Story Transcript
UNIVERSITY OF CINCINNATI October 5, 2005 Date:___________________
Cristina Sanchez-Blanco I, _________________________________________________________, hereby submit this work as part of the requirements for the degree of:
PhD
in:
Romance Languages It is entitled: MEMPO GIARDINELLI Y LA PERCEPCIÓN DE LA REGIÓN PATAGÓNICA A
TRAVÉS DE LA EXPERIENCIA DE UN VIAJE: DE LA CONSTRUCCIÓN LITERARIA DEL ESPACIO NATURAL Y UNIVERSAL DE LA ‘MODERNIDAD’ A
LA LITERATURA DE VIAJES CONTEMPORÁNEA SOCIAL Y LOCAL
This work and its defense approved by:
Prof. Dr. María Paz Moreno Chair: _______________________________ Prof. Dr. Connie Scarborough _______________________________
Prof. Dr. Carlos Gutiérrez _______________________________ _______________________________ _______________________________
MEMPO GIARDINELLI Y LA PERCEPCIÓN DE LA REGIÓN PATAGÓNICA A TRAVÉS DE LA EXPERIENCIA DE UN VIAJE: DE LA CONSTRUCCIÓN LITERARIA DEL ESPACIO NATURAL Y UNIVERSAL DE LA ‘MODERNIDAD’ A LA LITERATURA DE VIAJES CONTEMPORÁNEA SOCIAL Y LOCAL
A dissertation submitted to the Division of Graduate Studies and Research of the University of Cincinnati in partial fulfillment of the requirements for the degree of Doctor of Philosophy in the Department of Romance Languages of the College of Arts and Sciences 2005 By Cristina Sánchez-Blanco
B.A. Universidad Autonoma de Madrid, 1995. M.A. Miami University, Oxford, Ohio, 1999. Committee Chair: Prof. Dr. María Paz Moreno
Abstract
En esta tesis se expone un análisis del género literario de viajes en relación con diferentes representaciones espaciales como ‘paisaje’, ‘región’, ‘espacio’, ‘lugar’, ‘mundo’ y ‘mapa’. A través de este análisis se tiene en cuenta que la percepción del espacio siempre ha dado lugar a una relevante mitificación del espacio. A través de la obra de Mempo Giardinelli, Final del novela en Patagonia (2000), se concluye que existe una emergencia no sólo referente a la situación social de la Patagonia sino también a un cambio en la representación espacial que se produce en los libros de viajes. Heredamos una vision mítica convertida en método científico en la ‘Modernidad’ para deconstruirla en la ‘post-modernidad’ en base a una percepción más social y local.
Índice Introducción a la tesis
..................................................................... Pág. 1
CAPÍTULO I:
El concepto de la “Nada” en Final de novela en Patagonia de Mempo Giardinelli ........................ Pág. 25
CAPÍTULO II:
El concepto del “vacío” en Final de novela en Patagonia ............................................................... Pág. 58
CAPÍTULO III:
El enunciado “fin del mundo” como representación espacial de la Patagonia................................. Pág. 107
CAPÍTULO IV:
La representación literaria del mapa ................... Pág. 182
Conclusiones
................................................................................... Pág. 219
Bibliografía
................................................................................... Pág. 227
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Introducción a la tesis I.
OBJETIVOS DE LA TESIS Desde el origen de esta tesis el objetivo principal fue el de un análisis literario en
directa relación con el género de “literatura de viajes”. La motivación primordial fue la de desentrañar, desde el análisis de diferentes textos de viajes, la conexión que existe entre la ‘literatura’ y ‘el discurso geográfico’. Por supuesto, la propuesta del análisis se desbordaba en su magnitud, pues en primer lugar el género de viajes conforma un corpus bibliográfico bastante amplio, y en segundo lugar, se han escrito libros de viajes desde bien temprano en la historia de la humanidad. Definir con exactitud el término de ‘discurso geográfico’ ha entrañado cierta dificultad, pues las líneas teóricas que se intentan aplicar no están tan directamente relacionadas con la disciplina de la geografía en sí, sino más bien con un ‘discurso de espacialidad’ y sus consecuentes representaciones. En un primer momento se planteó el corpus literario que abarca el siglo XIX. Todos los viajes de exploración que se llevaron a cabo durante este siglo, junto con el nacimiento de las diferentes disciplinas científicas enfocaban aún más mis expectativas y objetivos de análisis. Pero las inquietudes no respondían tanto al marco histórico, sino más bien al marco espacial. Es decir, para poder trazar una línea clara de la evolución que se produce entre ‘texto literario’ y ‘representación espacial’, había que elegir una zona en la que ciencia y literatura hubieran coincidido en las múltiples descripciones que de ella se hubieran hecho.
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No obstante, todavía faltaba organizar y enfocar aún más toda la información que iba acumulando sobre la investigación hasta descubrir el texto Final de novela en Patagonia (2000) de Mempo Giardinelli. Este texto me hizo pensar en algo fundamental: la existencia de una ‘repetición’ a la vez que de una ‘diferencia’ y una ‘discontinuidad’ en el uso de enunciados que conforman la descripción y representación de la Patagonia. En el texto de Giardinelli se vuelven a repetir ‘enunciados’ descriptivos de conceptos que han sido fundacionales en la literatura de viajes y exploraciones que redescubrieron el Nuevo Mundo, principalmente de la Patagonia. Algunos de estos conceptos incluso remiten a textos más antiguos, con lo que se ha podido rastrear ‘un discurso de espacialidad’ y una evolución de dichos enunciados que van a ser el eje central de esta tesis. Por lo tanto, los objetivos de esta tesis son: a) Partiendo del texto de Giardinelli analizar los siguientes conceptos: 1. La Patagonia descrita como ‘la nada’ 2. La Patagonia percibida como ‘el vacío’ 3. La Patagonia como ‘el fin del mundo’ b) Estos tres conceptos parten de la subjetividad del viajero y se puede establecer una historia que incluye el análisis de más textos de viajes. En la linealidad de esta historia se llega al periodo de ‘la modernidad’ en el cual la ciencia trata de objetivizar por medio de la razón el espacio patagónico. Aún así estos conceptos no se abandonan sino que se retoman formando un texto en el que la objetividad y la subjetividad se funden. El objetivo es analizar cómo la objetividad se integra en un intento por clasificar espacialmente la zona a
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través de representaciones espaciales como ‘paisaje’ y ‘región’. La subjetividad sigue actuando en cuanto a que se siguen utilizando los mismos conceptos que principalmente parten del sujeto viajero. c) En Final de novela en Patagonia existe una repetición de dichos conceptos, pero también se observa un intento por parte del autor de romper con la trayectoria descriptiva y enunciativa de dichos conceptos. Para Giardinelli la Patagonia está en ‘emergencia’:
“... ese límite final de nuestra misma
geografía, que, paradójicamente, está en emergencia como nunca” (Giardinelli, “Todos somos patagónicos”). Para ello Giardinelli recurre a una serie de recursos literarios y la representación patagónica pasa de ser una ‘región universal’ a concebirse desde un plano más subjetivo. El autor busca la argentinidad del territorio, definir la Patagonia ya no desde una ‘región específica’ dentro del marco de ‘la nación’, sino que se emprende una búsqueda por lo ‘local’. El objetivo es el análisis de estos recursos literarios y exponer si realmente se consigue ese encuentro con la Patagonia local. d) En un tercer estadio de análisis y dentro de cada capítulo, se indagará en ciertas teorías que intentan romper con los postulados modernistas en cuanto al espacio se refiere. En este sentido, el objetivo de esta tesis es exponer algunas teorías para concluir que existe una representación espacial universal y homogénea que se contrapone con la representación espacial de ‘la otredad’ y de ‘lo local’ . e) En un capítulo final se tratará de exponer qué lugar ocupa el texto en relación con la representación espacial por excelencia: el mapa.
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II.
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TÍTULO: “Mempo Giardinelli y la percepción de la región patagónica a través de la experiencia de un viaje: De la construcción literaria del espacio natural y universal de la ‘Modernidad’ a la literatura de viajes contemporánea social y local”.
Los viajes, terminen o no reescribiéndose en un texto, siempre nos aportan lo siguiente; una percepción del espacio única e individual y una experiencia de la cual deriva lo primero. Desde que el primer texto sobre la Patagonia se escribiera a manos de Antonio Pigafetta en el siglo XVI, hasta la actualidad, este territorio se percibe como mítico y han sido los textos literarios, y sobre todo de viajes, los que han formado todos los mitos de este territorio: “Y ha sido la literatura, siempre, la que erigió todos los mitos patagónicos” (Giardinelli, “Todos somos patagónicos”). No obstante, para Giardinelli existe otra Patagonia menos conocida y es con la que se encuentra en su viaje y la que narra en su texto. Es una Patagonia decadente y empobrecida que nada tiene que ver con aquella que va buscando el turista que visita estas tierras. La Patagonia universalmente conocida y mítica en sus llanuras y páramos es contrastada con la miseria local. A raíz de esto esta tesis analiza la percepción de Giardinelli a través de los recursos literarios siguientes: -
La ironía: el paisaje monumental que la Patagonia ofrece y que ha sido descrito como inspirador e idílico es para Giardinelli un anuncio de la decadencia que este territorio padece.
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La parodia: La ironía precede a la parodia en cuanto a que el autor encuentra parecido entre las llanuras patagónicas y la Comala de Juan Rulfo. La parodia radica en las intenciones de denunciar mediante el paisaje una situación social. En el caso de Juan Rulfo las llanuras le sirven para crear un escenario de fracaso, el fracaso de la revolución mexicana. En el caso de Mempo Giardinelli las llanuras también son sinónimo de fracaso, del fracaso del progreso que auguraban futuros mejores para las tierras patagónicas.
-
El testimonio: Giardinelli recoge la percepción ante el espacio patagónico de quien allí vive y lo plasma en el texto a través de un diálogo que aporta veracidad a lo que el autor percibe. Es un recurso novedoso dentro del género de viajes.
-
Las ‘influencias insoslayables’. Para el autor de Final de novela en Patagonia es difícil separarse de la influencia de todos aquellos autores que hicieron de la Patagonia un territorio mítico. De ahí que a modo de digresión Giardinelli cita a innumerables autores a quienes según él debe el haber construido una ‘Patagonia ficcional’: “Como cualquiera, yo también construí una Patagonia ficcional en textos y películas.
Todos los
infaltables lugares comunes patagónicos se formaron a partir de la lectura” (Giardinelli, “Todos somos patagónicos”).
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Ansiedad y ruptura. Los listados de citas de otros autores y la reiteración de este hecho se ha interpretado como una ansiedad que premoniza una ruptura.
Para Giardinelli existe en la
Patagonia una emergencia de ser percibida desde otros aspectos como el social y el político-económico. -
Giardinelli no puede evitar que la pobreza de los habitantes de la Patagonia, y la riqueza tanto visual como de recursos naturales que un mismo territorio alberga le provoque la sensación de estar ante ‘una paradoja’ en muchos casos absurda.
El recurso de la paradoja explica en cierto modo la segunda parte del título. La construcción literaria del espacio patagónico delinea una evolución en las ‘representaciones espaciales’.
La modernidad hereda de la antigüedad clásica una
percepción del espacio global y universal. La ciencia cataloga las nuevas tierras del Nuevo Mundo en regiones que se universalizan a través de la mitificación de sus paisajes. En la actualidad heredamos esa visión universalizante de los espacios, el turismo, y la propaganda que este crea, reutiliza este tipo de representación espacial. Giardinelli no rechaza este tipo de representación espacial de la Patagonia, pero sí entiende que existe una emergencia por percibir este territorio desde una representación espacial más local.
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III.
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LA PATAGONIA La tesis va a tratar principalmente de este territorio geográfico por lo que se cree
conveniente dar algunos datos sobre esta increíble región. El mismo Giardinelli la describe así: Entonces, me parece, se explica perfectamente cómo y por qué los argentinos sentimos como propio ese territorio fantástico que empieza donde termina la pampa húmeda, esa gigantesca y misteriosa superficie escarpada y completamente árida de 787.291 kilómetros cuadrados sólo en territorio continental. Más de dos veces la Alemania unificada, por ejemplo; o la mitad de todo México; o la Gran Bretaña, Holanda, Bélgica, Dinamarca, Portugal, Austria y Alemania juntas. Pero habitados por apenas un millón y medio de personas, y con una densidad poblacional de apenas 1.88 habitante por kilómetros cuadrado (dato de 1995), lo cual, además de subrayar nuestro orgullo y pertenencia, se constituye en factura a pagar porque es también una de nuestras grandes deudas como sociedad. En esta nota que se empecina en no mencionar lo obvio del recordatorio patagónico de estos días, me parece que no sobra recordar que políticamente estamos hablando de cinco extensas provincias: Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego, Malvinas e Islas del Atlántico Sur. Pero también hablamos, si se hace caso de algunas interpretaciones, incluso de la Provincia de Buenos Aires entre el cruce del río Colorado, tiene un cartel que anuncia: Aquí comienza la Patagonia y eso está en territorio bonaerense. Otras interpretaciones sugieren que la mitad sur de la Provincia de La Pampa, por su topografía, sus interminables salinas y su pampa árida también pertenece a la vastísima región patagónica. Y hay quienes sostienen que se podría sumar otra superficie colosal: más de 1.200.000 kilómetros cuadrados contando las islas argentinas al este del Cabo de Hornos (incluyendo las Malvinas y la Isla de los Estados), así como la península antártica y las llamadas Antillas del Sur, que integran las Islas Orcadas del Sur, las Sandwich del Sur, las Georgias del Sur y las primitivas Islas San Pedro, descubiertas en 1756 por el buque español ‘León’. (Giardinelli, “Todos somos patagónicos”)
Uno de los aspectos que más llama la atención de este párrafo es que los límites de la Patagonia son difíciles de definir, al contrario que las provincias que la forman que
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sí pueden identificarse claramente en cualquier mapa argentino. La Patagonia no es cartografiable, ni matemáticamente pueden señalarse sus límites en un mapa.
La
Patagonia ha sido creada y sigue siendo recreada a través de los textos, principalmente de viajes: “La Patagonia, cualesquiera sean los límites del territorio al que se le adjudica ese nombre, ha sido desde su primera inscripción en las narrativas de viaje una zona maleable para el imaginario europeo primero y el criollo después” (Livon-Grosman 9).
El
‘imaginario europeo’ construyó la Patagonia desde la percepción de su naturaleza y desde la distancia.
Los europeos comienzan a mirar el mundo desde una perspectiva
‘eurocentrista’ con lo que la Patagonia quedaba en las antípodas.
Su naturaleza
mitificada por los discursos de la ciencia y su localización también mitificada en la distancia han hecho que la Patagonia se haya construido literariamente, alcanzando incluso al nombre que recibe, pues el término ‘Patagonia’ y como se verá en la tesis es fruto de una hipérbole en el que se mezcla el ‘imaginario europeo medieval’ y el primer contacto con el habitante indígena de estas tierras. Estos mitos que han construido literariamente la Patagonia contrarrestan con la percepción de Giardinelli, para él la distancia se transcribe en el olvido de Argentina hacia esta parte del país: “Como fuere, lo que caracteriza y unifica políticamente a todas estas provincias es –en veloz síntesis- la lejanía del poder y el tenaz olvido, en los hechos, de la mayoría de los argentinos” (3). El verdadero mito es el de los recursos naturales que quedan sin explotar en la Patagonia, un territorio rico pero a la vez, y paradójicamente, pobre: Y ahí está otra inmensa paradoja: desde la perspectiva económica la Patagonia es nuestro territorio más rico en petróleo y posibilidades mineras, las cuales, en parte aún inexploradas, parecen infinitas. En la superficie, ese viento mitológico que lo barre todo podría generar, con
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poca inversión, electricidad ecológica para todo el continente. Y el impresionante litoral marítimo que se supone es nuestro Mar Argentino, es uno de los yacimientos ícticos más ricos del planeta, pero, en este mismo minuto, está siendo devatado por la explotación comercial más irracional y feroz. La Patagonia es mucho más que vientos y soledad. Es también el tesoro de su gente y la inexplicable miseria de Sierra Grande, hoy una patética Comala Patagónica. Es la artesanía y la vitalidad de las comunidades originarias, pero junto a las industrias abandonadas de Puerto San Julián, Caleta Olivia y Río Mayo, con sus absurdos bolsones de pobreza absurdos. Es la mugre de los tiraderos de basura que revuelve el viento, y es la potencialidad detenida de Comodoro Rivadavia y Puerto Madryn dando bofetadas a los discrusos mentirosos de la política nacional. […] Es un país, la Patagonia, es un continente. Y es nuestro, y es hora de que lo descubramos. (Giardinelli, “Todos somos patagónicos”) Giardinelli expone que la Patagonia está en emergencia, esta tierra necesita ser rescatada del olvido gubernamental hacia las poblaciones y sus gentes que viven en ese territorio. Aunque su análisis en este artículo es desde un punto de vista político y económico, en su texto de viaje Final de novela en Patagonia la emergencia que expresa es de tipo literario. Sin negar la influencia de otros autores que han escrito sobre la Patagonia es necesario para el autor variar los enunciados de ciertos conceptos para así también cambiar la percepción con la que siempre se ha mirado la Patagonia, una mirada que se ha dirigido y se dirige desde el mundo hacia el mundo. Giardinelli quiere una mirada desde Argentina hacia los argentinos que aquí viven. representación de la Patagonia en definitiva más local.
Una mirada y una
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IV.
MARCO TEÓRICO Las líneas teóricas utilizadas para el análisis de esta tesis se resumen a través de
los siguientes puntos 1. La arqueología del saber de Michel Foucault El ensayo teórico de Michel Foucault es la base estructural de la tesis. Se parte sobre todo de la hipótesis de que existen conceptos integrados dentro de un ‘sistema enunciativo’, del cual se puede deducir un ‘discurso de espacialidad’ que se dispersa a través de los textos de viajes: Lo que hay que hacer es colocarse a cierta distancia de este juego conceptual manifiesto, e intentar determinar de acuerdo con qué esquemas (de seriación, de agrupamientos simultáneos, de modificación lineal o recíproca) pueden estar ligados los enunciados unos con otros en un tipo de discurso; se trata de fijar así cómo pueden los elementos recurrentes de los enunciados reaparecer, disociarse, recomponerse, ganar en extensión o en determinación, volver a ser tomados en el interior de nuevas estructuras lógicas, adquirir en desquite nuevos contenidos semánticos, constituir entre ellos organizaciones parciales. Estos esquemas permiten describir, no las leyes de construcción interna de los conceptos, no su génesis progresiva e individual en el espíritu de un hombre, sino su dispersión anónima a través de textos, libros y obras. Dispersión que caracteriza un tipo de discurso y que define, entre los conceptos, formas de deducción, de derivación, de coherencia, pero también de incompatibilidad, de entrecruzamiento, de sustitución, de exclusión, de alteración recíproca, de desplamiento, etc. Semejante análisis concierne, pues, en un nivel en cierto modo preconceptual, al campo en que los conceptos pueden coexistir y a las reglas a que está sometido ese campo. (Foucault 98) Los conceptos de los cuales se parte son por este orden: la nada, el vacío y el fin del mundo (entendido este último como límites dentro de un orden mundial), y son los títulos de los tres primeros capítulos. Como afirma Foucault se trata de resaltar un nivel ‘preconceptual’ que ha constituido un discurso y desentrañar las reglas que lo han ido formando: “Lo ‘preconceptual’ descrito así, en lugar de dibujar un horizonte que viniera
Sánchez-Blanco 11 del fondo de la historia y se mantuviera a través de ella, es por el contrario, al nivel más ‘superficial’ (al nivel de los discursos), el conjunto de las reglas que en él se encuentran efectivamente aplicadas” (102).
Estos discursos y las reglas aplicadas dejan ver ciertas
regularidades que aquí principalmente se analizarán a través de las representaciones espaciales que se expondrán a continuación: “El campo preconceptual deja aparecer las regularidades y compulsiones discursivas que han hecho posible la multiplicidad heterogénea de los conceptos, y más allá todavía, la abundancia de esos temas, de esas creencias, de esas representaciones a las que acostumbramos dirigirnos cuando hacemos la historia de las ideas” (103). Dentro de esta ‘historia de las ideas’ está la historia de ‘las representaciones espaciales’ que en sus reglas de formación se establece una regularidad discursiva de la que se puede analizar un poder muy ligado a la creación del ‘conocimiento espacial’.
2. Teorías sobre las representaciones espaciales: José Ortega Valcárcel en su obra Los horizontes de la geografía. Teoría de la Geografía comenta lo siguiente: La geografía es una disciplina moderna, que sólo adquiere sentido en el contexto cultural de la Europa moderna, y que sólo cristaliza, como tal disciplina, en unas condiciones históricas determinadas. La geografía moderna es un producto europeo, a partir de un proyecto alemán, aunque se desarrolle, después, con influencias muy diversas. Desarrollo que se identifica con un esfuerzo por darle perfil propio, por construir un objeto, por establecer un campo diferenciado, por darle estatuto científico. Este carácter europeo y occidental no es inocuo. Proporciona a la disciplina perfiles específicos, asociados a la cultura occidental, que es una cultura europea de acusado etnocentrismo. (8)
Sánchez-Blanco 12 Más que concentrarse en la disciplina de la geografía en sí, esta tesis quiere analizar el objeto y las prácticas de la geografía que se definen como ‘las representaciones
del
espacio’.
Se
quiere
demostrar
que
efectivamente
estas
representaciones son ‘un producto europeo’ y de la modernidad y que perviven en la actualidad no sin la aparición de teorías que critican la vigencia de estas representaciones. Por ello el análisis del ‘discurso de espacialidad’ de esta tesis se concentrará en las siguientes representaciones espaciales tomadas, en sus nominaciones, de la obra de Ortega Valcárcel: 2.1 De espacio continente a espacio escenario Junto con los mitos de creación surgen también las primeras nociones y representaciones del espacio que se analizarán bajo los términos ‘espacio continente’ y ‘espacio escenario’. 2.2 Región natural y paisaje: región universal y mito En la ‘modernidad’ se crea como método científico un modo de clasificar el espacio a través de ‘regiones naturales’. A través de la descripción del paisaje se llega a catalogar una ‘región’. Vendrá explicada con el texto de viaje de Charles Darwin, Voyage of the Beagle, y la utilización de la teoría de Alexander von Humboldt en su obra Cosmos. 2.3 El espacio como producto social El espacio pasa de ser considerado un ‘objeto científico’ a ser ‘un objeto social’. La dimensión de ‘lo social’ es una característica recién descubierta, junto con sus teorías, sobre el espacio.
Sánchez-Blanco 13 - Teoría fenomenológica: Las elaboraciones más recientes, desde la sociología y la geografía, profundizan en este planteamiento, que hace del espacio una realidad mental o subjetiva, sometida a la percepción particular de cada individuo. Apoyadas en concepciones filosóficas de carácter idealista, expresamente reivindicadas en algunos casos, o en su formulación fenomenológica, de creciente predicamento en la segunda mitad de este siglo, el espacio queda reducido al producto de la experiencia y conciencia individual. (Ortega Valcárcel, 357). Desde esta aproximación se utilizarán los análisis de los siguientes teóricos: -
J. Nicholas Entrikin y su obra The Betweenness of Place.
Entrikin define el concepto de ‘lugar’ y encuentra que la experiencia del ser humano con ‘el lugar’ está entre percibirse él mismo como parte de ese lugar y en percibirlo dentro de un ‘espacio cultural’: “Place presents itself to us as a condition of human experience. As agents in the world we are always ‘in place’, much as we are always ‘in culture’” (1). Para Entrikin “place is best viewed from points in between”, de este modo defiende la forma narrativa como un modo de síntesis entre ambas posturas en la experiencia de lugar: We understand the specificity of place from a point of view, and for this reason the student of place relies upon forms of analysis that lie between the centered and decentered view; such forms may be described as narrative-like syntheses. In their syntheses geographers have adopted a point of view that is less detached than that of the theoretical scientist and more detached than that evident in the accounts of the travel writer. (3) Es decir, lo que se interpreta de esta cita es que el conocimiento geográfico (que aquí se considera como el conocimiento sobre el espacio) viene dada en la síntesis que la narrativa trae consigo. Este es otro de los
Sánchez-Blanco 14 puntos que se quiere demostrar en esta tesis, cómo en la actualidad la percepción del viajero combina en su texto un ‘saber’ y ‘una percepción’ que en el caso de Mempo Giardinelli se posiciona en lo que Entrikin denomina “betweenness of Place”, entre la tradición cultural que hereda el ‘eurocentrismo’ de la modernidad, y la del argentino que se ve parte de la Patagonia como lugar. - Yi-Fu Tuan y su obra Space and Place: The Perspective of Experience. Tuan define ‘experiencia’ del siguiente modo: Experience is a cover-all term for the various modes through which a person knows and constructs a reality. These modes range from the more direct and passive senses of smell, taste, and touch, to active visual perception and the indirect mode of symbolization. (8) La experiencia de un viaje es una experiencia con el espacio que se recorre y en el texto que posteriormente se escribe se construye una realidad a través de las representaciones entre las que se incluye ‘la simbolización’ que en este caso se traduce en el concepto. Este modo de simbolización es argumentado por Tuan a través del mito y cómo un modo de mitificar el espacio es geometrizándolo: The mind discerns geometric designs and principles of spatial organization in the environment. For example, Dakota Indians find evidence of circular forms in nature nearly everywhere, from the shape of birds’ nests to the course of the stars. […] Three principal types, with large areas of overlap, exist –the mythical, the pragmatic, and the abstract or theoretical. Mythical space is a conceptual schema, but it is also pragmatic space in the sense that within the schema a large number of practical activities, such as the planting and harvesting crops, are ordered. A difference between mythical and pragmatic space is that the latter is defined by a more limited set of economic activities. (16-17)
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En este sentido el espacio es más subjetivo que objetivo, más literario que teórico. - Gaston Bachelard y La poética del espacio. Se utiliza la teoría de Bachelard para dar una explicación a ‘la imagen poética’ que los conceptos elegidos aportan al texto: “Entendamos por esto un estudio del fenómeno de la imagen poética cuando la imagen surge en la conciencia como un producto directo del corazón, del alma, del ser del hombre captado en su actualidad” (9).
Ciertos enunciados como ‘inmensidad
vacía’ o ‘el vacío humano’ llevan implícita una imagen más espontánea que lo que la teoría del discurso pueda determinar. Para Bachelard existe el acto de ‘contemplar’ y estas imágenes son el resultado del ‘estado de ensueño’ que la contemplación provoca: En el análisis de las imágenes de inmensidad realizaríamos en nosotros el ser puro de la imaginación pura. Aparecería entonces claramente que las obras de arte son subproductos de este existencialismo del ser imaginante. En esta vía del ensueño de inmensidad, el verdadero producto es la conciencia de engrandecimiento. (221) El análisis en este sentido se dirigirá a reconocer que existe verdaderamente ‘una poética de la Patagonia’ como se verá a través del texto de Giardinelli.
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2.4 El espacio del espectáculo Mempo Giardinelli en su obra hace muchas alusiones al reciente turismo que se lleva a cabo en la Patagonia. Este turismo, no obstante, no está manipulado por ningún poder gubernamental argentino, sino por un poder abstracto que crea un espacio producto de la sociedad de la globalización. El espacio resultante es un espacio homogéneo y universal ya que se mueve por las imágenes rescatadas de los conceptos que se crearon en la modernidad. Desde la perspectiva de la teoría de Henri Lefebvre, The Production of Space, la globalización crea una nueva representación espacial fruto de ‘una realidad social’. Ahondando más en el tema y enfocándolo en el objetivo de encontrar una representación espacial más clara se tiene en cuenta la teoría de Guy Debord, La sociedad del espectáculo, quien sostiene que el ‘turismo’ es un producto de la sociedad que convierte el espacio en ‘un espectáculo’. La propaganda utilizada por las agencias de viajes tratan de vender un espacio patagónico y una experiencia muy próxima a aquella que se divulgó en los textos de exploraciones (como los de Darwin y Humboldt), es una vuelta a esas imágenes literarias creadas en la modernidad.
2.5 El “no-lugar” y la ‘sobremodernidad’ Marc Augé propone en Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad que el espacio contemporáneo está formado por ‘no lugares’. El ‘no lugar’ se interpreta en este análisis como una
Sánchez-Blanco 17 representación espacial fruto del mundo contemporáneo que Augé define como ‘sobremodernidad’. A través de la teoría de Augé se quiere analizar y demostrar cómo la Patagonia puede ser considerada como ‘no-lugar’, equivaldría a decir (que el ‘no-lugar’) sería la representación espacial contemporánea de este territorio.
2.6 El mundo y el orden: Se parte una vez más de una perspectiva fenomenológica en la que el análisis del enunciado ‘fin del mundo’ responde a una experiencia del ser humano con el espacio.
En este caso ‘fin del mundo’ obedece a una
construcción arquitectónica del espacio en el que se diferencia un centro y un margen. En este último se sitúan aquellos territorios que percibimos lejanos. La lejanía y la distancia es otro tipo de percepción y experiencia que hablan de un ‘orden’ del mundo y de las cosas. En este caso se entronca con el ensayo de Foucault Las palabras y las cosas del cual surgen los siguientes planteamientos sobre otra de las representaciones espaciales más importantes a tener en cuenta. Se trata de cómo representamos ‘el mundo’. Para ello el análisis también va a ser arqueológico: • • •
El mundo como espejo: Se considera esta una primera fase en la representación del ‘mundo’. El mundo y el concepto de ‘la maravilla’: ‘La maravilla’ ordena el mundo en la Edad Media desde los conceptos y la ideología cristiana. El mundo grotesco: Aquí se aplica la teoría de Mijail Bajtin en La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. Se trata de demostrar cómo ‘lo grotesco’ y la ‘hipérbole’ da lugar a la representación fundacional de la Patagonia.
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•
El mundo como exhibición. Se trata de reflexionar una vez más sobre cómo los viajes de exploraciones científicas llevados a cabo durante el s. XIX crearon una representación del mundo como si de una ‘exhibición se tratase’. Se utilizará la teoría de Derek Gregory recogida en su obra Geographical Imaginations. Orden local y orden universal. En el mundo sigue habiendo un orden, en este caso dos órdenes: el local y el universal según la teoría de Milton Santos en su obra La naturaleza del espacio. El análisis tratará de demostrar cómo efectivamente esto puede observarse a través del texto de Giardinelli.
3. Deconstrucción del mapa Sin partir de ningún concepto ni enunciado se tratará en el cuarto capítulo de la representación espacial por excelencia; el mapa. Se tratará de analizar qué relación existe entre un texto literario y el mapa. Para ello se utiliza el ensayo de J. Brian Harley, Deconstructing the Map, cuyas ideas principales que van a estructurar el cuarto capítulo son las siguientes: 1. I shall specifically use a deconstructionist tactic to break the assumed link between reality and representation which has dominated cartographic thinking. (156) 2. It will be shown that even ‘scientific’ maps are a product not only of ‘the rules of the order of geometry and reason’ but also of the ‘norms and values of the order of social… tradition’ (Marin 1988:173). Our task is to search for the social forces that have structure cartography and to locate the presence of power –and its effect- in all map knowledge. (156) 3. We begin to learn that cartographic facts are facts only within a specific cultural perspective. (157) 4. I will examine the textuality of maps and, in particular their rethorical dimension. Third, returning to Foucault, I will consider how maps work in society as a form of powerknowledge. (157)
Sánchez-Blanco 19 Siguiendo las pautas diseñadas por Harley se tratará de examinar algunos mapas que se podrían relacionar con textos analizados en esta tesis para demostrar cómo efectivamente están en una relación directa con un discurso (y un texto) de poder en cuanto a la representación de la Patagonia también se refiere. 4. Recursos literarios: -
El testimonio. Se extraen directamente del texto de Giardinelli los diálogos que éste mantiene con los habitantes de la Patagonia que va conociendo a través de su viaje. Es un recurso literario novedoso dentro de la literatura de viajes.
-
La ironía y la parodia. Se analizan ambos recursos literarios bajo los postulados de Linda Hutcheon en A Theory of Parody
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La ansiedad de la influencia: repetición y discontinuidad. Se analiza cierta ansiedad provocada por la multitud de textos, que exponen una Patagonia mítica y universalmente conocida. Giardinelli responde con un reconocimiento hacia estos textos a la vez que con un deseo de ruptura. Se utiliza para este análisis The Anxiety of Influence de Harold Bloom
-
Paradoja. Se toma directamente un capítulo de Final de novela en Patagonia que lleva por título “Nuevas Paradojas del País de las Maravillas”. Se pasa a analizar el sentido de “paradoja” en Mempo Giardinelli.
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V.
ESTRUCTURA POR CAPÍTULOS Esta tesis se compone de cuatro capítulos y seguidamente se expondrá un
esquema en el que se señalará la distribución de los análisis y teorías utilizadas, como se mostró en el apartado anterior. 1. CAPÍTULO I. Título: “El concepto de la ‘Nada’ en Final de novela en Patagonia, de Mempo Giardinelli” A partir del concepto de la Nada realizar el tipo de análisis que sugiere Michel Foucault en La arqueología del saber. Contiene tres apartados: 1.1 Darwin y el mito de la nada en el paisaje patagónico. Se parte del texto de Charles Darwin, Voyage of the Beagle, para explicar cómo surge, dentro de un modo científico, la representación espacial de región y paisaje. Y cómo éstas mitifican la Patagonia. 1.2 Mempo Giardinelli y la nada como espacio vivido. En este apartado se analizarán la ironía y la parodia como recursos literarios dentro del texto de Giardinelli y cómo se forma otro tipo de representación basado en la ‘región como espacio vivido’. 1.3 La Patagonia como espectáculo de la nada mítica. En este tercer apartado se analiza la percepción patagónica a través del turista y cómo se forma la representación espacial del ‘espectáculo’ según las teorías de Guy Debord.
Sánchez-Blanco 21 2. CAPÍTULO II. Título: “El concepto del vacío en Final de novela en Patagonia” El análisis arqueológico propuesto por Focault llega a raíz del concepto del ‘vacío’ a un nivel más profundo. El vacío crea un campo enunciativo que dispersa el concepto a través de textos que se remontan a la antigüedad clásica. En este capítulo se tratará de analizar la diferencia entre las representaciones espaciales de ‘espacio y lugar’. Este capítulo se compone de cuatro apartados: 2.1 El vacío: De espacio continente a espacio escenario. Del método a la forma simbólica. En este apartado se analizarán las representaciones espaciales de ‘espacio continente’ y ‘espacio escenario’. 2.2 La inmensidad vacía: Del proceso de mitificación a la poética de la Patagonia. Se analizará el enunciado ‘la inmensidad vacía’ a través de la ‘imagen poética’ intrínseca, siguiendo la teoría de Gaston Bachelard, La poética del espacio. En este apartado se profundizará sobre las influencias, la repetición y un deseo de discontinuidad en la representación de la Patagonia por parte de Giardinelli a través de La ansiedad de la influencia de Harold Bloom. 2.3 Vacío humano. La narración como síntesis de un viaje que transcurre entre el saber y el sentir. Continuará un análisis sobre las influencias. A la hora de transmitir un conocimiento (un saber) se da cuenta de una evolución que pasa de la descripción objetiva a una narración como síntesis de las representaciones espaciales tal y como expone J. Nicholas Entrikin en The Betweenness of Place. 2.4 El vacío del “no lugar”. En este apartado se expondrá el resultado de una nueva representación de la Patagonia a través de la teoría del ‘no-lugar’ de Marc Augé.
Sánchez-Blanco 22 3. CAPÍTULO III.
“El enunciado del ‘fin del mundo’ como representación
espacial de la Patagonia”. El análisis arqueológico esta vez del enunciado ‘fin del mundo’ nos lleva al estudio de textos de viajes pertenecientes a la antigüedad clásica y a la Edad Media. Todo ello nos conduce al examen de la representación espacial de ‘mundo’ y a cómo se manifiesta esto en un discurso de poder fundamentado en ‘el orden’. Este capítulo consta de cinco apartados: 3.1 El mundo como espejo de la armonía celeste. Se trata de demostrar cómo se traduce la representación del ‘mundo como espejo’ a través de la prosa y cómo evoluciona hacia un texto de viajes. 3.2 La imagen del mundo en el mundo de las maravillas. En este caso el concepto de ‘la maravilla’ es clave para entender el ‘orden’ del mundo desde la centralidad hacia sus márgenes. 3.3 El mundo grotesco de la Patagonia. El texto fundacional de la Patagonia, aquel que escribió Antonio Pigafetta en el siglo XVI, es una confluencia de aspectos claves para entender el mito de la Patagonia. El espíritu de la colonización junto con la evolución de ‘la maravilla’ a su deformación grotesca, según lo expone Mijail Bajtin, son el eje del análisis realizado en este apartado. 3.4 El mundo como exhibición. Siguiendo la teoría de Derek Gregory se establece que ‘el mundo natural’ le sirve a la modernidad para establecer que el mundo es una exhibición. 3.5 El mundo de la paradoja. Orden universal y desorden local. La paradoja contrapone dos tipos de órdenes que se establecen en la percepción espacial del mundo
Sánchez-Blanco 23 contemporáneo: el orden universal y orden local.
El orden universal es aquel que
heredamos de la modernidad y su percepción del espacio que se cataloga en grandes regiones universales, hoy en día convertidos en un espacio homogéneo cuyo objetivo es la globalización. Este orden convive con ‘el orden local’, pero en la Patagonia esta convivencia no es tal. Surge así una paradoja clave para entender el texto de Giardinelli.
CAPÍTULO IV. Título: La representación literaria del mapa En los capítulos anteriores se han tratado representaciones espaciales como región, paisaje, espacio, lugar y mundo a partir de conceptos encontrados y repetidos en diferentes textos literarios. En este capítulo se trata de identificar el texto literario que hay en un mapa, y también, cómo un mapa tiene en muchos de los casos un referente literario claro. Para ello se sigue la teoría de la deconstrucción que se aplica en un mapa, propuesta por J. Brian Harley en su artículo “Deconstructing the Map”. Por medio de la deconstrucción de un mapa se concluye que existe una retórica que enlaza con aspectos sociales que rodean a la producción del mapa y por lo tanto da lugar a un discurso de poder y conocimiento, muchas de las veces propiciado por la ciencia. Este capítulo se divide en dos apartados: 4.1 La literatura de viajes y la representación cartográfica En este apartado se realiza un repaso de la historia de la cartografía exponiendo algunos mapas que son de gran interés.
El objetivo es ver cómo se llega a la
representación cartográfica de la Patagonia y cómo se puede ver claramente el referente de los textos literarios expuestos a lo largo de esta tesis.
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4.2 Los mapas de la novela Este apartado lleva el mismo título que de uno de los capítulos de la obra de Mempo Giardinelli aquí analizada. En este capítulo Giardinelli comenta los mapas de los que está haciendo uso en el viaje y en el mismo texto va exponiendo sus observaciones sobre lo que es la situación de la cartografía de su país. La representación cartográfica de un mapa de carreteras de la Patagonia, y que a simple vista está hecha a base de cálculos matemáticos y proyecciones puede dar cuenta de la situación social y económica de abandono del territorio.
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CAPÍTULO I 1. El concepto de la “Nada” en Final de novela en Patagonia, de Mempo Giardinelli La postmodernidad propone una fragmentación del saber que parte del mismo lenguaje. Conceptos como “la nada” actúan como códigos lingüísticos con los que se reconstruye la historia de la percepción espacial. La percepción es una experiencia vivencial que aplicada al espacio que nos rodea da lugar a diferentes representaciones que parten del sujeto. Se produce una subjetivización del espacio que literaturiza la pluralidad de representaciones espaciales. El concepto de “la nada” aplicado al espacio de la Patagonia crea un campo de presencia que formula una serie de enunciados. Estos enunciados repiten un discurso que se formó en la modernidad bajo postulados y estructuras científicas en cuanto al estudio del espacio se refiere. Este discurso lleva consigo una “verdad admitida, de descripción exacta, de razonamiento fundado o de premisa necesaria” (Focault, La arqueología del saber 93) cuyo objetivo es instaurar un conocimiento espacial. A su vez, cabe decir que en cuanto a la percepción espacial que se instauró en la modernidad, ésta se basó en una visión global y universal de la tierra. Esto crea una serie de representaciones basadas en la “región” que sirve también de estructura para la fundación de relatos de viajes. Pero existe también una nueva manera de ver el espacio y que se se materializará en el término paisaje. Es importante para esta introducción nombrar a Alexander von Humboldt (Berlín 1769-1859), naturalista y explorador alemán. En 1799 obtuvo el permiso para viajar a las colonias españolas de América del Sur y Centroamérica. En este viaje recogió cantidades
Sánchez-Blanco 26 ingentes de datos sobre el clima, la flora y la fauna. Entre 1804 y 1827 se estableció en París y allí ordenó todo el material recogido para escribir Viaje a las regiones equinociales del Nuevo Continente. Humboldt realizó bastantes hallazgos científicos entre los que cabe destacar el de la identificación de la ‘corriente oceánica’ de la costa oeste de Sudeamérica y que lleva su nombre: ‘la corriente de Humbold’. Se quiere destacar, no obstante, otra obra que escribió durante los últimos años de su vida y en la que expresa su filosofía a la hora de interpretar el mundo desde la óptica científica. Esta obra lleva por título Cosmos y en ella Humboldt plasma una estructura global y universal para entender el mundo. De esta obra se pueden extraer los rasgos más importantes que definirán los relatos de exploración que se escribirán durante el siglo XIX. En primer lugar se escribe sobre una única historia, la ‘historia natural’ que explica la tierra desde sus orígenes, y que presiente ‘la armonía y el orden del Universo’: La historia revela a todo el que sabe penetrar a través de las capas de los siglos precedentes hasta las raíces profundas de nuestros conocimientos cómo, desde hace miles de años, el género humano ha trabajado por conocer, en las mutaciones incesantemente renovadas, la invariabilidad de las leyes naturales y por conquistar progresivamente una gran parte del mundo físico por la fuerza de la inteligencia. Interrogar los anales de la historia es seguir esta senda misteriosa, sobre la cual la imagen del Cosmos, de la armonía y del orden en el Universo, se ofrece hoy como fruto de largas y serias observaciones. (160) Se descubre (o redescubre) la base fundamental de ese orden y esa armonía, el sentido por entender la tierra como un ‘todo’ que ha seguido esa senda misteriosa de la historia: la Naturaleza: La Naturaleza, considerada por medio de la razón, es decir, sometida en su conjunto a la acción del pensamiento, es la unidad en la diversidad de los fenómenos, la armonía entre las cosas creadas que difieren por su forma, por su constitución y por las fuerzas que las animan; es el Todo animado por un soplo de vida. La consecución más importante de un estudio
Sánchez-Blanco 27 racional de la Naturaleza es aprehender la unidad y la armonía que existe en esta inmensa acumulación de cosas y fuerzas […] Penetrando en los misterios de la Naturaleza, descubriendo sus secretos y dominando por la acción del pensamiento los materiales recogidos mediante la observación, es como el hombre puede mostrarse más digno de su alto destino. (160161). No sólo la razón, el pensamiento, la observación y la consecuente recopilación de datos es lo que importa de la Naturaleza. El siguiente pasaje extraído de Cosmos muestra cómo Humboldt aboga por algo que el denomina ‘goce’ y que éste se genera ya no por una observación sino por ‘la contemplación’. El hombre que observa, el científico en este caso, siente la Naturaleza, en el sentido de experimentar. Humboldt le da a este aspecto un carácter universal, el hombre experimenta la Naturaleza de un mismo modo y en cualquier parte. Es este aspecto el más literario y el más importante pues se sientan las bases para la utilización de conceptos como ‘la nada’ asociado a un determinado territorio pero en vez de particularizarlo hace todo lo contrario, universalizar la zona, como es el caso de la Patagonia. Humboldt no viajó a la Patagonia pero en el siguiente pasaje queda clara su admiración por los espacios abiertos y llanos, espacios en los que se siente la conexión de la Naturaleza con impresiones del ser humano que van más allá del conocimiento: Si reflexionamos acerca de los diferentes grados de goce que suscita la contemplación de la Naturaleza, encontramos que, en primer lugar, debe colocarse un tipo de impresión enteramente independiente del conocimiento profundo de los fenómenos físicos e independiente también del carácter individual del paisaje y de la fisonomía de la región que nos rodea. En cualquier lugar de una llanura monótona, sin más límites que el horizonte, donde una vegetación homogénea de brezos, jaras o gramíneas cubre el suelo, en cualquier sitio donde las olas del mar bañan la costa y marcan su paso con estrías verdosas de algas, el sentimiento de la Naturaleza, grande y libre, embarga nuestra alma y nos revela, como por una misteriosa inspiración, que las fuerzas del Universo están sometidas a leyes. El simple contacto del hombre con la Naturaleza, esta influencia de
Sánchez-Blanco 28 los grandes espacios, o del ‘aire libre’, como dicen otras lenguas con más bella expresión, ejercen una acción de sosiego, aplacan el dolor y calman las pasiones, al tiempo que el alma se siente íntimamente agitada. Esta benéfica influencia la recibe el hombre en todas partes, cualquiera que sea la zona que habite y cualquiera que sea el grado de cultura intelectual que haya alcanzado. Cuanto de sobrecogedor y de solemne hay en las impresiones que señalamos se debe al presentimiento del orden y las leyes, que surge espontáneamente del simple contacto con la Naturaleza, así como del contraste que ofrecen los estrechos límites de nuestro ser con la percepción de lo infinito que se revela por doquier, en la estrellada bóveda del cielo, en el llano que se extiende más allá de nuestra vista, en brumoso horizonte del océano. (161) Llama la atención el comentario sobre el cual se deduce una ‘impresión’ independiente del conocimiento, una impresión que más adelante se traduce en una ‘Naturaleza grande y libre’. La Naturaleza crea una serie de sensaciones de carácter holístico, explican la totalidad del orden universal y las leyes que lo rigen. A este respecto los ejemplos por los que Humboldt trata de explicar este tipo de emociones no dejan de llamar la atención. Llanuras monótonas sin límites, costas bañadas por el mar y llanos que se extienden más allá de nuestra vista.
Son grandes espacios, regiones
unificadas por el paisaje y la Naturaleza, pero también por las emociones comunes que despiertan. Estas regiones son universales porque pertenecen al todo de la historia natural y al todo del universo. Humbold explica que existe ‘otro tipo de goce’. Este tipo de impresión resume la estructura del espacio, un encuadre y una manera de mirar la naturaleza que se definirá como ‘paisaje’ y que constituirá ‘una región’: Otro tipo de goce es el producido por la configuración concreta del paisaje, por la forma de la superficie del globo en una región determinada. Las impresiones de este género son más vivas, mejor definidas, más acordes con ciertos estados de ánimo. Unas veces es la inmensidad de las masas, la lucha de los elementos desencadenados o la desolación de las estepas, como en el norte de Asia, lo que excita nuestra emoción; otras, bajo el dominio de sentimientos más dulces, la suscita el aspecto de los
Sánchez-Blanco 29 campos cubiertos de abundantes cosechas, la casa en la orilla de un torrente o la acrecentada fecundidad del suelo vencido por el arado. Recalcamos aquí menos los grados de intensidad que distinguen estas emociones que el diferente tipo de sensaciones que suscita el carácter del paisaje y a las que éste confiere. (161) En las primeras líneas del párrafo expuesto se observa cómo el paisaje define a la región, pero ésta será en relación con la totalidad del globo, es decir será una región natural y universal. Hay también que señalar el hecho de que Humbold aclara que el paisaje en sí tiene un carácter que es el que provoca la emoción. Es decir, para Humboldt la subjetividad está en lo observado y no en el observador. Lo que se trata aquí de demostrar es que la subjetividad del observador, del viajero explorador y científico es realmente el medio por el que se construye una realidad. Los textos que se escriben a raíz de las grandes exploraciones como la de Humboldt son relatos que tratan de unificar la historia y el espacio, la ciencia aporta la verdad en las descripciones pero sin tener en cuenta que gran parte de estos relatos están narrados bajo la pluma de un sujeto que observa la Naturaleza desde su subjetividad. De ahí que el concepto de ‘la nada’ se asocie a llanuras sin fin y vastos territorios como la Patagonia, porque es un concepto creado desde la universalidad de los preceptos humboldianos.
En este trabajo se
analizarán las distintas representaciones espaciales que han surgido a raíz de este concepto que en síntesis se puede decir que nace de la subjetividad y de la literatura, pero es un concepto que universaliza y mitifica la Patagonia. La nada, como código sintetizador y definidor del espacio patagónico se analizará también desde la óptica de la ‘postmodernidad’. Para ello se ha escogido la obra de Mempo Giardinelli Final de novela en Patagonia. A través de esta obra el concepto de ‘la nada’ se dispersa, siguiendo una dirección que se mueve desde lo universal y mítico
Sánchez-Blanco 30 que ha venido caracterizando el paisaje patagónico, a ‘lo local’. La ‘nada’ expuesta desde la experiencia del habitante patagónico hace que se fragmente tanto la historia como el conocimiento único que se generaba de la zona. El gran relato de exploración se convierte en el pequeño relato vivencial: “Es la reivindicación de lo parcial, de lo singular, de lo individual. La experiencia queda reducida al presente y a una suma de presentes inconexos y fragmentados” (Ortega Valcárcel 249). La obra de Giardinelli está llena de testimonios, de microhistorias que van reconstruyendo el espacio patagónico de un modo muy diferente al que se venía formulando desde la modernidad.
“El
posmodernismo rompe con, y denuncia, los grandes sistemas o esquemas de interpretación histórica” (Ortega Valcárcel 249). La historia junto al concepto ‘espacio’ se reinterpreta, surge una vuelta a lo local y esta percepción hace que la ‘región subjetiva’ se reformule. El viajero ya no está solo con la naturaleza creando en su texto un espacio universal, sino que ahora el viajero, Giardinelli, se encuentra con el habitante y le escucha, plasma así en el texto un testimonio vivencial del ‘otro’ ante el espacio en el que vive. Giardinelli muestra el espacio patagónico desde aquel que va observando en las pequeñas poblaciones que va atravesando, también desde el paisaje pero mirando hacia la misma historia de la Patagonia argentina, no la europea.
Se trata de crear un nuevo
concepto de región basado en el ‘espacio vivido’, más vinculado a lo social que a la naturaleza en sí: “El estudio del lugar, desde la vivencia y percepción subjetivas, como espacio vinculado a las sensaciones, emociones y sentimientos individuales, constituye un rasgo distintivo de la geografía de los últimos decenios. La localidad, lo mismo que la región se definen como un espacio social, relacionado con la experiencia personal”. (Ortega Valcárcel 487).
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En la actualidad las ciencias, como la geografía, vuelve su mirada a los valores subjetivos del individuo sobre el espacio que le rodea. En el caso de los textos de viajes hay que señalar que aquí se hace una comparación sobre aquellos textos que se escribieron bajo la pluma de grandes exploradores científicos y que miraban y observaban todo desde una nueva óptica en la que ponderaba la razón y la ciencia que, a su vez, se originaba en Europa. Mempo Giardinelli no es un científico sino un escritor, argentino, que viaja por la Patagonia para extraer una visión más local, más argentina, y sobre todo para recoger el testimonio del habitante patagónico con el entorno espacial en el que vive. La imagen no cambia, ‘la nada’ sigue sirviendo como concepto definidor de la Patagonia, pero ésta torna en una representación de lo local, es un esquema de la experiencia social de la mirada argentina del viajero y de la percepción del propio habitante hacia su propio espacio: La nueva geografía regional arraiga en lo que los geógrafos franceses han bautizado como geografía de las representaciones. Es decir, esquemas o imágenes individuales o colectivas del espacio o entorno, equivalentes a la propia geografía, concebida también como una representación del espacio. Representaciones que, de acuerdo con la filosofía subjetivista subyacente, se vinculan con las vivencias individuales, con la experiencia personal, con las imágenes compartidas de diverso origen. El núcleo de esta geografía regional renovada se encuentra en la atención preferente a los valores y percepciones sociales. Forma parte de la geografía del espacio vivido. (Ortega Valcárcel 488). Este capítulo (y la tesis en general) no tratará una arqueología del saber geográfico como ciencia sino más bien de la evolución, también arqueológica, de las representaciones espaciales. Existe una ciencia sobre el espacio pero ésta no se reduce a
Sánchez-Blanco 32 llamarla ‘geografía’ pues generaría una confusión en cuanto a los textos a tratar. Es decir, el análisis sobre la evolución de estas representaciones
utilizará tratados y
postulados geográficos pero en su conexión con textos literarios de viajes y exploraciones. Quedaría por realizar un análisis más a esta evolución sobre representaciones espaciales que vendrían a identificar una región natural y universal, y una región local y subjetiva del propio autor hacia el habitante. No obstante existe un paso más en esta evolución y conectado con lo social. Si bien se observa a través del texto de Giardinelli que existe una separación entre la sociedad local que se transmite a través del testimonio y una sociedad global que visita la Patagonia y que se encarna en el turismo. Este último observa el espacio patagónico desde una óptica que Henri Lefebvre ha denominado como ‘producción del espacio’. Lefebvre expone que el espacio de la ciencia sigue generando conocimiento y continúa su centro de poder en los discursos pero ahora avalado por un sistema capitalista que homogeneiza aún más este espacio. Es decir, continúa existiendo la imagen espacial homogénea y universal, aquella que hizo de la Patagonia una región única y mítica. Sólo que en la actualidad esto se inserta en un sistema capitalista y global, una necesidad más de una sociedad de consumo, con lo que la Patagonia es una construcción mental del espacio, una creación y una producción de la sociedad: Under this mode of production, intellectual labour, like material labour, is subject to endless division. In addition, spatial practice consists in a projection onto a (spatial) field of all aspects, elements and moments of social practice. In the process these are separated from one another, though this does not mean that overall control is relinquished even for a moment: society as a whole continues in subjection to political practice – that is, to state power. […] Suffice it to say at this juncture that if my analysis turns out to be correct it will be possible to claim of the soughtfor ‘science of space’ that it represents the political (in the case of the West, the ‘neocapitalist’) use of knowledge. Remember that knowledge
Sánchez-Blanco 33 under this system is integrated in a more or less ‘immediate’ way into the forces of production, and in a ‘mediate’ way into the social relations of production. (Lefebvre 8-9). Para Lefebvre el espacio no es ni sujeto ni objeto sino una realidad social. El espacio es únicamente un ‘espacio social’ vinculado a las relaciones de producción y a las fuerzas productivas. Lefebvre critica el espacio concebido desde la naturaleza y la física, desde el cosmos, para él todo tiene como resultado una práctica social que es la que realmente se tiene que teorizar como causante de ‘la producción del espacio’. Entre las formas de producción de la actualidad tenemos ‘el turismo’ y esta es una práctica cuyo protagonista principal es el espacio que se recorre. Las rutas y los destinos propuestas por todo un complejo entramado de agencias y guías turísticas tienen como resultado un espacio concebido global y homogéneamente. Se retoma la percepción de las grandes regiones naturales y universales, se vuelve al mito para encontrar la evasión vacacional deseada. Se persigue en la mayoría de las situaciones ‘el espectáculo’. El espacio se convierte en una mercancía, en un fetiche: “El principio del fetichismo de la mercancía –la dominación de la sociedad a manos de ‘cosas suprasensibles a la par que sensibles’- se realiza absolutamente en el espectáculo, en el cual el mundo sensible es sustituido por una selección de imágenes que existen por encima de él, y que se aparecen al mismo tiempo como lo sensible por excelencia” (Debord 51-52). En este sentido el concepto de ‘la nada’ se interpreta como un reclamo turístico que hace del espacio patagónico un espectáculo al que las masas visitan. Lo más característico es que la base de ese espectáculo es esa imagen fundada en la modernidad, que se encuentra en los textos de exploración y que de una manera asombrosa vuelve a estar de moda en las librerías. Los textos de los grandes exploradores como Humboldt y Charles Darwin (de
Sánchez-Blanco 34 los que se tratará con más deteniminiento en este capítulo) y de muchos otros (que se tratarán en capítulos posteriores) crearon un nuevo concepto del espacio basado en la naturaleza y en el poder del razonamiento científico como centro del que parte el discurso del viaje. El concepto de ‘la nada’ muestra una evolución en las representaciones espaciales desde los textos de viajes fundacionales del siglo XIX hacia la naturaleza patagónica hasta la actualidad. Entre estas representaciones tenemos las siguientes:
1.1 De la región y paisaje natural al mito. En este apartado se interpreta el texto de Charles Darwin Voyage of the Beagle como uno de los primeros en aportar una imagen fundacional de la Patagonia que se vincula con el comienzo de la modernidad. Esta imagen está inserta en un discurso científico del que emana un poder eurocentrista y universalista. La ciencia mira el mundo desde la centralidad europea describiendo los espacios lejanos desde una naturaleza que se plantea exótica. Comienza un proceso de mitificación de territorios como la Patagonia. En este caso la perspectiva geológica y natural confieren al espacio un misterio que se idealiza a través del paisaje. Existe un modo literario de mitificar el espacio recorrido que se disfraza de un lenguaje y un propósito científico. Para ello es importante hacer mención de la influencia en este proceso estilístico de Humboldt sobre Darwin. El texto clave es Personal Narrative of a Journey to the Equinoctial Regions of the New Continent, texto escrito por Humboldt durante su viaje en los años 1799-1804. Se comprobará un aspecto de singular importancia y es la de destacar la antigüedad dentro de la línea temporal marcada por la historia
Sánchez-Blanco 35 natural, este aspecto trascenderá al espacio observado y se construirá en la imaginación igual de antiguo y además remoto. Sucede al mismo tiempo que la observación científica se complementa con un lenguaje literario que subjetiviza el espacio creando una imagen fundacional que tendrá su base en la homogeneización paisajística.
La imagen espacial de la
Patagonia se unifica a través de sus vastas llanuras. Las extensiones desérticas sin horizonte fijo darán paso a una serie de percepciones que parten del sujeto, la región natural se convierte en una región subjetiva. Las percepciones subjetivas de Darwin están basadas no obstante en una serie de emociones que destacarán la grandiosidad de la naturaleza. Esto, unido a sentir la Patagonia antigua y alejada en la distancia de la historia natural, hace que se mitifique la zona, pero no desde sus aspectos locales, sino desde los aspectos universales que caracteriza esta singular ‘región natural’. El concepto de la ‘nada’ es rastreado en el texto de Darwin para concluir que efectivamente se equipara al paisaje de vastas llanuras desérticas y yermas. Esta nada es geológicamente antigua lo que hace que dejen una huella imborrable en el autor. Las emociones de Darwin sobre la Patagonia y plasmadas en su texto se hacen universales ya que son la descripción por antonomasia de esta región.
1.2 Mempo Giardinelli y la nada como espacio vivido. Giardinelli codifica el paisaje desértico de la Patagonia en una nada que sintetiza todas las descripciones. No obstante la dimensión espacial de la Nada se amplía hacia un nivel más.
La historia social y local da paso a una nada que es
existencialmente devastadora. La parodia, la ironía y en especial el testimonio son
Sánchez-Blanco 36 herramientas literarias que incrementan el conocimiento espacial de la Patagonia hacia una dimensión social. Linda Hutcheon en A Theory of Parody afirma que “Parody, therefore, is a form of imitation, but imitation characterized by ironic inversion” (6). Giardinelli expone una Patagonia que también se define por ‘la nada’, repite que realmente existe esa inmensidad silenciosa y grandilocuente pero para el autor estas llanuras, sin dejar de ser misteriosas, son aburridas y tediosas. Aquí se muestra la primera aparición de la ironía que se muestra a través de una repetición de la descripción paisajística de la Patagonia, pero Giardinelli ya marca una diferencia:
“Parody is, in another
formulation, repetition with critical distance, which marks difference rather than similarity” (6). A través del texto de Giardinelli se puede observar una parodia de los textos de exploración y redescubrimiento escritos en la modernidad, pero en esta repetición interpretada como parodia existe una ruptura que se definirá como una ‘inversión irónica’. Las llanuras no son tan impresionantes y asombrosas sino que son tristes y monótonas. Aquí surge una segunda fase en la parodia, pues Giardinelli asemeja la Patagonia a la Comala Rulfiana.
Siguiendo la recomendación de
Hutcheon de mantener separados los conceptos de sátira y parodia, en este caso que se expondrá, Giardinelli utiliza la parodia y el texto parodiado (la obra de Rulfo) para ampliar la dimensión de la ‘nada’ desde una visión universal a otra más local. En esto último entra el testimonio a formar parte de los recursos literarios que Giardinelli utiliza.
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1.3 La región natural como producto social del espacio. La actualidad postmoderna hace que nuestra visión del mundo se vea sometida a una gran paradoja. La espacialidad reducida a su percepción local a través del testimonio no corresponde con la percepción universal que mitifica espacios lejanos. Esta última incluso se banaliza.
El concepto de la Nada (con mayúscula) se
deconstruye en sus códigos que se instauraron en la modernidad y que se retoman en la actualidad para ponerse al servicio de una sociedad de consumo. Darwin presentó la Patagonia como un escenario en el que las llanuras le transportaban a una era geológica cercana al origen de la humanidad. Este escenario es hoy en día un espectáculo que miles de turistas convierten en destino de sus viajes. El espacio como espectáculo es producto de una sociedad que se teje en el entramado de la globalización económica.
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1.1 Darwin y el mito de la nada en el paisaje patagónico Roberto González Echevarría en su artículo “A Lost World Rediscovered” agrupa a los viajeros científicos que recorrieron América Latina durante el s.XIX como “segundos descubridores” ya que crearon a través de sus escritos una imagen fundacional del Nuevo Mundo: These travelers wrote accounts in the form of diaries and travelogues that did not fall entirely outside literature. There was, in fact, a promiscuous complicity between literature and scientific reportage that made it relatively easy for Latin American writers to assimilate these narratives. The new Latin American narrative absorbs this second voyage, this pilgrimage in search of Latin American historical uniqueness through the textual mediation of European science. (223) Estos relatos y diarios de viajes están dentro del género de literatura de viajes aunque el objetivo fue científico. Las imágenes que supusieron una nueva descripción de América Latina, y por lo tanto un nuevo conocimiento sobre el espacio, emanaron de la subjetividad del viajero ante el espacio y por lo tanto son literarias. La proliferación y aceptación de estas imágenes fue debido al poder que el discurso científico tenía en esta época donde todo se explicaba por medio de la razón. El estudio del espacio se convertía así en un objeto que a su vez contenía más objetos que debían clasificarse y ordenarse bajo taxonomías científicas. En esto se basó el lenguaje y el discurso científico, en la clasificación y ordenación de las nuevas especies de flora y fauna que se iban descubriendo. González-Echevarría propone que en los textos de viajes existe una complicidad entre la literatura y la ciencia. La aportación científica se manifiesta en un lenguaje
Sánchez-Blanco 39 taxonómico que trata de clasificar nuevos especímenes tanto animales como vegetales. La aportación literaria se empieza a manifestar en la metodología científica que trató de identificar “regiones naturales”.
Las formaciones geológicas y su estudio
dispusieron el primer paso para determinar una región natural. La descripción de este distintivo geológico para la posterior definición de una “región natural” única se elabora a través de un discurso que recurre a imágenes y conceptos más propios de la subjetividad del viajero que de la objetividad científica. De la formación geológica se pasó a la tangibilidad de lo observado surgiendo así un modo de mirar el espacio que también se utilizó como método científico. A este nuevo modo de mirar se le confirió el término “paisaje”. En realidad este término absorbió el concepto de “región natural” en la medida que sirvió para resumir ideográficamente el conjunto de todos los elementos: flora, fauna y geología. Digamos que el término “paisaje” le aporta a la región un carácter individual y una identidad. Ambos conceptos, “región” y “paisaje”, no surgen separadamente sino que se complementan: “La región como medio geográfico se manifiesta como paisaje, se individualiza por su paisaje” (Ortega Valcárcel 355). Individualizar y definir el espacio con señas de identidad de carácter naturalístico tiene sus primeras manifestaciones en los viajes de exploración, y queda constancia en los textos que describen el espacio con este objetivo científico de clasificación. En estos textos no obstante se produce algo que también definirán e identificarán estos nuevos espacios, y es la plasmación de las emociones y reflexiones de los propios viajeros científicos. Estas manifestaciones de la subjetividad del viajero tienen como resultado la
Sánchez-Blanco 40 creación de imágenes nuevas que en el caso de la Patagonia sirven incluso hoy en día para referirnos a ella como identidad del espacio. El primer viajero que identificó la Patagonia bajo el concepto de “región natural” adjudicándole un distintivo paisajístico fue Charles Darwin. A la edad de veintidós años, el que después se convirtiera en el famoso naturalista que escribió la teoría sobre la evolución, recibió la oferta de embarcarse en un viaje que daría la vuelta al mundo y que duraría cinco años comprendidos entre 1831 a 1836. Darwin escribe un diario de viaje que se publicó en 1839 y que lleva por título Journal of researches into the geology and natural history of the various countries visited by H.M.S Beagle. Aproximadamente la mitad del diario está dedicado a Argentina. En este país viajó primordialmente por las provincias de Río Negro, Sta. Cruz y Tierra de Fuego, que pertenecen a la Patagonia, y así se integran por un rasgo común que Darwin repite: las llanuras. Las vastas planicies se convierten en el distintivo paisajístico de la Patagonia y que la definirán como “región natural” por la homogeneidad que aportan: ... Let the elevations recommence, and another sloping bank (of shingle, or sand, or mud, according to the nature of the successive beachlines) must be formed, which again will be broken by as many lines of cliff, as there shall be periods of rest in the action of the subterranean forces. Now this is the structure of the plains of Patagonia; and such gradual changes harmonize well with the undisturbed strata, extending over so many hundred miles. (159) Geológicamente esta es la descripción de la Patagonia cuyo rasgo de identidad natural son las planicies. La Patagonia descrita bajo los postulados geológicos adquiere unos rasgos de diferenciación.
Las llanuras son lo primero que en una mirada de
observación hacia el espacio patagónico se concluye como personalidad paisajística.
Sánchez-Blanco 41 Ahora bien, si el diario del Beagle que Darwin escribió se procuró de tanto éxito como dicen casi todas sus biografías es porque creó una imagen y esta no se hizo sólo a través de explicaciones geológicas ni de inventarios faunísticos ni florísticos, sino por la inserción de las propias emociones del viajero. Las percepciones subjetivas que Darwin obtiene se intercalan en el texto complementándose con las explicaciones objetivas y científicas sobre el espacio.
El carácter y la personalidad del paisaje y de la
homogeneidad de la región patagónica se adquieren mediante las percepciones del viajero que lejos de ser anecdóticas completan el conocimiento que sobre el espacio patagónico se pretende dar. Antes de pasar a analizar cómo se plantean los términos ‘paisaje’ y ‘región’ en la Patagonia se quiere hacer un inciso para explicar algo fundamental que es la gran influencia que Humboldt tuvo sobre Darwin: When I said that the scenery of Europe was probably superior to anything which we have beheld, I excepted, as a class by itself, that of the intertropical regions. The two classes cannot be compared together; but I have already often enlarged on the grandeur of these climates. As the force of impressions generally depends on preconceived ideas, I may add, that all mine were taken from the vivid descriptions in the Personal Narrative of Humboldt, which far exceed in merit anything I have read on the subject. (Darwin 374) De esta influencia se quiere destacar fundamentalmente el proceso de mitificación que la razón científica europea producía en ciertas zonas casi siempre alejadas o aisladas y que parten, y como se refiere la cita, a las ‘vívidas descripciones’ de elementos extraídos del paisaje observado. Patrick Armstrong en su artículo “Charles Darwin’s Image of the World: The Influence of Alexander von Humboldt on the Victorian Naturalist” hace un estudio sobre
Sánchez-Blanco 42 este aspecto. Armstrong analiza esta influencia como crucial que posteriormente tendría sobre el texto que Darwin escribiera a raíz de su viaje en el Beagle.
El viaje que
Humboldt realizó durante los años 1799-1804 por las ‘regiones equinocciales del nuevo continente’ y su consecuente texto Personal Narrative of a Journey to the Equinoctial Regions of the New Continent produjeron en Darwin una profunda impresión: This book made a tremendous impression on Darwin. He wrote that he read this work ‘with care and profound interest’. He continued that it was this book and Natural Philosophy that stirred in him ‘a burning zeal to add even the most humble contribution to the noble structure of natural science’, and that ‘No one or a dozen books’ influenced him as much as these two (BARLOW, 1958, 67-68). Darwin wrote in his Autobiography, prepared late in life (summer 1876), for members of his own family, that he ‘copied out from Humboldt long passages about Teneriffe, and read them aloud’ (BARLOW, 1958, 68). (Armstrong 46). De la cita hay que destacar la mención por parte de Darwin de ‘la estructura de la historia natural’ y también cómo el pasaje sobre Tenerife es uno de los que más le cautivó. En cuanto a la estructura de la historia natural señalar que el título de la obra de Humboldt mencionada integra el concepto de ‘regiones’.
La inserción de las Islas
Canarias dentro de las ‘regiones equinocciales del Nuevo Continente’ es significativo en cuanto a que se integran dentro de la clasificación de ‘zona de trópicos’ que en su extensión está dentro de una categoría que se podrían definir como ‘regiones exóticas’ pues este es el rasgo diferenciador de estos textos. Redescubren el Nuevo Continente en base a descripciones sobre aspectos exóticos y extraños. En la siguiente cita se recogen los aspectos de Tenerife que más impresionaron a Darwin a raíz de su lectura del texto de Humboldt: His letters of this period confirm his near obsession with Humboldt’s account of Teneriffe. Here he is writing to his sister Caroline from Cambridge on 28 April 1831: ‘All the while I am writing now my head is
Sánchez-Blanco 43 running about the Tropics: in the morning I go and gaze at Palm trees in the hot-house and come home and read Humboldt: my enthusiasm is so great I cannot hardly (sic) sit still in my chair. Henslow & other Dons give us great credit for our plan: Henslow promises to cram me in geology. I never will be easy till I see the peak of Teneriffe and the great Dragon tree; sandy, dazzling, plains, and gloomy silent forest are alternately uppermost in my mind. I am working regularly at Spanish; … I have written myself into a Tropical glow.’ (Cambridge University Darwin Archive [CUDA] Ref No DAR 154; reprinted in BURKHARDT and SMITH, 1985m 121-27). (Armstrong 46). El árbol del Dragón (más conocido como Drago), las llanuras volcánicas y el silencio de los bosques es lo que más se le dibuja en la mente a Darwin. Armstrong comenta en su artículo que la narrativa de Humboldt ejercerá gran influencia en la narrativa de Darwin en su viaje en el Beagle, pero además señala que esta influencia no sólo afecta a la descripción de los fenómenos naturales observados sino al estilo de la prosa de Darwin: “Humboldt’s influence then was not only on the gross form of the work, or the content in terms of the range of phenomena described, but also had implications for Darwin’s prose style” (49).
Para la espectacularidad del paisaje en
general Humboldt comenta cómo algunos estados de ánimo depresivos desaparecen al contacto con en este tipo de zonas: “Nowhere else in the world seems more appropriate to dissipate melancholy and restore peace to troubled minds than Tenerife and Madeira” (28). También es destacable cómo Humboldt se detiene a describir las planicies y a relacionarlas en su descripción con la palabra ‘soledad’, en este aspecto se verá la influencia más claramente en el texto de Darwin y que se expondrá más adelante, pues para Darwin las llanuras patagónicas no dejan de inspirarle sobre todo ‘soledad’: But hardly have you entered the plain littered with punice-stone than the countryside changes dramatically; at every step you trip over enormous obsidian blocks thrown down by the volcano. Everything here betrays a deep solitude. A few goats and rabbits are the only signs of life in this
Sánchez-Blanco 44 high plain. From up here the island becomes an immense heap of burned matter surrounded by a narrow fringe of vegetation (31) Pero sí que es verdad, tal y como apunta Darwin, que uno de los momentos más increíbles de la narración de Humboldt es cuando ve y describe el ‘dragon tree’: Orotava, the ancient Taoro of the Guanches, lies on an abrupt slope of a hill. The streets seemed deserted; the houses solidly built but melancholic; they nearly all belong to a nobility accused of being too proud, presumptuously calling itself the Twelve Houses. We passed along a high aqueduct lined with luxuriant fern, and visited many gardens where northern European fruit trees grow along with orange, pomegranate and date trees. Even though we knew about Franqui’s dragon tree form previous travelers, its enormous thickness amazed us. We were told that this tree, mentioned in several ancient documents, served as a boundary mark and already in the fifteenth century was as enormous as it is today. We calculated its roots measured 45 feet. The trunk is divided into many branches, which rise up in the form of a chandelier and end in tufts of leaves similar to the Mexican yucca. This tree, which grows only in cultivated areas in the Canaries, Madeira and Porto Santo, presents a curious phenomenon in plant migration. In Africa it has never been found in a wild state, and its country of origin is East India. How has this tree become acclimatized in Tenerife? Did the Guanches have contact with nations originally from Asia? (29-30) El gigantismo de la especie más la sospecha de su gran antigüedad son datos que hablan de una historia natural que se transfiere al espacio, haciendo que éste también adquiera antigüedad, lo que incide aún más en su exotismo, en percibir la isla lejana y remota, y en su mitificación. Darwin, en lo que respecta a la Patagonia, incidirá en percibir las vastas llanuras remotamente antiguas, según su historia natural, haciéndolas también lejanas en el espacio. Armstrong recoge un momento en el diario de Darwin que se asemeja mucho a la del ‘dragon tree’ de Humboldt, sólo que es fácil observar cómo Darwin hace hincapié en el dato de la antigüedad:
Sánchez-Blanco 45 Darwin’s interes in grotesque treees such as the baobab (Andansonia digitata), perhaps triggered by Humbold’s descriptions and illustration, was maintained throughout the voyage. Here is part of his Diary entry for 20 January 1832, when he was at ‘Porto Praya, St. Jago’, as he consistently spells it, in the Cape Verde Islands: ‘I took a walk with Maccormick into the interior… .We followed one of the broad water courses, which serves as a road for country people; by the greatest good luck it lead (sic) us to the celebrated Baobob (sic) trees. I had forgotten its existence, but the sight immediately recalled the description of it which I had formerly read. (Presumably that of Humboldt). This enormous tree, measured 36 feet 2 inches (11 metres) at the height of 2 feet 8 in (81 cm) from the ground. I should not suppose it was 30 feet high. Its altitude in no way corresponds with its great thickness. This tree is supposed to be one of the longest lived that exists. Adanson supposed that some reached to the age of 6,000 years. (48)
Como se verá a continuación y a través del análisis del texto de Darwin, en especial el dedicado a la Patagonia, la búsqueda del viajero por encontrar indicios del orígen de la historia natural se plasmará en sus descripciones sobre el paisaje observado, pero sobre todo se hará a través de las impresiones y emociones que le causan. Una de estas primeras impresiones que Darwin describe en su primera parada en la Patagonia, concretamente en Río Negro, es la siguiente: “The deathlike stillness of the plain, the dogs keeping watch, the gipsy-group of Gauchos making their beds round the fire, have left in my mind a strongly marked picture of this first night, which will not soon be forgotten” (86). Darwin relaciona las planicies con la muerte y la figura de los perros. Acto seguido crea una imagen que con fuerza se marca en su mente. Esta imagen propia de la subjetividad de quien viaja es literaria y se repetirá en narraciones de la época, como propone Echevarría poniendo como ejemplo a Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) y su obra Vida de Juan Facundo Quiroga y aspecto físico, costumbres y hábitos de la República Argentina. Esta imagen se repite en obras escritas en la
Sánchez-Blanco 46 actualidad. Una llanura implica soledad, que mezclada con la figura de los perros y la noche ha llegado a ser sinónimo de muerte y desesperación ante un espacio en que sólo parecen convivir los fantasmas. Es el caso paradigmático de Juan Rulfo, a quien me referiré más adelante. Sarmiento repetirá en su obra Vida de Juan Facundo... muchas de las percepciones que se suman al conocimiento de la Patagonia y que Darwin ya había incluido en su descripción. Aparte de la muerte, las descripciones de Darwin también hacen referencia a tierras yermas, soledad, inmensidad y desolación del paisaje patagónico. Sarmiento lo recoge en las primeras páginas de Vida de Juan Facundo...: El mal que aqueja a la República Argentina es la extensión: el desierto la rodea por todas partes, y se le insinúa en las entrañas; la soledad, el despoblado sin una habitación humana, son, por lo general, los límites incuestionables entre unas y otras provincias. Allí, la inmensidad por todas partes: inmensa la llanura, inmensos los bosques, inmensos los ríos, el horizonte siempre incierto, siempre confundiéndose con la tierra, entre celajes y vapores tenues, que no dejan, en la lejana perspectiva, señalar el punto en que el mundo acaba y principia el cielo. (56) A raíz de esta cita es muy importante señalar cómo el distintivo de paisaje que empezó por definir una región bajo preceptos generales y universales que pretenden el conocimiento del mundo, se convierte en paisaje que define una nación. Sarmiento no utiliza en su descripción del espacio argentino ningún término científico. La imagen que Sarmiento lanza y que pretende crear conocimiento sobre el espacio se forma a partir de términos tan subjetivos y literarios como la soledad y la inmensidad. Sarmiento no habla de la belleza de estas llanuras pero sí afirma que estas planicies sin fin son una “enfermedad” para la República Argentina. Darwin también definió estas tierras como
Sánchez-Blanco 47 yermas, pero sin renunciar al hecho de su gran belleza que le dejó profunda huella en el recuerdo: In calling up images of the past, I find the plains of Patagonia frequently cross before my eyes: yet these plains are pronounced by all most wretched and useless. They are characterized only by negative possessions; without habitations, without water, without trees, without mountains, they support merely a few dwarf plants. Why then, and the case is not peculiar to myself, have these arid wastes taken so firm possession of the memory? Why have not the still more level, the greener and more fertile Pampas, which are serviceable to mankind, produced an equal impression? I can scarcely analyze these feelings: but it must be partly owing to the free scope given to the imagination. The plains of Patagonia are boundless, for they are scarcely practicable, and hence unknown: they bear the stamp of having thus lasted for ages, and there appears no limit to their duration through future time (374). Darwin construye una realidad de la Patagonia que parte más de su propia experiencia que de un orden lógico por clasificar nuevos conceptos extraídos de su observación.
La experiencia se compone de sensaciones y emociones. La imagen
resultante es la síntesis de un paisaje experimentado, un paisaje vivido que se transmite a través de su diario. El conocimiento creado sobre la Patagonia en el texto de Darwin comienza en los sentidos y en las emociones experimentadas por el viajero. De la región natural y paisajística se pasa a una región subjetiva que narraciones y literaturas de viajes, especialmente, irán retomando. Las llanuras patagónicas son la expresión del medio físico y geológico, es la identidad paisajística. La experiencia torna estas llanuras en un espacio en el que no hay nada pero que encierra preguntas como las que se plantea Darwin: ¿Por qué las vastas planicies toman posesión en el recuerdo de su viaje?. La nada es la expresión de la subjetividad. La experiencia del ser humano con el espacio se deja ver en el propio lenguaje y en sus formas simbólicas. La nada simboliza lingüísticamente el paisaje llano
Sánchez-Blanco 48 y la soledad que se experimenta. Esta ilusión es la realidad del espacio patagónico para Darwin. El espacio contiene estas emociones y esta experiencia como si de un texto se tratase, un texto que se transcribe en diario de viaje y que será transmitido como conocimiento intrínseco que parte del mismo sujeto viajero. Darwin sentencia a estas llanuras con un futuro inmodificable, la nada extensa que las contiene geológicamente no es tan antiguas pero Darwin la experimenta ancestral, como aquella que fue escenario del origen del universo. La nada paisajística le lleva a percibirse a sí mismo solo y el primer observador del espacio patagónico.
1.2 Mempo Giardinelli y la nada como espacio vivido. El espacio sin árboles, sin agua, sin montañas se sintetiza en el concepto de la nada que Giardinelli nombra en su texto para resumir la Patagonia: Es, de hecho, una planicie de piedra, de colores ocres y amarillos, en los que la Nada comienza a ser una costumbre. La misma Nada que encontraremos durante todo el viaje, que ha desencadenado mitos y leyendas y que ejerce un enorme atractivo sobre millones de personas de todo el planeta. Curiosa, la gente. (51) El texto de viaje de Mempo Giardinelli adjudica al espacio patagónico una nueva dimensión simbólica con la Nada, escrita con mayúscula para dar idea de resumen final a todo lo que otros han venido percibiendo en esas llanuras vacías de contenido humano y llenas de significado subjetivo. La Nada es identidad paisajística de la región subjetiva que sigue sobreviviendo a la hora de representar una realidad patagónica. Rememora la región natural que Darwin definió y mitificó con el misterio que en sus emociones desencadenaba y ahora es rescatada por las propagandas turísticas para atraer a millones
Sánchez-Blanco 49 de personas que van a visitarla. Esa atracción se vincula con el deseo por experimentar en el espacio patagónico la misma emoción que Darwin sintió. Estar ante un paisaje que transmite soledad, quietud y silencio, geológicamente lejano, es como experimentar el momento en que el mundo se originó. La descripción de Darwin sobre la Patagonia fue al fin y al cabo idilíca, pero la Nada de Giardinelli presupone que la realidad percibida por Darwin está incompleta. Giardinelli no se detiene a contemplar y admirar la inmensidad de un paisaje que para otros sirve de escape, sino que él describe las planicies como tediosas y aburridas: “Durante un buen rato, la sensación dominante no es otra que la del tedio: la monotonía del paisaje decepciona un poco” (38). Al igual que otros viajeros, describe el paisaje y expresa sus emociones pero la diferencia da lugar a la ironía en el texto. Las llanuras no inspiran una exaltación de uno mismo, ni recrean la sensación de estar lejos en el tiempo geológico. Por el contrario, las llanuras provocan aburrimiento y premonizan la tristeza de quien allí vive. El autor expresa su intención de huir de las influencias de otros viajeros y sus textos sobre la Patagonia, debido a que dichos textos siempre hablaron de la Patagonia ensalzando el mito y el misterio de un paisaje que expresa una realidad que al autor le parece incompleta. De esta huida hablaré con más detenimiento en el siguiente capítulo; aquí lo que es importante señalar es que se trata de una huida de las descripciones paisajísticas al estilo de Darwin (como ya se expuso en el apartado anterior) para dar paso en cambio a otro tipo de tratamiento del espacio patagónico. En este sentido, Giardinelli compara ciertos parajes de la Patagonia con la Comala rulfiana de Pedro Páramo y la soledad de las llanuras de El Llano en llamas. La nada
Sánchez-Blanco 50 también aparece en la obra de Rulfo: “No, el Llano no es cosa que sirva. No hay ni conejos ni pájaros. No hay nada. A no ser unos cuantos huizaches trespelques y una que otra manchita de zacate con las hojas enroscadas; a no ser eso, no hay nada”. (Rulfo, El llano en llamas 40) Rulfo utiliza el paisaje del llano para crear un lenguaje que sirva de crítica a una revolución cuya meta no se ha cumplido. La obra de Rulfo necesita de un escenario que alude indirectamente al contexto histórico en que se inserta. Se añade también a esto que este llano tiene rostro, el de los que viven en él y hablan de ese escenario que se torna abandonado y devastado. El llano y la nada que lo identifica son el espacio que aparece como una extensión de lo social. En definitiva, es una construcción social de la situación de las gentes del campo mexicano después de la revolución (1910-1917). De ello se deriva su carácter histórico. En la obra de Rulfo se vislumbra una estructura, frecuente en los cuentos de El llano en llamas, y patente en la novela Pedro Páramo. Hay siempre un narrador que se confunde entre el autor y uno de los personajes. Además, es un hablante que está en marcha, se encamina siempre a un pueblo que nunca se ve y sólo se intuye que se está llegando cuando se empiezan a oír los ladridos de los perros: “Pero sí, hay algo. Hay un pueblo. Se oye que ladran los perros...” (39). El paisaje se describe siempre antes incluso de llegar a él, con insistencia en lo negativo que muchas veces se identifica con una nada fantasmagórica: “Después de tantas horas de caminar sin encontrar ni una sombra de árbol, ni una semilla de árbol, ni una raíz de nada, se oye el ladrar de los perros” (39). En Pedro Páramo se repite esta estructura, si bien esta vez está claro que quien habla y se encamina al pueblo de Comala es el protagonista. La llanura antes de llegar al pueblo es
Sánchez-Blanco 51 monótona: “En la reverberación del sol, la llanura parecía una laguna transparente, deshecha en vapores por donde se traslucía un horizonte gris. Y más allá, una línea de montañas. Y todavía más allá, la más remota lejanía” (18). Y una vez llegado al pueblo, la desilusión da la bienvenida al visitante. La imagen bucólica de un pueblo alegre y próspero se transforma en todo lo contrario, ya que el protagonista se encuentra ante un pueblo vacío: Ahora estaba aquí, en este pueblo sin ruidos. Oía caer mis pisadas sobre las piedras redondas con que estaban empedradas las calles. Mis pisadas huecas, repitiendo su sonido en el eco de las paredes teñidas por el sol del atardecer. Fui andando por la calle real en esa hora. Miré las casas vacías; las puertas desportilladas, invadidas de yerba. (21) A medida que transcurre la novela, lo que en un principio parecen habitantes fantasmas cuando hablan, al final resultan tan muertos como el propio pueblo:
“Al cruzar una
bocacalle vi una señora envuelta en su rebozo que desapareció como si no existiera” (21). La desilusión entre una imagen mental idílica de un pueblo alegre golpea al visitante ante un pueblo espectral. Rulfo quiso crear desde un mismo espacio una doble ilusión: Por un lado está aquel territorio que se ve con nostalgia y que queda idílico sólo en el recuerdo y por otro lado aquella Comala triste y decadente. Esta última simboliza la realidad presente e histórica de un espacio rural que no tiene posibilidades de prosperar. En Final de novela en Patagonia, Giardinelli compara la Nada patagónica con la Comala de Rulfo. La comparación se vuelve parodia en el capítulo titulado “Nuestra Comala patagónica”, cuya estructura mimetiza la de Pedro Páramo. La decadencia del paisaje es un anticipo de lo que el viajero encontrará a su llegada a la población: “..., estos cardales que son como mazos de hojas amarillas y filosas, eternas
Sánchez-Blanco 52 moribundas,...” (57). Y una vez que se entra en el pueblo la realidad de la decadencia económica que se sufre en la Patagonia sale a recibir al visitante: “Y lo primero que sale a recibir al visitante es esa tristeza pertinaz, implacable, que lo envuelve todo como un manto viejo, semitransparente y raído” (57). Mientras Rulfo habla del fracaso de la revolución mexicana,
Giardinelli por su parte habla del fracaso de los proyectos
económicos que auguraban el progreso y la prosperidad de la Patagonia: “... lo que fue el más importante proyecto minero de la Argentina (Sierra Grande llegó a tener casi 10.000 habitantes y tuvo un crecimiento explosivo) ahora es menos que un pueblo en decadencia” (57). Si Rulfo aludía a través del paisaje a la historia de México, Giardinelli da datos y cifras concretos sobre la historia argentina, haciendo de la subjetividad paisajística una realidad comprobable. Aunque la Patagonia sigue siendo una región subjetiva cuyas planicies provocan sentimientos que mezclan la naturaleza con la belleza de sentirse solo y en silencio, evocando el espacio originario de la Creación, para Giardinelli la subjetividad del espacio posee una dimensión social que completa el conocimiento sobre la Patagonia. Por ello, la imagen de la Comala rulfiana se integra en el texto de Giardinelli marcando el territorio patagónico, cuyos límites son imprecisos y cambiantes puesto que la imagen responde más al sentimiento del viajero por lo contemplado que a la materialidad física del espacio en sí. Giardinelli revive un espacio que fue viajado por otros, y aunque intenta huir de sus influencias, no puede huir totalmente del entramado literario desde el que se construyó la representación espacial de la Patagonia. Cabe hablar aquí de dos niveles de conocimiento espacial: el del viajero y el más profundo, el del habitante. Giardinelli combina ambos a lo largo de su libro, construyendo así una visión más compleja de la
Sánchez-Blanco 53 Patagonia y alejada de tópicos literarios y fantasías viajeras, pero sin renunciar por ello a la fascinación de dicho espacio. Del espacio vivido como experiencia de un viaje se pasa al espacio individual. La Patagonia tiene rostro y tiene voz. El aburrimiento y el hastío de las planicies patagónicas se confirman en el testimonio de quien allí vive: La noche parece que no llega nunca: son las nueve y todavía el cielo está claro mientras Abraham –a quien le trajimos un paquete, de unos primos del Chaco- ceba los últimos mates, sin melancolía. - Esta visita me hizo el día –suspira y enseguida se ríe-. Qué digo: me hizo el mes, si aquí nunca pasa nada. (59) La nada sintetiza el espacio Patagónico desde la universalidad mítica naturalista hasta su individualización en el habitante en un mismo texto. Este hecho hace que el mismo concepto que sirve para codificar un espacio se deconstruya en la paradoja de la postmodernidad, ya que por un lado tenemos una Patagonia mítica que atrae a miles de turistas, y por otro una Patagonia que se define por el fracaso y el abandono de lo local e individual. Dicho de otro modo: la subjetividad espacial sobre un mismo texto toma una doble dimensión social, que incluye tanto la situación real de la sociedad local en la Patagonia, como la situación real de una sociedad globalizadora y de consumo que hace del espacio patagónico un espectáculo.
1.3 La Patagonia como espectáculo de la nada mítica La postmodernidad deconstruye los sistemas de valores y de conocimiento de la nada mítica e idílica que atrae a miles de visitantes a la Patagonia. La imagen de la nada que se creó a través del discurso científico de redescubrimiento del paisaje natural latinoamericano propio de la modernidad, evoluciona en la postmodernidad hacia una
Sánchez-Blanco 54 dimensión social que amplía el conocimiento sobre el espacio. La nada como concepto se fragmenta en su representación en el texto de Giardinelli. Las llanuras evocan una naturaleza ancestral y llena de misterios que se identifican con las emociones que nuestro “yo” proyecta hacia el espacio, pero también son la representación subjetiva de la historia local. Ambas representaciones contrastan en el texto de Giardinelli para concluir que la dimensión social del espacio patagónico transforma en banal la dimensión mítica. Lo que promete la Patagonia es el misterio de volver a redescubrir, de ser el primer observador, de experimentar una nada que quedó estática en la impresión paisajística guiada por un método científico que sometió todo un territorio a la homogeneidad descriptiva de las planicies. Lo que se va buscando en la Patagonia es la imagen creada en la modernidad y romantizada en la literatura posterior. Se cree que esta imagen es el compendio de todo el conocimiento de la Patagonia, y que la naturaleza es el conocimiento total de un vasto territorio que parece estar inexplorado e inhabitado. Pero esta imagen ilusoria no completa el conocimiento, puesto que existe detrás y como se ha expuesto con anterioridad, una realidad social que se concentra en poblaciones semi urbanas, cuyo ambiente no es la grandiosidad de un espectáculo natural. El abandono de estas poblaciones tiene una causa gubernamental nacional pero también una causa mundial que ignora esta realidad social en el paisaje patagónico. La Patagonia es “templo sacramental del magno espectáculo del mundo” (51) dice Giardinelli. Un espectáculo que se sirve de imágenes creadas en la modernidad pero que no completan el conocimiento, aunque se escribieron bajo la sombra poderosa de la razón y el objetivo científico. La sociedad de confort postmoderna retoma esa imagen para
Sánchez-Blanco 55 crear la ilusión de un viaje de aventuras y redescubrimiento. Esta sociedad ya no es la local que pone rostros y voz a la Patagonia, sino la sociedad exterior, la sociedad del visitante que mira y experimenta el mundo influido por la globalización y el consumo. Los estereotipos espaciales concebidos en la modernidad son criticados en la postmodernidad. Guy Debord en La sociedad del espectáculo expone en su crítica que estos estereotipos son el resultado de una producción capitalista que se unifica en centros de producción y que banaliza con su visión globalizadora del mundo aquellos lugares que quedan alejados. El turismo es por lo tanto el resultado de una sociedad de consumo. Hacer turismo es un lujo más creado a través de imágenes que por su saturación comienzan a ser banales: Al ser un subproducto de la circulación de mercancías, la circulación humana considerada como consumo, el turismo, remite fundamentalmente al ocio que consiste en visitar aquello que se ha vuelto banal. La ordenación económica de la frecuentación de lugares diferentes es ya, por sí sola , la garantía de su equivalencia. La modernización no ha extinguido únicamente el tiempo de los viajes, les ha hurtado también la realidad del espacio. (Debord 144) Hay otro aspecto de la teoría de Debord que es importante señalar y que atañe principalmente a cómo se reestructura el espacio en base al capitalismo. Para Debord se produce una ‘unificación del espacio’ a través de ‘la banalización’, esto último quiere decir que se disuelve la autonomía de ‘los lugares’, es decir que se ‘homogeneización’ del espacio dominado por las mercancías.
produce una
Debord señala lo
siguiente: “Esta sociedad, que suprime la distancia geográfica, concentra una distancia interior a modo de separación espectacular” (144).
Es decir, la distancia que Darwin
presuponía para la Patagonia tanto en su historia natural como en el espacio mismo se convierte, e interpretando a Debord, en una distancia interior fruto del espectáculo.
Sánchez-Blanco 56 Debord define espectáculo como una ‘acumulación de espectáculos’ que domina la vida entera de las sociedades y éstas sólo que experimentan el mundo como una representación: “Todo lo directamente experimentado se ha convertido en una representación” (37).
Representación entendido como espectáculo se refiere a la
relación que existe entre la sociedad y un mundo sometido a imágenes: “El espectáculo no es un conjunto de imágenes sino una relación social entre las personas mediatizada por las imágenes” (38).
Lo más importante es que según Debord el mundo queda
objetivizado, se establece una distancia entre el individuo y lo contemplado pues todo está mediatizado por la producción: La separación forma parte, en cuanto tal, de la unidad del mundo, de la praxis social global escindida en realidad e imagen. La práctica social, ante la cual se erige el espectáculo en su autonomía, es también la totalidad real que contiene el espectáculo. Pero la escisión mutila esta totalidad, hasta el punto de que presenta el espectáculo como si fuera su finalidad. El lenguaje del espectáculo está hecho con los signos de la producción imperante que son, a su vez, la finalidad última de tal producción. (39). Aplicando las teorías de Debord e interpretando el texto de Giardinelli se puede encontrar cierta conexión al analizar la progresión del concepto de ‘la nada’. Este concepto mitificó todo un espacio y en la actualidad se utiliza como imagen del consumo turístico. Este a su vez regresa a la homogeneización del mundo que también se puede definir como una vuelta a la ‘universalización’ de territorios. Giardinelli rescata la situación ‘local’ y surge la paradoja al compararlo con el entramado del turismo que homogeneiza el territorio. La nada mítica, con sus misterios y leyendas, se vuelve banal en el texto de Giardinelli, no queriendo decir con esto que sea la intención del autor.
El testimonio
Sánchez-Blanco 57 completa el conocimiento de la Patagonia, un territorio que siempre aparentó dar el mismo conocimiento científico y que pareció absoluto en la modernidad. En la actualidad se rescata el mito como imagen para atraer al turismo. Por ello las descripciones de un paisaje vacío de contexto humano simbolizan la ilusión con la que se alimentó el poder científico-europeo de clasificarlo todo, hasta el paisaje, y resultan en lo que hoy se interpreta como un estereotipo espacial producido por la sociedad de consumo.
Sánchez-Blanco 58
CAPÍTULO II 2. El concepto del “vacío” en Final de novela en Patagonia El vacío entra dentro de un sistema de formación conceptual que configura un discurso de espacialidad. El objetivo de este capítulo es el análisis de los campos de enunciados que en la obra de Mempo Giardinelli incluyen el concepto del vacío. Estos enunciados son “inmensidad vacía” y “vacío humano” que actúan como descripción de la Patagonia. El concepto de vacío en el campo enunciativo mencionado implica una forma de simbolización del espacio patagónico a la vez que está inserto en un discurso que responde a una realidad espacial. La linealidad temporal de este discurso tiene su origen en textos de viajes que se escriben en la modernidad. La conexión entre el concepto del vacío y el espacio patagónico establece a raíz de las grandes exploraciones realizadas entre los siglos XVIII y XIX una representación fundacional del territorio. Existe un discurso de espacialidad que resulta de la dispersión del concepto del vacío a través de diferentes textos. El análisis de este discurso a través de los enunciados que contienen el concepto del vacío se basará en los siguientes aspectos: a) Representación espacial. En un primer momento el concepto del vacío está muy ligado a la formación del concepto de “espacio”.
Los textos de viajes que se
escriben en la modernidad retienen esta conexión como un método de observación del espacio que da lugar a las representaciones de “espacio continente” y “espacio
Sánchez-Blanco 59 escenario”. Abstraer la Patagonia como espacio continente es entenderla como un vacío de conocimiento objetivo y científico.
La Patagonia como espacio
escenario dará lugar a percibir y experimentarla como un vacío subjetivo. Esta última representación espacial tomará “el desierto” como medio de simbolización. La sucesión de esta representabilidad continúa en el texto de Giardinelli sólo que la representación de la Patagonia como “espacio” evoluciona hacia la representación de la Patagonia como “lugar”. No obstante, el concepto del vacío, desde los enunciados que lo contienen en el texto de Giardinelli, se puede trasladar a un discurso de la “sobremodernidad”, término acuñado por Marc Augé.
El discurso de la
“sobremodernidad” nos lleva a analizar y a concluir que la Patagonia tiene su representación espacial en la actualidad en un “no lugar”. b) Los tipos de dependencia de los enunciados del vacío en la modernidad con los encontrados en el texto de Giardinelli responden a una verificación experimental que se mueve entre la objetivización y la subjetivización del espacio. c) El vacío se introduce en los enunciados a través de diferentes esquemas retóricos entre los que se destacará la descripción, la narración, la poética y el testimonio.
El concepto del vacío surge a raíz de una validación de la experiencia con el entorno espacial. El objetivo en este capítulo es analizar el sistema de formación del concepto del vacío en conexión con la evolución histórica de la representación espacial de la Patagonia.
Dicha evolución histórica trata de mostrar una comparación entre la
modernidad y la “sobremodernidad”, término acuñado por Marc Augé en su ensayo Los
Sánchez-Blanco 60 no lugares, que trata de definir la actualidad presente de la representación espacial. Esta representación está en la actualidad inserta en un discurso de la “sobremodernidad” que retoma ciertas características de la modernidad. El concepto del vacío crea un campo de presencia a través de enunciados que se dispersan anónimamente en los discursos que construyen el género literario de viajes, pero también remite a otros textos. Se trata de un nivel preconceptual que genera una sistematización en la representación espacial de la Patagonia y que ha perdurado hasta la actualidad.
El concepto del vacío, por lo tanto, está muy ligado a la representación de
“espacio” en los discursos de la modernidad y a la representación de “no-lugar”, según la teoría elaborada por Marc Augé, que apunta a un “discurso de la sobremodernidad”. Partiendo del texto de viaje Final de novela en Patagonia se comprueba cómo efectivamente el concepto del vacío llega a un nivel preconceptual en cuanto a la representación espacial de la Patagonia. La Patagonia es una “inmensidad vacía” y un “vacío humano”. El concepto del ‘vacío’ se encuentra en ambos enunciados creándose así un nivel preconceptual. Estos enunciados son clave para crear una representación espacial de la Patagonia y claves también en el texto de Giardinelli. Un análisis de estos enunciados nos llevará a decir que ‘inmensidad vacía’ es una descripción que responde al paisaje de la Patagonia, y en ‘vacío humano’ queda intrínseco un conocimiento sobre la historia del espacio patagónico. Haciendo un análisis del primer enunciado ‘inmensidad vacía’ se comprobará cómo éste reponde a una manera de concebir el espacio que se remonta a la tradición greco-latina y que se retoma en la modernidad. El ‘vacío’ en este sentido estará muy unido a un modo de reflexión sobre el espacio.
Ahora bien, su conexión con
Sánchez-Blanco 61 ‘inmensidad’ da como resultado una imagen poética. Aplicando la teoría de Gastón Bachelard se puede decir que esta imagen que en origen pudiera contener objetivos científicos se convierte en una imagen ‘transubjetiva’. El enunciado ‘vacío humano’ constituye en el texto de Giardinelli una ruptura. La imagen del vacío crea un referente que hasta ahora se había venido ignorando y es que el espacio contiene no sólo la historia natural de la Patagonia sino también la historia de los habitantes que han poblado este territorio. El análisis de la formación conceptual del vacío se basa fundamentalmente en la continuidad de la tradición greco-latina de observación del espacio. Esta tradición se transforma en método científico y se configura entre los siglos XVIII y XIX.
Dicho
método, que se forja partiendo del “yo” del viajero adoptará por lo tanto una visión etnocentrista.
Esta visión desarrollada durante la época de los grandes viajes de
exploración (y a través de los textos resultantes), será fundamentalmente europea. Los enunciados del vacío que se constituyeron en la modernidad para representar la Patagonia se siguen utilizando en la actualidad, como se observa en el viaje de Giardinelli. No obstante, los mecanismos de influencia que perpetúan la continuidad de los enunciados del vacío crean una ansiedad en el autor y un deseo de discontinuidad. Esto se manifiesta en la negación de la influencia de los libros de viajes escritos sobre la Patagonia, así como la ruptura con el esquema retórico en el que se combinan los enunciados del vacío. Ambos caminos tienen la finalidad de descentralizar la tradición eurocentrista hacia una posición más argentina que dirija la percepción del espacio patagónico.
Sánchez-Blanco 62 Romper con la influencia de los libros de viajes no significa romper con la influencia de otros textos. El texto de Giardinelli, tal y como se expondrá seguidamente en este capítulo, adquiere otro tipo de influencias para poder exponer la actualidad histórica de Argentina que el espacio patagónico contiene. Respecto a la ruptura del esquema retórico, Giardinelli utilizará la narración en primera persona intercalando dos fórmulas literarias de gran interés para este análisis. En primer lugar, se trata del testimonio directo del habitante de la Patagonia; La finalidad de interpretar este testimonio es transmitir un conocimiento de la realidad social.
En
segundo lugar, el concepto de vacío puede interpretarse desde una transubjetividad, entendida ésta como un modo de interpretar la realidad del espacio patagónico desde una realidad poética. La tradición de los esquemas retóricos utilizados en los textos de viajes viene dada desde el género del “diario de viajes”, muy utilizado durante el s.XIX, y que se basa en la objetivización de todos los elementos que se integran en el espacio observado. Esta objetivización exhaustiva y metódica tiene como resultado la utilización de la “descripción” como único elemento literario capaz de transmitir un conocimiento fiel a la realidad espacial. La problemática discursiva surge cuando la descripción se aplica al habitante del espacio observado. La ruptura definitiva se produce con el siguiente paso en la evolución de la fórmula del “diario de viajes” que se ha movido hacia una novelización y ficcionalización a través de la inserción de relatos e historias que los habitantes le van contando al viajero. Es en este aspecto sobre el cual Giardinelli declara su discontinuidad con la finalidad de rescatar la Patagonia como un lugar dentro de la nación argentina. No obstante, a través
Sánchez-Blanco 63 de la descripción de algunas poblaciones, se advierte el reencuentro con el lugar es casi imposible. Este ‘no reencuentro’ articula un espacio que aplicando la teoría de Marc Augé se define como ‘no lugar’. Conforme a lo argumentado este capítulo constará de los siguientes apartados:
2.1 El vacío. De espacio continente a espacio escenario. Del método a la forma simbólica. Desde una definición de espacio en la antigüedad clásica se observa su relación con el concepto de vacío. Esta definición es el origen del método de observación y estudio del espacio que se afianza en la modernidad a raíz de las teorías de Inmanuel Kant. La definición clásica percibe el espacio como un gran continente vacío que da sede a todas las cosas. Es la objetivización del espacio en sí y del contenido. Kant retoma esta definición considerando a su vez la subjetividad de quien lo observa, percibiendo por tanto el espacio como escenario. 2.2 Inmensidad vacía. La poética de la Patagonia. Este enunciado encierra gran dificultad en cuanto a que marca una transición en la representación espacial de la Patagonia. Desde una interpretación fenomenológica de “la inmensidad” la Patagonia implica una realidad espacial que todos llevamos dentro y que dispersa el concepto del vacío hacia su expresión más poética. Observar y experimentar el espacio se funde con las acciones de contemplar y sentir. A partir de esta fusión de acciones la Patagonia se configura a través de “impresiones o intuiciones” que dan lugar a la representación poética de la “inmensidad vacía”.
Sánchez-Blanco 64 A su vez ocurre que indagando en la causalidad del enunciado “inmensidad vacía” ésta todavía tiene como referente el modo de simbolización fundacional de la Patagonia durante la modernidad.
Exponiendo un fragmento del poema La Cautiva de Esteban
Echevarría se comprueba cómo el etnocentrismo europeo ya incluyó “la inmensidad” (y en asociación con el paisaje del desierto) dentro del discurso de espacialidad que describió la Patagonia. “La inmensidad” y “el vacío” conforman una representación de la Patagonia que hace eco de su pasado. Rememorar ese pasado hace que la “inmensidad vacía” sea en el presente una representación del “espacio cultural” que la Patagonia contiene. La intención de Giardinelli es crear una representación espacial de la Patagonia que contenga su realidad social presente, y que vuelva a establecer el equilibrio entre el saber de una realidad actual y el sentir que define la literatura de viajes. Esto lleva al autor a internarse en un proceso de influencia y discontinuidad con el fin de encontrar la mirada argentina desde la cual proyectar la representación espacial de la Patagonia actual.
2.3
El vacío humano. La narración como síntesis de un viaje que transcurre
entre el saber y el sentir. La Patagonia es un espacio que según Giardinelli “se siente pero se desconoce”. Dicho espacio se siente porque ha ido definiéndose y describiéndose a través de la literatura, que lo ha convertido en mítico, trágico y rebelde. Giardinelli repite algunos rasgos de esta influencia literaria pero siente la ansiedad de una discontinuidad. En su repetición la Patagonia sigue siendo misteriosa en su inmensidad y trágica en su vacío humano como consecuencia de la historia que el espacio contiene.
Sánchez-Blanco 65 El “vacío humano” es una imagen nueva que implica una representación espacial distinta, en la que por un lado alude a un conocimiento cultural del pasado histórico de la Patagonia y por otro a un sentir poético que define la realidad social del habitante. El “vacío humano” es un enunciado que crea una imagen poética, y a su vez implica una representación nueva de la Patagonia, resultado a un tiempo de la influencia de los relatos de viajes y el deseo de una discontinuidad por parte del autor. El esquema retórico de la narración hace posible la hibridez de las diferentes representaciones de la Patagonia que el discurso de espacialidad ha ido creando. Si por un lado tenemos la influencia de toda la variedad de un espacio cultural que representa el espacio histórico y ficticio de la Patagonia, por el otro tenemos la discontinuidad en la novelización del espacio. Por lo tanto, el “vacío humano” dará lugar como enunciado a una nueva representación del espacio patagónico, y a través del “testimonio” se integra en dicho enunciado la voz del argentino patagónico.
2.4
El vacío del “no-lugar”. Partiendo de la teoría de Marc Augé y su ensayo sobre Los no lugares se
observa cómo el testimonio hace que el autor se reencuentre con la noción de “lugar” y ya no tanto con la noción de “espacio”, que en el caso de la Patagonia hace más referencia al pasado que culturalmente ha ido representado este territorio. La pluralidad de representaciones espaciales que se interpretan en un solo texto da lugar a la valoración del esquema retórico de la narración como el mejor modo literario para reflejar una síntesis del conocimiento espacial.
Sánchez-Blanco 66 Surge en uno de los comentarios de Giardinelli una nueva representación espacial de la Patagonia como una “no-parte”. El análisis de esta nueva representación de la Patagonia se origina en la distancia que existe entre el sujeto que observa y el sujeto que es observado, que en la sobremodernidad y en el texto de Giardinelli se interpreta como una “no comunicación”. Esta distancia da lugar a la descripción de “la otredad”. La otredad, a su vez, ocupa un espacio que ya no existe y que no es perceptible desde la conciencia individual.
Un entramado de “no-lugares” borra y difumina el “lugar
antropológico” al que una vez perteneció. El vacío de la Patagonia hace referencia en este caso a la soledad individual de la sobremodernidad espacial en la que vivimos. En el artículo de Marc Augé titulado “Sobremodernidad. Del mundo de hoy al mundo de mañana”, el autor expone que vivimos en una etapa de cambio. Según Augé al estudiar cualquier grupo humano se hace por medio de un contexto que bien es de “jefatura, reino, etnia, área cultural, red de intercambios económicos, etcétera”. Es en este contexto en donde se produce el cambio. Para Augé en la actualidad, este contexto es siempre “planetario”. Marc Augé analiza este proceso de cambio desde tres perspectivas: a) Desde la perspectiva del tiempo: “El paso de la modernidad a lo que llamaré la sobremodernidad”. b) Desde la perspectiva del espacio: “El paso de los lugares a lo que llamaré los no-lugares”. c) Desde la perspectiva de la imagen: “El paso de lo real a lo virtual”.
Sánchez-Blanco 67 Enfocándose en la primera de las perspectivas Augé define la modernidad en términos de desencanto: ... la modernidad en términos de desencanto puede definirse por tres características: la desaparición de los mitos de origen, de los mitos de fundación, de todos los sistemas de creencia que buscan el sentido del presente de la sociedad en su pasado; la desaparición de todas las representaciones y creencias que, vinculadas a esta presencia [prégnace] del pasado, hacían depender la existencia e incluso la definición del individuo de su entorno; el hombre del Siglo de las Luces es el individuo dueño de sí mismo, a quien la Razón corta sus lazos supersticiosos con los dioses, con el terruño, con su familia, es el individuo que afronta el porvenir y se niega a interpretar el presente en términos de magia y de brujería. Pero la modernidad es también la aparición de nuevos mitos que no son más, esta vez, mitos del pasado pero sí mitos del futuro, escatológicos, utopías sociales que traen del porvenir (la sociedad sin clase, un futuro prometedor) el sentido del presente. (2) Esta sustitución de los mitos del pasado por los del futuro es lo que Augé denomina como “progreso” y que según él se va descomponiendo en la segunda mitad del siglo XX, lo que provoca un “segundo desencanto”. Este aspecto es importante para comprender la mirada de Giardinelli hacia la Patagonia en algo así como “un desencanto”, las ideas de progreso no han funcionado y se siente un derrumbe social. El cambio que realmente marca el paso de la “modernidad” a la “sobremodernidad” es, según Augé, el definido por “la individualización pasiva” , “muy distinta del individualismo conquistador del ideal moderno” (5).
La causa de esta
individualización pasiva se encuentra en el gran desarrollo de los medios de comunicación: La relación con los medios de comunicación puede generar una forma de pasividad en la medida en que expone cotidianamente a los individuos al espectáculo de una actualidad que se les escapa; una forma de soledad en la medida en que los invita a la navegación solitaria y en la cual toda telecomunicación abstrae la relación con el otro, sustituyendo con el sonido o la imagen, el cuerpo a cuerpo y el cara a cara. (5)
Sánchez-Blanco 68
Esto afecta a la manera de viajar y a la observación, traduciéndose en el texto como más tarde se verá. Desde la segunda perspectiva que atañe al espacio Augé pasa a definir “lugar” y conforme a esta definición pasa a explicar lo que sería un “no lugar”: Así, al definir el lugar como un espacio en donde se pueden leer la identidad, la relación y la historia, propuse llamar no-lugares a los espacios donde esta lectura no era posible. Estos espacios, cada día más numerosos, son: - Los espacios de circulación: autopistas, áreas de servicios en las gasolineras, aeropuertos, vías aéreas... - Los espacios de consumo: super e hypermercados, cadenas hoteleras. - Los espacios de la comunicación: pantallas, cables, ondas con apariencia a veces inmateriales. (6) Así a simple vista parece que “lugares” y “no-lugares” se contraponen, pero en el siguiente análisis se verá que lo que sucede es que, en el caso de la Patagonia, el “nolugar” se superpone al “lugar”. Se crea un espacio resultante paradójico, pero sobre este aspecto (paradójico) se hablará más de ello en el tercer capítulo.
No obstante, es
importante destacar que Augé comienza su artículo hablando de las paradojas que conforman el mundo en el que vivimos, dividiéndolas en una primera categoría: “Planetarización vs. Localización”, y una segunda categoría: “Y es quizá al justificar esta afirmación paradójica que podré contribuir a explicitar la gran paradoja, la que nos concierne a todos, la paradoja del mundo contemporáneo, a la vez unificado y dividido, uniformado y diverso, a la vez desencantado y reencantado” (1). Mempo Giardinelli dará cuenta de esta nueva espacialización abogando por rescatar la diversidad y localidad de la Patagonia.
Sánchez-Blanco 69 Respecto a la tercera perspectiva, desde la cual Augé propone un cambio de lo real a lo virtual, el siguiente análisis se basará en cómo imaginamos al “otro”, o qué lugar ocupa el indígena de la Patagonia. En relación a esto Augé comenta lo siguiente: “La adicción a la imagen aísla al individuo y le propone simulacros del prójimo” (9). Augé termina su artículo narrando su experiencia con un grupo de indios “ya-ruro-pumé”: Hace algún tiempo tuve la suerte de tratar mucho con un grupo de indios ya-ruro-pumé en la frontera de Venezuela y Colombia. Aislados, casi sin recursos, estos indios celebraban casi cada noche una ceremonia, el Tohé, durante la cual un chamán viaja soñando a la casa de los dioses. Por la mañana cuenta su viaje, que a menudo tiene una meta concreta (pedir la opinión de un dios, recuperar el alma robada de un hombre o de una mujer enfermos, tener noticias de un muerto), y describe el país de los dioses. Este país es una ciudad donde circulan coches silenciosos entre las altas construcciones iluminadas. En los cruces, la comida y las bebidas son entregadas a discreción. Total, este mundo de dioses es una imagen magnificada de Caracas donde estos pumé nunca han ido, pero de la cual han recolectado algunos ecos o algunas imágenes interrogando a visitantes u hojeando revistas encontradas. […] Las ciudades de los sueños indios no son más reales que los indios de los sueños occidentales y juntos se desvanecen. Es esto último lo que se analizará y concluirá en este capítulo, aplicándose a la Patagonia.
Sánchez-Blanco 70
2.1 El vacío: De espacio continente a espacio escenario. Del método a la forma simbólica. El concepto del vacío está integrado en la definición de “espacio” dentro de la tradición filosófica de la antigüedad clásica. Lo que a simple vista parece un hecho anecdótico dentro de la configuración estructural de conceptos, no lo es tanto cuando se comprueba que la relación entre “vacío” y “espacio” dio lugar a una metodología de observación espacial cuya continuidad se extiende hasta el periodo de la modernidad. El discurso de la espacialidad que se crea a raíz de este método de observación se analiza en este apartado desde la dicotomía, un tanto paradójica, que se desarrolla en la continuidad del método de observación espacial originado en la Grecia clásica : por un lado se produce una objetivización del espacio y su contenido, y por otro lado se desarrolla una subjetivización e interiorización del espacio. La plasmación de ambas tendencias se analizará a través de textos de viajes. El resultado es un análisis del esquema retórico que se adopta ante un discurso de espacialidad. El análisis se extiende a la conjeturización de la representación espacial de la “otredad”. El concepto del vacío empezó siendo definición del espacio como un objeto neutro, infinito y uniforme: “A su vez, hay un tercer género que siempre existe, el del espacio, que no acepta disolución y que proporciona una sede a todo cuanto tenga una generación” (Platón, Timeo 52a). El vacío es la oquedad de lo que se ha interpretado del texto de Platón como un receptáculo o nodriza. El espacio es un continente en el que se sitúan tanto los fenómenos físicos como el devenir: “La nodriza del devenir, humedecida y quemada, recibe las formas de la tierra y del aire, y sufriendo los otros fenómenos que
Sánchez-Blanco 71 acompañan a éstos, se muestra, por un lado, ante los ojos con una gran diversidad.” (Timeo 52d-e). Es decir, el espacio continente está formado por el “devenir” cuyo referente es la historia y “las formas de la tierra”, la naturaleza en su estado puro. El espacio sin estos elementos es abstracto y sólo es inteligible a partir del cálculo matemático y geométrico, es lo que comúnmente se conoce como “el espacio euclidiano”.
Llegar hasta dicho espacio geométrico implica un “vaciamiento de la
experiencia sensible”. Esta actitud reductora de la experiencia pertenece a la cultura occidental, es un producto de la invención griega y constituye un componente básico de la cultura geográfica. Constituye la primera forma de elaboración del espacio como un concepto y es el núcleo del saber geográfico. Supone identificar el espacio como contenedor, tal y como lo define, en castellano, la propia lengua. Es una noción abstracta desde su origen. El espacio adquiere carácter objetivo, y puede llegar a entenderse como algo existente en sí, al margen de los objetos que lo hacen real, al modo como podemos imaginar una habitación vacía, metáfora directa de nuestra noción de espacio. (Ortega Valcárcel 342) Ortega Valcárcel da la definición de espacio como “continente” que es en lo conceptual un espacio vacío que se puede representar con objetos y actores o prescindir de ellos. En este proceso de representar o extraer elementos se configura un método intelectual que se basa en “vaciar la Naturaleza y representarla como un recipiente, como un contenedor” (341). Si sobre este espacio conceptual vacío se le aplica este método de representar o extraer objetos, se convierte en un espacio que puede contener elementos físicos, las acciones de los hombres, los acontecimientos e incluso nuestras propias acciones entre las que se encuentra nuestra experiencia con el espacio. En este caso “espacio” dejaría de ser tanto un “continente” para pasar a ser un “escenario”.
El
discurso de espacialidad entendido como continente o escenario que está unido a la
Sánchez-Blanco 72 tradición cultural griega constituye una de las representaciones espaciales más antiguas. Esta forma de conocimiento del espacio se incorpora en la modernidad a través de la teoría kantiana.
Con Inmanuel Kant se inicia un discurso en el que el espacio se
representa como el escenario de nuestras experiencias. Al incluir “nuestra experiencia” dentro de la representación espacial implica que el conocimiento sobre el espacio parte desde el mismo sujeto que observa, desde la experiencia sensible que parte del sujeto y desde la razón que clasifica esa experiencia. En su tratado filosófico De Mundi Sensibilis atque Intelligibilis Forma et Principiis (1770), Kant expone lo siguiente: Thus, on the one hand, all sensitive apprehension depends upon the special nature of the subject, in so far as it is capable of being modified in diverse ways by the presence of objects; and these modifications may differ in different subjects in accordance with variations in the nature of these subjects. But, on the other hand, whatever is exempt from this subjective condition regards only the objects. (44) El filósofo valida el conocimiento espacial que parte del propio sujeto. El conocimiento comienza en los sentidos y el mundo se interpreta como el escenario que da validez a la experiencia, de la cual depende la modificación de los objetos que el espacio contiene. La epistemología que Kant diseña para la adquisición de conocimiento espacial comporta una separación entre sujeto y objeto, entre mundo sensible y mundo inteligible en una serie de imbricaciones epistemológicas cuya interpretación y debate llegan hasta la actualidad. El objetivo del análisis a partir de las teorías de Kant es mostrar cómo se resuelven en un texto las posibles representaciones espaciales que resultan tanto de la objetivización como de la subjetivización: “It is clear, therefore, that things sensitively
Sánchez-Blanco 73 apprehended are representations of things as they appear, while things intellectually known are representations of things as they are” (44).
En esta dicotomía de la
representabilidad espacial se desarrolla la definición del género de literatura de viajes. La representación del espacio como es hace caso a una realidad espacial objetiva cuya manifestación retórica en el texto da lugar a la descripción. La representación del espacio como parece obedece a una realidad espacial que parte del sujeto ya que estructura el espacio como una intuición que se manifiesta en el lenguaje simbólico. La representación del espacio como una impresión que da forma a la intuición se manifiesta en el esquema retórico de la narración. Todos los textos de viajes son una narración, siendo el menor o mayor grado de objetivización y su consecuente descripción lo que determina la evolución en el discurso de espacialidad que conforma la literatura de viajes. Esto se puede confirmar a través de un análisis de textos de viajes que se escriben a partir de las teorías de Kant. Por un lado tenemos “diarios de viajes” en los que predomina un alto grado de descripción y por otro lo que empieza a configurarse como “narrativa de viaje” que tiende a representar la realidad espacial más a partir de la subjetivización y simbolización del espacio que parte del “yo” narrativo que de la objetivización que conlleva a la descripción. La evolución que termina en un género literario más narrativo no implica la desaparición de la descripción como recurso literario.
Desaparece la objetivización
obsesiva de una naturaleza que actúa de soporte físico cuya descripción detallada ofrece datos científicos de gran importancia, nuevos y relevantes para el conocimiento del territorio. La narración en el texto de viaje introduce la representación de la naturaleza
Sánchez-Blanco 74 como un escenario en el que se plasman las experiencias del sujeto viajero. Dentro de estas experiencias está el contacto del sujeto viajero con el habitante. Este contacto se resuelve dentro de la narración en una descripción por medio de la cual el habitante se convierte en el “otro”. La descripción en este sentido predice un tipo de representación espacial que se define en una distancia entre sujeto observador y sujeto observado. La descripción del “otro” como recurso literario marca una continuidad dentro del género de literatura de viajes que perpetúa esta distancia entre el viajero y la “otredad”.
A su vez,
esta distancia se manifiesta en el lenguaje de la narración en una forma simbólica que configura la representación del espacio como una “extensión vacía”. La simbolización del espacio patagónico en una “extensión vacía” se hace a través de una observación que prescinde de objetos hasta lograr la “ausencia del otro”, y una reducción subjetiva de la experiencia que desplaza el espacio físico hacia un espacio escenario que proyecta la interiorización personal y subjetiva del paisaje. La descripción domina en un principio lo que pretende ser la narración de un viaje debido en parte a la excesiva objetivización del espacio. La descripción responde a la necesidad de crear conocimiento sobre algo nuevo que el espacio explorado contiene, de ahí que la descripción se convierta en el acontecimiento relevante por cada día que transcurre en el trayecto. Por ello, casi todos los viajes que se realizan durante una primera fase de modernidad adoptan el término “diario de viaje”; ya que las descripciones múltiples que van informando sobre nuevos aspectos de la naturaleza en general, se van organizando cronológicamente. Sucede a su vez que esta descripción no sólo se utiliza para los aspectos vegetales y animales del espacio recorrido, sino que
Sánchez-Blanco 75 también se utiliza para dar conocimiento del habitante que allí vive. Es decir, el habitante se considera como un objeto más del espacio observado. La Patagonia ha sido uno de los territorios que más tarde se apropió la Corona Española, consecuentemente el reconocimiento de la zona no empezó hasta el siglo XVI. En un principio fue la búsqueda de un paso de comunicación entre el Pacífico y el Atlántico. Más tarde, y ya en el siglo XVIII empezará a dedicársele a esta zona cierta atención. Dos hechos históricos hay que tener en cuenta para el comienzo de un proceso de reconocimiento de la zona. En primer lugar se crea una situación internacional a raíz de la ‘Guerra de los Siete Años’ (1763-1765). Una de las consecuencias principales de esta guerra fue la de una reorganización de los territorios coloniales americanos. El ‘Tratado de París’ acabó con los ‘principios papales’ con los que la Corona Española contaba como defensa de posesión de las colonias. Ahora se abría el criterio para que potencias como Inglaterra y Francia tuvieran el derecho de reconocimiento y ocupación del territorio patagónico. La zona empieza a ser denominada ‘res nullius’. La Corona española mira con miedo las pretensiones de Inglaterra por establecer colonias en la Patagonia y a fin de obstaculizar tal empeño, Floridablanca, uno de los representantes más importantes del reformismo ilustrado de la corte de Carlos III, idea la planificación de asentamientos en la costa atlántica patagónica oriental, concretamente uno en la Bahía de Sin Fondo y el otro en San Julián. Uno de los responsables de la administración de estos establecimientos patagónicos fue Antonio de Viedma. De Viedma realizó un viaje por la Patagonia en 1783, yendo desde la Bahía de San Julián hasta la laguna en donde nace el río Santa Cruz, habiendo recibido el encargo
Sánchez-Blanco 76 en 1778 con sus hermanos Andrés y Francisco, de Viedma también, de la colonización de dicha bahía. El viaje de Antonio de Viedma estuvo impulsado por el avance de la colonización española por la costa patagónica, y su objetivo era el reconocimiento de la zona para establecer nuevas poblaciones. Así su texto lleva por título: Diario de un viaje a la costa de la Patagonia, para reconocer los puntos en donde establecer poblaciones con una descripción de la naturaleza de los terrenos, de sus producciones y habitantes; desde el puerto de Santa Elena hasta la boca del Estrecho de Magallanes. Este diario tiene su primera publicación en 1837. Más de la mitad del texto está dedicado a la exhaustiva descripción de los habitantes. Se recogen en la descripción las características físicas del indígena: “Los indios todos son de una misma nación en esta vecindad su estatura es alta, de dos varas a nueve palmos por lo común en los hombres, siendo muy raro el que pasa de esta talla. Las mujeres no son tan altas […] No se encuentra hombre ni mujer flaco…” (69), se describe su vestimenta: “El vestido de los hombres es un cuero de guanaco, zorrillo o liebre, de dos varas en cuadro, el pelo para adentro, y la tez pintada de Colorado…” (70). También se describe la vestimenta de la mujer para pasar a los detalles de sus ocupaciones diarias:
“El ejercicio o ocupación ordinaria de los
hombres es cazar, para mantener con las carnes sus familias, y hacer del cuero los toldos o chozas en que viven […] Las mujeres tienen obligación de guisar la comida, traer el agua y la leña, armar y desarmar el toldo en las marchas...” (72). La organización política es muy importante y detallada al igual que describir “las principales causas que tienen para declarar guerra” de la que es principal “que como cada cacique tiene señalado el terreno de su jurisdicción, no puede ninguno de sus indios entrar en el terreno de otro sin pedirle licencia para ello” (74).
También se recoge cómo se producen los
Sánchez-Blanco 77 casamientos y una información muy completa sobre la religión. Si antes se describían las causas para hacer la guerra también se describe cómo y qué armas tienen: “Las armas de que usan, son bolas y lazo, y también dagas y sables, que adquieren de los indios pampas de Buenos Aires...” (80).
Antonio de Viedma termina su descripción y así también su
diario de viaje de la siguiente manera: “Generalmente tienen estos indios índole muy dulce e inocente, y me tomaron tanto afecto y trataron con tanta sencillez, principalmente el cacique de San Julián, que si hubiéramos tenido caballos bastantes, pienso no quedaría un palmo de aquellos terrenos que no pudiese registrar en su compañía” (81). El diario de viajes de Antonio de Viedma tiene como objetivo claro el de un reconocimiento del territorio con vistas a la expansión colonial. Esto hace que la descripción domine sobre la narración pues interesan más los datos objetivos que los subjetivos que pueda aportar el “yo” viajero. En 1839 se publica Journal of Researches into the Geology and Natural History of the Various Countries visited by H.M.S. Beagle, el diario de viaje que Charles Darwin escribió a raíz de la exploración científica que realizó por varios países, entre ellos Argentina, y en especial la Patagonia. Como se vio en el capítulo anterior, este diario contiene un discurso literario altamente subjetivo. Aunque Darwin le dio forma de “diario de viajes” la narración en primera persona da cuenta de una subjetivización del espacio patagónico. No obstante, las descripciones siguen estando presentes, y en lo que respecta al habitante, éste continúa entrando en la objetivización del espacio como un objeto más a describir. El pasaje que a continuación citamos corresponde al encuentro que el naturalista tiene con los indígenas de Tierra del Fuego. Se recalca en él su primitivismo:
Sánchez-Blanco 78 While going on shore we pulled alongside a canoe with six Fuegians. These were the most abject and miserable creatures I any where beheld. On the east coast the natives, as we have seen, have guanaco cloaks, and on the west, the possess seal-skins […] But these Fuegians in the canoe were quite naked, and even full-grown woman was absolutely so […] These poor wretches were stunted in their growth, their hideous faces bedaubed with white paint, their skins filthy and greasy, their hair entangled, their voices discordant, their gestures violent and without dignity. Viewing such men, one can hardly make onself believe they are fellow-creatures, and inhabitants of the same world. It is a common subject of conjecture what pleasure in life some of the less gifted animals can enjoy: how much more reasonably the same question may be asked with respect to these barbarians. (177-1778). Livon-Grosman comenta lo siguiente respecto a la descripción de Darwin: “Darwin parece decir: lo primitivo es el otro y podemos reconocerlo como tal por poseer la distancia evolutiva que nos ha permitido llegar a ser observadores” (81).
Esa
distancia a la que se refiere Livon-Grosman es la que aquí se quiere señalar como única representación espacial a la que la descripción del habitante da lugar.
Esta distancia
entre sujeto observador y sujeto observado, tal y como se demostrará más adelante en este capítulo, no desaparece, sino que sigue existiendo en la actualidad como solución literaria en el género de viajes a la hora de la representación de la “otredad”. En una supuesta segunda fase de la modernidad los textos de viajes se muestran con más subjetividad, con lo que la narración domina sobre la mera descripción de aspectos físicos. A finales del s. XIX (1893) se publica Idle Days in Patagonia de su autor William Henry Hudson (1841-1922) también conocido por el nombre en castellano Guillermo Enrique Hudson. Idle Days in Patagonia es la narración de la estadía del viajero durante un año en los alrededores de Carmen de Patagones entre 1870 y 1871. Hudson es un naturalista cuya especialización es la ornitología. En un principio su viaje tuvo como objetivo el estudio y observación de las aves migratorias patagónicas, pero
Sánchez-Blanco 79 este objetivo se frustra debido a un naufragio con el que comienza su obra. El texto de Hudson desplaza desde un primer momento la observación ornitológica. Idle days in Patagonia no es una descripción sucesiva de las aves y sus hábitats sino una narración en primera persona de una aventura de viaje que comienza con un accidente de barco. Hudson reduce el espacio patagónico a un escenario en donde recrear su propia experiencia, que parte de su mismo “yo” viajero. Según Yi-Fu Tuan en Space and Place. The Perspective of Experience la experiencia “is a cover-all term for the various modes through which a person knows and constructs a reality. These modes range from the more direct and passive senses of smell, taste, and touch, to active visual perception and the indirect mode of symbolization” (8). Es decir, la observación pasa a ser una percepción y el lenguaje de clasificación que resulta de la descripción se convierte en un modo indirecto de simbolización. Simbolizar el espacio implica construir una representación espacial. Hudson percibe el espacio patagónico a través de la introspección del paisaje del desierto: “¡La Patagonia estaba allí, por fin! ¡Cuán a menudo la había visto en mi imaginación! ¡Cuántas veces había deseado ardientemente visitar ese desierto solitario, no hollado por el hombre, para descansar allá lejos en su paz primitiva y desolada, apartado de la civilización!” (11). El desierto es el paisaje donde emplazar la experiencia retrospectiva de soledad y de paz. La vastedad del desierto es en sí misma la simbolización de “espacio” como extensión que ofrece libertad y estar en contacto con una paz primigénia: “Para mí no hay nada tan delicioso como ese sentimiento de alivio, de desahogo y libertad absoluta que se experimenta en una vasta soledad donde el hombre tal vez nunca ha vivido, o por lo menos no ha dejado rastros de su existencia” (14). La simbolización llega a considerar la Patagonia como un espacio
Sánchez-Blanco 80 vacío, sin rastro de la existencia de otro ser humano, sólo la extensión como sinónimo de libertad y soledad. Tanto la extensión como representación de espacio y el vacío como representación simbólica de una experiencia espacial
inherente del ser humano
constituyen la nueva realidad de la Patagonia. Otro ejemplo relacionado con este concepto nos lo proporciona Joseph Campbell en su obra The Hero with a Thousand Faces, donde presenta al pueblo Maorí de Australia, quienes conciben el vacío como una profundidad que se extiende en una serie de niveles. Estos niveles se van alejando y a su vez se van conteniendo unos a otros, es una abstracción que sirve para explicar que el misterio del ser humano está contenido en la profundidad del vacío: From the void beyond all voids unfold the world-sustaining emanations, plantlike, mysterious. The tenth of the above series is night; the eighteenth, space or ether, the frame of the visible world; the nineteenth is the male-female polarity; the twentieth is the universe we see. Such a series suggests the depth beyond depth of the mystery of being. (Campbell 271). La lejanía se transforma en una profundidad misteriosa e inalcanzable. Esta percepción espacial parte del propio sujeto que localiza valores simbólicos en lo “desconocido”. “These images are to be regarded as no more than shadows from the unfathomable reach beyond, where the eye goeth not, speech goeth not, nor the mind, nor even piety” (Campbell 270).
El espacio vacío que se extiende más allá de lo
empíricamente conocido sirve para definir el misterio de lo desconocido. responde a un proceso de mitificación del espacio.
El vacío
Sánchez-Blanco 81 El concepto del vacío unido a la percepción espacial también se encuentra en la filosofía china, y se convierte en elemento central de la escuela taoísta en una época casi contemporánea a la de Platón, hacia finales del siglo IV a.C. Por su parte, el crítico Francois Cheng en su obra Vacío y Plenitud expone cómo el concepto del vacío en la civilización china se transforma en un pensamiento estético y en una representación pictórica de carácter sagrado: En comparación con la poesía, la otra cumbre de la cultura china, la pintura, por el espacio originario que ella encarna, por los alientos vitales que suscita, parece más idónea, no tanto para describir los espectáculos de la creación, sino para participar en los “gestos” mismos de la creación. Fuera de la corriente religiosa, de tradición ante todo budista, la pintura en sí misma era considerada como una práctica sagrada. (9) Cheng expone que el concepto del vacío es percibido de dos formas: el nouménico y el fenomenológico. La percepción nouménica se refiere al vacío como aquel espacio que contiene el misterio del origen. Esta percepción construye el espacio mítico de la creación:
“Zhuangzi1 (cap. “Cielo-Tierra”). Quien alcanza su virtud
primitiva se identifica con el origen del universo y, por él, con el vacío (xu)” (Cheng 79). El vacío tiene como referente a aquel espacio primigénio que contiene el misterio del origen.
La tradición cristiana recoge en la Biblia un espacio anterior a la concepción
de la tierra, siendo éste un espacio receptáculo del cual emanaban todas las cosas. Este espacio sólo permite un único testigo : Dios 1. En el principio creó Dios el cielo y la tierra. 2. La tierra era caos y confusión y oscuridad or encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas. 3. Dijo Dios: “Haya luz”, y hubo luz. 4. Vio Dios que la luz estaba bien, y apartó Dios la luz de la oscuridad; 5. y llamó Dios a la luz “día”, y a la oscuridad la llamó “noche”. Y atardeció y amaneció: día primero. 1
.- Zhuangzi: fundador del taoísmo junto con Laozi y Huainanzi.
Sánchez-Blanco 82 6. Dijo Dios: “Haya un firmamento po ren medio de las aguas, que las aparte unas de otras”. 7. E hizo Dios el firmamento; y apartó las aguas de por debajo del firmamento de las aguas de por encima del firmamento. Y así fue. 8. Y llamó Dios al firmamento “ciel”. Y atardeció y amaneció: día segundo. 9. Dijo Dios: “Acumúlense las aguas de por debajo del firmamento en un solo conjunto, y déjese ver lo seco”; y así fue. 10. Y llamó Dios a lo seco “tierra”, y al conjunto de las aguas lo llamó “mar”; y vio Dios que estaba bien. (Génesis 1. 1-9) La figura de Dios es un misterio. Alcanzar la proximidad a la divinidad por medio de la experiencia espacial es alcanzar la plenitud. Es decir, la percepción del espacio trasciende a lo espiritual y religioso. Este tipo de percepción se materializa en el espacio físico. Cheng continúa su ensayo proponiendo que la percepción en su forma fenomenológica es una manera de llevar el vacío al mundo real y a una representación concreta que en la civilización china viene representada por el accidente geológico del valle: “En el orden de lo real, el vacío tiene una representación concreta: el valle. Es hueco y aparentemente vacío, pero hace crecer y nutre todas las cosas; lleva todas las cosas en su seno, y las contiene sin dejarse nunca desbordar ni extinguir”. (82) En su concreción real del vacío, el valle muestra mucha similitud en su concavidad con el vacío-receptáculo de Platón, pero no así con la Patagonia en la que Hudson experimenta la vaciedad espacial: “¡La Patagonia estaba allí, por fin!¡Cuán a menudo la había visto en mi imaginación! ¡Cuántas veces había deseado ardientemente visitar ese desierto solitario, no hollado por el hombre, para descansar allá lejos en su paz primitiva y desolada, apartado de la civilización!” (11). La materialidad de la plenitud transcendental en el espacio físico se representa en el texto de Hudson a través del “desierto solitario”. Si volvemos a la cita biblíca, Dios, antes de crear las criaturas animales y al hombre, crea el espacio. Y el espacio se va
Sánchez-Blanco 83 materializando en firmamento, cielo, mar y “llamó Dios a lo seco ‘tierra’”. El origen de la tierra está en una extensión seca, en el desierto, en la llanura, en la planicie, en un espacio reminiscente de la Patagonia. Hudson toma el espacio como un objeto que contiene más objetos. En realidad, retoma la idea de espacio como escenario pero lo vacía de contenido con la finalidad de reducirlo hasta la experiencia que comporta su propio “yo”. Hudson reduce de objetos la naturaleza, y entre estos objetos está el habitante. Livon-Grosman interpreta este vaciado como “la necesidad de una ausencia para poder lograr una plenitud, en este caso la individual” (170). Este vaciado excluye de su texto la experiencia del “otro” con lo cual el discurso se vuelve egocéntrico. Esta mirada al espacio es también etnocéntrica y se puede considerar en dos vertientes: la primera sería de carácter científico, puesto que el método del vaciado y la consideración del espacio como un escenario de sus propias acciones es algo que se establece en la modernidad para el estudio naturalístico. La segunda, sería en cambio de carácter cultural. La mirada parte del mismo sujeto cuyo centro es Occidente, concretamente Europa.
Se puede alegar el mismo método de
vaciado del espacio como discurso etnocentrista, pero también la trascendentalidad religiosa y espiritual entra dentro de esta centralidad cultural del sujeto. La subjetivización llevada al trascendentalismo occidental se interpreta también como un proceso de mitificación. El desierto que se define como identidad paisajística de la Patagonia en el texto de Hudson adquiere valores simbólicos y místicos. El desierto patagónico concebido como extensión espacial es la materialización en la naturaleza de un espacio que corresponde al mito de la creación en el texto bíblico. No obstante, la simbolización del espacio patagónico desde una introspección del paisaje desértico
Sánchez-Blanco 84 responde también a una “emergencia del sujeto”, que se desencadena a raíz de la experiencia con el espacio.
La modernidad se caracteriza por el egocentrismo y
etnocentrismo que parte del mismo sujeto y que se ha interpretado como una “intuición” hacia el espacio. A su vez, se crea una metodología por medio de la cual se establece un espacio escenario de nuestras acciones y experiencias. Desde la actualidad se recupera esta metodología y forma de exsperimentar el espacio. Sólo que ahora se hablará de un “espacio cultural” que se evoca con la memoria.
2.2 La inmensidad vacía: del proceso de mitificación a la poética de la Patagonia Giardinelli en Final de novela en Patagonia utiliza el concepto de vacío para definir la Patagonia de esta manera: “...la Patagonia argentina es una inmensidad vacía, un desalojo universal lleno de misterio” (17). Tal y como ocurría con el concepto de la “Nada” expuesto en el anterior capítulo, Giardinelli trata de resumir con los términos “inmensidad vacía” todas las descripciones anteriores de la Patagonia. El vacío y la inmensidad crean una imagen que, aunque tenga resonancias del espacio cultural construido en la modernidad, no se entrega a una arqueología del concepto tan inmediata. Gastón Bachelard, en La Poética del espacio, propone hacer un estudio fenomenológico de ciertas imágenes para demostrar que la subjetividad puede ser llevada a una transubjetividad: “Sólo la fenomenología –es decir la consideración del surgir de la imagen en una conciencia individual- puede ayudarnos a restituir la subjetividad de las imágenes y a medir la amplitud, la fuerza, el sentido de la transubjetividad de la imagen”. (10).
Por lo tanto, sentir la inmensidad de la Patagonia es ir a una realidad que
Sánchez-Blanco 85 profundiza aún más en nuestro “yo”. La imagen resulta de la contemplación del paisaje sin más consecuencias que el dejar escrito un sentir y hacer sentir. La “inmensidad vacía”, cuyo referente es la Patagonia, es una “imagen poética” que a Giardinelli se le hace irresistible no plasmar. Concentrándonos en la “inmensidad”, Gastón Bachelard afirma que “la inmensidad está en nosotros” (221). Existe un espacio interior que es un microcosmos profundo y que conecta con la inmensidad del mundo exterior, siendo por tanto una llamada a la conciencia individual hacia el espacio. La Patagonia es contemplada y es sentida, y Giardinelli pretende esto mismo en su viaje: “Yo quiero apreciar todo lo que se presente ante mis ojos, y quiero mirarlo todo virginalmente. Quiero sentir, quiero que lo que aparezca o me suceda no esté previsto” (41). El deseo del autor por una mirada virginal y un sentimiento espontáneo aboga por una poética del espacio patagónico cuya representación está en “la inmensidad vacía”. Aún así esta imagen sigue repitiendo el modo de simbolizar la Patagonia que se fundó en la modernidad. En su artículo Todos somos patagónicos, Giardinelli comenta lo siguiente: La Patagonia es el Sur del Sur de nuestra América pero es, también, una región desconocida para la gran mayoría de los argentinos, una verdadera región mítica. Más fabulada que recorrida, más imaginada que real, con la Patagonia sucede como con las Islas Malvinas: simboliza un inmenso afecto a algo que se siente y se sabe propio, pero que es desconocido. Así pues el autor se posiciona en la argentinidad de su sujeto para hablar de la Patagonia y cómo se representa ésta desde el punto de vista de la nación a la que pertenece. La Patagonia es el referente de la inmensidad con la que se siente su vasto territorio pero es también una inmensidad de desconocimiento de su presente.
Sánchez-Blanco 86 La “inmensidad vacía” no es una imagen tan inocente como parece. Para los argentinos, el eco de la inmensidad desértica no es tan lejano, ya que el vacío sigue remitiendo a un proceso de mitificación que parte de imágenes fundacionales generadas en la modernidad. Dirá Giardinelli que: La Pampa y el Desierto (que es como se llamaba antiguamente a la Patagonia) son nuestra tierra literaria por antonomasia. Así como el poema La Araucana de Alonso de Ercilla es fundacional de la literatura chilena, a nosotros, los argentinos, el mandato nos viene desde el poema La Argentina de Martín del Barco Centenera (1535-1605) y sobre todo desde el poema La cautiva de Esteban Echeverría (1805-1851), que junto con su cuento El matadero son textos fundacionales de nuestra literatura. (17). En efecto, la primera parte del poema La cautiva es una descripción del desierto, como puede observarse en el siguiente fragmento: Gira en vano, reconcentra su inmensidad, y no encuentra la vista, en su vivo anhelo, de fijar su fugaz vuelo, como el pájaro en el mar. Doquier campos y heredades del ave y bruto guaridas; doquier cielo y soledades de Dios sólo conocidas, que Él sólo puede sondar. El desierto es pues la naturaleza, que en su extensión crea la ilusión del escenario vacío de objetos para trascenderlo a la representación del espacio bíblico de la creación. Por tanto, percibir la Patagonia en su “inmensidad vacía” es seguir representándola desde los textos fundacionales que retomaron los símbolos surgidos del etnocentrismo europeo y su modo de observar la naturaleza, pero esto de ningún modo representa la Patagonia en su tiempo presente. Así pues, la Patagonia es percibida a través de la literatura que evoca el pasado colonial, pero es desconocida en su presente
Sánchez-Blanco 87 como parte integrante de la nación argentina. La repetición de imágenes y formas simbólicas que definen la Patagonia produce a su vez un deseo de discontinuidad en el hecho de que estas imágenes ya no reconstruyen la realidad del presente patagónico. Harold Bloom advierte del peligro de la repetición obsesiva de imágenes del pasado: “Repetition as the recurrence of images from our own past, obsessive images against which our present affections vainly struggle, is one of the prime antagonists...” (Bloom 80).
En este sentido, la repetición se literaturiza en la obsesión de seguir viendo una
Patagonia basada en imágenes procedentes de la modernidad.
La presencia textual
derivada de la repetición de imágenes dispersa el conocimiento del espacio patagónico. El argentino descentraliza las imágenes que partieron de una mirada europea para hacerlas suyas e interiorizarlas como propias. El viaje permite a Giardinelli seguir percibiendo el espacio patagónico desde una poética intrínseca que el individuo proyecta hacia el espacio: “Y sabía, además, que se trataba de indagar en lo que se podría llamar la poética del viaje” (28). Basar su mirada en imágenes que se repiten equivale a un desconocimiento de la Patagonia en su realidad social. El viaje de Giardinelli se propone ser “un viaje literario” que parta de la experiencia de su “yo” argentino para crear un saber acorde con el presente de Argentina y de la Patagonia. El autor se propone emprender un viaje que le proporcione una visión más real, acercándose más al drama social del habitante patagónico que a la inmensidad geográfica de la Patagonia y su vacío físico y existencial. El “vacío humano” es el nuevo enunciado que el texto de Giardinelli crea para describir la Patagonia. La poética del “vacío humano” patagónico crea una discontinuidad en el saber que transmite, puesto que se centralizará desde una posición argentina a su
Sánchez-Blanco 88 vez construyendo una representación espacial que parta de la historia y la sociedad patagónica.
2.3 Vacío humano. La narración como síntesis de un viaje que transcurre entre el saber y el sentir. La representación de la Patagonia como un “vacío humano” por parte de Giardinelli es la síntesis de una influencia literaria que en su repetición obliga al autor a una discontinuidad. La repetición consiste en la continuidad de ver el espacio como un escenario de las acciones humanas. Entre estas acciones está la historia, y aludirla hace que la imagen del vacío vuelva a poner de relieve un proceso de mitificación del espacio patagónico.
En este caso para Giardinelli la Patagonia como espacio contiene las
consecuencias de uno de los episodios históricos más relevantes de Argentina, la “Campaña del Desierto”: Existe una vastísima literatura sobre la materia, para quien se interese por ello, pero digamos aquí que las políticas conservadoras que dirigieron la “Conquista del Desierto” (tal el nombre eufemístico con el que se designó al avance devastador sobre la Patagonia) tenían por objeto atajar los ataques indígenas y desplazarlos hacia la cordillera de los Andes, demarcar de ese modo la frontera con Chile y establecer asentamientos. Lograron casi todo; sólo les faltó esto último. De manera que aquel desplazamiento militar –calificado por algunos historiadores como genocidio- y la incapacidad para establecer poblaciones, es lo que explica, cien años depués, el vacío humano de la Patagonia. (35)
La Campaña del Desierto fue la avanzada por extender el “progreso” que la civilización proponía conseguir a través de asentamientos de poblaciones provenientes principalmente de Europa. Oleadas masivas, sobre todo de galeses, escoceses, alemanes y españoles constituyeron la primera masa de habitantes que pobló la Patagonia. Esto se
Sánchez-Blanco 89 produjo después de la “Campaña del Desierto” cuya visión del progreso implicaba la percepción del espacio tal y como la venían describiendo y observando los exploradores científicos. Según dicha visión, el espacio patagónico suponía un continente vacío lleno de posibilidades y riquezas naturales para ser explotadas por el hombre que podía usar la tecnología de la civilización.
El espacio patagónico se sometió a un vaciado que
respondía a la objetivización de aquello que garantizara el éxito del progreso, y que se materializó en el exterminio casi completo de las poblaciones indígenas. Después de la aniquilación casi completa del indígena las grandes planicies quedaron vacías de contexto humano, pero llenas de potencial de pasto para toda una industria lanar proveniente de la ganadería ovina que venía proyectándose. Existe otro evento histórico al que Giardinelli alude con los términos “vacío humano”, más cercano en el tiempo de la historia de Argentina. Este episodio histórico marcó el momento definitivo para el inicio de la despoblación y decadencia que la Patagonia sigue arrastrando hoy en día. A comienzos de la segunda década del s. XX empiezan a producirse una serie de revueltas entre los peones rurales que trabajaban en las grandes estancias de ganado. Los precios internacionales de la lana y la carne de oveja descienden por la competencia de otros mercados como el australiano. Quienes más sufrieron esta situación fueron los trabajadores rurales de las grandes estancias: Hace ochenta años, por las inmensidades patagónicas se escuchaba el eco de balazos. Se estaba fusilando a gente humilde. Los fusiladores eran soldados de Buenos Aires. Eran tiempos de Yrigoyen. A las peonadas se las fusilaba por huelguistas. Querían hacer cumplir un convenio firmado meses antes por el propio militar que ahora las fusilaba. Los huelguistas eran trabajadores de la lana. Exigían cien pesos por mes, que las instrucciones del botiquín estuvieran en castellano y no en inglés, que se les diera un paquete de velas por mes para iluminarse de noche, y otras pequeñeces. El año anterior, el teniente coronel Varela había venido y firmado el primer convenio rural de la Patagonia, aceptando el petitorio
Sánchez-Blanco 90 de la gente de la tierra. Pero el convenio no fue cumplido en nada por los patrones. Y las peonadas volvieron a dejar el trabajo y a formar emblemáticas columnas exigiendo justicia; columnas que recorrían el interminable horizonte de las tierras frías pobladas de animales de blanca lana. Es aquí donde se produce el derrumbamiento de toda moral, de toda racionalidad, del más mínimo principio de ética. Varela vuelve con su 10 de Caballería y en vez de castigar a los estancieros que no habían cumplido, fusila concienzudamente a las peonadas, por huelguistas. (Bayer, “La larga marcha”) Osvaldo Bayer reunió toda su investigación sobre estos hechos en cuatro volúmenes que llevan por título La Patagonia rebelde, y que también sirvieron como base para el guión de la película del mismo título y dirigida por Héctor Olivera. Para Giardinelli, tanto la obra de Bayer como el film están dentro de “los textos clásicos de la región” que la definieron como “mítica, trágica y rebelde”. El “vacío humano” se hace eco de la historia de despoblación sufrida por la Patagonia. Giardinelli cita en Final de novela en Patagonia numerosas obras y autores que han escrito sobre la Patagonia. Se trata de listas un poco largas, que transmiten una especie de obsesión por admitir la influencia ejercida en él por estas obras, a la vez que expresa su deseo de huir de estos textos.
Después de citar obras y autores tan
memorables como Roberto Arlt y sus famosas Aguafuertes patagónicas,
La Ruta
Argentina de Christian Kupchik, Charles Darwin y a Osvaldo Bayer, el autor de Final de novela comenta lo siguiente: En fin, yo tenía que escapar de todo aquello, de igual modo que tenía que huir de textos como Patagonia Express de mi entrañable amigo Luis Sepúlveda e incluso de Periplo, el primer libro escrito por mi maestro Juan Filloy a finales de los años veinte, y que es una clase magistral de libro de viajes. No quiero excederme ahora en divagaciones literarias o cinematográficas, pero debo decir que aquella mañana de comienzos de febrero de este año 2000, cuando salimos de mi casa en Paso de la Patria, Corrientes, y cruzamos el largo puente sobre el Paraná y entramos a
Sánchez-Blanco 91 Resistencia para resolver algunos asuntos de último momento, yo ya sabía que jamás las dejaría de lado. Para cualquier escritor las influencias son insoslayables, pero en estos tiempos hay que estar más alerta que nunca: frente al vulgar plagio que vemos todos los días, muchas veces disfrazado de “homenaje” o de “intertextualidad” cuando no es repetición textual que niega el crédito al original, se impone el desafío ético de reinventar lo conocido pero desde la creación de nuevas originalidades. (18-19)
Giardinelli quiere huir de una “repetición textual” que aquí se interpreta como una “repetición discursiva”. Para explicar esto de mejor modo se debe añadir que en este intento de ruptura siempre surge una discontinuidad que la repetición conlleva, lo que Harold Bloom ha llamado “la ansiedad de la influencia”, Giardinelli lo expresa con el comentario a uno de los más famosos autores que han novelado sobre la Patagonia: Bruce Chatwin y su obra In Patagonia. El comentario es el siguiente: “Y yo quiero hacer un viaje, mi viaje, quiero construirlo paso a paso y para ello es preciso no leer otros viajes. Y menos los lugares comunes de la Patagonia literaria como el libro de Chatwin y todos los libros posteriores que se escribieron sobre el promocionado libro de Chatwin”. (41) Los “lugares comunes” a los que se refiere Giardinelli son clichés producidos por la nostalgia del espacio cultural de la Patagonia tal y como se construyó en la modernidad. Bruce Chatwin (1940-1989) fue arqueólogo y escritor británico. A la edad de 34 años emprende un viaje a pie recorriendo la Patagonia. Como resultado del viaje, en 1977 publica su obra In Patagonia. Chatwin teje su obra a través de las historias que le van contando los que allí viven, principalmente los descendientes o los mismos inmigrantes que poblaron la región después de la “Campaña del Desierto”. Para Antonio Gnoli en La nostalgia del espacio, Chatwin nunca tuvo como objetivo el convertirse en un testigo y narrador que intercalara testimonios para dar cuenta de hechos ocurridos en
Sánchez-Blanco 92 la Patagonia. Chatwin, dirá Gnoli, es un mero informante de las historias que le van contando y que él va entrelazando, convirtiendo In Patagonia en un relato. In Patagonia obtuvo un gran éxito, no sólo por las fascinantes historias que contenía, sino también por el escenario en el que se desarrollan los pequeños relatos de colonos y antepasados que conforman el libro. Con su obra, Chatwin rescata para Occidente un espacio con el que saciar la sed de conocimiento naturalista. La Patagonia es en la obra de Chatwin un museo de la historia natural que trata de explicar el origen de la tierra. In Patagonia comienza con una historia basada en el recuerdo infantil del autor. Es la historia de un fósil de dinosaurio que un antepasado de Chatwin descubrió en la Patagonia. Este hecho es un relato anecdótico que da paso al viaje de Chatwin como una búsqueda del espacio en el que el fósil fue descubierto: This particular brontosaurus had lived in Patagonia, a country in South America, at the far end of the world. Thousands of years before, it had fallen into a glacier, travelled down a mountain in a prison of blue ice, and arrived in perfect condition at the bottom. Here my grandmother´s cousin, Charley Milward the Sailor, found it. (1) El espacio patagónico de Chatwin responde a la mirada nostálgica de Occidente por espacios perdidos en los que representar el redescubrimiento que defina el origen geológico de la tierra: Hábilmente, Chatwin empleó dos registros. En uno, los papeles contaban del inmenso territorio en que los vientos, las historias y las especies van a morir. Donde a la naturaleza y a la geografía extremas correspondían hombres a su modo extremos. En el otro, el diseño pareció menos sorprendente, más familiar el paisaje. La Patagonia seguía siendo tierras de colonos, de antepasados y de taxonomías naturales que saciaban la sed de poder y de conocimiento que Occidente reclamaba [...]. El resultado fue entregar a los lectores la posesión ilusoria de un mito. (Gnoli 13).
Sánchez-Blanco 93 El paisaje se muestra familiar, ya que responde a la nostalgia de aquel espacio que Darwin describió. El naturalista basa su descripción científica a través de taxonomías naturales y especialmente en taxonomías paleontológicas de fósiles que correspondían a los grandes reptiles que poblaron la tierra en el pasado. En el caso de Charles Darwin, por ejemplo, el Voyage of the Beagle construye un espacio de redescubrimiento del origen geológico de la tierra a través de listados de fósiles que Darwin va descubriendo: In one spot this earth matter filled up a hollow, or gully, worn quite through the gravel, and in this mass a group of large bones was embedded […]. The most important result of this discovery, is the confirmation of the law that existing animals have a close relation in form with extinct species. As the guanaco is the characteristic quadruped of Patagonia, and the vicuna of the snow-clad summits of the Cordillera, so in bygone days, this gigantic species of the same family must have been conspicuous on the southern plains (162). A su vez, Chatwin recupera el espacio de Darwin para evocar la mirada occidental que una vez representó las planicies patagónicas como la región natural que contenía una prueba del origen de las especies. Este escenario es producto de la ficción que recoge el mito del origen y que se materializa en una historia basada en un recuerdo infantil. Este espacio geológicamente fosilizado sirve para intercalar otras historias de colonos y antepasados. El resultado es la novelización de la Patagonia. En este sentido Final de novela en Patagonia es un título que desvela la intención de Giardinelli de dar fin a la novelización del espacio patagónico desde el punto de vista del etnocentrismo europeo. La Patagonia ha servido como lugar común para crear un conocimiento de museo que en su día demostraba el poder europeo de expansión colonial. El texto de Chatwin retoma este lugar común a través de una mirada nostálgica de ese pasado europeo.
Por el contrario Giardinelli quiere romper con todo ello,
Sánchez-Blanco 94 generando una discontinuidad al expresar que la Patagonia es desconocida para el argentino. De hecho, el texto de Giardinelli ofrece un recurso literario que confirma esta discontinuidad: Uno de los objetivos del autor para su viaje es el de procurarse de concentración y terminar una novela que tenía atascada. Esta proto-novela que el autor escribe e intercala en el texto de viaje a modo de meta novela es la continuación de Imposible equilibrio, obra publicada en 1995: ...Victorio y Clelia, que protagonizan mi novela Imposible equilibrio (de 1995) y a quienes había decidido retomar para que continuaran su peripecia en otras latitudes, precisamente la Patagonia. Mi plan consistía en llevarlos conmigo en este viaje e ir escribiéndolos sobre la marcha. Ése y no otro era el texto que yo tenía atascado y que tanto me desvelaba (23) Giardinelli utiliza la digresión para ir intercalando la resolución de esta novela que tiene en mente, pero todo queda en segundo plano de su texto porque realmente el objetivo será escribir un “viaje literario” que contenga una narración en primera persona y que sea una “conversión textual de la experiencia”. Su experiencia se centralizará en su persona, la de un sujeto autorial que reafirma su argentinidad para que su experiencia parta fundamentalmente de una mirada argentina hacia la Patagonia.
La posición
argentina de Giardinelli crea una nueva representación espacial de la Patagonia: La Patagonia es un “vacío humano”. Esta imagen se materializa con el dato objetivo: “... y comienzan las praderas secas de la Patagonia argentina, esa gigantesca y misteriosa superficie escarpada y completamente árida de 787.291 kilómetros cuadrados […] Pero habitados por apenas un millón y medio de personas, y con una densidad poblacional de apenas 1,88 habitantes por kilómetro cuadrado” (33). La Patagonia está despoblada y los pocos que viven allí lo hacen en condiciones que rayan la pobreza. El vacío humano es la poética del autor con
Sánchez-Blanco 95 la que resume la rabia, impotencia y tristeza que le produce el hallarse ante un territorio nacional semi abandonado y olvidado. La objetividad del conocimiento se articula en el texto a través de una descripción inicial de una situación de desamparo: Mientras la televisión informa que en todo el país el gremio docente reclama que todos paguen un impuesto extraordinario que ha dispuesto el Congreso, y los ministros de Educación y de Economía hacen malabarismos verbales y hablan de centenares de millones de dólares, aquí, casi 2.000 kilómetros al sur de Buenos Aires, una abnegada y solitaria maestra hace otro tipo de malabarismos: educa a veintiocho chicos de todos los niveles, y de edades que van de los cuatro a los catorce años, con todo en contra: sin edificio, sin luz, sin materiales didácticos, sin prácticamente nada más que su voluntad. (85) Después de la descripción incluye el testimonio de la maestra. Este testimonio es una novedad dentro de los recursos literarios utilizados en la literatura de viajes. El propósito de este testimonio en el texto de Giardinelli es el de reforzar la veracidad de la experiencia del espacio patagónico en su realidad social de abandono y pobreza. Subjetividad y objetividad se funden para dar paso a una realidad testimonial del espacio patagónico: “-Acá lo único que nosotros recibimos del ministerio son dos sueldos, para mí y para una señora que es portera y cocinera, y una partida de cien pesos cada cuarenta días para el comedor” (85). Este es el testimonio de Andrea Bordenave. Giardinelli da todo tipo de información en torno al testimonio. Andrea es “todo el personal pedagógico de la Escuela Rural Número 214, de Riacho San José” (86). Tanto las palabras de la maestra como la información proporcionada por el autor contribuyen a concretizar y objetivizar la narración. Ya no se trata de una taxonomía natural sino de una taxonomía social. La discontinuidad también se observa en las influencias elegidas por el propio autor. Giardinelli huye de los textos de viajes en sí y señala como influencia la obra
Sánchez-Blanco 96 narrativa de Juan Rulfo.
El vacío bajo la influencia rulfiana literaturiza el espacio
patagónico, escapando por fin de la mirada europea: Ahora comprendo que no quise apoyos de ninguna índole por la misma razón por la que no releí ni el famoso libro de Chatwin ni ningún otro de los varios que pasaron por mis manos en los últimos, digamos, veinte años: porque todo consejo o idea externa me habría condicionado. Le huebiese quitado libertad a mi vuelo. Es cierto que guardo hacia cada uno de ellos mi gratitud, como de cada libro un recuerdo más o menos impreciso. El del inglés, siendo un libro tan interesante y original para su tiempo, de todos modos me dejó para siempre la sensación de haber sido yo testigo de algo ligeramente inauténtico. O quizá sentí que tenía una mirada demasiado europea para mi gusto, entendido ello como una mirada que, antes que comprender, juzga; es una mirada –la europea, en general- que finalmente siempre nos juzga. Y suele ser un juicio nada leve. (52) El vacío no es en el texto de Giardinelli la representación de una región natural (retomada en la postmodernidad como espectáculo) que recrea la ilusión del origen geológico. El vacío es en el texto de Giardinelli la representación del fracaso del progreso económico. El vacío son las llanuras extensas que atestiguan una despoblación iniciada a comienzos del s. XX y que convierten la Patagonia del presente en un vacío fantasmal con poblaciones y habitantes igual de fantasmales. Al igual que Rulfo vio en las llanuras desérticas de México la inmensidad del fracaso, Giardinelli por su parte convierte el espacio patagónico en una inmensidad triste y vacía, desganada y abandonada en el proyecto del progreso.
Sánchez-Blanco 97
2.4 El vacío del “no lugar” Se ha visto hasta ahora cómo el autor de Final de novela muestra una discontinuidad en la representación de la Patagonia eligiendo diferentes recursos literarios como el testimonio directo de los habitantes que pueblan sus vastas llanuras. Espacialmente esta discontinuidad se establece cuando el viajero deja de ser espectador del paisaje para tratar de ver un “lugar” de un modo más objetivo: Pero el libro se escribe antes de leerse; pasa por diferentes lugares antes de constituirse en uno de ellos: como el viaje, el relato que habla de él atraviesa varios lugares. Esta pluralidad de lugares, el exceso que ella impone a la mirada y a la descripción (¿cómo ver todo?, ¿cómo decir todo?) y el efecto de “desarraigo” que resulta de ello (se volverá a comenzar más tarde, por ejemplo al comentar la foto que ha fijado el instante: “Fíjate, ves, allí, soy yo al pie del Partenón”, pero en el instante sucedía que eso nos extrañaba: “¿qué es lo que he venido a hacer aquí?”), introducen entre el viajero-espectador y el espacio del paisaje que él recorre o contempla una ruptura que le impide ver allí un lugar, reencontrarse en él plenamente, aun si trata de colmar ese vacío con las imformaciones múltiples y detalladas que le proponen las guías turísticas... o los relatos de viajes. (Augé 90). Como dice Marc Augé, el viajero-espectador sólo ve el espacio del paisaje y su mirada tiende a una descripción que pertenece a un relato ya escrito, cuya influencia no rellena el vacío de reencontrarse plenamente con el lugar por el que se viaja. Giardinelli va en la búsqueda de este reencuentro con el lugar. Llega incluso al nivel de lo “local” con la inserción del testimonio. El reencuentro se produce en la mirada de un argentino hacia Argentina. Es decir, Giardinelli trata de rellenar el vacío que existe entre los relatos de viajes y su reencuentro con la Patagonia como lugar argentino. La Patagonia como escenario del fracaso del progreso y la materialización en el testimonio de una sociedad empobrecida responde a la necesidad de Giardinelli por rescatar la identidad argentina
Sánchez-Blanco 98 que las llanuras parecen no haber poseído. “Place serves as an important component of our sense of identity as subjects” (Entrikin 13). La historia del fracaso del progreso en la Patagonia es la historia de Argentina y de los argentinos que allí viven. Desde la perspectiva de Edward Soja se puede decir que Giardinelli está dentro de las “nuevas culturas políticas de la diferencia”. El “vacío humano” supone una nueva representación del espacio patagónico y su discontinuidad con otras representaciones anteriores sirve para garantizar una visión más concreta, específica y particular de la Patagonia: Distinctive features of the new cultural politics of difference are to trash the monolithic and homogeneous in the name of diversity, multiplicity, and heterogeneity; to reject the abstract, general and universal in light of the concrete, specific and particular; and to historicize, contextualize and pluralize by highlighting the contingent, provisional, variable, tentative, shifting and changing…[T]hese gestures are not new in the history of criticism…yet what makes them novel –along with the cultural politics they produce- is how and what constitutes difference, the weight and gravity it is given in representation and the way in which highlighting issues like exterminism, empire, class, race, gender, sexual orientation, age, nation, nature, and region at this historical moment acknowledges some discontinuity and disruption from previous forms of cultural critique. (Soja 83).
El momento histórico actual, tal y como se refiere Soja, reconoce la discontinuidad del aparato crítico cultural de la modernidad, que representaba el espacio desde la centralidad europea. Giardinelli desplaza esta visión para centralizarla desde la nación argentina. De todos modos, y como se ha venido viendo hasta ahora la obra de Giardinelli muestra ambas posturas, pues la homogeneidad paisajística de la llanura sigue estando muy presente en su obra.
La representabilidad espacial de lo naturalístico
universal, conforme se venía haciendo desde la etnocentricidad europea junto con la
Sánchez-Blanco 99 representación de lo específico, responde a la manera de experimentar el espacio intrínseca al ser humano. Pero lo importante aquí no es tanto la manera de experimentar el espacio sino cómo se resuelve esto en su expresión textual. Ello ha supuesto una problemática para los estudiosos que diferencian “espacio” de “lugar”, entendiéndose esto último como lo específico y lo local. J. Nicholas Entrikin estudia dicha problemática en su ensayo The Betweenness of Place y su resolución se basa en exponer dentro de un texto el proceso de búsqueda, resultado de encontrar la representación que se mueve desde la espacialidad homogénea y universal a la representación de lo local. La solución retórica está en la “narración como síntesis”: We understand the specificity of place from a point of view, and for this reason the student of place relies upon forms of analysis that lie between the centered and decentered view; such forms may be described as narrative-like syntheses. In their syntheses geographers have adopted a point of view that is less detached than that of the theoretical scientist and more detached than that evident in the accounts of the travel writer. Of course, these represent ideal distinctions that blend together in experience. They do, however, illustrate the relative differences in the representation of place that result from the process of seeking a decentered perspective versus one that attempts to mediate the views of the insider and the outsider (3). Como afirma Entrikin, la narración como síntesis trae un conocimiento que se concretiza en el análisis y el proceso de búsqueda entre la visión subjetiva y la objetiva, entre el “saber” y el “sentir”. Según él, esto es sólo posible desde un acercamiento más literario que científico, más narrativo que descriptivo. Es decir, la narrativa de viajes representa el conocimiento más cercano a la realidad espacial, ya que parte de la experiencia del ser humano con el espacio. La narrativa como síntesis de Giardinelli es un intento “to mediate the views of the insider and the outsider”, en palabras de Entrikin. Algo novedoso, que ya se ha
Sánchez-Blanco 100 comentado con anterioridad, es el uso del recurso literario del testimonio para poder exponer la representación espacial desde el punto de vista del “insider”, del habitante. No obstante, Giardinelli integra todo lo específico del lugar y lo local en un intento por recuperar la Patagonia como parte olvidada de la nación argentina: “..., lo cierto es que para nosotros el Sur ha sido siempre, en los hechos, casi una no-parte de la Argentina. Y eso explicaría su absurdo vacío humano” (Giardinelli, “Todos somos patagónicos”). Llama la atención la expresión “no-parte” como representación espacial de la Patagonia, unido a la percepción de que la Patagonia es un territorio que se desprende o se separa del resto de la nación argentina. Entrikin defiende que existe tres actitudes del ser humano que se encaminan hacia una definición de “lugar”: “We live our lives in place and have sense of being part of place, but we also view place as something separate, something external” (7). Aplicando lo expuesto por Entrikin en Giardinelli y tomándolo desde la posición de nación el autor utiliza la narración para representar la Patagonia como un lugar que forma parte de Argentina y que él como argentino se siente parte de la realidad social de los que allí viven. Desde el punto de vista de tomar la Patagonia como algo separado y externo, tal y como propone Entrikin, se descubre una otredad, es decir un “otro” habitante que queda en este espacio exterior: el indígena. Por supuesto hay también comunidades mapuches a lo largo de toda la cordillera y se encuentran miembros de diversas etnias indígenas prácticamente en todos los pueblos y ciudades de la Patagonia. Casi siempre se los ve sumidos en condiciones de pobreza o abandono, encargados de las tareas peor remuneradas o dedicados directamente a la mendicación. En el mejor de los casos, en los centros turísticos, se aplican a la venta de su artesanía. Pero todos componen, sin dudas, las clases más carenciadas, tanto en la costa como en la cordillera. No llegan al medio millón de personas, o sea, ni un cuarto de la totalidad de los habitantes de la Patagonia. (82)
Sánchez-Blanco 101 Hay que destacar que Giardinelli no utiliza el testimonio del indígena, recurre a su descripción. El testimonio se utiliza para todos aquellos habitantes descendientes en su mayoría de los inmigrantes (la mayoría de origen europeo) que poblaron la Patagonia después de la Campaña del Desierto. La decadencia en la que se encuentran en la actualidad desencadena una necesidad de hablar con el viajero: Es que la gente en la Patagonia tiene una intensa necesidad de hablar. De sus vidas, de su ambiente, de lo que hacen. Tienen una insaciable, perentoria necesidad de ser escuchados. Y casi siempre se ven compelidos a justificar su presencia allí, como si cada uno debiera delinear el espacio que ocupa en la inmensidad (93) A través de estos testimonios la realidad social de la Patagonia pasa a ser una realidad social de Argentina en general. Sin embargo, el indígena no demuestra esta actitud y el viajero por su parte tampoco procura un acercamiento, incidiendo en la descripción: La situación en que se encuentran los indígenas patagónicos –como los de toda la Argentina, hay que confesarlo y con vergüenza- es que han sido ellos, en tanto primeros pobladores y naturales habitantes de estas tierras, los principales perjudicados por la llamada “civilización”. Habiendo sido desplazados de sus tierras y sus derechos, de sus tradiciones y costumbres, barridos por completo de muchas regiones y además sobrexplotados durante décadas, no debería pretenderse, hoy, que miren con simpatía a los turistas blancos. Y sin embargo, no son hostiles. Al contrario, en la Patagonia, doquiera uno vaya, encuentra personas de rasgos indígenas, puros o mestizos, y advierte enseguida que o rehuyen el trato con exquisita discreción o bien se ocupan de la venta de sus artesanías con dignidad, sin permitir degradantes regateos. (82) Por supuesto, el tratamiento y la objetivización del indígena en la descripción de Giardinelli ha evolucionado desde las descripciones que se hicieran en los “diarios de viajes” de la modernidad. La descripción es mucho más humana y cercana. Pero el hecho que se quiere destacar es que hay otro lugar que existe en el vacío de la “no
Sánchez-Blanco 102 comunicación”.
Es decir, la descripción evoluciona desde la necesidad de dar una
información del indígena como si se tratara de un objeto más del paisaje de las llanuras a la descripción que utiliza Giardinelli, fruto sin más de una “no-comunicación”, y su representación en un “no-lugar” patagónico cuya ausencia más relevante es la de la identidad indígena. El lugar del indígena quedó para siempre inscrito en los relatos fundacionales que en la actualidad se recuperan, denominándolos “lugares comunes de la memoria”, o forman parte de un “espacio cultural” que ya no existe en la realidad empírica del espacio patagónico. “Ciertos lugares no existen sino por las palabras que los evocan, no lugares en este sentido o más bien lugares imaginarios, utopías triviales, clisés” (Augé 99). Marc Augé denomina estos lugares “lugares antropológicos”. Los habitantes de dichos “lugares antropológicos” ya no son parte de la historia, sino que viven en la historia. Augé pone como ejemplo la capilla que es restaurada en un pueblo francés, en la que cada verano se celebraba la fiesta de la trilla en la actualidad sustituida por un concierto: Esta puesta en escena no deja de producir algunas sonrisas perplejas o algunos comentarios retrospectivos en algunos viejos habitantes de la región: proyecta a distancia los lugares en los que ellos creían haber vivido día a día, mientras que se los invita hoy a mirarlos como un pedazo de historia. Espectadores de sí mismos, turistas de lo íntimo, no podrían imputar a la nostalgia o a las fantasías de la memoria los cambios de los que da testimonio objetivamente el espacio en el cual continúan viviendo y que no es más el espacio en el que vivían. (61) Al indígena mapuche le pasa algo parecido; relegados a ser espectadores de sí mismos cuando se les encuentra “En el mejor de los casos, en los centros turísticos, se aplican a la venta de su artesanía”. Existe por lo tanto otro entramado espacial que se superpone sobre los lugares antropológicos convirtiéndolos en “la idea, parcialmente
Sánchez-Blanco 103 materializada, que se hacen aquellos que lo habitan de su relación con el territorio, con sus semejantes y con los otros. Esta idea puede ser parcial o mitificada”. (61) Marc Augé propone en su ensayo un estudio del espacio actual a través de “una antropología de la sobremodernidad”. Su estudio concluye que la sobremodernidad es el resultado de una “superabundancia espacial”. Es decir, para Augé vivimos en un mundo en el que estamos sometidos a un exceso de imágenes, cuyos referentes son instantáneas de espacios remotos que tratan de inculcar la diversidad, pero que en realidad homogeneizan culturalmente el espacio en uno solo.
Para el ensayista, esta sobre-
espacialidad es el sustituto de todas las descripciones de carácter etnológico que se hicieron en la modernidad. La materialización del espacio de la sobremodernidad es algo abstracto y geométrico y se constituye fundamentalmente de “no lugares”: Pero los no lugares son la medida de la época, medida cuantificable y que se podría tomar adicionando, después de hacer algunas conversiones entre superficie, volumen y distancia, las vías aéreas, ferroviarias, las autopistas y los habitáculos móviles llamados “medios de transporte” (aviones, trenes, autómoviles), los aeropuertos y las estaciones ferroviarias, las estaciones aeroespaciales, las grandes cadenas hoteleras, los parques de recreo, los supermercados, la madeja compleja, en fin, de las redes de cables o sin hilos que movilizan el espacio extraterrestre a los fines de una comunicación tan extraña que a menudo no pone en contacto al indivio más que con otra imagen de sí mismo. (84-85) Si algo diferencia los textos de viajes actuales con los de la modernidad es la plasmación de todo el entramado complejo descrito por Augé. Giardinelli realiza su viaje en el “Coloradito Pérez”, un Ford Fiesta del 98: “Bueno, a todo lo largo de este viaje el Coloradito Pérez se constituyó en mi caballo imaginario” (25). Hay algo en la decisión de usar el Coloradito Pérez como medio de transporte, y en otros momentos más en la
Sánchez-Blanco 104 obra, en los que esta espacialidad de la sobremodernidad discutida por Augé parece perturbar al autor: “Por eso descartamos alquilar una camioneta especial para ese tipo de largos viajes, esas fantásticas 4 x 4 que en los útimos años se han puesto tan de moda...” (24).
Cuando mejor se percibe la espacialidad de la sobremodernidad constituida por
“no lugares” es en el capítulo “Nuestra Comala patagónica”, en el que la descripción de estos “no lugares” añaden espacialidad a la “fantasmalidad rulfiana”.
Así, cuando
Giardinelli entra en el pueblo lo hace “por la misma ruta 3 que desde Bahía Blanca bordea el Atlántico, recta y larga como el latigazo de un dios desesperado” (57). La tristeza que sale a recibir al visitante, aparte de ir acompañado de un viento implacable, viene dada sobre todo por “un cartel deslucido [que] anuncia unos “Viajes al centro de la Tierra” que, sinceramente, no nos resultan apetecibles. Es que lo que fue el más importante proyecto minero de la Argentina […] ahora es menos que un pueblo en decadencia” (57). Es decir, incluso de esos proyectos que intentaron sustituir el lugar antropológico minero con el “no lugar” del espectáculo, sólo quedan las ruinas, pobladas únicamente por “muertos vivos”:
“Con Fernando caminamos, sobrecogidos e
impresionados, como quien camina por un cementerio lleno de muertos vivos. Siento dolor pero sobre todo siento rabia, una profunda rabia que hace mucho tiempo no sentía” (58). Ni siquiera la ilusión de reencontrarse con el lugar, ni con el lugar antropológico puede manifestarse pues todo está abandonado:
“En cada cuadra se ven casas
abandonadas y los que fueron negocios están cerrados, con los vidrios rotos, las ventanas abiertas y las puertas desvencijadas o con inútiles candados” (59). El “no lugar” es lo único nuevo o vivo que Giardinelli encuentra en el pueblo: “Al atardecer, advierto que lo único nuevo que hay en el pueblo son cinco estaciones de servicio. De diferentes marcas,
Sánchez-Blanco 105 y, como es moda, con sus minimercados llenos de comida basura” (59). Cinco estaciones de servicio que transforman el lugar en la homogeneización del espacio de la sobremodernidad mundial. Es un espacio abstracto, como un esqueleto de autopistas que se cruzan en los “no lugares” que se ponen al servicio de aquellos viajeros que han consolidado la Patagonia en su imaginación como práctica de “la inmensidad vacía”: “En la vastísima “nadedad” es imposible no advertir que la riqueza de la Patagonia, en los albores del siglo XXI, ya no es industrial ni petrolera, ni ganadera ni portuaria, sino turística […] Por ahora sólo vienen europeos discretos y silenciosos, admiradores de la inmensidad vacía y más bien cultores del recato” (193-194). Para Augé lo que define el viaje de estos “cultores del recato” es la “práctica de los lugares” (y no el reencuentro con el lugar) que va constituyendo el espacio de la sobremodernidad. La inmensidad vacía se impone al vacío humano que habla del presente histórico de la decadencia social patagónica, y se impone al vacío que alguna vez originó el lugar antropológico: Y, si se llama “espacio” la práctica de los lugares que define específicamente el viaje, es necesario agregar también que hay espacios donde el individuo se siente como espectador sin que la naturaleza del espectáculo le importe verdaderamente. Como si la posición de espectador constituyese lo esencial del espectáculo, como si, en definitiva, el espectador en posición de espectador fuese para sí mismo su propio espectáculo. Muchos folletos turísticos sugieren un desvío de ese tipo, una vuelta de la mirada como esa, al proponer por anticipado al aficionado a los viajes la imagen de rostros curiosos o contemplativos, solitarios o reunidos, que escrutan el infinito del océano, la cadena circular de montañas nevadas o la línea de fuga de un horizonte urbano erizado de rascacielos. Su imagen, en suma, su imagen anticipada, que no habla más que de él, pero lleva otro nombre (Tahití, los Alpes de Huez, Nueva York). El espacio del viajero sería, así, el arquetipo del no lugar. (Augé 91) Y eso es la Patagonia, el arquetipo de un inmenso “no lugar” que responde al vaciamiento de la individualidad para convertirse en el lugar particular del espectáculo de
Sánchez-Blanco 106 uno mismo. Esta experiencia particular, de prácticas de lugares antropológicos que ya no son, una forma de soledad: “donde encontremos la evocación profética de espacios donde ni la identidad ni la relación ni la historia tienen verdadero sentido, donde la soledad se experimenta como exceso o vaciamiento de la individualidad, donde sólo el movimiento de las imágenes deja entrever borrosamente por momentos, a aquel que las mira desaparecer, la hipótesis de un pasado y la posibilidad de un porvenir” (Augé 92). Este arquetipo del “no lugar” que se manifiesta en la “inmensidad vacía” se sustenta con la madeja de autopistas y caminos que se entrecruzan en los centros turísticos donde intercambiaremos la mirada con la del mapuche que nos vende artesanías. Aquél mira desaparecer el lugar que nosotros evocaremos borrosamente. Ambas miradas quedarán en la “no comunicación” de la melancolía y en el exceso de la soledad de nuestra experiencia con el “no lugar” de la sobremodernidad espacial.
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CAPÍTULO III 3. El enunciado “fin del mundo” como representación espacial de la Patagonia “Fin del mundo” es una descripción simbólica de la Patagonia resultado de una experiencia del ser humano con el espacio. Desde una perspectiva fenomenológica el ser humano tiende a ordenar el espacio geométrica, conceptual y pragmáticamente. Esto da como resultado un “espacio construido” cuya representación más conocida es la de “una imagen del mundo” en el que culturalmente se construye un centro. Lejos, en la distancia y en los límites comienza un territorio que mitificamos.
En el centro se
desarrollan, por el contrario, todas las actividades humanas cercanas y que constituyen nuestro ámbito de lo conocido. El enunciado de “fin del mundo” responde entonces a un orden espacial, a una estructura arquitectónica que define el concepto de “mundo”. Pero a raíz de esto surge otro tipo de apreciación al respecto. Ordenar el espacio es por un lado algo inherente en el ser humano, y por otro lado, un análisis de las representaciones resultantes nos dará cuenta de una genealogía del poder y sus relaciones con el saber.
Así pues, sentir la
Patagonia como un final espacial es producto de nuestra experiencia con el espacio, la imaginamos distante y nos imaginamos distantes. La distancia termina simbolizando y mitificando el territorio. Pero esta experiencia en la distancia está dentro de un método que ordena el espacio desde un centro cultural dominante. “Fin del mundo” como descripción simbólica de un territorio es una práctica social que ha ido formulando un discurso en donde los espacios se ordenan dependiendo
Sánchez-Blanco 108 de una fuerza cultural central.
Para el caso de la Patagonia la realidad actual de estar
emplazada en el “fin del mundo” parte de un orden mundial globalizador. Este capítulo analizará las prácticas sociales y los discursos que han dado lugar a esta forma de subjetividad espacial de representar la Patagonia como “el fin del mundo”. El tipo de análisis es arqueológico, en cuanto a que se moverá por diferentes épocas históricas y diferentes textos (la mayoría del género de viajes) con el fin de ver cómo han variado los discursos que siguen conteniendo la Patagonia como un final espacial. Para este propósito es necesario ver más allá de la experiencia humana con el espacio. Simbolizar y desplazar la Patagonia como un final dentro de nuestra imaginación también equivale a decir que este final es consecuencia de un método de ordenamiento espacial: “... una historicidad profunda penetra en el corazón de las cosas, las aísla y las define en su coherencia propia, les impone aquellas formas del orden implícitas en la continuidad del tiempo” (Foucault, Las palabras y las cosas 8). Este orden gira en torno a una madeja central en donde transcurre “lo mismo” y el límite de lo mismo es el lugar donde comienza lo extraño, lo diferente, el final en donde viven y conviven en nuestra imaginación los gigantes patagones. “La historia del orden de las cosas sería la historia de lo Mismo” (Foucault, Las palabras y las cosas 9). Esta historia ha venido definiendo límites abstractos a la vez que geométricos, como en círculos que se alejan, en este caso el último círculo del orden actual corresponde a la Patagonia. El final del mundo en el espacio patagónico se traduce como “el pensamiento del afuera” cuya base es “la positividad de nuestro saber”: “-este pensamiento, con relación a la interioridad de nuestra reflexión filosófica y con relación a la positividad de nuestro saber, constituye lo
Sánchez-Blanco 109 que podríamos llamar en una palabra ‘el pensamiento del afuera’”. (Foucault, El pensamiento del afuera 17). En este capítulo se analizarán las siguientes representaciones espaciales que parten tanto de los conceptos “mundo” y “orden” como de la distancia que distingue entre “lo Mismo” y “el afuera”, entre el centro y los márgenes. Este capítulo se divide en cinco apartados que son: 3.1 El mundo como espejo de la armonía celeste En este apartado se tratarán los textos homéricos como fundacionales de una literatura de viajes.
Como característica principal se mostrará cómo dentro de la
representación espacial comienza a distinguirse entre el ‘centro’ y ‘los márgenes’. En los márgenes se traduce la historia y el mito, es el destino del héroe. El centro emulará el mundo, como si de un espejo se tratase.
El héroe, la historia y el mito se irán
transformando en el relato de un viajero por medio del cual la distancia seguirá mitificando los espacios lejanos que dependerán del oikumene, el centro de donde surge el discurso de poder. 3.2 La imagen del mundo y el concepto de “mirabilia” El espacio central ya definido en la antigüedad clásica como oikumene sigue manteniéndose en la Edad Media sólo que el poder central pasa a estructurarse a partir del ‘cristianismo’. Este capítulo tratará de analizar cómo se simboliza el espacio en la Edad Media desde el centro, el mundo habitado por el occidente cristiano hasta los márgenes.
En este sentido se dará cuenta de ‘los itinerarios’ como modo de
simbolización de ese mundo cristiano que evoluciona hacia los textos de peregrinación. Los márgenes se simbolizarán a través del concepto de ‘la maravilla’ que o bien crea un
Sánchez-Blanco 110 ‘corpus literario’ de cosas y seres fantásticos, o bien llega incluso a funcionar, desde el mismo término, como elemento retórico que denota un asombro ante la magnitud de algo observado. 3.3 El mundo grotesco de la Patagonia Comienza este capítulo con un análisis de los viajes de conquista realizados por Cristóbal Colón quien trata de aplicar el arquetipo espacial de las maravillas como modo de identificación de las tierras a las que llega. Este modelo de identificación por medio del cual ‘las maravillas’ juegan un papel importante (sobre todo en lo que respecta a la obsesión por ‘el oro’) influirá en el texto de fundación de la Patagonia por excelencia; el texto de Antonio Pigafetta (1491?-1534). Por primera vez se da nombre tanto al territorio como a los habitantes de la Patagonia. El análisis en este capítulo se dirigirá hacia la hipótesis de que una de las causas principales por las que se ha mitificado el espacio patagónico se debe a que en el momento en el que se produce el texto de Pigafetta se está produciendo una evolución cultural a la hora de percibir el espacio. Las maravillas constituyen el origen de un proceso de deformación que llegará a ‘lo grotesco’. Una consecuencia de esto es el ‘gigantismo’ con el que se asocia tanto el espacio de la Patagonia como a los indígenas que allí viven. 3.4 El mundo como exhibición Este apartado analiza cómo ‘la modernidad’ influye a la hora de representar espacialmente la Patagonia. El hecho desde el que se parte es el de considerar ‘la modernidad’ como el ‘redescubrimiento del mundo natural’ a través del surgimiento de las nuevas disciplinas científicas.
Sánchez-Blanco 111 Este mundo natural incluye ‘la otredad’ del mundo indígena que se clasifica y cataloga. La taxonomía y clasificación del mundo natural de la Patagonia se realiza a través de un espacio que manifiesta el poder discursivo de la ciencia europea; refiriéndonos al espacio del ‘museo’ que relega al indígena a un espacio pasado y prehistórico, es decir a un espacio ya desaparecido. 3.5 El mundo de la paradoja. Orden universal y desorden local. Como final al proceso histórico que se ha venido desarrollando en este capítulo, se analiza en este apartado el texto de Mempo Giardinelli desde la perspectiva de ‘la paradoja’ que la representación espacial de la Patagonia crea en la actualidad. La Patagonia como ‘final del mundo’ transcribe un espacio mundial que se organiza a partir de dos órdenes: el orden global y el orden local. Debería haber una correspondencia entre ambos órdenes para conseguir un equilibrio pero no es así en el caso de la Patagonia. El orden global se superpone con la comercialización de los mitos que crearon y siguen imaginando la Patagonia, obviando la posibilidad del desarrollo de un orden local.
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3.1 El mundo como espejo de la armonía celeste La experiencia subjetiva nos hace “construir” esquemas conceptuales con los que estructuramos el espacio.
Así por ejemplo el concepto “lejos” inmediatamente
espacializa una distancia, y nuestra experiencia envuelve dicha distancia con imágenes, sentimientos y pensamientos propios de nuestra subjetividad. Por lo tanto “lejos” sitúa un objeto en la distancia. El hecho de la lejanía reside en una percepción de algo que, o bien está casi rebasando un límite o está más allá de ese límite. Nosotros, o nuestro “yo” respecto a esa distancia se situará en el centro de un entorno que nos es familiar y conocido. “Lejos” nos dará cuenta de un espacio que casi está “afuera”, lejano del centro que conocemos, pues es donde desarrollamos nuestras vidas y sobre todo nuestras actividades cotidianas. Los poemas homéricos se interpretan aquí como textos fundacionales de una literatura de viajes. El espacio se dispone alrededor de la figura del héroe y su viaje mítico. En el centro está el mundo social y pragmático, el “afuera” es necesario para entender los mitos de fundación del centro. El centro se ordena en la extensión del espacio que se llama tierra y que forma un continuo con el cielo del cual trata de imitar su armonía. Lugares y objetos definen el espacio y a su vez se convierten en centros debido a su conexión con un valor simbólico. Las rutas y los caminos van conectando uno a uno estos centros para configurar el gran núcleo de donde quien parta retornará héroe pues en los confines del mundo descubrirá el misterio que liga la tierra con el cielo. Comienza así la aventura de los textos de viajes. En los confines del mundo se escribe la historia de la tierra, el texto se sitúa en los márgenes de la representación del mundo. El héroe informa sobre el final de un mundo cuyo centro es sólo un lejano reflejo de ese final o de
Sánchez-Blanco 113 ese comienzo. Foucault lo explica en los siguientes términos: “el mundo forma una cadena consigo mismo. En cada punto de contacto comienza y termina un anillo que se asemeja al anterior y se asemeja al siguiente; y las similitudes se persiguen de círculo en círculo, reteniendo los extremos en su distancia” (Las palabras y las cosas 28). El texto es la continuación de este mundo de círculos concatenados a través de la conveniencia de las cosas. La representación es un espejo, una “aemulatio” del mundo. Los círculos se alejan pero en el último se ve el reflejo del primero. Así sucede en la épica de Homero, concretamente en la Ilíada, cuando el Dios Hefesto forja en las llamas avivadas por los fuelles las armas que el héroe Aquileo llevará para enfrentarse a su enemigo Héctor. Para estas armas se funden “duro bronce, estaño, oro precioso y plata” (rapsodia XVIII, versos 473-474). El Dios puso su máximo empeño en el escudo, en su circularidad y resplandor de los metales fundidos queda grabado el mundo: “Allí puso la tierra, el cielo, el mar, el sol infatigable y la luna llena; allí las estrellas que el cielo coronan, las Pléyades, las Híades, el robusto Orión y la Osa, llamada por sobrenombre el Carro, la cual gira siempre en el mismo sitio, mira a Orión y es la única que deja de bañarse en el Océano” (483489). También se representan, dentro del escudo el reflejo de dos ciudades. En una de ellas se celebran bodas y banquetes: “En la una se celebraban bodas y festines: las novias salían de sus habitaciones y eran acompañadas por la ciudad a la luz de antorchas encendidas, oíanse repetidos cantos de himeneo, jóvenes danzantes formaban ruedos, dentro de los cuales sonaban flautas y cítaras, y las matronas admiraban el espectáculo desde los vestíbulos de las casas” (rapsodia XXVIII, versos 491-496). En otro plano de la ciudad otro círculo, esta vez constituido por hombres, asiste a la celebración de un juicio:
Sánchez-Blanco 114 Los hombres estaban reunidos en el ágora, pues se había suscitado una contienda entre dos varones acerca de la multa que debía pagarse por un homicidio: el uno, declarando ante el pueblo, afirmaba que ya la tenía satisfecha; el otro negaba haberla recibido, y ambos deseaban terminar el pleito presentando testigos. El pueblo se hallaba dividido en dos bandos que aplaudían sucesivamente a cada litigante; los heraldos aquietaban a la muchedumbre, y los ancianos, sentados sobre pulimentadas piedras en sagrado círculo, tenían en las manos los cetros de los heraldos, de voz potente, y levantándose uno tras otro publicaban el juicio que habían formado. En el centro estaban los dos talentos de oro que debían darse al que mejor demostrara la justicia de su causa. (rapsodia XVIII, versos 496508) En la otra ciudad se está llevando a cabo una guerra, es una ciudad amurallada y mientras los sitiados se defienden “subidos en la muralla”, los sitiadores se hallan “reunidos en junta”. Se realizan emboscadas utilizándose rebaños y pastores. Pronto se organiza un campo de batalla en donde se agitan “la Discordia, el Tumulto y la funesta Parca” (rapsodia XVIII, verso 534).
Se representan en el escudo circular tierras
labrándose que son de oro, constituyéndose “una singular maravilla”. También hay una viña en donde “doncellas y mancebos” cosechan el dulce fruto cantando y bailando “profiriendo voces de júbilo y golpeando con los pies el suelo” (rapsodia XVIII, verso 572). Rebaños de vacas con cornamentas de oro, hermosos valles donde pacen cándidas ovejas, establos, chozas, más mancebos y doncellas bailando y no puede faltar el “divino aedo” que compone y canta versos acompañándose con la cítara. Todo está dispuesto en círculos y en continuo movimiento, es el mundo que se refleja en el bronce del escudo. Todo contenido y cerrado en la circularidad del arma, y en el último círculo el final del mundo que los griegos representaban desde la vertiente circular del eterno río Océano: “En la orla del sólido escudo representó la poderosa corriente del río Océano” (rapsodia XVIII , verso 606). Este límite es el principio del
Sánchez-Blanco 115 orden celeste, es el territorio en el cual el mito comienza, en el margen de la representación del espejo se desarrolla el texto, los héroes están en ese final y ese principio, el “aedo”, Homero, es un intermediario entre lo divino y lo terrestre. El pasado mítico rodea el escudo. El reflejo es el mundo con sus gentes en movimiento, ajenos al otro movimiento del pasado glorioso que se desarrolla en el texto del poeta quien posee la divinidad de la memoria del mito: “... and the Iliad inspired ‘origin of the gods,’ illustrates how Ocean could represent the outer limits of both geographic space and historical time at once, a combination which inspired equal measures of fear, fascination, and reverence” (Romm 26) El retorno del héroe Odiseo, su viaje de vuelta tiene, como parada esencial, la estancia en las orillas del Océano, otra vez como final y esta vez comienzo de los infiernos. El héroe Aquiles en la Ilíada es merecedor del escudo en el que se refleja el mundo. El héroe Odiseo en la Odisea regresa de un viaje por los confines del mundo a la tierra de los mortales. El mundo que se refleja en la circunscripción del escudo de Aquiles contiene el texto en sus márgenes y tras su épica mítica transcurre el pasado glorioso de formación de un poder que se ve en el centro del escudo: ciudades en movimiento, con vida, es el poder de las polis griegas. Los investigadores datan la Ilíada y la Odisea entre los siglos IX y VIII a. de C. Las dos ciudades que Homero representa en el centro del escudo son buen ejemplo de este poder que también se organiza a través de centros como el asty que da nombre al núcleo central que amuralla un urbanismo funcional que se dispone en torno a una plaza pública (el ágora). Estas “ciudades-estado” son de carácter agrario, pero posteriormente funcionarán como el modelo estatal que se difunde por todo el Egeo y
Sánchez-Blanco 116 durante la Gran Colonización Griega, que se desarrolla en el Mediterráneo a partir del siglo VIII a.C. Los poemas épicos ofrecen un esquema del mundo que se ordena en este caso a partir del poder central que emana de las incipientes polis o ciudades-estado. James S. Romm en The Edges of the Earth in Ancient Thought comenta sobre un siguiente paso literario hacia la prosa desde la visión y concepto del mundo en la épica. El mismo lenguaje le da la clave. La expresión en griego “peirata gaies” denota el concepto de frontera o límite físico que como hemos visto se constituía por el río Océano: “... the phrase peirata gaies and the element which was in a sense the physical embodiment of these ‘boundaries,’ the river Ocean” (26).
Esta expresión cambia a
“periodos ges” cuyas raíces están profundamente ligadas a la tradición de percibir “mundos distantes” y su traducción, según Romm es “round-the-earth journey”, es decir: “Whereas the dactylic formula peirata gaies clearly derives from epic poetry and the body of myth associated with it, periodos ges instead belongs to early prose” (26). El concepto de periodos también responde a un orden circular e incluso se puede traducir como “mapa de la tierra”, sin ser su modo de representación gráfica sino escrita. Es decir, la manera de representar el orden será bajo el presente de las rutas que configuran el espacio terrestre. Dichas rutas quedarán más claras en los textos narrativos que en los poéticos, y su narración da cuenta de “circuitos” que conforman un viaje. La épica de Homero representa el mundo a través de los límites que separan la realidad del mito. El orden de las ciudades se entiende a través de una visión del mundo que comienza y termina en el mito. El único ser que se mueve entre el centro y los límites es el héroe mítico. El héroe es el personaje principal de la historia y del espacio.
Sánchez-Blanco 117 El concepto de periodos ges, que significa ‘viaje alrededor de la tierra’, ya no es un viaje mítico, ni su personaje es un héroe. Este concepto, por lo tanto, implica un cambio, el personaje ahora es el viajero y su propio viaje a través de un mundo circular. Su objetivo es el de seguir representando a través de su narrativa una visión sinóptica del circuito de la tierra. Esta visión es necesaria para seguir configurando el significado de un centro del que todo parte y todo se organiza. El mejor ejemplo de este cambio es Heródoto (Halicarnaso, 484 a. de C.). Aunque el título de su obra es Historias, basada en las guerras médicas (griegos contra persas), su base son los viajes que Heródoto realizó a Egipto, Mesopotamia, Escitia y propablemente llegara hasta la India.
La
historia ya no es el mito que explica el pasado en un espacio ficticio que se configura entre el orden de la tierra y el cielo. La historia transcurre en un espacio escenario real. Una de las novedades que trae el texto de Heródoto es su rechazo a la leyenda del Océano como un río que rodea y marca el final de la tierra: “Y el que ha hablado del Océano, al llevar a lo desconocido el asunto, no tiene prueba contrastada. En efecto, yo al menos no sé que exista algún río Océano y creo que Homero o alguno de los poetas que con anterioridad han existido –que inventó el nombre- lo introdujo en la poesía” (2. 23). Esto implica algo muy importante, ya que Heródoto está borrando la línea divisoria entre la realidad y el mito; es más, este mito se sustituirá por otro que no hablará tanto de la historia del pasado sino que hablará de “espacio y regiones” que se extienden más allá. La distancia es el nuevo mito, lo que hay más allá de lo conocido se puebla de ficción.
Los términos de peirata y periodos responden más a una línea
divisoria, como si la tierra estuviera contenida en una gran línea de costa bañada por el río Océano. Heródoto sustituye esta línea que separa la tierra del agua por los “eremoi” o
Sánchez-Blanco 118 “espacios vacíos” (Romm 117). El final de la tierra ya no es un río circular, sino que la tierra está rodeada de una especie de desierto abierto y difuso, por todas partes menos por el Oeste: “Pues bien, la zona de los indios situada en dirección a la aurora es un desierto por el arenal” (3. 98). Este final difuso y abierto suponen según Romm dos puntos importantes: “...the ‘emptiness’ at the edge of the earth is defined both as a lack of inhabitants, especially when eremos is expanded to eremos anthropon or ‘empty of men’ (as in 4.17), and a lack of information, in that it separates Herodotus from the region about which ‘no one knows anything clearly.’” (Romm 36).
Más adelante explica
Romm que estos desiertos son un espacio que implica otras regiones que se sitúan más allá, pero que se desconocen. Romm también comenta que debido a este final surge la emergencia de aquel espacio central que se define por lo contrario, por la comunicación, conocimiento que da seguridad y que es habitable. A este espacio se le denomina “oikumene”, que se traduce como “mundo conocido”, “mundo familiar” o como también traduce Romm, “nuestro mundo”. El mundo que Heródoto representa en su texto responde también a un mapa conceptual en el que existe un espacio interior conocido llamado oikumene que a su vez gira en torno a la Hélade y el Mar Mediterráneo como centro de poder. Pero en el exterior y configurando el final de este mundo conocido se dispone una línea formada por regiones que rodean y encierran el mundo de lo conocido, estas regiones es lo que Heródoto, según recoge Romm, denomina como eschatiai y que significa “las tierras más lejanas” : “En cualquier caso, parece que los extremos (eschatiai), que rodean a la tierra restante y en su interior la abarcan, tienen esas cosas que a nosotros nos parece que son
Sánchez-Blanco 119 las más excelentes y escasas” (3. 116) Una de estas regiones más en el extremo es la India y de ella Heródoto cuenta lo siguiente: Casualmente las zonas más alejadas de la tierra habitada obtuvieron lo más excelente, del mismo modo que la Hélade obtuvo los climas con mucho los más templados. Así, hacia la aurora, ciertamente la más lejana de las tierras habitadas es la India, como poco antes he dicho; en ella, por un lado, los seres vivos –tanto cuadrúpedos como los alados- son mucho mayores que en los demás países, a escepción de los caballos (éstos son superados por lo caballo médicos, que son llamados ‘neseos’); por otro lado, hay allí oro en cantidad inmensa, uno que se extrae del suelo, otro que es arrastrado por [los] ríos, y otro que es saqueado tal como he indicado. Además, los árboles silvestres producen como fruto lanas que en belleza y calidad superan a las de las ovejas; y los indios utilizan una vestimenta sacada de tales árboles. (3. 106) Es importante destacar de esta cita cómo la distancia crea un espacio mítico. En la lejanía se sitúan las tierras en el que los seres vivos, exceptuando al ser humano, son de un tamaño mayor a lo habitual, es decir gigantes. Otro aspecto importante es el de emplazar cantidades inmensas de oro, como algo singular de estas tierras. La Hélade, el centro, sólo obtiene el beneficio del clima que hace posible que sea habitable, sin embargo las riquezas están en el exterior. Si en Homero se deduce una expansión territorial, Heródoto está implicando una invitación a la expansión comercial. En los límites comienza la maravilla, el mito no es el pasado glorioso sino el presente de una distancia que se puede conquistar. El mito es la promesa del oro en los límites de la tierra, en el final del mundo. El mundo se convierte en un espejo del presente de expansión comercial de la Hélade. Heródoto se sitúa en ese centro y desde ahí deduce los extremos como límites alcanzables, más allá de esos extremos se encuentra el oro y todas las maravillas.
Sánchez-Blanco 120
3.2 La imagen del mundo y el concepto de “mirabilia” La Edad Media hereda la visión del mundo que se generó en la antigüedad. En la obra de Heródoto, Historias, se ha comprobado cómo la visión del mundo pasa de ser un espejo de la historia a incorporar el espacio como algo presente que contiene esa historia. El mito ya no está en los hechos heroicos del pasado, sino en la distancia que se recorre para un fin de descubrimiento. El mundo conocido sigue existiendo y continúa percibiéndose como tal. Se constituye un nuevo eje motriz del que partirán todos los discursos del saber: el cristianismo. Su expansión se hace a base de itinerarios que van uniendo diferentes ciudades, centros de peregrinación, todas con alguna importancia religiosa. Una reliquia, la leyenda de un milagro, un rey ejemplar, hacen que el mapa del “mundo habitado” se llene de puntos que se unen. Los puntos son centros que trazan un camino hacia una meta espiritual: Tierra Santa. Jerusalén es el centro de los centros, es tierra en donde se confirman las marcas y los signos de la vida de Jesucristo. La Biblia es un texto que se corrobora espacialmente. Más que las enseñanzas, las Sagradas Escrituras son el mapa conceptual que se transforma en una red de caminos. Es una prosa incipiente de itinerarios diversos. El oikumene de Heródoto pasa a ser “el orbe”, el gran círculo que contiene la tierra. Es el mundo conocido que se cristianiza a través de los itinerarios. El itinerario es la clave retórica para definir el libro de viajes como un género literario en la Edad Media. El itinerario organiza el espacio en base a la distancia. El mundo interior conocido se teje a través de un armazón de itinerarios que los distintos libros de viajes van ampliando. El objetivo de estos itinerarios en su origen es llegar a una ciudad santa que entre las más importantes eran Jerusalén, Roma y Santiago. En los
Sánchez-Blanco 121 primeros itinerarios escritos predomina más el carácter informativo que el subjetivo. El mejor ejemplo es un texto, casi desconocido, que fue redactado por Egeria, una monja cuyo origen se emplaza en Galicia. Está fechado a finales del siglo IV (381-384). El título se
presenta de diferentes formas: Peregrinatio Egeriae, Itinerarium Egeriae,
Itinerarium Etheriae, existiendo aún más variantes. El texto no está completo, faltan el comienzo y la última parte. No obstante del resto que se conserva se puede estructurar en dos partes: la primera, y es la que más nos interesa para este ensayo, es el diario de viaje propiamente dicho. La segunda parte, y también de bastante valor literario, se trata de una descripción de la liturgia tal y como se celebraba en aquella época en Jerusalén. El diario del viaje del texto conservado comienza en el momento en el que Egeria, después de haber visitado Jerusalén, Belén, Hebrón y Galilea, sube a la cumbre de la montaña del Sinaí. Regresa de nuevo a Jerusalén por tierras de Gesén. Desde allí va al monte Nebo, en Arabia, y también visita tierras de Samaria. Regresa otra vez a Jerusalén y después de tres años desde que comenzara el viaje, emprende el regreso. Sigue la costa mediterránea hacia Tarso. Demora su regreso en Antioquía respondiendo a los deseos de visitar Edesa y se adentra por tierras de Siria y de Mesopotamia. Finalmente vuelve a Tarso y visita también Éfeso. Es en Constantinopla donde el texto concluye. El texto está dirigido a las monjas de su congregación. El carácter subjetivo se encuentra principalmente en la confirmación de la Biblia a través del espacio que recorre, en ir configurando un itinerario no con vistas de ser de nuevo viajado por sus compañeras sino el de ser recorrido a través de la lectura. Existe con este texto una separación entre la épica del héroe que confirma la historia de fundación. El viajero en el caso de Egeria es la misma narradora de la historia
Sánchez-Blanco 122 biblíca, es una narración que se pone al servicio de un futuro lector y el máximo protagonista es el itinerario real que confirma el que se recorre en la Biblia. 1. Se nos mostró todo de acuerdo con las Escrituras. Mientras tanto, de camino, llegamos a cierto lugar, en que las montañas –entre las que avanzábamos- separábanse y formaban un valle grandísimo y muy extenso, plano y sobremanera bello. Detrás aparecía el Sinaí, el monte santo de Dios. (Itinerario I, 1) Llama la atención que la primera persona esté escrita en plural, es decir, Egeria no utiliza el ‘yo’ que tanto caracteriza al viajero en un texto de viaje, sino que utiliza el ‘nosotros’. Esto se debe a la siguiente circunstancia; Egeria no viaja sola, siempre está acompañada por guías y de esto se deduce uno de los pocos datos biográficos que se conocen de esta monja singular.
Debió de ser una dama de gran prestigio por el
tratamiento que recibe en su viaje de sus propios guías, obispos, monjes e incluso de autoridades imperiales romanas. El texto de Egeria recoge ya los elementos más importantes con los que el libro de viaje evoluciona hasta el relato de conquista.
Si bien todavía no se aprecia la
característica principal a la que se intenta llegar en este apartado: la simbolización de la distancia en los confines de la tierra a través de la “mirabilia”. Los textos como el de Egeria tienen como objetivo principal una descripción detallada del “itinerario”, es un mapa que literariamente describe un camino hacia una meta espiritual. Este tipo de textos son el origen de verdaderas “guías de viajes” para peregrinos que se dirigían a los importantes centros de peregrinación de la época. Entre los más importantes no hay que olvidar citar el Liber Sancti Iacobi, una compilación del siglo XII que se atribuye a Aymerico Picaud, clérigo francés que recorrió el camino de Santiago. Consta de cinco libros. El primer libro lo componen una recopilación de
Sánchez-Blanco 123 sermones y homilías dedicadas al Apóstol Santiago. En el segundo libro se narran los milagros del santo. El tercero es la historia de cómo se transportó el cuerpo desde Jerusalén a Galicia y cuenta dónde está ubicado el sepulcro. El cuarto se constituye por la crónica que narra las hazañas y leyendas de la campaña de Carlomagno, la derrota de Roncesvalles y la muerte de Roldán (conocido como Crónica de Pseudo Turpín). Por último, el quinto libro, y es el que nos merece especial atención, es una guía de viajes para aquellos que frecuentaban el “camino francés”. Está compuesto por once capítulos y los tres primeros son un itinerario en el que se especifican las cuatro vías que salían de Francia hacia Galicia. También incluye entre sus capítulos la mención de aquellos que restauraron el camino, entre los que consta el propio autor, así como testimonios de viajeros, los nombres de los territorios y el carácter de las gentes que se pueden encontrar durante el recorrido, y también se mencionan algunos productos típicos: “Tras este valle se encuentra Navarra, tierra considerada feliz por el pan, el vino, la leche y los ganados”, e incluso la incorporación de una lista de palabras vascas: “... al pan, orgui; al vino, ardum; a la carne, aragui; al pescado, araign; a la casa echea...” . Máxima importancia la tienen las reliquias que se deben visitar durante el recorrido. El itinerario es el elemento organizador y predomina fundamentalmente el elemento descriptivo: Después de la tierra de éstos, una vez pasados los Montes de Oca, hacia Burgos, sigue la tierra de los españoles, a saber, Castilla y Campos. Esta tierra está llena de tesoros, abunda en oro y plata, telas y fortísimos caballos, y es fértil en pan, vino, carne, pescado, leche y mile. Sin embargo, carece de árboles y está llena de hombres malos y viciosos. Después, pasada la tierra de León y los puertos del monte Irago y monte Cebrero, se encuentra la tierra de los gallegos. Abunda en bosques, es agradable por sus ríos, sus prados y riquísimos pomares, sus buenas frutas y sus clarísimas fuentes; es rara en ciudades, villas y sembrados. Escasea en pan de trigo y vino, abunda en pan de centeno y sidra, en
Sánchez-Blanco 124 ganados y caballerías, en leche y miel y en grandísimos y pequeños pescados de mar; es rica en oro y plata, y en tejidos y pieles silvestres, y en otras riquezas, y sobre todo en tesoros sarracenos (41-43). Llama la atención de este fragmento la mención de los tesoros, riquezas, del oro y de la plata, detalle literario que no se encuentra en el texto de Egeria. Los tesoros y las riquezas dentro de la descripción de un territorio forma parte de lo que los teóricos llaman “conjunto, cuadro o corpus de ‘mirabilia’”. Casi todos los teóricos coinciden en definir “la maravilla” como la parte “fantástica” y el elemento literaro que tiene más relevancia en los libros de viajes de la Edad Media: “Esta mezcla de elementos precisos de observación y componentes fantásticos proporciona el sesgo distintivo de estas obras medievales” (Ortega Valcárcel 75). Desde la perspectiva de Ortega Valcárcel existe un componente fantástico (que más tarde define como ‘maravilla’)
separado de la
“observación” de un territorio que dará como resultado elementos más precisos. Es decir, para Ortega Valcárcel ‘la mirabilia’ aporta datos imprecisos del territorio que se recorre y es más fruto de la imaginación fantasiosa que de la observación de la realidad. La inserción de las maravillas en los textos de viaje medievales no responde a datos tan imprecisos como Ortega Valcárcel supone, si bien el concepto de “mirabilia” dentro del contexto medieval es de gran envergadura y muy heterogéneo para precisar una tipología dentro del discurso. Las maravillas dentro de la descripción muestran una relación de cosas, gentes y lugares extraños, asombrosos y sobre todo “diferentes”. Pero son algunas características las que se quieren destacar. La maravilla es un modo de descripción que daba credibilidad al relato. Pero el rasgo más peculiar de este elemento literario es el de su localización: los márgenes del mundo.
En la Edad Media lo más
maravilloso y extraordinario era marginal y había que ir a buscarlo y verlo. Además la
Sánchez-Blanco 125 maravilla respondía a que el texto fuera preciso en la “imagen del mundo” que se concebía. Las maravillas marcaban el espacio que era diferente al mundo de lo conocido. La diferencia estaba sobre todo en las gentes y en la naturaleza de esos espacios. La influencia literaria de las maravillas como elemento retórico sobresaliente en los libros de viajes medievales es claramente greco-latina, sobre todo si lo comparamos con el texto de Heródoto expuesto en el anterior apartado. Su extensión y proliferación no se debe tanto a que el público reconociera una ficción y una evasión en estos espacios maravillosos, sino más bien todo lo contrario. Las maravillas formaban una realidad espacial y eran parte integrante de “la imagen del mundo” que empezó a reconocerse en diversos tratados filosóficos y científicos que transmitían el saber de la época: “..., toda una literatura pseudocientífica que describe la ‘realidad maravillosa’ de Oriente iba a hacer mella en la imaginación medieval y los escritos de Plinio y Solino como autoridades,...” (Popeanga 76). Entre estas autoridades hay que destacar a San Isidoro de Sevilla (570?-636) y su obra Etimologías. Contemporáneo de San Isidoro, San Braulio, comentó lo siguiente sobre Etimologías: Un códice de Etimologías, de enorme extensión, que él dividió, para mayor claridad, por títulos, no por libros; como lo hizo accediendo a mis ruegos, aunque lo dejó sin terminar, yo lo dividí en veinte libros. Esta obra, que abarca todo el conocimiento, absolutamente hablando, todo aquel que la estudie a fondo y la medite largamente, se hará sin duda dueño del saber en todos los temas divinos y humanos. Brinda una selección más que abundante de las diversas artes, al reunir en apretada síntesis todo cuanto en la práctica debe saberse. (18). Hay todavía muchos otros escritos suyos de menor importancia y piezas que dan mucho lustre a la Iglesida de Dios. (Díaz y Díaz 115)2
2
.- Texto extraído de la “Introducción” a la obra Etimologías de San Isidoro, y realizada por Manuel C. Díaz y Díaz. La obra de San Braulio referida lleva por título Renotatio Isidoris, y que se puede encontrar en San Braulio de C.H. Lynch y P. Galindo.
Sánchez-Blanco 126 La obra de San Isidoro tuvo una gran difusión. Díaz y Díaz comenta que se puede estimar en cinco mil el número de copias que se hicieron de esta obra entre los siglos VIII y XV (200). Las claves del éxito de esta obra las perfila San Braulio en el comentario recogido anteriormente, del cual es importante destacar el carácter enciclopédico y universal respecto al conocimiento que integra la obra. Se promete ser “dueño del saber en todos los temas divinos y humanos”. La obra está dividida en temas: “De Grammatica”, “De Rhetorica et Dialectica”, “De Mathematica”, “De Medicina”, “De legibus et temporibus”, “De libris et officiis eccleiasticis”, “De linguis, gentibus, regnis, militia, civibus, affinitatibus”, “De vocabulis”, “De homine et portentis”, “De mundo et partibus”, “De terra et partibus”, “De lapidibus et metallis”, etc...
El objetivo
de San Isidoro es el de crear un continuo entre el saber del mundo antiguo y el nuevo orden cristiano: “Adopta como punto de arranque una realidad compleja nueva, que es el supuesto de que mundo antiguo y mundo cristiano no son contradictorios” (Díaz y Díaz 213). La imagen del mundo tal y como se representa en la obra de Heródoto es igual en la obra de San Isidoro, cambia el poder central desde el cual se organiza el orden conceptual. Si en Heródoto se percibe el poder económico expansionista de la Hélade, en Etimologías es el nuevo orden cristiano el centro desde el cual se dispone todo lo creado por Dios: 1. El mundo está integrado por el cielo, y la tierra, y los mares y cuanto en ellos hay creado por Dios. De él se dice (Jn 1,10): “Y el mundo fue hecho por él”. En latín, los filósofos le dan el nombre de mundus porque está en continuo movimiento, como lo están el cielo, el sol, la luna, el aire y los mares. A sus componentes no se les ha concebido ni un momento de reposo, de manera que están en movimiento constante. 2. Por ello, a Varrón le parece que los elementos son seres animados, ‘porque –como él dice- se mueven por sí mismos’. Los griegos, por su parte, impusieron al mundo un nombre haciéndolo derivar de su belleza, debido a la diversidad de sus elementos y la hermosura de las estrellas. Y así lo denominaron
Sánchez-Blanco 127 kósmos, que significa ‘ornato’. Y es que nada hay a los ojos humanos más hermoso que el mundo. (Etimologías XII, 1. 1-2) En el centro del mundo está “la tierra”, pero no concebida esta como planeta sino como la tierra firme: “1. Terra est in media mundi regione posita” (Etimologías XIX, 1.1). Diferenciándose de los conceptos “tierra” y “mundo” existe el concepto de “orbe” que en su geometría de círculo reside el orden y disposición de las partes en las que la tierra se divide: 1. Se denomina orbe por la redondez de su círculo, porque es semejante a una rueda; por eso, a una rueda pequeña se le da el nombre de orbiculus. El océano la rodea por todos los lados, limitando sus confines como en un círculo. El orbe está dividido en tres partes, una de las cuales se denomina Asia, otra Europa, y la tercera, Africa. (Etimologías XIV 2, 1) La idea del océano como el círculo final constituido de agua que rodea la tierra por todos lados también se veía en la obra de Heródoto. Como se ha ido percibiendo a través de estas citas recogidas de la obra de San Isidoro los nombres de las cosas que se encuentran en este mundo se van explicando según su etimología. La síntesis del saber se hace a través de un método etimológico en donde se expone de dónde viene un término y por qué se ha aplicado al objeto en cuestión. Es decir, se accede a la realidad y al conocimiento por medio de las palabras: 1. La etimología estudia el origen de los vocablos, ya que mediante su interpretación se llega a conocer el sentido de las palabras y los nombres. […] Por ejemplo, flumen (río) deriva de fluere, porque fluyendo crece. 2. [...] Pues, si se sabe cuál es el origen de una palabra, más rápidamente se comprenderá su sentido. El examen de cualquier objeto es mucho más sencillo cuando su etimología nos es conocida. (Etimologías I 29, 1-2) Pero aparte de toda la cosmología que traza una visión esquemática del mundo expuesta en las anteriores citas, existe un capítulo (Libro XI) dedicado al “hombre y los
Sánchez-Blanco 128 seres prodigiosos”. La primera parte está dedicada al hombre y a su forma, cada parte del cuerpo se explica según su significado etimológico: 32. Las sienes (tempora) son las partes que se encuentran a la derecha y a la izquierda del cráneo; y reciben este nombre porque se mueven, y por esa movilidad, como los tiempos, cambian en determinados períodos. 33. Llamamos al rostro facies por el aspecto que presenta (effigies): en él se muestra toda la figura del hombre y por él puede conocerse a cada persona. (Etimologías XI 1, 32-33) Este libro dedicado al hombre incluye un apartado dedicado a los “prodigios”, en latín “portentis”: “Y se conocen con el nombre de portentos, ostentos, monstruos y prodigios, porque anuncian (portendere), manifiestan (ostendere), muestran (monstrare) y predicen (praedicare) algo futuro” (XI 3, 3). Estos seres presentan alguna anomalía en la forma del cuerpo: “..., “portentoso” es lo que experimenta una ligera alteración; por ejemplo, el que nace con seis dedos. 7. Existen, por lo tanto, portentos y cosas portentosas; unos, a causa de la enormidad de todo su cuerpo, que sobrepasa la talla común de los hombres, como en el caso de Titón, cuyo cuerpo extendido, al decir de Homero, ocupaba nueve yugadas; otros, por la pequeñez general de su cuerpo, como los enanos, o los que los griegos llaman pigmeos, porque su estatura no sobrepasa la de un codo. Los hay portentosos por la magnitud de alguno de sus miembros, como los que tienen una cabeza deforme; o por tener miembros superfluos, como los que poseen dos cabezas o tres manos, o los cynodontes, que presentan doble fila de dientes. Estos seres están incluidos dentro del género humano. Esta inclusión define la diferencia: 12. Del mismo modo que en cada pueblo aparecen algunos hombres monstruosos, así también dentro del conjunto del género humano existen algunos pueblos de seres monstruosos, como los gigantes, los cynocéfalos, los cíclopes y otros más. 13. El nombre de gigantes presenta una etimología griega, pues los griegos los denominan gegeneîs, es decir, terrígenas, porque se piensa fabulosamente que fue la tierra quien los engendró con su inmensa mole y los hizo semejantes a ella. En griego gê es el nombre de la tierra; génos, por su parte, significa ‘linaje’. En
Sánchez-Blanco 129 consecuencia, la gente suele llamar ‘hijos de la tierra’ a aquellos cuya genealogía es incierta. (XI 3, 12-13) He incluido en esta cita anterior la etimología del término “gigante” que hace referencia, como señala San Isidoro, a la semejanza con la inmensidad de la tierra y llama la atención que el autor comente que esto es así porque “se piensa fabulosamente”. Recurriré posteriormente a esta cita, pues de la analogía entre “gigante” y percepción de la extensión de “tierra” se funda uno de los grandes mitos de la Patagonia. No obstante queda por señalar otro aspecto importante de las Etimologías y en referencia a estos seres prodigiosos. San Isidoro comenta lo siguiente: 1. Varrón dice que portentos son las cosas que parecen nacer en contra de la ley de la naturaleza. En realidad, no acontecen contra la naturaleza, puesto que suceden por voluntad divina, y voluntad del Creador es la naturaleza de todo lo creado. De ahí que incluso los gentiles denominen a Dios unas veces Naturaleza, otras simplemente Dios. 2. En consecuencia, el portento no se realiza en contra de la naturaleza, sino en contra de la naturaleza conocida. (XI 3, 1-2) Los seres prodigiosos han sido creados por Dios y están dentro de la naturaleza del mundo pero marcan la diferencia entre lo conocido y lo desconocido. Los límites entre lo conocido y lo desconocido se definen espacialmente: 15. Los cynocéfalos deben su nombre a tener cabeza de perro; sus mismos ladridos ponen de manifiesto que se trata más de bestias que de hombres. Nacen en la India. 16. También la India engendra cíclopes. Y se les denomina ‘cíclopes’ porque ostentan un ojo en medio de la frente. Se los designa también con el nombre de agriophagîtai, porque sólo se alimentan de carne de fieras. 17. Se cree que en Libia nacen los blemmyas, que presentan un tronco sin cabeza y que tienen en el pecho la boca y los ojos. Hay otros que, privados de cerviz, tienen los ojos en los hombros. 18. Se ha escrito que en las lejanas tierras de Oriente hay razas cuyos rostros son monstruosos: unas no tienen nariz, presentando la superficie de la cara totalmente plana y sin rasgos; otros ostentan el labio inferior tan prominente que, cuando duermen, se cubren con él todo el rostro para preservarse de los ardores del sol; […] 19. Cuentan que en la Escitia
Sánchez-Blanco 130 viven los panotios, con orejas tan grandes que les cubren todo el cuerpo. [...] 20. Según dicen, en Etiopía viven los artabatitas, que caminan, como animales, inclinados hacia el suelo; ninguno supera los cuarenta años. (XI 3, 15-20) La diferencia, lo extraño, lo asombroso y la maravilla comienzan en lo desconocido que a su vez se emplaza en los confines de la tierra, en aquellos lugares adonde se dirigen los viajes.
La maravilla es el recurso literario que describirá la
diferencia en la naturaleza que principalmente contiene riquezas, ciudades fastuosas, reyes poderosos y seres prodigiosos que se describen a través de sus formas. Pero la característica intrínseca en la maravilla de la cual se sirven para describir lo diferente y extraño es la “marginalidad”.
El viaje se realiza con el fin de ver estas maravillas que
coinciden con los parajes más alejados del mundo conocido, que se traza y se concibe bajo una cosmovisión cristiana, pues uno de los lugares que dan muestra de la cercanía de los márgenes de la tierra es la proximidad del “paraíso”: 2. El paraíso es un lugar situado en tierras orientales, cuya denominación, traducida del griego al latín, significa ‘jardín’; en lengua hebrea se denomina Edén, que en nuestro idioma quiere decir ‘delicias’. La combinación de ambos nombres nos da ‘El jardín de las delicias’. Allí, en efecto, abunda todo tipo de arboledas y de frutales, incluso el ‘árbol de la vida’. No existe allí ni frío ni calor, sino una templanza constante. 3. De su centro brota una fontana que riega todo el bosque, y se divide en cuatro ramales que dan lugar a cuatro ríos distintos. La entrada a este lugar se cerró después del pecado del hombre. Por doquier se encuentra rodeado de espadas llameantes, es decir, se halla ceñido de una muralla de fuego de tal magnitud, que sus llamas casi llegan al cielo. (XIX 3. 2-3) La relación que se ha querido establecer con la obra de San Isidoro y el concepto de “la maravilla” pretende plantear una “imagen del mundo” que se construye a través de conceptos. Es decir, si el concepto existe, el objeto que designa también existe aunque este nunca haya sido visto. En Heródoto esto también sucede y lo que el viajero no ve lo
Sánchez-Blanco 131 oye por medio de un informante. San Isidoro recurre continuamente a la fórmula de “se dice...” y muchos de los libros de viajes medievales recurren al “informante” que ratifica la existencia de maravillas en tierras aún más lejanas. De este modo se demuestra un mundo en el que lo conocido se organiza como eje central y se define a través de ese “otro mundo” que se intuye en la lejanía. Si bien San Isidoro nunca menciona el término “maravilla”, sí se refiere, y como se ha visto a través de las citas, al “portento”, al prodigio, algo que produce asombro por las diferencias que presenta en relación con las cosas que componen el mundo de lo conocido. Estos prodigios y portentos se refieren a que existe una naturaleza lejana que se muestra exótica, y parte de este exotismo se basa en las riquezas, y en la deformidad de los seres. No obstante en vez de ‘naturaleza’ se habla de ‘maravillas’. La maravilla es la descripción de la naturaleza que en su lejanía se muestra asombrosa y maravillosa. Existe un orden local transferido a la percepción de la tierra como una gran isla interior que contiene el orden de lo conocido. Existe también un orden universal que percibe la expansión hacia los márgenes del mundo conocido; la naturaleza en estos parajes se imagina asombrosa porque se desconoce y no existen los conceptos para designarla. En relación a todo este mundo de ‘naturaleza asombrosa’ y que van formando el ‘corpus de la maravilla’ se quiere hacer mención aquí de una obra singular terminada hacia 1390. El título original es el siguiente: Este libro es del conocimiento de todos los reinos y tierras y señoríos que son por el mundo, y de las señales y armas que han cada tierra y señorío por sí, y de los reyes y señores que los proveen. El libro es más conocido como el Libro del conosçimiento. Lo que se sabe de esta obra cae en hipotésis entre los
Sánchez-Blanco 132 críticos. Por ejemplo, no se sabe muy bien quién fue el autor aunque desde el siglo XIV siempre se le ha tenido por franciscano, aún así esta cuestión ahora está puesto en duda por los críticos. Dentro de las hipotésis que rodean a esta obra hay una que se quiere resaltar y es la idea de que el viaje que se narra en esta obra sea una ficción, es decir que la obra se haya escrito desde el principio hasta el final en una biblioteca y no corresponda con la experiencia real de un viaje. Así es como lo argumenta Francisco López Estrada en su obra Libros de viajeros hispánicos medievales: El autor escribe su relación situándose gramaticalmente en la primera persona verbal: ‘Partí de...’ se repite muchas veces en el curso de la narración. Con este esquema comunicativo y los paréntesis sencillos que introducen las partes de las señales y las armas, cuenta que emprende, según lo que se lee, un viaje increíble por su extensión y recorrido, sin que exista precisión temporal de su curso y sin que aparezca nota personal alguna del viajero. El recorrido que declara comprende partes del norte de Europa con vuelta a su reino, y sigue una nueva salida desde Tarifa por el Mediterráneo hacia Tierra Santa, Egipto y algunas partes del norte de África; luego sigue hacia las tierras bíblicas y Arabia, con visita a la Meca, y vuelve al Asia oriental y llega hasta el Imperio de la China. Este desorbitado trayecto indica que la obra no es posible que sea el relato de la experiencia de un viajero que haya vistitado cuanto allí se consigna, sino más bien un libro escrito en una biblioteca en la que el autor urdió literariamente lo que él va contando como una sucesión de referencias de lugares que pretendió haber visitado. (50) No obstante, el carácter de ficción de El libro del conosçimiento es muy relativo si se tiene en cuenta el siguiente comentario de López Estrada: “Los datos han de proceder de otros libros del género de los viajes y de los mapas de la época. La obra es por su extensión como una imagen del mundo, […], una enciclopedia geográfica, acompañada de noticias sumarias y otros complementos a los que me he de referir, siguiendo el orden curso del trayecto establecido por el autor” (50). Llama la atención la comparación de un texto literario de viaje con ‘una enciclopedia geográfica’.
Si
volvemos al título de la obra se tiene que señalar que en ningún momento se hace
Sánchez-Blanco 133 mención de la característica principal del recurso narrativo de que esta obra se trata de un viaje, sino que es un libro que expone un conocimiento espacial sobre el mundo. El autor encontró pertinente exponer este conocimiento a través de una narrativa de viaje, además utilizando la primera persona. El análisis de López Estrada sigue comentando lo siguiente: Puede compararse con los grandes mapas ilustrados de la época, semejante al atlas de hacia 1375, de la Biblioteca Nacional de París, que se atribuye a Cresques Abraham y Jafudà Cresques. En estos mapas la notación geográfica está acompañada de dibujos de gentes, edificios, plantas y animales humanos de constitución maravillosa. […] En cierto modo, el autor quiso dar expresión escrita a lo que se podía contemplar en alguno de estos mapas ilustrados del mundo entonces, dispuesto para que el lector percibiese en esta forma literaria su grandeza geográfica. Con razón, M. J. Lacarra, una de las colaboradoras de la edición de 1999 del manuscrito Z, titula uno de los capítulos de su estudio ‘Un viaje de un mapa’ , e interpreta así la función de este ‘yo’ que articula el curso de la obra: ‘...debe considerarse un elemento vertebrador, que cumple diversas funciones. No sólo unifica lo que, sin su presencia, no sería más que un incoherente recorrido, sino que además concede credibilidad, vivacidad y didactismo al relato’. (51-52) La idea de que El libro del conosçimiento es un mapa y que siguiendo la retórica de un viaje cumple con un objetivo didáctico son aspectos muy importantes a tener en cuenta. En la actualidad al leer fragmentos de esta obra se puede pensar que la inclusión de seres y lugares que conforman un corpus de las maravillas esté contenido desde su origen dentro de la imaginación del propio autor. Pero no es así, las maravillas se incluyen como elemento más del conocimiento geográfico. Este conocimiento trata de subrayar la distancia y los límites del ‘mundo habitado’.
El siguiente párrafo está
extraído de una antología de textos de viajes medievales realizada por Joaquín Rubio Tovar en su obra Libros españoles de viajes medievales:
Sánchez-Blanco 134 Partí de Gotia e sobía a las altas sierras de Noruega que es un reinado muy fuerte en que son cuatro çibdades grandes. A la mayor dizen Regis, do coronan los reyes, a la otra dizen Nidroxia, a la otra Tronde, a la otra Trunberec. En las montañas d’esta Noruega crían muchas aves girifaltes, açcores, falcones; otrosí crían muchas animalias fuertes: javalís blancos, osos blancos. E dizen que un infante, fijo del rey de Noruega, conquirió el condado de Flandes en el tiempo del rey Artur de Bretaña. E sabed que desde Noruega adelante contra la Trasmontana es tierra deshabitada en que faze el año todo un día: seis meses dura el día e otros seis meses la noche. E que hay unas gentes que han las cabeças fixas en los pechos que non han cuello ninguno pero yo non los vi. (170) En los límites del mundo habitado comienza ‘la tierra deshabitada’ y comienza a su vez la aparición de los ‘portentos’, de los seres antropomorfos. Son los límites del mapa, los extremos que se rellenan de ilustraciones de seres maravillosos. Existe otra obra de características muy similares a El libro del conosçimiento, de gran fama en la época que se escribió y que ha trascendido hasta nuestros días quizá como el libro de viajes de ficción más importante de la literatura. Me estoy refiriendo a el Libro de las maravillas del mundo cuyo nombre del autor se va a considerar el de John de Mandeville, pues al respecto existe mucha controversia en si incluso el autor inventó hasta su propio nombre. La aparición de esta obra se sitúa en torno al año 1357. Al igual que la obra anterior el Libro de las maravillas del mundo trata de un viaje que nunca se realizó. Se destacan de esta obra dos aspectos importantes. En primer lugar cómo el término ‘maravilla’ aparece en el título y cómo este afecta a la estructura del libro, pues se puede indentificar una primera parte dedicada a los territorios de Tierra Santa y Oriente Próximo, y una segunda parte constituida por los países que están más allá de Tierra Santa y es donde se concentra en mayor medida el ‘corpus de las maravillas’ manifestándose sobre todo en las gentes que habitan esta parte de la tierra que se sitúa en
Sánchez-Blanco 135 ‘un más allá de Tierra Santa’. Seguidamente se expondrá un fragmento que se recoge del capítulo veintidós que lleva por título: “Del palacio del rey de la isla de Java. De los árboles que dan harina, miel, vino y veneno, y de otras maravillas y costumbres en boga en las islas de los alrededores”: Desde allí, navegando por el Mar Océano y después de dejar atrás otras muchas islas, se llega a una gran isla rica y bonita, llamada Nacumera. Tiene un perímetro de más de 1.000 millas y sus habitantes, tanto los hombres como las mujeres, tienen cabeza de perro; se les llama cinocéfalos. Son gentes muy razonables e inteligentes, salvo en una cosa: adoran a un buey como a su dios. Todos llevan un buey de oro o plata en la frente como señal de que aman a su dios. Van completamente desnudos, excepto con un pequeño trapo que les llega hasta las rodillas y les tapa sus partes pudendas. Son altos y buenos guerreros, y cuando luchan llevan un gran escudo que les cubre todo el cuerpo y una gran lanza en la mano. Si hacen a alguien prisionero, se lo comen enseguida. El rey de esta isla es muy rico y poderoso y, además muy religioso conforme a sus creencias. Lleva alrededor de su cuello trescientas grandes ricas perlas de oriente, engarzadas como las cuentas de ámbar en nuestros rosarios […] Cuelga también de su cuello un maravilloso rubí de oriente que mide un pie de largo y cinco dedos de ancho. (222-223) Si como vimos en El libro del conosçimiento el autor aclara que en las tierras deshabitadas existen hombres sin cuello “pero yo non los vi”, en la obra de Mandevilla se da por hecho como dato afirmativo que en las tierras lejanas y desconocidas sí existen estos seres mitad humanos mitad deformes y en este caso con cara de perro. Se quiere destacar como segundo aspecto importante de las ‘maravillas’ del libro de Mandevilla que el objetivo no es un libro de ficción sino una vez más y utilizando la retórica de un libro de viajes se da como objetivo el informar y crear un conocimiento (aunque no se ratifique con la experiencia) de la existencia de un mundo desconocido en donde las maravillas se definen por la deformidad de quien allí vive y por las riquezas que allí hay. Es decir, se crea un modelo descriptivo y arquetípico que influirá, y como se refiere Beatriz Pastor en Discrusos narrativos de la conquista: mitificación y
Sánchez-Blanco 136 emergencia, en la imagen que Cristóbal Colón tiene cuando toma contacto con las tierras del Nuevo Mundo: La imagen colombina de lo que iban a ser aquellas islas y tierras desconocidas que Colón identificaba con las islas y costas del extremo oriental del continente asiático, se apoyaba en los modelos descriptivos de la época que se indicaban a propósito del resumen descriptivo de Las Casas, modelos que configuraban una especie de arquetipo básico y muy difundido de la naturaleza y características de los países y tierras que se hallaban situados más allá de los límites del mundo occidental. (7) Aparte de esta característica descriptiva que se seguirá discutiendo a lo largo de este capítulo cabe destacar que aun considerándose en la actualidad, el viaje de Mandevilla, como un viaje ficticio, no hay que olvidar que en la época estaba considerado como una ‘fuente de autoridad’ ya que perpetúa la transmisión de un conocimiento de la ‘antigüedad’ como así lo arguye Ana Pinto en la introducción a la edición aquí utilizada de Los viajes de Sir John Mandeville: Su autor no fue un viajero auténtico, como lo fueron Marco Polo o Ibn Battuta, sino un divulgador literario que crea un personaje de ficción, Sir John Mandeville, un personaje que presenta como suyos materiales de relatos de viajeros auténticos en una narración en primera persona. En este sentido su autor sí que puede ser considerado un escritor genuino medieval, según el criterio de Barthes, puesto que cumple sobradamente los dos requisitos necesarios. En primer lugar, es transmisor de un conocimiento que es tesoro de la Antigüedad y fuente de autoridad y, en segundo lugar, combina descomponiendo y recomponiendo obras del pasado. (23) Uno de los conocimientos de la antigüedad que se formula en la obra de Mandevilla y que más llama la atención es la de la información que aporta acerca de la esferidad de la tierra, dato que se recoge en la obra de Ptolomeo y que todavía no había sido ni redescubierta ni traducida en Europa: “De todo esto se puede deducir bien que el mundo es redondo, pues la parte del firmamento que aparece en unos países no es la misma que la que aparece en otros” (210).
Sánchez-Blanco 137 Las maravillas no sólo hacían referencia a lo que existía en tierras desconocidas, existe una variante en la retórica de los libros de viajes muy importante para este análisis. Se trata que dentro de la descripción de cosas nuevas que se ven y se experimentan en un viaje ‘maravilla’ se utiliza como un elemento retórico que significa ‘asombrar’ sobre todo cuando se trata de objetos de gran tamaño. En este sentido se trae como ejemplo una obra muy importante y no tan conocida como la expuesta con anterioridad. La obra referida se titula La embajada a Tamorlán. López Estrada considera esta obra como “el libro de viajes más improtante del Medievo hispano”. Se escribe con motivo de un hecho histórico. Entre los años 1370 y 1405 surge un guerrero que se dice descendiente de Gengis Kan y consigue reunir un gran imperio al conquistar Irán, Irak, un gran territorio de Asia Menor, parte de la India, llegando a los límites de Rusia.
Empieza a ser
conocido por el Gran Tamorlán, Tamerlán, Timurbec o Timurbeque. En el otro extremo del mundo, en el reino de Castilla y León el monarca Enrique III (reinado: 1390-1406) hacía todo lo posible por mantener buenas relaciones diplomáticos no sólo con los reinos cercanos sino también con los lejanos. Uno de los hechos que promueve tal actitud por parte de Enrique III es que llega a Castilla una embajada enviada por el Gran Tamorlán. Las fuerzas de Tamorlán impidieron que los turcos avanzaran en su invasión por Europa y con ello el avance árabe en la península. Enrique III a su vez, manda otra embajada como respuesta a la recibida. El viaje de esta embajada enviada por el monarca da lugar al libro La embajada a Tamorlán. Este viaje fruto de una respuesta diplomática de un monarca a un emperador en tierras lejanas tiene como miembro más representativo a Ruy González de Clavijo. Se sabe que fueron catorce los miembros de la embajada y no todos volvieron. A este respecto no se
Sánchez-Blanco 138 sabe a ciencia cierta si la relación del viaje, que se escribió en la Corte de Castilla después de finalizado dicho viaje, fue escrito por uno o por varios autores. Lo cierto es que la obra está narrada por un solo relator pero hace referencia siempre a un sujeto viajeroen tercera persona del plural; ‘los embajadores’. Así lo argumenta López Estrada en el prólogo a la edición de la Embajada a Tamorlán utilizada aquí: Si tenemos en cuenta los datos del relato de la embajada, pudieron intervenir miembros de la embajada de muy varia condición. Los había conocedores de la geografía y aun de las Bellas Artes, en especial de la arquitectura. Otros tendrían alguna relación con el comercio, pues ponen su atención en estas cuestiones y nombran y describen las telas y los vestidos. Algunos tendrían experiencia en los viajes marítimos y terrestres, y su organización. Otros sabían de armas y cuestiones militares, pues describen las ciudades y castillos desde este punto de vista. El plural ‘los embajadores’ reúne a hombres de muy diferentes experiencias y actividades, cada uno de los cuales pudiera haber aportado luego su contribución en la labor de redactar la relación del viaje. También puede atribuirse a uno solo, y entonces sería un buen escritor, conocedor de muchas materias. Todos fueron viajeros curiosos, y el conjunto de la obra es la narración de un viaje. (15) El viaje se divide estructuralmente en dos partes.
El viaje de ida hasta
Samarcanda y el viaje de vuelta hasta Alcalá de Henares. Se expondrán seguidamente dos párrafos extraídos del texto y de singular importancia en cuanto a lo que se comentaba con anterioridad respecto al término ‘maravilla’ y su evolución retórica en los textos de viajes medievales.
En esta obra se observa que ‘maravilla’ se utiliza
directamente para indicar algo asombroso, normalmente a algo de gran tamaño, en este párrafo expuesto a continuación se describe la iglesia de Santa Sofía en Constantinopla: 6. Fueron también a ver la iglesia de Santa Sofía. Santa Sofía quiere decir en lengua griega ‘Vera Sapiencia’, que el hijo de Dios. Ateniéndose a este significado fue hecha la iglesia, y es la mayor y más honrada y la más privilegidad que hay en la ciudad. En esta iglesia hay monjes que en su lengua llaman ‘caloyeros’ que la sirven como a iglesia catedral. En ella está el patriarca de los griegos, al que nombran ‘matropola’ (metropolitano).
Sánchez-Blanco 139 En una plaza que estaba ante la iglesia hay nueve columnas blancas, las mayores y más gruesas que nadie hubiese visto; y encima tienen sus capiteles. Y decían que allí estaba edificado un gran palacio donde celebraban el cabildo el patriarca y los clérigos. En la plaza, ante la iglesia, había una columna de piedra muy alta, a maravilla; y encima de ella había una gran losa llana y encima un caballo de cobre, tan grande como cuatro caballos grandes. (VII-6) Se comprueba a partir de la cita cómo efectivamente el término ‘maravilla’ ayuda a dar más la sensación de asombro que en este caso es debido al gigantismo de la columna. Para finalizar este apartado se expone otro fragmento de esta obra en el cual se describe un animal nuevo: una jirafa: Cuando los embajadores llegaron a esta ciudad se encontraron allí con un embajador que el Sultán de Babilonia enviaba a Tamorlán, el cual llevaba consigo veinte caballos y hasta quince camellos, cargados de presentes, que el Sultán enviaba a Tamorlán. Traía también seis avestruces y un animal que llamaban jornusa (jirafa). El animal presentaba este aspecto: tenía el cuerpo tan grande como un caballo, y el pescuezo, muy largo. Los brazos eran mucho más altos que las piernas. Tenía, como el buey, el pie hendido. Desde la uña del brazo hasta encima de la espalda, medía hasta diez y seis palmos. Cuando quería poner derecho el pescuezo, lo alzaba tanto y tan arriba, que era maravilla. Tenía el pescuezo delgado, así como el del ciervo, y las piernas, muy cortas comparadas con la longitud de los brazos. Quien no la hubiese visto, bien pensaría que estaba sentada. (VI-8) Es un pasaje muy interesante si se tiene en cuenta que es la primera vez que se describe una jirafa, no obstante se quiere volver a recalcar cómo de nuevo el motivo de asombro es la altura a la que alcanza el objeto observado, en este caso el cuello de la jirafa.
Sánchez-Blanco 140
3.3 El mundo grotesco de la Patagonia Los viajes escritos en la Edad Media crean un arquetipo espacial a base de maravillas que van describiendo lo que se emplaza en la lejanía. Un hecho a destacar es que en este modelo de relato o relación muchas de las maravillas no son observadas directamente por el viajero, sino que se relegan a un informante o a un “se dice....”. Este recurso da veracidad al relato de viajes. Casi siempre se recurre a la existencia de grandes cantidades de riquezas (oro especialmente) y a seres antropomorfos: ... diz que y dijeron por señas que cerca de allí había mucho de aquello al camino del Sueste. Mostróles oro y perlas, y respondieron ciertos viejos que en un lugar que llamaron Bohío había infinito y que lo traían al cuello y a las orejas y a los brazos y a las piernas y también perlas. Entendió también que lejos de allí había hombres de un ojo y otros con hocicos de perros que comían los hombres y que en tomando uno lo degollaban y le bebían su sangre y le cortaban su natura. (Cristóbal Colón, Primer viaje 53-54) Beatriz Pastor en Discursos narrativos de la conquista: Mitificación y emergencia comenta que este desplazamiento del “yo” hacia un informante se debe a que Colón quiere cumplir férreamente con el objetivo de identificar todos los mitos y maravillas del Oriente con las tierras en las que ha desembarcado. En este proceso de identificación se intenta corroborar el mapa conceptual del orden del mundo cuyo centro es el poder eclesiástico, y comenzar uno nuevo a través de rutas comerciales cuyo centro sería el poder monárquico español. Ante tales misiones aparece una nueva peculiaridad en el “yo” narrativo del viajero.
Hasta ahora hemos visto cómo los relatos de viajeros
medievales se definían como un texto cuya misión es la de hacer un informe que luego es leído principalmente por el rey. En el caso del Colón el “yo” narrativo se auto proclama héroe, Colón es elegido por Dios para propagar la fe:
Sánchez-Blanco 141 ... su justificación era inherente al espíritu cristiano que la definía primordialmente como movimiento de propagación de la fe. La consecuencia necesaria de esta formulación fue la definición del papel del conquistador cristiano como elegido de Dios, con una obligación fundamental que sería la subordinación de las nuevas culturas a la cristiano-occidental, representada por los reyes de España, con todo lo que esa sujeción implicaba en términos económicos y políticos. Y la apropiación de los elementos materiales de cualquier cultura descubierta era, de acuerdo con el modelo ideológico dominante en la época, el botín legítimo de los esfuerzos que llevaba aparejados el proceso de propagación de la fe. (Pastor 16) El carácter de héroe no es asignado por la proeza del descubrimiento en sí, sino porque Colón ‘se ve a sí mismo como instrumento de la voluntad divina’. Así pues el esquema en el que el mundo se disponía seguía un orden divino. La heroicidad se adquiere en el proceso de identificación del modelo conceptual a la realidad observada. Este proceso de identificación, tal y como refiere Pastor, se hace a través de una “verificación descriptiva” que se basa en una selección de datos y en una reducción de elementos de la realidad observada. Es decir, la primera descripción del Nuevo Mundo se reduce a todo un conjunto de maravillas que se asocian no sólo con Asia, sino con los márgenes del mundo conocido. Pastor lo resume de la siguiente manera: 1) Que la Tierra no tiene forma de esfera, sino de pera o de teta de mujer. 2) Que el pezón de la teta está situado en la región de Paria. 3) Que en ese pezón se encuentra el Paraíso Terrenal con las fuentes originarias del Tigris, Eufrates, Ganges y Nilo. Siguiendo el mismo razonamiento, Colón atribuirá la suavidad del clima, la amabilidad de las gentes y la exuberancia del paisaje a su proximidad con respecto al Paraíso. Y verá en los remolinos que causa el Orinoco en la bahía de su desembocadura el caudal de agua dulce originario de los cuatro grandes ríos que nacen, según d´Ailly3, en el Paraíso, ...(30). En el Cuarto viaje, Colón concentra la maravilla en el elemento del “oro” :
3
.- Pierre D’Ailly (1350-1420), teólogo y filósofo francés, conocido por ser el autor de Imago Mundi (1410)
Sánchez-Blanco 142 ... allí supe de las minas del oro de la provincia de Ciamba, que yo buscaba. Dos indios me llevaron a Carambaru, adonde la gente anda desnuda y al cuello un espejo de oro, mas no le querían vender ni dar a trueque. Nombráronme muchos lugares en la costa de la mar, adonde decían que había oro y minas; el postrero era Veragua, y lejos de allí obra de veinticinco leguas. Partí con intención de los tentar a todos, y, llegado ya el medio, supe que había minas a dos jornadas de andadura. Acordé de inviarlas a ver víspera de San Simón y Judas, que había de ser la partida. En esa noche se levantó tanta mar y viento que fue necesario de correr hacia adonde él quiso; y el indio adalid de las minas siempre conmigo. En todos estos lugares adonde yo había estado fallé verdad todo lo que yo había oído: esto me certificó que es así de la provincia de Ciguare, que según ellos es descrita nueve jornadas de andadura por tierra al Poniente: allí dicen que hay infinito oro y que traen corales en las cabezas, manillas a los pies y a los brazos de ello y bien gordas, y de él, sillas, arcas y mesas las guarnecen y enforran. (192-193). Resaltar de esta cita que el oro se intuye por medio de informantes. El recurso de “Dicen” o “se dice” crea un espacio de ficción que está aún más lejos y esto también es parte de la identificación. Es decir, la identificación se realiza a través del informante y no a través del viajero, en este caso, Colón. Seguidamente se expondrá otro viaje en el que la identificación de la ‘maravilla’ no necesita de informantes ni del recurso del ‘dicen’ o ‘se dice’. Apróximadamente treinta años después de que Colón escribiera sus diarios de viajes o cartas de relación, Antonio Pigafetta (1491?-1534) se entrevista con el emperador Carlos para informarle sobre su viaje circunterráqueo –el primero que se hace en la historia de la navegación- de casi tres años de duración: “Partiendo de Sevilla, pasé a Valladolid, donde presenté a la sacra Majestad de Don Carlos no oro ni plata, sino cosas para obtener mucho aprecio de tamaño señor. Entre las otras, le di un libro, escrito por mi mano, con todas las cosas pasadas, día a día, en nuestro viaje” (157). El libro lleva por título Relación del primer viaje alrededor del mundo. Noticias del mundo nuevo con
Sánchez-Blanco 143 las figuras de los países que se descubrieron señalados por Antonio Pigafetta. Vicentino. Caballero de Rodas. Entre los objetivos está el de alcanzar las Islas Molucas “para marchar tras el descubrimiento de las especias” (47). Para lograr este fin se tiene que encontrar un paso en el extremo sur del continente americano. Ambos objetivos se logran pasando por muchas penurias, de 265 tripulantes sólo regresaron vivos 18. Este primer viaje alrededor del mundo comenzó en el año 1519 y el capitán fue Fernando de Magallanes. Durante la primera parte del viaje cruzan el Atlántico y llegan a Tierra del Verzin (la actual Brasil). La siguiente parada es la que posee mayor interés para este estudio, puesto que llegan a una bahía en donde pasarán el invierno, llamada Bahía de San Julián y es aquí en donde comienza uno de los mitos más relevantes de la Patagonia. Los miembros de la expedición tomaron contacto con los habitantes, a quienes describieron como ‘gigantes’ y denominaron ‘Patagones’. Esta parte del relato es el texto fundacional, por antonomasia, de la Patagonia por varias razones que se explicarán seguidamente, pero antes se resumirá el resto de este primer viaje alrededor del mundo narrado por Pigafetta. En 1520 se adentran en el estrecho al que Magallanes bautizó como Todos los Santos4, consiguiendo salir al mar del sur al que denominaron ‘Pacífico’. Tres meses duró la navegación por el Pacífico coincidiendo con la parte más calamitosa del viaje. Al escasear las provisiones de comida fresca, la enfermedad del escorbuto se extendió por toda la tripulación. A esto hay que sumar la muerte de Magallanes en Filipinas, Tras la cual Juan Sebastián Elcano tomó el mando de la expedición. En la isla de Tidore se embarcó todo un cargamento de especias.
4
Pasaron por la Isla de Timor, cruzaron el
.- En la actualidad se conoce como el Estrecho de Magallanes
Sánchez-Blanco 144 Océano Índico, doblaron el cabo de Buena Esperanza y el 6 de septiempre de 1522 llegan al Puerto de Santa María. Anteriormente se comentaba cómo Colón aplicaba un proceso de identificación intentando corroborar un orden conceptual, cuyo centro de poder era el catolicismo, y cómo este orden trascendía a un nuevo centro político y económico. Los diarios de Colón marcan el inicio de los textos de la conquista que girarán en torno a dos ejes principales: la evangelización y la búsqueda de oro. Pastor afirma que a través de los diarios de Colón se inaugura un proceso de distorsión de la realidad de la naturaleza del Nuevo Mundo. La implantación de una imagen exótica, fruto de las lecturas de los viajes realizados a Asia, como el texto famoso de Marco Polo, ficcionalizó la nueva realidad que se ponía ante los ojos de Colón: “Desde el primer momento del acercamiento de Colón a las tierras inexploradas no se canceló el arquetipo sino que se aplazó simplemente su realización plena mientras comenzaba a funcionar como mecanismo de reducción, deformación y ficcionalización de la nueva realidad” (18). El proceso de identificación trae como consecuencia una reducción en la descripción de la realidad. Para Colón, la nueva naturaleza que le rodea es asombrosa, pero no se asemeja al mundo de las maravillas que contiene montañas de oro, y por ello sus diarios de viajes van ajustándose paulatinamente al esquema retórico que se venía usando hasta ese momento en los textos de viajes. En realidad lo que hace Colón es ignorar la realidad y recrear en la distancia espacial, en un ‘todavía más allá’, las riquezas que él iba buscando para garantizar el éxito de su viaje. Se puede pensar que fuera este uno de los orígenes para la leyenda de ‘El Dorado’ que espacialmente se puede definir como el identificar ‘la maravilla’ a través de la distancia. La base de esta leyenda era la creencia de un rey
Sánchez-Blanco 145 legendario de una civilización nativa e increíblemente rico, que en las fiestas rituales cubría su cuerpo de oro. La búsqueda de este rey y de su fastuosa ciudad que se la imaginaba llena de oro y riquezas promovió diferentes expediciones. El texto de Pigafetta, en comparación con los textos de Colón, es sorprendente en cuanto a que describe como un hecho real el encuentro con los gigantes Patagones. Es decir, el elemento retórico del informante que da cuenta al viajero de un territorio más allá en el que hay y suceden cosas maravillosas se elimina. Pigafetta utiliza una primera persona del plural para añadir veracidad al suceso de los gigantes. No solamente él sino algunos más de la tripulación, incluído Magallanes, ven y toman contacto con una tribu de gigantes. La primera vez que atisban a hombres con proporciones gigantescas se describe en el texto acompañado de un dato singular: la latitud. Este dato es muy importante en el texto y parece de mucha relevancia para el viajero, ya que el objetivo es dirigirse hacia zonas australes, hacia las antípodas.
Después de pasar Brasil, Pigafetta
comenta lo siguiente: “Continuando después nuestro camino, llegamos hasta el grado 34, más un tercio del Polo Antártico, encontrando allá, junto a un río de agua dulce (el actual Río de la Plata), a unos hombres que se llaman ‘caníbales’ y comen la carne humana. Acercósenos a la nave capitana uno de estatura casi como de gigante para garantizar a los otros. Tenía vozarrón de toro” (58). Obsérvese que aquí todavía no se gana el grado de gigante pero estos seres humanos son caníbales, dato que se afirma en vez de intuirse por medio de informantes. La siguiente cita que se expone es la que corresponde a la toma de contacto con los gigantes y cómo estos reciben el nombre de patagónicos: Arrancando de allí, alcanzamos hasta los 49 grados del Antártico. Echándose encima el frío, los barcos descubrieron un buen puerto para
Sánchez-Blanco 146 invernar. Permanecimos en él dos meses, sin ver a persona alguna. Un día de pronto, descubrimos a un hombre de gigantesca estatura, el cual, desnudo sobre la ribera del puerto, bailaba, cantaba y vertía polvo sobre su cabeza. Mandó el capitán general a uno de los nuestros hacia él para que imitase tales acciones en signo de paz y lo condujera ante nuestro dicho jefe, sobre una islilla. Cuando se halló en su presencia, y la muestra, se maravilló mucho, y hacía gestos con un dedo hacia arriba, creyendo que bajábamos del cielo. Era tan alto él, que no le pasábamos de la cintura, y bien conforme; tenía las facciones grandes, pintadas de rojo, y alrededor de los ojos, de amarillo, con un corazón trazado en el centro de cada mejilla. Los pocos cabellos que tenía aparecían tintos en blanco; vestía piel de animal, cosida sultilmente en las juntas. Cuyo animal, tiene la cabeza y orejas grandes como una mula, el cuello y cuerpo como un camello, de ciervo las patas y la cola de caballo –como éste relincha-. Más adelante y sin más explicaciones por parte de Pigafetta el texto se refiere a cómo estos gigantes recibieron el nombre de “Patagones” por parte de Magallanes: “El capitán general llamó a los de este pueblo ‘Patagones’” (64). El término con el que se designó a los indígenas y el nombre que correspondientemente adquirió la zona, “La Patagonia”, ha dado pie a numerosas investigaciones por averiguar el origen del vocablo y el porqué de su asociación a ese territorio en particular. Mempo Giardinelli hace un resumen bastante completo sobre el tema: Antonio Pigafetta, en su Primer viaje alrededor del mundo, narra los cinco meses que pasó la flota de Magallanes entre San Julián y Cabo Vírgenes, y describe a estos indios enormes, imponentes. De aquellas descripciones, clásicas y varias veces revisitadas por la literatura, derivaría el nombre Patagonia. Por cierto, hay varias hipótesis para explicarlo: la más conocida se debe a Pigafetta, quien explica en su libro que Patagonia viene del calificativo ‘patagones’ que los europeos aplicaron a aquellos indios que les parecían ‘gigantes, tan altos que no les pasábamos de la cintura’ y que dejaban profundas y anchas huellas a la orilla del mar. En cambio, la investigadora María Rosa Lida ha sostenido que Magallanes habría tomado el nombre de un personaje fantástico de la novela de caballería Primaleón en la que el protagonista captura a un ‘gigante patagón’. Por su parte, según el primer novelista argentino, Vicente Fidel López (18141903) deviene de los vocablos quechuas pata y gunya, que significan ‘tierra de colinas’. Finalmente, el investigador italiano Carlos Spegazzini
Sánchez-Blanco 147 lo hizo derivar de otros quechuismos: patak y aoniken, conjunción que significa ‘centuria de los aoniken’. Lo cierto es que el bautizo concreto lo produjo en 1520 Magallanes. Pigafetta –sin dudas un italiano exageradotambién dejó para la posteridad los primeros relatos con vivas escenas sexuales de América, pero no es por eso que se lo recuerda. (141-142) Este trabajo no pretende lanzar ninguna otra hipótesis que indague sobre el término ‘Patagonia’ pero sí se ahondará en algo que Giardinelli menciona sobre Pigafetta: “un italiano exagerado” y las observaciones de carácter etnológico-sexual que el viajero italiano plasma en su relato. La hipérbole es el origen del vocablo ‘patagón’ al igual que su significado, que indica una distorsión del cuerpo. La imagen literaria de un cuerpo distorsionado hacia una figura gigantesca que canta y baila raya ‘lo grotesco’. La imagen fundacional de la Patagonia coincide con la transición entre la Edad Media y el Renacimiento.
Mijail Bajtin en La cultura popular en la Edad Media y en el
Renacimiento: el contexto de Francois Rabelais analiza cómo el cuadro de las maravillas gozaba de una excepcional popularidad en la Edad Media y cómo el hombre estaba habituado a ciertas imágenes del cuerpo en su distorsión grotesca: Así pues, en parte gracias a las maravillas de la India, la imaginación y los ojos del hombre de la Edad Media se fueron habituando a la imagen del cuerpo grotesco. Este encontró por todas partes, tanto en la literatura como en las artes plásticas, una serie de cuerpos híbridos, de extravagancias anatómicas extraordinarias, una libre permutación de los miembros y órganos internos. Estaba habituado a ver violar todas las fronteras entre el cuerpo y el mundo. (312) Vimos cómo San Isidoro de Sevilla nos planteaba un mundo que se organizaba a través de conceptos y formas, entre estas últimas se encontraban todas las variedades de seres humanos que surgen de su deformación. Todas son criaturas y Dios las organiza sobre la tierra. Son criaturas que se sabe que existen, se las conoce de oídas, se intuye el mundo lejano al que pertenecen.
Sánchez-Blanco 148 En el texto de Pigafetta el centro creador de las cosas en la tierra cambia de ser un dios al propio hombre y su cuerpo. El cuerpo define el mundo, en sus límites y formas. El vocablo “patagones” sigue la tradición de las Etimologías, con la diferencia de que las formas se exageran y se integran en la concepción de un mundo carnavalesco en el que todo está del revés. Los gigantes de la Patagonia que Pigafetta ve no provienen de los textos de caballería sino de una “tradición heroico-cómica italiana”. Lo cómico sustituye a lo cortés y los gigantes se convierten en seres travestidos y paródicos. Es la pérdida del temor a las tierras lejanas, a las diferencias nunca observadas sino intuidas o ignoradas. El miedo a lo desconocido se torna cómico. Según Bajtín en la Edad Media “el espacio terrestre es, en efecto, construido a imagen del cuerpo grotesco: no comprende sino alturas y depresiones. En su deseo de elevarse o descender (en las profundidades terrestres, los infiernos), los hombres querían constantemente cortar la superficie lisa de la tierra. A partir de estos agujeros y abismos, creían en la existencia de otro mundo” (Bajtin 311-312). A raíz de la teoría de Bajtín se interpreta que Pigafetta no llega a las inmediaciones del paraíso, sino todo lo contrario, desciende a un mundo cercano a los infiernos, a su vez es la idea concebida de estar en la parte contraria de la tierra (las antípodas).
Esto se demuestra con el análisis de los
siguientes pasajes extraídos de la obra de Pigafetta. En uno de estos pasaje los gigantes bufan e invocan a Setebos: “El que el demonio se les aparezca pintado es la razón de que se pinten ellos. Llaman al demonio mayor ‘Setebos’ [...] También nuestro prisionero me informó con ademanes, de haber visto al demonio con dos cuernos en la cabeza y pelos largos que le cubrían las piernas, y lanzar fuego por la boca y por el culo” (Pigafetta 64).
La anatomía es gigante y
Sánchez-Blanco 149 gargantuesca, las enfermedades y su relación con la boca enorme y abierta del monstruo por donde entra todo lo abominable: Cuando a esta gente le duele el estómago, en lugar de purgarse se meten por la garganta dos palmos, o más, de una flecha y vomitan una masa verde mezclada con sangre, según comen cierta clase de cardos [...] Cada uno de nuestros dos prisioneros se comía un esportón de galleta5 y bebía sin resollar medio balde de agua. Y zampábanse las ratas sin hacerles ascos ni a la piel (Pigafetta 63-64). En cierto modo el nombre “patagón” puede relacionarse con una garganta grotesca que termina en una boca abierta, y que en la Edad Media representaba la entrada a los infiernos: Bajo la tierra se encontraba el hueco de los infiernos que tenía el aspecto de un amplio telón sobre el cual se había pintado la cabeza gigantesca y espantosa del diablo (Arlequín). Esta cortina podía ser tirada con ayuda de cordones y entonces los diablos saltaban fuera de la boca abierta de Satán (a veces desde sus ojos) brincando sobre la plataforma que representaba la tierra. He aquí la indicación escénica que da un autor de misterios en 1474: ‘Hacer el infierno bajo la forma de una inmensa boca que pueda abrirse y cerrarse según necesidad’ (Bajtin 313). El mundo de lo grotesco responde al final en la evolución literaria del cuadro de las maravillas y el inicio del mito de lo gigante que particularizará literariamente la Patagonia. No obstante, este mito sufrirá un cambio en el s. XIX, de un gigantismo que identifica “la otredad” se pasará a un gigantismo, igual de maravilloso y asombroso, que se relacionará con la naturaleza y el paisaje. La maravilla natural sustituirá a la figura humana del gigante. El texto de Pigafetta es fundacional en muchos sentidos. El nombre con que se designa en primer lugar al habitante pasa a ser también el nombre con el que se designe a
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.- Según el editor del texto utilizado de Pigafetta, la galleta “era el pan ácido, recocido, que se mantenía durante mucho tiempo en buenas condiciones. Era alimento básico en las navegaciones ultramarinas” (nota al pie de página 108).
Sánchez-Blanco 150 toda una zona. La hipérbole y el cuerpo grotesco son las características clave de una primera descripción que particularizará la zona para siempre. La cosmología medieval concibe todo un microcosmos a través del cuerpo como vimos a través de la última cita de Bajtín. Si se trae de nuevo el texto de San Isidoro, Etimologías, se observa que el concepto se forma a raíz de una etimología, pero esta a su vez implica una similitud entre las formas de una cosa con otra: “El nombre de gigantes presenta una etimología griega, pues los griegos los denominan gegeneis, es decir, terrígenas, porque se piensa fabulosamente que fue la tierra quien los engendró con su inmensa mole y los hizo semejantes a ella.” (Etimologías XI 3,13). Existe pues un macrocosmos que es el reflejo del microcosmos (el cuerpo). Por un lado lo grotesco funda el espacio patagónico como un escenario en el que figuras diábolicas bailan y se pintan el rostro; es el contacto con el mundo de los infiernos, con el mundo del revés y del carnaval.
Por otro lado el
gigantismo del habitante se asemeja al paisaje que se observa: “Aquí las fronteras entre el cuerpo y el mundo son rebasadas en otro sentido, el de la relación y la similitud concretas del hombre y del paisaje actual del medio terrestre” (Bajtin 321). La similitud entre el gigante y la gran extensión de tierra que lo engendra singularizará el territorio patagónico, quedándose aislado en la distancia y en la diferencia. Para Michel Foucault en Las palabras y las cosas el orden del mundo de las similudes desaparece en el s. XVI y se da paso a un mundo que se ordena a través de “la comparación”. El ser humano gana la posición del centro que ordena el mundo, y con él el pensamiento. El mundo de San Isidoro, creado en base a la hibridez entre el lenguaje y las cosas, las marcas y los signos que se interpretan de la naturaleza para explicar el
Sánchez-Blanco 151 sistema global, desaparece: “... se puede decir también, si lo único que se tiene en la cabeza son conceptos ya hechos, que el siglo XVII señala la desaparición de las viejas creencias supersticiosas o mágicas, y, por fin, la entrada de la naturaleza en el orden científico” (Foucault 61). No obstante este cambio sugerido por Foucault, del cual se pasa a que la naturaleza se una a un método científico de comparación y razón, tardará en aplicarse en la Patagonia. Está a punto de suceder que en varias obras literarias importantes se dismitifique la figura del gigante y se implique con esto el desmoronamiento de todo el sistema cosmológico medieval. Así el autor objeto de estudio del ensayo de Bajtin, Francois Rabelais (1483?-1553), recrea en sus textos más conocidos toda una saga de gigantes. El mundo medieval es un escenario en la obra de Rabelais, es una plaza pública en la celebración del carnaval. Los seres portentosos son los protagonistas que utilizan un lenguaje jocoso, pícaro, escatológico y sobre todo burlesco. Es la deformación grotesca de la imagen del mundo que se venía concibiendo hasta ese entonces. Bajtin comenta que las imágenes rabelesianas son un enigma, pero el hecho claro es que rompen, en su deformación, con el mundo que reflejaba un orden divino cuyas rutas conducían a centros religiosos donde se veneraban las reliquias de los santos y auguraban en el más allá el esplendor del oro y la proximidad con el Paraíso. La “risa” en el ritual del espectáculo supone una dualidad entre la percepción del mundo y el ser humano. Es una parodia del macrocosmos que empieza en el cuerpo del ser humano. Menos grotesca pero igual de jocosa resulta la desmitificación de la figura del gigante en la obra de Miguel de Cervantes (1547-1616) Don Quijote de la Mancha (1605):
Sánchez-Blanco 152 La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente sobre la faz de la tierra (145). Quijote, lanza en ristre, choca contra lo que en realidad eran los gigantes; molinos de viento. Este choque frontal provoca la risa y no sólo por la aparatosidad del incidente sino por la confrontación de dos mundos: “El caballero se lanza al campo para que ese mundo exista y sin tener en cuenta éste, es imposible entender aquél” (Maravall 24). En el Quijote se descubre el mundo del presente, Cervantes trae y restaura una sociedad que vive y convive en la llanura de la Mancha, es un mundo campesino cuya impronta humana queda reflejada en los molinos y las ventas. El concepto del mundo ya no puede estar basado en las maravillas, ni en las similitudes. La “comparación” hace que el escenario que recorre Don Quijote sea anacrónico. El itinerario de Don Quijote no se compone de centros en los que se venera una reliquia, a un héroe o a un santo, sino que se basa en elementos que tienen mucho más que ver con el ser humano y que van describiendo el territorio.
La risa no surge de la deformación grotesca, sino de la
paradoja de la comparación entre dos mundos: el ilusorio y el social. Esta paradoja despierta la melancolía, la compasión y la tristeza de una vasta llanura en decadencia. Para José Antonio Maravall, Cervantes mira con nostalgia un mundo en el que la “sociedad del aldeano y del caballero” creaban un orden ideal lleno de posibilidades utópicas. No obstante, el integrar la sociedad campesina y su entorno hace que la creencia en el “mundo de las maravillas” se torne en burla. Así sucede en la otra obra magistral de Cervantes, El retablo de las maravillas. Aparte de la crítica, más que
Sánchez-Blanco 153 implícita, a las cuestiones de “limpieza de sangre” y la sátira del villano, existe en esta obra el juicio contra todo un mundo inventado e imaginado. La imagen del mundo de las maravillas es un espectáculo en donde las gentes creen lo que desean creer, o lo que son forzados a creer. El retablo es la imagen del mundo que Cervantes sitúa en el centro de un espectáculo: CHANFALLA.- Por las maravillosas cosas que en él se enseñan y muestran, viene a ser llamado Retablo de las maravillas; el cual fabricó y compuso el sabio Tontonelo debajo de tales paralelos, rumbos, astros y estrellas, con tales puntos, caracteres y observaciones, que ninguno puede ver las cosas que en él se muestran, que tenga alguna raza de confeso, o no sea habido y procreado de sus padres de legítimo matrimonio; y el que fuere contagiado destas dos tan usadas enfermedades, despídase de ver las cosas, jamás vistas ni oídas, de mi retablo. (244) Cervantes se posiciona en una crítica clara a toda la concepción cosmológica diseñada por los sabios como “Tontonelo” utilizando para ello la observación de los astros. El sabio ‘Tontonelo’ encarna a todos esos sabios de la Edad Media que con sus obras enciclopédicas ilustraban un mundo como de un retablo de maravillas se tratase. Un retablo que se organizaba y representaba un mundo organizado por el dios cristiano. El discurso de poder que de esta representación emanaba era tan fuerte que ningún creyente, es decir, nadie aceptaba otra verdad que no fuera la de la representación de un mundo en cuyos márgenes se encontraban las maravillas más increíbles, incluido el ‘paraíso’. El retablo de las maravillas de Cervantes es una crítica a todas estas creencias y pretendidas representaciones del mundo real. La realidad es que no se dejan de atisbar gigantes en la Patagonia hasta el siglo XIX. Ernesto Livon-Grosman hace un repaso de viajeros que dejaron constancia de la Patagonia como territorio de gigantes.
Así en el año 1575 André Thevet en La
Sánchez-Blanco 154 cosmographie universelle comenta: “Y los salvajes de este país son de una altura tan vasta y horrible que el más pequeño de ellos tiene diez pies de alto, otros once y algunos hasta doce pies, con una fuerza comparable a su altura, con pies ... de manera que pueden correr más velozmente y tan rápido como un ciervo” (Thevet vol. II, fol. 903). En 1767 John Byron escribió una obra de gran popularidad titulada Voyage Around the World. Byron describe así a los indígenas patagónicos: Inmediatamente después de desembarcar se nos acercaron cerca de doscientos o más mirándonos con evidente expresión de sorpresa y sonriendo, o así parecía, ante la desproporción de nuestra estatura. Después de varios gestos amistosos, que fueron igualmente cordiales por ambas partes, nuestro Comodoro, que tuvo la previsión de traer un gran número de baratijas, como collares de cuentas, cintas y cosas por el estilo, los distribuyó en cantidad para poder convencerlos de nuestra disposición amistosa, dándole a cada uno algo hasta que se acabaron. El método que utilizó para facilitar su distribución fue hacerlos sentar en el piso, de manera que pudiera colocar los collares de cuentas, etc. Alrededor de sus cuellos; y tal era su tamaño que en esta posición eran tan altos como el Comodoro de pie. ... La estatura media era al parecer de aproximadamente ocho pies; la más alta nueve o más; aunque no los medimos con ningún criterio, tenemos razones para creer que eran más altos. Sus ropas consistían en piel de guanacos, u oveja peruana, que los cubría desde los hombros hasta sus rodillas; y su pelo era largo y negro y caía sobre la espalda. Las caras de las mujeres estaban pintadas de una manera casi siempre extravagante, y su estatura era tan sorprendente como la de los hombres. Vimos a algunos bebes en brazos de sus madres y su tamaño, tomando en cuenta su edad, guardaba la misma proporción (Byron 44-66). Livon-Grosman señala que las descripciones de los Tehuelches enfatizaban su cordialidad y docilidad. Esto, según él, respondería a los intereses británicos por establecerse en la zona: Para los intereses británicos se trata de enfatizar la diferencia, el tamaño de sus habitantes, sus costumbres y el paisaje para crear una idea de autonomía. ¡Qué mejor que una tierra de gigantes benévolos, evidentemente no colonizados por los españoles, que reciben a los
Sánchez-Blanco 155 enviados de la corona británica amistosamente, sentados mansamente en el suelo! (42-43). Existe otra obra a la cual Livon-Grosman no hace referencia. Su autor, Benjamin Franklin Bourne, realiza un viaje por costas patagónicas y es capturado por los indígenas, de ahí el título de la obra The Captive in Patagonia; Life Among the Giants. A Personal Narrative (1853). Algo que llama considerablemente la atención es la relación entre el paisaje y el gigantismo, tal y como apuntaba Bajtin anteriormente y que Livon-Grosman también coincide en ver: “El gigantismo está íntimamente ligado al tema del paisaje” (48). Así sucede en la obra de Bourne. La descripción de la Patagonia se realiza de este modo: Patagonia, as it offered itself to my observation, more than answered the descriptions of geographers, -bleak, barren, desolate, beyond description or conception,- only to be appreciated by being seen. Viewed from the Straits of Magellan, it rises in gentle undulations or terraces. Far as the eye can reach, in a westerly direction, it assumes a more broken and hilly appearance, and long ranges of mountains, extending from north to south, divide the eastern from the western shore. The soil is of a light, sandy character, and bears nothing worthy the name of a tree. (52)
La vastedad y la desolación del territorio está poblada de gigantes a quienes el autor describe después de haber escrito sobre el paisaje: The habits of the Patagonians, or at least of the tribe among whom I was cast, are migratory, wandering over the country in quest of game, or as their caprice may prompt them. They subsist altogether on the flesh of animals and birds. The guanaco furnishes most of their food, and all their clothing. A mantle of skins, sewed with the sinews of the ostrich, fitting closely about the neck and extending below the knee, is their only article of dress, except in the coldest weather, when a kind of shoe, made of the hind hoof and a portion of the skin above it, serves to protect their inferior extremities. In person they are large; on first sight, they appear absolutely gigantic. They are taller than any other race I have seen, though it is impossible to give any accurate description. (54)
Sánchez-Blanco 156
La categoría de lo gigante en relación con el paisaje propone ideas de lo infinito, su analogía con la naturaleza, un mundo que se contiene a sí mismo y que supone a su vez una distancia con el otro. Esta naturaleza que se extiende sin límites y que contiene gigantes supone un obstáculo simbólico que se literaturiza. Esto supondrá la distancia que siempre se mantiene entre la Patagonia y el término nación. Se gesta la fascinación por una naturaleza “ilimitada” a punto de ser redescubierta, donde se seguirá conjugando el mito del gigante pero obviando al habitante. Lo gigante será un espacio público que recreará con la nostalgia la presencia del indígena. La objetivización del “indígenagigante” que estas narrativas logran recoger no es más que la analogía de un paisaje y una naturaleza extensa.
El nombre “Patagonia” inaugura una ‘región literaria’ en su
exageración y conexión entre lo antropomórfico y los rasgos de una naturaleza nueva. Todo esto se inscribió, como dice Livon-Grosman, como sinónimo de hipérbole. Con el texto de Bourne se ha observado que detrás de la distorsión del gigante existe el poder de una expansión colonial que objetiviza al habitante en una descripción casi de monstruo, un obstáculo que, sin embargo, se puede vencer. Bourne describe al gigante patagón como vago: “They exhibit enormous strength, whenever they are sufficiently aroused to shake off their constitutional laziness and exert it” (55), y cobarde: “Though their great size at first sight was fitted to inspire terror, it required no very long observation to discover that they were deficient in natural courage” (60). Este eje central en los discursos que se basan en el poder colonial, ya tardío en el texto de Bourne, convive con otro centro de poder que ordena el mundo bajo los postulados de la ‘civilización’: la ciencia.
Sánchez-Blanco 157 La hipérbole es ahora naturalista.
Como ejemplo expondremos la obra de
Francisco Pascasio Moreno (1852-1919).
3.4 El mundo como exhibición La Patagonia de la “modernidad” deja de ser tierra de gigantes para convertirse en una región que alberga una naturaleza maravillosa y gigantesca. Las palabras dejan de ser el lenguaje de las semejanzas que describe la imagen de un mundo, ahora las palabras nombrarán lo visible que dará lugar no a una imagen sino a una “representación”. El hombre y la razón serán el sujeto pero el hombre también será el objeto. Y el conocimiento ya no irá por una sola vía de explicación que crea un espacio homogéneo. El conocimiento se dispersa bajo el poder de las diversas disciplinas espacializando desde lo profundo hacia los márgenes: Foucault’s own account concerned the incorporation of European ‘man’ within the grid of the human sciences. It was this process, so he claimed, that was centrally involved in the constitution of a modality of power that was characteristic of modern societies. He argued that the prevalent form of power in previous societies was sovereign power, a juridico-political model in which power ‘descended’ from the heights to the depths, from the center to the margins. But in the course of the eighteenth century this was joined and jostled (but not replaced) by a profoundly nonsovereign power: an anonymous, polymorphous, and capillary disciplinary power, rooted in the depths and the margins, which established what Foucault called a society of normalization. (Derek Gregory 28). Se impone una forma de “conocer” en base a las disciplinas que se crean durante el siglo XIX, las cosas que se ven son objetos que se separan unos de otros. La naturaleza se convierte en un cuadro con objetos que se ven, se investigan y se experimentan: “... by the closing of knowing to render things as objects to be viewed, as Timoty Mitchell puts it, to ‘set the world up as a picture… [and arrange] it before an
Sánchez-Blanco 158 audience as an object on display, to be viewed, investigated, and experienced” (Gregory 34). Las maravillas se identifican con las formas reales de una naturaleza esplendorosa, ya no se mezcla en su similitud con la distorsión del cuerpo del habitante. Ambos elementos se separan convirtiéndose en objetos que conforman un cuadro. Se toma conciencia del “yo” que observa y que posee los medios suficientes para crear conocimiento sobre un mundo que se ordena a través del “encuadre” del observador: “To think of a picture in this way implies both a setting of the world in place before oneself, as an object over and against the viewing subject, and a making of the world intelligible as a systematic order through a process of enframing” (Gregory 34). En este sentido se descubre o se redescubre “el mundo natural”, todo adquiere una nueva dimensión bajo una nueva forma de saber y de nombrar. No obstante el mundo que se ha venido viendo desde una jerarquía en el que los márgenes definían un centro de poder no cambia, se siguen percibiendo los márgenes pero ahora constituirán “la región del afuera”; “But precisely because it put in place an inside and an outside, a center and a margin, this was a way of seeing the world as a differentiated, integrated, hierarchically ordered whole” (Gregory 36).
Se crean nuevos límites, que aun conteniendo reminiscencias de un
pasado de mitos y leyendas, continúan constituyendo una caída y un final pero se produce un cambio de perspectiva, surge una distancia entre el observador y lo observado, entre el sujeto que tiene el poder de clasificar y el sujeto que es clasificado, no sólo en el tiempo definido por la incipiente “historia natural” sino en el espacio. Cuanto más lejano se catalogue en la historia de la tierra, más lejano se percibirá en el espacio.
Sánchez-Blanco 159 Así se puede demostrar con la narrativa de Francisco Pascasio Moreno (18521919), que impulsado por un espíritu investigador se adentra en tierras patagónicas. Su discurso se caracteriza por dos elementos importantes: a) La Patagonia es percibida por un criollo cuyo principal objetivo es insertar este vasto territorio dentro del concepto de “patria argentina”. b) Moreno muestra una actitud observadora hacia el habitante y lo incluye dentro de su intención recolectora de fósiles. Moreno se autoconsidera el último testigo de la cultura indígena, y sabiéndolo, todo su empeño es el de fundar un museo que explique “la historia natural” de la Patagonia. Este museo relegará al indígena a un pasado paleontológico. Las tribus patagónicas pasan a ser un objeto arqueológico en vida.
Moreno realiza varios viajes. Su primer viaje lo emprende en 1873 y le llevará hasta Carmen de Patagones. El segundo viaje remonta el río Santa Cruz y en 1875 remonta el río Negro hasta llegar al lago Nahuel Huapi. Dos son las obras a las que se hará referencia; la primera es Viaje a la Patagonia Austral (1879) y la segunda es una recopilación de textos inéditos del viajero que realiza su hijo Eduardo V. Moreno, llevando por título Reminiscencias del Perito Moreno.
Estas reminiscencias fueron
escritas entre los años 1906 y 1919. Uno de los pasajes que más llama la atención es el del descubrimiento del Lago Argentino, hoy es una de las atracciones turísticas más importantes en la Patagonia pues desde allí se puede observar la grandiosidad del glaciar “Perito Moreno”. La descripción que Moreno hace del lago es la siguiente:
Sánchez-Blanco 160 Sobre él, en las alturas, los eternos y mágicos espejos de hielo que coronan los picos que rasgan altivos el velo de las nieblas, reflejan ya, en medio de sus colores, el naciente sol de nuestra bandera. ¡Mar interno, hijo del manto patrio que cubre la Cordillera en la inmensa soledad, la naturaleza que te hizo no te dio nombre; la voluntad humana desde hoy te llamará Lago Argentino! ¡Que mi bautismo sea propicio; que no se olviden quién te lo dio el día que el hombre reemplace al puma y al guanaco, nuestros actuales vecinos! ¡Cuando en tus orillas se convierten en cimientos los trozos erráticos que tus antiguos hielos abandonaron en ellas; cuando las velas de los buques se reflejen en tus aguas como hoy lo hacen los gigantescos témpanos y dentro de un rato la vela de mi bote; cuando el silbido del vapor reemplace al grito del cóndor que hoy nos cree fácil presa; recuerda los humildes soldados que en este momento pronuncian el nombre de la patria bautizándote con tus propias aguas! (Moreno, Viaje a la Patagonia Austral 306-307) La hipérbole medieval es ahora una hipérbole naturalista que configura todo como si de un cuadro se tratase. La maravilla de las formas míticas y legendarias, el gigante que aunaba la distorsión del cuerpo con la naturaleza observada se transforma en simplemente la maravilla de la naturaleza, en la grandiosidad del lago y del glaciar que deposita los ‘antiguos hielos’. Esta última evocación es la ilusión de imaginar el lago en una formación antigua dentro de la historia natural, la distancia en el tiempo vista en la antigüedad de los hielos hace que también se distancie en el espacio, haciendo que el territorio se perciba remoto. Hay que destacar del párrafo la descripción triunfalista con tonos de himno patrio. Y sobre todo el poder de dar nombre a una cosa, “la voluntad humana desde hoy te llamará ‘Lago Argentino’”, que en realidad se pronuncia desde el “yo” viajero. Esto hace que el científico se identifique con un héroe, ya que redescubre la naturaleza y le da nombre propio. El nombre designado tendrá como objetivo el integrar lo que se observa dentro de los límites de una nación. Si por un lado se trata de dar una identidad diferencial a la zona con una naturaleza espectacular, por otro lado Moreno expresa un
Sánchez-Blanco 161 futuro de industrialización y colonización de la Patagonia basadas en los principios de ‘civilización y progreso’, ideas que forman un sistema directamente traido de Europa. El objetivo de Moreno es el de hacer un estudio cartográfico del interior de la Patagonia, es decir, a partir de la observación directa crear un conocimiento cuyos cimientos estén en la verdad científica. Esta verdad es en realidad una representación más y su máxima protagonista es la naturaleza, que a su vez sirve de encuadre o de cuadro de fondo de las ideas liberales del progreso y la civilización. James Duncan y Derek Gregory resumen este proceso en Writes of Passage: Reading Travel Writing: “What remained was read as an unproblematic record of heroism and triumphant discovery in which other cultures and other natures were shown to have surrendered their secrets before the powerful gaze of Western ‘Reason’. In effect, these studies mapped the production of a space of knowledge but not the concomitant production of a space of power” (2). Esta representación a través del saber científico que muestra la naturaleza como si de un cuadro se tratase no deja entrever sin embargo el verdadero espacio de poder. No obstante, en el caso de Moreno podemos configurarlo a través de una de sus ambiciones más personales: crear un museo. Todas las biografías de Moreno coinciden en resaltar su gran afición desde niño en coleccionar fósiles, afición que finalmente culminaría en la fundación de un museo: “El interés adolescente por coleccionar adopta proyecciones sociales y se transforma en el proyecto de formación de un museo” (Livon-Grosman 111).
Seguidamente se
expondrá un párrafo en el cual se muestra un listado de donaciones a la colección para la formación de dicho museo: Algunas personas se dignaron a aumentar la colección con los donativos siguientes que consideraba adquisiciones importantísimas: dos vértebras
Sánchez-Blanco 162 caudales, fracturadas, de un gliptodonte: tres placas de la coraza del mismo animal, algunos insectos del Paraguay, un arco con seis flechas, arma de los indios del Chaco, y un famoso ‘ídolo de una pagoda china’ figurón bautizado así por nosotros y que era el crédito de nuestra colección, y digo nuestra, porque entonces tenía de socios a mis dos hermanos, quienes me cedieron algún tiempo después su parte en ella (Moreno, Viaje a la Patagonia Austral 27-28) Livon-Grosman conecta este mismo párrafo con la enciclopedia china que Borges describe en El idioma analítico de John Wilkins y con la introducción que Foucault hace en Las palabras y las cosas en la que menciona dicha enciclopedia china. El listado de la colección de Moreno es heteróclito que se dispondrá en el espacio común del museo. Pero el desorden aparente de las cosas diferentes entre sí en realidad remiten a las diferentes disciplinas: biología, paleontología, etnología, historia, arqueología, etc. Pero como también dice Foucault, el museo no es una utopía que “si no tienen un espacio real, se desarrollan en un espacio maravilloso y liso” (3). Más bien el museo es una heterotopía “(como las que con tanta frecuencia se encuentran en Borges) secan el propósito, detienen las palabras en sí mismas, desafían, desde su raíz, toda posibilidad de gramática; desatan los mitos y envuelven en esterilidad el lirismo de las frases” (3). Entre objetos y taxonomías que los disponen sin sintaxis ni lirismo alguno, el museo ‘exhibe’ un mundo perdido en un pasado remoto. En el museo se recopilan todos los objetos extraídos de la naturaleza que los contenía en una unión armónica, ahora se exhiben en un espacio artificial que desata el mito de un mundo perdido y remoto en el tiempo. Este pasado también es etnográfico: “...los indígenas parecen existir para el beneficio intelectual de quienes como Moreno se dedican a estudiarlos para recuperar la experiencia de un pasado remoto y promover el avance de la ciencia” (Livon-Grosman 115).
Livon-Grosman expone que Moreno aún
Sánchez-Blanco 163 sin mostrarse claramente defensor de la Campaña del Desierto6 que supondrá la aniquilación del indígena, con la creación del museo da a entender que las tribus patagónicas son historia, historia que aportaría un pasado prehistórico de gran prestigio: En las narrativas que constituyen su primer libro la Patagonia es una fuerza inagotable de información antropológica lo cual permitiría redimensionar a la nación, dándole un prestigioso pasado prehistórico que superaría incluso las proyecciones de Darwin. Moreno está claramente a favor del relevamiento y colonización del territorio pero sus narrativas, curiosamente, no promueven con el énfasis que se podría esperar la campaña militar que haría posible ese mismo modelo expansionista. Hacia el final de su carrera pública tendrá palabras de elogio sobre el heroismo de los hombres de frontera, pero yo no he encontrado nunca un pasaje donde se defienda la necesidad de una campaña de exterminio de la manera que lo plantea Roca. Sin embargo, el destino del Museo está estrechamente ligado al de aquella campaña militar (121) El indígena se reduce a un pasado arcaico que se extrae como un objeto de un espacio que lo contiene, el cual adquiere esta identidad, el de lejano en el tiempo. Es decir, para Moreno era fundamental ver en el indígena el fósil principal para establecer la identidad definitiva de la Patagonia. Los gigantes son por fin vencidos y desligados de un lugar utópico, se relegan a la heteropía del museo: “Mi objeto no era sólo estudiar las regiones que cruzaba y llegar a Chile atravesando la cordillera; quería también, ver al indígena en su medio, lejos de la civilización, y vivir en el toldo para recoger entre aquellas tribus próximas a desaparecer, documentos que sólo conocía de oídas y que no me bastaban para mis propósitos” (Moreno, Reminiscencias del Perito Moreno 33). La distancia histórica que el museo expone da cuenta también de un mundo que se mitifica, distante y retirado, es el discurso fundacional de la Patagonia bajo el orden de la ciencia y los postulados de la civilización. La Patagonia se integra dentro del cuadro del mundo como aquel espacio prehistórico 6
.- Campaña militar que se realizó durante los años 1878-1885 y cuyo objetivo fue el de extender la frontera eliminando los asentamientos indígenas.
Sánchez-Blanco 164 que todavía puede albergar gigantes, pero esta vez de corte dinosaúrico. El espacio patagónico es el final del mundo que la ciencia crea en la modernidad y que la moda postmoderna retoma a través de la nostalgia. En el capítulo anterior se hacía mención a la obra de Bruce Chatwin In Patagonia y se comentaba cómo el autor rescata para Occidente aquellos espacios que fueron creados por los discursos naturalistas. Chatwin responde a la mirada nostálgica de Occidente por espacios perdidos y una de sus estrategias literarias es la de comenzar el relato con el recuerdo de la infancia de un fósil perteneciente a un ‘brontosaurus’ y que fue descubierto en la Patagonia. Esta mirada nostálgica también se puede interpretar como el rescate del espacio del museo, el espacio de la exhibición. La modernidad inauguró un mundo natural en el que las formas de la naturaleza y los animales se distorsionaban. Pero esta distorsión estaba avalada por toda una teoría cientifíca que desarrolló una historia natural basada especialmente en la ‘evolución’ de las especies. En el caso del hombre el origen es el mono, y en un segundo paso de esta evolución están las primeras tribus formadas por el hombre prehistórico. Moreno reconoció en el indígena patagónico a este hombre prehistórico, con lo que la dualidad antagónica “civilización y barbarie” era para el autor “civilización y primitivismo”. El indígena no se confundirá más con un gigante sino con un fósil que se archiva en un museo. La fundación literaria de la modernidad patagónica radica en un espacio que se exhibe como un museo pero la distorsión al gigantismo como identificación de un espacio inmenso no desaparece, sino que se mezcla con las propias formas de la naturaleza y los animales. Se establece así un orden de las cosas en un mundo en movimiento.
La
temporalidad del espacio, su historia, hace que la Patagonia adquiera un valor diferencial
Sánchez-Blanco 165 como lugar. Pero la historia de la Patagonia es una historia impuesta por Europa. La historia natural ordena el territorio patagónico en el mundo, totalizándolo y universalizándolo en el “fin del mundo”, allí donde las especies vienen a nacer o a morir en un paisaje que se presta a esta representación. No es la historia local, ni siquiera la de la patria argentina la que identifica la Patagonia hoy por hoy, sino la historia natural que dispuso la Patagonia en los márgenes, en aquel extremo final en donde imaginamos en el contexto de un museo la aparición del monstruo animal que indica una diferencia y la del fósil que intenta una identidad: Pero, a decir verdad, la historia de la naturaleza es tan imposible de pensar para la historia natural, y la disposición epistemológica dibujada por el cuadro y el continuo tan fundamental, que el devenir sólo puede tener un lugar intermedio y medido por las solas exigencias del conjunto. Por ello, no interviene a no ser en el paso necesario de uno a otro. Es como un conjunto de intemperies ajenas a los seres vivos y que únicamente llegan a ellos desde el exterior. Es como un movimiento sin cesar trazado pero detenido en su esbozo y perceptivle sólo en los bordes del cuadro, en sus márgenes descuidados: y así, sobre el fondo del continuo, el monstruo cuenta, como en una caricatura, la génesis de las diferencias, y el fósicl recuerda, en la incertidumbre de sus semejanzas, los primeros intentos obstinados de identidad. (Foucault, Las palabras y las cosas 157) La fundación literaria de la Patagonia ha tenido siempre este carácter metáforico representacional. El espacio patagónico se alejó desde siempre de un centro que marcaba el prototipo. En el siglo XVI, Pigafetta escribió la primera descripción de este vasto territorio y la alejó a los márgenes de la secuencia de la creación divina, allí donde los objetos y el espacio que los contiene, habitantes y naturaleza se mezclan en un caos de formas. En la modernidad del siglo XIX las formas maravillosas se someten al impulso de la razón y a la secuencia de una muy bien elaborada historia natural, que redistribuye todo lo terrestre en un orden lineal. Aun así el cuadro sigue siendo el mismo, las regiones
Sánchez-Blanco 166 naturales se redescubren en el contexto del Nuevo Mundo y se organizan en su exotismo y diferencia en los márgenes de un nuevo orden en el que el hombre europeo se sitúa en el centro. La Patagonia se convierte así en otro paraíso, no el que se escribe y se describe en las Sagradas Escrituras, sino en el de las especies, en aquel que se clasifica en sus formas en el museo.
La postmodernidad rescata estos paraísos perdidos a través de la
nostalgia, como se expuso en el anterior capítulo a raíz del texto de Bruce Chatwin, y deja el camino abierto para que la literatura continúe esbozando la Patagonia como el mito del fin del mundo. Así sucede con el texto de Luis Sepúlveda Mundo del fin del mundo (1994). Luis Sepúlveda (Chile 1949) deja claro desde el comienzo de su obra la nostalgia de un mundo literario que creyó olvidado: Pero algún día cayó en mis manos el libro de Chatwin para devolverme a un mundo que creí olvidado y que me estaba esperando: el mundo del fin del mundo. Luego de leer por primera vez el libro de Chatwin me entró la desesperación por volver, pero La Patagonia está más allá de las simples intenciones del viajero, y la distancia se nos muestra en su real envergadura cuando los recuerdos emergen como boyas en el agitado mar de los años más intensos. (14) La obra de Chatwin le hace recordar su primer viaje a la Patagonia a la edad de catorce años. La distancia a la que Sepúlveda se refiere como real es la literaria marcada por otra obra que le impulsó a realizar el viaje: De más está indicar que el Tío Pepe era la oveja negrísima de la familia, y que cuanto más crecía yo, nuestros encuentros se volvían cada vez más clandestinos. De él recibí los primeros libros, los que me acercaron a escritores a quienes jamás he de olvidar: Julio Verne, Emilio Salgari, Jack London. De él también recibí una historia que marcó mi vida: Moby Dick, de Herman Melville. (2)
Sánchez-Blanco 167 Herman Melville (Nueva York, 1819-1891) escribió Moby Dick en 1851. Una primera lectura nos haría resumir la obra en una persecución de la “ballena blanca” por el ballenero “Pequod” cuyo capitán, Ahab, se guía por un fuerte deseo de venganza hacia el monstruo que le devoró una pierna. Emir Rodríguez Monegal en su ensayo Doble lectura de Herman Melville señala “la digresión” como recurso literario en Moby Dick y como ésta afecta en tres formas: ...la digresión múltiple, que afecta tres formas fundamentales: primero, el episodio (p. Ej., el magnífico discurso del sacerdote sobre JONAS); segundo, la intromisión de narraciones independientes (p. Ej., la feliz historia del “TOWN-HO”); tercero, la impertinente digresión erudita (p. Ej., todo lo referente a la caza de la ballena y a la historia natural de la misma) (15) Rodríguez Monegal acusa de impertinente la digresión erudita pero esta digresión juega un papel importante en cuanto a la profundidad espacial que la obra de Melville adquiere en sí. La monstruosidad de la ballena es perseguida en su naturaleza grandiosa e inalcanzable, está cerca pero también se aleja, escondida en las profundidades del inmenso mar a la vez que en las profundidades de la historia natural. En el capítulo titulado “La ballena fósil” Melville escribe lo siguiente: A menudo oímos hablar de escritores que se engradecen con su tema, aunque éste sólo pueda parecer harto común. ¿Qué me ocurrirá a mí al escribir sobre este leviatán? Inconscientemente, mi caligrafía se expande en mayúsculas de letreros. ¡Denme una pluma de cóndor!¡Denme el cráter del Vesubio como tintero!¡Sostengan mis brazos, amigos! Porque en el simple acto de escribir mis pensamientos sobre este leviatán, esos pensamientos me agotan, me consumen con la extensión de su envergadura, como si quisieran incluir todo el ámbito de las ciencias y todas las generaciones presentes, pasadas y futuras de ballenas, hombres, mastodontes, con todos los mudables panoramas de los imperios terrestres y del universo entero, sin excluir los suburbios. ¡Tal es la virtud magnificadora de un tema inmenso y libre! Crecemos con su volumen. (550-551)
Sánchez-Blanco 168 La ballena es la historia del mundo, imaginarla y escribir sobre ella crea un espacio tan voluminoso y extenso que sólo es posible si hacemos actuar al factor tiempo que lo dilata en una línea hacia los extremos. El fósil crea esta identidad universal: Restos fósiles fragmentarios de ballenas preadánicas, pedazos de huesos y partes de esqueletos se encontraron en los últimos treinta años, a intervalos diversos, al pie de los Alpes, en Lombardía, Francia, Inglaterra, Escocia y los Estados de Lousiana, Mississippi y Alabama. Entre los más curiosos de estos restos hay un fragmento de cráneo, desenterrado en el año 1779 en la Rue Dauphiné, en París, una calleja que desemboca casi directamente en el palacio de las Tullerías; y existen huesos sacados a la luz en tiempos de Napoleón, durante las excavaciones en los muelles de Amberes. Cuvier sostuvo que esos fragmentos pertenecieron a una especie leviatánica totalmente ignorada. (551). La ballena es la memoria de un mundo anterior a la existencia del ser humano, un mundo que se escribe en los márgenes de la épica y la obsesión, también monstruosa, del capitán Ahab: Allí, me envuelve el gris caos de Saturno y pasan ante mí vagas, terribles imágenes de aquellas eternidades polares, cuando poderosos baluartes de hielo abrumaban lo que hoy son los Trópicos y en las 25.000 millas de la circunferencia de este mundo no era visible un solo espacio habitable de tierra, siquiera del tamaño de una mano. El mundo entero pertenecía entonces a la ballena que, reina de la creación, dejaba su estela a lo largo de las actuales cadenas de los Andes y el Himalaya. ¿Quién puede exhibir una genealogía como la del leviatán? El arpón de Ahab había derramado sangre más antigua que la del faraón. Matusalén parece un colegial, a su lado. Miro a mi alrededor para estrechar la mano de Sem. Me espanto ante esa existencia premosaica, increada, de los indecibles terrores de la ballena que, habiendo exsitido antes de todo tiempo, deberá sin duda existir cuando la especie humana se haya agotado. (553). En la actualidad seguimos fascinados por este mundo fosilizado y de mastodontes. Así le sucede a Luis Sepúlveda, que rescata este espacio de la memoria y de la historia natural. En la primera parte de Mundo del fin del mundo Sepúlveda recuerda su primer viaje no por tierra sino por las aguas de la costa patagónica. Se embarca en un ballenero
Sánchez-Blanco 169 y revive el gran relato de Moby Dick y la tan ansiada captura de la ballena. Como narrador y viajero no se encarna en el personaje del capitán Ahab sino que lo hace con el cabecilla del grupo de balleneros “El Vasco”. La Patagonia en esta primera parte de la obra de Sepúlveda queda ligada a Moby Dick. La Patagonia es tierra de ballenas que hay que respetar y defender, pero el gigante de la naturaleza se identifica con la zona que revive el relato en los confines de la tierra. La segunda parte de la obra de Sepúlveda revive su experiencia con la organización ecologista Greenpeace y su lucha en defensa de dicho animal. De hecho, las ballenas son uno de los atractivos turísticos más importantes de la Patagonia.
3.5 El mundo de la paradoja. Orden universal y desorden local Adentrándonos en el texto de Mempo Giardinelli llegamos casi al final de esta aventura histórica que ha tratado de exponer los referentes que han construido el espacio patagónico como un apéndice olvidado del mundo. Giardinelli así lo percibe y comenta lo siguiente:
“...,
para reflexionar sobre ese finisterre nacional, esa casi mitad de la
Sánchez-Blanco 170 Argentina que se conoce tan poco, ese límite final de nuestra misma geografía que, paradójicamente, está en emergencia como nunca pero a la vez –ojalá- en vísperas de una extraordinaria oportunidad” (Giardinelli, “Todos somos patagónicos”). De este párrafo se pueden extraer tres aspectos importantes que definen Final de novela en Patagonia: a) La Patagonia es un “límite final”, “el finisterre nacional”, es decir, es un pedazo de territorio argentino que ha quedado olvidado, se ignora que este territorio se integre dentro del concepto nación. No es el olvido global, sino el olvido de los propios compatriotas. b) Es un lugar desconocido y olvidado pero literariamente único.
Para los
mismos argentinos la Patagonia es un territorio mítico que se desplaza hacia los márgenes de la nación. El olvido al que se refiere Giardinelli es un olvido gubernamental de acción, es decir, la Patagonia no avanza, hace mucho que quedó vacía en proyectos que la saquen adelante.
Sólo se la imagina
literariamente, y se la simboliza a través del mito que la engrandece. Se trata por tanto de un mundo de las maravillas naturales pero también de un mundo de pobreza. Giardinelli destaca “la paradoja” y a través de los antagonismos que provoca teje su texto de viaje. c) Esta paradoja hace que Giardinelli proclame que la Patagonia está en “emergencia”, exponiendo que la solución es aplicar un discurso en el que la razón predomine. Un discurso que describa la Patagonia en términos de su potencial económico.
Sánchez-Blanco 171 Uno de los primeros pasajes en el que Giardinelli alega por un discurso de la razón es el que trata sobre “El gauchito Gil”. El Gaucho Gil es un personaje de leyenda en torno al cual se ha trazado todo un itinerario y es algo así como el patrón del viajero: Es allí, cerca de la ciudad de Mercedes, donde hoy se venera esa cruz y se ha desarrollado una industria popular impresionante, que mezcla el paganismo con el kitsch y la pobreza con el oportunismo porque la creencia dice hoy que todo caminante o viajero que no se detenga un instante a saludar al Gaucho Gil carecerá de fortuna y de protección en el resto del camino (32) Los seguidores y creyentes de este supuesto “héroe milagrero” han trazado todo un itinerario simbólico por la Patagonia a través de santuarios y un “merchandising” de objetos, todos de color rojo: “No sucumbimos a la tentación de llevar una banderita roja colgada del espejo retrovisor del Coloradito. Pero lo que no sabíamos entonces era la cantidad de veces que el Gaucho Gil se nos aparecería en el camino, a todo lo largo de la Patagonia” (33). La historia y la leyenda del Gaucho Gil crea todo un espacio cultural y un itinerario caracterizado por el sincrestismo y la mezcla de elementos paganos, religiosos, históricos y simbólicos: “Yo comento que estoy impresionado por la cantidad de altares paganos con banderas rojas que se ven por los caminos: los he visto en Entre Ríos y Santa Fe, en Aárate y Mar del Plata, en Carmen de Patagones y ahora aquí, como si todas las rutas fuesen vías de pergrinación” (48).
Todo esto ha sido interpretado
como una nota más al elemento mágico-maravilloso de la América Latina a lo que Giardinelli se opone rotundamente alegando que no es más que la paradoja entre la pobreza y el oportunismo, la simbolización del espacio y la ignorancia: Cuando regreso al Coloradito, comento con Fernando mi charla con el correntino. Él opina que el pensamiento mágico no deja de ser una versión de la inocencia popular. Yo le digo que en países como los latinoamericanos no es tan inocente. El descrédito del análisis y la
Sánchez-Blanco 172 investigación, como de la lógica y el pensamiento crítico, se ha venido convirtiendo, cada vez más, en un sustituto de la razón. El sincretismo –y la creencia o mal llamada ‘fe’ en el Gaucho Gil es un ejemplo cabal de sincretismo- lleva a que muchísima gente tenga estos supuestos por verdaderos. Son sólo ideas basadas en el voluntarismo antes que en la razón, ilusiones cimentadas en la necesidad o el deseo que se apoderan de la pobre inocencia de la gente. Cuando el pensamiento mágico sustituye al pensamiento crítico razonado, y eso se generaliza en una sociedad, pueden esperarse consecuencias sociales graves. (48-49) Se puede interpretar que hay una crítica implícita a toda la herencia medieval que trazó rutas e itinerarios en torno al eje central del cristianismo. En la actualidad estos itinerarios se ven mezclados por una cultura kitsch, la venta de todo tipo de objetos relacionados con una leyenda que mezcla historia local con la fe cristiana. Se trata de un sincretismo que para Giardinelli sólo es síntoma de la ignorancia en la que vive la sociedad que promueve este tipo de creencias. No obstante, llama la atención el comentario del autor por el cual se busca un sustituto al “pensamiento mágico” y este es “el pensamiento crítico razonado”. Este tipo de pensamiento devolvería a la Patagonia la importancia político-económica que necesita. En este sentido Giardinelli mira con nostalgia aquellos proyectos que vieron en la Patagonia un territorio rico en el que se podía aplicar ciertos modelos de industrialización y progreso equiparables a los que se estaban produciendo en otros países. Uno de los grandes precursores del “proyecto modernizador” es Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888). Ya se ha hablado de Sarmiento en este trabajo, y en relación con una de sus obras más importantes Vida de Juan Facundo Quiroga. Para Sarmiento era necesario un proyecto de modernización basado en el trabajo, la ciencia y la educación. Dentro de este proyecto también se incluía el promover la inmigración extranjera y las políticas de colonización de las vastas regiones del interior, pues para
Sánchez-Blanco 173 Sarmiento la inmensidad de los territorios vacíos (sobre todo de la Patagonia) era uno de los males que aquejaban a la patria Argentina. Hay otra obra de Sarmiento que se titula Viajes (1845-1847). En esta obra se narran las impresiones recogidas a través de los viajes que Sarmiento realizó por Europa, África y América.
Llama la atención el
siguiente pasaje: De Pittsburg, que no tuve tiempo de examinar, el vapor por 5 pesos lleva al viajero a Cincinnati cuatrocientas cincuenta i cinco millas Ohio abajo. El magnífico rio da nombre al Estado, si bien principia a ser navegado desde la Pensilvania. Otra vez he hablado de la riqueza de aquel suelo privilejiado, dónde sobre lechos inconmensurables de carbon bituminoso, se estienden llanuras de bosques i de cultivo, accidentadas por montes que esconden el hierro en sus flancos, i de cuyas faldas fluyen canales como el Ohio que se liga al Missisipi i sus afluentes, i somete un mundo al alcance de sus manufacturas. Para darle noticia del progreso asombroso del estado del Ohio, debo principiar por el sicut erat in principio, es decir, el aspecto del pais ayer no mas. Este estado se estiende unas 40000 millas cuadradas desde la márjen del Ohio hasta el lago Erie, al norte. La parte sur i este del terreno es llano i fertilísimo; el resto, accidentado de montículos, encierra valles hermosos, sábanas, pantanos, i terreno quebrado. La cantidad de tierras arables se reputa en 35000 millas, el resto es la parte cenagosa, quebrada o estéril. Hasta 1840 la parte labrada no pasaba de 12000 millas. El primer establecimiento se hizo en 1788 en Marieta. La poblacion cristiana se presentó en Estado en 1802, en número de 50000 habitantes. En 1810 habia aumentado a 230760; en 1820, a 937679; i en 1840, a mas de un millon i medio. Hoi tiene mas de dos millones. (sic, 483) Julio Ramos en su ensayo Desencuentros de la modernidad en América Latina define a Sarmiento como “el viajero importador de modelos”.
En la cita se puede ver
claramente la comparación implícita del estado de Ohio con los territorios del interior de Argentina. Ohio era tan sólo una llanura extensa sin explotar. La clave de tanto progreso está en la inmigración y el cultivo: Sarmiento define la tarea del corresponsal en función del viaje importador que en varios sentidos había sido la medida de autorización de su propio discurso. En efecto, el intelectual, en Sarmiento, había sido un viajero
Sánchez-Blanco 174 destinado –desde la carencia de la modernidad de su sociedad- a la plenitud extranjera: el intelectual-viajero define ‘el buen camino’ hacia la modernidad. También el corresponsal, según Sarmiento, debía cumplir el rol de intermediario, legitimándose así su discurso en términos del proyecto modernizador. (Ramos 109). Giardinelli resucita este modelo, cuando a su llegada a la ciudad de Sarmiento (coincidencia en el nombre de la ciudad que no deja de ser curiosa) comenta lo siguiente: La llegada a Sarmiento es muy bonita y llaman la atención los cisnes de cuello negro y los patos que navegan las tranquilas aguas del Musters (nombre, por cierto, que recuerda a un marino inglés que entre 1870 y 1871 recorrió todo el trazado de la actual ruta 40). El valle, notoriamente fértil, es una ejemplar demostración de lo que se puede hacer en la Patagonia con trabajo y esfuerzo: hay chacras bien delimitadas en las que pasta el ganado vacuno; hay excelentes alfalfares; hay huertos y cultivos diversos a la vista y por doquier abunda la caña colihue, que es una gramínea autóctona, maciza y no hueca como los bambúes tropicales, y que además tiene un ciclo romántico: florece cada cuarenta años y entonces muere. [...] Sarmiento es un pueblo muy bonito, fundado entre 1898 y 1920 por colonizadores galeses, lituanos y bóeres, y se lo ve próspero, tranquilo y, asombrosamente, limpio. Da gusto estar allí: sus calles han sido arboladas, las aceras están barridas y la plaza central es amplia, verde y preciosa. También tiene dos o tres restaurantes que se ven muy decentes. (216) El pensamiento razonado que se comentaba con anterioridad hace referencia a una ordenación del territorio que se guía por un discurso de progreso. La incorporación de ejemplos como el de la ciudad de Sarmiento desmitifica el espacio mágico-religioso que traza itinerarios y que surcan la Patagonia.
Este no es el único ejemplo de
desmitificación encontrado en el texto de Giardinelli. Se analizaba con anterioridad la obra de Luis Sepúlveda y cómo la Patagonia es actualmente admirada por las especies animales que alberga, en especial las ballenas. La grandeza del animal y el referente de los grandes relatos de la modernidad hacen de la Patagonia un lugar inmenso en donde los animales más grandes del planeta parecen haber
Sánchez-Blanco 175 encontrado un refugio. Giardinelli también dedica unos párrafos a este animal pero lo expone tal y como es, un atractivo turístico: Luego andamos todavía unos 40 kilómetros de camino pavimentado, hasta Puerto Pirámides, única población de la península y centro inevitable de todo el turismo atlántico patagónico. Es un pequeño y simpático caserío que tiene unos 300 habitantes estables (toda la península tiene sólo unas 500 personas, todas ellas dedicadas al turismo y a la atención pastoril de 150.000 ovejas y unos pocos vacunos y caballos) y es célebre por ser el puerto de donde salen todas las excursiones de avistaje de ballenas. Son centenares de ballenas francas, la variedad más antigua y la de mayor tamaño, que llegan todos los años, entre junio y diciembre, convocadas por la gran concentración de plancton y de krill que hay en esta agua y por las temperaturas templadas. Estos formidables mamíferos, de más de treinta toneladas y que comen una tonelada de krill por día, ingresan en enormes manadas al golfo Nuevo para brindar uno de los espectáculos más fantásticos de la Tierra. (77-78) Giardinelli introduce aquí el elemento “espectáculo” y define la ballena como atracción turística. No niega el hecho de que es algo fantástico dentro de los espectáculos que la naturaleza brinda, pero el discurso que Giardinelli utiliza deja claro que las ballenas francas son el espectáculo del “otro”. La Patagonia es según Giardinelli “un balcón maravilloso” donde se pueden observar: sus multitudinarias pingüineras (hay colonias de distintas variedades y llegan a más de dos millones de ejemplares) y por los trece mil lobos y elefantes marinos que viven en sus playas. Entre pingüineras, loberías y elefanterías, esta península es un verdadero país (es bastante más grande que el Estado de Luxemburgo, por ejemplo). Y país maravilloso cuya geografía semeja una especie de gorda verruga sobre la piel del mar. (79) Seguidamente a este párrafo existe una desmitificación de la Patagonia como espacio maravilloso del espectáculo natural.
Sin negar el gran potencial natural y
faunístico, Giardinelli muestra serias dudas sobre ciertas modas “ecoturísticas”:
Sánchez-Blanco 176 “Entiendo las necesidades del turismo como industria moderna, no cuestiono la legitimidad del negocio que consiste simplemente en mostrar, y aún puedo aceptar –con muchas dudas- que ciertas formas del ahora llamado ‘ecoturismo’ sirvan para proteger especies. Pero no estoy de acuerdo con ninguna invasión” (79). Para el autor los tours organizados son una especie de invasión: “..., pero yo me resisto a bajar en malón para asistir estúpidamente a esos partos; detesto esos grupos de invasores, decenas de personas que harían silencio y se emocionarían ante el alumbramiento de un sobrino, pero que acá se comportan como espectadores vulgares y feroces del espectáculo de la naturaleza” (79).
Se puede interpretar que el autor rechaza ‘la naturaleza’ como protagonista
principal de la Patagonia, es más, para el autor llega hasta el extremo del abuso el pretender que los animales sean el único escenario y espectáculo a observar de un territorio. El capítulo 18 de Final de novela en Patagonia lleva por título “Nuevas paradojas del país de las maravillas”. Son significativos tanto el título como el capítulo, porque resumen la clave estructural de muchos de los pasajes de la obra de viaje de Giardinelli. El elemento literario principal es ‘la paradoja’ y el enfoque espacial se dirige más a lo local que a la totalidad de la Patagonia. Giardinelli llega a El Calafate, que es un pueblecito que se está convirtiendo en una ciudad, ya que cerca de allí se encuentra “la maravilla local” que es el glaciar Perito Moreno. Giardinelli describe el glaciar como “una de las más impresionantes maravillas del mundo”. El glaciar desde el mirador del ‘lago Argentino’ se muestra imponente en su magnitud y grandiosidad.
Aparte,
Giardinelli recuerda en este mismo capítulo la llegada de la flota de Magallanes, y cómo se generó el texto fundacional de la Patagonia por Antonio Pigafetta. Sir Francis Drake,
Sánchez-Blanco 177 el pirata inglés, siguió la misma ruta de Magallanes en 1578 y “muchos años después llegaron Darwin, Roca, el Perito Moreno y otro más, cada uno con sus misiones” (142). Cada misión ocasionó una obra literaria y principalmente debido a las maravillas que la naturaleza les ofrecía. La Patagonia se mitificaba cada vez más, se la alejaba en la distancia de la ilusión y la imaginación. El texto de Giardinelli es diferente pues las maravillas naturales son contrastadas. Las maravillas de la naturaleza y la mitificación del territorio que las contiene crean un espacio que pertenece a una globalidad, especialmente hoy en día que se unen a través de un entramado perfecto de carreteras, aeropuertos y autopistas, creando un paisaje tan homogéneo como universal. Giardinelli se detiene en detalles más locales y más argentinos. Al comparar la descripción de lo local con la grandeza universal de la naturaleza surge lo ‘absurdo’ de la paradoja: Entrando a El Calafate, y ya a la vista del lago Argentino, lo que impresiona es el crecimiento. Ésta debe ser una de las pocas regiones en expansión de la Argentina: hay una verdadera explosión comercial, inmobiliaria y turística. Se construye a toda hora. El pueblecito, es evidente, se está convirtiendo en ciudad. Por ahora sólo tiene entre 4.000 y 7.000 habitantes y resulta curioso para la Argentina del 2000 pero no se ve ni un solo mendigo en las calles e incluso da la sensación de que, si llegara más gente, conseguiría trabajo. Eso mismo define lo inarmónico del paisaje: porque en las laderas y hacia el lago se ven casuchas de chapa, signos de pobreza que deslucen lo que se pretende que sea un centro turístico internacional. (142) Desde el prisma de lo local “el desorden es notable y el absurdo” (142). Giardinelli se queja sobre todo de la falta de previsión que hace que todo sea un caos, desde la planta eléctrica que funciona a gasoil, desaprovechando así la riqueza natural de la luz solar y el viento, y que se emplaza en la calle principal del pueblo, con lo que el
Sánchez-Blanco 178 ruido es infernal, hasta la realización de un aeropuerto con una pista gigantesca pero que no funciona: El actual, modesto aeropuerto tiene una pista que termina prácticamente en el pueblo mismo; pero a alguien se le ocurrió ampliarla y entonces hicieron una nueva aeroestación. Inmediatamente después se decidió hacer un aeropuerto mucho más grande, internacional, y en lugar de agrandar la actual pista se puso en marcha una obra fabulosa a 10 kilómetros de distancia: allí ahora hay una pista de 2200 metros capaz de recibir Jumbos que vienen directamente de Europa, que fue inaugurada justo un mes antes de las últimas elecciones, pero no funciona porque no tiene torre de control ni –por supuesto- aeroestación. (144) Pero la protagonista de la paradoja es ‘la mugre’. Pueblos que albergan maravillas naturales tan impresionantes y se encuentren en un estado tan sucio es lo que realmente entristece al autor y es así como se expone en su obra: -
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En un bar, un turista español comenta: Lo que no se comprende es cómo pueden vivir con tanta mugre alrededor. ¿Es que el alcalde no ha visto toda esa basura al lado de la carretera, llevada y traída por el viento? ¿Cómo van a fomentar así el turismo? Replica el hombre que atiende, un cincuentón con cara de rencor: La mugre, señor, se debe a que esa gente cree que la suciedad es normal porque en la mugre han vivido todas sus vidas. No han viajado ni les interesa aprender, y entonces creen que en todo el mundo pasa lo mismo. Es el precio que pagamos por la distancia, por ser el verdadero culo del mundo. ¡Pero es que tienen aquí una de las más extraordinarias maravillas del planeta! –insiste el español. Ya ve usted las contradicciones del Señor... –ironiza el cantinero.(144)
La paradoja da lugar a la contradicción y el absurdo pero también da lugar, por parte del autor, a una ruptura con la presencia textual que mitifica la Patagonia: “De ahí que la presencia textual, la existencia literaria de este gigantesco y maravillante páramo, ha sido y es mucho mayor que su importancia político-económica” (Giardinelli, “Todos
Sánchez-Blanco 179 somos patagónicos”). De ahí que la Patagonia como ‘final del mundo’ se desmitifique a través del sentimiento de estar olvidados en ‘el culo del mundo’, frase que Giardinelli también repitió en una entrevista que mantuve con el autor durante el VI Salón del libro Iberoamericano. Si bien se puede comparar con una imagen grotesca del mundo la realidad es que para Giardinelli esta expresión es la transcripción de “una mirada dramática y trágica de nuestro presente, ..., es la idea de derrumbe”7. La espacialidad universal, literaria y global que ha ido mitificando y engrandeciendo la Patagonia como un lugar maravilloso y misterioso, emplazándose en un lejano “final del mundo”, nada tiene que ver con la espacialidad de lo local, la mugre y el deterioro que va emplazando al habitante de la Patagonia en el grotesco ‘culo del mundo’. El absurdo es la situación local, la del habitante del lugar. Este absurdo pone una distancia que margina pero se desconoce el centro del cual parte un poder racionalizador oculto. Para Milton Santos en La naturaleza del espacio la actualidad espacial ya no se rige por un centro del que parte el poder y el conocimiento que ordena las cosas en la tierra. Para Milton Santos existen dos órdenes: la razón global y la razón local:
“A partir de esos dos órdenes se
constituyen, paralelamente, una razón global y una razón local que en cada lugar se superponen y, en un proceso dialéctico, tanto se asocian como se contraponen. En ese sentido, el lugar se enfrenta al Mundo, pero también lo afronta en virtud de su propio orden” (284).
La razón global ha hecho de la Patagonia un producto turístico que se
superpone a la razón local como dice Milton Santos, y el proceso dialéctico que resulta de esta superposición se asocia pero a la vez se contrapone. No obstante el orden local es más de desorden y caos para el caso de la Patagonia; esta asociación más que
7
.- Entrevista realizada a raíz del VI Salón del libro Iberoamericano, Gijón 2004.
Sánchez-Blanco 180 contraponerse es que se ignoran la una a la otra, y como resultado, la distancia entre ambos ámbitos, el global y el local, se agranda. Para entender esto mejor Milton Santos define ambos órdenes: El orden global busca imponer, en todos los lugares, una única racionalidad. Y los lugares responden al Mundo según los diversos modos de su propia racionalidad. El orden global se sirve de una población dispersa de objetos regidos por esa ley única que los constituye en sistema. El orden local es asociado a una población contigua de objetos, reunidos por el territorio y como territorio, regidos por la interacción. (289) Como hemos visto, Giardinelli denuncia la poca interacción que existe entre el sentimiento de territorio y el orden local. Este último no puede existir si la Patagonia se percibe como algo ajeno a la nación Argentina, como “una región desconocida”, recorrida e imaginada más a través de los textos que a través de planes de territorialización y desarrollo prácticos. La Patagonia cae en el olvido, en el desconocimiento hasta de sus compatriotas, es un vacío y una nada que se distancia y se emplaza en los límites, en las afueras del mundo. Milton Santos indica que el orden global es ‘desterritorializado’ y que el orden local es el que ‘reterritorializa’ a través del espacio constituido por los hombre, las empresas, las instituciones, las formas sociales y jurídicas, en una palabra ‘el orden cotidiano inmediato’. El orden local es el espacio localmente vivido que en la Patagonia parece no existir, se ignora, al igual que se ignora al habitante, puesto que es un territorio que se imagina vacío y en los márgenes finales de un mundo. Es la ‘globalidad’ la que construye esta Patagonia como un mundo de ficción distante llegando a desterritorializarla.
Sánchez-Blanco 181
CAPÍTULO IV 4. La representación literaria del mapa Los anteriores capítulos exponen cómo diferentes representaciones espaciales como región, paisaje, espacio o lugar son tratados en diferentes textos de viajes. Existe
Sánchez-Blanco 182 no obstante la representación espacial por excelencia que es el mapa y este capítulo tratará de hacer entender cómo la representación cartográfica tiene como referente un texto o se convierte en un texto al analizar las condiciones sociales que rodean a su producción. Para ello se siguen las pautas diseñadas por J. Brian Harley en su artículo “Deconstructing the Map”. El primer paso de esta deconstrucción es acabar con el mito de que un mapa al ser construido sobre bases matemáticas elimina cualquier propiedad retórica: “Maps constantly appeal to their potential readership through the use of colour, decoration, typography, dedications or written justifications of their method (Marin 1988). Rhetoric may be concealed but it is always present, for there is no description without performance” (Harley 163).
En este sentido para Harley el mapa tiene una
importancia social relevante de tal manera que se pueden apreciar ejercicios de poder a la hora de construir un orden interpretativo del mundo y hacerlo visible en un mapa: Second, deconstructionist argument allows us to redefine the social importance of maps. Rather than invalidating their study, it enhances it by adding different nuances to our understanding of the power of cartographic representation as a way of building order into our world. If we can accept intertextuality then we can start to read our maps for alternative and sometimes competing discourses and they can overflow into a new range of problems. (165) Uno de los objetivos de este capítulo será el de demostrar, tal y como Harley argumenta en la anterior cita, cómo los mapas se pueden leer como si de un texto se tratase, es más, es objetivo principal el de mostrar que en cierto modo los mapas tienen su referente claro en textos de viajes. El último punto del argumento de Harley respecto a la deconstrucción del mapa es el más importante a la hora de delinear una conclusión. La cartografía se puede analizar con los mismos métodos que se analiza un texto, que en este
Sánchez-Blanco 183 caso se trata de conjugar texto más poder-conocimiento, y las estrategias del discurso científico que los mapas también integran: Third, a deconstructive turn of mind may allow geographical cartography to take a fuller place in the interdisciplinary study of text and knowledge. Intellectual strategies such as those of discourse in the Foucauldian sense, the Derridian notion of metaphor and rhetoric as inherent to scientific discourse, and the pervading concept of power-knowledge are shared by many subjects. As ways of looking at maps they are equally enriching. They are neither inimical to hermeneutic enquiry nor anti-historical in their thrust. The possibility of discovering new meanings in maps is enlarged. Posmodernism offers a challenge to read maps in ways that could reciprocally enrich the reading of other texts. (165) Se trata de exponer lo que Harley comenta en la última frase de la anterior cita: la lectura de los textos de viajes enriquece la lectura de los mapas de tal manera que se puede concluir que un texto de viaje es un mapa y que un mapa es un texto de un viaje. El presente capítulo está organizado en dos apartados que siguen la misma línea de composición que los anteriores. En un primer apartado se mostrará una evolución histórica de la cartografía señalando algunos aspectos clave que nos haga leer los mapas mostrados como si se tratase de textos, y en muchos de los casos señalando el referente claro de libros de viajes. También se trata de poner de relieve un discurso de poder que evoluciona en cada siglo dependiendo de los métodos científicos de los que se dispone en cada época histórica. Un segundo apartado compara la última parte en la evolución histórica, que coincidiría con el siglo XIX, con el texto de Mempo Giardinelli. Una vez más se llega a la conclusión que existen dos maneras de sitematizar el mundo y en sus diferencias surge la paradoja. Es decir, que existe por un lado una cartografía realizada por agencias de turismo cuyo objetivo es el de mostrar la Patagonia desde la perspectiva del espectáculo
Sánchez-Blanco 184 natural que esta ofrece. Por otro lado existe una cartografía que se extrae del mismo texto de Giardinelli, concretamente se analiza un capítulo por medio del cual el autor denuncia la mala calidad de los mapas de carreteras que existen sobre la Patagonia. Esta denuncia por parte del autor ahonda más en la crítica de que la Patagonia está olvidada incluso en los mapas, ya que estos muestran con gran inexactitud la localización de poblaciones e información necesaria que pueda servir para la comunicación interna de este vasto territorio.
4.1 La literatura de viajes y la representación cartográfica En este apartado se mostrará a partir de representaciones cartográficas una evolución histórica por medio de la cual se dará cuenta de la conexión que siempre ha existido entre mapa y texto. Como primer ejemplo se expone un mapa perteneciente a la civilización mesopotámica. Este mapa ejemplifica el concepto de ‘el mundo como espejo’, tal y como se ha expuesto en el anterior capítulo a raíz del pasaje de la Ilíada de Homero dedicado al ‘escudo de Aquiles’. De este pasaje que se puede interpretar como una representación cartográfica en prosa hay que destacar las siguientes características: el geocentrismo y el etnocentrismo.
Estas dos características son extrapolables a este
mapamundi mesopotámico que seguidamente se expone8:
8
.- Todos los mapas que se exponen en este capítulo están extraídos de la siguiente dirección de internet: http://www.henry-davis.com/MAPS/AncientWebPages/AncientL.html. No obstante, hay algunos mapas expuestos que no pertenecen a esta dirección con lo que se especificará la fuente.
Sánchez-Blanco 185
La imagen de la izquierda muestra una tabla de cerámica en la que hay grabado un mapa del mundo. La imagen de la derecha es una reconstrucción del grabado original. La tabla de cerámica está datada en torno a los años 600 y 500 a. de C. Con anterioridad se exponía la característica del ‘geocentrismo’, es decir, la tierra (la masa de tierra habitable), se sitúa en el centro. Es una tierra redonda y plana, ocupada por entero por el mundo asirio, es decir, es una visión ‘asiriocéntrica’. Esto lo sabemos porque en el centro justo del mapa se encuentra la ciudad de Babilonia. Se observa cómo el mundo se compone de un gran círculo, a su vez contenido en otro círculo que corresponde al océano que rodea la masa de tierra interior, tal y como lo conciben también los griegos. No obstante, hay un aspecto que se diferencia de los mapas griegos que se verán próximamente, y es que desde el exterior de este océano circular se disponen siete picos a modo de islas: El Éufrates fluye desde sus fuentes en las montañas de Armenia, en el norte, hasta el Golfo Pérsico, donde se junta con un mar circundante. En efecto, la finalidad de este mapa parece ser la de mostrar las relaciones entre el Océano Terrenal, representado mediante un círculo, y las Siete Islas (lugares distantes), representadas por triángulos, de los que sólo uno está intacto del todo sobre la tableta. (Thrower 24). Como Thrower señala, la finalidad es la de mostrar los lugares distantes a ese centro. La descripción de estas islas se realiza a través de un texto que se encuentra en
Sánchez-Blanco 186 ambos lados de la tabla de arcilla. La descripción hace mención a seres legendarios que habitan en estas islas y héroes que han llegado hasta estas regiones. Hay mapas que sólo se conocen a través referencias literarias. Estos mapas se perdieron o se destruyeron y sólo se sabe de ellos en base a reconstrucciones posteriores. Es el caso del siguiente mapa. Hacia el año 550 a. C. aproximadamente, Anaximandro de Mileto realizó un mapa del mundo que cincuenta años después fue mejorado por Hecateo, también de Mileto.
Lo que se observa en esta reconstrucción es la
representación clara del ‘oikumene’ o ‘mundo habitado’. Es un ‘mundo isla’, como lo define Norman J.W. Thrower en su obra Mapas y civilización: Historia de la cartografía en su contexto cultural y social.
Este “mundo isla” se sitúa en el centro de la representación.
Está
dividido
por
dos
‘espacios continentes’: uno formado por Europa y el otro formado por Asia y África (Libia). Se observa con claridad que ambos continentes tienen el mismo tamaño. Es decir se imaginaba Europa tan grande como Asia y África. En el centro de esta representación se sitúa el Mar Mediterráneo y esto lo podemos unir a la idea de la gran expansión comercial de los griegos en esta época. El conjunto terrestre, lo que hemos denominado como ‘mundo isla’ está rodeado del río circular ‘Océano’. En esta reconstrucción se observa también como el ‘oikumene’ forma un círculo perfecto junto con el río circular, y cómo se forma la visión del mundo que los griegos tenían. Retomando los pasajes de la Ilíada que se expusieron en el anterior capítulo se
Sánchez-Blanco 187 puede observar en este mapa también la influencia de los textos de Homero. Para Harley uno de los aspectos que busca a la hora de deconstruir un mapa es la textualidad y la dimensión retórica que el mismo mapa implica: “I will examine the textuality of maps and, in particular, their rhetorical dimension” (157). En esta primera fase de elaboración de mapas es importante señalar si el texto se produjo antes que el mapa o se produce paralelamente a éste. Algunas veces ocurre que el mismo texto literario es un mapa, y no refiriéndose al itinerario seguido por el autor, sino que a través de ‘sus descripciones’ se reconstruye un mapa que coincide con la percepción y la experiencia del viaje realizado. Es el caso de Herodoto, de cuya obra se ofrecen ejemplos en el capítulo anterior. Aquí expondremos la reconstrucción de un mapa que se extrae directamente de su obra:
A partir de esta reconstrucción se pueden apreciar dos hechos importantes: En primer lugar, llama la atención que el tamaño de Europa es más grande que el de Asia, y en segundo lugar, cabe destacar la representación del mundo en base a la división en continentes.
A este respecto es importante exponer el mapa que realizó Crates de
Mellos durante el siglo II a. C:
Sánchez-Blanco 188
Se trata de un gran globo en el que se representan cuatro espacios continentes situados de forma simétrica. Estos cuatro continentes están separados por masas de agua. Lo más importante es señalar cómo el centro desde el que se nombran las otras tres masas de tierra es el ‘oikumene’ o ‘mundo habitado’. La masa de tierra que se nombra como ‘perioect’ o ‘perioikoi’ significa ‘habitantes situados a la vuelta’, ‘antipodes’ que da a entender aquellas tierras y habitantes que están al contrario de los pies. ‘Antoect’ o ‘antoikoi’ significa ‘habitantes que viven al opuesto’9. Hasta ahora se ha observado cómo las representaciones gráficas del espacio geográfico tratan en general de grandes espacios continentales que forman la tierra, y cómo ésta, a su vez, forma una isla central, dando origen así a la visión de Europa como centro del que parte la concepción y localización de los demás continentes y que será más patente en mapas que se expondrán más adelante.
9
.- Fuente de la traducción: http://www.henry-davis.com/MAPS/AncientWebPages/113mono.html
Sánchez-Blanco 189 Daremos un pequeño salto en el tiempo para situarnos en los siglos finales del imperio romano. En el siglo 313 d. C., se reconoce oficialmente el cristianismo como religión. Esto va a influir en la producción cartográfica y en su forma primigénia se manifestará a través de los llamados ‘itinerarios’, representaciones espaciales utilizadas por los romanos para usos burocráticos.
Las primeras manifestaciones de dichos
itinerarios fueron escritas, y consistían en listados de rutas y lugares que estaban contenidos en un viaje en el que se especificaba el punto de partida y el punto de destino. Estos lugares solían coincidir con establecimientos en los que se recomendaba una parada bien para descansar, bien para cambiar los caballos o para proveerse de comida y agua. A medida que el imperio romano se expansionaba más, crecía la necesidad de producción de estos itinerarios que iban siendo cada vez más exactos en la información que contenían: “Itineraries were also used by pilgrims and by soldiers rejoining their legions; they were expected to take good care of them, not to leave the route, and to stop at the mansiones (staging posts) indicated” (Dilke 237). Esta cita está tomada del artículo “Itineraries and Geographical Maps in the Early and Late Roman Empires”, su autor O.A.W. Dilke comenta que el reconocimiento de la Iglesia Cristiana en el 313 d. C. afectó a la cartografía, ya que una de las consecuencias directas de este reconocimiento de la fe cristiana fue el comienzo de peregrinaciones, dando lugar con ello al surgimiento de un gran número de nuevos itinerarios: The principal itinerary of the late empire is that of the Bordeaux-Jerusalem pilmigrage, A.D. 333, of which the best manuscript is the Pithoeanus, now Par. Lat. 4808, of the ninth century (no maps). Distances are recorded in leagues (2.22 km) as far as Toulouse, then in Roman miles (1.48 km). Another itinerary attached to this records a journey from the Holy Land to Chalcedon (Kadiköy), in Asia Minor opposite Constantinople, and back via Nicomedia (Izmit), Ancyra (Ankara), Tarsus, and Tyre. A third goes from Heraclea Pontica (Eregli) via Macedonia, Albania, and the east coast
Sánchez-Blanco 190 of Italy. In addition to this major document, there are fragments of itineraries from monumental inscriptions of various periods from several territories under the Roman Empire. (237) Las representaciones de estos itinerarios son el origen de los actuales ‘mapas de carreteras’ y uno de los más famosos es la “Tabla Peutingeriana”, también conocido como el “mapa de Peutinger”. Consistía originalmente en un rollo de pergamino que medía 6.75 metros de largo y 34 centímetros de ancho. En la actualidad se encuentra en la biblioteca nacional de Viena. El rollo ha sido dividido en secciones para su mejor conservación. Su fecha data del siglo XII y se sabe que es una copia de un mapa aún más antiguo. Este mapa recibe este nombre porque su dueño en 1508 fue Konrad Peutinger. El dato más importante nos lo aporta Dilke cuando comenta que este itinerario no es un mapa militar: The Peutinger map was primarily drawn to show main roads, totaling some 70,000 Roman miles (104,000 km), and to depict features such as staging posts, spas, distances between stages, large rivers, and forests (represented as groups of trees). It is not a military map, though it could have been used for military purposes, but the words give an indication of its possible function. They suggest that, whether or not the term itinerarium pictum (painted itinerary), was in current use, it is a convenient phrase for this unique map. (238). Dilke también comentará más adelante que una de las características más importantes del mapa es el hecho de que “it records so many small places” y que muchas de las veces se sustituyen con símbolos: Throughout the map, mountains are marked in pale brown and principal rivers in green. Names of countries and of some tribes are recorded. Apart from the personifications, cartographic signs include representations of harbors, altars, granaries, spas, and settlements. A unique sign is that for a tunnel, used for the Crypta Neapolitana, near Pozzuoli. Harbors, if indicated, are given the acurate shape mentioned in connection with Ostia. The sign for a spa is an ideogram of a roughly square building with an
Sánchez-Blanco 191 internal courtyard, often with a gabled tower at each end of the near side. (239) En el capítulo anterior se comentó la obra de Egeria y su Itinerario, resaltándose cómo el itinerario que esta mujer viajera iba describiendo en su diario se constituía una confirmación de los santos lugares descritos en la Santa Biblia. Egeria optó por el método escrito como modo de representación del itinerario. La Tabla Peutingeriana elige un método pictórico, como señala Dilke, pero es el armazón de la literatura de viajes que se desarrollará posteriormente y durante la Edad Media. La Tabla Petuingeriana es un mapa que no muestra el orden del mundo desde un contexto global, ni se plantea desde teorías científicas acerca de medidas o escalas de la tierra. Por el contrario, este mapa está hecho partiendo de lo local y lo descriptivo. El mapa de Peutinger representa un mundo heterogéneo donde los signos dan cuenta de los distintos lugares donde se emplazan altares, graneros, puertos, centros de ocio, etc. Se muestra como ejemplo de este mapa un fragmento que coincide con un detalle de la ciudad de Roma que se distingue por la personificación de la misma en una figura de una mujer en su trono. En una mano sostiene un globo terráqueo y en la otra un escudo. También se puede distinguir la iglesia de San Pedro con las palabras ad sanctum Petrum. También se define el puerto de Ostia que es como un tercio de un círculo en cuyo centro se sitúa una columna que se supone que es de Constantino el Grande.
Sánchez-Blanco 192
A comienzos de la Edad Media se empiezan a desarrollar una serie de mapas llamados “de forma T-O” descendientes de la cartografía griega anteriormente expuesta y en cuanto a su forma circular se refiere. El siguiente ejemplo corresponde al primer mapa europeo impreso. La impresión se realizó en 1472 pero su autor San Isidoro de Sevilla (600- 636 d. C.) ya lo incluyó en su obra Etimologías de la que ya se habló en el capítulo anterior.
En un simple
mapa esquemático
se representa el orden de la tierra. Hay tres continentes: Asia, Europa y África que
Sánchez-Blanco 193 constituyen la tierra que se sitúa en el centro del orbe. Los continentes de Europa y África están separados por el Mar Mediterráneo. Asia y Europa están separadas por el río Don (Tanais) y Asia y África lo están por el río Nilo. El Oriente o el Este está situado en la parte superior del mapa. Asia aparece como el continente más grande, ya que contenía la ciudad sagrada por excelencia, Jerusalén, que constituía el centro de este tipo de mapas, demostrándose el poder del cristianismo a la hora de concebir el orden del mundo. La tierra estaba rodeada por el círculo del océano, idea que ya vimos con los griegos.
El siguiente mapa que se expone es conocido como el “Mapamundi de Hereford” y es definido por Thrower como “la máxima expresión de un mapamundi circular la Edad Media” (50).
de
Sánchez-Blanco 194
Se realizó a finales del siglo XIII y sirvió como pieza de altar. Esto demuestra cómo estos mapas tenían como finalidad mostrar el orden cristiano en el mundo. Es decir, cada cosa tiene su lugar como concepto. Así por ejemplo, Jerusalén sigue siendo el centro del mundo y algo importante de este mapa es que en la parte superior del mapa se sitúa el “Paraíso terrenal biblíco”. Sigue el esquema de los mapas de T-O como se vio anteriormente con el mapa de San Isidoro, pero si se muestra un detalle de los extremos observaremos un aspecto de gran importancia:
Sánchez-Blanco 195
Este fragmento corresponde a África y se localiza en el extremo sureste del mapa. Se pueden observar animales míticos, como unicornios, y seres antropomórficos
como
describe
Isidoro
San
Etimologías.
los
que
en
las
Este grupo de seres
fantásticos forman los cuadros de las maravillas que se describen en los libros de viajes de la época.
Esta
descripción también se representa pictóricamente, probablemente recibiendo la influencia clara de los “itinerarios”. Thrower no descarta la función que estos mapas tenían a la hora de orientar a los viajeros de la época. No es una orientación de tipo matemático sino que señala la idea básica de la época de que la tierra se constituye como un escenario, la imagen del mundo creado por Dios: Obras como la del mappamundi de Hereford han dado lugar a controversias sobre si fueron proyectadas para ayudar a los viajeros o si bien fueron pinturas de inspiración artística y religiosa, como las de los vitrales policromados de las catedrales. Sin duda alguna, sirvieron para ambas funciones y algunos peregrinos que las contemplaban muy probablemente propusieron cambios basados en sus propios viajes. Sin embargo, también existieron mapas medievales trazados más específicamente para asistir a los viajeros. Así, en el escritorio de Saint Albans, el monje Mattew Paris del siglo XIII hizo no sólo un mappamundi y un mapa de Gran Bretaña, sino también un mapa en tiras que mostraba las rutas de peregrinación en el interior de Inglaterra y otro que señalaba los caminos entre Londres y el sur de Italia. Estos mapas de tiras se
Sánchez-Blanco 196 parecen al mapa de Peutinger y anticipan los modernos mapas en tiras de carreteras, en los que éstas están indicadas mediante líneas rectas que van de un lugar a otro sin prestar una especial atención a la orientación. (Thrower 52) Los itinerarios dieron lugar a mapas descriptivos del territorio interior que conformaba Europa. Ocurre que estos itinerarios escritos también dieron lugar a otro tipo de mapas, basados en las rutas marítimas: “A second category of written itineraries relates to jouneys made by sea. It has already been noted that part of the Antonine itinerary consisted of an itinerarium maritimum, and in view of theories about an association between these periploi and the developmente of portolan charts” (Dilke 237). Los “mapas portulanos” tienen su origen en la descripción detallada de las costas y un descubrimiento científico de gran importancia: la brújula. Los experimentos con las agujas magnéticas dieron lugar a la configuración geométrica conocida como “rosa de los vientos” o “rosas naúticas”. Es decir, gracias a las brújulas se pudieron delinear sobre un mapa los primeros cálculos de rumbos marítimos dando lugar a estos mapas portulanos cuyas representaciones de las costas del Mediterráneo se muestran con bastante exactitud.
Sánchez-Blanco 197
Los primeros experimentos que dieron lugar a la invención de la brújula se produjeron a finales del siglo XIII, resultando en la producción de los mapas portulanos como el que se expone aquí. Este mapa fue trazado por Cresques Abraham en 1375. Está orientado al norte, todos los rumbos se originan en la rosa de los vientos y se observa la gran minuciosidad de los topónimos que llenan la costa. Los nombres se rotulan perpendicularmente a la línea de la costa. Este mapa da constancia de un hecho muy importante que prepara el terreno para los viajes de Cristobal Colón: el desarrollo de la navegación y de la pericia marinera. Pero si hay un aspecto de este mapa que nos empieza a recordar a la figura de Colón y la visión del mundo que este tendrá cuando entre en contacto con tierras americanas, es la inserción de mitos y leyendas muy comunes en la época, tomados sobre todo de los libros de viajes de entonces. Thrower comenta cómo Cresques Abraham (1325-1387), realizó este mapa incorporando información proveniente de relatos de viajes como el que escribió Marco Polo. En efecto, si nos fijamos en la iconografía del mapa se observa la repetición de una figura sentada que aparece en el continente africano y también en Asia. Esta figura corresponde al famoso “Preste Juan”, rey cristiano que según las leyendas gobernaba en tierras más allá de los límites del Islam. Los viajes de la época tenían como finalidad el encontrar a este rey y sus tierras llenas de riquezas y maravillas, y por lo tanto su inclusión en el mapa no es inocente. Hay que tener en cuenta que aunque el mapa está realizado con los avances científicos de la época, acusa todavía una fuerte influencia cristiana. La figura del Preste Juan mantiene viva la idea de que el mundo cristiano se extiende hasta los confines de la tierra o se puede establecer incluso en aquellas tierras que se desconocen.
Sánchez-Blanco 198 Este mapa puede darnos una idea clara de cómo se concibieron los viajes de Cristobal Colón, tanto en lo referente a los conocimientos cartográficos como al concepto del mundo que los dictaba, cuyo centro era el cristianismo. A comienzos del siglo XV sucede un hecho de trascendental importancia y que afectará a la producción de mapas que se realizan posteriormente a los viajes de Colón. Hacia 1410 se rescatan textos griegos como la Geographia de Ptolomeo (s. II d. C.). El tratado de Geographia consta de ocho libros y en el primero Ptolomeo da ciertas pautas claves para la realización de mapas, entre las que hay que destacar “la proyección”. La idea de la proyección surge para solucionar el problema de representar la figura curvada de la tierra. Para ello Ptolomeo ideó una red de paralelos y meridianos numerados. La proyección sirvió fundamentalmente, tal y como señala Thrower, para representar un mundo en continua expansión e indica la entrada en el Renacimiento: Si bien la obra de Ptolomeo, tal como ya se ha indicado, está reconocida con el desarrollo de proyecciones cartográficas para finalidades geográficas, los cartógrafos renacentistas idearon algunas ingeniosas soluciones al problema de cómo representar un mundo que se estaba expandiendo rápidamente a través de los descubrimientos llevados a cabo por los exploradores de la época (78). El siguiente mapa que se expone a continuación es fundamental en la historia de la cartografía:
Sánchez-Blanco 199
Se trata del mapa impreso de tipo ptolemaico de Martin Waldseemüller (1507). En este mapa ya se representa el Nuevo Mundo en dos partes separadas. Se trata además del primer mapa fechado en el que aparece el nombre de América situado en Sudamérica. Waldseemüller imprimió el nombre de América en honor a Amerigo Vespucci e influido por los diversos relatos que Vespucci hizo de su viaje en 1499 y que tituló Novus Orbis. Lo más importante a destacar de este mapa es que el Nuevo Mundo tiene todavía una imagen longitudinal estrecha y alargada, y que en comparación con el Viejo Mundo las Américas quedan situadas en los márgenes de la proyección. Desde este punto en adelante se irán mostrando mapas en los que se irá enfocando en Sudamérica y cómo se empieza a representar la Patagonia. El Nuevo Mundo supone el concepto de un “nuevo orden” cuyo centro es Europa. Esta manera de organizarse y concebirse el mundo influye en las representaciones como la que se expone seguidamente.
Sánchez-Blanco 200 Las tierras del Nuevo Mundo y sobre todo las que se encuentran en el Sur
de
América
se
mitificarán a través de la simbología que los mapas empiezan a plasmar. Este mapa fue realizado por Diogo Homen en 1558
y
su
objetivo
principal
era
mostrar
tierras de Brasil cuya costa está aquí bastante detallada, a la manera de los mapas portulanos que veíamos con anterioridad. En el interior del continente no hay casi información y sí frases enunciativas tratando ya de identificar diferentes regiones. Así se pueden identificar los enunciados de “Mundus novus”, “Quáta orbis pars”, un enunciado que llama la atención es “Terraargetea”, que es el incipiente nombre de la futura Argentina. Se observa que la costa en su parte inferior deja de ser tan detallada y su interior pasa a denominarse “Terra Incognita”. También hay que destacar la forma de serpiente del río Amazonas. Dentro de la iconografía que se inserta en este mapa destacan los grupos de indígenas que parecen identificar cada una de las zonas. A este
Sánchez-Blanco 201 respecto es importante la exposición del siguiente mapa10, realizado por Diego Gutiérrez en 1562:
Gutiérrez trabajaba para la Casa de la Contratación de Las Indias. En este mapa se aprecia cómo todavía no existe el Estrecho de Magallanes o no está muy bien definido, algo extraño si consideramos que Magallanes ya había descubierto el paso como vimos a través del relato de Pigafetta. Algo muy importante es la identificación de ‘La Tierra de Patagones’ que es acompañada por la iconografía de un grupo de indígenas, la única representación de indígenas en este mapa. Llama la atención el tamaño de los indios, no se aprecia muy bien el mapa en detalle, y aunque todavía no se incorporaba el factor de la
10
.- Fuente: http://www.loc.gov/rr/hispanic/guide/hs013001.jpg
Sánchez-Blanco 202 escala en los mapas de la época, se puede presuponer que se está representando la mítica tribu de los ‘gigantes Patagones’.
Se observa también cómo la representación del río
Amazonas es en forma de serpiente al igual que vimos en el mapa anterior. Existe otro mapa del cual no se dispone de imagen digital pero que puede ser consultado en Landmarks of Mapmaking. Este mapa acompañaba un texto escrito en un incipiente alemán y latín y cuya traducción al inglés fue Discours of Voyages into the Easte & West Indies. El autor Jan Huyghen van Linschoten escribió su viaje en 1590 y la traducción al inglés data de 1598. En este mapa se puede apreciar perfectamente que la iconografía referida a la tribu de los patagones tiene un tamaño más grande que la representación de otros indígenas que aparecen en el mapa.
El hecho a destacar es la
inscripción que viene incluida en el mismo mapa junto a la figura de los indios patagones: “ Patagonum regio, ubi incole sunt Gigantes ad summum 10 pedes longi, facis suas variis coloribus ex diversis herbis expressis pingunt” (216). La descripción del habitante de la Patagonia viene incluida en el mismo mapa, descripción que es posterior al texto de Pigafetta. El siguiente mapa viene a mostrar otro avance cartográfico de gran importancia y trascendencia. Hasta ahora se ha venido hablando de la proyección del mapa que se rescató del texto de Ptolomeo y se ha visto cómo efectivamente la representación cartográfica desde entonces ha ganado en exactitud. La proyección soluciona por un lado la representación curvada de la tierra, aunque por otro no evita que los mapas tengan una distorsión como se verá seguidamente. En 1512 nace en Flandes Gerardus Mercator y en 1569 realiza un mapa cuya proyección se hará famosa y será la más utilizada para la realización de mapas del mundo.
Sánchez-Blanco 203
La “proyección Mercator” tiene como objetivo el conseguir una visualización del mundo lo más completa posible, y lo consigue de tal manera que es la proyección a la que más acostumbrados estamos, pues es la más utilizada aún en la actualidad.
Pero dicha
proyección se realiza en base a una distorsión, ya que los paralelos son más estrechos en el Ecuador que en los Polos.
De este modo las tierras del Hemisferio Norte son
proporcionalmente más grandes que las del Hemisferio Sur. El anterior mapa es el original y el que se muestra a continuación es un esquema del anterior, con el que se trata de dar a comprender la idea de la proyección de Mercator.
Sánchez-Blanco 204
El mapa11 a continuación muestra un Hemisferio Norte proporcionalmente más grande
e e'
Figura 1. Representación convencional de la superficie terrestre. Proyección Mercator
11
.- Fuente: http://organizaciones.bornet.es/ala/Sobre%20la%20representaci%C3%B3n%20de%20la%20superficie%20 de%20la%20Tierra.htm
Sánchez-Blanco 205 que el Sur. América del Norte aparece mucho más grande que África, a pesar de que su extensión real es similar. Groenlandia es casi más grande que América del Sur. Si reflexionamos en la retórica que el mapa implica a través de esta proyección nos daremos cuenta de que existe un poder que se ejerce a través de la visión de algunos continentes sobre otros, sobre todo el poder del Hemisferio Norte sobre los países del Hemisferio Sur. No obstante, la producción cartográfica no sólo se reduce a las proyecciones de mapas del mundo. Aquí tenemos un ejemplo de un mapa12 realizado ya en el siglo XVII (1633) en el que se representa Tierra del Fuego. Este mapa es conocido como “Tabula Magellanica” y es uno de los primeros mapas en los que se muestra Tierra del Fuego como una isla separada del continente.
Se observa la belleza de este mapa en la
decoración que integra en la parte inferior apareciendo también casi por primera vez la fauna de esta zona. Así se puede distinguir dentro de la zona magallánica la caza del avetruz por parte de los indígenas y también la representación de pingüinos y aves. También es muy importante señalar como la Patagonia se enuncia como “Patagonum regio”. La naturaleza del Nuevo Mundo comienza a tenerse en cuenta y se sientan los precedentes para la mitificación en base a sus paisajes naturales de grandes áreas de Latinoamérica como es el caso de la Patagonia.
12
.- Fuente: http://www.stub.unibe.ch/stub/ryhiner/images/400/7907/Ryh_7907_5.jpg
Sánchez-Blanco 206
Seguidamente se expondrán dos mapas que datan del siglo XVIII. El objetivo de la inclusión de estos mapas es reparar en un detalle que repetidamente se ha expuesto en capítulos anteriores. Los conceptos de ‘vacío’ y ‘nada’ que han venido describiendo a la Patagonia también se pueden encontrar en un mapa como el que se expone a continuación13, realizado en 1755 en Amsterdam por Convens, I. & Mortier:
13
.- Fuente: http://www.bergbook.com/htdocs/woda/data/demo/descriptions/14522.htm
Sánchez-Blanco 207
Como se puede observar la parte que coincide con la Patagonia se muestra muy despejada en topónimos e información comparándolo con el resto de los territorios. Todavía no se habían realizado grandes exploraciones hacia el interior de la Patagonia y también hay que señalar la aridez de las llanuras patagónicas.
Para ilustrar mejor esta
idea se incluye el siguiente mapa14, realizado por R. W. Seale en Londres en 1780:
14
. - Fuente: http://mapmogul.com/catalog/product_info.php+manufacturers_id+124+products_id+1221+RCsid+890969 1eae74b24e65746abccc53db73
Sánchez-Blanco 208
Se puede observar el mismo efecto señalado en el anterior mapa. La Patagonia parece un lugar desolado, como si nada existiera allí. Se podría decir que existe un vacío de información topográfica. Una vez más también puede trascender a relacionarlo con un paisaje y naturaleza inhóspita. La visión europea de América cambió a raíz del viaje realizado por Alexander von Humboldt en el siglo XIX. Humboldt inaugura un nuevo modo de ver el Nuevo Mundo en base a su naturaleza. Este método se basará fundamentalmente en dos hechos: la observación del paisaje y la recolección de especies vegetales. El mundo se empieza a concebir en base a su ‘historia natural’ y surge un modo de zonificar basado en regiones
Sánchez-Blanco 209 naturales. Es la época de las grandes exploraciones científicas que trajeron consigo la espectacularidad de nuevos descubrimientos naturales de todo tipo. La mitificación radica en la grandiosidad misma de la naturaleza, en los parajes recorridos, en las montañas, en los ríos, y sobre todo, en el sinfín de especies animales y vegetales descubiertas. Los textos de estos exploradores en vez de mapas se acompañan de láminas dibujadas sobre el terreno y que muestran en su mayoría paisajes y nuevas especies vegetales. A continuación se muestran ejemplos de estas láminas15 que dan cuenta de un paisaje que definirá la zona. Así se puede observar que parte de estas láminas son volcanes. El fenómeno natural volcánico es un aspecto bastante comentado y estudiado en esta época. Resaltando solamente este aspecto de la zona se puede concluir que el volcanismo contribuye a cierta espectacularidad y mitificación de los territorios en los que se estudia. En el caso de Humboldt la vulcanología fue un fenómeno geológico que estudió con bastante intesidad en sus viajes.
15
.- Fuente: http://humboldt.mpiwg-berlin.mpg.de/09.links.htm
Sánchez-Blanco 210
Para el caso de la Patagonia, no son los volcanes ni su misterio natural los que llaman la atención de los viajeros, sino las llanuras y la soledad que inspira el paisaje, como ponía de manifiesto el texto de viaje de Charles Darwin al que esta tesis ha dedicado gran atención en los capítulos precedentes. Según Harley los mapas tienen como único objeto aparente el de una representación exacta de la realidad. Por ello siempre se asume que lo real es objetivo, y que el mundo está compuesto de objetos que se expresan matemáticamente en un mapa: “The object of mapping is to produce a ‘correct’ relational model of the terrain. Its
Sánchez-Blanco 211 assumptions are that the objects in the world to be mapped are real and objective, and that they enjoy an existence independent of the cartographer; that their reality can be expressed in mathematical terms” (158). Pero Harley continúa su ensayo argumentando que las reglas positivistas que construyen la representación objetiva de la realidad se convierten siempre en un ‘texto cultural’. Este texto es la metáfora del mapa: It is true that literarlly they have no grammar and lack the temporal sequence of a syntax but ‘what constitutes a text is not the presence of linguistic elements but the act of construction’ so that maps, as ‘constructions employing a conventional sign system’, become texts. With Barthes we could say they ‘presuppose a signifying consciousness’ that it is our business to uncover (Barthes 1986: 110). ‘Text’ is certainly a better metaphor for maps than the mirror of natures. Maps are a cultural text: not one code but a collection of codes, few of which are unique to cartography. (160) Hasta aquí lo que se ha tratado de demostrar es que el texto es una metáfora que antecede o acompaña a una representación espacial sea del tipo que sea, en este caso se ha tratado del mapa. Estos textos principalmente se refieren a un viaje, a un itinerario que se convierte en descripción y que evoluciona hacia una narración que crea un mapa. A partir del siglo XIX el desarrollo cartográfico que se produce hasta nuestros días es impresionante, tanto es así que se puede afirmar que la realidad objetiva y matemática de un mapa casi sustituye el conocimiento que un texto pueda representar de un espacio cualquiera. Un ejemplo es la incorporación de los mapas en el mobiliario educativo de los colegios, práctica que comienza en el siglo XIX. Nuestra confianza en los mapas radica en que pensamos que la representación espacial que se crea a través de las reglas de objetividad científica son la verdad neutra sobre el espacio. Harley trata de deconstruir esta idea argumentando que muchas de estas
Sánchez-Blanco 212 reglas positivistas suponen un discurso de poder que se extrae del mapa a modo de texto o que se extrae directamente de un texto de viaje. Para el caso de la Patagonia se pueden mostrar muchos mapas que se realizaron a partir del siglo XIX, y se nos mostrarían todos con la misma exactitud y precisión. El texto que lo deconstruye nos lo proporciona Giardinelli y a través de uno de los capítulos de su novela.
4. 2 Los mapas de la novela El título de este apartado está extraído de la obra de Mempo Giardinelli, concretamente es el título del capítulo octavo de Final de novela en Patagonia. Giardinelli incluye dos mapas a modo de orientación y uso para el lector antes de comenzar la obra. Esta es una práctica muy común en los libros de viajes. Este mapa guía al lector en cuanto a la ruta e itinerario que el autor recorre y describe en su obra, con lo que se puede ya considerar un mapa literario. El primer mapa es la representación de toda Argentina dividida en provincias. Aquí se muestra cómo la “región patagónica” comienza a partir del Río Colorado y está constituida por cuatro provincias que de norte a sur son: Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz. Ya en este mapa se puede observar una realidad siempre definida por los libros de viajes escritos sobre este territorio: su inmensidad. El segundo mapa es un enfoque de la Patagonia Argentina y aquí se señalan las poblaciones más importantes, en muchas de las cuales el autor irá parando a lo largo de su viaje.
Sánchez-Blanco 213 No obstante, lo más llamativo de la obra de Giardinelli es la inclusión de este capítulo en el que el autor describe los mapas que utiliza en su viaje. Esta descripción literaria de la representación cartográfica de la Patagonia que se imprime en la actualidad le sirve al autor como otro recurso más para mostrar la decadencia y el abandono de la zona. Nada más empezar el capítulo se demuestra cómo efectivamente el mapa de la Patagonia ha sido trazado por todos los textos que de este territorio se han escrito. Para Giardinelli la Patagonia es ‘una ruta vacía en un mundo despojado’: Para mí es inevitable que en esta ruta vacía, en este mundo despojado y solo que es la inmensa Patagonia, me acompañen –me salven, diría yotodos los libros que he leído. Son ellos los que imponen este ritmo pausado, medio lento, de viajar haciendo literatura de cada observación, de cada recuerdo de ese otro viaje interminable y fantástico que es la literatura universal. (71) El mismo texto de Giardinelli sirve de metáfora para un mapa que no necesita de representación cartográfica y este es un primer paso de la deconstrucción propuesta por Harley. Pero existe un segundo paso para la deconstrucción de los mapas que se realizan a través de reglas positivistas y matemáticas. El texto de Giardinelli nos vuelve a dar la clave. Giardinelli comenta que llevan dos mapas de la República Argentina. “el del ACA (Automóvil Club Argentino), que no es tan bueno como lo fue en otros tiempos, y uno de esos que se adquieren en cualquier estación de servicios” (73).
Lo más
sorprendente es cómo el autor, a través de los mapas que se producen de su país, habla de la situación económica del mismo: Hay que reconocer que en la Argentina los mapas carreteros no son demasiado precisos. Por lo menos en la última década, cuando en los noventa todo se degradó en este país, también la cartografía se empobreció. Por falta de actualización, por desidia o baja calidad de
Sánchez-Blanco 214 impresión, lo cierto es que nuestros mapas ruteros son mucho más falibles de lo aconsejable. (73) A continuación el autor comienza a comentar el mismo mapa para convertirlo en un texto de denuncia sobre una situación espacial que ni siquiera coincide con la exactitud con la que confiamos en una representación cartográfica: Por distancias imprecisas o puntos de referencia que faltan (¡hay pueblos enteros que ni figuran!) la cartografía actual es pésima si se la compara con los mapas carreteros europeos o norteamericanos, que suelen ser de precisión milimétrica y de impresión impecable. Estas falencias, en territorios tan vastos y despoblados, muchos de ellos seguramente inexplorados todavía, llevaron a los cartógrafos a notables ejercicios de imaginación, que en esta materia terminan siendo vaguedades. Por ejemplo, en los mapas provinciales abundan referencias en forma de puntos negros con un nombre que nada significa para el viajero; o bien hay decenas de nombres de ‘estancias’ (que es como se llama en la Argentina a las haciendas de vastas extensiones), las que tampoco garantizan orientación alguna porque por ejemplo, pueden abarcar en el mapa un espacio vacío de dos centímetros, que representa doscientos kilómetros. Incluso a veces hay menciones de cerros que en realidad son mesetas apenas un poco más elevadas, lo cual seguramente confundirá aún más al viajero. O hay extensísimas depresiones del terreno –a las que llaman ‘bajo’- que llegan a ocupar muchos centímetros cuadrados en el mapa , espacios blancos que pueden tener el tamaño –en escala- de toda Andalucía o de Sicilia entera. (73-74).
El mapa de la Patagonia, un mapa producido en el siglo XX, sigue siendo la metáfora de un espacio inmenso y vacío que para Giardinelli, olvidado en sus aspectos más locales por la administración gubernamental. Volviendo a Harley, su propuesta es la de averiguar los ejercicios de poder con los que los mapas se realizan y sobre todo qué tipo de información se selecciona para incluirla en los mapas:
Sánchez-Blanco 215 Maps are a technology of power, and the key to this internal power is cartographic process. By this I mean the way maps are compiled and the categories of information selected; the way they are generalized, a set of rules for the abstraction of the landscape; the way the elements in the landscape are formed into hierarchies; and the way various rhetorical styles that also reproduce power are employed to represent the landscape. (164) La paradoja vuelve a mostrarse en escenas si pensamos cómo es posible que los mapas de carreteras de la Patagonia estén realizados con tanta imprecisión y vaguedad cuando es un territorio que cada vez es más viajado y recorrido por los miles de turistas que llegan al año, cifra que va en aumento. Pero una vez más se da cuenta de que los intereses de un turismo que representa un sistema espacial de la globalización no coincide con el trazado rutero que una el interior de un territorio a través de sus asentamientos locales, pues el trazado turístico que el consumo global impone en la Patagonia sigue aquel discurso que se impuso en la modernidad a través del descubrimiento de la naturaleza y sus paisajes.
En el caso de la Patagonia la espectacularidad está
garantarizada para el turismo a través de la fauna y de los glaciares. Y así se demuestra con los mapas16 que algunas agencias turísticas proponen para recorrer la Patagonia:
16
.- Mapa de la izquierda, fuente: http://www.patagonline.com/images/mapa.jpg Mapa de la derecha, fuente: http://www.hoteltandil.com.ar/770map.jpg
Sánchez-Blanco 216
El mapa de la derecha corresponde a uno de los parajes más famosos de la Patagonia: la península de Valdés, uno de los centros turísticos más importantes de la Patagonia, ya que desde sus costas se pueden avistar multitud de animales como pingüinos, lobos y elefantes marinos, e incluso la rara ballena franca. Giardinelli no duda de la espectacularidad de la naturaleza y de que realmente esta península sea un “país maravilloso cuya geografía semeja una especie de gorda verruga sobre la piel del mar”, pero denuncia, a través de la ironía cierta vulgaridad y ferocidad de los turistas como espectadores de ciertas situaciones de la naturaleza: Eso de organizar tours para ir a ver, por ejemplo, a las elefantas a punto de parir, francamente me desagrada. Se podrán obtener fotografías magníficas desde una distancia de 6 o 10 metros, pero yo me resisto a bajar en malón para asistir estúpidamente a esos partos; detesto esos grupos de invasores, decenas de personas que harían silencia y se emocionarían ante el alumbramiento de un sobrino, pero que acá se comportan como espectadores vulgares y feroces del espectáculo de la naturaleza. (79) El autor no indaga más sobre su fastidio ante la actitud de los turistas. Es un espectáculo maravilloso el que la península de Valdés ofrece pero para el autor no es lo único que se puede observar en la Patagonia. Existe algo más que los demás no ven y él sí ve, y es quizá esa decadencia que los mapas sólo reflejan ayudados de textos de viajes como el de Mempo de Giardinelli, que anuncian y denuncian una manera nueva de sentir y percibir el espacio patagónico de la postmodernidad. En la evolución histórica mostrada a través de los mapas se demuestra algo muy importante y es la continuidad de los mitos.
A su vez, también se demuestra la
continuidad de un discurso de poder que emana de un espacio organizado o bien
Sánchez-Blanco 217 alrededor de un poder religioso y económico, o bien desde una perspectiva eurocentrista más palpable en la ‘modernidad’. Este apartado que ha tratado esta evolución histórica también ha pretendido un ejercicio de ‘deconstrucción’ como plantea Harley para concluir que un mapa no se reduce a una información gráfica y matemática sino que existe una retórica que aquí se ha planteado como un texto. Los mapas de la actualidad heredan los discursos de poder y la visión del espacio a través de mitos creando una retórica que es denunciada por Giardinelli a través de un texto de viaje. El discurso de poder discurre en la comparación de los mapas realizados en otros países económicamente más potentes con los realizados en la Patagonia. Estos últimos muestran una información carente de precisión. Para Giardinelli esto significa que la inmensidad territorial de la Patagonia sigue causando la desidia y el olvido gubernamental hacia estas tierras. Los mitos siguen poblando la Patagonia, centrándose esta en una naturaleza hiperbolizada nos recuerda a los mapas y textos de la Edad Media en los que se muestran ‘portentos de la naturaleza’, relegados a los márgenes y alejados del orden central regido por el poder del cristianismo. Ocurre lo mismo en la actualidad, la naturaleza más asombrosa y espectacular se localiza en territorios alejados de los centros urbanos pero insertos a su vez en la sistematización del espacio global.
El entramado de la
globalización necesita de estos territorios mitificados en la lejanía para definir y justificar la economía que la mueve.
Si en la ‘modernidad’ los mitos se reforzaron a través de las
exploraciones científicas en la ‘postmodernidad’ estos mitos perduran por la creación de un sistema de rutas que unen el centro global económico con aquellos territorios que se
Sánchez-Blanco 218 imaginan en los márgenes de este mundo. Imaginamos un mundo global y esto hace que no percibamos el mundo desde ‘lo local’.
Sánchez-Blanco 219
CONCLUSIÓN Lucía Etxebarría en su ensayo La letra futura. El dedo en la llaga: Cuestiones sobre arte, literatura, creación y crítica comenta lo siguiente: A mayor facilidad del viaje exterior para el lector, mayor énfasis en el viaje interior por parte del escritor. El concepto del viaje en la literatura moderna es el de viaje existencial, es decir, el que describe el cambio que se opera en una persona al cambiar su situación geográfica. Este cambio implica un cambio de circunstancias, y, por tanto, de identidad, puesto que la identidad se construye por oposición: uno no es en tanto no se vea reflejado en la mirada de otro, y esta mirada cambia al cambiar de lugar, al ser mirado por otras personas distintas a las que estamos habituadas. (129) Es necesario aclarar que para Etxebarría la noción de ‘viaje exterior’ se refiere al ‘desplazamiento físico real, asociado a la curiosidad o a la necesidad antes que a un proceso trascendental de búsqueda interior’, y ‘viaje interior’ se refiere más a ‘la metáfora del viaje, la que se utiliza para describir dos experiencias clave en la existencia del individuo: el paso de la vida a la muerte y la progresión del espíritu hacia el conocimiento’ (124). Conforme a esto se quiere dejar claro desde el principio que esta tesis siempre ha tratado textos de ‘viajes exteriores’, es decir, narraciones de desplazamientos físicos que han ocurrido realmente. El objetivo ha sido el de mostrar una evolución en el tratamiento del espacio que estos textos integran en sus narraciones y descripciones. Es por ello que es importante la última frase de la cita de Etxebarría en la que viene a decir que una de las experiencias más importantes de ‘un viaje’ es la de encontrarse con ‘la mirada del otro’, pues esta supone un cambio en la identidad del viajero.
Sánchez-Blanco 220 Estos ‘viajes exteriores’ dan cuenta principalmente de una descripción objetiva del espacio que se recorre y que esta descripción conforma un ‘discurso de espacialidad’ del cual se puede intuir el ‘viaje interior’ del autor, lo que se ha venido a denominar en esta tesis como ‘subjetividad’. Con lo cual se puede concluir que el siguiente concepto de ‘viaje existencial’ se aplica también a todos estos textos que tratan de un ‘viaje exterior’, puesto que en ellos se produce un cambio en el viajero, en su subjetividad. Es un cambio que se traduce en el descubrimiento de una manera de mirar, observar y contemplar el paisaje.
Como se refiere Etxebarría, este cambio viene dado
fundamentalmente por el contacto con un nuevo lugar geográfico, es decir, por un desplazamiento desde el entorno de ‘lo conocido’ a un espacio que siempre supone ‘lo desconocido’.
No obstante, Etxebarría al final de la cita expuesta con anterioridad
también se refiere a un aspecto importante: el cambio que se opera en el viajero a través del contacto con ‘el otro’, sobre todo, a través de la mirada del otro sobre el viajero. Esta tesis centra su crítica en analizar si realmente se opera este cambio en los viajeros, si el discurso hacia la experiencia de un nuevo espacio implica integrar ‘la mirada del otro’ y si esta influye en la percepción del espacio viajado y su plasmación en un texto. Las conclusiones de este análisis tienden a indicarnos que es ‘la actualidad postmoderna’ la que empieza a reivindicar la inclusión de esta mirada en todos los discursos, situación que no se había producido hasta este momento. Es por ello que se intenta, a través de un texto de viajes escrito en la actualidad, encontrar y analizar una ruptura con el ‘discurso de espacialidad’ que los textos de viajes, de marcado carácter científico, integraron en ‘la modernidad’. El texto de viajes referido y que en esta tesis funciona como eje es: Final de novela en Patagonia de Mempo Giardinelli.
Sánchez-Blanco 221 El análisis de cómo ha evolucionado y se ha llegado a integrar ‘la mirada del otro’ no sólo como influencia en el viajero sino como surgimiento de una nueva representación espacial dentro del texto literario ha conllevado plantear otros aspectos importantes dentro del género de ‘literatura de viajes’ por lo que se ha visto necesario plantear la tesis desde estos ejes principales: 1. Se han elegido conceptos y enunciados que han ido formando un espacio cultural asociado a un territorio concreto. Esto ha permitido el integrar el análisis de textos de viajes pertenecientes a diferentes épocas históricas para establecer así una linealidad evolutiva que nos hace comprender mejor cómo se construye ‘el discurso de espacialidad’ en ‘la modernidad’. Estos conceptos y enunciados dan título a los tres primeros capítulos y son: La ‘Nada’, el ‘Vacío’ y el enunciado de ‘Fin del mundo’ (final territorial). 2. La ‘Nada’, el ‘Vacío’ y ‘Fin del mundo’están muy ligados a las representaciones espaciales utilizadas dentro de un ‘discurso científico-geográfico’. Lo que se demuestra es que representaciones como ‘paisaje’, ‘región’, ‘espacio’, ‘lugar’, ‘mundo’ y la representación cartográfica de un ‘mapa’, todas ellas implicando una objetividad en el modo de observar y describir un territorio, son sin embargo construcciones culturales que tienen sus raíces en el mito. Es decir, todas las representaciones espaciales analizadas en esta tesis y que coinciden en ser las más utilizadas en un ‘discurso de espacialidad’ conforman un texto literario, un texto cuyo origen siempre está en la subjetividad de un viaje realizado y narrado literariamente.
Sánchez-Blanco 222 3. A través del análisis de algunos recursos literarios utilizados por Mempo Giardinelli se llega a la conclusión de cómo se ha producido una continuidad en imágenes míticas de la Patagonia, pero cómo a su vez el escritor expresa la necesidad de una ruptura. La parodia con los textos de Juan Rulfo hace que el término de ‘la nada’ se deconstruya en su simbolismo para pasar de representar un paisaje que evoque la soledad con uno mismo a expresar ‘el fracaso del progreso’. Y este no es el único recurso literario por el cual intuimos esta necesidad de ruptura por parte del autor. Integrar el testimonio en forma de diálogo es una novedad literaria dentro del género de viajes. Con ello se logra no sólo conocer la situación real que el habitante patagónico vive, sino ese encuentro con ‘la mirada del otro’ y cómo esta pesa sobre el autor demostrándose con el siguiente pasaje: El contraste aquí es impresionante y no sólo por la basura. Es que estamos en tierras de petróleo y de vastísimas extensiones. Nada prenunciaría aquí la pobreza extrema. La miseria aquí no puede ser otra cosa que un sinsentido absoluto. Pero desde el coche, y al pasar un crucero con semáforo, a un costado hay como una villa miseria, un caserío de mala muerte, y ahí veo una niña en la puerta de una casucha muy humilde, casi una tapera de cartones y chapas. Está sentada a la puerta del rancho, bajo el dintel de una puerta que no tiene hojas sino sólo una cortina de arpillera. No parece tener más de seis o siete años, o es mayor y está desnutrida. Sus ojos son saltones, la boca deja ver algunos dientes aislados bajo los labios gruesos, y su carita está tan sucia que no se puede determinar si son manchas de mugre lo que la vuelve un poco overa. Tiene en sus bracitos una muñeca enorme, casi tan grande como ella misma pero con la cabeza quebrada, como si las costuras del cuello hubiesen sido desgarradas y quizá por eso alguna niña rica la tiró a la basura. La miro, impresionado, tanto que detengo la marcha del Coloradito a un costado de la carretera. La chiquilla también me sigue con la mirada. No es la suya una mirada dura, exactamente, pero no puedo definirla. Sé que no es una mirada infantil. Esa chiquilla, que es menor que mis hijas, está rota. No herida, rota. Tiene la mirada más desesperanzada que he visto en mi vida, y encima es una mirada acusadora. Desolada, rigurosa. Una mirada avenjentada. (136-137)
Sánchez-Blanco 223 La niña mira a Giardinelli con una mirada ‘rota’, como la muñeca que sostiene en sus brazos.
Es esta una imagen dramática que trasciende a la situación y espacio
patagónico. Pero no sólo la mirada sino también el testimonio plasmado en la obra hablan de una Patagonia rota desde la perspectiva argentina. La nación reconoce en este vasto territorio la decadencia y la miseria producto del fracaso del progreso a través de zonas mineras y petrolíferas que hoy sufren el abandono y el olvido. El viento parece que barrió todas las pretensiones de ver un territorio más industrializado para dar paso a un territorio que el resto del mundo la imagina y la recrea misteriosa y atractiva. Este misterio crea un espacio patagónico diferente, es ficcional, rescatado de los diferentes textos de viajes que han terminado novelando este espacio desde una visión eurocentrista. Giardinelli propone un final para esta novela y sin embargo propone a su vez el comienzo de otra. Esta nueva novela tiene que llevar consigo una síntesis de la Patagonia más argentina y más patagónica, más real que misteriosa, más social y local que la mera plasmación de un espacio natural salvaje e inhóspito. La Patagonia no sólo son llanuras en las se que recrea ‘la historia natural’ y que en sus márgenes se distorsiona en un espacio y tiempo lejano en donde se emplazan los monstruos. Para poder dar una visión de conjunto a todas las conclusiones anteriores ha sido fundamental el estructurar la tesis en los capítulos y apartados correspondientes. El primer capítulo arranca a partir del concepto de ‘la Nada’. Siguiendo las teorías de Foucault se comprueba cómo la formación de conceptos obedece a un campo de presencia. Este se define como la repetición, y a través de diferentes discursos, de enunciados que transmiten un conocimiento. El concepto de ‘la Nada’ está ligado al surgimiento de la metodología del ‘paisaje’ y ‘la región’, es decir, en la modernidad se
Sánchez-Blanco 224 descubre que el espacio consta de estas dos unidades espaciales tan importantes. Pero indagando se concluye que la determinación de la Patagonia como ‘región universal’ a través de su ‘paisaje’ peculiar compuesto por llanuras está más basada en la subjetividad del viajero que la pretendida objetividad científica. Así se comprueba con los textos de Humboldt y Darwin. Sobre todo de este último se demuestra cómo la Patagonia está más definida por una ‘Nada’ más subjetiva que objetiva, más mítica que real. Esta ‘Nada’ hace que el espacio patagónico se universalice desde el prisma europeo. Giardinelli retoma el misterio de ese espacio que se define como una ‘Nada’ para deconstruirlo y dispersarlo en su concepto. Su objetivo es mostrar ‘lo local’ y ‘singular’ del espacio patagónico. Ya no es ‘la naturaleza’ ni ‘el paisaje’ que define una región universal sino el estado de emergencia de una situación de abandono y decadencia de ‘lo local’ y del ‘habitante’ de la Patagonia. Por parte de Giardinelli y su texto es un intento de ruptura de ciertas imágenes creadas en la modernidad. No obstante, estas imágenes siguen siendo utilizadas en la actualidad para impulsar prácticas económicas de tipo global como es ‘el turismo’. A través del texto de Giardinelli comprobamos que el espacio se comprende mejor desde una perspectiva social más que científica y natural, pues esta última mitifica más que analiza el espacio. El siguiente capítulo utiliza el concepto del ‘vacío’ para desarrollar una estructura muy similar a la del primer capítulo. Este concepto se va a poner en relación con representaciones espaciales como ‘espacio’, ‘espacio continente’, ‘espacio escenario’ para demostrar una vez más cómo la Patagonia y su representación espacial tiene mucho que ver con un ‘espacio mítico’. La representación de ‘espacio’ se contrapone a la representación de ‘lugar’. Esto trasciende a concluir que somos incapaces de ver en la
Sánchez-Blanco 225 Patagonia ‘un lugar’ porque la imaginamos como ‘un espacio’ escenario y continente de literatura, es ya un ‘no lugar’ dentro de un entramado turístico de orden global. En el tercer capítulo se ha analizado la conexión tan fuerte que existe entre el espacio patagónico y el enunciado ‘fin del mundo’ que prácticamente lo define, describe y lo hace atractivo en la actualidad. El origen de esta imagen se remonta también a los orígenes del mito, observándose no obstante una distorsión hiperbólica durante el periodo histórico de la Edad Media. ‘Fin del mundo’ se pone en conexión completa con la representación espacial de ‘mundo’ y como este se rige por un ‘orden’. Una vez se comprueba a través de este capítulo cómo la modernidad reutiliza imágenes míticas del espacio para pasar por un proceso que se analiza como ‘el mundo como exhibición’. Giardinelli también deconstruye este enunciado a través de la paradoja y la ironía. Así se van distinguiendo dos órdenes que definen la Patagonia como un ‘fin del mundo’ pero con diferentes percecpciones. Para un ‘orden global’ la Patagonia es ese ‘final del mundo’ que promete la aventura de viajarla y experimentarla como si se tratara de un viaje a un ‘museo’. Para un ‘orden local’ ese ‘final del mundo’ plasma la percepción de marginalidad. Es aquel territorio que queda en los márgenes de una nación. Representaciones espaciales como ‘región’, ‘paisaje’, ‘espacio’, ‘lugar’ y ‘mundo’ se han ido analizando a través de los textos de viajes. El cuarto capítulo funciona como una especie de reto a la hora de analizar la conexión entre texto y representación espacial, pero esta vez se trata de ver la conexión entre un texto y un mapa. Este capítulo demuestra cómo es ciertamente posible deconstruir un mapa a través
Sánchez-Blanco 226 de sus elementos para descubrir que efectivamente contiene una retórica, la cual, a su vez puede funcionar como ‘un discurso de poder’. No obstante el objetivo fundamental y que se cumple en esta tesis es haber analizado un género literario que vuelve a estar de moda, esto se comprueba visitando cualquier librería y comprobar que existe un apartado dedicado a ‘los libros de viajes’ a cuyas estanterías llegan nuevos títulos casi cada semana.
Estos textos aportan un
conocimiento sintetizador de un espacio geográfico cualquiera y de una manera muy atractiva pues combinan la descripción del espacio y la narración del viaje. No obstante esto trae como consecuencia la repetición de ciertos conceptos que se convierten en imágenes estereotípicas de algunos territorios. El texto de Giardinelli supone un intento de ruptura con ciertos textos que por siglos han ido estableciendo una representación de la Patagonia más mítica que real. La realidad espacial para Giardinelli es la plasmación de la sociedad en su texto. La naturaleza y el paisaje que definen la región mítica de la Patagonia forma parte de un discurso científicio eurocentrista perteneciente a la modernidad. En la actualidad se rescatan estos modelos espaciales que rememoran los viajes de las grandes exploraciones. Estos modelos guían nuestros viajes, y no porque los hayamos leído en textos de viajes, sino porque así nos los han vendido en cualquier agencia de turismo, sin que seamos conscientes que son una ilusión.
Sánchez-Blanco 227
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