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CONFERENCIA DEL CONSELLEIRO DE CULTURA, EDUCACIÓN Y ORDENACIÓN UNIVERSITARIA, XESÚS VÁZQUEZ ABAD, LA TRANSCENDENCIA DEL CAMINO DE SANTIAGO COMO DIFUSOR DE VALORES CULTURALES Y SOCIALES A LO LARGO DE SU RECORRIDO POR EUROPA, EN EL ACTO CONMEMORATIVO DEL XX ANIVERSARIO DEL GRUPO COMPOSTELA DE UNIVERSIDADES Universidad Adam Mickiewicz (Poznan), 26 setembro 2014. 17.00 h.  EXCMO. Y MAGNÍFICO RECTOR DE LA UNIVERSIDAD ADAM MICKIEWICZ, DR. BRONISŁAW MARCINIAK  EXCMO. Y MAGNÍFICO RECTOR DE LA UNIVERSIDAD DE SANTIAGO DE COMPOSTELA, DR. JUAN VIAÑO  PRESIDENTE DO GRUPO COMPOSTELA DE UNIVERSIDADES, DR. MAURITS VAN ROOIJEN  ILMO. SECRETARIO XERAL DE UNIVERSIDADES DE LA XUNTA DE GALICIA, DR. JOSÉ ALBERTO DIEZ DE CASTRO  SECRETARIA EJECUTIVA DEL GRUPO COMPOSTELA DE UNIVERSIDADES, DRA. ISABEL LIROLA DELGADO  AUTORIDADES  PROFESORES Y COLEGAS Buenas tardes…

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Vaya en primer lugar, como Conselleiro de Cultura, Educación y Ordenación Universitaria y representante del Gobierno

gallego

ante

tan

ilustre

foro,

mi

saludo

más

respetuoso y cordial para nuestros anfitriones, representados por el Rector Magnífico de la Universidad Adam Mickiewicz de Poznan, profesor Bronisław Marciniak, y el Presidente del Grupo Compostela de Universidades, profesor Maurits van Rooijen, con motivo de la celebración del veinte aniversario de este Grupo

que

europeísmo

tiene y

el

entre

sus

objetivos

intercambio

la

educativo,

promoción así

como

del la

preservación histórica y cultural que surge en torno al Camino de Santiago y la peregrinación jacobea. Debo saludar también a todos los miembros del Comité Ejecutivo de la institución, a los representantes de las nuevas universidades incorporadas al Grupo y, cómo no, a los integrantes de la delegación gallega, entre los que se encuentran los exrectores de la Universidad de Santiago de Compostela, profesores Darío Villanueva y Juan Casares Long.

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Al mismo tiempo, quiero aprovechar la ocasión para expresar mi sincera gratitud por la invitación para tomar parte en esta conmemoración, brindándome así la oportunidad de compartir con todos ustedes algunas reflexiones sobre “La transcendencia del Camino de Santiago como difusor de valores culturales y sociales a lo largo de su recorrido por Europa”. Serán, evidentemente, una serie de ideas abiertas, sin afán de exhaustividad, y más orientadas a abrir debates que a obtener conclusiones. El Camino —no voy a descubrírselo yo ahora—, es un espacio transnacional europeo, cohesionador (por propicio para el diálogo multicultural y el intercambio de experiencias), y una ruta simbólica asociada a los orígenes remotos del apostolado cristiano con un valor religioso compartido por más de 1.200 millones de fieles. El Camino resulta asimismo —y de una manera muy especial en los años jacobeos—, uno de los principales escenarios mundiales de producción e intercambio de cultura y un elemento dinamizador de los territorios que atraviesa, jalonado por más de 1.800 edificios religiosos y civiles de interés histórico.

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Como todos ustedes saben, en el seno de las rutas a Santiago se fraguó en parte el concepto polisémico de Europa, un

término

rico

en

significados

y

matices,

conformado

dialógicamente a lo largo de los siglos gracias al contacto humano y la difusión de discursos, textos e ideas que esta conexión proporciona. Al respecto, afirmaba el relevante intelectual gallego Ramón Piñeiro que “la cultura europea tenía en Compostela una presencia activa y fecunda. El Camino de Santiago —decía— era la vía cultural de España con Europa y

por

ella

transitaba

el

arte

románico

y

la

lírica

trovadoresca.” Cristianismo, Universidad, Ilustración y Democracia quizá sean el quadrivium de líneas maestras definitorias de Europa. Una cuarteta que actualmente está incorporada y caracteriza a un concepto mucho más amplio e inclusivo como es Occidente, de modo que su uso ya no es en absoluto privativo por parte de los europeos sino compartido con bastantes estados de otras latitudes, tal como nos recuerda Jürgen Habermas en su obra El Occidente escindido.

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En cualquier caso, lo relevante aquí es que el Camino de Santiago tuvo que ver, con mayor o menor intensidad, con el desarrollo de cada uno de estos cuatro conceptos y su concreción práctica… Y quizá, la Universidad, si tenemos en cuenta la relevancia de los centros que surgen en la zona de influencia del Camino como Montpellier, la histórica universidad de Palencia o, la propia

USC,

sea

precisamente

la

institución

más

íntimamente vinculada al Camino. En concreto, para hacernos una idea de la importancia de la Universidad —de esa universitas magistrorum et scholarium—, en el contexto de la creación europea del que estamos hablando, me gustaría traer a colación las palabras del historiador

Julio

Ruiz

Berrio

sobre

qué

sucedería

si

suprimiéramos la historia de las universidades.

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Muy acertadamente, el profesor Ruiz Berrio afirma que si suprimiéramos “la historia de las universidades dejaríamos coja la evolución de la sociedad.” Y “no comprenderíamos la aventura

del

pensamiento,

ni

las

instituciones

docentes

actuales, ni los avances y limitaciones de la ciencia, ni la historia política de nuestras sociedades, ni la religiosa, ni muchas virtudes y defectos de nuestros dirigentes. En una palabra, perdería bastante sentido la historia del hombre, de todos los hombres.” *** Para empezar será necesario plantearse y responder, siquiera preliminarmente, a la cuestión ¿qué es Europa? Permítanme, en tal sentido, apuntar unas notas en las que se exponen ideas pergeñadas por Denys Hay en la obra Europe: The Emergence of an Idea y Federico Chabod en su Storia dell’idea d’Europa.

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Advierte Chabod que la primera gran fuente que conviene mencionar —quizá la fuente por antonomasia— sea la Historia de Herodoto. Si analizamos esta obra nos encontraremos que Europa se circunscribe políticamente a Tracia y Macedonia, si bien desde el punto de vista de la geografía física, el historiador de Halicarnaso concibe una Europa que llega hasta el nacimiento del Pó y las Hébridas por Occidente; y hasta Siberia, en su extremo más meridional, por el norte. Existe, como se ve, un vasto territorio que está incluido en esa Europa física, pero que de ningún modo formaba parte, en juicio de Herodoto, de la Europa llamémosle cultural y política, con valor de civilización. El siguiente jalón podría ser Aristóteles, que distinguía en su Política no solo Europa de Asia, sino también Grecia de Europa, área que, por parte del Estagirita, queda identificada con

la

Escitia

e,

inespecíficamente,

con

los

países

nórdicos.

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Hipócrates, el propio Aristóteles, Isócrates y Teopompo reflexionan, de uno u otro modo —en función de su visión geopolítica—, sobre el hecho de que mientras los europeos son “autónomos”, es decir, se gobiernan por leyes y son sus propios amos, los asiáticos semejan inferiores, precisamente porque no viven sui iuris, sino bajo el dominio de un rey o un déspota. “Pero —y cito literalmente en este caso de nuevo a Chabod — semejante contraposición de continentes estaba destinado a tener una vida efímera, porque precisamente la conquista de Alejandro

[Magno],

al

crear el

orbe

helenístico,

hizo

imposible el desarrollo de este concepto (…); y más adelante, a su vez, el orbe romano, que también era ampliamente intercontinental,

sólo

podía

permitir

que

subsistiera

una

contraposición única y no la de europeo-no europeo, sino la de romano-bárbaro.”

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Con el paso de los siglos y el decaer del Imperio Romano de Occidente, iniciamos un período extremadamente complejo como es la Edad Media. Por una cuestión de didactismo, recordamos en esta ocasión las etapas que nos ofrece el historiador del Arte Arnold Hauser en su obra clásica The Social History of Art: la primera, el feudalismo, de economía natural, de la Alta Edad Media; la segunda, de la caballería cortesana, de la Plena Edad Media; y la tercera, la de la burguesía ciudadana, de la Baja Edad Media. Y, con motivo de traer a colación The Social History of Art, con su permiso me gustaría presentarles ahora un pasaje extenso con una de las mejores descripciones del primer estilo pleno que germina en las márgenes del Camino de Santiago: el románico. Explica el mismo Arnold Hauser:

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“La cultura feudal, que es esencialmente antindividualista, prefiere también en el arte lo general y lo homogéneo y se inclina a dar del mundo una representación en la que todo está reducido a tipos.” “Las esculturas de las iglesias románicas son miembros del edificio; pilares y columnas, partes de la construcción del muro o

del

pórtico.

El

marco

arquitectónico

es

un

elemento

constitutivo de las representaciones de las figuras. No sólo los animales y el follaje sino la misma figura humana cumple una función ornamental en el conjunto artístico de la iglesia; se pliega y se tuerce, se estira y se reduce, según el espacio que tiene que ocupar.”

Esta maravillosa descripción nos habla de un tiempo y de un lugar

concreto,

de

cómo

la

ideología,

las

condiciones

económicas y productivas y la propia estructura social afectan y

condicionan las

realizaciones

artísticas

de

una

época,

definiendo un estilo nuevo: el Románico.

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Como hemos comentado, Hauser habla de tres períodos culturales completamente independientes para la Edad Media. En cualquier caso, debe quedar claro que durante buena parte de la cristiandad medieval “Europa” no es el concepto clave y que la dicotomía que nos encontramos es entre lo cristiano y lo pagano. Estamos en el marco europeo que el papa Calixto II menciona al emperador Enrique V poco después del concordato de Worms, en 1122, en el que Europa es un concepto geográfico bastante difuso y la carga significativa se la aporta la Fe cristiana: Europe fidelibus. Los fieles, los cristianos que viven en Europa frente a los paganos. Un concepto, por cierto, bien amplio que viene a ser casi cajón de sastre que incluirá a un conjunto de pueblos y civilizaciones como pueden ser los musulmanes hispánicos (cuya consideración por parte de los cristianos hispánicos sufrió un vaivén: de gentiles con los que comerciar

y

relacionarse

a

enemigos

acérrimos),

los

ortodoxos bizantinos, los ortodoxos rusos o los turcos otomanos, entre otros. ***

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En este momento de transición del Alto al Pleno Medievo, muchos peregrinos caminaban ya hacia Compostela —por una de las escasas rutas, no podemos olvidarlo, bien cuidadas del conjunto de Europa— afirmando su fe, desde luego, pero también

comenzando

a

difundir

nuevas

ideas,

progreso

tecnológico y desarrollo económico; y entablando un contacto humano transnacional que, con sus altibajos, se prolonga en el tiempo durante más de un milenio… Sobre el momento particular en el contexto ibérico merece la pena

recordar

las

palabras

del

excepcional

historiador

vallisoletano Ladero Quesada: “Los hechos de la frontera y la conquista facilitan una primera explicación de la historia política hispanocristiana. Los de repoblación y colonización permiten ampliar y consolidar criterios sobre las peculiaridades de la realidad hispánica en aquellos siglos, y la formación de sus grandes áreas regionales porque no sólo afectaron a las tierras conquistadas en AlAndalus sino también a las que eran de dominio cristiano antes del siglo XI. En éstas, el Camino actuó como vía de inmigración y fijación del poblamiento desde entonces hasta bien entrado el siglo XII.”

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Curiosamente, el despegue de la historia jacobea coincide cronológicamente de un modo bastante preciso con el comienzo de la historia estatal de Polonia —el bautismo de Mieszko I, duque de los polanos y fundador de la dinastía Piasts, en el 966—. Ambos fueron entre los siglos X y XIII espacios de conflicto y pugna entre ámbitos geopolíticos de impronta cristiana y pueblos con otras religiones, como es el caso del Islam en el territorio hispánico cristiano, y un conjunto de agrupaciones humanas diversas, entre las que cabe destacar en la diacronía a mongoles, tártaros y turcos, en Polonia. Sobre Polonia, comenta el mismo Miguel Ángel Ladero Quesada

que

“las

iniciativas

de

concentración

política

comenzaron antes en la Pequeña Polonia de los vislanos, en torno a Cracovia” y que la “expansión de la Gran Polonia, obra de los polanos, fue algo más tardía y se produjo a partir [de la próxima ciudad] de Gniezno, en la cuenca del Wartha, durante la primera mitad del siglo X, e incorporó, además de la Gran Polonia, a Cujavia, Mazovia, Sandomir y tierras de los que posteriormente se denominaría Galitzia: aquellas fueron las bases de partida de Mieszko I y los orígenes del actual estado polaco.

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Dos

topónimos:

Galitzia

y

Galicia

que

definen

unos

territorios extremos dentro de Europa que han quedado íntimamente ligados por las propias peregrinaciones jacobeas. Abundando en esto me gustaría traer a colación las palabras del medievalista Jacques Le Goff que, en la obra ¿Nació Europa en la Edad Media? cuando habla del santuario jacobeo, constata “La promoción de Santiago de Compostela confirma la importancia

de

las

periferias

para

la construcción

de

Europa.” Las peregrinaciones a Compostela −como bien saben todos los presentes−, fueron especialmente importante en los siglos plenomedievales o siglos centrales (XI y XII); un lapso de poco más de 200 años durante los cuales el espacio geopolítico europeo vivió cambios esenciales y comenzó a configurarse la Europa de los mil caminos peregrinos; una compleja e intricada red vial de comunicaciones internas e internacionales hasta entonces bastante pobre.

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De hecho, y en contraste con el sedentarismo de la Alta Edad Media, desde el siglo XII una importante parte de la población europea se halla en movimiento. Recreémonos de nuevo un instante con las palabras de Arnold Hauser sobre esta cuestión. Escribe Hauser: “los caballeros emprenden cruzadas, los creyentes realizan peregrinaciones, los comerciantes viajan de una ciudad a otra, los campesinos abandonan su gleba, los artesanos y artistas van de logia en logia, los maestros escolares se trasladan de Universidad en Universidad, y entre los estudiantes vagabundos surge ya algo así como un romanticismo apicarado.”

***

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Hoy es comúnmente aceptada —como ya comenté— la importancia

del

Camino

de

Santiago

como

mecanismo

vertebrador de la cultura europea y de la propia concepción de Europa. Desde la Edad Media y, con menor intensidad durante buena parte de la Edad Moderna y Contemporánea, está vía cumplió una función fundamental: irrigar los territorios por los que transcurría con noticias, información, argumentos e ideas de otras regiones, próximas o lejanas. Este intercambio provocó que, paso a paso, se diese forma a un background cultural europeo, a una primera idea de Occidente, a un canon y un acervo común: diverso, impar en su valía y babelizado pero así mismo nuestro, reconocido y compartido en el Camino.

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En este sentido, el reconocimiento del Camino de Santiago como Primer Itinerario Cultural Europeo, nominado por el Consejo de Europa en el año 1987, habla de su importancia como

factor

de

concordia

y

elemento

de

cohesión

transnacional. Significa adverar que en su seno se difunden unos valores esenciales para la construcción europea y se fomentan vínculos entre las distintas regiones que, a su vez, buscan en el reconocimiento, el respeto y la potenciación de la diversidad, un entendimiento y beneficio mutuos. En un tiempo como el actual, de cierta desconfianza en la capacidad humana para transformar positivamente el Mundo, es hacia la Cultura como cuarto pilar del desarrollo sostenible hacia dónde

debemos mirar. Una Cultura en diálogo

y

negociación, que camina y piensa, que habla, consensa y actúa.

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Creo que la cultura ha de entenderse como una práctica social construida mediante el diálogo y la convivencia. Una práctica en la que la ciudadanía participe como protagonista de la creación cultural. En este sentido, resulta imprescindible eliminar

las

barreras

que

dificulten

estos

procesos

participativos. Así, toda expresión cultural ha de ser libre para decir, mostrar o representar la realidad en la forma que desee, para expresarse y desarrollarse de forma autónoma. El

Camino de Santiago

nos

inspira

para fomentar

la

creatividad y encarar el importante reto del desenraizamiento y la pérdida de identidad de los contenidos culturales. Hoy, como ayer, el Camino debe ser foro de intercambio de ideas para preparar nuestro futuro y favorecer el desarrollo económico y social. En este sentido me gustaría transmitir desde aquí algunas propuestas concretas...

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Me refiero, por un lado, a la necesidad de fomentar el trabajo cooperativo entre los distintos agentes culturales europeos para lograr economías de escala; al apoyo indirecto, vía beneficios fiscales a la inversión cultural; a la importancia de diseñar proyectos estratégicos y planes de desarrollo realistas para la

promoción

y

difusión

de

las

culturas

locales;

al

establecimiento de condiciones que favorezcan la oferta de voluntariado

en

esos

mismos

proyectos

culturales;

y

a

proporcionar el marco óptimo para que nuestros artistas prosperen, se relacionen y expresen creativamente. Y, por otro lado, también creo que debemos actuar en el fomento e introducción de nuevos públicos consumidores de cultura, participantes y protagonistas de la misma. Para esto se dispone de multitud de herramientas como las bonificaciones o la distribución de vales culturales; así como, en coordinación interadministrativa, la introducción del consumo cultural y la producción de cultura tanto en el aula como en contextos educativos no formales…

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Como hemos visto, las rutas jacobeas jugaron y juegan un papel

de

coherentes

conectividad para

una

territorial. lectura

Pueden

diseñar

patrimonial,

relatos

histórica

y

emocional del territorio, una interpretación cargada sentido. Los caminos fueron y son el fundamento, el medio necesario para el conocimiento e intercambio cultural y económico. *** En

este

sentido,

permítanme

exponer

unas

breves

conclusiones sobre la importancia de sensibilizar en este legado patrimonial

heredado,

y la

obligación moral

y

legal

de

salvaguardar, acrecentar y transmitir este mismo patrimonio histórico-cultural que, en el caso del Camino Francés a Santiago de Compostela, además forma parte del Patrimonio Mundial de la Unesco desde 1993.

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Proteger el Camino con eficacia significa concebir la historia jacobea como un conjunto de trazos dinámicos, que evoluciona en función de la conciencia e intereses del peregrino y las comunidades,

y

condicionada

asimismo

por

los

usos

y

aprovechamientos deseados y demandados. Para el gran objetivo de la protección: preservación de valores culturales y elementos físicos, sostenibilidad ambiental y recuperación paisajística, las herramientas administrativas idóneas son los planes de protección y gestión. Instrumentos esenciales exposición,

que

hay

que

negociación,

someter verificación

metódicamente y,

finalmente,

a su

aprobación como parte de la estrategia para una protección dinámica del Patrimonio que tiene su fundamento en las delimitaciones, que son ya actos administrativos vigentes con virtualidad protectora y fuerza de obligar.

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Pero además, desde la esfera de la promoción de las Políticas Culturales Públicas, proteger compele a colaborar estrechamente

con

los

responsables

de

las

Políticas

Educativas en su divulgación y sensibilización patrimonial dentro de los ámbitos educativos formales y no formales. Los currículos europeos deben abordar una orientación a la enseñanza y el aprendizaje de nuestro legado Patrimonial común, de cómo se fraguan y modifican las ideas que rigieron los destinos de la Humanidad y las Civilizaciones pasadas y cómo todo ello se conecta con el presente. Conocer, en fin, entre otras muchas cosas, cuál fue el devenir de lo que un autor gallego universal, Álvaro Cunqueiro, definió como “el más europeo de los Caminos”, el Camino de Santiago… ***

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Antes de finalizar esta intervención me gustaría anunciarles que el Museo Centro Gaiás, de la Cidade da Cultura de Galicia, situado en Santiago de Compostela, está preparando para el próximo año una exposición sobre el Camino de Santiago y que Polonia, al igual que otros países a los que nos une esta ruta milenaria, estará representada en esta muestra. Y lo estará gracias a la generosidad del Museo Nacional de Poznan que ha querido apoyar este proyecto con el préstamo de una pieza singular: un sombrero de peregrino que los expertos sitúan entre el siglo XVI y XVII, un ejemplo de la

indumentaria

histórica

de

un

peregrino

europeo.

La

conservadora del museo Nacional de Poznan ya ha visitado en Compostela

el

Museo

Centro

Gaiás

para

estudiar

los

términos de esta colaboración.

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Me gustaría expresar nuestro agradecimiento al embajador de España en la República Polonia, Agustín Núñez Martínez. A este veterano diplomático, que tenemos el orgullo de que sea gallego,

de

Betanzos,

queremos

manifestarle

nuestro

reconocimiento por su ayuda a la hora de desarrollar este proyecto cultural que supondrá una maravillosa plataforma para ahondar en el universo artístico y en la tradición histórica del Camino de Santiago. *** Concluyo ya, pero no puedo hacerlo sin agradecerle, querido Rector, el trato y la atención que nos está dispensado su Universidad, digna heredera de la “hospitalidad” tal cual ésta queda descrita en el Codex Calistinus: “Los peregrinos, tanto pobres como ricos, han de ser caritativamente recibidos y venerados por todas las gentes cuando van o vienen de Santiago.” Mutatis mutandis, Poznan y Polonia nada tienen que envidiarles a ninguna otra ciudad o tierra jacobea. Muchas gracias.

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