Vejez femenina: entre la violencia y la dependencia

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Vejez femenina: entre la violencia y la dependencia Rosa María Flores Martínez Estudiante del Programa de Maestría en Ciencias Con orientación en Trabajo Social de la Facultad de Trabajo Social y Desarrollo Humano en la UANL. Blanca Mirthala Tamez Valdez Profesora de tiempo completo. Titular A en el Posgrado de la Facultad de Trabajo Social y Desarrollo Humano de la UANL. Resumen. Durante la vejez se presenta un grave problema, muchas veces invisibilizado que afecta tanto a hombres y mujeres, dicho fenómeno es la violencia. Algunos estudios señalan que existen diferencias significativas en la prevalencia de este fenómeno a partir del género y la condición de dependiente de la persona mayor. Por lo anterior, el objetivo del presente análisis es estudiar la violencia enfrentada por las mujeres adultas mayores que presentan dependencia.

Palabras clave: persona adulta mayor, violencia, dependencia y género.

Introducción. La violencia es un fenómeno que ha existido a lo largo de la historia de la humanidad, ha sido manifestada de diversas formas y en diversos grupos sociales, sin embargo, la violencia que se ejerce en contra de las personas adultas mayores poco se ha estudiado, por lo tanto, la información existente es limitada, es una situación cuyo rostro permanece invisibilizado. La violencia ha sido un problema difícil de detectar, no sólo por la falta de denuncia por parte de la población, sino además porque llega a “naturalizarse” tanto aquella violencia ejercida de manera directa lo que Zizek (2009) llama violencia subjetiva, como aquellas otras que se encuentran en las estructuras políticas y económicas, así como en el lenguaje y la cultura. Actualmente, dado el incremento del envejecimiento poblacional, Iborra (2010) señala que también se prevé aumente la prevalencia de violencia hacia las personas mayores. En el caso de México la situación es compleja debido al acelerado proceso de envejecimiento. De acuerdo al censo de poblacion y vivienda realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, 2010) se estima que en el país en el año 2010 el número de personas de 60 años y más en términos absolutos fue de 10, 222,624 lo que representa en términos relativos el 9.1 % de la población total. Aunque el fenómeno del envejecimiento poblacional representa un logro de la política social también implica grandes retos, sobretodo en el diseño e implementación de políticas sociales enfocadas en temas de salud, pensiones, vivienda, espacios públicos, transporte, apoyo a las familias, cuidados, violencia y derechos humanos. Los diversos escenarios, así como las marcadas desigualdades y contextos en los que las personas adultas mayores interactúan, hace posible pensar el envejecimiento como un fenómeno sumamente heterogéneo y desafiante, al respecto Ribeiro (2009) señala que éste varía en términos de la posición socioeconómica, el nivel de instrucción, el género, las experiencias sociohistóricas, así como los estilos de vida. De esta manera es preciso señalar que no se envejece de la misma manera en la condición de hombre que en la condición de mujer, es decir, existen diferencias significativas a partir del género de la persona adulta mayor. Según el Consejo Nacional de Población (CONAPO, 2015) en México la esperanza de vida en promedio para las mujeres es 77.68 años, mientras que en el caso de los hombres ésta corresponde a 72.34 años. Como bien se observa, la esperanza de vida es mayor para las mujeres.

A pesar del logro que representa el incremento de la esperanza de vida de la población, es conveniente reflexionar en torno a los desafíos que trae consigo el aumento de años de vida, porque ya no es sólo vivir más años, sino es preciso cuestionarse sobre la calidad de vida que se

tendrá durante estos años ganados, en otras palabras, considerar el incremento de enfermedades crónico degenerativas, el detrimento de la salud, la aparición de limitantes y dependencias. Personas adultas mayores en condición de dependencia

Durante la vejez se presenta un deterioro progresivo y se podría decir crónico de la salud, debido al detrimento la reserva funcional, por lo que los mecanismos de defensa y eficacia decrecen, aumentando la probabilidad de desarrollar enfermedades crónicas (Wong, González y López, 2014).

Actualmente en México, de acuerdo con Rabell (2014:193) las personas mayores llegan en un “estado de salud crónicamente deteriorado”. La manifestación de no sólo una, sino múltiples enfermedades desemboca en generar una mayor vulnerabilidad en la vejez (Lopéz, Comas, Monteverde, Casado, Ibern y Caso, 2005). Acentuando la presencia de discapacidad y dependencia, aunque no en todos los casos, de acuerdo con Tamez (2008) no es un hecho homogeneo, existen personas que llegan en total lucidez y autonomia.

A pesar de lo anterior, la demanda de cuidados continuará incrementándose, según el Instituto de Mayores y Servicios Sociales (INMERSO, 2005) la atención de las necesidades de las personas dependientes es uno de los grandes retos de la política social, en este sentido es importante distinguir entre los conceptos de discapacidad y dependencia, ya que en muchas ocasiones se suelen usar como sinónimos, cuando no lo son.

Para Monteverde (2005) una persona con discapacidad deberá presentar una limitación grave, cuyo origen sea una deficiencia que afecte o se prevea que vaya a afectar durante más de un año la realización de actividades de la vida diaria. De esta manera, la discapacidad se refiere a un conjunto de actividades sensoriales, cognitivas, instrumentales y de la vida diaria, que afectan de una manera u otra a la capacidad de las personas para valerse por sí mismas.

La dependencia según el Consejo de Europa es el estado en el que se encuentran las personas que por razones ligadas a la falta o la pérdida de autonomía física, psíquica o intelectual tienen necesidad de asistencia y/o ayudas importantes a fin de realizar los actos corrientes de la vida diaria (Lopéz, Comas, Monteverde, Casado, Caso, y Ibern, 2005).

Así, la dependencia se presenta cuando la persona requiere o necesita ayuda para realizar actividades de la vida diaria, mientras que la discapacidad se refiere a la limitantes cuyo origen se encuentran en una deficiencia que le impide o dificulta a la persona realizar actividades de la vida diaria. Casado y López (2001) señalan que el envejecimiento no implica necesariamente el

aumento simétrico de adultos mayores dependientes, ya que el hecho de ser dependiente está determinado no únicamente por la edad, sino por factores tales como el nivel educativo, el estado de salud, entre otros.

Existen diversos tipos dependencia, sin embargo, la que se identifica de manera más común es aquella asociada a la funcionalidad, es decir, la necesidad de ayuda para realizar tanto actividades básicas de la vida diaria (ABVD) como actividades instrumentales de la vida diría (AIVD). En España Comas, Monteverde, Casado, Ibern y Caso (2005) señalan que existe tambien la dependencia para realizar actividades avanzadas (AA) relacionadas a la participación social.

Asimismo, los grados o niveles de dependencia son medidos de diversas formas, particularmente en España, se establecen tres grados a partir del tipo de dependencia y la cantidad de apoyo requerido. El Instituto de Mayores y Servicios Sociales (INMERSO, 2005:729) señala que existe la dependencia moderada: cuando la persona necesita ayuda para realizar varias ABVD, al menos una vez al día; la dependencia severa: cuando la persona necesita ayuda para realizar varias ABVD dos o tres veces al día; y la gran dependencia: cuando la persona necesita ayuda para realizar varias ABVD varias veces al día y necesita la presencia indispensable y continua de otra persona.

Violencia en la vejez. Como proceso natural la vejez se constituye como parte de una etapa del ciclo vital, durante ésta etapa de presentan diversos cambios a nivel individual, familiar, social y cultural, sin embargo, bajo el modelo capitalista que hoy en día permea a las sociedad se alimenta la discriminación por edad, la vejez entonces, se torna como un problema de carácter social en el que la persona adulta mayor es excluida y discriminada, ejerciéndose de esta forma una violencia que emana desde la sociedad y la cultura mediante expresiones poco visibles, pero que a la vez legitiman otros tipos de violencia Zizek (2009).

En las últimas décadas, la violencia contra las personas adultas mayores ha comenzado a reconocerse como un problema serio, de carácter social y de salud pública, que afecta a un número considerable de la población perteneciente a este grupo etario, sin embargo, ha sido un tema censurado del que “poco se habla”, situación que provoca sea invisibilizado socialmente (Giraldo 2012).

Algunos organismos a nivel internacional han denominado la violencia hacia personas mayores con el término “maltrato”. La Organización Mundial de la Salud (OMS) en la Declaración de Toronto para la Prevención Global del Maltrato de las Personas Mayores, lo define como “la acción única o

repetida, o la falta de la respuesta apropiada que ocurre dentro de cualquier relación donde exista una expectativa de confianza y la cual produzca daño o angustia a una persona anciana” (OMS, 2002:3).

La anterior definición permite evidenciar los malos tratos a las personas mayores, pero se sitúa desde la violencia interpersonal, reduciendo la violencia sólo a una visión en particular, dejando de lado otros tipos, como la violencia que se da de forma estructural o bien aquella que se encuentra inmersa en la cultura y el lenguaje.

Desde la perspectiva de Zizek (2009) se sostiene como idea fundamental la existencia de un triunvirato de violencias, en uno de los puntos de esta triada se encuentra la violencia subjetiva considerada la más identificable, en este tipo de violencia suelen suscitarse actos de agresión directa hacia las personas adultas mayores, manifestada en forma de abuso físico, psicológico, sexual, económico y negligencia. En este tipo de violencia se puede definir claramente al agente que perpetra dicha violencia, sin embargo Zizek (2009) sugiere tomar distancia, ya que al ser la más visible impide pensar y actuar sobre los otros tipo de violencia.

Ahora bien, en otro de los puntos se manifiesta la violencia simbólica que se encuentra en términos de Zizek encarnada en el lenguaje y sus formas, presente en situaciones reconocidas de provocación y dominación social mediante los discursos habituales. Por otro lado, se encuentra también la llamada violencia sistémica que se refiere a las consecuencias catastróficas del funcionamiento homogéneo de los sistemas económico y político (Zizek, 2009).

Partiendo desde esta perpectiva se puede analizar el fenomeno de la violencia desde un nivel micro en el que se identifica a la familia (hijos, cónyuge, hermanos, nietos, entre otros) hasta llegar a aquella ejercida desde los sistemas y la cultura. En este sentido, tambien se podrá ampliar el conocimiento de la violencia y su relación con la condicón de dependencia en las personas adultas mayores.

Situación de la mujer adulta mayor ante la violencia y la dependencia

Durante la vejez se generan diversos cambios, no sólo a nivel individual sino también a nivel social y cultural, en este sentido, es conveniente precisar que no envejecen de la misma manera hombres y mujeres, por lo tanto, el género es un elemento que contribuye a comprender la vejez desde una perspectiva más amplia.

Para Lamas (2000), las categorías de género se transforman a lo largo del tiempo y, con ellas los espacios asignados a mujeres y hombres; estudiar el género se concibe como una forma de comprender a las mujeres como parte integral de la sociedad y no como un aspecto aislado de ella.

Siguiendo a Huenchuan, Fassio, Carlos, Osorio, Worobiej, Batthyany, Berriel, Carbajal, Ciarniello, Lladó y Paredes (2010) la vida de las mujeres adultas mayores se dilucida al interior del marco de normas sociales que rigen sus roles, comportamientos y funciones, que se fundamentan en estereotipos altamente negativos sobre esta etapa de la vida. Para Arber y Ginn (1996) existe una conexión entre género y envejecimiento que surge debido a los acontecimientos relacionados con la edad, además de un cambio social propio del paso del tiempo.

Según la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer (1999) citada por Huenchuan y otros (2010) existen serias desigualdades vinculadas a la pobreza, tales como la edad y el género, de esta forma se observa que existe mayor presencia de ésta problemática en las mujeres y no entre sus pares masculinos, lo cual es consecuencia de una situación multidimensional surgida a partir de las diversas desigualdades que las mujeres sufren a lo largo de la vida.

Al llegar a la vejez, las mujeres enfrentan mayores desventajas que los hombres. Al contar éstas con una mayor esperanza de vida también enfrentan mayores dificultades, tanto en el caso de la dependencia como de la violencia, ambos fenómenos relacionados entre sí, como se analiza a continuación.

En el contexto internacional, particularmente en España, Bazo (2001) realizó un estudio sobre negligencia y malos tratos a las personas mayores que reciben servicios de ayuda a domicilio, en este estudio se detectó que el 81% de las víctimas son mujeres; el 55% de los casos son los hijos biológicos o políticos quienes perpetran el maltrato, seguido del cónyuge en un 12%.

Iborra (2008) llevó a cabo un estudio a escala nacional con objeto de conocer la situación actual del maltrato contra personas mayores en la familia, los resultados obtenidos indican que el 0.8% de las personas mayores entrevistadas ha sido víctima de maltrato por parte de algún familiar, asimismo, el porcentaje de maltrato aumenta entre los ancianos dependientes hasta el 1.5%.

Posteriormente, en el País Vasco se realizó un estudio cuyo objetivo versó sobre la prevalencia de maltrato en personas mayores, se determinó que el 0.9 % de la muestra declaró recibir algún tipo de maltrato; las diferencias respecto al género señalan que de las personas que se perciben como maltratadas el 72,6% son mujeres y el 27,4% son hombres; en la dimensión de la dependencia se encontró que el 25.3% necesita ayuda para realizar de ABVD, mientras que un 30.9% necesita ayuda para realizar AIVD (Sancho, 2011).

Los estudios antes señalados dan cuenta de la prevalencia de violencia, así como de algunas caracteristicas particulares de las situaciones que se presentan cuando ésta sucede, sin embargo, sólo es la punta del “iceberg”, como ya se ha venido señalando, existen circunstancias sociales, culturales, políticas y económicas que llegan a dificultar su visiblización.

En México, se realizó a nivel nacional en el año 2011 la Encuesta Nacional de la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) que si bien no trata exclusivamente en analizar la violencia en las personas mayores, sí reportó que de las mujeres de 60 años y más el 44.6% declaró haber sufrido algún tipo de violencia por parte de su pareja o expareja, siendo el tipo de violencia ejercida con más alto porcentaje la emocional en un 91% (INEGI, 2011).

Asimismo, Giraldo (2006) en la Encuesta sobre Maltrato a Personas Adultas Mayores en el Distrito Federal EMPAM-DF, señala que de las 618 personas adultas mayores entrevistadas el 16.2% refieren la prevalencia de algún tipo de maltrato, presentándose el maltrato psicológico en un 12.7%, el abuso sexual en un 0.9%, el maltrato económico en un 3.9%, y la negligencia y abandono en un 3.5%.

En el estado de Nuevo León, Mancinas (2007) realizó una investigación sobre factores de riesgo asociados a la violencia familiar contra las personas mayores en la ciudad de Monterrey, dicha investigación arrojó los siguientes datos: de 952 casos entrevistados, 411 adultos mayores reportaron haber experimentado maltrato por parte de sus hijos. Entre los hallazgos encontrados se destaca el hecho de que la incapacidad para realizar actividades de la vida diaria es una variable que influencia la aparición de maltrato y negligencia.

En suma, a partir de los estudios antes referidos, se evidencia que la dependencia (necesidad de ayuda) es un factor asociado a la presencia de violencia, además de que efectivamente existen diferencias significativas a partir del género de la persona adulta mayor, en cuanto a prevalencias y tipos, hablando en términos de violencia subjetiva.

Conclusiones

El fenómeno de la violencia contra las personas mayores es un tema poco abordado que actualmente permanece inivisiblizado y encasillado en el ámbito de lo “privado”, es decir, al interior de la familia. Al ser considerado un problema complejo y de alcances insoslayables es preciso realizar estudios que den cuenta de la existencia y prevalencia de éste fenómeno desde una perspectiva amplia.

Hoy en día se enfrentan diversos retos relacionados a las constantes transformaciones sociales, familiares, culturales, demográficas, políticas y económicas. De esta manera, las nuevas realidades implican mayores desafíos, en particular para las mujeres, dadas las condiciones estructurales y culturales que “vulneran” en mayor medida a la mujer al enfrentarse a una limitada protección social por parte del Estado, condiciones de discriminación, pobreza, enfermedades, limitantes, en resumen: mayores riesgos sociales en su condición de mujer y de persona mayor.

Las diferencias que se presentan en cuanto a condiciones de vida a partir del género de las personas mayores, sugiere profundizar en el conocimiento de la situación enfrentada en torno a problemáticas como la violencia y la dependencia, lo cual permitirá avanzar en el conocimiento de la complejidad de su dinámica, asimismo enfrentar

los retos y necesidades particulares

presentadas por las mujeres mayores que experimentan ésta situación, permitiendo con ello diseñar políticas sociales que contribuyan a lograr un mayor bienestar y una mejor calidad de vida.

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