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Dictado 1 (b/v) Me alegra que hayas decidido hacer los dictados. Esta es la prueba de que tienes problemas con la ortografía y de que lo has asumido.

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Dictado 1 (b/v) Me alegra que hayas decidido hacer los dictados. Esta es la prueba de que tienes problemas con la ortografía y de que lo has asumido. Es el primer paso. No te agobies. Si perseveras, tienes muchas probabilidades de mejorar y, comprobarás aliviado, que ya no te quitan sistemáticamente puntos por las faltas en todos los exámenes. Debes leer los dictados antes de que alguien te los dicte. No es fácil solucionar las faltas de ortografía porque ya tienes unos hábitos al escribir, pero una manera de enfrentarnos a esto es escribir y escribir, y comprobar una y otra vez cómo lo has hecho y corregirlo. Descubrirás cuáles son tus errores básicos y tendrás armas para combatir unas faltas que no tienen reglas; sólo es memoria. Hacer tus errores más visibles (lo visual siempre se retiene mejor) te ayudará a recordarlos y a no volver a cometerlo. Por eso hemos dicho que colorees y señales en colores tus fallos, para que te fijes bien. Una última cosa: busca en el diccionario las palabras que desconozcas; este trabajo también aumentará tu vocabulario. Dictado 2 (b/v) Se dirigió a la biblioteca. Buscaba un libro de Derecho Civil, pero no obtuvo otra cosa que un manual que para nada le servía. Todas sus pesquisas fueron en vano. Aprovechó el viaje para sacar un libro de aventuras, que era su verdadera debilidad. Se entretuvo en rellenar la ficha. ¿Se atrevería con aquella obra tan voluminosa? Cabía la posibilidad de que se aburriera con ella. Aquel libro era todavía una novedad. Abonó al salir la cuota correspondiente a noviembre. Caminó absorto y un tanto meditabundo por el paseo que corre paralelo a las vías del tren. Llegó a su casa. En la planta baja tenía su padre, un prestigioso abogado, el bufete. No pudo percibir entonces el ruido procedente de la cocina. Entró en el cuarto de baño, abrió el grifo y llenó un vaso de agua. Se la bebió y fue entonces cuando oyó la vibración. Se quedó paralizado: parecía que había perdido toda movilidad. Se sentía un tanto abochornado, pero no podía moverse. Y entonces pudo vislumbrarlo: al principio sólo fue una sombra, después un bulto, luego….

Dictado 3 (b/v) Sebastián tenía que repasar unos temas y había elegido un lugar poco adecuado para tal actividad. Tumbado en la cama, sostuvo el libro en sus manos hasta que este se le cayó sobre la sábana. En un estado de duermevela, se le mezclaban, a un ritmo vertiginoso, los adverbios, la voz activa, la rebelión de los esclavos con la Revolución francesa, los insectívoros con las víboras… Fue la suave llamada de su madre la que le devolvió a la realidad. Cuando se despertó, anduvo un rato desorientado, dando tumbos. Después se sintió muy agobiado, pues ya era excesivamente tarde para completar todos los temas que le quedaban. A

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la mañana siguiente, la situación iba a ser conflictiva. ¡Si hubiera empezado unos días antes…! Tendría que cambiar de hábitos.

Dictado 4 (b/v) Hubo una época en la que tuvimos que vivir cerca de la vieja abadía de Burgos. La verdad es que éramos libres para elegir dónde ubicarnos y decidimos hacerlo junto a un bosque de abetos por donde pasaba un río de agua tibia. Allí había todo aquello que necesitábamos. Cuando íbamos en busca de alimento, nos gustaba tumbarnos en la hierba y saborear las frambuesas que crecían silvestres bordeando los caminos. En ocasiones nos evadíamos del mundo hasta tal punto que, al ver nuestra tardanza, el abuelo instaba a los mayores para salir a buscarnos. Otras veces nos íbamos a investigar y jugábamos a movernos velozmente entre los árboles hasta que se hacía de noche.

Dictado 5 (b/v) Nada más abrir el sobre, Ana pudo comprobar que había aprobado. La papeleta de color verde que acababa de recibir la iba a llevar directa a la universidad. El plazo para la matrícula terminaría antes de que llegara el invierno y debía validar todos sus documentos y prepararse para ser evaluada por el director en una entrevista previa a su ingreso. Tragó saliva. Estaba emocionada y nerviosa.

Dictado 6 (b/v) Con el invierno llegaron las primeras nubes de nieve. El frío lo envolvía todo. Con toda probabilidad Luis empezará a debatir qué hacer con su vida. Todos los inviernos ocurría lo mismo. Sus ansias de libertad y su rebeldía no casaban con el mal tiempo, pues la obligación de permanecer dentro de casa y el hecho de sentirse privado de la naturaleza le agobiaban tanto que se volvía evasivo. A veces, el evocar con fervor la primavera le aliviaba. Otras, en cambio, le hacía entrar en un ensimismamiento que le apartaba del resto del mundo.

Dictado 7 (g/j) El monje se encogió de hombros cuando fui a coger el libro mágico. El religioso quiso averiguar por qué aquel montón de legajos tenía tanto valor para mí. Despejé una mesa cercana y le distraje para extraer disimuladamente la página que tenía el enigma que buscaba. Después le pedí que me condujera a un lugar alejado de la biblioteca y le mostré una hoja elegida al azar. La casualidad quiso que el libro se abriera justo por una página donde se encontraba el retrato de un personaje que él conocía muy bien. Me pareció genial esa jugada del destino. Aquel extranjero de ojos inteligentes y gestos suaves era el mismísimo…

Dictado 8 (g/j) La genialidad del joven cocinero había llegado a su punto álgido. Había logrado conseguir una sabrosa y ligera crema de berenjenas que sería el ingrediente perfecto para rellenar sus buñuelos. Su textura era

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homogénea y su color se alejaba de los vistos hasta ahora; era indescriptible. De repente empezó a soñar con entrevistas y reportajes. Pero primero debería elegir el nombre de su creación. Un nombre sugestivo.

Dictado 9 (g/j) La nostalgia del viejo regente no era exagerada dado el homenaje que sus frívolos vasallos le hicieron, tras la ovación que cerró la fiesta de su coronación. Cada vez que evocaba los orígenes de su mandato en la villa no podía evitar un llanto pasajero recordando cómo les privaron de su libertad. Sus siervos no habían dudado en refugiarse al abrigo de un prodigioso monje que les había protegido contra los salvajes extranjeros del lejano Oriente. Su coraje e inteligencia fueron el germen de la victoria que les convirtió en un gran imperio.

Dictado 10 (h). Tengo el hábito de desechar toda la propaganda que encuentro cuando abro el buzón. A veces hojeo los folletos más llamativos pero nunca he encontrado un gran hallazgo. Me sorprende cuántos papeles entran por un hueco tan pequeño y la habilidad de los repartidores para meterlos por las rendijas sin destrozarlos. Siempre que voy a abrir la puertecita, tengo que estar preparado para la avalancha de papeles que inundan tan pequeño agujero. En una ocasión coloqué una pegatina que ponía: prohibida la propaganda, haciendo hincapié en la palabra prohibir con un rotulador rojo. Lo quité pronto porque no quería parecer hostil y ahuyentar con mi osadía a cualquier buen vecino que necesitara algo de mí.

Dictado 11 (h). No voy a hacerte un relato exhaustivo del viaje. Nos hemos alojado en el hotel que tú conoces. Como sospechabas no han cambiado las almohadas, que siguen tan duras como el año pasado, y las toallas no están más nuevas que entonces. Solemos regresar cada tarde exhaustos después de tanta caminata. ¡Si vieras qué proezas estamos haciendo…! Hemos descubierto una zona en la que el terreno se ondula y, aunque las oquedades no son muy hondas, cuando están llenas de agua hay que tener precaución pues puede uno ahogarse si no sabe nadar.

Dictado 12 (h). Lo habían inhabilitado y ya no podría adherirse a ningún nuevo proyecto a no ser que, con mucha habilidad, descubriera que estaban en un error. El hallazgo de nuevas pistas le devolvería su antiguo puesto. Debería hablar con el rehén aunque fuera huraño. Primero tendría que halagarle, desechando todos los improperios de los extranjeros y haciendo hincapié en los beneficios de su colaboración. Debía ahuyentar todo el miedo que pudiera tener para, así, descubrir dónde estaba la urna. Las preguntas que debía hacerle tenían que ser coherentes.

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Lo que has hecho no está bien. Cuando abría la ventana había que salir de la habitación. Han prohibido echar zanahorias a los animales. Le habían advertido pero se cayó cuando iba a su casa. Empezó a encontrarse mal y hubo que acercarle al ambulatorio. Íbamos al cine cuando tuvo que echar a correr porque le avisaron. Has de ser coherente y asumir los hechos. Voy a ver si ha venido ese hombre que había antes allí. ¿vas a acercarte a hacer las pancartas?

Dictado 14 (x) Esta vez no fue Ángel el primero en despertarse. Jorge estaba tan excitado pensando en que por fin iba a curarse la pierna, que apenas pudo conciliar el sueño y, mucho antes de que amaneciera, ya se estaba aseando. Andrés se levantó extenuado; tampoco había dormido demasiado debido a la responsabilidad que sentía, pero al mismo tiempo estaba contento. Sabía que alguien esperaría su vuelta con más anhelo que los demás y eso ya era un exceso para él. Aún no habían terminado de tomar el exquisito café que espontáneamente había preparado Ángel, cuando empezaron a oír murmullos en la calle, unos murmullos que le resultaban familiares. Con una tonta excusa se acercó escéptico a la ventana. Sí, allí estaban todos.

Dictado 15 (ll/y) EL desarrollo de la prueba exigía que desayunásemos a las seis de la mañana. Como era tan temprano, tomé sólo un yogur, algo de mantequilla y la yema de un huevo frito. El entrenador nos había subrayado la idea de que el apoyo de unos a otros debería ser permanente. En eso no tuvimos ningún fallo porque todos nos ayudamos. Pero se había callado que el equipo adversario era muy fuerte. También contribuyó a nuestra derrota el hecho de que el suelo estaba mojado. Todos nuestros sueños cayeron por tierra.

Dictado 16 (ll/y) -

Se calló porque no tenía nada que decir y no podía explayarse Se cayó desde el altillo y empezó a sollozar El arroyo no lleva agua porque no llueve en la llanura Ralla el chocolate con el rallador para echarlo en la masa Saltó la valla como un rayo pero se estrelló contra el suelo. Espero que vaya bien su trayectoria No creo que haya ayudado a ese canalla Su yerno no se hallaba allí en aquel momento Tal vez te hayan dicho que no se oyó nada durante el desarrollo del proyecto ¿Cómo se halla la solución a aquella fórmula? Sigue leyendo el folleto porque sigo creyendo que es sencillo

Dictado 17 (ll/y)

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Yendo a casa, al cruzar el arroyo, oí maullar a un gato que llamaba pidiendo ayuda. Una estrella brillaba bajo la lluvia que caía sobre la villa. Aunque pensé en escabullirme, el atrayente sollozo me llevó hasta un árbol donde yacía el pequeño gato sobre un mullido colchón. Me arrodillé y le cobijé bajo mi traje. Tuvo mucha suerte de que lo oyera a pesar del bullicio porque, con toda probabilidad, no se habría salvado si hubiera tardado una hora más.

Dictado 18 Hay una clase de tiempo que no puede contarse en horas y minutos; son eternidades singulares extendidas más allá de toda norma, ajenas a la experiencia humana. Cuando una eternidad así te absorbe en su espiral de círculos imprecisos y te arrastra a girar sin fin, sabes que te ha sido concedido el regalo de mil vidas. Las manos pueden conducir linternas durante siglos infinitos, dirigiendo al amado frases realmente interminables. Hay tiempo para decirlo todo, para explicar, para volcarse.

Dictado 19 Ahí estaba; ese era el hogar de Germán. El muchacho descendió con agilidad por el terraplén que conducía a la pequeña vaguada y caminó hasta situarse bajo el arco del puente. Le echó un vistazo al mugriento colchón que yacía sobre el suelo de tierra, junto al muro, y se aproximó a un montón de piedras situado un par de metros más allá. Se inclinó y comenzó a apartar cascotes hasta descubrir la raída mochila que estaba enterrada bajo ellos. Ahí, en ese escondite, guardaba Germán sus escasas pertenencias. Abrió la mochila y examinó cuidadosamente su contenido: ropa vieja, periódicos atrasados, rollos de cuerda, bolsas de plástico… Debajo de todo encontró una caja de lata envuelta en trapos. La caja donde Germán atesoraba sus más preciadas posesiones. Tomás la abrió. En su interior no había gran cosa. Un anillo de oro que el viejo mendigo halló en algún lugar, una linterna sin pilas, un mechero sin gas, una navaja de mellado filo… y algo más, algo incongruente y extraño: un folleto unido a un impreso de ordenador mediante un herrumbroso clip. César Mallorquí. El maestro oscuro.

Dictado 20 La muchacha abrió los ojos a la mañana que nacía: era un turbio amanecer más, un turbio día más, sin pena ni gloria, ni horizontes, ni esperanza. Saltó del camastro, alisó con los dedos el cabello, se restregó los ojos con los puños, se desperezó lentamente. Un gallo cantó en el corral. La muchacha se echó una pañoleta por los hombros, abrió la puerta de la casa – cuatro paredes sucias, una chimenea apagada, cacharros en desorden, una mesa, una pila de leña, un espejo - y miró hacia fuera. Dos gallinas picoteaban en el umbral, junto a un viejo gato que las miraba indiferente. Las nubes, arriba, se apelotonaban amenazantes, grises, negras; los cerdos, abajo, también. La muchacha volvió a entrar, hurgó en un rincón, salió de nuevo hacia el corral con un cazo, seguida por cerdos, gato y gallinas, dispuestos a disputarse el puñado de malolientes desperdicios. Luego tomó una azada y anduvo hacia el huerto.

Dictado 21 El halago debe ser algo habitual. Es importante ensayar algunos antes para que no sea demasiado explícito para cohibir al elegido, ni demasiado soso o frívolo para no provocar una sonrisa y, por supuesto, nunca hay

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que ser vulgar. Al principio, puedes apoyarte en frases ajenas; luego debes aprender a tener iniciativa propia y finalmente te resultará sencillo improvisar. Es un lujo que te regalen sonrisas y es fácil provocarlas.

Dictado 22 A la luz de los candelabros, su aspecto era inquietante. Miraba ante sí, a un punto indefinido de la estancia. Sus ojos, todavía inmóviles, parecían buscar algo invisible en el aire. Su estatura era superior a la de un hombre corriente. Aparentaba unos cincuenta años. Vestía ropajes muy oscuros, de severa prestancia. Es su porte altivo se adivinaba un carácter capaz de imponerse en cualquier circunstancia. Una ilimitada confianza en sí mismo estaba presente en su cara. Si se le observaba detenidamente podía advertirse el rictus despectivo de sus austeros labios y la sombría arruga horizontal que dividía su alta frente en dos mitades. Entonces quedaba de manifiesto su expresión malévola y algo amenazadora. La contemplación de su figura sobrecogía y atemorizaba. Los espejos que recubrían buena parte de las paredes del salón multiplicaban su enigmática estampa. Se aproximó despacio hacia él, como si temiera sacarlo demasiado bruscamente de la inmovilidad. Lo rodeó por detrás y se detuvo junta a su flanco derecho, a muy poca distancia. Luego, mientas manipulaba algo escondido bajo su anticuada levita, parecía formularle una petición al oído. Más tarde, se alejó de la imponente figura y fue hacia una zona del salón que estaba invadida por las sombras. Joan Manuel Gisbert, El misterio de la mujer autómata.

Dictado 23 Fue al cruzar el pueblo hacia sus casas, de regreso de la escuela, que vieron al gato de las Guindillas, enroscado sobre el plato de galletas, en un extremo de la vitrina. El animal ronroneaba voluptuoso, con su negra y peluda panza expuesta al sol, disfrutando de las delicias de una cálida temperatura. Nadie es capaz de señalar el lugar del cerebro donde se generan las grandes ideas. Ni Daniel, el Mochuelo, podría decir, sin mentir, en qué recóndito pliegue nació la ocurrencia de interponer la lupa entre el sol y la negra panza del animal. La idea surgió de él espontánea y como naturalmente. Algo así a como fluye el agua de un manantial. Lo cierto es que durante unos segundos los rayos del sol convergieron en el cuerpo del gato formando sobre su negro pelaje un lunar brillante. Los tres amigos observaban expectantes el proceso físico. Vieron cómo los pelos más superficiales chisporroteaban sin que el bicho modificara su postura soñolienta y voluptuosa. El lunar de fuego permanecía inmóvil sobre su oscura panza. De repente brotó de allí una tenue hebra de humo y el gato de las Guindillas dio, simultáneamente, un acrobático salto acompañado de rabiosos maullidos. Sin acuerdo previo, los tres amigos echaron a correr. Pero la Guindilla blandía el puño al aire y lloraba de rabia e impotencia. Miguel Delibes, El camino.

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Dictado 24 Hay demostraciones de habilidad que te parecerían imposibles. Sorprendentes, asombrosas…. pero sencillísimas de hacer. Para poner en práctica este truco no necesitas un equipo especial, solo objetos corrientes que se encuentran en todas las casas. Y no tienes que entrenarte para adquirir ninguna técnica particular. Es un truco que sale prácticamente solo. Anuncia que te dispones a revelar el extraño poder que tienes sobre los huevos. A continuación muestra dos huevos y dos vasos de agua. Pídele a uno de los presentes que te escriba la palabra “hundir” en un huevo y a otra persona que anote “flotar” en el otro. Explica a tus amigos que los huevos harán exactamente lo que se ha indicado en ellos. Una vez explicado esto, coloca un huevo en cada vaso. Hazlo suavemente, con la cuchara. Aquél en que figura la palabra “hundir” se sumergirá hasta el fondo y permanecerá allí. Cuando coloques en el vaso el huevo marcado con la palabra “flotar”, haz unos pases misterios al tiempo que pronuncias unas cuantas órdenes imperiosas. El huevo marcado con la palabra “flotar” se hundirá primero hasta el fondo, para subir luego lentamente. Cómo se hace: el vaso de la izquierda debe contener agua salada en el fondo y un poco de agua normal en la superficie. EL agua normal no se mezclará con la salada si la echas en el vaso con una pajita o un embudo y la dejas deslizarse por la pared del vaso. Con que haya un par de centímetros de agua no salada basta. La solución de agua salada se prepara disolviendo la sal con bastante antelación y dejando reposar el agua. Sheila Anne Barry, Trucos y tretas para divertirte con tus amigos.

Dictado 25 Mi única confidente era Sabela. Pero se enamoró, y Antón ocupó todo su tiempo, impidiéndole escucharme. Aquel verano de mis dieciséis años fue, si no definitivo y trascendental, sí muy importante en mi vida. Llovió mucho y, cuando las nubes se alejaban a causa de la violencia del Nordeste, el viento era tan brutal, que temía que me llevara aires arriba. Apenas salí a la calle, dedicada a leer y a rellenar cuartillas que rompía, no descorazonada por la baja calidad de mis ocurrencias literarias, sino alegre y desahogada, como si fueran servilletas con que me limpiara la boca tras un banquete, igual que si se tratara de pañuelos que hubieran secado mis últimas lágrimas proporcionándome consuelo, o gasas que hubiesen empapado la sangre de mis heridas. Leer y escribir me compensaron de la pérdida de Sabela. Carmen Gómez Ojea, El diccionario de Carola.

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