VI Congreso Internacional Educación Católica para el Siglo XXI: Fe y Educación Universidad Católica de Valencia (España), 2013

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EL CONCEPTO ACTUAL DE INTELIGENCIA: UNA APROXIMACION A LA INTELIGENCIA EMOCIONAL

Enrique José Sáiz Vicente Departamento de Educación Universidad Católica de Valencia”San Vicente Mártir”

RESUMEN En este artículo llevamos a cabo una revisión histórica de cómo ha evolucionado el concepto de inteligencia emocional desde los inicios de la Psicología como disciplina científica, con el objetivo de investigar los componentes esenciales que comprende la inteligencia emocional para lo cual realizamos una revisión de la literatura más reciente al respecto. Nuestras conclusiones se dirigen a la comprensión de por qué desde una perspectiva psicométrica, biologicista e innatista hemos llegado en la actualidad a una conceptualización de la inteligencia emocional, más concretamente a los modelos de Gardner (1983), Salovey y Mayer (1990), Goleman (1996) y Bar-On (1997). PALABRAS CLAVE Inteligencia, Inteligencia Emocional, Cociente Intelectual, Cociente Emocional. ABSTRACT In this article carry out a historical review of how it has evolved the emotional intelligence concept from the beginnings of the Psychology as discipline cientific, with the objective of investigating the essential components that understands the emotional intelligence for something which we accomplish a review of the most recent literature in this regard. Our conclusions are directed the comprehension of why from a perspective psicometric, biologists and innatist we have arrived at present to a conceptualization of the emotional intelligence, more specifically to the models of Gardner (1983), Salovey and Mayer (1990), Goleman (1996) and Bar-On (1997). KEY-WORDS Intelligence, Emotional Intelligence, Intellectual Quotient, Emotional Quotient. INTRODUCCION El constructo de inteligencia ha tenido a lo largo del siglo XX un extraordinario énfasis en los aspectos cognitivos (Molero, Sáiz y Esteban, 1998). Hoy en día, en cambio, se enfatizan los aspectos emocionales de la inteligencia, y se abordan las principales aportaciones de Gardner, Salovey y Mayer, Goleman y Bar-On. Conviene resaltar los trabajos de estos autores en relación a las aportaciones y perspectivas que consideran el contexto ecológico como parte importante del constructo de inteligencia. La consideración 96    

VI Congreso Internacional Educación Católica para el Siglo XXI: “Fe y Educación” Universidad Católica de Valencia (España), 2013 y aplicación de estas perspectivas, desarrolladas desde la década de los 90, nos va a permitir, en adelante, desarrollar ámbitos de intervención de la inteligencia emocional (IE) en campos tan diversos como la aplicación de programas de instrucción de la IE aplicados al ámbito de la psicología militar o en entornos de la educación formal aplicados al ámbito de la educación vial, en las etapas educativas de infantil o primaria. La IE de tanto en cuanto está relacionada con la inteligencia social incluye en sus diversas definiciones valores que es necesario educar y conviene desarrollar, tales como la pulcritud, la fidelidad, la empatía, la sociabilidad, la prudencia, la solidaridad, la bondad, la comprensión, la lealtad, el perdón, la perseverancia, la valentía, la honestidad, la autenticidad, el respeto y la tolerancia, la gratitud, la generosidad, la confianza, la sinceridad, el compromiso, la libertad, la sencillez, la serenidad, la voluntad, la laboriosidad, la superación, el liderazgo, la sobriedad, la magnanimidad, el orden, la flexibilidad, el sacrificio, el autodominio, la coherencia, el desprendimiento, la decencia, el esfuerzo, etc. El elenco de valores es ingente, pero aunque en este momento sólo vamos a describir las diferentes aportaciones teóricas a la IE, en futuras aportaciones prácticas vamos a analizar qué valores y cuáles de ellos se pueden encontrar en las diversas definiciones de IE, y máxime si nuestro futuro objetivo será construir un cuestionario o diseñar un programa de intervención que incluya los diversos factores o variables de la IE y el máximo posible que valores que estén relacionados con la IE. HACIA UNA FORMULACIÓN DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL 1. LA PERSPECTIVA DE GARDNER En el año 1983, Gardner escribe Frames of Mind, libro donde expuso su teoría acerca de la inteligencia humana. En él pretende lograr un enfoque del pensamiento humano más amplio y completo que el que se venía sosteniendo hasta el momento, tomando como referencia y punto de partida los estudios cognitivos y psicométricos. Gardner plantea un concepto de “inteligencias múltiples” y defiende dejar de hablar de un concepto único de inteligencia. Lo argumenta sobre la base de que el devenir de las conceptualizaciones sobre inteligencia han pivotado sobre tres tópicos esenciales: los ámbitos de conocimiento, que permiten la transmisión social de la cultura; los valores e idiosincrasias propias de la cultura, y por último, el sistema educativo que instruye y fomenta las diversas competencias y habilidades humanas. Su aportación se dirige hacia una conceptualización de un constructo de inteligencia que abarque todas las culturas (Gardner, Kornhaber y Krechevsky, 1993). De este modo, plantea una noción de inteligencia que dirija sus esfuerzos, no tanto a la conceptualización de una inteligencia menos compleja, y el desmesurado afán de construir cuestionarios que pretendan medirla, sino a la explicación de las diversas manifestaciones de la inteligencia dentro y a través de cada cultura. Con la publicación de Frames of Mind Gardner emplea el término plural “inteligencias”, para mostrar que estas capacidades humanas son tan fundamentales, como las medidas tradicionalmente mediante pruebas de evaluación del cociente intelectual o CI. Además, enfatiza el concepto de “múltiples” con el objetivo de resaltar el número desconocido de capacidades humanas, que no han sido consideradas hasta ese momento en el estudio clásico y tradicional de la inteligencia, como son desde la inteligencia musical hasta la inteligencia aplicada en el conocimiento de uno mismo. Su conceptualización muestra que la inteligencia no es lo que miden los tests de inteligencia, sino sólo una parte de esa misma inteligencia. En este libro Gardner (1983) defiende la existencia de varios tipos de inteligencia, y más concretamente, las agrupa en siete tipos básicos; que engloba desde las tradicionales capacidades verbal y lógico-matemática, hasta la capacidad espacial, la capacidad cinestésica, el talento musical, la inteligencia interpersonal y, por último, la inteligencia intrapsíquica. Cada una de estas siete inteligencias tiene el mismo grado de importancia, aunque Gardner plantea que nuestra sociedad pone un 97    

VI Congreso Internacional Educación Católica para el Siglo XXI: “Fe y Educación” Universidad Católica de Valencia (España), 2013 excesivo énfasis en las inteligencias lingüísticas y lógico-matemáticas, y soslaya las demás capacidades intelectuales. Una década después, en 1993, Gardner et al. en Abordar el concepto de Inteligencia plantea el descontento general sobre el concepto de Cociente Intelectual y las visiones unitarias de la inteligencia. Planteando una nueva perspectiva, por una parte, insiste en la pluralidad del intelecto y, por otra, permite agrupar bajo el término de inteligencia tanto la cognición impersonal -referida al pensamiento que trata con el mundo físico, el tiempo, movimiento y espacio-, como la cognición interpersonal -referida a la faceta del pensamiento y la percepción, que permite a un individuo hacer inferencias con respecto a otros, ponerse en su lugar, comprender las percepciones de esos otros con respecto a uno mismo y comprender los fenómenos sociales, políticos, económicos y legales-, tal como planteaban Spivack, Platt y Shure (1976) y Temoshok (1978). Gardner critica que desde siempre los investigadores han estudiado las relaciones entre la cognición impersonal e interpersonal desde un punto de vista exclusivamente cognitivo, y utilizando el término inteligencia para referirse a la cognición impersonal y, el de habilidades cognitivo-sociales, para referirse a la cognición interpersonal. La novedosa y principal aportación de Gardner en este momento está en considerar que ambos tipos de cogniciones pueden ser consideradas “inteligencias”. Por esta razón, Gardner afirma: “Creo que deberíamos abandonar tanto los tests como las correlaciones entre los test, y, en lugar de eso, deberíamos observar fuentes de información más naturales, acerca de cómo la gente en todo el mundo desarrolla capacidades que son importantes para su modo de vida”. De los tipos de inteligencia propuestos por Gardner (1983) destacamos las dos formas de inteligencia personal. Más concretamente, la inteligencia interpersonal, definida como la capacidad para comprender a las otras personas: qué les motiva, cómo trabajan, cómo trabajar con ellos de forma cooperativa etc., y, la inteligencia intrapersonal, definida y orientada hacia el interior de uno mismo y que permite desenvolverse eficazmente al ser humano en la vida. Más adelante, Gardner y Hatch (1989) plantean que la inteligencia interpersonal supone reconocer y responder de manera apropiada a los estados de ánimo, las motivaciones, emociones y deseos de los demás; mientras que la inteligencia intrapersonal representa el autoconocimiento, el acceso a los propios sentimientos, su discriminación y selección para orientar la propia vida. El motivo por el que resaltamos estos dos tipos de inteligencia es porque ambos han contribuido de forma muy importante a un nuevo concepto dentro del marco teórico general acerca de la inteligencia, que en el año 1990 fue denominado por Mayer y Salovey como Inteligencia Emocional y que analizamos en el siguiente epígrafe. 2. LA PERSPECTIVA DE SALOVEY Y MAYER, Y GOLEMAN El concepto de Inteligencia Emocional acuñado por Salovey y Mayer en 1990 fue definido como un tipo de inteligencia social, que engloba la habilidad de controlar nuestras propias emociones y las de los demás, así como permite discriminar entre ellas y utilizar la información que nos proporcionan para guiar nuestro pensamiento y nuestras acciones. Es decir, es la capacidad para comprender nuestras propias emociones y las de los demás, que permita expresarlas de forma que resulten beneficiosas para uno mismo y la cultura a la que pertenece. En una nueva y ampliada conceptualización (Mayer y Salovey, 1993), incluyen la evaluación verbal y no verbal, la expresión emocional, la regulación de la emoción en uno mismo y en los otros, y la utilización del contenido emocional en la solución de problemas. En su primera formulación de 1990 Salovey y Mayer recogen las inteligencias personales propuestas por Gardner (1983) y en su definición básica de inteligencia emocional postulan cinco dominios principales: 1. Conocer las propias emociones. Para los actuales investigadores en el ámbito de la inteligencia emocional, el conocimiento de uno mismo y de nuestros propios sentimientos es la piedra angular 98    

VI Congreso Internacional Educación Católica para el Siglo XXI: “Fe y Educación” Universidad Católica de Valencia (España), 2013 de la inteligencia emocional. El reconocimiento de nuestros sentimientos permite un mayor control sobre nuestras vidas; por el contrario, la incapacidad para reconocerlos, nos deja en situación de descontrol o desamparo emocional. 2. El manejo de las emociones. El autoconocimiento de nuestras emociones no es una habilidad única y esencial en la inteligencia emocional, sino que tiene que estar imbricada y relacionada con la capacidad humana de afrontarlas y manejarlas de forma apropiada, evitándose así sentimientos de ansiedad, irritabilidad, nerviosismo, etc. en la persona. 3. El motivarse a uno mismo. También engloba la habilidad de automotivarse, de modo que la persona regule sus emociones al servicio de una meta propositiva o fin teleológico, que le permita dominar una dificultad y regular su creatividad para afrontar las dificultades. 4. El reconocer las emociones en los demás. Aquí se hace referencia a la empatía, como habilidad relacional más importante, ya que se relaciona con el altruismo y la conducta prosocial, y abarca la capacidad de comprender y sintonizar con los deseos y las necesidades de los demás. Y finalmente, 5. La capacidad para relacionarse con los demás, entendida como la habilidad para la competencia social, y el desarrollo de habilidades sociales, que obviamente implica el manejo de las emociones de las personas con los que se interactúa socialmente en el día a día. Quizá pudiera pensarse que el interés de la ciencia psicológica por nuestra vida afectiva y por el ámbito de las relaciones interpersonales, es un tema candente, dado que los psicólogos han incorporado recientemente las emociones dentro del ámbito de la inteligencia. Pero nada más lejos de la realidad, pues en 1920 Thorndike acuña el término de Inteligencia Social en su artículo La inteligencia y sus usos, y la define como la habilidad de entender y controlar a hombres y mujeres; en otras palabras, es la capacidad de actuar sabiamente en las relaciones humanas (Thorndike, 1920). En 1996 Goleman plantea que a pesar del inusitado interés que despertó el tema de la inteligencia social desde las distintas tradiciones psicológicas, en los últimos años del siglo XX fue la tradición cognitiva el modelo del que han partido la mayoría de las investigaciones, por este motivo los estudios dentro del campo psicológico, y en especial dentro del campo de la inteligencia han estado sesgados hacia perspectivas cognitivas. Goleman plantea que la inteligencia emocional puede resultar tan decisiva, y en ocasiones mucho más, que el cociente intelectual de la persona, para predecir la satisfacción personal y adaptación a lo largo de la vida. En la Tabla 1 se esquematiza la conceptualización de la Inteligencia Emocional según Goleman. Tabla 1. Las características de la inteligencia emocional según Goleman 1. 2. 3. 4. 5.

Conocimiento de las propias emociones Capacidad de controlar las emociones Capacidad de motivarse a uno mismo Reconocimiento de las emociones ajenas Control de las relaciones interpersonales

En la década de los noventa los investigadores se dan cuenta de que la teoría cognitiva no lo explica todo y comienzan a adentrarse en el ámbito emocional, destacando y enfatizando la importancia 99    

VI Congreso Internacional Educación Católica para el Siglo XXI: “Fe y Educación” Universidad Católica de Valencia (España), 2013 de las emociones en el desarrollo y la adaptación social de la persona. Tanto es así, que autores como Greenberg (1996) sugieren que el proceso psicológico de las emociones y su análisis, y no el cociente intelectual, podría ser la verdadera medida de la inteligencia humana. Los resultados de los estudios más recientes de Herrnstein y Murray (1994), y Gardner (1995) (cit. en Goleman, 1996), ponen de manifiesto que el CI sólo predice en un 20% el éxito relativo en la vida. En la actualidad, los investigadores dirigen sus esfuerzos al estudio de los factores de los que depende predecir el otro 80% de varianza que explicaría el éxito en la vida de una persona. La respuesta a esta cuestión está dirigiendo la mayor parte de las investigaciones actuales dentro del ámbito de la inteligencia. Para Goleman (1996) el concepto de inteligencia emocional surge como un intento de responder a esta cuestión, es decir, sobre el papel que tienen las emociones en nuestra vida intelectual y nuestra adaptación social y equilibrio personal. Para Goleman el concepto de inteligencia emocional es importante porque, entre otras cosas, constituye el vínculo entre los sentimientos, el carácter y los impulsos morales. Si desde la perspectiva cognitiva se define la inteligencia como la capacidad de recibir información, procesarla y producir respuestas eficaces, entonces se restringe la inteligencia a una serie de operaciones de cómputo de información cometiendo una reducción injustificable y simplista, dado que ante todo, como señala Marina (1993) es la aptitud para organizar los comportamientos, descubrir valores, inventar proyectos, esforzarse en mantenerlos a lo largo del tiempo, ser capaz de liberarse del determinismo de la situación, solucionar problemas y ante todo, plantear respuestas ante las cuestiones básicas y esenciales de la vida humana. 3. LA PERSPECTIVA DE BAR-ON En la misma línea que los autores anteriormente señalados, para el Dr. Reuven Bar-On, la inteligencia emocional se ocupa de los aspectos emotivos, personales y sociales de la inteligencia. Dichos aspectos son, a menudo, más importantes para el funcionamiento humano diario que los aspectos cognitivos más tradicionales de la inteligencia. La inteligencia emocional implica comprensión de uno mismo y de los demás, cómo relacionarse con las personas y cómo adaptarse al ambiente inmediato para tener más éxito al afrontar las exigencias del ambiente (Bar-On, 1997). Para Bar-On la persona inteligente emocionalmente tendrá éxito porque le permite anticipar la adversidad y su impacto —personal, profesional y relacional— así como anticipará la posible reacción de los demás ante la adversidad. Estas habilidades le permitirán elaborar respuestas adecuadas ante la adversidad (Sewell, 2011). Bar-On en su modelo, que se muestra en el Tabla 2, define las competencias de la inteligencia emocional en cinco aspectos claves con 15 subescalas. 1. Dominio intrapersonal. El dominio intrapersonal, hace referencia al “yo interior”, cuán consciente está de sus sentimientos, y cuán bien se siente de uno mismo y de lo que está logrando en su vida personal. Dominar esta habilidad implica ser capaz de expresar sus sentimientos, vivir y trabajar independientemente y sentirse seguro de uno mismo cuando expresa sus ideas, valores y creencias. Este dominio presenta cinco subescalas que incluyen el conocimiento de uno mismo, capacidad de resolución, independencia, autoestima y autoactualización. Supone conocer los puntos fuertes, debilidades, oportunidades y amenazas, al modo de un análisis DAFO. 2. Dominio interpersonal. Este dominio hace referencia al ámbito social de la persona. Implica darse cuenta de los problemas en la interacción con los demás y cómo actuar eficazmente para 100    

VI Congreso Internacional Educación Católica para el Siglo XXI: “Fe y Educación” Universidad Católica de Valencia (España), 2013 superarlas. Este dominio presenta tres subescalas —empatía, responsabilidad social y relaciones interpersonales— que tratan las competencias sociales de la persona. 3. Dominio de la adaptabilidad. Aquí se incluye la habilidad de ser flexible y resolver los problemas y dificultades. Presenta tres subescalas -pruebas de la realidad, flexibilidad y resolución de problemas- relacionadas con la capacidad de identificar y afrontar los problemas y eventos inesperados. 4. Dominio de control del estrés. Este dominio está relacionado con la capacidad de tolerancia del estrés de la persona y el control de sus impulsos. Está formada por dos subescalas: la primera, tolerancia al estrés, se refiere a la capacidad personal de resistir eventos adversos y situaciones estresantes sin mostrar síntomas físicos o emocionales. La segunda, control de los impulsos, es la capacidad de demorar la actuación personal, y está relacionada con el acierto en la toma de decisiones en la resolución de problemas. 5. Dominio del estado de ánimo general. Este dominio está modulado con el desempeño en los otros dominios. Hace referencia a las perspectivas vitales de la persona en la vida, su capacidad de disfrute y de los demás, y los sentimientos de satisfacción. Se engloba en dos subescalas: optimismo y felicidad, que engloban las ventajas de tener una actitud positiva ante la vida. Bar-On construyó el Inventario Cociente Emocional EQ-i (por sus siglas en inglés) que evalúa el nivel de inteligencia emocional de una persona. Tabla 2. Las características de la inteligencia emocional según Bar-On Intrapersonal

Interpersonal

Adaptabilidad

Control del Estrés

Estado de Ánimo General

Conocimiento de sí mismo a nivel emotivo

Empatía

Pruebas de la realidad

Tolerancia al estrés

Optimismo

Resolución de problemas

Control del impulso

Felicidad

Resolución Independencia

Responsabilidad social Relación interpersonal

Flexibilidad

Autoestima Autorrealización

CONCLUSIONES El zeitgeist de una época modula la investigación teórica y práctica; y como defiende Gardner (1993) todas las definiciones de inteligencia llevan la marca de la época, del lugar y de la cultura en las que se han desarrollado. La idea que tenemos de inteligencia es importante porque da lugar al concepto que tenemos sobre nosotros mismos. Si seguimos de cerca la evolución del término inteligencia vemos el énfasis de primeros de siglo XX en su medición y en la idea de su innatismo. Esta idea causó verdaderos estragos, tales como el racismo y la eugenesia, es decir, la búsqueda de una raza pura; pero también ayudó a responder a una serie de necesidades tanto de la misma Psicología -su confirmación como ciencia 101    

VI Congreso Internacional Educación Católica para el Siglo XXI: “Fe y Educación” Universidad Católica de Valencia (España), 2013 práctica-, como de la sociedad -la necesidad de establecer un criterio- en función del cual poder organizar y clasificar a las personas. Algunos modelos teóricos sólo pueden aparecer en determinados contextos sociales, y no resulta extraño pues que en una sociedad como en la que vivimos actualmente, que se encuentra en plena crisis emocional colectiva y de valores, la ciencia decida comenzar a centrarse en las habilidades emocionales y en el estudio de nuestra conciencia y nuestra vida afectiva. Las necesidades sociales actuales, consecuencia del automatismo hacia el cual parece que nos dirigimos, hacen que los psicólogos seamos conscientes de la necesidad de reivindicar nuestra propia humanidad y comenzar a entender el estudio de la inteligencia como el estudio del potencial humano y de su realización personal. Aunque los investigadores han reconocido durante mucho tiempo que la cognición impersonal no lo era todo, y por este motivo desarrollaron el concepto de cognición interpersonal, es en la actualidad cuando parece que se ha puesto de relieve la importancia de resaltar los aspectos afectivos y emocionales propios del ser humano, que es inteligente por naturaleza. Ya en el siglo XVII Blaise Pascal (1623-1662) nos avisaba de que lo esencial en los seres humanos no era la razón natural, sino el corazón, para Pascal la esencia “secreta” de lo humano se encontraba en el sentimiento, antes que en el intelecto y afirmaba que: “Era menester que la razón se apoyara sobre los conocimientos del corazón, y que fundamentara en ellos todo su discurso” (cit. en Marina, 1996). Actualmente los investigadores apuntan a que capacidades tales como motivación personal y persistencia ante las dificultades, el control del impulso y la demora de la gratificación, la empatía, la capacidad de mantener la esperanza y la habilidad en mantener un buen control emocional, podrían explicar gran parte de este 80% de varianza restante, que no pueden explicar los test de inteligencia o el llamado cociente intelectual. Estas capacidades forman parte de lo que denominan inteligencia emocional (Goleman, 1996). Para él, las emociones son inteligentes porque cada una de ellas desempeña un papel único en predisponer al cuerpo a un tipo diferente de respuesta para su adaptación y supervivencia. El objetivo de Goleman es intentar comprender e investigar cómo la mente procesa los sentimientos con el objetivo de delimitar o definir qué es lo que significa ser inteligente. Hoy día, y desde los distintos campos, los investigadores reclaman un acercamiento a la comprensión y conocimiento de nuestro mundo emocional, al darse cuenta de cómo éste domina nuestra vida. Diariamente las noticias globales acerca de muertes y agresiones violentas van cada vez más en aumento, lo que hace evidente que existe una creciente pérdida de control sobre las emociones que tiene lugar en nuestras vidas y en las vidas de quienes nos rodean. Tanto es así que desde el campo social se habla de un cierto “malestar emocional” o “crisis emocional colectiva” (Goleman, 1996). Desde la perspectiva clínica, Greenberg (1996) afirma que nos pasamos gran parte de nuestra vida intentando justificar nuestras emociones y desde la educación, los pedagogos comienzan a conocer la importancia de las emociones al darse cuenta de que los estudiantes irritados o enfadados, así como los niños con problemas de aceptación entre sus compañeros, tienen de dos a ocho veces más probabilidades de abandonar sus estudios.

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VI Congreso Internacional Educación Católica para el Siglo XXI: “Fe y Educación” Universidad Católica de Valencia (España), 2013 REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS Bar-On, R. (1997). Bar-On Emotional Quotient Inventory, Technical Manual. New York: Multi-Health Systems. Gardner, G. (1993). Inteligencias múltiples: la teoría en la práctica. Barcelona: Paidós Ibérica, S.A. Gardner, H. (1983). Frames of mind: The theory of multiple intelligences. Nueva York: Basic Books. Gardner, H. y HATCH, T. (1989). Multiple intelligences go to school: The educational implications of the theory of multiple intelligences. Educational Researcher, 18, 4-10. Gardner, H.; KORNHABER, M. y KRECHEVSKY, M. (1993). Abordar el concepto de Inteligencia. En H. Gardner Inteligencias Múltiples: La teoría en la práctica. Barcelona: Paidós Ibérica, S.A. pp. 243-259. Goleman, D. (1996). Inteligencia Emocional. Barcelona: Kairós, S.A. Greenberg, L. (1996 en comunicación personal). Conferencia impartida el 12 de septiembre del año 1996 en la Facultad de Psicología, Universidad de Valencia. Marina, J.A. (1993). Teoría de la inteligencia creadora. Barcelona: Anagrama. Mayer, J.D. y Salovey, P. (1993). The Intelligence of Emotional Intelligence. Intelligence, 17, 433-442. Molero, C., Sáiz, E. y Esteban, C. (1998). Revisión histórica acerca del concepto de inteligencia: una primera aproximación a la inteligencia emocional. Revista Latinoamericana de Psicología, 1, 1130. Salovey, P. and Mayer, J. D. (1990). Emotional Intelligence. Imagination, Cognition, and Personality, 9, 185-211. Sewell, G.F. (2011). Cómo la inteligencia emocional puede influir positivamente. Military Review, 4, 2-7. Spivack, G.; Platt, J.J.; and Shure, M. B. (1976). The problem-solving approach to adjustment: A guide to research and intervention. San Francisco: Jossey-Bass. Temoshock, L. et al. (1978). Assessment and training in efective decision making for juveniles in trouble. Corrective and Social Psychiatry and J. of Behavior Methods & Therapy, 24, 115-122. Thorndike, E.L. (1920). Intelligence and its uses. Harper´s Magazine, 140, 227-235.

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