V. Z. PANFILOV, Filosojs\ie problemt iazí\oznaniia [z= Problemas filosóficos de la lingüística], Moscú, Izdatel'stvo «Nauka», 1977, 287 págs

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Hornero, armadas de «novísimas» concepción y metodología que se proponen como objetivo renovar o por lo menos llevar claridad a la comprensión de la épica homérica acercándola a nosotros, en el mejor de los casos y mediante largos e infructuosos rodeos llegan a lo que se sabe hace tiempos, y, en el peor, alejan a Hornero de nosotros enterrando la realidad bajo el alud de los siglos". JOSÉ JOAQUÍN MONTES GIRALDO Instituto Caro y Cuervo.

V. Z. PANFILOV, Filosojs\ie problemt iazí\oznaniia [z= Problemas filosóficos de la lingüística], Moscú, Izdatel'stvo «Nauka», 1977, 287 págs. He aquí el resumen de esta importante obra: "Introducción", págs. 3-15. — Se refiere a la clase de problemas que puede plantearse la filosofía en relación con la lengua: de carácter ontológico (¿qué es la lengua?, ¿es fenómeno objetivo o subjetivo?, etc.) y de carácter metodológico (¿cómo ha de ser la descripción de la lengua?: inmanentismo o independencia de la teoría respecto al objeto, o adecuación de la descripción al objeto real). Se esbozan las posiciones de algunas corrientes (estructuralismo, neopositivismo, etc.) en relación con estas cuestiones y se delimitan los problemas específicos que se tratarán en la obra (los relativos al papel de la lengua en la actividad cognoscitiva del hombre). Capítulo I, "Aspectos gnoseológicos del problema lengua y pensamiento", págs. 16-44. — Inicialmente discute las tesis de Humboldt y los neohumboldtianos (en sus variantes norteamericana — Boas, Sapir, Whorf — y europea — Weisgerber, Ipsen, etc. —) y sus relaciones con el neopositivismo y el existencialismo; como causa de la relativa boga de estas doctrinas encuentra el hecho de que no hay todavía una teoría satisfactoria de las relaciones lengua-pensamiento. Examinando el influjo de la lengua sobre el pensamiento, el conocimiento y la cultura observa que hay, de una parte, el error de absolutizar el papel activo de la conciencia, lo que lleva al idealismo; de otra, el error de concebir la lengua como inmanente y autónoma y postularla como único dato real de la conciencia. El pretendido condicionamiento de la percepción y de la imagen del mundo por cada lengua es inaceptable y contradictorio en su forma extrema, pero es evidente que la lengua es instru-

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mentó indispensable del pensamiento racional propiamente humano y vehículo principal de la transmisión de la cultura de generación en generación. El no incluir la práctica como factor esencial en el desarrollo del pensamiento y de la cultura lleva a concebir erróneamente las relaciones de lengua y pensamiento. En cuanto al papel de la lengua, puede decirse que así como el medio geográfico es condición indispensable de la existencia de la sociedad humana sin ser factor determinante de su desarrollo, así la lengua no puede considerarse como determinante del carácter y desarrollo del pensamiento y del conocimiento y de la cultura de la sociedad aunque ejerza sobre ellos influjo decisivo. Capítulo II, "El papel de las lenguas naturales en el reflejo de la realidad y el problema del signo lingüístico", págs. 45-98. — Parte del concepto de signo entendido como objeto material (sensible) que representa a otro objeto, proceso, estado, etc. Se critica la concepción de la lengua como mero instrumento comunicativo sin influjo en el pensamiento mismo haciendo ver la diferencia entre el pensamiento puramente sensible que puede realizarse sin la lengua y el conceptual o abstracto que no puede darse sin ella como lo demuestran experimentos neurofisiológicos concluyentes. Se critica la concepción del significado como relación entre signo y concepto o reflejo, lo que equivale a decir que el significado es la expresión del reflejo en el signo. Y puesto que el significado como relación se desprende de la concepción general de la lengua como sistema de relaciones se somete a demoledora crítica esta concepción de la lengua como pura relación desobjetivada y como entidad autónoma inmanente (Hjelmslev, Saussure, etc.); se niega que esta concepción pueda concordar con el marxismo como lo sostiene §aumian; y se rechaza también la pretensión de quienes no aceptan las bases filosóficas del estructuralismo pero creen que sus métodos pueden ser útiles, pues de hecho los estructuralistas en sus investigaciones prácticas han de ir contra sus propios postulados teóricos. El análisis de la teoría de Saussure sobre el significado como valor y por tanto como mera relación sin vínculo necesario con la realidad externa, muestra su inadecuación en los intentos de utilizarla en la traducción automática y en el distribucionalismo que ha debido retornar al significado no meramente rclacional. Para Panfilov "el aspecto ideal de la unidad lingüística, siendo imagen de los objetos de la realidad con los cuales se relaciona, no es arbitrario, a diferencia de su lado material, y por tanto tampoco sígnico por naturaleza. De esta naturaleza es sólo el lado material de la unidad lingüística, en vista de lo cual conviene considerar como signo lingüístico no la unidad lingüística en su totalidad sino sólo su lado material, esto es, que el signo lingüístico aparece no como entidad de doble faz sino de una sola faz" (pág. 80). Se establece luego diferencia entre el significado léxico y la significación meramente sistémica y se critica la doctrina del 'lenguaje semántico' y de los significados elementales a partir de los cuales se construirían todos los demás.

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Puesto que además de las palabras hay otras entidades lingüísticas que expresan conceptos, el número de éstos es mayor que el de los desígnala y esto puede argumentarse contra el relativismo lingüístico, pues el hecho de que el sistema léxico de conceptos de una lengua sea diferente del de otra no implica que por otros medios no puedan expresarse cualesquiera conceptos en una lengua dada, y, de otra parte, es evidente la diferencia de conceptos entre hablantes de una misma lengua y en un mismo hablante en diversas épocas. En cuanto a la forma de existencia de los aspectos material e ideal de la lengua se expone la teoría de la sensación que provoca el lado material (signo) de la unidad lingüística que evoca la imagen reflejo de la realidad (lado ideal o significado), y se refutan las concepciones de la autonomía o extrasubjetividad de la lengua y el conocimiento ("tercer mundo" de Popper). La naturaleza social, intersubjetiva y al mismo tiempo individual, sita en el cerebro, de la comunicación lingüística se caracteriza así: El problema de la comprensión en el proceso de la comunicación surge precisamente porque el oyente capta no el pensamiento de su interlocutor como tal sino sólo el lado material, sígnico, de las unidades lingüísticas, el cual provoca en él un pensamiento que se acerca por su contenido al del hablante en la medida en que existen significados lingüísticos comunes a ambos interlocutores que se afirman en cada uno de ellos mediante el lado material de las unidades lingüísticas por las que se expresa el pensamiento correspondiente (pág. 97).

Capítulo III, "Sobre algunos universales de la proposición determinados por la función de la lengua como medio de realización y existencia del pensamiento abstracto, generalizador", pág. 99-129. — Los rasgos universales se originan principalmente por la universalidad de las funciones expresiva (entendida por Panfilov como equivalente de cognoscitiva, Darstellungsjun\tion, la más específica del lenguaje humano) y comunicativa. Se analiza la cuestión de los tipos de pensamiento (participativo vs. lógico) en pueblos de diversas etapas de desarrollo anotando que hay que diferenciar la lógica del pensamiento dentro de cada estadio de desarrollo y no exigir a unos la lógica de otros y se deducen como universales la presencia de la palabra y la proposición como unidades lingüísticas, sujeto y predicado como miembros de la proposición, relaciones actante-acción u objeto, y se analizan las relaciones del juicio y la proposición, sus modalidades según el tipo de lengua, el papel en ellos de la morfología y la sintaxis, etc. Capítulo IV, "La categoría de cualidad en el pensamiento y en la lengua", págs. 130-157. — Posición de la categoría de cualidad dentro de otras categorías lógicas y formas lingüísticas de su expresión, fundamentalmente dos: por medio de palabras de carácter nominal (adjetivo) o adverbial como en lenguas indoeuropeas, turcas, etc., o por palabras que tienden hacia el verbo como en lenguas indochinas y otras. En

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cuanto a la génesis de la categoría de cualidad se exponen hechos que muestran el primitivo sincretismo de verbo y nombre (palabras que pueden usarse como una u otra de tales categorías) de lo que hay ejemplos aún en lenguas actuales, y en cuanto al adjetivo, su procedencia generalmente aceptada del nombre, y en el que se da también el sincretismo primitivo sustantivo-adjetivo; pero a veces el adjetivo se forma del verbo o de la base verbo-nominal. Se demuestra también que en general los adjetivos primitivos son de significación más concreta y particular y se van generalizando luego, y que la cualidad pensada como sustantivo [por ejemplo, esp. bondad, anchura, rojez, etc.] es una especie de negación de la negación, un regreso del adjetivo al sustantivo. Capítulo V, "La categoría de la cantidad en el pensamiento y en la lengua", págs. 158-285. — El concepto de número como reflejo muy mediatizado y abstracto de la realidad, no es forma a priori de la mente. La forma más universal de expresar la cantidad es el número, pero hay otras formas como el número gramatical, los adverbios, la intensidad, la frecuencia, etc., en el verbo. Se exponen hechos de la percepción de la cantidad entre los primitivos (percepción concreta-inmed¡ata unida a la calidad o clase del objeto) y en conexión con esto la razón neurosicológica del prestigio mágico-mítico del número 7, y se observa que la percepción inmediato-concreta es sólo precondición y no primera etapa del desarrollo del concepto de cantidad. El primer paso en el desarrollo de este concepto es establecer la igualdad numérica o equivalencia entre dos cantidades. Luego se conforman equivalentes cuantitativos con partes del cuerpo (en primer lugar los dedos) de donde surgió el concepto de cantidad determinada con un papel decisivo de la mano y los dedos y diversas fuentes para designación de cantidades mayores. La designación del numeral 'uno' coincide generalmente con la de un pronombre personal o demostrativo ('yo', 'mismo', 'este', etc.). Son comunes las designaciones dobles para un mismo numeral por las diversas fuentes a que se ha recurrido para nombrarlos. La etapa de la cantidad objetivada, cuando no se ha abstraído el concepto de número en sí sino ligado a cada objeto se ilustra con copiosas muestras de la lengua nivja y de otras varias en donde hay varios sistemas de numerales (26 en nivja) según la clase de objetos que se haya de contar. En la siguiente etapa "mediante el establecimiento de la igualdad numérica o la equivalencia surge ya el número como tal y, en consecuencia, la categoría de cantidad como que se libera del influjo de la categoría de cualidad y alcanza un alto grado de abstracción" (págs. 208-209). En este proceso se comienza en general por aplicar un sistema de numerales a varias clases de objetos y de allí se pasa a aplicarlo a cualquier clase, como puro numeral. Es común la tendencia a hacer de los numerales una clase de palabras independiente a medida que avanza la abstracción del concepto de número. Hay generalmente mezclas de sistemas numerales (decimales, vigesimales, etc.) en las diversas lenguas. La percepción de la

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unidad como algo discreto debe preceder necesariamente al concepto y denominación de otros numerales. En principio la unidad no se opone a 'dos' o a otros numerales sino a lo 'no uno', 'más que uno' y luego se adquieren 'dos' y los demás numerales *, aunque generalmente con un límite en 'cinco' o en otro numeral hasta 'diez'. Los ordinales surgen, naturalmente, después de los cardinales, pero con frecuencia no de éstos, sino de conceptos de secuencia espacial o temporal (latín secundus). En cuanto al número gramatical no son pocas las lenguas que carecen de él, lo que no significa que no tengan, como todas las lenguas, medios de expresar la cantidad. Se exponen las modalidades de la expresión del número en diversas lenguas (concordancia, singular como indicador de clase, pluralia o singularia tantum, etc.). El plural se indica por afijos, por flexión interna o por reduplicación y puede referirse a una serie de unidades discretas o a colectivos, esto es, la cantidad pensada como unidad, lo que aparece en todas las lenguas con diferentes medios. Entre los numerosos sentidos que puede tener el plural se menciona el plural representativo del japonés y algunas pocas lenguas más en el que se hace mención de una persona con sus acompañantes. Se presentan luego hechos sobre las formas y funciones de los sustantivos de materia (continuos, no numerables) en lenguas de diversos tipos. En resumen: la primera etapa es el establecimiento de la equivalencia entre cantidades y magnitudes y el establecimiento luego de patrones cuantitativos (mano) ligados a la cualidad de los objetos, y finalmente la cantidad desligada de la cualidad particular de los objetos, en su forma general abstracta. He presentado un resumen relativamente detallado del contenido de esta obra porque considero importante su conocimiento en nuestro medio en donde predominan teorías idealistas, confundidoras, sobre la lengua y su relación con el pensamiento y la realidad. Creo que la concepción del signo lingüístico que expone Panfilov, bastante novedosa en cuanto abandona el concebirlo como entidad de doble faz, merece meditarse muy en serio. En fin, es esta una obra valiosa, seria, y, por lo demás, muy bien presentada. JOSÉ JOAQUÍN MONTES GIRALDO Instituto Caro y Cuervo.

• Esta primitiva oposición entre lo uno y lo no uno puede verse también en el desarrollo del habla en el niño, como por ejemplo en mi hijo Joaquín que a los 32 meses de edad, al salir con la madre llevando dos pantallas y preguntársele "¿Para dónde se va?", responde: "Alalá la patalla. La una patalla y cato patalla" [A arreglar las pantallas. Una pantalla y cuatro pantallas]. Obviamente percibe que hay más de una, pero para entonces cualquier número puede representar lo que no es uno, la pluralidad. Véase J. J. MONTES, El sistema, la norma y el aprendizaje de la lengua, en Thesaurus, t. XXXI, 1976 (págs. 14-40), pág. 33; en separata, pág. 20.

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