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EL TEMA MUSULMÁN EN EL QUIjOTEY LA DUALIDAD RELIGIOSA DE ALGUNOS PERSONAJES Adriana Arriagada de Lassel Universidad de Argel La novela Don Quijote d

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LOS BAÑOS DE ARGEL Miguel de Cervantes Personas que hablan en ella: • CAURALÍ, capitán de Argel • YZUF, renegado • Cuatro MOROS • Otro MORO •

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EL TEMA MUSULMÁN EN EL QUIjOTEY LA DUALIDAD RELIGIOSA DE ALGUNOS PERSONAJES

Adriana Arriagada de Lassel Universidad de Argel

La novela Don Quijote de la ,\1ancha se desarrolla entre un mundo de apariencias, encantamiento o irrealidad que va alternándose o va paralelo con lo que llamaríamos el mundo real e histórico contemporáneo del autor. Es a este último ámbito al que pertenecen los cautivos o corsarios de Argel y los moriscos. Las diferentes referencias y descripciones que hace Cervantes del mundo musulmán son mayoritariamente pintura de personajes reales, de ambientes o lugares de la ciudad corsaria y de notas costumbristas y descriptivas. En efecto, los capítulos que componen «El Relato del Cautivo», en la Primera parte del Quijote tienen como base un fuerte componente autobiográfico que al expresarse literariamente describirán lo visto, lo vivido y 10 aprendido por el autor. No podía ser menos cuando a la catarsis de la escritura se agregó un imperativo deseo de dar testimonio de un mundo existente más allá de las fronteras nacionales. Al lado de la información general de los diferentes tipos de musulmanes que convivían en Argel, Cervantes nos deja retratos de algunos personajes destacados de aquel entonces. En su pintura del cuadro bélico que se desarrollaba en los territorios del actual Magrib no

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olvida mencionar, junto al nombre de conocidos corsanos como Arnaute Mami y Uchalí, a reyes como Muley Hamet o Muley Hamida y, desde luego, a Azán Agá. Resulta así que de los temas musulmanes de Cervantes, el tema mayor es la cautividad, la descripción del mundo turco-berberisco, seguido del tema morisco. Será, por lo tanto, interesante investigar la figura humana de este mundo musulmán desde un enfoque religioso. Prestemos atención, primeranlente, a dos personajes musulmanes que aparecen en «El Relato del Cautivo», llamados por Cervantes «moros». La acepción de esta palabra dentro del contexto argelino está en relación con el hecho de que son personas autóctonas de Argel. Estas figuras, pues, que destacan dentro de ese fondo de nombres históricos mencionados en forma breve son la mora Zoraida y Agi Morato, el moro rico y principal. ¿Quién es Zoraida? En la primera presentación que de ella nos hace el autor prima la apariencia. En el capítulo 37 de la Primera parte aparece como «una mujer a la morisca vestida» (1,37, p. 1405)1. El hombre que la acompaña y «que en su traje mostraba ser cristiano recién venido de tierras de moros» se llegó «a la que en el traje parecía mora» (1, 37, p. 1405). Para los pasajeros de la venta, por el vestido y la actitud silenciosa de la mujer «imaginaron que sin duda alguna debía de ser mora» (1, 37, p. 14(6). Llamo la atención sobre el uso de los verbos «parecía», «imaginarol1», «mostraba». Esta apariencia de lllora, es decir, de musulmana, pronto será desn.entida por el ex cautivo al aclarar que esa señora «mora es en el traje y en el cuerpo; pero en el alma es lllUy grande cristiana, porque tiene grandísimos deseos de serlo» (1, 37, p.

1406). Continúa la historia de Zoraida en el capítulo 40 y aprendemos que es la hija de un moro llamado Agi Morato, rico e importante personaje de Argel. Naturalmente, visto el lugar donde está y de quién es hija, podemos pensar que estamos frente a personajes musulmanes y que la hija tiene deseos de partir a España y hacerse cristiana. Es este objetivo el que hará de Zoraida la benefactora del protagonista

1 A partir de aquí las citas del Quijote serán tomadas de la edición de Ángel Valbuena Prat (1970) y sólo se indicará el libro, el capítulo, y el número de página.

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-el capitán Ruy Perez de Viedma-, ayudándole a escapar de Argel, junto a otros cautivos, el renegado de Murcia y ella misma. Zoraida, indiscutiblemente, representa un personaje aInbivalente, con una aparente dualidad religiosa. Sabemos, por varios estudios realizados sobre ella, que Cervantes se basaría en un personaje real. Se trata de Zahara, la que habría estado casada con Abd-el-Malik (Muley Maluch, según los españoles) que era el hermano de Abd-Alla el Ghalib, Sultán de Marruecos. Este carácter noble de Zahara, el personaje real, lleva a Cervantes a mantener y usar el título de «lela» en relación con Zoraida, es decir, Lela Zoraida, doña Zoraida, título que -según Oliver Asín2- se daba en Marruecos a la esposa o esposas del Sultán. Debido a la hostilidad de su hermano, Abd-el Malik se habría refugiado en Constantinopla y luego en Argel, donde llegaría a ser el yerno de Agi Morato. En 1575 vuelve a Marruecos, mientras que su mujer y su hijo quedaban en Argel. Cervantes, pues, y Zahara estarían en Argel al mismo tiempo. Esta, que no pudo juntarse con su esposo, quedaría viuda en 1577. Es muy posible que Cervantes no haya divisado a Zahara, pero sí tuvo que conocer la aureola de simpatía que el rumor popular le había otorgado, por sus rasgos de figura inalcanzable, mujer joven, hermosa, rica y quizás de vida dramática. Yo diría que más que un personaje legendario -que da la idea de un personaje del pasado y aún de historia maravillosa- Zahara es un personaje de leyenda, lo que hoy diríamos una estrella, una personalidad del lugar. Lo interesante es preguntarse ¿Zahara sería musulmana practicante? Su padre era un renegado esclavón, y aunque hayyi, se cree que, íntimamente, guardaría fidelidad a su religión de origen. Citando a Haedo, Oliver Asín, afirma que la madre de Zahara era hija de una cristiana, una mallorquina capturada en mayo de 1529 dentro del islote del Peñón. Nuestra histórica Zahara sería, pues, nieta de cnstIanos tanto por lado paterno como materno. No podernos atribuir a Cervantes el conocimiento de estos datos, pero sí su experiencia de un ambiente donde lo musulmán y lo cristiano, en la práctica religiosa, tenían frágiles

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Oliver AsÍn, 1947-1948.

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fronteras o simplemente convivían en una doble personalidad. No olvidemos que en Argel, entonces, vivían miles de renegados. Podemos concluir, pues, que fuera de los elementos novelescos que Cervantes atribuye a Zoraida, el enfoque esencial y psicológico con que la describe, en cuanto a su conciencia religiosa, puede corresponder con el modelo real. Veamos ahora el caso de Agi Morato, otro de los personajes importantes de esta novelita. Sin considerar la descripción general y de fondo que Cervantes hace del musulmán de Argel, es decir, los tagarinos, elches, mudéjares, turcos, moriscos y renegados, encontramos en «El Relato del Cautivo)) sólo una fIgura musulmana, la del padre de Zoraida, fIgura de rasgos nobles, padre amante, hombre importante en la sociedad argelina. Agi Morato es un personaje conmovedor por el desgarro con que vive la partida de su hija hacia tierras cristianas. Es en estos momentos que se desata en llanto, ruegos y maldiciones si bien días antes había recibido, en su jardín, con amabilidad al mismo cristiano que ahora le llevaba a su hija. Por eso, no creo, como piensan algunos críticos, que Cervantes lo presentara como enemigo de los cristianos. Insisto, pues, en que sobre ese fondo de personajes renegados (Azán Agá o Bajá, Dali Mami, Arnaute Mami, Uchali y el renegado de Murcia) solamente Agi Morato es presentado como un argelino musulmán, un «moro principal y rico)) (1,40, p. 1417). Ahora bien, vale hacer notar que este personaje cervantino no responde exactamente al modelo real, que fue rico y principal, es cierto, pero además una persona de intensas actividades diplomáticas entre los soberanos de España y Turquía y -lo más importante- según documentos que presenta Jean Canavaggi0 3 un renegado esclavón que guardaría fidelidad a su religión primera. El personaje literario, por lo tanto, no concuerda con el modelo real y resulta, sin embargo, el musulmán de rasgos más nobles y simpáticos de la obra cervantina. Dentro de esta galería de personajes de apariencia musulmana y que presentan, en realidad, una imprecisa identidad religiosa, no podemos dejar de lado al más fabuloso y mítico de los personajes del QllfjotC. Se trata del autor manchego arábigo, Cide Hamete Benengeli, cuya importancia y personalidad evolucionan a lo largo del discurso

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Ver Canavaggio, 1981.

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narrativo. De ser, al comienzo, un autor del que se puede dudar de su veracidad por ser moro, Cide Hamete Benengeli es designado en la Segunda parte como «flor de los historiadores» y «prudentísimo Cide Hamete» (Ir, 74, p. 1772). Para los autores S. Bencheneb y C. Marcilly, la existencia de Cide Hamete, «historiador árabe de buena raza»4 se puede considerar como un desdoblamiento de Cervantes y si es así, cabe preguntarse hasta qué punto no hay también en este personaje inventado una ambigüedad religiosa. Cervantes que -como dice Alberto Sánchez- «estaba impregnado de cultura musulmana»5, no por haberla asimilado en Argel, sino simplemente por ser un hijo espiritual de su patria donde habían convivido por siglos la cultura árabe y la cristiana, Cervantes, pues, acude a un historiador árabe para inventar su co-autor y se produce en éste, a lo largo de la obra, un cambio de identidad. En las últimas líneas de la novela Cide Hamete dice a su pluma: «Para mí sola nació don Quijote y yo para él: él supo obrar y yo escribir; solos los dos somos para en uno» (Ir, 74, p. 1772) Y agrega el autor árabe a su pluma «con esto cumplirás con tu cristiana profesión» (11, 74, p. 1773). ¿Por qué la pluma habría de ser cristiana si el autor era un moro historiador? Quisiera agregar que para S. Bencheneb el estudio semántico y etimológico del nombre «Cide Hamete Benengeli» significa: El Señor que más alaba al señor hijo del evangelio»6, lo que confirma aún más que el autor arábigo presenta una personalidad religiosa ambigua. Veamos ahora qué encontraremos en un medio geográfico español y dentro, siempre, de un plano realista e histórico como era el caso de los personajes de Argel. Entre las hojas de los primeros capítulos de la novela aparece de paso un personaje interesante: se trata del moro del Alcaná de Toledo que será el traductor del Cide Hamete Benengeli, autor ficticio del libro D01/ Quijote de la Mancha. A la luz de estudios actuales hemos buscado imaginar quién sería este «moro aljamiado», traductor del historiador arábigo. Para los moros de épocas anteriores la aljamía era cualquiera de las otras lenguas que se hablara en la península, particularmente el castellano, por lo tanto un morisco aljamiado era el que podía leer y escribir en caste-

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Bencheneb y Marcilly, 1966, p. 5. Sánchez, 1997, p. 11. Bencheneb y Marcelly, 1966, p. 112.

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llano. El aljamiado resultaba, pues, el hablante de árabe que podía traducir un texto al castellano, además de escribir en español con caracteres árabes. Pero, en realidad, el árabe no era una lengua generalizada entre los moriscos. Según Julio Caro Baroja «a comienzos del siglo XVI!, había moriscos que sabían árabe. Otros no»7. Los habitantes de Alpujarra yValencia hacia la época de la guerra de insurrección (1568) eran todos hablantes de algarabía pero en otras regiones de España se había perdido la lengua, como en Aragón o Castilla. Agreguemos a esto «la progresiva degradación de la minoría morisca [que] se manifestó también en un bajo nivel de cultura: si entre los cristianos viejo el analfabetismo era mayoritario, podemos imaginar el grado que alcanzaría entre los moriscos»8, como nos lo afirman Dornínguez Ortiz y Bernard Vincent 9 . N uestro traductor del Alcaná de Toledo era, sin duda, uno de los pocos intelectuales lTIoriscos que vivían todavía en condiciones precarias, junto a otros escribanos, cirujanos, boticarios o curanderos. La gran mayoría de los moriscos, según García ArenaP(l, en la región de Cuenca que ella estudia, constituían el estrato más bajo del campesinado y del proletariado rural. En opinión de Caro Baroja, para un morisco, conocer la lengua árabe «era un signo de pureza de estirpe»lJ. Nuestro fino morisco de Toledo, buen apreciador del humor de Cervantes, poseía este signo de estirpe y, además, era un musulmán practicante. Los cristianos nuevos con deseos de integrarse a la sociedad cristiana daban la espalda al uso de la «algarabía». Los personajes moriscos que tienen protagonismo en el Quijote son Ricote y Ana Félix, el primero dentro de un intenso fondo de realidad histórica y la segunda, personaje literario cuya historia se inscribe, mas bien, en el tema de corsarios, amor y aventuras. Ricote, personaje fIcticio, es un arquetipo de la figura histórica del hispano-musulmán que vivía sus últimos años en España a comienzos del siglo XVII. Era un vecino de Sancho Panza, tendero en su pueblo

Caro Baraja, 1976, p. 132. Cara Baraja, 1976, p. 121. ') Domínguez Ortiz y Vincent, 1978. lO García Arenal, 1978. 11 Caro Baraja. 1976, p. 133.

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(por consiguiente, tendero del mismo lugar de la Mancha de cuyo nombre Cervantes no quiere acordarse). El morisco cervantino parte de España al conocer el pregón y bando que el Rey había mandado publicar ordenando la salida del país de toda la comunidad morisca. Tal «terror y espanto» puso en él este bando que lo hizo partir «antes del tiempo que se nos concedía» (11, 54, p. 1699). Partió solo, sin familia, para buscar donde llevarla y «sin la priesa con que los demás salieron» (11, 54, p. 1699). Salió, explica, «como el que sabe que para tal tiempo le han de quitar la casa donde vive y se provee de otra donde mudarse» (11, 54, p. 1699). En realidad, ¿cuál es este drama morisco? Este drama, por el cual Cervantes no deja de tener compasión es el de abandonar la casa, la tierra, el país, la patria. Salir dice Ricote, porque sabe que le han de quitar la casa donde vive. Estudios históricos actuales afirman que «existió un éxodo morisco creciente, anterior a la expulsión de 1609» y que «los embarques de 1609 [son] más bien una fracción de la total»12. Ricote pues, es de estos hombres que salen a buscar adónde ir con seguridad y no partir a cualquier parte. Pero deja sus bienes enterrados, por temor a que no se los confisquen como sucedió con los moriscos rebeldes del Reino de Granada, según orden de Felipe 11 en Febrero de 1571 13 . Nos encontramos, entonces, con el personaje de Ricote que sirve de vector a referencias históricas de las que Cervantes deja testimonio, como el hecho de que un morisco con pertenencias que no puede llevarse está condenado a perderlas. Según el bando de expulsión del 22 de septiembre de 1609, «Su Majestad ha tenido por bien hacer merced de estas haciendas, raíces y muebles que no pueden llevar consigo a los señores cuyos vasallos fueren»14. Si no son vasallos de señores, sus bienes pasan a la Hacienda Real. Ricote ha reducido su hacienda a un tesoro que ha enterrado en abierta oposición con el cuarto Ítem del Bando que dice «que cualquiera de los dichos moriscos que escondiere o enterrare ninguna de la hacienda que tuviere [ ... ] incurre en la pena de muerte»15. Luego

12 Udina y Belenger, 1980. 13

Oriol, 1935.

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Baronar y Barrachina, 1901, p. 191. Boranar y l3arrachina, 1901, p. 191.

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de apreciar la posibilidad de instalarse en Alemania, Ricote regresa a España, como lo hicieron también muchos otros. y es, en estos momentos de su retorno, que aparece la conocida frase del morisco: «ahora conozco y experimento lo que suele decirse: que es dulce el amor de la patria» (Ir, 54, p. 1700), palabras que dichas por su boca manifiestan la compasión y simpatía que Cervantes sintió por estos desterrados, compasión corroborada en otro capítulo cuando el autor dice, por boca de Ana Félix: «aquella nación mas desdichada que prudente sobre quien ha llovido estos días un mar de desgracias» (Ir, 63, p. 1738). Repito: «estos días», es decir, cuando Cervantes escribía la Segunda parte de su novela. Entre los moriscos, lo dice el mismo Cervantes: «algunos había cristianos firmes y verdaderos» (Ir, 54, p. 1699) Y entre ellos se contaba la familia de Ricote: «Ricota, mi hija y Francisca Ricota, mi mujer, son católicas cristianas, y aunque yo no lo soy tanto, todavía tengo mas de cristiano que de moro» (Ir, 54, p. 1700). Moros, pues, de apariencia y cristianos en realidad. Esta dualidad morisco/ cristiana es aún mas notoria en el caso de Ana Félix. Esta morisca, vestida como hombre, es presentada como el Arráez del bergantín corsario que se acercó a la ribera catalana, cerca de Barcelona. Pronto la apariencia es desmentida por la realidad y se sabe que ese joven Arraez no es «ni turco de nación, ni moro, ni renegado si no mujer cristiana» (Ir, 63, p. 1738). La presentación de Ana Félix destaca con elementos del ideal barroco español: la importancia de la belleza fisica. Es su belleza la que conmueve al Virrey y le permite contar su vida. Así sabemos que, siendo de familia de moriscos, con unos tíos musulmanes que parten a Berbería en el momento de la expulsión, ella y sus padres son cristianos. En efecto, Ana Félix es la hija del morisco Ricote quien, nos dice su hija, es «cristiano ni más ni menos» (Ir, 63, p. 1739). En la historia de Ana Félix encontramos situaciones que, a veces, rayan en lo inverosímil; ejemplo, Ana Félix no habla la lengua arábiga (

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