófonos. En Argelia, los judíos habían obtenido la plena nacionalidad francesa desde el decreto de Crémieux en 1870 y estaban muy afrancesados. En Túnez se distinguía entre «árabes» e «israelitas». En Marruecos, las comunidades judías o eran muy atrasadas o estaban incorporándose a la órbita francesa. Sólo una minoría de judíos magrebíes, frecuentemente de izquierdas e implicados en la política de sus países, se definieron como «judíos árabes» o «árabes judíos», como el secretario general del Ilà-l-Amâm, Abraham Serfaty, y algunos otros, que apoyaron la causa palestina y se opusieron al sionismo. La situación era muy diferente en el oriente árabe, donde los judíos eran una minoría más entre otras, en general se encontraban bastante bien donde vivían y estaban mucho más integrados en sus países. In-

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cluso en el atrasado Yemen, donde había medidas opresivas contra ellos, los judíos yemeníes eran considerados árabes qahtâníes y no arabizados como en las otras partes. Los judíos egipcios e iraquíes participaban de la vida de sus respectivos países y estaban bien integrados; muchos de ellos eran conscientes del peligro que el sionismo ashkenazi suponía con su pretensión de crear un «estado judío» en Palestina y las consecuencias devastadoras que la política sionista podría tener para la integración de los judíos árabes en los países en los que vivían y deseaban seguir viviendo. Hasta después de la segunda guerra mundial, los sionistas ashkenazis no habían tenido demasiado interés por los judíos «orientales». Si a principios del siglo xx los empresarios sionistas importaron judíos yemeníes a Palestina fue como mano de obra barata para eludir las normas segregacionistas contra los no judíos, para que los empresarios ashkenazis pudieran lucrarse contratando mano de obra barata árabe. Los judíos yemeníes, árabes y judíos a un tiempo, como judíos eran «kosher» para el sionismo, mientras que como árabes se les podía pagar salarios mucho más bajos que a los judíos europeos. Pero durante la segunda guerra mundial los nazis habían causado la muerte de seis millones de judíos europeos, lo que significaba que el estado sionista no iba a recibir millones de colonos europeos, como hubieran deseado los sionistas, sino sólo algunos cientos de miles. En 1948 la población judía en Palestina era de 660.000 personas y los palestinos expulsados fueron más de 700.000. Eso fue lo que obligó al estado de Israel a echar mano de los «orientales». Los judíos «orientales» se utilizaron para sustituir a los palestinos expulsados, para «judaizar» el territorio e impedir el retorno de los expulsados. Como ya se ha dicho, el sionismo clasifica a los judíos en dos categorías: 1) Los que le son útiles en «la diáspora» como grupo de presión prosionista; en esta categoría se encuentran los judíos de Estados Unidos, así como las minorías judías ricas y prosionistas de otros países. 2) Los judíos pobres o que residen en países en los que no van a influir en favor del sionismo. Estos judíos sólo interesan al sionismo como potenciales colonos judíos en «la tierra de Israel». Desde la perspectiva eurocéntrica del sionismo, los judíos del mundo árabe, salvo contadas excepciones (como la clase alta judía marroquí) sólo servían como colonos, no sólo los judíos pobres sino

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incluso los judíos de clase media e incluso los acaudalados. Estos judíos eran inservibles para el sionismo política y económicamente, porque, fueran acaudalados, de clase media o pobres, ninguno de ellos podía influir políticamente en los estados en los que vivían en favor del sionismo152 ni tenían recursos económicos que fueran a revertir en favor del sionismo. Si los estados eran enemigos de Israel y los judíos hubieran seguido viviendo como si tal cosa, con tranquilidad y prosperidad, eso habría sido muy negativo para el sionismo, cuya propaganda se basa en la idea de que sus enemigos son antisemitas judeófobos; las potenciales declaraciones antisionistas de esos judíos153 habrían sido una poderosa propaganda antisionista y un poderoso mentís contra la propaganda sionista.154 En los años cincuenta se produjo una emigración masiva de judíos de los países árabes a Israel. Varias circunstancias contribuyeron a ello: 1) El porvenir incierto de los judíos magrebíes tras la descolonización, en unos países en los que no había más minoría confesional autóctona que la judía. Téngase en cuenta que, en los países del Mágreb, el movimiento nacionalista (tanto local como panárabe) era difícilmente disociable de la reafirmación islámica155 y

Por la misma razón, los sionistas deseaban la emigración de los judíos de la Unión Soviética, mientras que la emigración masiva de los judíos de Estados Unidos, si bien útil demográficamente para el estado sionista, habría sido negativa para el sionismo desde un punto de vista político y económico. 153 En Iraq en los años cuarenta los judíos crearon ligas antisionistas. 154 Las posiciones antisionistas de los judíos iraquíes, inmigrantes o de segunda generación, resultan especialmente irritantes para los sionistas, porque ponen en cuestión todo el entramado de la ideología y la praxis del sionismo, subrayan su carácter eurocéntrico y ashkenazi, y sus desafiantes definiciones de sí mismos como «judíos árabes» o «árabes judíos» atentan contra el dogma sionista de la oposición antitética entre «judío» y «árabe». Personajes como Shimón Ballas, Ella Shohat y Yehudá Shenhav provocan sarpullidos en los sionistas, que apenas pueden concebir que un judío se considere a sí mismo árabe. Téngase en cuenta que para el estado sionista y la ideología sionista exterior, la oposición entre árabe y judío es un dogma incuestionable. Téngase presente también que los judíos iraquíes eran los judíos más integrados en su sociedad de origen de todos los judíos del mundo árabe emigrados a Israel. 155 Recuérdese la consigna del ulema Ben Bâdîs y que acabó siendo la del movimiento de liberación argelino: «El islam es nuestra religión, el árabe es nuestra lengua y Argelia nuestra patria». Esta consigna es una confusa 152

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que muchos judíos habían ocupado un escalón intermedio entre los europeos y sus compatriotas musulmanes,156 de manera que temían salir perjudicados con la independencia. 2) Muchos judíos eran artesanos y buhoneros, y estas profesiones entraron en declive por la competencia de la industria y por el desarrollo de las comunicaciones y los transportes modernos. La pérdida de sus modos de vida tradicionales, con sus secuelas de pauperización y desarraigo, facilitaron una emigración masiva que habría sido mucho más improbable en caso de haber gozado de una estabilidad y un bienestar económicos. Esto tuvo un papel decisivo en la emigración de los judíos pobres de Marruecos, que eran la mayoría de los judíos marroquíes, como también de los judíos yemeníes. 3) La situación de pobreza y de opresión que sufrían en algunos países. Los judíos yemeníes, por ejemplo, estaban sometidos a un estatuto opresivo y degradante. 4) La judeofobia despertada en todo el mundo árabe a raíz de la creación del «estado judío» a costa de los palestinos. 5) Una política nacionalista árabe que no distinguía entre judíos y sionistas. Los judíos egipcios sufrieron represalias por cada una de las agresiones israelíes contra Egipto en forma de detenciones, confiscaciones de bienes y expulsiones. 6) La activa propaganda sionista, que supo utilizar en su favor todos los miedos reales e irreales de los judíos del mundo árabe.

amalgama nacional-islamista que no tenía en cuenta ni a los argelinos que no eran musulmanes ni a aquellos otros cuya lengua era distinta del árabe. Evidentemente, al clérigo musulmán Ben Bâdîs no le interesaban ni los judíos ni los incrédulos (por no hablar de los escasos musulmanes convertidos al cristianismo) y por ello no los contemplaba siquiera como compatriotas. El nacional-islamismo argelino y la confusión entre arabismo e islam han tenido consecuencias devastadoras para Argelia en forma de reaccionarismo religioso, discriminación contra las mujeres, opresión de las minorías bereberes e identificación entre arabidad y el más estrecho fanatismo religioso. El daño para Argelia y para la arabidad han sido inmensos. 156 En el caso de los judíos argelinos, la política francesa llegó a la asimilación. A los judíos argelinos se les otorgó desde el siglo xix la completa ciudadanía francesa, a diferencia de sus compatriotas musulmanes, que eran súbditos franceses pero no ciudadanos franceses.

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7) Los tejemanejes (a menudo turbios) para conseguir la emigración de los judíos refractarios a emigrar a Israel, pactando con los gobiernos árabes y aterrorizando a los judíos. Este fue el caso de Iraq. Los judíos marroquíes de clase alta o media emigraron en su mayoría a Francia, Canadá o incluso a Estados Unidos, mientras que la mayoría pobre emigró en masa a Israel: 266.000 personas. Estos marroquíes, que constituyeron la comunidad más numerosa de emigrados de un país árabe, han conformado la capa más baja, discriminada y despreciada de la población judía de Israel. Los judíos argelinos, al producirse la independencia de Argelia en 1962, emigraron en su mayoría a Francia (unos 100.000), mientras que fueron muy pocos los que lo hicieron a Israel, sólo 7.700, cifra que aumentó hasta los 24.000 sumando a los que emigraron con posterioridad. Los judíos tunecinos en 1949 eran 74.000 y de ellos 52.000 emigraron a Israel. Los judíos libios sufrieron un pogromo en 1945 que costó la vida a un centenar de ellos; en 1948 los judíos eran 38.000 y la mayoría emigró poco después; en 1967 eran 7.000, pero los disturbios contra ellos a raíz de la guerra árabe-israelí hicieron huir del país a la mayoría, de manera que, cuando el coronel Gadafi se hizo con el poder en 1969, los judíos eran sólo unos quinientos. Un año después, el propio Gadafi157 ordenó confiscar las propiedades de los judíos libios y casi todos salieron del país. Los judíos egipcios eran 75.000 en 1948. Cada una de las tres sucesivas guerras árabe-israelíes fueron acontecimientos devastadores para los judíos egipcios. Entre 1949 y 1950 emigraron a Israel entre 15.000 y 20.000, pero la mayoría permaneció en su país; tras la guerra de 1956, un gran número de judíos fueron arrestados y sus bienes confiscados, y aquellos judíos que tenían la nacionalidad francesa, británica o eran apátridas, fueron expulsados: se fueron entonces entre 40.000

La madre de Gadafi era una judía de Bengasi que a los catorce años se convirtió al islam para casarse con el padre de Gadafi. Los dos tíos maternos de Gadafi emigraron a Israel. Según la ley judía, que sólo reconoce la ascendencia materna, Gadafi es judío y podría acogerse a «la ley del retorno» para obtener la ciudadanía israelí. 157

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y 50.000, tres cuartas partes al menos a Occidente, sólo una minoría a Israel. En 1967 sólo quedaban entre 2.500 y 3.000, y tras nuevas medidas contra ellos a raíz de la guerrra sólo quedaron unos cientos.158 Desde finales del siglo xix, muchos judíos sirios habían emigrado a Latinoamérica, al igual que muchos de sus compatriotas, en especial cristianos.159 A finales de los años cuarenta, los judíos en Siria eran unas treinta mil personas, que vivían sobre todo en Alepo y Damasco. La situación de los judíos sirios se deterioró a raíz de los acontecimientos de Palestina. En 1947 hubo un pogromo en Alepo que costó la vida a decenas de judíos, y poco después la mayoría de los judíos se fueron del país, una parte a Israel pero otros muchos a Líbano y América. Desde los años cincuenta sólo quedan algunos miles. El gobierno sirio ha permitido la emigración de los judíos sirios, con la condición de que no emigren a Israel. Los judíos libaneses eran 5.666 según el censo de 1944. El gobierno libanés tomó medidas para evitar desmanes contra los judíos a raíz de los acontecimientos de Palestina; por ello, el Líbano fue el único estado árabe donde el número de judíos aumentó en lugar de disminuir, debido a la llegada de judíos sirios, por lo que en 1958 el número de judíos en el Líbano era de 9.000. Los judíos libaneses no fueron maltratados durante las sucesivas guerras contra Israel ni siquiera por parte de la resistencia palestina, que distinguió bastante bien entre los enemigos sionistas y los judíos árabes. Sin embargo, los judíos libaneses, como los demás libaneses, se vieron afectados por la situación de guerra y penuria económica consiguiente, por lo que la mayoría terminó emigrando. Unos cincuenta mil judíos yemeníes fueron traslados a Israel entre 1949 y 1950, en lo que las autoridades israelíes llamaron «operación alfombra voladora». Los judíos iraquíes en 1947 eran más de cien mil personas y constituían el 2,6% de la población de Iraq; la mayoría vivía en Bagdad, donde eran la décima parte de la población de la ciudad. Los judíos iraquíes eran una comunidad culta en un país árabe dinámico en vías de mo-

158 Xavier de Planhol, Minorías en el islam. Una geografía de pluralidad (Barcelona: Bellaterra, 2002), p. 380. 159 En los países de emigración, los judíos sirios mantenían muy buenas relaciones con sus compatriotas cristianos y musulmanes. Incluso después de 1948 siguieron teniendo excelentes relaciones con los demás sirios emigrados.

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dernización, y participaban plenamente de las realidades culturales y políticas de su sociedad. Muchos judíos iraquíes habían salido de los guetos y convivían en barrios mixtos con musulmanes y cristianos. Los judíos iraquíes se consideraban iraquíes y árabes,160 tan árabes como el resto de sus compatriotas, y en su mayoría rechazaban el sionismo como una ideología extraña, vinculada al colonialismo británico y enemiga de los intereses morales y materiales de los judíos del mundo árabe. Entre los jóvenes judíos había muchos intelectuales y comunistas, para todos ellos el árabe era su lengua,161 incluida su lengua de cultura.162 Pero ya en los años treinta, los sionistas habían propuesto el trasvase de poblaciones: los judíos iraquíes a Palestina y los palestinos no judíos a Iraq, plan que fue rechazado con igual ardor por los judíos iraquíes y por los palestinos. Tras la guerra árabe-israelí de 1948, el ministro probritánico Nûrî as-Sa´îd animó a los judíos iraquíes a expatriarse, haciendo suyo el proyecto sionista de los años treinta, que según él constituía un programa de intercambio de poblaciones. Comenzaron las discriminaciones y el ambiente era cada vez más hostil; explotaron algunas bombas,163 que

También había judíos kurdos, que vivían en el norte, integrados en el mundo tribal kurdo y que hablaban una lengua neoaramea. 161 El árabe coloquial de los judíos iraquíes era similar al de los cristianos y diferente del de los musulmanes. Esto se debe a que el árabe dialectal de los judíos y cristianos derivaba de las hablas urbanas de la época ´abbâsí, mientras que los dialectos de los musulmanes eran de tipo beduino; téngase en cuenta que Iraq estuvo sometido a un intenso proceso de beduinización a raíz de las devastaciones mongolas en el siglo xiii; desde entonces, los judíos y cristianos se retrajeron en sus comunidades y mantuvieron el viejo dialecto, mientras que sus conciudadanos musulmanes, más en contacto con sus correligionarios beduinos, adoptaron el habla de estos. 162 En el siglo xx, los judíos iraquíes hicieron una destacada contribución a la literatura árabe y el árabe estándar se convirtió en su principal lengua de cultura. Algunos escritores emigrados a Israel siguieron escribiendo en árabe. El más importante de los escritores judíos iraquíes en Israel, el novelista, cuentista y dramaturgo Samîr Naqqâsh (1938-2004), escribió toda su obra en árabe y siempre se negó a escribir en hebreo. 163 Al parecer estas bombas fueron obra de agentes de la Agencia Judía sionista, para aterrorizar a los judíos iraquíes y provocar su éxodo a Israel, como sucedió. Estos agentes sionistas trabajaban a cuenta del gobierno israelí y en connivencia con los gobernantes iraquíes, que querían deshacerse de los judíos y quedarse con sus propiedades. 160

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fueron el detonante del pánico164 que hizo emigrar a la mayoría de los judíos iraquíes a Israel, pues el gobierno iraquí promulgó una ley que lo permitía (aunque los emigrantes no podían llevar más que lo puesto). La connivencia entre el gobierno árabe judeófobo y el estado sionista no pudo ser más clara: desde el principio, Nûrî as-Sa´îd abogó por el trasvase de poblaciones, idea puramente sionista, y luego, a la vez que alentaba la judeofobia, permitió la salida hacia Israel, en lugar de poner coto a la judeofobia y tratar de impedir ese éxodo de los judíos iraquíes hacia Israel,165 como habría hecho un político árabe antisionista. La política del gobierno iraquí de la monarquía era tan judeófoba como prosionista. Esto fue lo que los judíos iraquíes llamaron con amargura «la venta de los judíos de Iraq»: tratados como ganado que los sionistas compraban y el gobierno iraquí vendía, fueron aterrorizados para emigrar, tal como deseaban los gobernantes iraquíes y los gobernantes israelíes, pues el estado de Israel quería a los judíos iraquíes para sí y los gobernantes iraquíes querían rapiñar sus propiedades; unos y otros consiguieron lo que querían y los perdedores fueron los judíos iraquíes. Para estos iraquíes, el contraste entre su situación en su país de origen y su nueva situación en Israel fue absolutamente traumático. Muchos de ellos no olvidaron lo perdido y el desastre sufrido, y transmitieron esas vivencias a sus hijos. Al llegar a Israel, a los «judíos orientales» los rociaron con DDT166 y los alojaron en «campos de tránsito». Se los estableció en los lugares abandonados por los palestinos expulsados. La intención del gobierno era asentar a los «orientales» en el campo contra su voluntad; pero no en los kibutzim de los ashkenazis sino en tierras que ni los kibutzianos querían. A los únicos «orientales» que se admitía en los kibutzim era a los niños sin sus padres, para que fueran fácilmente asimilables. Los

164 En 1941 los judíos iraquíes habían sufrido un pogromo durante el golpe de estado pronazi de Rashîd ´Alî. El recuerdo de esa matanza y de las atrocidades cometidas entonces contra ellos sin duda contribuyó al pánico y al éxodo de la comunidad judía iraquí. 165 El traslado masivo de judíos iraquíes al estado de Israel fue denominado por los israelíes «operación Esdras y Nehemías», en recuerdo del retorno a Judea de los judíos deportados a Babilonia por Nabucodonosor. 166 Para los sionistas eurocéntricos, los judíos «orientales» eran necesariamente sucios piojosos a los que había que desinsectar antes de permitirles la entrada en su «baluarte de la civilización occidental». Aunque muchos de esos judíos, como fue el caso de los iraquíes, pasaran de viviendas que a veces eran palacios a la miseria de los «campos de tránsito».

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judíos iraquíes, que eran los más cultos y más cualificados profesionalmente, se defendieron mejor y trataron de establecerse donde más les conviniera y no donde los querían enviar. Los que se llevaron la peor parte fueron los marroquíes, que eran mano de obra no cualificada y a los que se estableció en las peores viviendas, muchas veces vivienda estatal de mala calidad expropiada a los palestinos expulsados; además esa vivienda, aparte de mala, no era gratuita y tenían que pagar alquileres e hipotecas. Incluso los marroquíes pobres, que estaban acostumbrados a viviendas más amplias y con patios, encontraron claustrofóbicos los apartamentos diminutos de los suburbios.167 Las condiciones de paro, subempleo y desintegración de la estructura familiar tradicional, fomentaron entre los marroquíes la difusión de la pequeña delincuencia y la prostitución, fenómenos casi desconocidos entre ellos en su país de origen, pero que los ashkenazis malignamente identificaron con «la perversa índole» de sus correligionarios marroquíes. Incluso a los yemeníes, que eran muy trabajadores y eficaces, se les intentó negar su capacidad profesional porque no eran sumisos.168 Hay que señalar que los sionistas ashkenazis se consideraban los «salvadores» de los judíos «orientales», a los que habían hecho entrar en «la civilización». La política del estado hacia ellos era de asimilación y en más de una ocasión Ben Gurión expresó su miedo a que el estado de Israel pudiera «orientalizarse», es decir, convertirse en un país más de Oriente Medio, un país árabe más con una mayoría de ciudadanos de religión judía. Para evitarlo, se sometió a los judíos «orientales» a un proceso de asimilación forzosa con el fin de hacer de ellos israelíes, buenos hebreos y buenos sionistas, que absorbieran en todo lo posible la cultura dominante sionista-ashkenazi.169 El ideal asimilatorio incluía idealmente el matrimonio mixto interjudío,170 pre-

No digamos ya lo que fue el cambio para los judíos iraquíes o egipcios, que en sus países de origen habían sido de clase media acomodada e incluso ricos y pasaron de buenas viviendas a la miseria del campo de tránsito y el suburbio israelí. 168 Ilan Pappé, op. cit., p. 251. 169 Esto ha provocado no poco resentimiento en los demás judíos, que se quejan amargamente de que Israel no es un estado judío sino «un estado polaco», en alusión al origen de su clase dominante y del propio Ben Gurión. 170 El mestizaje se concebía como interjudío. El mestizaje entre judíos y no judíos (básicamente entre «judíos» y «árabes») se contemplaba tan poco que el estado de Israel ni siquiera ha instaurado el matrimonio civil, lo que 167

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feriblemente el constituido por varón ashkenazi y mujer mizrahí,171 con vistas a la eliminación de las diferencias entre judíos, entendiendo la eliminación de esas diferencias como la ashkenización de los «orientales» en la cultura «occidental» sionista-israelí. Especialmente conflictivo era el caso de unos judíos que no sólo no eran europeos sino que además compartían el idioma y la cultura del «enemigo», «los árabes». El sionismo, al institucionalizar y convertir en dogma de su nacionalismo el abismo entre «judío» y «árabe», hacía mucho más difícil la situación de los judíos originarios del mundo árabe. Valga la expresiva anécdota de que, cuando el judío egipcio Abraham Israel intentó, como modo de ganarse la vida, exhibir una película en árabe, la censura israelí le prohibió exhibirla para los judíos árabes y sólo se le permitió ponerla en Nazaret, ciudad que entonces era totalmente palestina.172 El estado sionista podía valorar y promocionar a los pocos judíos iraquíes, sirios o egipcios173 que habían sido sionistas de primera hora ya en su país de origen y que habían puesto su conocimiento de su idioma y cultura de origen al servicio del sionismo, como «orientalistas» (en el sentido más colonialista del término), pero para todo lo demás se entendía que los judíos debían desarabizarse lingüística y culturalmente. La pronunciación del hebreo de los judíos árabes era más perfecta que la de los judíos ashkenazis, pero el sionismo ashkenazi no valoraba eso; por el contrario, en Israel no sólo se veía mal a los judíos que hablaban árabe sino que estaba mal visto hablar el hebreo con acento árabe, lo prestigioso era hablar el hebreo al modo de los ashkenazis. Para los

significa que la población debe casarse dentro de su comunidad religiosa. La única excepción son los matrimonios civiles contraídos en el extranjero y las parejas mixtas no casadas. En Israel, según la socióloga israelí Nili Itamar, existen siete mil casos de parejas mixtas documentadas, pero en la realidad hay el doble de casos. 171 Obsérvese el planteamiento patriarcal: el varón como parte dominante y la mujer como parte asimilada. Y eso a pesar de que uno de los argumentos favoritos de los sionistas para la asimilación de los «orientales» ha sido el de liberar a las mujeres del patriarcalismo «oriental». Sin embargo, eso no se ha traducido en secularización y los tribunales rabínicos siguen manteniendo normas discriminatorias contra las mujeres. 172 Ilan Pappé, op. cit., p. 237. 173 Como Eli Cohen, el famoso espía israelí de origen egipcio, que se infiltró en las altas esferas de Siria y pasó mucha información a Israel, hasta que fue descubierto y ahorcado en Damasco.

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mismos palestinos, «judío» era sinónimo de «ashkenazi», y «hablar árabe como un judío» era hablarlo al modo de los ashkenazis.174 Para integrarse, los «orientales» debían desarabizarse e insistir hasta la extenuación en su judaidad, es decir, en lo que tenían en común con los judíos de primera categoría de Israel. Pero por esa vía tampoco obtuvieron mucho, pues a cambio de perder su idioma, su vestimenta, su cultura y sus costumbres, los sionistas ofrecían a los judíos «orientales» una educación de segunda categoría saturada de adoctrinamiento sionista que no les servía para progresar ni mejorar su situación económica, eso sin contar las condiciones penosas en las que vivían, la discriminación que padecían175 y lo mucho que los capitalistas ashkenazis se lucraron con esta mano de obra barata de judíos árabes en vías de desarabización. La Histadrut también los discriminaba y no les proporcionaba los mismos servicios y subvenciones que al resto de los empleados; además, los judíos «orientales» no tardaron en descubrir que la Histadrut, más que un sindicato nacionalista, era una gran empresa capitalista que tenía muchas fábricas y negocios, por lo que colaboraba activamente en contra del pleno empleo porque, como empresaria, le interesaba mantener una tasa de paro para abaratar y mantener sometida a la mano de obra. Las tasas de natalidad eran más altas entre los judíos originarios de los países árabes que entre judíos originarios de Europa, por lo que ya en 1965 los judíos «orientales» llegaron a ser más numerosos que los ashkenazis. Al mismo tiempo su descontento crecía y su malestar social se expresaba en duras huelgas y movilizaciones contra el poder económico y político establecido de la élite dominante ashkenazi. La política israelí de represalias desproporcionadas contra los palestinos y la hostilidad contra el mundo árabe tenían en gran medida su razón de ser en que resultaba útil a la clase dominante israelí mantener la tensión con el mundo árabe, a fin de distraer las tensiones interjudías de clase y de etnia en nombre de la sagrada unidad nacional y de la necesidad de hacer frente a la amenaza exterior supuestamente aniquiladora. El miedo a que estallara una explosión social dentro del estado

Yoram Kaniuk, El buen árabe (Barcelona: Versal, 1988), p. 184. Discriminación que se justificaba en nombre del «primitivismo» y la baja cualificación de «los judíos orientales». En realidad, lo que los ashkenazis llamaban «primitivismo» era la diferencia cultural de los judíos no europeos y el argumento de la superior cualificación de los ashkenazis muchas veces no era otra cosa que disfrazar el privilegio de «meritocracia». 174

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de Israel fue uno de los motivos que llevó a la clase política israelí a desencadenar la guerra de junio de 1967 contra los países árabes vecinos, con el fin de desviar en conflicto exterior colonial lo que para ella era una situación inquietante de lucha de clases interjudía.176 En los suburbios de Jerusalén y Tel Aviv surgió entre los jóvenes marroquíes el movimiento de las Panteras Negras, imitando a los negros radicales de los Estados Unidos. En las elecciones israelíes de 1977 las Panteras negras marroquíes se coaligaron con el partido comunista Rakah no sionista de mayoría palestina. Sin embargo, la rebelión mizrahí contra la hegemonía de los judíos ashkenazis terminó encauzada por el Likud, que nada tenía que ofrecer a los judíos «orientales» pauperizados, pues era un partido neoliberal de derechas, pero que se benefició del odio que los «orientales» sentían contra el laborismo ashkenazi. Paradojas: una rebelión, mal orientada y falta de visión, hizo que los judíos «orientales» pobres acabaran apoyando a un partido ashkenazi neoliberal dirigido por ashkenazis que poco podía ofrecerles, aparte de satisfacer su resentimiento contra los laboristas. La idea de crear un partido «oriental» no tuvo éxito porque los judíos árabes no eran homogéneos y las diferencias entre yemeníes, iraquíes y marroquíes eran enormes. Lo que les unía era tabú (la pertenencia cultural al mundo árabe) y lo demás era sólo la discriminación común que sufrían por parte de los ashkenazis. Finalmente, lo más parecido a un partido mizrahí fue el Shas, que ha llegado a ser mayoritario entre «los judíos orientales». El Shas es un partido religioso ultraortodoxo liderado por el gran rabino ´Ovadya Yosef. El surgimiento de ese partido formó parte de la rebelión mizrahí, en concreto contra los judíos ultraortodoxos ashkenazis. El Shas ha ejercido desde 1988 la función de partido bisagra entre los laboristas y la derecha. La actitud hacia los palestinos y el mundo árabe de estos judíos es compleja y variada. Las experiencias en sus países de origen no eran las mismas en unos casos y otros, unos tenían muy buenos recuerdos y otros muy malos, e incluso los buenos y los malos recuerdos de una misma persona podían alternarse de manera esquizofrénica. Unos añoraban como el paraíso perdido su vida en su país de origen, otros recordaban con ira sufrimientos y humillaciones. Algunos se identifi-

176 En la actualidad sucede lo mismo: la clase dominante israelí está muy interesada en que el conflicto con los árabes distraiga a sus súbditos del malestar social que genera su política económica neoliberal.

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caban a sí mismos como «judíos árabes» o «árabes judíos»,177 mientras que para otros «los árabes» eran «los otros», los enemigos, a los que odiaban. A menudo, estos judíos, a veces maltratados o golpeados por ser confundidos con «árabes», se han convertido en extremistas del sionismo o del odio a «los árabes». El asesinato del primer ministro Rabin en 1996 fue obra de un fanático político-religioso de origen yemení;178 en las cárceles, las prostitutas marroquíes han sido el terror de las presas palestinas,179 etcétera. Otros vieron en los palestinos una categoría de oprimidos con los que debían aliarse, como fue el caso de las Panteras Negras, que en los años setenta, como se ha dicho, concurrieron a las elecciones con el Rakah.180 El poeta ciego marroquí Erez Biton, que trató de aunar protesta social y expresividad folclórica marroquí, en uno de sus poemas, incluido en su poemario Ofrenda marroquí, dice: ¿Qué es ser auténtico? ¿Acaso correr por la calle Dizenghof181 gritando en judío marroquí: «Ana men al-Magreb, ana men al-Magreb» («Yo soy de Marruecos, de los montes del Atlas»)? ¿Qué es ser auténtico? ¿Sentarse con un agal y una zarbya,182 o declarar tal vez en alta voz: «A mí no me llaman Zohar,

Como es el caso de los escritores iraquíes Shimón Ballas, Sami Mijael o Samîr Naqqâsh, o del escritor de origen marroquí Albert Swissa. 178 Una de las argumentaciones que hizo en el juicio Yigal Amir fue que Rabin había negociado sin tener la mayoría judía legítima porque sus negociaciones habían sido apoyadas por el voto «árabe», que es lo que le había dado la mayoría. Como puede verse, este judío yemení no aceptaba el derecho de sus conciudadanos no judíos a participar en las decisiones políticas del «estado judío». 179 Aicha Lemsine, Ordalía de voces. Las mujeres árabes hablan (Valladolid: Universidad de Valladolid, 1998), pp. 468-470. 180 Uno de los marroquíes inadaptados antisistema que han simpatizado con los palestinos ha sido Mordejai Vanunu, el físico nuclear que en los años ochenta reveló noticias prohibidas sobre el arsenal nuclear israelí. Vanunu fue secuestrado en Italia por el Mosad y trasladado a Israel, donde ha estado encarcelado al margen de todo proceso legal. 181 Una conocida calle de Tel Aviv. 182 Vestimentas típicas. 177

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yo soy Zayesh»? No es esto, no es esto. Y a pesar de todo, otra lengua me llena la boca hasta que revientan las encías. Y a pesar de todo, me invaden olores queridos, reprimidos, y yo caigo, caigo, entre varios dialectos, perdido, me pierdo en un Babel de idiomas.183

En otro poema de la misma colección, titulado Algunas palabras sobre mis raíces, dice: Madre, madre, de la aldea de pastos verdes de otro verde. Desde el nido de los pájaros que daban leche más dulce que otra leche, y desde la cuna de miles de jilgueros como de las mil y una noches. Madre, madre, que alejaba los males con dedos cordiales y con golpes de pecho, en nombre de todas las madres. Mi padre, mi padre, que se ocupaba de otros mundos y bendecía los sábados con arak puro, y era experto como nadie en ritos y costumbres de la Sinagoga. Yo, yo que fui muy lejos, corazón adentro, y cuando todos dormían yo repetía, muy lejos, corazón adentro, pequeñas misas de Bach en lengua judía marroquí.184

La corta frase ana men al-Magreb no está en «judío marroquí» sino en todo caso en árabe marroquí, aunque en realidad lo está en árabe

183 María Encarnación Varela, Antología de la literatura hebrea contemporánea, p. 319. 184 Ibid., pp. 319-320

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a secas, inteligible para cualquier arabófono, sea del Mágreb o del Mashriq. Sin embargo esa arabidad, siquiera lingüística, es tabú, por lo que el poeta llama a su idioma «lengua judía marroquí»,185 sustituyendo «árabe» por «judío» y dejando «marroquí». Llamar «árabe» a su idioma es tabú.

Ciudadanía, religión y nacionalidad étnica en el estado de Israel Como realización del sionismo, el estado de Israel se configuró como «el estado judío», «el estado de los judíos» de Theodor Herzl, previa expulsión de la mayoría de los pobladores del territorio del estado, palestinos árabes no judíos. El estado de Israel hizo oficialmente de «los árabes»186 su minoría nacional,187 la segunda nacionalidad étnica del país, después de «los

185 Las hablas árabes de los judíos marroquíes presentaban diferencias frente a las hablas árabes de los musulmanes, pero esas diferencias no eran mayores que las que existían entre dialectos árabes de regiones distintas; el árabe coloquial de los judíos y musulmanes de Marruecos era mutuamente inteligible, cosa que no sucede con dialectos árabes de países distintos. Dicho de otra manera: el árabe coloquial hablado por los judíos marroquíes tenía más en común con el de sus compatriotas musulmanes que con el de los judíos de otros países. 186 Se evitó el término ‘palestino’ porque era harto problemático para el estado de Israel. Durante muchos años el término ‘palestino’ fue tabú para los israelíes, que se referían a los palestinos y a los pobladores de los estados vecinos como «árabes»; pero mientras que hablaban de esos otros árabes como «egipcios», «jordanos», «sirios» o «libaneses», a los palestinos no se les podía mencionar como tales, eran sólo «árabes». La razón es muy sencilla: hablar de «palestinos» hubiera implicado reconocer que había una población que había sido despojada de su tierra, expulsada y privada de sus derechos en aras de los objetivos sionistas, mientras que referirse a ellos como «árabes» implicaba la idea de que eran parte de un mundo árabe inmenso que debería hacerse cargo de ellos y descargar de esa responsabilidad al «pequeño estado judío». Pero esto no significaba simpatía sionista alguna por el panarabismo: sólo se insistía en la arabidad cuando se trataba de infravalorar el daño y el expolio hecho a los palestinos, por lo demás se quería a los árabes lo más divididos posible, de ahí que con los otros árabes sí se hablara de egipcios, jordanos, sirios o libaneses y de sus identidades locales amenazadas por el panarabismo. 187 Existen en Israel otras minorías étnicas no judías, como los circasianos o los armenios, pero son insignificantes demográficamente.

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judíos». Consecuentemente, el idioma árabe (que en la época mandataria había sido una de las tres lenguas oficiales de Palestina, junto al hebreo y el inglés) se convirtió en idioma oficial subalterno, el idioma nacional de la minoría «árabe». Pero, ¿quiénes eran «los árabes»? O más exactamente: ¿quiénes decidieron las autoridades israelíes que eran «árabes»? En principio, los musulmanes, cristianos y drusos de lengua árabe. «Árabe» era el arabófono... siempre que no fuera judío. El judío arabófono no podía ser declarado «árabe» sino «judío», el judío de religión se convertía en el estado de Israel en judío de nacionalidad étnica. Las autoridades israelíes taxonomizaron a la población de ciudadanía israelí en dos clasificaciones: religión y nacionalidad étnica. En el caso de los judíos, obligatoriamente la religión debía ser la judía y la nacionalidad étnica también debía ser judía. Es decir, el estado de Israel hizo de la judaidad dos categorías: una confesional y otra nacional, con la particularidad de que una y otra son indisociables. Un judío confesional forzosamente ha de ser clasificado como judío en cuanto a nacionalidad étnica y viceversa. Está prohibido que alguien se clasifique como judío en cuanto a religión y árabe en cuanto a nacionalidad étnica, o como ruso, o como ashkenazi, o como etíope, o como sefardí... Tampoco se concibe legalmente que alguien se clasifique como judío en cuanto a nacionalidad étnica y en cuanto a religión se declare agnóstico, ateo, budista,188 cristiano,189 musulmán, taoísta o cualquier otra cosa, o simplemente deje la casilla en blanco. «Los árabes», en cambio, pueden ser cristianos o musulmanes. ¡Oh paradoja!: a los oprimidos se les permite una mayor diversidad y un concepto de la nacionalidad más laico que a los opresores. Los drusos, a petición de buena parte de los propios drusos, fueron declarados oficialmente a la vez religión y nacionalidad étnica

188 El poeta judío norteamericano Allen Ginsberg en alguna ocasión se definió como «un judío budista». Esa posibilidad no se contempla en el estado de Israel porque rompe los esquemas de su nacional-judaísmo. 189 En Israel es muy problemática la condición de aquellos judíos que se han convertido al cristianismo y pretenden que el estado los reconozca como judíos en cuanto a nacionalidad y cristianos en cuanto a religión. El estado no acepta otra cosa que no sea la identidad absoluta entre etnicidad y religión para los judíos, la condición de judío cristiano no se acepta, aun cuando el judío cristiano sea un furibundo patriotero sionista.

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diferente de los árabes. Las autoridades israelíes no tuvieron ningún inconveniente en aceptarlo, ya que no suponía ningún menoscabo del carácter judío del estado y porque servía para dividir y enfrentar a los palestinos del estado de Israel. La falta de correspondencia entre unas categorías y otras es evidente. El sionismo supone que árabe y judío son categorías de nacionalidad étnica excluyentes y homologables; sin embargo, en el estado de Israel la arabidad no está vinculada a la religión (pues un árabe israelí puede ser cristiano o musulmán, por ejemplo, en realidad puede ser de cualquier religión, salvo judío o druso), mientras que el judío en cuanto a nacionalidad étnica sólo puede ser judío en cuanto a religión.190 Las taxonomías de nacionalidad étnica y religión en el estado de Israel no son libres e implican graves discriminaciones. Los ciudadanos israelíes ni tienen libertad para decidir su nacionalidad étnica y su religión ni son iguales ante la ley independientemente de su nacionalidad étnica y su confesión religiosa. Un judío extranjero tiene derecho automático a la ciudadanía israelí y a ventajas para establecerse en el país, derechos de los que carecen los ciudadanos israelíes no judíos. En cambio, cientos de miles de palestinos nacidos en el territorio de Israel carecen de todo derecho a obtener la ciudadanía israelí y a ser repatriados. Ser judío o no serlo tiene muchas más consecuencias: más del 92% de la tierra del estado de Israel se considera «tierra judía» y sólo puede ser vendida o arrendada a judíos.191 Téngase en cuenta que estas tierras estatales no están a disposición de los ciudadanos israelíes sino exclusivamente de los judíos, en detrimento de los no judíos. Desde el principio de la colonización sionista y a lo largo de toda la historia del estado de Israel, la intención de los sionistas ha sido apoderarse de todas las tierras posibles para uso exclusivo de judíos. Si cualquier estado del mundo tuviera medidas similares contra sus habitantes judíos, sería acusado (con toda la razón) de antisemita y judeófobo.

Las ironías son fáciles. En la película-reportaje Olvida Bagdad [Forget Bagdad, Samir, 2003], el judío iraquí comunista Moshé Huri (o Mûsà Hûrî) señalaba la paradoja de que en Iraq fuera árabe y al emigrar a Israel se convirtiera en judío, aunque, eso sí, qawmiyyan («en cuanto a nacionalidad étnica») porque dînî kân yahûdî kamân fî-l-´Irâq («mi religión ya era judía también en Iraq»). 191 Edward W. Said, Palestina: paz sin territorios (Tafalla: Txalaparta, 1997), p. 84. 190

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En Israel es imposible dejar en blanco tanto la casilla de la religión como la de la nacionalidad étnica.192 La razón es clara: en un estado en el que los ciudadanos no son iguales ante la ley independientemente de su identidad étnica y confesional, es obligatorio ser taxonomizado en estas cuestiones para poder ser clasificado como ciudadano si se es judío, o como sub-ciudadano si no se es. Sucede algo parecido a lo que ocurría en Suráfrica con la raza: había que clasificar a toda la población dentro de unas taxonomías raciales (a menudo más o menos arbitrarias),193 era indispensable, dado que los surafricanos no eran iguales ante la ley y las taxonomías raciales (y racistas) tenían importantísimas consecuencias en el trato del estado a unos surafricanos y otros. El sionismo provoca una confusión inextricable entre religión, nacionalidad étnica y ciudadanía. Aunque el sionismo fuera en sus orígenes una especie de secularización nacionalista de la identidad judía, a la postre, dado que la identidad judía era fundamentalmente religiosa, es esencialmente la religión la que decide quién es o no es judío, es decir, es la ley judía ortodoxa quien lo decide: es judío quien es de madre judía o se convierte al judaísmo (al judaísmo ortodoxo, se entiende). A todo esto, la legislación civil israelí a veces modifica cuestiones menores: que el hijo de padre judío tenga también derecho a ser considerado judío, por ejemplo. Hablar de secularismo o de estado laico en estas condiciones es irrisorio. En Israel ni siquiera existe el matrimonio civil, aunque la ley

La antigua Yugoslavia de Tito, un estado multinacional, en su censo incluía una casilla de nacionalidad étnica, en la que cada ciudadano era libre de poner lo que quisiera: serbio, croata, esloveno, montenegrino, macedonio, albanés, turco o sencillamente dejarla en blanco. Muchos ponían en esa casilla simplemente yugoslavo. Naturalmente, lo que se pusiera en esa casilla no menoscababa la condición de ciudadano yugoslavo ni la igualdad ante la ley entre los ciudadanos, a diferencia de lo que sucede en el estado de Israel. 193 En una misma familia unos eran clasificados como blancos, otros como mestizos y otros como negros. A veces la cosa llegaba a lo kafkiano-grotesco, como la inefable «prueba del peine» para clasificar si alguien era blanco o negro: si había duda, se le ponía un peine en el pelo y si se caía se le clasificaba como blanco y si no se caía se le clasificaba como negro. Evidentemente los racistas de tipo nórdico que idearon este tipo de pruebas, no contemplaban la posibilidad de blancos de pelo rizado. Aunque, al fin y al cabo, el objetivo con todos estos absurdos inhumanos no era otro que mantener sus privilegios, excluyendo de los derechos civiles y políticos (y sindicales) a la mayoría de la población para explotarla en su beneficio y en el de las grandes compañías extranjeras. 192

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israelí siempre ha reconocido la validez del matrimonio civil efectuado en el extranjero.194 Mientras que el atraso y el conservadurismo explican la inexistencia del matrimonio civil en el mundo árabe,195 es el sionismo el que explica la inexistencia del matrimonio civil en Israel, a pesar de su carácter mucho más moderno y de que la sociedad israelí en su conjunto haya sido más laica que la árabe.

Apartheid y asimilación forzosa en aras del nacionalismo de los opresores... y de los oprimidos El establecimiento de un estado sionista significó el establecimiento de dos «rebaños»: el «rebaño herrenvolk» de los judíos en un «estado judío» y el «rebaño» de los habitantes originarios supervivientes a la limpieza étnica de 1948, denominados «árabes»196 o «árabes israelíes» para no llamarlos «palestinos», término excesivamente conflictivo para los sionistas, ya que subraya que ellos y los refugiados víctimas de la limpieza étnica de 1948 son los habitantes originarios del territorio del estado de Israel. El «rebaño herrenvolk» judío fue sometido a un proceso de asimilación forzosa inmisericorde por la casta dominante ashkenazi-sionista: hebraización, ashkenazización, «sabrización»197 de la segunda generación, occidentalización, israelización... Todos ellos debían ser asimilados, convertidos en nuevos hebreos; los judíos «cosmopolitas» de Europa debían ser convertidos en hebreos, los judíos del mundo árabe debían ser desarabizados, asimilados, convertidos en «judíos» a secas, es decir, en judíos ashkenazis, pero de segunda clase, al menos hasta que fueran asimilados completamente.

Por lo que muchos israelíes que quieren efectuar matrimonios mixtos o simplemente no quieren someterse a las autoridades religiosas suelen casarse civilmente en Chipre. 195 No existe ni siquiera en el Líbano, donde un proyecto de instauración de matrimonio civil no prosperó por la coalición de todas las facciones confesionalistas y de todos los cleros, que se unieron contra la secularización. 196 Pongo «árabes» entre comillas porque los palestinos no judíos no eran en principio los únicos árabes del estado de Israel; muchos judíos de los países árabes eran tan árabes como ellos, o quizás incluso más, como en el caso de los judíos yemeníes, pero en la jerga de las taxonomías sionista-israelíes «árabe» significa no judío y un judío no puede ser «árabe» en ningún caso. 197 A los judíos israelíes nacidos en el estado de Israel se les conoce como «sabras». El nombre de «sabra» significa en hebreo ‘higo chumbo’. 194

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Por lo que se refiere al «rebaño árabe», fue convertido en una categoría de sub-ciudadanos israelíes, con un estatuto aparte de «minoría nacional» que no es más que un pretexto para su marginación. De una manera parecida a como la Suráfrica racista justificaba el sistema de bantustanes en nombre del respeto a la diversidad etno-nacional de los pueblos bantúes, el sionismo israelí siempre ha justificado la discriminación de los «árabes» en nombre del respeto a su identidad cultural y nacional árabes. Así, «los árabes» (entre los que no se incluye a los drusos, menos aún a los que se autodefinen como «árabes judíos» o «judíos árabes», pues es el estado y no las personas interesadas el que hace las taxonomías) están exentos del servicio militar obligatorio. ¿Cómo se justifica eso? Arguyendo que se hace por «humanitarismo» y respeto a su nacionalidad «árabe», en nombre de que sería inhumano hacerles luchar contra otros árabes («sería inhumano obligar a los ciudadanos árabes a luchar contra sus hermanos árabes enemigos de Israel»), lo que no parece que tenga mucho sentido si se tiene en cuenta que los drusos sí están obligados al servicio militar obligatorio y Siria (donde viven muchos drusos, muchos de ellos militares) es el único estado árabe teóricamente beligerante con Israel. Dado que muchas ventajas sociales en Israel están indisociablemente vinculadas a haber hecho el servicio militar, resulta evidente que todo es un pretexto para privar a «los árabes» de las ventajas de los ciudadanos judíos; no vale argüir que esas prestaciones y ventajas son la contrapartida por el servicio militar, del que «los árabes» están exentos, puesto que los judíos hiperreligiosos (mujeres judías religiosas y los estudiantes de las escuelas rabínicas), que están excluidos igualmente del servicio militar, reciben toda clase de subvenciones de las que los «árabes» están completamente privados. A esto habría que añadir otra poderosa razón por la que están excluidos «los árabes» del servicio militar obligatorio israelí: el estado no se fía de ellos y por eso no los quiere en una institución tan decisiva como el ejército. Los «árabes» que sirven en el ejército son voluntarios admitidos como «árabes» en el ejército israelí, elementos de probada fidelidad al estado. Con la educación sucede algo similar. La existencia de una educación especial para «los árabes», a la que se dedican proporcionalmente muchos menos recursos que para «los judíos», se justifica igualmente con el pretexto del respeto al hecho diferencial y nacional de «los árabes». Los árabes deben recibir una educación en árabe y con contenidos específicos. No sólo hay un agravio comparativo sino que ni siquiera se puede hablar de una autonomía educativa, puesto que los contenidos de la enseñanaza «árabe» los deciden «los judíos».

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El resultado paradójico de todo esto es que el sistema de discriminación entre «judíos» y «árabes» conduce a la asimilación de los judíos al nacionalismo de los opresores, al mismo tiempo que refuerza el nacionalismo de los oprimidos. ¿No es una contradicción que un estado anti-árabe refuerce el nacionalismo y la diferencia de los árabes (siempre que no sean judíos, claro)? En realidad no, porque la existencia de un nacionalismo refuerza al otro: la existencia de una minoría «árabe» discriminada con un fuerte nacionalismo retroalimenta el nacionalismo de la mayoría «judía», da cohesión al «estado judío», refuerza la ideología sionista entre «los judíos», impide la unidad de acción entre los oprimidos y desvía la lucha de clases en nacionalismo de uno y otro signo, provocando así una retroalimentación y un círculo vicioso que estabiliza el orden sionista.

El Holocausto y el sionismo: lo peor es el mejor aliado de lo malo El sionismo no combatía el antisemitismo y tampoco combatió al nazismo. El sionismo precisaba del antisemitismo para incitar a los judíos a emigrar a «la tierra de Israel», adonde era evidente que muy pocos judíos deseaban ir. Para conseguir sus objetivos, el sionismo necesitaba tres cosas: 1) Una potencia imperial que dominase Palestina y permitiese la inmigración judía sin restricciones contra la voluntad de la mayoría de sus habitantes. 2) Un movimiento antisemita fuerte en los países de densa población judía no sionista, que hiciera la vida imposible a los judíos y los incitara a emigrar. 3) Unas leyes de inmigración restrictivas en los países a los que los judíos amenazados deseaban emigrar, esto es, países de Europa occidental y de América. Cuando Hitler se hizo con el poder en 1933, el movimiento sionista no fue hostil al nuevo régimen, pues no se oponía a sus objetivos. En aquel tiempo los nazis no hablaban de exterminar a los judíos sino de privarlos de sus derechos como ciudadanos, recluirlos en un sistema de apartheid y, en última instancia, expulsarlos de Europa. Todo esto encajaba perfectamente con el sionismo, que deseaba precisamente eso: que los judíos fueran una nacionalidad aparte, que no se mezclaran con los no judíos y que emigraran a «la tierra de Israel».

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Por ello no es extraño que la Federación Sionista de Alemania enviara un memorándum al partido nazi el 21 de junio de 1933 en el que ensalzaba el racismo nazi y la segregación del «grupo nacional judío»,198 deseada por nazis y sionistas. Téngase en cuenta que antes de que los nazis se hicieran con el poder en Alemania, algo más de la mitad de los matrimonios de cónyuge judío eran con cónyuge no judío, de manera que era previsible que en pocas generaciones los judíos alemanes habrían desaparecido por asimilación de un modo similar a la comunidad judía de China. Eso sin contar el gran número de judíos que se habían asimilado por completo y abandonado el judaísmo y la identidad judía durante el siglo xix,199 lo que supuso que cuando los nazis impusieron sus leyes racistas, clasificaran como judíos o semijudíos a muchas personas que nunca se habían considerado judías. Los sionistas alemanes no fueron los únicos sionistas que no repudiaron el antisemitismo nazi. Ese mismo año de 1933, el Congreso de la Organización Sionista Mundial rechazó por 240 votos contra 43 una resolución para actuar contra el nazismo.200 Durante ese mismo congreso, se realizó un acuerdo entre el Banco Anglopalestino de la Organización Sionista Mundial y Hitler; de esa manera, la OSM rompió el boicoteo judío contra la Alemania nazi y se convirtió en la principal distribuidora de productos alemanes en todo el Oriente Medio y el norte de Europa.201 En 1934, Goebbels, ministro hitleriano de propaganda, escribió un informe de doce páginas en Der Angriff loando el sionismo, y también ordenó que se acuñase una medalla con la esvástica en un lado y la estrella de David en el otro. Todo ello después de que el barón Von Mildenstein, de las SS, fuese invitado a Palestina por los sionistas y estuviera allí seis meses. En mayo de 1935, Heydrich, jefe del servicio de seguridad de las SS, escribió un artículo dividiendo a los judíos en dos categorías y diciendo de los sionistas que

Ralph Schoenman, op. cit., p. 62. Entre los alemanes de origen judío que no se consideraban judíos ya en el siglo xix estaban figuras tan destacadas como el compositor Mendelsohn (nieto del reformador judío del siglo xviii Moses Mendelsohn) y Karl Marx, nieto y sobrino de rabinos. 200 Ralph Schoenman, op. cit., p. 62. 201 Ibid. 198 199

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«cuentan con nuestros mejores deseos y con nuestra buena voluntad oficial».202 Los judíos no sionistas aborrecieron el nazismo desde el principio y trataron de combatirlo; en cambio, los judíos sionistas no encontraban incompatibilidad entre el nazismo y el sionismo y se abstuvieron de combatirlo. Muchos judíos izquierdistas encontraron en la guerra civil española la oportunidad de combatir al nazismo con las armas en la mano y se reclutaron en las Brigadas Internacionales,203 y luego en la resistencia antinazi durante la segunda guerra mundial. Los sionistas en todo ese tiempo sólo tuvieron un objetivo: hacer emigrar hacia Palestina al mayor número posible de judíos, sólo a Palestina y única o primordialmente a los judíos útiles para la colonización. Por ello las organizaciones sionistas se encargaron de boicotear cualquier escapatoria de los judíos perseguidos que no fuera Palestina. Ben Gurión, en 1938, poco antes de la segunda guerra mundial, dijo a una asamblea de sionistas laboristas de Gran Bretaña: «Si yo supiese que es posible salvar a todos los niños de Alemania llevándoles a la Gran Bretaña y sólo a la mitad de ellos transportándolos a Eretz Israel, optaría por la segunda alternativa».204 Durante las persecuciones nazis y aún después, los sionistas trataron por todos los medios de impedir que los judíos pudieran emigrar a otro lugar que no fuera Palestina, al mismo tiempo que entonaban una propaganda lastimera contra las restricciones a la entrada en ese país, como si fuese el único refugio posible al que pudieran emigrar los judíos perseguidos o desarraigados por la guerra y el genocidio a manos de los nazis. Hasta que Hitler tomó el poder en Alemania, eran más los judíos que se iban de Palestina que los que emigraban a ella, cosa altamente

Lo que no fue óbice para que en la propaganda nazi destinada a los países árabes se utilizara el antisemitismo vinculándolo al antisionismo árabe, a fin de ganar simpatías para el III Reich. Los nazis simpatizaban con el sionismo, a la vez que su propaganda de cara al mundo árabe se aprovechaba del antisionismo. 203 Durante la guerra civil española se editó en España un periódico en yiddish para los numerosos judíos de este idioma combatientes en las Brigadas Internacionales. No hace falta decir que no se editó ningún periódico en hebreo para los inexistentes sionistas combatientes. 204 Ralph Schoenman, op. cit., p. 63. 202

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peligrosa para el proyecto sionista. Los nazis deseaban que los judíos se fueran de Europa, los sionistas también. La discrepancia podía ser en todo caso en torno al destino de los judíos europeos: Madagascar era el lugar donde los nazis proponían enviar a los judíos, pero muchos nazis tampoco veían con malos ojos la «repatriación» de los judíos hacia Palestina. A todo esto, hay que decir que la mayoría de los judíos europeos querían vivir en los países en los que vivían, o en todo caso emigrar a países europeos occidentales o a América, en ningún caso a Palestina. Por ello, la única forma que tenía el sionismo de conseguir sus objetivos era un antisemitismo virulento y que se cerraran a los judíos europeos todas las escapatorias salvo Palestina. En ello trabajaron. Los sionistas no deseaban un genocidio masivo como el que llevaron a cabo los nazis durante la segunda guerra mundial, ya que eso suponía el aniquilamiento del material demográfico para la colonización, pero no lamentaban los padecimientos de los judíos ni su discriminación si eso los incitaba a emigrar a «la tierra de Israel». Si era preciso para sus objetivos colonialistas, estaban dispuestos a sacrificar a una buena parte de sus correligionarios (Ben Gurión incluso a la mitad) con tal de que el resto emigrasen a «la tierra de Israel» y se adueñasen del país. Por supuesto, los inmigrantes deberían ser gente joven y dinámica, no una rémora, y por ese motivo la Organización Sionista Mundial rechazó a las dos terceras partes de los judíos alemanes que solicitaron la emigración a Palestina y en su lugar aceptó a 6.000 judíos jóvenes y sionistas de Estados Unidos y Gran Bretaña que no estaban amenazados ni vivían en un estado oficialmente antisemita;205 simplemente sucedía que la OSM no quería a quienes eran viejos inútiles, personas no cualificadas o no sionistas. El objetivo del sionismo era «el estado judío», no los judíos. En Hungría, Rudolph Kastner, del comité de rescate de la Agencia Judía, pactó con el nazi Adolf Eichmann para salvar a seiscientos judíos ricos y prosionistas a cambio de «no obstaculizar el exterminio» de la mayoría de los judíos húngaros. Poco se preocuparon los aliados por los judíos durante la segunda guerra mundial. Las «democracias» burguesas occidentales acogieron a un número ínfimo de judíos perseguidos. En 1943, cuando el genocidio nazi estaba en su punto culminante, sólo 4.705 judíos fueron autorizados a emigrar a Estados Unidos. La excepción fue la

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Ibid., pp. 63-64.

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URSS, que durante la guerra contra los nazis permitió a los judíos retirarse a las zonas no ocupadas por los nazis y así dos millones de judíos salvaron la vida. Las organizaciones judías pidieron reiteradamente a los gobiernos aliados que las fuerzas aéreas americanas y británicas bombardeasen las cámaras de gas y los raíles de tren que llevaban a los campos de exterminio,206 pero los aliados se negaron porque no veían ninguna utilidad militar de cara a ganar la guerra en bombardear tales objetivos, mientras que consideraban muy práctico bombardear masivamente las ciudades y los objetivos civiles alemanes (y después japoneses) para desmoralizar a la población del país enemigo. Los aliados no libraron la segunda guerra mundial para liberar a la humanidad de los nazis, ni contra el fascismo. Buena parte de las clases dominantes británicas y estadounidenses eran filonazis y veían con muy buenos ojos el nazi-fascismo; su idea era utilizar a la Alemania nazi para destruir la Unión Soviética. El propio Churchill no desencadenó la guerra mundial porque fuera antifascista (no lo era) ni porque le importara mucho la integridad territorial de Polonia, sino porque era consciente de la amenaza que el imperialismo emergente de la Alemania nazi suponía para su querido imperio británico, de manera que para preservarlo estaba dispuesto a aliarse con quien hiciera falta, incluso con la Unión Soviética. Stalin no hizo ascos a la alianza con Hitler (el pacto germano-soviético) para garantizar la seguridad de la URSS y evitar una peligrosa alianza antisoviética entre las «democracias» burguesas y los regímenes fascistas, y si la Unión Soviética entró en guerra con la Alemania nazi fue porque, una vez comenzada la contienda, Alemania invadió la URSS. Estados Unidos entró en la guerra con la Alemania nazi indirectamente al entrar en guerra con Japón, que formaba parte del Eje con la Alemania nazi y la Italia fascista. En resumidas cuentas, lo que desencadenó la guerra mundial fue el expansionismo desenfrenado de las potencias fascistas, que los estados anglosajones (Gran Bretaña y Estados Unidos) consideraron altamente peligroso para sus propios intereses imperiales a corto o medio plazo. Para Churchill se trataba de la sempiterna estrategia británica de impedir que ninguna potencia continental se hiciera hegemónica en Europa.

206 Zygelbojm, delegado del Bund en el gobierno polaco en el exilio, se suicidó en Londres en 1943 como protesta contra la indiferencia de los aliados ante el genocidio que estaban llevando a cabo los nazis contra los judíos.

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En todo esto, la lucha contra el antisemitismo,207 el fascismo208 y el racismo209 no tuvo nada que ver, a no ser como excusa a posteriori para dar una santificación a la causa de los estados vencedores y cubrir de ignominia a las potencias imperialistas emergentes derrotadas. No es que esas potencias no fueran ignominiosas, ciertamente lo eran (aunque también sus vencedores), pero la guerra no se desencadenó ni se libró por eso. Lo que no fue óbice para que, una vez ganada la guerra, el genocidio llevado a cabo por los nazis contra los judíos viniera como anillo al dedo para santificar la causa de los vencedores, en especial de los aliados anglosajones, que presentaron la guerra como una cruzada antirracista contra los antisemitas alemanes. La propaganda de los estados capitalistas, en especial anglosajones, ha identificado el nazismo con el antisemitismo y el genocidio de los judíos para evitar mencionar otras facetas del nazismo no menos importantes que la judeofobia pero mucho más conflictivas para ellos, como el anticomunismo, el antiizquierdismo,210 el nacionalismo virulento211 y la obediencia cie-

207 El antisemitismo estaba muy difundido en Estados Unidos y en Francia. Durante la guerra, los aliados temían mucho la propaganda antisemita alemana, que trataba de difundir la idea de que la guerra la libraban los aliados en beneficio de los judíos. Esa fue una de las causas de que los aliados no atacaran las cámaras de gas, pues no querían que sus pueblos creyesen que libraban la guerra en beneficio de los judíos. 208 Los antifascistas europeos que consiguieron escapar a Estados Unidos y trataron de enrolarse para combatir al fascismo, fueron rechazados por el FBI, que los clasificó como «antifascistas prematuros». Los miembros de la Brigada Lincoln que habían combatido al nazi-fascismo en España entraron en las listas negras del FBI y tuvieron muchísimos problemas a su retorno a Estados Unidos. 209 El supuesto antirracismo anglosajón resultaba irrisorio si tenemos en cuenta la dominación que los ingleses ejercían sobre sus colonias (precisamente el propósito del imperialismo hitleriano era hacer de Rusia la India de Alemania) y el apartheid racial imperante en Estados Unidos, donde la discriminación legal contra los negros no se empezó a eliminar legalmente hasta veinte años después de acabada la segunda guerra mundial. 210 Los judíos no fueron los únicos perseguidos por los nazis, pues antes de que Hitler pusiera en marcha (comenzada ya la segunda guerra mundial) su infernal máquina de concentración y exterminio de judíos, los campos de concentración nazis estaban llenos de presos políticos de izquierdas (comunistas, anarquistas y socialistas). La ideología nazi no era menos anticomunista que antisemita. 211 Antes incluso que antisemita, el nazismo fue una forma exacerbada de

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ga.212 Los soviéticos no tuvieron esa necesidad de insistir en la maldad antisemita de los nazis porque fueron víctimas de la invasión alemana y la maldad de los nazis era algo evidente para el pueblo soviético, que sufrió lo indecible a manos de los invasores nazis. A resultas de la guerra y de las persecuciones nazis, muchos de los judíos europeos se convirtieron en refugiados. En 1947 había 463.000 judíos en campos de refugiados en Europa, de ellos 200.000 en Alemania y 43.000 en Austria. Habría sido lógico que estos judíos hubieran sido dotados de un «plan Marshall» para rehacer sus vidas en sus países de origen o en países de su elección a los que se les hubiera permitido emigrar. Pero de haber sido así, es de sospechar que muy pocos habrían elegido emigrar a Palestina, un país pobre, peligroso y extraño para los judíos europeos. Por ello, sionistas y prosionistas necesitaban forzarlos a emigrar a Palestina cerrándoles las otras posibilidades. La Agencia Judía realizó una activa propaganda en los campos de refugiados en favor de la emigración a Palestina, e incluso a los refugiados reticentes se les llegó a someter a chantajes y brutalidades. El teólogo judío norteamericano Louis Finkelstein declaró en 1951: «Si los judíos norteamericanos hubieran desplegado tantos esfuerzos por hacer que se admitiera en este país a las “personas desplazadas” como han hecho para lograr el triunfo del sionismo, todos los refugiados judíos de Europa habrían encontrado el modo de establecerse en el Nuevo Mundo».213 Sólo en la zona de ocupación americana, en 1947, 55.000 judíos solicitaron emigrar a Estados Unidos, sin embargo, entre 1945 y 1948 sólo 25.000 judíos fueron a autorizados a emigrar a aquel país.214

nacionalismo alemán. El objetivo de ese nacionalismo era dotar a Alemania de un imperio no menor que el británico y de la hegemonía mundial. 212 Analistas lúcidos anarquistas, desde Bakunin a Ángel Pestaña, señalaron el culto servil a la autoridad como el gran defecto del pueblo alemán. Ángel Pestaña hizo notar que los alemanes no eran los monstruos que presentaba la propaganda aliada de la primera guerra mundial, pero que lo peor de ellos es que eran «un pueblo demasiado obediente». Este factor es en el que menos ha interesado abundar a los poderes establecidos, pues todos los amos han deseado siempre un pueblo lo más obediente posible, de manera que para ellos los alemanes en este aspecto no eran vituperables sino ejemplares. De esta manera, se ha preferido demonizar a los alemanes como pueblo antes que señalar hechos tan evidentes como que los alemanes cometieron sus crímenes contra la humanidad por obediencia al poder establecido, por ser obedientes. 213 Jean-Pierre Alem, op. cit., p. 195. 214 Nathan Weinstock, op. cit., p. 307.

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El periodista judío Sulzberger lamentó que «los desgraciados judíos de los campos europeos fueran los rehenes desarmados para los que no existía más que un rescate: el Estado judío».215 De esa manera, el estado de Israel obtuvo más de medio millón de judíos europeos supervivientes del genocidio nazi. Mucho menos de lo esperado por los sionistas, que debieron echar mano entonces de los judíos de los países árabes para que ocuparan el espacio dejado tras la limpieza étnica llevada a cabo contra los palestinos en 1948. Sin embargo, el genocidio padecido por los judíos europeos a manos de los nazis, supuso una inmensa baza propagandística para el sionismo, que se autoerigió en heredero legal y moral de los seis millones de judíos europeos asesinados. Este legado, usurpado por una ideología que no habían compartido la gran mayoría de las víctimas del genocidio y que tampoco había hecho nada por ellas, ha servido al sionismo de varias maneras: 1) Para legitimar el proyecto sionista. El estado sionista como el «estado judío», compensación por los seis millones de víctimas judías del antisemitismo nazi y europeo.216 2) El estado sionista (en esa terminología «el estado judío») tiene bula para emprender cualquier acción, por brutal y desproporcionada que sea contra sus enemigos, sin que exista derecho de reciprocidad alguna por parte de sus víctimas. 3) Cualquier crítica a ese estado o al sionismo se sambenita como «antisemitismo» si parte de no judíos y de «auto-odio» si los que la hacen son judíos. El Holocausto sirvió a los sionistas para obtener beneficios económicos para «el estado judío», en forma de las grandes reparaciones económicas que la República Federal Alemana pagó al estado de Israel en concepto de indemnización por los sufrimientos de los judíos a manos de la Alemania nazi.217 La facilidad con la que Ben Gurión perdonó a

Jean-Pierre Alem, op. cit., p. 195. Muchos observadores (entre ellos el historiador inglés Arnold Toynbee) han señalado el hecho de que siendo coherentes con la idea de un «estado judío» como compensación a los judíos europeos por el genocidio nazi, ese estado tendría que haberse creado en una parte de Alemania a costa de los alemanes, no en Palestina a costa de los palestinos. 217 Otras víctimas de los nazis no han recibido indemnización alguna. Por poner el ejemplo más cercano: España, donde la reacción golpista triunfó gra215 216

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Alemania y aceptó las reparaciones económicas de la RFA escandalizaron a muchos judíos, entre ellos al dirigente derechista israelí Menahem Begin, que se opuso rotundamente a aceptar compensaciones económicas de Alemania, por considerar que era vender a los muertos y un inmundo cambalache de sufrimiento judío por marcos alemanes, pero sus adversarios laboristas y su líder Ben Gurión las aceptaron encantados y pusieron la gorra para trincar lo que se pudiera. El genocidio de los judíos europeos a manos de los nazis, conocido habitualmente en el mundo como el Holocausto y en hebreo como la Shoá (‘la Catástrofe’), se ha convertido en el centro de la propaganda sionista y del estado de Israel, que sirve para justificar la política sionista contra los palestinos, sus vecinos árabes y todos y cada uno de los actos del estado de Israel, por injustificables que sean. A todo esto, hay que decir que la actitud de los sionistas veteranos hacia los supervivientes del Holocausto218 fue hostil y despectiva, pues los veían como «judíos galúticos», antítesis del superhombre sionista, el Goliat hebreo, el Esaú sionista, el Nemrod israelí al que aspiraba el sionismo. El sufrimiento del judío superviviente del genocidio era despreciado y se consideraba vergonzoso, antitético con el ideal sionista de gevurá (‘heroísmo’). El Holocausto se convirtió en un mito sionista por interés propagandístico, pero, aun entonces, estuvo unido en Israel al mito sionista de la gevurá: el nombre oficial del día del recordatorio israelí del genocidio nazi es el yom ha-sho`á ve-ha-gevurá (‘día de la catástrofe y del heroísmo’). La Shoá también sirvió para justificar la discriminación contra los judíos «orientales». Si los judíos «orientales» se quejaban y protestaban por la discriminación que sufrían a manos de los ashkenazis y

cias a la ayuda de Hitler, y donde la aviación nazi fue pionera en la destrucción de ciudades y en convertir a la población civil en el blanco preferido de los bombardeos. Aunque Guernica se haya convertido en el símbolo mundial de este tipo de crímenes de guerra, España no suele figurar en las listas habituales de las víctimas de Hitler, posiblemente porque el dictador al que Hitler ayudó a ganar la guerra civil fue apoyado más tarde por Estados Unidos, a cuya disposición puso bases militares. 218 En la actualidad, en Israel más de cien mil supervientes del Holocausto viven en la pobreza. En contraste con la pobreza de muchas antiguas víctimas judías de los nazis, los colonos asentados en los territorios ocupados en 1967 llevan una vida de lujo, y cuando el gobierno israelí ha desmantelado algún asentamiento, estos colonos privilegiados han recibido indemnizaciones millonarias del erario público israelí.

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del «estado polaco de Israel», la «élite» dominante, la casta ashkenazi, comparaba esos sufrimientos con el Holocausto: «¿Qué son “los campos de tránsito” en comparación con los campos de concentración de los nazis y qué los sufrimientos de los judíos “orientales” en comparación con los seis millones de judíos europeos asesinados en las cámaras de gas o en matanzas colectivas todavía peores que las propias cámaras de gas?». A los judíos «orientales» sólo les quedaba exagerar sus padecimientos en sus países de origen e inventar un miniholocausto a partir de pogromos sufridos, no para ganar la competición en sufrimiento a los judíos europeos, pero sí para dignificarse como sufridores («nosotros también hemos sufrido nuestro holocausto»), «dignificación» sufridora que, más que a los judíos «orientales», servía al orden establecido sionista contra las reivindicaciones palestinas. El sufrimiento palestino a manos del sionismo, al no ser igualable numéricamente al judío a manos del nazismo (pues no ha habido seis millones de palestinos ni de árabes muertos en cámaras de gas o de alguna manera similar, ni un genocidio219 propiamente dicho, «sólo» matanzas terroristas y expulsiones), queda justificado por el horror nazi en la propaganda sionista y prosionista. Si los palestinos o sus simpatizantes tratan de igualar ambos sufrimientos hablando de «genocidio palestino» u «holocausto palestino», la inexactitud de estas expresiones sirve a los apologistas del estado de Israel para acusarles de «antisemitas» que infravaloran el sufrimiento judío y el horror del nazismo.220

Un genocidio supone un intento de exterminio de la totalidad de una población, pero no significa necesariamente que se trate de una magnitud mayor de víctimas que la de una matanza que técnicamente no sea un genocidio propiamente hablando. Si una población pequeña es exterminada en su totalidad puede hablarse de genocidio aunque numéricamente las víctimas puedan ser menos que las de una masacre que no sea un genocidio en el sentido estricto. Tampoco hay que olvidar que el estado nazi no practicó el genocidio con los judíos hasta comenzada la segunda guerra mundial, pero no por ello dejaba de ser antes un régimen racista y asesino. Igualmente, hasta la fecha el estado de Israel no ha llevado a cabo técnicamente un genocidio con los palestinos, pero sí limpieza étnica, matanzas y atrocidades incontables. 220 El estado de Israel siempre ha justificado sus atrocidades en nombre de «las represalias», entendidas estas no como «ojo por ojo y diente por diente» al modo bíblico, sino de «ciento por uno». Una vez llevada a cabo la limpieza étnica en 1948, se impidió el retorno de los expulsados mediante la más extrema violencia, y las actividades guerrilleras de los expulsados fueron objeto de las mencionadas represalias de «ciento por uno». Este tipo de represalias 219

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La «democracia» israelí y las dictaduras de los países árabes Democracia significa ‘poder del pueblo’, pero este es un significado etimológico y apriorístico del término; en el lenguaje corriente, la pa-

son similares a las que practicaron los nazis en los territorios ocupados, donde también vengaban la muerte de cualquier soldado alemán mediante matanzas de muchos civiles de los países invadidos que no estaban implicados en las acciones guerrilleras. Los desmanes nazis contra los judíos, tales como «la noche de los cristales rotos», fueron justificados por los nazis como represalias contra los judíos por «actividades terroristas» de judíos contra el Tercer Reich, en concreto el atentado llevado a cabo por el judío Herschel Grynspan (de 17 años e hijo de un refugiado) contra Von Rath, consejero de la embajada alemana en París. Un pretexto similar sirvió para justificar la invasión israelí del Líbano en 1982: el atentado llevado a cabo por la facción palestina de Abû Nidâl (enemiga tanto de Israel como del Fath). Las destrucciones materiales y los desmanes llevados a cabo por los nazis contra los judíos en Alemania a resultas del atentado contra Von Rath fueron muy grandes y costaron la vida a decenas de judíos; la invasión israelí del Líbano provocó destrucciones y daños mucho mayores y costó la vida a muchos miles de palestinos y libaneses. Tampoco hay que olvidar que la propaganda nazi justificaba todas las medidas contra los judíos acusándolos de ser un peligro letal para Alemania y el pueblo alemán. En términos estrictamente numéricos, las víctimas del estado de Israel exceden con mucho a las víctimas judías de los nazis con anterioridad a la segunda guerra mundial. Si Hitler no hubiera tomado la decisión de llevar a cabo el genocidio contra los judíos una vez iniciada la segunda guerra mundial, está claro que el estado sionista habría sido mucho más sanguinario con los palestinos y otros árabes que el estado nazi con los judíos. A la luz de los acontecimientos, cabe pensar que los políticos sionistas tomarían medidas similares a las de Hitler contra los palestinos («una solución final» genocida del problema palestino) si tuvieran el poder que tenía Hitler en la Alemania nazi, pues, incluso sin tenerlo, han hecho todo el daño que ha estado en su mano en forma de limpieza étnica y matanzas. Recuérdese que hasta la segunda guerra mundial el proyecto nazi era de apartheid y deportación, pero no de genocidio, las cámaras de gas y el genocidio en aquel tiempo eran inimaginables. Todavía está por ver hasta qué punto llegarán los sionistas si sus valedores estadounidenses se lo permiten: si bien el genocidio con cámaras de gas parece poco probable, los sionistas no descartan nuevas limpiezas étnicas, nuevas matanzas masivas y tal vez hasta el uso de armas nucleares. Hitler concibió el genocidio como su venganza contra los judíos, a los que culpaba de haber provocado la segunda guerra mundial, de una manera similar a como los dirigentes sionistas han justificado y justifican sus

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labra se ha degradado y ha sido resemantizada, hasta el punto de que ‘democracia’ y ‘poder del pueblo’ han dejado de ser términos sinónimos intercambiables. Mientras que democracia en el sentido prístino tenía como antónimo a la oligarquía, en el sentido resemantizado por la ideología al servicio de la propia oligarquía ‘democracia’ no es antónimo de oligarquía, sino de ‘dictadura’. Democracia en este uso espúreo deja de ser ‘poder del pueblo’ para convertirse en la forma de «poder blando» de la clase dominante, posible en países donde la mayor parte de la población acepta el orden establecido porque las condiciones sociales de la mayoría son relativamente aceptables221 o porque no se concibe la posibilidad de nada mejor.222 En contraposición a esta ‘democracia’ se encuentra la ‘dictadura’, forma de «poder duro» de una clase dominante que se siente débil, incapaz de conseguir un consenso social favorable a sus intereses, y que por eso precisa de medios policiaco-militares mucho más brutales. El «poder duro» es el de las clases dominantes en los países pobres y el que las metrópolis practican habitualmente en las colonias; no es de extrañar, por consiguiente, que las «dictaduras» sean lo habitual en los países donde la mayor parte de la población es pobre y padece el dominio de una burguesía compradora vinculada a intereses extranjeros, así como en los países sometidos a ocupación extranjera, caso de Palestina o Iraq. Los países anglosajones suelen jactarse de no haber conocido el fascismo y las dictaduras, de haber disfrutado de «democracias» sólidas permanentes. Pero tras esas loas, la realidad es mucho más prosaica. En los países anglosajones las «democracias» han sido de una intensidad tan baja que nunca han amenazado el orden existente; al no haber existido un cuestionamiento radical de los privilegios de la clase dominante, esta nunca ha tenido necesidad de hacer uso internamente

limpiezas étnicas y sus matanzas como respuesta a la hostilidad árabe y al «terrorismo» palestino. 221 Caso de los países ricos con amplio estado del bienestar. 222 Caso de países ricos sin estado del bienestar pero en los que el consumismo y la hegemonía de la ideología dominante permiten el consenso. El ejemplo más acabado de este paradigma es Estados Unidos, aunque Israel también se aproxima. El consenso se consigue en el caso estadounidense por el chovinismo de gran potencia y los beneficios globales de la supremacía imperial. En el caso israelí, el consenso se obtiene por el chovinismo judío y la psicosis de amenaza exterior.

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del «poder duro» del modo más extremo, lo que no significa que esas «democracias» supuestamente ejemplares no hayan hecho uso (de manera permanente) del «poder duro» en el exterior, en las relaciones entre ellas y las periferias coloniales, neocoloniales y recoloniales. En virtud del consenso eurocéntrico de los centros imperialistas, el uso del «poder duro» en el exterior está mucho mejor visto que su uso en el interior. Lo que sería fascismo intolerable y criminal en el interior, en los centros, se considera perfectamente tolerable y aceptable en el exterior, en las periferias coloniales. Si, pongamos por caso, un gobierno europeo o euro-ultramarino (Estados Unidos, Israel, etcétera) utilizara contra sus ciudadanos al ejército, la policía o paramilitares (Blackwater y similares) de la misma manera que los utiliza en el exterior (Palestina, Iraq o Afganistán), se vería como algo inadmisible. Muchos no occidentales opinan que lo que los occidentales ven como criminal en el nazismo no fueron sus crímenes en sí, sino que se llevaran a cabo contra europeos, pues los occidentales no han expresado indignación similar cuando crimenes semejantes los han llevado a cabo occidentales contra no occidentales. Sin embargo, esta última acaso sea una visión excesivamente culturalista, que sobrevalore la función del eurocentrismo en el uso del «poder duro». Prueba de ello es que las clases dominantes occidentales jamás se han arredrado a la hora de aplicar el «poder duro» en sus formas más brutales contra las clases subordinadas occidentales y sus enemigos políticos cuando eso ha sido necesario para el mantenimiento de su orden.223 Si el «poder duro» se ha utilizado más contra los no occidentales que contra los occidentales no ha sido tanto por racismo eurocéntrico como porque, una vez asentado el poder de la clase dominante mediante un sistema de centros-periferias, el dominio en los centros privilegiados se ha obtenido más por el consenso y la ideología, mientras que en las periferias sobreexplotadas el recurso al «poder duro» ha sido una necesidad para el mantenimiento del sistema.

La clase dominante española y el ejército a su servicio no fueron más brutales en sus guerras coloniales en Cuba o Marruecos que en la represión interna. Franco no fue más sanguinario con los marroquíes que con los españoles. La sorpresa y la indignación de sus aliados fascistas italianos al ver que sus homólogos españoles utilizaban contra su propio pueblo (europeo) métodos que los fascistas italianos consideraban aceptables contra los abisinios pero no contra los italianos, se debe simplemente a que la amenaza revolucionaria proveniente de su pueblo fue mucho menor para los fascistas italianos que para sus homólogos españoles. 223

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El uso del «poder duro» en regímenes como los del bloque del este224 o nacionalistas de la periferia se ha debido a la debilidad de esos regímenes, amenazados no sólo desde el interior sino también desde el exterior por centros capitalistas que aspiraban a la «reabsorción» de esos países como periferias subordinadas. Pero el uso del «poder blando» en los centros y el uso del «poder duro» en las periferias (sea por parte de los propios centros, de gobiernos «independientes» subordinados o de gobiernos nacionalistas o «socialistas») presenta una enorme ventaja a los centros capitalistasimperialistas: la de mistificar la situación mediante una propaganda que pretende hacer creer en su «superioridad» por evitar (internamente) el uso de la brutalidad del «poder duro». ¡Qué buen argumento es comparar «la libertad y la democracia» reinantes en ellos con las dictaduras (ni libertades ni democracia) existentes en el resto del mundo! Ignorando siempre que esas «democracias» han apoyado y apoyan los regímenes más represivos de la periferia y que sólo toleran las libertades y la «democracia» siempre que los pueblos en cuestión no cuestionen los intereres de los centros. O que, en los mismos centros, el fascismo es la otra opción cuando los pueblos desbordan la «democracia» político-formal con sus exigencias de democratización política radical y socio-económica. Las dictaduras militares y los regímenes fascistoides no desaparecieron hasta los años ochenta en el sur de la Europa capitalista: en Grecia, Portugal,225 España, Turquía,226 sin contar «los años de plomo» en Italia. Todavía en 1980 hubo un golpe de estado militar en Turquía.227 En los países occidentales de la periferia las cosas no han sido distintas a las de la periferia no occidental. En los países latinoamericanos se han sucedido las dictaduras patrocinadas por Estados Unidos, las

Regímenes autodenominados «socialistas» pero en realidad de economía de estado, bajo la dirección de un mandarinato burocrático. 225 La dictadura salazarista fue uno de los miembros fundacionales de la OTAN; la dictadura no cayó hasta que fue derribada por un golpe militar democrático considerado peligroso por los jerarcas de la OTAN, que jamás se opusieron a la dictadura portuguesa. 226 Las sucesivas dictaduras militares turcas, con sus siniestras represiones, no impidieron a Turquía ser miembro de la OTAN. 227 El golpe de estado turco de 1980 era el modelo de los golpistas españoles de comienzos de los años ochenta. 224

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invasiones y las intromisiones estadounidenses. La «pinocheticina»228 se ha ido alternando con los gobiernos «democráticos», en función de que los gobiernos electos se sometieran o no a los dictados e intereses de la hegemonía de Estados Unidos y de las burguesías compradoras locales. En la actualidad, países como Colombia viven bajo una dictadura disfrazada de «democracia» en la que el poder duro en sus formas más brutales está disfrazado de poder blando. En los países árabes, todos ellos pertenecientes a la periferia del sistema, se han sucedido las dictaduras. Incluso aquellos estados que podrían haberse permitido una «democracia» para los autóctonos (excluyendo a los trabajadores extranjeros sobreexplotados, que a veces constituyen la mayoría de la población) en virtud de las rentas petrolíferas, han tenido monarcas absolutos, todos ellos aliados incondicionales de Estados Unidos, ese gran patrocinador de la «democracia» cuando le conviene. Las experiencias no dictatoriales han sido muy breves, porque los poderes imperantes (oligarquías locales y potencias imperialistas de turno: Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos o Israel) nunca han estado dispuestos a permitir elecciones que pudieran dar paso a gobiernos hostiles a sus intereses. Así, la experiencia liberal wafdista en Egipto durante las primeras décadas del siglo xx fue siempre saboteada por los ingleses y el rey (pelele de los ingleses). Como los resultados de las elecciones municipales palestinas de los años setenta en los territorios palestinos ocupados en 1967 no fueron del gusto de los ocupantes, se suspendieron en 1977.229 Las elecciones palestinas de 2006,

228 Si el fascismo fue el uso del «poder duro» institucionalizado de manera que pretendía ser permanente, la «pinocheticina» es el uso del «poder duro» institucionalizado de manera provisional con la idea de volver al «poder blando» en cuanto este sea posible, evitando los efectos nocivos para el sistema del uso permanente del poder duro y permitiendo a la clase dominante dotarse de una cara presentable en cuanto el poder duro ya ha cumplido su función de destrucción de las fuerzas alternativas y ha intimidado a la sociedad para que a nadie se le ocurra ir más allá de la «democracia» inocua para los intereses de la clase dominante. 229 Varios alcaldes palestinos electos fueron víctimas de atentados terroristas por parte de los colonos judíos. No hace falta decir que ninguno de esos terroristas sufrió el trato que los ocupantes israelíes infligen habitualmente a los resistentes palestinos a los que acusan de terrorismo. A lo largo de cuarenta años de ocupación, innumerables viviendas palestinas han sido destruidas, pero no se ha destruido un solo asentamiento judío cuyos moradores hayan

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que dieron la victoria a Hamâs, fueron seguidas de un pinochetazo del Fath –fracasado en la Franja de Gaza– y de nuevas agresiones israelíes. El país árabe que pese a todo ha sido el más libre, el Líbano, ha vivido un régimen caciquil de oligarquías confesionales enfrentadas por parcelas de poder, oligarquías que han encontrado en el confesionalismo institucional la panacea para evitar cualquier conato de lucha de clases organizada supraconfesional y de auténtica democratización.230 Por su parte, la representatividad de los parlamentarios iraquíes elegidos en elecciones bajo ocupación es cuando menos discutible (¿a quién representan: al pueblo iraquí o a los ocupantes?).231 Las dictaduras árabes, como todas las demás, no son la consecuencia de una «cultura» específica, como pretende el culturalismo ramplón, sino de unos intereses específicos, que precisan de la utilización del poder duro para sostenerse. Otra cosa es que esa situación genere un efecto de retroalimentación, de manera que la política establecida se refuerce propiciando una cultura a tono con ella y un desbarajuste muy difícil de enderezar. En este caldo de cultivo florecen los fundamentalismos

sido responsables de actos terroristas, aunque no han sido pocos los colonos judíos convictos de atentados terroristas contra palestinos. 230 Los estudios de Mahdî ´Âmil sobre el tema son muy reveladores, sobre todo su libro Fî-d-dawla at-tâ`ifiyya («Acerca del Estado taifista»), en el que analiza cómo la estructura confesionalista institucionalizada del estado libanés impide cualquier tipo de ciudadanía al margen de los rebaños sectarios confesionales. Mahdî ´Âmil fue el pseudónimo de Hasan Hamdân, destacado intelectual comunista libanés de origen chií, asesinado en 1987 por miembros islamistas de su misma comunidad confesional de origen. 231 En 2007, una encuesta de la BBC/ABC/NHK que hizo a los iraquíes la pregunta «¿Es aceptable hacer ataques contra los invasores?», obtuvo el siguiente resultado: el 57% respondió que sí y el 43% que no. El 93% de los árabes sunníes respondieron que sí, y no el 7%; los árabes chiíes respondieron que sí el 50% y no el 50%; los kurdos respondieron que sí el 5% y no el 94%. Esta encuesta se refiere sólo a la lucha armada contra el invasor, pues la proporción de los iraquíes que están por la retirada inmediata e incondicional de los invasores con o sin lucha armada es mucho mayor. Pero la encuesta mostraba que la mayoría de los iraquíes no sólo está contra la ocupación sino que está a favor de combatirla por las armas. Sin embargo los invasores siguen allí. ¿Esa es la democracia que hay en el Iraq ocupado? ¿Estas proporciones están representadas en el parlamento iraquí? ¿O como en tantos otros países el parlamento y el pueblo van cada uno por su lado?

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religiosos,232 que son la expresión de la frustración social, económica y política y de la destrucción de las alternativas laicas emancipadoras. Igualmente mistificada está la «democracia» israelí, que la propaganda sionista y prosionista –con una desfachatez alucinante (y alucinadora)– pretende presentar como modélica, a pesar de no ser más «democrática» que los antiguos regímenes racistas surafricano o rodesiano, con su «democracia» para blancos y su dogma de «la supremacía blanca»; en el caso del estado de Israel, con su «democracia» para judíos y su dogma del «estado judío» para los judíos, no para todos los israelíes, judíos o no. A decir verdad, lo que Palestina tuvo en 1948 fue una independencia «a la rodesiana»: los colonos sionistas obtuvieron la independencia de la misma manera que los colonos blancos rodesianos. La independencia no mejoró las condiciones de la mayoría de los habitantes sino que las empeoró: pasaron de estar dominados por una potencia imperialista extranjera a estar dominados directamente por la minoría blanca o sionista, respectivamente. Hasta 1967 el estado de Israel evitó ser un estado formalmente racista similar a Suráfrica o Rodesia mediante la limpieza étnica. Es como si los racistas blancos surafricanos o rodesianos, en lugar de instaurar abiertamente el apartheid, hubieran expulsado a la mayoría de los no blancos, hubieran abierto el país a cualquier inmigrante blanco y hubieran otorgado una sub-ciudadanía a una minoría negra que hubiera permanecido, a la que hubieran permitido el derecho al voto y a participar en el parlamento –aunque el consenso de la mayoría blanca obtenida mediante la limpieza étnica los hubiera excluido de cualquier poder real–, hubiera dictado leyes discriminatorias contra ellos y les hubiera privado de la mayoría de los recursos del país. Es evidente que una Suráfrica o una Rodesia de tales características no habrían sido menos racistas, pero habrían evitado formalmente el apartheid. La segregación habría existido igualmente, pero de una forma más «presentable», en virtud de la extraña actitud que ve con mejores ojos la

232 Que en absoluto son exclusivos de los países árabes y musulmanes. El fundamentalismo judío es igualmente fuerte entre los judíos israelíes, favorecido por el hecho de que el sionismo sea un nacional-confesionalismo y su concepción nacionalista sea etno-confesional, sin diferenciar religión judía de nacionalidad étnica judía. El fundamentalismo religioso también es pujante entre los hindúes de la India y los protestantes de Estados Unidos.

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limpieza étnica que el apartheid dentro del mismo estado, aun cuando la limpieza étnica sea quizás la forma más extrema del apartheid y de la segregación, pues la población víctima es segregada hasta el punto de que se la expulsa del territorio. A partir de 1967, la existencia de Israel no ha sido muy diferente de la de la Suráfrica del apartheid, desde el momento en que pasó a dominar a una población que no gozó siquiera de la ciudadanía (subciudadanía) que Israel había otorgado a «los árabes israelíes» sino que fue sometida a un régimen puramente colonial, cuyas condiciones son bastante homologables a las de los judíos bajo las leyes racistas del Tercer Reich (se entiende que hasta el inicio del Holocausto, mientras los judíos estuvieron sometidos a un régimen de segregación racista y no de genocidio, cuando eran súbditos del Reich y no ciudadanos, pero aún no se los exterminaba, «sólo» se los discriminaba, humillaba, maltrataba o mataba). En la actualidad, los habitantes de esos territorios están sometidos a un régimen de terror, con destrucciones y matanzas masivas justificadas como «represalias». Los no judíos en el estado de Israel no son ciudadanos en el pleno sentido de la palabra, aun cuando tengan la ciudadanía israelí, pues en tanto que estado sionista, el estado de Israel no es el estado de los israelíes sino «el estado de los judíos»; ni siquiera de los judíos israelíes, sino el estado de los judíos. En virtud del carácter sionista del estado, ni los no judíos pueden aspirar a otra cosa que a ser sub-ciudadanos, ni los israelíes, aun cuando sean judíos, gozan de plena soberanía. Las condiciones de sub-ciudadanía de «los árabes israelíes» algunos israelíes judíos las han comparado con las leyes racistas de Nühremberg;233 esto acaso sea exagerado en la teoría de la letra grande, pero no en la práctica y la letra pequeña de las leyes, donde las discriminaciones contra los no judíos hacen que no se pueda hablar más que de una sub-ciudadanía israelí para «los árabes». Igual que en el Tercer Reich un judío por definición no podía ser un alemán de pleno derecho (mientras que sí lo era un «alemán étnico» ario extranjero), en el estado sionista de Israel un no judío no puede ser un israelí con plenitud de derechos, mientras que sí puede serlo cualquier judío extranjero con sólo solicitarlo. La «ley del retorno» supone que cualquier judío pueda obtener automáticamente la ciudadanía israelí con sólo solicitarla, aunque sea alguien que acaba de convertirse al judaísmo, mientras que no se permite el retorno de los palestinos expulsados en 1948 ni de sus descendientes.

233

Yoram Kaniuk, op. cit., p. 105.

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Pero incluso si esa «democracia» israelí se ha mantenido no ha sido en virtud de «la superioridad» cultural,234 no digamos ya moral o política, del estado sionista frente a los estados árabes. Ni porque la clase dominante israelí haya sido de una bondad especial, ni siquiera con los judíos. La «democracia» israelí se ha mantenido estable gracias a los masivos apoyos exteriores y a los beneficios coloniales de la ocupación de los territorios palestinos. Eso es lo que ha permitido un «poder blando» sobre los judíos, aunque no sobre los palestinos. De esta manera, el estado sionista ha sido una «democracia» a la rodesiana para los judíos (con una categoría de sub-ciudadanos: los «árabes israelíes») y una dictadura brutal sobre los no ciudadanos pero sí súbditos:235 los palestinos de los territorios ocupados en 1967. Hasta 1967 la situación de la «democracia» israelí fue muy inestable, a pesar del consenso obtenido por la clase dominante entre los judíos a costa de «los árabes». Los problemas sociales y étnicos interjudíos eran tan graves entonces, la crisis económica tan aguda, que en la época inmediatamente anterior a la guerra de junio de 1967 no se descartaba la posibilidad de un golpe de estado militar. El general Ezer Weizmann, eximio representante de la clase dominante israelí, reconoció que Israel estuvo entonces más cerca que nunca del golpe de estado. En ese contexto, la guerra de 1967 fue una especie de pinochetazo de los generales, en colaboración con la clase política, pero orientado hacia el exterior: la clase dominante israelí (capitalistas, burocracia de la Histadrut, militares) conjuró su necesidad de implantar el «poder duro» en el interior dando una especie de golpe de estado hacia el exterior en forma de guerra de ocupación. De esa manera, el fascismo israelí no se expresó en una represión interior sino en una

234 Fue la cultísima Alemania la que produjo el nazismo, es decir, la forma más repugnante de fascismo, con racismo incluido. 235 El Tercer Reich también institucionalizó entre los habitantes de Alemania la división entre «ciudadanos» (los «arios») y los simplemente «súbditos» (los «no arios»). El estado de Israel ha institucionalizado categorías más complejas, más similares a las del apartheid surafricano (ciudadanos blancos, sub-ciudadanos mestizos y asiáticos, súbditos negros): 1)  Ciudadanos: judíos. 2)  Sub-ciudadanos: palestinos con ciudadanía israelí, sin los derechos de los judíos. 3)  Súbditos: palestinos de los territorios ocupados en 1967, sometidos al estado de Israel pero sin derecho alguno, ni siquiera como sub-ciudadanos.

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guerra imperialista exterior, con lo que la clase dominante pudo matar varios pájaros de un tiro: 1) Obtener el consenso patriotero que impidió el estallido social, sustituyendo la lucha de clases entre judíos por la guerra patriotera de «los judíos» contra «los árabes». 2) Salir de la crisis económica que agobiaba a Israel mediante los beneficios que la economía israelí obtuvo de la explotación de sus nuevas colonias. 3) Destruir los regímenes nacionalistas árabes anticolonialistas, con lo que demostraban a Estados Unidos que el estado de Israel era su mejor aliado en la zona. 4) Mantener el carácter «democrático» del estado de Israel en un «océano árabe dictatorial», poderosa baza de cara a la propaganda exterior. 5) Practicar el fascismo contra sus nuevos súbditos en lugar de contra sus ciudadanos judíos. No cabe duda de que ha sido el fascismo exterior lo que preservó la «democracia» interna, la «democracia» interna israelí a costa del fascismo contra los palestinos y los árabes vecinos. El consenso sionista brinda unas ventajas tan grandes a la clase dominante israelí –sin contar con las ventajas de la alianza con Estados Unidos– que permitió no sólo no tener que eliminar (siquiera temporalmente) la «democracia», sino fortalecerla. Cabe preguntarse cuáles habrían sido las consecuencias si la crisis israelí de los años sesenta se hubiera solventado en forma de golpe de estado militar interno y de dictadura militar similar a las de Grecia o Turquía, es decir, si los judíos israelíes hubieran sufrido una dictadura con asesinados, desaparecidos, torturados, exiliados y supresión de los derechos políticos y civiles a manos de otros judíos, en lugar de hacer todo eso con los palestinos. ¿Qué habría ocurrido si hubiera habido un pinochetazo interior y si el estado de Israel hubiera vivido una dictadura similar a la de los coroneles griegos o las dictaduras turcas?236

236 El novelista israelí Amós Kenán, en una novela de política-ficción publicada en 1984, titulada Camino a En-Jerod, presenta esta posibilidad y lo que podría haber sucedido. En esa novela se describe la situación en Israel tras un golpe militar de derechas; el protagonista es un judío israelí que quiere llegar al único lugar de Israel que todavía no ha caído en manos de los golpistas, el kibutz de En-Jerod; en su fuga hacia allí, se le une un palestino que añora la aldea

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Creo que el resultado habría sido precisamente lo que la clase dominante y los militares quisieron evitar: 1) Habría hecho humanos a los judíos israelíes, al hacerles ver que sus enemigos no estaban fuera sino dentro. 2) Habría roto el consenso sionista. 3) Habría provocado un sentimiento de empatía entre el pueblo israelí y los pueblos árabes vecinos, sometidos a dictaduras. 4) Habría dado a la lucha de clases un papel mayor en la sociedad israelí, en detrimento de la paranoia de las amenazas externas. 5) Habría hecho añicos la imagen «democrática» del estado sionista. 6) El pueblo israelí se habría tenido que enfrentar a sus enemigos interiores. 7) Habría permitido otro rumbo distinto del sionista a la sociedad israelí. El pinochetazo exterior permitió sustituir el fascismo interno interjudío por el fascismo externo de los judíos israelíes contra los palestinos. Este último es mucho más aceptable para el mundo occidental, en virtud del eurocentrismo y de la rancia tradición colonialista-imperialista, que ve con muchos mejores ojos la violación de los derechos humanos y la conculcación de los derechos y libertades básicas cuando se practica en una situación colonial que cuando se practica internamente dentro de una sociedad occidental. Aunque hay que puntualizar que el prosionismo no se debe tanto a cuestiones de eurocentrismo como a intereses imperialistas muy materiales y muy poco culturales. El culturalismo es el pretexto, los intereses económicos el motivo real.

«El sionista bueno» al estilo de Amós Oz Existe un tipo de judío israelí, sionista pero «paloma», muy caro a la «izquierda moderada» prosionista occidental. Es lo que se podría llamar «el sionista bueno», al estilo del escritor Amós Oz,237 muy útil para la pro-

que estaba antes de que se construyera En-Jerod. Ambos corren desesperados en medio de un ambiente de libros quemados en hogueras, casas bombardeadas y pelotones de fusilamiento; el judío y el palestino eran enemigos, pero el golpe militar fascista les une en una común persecución, de manera que se encuentran juntos buscando un lugar en el que empezar desde cero. Cuando finalmente llegan a En-Jerod, el kibutz está rodeado de tanques dispuestos al asalto final. 237 Amós Oz (n. 1939) es el más famoso novelista israelí en lengua he-

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paganda de cara al exterior. Es «el sionista bueno», el sionismo con rostro humano, distinto del «sionista malo» cuyo arquetipo sería Ariel Sharón. «El sionista bueno» es sionista pero «moderado», es sionista pero «quiere la paz con los árabes», es sionista y quiere que todos los judíos de Israel lo sean, que todos los judíos del mundo sean sionistas o prosionistas incondicionales, pero no quiere que se vea a Israel como un estado judeo-nazi. Aclaremos que lo que quiere «el sionista bueno» no es que el estado de Israel no sea judeo-nazi,238 sino evitar que se le vea como tal. «El sionista bueno» también es «laico», es hiloní, no quiere que los rabinos le impongan su religión, ni su moral, ni sus normas estrictas. Tampoco le gusta que haya judíos ortodoxos antisionistas, ni que el judaísmo ortodoxo tenga tanta importancia. Pero, aunque en absoluto religioso, «el sionista bueno» no propone que el estado sea de los israelíes y no de los judíos, ni siquiera que se disocie la nacionalidad étnica judía de la religión judía, o que desaparezca la religión de las taxonomías oficiales. Lo que «el sionista bueno» y «laico» propone no es la separación completa de la religión y el estado, sino que el estado reconozca otras formas de judaísmo distintas de la ortodoxa, como el judaísmo conservador o el judaísmo reformista. Su «laicismo» no va más allá de una reforma religiosa que acabe con el monopolio del judaísmo por los rabinos ortodoxos. «El sionista bueno» es ashkenazi, originario del este de Europa, perteneciente a la población de primera categoría del estado de Israel. «El sionista bueno» es «de izquierdas», es decir, es de la «izquierda» sionista: primero sionista y luego de izquierdas, o lo que es lo mismo, es de izquierdas sólo en tanto que ser de izquierdas sea compatible con el sionismo; si el sionismo entra en colisión con la izquierda, «el sionista bueno» elige ser sionista y deja de ser de izquierdas. Porque «el sionista bueno» es «bueno» pero «realista», no

brea. Ha vivido casi toda su vida en el kibutz de Hulda. Entre sus novelas se puede mencionar Mi Mijael, Hasta la muerte, Tocar el agua, tocar el viento, La colina del mal consejo, La caja negra, Las mujeres de Yoel, La tercera condición, No digas noche, Una pantera en el sótano... Excelente narrador y gran novelista, es el mejor representante de la «izquierda» sionista y de sus limitaciones políticas, ideológicas y éticas. 238 Yeshayahu Leibowitz (1903-1994), denostado por Amós Oz, definía a Israel técnicamente como «estado judeo-nazi». Leibowitz era un judío ortodoxo que abogaba por un estado israelí laico; su activismo por la objeción de conciencia contra el servicio militar en los territorios ocupados en 1967 y el Líbano le costó no recibir un premio del estado poco antes de morir.

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es un «izquierdista doctrinario», no es marxista, no es anarquista, no es «radical», es nacional-socialista, lo que significa que lo nacional es todo y el socialismo son las sobras, si es que queda algo. «El sionista bueno» es kibutziano, o como diría él, kibutznik, con el sufijo eslavo que recuerda el mundo del que es originario, el este de Europa. «El sionista bueno» quiere pertenecer al Oriente Medio sólo geográficamente. Su kibutzianidad también expresa lo que entiende por ser de izquierdas: nada de lucha de clases sino socialismo laborista, «socialismo de convento y de cuartel» en pro del sionismo. «El sionista bueno» no odia a los árabes, ni a los palestinos. No es que sienta el menor aprecio por ellos, pero es demasiado inteligente como para proclamar a voz en grito su aversión por ellos. Además, le resultan tan lejanos y le interesan tan poco, que odiarlos abiertamente y a voz en grito sería darles demasiada importancia. Ese feo papel de odiadores de «los árabes» lo deja para los «judíos orientales» y «los halcones». «El sionista bueno» se siente un moderado razonable, a mitad de camino entre los sionistas «extremistas» que matan palestinos y «los fanáticos antisionistas» que escriben artículos contra las violaciones de los derechos humanos en los territorios ocupados. Tampoco quiere saber nada de esos anarquistas judíos que reciben tiros del ejército israelí por manifestarse contra el muro del apartheid sionista. «El sionista bueno» está a favor de ese muro, aunque desearía que fuese a lo largo de «la línea verde»,239 si bien cabe sospechar que ese deseo no es tanto por respeto a los derechos de los palestinos de Cisjordania como porque es un sionista suficientemente inteligente como para «ser moderado», esto es, para percatarse de que el deseo inmoderado de más territorios palestinos no puede disociarse de sus habitantes palestinos. Y, puesto a elegir entre quedarse con más territorios o más palestinos, prefiere quedarse con menos tierra pero también con «menos árabes». No es respeto a los derechos de «los otros» sino sentido práctico: territorios extra, problemas extra. «El sionista bueno» encuentra su más famoso representante en el escritor Amós Oz. «Los sionistas buenos» se agrupan en la organización sionista Shalom Ajshav (‘Paz ahora’), una asociación que busca «la paz», alejándose de «los halcones» del sionismo. Pero no hay que

La «línea verde» en la terminología israelí es la que desde 1949 hasta 1967 separaba el estado de Israel de Cisjordania. Se llama así porque más o menos separa las tierras fértiles y verdes, que quedaron en manos israelíes, de las tierras menos verdes que no fueron ocupadas por el estado sionista en 1948 y fueron anexionadas al reino de Jordania. 239

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pensar en ningún momento que les importe mucho otra cosa que no sean los intereses de Israel, o más exactamente de sus ciudadanos judíos. Más que «sionistas moderados», «los sionistas buenos» son «sionistas con sentido de la moderación», que se preocupan seriamente por las repercusiones perjudiciales que la política de los «halcones» del sionismo puedan tener para los israelíes y para el estado de Israel: 1) Las bajas israelíes. 2) Las perturbaciones en Israel. 3) El aislamiento internacional, al perder apoyos en Europa occidental e incluso en Estados Unidos. Por tales motivos, «los sionistas buenos» estuvieron en contra de la guerra del Líbano de 1982, pero a favor de la guerra contra el Líbano del verano del año 2006, ya que en esta última guerra no tenían miedo al aislamiento israelí, ni a perder apoyos extranjeros, pues, en definitiva, la guerra del año 2006 era una guerra subcontratada por el estado de Israel a cuenta de Estados Unidos. Es la presión de la opinión pública internacional contra la política sionista lo que hace moderarse a «los sionistas buenos», pero es significativo que «el sionista bueno» nunca pida presión sobre Israel para negociar, no digamos ya para ceder. La moderación es a regañadientes y lo que gusta es la victoria espectacular, al modo de la guerra de 1967, tan celebrada por Amós Oz en su novela Tocar el agua, tocar el viento. Lo que «el sionista bueno» no quiere es un Vietnam israelí del tipo libanés, ni unas matanzas de Sabra y Shatila que desacrediten a Israel ante el mundo. El pacifismo de Shalom ´Ajshav no es tal, porque no está realmente contra la guerra sino contra el daño que esa guerra pueda ocasionar a Israel o a los israelíes judíos. Cuando el apoyo de la superpotencia mundial es total, como en la guerra de 2006, Shalom ´Ajshav se convierte de facto en Milhamá ´Ajshav (‘Guerra ahora’). Desde ese momento su apoyo a la alianza bélica con Estados Unidos es total: por la dominación estadounidense en toda la región y por la hegemonía de Israel en ella. El daño a los otros (árabes, iraníes o quien sea), si es por el doble objetivo (dominación estadounidense y hegemonía israelí), se considera más que aceptable. Lo que de ninguna manera quiere es perder el apoyo occidental ni, sobre todo, el debilitamiento del apoyo incondicional estadounidense. Shalom ´Ajshav nunca ha sido un movimiento antisionista, ni crítico con el sionismo. Es el movimiento de un estamento privilegiado ashkenazi, sionista, que cuestionaba el mantenimiento de la ocupación de los territorios ocupados en 1967 y la ocupación del Líbano no tanto por la injusticia y el sufrimiento causados a los palestinos, los sirios golanitas,

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los egipcios o los libaneses como por lo que consideraba repercusiones negativas para el estado sionista en forma de pésima imagen exterior y daño para el estado sionista como ocupante. Amós Oz dice: «Los judíos y los árabes tienen algo en común: ambos han sufrido en el pasado bajo la pesada y violenta mano de Europa. Los árabes han sido víctimas del imperialismo, del colonialismo, de la explotación y de la humillación. Los judíos han sido víctimas de persecuciones, discriminación, expulsión y, al final, el asesinato de un tercio del pueblo judío».240 Este hombre parece que no se ha enterado o no quiere enterarse de que «los judíos» que han sufrido todo eso a manos de «Europa» también eran europeos, y que entre los europeos (y americanos) a los que han padecido los árabes se encuentran también los europeos (y americanos)241 judíos. Más todavía: que los judíos han padecido, pero los árabes todavía padecen a un «occidente» entre el que se encuentra el estado de Israel, que practica contra ellos el imperialismo, el colonialismo, la explotación, la humillación, las persecuciones, la discriminación, la expulsión y las matanzas. Las propias taxonomías de Amós Oz son engañosas: 1) Los judíos, como un todo homogéneo, aunque en realidad los judíos ashkenazis como centro, los demás reducidos a periferias sin importancia, destinadas a girar en torno al centro y a estar supeditadas a los intereses del centro. 2) Los europeos = los cristianos... los cristianos europeos, claro, todo mezclado: europeo = cristiano... como en las taxonomías de los racistas antisemitas. 3) Los árabes, modelados por fuerza en el troquel de esas taxonomías, por consiguiente mutilados, fragmentados políticamente porque eso es lo que conviene al imperialismo, a la vez que vistos como un todo único negador de las diferencias entre ellos porque eso interesa a la propaganda sionista: si los palestinos son sólo árabes, que el mundo árabe los absorba y en paz; los árabes judíos son judíos, por consiguiente pertenecen a Israel;

Así dijo en el discurso que pronunció cuando recibió en España el Premio Príncipe de Asturias del año 2007 y que tradujo al castellano la hebraísta Raquel García Lozano. 241 Meir Kahana era estadounidense de origen y muchos colonos judíos de Cisjordania son fanáticos ultrarreligiosos sionistas originarios de Brooklyn. 240

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los árabes cristianos pueden utilizarse para crear «israeles» cristianos aliados de Israel, lo mismo que los árabes drusos.... Europeos, judíos, árabes... Son taxonomías cerradas (compartidas por el antisemitismo) que impiden ver la realidad: se puede ser europeo y judío, judío y árabe. Pero las categorías de Amós Oz son las del sionismo ashkenazicéntrico, para el que «los judíos» eran los judíos de Europa, más concretamente los ashkenazis; los otros judíos no existían o simplemente no interesaban. Ni se molesta en entender las circunstancias del antisemitismo, los intereses que estaban detrás de él. Las clases sociales y las ideologías no existen para él, tan sólo constantes «étnicas»: «los europeos», «los judíos», «los árabes»... terminajos ligeramente modernizados de las tres categorías confesionales del judaísmo más tradicional: Edom,242 Israel, Ismael…243

242 Edom es el sobrenombre de Esaú, el hijo de Isaac y hermano de Jacob (también llamado Israel), patriarca epónimo de los edomitas o idumeos. Los reyes judíos asmoneos forzaron a los idumeos a convertirse al judaísmo en el siglo ii a.C.; en el siglo i a.C. los asmoneos fueron derrocados y sustituidos por la dinastía herodiana, fundada por Herodes el Grande, que era idumeo, filoheleno y vasallo de Roma. El odio que sus súbditos judíos profesaron a los dinastas herodianos de origen edomita y a los romanos que los entronizaron hizo que el nombre despectivo de Edom se convirtiera en sinónimo de Roma entre los judíos. Según la leyenda rabínica, Roma había sido fundada por edomitas. Más tarde, al convertirse el imperio romano en un imperio cristiano opresor de los judíos, el nombre de Edom fue el término habitual entre los judíos para referirse a la cristiandad y al cristianismo. Para comprender cabalmente las connotaciones grandemente negativas del término Edom hace falta saber que, en la tradición judía, Esaú o Edom no fue sólo el hermano bruto que vendió a Jacob la primogenitura por plato de lentejas, sino que la tradición talmúdica y rabínica denigró a Esaú hasta convertirlo en uno de los mayores malvados: desde que era joven frecuentó templos cananeos y realizó actos de violencia, antes de los veinte años ya había cometido delitos de homicidio, violación, robo y sodomía. El nombre de Edom se relacionó con la palabra hebrea para ‘rojo’ (adom), aludiendo al carácter sanguinario de Esaú y sus descendientes: romanos y cristianos. 243 Ismael salió algo mejor librado en la tradición judaica que Edom, pero tampoco mucho mejor: es el hijo de la esclava Agar, maltratador de su hermano Isaac, desheredado y arrojado al desierto con su madre, aunque un ángel les auxilió y predijo a Agar que su hijo sería patriarca de un gran pueblo. En la tradición judaica, Ismael fue el patriarca de los árabes del norte. Tras la

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Ni siquiera es capaz de ver su propia europeidad... aunque por otro lado es muy consciente de ella. El propio Amós Oz reconoce que, hasta el horror nazi, «los judíos eran los más europeos», porque los demás se sentían rusos, rumanos, alemanes o lo que fuera, mientras que los judíos eran paneuropeos. Pero, aun cuando esto es verdad, Oz olvida decir que se refiere en exclusiva a los judíos europeos (ignorando una y mil veces a los judíos no europeos) y sobre todo a los ashkenazis, porque los judíos italianos eran muy italianos y los sefardíes marcaban las distancias con sus correligionarios ashkenazis. Incluso hoy, viviendo en un país como Israel, donde la mayoría de los judíos son de origen no europeo, Amós Oz cuando habla de «los judíos» sigue pensando exclusivamente en «los suyos» e ignorando el origen de la mayoría de sus conciudadanos y correligionarios. Otros escritores israelíes judíos sí han sido capaces de ver todo lo que Amós Oz es incapaz de ver. Por ejemplo, Yoram Kaniuk244 es muy consciente de que el sionismo y el nacionalismo palestino no han sido resultados «naturales» inevitables de una realidad eterna sino consecuencias de acontecimientos en gran parte fortuitos y en parte productos artificiales: el sionismo triunfa gracias al antisemitismo y el sionismo genera el nacionalismo palestino.245 En la novela de Amós Oz Una pantera en el sótano, cuya acción transcurre en Palestina poco antes de la guerra de 1948, Profi, el niño protagonista, hijo de padres judíos polacos, describe la gran biblioteca de su padre, que es un gran erudito políglota: hay muchos libros en hebreo, arameo, yiddish, inglés, lituano, latín, ucraniano, esloveno, sánscrito, alemán… Están el Poema de Gilgamesh, el Enuma Elis, «los himnos homéricos», Siddharta, El Cantar de los nibelungos, el Poema de Hiawatha, el Kalevala, Dante Alighieri, Montesquieu, Chaucer, Schedrin, Aristófanes, Till Eulenspiegel…246 Y ni una sola obra árabe, en el idioma original o en traducción a otro de los muchos

aparición del islam, Ismael fue el término judío habitual para referirse al islam y los musulmanes. 244 Yoram Kaniuk (n. 1930) es un novelista israelí, autor de novelas como El buen árabe, Su hija y El último judío. Sus novelas indagan en la problemática de una sociedad israelí deshumanizada por el belicismo y la guerra. 245 Yoram Kaniuk, op. cit., pp. 161, 177 y 224-225. 246 Amós Oz, Una pantera en el sótano (Madrid: Siruela, 1988), pp. 117129.

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idiomas conocidos por su erudito padre. Ni una sola mención a los árabes en la historia o la cultura universales. Ni un solo autor árabe, ni una sola obra árabe. Puesto a ignorar todo lo árabe, se ignora incluso lo judeo-árabe, se menciona el Yosippon pero ni siquiera a Maimónides... Podría pensarse que se trata de un olvido deliberado, que la aversión a los árabes del padre del protagonista era tal que ignoraba deliberadamente su idioma y su cultura. Pero no es ese el caso: el padre de Profi es un sionista bienintencionado que aspira a la paz y al entendimiento fraternal entre judíos y árabes, que incluso preferiría establecer relaciones estrechas con los árabes antes que con el mundo cristiano autor de mil pogromos,247 y la animadversión árabe contra los judíos sionistas la atribuye a las manipulaciones del colonialismo británico de la pérfida Albión.248 En esas condiciones resulta mucho más significativa la ausencia de cualquier presencia árabe en la biblioteca. A los árabes no se los odia, simplemente se los ignora. Da la impresión de que todo lo que conoce de ellos se reduce a lo que el Génesis dice sobre Ismael y los ismaelitas. No sólo ignora lo «específicamente árabe» no judío, sino que ignora también todo lo judeo-árabe. El padre del protagonista vive en un país cuyos moradores son mayoritariamente árabes, rodeados por países árabes al norte, este y sur; además, el hebreo es un idioma semítico muy parecido al árabe, pero a este lo ignora por completo; vive entre «la diáspora» europea e Israel, sin que el mundo árabe exista para él como civilización. Los árabes (sean los habitantes del país o los demás) sólo se ven como parientes lejanos deficientes a los que hay que iluminar y que son tan deficientes que hasta su hostilidad es simplemente el producto de manipulaciones de los ingleses,249 enemigos mortales de los judíos de la Tierra de Israel.250 Sin embargo, a los ingleses, por más malvados que sean,251 sí que se les reconoce una cultura que se admira, aunque esos policías y militares ingleses coloniales no estén a la altura de Milton y Byron,252 mientras que en toda la novela no se menciona a un solo autor árabe, sea clásico o moderno. Si el mayor desprecio consiste en no hacer aprecio, el desprecio por los árabes no puede ser mayor: se los ignora absolutamente.

Ibid., p. 97. Ibid., p. 35. 249 Ibid., p. 35. 250 Ibid., p. 96. 251 Ibid., p. 101. 252 Ibid., p. 145. 247 248

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Se dice que Amós Oz es un «paloma», un «moderado». Pero si se leen las respuestas a las entrevistas que le han hecho o sus artículos, puede deducirse que es «moderado» en el mismo sentido que podría hablarse de un alemán nazi «moderado» o de un partidario «moderado» del apartheid surafricano. Es como si en los años ochenta hubieran galardonado a un escritor blanco surafricano, partidario del apartheid, pero eso sí, «moderado»: Suráfrica para los blancos y los bantustanes para los negros, negociar sí, pero con negros partidarios de las reservas para negros y exterminando a los «terroristas» del Congreso Nacional Africano... Preguntan a Amós Oz por los fanáticos judíos y los fanáticos palestinos y responde que hay que eliminar... a los fanáticos palestinos. ¿Y a los fanáticos judíos no? Pero al entrevistador ni siquiera se le ocurre preguntar: «¿Y usted por qué no pide que el gobierno israelí practique con los extremistas judíos la misma política de exterminio físico que practica con los árabes?». Amós Oz quiere un sistema de libertades y pluralidad política... pero sólo para los judíos. Si los judíos israelíes eligen a un gobierno racista ultraderechista, Amós Oz quizás lo lamentará pero «democráticamente» lo aceptará. Le parecería horrible derrocarlo a cañonazos y a base de asesinatos selectivos, o montar contra el estado de Israel un bloqueo internacional para hacerle la vida imposible hasta hundirlo. Pero si los palestinos de los territorios ocupados y del gueto de la Franja de Gaza eligen a los de Hamâs, Amós Oz aprueba exterminarlos y dar el poder a una dictadura pinochetista palestina supeditada a Israel. Amós Oz puede lamentar la mentalidad de los judíos fanáticos, pero de ahí a tratarlos como a los palestinos resistentes media un abismo. Es el doble rasero de un sionista. Su actitud hacia Hizbullâh, Irán y la guerra de 2006 está en la misma línea. No temiendo ya que Estados Unidos se distancie, pues se trataba de una guerra estadounidense subcontratada por Israel, el apoyo a la guerra es absoluto por parte del «sionista bueno», que pide a gritos el aniquilamiento total de todos los enemigos de Israel. Las diferencias entre «el sionista bueno» y «el sionista malo» se vuelven imperceptibles, una vez que «los sionistas buenos» no ven consecuencias negativas para el estado sionista en la política más agresiva y extremista. Las diferencias entre un Amós Oz y un Ariel Sharón se esfuman, porque «el sionista bueno» y «el sionista malo» sólo ejercen los papeles de «el policía bueno» y «el policía malo»: uno hace el trabajo sucio del sionismo y el otro trata de ser «el rostro humano» del mismo movimiento. A veces discrepan, pero siempre es por per-

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cepciones diferentes de lo que es el interés del estado sionista. Tras la fachada pseudo-humanista y pseudo-pacifista sólo hay un furibundo nacionalista etnomaniaco.

Judíos antisionistas: desde Neturé Qartá hasta Anarquistas contra el Muro Hasta la segunda guerra mundial, la gran mayoría de los judíos eran antisionistas, aunque las razones de su rechazo al sionismo eran variadas: 1) La gran mayoría de los judíos religiosos rechazaba el sionismo por considerarlo un movimiento herético y casi blasfemo. 2) Los judíos liberales o conservadores asimilacionistas no sólo no compartían el ideario sionista sino que lo consideraban perjudicial para los judíos. Los asimilacionistas o integracionistas deseaban que el judaísmo fuera sólo una religión, no una nacionalidad. Precisamente los antisemitas coincidían con los sionistas en que los judíos eran extranjeros que debían mantenerse aparte y que lo deseable era que se fuesen. Los judíos integracionistas veían el sionismo como un peligro latente contra los derechos de los judíos como ciudadanos de los países en los que vivían y en los que querían seguir viviendo. 3) Los judíos socialistas (bundistas, anarquistas o comunistas) rechazaban el sionismo por considerarlo un movimiento burgués chovinista y reaccionario. 4) Una pequeña minoría de judíos de origen sionista que, nacidos o establecidos en «la tierra de Israel», habían roto con el sionismo por radicalización y consideraban que «la nación hebrea» nada tenía que ver ya con «los judíos». Este era el caso de ciertos elementos del Lehi que eran partidarios de unir a árabes y hebreos en una lucha común contra el colonialismo británico. Tras la segunda guerra mundial y la creación del estado de Israel, la cosa cambió radicalmente. A día de hoy, la mayoría de los judíos son más o menos prosionistas, sólo una minoría de judíos son antisionistas. Este cambio se debió a varios motivos: 1) La emigración masiva de judíos a Israel. Unos fueron supervivientes europeos del genocidio nazi, a los que no dejaron otro lugar mejor en el que rehacer sus vidas; otros fueron judíos originarios de los países árabes, cuya situación en sus países de

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origen se había vuelto muy difícil precisamente por la creación del estado de Israel. 2) La hábil propaganda sionista y la torpeza ideológica y propagandística de sus enemigos árabes. La mayoría de los judíos del mundo (tanto israelíes como no israelíes) veían que el estado de Israel era un pequeño país judío amenazado por un temible mundo árabe fanático y ávido por destruirlo y «echar a los judíos al mar». Téngase en cuenta que los judíos durante la segunda guerra mundial habían sufrido un genocidio de proporciones apocalípticas y los demagogos del mundo árabe repetían consignas de venganza que sólo podían recordar el horror reciente, eso sin contar la nefasta difusión de la basura antisemita en un mundo árabe traumatizado por la tragedia palestina. 3) La destrucción del mundo judío anterior a la segunda guerra mundial por los nazis. Los judíos ortodoxos tradicionales perecieron en su mayoría en las cámaras de gas, lo mismo que muchísimos judíos socialistas253 e incluso gran parte de los judíos integracionistas y asimilados de Europa central y occidental. 4) La experiencia del antisemitismo genocida nazi fue tan terrible que muchos judíos llegaron a creer que un «estado judío» era la panacea contra el antisemitismo y la fortaleza defensiva que impediría que tal cosa volviera a repetirse; muchos judíos proyectaron en el estado de Israel sus sentimientos de defensa y en los árabes la agresividad contra los antisemitas y los nazis. 5) En el mundo posterior a la segunda guerra mundial, la mayoría de los judíos supervivientes no eran ni social ni ideológicamente lo que habían sido la mayoría de los judíos de la época anterior. Los judíos de Estados Unidos constituian una burguesía muy vinculada a los intereses de la burguesía estadounidense y, por tanto, al estado sionista, cada vez más vinculado a Estados Unidos. Pero las categorías antes mencionadas de judíos antisionistas siguieron existiendo, aunque convertidas en minoritarias. Una minoría de judíos ortodoxos siguió rechazando el sionismo por razones religiosas. Ese ha sido el caso de los Neturé Qartá (‘Guar-

El Bund era mayoritario entre los judíos polacos, pero el 90% de estos pereció en el genocidio llevado a cabo por los nazis. 253

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dianes de la ciudad’), judíos que rechazan completamente el sionismo por considerarlo un movimiento satánico y antijudío. Desde posiciones más moderadas y en cierto modo más seculares, pero profundamente religiosas, Yeshayahu Leibowitz consideraba al estado de Israel un estado «judeo-nazi» y abogaba por la separación entre la religión judía y el estado israelí, una secularización que no dejaría de tener consecuencias des-sionizadoras para ese estado. Siguió habiendo judíos, incluso dentro del estado de Israel, que no se identifican en absoluto con las ideas sionistas sobre la judaidad y el judaísmo. Este es el caso, entre otros, de algunos judíos que, contra las taxonomías sionistas, se consideran a sí mismos «judíos árabes» o «árabes judíos». El movimiento de las Panteras Negras israelíes, formado por judíos «orientales» de segunda generación, también ha cuestionado la doctrina sionista oficial. Algunos antiguos militantes del Lehi, como Uri Avnery, prosiguieron su radicalización post-sionista hasta terminar en posiciones que propugnan la des-sionización del estado de Israel, e incluso han abogado por una «confederación semítica» en la que estarían incluidos hebreos y árabes. Muchos judíos de izquierdas se consideran no sionistas o antisionistas. Por ejemplo los militantes de partidos comunistas (en Israel los del Rakah, cuyo secretario general ha sido el judío antisionista Meir Vilner; en su día la organización trotskista Matzpen) o los bundistas que aún sobreviven. También es el caso de los judíos anarquistas, tanto dentro como fuera de Israel, de los que el insigne lingüista Noam Chomsky es el más conocido representante. Los anarquistas israelíes, muy minoritarios pero muy activos y valientes, rechazan el nacionalismo, el fundamentalismo religioso y la razón de estado, o sea, todos los ídolos del sionismo (y de los otros nacionalismos). Han destacado por sus actividades en pro de la insumisión contra el ejército y en general contra la política del estado israelí. Su rechazo al apartheid sionista les ha llevado a constituir la organización Anarquistas contra el Muro, que cuenta con un centenar de miembros fijos y se opone mediante la acción directa no violenta a la construcción del muro del apartheid que pretende separar a Israel y sus asentamientos coloniales de las «reservas» de los palestinos de Cisjordania. Los militantes de Anarquistas contra el Muro son los únicos disidentes judíos a los que el ejército israelí ha llegado a reprimir empleando fuego real, igual que a los palestinos. En diciembre de 2003 hirieron a Gil Naamati, de 23 años, en ambas piernas; el 12 de marzo

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de 2004 Itay Levinsky recibió un disparó en un ojo con una bala de goma; en febrero de 2006 Matan Cohen fue herido por una bala de goma; en agosto de 2006 al abogado Limor Golkstein, durante una protesta contra la guerra, le dispararon una bala de acero recubierta de goma a una distancia de entre diez y veinte metros...

Liberar al pueblo israelí del sionismo Ya al final del mandato británico surgió una corriente minoritaria de judíos sionistas que, por pura radicalización sionista, acabaron paradójicamente saliéndose del sionismo proimperialista para abogar por la lucha antiimperialista, con el objetivo de liberar Oriente Medio de la dominación extranjera. Estos ex sionistas se consideraban más bien post-sionistas, hebreos más que judíos. Esta tendencia se dio en el Lehi (Lohamé Herut Yisrael, o sea, ‘Luchadores por la Libertad de Israel’), organización llamada despectivamente por sus enemigos sionistas y británicos «la banda de Stern», por el nombre de su líder, Abraham Stern, que fue asesinado por sionistas probritánicos. No obstante, aunque el Lehi tenía una marcada tendencia antiimperialista y en los años cuarenta fue el enemigo número uno del colonialismo británico en Palestina, su orientación ideológica era extremadamente confusa y oscilaba entre la extrema derecha y la extrema izquierda;254 igualmente sus posiciones hacia los árabes oscilaban entre la idea de un frente común de hebreos y árabes contra el imperialismo británico y el frente común con las demás organizaciones sionistas contra los árabes.255 Significativamente, el Lehi era pobre, al contrario que la

Algunos de sus miembros posteriormente fueron ultraderechistas, como Israel Scheib, otros terminaron en el Likud, como Isaac Shamir. Pero algunos evolucionaron hacia posiciones favorables al binacionalismo árabe-israelí, como Uri Avnery, o hacia la extrema izquierda. Natan Yalin-Mor, por ejemplo, abogó por un antiimperialismo pansemítico. Maxim Gilan presentó el Lehi como una organización de izquierdas antiimperialista, pero obviaba la participación del Lehi en la matanza de Dayr Yâsîn y que en la confusa ideología del Lehi, la tendencia antiimperialista convivía con tendencias fascistas. Esta confusión y esta dualidad ideológicas explican en gran medida que sus miembros terminaran en bandos políticos tan opuestos. 255 Militantes del Lehi y del Irgún de Menahem Begin llevaron a cabo la matanza de Dayr Yâsîn, en la que murieron más de cien palestinos y que tuvo un papel decisivo en la campaña de terror sionista para hacer huir a los palestinos. 254

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Haganá y el Irgún, y se financiaba con atracos a mano armada,256 pues su ideario confusamente radical no era del gusto de los patrocinadores del sionismo «laborista» o derechista. El 6 de noviembre de 1944 en El Cairo, dos miembros del Lehi, Eliahu Hakin y Eliahu Bet Zuri, mataron en un atentado al ministro británico Lord Moyne, en quien veían al representante del imperialismo en el Oriente Medio. En su defensa, en enero de 1945, Eliahu Bet Zuri declaró: «Es erróneo que representemos al sionismo. En realidad representamos y somos los verdaderos propietarios de Palestina y, en calidad de tales, nos hemos comprometido en una lucha para liberar a nuestro país de la dominación extranjera que tomó posesión de él».257 La defensa de los dos militantes del Lehi la asumieron abogados egipcios enemigos del colonialismo británico, mientras que el procurador del rey que hizo de fiscal insistió en «el crimen cometido por los acusados contra la causa sionista» (sic), a lo que Bet Zuri replicó: «Repito que nuestros objetivos no son los mismos que los objetivos sionistas».258 Hubo manifestaciones de estudiantes egipcios pidiendo la libertad de los militantes del Lehi. Finalmente Eliahu Hakin y Eliahu Bet Zuri fueron condenados a muerte y ejecutados. Y mientras que los estudiantes egipcios se posicionaron a favor de estos dos jóvenes judíos antiimperialistas, la mayoría de los sionistas se pusieron al servicio de la policía inglesa, hasta el punto de que voluntarios del Palmaj sionista se encargaron de hacer el trabajo sucio al colonialismo inglés secuestrando, torturando y entregando a militantes del Lehi a los ingleses. El ex militante del Lehi Uri Avnery, que ha sido director del semanario hebreo Ha-´olam ha-ze y diputado en el parlamento israelí, fue pionero en la idea post-sionista, que incluiría una «paz semítica» y la solución del conflicto mediante una «confederación semítica» hebreoárabe. Uri Avnery fundó en 1993 Gush Shalom (‘Bloque de paz’), que es la organización pacifista con más influencia en la clase media israelí. En el año 2003 Avnery se encerró en el cuartel general de Arafat para proteger con su presencia al presidente palestino. Uri Avnery representa a cierto sector de nacionalistas hebreos de clase media, que pretenden liberarse del sionismo por considerarlo actualmente nocivo para los intereses de los israelíes como nacionalidad independiente, distinta de los judíos de «la diáspora».

Nathan Weinstock, op. cit., 288. Ibid., p. 300. 258 Ibid., pp. 299-300. 256 257

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Durante mucho tiempo, la única formación política no sionista tolerada en Israel fue el Partido Comunista, que por su ideología internacionalista y anticolonialista obtuvo la adhesión de gran parte de la población palestina del estado de Israel, hasta el punto de que la mayoría de sus militantes eran palestinos. En 1965, el Partido Comunista Israelí se escindió en dos partidos: 1) Una minoría exclusivamente judía que se negaba a considerar el sionismo como un aliado del imperialismo. Esta facción conservó el nombre de Maki259 y en 1967 apoyó la guerra y se negó a votar contra la anexión de Jerusalén oriental. Este partido se puede considerar como el de los comunistas chovinistas judíos que sacrificaban el comunismo en aras del sionismo, eran judíos hartos de ser «impopulares», que estaban ansiosos por ganar «respetabilidad» sumándose al consenso patriotero israelí. El Maki se extinguió a finales de los años ochenta. 2) Una mayoría del partido (en la que los palestinos eran más y los judíos menos) que tomó el nombre de Rakah (Nueva Lista Comunista) y que mantuvo su posición no sionista. En su haber está la defensa de los derechos de la población palestina260 y ser el único partido no sionista de cierta entidad y continuidad. A la izquierda del Partido Comunista se constituyó en 1962 la Organización Socialista de Israel, conocida como Matzpen (‘brújula’ en hebreo), movimiento trotskista que tuvo actividad hasta los años ochenta y en el que militaron judíos israelíes y algunos palestinos israelíes. Matzpen consideraba que la guerra de 1948 había sido una «depuración étnica», y propugnaba una federación socialista para Oriente Medio. Tuvo relaciones con el FDLP y con la extrema izquierda europea. En Francia, en 1975, militantes de Matzpen crearon la revista Khamsin.261

Maki es la abreviatura de ha-Mifléget ha-Komunistit ha-Yisraelit, que en hebreo significa Partido Comunista Israelí. 260 El Rakah tuvo entre los palestinos del estado de Israel un papel similar al de la OLP para los palestinos de fuera de este estado. Con la ayuda del partido muchos podían estudiar en universidades del bloque del este carreras inaccesibles de facto a los palestinos en Israel, como derecho o medicina. El Rakah también movilizó a los palestinos de Israel contra las expropiaciones de tierras en beneficio de los colonos judíos. 261 Jamsîn en árabe significa ‘cincuenta’, pero también es el nombre de un viento muy cálido procedente del desierto. 259

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Es significativo que a pesar de ser un movimiento extremadamente minoritario, el Matzpen fuera visto como un grave peligro por el consenso judeo-sionista en Israel. En los años sesenta, los inmigrantes judíos «orientales», que constituían la población más pobre, oprimida y explotada (aparte de los palestinos), organizaron grandes huelgas y protestas. La economía israelí entró en recesión en 1964 y en 1966 la recesión se hizo todavía mayor; en 1966 y 1967 hubo grandes huelgas y movilizaciones obreras contra la Histadrut (la patronal «sindical» burocrática). La situación era tan tensa en la época inmediatamente anterior a la guerra de 1967 que Israel estaba al borde de un golpe de estado militar similar a los de Turquía o Grecia. El general Ezer Weizmann dijo muy claramente, unos días antes de la guerra, después de una entrevista violenta entre los jefes del estado mayor y el presidente del consejo Eshkol, que Israel nunca había estado tan cerca del golpe de estado como entonces.262 La «democracia» israelí se mantuvo porque los generales se salieron con la suya y la crisis, en lugar de saldarse en forma, bien de justicia social, bien de dictadura interna (un pinochetismo sionista), se la hicieron pagar a sus vecinos árabes en forma de una guerra de agresión, conquista y colonialismo.263 Los generales, en lugar de dar un golpe de estado, invadieron a sus vecinos árabes, de manera que el aspecto repugnante de la actuación policiaco-militar (represión, torturas, asesinatos, exiliados, encarcelamientos) no fue a costa de los judíos israelíes sino de los palestinos, los egipcios y los sirios.264 El carácter «democrático ejemplar» del estado de Israel en «un océano árabe dictatorial» pudo mantenerse mediante el recurso de la agresión al exterior, que permitió a Israel mantener su buena imagen eurocéntrica, ya que la represión no la ejerció en el interior sino hacia el exterior, e incluso se suavizó un tanto la situación de los ciudadanos palestinos de Israel («los árabes israelíes» en la terminología oficial), mientras que el trato dispensado a los habitantes de los territorios ocupados y a los vecinos no empañaba demasiado esa imagen desde la perspectiva eurocéntrica. La guerra de

Nathan Weinstock, op. cit., p. 413. Los generales pro-OAS como Salan nunca hubieran intentado el golpe de estado si De Gaulle en lugar de acceder a la independencia de Argelia hubiera decidido invadir Túnez. 264 La guerra de 1967 se hizo también por el afán de Israel de canalizar hacia su territorio unos recursos acuíferos que eran de los dos estados, el israelí y el sirio. 262 263

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1967 fue en gran medida un «movimiento de distracción» y creó otras posibilidades de hacer negocio para la burguesía israelí, al tiempo que integraba en la «aristocracia obrera» judeo-israelí a los judíos «orientales» y aliviaba un poco a los palestinos israelíes; el puesto de unos y otros como máximos oprimidos pasó a estar ocupado –y en peores condiciones– por los palestinos de los nuevos territorios ocupados. Los beneficios de la explotación de los territorios ocupados en 1967 aliviaron la tensión social interjudía, y la patriotería hizo el resto. Aunque en los años setenta los judíos «orientales» descontentos crearan el movimiento de las Panteras Negras, que participó con el Rakah en la coalición electoral llamada Frente Democrático por la Paz y la Igualdad, esta alianza resultó efímera y las Panteras Negras no tardaron en desintegrarse como movimiento político. El malestar social de los judíos «orientales» no fue encauzado hacia una alianza de clase entre los oprimidos palestinos y los oprimidos judíos, sino que los judíos «orientales» fueron ganados por partidos confesionalistas como el Shas o por la derecha nacionalista del Likud, que no les ofrecían mejora social alguna pero que se beneficiaban del resentimiento que los judíos «orientales» sentían por la «izquierda» sionista. En los años setenta y ochenta surgió el movimiento pacifista Shalom ´Ajshav (Paz Ahora), contrario a la invasión del Líbano en 1982 y que organizó grandes manifestaciones en Tel Aviv contra esta guerra y contra las matanzas de Sabra y Shatîla en septiembre de ese mismo año. Shalom ´Ajshav representaba al ala izquierda del laborismo y a la clase media ashkenazi más moderada, pero no cuestionaba el sionismo; en realidad, gran parte de su preocupación era que las derivas belicistas de la derecha sionista perjudicasen excesivamente a Israel. Esto explica la actitud mucho menos pacifista de esta organización posteriormente, cuando las nuevas guerras de Israel se han emprendido sin la existencia equilibradora de la URSS, con la connivencia total con Estados Unidos y la complacencia tácita de la Unión Europea. El movimiento mizrahí Ohalim (‘Tiendas de campaña’)265 es un grupo de activistas de los suburbios, que sostienen que la pobreza se debe en parte a los gastos excesivos en asentamientos en los territorios ocupados en 1967.266

265 Referencia a las tiendas de campaña de los «campos de tránsito», de infausto recuerdo, por los que pasaron los judíos «orientales» inmigrados. 266 Ilan Pappé, op. cit., p. 310.

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En los años ochenta, el periódico Hadashot intentó dar una visión neutral e incluso crítica, alternativa a la versión oficial y oficiosa sionista imperante, pero no pudo sobrevivir a causa de problemas económicos. El periódico hierosolimitano Qol ha-´Ir es el único periódico hebreo con reportajes imparciales, es decir, radicales antisionistas desde el punto de vista del israelí medio. Los periodistas de Ha-Aretz Gideon Levy y Amira Hass han denunciado las violaciones de los derechos humanos llevadas a cabo por los ocupantes israelíes en los territorios ocupados en 1967. Existe en Israel un movimiento de objeción de conciencia. Hay 650 objetores de conciencia en Israel. La organización Yesh Gvul (‘Hay un límite’) no se opone a hacer el servicio militar, pero sí a servir en los territorios árabes ocupados en 1967 y en el Líbano. En cambio, la organización Nuevo Perfil se opone a cualquier participación en el ejército. La estrella del pop israelí Aviv Gefen ha cantado canciones antimilitaristas y se negó a realizar el servicio militar. Existen también organizaciones como Coalición de Mujeres por una Paz Justa, Gush Shalom, Ta´âyush (‘convivencia’ en árabe), Rabinos por los Derechos Humanos, Centro de Información Alternativa, Anarquistas contra el Muro, comités contra la tortura y la demolición de casas... La ONG Yad be-yad (‘mano con mano’ en hebreo) ha fundado escuelas para palestinos y judíos israelíes en Galilea, en las que se esfuerzan por impartir una enseñanza bilingüe (en árabe y hebreo) alternativa al segregacionismo del sistema educativo israelí, además de tratar de aportar una visión que supere el estrecho nacionalismo de una y otra parte.267 En los años ochenta surgió un movimiento (minoritario) que se podría calificar de post-sionista, que cuestionaba la versión oficial sionista y hacía hincapié en la limpieza étnica llevada a cabo por los sionistas en 1948, así como en el trato infligido a los palestinos y otros árabes; aunque este movimiento no alcanzó notoriedad hasta los años noventa. En esta línea se puede encuadrar también al catedrático de historia Shlomó Sand, autor de un polémico libro titulado ¿Cómo y cuándo se inventó el pueblo judío?, publicado en 2008 y en el que cuestiona los mitos fundacionales del sionismo, incluyendo el origen hebreo de la mayoría de los judíos actuales.

267

Ibid., p. 400.

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Resumiendo, podría decirse que el cuestionamiento del sionismo dentro del estado de Israel viene de seis elementos: 1) Los palestinos, encuadrados políticamente en el Rakah u otras organizaciones políticas. 2) Ciertos sectores de judíos «orientales», algunos de los cuales llegan a definirse como «judíos árabes» o «árabes judíos», que cuestionan la doctrina y la praxis sionistas. Entre ellos han destacado los judíos iraquíes, tanto inmigrantes (Shimón Ballas, por ejemplo) como la segunda generación nacida en el país: Ella Shohat, Yehudá Shenhav... Sin ser exactamente antisionista, también el movimiento Ohalim estaría en la línea de cuestionamiento del expansionismo sionista. 3) Elementos minoritarios de izquierda no sionista de origen ashkenazi: Rakah, Matzpen, Anarquistas contra el Muro, etc. 4) Algunos intelectuales críticos, que cuestionan académicamente los mitos del sionismo, como los post-sionistas antes mencionados. Israel Shahak incluso ha cuestionado los aspectos racistas de la tradición judía que han servido como fundamento al racismo israelí. 5) Militantes de organizaciones de derechos humanos y periodistas críticos. 6) Judíos religiosos antisionistas. Pero todo esto es muy minoritario. En el estado de Israel el consenso sionista ha sido absolutamente hegemónico desde la extrema derecha hasta el ala más «izquierdista» del sionismo. Incluso el Mapam y su continuación actual, el Meretz, que podrían considerarse el ala más izquierdista del sionismo, siempre han sacrificado el internacionalismo y el socialismo en aras del sionismo; aunque proclamaran su solidaridad con causas ajenas y lejanas como el Vietnam, no han cuestionado en nada fundamental el consenso sionista. Todos los partidos que han participado en el gobierno son sionistas, y los partidos que no lo son son «apestados» políticos condenados a la marginalidad. Del mismo modo que a la burguesía le vino bien sustituir la lucha de clases por la lucha de razas y el paraíso comunista por el edén ario, la burguesía israelí se beneficia igualmente de sustituir la lucha de clases por el mito de la tierra prometida y la psicosis persecutoria. Con ello consigue reprimir a las clases desfavorecidas, enfrentar a unos elementos desheredados (el proletariado judío mizrahí, por ejemplo)

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con otros elementos aún más desheredados (los palestinos, sean ciudadanos israelíes o de los territorios ocupados en 1967), desviar hacia fuera todas las tensiones... Hay tres razones por las que la clase dominante israelí no tiene deseos de hacer la paz con los palestinos y sus vecinos: 1) El día que Israel hiciera la paz con los árabes, se habría de enfrentar a los problemas internos interjudíos, tanto de clase como étnicos, lo que significaría solucionarlos de manera razonable o exponerse a una implosión interna. Por eso a la clase dominante sionista nunca le ha interesado realmente la paz con los árabes,268 porque el conflicto contra los árabes es la base de su poder y lo que garantiza que sus súbditos estén quietecitos y obedientes, por aquello de que si no lo están llegarán los ejércitos árabes y acabarán con los judíos, o los «peligrosos terroristas palestinos» asesinarán israelíes a granel. El miedo y el odio a «los árabes» facilita la «cohesión social» y la aceptación de las desigualdades entre los propios judíos.269 2) El estado de Israel es una entidad artificial, sostenida desde fuera por Estados Unidos, no sólo política y militarmente sino también económicamente. Si no fuera así, debería integrarse en el Oriente Medio como un país normal, debería renunciar a su alto nivel de vida (que está por encima de sus posibilidades como país) y su clase dominante perdería mucho dinero y poder. Así que la clase dominante israelí prefiere mantener su condición de macrobase militar al servicio de Estados Unidos y el conflicto interminable con los árabes y hasta con Irán. En realidad todo

Lo que no excluye buscar armisticios duraderos con regímenes árabes represivos y reaccionarios como el Egipto de Sadat, los monarcas jordanos, la derecha maronita libanesa o incluso cualquier dirigente palestino aspirante a carcelero de su propio pueblo. Tampoco se excluyen las retiradas territoriales de cierta magnitud si eso permite asegurar otras conquistas más importantes, tal como ocurrió con la devolución del Sinaí a Egipto por parte de Menahem Begin, pues esa concesión era necesaria al estado sionista para asegurar la ocupación sobre los demás territorios ocupados en 1967. En 1981, dos años después de Camp David, Israel se anexionó oficialmente el Golán sirio, y en 1982 emprendió la invasión del Líbano. 269 Aquí se cumple una vez más el adagio de que un pueblo no se puede liberar en tanto que domine a otro. El enemigo de un pueblo nunca es otro pueblo, sino otra clase. 268

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se basa en algo tan sencillo como esto: la economía israelí es absolutamente dependiente de Estados Unidos. 3) Hay enormes intereses creados en la ocupación y el militarismo. Se supedita el gasto social al militarismo y a un desmesurado gasto militar, lo que provoca una desenfrenada carrera de armamento y una peligrosa dinámica belicista. Existe también un enorme sector de la construcción (economía del ladrillo) que produce grandes beneficios a empresarios constructores a costa de la expoliación de los palestinos, de los problemas de vivienda de los judíos pobres270 y de salarios miserables para los trabajadores que no son ciudadanos israelíes. Los grandes beneficiarios de todo esto son los colonos y la clase alta israelí. Dentro de esta última se pueden diferenciar tres elementos: 1) La alta burguesía. 2) La burocracia del estado, de la Histadrut y del laborismo. 3) Los altos mandos militares vinculados a la empresa privada: Herzog o Dayán. Dan Halutz, jefe del Estado Mayor israelí durante la guerra del verano del año 2006, poco antes de desencadenar el ataque se fue a vender sus acciones en bolsa sabiendo que iban a bajar como consecuencia del inicio de la contienda.271 Los grupos de presión prosionistas tienen un papel decisivo en la política sionista del estado de Israel. Téngase en cuenta que los «proisraelíes» extranjeros, que lo son fundamentalmente por consideraciones colonialistas y arabófobas, o por fanatismo religioso (judío o cristianosionista), pueden permitirse el lujo de apoyar una política de odio y

No les falta razón a los mizrahíes del movimiento Ohalim, pues los gastos en asentamientos son enormes y los colonos son unos privilegiados, que disfrutan de un bienestar del que carecen los habitantes de los barrios humildes israelíes. Y cuando se ha desmantelado alguno de estos asentamientos, los colonos han recibido indemnizaciones millonarias a costa del erario público, mientras que los gastos sociales israelíes son comparativamente irrisorios. 271 Los militares neoliberales lo que buscan es hacer dinero y aun en activo en el ejército preparan sus negocios para después o para ya mismo, en el tráfico de armas o la venta de sistemas de seguridad a dictaduras o dictocracias bananeras o narcotraficantes. 270

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belicismo cuyas terribles consecuencias las padecerán otros. Para ellos Israel no es un fin sino un medio, y los israelíes como personas les importan no mucho más que los árabes. La mayoría de los proisraelíes son derechistas y su apoyo a Israel se relaciona con consideraciones de política imperialista y colonialista. Todo esto impulsa a los gobernantes israelíes a una política contraria a la paz con los palestinos, los pueblos árabes vecinos e Irán, sin importarles no sólo los terribles daños infligidos a sus enemigos sino tampoco el daño que sufrirán los propios israelíes. Tal como escribió el ministro surafricano de servicios secretos, Ronnie Kasrils, unos días después del alto el fuego entre el estado de Israel y Hizbullâh en agosto de 2006: Bombardeando Beirut, los dirigentes israelíes sabían que habría represalias, igual que cuando ordenan asesinatos selectivos para provocar una reacción y sabotear negociaciones que no desean. Para ellos, el terror de sus propios ciudadanos, huyendo hacia el sur o escondiéndose en sus refugios, es una parte aceptable de sus cínicos cálculos. Como observaba la militante pacifista israelí Tanya Reinhart: «Para la dirección militar israelí, no sólo los libaneses y los palestinos, sino también los propios israelíes, son meros peones de una gran visión guerrera».272

El pacifismo israelí se ha visto muy mermado por el hecho de que el antisionismo sea muy minoritario. Mientras que contra la guerra de 1982 hubo movilizaciones enormes en Tel Aviv y llegó a haber manifestaciones de 400.000 personas, contra la represión en Cisjordania y la Franja de Gaza y contra la guerra de 2006 se movilizaron en Tel Aviv las cinco mil personas de siempre.273 Esto hace evidente la necesidad de una des-sionización de Israel, en beneficio de los palestinos, los árabes, todos los pueblos de Oriente Medio y de los propios judíos israelíes.

Gilbert Achcar y Michel Warschawski, La guerra de los 33 días. Israel contra Hezbolá en el Líbano y sus consecuencias (Barcelona: Icaria, 2007), p. 94. 273 Ibid., pp. 87-88. 272

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Capítulo

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Los árabes y el nacionalismo árabe

Las metamorfosis de la identidad árabe La primera mención del nombre de los árabes data del siglo ix a.C. para referirse a las tribus del norte de la península Arábiga. Existen dos teorías sobre la etimología de este etnónimo:1 1) Según algunos, el nombre provendría del topónimo para la depresión al sur del mar Muerto, conocida como ´Araba, de allí se extendería a los habitantes del norte de Arabia. 2) Según otra teoría, el nombre provendría de una raíz semítica para «mezcla desordenada», que las poblaciones sedentarias del Creciente Fértil pudieron aplicar a los nómadas árabes; despectivo en su origen, pudo ser orgullosamente aceptado por los propios árabes, pues lo que en boca de los sedentarios se entendía como «caos» tribal frente al «orden» estatal, los árabes lo pudieron interpretar como libertad frente a la sumisión estatal. Por extensión, los persas de la época aqueménida y los griegos llamaron Arabia a toda la península Arábiga, más como un término geográfico que como un término étnico. Los habitantes de Arabia no eran étnicamente homogéneos, los norarábigos eran una etnia diferente de los surarábigos. Aunque unos y

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Maxime Rodinson, Los árabes (Madrid: Siglo xxi, 1991), p. 18.

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otros hablaban idiomas semíticos, originariamente sólo los norarábigos hablaban árabe, los surarábigos hablaban un idioma diferente (conocido como himyarí en árabe), más relacionado con las lenguas etiópicas que con el árabe. Además, el sur de Arabia poseía una economía agrícola con un impresionante sistema hidráulico y una civilización urbana que no tenía nada que ver con «los árabes» del norte. Las genealogías árabes de comienzos de la edad media hacían de los surarábigos, llamados qahtâníes o yemeníes, «los verdaderos árabes» (´âriba, ´arbâ`), frente a los norarábigos, conocidos como ´adnâníes, qaysíes o mudaríes, que serían «arabizados» (muta´arriba, musta´riba),2 pues se les suponía descendientes de Ismael, el hijo de Abraham, llegado a Arabia más tarde que los qahtâníes. Esto significa que, según esta genealogía, influida por la tradición bíblica judeocristiana, los únicos árabes ismaelitas eran los qaysíes. La progresiva desertización del sur de Arabia provocó la nomadización y la emigración de muchos qahtâníes hacia el norte. Los reinos árabes asentados en las proximidades del Creciente Fértil al final de la antigüedad y comienzos de la edad media, los de los gassaníes y los lajmíes, eran de origen surarábigo. Las tribus no judías de Medina eran también qahtâníes, a pesar de que Medina se encontraba más al norte que La Meca, poblada por qaysíes. Por otra parte, los yemeníes progresivamente fueron influidos por los norarábigos, hasta el punto de que en la época en la que apareció el islam, el Yemen estaba ya en vías de asimilación lingüística y la lengua himyarí estaba en retroceso, fenómeno que se aceleró mucho con la islamización. Las conquistas árabe-islámicas de los siglos vii y viii supusieron la emigración de muchos árabes a los países conquistados y la arabización de muchos de estos países. A lo largo de muchos siglos, el árabe fue la principal lengua de alta cultura del mundo islámico, incluida el área cultural persa del islam. Durante la época omeya (661-750) los conquistadores árabes mantuvieron una posición de preeminencia sobre los conquistados.3 En

Esta palabra (musta´rab o musta´rib) será la misma que en la península Ibérica se aplicará a los cristianos arabizados y que pasó al castellano como ‘mozárabe’. También más tarde se aplicó a los judíos de lengua árabe en contraposición a los judíos de lengua española (sefardíes). 3 Los árabes utilizaban el nombre de paternidad (Abû, ‘padre’, o Umm, ‘madre’, seguido del nombre del hijo mayor) conocido como kunya, tanto o más que el nombre propio, costumbre común todavía hoy en algunos países árabes 2

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esa época los árabes cristianos no pagaban tributos como la ÿizya, que en cambio se obligaba a pagar a los no árabes islamizados. El imperio omeya, aunque musulmán, fue más un imperio árabe que islámico, lo que despertó grandes resentimientos entre los conquistados, especialmente los persas, que recordaban sus viejas glorias imperiales y el esplendor de su civilización preislámica. Pero a partir de la revolución que derrocó a los omeyas e instauró a los ´abbâsíes, los árabes perdieron la posición de privilegio dentro de un estado cuya ideología justificadora era el islam sunní, no la arabidad. A partir de entonces habría dos tipos de árabes: 1) Los beduinos,4 que eran considerados los árabes por excelencia. 2) Árabes por genealogía,5 aunque ni vivieran en Arabia ni fueran beduinos.

(por ejemplo entre los palestinos); en la época omeya, este hábito onomástico se convirtió en distintivo de superioridad sobre los conquistados no árabes, de ahí que el término árabe kunya haya pasado al castellano como la palabra ‘alcurnia’. Una vez los árabes perdieron la posición privilegiada, la kunya se mantuvo entre algunas poblaciones de lengua árabe pero sin ningún sentido de «alcurnia» ni privilegio. Téngase en cuenta que en al-Ándalus la preeminencia árabe duró más que en Oriente Medio porque una rama exiliada de los omeyas consiguió instaurar un emirato omeya en al-Ándalus y más tarde incluso restauró durante un siglo un califato omeya. Todavía en el siglo xi, en al-Ándalus las familias de origen árabe miraban con aire de superioridad a los demás. Sin embargo, no hay que entender ese orgullo como sentido de «pureza racial», pues las genealogías árabes eran puramente agnáticas (es decir, puramente patrilineales) y las madres podían ser de orígenes variadísimos. Todos los emires y califas omeyas de alÁndalus fueron hijos de madres esclavas de origen no árabe, lo que no impedía que los omeyas andalusíes se consideraran puramente árabes, ya que en las genealogías patrilineales el origen de las madres era irrelevante. 4 No todos los beduinos eran musulmanes. En lo que hoy es el territorio de los estados de Jordania y Siria han existido hasta la actualidad tribus beduinas cristianas. 5 No todos los que se atribuían un origen genealógico árabe eran musulmanes, ni en la edad media ni en la actualidad, pues no faltaban los cristianos que se atribuían un origen árabe preislámico, sobre todo entroncado con los gassâníes, reyes árabes de Siria antes del islam. La familia Ma`lûf (a la que pertenece el famoso escritor libanés en lengua francesa Amin Maalouf) se atribuye un origen gassânî. En al-Ándalus también pretendían descender de los gassâníes los cristianos de lengua árabe dueños de dos fortalezas cerca de Viseo (en el actual Portugal) en el siglo xi.

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A los arabizados que no se atribuían una genealogía árabe (real o ficticia)6 no se les consideraba árabes. Sin embargo, con el tiempo, a la población arabófona musulmana, descendiente de árabes y arabizados, se la conoció como «hijos de los árabes» (en árabe awlâd al-´arab o abnâ` al-´arab). Los arabófonos aplicaban el término ‘árabe’ cada vez más exclusivamente a los beduinos y de manera despectiva.7 En cualquier caso, la identidad étnica se volvió irrelevante políticamente en estados imperiales cuya ideología era confesional. Ni el idioma ni el patriotismo geográfico eran políticamente relevantes, nada parecido siquiera a un proto-estado-nación. Las élites políticas de estos imperios eran completamente multiétnicas: los sultanes fueron kurdos,8 turcos o circasianos. El imperio mameluco, que gobernó Egipto y Siria de 1250 hasta 1517, estuvo gobernado por sultanes de origen esclavo, primero turcos qipchaq y luego circasianos. El imperio otomano no fue un «imperio turco» sino un imperio cuyo nombre remite a la familia reinante, de origen turco, pero cuya élite política era tan multiétnica o más que las de los imperios musulmanes que lo habían precedido. Hasta comienzos del siglo xx se daba la paradoja de que «turco» en boca de los urbanitas de lengua turca de Istambul se refería no a ellos mismos sino sobre todo a «los paletos de Anatolia». Por su parte, «árabes» en boca de los urbanitas de lengua árabe de Egipto y el Cre-

6 Aunque los árabes perdieran la posición privilegiada con el derrocamiento de los omeyas el año 750, no perdieron tan pronto el prestigio social. Por ello, muchos no árabes se inventaron genealogías árabes para atribuirse un origen prestigioso. Es divertida la anécdota del poeta Abû Tammâm (siglo ix), que sólo consiguió cubrirse de ridículo cuando se inventó una linajuda prosapia árabe, cuando todos sabían que su padre había sido un tabernero cristiano no árabe de Damasco. 7 El beduino en la cultura árabe ha tenido una posición ambivalente; por un lado, literariamente era el modelo de virtudes heroicas idealizadas (generosidad, hospitalidad, nobleza...) y su posición de libertad frente al poder estatal era admirada y envidiada por quienes estaban sometidos a poderes sultánicos, pero por otra parte, en la vida real, era despreciado por los sedentarios como «salvaje» al margen de la «civilización». 8 El famoso sultán Saladino, fundador de la dinastía ayyûbí (1171-1250), era kurdo. También parece haber sido kurdo Shafî ad-Dîn, en quien tuvo su origen la dinastía safaví que gobernó Irán en la edad moderna.

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ciente Fértil era sobre todo un término despectivo para referirse a los beduinos y no solían aplicárselo a sí mismos. La población de lengua turca era turca para los no hablantes de turco; igualmente, los que no hablaban árabe llamaban «árabes» a los que hablaban árabe. Para los hablantes de árabe, los hablantes de turco eran «turcos», mientras que para los hablantes de turco, los hablantes de árabe eran «árabes». Pero muchas veces, «turcos» en boca de los cristianos balcánicos y europeos era un término más confesional que etno-lingüístico, referido a los musulmanes en general. «Hacerse turco» era sinónimo de «hacerse musulmán». En Hispanoamérica se llamó «turcos» a los emigrantes sirios9 (la mayoría de ellos cristianos) llegados a finales del siglo xix y comienzos del siglo xx, cuando Siria era aún parte del imperio otomano («turco»). Es la desintegración del imperio otomano lo que produjo simultáneamente la emergencia del nacionalismo turco y del árabe. Al desintegrarse el espacio político tradicional, las poblaciones de lengua turca y árabe de lo que había sido este imperio buscaron en el nacionalismo la ideología y el proyecto político que sustituyera a los arruinados otomanismo10 y panislamismo,11 a fin de hacer frente a la dominación imperialista.

9 Hasta la taifización posterior a la primera guerra mundial llevada a cabo por los colonialistas británicos y franceses, Siria era un término geográfico que abarcaba los territorios que hoy políticamente se encuentran divididos entre Líbano, Siria, Israel, Cisjordania, Franja de Gaza, Jordania y algunas regiones de Turquía limítrofes con el estado sirio. 10 El otomanismo buscaba crear un «patriotismo otomano» supraétnico y supraconfesional entre los ciudadanos del imperio otomano; en consecuencia, el otomanismo se derrumbó con el imperio otomano tras la derrota de este en la primera guerra mundial. 11 El panislamismo pretendía unir a los musulmanes y veía en el sultán otomano al califa del islam. Esta ideología califal otomana era de cuño reciente, basada en el relato apócrifo según el cual, en 1517, el último califa ´abbâsí del Cairo habría transferido sus derechos califales al sultán otomano vencedor de los sultanes mamelucos. Esta ideología se difundió mucho en el siglo xix. El panislamismo recibió en 1924 un golpe mortal con la abolición del califato por Atatürk y la instauración de una república laica en Turquía. Esta abolición del neocalifato otomano en 1924 causó muchísima más consternación en el mundo musulmán (sunní) que la abolición del casi milenario califato ´abbâsí por los otomanos cuatro siglos antes.

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La nueva ideología nacionalista árabe surgió y se difundió precisamente en los territorios árabes de Asia que habían sido otomanos. Implicaba la idea de que todos los arabófonos eran árabes y pasaban a llamarse y considerarse como tales. En principio se trataba de los árabes de Asia, sólo más tarde se extendió la idea de la arabidad y el panarabismo a Egipto y el Mágreb. Esto, como veremos, no fue tan sencillo, porque la arabidad lingüística y cultural de las poblaciones, al adquirir un contenido político nacionalista, se complicaba con proyectos políticos variados y contradictorios de carácter confesional y con los intereses de las distintas clases sociales y los regímenes de cada estado constituido.

Las minorías en el mundo árabe: las minorías árabes no musulmanas, las minorías musulmanas no árabes, las minorías que no son ni árabes ni musulmanas y las minorías árabes musulmanas no sunníes En el mundo árabe hay minorías no musulmanas, minorías musulmanas no árabes y minorías que no son ni árabes ni musulmanas. Entre las minorías no musulmanas las más importantes son las minorías cristianas de Egipto y el Creciente Fértil, a su vez muy diversificadas en sectas y ritos muy diversos. La pluralidad de iglesias tiene su origen en diversidades étnicas12 y en los cismas que se remontan a los

La iglesia copta se configuró como iglesia independiente expresando el rechazo del pueblo egipcio a la dominación greco-romana de Roma y Constantinopla. El idioma litúrgico de esta iglesia es el copto, fase final del idioma egipcio. Aunque en la edad media los coptos se arabizaron y abandonaron el copto, esta lengua se mantuvo como lengua litúrgica de la iglesia copta; en la actualidad, los cristianos coptos tienen oraciones en copto y árabe. En Siria, al lado de la iglesia melkita (cuyo idioma litúrgico era el griego) surgieron dos iglesias siriacas: la maronita y la jacobita, cuya lengua litúrgica era el siriaco. Fueron la expresión del particularismo arameo frente a las élites urbanas de lengua griega de la época bizantina; sin embargo, en Siria, donde el helenismo había sido más fuerte que en Egipto y donde la explotación del estado romano no fue tan grande, el melkismo tuvo muchos más adeptos y no desapareció tras la conquista árabe-islámica como en Egipto. En Mesopotamia, la iglesia nestoriana era una iglesia de lengua siriaca y su divergencia sectaria con la melkita garantizaba al imperio persa sasánida la fidelidad de sus súbditos cristianos y que no tuvieran la tentación de convertirse en la quinta columna del poder imperial cristiano romano. 12

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primeros concilios ecuménicos de la cristiandad. Cuando llegó el islam, los cristianos de Egipto y el Creciente Fértil se dividían en tres sectas: 1) Melkitas (de melek, ‘rey’ en arameo, pues eran los cristianos seguidores de la religión oficial del imperio romano). Muy numerosos en Siria. 2) Monofisitas, que rechazaban las decisiones del concilio de Calcedonia del año 451 (llamado por los monofisitas «el concilio de los necios») y afirmaban que Cristo sólo tenía una naturaleza, la divina. Eran mayoría en Egipto (los coptos son monofisitas) y muy numerosos en Siria (donde se les conocía como jacobitas, por el nombre de Jacobo Baradai). 3) Nestorianos, que rechazaban las decisiones del concilio de Éfeso del año 431 y afirmaban que la virgen María había sido madre de Cristo pero en ningún caso de Dios. Eran la mayoría de los cristianos de Mesopotamia. Pero, más tarde, la diversidad de iglesias llegó a ser aún mayor. Una rama (siriaca y en principio monotelita) de los melkitas dio lugar a la iglesia maronita; posteriormente la propia iglesia melkita tuvo un cisma y los melkitas se dividieron en ortodoxos y católicos. Aunque en principio la presencia católica era inexistente en Oriente Medio, con las cruzadas se constituyó una pequeña iglesia católica de rito latino en Siria; también en la época de las cruzadas, los maronitas, sin renunciar a sus ritos y organización eclesiástica autónoma, se catolizaron y reconocieron al papado de Roma. En la edad moderna, cada una de las otras iglesias no católicas tiene una rama unida a Roma: 1) Los melkitas católicos (también llamados greco-católicos)13 frente a los melkitas ortodoxos (también llamados greco-ortodoxos).14

Los melkitas católicos tienen su origen en los melkitas ortodoxos que se pasaron al catolicismo en el siglo xvii, pero esto ocurrió en el medio rural y no en las ciudades, debido al apoyo otomano a la iglesia ortodoxa oficial. Por ello, en el Líbano había greco-católicos en ciudades de segundo orden como Tiro, Sidón y sobre todo Zahla, pero abundaban sobre todo en el campo, en las comarcas del sur del Líbano y al pie del Antilíbano. 14 Pertenecientes a la misma iglesia ortodoxa que Grecia, Bulgaria, Rumanía, Serbia, Rusia, etc. 13

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2) Los sirio-católicos frente a los sirio-ortodoxos15 (jacobitas). 3) Los caldeo-católicos frente a los nestorianos. 4) Los copto-católicos frente a los coptos ortodoxos.16 Cuando se produjeron las conquistas árabe-islámicas y la incorporación de estos cristianos al mundo islámico, la mayoría de ellos no eran árabes, aunque había árabes cristianos en Siria y Mesopotamia. De los árabes cristianos, unos lucharon del lado de los árabes musulmanes y otros del lado de sus correligionarios bizantinos.17 La arabización fue muy rápida entre las poblaciones cristianas urbanas de Siria y Mesopotamia, facilitada por la similitud entre las lenguas aramea y árabe. El hecho de que la mayoría de los escribas de Siria y Egipto durante mucho tiempo fueran cristianos y a partir de finales del siglo vii el árabe se convirtiera en la lengua oficial de la burocracia obligó a estos influyentes escribas a dominar perfectamente el árabe. Entre los siglos viii y ix, los cristianos sirios e iraquíes, bilingües (siriaco18 y árabe) o trilingües (griego, siriaco y árabe), fueron la mayoría de los traductores de la ciencia y la filosofía griegas al árabe, a veces directamente del griego pero más frecuentemente a través del siriaco. Al final de la edad media el copto había desaparecido por completo (salvo como idioma litúrgico). En la actuali-

15 El término ‘ortodoxo’ es el nombre oficial actual de la iglesia e indica su idea de profesar la doctrina cristiana correcta, pero los «sirios ortodoxos» no tienen nada que ver con lo que en Occidente conocemos como «iglesia ortodoxa». 16 El nombre oficial de la iglesia monofisita egipcia es «iglesia ortodoxa copta» (en árabe al-kanîsa al-urtûdûksiyya al-qibtiyya), pero es un nombre convencional que indica la pretensión de estar en posesión de la doctrina cristiana genuina, no pertenencia a «la iglesia ortodoxa» griega o rusa. 17 El último soberano gassâní, Ÿabala ibn al-Ayham, se refugió en Anatolia con muchos árabes cristianos cuando se produjo la conquista de Siria por los musulmanes. Pero fueron muchos más los árabes cristianos que permanecieron y los árabes cristianos que combatieron del lado de los árabes musulmanes contra bizantinos y persas. 18 El siriaco es una variedad del arameo. Con la cristianización, ‘arameo’ se convirtió en sinónimo de ‘pagano’ y los cristianos sustituyeron el nombre de arameo por el de sirio o siriaco. El siriaco es el arameo literario de los cristianos arameos, basado en el habla de la ciudad de Edesa (actualmente en Turquía).

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dad hablan arameo los habitantes de tres localidades de Siria19 y los cristianos jacobitas y nestorianos del norte de Mesopotamia y las montañas del Kurdistán.20 En Yemen, Iraq, la Gran Siria, Egipto, Libia, Túnez, Argelia y Marruecos vivían comunidades judías, la mayoría de ellas de lengua árabe. Los judíos del Yemen descendían fundamentalmente de yemeníes judaizados y sus compatriotas musulmanes los tenían por puros árabes qahtâníes. En Siria se refugiaron las tribus árabes judías de Medina expulsadas por Muhammad. Pero en su mayor parte, las poblaciones judías de lengua árabe tenían su origen en poblaciones no árabes arabizadas a partir de la conquista árabe-islámica. En Palestina, concretamente en Nablus,21 existe una reducidísima minoría samaritana, pequeño remanente de los samaritanos de la antigüedad y de los samaritanos que todavía en la edad media eran mucho más numerosos y tenían comunidades dentro y fuera de Palestina. Los samaritanos son de lengua árabe, arabizados desde la edad media. De las minorías musulmanas no árabes las más importantes demográficamente son dos: los kurdos y los bereberes. Los kurdos son especialmente numerosos en Iraq, donde constituyen la mayoría de la población de algunas regiones septentrionales. También hay minorías kurdas mucho menores en Siria22 y el Líbano. Los bereberes son muy numerosos en Marruecos, donde quizás constituyan el 40% de la población. También son muchos en Argelia, donde pueden constituir una tercera parte de la población y son mayoritarios en la Cabilia, el Awrés y el Sáhara. En cambio son una minoría mucho menor en Libia y hay muy pocos en Túnez. En el desierto sahariano de Egipto existen algunos oasis bereberes, el más importante de ellos es el de Siwa.

El más importante de los cuales es Ma´lûla, habitado por cristianos melkitas ortodoxos y cristianos melkitas católicos. Las otras dos localidades son dos aldeas mucho menores en las proximidades de Ma´lûla, cuyos habitantes son musulmanes. 20 En esta zona también hablaban arameo los llamados «judíos del Kurdistán». 21 En 1948 una parte de ellos se fue de Nablus y se estableció en Holón, dentro del estado de Israel; los samaritanos de Holón en la actualidad hablan hebreo. 22 El presidente del Partido Comunista Sirio, Jâlid Bagdâsh, es kurdo. 19

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Minorías musulmanas no árabes menores son los circasianos, los turcos y turcomanos y los «iraníes».23 Los circasianos se establecieron en esas tierras en la época del imperio otomano, cuando este imperio acogió como refugiados a la mayoría de los circasianos musulmanes que huían de la expansión imperial rusa. Las minorías circasianas más importantes se encuentran en los estados de Siria y Jordania. En Jordania están muy vinculados a la monarquía. En Israel viven unos cinco mil circasianos, que no se han identificado políticamente con los árabes palestinos sino con el estado israelí, en cuyo ejército sirven y en el que existe una brigada circasiana. Antes de la primera guerra mundial la presencia turca en Alepo y las ciudades del norte de Iraq era considerable (en Kirkuk eran turcas las tres cuartas partes de la población), lo que explica las pretensiones de Turquía de anexionarse el norte de Iraq. Los turcos urbanos sirios e iraquíes mantienen el idioma turco como lengua familiar, aunque están en vías de arabización. La minoría turca iraquí, antes de que el Ba´t se hiciera con el poder, tuvo un papel importante en la política iraquí, lo que era una continuación del papel directivo de los turcos anteriormente; el general Bâqir Sidqî, partidario del «nacionalismo iraquí», estaba fascinado por la experencia kemalista en Turquía.

En Iraq, en virtud de la ley de ciudadanía de 1924, sólo se reconocía como ciudadanos iraquíes a aquellos habitantes de Iraq que antes habían sido ciudadanos otomanos; esto suponía excluir a muchas tribus, familias y aldeas que para eludir el servicio militar se habían registrado como súbditos iraníes. Aunque muchas de estas personas eran puramente árabes o de origen iraní pero arabizadas, fueron excluidas de la ciudadanía iraquí y consideradas como residentes «iraníes». Conviene saber que la mayoría de estas personas eran de religión musulmana chií. La ley se aplicó con especial inhumanidad durante los gobiernos de ´Ârif (anticomunista y enemigo del chiismo) y Saddâm Husayn, quien llegó a expulsar a Irán a un cuarto de millón de iraquíes «iraníes» durante la guerra irano-iraquí (1980-1988); estos iraquíes se sintieron como extraños en Irán y, a pesar de la presencia de los servicios secretos iraníes que los vigilaban, muchos de ellos se manifestaban a favor de Saddâm, con la esperanza de que este les permitiera repatriarse. El caso de los iraquíes «iraníes» es uno de los más expresivos de cómo la estatolatría, con sus flamantes nuevas fronteras y su sagrada «identidad nacional», puede vulnerar los derechos de las personas, cómo el estado-nación se coloca por encima de los habitantes del país y el poder decide incluso qué habitantes del país serán ciudadanos y quiénes no tendrán siquiera derecho a ser ciudadanos del país donde han nacido o del que son originarios. 23

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Más numerosos aún que los turcos urbanos son en Iraq los turcomanos, que viven en el norte del país. Pero desde la invasión de Iraq en 2003 por los Estados Unidos, los turcomanos (igual que los árabes y otras minorías del Kurdistán iraquí) están sometidos a los intentos de limpieza étnica por parte de los nacionalistas kurdos colaboracionistas, que gozan de la tolerancia de los invasores. Entre las minorías no árabes y no musulmanas la más numerosa es la de los habitantes no árabes y no musulmanes del sur de Sudán.24 Entre las minorías menores destaca la armenia, pero también han existido y existen otras minorías, como los judíos sefardíes, los judíos bereberes, los judíos kurdos,25 los yazidíes,26 los mandeos…27 Los armenios ya estaban presentes en la Gran Siria en la edad media,28 pero el establecimiento de minorías armenias considerables en los actuales estados de Siria y el Líbano fue a raíz de la primera guerra mundial, cuando los armenios fueron deportados por las autoridades otomanas para evitar que se convirtieran en la quinta columna del avance ruso. En el curso de estas deportaciones se produjeron terribles matanzas de armenios,29 y los supervivientes se establecieron en los

24 El tercio meridional de Sudán está habitado por poblaciones que no son ni árabes ni musulmanas, de lenguas nilóticas y religión animista o cristiana. 25 Kurdos por el país, el medio tribal y posiblemente en gran parte por el origen, pero de lengua aramea, no kurda. 26 Kurdos seguidores de una religión sincrética en la que el islam sólo ha hecho una aportación más en una mezcolanza única en la que predominan los elementos de otro origen. Aunque por su lengua y otras características se les puede considerar como kurdos, su peculiaridad religiosa es tan fuerte que constituyen un grupo a la vez dentro y fuera del conjunto kurdo. 27 El mandeísmo es una religión aparte, fruto de un sincretismo de elementos gnósticos, mesopotámicos, iranios, judíos y cristianos. Se ha llamado a los mandeos «adoradores de la estrella Polar» por la importancia que ese astro tiene en su culto, también se les ha llamado «cristianos de San Juan Bautista», nombre del todo inadecuado, pues si bien el mandeísmo otorga una gran importancia a San Juan Bautista y le atribuye un alto rango, considera a Jesucristo como un impostor deformador de las doctrinas de Juan. Los mandeos hablan un dialecto arameo propio. 28 La ciudad vieja de Jerusalén se divide en cuatro barrios: el barrio musulmán, el barrio cristiano, el barrio judío y el barrio armenio. Nótese que, a pesar de que los armenios eran cristianos, tenían un barrio propio, aparte del de sus correligionarios autóctonos. 29 Es una cuestión muy controvertida si puede hablarse de «genocidio» o no,

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mandatos franceses de Siria y Líbano, estados de los que se hicieron ciudadanos sin renunciar a su identidad étnica armenia. En un mundo árabe mayoritariamente sunní, los árabes musulmanes no sunníes también se pueden considerar minorías. Este es el caso de los jâriÿíes y los chiíes. Los jâriÿíes son mayoritarios en Omán, donde las tres cuartas partes de la población son jâriÿíes. En Argelia hay una minoría jâriÿí en los oasis saharianos de Mzâb, en Túnez en la isla de Ÿerba y en Libia en la región de Ÿabal Nafûsa.

pues no está claro que las autoridades otomanas tuvieran realmente intenciones genocidas. Sin embargo, la magnitud de la deportación, en invierno, a través de montañas llenas de nieve, sin el avituallamiento necesario, provocaron un inmenso número de muertes por hambre y frío. Añádase a eso las matanzas llevadas a cabo por musulmanes que los odiaban por una mezcla de fanatismo religioso y ver en ellos colaboracionistas con el enemigo ruso. Los soldados otomanos estaban en el frente y las labores de policía en las deportaciones fueron realizadas frecuentemente por delincuentes y criminales sacados de las cárceles, con el comportamiento que se puede imaginar. En cualquier caso, la mayoría de los musulmanes que llevaron a cabo las matanzas no fueron turcos sino kurdos, pues la mayoría de las rutas de deportación fueron a través del Kurdistán y entre armenios y kurdos existía una rivalidad tradicional entre agricultores y pastores. Ni siquiera los historiadores nacionalistas turcos medianamente serios niegan la terrible magnitud del número de las víctimas armenias (que pudo sobrepasar el millón), pero replican que el número de musulmanes (turcos o kurdos) muertos durante la primera guerra mundial en Anatolia oriental fue igual o superior al de armenios muertos. A eso habría que añadir que durante la primera guerra mundial decenas de miles de árabes de la Gran Siria fallecieron de hambre sin que fueran deportados, lo que puede dar idea de las terribles condiciones de esos años y de que no fueron los armenios los únicos que sufrieron lo indecible. Otra cuestión es a quién correspondería la responsabilidad del genocidio: el imperio otomano no era un «imperio turco», por lo que endosar la herencia de la culpabilidad del genocidio a la actual república de Turquía es cuando menos discutible, máxime teniendo en cuenta que la mayor parte de los armenios asesinados lo fueron a manos de kurdos. El nacionalismo armenio ha cargado todas las culpas a «los turcos» y ha evitado mencionar las responsabilidades kurdas, por una mezcla de ignorancia histórica y oportunismo táctico-estratégico. Sin embargo, a día de hoy, gran parte de los territorios que los nacionalistas armenios reivindican y que se encuentran en la actual república de Turquía no están habitados por turcos étnicos sino por kurdos, de manera que, en el caso (harto improbable) de que el estado turco renunciara a ellos, los nacionalistas armenios se las habrían de ver con sus actuales moradores kurdos.

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Entre los chiíes o de origen chií, habría que distinguir varias sectas: 1) Los zaydíes.30 Constituyen algo más de la mitad de la población del norte del Yemen; también hay zaydíes en zonas de Arabia Saudí limítrofes con el norte del Yemen. 2) Los duodecimanos o imamíes.31 Son mayoritarios en Bahrein (el 60% de la población); en Iraq son algo más del 50% de la población; en el Líbano son a día de hoy «la minoría mayoritaria» y su número es similar al de todas las sectas cristianas juntas;32 la cuarta parte de los kuwaytíes son chiíes duodecimanos; en Arabia Saudí son la décima parte de la población y se encuentran en su mayoría en la estratégica región del Golfo, donde se halla el petróleo saudí.33 3) Los ismailíes.34 Hay pequeñas minorías ismailíes en Siria,

Es la rama del chiismo más próxima al sunnismo, del que sólo se diferencia en que, en opinión de los zaydíes, el califa debía ser descendiente de ´Alî, pero sin reconocer al imâm características extraordinarias. Algunos zaydíes se sienten más próximos al sunnismo que al resto de las sectas chiíes, hasta el punto de que llaman al zaydismo «la quinta escuela jurídica», como añadida a las cuatro escuelas jurídicas sunníes (mâlikí, hanafí, shâfi´í y hanbalí). 31 La gran mayoría de los chiíes de la actualidad son duodecimanos, por lo que en el lenguaje corriente muchas veces chií es prácticamente sinónimo de chií duodecimano. 32 Los chiíes duodecimanos libaneses han constituido la comunidad confesional con más pobres y más discriminada (lo que no ha obstado para que haya chiíes duodecimanos muy ricos y terratenientes de esta confesión explotadores de sus correligionarios pobres); la pobreza de esta minoría ha sido la causa de su fuerte crecimiento demográfico y de que haya terminado convirtiéndose en la «minoría mayoritaria» del Líbano, algo más de un tercio de la población total libanesa. 33 Las relaciones entre la minoría chií y las autoridades saudíes, fanáticamente sunníes, son pésimas. 34 El ismailismo era la rama más esotérica del chiismo, con la metafísica más radical y alejada del islam sunní, que motejó a los ismailíes de gulât («exagerados», «extremistas»). El ismailismo también se conoce como chiismo septimano porque en su metafísica el siete tenía un papel esencial: siete imâmes, siete grandes enviados divinos (el séptimo sería el mahdî o mesías musulmán), siete dimensiones (izquierda y derecha, arriba y abajo, delante y detrás, la séptima dimensión era Dios)... De los ismailíes surgieron sectas 30

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remanentes de los antiguos seguidores del Viejo de la Montaña.35 4) Los ´alawíes o nusayríes.36 Constituyen algo más del 10% de la población de Siria. 5) Los drusos.37 Viven en Siria (350.000), Líbano (300.000), Israel (35.000) y Jordania (10.000). Téngase en cuenta que algunas de estas minorías pueden serlo en el conjunto del mundo árabe (donde los árabes musulmanes sunníes son clara mayoría), pero en algunos estados árabes alguna de estas minorías puede constituir la mayoría de la población. Más frecuentemente aún, las minorías pueden ser la mayoría en ciertas regiones, comarcas, ciudades o aldeas. Los chiíes duodecimanos son mayoritarios en Bahrein y en Iraq; en Iraq, si bien constituyen sólo una ligera mayoría entre la población total iraquí, son claramente mayoritarios entre los árabes iraquíes. Los jâriÿíes de Omán son la mayoría de la población. En el antiguo Yemen del Norte los chiíes zaydíes eran la mitad de la población. En el Líbano de los años cuarenta los cristianos constituían una ligera mayoría y en la actualidad son los chiíes duodecimanos la minoría mayoritaria, mientras que los musulmanes sunníes libaneses son una minoría menos numerosa que las comunidades chií y cristiana.

político-religiosas aún más radicales de las que poco se conoce (sus escritos eran secretos o fueron destruidos), pero de las que se sabe que poseían programas radicales de revolución social, como fue el caso de los cármatas. 35 Famosos por los magnicidios que cometieron contra sus enemigos sunníes; de ellos proviene la palabra ‘asesino’. 36 El ´alawismo es una rama peculiarmente sincrética del chiismo, que incluye elementos cristianos, entre otros; el nombre de nusayríes con el que también se les conoce puede entenderse como ‘cristianitos’, aunque deriva del nombre de Ibn Nusayr de Basora, a quien se tiene por primer teólogo y fundador del ´alawismo. 37 La religión drusa, aunque tiene su origen en el chiismo ismailí, más que una secta chií constituye una religión sincrética aparte, no sólo del chiismo sino del mismo islam.

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Los judíos del mundo árabe: diferencias entre el Mashriq y el Mágreb En el mundo árabe existían comunidades judías en el Yemen, Iraq, la Gran Siria, Egipto, Libia, Túnez, Argelia y Marruecos. Las comunidades judías más numerosas eran las de Iraq y Marruecos. Los judíos del mundo árabe se podrían clasificar en dos grupos principales: 1) Los que podríamos llamar judíos árabes,38 es decir, los judíos de lengua árabe. El origen de estos judíos era variado: árabes convertidos al judaísmo en época preislámica o judíos arabizados tras las conquistas árabe-islámicas. 2) Los judíos no árabes: sefardíes39 en el Mágreb, Egipto y la Gran

38 El término ‘judíos árabes’ o ‘árabes judíos’ es objeto de controversia hoy a causa de los enfrentamientos nacionalistas entre el nacionalismo árabe y el sionismo. Los judíos sionistas lo rechazan de plano, por considerarlo un intento de asimilar a estos judíos como una minoría religiosa árabe más y estar en contra del proyecto sionista, que pretende que los judíos son una nacionalidad étnica distinta de la árabe. En cambio, muchos judíos no sionistas, nativos u originarios de los países árabes y de lengua árabe, se sienten orgullosos de definirse como «árabes judíos» o «judíos árabes», porque consideran que los judíos son sólo una confesión religiosa similar a otras del mundo árabe o un grupo etnoide confesional dentro de un marco árabe global. Los árabes no judíos unas veces hablan de «judíos árabes» o «árabes judíos» con intenciones integradoras de buena fe, y otras simplemente como medio de negar las pretensiones sionistas pero sin que haya buena voluntad hacia los judíos árabes; otros muchos árabes no judíos consideran a los judíos como una etnia aparte y hablan abiertamente de «judíos y árabes» como de dos categorías equivalentes diferentes e incompatibles. Aunque resulta obvio que términos como ‘judíos árabes’ o ‘árabes judíos’ serían los más correctos para los judíos nativos u originarios del mundo árabe que hablan árabe, la cuestión está muy distorsionada por manipulaciones políticas nacionalistas, sobre todo por parte del sionismo. 39 Sin embargo, los antepasados de los judíos sefardíes habían sido judíos arabizados en la edad media. En al-Ándalus los judíos estaban arabizados y hablaban las dos lenguas del país: árabe y romance. Precisamente las jarchas, primer testimonio literario de lengua ibero-romance, son cancioncillas en lengua romance al final de poemas en árabe o hebreo escritos por musulmanes o judíos. Los judíos andalusíes habían participado plenamente de la civilización árabe y utilizaban más el árabe que el hebreo, aunque en este idioma

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Siria; ashkenazis en Egipto;40 «judíos del Kurdistán» de lengua aramea en el norte de Iraq; judíos bereberes en Marruecos. También existía una diferencia entre los judíos en el Mágreb y el Mashriq (Oriente árabe). En el Mágreb los judíos constituían la única minoría religiosa (al igual que en Europa occidental) en un medio completamente musulmán,41 extraordinariamente homogéneo además, pues todos los musulmanes magrebíes eran sunníes42 y pertenecientes a la escuela jurídica mâlikí.43 En el Mashriq la situación era completamente distinta, pues los judíos eran una minoría no musulmana más entre otras muchas (cristianos, mandeos, samaritanos, yazidíes, drusos...),44 que incluso eran

escribieron también la primera poesía secular hebrea, algo insólito en tiempos premodernos, pues no volvería a utilizarse el hebreo con fines seculares de este tipo hasta la aparición del sionismo; esa poesía hebrea secular era en gran medida una imitación en lengua hebrea de la poesía árabe, tanto de la métrica como de los contenidos. 40 En Egipto, especialmente en Alejandría, al final del siglo xix y hasta los años cincuenta del siglo xx se establecieron grandes comunidades extranjeras (griegos, armenios, sirios, italianos, judíos de distintos orígenes); entre estas comunidades extranjeras se establecieron judíos ashkenazis. 41 Los últimos cristianos autóctonos del Mágreb desaparecieron al final de la edad media o principios de la edad moderna. 42 Con la sola excepción de los jâriÿíes del Mzâb argelino, la isla tunecina de Ÿerba y la región libia de Ÿabal Nafûsa. 43 Salvo algunas familias tunecinas de origen turco pertenecientes a la escuela jurídica hanafí. 44 Fuera del mundo árabe pero en proximidad con el Mashriq árabe había todavía más minorías no musulmanas (mazdeístas, baháis...) o sectas musulmanas sincréticas (ahl-e haqq, alevíes...), sin contar el rico pensamiento filosófico tradicional en Persia. También existían desde antiguo estrechas relaciones comerciales con la India que ponían en contacto el pensamiento religioso índico con el del Oriente Medio, lo que tal vez influyera no poco en las ideas de reencarnación presentes en muchas religiones, sectas y cofradías sufíes de Oriente Medio como el yazidismo, el ismailismo, el drusismo, el ´alawismo, el bektashismo... incluso en el cabalismo judío. Por todo ello, en el Mashriq había un conocimiento mayor de las otras tradiciones religiosas en su rica variedad, una pluralidad de ideas inimaginable en el Mágreb.

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mayoría en algunas regiones.45 Además abundaban las sectas musulmanas o de origen musulmán: sunníes, chiíes, ´alawíes, drusos, yazidíes. Los mismos musulmanes sunníes estaban repartidos entre las cuatro escuelas jurídicas de su secta: hanafí, shâfi´í, mâlikí y hanbalí. Así, mientras que en el Mágreb ser judío era pertenecer a la única minoría y ocupar un lugar muy marginal, en el Mashriq los judíos eran una minoría religiosa más entre otras muchas, ser judío era pertenecer a una categoría similar a la de las minorías cristianas, a medio camino demográficamente entre las grandes minorías cristianas del mundo árabe (copta, maronita, melkita ortodoxa, melkita católica, caldeocatólica, nestoriana...) y las pequeñas minorías como los sabeos o los samaritanos. En este «paraíso del antropólogo», como ha sido llamado el Oriente Medio, ser judío era bastante diferente de serlo en el Mágreb o en Europa: ser judío no significaba ser el miembro de «la única minoría» no musulmana o no cristiana sino pertenecer a una minoría religiosa más entre otras muchas dentro de una pluralidad religiosa general. Otra diferencia notable entre las dos grandes regiones del mundo árabe es que en el Mágreb46 el afrancesamiento fue mucho mayor que en el Mashriq,47 a lo que hay que sumar la condición periférica del Mágreb dentro de la cultura árabe y la gran presencia bereber. Podría decirse que el Mashriq era más árabe y menos islámico y el Mágreb mucho más musulmán que árabe. En el Mashriq era muy fácil distinguir arabidad de islamidad, mientras que en el Mágreb ‘árabe’ ha sido casi sinónimo de ‘musulmán’, a despecho de las grandes minorías bereberes presentes en la zona.48 Mientras que en el Mashriq se podía

Los cristianos han sido mayoritarios en algunas zonas del Alto Egipto (más bien en el Egipto Medio), en algunas comarcas palestinas (como el «Triángulo cristiano» formado por Belén, Bayt Sâhûr y Bayt Ÿâlâ), en regiones del Líbano y Siria. En todos estos países los cristianos han constituido importantes minorías y en el Líbano incluso eran mayoría. 46 No hay que olvidar que Argelia no fue colonia en forma de mandato o protectorado sino directamente territorio oficialmente francés. Pero el afrancesamiento fue enorme también en Túnez y Marruecos. 47 Con excepción de parte de las clases altas de Egipto y de parte de los cristianos libaneses, muchos de ellos muy pagados de su afrancesamiento. 48 El bereber no constituye un idioma sino un conjunto lingüístico de hablas emparentadas, frecuentemente mutuamente ininteligibles; tampoco existe un bereber estándar que haga un papel similar al del árabe estándar respecto a la variedad lingüística árabe. Muchos dialectos bereberes están tan arabizados 45

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llamar «árabes» a todos los hablantes de árabe, fueran de la religión que fueran, frente a los no árabes (kurdos, turcos, persas, circasianos, armenios...), en el Mágreb, de facto, se tendía a llamar «árabes» a todos los musulmanes (incluyendo a los berberófonos) frente a los no musulmanes (europeos y judíos), incluso aunque los judíos fueran arabófonos. El nacionalismo árabe laico fue mucho menos fuerte en el Mágreb que en el Mashriq, pues en el Mágreb árabe y musulmán eran conceptos casi sinónimos para el común de la gente.49 La contribución de los judíos del Mashriq a la cultura árabe no podía ser tan grande como la de los cristianos, mucho más numerosos y presentes en Egipto y todo el Creciente Fértil, pero no era pequeña en los países en los que eran suficientemente numerosos y estaban integrados, como era el caso de Egipto y especialmente de Iraq. En Egipto, más que de una comunidad judía habría que hablar de varias comunidades judías, culturalmente diversas y que hablaban idiomas variados. Había judíos egipcios autóctonos, a menudo muy

que el vocabulario de origen árabe constituye más de la mitad de sus palabras. La excepción es el bereber de los tuareg, escasamente arabizado y dotado de una escritura propia de origen preislámico, conocida como tifinag. La conciencia étnica bereber es confusa (salvo en el caso de los tuareg y los cabilios) y para muchos bereberes el árabe es el idioma culto, mientras que su habla bereber es una especie de lengua coloquial sin prestigio. Las manipulaciones que intentó el colonialismo francés para dividir a los colonizados enfrentando a árabes con bereberes sólo dieron algún fruto en la Cabilia argelina, en los demás sitios desacreditaron cualquier conciencia de diferenciación bereber, sobre todo en Marruecos, donde los intentos franceses de separar a los bereberes de los árabes fracasaron rotundamente en la época del protectorado. Téngase en cuenta también que la división entre «árabes» y «bereberes» en el Mágreb es muy discutible y sólo tiene sentido pleno en el aspecto lingüístico (hablantes de árabe o de bereber, sin contar a los muchísimos bilingües), pues por lo demás, los «árabes» son en su mayor parte bereberes arabizados y las diferencias entre regiones y tribus pueden ser mucho más importantes que las existentes entre hablantes de árabe y bereber. No faltan casos de regiones en las que una parte de la población es de lengua árabe y otra habla bereber, incluso una parte de una misma cabila puede ser arabófona y otra berberófona. Las ciudades y las zonas llanas se arabizaron más rápidamente, mientras que el idioma bereber se mantuvo en las montañas, de ahí que el moderno éxodo rural a las ciudades suponga la arabización de los emigrados. 49 Aunque no hayan faltado judíos magrebíes que se hayan definido como judíos árabes.

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pobres, hablantes de árabe; judíos sefardíes que hablaban español; judíos ashkenazis hablantes de yiddish o francés... Entre los judíos existía una clase alta y media afrancesada, que formaba parte de la burguesía compradora del país, pero también una clase humilde puramente egipcia. Hasta la época de Náser, los judíos participaron en la vida nacional egipcia como un componente más de la sociedad del país. No faltaron los nacionalistas egipcios judíos, y los judíos también tuvieron una importancia destacada en el comunismo egipcio. En Iraq los judíos constituían una minoría muy culta e integrada, y el árabe era su lengua tanto de uso cotidiano como de cultura. Los judíos iraquíes participaban de la cultura, la lengua y la literatura árabes tanto como los cristianos árabes de la Gran Siria y Egipto. El sionismo era una ideología y un movimiento importado de Europa, que tuvo consecuencias devastadoras para los judíos de los países árabes, en especial para los del Oriente Medio. También el antisemitismo fue una importación. El antisemitismo era una ideología europea, con una fortísima impronta cristiana, ajena al mundo árabe, mayoritariamente musulmán. Sin embargo, uno y otro, sionismo y antisemitismo, tuvieron efectos devastadores para el mundo árabe y contra los judíos del mundo árabe. Son dos ideologías extrañas que se retroalimentan mutuamente: el sionismo invoca el antisemitismo para justificarse y el antisemitismo árabe (y musulmán) invoca el sionismo para justificarse. Los sionistas acusan de antisemitas a los árabes y los árabes antisemitas justifican su antisemitismo identificando sionismo, judaísmo y judaidad, exactamente igual que los sionistas, pues unos y otros tienen mucho más en común de lo que se suele creer. Cuanto más torpe, ignorante y supersticioso es un árabe más posibilidades tiene de ser influido por el sionismo (si es judío) o el antisemitismo (si es musulmán o cristiano). Pero no todos los sionistas y judeófobos lo han sido simplemente por torpeza, ignorancia o superstición; los intereses más turbios también han estado por medio. Téngase en cuenta que la emigración de los judíos de los países árabes no sólo beneficiaba al sionismo sino que enriqueció a los políticos árabes que se quedaron con las propiedades de los judíos emigrados, como pasó en Iraq, donde los políticos monárquicos hicieron la vida imposible a los judíos y dictaron una ley que les permitía emigrar a Israel pero sólo con lo puesto; dado que los judíos iraquíes eran muchos (el 3% de la población de Iraq y el 10% de la población de Bagdad) y no faltaban los que eran muy ricos, las propiedades que dejaron enriquecieron a

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los mismos que les habían impulsado a emigrar.50 Los gobernantes de algunos estados árabes han utilizado la judeofobia y el sionismo51 de un modo demagógico para eludir la responsabilidad ante sus errores, miserias y fracasos. Los saudíes (buenos amigos de Estados Unidos y aliados tácitos del estado sionista) han difundido sistemáticamente un antisemitismo adaptado al mundo musulmán.52 Muchos judíos de los países árabes vieron en el socialismo internacionalista laico la solución para los problemas de las sociedades en las que vivían y para su problema específico como judíos. En los países árabes, muchos destacados dirigentes y militantes comunistas han sido judíos, en especial en los partidos comunistas egipcio e iraquí. En Marruecos, el secretario general de la principal organización marxistaleninista de oposición al régimen de Hasan II, Ilà-l-Amâm, era judío,

50 La demagogia antijudía hacía de todo judío un sionista o prosionista, las leyes antisionistas impedían a los judíos emigrar a Israel con sus propiedades (pues lo contrario se suponía que enriquecería a ese estado enemigo), pero la existencia misma de leyes que les permitian emigrar a cambio de perder la nacionalidad originaria y sus propiedades beneficiaban al sionismo. Había una clara confluencia de intereses entre los sionistas y los gobernantes árabes que dictaban esas leyes. La judeofobia y el sionismo constituyeron un buen negocio para quienes se apropiaron de los bienes de los judíos emigrados. 51 Hasta extremos que serían grotescos si no fueran trágicos. En mayo de 1967, una revista militar siria publicó un artículo que describía al islam como «momia en el museo de la historia» y llamaba a la creación del «nuevo hombre árabe socialista». El escándalo fue enorme y hubo grandes disturbios en Siria; el autor y el editor del «artículo ateo» fueron condenados a cadena perpetua y el gobierno, para salir del paso, declaró que todo había sido obra de «una conspiración sionista». 52 Sin embargo, por razones de hipocresía política obvias, no es Arabia Saudí el país árabe demonizado sistemáticamente como antisemita. Esa caracterización propagandística se ha reservado a países árabes donde pese a todo existen minorías judías, bien es verdad que harto exiguas. Últimamente, el país demonizado como antisemita es Irán, país donde habita la mayor comunidad judía de Oriente Medio después de Israel y donde los judíos gozan de derechos civiles y políticos y tienen representantes en el parlamento. No haría falta repetir cuánta mala fe hay en la confusión propagandística (sionista y antisemita) entre judío y sionista o entre antisemita y antisionista, lo mismo que resulta evidente cuán poco le importan al sionismo los judíos iraníes. Para los sionistas, los judíos iraníes, lo mismo que antes los judíos iraquíes, donde deben estar es en Israel o en todo caso fuera de Irán.

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Abraham Serfaty.53 Los judíos que han permanecido en los países árabes –por razones ideológicas de antisionismo más o menos militante– han sido aquellos que tenían una ideología universalista por encima de las diferencias confesionales y étnicas. Incluso dentro del estado de Israel, muchos judíos iraquíes emigrados a Israel han sido comunistas y antisionistas militantes del Rakah, el partido comunista no sionista que ha sido tradicionalmente el partido político más importante de la comunidad árabe palestina de Israel. En los años cincuenta y sesenta, la actividad cultural y periodística en árabe dentro de Israel la llevaron a cabo tanto palestinos como judíos iraquíes. La primera novela en árabe que se publicó en Israel no fue obra de un palestino sino del judío iraquí Ibrâhîm Mûsà Ibrâhîm.54 El novelista iraquí Samîr Naqqâsh (19382004), aunque emigró a Israel cuando sólo tenía 13 años, escribió toda su obra en árabe55 y se definió siempre no como un israelí sino como «un iraquí exiliado» y «un árabe que profesa el judaísmo». Actualmente las comunidades judías en los países árabes de Oriente Medio son residuales (como en Siria, Egipto y el Yemen) o en vías de extinción (como en Iraq), pero algo más de la mitad de los judíos de Israel son originarios de los países árabes.

53 En 1967, Abraham Serfaty y un grupo de judíos marroquíes publicaron un texto de solidaridad con la causa palestina. Esta solidaridad fue un fuerte catalizador de la radicalización de la izquierda revolucionaria marroquí y condujo a la formación de Ilà-l-Amâm (‘Hacia delante’ en árabe). Abraham Serfaty y muchos de sus camaradas fueron detenidos, torturados y pasaron muchos años en la cárcel de Kenitra. Evelyne Serfaty, hermana de Abraham Serfaty, murió a consecuencia de las torturas que le infligió la policía marroquí para que delatara el paradero de su hermano. No se sabe de ningún sionista, marroquí o extranjero, que denunciara las violaciones de derechos humanos del régimen hasaniano, fueran sus víctimas judías o no; en cambio, el régimen proisraelí de Hasan II no dudó en utilizar la judeofobia para desacreditar a Ilà-l-Amâm, aprovechando la circunstancia de que su secretario general fuera judío. 54 Gassân Kanafânî, Adab al-muqâwama fî Filistîn al-muhtalla (Beirut, 1982), p. 28. 55 El premio Nobel egipcio Nagîb Mahfûz definió a Samîr Naqqâsh como «uno de los más grandes escritores árabes actuales», pero la difusión de la obra de Samîr Naqqâsh ha sido escasa en el mundo árabe y más aún en Israel, donde sólo una de sus obras se ha traducido al hebreo. Sin embargo, se han hecho tesis doctorales sobre la obra de Samîr Naqqâsh en Cisjordania, Jordania e Iraq.

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Religión, endogamia, confesionalismo y nacional-confesionalismo El Oriente Medio ha estado habitado por personas que profesaban múltiples religiones y sectas. En la época premoderna, estas comunidades poseían sus propias instituciones. Aunque el imperio otomano fuera musulmán sunní y el imperio safaví (y luego qaÿar) fuera musulmán chií, los súbditos de otras religiones u otras sectas disfrutaban de un estatuto de tolerancia oficial56 o de facto57 y gozaban de autonomía. En estos imperios, las personas oficialmente estaban clasificadas por su religión, aunque otros factores como la familia, la tribu o el barrio tenían en la práctica mucha importancia, no así la etnia en el sentido lingüístico o una inexistente conciencia de nacionalidad, aunque existiera una conciencia difusa étnica (entre los kurdos, por ejemplo, frente a árabes, persas y turcos)58 y territorial (Siria, Egipto...) sin ningún contenido político. Los grupos confesionales eran endogámicos, las personas se desposaban con cónyuges de la misma religión. Teóricamente, un varón musulmán podía desposarse con mujeres cristianas o judías y podía tener concubinas esclavas de estas religiones, aunque no de religiones no reconocidas como «gente del libro»;59 pero en general, «la gente del libro» no permitía que las mujeres de su comunidad se desposasen

56 En el caso de las religiones reconocidas oficialmente: cristianos, judíos, samaritanos, mandeos, zoroastrianos. 57 En el caso de las religiones o sectas no reconocidas oficialmente: yazidíes, nusayríes. Los no reconocidos estaban expuestos a persecuciones, pero, como se trataba de poblaciones montañesas tribales, consiguieron mantener orgullosamente sus creencias y una vigorosa identidad confesional. Además, el estado sultánico tradicional se inmiscuía poco en la vida de sus súbditos. 58 Un poeta kurdo del siglo xviii, Ahmad Jânî, se lamentaba de la desunión del pueblo kurdo y de que los kurdos estuvieran subordinados a persas y turcos, que guardaban sus fronteras utilizando a los kurdos, cuando si los kurdos se unieran, serían los amos de los turcos, los árabes y los persas. 59 Por «gente del libro» (en árabe ahl al-kitâb) se entiende los seguidores de religiones reveladas por profetas anteriores al islam; si bien los musulmanes consideraban que los seguidores de estas religiones «caducadas» habían falseado en parte el mensaje original revelado a sus profetas fundadores, por el hecho de poseer una revelación divina auténtica eran dignos de tolerancia. No ocurría eso con religiones surgidas después del islam (como el bahaísmo), con sectas consideradas extremadamente heréticas (como los nusayríes) o religiones excesivamente extrañas (el yazidismo o antes el maniqueísmo).

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fuera de ella y las concubinas esclavas de esas religiones tenían que provenir de fuera del territorio islámico –pues «la gente del libro» súbdita de un estado musulmán no podía ser esclavizada–, normalmente del Cáucaso, Europa o el África subsahariana. Teóricamente, era imposible el matrimonio de una musulmana con un no musulmán, aunque excepcionalmente se dieran algunos casos aislados marginales. La introducción del nacionalismo en el mundo árabe planteó la cuestión de cuál era el estado nacional que debía surgir y sobre qué criterios: ¿territorial?, ¿etno-lingüístico?, ¿confesional? Si la cuestión se planteaba desde el criterio territorial, habría nacionalismos como el egipcio, el sirio o el iraquí; si sobre una base etno-lingüística, el nacionalismo sería panárabe; si sobre una base confesional, habría una nación copta, una nación maronita, una nación judía, una nación drusa, etcétera. En la práctica los criterios se mezclaban. El panarabismo era ambiguo. Los secularistas y las minorías no musulmanas podían ver en el panarabismo laico la vía de integración en pie de igualdad de todas las poblaciones de lengua árabe en el marco de un estado-nación árabe laico. La primera consigna de los nacionalistas laicos, territoriales o panarabistas, fue «la religión es para Dios, la patria para todos». Pero muchos musulmanes (sobre todo sunníes) veían de facto el panarabismo como un sucedáneo del panislamismo (sunní sobre todo), como una especie de panislamismo árabe, sin distinguir netamente nacionalidad de religión, o lo que es lo mismo, como un nacional-confesionalismo árabe musulmán (o más bien sunní).60 Esta percepción era compartida por muchos miembros de minorías, que por esta causa repudiaban el panarabismo y lo veían como nacional-sunnismo, así como por algunos intelectuales laicos, que desconfiaban de la estrecha relación entre arabidad e islam, por lo que preferían un nacionalismo basado en criterios territoriales.61

Los musulmanes sunníes fueron reticentes a la idea del nacionalismo árabe hasta la desaparición del imperio otomano, pero se convirtieron en los más ardientes panarabistas cuando la idea de la Nación Árabe ya no iba dirigida contra un imperio musulmán sunní ni contra el panislamismo sino contra potencias colonialistas e imperialistas cristianas y un colonialismo judío. Para muchos árabes sunníes, el panarabismo se convirtió de facto en un sucedáneo sustitutivo del difunto panislamismo o del difunto imperio otomano sunní. 61 Caso de los intelectuales egipcios, pues en Egipto el panarabismo apenas se distinguía del panislamismo, al contrario que en la Gran Siria, donde muchos ideólogos y partidarios del panarabismo eran cristianos. 60

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A menudo el nacionalismo territorial, vinculado a un determinado espacio geográfico, era el disfraz secular del nacional-confesionalismo de una minoría o de varias, o simplemente de una actitud defensiva por parte de estas. Tal era el caso del nacionalismo egipcio de los coptos; o del nacionalismo sirio de muchos cristianos melkitas, chiíes, ´alawíes o drusos que desconfiaban del panarabismo, en el que veían un nacional-sunnismo, mientras que en el nacionalismo pansirio veían un equilibrio entre las minorías no sunníes y los sunníes.62 En el caso del nacionalismo libanés, se trataba de la expresión del nacional-confesionalismo de los cristianos maronitas, que para reforzar su posición buscaban la alianza con otras minorías cristianas63 e incluso con minorías musulmanas no sunníes, como los drusos y los chiíes.64

62 Antûn Sa´âda (de confesión cristiana melkita ortodoxa), que fue el ideólogo y líder fundador del nacionalismo sirio, consideraba que el nacionalismo libanés era cristiano y el nacionalismo árabe era musulmán, mientras que el nacionalismo sirio, al no ser ni cristiano ni musulmán, era el único realmente laico. En la práctica, el pansirianismo era la opción de las minorías que desconfiaban del panarabismo y temían que fuera un nacional-confesionalismo sunní camuflado. 63 En general la derecha maronita logró atraer a muchos cristianos católicos, pero no tuvo tanto éxito con los melkitas ortodoxos ni con los armenios gregorianos. Muchos melkitas ortodoxos libaneses se hicieron militantes del nacionalismo sirio o comunistas aliados de los palestinos; la derecha armenia (el partido Dashnak) se declaró neutral en el conflicto, mientras que la izquierda armenia y la clase obrera armenia se adhirieron a la causa «palestino-progresista» en la guerra civil libanesa. Describir la guerra civil libanesa como una guerra entre cristianos y musulmanes sólo hasta cierto punto es verdad; fue una guerra mucho más compleja, en la que los factores de clase se mezclaron con odios y rivalidades sectarias mucho más complicadas que la mera oposición entre cristianos y musulmanes, entre otras cosas porque ni los cristianos ni los musulmanes eran todos homogéneos, pues se dividían en confesiones diferentes. 64 Durante la guerra civil libanesa, el sector mayoritario de los drusos se alineó contra la derecha maronita; el máximo representante de estos drusos, Kamâl Ÿunblât, fue el líder de la alianza «palestino-progresista», en cambio otros clanes drusos rivales de los Ÿunblât se aliaron con la derecha cristiana. La mayoría de los chiíes eran excesivamente pobres para aliarse con la derecha maronita; entre los chiíes abundaban los comunistas y más tarde los seguidores de Amal y Hizbullâh.

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El sionismo, aunque fuera una traslación colonial ashkenazi al corazón del mundo árabe, en conflicto con sus habitantes, al ser un nacional-judaísmo, se convirtió en el nacional-confesionalismo de los judíos del mundo árabe, un nacionalismo confesional puro, que ni siquiera hacía uso de los disfraces habituales de otros nacionalconfesionalismos para disimular su nacional-confesionalismo con un nacionalismo territorial.

Nacionalismo árabe laicista y nacionalismo árabe nacional-confesionalista islámico (o sunní) El nacionalismo árabe tiene unas relaciones harto complejas con el islam, mucho más que otros nacionalismos del mundo islámico. Por un lado, el árabe es la lengua santa del islam, la lengua del Corán65 y de los hadices;66 por otra parte, en algunos países árabes hay muchos más no musulmanes que en otros muchos países del mundo islámico. Todo esto puede dar una idea de la enorme complejidad de las relaciones entre el nacionalismo árabe y el islam.67 Así, podría hablarse de

65 Para los musulmanes, el Corán no es un libro «inspirado» como para los cristianos lo es la Biblia, sino un libro «dictado» por el ángel Gabriel al profeta Muhammad; dicho de otra manera, los musulmanes no tienen el Corán por un libro compuesto por Muhammad bajo inspiración divina sino como el Verbo divino expresado en árabe. Por consiguiente, el Corán es mucho más sagrado para los musulmanes que la Biblia para los cristianos, se podría decir que el Corán no sería para el islam el equivalente de la Biblia para los cristianos sino que, por su condición de Verbo divino, el Corán sería el equivalente para los musulmanes de lo que Jesucristo es para los cristianos. El Corán es indisociable del idioma árabe: no se concibe propiamente la traducción del texto árabe, pues eso no sería el Corán; el Corán de hecho se traduce para que lo entiendan los musulmanes que no conocen el árabe, pero esa traducción se concibe como un comentario que en ningún caso puede sustituir al texto original. La oración canónica y la llamada a la oración se realizan siempre en árabe. 66 Los hadices son recopilaciones de «los dichos, hechos y silencios» del profeta Muhammad. 67 La palabra umma (en plural umam) significa en árabe tanto comunidad étnica como comunidad de religión; esto ha sido así al menos desde que surgió el islam, así que se puede hablar tanto de la umma de los árabes, la umma de los turcos, la umma de los persas o la umma de los chinos como de la umma islámica, la umma cristiana o la umma judía. Significativamente, ya

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tres enfoques fundamentales sobre las relaciones entre el nacionalismo árabe y el islam: 1) Existe un nacionalismo árabe abiertamente secularista que aboga por una Nación Árabe completamente laica. Este nacionalismo es el de los panarabistas pertenecientes a las minorías no musulmanas sunníes o a sectores minoritarios abiertamente secularizados de origen musulmán sunní. 2) Existe un nacionalismo árabe que hace del islam uno de los mayores componentes del nacionalismo árabe. Este nacionalismo es el de la mayoría de los árabes sunníes y de una gran parte de los nacionalistas no sunníes (por ejemplo el fundador del Ba´t, el cristiano Michel ´Aflaq). 3) Existe un nacionalismo árabe, que podríamos calificar de puro y duro nacional-islamismo. En sus versiones extremas sólo concibe el panarabismo como una etapa hacia el panislamismo. Para sus detractores de minorías confesionales con otros proyectos nacionalistas distintos del nacionalismo árabe, el panarabismo es simplemente el nacional-confesionalismo de los arabófonos musulmanes, o hilando algo más fino, el nacional-confesionalismo de los arabófonos sunníes. Así, cuando los nacionalistas árabes llamaban a sus enemigos de la derecha libanesa anti-panarabista «taifistas» (sectarios o sectaristas), estos respondían llamando «sunníes» a sus enemigos panarabistas,68

en época premoderna, los autores más «seculares» utilizaban la palabra umma exclusiva o preferentemente en sentido étnico y los autores religiosos en un sentido exclusiva o preferentemente confesional, aunque eran muchos los que la utilizaban en un sentido u otro según el contexto fuera étnico o confesional. En un sentido religioso, la umma por excelencia entre los musulmanes era la comunidad musulmana. En la época contemporánea, la palabra umma fue la elegida para expresar el nuevo concepto de ‘nación’, y así los nacionalistas árabes hablan de al-umma al-´arabiyya (‘la nación árabe’) y los islamistas y panislamistas hablan de al-umma al-islâmiyya (‘la umma islámica’), pero alumma sin más queda ambigua y no se sabe bien si se refiere a los árabes o a los musulmanes, a no ser que el contexto sea inequívoco. 68 La mayoría de los palestinos eran musulmanes sunníes y gran parte de sus aliados en la guerra civil libanesa también. Sin embargo, también había palestinos cristianos y en el bando «palestino-musulmán-progresista» había cristianos (especialmente melkitas ortodoxos y armenios), drusos y chiíes.

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dando a entender que el panarabismo sólo era una careta o un caballo de Troya para destruir la hegemonía cristiana (especialmente maronita) en el Líbano y sustituirla por la hegemonía de la taifa sunní, fagocitando el pequeño Líbano cristiano en un mundo árabe en el que los musulmanes sunníes serían aplastantemente mayoritarios. Esta acusación no era totalmente cierta ni extensible a todos los panarabistas, pero tampoco era completamente falsa ni iba desencaminada en lo concerniente a muchos de ellos. El nacionalismo árabe es ambiguo: puede ser un factor de secularismo o un nacional-confesionalismo. Muchos islamistas ven el nacionalismo árabe como un apéndice del panislamismo o su sustituto en periodo de crisis, algo así como una primera fase hacia el panislamismo, mientras que otros islamistas han visto el nacionalismo árabe como un peligroso elemento secularizador, que sustituye el islam por el arabismo. Las versiones nacional-islamistas, o más exactamente nacionalsunníes del panarabismo, se corresponden con bastante exactitud a los temores de las minorías no musulmanas o no sunníes que rechazan el nacionalismo árabe. Algunos de estos nacional-confesionalistas apenas entienden que un árabe pueda profesar otra fe que no sea el islam o que no sea el islam sunní. De ahí las declaraciones de Gadafi diciendo que los cristianos árabes son «un cuerpo árabe con un alma europea» y deben convertirse al islam.69 El presidente iraquí de los años sesenta ´Abd ar-Rahmân ´Ârif confesó en una conversación privada que su sueño sería destruir Israel y eliminar el chiismo de Iraq.70 Para los que piensan de esta manera, los árabes musulmanes son más árabes que los demás, si es que no son los únicos árabes de verdad; además, los sunníes serían los únicos árabes auténticos. La idea de que el chiismo es «una herejía persa»71 va en esa línea, o que el chiismo fue la diabólica

Esto ocurre especialmente en el Mágreb, donde ‘árabe’ es prácticamente sinónimo de ‘musulmán’ y los judíos generalmente son considerados categoría aparte. 70 Laurent Chabry y Annie Chabry, Politique et minorités au ProcheOrient (París : Maisonneuve & Larose, 1987), p. 123. 71 Idea que no se sostiene en absoluto: el chiismo iraní es de origen árabe y en Irán el chiismo no fue mayoritario hasta el siglo xvii, por imposición de una dinastía no persa, la safaví, que echó mano de ulemas originarios de Arabia para convertir a sus súbditos persas. Tampoco está de más recordar que el islam persa al este de Irán es en su inmensa mayoría sunní, no chií. Algunos 69

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invención de un judío falsamente convertido al islam para destruirlo desde dentro.72

Los acuerdos de Sykes-Picot: la taifización del Creciente Fértil Durante la primera guerra mundial entre los aliados (Gran Bretaña, Francia, Italia y Estados Unidos) y los imperios centrales (Alemania, Austria-Hungría y el imperio otomano), los aliados hicieron promesas a los nacionalismos centrífugos de los imperios centrales y alentaron toda clase de esperanzas contradictorias en esos nacionalistas. Esto último tenía poca importancia para ellos, ya que el objetivo de los aliados era provocar la aparición de quintas columnas que debilitaran a sus enemigos, no «liberar» a las «nacionalidades oprimidas».73 De esa manera, los aliados hicieron promesas ambiguas a los nacionalistas árabes, a los sionistas, a los nacionalistas «asirios», a los nacionalistas kurdos, a los nacionalistas armenios, a los nacionalistas griegos... Las consecuencias para todos ellos (salvo para los sionistas) durante la guerra y después de ella fueron catastróficas. La guerra fue atroz; aparte de los desastres bélicos, hubo hambrunas que costaron la vida a decenas de miles de personas, matanzas de proporciones genocidas, deportaciones, traslados forzosos tras la guerra que afectaron a cientos de miles de personas, fronteras arbitrarias impuestas por los vencedores, regímenes títeres, colonialismo disfrazado de mandatos protectores... Tanto en los Balcanes como en el Oriente Medio, «el principio de autodeterminación de las nacionalidades» significaba un sinfín de contradicciones entre «nacionalidades» que ocupaban un mismo territorio. Los saudíes se hicieron con la región del Hiÿâz, antes en manos de Faysal, aliado de los ingleses; Yemen del norte se hizo independiente;

de los mayores y más radicales movimientos chiíes, como el cármata, no sólo fueron árabes sino que triunfaron en la misma Arabia. 72 Según la demonología antichií este personaje fue ´Abd Allâh ibn Saba`, un supuesto judío yemení de más que dudosa historicidad. El elemento antijudío de este bulo se ha activado recientemente como consecuencia del sionismo y su nefasta función contra el mundo árabe. 73 No hay que olvidar que Gran Bretaña y Francia poseían los mayores imperios coloniales y sojuzgaban a los pueblos colonizados; su aliada, la Rusia zarista, era considerada la «cárcel de las nacionalidades» por excelencia; y el objetivo de la Italia aliada era extender su imperio colonial a costa de los imperios centrales.

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el Creciente Fértil fue repartido entre Gran Bretaña y Francia, que lo subdividieron a su antojo: la potencia más fuerte, Gran Bretaña, se hizo con Iraq y el sur de la Gran Siria; la potencia más débil, Francia, se hizo con el norte de la Gran Siria. El objetivo del rey hâshemí Faysal, aliado de los ingleses, era hacerse un reino árabe a costa del imperio otomano y a la sombra de los ingleses, convirtiéndose en rey de todo lo que había sido el Asia árabe otomana, o cuando menos de la Gran Siria. Pero a la postre los ingleses no le dieron tanto: a uno de sus hijos le hicieron rey de Iraq y a otro lo entronizaron en una entidad artificial llamada Jordania,74 constituida por la orilla oriental del Jordán en el sureste de la Siria meridional y un pedazo de desierto. En el territorio al oeste del Jordán se creó un mandato llamado Palestina, donde el colonialismo británico patrocinó la creación de «un hogar nacional judío» según la promesa que el político inglés Balfour había hecho a los sionistas en 1917. El objetivo de los hâshemíes jordanos a partir de entonces sería la anexión de una parte de Palestina, o más exactamente, llegar a un arreglo con los sionistas y repartirse Palestina entre su reino y el estado sionista, cosa que consiguieron en parte entre 1949 y 1967, cuando dominaron Cisjordania. El estado iraquí se creó uniendo tres vilayetos otomanos (los de Mosul, Bagdad y Basora) bajo una monarquía hâshimí vasalla de Gran Bretaña. Para hacerse con una clase de oligarcas colaboracionistas, los ingleses convirtieron a los jeques de las tribus en terratenientes, poniendo a nombre de los jeques como propiedad privada lo que hasta entonces había sido propiedad tribal. Los franceses intentaron fraccionar todo lo posible la parte de la Gran Siria que les había correspondido en el reparto colonial. Planearon dividir el territorio en cinco estados: un estado alepino, un estado ´alawí, un estado libanés, un estado damasceno y un estado druso. Al final, ante las protestas de los habitantes del país, se conformaron con dividirlo en dos estados, Líbano y Siria, no sin antes entregar la región de Iskandarún a Turquía en 1939, a cambio de la neutralidad turca en la guerra mundial que se avecinaba. Es significativo de los designios colonialistas que la Gran Siria, mucho más homogénea que Iraq, fuera fragmentada, mientras que Iraq, mucho más heterogéneo, fuera unido en un único estado. Siria fue fragmentada y en parte entregada a extraños, Iraq se creó como estado árabe con una región y una minoría kurdas lo suficientemente

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Churchill se jactaba de haber creado Jordania una tarde tomando café.

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grandes como para ser un permanente problema para un Iraq árabe que se consideraba parte integrante de una Nación Árabe mayor. La sustitución del marco imperial otomano, que se encontraba en evolución hacia formas de representación parlamentaria supraétnicas, por el nacionalismo árabe no sólo era una jugada colonial para destruir el imperio otomano y fragmentar a placer la parte árabe del mismo. Había más que eso: al sustituir la estructura política supraétnica en aras del estado-nación, la fragmentación y los conflictos aumentarían en el futuro, pues ni siquiera se había creado un estado-nación árabe sino unos estados-nación árabes, cuyas clases dominantes no aspirarían a la unidad árabe o, si aspiraban a ella, sería en el sentido de fagocitar a los otros estados o colocarlos bajo su hegemonía. La fragmentación prosiguió tras la retirada de las potencias coloniales que habían fragmentado el Creciente Fértil. En Palestina, los sionistas declararon la independencia del estado de Israel y se desató la primera guerra árabe-israelí, cuyos resultados fueron que la mayor parte del territorio palestino cayó en manos de los sionistas y sus habitantes originarios fueron expulsados en su mayoría y se convirtieron en refugiados.

Las ideologías del mundo árabe: nacionalismos (árabe y «locales»), socialismo e islamismo En el siglo xx, las tres ideologías fundamentales del mundo árabe fueron el nacionalismo, el socialismo y el confesionalismo. Pero estas tres ideologías pocas veces se plasmaban en algún movimiento de manera pura; normalmente, cada una de ellas se combinaba de una manera más o menos expresa con una de las otras o con las dos. El nacionalismo podía ser árabe o «local», según tuviera ambiciones panárabes o se limitara a un determinado país árabe, con su estado o con la pretensión de tenerlo. El socialismo era esencialmente el marxismo-leninismo,75 con sus

75 En el mundo árabe, el marxismo no se introdujo hasta después de la primera guerra mundial, bajo el impacto mundial de la revolución rusa; el marxismo preleninista en el mundo árabe fue casi inexistente. Hasta después de la segunda guerra mundial las traducciones de las obras marxistas al árabe fueron muy escasas y en lo poco que se tradujo primó Stalin; sólo después de la segunda guerra mundial se tradujeron a gran escala las obras clásicas marxistas al árabe en Moscú y Beirut. La importancia y la influencia en el mundo árabe de estas traducciones se ha comparado con la influencia y la importancia de las traducciones de las obras de los filósofos griegos (sobre todo de Aristóteles) al árabe en la edad media.

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distintas corrientes: la mayoritaria prosoviética, pero también han existido una corriente maoísta considerable y una muy escasa corriente trotskista. El anarquismo ha sido casi inexistente en el mundo árabe.76 En el mundo árabe, el confesionalismo por antonomasia era el islámico, especialmente sunní, pero no ha sido el único, pues han existido también un confesionalismo o nacional-confesionalismo judío (expresado en el sionismo) y sus variantes cristianas locales (libanesismo, egipcianismo, coptismo separatista, etcétera). Minorías menores también han tenido su propio confesionalismo, que a veces llegaba al nacional-confesionalismo, como ha sido el caso de los drusos en el estado de Israel. El mayor ideólogo del nacionalismo árabe puro fue Sâti´ al-Husrî (1879-1967), que criticó severamente el concepto de Renan de «nacionalité élective» como «plebiscito cotidiano» y prefería el modelo del nacionalismo alemán: para Sâti´ al-Husrî sólo contaba la población definida por su lengua, mientras que el estado, la geografía y las cuestiones socioeconómicas apenas tenían cabida en sus teorías o sólo como cuestiones secundarias; su empeño categórico era que el estado jamás podía ser factor de formación de la nación sino la consecuencia de la nación. También desdeñaba las cuestiones sociales. Pero el panarabismo que tuvo éxito fue el que trató de aunar el nacionalismo panarabista con un pretendido socialismo que las más de las veces era un populismo estatista. Este fue el caso de los llamados «socialismos árabes», que intentaban amalgamar socialismo y nacionalismo: ba´tismo, naserismo, bumedianismo... En estos híbridos era frecuente el uso de un componente religioso, pues a veces el panarabismo ha sido difícil de deslindar de un panislamismo limitado (los tres círculos de Náser: el islámico, el árabe, el africano) e incluso el Ba´t (fundado por el cristiano sirio Michel ´Aflaq) ha hecho uso del islam, aunque tratando de nacionalizarlo y secularizarlo. Una gran parte del éxito del panarabismo se ha debido a su ambigüedad: para secularistas y minoritarios confesionales era un movimiento laico, para muchos musulmanes (sobre todo sunníes) era claramente un movimiento nacionalconfesionalista e incluso una primera etapa hacia el panislamismo.

76 A diferencia de otros países no occidentales como China o Japón, donde la difusión del socialismo anarquista había precedido al auge del socialismo marxista antes de la revolución rusa, cuando en el mundo árabe se empezaron a difundir las ideas socialistas procedentes de Europa, el anarquismo estaba en declive en todo el mundo (salvo en España) y lo poco que se conocía de él en el mundo árabe eran comentarios despectivos escritos por autores marxistas.

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En la práctica, los nacionalismos árabes se constituyeron como populismos en contra de la aborrecida oligarquía tradicional de terratenientes y burgueses compradores aliados del colonialismo y el neocolonialismo. Se ha señalado a veces los rasgos «fascistoides» de estos populismos, pero eso resulta bastante inexacto, pues el populismo y el fascismo son cosas diferentes: – El fascismo es un movimiento de clases medias al servicio de la clase alta para dominar a las clases bajas, destruyendo sus organizaciones y su conciencia de clase; su objetivo es la despolitización de las clases bajas para someterlas a la clase alta. – El populismo, en cambio, es un movimiento de la clase media que moviliza a las clases bajas, pero las somete a un control férreo, sin permitirles tener libertad sindical ni organizativa. Pero, por controladas que estén las clases populares y por mistificada que sea su representación, los populismos, mientras son tales, no son del gusto ni de las clases altas77 ni de las potencias imperialistas extranjeras, al contrario que los fascismos tercermundistas,78 que están al servicio de las clases altas compradoras y del capital extranjero; de ahí el odio «occidental» contra el naserismo, por ejemplo. Sin embargo, una vez la clase media que había tomado el poder se ha convertido en la nueva clase alta, en unión con los restos supervivientes de la oligarquía tradicional, si surgen los problemas y las opciones son mantener las mejoras sociales para las clases populares o sacrificarlas en aras del enriquecimiento de la nueva clase dominante (cada vez más vinculada al capital transnacional), las mejoras sociales se sacrifican, al mismo tiempo que el estatismo se va sustituyendo más o menos rápidamente por las privatizaciones, y el proteccionismo y el desarrollismo autocentrado por la apertura al capital extranjero. Ese fue el caso del mismo Egipto, que, tras la muerte de Náser, en muy poco tiempo pasó del «socialismo árabe» al infitâh (‘apertura’ económica) de Sadat. Esta transformación se acompañó de la sustitución del nacionalismo panárabe por el particularismo egipcio y del «socialismo» por «la vuelta» a la religión.79

77 Recuérdese el odio virulento que las clases altas argentinas sentían contra el peronismo, en contraste con la devoción de la clase alta chilena por Pinochet. Quienes sólo ven los rasgos fascistoides del populismo no entienden nada de las diferencias entre ambos fenómenos. 78 Cuyo ejemplo paradigmático es el pinochetismo. 79 En puridad, mal se puede hablar de «vuelta» de algo que nunca se había

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El islamismo político fue promovido por Arabia Saudí y sus aliados estadounidenses como el mejor freno contra el comunismo «ateo» y el nacionalismo panarabista naseriano y ba´tista. Durante la «guerra fría» árabe entre Náser y Arabia Saudí, el islamismo fue la ideología favorita de la reacción proestadounidense. En el Yemen del Norte, se llegó a una guerra abierta entre los republicanos, apoyados por Náser, y los partidarios del rey, apoyados por Arabia Saudí.80 En esas condiciones, fue una gran novedad la aparición en los años setenta, sobre todo a raíz de la revolución iraní en 1979, de una corriente islamista antiimperialista. Pero esta corriente era sobre todo chií. Tampoco debe desdeñarse la influencia indirecta de las otras ideologías: el jomeinismo no era sólo islamismo, incluía nacionalismo

ido; el cambio no fue que se pasara de la no creencia general a la fe religiosa, sino de un modesto secularismo a un aferramiento religioso virulento por parte de una población frustrada política y económicamente. Aunque también la contestación política se expresó a veces en formas islamistas, a menudo violentas, que costaron la vida al mismo Sadat, el hecho era que incluso los islamistas más fanáticos constituían un peligro menor para la nueva oligarquía egipcia en comparación con los comunistas o los nacionalistas panárabes, pues el islamismo violento podía ser reprimido de manera atroz («no quiero acusados sino cadáveres», dijo un ministro egipcio en los años noventa) y el islamismo «moderado» servía perfectamente a sus intereses de instauración del capitalismo neoliberal en Egipto. 80 En sus discursos, Náser gustaba de hacer juegos de palabras para referirse a los reyes: en lugar de decir ´awâhil al-´arab (‘los monarcas de los árabes’), les llamaba ´awâhir al-´arab (‘las putas de los árabes’). El rey Ahmad del Yemen del Norte escribió un poema contra el socialismo y un poeta palestino pronaserista, Mahmûd Dasûqî, le contestó con otro poema contra todos los reyes árabes en el que se refirió a Ahmad diciendo: Y el tercero se puso el turbante y se hizo en Sanaa poeta. Una patria que se vende y se compra y un liderato que a Occidente se mercadea. Una patria que se compra y se vende y un liderato que se entretiene apostando. Éste glorifica su origen y de su abuelo siempre se jacta «Soy hijo de la hija de Muhammad que vino de La Meca con las buenas nuevas». Si fuera descendiente del Profeta yo del islam renegaría.

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iraní,81 tercermundismo militante y cierto elemento de crítica social.82 Bajo la influencia de Irán surgió el Hizbullâh (‘Partido de Dios’) de los chiíes libaneses, que se convirtió en la más importante de las fuerzas de resistencia libanesa a los invasores israelíes y en el partido y la milicia más fuertes del país. En esta situación, los saudíes y los islamistas de su cuerda, para contrarrestar el prestigio de los islamistas iraníes y de Hizbullâh, insisten hasta el delirio en el sectarismo sunní, tratando de potenciar el enfrentamiento entre sunníes y chiíes. En esta nueva «guerra fría» de los saudíes, esta vez no contra el «socialismo árabe» naserista ni contra el comunismo sino contra la corriente islamista chií, el factor sectario sunní es vital para Arabia Saudí. En esta línea se mueven también los estadounidenses atizando el odio entre sunníes y chiíes en Iraq para tratar de convertir la resistencia a la invasión en una guerra civil sectaria entre los iraquíes. El marxismo fue muy importante en el mundo árabe en los años cincuenta, sesenta y setenta. El marxismo tenía la ventaja de ser una ideología supraétnica y supraconfesional, por encima de las diferencias étnicas y sectarias83 de muchos países árabes, pero para la propa-

81 Aunque el nacionalismo iraní no es necesariamente un nacional-islamismo chií (un perso-chiismo, como le reprochan sus enemigos árabes sunníes), no cabe duda de que el chiismo ha sido un componente básico de la cohesión iraní a pesar de las grandes diferencias etno-lingüísticas y de que los propiamente persas no lleguen a ser ni la mitad de los habitantes del país. Los turcos azeríes, segunda etnia del país después de los persas, también son chiíes. En tiempos del shah, la ideología oficial fue un nacionalismo persa intolerante con las minorías lingüísticas, pero tras la revolución islámica la situación de estas minorías mejoró mucho. 82 El jomeinismo estaba muy lejos de la teología de la liberación al estilo latinoamericano. Sin embargo, un movimiento islamo-marxista antijomeinista, el de los Muÿâhidîn del Pueblo, sí que llegó a dotarse de una teología revolucionaria (y anticlerical); este movimiento amalgamaba marxismo, islam y nacionalismo antiimperialista. En las únicas elecciones realmente libres celebradas en Irán, al comienzo de la revolución, los Muÿâhidîn del Pueblo fueron el partido más votado después del Partido Republicano Islámico de Jomeini. Los Muÿâhidîn del Pueblo fueron los primeros en hablar de los mustad´afîn, expresión coránica que en su ideología aunaba la noción islámica de justicia social con la idea revolucionaria del proletariado; Jomeini tomó de ellos esa expresión y la incluyó en su ideario. 83 Por ese motivo atrajo a sus filas a muchos miembros progresistas de minorías oprimidas por estados confesionalistas o étnicamente extraños. Ese

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ganda de sus detractores nacionalistas y religiosos era una ideología antinacional y atea.84 En Iraq, el comunismo era mucho más fuerte y tuvo muchos más partidarios que el Ba´t hasta los años sesenta. En el Yemen del Sur llegó a haber un régimen marxista-leninista y se conocía a este país como «la Cuba árabe». El prestigio de la URSS en los años cincuenta era enorme y se veía como una alternativa al bloque capitalista. En los años sesenta y setenta el prestigio de la Cuba castrista, de la China de Mao y de Vietnam sólo iba a la zaga del prestigio y la popularidad de Náser. El desastre de Náser en 1967 contrastaba con la guerra victoriosa de los vietnamitas comunistas contra un enemigo muy superior materialmente y en una situación muchísimo más dura. De ahí que a finales de los años sesenta y parte de los setenta, pareciera que los modelos del «comunismo amarillo» fueran a sustituir al ajado populismo nacionalista. Pero los regímenes conservadores, nacionalistas e islamistas se encargaron de reprimir y exterminar a la izquierda marxista en el mundo árabe85 y en general en el mundo musulmán.86

es uno de los motivos de que el comunismo ganara tantos partidarios entre los judíos del mundo árabe o entre los palestinos del estado de Israel. 84 La insistencia en la descalificación del marxismo como ideología «atea» fue el argumento favorito de los anticomunistas, en especial de los islamistas. A pesar de que los comunistas árabes no destacaron precisamente por su fervor ateo ni hicieron del ateísmo una de sus banderas favoritas, más bien al contrario: sus ataques a la religión fueron bastante indirectos e intentaron hacer una lectura «progresista» del islam, queriendo ver en el mensaje original islámico una llamada a la justicia social, al mismo tiempo que tendían a evitar enfrentarse directamente con los aspectos vidriosos de la religión. 85 El Partido Comunista Iraquí fue duramente perseguido bajo la monarquía británica: seis sucesivos comités centrales fueron detenidos y la mayoría de sus miembros fueron ejecutados, incluyendo al carismático secretario general del partido, de origen cristiano, el camarada Fahd. Pese a ello, este partido en los años cincuenta siguió siendo el más fuerte y numeroso, hasta los años sesenta, cuando miles de sus militantes fueron exterminados por el Ba´t o con la colaboración del Ba´t. La revolución maoísta zofârí en Omán fue aplastada en 1975 por el sultán de Omán, con la ayuda de tropas iraníes enviadas por el shah de Irán. En Egipto, el régimen naserista persiguió duramente a los comunistas, pese a que la URSS era el mayor apoyo del régimen de Náser. 86 En 1965, un golpe de estado militar en Indonesia exterminó a más de medio millón de comunistas y filocomunistas, con la colaboración entusiasta de los islamistas anticomunistas. La represión del shah contra la izquierda

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En los años ochenta el declive de la izquierda marxista era evidente. La caída del bloque del este fue un golpe fatal para el marxismo árabe. Desde entonces el papel de las organizaciones marxistas es secundario en esos países. El Yemen del Sur se unió con el Yemen del Norte y, tras una corta guerra civil, los comunistas fueron eliminados. La caída del bloque del este y el descrédito del socialismo autoritario han producido algún interés por el anarquismo en algunos sectores árabes87 muy minoritarios procedentes del marxismo. En el Líbano ha surgido una pequeña corriente anarquista, al-Badîl ash-Shuyû´î at-Taharrurî (‘la Alternativa Comunista Libertaria’). Pero más importante que ese mínimo anarquismo árabe es la creciente influencia y el acercamiento de los marxistas a posiciones anarquistas o marxistas no autoritarias; esto es perceptible, por ejemplo, en Samir Amin, que al abogar por una Quinta Internacional afirma que esta debe inspirarse más en el carácter antiautoritario de la Primera Internacional que en las siguientes Internacionales.88 Samir Amin también menciona elogiosamente las ideas de Kropotkin sobre la ayuda mutua.89 El islamismo político se desarrolló gracias al sustrato religioso de los países árabes, pero también a la financiación de las monarquías petroleras, en especial la más retrógrada de todas ellas, Arabia Saudí,

iraní fue muy dura, pero el exterminio de la izquierda iraní (incluyendo a los islamo-marxistas) fue obra del régimen islamista: la izquierda sufrió una represión implacable, que costó la vida a miles de sus militantes, y a partir de 1983 incluso el Tudé fue eliminado, a pesar de que este partido había apoyado incondicionalmente «la línea del imâm Jomeini». En Afganistán, entre Arabia Saudí, Estados Unidos y Pakistán se encargaron de potenciar la insurgencia islamista, labor que incluyó el reclutamiento de miles de islamistas extranjeros para luchar en el ÿihâd afgano anticomunista; de este caldo de cultivo creado por Estados Unidos y sus aliados islamistas surgieron los talibanes, Ben Lâden y al-Qâ´ida. 87 La situación del anarquismo en el mundo árabe es tan confusa que ni siquiera existe en árabe una palabra consensuada general para el anarquismo sino media docena: fawdawiyya (expresión confusa porque fawdà en árabe puede entenderse como ‘anarquía’ pero también como ‘caos’), lâ sultawiyya (‘no autoritarismo’), lâ tasallutiyya (‘no autoritarismo’), hurrawiyya (‘libertismo’), taharruriyya (‘libertarismo’ o quizás más exactamente ‘autoliberacionismo’) y anârkiyya. 88 Samir Amin, Por la Quinta Internacional (Mataró: El Viejo Topo, 2007), pp. 12 y 83. 89 Ibid., p. 63.

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que difundió gustosamente su versión del islam, el wahhâbismo, una forma de sunnismo literalista especialmente fanática e intolerante. Muchos gobernantes conservadores e intereses colonialistas también han considerado a estos islamistas como un buen instrumento para luchar contra las fuerzas de izquierda, nacionalistas o de liberación. El vacío dejado por el declive de la izquierda y la ruina del nacionalismo árabe ha hecho que muchos se vuelvan a la religión, buscando soluciones simples a problemas díficiles, en consignas como al-islâm huwa-l-hall («el islam es la solución»)90 y similares. Sin embargo, los movimientos islamistas son complejos y cada uno de ellos tiene una base social diferente que condiciona sus posiciones políticas. A veces la dirección, retrógrada y prosaudí, tiene que plegarse a los sentimientos antiimperialistas de su base de masas;91 en algunos casos, el movimiento islamista es la vertebración de una resistencia anticolonialista, como es el caso del Hamâs palestino o de algunos movimientos islamistas en Iraq bajo la ocupación estadounidense; en otros existe una derecha y una izquierda islamistas, como es el caso de Irán;92 por su parte, la pobreza de la mayoría de los chiíes del Líbano condiciona a Hizbullâh contra las políticas neoliberales.

Nacionalismo árabe y nacionalismos locales El nacionalismo árabe o panarabismo, con sus dos tendencias (secularista y nacional-islamista), tiene como rivales a los nacionalismos locales, que niegan la arabidad como fundamento de su nacionalidad. Aparte de que cada estado árabe tiene en mayor o menor medida su propio nacionalismo de facto, por la propia dinámica de la existencia

Frente a este tipo de consignas facilonas y simplonas, a veces minorías laicistas han emitido consignas poco más o menos igual de facilonas y simplonas como al-´ilmâniyya hiya-l-hall (‘el laicismo es la solución’), como si el laicismo por sí sólo fuera una panacea para todos los males del mundo. 91 Como le ocurrió al FIS argelino en 1990: los dirigentes querrían haberse puesto de parte de Kuwayt y alinearse con las monarquías despóticas de Arabia, pero las bases populares exigieron y obtuvieron el apoyo a Iraq. 92 La derecha islamista busca la «recompradorización» y sacraliza las desigualdades sociales en nombre de la religión; la izquierda islamista insiste en la justicia social y el rechazo de las desigualdades sociales, al menos de las consideradas excesivas, y también estima que los recursos fundamentales del país deben estar bajo control estatal y no en manos de compañías extranjeras. 90

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misma de un estado, cuando se habla de nacionalismos locales 93 suele entenderse un nacionalismo ideológicamente opuesto al nacionalismo árabe, que rechaza el panarabismo y la idea misma de una «nación árabe». Ese es el caso de los nacionalismos egipcio, sirio o libanés. Aunque el nacionalismo árabe trata de conseguir la unión política árabe y aspira a un estado unitario, la idea de umma árabe es independiente de la existencia o no de un estado árabe unitario. Dicho de otro modo: los nacionalistas árabes aspiran a la unidad de la nación árabe, pero no a la creación de «la nación árabe», pues la existencia de esta se da por hecha, independientemente de que haya o no un solo estado árabe, varios o ninguno.94 En cierto sentido, la existencia de la umma es totalmente independiente de la existencia o no del estado (dawla), tanto en el caso árabe como musulmán. En ese sentido no existe a priori la estatolatría de la concepción occidental moderna, aunque los nacionalistas aspiren a la unidad política en forma de federación o de estado unitarista. El nacionalismo egipcio precedió al panarabismo en Egipto, durante las primeras décadas del siglo xx, encarnado sobre todo en el partido Wafd. Fue una ideología liberal, integradora y supraconfesional, que unía los egipcios (musulmanes, cristianos coptos y judíos) contra la dominación extranjera británica. En sus versiones más extremistas («faraónicas»), el nacionalismo egipcio ha sido popular sobre todo entre los coptos. Téngase en cuenta que, a diferencia de los cristianos del Creciente Fértil, los coptos se consideraban el remanente de la antigua población preislámica y preárabe,95 que no sólo no era árabe

93 En el lenguaje del nacionalismo árabe, se llama despectivamente al nacionalismo local iqlîmiyya (‘localismo’) o qutriyya (‘regionalismo’). En la jerga del Ba´t, ni siquiera se habla de países árabes sino de las «regiones» árabes. Naturalmente, los panarabistas cuando hablan de nación (umma) se refieren a «la nación árabe», en cambio los nacionalistas locales (libaneses, sirios o egipcios) usan provocativamente la palabra umma para referirse al Líbano, Siria o Egipto. 94 Los nacionalistas sirios piensan más o menos lo mismo de «la nación siria». Su existencia es para ellos independiente de la existencia o no del estado sirio unitario al que aspiran. Téngase en cuenta que mientras que el nacionalismo egipcio o el libanés tienen una patria que se identifica con los límites de los estados egipcio y libanés, ni el nacionalismo árabe ni el sirio tienen un estado-nación constituido sino que «la nación árabe» y «la nación siria» están fragmentadas políticamente en varios estados. 95 Aunque los egipcios musulmanes son básicamente coptos convertidos

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sino tampoco semita.96 Y a diferencia de lo que sucedía en el Creciente Fértil, cuando se introdujo el panarabismo en Egipto la ideología panarabista apenas se distinguía del panislamismo. Muchos musulmanes egipcios veían el panarabismo y el panislamismo como dos círculos concéntricos, el panarabismo como un círculo menor dentro del círculo islámico; Náser, máximo líder del panarabismo durante los años cincuenta y sesenta, hablaba de los tres círculos de Egipto: el árabe, el musulmán y el africano. El sadatismo, que intentó desvincularse del panarabismo, volvió al nacionalismo local egipcio, pero desprovisto del carácter secularista, anticolonialista y liberal del antiguo Wafd; por el contrario, el nacionalismo egipcio sadatista era pro-islamista, proimperialista y dictatorial; también es muy significativo que los coptos detestaran a Sadat.97 El nacionalismo sirio fue formulado por Antûn Sa´âda (1904-1949), fundador del Partido Sirio Nacional Social, que pretendía unir en un solo estado laico toda la Gran Siria, en la que incluía el Sinaí y Chipre. Más tarde, Antûn Sa´âda incluyó en su concepto de Siria a Iraq, Kuwayt y Juzestán, regiones a las que denominó «Siria oriental». Los nacionalistas sirios aceptaban hablar de «naciones árabes» pero no de «nación árabe», pues para ellos su nación era la nación siria y glorificaban las antiguas civilizaciones del Creciente Fértil.98 El nacionalismo sirio se consideraba el nacionalismo laico frente al nacionalismo árabe,

al islam, más o menos mezclados con poblaciones inmigradas tras la conquista árabe. 96 Los actuales coptos hablan árabe, igual que sus compatriotas musulmanes, pero su lengua litúrgica, el copto, no es otra cosa que la última fase de la antigua lengua egipcia. El antiguo idioma egipcio pertenecía a la familia de las lenguas afroasiáticas (también llamadas camito-semíticas), a la que también pertenece el árabe (y las demás lenguas semíticas), pero no a la rama semítica sino a un grupo aparte. Sin embargo, ese idioma egipcio antiguo, aunque no perteneciera a la rama semítica tenía un componente semítico muy antiguo que contribuyó a su formación. 97 Cuando Sadat fue a Estados Unidos para los acuerdos de Camp David, entre loas oficiales y oficiosas, los que le aguaron un poco la fiesta fueron los emigrantes coptos, que organizaron grandes manifestaciones en su contra, lo que irritó sobremanera a Sadat, nada acostumbrado a tolerar manifestaciones de egipcios contra su persona y su política. Los coptos odiaban a Sadat porque había fomentado la corriente islamista en Egipto. 98 Muchos de sus militantes adoptaron nombres de guerra cananeos, como Adonis, Melkart...

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en el que veía un nacional-confesionalismo musulmán, y el nacionalismo libanés, al que tenía por un estrecho nacional-confesionalismo separatista cristiano y concretamente maronita. Antûn Sa´âda dio un golpe de estado en el Líbano para unirlo con Siria, pero fracasó y fue condenado a muerte y ejecutado. El PSNS, no obstante, siguió teniendo una cierta importancia en el Líbano y Siria. Originariamente tenía algunas tendencias fascistizantes, pero más tarde tendió a posiciones de izquierda y se proclamó antiimperialista y aliado de la resistencia palestina. En la guerra civil libanesa hizo causa común con los palestino-progresistas contra la derecha cristiana, y más tarde participó en la resistencia libanesa contra la ocupación israelí. El nacionalismo libanés surgió como un nacionalismo cristiano, especialmente de los maronitas. En su afán de diferenciarse, tanto de la arabidad como de la sirianidad, inventó un fenicismo desquiciado según el cual los libaneses eran... «fenicios». Este cuento de la fenicidad99 ha sido especialmente popular entre los maronitas,100 campeones

99 Los maronitas no han sido los únicos católicos que han utilizado a los fenicios para inventar una identidad semítica no árabe, por identificar lo árabe con lo musulmán. Los malteses han llegado todavía más lejos si cabe, y muchos de ellos sostienen que su idioma no proviene del árabe sino del púnico, o que al menos tendría un origen mixto púnico-árabe. En realidad, el idioma maltés es una variedad de árabe magrebí saturada de italianismos y que se escribe con alfabeto latino. 100 En la compleja y variada etnogénesis de los actuales maronitas contribuyeron: 1) Maronitas emigrados de la zona siria del Orontes, que fueron el núcleo fundamental de la etnogénesis maronita. 2) Mardaítas, que eran iranios cristianos establecidos en Siria. 3) Árabes, a través de chiíes conversos al final de las cruzadas y algunos conversos de la edad moderna, tales como los emires Shihâb. 4) Francos llegados en la época de las cruzadas. 5) Armenios llegados también durante la época de las cruzadas. Sin embargo, la población costera de origen fenicio poca o ninguna aportación hizo a la etnogénesis maronita. Eso es así porque los fenicios de la antigüedad vivían en la costa, no en la montaña, que en los tiempos de los fenicios era un inmenso bosque deshabitado del que los fenicios extraían la madera para sus barcos; la montaña sólo se pobló (y deforestó para sustituir el bosque por los cultivos en terrazas) en la edad media, cuando los maronitas y otras comunidades minoritarias se refugiaron allí huyendo del poder sunní. Los maronitas tenían su origen en la zona del valle del Orontes, en el actual estado de Siria (tan denostado por muchos de ellos). La población de origen

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del nacionalismo libanés. Los maronitas desconfiaban de los musulmanes y no tenían ningún deseo de formar parte de un estado donde los cristianos fuesen minoría.101 Los franceses dieron satisfacción con creces a las aspiraciones del nacionalismo libanés, para muchos nacionalistas libaneses maronitas incluso demasiado, pues el colonialismo francés ensanchó las fronteras del Líbano añadiendo territorios con poblaciones musulmanas que, si bien hicieron más grande el estado, también hicieron mucho más precaria la mayoría cristiana102 y el predominio maronita. La hegemonía de la burguesía maronita no podía durar mucho: fue amenazada por el naserismo y se hundió en la guerra civil. Los palestinos, la izquierda y los musulmanes apelaban en general al nacionalismo árabe y la derecha cristiana al fenicismo. La colaboración entre los libaneses proisraelíes y el estado de Israel

fenicio sería la de las ciudades costeras del Líbano (y de Siria y del norte de Palestina), pero esta población era mayoritariamente sunní y melkita. Así, se da la paradoja de que los que tienen mayor probabilidad de ser descendientes de fenicios son los que rechazan el fenicismo, mientras que quienes no tienen posibilidades de ser de origen fenicio son los que han hecho de los fenicios sus antepasados venerados, aunque no hubiera nada más diferente de un fenicio marinero que un maronita montañés. Téngase en cuenta que, hasta el siglo xix, los maronitas no vivían en la costa sino en la montaña, no eran ni marinos ni comerciantes sino agricultores. 101 En la época premoderna, los cristianos de la montaña libanesa no pagaban la ÿizya (impuesto de capitación que pagaban los no musulmanes), tenían derecho a tañer las campanas y las conversiones al cristianismo de musulmanes y drusos no eran algo inusitado en la montaña libanesa; el caso más famoso fue el de la familia drusa de los emires Shihâb, algunos de cuyos miembros se pasaron al islam sunní, otros al cristianismo maronita y otros primero al sunnismo y luego al cristianismo. Uno de los argumentos favoritos de la derecha maronita es que el estado libanés es la garantía de la libertad y la igualdad de los cristianos, pero se olvidan de que ha sido un estado discriminatorio en su favor, no un régimen de libertad e igualdad para cristianos y musulmanes. 102 Todavía a principios de los años cuarenta los cristianos suponían una ligera mayoría y los maronitas eran la confesión más numerosa. Pero esto cambió en las décadas siguientes, porque la comunidad chií, que era la que tenía más miembros pobres, fue también la más prolífica, de manera que en la actualidad los cristianos, como mucho, no son mucho más de una tercera parte de la población y los chiíes son al menos igual de numerosos que todos los cristianos juntos. Los maronitas han dejado de ser la confesión religiosa más numerosa.

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invocaba la antigua alianza entre Hiram, rey fenicio de Tiro, y el rey Salomón. El nacionalismo libanés ha sido sobre todo maronita, con adeptos entre miembros de otras confesiones cristianas, sobre todo católicas, con alianzas circunstanciales con drusos y chiíes. En cambio, los melkitas ortodoxos en general simpatizaban poco con el fenicismo y no veían con buenos ojos el militantismo maronita y el secesionismo del nacionalismo libanés; las razones eran varias: el hecho de que estuvieran repartidos por toda la Gran Siria y no concentrados en el Líbano como los maronitas, su tradición urbana, sus buenas relaciones con los sunníes urbanos y la existencia de una burguesía melkita ortodoxa muy próxima a la burguesía sunní. Entre los melkitas ortodoxos han predominado más bien los nacionalistas árabes, los nacionalistas sirios103 y los comunistas.104 No es muy difícil ver los trasfondos confesionales de las simpatías, las devociones pasionales, las antipatías y las fobias, en las que se han mezclado factores de clase e intereses materiales muy concretos con todo tipo de ideologías nacionalistas de fundamento confesional, sean nacionalismo árabe o nacionalismos locales. Cada nacionalismo se dota de su propio imaginario, que en parte no es otra cosa que el imaginario de una determinada confesión religiosa más o menos secularizado, o un pasado idealizado preislámico de un determinado país. A veces se inventa una tradición mítica sobre los orí-

103 La Gran Siria se correspondía con la región del mundo árabe en la que vivían los melkitas, de manera que tenía la virtud de abarcarlos sin abarcar a más musulmanes de la cuenta, que pudieran amenazar la aconfesionalidad del país. Sumando a todas las minorías (e incluso a los judíos israelíes, una vez que estos renunciaran al sionismo y aceptasen ser buenos ciudadanos de Siria) se podría conseguir que la población no sunní fuera lo suficientemente numerosa como para hacer inviable un estado confesionalista musulmán. Los sunníes quedarían nivelados por los no sunníes y los musulmanes no sunníes contribuirían a la defensa de la secularidad y la igualdad entre todos los ciudadanos, frustrando cualquier tentación islamista, que al no poder ser más que sunní, no contaría con el apoyo sino con la hostilidad de todas las numerosas comunidades musulmanas no sunníes. Esta era la idea implícita en el nacionalismo sirio de Antûn Sa´âda. 104 Muchos melkitas ortodoxos reconvirtieron su fidelidad al zar ruso en fidelidad a la Unión Soviética. Para los sectores laicos de la comunidad, la Unión Soviética conscientemente era un modelo revolucionario e inconsciente o semiinconscientemente constituía un orgullo, por ser un país tradicionalmente «ortodoxo», como ellos.

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genes, que resulta completamente irrisoria para los que no comparten ese nacionalismo o son sus enemigos: 1) Hay nacionalistas árabes que tienden a clasificar como árabes a todos los pueblos semitas, salvo a los etíopes y los hebreos.105 2) Los nacionalistas sirios ensalzan la cananeidad y las civilizaciones del Creciente Fértil.106 Antûn Sa´âda llegó a hablar de «el imperio sirio marítimo» (los fenicios) y «el imperio sirio terrestre» (el imperio asirio),107 y de Aníbal como héroe sirio,108 englobando dos entidades étnicas y políticas, los fenicios109 y los asirios, semíticas ambas pero enfrentadas y diferentes. 3) Los nacionalistas libaneses maronitas se atribuyen un origen fenicio, a pesar de que los maronitas fueran originarios del territorio del actual estado sirio, que los nacionalistas libaneses aborrecen.

105 Esto puede llegar a extremos irrisorios, como hablar de «los árabes babilonios» o «los árabes cananeos». Por no hablar de teorías más disparatadas aún, que pretenden hacer protoárabes a los propios sumerios. 106 Aunque en un primer momento el nacionalismo sirio incluía dentro de Siria a la Gran Siria (y Chipre), más tarde Antûn Sa´âda incluyó a Iraq (incluyendo a Kuwayt y Juzestán) como «Siria oriental». En la práctica, la mayoría de los nacionalistas sirios cuando hablan de Siria se refieren a la Gran Siria, pero también hay quienes hablan de Sûrâqiyya (Siria-Iraq). En términos etimológicos, el término Siria para todo el Creciente Fértil no es absurdo, pues el nombre de Siria deriva del de Asiria, ya que los griegos llamaron Siria a la parte occidental del Creciente Fértil porque era la parte occidental del imperio asirio (Asiria, de donde pasó al griego el nombre de Siria) con la que tenían más contacto por razones geográficas. 107 Antûn Sa´âda, Nushû` al-umam (Damasco, 1991), pp. 167-183. 108 El nacionalismo de Antûn Sa´âda fluctúa cuando le conviene entre lo territorial y lo étnico. Es primariamente territorial, pero cuando le conviene no duda en reivindicar como propios a los «sirios» de ultramar. El argumento retorcido es el siguiente: los fenicios eran sirios porque eran nativos de Siria, luego también los fenicios que vivían fuera eran sirios, como era el caso de los cartagineses. Así, se da un salto un tanto abusivo del criterio territorial al étnico. 109 En cualquier caso, los fenicios nunca constituyeron una entidad política sino que siempre estuvieron divididos políticamente; jamás hubo un «imperio fenicio», como mucho hubo un imperio cartaginés en el Mediterráneo occidental.

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El sionismo como alentador del nacional-islamismo árabe y de los enfrentamientos internos árabes El sionismo, por su propia naturaleza, es un nacional-confesionalismo. Existen sionistas laicos e incluso virulentamente ateos, pero el vínculo entre judaidad y judaísmo es tan fuerte que el estado de Israel, a la hora de decidir quién es judío, ha cedido esta competencia a los rabinos (con unas mínimas enmiendas): es judío quien nace de madre judía o se convierte al judaísmo, y la nacionalidad étnica judía es indisociable de la religión judía. A partir de ahí las discusiones entre sionistas hiloniyim y datiyim serán sobre si el estado debe ser más o menos teocrático, pero el nexo entre judaidad y judaísmo apenas se discute, lo que implica un carácter teocrático de facto. La misma reivindicación de «la tierra de Israel» es a la vez una secularización de la noción de la tierra sagrada de los judíos y una confesionalización del nacionalismo. La Biblia hebrea como acta de derecho notarial que otorga al pueblo de Israel (el pueblo elegido) el derecho exclusivo o preferente110 sobre la ex tierra de Canaán, convertida por derecho divino en «la tierra de Israel». Por ello se ha dicho que el sionista ateo niega a Dios de iure, pero lo reconoce de facto.111 El nacional-judaísmo sionista ha sido uno de los factores que más han obstaculizado la tendencia laicista en el mundo árabe, pues ha alentado directa e indirectamente tanto los nacional-confesionalismos de las minorías del mundo árabe como el nacional-islamismo de la mayoría musulmana sunní. La política sionista trata de impedir que las minorías confesionales del mundo árabe sean factor de secularización. Esas minorías confesionales son potencialmente factores de secularización, en tanto que están interesadas en la separación entre la religión y la política, en que el

110 La diferencia entre los sionistas extremistas y los moderados es esa: los sionistas extremistas no reconocen a los no judíos ningún derecho sobre el país; los sionistas moderados aceptan que los no judíos tengan algún derecho como ciudadanos de segunda clase, siempre que su número sea menor que el de los judíos y se garantice la subordinación y la marginación de los no judíos. Cuando el carácter judío de «la tierra de Israel» está amenazado por el hecho de que la población no judía es mayoritaria, sionistas extremistas y sionistas «moderados» se ponen de acuerdo en efectuar una «limpieza étnica», como sucedió en 1948 con la mayoría de los palestinos en los territorios ocupados por los sionistas, o con los habitantes sirios del Golán en 1967; en ambos casos, sólo se dejó permanecer a una población no judía minoritaria. 111 Nathan Weinstock, op. cit., p. 79.

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estado no sea confesional, en la igualdad entre ciudadanos y por consiguiente en la eliminación de la opaquización ideológica del confesionalismo, eliminación indispensable para el progreso del mundo árabe. Para evitarlo, el sionismo tendrá sumo interés en convertir a las susodichas minorías en instrumentos de división social, no de progreso, alentando las tendencias secesionistas en un descarado intento de taifización colonialista, a la vez que estas tendencias nacional-confesionalistas de las minorías potencian a su vez el nacional-confesionalismo de la mayoría musulmana sunní, lo que a su vez retroalimenta los nacional-confesionalismos centrífugos de las minorías. Todo ello contribuye al atraso, al oscurantismo y a las divisiones sectarias del mundo árabe. Ben Gurión incluso trató de fomentar la división entre cristianos y musulmanes dentro y fuera de Israel. En Israel consideraba a los palestinos cristianos potencialmente más leales al estado que los musulmanes; en el exterior, su idea era la alianza con un Líbano cristianomaronita desgajado del mundo árabe. Aunque Ben Gurión y Menahem Begin habían sido adversarios feroces entre sí, la idea de Ben Gurión trató de llevarla a la práctica Begin con las invasiones del Líbano de 1978 y 1982. Tras la invasión de 1978 se creó el Ejército del Sur del Líbano, proisraelí, mayoritariamente cristiano; en 1982, Begin intentó hacer de Bashîr Ÿemayel el Hiram tirio112 que desgajara definitivamente el Líbano del mundo árabe, convirtiéndolo al fin en un protectorado satélite cristiano del «estado judío».113

Hiram, rey de Tiro, fue socio comercial de su contemporáneo Salomón, rey de Israel, e incluso le ayudó a edificar el famoso templo de Jerusalén. En la mitología sionista y filosionista se propugnaba una alianza entre «los fenicios» nacional-confesionalistas libaneses cristianos y el estado de Israel, que rememoraría las buenas relaciones tirio-israelitas de antaño. Los drusos israelíes también se apuntaron al invento y se dijeron descendientes de los fenicios que ayudaron a construir el templo de Salomón. A todo esto, conviene recordar que los fenicios eran cananeos y por tanto entraban dentro de «la maldición» de expolio genocida del dios de Israel, pero esto era algo que se olvidaba cuando se trataba de hacer buenos negocios políticos. Es un ejemplo más de «memoria selectiva» del nacionalismo y del nacional-confesionalismo en función de los intereses políticos (y económicos) del momento. 113 Este proyecto fracasó porque era excesivo. Incluso los sectores más lúcidos de las Falanges Libanesas (como Karim Pakradumi) eran conscientes de que la alianza incondicional total con Israel era a medio o largo plazo un suicidio para la cristiandad libanesa. Tampoco la mayoría de los cristianos libaneses tenía interés alguno en convertirse en un satélite servil del estado sionista. Las 112

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La derrota en 1967 del nacionalismo árabe sumió en el estupor al mundo árabe. Al principio hubo intentos de superar la derrota girando hacia la izquierda (y el secularismo), pero estas tendencias revolucio-

posiciones políticas de los cristianos libaneses eran mucho más plurales de lo que suele creerse y entre ellos han abundado los izquierdistas y los prosirios; la opción de la derecha cristiana sólo era mayoritaria entre los maronitas (lo que no significa, ni mucho menos, que todos los maronitas fueran de derechas o antisirios, también en la comunidad maronita había una izquierda radical y una facción prosiria), no entre los cristianos ortodoxos o los armenios, muchos de los cuales habían sido aliados de los palestinos en la guerra civil libanesa. Pero incluso la oligarquía maronita era consciente de que su riqueza dependía de que afluyeran al Líbano los capitales de las monarquías petroleras árabes, mientras que la opción de un Israel cristiano sólo significaba espartanización, pobreza y subordinación a los intereses israelíes. Aunque, por encima incluso de todo esto, había otro factor fundamental de orden demográfico: los cristianos eran mayoría en gran parte de la mitad septentrional del Líbano, no en la mitad meridional limítrofe con Israel, lo que significaba que un estado libanés vasallo de Israel que sirviese a este último de guardafronteras era imposible. Habría sido posible si las zonas mayoritariamente cristianas se hubieran encontrado en la zona limífrofe con Israel, y al no ser así, un estado libanés cristiano y proisraelí debería abarcar todo el Líbano y asentarse sobre la dominación (imposible) de una minoría cristiana, en teoría incondicionalmente proisraelí, sobre una mayoría musulmana (con una importante minoría de refugiados palestinos) doblemente enemiga de Israel en tanto que este estado sería el apoyo de sus dominadores. Por otra parte, los invasores israelíes se encontraron pronto sumergidos en las guerras sectarias entre confesiones: habían invadido el Líbano con la colaboración de la derecha cristiana y la pasividad de la «izquierda» drusa (supuestamente aliada de la OLP, aunque en realidad la oligarquía drusa yumblatí trataba de desplazar a los maronitas del poder para sustituirlos), y cuando se produjo la retirada, provocadores irresponsables cristianos dinamitaron el mausoleo de un santo druso, lo que provocó la limpieza étnica contra los cristianos en toda la región del Shûf, donde cristianos y drusos habían convivido bastante bien hasta entonces. Los israelíes no quisieron hacer nada en favor de los cristianos y en contra de los drusos para no enemistarse con sus propios soldados drusos israelíes. La alianza cristiano libanesa-sionista tuvo limitaciones insuperables desde el principio, por mucho que algunos cristianos soñasen con un Israel cristiano-libanés y por más que muchos sionistas creyesen que el Líbano era «el eslabón débil» del mundo árabe. En la práctica fue al contrario: el Líbano ha sido el único país árabe que ha derrotado militarmente a Israel por medio de la guerra de guerrillas, única forma de guerra con la que los árabes pueden enfrentarse victoriosamente a un enemigo con tanta superioridad militar convencional. Y en la guerrilla que expulsó del Líbano a los israelíes participaron muchos cristianos libaneses.

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narias fueron aplastadas sin piedad por los poderes conservadores y nacionalistas, bajo la mirada satisfecha y la colaboración de Estados Unidos, Israel y el Irán del shah: golpe de estado ba´tista en Iraq en 1968 y feroz represión contra los comunistas, «Septiembre Negro» de 1970 en Jordania, aplastamiento de los revolucionarios zofâríes de Omán... En consecuencia, el mundo árabe frustrado se tiró al abismo como «solución»: rendición neocolonial o islamismo... o ambas cosas. En Egipto, al nacionalismo panarabista moderadísimamente laico de Náser le sucedió la beatería islámica de Sadat, que trató de compensar las frustraciones sociales y políticas de su pueblo echando mano de la religión musulmana, además de tratar de utilizar a los islamistas contra naseristas y comunistas para justificar su nueva alianza con Estados Unidos (enemigo de «los ateos comunistas») y con Arabia Saudí. De rebote, el auge del islamismo en Egipto provocó el surgimiento de un confesionalismo copto que llegó al nacional-confesionalismo en clave centrífuga, algo desconocido hasta entonces, sólo posible en un contexto de fanatismo religioso creciente. Los islamistas vieron en la derrota árabe de 1967 un signo divino: Náser y los nacionalistas habían sido derrotados porque no eran lo suficientemente musulmanes, mientras que «el estado judío» había triunfado porque era el castigo de Dios a los musulmanes descarriados. El shayj egipcio Sha´râwî, uno de los más populares (y más oscurantistas) predicadores islámicos actuales, dio las gracias a Dios por la derrota árabe en la guerra contra Israel del año 1967. Entre los islamistas había una hostilidad admirativa por «el estado judío», ya que ellos aspiraban a un «estado musulmán».114 Los fundamentalistas más extremistas consideraban que no debía lucharse contra Israel hasta que no se hubiera derrocado a los regímenes árabes nacionalistas de tendencia secularista. La frustración general produjo un «retorno» a la religión. Esto supuso profundizar en las diferencias confesionales, plantear falsas soluciones religiosas («el islam es la solución») a problemas complejos de todo tipo (económicos, sociales, políticos, ideológicos), opaquizar los problemas reales, sustituir la búsqueda de las soluciones por una actitud de abandonismo, de aferramiento a formalidades relgiosas, de uniformización de comportamientos, de sectarismo religioso... En definitiva, la supuesta

114 Aunque el estado de Israel no es exactamente un estado teocrático judío en todo el sentido de la palabra, tiene suficiente contenido teocrático como para que los islamistas lo vean como un referente.

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solución religiosa para lo único que servía era para agrandar los problemas existentes y añadir otros. Nada de esto suponía gran problema para los intereses del sionismo y de sus aliados, al contrario, esta reacción religiosa les era muy útil, aunque no dejara de tener a veces sus salpicaduras desagradables. En todo caso, comparado con una revolución radical árabe o incluso con el panarabismo naserista, el islamismo (al menos el sunní) era un enemigo risible para el sionismo y un aliado tácito del orden establecido del que se beneficiaba el estado sionista. Hasta la Intifada iniciada en diciembre de 1987, la resistencia palestina no había tenido nada de islamista. El Fath nunca fue islamista, aunque su líder, Yâsir ´Arafât, hubiera militado en los Hermanos Musulmanes de joven, cuando estudiaba ingeniería en El Cairo. Las otras organizaciones que componían la OLP eran aún menos proclives al fundamentalismo y sus tendencias eran mucho más secularistas: unas se declaraban marxista-leninistas (FPLP, FDLP, ambas lideradas por cristianos: George Habash y Nâyef Hawâtme respectivamente) y otras ba´tistas. La tendencia islamista nunca estuvo presente en la OLP. Durante décadas, los islamistas no sintieron una especial atracción por la resistencia palestina, que les parecía demasiado laica, demasiado de izquierdas y con demasiada relevancia cristiana. Por su parte, la resistencia palestina desconfiaba de los islamistas, en los que veía los «tontos útiles» del sionismo y de su sostenedor, Estados Unidos. Los ocupantes israelíes también utilizaron o dejaron hacer a los islamistas palestinos, con la intención de dividir a los palestinos oponiendo el islam político contra los nacionalistas y la izquierda, para enfrentar a los musulmanes con los cristianos y para entrentar a los religiosos con los laicos. Los israelíes siguieron fomentando durante la década de los ochenta a los islamistas, hasta el estallido de la Intifada. Entonces, pudieron observar cómo habían jugado a aprendices de brujo y cómo el experimento se les había ido de las manos. Aunque no tanto: el movimiento islamista palestino se limitó a vertebrar una resistencia popular que habría existido igualmente con otra ideología. Al menos hasta el estallido de la Intifada en diciembre de 1987, la causa y la resistencia palestinas eran demasiado laicas para el gusto de los islamistas, que preferían reclutarse para el ÿihâd contra el comunismo y la Unión Soviética. Los ex combatientes extranjeros veteranos de Afganistán crearon al-Qâ´ida, cuyos atentados del 11-S tuvieron consecuencias devastadoras contra la causa palestina y la segunda Intifada. Los islamistas voluntarios de Afganistán contribuyeron a hundir la Unión Soviética, y con ella al mayor contrapeso contra Israel y su aliado incondicional estadounidense; más tarde, con sus atentados es-

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pectaculares brindaron a los neocons prosionistas el pretexto perfecto para justificar ante el pueblo estadounidense una sucesión de guerras contra los árabes, alentadas por grupos de presión sionistas. La invasión de Iraq ha provocado unas terribles guerras sectarias, alentadas por los servicios secretos estadounidenses y por el Mosad israelí, sumamente interesados en que la resistencia contra el invasor se desvíe en una guerra civil interétnica e interconfesionalista entre iraquíes.115 Los dirigentes israelíes desearían lo mismo para Siria y el Líbano; por ello, la guerra desencadenada por Israel contra el Líbano el verano del año 2006, con su devastadora destrucción de ese país, tenía como objetivo provocar una guerra civil entre partidarios y enemigos de Hizbullâh.

Cómo la judeofobia del chovinismo árabe y del fanatismo islámico ha servido y sirve a la causa sionista Un movimiento sionista muy bien organizado, financiado por una acaudalada burguesía judía prosionista, aliado desde 1917 con las mayores potencias coloniales y neocoloniales del mundo... ¿Qué resistencia ha encontrado? ¿Cómo se ha articulado ideológicamente la resistencia anticolonialista contra el sionismo? «¿Quiénes son nuestros enemigos?» y «¿por qué son enemigos?» son dos cuestiones importantes, que implican una tercera: «¿quiénes somos nosotros?». El sionismo se presentaba a sí mismo como representante de «los judíos». Para la ideología sionista, sionista y judío debían ser términos sinónimos; sus enemigos, «los otros», son «los árabes». Muchos enemigos del sionismo a menudo compartían esta visión, para ellos sus enemigos eran simplemente «los judíos»; de esta manera, convertían a los judíos en general en el objeto de su odio. Pero esto tiene una serie de implicaciones: 1) Significaba dar la razón a los sionistas implícitamente, aceptando la idea sionista de identidad total entre judíos y sionismo. 2) Al aceptar la identificación nacional-confesionalista del sionismo, estaban aceptando la nacional-confesionalización de la identidad judía y la de los no judíos.

Las consecuencias han sido especialmente devastadoras para las minorías confesionales: los cristianos, los mandeos y los yazidíes. 115

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3) Los judíos serán vistos como enemigos en virtud de su judaidad, entendida en un sentido confesional o nacional-confesionalista, con lo que el antisionismo deja de ser tal y se cae en una judeofobia confesionalista, étnica o etno-confesional. Al adoptar una postura judeófoba como reacción al sionismo, el antisionismo propiamente dicho pasa a ser secundario. Al no odiarse el sionismo sino a «los judíos», el sionismo no se concibe como una ideología y un proyecto político detestable por colonialista y racista sino como una «emanación natural de la perversa índole de los judíos». Esta judeofobia es primariamente confesional, cristiana o musulmana, más musulmana que cristiana, pues el islam es la religión mayoritaria del mundo árabe y el cristianismo la minoritaria. Esta torpe judeofobia primaria, confesional, será la puerta por donde entre el antisemitismo europeo, que vendrá a enturbiar aún más la visión del sionismo y a confundir la lucha antisionista con una desquiciada judeofobia, en la que se mezclaban un anticolonialismo distorsionado con un fanatismo religioso latente o consciente y elementos de antisemitismo importados de Europa. Todo esto tendrá consecuencias devastadoras para el mundo árabe: 1) Pérdida de las comunidades judías del mundo árabe en beneficio del estado sionista, con el consiguiente empobrecimiento del mundo árabe al perder una parte valiosa de sus miembros, a la vez que el estado sionista obtenía algo más de la mitad de su población judía para llevar a cabo su proyecto colonial en Palestina. 2) Facilitar a la propaganda sionista la tarea de presentar a sus enemigos árabes como unos fanáticos judeófobos dispuestos a llevar a cabo un segundo Holocausto, tanto en su propaganda dirigida al pueblo israelí como en su propaganda exterior. 3) Completa distorsión de la lucha antisionista, al convertir una justa lucha anticolonialista en una absurda «lucha contra los judíos», se entienda judío en un sentido confesional, étnico o ambas cosas a la vez. 4) Envilecimiento del mundo árabe por una ideología profundamente embrutecedora, entre el chovinismo y el sectarismo religioso, lo que ha contribuido grandemente a la degeneración nacional-confesionalista. 5) En última instancia, este envilecimiento ideológico ha contribuido a desbrozar el camino a los movimientos islamistas y al esencia-

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lismo retrógrado confesional, tanto de la mayoría musulmana sunní como de las minorías religiosas no musulmanas116 o no sunníes.117 Tradicionalmente, los cristianos, dentro y fuera del mundo islámico, habían sido más hostiles a los judíos que los musulmanes.118 Los musulmanes no sentían por los judíos el odio teológico que tradicionalmente sentían contra ellos los cristianos,119 tampoco los judíos experimentaban contra el islam la inquina teológica que les inspiraba

116 La guerra civil libanesa cristiano-musulmana es el ejemplo más sangriento: un enfrentamiento de intereses de clase rápidamente degeneró en una guerra confesional sectaria demencial. 117 La guerra civil en Iraq se ha superpuesto a la guerra de la resistencia iraquí contra los invasores que han ocupado el país desde el año 2003. Para satisfacción de los invasores, muchos iraquíes han desviado la resistencia a la ocupación en enfrentamientos internos interiraquíes de tipo étnico (kurdos contra árabes y minorías) o confesional (sunníes contra chiíes, musulmanes contra no musulmanes), sustituyendo la lucha contra el re-colonialismo por una guerra civil étnica y confesionalista que sirve de coartada propagandística a los invasores. 118 Hasta el siglo xx, en el mundo musulmán los únicos que creían en «libelos de sangre» y crímenes rituales judíos habían sido los cristianos, en tanto que los musulmanes rechazaban tan burdas acusaciones como parte de la psicosis cristiana contra los judíos. Los acontecimientos de 1840 en Damasco, que conmocionaron a los judíos de Europa, se debieron a un libelo de sangre cristiano que acusaba a los judíos de haber cometido crímenes rituales. En 1862 y 1890 hubo ataques cristianos al barrio judío de Beirut provocados por libelos de sangre. En comparación, la actitud de los musulmanes del Creciente Fértil hacia los judíos era mucho menos hostil; en las acusaciones cristianas, los musulmanes sólo veían una hostilidad irracional basada en los errores teológicos de unos y otros. 119 Téngase en cuenta que los musulmanes no creen que Jesús fuera crucificado ni que fuera Dios o hijo de Dios; en consecuencia, las acusaciones cristianas contra los judíos de haber crucificado a Jesús eran de algo que no había ocurrido, por no hablar de la idea de «deicidio», puro dislate para los musulmanes. Los judíos no negaban que hubieran matado a Jesús (cosa que el Talmud dice) pero consideraban justa su ejecución, por haberse tratado de un «brujo» que desviaba a Israel del camino recto. Como puede verse, todo esto está muy lejos de la ideología «judeo-cristiana» actual con su interesado acercamiento judeo-cristiano, muchas veces no en pro de una ecumenicidad irenista sino excluyendo al islam de ese acercamiento y tratando de fomentar una común islamofobia.

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el cristianismo.120 La hostilidad musulmana contra los judíos, en la medida que existía, era confesional (no racial, ni étnica):121 los musul-

120 La hostilidad cristiana contra los judíos encontraba la horma de su zapato en la hostilidad de los judíos hacia los cristianos, que era muy grande. La mayoría de los rabinos (incluyendo a Maimónides) consideraba que el cristianismo era «idolatría», mientras que el islam era una religión respetable monoteísta. La persona de Jesús era objeto de execración por parte de los judíos (el Talmud y la tradición judía afirman que se trató de un brujo, hijo adulterino de una judía y un soldado romano, condenado justamente por haber tratado de desviar a Israel; en un pasaje del Talmud aparece condenado en el infierno a estar entre excrementos ardientes), mientras que a Muhammad le llamaban solamente «el loco». Puede parecer paradójico que los judíos tradicionalmente vieran con odio a Jesús, judío, y vieran con mejores ojos a Muhammad, un gentil que había hecho mucho daño a las comunidades judías de Medina, pero precisamente la condición judía de Jesús lo hacía odioso para los judíos, que lo consideraban un traidor y un hereje, mientras que la condición gentil de Muhammad hacía que lo vieran con relativamente menos malevolencia. Téngase en cuenta también que el islam fue mucho más tolerante que la cristiandad. También hay que tener presentes las grandes similitudes estructurales y rasgos comunes entre el islam y el judaísmo: estricto monoteísmo, un concepto similar de ley religiosa, circuncisión, abstención de carne de cerdo, etcétera. En la actualidad, por motivos irenistas y de buena voluntad, pero también por intereses más turbios, cristianos y judíos han intentado limar sus diferencias y algunos han inventado la expresión «civilización judeocristiana», tratando de amalgamar ambas tradiciones religiosas, pero, significativamente, tratando de unirlas exluyendo al islam y para oponerlas al islam, lo que supone no sólo ignorancia (en muchos aspectos fundamentales las similitudes entre el judaísmo y el islam son mucho mayores que entre el judaísmo y el cristianismo, por lo que con tanto o más motivo se podría hablar de «civilización judeoislámica»), sino también una evidente mala fe: se trata de un acercamiento judeo-cristiano prosionista en contra de un tercero, que es el mundo musulmán, o, más bien, de utilizar la islamofobia como pretexto prosionista y colonialista. 121 Al contrario: los musulmanes consideraban que los israelitas habían sido un pueblo especialmente bendecido con más profetas que ningún otro. Aunque también distinguían entre los israelitas antiguos y los judíos, pues eran conscientes de que los judíos posteriores tenían múltiples orígenes. Además, mientras que ‘israelita’ era un término respetable, ‘judío’ a menudo era despectivo: ‘israelita’ se relacionaba con el pueblo antiguo agraciado con muchos más profetas de Dios que cualquier otro, mientras que ‘judío’ era sinónimo de obcecación en no aceptar las revelaciones divinas posteriores y de deformador de la revelación recibida. Por ese motivo, antes de la creación del estado de Israel, ‘israelita’ era el término más cortés para referirse a los judíos.

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manes consideraban que los judíos (al igual que los cristianos) habían sido receptores de revelaciones divinas y las habían falseado a lo largo del tiempo, por lo que el islam había venido a restaurar la religión verdadera, que en sus aspectos fundamentales era la misma que Dios había revelado a Moisés y los profetas de Israel, pero no existía entre los musulmanes nada remotamente parecido a la idea del «deicidio»; si bien se recordaba que los judíos de Medina se burlaron de Muhammad y le fueron hostiles, nunca existió una judeofobia de características similares a la cristiana. Sin embargo, en el siglo xx, como consecuencia de las pretensiones sionistas sobre Palestina, el mundo árabe y el mundo islámico han sido un campo fértil para la difusión de la propaganda antisemita occidental. Clásicos del antisemitismo, como Los protocolos de los sabios de Sión, se han difundido ampliamente y muchos árabes los han aceptado como verdad y como la explicación de lo que son los judíos y el sionismo. Los estragos que esa basura ideológica ha causado son fáciles de imaginar. Muchos árabes y musulmanes se dejaron ganar por la propaganda nazi, que trataba de atraerse a los nacionalistas árabes y a otras víctimas del colonialismo británico y francés con aquello de «el enemigo de tu enemigo es tu amigo». La emisora en lengua árabe de Berlín difundía propaganda antisemita que hizo mucho daño a las comunidades judías de los países árabes, porque muchos árabes se dejaron engañar con la idea de que el Eje les iba a liberar del colonialismo británico y francés y de que, puesto que el sionismo era enemigo de los árabes, el antisemitismo nazi era su aliado.122 Toda esta terrible confusión se debió a la confluencia de tres factores:

122 En realidad, para los nazis los judíos eran inferiores en virtud de su pertenencia a una supuesta «raza semítica inferior», a la que se suponía que pertenecían también los árabes. Si el Eje hubiera ganado la guerra, el mundo árabe habría sufrido otro acuerdo del tipo de Sykes-Picot, por el que la Italia fascista y la Alemania nazi se hubieran repartido los países árabes de una manera parecida a como Francia y Gran Bretaña se repartieron los despojos árabes del imperio otomano tras la primera guerra mundial. No hay ningún motivo para pensar que los nazi-fascistas hubieran sido menos colonialistas e imperialistas con los árabes que Francia o Gran Bretaña. Todo sugiere que los árabes y los musulmanes que se dejaron ganar por las promesas nazis de liberación nacional eran tontos útiles, similares a los árabes que se dejaron engañar por promesas británicas similares.

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1) La no distinción entre judíos y sionistas, pues los sionistas insistían hasta la alucinación en la identificación entre judaísmo, judaidad y sionismo, mientras que muchos de sus enemigos árabes musulmanes (y también cristianos) seguían viviendo en esquemas confesionalistas a los que recientemente se sumaban los nacionalistas. La situación era muy propicia, por tanto, para el nacional-confesionalismo, incluyendo el sionismo. De todo esto sólo escapaban los nacionalistas más seculares (pero que a menudo no eran nacionalistas árabes sino «locales», o sea, nacionalistas sirios123 o egipcios)124 y la izquierda marxista, aconfesional y supraétnica. 2) El hecho de que el sionismo se apoyara en la potencia imperialista británica. 3) El hecho de que la Alemania nazi (y la Italia fascista) fueran los enemigos de las potencias imperialistas que colonizaban el mundo árabe. No obstante, los árabes pro-Eje no querían ver que la Italia fascista aliada de Hitler colonizaba Libia y tenía aspiraciones sobre Túnez. O que la España franquista, que había ganado la guerra civil con la ayuda de Hitler y Mussolini, colonizaba el norte de Marruecos, Ifni y el Sáhara, y que las ambiciones del colonialismo franquista se extendían a

123 En muchos aspectos, el nacionalismo sirio de Antûn Sa´âda era una expresión de las minorías no musulmanas o no sunníes, en el que los judíos tenían cabida como un elemento más de Siria. Es significativo que el Partido Sirio Nacional Social aunara el antisionismo militante con una actitud mucho más abierta hacia los judíos, incluidos los judíos israelíes de cualquier procedencia; el proyecto del nacionalismo sirio respecto a esos judíos no era ni exterminarlos y expulsarlos sino integrarlos como ciudadanos de pleno derecho en Siria. Esta generosidad no se debía sólo a una posición más laica y la ausencia de judeofobia sino a que el nacionalismo sirio, en tanto que expresión tácita de los temores de las minorías no sunníes, podía considerar útil incluir a los judíos israelíes como ciudadanos sirios, de manera que la gran minoría judía en el sur de Siria fuese un contrapeso contra la mayoría sunní, que dejaría de ser mayoritaria y tendría que avenirse a aceptar el laicismo y la igualdad entre todos los grupos confesionales. 124 En el movimiento nacionalista egipcio de las primeras décadas del siglo xx militaban por igual musulmanes, cristianos y judíos.

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todo Marruecos y el Oranesado argelino.125 Mussolini también entró en tratos con la derecha sionista y habló elogiosamente de «los judíos fascistas» del movimiento sionista. El nazismo, aunque utilizaba la demagogia judeófoba en su propaganda general, no era específicamente antisionista, más bien al contrario: los sionistas, judíos segregacionistas que querían abandonar Europa, eran los únicos judíos con los que el nazismo podía simpatizar. No hay ningún motivo para pensar que en el caso de que las circunstancias lo hubieran aconsejado, los imperialismos alemán o italiano no hubieran echado mano del sionismo igual que los imperialismos británico y estadounidense. Su apoyo al nacionalismo árabe era puramente táctico. Utilizaban los sentimientos anticolonialistas de los árabes en provecho de sus propios proyectos colonialistas, desviaban en anglofobia, francofobia y judeofobia el rechazo árabe a los colonialismos británico, francés y sionista, del mismo modo que antes los colonialistas franceses y británicos habían alentado el nacionalismo árabe y la turcofobia para sublevar a los árabes contra el imperio otomano, para después repartirse los territorios árabes de ese imperio. Si el Eje hubiera ganado la guerra mundial, no cabe la menor duda de que Alemania e Italia126 habrían hecho lo mismo con el mundo árabe en su totalidad. La basura nazi tuvo un papel no despreciable cegando a muchos árabes y desviando el antisionismo en una judeofobia desquiciada, en la que se mezclaban de manera inextricable los elementos del antisemitismo europeo con los prejuicios antijudíos tradicionales en

125 Lo que no impidió que más tarde, cuando el régimen franquista estaba aislado y encontró útil un acercamiento a los estados árabes, el franquismo hablara de «nuestra tradicional amistad con los países árabes». No dejaba de ser sarcástico que un dictador que empezó su carrera criminal en una brutal guerra colonial en Marruecos, que luego utilizó a reclutas marroquíes como carne de cañón en la guerra civil española y se había negado a descolonizar el Ifni y el Sáhara, se las diera de «amigo de los árabes». Máxime cuando la ideología de su régimen era un nacional-catolicismo, uno de cuyos mitos fundacionales eran los siete siglos de «reconquista» y la necesidad de «limpiar» la España reconquistada de moros y judíos. 126 Y tal vez también España como socio ínfimo, pues cuando se hubiera visto con total seguridad que el Eje iba a ganar la guerra, Franco se habría apresurado a declarar la guerra a los aliados para obtener «la parte del buitre» en el reparto del botín, a costa de los imperios coloniales de las potencias vencidas, pero también a costa de los pueblos colonizados, que sólo cambiarían de amo.

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una maraña ideológica chovinista, confesionalista o ambas cosas a la vez. Los gobiernos árabes que declararon la guerra a Israel en 1948 no estaban motivados por una posición anticolonialista (la mayoría de ellos eran probritánicos), sino que su propósito era desviar las luchas de clases y antiimperialistas internas en un ÿihâd contra «los judíos» provechoso para sus intereses. La posición prosionista de Stalin en ese momento, aceptando la partición de Palestina entre un estado árabe y otro judío, secundada por la mayoría de los partidos comunistas árabes,127 permitió a los gobiernos árabes reaccionarios aunar el antisionismo con la judeofobia y el anticomunismo. Si los estados de la Liga Árabe se hubieran negado en 1948 a hacer la guerra y se hubieran limitado a exigir el cumplimiento de las resoluciones de la ONU, es decir, dos estados (árabe y judío), con todos los habitantes árabes del estado judío con ciudadanía plena de ese estado, los sionistas quizás habrían tenido serios problemas para llevar a cabo su limpieza étnica y para desplazar a los palestinos a los estados árabes vecinos.128 Una vez puestos a hacer la guerra, los estados árabes beligerantes no tuvieron ningún plan militar serio coordinado; de haberlo tenido habrían acabado con Israel durante las primeras semanas de su existencia, pero cada gobierno árabe tenía sus propios intereses y perdieron esa oportunidad. A mitad de la guerra, los estados árabes beligerantes se negaron tanto como los sionistas a aceptar el plan de Bernadotte129 en un mo-

Pero rechazada por el Partico Comunista Iraquí, en cuyas filas militaban muchos judíos antisionistas que rechazaron la creación de un estado sionista en Palestina. 128 O quizás no. Los sionistas, en cualquier plan de reparto de Palestina, sólo veían un primer paso en el camino para apoderarse de todo el país, y si aceptaron el plan de reparto de la ONU fue sólo como una táctica para que se viera a sus enemigos como agresores y porque en ese momento su posición era tan débil que un ataque árabe eficaz hubiera acabado con la presencia sionista en Palestina. 129 Bernadotte (1895-1948) fue el mediador enviado por la ONU para arbitrar el conflicto y propuso un plan de paz basado en una partición de Palestina entre un estado judío y otro árabe, geográficamente más razonable que el plan de partición de la ONU del año 1947. El plan de Bernadotte incluía toda Galilea en el estado judío y el Negev y Jerusalén en el estado árabe. Además, Bernadotte exigía el retorno de los refugiados a sus hogares y que ambos estados reconociesen como ciudadanos de pleno derecho a los judíos y árabes que moraban en su territorio. La mediación de Bernadotte fracasó entre otras cosas porque el propio Bernadotte fue asesinado por terroristas del Lehi. 127

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mento en el que su debilidad militar era más que notoria. Los sionistas rechazaron el plan porque ya contaban con una aplastante superioridad militar y aspiraban a conquistar muchos más territorios y no querían dejar volver a los refugiados palestinos; los gobernantes árabes lo rechazaron porque habían caído en las redes de su propia demagogia de «echar a los judíos al mar»130 y preferían una derrota total y un desastre para los palestinos antes que el descrédito de dar marcha atrás. La judeofobia desatada en los países árabes a consecuencia de esa derrota y de la expulsión de los palestinos contribuyó no poco a hacer un inmenso servicio a la causa sionista: contribuyó a conseguir que la mayoría de los judíos de los países árabes emigrasen a Israel. No fue el único factor, pero en algunos casos fue el decisivo. Sin esa judeofobia desatada por la guerra de 1948, los judíos iraquíes, que eran la segunda comunidad judía más numerosa del mundo árabe –después de la marroquí–, no habrían emprendido el éxodo hacia el estado sionista. El primer ministro iraquí Nûrî Sa´îd llegó a amenazar con expulsar a todos los judíos iraquíes si Israel no permitia la repatriación de los refugiados palestinos. Las actividades sionistas en Iraq, las reales y las imaginarias,131 sirvieron de pretexto para nuevas medidas contra los judíos iraquíes: arrestos, exclusión de profesiones y de empleos del estado. Luego se habló de un intercambio forzoso de población: los judíos iraquíes serían deportados a Israel, «intercambiados» por un número similar de refugiados palestinos. Nûrî Sa´îd amenazó con expropiar a los judíos iraquíes y utilizar sus bienes para compensar a los palestinos lo

130 Obsérvese que no se hablaba de «echar a los sionistas al mar» sino a «los judíos». La mezcolanza de anticolonialismo y de judeofobia lo envenenaba todo, como más tarde experimentaron muchos judíos del mundo árabe, en especial los de Iraq. 131 En Iraq existía un pequeño movimiento sionista, pero era repudiado por la gran mayoría de la población judía. Los sionistas iraquíes eran muy pocos, la mayoría de los judíos iraquíes eran antisionistas y muy conscientes del desastre al que les podía abocar el sionismo. Los comunistas eran muchos más entre los judíos iraquíes que los sionistas, aunque posiblemente la mayoría de los judíos iraquíes eran apolíticos o patriotas iraquíes. El Partido Comunista Iraquí, el más numeroso de los partidos comunistas del mundo árabe, fue de los pocos partidos comunistas del mundo árabe que rechazaron el plan de partición de Palestina entre un estado árabe y otro estado judío y exigió una Palestina unida. Los comunistas judíos no eran menos antisionistas que los comunistas no judíos, y en realidad tenían buenas razones para serlo tanto o más que el resto de sus compatriotas.

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que habían perdido en su tierra. Como puede verse, estas medidas eran antijudías, pero en modo alguno antisionistas, pues Nûrî Sa´îd proponía en clave judeofóbica lo mismo que los sionistas habían propuesto hacer años antes: el traslado forzoso de palestinos a Iraq y de judíos iraquíes al nuevo estado sionista. Tanto el gobierno probritánico de Nûrî Sa´îd como el estado de Israel organizaron la emigración. En 1950 se promulgó una ley que permitía a los judíos iraquíes emigrar a cambio de perder para siempre la nacionalidad iraquí y llevarse sólo lo puesto. Unas bombas, que al parecer pusieron agentes sionistas con la complicidad del gobierno iraquí, sirvieron de detonante del pánico para que la mayoría de los judíos iraquíes se marcharan. Los judíos iraquíes perdieron su nacionalidad, su país, su identidad y sus propiedades. Estas últimas fueron confiscadas por el gobierno y engrosaron la riqueza de los mandamases iraquíes. Los políticos antijudíos utilizaron el despojo de los palestinos como pretexto para despojar a los judíos iraquíes, a la vez que los políticos israelíes justificaron el despojo de los palestinos alegando el despojo que habían sufrido los judíos en los estados árabes. Naturalmente, los palestinos no recibieron nada y los judíos iraquíes tampoco: unos fueron a parar a campos de refugiados y los otros a «campos de tránsito». Los estadistas israelíes y árabes obraron con idéntica hipocresía, sacrificando a palestinos y judíos en aras de sus intereses. La judeofobia desatada en los países árabes sirvió a los estadistas israelíes y a los sionistas en general como pretexto para justificar la limpieza étnica llevada a cabo contra los palestinos y el latrocinio de su país y sus bienes, con el argumento de que los judíos del mundo árabe habían sido privados de su patria natal y despojados de sus bienes,132 que el número de refugiados palestinos en 1948 y el de judíos del mundo árabe emigrados a Israel es más o menos similar, por lo que se habría tratado de un «intercambio de poblaciones» entre Israel y el mundo árabe. La razón de estado, una vez más, machacaba los derechos de los seres humanos. La cuestión de la injusticia cometida contra los judíos árabes apenas se planteó: 1) Para los sionistas no eran víctimas sino simplemente judíos que «retornaban a la tierra de Israel», que era lo que el sionismo

Lo que sólo era cierto en parte, pues la emigración judía al estado de Israel sólo en parte fue debida a la judeofobia desatada por la creación del estado de Israel y la limpieza étnica practicada por este estado contra los palestinos. Muchos judíos no fueron expulsados sino que sencillamente emigraron. 132

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deseaba. Sólo se mencionaba su condición de víctimas cuando se trataba de denigrar al mundo árabe y de oponer un agravio al sufrido por los palestinos. 2) Para los nacionalistas árabes un judío árabe interesaba poco, era sospechoso de sionismo o criptosionismo y si emigraba a Israel era un enemigo o un traidor. El nacionalismo árabe en su conjunto despreció a los judíos árabes, con lo que de facto se los regaló al sionismo, que estuvo encantado con el regalo. Los regímenes nacionalistas que derrocaron y sucedieron a los regímenes desacreditados por la derrota de 1948 en general no les fueron a la zaga a sus antecesores en cuanto a marrullería demagógica. La impotencia y la incapacidad de estos regímenes iban a la par con los discursos más ardientes llamando no sólo a la destrucción del estado sionista sino al aniquilamiento de sus habitantes judíos. El hecho de que estas amenazas fueran en su mayor parte bravatas demagógicas para consumo interno y, lo que es más importante, que los gobernantes y los políticos que las decían no tuvieran medios reales de llevarlas a cabo, no cambia lo utilísimas que fueron para los sionistas, tanto de cara a la población judía israelí como para su propaganda internacional. Dentro del estado sionista esas amenazas desquiciadas eran el mejor antídoto que podía tener la clase dominante para tener tranquilo a un pueblo lleno de tensiones sociales y étnicas. Nada mejor que un enemigo externo haciendo exhortaciones demenciales a la matanza de los judíos israelíes, repetidas por las emisiones radiofónicas en árabe y en hebreo, y que hicieron un inmenso favor a la causa sionista. A una población judía originaria de Europa que había sobrevivido a un genocidio, los discursitos de Náser y sus adláteres le sonaban a Hitler. Para una población judía originaria de los países árabes, que había sufrido algunos pogromos y había padecido medidas discriminatorias, no era precisamente la mejor forma de ganarla para la causa antisionista. En aquel tiempo, los judíos procedentes de los países árabes eran una población marginada que ocupaba el lugar más bajo en la sociedad israelí, una población profundamente descontenta que se sentía frustrada por el sionismo y que podría haber sido un factor de acercamiento con los países árabes. Pero con la demagogia naserista tal cosa era sencillamente imposible. Cuando los estadistas israelíes desencadenaron la guerra de 1967, lo hicieron tanto para atajar los conflictos internos interjudíos como porque sabían que la propaganda de los regímenes árabes enemigos

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había desacreditado a estos ante el mundo. Mientras que la guerra que desencadenaron los estadistas israelíes contra Egipto en 1956 se vio internacionalmente como una agresión colonialista inaceptable, la guerra de 1967 pudo colarse como una «guerra de supervivencia»,133 merced a la demencial propaganda de sus enemigos.134 Los cambios fueron rápidos a raíz de la derrota de 1967, pero no siempre a favor de la causa palestina. Los regímenes más favorecidos fueron los más conservadores, como la monarquía jordana o la saudí, que se desembarazaron de su rival naserista y así se dio por terminada «la guerra fría árabe» entre el Egipto de Náser y Arabia Saudí, con la victoria de esta última. Los regímenes jordano y saudí pertenecían a la misma constelación reaccionaria subordinada al imperialismo de Estados Unidos; por su propia naturaleza, la propaganda saudí es más judeófoba que antisionista, o más exactamente, Arabia Saudí, por su naturaleza, no puede ser radicalmente enemiga del estado sionista. La resistencia palestina, emergente con la derrota de 1967, desechó la verborragia judeófoba y optó por un planteamiento más genuinamente antisionista. El Fath propugnó un estado único para todo lo que había sido el territorio de Palestina hasta 1948, en el que judíos, cristianos y musulmanes gozaran de los mismos derechos, incluyendo los judíos israelíes que renunciaran al sionismo. El Frente Democrático para la Liberación de Palestina reconocía la existencia de un pueblo israelí, cuyos derechos nacionales deberían respetarse en el seno de una federación socialista que agrupara a los países de la región. Pero la propaganda anterior de los regímenes nacionalistas fue muy dañina para la causa palestina y antisionista. Para los sionistas era muy fácil argüir que «si los árabes ya no hablan de destruir Israel (con sus habitantes judíos incluidos) es porque ya no pueden», y que «si ya no hablan de exterminar a los judios israelíes no es porque hayan cambiado de ideas sino porque por razones de propaganda exterior se guardan mucho de decir lo que les gustaría hacer». La propaganda sionista, para consumo israelí y para consumo exterior, siguió con sus dos frases habituales: en brerá («no hay alternativa») y en ´im mi le-daber («no hay con quien hablar»), dando a entender que la política belicista y

Hasta un Jean-Paul Sartre no pudo ver con claridad que tras la propaganda sionista y la aberrante propaganda de ciertos regímenes árabes lo que había era un puro fenómeno colonial. 134 Fidel Castro advirtió: «Un revolucionario jamás amenaza con exterminar a un pueblo». 133

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agresiva era la única alternativa y que no se podía hacer la paz con los palestinos ni con los demás árabes porque no hay entre ellos quienes quieran la paz. Lo que no ha impedido nunca a los estadistas israelíes hacer la paz o intentarla con los regímenes árabes más derechistas: con el Egipto de Sadat, el rey Husayn de Jordania o la derecha maronita libanesa. Consecuentemente con esa propaganda israelí, habría sido absurdo intentar hacer la paz con Sadat, que desencadenó la guerra de 1973, pero la propaganda sionista no es más que eso: propaganda. Esa misma propaganda insistió durante décadas en que no se podía «negociar» y mucho menos «hacer la paz» con «los terroristas» de la OLP. Hasta que la ocupación israelí en Cisjordania y la Franja de Gaza se sintió desbordada por la Intifada y encontró útil usar a «los terroristas» de la OLP como interlocutores válidos con vistas a crear un bantustán palestino bajo su dirección. Esa misma propaganda sionista insiste hasta la alucinación en el abismo ontológico entre «la democracia israelí» y «las dictaduras árabes», aunque los estadistas israelíes nunca han desdeñado la amistad de los dictadores árabes, fueran los reyes de Jordania, el rey de Marruecos, Sadat o cualquier otro dictador «árabe moderado» de su conveniencia. El mismo Yâsir ´Arafât pasó de ser descalificado como «terrorista» a ser considerado «honorable estadista», para más tarde ser declarado «corrupto dictador», todo en función de los intereses sionistas y sin que el individuo en cuestión hubiera cambiado gran cosa. Flaco favor hizo a la causa palestina y antisionista la propaganda nacionalista judeófoba, pero el daño de la propaganda islamista no es menor. En el conflicto árabe-israelí, la religión envenena la política y la política envenena la religión. Además, toda confesionalización del conflicto, por cualquiera de las partes, es beneficiosa para la causa sionista y dañina para la causa antisionista. La confesionalización islámica es muy dañina para la causa antisionista,135 mientras que los sionismos religiosos judío y cristiano son muy valiosos aliados del sionismo y poderosos catalizadores del sionismo extremista. Engendros saudíes wahhâbíes y pakistaníes como Ben Laden y su al-Qâ´ida han brindado servicios espléndidos a la causa sionista y al imperialismo estadounidense, sea directamente como aliados contra

135 A los islamistas propalestinos y al daño que han hecho a la causa del pueblo palestino se les puede aplicar el proverbio árabe que dice: «Un enemigo inteligente es preferible a un amigo necio».

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la URSS,136 bien como tontos útiles utilísimos. Los atentados del 11-S brindaron a la clase dirigente estadounidense los pretextos para invadir Afganistán e Iraq. Para los dirigentes sionistas fueron auténtico maná: cuando se encontraban en un serio atolladero, derrotados en el Líbano, de donde habían tenido que retirarse incondicionalmente, y con el estallido de la segunda Intifada, el 11-S les brindó el mejor pretexto propagandístico (árabes igual a musulmanes y musulmanes igual a terroristas), al tiempo que Estados Unidos adoptaba una política acorde con el sionismo más extremista. George Bush consiguió holgadamente la reelección en el año 2004 gracias a que, poco antes de esas elecciones, al-Qâ´ida difundió un vídeo de Ben Laden lleno de bravatas, amenazando con nuevos atentados y deseando la victoria del candidato demócrata. Las desafortunadas declaraciones del presidente iraní Ahmadineÿâd, mezclando churras con merinas y confundiendo el antisionismo con las dudas sobre la existencia del Holocausto, no se puede decir que ayuden gran cosa a la causa palestina. Sólo sirven para añadir confusión ideológica a la causa antisionista y para brindar a sionistas y prosionistas la oportunidad de presentar a sus enemigos como antisemitas filonazis.

Declive y ruina del nacionalismo árabe: de la derrota de Náser en 1967 a manos de Israel a la destrucción de Iraq a manos de Bush La derrota de Náser en 1967 a manos de Israel supuso la ruina del nacionalismo panárabe. El líder que había prometido acabar con Israel,

La Unión Soviética era el mayor freno para la política estadounidense y su satélite semiautónomo israelí. Los fundamentalistas islámicos hacían la guerra a la URSS, y una vez desaparecida esta, no ha habido freno para contener la agresividad de Estados Unidos e Israel. Naturalmente, los islamistas sunníes, que tan buenos servicios prestaron a Estados Unidos y a Israel luchando contra la URSS y el comunismo, han sido la más impotente de las fuerzas árabes ante los ejércitos del Tío Sam. Hamás es la excepción entre los islamistas sunníes, pero no olvidemos que es un caso muy especial en el que predomina la resistencia popular sobre el contenido islamista de cuño hermano-musulmán y wahhâbí (ambos inocuos para Israel), y que los únicos aliados musulmanes de Hamás son precisamente Irán y Siria, dos estados regidos por chiíes (duodecimanos y ´alawíes respectivamente, Siria además con un régimen de tendencia panarabista laica). 136

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liberar Palestina y unir al mundo árabe había llevado a Egipto y sus aliados a una derrota ante Israel mucho más bochornosa aún que la de 1948. Náser vivió y gobernó Egipto tres años más, pero sólo como una sombra del líder carismático que había sido. Tras su muerte, sus sucesores se apresuraron a eliminar lo que quedaba del panarabismo y del «socialismo árabe». En Egipto, los oficiales constituían una casta privilegiada que formaba parte de una burguesía administrativa nada ansiosa de transformaciones revolucionarias; tras la derrota, los cuadros dirigentes, en lugar de radicalizarse, tendieron rápidamente a la derechización, fenómeno que ya había empezado con Náser y avanzó a pasos agigantados con su sucesor Sadat. El nacionalismo panárabe vencido ya no servía a esa clase para justificar su poder ni era un proyecto del que fuera a obtener beneficios, por lo que lo desecharon en nombre del nacionalismo egipcio (la recuperación del Sinaí en lugar de la liberación de Palestina, los intereses egipcios desdeñando los objetivos panárabes); la alianza táctica con la Unión Soviética de Náser fue sustituida por la alianza estratégica de Sadat con los Estados Unidos, el «socialismo árabe» fue sustituido por el infitâh o apertura al capital transnacional, las nacionalizaciones dejaron paso a las privatizaciones. Para contrarrestar a comunistas y naseristas, Sadat dio todas las facilidades al islamismo; carente de una legitimidad nacionalista y socialista, Sadat recurrió a presentarse como un piadosísimo musulmán, lo que también le servía para presentar el anticomunismo como parte de su lucha contra el ateísmo. Las consecuencias de este retroceso social y la consecuente emergencia del fanatismo religioso las pagó a la postre el propio Sadat, que en 1981 murió víctima de islamistas que lo consideraban un traidor por su acuerdo de paz con Israel. Bajo su sucesor, otro militar, Hosni Mubârak, prosiguió la política de infitâh, el abismo social entre ricos y pobres siguió ensanchándose y el islamismo sociológico y político siguió creciendo como síntoma y efecto de una sociedad frustrada y sin horizontes. También en Siria la derrota, en lugar de provocar la radicalización del régimen, llevó a su derechización, aunque sin llegar nunca a los extremos de Egipto con Sadat. El golpe de estado (autodenominado «movimiento rectificador») del general Hâfez al-Asad puso fin al ala radicalizada del Ba´t que había gobernado el país. Si bien teóricamente el Ba´t sirio era un partido panarabista y el panarabismo formaba parte de su ideología de estado, los gobernantes sirios tenían aspiraciones mucho más limitadas: mantener el dominio sobre el estado sirio y ejercer en lo posible su hegemonía sobre el Líbano y la resistencia palestina. Pero no podían ir tan lejos en la derechización como los militares

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egipcios porque sus mayores enemigos eran los Hermanos Musulmanes patrocinados por las monarquías árabes proestadounidenses.137 La emergencia de la resistencia palestina a partir de 1967 también puede considerarse una manifestación del declive del nacionalismo árabe. La facción derechista mayoritaria en la OLP, el Fath, tenía como objetivo prioritario la creación de un «estado palestino», es decir, otro estado árabe más dentro de la fragmentación estatal árabe. En Iraq, el Ba´t tuvo un importante papel en el derrocamiento del régimen de ´Abd al-Karîm Qâsim en 1963 y la feroz represión contra los comunistas iraquíes.138 En 1968, el partido Ba´t se hizo con el poder mediante un golpe de estado seguido de un sanguinario exterminio de miles de comunistas. El partido Ba´t consiguió de facto aniquilar al Partido Comunista Iraquí, que era la mayor fuerza laica y supraétnica del país. Con su ideología basada en el nacionalismo árabe, el Ba´t sólo podía tener problemas interminables con los nacionalistas kurdos, como así fue.139 En 1980, Saddâm Husayn creyó encontrar en la agitada situación de su vecino iraní el momento propicio para asestarle un golpe fatal; con ello pretendía dos cosas: 1) Solucionar a su favor el contencioso territorial fronterizo con Irán.140

137 El grupo dominante del Ba´t sirio está formado por miembros de la confesión ´alawí, aborrecida por los musulmanes sunníes fanáticos y bestia negra de los Hermanos Musulmanes. Por ello los ba´tistas sirios no han podido permitirse las derivas derechistas de los ex naseristas egipcios, ni siquiera son considerados verdaderos musulmanes por la mayoría sunní, de manera que la legitimación de su poder no ha podido recurrir a la religión y ha tenido que basarse en una ideología más secular. 138 El jefe de los servicios secretos del Ba´t encargados de estas operaciones de represión fue un tal Saddâm Husayn, con la ayuda de la CIA, que le facilitó los nombres y direcciones de los comunistas. 139 No obstante, el Iraq ba´tista otorgó al Kurdistán iraquí una autonomía y un reconocimiento de la cooficialidad del idioma kurdo sin parangón en Turquía o Irán. 140 Además de contenciosos territoriales entre los estados iraní e iraquí, estaba la cuestión de Juzestán (llamada por los nacionalistas árabes Arabistán), región iraní de población árabe, reivindicada como territorio árabe irredento por los nacionalistas árabes. Saddâm Husayn esperaba encontrar en su avance un apoyo masivo de la población árabe iraní pero no fue así,

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2) Agradar a las monarquías árabes y a Estados Unidos, enemigos del nuevo régimen jomeinista. El cálculo fue erróneo, porque Irán demostró ser un enemigo demasiado poderoso y peligroso, que no sólo consiguió derrotar a los invasores iraquíes y repelerlos de su territorio sino que el régimen jomeinista aprovechó la ocasión para prolongar la guerra con el objetivo de derrocar al régimen ba´tista agresor e instaurar en Iraq una república islámica afín y satélite. La guerra irano-iraquí duró de 1980 a 1988; durante ese periodo, Saddâm Husayn ordenó el bombardeo de las ciudades iraníes e hizo uso de armas químicas contra Irán desde 1983,141 acciones todas ellas catalogables como crímenes de guerra, pero que no provocaron condena internacional alguna por parte de los gobiernos occidentales (por no hablar de las monarquías árabes), interesados en que la guerra se prolongase, Irán no la ganase, los dos países se destruyeran mutuamente y las empresas de armamento pudieran hacer pingües negocios vendiendo armas a un bando u otro o a los dos.142 Durante la guerra, ambos regímenes, el iraquí y el iraní, hicieron uso de su propaganda: fanatismo religioso por parte de Irán (Saddâm Husayn como «ateo infiel») y chovinismo árabe antipersa por parte de Iraq. En agosto de 1990, Iraq invadió Kuwayt y se lo anexionó. Al parecer, Estados Unidos había insinuado a Saddâm Husayn que no interfe-

aunque, por si acaso, el gobierno iraní trasladó a esa población para evitar tentaciones. 141 En 1984, expertos de la ONU recogieron en los campos de batalla iraníes pruebas de las armas químicas utilizadas por Iraq. Ese mismo año Estados Unidos estableció relaciones diplomáticas con Iraq y desde 1985 hasta 1990 suministró a Iraq cepas de cultivo para armas biológicas, tales como bacterias del carbunclo y la peste. 142 Israel apoyó a Irán en secreto porque los estrategas israelíes consideraron que Iraq era un peligro mucho más serio para Israel que Irán. La idea israelí era que «Iraq es un enemigo permanente, mientras que Irán es un enemigo temporal», lo que dice mucho de cómo los estrategas sionistas siempre vieron como mucho más peligroso para el proyecto sionista el nacionalismo árabe que la propaganda jomeinista sobre el ÿihâd que no acabaría «hasta la liberación de Jerusalén». Reagan vendió armas en secreto a Irán para conseguir dinero para la Contra nicaragüense, lo que dice mucho acerca de qué enemigo le resultaba más peligroso: la revolución sandinista de Nicaragua, no la «revolución islámica» de Jomeini.

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riría si invadía Kuwayt, trampa en la que Saddâm cayó. Estados Unidos aprovechó para llenar Arabia de bases suyas143 y para destruir Iraq con bombardeos devastadores, aunque Bush padre evitó la tentación de conquistar el país y tratar de establecer un régimen títere, consciente de que Iraq no era tan fácil de invadir y dominar como Panamá. Durante unos pocos meses, desde la conquista de Kuwayt en agosto de 1990 a la derrota (totalmente previsible) ante Estados Unidos a principios de 1991, Saddâm Husayn consiguió en el mundo árabe una popularidad digna de Náser. Bravuconadas propagandísticas desesperadas aparte, el propio Saddâm sabía que había caído en una trampa fatal y su intención habría sido retirarse de Kuwayt y evitar la guerra, pero quedó claro que eso no iba a frenar la agresión estadounidense ni la contienda, pues el objetivo de Estados Unidos no era la retirada iraquí, ni el respeto por la soberanía kuwaytí, la legalidad internacional o la soberanía de los estados miembros de la ONU,144 sino imponer su hegemonía en Arabia y destruir Iraq. Entre 1991 y 2003, Iraq padeció un bloqueo que costó la vida a cientos de miles de iraquíes privados de alimentos y medicinas; los nacionalistas kurdos tuvieron manos libres en el norte de Iraq y comenzaron sus labores de limpieza étnica contra árabes, turcomanos y otros, e Iraq fue sometido a devastadores bombardeos periódicos por la aviación estadounidense y británica.

143 Las monarquías de Arabia, empezando por Arabia Saudí, carecían de ejércitos capaces de hacer frente al iraquí. Aunque Arabia Saudí tiene un gasto militar que dobla al cuantiosísimo gasto militar israelí, las armas que compra le son inútiles, pues carece de militares capaces de usarlas; eso es así porque los reyes de Arabia Saudí han preferido no potenciar el ejército para evitar golpes de estado similares a los que han derrocado a sus colegas de Egipto, Iraq y Libia. Estados Unidos ha sabido aprovechar esa situación para instalar bases estadounidenses en la península Arábiga a partir de 1990. 144 Poco le había importado a Estados Unidos el derecho internacional o la soberanía de los estados cuando Iraq fue el agresor e Irán el país invadido. Tampoco les importaba mucho la condición de agresor de Israel, ni su incumplimiento sistemático y permanente de las resoluciones de la ONU, ni su anexión de Jerusalén y el Golán sirio. En la guerra del Golfo quedó patente que la legalidad internacional para los Estados Unidos es sólo un pretexto que se usa cuando conviene a sus intereses y que cuando no conviene se ignora. Pero el mayor desprecio (al estilo nazi) a la legalidad internacional vigente vendría más tarde de Bush hijo, cuando invadió Iraq el año 2003 despreciando a la ONU con el mismo desprecio con el que Hitler y Mussolini trataron a la Sociedad de Naciones de entreguerras.

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Finalmente, en el año 2003, Estados Unidos invadió Iraq con el pretexto de que este país tenía armas de destrucción masiva,145 cosa que no era verdad.146 Los verdaderos motivos de la invasión fueron apoderarse del petróleo iraquí, privatizarlo en beneficio de las compañías petrolíferas americanas, monopolizar el dominio sobre el petróleo del Oriente Medio y hacer más dependientes a la Unión Europea y Japón, en una maniobra también dirigida contra Rusia y China, para cercarlas y privarlas de acceso independiente al petróleo. La invasión de Iraq se encuentra dentro de una ambiciosa estrategia de mantenimiento de la hegemonía estadounidense por medios militares que compense el declive económico de Estados Unidos. La invasión de Iraq ha provocado una guerra entre la resistencia iraquí y los invasores, pero también una guerra civil entre los propios iraquíes, esta última alentada y promovida por los invasores, que encuentran en los enfrentamientos sectarios y étnicos iraquíes un aliado de primer orden, porque les brindan un pretexto para presentarse como los «ordenadores» del caos interno iraquí y porque los enfrentamientos inter-iraquíes debilitan la resistencia contra los invasores, desviándola en enfrentamientos internos entre sunníes y chiíes, kurdos y árabes, kurdos y minorías, etcétera. Pero la mayor parte de la población es consciente de la diferencia entre resistencia al invasor y terrorismo sectario. La mayoría de los iraquíes aprueba la resistencia armada contra los invasores, a la vez que condena la violencia terrorista étnicosectaria promovida por los ocupantes. En todo caso, poco queda ya del panarabismo como fuerza política. Aquellos estados que lo convirtieron en su ideología de estado (Egipto, Siria e Iraq), o lo abandonaron, caso de Egipto, o han sido destruidos

Efectivamente, Iraq había tenido armas químicas (proporcionadas entre otros por Estados Unidos) pero ya no las tenía, y además el gobierno iraquí estaba dispuesto a aceptar todas las inspecciones de la ONU que se le exigieran. 146 Si Iraq hubiera tenido «armas de destrucción masiva» habría amenazado con usarlas y habría evitado la invasión estadounidense. Estados Unidos invadió Iraq porque sabía que era un país inerme que carecía de «armas de destrucción masiva» para repeler la agresión o para infligir al invasor (o a su satélite sionista) un daño devastador. No lo invadieron porque creyeran que tenía «armas de destrucción masiva» sino porque sabían perfectamente que no las tenía. El pretexto era extremadamente burdo e hipócrita, pues los estados invasores (Estados Unidos y Gran Bretaña) disponen de esas armas de destrucción masiva, lo mismo que el estado de Israel. 145

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(caso de Iraq), o están en una situación a la defensiva cuyo desenlace se avecina harto sombrío, caso de Siria.

La sombría situación actual del mundo árabe Tras la segunda guerra mundial, el declive de las potencias colonizadoras favoreció la independencia de los países árabes colonizados. La única excepción fue Palestina. Los palestinos pasaron de un colonialismo malo a otro peor, del yugo extranjero bajo una potencia colonial mandataria a una entidad colonial que los desposeyó de su país en el sentido más literal, no ya de la soberanía sino del propio país, y hasta de los bienes particulares de los mismos palestinos.147 Durante la Guerra Fría, los países descolonizados al menos pudieron contar con el margen de maniobra que les daba la existencia de dos superpotencias enfrentadas y que una de ellas se proclamase socialista y anticolonialista. Incluso anticomunistas furibundos como Náser buscaron la ayuda de la Unión Soviética. Pese a la represión implacable a la que estos regímenes nacionalistas anticomunistas sometieron a los comunistas en sus países, la URSS buscó la alianza con este tipo de regímenes, a los que los soviéticos definieron de manera magnánima y oportunista como «opción de desarrollo no capitalista», caso del Egipto naserista o de los regímenes ba´tistas de Siria e Iraq. Al mismo tiempo, la Unión Soviética, en aras de «la coexistencia pacífica» frenaba los impulsos revolucionarios de los pueblos y los partidos comunistas árabes, a veces con consecuencias a la postre devastadoras para ellos. El Partido Comunista Iraquí, que en los años cincuenta era la fuerza política más poderosa de Iraq, si se lo hubiera propuesto es muy posible que hubiera conseguido hacerse con el poder, pero, obedeciendo las directrices moscovitas, los comunistas iraquíes se limitaron a apoyar al régimen de ´Abd al-Karîm Qâsim (1958-1963); cuando este fue derrocado, la represión se cebó en los comunistas, y cuando el Ba´t se hizo con el poder en 1968 llevó a cabo una gran matanza de comunistas y aniquiló al PCI como fuerza política alternativa.

147 A veces se ha reprochado a los palestinos que durante el mandato se enfrentaran a los sionistas y no a los ingleses, pero los hechos posteriores demostraron que los ingleses eran un enemigo mucho menor del pueblo palestino que el colonialismo sionista, y precisamente el mayor daño del colonialismo inglés fue permitir a los sionistas poner las bases de la dominación sionista posterior.

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Contra el comunismo, el Movimiento de los no alineados y la conferencia de Bandung (1955), Estados Unidos y sus aliados opusieron un frente religioso. En 1957 se creó la Conferencia Islámica, promovida por Arabia Saudí y Pakistán.148 Los gobernantes de Estados Unidos sabían perfectamente que la religión,149 lejos de ser el factor antiimperialista que algunos imaginan, era su aliado objetivo contra la izquierda. Los estadistas americanos, a lo largo de toda la Guerra Fría, siempre tuvieron muy claro que su principal enemigo era el comunismo, su segundo enemigo era el nacionalismo de los no alineados y que la religión era perfectamente compatible con sus intereses, por lo que Estados Unidos, las monarquías árabes y Pakistán patrocinaron el islamismo y luego el ÿihâdismo afgano. En ese orden de enemigos, Estados Unidos incluso podía apoyar a un régimen nacionalista en su lucha anticomunista, como fue el caso en Iraq. El caso de los islamistas chiíes de Irán fue muy especial, pero incluso aquí el anticomunismo primó. El régimen de Jomeini demostró una implacable eficacia, mucho mayor que la del shah, en el exterminio de la izquierda iraní, y el Irán-gate es la prueba de que Reagan tenía a

148 Pakistán se creó en 1948, el mismo año que el estado de Israel, como una especie de Israel musulmán para los musulmanes de la India. Fue la retribución que los ingleses dieron a la Liga Musulmana por su colaboracionismo en los años anteriores. La creación de Pakistán fue una catástrofe similar a la creación de Israel y por motivos muy parecidos: la India fue dividida por motivos confesionalistas, lo que provocó un éxodo de poblaciones (hindúes y sijs a la Unión India, musulmanes a Pakistán) acompañado de espeluznantes matanzas sectarias y todo tipo de atrocidades. Pakistán se convirtió en un país dominado por el ejército, la religión y Estados Unidos, situación que se expresa como «el gobierno de las 3 A»: Allâh (Dios), Army (el ejército) y América (Estados Unidos). Como Israel, Pakistán posee armas nucleares con la venia de Washington. 149 Naturalmente, no me refiero sólo a la musulmana, sino a todas, pues todas eran utilizables para el proyecto reaccionario de «divide e impera». Tanto como el islam, se ha utilizado el judaísmo (por parte del sionismo). Si el cristianismo se ha utilizado menos en el mundo árabe es porque era religión de minorías menores, pero donde no era así se ha utilizado de la misma manera, como ha sido el caso del Líbano. Al final todos los confesionalismos (islámico, judío y cristiano) venían a confluir en el provecho obtenido de ellos por las oligarquías locales y el imperialismo estadounidense. Al lado de esta regla general, las excepciones como Hamâs o Hizbullâh son puramente locales, parciales y excepcionales.

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Jomeini por un enemigo secundario en comparación con la revolución sandinista,150 a pesar de que Irán era un país económicamente mucho más importante que la pequeña república centroamericana. Además, el Irán de Jomeini no tardó en enzarzarse en una guerra absurda con Iraq, pues si bien es verdad que el Iraq de Saddâm fue el agresor inicial, la guerra se prolongó por la obstinación de Jomeini en sus objetivos expansionistas, que transformó a Irán de víctima en agresor. Esa guerra sanguinaria y absurda sólo sirvió para destrozar ambos países y provocar un sufrimiento atroz a ambos pueblos, en aras de los delirios hegemonistas de sus respectivos gobernantes. Tras la caída de la Unión Soviética, Iraq fue la primera víctima del «nuevo orden internacional», es decir, del hegemonismo absoluto de Estados Unidos sin el contrapeso soviético. El «ÿihâdismo» creado por la alianza antisoviética entre Estados Unidos, Arabia Saudí y Pakistán siguió prestando servicios impagables a los neocons que lo habían alumbrado, incluso tras la defunción de la Unión Soviética. El imperio tenía necesidad urgente de un enemigo que justificara su hegemonía, pero no había ningún enemigo comparable a la Unión Soviética. Los zombis islámicos creados por la CIA en los años ochenta cumplieron a la perfección el papel de «amenaza fantasma», sobre todo con los atentados del 11 de septiembre, que permitieron a George Bush utilizar «la lucha contra el terrorismo» para desviar la atención de problemas internos motivados por las crecientes desigualdades sociales y para justificar nuevas guerras de dominación y rapiña. La frustración y el terrible vacío dejados por la aniquilación de la izquierda y la ruina del nacionalismo árabe, dejan el campo libre a la fantasía de la religión como solución de todos los problemas. Consignas vacuas como al-islâm huwa-l-hall (‘el islam es la solución’) ofrecen como panacea universal la religión; pero esta no puede solucionar nada porque no tiene ningún programa económico, social e ideológico para los problemas del mundo (y menos aún los del mundo moderno), de manera que lo que los islamistas presentan como «solución islámica» es una utopía reaccionaria que no soluciona nada y añade un problema más a los que ya existen.

Los estudiantes islámicos que asaltaron la embajada de Estados Unidos en Teherán se obstinaron en no liberar a los rehenes hasta que Reagan se convirtió en presidente, con el objetivo de humillar a Carter y hacerle perder las elecciones, lo que contribuyó a la victoria del neocon Ronald Reagan. 150

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El culturalismo desquiciado de los islamistas se retroalimenta mutuamente con el culturalismo desquiciado de la islamofobia occidental y el «choque de civilizaciones». La peste islamista y la peste neoconneoliberal van indisolublemente unidas.

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Capítulo

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Los palestinos: consecuencia del colonialismo sionista y resistencia a la colonización de las víctimas primarias del sionismo

Los acuerdos de Sykes-Picot y la declaración de Balfour hacen surgir al pueblo palestino en lo que hasta entonces había sido parte del sur de Siria Una de las «perlas» de Golda Meir, primera ministra de Israel en los años cincuenta y sesenta (y nacida en Kiev), fue que «los palestinos no existen, nunca han existido». Una frase de propaganda retorcida, basada en una media verdad. Efectivamente, los palestinos no existían políticamente hablando antes de la instauración del mandato británico tras la primera guerra mundial. Hasta entonces ese territorio, como la totalidad de la Gran Siria, formaba parte del imperio otomano. Palestina1 era un término

1 El nombre Palestina deriva del de los filisteos. Los griegos llamaron Palestina al sur de Siria porque los habitantes de la zona costera al sur de Fenicia con los que tenían tratos eran los filisteos, y por extensión dieron el nombre de Palestina no sólo a la costa meridional de la Gran Siria habitada por los filisteos sino a todo el sur de Siria, incluyendo los territorios habitados por los israelitas, a quienes los griegos sólo conocieron a partir del siglo iv a.C. Tras

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geográfico para el sur de la Gran Siria, no estrictamente definido geográficamente. Podía incluir o no unos territorios u otros de la Siria meridional, limitarse a la orilla occidental del Jordán o incluir los territorios al este del río Jordán. Los sionistas utilizarán esta ambigüedad más tarde para justificar su ocupación de la totalidad del territorio de la Palestina mandataria británica, alegando que los palestinos ya tenían su estado palestino, que es el reino de Jordania.2

la represión del levantamiento judío de Bar Kojbá en el siglo ii, el emperador Adriano suprimió el nombre de Judea y dio a toda la región el nombre de Syria Palaestina (nótese que, en este nombre, Palaestina era un adjetivo, de manera que se quería decir «Siria palestinense»). El término ‘Palestina’ pasó al árabe como Falastîn o Filistîn y se utilizó en la geografía árabe. Palestina también se utilizaba como término geográfico por los europeos cristianos. Los judíos siguieron llamando al territorio Eres Yisrael (‘la tierra de Israel’); sin embargo, los judíos de lengua árabe utilizaban el término ‘ash-Shâm’ para la Gran Siria, incluyendo «la tierra de Israel». Así, Benjamín de Tudela, en su libro de viajes escrito en hebreo en el siglo xii, menciona a dos comunidades judías distintas, la de los shâmiyyîn (de ash-Shâm, o sea, Siria en el sentido más amplio, incluyendo el sur del país) y los ´irâqiyyîn (iraquíes o mesopotámicos). El término adquirió carácter político y no sólo geográfico cuando se creó el mandato británico de Palestina con límites precisos. Durante el mandato, fue un término geopolítico utilizado por británicos, árabes y sionistas. Sin embargo, tras la retirada británica y la creación del estado de Israel, los sionistas sólo hablaron de Israel y el término Palestina se convirtió en tabú para ellos, al tiempo que se convertía en término antisionista para referirse al país, a todo el territorio que había formado parte del mandato británico; el gentilicio «palestinos» se siguió utilizando para hacer referencia a los habitantes originarios del país y sus descendientes, excluyendo a los judíos llegados a raíz de la colonización sionista. Mientras que Palestina es un término geográfico bien delimitado por las fronteras del antiguo mandato británico de Palestina, el término «tierra de Israel» es mucho más impreciso, y en boca de los sionistas no coincide con el territorio del estado de Israel. Este último tampoco tiene fronteras fijas, pues los gobernantes israelíes nunca han querido fijarlas (el estado de Israel no tiene una constitución que defina geográficamente los límites del estado) para expandirlas en lo posible en función del poderío militar y político del estado, de manera que las fronteras del armisticio de 1949 se veían como provisionales, sin que se descartara la anexión no sólo del resto de Palestina sino incluso del Golán y el Sinaí si las circunstancias político-militares lo permitían. 2 Véase cómo la estatolatría etno-confesional sionista niega los derechos de ciudadanía a la población nativa del país; en lugar de tener en cuenta a las

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Tras la primera guerra mundial, el Creciente Fértil, hasta entonces otomano, fue dividido en mandatos auto-otorgados por los vencedores, con la bendición de la Sociedad de Naciones. Iraq y el sur de la Gran Siria para Gran Bretaña, el norte y centro de la Gran Siria para Francia. Una vez desintegrado el imperio otomano, la mayoría de los habitantes árabes del Creciente Fértil deseaban que los territorios árabes se agruparan en una sola entidad política, tal y como había prometido Gran Bretaña a los nacionalistas árabes, o al menos que se configuraran dos entidades políticas independientes: Siria (la Gran Siria) e Iraq. Pero los colonialistas británicos y franceses tenían otros planes, dentro de la consabida política imperialista de «divide y domina». En todo esto, los pueblos decidieron bien poco. Si se tomó en cuenta la voluntad de alguna población indígena, fue en el caso de que sus pretensiones segregacionistas coincidieran con los intereses coloniales, como sucedió con los maronitas partidarios de un Líbano separado del resto de Siria, pero incluso en ese caso «el gran Líbano» creado por el colonialismo francés, con una ligera mayoría cristiana y una minoría mayoritaria maronita políticamente hegemónica, no era «el pequeño Líbano» al que aspiraban los maronitas segregacionistas, sino una entidad estatal mayor acorde con los intereses franceses. La debilidad de la ligera mayoría cristiana segregacionista era una buena garantía para mantener la dependencia respecto a Francia del nuevo estado y de la población partidaria de la segregación. En el caso del sur de la Gran Siria, los estadistas británicos decidieron que la orilla oriental sería el reino de Jordania, mientras que la parte al oeste del Jordán se llamaría Palestina y se abriría a la colonización sionista. Entre los muchos movimientos nacionalistas a los que los vencedores habían hecho promesas, estaba el sionismo. La presencia sionista en Palestina era minoritaria, incluso muchos miembros de la minoría judía en Palestina no eran sionistas. Sin embargo, el compromiso de Gran Bretaña con la declaración de Balfour fue mucho más fuerte que el otorgado a otras promesas similares, hechas a movimientos nacionalistas con mucha más base social en los territorios arrebatados al imperio otomano. Los colonialistas británicos fueron mucho más coherentes con la declaración prosionista que había hecho Balfour en 1917 que con las promesas hechas a los nacionalistas árabes porque

personas y sus derechos, sólo tiene en cuenta al «rebaño», y si ese rebaño (por definir) tiene o no un estado-nación propio.

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consideraron a los sionistas como útiles para sus intereses, a expensas de los derechos de la población de Palestina, mayoritariamente no judía y hostil al sionismo. El carácter extranjero y colonial del proyecto sionista, en oposición frontal a los deseos y las aspiraciones de los palestinos y de todos los pueblos de la zona, garantizaba la colaboración sionista con el imperio británico, sin el que la colonización sionista habría resultado imposible. La mayor parte de la población de Palestina era árabe, entendiendo por árabe que era de lengua y cultura árabes, independientemente de los orígenes de estos palestinos, que en su mayoría eran de orígenes mixtos: la población anterior a la conquista musulmana, más árabes y otras gentes llegadas colectiva o individualmente a lo largo de la historia. Desde el punto de vista confesional, la mayor parte de la población palestina era musulmana, con una minoría considerable de cristianos. Además, había minorías menores de drusos, samaritanos y judíos de lengua árabe. La población judía de Palestina era étnica y lingüísticamente variada: los llamados musta´rabîn (‘arabizados’, es decir, los judíos árabes, en el sentido anteriormente expuesto), yemeníes, sefardíes, ashkenazis, bujaríes... Dada la condición de tierra santa para el judaísmo, había pequeñas comunidades judías de variados orígenes. Los sionistas eran una comunidad judía aparte que tenía poco que ver con el resto de los judíos, que eran judíos tradicionales no sionistas. Hasta la creación del mandato británico, los habitantes de Palestina, como en el resto del imperio otomano y los estados anteriores de Oriente Medio, se definían políticamente por su religión y no por su idioma o su origen étnico. La idea de una identidad nacional era una novedad, pero una vez hundido el imperio otomano y triunfante el concepto de estado-nación, la población se vio obligada a adoptar una «nacionalidad», que unas veces era elegida y otras venía impuesta. Así, la mayor parte de la población palestina se consideraba árabe, si la idea de nacionalidad estaba vinculada al idioma, y siria, si lo estaba a la geografía. La identidad nacional específicamente palestina de los habitantes del territorio que los ingleses designaron como Palestina empezó a surgir a partir de la delimitación del territorio. La potencia mandataria estableció la oficialidad de tres idiomas en el mandato de Palestina: el árabe, el hebreo y el inglés. Esto contribuyó a delimitar dos nacionalidades: la árabe-palestina y la judeo-hebrea. Pero antes no todos los palestinos eran árabes o se consideraban árabes como «nacionalidad», ni la mayoría de los judíos se veían como una «nacionalidad».

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En principio, todos los habitantes del mandato británico eran palestinos, judíos no sionistas y judíos sionistas incluidos. Por ello, los sionistas se referían a los palestinos como «árabes» y no como «palestinos», pues el término ‘árabes’ les convenía para desterritorializar a sus oponentes palestinos, a los que pretendían desplazar. Sin embargo, la taxonomía nacionalista judío-hebreo versus árabepalestino no fue tan sencilla de definir en la práctica como en la teoría oficial: 1) Estaban los que bien podían ser considerados como judíos y árabes a la vez, o palestinos, judíos y árabes a un tiempo, pero a los que que la taxonomía oficial asignó la «nacionalidad judía». 2) Los drusos, hablantes de árabe; aunque campesinos sedentarios, genealógicamente pertenecían a tribus árabes, de manera que podrían ser considerados «más árabes» que muchos otros palestinos. Pese a ello, ya durante el mandato británico los drusos se alinearon con los sionistas contra los demás árabes palestinos, debido a las malas relaciones que había entre los drusos y la mayoría musulmana sunní;3 más tarde, el estado de Israel llegó a clasificar a los drusos como nacionalidad étnica no árabe. 3) Los beduinos de Palestina permanecieron aparte del nacionalismo árabe o árabe palestino, a pesar de que no sólo hablaban árabe sino que eran árabes en el sentido premoderno: los beduinos pertenecían a tribus árabes y tradicionalmente ‘árabe’ y ‘beduino’ habían sido términos sinónimos. Los beduinos permanecieron al margen del conflicto árabe-israelí, lo que no quiere decir que no sufrieran las consecuencias. La mayoría fueron expulsados y

3 Algunos han querido encontrar en este comportamiento una base confesional, pues según la doctrina drusa, el judaísmo es «la menos condenable» entre las religiones distintas de la drusa. Las relaciones entre drusos y judíos siempre habían sido buenas, según testimonia ya en el siglo xii el viajero judío Benjamín de Tudela, que dejó constancia del buen trato y la simpatía de los drusos por los judíos. Pese a estas simpatías confesionales, el comportamiento prosionista de los drusos palestinos se debió simplemente a la animadversión contra ellos de la mayoría musulmana sunní, hasta el punto de que no había una sola población mixta druso-sunní; los drusos sólo podían vivir en poblaciones mixtas con los cristianos o donde los cristianos eran el tercer componente de la población, además de los drusos y los sunníes. Estas malas relaciones fueron el origen del colaboracionismo druso con los sionistas.

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despojados de sus tierras, pero los que permanecieron se mantuvieron como grupo aparte de los demás árabes palestinos, como una colectividad aparte que colaboraba con el estado sionista y le aportaba tropas y guardias, igual que los drusos. 4) Los musulmanes no árabes, como los circasianos, no hicieron causa común con los árabes palestinos sino que terminaron adoptando una posición prosionista y aportando tropas al ejército israelí, que cuenta con una brigada circasiana.4 En cambio, la mayoría árabe musulmana sunní (campesina o urbana) y la minoría cristiana se identificaron con la identidad árabepalestina y con el nacionalismo árabe y palestino en oposición al sionismo, se consideraron a sí mismos como el pueblo palestino, cada vez más claramente configurado y cristalizado en su lucha contra las pretensiones sionistas. Eran la mayoría de la población y por consiguiente el objetivo del sionismo en su proyecto de desalojo. Los sionistas podían manipular a minorías menores pero no a la mayoría. Sólo más tarde, una vez creado el estado de Israel, Ben Gurión se planteó la posibilidad de intentar hacer con los cristianos lo mismo que con los drusos, pero ya era tarde, porque la oposición de los cristianos palestinos al sionismo era sólida y porque muchos cristianos palestinos habían sido víctimas de la limpieza étnica sionista, igual que los palestinos musulmanes sunníes. De haber sido coherentes con sus propias teorías antiárabes y hebraizantes, los sionistas tendrían que haber sido hostiles a los beduinos y drusos, pobladores de origen árabe, y haber mirado con muy buenos ojos a los campesinos musulmanes y cristianos, a los que muchos sionistas creían los verdaderos descendientes de los israelitas bíblicos. Pero el sionismo tenía una dinámica propia colonial que le hacía considerar como sus enemigos a la mayoría de la población y considerar aliados potenciales a las minorías (el «divide e impera» colonialista). Aunque la política británica a lo largo de los treinta años de mandato tuviera sus oscilaciones en función de los intereses del momento de la potencia mandataria, hasta el punto de que muchos sionistas vieron a los británicos como «traidores» y hasta como «proárabes», lo cierto es que sin mandato británico prosionista no hubiera habido jamás estado

Lo que dice mucho sobre el infundio de «la solidaridad islámica» con la causa palestina. 4

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de Israel. Habría bastado con que los británicos hubieran respetado la voluntad y los derechos de la población de Palestina para truncar el proyecto sionista, que jamás habría sido posible sin la existencia de una potencia colonial aplastando la voluntad de la mayoría de los habitantes del país5 y su derecho a un nivel de autogobierno similar al que tenían los otros mandatos como Siria, Iraq, Líbano o Jordania, por no hablar de Egipto, oficialmente independiente. Gracias al mandato británico, los sionistas pudieron desarrollar sus actividades, incrementar la emigración judía extranjera y organizarse militar y paramilitarmente, todo ello con la venia de la potencia mandataria. Británicos y sionistas aplastaron la resistencia anticolonial (antibritánica y antisionista) de los palestinos, sobre todo cuando se produjo el levantamiento general árabe-palestino entre 1936 y 1939. De esta manera, cuando los británicos se retiraron en 1948, los sionistas disponían de organizaciones paramilitares perfectamente equipadas y organizadas que se convirtieron en el ejército israelí, mientras que los árabe-palestinos, exhaustos tras la gran represión que habían sufrido, sólo opusieron pequeñas milicias enfrentadas entre sí,6 y esperaban todo de la intervención de los ejércitos de unos estados árabes no menos enfrentados entre ellos. La consecuencia fue lo que los palestinos llaman la Nakba (‘catástrofe’): la primera guerra árabe-israelí, la victoria sionista en esa guerra y la limpieza étnica llevada a cabo por los sionistas, que convirtió en refugiados a la mayoría de los árabes palestinos. Desde la fundación del estado de Israel, los israelíes desecharon para sí mismos el término ‘palestinos’,7 que hicieron suyo en exclusiva los árabes palestinos. Los sionistas israelíes no sólo desecharon el término sino que prácticamente lo convirtieron en anatema, porque suponía señalar la vinculación de los habitantes no judíos del país y de los refugiados expulsados con el país que ellos llamaban «la tierra de

Un informe británico de comienzos del mandato en Palestina dejaba constancia de la oposición al sionismo de la práctica totalidad de la población musulmana y cristiana, así como de «una parte no desdeñable de la población judía». 6 La milicia que operaba en Galilea, dirigida por Fawzî al-Qawaqÿî, integrada por palestinos y voluntarios árabes no palestinos, era violentamente hostil a las milicias que operaban en la zona de Jerusalén lideradas por ´Abd al-Qâdir al-Husaynî. 7 Al fin y al cabo, el término ‘palestino’ significaba originariamente ‘filisteo’, los enemigos de los israelitas bíblicos. 5

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Israel» y no Palestina. La terminología israelí y sionista para hablar de los palestinos prefería hablar genéricamente de ‘árabes’, porque era un término que desterritorializaba étnicamente a sus enemigos primarios. Mientras que ‘palestinos’ subrayaba la vinculación de los palestinos con su tierra, ‘árabes’ podía interpretarse de varias maneras: 1) Como que «la tierra de Israel» era el país de los judíos, ergo el verdadero país de esos «árabes» sería... ¿Arabia quizás? 2) Como que esos «árabes» amorfos eran parte de una «nación árabe» inmensa que bien podía acogerles en su seno en lugar de insistir en su repatriación. Llamarles «palestinos» hubiera sido señalar que su país era Palestina, llamarles «árabes» era como decir que se fueran al «mundo árabe», fuera de «la tierra de Israel». 3) Como barrer de la geografía y de la historia todo lo que no fuera judío, israelita, hebreo. Lo «árabe» como un periodo similar al «romano», «bizantino» u «otomano», todo lo no judío como un hiato vacío. Todo esto explica el gran tabú que va a ser para los israelíes el término ‘palestino’. Los sionistas gustarán mucho de subrayar las especificidades de los distintos países árabes para debilitar cualquier cohesión entre ellos: frente al panarabismo, gustarán de hablar de egipcios, libaneses, sirios, jordanos, iraquíes, saudíes... Pero cuando se trata de los palestinos, preferirán insistir en su supuesta identidad árabe indiferenciada. O hablar de «árabes israelíes» o «árabes de los territorios» (ocupados en 1967, muchos de ellos refugiados expulsados en 1948) y «árabes de Judea y Samaria»… Esta curiosa contradicción de la ideología sionista responde a su necesidad de diferenciar e indiferenciar a los árabes: diferenciarlos en el exterior para dividirlos, indiferenciarlos en el interior y de cara a su propaganda exterior.

Pueblo palestino versus estado sionista Un pueblo es un conjunto de personas, mientras que un estado es una estructura de poder. Los derechos de las personas que vivían en Palestina frente a la razón de estado de una entidad creada por una ideología racista8 estatolátrica etno-confesionalista.

8 En 1975, la Asamblea General de las Naciones Unidas condenó el sionismo como una forma de racismo. Esto no tuvo consecuencias prácticas debido al apoyo incondicional de Estados Unidos al sionismo.

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El sionismo no es original en sus pretensiones estatolátricas, racistas, nacional-confesionalistas.... son legión los nacionalismos de las mismas características que existen en el mundo. Lo original del sionismo es la pretensión de crear un estado judío en un país mayoritariamente no judío, haciendo llegar a los judíos de todo el mundo para desplazar a la población no judía del país, todo ello en nombre de una presencia judía hace dos mil años9 o en virtud de un supuesto derecho divino.10 Es sacrificar los derechos de la población de un país en aras de los objetivos de un movimiento nacional-confesionalista extranjero con pretensiones exclusivistas sobre un territorio, donde supuestamente vivieron sus antepasados hace dos mil años, todo ello otorgado por potencias imperialistas extranjeras: Gran Bretaña, la Unión Soviética, Estados Unidos... Durante mucho tiempo, la lucha por los derechos palestinos se enmarcó en un ámbito más amplio, el nacionalismo pansirio, luego panárabe, después en el del nacionalismo palestino, en el ámbito de los derechos humanos, civiles, políticos y sindicales, de una manera similar a la lucha del Congreso Nacional Africano por la igualdad civil y política de todos sin discriminación racista. Los derechos de los palestinos se podrían ver como los derechos de un pueblo frente a un estado. ¿Quién tiene el derecho: un pueblo o un estado? Para los estatólatras, Israel, en tanto que estado, es de facto legítimo,11 mientras que los palestinos, puesto que nunca hubo un estado palestino, carecen de derechos. Es la estatolatría al servicio del estado de Israel (recalquemos lo de «estado»). Pero eso no significa que entre los palestinos no haya existido y exista un nacionalismo estatolátrico: la derecha palestina nacionalista siempre ha aspirado mucho más a obtener su estado que a hacer justicia a las personas palestinas agraviadas por los desafueros de la estatolatría sionista. La actitud del sionismo hacia los palestinos ha sido la de cualquier nacionalismo respecto a los elementos «extraños» considerados peli-

Aunque ya entonces la gran mayoría de los judíos vivian fuera de «la tierra de Israel». 10 La transformación de la Biblia judía de un texto religioso en un acta de propiedad nacionalista. 11 Salvo que los intereses de otro estado más fuerte estén en juego. La hipocresía del poder y la razón de estado es continua por parte de los estadistas de las grandes potencias. 9

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grosos para su estado-nación, con la particularidad de que ese «elemento extraño peligroso» para el estado-nación sionista era la gran mayoría de la población del país donde el sionismo pretende establecer su estado-nación: 1) Asimilación. Algunos de los primeros sionistas vieron en los árabes palestinos a los descendientes de los antiguos israelitas, su idea era que los palestinos se judaizaran y fueran asimilados por «la nación judía» y su estado-nación. 2) Pero en cuanto se percataron de que los habitantes del país eran hostiles al sionismo y que no iban a judaizarse (en la creencia de esos sionistas, «rejudaizarse»), se impuso la idea de deshacerse de ellos mediante expulsión masiva, no dejando más que una «minoría nacional» inofensiva, discriminada y marginada. Eso fue lo que los sionistas hicieron cuando libraron la guerra de 1948, aprovechando ese acontecimiento para llevar a cabo una gran operación de «limpieza étnica» con la mayoría de los palestinos de los territorios ocupados.12 Esto se hizo también con la mayoría de los habitantes del Golán sirio en 1967. 3) Cuando no fue posible realizar una expulsión similar al efectuar la conquista en 1967 de lo que restaba de Palestina, dado que los conquistados eran demasiado numerosos y su anexión hubiera implicado otorgarles la ciudadanía israelí, lo que hubiera sido letal para el carácter judío del estado-nación sionista, se optó por una colonización del territorio, anexionado de facto pero sometiendo a la población a un estatuto burdamente colonial de inferioridad. Los palestinos de los territorios ocupados no eran ciudadanos israelíes ni siquiera de quinta categoría, pero sí eran súbditos de Israel. Los sionistas querían el territorio pero no los habitantes, o más exactamente, querían el territorio y explotar a sus habitantes en beneficio de Israel; muy pronto Cisjordania y la Franja de Gaza se convirtieron en mercados cautivos para los productos israelíes y en proveedores de mano de obra barata desprovista de los derechos de los trabajadores israelíes. La ocupación se ha mantenido sine die: ni anexión del

12 Sólo quedaron 133.000 palestinos en el estado de Israel, de los 859.000 que habitaban el territorio antes de 1948.

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territorio con sus habitantes ni retirada, porque no hay intención alguna de permitir a los palestinos ni el acceso a los derechos de la ciudadanía israelí ni liberarlos de la dominación israelí. Cuando la situación se volvió insostenible para el ocupante a raíz de la Intifada, se buscó la bantustanización de estos territorios: anexión de buena parte de ellos pero sin sus habitantes palestinos, reducir a la población palestina a una condición de bantustanización al modo del apartheid surafricano, con la ayuda de colaboracionistas. A día de hoy, Cisjordania y Gaza son campos de concentración para una población que vive una realidad kafkiana, sometida a controles asfixiantes, bloqueos, bombardeos masivos, represalias colectivas (destrucción de viviendas, matanzas) y con una gran parte de la población en la cárcel y las cámaras de tortura del ocupante.13

La resistencia palestina: derecha e izquierda palestinas La resistencia palestina surgió desde el mismo momento que los palestinos se percataron de cuáles eran las pretensiones de los sionistas. Toda la historia del mandato británico en Palestina está jalonada de luchas contra las pretensiones sionistas, que fracasaron debido en gran parte a que el movimiento nacional palestino estuvo dirigido principalmente por familias de la oligarquía palestina enfrentadas entre sí. La guerra árabe-israelí culminó con la Nakba14 de 1948 porque los estados árabes, dirigidos por gobernantes incompetentes y corruptos, se metieron en una guerra en la que no combatieron unidos y prepa-

El estado de Israel hace mucho que legalizó la tortura, con el eufemismo de «presión física moderada». Si cualquier otro estado hubiera hecho algo semejante, la comunidad internacional habría puesto el grito en el cielo, pero el estado de Israel goza de una bula especial otorgada por Estados Unidos y sus adláteres. En este sentido, el estado de Israel se puede considerar pionero de las medidas estadounidenses de Bush legalizando la tortura. Nada de esto (aparheid, racismo, tortura, guerras, violación sistemática de la convención de Ginebra) ha provocado medidas similares a las que (al menos teóricamente) la comunidad internacional tomó en su día contra la Suráfrica racista. Al contrario: Estados Unidos apoya incondicionalmente al estado de Israel, la Unión Europea le otorga condiciones preferentes... 14 Nakba significa en árabe ‘catástrofe’ y es el nombre que se dio a la guerra árabe-israelí y la limpieza étnica practicada por los israelíes, que convirtió en refugiados a más de la mitad de los palestinos. 13

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rados, sino que cada uno buscaba su propio interés, sin importarles gran cosa la causa de los palestinos a los que se suponía que habían acudido a liberar. En los años cincuenta y sesenta surgieron dos movimientos palestinos: 1) El Fath,15 organización liderada por Yâsir ´Arafât, que en sus años de estudiante de ingeniería en El Cairo había militado en los Hermanos Musulmanes. El objetivo del Fath era liberar Palestina por medio de una guerra de guerrillas y estaba apoyado por Siria. Desde 1965, la rama militar del Fath emprendió una guerra de guerrillas contra Israel que fue uno de los pretextos israelíes para desencadenar la guerra de junio de 1967. 2) El Movimiento de los Nacionalistas Árabes (en árabe Harakat al-Qawmiyyîn al-´Arab), liderado por el médico George Habash, de religión cristiana melkita ortodoxa. El MNA era una organización panarabista pronaserista, no era un movimiento exclusivamente palestino pero estaba dirigido sobre todo por palestinos que esperaban que Náser, cuando llegara el momento adecuado, liderara la guerra que acabara con el estado de Israel y devolviera Palestina a los palestinos. La derrota árabe en 1967 arruinó el prestigio del naserismo e hizo ver a los palestinos que Náser jamás les devolvería Palestina. Tendrían que ser ellos mismos los que la liberaran o no lo haría nadie. Podrían contar con la ayuda de otros árabes o de no árabes (la Unión Soviética, los países de su bloque, China), pero la acción liberadora tendría que venir de los propios palestinos. En la práctica, los palestinos involucrados en la resistencia eran mayoritariamente los refugiados que vivían fuera de Palestina, tanto los expulsados y exiliados de 1948 como los nuevos refugiados de 1967. El Fath prosiguió su lucha ganando muchos partidarios. Del ala izquierda del MNA surgieron movimientos que se proclamaron marxista-leninistas y buscaban inspiración en los ejemplos maoísta, castrista y vietnamita. También existía una resistencia palestina ba´tista.

Fath en árabe significa ‘conquista’, pero leído al revés eran las siglas de Harakat Tahrîr Filistîn (Movimiento de Liberación de Palestina). 15

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Las organizaciones de la resistencia palestina, pronto unidas en la OLP (Organización para la Liberación de Palestina, en árabe Munazzamat at-Tahrîr al-Filistîniyya),16 eran las siguientes: 1) El Fath. Liderado por Yâsir ´Arafât, que se convirtió en el líder carismático de la OLP. El Fath contaba con una amplia mayoría dentro de la OLP y se encontraba a la derecha de los regímenes nacionalistas de «socialismo árabe» (ba´tista o naserista) derrotados en 1967; aunque muy vinculado al régimen sirio anterior a 1970,17 el Fath estaba mucho más a la derecha que este. En el Fath militaban algunos marxistas a título personal, pero esta organización no tenía nada de marxista y muchos de sus miembros más derechistas expresaban abiertamente opiniones anticomunistas.18 Hasta los años ochenta, el Fath habló de «revolución» (su lema era precisamente «revolución hasta la victoria»), pero esta «revolución» poco tenía que ver con otra cosa que la lucha contra el ocupante sionista, pues el Fath no tenía ningún programa revolucionario. El Fath ha sido la organización por excelencia de la derecha palestina, por lo que las monarquías petroleras la subvencionaron generosamente, lo que hizo que el Fath y la OLP (convertida de facto en una hechura del Fath) fueran en los años setenta y ochenta el movimiento de liberación nacional más acaudalado del mundo, con una burocracia muy bien pagada. Todo esto tendría consecuencias devastadoras para la causa palestina a partir de los años noventa. 2) As-Sâ´iqa.19 Era la facción ba´tista prosiria de la resistencia palestina, creada en el ix congreso del Ba´t en 1966, aunque empezó a actuar tras la derrota de 1967. Era mucho más panarabista e izquierdista que el Fath. Su líder, Zuhayr Muhsin, en

La OLP se fundó en 1964 en Jerusalén, promovida por la Liga Árabe, pero hasta que el Fath y otras organizaciones político-guerrilleras no se integraron en ella tuvo muy poca importancia. 17 Entre 1966 y 1967 gobernó Siria el ala izquierda del partido Ba´t, liderado por Salâh Ÿadîd y Nûr ad-Dîn al-Atâsî, hasta que en 1970 esta facción ba´tista fue derrocada por una facción más derechista del mismo partido liderada por el general de aviación Hâfez al-Asad. 18 Gerard Chaliand, La Resistencia Palestina (Barcelona: Acervo, 1971), p. 112. 19 En árabe as-Sâ´iqa significa ‘el Rayo’. 16

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una ocasión dijo que Palestina no era otra cosa que el sur de Siria y que si se insistía en la especificidad nacional palestina era esencialmente por motivos tácticos de cara a la propaganda internacional; su objetivo era liberar Palestina de la ocupación sionista, no crear un estado palestino (o incluso miniestado palestino) a toda costa como pretendía el Fath. El objetivo de as-Sâ´iqa era formar un estado democrático en Palestina con la perspectiva más amplia de un gran estado árabe socialista en Oriente Medio. Sus relaciones con el Fath no eran demasiado buenas y con el FPLP eran muy malas. As-Sâ´iqa consideraba que el Movimiento de los Nacionalistas Árabes debería haber seguido la misma trayectoria que el Ba´t sirio, girando hacia la izquierda y prescindiendo de «líderes desfasados»;20 as-Sâ´iqa se consideraba próxima al FDLP pero más «realista» y «más cuidadosa tácticamente». Sus miembros se reclutaron en los campos de refugiados de Siria y su implantación en Jordania antes del Septiembre Negro de 1970 era importante, sobre todo en los aledaños de Ammán y en Irbid; disponía de una fuerza armada importante, aunque no contaba con armamento pesado como el Fath. El giro a la derecha del Ba´t sirio en 1970 perjudicó a su filial palestina de manera muy perjudicial para esta. En 1976, cuando el ejército sirio entró en el Líbano en ayuda de los cristiano-derechistas, que estaban perdiendo la guerra, as-Sâ´iqa actuó como un satélite del gobierno sirio apoyando al ejército sirio contra el resto de la resistencia palestina y sus aliados libaneses. Este tipo de comportamientos provocaron que muchísimos de sus militantes abandonaran la organización y que as-Sâ´iqa haya quedado reducida a muy poca cosa. 3) El Frente de Liberación Árabe. Se constituyó en 1969 como el equivalente ba´tista proiraquí de la as-Sâ´iqa prosiria, aunque su importancia efectiva fue mucho menor puesto que Iraq estaba mucho más lejos de cualquier frente árabe-israelí que Siria. Su objetivo no era crear un estado palestino sino liberar Palestina para incluirla en un estado-nación panárabe. La invasión de Iraq por Estados Unidos el año 2003 fue letal para el FLA, aunque esta organización sigue existiendo y tras el ahorcamiento de Sa-

Alusión directa a George Habash, a quien veían como la versión algo más izquierdista del fundador del Ba´t, Michel ´Aflaq. 20

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ddâm Husayn constituyó un aparato militar llamado «Brigadas del mártir Saddâm Husayn». 4) El Frente Popular para la Liberación de Palestina. El FPLP, liderado por George Habash, surgió de una radicalización desesperada del MNA a raíz de la derrota de 1967. Habash y sus partidarios se agarraron al «marxismo-leninismo» como a una balsa de salvamento tras el fracaso del nacionalismo árabe y del naserismo. Los éxitos de la China maoísta y sobre todo de la lucha vietnamita, parecían demostrar que el «marxismoleninismo» era la única vía hacia la victoria. El FPLP en 1970 no tenía más que un millar de combatientes y apenas tres mil miembros,21 por lo que durante sus primeros años trató de compensar su debilidad política y militar con acciones guerrilleras espectaculares, como secuestros de aviones, que tenían como objeto popularizar a la organización y atraerle partidarios. En los años noventa su líder George Habash abandonó la dirección del FPLP y fue reemplazado por ´Alî Mustafà, que fue asesinado por los israelíes durante la segunda Intifada. A este le sucedió Ahmad Sa´âdât, que actualmente se encuentra en una prisión israelí. Actualmente es la tercera organización palestina después de Hamâs y el Fath. 5) El Frente Popular para la Liberación de Palestina - Comando General. Dirigido por Ahmad Ÿibrîl, que se había formado en el ejército sirio y había sido dirigente de la organización guerrillera Abtâl al-´Awda, una de las organizaciones que se unieron en 1967 para constituir el FPLP. El FPLP-CG fue la escisión derechista del FPLP. El FPLP-CG era mucho más militarista y despreciaba el izquierdismo del FPLP y el FDLP. El FPLP-CG apoyó en 1970 a la facción derechista del Ba´t sirio encabezada por Hâfez al-Asad contra el ala izquierda de ese partido. En 1976, el FPLP-CG se puso de parte del ejército sirio contra la OLP, por lo que fue temporalmente expulsado de esta. Imitando al presidente sirio,22 el heredero de la dirección

Gerard Chaliand, op. cit., p. 97. Algunas repúblicas árabes con presidentes vitalicios de facto se están convirtiendo en monarquías de facto, pues el sucesor designado del presidente vitalicio es su hijo. Este es el caso de Siria, Egipto y Libia. En Siria, a Hâfez al-Asad le iba a suceder su hijo Bâsil, pero como este murió en un accidente de tráfico, se designó como nuevo heredero a otro hijo del presidente, 21

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del FPLP-CG iba a ser el hijo de Ahmad Ÿibrîl, pero murió asesinado en un atentado atribuido al Mosad. El FPLP-CG es una organización menor de la resistencia palestina, si bien ha sido muy activa como grupo guerrillero. 6) El Frente de Liberación de Palestina. Fue una escisión del FPLP-CG que se produjo en 1976, cuando una parte de los miembros del FPLP-CG se negaron a apoyar al ejército sirio contra la OLP. Se trata de una organización menor. 7) El Frente de Lucha Popular Palestina. Fue una escisión proFath del FPLP en el año 1967, y de 1971 a 1973 el FLPP se unió al Fath. Es una organización de poca importancia en la resistencia. 8) El Frente Democrático para la Liberación de Palestina. Se constituyó en 1969 como el ala izquierda escindida del FPLP, a la que se unieron pequeños grupos marxistas, como la organización popular formada por antiguos militantes del Partido Comunista Jordano y la Liga de la Izquierda Revolucionaria Palestina. También se adhirieron al FDLP militantes del Partido Comunista Iraquí (direccción general), con el que el FDLP llegó a un acuerdo para integrar a algunos de sus militantes. El secretario general del FDLP ha sido Nâyef Hawatme.23 Los dirigentes eran jóvenes intelectuales y estudiantes, los mandos intermedios eran semiintelectuales de origen muy modesto y la mayoría de los militantes de base procedían de los campos de refugiados. El FDLP hasta 1970 tuvo cierta importancia en el norte de Jordania, tanto entre los refugiados palestinos como entre los jordanos; allí llevó a cabo una breve pero intensa actividad revolucionaria. Tras el Septiembre Negro no volvió a tener ocasión de llevar a cabo nada semejante, pero permaneció como la más izquierdista de las organizaciones integradas en la OLP.

Bashshâr; en Egipto, al presidente vitalicio, el general Hosnî Mubârak, le va a suceder su hijo, que no es general sino banquero; a Gadafi le va a suceder un hijo suyo. Este fenómeno forma parte de la degeneración de los antiguos populismos nacionalistas, que desembocan en una nueva clase política conservadora hereditaria. 23 Nâyef Hawatme es una personalidad singular dentro de la resistencia palestina, pues no es palestino sino jordano, tanto de nacimiento como de origen. Los Hawatme son una tribu beduina cristiana de Jordania.

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La primera base de apoyo de la resistencia palestina fue Siria; los guerrilleros palestinos actuaban contra Israel desde Siria o pasando por Jordania o el Líbano, tanto en los territorios ocupados en 1948 como en los ocupados en 1967. La base natural de la resistencia palestina era Jordania, donde la mayoría de la población estaba constituida por refugiados palestinos llegados en 1948 y 1967. Además, hasta junio de 1967 la mayor parte de la Palestina no ocupada por Israel (Cisjordania) había formado parte del reino de Jordania. Al principio, las actividades de la resistencia fueron apoyadas por algunos elementos del ejército jordano, que luchaban del lado de los guerrilleros contra los israelíes cuando estos efectuaban incursiones en el territorio jordano contra los guerrilleros y la población civil palestina y jordana. En 1968, en la batalla de Karâma24 participaron algunas tropas jordanas del lado de los combatientes del Fath y, tras la derrota israelí en esa batalla, el mismo rey Husayn proclamó orgullosamente: «Todos somos fedayín».25 Pero pronto se vio la incompatibilidad entre el reyezuelo puesto por el colonialismo inglés26 y la resistencia, sobre todo con sus organizaciones

24 Karâma (palabra que significa en árabe ‘dignidad’) era el nombre de un campo de refugiados palestinos en Jordania. Este campo de refugiados fue asaltado por el ejército israelí y defendido enérgicamente por los guerrilleros del Fath, que contrariamente a las prácticas guerrilleras habituales no se retiraron sino que repelieron a los invasores. Las pérdidas palestinas fueron cuantiosas y el campo de refugiados fue destruido, pero los israelíes hubieron de retirarse vencidos tras perder varios carros de combate. La batalla de Karâma, un año después de la derrota de 1967, fue un acontecimiento que conmocionó al mundo árabe: la resistencia palestina había derrotado a Israel, mientras que los estados árabes habían fracasado. 25 Fedayín es el nombre convencional para los guerrilleros palestinos. En árabe es fidâ`iyyîn (en singular fidâ`î), que significa ‘los que se ofrendan por la causa’. Pese al sentido casi místico de esta palabra, es un término mucho más secular que el de muÿâhidîn (en singular muÿâhid) o combatienes del ÿihâd. Téngase en cuenta que los fedayín eran tanto musulmanes como cristianos y que muchos de ellos profesaban ideologías laicas como el ba´tismo o el marxismo-leninismo. 26 Jordania es la parte más pobre del sur de la Gran Siria, un país dependiente de Estados Unidos, Gran Bretaña y los países petrolíferos conservadores. La base del régimen jordano es el ejército y la guardia real formada por beduinos y circasianos, la monarquía se apoya en una burguesía jordano-palestina de banqueros, comerciantes y propietarios de inmuebles y una pequeña

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más radicales. La derecha palestina, encabezada por el Fath, insistía en contemporizar con la monarquía jordana, pero el choque entre el régimen monárquico y la resistencia era inevitable, ya que el mismo Fath constituía un estado palestino con su propio ejército dentro del estado jordano y el hecho de que Jordania fuera el santuario de la resistencia la hacía objeto de ataques cada vez más violentos por parte de Israel. La resistencia habría podido posiblemente derribar al régimen si se hubiera actuado contundentemente contra él en junio de 1970, como deseaban el FPLP y el FDLP, pero el Fath no estaba por la labor. En septiembre de ese mismo año, cuando se produjo el enfrentamiento definitivo entre la resistencia y la monarquía jordana, ya era demasiado tarde: el rey Husayn ordenó a su ejército aniquilar a la resistencia, y así ocurriría en lo que se conoció como «el Septiembre Negro». Sin aviación, con muchas menos tropas y armamento pesado (sólo el Fath disponía de armamento pesado) y sin ayuda de los estados árabes, la resistencia fue destruida o expulsada de Jordania; los guerrilleros que no murieron o fueron hechos prisioneros escaparon al Líbano. Los gobiernos árabes no actuaron en ayuda de la resistencia y dejaron que el ejército jordano la destruyera, asesinando a más de diez mil palestinos. Tan sólo el gobierno sirio ordenó a su ejército que atravesara la frontera con Jordania para auxiliar a la resistencia. Las tropas de tierra cruzaron la frontera pero, sin apoyo aéreo, fueron destruidas por la aviación y el ejército de tierra jordanos, porque el jefe de la aviación siria, el general Hâfez al-Asad, se negó a obedecer las órdenes y no dejó que se actuase desde el aire en apoyo de las tropas terrestres; poco después, Hâfez al-Asad derrocó al ala izquierda del Ba´t y se instauró como presidente.27 La sexta flota y el ejército israelí estaban al acecho28

burguesía de funcionarios muy bien retribuidos. El régimen se basa también en los privilegios de la minoría jordana frente a la mayoría palestina. 27 A su golpe de estado le llamó «el movimiento rectificador». 28 En septiembre de 1970 el poeta palestino Tawfîq Zayyâd escribió: Sé que la sexta flota se prepara... y el ocupante envanecido, se afila los colmillos a lo largo del río, sé que los perros del colonialista en la patria árabe se preparan... Dispuestos a destruirte.

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para invadir Jordania en el caso de que las cosas se le torcieran al rey Husayn y contra cualquier estado árabe que se atreviese a acudir en auxilio de la resistencia, pero no hubo necesidad, ya que el ejército jordano les hizo muy bien el trabajo sucio.29 Desde ese momento, la resistencia sólo pudo actuar en el Líbano y desde el Líbano. El nuevo régimen sirio hizo de la causa palestina su discurso oficial permanente, pero no dejaba ninguna libertad de actuación a las organizaciones palestinas, aunque en función de sus conveniencias intervenía a favor o en contra de la OLP en el Líbano. Ningún estado árabe estaba dispuesto a permitir que la resistencia palestina actuara desde su territorio, daba igual que se tratara de un régimen nacionalista-populista o no. Los regímenes nacionalistas30 ni estaban en condiciones de suscitar una resistencia de tipo vietnamita entre sus súbditos ni querían nada de eso.31 Los gobernantes y militares jordanos no

29 En su poesía, Tawfîq Zayyâd también escupió su rabia, su indignación y su ira contra el reyezuelo jordano y su general en jefe, Hâbis al-Maÿalî: Y Jordania, degollada por dos cuchillos (el cuchillo del trono y el cuchillo del ocupante) grita a los cuatro vientos: «Oh Hâbis, oh lacayo de los lacayos, oh Hâbis, oh orina de los amos, no inclinaremos la cabeza ni un pelo hasta que esta tierra libre no quede purificada del enano de palacio y de la rata de palacio y de todos los criminales serviles...» «El enano y rata de palacio» murió en el trono treinta años más tarde. A su entierro acudió el mismo Nâyef Hawatme; allí, el secretario general vitalicio del FDLP pudo estrechar la mano del presidente de Israel, Ezer Weizmann, que sí tenía buenos motivos para lamentar la muerte del rey. 30 Los regímenes nacionalistas, como el Egipto de Náser o la Siria ba´tista, eran dictaduras militares de un alcance «progresista» muy limitado. Tras la muerte de Náser, Egipto siguió siendo una dictadura pero perdió el nacionalismo y las modestas reformas naseristas, que se sustituyeron por la demagogia islámica y la «recompradorización» de Sadat. 31 Para suscitar una resistencia de ese tipo, la OLP tendría que haber ofrecido al pueblo del país huésped la contrapartida de su cooperación para

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fueron los únicos que decían a los fedayín palestinos que Jordania no era Hanoi,32 en Egipto pasaba lo mismo. En los años setenta, el señor feudal druso y «dirigente izquierdista» Kamâl Ÿunblât estaba muy satisfecho de utilizar a la OLP para reforzar su poder como líder libanés contra sus enemigos de «la derecha cristiana», pero estaba tan en desacuerdo con que el Líbano fuera el Vietnam del Norte de la resistencia palestina como pudiera estarlo su enemigo Pierre Ÿemayel; no hay que olvidar que en 1970, cuando Kamâl Ÿunblât era ministro de Interior, prohibió a los fedayín disparar sus misiles contra Israel desde suelo libanés. Para regímenes como el iraquí, el libio, el suryemení o el argelino era relativamente fácil ser propalestinos, porque al no tener un frente con Israel la solidaridad con la resistencia palestina no suponía padecer los ataques israelíes.33 Pero el Líbano tenía un estado débil, con un ejército inferior militarmente a las tropas de la OLP, y estaba dividido entre una multitud de facciones, algunas de las cuales rechazaban tajantemente a la resistencia palestina y otras eran partidarias de su presencia, bien por solidaridad, bien por interés. La derecha cristiana era virulentamente hostil a la OLP, la izquierda simpatizaba con ella y los políticos musulmanes la veían como una fuerza que podía serles útil en su competencia con sus homólogos cristianos por el dominio del país. En 1975 comenzó la guerra civil libanesa, en líneas generales34 con dos bandos: por un lado la OLP (la fuerza militar más importante del

cambios revolucionarios que compensasen los daños; para que los regímenes árabes pudieran suscitar una resistencia de tipo vietnamita contra Israel tendrían igualmente que haber ofrecido cambios radicales revolucionarios. Pero ni esos regímenes ni el Fath ofrecían nada semejante. 32 Gerard Chaliand, op. cit., p. 121. 33 Sin embargo, desde el momento en el que el estado de Israel se convirtió en el gendarme imperialista en la región, cualquier país árabe podía ser objeto de sus agresiones. En 1981 la aviación israelí bombardeó y destruyó el reactor nuclear iraquí de Tammûz. El estado sionista se proponía mantener el monopolio de las armas nucleares en Oriente Medio y no quería permitir que ningún estado árabe dispusiera de armas que equilibraran la hegemonía militar israelí. Años después Iraq fue atacado, cercado, invadido y destruido, cosas que no habrían ocurrido si, al igual que Corea del Norte, hubiera dispuesto de armas nucleares capaces de disuadir a Estados Unidos. 34 Digo «en líneas generales» porque la división era enorme en los dos bandos y en puridad ni siquiera se puede hablar de dos bandos sino de una multitud de partidos y milicias, unas veces coaligados y otras enzarzados en guerra feroz con sus anteriores aliados.

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país), la izquierda libanesa y los musulmanes, por el otro la derecha cristiana. En esa guerra la lucha de clases se confundía con la guerra de religiones.35 En el Líbano no hubo siquiera las breves experiencias revolucionarias que el FDLP había llevado a cabo en el norte de Jordania. La primera guerra civil libanesa (1975-1976) no concluyó en una aplastante victoria «palestino-musulmana-progresista» porque el ejército sirio irrumpió en el Líbano en ayuda de los «cristiano-derechistas». La intervención que Hâfez al-Asad no había realizado seis años antes en Jordania en favor de la resistencia palestina, la llevó a cabo en el Líbano en favor de la derecha cristiana, lo que en realidad era un pretexto para impedir la victoria de la OLP y sus aliados e inmiscuirse en el Líbano. Pero la guerra no tardó en reanudarse y, a partir de 1978, el ejército sirio también se enfrentó a la derecha cristiana libanesa. En 1978 Israel invadió el sur del Líbano y desde entonces la zona más meridional del país estuvo controlada por una milicia libanesa vasalla de Israel, el llamado Ejército del Sur del Líbano, liderado por un militar libanés, el mayor Sa´d Haddâd. En junio de 1982,36 Israel invadió de nuevo el Líbano con la intención de aniquilar a la OLP y establecer en el país un estado cristiano satélite de Israel. La mitad meridional del Líbano fue ocupada, la OLP

35 El confesionalismo venía muy bien a las clases privilegiadas de cada confesión religiosa para hacerse con una base de masas, sustituir la lucha de clases por la lucha de sectas e impedir la acción conjunta supraconfesional de las clases desfavorecidas. El confesionalismo convirtió lo que en sus raíces tenía mucho de lucha de clases en una horrenda guerra de religiones con atrocidades espeluznantes por motivaciones sectarias. Los milicianos cristianos y musulmanes detenían a la gente y la asesinaban si era de religión distinta a la suya. Una anécdota expresa muy bien el estólido confesionalismo de aquellos milicianos sectarios: unos papanatas uniformados detienen a un hombre y le preguntan cuál es su religión, a lo que el hombre contesta sin dudarlo «¡ateo!»; entonces el espeso miliciano se queda perplejo y pregunta: «¿Pero ateo qué? ¿Ateo cristiano o ateo musulmán?». 36 El pretexto fue un atentado llevado a cabo por el grupo de Abû Nidâl contra un embajador israelí en Europa. El grupo de Abû Nidâl nada tenía que ver con la OLP y el propio Abû Nidâl estaba condenado a muerte por el Fath. Era una simple excusa, porque el ejército israelí llevaba planeando la invasión del Líbano desde 1975, y en 1982 Menahem Begin y Ariel Sharón intentaron materializar el viejo proyecto de Ben Gurión de un Líbano cristiano vasallo de Israel.

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asediada en Beirut oeste y la capital sometida a atroces bombardeos. Finalmente, los guerrilleros palestinos y su dirección política fueron evacuados de Beirut y trasladados a distintos países árabes. Las sedes de la OLP y del Fath se asentaron en Túnez, mientras que la mayoría de las otras organizaciones (FPLP, FDLP, FPLP-CG...) establecieron sus centros directivos en Damasco. El Fath intentó volver al Líbano, pero le fue imposible recuperar su posición anterior. ´Arafât y los suyos hubieron de abandonar Trípoli en diciembre de 1983 de una manera similar a como habían abandonado Beirut el año anterior, pero con mucha más pena que gloria, combatidos por el ejército sirio, milicias prosirias y por una escisión prosiria en el mismo Fath dirigida por Abû Mûsà. Cuando se produjo la retirada israelí de la mayor parte de la mitad meridional del Líbano, los guerrilleros palestinos que volvieron se encontraron asediados en los campos de refugiados. La única presencia de las organizaciones guerrilleras palestinas en el Líbano se daba en las zonas controladas por el ejército sirio y bajo estricta vigilancia siria. El inicio de la Intifada en diciembre de 1987 en Cisjordania y la Franja de Gaza sorprendió a la dirección de la OLP tanto como a los propios israelíes. Hasta entonces, la resistencia palestina que preocupaba a Israel había sido un fenómeno exterior llevado a cabo mayoritariamente por los refugiados de fuera de Palestina, no por los palestinos que vivían bajo ocupación.

¿Se puede hablar de una «revolución palestina»? La palabra árabe para ‘revolución’ es tawra, pero esta palabra también significa ‘levantamiento’, ‘sublevación’ o ‘insurrección’, ‘alzamiento’; este sentido prerrevolucionario del término tawra se ha mantenido al lado del nuevo para expresar el moderno concepto de ‘revolución’. Hasta el siglo xx, lo que predominaba en el mundo árabe era una ideología conformista que veía con suspicacia o con extrema hostilidad todo inconformismo ante el orden establecido.37 En el siglo xx, debido

37 El sunnismo, mayoritario en el mundo árabe, era la corriente más conformista del islam. Para el sunnismo, la insurrección contra los gobernantes establecidos era un grave pecado, por despóticos e inicuos que fueran –siempre que respetaran formalmente la religión islámica–, ya que, según los ulemas sunníes, la tiranía era preferible a los males de la fitna (la guerra civil entre musulmanes), con lo que, de facto, sacralizaron el poder establecido y la

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a la enorme influencia –directa o indirecta– del marxismo, se produjo un cambio tan radical que la palabra tawra adquirió un carácter casi sacral para expresar la rebelión ante la injusticia del orden establecido. Se mantuvo, no obstante, la ambigüedad del término, que por un lado pasó a significar ‘revolución’ y por otro conservó el antiguo sentido meramente insurreccional. Todavía hoy, en «el reino hâshemí de Jordania» (antirrevolucionario donde los haya) es fiesta oficial el llamado día de at-tawra al-´arabiyya al-kubrà (‘la gran insurrección árabe’), es decir, el levantamiento de los beduinos liderados por los hâshemíes aliados de los ingleses contra el imperio otomano, aunque no puede decirse que en este caso la palabra tawra tenga el sentido de «revolución». Eso significa que tawra se utiliza tanto con un contenido propiamente revolucionario como en un sentido puramente insurreccional. Una tawra puede ser la revolución francesa de 1789, la revolución de la Comuna de París de 1871, la revolución rusa de 1917, la revolución anarco-sindicalista española de 1936-1937, la revolución china maoísta o la revolución cubana, pero una tawra puede ser también una guerra de descolonización desprovista de objetivos de más

obediencia de los súbditos. Los ulemas sunníes más honrados practicaron al principio un «realismo pesimista», consistente en considerar a los gobiernos existentes como injustos pero preferibles a la insurrección, de manera que las personas de bien debían mantenerse apartadas del estado y sus inicuos gobernantes; pero a partir del siglo xi la actitud del ulemato sunní se hizo más favorable a los sultanes, al tiempo que estos trataron de pasar por más piadosos que los gobernantes anteriores. Esta alianza entre el ulemato y el sultanato tuvo efectos devastadores contra la ciencia y la filosofía, anteriormente tan florecientes en el mundo islámico, a la vez que fue decisiva para aniquilar los movimientos de oposición social y religiosa representados por los sectores más radicales del chiismo, tales como los cármatas. En la actualidad, estos ulemas sacralizan la obediencia más servil al gobernante de turno, especialmente si hace ostentación manifiesta de su beatería. Esa es la razón por la que todos los regímenes conservadores han promovido la religión con tanto énfasis, sabiendo que es la mejor manera de promover la sumisión. Para evitar interpretaciones inconformistas sociopolíticas de la religión, los conservadores utilizan una religión ritualista y neuróticamente obsesionada con la represión de la «inmoralidad» (sexual) y la segregación sexista. También ha sido muy útil para descalificar como «ateos» a quienes cuestionan el orden vigente (político, socioeconómico, ideológico). No es casual que todo ese fanatismo haya tenido como paladín a Arabia Saudí, la más reaccionaria y proestadounidense de las monarquías retrógradas árabes.

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amplio alcance, como fue la guerra de liberación nacional argelina, o incluso un mero levantamiento caciquil de tribus beduinas promovido por agentes coloniales británicos, caso de at-tawra al-´arabiyya alkubrà que se festeja en Jordania. El prestigio del término tawra hizo que todas las corrientes de la resistencia palestina, fueran los nacionalistas palestinos del Fath, los nacionalistas árabes o los marxista-leninistas, se adjudicaran la palabra. Así, hasta los años noventa, toda la resistencia palestina, tanto la derecha como la izquierda, habló de la tawra palestina. Otra cosa, claro, era lo que cada organización entendiera por tawra, que se limitara a la insurrección contra la ocupación sionista o que implicara unos cambios realmente radicales para la sociedad palestina y las sociedades árabes, más allá de la mera liberación anticolonial. El Fath estaba bastante más a la derecha que los regímenes árabes derrotados en 1967, más a la derecha que el naserismo egipcio y desde luego mucho más a la derecha que el ala izquierda del Ba´t sirio. Una de las consignas favoritas del Fath ha sido tawra hattà-n-nasr (‘revolución hasta la victoria’), pero en este caso las palabras tawra o at-tawra al-filistîniyya (‘la revolución palestina’) no iban más allá del combate de liberación nacional. Bastaba con ver quiénes lo apoyaban para darse cuenta de lo poco revolucionario que tenía que ser y por qué toda su lucha iba dirigida exclusivamente contra Israel, guardándose mucho de criticar a las monarquías petroleras que lo sostenían económicamente. Sin embargo, el carácter mayoritario del Fath en la resistencia palestina le atrajo muchas simpatías árabes y occidentales, que quisieron ver en el Fath mucho más de lo que había;38 buena parte de la izquierda árabe y occidental puso sus esperanzas en el «dinamismo cibernético» (como se decía entonces) del Fath. El Fath practicó un oportunismo táctico sin otra visión estratégica que la idea de crear un estado palestino bajo control de su dirección, utilizando una ideología puramente nacionalista más o menos coloreada con elementos propagandísticos tomados de las ideologías del momento. Conforme la ideología marxista entró en declive a nivel mundial y la Unión Soviética y China perdieron fuerza, el «dinamismo cibernético» del Fath se volvió más conservador hasta en su propia retórica. As-Sâ´iqa, la facción ba´tista prosiria de la resistencia palestina, perdió contenido izquierdista con el ascenso al poder del ala derechista

Lo mismo le había ocurrido a la izquierda occidental y árabe con el FLN argelino. 38

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del Ba´t en 1970. Desde entonces se convirtió en el satélite palestino de un régimen que había traicionado y seguiría traicionando a la resistencia palestina en función de sus intereses. El FPLP ha sido la facción más fuerte de la izquierda palestina. Su origen estuvo en una radicalización de miembros del MNA a consecuencia de la derrota de 1967 y el evidente fracaso del nacionalismo árabe para liberar Palestina. El atractivo de las luchas de liberación antiimperialistas china, vietnamita y cubana les hizo abrazar la que parecía la única ideología efectiva, el marxismo-leninismo. Pero esa radicalización se debió a motivos esencialmente nacionalistas: no se veía la cuestión palestina como una parte de la lucha marxista-leninista sino que esta estaba al servicio de aquella. Por ello, aunque el FPLP se proclamaba marxista-leninista y motejaba al Fath de derechista, a la hora de la verdad sus diferencias no eran demasiado grandes, pues lo que ha primado siempre en el FPLP ha sido el componente nacionalista, más radical que el del Fath y también mucho más panarabista. El líder carismático del FPLP, George Habash, era mucho más admirado y respetado por sus adversarios políticos de derechas que por los de izquierda. La gente del Fath lo describía elogiosamente como honrado e independiente, mientras que sus adversarios de izquierdas, como as-Sâ´iqa y el FDLP, lo describían como hombre autoritario y de derechas. Incluso en el momento más candente de la cuestión palestina, cuando esta (o su sector más radical) amenazaba al régimen jordano, a finales de los años sesenta y en 1970, el semanario del FPLP, al-Hadaf, se distribuía legalmente en la mayoría de los países árabes, incluso en Arabia Saudí.39 Pese a sus declaraciones de marxismo-leninismo, las relaciones del FPLP eran especialmente buenas con el régimen ba´tista iraquí exterminador de comunistas; también eran muy cordiales con Egipto (hasta que Sadat giró a la derecha), lo que podía entenderse tanto en el sentido de que a Egipto le interesaba un contrapeso contra el Fath (vinculado a Siria entre 1965 y 1970) como con el hecho de que, en sus orígenes, los creadores del FPLP habían sido muy pronaseristas. El FDLP ha sido la única organización de la resistencia palestina que por su ideología y su práctica se podía considerar seriamente como revolucionaria, pero era minoritario, más aún que el FPLP, aunque menos que las otras organizaciones. Su inspiración era el maoísmo, Vietnam y la revolución cubana, y el antiejemplo

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Gerard Chaliand, op. cit, pp. 96-97.

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que rechazaba era el FLN argelino. El Fath calificaba al FDLP de «sectario» y el FDLP describía al Fath como «derechista» y «demasiado tolerable para los estados árabes». El FDLP también criticaba al partido comunista jordano acusándole de reformista, de mimético de la política soviética y de aceptar un compromiso con Israel lesivo para los intereses del pueblo palestino. Hasta septiembre de 1970, el FDLP movilizó a refugiados palestinos y campesinos jordanos y consiguió implantarse en un 10% de las aldeas del norte de Jordania; allí donde se implantaba se creaban células y milicias populares, a menudo compuestas por jordanos. Sus milicias populares llegaron a encuadrar a unos 1.200 miembros. Esbozó tentativas de hacer cooperar a los agricultores pobres en campos comunes, repartiendo igualitariamente el producto bajo control del FDLP.40 Era el único movimiento palestino que se esforzaba en dar a sus militantes una formación política: se distribuían libros y folletos marxistas que se leían colectivamente y se comentaban. Por esa época, el semanario del FDLP, al-Hurriyya, sólo se difundía legalmente en el Líbano, Sudán y el Yemen del Sur, en los demás estados árabes estaba prohibido. Una cosa que repugnaba a los fedayín del FDLP era el jerarquismo del Fath y su falta de visión de futuro, que en realidad lo que expresaba era el conservadurismo del Fath y dejar todo lo que no fuera estrechamente nacional para «calendas griegas» con el pretexto de «lo urgente» y «lo prioritario». En 1970 un fidaí del FDLP, que había militado en el MNA y se había sentido decepcionado «por su confusión y su ausencia de métodos democráticos», describía así la diferencia entre una revolución y una limitada visión nacionalista: Es preciso un cambio radical en Oriente para salir de nuestra miseria material y moral. El Fath, al contrario, se jacta de no poseer ninguna ideología; esto significa que adopta las ideas más o menos conservadoras de nuestras regiones. Sus militantes no tienen ninguna formación, y su visión nacionalista es muy estrecha. El Fath habla a menudo de la liberación del país, pero: ¿y las masas? ¿Qué va a suceder con ellas? ¿Es que vamos a seguir el camino de los argelinos? Las masas pobres que lo han dado todo, deberán pagarlo todo.41

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Ibid., p.106. Ibid., p. 139.

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Otros tres fedayín del FDLP describían así lo que habían visto de los del Fath: En el camino de regreso, hemos encontrado a un grupo de El Fath. Hemos dormido en su campamento y, por la tarde, hemos discutido sobre la necesidad de organizarse políticamente. Los jefes de la base han respondido que, en la presente etapa, lo único que importa realmente es el trabajo militar; no cesaban de repetir: después de la liberación ya veremos. Lo que sorprende en ellos son las relaciones jerárquicas muy marcadas: se dirigen a los responsables llamándoles «saidi» (señor).42

Otro fidaí analfabeto (pero con muchas ganas de aprender) del FDLP que había pertenecido al Fath contaba qué es lo que le desagradó de esa organización y le llevó a abandonarla para unirse al FDLP: Completamente desmoralizado, abandoné El Fath y, durante dos meses, estuve desconectado de todo; después oí hablar del F.D.P.: nada de oficiales, nada de jefes, nada de «señor» (saidi), nada de dinero… un «fidayi» no es un mercenario. Vine a ver qué era esto, y me gustó. Ahora me gustaría aprender a leer y a escribir para saber más cosas.43

Hay que saber que, en aquella época, los fedayín del Fath percibían 15 dinares mensuales, los de as-Sâ´iqa cobraban de 10 a 15 dinares, según fueran solteros o padres de familia, los del FPLP entre 7 y 12 dinares, y los del FDLP no percibían ningún salario.44 Precisamente, un punto de conflicto entre la minoría revolucionaria y la mayoría conservadora en la OLP fue la negativa de los conservadores a reconsiderar el problema de los altos salarios de la dirección administrativa de la OLP y de los mandos militares superiores (de 80 a 160 dinares).45 Pero, desde el Septiembre Negro de 1970, la izquierda palestina y el FDLP nunca más volvieron a tener la relevancia revolucionaria que tuvieron en Jordania a finales de los años sesenta y hasta 1970. El investigador libanés Georges Corm llamó a la intervención siria

Ibid., p. 117. Ibid., pp. 139-140. 44 Ibid., pp. 93-94. 45 Ibid., p. 111. 42 43

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de 1976 contra la OLP y sus aliados «la muerte árabe del Che Guevara». Sin embargo, esa «muerte árabe del Che Guevara» más bien había tenido lugar seis años antes en Jordania, porque en el Líbano hubo una resistencia palestina pero no una revolución palestina. Tras la expulsión de Jordania y la caída del sector radical del Ba´t en Siria, el asentamiento de la resistencia palestina en el Líbano hizo perder la base natural de la resistencia y de su radicalización. La entrada de la OLP en el conflicto libanés, con toda su carga de confesionalismo,46 implicaba de facto una derechización. Entre los jordanos, igual que entre los palestinos, había una mayoría sunní y una minoría cristiana. El Líbano, en cambio, era un país con una ligera mayoría musulmana (en la que los chiíes eran más que los sunníes) y una población cristiana que hasta los años cuarenta o cincuenta había sido ligeramente mayoritaria. La mayor parte de la población cristiana detestaba a la OLP, que también terminó ganándose la aversión de la mayoría de los habitantes chiíes del sur del Líbano. Se suponía que, en general, los drusos y los sunníes simpatizaban con los palestinos, pero en realidad la burguesía sunní y la camarilla drusa lo que trataban era de utilizarlos para desplazar del poder al estamento dominante cristiano; en el caso de que hubieran conseguido este objetivo y se hubieran hecho con el control del Líbano, hubieran sido tan hostiles a la presencia libre de la OLP como el resto de los gobernantes árabes. Aparte de las diferencias confesionales, la resistencia palestina en el Líbano no tuvo nunca el carácter revolucionario que le dio la izquierda palestina (sobre todo el FDLP) en Jordania, lo que contribuyó a realzar las diferencias confesionales. Esto resultó fatal a la postre

La guerra civil libanesa fue un fenómeno muy complejo, en el que se mezclaron lucha de clases, confesionalismos, nacionalismos e intereses extranjeros. Aunque al principio hubo dos bandos claramente enfrentados (los llamados «palestino-progresistas», es decir, el Frente Nacional y la OLP, contra los «cristiano-derechistas» del Frente Libanés), muy pronto un bando y otro, compuestos de muchas facciones enfrentadas, se enzarzaron en crueles guerras entre facciones y partidos rivales. El partido mayor de los «cristianoderechistas», las llamadas Falanges Libanesas, llevó a cabo matanzas de sus rivales «cristiano-derechistas» y a menudo se enfrentó no sólo con los armenios izquierdistas sino incluso con los armenios de derechas partidarios de la neutralidad. El bando «palestino-progresista», mucho más heterogéneo (facciones palestinas, izquierda libanesa, nacionalistas árabes y sirios, formaciones confesionales chiíes y sunníes), tampoco pudo durar unido mucho tiempo. 46

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para la resistencia palestina. La gente del Fath se imaginó que bastaba con el simple aumento de la capacidad militar de la resistencia palestina respecto a la que tenía en Jordania y la debilidad militar de sus enemigos libaneses para mantenerse en el Líbano. La derecha palestina hegemónica en la OLP no tuvo en cuenta que eso no era ni mucho menos suficiente, pues más pronto que tarde habría de vérselas con ejércitos muy superiores contra los que no podría sostener una guerra convencional. Efectivamente, no pudo resistir al ejército sirio en 1976 y en 1983, ni al ejército israelí en 1982, por lo que el Fath de ´Arafât fue barrido del Líbano a principios de los años ochenta. Esto le sucedió a la OLP porque no funcionó como una guerrilla efectiva. La resistencia palestina no era «pez en el agua» en el Líbano porque no tenía el apoyo de la población libanesa, un factor que, años más tarde, se mostró determinante para que la resistencia libanesa consiguiera expulsar a los invasores israelíes, como bien explican Gilbert Achcar y Michel Warschawski: Cuando Israel invadió el Líbano en 1982, se enfrentó principalmente a los combatientes de la OLP: en el Líbano, estos últimos eran cualquier cosa menos «peces en el agua», habiéndose puesto en su contra a la población libanesa por un comportamiento arrogante y torpe. La resistencia libanesa que se desarrolló a partir de 1982 y en la que Hezbolá llegó a jugar el papel más importante, fue una cuestión absolutamente diferente: era la primera vez que el ejército israelí se encontraba ante una resistencia armada realmente popular que actuaba en un terreno apropiado para la guerrilla y que disponía de una línea de avituallamiento.47

Pero no fue sólo «un comportamiento arrogante y torpe». Hay mucho más que eso en el fracaso de la resistencia palestina en el Líbano: fue una incapacidad radical para aportar a la población algo que le diera motivos para identificarse con ella y apoyarla. Detrás de ese «comportamiento arrogante y torpe» lo que había era la ausencia de un proyecto revolucionario compartido. En consecuencia, la resistencia palestina sólo exigía solidaridad de riesgos y de sufrimientos sin aportar nada a la población libanesa. La población del sur del Líbano reunía las condiciones idóneas para apoyar a la resistencia palestina

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Gilbert Achcar y Michel Warschawski, op. cit., p. 104.

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si esta hubiera sido revolucionaria: los habitantes del sur del Líbano eran los más pobres de los libaneses y muchos chiíes libaneses eran comunistas. Efectivamente, al principio, la población humilde chií del Líbano simpatizó con los fedayín palestinos en sus choques con la policía y el ejército libaneses, pensando que aquellos podían ser su ejército frente a estos, que se encontraban al servicio de los terratenientes chiíes y de la burguesía cristiana y sunní. Pero la resistencia palestina muy pronto defraudó esas esperanzas. Los guerrilleros palestinos no tenían ninguna intención de hacer cambios sociales y «la revolución palestina» era sólo contra Israel y los libaneses que se interpusieran en su camino. La resistencia palestina, bajo la dirección del Fath mayoritario, que la limitaba a la lucha nacionalista contra Israel, carecía de objetivos revolucionarios para Palestina y para «los países anfitriones». Si esto era así en la cuestión de la lucha de clases y de los regímenes árabes reaccionarios, podemos imaginar cuán pequeña sería también la preocupación por otras cuestiones, como el sexismo, aún más vidriosas si cabe, en tanto que no sólo suponían un conflicto entre clases y con los regímenes sino un conflicto en el seno del pueblo, como expresó muy bien la novelista palestina Sahar Jalîfa:48 Es inevitable comparar la lucha política en sus distintos niveles y la lucha de sexos. Quizás digas que tienen un mismo origen y que llevan a un mismo fin. Eso es verdad, pero las ideas heredadas son diferentes en un caso y otro. En principio, cuando llevas el estandarte de la lucha política no te rebelas contra las concepciones de la sociedad árabe con concepciones opuestas a sus costumbres, sus tradiciones, su religión y sus intereses materiales. En la visión que el pueblo árabe tiene del luchador político se refleja su visión del mártir, la guerra santa

Sahar Jalîfa es una de las más importantes novelistas palestinas. Nacida en Nablus en 1941, describe en sus obras la situación bajo la ocupación israelí, con enfoque crítico tanto de la ocupación sionista como de la condición de la mujer palestina en Cisjordania. Entre sus novelas se pueden mencionar Lam na´ud ÿawârî la-kum [No somos ya vuestras esclavas], as-Subbâr [La chumbera], ´Abbâd ash-shams [El girasol], Mudakkirât imra`a gayr wâqi´iyya [Memorias de una mujer no realista]. En una entrevista a un periódico español describía así la situación bajo el yugo sionista y sus devastadores efectos sobre la sociedad palestina: «La ocupación israelí nos está destruyendo. Hoy Nablus es una ciudad de reaccionarios, fatalismo y consumismo. Muy triste». Su opinión sobre la Autoridad Nacional Palestina tampoco es mucho mejor. 48

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y la defensa del derecho de propiedad. En cambio, la lucha de sexos significa entrar en todos los tabúes. El sexo en la conciencia árabe equivale a libertinaje, fornicación y caída cuando se sale del marco establecido, y cuando está dentro de ese marco es «casaos con las mujeres que os agraden», «los varones son responsables de las mujeres», «al varón le corresponde la porción de dos hembras» y «las mujeres están menguadas de intelecto y religión». Esto significa que la revolución de la mujer no es la revolución de un pueblo contra la explotación de otro, ni es la revolución de la mayoría oprimida contra una minoría opresora, ni es la revolución contra un sistema de gobierno, sino que es la revolución contra un sistema económico, religioso, moral y las denominaciones innumerables que quieras.49

Todo remite a la polémica cuestión que también afectó a España en su día: ¿la guerra y la revolución son inseparables y para ganar la guerra hay que hacer al mismo tiempo la revolución o hay que ganar la guerra primero para poder hacer la revolución? La experiencia dice que las cosas han de hacerse simultáneamente: las energías para ganar la guerra vienen de la revolución, del mismo modo que es la guerra lo que hace desencadenar la situación revolucionaria. La experiencia también enseña que quienes utilizan el pretexto de la prioridad bélica no sólo se equivocan, sino que utilizan la prioridad bélica para oponerse a una revolución que detestan.

Las ideologías vertebradoras de la resistencia de los oprimidos: nacionalismo árabe, nacionalismo palestino, socialismo e islamismo La resistencia a la opresión –sea esta colonialista o de otro tipo– puede encontrar muy diversas formas de expresión. A partir de ahí, la resistencia organizada puede adoptar ideologías muy variadas, dependiendo del nivel de conciencia política de los oprimidos. La resistencia del pueblo palestino contra el colonialismo sionista ha abrazado diversas ideologías, confesionales y laicas, nacionalistas y supranacionalistas. Los palestinos, confesionalmente, eran en su gran mayoría musulmanes sunníes, con una minoría mayor de cristianos y minorías menores de drusos, judíos y samaritanos. El sionismo se presentaba

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Sahar Jalîfa, ´Abbâd ash-shams (Beirut, 1987), p. 211.

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como nacionalismo/colonialismo judío, lo que no dejó de tener repercusiones: los musulmanes y los cristianos se oponían radicalmente al sionismo, mientras que los sionistas consiguieron ganarse a parte de las minorías menores: 1) Los judíos religiosos tradicionales no simpatizaban con el sionismo, pero a veces sufrieron cruelmente el odio a «los judíos» por parte de una población ignorante que no distinguía entre judaísmo y sionismo, porque en principio no concebía más que categorías confesionales y porque los mismos sionistas insistían en identificar sionismo y judaidad. Así, los judíos no sionistas de Safad y Hebrón sufrieron un pogromo en 1929, dentro de unos disturbios generales contra las pretensiones sionistas. 2) Las relaciones de los drusos con los musulmanes sunníes (mayoritarios en el pueblo palestino) eran pésimas a causa del fanatismo sectario de los sunníes, lo que tuvo como consecuencia que los drusos ya en la época mandataria se pusieran de parte de los sionistas. Más tarde, una minoría de los drusos abrazó la causa del nacionalismo árabe y palestino.50 3) Los samaritanos, una minoría muy pequeña, vivía en Nablus. Una parte de ellos siguió habitando en esta ciudad y hablando árabe. Pero otra parte emigró a territorio del estado de Israel y se estableció en la ciudad de Holón; estos samaritanos se han israelizado y hablan hebreo. Las relaciones entre los musulmanes y los cristianos no siempre habían sido buenas, pero unos y otros se unieron ante la amenaza común del sionismo. Por ello, en una primera etapa, la resistencia palestina tuvo un carácter islamo-cristiano frente a «los judíos». Durante el mandato británico, la resistencia palestina fue entorpecida por las divisiones de las familias de «notables» musulmanes como los Husaynî y los Nashâshîbî, que tuvieron consecuencias devastadoras para los palestinos. Esta clase alta caciquil, igual que la clase política sionista, se encargó de sabotear cualquier conato de solidaridad de clase entre los humildes y de impedir cualquier ideología no nacionalista que escapara a su control, lo que produjo una

50 Como Samîh al-Qâsim, uno de los mayores poetas de la resistencia palestina, para muchos el más grande poeta palestino después de Mahmûd Darwîsh.

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desgraciada convergencia entre los dos nacionalismos a costa de los intereses populares de ambas poblaciones. El cacicato palestino sólo hablaba de «judíos» frente a musulmanes (con los cristianos como elemento adjunto) y los sicarios del muftí asesinaban a los sindicalistas árabes, mientras el mandarinato sionista trataba de tener a su «rebaño nacional» bajo control aterrorizándolo con la amenaza de árabes hostiles y pogromistas, utilizando la Histadrut como sindicato amarillo. Habría sido letal para ambas oligarquías una alianza popular que hubiera prescindido del nacionalismo para hacer hincapié en intereses de clase, con una visión estratégica supraconfesional y supraétnica. Pero eso era bastante difícil, teniendo en cuenta la fuerza del sionismo en una población formada por inmigrados atraídos por esa ideología, y teniendo en cuenta el atraso de la población palestina. El campesinado palestino, depauperado y despojado por las ventas de tierras de terratenientes a «los judíos», víctima luego de la política laboral discriminatoria contra los no judíos, se sublevó en nombre de lo único que conocía: la religión. La resistencia se confesionalizaba, la visión política se opaquizaba por el nacionalismo y la religión. El muftí de Jerusalén, Amîn al-Husaynî, se convirtió en el líder de la lucha contra el sionismo; que un clérigo ejerciera el liderato palestino es muy significativo del atraso ideológico y político que padecía entonces el pueblo palestino. Pero en algunos lugares, como Haifa, el mayor desarrollo hizo surgir una clase obrera judía y árabe, con la suficiente conciencia de clase como para no dejarse manipular por los nacionalistas ni por el nacional-confesionalismo de un signo u otro.51 Desgraciadamente, el destino de Palestina no lo decidió una alianza de este tipo sino los políticos de estado, árabes y sionistas. La consecuencia fue la guerra árabe-israelí de 1948 y la brutal limpieza étnica practicada por los sionistas, que convirtió en refugiados a la mayoría de los palestinos. En los años cincuenta y sesenta los palestinos confiaban en que el panarabismo naseriano acabase con el estado de Israel y les devolviese su país. Náser decía que «lo que se perdió por la fuerza, sólo se puede recuperar por la fuerza», y se suponía que, cuando llegara el momento propicio, una nación árabe unida bajo el liderazgo del gran líder liberaría Palestina y realizaría aquello en lo que habían fracasado los regímenes árabes reaccionarios en 1948. Pero la derrota árabe en 1967 fue todavía más bochornosa que la de 1948: «el gran líder» demostró

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Ilan Pappé, op. cit., pp. 160-169.

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ser un demagogo irresponsable,52 mucho más incompetente si cabe que los políticos reaccionarios de veinte años atrás.53 El panarabismo jamás se recuperó tras semejante desastre. Tras la defunción política del naserismo había dos vías: hacia la izquierda o hacia la derecha. La izquierda de la resistencia palestina, siempre minoritaria, tomó como modelos las experiencias maoísta, castrista-guevarista y sobre todo vietnamita; en el caso del FPLP estos modelos eran ante todo de liberación nacional, en el caso del FDLP había también un interés de emancipación social. La izquierda palestina tuvo un papel importante en 1970 en Jordania, donde, si hubiera conseguido derrocar al rey Husayn, quizás podría haber dado una orientación mucho más radical, socialista incluso, a la resistencia palestina, pero la derrota de Septiembre Negro impidió una evolución en esa dirección. Desde entonces, la izquierda palestina fue una corriente secundaria dentro de la OLP, sin grandes posibilidades de alterar esta situación. La derecha palestina, mayoritaria, representada por el Fath, tenía como modelo más bien al FLN argelino, puramente nacionalista, sin contenido revolucionario. El Fath también era mucho más nacionalista palestino que nacionalista árabe. Su objetivo era crear un estado palestino, en principio en todo lo que había sido la Palestina del mandato británico y donde convivirían en pie de igualdad musulmanes, cristianos y judíos, incluyendo a los judíos israelíes que abandonaran

La aviación israelí destruyó la aviación egipcia en un ataque sorpresa y avanzó por el Sinaí; en ese momento, Náser debió advertir de la situación a sus aliados, Jordania y Siria, para que pudieran atacar entonces a Israel, de modo que la aviación de esos países pudiera destruir la aviación israelí cuando estaba repostando, pero en lugar de hacerlo, Egipto envió a sus aliados y al mundo noticias triunfalistas falsas sobre la gran victoria egipcia sobre Israel: los egipcios habrían destruido la aviación israelí, avanzaban victoriosos por el Negev y pronto entrarían en Tel Aviv. Engañados por estas mentiras, los aliados de Náser perdieron la oportunidad de atacar a Israel en el momento propicio y al poco sufrieron a su vez el ataque israelí y la ocupación de Cisjordania y el Golán. La mayor parte de la población del Golán fue víctima de una limpieza étnica y muchos palestinos de Cisjordania (muchos de ellos refugiados de 1948) padecieron un nuevo exilio hacia el otro lado del Jordán. 53 Con el agravante de que él mismo era militar de profesión, lo que supone un plus de incompetencia añadido. Náser sólo pensaba en su popularidad y no podía aceptar que sus rivales jordanos y sirios asestaran la derrota a Israel, después de que él hubiese sido derrotado. 52

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el sionismo. Desde 1974, el Fath estuvo dispuesto a crear un estado palestino en cualquier parte de Palestina liberada de la ocupación israelí, un eufemismo para decir que lo prioritario era crear un estado palestino en los territorios palestinos ocupados en 1967, o quizás incluso sólo en una parte de ellos. Por esa época, el rey Husayn de Jordania renunció oficialmente a Cisjordania en favor de la OLP, a la que los estados árabes y muchos no árabes reconocieron como el único representante legítimo del pueblo palestino. Parecía que la dirección del Fath era cada vez más «realista» y su objetivo era un miniestado palestino, pero el problema con el que se encontraba esta dirección es que las fuerzas que debía movilizar como base de masas eran refugiados pobres de fuera de Palestina, cuya aspiración era el retorno, cosa bastante poco factible para la mayoría de ellos en un miniestado palestino; esta situación dificultaba mucho una formulación clara de los objetivos «realistas» del Fath (miniestado palestino), que de facto implicaban que la dirección de la OLP (donde el Fath era mayoritario y hegemónico) se hiciera cargo de ese miniestado, dejando donde estaba a la mayoría de los refugiados palestinos. La expulsión de la OLP del Líbano facilitó a la dirección del Fath una orientación hacia el «realismo» político, hacia el miniestado, pero la privaba de una capacidad real de presión para conseguirlo. Esta situación sólo cambió con el estallido de la Intifada en diciembre de 1987. Esta insurrección popular contra la ocupación en los territorios palestinos ocupados en 1967 pilló desprevenidos tanto a los dirigentes del Fath como a los israelíes; poco tuvo que ver con los dirigentes de la OLP ubicados en Túnez, pero permitió a estos erigirse en sus portavoces internacionales y más tarde en los interlocutores válidos ante Israel y Estados Unidos. Por su parte, los palestinos que lograron permanecer en los territorios palestinos en los que se constituyó el estado de Israel en 1948 se mantuvieron aparte de la resistencia palestina que cristalizó en la OLP. La gran mayoría eran ciudadanos israelíes, aunque más bien subciudadanos de iure y de facto, israelíes de quinta categoría,54 sometidos hasta 1966 a un gobierno militar. El partido comunista se convirtió en el partido de los palestinos israelíes al ser el único partido no sionista del espectro político israelí, pues durante mucho tiempo la «democracia» israelí no permitió la existencia de ningún partido nacionalista

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pes.

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Literalmente: por debajo de ashkenazis, sefardíes, «orientales» y etío-

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árabe o palestino.55 En los años cincuenta, el partido comunista se escindió en dos: un partido comunista de mayoría judía, que conservó el nombre antiguo de Partido Comunista Israelí (conocido como Maki, abreviatura del nombre hebreo del partido: ha-Mifléget ha-Komunistit ha-Yisraelit), y un partido comunista más decididamente antisionista, el Rakah, de mayoría palestina, aunque su secretario general, Meir Vilner, era un judío ashkenazi. Se dio la paradoja de que el Rakah fuera un partido de «apestados» por partida doble, tanto en Israel como en el mundo árabe: 1) En Israel se veía al Rakah como el refugio y el camuflaje del nacionalismo árabe y palestino, era un partido marginal al que no se permitía participar en las coaliciones de gobierno, pues el consenso sionista dominaba totalmente la política del estado y rechazaba a cualquier partido que como el Rakah no fuera sionista. 2) Para los regímenes nacionalistas árabes del exterior (como el sirio o el argelino)56 eran traidores y colaboracionistas. En los congresos internacionales a los que asistían representantes del Rakah, cuando estos tomaban la palabra, las delegaciones siria y argelina se retiraban, actitud que imitaban otros invitados árabes;57 aunque el discurso de los delegados del Rakah era esencialmente antisionista, los veían como traidores porque no pedían la destrucción de Israel. Hasta los años ochenta, el islamismo fue irrelevante en la resistencia palestina. En el Fath había un componente islámico, pero no puede decirse que hubiera un componente islamista; el Fath tenía

En enero de 2009, la judicatura israelí prohibió la participación en las elecciones de los partidos árabes, pero poco después el Tribunal Supremo derogó esta prohibición. 56 El régimen argelino trataba de compensar sus deficiencias sociales y políticas internas con un discurso populista ultranacionalista, que pretendía «enseñar» a los palestinos cómo se hace una «revolución». Naturalmente, la «revolución» a la que se refería la nomenclatura argelina era de ese tipo que la izquierda palestina tomaba como ejemplo de lo que Palestina no debía ser después de la liberación. 57 José A. Itzigsohn, Una experiencia judía contemporánea (Buenos Aires: Paidós, 1969), p. 136. 55

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un discurso secular y supraconfesional.58 La izquierda palestina era laica. Hasta el estallido de la Intifada, la resistencia palestina no tenía ninguna tendencia islamista y, en líneas generales, había sido hostil a los islamistas, en quienes había visto colaboracionistas conscientes o inconscientes del enemigo. Hasta el meramente nacionalista Fath y la derecha anticomunista eran conscientes de que la URSS era un contrapeso vital contra un Israel apoyado por Estados Unidos, de manera que debilitar a la URSS era suicida. En estas condiciones, poca simpatía podía haber en las filas de la OLP por unos islamistas que eran tanto o más visceralmente antisoviéticos que antiestadounidenses y que en lugar de pelear contra Israel y sus aliados hacían un trabajo impagable para Estados Unidos en Afganistán. El fenómeno islamista representado por Hamâs59 se desarrolló en los territorios palestinos ocupados por Israel en 1967, sobre todo en la Franja de Gaza,60 con el favor y el beneplácito de los invasores israelíes, que veían en los islamistas una forma de debilitar a la OLP y de dividir la resistencia. Pero la cosa no tardó en írseles de las manos a los aprendices de brujo, porque la nueva resistencia islamista, joven, radical y dentro de Palestina, se les volvió más peligrosa para ellos que la anterior. La caída de la URSS contribuyó muchísimo a catalizar el proceso de islamistización: la URSS ya no podía prestar ayuda, los referentes anteriores estaban en declive (la China maoísta, Vietnam,

58 El Fath también tenía militantes cristianos. La propaganda del Fath insistía en la unidad supraconfesional del pueblo palestino, la convivencia armónica entre musulmanes y cristianos, a la que se podrían sumar los judíos que renunciaran al sionismo. En la OLP también hubo algunos judíos antisionistas que se sentían palestinos. 59 Hamâs en árabe significa ‘entusiasmo’, pero en árabe (idioma en el que no suelen escribirse las vocales breves) también son las siglas de Harakat alMuqâwama al-Islâmiyya (‘Movimiento de Resistencia Islámica’). 60 Téngase en cuenta que en Cisjordania había una minoría cristiana de cierta importancia, mientras que en la Franja de Gaza la casi totalidad de la población es musulmana. La mayoría de los habitantes de Cisjordania son autóctonos, aunque hay muchos refugiados de 1948, mientras que en la Franja de Gaza la mayoría de la población está formada por refugiados en un territorio mucho menor. Cisjordania nunca ha dejado de tener contacto con Jordania, mientras que la Franja de Gaza es un gueto. El desarrollo de la corriente islamista en la Franja de Gaza también debe mucho a la influencia de los Hermanos Musulmanes egipcios durante el tiempo que el territorio estuvo bajo administración egipcia.

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Cuba), el auge del islamismo se movía en el declive pavoroso de las ideologías laicas. Pero Hamâs no es comparable con los demás movimientos islamistas sunníes reaccionarios en la órbita saudí,61 sino que se asemeja a movimientos de resistencia popular como el Hizbullâh chií del Líbano. El prestigio de Hamâs se debe a la honradez de sus militantes, identificados con el pueblo. Hamâs no lucha por «un estado palestino» como la clase política del Fath, sino por el pueblo palestino;62 Hamâs está

61 Hamâs no está en la órbita saudí, y no puede estarlo, puesto que los intereses saudíes son diametralmente contrarios a los de los refugiados de la Franja de Gaza. Pese a ser una organización islamista sunní, sus aliados son Hizbullâh, el régimen sirio e Irán. 62 Significativamente, Hamâs, con una visión inteligente y humana, pero también con la honradez de sus dirigentes, ligados al pueblo, ha rechazado siempre la demonización de los familiares de los colaboracionistas, considerando que son unos colonizados más, víctimas del colonialismo sionista. Por ello, los militantes de Hamâs ejecutan a los colaboracionistas, ya que trabajan para los sionistas, pero acto seguido brindan su apoyo económico y moral a sus familiares. Con ello Hamâs distingue entre los traidores y sus familiares inocentes, considera que unos y otros son víctimas del enemigo, rechaza la división entre palestinos humildes y se gana el apoyo de los familiares de los colaboracionistas, en lugar de convertirlos en una casta de parias condenados al colaboracionismo, como ocurrió en Argelia con los harkis. Esta diferencia fundamental entre el FLN y el Fath por una parte y Hamâs por la otra, es muy significativa de las diferencias tácticas y estratégicas de unas organizaciones y otras. Los tiranos de mañana, para justificarse, tenían que utilizar un chivo expiatorio; en cambio, la concepción de Hamâs es de liberación integral del pueblo palestino, incluyendo a quienes han sido utilizados por los invasores y sometidos a la degradación de convertirse en traidores y colaboracionistas. Este modo de obrar de Hamâs en las duras condiciones de la ocupación sionista, contrasta con el caso de Argelia, donde los colaboracionistas (los harkis) fueron tratados muy cruelmente, y hasta el día de hoy los descendientes de los harkis constituyen en Argelia una casta de parias. El trato inhumano dado a esta categoría de parias (que en realidad eran también víctimas del colonialismo francés, que los utilizó y los abandonó a la venganza del FLN) sirve para legitimar por contraste los privilegios de la nomenclatura de la élite de vencedores, que utilizó el nacionalismo (argelino y panárabe) y la religión (islámica) como ideología justificadora de sus privilegios y de su detentación del poder y la riqueza. Las duras represalias en Francia contra «colaboracionistas» de medio pelo y mujeres apolíticas que habían tenido relaciones sexuales con soldados alemanes tuvieron la misma función de chivo expiatorio: los franceses

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implicado con las necesidades de la población, sobre todo con la de la Franja de Gaza, una población que no ganaría nada si se sustituyera la ocupación militar israelí por la dictadura de un miniestado palestino dominado por el Fath.

La fragmentación del pueblo palestino: «árabes israelíes», cisjordanos, habitantes del gueto de la Franja de Gaza y palestinos que viven fuera de Palestina Los acuerdos de Sykes-Picot y las posteriores divisiones del territorio de la Gran Siria dieron lugar a la fragmentación del país en cuatro nuevas entidades políticas: Siria, Líbano, Jordania y Palestina. La guerra de 1948 dio lugar al estado de Israel, que se hizo con 20.000 de los 26.000 kilómetros cuadrados de la Palestina mandataria. Los 6.000 kilómetros restantes constituyeron lo que en lo sucesivo se conoció como Cisjordania y la Franja de Gaza. Cisjordania fue anexionada al estado jordano y la Franja de Gaza quedó bajo administración egipcia. Pero en 1967 el estado de Israel se apoderó de estos territorios, así como del Sinaí egipcio63 y el Golán sirio.64

se cebaron en estas personas para compensar psicológicamente la vergüenza de su colaboracionismo pasivo mayoritario y porque la clase dominante francesa no tenía ningún interés en que se hiciese un análisis y una purga reales contra los beneficiarios del fascismo. En el este de Europa, donde la desnazificación se llevó a conciencia, la represión de los vencedores no se cebó en tales personas, pero en el oeste se trató de salvar los intereses y beneficiarios del fascismo utilizando como chivo expiatorio a desgraciados de medio pelo. En la película palestina El paraíso ahora (Hany Abu-Assad, 2005) se ve muy bien el modo de obrar de Hamâs y el sufrimiento ocasionado por la ocupación: uno de los protagonistas, hijo de un colaboracionista ejecutado por Hamâs, decide finalmente inmolarse en un atentado kamikaze de Hamâs como venganza por la extrema degradación que los israelíes infligieron a su padre convirtiéndolo en colaboracionista; es la venganza del hijo del colaboracionista. Nada que ver con la situación de los harkis y sus descendientes en Argelia y Francia. 63 Los israelíes establecieron colonias judías en el Sinaí, pero hubieron de desmantelarlas cuando se tuvieron que retirar a raíz de los acuerdos de Camp David entre Israel y Egipto, que estipulaban la devolución del Sinaí a Egipto. Ya en 1974 y 1975 hubo una retirada israelí parcial de la parte más oriental del Sinaí. 64 La población del Golán fue objeto de una cruel limpieza étnica por parte de los invasores israelíes, con excepción de la población drusa, a la

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Como consecuencia de la guerra de 1948, la mayoría de los palestinos fueron expulsados de sus hogares y se convirtieron en refugiados, unos dentro del estado de Israel, Cisjordania y Gaza, otros fuera de Palestina, en Transjordania, Siria y Líbano. Los palestinos que permanecieron en el territorio de lo que en lo sucesivo fue el estado de Israel se convirtieron en (sub)ciudadanos «árabes» de Israel y algunos en «presentes ausentes».65 Estuvieron sometidos hasta 1966 a un régimen de «administración militar» y sufrieron confiscaciones de tierras para establecer a colonos judíos en programas de judaización de las tierras palestinas. Además de las tierras arrebatadas a los refugiados, de las 110.000 hectáreas que poseían los palestinos israelíes, 70.000 les fueron expropiadas utilizando distintos pretextos.66 Los palestinos que se libraron de la limpieza étnica de 1948 habitan sobre todo en tres regiones: 1) Galilea, donde se concentra la mayoría de la población palestina; Nazaret y la ciudad vieja de Acre son ciudades mayoritariamente palestinas. 2) El Triángulo, formado por una docena de localidades al sur de Galilea limítrofes con Cisjordania. 3) El Negev; la mayoría de ellos son beduinos, tradicionalmente apartados de la cuestión nacional palestina. Si los palestinos ciudadanos de Israel son ciudadanos de quinta categoría, los palestinos de Cisjordania y Gaza desde 1967 están so-

que los israelíes se pensaban ganar de una manera similar a la mayoría de los drusos de Palestina, pero los drusos golanitas rechazaron la ocupación y se negaron a aceptar la nacionalidad israelí. En 1974, tras la guerra árabe-israelí de 1973, Israel se retiró de una pequeña parte del Golán, que incluía la ciudad de Qunaytra, pero antes de retirarse la dinamitaron. En 1981, el estado de Israel se anexionó oficialmente la parte del Golán bajo su dominio, poblada mayoritariamente por colonos judíos y la minoría de drusos sirios que habían permanecido. 65 Los «presentes ausentes» han sido los palestinos del estado de Israel que por un motivo u otro no fueron registrados por el censo israelí de 1949, lo que sirvió de pretexto para privarlos hasta el día de hoy de sus hogares y propiedades e incluirlos en una infracategoría kafkiana de la política sionista. 66 Nathan Weinstock, op. cit., p. 407.

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metidos a una situación puramente colonial. Sin embargo, la situación difiere en una región y otra:67

1) En Cisjordania, aunque hay muchos refugiados, la mayor parte

de la población es originaria del territorio. Cisjordania tiene una extensión de 5.860 kilómetros cuadrados, una población de 2.400.000 habitantes, un 45,7% de personas bajo el umbral de la pobreza, un paro del 20,3%, una edad media de 18,5 años y una media de hijos por mujer de 4,71. 2) En la Franja de Gaza la situación es mucho peor. En 1948, este exiguo territorio recibió 130.000 refugiados, una población más numerosa que los nativos del lugar, sin contar con que muchos de estos últimos se convirtieron en «refugiados económicos», ya que sus tierras de cultivo quedaron dentro de los territorios ocupados por los sionistas y se las arrebataron. La Franja de Gaza es un gueto superpoblado de refugiados de 1948 sobre una superficie de 365 kilómetros cuadrados, cuya población asciende a 1.400.000 personas, de ellas el 81% bajo el umbral de la pobreza, un paro del 30,3%, una edad media de 16 años y una media de hijos por mujer de 5,78. Mención aparte merecen los palestinos de Jerusalén, es decir, de la parte de Jerusalén que hasta 1967 estuvo en manos de Jordania. El 28 de junio de 1967, unas semanas después de la ocupación, el estado de Israel declaró anexionada la parte cisjordana de Jerusalén, con lo que sus habitantes pasaron a engrosar la categoría de «árabes israelíes», al margen de los demás palestinos de Cisjordania. Después de 1948, el reino de Jordania se anexionó Cisjordania y otorgó la ciudadanía jordana a todos los palestinos residentes en Cisjordania y Transjordania,68 porque la intención de los reyes hâshimíes jordanos siempre había sido repartirse con los sionistas Palestina, y encontraron entonces la ocasión para anexionarse la mayor parte

El País, viernes 15 de junio de 2007, p. 3. Desde entonces se conoció como Transjordania (en árabe ad-Daffa ashSharqiyya, ‘la orilla oriental’, se entiende que del Jordán) a lo que hasta entonces había sido Jordania (en árabe al-Urdunn), y como Cisjordania (en árabe ad-Daffa al-Garbiyya, ‘la orilla occidental’) a la parte de Palestina anexionada al reino jordano y luego ocupada por Israel. 67 68

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de la Palestina no conquistada por los sionistas. Así, los palestinos nativos de Cisjordania y los refugiados establecidos en Cisjordania y Transjordania se convirtieron en súbditos jordanos. En la actualidad, en la propia Jordania (que en los años setenta renunció a Cisjordania y se redujo a Transjordania de nuevo) los palestinos son muchos más que los jordanos de origen: el 70% de la población de Jordania es palestina. No obstante, los palestinos constituyen una población de segunda categoría frente a los jordanos originarios, que a los reyes de Jordania siempre les han parecido mucho más fiables como súbditos69 que los palestinos. Por su parte, Egipto acantonó a los refugiados palestinos en la Franja de Gaza, convertida en un gueto superpoblado. Cuando en los acuerdos de Camp David los israelíes sugirieron la posibilidad de devolver con el Sinaí también la Franja de Gaza, los gobernantes egipcios prefirieron no aceptar la oferta de volver a hacerse cargo de la administración de tan conflictivo territorio. Los refugiados palestinos en el Líbano y Siria recibieron un estatuto aparte y ninguno de estos estados intentó integrar a los refugiados palestinos otorgándoles su ciudadanía; también se les prohibía adquirir tierras de cultivo o comprar una casa o un piso. Desde el punto de vista sirio, compartido por otros estados nacionalistas árabes, los palestinos no debían ser integrados en los países de acogida sino mantenidos como un colectivo aparte que sería repatriado cuando se produjese la liberación de Palestina. Pero estos estados, con regímenes que hacían del nacionalismo árabe su ideología de estado, como Siria o el Egipto naserista, tampoco tenían ninguna gana de hacer la función de Vietnam del Norte para un Vietcong palestino, de manera que la solución para la situación de los refugiados palestinos la posponían para «calendas griegas»... En la práctica, esto significaba mantenerlos en una situación de marginación, discriminación y desesperación, que la mayoría de los refugiados viviera entre la caridad de la UNRWA70 y la condición de trabajadores subempleados.

El rey ´Abd Allâh, que se anexionó Cisjordania, fue muerto por un refugiado palestino que le consideraba un traidor en connivencia con los sionistas. La base de la monarquía jordana siempre ha sido un ejército de beduinos y circasianos y el apoyo de Gran Bretaña, Israel, Estados Unidos y Pakistán. 70 La UNRWA es la Organización para la Ayuda a los Refugiados Árabes de Palestina, organización creada a raíz de la guerra árabe-israelí de 1948 para ayudar a sobrevivir a los refugiados palestinos víctimas de la limpieza étnica 69

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Los gobernantes libaneses no compartían el nacionalismo árabe, pero se negaron a integrar a los refugiados palestinos como ciudadanos libaneses o en igualdad con los libaneses. La mayoría de los refugiados palestinos eran musulmanes sunníes, por lo que incluirlos como ciudadanos libaneses habría alterado en contra de los cristianos y los maronitas las proporciones confesionales. Los políticos no tenían ninguna gana de hacer la guerra a Israel para liberar Palestina y devolvérsela a los refugiados, pero la teórica hostilidad hacia Israel les servía de pretexto para no integrar a los palestinos y mantenerlos en una situación de inferioridad y explotación. La mayoría de los palestinos del Líbano eran una mano de obra barata explotable en beneficio de los capitalistas y los terratenientes libaneses. Esa fue una de las razones de la guerra civil libanesa: los refugiados palestinos del Líbano encontraron en la OLP la organización que expresó su oposición al expolio israelí y la opresión libanesa. Desgraciadamente, su situación en el Líbano sigue siendo lamentable: 1) En una población de 4.200.000 personas, 400.000 son refugiados palestinos, es decir, casi una décima parte de la población del Líbano. 2) El 60% de los habitantes de los campos de refugiados palestinos en el Líbano viven bajo el umbral de la pobreza. 3) Tienen un acceso muy limitado a la sanidad pública y al sistema educativo, la mayoría depende de la ONU y la UNRWA para la educación y la asistencia sanitaria. Desde que la OLP tuvo que abandonar el Líbano en 1982, su situación se ha deteriorado muchísimo en todos los aspectos, incluyendo la infraestructura sanitaria. 4) Tienen prohibidas 20 profesiones (hasta 2005 eran 72 las profesiones prohibidas, medicina y enseñanza incluidas). La ley les prohíbe asimismo poseer viviendas o comercios en propiedad y que los leguen a sus hijos. Además de los palestinos que habitan en Palestina (Israel, Cisjordania y la Franja de Gaza) y en Jordania, Siria y Líbano, existe una diáspora palestina que ha llegado mucho más lejos. Hay cientos de miles de palestinos en las monarquías petrolíferas de Arabia, cientos de mi-

llevada a cabo por el estado sionista.

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les de palestinos en Latinoamérica (la mayoría de ellos cristianos)71 y otros muchos en Europa, Canadá y Estados Unidos; en este último país los palestinos constituyen el 9% de los árabes estadounidenses.72 Los que emigraron a las monarquías petrolíferas de Arabia a menudo prosperaron y algunos hasta se hicieron ricos, pero en esos estados han constituido una categoría de habitantes de segunda y la ciudadanía de esos estados les ha estado siempre vedada, aun cuando hayan nacido allí, incluso aunque lleven varias generaciones residiendo y trabajando en esos países y a pesar de que sean la población árabe más dinámica y culta. Esta situación explica la actitud proiraquí de los palestinos residentes en Kuwayt cuando Saddâm Husayn invadió y anexionó el emirato a Iraq en 1990.73

La explosión demográfica palestina Los palestinos viven una explosión demográfica, el crecimiento demográfico palestino es uno de los mayores del mundo. En el año 2000, los «árabes israelíes» constituían el 20% de la población del estado de Israel, sin contar a los palestinos de los territorios ocupados en 1967, que son muchos más. A este paso, en el 2040 pueden ser la mitad de la población israelí. Los israelíes judíos sienten pánico ante la demografía palestina. Los más racistas abogan abiertamente por la expulsión masiva de los palestinos, tanto de los que son ciudadanos israelíes como de los que viven en Cisjordania y la Franja de Gaza. Este proyecto racista de «limpieza étnica» lo proponía abiertamente en los años ochenta el rabino Meir Kahana,74 dirigente del ala más extremista de la derecha

En Iberoamérica hay más palestinos cristianos que en la misma Palestina. Moisés Hasan, alcalde de Managua durante la revolución sandinista, era hijo de padre palestino. Rafiq Handal, comandante de la guerrilla salvadoreña del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional, era hijo de padres palestinos. 72 Râniya al-Misrî, «¿Man anâ fî-l-Wilâyât al-Muttahida?», en al-Âdâb, n.º del 10-12-2006, p. 22. 73 Una vez que «los aliados» devolvieron al emir su estado y a los kuwaytíes sus privilegios, la población palestina de Kuwayt fue objeto de brutales represalias y expulsada. 74 Meir Kahana (1932-1990) era un judío estadounidense, que en su país de origen creó un movimiento fascistoide llamado Liga de la Defensa Judía, responsable de actos vandálicos y terroristas. Una vez emigrado a Israel, Meir 71

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israelí. El poeta palestino Mahmûd Darwîsh,75 en su artículo La Torá de Kahana, describe así a este dirigente sionista y sus prédicas: Meir Kahana llama a destruir las casas de los árabes, a desarraigarlos de la tierra, y expresa el complejo sexual-racista en su visión de «la sementalidad árabe», que se transforma en un peligro para la seguridad y la moral, y sermonea llorando antes de la tarde: «Dentro de una

Kahana fundó la organización Kaj, que trató de captar para la extrema derecha a judíos «orientales» marginados, aunque la mayoría de los secuaces de Kahana eran judíos fanáticos procedentes de Estados Unidos y la Unión Soviética. En 1984 el Kaj obtuvo un diputado (el propio Kahana), pero en 1988 el partido fue excluido de las elecciones por ser considerado una organización fascista demasiado impresentable. Murió asesinado en 1990. 75 Mahmûd Darwîsh (1942-2008) es el más famoso poeta de la resistencia palestina. Nació en la aldea galilea de al-Birwa, que fue destruida a raíz de la creación del estado de Israel. No obstante, pese a la destrucción de su localidad natal y a que pasó algún tiempo con su familia en el Líbano, pudo volver en 1950, aunque no llegó a obtener la ciudadanía israelí y su estatuto jurídico en el estado sionista fue una entelequia kafkiana. Tras los estudios secundarios, trabajó como redactor en el diario al-Ittihâd, del Rakah. Luego fue redactor literario de la revista al-Ÿadîd, también del Rakah. Pasó varias temporadas en la cárcel por su militancia política antisionista y por la publicación de sus poemarios, considerados subversivos contra el estado sionista. El poemario que le hizo más famoso en el mundo árabe, Enamorado de Palestina, lo escribió en la cárcel. Emigró de Israel en 1970 y residió sucesivamente en Moscú, El Cairo, Beirut, Túnez, París y Ammán. En 1993 se distanció de la dirección palestina por su desacuerdo con los acuerdos de Oslo. Desde 1972 fue redactor jefe de la revista Shu`ûn Filîstiniyya [Asuntos palestinos] y director del Centro Palestino de Investigaciones. Fundó la revista literaria al-Karmil [El Carmelo] y fue su director. Es autor de muchos poemarios: Las hojas del olivo, Enamorado de Palestina, El fin de la noche, Los pájaros mueren en Galilea, Mi amada se levanta de su sueño, Te amo o no te amo, Intento número 7, Ésa es su imagen y éste el suicidio del enamorado, Bodas, Elogio de la sombra alta, Asedio de los elogios del mar, Es canción, es canción, Menos rosas, Veo lo que quiero, Once estrellas, ¿Por qué dejaste solo el caballo?… También ha escrito obras en prosa: Algo sobre la patria, Diario de la tristeza habitual, Adiós guerra, adiós paz, Una memoria para el olvido... Recibió premios como el Lotus de literatura de África y Asia en 1969, el Premio Avicena en 1982, el Premio Lenin en 1983, el Premio del Mediterráneo, el Escudo de la Revolución Palestina o el Premio Europeo de Poesía. Su obra se ha traducido a más de cuarenta idiomas.

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hora, señores, los árabes se sentarán en los cafés con las muchachas judías. Vendrá Ibrahim de Kafr Qâsim o de Sajnîn, verá a una chica judía guapa, le dirá: Al-salam ´alaykum, señora… Ellos ahora se ríen, y yo lloro. Oh, hijas de Israel, ¿qué os ha ocurrido, hijas de Israel? Han destruido la Tierra Santa, la han destruido el Mapai y el Mapam. ¡Oh, Dios! Cuatro mil chicas judías están casadas con árabes, sin contar los miles de chicas judías que viven con los árabes sin casarse. ¿Este es el sueño del pueblo elegido… el pueblo sagrado?». Y añade: «Dentro de diez años no tendremos estado, señores. ¿No comprendéis eso, señores? Para la juventud judía hay ejército y deberes. Y el árabe se burla de nosotros y se ríe de nosotros. Pasea libremente, en el bolsillo tiene dinero y del brazo una chica judía. Se ríe de nosotros (....) Procrean seis hijos o siete. ¿Somos un pueblo normal? Cuando el joven judío termina su servicio militar el árabe de su edad está casado y ha tenido dos o tres hijos. ¿Cuál será el número de los árabes, ciudadanos de este estado? ¿Queréis democracia?…Bueno, ¿cuántos serán entonces los árabes en la Knesset?76 Democracia… ja…ja…ja».77

A día de hoy, no son sólo los seguidores de Meir Kahana los que propugnan abiertamente la política de limpieza étnica total contra los palestinos, sino incluso partidos que forman parte de las coaliciones gubernamentales israelíes, como los partidos de extrema derecha creados por los numerosísimos rusos emigrados a Israel tras la caída de la

Meir Kahana ponía el dedo en la llaga del sionismo: ¿es compatible el sionismo con la democracia? Evidentemente no. Si durante el mandato británico la población de Palestina hubiera podido decidir, el país jamás se hubiera abierto a la colonización sionista, y si en 1948 la población palestina hubiese decidido en referéndum su destino, no habría habido estado de Israel (los judíos eran un tercio de la población); si los refugiados hubieran sido repatriados como exigían las resoluciones de la ONU, el estado de Israel se habría vuelto binacional; si prosigue la explosión demográfica palestina, el estado de Israel deberá dejar de ser sionista o tendrá que convertirse abiertamente en un sistema de apartheid similar al surafricano, convirtiendo a sus hasta ahora (sub)ciudadanos «árabe-israelíes» en súbditos sin derecho a voto, similares a los negros en la Suráfrica racista, si es que los dirigentes sionistas no optan abiertamente por una limpieza étnica de proporciones mayores que la de 1948, tal como proponía Meir Kahana y como proponen ahora abiertamente algunos partidos sionistas. 77 Mahmûd Darwîsh, ´Âbirûn fî kalâm ´âbir (Casablanca, 1991), pp. 7879. 76

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Unión Soviética.78 Estos partidos son laicos, incluso virulentamente laicos, pero se llevan la palma en racismo,79 hasta el punto de que lo que antes era un fenómeno marginal en el panorama político israelí y repudiado por la mayoría de los políticos sionistas israelíes «respetables», se ha convertido en una fuerza política considerable que tiene un papel decisivo en la formación de los gobiernos israelíes. Sería erróneo imaginar que la limpieza étnica sea cosa exclusiva de ultraderechistas marginales; nada más lejos de la realidad, pues es la política inherente al sionismo, propugnada y practicada por los sionistas laboristas en el pasado y que empiezan a plantearse nuevamente. Un informe del año 2001 encargado por el gobierno de coalición a

78 Llegaron más de un millón de rusos que se decían judíos, aunque la judaidad de muchos de ellos fuera muy discutible tras setenta años de ateísmo oficial, de rusificación lingüística y cultural y de matrimonios mixtos con rusos no judíos. La mayoría de ellos no eran religiosos en absoluto, no faltaban los que, si profesaban alguna creencia religiosa, era la cristiana ortodoxa, aunque hubieran obtenido la ciudadanía israelí acogiéndose a su condición judía, ocultando sus creencias cristianas si las tenían y apelando a un origen judío (una madre judía real o inventada les servía para acogerse a «la ley del retorno»). Las motivaciones de la gran mayoría de los rusos para emigrar eran abandonar países arruinados como Rusia y otras repúblicas ex soviéticas y poder establecerse en un estado más rico. La mayoría están muy apegados a la cultura y la lengua rusas, de manera que a día de hoy el ruso se ha convertido de facto en el tercer idioma de Israel, después del hebreo y el árabe. Los sionistas israelíes no tuvieron inconveniente en aceptar a estos inmigrantes rusos de dudosa judaidad porque les eran muy útiles para aumentar el número de judíos en Israel y porque eran blancos, europeos y de origen ashkenazi. La facilidad con la que el estado de Israel ha aceptado a estos inmigrantes europeos contrasta con las dudas sobre la judaidad de los judíos negros de Etiopía y dice mucho del carácter racista eurocéntrico de los gobernantes israelíes. 79 Aunque sea anecdótico y marginal, pero que vale como punta del iceberg de lo que son los rusos en Israel, está la noticia del año 2007 sobre unos jóvenes nazis israelíes que agredieron a un mendigo y le obligaron a ponerse de rodillas y «pedir perdón al pueblo ruso por ser heroinómano y judío». Estos rusos israelíes, que serían en su país de origen «judíos» y víctimas del racismo judeófobo de los ultraderechistas rusos, en Israel se convierten en nazis rusos que se consideran no judíos (o se avergüenzan de serlo) y agreden a indigentes toxicómanos judíos. El odio racista desquiciado de la minoría rusa puede orientarse contra cualquier «cabeza de turco» lo suficientemente débil: palestinos, judíos indigentes... unas veces en nombre de un nacionalismo sionista virulento, otras de un nacionalismo ruso delirante.

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la Universidad Interdisciplinar de Herzeliya, residencia de profesores universitarios en su mayoría laboristas, incluía la recomendación de «transferir» fuera del estado de Israel a los palestinos israelíes si llegaran a duplicar su tasa de población (del 20% al 40%).80 Esto da idea de cómo la discriminación y la limpieza étnica son inherentes al sionismo y también del pavor que los sionistas sienten por la demografía palestina. Lo que los sionistas israelíes no quieren entender es que la política sionista contra los palestinos es la causa de esa explosión demográfica. Al pauperizar, proletarizar y desposeer a los palestinos, los convierten en una población que no tiene nada que perder teniendo un sinfín de hijos. Precisamente, los palestinos que no tienen muchos hijos, los más cultos y cualificados, son los que emigran, porque la discriminación a las que los somete Israel les cierra cualquier horizonte que no sea el de emigrar.81 Si los israelíes quisieran seria y humanamente desarticular esa «bomba demográfica» habrían tratado de mejorar el nivel económico, social y cultural de la población palestina, garantizándole la igualdad y los derechos humanos, políticos, civiles y sindicales, en lugar de desposeerla, pauperizarla, privarla de todo derecho y tratar de conver-

Ilan Pappé, op. cit., p. 390. Lo que también tiene consecuencias confesionales: los cristianos son cada vez menos y los musulmanes son cada vez más, porque los musulmanes proporcionalmente son más pobres. En Cisjordania, el número de cristianos es menor que en 1967 a causa de la emigración, a pesar de que la población palestina en su conjunto se ha multiplicado en progresión geométrica, lo que significa que los musulmanes son numérica y proporcionalmente muchos más que los que eran antes, mientras que los cristianos son cada vez menos numérica y proporcionalmente; esto se debe a que la población cristiana es más culta, tiene mayores expectativas y por ello su natalidad es menor, por lo que encuentra más insoportable la situación y emigra más. En Israel, donde las condiciones de la población palestina son mejores que en Cisjordania, la población palestina cristiana ha aumentado en número, pero también en Israel se observa que la población cristiana tiene una natalidad más baja que la musulmana. La natalidad palestina musulmana en Israel es quizás la natalidad más alta del mundo. Esta disparidad entre palestinos cristianos y musulmanes no se debe tanto a factores confesionales como a que, de los palestinos que permanecieron en 1948, los musulmanes eran aldeanos mucho más atrasados que los cristianos, que en su mayoría vivían en ciudades y se habían beneficiado de un nivel educativo más alto. 80

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tirla en «una casta de siervos de los judíos». La mejor forma de que los palestinos tengan pocos hijos es que sus condiciones de vida sean prósperas, que sean cultos, que no sean discriminados y que vivan en la abundancia, la prosperidad y la igualdad. Pero la política sionista ha procurado por todos los medios que sean más pobres, incultos y desesperados que los judíos israelíes y, por consiguiente, que sean mucho más prolíficos. Son las paradojas, las contradicciones y los efectos bumerang de una política racista. Expoliando, explotando y pauperizando a un pueblo han creado una bomba demográfica. Es una situación muy parecida a la que provocaron los racistas blancos en Suráfrica con su sistema inhumano de explotación y discriminación contra los negros. Les horrorizaba la demografía galopante de los negros del país, pero esa demografía era la consecuencia del atraso, la miseria y la incultura a los que los condenaba el racismo.

El mito del «estado palestino»: del maximalismo demagógico de los comienzos de la olp a la aceptación de la «bantustanización» por la burguesía compradora palestina Como su nombre indica, el objetivo inicial de la Organización para la Liberación de Palestina, fundada en 1964, era liberar Palestina de la ocupación sionista y el retorno de los refugiados expulsados en 1948. A esta organización se fueron adhiriendo las distintas organizaciones de la resistencia palestina. La OLP se ganó a la mayoría de los refugiados, no sólo por su objetivo político de devolverles su patria sino porque les proporcionó un sistema asistencial, sanitario y educativo mejor que el facilitado por la UNRWA, hasta el punto de que el nivel educativo de los palestinos llegó a ser uno de los más altos del mundo árabe. La OLP dotó a los palestinos de una organización que representaba su causa ante el mundo y defendía sus intereses. La OLP también supuso un giro de la causa palestina, que pasó del nacionalismo árabe a un nacionalismo más específicamente palestino. Esto se debió a varias razones: 1) El interés de los dirigentes de la facción dominante en la OLP, el Fath, por dotarse de un estado palestino bajo su dominio, más que en integrar la Palestina liberada en una entidad árabe mayor en la que esos dirigentes no serían los gobernantes.

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2) El declive en picado del panarabismo a partir de la derrota de 1967 y la muerte de Náser en 1970. El panarabismo ya no podía proporcionar a los palestinos un horizonte de liberación de Palestina por medio de una acción mancomunada panárabe. 3) Las rivalidades entre el Fath y el régimen sirio, oficialmente panarabista. Pero muy pronto resultó evidente que una derrota completa del estado de Israel sólo era posible dentro de un movimiento mucho mayor que el de una resistencia palestina circunscrita a la mera lucha nacionalista. Una vez hundido el panarabismo, sólo un movimiento revolucionario mucho más radical, que proporcionara un cambio total en Oriente Medio, podría cuestionar la existencia del estado sionista;82 en esta línea se movía la izquierda palestina, especialmente el FDLP. Como el Fath no propugnaba ni quería nada de eso, muy pronto se dio en esta organización la dualidad entre un discurso maximalista y un proyecto minimalista: 1) Por un lado propugnaba la liberación de Palestina para crear en ella un estado palestino «laico y democrático» para judíos, cristianos y musulmanes, en el que tendrían cabida también los judíos israelíes que renunciaran al sionismo. 2) Mientras, por otro lado, iba perfilando la idea de un miniestado palestino bajo dirección de la OLP (es decir, del Fath mayoritario). Sin embargo, estos dirigentes no podían formular claramente este segundo proyecto,83 pues su base de masas y de actuación se encon-

Eliminar el estado sionista es algo bien distinto de eliminar a los israelíes como pueblo o como personas físicas. El FDLP reconocía la existencia de un hecho nacional israelí y propugnaba una acción solidaria entre el proletariado israelí y el palestino por una sociedad sin clases y sin chovinismo nacionalista. 83 Abû Iyâd, número dos del Fath, propuso un plan muy parecido de creación de un estado palestino en Cisjordania y Gaza ya en 1969, aunque hubo de retirar la idea ante la oposición que suscitó. Eso significa que por aquel entonces en la dirección del Fath ya estaba presente esa idea. Abû Iyâd fue asesinado en enero de 1991 por miembros de su propia guardia personal por haber propugnado el apoyo a Kuwayt en la guerra del Golfo. 82

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traba en los palestinos de fuera de Palestina, que quedarían excluidos, mientras que los palestinos que podrían estar más interesados en algo así, los de los territorios ocupados en 1967 –sobre todo los de Cisjordania–, se encontraban bajo ocupación sionista y no habían sido movilizados por el Fath. De hecho, las actividades guerrilleras del Fath en el interior de Cisjordania inmediatamente después de la guerra de junio de 1967 fueron un completo fracaso, por la virulenta represión israelí y, sobre todo, por la poca voluntad combativa de los palestinos de Cisjordania en aquel tiempo. La escasa operatividad del Fath en Cisjordania no permitió a la OLP formular claramente el proyecto del miniestado palestino, aunque ya en 1974 se planteó oficialmente que la OLP implantaría un estado en cualquier territorio de Palestina del que los ocupantes fueran expulsados o se retiraran. Era una forma eufemística de abrir paso a la idea del miniestado: no se planteaba como objetivo, pero sí como paso intermedio hacia una posterior liberación completa del país. Las organizaciones radicales enemigas del Fath captaron perfectamente las intenciones de ´Arafât y rechazaron frontalmente ese proyecto. Una de las mayores dificultades para que este proyecto fuera viable era la total oposición del estado de Israel a negociar con la OLP y a aceptar cualquier retirada de los territorios palestinos ocupados en 1967, que estaban en un proceso de colonización sionista y en los que cada vez había más asentamientos de colonos judíos. El pretexto israelí era que el objetivo de la OLP era destruir Israel y que el proyecto del miniestado era sólo una argucia; en realidad eso era una excusa para mantener la ocupación y proseguir la colonización de los territorios ocupados en 1967. A la dirección del Fath le habría gustado optar abiertamente por el miniestado y reconocer a Israel dentro de las fronteras anteriores a la guerra de junio de 1967, pero eso le habría enajenado el apoyo de los refugiados, sin contrapartida alguna por parte de Israel. Gracias a la OLP y al apoyo de la Unión Soviética, los estados árabes y China, la causa palestina consiguió éxitos diplomáticos en el exterior. En 1974, la ONU reconoció a la OLP como representante legítimo del pueblo palestino y como observador permanente en su seno. En 1975, una resolución de la ONU condenó el sionismo como una forma de racismo, pero esta resolución, como tantas otras contra el estado sionista, no tuvo aplicación práctica alguna a causa del veto de los Estados Unidos. En 1981, la Comunidad Europea reconoció a la OLP.

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La Intifada dio un vuelco a la cuestión palestina y permitió a la dirección de la OLP intentar relanzar, ahora abiertamente, su proyecto del miniestado palestino. La Intifada tuvo un papel decisivo también en que Estados Unidos reconociera de facto a la OLP en 1988, lo mismo que haría Israel en 1993. La Intifada fue una rebelión general en Cisjordania y la Franja de Gaza contra la explotación económica, la expoliación de tierras, los asentamientos de colonos, el acoso diario y la sensación de que la situación era insoportable y no se iba a cambiar de ninguna otra manera. Los insurrectos eran refugiados y campesinos, las mujeres tenían un papel esencial y también los niños y los jóvenes; los palestinos se enfrentaban con piedras al ejército de ocupación. La mitad de las bajas palestinas fueron campesinos, la otra mitad trabajadores refugiados, mientras que muy pocos palestinos de clase media perecieron en la lucha contra la ocupación.84 La resistencia se organizó en forma de comités populares. Este carácter democrático y de base hacía muy difícil a los ocupantes investigarlo o infiltrarse en ellos, al contrario que en estructuras más jerárquicas. Los sindicatos tuvieron también un papel importante. Alguien ha señalado la similitud entre la Intifada y los barrios obreros de la Barcelona anarquista en las primeras décadas del siglo xx: La resistencia colectiva al Estado fomentó un espíritu enérgico de autodeterminación comunitaria, transformando muchos barris en una fuerza social activa para la lucha y el cambio. El equivalente contemporáneo más cercano de la insurrección urbana que hervía en las calles de los barris es la Intifada de los palestinos en los campos de refugiados.85

Naturalmente, todo esto era mucho más peligroso para el dominio sionista que las actividades «terroristas» de las organizaciones de la OLP y su supuesta amenaza de «destruir Israel» y de «un nuevo Holocausto», que los dirigentes sionistas utilizaban como espantajo en su propaganda de consumo externo e interno. La Intifada permitió a la OLP (de facto al Fath) convertirse en plataforma política de representación de los palestinos de los territo-

Ilan Pappé, op. cit., p. 329. Chris Ealham, La lucha por Barcelona. Clase, cultura y conflicto, 1898-1937 (Madrid: Alianza, 2005), p. 205. 84

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rios ocupados en 1967. Al mismo tiempo, los políticos israelíes más lúcidos eran conscientes de que la clase política dirigente de la OLP podría servirles como instrumento para controlar y dominar la Intifada, puesto que esta organización se encontraba en una situación lamentable, ya que: 1) En los años ochenta había sido barrida del Líbano, primero por los israelíes, luego por los sirios y finalmente por los chiíes libaneses. 2) La Unión Soviética y el bloque del este habían caído a finales de los años ochenta y principios de los noventa, con lo que ya no contaba con su apoyo ni con un contrapeso en la política internacional. 3) Había perdido gran parte del apoyo financiero de las monarquías de Arabia como consecuencia de su apoyo a Iraq en la guerra del Golfo. 4) El propio Iraq había sufrido un devastador ataque y se encontraba sometido a un bloqueo implacable. La OLP había surgido entre los refugiados palestinos para liberar Palestina y permitir el retorno de los refugiados. Pero la dirección de la OLP hacía tiempo que se habia dado cuenta de que eso era poco factible, de manera que los objetivos de liberar Palestina y conseguir el derecho al retorno de los refugiados palestinos terminaron supeditados al objetivo de crear un estado palestino por mínimo que fuera, en provecho de la dirección del Fath. El arabista neocon Bernard Lewis dice que el núcleo del problema palestino en su última fase86 no es tanto el de un pueblo en busca de país como el de una élite política en busca de un estado.87 Esta observación, no demasiado alejada de la realidad si hace referencia a la actitud y las intenciones de un grupo dirigente, denunciadas por muchos palestinos, en boca de Bernard Lewis se convierte en una observación maligna, llena de malas intenciones, no tanto contra ese grupo dirigente sino contra los palestinos en su conjunto y sus derechos, en especial contra

¿«Última fase»? ¿No suena esto al «fin de la historia»? ¿No es confundir interesadamente la solución del problema de un pueblo con la solución que desearía su clase política dominante? 87 Bernard Lewis, Las múltiples identidades de Oriente Medio (Madrid: Siglo xxi, 2000), p. 101. 86

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los que no tienen ni poder ni riqueza. Pues en la frase de Lewis no hay indignación por la manipulación de esa «élite política», sino descalificación de la causa palestina utilizando como pretexto las intenciones de unos dirigentes. Por lo demás, Lewis se guarda mucho de decir algo no menos obvio: que otro tanto se puede decir de los dirigentes sionistas, para quienes los objetivos sionistas siempre estuvieron por encima del bienestar de los judíos (sobre todo de los judíos de condición modesta) de lo que para ellos era «la diáspora» y luego también por encima de los intereses de paz de los judíos israelíes. En estas condiciones se llevaron a cabo las negociaciones de Oslo en 1993 y la constitución de la Autoridad Nacional Palestina, con Yâsir ´Arafât como presidente. Yâsir ´Arafât, Isaac Rabin y Shimón Peres recibieron el premio Nobel de la Paz.88 Los refugiados no volvieron a Palestina, pero sí la burocracia de la OLP, que unida a la clase dirigente local iba a constituir la nueva clase dominante sobre los palestinos de Cisjordania y la Franja de Gaza. Israel y Estados Unidos se encargaron de armar a los nuevos cuerpos policiales de la ANP para que se encargaran de reprimir a la población de Cisjordania y la Franja de Gaza, sustituyendo en ese sucio trabajo a los soldados israelíes. En 1994, la ANP era la principal fuente de empleo con unos 500.000 trabajos, de los cuales más de 50.000 eran en los cuerpos de seguridad y la policía. Muchos de esos puestos de trabajo eran ficticios y lo único real era el sueldo. No obstante, fue esa condición de gran empleador lo que permitió al Fath contar con el apoyo social frente a organizaciones como Hamâs, que fueron sometidas a una dura represión. Poco antes de las elecciones israelíes de 1996, un centenar de millonarios judíos aclamaron a Shimón Peres al grito de «¡Shimón Peres, nos traes la prosperidad!». No era para menos. En 1995 se había construido un parque industrial, el Eretz Plant, en la zona de separación entre la Franja de Gaza e Israel: una cadena de producción en la que todos los trabajadores eran palestinos y los empresarios eran judíos israelíes, los salarios eran bajísimos, los empresarios no tenían que pagar seguridad social y los trabajadores no tenían derechos sindica-

88 Premio que también habían recibido en su día personajillos de catadura todavía más dudosa, como Anwar as-Sâdât, Menahem Begin y Henry Kissinger. También Adolf Hitler estuvo nominado en su día como candidato a este premio; posiblemente, de haberlo obtenido se habrían disipado muchas ambigüedades sobre este premio tan discutido que tantas veces ha recaído en estadistas sanguinarios.

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les.89 Efectivamente: Shimón Peres, Isaac Rabin y Yâsir ´Arafât traían la prosperidad a los grandes empresarios israelíes. La respuesta de Hamâs a la represión de la ANP y la miseria que ofrecía Israel fueron los atentados kamikazes contra objetivos israelíes, incluyendo la población civil israelí en Tel Aviv y otras ciudades. Estos atentados inclinaron a la población israelí a votar al Likud de Netanyahu en lugar de a los laboristas de Shimón Peres. Si era poco lo que Rabin estaba dispuesto a dar a la ANP, con Netanyahu (1996-2000) fue todavía menos, siquiera simbólicamente, pues Netanyahu se dedicó a hacer desaires y a humillar a la ANP, lo que fue propiciando el terreno para el estallido de la segunda Intifada en el año 2000. Pero tampoco hay que creer que Rabin y Peres hubieran ofrecido mucho más a la ANP. Los gobernantes israelíes laboristas desde el principio boicotearon la posibilidad de paz con los palestinos al iniciar una confiscación acelerada de tierras palestinas para construir nuevos asentamientos y ampliar los ya existentes. En 1972, el Partido Laborista en el gobierno ya había confiscado el 28% de las tierras de Cisjordania. Durante cuatro años de gobierno laborista (1992-1996) el gobierno israelí invirtió mucho más que sus predecesores del Likud en los colonos. La colonización avanzó muchísimo en esos años: violando los acuerdos de Oslo, los israelíes construyeron carreteras y túneles para unir los asentamientos, de manera que los colonos se movían por autopistas y los palestinos tenían que atravesar toda clase de controles y barreras militares israelíes para realizar el más mínimo desplazamiento dentro de los territorios ocupados, sometidos completamente a la arbitrariedad y la brutalidad de los soldados israelíes, tanto si se movían por los territorios como si iban a trabajar a Israel. En el año 2000, cuando estalló la segunda Intifada, las tierras confiscadas eran casi el 42%.90 La idea israelí era la completa «bantustanización» de Cisjordania y la Franja de Gaza, pero con dos ventajas: 1) Un reconocimiento político de la situación por parte de la OLP, del mundo árabe y del mundo entero. 2) El trabajo sucio de la represión ya no tendrían que hacerlo los soldados israelíes sino los gobernantes, militares y policías de la Autoridad Nacional Palestina.

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Ilan Pappé, op. cit., p 376. Ibid., p. 280.

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La burguesía compradora palestina habría estado encantada de aceptar un acuerdo con Israel a costa de su propio pueblo. Los políticos de la ANP habrían estado encantados de convertirse en dictadores y hacer el trabajo sucio a Israel a cambio de un miniestado palestino mínimamente viable. Habría bastado con que Israel se hubiera retirado de Cisjordania y la Franja de Gaza, hubiera aceptado una solución biestatal para Jerusalén y hubiera desmantelado los asentamientos de los colonos. Pero los políticos israelíes no están dispuestos a aceptar ni siquiera eso, lo único que ofrecían a sus homólogos palestinos era «un estado palestino cuyo aeropuerto está en Egipto, cuyo puerto de mar está en Israel, cuyo banco central está en Jordania y cuya población se halla dispersa por más de cuatro países», con un territorio cuarteado por los asentamientos de colonos judíos. En estas condiciones, el estallido de la segunda Intifada no fue cuestión de dignidad y de patriotismo por parte de la clase política palestina de la ANP, fue simplemente que esa clase política sabía muy bien que la situación era insostenible y que por ese camino acabaría linchada por su propio pueblo. Así, la situación de la burguesía compradora palestina y de la clase política de la ANP es trágica: 1) No puede aceptar la vía que le impone Israel, porque eso sería un suicidio para ella. 2) No puede hacer nada, porque está desbordada por la explosión de su pueblo y la presión brutal de Israel. Si la clase dominante israelí fuera un poco más flexible, daría los territorios ocupados a esa clase política palestina, igual que devolvió el Sinaí a Egipto para hacer posible la política de Sadat. Pero la clase política israelí no tiene esa intención, ya que prefiere una política de brutalidad fácil contra una población acorralada91 antes que exponerse a los enfrentamientos internos interjudíos. El conflicto con «los árabes»

91 Las matanzas y destrucciones llevadas a cabo por el estado de Israel en la Franja de Gaza en diciembre-enero de 2008-2009 son una muestra de ello. Para Israel es muy fácil bombardear desde el aire a unos palestinos que carecen de defensa antiaérea, para luego entrar a saco por tierra y aire y proseguir la matanza, arropados en una superioridad militar abrumadora y haciendo uso de armas como el fósforo blanco (similar al napalm).

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refuerza su poder,92 acabar con él supondría perder control, eliminar un factor de cohesión y de consenso,93 terminar con «la unidad sagrada» interclasista, enfrentarse con sus propios problemas internos... Durante la segunda Intifada, los israelíes no se enfrentaron a tiros contra niños y jóvenes armados con piedras, sino que se las vieron con milicias armadas por ellos mismos: las armas que Israel y Estados Unidos habían dado a la ANP para que reprimiera a los palestinos, se volvían contra los ocupantes. A la aplastante superioridad militar israelí, los palestinos de Hamâs respondieron con atentados kamikazes dentro de Israel que en principio equilibraron el número de muertos palestinos e israelíes, para consternación de unos israelíes acostumbrados a matar, torturar, bombardear y destruir las viviendas a los palestinos, pero poco acostumbrados a probar un poco de su propia medicina. La brutalidad y la injusticia de la ocupación generan una resistencia que, al ser reprimida brutalmente, genera acciones más violentas e indiscriminadas, que sirven a los sionistas de pretexto para una represión aún más brutal. Es un círculo vicioso que debería acabar en el fin de la ocupación y una solución que tuviera en cuenta los derechos de los palestinos, pero la solución (si es que puede llamarse así) de un sionismo cada vez más violento es el apartheid, matanzas cada vez mayores y una escalada militar, todo ello con la bendición de Estados Unidos y el silencio o la aprobación de la Unión Europea.

La mencionada matanza de diciembre-enero tenía como objetivo fundamental que los gobernantes israelíes ganasen las elecciones de febrero de 2009. 93 El consenso patriotero es casi total entre los judíos israelíes, que se tragan la propaganda oficial y oficiosa. No quieren saber nada de la situación de los palestinos de Cisjordania y del gueto de la Franja de Gaza, el adoctrinamiento sionista funciona perfectamente. No sólo no se dan cuenta de las razones (y la razón) de los palestinos, sino que ni siquiera quieren ver hasta qué punto la política patriotera perjudica los intereses de los mismos judíos israelíes. En el verano de 2006, el estado de Israel justificó sus matanzas en la Franja de Gaza con el pretexto de rescatar al soldado Gilad Shalit, capturado por Hamâs, pero esas matanzas no sirvieron para liberarlo y el soldado fue sólo un pretexto; en diciembre-enero de 2008-2009 el gobierno ni menciona a ese soldado. Es evidente que los políticos israelíes tienen otros objetivos y que sus soldados y civiles no les importan demasiado, no digamos ya la población palestina. El objetivo primario es ganar las elecciones y el secundario someter el gueto palestino por el terror. 92

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La represión israelí de la segunda Intifada consistió en reocupar los territorios ocupados y encerrar en el palacio de la Muqâta´a a ´Arafât, que falleció en 2004, posiblemente envenenado por los israelíes. Con ello, los gobernantes israelíes esperaban sustituirlo por algún personajillo más dócil, que estuviera realmente dispuesto a hacerles el trabajo sucio. Esta triste función recayó sobre Mahmûd ´Abbâs (Abû Mâzin), un miembro destacado de la burguesía palestina, que no tenía el pasado guerrillero de ´Arafât y del que los gobernantes israelíes y estadounidenses esperan que haga hasta el final el papel que ´Arafât se negó a desempeñar, aunque en unas condiciones aún más penosas y humillantes que las que no aceptó ´Arafât, pues más que la presidencia de unos bantustanes lo que le ofrecen es el puesto de alcaide de un campo de concentración. Los israelíes se han dedicado a construir muros de separación, no entre Israel y Cisjordania y Gaza, sino para separar Israel y los asentamientos de las zonas palestinas, convertidas en algo intermedio entre bantustanes y campos de concentración. La política de «campo de concentración» ha significado la construcción de un muro, que empezó a edificarse el 16 de junio de 2002: 750 kilómetros de longitud y en muchas partes ocho metros de altura, con zanjas, alambres de espino, electrificación, torres de vigía, sensores electrónicos, cámaras de visión térmica, cámaras de vídeo, torres de guardianes y carreteras para los coches patrulla. Esta construcción ha significado desalojar de sus casas o impedir el acceso a sus olivares a más de 200.000 palestinos. La mitad de los palestinos de Cisjordania se verán afectados por el muro, unos perdiendo vivienda y medios de vida, otros perjudicados en su calidad de vida, con enormes dificultades o imposiblidad para acudir a escuelas, universidades, trabajos u hospitales. Ni siquiera es un medio de defensa eficaz, pero sirve de pretexto para nuevas confiscaciones de tierras. El Tribunal de Justicia Internacional de La Haya condenó esta construcción, pero el estado de Israel se pasó por el forro este dictamen, exactamente igual que todas las innumerables resoluciones anteriores de la ONU que no eran de su gusto. Todo ello con el beneplácito (como siempre) de Estados Unidos y la aprobación expresa o tácita de la Unión Europea. El año 2005 el ejército israelí abandonó la totalidad de la Franja de Gaza y desmanteló cuatro asentamientos aislados en el norte de Cisjordania. Esta retirada fue insignificante pero la llevó a cabo Ariel Sharón, no los laboristas supuestamente «pacifistas». La idea de Sharón era anexionarse la mitad de Cisjordania y todo Jerusalén (un gran Jerusalén judío que cercara el Jerusalén palestino), mientras en la

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otra mitad de Cisjordania y en la Franja de Gaza se podría crear un bantustán palestino sin soberanía real, sin infraestructura económica, sin territorio continuo ni capital. La idea era que ese infraestado se hiciera con toda la población palestina de los territorios, mientras que el estado de Israel se anexionaba la mitad del territorio. A cambio, Sharón exigía a la ANP el desarme de las milicias del Fath y de Hamâs. Pero a los militares israelíes no les gustó nada la retirada de la Franja de Gaza, y cada vez que había un avance hacia la negociación, el ejército israelí asesinaba a un militante palestino destacado para sabotear las negociaciones. Todo lo que propone el estado de Israel a la clase política palestina es convertirse en los kapos94 de un campo de concentración palestino o, más exactamente, de un conjunto discontinuo y ruinoso (con la mitad de las viviendas destruidas por los israelíes)95 de campos de concentración. El descrédito de los aspirantes a kapos era tan grande que Hamâs ganó las elecciones palestinas de 2006: Hamás obtuvo 74 de los 132 escaños, mientras que el Fath obtuvo 45 y otros grupos 13. Desde ese momento,96 comenzó el acoso a Hamâs con el objetivo de derribar al gobierno electo, mediante un pinochetazo del Fath si era preciso. El pinochetazo en 2007 fracasó en la Franja de Gaza, donde los matones del Fath fueron derrotados;97 en cambio tuvo éxito en Cisjordania.

94 Los kapos eran los judíos que hacían la función de guardianes en los campos de concentración nazis, maltratando y torturando a los otros judíos para salvar sus propias vidas y conseguir otros beneficios. El estado de Israel siempre ha tenido sus kapos palestinos, pero la idea de utilizar a los que hasta hacía poco llamaba «terroristas de la OLP» para esa función fue una idea muy novedosa. 95 Ilan Pappé, op. cit., p 382. 96 Aunque en realidad el acoso había empezado mucho antes, Israel hizo lo que pudo para impedir la participación de los candidatos de Hamâs y para sabotear su posible victoria. 97 A comienzos de febrero de 2007, los agentes de la guardia presidencial de Mahmûd ´Abbâs irrumpieron vandálicamente en la Universidad Islámica de Gaza, en la que dejaron pintadas machistas y chabacanas contra el líder de Hamâs, Ismâ´îl Haniyya, muy expresivas de lo que espera a los habitantes de los territorios si se impone una dictadura colaboracionista: «Haniyya: la vagina de tu madre para los penes del Fath».

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La demonización de Hamâs se ha convertido en el pretexto perfecto («los islamistas terroristas»)98 de los gobernantes de Israel para llevar a cabo su política de destrucciones masivas, matanzas y dominación. Sin embargo, Hamâs llevaba desde febrero de 2005 en tregua sin hacer un solo atentado, mientras que en ese tiempo las milicias del Fath lanzaban cohetes diariamente contra objetivos israelíes. Si el gobierno israelí estuviera interesado por la seguridad de sus ciudadanos en lugar de utilizarla como pretexto y como banderín de enganche electoral, negociaría seriamente con Hamâs y no querría saber nada del Fath. Sin embargo es al contrario. ¿Por qué? Porque el Fath está en manos de una burguesía palestina potencialmente colaboracionista, mientras Hamâs es un movimiento popular estructurado desde abajo, a cuyos dirigentes y militantes puede matar pero no comprar.99

La imposibilidad del proyecto sionista, la imposibilidad de los sueños del nacionalismo árabe y la imposibilidad del proyecto nacionalista palestino La imposibilidad del proyecto sionista Los dirigentes sionistas nunca concibieron el proyecto sionista como una convivencia binacional igualitaria entre los judíos inmigrantes y la población autóctona palestina no judía. Su objetivo declarado era «hacer Palestina tan judía como Inglaterra es inglesa», lo que significaba sumergir a la población autóctona en un océano de inmigrantes judíos,100 o simplemente deshacerse de ella enviándola a otra parte, a

A todo esto, conviene recordar que Hamâs surgió en su momento gracias al patrocinio israelí en los años ochenta, con el objetivo de oponer un movimiento islamista a la resistencia palestina laica, tanto a la del Fath como a la de izquierda. A los sionistas les importa bien poco si los gobernantes palestinos son dictadores o «demócratas», si son laicos o fanáticos religiosos, lo que quieren es un gobierno palestino sumiso que les obedezca en todo y les haga el trabajo sucio. 99 La ideología islamista de este movimiento puede ser sumamente discutible, pero hasta sus adversarios laicos o cristianos reconocen la honradez y la incorruptibilidad de los miembros de este movimiento. 100 En ese tiempo, los sionistas no pensaban en llevar a Palestina a los judíos de los países árabes (salvo a los de Iraq, a los que deseaban intercambiar 98

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Iraq o a los países vecinos. A muchos sionistas incluso el territorio de la Palestina mandataria les parecía pequeño, y aspiraban a un estado de Israel que abarcase el Sinaí y gran parte de Jordania y de Siria. Por ello, cuando en los años treinta los sionistas aceptaban planes de reparto que les adjudicaban una parte de Palestina, no lo hacían limitando sus apetitos territoriales a esa parte de Palestina sino que veían la adquisición de ese territorio como un primer paso para apoderarse de toda Palestina y de lo que se pudiese fuera de ella. La aceptación por parte de los sionistas del plan de partición de la ONU se debió a que era muy favorable a la causa sionista101 y a que en esta época la posición de los sionistas en Palestina era muy frágil. Pero en cuanto se fortaleció, el objetivo israelí no fue hacer valer la

por los palestinos) sino que pensaban en los millones de judíos ashkenazis de Europa. Sin embargo, se encontraron con el problema de que esos judíos ashkenazis no tenían demasiadas ganas de emigrar a Palestina y que, en los años anteriores a la toma del poder por los nazis, eran más los judíos que emigraban de Palestina que los que inmigraban a ella. El auge del antisemitismo y el ascenso al poder de los nazis en una Alemania expansionista beneficiaron al proyecto sionista, pues hicieron que muchos judíos europeos tratasen de emigrar de los países en los que estaban amenazados; la mayoría de ellos no tenían ninguna predilección por ir a Palestina, pero si no les quedaba otra alternativa marchaban a ella, por eso para los sionistas era vital encauzar ese éxodo judío hacia «la tierra de Israel», lo que significaba dificultar en todo lo posible la emigración a otros países y facilitar todo lo posible la emigración a Palestina. Un antisemitismo que hubiera encauzado la judeofobia hacia la emigración a Palestina habría sido muy del gusto de los sionistas, pero Hitler terminó optando durante la segunda guerra mundial por el genocidio, que exterminó a seis millones de judíos y mermó los inmigrantes potenciales hacia Israel. Desde ese momento, el objetivo sionista fue hacer emigrar a Israel a los judíos de los países árabes y de la Unión Soviética. 101 El plan de partición de la ONU de 1947, aprobado por escasa mayoría y bajo grandes presiones de las grandes potencias, era claramente prosionista, pues otorgaba al «estado judío» algo más de la mitad del territorio, y estaba estratégicamente diseñado para adjudicar a ese «estado judío» la mayor extensión geográfica posible con una gran población palestina y una ligerísima mayoría judía, hasta el punto de que en muchas de esas zonas los judíos eran claramente minoritarios; simplemente la intención era otorgar al «estado judío» la mayor extensión posible de territorio a costa del «estado árabe», constituido por algo menos de la mitad del territorio a pesar de que los palestinos eran las dos terceras partes de la población y los judíos (la mayoría de ellos inmigrantes recientes) sólo un tercio de la población de Palestina.

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partición instituida por la ONU (el plan de 1947 o el más razonable plan de Bernadotte),102 sino apoderarse del mayor territorio posible del antiguo mandato de Palestina o de más allá.103 La guerra de 1948 brindó al estado sionista la oportunidad para llevar a cabo la ansiada limpieza étnica, que redujo a los palestinos a una minoría dentro de las fronteras del estado israelí. En las guerras emprendidas por Israel posteriormente, se produjo la conquista del resto de Palestina, el Golán y el Sinaí. Estas conquistas no se hicieron como ocupación temporal para devolver los territorios a cambio de un tratado de paz que reconociera las fronteras de Israel de 1949, sino que el gobierno israelí inmediatamente procedió a colonizar los territorios, lo que dejaba bien claro que no tenía ninguna intención de abandonarlos. Estas guerras (las de 1956 y 1967) no fueron fruto de «la necesidad de hacer frente a la amenaza árabe», sino de un proyecto de ansiado expansionismo, de concluir lo que los políticos y militares israelíes no pudieron acabar en 1948. En lo que se refiere al Líbano, el objetivo, desde Ben Gurión a Ariel Sharón y Menahem Begin, era convertirlo en un protectorado satélite dirigido por los cristianos. Durante algún tiempo existió la duda entre si dejar una participación a la monarquía hâshimí jordana o no, pues esta monarquía se veía como un satélite similar al protectorado cristiano libanés deseado por los sionistas. En 1970, el gobierno israelí dejó claro que si la monarquía hâshemí era derrocada, Israel invadiría Jordania. El sionismo siempre ha buscado y obtenido la alianza con la potencia imperialista del momento: Gran Bretaña primero, Francia y Gran Bretaña en 1956; a partir de 1967 claramente Estados Unidos, una vez que demostró a esta superpotencia su utilidad para derrotar regímenes nacionalistas anticolonialistas vecinos y para debilitar la influencia de

El plan de Bernadotte era menos favorable al sionismo y establecía fronteras más lógicas entre el estado judío y el árabe: adjudicaba al estado judío la totalidad de Galilea, pero otorgaba al estado árabe palestino la totalidad del Negev y la ciudad de Jerusalén, de manera que el estado de Israel abarcaría la mayor parte de la costa (salvo su parte meridional) y Galilea. Naturalmente, este plan exigía el derecho de los refugiados a volver a sus hogares y a acceder a la ciudadanía del territorio del que habían huido. 103 En el curso de la guerra, el ejército israelí ocupó varias aldeas del sur del Líbano e incluso trató de emprender la conquista del Sinaí egipcio. Sólo la presión internacional le obligó a renunciar a conquistar toda Palestina y a avanzar por el Sinaí. 102

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la Unión Soviética en la región. De facto, el estado de Israel se ha convertido en una macrobase militar estadounidense autónoma, dotada de armas nucleares. El estado de Israel también ha prestado a Estados Unidos servicios valiosos en África y en Latinoamérica.104 En lo concerniente al mundo árabe, el objetivo declarado de los estrategas israelíes siempre ha sido fragmentarlo lo máximo posible en estadículos regionales, confesionales o étnicos. Israel desearía la desintegración del estado sirio en estados menores: un estado druso, otro ´alawí, otros dos estados sunníes, uno en el norte y otro en el sur, siguiendo el proyecto inicial del colonialismo francés de después de la primera guerra mundial.105 La invasión estadounidense de Iraq va en la misma línea de dividir Iraq en tres taifas: kurda, sunní y chií.106 La lógica colonial del sionismo no está interesada en una secularización del mundo árabe sino, por el contrario, en su fraccionamiento confesionalista.107 Pero quien mucho abarca poco aprieta. El estado de Israel surgido de la guerra de 1948 era un estadonación confesionalista viable, pues se había desecho por medio de la limpieza étnica de la mayoría no judía y había conseguido reemplazarla por una mayoría judía mediante la llegada de muchos judíos europeos supervivientes del Holocausto y de la mayoría de los judíos

104 Las excelentes relaciones entre el estado de Israel y la Suráfrica del apartheid son bien conocidas, como las que el estado sionista mantuvo con las dictaduras fascistoides latinoamericanas. Cuando, como en el caso de Guatemala, las atrocidades del gobierno eran de tal magnitud que el Congreso estadounidense prohibía al presidente Reagan la venta de armas a ese estado, Israel se encargaba de suministrárselas. 105 La política moderadamente laicista del Ba´t va en contra del proyecto sionista, en cambio, los integristas musulmanes sunníes son tontos útiles utilísimos, pues, en el caso de que los Hermanos Musulmanes se hicieran con el poder en Siria, el país entraría en una devastadora guerra civil y las regiones ´alawí y drusa tratarían de secesionarse. 106 Sin embargo, este proyecto fragmentador encuentra el inconveniente de que Turquía, aliada de Estados Unidos, no desea en absoluto un Kurdistán ex iraquí independiente, como tampoco gusta de la limpieza étnica llevada a cabo por los nacionalistas kurdos proestadounidenses y proisraelíes, ya que una de sus víctimas es la minoría turcomana del norte de Iraq. 107 El estado de Israel es el estado-nación de la confesión judía y se sentiría más a gusto en un ámbito macro-regional fragmentado en estados etnoconfesionales similares.

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de los países árabes. Además, antes de 1967 el colonialismo israelí era colonialismo no tanto en el sentido de que los colonizadores se erigieran en estamento privilegiado dominante que explotara a la población autóctona, sino en el sentido de que había despojado y expulsado a la mayor parte de esa población. La minoría árabe que no había sido expulsada era una minoría que no podía cuestionar el carácter judío del estado de Israel, a lo más que podía aspirar era a que se eliminaran las discriminaciones que pesaban contra ella y que sus miembros se convirtieran en ciudadanos israelíes de pleno derecho en un estado que pasase a ser israelí en lugar de judío, pero incluso en este caso el carácter mayoritariamente judío del estado quedaría salvaguardado. Es más, si el estado de Israel no hubiera sometido a la discriminación y a la pauperización a sus ciudadanos palestinos, estos no habrían tenido una explosión demográfica que les ha llevado a ser muchos más, en número absoluto y en proporción, de los que eran en los comienzos del estado de Israel. La cosa cambió a partir de 1967, cuando el estado de Israel ocupó lo que quedaba de Palestina, incluyendo a sus habitantes palestinos, una parte de ellos nativos de los territorios y otros refugiados originarios de los territorios ocupados por los sionistas en 1948. El estado de Israel también ocupó el Sinaí egipcio y el Golán sirio. Pronto se vio que las conquistas del territorio de estos estados eran inviables, sobre todo del Sinaí. Israel no podía mantener dos frentes, uno en el norte contra Siria (y potencialmente el Líbano y la OLP) y otro en el sur contra Egipto, más el potencial frente oriental en el caso de que Jordania emprendiese una guerra junto a Siria y Egipto para recuperar Cisjordania. Llegar a la paz con Egipto suponía devolver a este país el Sinaí ocupado. Israel tampoco hizo ascos a deshacerse de la Franja de Gaza devolviendo su administración a Egipto, pero Sadat no tenía ningún interés por ese gueto explosivo y rehusó la oferta. Tras la guerra de 1973, Israel incluso hubo de devolver a Siria una porción del Golán, que incluía la ciudad de Qunaytra, aunque antes de devolverla los israelíes la dinamitaron.108 Una vez desembarazado del frente meridional, el estado de Israel no tardó en invadir el Líbano con el objetivo de destruir a la OLP

Los sirios decidieron no reconstruir la ciudad y dejar sus ruinas como testimonio del salvajismo israelí. Las ruinas de Qunaytra son en verdad un testimonio impresionante de la manera que están dispuestos los sionistas a dejar Oriente Medio antes que renunciar a dominarlo: como un montón de ruinas. 108

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y de convertir el país en un estado satélite dominado por la derecha cristiana. Pero este objetivo fracasó absolutamente. Efectivamente, la OLP fue barrida del sur del Líbano y de Beirut, pero el proyecto israelí resultó un completo fiasco: la mediocre resistencia de la OLP fue sustituida por una eficaz resistencia libanesa hegemonizada por Hizbullâh, que fue la pesadilla de los invasores, hasta que estos optaron por largarse incondicionalmente del país en la primavera del año 2000.109 Se ha llamado al Líbano «el Vietnam de Israel». El verano del año 2006 Israel volvió a invadir el Líbano. La guerra duró una treintena de días y la empezó Israel con el pretexto de la captura de dos soldados israelíes por parte de Hizbullâh (que los había capturado dentro del territorio libanés). Israel no transigió en negociar la puesta en libertad de los soldados y se lanzó a una devastación atroz del Líbano. Pero Hizbullâh supo contestar y durante todos los días de la guerra el norte de Israel recibió una buena andanada de proyectiles, que alcanzaron la misma Haifa, una de las tres principales ciudades de Israel. Murieron un millar de libaneses pero también 157 israelíes. ¿Tenía sentido destruir y perder 157 vidas de su propia gente por dos soldados que no estaban amenazados de muerte y a los que no consiguieron recuperar? Desde un punto de vista estrictamente israelí no, pero los objetivos del gobierno sin duda eran otros. Utilizando ese pretexto y la chulería de la fuerza, servían a los intereses de sus patrocinadores estadounidenses allanando el camino para una futura agresión contra Irán y Siria.110 Poco antes del alto el fuego, la aviación israelí desparramó más de un millón de bombas de racimo por el sur del Líbano, la mayoría de ellas arrojadas 72 horas antes del alto el fuego del 14 de agosto. Estos artefactos prohibidos por la ONU han provocado muchos muertos y heridos tras la guerra, sólo desde el 14

Puede decirse que esa fue la primera derrota de Israel a manos de la resistencia árabe. Significativamente, la derrota no se la infligió un ejército estatal árabe sino una guerrilla no gubernamental; fue la debilidad del estado libanés lo que permitió la victoria libanesa. 110 Pese a las destrucciones ocasionadas al Líbano, el fracaso israelí fue tan clamoroso que provocó una crisis política. Pero en lugar de inclinar a la población y al gobierno a buscar la paz, han convertido a una y otro en perros rabiosos ansiosos de desquitarse como sea con más destrucciones y matanzas. Visto que los libaneses son capaces de responder con contundencia y no se les puede matar impunemente, el ejército israelí ha optado por ensañarse desde el aire con los palestinos de Cisjordania y Gaza. 109

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de agosto de 2006 hasta finales de octubre de ese año murieron en el Líbano 22 personas y hubo 120 heridos por las bombas de fragmentación.111 Además hay en el Líbano 375.000 minas, la mayoría colocadas por los israelíes durante su ocupación de 1982 a 2000.112 Por lo que se refiere a los territorios palestinos ocupados en 1967, su situación pasó a ser de colonialismo en un sentido clásico: dominación militar directa, control político, sin ni siquiera el disimulo neocolonial del estado regido por una burguesía compradora con un mínimo de autogobierno. En 1972 y 1976 se autorizó a los palestinos de los territorios ocupados a celebrar unas elecciones municipales, pero como los electos no fueron del gusto de los invasores, en 1977 se suspendieron las elecciones. En estos territorios, gran parte de las tierras han sido expoliadas en beneficio de los colonos judíos, la población vive una situación opresiva sin derechos, convertida en mano de obra barata y en mercado cautivo para los productos israelíes. Todo ello a mayor gloria del sionismo (judaización de «Judea y Samaria») y de la economía israelí, que se ha beneficiado enormemente de esta explotación de las colonias. Ya a mediados de los años setenta, la mitad de los trabajadores de la construcción y de la agricultura eran palestinos, así como la mitad de los trabajadores de la industria. Los trabajadores de los territorios ocupados en 1967 que trabajaban en Israel no tenían seguridad social, a menudo eran contratados como jornaleros en los llamados «mercados de esclavos» por un salario miserable en comparación con el salario medio israelí, aunque superior al salario medio egipcio o jordano. La condición de los trabajadores palestinos de «los territorios ocupados» en Israel ha sido similar a la de los negros en la Suráfrica del apartheid: salarios miserables, ausencia de derechos sindicales y laborales, prohibición de pernoctar en territorio israelí... Cisjordania y la Franja de Gaza también han sido y son un mercado cautivo inundado de productos israelíes, que, vendidos a precios más bajos, arruinaban a las industrias y producciones locales. La menor resistencia a esta situación se reprimía mediante castigos draconianos que violan los derechos humanos, la convención de Ginebra y las resoluciones de la ONU, incluyendo la tortura, los castigos colectivos y la demolición de viviendas, que han sido algo cotidiano para los palestinos bajo esta ocupación. Los colonos sionistas han practicado actos de terrorismo contra la población palestina, pero jamás han su-

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El País, lunes 30 de octubre de 2006, p. 27. El País, miércoles 20 de septiembre de 2006, p. 6.

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frido castigos colectivos, ni sus asentamientos han sido demolidos por ello. El estado de Israel ha legalizado la tortura con el eufemismo de «presión física moderada», pero esas prácticas sólo se aplican con los palestinos, jamás contra judíos sionistas, aunque sean terroristas. Evidentemente, una situación así no se podía mantener indefinidamente, aunque a los israelíes les funcionó tan bien la represión durante veinte años que para ellos fue una desagradable sopresa la rebelión general que supuso el estallido de la primera Intifada en diciembre de 1987. La idea sionista respecto a estos territorios, una vez demostrado que no se podía mantener una ocupación similar a la de los primeros veinte años, es anexionarse la mayoría del territorio de Palestina y mantener el resto bajo un estado palestino satélite, al que endosar la mayor parte de la población palestina. Quieren el territorio pero no a la población. A los sionistas les encantaría deshacerse del Triángulo, endosándoselo al «bantustán» palestino. Tampoco faltan los que empiezan a plantearse una nueva limpieza étnica similar a la de 1948, esta vez no con la excusa de una guerra sino de una «transferencia de población». Su idea sería desmantelar unos pocos asentamientos judíos en Cisjordania y Gaza, menores y aislados, y expulsar a todos los palestinos, tanto de los territorios ocupados en 1967 como a los que son ciudadanos de Israel, al «estado palestino», que más que un bantustán sería un conjunto de campos de concentración separados unos de otros, conectados por controles israelíes y separados del territorio anexionado a Israel por medio de una muralla. Tampoco faltan los sionistas israelíes que propugnan la pura y dura anexión completa de «Judea y Samaria» y la expulsión de todos los palestinos a Jordania. La posición política israelí es cada vez más agresiva, arrogante y brutal, porque los políticos sionistas se sienten todavía más incondicionalmente respaldados que antes por la actual superpotencia mundial, a lo que se añade la complicidad tácita o la pasividad del resto de potencias mundiales. Pero está por ver hasta qué punto esa política puede ser sostenible para un estado como el israelí, e incluso para una superpotencia como Estados Unidos. Ensañarse con una población casi inerme como es la de la Franja de Gaza, sometiéndola a hambre, matanzas y todo género de sufrimientos es una cosa fácil, pero la derrota israelí en el verano de 2006 demostró que el ejército israelí no puede con un movimiento guerrillero capaz de responderle y capaz de hacer a los israelíes un poco del daño que ellos infligen a otros. El ejército israelí sólo es eficaz para destrucciones masivas desde el aire y como gestapo, pero el soldado israelí es cada vez

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más mediocre y cobarde, sólo vale como matón con civiles inermes o disparando bombas desde arriba contra quienes carecen de defensa antiaérea y sólo poseen armas primitivas. Los israelíes están acostumbrados al «ciento por uno» como mínimo, de manera que cuando, como en el Líbano, su ventaja es «sólo» de 7 por 1, se aterrorizan y se vuelven histéricos. A día de hoy, ni los soldados israelíes ni la población civil israelí están en condiciones de sostener una guerra convencional como las de 1948, 1967 o 1973. El tipo de guerra que gusta a los israelíes (y a los estadounidenses) es la llamada «guerra posheroica», en la que la falta de espíritu de sacrificio y de valentía se compensa con una abrumadora superioridad tecnológica. La «guerra posheroica» consiste en la destrucción sistemática del enemigo desde el aire, arrasando combatientes y civiles no combatientes, con un número nulo o mínimo de bajas propias. El problema con el que se topan los estrategas de la «guerra posheroica» es que así se puede destruir a un enemigo pero no vencerlo. Ni siquiera ha funcionado contra Hizbullâh, que ha sido capaz de responder contundentemente bombardeando con cierta intensidad el territorio enemigo, con el consiguiente pánico de los israelíes «posheroicos». La «guerra posheroica» es un tipo de guerra que vale contra estados, pero no contra pueblos insurrectos: los gobiernos pueden rendirse, los pueblos no; de ahí el éxito de esa guerra contra Yugoslavia y su fracaso en Iraq. Ese fue el error estadounidense en Iraq. En lugar de aceptar la rendición del estado iraquí y utilizarlo para reprimir a su pueblo, desmantelaron al gobierno, el ejército y el estado en un afán de dominio y saqueo totales. Pero al desmantelar el estado iraquí se encontraban contra el pueblo iraquí. Podían vencer al estado iraquí en una guerra convencional en la que la superioridad estadounidense era abrumadora, pero al desmantelar al estado se encontraron con una guerra «asimétrica» que no pueden ganar más que reconstruyendo el estado iraquí para que les haga el trabajo sucio, aunque es demasiado tarde para ello. Lo mismo les pasa a los israelíes: si quieren deshacerse de las organizaciones de resistencia a la ocupación, tendrán que deshacerse de la ocupación y llegar a un acuerdo con un estado palestino, pero para ello tendrán que renunciar a su proyecto insostenible y ofrecer algo viable a los dirigentes palestinos, algo más que convertirse en los kapos del estado judeo-nazi.113

A principios de diciembre de 2008, Israel expulsó al relator especial del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, Richard Falk, que debía elaborar 113

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Sin embargo, sucede que toda la orientación sionista del estado de Israel es contraria a las concesiones necesarias y a poner dique al sionismo radical. El sionismo está demasiado arraigado en ese estado y hay demasiados intereses creados en torno a él para que los políticos israelíes prefieran tomar decisiones contrarias al espíritu sionista, que serían necesarias para el propio estado de Israel. Hay una contradicción cada vez mayor entre el sionismo y los intereses del pueblo israelí, e incluso del propio estado israelí. Si a eso añadimos la poca disposición de sus aliados, empezando por Estados Unidos, a instar a los gobiernos israelíes a la moderación, es fácil prever que los sucesivos gobiernos israelíes prefieran (mientras Estados Unidos se lo tolere) la «huida hacia delante» en una deriva cada vez más belicista, agresiva y sionista frente a los problemas que genera el propio sionismo. Sin embargo, esa política posiblemente se tope con problemas insolubles que superen al estado sionista, pues la guerra exige unas mistificaciones colectivas que casan mal con una sociedad como la israelí, cada vez más sumergida en un individualismo salvaje de búsqueda del máximo beneficio empresarial a costa de lo que sea, incluyendo desmantelar los servicios públicos y unas privatizaciones generales que se dan de bofetadas con «el interés nacional» y los ideales colectivos. No se puede pretender privatizar los beneficios en nombre del neoliberalismo y predicar ideales colectivos de sacrificio y heroísmo. La «guerra posheroica» no siempre es posible y, cuando no lo es, Israel se encuentra cada vez peor dotado para librar cualquier guerra, sea convencional o asimétrica.

Imposibilidad de los sueños del maximalismo árabe Una de las causas de la tragedia palestina ha sido que los estados árabes han intervenido nefastamente en los asuntos palestinos, para después abandonarlos, traicionarlos, explotarlos u olvidarlos.

un informe oficial sobre la situación de los derechos humanos en Cisjordania y la Franja de Gaza para entregarlo en marzo de 2009. Richard Falk llegó al aeropuerto de Tel Aviv, pero las autoridades le denegaron la entrada y lo embarcaron en un avión rumbo a Suiza. Israel ya había advertido que no permitiría la entrada a Falk. Richard Falk es judío y profesor de derecho internacional en Princeton (Estados Unidos), en sus trabajos compara el castigo colectivo que Israel practica con los civiles palestinos con el comportamiento de los nazis antes y durante la segunda guerra mundial.

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La existencia de un mundo árabe y de un mundo musulmán supuestamente inmensos ha servido de pretexto a los sionistas para minimizar el desafuero contra los palestinos («los árabes tienen un espacio inmenso y riquísimo, que los palestinos se vayan y nos dejen una porción mínima de lo que sólo nosotros consideramos como nuestra única patria») y para crear en los palestinos una falsa idea de fuerza, que tuvo consecuencias devastadoras cuando se vio que esa fuerza no existía o era inoperante. A los palestinos no les habría ido peor, sino posiblemente mejor, si en vez de formar parte de un mundo árabe supuestamente solidario y con afanes de unidad, hubiesen sido un pueblo aislado, distinto lingüística, étnica y culturalmente de sus vecinos, y si estos hubieran cerrado herméticamente sus fronteras a cualquier éxodo palestino, impidiendo con ello a los sionistas llevar a cabo sus limpiezas étnicas. Los sionistas se tendrían que haber conformado con una parte de Palestina y coexistir, les gustara o no, con sus habitantes autóctonos. No cabe duda de que los sionistas habrían tenido muchos más problemas a la hora de llevar a cabo sus designios sin la colaboración voluntaria o involuntaria de unos árabes no palestinos supuestamente antisionistas, pero que, por estupidez, incompetencia, connivencia interesada, debilidad o impotencia, han sido los mejores aliados del sionismo contra los palestinos. La guerra emprendida por la Liga Árabe en 1948 no liberó Palestina de los sionistas sino que les brindó la mejor ocasión para apoderarse del mayor territorio posible y para expulsar a la mayoría de los palestinos. Estos gobernantes árabes actuaban movidos por sus propios designios egoístas, enfrentados unos con otros y, tras el desastre ocasionado a los palestinos, no les ofrecieron más que campos de refugiados, un estatuto permanente de parias y la anexión o la administración de la parte de Palestina no ocupada por los sionistas. Paradójicamente, los estados árabes ofrecieron algo mejor a los refugiados armenios o a los circasianos que a los palestinos, pues al no ser los armenios ni los circasianos refugiados «hermanos árabes de una tierra árabe por liberar», al menos obtuvieron los derechos de la ciudadanía libanesa o siria, mientras que los refugiados palestinos recibieron un estatuto provisional-permanente que los colocaba en una situación de inferioridad frente a los ciudadanos libaneses y sirios. Los egipcios acantonaron a los refugiados palestinos en la Franja de Gaza, que, merced a la limpieza étnica sionista y la disposición egipcia, se convirtió en un gueto. Paradójicamente, fue Jordania, al anexionarse Cisjordania, la que al menos otorgó la ciudadanía jordana a los palestinos bajo su dominio, fueran cisjordanos o refugiados.

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Todo esto se justificó con el argumento de que la situación de los refugiados palestinos sería provisional y más pronto o más tarde los sionistas serían derrotados, Palestina liberada y los refugiados palestinos retornarían a su patria y sus hogares expoliados. Sin embargo, estos estados no permitían a los palestinos actividades armadas que perjudicasen la estabilidad de sus regímenes o que ocasionasen represalias israelíes. Teóricamente, debía llegar un día en el que una alianza de ejércitos de los estados árabes emprendiese la liberación de Palestina, pero ese día se posponía para calendas griegas, mientras los palestinos permanecían vegetando en los campos de refugiados, esperando... Cuando se produjo la derrota de 1967, quedó claro que los regímenes nacionalistas o supuestamente nacionalistas, no eran más capaces de destruir el estado de Israel que los regímenes anteriores. Palestina no la iban a liberar los estados árabes: la liberarían los palestinos o no lo haría nadie. Todos los demagogos del nacionalismo árabe hablaron de Palestina, pero ninguno consiguió otra cosa que hundir a los palestinos en una ciénaga cada vez más profunda, tan profunda como sus errores y su impotencia: Náser, Gadafi, Saddâm Husayn... Y lo que es peor, finalmente los demagogos del «islam es la solución» criados a los pechos de Estados Unidos en Afganistán, como el inefable Usâma ben Lâden, utilizaron el sufrimiento palestino como una de las justificaciones de sus acciones terroristas disparatadas (el 11-S), que brindaron a Estados Unidos e Israel el pretexto perfecto para su estrategia de sumisión total de Palestina, el mundo árabe y Oriente Medio a sus designios de agresión, invasión y dominación. Significativamente, fueron los movimientos de pretensiones mucho más modestas, como la resistencia libanesa, los que obtuvieron éxitos en la lucha contra el expansionismo sionista, al plantearse objetivos asequibles con firmeza, determinación y competencia. El Líbano consiguió autoliberarse el año 2000, poniendo fin a 22 años de ocupación israelí, sin rebajarse a hacer la menor concesión al invasor. El año 2006, la resistencia libanesa volvió a demostrar a los israelíes que no se puede invadir y destruir el Líbano impunemente.

Imposibilidad del proyecto nacionalista palestino Cuando los palestinos vieron con claridad que Palestina la liberarían ellos o no la liberaría nadie, los palestinos del exterior organizaron sus propias organizaciones de resistencia para desalojar al ocupante. El

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objetivo era expulsar militarmente a los sionistas y crear allí un estado palestino, en toda la Palestina ocupada o en parte de ella. La idea originaria del Fath tras la guerra de 1967 era Cisjordania, allí se suponía que los fedayín se moverían «como pez en el agua», de acuerdo con la estrategia guerrillera. Pero no fue así: la represión israelí y la apatía de la población cisjordana hicieron fracasar la guerra de guerrillas que tomaba por santuario Jordania y actuaba en Cisjordania. Desde ese momento, las acciones armadas palestinas contra los israelíes tomaban como base Jordania o el Líbano y consistían en pequeños ataques guerrilleros en territorio normalmente hostil en el que los fedayín no se movían «como pez en el agua», ya que estaba poblado por judíos israelíes hostiles que los veían como «terroristas» o «saboteadores». El hecho de que la colonización judía fuera densa y hubiera desplazado a la población palestina por medio de la limpieza étnica, significaba que las acciones de la guerrilla palestina no podía aspirar a ganarse a la población y a expulsar con su cooperación al invasor, sino que sólo podían consistir en presionar al estado de Israel a buscar una solución negociada. En la práctica, lo que sucedió fue que las represalias israelíes cada vez más brutales enfrentaron a los guerrilleros palestinos con los estados «anfitriones», que los expulsaron (caso de Jordania) o los pusieron bajo estricto control y no les dejaron actuar desde su territorio (caso de Siria). Sólo donde el estado era débil pudieron mantenerse y hacerse fuertes los fedayín, caso del Líbano, pero no consiguieron resistir la invasión israelí y tampoco ganarse a la población libanesa de las zonas desde las que operaban, a causa de sus limitados objetivos nacionalistas palestinos, desprovistos de objetivos de clase que pusieran de su parte a los libaneses oprimidos. En 1970, Gerard Chaliand, en su magnífico libro sobre la resistencia palestina, llegaba a la conclusión de que la existencia de Israel estaba asegurada por su superioridad militar y porque vencer a Israel mediante la guerra de guerrillas era imposible, en la medida en que había una población israelí dispuesta a defender un territorio que considera su patria y estaría dispuesta a defenderlo «en condiciones de lucha popular». Chaliand opinaba: Es ilusorio pretender ampliar el conflicto induciendo a los israelíes a ocupar territorios árabes superpoblados, con objeto de organizar una resistencia a gran escala. No solamente es un error político que los israelíes no cometerán sino, sobre todo, no hay ningún régimen árabe que sea capaz, teniendo en cuenta su propia estructura, de suscitar entre la población una resistencia de tipo vietnamita.

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La resistencia palestina no es más revolucionaria, en su conjunto, de lo que lo fue el FLN argelino. El FDLP es el único que, teniendo en cuenta su ideología y su práctica, podría ser considerado un movimiento revolucionario, pero es minoritario y, probablemente, está destinado a continuar siéndolo. Ciertamente, y de una manera indirecta, la resistencia palestina, con su acción, debilita a ciertos regímenes de Oriente, como Jordania y el Líbano… aunque éste último es mucho más sólido de lo que parece. Es posible que, con el paso de los años, tal o cual régimen desaparezca. Pero si se admite que ciertos regímenes, entre los más conservadores, pueden ser ventajosamente reemplazados, ¿dónde están, por ejemplo en Siria y en la R.A.U., las fuerzas susceptibles de organizar un régimen más revolucionario? La agitación y la emotividad políticas no lo son todo. Así, muchas ilusiones políticas se desarrollan en el Oriente árabe –y en muchas extremas izquierdas occidentales– sobre la resistencia palestina. No obstante, y de cierto modo, esta resistencia pone a prueba a los regímenes árabes. Pero, situándonos en el punto de vista del historiador, ¿no se podría también decir que el proceso de la creación de Israel ha sido un factor determinante del robustecimiento de la conciencia nacional árabe y que este hecho ha contribuido a radicalizar, de cierta manera, a las pequeñas burguesías árabes? En cualquier caso, tal vez sea preciso añadir que la existencia de Israel no es el problema fundamental de estas sociedades árabes. La dependencia, el atraso y la miseria –y la humillación que de ello se deriva– son los problemas fundamentales del Oriente árabe, y la existencia de Israel no es más que una de las consecuencias del atraso histórico de las sociedades árabes que es preciso colmar, tarea en la cual ningún régimen hasta el presente se ha dedicado de manera verdaderamente seria.114

La liberación sólo era posible en los territorios no colonizados densamente, es decir, en los que los israelíes eran meros ocupantes o donde los colonos estaban en minoría. Eso es lo que pasó en el Líbano. Eso es lo que pasa en Cisjordania y la Franja de Gaza. Los israelíes tuvieron el suficiente buen juicio para no meterse en el avispero de una invasión de Jordania,115 pero no tuvieron el mismo sentido común en el Líbano, con la consiguiente derrota que sufrieron

Gerard Chaliand, op. cit., pp. 171-173. O quizás fuera sencillamente que el rey Husayn les hizo el trabajo sucio; si la resistencia palestina hubiera actuado con contundencia y hubiera acabado con la monarquía jordana, es muy probable que la invasión israelí sí se hubiera producido. 114

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y que alentó a la segunda Intifada. En Cisjordania y Gaza la guerrilla sí que ha podido ser una realidad porque la ocupación afecta a zonas palestinas superpobladas. Cabe preguntarse si hubiera sido posible una resistencia civil no violenta, al modo de Gandhi, en los territorios palestinos ocupados en 1967. La diferencia entre la India y Cisjordania y la Franja de Gaza es que, en la India, el colonialismo británico, por muy opuesto que fuera a la idea de una independencia india, era consciente de que el Partido del Congreso y su resistencia civil no violenta eran lo menos malo a lo que podía enfrentarse. Una insurrección armada podía ser letal para sus intereses, dado que Gran Bretaña dominaba la India por medio de un ejército formado por unos pocos militares británicos y muchos soldados indios, de manera que ese ejército quizás fuera impotente para una rebelión a gran escala, si es que no se producía una nueva versión de «la rebelión de los cipayos», sin contar con que una rebelión armada india podría haber derivado hacia una revolución social similar a la de China. Por esta misma razón, la burguesía nacional india, cuyos intereses encarnaba el Partido del Congreso, no quería una movilización violenta de las masas indias, pues si se producía una insurrección armada, los luchadores más activos serían aquellos que tuvieran menos que perder, o sea, el campesinado pobre y las clases populares urbanas, con lo que la insurrección no estaría bajo su control y podría derivar en una revolución social contra los terratenientes y los ricos en general. Por ello, la burguesía india deseaba movilizar a las masas para presionar a los ingleses y obtener la independencia, pero por traspaso del poder de los británicos a ella misma, no mediante hundimiento del orden establecido. La burguesía india sabía que Gran Bretaña acabaría aviniéndose a negociar la independencia con ella, porque las otras opciones serían todavía peores para los intereses británicos. En estas condiciones, el liderazgo y las ideas no violentas de Gandhi respondían perfectamente a los intereses inmediatos de la burguesía nacionalista india: Gandhi era un hombre que creía sinceramente en la no violencia, no como un método táctico oportunista sino como una estrategia política y metapolítica. La sinceridad, la pobreza voluntaria y la santidad de Gandhi daban credibilidad al Partido del Congreso ante las masas. Los ingleses eran conscientes de que eliminar violentamente a Gandhi y sus seguidores habría abierto la vía a alternativas más peligrosas. Hubo, pues, una confluencia de intereses entre la potencia ocupante y la burguesía nacionalista independentista a favor de que la resistencia fuera no violenta.

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En el caso de los territorios palestinos ocupados en 1967 la situación era completamente distinta a la de la India por las siguientes razones: 1) El ejército israelí no era un ejército de cipayos al modo indio, con una oficialidad colonial, sino un ejército de reemplazo que no debía temer insurrecciones de soldados indígenas.116 2) El territorio palestino era menor y menos poblado que el de la metrópoli y no estaba geográficamente alejado de la metrópoli colonial. 3) Y lo que es más importante: los israelíes no sólo no contemplaban la posibilidad de retirarse de la mayoría de esos territorios sino que tampoco creían en acuerdos con la burguesía indígena; se creían que con la fuerza militar bastaba para mantener la situación de manera indefinida. En julio de 1967, cuatro notables palestinos que llamaron a la resistencia civil no violenta fueron expulsados a Jordania. Los sionistas no tenían ninguna intención de soltar los territorios ocupados ni de conceder ninguna independencia, por limitada que esta fuese. La idea de destruir el estado de Israel con las solas fuerzas guerrilleras era ilusoria. La guerrilla sólo podía funcionar en los territorios densamente poblados por palestinos, pero Cisjordania cada vez estaba más colonizada por colonos judíos fanáticos, similares a los pied-noirs argelinos pero con los que ningún gobierno israelí deseaba hacer lo que hizo De Gaulle en Argelia con la OAS. Todos los gobiernos israelíes han preferido mantener su «guerra de Argelia» de baja intensidad (en lo que a los judíos israelíes se refiere, no a los palestinos)117 antes que tener que enfrentarse y liquidar a una «OAS» de los colonos judíos y sus partidarios.118 Las medidas cada vez más brutales contra los pa-

Los únicos «cipayos» existentes en el ejército israelí eran drusos, beduinos y algunos otros colaboracionistas. 117 La guerra de Olmert contra los palestinos de la Franja de Gaza el año 2006 significó que 5.300 obuses de artillería y 292 ataques aéreos israelíes mataran a 300 personas (incluidos 49 niños) y provocaran más de mil heridos (muchos con mutilaciones múltiples), mientras que 424 cohetes palestinos de fabricación casera mataron a 3 personas y provocaron 28 heridos. Las cifras (ciento por uno) hablan por sí solas. 118 El asesinato de Isaac Rabin en 1996 a manos del fanático Yigal Amir fue un «aviso para navegantes» respecto a lo que pasaría a quien se enfren116

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lestinos son muy populares (los palestinos de Cisjordania y la Franja de Gaza no votan en las elecciones israelíes), mientras que ningún gobierno israelí desea una guerra civil interjudía entre partidarios de la retirada total de los territorios y los partidarios de conservarlos total o parcialmente. El margen de maniobra de los dirigentes nacionalistas palestinos, incluyendo el de la burguesía nacionalista palestina más proclive a un miniestado palestino, más que mínimo es nulo. Israel sólo ofrece a los dirigentes palestinos convertirse en alcaides de un campo de concentración, al mismo tiempo que los dirigentes palestinos saben que, si aceptan, su futuro previsible será que los reclusos terminen linchándolos.

La vía no nacionalista como única alternativa al callejón sin salida El nacionalismo parece una reacción natural de un pueblo oprimido, pero en realidad es una construcción de intelectuales muy del gusto de la «élite», que encuentra en él la forma más favorable a sus intereses y menos peligrosa para sus intereses de clase. En el caso de los pueblos colonizados, «la unión sagrada» bajo la dirección de la «élite» puede terminar, si las condiciones son propicias, en una completa derrota de los invasores y su expulsión, con el afianzamiento de la «élite» como clase dominante sólidamente asentada en el poder; en condiciones mucho menos favorables, puede terminar en un arreglo entre los colonizadores y la «élite» nacionalista. En el caso palestino la «élite» ha oscilado entre el sueño de «arrojar a los judíos al mar» y la tentación «realista» de llegar a un acuerdo que garantice a esa «élite» al menos el dominio de un «bantustán», un miniestado palestino.

tara a los colonos. Por mucho menos Yigal Amir asesinó a Rabin. ¿Estaría dispuesta la gestapo israelí a tratar a esos colonos como trata a los resistentes palestinos? Eso no lo toleraría ni «el sionista bueno» al estilo de Amós Oz, que considera que «la presión fisica moderada», «los asesinatos selectivos», los bombardeos masivos, las bombas de fragmentación y el fósforo blanco son aceptables contra «los árabes» díscolos, pero jamás contra «los judíos israelíes» díscolos, por muy desagradables que le resulten, siempre que sean sionistas, claro está. Como dice el refrán: «Perros de la misma camada nunca se muerden».

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El enfrentamiento palestino-israelí es a cuatro bandas: 1) La clase dominante israelí, interesadísima en «abrir» el mundo árabe a la colonización de sus capitales y de los capitales estadounidenses a los que está subordinada. Neoliberal en el interior e imperialista en el exterior, pero con dos tendencias: la suave, supuestamente «pacifista» («Shimón Peres, nos traes la prosperidad» al abrir por las buenas el mundo árabe a sus capitales), y la agresiva sin disimulos, partidaria de «abrir» el mundo árabe a bombazos de la mano de Sharón y Bush, colonialismo duro en los territorios ocupados e «israelización» de Estados Unidos. 2) Las clases populares judeo-israelíes, que se benefician de su condición privilegiada frente a los palestinos, aceptan la hegemonía de la burguesía (en sus dos versiones: laborista y derechista) y se benefician de un estado con una acumulación capitalista más o menos autocentrada y del colonialismo sobre los palestinos. Pero que se encuentran cada vez más perjudicadas por las tendencias neoliberales de la economía israelí. Para mantener a estas clases sujetas y sumisas, la clase dominante recurre al odio a «los árabes». 3) La burguesía palestina, que busca hacerse un espacio menos sometido y salvar la cara frente a su pueblo. 4) Las clases populares palestinas: doble explotación, como proletarios o sub-proletarios y como colonizados en todos los sentidos, pues son el único pueblo del Tercer Mundo que ni siquiera pasó del colonialismo al neocolonialismo, sino que ha pasado directamente del colonialismo al recolonialismo. El conflicto árabe-israelí o palestino-israelí es insoluble si no se superan el nacionalismo, el confesionalismo y su combinación letal, el nacional-confesionalismo. El sionismo como ideología etno-confesionalista debe desaparecer en Israel. Esto puede parecer impensable, pero es una alternativa que los judíos israelíes tendrán que plantearse dentro de no mucho tiempo, pues incluso a medio plazo Israel tendrá que elegir entre ser un estado abiertamente racista o dejar de ser un estado sionista, dado que «los árabes israelíes» dentro de unas décadas constituirán la mitad de la población. Israel deberá dejar de ser sionista y aceptar la igualdad entre judíos y no judíos. En el caso de obstinarse en mantener el carácter sionista del estado, cabrían dos posibilidades:

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1) Una nueva limpieza étnica contra sus ciudadanos «árabes israelíes» similar a la llevada a cabo en 1948. En este caso, el estado de Israel se convertiría en una especie de búnker judío en Oriente Medio, un Oriente Medio tan arruinado como lo están ahora la Franja de Gaza, Cisjordania e Iraq. 2) La eliminación de la democracia formal119 y la instauración de un sistema de apartheid contra la mitad de la población o contra la mayoría no judía; el sistema de apartheid y la dictadura ya la practica el estado de Israel con los palestinos de los territorios ocupados en 1967, la novedad sería extenderla a los palestinos que hasta el día de hoy son (sub)ciudadanos israelíes: degradarlos de sub-ciudadanos a súbditos. Incluso en el caso de que la población judía israelí quisiera frenar la demografía palestina para evitar una mayoría no judía en Israel, debería poner fin a la discriminación y la situación de inferioridad que viven «los árabes israelíes» y que es la causa de tan elevada natalidad. Es dudoso que los israelíes tengan la lucidez necesaria para salir del sionismo, al menos hasta el día de hoy no la han demostrado,120 y lo que se ve actualmente no deja lugar para muchas esperanzas. Pero las otras alternativas son realmente catastróficas, también para los judíos israelíes, no sólo para los palestinos y sus vecinos. El estado de Israel es también el único estado de tipo racista que queda en el mundo, tras la desaparición del apartheid en Suráfrica. Un estado racista que se justifica, paradójicamente, por el racismo sufrido por los judíos a manos de los nazis y que practica unas matanzas masivas apelando a la inmunidad en nombre del genocidio que los nazis practicaron contra los judíos.

Actualmente se debate públicamente en Israel la posibilidad de privar a los «árabes israelíes» del derecho al voto. En los años ochenta, plantear tal cosa se habría considerado de mal tono para la imagen «democrática» del estado sionista. Dentro de no muchos años es muy posible que esa imagen les sea tan indiferente que lo lleven a cabo, será la «kahanización» del estado sionista, un estado abiertamente judeo-nazi. 120 Salvo las gloriosas excepciones reseñadas en páginas anteriores, de personas individuales y colectivos dignos de los mayores elogios por su valentía, lucidez y dignidad moral. Pero la mayoría aplastante de la población judía israelí se ha alineado del lado del fanatismo chovinista más extremo. 119

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Los judíos israelíes deberían ser los primeros interesados en la dessionización de Israel y en acabar con la situación de inferioridad de los palestinos, aunque no sea más que por su propio interés. Es comprensible que Estados Unidos esté interesado en mantener el sionismo, que le garantiza que Israel sea su macrobase militar en Oriente Medio. Se puede entender que los judíos ricos y racistas de Estados Unidos sean sionistas, pues están muy lejos del conflicto. Se puede comprender que muchos judíos de Europa occidental (los Glucksmann, Finkielkraut, Hénri-Levy y compañía) sean sionistas, pues son fachas y racistas y también están lejos del conflicto. Pero es difícil entender qué gana el judío israelí medio (de clase baja o media) con un estado sionista que despilfarra en ejército y colonialismo lo que no gasta en beneficio social de los judíos (por no hablar de sus sub-ciudadanos no judíos), que genera un conflicto permanente que cada vez será más agudo e insostenible, debido a la explosión demográfica palestina, generada por las condiciones de expoliación, pauperización y marginación provocadas por el carácter sionista del estado de Israel. Los judíos israelíes deberían ser los primeros interesados en dessionizar Israel, si no por razones altruistas, al menos por su propio bienestar y su propio futuro. Los judíos israelíes más inteligentes lo han entendido y están por ello. Desgraciadamente, la gran mayoría de los judíos israelíes sigue aferrada al nacionalismo racista, la estatolatría etnomaniaca y la megalomanía de la superioridad militar suministrada por Estados Unidos. Los judíos israelíes sólo tienen dos alternativas a medio y largo plazo: 1) La des-sionización: la igualdad civil y política para judíos y no judíos, la eliminación del estatuto de sub-ciudadanos y súbditos para los palestinos. Un país de ciudadanos sin discriminación en lugar de un estado racista judío. 2) Un engendro estatal a medio camino entre la Suráfrica del apartheid y una réplica en miniatura del Tercer Reich. Hasta ahora la mayoría de los judíos israelíes han optado porque su futuro (y su presente) sea la segunda alternativa.

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Colofón

Al Campo de la Paz israelí, sin el debido respeto1 A vosotros, el llamado Campo de la Paz israelí, miembros y simpatizantes, engolados laicos que pagáis religiosamente los impuestos a vuestra amada patria, os remito estas pocas líneas sin el debido respeto. Espero que os lleguen por algún medio. Acostumbrados al agua fresca de las acequias de la izquierda y al gremialismo solidario con que os tratan, preveo que no mudaréis siquiera el gesto. Aquí no hay crítica constructiva ni horizontes vislumbrados ni amaneceres de concordia. Recibid estas líneas como el salivazo que pretenden ser. Sois peores que los likudistas, sois likudistas blanqueados. Aquellos no engañan a nadie, su criminalidad es frontal y sin tapujos, y no espera ser otra cosa. Pero vosotros, que decís oponeros aunque les servís de cómplices, no sois más dignos que los mirones de los trenes de Polonia. Pensáis que apuntar con el dedo es suficiente, que reconfigura vuestra identidad moral ante vuestros ojos y los del mundo, y eso es lo que os importa de verdad. No la suerte de los palestinos, sino la moralidad de vuestras vidas. Qué lástima dais, gente del Meretz, de Peace Now, bocas de ganso de Martin Buber, ni siquiera sabéis dejar de ser sionistas.

Esta carta fue enviada en su día por Sergio Pérez Pariente a Rebelión pero no fue publicada. El autor de este libro no es el autor de esta carta pero suscribe su contenido prácticamente palabra por palabra y línea por línea, con excepción de los anglicismos. 1

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Qué falta de coraje la vuestra, qué poco pellejo ponéis en juego. Se cuentan con los dedos aquellos de vosotros que se exponen de verdad. Pero, ¿de qué tenéis miedo? No irrumpirán diez soldados por la noche en vuestra casa, no os harán morder el polvo delante de vuestra mujer, vuestro marido, vuestros hijos, no os recluirán sin cargos en una mazmorra con sarna durante meses ni os atarán a una silla mientras os gritan preguntas que no sabéis contestar. Eso es para los arabushim, y bien os consta. A vosotros os necesitan como al aire. Los likudistas piensan que sois unos hijos de puta, pero «NUESTROS hijos de puta», a fin de cuentas. A fin de cuentas judíos, vitola de calidad en la tierra de Israel. Gente del Meretz, de Peace Now, del Campo de la Paz sionista, ¿cómo respetaros mientras tributáis a Hacienda, mientras cumplís con vuestro mes anual de reservistas si sois requeridos, mientras merendáis en los parques que ocultan bajo su hierba las ruinas de Palestina? ¿Cómo asumir vuestra conciencia, que nada entre dos aguas? No son sino aguas residuales… Mancháis una vez y otra la memoria de quienes, en tiempos y lugares diferentes pero en tragedias similares, tuvieron la decencia de elegir entre la cárcel o el exilio (en España hubo incontables doctores en ambas disciplinas). Vuestra amada tierra de promisión os confunde y aterroriza con su brutalidad, así que hacéis informes, aplaudís manifiestos, organizáis jornadas, gesticuláis en las calzadas y ante el ordenador, ¡Derechos Humanos!, ¡Derechos Humanos!, ¿Vas a la tienda, Uri? Tráeme unos pistachos, solidaridad con los palestinos, abajo los asentamientos, el día 15 a las 19:00 horas, frente a la Puerta de Jaffa, pásalo, todos somos palestinos, ¡Derechos Humanos!, abajo la ocupación, dormiremos mejor esa noche, pásalo, dormiremos mejor esa noche, nuestra conciencia está limpia, nuestra conciencia está limpia, limpia, limpia… Decidnos pues, hermanos cosmopolitas, ¿con cuántos vecinos de Nablus conversasteis (sin interrogarlos, quiero decir)? ¿Os tomasteis su café? Shukran por la fruta… ¿Con cuántos intimasteis (sin apalearlos, quiero decir) en Jenin, en Hebrón, tal vez en Rafah o en Khan Younis? ¿Habéis pensado en vivir allí una temporada (entre ellos, quiero decir, no sobre ellos, en una colina con piscinas y aspersores)? ¿Quizá en tomar esposa o marido palestinos (sin usar la fuerza, quiero decir)? Algunos de esos seres son atentos, inteligentes y hasta bien parecidos (cuando no están descuartizados, quiero decir). También os harán reír. A carcajadas. ¿No es eso lo que más se aprecia en la pareja? Los palestinos bromean a todas horas si no están

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descuartizados. Os contarán mil anécdotas para mearos de la risa. Además estaréis seguros de que su amor sería verdadero, si surgiera. No se casarían por los papeles porque no hay papeles que obtener. Vuestra podrida Knesset aprobó ya las leyes que harán que seáis vosotros, voceros del fraude pacifista, los que emigréis a Cisjordania al reencuentro del amado cónyuge… Allí beberéis agua sucia y poca, y podréis desescombrar a diario. Quizá debajo encontréis, entre la pierna de un niño y el tronco de su madre, la moral que tanto buscasteis en el lado bueno del muro de hormigón. Si tenéis miedo, palomas solidarias, basta de aspavientos y marchaos, volad lejos del Estado que roba y asesina y empezad una nueva vida en otra parte, con cimientos que no estén carcomidos. Añorad la justicia en vuestra ausencia en lugar de contribuir al crimen de manera presencial. Pero si os quedáis, sabed que os llamarán, que os llamaremos impostores a los cuatro y los cuarenta vientos, a vosotros, celosos cumplidores de la ley. Sois sólo un hatajo de impecables ciudadanos de Israel, y no hay peor cosa que podáis ser. Vuestro fracaso es dramático, embalsamadores. Le habéis extraído el cerebro por la nariz a la resistencia judía israelí y ahora sacáis su muñeco inerte y lo exhibís en macabra procesión pretendiendo que se mueva. Su aspecto es intachable, paso a los fotógrafos del Haaretz… Os dejáis una coleta, hincháis unos globos de colores y salís a las calles de Tel Aviv a decir shalom y sentiros mejor. Hay terapias más nobles, aunque un poco más caras. Con suerte habrá forcejeos y algunos golpes gratuitos de la policía. Buenas fotos. Pero lo primero es lo primero, y antes de cada baile (de máscaras) reñís por ver quién declara más alto su amor por la madre patria, contenedor de virtudes y belleza que sólo la gestión de los políticos viene afeando desde el 67. Pero que nadie cuestione vuestra entrega a la causa nacional... Cuando os oigo me asalta una furia cancerígena. Habría que escupiros a la cara hasta que la lengua se pegara al paladar. Farsantes, blanqueadores, pastilleros del civismo responsable, tómese cada 8 horas, moralistas a tiempo completo, celosos pagadores de impuestos, agradecidos receptores de becas y seguros sociales, beatos del kibbutz y de Amos Oz, vosotros, críticos patriotas de Israel bienamado, vosotros os estáis cociendo en el mismo caldo que Olmert y Vilnai, no sois mejores que ellos. No amenazáis con llevar una shoah a los palestinos, simplemente participáis de ella con vuestro escrupuloso cumplimiento de los deberes ciudadanos, con el dinero manchado de las tasas que periódicamente rendís sin rechistar, con vuestra estricta observancia de las normas administrativas, con vuestro saludable ejercicio de ciudada-

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nía crítica, muestra acabada de democracia israelí. Vuestra mascarada no hace sino perpetuar lo abominable mientras compráis ensayos de tapa dura y os recortáis con cuidado vuestra barba de canon progresista. Tenéis la estantería y la moral colmadas. También la tripa. ¿Por qué jugarse entonces las ganancias? Sergio Pérez Pariente

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